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Tema 28: Al-Andalus: política, sociedad y cultura. Tema 28 Al-Andalus: política, sociedad y cultura. Rafael Montes Guti

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Tema 28: Al-Andalus: política, sociedad y cultura.

Tema 28 Al-Andalus: política, sociedad y cultura. Rafael Montes Gutiérrez

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Copyright © RAFAEL MONTES GUTIÉRREZ 2016 I.S.B.N. – 13 -978-84-616-5907-4

Tema 28: Al-Andalus: política, sociedad y cultura.

TEMA 28: Al-Andalus: política, sociedad y cultura. Resumen. Desde la perspectiva musulmana la conquista de la Península Ibérica fue una fase más dentro del largo proceso de expansión del Islam. Su evolución política está caracterizada por las constantes luchas internas, que llevan a la proclamación de un emirato independiente de Badgad, y finalmente a la creación de su propio califato. Tras las crisis de este, la formación de pequeños reinos independientes, y de las invasiones de dos dinastías africanas, el último reino musulmán peninsular fue el reino nazarí de Granada, que se mantuvo hasta 1492, cuando fue ocupado por los Reyes Católicos. Al-Andalus estuvo constituida por una amalgama de pueblos muy diversos, musulmanes y no musulmanes, que alcanzaron un importante desarrollo económico y cultural a lo largo de la Edad Media. El desarrollo de este tema seguirá el siguiente esquema: 1. Orígenes: la conquista del reino visigodo de Toledo 2. Evolución política: del Emirato Dependiente al Reino Nazarí Emirato dependiente de Damasco 711-756 Emirato independiente de Bagdad 756-912 El califato de Córdoba 912-1031 Primeros reinos taifas 1031-1090 Dominio almorávide 1090-1145 Segundos reinos taifas 1145-1175 Los almohades 1175-1231 Terceros reinos taifas 1231-1238 El reino nazarí de Granada 1238-1492 3. Bases económicas 4. Estructura social 5. La cultura andalusí

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A nivel curricular los contenidos de este tema pueden ser trabajados en la asignatura de Geografía e Historia en 2º ESO, y en la asignatura de Historia de España en 2º de Bachillerato, tal y como establecen los siguientes currículos1: - Para ESO el Decreto 48/2015, de 14 de mayo. - Para Bachillerato el Decreto 52/2015, de 21 de mayo.

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Ejemplo válido para la Comunidad Autónoma de Madrid. Cada opositor debería personalizar esta introducción curricular adaptándola al currículo de la comunidad autónoma por la que se presente. La distribución de los contenidos de primer ciclo de la ESO (1º, 2º y 3º) varían entre comunidades autónomas.

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1. ORÍGENES: LA CONQUISTA DEL REINO VISIGODO DE TOLEDO Miguel Ángel Ladero Quesada, en su Historia Universal La edad Media (1997), sostiene que a principios del año 710 los árabes se hallaban establecidos en el norte de Marruecos, concluyendo la conquista del Magreb central. El gobernador de Ifriquiya (Túnez y Argelia), Musa Ibn Nusayr, decidió intentar la conquista del litoral peninsular sin consultar con el califa omeya de Damasco. Esta conquista se vio favorecida por la guerra civil que vivía el estado visigodo. El grupo defensor de los derechos de Akhila, hijo de Vitiza, solicitó el apoyo de Musa, que aceptó la invitación en el año 711. Tras una primera expedición de reconocimiento, el lugarteniente de Musa, Tariq, formó un ejército de siete mil hombres (en su mayoría beréberes). Ayudado por el exarca de la ciudad de Ceuta —el conde don Julián—, atravesó el estrecho que lleva su nombre (Gibraltar), en abril o mayo del 711. Poco después tuvo lugar el primer enfrentamiento con las tropas del rey Rodrigo junto al río Guadalete, al oeste de Tarifa, donde fue abandonado al principio de la batalla por los vitizanos. Este encuentro finalizó con la derrota de los visigodos, quedando abiertas las puertas para la conquista de Andalucía. En las proximidades de Écija una masa de población deseosa de escapar a la servidumbre se unió a Tariq, mientras que los judíos andaluces le prestaron también su apoyo. A principios de octubre del 711, Tariq se apoderó de la ciudad de Córdoba, y poco después la capital visigoda, Toledo, cayó sin ofrecer resistencia. Musa Ibn Nusayr pasó a la península en junio del 712 con un ejército de dieciocho mil hombres, en su mayoría árabes. Tras conquistar Sevilla y Mérida se reunió con Tariq en Toledo y se dirigió a Zaragoza, cuya conquista supuso la dominación del valle del Ebro. En el verano del 714, Musa y Tariq fueron llamados por el califa omeya, al-Walid, dejando Hispania conquistada casi en su totalidad. Durante el mandato de Abd al-Aziz (714716), hijo de Musa Ibn Nusayr, los musulmanes prosiguieron la conquista de las regiones subpirenaicas: tomaron Pamplona, Tarragona, Barcelona, Gerona y Narbona. Además, Abd al-Aziz completó el dominio del actual Portugal, pacificó Andalucía y se apoderó de la región de Murcia. Desde la perspectiva peninsular, la invasión se debió a la conjura de judíos y vitizanos o, tal como cuenta la leyenda, a la venganza del conde don Julián, gobernador de Ceuta, al ver a su hija deshonrada por Rodrigo. Para los musulmanes fue una etapa más en un largo proceso de expansión.

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El contacto con la población autóctona se realizó de tres maneras diferentes, con enfrentamiento militar, la capitulación, o el pacto, aunque siempre tuvo el mismo resultado: el sometimiento de los hispanogodos. Las dos últimas opciones fueron las más usadas debido a la necesidad de contar con hombres para la explotación de los recursos de la península. Los musulmanes sustituyeron a la clase terrateniente visigoda que optaba por huir. Prueba de ello es el Pacto de Teodomiro del año 713, que muestra la voluntad de los invasores de formalizar un modo de vida con los habitantes. Los árabes no impusieron la religión musulmana a las poblaciones de la España recién conquistada; aquéllas pasaron a formar parte de las "gentes del libro", es decir, de los adeptos a las religiones reveladas. Al igual que las comunidades judías de las localidades visigodas, los cristianos pudieron conservar el ejercicio de su culto, aunque se convertían en tributarios (dimmíes) sujetos al pago de impuestos especiales. Numerosos habitantes de la península optaron por su conversión al Islam, lo que les confería el disfrute del estatuto personal de los musulmanes de nacimiento. Estos neomusulmanes formaron los núcleos más numerosos de la población en el sur y este de la península, y eran conocidos por el nombre de muladíes. Quienes no quisieron adoptar la religión islámica fueron llamados mozárabes; a mediados del siglo VIII constituyeron las comunidades más numerosas y prósperas de Toledo, Córdoba, Sevilla y Mérida. La inmigración árabe se prolongó durante todo el siglo VIII. Al núcleo de población más antiguo se unió un contingente de jinetes de las circunscripciones militares de Siria (yundíes), comandados por el general qaysí sirio Baly. Tomaron parte activa en las luchas internas que dividían a los árabes en suelo ibérico y se instalaron en Córdoba, asegurando la supremacía qaysí. Más tarde se dio el título de baladiyyun o árabes instalados en el país a los que habían llegado con Musa Ibn Nusayr. Los árabes se asentaron en las ciudades del bajo Guadalquivir, en el litoral del sur peninsular, en los valles del Genil, Tajo y Ebro, y en las huertas del Levante. Otro grupo étnico que desempeñó un papel capital en la conquista es el de los beréberes. Se establecieron en las zonas montañosas de la península, ocupando las tierras altas de la meseta central. Eran numerosos en el Algarve, Extremadura, serranías de Ronda y Málaga, y en las dos vertientes de Sierra Nevada. Este mosaico de gentes dio al poblamiento de Al-Andalus un carácter original, aunque constituyó a la larga un importante obstáculo para la unidad y pacificación del país. A partir de entonces la organización política de Al-Andalus estaba fundamentada en cuatro grandes pilares: a) El poder absoluto del emir o del califa tanto de la administración como del ejército; el califa disponía de poderes espirituales y temporales que lo convertían en un monarca absoluto por derecho divino. Existía una cancillería y un servicio postal para comunicarse con los walíes, que eran los gobernadores de las provincias. b) La administración. El país queda

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dividido en provincias (22 coras) confiadas a los walíes, miembros de la aristocracia árabe o local y usufructuarios de los poderes civiles y militares del emir o califa. Se respetaban las instituciones locales con la participación de funcionarios mozárabes. La administración central se dividía en diwanes (ministerios), a cuyo frente se situaba un visir, estando al frente de todos ellos un primer ministro o hachib. c) El ejército. Para no fortalecer las coras fronterizas, éstas contaban con pocas tropas concentradas en puntos fortificados; el ejército se localizaba en la capital (Córdoba) bajo la autoridad directa del emir o califa. Estaba formado por mercenarios bereberes y eslavos. d) La Hacienda. El Corán establecía dos tipos de impuestos: para los musulmanes, el diezmo o limosna; y para la población autóctona el impuesto territorial (jarach) y el impuesto personal (chizya) (este último si se convertían al Islam dejaban de pagarlo, en teoría, porque en la práctica se mantuvo). También introdujeron la gabala, un impuesto sobre todos los productos comprados y vendidos. 2. EVOLUCIÓN POLÍTICA: DEL EMIRATO DEPENDIENTE AL REINO NAZARÍ EMIRATO DEPENDIENTE DE DAMASCO 711-756 Durante el emirato dependiente de Damasco, Al-Andalus era una provincia del Imperio Omeya con gobernadores árabes relacionados con Kairuán, en el norte de África. Hay que señalar las guerras civiles entre las dos principales tribus árabes y las de estas contra los berberiscos, que se hicieron jariyíes (disidentes) al sostener la igualdad de todos los creyentes sin tener en consideración las diferencias étnicas. Su penetración en Francia fue detenida en el año 732 cuando Abd-Al Rahman Al Gafeki es derrotado por Carlos Martel en Poitiers, al sur de las Galias. EMIRATO INDEPENDIENTE DE BAGDAD 756-912 Abd-Al Rahman I, único superviviente Omeya, se apoderó de Al-Andalus con la ayuda de los yemeníes al vencer en la batalla de Alameda (mayo del 756) a Yusuf y Somail, fundando el emirato independiente de Al Andalus, que reconocía sólo la autoridad religiosa del califa de Bagdad. Sin embargo, la unificación interior fue imposible, pues los yemeníes, los beréberes, los árabes y los cristianos del Norte mantuvieron su reinado en perpetuo estado de guerra. Su sucesror Hisham I buscó el apoyo de los alfaquíes (chiítas) para dar mayor estabilidad a su gobierno. Con AlHakam I comenzaron las sublevaciones de toledanos, renegados del arrabal de Córdoba, renegados de Sevilla, mozárabes y muladíes, que continuaron durante los reinados de Abd-Al-Rahman II, Mohammed I, Almondhir y Abdallah.

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EL CALIFATO DE CÓRDOBA 912-1031 Abd-Al-Rahman III (912-961) sofocó la sublevación de Omar —muladí de Bobastro—, que pretendía dignificar la posición muladí. Después de la conquista de Bobastro en el 929 se autoproclamó Califa, dejando de reconocer la autoridad religiosa de Bagdad y convirtiéndose en monarca absoluto de derecho divino. Recuperó Sevilla y controló las Marcas fronterizas que hasta entonces actuaban independientemente, tomó Badajoz de manos de los muladíes de Marwan en el 929 (marca inferior), la marca media (Toledo) en el 932 y la marca superior (Zaragoza) después de varias tentativas. Las relaciones con los cristianos se mantuvieron en equilibrio, aunque inclinándose hacia el lado musulmán. En el 920 derrotó a León y Navarra en Valdejunquera, y en el año 924 la campaña de Pamplona también fue favorable a los árabes. Ramiro II de León venció en la batalla de Simancas (939) al nuevo califa, pero a su muerte el conflicto interior del reino de León fue aprovechado por el califato para intervenir militarmente. En África conquistó Ceuta y Melilla además de conseguir el reconocimiento de su soberanía al oeste de Argel. Sin embargo, durante los últimos años de su gobierno la campaña fatimí del 959 dejó en su poder sólo Tánger y Ceuta. Al-Hakam II (961-976) era menos enérgico que su padre y más interesado por las artes y las letras. Su reinado fue la época más brillante de Al-Andalus, donde se dieron cita la fortaleza política y el esplendor cultural, y además los sabios supieron revitalizar la doctrina malequí (sunnitas). En el 963 derrotó a León, Castilla y Navarra, conquistando San Esteban de Gormaz y Atienza. El establecimiento de los fatimíes en Egipto en el 969 fue aprovechado para restablecer el protectorado Omeya en Marruecos. Los Normandos atacaron las costas atlánticas pero no pasaron de ser meros amagos de invasión. Le sucedió su hijo Hisham II (976-1009), con tan solo 8 años de edad. La Guardia Eslava de palacio intentó poner en el trono a un hermano de Al-Hakam II pero fracasó. El visir Ibn Abi Amir (Almanzor) —al cual se había confiado la tutela del heredero— inició su gobierno convirtiéndose en hachib. Los amiríes gobernaron durante el reinado de Hishan II. El primero de ellos fue Almanzor (976-1002), que en los cinco primeros años de mandato eliminó a la guardia eslava, se acercó a los beréberes y realizó una campaña militar en Galicia. Debido a que los alfaquíes siempre lo vieron como un usurpador, trató de mejorar su imagen mediante la yihad (guerra santa). Aprovechó la debilidad cristiana del supuesto fin del mundo del año mil para la realización de razzias. En el 981 —tras la campaña de Zamora— recibió el sobrenombre de “el victorioso por Allah” (al-mansur

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bi-llah). En 985 saqueó Barcelona, en 987 Coimbra, en 997 Santiago de Compostela, y en 999 Pamplona (Catalañazor fue en realidad otra derrota cristiana). En 1002 destruyó el Monasterio de San Millán de la Cogolla, y al regresar de esta campaña murió en Medinaceli. Abd Al-Malik (1002-1008), su hijo, le sucedió tras la aceptación de Hisham II como hachib; continuó la política de su padre al fortalecer a los beréberes y realizar nuevas incursiones victoriosas. A su muerte, un hijo ilegítimo de Almanzor llamado Abd-Al-Rahman Sanchuelo fue nombrado por Hisham II chambelán. Su incapacidad y su aspiración al Califato provocaron las disputas entre árabes, eslavos y beréberes, y en medio del conflicto el califa fue obligado a abdicar y Sanchuelo fue asesinado. La desintegración del Califato se desarrolló entre los años 1009-1031; es un período de enorme confusión y conflictividad. El enriquecimiento de berberiscos y eslavos les llevó a reclamar una mayor participación política contra los árabes; todos estaban enfrentados entre sí y controlaban al califa. Los Califas se sucedieron sin que ninguno llegase a reinar verdaderamente. En 1031, tras la muerte de Hisham III, el gobierno pasó a un Consejo de Estado. PRIMEROS REINOS TAIFAS 1031-1090 El califato se dividió en 26 reinos taifas, berberiscos al sur, eslavos al este, y andalusíes —que crecieron a costa de los anteriores— en el interior y fachada Atlántica. Los más importantes fueron Valencia, Granada, Badajoz, Toledo, Murcia y Zaragoza, acabando este último por dominar el área levantina. En Córdoba se organizó un simulacro de República. En Sevilla los abadíes consiguieron formar el reino más poderoso y su rey Almotámid consiguió que muchos príncipes acataran el poder de Sevilla. La caída de Toledo a manos de Alfonso VI en 1085 provocó la reacción sevillana que reclamó ayuda a los almorávides. La principal característica de los reinos taifas es el establecimiento del sistema de parias, que consiste en la contratación de servicios militares (tropas cristianas como mercenarios, sirva de ejemplo el Cid respecto al rey de Zaragoza), o bien el pacto de alianza y protección mediante el cual el musulmán paga al cristiano la paz y su ayuda ante sus enemigos. El pago obligó a los musulmanes a rebajar su moneda y a aumentar sus impuestos, provocando un descenso en las actividades económicas y aumentando las revueltas populares. Para sofocar estas revueltas había que recurrir a las tropas cristianas y pagar nuevas parias. Como se puede comprobar, el sistema suponía la destrucción de los taifas. DOMINIO ALMORÁVIDE 1090-1145

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Los Almorávides —ortodoxos alfaquíes— eran una federación de tribus beréberes del Sáhara dirigidos por la tribu sinhacha, que gobernaron en el Norte de África entre los años 1056-1147. En el año 1086 cruzaron el estrecho en apoyo del taifa de Sevilla, derrotando a Alfonso VI en Sagrajas. En 1090, Yusuf ibn Tashufin, su líder, realizó el desembarco definitivo. Entre los años 1090-1094 conquistaron los taifas más importantes. A lo largo del periodo 1094-1114 tomaron la zona levantina, Valencia cayó en 1102 tras la muerte del Cid, vencieron en Uclés —donde murió Sancho, hijo de Alfonso VI— en 1108, y luego tomaron el Valle del Ebro al caer Zaragoza en 1110. El régimen político que establecieron fue esencialmente militar: a un walí del emir africano se hallaban subordinados los gobernantes de las ciudades, que eran los jefes de la guarnición almorávide. La suspensión de las parias y el oro que venía de Senegal contribuyó a fortalecer su economía, como muestra su moneda de calidad. Sin embargo, tenían muchos enemigos tanto dentro como fuera de la península; en 1118 Zaragoza fue conquistada por Alfonso I el Batallador, que además se llevó a los mozárabes a repoblar las tierras del valle del Ebro. La pérdida de esta población y los gastos bélicos contra Alfonso VII de Castilla supusieron un aumento de los impuestos y un descenso de las actividades económicas. Su fin estaba próximo. SEGUNDOS REINOS TAIFAS 1145-1175 El descontento popular se tradujo en las sublevaciones de los años 1144-1145 por todo Al-Andalus; las guarniciones almorávides fueron sustituidas por unos reyezuelos que han sido llamados Segundos Reinos Taifas. Estos reinos vivieron enfrentados entre sí y contra los cristianos. Ante el avance cristiano algunos de ellos solicitaron ayuda a los almohades, vencedores de los almorávides en el Norte de África. LOS ALMOHADES 1175-1231 Los Almohades —unitarios ortodoxos extremos— eran una federación de tribus beréberes del Atlas que gobernaron el Norte de África entre los años 11301269; su líder fue Ibn Tumart. Alcanzaron las costas peninsulares en 1175 y consiguieron la sumisión de los taifas. El rey Lobo de Valencia les hizo frente hasta su muerte, y también los almorávides Banu Ganiya resistieron en las Baleares hasta 1203. Consiguieron recuperar cierto territorio a los cristianos derrotando a Alfonso VIII de Castilla en Alarcos (1195). Sin embargo, la Cruzada organizada por Inocencio III contra los almohades terminó con la sonora victoria de Las Navas de Tolosa de 1212 que provocó la crisis de su Imperio, debilitado a su vez en sus propios dominios

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africanos por los benimerines, tribu bereber sahariana que gobernó en Marruecos entre 1250-1467. TERCEROS REINOS TAIFAS 1231-1238 En 1224 algunos gobernadores almohades se proclamaron independientes, haciéndolo así también en el resto del territorio los señores andalusíes; de este modo se formaron los Terceros Reinos Taifas. Uno de los más importantes fue el taifa de Murcia, gobernado por Ibn Hud, que consiguió hacer reconocer su autoridad en la mayor parte de los restantes y expulsar a los almohades en 1231; a su muerte en 1235 dejó un vacío de poder que fue ocupado por los cristianos. Fernando III de Castilla y Jaime I de Aragón aprovecharon la ocasión para reducir la España musulmana al Reino Nazarí de Granada, estado de linaje sirio que se extendía desde Tarifa al Cabo de Gata. Su relieve, el poder económico que supuso como fuente de ingresos para los cristianos y las vicisitudes internas castellanas de siglo XIV permitieron su subsistencia hasta 1492. EL REINO NAZARÍ DE GRANADA 1238-1492 Formación del reino (1238-finales del siglo XIII). El reino fue creado en 1238 por Mohammed I ben Yusuf ben Násr, que se benefició de la muerte de Ibn Hud para extenderse por Málaga y Almería. Antes había apoyado a Castilla en la conquista de Córdoba en 1236, lo que le permitió establecerse en 1246 tras la conquista castellana de Jaén cuando el granadino se reconoce vasallo de Castilla y apoya en la conquista de Sevilla en 1248. Aragoneses y castellanos intentaron apoderarse del reino en varias ocasiones, pero su falta de cooperación lo impidió. La conquista de Tarifa por Sancho IV de Castilla con ayuda granadina fue causa de una guerra, ya que el rey castellano no entregó la plaza a Mohammed II como había prometido. Los nazaríes solicitaron el auxilio de los benimerines, que no dejaron de intervenir en Al-Andalus hasta 1340, cuando Alfonso XI les derrotó en la Batalla del Salado. Crisis interna (primer tercio del siglo XIV). Es un período de luchas internas (los alcayuela, descendientes de los tuchibíes de Zaragoza, recibieron ayuda de Castilla en sus pretensiones), luchas externas (intervenciones nazaríes apoyando a la nobleza castellana contra su rey) y cambios de alianzas y treguas para subsistir (Mohammed III fue obligado a abdicar cediendo el trono a su hermano Nasr, lo que provocó la conspiración de Ismail I, que conquistó el poder con intervención castellana). Con Muhammad IV (1325-33) se reiniciaron las conjuras internas y las presiones del exterior. El ejército granadino consiguió algunas victorias y los

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benimerines tomaron Gibraltar en 1333, que estaba en manos castellanas desde 1308. Esplendor Nazarí (dos últimos tercios del siglo XIV). El triunfo de Castilla en Salado y la toma de Algeciras de 1344 puso fin a la batalla del Estrecho donde intervinieron Portugal, Aragón, Génova y Túnez. Yusuf I (1333-54) aseguró las fronteras con una red de atalayas y fortificaciones. El reinado de Mohammed V (1354-59 y 1362-91) coincidió con la crisis de Castilla, lo que permitió la recuperación de algunas plazas. Entre 1359-62 tuvo lugar una crisis dinástica con los reinados de Ismail II y Mohammed VI, que al morir fue sucedido otra vez por Mohammed V. Sus últimos años de gobierno fueron de paz y prosperidad económica gracias a la industria sedera y al comercio de los puertos de Málaga y Almería. Declive (siglo XV). El final del reino nazarí fue ocasionado por la permanente guerra civil del siglo XV. Con los reinados de Mohammed VII, VIII y IX, destacaron las guerras de los abencerrajes. Entre 1482-92 se desarrolló la Guerra de Granada iniciada por la nobleza andaluza; en esos momentos el reino granadino se encontraba aislado porque los benimerines habían caído en el Norte de África, siendo la causa esencial de su derrota la guerra civil entre Muley Hacen, Boabdil —hijo del anterior que le arrebata el trono— y Muhammad De Saad, además de la creación de un ejército moderno con armas de fuego y artillería a manos de los Reyes Católicos. Granada, tras un largo asedio, abatida por el frío y la falta de víveres, capituló el 2 de enero de 1492. 3. BASES ECONÓMICAS La multiplicidad de centros urbanos en Al-Andalus, su prosperidad y sobrepoblación causaron una viva impresión en los viajeros y cronistas de la época. Los componentes esenciales de las ciudades hispanomusulmanas se basaban en la tradición oriental: un barrio central de negocios (medina) situado en las proximidades de la Gran Mezquita; en la periferia una línea de murallas, de cuyas puertas partían vías axiales que confluían en el núcleo; una serie de barrios residenciales secundarios, con calles de tortuoso trazado, donde vivía la mayoría de la población. Cada categoría profesional tenía sus emplazamientos de fabricación y venta fijados en algún barrio, aunque la mayoría de los oficios se hallaban agrupados en la medina. Había también núcleos comerciales secundarios, periféricos, en los que los habitantes podían efectuar sus compras sin necesidad de desplazarse. Los comercios de lujo se agrupaban en bazares. El comercio mayorista estaba monopolizado por los vendedores a comisión (yallas), quienes recibían de los fabricantes o los importadores los objetos manufacturados que vendían por cuenta propia. Los

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comerciantes al por mayor depositaban sus mercancías en unos almacenes llamados funduq; en ellos se procedía, además, a la subasta de los cereales y otros productos agrícolas. Las opiniones sobre el campesinado andalusí han derivado desde una concepción que lo consideraba liberado jurídicamente de la condición servil pero sometido a una férrea dominación económica de los grandes terratenientes y a la dura presión fiscal del estado, a otra visión en la que predominan comunidades campesinas (yamaat) propietarias de tierras pero, a la vez, no exentas de relaciones de explotación económica. Hubo, además, un sector de arrendatarios u obreros agrícolas que trabajaban —en condiciones variables— grandes y medianas propiedades que pertenecían a los grupos dirigentes urbanos. Tal y como nos muestran sus tratados de agronomía, los árabes de Al-Andalus adquirieron conocimientos edafológicos y avanzadas técnicas de laboreo que mejoraron la productividad. Distinguían a la perfección entre las tierras de secano (ba'l) y las de regadío (saqy). Las primeras estaban fundamentalmente dedicadas al cultivo de cereales, trigo y cebada, y de leguminosas, judías, habas y garbanzos. En tiempo de los omeyas se extendió considerablemente el cultivo del olivo, con los célebres olivares del Aljarafe al oeste de Sevilla. Al-Andalus exportaba aceite de oliva a través de la cuenca mediterránea, tanto al Magreb como a Oriente. Además, en la zona de secano de Al-Andalus los viñedos crecían al pie de las laderas olivareras. La fertilidad del suelo de regadío conlleva la profusión de huertas en la España musulmana. Maestros de la técnica hidráulica agrícola aprovecharon los sistemas de riego heredados de los romanos y se inspiraron, además, en técnicas asiáticas. El sistema de riego más sencillo consistía en redes de acequias (saqiya). El correcto aprovechamiento de los recursos acuíferos explica la variedad de los cultivos hortícolas, a los que deben añadirse numerosas especies de árboles frutales. Los árabes aclimataron en Al-Andalus algunos productos exóticos, como el arroz, el naranjo, la caña de azúcar, palmares, el algodón y la morera para la cría del gusano de seda. La ganadería ocupa un apartado importante en la economía de Al-Andalus. Mulas y asnos son los animales de tiro por excelencia, mientras que el caballo lo es de monta. La aparición del camello se remonta al período omeya, empleándose como animal de carga y transporte. Los bueyes se utilizaban para las labores del campo en las grandes explotaciones rurales. Abundaba el ganado ovino, siendo especialmente apreciado el de la sierra de Guadarrama. Se ha debatido ampliamente el tema de la existencia o no de una trashumancia a la que pudiera remontarse la que surgirá en los territorios dominados por los cristianos. El cerdo, aunque prohibido su consumo

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por el Islam, no faltó durante el califato, así como la cría de pollos, pichones, ocas y abejas. 4. ESTRUCTURA SOCIAL García de Cortázar y Sesma Muñoz, en su Manual de Historia Medieval (2008), consideran que las relaciones sociales jugaron un papel importante en la época del emirato y califato, aunque nuestro conocimiento del sistema es deficiente. En el mundo urbano predominaban los pequeños artesanos libres, muy diversificados en cuanto a los sectores productivos. La mano de obra esclava —casi exclusivamente de origen europeo— tenía un papel económico menor y se encontraba fundamentalmente en el ámbito doméstico o en pequeños talleres familiares. En el mundo rural, las estructuras sociales de tipo tribal parecen identificarse con los núcleos de población beréber. En cuanto a los árabes, se observa una evolución ascendente de importantes familias que vienen a sustituir a los linajes muladíes en progresivo declive. En el aspecto social la vida estuvo dominada por el elemento árabe. En teoría, la comunidad islámica o umma aglutina a todos los musulmanes, y se caracteriza por el fuerte sentido de solidaridad religiosa. La fe, las prácticas rituales, la organización de la vida familiar, los procedimientos jurídicos y el estilo de vida eran comunes a todos los creyentes. La aristocracia árabe, llamada jassa, era pequeña en número y vivía de los cargos políticos y de la posesión de tierras. Los musulmanes no árabes (sirios y beréberes) solían dedicarse al pastoreo y al ejército, y los eslavos (procedentes del Mar Negro hechos prisioneros por piratas) eran militares y ocupaban cargos en palacio. Los hispanogodos convertidos al Islam (muladíes) eran clientes (mawali) y tenían un estatuto jurídico idéntico al de los demás musulmanes, pero vivían una situación social inferior. Desde el principio chocaron con la barrera étnica que les impedía integrarse socialmente en el seno de la minoría dirigente, y contaban además con el rechazo de los árabes, que los consideraban como musulmanes de segunda. Tienen su origen en las conversiones masivas al Islam, en parte por la simplicidad de su dogma y en parte por el deseo de no pagar más impuestos. Sin embargo, los nuevos musulmanes convertidos no obtenían la plena igualdad con los árabes, aunque a medida que crecía su número y se alejaba el recuerdo de la conquista comenzaron a reivindicar su igualdad. Fuera de la comunidad islámica pero en estrecho contacto con ella, se encuentran los no musulmanes acogidos al estatuto de dimmíes y los esclavos. Los primeros (gentes del libro) cristianos (mozárabes) y judíos eran considerados como protegidos, tenían menos derechos que los musulmanes y podían practicar su religión y sus costumbres, pero por conservar estos privilegios pagaban más impuestos. Los

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mozárabes eran administrados por un comes y disponían de tribunales independientes; no se diferenciaban de los musulmanes en su lengua o vestimenta, por lo que cuando tuvo lugar la repoblación de los reinos cristianos se convirtieron en un sector social de difícil asimilación. A mediados del siglo IX, exaltados mozárabes encabezados por Perfecto, Álvaro y Eulogio, desafiaron a las autoridades cordobesas mediante el proseletismo, por el cual muchos de ellos se lanzaron a un martirio seguro; fue el inicio de la emigración mozárabe al norte. Los esclavos formaban una parte importante de la sociedad islámica, a cuya situación habían llegado por haber contraído deudas, por ser hijos de esclavos, o por haber sido capturados en una guerra en caso de no rendirse al imperio islámico. Aunque se suavizó la condición del esclavo, en ningún momento se planteó la abolición de la esclavitud. La población de Al-Andalus no sólo se diferenciaba por el status étnico sino también por el grado de riqueza, lo que prueba el carácter abierto de la sociedad islámica en comparación con la cristiana de la época. Desde este punto de vista distinguimos: la aristocracia (nobleza árabe, nobleza palatina y burocrática), clientes y libertos del príncipe, ricos mercaderes, terratenientes, artistas y sabios, la plebe urbana de artesanos y comerciantes, los campesinos amir, adscritos a la tierra, y campesinos sarik en régimen de aparcería o arrendamiento. 5. LA CULTURA ANDALUSÍ Los cronistas señalan como principales centros intelectuales los grandes núcleos urbanos: Córdoba, Sevilla, Toledo, Zaragoza, Granada, Málaga, Almería y Guadix. La enseñanza elemental, basada en relaciones de carácter privado entre un instructor asalariado y los padres de los alumnos, se orientaba en torno al Corán. Su finalidad era que los niños tuvieran una correcta escritura, buena dicción, recitaran armoniosamente los textos sagrados y supieran marcar los acentos y pausas al hablar. La universidad islámica (madrasa), existente en Oriente desde el 1065 (Bagdad), no aparece en Al-Andalus hasta el siglo XIV. Yusuf I fundó la de Granada en 1349, a donde acudieron maestros magrebíes. Las materias religiosas y disciplinas afines ocupaban un lugar preferencial, aunque se enseñaba también derecho musulmán, gramática y poesía. Las bibliotecas alcanzaron enorme importancia. En la España musulmana se hablaba árabe, berberisco, latín y romance, y además se formó un lenguaje mixto hablado por el pueblo llamado aljamía. El idioma oficial era el árabe en el que se escribieron la mayoría de las obras literarias. Los estudios filológicos dieron lugar a numerosas obras. A finales del siglo VIII e inicios del IX se introdujeron manuscritos orientales de gramática: esta disciplina recibió un gran impulso tras la llegada a Córdoba, en el 941, del filólogo iraquí Abu Alí al-Qali, del que destaca su obra El libro de las rarezas del lenguaje. Uno de los

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géneros más cultivados por los musulmanes andalusíes es el de la Historia. En el siglo IX recopilaron textos anónimos de carácter legendario, pero el primer historiador andalusí verdadero fue Ahmad al-Razi (muerto en 955), cuya Historia de al-Andalus fue publicada en español con el título “Crónica del moro Rasis”. Con los reyes taifas destacaron Ibn Hayyan, Ibn Hazm y el toledano Said. Un género de extraordinaria importancia en la España islámica medieval es el de la literatura geográfica. En buena medida inseparable del género histórico, fue cultivada por gran parte de los historiógrafos andalusíes. Así, Ahmad al-Razi fue el artífice de la eclosión de la geografía andaluza. Al-Idrisi compuso el “Libro de Roger”, en el que, partiendo de una división del mundo en siete climas, estudió todos los componentes geográficos de cada una de las regiones que los componían, de este a oeste. A partir del siglo XII surgió en el occidente musulmán un género original: el libro de viajes. Deben ser mencionados varios autores que vivieron en el siglo XIV: Ibn al-Jatib e Ibn Battuta, que dotó al género de nuevas perspectivas. La poesía arábigo-española se inicia escasos años después de la conquista. Su inspiración se basaba en las obras orientales, desde las odas preislámicas hasta las recopilaciones (diwan) de poemas de los poetas neoclásicos. La capital de la dinastía omeya, Córdoba, se convirtió en foco de intensa actividad poética. La conquista almorávide —con la que se abre un período de intolerancia y retroceso cultural— puso fin al esplendor de la poesía andalusí, mientras que se mantuvo viva con los almohades. Con los soberanos nazaríes volvió una época de esplendor poético, floreciendo formas habituales de la poesía clásica como la oda. Entre los poetas de Al-Andalus destacaron Ibn Darray al-Qastalli (muerto en 1030), su contemporáneo Ibn Hazm, autor del famoso Collar de la paloma —tratado en prosa sobre el amor que intercala elegantes poemas—, Ibn Zaydun (1003-1070), y el rey de Sevilla alMutamid. En la primera mitad del siglo XII destacó un género típicamente andaluz, el muwassah, oda compuesta en árabe clásico destinada a ser cantada. Las obras de carácter científico alcanzaron gran desarrollo. En medicina, farmacología, botánica, geometría, astronomía o agronomía se recuperó el conocimiento de los antiguos autores griegos y romanos, pero, asimismo, se compuso una importante obra original fruto de la observación de la naturaleza y de la experimentación. En Filosofía destacó una de las figuras más excepcionales de la Edad Media, Averroes, filósofo aristotélico cordobés que vivió en el periodo almohade. No hay que olvidar a Avempace, Abentofail y Averroes, que conciliaron la doctrina islámica con la obra de Aristóteles. Los mozárabes tuvieron su centro en Córdoba y Toledo y se ciñeron a temas teológicos; hay que destacar los relatos de las persecuciones de Eulogio y Álvaro. Entre los judíos destaca el poeta y filósofo neoplatónico Avicebrón —restaurador de la poesía hebraica—, y no se debe olvidar la figura de Maimónides y su interpretación del Talmud.

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CONCLUSIÓN La conquista de la Península Ibérica por los musulmanes se caracterizó por su rapidez y facilidad. El estado de descomposición en el que se encontraba el reino visigodo hispánico, sumido en disputas internas, facilitó la tarea de los árabes, quienes contaron además con la ayuda de algunos sectores de la población visigoda. La historia de Al-Andalus está jalonada por la conflictividad ocasionada por distintos sectores de su compleja sociedad: muladíes, mozárabes, judíos, esclavos, árabes, yemeníes, bereberes, etc., y sus tentativas de preeminencia económica y social. El momento de mayor esplendor de Al-Andalus se vivió durante la formación del califato de Córdoba, en el siglo X, periodo en el cual la capital cordobesa se convirtió en una de las ciudades de mayor riqueza cultural a nivel mundial. Las continuas disputas por el poder hicieron desintegrar el califato cordobés, quedando como último reino musulmán el Reino Nazarí de Granada hasta el 2 de enero de 1492. España manifiesta en su arte, su geografía, su historia y su cultura, una larga deuda de cerca de 800 años de presencia musulmana en nuestro territorio. BIBLIOGRAFÍA  ECHEVARRÍA ARSUAGA, Ana; DONADO VARA, Julián (2014): Historia Medieval I (SIGLOS V-XII). Editorial Universitaria Ramón Areces, Madrid.  ECHEVARRÍA ARSUAGA, Ana; DONADO VARA, Julián; BARQUERO GOÑI, Carlos (2014): Historia Medieval II (SIGLOS XIII-XV). Editorial Universitaria Ramón Areces, Madrid.  MÍNGUEZ FERNÁNDEZ, J. M.a (1994): Las sociedades feudales, 1. Antecedentes, formación y expansión (siglos VI al XIII). Editorial Nerea, Madrid.  FERNÁNDEZ CONDE, F. J. (1995): Las sociedades feudales, 2. Crisis y transformaciones del feudalismo peninsular (siglos XIV y XV). Editorial Nerea, Madrid.  LADERO QUESADA, M. A. (1997): Historia Universal. La Edad Media. Editorial Vicens Vives, Barcelona.  GARCIA DE CORTAZAR, J.A. Y SESMA MUÑOZ, J.A. (2008): Manual de Historia Medieval. Editorial Alianza, Madrid.  ALVAREZ PALENZUELA, V. A. (2002): Historia de España de la Edad Media. Editorial Ariel, Barcelona.  BERSC, H., GUICHARD, P. y MANTRAN, R. (2001): Europa y el Islam en la Edad Media. Editorial Crítica, Barcelona.

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ANEXO REINO VISIGODO HASTA LEOVIGILDO

CONQUISTA DE LA PENÍNSULA IBÉRICA

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EMIRATO DE CÓRDOBA

CALIFATO DE CÓRDOBA

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PRIMEROS REINOS TAIFAS

ALMORÁVIDES

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SEGUNDOS REINOS TAIFAS

ALMOHADES

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REINO NAZARÍ DE GRANADA

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