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Vida y Obra de Hannah Arendt Hannah Arendt es una mujer de este tiempo, capaz la única ubicación que se le puede otorgar de forma clara. Nacida en el año 1906 en Linden-Limmer, hoy barrio de Hanóver, a los 3 años va a vivir a la tierra de sus abuelos, Königsberg. El nombre de su padre era Paul Arendt y el de su madre Martha. Su familia era judía, mas no practicante. Si bien a través de sus abuelos conoció el judaísmo sionista, movimiento del cual también participaba su padre, nunca llegó ella a participar activamente de las comunidades religiosas y tan sólo ante la discriminación y aborrecimiento salvaje del nacionalsocialismo hacia la raza judía toma conciencia de que su “ser judía” era algo que daba nota de sí misma y la daría siempre. En cuanto a sus estudios, Hannah Arendt ya a los catorce años había leído la Crítica de la razón pura de Kant y la Psicología de las concepciones del mundo de Jaspers. Como ella daba a conocer, desde pequeña había empezado a buscar ese “sentido” por el mundo y su corazón y mente inquietos no se detendrían. Entre los años 1922 y 1923 realiza algunos estudios de teología en la Universidad de Berlín; en 1924 entra en la Universidad de Marburg donde estudia filosofía con Martín Heidegger con quien mantiene una relación sentimental que no puede soportar (ya que Heidegger era mucho mayor que ella y se encontraba con mujer e hijos) por lo que termina mudándose primero a Friburgo y luego a Heidelberg. En esta última ciudad estudia bajo la guía de Karl Jaspers, quien la guía en su tesis doctoral que trataría sobre el concepto de amor en el pensamiento de San Agustín. Recibe su doctorado en el año 1928. Desde el año 1929 comienza una prolífera actividad intelectual y de producción, profundizando en el pensamiento político y en su participación en el movimiento sionista judío. Presente el régimen nacionalsocialista, en 1932 ya pensaba en la emigración que se concretaría primeramente a París en el año 1933 y posteriormente a Estados Unidos en el año 1941. Como génesis de su pensamiento, que luego se plasmaría en sus obras, ya en el año 1933 era defensora de la idea de que se debía luchar activamente contra el régimen nazi, posición contraria a la de muchos filósofos de Alemania, judíos muchos de ellos, que preferían la búsqueda de una convivencia armoniosa con el gobierno; y en el año 1941, en Nueva York, en la revista judeo-alemana “Aufbau” escribe un artículo titulado “Mose and Washington” (“Moisés y Washington”), donde expresa que el actual judaísmo ha perdido su anclaje con la tradición, buscando “rejuvenecerse” a costa de perder lo propio de su identidad. Desde su estadía en Estados Unidos, su producción intelectual en artículos y en la participación de distintos movimientos, particularmente judíos, van direccionados a la reflexión sobre la sociedad y la política. En el año 1944 comienza a trabajar en lo que sería su primer libro importante referido a una temática política: Los orígenes del Totalitarismo, el cual es publicado en el año 1951. Gracias a la buena aceptación de la obra, logra acceder a becas y a cátedras académicas en distintas universidades estadounidenses. Ese mismo año, 1951, consigue la nacionalidad norteamericana, la cual significaba mucho para ella pues el ser apátrida era una exclusión de la sociedad humana y la ciudadanía era ese “derecho a tener derechos”. A partir de aquí queremos dar lugar al análisis de algunas de sus obras y el pensamiento que plasma en ellas. Como decíamos, en 1951 publica Los orígenes del Totalitarismo, obra en la cual busca dar una respuesta a los acontecimientos socio-políticos de su época, cuales son el triunfo del nazismo en Alemania y la catástrofe del holocausto judío, el afianzamiento del sistema comunista-estalinista y la aniquilación de millones de campesinos, profesionales e intelectuales. Para Arendt, estas manifestaciones de mal político representaban una completa nueva forma de gobierno, constituida en el terror y la ficción ideológica. Esto nuevo viene caracterizado por el protagonismo de las masas, la hegemonía política en todos los ámbitos de la sociedad que deviene en transformar en públicas todas las cosas de la sociedad.1 Cruz, en la introducción a La condición humana, nos afirma que “la experiencia en la que se funda el totalitarismo es la soledad (…). El totalitarismo se aplicará sistemáticamente a la destrucción de la vida privada, al desarraigo del hombre respecto al mundo, a la anulación de su sentido de pertenencia al mundo. A la profundización en la experiencia de la soledad.”2 Y es que, para Arendt, tanto el impacto de la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión del año 1930, junto con la propagación de un clima revolucionario, sentaron las bases para que muchos busquen el surgimiento de una idea concreta, clara e inequívoca la cual muestre el origen de tantos males e indique, a su vez, un camino cierto que garantice un futuro mejor. Esta idea la brindaron los distintos sistemas totalitarios. En el año 1958 sale a la luz La condición humana, considerada la obra principal de su pensamiento. En ella lleva adelante una profunda investigación histórica-filosófica en la cual va hacia los orígenes de la democracia y la filosofía política en el mundo griego antiguo, trayendo desde allí el síntoma de que consideró la atrofia de la época moderna. Arendt se propuso reconstruir fenomenológicamente los distintos aspectos de la actividad humana, a fin de clarificar el tipo de acción y compromiso que corresponde a la actualidad existencia política. Expresa que la filosofía ha devaluado la acción del hombre que atiende a las apariencias (la vida activa), subordinándola a la vida de contemplación. Todo comienza con Platón, quien al no resistir la condena de su maestro Sócrates por la polis relega los asuntos humanos a la privacidad del pensamiento. Arendt busca salvar la acción, la vida activa, restableciendo la vida de la acción pública y política a la cima de los bienes humanos. En 1961 sale a la luz Sobre la revolución, donde ella analiza y busca interpretar las revoluciones francesa y estadounidense. Su principal objetivo es determinar las características esenciales del “espíritu revolucionario” y las características de los regímenes que a partir de ellas surgieron. Arendt realiza críticas a las interpretaciones liberal y 1 Cfr. Hannah Arendt, “La condición humana”. Introducción de Manuel Cruz. Páginas III y IV 2 Hannah Arendt, “La condición humana”. Introducción de Manuel Cruz. Página IV

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marxista de las revoluciones modernas, para luego expresar que estas últimas se distinguen por exhibir el ejercicio de las capacidades políticas fundamentales, cuales son la actuación conjunta de los individuos, sobre la base de sus propósitos comunes de mutuo acuerdo, con la finalidad de establecer un espacio público de libertad. En el mismo año 1961 sale a la luz Eichmann y la banalidad del mal, donde Arendt describe sus impresiones sobre el proceso llevado adelante contra este dirigente nazi. La frase “banalidad del mal” caracteriza según Arendt las propias acciones de Eichmann como miembro del régimen nazi; ella expresa: “Me impresionó la manifiesta superficialidad del acusado, que hacía imposible vincular la incuestionable maldad de sus actos a ningún nivel más profundo de enraizamiento o motivación. Los actos fueron monstruosos, pero el responsable (…) era totalmente corriente, del montón, ni demoníaco ni monstruoso”. 3 Con esta interpretación ella impugnaba de alguna forma esa representación hecha hacia los nazis de actuar movidos por una malévola voluntad de hacer el mal, operando más bien sin pensar, por orden o por la eficiencia de llevar adelante lo previsto, sin poner a consideración los efectos generados. Expresa la autora que Eichmann no ejerció su capacidad de pensar, de tener un diálogo interno consigo mismo, el cual habría permitido mostrarle la naturaleza malvada de lo que obraba. Las reflexiones extraídas a partir del juicio a Eichmann llevaron a Arendt a preguntarse sobre la naturaleza del pensamiento y el papel de éste en la construcción de la política y la actuación moral. Así, su último esfuerzo intelectual, cuya propia muerte hizo que no pueda concluirse, fue La vida de la mente, dividido en tres partes: Pensar, Querer y Juzgar, concluyendo ella las dos primeras y realizándose una recopilación de los manuscritos de sus lecciones sobre Kant para armar la tercera. En efecto, las dos primeras partes salen a la luz en el año 1989. Expresa Arendt que el pensar nos lleva más allá del conocimiento, pues equivale a una búsqueda de sentido para entender nuestro mundo, nuestras experiencias, acciones y circunstancias Este ejercicio de búsqueda de sentido es equiparable al de la responsabilidad política, siendo que esta falta de capacidad es la que caracterizó a la “banalidad” de los dirigentes de los totalitarismos. En cuanto al querer, es propio del hombre dar lugar a lo nuevo, posibilitando tanto la libertad como la acción espontánea. Es usando la propia voluntad donde el hombre puede insertarse en lo humano a través de la palabra y la acción. Finalmente, al hacer referencia al juicio Arendt se encuentra frente a la situación concreta vivida por los jueces que tenían que juzgar los hechos atroces del nazismo sin poseer antecedentes previos. Ella nos habla de “pensar sin barandilla”, es decir, sin los criterios preconcebidos de la moral. Así, el juicio debe ser concebido como una facultad del hombre independiente, donde la persona sabe dejar lugar a la perspectiva común con los demás, es decir, pensar desde el punto de vista de los demás. Sólo lo podemos hacer mediante la imaginación, yendo de visita hacia la realidad del otro. Termino con la descripción de su gran obra de la juventud, Rahel Varnhagen, la cual Arendt la redactó en Berlín entre 1931 y 1933. Quise terminar con esta obra porque, según ciertos analistas de la figura de Hannah Arendt, quiere ser una especie de auto-imagen o reflejo de su propia persona y camino recorrido. La obra se edita por primera vez en el año 1958, basándose en las cartas y el diario de Varnhagen, donde se muestra el fracaso en la búsqueda de integración de los judíos durante el siglo XIX en un contexto social donde el antisemitismo iba en aumento. Rahel Levin (apellido originario de la protagonista) hizo todo lo posible para lograr su inserción social: tratar con los intelectuales de la época, casarse, cambiar de apellido, modificar su postura filosófica hacia una de tendencia nacionalista, y hasta bautizarse. No obstante, ella siempre se sintió una extraña en medio de una sociedad claramente antisemita. Desde aquí Arendt extrae dos concepciones: la de parvenu como aquella persona que engaña y se engaña para buscar encajar en una sociedad a la que no pertenece, y la de paria como aquella persona que se halla excluida y se reconoce así. La conclusión que extrae Arendt es que en una sociedad claramente antisemita, los judíos sólo pueden integrarse si integran en ellos mismos el antisemitismo. En su camino, en sus opciones, en la búsqueda siempre de sentido y de libertad, en su capacidad de colocarse en la vereda del frente para analizar la realidad que le tocaba vivir y cruzar la calle para obrar en ella, en su rechazo del anonimato de las masas, del ser para la muerte, del vivir como una apátrida; en esta vida activa que la caracteriza, Hannah Arendt supo encontrar en el ser paria la llave maestra de la autenticidad. Muere el 4 de Diciembre de 1975 en Nueva York.

3 Hannah Arendt, “La vida del espíritu”, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1984, página 14