Soy Cuba, Joya Olvidada

Soy Cuba, la joya olvidada y rescatada de Mikhail Kalatozov Naief Yehya Nueva York, Estados Unidos Las cajas de DVDs col

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Soy Cuba, la joya olvidada y rescatada de Mikhail Kalatozov Naief Yehya Nueva York, Estados Unidos Las cajas de DVDs coleccionables son una extraña pasión. Son objetos del deseo, obsesivos y adictivos. Lamentablemente, en muchas ocasiones debemos ponderar que deseamos tanto una película con sus horas y horas de extras, premios, documentales y materiales adicionales contra el precio a veces exorbitante de estos maravillosos trofeos. Sin embargo, de cuando en cuando aparecen joyas imposibles de ignorar, como la nueva caja de la cinta soviética de culto Soy Cuba (1964), de Mikhail Kalatozov, coescrita por el prestigiado poeta Yevgeny Yevtushenko y el autor cubano Enrique Pineda Barnet. Esta espléndida joya fílmica del director de la exitosa Cuando pasan la cigüeñas (1958) ha sido empacada en una imitación de caja de puros por la distribuidora Milestone Film, con el excelente documental brasileño El mamut siberiano (2005) de Vicente Ferraz y un documental sobre el cineasta Kalatozov. Soy Cuba, es un poema épico y un prodigioso ejercicio de estilo, que al tiempo que celebra filmes clásicos como El hombre de la cámara (1929), de Dziga Vertov y El acorazado Potemkin (1925), de Sergei Eisenstein, también es una respuesta a la Nouvelle Vague francesa. Pero sobre todo es una celebración de la revolución cubana y una demostración, con una notable carga propagandística, de lo que podía hacer la tecnología y la lírica eslava al encontrarse con la estética, la poética y la sensualidad cubana. La combinación de estos temperamentos que podrían considerarse antagónicos dio lugar a una visión acrobática y espectacular (con larguísimas tomas secuencia inolvidables, realizadas con un mínimo de equipo, espectrales imágenes solarizadas de palmeras fantasmas y una colección hipnótica de efectos especiales, algunas obtenidas con película infrarroja de uso militar) de los contrapuntos que caracterizaban al régimen de Batista -y de prácticamente cualquier nación tercermundista-: la extrema miseria del campo, la descomposición social urbana y los excesos de la alta burguesía decadente. Por su parte el filme de Ferraz, es un notable documental en el que rastrea a los sobrevivientes de la filmación de Soy Cuba, de aquella aventura política que tomó matices de locura y experimento estilístico, y que terminó con la creación

de un filme adelantado a su tiempo que fracasó en las taquillas soviéticas y cubanas. La cinta era demasiado lúdica para complacer a los burócratas de la cultura y probablemente demasiado técnica para entusiasmar a un público que, tras haber vivido la Crisis de los Misiles, necesitaba entretenimiento ligero. Asimismo, hubo una cierta reacción nacionalista cubana de rechazo a la perspectiva soviética de lo que era Cuba. Lo que es cierto es que los censores cubanos y soviéticos vieron en la denuncia del capitalismo colonialista estadounidense imágenes transgresoras que imaginaron despertarían deseos antirrevolucionarios en su público. Ferraz entrevistó a actores, extras y miembros del equipo del georgiano Kalatozov, la mayoría de los cuales confiesan la increíble confusión que les produjo la filmación. La cinta del documentalista es muy relevante, ya que va mucho más allá de describir el proceso de creación de un filme sorprendente, ya que es una crónica exaltada del sueño de una nueva cinematografía que comienza con Historias de la revolución, el primer filme producido por ICAIC, una institución fundada apenas meses después del triunfo de la revolución. Tras el delirante recuento de una filmación que se extendió más allá de lo posible y tolerable (14 meses), de un proceso que implicó una auténtica batalla en cada toma, que representó sacrificios inmensos para un equipo con apenas un mínimo de experiencia pero una voluntad gigantesca, Ferraz recoge las opiniones de Pineda, de camarógrafos y actores, que coinciden en que al ver la cinta quedaron profundamente decepcionados y tristes por sentir que no le hacía justicia a su trabajo, que Kalatozov se había dejado llevar por la grandilocuencia y que al final había predominado la imagen sobre la narrativa, convirtiendo al filme en una obra extraña, que no reflejaba el temperamento cubano. "Era una realidad cubana vista por el prisma eslavo", comenta alguien. Como en las grandes cintas que la inspiraron, el mensaje político aquí no hundió a la obra de arte en el pantano de la propaganda, sino que la obra sobrevivió a su mensaje, lo trascendió y el contenido político de una cinta realizada cuando la revolución cubana apenas tenía 5 años se convirtió en un anhelo espiritual universal, en algo mucho más ambicioso y duradero que cualquier panfleto de doctrinario. Soy Cuba incorpora el idealismo frenético, el fervor y el entusiasmo revolucionario cubano que para esa época había desaparecido del cine soviético, al ser aplastado por el estoicismo kitsch del realismo socialista stalinista.

Soy Cuba fue enlatada por casi tres décadas hasta que fue rescatada de las sombras en 1992, literalmente de un cajón donde estaba cubierta de naftalina, y fue difundida en el mundo por Martin Scorsese y Francis Coppola. Uno de los momentos más conmovedores del documental es cuando Ferraz les muestra el nuevo video de la película a sus entrevistados, quienes lo ven como un objeto imposible, como un merecido reconocimiento tardío a una obra maestra del cine. Lamentablemente, tanto Kalatozov, como su director de fotografía Urusevsky y su esposa, la asistente de dirección, Belka, murieron todos durante la década de los 70 frustrados por el fracaso de Soy Cuba y sin saber que su aventura caribeña había dado como fruto una de las obras más geniales del cine mundial.