Triunfo Arciniegas

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,EGIYRTSGSQjWHIEySW 8VMYRJS%VGMRMIKEWTYFPMGz WYTVMQIVPMFVSTEVERMySW La silla que perdió una pata y otras historias  (IWHI IRXSRGIWIPEYXSVLEIWGVMXS QjWHIGYEVIRXEPMFVSWTEVE RMySWLESFXIRMHSMQTSVXERXIW VIGSRSGMQMIRXSWTSVWYSFVELE MRGYVWMSREHSIRKqRIVSWGSQS PEREVVEXMZEIPXIEXVSIPPMFVS jPFYQXEQFMqRIRPEJSXSKVEJuE ]IRPEMPYWXVEGMzR,S]HuE IWYRSHIPSWEYXSVIWQjW HIWXEGEHSWHI%QqVMGE0EXMRE )WXEGSQTMPEGMzRHIEVXuGYPSW GVuXMGSWFYWGEEGIVGEVEWYW PIGXSVIWXERXSWYSFVETEVERMySW ]NzZIRIWGSQSWYWXVEFENSW JSXSKVjJMGSWUYIHERGYIRXEHI PEZMWMzRUYIXMIRI%VGMRMIKEWHI PEMRJERGME%HIQjWHIIPPSIP PIGXSVIRGSRXVEVjYREFMFPMSKVEJuE GSQTPIXEWSFVIWYSFVEVIWIyEW HIXSHSWWYWPMFVSWYRE IRXVIZMWXEEPEYXSVIRXVISXVSW



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> Triunfo, a los diecinueve años, con su primera máquina de escribir en Pamplona. 1 9 7 6 . > Triunfo. PA M P L O N A , 2 0 0 9 . F O T O G R A F Í A D E R E N É A R C I N I E G A S .

F O T Ó G R A F O D E S C O N O C I D O.



Padecí el consejo que Hemingway daba a los escritores: una infancia desgraciada. Pero no quiero ahondar en las desdichas que vienen con el alcohol y la miseria, sino precisar que mi niñez, pozo inagotable, es y seguirá siendo Málaga. Ya era un lector entonces, ya era un solitario y atrapaba pájaros con cauchera y sombrero. Mi niñez terminó precisamente cuando papá decidió que nos fuéramos a vivir a Pamplona. Dejé en Málaga el primer gran amor de mi vida, mi abuela Emperatriz. Qué arrogancia, ¿verdad? Soy Triunfo, nieto de Emperatriz. Ni ella ni yo decidimos nuestros nombres. Ella vivía de lavar ropa ajena, y yo apenas soy un pobre bebedor de relámpagos. Mantuve con mi abuela una relación afectuosa, poética y comercial. Durante la semana memorizaba coplas. Se las declamaba el domingo y ella me enviaba a entregar un traje recién lavado y planchado y con el peso que recibía del dueño entraba a cine. Poesía con poesía se paga. Pero entonces mi papá, con ese corazón de gitano, decidió una vez más que nos íbamos de Málaga. Ya habíamos vivido en Sogamoso, Belencito y Ragonvalia. Me fui a Pamplona por un sendero de lágrimas y comencé a escribirle a mi abuela largas cartas, con ilustraciones, y sin respuesta, por supuesto. Una tía se encargaba de la lectura. Cuando se me agotaba el tema, inventaba. De ahí vengo, de las cartas a mi abuela. Pamplona era entonces más frío que ahora y el viento nos mordía las orejas. No había árboles. Para colmo, llegamos a vivir en la parte alta, detrás del cementerio.

Una vez vi enterrar a un pobre sin cajón, en la tierra cruda. Como había llovido, al caer en el hueco, el cuerpo salpicó a los presentes. En esa atmósfera desolada, ante las montañas peladas y sin un solo amigo, me refugié en la lectura de los libros y pronto empecé a escribirlos. En los primeros años todavía atrapaba golondrinas. “Todo lo que soy se lo debo a los libros”, le oí decir a Ana Maria Machado en Cartagena. Vengo de los libros, pero no de una familia de intelectuales. Mis abuelos no aprendieron a leer, mis padres no terminaron la educación primaria y fui el primero de la familia que asistió a la universidad. La timidez me hizo solitario y la soledad me hizo escritor. La vida exige una pasión, según Borges, y la mía son los libros. Leí, en la Biblioteca Municipal, El tesoro de la juventud, una enciclopedia que nunca he vuelto a ver, y los libros que la bibliotecaria seleccionaba para mí. Leí Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, y durante años temí despertar en una isla desierta. Había un mueble en un rincón, con vidrio y chapa, que la bibliotecaria abría con una pequeña llave de oro que colgaba de su cuello, para los usuarios especiales, ciertos caballeros que provocaban mi envidia. Años después, en una visita a Málaga me acerqué al famoso mueble y vi un libro que me interesaba. Se lo solicité a la bibliotecaria, la misma viejecita de todos los años, y sólo cuando me senté a leerlo me di cuenta que estaba cumpliendo uno de los sueños de mi vida.

QEVKEVMXE  ZEPIRGME Se ha dedicado a los libros, en los campos de la edición, la traducción y la escritura. Actualmente prepara un libro de ensayos.

7MXYZMIWI YREIWGEPIVE We don’t need no education, We don’t need no thought control, No dark sarcasm in the classroom, Teachers leave them kids alone. Hey! Teachers! Leave them kids alone! Another Brick in the Wall Pink Floyd (Lyrics by Roger Waters) Las historias nacen de una necesidad, de algo que alguien está buscando. L a ventana y la bruja Triunfo Arciniegas

asociamos la literatura infantil y juvenil con el gozo antiguo de oír historias y de contarlas, pero en realidad lo que llamamos hoy literatura infantil y juvenil es un invento reciente, que debemos más a los intereses comerciales de los editores que a las necesidades formales de los narradores. Su apogeo se explica por las campañas de alfabetización que nacieron de la mano de la expansión de la educación primaria en Europa durante el siglo xix, y a las cuales se sobrepuso, como era natural, el tema del fomento a la lectura, más con el propósito de educar a los jóvenes —o de adoctrinarlos, si hemos de atenernos a los consejos de san Agustín— que de conmoverlos y deleitarlos. Había que aprovechar el recién ganado acceso de los niños a los textos para defender los fortines morales de la época, y en ello se empeñaron los editores, conscientes de que este nuevo filón seguiría produciendo mientras los padres y los maestros no se sintieran amenazados. Dentro de los límites impuestos por este triángulo inexpugnable surgió gran parte de la literatura infantil del siglo xx, y la colombiana no es la excepción. El desacostumbrado crecimiento que el muy modesto corpus de la literatura infantil colombiana —tímidamente encabezado hasta entonces por Rafael Pombo y Víctor Eduardo Caro— experimentó durante las últimas tres décadas del siglo pasado no hubiera alcanzado las magnitudes que alcanzó (aún modestas, no obstante) de no ser por el impulso que recibió 

en el aula (con lo cual no quiero demeritar la tarea de los apóstoles de la lectura en el país), en donde a la enseñanza de un código moral se añadió la necesidad de apuntalar los valores propios del nacionalismo: al amor familiar, la solidaridad, la justicia, se sumaron las recién descubiertas tradiciones populares —muy adecentadas y dulcificadas—, la fauna local, la geografía nacional, todo sazonado con un poco de magia, un poco de fantasía y un final feliz y moralizante1: creo que el salpicón define mal que bien la gran mayoría de libros infantiles y juveniles publicados en las últimas décadas. Sin embargo, de este caldo de cultivo aparentemente tan poco propicio para la genuina creación literaria han surgido narradores geniales, escritores capaces de hipnotizar a su lector con un chasquido, de enredarlo en sus fabricaciones, de enamorarlo con susurros gratos. Triunfo Arciniegas es uno de ellos, y el encanto de su voz nos obliga a preguntarnos cómo ha logrado eludir el acartonamiento que aplana a tantos de sus colegas de estantería.

Triunfo nació en 1957 en Málaga, “al otro lado del páramo, en el país del Sagrado Corazón”. Málaga, que según el censo de 2005 tiene poco más de 17 mil habitantes, es la capital de la provincia de García Rovira, en el departamento de Santander.

A la orilla del agua BOCHALEMA, 2006 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

De Málaga, donde nací, tengo el recuerdo de las calles empedradas, las quebradas donde aprendí a nadar y las canciones de mi abuela. De Pamplona, donde papá decidió que continuábamos la vida, la niebla y las cometas.

De Pamplona, una ciudad más grande y un centro estudiantil de importancia en la región, salió para Bogotá (“la lluvia y los zapatos rotos”) a la Universidad Javeriana, donde estudió Literatura (la licenciatura, primero, y después una maestría): a Marino Troncoso, maestro de tantos, dedicó Caperucita roja y otras historias, en un gesto diciente de la importancia de su paso por allí. Cuando apareció su primer libro infantil, La silla que perdió una pata y otras historias, Triunfo ya había publicado un par de libros: El cadáver del sol y En concierto, y en su hoja de vida figuraba una larga lista de premios literarios y menciones: de la Universidad de Pamplona, del Gato Encerrado, de la Fundación Testimonio de la Universidad de Nariño, del Taller Cultural Rimay de la Universidad Surcolombiana de Neiva, de la Casa de la Cultura de Calarcá, de la Ciudad de Pereira, del Taller Awasca de la Universidad de Nariño. La lista se engruesa y adquiere consistencia a partir de ese año 

y aunque más tarde desaparece de la biografía oficial, está claro que todos y cada uno de esos reconocimientos fueron importantes en la formación intelectual y emocional de Triunfo; apuntan, además, a la existencia clandestina pero sólida de una red de sustento de la literatura que sobrevive obcecadamente al margen de la institucionalidad centralizada en Bogotá, que devora sus productos pero ignora su efervescencia creativa. Y habla, casi grita, del espíritu inquebrantable del escritor: Soy maestro de herrería, profesión que aprendí de mi padre pero que no ejerzo. He trabajado como zapatero, expendedor de una bomba de gasolina, portero de discoteca y maestro de escuela. Mi pasión es escribir libros: ya tengo publicados veinticinco.

La cuenta aparece en el epílogo de Las batallas de Rosalino —premio Enka 1989, publicado en su versión definitiva en 2002— y exhibe, sin falsos pudores pero también sin arrogancia, el orgullo de un hombre que sabe que está haciendo su trabajo con juicio, y que el uno por ciento de inspiración que le corresponde es efímero y frágil y no debe desperdiciarse: Cierta noche regresaba a mi casa, en las afueras de Pamplona, cuando un señor se acercó a preguntarme: “¿Vio la vaca de Octavio?” Dije que no. Ni siquiera conocía a Octavio. La pregunta me hizo reír el resto del camino. Sobre esa vaca, que nunca conocí y que en mi mente se volvió de mantequilla, escribí la obra.

Ese brevísimo instante de inspiración se traduce en una obra terminada, pero solo después de años de un duro trabajo de albañil: Escribí de una sola sentada la primera versión de Las batallas de Rosalino en Meissen, un barrio al sur de Bogotá, en 1988. (…) Volví a Pamplona y reescribí el libro en unos seis o siete meses. (…) En estos catorce años he hecho veinticuatro versiones.

Así que la obra de Triunfo —que ya sobrepasa la treintena de libros, entre obras de teatro, novelas y cuentos para jóvenes, para los muy niños y para adultos, muchos de ellos ilustrados por el autor— es excepcional, pero no es milagrosa, y mucho menos azarosa. Aunque en este punto quizás no sea sabio descartar el poder de la magia en la vida de un hombre que anuncia en 

su biografía que es “Piscis y detesto los cumpleaños”, y que ha creado, a partir de una firma en el periódico2, a uno de sus personajes más divertidos, la bruja Mavé, que guía el destino del gallo Cantaclaro en Las batallas de Rosalino: En el salón de los espejos, vestida de plata y estrellas, Mavé preparaba una torta de chocolate. (…) Cantaclaro, desesperado, revisó todos los rincones de la casa porque quería un adelanto del horóscopo que Mavé escribía en la última página de Guía de estrellas.

Cantaclaro no es el único que lee a la bruja. Carmela, la enana pelona que se enamora de todo el mundo y que quiere conseguir un novio que la quiera para toda la vida, también la consulta: Mavé contempló una vez más sus largas uñas, encendió su larga y fina pipa de carey y arrojó al techo un chorro de humo interminable. —No pierdas la fe —dijo—. No abandones tus sueños. (…) Yo también espero que un hombre de bigotes negros llegue hasta mi ventana en un caballo blanco (…). Una ilusión, tú me entiendes, que no se come pero alimenta. Mira el mar, ¿no parece que lo tienes en la punta de los dedos? De noche, dejo la ventana abierta y siento que viene a posarse a los pies de mi cama. El mar.

Kaiser

Y Rosita del Rosal del Rey, que trabaja en el bar de Lucy, sale corriendo a buscarla apenas se entera de la llegada de Juan Chicote. “No entiendo”, dice Mavé después de mirar las cartas, y suspira con resignación. No importa: el oficio de las brujas y de los poetas es crear realidades posibles, no explicarlas. “Soy un imaginador, es mi oficio, un soñador que tropieza con la vida cotidiana”, dice de sí mismo Triunfo; y así tendremos que llamarlo, Triunfo, no solo porque está claro que el nombre fue su don de nacimiento y su amuleto para la vida, sino porque Lucy —la pecosa Lucy, la enamorada de Pepe Ratón, la dueña del bar de Río Seco de Todos los Santos— es la única que puede llamarlo por el apellido: —Me enamoré —dijo Lucy—. Ese hombre es una belleza. Me dan ganas de pasar con él el resto de vida, Arciniegas. —¡Qué manía de llamarme por el apellido!

Mavé, Lucy, Rosita del Rosal del Rey son algunos de los habitantes del universo creado por Triunfo, un universo poblado además por vampiros, ángeles, gatos, dragones, mujeres veleidosas y hombres pusilánimes que 

CHÍCHIRA, 2006 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

comparten sus páginas con personajes robados a las narraciones populares tradicionales: Caperucita roja, el Gato con botas, Mambrú. Todos ellos se enfrentan a las vicisitudes como los seres comunes y corrientes que son, impulsados por el amor o por la vanidad, por la necesidad o por el capricho. Y el resultado de sus actos (¡cuando por fin se deciden a actuar!) no está regido por la tiranía de la moral, una cadena irrompible de causas y consecuencias, sino por esa mezcla impredecible que suele prevalecer en la vida de azar, esfuerzo, previsión y arrojo.

Los personajes de Triunfo pasean en un cuento y en otro sin problemas, pero la mayoría nació, me atrevería a afirmar, en sus obras de teatro para niños —laboratorio ideal para la experimentación, de donde surge su muy particular tesitura—. Lucy, por ejemplo, es la protagonista de Pecas, de La caja de las lágrimas y de Lucy es pecosa, la obra de teatro ideada en 1991 para los alumnos del grado quinto de la escuela Santísima Trinidad de Pamplona: “Luz Stella Lizcano, una pelirroja pecosa de diez años, prestó su belleza y su gracia al personaje”. Los prólogos de esta y de las otras once obras publicadas que Triunfo creó y dirigió entre 1987 y 1991 con los grupos de teatro de diferentes escuelas pamplonesas describen su método de trabajo. Primero, su encuentro con los niños: del grupo de Monteadentro, con el cual monta Amores eternos, en 1991, dice que “este es el más difícil y pequeño de todos los grupos”. Triunfo trabaja a partir de su experiencia —con este grupo había escrito y puesto en escena El diablito rojo el año anterior—, que le ha enseñado que estos niños en particular “nunca se atrevían a improvisar”; que Gilberto Vera, “un niño difícil, por no decir insoportable”, había resultado ser un actor maravilloso; que Alexander Conde se había estirado demasiado para un papel sobre el cual creía tener derechos adquiridos. Alrededor de estos niños de carne y hueso Triunfo borda sus textos a la medida. Después, los primeros textos: en 1988, en busca de un tema para trabajar con el grupo La manzana azul, “les propuse la canción de Mambrú”: La primera tarea consistió en reunir las distintas versiones y, a partir de estas, creamos una para nosotros. La copiamos y la memorizamos, nos pusimos de acuerdo en la música y le dimos palo durante más de dos meses. Una mañana, cuando ya era uno más de la clase, hablamos de Mambrú casi dos horas. Ahí nació la obra.

Sigue el libreto: del trabajo con El aguijón, el grupo de teatro de la escuela Santísima Trinidad de Pamplona, nació La ventana y la bruja, un retrato 

mágico de la pobreza (según palabras del mismo Triunfo) que surge de los juegos de los niños, un jarrón partido y una caneca de plástico: Ya con los actores seleccionados y los papeles asignados, escribí el libreto. Hicimos la lectura correspondiente en el cuarto encuentro, una y otra vez, primero sentados en el aula y luego en un inmenso salón…

Y para rematar, la puesta en escena: Después de la lluvia nace en El Escorial (y ya el nombre de la escuela es pura literatura), “de un trapo rojo, un vestido y un canasto de flores”: “Hacemos un teatro para pobres y utilizamos los elementos que tengamos a la mano. Si la escuela tuviese una escalera, seguramente ya habría escrito una obra para esa escalera”. Para la mayoría de los escritores, el punto final indica que ha llegado la hora de respirar tranquilos, de tomarse un café, de relajarse al lado del fuego o en los brazos acogedores de un libro tramado por otro. No sucede lo mismo con el dramaturgo, quien en ese momento debe asomarse a la cara de sus espectadores, que también en este caso son de carne y hueso: La comedia nos permite seducir al público con más facilidad. Lo hacemos reír y ya lo tenemos en nuestras manos. Si lo llevamos con sigilo hasta el final, procurando que no se despierte en medio de la magia, el éxito es nuestro.

La oveja iluminada E L N A R A N J O, 2 0 0 6 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

Falta, sin embargo, un rizo en esta recreación del aprendizaje del escritor, y es su desdoblamiento en espectador. Así describe su experiencia en el prólogo de Lucy es pecosa, escrita en 1991 para el grupo de teatro El aguijón: Al día siguiente, camino a una escuela, acordándome de situaciones del estreno, seguía riéndome. Los niños se reían en el escenario. El público se reía. El amigo de las luces se reía. Los amigos que vieron la obra se reían. No sé con certeza qué tan bien salimos, pero nos reímos mucho. La felicidad me interesa más que la sabiduría.

¡Felicidad! Ese es el regusto (tan impreciso, tan inexpresable) que le queda al lector después de leer la mayoría de las obras de Triunfo Arciniegas, y que debería ser la única vara de medir la literatura infantil: un estado del ánimo que es más bien un estado de gracia y que no tiene que ver tanto con la alegría de que las cosas resulten como deberían ser, sino con la satisfacción que sentimos al descubrir que las cosas son como son, y así están bien. 

Lo cierto es que la escritura de Triunfo no es particularmente alegre. Su tono es más bien melancólico —aunque en su caso, el intento de uniformar es un ejercicio crítico inútil, porque lo que prevalece es la sutileza que domina particularmente bien a la hora del humor, siempre matizado, nunca caricaturesco, y que da siempre el toque final a los personajes y las atmósferas—. En ocasiones es incluso brutal, como cuando el león que escribía cartas de amor acepta que no podrá seguir viviendo sin el ave del paraíso y se deja encarcelar para estar a su lado: El descuido del barrendero que aseaba la celda le permitió acercarse a la casa de las aves. Saltó con todo su coraje y derribó la débil puerta de alambre y sorprendió al ave del paraíso en el más bello de los sueños. Del suculento banquete solo quedaron las hermosas plumas, que el sol transformó en un fantástico incendio.

En realidad, Triunfo no nos ahorra (ni a sus lectores ni a sus personajes) ni una sola amargura, pero tampoco nos escatima el contento tonto, el de todos los días. Y puede hacer lo uno y lo otro porque ha trabajado hombro a hombro con sus lectores, ha dominado sus caprichos, ha reído con ellos, y sabe que no debe mentirles, que no puede suavizar, ni acomodar, ni endulzar si quiere que permanezcan a su lado. Por eso en sus historias no hay héroes —la primera batalla de Rosalino es contra un zancudo que lo pateó “bien duro”, como él mismo lo cuenta; y Pepe Ratón, el novio de Lucy, es un cobarde—. No hay niños que deban superar pruebas increíbles —la bruja que acosa a los niños de La ventana y la bruja “tiene corazón y merece la dicha”; y el vampiro de La hija del vampiro sólo quiere invitar a la mamá de Alejandro a cine—. No hay amores perfectos —la seducción de Violeta por parte de Jorobailo en Amores eternos es una burla de los amores hollywoodenses, entre rubios de ojos azules—. No hay enemigos imbatibles —cuando los piratas Natalión y Barbanegra por fin se enfrentan, deciden emborracharse juntos en vez de pelear—. En la obra de Triunfo hay guerra (El árbol triste) y hay pobreza, pero ni la guerra ni la pobreza se imponen sobre la vida. Hay parejas separadas, hay hombres abandonados, hay mujeres infelices, hay parejas improbables que se separan y se juntan, pero ninguno de ellos se esfuerza por sacar la realidad a sombrerazos de su vida (para poder vivir felices para siempre) sino que más bien le encuentran acomodo. En la obra de Triunfo nada se debe silenciar, no es necesario encubrir nada: la belleza de las palabras es suficientemente fuerte para sostener la dureza de la realidad. En su compañía, podemos mirar el abismo y llegar a salvo al otro lado. Es lo que siempre le hemos pedido a la literatura, a cualquier edad. 

Notas 1 Martyn Lyons, “Los nuevos lectores del siglo 20: mujeres, niños, obreros”, en: Guglielmo Cavallo, Roger Chartier (directores), Historia de la lectura en el mundo occidental, España, Taurus, 1998. 2 La Mavé de Triunfo es un divertido homenaje a la Mavé que todos los domingos, desde hace años, escribe el tarot para los periódicos, en un lenguaje lleno de guiños poéticos que a su vez desafía los previsibles y acartonados horóscopos tradicionales.

El expreso de la cebolla E L N A R A N J O, 2 0 0 6 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS



3XVEZS^0MPMERE1SVIRS1EVXuRI^ “Se lee para tocar, por un instante y como una sorpresa, el centro vivo de la vida, o su afuera imposible. Y para escribirlo. Se escribe por fidelidad a esas palabras de nadie que nos hicieron sentir vivos, gratuita y sorprendentemente vivos”. J O R G E L A R R O SA

El proceso de escritura de Triunfo Arciniegas tiene el sello de quien le habla al escritor que hay latente en los niños, y desde el niño que aún lo habita. Teje sus palabras no solo produciendo para el lector, sino para el receptor que puede producir. Una posibilidad que no todos los escritores abren y mucho menos con el público infantil. Pero, además, lo hace desde tres ámbitos: la intimidad de su casa, en talleres presenciales de creación e incluso por medios virtuales. Hay tantos procesos como escritores y cada uno genera su propia forma de hacerse en la escritura. Algunos son más pragmáticos, pero Triunfo Arciniegas necesita de ciertas condiciones, por ejemplo, como él mismo lo confesó en su presentación autobiográfica en el lanzamiento de La media perdida: “(…) Escribo y dibujo historias para niños. (…) Vivo en una casita de dos pisos en las afueras de Pamplona. (…) Si escuchan el rumor de la máquina de escribir, que no debe confundirse con el vuelo de los colibríes que bajan a almorzar, aléjense en silencio porque paso a limpio mi próxima historia y, por favor, vuelvan otro día”.1 1 Cadavid, Jorge, “Un escritor disgustado con la ley de la gravedad”, en: Boletín Cultural y Bibliográfico, número 20, volumen XXVI, Bogotá, BLAA, 1989. 

Sus palabras abren la posibilidad de que el lector lo busque, casi que le dice: “si alguna vez pasas por Pamplona búscame en mi casa”, pero también advierte, con la poesía que siempre lo define, que necesita de la soledad para crear y que su única compañera es la máquina de escribir. Nada nuevo en medio de una generación de escritores que hacen del proceso un ritual. Sin embargo, Triunfo no solo le da valor a eso, sino que además prueba otras formas para involucrar en el acto creativo distintas voces. Triunfo ha realizado muchos talleres, no solo de escritura, sino también de lectura y teatro. “Estos talleres me han permitido escribir para niños. Todos mis cuentos, todo lo que voy escribiendo, lo llevo al taller para la prueba de fuego y mis niños dicen la última palabra”, le confiesa a Juan Carlos Moyano en una entrevista2. Arciniegas sabe que en la elaboración de la palabra está la clave, que los niños y la escritura tienen más cosas en común de lo que cree la escuela tradicional, que lo importante no es lo que escriben sino el uso de la palabra en relación con otras palabras, darle nombre y voz a lo cotidiano y a lo imposible, de manera colectiva. Así lo hizo, por ejemplo, experimentalmente en www.chicosyescritores.org, página creada desde una propuesta de Emilia Ferreiro, que inaugura una nueva posibilidad en el proceso de la escritura: construir historias con niños con las ventajas de la virtualidad. De manera íntima o compartida, presencial o virtualmente, Triunfo se adueña de nuevas telarañas de escritura con la complicidad de los niños.

2 Juan Carlos Moyano, revista Gaceta, número 2, Bogotá, Colcultura. 

GEVPSWWjRGLI^ PS^ERS Estudió Lingüística y Literatura en la Universidad Distrital, y Filosofía en la Universidad Nacional de Colombia. Ha sido maestro, ensayista y crítico literario. Es consultor del C E R L A L C en temas de alfabetización y formación de actores del ámbito del libro y la lectura. En la actualidad trabaja como editor de literatura infantil y juvenil. Sus últimos libros publicados son Interpretación textual: la enseñanza de la comprensión lectora a niños y niñas de primaria (en coautoría con Deyanira Alfonso), Ángel Rama: crítica literaria y utopía en América Latina, y Guía para el diseño de planes nacionales de lectura (en coautoría con Beatriz Isaza).

)PPEVKSGEQMRSHIPE TEVEHSNEEPEMVSRuE IPLYQSVIR8VMYRJS%VGMRMIKEW W un eje temático relevante que atraviesa la obra literaria para niños del escritor colombiano Triunfo Arciniegas (1957) es el humor. En veinte años de trabajo creativo (1988-2008) y con cerca de cuarenta libros de literatura infantil publicados en Colombia, México y España, ha realizado notorios experimentos y hallazgos en este sentido. Con ello Arciniegas no solo se incrusta dentro de la sólida tradición latinoamericana de humor en la literatura infantil (Rafael Pombo, Javier Villafañe, Aquiles Nazoa, Ema Wolf), sino que se empareja en un rico diálogo intertextual con maestros del humor de la literatura universal como Augusto Monterroso, Roald Dahl, Gianni Rodari y Tomi Ungerer. En este ensayo se advertirá la evolución de la representación del humor en los cuentos, novelas y álbumes más representativos de Arciniegas. Como en todo trabajo de un escritor profesional se advertirán innovaciones, cambios de orientación bruscos, experimentación, momentos de altas y bajas. En definitiva, se hará visible su permanente preocupación por producir literatura de calidad para los niños, por convertirlos en auténticos pares intelectuales de su obra, y a su vez su intención de contribuir a dotarlos de herramientas reflexivas que les permitan comprender el sentido y el valor del humor como forma de cuestionar, pero también de alterar realidades convencionales, y de hallar caminos de escape en ámbitos culturales con rígidos códigos de comportamiento.

¿Cómo se construye el humor en los niños? Primero aclaremos que el humor es cualquier mensaje que se transmite a través del gesto, la palabra —hablada o escrita—, la imagen o la música que se proponga provocar la sonrisa o la risa. El diccionario de la rae lo define como “jovialidad, agudeza”. El Robert francés como “forma de ingenio que consiste en mostrar o deformar la realidad realzando sus aspectos divertidos e insólitos”. El Oxford inglés como “algo gracioso, divertido, menos intelectual, pero más simpático que el ingenio”. Las formas textuales en que se expresa el humor varían: chistes, apotegmas, bromas pesadas, juegos de palabras, farsas, bufonadas, sátiras, 

ironías, comedias, grafitis. Estas estructuras discursivas han evolucionado con el tiempo y muchas de ellas fueron abiertamente censuradas en momentos particulares de la historia. El gran historiador Jacques Le Goff señala que el humor, tanto en la Antigüedad como en el Medioevo, no fue visto como una forma verbal o literaria respetable y se dejaba para las clases bajas1. El humor es un código que nos habla de las sociedades donde surge y sin duda a través de él se pueden estudiar las relaciones entre clases sociales, frente al poder y a toda forma de organización social. Supone al menos la participación de dos o tres personas reales o imaginarias: la que provoca la risa, la que se ríe y la que es objeto de risa. Como insiste Le Goff, “la risa es un práctica social con sus propios códigos, sus rituales, sus agentes y su teatralidad”2. El humor en los niños no es natural o heredado y siempre implica una construcción cognitiva y cultural que exige ser aprendida a lo largo de los años. El psicólogo Paul McGhee resalta que en los niños el humor es “la experiencia mental del descubrimiento o la apreciación cómica de incongruencia de ideas, eventos o situaciones”3. En los análisis sobre cómo se construye el humor en los niños, los psicólogos cognitivistas destacan que los niños hacen primero una mirada literal, seria de los hechos (fijación mimética), pero el descubrimiento de la risa es progresivo. La risa surge ante la distorsión, lo contradictorio, lo exagerado, y en ello tiene una gran importancia la progresiva socialización en la familia y a través de los medios en formatos como el gag en los dibujos animados, los charrasquillos, los chistes en las obras de títeres o en la literatura a través de los libros de imágenes. El humor supone, además, una gramática de la paradoja intelectivamente exigente. Un niño de siete años, medianamente alfabetizado, ya entiende un chiste verbal aparentemente complejo como este: —¿Cómo se escribe nariz en inglés? —No sé. —¡Correcto! Valga todo este preámbulo para advertir que en la obra literaria para niños de Triunfo Arciniegas hay tres formas visibles de humor: la paradoja, la parodia y, finalmente, la ironía. La tesis que se sostendrá es que en sus libros se concreta una educación para el humor, el distanciamiento y la ruptura de la formalidad. Estos textos literarios constituyen una preparación para los niños sobre cómo enfrentar un mundo solemne, aparentemente serio —cohesionado y sin fisuras—, es decir, un mundo adverso.

Triunfo encamisado B O G O TÁ , ¿ 2 0 0 0 ? FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS



El fracaso como triunfo

Monstruo E L N A R A N J O, 2 0 0 6 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

Como bien lo señalara Beatriz Robledo, citando el volumen de cuentos Caperucita roja y otras historias perversas, Arciniegas tempranamente incluyó el humor en sus libros y lo usó como herramienta expresiva para ganar un espacio en la literatura infantil colombiana.4 La explosión del humor es evidente desde el primer libro de Arciniegas, La silla que perdió una pata y otras historias, si bien los chistes, las paradojas y las hipérboles, características luego de su obra en los años noventa, se presentan de manera contenida. En uno de sus mejores cuentos —que luego se convertiría en un álbum independiente— “El león que escribía cartas de amor”, hay un dejo cómico matizado poéticamente en el hecho de que el rey de la selva se enamore irremediablemente de un ave del paraíso a la que ha visto solamente una vez, mientras descuida su reinado en la selva, para luego trasladarse a la ciudad donde el ave está recluida en un zoológico y cometer el crimen fatal del amor: Saltó con todo su coraje y derribó la débil puerta de alambre y sorprendió al ave del paraíso en el más bello de los sueños, las playas de Nueva Guinea. Del suculento banquete solo quedaron las hermosas plumas, que el sol transformó en un fantástico incendio.

Varios relatos de la época como “El gato de ojos azules”, “La bella y el gusano” e inclusive su primera novela, Las batallas de Rosalino, son caricaturas del éxito y, en verdad, apologías del fracaso como posibilidad normal en la vida. Pero el logro mayor de este periodo es el libro Los casibandidos que casi roban el sol 5, mezcla de sátira, bufonada y pieza surrealista. Basada en Los tres bandidos de Tomi Ungerer, Arciniegas se da el gusto de llevar un argumento al extremo y aprovechar todos los recursos expresivos del lenguaje humorístico para hacer reír a los niños con una historia disparatada y ciertamente de final triste. Obsérvese la hilaridad que puede producir el que los tres rateros tontos —Plutarco, Plutonio y Plumero— intenten robar el sol con un lazo y dejar a la Tierra sin luz. Los casibandidos que casi roban el sol y otros cuentos, ilustraciones de Rafael Barajas, El Fisgón, México, Fondo de Cultura Económica, 1991.



El ciclo de las paradojas En las obras del primer quinquenio de los noventa se configura el estilo de Arciniegas con base en otro recurso humorístico: las paradojas. La paradoja es una figura retórica consistente en unir ideas aparentemente contradictorias e irreconciliables6. Las paradojas se materializan en cuatro formas estructurales de los relatos de Arciniegas. a) En los primeros párrafos

Arciniegas sigue la regla de Quiroga de capturar al lector en las primeras líneas y lo hace focalizando su interés en una situación humorística marcada por personajes bufonescos, excéntricos, claramente desubicados, al tiempo que inmediatamente sugiere un conflicto netamente cómico. Los reyes de Taganga vivían preocupados porque el príncipe Federico el Grande, el único heredero, todavía jugaba con el caballo pecoso y otros juguetes. El caballo sudaba debajo de la inmensidad del príncipe: ciento veinte kilos repartidos en dos metros con diez centímetros. Grande y flojo, ni siquiera se atrevía a bañarse. (“El caballo del príncipe”).

b) En las tramas arbitrarias

Aparece claramente ese humor paradojal, en situaciones que invitan a la risa inmediata, con contrastes basados en situaciones inconexas. A los seres humanos o a los animales siempre les pasa lo contrario de lo que cierta lógica sugeriría. Aquí un príncipe se ha enamorado de la hija de Drácula. El príncipe se sentó a llorar en las escaleras del palacio con el colmillo en la mano. Era todo cuanto quedaba de la dama de la noche, un colmillo que brillaba como la luna. (La muchacha de Transilvania).

En este caso son rateros románticos e ineptos. (…) Porque todo les salía mal a los bandidos. Si robaban una gallina en el vecindario, la gallina armaba un escándalo de tal tamaño que todo el mundo se despertaba y espantaba a piedra a los bandidos Si robaban un banco, la policía los atrapaba y los bañaba con estropajo. No eran bandidos del todo, ni siquiera tenían diploma. Eran casibandidos. (Los casibandidos que casi roban el sol). 

c) En las comparaciones cómicas y las hipérboles

Los contrastes divertidos, basados en contraponer cosas o hechos inconexos o que invitan a la burla verbal o visual, y las exageraciones extremas, hacen parte del planteamiento narrativo de Arciniegas. En algunos momentos se hace evidente la influencia y la relación intertextual con Roald Dahl. Roald Dahl

Triunfo Arciniegas

Jorge no podía evitar que le desagradara su abuela. Era una vieja egoísta y regañona. Tenía los dientes marrón claro y una boca pequeña y fruncida, como el trasero de un perro.

Había una vez un bandido que se pasaba la vida en la cárcel porque siempre lo sorprendían con las manos en la masa. Era pequeño y calvo, con orejas de murciélago y dientes de conejo, y había nacido con mala suerte.

La maravillosa medicina de Jorge, Roald Dahl, ilustraciones de Quentin Blake, México, Alfaguara, 1989.

“El bandido azul”, en: La muchacha de Transilvania y otras historias de amor, ilustraciones de Jairo Linares, Bogotá, Panamericana Editorial, 1989.

d) En los personajes distorsionados

Arciniegas debe haber creado más de cincuenta personajes, algunos inolvidables, que causan un fuerte impacto en el niño por lo tragicómicos y disparatados que son. A varios los caracteriza el desarraigo, la pobreza o la deformidad física. Eran tres bandidos de gruesos bigotes que todo hacían mal. Y una mujer morena. Uno era alto y jorobado, se llamaba Plutonio. El otro era gordo y calvo, se llamaba Plutarco. Y el otro era un enano de ojos verdes que estornudaba cada tres minutos, se llamaba Plumero. Usaban en la cara pañuelos negros siempre que robaban y como casi siempre estaban robando casi nunca se veían los bigotes. Los domingos lucían sombrero negro. Eran tristes y malgeniados. (Los casibandidos que casi roban el sol).

El reto de la intertextualidad: la parodia Un momento determinante en la obra para niños de Triunfo Arciniegas es, sin duda alguna, su versión de Caperucita roja publicada en 1991 y difundida ampliamente sobre todo a través de Internet. Este relato da cuenta de un 

punto de giro de su trabajo, y, a la vez, de la búsqueda de otras posibilidades expresivas. Superada la etapa humorística de la paradoja, ingresamos a la de la parodia, un estadio más complejo del humor por los elementos discursivos y narrativos que implica. La parodia, esencialmente, es un texto sobre otro texto. La especialista en literatura latinoamericana, la polaca Elzbieta Sklodowska, dice que en la parodia “hay un uso cómico de un fragmento de literatura por medio de una recontextualización; se reelabora una obra seria con un fin satírico extraliterario”7. La parodia sería un argumento construido “de retazos de otros”. Margaret Rose, desde una perspectiva posmodernista, resalta que lo más llamativo de la parodia es la presencia de una “discrepancia cómica”, producto de la comparación entre el texto original y su imitación. Para Rose, “la parodia es un recurso crítico/cómico que sirve para poner en tela de juicio la escritura mimética”8. Y concluye “es como un exorcismo imprescindible para superar la influencia de los precursores literarios demasiado influyentes y admirados”9. La parodia en la Caperucita roja de Triunfo Arciniegas incluye los elementos anteriores, pero además es una invitación a los niños a dar un salto nuevo en la forma como conciben y leen las narraciones clásicas. Es lo que Jerome Bruner llama el “desacomodo cognitivo”, una expresión tomada de la psicología del ruso Lev Vygotski, que consiste en un aprendizaje brusco de un hecho no previsto en la mente: nos podemos burlar de un texto leído antes10. Si bien Arciniegas se fundamenta en el Rodari de Cuentos para jugar, el ejercicio de leer su Caperucita obliga a los niños a compararlo con la versión que tienen del relato clásico de Perrault. En la versión de Arciniegas, Caperucita roja es una adolescente —no niña— vanidosa, carente de sentimientos, con algo de Lolita, y de un gran nivel de agresión no solo verbal: de hecho amenaza con una navaja al lobo narrador. En definitiva, es un personaje detestable. Observemos cómo se concreta la parodia en dos niveles textuales, el escritural y el icónico. 

Leyendo a Bukowski C I U D A D D E M É X I C O, 2 0 0 4 FOTOGRAFÍA DE CARMEN VERACRUZ

Versión clásica de Caperucita

Versión de Caperucita contada por el lobo

Caperucita se topó con el lobo que con una gran sonrisa la saludó: —Buenos días, Caperucita. —Buenos días, lobo —contestó Caperucita sin miedo porque no sabía lo malo que era el lobo. —¿A dónde vas tan temprano? —preguntó el lobo. —A ver a mi abuela. —¿Y qué llevas en la cesta?…

Detuve la bicicleta y desmonté. La saludé con respeto y alegría. Ella hizo con el chicle un globo tan grande como el mundo, lo estalló con la uña y se lo comió todo. Me rasqué detrás de la oreja, pateé una piedrecita, respiré profundo, siempre con la flor escondida. Caperucita me miró de arriba abajo y respondió a mi saludo sin dejar de masticar. —¿Qué se te ofrece? ¿Eres el lobo feroz? Me quedé mudo. Sí era el lobo pero no feroz. Y sólo pretendía regalarle una flor recién cortada.

“Caperucita roja”, en El libro de oro de los Cuentos de Hadas, ilustraciones de Murkasec, Caracas, Ekaré, 2003.

Caperucita roja y otras historias perversas, ilustraciones de Alekos, Bogotá, Panamericana, 1997.

La parodia intertextual se valida como juego, pero también como espacio para la reinterpretación de un texto y su actualización con el paso del tiempo. Un texto enriquece al otro —lo viola— y a su vez suscita el distanciamiento propio del lector crítico que amplía la significación. Los niños ríen, pero de un modo más inteligente. Saben ahora que los textos no son canónicos y que pueden ser revisados, reescritos. Arciniegas enseña una nueva clave para los niños lectores con su versión de Caperucita roja. De ahí el logro estético, educativo y experimental de este momento narrativo.11

La ironía como construcción compleja de la realidad La hija del vampiro, Yo, Claudia, El árbol triste y Bocaflor señalan un drástico cambio de orientación creativa en la obra de Arciniegas. Indican el fin de un periodo y el comienzo de otro, y sin duda son la manifestación de una crisis interior en la búsqueda de nuevos horizontes literarios. Se concretan dos innovaciones relevantes: una formal y la otra en los contenidos. De un lado, hay una concepción diferente, claramente reflexionada, sobre formatos editoriales como el álbum o la novela para niños. De otro, se abandonan las temáticas basadas en el humor que invitaban a la carcajada y se fundamentaban en la paradoja o la parodia. Triunfo Arciniegas ingresa 

a un terreno nuevo, inexplorado, de reflexión —llamémoslo así, aunque suene pretencioso— de los grandes temas: en Yo, Claudia, el poder; en La hija del vampiro, el divorcio y los celos; en Bocaflor, el amor; y en El árbol triste, la guerra. Arciniegas, que para este momento, aparte de su trabajo en teatro infantil, ya se ha interesado profesionalmente por la ilustración convencional y digital, la fotografía y la crónica de viajes, explota sus conocimientos en estas áreas y los traslada a sus nuevos libros. Se involucra más con los editores y los ilustradores en lo que quiere decir, se depura verbalmente y abandona algunos excesos retóricos (la historia de argumentos locos, surrealistas), y revisa una y otra vez sus textos hasta encontrar la expresión precisa. Entra en la fase de las economías verbales (decir lo que se tiene que decir con las palabras que son) y en el máximo aprovechamiento del lenguaje de la ilustración en un diálogo artístico fructífero, como el logrado con el mexicano Diego Álvarez —en El árbol triste, un libro que seguramente será un clásico de la literatura infantil colombiana— y con la también mexicana Margarita Sada en ese bello álbum que es Yo, Claudia. Arciniegas, entonces, en esta última fase de su trabajo literario entre 2005 y 2008, ha entrado a la etapa superior del humor: la ironía. El objetivo ahora ya no es causar risa, sino invitar al niño a la reflexión. Un objetivo como el que señalaba Rimbaud: la literatura como arma de combate para cambiar la vida, o al menos nuestra interpretación de ella. Hay ya una conciencia crítica sobre el valor del humor y el modo de utilización de los niños como instrumento de defensa, pero también de ataque. “Mi humor es puro veneno. El humor permite decir ciertas cosas, abrir las ventanas que el pudor mantiene cerradas. El humor (no la vulgaridad de cantina) es un ejercicio de la inteligencia”, ha dicho en una entrevista reciente12. Schopenhauer afirma en El mundo como voluntad y representación que “lo serio consiste en la conciencia de la conformidad entre pensamiento y realidad”13. Cuando esta sintonía se rompe estamos en presencia del humor o la ironía: “en el humor, el discurso que se cuestiona es el propio. El humor siempre se refiere a uno mismo. En cambio, si el discurso que se cuestiona es el del otro, estamos hablando de ironía”14. Esta otredad que se revela como ironía halla su concreción en magníficas escenas de los libros citados de Arciniegas. En La hija del vampiro, un niño está celoso con su madre e inventa que el nuevo novio de ella es un vampiro. Para contradecirlo, el vampiro se disfraza de vampiro. La señora dice: “¿Viste que se disfrazó de vampiro para complacerte? Ya se encariñó contigo”. En Yo, Claudia, la niña traviesa, que es una princesa, queda a cargo del reino durante tres días. Entonces revuelca todo. La chica se portará como Robin Hood: suspende impuestos, aumenta los salarios, condecora a su nana negra y al jardinero, reparte tierras, cambia de color el castillo. Al volver el rey, sufre un 

Yo, Claudia, ilustraciones de Margarita Sade, México, Ediciones Castillo, 2006.

colapso. Pero después, algo enfermo, deja nuevamente en el mando del reino a la niña: “me cedió el trono por tres días”. El rey enfatiza: “Ahí te dejo el país. Voy y vuelvo”. Y la ironía hace su aparición… En una época en que el poder es férreo, enfermizo, repleto de intereses, maquiavélico, Arciniegas lo reta con desparpajo en este sketch. ¿Qué harían los niños si fueran los que gobernaran el mundo? No habría cierre en el círculo creativo de la obra de Arciniegas sin una breve reflexión sobre la ironía en su última historia de amor, Bocaflor. Aquí ya no es una historia de amor disparatada, como en “Carmela busca novio”, por ejemplo, sino una ilustración para los niños de lo difícil y complejo que es construir el amor en un ámbito no convencional donde no sean el dinero, el prestigio o el ascenso social los determinantes del afecto, sino la magia de las personalidades opuestas, que en medio de las diferencias, logran una comunicación asertiva. En un entorno que no renuncia a lo fantástico, Bocaflor, una negra enorme que escupe flechas por la boca, se enamora de Bariloche, un vago irredento y excéntrico. Superando prejuicios raciales y sociales, finalmente llegan a un acuerdo. —Eres el sol de mi vida —dijo Bariloche. La negra resplandecía de dicha. —Voy a casarme contigo —dijo Bariloche. —A que no te atreves —dijo Bocaflor. —A que sí —dijo Bariloche. Se casaron.

Baja el telón de la comedia El humor le ha servido a Triunfo Arciniegas, durante veinte años de trabajo literario dirigido a los niños, para cuestionar convenciones sociales, políticas y culturales hipócritas del ámbito hispánico, pero también para anunciar la utopía de la risa cuando todo se desacomoda de su lugar y se respiran aires de libertad en la interpretación del mundo. Su labor ha sido educativa. Sus búsquedas y logros literarios, un modelo de reflexión para los escritores en ciernes de literatura infantil en la Colombia de la primera década del siglo xxi. Lo podemos considerar ya, un clásico, un maestro del humor.



Notas 1 Jacques Le Goff, “El humor en la Edad Media”, en: Una historia cultural del humor, Madrid, Sequitur, 1999, p. 41. 2 Ibíd., p. 42. 3 Citado en: Rebeca Puche Navarro et al., El sentido del humor en el niño, Cali, Siglo del Hombre-Universidad del Valle, 2001, p. 17. 4 Beatriz Robledo, Antología de los mejores relatos infantiles, Bogotá, Imprenta Nacional, 1997, p. 117. También en: http://www.lablaa.org/blaavirtual/ninos/relatoi/rela31.htm 5 Este álbum es considerado un clásico —además de un best seller— de la literatura infantil latinoamericana. Editado por Daniel Goldin, ilustrado gozosamente por Rafael Barajas, el Fisgón, y publicado por el fce, el libro ha hecho reír a centenares de niños latinoamericanos, pues se encuentra como un imprescindible en los acervos bibliotecarios escolares y públicos. De su éxito habla el que en la actualidad va en la quinta reimpresión de la segunda edición, que es de 2003. 6 Diccionario Clave, Ediciones sm. En http://clave.librosvivos.net/ 7 Elzbieta Slodowska, La parodia en la nueva literatura hispanoamericana -, Ámsterdam, John Benjamin Publishing Company, 1991, p. 88.

Triunfo un poco loco PA M P L O N A , 2 0 0 3 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

8 Margaret Rose, Parody/meta-fiction: an analysis of parody as a critical and reception of fiction, Londres, Croom Helm, 1979, p. 179. 9 Ibíd., p. 180. 10 Jerome Bruner, Acción, pensamiento y lenguaje, Madrid, Alianza, 1984, p. 97. 11 En otros relatos Arciniegas explota el recurso paródico. Cfs. “El caballo del príncipe” —también incluido en Caperucita roja y otros relatos perversos—. Aquí se parodia a Cenicienta y a El Quijote: el príncipe es un bobazo, ya pasado de la edad para casarse, que se enamora de una campesina cuidadora de marranos llamada Dorotea —como Dulcinea del Toboso— a la que propone matrimonio recién la conoce. 12 En entrevista realizada por el autor de este ensayo en noviembre de 2008, y publicada en este volumen crítico. 13 Arthur Schopenhauer, El mundo como voluntad y representación, volumen 2, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 2004, p. 97. 14 Citada por: Antonia Cabanilles, Humor i literatura, Valencia, Universidad de Valencia, 2001, p. 43.



3XVEZS^.YER4EFPS,IVRjRHI^ El humor no es un motivo muy frecuente en la literatura infantil y juvenil colombiana. Resulta un tanto paradójico que en un país alegre, que se burla de todo, incluso de sus propias penas, el tema del humor sea apenas un atisbo en su literatura. Aunque introducir elementos de humor en la narrativa infantil y juvenil no es un asunto sencillo, Triunfo Arciniegas, en muchos de sus relatos, logra mezclar episodios serios o de tensión con momentos de relax, creando pasajes graciosos, colmados de risa. Tomemos su cuento “La princesa y las pulgas”, del libro Caperucita roja y otras historias perversas, basado en el relato de Hans Christian Andersen “La princesa y el guisante”. Siguiendo el clásico de Andersen, un príncipe busca una auténtica princesa para casarse con ella. Luego de recorrer el mundo y conocer a muchas candidatas, no logra encontrarla. Una noche llega por fin una auténtica princesa al palacio, y luego de pasar una prueba impuesta por la reina, accede al trono de la mano del príncipe. En la versión de Arciniegas, el relato se ve asaltado por toda suerte de acontecimientos inesperados que van en contradicción con la obra original. La princesa deja a un lado sus modales refinados y llega a la corte llamando a la puerta con el tacón de su zapatilla; el viejo rey es el portero real y, una vez revisados los documentos de acreditación de sangre azul, le impone a la princesa tres pruebas cuya finalidad es acabar con las pulgas y los piojos del príncipe. Al final, con un poco de paz y algo de felicidad, Arciniegas termina el relato a la manera de Andersen: “Este sí que es un verdadero cuento”. Los relatos de Triunfo Arciniegas nos sorprenden con múltiples momentos de humor surgidos del ridículo, la exageración, la burla, lo grotesco, la astucia, el desparpajo y hasta el erotismo anticonvencional. 

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0SWTIVWSRENIWHI8VMYRJS IRPEFWUYIHEMRGIWERXI HIPEJIPMGMHEH Nos hace falta practicar y divulgar esa idea: el teatro como lectura, el montaje instantáneo en el mágico escenario de la mente. Durante la lectura somos dueños de escoger los actores, la escenografía, el ritmo, las luces, de repetir, abreviar, extender o saltar ciertos pasajes a nuestro antojo. Soy, en ese caso, el único espectador, y todo el universo de la obra gira en torno a mi antojo de lector apasionado.1 Triunfo Arciniegas

si el escritor santandereano Triunfo Arciniegas trabajara en un circo no sería domador de leones ni trapecista, sino el payaso que hace reír a los niños, su público más exigente. Su aprendizaje como escritor proviene de sus conversaciones con los niños y de su trabajo como profesor de talleres de literatura y teatro en las veredas de Chíchara, El Naranjo y Altogrande. A los juegos teatrales ha incorporado los libros, la pintura y la fotografía. Él tiene claro que las experiencias pedagógicas deben privilegiar la felicidad por encima de la sabiduría. Lo importante es divertirse. En los prólogos a sus obras de teatro, el autor afirma que los niños son los lápices, y el escenario, el papel en blanco. Antes de volcar las palabras en el pizarrón, Triunfo ha sido el espectador de los niños y el creador con mirada de lince que observa el mundo en silencio. Primero hay que callar para escuchar el rumor de la vida, y mucho después surgirán los personajes como un matrimonio feliz entre la realidad y la imaginación. Pareciera que el autor construye a sus personajes gracias a una imagen o a una frase que sacude su instinto de cazador solitario, luego los caracteriza, y, por último, los pone a actuar como en una obra de teatro. Este ensayo busca ofrecer a los lectores un panorama de algunos personajes de Triunfo Arciniegas desde el oficio de la creación y la 

Maestra en Educación. Profesional en Estudios Literarios de la Pontificia Universidad Javeriana. Se ha dedicado a concebir talleres literarios centrados en la literatura de viajes, la creación del libro álbum y la escritura autobiográfica en la Fundación Santillana, el Instituto Distrital de Cultura y Turismo, el Banco de la República y el Instituto de Cultura Brasil Colombia. En la actualidad es formadora en el área de los talleres literarios de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano. Ensayista, poeta y crítica literaria. Publicó el libro Julio Ramón Ribeyro: una ilusión tentada por el fracaso.

singularidad de sus rasgos más sobresalientes. Con el fin de agrupar a los personajes y facilitar su análisis he tejido las siguientes categorías: r r r r

Arriba el telón: algunas claves en la construcción de personajes. Poetas, soñadores y locos en la búsqueda del amor. Niñas disparatadas y rebeldes en la búsqueda del humor. Lo femenino y la marginalidad.

El hilo que vincula a todos los personajes es la búsqueda en sí misma. Lo importante es el camino que se va recorriendo y no la meta a la cual se llega. En el pozo de las vacas E L N A R A N J O, 2 0 0 6 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

Arriba el telón: algunas claves en la construcción de personajes El autor reconoce que cuando empezó a escribir para niños, a menudo la imagen llegó primero: Dibujaba un personaje en un cuaderno o en el tablero de una escuela y con el tiempo aparecía la historia (…). En el fondo, creo que estoy como en el principio, cuando en el cuaderno escolar hacía un dibujo y una frase (…). A veces hago el dibujo y olvido la frase.2

“Arciniegas piensa en imágenes, como cree que lo hace un director de cine”3. En este sentido, su maestría como escritor e imaginador de historias reside en ver en la pantalla de la mente y otorgarle un desarrollo lógico y coherente a las ideas disparatadas que se le ocurren. Como resultado, la escritura es una síntesis poderosa entre el orden y el caos, la liberación y lo contenible, el pensamiento silvestre y la disciplina. Se podría considerar con certeza que sus personajes nacen de lecturas, experiencias y pasiones. Su novela Las batallas de Rosalino surgió de los bigotes al estilo Pancho Villa de un profesor de Pamplona y se concretó el día en que supo su nombre: Rosalino Pacheco. Gracias a la creatividad y el humor, el autor logra combinar el espacio real con la geografía de la imaginación. Pamplona y Chíchira (que en lengua indígena se traduce a la expresión “por donde asoma la luna”) se confunden con lugares maravillosos (Pamplonilla La Loca, Berlín, Boca de Chicle) y seres fantásticos. En la versión de Enka, el apellido de Rosalino es Mendoza, pero en la de Alfaguara del año 2002 su nombre completo es el de la vida real. Arciniegas le puso la profesión de herrero para mostrarle a su padre que sus años dedicados al oficio de imaginador no han sido en vano. Lo nombró caballero medieval como una manera de rendirle un merecido tributo a uno de sus 

autores favoritos: Cervantes. Tintoreto, el “gato negro de bigotes de seda y ojos asustados” que acompaña al maestro Rosalino es una especie de Sancho Panza. El herrero necesita del gato para dialogar y conocerse a sí mismo. De manera similar, el diablito Serafín, pequeño, rojo y barrigón, con cachos y cola, es la antípoda de Barrabás, “un ángel despeinado que volaba alrededor de un árbol”, pues “lo habían amarrado de un pie por recortarle las alas a los otros ángeles”4. El ángel termina siendo el complemento del diablo y ambos entablan una profunda amistad. La singularidad del diablito reside en sus características humanas. Vive entretenido con las flores y el canto de los pájaros. Al comienzo, los habitantes del pueblo le temen, pero después de capturar a tres bandidos que asaltaban un banco, se transforma en héroe. Serafín oscila entre la risa y la poesía y se mueve en escenarios que combinan lo cotidiano y lo fantástico. Las situaciones descabelladas tienen un lugar en la vida del personaje. Felisberto, el dragón de Chíchira, está impaciente por librarse de la fea hija del rey a quien secuestró por error. Serafín siente compasión por él. “Amaba a los dragones porque escupían fuego, porque eran solitarios y terribles, porque eran poetas”5. Ángel y demonio comparten aventuras y experiencias. En la casa de Barrabás hay música, pero no aguardiente, y el hogar de Serafín es demasiado caluroso. Ambos encuentran un lugar de mediación entre los elementos opuestos en Pamplona, donde el viento ruge y las montañas son visitadas por la niebla y la lluvia.

Poetas, soñadores y locos en la búsqueda del amor A Triunfo le gusta el arte de la parodia. En El león que escribía cartas de amor se imagina al rey de la selva “ciego y torpe”, “borracho de amor”, “desmelenado y sin afeitar”. Sus tradicionales cualidades de fiereza son reemplazadas por la vulnerabilidad, la locura y el desasosiego que vienen con la desgarradura del amor. “La felicidad, entre otras cosas, es una compañía fugaz”6. El león era feliz “en el reposo de la luz y la tibieza de las noches” hasta que se enamoró del ave del paraíso, la más bella de Nueva Guinea. La persiguió con frenesí, cayó en un foso, se lastimó una pata y abandonó su reino. Se enteró de que la habían atrapado en una jaula y que se aburría en el zoológico de la ciudad. Se propuso rescatarla y hasta se hizo pasar por actor de cine. Nos conmueve este rey humano que se enamora de la terrible belleza hasta devorarla y dejar solo “las hermosas plumas, que el sol transformó en un fantástico incendio”. La vida se experimenta en los extremos: la peligrosa seducción de la belleza o la atracción por el abismo y el crimen. Estas 

pulsiones de vida y muerte nos aproximan a la rebelión fundamental de los románticos: Los grandes, tanto en el bien como en el mal —escribe Machen— son los que abandonan las copias imperfectas y se dirigen a los originales perfectos (…). La esencia del pecado sería tomar el cielo por asalto, penetrar de manera prohibida en otra esfera más alta (…). En realidad, pocos hombres desean penetrar en otras esferas, sean altas o bajas, y de manera autorizada o prohibida. Hay pocos santos y los pecadores son todavía más raros.7

El león que escribía cartas de amor ha sido clasificado en el género de la literatura infantil, pero bien podría entrar en las obras consideradas para adultos por el trasfondo humano y psicológico que lo caracteriza. Triunfo diría que sus personajes “deambulan por caminos oscuros y escabrosos, lastimándose la piel, hasta encontrar la luz”8. El autor busca que las palabras contengan huellas del viaje hacia los astros solar y lunar en la búsqueda incesante de la felicidad. Una muestra de ello es el relato “La bella y el gusano”, que nos recuerda la compleja conciliación de las diferencias en la realización amorosa. En la escena hace su aparición “un gusano solitario y triste”, que se enamora con locura de una golondrina arrogante, quien se divierte humillándolo con el hálito de la indiferencia. Una vez más acudimos a los polos opuestos e irreconciliables: el plano de la Tierra y la oscuridad (encarnado por el gusano) y el plano celeste y luminoso (simbolizado por la golondrina). Al igual que el león que escribía cartas de amor y el gusano, Torcuato y Rigoberto también sufren los rigores de la terrible soledad y el abandono. Torcuato es un león viejo que ya no quiere gobernar en el país imaginario de Dinamarca y por eso se evade en los placeres de la comida y el sueño. Su mujer es una loca que se la pasa viajando de país en país, y su hija todavía no encuentra un esposo. Los versos de Intensidad y altura, de César Vallejo, enriquecen la obra. Para justificarlos, el autor se inventa a un frustrado notario que ha perdido la magia y “el toque sagrado”. Nos recuerda a Bartleby, el escribiente, ese extraño personaje de Herman Melville, que ante cada mandato de su jefe respondía con suavidad y firmeza: “Preferiría no hacerlo” 9. En el lenguaje de la comedia de Arciniegas, hay un sabor amargo, una oscuridad de cueva y pozo subterráneo. El reino se ha perdido, las princesas están tristes como en los versos de Rubén Darío y la noche de las brujas ha cubierto los últimos rayos del sol. Rigoberto, quien aparece en Carmela toda la vida, parecería ser la continuación de El león que escribía cartas de amor, si este hubiera ingresado 

en un circo en desgracia. En esta versión, el león no es más que “un gato flaco y triste”, que una mañana se levanta de mal genio y se traga a Tomás Carrasco, dueño del circo. Así como presenciamos el descenso a la noche de estos personajes, Arciniegas, también nos invita a contemplar la luminosidad y el ascenso de la alegría en personajes como el tío Alejandro Almenábar10 y el profe Mambrú11. El tío Alejandro se la pasa viajando por todo el mundo, pero siempre regresa con un botín de historias y sorpresas. El sentido de la aventura hace parte de su noción de libertad. Es necesario ausentarse y volver para reconocer las líneas del afecto. El profe Mambrú parece integrar la misma familia de trashumantes del alma. Ambrosio, “el único pájaro del universo”, vive en su cabeza móvil y sabia. Mambrú no les dice a sus estudiantes “abran los cuadernos” sino “abran el corazón”. Triunfo Arciniegas considera que “el hombre normal, sometido a las leyes y a las buenas maneras, es el hombre mediocre. Es como todos”. El autor lo reitera al afirmar:

Asombro E L N A R A N J O, 2 0 0 6 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

Me gustan los personajes que rompen la norma, por encima o por debajo, el loco o el idiota. La locura es bella en literatura, no así en la vida real, donde resulta triste. La locura nos permite el disparate, nos introduce en la escritura carnavalesca, en los excesos y las paradojas. Pateamos la armadura de la lógica y todo es posible. El idiota, personaje primitivo, nos permite ver la otra cara de la moneda, a veces retorcida y no siempre tan simple.12

Los personajes poetas son censurados, pero son los únicos que se atreven a mirar las tierras prohibidas de la realidad. Recordemos a Roberto, el sapo que sueña que es rey de Dinamarca. Todo el mundo sabe que está loco, pero desconoce que su felicidad reside en no dejarse esclavizar por las leyes de la lógica. Él sabe que está encantado y le hace eco al sapo de Los besos de María, quien al verse al espejo “reconoce que el poeta Whitman tenía razón: el sapo es la obra maestra de Dios. ‘Soy como soy y me gusta como soy’, decía cada mañana”.13 Roberto desafía las convenciones: “Luce paraguas, bufanda y abrigo, cuando hace sol. Y su traje de baño y sus anteojos de playa, cuando llueve”14. Es un poeta clandestino. Le encanta disfrazarse, al igual que Bariloche, el vago que se enamora de la negra Bocaflor. Bariloche “se volvió loco de la noche a la mañana”. Llegó a creer que era una serpiente, un pájaro, un perro que le aullaba a la luna, un gato dentro de un perro, hasta que recuperó la calma y volvió a ser Bariloche. 

La locura desata la multiplicidad de yoes que nos habitan. Dejamos de ser una entidad de contornos precisos para devenir jauría. La locura permite también que existan personajes que embellecen el mundo como el loco que “sembró un fósforo en el jardín de su casa del cual surgió el árbol de candela, como de lenguas rojas, naranjas y azules que se perseguían sin descanso desde la tierra del jardín hasta el cielo”15.

Niñas disparatadas y rebeldes en la búsqueda del humor La infancia resulta un territorio propicio para desafiar el orden y las reglas impuestas por el mundo adulto. Ante el reino de la costumbre, la niña o el niño nos invitan a una navegación empírica. Triunfo Arciniegas sabe que: El diente E L N A R A N J O, 2 0 0 7 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

La mente del niño es mágica. Imagen y objeto se confunden. Por eso el niño se asusta tanto con las máscaras. Por eso funcionan tan bien los fantasmas y las criaturas fantásticas en la narrativa para niños. Poco a poco he definido la galería de mis personajes: ángeles, demonios, sirenas, brujas, lloronas, vampiros. No existen, pero hablamos de ellos todo el tiempo, es decir, hacen parte de nuestra vida.16

Para un niño, un pedazo de tela puede transformarse con facilidad y sin esfuerzo en una nube o una gaviota. La niña Alejandra es una “hacedora de sueños y rarezas” que escribe en su diario con un alfabeto inventado para proteger “la dicha de sus secretos”. Es “a la vez frágil y fuerte, traviesa y un poco loca”17. Alejandra se parece a la princesa de Yo, Claudia, quien asumió el reino del palacio por tres días. El criterio de su gobierno fue la diversión. Pintó el palacio de rosado, cambió las pinturas de lugar y adornó las estatuas de doña Isabel. Alejandra y Claudia no temen desafiar los convencionalismos. Se saben diferentes y proclaman esta singularidad como el comportamiento natural de la libertad.

Lo femenino y la marginalidad La obra Caja de lágrimas está dedicada “a Lucy y el dolor de su ausencia”18. El autor nos cuenta que Lucy terminó enamorándose de un escritor llamado León Santamaría, quien publicó una novela bastante mala “con el título de la canción de los Beatles, Lucy en el cielo con diamantes”19. “Lucy se desvaneció en el cielo de los caballos”20 y el narrador quedó como Borges, con una mujer doliéndole en todo el cuerpo. 

¿Quién es este misterioso personaje que tiene un gato blanco y es feliz con un libro de poesía entre sus manos? Dicen que “tanto lloraba que soñaba que era un árbol de lágrimas. La gente venía a comer sus lágrimas para olvidar las penas de amor. Lucy era el árbol del olvido. La gente se llevaba la lágrima en una botellita y la pellizcaba cada vez que necesitaba del olvido”21. Le dio sus lágrimas a un payaso que no hacía reír a nadie y el payaso regresó feliz. Una noche, Lucy se encontró con el vampiro de las gardenias, quien había perdido sus alas en una partida de naipes. Arciniegas prefiere a los personajes marginales, a los perdedores; aunque los periódicos alaben siempre a los exitosos, quienes resultan predecibles y encierran menos posibilidades dramáticas. Lucy ama a los personajes que carecen de algo y que por eso mismo se encuentran en una búsqueda sin fin. Su sentimiento de empatía la lleva a hacer algo por el bebedor de la luna. Él le dijo: “Lo que sé del olvido lo aprendí de la luna”22 mientras acariciaba las orejas de un gato muerto. Lucy podría simbolizar el ideal de la belleza, el oasis del amor, la felicidad fugaz, el paraíso perdido. Los hombres la buscan porque ella, “toda pecosa y pelirroja, alta, delgada y pizpireta”23 además de oler a rosas, es la fuente del consuelo y la isla prometida de la felicidad. Lucy es también la mujer que vivía dentro de un caballo pecoso que se llama Felisberto Hernández y quien existió en la vida real. Él fue un escritor extraño e inclasificable. De su grandeza dio cuenta el escritor Italo Calvino. A él le ofreció las siguientes palabras: “La asociación de ideas no es solamente el juego predilecto de los personajes de Felisberto, es la pasión dominante y declarada del autor, al entrelazar un tema con otro como en una composición musical”24. Triunfo Arciniegas continúa el juego combinatorio y se inventa al caballo que pasta a la orilla del río de los almendros y se come a Lucy recién bañada mientras ella está leyendo el capítulo de los amores de Cósimo Piovasco de Rondó, el protagonista de El barón rampante, “un loco feliz que pasó toda su vida trepado a los árboles”25. Lucy continúa leyendo dentro de la barriga iluminada del caballo que se alimenta de las flores favoritas de las luciérnagas. Ella nos recuerda a Jonás en el vientre de la ballena. Lucy está también en el interior oscuro del escritor, quien se alimenta de las flores diminutas de la memoria; difíciles de poner en palabras debido a “la herida de la ausencia”26. Triunfo Arciniegas no sólo imagina a sus personajes, sino que también es imaginado por ellos. El autor es otro personaje de la obra. Si la realidad colombiana nos golpea con su cruda violencia, todavía nos quedan puertas y ventanas para entrever el otro lado del sol y de la luna. 

Los personajes deambulan como fantasmas en las tierras de la memoria y de la imaginación. Son ellos los contenedores de las historias, del tiempo y el espacio. En el vientre de la ballena, el autor quiere nombrar el mundo en tinta verde: Esta noche, señores, para mí, es una paloma que vuela alto y lejos. Tengo la fe, me la juego toda. Esta noche es una paloma, vean cómo se eleva y se llena de luz, cómo nos da un cosquilleo, unas ganas locas de vivir, de saborear la pulpa de la dicha. Véanla, señores, que festeja. Porque para eso nos hemos reunido, entiendo yo, para festejar la poesía, el derecho a la imaginación y la belleza, el placer de los libros, el amado territorio de la infancia que nos habita y el doloroso ejercicio de estar vivos y respirarnos. Oigan los aletazos, señores, que vuela alto y con pureza.27

Notas 1 Triunfo Arciniegas, “A manera de prólogo”, en: Torcuato es un león viejo, Bogotá, Panamericana Editorial, 2000, p. 11. 2 Galia Ospina, entrevista inédita con el autor, 29 de abril de 2009. 3 Ibíd. 4 Triunfo Arciniegas, Serafín es un diablo, ilustraciones de Gonzalo Rodríguez Villamizar, Bogotá, Panamericana Editorial, 1998, p. 25. 5 Ibíd., p. 32. 6 Galia Ospina, ibíd. 7 Eduardo Azcuy, “Rimbaud y la rebelión fundamental”, en: El ocultismo y la creación poética, Caracas, Monte Ávila Editores c.a., p. 150. 8 Galia Ospina, ibíd. 9 Herman Melville, “Bartleby, el escribiente. Una historia de Wall Street”, en: Bartleby, Bogotá, Norma, 1990, p. 20. 10 “El tío Alejandro Almenábar”, en: El vampiro y otras visitas, ilustraciones de Jotavé, México, Fondo de Cultura Económica, 2003. 11 Triunfo Arciniegas, “El profe Mambrú”, en: op. cit., México, Fondo de Cultura Económica, 2001. 12 Galia Ospina, Ibíd. 13 Triunfo Arciniegas, “Besos de sapo”, en: Los besos de María, ilustraciones de Sandra Ardila, Bogotá, Alfaguara, 2001, p. 54.



14 Triunfo Arciniegas (autor e ilustrador), Roberto está loco, México, Fondo de Cultura Económica, 2005. 15 Triunfo Arciniegas, “El árbol de candela”, en: Los casibandidos que casi roban el sol y otros cuentos, ilustraciones de Rafael Barajas, Bogotá, Alcaldía Mayor de Bogotá, Instituto Distrital de Cultura y Turismo, 2008, p. 9. 16 Galia Ospina, ibíd. 17 Triunfo Arciniegas, Los olvidos de Alejandra, ilustraciones de María Fernanda Mantilla Navarrete, Bogotá, Panamericana Editorial, 2005. 18 Triunfo Arciniegas, Caja de lágrimas, ilustraciones de Carlos Manuel Díaz, Bogotá, Ediciones B Colombia, colección La escritura desatada, 2008.

Triunfo en cruz E L N A R A N J O, 2 0 0 9 FOTOGRAFÍA TOMADA POR UNO D E LO S A LU M N O S D E T R I U N F O

19 Ibíd., p. 109. 20 Ibíd. 21 Triunfo Arciniegas, “Querida Lucy”, en: ibíd., p. 58. 22 Triunfo Arciniegas, “Lucy, gato y vampiro”, en: ibíd., p. 90. 23 Triunfo Arciniegas, “Toto de Lucy”, en: ibíd., p. 19. 24 Italo Calvino, “Las zarabandas mentales de Felisberto Hernández”, en: Felisberto Hernández, Novelas y cuentos, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1985, p. 4. 25 Triunfo Arciniegas, “La mujer que vivía dentro de un caballo”, en: ibíd., p. 31. 26 Triunfo Arciniegas, “Animal de luz”, en: Noticias de la niebla (1973-2002), Medellín, Editorial Universidad de Antioquia, colección Celeste, 2002, p. 106. 27 Triunfo Arciniegas, “Quiero decir en tinta verde”, en: ibíd., p. 128.



3XVEZS^:EPIRXuR3VXM^ En los últimos años nos hemos acostumbrado a ver el nombre de Triunfo Arciniegas acompañado por el de algún reconocido ilustrador: Olga Cuéllar, Rafael Yockteng, Margarita Sada o Laura Stagno, entre otros. En realidad, son pocos los libros en los que esta situación no es la regla. Pero, si se mira con detenimiento, baste recordar obras como El león que escribía cartas de amor, Las batallas de Rosalino y Roberto está loco para encontrar la excepción y recuperar, de esta forma, una faceta fundamental en la producción literaria de Arciniegas: su doble condición de autor e ilustrador. En estos libros, especialmente en los dos primeros, se aprecian ciertos rasgos, elementos comunes a través de los cuales el autor expresa de manera franca su mundo particular: sombreros emplumados, coronas doradas, velas encendidas, leones con el corazón atravesado por flechas, gatos, conejos, mariposas y sapos, muchas flores —específicamente margaritas—, tréboles, lunas, arcoíris, una que otra guitarra acompañada por una botella de vino ya vacía, tableros de ajedrez, cartas gigantes que viajan bajo el brazo de sus remitentes, plazas, casas y calles de pueblos coloniales, castillos medievales con sus caballos, caballeros, reyes, princesas y dragones… En fin, imágenes que recorren la obra de Arciniegas y que adquieren un nuevo significado en el instante en que la mano que las escribe es la misma que las dibuja: el gesto, el trazo y la línea sencilla delatan esos aspectos íntimos, propios de la configuración de un mundo poético donde el tiempo y el espacio se transforman, se adaptan y ajustan, donde la realidad se confunde con la fantasía, con la ensoñación. Así mismo, sus ilustraciones nos familiarizan con un paisaje cotidiano, el lugar del poeta en el mundo, lugar que además de una imagen, una geografía manifiesta —Pamplona o Monteadentro—, se expresa como la afirmación de una libertad íntima y radical, una afirmación festiva, si se quiere carnavalesca, llena de humor, homenajes velados, guiños y complicidades que hacen posible una nueva manera de habitar, de transformar y vivir los distintos mundos narrativos que, con el tiempo, Arciniegas ha ido construyendo, alterando y enriqueciendo con la paciencia y la disciplina de un artesano, con el arduo trabajo del herrero, del poeta. 

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)PXIEXVSTEVENzZIRIW HI8VMYRJS%VGMRMIKEW puede decirse, y no es una exageración, que el niño es un invento moderno. En el mundo antiguo, la Edad Media o aun en el Renacimiento, el niño era tan solo una etapa para llegar a ser adulto, pero sus pensamientos y actitudes, su comportamiento y personalidad no tenían otro valor que el de ser una transición. La niñez, entonces, era una etapa de imperfección, sin verdadera entidad, y por eso se decía que sólo desde los siete años el niño llegaba a la edad de la razón, por lo cual, todo lo que sucedía con su vida antes de esa etapa era algo así como un cero a la izquierda. A partir de la Ilustración, la comprensión de la etapa de la infancia tomó otro curso. El niño comenzó a ser estimado como persona y la imaginación y el carácter lúdico que hacían parte de sus vivencias, fueron apreciados como valores. El niño, entonces, comenzó a existir, y con su existencia vinieron sus derechos, las grandes transformaciones pedagógicas y, desde luego, una novedosa concepción de la literatura para niños, escrita por adultos. Las leyendas y mitos de la Antigüedad hacían parte de la tradición oral. Antes de que Homero hubiera escrito La Ilíada y La Odisea, las historias del sitio de Troya y las hazañas de Aquiles, “el de los pies ligeros”, ya se conocían por los relatos de los viejos, que pasaban de generación en generación hasta llegar a los oídos del escritor, quien, con base en estas historias míticas, se inspiró para escribir sus grandes poemas épicos. Pero claro, no eran historias para niños, como tampoco lo eran las historias de brujas, duendes y demonios, o las novelas de caballerías que conmocionaban a los oyentes, casi siempre analfabetos, alrededor de una marmita colocada sobre el fogón, en las largas noches de invierno. Aquellos cuentos se referían a los temores e imaginerías del mundo de los adultos y si los niños se convertían en oyentes ocasionales de tales historias fantásticas, era porque hacían parte del grupo familiar y los mayores no podían hacerlos desaparecer para que no escuchasen estos relatos revestidos de truculencia y crueldad. Lo que sucedió con esas historias, que venían de la endiablada imaginación de los adultos y que expresaban sus propios miedos frente a los peligros del mundo y frente a lo desconocido, es que con el paso de los años, y aun de los siglos, se convirtieron en historias para niños. ¿De dónde vendrían, de no ser así, cuentos tan crueles como el de Hansel y Gretel, que iban a ser lanzados por una bruja a una olla con aceite hirviendo para 

Dramaturgo, guionista de cine y televisión, e investigador histórico. Inició actividades teatrales en 1958. Miembro fundador de diversos grupos escénicos como La Casa de la Cultura (hoy teatro La Candelaria), el teatro El Alacrán, entre otros. Ha sido profesor de Humanidades y director escénico en varias universidades, como la Nacional de Bogotá, el Externado de Colombia, la Universidad Industrial de Santander. Obtuvo el Premio Casa de las Américas, de Cuba, en 1973, por sus obras para niños Globito Manual y El hombre que escondió el sol y la luna. Dirigió la Escuela de Teatro del Distrito durante más de cuatro años, así como la Biblioteca Nacional de Colombia durante diez años. En la actualidad es miembro de número de las Academias Colombianas de la Lengua y de Historia, y de la Academia de Historia de Bogotá. Recibió el Doctorado Honoris Causa en Artes Escénicas de la Universidad del Valle, en agosto de 2001.

Andrea y medio profe A L C A PA R R A L , 2 0 0 6 FOTOGRAFÍA TOMADA POR UNO D E LO S A LU M N O S D E T R I U N F O

fritarlos como si fuesen patas de pollo? El asunto radica en el hecho de que aquellas crueldades y otras tantas, como el lobo feroz disfrazado de dulce abuela para tragarse a Caperucita, hacen parte del juego con los miedos, del desafío a los temores que caracterizan el universo fantástico y lúdico de los niños. Cuando los adultos de otros tiempos escuchaban estas historias que los hacían temblar de susto, aquellos hombres y aquellas mujeres aún eran un tanto niños, vivían en edades remotas que en cierta manera eran la infancia de la humanidad. A partir de los siglos xviii y xix los escritores comenzaron a descubrir la infancia, empezando por revivir al niño que había en ellos mismos, en sus recuerdos, en su capacidad de jugar y hacer travesuras, y de este modo dieron nacimiento a otra clase de literatura, concebida específicamente para niños y jóvenes, o bien pensada como una posibilidad de hacer grandes críticas a problemas sociales álgidos de la época, que podían pasar los filtros de la censura y la represión si estaban concebidos con el ropaje, en apariencia inocente, de los cuentos para niños; tal como ocurre con las historias de Gulliver en el país de los enanos, de Jonathan Swift, o con Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, un nombre pintoresco tras el cual se escondió el reverendo Charles Lutwidge Dodgson, con el pretexto de dedicar el relato de las aventuras de Alicia a la pequeña Alice Lidell, quien le sirvió de modelo para escribir su libro. Estas dos obras, que en principio parecen hacer parte del repertorio de la literatura infantil, expresan, sin embargo, una pujante crítica de la vida social y plantean problemas de carácter filosófico y social e incluso de lógica matemática, en el caso de Alicia, que están dirigidos esencialmente al mundo de los adultos, sobre quienes recae todo el veneno de la escritura. Lo que da la idea de que se trata de libros para niños, es que comparten dos elementos esenciales del mundo infantil: lo lúdico y la imaginación desbordante. Autores como Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm, Charles Perrault y muchos otros fabulistas y contadores de historias crearon algunos de los personajes clásicos, esta vez sí, de la 

literatura para niños, mientras otros venían corriendo de boca en boca en la tradición oral de pueblos asiáticos o africanos, y llegaron a otros continentes con las migraciones de diversas comunidades, o bien con el desarrollo de la esclavitud en América, como es el caso de los negros que llegaban de África con sus historias del Tío Conejo, el Tío Tigre y otros animales humanizados. El conejo, por ejemplo, en los relatos de los negros, representa la inteligencia del hombre, pero no del hombre en general, sino del habitante de determinada tribu, que debe sortear con astucia las trampas que tratan de tenderle sus enemigos en la selva, ya sean guerreros de otras tribus o animales feroces. Las historias del conejo dieron lugar a los cuentos del Uncle Rabbit (Tío Rabito o Tío Conejo) norteamericano, y más tarde al Bugs Bunny, nacido en Brooklyn, Nueva York, en 1940, que ha dado lugar a innumerables cómics y películas de dibujos animados.

Teatro y cuentos para niños en Colombia En Colombia, los cuentos para niños han germinado desde finales del siglo xix, con obras rimadas como las de Rafael Pombo: El renacuajo paseador, Simón el bobito o La pobre viejecita, entre otros, así como con los poemas concebidos para niños por Ricardo Carrasquilla o por Víctor E. Caro, hijo del filólogo y político Miguel Antonio Caro. Con la apertura de nuevos teatros en el siglo xx, surgen en Colombia unos pocos autores de teatro para niños, que han tenido alguna continuidad y proyección, tanto en la escritura de obras como en su representación. Entre los más notables, sobre todo por contar con una obra dramática sólida, podemos mencionar a autores como Adolfo León Gómez, abogado, narrador y autor dramático, quien en 1909 escribió un cierto número de piezas cortas, bajo el título de: Diálogos y juguetes escénicos para escuelas, colegios y reuniones familiares. En los años treinta, el comediógrafo Antonio Álvarez Lleras también escribió algunas piezas para niños, que hizo representar en su compañía Renacimiento. También vale la pena mencionar la obra El hada imprecisa, escrita por el poeta piedracielista Gerardo Valencia, así como las obras infantiles que concibió con un carácter didáctico el historiador y dramaturgo Oswaldo Díaz Díaz: Blondinette y La boda de Caperucita, nombres que podemos citar como antecedentes de este género que ha tenido tan pocos cultores en Colombia. Entre los autores teatrales con una obra más extensa y profesional del teatro colombiano de la segunda mitad del siglo xx, vale la pena mencionar las adaptaciones de cuentos clásicos al teatro para niños que hiciera Enrique Buenaventura en su primera época, cuando el Teatro de Cali pertenecía 

al Instituto Departamental de Cultura. Entre ellas se encontraban títulos como Aladino y la lámpara maravillosa, Alí Babá y los cuarenta ladrones, Caperucita roja, La Cenicienta, Los tres mosqueteros o Simbad el marino, todas ellas basadas en cuentos maravillosos o historias tradicionales para niños. Más tarde volvió a trabajar para el público infantil, con argumentos propios, con piezas como La hija del jornalero que se casó con un jilguero y La sopa de piedritas, en las cuales ejercita con plena libertad su vena crítica, con una imaginación libre y un vivo sentido del humor. En forma más reciente, cabe citar los trabajos de Gilberto Martínez Arango, en el grupo El triángulo y otros conjuntos donde ha desarrollado su obra a lo largo de casi cincuenta años, y también se ha ocupado del teatro para niños, tanto en el montaje de piezas de distintos autores como en la elaboración de su propia escritura, en especial la adaptación y el proceso del relato-poema de Rafael Pombo Doña Pánfaga sabelotodo. Una mención especial merece la obra de Samuel Vásquez, también de Medellín, El sol negro, que obtuvo el Premio Nacional de Teatro para Niños, de Colcultura, en 1992. Un nuevo aporte para el público infantil lo han constituido los grupos de teatro de títeres, que han tenido un notable avance durante las dos últimas décadas, desarrollando sus propias obras, abriendo sedes para sostener una programación continua y participando en festivales, eventos y giras para consolidar un movimiento para ese público que, apenas crezca, será el mejor espectador para el teatro en general. Estos grupos han logrado consolidar su trabajo en sedes propias, como es el caso de La Libélula Dorada, Hilos Mágicos o Teatrova, en Bogotá, entre otros, o Manicomio de Muñecos y La Fanfarria, en Medellín, para mencionar sólo los grupos más estables y productivos.

Triunfo Arciniegas: cuentos y teatro para niños y jóvenes Dentro de los autores que han escrito piezas de teatro para niños en épocas más recientes, se destaca como uno de los más constantes y fructíferos el escritor santandereano Triunfo Arciniegas, autor de novela, cuento y teatro para niños y adolescentes. Nacido en Málaga, capital de la provincia de García Rovira, realizó estudios de Literatura en la Universidad Javeriana de Bogotá. Sus relatos y piezas teatrales retoman algunos cuentos clásicos y personajes del repertorio tradicional para niños, como Caperucita roja, que le sirvió de modelo para hacer una versión actual y moderna de la protagonista, con la cual obtuvo el Premio Comfamiliar del Atlántico por su libro: Caperucita roja y otras historias. En su versión del clásico relato, el lobo aparece como un joven actual y Caperucita es una chica que masca chicle y habla con los giros 

y expresiones de una niña moderna. Además, recibió el Premio Enka de novela, por su obra Las batallas de Rosalino. El universo de Triunfo Arciniegas combina historias antiguas vueltas a contar de otra manera y puede decirse que en líneas generales su obra es para jóvenes, más que para niños. En sus piezas teatrales, casi siempre de formato pequeño, así como en sus relatos, se desarrollan exploraciones alrededor de la literatura y algunos de sus personajes, así como animales humanizados que provienen de antiguas fábulas, como ocurre con El león que escribía cartas de amor, o La verdadera historia del gato con botas. Otras de sus historias parten de lecturas, aplicando el precepto de la lingüística que plantea que toda lectura es al mismo tiempo una escritura. La lectura, desde luego, es una relación íntima de cada hombre con un texto escrito o de un espectador con la representación de una obra teatral, pero en la lectura creativa, el lector/ escritor parece escribir entre líneas, sobre el texto leído, como si se tratase de un palimpsesto. Así ocurre con muchos de los textos clásicos, que han servido de pretextos para otras historias. El mismo Quijote de la Mancha es el producto de la lectura de múltiples historias de caballerías, que, como dice Cervantes en tono jocoso, “le habían sorbido el seso a don Alonso Quijano para vivir en la realidad las aventuras creadas por la fantasía”. Toda lectura resulta contemporánea, pues el lector/recreador asocia lo leído con situaciones análogas y experiencias de su propia época. Así, vivimos conociendo Quijotes idealistas en muchas circunstancias, o creemos vivir odiseas cada vez que se nos presenta la menor aventura. De este modo, el lector Triunfo Arciniegas entresaca de otros libros y otras ficciones la materia prima de sus propias obras, dándoles un giro, acercándolas al joven lector del presente no sólo en su trama, su argumento y situaciones, sino también en su lenguaje, expresiones o dichos que provienen de un variado repertorio referencial, pero que consigue el reconocimiento y la identificación con un país, una época y unos modos de expresión identificables, que hacen parte de ese reconocimiento de su propio estar en el mundo, que llamamos identidad. Los títulos de muchas de sus obras teatrales o relatos ya nos acercan a ese universo rico en alusiones y resonancias de muchas lecturas. Entre ellos podemos citar: El león que escribía cartas de amor, La lagartija y el sol, Caja de lágrimas, Mambrú se fue a la guerra, La araña sube al monte o La sirena de agua dulce. En estos últimos vale la pena mencionar a la famosa sirenita de Hans Christian Andersen, cuya representación se encuentra en una escultura de color gris plata, sentada sobre una roca, en las riberas del puerto de Copenhague. Las sirenitas de Andersen, como las seductoras y peligrosas sirenas que casi atrapan a Ulises en su viaje de regreso a Ítaca, son de mar, 

Leyendo el libreto A L C A PA R R A L , 2 0 0 6 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

El payaso A L C A PA R R A L , 2 0 0 6 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

mitos legendarios que vienen de muy atrás, mientras las sirenas de Triunfo Arciniegas son de agua dulce y de un color más local. Otras de las obras de Triunfo Arciniegas, en este caso de teatro para niños, son Lucy es pecosa, La vaca de Octavio y La araña sube al monte. La primera de ellas fue una de sus primeras piezas teatrales y fue presentada por los alumnos del grado quinto de la escuela Santísima Trinidad, de Pamplona. En esta pieza, Arciniegas escoge un espacio que se va a repetir en otras obras, a la manera del saloon de las películas de vaqueros, como el bar de Lucy, una joven “loca y acelerada”, como la define su autor, a donde llegan pintorescos personajes como Pepe Ratón, pequeño y bigotón, el novio de Lucy, Juan Chicote, otro pretendiente, rival del novio formal, quien tiene todos los rasgos del “malo” de los westerns, y prorrumpe con gestos desafiantes en el bar de la joven pecosa, acompañado por sus amigos y compinches, Silverio Plata y Polvorín Veneno, quienes tienen una dudosa profesión que según ellos, la Policía no entiende. Polvorín complementa diciendo que “la Policía los persigue más que novia fea”. No demora entonces en armarse la pelea entre los pretendientes, aunque Lucy ya ha escogido el de su preferencia. Así se establece un duelo entre los dos rivales. Juan Chicote y sus compinches esperan al pequeño ratón en la calle. Lucy no es capaz de ver la escena y su empleada Rosita se la relata, no solo a ella, sino también a los espectadores de la obra. Al final, no hay tragedias que lamentar y Pepe Ratón le gana la batalla al bandido arrancándole los bigotes. Así como ha creado una especie de western en broma, Triunfo Arciniegas también escribió una obra de piratas, cuyo protagonista es un arquetipo del género. La disparatada comedia se titula El pirata de la pata de palo, y la historia se inicia con las desventuras de Natalión Malapata, un pirata tuerto y con pata de palo, como se acostumbra. El juego escénico se desarrolla en una isla desierta, un pequeño islote perdido en el gran océano, donde han quedado atrapados el pirata y un gato a la espera de que alguien venga a rescatarlos. La espera se ha hecho larga, como la de Robinson Crusoe, pues ya llevan siete años aguardando a sus salvadores, y el pirata está aburrido de 

comer pescado o langostinos y quisiera comer carne. Mira al gato con avidez, pero no puede hacer nada, pues un gato corre más que un pirata lisiado y tuerto. En sus sueños ve llegar un barco lleno de hermosas mujeres, que bailan a su alrededor, mientras él se imagina a sí mismo bailando con sus piernas sanas y completas. Sin embargo, la felicidad es corta: aparece el sanguinario pirata Barbanegra y, en un ataque fulminante, lo mata. Hasta aquí el conato de tragedia, que era solo un sueño, mientras en la realidad la historia se repite, pero con final feliz. Un barco lleno de hermosas mujeres los lleva a la isla del encanto, en la que Natalión no creía pero finalmente llega acompañado de novia y boda, como demostrando que en el relato fantástico los sueños hermosos siempre se realizan. Una pequeña obra semejante a los juegos de los niños, donde el ser pirata, vaquero o fantasma no es más que un juego de disfraces sin consecuencias dramáticas que lamentar. La vaca de Octavio, como lo expresa su autor, nació de una frase, cuando alguien le preguntó: “¿Vio la vaca de Octavio?” Y él no había visto ninguna vaca ni conocía a ningún Octavio. En esta pequeña pieza intervienen personajes que parecen venir de historias antiguas, como un rey, una reina vecina y un bufón llamado Napoleón, todo un coctel de figuras de cuentos e historias viejas de otra parte, con un campesino vestido de blanco y con sombrero, que representa a un personaje de hoy, surgido de nuestra propia realidad. Ese rey, de ancestros y reino inventados, como las Cortes y los príncipes de cuentos y leyendas, tiene una curiosa genealogía, pues su nombre es Emeterio VII, hijo de Felipa IV Matraco III, y su bufón, llamado sarcásticamente Napoleón (el emperador que se coronó a sí mismo), se burla con respuestas irreverentes que riman con las preguntas o últimas palabras del monarca. Esta pieza se desarrolla como un juego, con una libre imaginación, donde las nubes revolotean sobre esta Corte de pacotilla, y el rey Emeterio, que cuida sus flores con especial cuidado, se enfurece cuando aparece la vaca de Octavio y se las traga. Todo se desarrolla como una peripecia marcada por el azar, una historia un tanto surrealista, con un avión que aterriza al lado del trono del monarca y unas nubes que flotan y actúan como personajes. La captura de la vaca crea todo un problema de alta política, ya que la reina Ágata plantea cómo la vaca de Octavio no se puede aprisionar, ya que se trata de un símbolo y un patrimonio nacional (como sucede con el ganado en la India, donde la tradición considera a las vacas sagradas). En este juego, un tanto disparatado, pueden percibirse ironías y alusiones relacionadas con los abusos del poder y la vanidad de las gentes que se creen superiores a los demás, uno de los temas con el que juega Triunfo Arciniegas con irreverencia y una inocultable picardía infantil. La tercera de las obras citadas es otra pieza breve, una pequeña estampa, titulada La araña sube al monte, que se desarrolla como un juego de niños 

Repasando el libreto CHÍCHIRA, 2007 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

con trajes de diversos colores y unas acciones sutiles que logran plasmar un ambiente poético y sugerente. En todas estas piezas hay una invitación manifiesta al juego y a la creación de espacios, objetos y personajes relacionados con ficciones conocidas por todos, pero recreadas tanto en su lenguaje como en las alusiones y referencias, desde un presente que invita a espectadores y actores a establecer diversos parangones con la realidad y a descubrir analogías y correspondencias con sucesos y personajes de la vida social o política del país y del mundo. En las últimas obras que consideraremos en estas notas, la problemática cambia y tanto las historias como los conflictos y situaciones se tornan más adultos y comprometedores. La primera pieza, que da su título al conjunto, se llama El amor y otras materias y proviene, como lo señala su autor, de un decreto de la Corte Constitucional en el que se dio libre curso al amor en los colegios. Ya han existido varios casos al respecto, en los que una pareja de enamorados ha sido descubierta, por lo cual las directivas han expulsado a los jóvenes, quienes han tenido que acudir a la tutela ya que consideran que se les está vulnerando el derecho al libre desarrollo de su personalidad. En esta y en las otras dos piezas de elaboración más reciente por parte de su autor, los conflictos adquieren mayor densidad. Los juegos inocentes con finales felices de sirenitas, piratas o vaqueros ceden el terreno a personajes e historias que tratan temas de amor y de muerte. Eros y Tánatos, los eternos antagonistas de la tragedia y el drama clásicos, aparecen sin llegar a la truculencia ni a la vulgaridad, como las motivaciones o consecuencias de los conflictos. En El amor y otras materias, las distintas situaciones se desarrollan en un parque, lugar de paso, de ocasionales citas, de encuentros fortuitos, donde el azar reúne fragmentos de historias y enfrenta diversas personalidades, cuyo comportamiento se transforma en el contacto con el otro, mostrando que el arte del teatro permite descubrir la forma como las relaciones humanas se entrecruzan y modifican en el complejo tejido social, a la manera de un organismo vivo y transformable. No existen personalidades cerradas y definitivas, caracteres fijos que se mantienen de una sola pieza a pesar de su roce con los avatares del mundo, sino más bien identidades en construcción cuyo comportamiento cambia de acuerdo con los contactos que se tengan con el otro o los otros. Un personaje que tenía una característica definida en un comienzo, un arquetipo casi caricaturesco, como el de una beata, prisionera de los prejuicios, cambia 

de actitud cuando se encuentra en el parque con un vagabundo que intenta seducirla en forma directa y desvergonzada, hasta que ella sale de escena a la carrera, perseguida por su inquieto tentador; y, más adelante, después de que otras historias han desfilado sobre la escena, se cambiarán los papeles y será ella quien persiga al galán que la ha alebrestado y el pretendido don Juan será quien tenga que huir del asedio de su seducida. También aparece un profesor, quien se sienta en una banca y simula dictar una clase a un grupo de alumnos imaginarios, que bien pueden ser los propios espectadores de la pieza. El profesor, que sigue la línea inicial trazada por la beata, quiere abolir la palabra amor de los diccionarios, pues considera que perjudica a los alumnos, al distraerlos de sus temas de estudio como el álgebra, la química o el Teorema de Pitágoras, que, según el profesor, son las cosas importantes de la vida y no el dejarse tentar por los entresijos sentimentales de las relaciones amatorias, que solo distraen a sus víctimas y las anulan para los trabajos serios. Esta problemática, así como el personaje que representa al profesor, ya tenían notables antecedentes en la historia del teatro, como es el caso de las comedias de Shakespeare Trabajos de amor perdidos o Medida por medida, o bien el profesor de la excelente película alemana El ángel azul, de Josef Von Sternberg, realizada en 1930, en la cual la Venus seductora está representada por Marlene Dietrich y el profesor, enemigo del amor, pero que cae en sus redes hasta convertirse en un guiñapo, está magistralmente interpretado por uno de los mayores actores de la época, Emil Jannings. Desde luego, en este caso no se trata de un dramón complejo que pueda compararse con esos modelos, pero sí puede decirse que soslaya una análoga problemática al confrontar la austeridad profesoral con la tentación amorosa, a la cual resulta prácticamente imposible resistir. En un momento dado, un voceador de prensa comunica la noticia que en la realidad le dio pie a Triunfo Arciniegas para escribir su obra, sobre la expulsión de dos estudiantes de su colegio por supuestas faltas a la moral. Expulsión que el profesor que se encuentra en escena aplaude, por estar de acuerdo con sus propias ideas al respecto y que representa toda una mentalidad conservadora. La pieza está concebida en forma de fragmentos, retazos de situaciones, acciones efímeras, con personajes que pasan, y sobre los cuales apenas conocemos un rasgo, y luego su transformación, cuando vuelven a entrar en escena. El otro aspecto interesante de la escritura de esta obra se da en la diversidad de formas de expresión utilizadas, muchas veces con intención irónica, para hacer resaltar las analogías con temas, términos o dichos de 

carácter local o nacional, que le agregan cierta sal y picardía al diálogo, como cuando se mencionan algunas frases del himno nacional: “¡Oh gloria inmarcesible, oh júbilo inmortal!”, o son tomadas de un villancico navideño: “ven a nuestras almas, ven no tardes tanto”, que emergen con irreverencia en un contexto por completo diferente al que fueron concebidas. La segunda obra, Caballero sin caballo, se desarrolla en un bar de pueblo con fondo de música de carrilera. Esta pieza breve guarda relación con la temática y los personajes de Lucy es pecosa, aunque más ubicada en nuestro propio medio y con menos parodia al ambiente de las películas de vaqueros. En este caso, se trata de un vaquero, un caballero o digamos mejor un simple jinete al que se le perdió el caballo, que es la mayor desgracia que puede ocurrirle a un caballero. Llega a ese bar que se le aparece en el camino y se encuentra con la tendera, quien ve la llegada de ese hombre como panacea para su soledad. También hay allí un viejo que presiente la cercanía de la muerte, con cierto tremendismo en el lenguaje, que recuerda algunas incursiones en lo oscuro de la picaresca española, como en El sueño de las calaveras, de Francisco de Quevedo y Villegas. También llega al bar una loca, quien cuenta cómo se enamoró de un bombero de estación y ahora quiere matarlo, pues después de seducirla la dejó abandonada. Los diálogos están concebidos en verso, unos versos sencillos que juegan con sus asonancias y dobles sentidos, lo que le confiere a la pieza el encanto de algo añejo visto desde el presente, una reminiscencia de una época en la que el teatro se escribía en verso y los actores tenían que ser buenos declamadores. Caballero sin caballo trata temas como la soledad, el amor y la muerte, que vuelven a sucederse en un lugar de paso, un bar situado entre la montaña y un río, en cercanías del sitio donde parece encontrarse el caballo perdido del caballero. Al final, sólo el caballero logrará solucionar sus problemas, ya que encuentra a la vez al caballo y a una mujer que calmará sus ímpetus y llenará el vacío que lo agobiaba. Los otros, en cambio, seguirán viviendo su soledad, entre la locura y la espera de la muerte. La última de estas piezas se involucra de un modo más directo con la temática de la violencia que ha marcado la historia del país a lo largo del último medio siglo. La madre y su hija, vestidas de un riguroso luto, llegan a una estación en uno de esos pueblos perdidos y olvidados en los que el tren se detiene sólo ocasionalmente y sin horarios fijos y predecibles. El título de esta breve estampa dramática es El paso del ángel, que viene a ser al mismo tiempo el nombre de la estación y una alegoría. La madre ha ido a buscar a su hija a ese pueblo perdido, después de que le han asesinado al marido. Antonio quizá trató de esconderse en aquel remoto lugar, pero hasta allí fueron a buscarlo para asesinarlo; una historia que de ninguna manera resulta 

extraña en el ámbito de nuestra situación nacional. Se trataba de un hombre que no era del gusto de la madre, lo que no evitó que su hija se fuera tras él, con esa persistencia de un destino trágico como el que se configura en algunos dramas líricos de García Lorca, como Bodas de sangre o La casa de Bernarda Alba, de soledad y muerte, que se insinúan como sombras en un telón de fondo de una historia cuya materia prima esencial es la realidad del país. Al final, como una esperanza en medio del dolor, la joven viuda le cuenta a su madre que está embarazada, mientras se escucha el pito del tren que se acerca. Podría pensarse que estas últimas piezas, en especial El paso del ángel, no son obras para niños, o quizá no para los más pequeños, pero su situación y la de los jóvenes en la actualidad no corresponde a la visión que se tenía en otros tiempos en los que había que ocultarles los temas duros de la vida, la sexualidad o la muerte, para preservar su inocencia. El niño de esta época está acostumbrado a ver y oír en la televisión los horrores que suceden todos los días en las ciudades y los pueblos de Colombia; por lo tanto, no tiene sentido ocultarle la realidad, más bien lo que se requiere es prepararlo para enfrentarla y, más allá, para tratar de transformarla. Por lo general, las piezas de Triunfo Arciniegas aparecen como breves estampas de situaciones humanas, ninguna de las cuales podría constituir un espectáculo completo de duración convencional. Permiten, en cambio, combinar dos o tres de ellas, por sus relaciones temáticas o de contenidos, como quien desarrolla una suite de diversos fragmentos. En ninguna de estas obras se dibuja un escenario fijo, una alcoba o un salón donde pueda acontecer una historia de vida sedentaria. Su condición de lugares transitorios y personajes pasajeros permite ubicar su escritura dentro de la postmodernidad, que rechaza la construcción de una Historia con mayúscula para plantear más bien el desarrollo de historias, voces, testimonios, fragmentos de experiencias que conforman tanto el tejido de la vida en sociedad como el de las formas de expresión que se pueden utilizar para expresarla. Un teatro que, como la vida, se compone de momentos, breves instantes, destellos de luces furtivas en medio de la oscuridad. 

Ensayo de teatro CHÍCHIRA, 2007 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

3XVEZS^>YPP]4EVHS Cada tanto encontramos en la literatura infantil personajes como los de Triunfo Arciniegas. Personajes que, en forma de humanos, animales, seres fantásticos, ángeles o demonios, no son del todo políticamente correctos, no son del todo cuerdos ni del todo parte de este mundo, pero en medio de esa picardía, de esa poesía y de esa incoherencia, consiguen cautivar al lector y hacerlo desear que, más allá de la ficción, existiera gente así. Pintorescos, traídos de los cabellos, bebedores, coquetos, poetas o héroes frustrados, los personajes de Triunfo Arciniegas mezclan algo de la ficción con la cultura popular, la forma de hablar de la gente y sus costumbres, consiguiendo fusionar, de una manera hábil, una realidad con la que muchos se pueden sentir identificados y un tipo de ficción que no se acaba de alejar de los cuentos tradicionales, de historias que hacen parte del inconsciente colectivo. Los personajes de Triunfo no se parecen a aquellos que son recurrentes en la literatura infantil. En primer lugar, los protagonistas suelen ser adultos, con costumbres de adultos pero llenos de inocencia y picardía que, matizada con el estilo poético del autor, resultan siendo dulces, divertidos y cercanos a los niños; esto sucede en El león que escribía cartas de amor o con el dragón de Chíchira en Serafín es un diablo. También acostumbran ser personajes masculinos: héroes y antihéroes, eternos enamorados de sus doncellas a quienes sueñan robarles besos y escribirles cartas de amor. Los villanos, por su parte, no son brillantes: sus travesuras y su maldad terminan convirtiéndose en una serie de eventos absurdos que dan lástima o risa, haciendo que el lector se ponga del lado de los bandidos y termine por considerarlos. Y es quizás ese absurdo lleno de poesía, y con leves toques de realidad, el que hace que los personajes de Triunfo Arciniegas sean tan especiales. Lejos de ser los más “correctos”, son bien educados, dan las gracias, piden permiso, son nobles y, lo mejor de todo, son felices. Su fatalidad suele ir acompañada por su irreverencia, mezclada con su sensibilidad y ablandada con el particular estilo del autor; juntas evocan las historias contadas por las abuelas en los pueblos, que, por poco, podrían llegar a ser verdad.



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“Soy un imaginador, es mi oficio, un soñador que tropieza con la vida cotidiana, un despistado. Me inquieta el amanecer como a los vampiros, temo a la soledad y el olvido. De pocos amigos y pocas palabras, busco la niebla y los lugares solitarios.” Así comenzaba el retrato hablado que Triunfo me mandó por correo desde Pamplona cuando lo entrevisté para la Revista Espantapájaros hace muchos, pero muchísimos años. (En esa época, aunque ahora parezca inconcebible, no existía Internet y sus palabras llegaron en un sobre lleno de estampillas). Lo curioso era estar ahora, después de tanto tiempo, recordando aquella profesión de fe: “Soy un imaginador, es mi oficio”. Cómo se las arreglan ciertas frases para grabarse en la memoria, pensé, a medida que desempolvaba los viejos ejemplares que sobrevivieron a los trasteos y a las manos de los niños. ¿Cuántos cumpleaños habían pasado? ¿Cuántas historias, cuántos inventos, cuántos sueños? Guiada por la necesidad de reconstruir el autorretrato de mi amigo, me fui detrás de aquel rastro de palabras. Y quiso la fortuna que, entre los pocos números de la Revista Espantapájaros que conservo —en papel, aclaro, porque cada página sigue guardada en mi memoria—, apareciera el ejemplar número 11, fechado en 1992. Habían pasado 17 años desde aquella entrevista y habíamos cambiado de milenio, pero los rasgos esenciales del retrato se mantenían idénticos. Como solemos decir, casi siempre en tono adulador a quienes reencontramos después de muchos años, sentí la tentación de repetir la frase hecha: “pareces un retrato”. Y no se trata de una simple anécdota ni de un dato aleatorio, porque una de las características que asocio con Triunfo Arciniegas es esa coherencia a toda prueba; esa envidiable claridad para saber qué es y qué no es, sin extraviarse en las trampas de la falsa popularidad ni de los trabajos por encargo. Aun en los momentos más difíciles, la terquedad de Triunfo, o quizás la fuerza de su nombre —pues nunca fue tan cierto que el nombre modifica lo nombrado—, lo ha hecho perseverar en el oficio de imaginador, sin concesiones ni imposturas. 

Pedagoga y escritora. Directora de Espantapájaros Taller, un proyecto de formación de lectores, cuya experiencia piloto ha sido modelo para asesorar proyectos de lectura en la primera infancia en Colombia y en otros países de América Latina. Entre sus obras publicadas por Alfaguara figuran El terror de sexto B, Una cama para tres, Los agujeros negros, El libro que canta y Pasajera en tránsito. El Grupo Editorial Norma publicó sus libros María de los dinosaurios, Los años terribles y La casa imaginaria: lectura y literatura en la primera infancia. Es columnista del diario El Tiempo y directora de la colección Nidos para la lectura, de Alfaguara.

La Pecosa CHÍCHIRA, 2006 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

El tercer ojo CHÍCHIRA, 2006 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

Erica CHÍCHIRA, 2006 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

Con la revista entre las manos, seguí leyendo sus palabras: “Quisiera volar de noche, tocar el saxofón y conocer París con una mujer. Soy piscis y detesto los cumpleaños. Tengo infinidad de gustos: dibujar, escribir cartas, leer historias de amor, coleccionar libros y revistas, el jugo de mandarina, el chocolate con galletas y el ron con Coca Cola, la comida de mar. Me gusta perder el tiempo. Quisiera ser un gato”. Pensé que quizás lo único que le había faltado en el inventario de gustos y deseos de esos años era su afición por la fotografía y, más exactamente, por las fotos de personas. O quizás no, pues otro rasgo de Triunfo es esa manera suya de ir por la vida, poco importa si lo hace armado de una cámara o de un lápiz, robando rostros y conversaciones y observando detalles de los que nadie se percata, hasta que luego salen a la luz. Es un peligro andar con él y es un peligro verlo tan callado, como esos niños que guardan silencio en el cuarto de al lado, pues su silencio “triunfal” suele ocultar alguna travesura. Recuerdo que una vez nos invitaron a almorzar a la casa de unos amigos en Coyoacán y Triunfo, cámara en mano, nos iba retratando. Yo, que suelo ponerme nerviosa con las fotos, no me di cuenta de que, entre plato y charla, él fue robándonos el alma. Tal vez es eso lo que hace con los niños de las veredas por las que viaja haciendo talleres de literatura y de teatro: les saca la expresión, les roba el alma. “La exploración del alma”, como él mismo la llama en el folleto de presentación de una muestra fotográfica de niños que hizo en 2007, y que saltó también entre mi colección particular de objetos de Triunfo que atesoro, 

puede brindar algunas pistas para entender su arte poética: “La fotografía es memoria y encierra miles de palabras —escribió—. De pronto olvidamos la máscara, la pose, el artificio, y en una foto se nos escapa el alma. Alguien nos sorprende con una lágrima a punto de escapar, con los ojos al borde del abismo, visitando los cuartos de la vida cerrados para siempre”. En esos cuartos de la vida por los que Triunfo Arciniegas merodea como un gato, apenas sin ser visto, se oculta el material de sus historias. Alguna vez me confesó que aprendió a escribir diálogos por física necesidad vital, pues era un niño extremadamente tímido (algo me dice que todavía lo es). Entonces quería saber cómo se las arreglaba la gente para tener conversaciones cotidianas y se sentaba a hurtadillas detrás de sus compañeros, tratando de robar esas palabras con las que todo el mundo llena horas enteras de charla intrascendente. Y así, copiando en un papel lo que decía la gente, descubrió la materia prima de la que están hechos también sus personajes. A veces pienso que Triunfo escribe con las orejas, pero no me refiero a un facilismo para hacer frases “sonoras y bonitas”, sino a una sutil habilidad para captar matices con un oído fino, como escudriña rostros cuando anda con su cámara: “La foto es puro ojo. De nada sirve una cámara si no se tiene el ojo. Sigiloso y paciente, como el cocodrilo, espero que se olviden de la cámara. Espío y espero”. Ojo avizor y oído atento: quizás es eso mismo lo que hace cuando escribe. Sus libros son tantos que requieren un anaquel completo de la biblioteca. En la mía, están organizados por orden de estatura, pues hay, desde libros para bebés, hasta otros que conviene mantener lejos del alcance de los niños. Aquí entre nos —y que no salga de estas páginas—, algo me dice que lo mejor de Triunfo Arciniegas aún está sin editar debidamente y que se oculta entre los pliegues de esa sonrisa suya, medio sonrisa y medio mueca, en la que no han reparado los editores, por esa manía de etiquetarlo en la categoría de “literatura infantil”, que a tantos nos resulta tan difícil traspasar. Quizás es esa mueca la que captan los niños y la que le agradecen, pues él los trata como “gente”, y no como las tiernas criaturitas que han fabricado los adultos. De nuevo, sus palabras ayudan a ilustrarlo: “Si bien en algunas tomas los niños enfrentan la cámara y se saben observados, en otras atrapo a hurtadillas el instante, la puerta entreabierta a otros mundos, el rastro que dejan los ángeles cuando nos visitan”. Yo añadiría que no solo de ángeles están pobladas sus ficciones, sino que más de un demonio se oculta detrás de esas “puertas entreabiertas a otros mundos” que ofrece Triunfo a los adultos y a los niños. Y pienso que la edad es un dato irrelevante para él, pues todo indica que escribe para esa categoría de gente que responde a un vocablo más flexible y más liberador: el de lectores. 

Catálogo de la exposición de fotografías de Triunfo Arciniegas, Entre la magia y el silencio. C Ú C U TA , 2 0 0 7

De vez en cuando me da por mirar las palabras y los dibujos puestos por Triunfo en las dedicatorias de los libros que me ha regalado y, aunque sospecho que a todas sus amigas les escribe las frases perfectas para hacerlas sentir tan únicas como esa rosa que cuidaba el principito en su planeta, me resulta inevitable ceder a los encantamientos de este imaginador, como si fuera una de las mujeres muertas de amor de sus “cuentos para adultos”. Ahora mismo, desde mi mesa de trabajo, evoco el ritmo incierto que marca sus apariciones y el ritmo también impredecible de sus desapariciones, y me pregunto en dónde andará: si está sumido entre la niebla de Pamplona, si está de viaje en Buenos Aires, o si tropezaré con él en alguna feria del libro, vaya uno a saber en qué lugar. Tal vez cuando aparezca me contará, como hace siempre, que estuvo viviendo en un pueblo de México o la Pampa, con una mujer que lo albergó unos meses. Y aunque confieso que jamás he sabido bien qué creerle, mi única certeza es que, en esa bisagra entre ficción y realidad, nos la hemos apañado para inventar una complicidad extraña que nos ayuda a compartir las preguntas y los fantasmas de este oficio solitario. Me gusta verlo llegar, como si fuera un marinero, trayendo mil historias que amarra como las cuentas de un collar hecho con piedras de sitios remotos, y siempre con un libro nuevo bajo el brazo, que vuelve a regalarme y me vuelve a dedicar. Y a pesar de que han pasado tantos años, a veces pienso que apenas lo conozco y a veces pienso exactamente lo contrario: con él, uno no sabe nunca a qué atenerse. Quizás, parodiando al mismo Triunfo, cabe la posibilidad de que me lo haya inventado. A fuerza de desconocerlo y de reconocerlo en lo que escribe, entre la magia y el silencio, cabe la posibilidad de que haya tenido que inventármelo para escribir este retrato.

En el centro de Ciudad de México 2004 FOTOGRAFÍA DE ELIA CROT TE

En el centro de Buenos Aires 2008 FOTOGRAFÍA DE TRIUNFO ARCINIEGAS

En La Recoleta BUENOS AIRES, 2008 FOTOGRAFÍA DE LAURA DIPPOLITO



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VIEPM^EHETSVGEVPSWWjRGLI^PS^ERS

0SWGYEXVSZIMRXIWHI8VMYRJS%VGMRMIKEW El escritor santandereano Triunfo Arciniegas cumple en 2009 : ) - 2 8 ) años de trabajo literario. Ha escrito más de : ) - 2 8 ) obras narrativas para niños y creado más de :)-28)

personajes inolvidables de la

literatura infantil colombiana, que, para terminar el juego verbal, gira alrededor de unos : ) - 2 8 ) nombres. Arciniegas es uno de los nombres en que hay que detenerse. Libros como Los casibandidos que casi se roban el sol, Caperucita roja y otras historias perversas o El árbol triste lo convierten en un clásico vivo de la literatura para niños y jóvenes en América Latina. Obras cada vez más sólidas como La hija del vampiro, Yo, Claudia y Bocaflor anuncian un Triunfo que se plantea nuevas exigencias estéticas y la búsqueda de una configuración literaria cada vez más depurada.

Triunfo, a los tres años, en Málaga 1960 ES POSIBLE QUE EL FOTÓGRAFO S E A E L PA D R E D E T R I U N F O



El primogénito MÁLAGA, SIN FECHA FOTÓGRAFO DESCONOCIDO

Isaías con sus hermanas Teodora y Arcelia, en Málaga. SIN FECHA FOTÓGRAFO DESCONOCIDO

Isaías Arciniegas, padre de Triunfo, en Málaga.

La madre de Triunfo, en Málaga, a los dieciséis años. Triunfo, de tres meses, escondido en la barriga.

SIN FECHA FOTÓGRAFO DESCONOCIDO

1957 FOTÓGRAFO DESCONOCIDO

Padres de Triunfo, Isaías Arciniegas y María Herminia Cáceres, recién casados, en Málaga. 1956 FOTÓGRAFO DESCONOCIDO



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¿Cómo fue la niñez de Triunfo Arciniegas en Málaga y Pamplona?

Desgraciada. Pero no quiero ahondar en las desdichas que vienen con el alcohol y la miseria. Cumplí con el consejo que Hemingway daba a los escritores: una infancia desgraciada. Debo precisar, en primer lugar, que mi niñez es y seguirá siendo Málaga. La niñez es eterna, un pozo inagotable. Ya era un lector entonces, ya era un solitario y atrapaba pájaros con cauchera y sombrero. Mi niñez terminó precisamente cuando papá decidió que nos fuéramos a vivir a Pamplona. Dejé en Málaga al primer gran amor de mi vida, mi abuela Emperatriz, que vivía de lavar ropa ajena. Mantuvimos una relación afectuosa, poética y comercial. Durante la semana memorizaba coplas. Se las declamaba el domingo y ella me enviaba a entregar un traje recién lavado y planchado y con el peso que recibía del dueño entraba a cine. Poesía con poesía se paga. Pero entonces mi papá, con ese corazón de gitano, decidió una vez más que nos íbamos de Málaga. Ya habíamos vivido en Sogamoso, Belencito y Ragonvalia. Me fui a Pamplona por un sendero de lágrimas y comencé a escribirle a mi abuela largas cartas, con ilustraciones, y sin respuesta, por supuesto. Una tía se encargaba de la lectura. Cuando se me agotaba el tema, inventaba. De ahí vengo, de las cartas a mi abuela. Pamplona era entonces más frío que ahora y el viento nos mordía las orejas. Para colmo, llegamos a vivir en la parte alta, detrás del cementerio. Una vez vi enterrar a un pobre sin cajón, en la tierra cruda. Como había llovido, al caer en el hueco, el cuerpo salpicó a los presentes. En esa atmósfera desolada, ante las montañas peladas y sin un solo amigo, me refugié en la lectura de los libros y pronto

empecé a escribirlos. En los primeros años todavía atrapaba golondrinas. ¿Fueron sus padres o hubo algún profesor o profesora que lo estimulara a leer y escribir literatura?

Soy hijo de herrero, y en casa de herrero, escritor de palo. No hay antecedentes literarios en mi familia. Mis abuelos no conocieron la escritura y mis padres no terminaron la educación primaria. Fui el primero de la familia que asistió a la universidad. En Pamplona y luego en Bogotá. Contra viento y marea. Tengo una maestría en Literatura de la Pontificia Universidad Javeriana. Es uno de mis mayores orgullos. Y entiendo que en la Javeriana también están orgullosos de contarme entre sus egresados. ¿Sus profesores entonces?

En la Escuela Normal tuve dos profesores muy distintos, contradictorios y complementarios, que me marcaron para siempre: Elio Buitrago y Gabriel Suárez. Elio era milimétrico, ordenado, pedagógico hasta la saciedad. Y Gabriel, desordenado, caótico, maravilloso. Siempre llevaba un libro en el bolsillo de la chaqueta. De pronto, como por arte de magia, lo abría y nos leía un párrafo. Una vez leyó: “Hoy ha muerto mamá”. Alguna vez, frente al tablero y con la tiza en el aire, se volteó hacia nosotros para preguntar si Ernest se escribía con o sin h. Se refería, por supuesto, a Ernest Hemingway. Ese día, en ese instante, comenzó una de las pasiones de mi vida. Con el profe Gabriel supe de otros grandes autores que todavía me acompañan: Kafka, Moravia, Neruda, Camus, Flaubert. El profe Gabriel elaboró el pedido para la biblioteca de la Escuela Normal y de ese banquete bebí durante años. Los libros venían de Argentina, publicados por Sudamericana y Losada. En los mercados 

de pulgas y en las librerías de viejo los sigo buscando como perro hambriento y los vuelvo a leer, disputándoselos a las polillas. Tengo cuatro cotos de caza que recomiendo: el mercado de pulgas y la carrera Séptima en el centro de Bogotá, la calle Donceles de Ciudad de México, la calle Corrientes de Buenos Aires y debajo de un puente en Caracas, donde se cruzan las avenidas Fuerzas Armadas y Urdaneta. ¿Y cómo fueron aquellos años en la Universidad Javeriana?

Yo era el único alumno a quien los vigilantes le pedían documentos. Supongo que me confundían con un ratero. Con esa pinta de pobre, con esos zapatos rotos, y como todo lo del pobre es robado. Pasar por la Javeriana vale la pena tan solo por ver a las muchachas. Me quedaba horas contemplándolas. Aparte de eso, tuve la suerte de encontrar profesores maravillosos: Fernando Charry Lara, Otto Ricardo, Marino Troncoso, Cristo Figueroa, Luz Mery Giraldo, Fabio Jurado, Monserrat Ordóñez, Eduardo Jaramillo, entre otros. Los lunes, de seis a ocho, Charry Lara nos daba una clase sobre Pablo Neruda en un salón de un segundo piso con ventanales sobre la Séptima. Qué absoluta delicia. Oía al poeta mientras caía la tarde, y luego caminaba, como entre sueños, hasta mi casa en La Candelaria. Disfruté de la Javeriana pero no fui muy buen alumno. Me interesaba mucho más la experiencia de vivir en Bogotá. A veces iba a la Javeriana a buscar una muchacha que me acompañara al cine. Puedo decirlo ahora que ya no está entre nosotros uno de mis ángeles de la guarda, el padre Marino Troncoso, que inventó para mí la beca Fumio Ito.



¿Cómo llegó a la literatura infantil? Visto desde ahora, el panorama de la literatura infantil colombiana en los años ochenta era borroso.

Por cuestiones de trabajo. Siempre fui maestro de escuela. Después de los postgrados y los espantosos colegios, voy a cerrar la etapa del magisterio como maestro de escuela en la vereda de Chíchira, donde precisamente me hicieron el primer nombramiento. Leí cuentos y libros enteros a mis alumnos. Lecturas con cambios de voz y algo dramatizadas. Luego escribí mis propias historias y los alumnos me sirvieron de laboratorio. Durante años mantuve una cátedra libre, sin notas ni tareas, llamada taller. En ese territorio, en una sola semana, desde preescolar hasta el quinto grado, podía foguear una historia con doscientos alumnos. ¿Cuándo comenzó el amor por el teatro para niños?

No voy al teatro. Prefiero el cine, el arte de nuestro tiempo. Pero sí leo teatro. Por supuesto, Shakespeare, a quien considero el más grande, por encima de Cervantes, Proust, Borges y el mismo Dostovieski. La muerte de un viajante y Un tranvía llamado Deseo son, para mí, obras maestras. Y en el terreno nacional, La agonía del difunto, de Esteban Navajas. Empecé a hacer teatro por razones de trabajo. En Pamplona, durante unos diez años, tuvimos un festival. Mi trabajo consistía en visitar una escuela un día a la semana, durante unos tres meses, con el propósito de inventar y montar una obra de teatro que debía estrenarse en el festival. Es decir, que trabajaba de manera simultánea en tres o cuatro obras. ¿Y de sus lecturas? ¿Qué títulos de su biblioteca relee? ¿Qué libro lleva a todas partes?

Tengo una casa de cinco habitaciones repleta de libros. La mayoría de esos libros van a quedarse

sin leer. Con buen ritmo, con disciplina, uno se lee ciento veinte libros al año, pero el ritmo de adquisición es mayor. Para leer a Victor Hugo completo, según cuentas de Vargas Llosa, se requieren diez años sin hacer otra cosa. ¿Y para leer a Proust y Balzac? ¿Y Dostovieski y Tolstoi? Uno se ve a gatas para seguirle el ritmo al mismo Vargas Llosa. Y apenas hablamos de primeras lecturas. He leído cinco o seis veces Cien años de soledad, siete o nueve veces El coronel no tiene quien le escriba, siete veces Madame Bovary, tres veces Rosario Tijeras, no sé cuántas Pedro Páramo. En cuanto a los cuentistas, delicioso festín, Hemingway y Rubem Fonseca, Cortázar y Rulfo, Borges, Chejov y Carver, Capote y Bukowski, no llevo cuentas. Durante años viajé con mi primer libro, un libro de oraciones que me regaló mi abuela Candelaria cuando aún no sabía leer, pero se maltrató más de la cuenta y decidí guardarlo en la caja de los tesoros. Nunca viajo sin un libro, no solo para salvar las horas muertas sino por asuntos de buena suerte. Para mi último viaje, por Caracas, Buenos Aires y Montevideo, escogí Sauce ciego, mujer dormida, de Haruki Murakami. Lo primero que hago al llegar a una ciudad es esculcar sus librerías. A menudo vuelvo a casa sin haber terminado el libro con el que salí: me entretienen otros tesoros. La novedad, como con las mujeres, me resulta irresistible. Compré veinte títulos en Caracas, casi setenta en Buenos Aires y cinco en Montevideo. Dejé los veinte títulos en casa de un amigo, en Caracas, y despaché los setenta por correo desde Buenos Aires. Acomodé los cinco restantes en el equipaje, con las botellas de vino y otras delicias. Para hablar con exactitud, volviendo al tema del libro como talismán, de Pamplona salí con Sauce ciego, mujer dormida, que cambié por Los detectives salvajes en Caracas. De Buenos Aires a Montevideo ya estaba con una biografía de Neruda, y para el regreso, escogí la

obra completa de Idea Vilariño. Es evidente: soy un lector infiel. ¿Por qué nos concedieron tantos libros y una vida tan corta? ¿Por qué escribe?

Porque escribir es una absoluta delicia, una manera de vivir, porque se me antoja que mantengo a raya a la muerte mientras tenga un libro pendiente. La sintaxis es un placer mayor. Aunque la historia ya respira en el primer borrador, la vida se me va en las versiones. Soy un escritor de más versiones que ediciones, como dijo un amigo. La vida se me va amasando el lenguaje, peleando con las comas y la arquitectura del párrafo. Cortázar decía que si no hubiese escrito Rayuela se hubiera arrojado al Sena. Todavía no he escrito mi Rayuela, pero tampoco tengo el Sena a la mano. Tendría que arrojarme a las miserables aguas del Pamplonita, donde creo que mi muerte no sería por ahogamiento sino por infección. Lo hemos visto interesado en la fotografía. ¿Qué está haciendo?

Soy fotógrafo desde niño. Pero ahora lo hago de una manera más profesional, digamos. Creo que voy a terminar publicando libros de fotografía. Ya empecé a hacer exposiciones: Cúcuta, El Naranjo, Chíchira, Pamplona. “Después desde cualquier lugar del mundo”. Adelanté un trabajo en las montañas de Pamplona, Entre la magia y el silencio, con los niños que hacen teatro conmigo. He fotografiado escritores y viejos en una y otra ciudad. Me interesa el retrato, la geografía del rostro, la escritura del tiempo sobre el rostro. En México, hace dos años, para una edición de lujo de un libro de Daniel Goldin, me encargaron fotografiar lectores en distintas ciudades, y Alfaguara me compró una foto de Yolanda Reyes. La 

revista mexicana Fractal, 45/46, seleccionó 17 fotografías mías. Este oficio será cada vez más importante en mi vida. Veinte años de trabajo lo han llevado a la madurez creativa, que no es otra cosa que un compromiso con la tradición literaria y la palabra viva. ¿Qué sigue? ¿En qué proyectos trabaja?

Lo dije en público hace como veinte años: quiero escribir para niños de cuatro años. Hasta ahora lo estoy logrando. Cada vez escribo libros con menos palabras. Incluso tengo tres títulos inéditos sin una sola palabra. No sé si eso es posible: un escritor sin palabras. Es decir, libros de imágenes. Porque la ilustración es otra de mis pasiones. Las batallas de Rosalino, publicado por Alfaguara, va con ilustraciones mías. Reconozco que hay una falla grande con este libro: parece ilustrado por tres o cuatro personas, pues es un trabajo de aprendizaje de muchos años. Ya lo remedié en otro libro, Roberto está loco, donde me atreví con el color. Hice las acuarelas, las fotografié con cámara digital y las trabajé luego en el computador. Tuve que hacer el trabajo tres veces e incluso sacrifiqué unas vacaciones en México: en vez de vagabundear por Acapulco, Cuernavaca y Veracruz, me encerré en un apartamento de Coyoacán a trabajar como loco. En María Pepitas, experimenté con acuarela y tinta y no recurrí al computador. Me pasé al acrílico en otro libro que acabé hace poco. Espero que cada vez pueda hacerlo mejor. A los noventa años seré un asombroso ilustrador. Quiero decir, será un asombro que pueda ilustrar a los noventa.

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Quisiera que nos detallara cuándo y cómo fue el momento en que de su máquina de escribir salió una página de literatura para niños que usted sintió perfecta y lista para imprimirse.

No una página perfecta ni lista para imprimirse sino la primera historia para niños que me funcionó. La fecha: 16 de marzo de 1986. El lugar: una sala de lectura que la Biblioteca Luis Ángel Arango tenía sobre la carrera cuarta. Vivía con mal de amores y zapatos rotos en ese entonces. Esa tarde de marzo me pregunté cuál sería el más desgraciado de los amores y pensé en un gusano enamorado de una golondrina. Un gusano tímido, enredado y algo poeta, y una golondrina altiva que vive de fiesta en fiesta. De ahí sólo puede surgir una desgracia. Escribí de un tiro “La bella y el gusano”, que hace parte de mi primer libro para niños, La silla que perdió una pata. En el fondo, en cuestiones de amores, los amantes somos gusanos que transformamos a las amadas en golondrinas. ¿Cómo es el proceso de la escritura?

Escribo la primera versión a mano y luego digito e imprimo. Leo tres veces cada impresión antes de limpiar de nuevo en pantalla. Imprimo, leo, imprimo. La historia suele mantenerse desde el principio, pero es como un esqueleto que voy llenando de carne hasta que merece ingresar a un libro. Luego, trabajando el libro como una totalidad, continúo con el proceso: imprimir, leer con estilógrafo en mano, limpiar, imprimir… Es raro que una historia salga limpia desde un principio. Las batallas de Rosalino está en el grupo de obras que da inicio a la moderna literatura infantil y juvenil en Colombia. ¿Cómo fue la génesis de este libro?



Hice veintidós versiones de ese libro durante doce o catorce años. La primera versión la escribí en más o menos treinta horas en un barrio del sur de Bogotá, en 1988. Presenté al Premio Enka la tercera versión y seguí trabajando como si nada. Cuando me anunciaron el premio ya tenía otra versión y, como estuve al cuidado de la edición, publiqué la quinta o sexta. Alfaguara publicó en 2002 la edición definitiva. Aunque no parece, Las batallas de Rosalino es cosecha bogotana. Vivía en Meissen, en un restaurante. Los dueños habían viajado al Tolima y quedé como el hombre de la casa. Cierta noche, la hija y la sobrina de los dueños subieron a despertarme a mi cuarto porque habían oído ruidos y los perros estaban ladrando con desesperación. Tomé una escoba y, seguido por las muchachas, revisé toda la casa, diciéndome en voz baja: “Que no haya nadie, que no haya nadie”. No había nadie y puedo contar el cuento. Para pasar el susto, amanecimos conversando en la sala. Cuando llegaron las mujeres que atendían la cocina, se sorprendieron al vernos en plena visita. Las doncellas se fueron a dormir y yo subí a mi cuarto y empecé a escribir Las batallas de Rosalino. El año anterior, en Pamplona, había fallado: un par de páginas se fueron a la basura. La idea de la novela surgió de los bigotes de un profesor de Pamplona y se concretó el día en que supe su nombre: Rosalino Pacheco. En la versión de Enka su apellido es Mendoza, pero en la definitiva recuperó el propio. Volviendo al cuento, para terminar de pasar el susto, trabajé todo el día, la noche entera y parte de la mañana siguiente. Luego, una de las doncellas me dijo que había dormido muy tranquila oyendo el rumor de mi máquina de escribir, sin saber que mi cuerpo estaba ahí, tecleando, pero mi espíritu vagaba por otros territorios. Los ladrones hubieran podido leer la historia por encima de mi hombro y no me hubiera dado cuenta.

El humor ha estado presente en gran parte de sus obras. De La silla que perdió una pata y otras historias, pasando por La muchacha de Transilvania y otras historias de amor a Roberto está loco, ese humor ha evolucionado. Hay pasos superados desde el humor surrealista en Los casibandidos que casi se roban el sol a la parodia de los cuentos clásicos en Caperucita roja y otras historias.

Soy un payaso como profesor y en la vida cotidiana, en el círculo más íntimo. El humor nunca ha sido el propósito de mi escritura. Es más, siempre he querido escribir una historia de terror, pero el humor se atraviesa. Mi humor es puro veneno. El humor (no la vulgaridad de cantina) es un ejercicio de la inteligencia. Permite decir ciertas cosas y abre las ventanas que el pudor mantiene cerradas. En Cabrera Infante los juegos de palabras fluyen como el agua. Lo mismo pasa con los disparates de Cervantes. El árbol triste, publicado por Ediciones SM México, indica un punto de giro en la obra de Arciniegas. Ya no hay humor sino una reflexión realista durísima sobre la guerra, y en especial sobre la guerra en Colombia.

Estoy enfrentando otros temas. Quiero escribir sobre el dolor, la vejez, la soledad, la muerte. Asuntos fundamentales, verdades ineludibles, preguntas eternas. No creo que debamos mantener a nuestros niños en un corralito de piedra, con una literatura rosa, falsa y mentirosa. De todos modos, ellos no son para nada inocentes, como suelen creer los adultos. Ellos saben, y a menudo más que nosotros. Pasan demasiado tiempo frente al televisor y el resto del tiempo navegan en Internet. Los expertos dicen que no leen, pero es falso. Todo el tiempo están leyendo. Leer es algo más que agotar las páginas de un libro. 

¿Por qué un libro para niños que desde la ficción toque la guerra?

La guerra es parte de nuestra miserable vida cotidiana y sello ineludible de la realidad del país del Sangrado Corazón. Desde el principio de los tiempos el hombre se enfrenta a muerte con el mismo hombre. Esa criatura tan maravillosa, tan llena de magia y poesía, es también capaz de las cosas más horribles. Fíjese bien, Colombia es un país católico, dedicado al Sagrado Corazón, y presenta al mundo semejante cosecha de muertos. Aquí los asesinatos se dan al por mayor. Los sicarios invocan a la Virgen para que les afine la puntería. Se sabe de personajes con cien, doscientos o más muertos encima, que en el peor de los casos pagarán condenas ridículas y seguirán tan campantes, disfrutando de los bienes ajenos, mientras los pobres muertos siguen muertos y las viudas y los huérfanos se retuercen por siempre en la casa del dolor. Nuestro Himno Nacional dice que cesó la horrible noche y el bien germina ya, cuando en realidad el rancho sigue ardiendo. Nos ponemos la mano en el pecho para cantar mentiras. No recuerdo a quién le oí esta frase: “Pobrecitas las mujeres, nos estamos quedando sin hombres”. ¿De dónde sacan ese cuento de que somos uno de los países más felices del mundo? Nadie es feliz en peligro de muerte. ¿Quiénes hacen las encuestas y a quién demonios le preguntan? ¿Será que confundimos la parranda con la felicidad? Somos parranderos, afectuosos, tercos. Nos mantenemos a pesar de las adversidades. Falseamos la realidad con palabras. La falsea el Gobierno, en primer lugar. Los asesinatos de muchachos inocentes por parte del Ejército son considerados “falsos positivos”, a la guerra le dicen “conflicto”, y a los desplazados los denominan “migrantes”. Terminarán por confundirlos con “turistas”. La guerrilla considera como “retenidos” a los secuestrados que mantiene 

como animales de corral. No se trata de un vicio exclusivo. En otras partes hablan de “fuego amigo”, “misiles inteligentes” y “guerra preventiva”. Desde hace unos veinte años, en Colombia, a los vagabundos, esos pobres infelices que no tienen techo y que pasan el día buscando un pan para saciar las tripas, los identifican con una palabra asquerosa: “desechables”. Es decir, eliminables. Es decir, y se ha hecho, que cualquier hijo de perra puede salir una noche de estas a matarlos. La operación se denomina “limpieza social”. La operación abarca otros “objetivos”, por supuesto, depende del hijo de perra que la practique. Usted ha ganado cinco premios de literatura infantil, desde el Enka (1989) y el Comfamiliar del Atlántico (1991), al Premio Nacional de Literatura en Narrativa (1993) y en Dramaturgia (1999), y el Parker (2003). ¿Qué opina de los premios?

Lo único malo de los premios es no ganárselos. Como con las mujeres: lo peor es no tenerlas. ¿Para qué sirven? Para los dulces y para darse a conocer, entre otras cosas. Los premios, digo. Con el Enka compré el María Moliner y parte de mi primer computador. Exagerando, diría que sin los premios todavía viviría en casa arrendada y sin el más maravilloso de los diccionarios, escribiría en mi antigua máquina de palo y seguiría de peatón. Tengo una vida más cómoda y produzco más. No creo en la idea romántica y absurda de que el artista tiene que ser un muerto de hambre o un alcohólico o un loco o un drogadicto. Hay que trabajar como un burro, con seriedad y disciplina, y sin la garantía de alcanzar la orilla de la dicha.

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AM O RES ET E RN OS p. 62 B O CA F LOR p. 62 VIWIyEWVIEPM^EHEWTSV C AJ A D E L ÁGR IMA S p. 62 C AP E RU C ITA RO JA Y OTR A S H ISTO R IA S p. 62 VIEPM^EHETSVGEVPSWWjRGLI^PS^ERS KEPMESWTMRE ?KSA CAP E RU C I TA RO JA Y OTR A S H I STO R IA S PE R V E R SA S p. 63  ^YPP]TEVHS ?^TA C ARM EL A TODA L A V IDA p. 63  JYRHEPIGXYVE ?JPA DESP U É S D E L A L LUV IA p. 63 E L AMO R Y OT R A S MATE R I A S p. 64 E L ÁRB OL T RISTE p. 64 E L L EÓ N Q U E ESCR IB ÍA CA RTA S DE A M OR p. 64 EL PA PÁ D E LOS TR ES CERD ITOS p. 64 E L PIRATA D E L A PATA DE PA LO p. 65 E L S U P E R B U R RO Y OTROS HÉ ROES p. 65 E L VA M P I RO Y OTR A S V ISITA S p. 65 L A C ASA D E CH O CO L ATE p. 65 LA G OTA D E A GUA p. 66 LA H IJ A D EL VAMP IR O p. 66 LA L A G ART IJ A Y E L S O L p. 66 LA M ED IA P ER D IDA p. 66 LA MUCHACHA DE TRANSILVANIA Y OTRAS HISTORIAS DE AMOR p. 67 LA P LU M A M ÁS BO NITA p. 67 LAS BATALLAS DE R OSA L IN O p. 67 LA S I L L A Q U E PE R DIÓ UNA PATA Y OTR A S H ISTO R IA S p. 67 LA S I REN A D E A G UA DULCE p. 68 LA VAC A D E O CTAVIO / LA A R AÑA SUB E A L M ONTE p. 68 LA V E N TAN A Y L A B R UJA p. 68 LA V E RDAD E RA H ISTO R IA DE L G ATO CO N BOTA S p. 68 LOS B ES OS D E MA RÍ A p. 69 LOS CASIBANDIDOS QUE CASI ROBAN EL SOL Y OTROS CUENTOS p. 69 LOS OLV I D OS DE A L EJA NDR A p. 69 LU C Y ES P ECOSA p. 69 M AMÁ N O ES U NA GA L L INA p. 70 M AM B RÚ SE FUE A L A GUE R R A p. 70 M AR ÍA P EPI TA S p. 70 PEC A S p. 70 P OR D O N D E AS O MA L A LUN A p. 71 ROB E RTO EST Á LO CO p. 71 SE Ñ ORAS Y SEÑO R ES p. 71 SE RA F ÍN ES U N D IA B LO p. 71 TORCUATO ES UN L EÓ N VI EJO p. 72 T RES T RI ST ES T IG R ES / T HRE E SA D T IGE RS p. 72 YO, CL AU D IA p. 72



A M ORES ET E RN OS

CAJ A DE L Á G R IM A S

PUESTA EN ESCENA César Luna Silva ILUSTRACIONES María Fernanda Mantilla TEATRO

ILUSTRACIONES CUENTO

La obra revela los amores entre Jorobailo y Violeta. Jorobailo es feo y muy perezoso. Decide enviar a sus hermanos Bolombolo, Huesitos y Tripaseca a conseguirle una novia. Bolombolo se dirige a la casa de las flores con una carta de Jorobailo para la más hermosa. Por la ventana sale una hermana de Violeta, lee la carta y pregunta si es para ella y Bolombolo lo confirma. Los dos se enamoran. Lo mismo les sucede a los otros dos hermanos. Mientras tanto, Jorobailo ha estado soñando con Violeta convencido de su amor. Después de los enredos amorosos, la obra concluye con cuatro bodas ambientadas con música de Strauss. [G O ] B O C AF LO R ILUSTRACIONES CUENTO

Rodez

La gente le teme a la negra Bocaflor porque cada vez que tiene hipo le salen flechas por la boca. “En la calle pincha neumáticos, sombreros, traseros, y en las fiestas desinfla por igual los globos y los gordos”. Decide comprar un atrapaflechas y amarrárselo a la boca. Junto a su amado Bariloche puede estar tranquila y pasear en el sillón volador entre las nubes. Bariloche es amigo de Felisberto Hernández y cree que Bocaflor podrá espantar con sus flechas al tigre, que no cesa de perseguirlo en los sueños. Las ilustraciones en blanco y negro evocan atmósferas oníricas y aprovechan los espacios en blanco para resaltar a los personajes. [GO] 

Carlos Manuel Díaz

Libro dedicado “a Lucy y el dolor de su ausencia”. ¿Quién es este personaje que tiene un gato blanco, se viste como una princesa y es feliz con un libro de poesía? Ella tiene una caja de plata que contiene sus lágrimas. La gente viene a comerlas para olvidar las penas de amor. Lucy es el árbol del olvido. Un caballo pecoso llamado Felisberto Hernández, “que pasta a la orilla de los almendros”, se come a Lucy mientras está leyendo el capítulo de los amores de Cósimo Piovasco de Rondó, el protagonista de El barón rampante, “un loco feliz que pasó toda su vida trepado a los árboles”. [GO]

CA PE R UCITA R O J A Y OTR A S H ISTO R IA S ILUSTRACIONES DEL AUTOR CUENTO

Seis ingeniosos cuentos que sorprenden por cómo las estructuras y las temáticas clásicas se insertan en ambientes contemporáneos, donde las princesas no creen en los príncipes encantados o Caperucita, lejos de ser ingenua, resulta una chica malvada que desquicia al lobo, un romántico perdido que se ha enamorado de ella. Así construidos, los relatos dan pie a que los lectores se confronten con situaciones actuales, de una manera original, la mayoría de las veces divertida e irónica, y siempre crítica. >

Este libro de relatos ganó en 1991 el II Concurso Nacional de Cuento Infantil Comfamiliar del Atlántico. [F L ] CAP ERU C I TA RO J A Y OT RAS HISTOR IAS P E RV ERSAS ILUSTRACIONES CUENTO

Alekos

Además de “Caperucita Roja” y “El sapito que comía princesas”, publicados inicialmente por Comfamiliar del Atlántico, este volumen incluye otros cuentos en los que el autor continúa dándole vuelta, con humor y acidez, a las historias clásicas, que aborda desde lo contemporáneo. El autor cuenta a su manera La historia de la bella durmiente en relatos como la “Fábula de la pequeña durmiente”, que gira sobre un rentable negocio familiar, y “La princesa, el gato y el diablo”, donde la primera hace alianzas con el diablo; en manos de Arciniegas la “Cenicienta” se cuenta desde el contexto de un príncipe cuarentón; en “La princesa y el guisante”, se sustituye el rico vegetal por un montón de pulgas; y “Barbazul”, surge de la pluma del autor despojado del terror que produce el tradicional personaje. [FL ]

CA R M E L A TO DA L A V IDA ILUSTRACIONES NOVELA

Jotavé

Diálogos muy bien construidos y con mucho humor en esta ágil narración escrita a varias manos entre el autor y niños de cuatro a doce años que intervinieron en el foro abierto por www.chicosyescritores.org, de la Universidad Nacional Autónoma de México, y el fce. El autor propuso a Carmela, “una mujer poco atractiva pero enamoradiza”, lo cual le trae dichas y desdichas, y como respuesta recibió aportes de los niños, relativos al fracaso del amor, a la apariencia física de la mujer y a los incontables novios que ama por sus virtudes, hasta que llega el dueño de un circo en desgracia, a quien Carmela aprende a amar y quien la ama. [FL] D ESPUÉS DE L A L LUV IA ILUSTRACIONES

Nancy Granada y Henry González PUESTA EN ESCENA Jaime Villa TEATRO

El autor renueva los arquetipos de personajes clásicos como la princesa, el lobo, el vampiro, el zorro y el dragón, invirtiendo sus atributos y haciéndolos entrar en juego con personajes como una niña, una nube y la luna. Todos ellos giran alrededor de una princesa triste, tomada de los versos de Rubén Darío, de quien dan noticias. Rimas tradicionales y humor se suman en este drama. Como en los otros libros de la colección Primer Acto, se incluye una propuesta escenográfica y de vestuario, y las ilustraciones sirven como guía de montaje. [F L]



E L AM O R Y OT RAS M AT ER IAS ILUSTRACIONES TEATRO

Rafael Yockteng

El libro se abre con una comedia que surgió de una noticia: “La corte constitucional decretó el amor en los colegios”. Inspirado en tamaño disparate, el autor nos muestra a una beata que termina seducida por “el infierno de la felicidad” tras un hilarante equívoco. Caballero sin caballo es una comedia en verso que sucede en una noche de luna llena. Un hombre entra afligido al bar de Concha López, debido a la pérdida de su caballo. La búsqueda del amor acompaña cada verso con mucha gracia. El paso del ángel es un drama que describe con intensidad la pérdida de un ser amado en una polvorienta estación de tren. [G O ] E L ÁRB OL T RI ST E ILUSTRACIÓN Y CUBIERTA CUENTO

Diego Álvarez

Tres pájaros negros, despelucados y raros levantan el vuelo, dejando el árbol “sin el temblor de las plumas, sin la tibieza de los cuerpos”. Sus hojas caen como lágrimas y en el sabor de los días se percibe la acechanza de la guerra. Con un tono poético y una desgarradora belleza, plena de lucidez y brevedad, el autor se aproxima a la realidad del exilio y a las consecuencias físicas, emocionales y psicológicas de la pérdida del lugar de origen. Las ilustraciones captan la fuerza dramática de los textos con una paleta oscura, de colores tierra, que resalta el horror entre los hombres que se disputan el aire a manotazos. [G O ] 

E L L E Ó N Q UE ESCRIB Í A CA RTA S DE A MO R ILUSTRACIONES DEL AUTOR CUENTO

Esta es la historia de un león que era feliz. Su existencia transcurría “en el reposo de la luz y la tibieza de las noches”, hasta que tropezó con el ave del paraíso a la orilla del lago. De un salto intentó alcanzarla, pero cayó en un foso, y el ave, la más bella de Nueva Guinea, huyó hacia el bosque. Como alma en pena vieron al león recorrer su descuidado reino. Deshojó margaritas y escribió mensajes de amor, que nadie comprendía, en la corteza de los árboles. La persiguió sin descanso con el deseo rabioso de contemplar una vez más “el espectáculo de su plumaje fantástico”. [GO] E L PA PÁ DE LOS TR ES CERD ITOS ILUSTRACIONES CUENTO

Diego Álvarez

Un cerdo intelectual, amante de las letras y la filosofía, se casa con una cerdita y tiene tres hijos. Cuando mamá cerda muere, papá cerdo anima a sus hijos a que salgan a recorrer el mundo, con tan mala suerte que son devorados por el lobo feroz. Papá cerdo dejará a un lado el libro de filosofía que está escribiendo e irá al rescate de los tres cerditos, que reposan en las tripas del malvado animal. Con su particular forma de narrar, Arciniegas muestra en este libro una versión especial, divertida y cálida del tradicional cuento de Los tres cerditos. [ZP]

EL PI RATA D E L A PATA D E PA LO

E L VAMP IR O Y OTR A S V ISI TA S

ILUSTRACIONES Juan Sierra PUESTA EN ESCENA Misael Torres TEATRO

ILUSTRACIONES CUENTO

Natalión, el pirata de la pata de palo, espera el encuentro con su antagonista, el temible Barbanegra. Mientras este ocurre, entabla una relación cercana de amistad y rivalidad con un gato que lo acompaña siempre, aunque en vez de recibir festejos sea el blanco de sus constantes burlas. En el feliz final, hasta el gato le pone remedio a su soledad: los piratas se vuelven amigos y el minino consigue novia. El guión de Arciniegas se complementa con la sugerencia de vestuario y escenografía de Misael Torres. [F L ] E L S U P E R B U RRO Y OT ROS HÉ R OES ILUSTRACIONES CUENTO

Jorge Moreno Fierro

Diez cuentos replantean el sentido del heroísmo que puede llegar a caer en la marginalidad y la locura. En “El sapo y la serpiente”, el sapo alude a “la obra maestra de Dios” como en Hojas de hierba, de Whitman, mientras que la serpiente se muestra distante frente al anhelo del sapo de emularla. “El caballero de la almohada” evoca a Italo Calvino y juega con la figura del autor dentro de la propia obra. El personaje no pertenece a la historia, no es ningún héroe y lo han inventado mal. El culpable de su desgracia está fuera de las páginas y “escribe su vida con renglones de humo”. [G O ]

Jotavé

“El profe Mambrú” no les dice a sus estudiantes “abran los cuadernos” sino “abran el corazón”. “La gallina Emperatriz” es un homenaje a su abuela, a quien Triunfo le escribió cartas “entre la niebla y el espanto”. “El ángel” recibe unas alas por correo, pero no le llegan las instrucciones. “El tío Alejandro Almenábar” cada vez que regresa de viaje viene cargado de sorpresas. A la casa de Pamplona llegan otras visitas: un diablo buscando una moneda, una tía muerta y nostálgica por la muerte de su marido, el coronel Santiago, y un vampiro que luce como un perro hambriento y al que le falta un zapato. [GO] L A CA SA DE CH O CO L ATE ILUSTRACIONES TEATRO

Érika Martínez

Esta adaptación teatral de la tradicional historia de Hansel y Gretel, cuenta con un lenguaje mucho más fluido y cercano a los niños, con situaciones llenas de humor y personajes impactantes. Gretel Pacheco es una niña inteligente, lectora empedernida y astuta hermana mayor que logra salvar a su hermanito, Hansel, de la olla de la bruja. Esta última, aunque termina chamuscada en el horno, logra salvarse para cumplir su cita con el peluquero. Gretel robará el libro de la bruja y se dedicará a estudiar sus hechizos. [ZP]



L A G OTA D E AGUA ILUSTRACIONES POESÍA

Jairo Linares

“Señores, esta es la historia/ de una gota, van a ver,/ que quiso saber quién era/ y el mundo fue a recorrer”. En su viaje de autoconocimiento se encuentra con varios personajes y lugares. Desde el comienzo siente ganas de volar entre las nubes, pero se cansa de los cielos y se transforma en un pez con cola y aletas. La aventura bajo el agua es breve porque el mar está frío y los peces muy hambrientos. Con la luna halla consuelo, y con el sol, su vida casi termina en un lamento. Una tarde de lluvia guarda la esperanza del reencuentro familiar. [G O ] L A HIJ A D E L VA M PI RO ILUSTRACIONES NOVELA

Sergio Mora

A Alejandro Corazal lo angustia la llegada de su nuevo vecino: un hombre con aspecto de vampiro, quien empieza a salir con su mamá. A través de toda la narración hay un juego de correspondencias con La isla del tesoro. El niño tiene que comportarse como Jim Hawkins, “que sobrevivió en un barco infestado de piratas malvados”. El sol se percibe distinto cuando Alejandro se enamora de Vanessa Axuxuntla, la hija del vampiro. “No había mujeres en La isla del tesoro pero Jim Hawkins se hubiera enamorado de Vanessa”. Alejandro podría arruinarse por esa niña, pero tan solo tenía una bicicleta, una escultura, tres paisajes y unos cuantos libros. [G O ] 

L A L A G A RTIJ A Y E L S O L ILUSTRACIÓN DE LA CUBIERTA

Olga Cuéllar NOVELA

El sol y la luna son dos elementos muy recurrentes en la obra de Triunfo Arciniegas. Uno de sus personajes, la lagartija, cree tenerlo todo, pero le falta el sol. Se siente desamparada, y en la noche la hojarasca y los caminos de la tierra pierden su tibieza. “Si se tiene el sol, también se tiene la luna, ¿entiendes? Si se tiene el sol se tienen todas las cosas del mundo. Apréndete esto, apréndetelo, tener el sol significa tenerlo todo”. Las palabras del escritor santandereano contienen huellas del viaje hacia los astros solar y lunar en la búsqueda incesante de la felicidad. [GO] L A ME DI A PE R D IDA ILUSTRACIONES CUENTO

María Fernanda Mantilla

Cuento breve que nos muestra el itinerario de una media en la búsqueda de su hermana extraviada. En el camino, el personaje dialoga con un zapato, una mano, un gato, un pocillo, una silla y un árbol, e identifica lo que no es su hermana. Ella no tiene cordón, dedos, bigotes, orejas, patas, ni mucho menos, hojas. A través de las diferencias, la media irá acercándose en forma paulatina a lo que sí es su hermana. La ilustradora utiliza una paleta de colores fríos y tonos amarillos para resaltar al personaje principal. Una vez más, Arciniegas entra en el terreno de lo fantástico a partir del juego con elementos cotidianos. [GO]

L A M U CH ACH A D E T RAN S I LVAN I A Y OT RAS H I STO RI AS D E AM O R ILUSTRACIONES CUENTO

Jairo Linares

Con el sentido del humor característico del escritor, ocho historias se entrelazan en una búsqueda amorosa. En las páginas del libro, convertidas en escenario, aparecen personajes memorables: un bandido azul con mala suerte y orejas de murciélago; una oveja vanidosa que sale a la calle, como la reina del universo, a romper corazones; un príncipe que no para de llorar desde que perdió el rastro de su dama de la noche; y el mismo Arciniegas, como otro personaje que dialoga con la loca Margarita Díaz, quien lo arrastra de la mano y lo sube a su escoba como en El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov. [G O ] L A P LU M A M ÁS B O NI TA ILUSTRACIONES CUENTO

Michi Peláez

Una pluma se extravía por diferentes dueños y lugares. “Se posa en los tejados y la copa de los árboles, en el sueño de los pájaros y la tibieza de los enamorados”. Roza los ríos y bebe “el perfume de los frutos dormidos”, hasta retornar a Bariloche, quien la vio por vez primera y, sin dudarlo un instante, se la regaló a su amada Pólita. La narración tiene una estructura circular y es rica en tonos y detalles poéticos. Los colores cálidos de las ilustraciones ambientan las escenas emblemáticas de la historia con un carácter tropical. [G O ]

L A S BATA L L A S DE R OSA L IN O ILUSTRACIONES DEL AUTOR NOVELA

Hidalgo caballero, herrero de profesión, el extravagante maestro Rosalino emprende en este libro tres batallas en las que enfrenta al “zancudo que horrorizaba a las pulgas”, a “la bruja perseguidora” y al “dragón de Chíchira”. Con mucha paciencia y astucia, con más conversación que fuerza, Rosalino irá venciendo a sus oponentes en unas maniobras divertidísimas que harán la delicia de todos sus lectores. Lo acompaña su gato negro, que duerme en una botella para refugiarse del miedo y lo escucha con ironía. Con imaginación y humor, el autor se apropia de los arquetipos y los vuelve personajes cercanos a nuestras realidades. [FL] L A SIL L A Q UE PE R DIÓ UNA PATA Y OTR A S HI STO RIA S ILUSTRACIONES CUENTO

Michi Peláez

Las historias que integran este libro se distinguen por rescatar situaciones de alto vuelo poético. El amor es una fuerza que todo lo atraviesa. La flor ama al payaso que lucha por no volverse gordo y triste en “El corazón de Margarita”. Con la pulsión de la vida llega también el dolor y nos conmueve la princesa que permanece triste y sola en “La casa de las cien ventanas”. El mundo de los intelectuales y los artistas se encarna en el puerquito doctor en filosofía, el lobo profesor universitario y la Caperucita verde, que escribe “un poema sobre un gorrión en el patio recién lavado de lluvia”. [GO] 

L A S I REN A D E AG UA D U LCE ILUSTRACIONES NOVELA

Alekos

Adonay es una sirena de cabellos rubios y de carne y hueso. Peligra en el río que se ha vuelto “un hilo de lástima”, y se está extinguiendo debido a la contaminación y a la inconciencia de los hombres. Miguel Ángel Buenaventura y Gerardo se transformarán en los “vigilantes del agua” para que la sirena pueda continuar su viaje de regreso al mar. Entretanto, Adonay “junta las estrellas como piedrecitas, una detrás de otra, para volver a casa”. La narración está llena de giros poéticos y la brevedad de las frases genera ritmo y precisión. [G O ] L A VAC A D E O CTAV I O / L A ARAÑ A S U B E AL M O N T E



L A V E NTA NA Y L A B R UJA PUESTA EN ESCENA César Luna Silva ILUSTRACIONES Esperanza Vallejo TEATRO

La ventana y la bruja es la historia de una familia pobre. El lector encontrará alusiones a la historia de Aladino y al cuento del lobo y las siete cabritas. El plano de la cotidianidad se combina con la fantasía, gracias a la aparición de un jarrón que cambia el destino de toda la familia. Al frotar el jarrón mientras se canta, arroja flores. Una vez más, los sueños sostienen al mundo en esta historia donde la bruja tiene un corazón generoso y la felicidad se hace visible en medio de la adversidad. [GO] L A V E R DA DE R A HI STO RIA DE L G ATO CO N B OTA S

ILUSTRACIONES Daniela Violi PUESTA EN ESCENA Misael Torres TEATRO

ILUSTRACIONES CUENTO

Dos historias originales e inquietantes que retan la imaginación de quienes asuman su montaje. En “La vaca de Octavio”, Emeterio VII encarcela a la vaca de mantequilla del reino vecino cuando descubre que se come sus flores; pero la vaca es patrimonio nacional de ese reino y cuando se vislumbra un incidente internacional, habla el bufón. En “La araña que sube al monte”, nostalgia y soledad tejen una atmósfera onírica. René busca a Petra, una vaca que come nubes, pero se demora porque juega con amigas imaginarias, mucho más presentes que su padre, “un viento que demora”, como dice su madre. [F L ]

Ingeniosa variación de la tradicional historia del gato con botas, de Charles Perrault. Al morir, un molinero deja a sus tres hijos el molino, el burro y el gato. El menor se queda con este último y se alegra porque conoce la historia del gato con botas que hizo rico a su amo. El muchacho “soñó que una princesa de párpados morados le lavaba los pies”. La princesa Blanca Flor es fea, pero no está tan desesperada como para casarse con un gato. El menor de los hermanos puede estar tranquilo porque es imposible ser un pobre diablo cuando se es el mejor amigo del marqués de Carabás. [GO]

Esperanza Vallejo

LOS B ES OS D E MARÍ A ILUSTRACIONES CUENTO

Sandra Ardila

LOS OLV ID OS DE A L EJA NDR A ILUSTRACIONES POESÍA

María Fernanda Mantilla

Nueve cuentos hacen uso del recurso de la hipérbole y del juego de la intertextualidad a través de situaciones divertidas y personajes insólitos. En “El juego de botones”, que alude al cuento “La aguja de zurcir”, de Hans Christian Andersen, tres botones blancos se desprenden de una camisa de colores y ruedan con regocijo por distintos lugares, objetos y propietarios. En “Besos de loca”, Irene se la pasa repartiendo besos a diestra y siniestra en las esquinas de Bogotá, y en “La sirena loca”, Margarita, aprende a quitarse la cola para reemplazarla por un par de piernas y así bailar en la noches hasta destrozar las zapatillas. [G O ]

Esta es la historia de Alejandra, una niña traviesa y un poco loca. Vive despistada y nunca se queda quieta. Se divierte poniendo la foto de la abuela cabeza abajo y pintándole aretes al retrato del abuelo. Muchos se preguntan dónde tiene la cabeza. Su originalidad reside en que nunca ha dejado de ser una “hacedora de sueños y rarezas”, que desearía “noches de sol y días de luna llena”. El texto mantiene la musicalidad de la poesía infantil y las ilustraciones en acrílicos generan calidez y una atmósfera donde el juego y el disparate son los principales elementos de la escena. [GO]

LOS C ASI BAND I DOS Q U E C AS I R O BAN EL S OL Y OT R OS CU E N TOS

LUCY ES PECOSA

ILUSTRACIONES CUENTO

Rafael Barajas, El Fisgón

Tres cuentos que despliegan gran imaginación y humor conforman esta obra. En el que da nombre al libro, Plutonio, Plutarco y Plumero, tres bandidos abrumados porque nada les sale bien, deciden robarse el sol, con lo cual ganarán el grado Honoris Causa al robo, amén del reconocimiento y la súplica por un pedacito del botín. Entonces ponen una tras otra estrategia en marcha. En “El árbol de candela”, un loco siembra un fósforo y cambia para siempre a su pueblo, mientras que en “La escopeta de Petronio”, un hombre sale de cacería con una escopeta que dispara flores. [FL ]

ILUSTRACIONES Rocío Parra PUESTA EN ESCENA Misael Torres TEATRO

Una mañana, Lucy, la dueña de la cantina del pueblo, camina entre las mesas cantando una canción. Está feliz porque su novio, Pepe Ratón, la quiere mucho. De repente, entra su empleada, trayendo una mala noticia: el pendenciero Juan Chicote ha regresado y viene a conquistar el amor de Lucy, cueste lo que cueste. Esta pieza teatral es corta, de parlamentos simples y fácil recordación. Las ilustraciones que acompañan el texto son una guía para elaborar el vestuario. Al final, los jóvenes actores encontrarán una propuesta escenográfica. [F L]



MAM Á NO ES U N A GAL L IN A ILUSTRACIONES CUENTO

María Fernanda Mantilla

Mamá discute con la vecina de enfrente. “Cállate, hablas como una lora”, dice mamá. “Y tú eres una gallina”, le responde la vecina. La niña observa a su madre. Ella no tiene plumas ni alas. Tampoco pico ni cresta. Y mucho menos patas. Ella “tiene una boca de rosa” y “es un nido de besos”. “Mamá no es una gallina. Mamá es linda”. La que está loca, y es una lora, es la vecina. Las ilustraciones en acuarela sobre textura de papel en colores pasteles acentúan la dulzura de la niña y resaltan la fuerza expresiva de la vecina, quien le añade humor a esta disparatada historia. [G O ]

María Pepitas está muy afligida. Su sombrero rojo se ha extraviado. Su amiga Petra le ayuda a buscarlo en una tarde de sol. Le preguntan a todo el vecindario, pero nadie les da razón. Ni Juan Bigotes, ni Pedro Ramón. Tampoco Juana Ratona, ni los hermanos Perales lo han visto. María Pepitas lo extraña. Es un recuerdo de su abuela. ¿Dónde estará? Las ilustraciones en acrílico en colores cálidos y fríos enfatizan la caracterización de los personajes. Para este escritor el dibujo está ligado a la palabra y a sus tres grandes pasiones: la música, la pintura y la literatura. [GO]

M AM B R Ú SE F U E A L A G U E RRA

PECA S

ILUSTRACIONES Esperanza Vallejo PUESTA EN ESCENA Jaime Villa TEATRO

Carlos Manuel Díaz Consuegra

Flor de Luna, novia del distraído y pendenciero Mambrú, peligra porque en ausencia de su amado, ha sido secuestrada por el general Loniega y su tropa, el comandante Sándwich y los soldados Perro Caliente y Helado Combinado. Mambrú y el cartero Cataplún van al rescate y dan la batalla final, pero a veces, como descubre Mambrú, el amor puede más que la muerte. Una divertida obra que reflexiona sobre la guerra, con diálogos originales y personajes caricaturescos. Las ilustraciones de Esperanza Vallejo dan pistas para el diseño de vestuarios, maquillaje y escenografías, y complementan las sugerencias de puesta en escena. [F L ] 

M A RÍA PE PI TA S ILUSTRACIONES DEL AUTOR CUENTO

ILUSTRACIONES CUENTO

La desgracia comienza temprano. Lucy despierta sin sus famosas pecas. Se acerca al espejo, revisa su rostro y pone un grito en el cielo. Su habitación huele toda a caballo. Es una señal. Ha regresado el temible bandido Juan Chicote. Él quiere casarse con ella, pero Lucy está enamorada de Pepe Ratón. En Río Seco de Todos los Santos no llueve desde noviembre. Pepe Ratón no piensa en la lluvia, sino en su adorada novia Lucy. Por ella es capaz de enfrentar a Juan Chicote, en un arriesgado duelo de vaqueros, y así asegurar su amor. La narración tiene un estilo fluido que resalta los contrastes entre los personajes. [GO]

P O R D O N D E AS OM A L A LU N A

SEÑO R A S Y SEÑO R ES

TEATRO

ILUSTRACIONES POESÍA

Cinco piezas teatrales creadas por el autor e inspiradas en sus experiencias teatrales con los niños de las escuelas veredales cercanas a Pamplona, Colombia, componen Por donde asoma la luna, un libro que además de presentar obras como La serpiente de tierra caliente, Gusano infeliz, Marina hada madrina, La casa de chocolate y Dulcinea del Toboso, cuenta la historia de cómo surgió cada una y cuáles son las sugerencias del autor para la puesta en escena, la escenografía y otros elementos indispensables para el desarrollo de la misma. [Z P ] R O B E RTO EST Á LO CO ILUSTRACIONES DEL AUTOR CUENTO

Roberto es un sapo con una corona de cartón. Le gusta soñar que es rey de Dinamarca y le canta a la luna como un poeta clandestino. Colecciona puestas de sol y en los cumpleaños usa sombreros en los pies y un zapato en la cabeza. La gente dice que Roberto está loco, pero muy pocos saben ver más allá de sus disparates. El autor elaboró las ilustraciones en acuarela y las fotografió con cámara digital. Luego las trabajó en el computador y les añadió color. [G O ]

Laura Stagno

Nueve invitados se preparan para asistir a la gran fiesta de cumpleaños del Sol, el “rey de señores”. La señora Luna “se peina mejor que ninguna”, el señor Pera se pone el sombrero, la señora Vaca se perfuma de pies a cabeza, el señor Gato se viste de verde, el señor Globo baila con el viento, el señor Pez “sale del agua por primera vez”, la señora Oveja sale muy despacio porque le duelen los huesos, doña Serpiente lleva en su carterita el aguardiente y el señor Caballo “pasa como un rayo”. El Sol los recibe muy contento y les dice: “Muchísimas gracias, señoras, señores”. [GO] SE R AFÍ N ES UN DIA B LO ILUSTRACIONES

Gonzalo Rodríguez Villamizar CUENTO

Serafín es un diablo pequeño, rojo y barrigón, con cachos y cola. En Pamplona conoce al ángel Barrabás. Serafín llega a creer que el Sol es una pelota de mantequilla. Le encanta el sonido de las brasas ardientes en su boca. Vive entretenido con las flores, el viento, las nubes y el canto de los pájaros. Le gusta hacerle cosquillas a la gente, matar moscas con su tridente y fascinar a las muchachas con su gracia. Se hace famoso después de atrapar a tres bandidos que asaltan un banco. La gente le replica que sueña con el Sol, pero lo que le hace falta es el infierno. [GO]



TO RCUATO ES U N L EÓ N VI E J O

YO, C L AUDIA

ILUSTRACIONES

ILUSTRACIONES CUENTO

TEATRO

Claudia vive en un gran castillo con su padre y con un jardinero, Abelardo del Carpio, el gato Casimiro del Monte y la negra Eufemia, cómplices que la cuidan. Ella nos cuenta todo lo que ocurrió desde el día en que su padre le cedió el trono por tres días. El autor utiliza un lenguaje entre coloquial, sofisticado y cotidiano. Tanto las ilustraciones como la historia ponen de manifiesto el protagonismo de Claudia, con situaciones que giran en torno a ella, primeros planos y un interesante toque de humor, que mezcla la estética del siglo xvii europeo con elementos, situaciones y narrativas contemporáneas. [FL]

Lucas Ospina y Mateo Castillo

En el país de Dinamarca todo anda mal desde el robo de los estornudos del rey Torcuato. Él sabe que el tiempo de la gloria ha caducado y en su vejez se evade en los placeres de la comida y el sueño. Entre otros males, padece la traición de su bufón, la partida de la reina loca que peregrina de país en país y la melancolía de su hija, quien se esfuerza por encontrar el amor. El autor incluye en la obra el poema Intensidad y altura, de César Vallejo, y para justificar estos versos se inventa a un notario sin “el toque sagrado” y la magia de escribir. [GO] TRES T RI ST ES T IG RES T H R EE S AD T IG ER S ILUSTRACIONES CUENTO

Juan Manuel Ramírez

“Los tres tristes tigres/ recorrían el mundo/ contándose las penas/ una y otra vez”. El más grande “había perdido un diente al rodar por una montaña”; el mediano extravió los bigotes en una feroz pelea y el más pequeño la punta del rabo en una trampa. La visión de sí mismos se transforma cuando encuentran un tigre que ha perdido las rayas. En esta colección bilingüe, la narración se presenta en español e inglés para ir familiarizando a los niños con la sonoridad de otra lengua y las correspondencias entre ambos idiomas. Las ilustraciones en crayola, en colores rojos y amarillos, enfatizan las características de los personajes principales. [G O ]



Margarita Sada

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PRESENTADA EN ORDEN CRONOLÓGICO

7YSFVEGSQSEYXSV La silla que perdió una pata y otras historias, 1ª edición, ilustraciones de Michi Peláez, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1988. Última edición, ilustraciones de Henry González, Bogotá, Panamericana Editorial, 1997. El león que escribía cartas de amor, 1ª edición, ilustraciones del autor, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1989. Última edición, ilustraciones del autor, Bogotá, Panamericana Editorial, 1998. La lagartija y el sol, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1989. La media perdida, 1ª edición, ilustraciones de Eduardo Pradilla, Bogotá, Carlos Valencia Editores, 1989. Última edición, ilustraciones de María Fernanda Mantilla, Bogotá, Panamericana Editorial, 2002. Las batallas de Rosalino, 1ª edición, ilustraciones del autor, Medellín, Colina, 1989. Última edición, ilustraciones del autor, Bogotá, Alfaguara, 2002. Los casibandidos que casi roban el sol y otros cuentos, ilustraciones de Rafael Barajas, El Fisgón, México, Fondo de Cultura Económica, 1991. Caperucita roja y otras historias, ilustraciones del autor, Barranquilla, Comfamiliar del Atlántico, 1993. La muchacha de Transilvania y otras historias de amor, 1ª edición, ilustraciones del autor, Bogotá, Colcultura, 1993. Última edición, ilustraciones de Jairo Linares, Bogotá, Panamericana Editorial, 1995. La pluma más bonita, ilustraciones de Michi Peláez, Medellín, Colina, 1994. El pirata de la pata de palo, ilustraciones de Juan Sierra, Bogotá, Panamericana Editorial, 1996. La vaca de Octavio; La araña sube al monte, ilustraciones de Daniela Violi, Bogotá, Panamericana Editorial, 1996. Lucy es pecosa, ilustraciones de Rocío Parra, Bogotá, Panamericana Editorial, 1996. Caperucita roja y otras historias perversas, ilustraciones de Alekos, Bogotá, Panamericana Editorial, 1997. Después de la lluvia, ilustraciones de Nancy Granada, Bogotá, Panamericana Editorial, 1997. Mambrú se fue a la guerra, ilustraciones de Esperanza Vallejo, Bogotá, Panamericana Editorial, 1997. Serafín es un diablo, ilustraciones de Gonzalo Rodríguez Villamizar, Bogotá, Panamericana Editorial, 1998. El Super Burro y otros héroes, ilustraciones de Jorge Moreno Fierro, Bogotá, Panamericana Editorial, 1999.



Torcuato es un león viejo, ilustraciones de Lucas Ospina y Mateo Castillo, Bogotá, Ministerio de Cultura, 2000. El vampiro y otras visitas, ilustraciones de Jotavé, México, Fondo de Cultura Económica, 2001. La sirena de agua dulce, ilustraciones de Alekos, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2001. Los besos de María, ilustraciones de Sandra Ardila, Bogotá, Alfaguara, 2001. Mamá no es una gallina, ilustraciones de María Fernanda Mantilla, Bogotá, Panamericana Editorial, 2002. Pecas, ilustraciones de Carlos Manuel Díaz, Bogotá, Panamericana Editorial, 2002. Amores eternos, ilustraciones de María Fernanda Mantilla, Bogotá, Panamericana Editorial, 2003. La gota de agua, ilustraciones de Jairo Linares, Bogotá, Panamericana Editorial, 2003. La ventana y la bruja, ilustraciones de Esperanza Vallejo, Bogotá, Panamericana Editorial, 2003. La verdadera historia del gato con botas, ilustraciones de Esperanza Vallejo, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2003. Carmela toda la vida, ilustraciones de Jotavé, México, Fondo de Cultura Económica, 2004. El amor y otras materias, ilustraciones de Rafael Yockteng, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 2004. La caja de las lágrimas, 1ª edición, ilustraciones de Carlos Manuel Díaz, Bogotá, Ediciones B, 2004. Última edición, Caja de lágrimas, ilustraciones de Carlos Manuel Díaz, Bogotá, Ediciones B, 2008. Tres tristes tigres, ilustraciones de Juan Manuel Ramírez, Bogotá, Panamericana Editorial, 2004. El árbol triste, ilustraciones de Diego Álvarez, México, sm, 2005. La hija del vampiro, ilustraciones de Sergio Mora, Madrid, sm, 2005. Los olvidos de Alejandra, ilustraciones de María Fernanda Mantilla, Bogotá, Panamericana Editorial, 2005. Roberto está loco, ilustraciones del autor, Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 2005. Yo, Claudia, ilustraciones de Margarita Sada, México, Ediciones Castillo, 2006. Por donde asoma la luna, Cúcuta, Gato Negro, 2007. Señoras y señores, ilustraciones de Laura Stagno, Caracas, Ediciones Ekaré, 2007. Bocaflor, ilustraciones de Rodez, México, Alfaguara, 2008. María Pepitas, ilustraciones del autor, México, Alfaguara, 2008. El papá de los tres cerditos, ilustraciones de Diego Álvarez, México, sm, 2009. La casa de chocolate, ilustraciones de Érika Martínez, México, sm, 2009.

7YSFVEGSQSMPYWXVEHSV Murzi, Jean, Diecisiete fábulas del zorro, Bogotá, Grupo Editorial Norma, 1990.



7YSFVEIRERXSPSKuEW “La chaise qui perdit un pied”, en: Colombia à chœr ouvert, París, Editions François Majault, 1991. “Toto de Lucy”, en: Cuentos de esto y de aquello, San José de Costa Rica, Oficina Subregional de Educación de la unesco, 1993. “Caperucita roja”, en: Antología de los mejores relatos infantiles, Bogotá, Presidencia de la República, 1997. “Biografía”, en: Poesía de América Latina para niños, Sâo Paulo, Coedición Latinoamericana, 2000. “El dragón viejo”, en: Historias para girar, México, sm, 2004. “Una muchacha de cabellos verdes”, en: Historias para habitar, México, sm, 2004. “Cerdos en el viento”, en: Cuentos y relatos de la literatura colombiana, Bogotá, Fondo de Cultura Económica, 2005. “Caperucita roja”, en: Magia literaria, Mérida, Venezuela, Fundalea, 2006. “Una muchacha de cabellos verdes”, en: Deleite literario, Mérida, Venezuela, Fundalea, 2009.

7YSFVEXVEHYGMHE Ich, Prinzessin Sophia (título original Yo, Claudia), Frankfurt, Fischer Verlag, 2009.

6IGSRSGMQMIRXSW 1989

vii Premio Enka de Literatura Infantil con Las batallas de Rosalino.

1991

Premio Comfamiliar del Atlántico con Caperucita roja y otras historias.

1993

Premio Nacional de Literatura de Colcultura con La muchacha de Transilvania y otras historias de amor.

1998

Premio Nacional de Dramaturgia para la Niñez con Torcuato es un león viejo.

2002

Premio Regional de Literatura con El dragón viejo.

2003

Premio Regional de Novela con Mujer de niebla.

2003

Premio de Literatura Infantil Parker con La negra y el diablo.

2007

Premio Nacional de Cuento Jorge Gaitán Durán con “Mujeres muertas de amor.”



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