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Vernant: Cap. 6: "La organización del cosmos humano". El planteamiento de Vernant, para dar explicación al modo como habría de surgir el pensamiento filosófico en la antigua Grecia parte de un remontarse en los aconteceres históricos a la civilización micénica, la cual se hallaría emparentada con los reinos del Cercano Oriente. La estrategia utilizada por el autor para dar paso a sus planteamientos en principio consiste en dividir el texto en ocho capítulos: El Cuadro Histórico, La Monarquía Micénica, La Crisis de La Soberanía, El Universo Espiritual de la "Polis", La Crisis de la Ciudad los primeros Sabios, La Organización del Cosmos Humano, Cosmogonías y Mitos de Soberanía, y La Nueva Imagen del Mundo. En el desarrollo del discurso, Vernant irá mostrando como las circunstancias socioeconómicas y políticas y el surgimiento de nuevas formas de la cultura irán presentando paulatinamente las condiciones de posibilidad que permitirán un desmembramiento del pensamiento mítico al pensamiento filosófico, ligado muy fuertemente este último a la aparición de la Polis. De lo que se trataría justamente, sería de ubicar el corte en la historia del hombre griego, ya que si bien la religión y la mitología de la Grecia Clásica tienen su raigambre en el pasado micénico, existirían ciertos dominios en donde lo que se evidencia es la ruptura, desbordando la vida social y política, y modificando su universo espiritual. En ello habrá de jugar papel medular la institución de la Ciudad. Al respecto nos dice Vernant: "De hecho, cuando hacia el fin de la época geométrica (900-750) los griegos reanudan en Europa y en Jonia las relaciones interrumpidas durante varios siglos con Oriente; cuando redescubren, a través de las civilizaciones que habían persistido inalteradas, ciertos aspectos de su propia vida pasada en la edad de Bronce, no se limitan como lo hicieran los micenos, al recurso de la imitación y la asimilación. En plena renovación orientalizante, el Helenismo se afirma como tal frente al Asia, cual si al reanudar su contacto con Oriente adquiriera más conciencia de sí. Grecia se reconoce en una cierta forma de vida social y en un tipo de reflexión que definen a sus propios ojos su originalidad, su superioridad sobre el mundo bárbaro..." Es por eso que Vernant considera indispensable, si se quiere ubicar el punto exacto del nacimiento de la razón en Grecia, que es necesario hacer un nacimiento de la razón en Grecia, que es necesario hacer un seguimiento detallado de la mentalidad religiosa y cómo ella, en calidad de mito, podemos desmembrar el logos como superación de éste, entendiendo como telón de fondo el pasado micénico, hasta llegar a los siglos VIII y VII, donde se sentarán los fundamentos de la Polis, que se constituiría en el factor coadyuvante medular para el advenimiento de la filosofía.

Nos mostrará el autor entonces un cuadro histórico que parte de señalar el mundo Egeo y la península griega como una continuidad étnica y cultural. No obstante, nos dice el ensayista, al incursionar por los años 2000, 1900 a. C. irrumpirá una población nueva que pondrá de relieve ña civilización micénica, la cual aparecerá estrechamente asociada a las grandes civilizaciones del Mediterráneo oriental. Es de resaltar aquí precisamente, el sentido mismo que se le da a ciertos acontecimientos que surgen en la cultura. Ejemplo de ello es cuando el autor nos muestra cómo cuando reaparece la escritura en el siglo IX, la cual no es una escritura más en el concierto de escrituras posibles, sino que se constituye en el producto de una civilización radicalmente distinta, en tanto que ella misma es símbolo de una cultura común, como se ve en este apartado de Vernant: "...la escritura no tendrá ya por objeto la creación de archivos para uso del rey en el secreto de un palacio, sino que responderá en adelante a una función de la publicidad; va a permitir divulgar, colocar por igual ante los ojos de todos, los diversos aspectos de la vida social y política". Será igualmente importante el resquebrajamiento del monopolio de la autoridad del soberano, ya que el enfrentamiento entre diversos sectores de una misma comunidad, exigirá la búsqueda de un equilibrio, de un acuerdo de donde nacería la reflexión moral y las especulaciones políticas, como una primera forma de sophía, la cual "...no tiene por objeto el universo de la phisis sino el mundo de los hombres: qué elementos lo componen, qué fuerzas lo dividen y lo enfrentan consigo mismo, cómo armonizarlas, unificarlas, para que de su conflicto nazca el orden humano de la ciudad". Con el surtimiento de los llamados Sabios, el surgir de la filosofía como emanada del mito se hace obvio. Las explicaciones del mundo y las cosmovisiones del mundo en cierta forma adquieren un status ecléctico, donde, paulatinamente el logos iría ganado terreno. El siglo VI a. C. Señalaría un profundo cambio en la vida civil y política de la antigua Grecia. Un profundo y paulatino cambio de la monarquía a la aristocracia, y de ésta hacia la democracia (con la excepción de Sparta) se iría consolidando. Cambio que florecería primordialmente en Atenas, lugar donde habrían llegado "extranjeros" de todas partes y que habría de constituirse en un centro liberal de estudios y de vida. El surgimiento de la Polis redundaría en una nueva forma de vida social y un nuevo tipo de relaciones entre los hombres. Ello en razón de que en la Polis se generan fundamentalmente cuatro factores que se constituirían en las condiciones necesarias para el surgimiento de la filosofía: 1. Predominio de la palabra sobre cualquier otro instrumento de poder.

2. En la Polis, las manifestaciones más importantes de la vida social, adquieren carácter de plena publicidad. 3. En el plano intelectual, la escritura se constituye en el elemento fundamental de la paidéia (enseñanza), convirtiéndose la escritura en un medio capaz de poner los saberes al alcance de todos. 4. La relación jerárquica de sumisión y dominación es reemplazada por el vínculo del hombre con el hombre en una relación de igualdad como norma, cuyo equilibrio es la Ley. Esto se manifiesta en la idea de Isonimia: igual participación de todos los ciudadanos en el ejercicio del poder. Con todo ello, el vínculo entre los conceptos que interesan a este trabajo, primordialmente estaría denotado en dos puntos: 1. Génesis de la filosofía en la política. 2. Relación íntima en los procesos de argumentación y de discusión. Con lo anterior, nos resulta evidente que en el texto Vernant logra brindarnos un panorama general muy bien ilustrado en el marco histórico, localizando el aparecer de la filosofía como un producto de este proceso, a la vez que le despoja con fortuna de su aparente carácter de revelación absoluta, pero además, porque nos subraya cómo, la razón misma esencialmente sería política. El autor igualmente logra mostrarnos de manera efectiva y convincente, la manera como el mito declina desde el momento mismo en que los Sabios ponen en discusión el orden humano, buscando una redefinición a partir de formulas accesibles a la inteligencia, lo cual lo constituiría en un pensamiento político apartado de las explicaciones religiosas. Es igualmente la filosofía la que consolida una forma de sincronía entre el ser hombre y el ser ciudadano, en tanto que la reflexión es propia de hombres libres, los cuales son capaces de constituir un marco para los derechos y deberes cívicos de los ciudadanos. El trabajo de Vernant es verdaderamente una herramienta de trabajo valiosísima para el análisis del pensamiento griego y el conocimiento de los orígenes de la filosofía. No obstante, el énfasis que se hace en el marco histórico deja un poco en la sombra la constitución de los conceptos mismos; quizás fuese necesario que se hubiese mostrado con mayor claridad la manera como el pensamiento filosófico se sobrepone al discurso mítico imperante y las dificultades que éste tiene para lograr un sitio de privilegio, como por ejemplo, lo que se notaría en la Apología de Sócrates. Sin embargo, es

bueno insistir en que de la lectura de Vernant, es posible realizar múltiples variaciones discursivas teniendo como piso su discurso. El CAPÍTULO SEIS, sobre LA ORGANIZACIÓN DEL COSMOS HUMANO nos dice que la efervescencia religiosa no sólo contribuyó al nacimiento del Derecho, sino que preparó también un esfuerzo de reflexión moral y orientó especulaciones políticas. Ya hemos visto en el capítulo anterior los ideales de pureza, de una vida pura de todo contacto sangriento, expresado en la legislación sobre el homicidio, y de austeridad, contra la ostentación del lujo. La areté no sólo se despoja de su aspecto guerrero tradicional sino que es producto de una disciplina dura y severa, de una atención sin descanso para escapar a las tentaciones del placer (hedoné), al atractivo de la molicie (malakhía) y de la sensualidad (tryphé), para preferir una vida totalmente dedicada al esfuerzo penoso (ponos). En contraste con la hybris del rico (la ambición de riqueza sin límite que sustituye a todos los valores aristocráticos y que puede proveerlos), se perfila el ideal de la sophrosyné. Está hecho de templanza, de proporción, de justa medida, de justo término medio, lo que da a la areté griega un aspecto “burgués”: es la clase media (mesoi) la que podrá ejercer en la ciudad la acción moderada, estableciendo un equilibrio entre los dos extremos, un vínculo entre los dos partidos que desgarran la ciudad. El mismo Solón, hombre del “centro”, se presenta como árbitro, como mediador. Hará de la polis un kosmos armonioso, una eunomía que impone un límite a la ambición de aquellos a quienes anima el espíritu de la desmesura. Este arbitraje supone un juez que, para aplicar su decisión, la refiera a una ley superior a las partes, a una diké que debe ser idéntica para todos. Los jueces son servidores de Nomos, que conserva, por su relación con la diké, cierta resonancia religiosa, pero que se expresa sobre un esfuerzo positivo y racional de legislación para poner fin a un conflicto. La justicia aparece como un orden completamente natural que se reglamente por sí misma. Es la maldad de los hombres, su espíritu de hybris, su sed insaciable de riquezas lo que produce el desorden. La justa medida debe, por tanto, quebrar la arrogancia de los ricos y hacer que cese la esclavitud del démos, sin transigir, no obstante, con la subversión. A través de esta laicización del pensamiento moral ha podido renovarse y precisarse la imagen de una virtud como la sophrosyne. En Homero tiene un valor general. En Pausanias se define en oposición a la locura, que es al mismo tiempo una impureza. En el clima religioso de las sectas adoptaría una coloración ascética como una virtud de inhibición, de abstinencia, de apartarse del mal. El dominio de sí en que consiste la sophrosyne parece implicar una cierta tensión entre dos elementos opuestos: el orden del thymós (afectividad, emociones, pasiones) y el orden de la prudencia reflexiva, de un cálculo racional. El thymós está hecho para obedecer y someterse. Sin embargo, es fuera de las sectas, en la vida pública y social, donde la sophrosyne adquiere una

significación moral y política precisa. Ya en una institución como la agogé espartana, la sophrosyne aparecía con un carácter esencialmente social, que consistía en someter a cada individuo, en sus relaciones con los demás, a un modelo común de conformidad con la imagen que la ciudad se forma del “hombre político”, un hombre que, por su contención, se aleja tanto de la negligencia, de las trivialidades bufonescas propias del vulgo, como de la condescendencia y del orgullo altanero de los aristócratas. Este nuevo estilo se traduce en sentencias como “conócete a ti mismo”, “nada en demasía”, “lo mejor es el justo medio”. La armonía de la eunomonía implica, por consiguiente, el reconocimiento, tanto en el cuerpo social como en el individuo, de una polaridad entre el bien y el mal, la necesidad de asegurar la preponderancia de lo mejor sobre lo peor. Esta orientación es la que triunfa en el pitagorismo y en la “República” de Platón. Aquí, la relación social se asimila a un vínculo contractual, y no ya a un estatuto de dominación y de sumisión, que va a expresarse en términos de reciprocidad, de reversibilidad. Los “mejores” se educan mediante la paideia filosófica, no para obtener riquezas y poder, sino, por el contrario, por espíritu de generosa liberalidad, para dar a los pobres que, de este modo, se mantienen en su posición inferior sin experimentar injusticia por ello. La corriente democrática va más lejos y define a todos los ciudadanos, en cuanto tales, sin consideración de fortuna ni de virtud, como iguales. Tal es la idea de isonomía. El objetivo de las reformas de Clístenes es igualar estrictamente a todos en la participación de la arkhé, en el acceso a las magistraturas, hacer que desaparezcan todas las diferencias. Bajo la ley de la isonomía, el mundo social adopta la forma de un kosmos circular y centrado, en el que cada individuo, precisamente porque es semejante a todos los demás, habrá de recorrer la totalidad del circuito, ocupando y cediendo sucesivamente, según el orden del tiempo, todas las posiciones simétricas que componen el espacio cívico.