Tratado de Guadalupe Hidalgo

TRATADO DE GUADALUPE HIDALGO El Tratado de Paz, Amistad y Límites, se firmó en la villa de Guadalupe Hidalgo, el 2 de f

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TRATADO DE GUADALUPE HIDALGO

El Tratado de Paz, Amistad y Límites, se firmó en la villa de Guadalupe Hidalgo, el 2 de febrero de 1848. Días después, Polk lo tenía en sus manos y pese a su inconformidad en varios puntos, lo mandó al Congreso norteamericano, que lo aprobó el 10 de marzo, no sin antes realizarle modificaciones. El tratado fue ratificado y canjeado por ambas partes. Finalmente, a mediados de 1848, se dio por concluida esta guerra injusta.

Entre los puntos principales se encuentran: la declaración de la paz; el restablecimiento del orden constitucional; el levantamiento del bloqueo de los puertos mexicanos y la evacuación de las fuerzas estadounidenses; la repatriación de los prisioneros de guerra, etcétera.

Se delimitó la frontera entre ambas naciones, tomando como referencia los ríos Gila y Bravo. Nuevo México y Alta California, fueron los territorios que habían sido “conquistados” y por tanto, México no tuvo otra opción que cederlos. Su magnitud era considerable: 2 400 000 kilómetros2, con una población de aproximadamente cien mil mexicanos. Como indemnización, Estados Unidos de América se comprometió a pagar quince millones de pesos por daños a la República.

La manera en la que se desarrolló la guerra hizo patente la superioridad militar del invasor y la incapacidad de México por sumar esfuerzos a favor de la nación. La firma del Tratado representó una ofensa y una humillación para los mexicanos, incluso fue vergonzoso para el propio Trist, quien afirmó que:

Si esos mexicanos hubieran podido leer mi corazón en aquel momento, se hubieran percatado de que mi sentimiento de vergüenza como americano era más profundo que el suyo como mexicanos [...]. Este había sido mi sentimiento en todas nuestras conferencias, especialmente en momentos que tuve que insistir en aspectos que detestaban. Si mi conducta en esos momentos hubiera estado gobernada por mi conciencia como hombre y mi sentido de justicia como americano, hubiera cedido en todas las instancias. Lo que me impidió hacerlo fue la convicción de que el tratado entonces no tendría la oportunidad de ser ratificado por nuestro gobierno. Mi objetivo no fue el de obtener todo lo que pudiera, sino por el contrario, firmar un tratado lo menos opresivo posible para México, que fuera compatible con ser aceptado en casa [...].

Las enseñanzas que los mexicanos habrían de obtener con esos sucesos no serían echadas en saco roto. Se logró despertar cierta conciencia nacional, que se hizo palpable en la convicción que demostraron los mexicanos que defendieron la patria en las próximas dos décadas. El llamado a la unión sería un principio alcanzado después de grandes costos humanos y políticos.

El filósofo húngaro Arthur Koestler mencionó que: “El sonido que persistentemente reverbera a través de la historia es el de los tambores de guerra”. Interpretemos de otra manera esa percepción sonora que se nos presenta a la hora de pensar en la historia de las relaciones entre México y Estados Unidos, y sirvan los acontecimientos ocurridos de 1846 a 1848 para resaltar la relevancia que tiene la unidad, con miras hacia la construcción de una sociedad mejor, tal como lo advirtieron los hombres de aquella época.