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Ediciones Librería Argentina Andrés Mellado, 46. 28015 Madrid. España Tel: 91 5434781 www.libreriaargentina.com MAQUETACIÓN: Equipo ELA DISEÑO DE PORTADA: Equipo ELA ISBN Nº 978-84-9950-130-7 DEPOSITO LEGAL: M-22788-2014 Impreso en España

Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total, ni parcial de este libro, ni la recopilación en un sistema informático, ni la transmisión por medios electrónicos, mecánicos, por fotocopias, por registro o por otros métodos posibles presentes o futuros, sin la autorización previa y por escrito de los titulares del Copyright.

MEDITACIÓN VIPASSANA, EL NÚCLEO DEL MINDFULNESS

RAMIRO CALLE

Ediciones Librería Argentina Andrés Mellado, 46 28015 Madrid España www.libreriaargentina.com

Índice

Introducción Preámbulo Capítulo I. Siddharta Gautama el Buda Capítulo II. Introduccion al Budismo Theravada Capítulo III. El camino del Dharma El verdadero rostro de la existencia De la realidad a la última realidad DHARMA y dharma Capitulo IV. En busca del Nirvana La ley del karma y el renacimiento El Nirvana La búsqueda del Nirvana Capitulo V. La meditación budista Samatha-Bhavana Cultivo y desarrollo de la visión penetrante (Vipassana Bhavana) Satipatthana-Sutta Epílogo Apéndice 1. Las genuinas enseñanzas del Buda

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Nota de agradecimiento “Toda mi gratitud para Almudena Haurie Mena, entrañable compañera en el Dharma. Juntos hemos tenido la fortuna de entrevistar a grandes expositores de la Buena Ley, tales como Piyadassi, Nyanaponika, Ananda Maitreya y Narada Thera, entre otros muchos. De éste último ambos recibimos nombres budistas. Almudena fue designada Ananda, y yo Rahula. Ella me ha acompañado en numerosos viajes por India, Ceilán, Nepal y otros países de Asia en busca de la Enseñanza y su colaboración ha resultado siempre excepcionalmente valiosa. Ramiro A. Calle

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Introducción

No vemos lo que es, sino lo que queremos ver o tememos ver o pensamos que es o que tiene que ser o que nos han dicho que es o que nos gustaría que fuera. Lo que vemos está falseado por juicios y prejuicios, condicionamientos internos, frustraciones y expectativas, viejos patrones y todo el circuito repetitivo de apegos y odios, atracciones y aversiones, aferramientos y aborrecimientos. Nuestra visión está distorsionada, falseada, enturbiada por las tendencias de la mente, por el ego, por nuestra historia psicológica, por los códigos evolutivos, por los temores y creencias. Como la mente está empañada, vemos a través de su confusión. Como está velada, vemos desdibujadamente. Nuestra visión se estrella contra lo ilusorio, las apariencias, lo fenoménico, el barniz de las cosas. Es una visión impura, superficial, que induce más al engaño que a la verdad, a la ofuscación que a la claridad, a una apreciación incorrecta en lugar de al entendimiento correcto. Una visión así de superficial y distorsionada solo puede acumular más ý más ignorancia en la ya básica ignorancia de la mente, más y mas nesciencia, cerrando la vía hacia la Sabiduría. Pero Buda fue contundente al decir que algunos habría, que no tuvieran tan empañada la consciencia y pudieran ver la Realidad. A la mente llena de oscurecimientos y trabas, condicionada por las tendencias subyacentes, no le es dado captar la realidad tal cual es. Origina sus propias creaciones y se las cree. Se extravía en un laberinto de espejismos y no acierta a salir del mismo. Está en un atolladero, en un callejón sin salida. Ha entrado en un surco repetitivo de consciencia en el que puede transcurrir toda una vida como no se ponga remedio a ello. Una mente que proporciona una visión tan engañosa y limitada, tan fragmentada y esclerótica, no sirve y urge cambiarla. Mediante el adiestramiento adecuado, la mente puede irse transformando, aquietando y esclareciéndose. Así como de la ofuscación surge una visión ofuscada, de la claridad brota una visión esclarecida. Mediante la visión esclarecida, de la que deviene el entendimiento correcto, surge un cambio muy importante en la mente y una mutación psíquica que le permite a la persona sentirse más ecuánime, plena, armónica y sabia. A través del tipo especial de visión que se puede lograr mediante las enseñanzas y métodos opor9

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tunos, la persona puede ver en el mismo fondo de los fenómenos sin estrellarse contra las ilusorias apariencias. Entonces surge la visión neta de lo que es y desde ahí se puede proceder en consecuencia. Caen los autoengaños, las mentiras, los adoctrinamientos y viejos patrones, las pautas falaces; se van erradicando las tendencias nocivas, los subterfugios y escapismos, la agitación e insatisfacción de la mente, el inútil sufrimiento psíquico, el desorden interno y el continuado descontento. Uno conecta con la realidad desnuda que subyace tras lo aparente y fenoménico, tras lo ilusorio. Se va ganando la libertad e independencia mentales y, por tanto, otra manera de ser. A ese otro tipo de visión Buda le denominó vipassana, término que no es de fácil traslación al castellano, pero puede traducirse como visión clara y penetrativa, o visión justa y cabal. Se ve lo que es y no lo que parece ser. Esa visión especial que es vipassana es la que hay que ir cultivando metódicamente. ¿Cómo? A través de la observancia de la triple disciplina (triple entrenamiento) y de la práctica de la denominada meditación vipassana o meditación de visión clara. La triple disciplina o triple entrenamiento es el cultivo de la virtud o ética genuina, el desarrollo de la mente y el desenvolvimiento de la sabiduría o entendimiento correcto. Hay un tipo especial de meditación que se encarga de entrenar y desencadenar la visión penetrativa de lo que es, y tal es la meditación vipassana, inspirada en el célebre sermón de Buda conocido como Satipatthana Sutta o los Fundamentos de la Atención. Esta clase de meditación es la que propició Buda y en la que se han inspirado todas las prácticas de la tradición theravada o de viejo cuño, la enseñanza más pura y directa de Buda. Como para Buda tres son las características básicas de la existencia (insatisfacción, impermanencia y ausencia de una entidad fija o impersonalidad), este tipo de meditación tiene por objeto la conquista de una visión hiperconsciente y penetrativa que le permita al practicante aprehender esa realidad última de que todo es insatisfactorio, todo es transitorio y no hay nada que no esté vacío de un yo o entidad fija. La meditación vipassana trabaja de manera muy especial con el cultivo metódico de la atención y el establecimiento en la ecuanimidad. La mente se va liberando de sus oscurecimientos para poder empezar a ver las cosas como son, evitando los filtros distorsionantes que producen las reacciones, las tendencias subyacentes, los viejos patrones y las ideas y creencias preestablecidas.

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Meditación Vipassana, el núcleo del Mindfulness

El Satipatthana Sutta y la meditación vipassana, es en lo que se ha inspirado el denominado midfulness, que se presenta a menudo como una simple técnica para combatir el estrés o para ser más eficiente en el trabajo o para coadyuvar determinados procedimientos psicoterapéuticos. Una vez más el occidental desvirtúa y desdibuja a su antojo, capricho y turbio entendimiento las enseñanzas más auténticas, falseándolas incluso y mostrándolas muy lejos de su verdadera raíz y esencia. Es la utilización espuria, ventajista y mercantil de muchas antiguas enseñanzas espirituales. Con esta obra escueta y directa pretendemos mostrar el auténtico vipassana y la acompañamos de un C.D. muy práctico con ejercicios medulares de este tipo de meditación. He tenido la fortuna de haber podido entrevistar a los más solventes representantes del budismo theravada y obtener de ellos valiosísimas enseñanzas al respecto. Durante años estuve viajando a Sri Lanka para entrevistar largamente a Nyanaponika Thera, una indiscutible autoridad en el tema y cuyas obras, traducidas fiel y magistralmente por Almudena Hauríe Mena, y siempre generosa y desinteresadamente, han sido reeditadas por la editorial ELA. También tuve encuentros con Narada Thera (que me dio el sobrenombre budista de Rahula) y con Piyadassi Thera, Ananda Maitreya, Madihe y tantos otros monjes de gran sabiduría y hondos conocimientos budistas, que aparecen entrevistados en mi obra "Conversaciones con Lamas y sabios budistas". Era uno de mis mentores budistas quien declaraba con referencia a Buda: "Cuanto más le conozco, más le amo; cuanto más le amo, más le conozco". Fue el hombre más despierto de su época. No se dejó nunca arrastrar por creencias, sino que todo lo sometía a la experimentación personal. Investigó como nadie en la mente humana y facilitó medicamentos de gran alcance para poder superar el sufrimiento psíquico y librar la mente de sus trabas. Mediante el perseverante entrenamiento en la meditación abstractiva, ya muy conocida y practicada por los yoguis milenios antes de que naciera, llegó al descubrimiento de la meditación de visión penetrativa y cabal, vipassana, consistente en la toma de consciencia (muy atenta, ecuánime y arreactiva) del surgir y desvanecerse de los propios procesos psicosomáticos. Para que la meditación vipassana aún sea más eficiente, es conveniente incorporar también la meditación abstractiva, conocida como meditación samatha. La meditación samatha calma y concentra la mente en grado sumo y la meditación vipassana utiliza esa mente sosegada y altamente concentrada para poder ir captando los proce11

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sos corporales y mentales, penetrándolos hasta descubrir lo insatisfactorio de los fenómenos, lo vacuo y lo impersonal, logrando así la superación de la ofuscación, el apego y el odio, y hallando la verdadera y definitiva libertad de la mente. Ramiro Calle (www.ramirocalle.com)

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Preámbulo Buda quiere decir “el que sabe”. Se aplica el término a aquel que ha despertado definitivamente. Siddharta Gautama, nacido en el siglo VI a. C. en Kapilavatthu, la capital del país Sakya, renunció a los veintinueve años a la vida mundana y se dedicó por entero a la búsqueda de la Realidad. En Bodh Gaya, en el estado indio del Biliar, obtuvo después de seis años de infatigable trabajo sobre sí mismo, la iluminación, realizando así su definitiva budeidad y conviniéndose en un buda viviente, que durante cuarenta y cinco años habría de impartir el Dhamma (doctrina de liberación) a los otros. El Buda penetró que “los hechos son incontrovertibles y la ley de causa y efecto es siempre la misma: todo lo constituído es impermanente, todo lo constituído entraña sufrimiento, todo es sin entidad”. El budismo original, o sea el budismo Theravada, es una Enseñanza excepcionalmente directa, escueta y precisa. El Buda supo desarrollar, como muy pocos otros maestros, el camino de la inteligencia y el del corazón. Fue más lejos en su investigación de cuanto pueda suponerse. Como indica mi buen amigo y compañero en el Dhamma, Amadeo Solé-Leris: “Lo que enseñaba el Buda era y sigue siendo, algo muy alejado de las abstracciones: un método de perfeccionamiento ético-psicológico que deja de lado deliberadamente la metafísica y la teología para concentrarse en lo concreto que cada cual puede y tiene que hacer por cuenta propia -sin que nadie pueda hacerlo por él-, para emprender el camino de la mente serena y perfeccionarse en él”. Con concreción asombrosa y sagacidad extraordinaria, la Enseñanza del Buda ayuda a poner las condiciones para que la mente, liberada de todas las negatividades y capaz de percibir las cosas tal cual son desde su prístina pureza, pueda conquistar la Sabiduría. El budismo es, indudablemente, uno de los más grandes sistemas soteriológicos originario dc la India. Se propagó por buena parte de los países asiáticos y desde hace algo más de un par de siglos, comenzó a despertar un notable y creciente interés a innumerables occidentales. Sobre la genuina enseñanza del Buda (que es el núcleo de todas las escuelas budistas y que ha recogido en su máxima pureza el Budismo Theravada), han surgido y se han alimentado los diferentes vehículos, sectas y escuelas budistas. Siempre he estado vivamente interesado por la Búsqueda y por las técnicas de autorrealización tanto orientales como occidenta13

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les. Cada ser humano debe hallar su vía. Los grandes maestros han indicado caminos, laderas hacia la cima que es la iluminación definitiva. Como un rastreador incansable de la otra Realidad, siempre me he sentido profundamente agradecido hacia los seres despiertos, sean de uno u otro sistema soteriológico. Lo Incondicionado, como quiera que se vierta en palabras o se interprete, es lo mismo para todos los que lo penetran. Siempre me he inspirado en Lao-Tse, Jesús, Mahavira, Sankara, Ramana y otros grandes despiertos. Asimismo siempre me he inspirado en el Buda Siddharta Gautama, el gran despierto, a quién más se ama cuanto más se le conoce. He investigado, por ello mismo, en los distintos vehículos de la Buena Ley, pero considero de capital importancia para todo budista, cualquiera que sea la escuela en la que se halle, conocer en profundidad el Budismo Therevada, porque él representa la médula de la Enseñanza, lo más esencial, concreto, cristalino y nuclear de la Doctrina. Duele comprobar el desconocimiento inexcusable que tienen del Therevada muchos budistas de otras escuelas búdicas. Lamentable resulta, desde luego, que parte de esos budistas, no sólo no dispongan del menor conocimiento sobre el Theravada, sino que incluso opten por menospreciarlo, cuando precisamente tal rama budista condensa lo más esencial de la Buena Ley. De igual modo creo que es obligado reconocer la importancia del Yoga en el Budismo (y no solo en el budismo tántrico-que por supuesto recurre a numerosísimas técnicas yóguicas-, sino en todas las formas de budismo), toda vez que de alguna manera el Yoga ha sido siempre el eje espiritual no solo de la India, sino de toda Asia y sus técnicas (el anapana-sati, por ejemplo, entre otras muchas) han sido incorporadas y aprovechadas por todos los sistemas soteriológicos de Oriente. Bien es cierto, que en la época del Buda florecía un yoga arcaico y que ponía el mayor acento en las técnicas de absorción y éxtasis, ésas mismas que, aún valorándolas el Budismo (y el mismo Buda, en tanto que recurría a ellas y las conocía muy bien por propia experimentación), no las consideraba suficientes para penetrar la realidad final tal como es. Desde entonces, el yoga ha recorrido un largo camino y sin duda también y del mismo modo que fue incorporado parte de él al budismo, se ha visto influenciado por la doctrina budista. Los paralelismos entre la genuina enseñanza budista y por ejemplo, los Yogasutras de Patanjali, son notables, si bien la Buena Ley pone todo el énfasis en la ayoidad y el yoga hindú insiste en una última realidad permanente. De cualquier modo hay que entender, 14

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empero, que el yoga es básicamente un método de mejoramiento supra-religioso y que sus técnicas han sido, por fortuna, recogidas por todas las vías de realización de Oriente. Sirviéndose de ellas, pudo el Buda, el maha-yogui respetado por todos los maestros de Oriente, madurar lo suficiente para desde ahí descubrir la meditación de la visión clara (vipassana), capaz de reportar el conocimiento cabal y liberador, aquel que hace posible la captación del modo final de ser de todas las cosas y que el Buda definió como insatisfactorio, impersonal y transitorio, siendo tales las tres características básicas de la existencia. Nadie como el Buda tuvo un conocimiento tan preciso del ser humano y nadie como él supo ver y exponer el origen del sufrimiento, proporcionando un sendero para poner fin a toda tribulación. Él supo mostrar con destreza admirable el camino para que todos podamos realizar nuestra budeidad, para que cada uno de nosotros pueda despertar. Estar en ese propósito representa el mayor significado que podamos procurarle a la existencia humana. Cada uno hará por encender su propia lámpara, porque así también colaborará en encender la de los demás.

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Capítulo I Siddharta Gautama el Buda Buda, el gran despierto La figura de Siddhana Gautama el Buda es impresionante. Su vida, una proeza y sus logros, excepcionales. Conocedor profundo de la mente humana, investigador incansable del sufrimiento y los procedimientos para que el sufrimiento cese, dueño de una inquebrantable voluntad para conquistar su naturaleza búdica y despertar. Maestro respetuoso y tolerante, ideal del buscador honesto, prototipo de hombre realizado. Después de sus tres célebres salidas más allá del palacio, que le permitirían enfrentarse con el sufrimiento cara a cara, sin clemencia; descubre la enfermedad, la vejez y la muerte. Emprende entonces el camino de la renuncia. Abandona la vida humana, quiebra sus lazos familiares y sociales y se aboca en una búsqueda interior implacable. Se conviene en renunciante, mendiga sus alimentos, se somete a una ascesis cruel y prolongada. Años de privaciones y austeridades, auto-auscultamiento y éxtasis, denodados esfuerzos por hallar la Comprensión, extenuación y mortificación. Y esta aventura de una ascesis despiadada no le conduce al “despenar”. Pero todos esos años de trabajo sobre sí mismo no han sido estériles; son el preludio de su iluminación definitiva. Todavía falta el gran salto para alcanzar la otra orilla, pero ha obtenido un grado de madurez y emancipación interior que le colocan en el último tramo de la gran carrera hacia el Nirvana. Suspende sus prácticas de ascesis y come un pastel de arroz que le ofrece una joven llamada Sudjata. Cierto día baila su cuerpo en el Nairanjana y toma asiento bajo una higuera (el árbol de la Ciencia). Se dice; “Aunque se seque mi piel, aunque mi mano se marchite, aunque mis huesos se disuelvan, mientras no haya podido penetrar en la sabiduría, no me moveré de este sitio”. Anochece. Allí, en soledad, abismado en sí mismo, permanece Siddharta, después de años de un gigantesco y agotador trabajo. Durante la primera vigilia tuvo conocimiento de sus anteriores existencias y pudo disipar la ilusión. En el transcurso de la segunda vigilia, logra el conocimiento intuitivo de la naturaleza del mundo. La tercera vigilia le reporta el conocimiento de la la ley de causación y se dice: “¡En verdad qué miserable es este mundo! Millones de seres que 17

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envejecen y mueren y luego renacen para envejecer y morir otra vez”. Y a través de la Visión Penetrante obtiene el conocimiento intuitivo de que la ignorancia es la causa que genera otras causas productoras de dolor. Y sabe que la causa de la vejez y la muerte son el nacimiento y sobre todo el deseo de nacimiento, resultado todo ello de la nesciencia. Realiza a nivel intuitivo las características básicas de la existencia: sufrimiento, impersonalidad, impermanencia. Y al alba, obtiene la iluminación definitiva, se manifiesta su budeidad y permanece en estado de inefable paz. Después se cuestiona si debe o no dar comienzo a una vida pública que le permita llevar a los demás las verdades por él realizadas. Un sentimiento de profunda compasión que ni siquiera podemos sospechar, le indujo a volver al mundo para impartir la enseñanza. Y así pronunció no mucho después su trascendental Sermón de Benarés, en Samath, que comenzaba diciendo: “Abrid los oídos, monjes. El camino está hallado. Escuchadme”. Y se extendió sobre el sufrimiento universal y su cesación, e insistió en ese camino del medio que se encuentra justamente entre el ascetismo y la vida de los placeres. A partir de ahí, cuarenta y cinco años propagando la Enseñanza. En palabras suyas: “El hombre nace solo, vive solo. Y es él quien se abre el camino que puede conducirle al Nirvana, al maravilloso reino del No-Ser, del No-ser-más”. Mahayogui, sabio entre los sabios, respetuoso para con todos los credos y cultos, capacitado siempre para hablar según el nivel de madurez e inteligencia de sus oyentes. Mucho se ha especulado sobre si el Buda guardó o no un conocimiento esotérico y más elevado para los iniciados. El indicó expresamente que nada había guardado en el puño. Se refería, sin duda a nada valioso a propósito de la Enseñanza, nada necesario para alcanzar la Liberación. Innegablemente, él mostró todo lo fundamental (sin perderse jamás en vanas especulaciones, en acrobacias metafísicas), pero según el grado de evolución, unos lo entendieron con mayor lucidez que otros, con mayor penetración. Que Buda sabía infinitamente más de aquello sobre lo que hablaba, esto también es indiscutible, pero a él le interesaba especialmente exponer el sufrimiento y el cese del sufrimiento; diagnosticó el mal y ofreció la medicina contra ese mal. Todo lo demás no era práctico ni necesario. El mostraba el conocimiento liberador, el camino hacia el Nirvana. Todo lo demás era poco útil, hasta superfluo. La suya es la enseñanza de lo Real, sin ambages ni aditamentos. 18

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La vida produce sufrimiento. Jamás se perdió en divagaciones o abstracciones. Fue por encima de todo lo concreto y todas sus instrucciones estaban encaminadas al Despertar. En cierta ocasión tomó un puñado de hojas y dijo: “Lo que enseñé es comparable a las hojas que tengo en mi mano. Lo que no enseñé es comparable a la totalidad de hojas de este bosque”. No hay nada en su enseñanza que no resulte esencial, que no sea luz para disolver la oscuridad. ¿Para qué queremos conocer los principios del Universo si no nos conocemos a nosotros mismos? El conocimiento libresco, la erudición, la información cultural, pueden ser una gimnasia mental, prestar cierta ayuda, pero no nos liberan del dolor. Sin embargo, sus instrucciones tenían una finalidad específica: extinguir el deseo y llevar al hombre hasta su propia budeidad. Nadie valoró tanto al hombre como él. Sabía que estaba ciego por la ignorancia, pero también sabia que él por sí mismo podía superar esa ignorancia y desembocar en la última realidad. Respetaba a todos. No hacía distinción de creencias, razas o castas. Consideraba que todo hombre es potencialmente un buda, que no hay hombres perversos sino ignorantes, cegados por el polvo de la ilusión. Cada uno puede, con su propio esfuerzo, despertar. Se trata de un trabajo personal, necesariamente personal. El Parinobbana Sutta recoge las siguientes palabras del Buda: “Morar consigo mismo como una isla, consigo mismo como refugio. Morar con el Dhamma como una isla, con el Dhamma como refugio. No buscar ningún refugio externo”. Respetaba profundamente la inteligencia. Nada de creencias gratuitas o preestablecidas, nada de dogmatismos. El hombre debe comprender y solo aceptar después de haber comprendido. Debe utilizar su inteligencia y penetrar la Doctrina mediante la inteligencia y determinar sus propios actos a través de la inteligencia. Inquirir, indagar, desarrollar la comprensión hasta lograr la experiencia directa, la Visión profunda. El Buda decía: “Depender de los demás para la Liberación es negativo; depender de uno mismo es positivo”. Otros más avanzados pueden enseñarnos, pero a la postre uno es su propio maestro y su propio discípulo. Jamás Buda (a diferencia de lo que hacen muchos supuestos gurus) sometió a nadie, jamás cultivó dependencias perjudiciales para el discípulo. Él era un hombre. Logró un grado elevadísimo de evolución, pero jamás se hizo pasar por un ser con naturaleza divina o sobrena19

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tural. Era humilde, sereno y enseñaba el Camino que él mismo había tenido que recorrer para realizar la budeidad. Él lo había recorrido: eso era todo. Amante de la no-violencia y de la reconciliación, trabajó durante muchos años por ofrecer una enseñanza que contiene en sí misma una ética superior, mística, una actitud vital, psicología profunda, filosofía y sobre todo medios pan alcanzar la liberación para desencadenar la Suprema Sabiduría. Estos medios o procedimientos son tan aplicables hoy en día como hace dos mil quinientos años. Sirven igualmente para el budista, el creyente de otro sistema religioso o para el agnóstico. Pueden ser perfectamente incorporados a la vida cotidiana. El budismo como tal no tiene ningún tipo de exigencias religiosas, ni demanda un tipo de “conversión” propiamente dicha, ni es en absoluto proclive a los ritos y ceremonias. El aspirante inteligente sabe que todo puede ser ritualizado para ayudar a la mente en su orientación: arreglar un ramo de flores, preparar una taza de té o dar un paseo por el parque. El ritual es útil si de verdad sirve a crear positivos estados de ánimo y canalizar la mente y, por supuesto, para aquellos que tengan necesidad del mismo. A través del ritual, el budista preparado sabe que no se trata de pedirle nada al Buda, porque lo que hay que hacer es convenirse en Buda. Pero ciertamente una atmósfera cuidada puede colaborar con la mente, evitar su dispersión, crear más fácilmente estados anímicos elevados. Ahora bien, somos los únicos responsables de nosotros mismos y con el Buda no se puede llegar a ninguna negociación. Él es un símbolo, pero no una imagen que deba ser adorada en el sentido tradicional de la palabra. En todos nosotros está la budeidad y Buda nos invita a convertimos en su igual. El Noble Octuple Sendero es el puente que tiende hacia lo Incondicionado, hacia lo Trans-temporal. Antes de su muerte y la entrada en el ParaNirvana, el Buda se dirigió a sus discípulos para decirles: “No existe en todos los universos visibles o invisibles más que una sola y misma potencia, sin comienzo, sin fin, sin otra ley que la suya, sin predilección, sin odio. Ella mata y ella salva, sin otro objeto que el de realizar el destino. La muerte y el dolor son las lanzaderas de su telar, el amor y la vida de sus hilos. Pero no intentéis pensamiento en lo impenetrable; el que interroga se equivoca, el que responde se equivoca. Nada esperéis de los dioses despiadados, sometidos ellos mismos a la Ley del Karma, que nacen, envejecen y mueren para renacer y no han conseguido superar su propio dolor. Esperadlo todo de vosotros mismos”. 20

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El había despertado y sabía que otros podían despertar. “Esperadlo todo de vosotros mismos”. El jamás desdeñó a nadie y apreció a todos. Fue un Buda, un Despierto. Formó parte de los grandes iniciados, de los que se han despertado a sí mismos, de los que han satisfecho su necesidad de Búsqueda y de Encuentro.

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