Trinidad Como Historia

Universidad Católica de Honduras “Nuestra Señora Reina de la Paz” Campus San Pedro y San Pablo. Carrera: Lic. Teología

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Universidad Católica de Honduras “Nuestra Señora Reina de la Paz” Campus San Pedro y San Pablo.

Carrera: Lic. Teología Pastoral.

Catedrático: Fr. Ricardo Villalta, op.

Materia: Misterio de Dios.

Trabajo: Reporte de lectura del libro Trinidad como historia de Bruno Forte.

Alumno: Kevin M. Santos.

Fecha:

13 de diciembre del 2014 “Hic incipit mysterium Dei, sanctae Trinitatis, aeterni Amoris”: he aquí el umbral del misterio de Dios, de la Trinidad santa, del eterno Amor... (Bruno Forte, La Trinidad como historia, p. 216.

La Trinidad como historia; Bruno Forte1. Reporte de Lectura

El autor. Antes de iniciar de lleno el reporte de lectura del libro “La Trinidad como historia”, vale tener un breve perfil del autor de dicho libro, Bruno Forte: Nace en 1949 en Nápoles. Sacerdote desde 1973 y arzobispo de Chieti-Vasto desde 2004. Estudió en Tubinga y en París. Doctor en teología y filosofía, ha sido profesor de teología dogmática en la Pontificia Facultad teológica de Italia meridional y consultor del Consejo pontificio para la unidad de los cristianos y del Consejo pontificio para el diálogo con los no creyentes. Es miembro de la Comisión teológica internacional. Obras: «La Chiesa nell’eucaristia», 1975; «Jesús de Nazaret», 1983; «La teología como compañía, memoria y profecía», 1990; «Teología de la historia», 1995; «La Iglesia de la Trinidad», 1996; «En memoria del Salvador», 1997; «La Iglesia, icono de la Trinidad», 1997 (2a. ed.); «María, la mujer icono del misterio», 2001 (2a. ed.); «Trinidad como historia», 2001 (3a. ed.); «La eternidad en el tiempo», 2000; «La esencia del cristianismo», 2002 2. Cuestiones preliminares. El Dios trinitario constituye la identidad del cristiano 3. Los cristianos profesamos a un único Dios en tres divinas personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta profesión constituye un escándalo para las religiones monoteístas cerradas, en la cuales Dios es visto como un Dios cerrado y en algunas ocasiones lejano, mas sin embargo, el Dios cristiano es una comunidad de amor. Las tres personas no constituyen tres dioses, sino que se unen en sustancia y en amor en un único Dios verdadero. El Dios profesado por los cristianos se nos ha revelado a través del acontecimiento pascual de Cristo como Amor. «El relato del acontecimiento pascual se abre así al relato de la Trinidad como acontecimiento eterno del amor, como historia del amor eterno» 4. Es a raíz del acontecimiento pascual que las preguntas sobre la identidad de Jesús empiezan a introducir a la reflexión teológica en la vida intradivina. En la encarnación del Logos, la historia humana, se ve redimida en el amor e introducida en la misma vida divina de Dios, por lo cual se vuelve Historia de salvación, Historia de Dios. «En este seno trinitario hay que volver a pensar la condición humana, la comunidad de los hombres y la Iglesia, en donde se prepara ya —a través de los gestos cotidianos de amor y la celebración actualizante del misterio— la futura revelación de la Gloria del amor, cuando la historia humana se una para siempre a la eterna historia de Dios y el Hijo se lo entregue todo al Padre para que Dios sea todo en todos (cf. 1 Cor 15, 28)...» 5. 1

B. Forte, Trinidad como historia. Ensayo sobre el Dios cristiano, Sígueme, Salamanca 1988. www.sigueme.es, sobre los autores, Bruno Forte. 3 Fr. R. Villalta, O. P., Apuntes de clases. 4 B. Forte, La Trinidad... o.c., 9. 5 Ibid. 2

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Trinidad e historia ¿Qué consecuencias practicas tiene para la vida la confesión en un Dios trinitario? Si la Trinidad se constituye en la identidad del cristiano, la vida cristiana debe vivir en una impronta trinitaria, pero pareciera no ocurrir de esta manera. ¿Afectaría de alguna manera la vida si se dejara de confesar a Dios como Trinidad? «Que Dios sea trino o que sea uno no parece tener consecuencias diferentes ni en el plano de la fe ni en el de la ética» 6. Hemos avanzado mucho en la teoría, pero muy poco en la práctica. Se podría afirmar sin exagerar que «estamos todavía ante un destierro de la Trinidad respecto a la teoría y la praxis de los cristianos» 7. No podemos reducir a Dios a un concepto; Dios debe ser experimentado, debe ser vivido. «En nuestro razonamiento, Dios no puede trocarse en un simple objeto del que hablamos; al propio tiempo deberá ser siempre el sujeto del que hablamos y desde el cual hablamos, el sujeto en que estamos y que nos habla a nosotros» 8. Por tanto, es necesario el retorno de la Trinidad en el plano de la experiencia personal; la fe y experiencia trinitaria debe llevarse al plano de la moral, la piedad y a la misma teología, debe ser llevada a lo concreto de la vida y de la expresión de la fe 9. «La verdad de la fe es concreta. La doctrina trinitaria, que puede y debe ser formulada abstractamente, sólo cumple su función cuando presenta razonablemente el mysterium trinitatis como una verdad concreta 10. Hay que afirmar que nuestra experiencia de la Trinidad no agota lo que es la Trinidad en sí (Trinidad inmanente). Nuestro acercamiento al Misterio Trinitario se da a través de la revelación trinitaria acontecida en la historia (Trinidad económica). Pero, no podemos decir que no existe una correspondencia entre Trinidad inmanente y Trinidad económica. «La Trinidad tal como es en sí (inmanente) se da a conocer en la Trinidad tal como es para nosotros (económica): uno y el mismo es el Dios en sí y el Dios que se revela, el Padre por el Hijo en el Espíritu Santo» 11. En esto la salvación estaría en juego, pues «si la Trinidad inmanente no correspondiese a su revelación económica, no sería posible ninguna salvación en la historia; el hombre estaría irrevocablemente condenado al horizonte de lo humano y a la dolorosa experiencia de su finitud, sin ningún resquicio abierto hacia el más allá» 12. También debemos tener en cuenta que nuestro lenguaje sobre Dios es limitado. Nuestras palabras no podrán más que servir como analogías de la realidad divina. Las aproximaciones conceptuales al Misterio de Dios no agotan su infinitud, de hecho, podríamos decir, que cuanto más nos acercamos, más grande nos parecerá nuestra ignorancia respecto a Dios 13 . Pero ante todo, el discurso trinitario debe ser una adoración; adoración al Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo. Solamente a partir de la fe el hombre puede acceder a un diálogo directo con Dios. Existen otras vías de acceso a Dios, pero solo por la fe se puede comprender y dialogar con la Trinidad. «El Dios, al 6

I. Kant, Il conflitto delle facoltd, tr. A. Poggi, Genova 1953, 47. B. Forte, La Trinidad... o.c., 16. 8 J. Auer, Dios, uno y trino, Heder, Barcelona, 1982, 22. 9 Cf. E. Jüngel, Trinidad inmanente – Trinidad revelada, Zeitschrift für Theologie und Kirche, 1975, Doctrina Trinitaria: Dios vive, Dios ama. 10 Ibid. 11 B. Forte, La Trinidad... o.c., 20. 12 Ibid., p. 21. 13 Cf. Ibid., p. 24. 7

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que busca nuestra reflexión teológica, es el Dios al que dirigimos nuestras oraciones, nuestras acciones de gracias, alabanzas y adoración. Es el Dios viviente, de nuestra piedad viva, de nuestra fe viva» 14.

La Trinidad en la historia. El acontecimiento pascual marca el centro de la economía salvífica, a partir del cual se releen los hechos pasados. Jesucristo es el centro en el que se recopilan y cumplen las promesas del pasado; en Cristo la Palabra se hace carne y se plenifica. «A partir de la experiencia del Resucitado que tuvieron los primeros testigos de la fe cristiana se relee el pasado, se celebra en el presente el encuentro con Aquel que vive en el Espíritu y se anuncia en el futuro del Reino» 15 . La experiencia se vive como encuentro vivo y vivificante. La experiencia profunda del misterio pascual transformó la vida de los primeros cristianos, hecho que les lleva a la experiencia trinitaria. Y es que no se puede hablar de la Trinidad sin hablar de y desde Jesucristo. La figura trinitaria se ofrece en la cruz en la unidad del Hijo que se entrega, del Padre que lo entrega, del Espíritu entregado por el Hijo y acogido por el Padre: Interpretando la cruz como acontecimiento de Dios, como suceso entre Jesús y su Dios y Padre, uno se ve obligado a hablar trinitariamente del Hijo, del Padre y del Espíritu. La doctrina trinitaria no es ya, en tal caso, una especulación excesiva e inútil sobre Dios, sino que representa sencillamente el resumen de la historia de la pasión de Cristo en su importancia para la libertad escatológica de la fe y de la vida de la naturaleza oprimida. El contenido de la doctrina de la Trinidad es la cruz real de Cristo. La forma del Crucificado es la Trinidad 16. La Cruz es prueba del amor activo de Dios. El amor de Dios por nosotros es entrega gratuita de sí; en la Cruz se observa a ese Dios Amor Amante que nos ama por pura iniciativa y don. En esto consiste precisamente el amor: en que Dios nos amó primero (1 Jn 4, 10) y se nos entregó en su propio Hijo para que todo el que crea en Él tenga la vida eterna (Jn 3, 16). «La vida terrena del Señor Jesús se convierte entonces en la puerta humilde y concreta del Dios trinitario hacia el tiempo y en la puerta del tiempo hacia la vida trinitaria de Dios» 17 Por el bautismo el hombre puede participar de la vida divina, y apropia para sí la salvación ofrecida por Cristo en la Cruz. El bautismo es respuesta a ese Dios que quiere dialogar con el hombre, es una invitación de pertenencia. Ante Dios el hombre descubre su propio ser y plenifica su existencia. «El Dios al que buscamos es una realidad que tiene que ver con nuestra existencia humana: no es cosa sólo del espíritu, ni tampoco sólo del corazón. Cuando decimos Dios, nos reclamamos a nuestra existencia más íntima; se habla a nuestro ser personal más profundo, al que se incita y cuestiona» 18. Y como el seguimiento y el asentimiento es una respuesta a una invitación, debe hacerse 14

J. Auer, Dios... o.c., 20. B. Forte, La Trinidad... o.c., 29. 16 J. Moltmann, El Dios crucificado, Sígueme, Salamanca, 1977, 45. 17 B. Forte, La Trinidad... o.c., 49. 18 J. Auer, Dios... o.c., 21. 15

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en y desde la libertad. «Este proceso indica la dimensión subjetiva y espiritual de la experiencia fontal de la fe cristiana y garantizan el espacio de la libertad y de la gratuidad del asentimiento creyente. Se realiza de este modo la experiencia del encuentro: en una relación de conocimiento directo y arriesgada» 19.

La Trinidad como historia. Misterio es la Trinidad, pero, ¿cómo concebimos la palabra Misterio? Podemos pensar en el misterio como algo oculto, lejano, impensable o inaccesible para el hombre. Wittgenstein decía: «Hay que guardar silencio sobre aquello de lo que no se puede hablar» 20. El Misterio de Dios desde esta perspectiva tendría una connotación negativa, sin embargo, desde la perspectiva bíblica «misterio es la palabra divina que se hace presente a los hombres en las palabras y en los acontecimientos de la historia de la salvación» 21. Es ese Dios que se da a conocer al hombre a través de obras concretas, mediante su acción en la historia. Y es la Iglesia la depositaria del Misterio; a ella le corresponde custodiarlo y escudriñarlo. «La Iglesia como comunidad que narra, celebra y contagia el misterio trinitario, que se ofreció en la historia de pascua, es el único lugar en donde cabe la posibilidad de escudriñar las profundidades de Dios en actitud de adoración y de acogida» 22. Así pues, partiendo del acontecimiento pascual, suprema revelación del misterio, intentaremos narrar la historia de cada uno de los Tres, indisolublemente unidos entre sí, para contemplar luego en la unidad del mismo acontecimiento la unidad trinitaria de Dios, irreductiblemente distinto en sí como Padre", Hijo y Espíritu Santo 23. Padre: Si utilizamos una analogía de la relación de amor para describir la Trinidad, podríamos decir que el Padre es el Amante. Amante porque es principio óntico del amor; es quien ama antes de ser amado, pues se dona a sí mismo. «Así pues, el Padre es el eterno origen del amor, Aquél que ama en la absoluta libertad, desde siempre y para siempre libre en su amor, el eterno Amante con la gratuidad más pura del amor» 24. Desde la perspectiva del amor como donación, amor abierto y acogedor, y del Padre como principio del amor, es que logramos comprender la generación del Hijo (Amado). Y así «el Padre, que engendra al Hijo, espira al Espíritu Santo» 25 como unificación del amor entre Padre e Hijo, entre Amante y Amado. Hijo: Siguiendo la dinámica de la analogía Trinidad – Amor, comprenderemos al Hijo como el Amado. Amado porque es acogida y recepción del amor del Padre. «Por consiguiente, lo que caracteriza al Hijo puede ser captado en su nacer de otro, en la. filiación: si en el Padre reside la fontalidad del amor, en el Hijo reside la receptividad del amor» 26. 19

B. Forte, La Trinidad... o.c., 32. L. Wittgenstein, Tractatus logico-philosophicus 7, ed. R. Rhees, Frankfurt 1969, 83 (ed. cast.: Alianza Ed., Madrid 1981). 21 B. Forte, La Trinidad... o.c., 93. 22 Ibid., p. 94. 23 Ibid. 24 Ibid., p. 98. 25 Ibid., p. 99; Cf. ST I, 33, 3, sobre la spiratio. Cf. la q. 36: «De persona Spiritus sancti». 26 Ibid., p. 107; Cf. Santo Tomás, ST I, 32, 3c. 20

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Pero el amor también necesita ser correspondido, por tanto, el Hijo ama al Padre y se dona a sí mismo en ese amor. Podemos ver en el amor la dinámica donación – acogida – donación, y es que el amor no es cuestión de posesión egoísta o de pura receptividad; el amor ante todo es un diálogo en y desde la libertad; es una respuesta a una invitación. El amor nunca se queda en una sola dirección pues el amor es dinamismo; y en la divina relación de Dios como amor, el Espíritu es el amor entre Padre e Hijo, él es el dinamismo, el que los une y diferencia en el amor. La Cruz es la prueba máxima de la donación del Hijo por amor al Padre en el Espíritu Santo y por amor a nosotros. «La entrega de Jesús tiene toda la densidad de una ofrenda amorosa. En ella se consuma de forma suprema la entrega de Jesús al Padre por amor nuestro y en lugar nuestro. Y bajo la luz pascual, se deja vislumbrar en el tiempo de la finitud la relación eterna del don infinito de sí que el Hijo vive con Dios su Padre» 27. De hecho, «no hay en Dios más divinidad que el amor eterno del Padre y del Hijo en el Espíritu; no hay más alteridad divina que la de la distinción entre el Amante y el Amado en la unidad del amor, en el que nosotros hemos sido hechos partícipes por pura gracia» 28. Espíritu Santo: Como anteriormente se mencionaba, el Espíritu es el Amor entre Padre e Hijo; y vemos aquí su dinamismo, es quien abre y unifica. Abre porque permite la entrada de Dios en el mundo del hombre y viceversa. Une en el amor al hombre con Dios porque el hombre había roto el vínculo con Dios por el pecado 29. «El Espíritu se manifiesta como aquel que abre en la libertad y une en el amor, Espíritu de la separación de la cruz y de la comunión de pascua» 30. En la experiencia pascual, el Espíritu es ante todo Aquel que fue dado por el Padre al Hijo para que el Humillado sea exaltado y el Crucificado, muerto y sepultado viva la vida nueva del Resucitado. Y, al mismo tiempo, es Aquel que da el Señor Jesús, según su promesa (Hch 1, 4-5; Lc 24, 49; Jn 14, 16; 15, 26; 16, 7): «A este Jesús Dios le resucitó; de lo cual todos nosotros somos testigos. Y exaltado por la diestra de Dios, ha recibido del Padre el Espíritu Santo prometido y ha derramado lo que vosotros veis y oís» (Hch 2, 32-33.38) 31. No se deben comprender las distinciones anteriores como división, pues ante todo Dios es uno. Dios es perfectamente uno en comunidad de amor, no es un triteísmo. «Se trata de un Dios único que existe de tres maneras distintas. El Nuevo Testamento no sólo lo presenta en su estructura unitrina, sino que lo expresa como Amor. Trinidad significa comunidad de amor» 32. En la inmanencia de la Trinidad no hay procesos temporales, todo se entiende en la perfecta unidad en un insondable Amor Amante. Aquí nos estamos refiriendo a un actuar profundo de Dios en la historia, que ha ocurrido en un proceso económico de salvación. «El Padre aparece en el centro de la actividad creadora y conservadora. El Hijo aparece en el centro de la acción reveladora y salvífica. El 27

R. Cuartas Londoño, Dios nos amó primero, Retiro de Cuaresma, CITeS, 2006, n. 1. B. Forte, La Trinidad... o.c., 113. 29 Cf. Ibid., p. 116. 30 Ibid., p. 133. 31 R. Cuartas Londoño, Dios nos... o.c, n. 2.3. 32 Z. Trtik, La Trinidad como sujeto eterno, Theologische Zeitschrift, 1981, Tres sujetos divinos no son tres dioses. 28

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Espíritu aparece en el centro de la acción por la que el eón futuro se hace ya presente en la historia, fundando una comunidad de carácter escatológico» 33. La insondable unidad de los Tres que en él [el acontecimiento pascual] hacen historia, como unidad en la imborrable diferenciación (la cruz) y en la profundísima comunión (la pascua), como unidad de la historia del Amor que entrega al Amado (el Padre), que se deja entregar con absoluta libertad (el Hijo) y que, entregado para hacer posible la entrada divina en el destierro de los pecadores, se derramó en plenitud en la hora pascual para llevar a cabo la entrada de los pecadores en la patria unificante y vivificante del amor divino (el Espíritu). La unidad del acontecimiento pascual es la unidad del acontecimiento del amor que ama (el Padre), que es amado (el Hijo), que une en la libertad (el Espíritu: cf. 1 Jn 4, 7-16) 34.

La historia en la Trinidad. La Trinidad no es ajena a nuestra historia, pues la historia existe y subsiste en Dios. Es plan y proyecto de Dios. «El origen, el presente y el futuro de la historia del mundo se leen en el interior de la historia trinitaria, que de esta manera da fundamento y valor al devenir histórico» 35. En toda la historia humana está Dios, él nos busca incesantemente y nos ofrece su amor. Dios nos acompaña en el devenir histórico. «La revelación entera nos lleva a considerar que toda la historia del cosmos y del hombre es la historia del amor de Dios entregado a la humanidad y progresivamente captado por los creyentes. Tanto la obra de la creación como la de la salvación y la glorificación son la historia de la entrega (kénosis) trinitaria que llega a su plenitud en la encarnación del Hijo, en su vida pública y en el gran don de su muerte y resurrección» 36 . Aquí podemos observar la gran lejanía entre el Dios cristiano y los dioses paganos... nuestro Dios nos busca y nos permite entrar en diálogo con él, no es un Dios lejano. Él mismo ha querido salvarnos desde nuestra propia historia, constituyendola Historia de Salvación. Dios es el creador todo, él es principio óntico de la realidad. El acto creador se vincula al Padre; él es Creador in creado. La creación es un acto de amor por parte de Dios, Dios crea por pura gratuidad e iniciativa; nada obliga a Dios a crear, nosotros somos contingentes, el único ser necesario es Dios. «El Dios necesario, que da el ser a todas las cosas y no lo recibe de nadie, es el baluarte ontológico contra todo nihilismo, la fuerza objetiva sobre la que puede descansar el destino del mundo y del hombre, el fundamento y el sentido último de todas las cosas» 37. En esa libre iniciativa Dios crea al hombre a su imagen y semejanza (Cf. Gn. 1, 26). El hombre es creado por puro amor; no podemos pensar que Dios crea al hombre porque se sentía solo, pues en Dios no hay soledad. El hombre es amado por el Dios que le ha creado, «sin esta iniciativa eterna del amor sería imposible concebir ninguna fontalidad 33

Z. Trtik, La Trinidad como sujeto eterno, Theologische Zeitschrift, 1981, Relación Yo-Tú de la Trinidad. B. Forte, La Trinidad... o.c., 141. 35 Ibid., p. 160. 36 R. Cuartas Londoño, Dios nos... o.c, n. 0. 37 B. Forte, La Trinidad... o.c., 168. 34

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temporal del amor; porque ha sido amado antes, por eso el hombre puede amar» 38. El hombre está llamado a realizar esa imagen de Dios en la relación con sus semejantes. El hombre como colaborador de Dios debe actuar en consecuencia con su vocación humana en la construcción de un mundo mejor desde la acción social. Esto involucra la donación del mismo hombre. Así pues, la Trinidad acompaña al hombre en el devenir histórico cuando éste se abre a la vida de la gracia y de la libertad, «Si uno me ama, guardará mis palabras y el Padre lo amará y vendremos a él y pondremos nuestra morada en él» (Jn 14, 23). En la Iglesia encontramos a ese Dios que camina con nosotros. Ese Dios que quiere salvarnos. «Dios, se hace presente, contemporáneo a la comunidad celebrante» 39. «La Iglesia está también estructurada a imagen de la Trinidad: una en la diversidad, comunión de carismas y de ministerios diversos suscitados por el único Espíritu, la Iglesia vive de aquella circulación de amor, del que es modelo incomparable y fuente perenne la vida trinitaria» 40. En la Trinidad la Iglesia encuentra al modelo al que debe tender. La Iglesia que proviene de Dios, está llamada a volver a él, cuando «Dios sea todo en todos» (1 Cor. 15, 28). La unidad del misterio trinitario resplandecerá así en la gloria del fin: gloria del Padre, que derramará su amor sobre todas las criaturas para siempre; gloria del Hijo, con el que se unirán las criaturas para acoger este amor en una alabanza sin fin; gloria del Espíritu, que celebrará la unidad abierta del amor amante y acogedor en la alianza eterna del universo con Dios. La gloria será la victoria final y el señorío del amor sin fin. Lo que comenzó «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu» se cumplirá entonces como «gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu»: de amor en amor, de eternidad en eternidad, a través del camino del tiempo, el universo vendrá a reposar en la patria trinitaria de Dios (cf. Flp 3, 20 y Heb 11, 13-16) 41.

A modo de conclusión. Los cristianos profesamos nuestra fe en un Dios trinitario que es Padre, Hijo y Espíritu Santo... Esta es una profesión que debería tocar lo más profundo de nuestra existencia cristiana, pero lamentablemente no siempre ocurre de esa manera. La confesión en un Dios trinitario, que además es comunidad de amor, parece no tener ninguna connotación relevante para la vida práctica. Hemos prestado demasiada atención en definir a Dios conceptualmente –cosa que no es del todo mala- y nos hemos olvidado que también es fundamental la experiencia de ese Dios. Definir a Dios como Amor (Cf. 1 Jn. 4, 8) involucra toda una dinámica de donación y recepción. El cristiano, debería de apropiar esto para su propia vida. Resulta más fácil aproximarnos a la Trinidad desde la lógica del amor, comprendiendo al Padre como Amante, al Hijo como Amado y al Espíritu Santo como Amor entre Padre e Hijo. Dios es comunidad de amor y vida. Es amor en y desde la libertad. Y el hombre, como imagen de Dios (Cf. Gn. 1, 26), está llamado a realizar en su vida ese 38

B. Forte, La Trinidad... o.c., 174. Ibid., p. 197. 40 Ibid., p. 193. 41 Ibid., p. 207. 39

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amor libre. El hombre responde a Dios que le ha amado primero (Cf. 1 Jn 4, 10). Nuestro amor por Dios se demuestra desde lo concreto del amor al prójimo. Pero en la actualidad vemos al amor como mero sentimentalismo que no lleva al actuar en lo concreto. El amor de Dios actúa en nuestra historia. En el acontecimiento pascual es donde Dios muestra con mayor intensidad su deseo de salvarnos, pues es Dios mismo que ingresa a nuestra historia. Dios no quiso salvarnos desde afuera, sino que él mismo decidió hacerse hombre asumiendo nuestra limitada condición humana (Cf. Jn. 1, 14), ¡qué escándalo, Dios se hizo hombre! Esto solamente se comprende desde la lógica del amor, que es donación gratuita de sí. La Pascua es el amor de Dios actuando por nosotros y para nuestra libertad. Dios nunca nos ha dejado abandonados, aunque el hombre se alejase de él, siempre nos busca y nos permite entrar nuevamente en diálogo con él. Padre, Hijo y Espíritu Santo actúan en la Pascua, así como también en la Creación, y actuarán en el fin de los tiempos. La historia es y subsiste en Dios; Dios es el Alfa y el Omega de todo cuanto existe (Cf. Ap. 22, 13). La Salvación no solamente es ofrecida por Dios, sino que también el hombre debe participar de ella siendo agente de liberación para con sus hermanos, solo así realizaremos en nosotros la imagen de ese Dios que es amor y donación. Debemos recordar que el hombre es cooperador junto a Dios en la obra creadora, pero también lo es en liberación y en la construcción del Reino de Dios. La humanidad entera camina junta hacia la Patria de Dios. La Iglesia es ese pueblo que camina hacia Dios. En sus Sacramentos actualiza el acontecimiento pascual y nos prepara para el encuentro definitivo con el Señor. La Iglesia que nace de la Trinidad, está llamada a retornar a ella. La Iglesia debe ser lugar de acogida y de amor para todos a ejemplo de la Trinidad, pero sobretodo debe estar cerca de los que sufren porque en ellos está ese Dios que es Trinidad (Cf. Mt. 25, 3146).

Buscaba una tierra, una tierra muy hermosa, donde no faltase el pan y el trabajo: ¡la tierra del cielo! Buscaba una tierra, una tierra muy hermosa, donde no hubiera dolor ni miseria: ¡la tierra del cielo! Buscando esa tierra, esa tierra tan hermosa, llegué a llamar, rezando y llorando, a la puerta del cielo... Una Voz me dijo, detrás de esa puerta: ¡Vete, vete! Porque yo me he escondido en los pobres. Buscando esa tierra, esa tierra tan hermosa, junto con los pobres, encontramos la puerta del cielo 42.

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Poema de Filippo Strofaldi, 'A térra d' 'o cielo.

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Apreciación personal. “La Trinidad como historia” es un excelente libro para ver a la Trinidad desde la perspectiva histórica, así como también ver a la historia desde la perspectiva trinitaria. Presenta a la Trinidad como comunión de Amor, y desde allí la explica. Me parece muy buena la explicación de la Trinidad entendida como Amor. El libro está desarrollado para que los cristianos comprendan mejor el Misterio de la Trinidad y también para toda persona que se quiera adentrar en la doctrina trinitaria. Pero no me parece que sea adecuado para quien intenta desde aquí hacer apología, pues en él no encontramos el desarrollo del dogma trinitario, sino más bien la explicación del dogma. Hace falta un poco más de amplitud en la parte de la Trinidad en la Iglesia, para lo cual podría haber utilizado algunos elementos del Concilio Vaticano II especialmente de la Lumen Gentium, no veo utilización de elementos del CVII, así como también falta mas desarrollo en la vinculación de la vida del cristiano con el Misterio de la Trinidad. Pero si encontramos en él una buena vinculación de la Trinidad con el acontecimiento pascual, que presenta desde la perspectiva del amor libre y liberador de parte de Dios hacia nosotros. También se encuentra bien desarrollada la Trinidad como relación de amor entre Padre, Hijo y Espíritu Santo. En general el libro es muy bueno para el cristiano que quiera conocer mejor el Dios que profesa, especialmente si desea adentrarse en la comprensión de Dios como Amor. Por supuesto, necesitará de conocimientos en filosofía y de teología dogmática. Terminaré este reporte de lectura con la misma frase con la cuál el libro concluye: Hic incipit mysterium Dei, sanctae Trinitatis, aeterni Amoris: he aquí el umbral del misterio de Dios, de la Trinidad santa, del eterno Amor... 43

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B. Forte, La Trinidad... o.c., 216.

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