Trastorno de Personalidad Antisocial

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Trastorno de Personalidad Antisocial: causas, síntomas y tratamiento Este trastorno de personalidad se caracteriza por las conductas impulsivas y la ruptura de normas. por Oscar Castillero Mimenza Comparte

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La mayor parte de la gente utiliza la palabra antisocial para referirse a las personas a las que les cuesta, no les gusta o no parece gustarles relacionarse. Básicamente se emplea como sinónimo de persona retraída y selectiva. Sin embargo, en psicología el término antisocial se emplea para designar algo completamente diferente, un tipo de trastorno conocido como trastorno de personalidad antisocial que tiende a vincularse a comportamientos contrarios a las normas sociales e incluso a las leyes, ignorando los derechos ajenos en favor de los propios. 

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no puedes perderte"

Los trastornos de la personalidad A lo largo de nuestro desarrollo, los seres humanos vamos construyendo poco a poco nuestra identidad. Durante la infancia, la adolescencia y la juventud probamos y adquirimos valores, creencias, ideologías o incluso apariencias que permiten que finalmente acabemos encontrando quiénes somos, formando un yo que querríamos ser y configurando un modo de ver, pensar y actuar en el mundo. Este patrón continuado y relativamente estable de forma de ser es lo que denominamos personalidad. Sin embargo, en muchos casos la personalidad que se configura a lo largo del ciclo vital resulta extremadamente desadaptativa, siendo un elemento muy inflexible y continuo

que causa sufrimiento a la persona y le dificulta su integración en la vida social, laboral y personal. El estudio de estos patrones desadaptativos de comportamiento, que se pasan a considerar trastornos de la personalidad debido al elevado nivel de desadaptación y malestar que provocan en sí mismos o en el entorno, ha generado diferentes categorías según los patrones de pensamiento, emoción y comportamiento que tengan quienes lo padecen. Generalmente se dividen en tres grandes grupos o clústeres, compartiendo entre sí varias características en común. Dentro del cluster A se encuentran patrones comportamentales considerados excéntricos y los trastornos que formarían parte de él serían el trastorno paranoide, esquizoide y esquizotípico. En el clúster C se agrupan los trastornos de la personalidad que incluyen comportamientos temerosos y ansiosos como en el caso del trastorno por evitación, por dependencia y obsesivo-compulsivo de la personalidad. El cluster B agrupa trastornos caracterizados por la presencia de dramatismo, emotividad y/o inestabilidad. Entre ellos encontramos los trastornos de la personalidad límite, el narcisista, el histriónico o el que hoy nos ocupa, el

trastorno antisocial de la personalidad. 

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Personalidad"

Trastorno de personalidad antisocial El trastorno de la personalidad antisocial es un patrón de comportamiento caracterizado por la inatención y violación de los derechos ajenos en favor de los propios, que aparece antes de los quince años de edad. Este desprecio puede manifestarse a partir de conductas de diverso tipo, incluyendo comportamientos criminales penados por ley. A nivel de personalidad se observa que quienes presentan este trastorno suelen tener un bajo nivel de amabilidad y de responsabilidad, cosa que de manera conjunta facilita que se metan en disputas con otros individuos y con el sistema. Por lo general, estas personas son ambiciosas e independientes; se trata de individuos con poca tolerancia a la frustración, poca sensibilidad a los sentimientos de los demás y un muy elevado nivel de impulsividad. Actúan sin pensar en las consecuencias de sus actos tanto para ellos mismos como para los demás. Al igual que ocurre con los psicópatas, muchos de ellos son personas extravertidas y tienen un considerable encanto y facilidad de relación, pero solo a nivel superficial. Tienden a poseer características narcisistas, considerando su bienestar por encima del del resto, y es frecuente que usen el engaño y la manipulación para conseguir sus objetivos. Estas personas tienen un estilo de vida inestable, debido a que tienen grandes para hacer planes de futuro y considerar

las repercusiones de sus acciones. Es por ello que en general son irresponsables y les cuesta hacerse cargo de aquello que suponga un compromiso, cosa que junto con el resto de características antes mencionadas provoca que las personas con trastorno de la personalidad antisocial presenten graves problemas de adecuación a la sociedad teniendo dificultades a nivel personal, laboral y social. Todo ello provoca que sea frecuente que padezcan problemas depresivos, tensionales y adicciones a diferentes sustancias o

actividades. Si bien este trastorno facilita la realización de conductas criminales, es necesario tener en cuenta que esto no implica que todos los criminales sean antisociales ni que todos los antisociales sean criminales.

Posibles causas Como ocurre con el resto de trastornos de personalidad, establecer las causas del trastorno de personalidad antisocial es un proceso complejo que requiere tener en cuenta una gran variedad de variables, habida cuenta de que la personalidad es un elemento que se va construyendo de forma continua a lo largo del desarrollo. Si bien no se conocen sus causas concretas, se han establecido una gran variedad de hipótesis más o menos aceptadas.

1. Hipótesis biológicas

Los estudios llevados a cabo con gemelos y individuos adoptados muestran la presencia de un cierto componente genético, transmitiendo algunas características de personalidad que pueden provocar que se acabe generando el trastorno. Las características de este trastorno hacen pensar en problemas de activación frontal y prefrontal, las áreas que regulan la inhibición de los impulsos y rigen procesos como la planificación y la previsión de resultados. En personas con trastorno de personalidad antisocial se ha detectado además que se da una activación menor de lo habitual en la amígdala. Teniendo en cuenta que este área del sistema límbico rige las respuestas aversivas como el miedo, elemento que conduce a la evaluación negativa de una situación y por tanto permite inhibir un impulso, ello podría conducir a la dificultad para frenar la conducta de la cual hacen gala las personas con este tipo de personalidad.

2. Hipótesis psicosociales A un nivel más psicosocial, resulta frecuente que quienes padecen trastorno de personalidad antisocial tienden a haber vivido una infancia en que han tenido modelos parentales poco eficaces, en entornos conflictivos o excesivamente permisivos. Es común que tengan padres que les son hostiles, abusen de ellos o los maltraten. Así, con estos tipos de modelos pueden terminar asumiendo que ejercer su voluntad está por

encima de otras consideraciones, cosa que replicarán en la adultez. También se han encontrado casos en el extremo opuesto: con padres ausentes o excesivamente permisivos los niños terminan aprendiendo a que siempre pueden hacer su voluntad, y que reaccionan de forma vengativa ante el cese o amenaza a que ello acabe. Otro elemento a tener en cuenta es que el trastorno antisocial de la personalidad puede venir antecedido por otro tipo de trastorno conductual en la infancia: el trastorno disocial. Si bien no ocurre en todos los casos, haber tenido un trastorno disocial en la infancia multiplica el riesgo de que de adulto el individuo termine desarrollando el trastorno antisocial. Algunos autores consideran que el problema de base es enlentecimiento del desarrollo cognitivo, que impide que sean poco capaces de ponerse en el rol de otras personas y ver el mundo desde perspectivas diferentes a la suya.

Tratamientos aplicados El tratamiento de los trastornos de personalidad en general es complicado, ya que se trata de configuraciones que incluyen comportamientos y modos de ver y actuar que se han ido adquiriendo y reforzando a lo largo de toda la vida. Además, las personas suelen considerar que es su forma de ser, de modo que no suelen querer cambiarla a menos que perciban que les provocan un malestar excesivo.

En el caso del trastorno de personalidad antisocial, los tratamientos suelen tener una complicación más, y es que el tratamiento suele venir impuesto o bien por los seres cercanos o bien por vía judicial tras cometer un delito. Así, el sujeto en cuestión no suele mostrarse cooperativo al verlo como una imposición externa, no aceptando en general la necesidad de tratamiento. En terapia, el manejo de estos casos exige que se le plantee al paciente no solo lo que se pretende conseguir y cómo hacerlo, sino especialmente hacerle consciente de la necesidad de cambio y las ventajas y desventajas que éste le supondría en su vida. En la medida de lo posible el terapeuta ha de ser capaz de hacerse ver como alguien respetable y cercano que no pretende imponer su autoridad, evitando una posible resistencia por parte del paciente y facilitando el establecimiento de una buena relación terapéutica.

El paso por la psicoterapia Es frecuente la aplicación de terapia cognitiva (concretamente la terapia cognitiva breve con orientación dialéctica, basada en la terapia dialéctica de Linehan), en las que se emplean sesiones de entrenamiento en las cuales se tratan habilidades de consciencia, de efectividad interpersonal, de regulación emocional y de tolerancia a la frustración. Se busca en un primer momento despertar el interés por las consecuencias a largo plazo del tratamiento y hacer

comprender cómo afecta en los demás la propia conducta para luego intentar aumentar el interés en el bienestar de los demás, También terapias comunitarias y en grupo parecen resultar de cierta ayuda. Otros elementos útiles pasan por hacer narrar al paciente su historia vital, pues esto puede ayudar en gran medida a ayudarle a observar los sucesos que le han acontecido de forma distinta y a reflexionar sobre su vida. El trabajo en la capacidad de empatía, si bien complicado para este tipo de pacientes, puede ser incrementado mediante ejercicios como la inversión de roles. También resulta de ayuda la psicoeducación al entorno cercano del sujeto, de cara a ayudar a establecer límites en el comportamiento y de tener mayor capacidad de afrontamiento de la situación.

¿Tratamientos farmacológicos? A nivel farmacológico no hay un tratamiento específico para el trastorno de personalidad antisocial. Esto es debido, entre otras cosas, a que los patrones conductuales asociados a esta condición están tan instauradas en el día a día de la persona que un acercamiento basado en el reduccionismo de actuar sobre ciertos circuitos cerebrales so llega a abarcar toda la magnitud de este fenómeno. fin de cuentas, parte del trastorno está también en el modo en el que la persona establece relaciones con los demás, y estas refuerzan este tipo de comportamientos poco adaptativos a causa de sus expectativas.

Sin embargo puede ayudar administrar sustancias que mantengan estable el estado de ánimo, como algunos antidepresivos (es frecuente el uso de ISRS). Por supuesto, esto no soluciona el problema en su totalidad, sino que puede ser un complemento. A pesar de ello se ha de procurar tener en cuenta que este tipo de trastorno se asocia con cierta frecuencia al consumo de sustancias psicoactivas, no siendo rara la aparición de adicciones.

Referencias bibliográficas: 

American Psychiatric Association. (2013). Manual

diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Quinta edición. DSM-V. Masson, Barcelona. 

Davidson, K.M. & Tyrer, P. (1996). Cognitive therapy for

antisocial and borderline personality disorders. Single case study series. British Journal of Clinical Psychology, 35 (3), 413429. 

Quiroga, E. & Errasti, J. (2001). Tratamientos psicológicos

eficaces para los trastornos de personalidad. Psicothema, Vol. 13, nº 3, pp. 393-406. Universidad de Almería y Universidad de Oviedo. 

Santos, J.L. ; García, L.I. ; Calderón, M.A. ; Sanz, L.J.; de

los Ríos, P.; Izquierdo, S.; Román, P.; Hernangómez, L.; Navas, E.; Ladrón, A y Álvarez-Cienfuegos, L. (2012). Psicología Clínica. Manual CEDE de Preparación PIR, 02. CEDE. Madrid. https://psicologiaymente.com/psicologia/conducta-antisocial

Conducta antisocial: qué es, factores de riesgo y trastornos asociados Este concepto psicológico se utiliza para englobar comportamientos que dañan a los otros. por Isabel Rovira Salvador Comparte

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La violencia física es una consecuencia frecuente de la conducta antisocial. Francisco de Goya: Duelo a garrotazos      

Las conductas que llevamos a cabo de manera individual como miembro de una sociedad, pueden servir tanto para preservar y mantener la convivencia como para perturbarla, o alterar el clima y la armonía de esta. Es decir, existen conductas prosociales y, también, conductas antisociales.

A lo largo de este artículo revisaremos la concepción y características de las conductas antisociales, así como las factores de riesgo y los diagnósticos que se le asocian. 

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distintas clases de agresión)"

¿Qué es la conducta antisocial? Por conducta antisocial entendemos al conjunto de comportamientos, prácticas o actuaciones que tienen como objetivo la perturbación del orden social o la agresión a este. De la misma manera, todos aquellos discursos que fomentan este tipo de actos, también son considerados como parte de las conductas antisociales. Tradicionalmente, estos actos y comportamientos han sido categorizados como transgresiones, abusos, infracciones o delitos juzgados y sancionados tanto por la ley, como por la sociedad en general. Las personas con conducta antisocial pueden establecer el foco de su actuación tanto en espacios o propiedades ajenas, mediante actos de vandalismo, robos o atracos, como con la intención de perjudicar otras personas mediante agresiones, ataques y ofensas, así como abusos y acoso. 

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¿Cuáles son sus principales características? El principal problema que existe ante la necesidad de establecer qué puede ser considerado una conducta antisocial y qué no, ya que la definición de conducta antisocial como toda aquella conducta o comportamiento que viole las normas sociales o los derechos de las personasengloba una cantidad demasiado grande y variedad de actos. Por ejemplo, no lo mismo juzgar como conducta antisocial un atraco, que una pintada en una pared, que una manifestación en contra de alguna ley o situación injusta. Sin embargo todas ellas están orientadas a alterar el orden establecido. El hecho de que exista tanta flexibilidad en cuanto a la interpretación de ciertos comportamientos como conductas antisociales supone un problema en la sociedad actual. Además, existe la percepción de que en los últimos años el número de conductas antisociales ha aumentado considerablemente, puede ser que como respuesta a los cambios y fenómenos sociales y económicos vividos. Además, hay que tener en cuenta en cada cultura o sociedad puede determinar una serie de pautas o normas establecidas que regulen de manera aproximada qué conductas son consideradas como una agresión u ataque a la sociedad y cuáles no. No obstante, existen una serie de factores que pueden resultar útiles a la hora de evaluar y distinguir una actuación como antisocial:



Evaluación de la severidad de los actos.



Evaluación de la actuación en cuanto a alejamiento de

las pautas establecidas socialmente. 

Contexto sociocultural en el se lleva a cabo.

Teniendo en cuenta estos factores, podemos determinar que, por el momento, no existen criterios objetivos y claros que sirvan como guía para evaluar y calificar la conducta antisocial, así como para determinar de manera exacta qué actos deben de quedar apartados de esta etiqueta. A pesar de esto, podemos establecer que las conductas antisociales son aquellos actos que infringen las reglas o normas sociales que regulan la convivencia, siempre y cuando estas presenten un grado de severidad superior al de todas aquellas conductas que se lleven a cabo en el día a día de las personas.

¿Qué los causa o qué factores de riesgo existen? Otro de los terrenos que investigan algunas disciplinas como la sociología, la psicología, la criminología o incluso la legislación, son tanto las causas como los factores de riesgo que pueden predisponer a la población en general a efectuar cualquier tipo de conducta antisocial. Aunque no se conocen las causas exactas por las que una persona puede desarrollar una conducta antisocial, existen una serie de factores de riesgo que pueden aumentar la probabilidad de desarrollar una conducta antisocial.

Estos factores se dividen en factores individuales, familiares y de contexto.

1. Factores individuales Elementos como el temperamento o la personalidad, así como la impulsividad y los problemas de atención o la dificultad para adaptarse a los cambios pueden ser factores de riesgo básicos para el desarrollo de conductas antisociales. Igualmente, la falta de habilidades para resolver problemas, un bajo ajuste escolar o social y una carencia de habilidades sociocognitivas, dificultan que la persona encuentre alternativas eficaces y satisfactorias en la resolución de conflictos más allá de las conductas antisociales. 

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2. Factores familiares El ambiente familiar así como los estilos de crianza son esenciales a la hora de favorecer la aparición o desarrollo de conductas antisociales. Experiencias como la separación de los padres, los cambios de hogar o vivencias de situaciones más extremas de abuso o violencia doméstica pueden resultar desencadenantes para estas conductas. Además, estilos de crianza inadecuados como los estilos muy permisivos o autoritarios también pueden ejercer un fuerte efecto en ellas.

3. Factores ambientales El contexto sociocultural, la influencia de los medios de comunicación, de la escuela, los grupos de iguales o algunas instituciones, agrupaciones o asociaciones también pueden favorecer o alentar las reacciones agresivas, violentas o coléricas de algunas personas.

Diagnósticos asociados Aunque estas conductas no tienen porqué darse como consecuencia o en asociación con alguna patología psicológica o trastorno. Existen una serie de diagnósticos en los que aparecen este tipo de conductas de manera reiterada.

1. Trastorno antisocial de la personalidad Según los criterios del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-IV), el trastorno antisocial de la personalidad se define por la aparición de un patrón de conducta que revela un desprecio general de las normas y los derechos de los demás. Los principales síntomas o señales de este diagnóstico incluyen la infracción de las normas, el engaño y la manipulación como los principales rasgos distintivos de este trastorno. Así como la impulsividad, la falta de remordimientos o la despreocupación por la seguridad ajena.

Para que pueda realizarse dicho diagnóstico, la persona debe de tener más de 18 años, de lo contrario se considera como trastorno disocial de la personalidad.

2. Trastorno disocial de la personalidad En este segundo caso, los comportamientos son prácticamente iguales que los del trastorno antisocial de la personalidad, pero con la diferencia de que se manifiestan en una edad más temprana, concretamente en la etapa infantil o durante la adolescencia. Estos comportamientos categorizados como antisociales deben darse de manera recurrente y ser cualitativamente mucho más graves que las conductas típicas de rebeldía que se esperan a dicha edad https://psicologiaymente.com/personalidad/diferenciaspersonalidad-antisocial-asocial

Diferencias entre la personalidad antisocial y la personalidad asocial Estos tipos de patrones de comportamiento pueden ser confundidos. Te contamos cómo distinguirlos. por Alex Figueroba

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Aunque la personalidad antisocial y la asocial se confunden con frecuencia en el lenguaje común, lo cierto es que se trata de dos formas de ser muy distintas: la primera es considerada patológica ya que se asocia con perjuicios a otras personas (comportamientos antisociales), mientras que la asocialidad se refiere a la falta de interés por la interacción. En este artículo describiremos de forma detallada en qué consisten y en qué se diferencian la personalidad antisocial y la disocial. Para ello nos basaremos principalmente en los criterios diagnósticos del manual psicológico DSM-IV, así como en aportaciones de otros expertos. 

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¿Qué es la personalidad antisocial? La personalidad antisocial se considera un tipo de trastorno psicológico crónico. El DSM-IV lo recoge como “Trastorno antisocial de la personalidad” dentro de la categoría

“Trastornos de la personalidad”; en el caso de la CIE 10 está incluido entre los “Trastornos específicos de la personalidad”. El trastorno antisocial de la personalidad se caracteriza por comportamientos recurrentes que implican el desprecio y/o la violación de los derechos del resto de personas. Según el DSM-IV deben cumplirse al menos 3 de los siguientes criterios diagnósticos: 

Incumplimiento repetido de las leyes que puede llevar a

detenciones. 

Mentiras y comportamientos deshonestos con el objetivo

de obtener beneficios o placer. 

Impulsividad y falta de planificación del futuro.



Irritabilidad y agresividad que se manifiestan en

agresiones físicas y/o verbales. 

Falta de preocupación por la seguridad propia y/o la de

los demás. 

Irresponsabilidad mantenida; por ejemplo, incapacidad

de cumplir con las obligaciones económicas y laborales. 

Ausencia de remordimientos con respecto a los

comportamientos dañinos. Para poder diagnosticar el trastorno antisocial de la personalidad es necesario que la persona tenga al menos 18 años, así como que algunos de los criterios descritos hayan estado presentes desde los 15 años o con anterioridad.



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El trastorno disocial como manifestación temprana Antes de la mayoría de edad los comportamientos antisociales persistentes se clasifican con la etiqueta “Trastorno disocial”, que el DSM-IV incluye en la categoría “Trastornos por déficit de atención y comportamiento perturbador”, a su vez uno de los apartados de la macrocategoría “Trastornos de inicio en la infancia, la niñez o la adolescencia”. Los criterios diagnósticos del trastorno disocial también se focalizan en la violación de los derechos de otras personas. En particular los criterios se categorizan en cuatro bloques: agresión a personas y animales (crueldad física, robo a mano armada, etc.), destrucción de la propiedad (p. e. provocar incendios), fraudulencia o robo y violaciones graves de normas. El trastorno disocial es considerado el precursor del trastorno antisocial, más grave ya que se produce en etapas más avanzadas del desarrollo. Cuanto más temprano aparezcan los síntomas (“Trastorno disocial de inicio en la infancia”), más probable es que resulten graves y que se mantengan al llegar a la edad adulta como trastorno antisocial de la personalidad.

Definiendo la asocialidad

El término “asocial” se utiliza para describir a las personas que no sienten interés por la interacción social o bien que prefieren estar solas. Se trata de una característica no patológica propia sobre todo de las personas muy introvertidas, si bien en la sociedad actual, dominada por las

personalidades extrovertidas, suele ser vista como problemática. Hans Eysenck propuso que el grado de extraversión de las

personas depende de la actividad del sistema nervioso central, concretamente del sistema activador reticular ascendente (SARA). Las personas extrovertidas tienen un nivel de activación bajo, por lo que requieren mucha estimulación externa; lo opuesto sucede con las introvertidas. En este sentido, parece probable que muchas personas calificadas como asociales sean simplemente muy introvertidas, hasta el punto de que la estimulación externa, incluyendo la de tipo social, llegue a resultarles más o menos desagradable. Los factores ambientales también pueden influir en el desarrollo de este tipo de personalidad, por otra parte. Al no ser una patología los manuales diagnósticos no recogen ningún “trastorno asocial de la personalidad”, como sí sucede con el antisocial. No obstante, algunos trastornos psicológicos se relacionan claramente con la falta de interés social y con la ausencia de placer en la interacción con otras personas. 

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fobia social"

Trastornos psicológicos relacionados Existen varios trastornos de personalidad recogidos en el DSM-IV que se caracterizan de forma notable por la asocialidad. En particular el trastorno esquizoide de la personalidad se define como un patrón de conducta en que predominan la tendencia al aislamiento, la frialdad emocional, la apatía y la falta de interés por las relaciones sociales. El trastorno esquizotípico también se relaciona con la asocialidad, aunque en este caso la falta de contacto social se debe más a la ansiedad social (que no disminuye con la familiaridad) y a los comportamientos extravagantes. En la esquizofrenia, que guarda relación con este trastorno y el anterior, pueden darse signos asociales similares. Las personas con trastorno de personalidad por evitación, por otra parte, querrían relacionarse más pero se ven superados por la ansiedad y por el miedo a hacer el ridículo. El trastorno evitativo es considerado una manifestación extrema de la fobia social (o ansiedad social), en la que también se pueden presentar conductas asociales. 

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¿En qué se diferencian? Ciertamente existen pocas similitudes entre estos dos tipos de personalidad; la frecuente confusión entre la antisocialidad y la asocialidad se debe fundamentalmente al parecido

superficial entre las dos palabras, más que al hecho de que compartan características. En concreto, habitualmente se utiliza la palabra “antisocial” para describir conductas asociales, es decir, relacionadas con la falta de interés por las relaciones sociales. Sin embargo, el concepto de la personalidad antisocial hace referencia a las acciones contra la sociedad y quienes la componen, no al rechazo pasivo de la interacción social. El prefijo “anti-” significa “opuesto a”, “contra” o “que previene”; así, de forma literal las personas antisociales son aquellas que se oponen a las normas sociales y/o que actúan contra los demás. En cambio el prefijo “a-” indica negación o ausencia (podríamos traducirlo como “sin”), de modo que la asocialidad sería la falta de interacción social. En cualquier caso, y dado que se trata de dos dimensiones de personalidad distintas, la antisocialidad y la asocialidad no tienen por qué excluirse una a la otra. De hecho, es relativamente habitual que las personas con trastorno antisocial sientan cierto grado de rechazo a la interacción social, de un modo que podríamos calificar como misántropo.