Slow Burn. K. Bromberg

1 2 Axcia Adejho Agus901 Axcia JesMn Niki26 Loby Gamez Mari18 Liv nElshIA Mir Annabrch a_mac Jane' Kyda Molly Blo

Views 516 Downloads 2 File size 2MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

1

2

Axcia

Adejho Agus901 Axcia JesMn Niki26 Loby Gamez Mari18

Liv nElshIA Mir Annabrch a_mac Jane' Kyda

Molly Bloom Pachi15 Susanauribe Malu_12 Mica vivi 3

JesMN Meli Eli AMDU Sabrinuchi

Patriiiluciii Micawagner Pachi15 Khira

Pachi15

Cecilia

Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19

Capítulo 20 Capítulo 21 Capítulo 22 Capítulo 23 Capítulo 24 Capítulo 25 Capítulo 26 Capítulo 27 Capítulo 28 Capítulo 29 Capítulo 30 Capítulo 31 Capítulo 32 Epílogo Escena extra Sobre la autora

4

U

na Noche. Eso es todo lo que se suponía que era.

Tambaleándose por la repentina pérdida de su hermana, Haddie Montgomery ha renunciado a las relaciones. Todo lo que quería de Beckett Daniels era una sexy distracción para ayudarla a escapar de su dolor por tan solo un poco de tiempo… Se supone que ahí no hay ningún tipo de compromiso. Entonces, ¿por qué no puede quitar el recuerdo de aquella noche inolvidable de sus pensamientos? ¿O el sabor de su beso de sus labios? No importa cuán duro Haddie intenta olvidarlo, Becks implacablemente intenta probar que ella debe empezar a vivir. Pero ella está decidida a evitar el compromiso romántico, y siempre puede utilizar la reaparición de su ex novio para ayudar a sofocar la combustión lenta dentro de ella que Becks ha despertado… ¿O el destino la obligará a darse cuenta de que este tipo de conexión no viene muy a menudo y una oportunidad en el amor vale la pena el riesgo?

5

M

is sensaciones están nubladas por el alcohol. Y estoy muy feliz con ello. Estoy feliz de que he tenido suficiente para beber para que así, por primera vez en seis meses, el dolor que me golpea con los recuerdos no sea tan agudo.

Miro a mi alrededor y trato de centrarme en todo: las abundantes flores, el bienvenido frío de la brisa del mar, el par de tacones abandonados en la esquina, pero lo único en lo que puedo pensar es en lo hermosa y feliz que Rylee se encontraba esta noche. Y mi mente sigue recordando como mi hermana, Lexi, se veía el día de su boda. Las palabras que me dijo, su risa sonando por encima de los invitados mientras Danny hacía su brindis por ella, la sonrisa en su rostro mientras el futuro se extendía delante de ellos.

Basta, Had. No arruines una noche perfecta. Te mereces celebrar la boda de tu mejor amiga sin sentir remordimientos. Pero no puedo dejar de pensar en la otra boda, aunque los detalles están comenzando a desvanecerse en mi mente. Y quiero tan mal recordar cada detalle de ella. Tengo que ser capaz de decirle a mi sobrina, Madelyn, acerca de cómo a su madre le encantaba estar parada bajo la lluvia porque quería atraparla con su lengua, cómo comía pizza desde atrás porque la corteza era su parte favorita, cómo le gustaba estar orientada en sentido contrario en los columpios para que pudiéramos chocar la una con la otra. Hay tantas cosas que temo voy a olvidar. Y tantos otros recuerdos del año pasado que desearía poder simplemente dejar ir. —Estaremos de regreso en la mañana señorita, para recoger las mesas, sillas y lo restante. La voz del proveedor me saca de mis pensamientos; pensamientos que no pertenecen a la belleza pura de la boda de hoy. Me giro para mirarlo, las palabras ahogándose en mi garganta. —No hay problema. —La voz de Becks me sobresalta. No me di cuenta de que estaba aquí, en la cubierta, pero me alegro mucho de que conteste porque, entre el alcohol y los recuerdos, no estoy en forma para responder de manera coherente—. La ama de llaves, Grace, estará aquí a las diez y los dejará entrar. Termino el resto de mi bebida mientras el proveedor le da las gracias a Becks. Luego me doy media vuelta con mis piernas temblorosas para mirarlo de frente mientras sale desde las sombras de la noche hacia la luz de la luna llena. Y debe ser

6

una mezcla de las emociones embriagadoras del día y mi falta de sobriedad, porque mi aliento se corta cuando me encuentro con sus ojos. Es solo Becks, el chico guapo… cabello rubio sucio disparado hacia arriba en los extremos, ojos azules tan brillantes que con la luz de la luna parecen transparentes… ¿por qué en el infierno partes de mi cuerpo están de repente en estado de alerta? Lanzo mi lengua sobre mis hormigueantes labios mientras inclina un amplio hombro contra el poste del enrejado y me mira fijamente, su cabeza inclinada a un lado, camisa desabrochada en la parte de arriba y la pajarita colgando alrededor de su cuello. Escucho el tintineo del hielo en su vaso mientras se mueve, poniéndolo sobre la mesa junto a él, pero sus ojos se mantienen fijos en los míos. —¿Estás bien? —Ese lento, regular acento sureño rompe el silencio. Asiento, todavía no confiando en mi voz, todavía tratando de averiguar por qué, de repente, hay tensión entre nosotros —esta energía eléctrica— que nunca estuvo allí antes. Claro, hemos coqueteado inofensivamente desde que nos conocimos a través de nuestros mejores amigos, Rylee y Colton, pero esto es diferente. Y no puedo descifrar exactamente lo que ha cambiado, pero la cosa es, no estoy segura si quiero hacerlo. Tal vez sea el hecho de que en este momento, con su rostro bajo la sombra de la oscuridad, parece un poco peligroso, un poco misterioso, mucho más como el tipo de chico malo del que me enamoro generalmente. Él siempre me pareció más bien un buen tipo, un hombre de campo hogareño. Pero de alguna manera, con la mezcla de luz de luna y sombras de la noche, trae otro lado que nunca imaginé, se ve más atrevido, más del tipo salvaje, con el cual gasto mi tiempo en conseguir que rompan mi corazón, por el cual tengo dificultades para resistirme. Que ha de ser el por qué siento una súbita atracción. Por lo tanto, si sé la razón, ¿por qué mi mente borracha todavía sigue preguntándose cómo él sabría? ¿Cómo se sentirían sus manos dirigiéndose hacia mis muslos internos? ¿Cómo el lento, regular tono de su voz sonaría mientras pierde el control? El silencio chisporrotea entre nosotros, solo interrumpiéndose por el vaivén lejano de las olas del mar. Suelto una respiración y sacudo la cabeza de nuevo. —Estoy bien —le digo, y me río, tratando de evitar las preguntas que no quiero responder—. Solo borracha y disfrutando de la sensación. —La sensación sin duda es algo bueno —dice, enderezando su alto y atlético cuerpo y dando un paso mi dirección—. Pero City1, creo que es mejor si te llevo a la cama antes de que comience a no ser una buena sensación. Sonrío suavemente ante su uso de esa expresión cariñosa. Me dio el apodo la primera noche que nos conocimos en Las Vegas, antes de que mi vida hubiese sido 1

City: ciudad en inglés.

7

destrozada por la muerte de Lexi. Se siente como toda una vida atrás, cuando en realidad solo ha sido un año desde el inesperado viaje nocturno con Rylee y Colton a la ciudad del pecado, donde los dos coqueteamos, reconociendo por primera vez la atracción que sentimos pero por la que nunca actuamos… Cierro mis ojos y recuerdo la sensación de despreocupación que tuve esa noche. Lo llamé Country2 burlándome de él sobre su relajado comportamiento, todo lo contrario a lo que generalmente encuentro atractivo. Y sin embargo, mientras me encontraba sentada allí en el club nocturno de Las Vegas, las luces intermitentes sobre su rostro mientras él me llamaba City a cambio, me sorprendí a mí misma, preguntándome cómo besaría Beckett Daniels. La pregunta flota en mi mente otra vez. Olvídate de eso, Montgomery, me digo mientras me estiro para reposar mi mano en la barandilla a mi espalda y fallo en agarrarla como por medio metro, lo que le hace reír bajo y suave. Escalofríos iluminan un camino sobre mi piel, y no puedo evitar la risa que sale de mis labios mientras mi mente se distrae con otras cosas que prefiero estar sintiendo ahora mismo. Otras distracciones que podría usar para alejar las emociones agridulces que me sobrecargan. ¡Cristo! ¿Por qué no se me ocurrió antes? Irme a la cama, sobretodo de otra persona, es definitivamente una buena idea. Eso lo arreglará. Siempre lo ha hecho en estos últimos seis meses. Tomaré mis llaves y mi celular, llamaré a Dylan o a Pete y les haré saber que voy en camino. Voy a dejarle saber a quién me responda primero que esta noche me siento sexualmente festiva. Usaré a uno de ellos para tratar de olvidar, sentir un poco menos, al sentir mucho más. —¿Algo gracioso? Me tapo la boca con mi mano, pero no puedo evitar reír. —Simplemente me siento un poco festiva, eso es todo. —Y las risitas vuelven al pensar en Lex y cómo solía decir que las mujeres no son putas, solo sexualmente festivas. ¿Y esta noche? Dios, esta noche solo quiero ser eso. No quiero pensar. No quiero preocuparme. Solo quiero escapar un poco de mis pensamientos. —Festiva, ¿eh? —pregunta, sus ojos evaluándome y su boca curvándose en una esquina. —¡Sí! —Asiento—. Tiempo para que esta chica lleve la fiesta a otro lugar, Country. —Empiezo a caminar, bueno, a tropezar. ¡Mierda! ¿Cómo diablos voy a conducir? Sigo caminando, mi mano corriendo por la pared para no perder el equilibrio. —Buen intento, Haddie. ¿Has olvidado que la limusina te trajo? Tengo que llevarte a tu casa.

2

Country: Campo en inglés.

8

¡Mierda! Trato de no tambalearme. —Bueno, creo que me voy a llevar tu auto, entonces —le digo mientras sigo caminando, alejándome de él. —Eso es gracioso, pero, uh, no estás en forma para conducir. —Su voz me atrae, y la diversión en ella me enoja—. No vas a ninguna parte, festiva o no. —Como el infierno que voy —digo sobre mi hombro y sigo caminando hacia la casa. Solo déjame en paz, grito en mi cabeza. No vayas todo alfa sobre mí ahora, cuando todo lo que quiero de ti es lento y constante, porque estoy demasiado borracha y demasiado necesitada para ver en él lo que me atrae. —Pruébame. —La arrogancia en su voz me pone en marcha. Me empuja a ser maliciosa y desafiante para no cometer un gran error que no quiero hacer. Que realmente quiero hacer. Joder si puedo pensar con claridad suficiente para saber lo que quiero, pero sé que Beckett es uno de esos tipos con los que sientas cabeza… y no hay manera en el infierno de que lo haga. Jamás. El dolor me inunda, los recuerdos abrumándome. Me detengo para calmar mis piernas y recordarme a mí misma de no repetir los errores que mi hermana cometió. Lo puedo escuchar detrás de mí, sé que está esperando a que responda. —Ninguno de los dos está en buen estado para conducir esta noche. Las festividades han terminado. —Escucho sus zapatos pisar algo que cruje justo detrás de mí, y aprieto mis ojos, cerrándolos para luchar contra el maldito torbellino en mi cabeza—. Vamos, Montgomery. Fue un día perfecto, pero te voy a llevar a la cama. Resoplo una risa, porque a pesar de que su comentario es de naturaleza inocente, ya que le dijimos a Rylee que nos quedaríamos a la noche para supervisar toda la limpieza post-recepción, Becks acaba de darle justo en el clavo. A la cama es exactamente donde quiero que me lleve ahora mismo, a la suya en particular. ¡Espera! No, no quiero eso. Maldito alcohol que me está haciendo débil. Odio ser débil. Dice mi nombre otra vez, y algo en la forma en que lo dice hace a mis pies tambalearse. Estamos allí, mi espalda hacia él en un enfrentamiento silencioso. No me muevo, no me giro para encararlo, porque solo quiero huir. Rebobinar el tiempo y recuperarme otra vez. Recuperar a la despreocupada, descuidada yo que ha estado ahogándose en dolor estos últimos meses. Su mano se cierra sobre mi brazo, y no sé por qué estoy tan enojada con él, pero lo estoy. No quiero ser tocada suavemente. No quiero ser mimada. Solo quiero irme para poder escapar de los recuerdos que salieron hoy a la superficie desde lo más profundo de mí, volviendo a abrir las heridas que no creo que curen jamás. Me doy la vuelta, tratando de hacer caso omiso de su agarre, pero el movimiento hace que me tambalee sobre mis talones.

9

—¡Whoa! —Lo escucho decir cuando uno de mis tobillos se tuerce y caigo en él. Su espalda se presiona contra la pared, y sólidamente aterrizo en su contra. No es como si no hubiese estado en esta posición con él esta noche. Bailamos así muchas veces antes durante la recepción, así que, ¿cómo es que esta vez, cuando mis senos rozan la firmeza de su pecho, la lucha me deja? ¿La necesidad me llena? No quiero ni pensar en ello, pero es en todo lo que puedo centrarme cuando nuestros cuerpos se tocan desde el pecho hasta los muslos. Es todo lo que mi mente puede entender, porque cuando lo miro desde debajo de mis pestañas, mis ojos atrapan la vista de su magnífica boca. Tal vez sea el alcohol. Tal vez es la secuela sentimental de ver a dos personas que realmente se pertenecen al otro, casarse. Tal vez sea porque hoy me sentí más cerca de Lexi que en mucho tiempo. No lo sé. Lo que sí sé, es que me importa muy poco los errores o las consecuencias. Solo tengo que sentir. Necesito perderme. Y joder, es solo Becks después de todo. No me encuentro con sus ojos. No quiero saber si quiere esto, porque yo sí lo hago. Me inclino hacia delante y presiono mis labios sobre los suyos, no dándole tiempo a reaccionar porque maldita sea si sus labios no son la combinación perfecta de firme y suave. Su cuerpo se tensa mientras el mío se suaviza contra él, y corro mis manos por su pecho al mismo tiempo que mi lengua se desliza entre sus labios. Gimo suavemente por la calidez de su boca, el sabor del ron en su lengua, la sensación de su aliento. Sus fuertes manos se deslizan lentamente por mis brazos desnudos mientras nos hundimos más en el beso, cuando de repente sus dedos profundizan en mis hombros y me está alejando. Un jadeo de sorpresa cae de nuestras bocas cuando nuestra conexión se interrumpe. —Haddie. —Su voz es dolida cuando dice mi nombre, una contradicción de ruego y maldición al mismo tiempo. Y mi mente puede estar un poco confusa y mi cuerpo en un espiral por su beso, pero esa ruptura de su voz me dice que disfrutó esto. Que me quiere tan mal como yo lo quiero. Me obligo a mirar hacia arriba, encontrándome con sus tormentosos ojos. —¿Qué? ¿No me quieres, Becks? Siento sus dedos tensarse sobre mis hombros, escuchando una sonrisa ahogarse en su garganta. —Oh, hay un montón que quiero de aquí —dice antes de cerrar sus ojos por un momento. Toma una respiración profunda y luego me aleja—. Solo estoy tratando de jugar a lo seguro, Had. Su rechazo pica —el alcohol suavizando el golpe— pero siento la vacilación en sus dedos antes de alejarlos de mis hombros. Y con el deseo fluyendo a través de mí, la lujuria avivando el fuego, uso mi necesidad de olvidar como un fósforo para encender la llama.

10

Doy un paso hacia él, deslizo mis manos por su impecable camisa blanca y lo miro a los ojos. —Vamos, ¿cuán más seguros podemos ser? Estoy contigo, ¿no? No vas a hacerme daño… ¿verdad, Becks? —Pude haber bebido mucho esta noche, pero sé lo que deseo cuando lo veo, e infiernos si Becks no se ve sexy. Su mandíbula se aprieta, inclina su cabeza ligeramente hacia un lado, y su cuerpo se tensa mientras me mira fijamente a través de la luz de la luna llena. —¿No es normal que el padrino y la dama de honor conecten, de todos modos? —Haddie. —Mi nombre es un suspiro interminable, y puedo escuchar su frustración mezclada con deseo. Puedo sentir el calor de su aliento golpeando mis labios. La forma en que dice mi nombre hace que el fuego dentro de mí se avive porque ahora sé la respuesta a mi pregunta: cómo suena cuando pierde el control. Y si él pensaba que me iba a alejar después de escuchar eso, va a tener otro pensamiento viniendo. —Nadie quiere ir a lo seguro esta noche… Vive un poco —le digo, extendiendo mi mano y corriendo una uña hasta el hueco de su cuello, donde su camisa está desabrochada. Me acerco más y susurro—: Por favor, ayúdame a vivir un poco. —Oh, creo que vives mucho. —Se ríe con un movimiento sutil de su cabeza, pero esos ojos azules permanecen bloqueados con los míos, en una guerra de emociones no expresadas entre nosotros—. Eso es lo que amo de ti. Mi necesidad de contar con él se intensifica con su indiferencia. Y joder, esto es frustrante. ¿No puede una chica solo echar un polvo aquí? No estoy acostumbrada a tener que convencer a los chicos para conseguir lo que quiero, así que, ¿por qué en el infierno es tan difícil? —No dije nada sobre amor, Country —digo las palabras en broma pero pruebo su rechazo en mis labios—. No necesito cadenas. Solo necesito que me hagas sentir… que me ayudes a perderme un poco. Inclina su cabeza hacia adelante para que estemos cara a cara, sus manos acunando mi rostro para que pueda ver su preocupación y deseo no bienvenido bailar en ellos. —No sabía que querías perderte. —Todos queremos perdernos a veces, ¿no es así? —Mi pregunta cuelga en la quietud de la noche mientras sus ojos buscan respuestas en los míos, respuestas que no daré. Sacude su cabeza, y puedo decir que está tratando de convencerse a sí mismo de alejarse.

11

—No quiero complicar las cosas —dice con la mandíbula apretada mientras aparta lentamente sus manos de mi rostro y se aleja de nuevo. Físicamente distanciándose para enfatizar sus palabras, pero en contradicción con la mirada en sus ojos. —Sin complicaciones. Te lo dije, Becks —recalco, tratando de ocultar la desesperación que de repente siento en mi voz—. Sin condiciones, solo sexo. Un poco de liberación después de este increíble día. Vamos, ¿qué individuo deja pasar esa oportunidad? Se queja. —Un tipo que está tratando realmente muy duro de hacer lo correcto aquí y jugar a lo seguro. —Da un paso hacia adelante, y creo que he llegado a él. Pone un brazo alrededor de mi hombro y empieza a dirigirme hacia la casa—. Vamos, festiva Haddie, voy a acompañarte hasta tu habitación. —Eres un aguafiestas, Becks —me quejo como una niña caprichosa, casi pisando fuerte con mis tacones de diez centímetros. —Y estás mucho más borracha que yo —dice en la corona de mi cabeza, seguido de un casto beso―. Que me condenen si no te quiero, Had… infiernos si no me cabe duda de que el sexo contigo sería increíble, pero joder, no quiero hacer nada que nos haga arrepentirnos en la mañana porque estábamos borrachos. No quiero que haya incomodidad cada vez que pasemos el rato. Y maldición si no me estás haciendo difícil hacer lo respetable y alejarme. —El calor de su aliento en mi cuero cabelludo envía escalofríos por mi espina dorsal. —¡Ajá! —grito, sintiendo que mis pies son un poco más estables ahora que sé que no está realmente rechazándome, sino que está siendo el chico bueno que me pareció que era—. ¡Tú me quieres! Se detiene inmediatamente y me mira como si estuviese loca, su ceño fruncido y ojos muy abiertos. Empieza a decir algo, y luego se detiene y niega, antes de suspirar y comenzar a moverse de nuevo. Me apoyo en su cuerpo para poder mirarlo mientras nos dirige a través de la casa, a nuestras respectivas habitaciones. Observo su fuerte mandíbula y piel bronceada, y me pregunto cómo sabría si corro mi lengua hasta la línea de su cuello. El dolor de las sensaciones que en este momento solo puedo imaginar ascienden a través de mí, haciéndome aún más decidida que nunca a demostrarle a Becks que necesito esto, que lo necesito esta noche y que podemos hacer esto sin complicaciones. Mierda, todo hombre necesita un empujón de vez en cuando… Supongo que será mejor empezar a empujar. Deja de caminar y levanta sus cejas con una elevación de la barbilla hacia la puerta abierta de mi habitación. Es ahora o nunca, Had. Me presiono contra él, el zumbido de mi deseo encendiéndose al instante. —¿Por favor, Becks? —Bajo el tono de mi voz, aunque solo estamos nosotros dos—. ¿Todo el romanticismo y la nostalgia de esta noche no llegaron a ti? ¿No hace

12

que necesites la comodidad de una mujer? ¿Querer escuchar su gemido, enterrarte en ella, sentir su calor? Dios mío, mis propias malditas palabras me encienden. Mi intento de seducir a Becks está haciendo mi propia necesidad innegable. Me inclino y llevo mis labios a su oreja. —Consuélame, Becks. —Estás haciendo tan condenadamente duro ser bueno —dice como una maldición, y cuando doy un paso atrás, su cuerpo instintivamente se mueve hacia adelante. Su reacción hace que una parte de mi vieja yo despierte a la vida, y la acepte. Me aferro a ella mientras alejo a la ñoña, necesitada y emocional Haddie. Y doy la bienvenida a la actitud atrevida y decida que ha sido ahogada por el dolor. Y Dios, se siente bien volver a caer en sus zapatos, aunque sea por solo un rato. —Duro. Hmm… —canturreo desde el fondo de mi garganta—. Ahora, esa es una buena palabra. Doy un paso hacia atrás a la habitación, mis ojos aún bloqueados con los de él mientras se encuentra en el marco de la puerta, sus manos agarrando los lados. Sé que le gané, sé que solo tomará mi próximo paso conseguir por lo que he estado trabajando. Lo que necesito desesperadamente. Y mientras lo miro tan generosamente enmarcado en la puerta, me pregunto fugazmente por qué este momento me ha hecho sentir normal de nuevo. Me permitió arrojar la culpa que he cargado y tomar de regreso mi actitud despreocupada. Empujo la guerra civil de pensamientos que ha sido un tema constante en mi cabeza en los últimos meses. No me permito pensar más en ello, porque lo único que quiero hacer es sentir. Con nuestros ojos bloqueados, bajo la cremallera de mi vestido. —¿Hey, Becks? —Sus ojos se abren ante el tono tímido de mi voz. El vestido cae y se arremolina alrededor de mis pies—. A la mierda jugar a lo seguro.

13

B

eckett se queda mirándome por un segundo —mandíbula apretada, ojos fijos en los míos, cuerpo tenso— antes de que su resistencia se desmorone. Tan borracha como estoy, me doy cuenta de que mientras camina hacia mí, sus ojos nunca dejan mi rostro. No vagan para asimilar lo que estoy entregándole —mi cuerpo, el encaje abrazando mis curvas y todas sus tentaciones. Permanecen firmes en los míos, rebosante deseo e incredulidad batallando dentro de ellos. Pero cuando me alcanza —cuando sus manos se extienden rápidamente para acercar mi cuerpo al suyo, una mano en la parte posterior de mi cuello, la otra presionada contra mi espalda— mis pensamientos se pierden cuando mi necesidad aumenta. Sus labios encuentran los míos en un frenesí de lujuria. Labios encajando, lenguas lamiendo, dientes mordisqueando. El deseo se despliega y se abre camino a través de la bruma de alcohol. Sus manos trazan las líneas de mi cuerpo, dedos sumergiéndose bajo el encaje de mi sujetador para tentar y tocar, pero no tomar, no por el momento. Suaves gemidos se convierten en murmullos urgentes de deprisa, rápido, lo quiero y lo necesito. Estoy desesperada por sentir el calor de su pecho contra el mío, piel con piel — la conexión inicial que saciará el frenesí hasta que pueda exponer el resto de su carne. Sus labios y lengua continúan su placentero asalto en mis labios, distrayéndome de la tarea en cuestión, conseguir desnudarlo. No puedo evitar soltar una risita cuando retiro mi boca de la suya para inhalar el aire que está restringiéndome, y para conseguir que mis dedos desbrochen su camisa en lugar de agarrarla. Me río de nuevo mientras trato de concentrarme en los pequeños botones que no quieren deslizarse a través de los pequeños orificios. Su risa entre dientes es profunda y tensa, y puedo sentir sus vibraciones contra mis dedos. —Déjame —dice, mis ojos se deslizan hacia los suyos, pero no antes de atrapar la divertida sonrisa de superioridad curvando la comisura de su boca. Sus manos se cierran sobre las mías y abre de un tirón la camisa. El sonido de los botones golpeando y dispersándose sobre el piso de madera es el único otro ruido llenando la habitación además de nuestras respiraciones dificultosas. Sus ojos se oscurecen y nublan, y luego sus labios están sobre los míos. Paso mis manos por el tonificado plano de su pecho mientras saca sus brazos de la camisa. Mis uñas arañan y su aliento sisea mientras lleva una mano hacia arriba para empuñar mi

14

cabello y levanta mi barbilla para que su boca pueda bajar a lo largo de la línea de mi mandíbula y a través de la curva de mi cuello. —Dulce Haddie —murmura mientras su mano encuentra mi pecho y tira hacia abajo la copa de mi sujetador, sus palmas callosas sustituyendo la suavidad del encaje. Jadeo audiblemente cuando su boca se desliza en un tempestuoso descenso—. Dulce, dulce Haddie… Me pregunto si tu coño sabe tan dulce como tu beso… como tu piel… como aquí. El calor de su boca sustituye la caricia de sus dedos en mi pecho, y estoy abrumada por la sensación de ello. De él. Mi cabeza cae hacia atrás, y mis palabras salen atropelladamente. —¿Qué estás esperando? Esa risa entre dientes resuena contra mi pecho antes de que eche su cabeza hacia atrás y me mire por debajo de sus párpados cargados de lujuria. —Exigente, ¿no? —Sus ojos resplandecen con humor antes de que el desafío brille a través de ello. Pruébame, dicen. Y una parte de mí quiere. Una parte de mí quiere presionarlo para ver cuánto control está dispuesto a darme. ¿Va a hacer lo que diga, o va a hacer lo que quiera? Desafío aceptado. —Entonces saboréame, Becks. Quiero sentir tu boca sobre mí, tu lengua en mí. Quiero que me sabores en tus labios cuando me vengo y mientras me estás follando. Succiona más duro mi pezón, un gemido torturado escapando de sus labios cuando se levanta en toda su estatura y me mira fijamente. —Jodido infierno, Had —dice antes de que sus labios marquen los míos, su boca poseyéndolos, tomándolos, reclamándolos como si fueran suyos—. ¿Estás tratando de decirme cómo follarte? Siento el calor de su aliento en mis labios, veo la provocación en su sonrisa de superioridad y la elevación de una ceja, pero no puedo pensar en la respuesta ingeniosa que sé que está ahí. Sus manos se deslizan por mi torso y agarran mi cintura desnuda, causando que mi respiración falle cuando atrae mi cuerpo hacia el suyo. Su impresionante erección se presiona contra mi vientre, provocando que el dolor latente allí se intensifique. Becks se inclina, sus labios rozando mi oreja en un movimiento que provoca que escalofríos corran sobre mi piel. —Ten la seguridad, Haddie, que se cómo follarte. Sé cómo hacer que te vengas. — Sus dientes dan un tirón al lóbulo de mi oreja para reforzar sus palabras—. Sé cómo hacer que este jodido cuerpo caliente tuyo tiemble, se tense, y ruegue por más… así que recuéstate, y déjame saborearte. Y justo cuando creo que mi cuerpo no puede volverse algo más tenso por el deseo, por la explicitud de sus palabras y el sabor de su lengua en la mía, me levanta

15

por la cintura y me tira en la cama. Me río tontamente cuando golpeo el colchón, el aire escapando de mis pulmones, y antes de que pueda tomar un respiro, Beckett esta sobre mí. Trato de escabullirme, intento voltear mientras ambos nos reímos en nuestro estado inculcado por el alcohol, pero no soy rival para él. —Dulce Haddie —se burla mientras sus brazos fijan mis muñecas a la cama a cada lado de mi cabeza. Se inclina y se burla de mis labios, trazando el inferior con su lengua antes de deslizarla dentro de mi boca, su erección presionándose exactamente donde quiero que esté. Muevo mis caderas; la paciencia no es mi virtud. Se aleja y se sienta sobre sus rodillas, entre mis muslos. Mis ojos se arrastran por las líneas definidas de su torso, un torso que he visto muchas veces antes, pero esta noche, con él sentado frente a mí de esta manera, santo infierno, me doy cuenta de que nunca me he tomado el tiempo para apreciar simplemente cuán caliente es en realidad. Trago saliva con dificultad cuando inclina su cabeza y me mira fijamente por un segundo. Estoy tan fascinada por la necesitada, insatisfecha humedad acumulada entre mis piernas que cuando siento sus dedos arrastrarse hasta el exterior de mi ropa interior, jadeo. —La pregunta es —dice con una ceja arqueada mientras se inclina—. ¿Cuántas veces puedo hacerte venir? Y con esas palabras, sus manos presionan mis muslos y su boca se cierne sobre la tela que cubre mi clítoris. El calor caliente de su boca hace que agarre el edredón debajo de mí. La seducción de sus palabras ya me tiene ansiosa por su toque, y ahora la barrera de seda entre su lengua y mi carne me vuelve loca. Dándome y no dándome lo que quiero, todo al mismo tiempo. —Becks. —Es todo lo que puedo manejar soltar mientras lanzo mi cabeza hacia atrás, cierro mis ojos y me permito absorber el placer. Las yemas de sus dedos se arrastran por el interior de mis muslos, y puedo sentir el aire fresco en mi carne caliente cuando utiliza un dedo para retirar mi tanga hacia un lado. Y cuando su boca hace contacto esta vez, grito mientras el calor líquido fluye a través de mí, mis brazos y piernas tensándose. —Dios, sabes bien —dice, su voz asaltando mis oídos mientras estoy siendo arrastrada bajo una marea de sensaciones. Su lengua sigue lamiendo y siento sus dedos extendiendo mi carne para que pueda deslizarse dentro de mí. Los mueve tan sutilmente, pero lo que sea que está haciendo me tiene gimiendo instantáneamente cuando encuentran el lugar que pone mis terminaciones nerviosas en llamas. Continúa su tentador bombardeo de mis sentidos, rozando y lamiendo con la cantidad justa de fricción para hacer que la ola de sensaciones se eleve y se estrelle a mí alrededor en una ráfaga de pequeñas olas impresionantes que roban el aliento. Su nombre cae de mis labios, una y otra vez, mientras me dejo llevar a mi clímax, con su boca todavía enterrada entre mis muslos, lamiendo su camino dentro de mí hasta que la sensación es casi imposible de soportar.

16

Mis ojos se cierran con fuerza, la habitación dando vueltas por la carrera vertiginosa de deseo, y lo siento deslizarse sobre mi cuerpo. Luego su boca está sobre la mía de nuevo, su lengua ahondando entre mis labios entreabiertos. —¿Puedes probar lo dulce que eres? ¿Puedes probar lo que acabo de hacerte? Mi respuesta es un incoherente gemido mientras mueve sus rodillas a cada lado de mis caderas. Lleva sus manos hacia arriba para acunar mi cabeza y controla la profundidad y el ángulo de su beso, no conteniendo nada hasta que me quedo sin aliento por la intensidad cuando se retira y mira dentro de mis ojos. —Este es el primero… —bromea, su voz apagándose cuando alcanzo su cintura. Se coloca con un delicioso peso sobre mi bajo vientre y comienzo a desbrochar sus pantalones. Mi cuerpo aún está palpitando por mi orgasmo, pero quiero más. Becks sisea cuando mis manos se deslizan entre sus bóxeres y su piel caliente, agarrando su erección y liberándola. Deslizo mi mano arriba y abajo, mi pulgar frotando la gota de humedad en la punta alrededor de su longitud. Inclina su cabeza hacia el techo y emite un gemido de satisfacción que hace que mi núcleo hormiguee por más. —Primero, ¿eh? —bromeo, tratando de mantener esto juguetón, porque joder si su boca solamente no vale la pena regresar por una segunda vez. Tomo su longitud en mi palma y la deslizo de regreso hacia abajo, disfrutando de ver sus abdominales tensos—. Por favor, dime que vas a mantener tus promesas porque necesito venirme más de una vez —le digo—. Y, Becks, has bebido más que yo, así que por favor, dime que no sufrirás un caso de disfunción por el whisky ahora. Su cabeza se mueve bruscamente hacia adelante, sus ojos manteniéndose en los míos, esa risa entre dientes cayendo de su boca de nuevo. Sacude su cabeza mientras cierra su mano sobre la mía en su polla y dice: —Exigente, ¿no? ¿No está lo suficiente dura para ti? Lucho con mi sonrisa de suficiencia, porque si va a lanzar promesas, seguro como el infierno que mejor las mantenga. —Está dura, es cierto, pero solo quería asegurarme de que siga estando así. —Creo que me estás insultando —dice, deslizando nuestras manos unidas arriba y abajo de nuevo, cerrando sus ojos momentáneamente por la sensación. —No es un insulto si es verdad. Sigue mirándome fijamente, y en menos de un latido, está fuera de la cama. Me empujo sobre mis codos, tratando de ver qué demonios está haciendo. Por favor, dime que no se siente ofendido por ese comentario. Si lo está, puede simplemente seguir su camino, independientemente de su lengua mágica. No necesito un hombre que resiente por un poco de burla. Pero, de nuevo, su lengua es bastante fantaorgásmica.

17

Una pequeña parte de mí suspira de alivio cuando Beckett se detiene con su espalda hacia mí y no camina hasta la puerta. La otra parte de mí se preocupa de que si se queda, podría ser la completamente inesperada pero perfecta combinación de travieso y amable que tiene la capacidad de hacerme retractar de las promesas que me hice a mí misma. Promesas sobre lo que voy o no a hacer a largo plazo. Sin compromisos, Haddie. Sin ataduras, me recuerdo a mí misma. Y entonces cualquier pensamiento racional que he estado desarrollando se evaporiza cuando Becks baja sus pantalones y se da la vuelta. Sé que sus ojos están en mí, pero los míos se centran en él y su erección cubierta con un condón. El alcohol definitivamente no lo ha afectado. Arranco mis ojos de la impresionante vista y asimilo el paquete entero mientras camina hacia la cama en una depredadora, decidida manera. Sus ojos están llenos con una combinación de diversión y lujuria, y sus señales corporales indican que soy de él para tomar: hombros anchos, confiado andar, y sonrisa de superioridad provocándome a decirle lo contrario. Llega al borde de la cama, y sin comentarios, agarra mis pantorrillas y tira de mí hacia él para que sus caderas estén ubicadas perfectamente entre mis muslos, los cuales están colgando de la cama en sus manos. Extiende un brazo para lentamente deslizar mi tanga y luego da un paso atrás para jalarla de mis talones y arrojarla descuidadamente sobre su hombro. Estoy más que encendida observando sus ojos asimilar cada centímetro de mi cuerpo, completamente desinhibido mientras observa sus dedos jugar sobre mi sexo y recorrer arriba y abajo mi unión. Su respiración falla, sus fosas nasales ensanchándose, y sus labios caen laxos mientras sus ojos observan su dedo deslizarse lentamente dentro y luego volver a salir. Ambos jadeamos, yo de la sensación y él de la vista. Sus dedos frotan y se deslizan en un lento, igualado ritmo que tiene mi ya sensibilizada carne en alerta máxima. Un gemido cae de mis labios cuando mi cuerpo empieza a calentarse y los ojos de Beckett se elevan rápidamente para encontrar los míos. Su lengua se lanza hacia afuera y lame su labio inferior mientras sus dedos se retiran, pero me mantengo abierta mientras se alinea en mi entrada. Sus ojos sostienen los míos cuando lentamente entra en mí, cada centímetro de espesor suyo, llenando, estirando, cautivando cada nervio en mi interior. Se introduce plenamente de raíz hasta la punta, su mandíbula apretándose por la contención y sus ojos oscureciéndose con deseo mientras toma toda la fuerza que tengo no rodar los míos en la parte posterior de mi cabeza ante la sublime sensación. Quiero verlo. Quiero mirar fijamente esos ojos y asimilar su increíble cuerpo mientras trabaja el mío hasta la extrema excitación. Aprieto mis músculos a su alrededor, silenciosamente diciéndole que estoy lista para lo que está por venir cuando me sorprende inclinándose y besándome. Un lento, hipnotizante baile de lenguas mientras su polla se presiona aún más adentro de mí hasta que no creo que pueda tomarla más. Mi cuerpo se rinde, y justo cuando mi cabeza empieza a llenarse con tantos pensamientos de cómo esta acción inesperada

18

está atando los lazos que se supone que no tenemos, se echa hacia atrás, su cara a centímetros de la mía, y sonríe con superioridad. —¿Eso es lo suficientemente duro para ti? Me concentro en esa arrogante sonrisa en lugar de los pensamientos en mi cabeza, y libero un suave gemido cuando se retira una fracción mientras se pone de pie. Se conteniente todavía, ojos fijos en los míos y sale muy lentamente hasta que solo la punta está dentro de mí. —Bueno, ¿lo es? Dios, sí, lo es. Dios, sí, quiero que se entierre en mí, conduciéndome al olvido más allá del horizonte. Abro mis piernas más ampliamente y elevo mis manos para apretar mis propios pechos. Mis músculos se aprietan alrededor de él en respuesta al momento, a la anticipación, en reacción a él reteniendo lo que más quiero. —Fóllame, Becks. —Es todo lo que puedo decir, porque antes de que su nombre salga de mi boca, él se retira y se introduce dentro de mí, mi cuerpo hormigueando con una sorprendente ola de placer. Sus manos agarran la carne de mis muslos cuando comienza de nuevo, cada viaje y sensación inducida al retirarse me permite alcanzar altos niveles a un ritmo enloquecedor. Mi pulso palpita y mi respiración va tras él, en una carrera sin fin hacia la línea de meta. Mis sentidos se sienten drogados, abrumados, marcados con su posesión de mi cuerpo. Mis músculos se tensan y escalofríos se deslizan a través de mi carne, a pesar del sudor cubriéndola mientras se conduce más dentro y más duro. Mis manos serpentean por mi torso para separarme y permitir que mis dedos añadan esa poca fricción adicional para empujarme hacia el precipicio. Levanto mis ojos para mirar su reacción, para ver si es uno de esos idiotas que piensan que solo él tiene permitido llevarme al clímax, y veo sus ojos moverse rápidamente hacia abajo y centrarse en mi dándome placer. Sus dedos se clavan más profundo, sus caderas aporreándose más fuerte, y los músculos de sus hombros tensándose más. Grito cuando la dinamita se detona dentro de mí. Una explosión de calor líquido paralizando mi cuerpo —piernas tensas, brazos rígidos, respiración contenida— mientras sucumbo a mi orgasmo. Y a pesar de que mi cuerpo se siente como que está tan sobrecargado que no puedo posiblemente soportar más, Becks continúa, enterrando su cabeza sobre mis paredes que están saciadas con tan placentero dolor que no estoy segura si quiero que se detenga o que siga para ver cuán más lejos me puede llevar. —Becks. —Su nombre es un grito roto en mis labios mientras mi cuerpo empieza a temblar por la fuerza de mi clímax. Disminuye la velocidad un poco, pero añade una fricción de sus caderas mientras empuja dentro de mí. —Aguanta, aguanta —gime antes de retroceder y conducirse dentro de mí un par de veces más. Un gemido cae de sus labios mientras su cabeza se echa hacia atrás y sus manos sostienen mis caderas inmóviles. Puedo sentir su polla latir dentro de mí

19

mientras reclama su propia liberación, su cuerpo meciéndose sutilmente mientras navega en las sensaciones. Echo mi cabeza hacia atrás y cierro mis ojos, permitiéndole unos minutos para bajar de las alturas. Lo siento moverse, y luego grito de sorpresa cuando su sombra de las cinco raspa sobre mi abdomen mientras besa su camino hasta la línea media de mi pecho. Se detiene debajo de mi mandíbula por un momento mientras recobra su aliento antes de murmurar: —Ese es el segundo. —Eso fue definitivamente el segundo —le digo mientras el timbre profundo de su risa es amortiguada contra mi piel. Detengo a mis manos de extenderse y recorrer su espalda mientras su peso descansa cómodamente en mí. Un toque como este es demasiado, muy íntimo cuando estoy solo tratando de mantenerlo casual. Permanecemos así durante un momento, palabras no dichas reemplazadas por nuestra dificultad para respirar, cuando de repente, Becks comienza a moverse. Supongo que va a deslizarse fuera de mí y se va a lavar, poner fin a nuestro inesperado sexo, así que estoy sorprendida cuando regresa a besar su camino bajo mi cuello. Se detiene y toma un pezón en su boca mientras su mano toma el otro, tanto sus dedos como sus labios manipulando mis brotes apretados hasta que me retuerzo de nuevo. Se desliza fuera de mí y suspiro con audible satisfacción. Su boca inicia el lento descenso hacia la cima de mis muslos, y levanto mi cabeza rápidamente para mirarlo.

¿Otra vez? Santa mierda, está tratando de matarme. Besa la parte superior de mi sexo y dirige su lujuriosa mirada hacia mí. —He leído que una mujer se viene más duro la segunda o la tercera vez — dice—. Asegúrate de hacérmelo saber. —Besa mi piel de nuevo y ríe entre dientes—. Oh, sí, aquí viene la tercera.

20

M

is párpados están cerrados, pero aun así está demasiado brillante por la luz del sol que se filtra en la habitación. Los cierro más fuerte, tratando de bloquearla, tratando de despejar la niebla de mis pensamientos. Me esfuerzo por recordar los detalles de anoche. ¿Cómo es posible que bebiera lo suficiente como para no recordar, pero que mi cabeza esté latiendo como un maldito tambor? Decido acurrucarme más en el edredón, sin querer despertarme todavía, queriendo deshacerme del dolor de cabeza que inevitablemente me golpeará con toda su fuerza en el momento en que mi cuerpo reconozca que está despierto. Pero la niebla comienza a disiparse, y mis pensamientos reproducen la perfección del día de ayer y lo increíble que fue. Las sonrisas, la risa y el amor. Bailar, beber y… oh joder.

…a la mierda jugar a lo seguro… …aquí viene la tercera… Las palabras parpadean a través de mi mente y ahora estoy completamente alerta y me estremezco por el sol cuando abro los ojos. Pestañeo ante la luz intensa, y cuando logro enfocarme, estoy mirando directamente a Becks. ¡Oh, mierda! Su cabeza se encuentra de costado en la almohada, las líneas de su rostro están relajadas y su cabello sobresale en todas direcciones. Hay una pequeña barba en la zona donde estoy acostumbrada a ver su suave piel afeitada, y, vagamente, puedo recordar cómo se siente contra mi abdomen. Mis ojos trazan una línea, admirándolo, desde su garganta hasta su pecho y desde ahí a esa zona tan sexy como el infierno que desaparece debajo de las sábanas, justo donde más quiero mirar. La vista de él desnudo es más abrumadora ahora que estoy completamente sobria. Admiro la vista un momento y me pregunto, ¿si tiro las sábanas más fuerte a mi alrededor, se deslizarán lo suficientemente lejos de él como para darme la vista que quiero? De a poco, empiezo a moverlas hacia mí cuando recuerdos de anoche vuelven, inundándome en colores de alta definición. Palabras susurradas y suspiros gemidos. La combinación embriagadora de los roces juguetones, necesidad sin restricciones y deseo insaciable. Sus manos expertas y su boca hábil creando un dolor tan intenso que sentí como si mi cuerpo estuviera en llamas. Recuerdo cómo me dio exactamente lo que quería —sentir físicamente para ser insensible emocionalmente. Cómo, cuando lo miré a los ojos, le supliqué que me llevara al borde, que me empujara a ese estado donde desaparece la emoción. Y

21

cuando finalmente se hundió dentro de mí, fue un amante tan considerado como demandante, quien me dejó sin aliento, saciada y confundida. Mis muslos se tensan y mi núcleo se aprieta cuando recuerdo todas las sensaciones que me evocaba. Era cosa de una sola vez. Sexo sin compromisos. Exactamente como lo deseaba. Entonces, ¿por qué mi mente está tan enfocada en lo que murmuró en la sala silenciosa mientras yacía acurrucada contra él cuando pensó que me había quedado dormida? “Malditos compromisos” Los recuerdos borrosos por el alcohol continúan reproduciéndose detrás de mis párpados cerrados como una presentación de diapositivas, y en todo lo que sigo pensando es: ¿En qué demonios estaba pensando? Pero sé que en realidad no estaba pensando para nada. Estaba tan ocupada tratando de esconder mi dolor que, egoístamente, nunca consideré el daño que podría hacerle al final. Joder. Carajo. Mierda. Tampoco puedo evitar pensar en cuán buen chico es realmente. Esto es toda mi culpa. A pesar de que mi mente está flotando al recordar pedacitos borrosos de nuestro tiempo juntos, todavía puedo reconstruir el hecho de que Becks trató de hacer lo correcto. Trató de llevarme a la cama —para dormir— impidiéndome ponerme al volante. Esto es mi culpa. Completamente mi culpa. ¿Por qué no pude haber seguido con mi plan de irme e ir a follar con alguien que le importara un carajo si me iba a la mañana siguiente sin decir ni una palabra? ¿Por qué anoche, de todas las noches, necesité sentir algo un poco más? ¿Acaso tenía miedo de que la represa que había construido alrededor de mi angustia pudiera romperse, y tal vez, solo tal vez, quería tener a alguien cerca que sabía que me cuidaría? Y entonces lo usé. Usé a un buen hombre que no se merecía ser usado. La culpa me carcome hasta que me obligo a abrir los ojos y enfrentar a Becks. Absorbo con la mirada su hermoso rostro y su buen aspecto típico americano. Es el buen chico por antonomasia — definitivamente no mi estereotipo de chico malo tatuado a quien siempre acudía. Lo estudio por un minuto, mis ojos volviendo a bajar a donde las sábanas descansan en sus caderas… Porque, puede que no sea mi tipo, pero eso no quiere decir que no pueda admirar su físico más caliente que el infierno. Pronto mi mente vaga de nuevo a la sensación de sus músculos tensándose bajo mis dedos, y no puedo evitar preguntarme si alguna vez podría acostumbrarme a él. A esto. Estoy tan acostumbrada a estar en relaciones llenas de drama, salvajes y volátiles pero divertidas —bueno, si realmente puedes llamarlas relaciones— con los rebeldes en mi pasado.

22

No puedo evitar reír silenciosamente cuando un pensamiento me golpea: ¿Quién hubiera pensado que Ry habría pasado la noche —joder, casado— con el chico malo e imprudente, mientras que yo la pasé con el caballero sureño? Hablando acerca de cambiar los roles. Algo estaba definitivamente chiflado en el mundo. Elevando mi mirada, me sobresalto cuando me encuentro con los ojos azules de Becks. Nos quedamos mirándonos por un momento mientras luchamos contra la incomodidad y tratamos de descifrar qué hacemos desde ahora. Me mira con sus ojos entrecerrados y dice: —Buenos días. —Bosteza suavemente, pero nunca aleja sus ojos de los míos, como si estuviera esperando evaluar mi reacción antes de decir algo más. —Buenos días —le contesto murmurando mientras trazo líneas vagas con mis dedos en las sábanas. En la esquina de su boca aparece una sonrisa lenta y perezosa, y mi corazón late entrecortadamente en mi pecho. Y mi garganta comienza a cerrarse por el pánico. No quiero sentir la calidez que acaba de extenderse por todo mi cuerpo ante esa perezosa sonrisa juvenil suya. No quiero sentir la satisfacción que siento ahora mismo. Y, más que todo, no quiero ver esa mirada en sus ojos que me dice que esto podría ser mucho más si lo permitiera. Eso es lo que hizo Lexi. Y mira dónde la dejo a ella y a Danny. Y a Maddie. Me deshago de los pensamientos y trato de tragar el nudo de ansiedad que se aferra. Aparto la mirada rápidamente a medida que calmo mi imaginación hiperactiva y me freno de seguir enloqueciendo. Me recuerdo a mí misma que saqué las pilas de mi reloj biológico y las puse en mi vibrador por una razón. Puedo hacerlo. Puede que no recuerde todo lo que pasó anoche, pero recuerdo haberle dicho que sería sexo sin compromiso. Entendió desde el principio lo que era esto. No importa qué demonios pasó anoche, esto era solo una conexión física entre dos adultos complacientes. Entonces, ¿por qué tengo miedo de levantar la vista de mis dedos que están jugueteando y mirarlo a los ojos? —¿Oye? —El tono áspero de su voz, mezclado con preocupación, me atrae hasta que no puedo tolerarlo más. Lo miro a los ojos—. ¿En qué estás pensando…? — Su voz se apaga a medida que encuentro la mía. Sostengo la sábana contra mi pecho. —Becks —digo su nombre con una tímida sonrisa en mi rostro—. Esto está bien. —Sacudo la cabeza para darle más énfasis—. Puede que hayamos estado ebrios anoche, pero, uno, nunca estoy demasiado ebria para no recordar ni disfrutar… y, hombre, sí que lo disfruté. —No puedo evitar agregar la última parte porque, casual o no, el hombre sí que tiene buenos movimientos. El número tres sacudió la Tierra definitivamente más que el número dos. Y que me condenen si el cuatro no fue muy bueno también. Mi comentario hace que la sonrisa perezosa en su rostro se

23

transforme en una sonrisa tímida, que al instante hace que me den ganas de fundirme con él. Y no puedo. No es una opción, independientemente de lo mucho que mi interior se caliente por los pensamientos a los cuales me niego dar la bienvenida. —Acordamos sin compromiso. Sin complicaciones —le digo, encogiendo un hombro para hacerle saber que estoy más que bien con esto. Algo parpadea en sus ojos y no puedo terminar de interpretarlo bien, así que continúo—: No soy la típica mujer pegajosa que… —Eres de todo menos típica —murmura adormilado. Simplemente me quedo mirándolo fijamente por un rato antes de decirme a mí misma que debo dejar bien en claro mi idea antes de decir algo estúpido. —Gracias, pero todo lo que estaba tratando de decir es que no soy la clase de chica que se transforma en una psicópata acosadora después de una noche de sexo casual. —Correrse cuatro veces no es exactamente sexo casual —bromea con una sonrisa juguetona, lo que me hace reír nerviosamente. —Becks, no quiero que esto sea incómodo… —Sacudo mi cabeza, necesitando decir esto para quitarme la culpa de la conciencia—. Lamento haberte presionado anoche… No quería que… —Suspiro en voz alta, los pensamientos que quiero transmitir no se están transformando en las palabras que necesito. —Nadie me presiona a hacer algo que no quiero hacer. Especialmente en el sexo. Sus ojos buscan los míos como si quisiera decir algo más, pero no lo hace. Así que sigo diciendo impulsivamente lo primero que se me viene a la mente. —Gracias por cuidarme. —Me estremezco y alejo mis ojos de inmediato, avergonzada, pero contenta de haberlo dicho. Sigue mirándome por un momento con su calma intensidad, antes de asentir sutilmente e incorporarse. —Bueno, me alegro de que aclaráramos eso —dice, balanceando sus piernas por el borde de la cama de manera que su espalda me está enfrentando. Frota una mano por su cabello de recién levantado, dejándolo parado por todas partes, antes de estirarse lentamente—. Sin compromiso —repite, levantándose completamente desnudo antes de ir al baño. Juro que murmura algo acerca de un lazo, pero estoy demasiado ocupada mirando la vista como para importarme. Puede que no quiera compromisos, pero eso no significa que no pueda apreciar un último vistazo persistente a su buen culo antes de que cierre la puerta del baño. Sonrío presumidamente, entendiendo por qué Colton dice que Becks es el mejor jefe de equipo en el negocio. Estoy segura como el infierno de que mantuvo mi motor acelerando a la perfección anoche.

24

Giro hasta quedar de espaldas y miro el techo mientras se descarga el inodoro y comienza la ducha. Oigo los sonidos apagados del océano afuera y miro las sombras que juegan a través del techo. Exhalo a medida que mis pensamientos vuelven a anoche, mi mente trayendo los recuerdos y mi piel recordando demasiado bien su tacto, su sabor, su esencia. Y entonces empiezo a reír. Oleada tras oleada de risa pasan por mí a medida que me doy cuenta de que esta es la primera vez en mucho tiempo que me he despertado sin el dolor constante de la muerte de Lexi pesando en mis pensamientos y sofocando mi espíritu. Me limpio las manchas de debajo de mis ojos, preguntándome por qué hoy, finalmente, me siento como que puedo superar esto: el dolor, la soledad de que Lexi se haya ido. Y aunque mi mente sigue vagando hacia el hombre que es ardiente como el infierno ocupando la ducha, alejo esos pensamientos. No hay manera de que de repente pueda sentir todo esto a causa de él y cómo me trató anoche o cómo me hizo sentir. Era solo la liberación física lo que me hacía esto. Tenía que ser. Lo que sea. A quién le importa el por qué, ¿no? Porque tomaré los cuatro orgasmos que me dio y haré la caminata de la vergüenza con un rebote entusiasta en mi paso. —Así que, ¿te gusta dirigir tu propio negocio? ¿Te mantiene ocupada? La pregunta de Becks me saca de mis pensamientos a medida que el mundo exterior pasa volando por la ventanilla del lado del pasajero. Me muevo para poder estudiar su perfil. Dios seguro que no escatimó en el departamento de los buenos aspectos con él. Así que, ¿por qué, de repente, ahora me estoy dando cuenta de ello? —Es bastante genial trabajar para mí misma. —Me encojo de hombros, contenta de que lo esté manteniendo casual y tratando de evitar cualquier incomodidad—. Tengo un par de eventos ahora con esa compañía Scandalous que compró algunos de los clubes nocturnos más antiguos alrededor de la ciudad para renovarlos. Me contrataron para hacer la promoción para las reaperturas, y si les gusta cómo salen las cosas, me mantendrán como su empresa de promoción premier. —Así que tendrás un cliente de alto perfil que atraerá otros clientes. Bien — dice, prolongando la última palabra y asintiendo ausentemente. —No he conseguido el acuerdo aún. No canto victoria todavía. Resopla una carcajada. —Bueno, deberías comenzar a cantar porque ambos sabemos que va a ser un éxito solo porque eres tú. Una parte de mí se complace de que piense tan bien de mí, incluso después de anoche. Enciende la luz intermitente y me observa antes de llevar su mirada de regreso a la carretera frente a él.

25

—Entonces, ¿cuál es tu historia? Frunzo el ceño mientras lo miro, pensando que la pregunta es extraña ya que nos conocemos hace más de un año, pero luego me doy cuenta de que en todo ese tiempo, aparte de preguntas superficiales, Becks y yo nunca hemos hablado de nuestros pasados, cómo llegamos a donde estamos. Y entonces me molesta porque no puedo descifrar por qué me está preguntando. Quiero decir, se supone esto es algo casual, por lo que no deberíamos hacerlo más pesado con ninguna historia. —Becks —suspiro su nombre—. Mira, aprecio que trates de hacer que esta situación no sea tan incómoda, pero no tenemos que hacer toda la cosa de “veinte preguntas sobre tu pasado”. Se ríe en voz baja y niega como si estuviera tratando de procesar lo que acabo de decir. —Debiste haber salido con verdaderos ganadores en el pasado. Primero que nada —dice mirándome y luego de nuevo a la carretera mientras trato de no parecer irritada por su comentario—, no te estoy preguntando porque me sienta obligado. Te encuentro interesante y tengo curiosidad acerca de cómo llegaste a este punto, así que sígueme la corriente… —¿Y segundo? —pregunto, un poco sorprendida por su interés. —¿Segundo? Mmm. Segundo, no tengo idea de lo que iba a decir porque esas sexys piernas tuyas me distrajeron. —Se ríe y como que me siento más que halagada—. Pero te aseguro que era muy bueno. —Suave —bromeo, disfrutando de la facilidad entre nosotros. —Oh, todavía queda mucho por conocer. —Sonríe y se estira para acariciarme la rodilla—. Así que, sígueme la corriente. Suspiro en voz alta, sin entender el objetivo de este ejercicio ya que no hay un futuro entre nosotros. —Me crié en Long Beach. Una infancia bastante normal. Una hermana, Lexi — le digo como si él no lo supiera ya y lo miro para ver si notó el titubeo en mi voz, pero está mirando el camino por delante de nosotros. Era buena en la escuela, nada estelar. Mi mamá se enfermó en mi tercer año de secundaria y… —¿Se enfermó? —Cáncer de mama —le digo mientras veo el destello de sorpresa en su rostro de que más de una persona en mi familia inmediata haya sido afectada por la devastación de esta enfermedad—. Entraba y salía del tratamiento, cirugías y todo eso mientras cursaba mi último año pero me las arreglé para entrar a UCLA. — Sonrío ante el recuerdo de cuán desgarrada estuve porque Lexi iba a la escuela en Arizona. Cómo hubiera querido seguirla y cumplir nuestros objetivos de conseguir un apartamento y vivir por nuestra cuenta juntas, pero no me aceptaron allí―. Entré al primer año de residencia y estaba esta chica de cabello castaño con ojos curiosos y una sonrisa tímida sentada frente a mí.

26

―Rylee. —Síp. Mis padres se fueron después de haber desempacado y Ry y yo hemos sido inseparables desde entonces. Pasamos juntas los primeros siete kilos que engordamos en primer año, novios, corazones rotos, tanto durante esos cuatro años y todo lo que la vida nos arrojó después. Me gradué con una licenciatura en relaciones públicas y tuve suerte de conseguir inmediatamente una pasantía en una empresa llamada PRX. E hice mi camino de chica de los recados hasta gestionar mis propios eventos. Me encantaba mi trabajo allí y fui capaz de construir una reputación decente después de probar que la pequeña rubiecita era más que solo decoración. —Eso es un eufemismo si alguna vez he oído uno. —Las palabras en mi lengua fallan ante su cumplido extrañamente satisfactorio—. Entonces, ¿por qué lo dejaste y empezaste en HaLex? Una sonrisa se curva por las esquinas de mi boca mientras me duele el corazón por la tristeza de la desgarradora verdad. —Porque Lexi y yo siempre quisimos hacer algo juntas… Incluso cuando éramos chicas, fingíamos tener un negocio donde agendábamos a nuestras Barbies para sesiones de fotos o hacíamos que muñecos realizaran comerciales. —Me río de los recuerdos que parpadean a través de mi mente—. Por lo tanto, decidimos que con su título en negocios y mis conexiones establecidas lo intentaríamos. ¿Qué teníamos que perder? Tenía un par de clientes que se ofrecieron a darme algunos trabajos más pequeños, así que renuncié a PRX… y dos meses después, diagnosticaron a Lex. —Had… Me encojo de hombros, tratando de actuar como si no fuera importante, cuando en realidad era todo mi mundo derrumbándose. —Sí, bueno… ahora… —Dejo que el pensamiento vaya a la deriva, sin saber exactamente qué más hay que decir de mi angustia. Me aclaro la garganta por la emoción, y el auto queda en el silencio. —¿Tu mamá está bien ahora? Las astillas del dolor pinchan de nuevo. —Estuvo en remisión por cuatro años y después tuvo una recaída. La segunda vez fue mala. —Se me pone la piel de gallina—. Mastectomía doble, quimioterapia y radiación sin fin… sencillamente malo. Extiende la mano y sostiene la mía en la suya, un espectáculo silencioso de apoyo que es inesperadamente bienvenido cuando estoy tan acostumbrada a esquivarlo. Aprecio su evasión de la palabra perdón, la palabra más usada en exceso sobre la faz de la Tierra cuando alguien se enferma o muere. El silencio se vuelve a asentar, ambos perdidos en nuestros pensamientos. Después de un rato, Becks acaricia con su pulgar de atrás hacia adelante sobre la parte superior de mi mano, y aunque es un reconocimiento simple y no verbal de mi dolor, también es un recordatorio sutil del maldito buen sexo que tuvimos

27

anoche. Mi cuerpo reacciona sin pensar, ese dolor entre mis muslos despertándose inesperadamente. ¿Él lo siente también? Oh, ¡mierda! Bloquéalo, Montgomery. No hay necesidad de pensar con tu entrepierna cuando esto fue cosa de una sola vez. No soy una flor en ciernes, ¡por Dios! Piensa en plantas Boca de dragón, en Venus atrapamoscas. Piensa en apagarlo para evitar que su polla domine tus pensamientos. —Anoche… —Es todo lo que dice, su voz apagándose a medida que mira detrás de él para cambiar de carril.

Dominación de polla desaparecida. Hola, incomodidad. No hay necesidad de apaciguar el dolor del deseo entre mis muslos ahora porque eso seguro que fue la sacudida que necesitaba para calmar mis pensamientos y alejar mi cuerpo del borde del deseo. Finjo tener que rascarme el otro brazo, una excusa para sacar mi mano de la suya y romper nuestra conexión. Su suspiro me dice que ve a través de mi mentira, así que lo observo fijamente, esperando que me mire de nuevo. Necesito que vea la expresión en mi rostro que dice que estoy totalmente bien con lo que pasó. Pero no me mira —ni siquiera un vistazo rápido— para que pudiera darme cuenta a dónde está yendo con esto. —¿Era sobre Lexi? Quiero decir, tienes que hablar con alguien eventualmente, o si no… —Nop. —Soy rápida para responder, una reacción instintiva. No voy a hacer esto ahora mismo. No quiero; no lo necesito. Por favor, no arruines mi buen humor, Becks—. ¿A veces no quieres tener un poco de diversión sin complicaciones? Ya sabes cómo va, Becks. Mierda, los vibradores son buenos y divertidos, pero nada da más satisfacción que la lengua poderosa. Suelta una carcajada y sé que he alejado la pregunta por ahora. —No sé desde tu perspectiva, pero de la mía, las lenguas son definitivamente bienvenidas. —Me observa con una mirada sugestiva antes de sacudir la cabeza y reír de nuevo. —¿Qué? —le pregunto, alzando mis cejas—. Sabes que es verdad. —Estoy a punto de hacer otro comentario sabelotodo pero me detengo cuando me doy cuenta que acabamos de detenernos en mi entrada. Agarro la bolsa de viaje de entre mis pies en el suelo y me estiro para abrir la puerta cuando su voz me detiene. —¿Vas a estar bien?

28

Su pregunta se puede tomar varias formas. ¿Alguna vez voy a estar bien con la muerte de Lexi? ¿Voy a estar bien con que Rylee se haya ido? ¿Voy a estar bien al ya no tener a las dos personas que más confiaba en mi vida todos los días? Opto por la pregunta que me es más cómoda para responder. —¿Bien? ¿Quieres decir viviendo sola? No es como si Ry realmente hubiera estado viviendo aquí por un tiempo… Ahora, solo es oficial —digo las palabras calmada, pero una sensación agridulce viene cuando pienso que mi mejor amiga nunca más será mi compañera de cuarto. Hablando de un año de cambios. Mierda. Es hora de que el torbellino se calme así puedo ponerme al día con todo—. Va a ser agradable vivir por mi cuenta un tiempo. Poder caminar desnuda cuando quiera… cosas como esa. —Le muestro una sonrisa mientras abro la puerta y empiezo a salir de la camioneta con mi bolsa de viaje en una mano. Siento como que debo decir algo más… algo de sabiduría de despedida, pero nada me viene a la mente. Empiezo a ponerme de pie cuando me doy cuenta de que mi teléfono se encuentra todavía en la consola central y voy de vuelta por él. Becks agarra mi muñeca y me sobresalta. Mis ojos suben para encontrarse con los suyos, y puedo ver la sinceridad en ellos, la amabilidad, la honestidad, y soy incapaz de mirar hacia otro lado, no importa lo mucho que quiera. Veo tantas cosas en sus ojos, y no quiero que diga ninguna de ellas, así que trato de sacar mi mano, pero su agarre no titubea. —Sabes que puedes llamarme si alguna vez me necesitas, ¿no? Para lo que sea —dice, esa lenta cadencia de él causando tantas cosas dentro de mí, y no puedo pensar en una réplica ingeniosa para aligerar el estado de ánimo. —De acuerdo. Gracias. —Es todo lo que puedo decir. Con los ojos fijos el uno en el otro, me agacho y busco a tientas mi teléfono antes de salir del auto. Cierro la puerta y exhalo un suspiro de alivio a medida que doy la vuelta y me dirijo hacia mi casa.

29

N

o estoy segura de cómo me estoy sintiendo cuando entro y apoyo mi espalda contra la puerta —escuchando a Becks saliendo de la calzada— pero una vez que estoy dentro, tomo una respiración profunda por primera vez en lo que se siente como siempre.

¿Qué carajos te pasa, Montgomery? Era solo sexo. Simplemente alucinante sexo con múltiples orgasmos incluidos. Así que supéralo. Supera tus pensamientos por él. Sigue adelante. Mi cabeza quiere, pero infiernos si mi cuerpo le hace caso. Dejo mi bolso en el suelo, tiro mis llaves y teléfono en la cesta sobre la mesa del vestíbulo y me dirijo hacia la cocina. Golpeo el botón del contestador y se sintoniza el mensaje de vendedores telefónicos mientras abro la nevera y busco una Coca Cola light. La máquina emite un sonido y la voz de Maddie llena la cocina vacía. —Hola, tía. Espero que tu elegante boda fuera muy divertida. Apuesto a que fue mejor que todos los Sour Patch Kids en el mundo juntos. No puedo esperar para verte mañana. Tengo todo el día planeado para nosotras. Sonrío automáticamente ante el sonido de su voz, y mi amor por ella se hincha como siempre. Solo puedo imaginar cuáles son sus planes para nosotras esta vez. La semana pasada fue pasteles de barro y Barbies, con té de mentira servido por Strawberry Shortcake. Suena el timbre, y mi corazón salta de inmediato al pensar que podría ser Becks. Tal vez dejé algo en su auto. ¿Y por qué diablos está tronando mi pulso?

Mierda. Realmente solo necesitamos un poco de tiempo separados para que podamos dejar atrás lo de la noche pasada. De esta manera podré superar el sabor, el olor y el sonido disiparse en mi memoria. Agarro el mango y tiro de la puerta para abrirla, preparada para Becks, y soy completamente lanzada en un bucle cuando veo quién está ahí parado. —¿Qué demonios estás haciendo aquí? —Encantado de verte a ti también. —Es la misma voz ronca que solía excitarme. Aquellos ojos grises que pueden ser fríos como el acero en un segundo o suaves como la seda al siguiente. Ese musculoso torso que memoricé cada increíble centímetro con mis dedos y boca. La visión de él invoca imágenes de sexo salvaje contra la pared, rasgadas de ropa, y, al mismo tiempo, surgen emociones esquizofrénicas y temperamentos volátiles a través de mi mente.

30

Y sin embargo, su atracción sobre mí sigue ahí, sigue siendo tan magnética como siempre. Este es el hombre que una vez pensé que podía ser el único por el que podría valer la pena luchar, hasta que desapareció tan rápido como apareció. Al igual que lo hace en todo momento. —¿Qué quieres, Dante? —Dejé escapar un suspiro y puse mis manos en mis caderas. —¿Qué, no hay beso? ¿No hay abrazo? ¿Esa es toda la acogida que recibo? — Mete sus manos en los bolsillos de sus jeans gastados, sus bíceps abultándose, e inclina un hombro contra el marco de la puerta. Trato de no mirar dos veces la nueva tinta que alcanza el punto máximo debajo del cuello de su camisa, pero me encuentro preguntándome que escogió esta vez. Mis ojos se elevan desde su cuello hasta su rostro mientras pasa su mano libre hacia arriba y abajo sobre la barba de candado. Entre la sonrisa de sus labios y la mirada de sus ojos, juro que lo hace a propósito para evocar pensamientos de cómo exactamente ese rastrojo de cabello me puede provocar y tentar cuando se encuentra entre mis muslos. Me apodero de mis pensamientos y soy capaz de recordar el daño que me infringió, que todavía cicatriza profundamente en mi interior. —Tienes suerte de que tu bienvenida no incluya una patada en las bolas. — Doblo mis brazos sobre mi pecho y levanto una ceja. Se ríe. Esa sonrisa satisfecha y arrogante reforzando la intensidad que siempre muestra su rostro. —Ah, esa es mi chica, enérgica como el infierno, justo cómo me gusta. —No soy tu chica. Perdiste la oportunidad de llamarme así cuando te fuiste sin decir una palabra. —Miro distraídamente por encima de su hombro al vecino corriendo por la acera antes de volver a mirarlo. —¿Tienes miedo de que tu amante vaya a volver y se moleste al encontrarme aquí? —¿Amante? Levanta su barbilla. ―Sí. ¿Era tu novio el que te dejó? ¿Cambiando cosas, Had? ¿Pasando de lo temerario a lo refinado? Me río. ¿Beckett refinado? Esa no es exactamente la primera palabra que me viene a la mente, pero supongo que en opinión de Dante, la falta de tatuajes en Becks lo vuelve justamente eso. —No es más que un amigo, y además, lo que él es o no, no es de tu maldita incumbencia. —Siempre eres de mi incumbencia.

31

Resoplo en respuesta. ¿Verdaderamente cree que puede aparecer en mi puerta después de haber desaparecido por más de un año y que le daría la bienvenida con los brazos abiertos? —Vamos, nena, ¿realmente vas a reventarme las bolas? Además, ya sabes lo mucho que me gusta cuando eres dura conmigo —bromea, tratando de llegar a mí de esa manera que siempre parecía funcionar antes. Pero ya he estado aquí, he hecho esto, y no planeo tener una repetición. El corazón roto no es lo mío. —¿Qué deseas? Se encoge de hombros tímidamente. —Estoy de vuelta en la ciudad. —Bien por ti. ¿Para qué? ¿Persiguiendo el sueño fallido o algo así? Se ríe con un movimiento de su cabeza, sus hoyuelos profundizándose. —Cariño, estoy siempre persiguiendo algo… —Sí, pero perseguir faldas y perseguir sueños son dos cosas completamente diferentes. Da un paso hacia mí y retrocedo, recelosa de que se acerque demasiado. La debilidad demostrándose en mi corazón blindado. —No era tan malo —dice en voz baja—. Estábamos bien juntos. Me muevo lejos de su mano cuando se estira para tocar mi brazo. —Sí, y lo bueno era solo un veinte por ciento de las veces —le digo—. Me parece recordar que el otro ochenta por ciento era un conjunto de mucho más. ―¿Pero qué del veinte por ciento? Tengo muy buenos recuerdos de ese veinte por ciento. —Me sonríe, tratando de conseguir que recuerde el maldito buen sexo que solíamos tener. Me imagino golpeándolo con el punzón. —Yo no —miento sin pestañear, ya que él es el rey de decir falsedades. Me mira por un momento antes de dar otro paso en mi dirección. Me digo a mí misma que no me afectará, y luego, por supuesto, su colonia me golpea, haciendo que los recuerdos surjan a la vanguardia en mi mente. —Parece que te has vuelto toda dura para mí, nena. Y no puedo evitarlo: Mi mente inmediatamente parpadea hacia ayer en la noche. La palabra dura me hace pensar en la expresión del rostro de Becks cuando quería demostrar lo duro que era. Niego y exhalo, exasperada, pensando en lo diferente que son Becks y este hombre delante de mí.

Pero ambos peligrosos. Inclina su cabeza hacia abajo, la sonrisa todavía en su lugar, y me mira a los ojos.

32

—Ahhh, ella está cediendo. Sabes que nunca puedes permanecer enojada conmigo. La resistencia es inútil, nena. Y estoy tan enojada, porque tiene razón. Nunca puedo. Por supuesto, me respeto y toda esa mierda, y nunca me dejaría volver por ese camino de nuevo con él, pero lo juro por Dios, Dante puede hacer que doble mis reglas como nadie más puede hacerlo. Lucho contra la sonrisa que amenaza con curvarse en una esquina de mi boca, sabiendo que es básicamente inútil intentarlo. —Dante… —Mi voz se apaga, una guerra interna librándose dentro de mí mientras trato de entender lo que quiere en esta ocasión—. ¿Por qué estás aquí? Su ardiente sonrisa se levanta en una sonrisa de megavatios porque sabe que me tiene ahora mismo. —Necesito un lugar para quedarme durante un tiempo. —Sus ojos se oscurecen con una solemnidad inesperada que me lanza, pero con él, nunca se sabe lo que es la verdad y lo que es un juego. —¿Y ves una señal de vacantes en el porche o algo así? Suelta un suspiro audible. Acostumbrado a tomar sin preguntar, no le gusta tener que explicar nada. —Vamos, nena, sé que Ry se mudó. —Levanto mis cejas, causando que se detenga y explique—. No es como si las especulaciones sobre los detalles de su boda no estuvieran zumbando por todas partes anoche en TMZ ni nada. —Rueda sus ojos y enciende esa sonrisa de nuevo, pero yo estoy en mi sitio, con mis brazos cruzados, impaciente—. Solo necesito un par de días, una semana o dos a lo sumo, para que pueda enderezar alguna mierda. Hay algo acerca de la forma en que lo dice —algo del estrés que recubre su rostro— que me tiene inclinando mi cabeza y mirando más allá de su duro exterior y preguntándome lo que está haciendo realmente en la ciudad. —Por lo tanto, ¿viniste aquí? ¿Crees que eres lo bastante encantador para que solo vaya a olvidar toda la mierda de antes? —Apestas. —Casi me río de su respuesta de escuela primaria que proviene de este grande y temerario rebelde. —No, en realidad no lo hago. —Me encojo de hombros, mirando hacia abajo a su entrepierna y luego hasta sus ojos--. Lo siento, pero los pequeños objetos como el tuyo son un peligro de asfixia. Una media sonrisa juega en una esquina de su boca. Nos miramos el uno al otro en silencio por un momento antes de que ruegue. —¿Por favor, Haddie? —Su súplica me llega, y estoy lista para dar mi consentimiento, pero él sigue antes de que pueda responder—. Me conoces. Conoces mi historia. Pensé que podrías tener piedad de mí cuando tantos otros me iban a rechazar.

33

Nos miramos el uno al otro por unos momentos mientras trato de descifrar lo que quiere decir. Porque sí, sé su historia: hijo único criado por su madre, padre inexistente, por tanto, ¿qué es lo que ha cambiado ahora? ¿Tiene que ver con su madre? ¿Su trabajo? ¿Qué? Francamente, no es de mi incumbencia, pero entre la mirada de sus ojos y la desesperación en su voz, comienzo a sentir lástima por mi deseo inicial de darle una patada en los huevos. Infiernos, eso sigue siendo una opción, pero me aseguraré de que se encuentre bien primero. Niego en resignación y cierro mis ojos por un momento, mentalmente castigándome por el desorden y el caos que sé que estoy invitando a mi vida. —Sin tonterías, Dante. Lo digo en serio. Sostiene su mano hacia arriba. —Palabra de Scout —promete con una sonrisa victoriosa. —Sí, eso es lo que me da miedo ―le digo, a sabiendas de que los Boy Scouts lo echaron por incitar a un motín cuando estaba en la escuela primaria. Parpadea una sonrisa temeraria y pasa por encima del umbral.

Y así comienza, pienso a medida que camina junto a mí y entra a mi casa.

34

Beckett

D

etengo mi camioneta, contento de finalmente estar aquí y agradecido de que el tráfico fuera inexistente. Apago el motor, y doy un agradecimiento silencioso a Howard Stern por permitirme sacar los malditos pensamientos de mi cabeza, todos los que se supone que no tengo que estar pensando. Salgo de la camioneta y miro los árboles a mi alrededor, asimilando el único lugar donde siempre he sido capaz de aclarar mi mente, olvidar mis preocupaciones y simplemente relajarme. Así que, ¿por qué, cuando debería estar caminando hasta el porche, abriendo una cerveza fría, sentándome junto a la piscina, están mis pensamientos aún atascados en ella? Haddie. Dulce, jodida Haddie y esa mirada en su rostro mientras la jalé hacia el borde de la cama anoche y la miré fijamente: cabello rubio extendido debajo de ella, mejillas enrojecidas, labios entreabiertos, y un coño tan condenadamente húmedo y con sabor como el Cielo. ¿Por qué sigo recordando esa mirada en sus ojos —burlona, inocente, y cansada— y preguntándome qué la puso ahí? ¿Estoy en lo cierto al asumir que ella quería sentir para olvidar? Sacudo mi cabeza y le silbo a Rex para que salte de la camioneta antes de cerrar la puerta. Sus palabras corren a través de mi cabeza una y otra vez ahora que la voz de Howard Stern ya no está llenando mis oídos. Dijimos sin compromisos. Pero no había ningún jodido dijimos acerca de ello. Ella dijo sin compromisos. Dejó bien claro una y otra vez que éramos una aventura de una noche. Sin compromisos, mi culo. Siento que ella lanzó un maldito lazo alrededor de mi cuello y tiró con fuerza. Sin compromisos, sí… ¿pero sin ataduras? Ella no dijo nada sobre alguna jodida atadura. Sabía que debería haber hecho más para resistir sus avances anoche, sabía que una maldita probada no sería suficiente. Joder, es por eso que la he mantenido a un brazo de distancia este último año y medio. Que Haddie fuera sexy era un hecho, pero enredarme con ella en las sábanas era algo a lo que no quería arriesgarme debido a que era la mejor amiga de Rylee. Y los mejores amigos que salen con los otros mejores amigos por lo general siempre terminan mal.

35

Así que traté de jugar a lo seguro. Mucho bien que me hizo, ya que caí del precipicio anoche y ni siquiera creo que quiera ser rescatado de la cuerda de la que estoy colgando. Levanto mi brazo y ajusto mi gorra de béisbol, y luego saco mi bolsa de la caja de la camioneta. Este es el problema con los coños: Cuando lo quieres, no puedes conseguirlo, y cuando no lo quieres, lo consigues y entonces no puedes conseguir sacarlo de tu maldita cabeza. Y que me condenen si puedo erradicar el de la dulce jodida Haddie de poseer mis pensamientos. —¿Oye, imbécil? La voz me sacude de mis pensamientos. Levanto mi cabeza rápidamente y miro hacia el porche. —¿Qué demonios estás haciendo aquí, Walker? —Me alegro de verte también, amigo —dice mi hermano mientras se agacha para conseguir un mojado beso de Rex. Se ríe y alborota su pelaje antes de mirarme de regreso. Observo alrededor para asegurarme de que no se me escapó ver la camioneta de mi hermano en la entrada, pero nop, no está aquí. —No sabía que ibas a estar aquí. —Pongo mi bolso sobre mi hombro y empiezo a caminar hacia la vieja casa de rancho. —Sí, bueno, fue de último minuto. Aubrey tenía una despedida de soltera en Las Vegas. —Se encoge de hombros mientras alza la cerveza en su mano hasta sus labios—. Pensé dirigirme aquí por un par de días mientras ella estaba ausente. Retomar fuerzas. Relajarme. Convertirme en uno con la naturaleza —dice con un elevamiento de sus cejas mientras repite el lema que nuestra madre solía decir cuando nos llevaba a rastras a esta vieja casa en Ojai. Ha estado en su familia por años. Solíamos rodar nuestros ojos ante el lema cuando éramos niños, pero lo entendemos ahora como adultos. —Mi camioneta está detrás del granero. Estaba dejando a Raul usarlo — explica, provocando que mire hacia el granero para ver si el cuidador está ahí para saludar con la mano, pero no está en ningún lado a la vista—. ¿Cuál es tu excusa para venir? —Estaba buscando algún tiempo. Solo —digo mientras subo los escalones. —Oh, pobre bebé —bromea—. ¿Está mi hermano mayor triste de que su bromance haya sido interrumpido por una pequeña boda? —Detente —le digo, aunque ya sé que no lo va a hacer. Nunca lo hace cuando se trata de cuán cercanos Colton y yo somos—. Solo necesitaba un poco de descanso y recuperación. Bebí demasiado anoche… pensé en venir por el fin de semana y reponerme. Por mí mismo. Déjaselo al idiota de mi hermanito para arruinar mis planes.

36

Da una palmada en mi espalda y ríe. —Buena cosa que lo hizo, porque él abasteció la nevera con cerveza helada. —¿En serio? —Genial. Me ahorra el viaje a la ciudad para conseguir más. —En serio. ¿No me amas ahora? —dice cuando se dirige hacia la cocina mientras yo voy hacia la habitación para dejar mis cosas. —Te amaría aún más si me agarras una. O dos o tres —le grito desde el pasillo.

Bajando la visera de mi gorra, me hundo en la silla un poco más. El sol se siente bien en mi piel y la cerveza helada deslizándose por mi garganta se siente aún mejor. Walker sigue parloteando sin parar como una mujer, y lo ignoro. Él definitivamente obtuvo el gen de hablar-sobre-jodidamente-nada-hasta-el-cansancio de nuestra madre. Cierro mis ojos, y mis pensamientos vagan de regreso hacia la pasada noche. Y luego se desvían hacia cuán jodidamente bueno fue el sexo. Cuan buena Haddie era. Me siento como una chica pensando en ello otra vez, en ella otra vez, pero infiernos, el sexo fue increíble. Sin mencionar que es una maldita estimulación cuando una mujer tiene confianza y no tiene miedo de decir lo que piensa en la cama. —¿Cuál es tu problema, amigo? —¿Eh? —Echo un vistazo a Walker. —¿Quién es ella? —pregunta con una sonrisa de superioridad. —¿Quién es quién? —Me decido por la clásica evasión. Walker no necesita saber nada sobre Haddie porque fue solo una aventura de una noche. Y si él piensa algo de otro modo, Sr. Amo estar en una relación, va a correr a divulgárselo a mamá, y entonces ella hablará conmigo hasta el cansancio sobre nietos. Y, por supuesto, luego voy a recibir la llamada telefónica de mi padre diciéndome que ella está volviéndolo loco con toda esta tontería del bebé, pero, ¿puedo apresurar las cosas para que él pueda tener un poco de paz y tranquilidad? Mierda, estoy bien con tener hijos algún día, pero no ahora. Todavía tengo avena para sembrar, lugares para ver, y personas que visitar antes de hacer un intento y practicar sexo sin protección. —Becks… estás sentado allí con tus ojos cerrados, una idiota sonrisa de suficiencia en tu rostro, y estás ajustando tu polla cada cinco jodidos segundos. —Me levanta sus cejas—. Así que, o bien estás recordando haber echado un polvo, y parece como que fue un buen maldito polvo, o estás teniendo algún tipo de pornográfica fantasía húmeda, y si ese es el caso, eres un jodido enfermo ya que estás haciéndolo mientras estoy sentado justo aquí. Lo miro y veo diversión en los ojos de mi molesto hermano menor.

37

—Cállate. —No es una muy buena respuesta ingeniosa, pero es todo lo que tengo, porque le dio justo en el clavo. —¡Ja! ¡Lo sabía! —dice, girando en su tumbona para enfrentarme—. ¿Qué pobre mujer fue sometida a tu incompetencia la pasada noche? Y así sus burlas conmigo comienzan. Amo a mi hermanito hasta la muerte, pero necesita unas nuevas jodidas respuestas ingeniosas. Juro por Dios que pasa demasiado tiempo con su novia, Aubrey, porque no podría estar desarrollando más estrógeno incluso si estuviera llevando algo de lápiz labial y zapatos de tacón. Empiezo a responder a su tonto comentario cuando escucho un teléfono celular sonar. Dejo caer mi cabeza en decepción y lo miro fijamente. Síp. Demasiado maldito estrógeno. —Por favor, dime que no es tu tono de llamada —ruego a mi hermano mientras una canción de Katy Perry sigue sonando. Me mira como si estuviera loco. —Amigo, mi celular está justo aquí —dice, sosteniéndolo para probar su punto—. Ese es tuyo. ¿Qué de… Me levanto de la silla y me dirijo hacia las puertas corredizas de vidrio, donde coloqué mi teléfono en el aparador de adentro. Katy sigue cantando sobre chicas de California y paletas de helado derritiéndose, y juro por Dios, esto tiene que ser una de las jodidas bromas de Colton. Un último regalo de despedida antes de irse a su luna de miel. La última vez que lo hizo, mi tono fue I Touch Myself, y sonó en medio de una reunión del equipo de box. Él es un tanto idiota a veces. Alcanzo mi iPhone negro, la pantalla anunciando el nombre de Rylee. Será mejor que no se haya metido con mis contactos también. —¿Hola? —contesto el teléfono cautelosamente. —¿Becks? ¿Por qué tienes el teléfono de Haddie? —La voz de Rylee llega alto y claro, y, de repente, caigo en la cuenta. Haddie tomó el teléfono equivocado esta mañana cuando la dejé. Pero, ¿qué mujer tiene un teléfono celular negro simple? Haddie es cualquier cosa menos simple—. ¿Becks, estás ahí? Esto es jodidamente estelar. Bien podría publicar en las redes sociales que tuve sexo con Haddie porque yo contestando su teléfono lo hizo de igual manera. Por el amor de Dios. La desviación es mi única opción. —Estoy aquí… ¿No deberías estar haciendo algo más en el primer día de tu luna de miel en lugar de llamarme? —Estamos retrasados en el aeropuerto —dice al mismo tiempo que escucho un número de vuelo siendo anunciado en el fondo. Me río. —Como si eso fuera a detener a Colton de…

38

—¿Estás con Haddie? —dice, interrumpiéndome, y puedo escuchar la curiosidad en su voz. No quiero lidiar con esto, especialmente porque Walker está de pie en la puerta, absorbiendo cada palabra mía. —No. No sé dónde estará… —Entonces, ¿por qué tienes su teléfono? —Suelta la pregunta lentamente, y lucho para encontrar una explicación que ella vaya a creer—. ¿Ustedes dos…? —Dame el teléfono. —Es la voz de Colton, y ahora sé que estoy jodido. Escucho un cambio de posición y luego resuena—: ¿Becks? —Hola, Sr. ataduras-con-cadenas, viejo bastardo casado. Se ríe. —Amigo, al menos estoy consiguiendo algo más que de manera regular. Simplemente estás celoso. Si decides bajar tus estándares y conseguir un poco también, serías un mucho más feliz… Oh, mierda… —Y juro que puedo escuchar el interruptor de la luz encendiéndose en su cabeza—. Te acostaste con Haddie, ¿no? —No seas ridículo —le digo, haciendo una mueca momentáneamente—. Nada sucedió. —¡Ajá, lo hiciste! —grita con una risa burlona—. Nada sucedió, mi culo… Además, la única ocasión que tomas el celular de una chica es si estás escapando en la oscuridad antes de que ella se despierte, o si estás muy nervioso averiguando si darle un beso de buenas noches… er… buenos días. —Se ríe entre dientes de nuevo—… que lo agarras accidentalmente. —Lo que sea. Ambos estaban en tu mostrador de la cocina. Debo haber agarrado el equivocado. —Lo que no se entere, no le dolerá. —Sí, claro, y yo soy el maldito conejo de Pascua. —Bueno, te gustan las colas —ofrezco. Se ríe entre dientes de nuevo. —Sí, solo una. Estoy reformado ahora —dice, antes de caer el silencio por un momento. —En ese sentido, sí… ¿pero cualquier otra parte de tu vida? Todavía eres un loco bastardo. —Me acerco a la nevera, saco una cerveza y desenrosco la tapa—. En serio, nada sucedió. —Cuando él solo gruñe en incredulidad, sigo hablando antes de que empiece a pensar demasiado en ello y haga más preguntas que tendré que evadir—. Así que, ¿por qué estás llamando? —Ah, el sutil cambio de tema… como que eso no grita la follé. —Se ríe. —Estoy colgando ahora —amenazo, sabiendo que esto puede seguir y seguir con él. —Dulce Jesús, amigo, relájate. No seas tan perra. En realidad me encontraba marcándote mientras Ry estaba llamando a Haddie para pedirte un favor.

39

—Cualquier cosa. —No necesito detalles. Es Colton, después de todo. Mi hermano de otra madre. —Acabo de recibir una llamada de Firestone. El envío de los neumáticos es dos días antes… —Eso es raro… ¿Qué demonios pasó? ¿Está el Armagedón llegando o qué? — Me río. Nuestro camión semiremolque lleno de neumáticos patrocinados llega generalmente con dos semanas de atraso y siempre nos obliga a quitar algo de tiempo de nuestra prueba. Y el tiempo en la pista es como oro. —No jodas. Le dije algo similar a Ry. —Ajá. Sí, estoy seguro que eso es lo que le estabas gimiendo. —Lo que sea, amigo. Solo estás celoso. —Se ríe y luego se detiene—. O tal vez no. Tal vez estabas ocupado gimiendo por ti mismo, ¿eh, Daniels? —Vete a la mierda. Te dije que… —Sí, sí, sí… sigue pensando que me lo voy a comprar y voy a seguir creyendo en ti. No. —¿Qué necesitas? —Suelto un suspiro de frustración. —No creas que no estoy notando el cambio de tema aquí, pero nuestro vuelo acaba de ser anunciado, por lo que tengo que irme… Mira, sé que dijiste que es posible que fueras hasta la casa de campo por un par de días… —Estoy allí ahora mismo. Suspira. —El camionero tiene un apretado cronograma, necesita dar vuelta al camión y regresar antes de que la tormenta golpee el Medio Oeste… Hombre, odio pedirlo… —No, no lo haces. Se ríe profundo y fuerte, y hay sonido de movimiento en el otro lado del teléfono. —Tienes razón. No lo hago. —Apestas, ¿sabes? Acabo de llegar y estoy en mi quinta o sexta cerveza, pero sí, conduciré de regreso a la ciudad por la mañana y abriré la bodega para la entrega. —Gracias hermano. Te la debo. —Ese es el eufemismo del año. —Hm. Tal vez ya fuiste pagado con otra cosa. —Se ríe—. Te advertí que Ry tenía una amiga caliente. Supongo que decidiste hundir tu termómetro y tomar su temperatura. —¡Eres un jodido enfermo! —No me querrías de otra manera.

40

—Es cierto. Pero nada sucedió. —Escucho el vuelo siendo anunciado en el fondo mientras resopla en respuesta a mi negación—. Ten un buen vuelo. —Hasta pronto. Y gracias. Cuelgo el teléfono e inmediatamente marco mi propio celular, parte de mí esperando que ella atienda el teléfono, y la otra parte de mí esperando que pierda la llamada. Tengo un timbre de espera más antes de que mi correo de voz atienda cuando ella contesta. —¿Hola? La voz masculina me desconcierta. Aparto el teléfono de mi oído y miro la pantalla para asegurarme de que marqué el número correcto. Síp. Seguro como el infierno que lo hice. ¿Quién demonios está contestando mi teléfono? ¿Lo perdí en la boda en su lugar? —¿Hola? —dice de nuevo, irritado. ¿Está irritado? Él está contestando mi maldito teléfono. —¿Quién diablos eres tú? —¿Por qué lo preguntas? Su arrogancia aviva mi temperamento. —Porque es mi maldito teléfono el que estás respondiendo. —¿Qué? —Ahora es su turno de estar confundido—. Oye, ¿nena? —dice, su boca apartándose del receptor, pero todavía puedo escucharlo claro como el día. Y puedo oír la voz de Haddie respondiéndole.

¿Nena? Realmente escuche eso, ¿cierto? ¿Me perdí algo? —Algún sujeto está llamando y dice que tienes su teléfono… Escucho pasos y palabras incomprensibles. —¿Hola? —Su voz sin aliento llena la línea, y aunque no estoy muy seguro de qué diablos está pasando, mis bolas se aprietan ante el sonido de su ardiente voz como el infierno. —Tienes mi teléfono. —No estoy tratando de ser un idiota, pero no puedo evitarlo. ¿Hace menos de diez horas estábamos teniendo sexo, y ahora tiene un tipo contestando mi teléfono? Supongo que cuando ella dice sin compromisos, realmente quiere decir sin compromisos—. ¿Cuándo puedes tomar tiempo de tu apretada agenda para encontrarnos así podemos intercambiar? —No puedo ocultar el sarcasmo en mi voz. Parece que dulce Haddie no es tan jodidamente dulce. Ella está en silencio por un segundo.

41

—¿Becks? —Síp. —Al menos recuerda mi nombre. Jodidamente ridículo—. ¿Cuándo podemos encontrarnos? —Becks, ¿estás bien? —Hay una preocupación que no quiero oír en su voz, pero por ahora he pasado de sorprendido a amargado. Jodidas mujeres—. Oh. Oh — dice cuando se da cuenta de por qué estoy enojado—. No es lo que piensas. Dante es… —¿Qué tal mañana? ¿A qué hora puedo reunirme contigo mañana, nena? — ¿Realmente acabo de decir eso? ¿De qué demonios estoy celoso? Sin jodidos compromisos, ¿cierto? Entonces, ¿por qué siento como que estoy enredado en una maldita telaraña? —Oh… —Escucho el dolor en su voz. Y ahora estoy cabreado por actuar como estoy actuando. Fue una noche de sexo increíble. Supéralo, amigo. Toma de regreso tus bolas y olvídalo. Entonces la escucho suspirar. Y joder si ese sonido no trae recuerdos de mí enterrándome en ella anoche, una y otra vez. —Um, no puedo —dice, y logro escuchar la televisión en el fondo haciéndose más débil mientras se mueve alrededor—. Tengo un compromiso mañana, y después un evento toda la noche.

Apuesto a que tienes un compromiso. Sacudo mi cabeza. —¿Dónde es el evento? —En el centro de la ciudad. Puedo encontrarme contigo en la tarde antes de tener que estar allí si quieres. —Joder —digo, ya que estaba esperando regresar al rancho después de reunirme con el camionero—. Sí, está bien… Voy a averiguar cómo hacerlo. —¿Becks? Odio el inquisitivo tono en su voz. Si esto realmente era cosa de una sola vez, entonces, ¿por qué ambos estamos actuando como jodidos adolescentes? Y dicen que el sexo no complica las cosas. —¿Sí? —respondo, pero me estoy poniendo impaciente. Quiero colgar, tener de regreso mi teléfono y tomar un descanso mientras Ry y Colton están en su luna de miel para que podamos saltarnos esta etapa en la que ambos estamos sobreanalizando lo que el otro está pensando. Suspira de nuevo. —Yo solo… anoche… Y entonces oigo su voz de nuevo. —Nena, voy a entrar a la ducha.

42

—…fue un error —termino por ella. Buen sexo, pero un gran error. No follas amigos. Lección aprendida. —No, no lo fue. Pensé que… —Aparentemente lo fue. —Me giro y me muevo hacia mi habitación, solo en el caso de que Walker esté escuchando—. Es posible que hayamos acordado sin compromisos, Had, pero joder si no deshicimos los bordes un poco. —¿Deshacer? —Sí. —Tomo una respiración profunda. —¿Qué demonios significa eso, Becks? Ambos nos metimos en esto sabiendo lo que había. —Síp, seguro que lo hicimos. —Mayday, Mayday, esta conversación va en descenso rápidamente. —Entonces, ¿cuál es el problema? —Hicimos borrosas las líneas —digo—, y ahora necesitamos definirlas. —Suenas cabreado. —Nop, solo estoy jodidamente genial. Te llamaré cuando esté en la ciudad mañana. —¡Becks, espera! No entien… —Tus reglas. Realmente espero que sean claras para ti. Buenas noches. Cuando cuelgo el teléfono, una mezcla de rabia y alivio se asienta en mi estómago. Lo que sea. Pasado. Lanzo el teléfono en el aparador y tomo un largo trago de mi cerveza. —¿Genial? —Me encojo ante el sonido de la voz de Walker. Ese chismoso pequeño cabrón—. ¿Quién era esa? —Cierra la boca, amigo. —Le lanzo mi tapa de la botella—. No es asunto tuyo.

43

¿J

odidamente genial? Si se supone que es sin compromisos —la cual es mi propia regla por Dios santo— entonces, ¿por qué estoy aquí de pie viendo el teléfono de Becks, molesta por la indiferencia de anoche?

Mierda, tiene todo el derecho de ser un idiota conmigo. Me quejo de la ironía de que precisamente hoy, de todos los días, Dante se apareciera y contestará mi maldito teléfono. Maldito teléfono de Beckett. Descanso mi cadera contra la encimera de la cocina, y por mucho que le digo a mi cabeza que no vaya ahí, no puedo evitar reproducir los pensamientos y las imágenes de anoche una y otra vez. Recuerdo verlo mientras flexionaba ambos brazos al lado de mi cuerpo, llenándome, desafiándome, satisfaciéndome. Gimo de nuevo, tratando de sacudir tanto el dolor de mi núcleo como mi inquietud, sabiendo que Becks está cabreado. Aprieto mi mandíbula y sacudo la cabeza. No debería importarme que esté molesto, no debería importarme que él fuera sarcástico conmigo. Como sea. Eso es exactamente lo que temía que fuera a suceder. Incomodidad entre nosotros. Niego en señal de frustración. ¿No puede una chica follar a un chico sin pensar que se merece más? Suspiro fuertemente, la rebeldía empezando a disminuir y la culpa comenzando con caminar por la alfombra de bienvenida dispuesta para hoy. Dante se ríe de algo que está viendo en la televisión en el otro cuarto, e inmediatamente ruedo los ojos. Mierda. No puedo imaginar lo que Becks está pensando en este momento. Hecho un vistazo a su teléfono en mi mano y puedo ver cómo cometí el error de tomar el equivocado. Miro sobre la encimera de la cocina, donde mi funda enjoyada de teléfono descansa. La que le quité ayer para poder deslizarlo dentro de mi sujetador debajo de mi vestido para que no se notara. Mi debate interno sobre si devolverle la llamada y explicar la presencia de Dante está casi resulto, el dedo listo para marcar, cuando el propio Dante hace la pregunta que estoy tratando de deducir. —¿Quién era?

44

Lo miro apoyado en el marco de la puerta de la cocina. Las manos metidas en sus bolsillos, empujándolos hacia abajo por su cadera, un indicio de abdominales entintados mostrándose. Sonríe cuando ve que mis ojos avanzan hacia el espacio de piel. Confianza es algo que definitivamente no le hace falta. —Buena pregunta —murmuro, en mayor parte para mí misma mientras trato de averiguar la respuesta, así como por qué tengo tantos sentimientos sin resolver. Resopla con diversión. —Cariño, tienes su puto teléfono, así que es obvio que es alguien. Qué es lo que él significa para mí, esa es la maldita pregunta. Saco mi cabeza de la tierra de los orgasmos y de los qué tal si, y me digo a mí misma que debo de estar demasiado cerca de mi periodo si estoy tan indecisa sobre el sexo.

Montgomery, cabeza derecha, libido bajo llave. Lo miro de nuevo y me concentro en Dante, un caliente pero digno real dolor en el trasero, tratando de obtener información y por la expresión de sus ojos, posiblemente queriendo algo más. Él puede ver un letrero de vacante brillando sobre mi cabeza, pero mejor que lo piense dos veces porque he dejado de ser la chica cautivada con la que salió la última vez. Puede que me haya encantado la naturaleza temeraria de lo que éramos cuando estábamos juntos, viviendo al borde, palabras afiladas seguidas de sexo de reconciliación más caliente que el infierno. Emociones explosivas apaciguadas momentáneamente por el deseo de unos pocos días de paz antes de que el ciclo comience de nuevo. Rompo nuestra conexión y aparto la mirada; inmediatamente mi mente viaja de regreso a Becks y el atisbo de las cosas que no merezco. Alejo todos los pensamientos y tiro el teléfono en la encimera, el golpe en seco haciendo eco en el vacío que siento dentro. —No, él no es nadie. Solo un error. —Creo que utilizaste las mismas palabras para describirme alguna vez —dice, sugerencia en su tono mientras hace su camino a través de la cocina. —Ja. Exactamente. Y mira adónde me ha llevado. —Conozco esa mirada en sus ojos, se exactamente cuál es el propósito de su caminata depredadora, y me agarro al borde de la encimera, sin saber a lo que me estoy aferrando. Aspiro con anticipación mientras él camina hacia mí y coloca sus manos en la encimera alrededor de mis caderas y de mis propias manos descansando ahí. —¿Te importaría que te enseñe de nuevo que tan buen error puedo ser? —El tono de su voz se apodera de mí. La masculinidad pura que emana de él momentáneamente atrayéndome, tentándome para usarlo como un medio para tranquilizar el alboroto de confusión que siento por Becks. Usar uno para olvidar al otro. Sí, eso tiene bastante clase. ¿Cuál es mi problema?

45

Le sonrío, pero mis ojos lanzan una advertencia de que retroceda. ¿Y a quién diablos estoy engañando? Darle una advertencia a Dante es como tirar el guante. Y que me condenen si no acabo de escucharlo lanzar el suyo a las baldosas del suelo en señal de aceptación. —Sigue soñando —me obligo a decir, tratando de ocultar el ligero titubeo en mi voz, lo único que indica que estoy afectada por su proximidad, por su atracción magnética que siempre es una batalla perdida de mi lucha. Nuestras miradas se conectan, una danza de diversión en sus ojos mientras se inclina lentamente sobre mi cuerpo. Inmediatamente mis manos van hacia su pecho, alejándolo, tratando de protegerme a mí misma de todo lo que normalmente quiero. De la tentación que no necesito, pero joder, podría usarlo para erradicar esos pequeños tentáculos de necesidad que están excavando cerca de la superficie en relación a Becks. Esa necesidad de acurrucarse con él en la mañana, hacer el amor perezosamente bajo el calor de los rayos del sol entrando a través de la ventana y la nube de mariposas instantánea revoloteando en mi estómago cuando pensé que él había regresado a la casa. Dante se ríe bajo y suavemente, el sonido vibrando contra mis palmas presionadas en la firmeza de su pecho, el cual solía conocer como la hoja de un mapa. Él sabe lo que me hace, sabe que lo he vinculado a cada número en mi mente desde mis sesenta y nueve para abajo. —Dante… —Mi voz se apaga mientras agarra mis manos de su pecho y las presiona en la encimera con las suyas sobre las mías, manteniéndolas ahí. Miro hacia abajo, las campanas de advertencia apagándose, ni siquiera tengo la oportunidad de mirar hacia arriba antes de que su boca capture a la mía. Mi resistencia es efímera. No estoy segura si es la confusión, la necesidad, o lo que sea, pero en cuestión de segundos, su lengua se ha presionado entre mis labios. No respondo al principio, no reacciono, pero cuando su lengua toca la mía todo vuelve a la vida. Partes que ayer Becks trajo a la vida.

Sin ataduras. Alejo la idea y acerco mi cuerpo a él. Y cuando empiezo a responder, Dante toma el control. Gime desde el fondo de su garganta y presiona la dura longitud de su cuerpo contra el mío, su cadera sujetándome a la encimera. Una mano toma mi cabello en un puño, y la otra se presiona en mi espalda baja. Acepto la dominación del beso, la dominación de su toque, una parte de mí disfrutando de la corriente que pasa a través de mí. La que sabe cuán salvaje puede ser un viaje con Dante —bueno, malo, agradable y doloroso. Y quiero darle la bienvenida. El sabor de su beso, el caos total que va a desatar en mi vida porque estaré tan ocupada centrándome en el desastre disperso que ni siquiera notaré que estoy caminando a través de las partes rotas de mí que dejó atrás la muerte de Lexi. Esas mismas que Becks comenzó a juntar anoche.

46

Becks. Anoche. ¿Qué diablos estoy haciendo? Lucho para salir de la droga que es Dante y la aparente necesidad de perderme. Presiono mis manos sobre sus hombros, tratando de empujar su boca, pero sus manos se mantienen firmes en mi cuello. Mi cuerpo me dice que quiere esto; mi corazón y cabeza me dicen que ponga en orden mi vida y que tenga algo de maldita dignidad. Está bien ser fiestera, pero no hay necesidad de estar veinticuatro horas en un Mardi Gras3. —No —murmuro contra sus labios, sabiendo que cuanto más tiempo esté junto a él, más difícil será alejarme—. ¡No! —digo con un empujón desafiante en su pecho. Retrocede un paso, sus ojos muy abiertos y fosas nasales dilatadas. Sus hombros se mueven con la fuerza de sus respiraciones jadeantes. Puedo ver la ira derivada de mi rechazo vibrando justo debajo de la superficie, y por un momento, creo que va a escapar, pero logra retenerla. Mis labios hormiguean por su beso, pero sé que no es bueno. Sería inútil. Empujo la encimera con decisión. —Tengo cosas que hacer. —¿Qué demonios, Had? —Hay una irritada exasperación en su voz, pero no podría importarme menos. Sigo caminando fuera de la cocina, la cual se siente tan pequeña en su presencia. —¿Quieres un lugar para quedarte? No me toques de nuevo. Su risa —vacía y falsa— me sigue fuera de la cocina. Y hay algo sobre su sonido que llega a mí, causando que me detenga después de dar la vuelta en la esquina del pasillo. Momentáneamente inclino el hombro contra la pared cuando me doy cuenta de por qué me molesta tanto. Es el vacío y la falsedad lo que resuena más fuerte. Su risa es un reflejo de lo que la mía ha sonado en los últimos seis meses. Un engaño —sonando bien cuando estoy todo lo contrario. Me quedo parada ahí con indecisión. La parte compasiva de mí siente que necesito regresar y ver que está mal, preguntar qué ha robado su calor. Asegurarme de que está bien, porque estoy jodidamente segura que yo no lo estoy. Y entonces la otra parte, la de encuentraotro-cuarto-en-el-cual-llorar, dice que tengo que correr como el jodido viento en otra dirección con todo y tacones. ¿No sería bueno si el otro lado me llevara a Becks?

¿Qué diablos Haddie? Contrólate.

3

Mardi Gras: Carnaval de EEUU, se celebra el último día para disfrutar placeres carnales antes de la época de abstinencia de Semana Santa y la Cuaresma.

47

Suspiro y sacudo la cabeza mientras me dirijo por el pasillo hacia mi dormitorio. Mi cabeza se encuentra por todas partes, y la familiar quemadura de las lágrimas amenazantes está ahí. De nuevo. Entro en mi cuarto y pongo un poco de música. Algo, cualquier cosa, en la cual concentrarme a parte del rápido destello de deseo de la planta baja y de la quemadura lenta del hombre cuyo teléfono agarré accidentalmente. El problema es que cuando deliberadamente quieres olvidar a alguien, te acuerdas más de ellos. Lexi, Dante, Becks. Los tres montan la ola de pensamientos que se estrellan en mi cabeza. Duele malditamente demasiado pensar en Lexi. Voy a tener todo el maldito día de mañana para luchar con su memoria, combatir las lágrimas, sumergirme en la única parte que me queda de ella, así que la saco lo mejor que puedo de mi cabeza. La puerta del patio trasero se cierra de golpe y mis pensamientos son atraídos hacia Dante. Atractivo Dante. Que me condenen si no hay una sola línea principal de la boca de ese hombre directo a mi entrepierna. Pero por otro lado, esa es la bola de demolición en camino directo a mi corazón. Tan bueno pero tan condenadamente malo. La noche que nos conocimos debería haber sido una indicación de nuestra volatilidad, cuando él me confundió con la otra chica fuera del club. Me dio la vuelta y me dejo sin aliento con su beso antes de que se diera cuenta de que no era quien él creía. Nunca olvidaré esa mirada en su rostro, ojos muy abiertos por la sorpresa y su mandíbula floja. Pero luego esa sonrisa perezosa y arrogante creció cuando nos dimos un vistazo, y con la mirada en su rostro mezclada con su actitud de meimporta-un-carajo emanando de él… Estaba perdida en la lujuria y no mucho después enamorándome. Éramos un desastre predecible: una mezcla de espontaneidad, imprudencia y juvenil naturaleza sin preocupaciones. El problema es que el amor con Dante nunca era fácil. Nuestra relación vino con temperamento fuerte, constante, impredecible y esa misma actitud que me atrajo, eventualmente dejó de atraerme cuando la actitud de me-importa-un-carajo era dirigida para mí. Él nos saboteó con su desprecio por cada ingrediente básico que se necesita para una relación exitosa. Y sin embargo, lo amaba a pesar del caos emocional que desencadenó en mi corazón. Pero el amor no siempre es suficiente. Especialmente cuando la persona que amas se va sin decir otra palabra y desaparece por meses. Demonios, amaba a Dante, pero él me enseñó que cuando se trata de hombres, hay solo tres estados de ánimo que se puede tener: jódete, lárgate y fóllame. Gracias a Dios que la parte de fóllame fuera bastante buena o bien los recuerdos positivos serían poco distantes entre sí. Jódete Dante.

48

Jódete Becks. Resoplo una risa porque el problema, es lo que mi cuerpo quiere hacer. Y ahora, por supuesto, estoy pensando en joder, así que mi mente no puede evitarlo pero se desvía hacia Becks y la efectiva demostración de anoche. Ajusto mis caderas cuando un dulce dolor se instala ahí por el recuerdo de sus manos en mí, su boca sobre la mía, su polla enterrada en mí. Y la forma en la que me miró mientras despertaba, la pisca de dolor en su voz en el teléfono más temprano. Gimo y pongo un brazo sobre mis ojos mientras trato de bloquear las imágenes de él, piel bronceada contra las sábanas blancas, músculos duros contra la cama blanda. Es inútil. No quiero ningún tipo de ataduras. Ninguno. Así que, ¿por qué diablos siento como si él ya las hubiera tejido a través de mis pensamientos, uniéndonos de alguna forma? Él es un tipo de relaciones. No hay duda. Lástima que estoy buscando la versión desechable. Un Sr. Ahora Mismo. Pero el hombre no deja mi mente. Lamo mis labios, probando ahí el sabor de Dante, pero deseando que fuera Becks. Esto es jodidamente fantástico. Más le vale a mi cabeza comenzar a darle a mi cuerpo un mapa de rutas y direcciones de cómo llegar al mismo lugar, y ese lugar no está para nada conectado con Beckett Daniels. Mi última vuelta alrededor de la pista con Becks se ha terminado. Mierda. Es tiempo de tomar de nuevo el volante con ambas manos y obtener el control.

49

M

e esforcé demasiado esta mañana. Corrí bastante y demasiado rápido, y ahora mis músculos están gritando por la fatiga. Pero tuve la oportunidad de agotar aquella emoción, ponerla a raya para poder aguantar el golpe bajo en mi interior cuando entro a la casa.

El sol de California es cálido, golpeando a través de mi parabrisas mientras muevo mis músculos adoloridos y salgo del auto. Miro la calle por un momento, asimilando el follaje de los árboles y los perros ladrando. Los sonidos de las madres llamando a sus hijos y la vida siendo disfrutada. Trato de concentrarme en eso, tratando de bloquear los pensamientos de los elevados recuentos de células blancas de la sangre y los marcadores tumorales. Me obligo a recordar a Lex tan valiente y fuerte, diciendo: “A la mierda el cáncer”. Luchando como el infierno para vencerlo, entonces prolongarlo, luego robarle unos momentos más, unas cuantas respiraciones más. Mis dedos agarran firmemente a la parte superior de la puerta del auto. Las lágrimas queman mis ojos, y los recuerdos se convierten en pensamientos no deseados. Unos que desearía que nadie tuviera. Jadeos desiguales y goteos de morfina. Promesas susurradas y súplicas silenciosas para tener más tiempo, para tener menos dolor. Para conseguir un milagro. Los recuerdos son todavía tan crudos, su toque aún tan tangible después de solo seis meses, pero tan vagos, al mismo tiempo. Sosteniendo su mano, mirándola quedarse sin vida, diciéndole que la amaba, prometiéndole que Maddie crecerá con su espíritu como un recordatorio constante. Esa sería mi misión en la vida, que su hija la conozca, que la recuerde, que viva una vida plena por ella. Despedirse de ella una última vez antes que la paz se apoderara de ella. Tomo unas cuantas respiraciones profundas, ahogándome en el dolor cuando debería estar lidiando con él, superarlo. Pero cada vez que vengo aquí, me golpea con tanta fuerza. Entrar en su casa, ver los toques de su personalidad cuando ella se ha ido para siempre. Y entonces escucho el chirrido de la puerta delantera, el golpeteo de pequeños pies y gritos de entusiasmo, y todo se alivia cuando bajo mi vista a los ojos de mi hermana reflejados en su hija. Tomo en mis brazos al pedacito de cielo, y la aprieto fuerte. Respirándola, en ese rápido segundo que consigo antes de que empiece con el aluvión de preguntas y sonrisas llenas de amor.

50

—¡Whoa! —Rozo mi nariz en su cabello y simplemente la respiro otro momento cuando empieza moverse para bajar. —¡Tía! Estoy tan contenta de que estés aquí —dice, las palabras saliendo en un estallido de emoción a medida que la dejo en el suelo. Su mano encuentra la mía de inmediato, sus ojos marrones con largas pestañas mirándome, y su boca en forma de corazón extendiéndose en una sonrisa. Comienza a tirar de mi mano hacia la puerta principal, y su amor, felicidad y capacidad de prosperar son contagiosas, aunque solo momentáneamente. Pasamos el vestíbulo, el incesante parloteo de Maddie sonando dulce, conmovedor y abrumador a la vez. Con su mano en la mía, me lleva hasta la sala de estar, sin dejar de hacer sus solicitudes para el día. —¡Papá! ¡Está aquí! ¡Está aquí! Escucho la risa de Danny antes de verlo, mis ojos lentamente asimilando la pared frente a mí, donde fotos llenando el área. Mi corazón se aprieta ante las imágenes, los recuerdos, la falta de otros nuevos, y me obligo a mirar hacia otro lado, en dirección a mi cuñado. Me encuentro con la mirada de Danny, la suave sonrisa en sus labios, el amor por su hija evidente en su rostro, pero cuando sus ojos se encuentran con los míos, la devastación está allí, un reflejo de la tristeza constante. —Hola, Danny, ¿cómo te va? —digo esas palabras, el simple saludo, pero lo que realmente estoy preguntando, lo que mis ojos están diciendo, es, ¿cómo lo estás

llevando? —Bien. Estoy bien —dice mientras empiezo a contar el número de veces que va a usar esa palabra en los próximos cinco minutos. Mi medidor de cuán paralizante es su dolor hoy—. Bien —reafirma con un movimiento de cabeza cuando Maddie libera mi mano y salta de arriba hacia abajo con entusiasmo. —Bien —le digo en voz baja, mi propia angustia sopesándome. Emociones batallan dentro, sin entender cómo puede vivir día a día en esta casa llena de ella y al mismo tiempo, sintiendo como yo nunca sería capaz de vivir en otro sitio. Rompe el contacto visual y mira a Maddie, quien se está recuperando de la emoción. —Entonces, ¿qué van a hacer hoy ustedes dos? —pregunta, su entusiasmo forzado pero sincero. Maddie me mira con ojos chispeantes, pidiéndome que le diga, ya que por lo general mantengo nuestros planes para nuestro día especial en secreto. —Hmm. —Le tomo el pelo—. Estoy pensando en una película, entonces tal vez un poco de helado, entonces la librería por algunos cuentos de Fancy Nancy. La expresión de su rostro hace que mi corazón se apriete mientras chilla de entusiasmo.

51

—¿En serio? —Su voz es tan aguda y llena de emoción que me estremezco ante el sonido—. ¿La hora del cuento? Y mi sonrisa viene fácilmente porque su amor por los libros es igual que el de mi hermana, lo que me hace encontrar un matiz de felicidad en el hecho de que son tan parecidas. —Sí… pero necesito hablar con tu papá por un minuto, así que, por qué no vas arriba y recoges tu suéter por si hace frío en el cine, ¿de acuerdo? Su sonrisa se ensancha y luego cae con la misma rapidez, ladeando su cabeza mientras me mira. —No vas a dejarme también, ¿verdad? Tengo que luchar con cada fuerza dentro de mí para no romperme en pedazos por la punzada que me debilitó con su comentario. Escucho el sollozo ahogado de Danny, dándole la espalda para que Maddie no pueda verlo desmoronarse. Me recompongo, sabiendo que necesito tranquilizarla sin que mi rostro refleje mi propia angustia. Me pongo en cuclillas por lo que estoy a la altura de sus ojos, su labio inferior está temblando mientras trata de ser fuerte. —Oh, cariño —le digo, mi voz quebrada. Extiendo mi mano para pasarla por su cabello y mejilla—. Tu papá y yo no nos vamos a ninguna parte. Te lo prometo. Somos Haddie Maddie —le digo, usando el apodo que Lexi solía tener para mí cuando éramos niñas. El mismo nombre que eligió para su bebé en homenaje a mí—. Tenemos corazones que romper y tacones que llevar, ¿verdad? Ladea su cabeza y me mira fijamente con sus grandes ojos marrón chocolate y su barbilla temblando mientras lucha contra las lágrimas, tratando de averiguar si estoy diciendo la verdad o no. Le extiendo mi dedo meñique. —Promesa. Una suave sonrisa se forma en la esquina de sus labios mientras entrelaza su meñique con el mío. —Promesa Haddie Maddie —susurra, su sonrisa volviéndose más amplia— . Corazones y tacones. —Siempre. Está bien, entonces. —Me mira por última vez y luego se precipita por el pasillo. Me doy la vuelta una vez que se ha ido para encontrarme con los ojos llenos de lágrimas de Danny. No hay nada que pueda decirle que no lo haya dicho antes, nada que puede ayudar a aliviar el dolor de su alma, así que solo sacudo la cabeza y trago las lágrimas atascadas en mi garganta. Estoy mirando una foto de Lexi y Maddie recién nacida cuando habla detrás de mí. —Sabes —dice, su voz es suave y desigual—, cuando Lex se encontraba enferma… cuando estaba pasando por la quimioterapia y perdiendo su cabello…

52

solía volverme loco. —Sacude su cabeza al recordar, y trato de seguir el hilo de sus pensamientos, dándole tiempo para sacarlos, pero sé que Maddie estará aquí pronto. No quiero que lo escuche hablar sobre Lex con tristeza. Ella ha tenido demasiada en su corta vida ya. »Solía bromear con ella diciéndole que estaba derramando el cabello como un perro. Traté de hacer una broma al respecto. Las hebras se quedaban atascadas en el sofá, hechas un ovillo en mis camisas cuando salían del secador… en los asientos del auto… simplemente estaban por todas partes… —Se ríe con una tristeza tranquila y luego se queda en silencio. Me volteo hacia él, escuchando, pero no queriendo escucharlo, no queriendo recordar lo molesta que ella se ponía cuando el cabello se caería por matas a la vez. Suspira, sus hombros temblando mientras se ríe internamente. —Dios, Had… la extrañaba tanto el otro día. Su aroma impregnado en la ropa del armario… Yo… lo estaba perdiendo, necesitaba sentirme conectado con ella. — Se pasa la mano por su cabello y presiona sus dedos debajo de sus lentes para secarse los ojos—. Y me acordé de sus mechones por todas partes… y me volví loco, buscando en todo este maldito lugar algunos de sus cabellos. Nada. Ni una sola hebra. —Levanta la mirada y encuentra mis ojos, la incredulidad en guerra con el dolor— . No pude encontrar ninguno, Had. Respiro lentamente, tratando de controlar las compuertas emocionales que quieren romperse. E incluso si lo hicieran, creo que me he quedado sin lágrimas. He llorado lo suficiente en los últimos seis meses que no debería ser posible que derrame más. —Por el amor de Cristo, me puse a raspar el filtro de pelusas en la secadora para encontrar algunos. —Sacude la cabeza, arroja sus lentes en el sofá, y friega las manos en su rostro. El músculo en su mandíbula temblando mientras lo veo luchar por no romperse—. Siento que me estoy volviendo loco aquí. Doy un paso hacia él, una sola lágrima goteando por mi mejilla y dolor en mi corazón. Pone sus manos en alto para detenerme, sabiendo muy bien que si lo abrazo, ambos estaremos llorando a mares en cuestión de segundos. —Deberías haberme llamado. No tienes… —¿Y decir qué, Had? —Una risita se le escapa, pero puedo oír la histeria en ella—. Sé que estás muriendo sin ella casi tanto como yo. No puedo llamarte cada vez que tenga un mal día… te haré daño. Las cosas que quiero decir están en mi cabeza, pero tengo un tiempo difícil intentando sacarlas. Se ahogan en mi garganta, las palabras cortando como hojas de afeitar. —Lexi quería que siguieras viviendo, Danny. Quería que encontraras a alguien con el tiempo y siguieras adelante. —Mi voz es suave, pero sé que me escuchó porque su cuerpo se tensa y alza la cabeza de golpe, sus ojos centellando con ira.

53

—Nunca —dice con convicción—. Ella era mi para siempre, Haddie. Lo sabes. Mi todo… No… no puedo imaginarme con nadie más. —Mira hacia abajo por un minuto antes de encontrar mis ojos de nuevo con absoluta claridad—. Nadie va a ser capaz de llenar este hueco en mi corazón. Nunca. Los pasos de Maddie se escuchan en el piso detrás de mí. El rostro y la postura de Danny se transforman de inmediato, una fachada de normalidad para su hija, pero la sonrisa en sus labios nunca llega a sus ojos. Y cuando la abraza fuertemente, halándola a su pecho, como si tuviera miedo de perderla también, mi política de sin compromisos se solidifica. Me doy la vuelta para mirar la pared con las fotos, incapaz de contener la ira creciente dentro de mí. Enojada con Lex, enojada conmigo, enojada con todo el jodido mundo. Mi mente va a la deriva, al resultado de la prueba BRCA 4 inconclusa, ubicada en el mostrador de mi casa y sobre cómo la falta de una respuesta en la prueba de ADN —ya sea si llevo o no el gen del cáncer de mamá— es más inquietante que reconfortante. Tengo que hacer una cita para una prueba de sangre, pero lo desconocido es curiosamente más reconfortante que lo conocido para mí. A la mierda esto. A la mierda Lex por dejarme. Solo a la mierda todo. Respiro profundamente y trato de calmarme, controlarme y poner todo a un lado. Pero es tan increíblemente duro. Y cuando me doy la vuelta y veo a Maddie allí parada, saltando arriba y abajo en sus dedos de los pies, mi enojo se disipa porque sé que no puedo controlar el por qué ni el cuándo, pero definitivamente puedo controlar el aquí y ahora. —¿Estás lista para ir a divertirnos, niña bonita? —¡Sí! —dice, y luego le da un besito a Danny en la mejilla una vez más antes saltar por la puerta. —Diviértete —dice con una sonrisa tensa. —Siempre —digo en voz baja—. Corazones y tacones. —Le doy un asentimiento y luego me giro para asegurar a Maddie en el auto. Nos dirigimos a nuestra aventura de una vez a la semana, cantando canciones tontas y charlando en el camino a la sala de cine, y no puedo evitar mirarla por el espejo retrovisor la mayoría de las veces. Pienso en todo lo que necesito hablarle de su mamá. Recuerdo los secretos fraternales que nadie sabe hasta hoy, pero no puedo esperar para decírselos cuando llegue el momento o cuando tenga la edad suficiente. Me preocupa si voy a ser capaz de hacer que su mamá viva lo suficiente con mis palabras, con las experiencias, risas y amor para que la sienta como yo. Como si todavía estuviese aquí. Entonces me doy cuenta, por supuesto que lo haré. No tengo otra opción. 4

Prueba BRCA: Prueba que se realiza para detectar cáncer de mama.

54

Soy todo lo que ella tiene ahora.

55

B

ajo la mirada a la foto en mi iPad y río. Maddie me ha mandado una foto de Danny con broches y horquillas en su cabello. Al menos nuestro tiempo juntas hoy la dejó de buen humor. Y con una sonrisa.

La mía se ensancha mientras pienso en la fuerte niña que es y la diversión que tuvimos esta tarde. Y trato de tomar la poca paz que encontré pasando tiempo con ella y aplicarla al cumplimiento de la otra promesa que le hice a Lex. Hacer realidad la empresa que íbamos a comenzar juntas. Y no solo realidad, sino la mejor maldita empresa publicitaria que hay. Estoy repasando detalles en mi mente mientras desabrocho mi cinturón de seguridad. Necesito mi teléfono como necesito respirar en este momento. Tiene todo en él —mis tareas pendientes, los nombres de los clientes exclusivos que tengo que memorizar, el calendario de eventos— cada cosa. Y necesito todo para asegurarme de llevar a cabo este primero de tres eventos para un enorme cliente potencial sin ningún fallo. Dejo escapar un suspiro de exasperación, revisando nuevamente el reloj para asegurarme de que el tiempo no se ha detenido mientras estoy aquí sentada esperando en el estacionamiento donde el texto de Becks indicaba nuestro encuentro. Pero, ¿a quién estoy engañando? No es que esté molesta por el tiempo, sino insegura de cómo serán las cosas entre nosotros. ¿Incómodo? ¿Normal? Es un fastidio cuando no puedes ver las cuerdas, pero te siguen atando en su red invisible. Pero la gran pregunta es, ¿qué está mal conmigo? ¿Por qué me importa tanto? Estoy tratando de ignorar las preguntas que están dando vueltas en mi mente en un interminable torbellino cuando levanto la mirada justo a tiempo para ver su camioneta detenerse en el estacionamiento. —Bueno, ya era hora —murmuro, molesta conmigo misma por el entusiasmo corriendo a través de mí porque consigo ver otra vez a Becks. Y eso en sí mismo es un gran problema. Pero es uno en el que no tengo tiempo de ahondar más profundo si planeo estar preparada para el evento y la organización a tiempo. Se detiene a mi lado y mi estómago da un vuelco cuando lo miro a través de las ventanas de nuestros vehículos. Su cabeza está inclinada hacia abajo, mirando algo en su regazo, gafas de sol cubren sus ojos, y estudio la línea de su perfil mientras espero que me eche un vistazo. Finalmente, termina lo que sea con lo que está concentrado en su regazo y mira en mi dirección antes de salir.

56

Mi corazón se acelera mientras salgo de mi carro, y me molesto porque no quiero que eso suceda. Y no quiero ese repentino dolor entre mis muslos. Camino hacia la parte trasera de nuestros vehículos justo cuando él lo hace. Y por supuesto su presencia —la visión de él, el olor de su colonia, la relajada manera en que se mueve— tiene a cada uno de mis sentidos en alerta máxima. Descansa su hombro contra la parte trasera de su vehículo, brazos cruzados sobre su pecho y mi celular apretado en su mano. Sus ojos están ocultos detrás de sus lentes oscuros, pero puedo sentirlos arrastrarse por mi cuerpo, a pesar de su impasible expresión. Frunce sus labios mientras estamos parados en un silencioso enfrentamiento, cada uno tratando de averiguar cómo va a reaccionar el otro. Y el problema es, que se supone que no debo estar afectada por él, pero que me condenen si mis ojos no se mantienen vagando hacia esa boca suya, pensando en las cosas increíbles que es capaz de hacer.

Aguántate, Had. Fue una cosa irrepetible. Hora de ser una niña grande y cerrar con llave y llevar el cinturón de castidad. —Hola, ahí. —Haddie. —Asiente y no dice nada más. Este comportamiento es tan diferente al Becks que conozco que estoy perdida tratando de averiguar cómo jugar esto. Estoy segura que tiene preguntas sobre Dante contestando el teléfono, pero en realidad, no es de su maldita incumbencia. Si hace quedar mal a alguien, entonces es a mí, y francamente eso podría ser lo mejor para él, para que así acabe con esta mierda. Lo que sea. Le tiendo su teléfono y lo toma, sus dedos rozando los míos, esa cataclísmica corriente ascendiendo por mi brazo con su toque. Lo quito inmediatamente y me maldigo a mí misma por ello porque es imposible que no se diera cuenta de mi reacción. Y mi maldición también es por ser afectada una vez más por la persona por la que no quiero serlo. Más que eso, sin embargo, es el hecho de que Becks ha vuelto a doblar sus brazos sobre su pecho y todavía no me ha devuelto mi teléfono. O mostrado la más mínima reacción a nuestra conexión. ¿Qué demonios? —¿Estás enojado conmigo? Me mira un momento más, su cabeza inclinada hacia un lado. —Nop —dice mientras se aparta del carro y se alza en toda su altura—. Solo tengo que seguir repitiéndolo en mi cabeza.

¿Qué? Estoy perdida aquí. —¿Repetir qué en tu cabeza? —Mis reglas. —Un lado de sus labios se curva, una insinuante sonrisa de superioridad curvándose sobre su boca. Quiero decirle que se quite sus gafas de sol así puedo mirar sus ojos, así puedo ver al despreocupado Becks que conozco, no a este arrogante, inafectado tipo de pie delante de mí. Sacudo mi cabeza, porque nunca he visto este lado de él, y, bueno, es un poco caliente.

57

¡Maldita sea! Justo lo que no tengo que estar pensando en este momento. No necesito estar viendo ahora mismo a Becks desde este enfoque. —¿Tus reglas? —Síp —reafirma con un calculado asentimiento, y solo sigue mirándome. Estoy a punto de preguntarle cuáles son exactamente esas reglas cuando continúa—: Regla número uno: No dormir con amigas… Solo parece complicar las cosas. Puedo verlo combatir la gran sonrisa de superioridad en su rostro, y la burla está fuera de mi lengua antes de que pueda detenerla. —Bueno, parece que ya rompiste esa regla, Country. —Lucho contra el impulso de dar un paso hacia él. Odiando la potente mezcla de necesidad, atracción, irritación, e irrefutable lujuria que está agitándose dentro de mí. Y luego me da ese impertinente, arrogante arqueamiento de sus cejas por encima de sus ojos ocultos. —Síp, y mira adónde me llevó eso. —Bueno, no es como si fuéramos exactamente amigos. —¿Qué diablos se supone que significa eso, Haddie? Dios mío, lo estoy perdiendo. Malditamente perdiéndolo. —¿No somos amigos? —El tono burlón en cómo hace la declaración me molesta, presionando mis botones mientras echo un vistazo a mi teléfono todavía en su mano. Toma un paso más cerca de mí. Retrocedo un paso, pero mi espalda choca contra su vehículo. Toma otro, el espacio entre nosotros reduciéndose. Con el ángulo del sol, apenas puedo distinguir sus ojos a través de sus lentes, y encuentran los míos con una divertida curiosidad. Trago el repentino nudo en mi garganta por su cercanía, mi pulso errático y las palabras que siempre están en un constante flujo desde mi cerebro hasta mi boca son un inestable revoltijo en mi lengua. ¿Qué demonios tiene Becks sobre mí? Es como un estúpido agarre del que no puedo escabullirme. Levanta sus cejas de nuevo en un gesto que indica que está esperando, y en un movimiento que es tan diferente de la mujer segura que soy, fuerzo salir palabras que no tienen ningún sentido. —No, no amigos… Somos como familia. Becks echa su cabeza hacia atrás y ríe en voz alta y despreocupada, una casi palpable liberación de la tensión, antes de que baje su cabeza de regreso para mirarme. Sacude su cabeza de un lado al otro, desconcierto nublando su rostro. —City… eso es un montón de mierda después de lo que hicimos la otra noche, pero extrañamente, sigo tu lógica. Y por primera vez, veo al Becks que conozco asomarse. La infantil sonrisa de suficiencia que me dice que llegué a él. Que mi comentario hizo retroceder su actitud y lo relajó un poco.

58

—Así que, reglas, ¿eh? Ahora que Becks está de vuelta en el modo calmado y tranquilo, siento un poco más de estabilidad bajo mis pies. Me desconcierta cuando cambia de velocidad y se pone todo alfa conmigo. Definitivamente caliente pero al mismo tiempo confuso como el infierno. Solo me da un calculado asentimiento de nuevo y mira mi mano extendida por mi teléfono antes de ignorarla y mirarme de regreso con sus labios fruncidos en una torcida sonrisa de superioridad. No va a ceder hasta que siga hablando. Y eso está bien. Puedo hablar hasta que las jodidas vacas vuelvan a casa, pero lo está haciendo difícil con la manera en que sigue acercándose más y más, el espacio entre nosotros menguando, el aire a nuestro alrededor sintiéndose como si cada vez fuera más escaso.

Maldición. Contrólate, Had. Cinturón de castidad, cinturón de castidad, me repito a mí misma, tratando de infundir algo de mi propio humor a la situación para calmar los nervios que nunca tengo, pero que de repente están en marcha desenfrenados. —Está bien. Lo entiendo —digo con un asentimiento, y no estoy muy segura si estoy hablando conmigo misma acerca de por qué estoy repentinamente al borde o sobre la necesidad de Becks por las reglas. Suelto un suspiro, reajustando mi proceso de pensamiento fuera de él. Y de vuelta a él. Y maldición si mi mente sucia no revive imágenes de mí sobre él. Montándolo. Jesús, necesito dejar de tener pensamientos cachondos. Trato de sacudirlos. Mi cabeza se despeja, pero mis muslos se aprietan mientras su lengua sale a humedecer su labio inferior, completamente inconsciente de mis pensamientos. —Mm-hmm —murmura, haciéndome luchar con mi respuesta. Extiende su mano, y creo que va a darme mi teléfono y sacarme de la desconocida miseria de lengua trabada en la que estoy, pero no tengo suerte. Su dedo roza mi mejilla mientras quita un mechón de cabello de mi rostro. Me quedo sin aliento y mi pulso se acelera, pero aparto su mano, su toque en mi piel dándome solo la llamada de atención que necesito. —Tengo mis propias reglas, ya sabes… —Quiero sonar como una niña petulante, pero las palabras salen en una exhalación entrecortada. Esa sonrisa de superioridad se vuelve aún más amplia. Me molesta más de lo que debería, porque no debería importarme. No me importa. Pero a mi libido seguro como el infierno que sí lo hace. —Las tienes, ¿verdad? ¿El Sr. Siempre hablo mucho está ahora siendo escaso con las palabras? Puedo vencerlo en este juego, no hay problema. —Síp.

59

—¿Síp? ¿Eso es todo lo que me vas a dar? —Se ríe entre dientes mientras da el paso final para cerrar la distancia, alcanzando sus gafas de sol para subirlas hasta la parte superior de su cabeza. Sus ojos aguamarina parpadean por el sol por un momento antes de encontrarse con los míos, al mismo tiempo mis pechos rozan contra la firmeza de su pecho.

Y demonios. ¿Qué iba a decir? No puedo recordarlo porque siento su aliento esparciéndose sobre mis labios, y un escalofrío se desliza sobre mi piel a pesar del clima cálido. —¿Síp? —Se burla de nuevo, soltando la palabra en un largo suspiro, y por un minuto, estoy aliviada de saber que está tan afectado como yo. —Mm-hmm. —Es todo lo que puedo manejar, el deseo aumentando con cada segundo que pasa. —¿Y son? —solicita mientras se inclina más, nuestra conexión incluso más fuerte ahora. —Muchas de ellas —digo en una corriente de aire, mi mente no comprendiendo mi falta de ingenio porque todo en lo que estoy enfocada parece estar centrado en el vértice de mis muslos. Dolor. Necesidad. Deseo. Hace nuevamente esa silenciosa risa. —Te reto a nombrar una ahora mismo. —Su aliento esparciéndose sobre mis labios, la calidez de ello una seductora burla a mi necesidad insatisfecha. Sé que me hizo una pregunta, pero infiernos si mi sinapsis está trabajando de manera eficiente en estos momentos. Pensamientos de esa boca suya sobre la mía, probándome, destruyendo todos los pensamientos coherentes. Se inclina más cerca, mi respiración inestable ahora y mis ojos cerrándose por impulso a la espera de su beso. Un beso que no quiero. Sí, quiero. Solo dámelo, Becks. —¿Quieres algo, Had? —murmura, sus labios tan cerca que puedo sentir su movimiento mientras habla. Cada nervio de mi cuerpo está en sintonía con el suyo: su cuerpo presionado contra el mío, su olor, su energía. Doy mi segundo “Mm-hmm” en cuestión de minutos y mentalmente me castigo a mí misma, me digo que deje de ser tan patética. Los chicos siempre han sido algo sin nada a cambio para mí… así que, ¿por qué Becks parece ser ese cheque de millón de dólares que no puedo esperar para cobrar? —Vas a tener que hacerlo mejor que eso con el fin de conseguir lo que quieres. —Su tono burlón me atrae, se abre paso a través de mi bruma mental, y enciende el deseo que ya está ardiendo.

60

—Sin ataduras —susurro, esperando que ahora que lo he dicho, puedo obtener una probada de él, obtener lo que quiero, pero al minuto en que lo digo, el calor de su cuerpo se ha ido. Mis ojos se abren rápidamente, mis labios se separan. ¿Qué de…? —Buen intento, City, pero ya estoy muy consciente de esa regla —dice Becks cuando con una mano baja sus gafas de sol de regreso hasta sus ojos, mientras que con la otra pone mi teléfono en la mía. Se aleja unos pasos de mí, la sonrisa de superioridad todavía poseyendo su boca, pero puedo ver su excitación clara como el cielo encima de mí. Y demonios si no me ha encendido como un maldito interruptor y me está dejando abandonada sin darme la electricidad necesaria para iluminarme. Voy a decir su nombre, abriendo y cerrando mi boca un par de veces antes de solo darme por vencida y cerrarla. Nos miramos el uno al otro por un momento más, mi frustración sexual obvia y su punto hecho con una sonrisa victoriosa antes de asentir en mi dirección. —Buena suerte con tus clientes esta noche —dice, y luego desaparece alrededor del lado del conductor del vehículo. Doy un paso hacia la parte de atrás de mi auto mientras escucho su motor encenderse antes de avanzar por el espacio abierto frente a él y marcharse. Y estoy parada ahí por un momento más, mi cuerpo excitado por la adrenalina y mi deseo por él una mezcla de necesidad y condenación. Bien jugado, Daniels. Bien jugado. Que me condenen si las ataduras no están luciendo malditamente atractivas en este momento. Quiero atarlo, llenarme de él, y luego dejarlo envuelto en la necesidad como acaba de hacer conmigo.

61

Beckett

D

ejo que el agua caliente caiga por mi espalda mientras el jabón limpia la sal del océano de mi piel. Las olas de hoy eran muy impresionantes. Nada como lo que he visto en las playas de Santa Cruz, pero decente, no obstante. Añade los cuarenta minutos que corrí por la playa después del surf, y soy un hombre feliz. Bueno, sería mucho más feliz si estuviera parado aquí con Haddie, enjabonando su ridículamente hermoso cuerpo. Deslizando mis manos por sus curvas perfectas y su suave piel y luego, deslizando algo más dentro de ella hasta que los dos estuviéramos jadeando, agotados, y necesitando enjabonarnos de nuevo.

Maldita sea. La avalancha de pensamientos y deseos que el recuerdo de su cuerpo me invoca me tiene duro como una roca sin alivio a la vista. No si puedo tener algo que ver al respecto. Su cuerpo podría ser el maldito santo grial de la perfección, pero algo en sus ojos dice lo que ella no. La confianza que rezuma —la cual solía llevar como su bronceada piel dorada— está teñida de algo ahora. Ya sea si es de tristeza o pena… ¿Quién demonios lo sabe? Pero los atisbos están allí cuando ese muro en el cual se esconde, se derrumba de vez en cuando. Y cuando se derrumba, también lo hacen las conexiones que ha hecho con todo el mundo a su alrededor. Bueno, todo el mundo menos Rylee, y eso es de esperar, siendo mejores amigas y todo. Al igual que Colton y yo. Y que me condenen si no echo de menos a ese imbécil. Estoy feliz de que encontrara la felicidad con Ry después de toda la mierda por la que ha pasado, pero infiernos, extraño su boca sarcástica y molesta presencia en el trabajo. Ordeno mis pensamientos cuando me doy cuenta de que mi polla todavía está subiendo y bajando en mi mano pensando en Haddie. Entonces, ¿por qué diablos mi mente viró en dirección de Colton? Amigo, eso es jodido. Me río a carcajadas en la ducha, sabiendo que debe ser culpa del estrés por todos los preparativos en el trabajo para la próxima temporada de carreras si estoy a punto de aliviar el dolor de Haddie y mi mente cambia de marcha a mitad de camino hacia Colton.

62

Con mis pensamientos de nuevo en donde deben estar, en la dulce, dulce Haddie, echo mi cabeza hacia atrás mientras mi mano comienza a acariciar mi polla, añadiendo solo una pequeña medida del placer que Haddie me dio esa noche — cuando me resistí, cuando traté de hacer lo correcto para evitar lo que podría ser un fiasco de proporciones catastróficas si nuestra noche juntos se iba de lado.

De lado. Hmm, ahora, esa es una opción cuando se trata de voltear ese dulce culo que tiene. Cierro mis ojos y recuerdo el ronroneo de lo más profundo de su garganta que emite justo antes de venirse, cómo sus dedos se cerraron sobre mi cuerpo, sus uñas cavando en mí cuando se corrió. Puedo sentir mi cuerpo tensado, mi orgasmo preparándose para liberar parte de la necesidad raspante que ver a Haddie el otro día hizo resurgir. Se demoró persistentemente, como un fantasma, siempre recordándome cada maldita cosa de ella. Y luego Rex empieza a ladrar como un maldito loco. Al principio me obligo a bloquearme, a centrarme en la tarea en cuestión, pero luego me doy cuenta de que alguien está en la puerta. ¿Es jodidamente en serio? Me quedo ahí, tocándome mientras trato de decidir si debía terminar o simplemente debería atribuirlo como una señal de que tengo que esperar porque voy a tener la cosa real muy pronto. Soy optimista, pensando en su máxima expresión. A pesar de que la mujer que busco ha demostrado ser más compleja que un maldito cubo de Rubik.

Mierda. Esperar lo que sea, entonces. Cierro la ducha justo cuando suena el timbre de nuevo. Apenas puedo escucharlo por encima de los aullidos y la cola de Rex golpeando contra la pared junto a la puerta. Se menea, por lo que debe ser alguien que conoce por lo menos. —¡Solo un minuto! —grito mientras me froto la toalla sobre la cabeza un momento antes de envolverlo alrededor de mi cintura. Me dirijo a la puerta, diciéndole mentalmente a mi polla que rebaje su estatus, aunque todos los pensamientos de Haddie y la erección terminan por desaparecer cuando veo la sonrisa en el otro extremo de la mirilla. —Mierda —suspiro. Extiendo la mano para agarrar la manija de la puerta. Hago una rápida comprobación de que no tengo una carpa debajo de mi toalla y mi propia sonrisa se ensancha sin preámbulos. La puerta se abre para ella y me da una mirada de arriba hacia abajo con una sacudida inteligente de cabeza. Antes de siquiera poder decir hola, entra a la casa justo a mi lado. —Son las diez de la mañana, ¿y tu culo perezoso apenas está en la ducha? ¿Es así cómo te crié Beckett Dixon? —me dice, y sé que es grave porque está usando mi segundo nombre. Me contengo de reír porque puedo ver la nariz de sabueso tratando de oler si estoy solo o con alguna mujer en la casa como en los últimos tiempos. —Hola, mamá. —Ruedo mis ojos, sosteniendo mi toalla con una mano, y mi sonrisa se vuelve más amplia a medida que veo que dejó bolsas en el mostrador antes

63

de merodear alrededor de la habitación. Su aparentemente paseo sin rumbo hasta el sofá es en realidad una expedición en busca para ver si hay una revista Cosmopolitan errante sobre la mesa o un par de sandalias color rosa al azar que dé una señal segura en sus ojos de que estoy estableciéndome, listo para casarme y darle nietos. Ja. Eso es tan probable como que deje las carreras. —Puedes decirle a tu amiga que está en la ducha que puede salir ahora —dice en voz alta mientras camina, yendo desde del pasillo hasta mi habitación, su mano hacia abajo a su lado, acariciando a un exuberante Rex todo el tiempo—. No voy a juzgar, lo prometo. —Mamá —me río con un movimiento de cabeza y exasperación en mi voz—, no hay nadie en mi dormitorio. —¿Qué pasa con la ducha? Estabas en la ducha, ¿verdad? —La esperanza en su voz me pone triste, porque en el fondo, ¿quién quiere decepcionar a sus padres? Pero en serio, ¿matrimonio y un bebé? Esa parte de mi vida es algo que definitivamente quiero, pero se encuentra fuera de mi radar en un futuro próximo. Dirijo una mano por mi cabello todavía empapado. La mujer es implacable en su búsqueda de un nieto. La jubilación anticipada de su trabajo de enseñanza ha sido buena con ella, pero también la ha dejado aburrida y suspirando por alguien a quien mimar, cantar rock y ver ABC. Camina junto a mí y ahora que sé que mi toalla está segura, la agarro y envuelvo mis brazos a su alrededor. —Hola, mamá. Me alegro de verte. Escabulle sus brazos alrededor de mí y me tira estrechamente. —Hola bebé. ¡Me estás mojando toda! —Me empuja tan rápido como me acerca. Para ella ya ha sido lo suficientemente difícil dejarnos ir, así que intenta evitar que las emociones que están obstruyendo su voz se extiendan como si no lo viera de todos modos siempre. —Bueno, eso es lo que sucede cuando estoy en la ducha, como ahora, ¿no? — Le levanto una ceja, una sonrisa listilla en mi rostro. —¡Oh, cállate! —Me golpea ligeramente, pero no se mueve mientras el amor llena sus ojos. Dios, amo a esta mujer. Clase, gracia y comodidad, todo en uno. La estudio mientras observo las líneas un poco más profundas alrededor de su boca, sus mejillas un poco más completas y sus ojos brillantes con felicidad. Puede ser un constante dolor en mi culo, pero lo dejaría todo por ella si me necesitara. Reajusto mis manos en mi toalla, y palmea mi brazo. —Relájate. No es que no haya visto tu mercancía antes. Te llegué a limpiar esa parte trasera tuya, ya sabes.

64

—Sí, como hace treinta años —la corrijo mientras me da la espalda y da una mirada más alrededor para asegurarse de que no estoy mintiéndole sobre tener compañía. Su exploración me da un segundo para lanzar una mirada al reloj, sabiendo que esta pequeña visita va a hacerme llegar aún más tarde al trabajo. Mentalmente escaneo mi calendario y supongo que puedo hacer que la conferencia con Firestone sea por teléfono mientras conduzco. —Dime —dice mientras camina hacia el mostrador y saca los envases de plástico de azúcar y galletas de chocolate, con otros varios paquetes de comida, y luego saca un plato de papel cubierto, que tiene mi estómago gruñendo porque parece que es mi favorito de los suyos, lasaña—. ¿Por qué mi apuesto hijo no está con alguna pequeña cosa caliente? —Ja. Si soy el hijo guapo, entonces, ¿dónde deja eso a Walker? —Voy a tomar cualquier oportunidad que pueda para molestarlo, incluso cuando no está alrededor. Amor fraternal y todo eso. —Ahora, Becks, no seas malo con Walk. Él es tan guapo como tú, solo que de una manera diferente —regaña mientras coloca el recipiente en el refrigerador. —¿Es eso lasaña? —Mi mente se desplaza a lo que es más importante, la comida. Voy a soportar cualquier conversación que ella quiera tener si es que eso significa que va a llenar mi nevera y traerme la bondad casera. Estoy a favor de ser autosuficiente, pero la cocina es para los pájaros. Además, soy muy malo en ello. —Sí, lo es —responde, no escuchando mi pregunta realmente antes de continuar—: Walker me dijo que llegaste al rancho todo caliente y molesto por alguien. ¿Por qué no estás ocupado con ella esta mañana? Jodido Walker y su gran bocota. Debería haberlo sabido. —¿Hmm? —dice cuando no contesto. Y la forma en que lo dice, es como si no tuviera absolutamente ningún interés, y como siempre, le sigo la corriente y actúo como si no me diera cuenta de su flagrante intrusión en mi intimidad. —Mamá, conoces a Walker. Es un mari… —me detengo antes de poder decir la palabra marica, sabiendo que me va a regañar por ello. —Beckett —recalca—, no utilices esa palabra a mí alrededor. Debes saberlo mejor para estas alturas. Esa es una palabra que los hombres de los bares usan, y francamente, sí, eres un hombre, pero, A, uno que no se encuentra en un bar, y B, eres educado y debes saber que las mujeres no son mansos pajaritos. —Ruedo mis ojos, su espalda frente a mí mientras oigo la reprimenda por lo que se siente como la centésima vez en mi vida—. Deja de rodarme los ojos. Ahora, dime todo sobre ella. ¿Tiene por casualidad un par de sandalias de color rosa? —¡Jesús, madre! ¡Tú y las sandalias rosas! —digo.

65

—No vuelvas a dudar de mí. Te dije que tuve un sueño, y tu mujer llevaba un par de sandalias color rosa… —Eres incorregible. —Y tú eres guapo. Ahora, deja de tratar de distraerme, ¡y dime todo sobre ella! Me detengo a mí mismo de suspirar en voz alta antes de que Haddie nuble mi cabeza, y mi frustración con lo que sea que tuvimos, salga de mi boca. —Así de bueno, ¿eh? —dice en respuesta a mi exhalación y prolongado silencio; la sonrisa en su rostro es tan amplia que lo juro, sus mejillas se van a romper. Me quedo mirándola, apunto de argumentar, pero me detengo. Soy un hombre adulto en una maldita toalla, no menos, y mi madre está aquí regañándome, con la esperanza de que esté durmiendo con alguien. Y aún así, simplemente no quiero decepcionarla y decirle que no hay nadie en mi radar por el momento. Hablando acerca de retorcer mis bolas… y no de una manera agradable. Hay tantas cosas mal con esta imagen que no sé ni por dónde empezar. ¿Mi madre queriendo hablar de mi vida sexual? Hablando acerca de cosas incómodas. —Hay una posibilidad ahí —le digo, esperando que la respuesta sea suficiente por ahora—. ¿Cómo lo llevas? —Es hora de cambiar de tema, hacer que hable de papá y sus dolores y sus nuevos planes de viajes. Camino por detrás y le doy un beso en la parte superior de su cabeza, el contenedor abierto de galletas llamándome. Agarro una, me siento en el taburete, y me preparo para el resto de mi conversación con ella. Nunca nadie apresura a Trisha Daniels. Nadie. Ni siquiera su hijo mayor, que va a llegar tan condenadamente tarde al trabajo que ni siquiera es gracioso. Por suerte para mí, estoy de buenas con el jefe.

66

G

olpeo mi lápiz al ritmo que llega por los altavoces, notas esparcidas alrededor del escritorio, y mi mente no se centra en nada enfrente de mí. En cambio, mis pensamientos siguen vagando al texto de Ry:

Solo porque estoy en mi luna miel, no significa que he olvidado recordarte que hagas tu cita. —¡Déjame tranquila! —murmuro, odiando que ella lo recordara y amando que no se le olvidara, todo al mismo tiempo. Dirijo mi mirada hacia el calendario en la pared junto a mí y río por las cinco citas médicas que he escrito ahí y después tachado con equis cuando de repente las tuve que cancelar porque, no lo sé, el cielo era azul ese día. Estoy siendo una cobarde al respecto, pero ahora mismo, la negación es mi mantra más fuerte. Suelto mi lápiz, y mi mano está inconscientemente frotando suavemente círculos en contra de las manecillas del reloj a través de mi ropa. No lo hago con firmeza, sin embargo, porque estoy demasiado asustada de averiguar lo que sé que oculto debajo de todo el tejido. Los mismos parásitos cancerosos que se llevaron los pechos de mi mamá y robaron la vida de mi hermana. Los cuales sé en el fondo que también acortarán la mía. Niego, liberando un suspiro, y golpeo mi puño contra el escritorio. Sé que necesito averiguar la verdad, obtener mis últimos resultados, pero al mismo tiempo, vi a Lexie morir. Vi al cáncer tomar cada parte de ella, día a día, pieza por pieza hasta que no quedó nada más que dolor y promesas. Lágrimas y negación. Entonces, finalmente, la resignación y la devastación. Conozco el camino, conozco el dolor, sé que es inútil… incluso si lo descubren a tiempo, es posible que no importe. Ella no respondió a ningún tratamiento. Fuimos cortadas por la misma tijera, así que tampoco lo haré. Trato de decirme a mí misma que preferiría vivir sin miedo, sabiendo que lo que me ayuda a definirme como una mujer también puede tener a la muerte golpeando mi puerta. Ira ruge dentro de mí porque tengo miedo a la muerte. Miedo de conocer la verdad. De no conocer la verdad. Me doy cuenta que estoy siendo ridícula. Sé que lo correcto por hacer es averiguarlo, hacerme el examen de sangre y detectarlo a tiempo si es que lo tengo, para darme una oportunidad… pero hombre, Lex pensó lo mismo y mira lo que le pasó.

67

Seis meses y ella se había ido. —Mierda. —Suspiro y paso una mano por mi cabello antes de levantar el teléfono y marcar el número que para estas alturas ya me sé de memoria. Hago la cita y prometo no cancelarla esta vez. Acabo de terminar de escribir los detalles en mi calendario, un ligero peso levantándose de mis hombros para que otro pueda ocupar su lugar, cuando mi teléfono suena. Gruño cuando veo el nombre de Cal, mi contacto en Scandalous. El evento estuvo bastante bien el fin de semana anterior, buena asistencia, mucha charla con la prensa sobre su nuevo club, una cuantas celebridades confirmaron para el evento de este fin de semana, pero… es Cal. Nunca está feliz. Me pongo mi sonrisa jódete cuando respondo el teléfono como mi insulto privado a su estupidez. —¡Cal! ¿Cómo es…? —Necesito que el sábado sea más grande que el fin de semana pasado. —Su voz llega alta y clara, palabras cortadas, impaciencia emanado a través de la línea. Y hola a ti también, imbécil. Me muerdo la lengua, queriendo decirle al aspirante a ser rico que se vaya al infierno, pero no puedo. Esta es una cuenta enorme si puedo cerrarla. Sus constantes eventos pueden equivaler una fuente de ingreso continua y la posibilidad de más clientes. Fuerzo mi voz a hablar con una dulzura que sé que no tengo y le respondo: —Está bien. —Arrastro la palabra elegantemente—. ¿Qué es exactamente lo que no fue de tu agrado, Cal? ¿Qué otra sugerencia podrías tener? —Cariño, te estoy pagando, ¿verdad? Las sugerencias deben de ser tuyas. Cuadro mis hombros, no estando de ánimo, pero sé que si me da el trabajo, no tendré que lidiar con él. Dado que solo se ocupa de nuevos talentos, como él me llama, me pasaré hacia una diferente compañía representante y lejos de él. Los pensamientos hacen bajar el tono de mi broma en mi lengua que es mucho más aceptable. —Buen punto. —Permanezco en silencio en la línea por un momento así puedo revisar mis notas y darme un segundo para averiguar que decir para hacerlo feliz y no ponerlo a la defensiva—. Con el evento del fin de semana pasado, traje tres patrocinadores adicionales y cuatro celebridades VIP asistieron. La asistencia fue treinta por ciento más alta de lo que había previsto y el club estaba por todos los medios sociales. Así que, en otras palabras, no estoy segura cuántas expectativas esperas sobrepasar del HaLex… pero creo que hemos superado fácilmente la marca que fijaste. Y si bien está pagándome, Cal, si no sé qué es lo extra que está buscando, no voy a ser capaz de proporcionárselo. —Respiro profundamente y me doy cuenta de lo que acabo de decir. La puerta que le he abierto para que pase con su mierda machista. Se ríe bajo y suave, y el cabello detrás de mí cuello se eriza por el sonido resbaladizo. Y solo por la risa, sé que va a caminar directo por esa puerta.

68

—Oh, Srta. Montgomery, algo extra siempre es bienvenido de mi parte, si usted realmente desea conseguir una cuenta tan esplendida como Scandalous lo sería para su empresa. Y ese es un gran jódete-y-muérete-porque-no-estoy-durmiendo-contigo en mi libro. Mi piel se arrastra por la sugerencia en su tono, y el orgullo tiene las palabras saltando en la punta de mi lengua, pero la dignidad me tiene mordiéndolas antes de que pueda cometer un error monumental. Al decirle lo que pienso —al darle una mala actitud— y me arriesgo a perder esta cuenta. Me contengo por el conocimiento que no voy a tener que lidiar con Cal después del final del mes. —Creo que es mejor que nos atengamos al contrato. Ya se me ocurrirá algo para el evento. No te preocupes. Hay silencio en el otro extremo de la línea, y no estoy segura si debería de estar entretenida o enojada que esté desconcertado por el hecho de que he ignorado completamente su avance indeseado y completamente injustificado. —Bueno, muy bien, entonces —continúo, no dándole tiempo de aumentar sus modales así él puede probar ser el desdeñoso imbécil que sé que se esconde debajo de la superficie—. A menos que tengas algo más para mí, es mejor que me vaya. Necesito poner un cierto tiempo adicional para añadir eso extra que quiere para el evento del sábado. Cuelgo el teléfono antes de que pueda hablar y arruinar mi salida perfecta. Lo dejo caer, y el retumbar de este contra mi escritorio llena el silencio de la habitación. Bajo mi cabeza entre mis manos. Me siento ahí por un momento, esperando que el zumbido de mis oídos se termine, pero simplemente continúa rugiendo incesantemente hasta que se convierten en casi un sonido indiferente. Mis hombros están tensos, mi cuerpo amplificado con un cóctel molotov de mociones simplemente a la espera de explotar cuando sea encendido por el fósforo correcto. Mi mente salta hacia Becks, y me maldigo a mí misma por ese maldito dolor que él ha creado, el cual no va a desaparecer sin importar cuantas veces NOB 5 y yo nos hemos reencontrado desde el domingo. No es lo mismo. Ni de cerca. Gimo de frustración, recuerdos de aquella noche juntos parpadean a través de mi mente cuando oigo la motocicleta de Dante detenerse en la entrada. Realmente no necesito estar alrededor de él en este momento —excelente macho alfa irradiando atractivo sexual y voluntad para un revolcón rápido en la cama. O en el mostrador de la cocina.

5

Novio operado a baterías (vibrador)

69

Dios, sí, sé que dormir con él sería un gran error —enorme— pero maldición, él podría ser el perfecto pedernal para desencadenar el fuego de esta mujer sexualmente frustrada. Pero no importa lo mucho que sé cuán increíble sería en la cama y me complacería lo suficiente, no estoy cruzando esa línea. Simplemente no puedo. No solo por mi bien o la satisfacción de mi deseo sexual, sino porque cuando pienso en sexo y lo estoy deseando, pienso en Becks. Lo veo entre la V de mis músculos, esa sonrisa malditamente sexy en sus labios, y cómo levanta su cabeza en éxtasis al mismo tiempo que se hunde en mí. Sin embargo, el hecho de que no puedo dejar de pensar en él —en esas cosas— significa que podría hacer algo estúpido y usar a Dante para saciar mi lujuria hirviendo a fuego lento. Y eso solo probaría cuán jodida es mi lógica. No puedo usar la mano de un hombre para rascar la picazón de otro hombre. Bueno, podría, pero implicaría a ambos en la misma cama conmigo, y eso es una lata de gusanos completamente diferente. La risa viene de la mano con la imagen mental. La risa exhausta por mis pensamientos ridículos e inmaduros de dos hombres y sus latas de gusanos me dicen que debo dejar la casa. Necesito salir y conseguir un poco de aire fresco, y hacer a mis hormonas en ebullición bajar a fuego lento. Agarrarlas con las dos manos y contenerlas. Me toma un segundo mientras miro por la ventana al patio delantero averiguar qué es lo que necesito. Y definitivamente no es la visión de Dante quitándose la camisa y limpiándose las manos en ella después de que ajusta algo en su moto. La piel desnuda, músculos definidos, tinta grabada. Empujo mi silla. Es tiempo de irse.

—¿Ves? Justo lo que el doctor ordenó, Maddie Haddie. Maddie se ríe en voz alta mientras toma otra chupada de su helado masivo derritiéndose. —Sí, Haddie Maddie —dice revirtiendo nuestros nombres como Lexi solía hacerlo—. ¡Esta es la mejor idea del mundo! —Lo es —estoy de acuerdo, llevando mi propio cono hasta el de ella y golpeándolo en un brindis. Nada como tiempo con Maddie para aliviar cualquier estrés que pueda tener. Borrar mis pensamientos y hacerme olvidar sobre chicos de campo con buenos modales sobre lo cual no debería molestarme en pensar. Me

70

alegro de que estuviera en casa cuando llamé a Danny para ver si podía salir con ella para comer un helado. La hizo sonreír, y me hizo olvidar la mierda de mi día. Ella continúa charlando innecesariamente, llenándome con detalles minuciosos de su vida en la escuela primaria, y me encanta la forma en que las cosas simples le traen alegría. Eso me obliga a darme cuenta de cómo a pesar de que ha pasado por mucho, ella perseveró, y es una pequeña, brillante y prospera alma. Nuestro lugar en la colina cubierta de hierbas tiene vista a un mercado de grandes agricultores a la derecha, y por la izquierda, a la distancia, se encuentra la playa. Alcanzo mi bolso para coger una servilleta para ella cuando mis ojos alcanzaron a ver un diente de león escondido cerca. Mi respiración se detiene momentáneamente. Sé que está ahí porque es una maleza, pero no puedo evitar pensar que es una señal de Lexi y un asentimiento en aprobación a la fijación que teníamos por ellos en nuestra infancia y su potencial para hacer deseos realidad. Jalo la maleza, con cuidado de no perturbar sus semillas y lo sostengo frente a mí. Maddie inclina su cabeza hacia un lado y me mira, curiosa de que es lo que estoy haciendo. —Tu mamá y yo solíamos amar pedir deseos a los dientes de león cuando éramos pequeñas. —¿De verdad? —pregunta, con un tono que indica que demasiado grande por lo que es una tontería, pero a la vez encantada de aprender algo acerca de su mamá. —Sip. Incluso tuvimos una faceta en donde los recogíamos todos y hacíamos pociones con las semillas para tratar de hacer nuestros deseos más fuertes. Después los dejábamos secar en donde sea que los pusiéramos, pedíamos un deseo y los soplábamos en el viento. —Sonrío suavemente, el recuerdo tan agridulce. —¿Cómo qué clase de pociones? —Ahora se acerca hacia mí, la fascinación de saber más hace que sus ojos se abran. —Hm… cualquier cosa que pudiéramos robar de la casa así Nana no se daría cuenta: perfume, brillo, sal, un poco de todo mezclado junto. —Me río ahora—. Nuestro papá se enojaba tanto porque las dejábamos secar por todo el lugar, y le gritábamos que no los moviera o interrumpiría los deseos en ellos. Él incluso empezó a llamarnos por un tiempo el dúo diente de león. —¿El dúo diente de león? —Sonríe mientras me mira, y asiento hacia la maleza en mi mano—. ¿Sus deseos se cumplieron alguna vez? —El asombro en su voz me afecta. —Todo el tiempo. —Me estiro y paso mi mano libre por su mejilla—. De hecho, el deseo que tu mamá pidió fue el más difícil de cumplir. —¿Lo hizo? ¿Qué era? Sonrío, lágrimas quemando en la parte posterior de mis ojos.

71

—Fuiste tú —susurro. Los ojos de Maddie se encuentran con los míos, la sonrisa extendiéndose por su rostro, pero la tristeza brillando en sus ojos. Pongo mis brazos a su alrededor y la acerco más a mí. Nos sentamos en silencio por un momento mientras trato de descubrir cómo hacerla parte de eso, una forma de acercarla a su mamá—. ¿Quieres ser parte del dúo diente de león? Sorprendida, empuja su cabeza hacia arriba, enorme ojos marrones mirándome llenos con esperanza. —¿Puedo? ¿Qué necesito hacer? —Bueno, necesitas pedir un deseo, y la forma en que una hermana diente de león pide un deseo es diciendo, “deseo poder, deseo que se me permita tener este deseo que deseo esta noche…” y entonces cierra tus ojos, pide tu deseo, y sopla tan fuerte como puedas las semillas para que puedan volar. —¿Eso es todo lo que tengo que hacer? —Síp. ¿Te gustaría convertirte en una ahora? —¡Sí! Le acerco el diente de león para que lo agarre. Me mira y asiento para que siga adelante. —Deseo poder, deseo que se me permita tener este deseo que deseo esta noche… —Cierra fuertemente sus ojos y se queda en silencio por un momento mientras pide su deseo antes de soplar todas las semillas en el aire. —Mira —le digo, así abre los ojos y observa—. Un día, una de esas semillas que lleva tu deseo volverá y traerá tu deseo, ¿está bien? —Asiente antes de descansar la cabeza en el hueco de mi brazo mientras observamos la última de las semillas desaparecer. Unos recuerdos pasan por mi mente, desvanecidos por el tiempo, pero sin embargo, siento una suave alegría de poder compartir esto con Maddie—. Mira, ahora, cada vez que veas un diente de león, sabrás que es una señal de tu mamá ya que ahora eres, oficialmente, parte del dúo diente de león. Nos sentamos allí un rato más antes de recoger nuestras cosas. Caminamos hacia el estacionamiento y decidimos dar un paseo por el mercado de los agricultores en el camino hacia el auto. Por supuesto, los ojos de Maddie se detienen en cada puesto, y nos detenemos en numerosas ocasiones para decir “ooh” y “ahh” en los artículos dispuestos. Estamos ocupadas discutiendo por qué no necesita la enorme bolsa de palomitas de maíz que está mirando, dado que todavía tiene manchas de helado de chocolate en el rostro por el aperitivo que tomó hace un rato, cuando me congelo ante el sonido de la lenta, cadencia familiar detrás de mí. Sé que no es posible que sea él, pero no es como si pudiera resistirme a mirar porque, incluso antes de que mi cerebro le diga a mi mente que se mantenga mirando hacia adelante, ya estoy girando la cabeza.

72

En el mismo momento que mis ojos encuentran el dueño de la voz, sus ojos encuentran los míos. Y toda mi voluntad, cada maldita mentira que me he dicho a mí misma de no querer nada más con Beckett, se cae a mí alrededor cuando nuestros ojos se encuentran. Instantáneamente, siento esa chispa —ese deseo en mi centro— cuando una lenta y ladeada sonrisa se curva en sus labios. Mi vanidad hace que me encoja de inmediato debido a los shorts de mezclilla y la camiseta de gran tamaño colgando de mi hombro que llevo puesto. Mi cabello arreglado en la parte superior de mi cabeza en una cola de caballo desordenada a la moda, compensa mi completa falta de maquillaje. O al menos, eso me digo a mí misma. Nos sostenemos la mirada por un momento mientras ambos tratamos de descubrir qué están diciendo los ojos del otro. Y entonces mi oportunidad de inferir algún significado es golpeada cuando noto el brazo alrededor de Becks. Sigo el brazo hasta ver a una mujer a su lado. Le dice algo, y él me mira por un momento más, antes de voltearse a ver lo que ella le está señalando. No puedo sacar mis ojos de ellos. No quiero reconocer la punzada de celos que comienza a roer a través de mí al verlo con otra mujer. Y no cualquier mujer, sino una mujer que es todo lo contrario de mí. Oscura y exótica en comparación con mis rubios cabellos y mis ojos marrones sin valor. Maddie tira de mi mano y rompe el trance. Y cuando vuelvo al aquí y ahora, mientras ciegamente le estoy comprando las palomitas de maíz porque mi mente está tan agitada de ver Becks con otra persona, me encuentro consternada por el hecho de que por primera vez en la historia, me siento completamente insegura. ¿Qué demonios me está haciendo? Me castigo en silencio, diciéndome que debo ponerme mis bragas de niña grande y que lo posea como una desnudista posee su tubo; pero creo que estoy un poco sorprendida de que mi ser todo confiado haya hecho acto de desaparición. E incluso ahora estoy en una pérdida, porque de repente me doy cuenta de que el chico que me dio las palomitas me está mirando como si me hubiera vuelto loca, hasta que me doy cuenta de que he pagado y estoy bloqueando el próximo cliente en línea.

Mierda. Dejo que Maddie lidere el camino a medida que me tira de la mano mientras trato de luchar con este sentimiento de inadecuación dentro de mí. Me río. Mad cree que me estoy riendo de su emoción por las palomitas, pero honestamente, estoy atónita de que de todos los hombres que me puedan hacer sentir así, sea Becks. Querer más de él es definitivamente una posibilidad… pero es lo que viene después lo que no está en las cartas para mí.

73

Y, mientras me siento en una mesa de picnic metiéndome una gran cantidad de palomitas en mi boca sin pensar, me doy cuenta: así es cómo se debió haber sentido cuando llamó a la casa y atendió Dante el teléfono. No es de extrañar que fuera un imbécil conmigo. Pero Dante no es nadie, y ella… ella, obviamente, es alguien para él.

No es que me importe ni nada. Antes de que pueda terminar de mentirme, miró por encima de la bolsa de palomitas, y él está justo allí, delante de mí. O, mejor dicho, su abdomen. Y eso solo hace que mi aliento se entrecorte mientras recuerdo la sensación de mis dedos sobre sus músculos definidos debajo de su camiseta. Tengo que inclinar mi cabeza hacia arriba para mirarlo a sus ojos ensombrecidos debajo del ala de su gorra de béisbol. —Dante. El nombre sale antes de que siquiera pueda procesar mis pensamientos correctamente y de tener una idea de lo que estoy a punto de decir. Y, por supuesto, en realidad me refiero a que entiendo por qué Becks estaba enojado conmigo… quiero explicarle correctamente la presencia de Dante, pero mi cerebro está perturbado por lo que sea que está restringiendo mi coherencia. Becks frunce las cejas inmediatamente en respuesta, y antes de que pueda decir la pregunta que veo en su lengua, Maddie hace notar su presencia. —¿Cómo llamas a una mala broma de palomitas? —pregunta su voz aguda a mi derecha. Me mira fijamente por un momento antes dirigirse a Maddie. A la pequeña niña a quien debería estar respondiéndole, pero mis ojos están bloqueados en el rostro de Becks y en la gama de expresiones que están pasando sobre sus rasgos: confusión, interés, diversión. Una sonrisa genuina se extiende por su rostro mientras camina hacia ella y se pone en cuclillas para estar a la altura de sus ojos. —Hm —dice, y luego frunce sus labios pensando—. Creo que tengo una respuesta, pero se supone que no debo hablar con extraños… así que, lo siento, pero eres una extraña. —Él solo mantiene sus ojos enfocados en ella cuando estalla en un ataque de risa profunda desde su vientre. Maddie inclina su cabeza y le rueda los ojos, la risa todavía sonando a medida que se olvida de las palomitas y cae bajo el hechizo de Becks. —Soy Maddie —dice. —Ah… No serás la mitad de ese fabuloso dúo “Haddie Maddie”, ¿o sí? — pregunta, y mi corazón se hincha inmediatamente, viéndolo interactuar con ella, y saber que recuerda quién es Maddie de haber oído mis conversaciones antiguas con Rylee, sabe cuán importante es ella para mí. Y luego, claro, no quiero que mi corazón se hinche porque, ¿cómo puede hincharse si no me gusta de esa manera? La risita de Maddie me saca del exceso de análisis que parece ser algo común en estos últimos tiempos en torno a él.

74

—Sí —dice ella. —Oh, bueno, en ese caso, sí te conozco —dice, dándole la mano—. Soy Becks, amigo de tu tía Haddie.

Amigo. Hm. Reflexiono sobre la palabra en mi mente, queriendo que me guste el sonido, pero, al mismo tiempo, queriendo rechazarlo inmediatamente. Amante para sexo salvaje con cuerdas atándome al cabecero de la cama suena mucho mejor. La voz de Maddie me trae de vuelta a la realidad mientras sacude su mano. —Entonces, ¿cuál es la respuesta? —¿Cómo llamas a una mala broma de palomitas? —repite Becks mientras se pone de pie y agarra un puñado de palomitas de nuestra bolsa en la mesa frente a él—. La llamaría corny6. —Se ríe mientras la mandíbula de Maddie cae, sorprendida momentáneamente de que él hubiera adivinado la respuesta correcta. Luego sonríe de oreja a oreja. Con la pregunta respondida, Becks se da vuelta hacia mí, y me encuentro poniéndome de pie sin pensar, como si tuviera alguna clase de atracción magnética sobre mí que no puedo resistir. Inclina su cabeza y simplemente me mira fijamente por un momento. —Hola. —Hola —le digo, mi cuerpo zumbando al instante por su atención. Pezones apretados, pulso acelerado, cuerpo sonrojado. —¿Dante? —pregunta e inmediatamente me estremezco de que se haya acordado de mi saludo—. ¿Me estoy perdiendo algo aquí? Suspiro y niego. —Sí, solo quería explicarte quién atendió tu teléfono el otro día. Dante es… —No es mi asunto. —Su tono impasible me detiene momentáneamente, pero quiero que sepa la verdad. —Es alguien de mi pasado. Necesitaba un lugar donde quedarse —le digo, pero él solo arquea las cejas. Echo un vistazo para ver a Maddie observando nuestro intercambio con curiosidad divertida, las palomitas de maíz en su mano por el espectáculo. —Puedes decir ex, Had. Sin compromisos, ¿recuerdas? Juro por Dios que si nunca más vuelvo a oír ese término, seré una mujer feliz. Se burla de mí con eso cada vez que puede, un asalto verbal a mi conciencia. Una manera de hacerme saber que… ¿Qué? ¿Que si yo quisiera compromisos, entonces tal vez también él podría querer? Quiero decir, eso no es posible. —Becks, es importante que sepas que no salté de estar contigo a estar con otro. No hay nada entre Dante y yo. 6

Juego de palabras, ya que corn en inglés significa maíz y corny, cursi.

75

—Igual que no hay nada entre tú y yo, ¿no? —pregunta con insinuación en su tono, y la pregunta cuelga en el aire cargado sexualmente entre nosotros. Aparto los ojos mientras suspiro, mi mirada bajando por su camiseta y shorts hasta sus chanclas mientras trato de encontrar mi equilibrio en este mundo que está, continuamente, moviéndose debajo de mí. Y mierda, odio los terremotos. —Becks… —Mi voz se apaga, y no estoy segura de qué decir, porque tiene razón. Definitivamente, hay algo aquí, entre nosotros. Algo que no deseo, pero que parece que no puedo dejar de pensar al respecto. Tal vez deberíamos conectar una vez más, sacar esta necesidad de mi sistema de una vez por todas. Empiezo a creer que es una idea brillante. Ya estoy mentalmente desvistiéndolo, cuando alguien lo llama sobre el zumbido de la actividad del mercado. —¿Becks? E instantáneamente me erizo ante la voz con acento que lo llama. Me mira durante un rato más, su lengua saliendo para humedecer su labio inferior mientras sus ojos me desafían a cuestionarlo. —Un segundo —le grita a Srta. Exótica, mostrando un dedo antes de volver su atención a mí, el desafío de vuelta en su mirada. Es casi como si se estuviera burlando, queriendo que le pida que se quede, que me explique quién o qué es ella para él. Tan desesperadamente como quiero saber, me conformo con una sonrisa sutil y niego en respuesta. Cuando volteo la mirada, me encuentro con los ojos de Srta. Exótica y me sonríe genuinamente, haciéndome odiarla en el acto. ¿No puede ser una perra maliciosa superficial para así tener una razón de que no me agrade? Y odio odiarla por eso, pero ella no tiene ni idea de quién soy. O cuán expertamente Becks ha manejado mi cuerpo. Y ahora retiene mis emociones. Quizás es su presencia que me hace desear a Becks tanto más. Me hace querer que esa sonrisa despreocupada que le está dando a ella me la dirija a mí, en vez de esa que siempre parece burlarse de mí. Esa que dice: sabes que quieres esto… quieres más de lo que sea que es esto… así que, ¿por qué estás luchando? —¿Haddie? —Su voz fortalece mi obstinación, pero el suave sondaje en ella tira de mi determinación. Miró a Maddie por una fracción de segundo antes de mirarlo de nuevo. —¿Sí? —Sabes que estoy aquí si me necesitas, ¿no? Cuadro mis hombros, no necesito que mis emociones dispersas se asienten aquí, ahora mismo. No necesito que este hombre, a quien de alguna manera he

76

dejado entrar, empiece a ofrecerme más de lo que puedo aceptar fácilmente. Algo más allá de la amistad. —Gracias —le digo, odiando que mi voz suene insegura y necesitada. Trato de encontrar mi dignidad, trato de encontrar mi ingenio característico—. Sin compromisos, ¿no? —Mi risa suena débil; mis pensamientos son inconsistentes. Da un paso más cerca, moviendo la mano para acariciarme el brazo. Sé que el gesto es de consuelo, pero mis sentidos se descontrolan con su toque. —Huye todo lo que quieras, Haddie —murmura, su profunda cadencia es un fuerte sonido contra el ruido blanco que nos rodea—, pero vas a terminar toda enredada por esos extremos colgantes que te rehúsas a atar a algo… ¿Y quién te rescatará entonces? Sus palabras marcan mi psique, diciéndome verdades que no quiero saber pero que ya creo que son verdad. Quiero que sean verdad. Porque si estoy toda atada en mi propia red de protección, cuando pase lo inevitable, no puedo lastimar a nadie más. —No necesito que me rescaten, Becks. Retrocede y sacude la cabeza, dolor brillando en sus ojos mientras busca en los míos, tratando de ver más allá del muro impenetrable que he puesto en su lugar. —Ahí es donde te equivocas, City. Todo el mundo merece ser rescatado en algún momento. Sostiene mi mirada por un momento más antes de asentir hacia mí, erizando el cabello de Maddie, haciéndola reír, y alejándose. Observo sus fuertes hombros y espalda ancha hasta que la multitud a nuestro alrededor lo traga. No me permito preguntarme si besa su mejilla cuando él la alcanza, si entrelaza sus dedos con los de ella, o si Srta. Exótica pone su brazo alrededor de él. No. Porque él es para siempre. Y yo solo puedo enfocarme en el día a día.

77

A

gotada, levanto la copa de vino, salgo al patio y me siento en el diván. Me hundo en el aire caliente del verano, aprovechando lo último del sol desvaneciéndose y cierro mis ojos. Entonces dejo que las emociones que han estado en guerra dentro de mí durante la última semana me inunden. Mantengo mis ojos cerrados, pero levanto el vino a mis labios y bebo el líquido agrio mientras las lágrimas brotan por detrás de mis párpados. Pienso en mi dulce Maddie, en cómo lloró y se aferró a mi cuello antes cuando la dejé en su casa. Pienso en las cosas que pudieron haber sido y en las cosas que nunca serán para ella y estoy llena de tanta melancolía que es más fácil sentarse aquí en la cálida noche de verano con la luz menguante y el sonido de niños jugando más allá de la cerca que entrar y enfrentar el silencio. Porque en el silencio, las dudas aparecen, los recuerdos vienen y la necesidad me abruma. Así que, en cambio, me siento y disfruto de los sonidos de la vida a mi alrededor más allá de la cerca de mi patio y pienso que es descripción metafórica triste de mí y de mi corazón. El vino baja fácil, y con el calor confortable deslizándose sobre mi piel, poco a poco voy la deriva, sucumbiendo a los aspectos penosos de mi semana. Me despierto cuando me sacan la copa de la mano. Inmediatamente me sorprendo, pero cuando abro los ojos, Dante está sentado en el lado de mi silla y ha puesto mi copa vacía sobre la mesa junto a mí. Sus ojos grises miran los míos, y parece tanto preocupado como divertido por mi siesta a media tarde en el patio trasero. —Hola —dice en voz baja, su mano moviéndose al costado de mi rostro. Mi cuerpo se congela ante el roce de sus dedos callosos contra la línea de mi mandíbula, pero mi corazón se acelera. Me digo que mi pulso late con fuerza porque me asusté cuando me despertaron, pero el fuego lento en mi bajo vientre pone las cartas sobre la mesa. Me froto los labios, tratando de ganar tiempo para averiguar qué estoy pensando, qué decir, pero solo termino mirando a Dante, tratando de leer la mirada en sus ojos. —Oye, ¿estás bien? —logro preguntar finalmente. Observo el músculo de su mandíbula contraerse y siento la tensión de sus dedos, y entonces, justo cuando veo algo destellar en sus ojos, desaparece.

78

—Sí, es solo que no estoy acostumbrado a verte tan triste. —Ladea su cabeza durante un momento―. No eres mi petardo como estoy acostumbrado. Observo su cabello curvándose sobre el cuello de su camiseta y la barba en su hermoso rostro. Cuando frota su pulgar distraídamente sobre mi labio inferior, me incorporo inmediatamente, a pesar de que su mano aún está apoyada en el hueco de mi cuello. El aire entre nosotros cambia repentinamente, y necesito volver a poner esto en un territorio de comodidad. —Vi a Lex morir. Eso como que te cambia, ¿sabes? —Y sé que sabe, sé que sostuvo la mano de su abuelo cuando murió de cáncer, también, pero eso fue hace más de quince años. La muerte de mi hermana parece como si hubiera sido ayer. Asiente, comprendiendo mientras su mano libre se mueve desde el cojín hasta la piel desnuda de mi muslo, sus ojos nunca dejando los míos. Campanas de advertencia retumban en mi cabeza, pero no puedo darme cuenta de qué suena más fuerte: la alarma o el deseo. Hago un esfuerzo para tragar cuando su pulgar frota círculos concéntricos subiendo por la cara interna de mi muslo hasta el dobladillo de mis shorts. —¿Qué estás haciendo, Dante? —Mi voz apenas se oye, mi advertencia se pierde en el suspiro que sale con ella. Sé que le dije sin sexo, que ni siquiera fuéramos allí… pero al mismo tiempo, estoy tan necesitada ahora, tan desesperada de volver a olvidar. El problema es que, esta vez, no es a Lex a quien quiero olvidar. Es a Becks. Y los pensamientos vacilantes sobre los “por siempre” y los “mañanas” que definitivamente no deseo. Que no me permitiré tener. —Sabes que Lexi no hubiera querido que dejaras de vivir. Odiaría que lo hicieras. —Comienza a inclinarse y siento mis ojos entrecerrarse y mi aliento entrecortarse cuando se acerca. —Dante… Sé que debería detenerlo, sé que debería alejarlo, pero en el momento en que sus labios tocan los míos y su sabor golpea mi lengua, me siento viva otra vez. Y me deshago de todas las objeciones en mi cabeza, aquellas que gritan una advertencia sobre la devastación que sé que puede causarle a mi corazón una vez que se adueñe de él y me permita caer bajo su hechizo. Quiero perderme, y la embriaguez que siento de su tacto, de su cuerpo y de su dominio, no me permite pensar.

Hazme sentir entumecida, Dante. Ahora mismo, solo quiero ser tomada. Que me alejen de mis pensamientos, de mis preguntas y de mis inseguridades. Y trato de perderme en lo físico de todo esto para convencerme de que quiero esto: que me empujen al borde tan duro y rápido que me haga olvidar de todo lo que no quiero y me haga recordar que esto es

79

suficiente para mí. Será suficiente para mí. Esa es la manera en que elijo vivir mi vida. Sexo con alguien que no desee más. Alguien que saldrá de mi vida tan pronto como llegó. Eso es seguro. Eso es lo que puedo aceptar. —¡No, no, no! —Detengo a Dante, presionando mis manos contra su pecho tan firme y tentador, obligándolo a retroceder de manera que sus labios se separen de los míos. No puedo hacerlo. No puedo perderme en Dante cuando es Becks a quien realmente quiero. Dante me mira fijo, su mandíbula apretada por la frustración, sus ojos diciéndome que me desea. —Sí, puedes —murmura—. Puedo ayudarte a olvidar, Haddie. Hacerte sentir viva. Mi cuerpo y mi corazón tienen dos mentalidades diferentes, pero lo mantengo a un brazo de distancia mientras trato de calmarme. Ladea su cabeza, sus ojos sosteniendo los míos hasta que mira hacia abajo donde sus dedos comienzan a desatar el lazo que se entrecruza en el escote de mi blusa.

…pero vas a terminar toda enredada por esos extremos colgantes que te rehúsas a atar a algo… Las palabras de Becks resuenan en mis oídos otra vez. Evitando que cometa un gran error. Haciéndome pensar en él cuando todo lo que estaba tratando de hacer era utilizar Dante para olvidarlo. —¡No! —le digo con más determinación. Dante se inclina hacia adelante contra mis palmas, sus dedos desatando un tirante más. —Vamos, nena, sabes que me deseas tanto como yo te deseo a ti. Levanto mis manos en defensa cuando mi corazón y mi cabeza ganan el control de mi cuerpo. Le doy un último empujón y me giro de manera que mis piernas caen por el lado opuesto del diván en donde él se encuentra sentado, sus manos todavía en mi cuerpo. Me encojo para alejarme de su toque, levantándome del diván y comienzo a caminar hacia la casa. —Maldita provocadora. Oigo su comentario sarcástico detrás de mí, y vacilo en mis pasos, mis dedos en la manija de la puerta corrediza de cristal. —Asegúrate de pensar tus palabras, Dante, antes de volver a escupirlas. Empiezo a tirar de la puerta, la ira disparándose en mis venas por él, por mí, ¿por quién demonios sabe?

80

—Ahora estás haciéndote la difícil, nena. Sabes lo duro que eso me pone — dice, su voz cerca, detrás de mí—. Y sé que te gusta bonito y duro. Las palabras de Dante deberían encenderme, pero no lo hacen. Me hacen temblar, me hacen pensar en Becks, y, en cambio, cuánto más tentador sería ese comentario de él. Dios, ¿por qué no dejo de pensar en él? —Tócame otra vez y tendrás que encontrar un nuevo lugar para quedarte —le digo de espaldas a él mientras entro a la casa. —¿Es una amenaza o una promesa? —pregunta riéndose. —Es un hecho —le grito de regreso mientras entro a la habitación y doy un portazo. Y solo me quedo ahí de pie. Mis manos están hechas puños y mi mente zumba por la confusión. ¡Demonios, sí! Estoy enojada con Dante, pero creo que estoy enojada conmigo misma más que nada. ¿Cuándo me transformé en esta mujer que usa a los hombres para olvidar otros hombres? Quiero decir, ¿cuán jodido es eso? No es que esté bien, pero utilizar el sexo —ser un poco festiva— para ayudar a olvidar el dolor de la muerte de Lexi es una cosa, pero, ¿usarlo para olvidar a otro hombre? Eso es ir un poco demasiado lejos, incluso para mis propios estándares. Empiezo a caminar hasta el baño y luego giro bruscamente y recojo mi móvil. Solo necesito oír su voz. Eso es todo. Una pequeña cosa para ayudarme a aceptar la realidad y recordarme la mujer que solía ser. Descarada y valiente. No esta quejumbrosa sombra de mí misma que ni siquiera me gusta. Parece que ya no la puedo encontrar y aferrarme a ella. Excepto cuando escucho su voz. O aquella noche con Becks. ¡Ah! Marco mi correo de voz y avanzo rápidamente más allá de los nuevos mensajes que no quiero escuchar ahora. Hay un solo mensaje guardado que quiero oír, y no importa cuántas veces lo he escuchado, mi pecho todavía se contrae ante el sonido de su voz. La escucho divagar, su voz entrecortada por el esfuerzo de hablar mientras se acercaba el final. Ella divaga en el mensaje, hay inconsistencia en sus pensamientos, pero en mi parte favorita, mis dedos aprietan el teléfono. —Recuerda, Had. El tiempo es oro. Gástalo sabiamente. —Hace una pausa mientras su respiración se estrella en su pecho, el ligero silbido que llega a través de la línea todavía me aprieta el corazón y me recuerda esos días de golpe—. Te amo. Hasta la luna y de regreso no es suficiente, Had. Siempre te amaré. El sollozo se atasca en mi garganta, y escalofríos surgen por mi piel mientras escucho las respiraciones de mi hermana mientras habla sin sentido para finalizar la llamada. Me dejo caer en la cama, necesitándola de tantas maneras. Era mi roca. La chica seria para que yo pudiera ser la graciosa, la impertinente. Dejo caer un par de

81

lágrimas antes de secarlas apresuradamente, enojada conmigo misma por estar triste ante el último regalo que me dejó en el correo de voz. El golpe en mi puerta me sobresalta. No quiero hablar con Dante en este momento. Solo quiero estar sola y dormir sin soñar. Ignoro su presencia, arrastrándome más arriba en la cama y tirando las mantas a mi alrededor. —Haddie, vamos… Mira, lo lamento. No quise que… —Lo escucho suspirar del otro lado de la puerta y un golpe que puedo asumir es su frente golpeando la madera—. ¿A quién engaño? Claro que quise. Eres tú, ¿o no? Pero me disculpo. No debería haberlo hecho. Es solo que estar aquí me recuerda todo, y, ¡joder! tú eres tan sexy… yo solo… Por favor, nena, háblame… Por más que sea una sorpresa oír a Dante Teller, quien nunca se equivoca, disculparse, las palabras no me hacen nada. Nada. No me sacan de la tristeza que me envuelve como una manta. Cierro fuertemente mis ojos y llevo un brazo hasta mi rostro en un infructuoso intento de protegerme de todo lo que no quiero sentir en este momento. ―Had… ―Su voz se apaga mientras mantengo las mantas presionadas contra mi boca y espero que termine. Solamente quiero estar sola. Necesito estar sola. Después de más o menos un minuto, lo oigo suspirar y luego el sonido de sus pies bajando por el pasillo retirándose. Aspiro una bocanada de aire mientras mi cuerpo se estremece con los sollozos violentos porque me obligo a no llorar. Y después de un rato, me calmo un poco, solo para darme cuenta de que la noche ya ha caído y me encuentro mirando el techo en mi habitación a oscuras. El tiempo pasa, y realmente quiero hablar con Rylee ahora mismo. Necesito el firme consejo tranquilizante de mi mejor amiga para que me diga que estoy siendo estúpida. Que debo escuchar mi propio consejo: vivir un poco. Que la vida comienza al final de mi zona de confort. Levanto el teléfono y marco, sin estar segura si estoy buscando encontrar dónde está exactamente mi zona de confort. Mi mentalidad vacila de querer a necesitar. De estar enojada a estar resignada. Sin embargo, no importa realmente cómo me siento porque su voz llena la línea. Me siento completamente sola en este cuarto ahora, pero al mismo tiempo, ya no tan aislada. —¿Hola? Lucho para encontrar las palabras exactas para explicar por qué estoy llamando. Excepto que no puedo encontrar ninguna más que las confusiones que llenan mi cabeza, así que vuelvo a mi nuevo modo, el sarcasmo. —Así que ahora rompes las reglas constantemente, ¿no? —Y no estoy segura de donde viene la ira. No debería dirigirla a él, pero lo hago. Descaradamente.

82

Oigo movimiento en otro lado de la línea, y luego el sonido de la televisión se desvanece mientras se aleja. Espera. ¿Por qué se está alejando del televisor? ¿Acaso está ella allí con él en este momento? —¿Had? ¿Quieres ayudarme aquí? Mis emociones están tan alborotadas que ni siquiera me doy cuenta de que había planeado tener esta conversación hasta que es demasiado tarde. —Tu regla número uno: No duermes con amigos. ¿Es ella un amigo también? No puedo creer que acabe de decirlo en voz alta. Creo que él tampoco porque la línea está en silencio mientras procesa mi comentario. —¿Acaso Dante es un amigo? —Hay un filo en su voz en esta ocasión cuando habla, exasperación mezclada con irritación, lo que me hace morderme el interior de mi mejilla mientras trato de averiguar qué decir a continuación. ¿Cómo puedo decir que es solo un amigo cuando iba a usarlo, hace una hora, para superar al hombre con el que estoy hablando? —No estábamos hablando de él. —Fuerzo la situación, sin querer ahondar en la olla de problemas que he traído a la mesa. —Entonces no estamos hablando de ella. Además, ¿qué es lo que pasa contigo, Haddie? Te estoy dando exactamente lo que pediste, ¿cierto? Una noche, sin ataduras. Así que, ¿por qué te importa lo que es Deena para mí? Ah, Srta. Exótica tiene un nombre. ¿Deena? Odio el nombre Deena. Bueno, no realmente, pero ahora sí. Inmediatamente imagino su voz gimiendo, e instantáneamente me siento enferma. —No puedes mantenerme alejado pero luego decir que soy tuyo cuando te conviene —continúa cuando estoy silenciosa, perdida en mis pensamientos. —¡Nunca he hecho eso! —Una mentira descarada pero si ya estoy en esto, entonces será mejor que lo termine. —Mentira, Montgomery. Dante o cual sea que es su maldito nombre puede que te mime, te acaricie cuando lo necesitas pero te deja sola de otro modo, yo no soy así. No soy él. No puedes joder las emociones de la gente y esperar que ellos quieran estar allí para ti, tampoco. —Suspira con frustración mientras me desconcierto un poco por la picadura en su tono. —¿Quién demonios mencionó emociones? Las emociones no estaban incluidas en mis reglas —digo infantilmente. —¿Quieres hablar de reglas, Haddie? ¿Quieres saber mi regla numero dos? No me gustan los juegos. —Hmpf. —Es un sonido aniñado seguido por una rodada de mis ojos que no puede ver. —Sí. Esa es una manera de ponerlo. ¿Hay algo más por lo cual llamaste además de meter tu nariz donde no te incumbe?

83

Abro mi boca y luego la cierro, insegura de cómo es que llamarlo porque solo necesitaba escuchar su voz se ha convertido tan rápidamente en esto. En luchar por palabras que no puedo encontrar para arreglar mierda que no necesita ser reparada. Porque no quiero esto. No lo quiero a él. —Bueno, entonces, si de hecho quieres hablar en lugar de hacer esta mierda ridícula, estoy aquí para ti… pero, ¿Had…? Lo que sea que haya aquí… ¿esta mierda pasivo agresiva? No me va muy bien con ella. Tuvimos nuestra única noche. Lo pusiste bastante claro que no querías nada más que eso, así que no puedes llamarme y preguntar lo que podría o no estar haciendo con alguien más. ¿No quieres ataduras? Entonces corta las cuerdas… pero francamente, creo que no sabes qué demonios quieres. Así que hasta que descifres esa mierda, creo que es mejor que digamos buenas noches antes de que empeoremos una mala situación. —¡Espera! —Desesperación suena en mi voz en esa única palabra. Y me odio por sonar así, pero estoy tan solitaria, tan asustada, y solo quiero el consuelo que sé que él puede darme ahora mismo. Espero por el sonido del tono de marcado que asalte mis orejas. Espero por el bip incesante que reafirma que he envuelto cable de púas alrededor de mi corazón, doloroso pero necesario. Pero no hay nada por unos pocos momentos hasta que escucho el teléfono raspar contra la barba en su rostro. Y espero… Mi garganta quemando por las lágrimas que quiero derramar pero estoy cansada de ello. Las que ya no me traen alivio. —Estoy aquí, Haddie. No voy a ningún lado, ¿está bien? —El timbre de su voz está cargado con su preocupación y comprensión por mí a través de la línea. El sonido incoherente que hago es todo lo que puedo ofrecer para agradecerle por no colgarme. Por no rendirse conmigo. —Háblame. ¿Qué sucede? —pregunta gentilmente como si tuviera miedo de que si presiona demasiado, huiré y me esconderé. Justo como quiero. Cómo me conoce tanto, no lo sé. —Lo siento. —Mis palabras son apenas audibles. Ni siquiera reconozco mi propia voz, no puedo entender cómo este hombre que no quiero dejar entrar se ha metido bajo mi piel. Perder a Lexi fue una cosa que no pude detener, pero perderme a mí misma es algo que nunca esperé. Y hay algo acerca de Becks —su naturaleza fácil de llevar, su personalidad, su amabilidad— que me tiene subiendo mis muros de hierro y queriendo conectar. Anhelando alcanzar esa sombra de mí misma que está flotando, alejándose justo fuera de mi alcance. El globo sin una cuerda en la cima de tu techo. Allí. Presente. Pero nunca a tu alcance. Hasta que se desinfla. Cayendo sin vida.

84

—No lo sientas, Had. Nunca lamentes necesitarme.

No te necesito. Las palabras están casi fuera de mi lengua. Pero la amabilidad en su tono causa que el dolor queme más. —¿Quieres hablar al respecto?

No tienes idea. Quiero explicarte todo esto. Cómo te quiero, lo asustada que estoy, cómo si te doy los por qués, sé que me darás el discurso de supéralo, y esa es la única cosa que estoy cansada de escuchar. El “Lex está muerta, Haddie. Ella querría que siguieras viviendo, continuaras soñando, siguiendo adelante. Vive por ella. Supéralo”. Y no estoy segura de qué es peor para mí. Él diciéndome eso y arruinando esta imagen perfecta que tengo de él o dejarlo entrar, permitiendo que lo que sea que es esto, corra su curso y entonces lo devaste como la muerte de Lexie lo hizo con Danny. Oigo el sonido de la correa de un perro en el fondo, y por alguna razón, el sonido me hace sonreír. Así que me aprovecho de la idea de Becks teniendo un pequeño amigo peludo para hacerle compañía en la noche, mi mente tratando de distraerme de la vulnerabilidad que está filtrándose por cada una de mis fibras. —No. —La palabra es una suave exhalación en mis labios. ―¿Estás bien? ¿Necesitas que vaya?

Sí. —No —miento, incapaz de tomar ese próximo paso en admitir lo mucho que quiero eso ahora mismo. Tener a Becks aquí sería como admitir que hay una grieta en mi corazón blindado. Y el único problema es que lo he dejado entrar, más allá de estos muros, pero no puede saberlo nunca. Si lo sabe, si me deja entrar en su corazón, en su vida, entonces lo abro para que se sienta como yo. —¿Qué necesitas de mí? Y mi corazón se aprieta por sus palabras. ¿No es qué puedo hacer por ti sino qué necesitas de mí? ¿Dónde está la arrogancia cuando la necesito? ¿No puede ser un idiota para que así me pueda aferrar a ello, bloquearme de eso para ayudarme a empujarlo aún más lejos? ¿Protegerlo y aislarme? ―Nada… Solo… ―No puedo terminar mis pensamientos porque quiero decirle todo lo que necesito de él. Por qué lo quiero pero no me permitiré a mí misma arriesgar la oportunidad de herirlo. Por mi propio miedo de tomarme una estúpida prueba de sangre. Tantas cosas pero todo lo que puedo hacer es vivir día a día, momento a momento. ¿Pero no es ese parte del problema? Si me estoy adhiriendo a esa teoría, entonces debería estar viviéndolo. Si el mañana es desconocido, debería estar

85

viviendo con abandono imprudente, arrojando la precaución al viento. Conducir con el techo abajo. Pero no lo estoy. Porque estoy asustada. Cierro mis ojos mientras una lágrima silenciosa se desliza por mi mejilla, e intento alejar mi miedo, pero presiento que ni siquiera necesito hablar porque Becks simplemente lo sabe. —Estoy aquí, ¿de acuerdo? Asiento como si pudiera verme y me siento allí sin darme cuenta de ello. —Bien. —Así que, uh, nunca terminamos el otro día. Dejo que silencio cuelgue, insegura de lo que está hablando y a la misma vez preguntándome si tengo lo suficiente en mí para importarme y sabiendo demasiado bien que lo hago. —Nací en Texas. Me mudé a los seis al área de Santa Cruz por quién sabe qué razón… Hmm. Me siento tonto haciendo esto, pero es lo justo, ¿cierto? Veamos, somos solos mi hermano menor, Walker, y yo. Sonrío por el comentario, amo que me esté dando su turno para contar su historia. —Umhu —murmuro para que sepa que estoy escuchando y alentándolo a que hable más. —Cuando tenía doce, creo, mi papá fue transferido a Santa Monica… era importante en el banco en el cual trabajaba, y sus sedes corporativas estaban allá, así que nos mudamos. Estaba tan enojado con él por hacerme dejar a mis amigos y mi equipo de futbol que empaqué mi bolso y huí. —Se ríe por el recuerdo, y el sonido de ello levanta un poco el velo de dolor—. Me aseguré de tener mi Nintendo Gameboy, algunas botanas y me senté en la caja transformadora color verde que estaba justo fuera de la vista de nuestra puerta del frente por un rato, reflexionando adónde ir. Y entonces por supuesto, mi mamá sabía mi más grande debilidad, galletas de chispas de chocolate, así que horneó algunas y llamó a todos los niños en el vecindario para que las comieran en nuestro jardín delantero. Se aseguró de gritar lo suficientemente alto para que cada niño dentro del alcance del oído se enterara de ellas… no pude soportarlo, así que vine a casa después de toda una hora y media de haber escapado. »Así que nos mudamos aquí. Jugué futbol, béisbol y lucha en la secundaria. Era un estudiante decente. Me volví amigo de un niño en la secundaria llamado Smitty. Su papá trabajaba en equipo local de carreras. Un día me preguntó si quería ir, y realmente no tenía ningún interés, pero mierda, dos horas en la pista y estaba enganchado. Pero no fue la conducción lo que me atrajo. Claro que sí, había un subidón de adrenalina, la atracción de la velocidad, pero fue la organización del equipo, los cálculos de la gasolina y lo cronometrado… todas esas cosas mecánicas

86

me hipnotizaron. —Suspira mientras me cuelgo de cada una de sus palabras, queriendo preguntar tantas cosas acerca de esa primera vez y sobre tantas otras cosas, pero mis reconocimientos permanecen como suaves murmuros y sonidos. —Pregunté si podía ayudar, me convertí en regular en la pista y aprendí todo lo que pude. Me quedé fuera del camino inicialmente, pero entonces tuve más confianza, hice sugerencias, me metía cuando un miembro del equipo no pudo ir. Entonces un día cuando tenía como dieciocho, vi a este hijo de perra engreído llamado Colton tomar el volante de un vehículo fuera de Fontana. Escuché que era el hijo de algún actor de Hollywood, así que me quedé para observarlo destruirse, porque los que piensan que son mejores que todos, siempre terminan mal. Se veía como de mi edad, pero mierda, me sorprendió como el infierno porque tenía verdadero talento. Me presenté, él vino unos pocos días después y probó el automóvil, y, como dicen, el resto es historia. Puedo escuchar la correa del perro traquetear nuevamente, y quiero preguntarle a Becks con respecto a su amistad, el amor de su vida, cómo son sus padres… pero me acurruco en el silencio, agradecida por el alivio que encuentro en él abriéndose y la falta de preguntas que apunta en mi dirección. Es raro que él entienda justo lo que necesito y aun así no le he pedido ni una sola cosa. El pensamiento se posa en los recovecos de mi mente, y me pregunto exactamente lo que significa y cómo encaja en lo que sea que es esto, con lo que estoy luchando tan ridículamente duro. Continúa hablando de Rex, el perro callejero que rescató del refugio de animales, su hermano y su familia en Ojai. Todos temas seguros. Toda gran información pero no lo que quiero saber más: ¿Quién es Deena? ¿Quién es ella para él? Y entonces estoy enojada de que me importe. Furiosa de hecho, así que lo dejo divagar. Sin querer rendir mi lado malicioso y hacerlo lamentar quedarse en la línea y hablando. Silencio cae de vuelta a través de la línea después de un poco. —Oye, ¿Had? —¿Uhm? —Cómo puedes notar por mi divagación, estoy medio solitario esta noche. ¿Te importaría quedarte en el teléfono conmigo hasta que me duerma? No tienes que hablar ni nada… solo es lindo saber que estas allí. Sé malditamente bien que no está solitario, sé que está mintiendo para quitarme algo de mi vergüenza, y demonios si no me hace quererlo mucho más. Una suave sonrisa se curva en mis labios, la sal en mis mejillas tiesa mientras mis músculos se mueven, su amabilidad debilitando mi resolución. —Seguro.

87

Y puedo sentirlo sucediendo. Esa parte de mi corazón empieza a temblar con los principios de una fractura pequeña a medida que él lo golpea con su martillo que consiste de paciencia y comprensión. Minutos pasan con solo el uniforme ritmo de su respiración y la cola golpeadora de un perro contra lo que suena como su colchón. Me hundo aún más en mi cama, en el silencio cómodo de su presencia en el otro lado, y dejo que se envuelva a mi alrededor. —Gracias. —La palabra murmurada es una rotación constante en mi cabeza, pero no estoy segura si incluso llega a salir de mi boca. Y si lo hace, Becks nunca la reconoce.

88

Beckett

L

os sonidos del club sonaban en un golpeteo continuo de bajo y ritmo. Un poco demasiado ruidoso, muy de moda también, y demasiado superficial para mi gusto. Denme un rincón oscuro, una cerveza de barril, y algunas faldas cortas con botas, y estoy en el cielo.

Por otra parte, un hombre no tiene derecho a quejarse por el amplio despliegue de carne desnuda dando vueltas frente a mí. Pero, maldita sea, como la primera noche que nos conocimos en Las Vegas, no puedo evitar que mis ojos sigan yendo a la deriva. Hacia la única persona en los que se siguen perdiendo. Esto está empezando a ser un problema serio. Ahora que he probado la tentación de Haddie —tomado su olor, sus sonidos, y su sabor adictivo para comparar con otras— que me condenen si esa vez no se ha grabado a fuego en mi maldita memoria. Y maldición. Solo maldición. Luego está esa mirada en sus ojos. La que grita que necesita a alguien que la ayude atravesar la pena, que le demuestre que abrirse no significa que tiene que ocultar la mierda. Y que me condenen si no soy un fanático de las rubias de piernas largas con bocas listillas que necesitan un hombro donde llorar. ¿A quién carajos estoy engañando? El único llanto que quiero que haga es mi nombre mientras se corre. Pero eso me haría un hijo de puta insensible, y soy todo lo contrario. Infiernos sí, puede que esté pensándolo, pero vamos, es Haddie. Sería un estúpido bastardo si no la quisiera otra vez. O un ciego. Mi gemido cuando la veo trabajar con sus clientes en el piso —riendo, conectando, entreteniendo— es sofocado por la música del club, y está claro como el día que hay algo en ella que me atrae y hace que me importe. El tipo de cosa como “estar sentado en el otro extremo de una línea de teléfono en silencio durante dos horas solo para asegurarme de que ella está bien”.

89

Estoy seguro como el infierno que nunca he hecho algo así antes. Sonaba tan perdida, tan parecida a una niña pequeña. ¿Cómo demonios iba a colgar cuando tan claramente me necesitaba? Y mientras la observo a través de su club, ella definitivamente no se ve como una niña pequeña. La forma en que se mueve es más que tentadora. Con el balanceo de sus caderas y su cabello volcado sobre su hombro. Asimilo sus piernas bien formadas y el profundo escote abrazando esas perfectas tetas suyas. Labios con brillo, ojos ahumados y un cuerpo que grita sexo. Por mucho que mi pene esté pidiendo una segunda —eh, supongo que debería decir quinta— vez hacerla correrse y encontrar su camino entre esos flexibles, bronceados muslos suyos, todo lo que quiero hacer es estar lo suficientemente cerca para ver sus ojos. Para asegurarme de que se encuentra bien. Me tomo un largo trago de mi Mérit con Coca-Cola, moviendo mi cabeza con el ritmo, siguiéndola con mis ojos. —Hombre, si tanto quieres follarla, entonces ve por ella. Háblale. Toma lo que quieres. Si las miradas mataran, Walker estaría en una bolsa para cadáveres ahora. —En primer lugar, esa no es manera de hablar sobre una dama —advierto a mi hermano, moviéndome en mi asiento para enfrentarlo, haciéndole saber que cierre su maldita boca y no hable de Had de esa forma. —Sí, pero tengo la sensación de que las cosas que quieres hacer con ella caen en la categoría de “una dama en la calle pero una loca en las sábanas”, así que en realidad, no estamos hablando en el aspecto de una “dama”, ¿verdad? Lo miro fijamente, mi llamada al médico forense estando en marcación rápida en este momento. Diablos sí, tiene razón, pero nadie habla de Haddie de esa manera. ¿Y eso por qué? ¿Por qué me importa tanto cuando a ella no? Mentira. A ella le importa. No quiere hacerlo, pero lo hace. Supongo que es por eso que arrastré a Walker aquí, de todos modos. Quiero decir, mierda, puedo ver la lucha, escuchar el temor en su voz, sentir el miedo que emana de ella… La pregunta es, ¿por qué? Así que la veo moverse a través del club. Su cabeza está echada hacia atrás mientras se ríe. Sus manos colocadas sobre los bíceps de un hombre, lo que me tiene apretando los dientes. Su falda se sube poco a poco cuando se agacha para agarrar los vasos de la mesa delante de ella y se toma el licor como una profesional. Impresionante. Lástima que mis pensamientos se derivan hacia qué otro lugar esos labios suyos pueden tomar como una profesional. —Oooohhhh —dice Walker, su sinapsis disparándose y sus ojos muy abiertos en comprensión cuando le devuelvo la mirada—, así que, estaba bajo la impresión de que me arrastraste esta noche porque querías pasar tiempo conmigo. Bueno, eso y porque tu novio está en su luna de miel.

90

—¿Novio? —Me río, tratando de averiguar de qué carajos está hablando mi hermanito. —Sí, amiguito. Casado. Novio. —Se encoge de hombros con una sonrisa come mierda en su rostro—. Novio. Me río de nuevo. No puedo evitarlo. Es un pedazo de mierda, pero divertido como el infierno. Además, sé que a veces está celoso de mi amistad con Colton —por lo cercanos que somos— así que le dejo darme unas pocas indirectas de vez en cuando solo porque es mi hermano pequeño. —¿De dónde sacaste esa mierda? —Es lo que pasa cuando naces segundo. —Toma un trago de su botella de cerveza—. Mamá usó todos sus genes descarriados contigo y yo conseguí todos los buenos. Los genes inteligentes que no fueron multiplicados a primera vista, aturdidos por el premio gordo, ¿sabes? ¿Hablaba realmente en serio? Ya debe estar muy borracho, y solamente ha pasado una hora de nuestra noche. Solo parpadeo y niego mientras trato de procesar el hecho de que definitivamente lo dejaron caer de cabeza cuando era niño. Tiene que haber sido. Mamá debe haber tenido un accidente un día —dejó caer a Walker— entonces solo le restó importancia y siguió adelante, sin saber el daño hecho debajo de la superficie. —Pide otra bebida, Becks, y todo tendrá sentido —se burla de mí. Pongo los ojos en blanco y luego miro hacia el club, más allá de nosotros, buscándola para asegurarme de que esté bien. Capturo la vista de su top brillante, las luces jugando con sus movimientos y reflejando su cabello pálido. Mi polla se agita al verla. No puedo evitarlo. Cuando sé que está bien, miro de regreso en dirección a mi hermano y le levanto mis cejas, con ganas de ver qué dice porque desde luego que no voy a ofrecer la información que quiere tan libremente. Walker me apunta y luego de vuelta a las proximidades de Haddie y luego de nuevo a mí. —Así que… eh… ¿esa es Haddie? Ustedes dos… ¿eh…? —Me levanta sus cejas, pero no pregunta si hemos tenido sexo—. ¿Sí? —¿Sí, qué…? —No voy a dar detalles aquí. Él puede ser mi hermanito, pero del tipo que va a tener que trabajar por la información ya que lo más probable es que vaya directamente a Aubrey, quien a su vez irá directamente a mi madre. Y realmente no necesito su respiración en mi cuello ahora mismo sobre matrimonio y bebés. Y esas malditas sandalias rosadas. —Amigo, estoy muy confundido. Me estiro y le agarro el hombro.

91

—Como si eso fuera noticia de último momento. —Me estremezco cuando finge golpearme en mis bíceps en un movimiento entre nosotros tan probado y verdadero como el tiempo. —Bueno, te presentaste en la cabaña con malditas estrellas en los ojos. Deena aparece de la nada unos días más tarde… Yo como que pensé que estabas teniendo una regresión de coño… Casi escupo mi bebida; me resulta muy difícil no hacerlo, así que toso por una risa ahogada en su lugar. —¿Una regresión de coño? ¿Qué demonios, Walk…? —La tos me ataca de nuevo, mis ojos están llorosos y mi garganta ardiendo—. ¿De qué demonios estás hablando? Él solo sigue mirándome, diversión en sus ojos y una sonrisa en su rostro. Se encoge de hombros. —Bueno tu cumpleaños se acerca. Sigues diciendo que te sientes como un viejo hijo de puta, así que pensé que estabas haciendo una doble inmersión en el pasado comenzando mierda con Deena de nuevo. Una regresión para poder sentirte como lo hacías en aquellos días, un joven conejo y mierda de ese estilo. Pero ahora estamos aquí esta noche, y tú estás observando a esa belleza de allí como si quisieras golpearla como si fueras un bate de béisbol, y por eso ahora tengo curiosidad. —Juro que no hay manera de que hayamos salido de la misma madre. —Niego, a pesar de que debería estar acostumbrado a su parloteo sin sentido—. Y en primer lugar, ¿conejo? Semental sería más apropiado. —Eso desearías —resopla—. ¿Así que? Te estás follando a Deena y ahora te estás moviendo hacia ella —dice, levantando su barbilla en dirección a Haddie—, ¿o qué? Porque, amigo, este no eres tú. La irritación parpadea. —No hubo nada con Deena. —Cuando él solo rueda sus ojos con incredulidad, continúo—: He estado allí, he hecho eso, y honestamente, sé que siempre tuviste un enamoramiento con ella, pero no es tan genial. Ahora es su turno para ahogarse con su bebida. Y por alguna razón, me parece extrañamente divertido verlo toser. —Ella es como un quince en la escala del uno al diez. —Sí, en el factor caliente, ella es definitivamente un quince, pero las cosas que sé ahora, frente a las cosas que sabía en ese entonces… hombre. —Niego, recordando lo perfecta que pensaba que era Deena. Cómo pensaba que era genial en la cama, sin embargo, ahora con más edad y más experiencia, me doy cuenta de lo ingenuos que éramos realmente. Pienso en cómo una noche con Haddie borró las cincuenta y pico de veces con Deena. —Tal vez Dee ha aprendido más desde la universidad también.

92

—Es muy posible. —Reflexiono acerca de los pensamientos sobre ella y el amor joven, pero ninguno de ellos se queda en mi mente. Era todo manos torpes y falsos frentes de confianza mientras explorábamos y experimentábamos. Entonces, pienso de nuevo lo de unos días atrás cuando Deena apareció de la nada, solo de paso por la ciudad. Yo estaba más que deprimido como para reavivar las cosas por una noche… y luego nos encontramos con Haddie. Jodida Haddie. Con sus ojos en forma de cierva y barbilla temblorosa haciéndome preguntas sin ninguna palabra. Tan terca que se niega a admitir que necesita a alguien cuando está herida. Y entonces ella me llamó y se descargó sobre amigos y ataduras; y que me condenen si iba a sentarme allí y tomar su mierda sin decir algo a cambio. Hasta que hizo ese pequeño sonido. Ese hipo que me dijo todo. Cuánto ella temía y necesitaba, cuánto quería y no quería estar sola. —Amigo, como he dicho… quieres ir por ella, pero parece que es del tipo que le gusta coquetear bastante. Toma todo lo que tengo dentro de mí no contestarle. ¿Cómo se atrevía a juzgarla cuando está ahí fuera, haciendo su trabajo? Y me doy cuenta de que eso es exactamente lo que él quiere. Quiere que reaccione, que ponga las cartas sobre la mesa para saber cuál es mi posición, y que me condenen si voy a caer directo en su maldito juego. —En primer lugar, Walker, es una sorpresa que Aubrey no te haya pateado a la acera con esa mentalidad. En segundo lugar, ¿no sabes que a veces lento y constante gana la carrera? Me siento, espero mi momento, capto su atención, y luego una vez que la tengo atrapada, puedo averiguar qué es lo que quiere. —Esto no es la tortuga y la liebre, hermano. —Sacude su cabeza hacia, como si estuviera avergonzado y toma un sorbo de su cerveza. —Cierto. —Asiento y pido otra ronda a la camarera cuando pasa junto a nosotros. Mi mente vagamente recuerda las palabras que Haddie me dijo la noche que nos conocimos por primera vez en Las Vegas, algo similar a lo que acabo de decir acerca de que ir lento y constante gana la carrera, y pienso en lo bien que me atrapó en aquel entonces—. Pero al final la tortuga se mantiene firme y tiene un infierno de vida útil. —¡Jodido Jesucristo! Realmente necesitas trabajar en no ser tan malditamente estúpido si piensas atrapar los gustos de esa mujer más caliente que el infierno. Poco sabe que ya lo he hecho. Poco sabe que la mujer posee algo más que mis pensamientos en este momento. Las bebidas vienen más lentamente, la noche avanza, pero puedo ver a Haddie volverse un poco menos estable. Mierda. Sé que necesita que esta noche salga bien. Este es el evento dos de tres para ella, y si quiere a este cliente en su bolsillo, entonces tiene que estar en la cima de su juego. ¿Sigue molesta? ¿Así que está bebiendo para enterrarlo y poner buena cara?

93

Me molesta que me importe tanto. Me molesta que Walker me esté observando como un maldito halcón, tratando de averiguar por qué estoy tan envuelto por un pedazo de culo que ni siquiera sabe que ya he tenido. Gracias a Dios ella no se ha aventurado por nuestro lado del club —ni siquiera sabe que estamos aquí— porque por alguna razón creo que si lo supiera, podría estar bebiendo más. Su necesidad de no necesitarme alimentaría su deseo de escapar tomando otro trago. Y hablando de tragos, la veo tomar otro y encogerse. Sí, ella los está vaciando, pero infiernos si no están tomando su cuota y empezando a nublar su juicio. Mierda. ¿Por qué me importa? Me paso una mano por el cabello para quitarme de encima mi propio descontento conmigo mismo. Quiero decir, en serio… ¿por qué estoy aquí? ¿Por qué demonios arrastré a Walker aquí para ver a Haddie trabajar el suelo como un hermano sobreprotector? ¿O un idiota enamorado? Mierda. Tal vez debería llamar a Deena. Tal vez debería revisar esos muslos para recordarme por qué Haddie es demasiado maldito trabajo en este momento ya que su cabeza está por todo el lugar. Y entonces lo veo. El idiota a su derecha, cabello engominado hacia atrás, obviamente borracho y su mano colocada perfectamente en el culo de ella. Estoy fuera de mi silla en un instante, pero antes de que pueda dar cinco malditos pasos, la mano de ella está hecha un puño en la camisa de él y le dice algo antes empujarlo hacia atrás. —Bueno, ahí está —murmuro en voz baja, más que satisfecho de ver que Haddie se puede cuidar sola. Y por alguna razón, esa pequeña muestra me hace desearla mucho más. Me muestra que a pesar de ser perfectamente capaz de manejar un gilipollas como él, ella todavía tiene ese lado vulnerable que puedo ver, que me necesita. Y maldición si eso no me gusta una barbaridad. La mezcla de luchadora y vulnerable es totalmente excitante. Cuando me doy la vuelta y me siento, Walker está estudiando cada uno de mis movimientos, listo para abalanzarse sobre mí con un comentario acerca de la pequeña perra que estoy siendo, observando a una chica — dejando que me arrastre por las bolas. Pero infiernos, no tiene ni idea sobre el poder vudú del coño de Haddie. Me ahogo con mi bebida. ¿Realmente acabo de llamar a Haddie mi vudú? Oh Dios mío. Me estoy convirtiendo en Colton. Mi corazón se acelera momentáneamente cuando recuerdo su explicación de por qué se enamoró tan fuerte y rápido de Rylee. Entonces considero el hecho de que el término simplemente apareció en mis pensamientos y se relacionó con su nombre, sin pensarlo dos veces. De ninguna jodida manera. Ella no puede —yo no puedo—, quiero decir, mierda, tuvimos sexo una vez. Un montón de sexo esa vez, pero que me condenen si

94

voy a dejar que una mujer me agarre por las bolas y sea mi dueña después de una noche de sexo. Sexo increíble, alucinante, que hace que se me pongan duras las bolas, y se me doblen los dedos de los pies; pero sexo no obstante. Maldición. Niego, tratando de alejar el pensamiento. La culpa es del alcohol. Inmediatamente pido una ronda de tragos para Walker y para mí. Necesito algo para despejar mi cabeza —o nublarla— de los ridículos pensamientos que continúan dando vueltas. De coños vudú que definitivamente no tienen derecho hasta el momento de reclamar ningún tipo de derecho sobre mí. Los tragos vienen, la música golpea una molesta sensación electrónica —¿quién diablos puede bailar a esta mierda tecno, de todos modos?— y mi hermano me mantiene entretenido mientras inicia un sistema de calificación de las mujeres que se acercan a nosotros. —Vamos, era una chiflada —dice mientras yo simplemente suspiro y tomo el resto de mi bebida. Me levanto, necesitando estirarme un poco. —Walk, estoy de acuerdo que la anterior era definitivamente más fea, pero estoy seguro de que tenía algún tipo de habilidades impresionantes en la cama que te harían caer las medias… —Miro hacia donde ella había desaparecido y luego de nuevo a él—. ¿Pero esa última? Lo siento, pero no daría mi huevo izquierdo por dormir con ella. Demasiado espacio vacío encima —le digo, cuando mis pensamientos vuelven a la única mujer por la que daría mis dos huevos por tener debajo de mí en este momento. —Amigo, si no estuviera feliz con Aubrey, el espacio vacío por el que estaría preocupado sería entre sus muslos y no en su cabeza. Quiero decir… Las palabras de Walker son ahogadas por el ruido del club porque estoy en movimiento sin mayor reflexión. El hijo de puta de cabello engominado está de vuelta, y sus manos están en ella. Él la tiene posicionada perfectamente contra una pared de la que no puede escapar, y todo lo que puedo ver es jodidamente rojo mientras me muevo a través del abarrotado espacio entre nosotros. Ni siquiera presto atención a si ella está luchando contra él. No puedo decir si le está devolviendo el beso cuando la boca de él toma la suya, porque todo en lo que puedo pensar es que es mía. Y ni siquiera me estremezco esta vez cuando el pensamiento cruza por mi mente porque en algún lugar en ese espacio de tiempo, decido que no me importa cuánto maldito tiempo se necesita para demostrar lo contrario, pero Haddie Montgomery no va a apartarse de mí otra vez sin una pelea. Inmediatamente sé que voy a lamentar ese decreto personal, pero no tengo tiempo de discutir conmigo mismo porque veo su cabeza tratando de zafarse de lado a lado, sus manos empujando el pecho de Engominado, y veo su rodilla levantándose.

95

Pero lo tengo por los hombros, y estoy apartándolo hacia atrás antes de que ella siquiera tenga la oportunidad de hacer contacto. Me muevo por instinto, el alcohol alimentando mi irracionalidad, y realmente me importa un carajo. Estoy cegado por la ira y el asco, y empujo a Engominado contra una pared, las luces estroboscópicas haciendo que todo parezca como si estuviera sucediendo en cámara lenta. —¿Qué demonios? —le grito al tipo, mi antebrazo contra su pecho, y la otra mano agarrando firmemente su camisa por lo que sus botones están sobresaliendo hacia fuera—. La dama dijo que no. Y el maldito idiota simplemente se me ríe. Él tiene el descaro de sonreír y reír sin siquiera asustarse en absoluto. —Vete a la mierda. No creo que más signifique que esté diciendo que no, idiota. Sus palabras me sorprenden volviéndome sobrio. ¿Qué? ¿Haddie quería que este imbécil la besara? Es mi nombre el que escucho ahora. Haddie gritando mi nombre una y otra vez atraviesa el ruido blanco que está llenando mis oídos. Sus manos están en mi bíceps, sosteniendo mi brazo inclinado para evitar que lo lleve hacia adelante y golpe su nariz del imbécil. Y estoy tan confundido. Por él. Con ella. Mi mente sufre un repentino asalto —desenterrando cada uno de mis cinco sentidos que ella ha marcado de alguna manera con su presencia— y es así que reacciono de la única manera que tiene sentido para mi mente influida por el alcohol. Engominado es olvidado en un segundo. Lo oigo jadear una respiración, pero es ahogada por una que Haddie aspira cuando me aparto de él y me enfrento a ella. Sin siquiera pensarlo, la levanto y la arrojo sobre mi hombro. No pienso en su culo apareciendo debajo de su falda diminuta para que el mundo lo vea. No me importa el evento que se supone que debe gestionar, porque francamente ya está en marcha, y me parece como si estuviera cuidando un poco demasiado a los clientes para mi gusto. No podrían importarme menos sus puños golpeando mi espalda, exigiendo que la baje o las miradas de los asistentes del club medio borrachos diciéndome que estoy loco. No me importa nada de eso. Ni un poco. Porque todo en lo que me puedo enfocar, es en el pensamiento de sus manos sobre él y cómo quiero que estén sobre mí en su lugar. Reajusto el agarre de mis brazos sobre sus caderas, su lucha cada vez más fuerte mientras espero que la multitud se disperse para poder caminar sin que ella patee a alguien. La música está tan fuerte que realmente no puedo oír las malas palabras que sé que me está diciendo en este momento, o tal vez elijo no hacerlo porque seguro como el infierno escucho a Walker decir: —Hasta acá llegó el lento y constante, ¿eh? —Cuando camino por delante de él.

96

Solo levanto mis cejas y continúo en movimiento hacia la salida lateral del club, donde un gorila se me acerca y luego da un paso atrás cuando digo: —Ella va a vomitar. Cuidado. Y eso solo hace que Haddie luche más, sus puños golpeen más fuerte, y yo me ría más alto. Cuando atravieso la salida, sigo caminando sin embargo, las dos cuadras hacia mi condominio cómodo y céntrico. La oigo decir Bastardo y Bájame y ¿Cómo te atreves? Consigo miradas perplejas de los transeúntes, y estoy realmente muy sorprendido de que ni uno solo de ellos trate de detenerme para asegurarse de que ella esté bien y no soy algún psicópata secuestrándola. O bien la sonrisa de loco en mi cara les dice que está bien o que soy un lunático y que se mantengan apartados. De todos modos, estoy tan ocupado tratando de concentrarme en no dejar caer su cuerpo escurridizo que no tengo un momento para pensar en esta narrativa de nuestra sociedad como normalmente lo haría. Por supuesto, para cuando camino por las escaleras frente a mi edificio, la falda de Haddie se subió tan hábilmente que mi brazo está tocando carne desnuda, lo que significa que mi única línea de visión es piernas tonificadas y tacones de 10 centímetros. Trago por mi garganta mientras espero el ascensor. Debato subir las escaleras —pienso que podría ser mejor ejercitar algo de esta lujuria reprimida que me dan ganas de tomarla contra la pared del ascensor en este momento— pero sé que ella va a dar una maldita buena pelea —ya lo ha hecho— y voy a necesitar mi fuerza para asegurarme de que me escuche esta vez. Porque no voy a dejarla ir hasta que escuche lo que tengo que decir. Y tengo muchísimo que decir.

97

N

o puedo concentrarme en mucho. Pero las pocas cosas que asimilo entre mi rabia y mi incesante golpear en su espalda, es a Becks siendo lo de siempre, el consumado caballero mientras me lleva por las calles de Los Ángeles.

Sobre su hombro como un saco de papas. Al mismo tiempo diciendo, Buenas noches, a la gente como si estuviera en un maldito paseo dominical. Estoy en plena ebullición. Jodido hijo de puta. Estoy cansada —mi cabeza se siente como que pesa cincuenta kilos mientras trato de levantarla de nuevo para averiguar dónde estamos— estoy a punto de sucumbir al agotamiento y hundirme encima de él por la mezcla de demasiados chupitos y demasiada energía gastada cuando, de repente, estoy siendo lanzada por el aire. Soy sorprendida en lo que me gustaría pensar que es semi sobriedad —pero en realidad probablemente está muy lejos de eso—, cuando aterrizo con un ruido sordo sobre la suavidad de un sofá debajo de mí. Pero suave o no, el impacto de mis músculos cansados contra los cojines es discordante. Sin embargo, el momento en que me golpeo y mi mente se pone al día con mi cuerpo, estoy luchando por levantarme, encararlo y preguntarle cómo se atreve a tratarme así. Antes de que esté incluso de pie, Becks está sobre mí: de rodillas a horcajadas sobre mis caderas, sus manos fijando mis muñecas a ambos lados de mi cabeza. Y Dios, estoy tan jodidamente enojada con él, quiero darle un rodillazo en la entrepierna, y al mismo tiempo, quiero que se incline más cerca para poder devorar esa boca sexy como el infierno que está tan tentadoramente cerca de la mía. Sé que he tenido un montón de beber —el alcohol debe estar haciendo que lo quiera tan desesperadamente como lo hago— porque tan enojada como estoy con él en este momento, lo único que quiero es que me libere las manos, para así poder empuñar la base de su cuello y bajar su boca hacia la mía. Quiero robar una muestra del hombre que ha poseído mis pensamientos. ¿De verdad cree que no lo vi sentado en el club a través de la pista de baile? Fue como una corriente eléctrica zumbando a través de la habitación en el momento que mi cuerpo notó su presencia. Un rayo a mi libido. Y sin embargo, él mantuvo su distancia. Todo. El. Tiempo.

98

Me inquietó. A mí, la chica que siempre está en su juego. Sabía que Cal estaba allí observando cómo hacía las cosas, pero joder, tener a Becks ahí era diez veces peor. Traté de decirme a mí misma que estaba allí con su amigo —que se trataba de una mera coincidencia que estuviese en el mismo club que el evento de Scandalous— pero no pongo tanta acción en el destino. A medida que la noche avanzaba, podía sentir sus ojos en mí todo el tiempo. Sabía que él estaba observando y esperando, pero, ¿qué cosa? Él tenía a Srta. Exótica o cómo demonios se llamara, ¿verdad? Y entonces me dolió pensar en ello —también confundió— al mismo tiempo, tratando de pintar una maldita sonrisa en mi cara y asegurarme de que todo el mundo estuviera pasando un buen rato. Pretendiendo enfocar mi mente en ellos cuando siempre me fijaba en él. Y con cada chupito que tomé, los nervios se volvieron un poco menos potentes y la rabia crecía un poco más. ¿Cómo se atreve a hacer que me guste? ¿Cómo se atreve a hacer que me guste la idea de que está sentado allí solo para asegurarse de que me encontrara bien? ¿Y cómo sé que esa es la razón por la cual él estaba ahí? Porque ese es simplemente el tipo de persona que es. Joder, no quiero eso. No es una posibilidad. Y eso me hizo estar aún más enojada. Así que con otro chupito, un coqueteo suave entregado por un hombre de aspecto decente para mi mente borrosa de alcohol y me encontraba muy determinada en ser un poco festiva. En perderme en él y olvidar a Becks. Y luego, para el momento en que me di cuenta de que estaba progresando de querer usar el sexo para olvidar el dolor de perder a Lexi, a querer olvidar el dolor de no permitirme a mí misma una oportunidad con Becks, ya era demasiado tarde. Estaba besando al hombre, excepto que el problema era que, aún con los chupitos y la embriaguez de besar a una persona diferente, la emoción era inexistente. No era lo que quería. Y entonces lo que quería estaba allí, todo alfa y arrogancia y sexo en un palo. Cuando Becks lo apartó de mí, estaba enojada por haber sido atrapada, por cómo eso lucía y en lo que pensaba de mí ahora. Convertí la vergüenza en ira, ¡y qué maldito bien me trajo eso! Ahora, el hombre que no quiero querer, está tentándome de tantas maneras que es cómico. Y calentándome. —Suéltame —jadeo la palabra mientras lucho contra él. —Uh-uh —gruñe con esfuerzo mientras me resisto debajo de él, tratando de escapar. Y, por supuesto, lo puedo sentir grueso y pesado en contra de mi bajo vientre, y esto pone en marcha las campanas de advertencia en mi determinación firme de no tenerlo, de no quererlo.

99

Una quemadura lenta de calor líquido se extiende desde mi núcleo a través de mi cuerpo, el dolor enrollándose como un resorte que espera su oportunidad para salirse de control. —Maldita sea, Montgomery. Cálmate de una puta vez y te dejaré ir… pero no te irás hasta que hablemos. —Vete a la mierda. —Las palabras están fuera de mi boca antes de que pueda filtrarlas. Realmente no quise decirlas, pero maldita sea si no me está irritando. Se ríe de mí. Malditas carcajadas ante mi afirmación, y eso me irrita aún más. Mantengo mi cabeza inmóvil y lo miro, las sombras y la luz apagada de la sala mostrando diferentes ángulos de su rostro. Se inclina más cerca, su boca a un mero susurro de la mía, haciendo que mi respiración emita un enganche traicionero y dice: —¿Te gustaría eso, no? Que me aleje de ti sin hacerte una maldita pregunta. — Frunzo mi ceño cuando su lenta cadencia golpea mis oídos. Se lame los labios, y juro por Dios, mis pezones se contraen con la vista solamente y el recuerdo de aquella lengua suya. —Jódete ―suelto las palabras mientras me retuerzo debajo de él, luchando dentro de los confines de sus muslos, mis caderas moliéndose contra las suyas. Mis pensamientos se dispersan por un momento cuando lo siento endurecerse contra mí. Que me condenen si mi deseo no está creciendo a través de mi cuerpo como la sangre en mis venas. Emite una risita —el sonido de un hombre al borde de perder el control— antes de continuar: —Oh, créeme, me encantaría hacer eso ahora mismo. Joderte, pero prefiero que mis mujeres sean participantes voluntarias en el acto… y tú, dulce Haddie, estás muy lejos de complaciente.

Complaciente mi culo. ¿Piensa que me puede lanzar por encima del hombro y obligarme a ir a dónde diablos estemos, y voy a ser una participante dispuesta? ¿Está jodidamente loco? Obviamente. Y él es… él es… Mis pensamientos se pierden mientras baja su boca a la mía. Separo mis labios por reflejo. Mi lengua y labios están tan sedientos por una probada de él, que arqueo mi cuello en un movimiento de mendicidad no verbal. Estoy aturdida momentáneamente, pero es una fracción de segundo antes de que alimente mi deseo. Y lo tomo. Dejo que su lengua lama contra la mía —absorbiendo el calor, la comodidad, el deseo, todo mezclado en una combinación embriagadora que provoca un gemido desde la parte posterior de mi garganta antes de que sus labios incluso comiencen a moverse contra los míos. Sus manos aprietan su control sobre mis muñecas mientras su boca toma sin preguntar, marcando, reclamando y poseyendo cada pedazo de mí.

100

Empuño mis manos en un inútil intento de detener el tren de deseo a toda velocidad fuera de control dentro de mí. Pero ya es demasiado tarde… sobre todo cuando puedo probar la menta mezclada con ron en su aliento y oler el aroma a tierra de su colonia, la fragancia de su champú porque lo único que quiero es más del hombre que yo misma he dicho que no puedo tener. Antes de que el beso incluso termine, me digo esto, el sabor de Beckett Daniels en mi lengua y la sensación reconfortante de su peso encima de mí es suficiente, pero sé que no lo es. Trato de convencerme a mí misma de que es el alcohol gritando en mi mente, rogando por más, pidiéndole que me lleve a ese lugar para adormecer mi mente, que sé que puede ayudarme a encontrar, pero justo cuando estoy a punto de dejar escapar las palabras , Becks separa su boca de la mía. Y su peso se levanta de mi cuerpo. —¡Maldita sea! —Lo oigo soltar la maldición a mi lado mientras estoy ocupada tratando de evaluar qué demonios acaba de pasar. ¿Cómo nos fuimos desde el club al sofá, de nada a tanto, en un corto período de tiempo?—. Necesito un minuto. Trepo en el sofá, y me quedo mirando las grandes líneas de su espalda mientras se aleja de mí, sus manos jalando su cabello mientras me confunde aún más cuando murmura algo más sobre un clic y cómo es jodidamente ridículo. —Haddie… Mi nombre es un gemido en sus labios, pero cuando se queda en silencio, no puedo averiguar qué demonios quiere ahora. Estoy tan cegada con necesidad, estimulada por su beso y amplificada por la ira, que mi cuerpo reacciona por instinto. Lo quiero —no, lo necesito— para silenciar la tristeza constante que no ha estado en silencio desde la última vez que estuvimos juntos. Y que me condenen, ya sé que quiero usarlo en estos momentos. Necesito que me use ahora. Porque si sé que es mutuo, no me sentiré mal cuando tenga que alejarme porque no puedo comprometerme a nada más con él. O con nadie. Doy un paso hacia él, ahuecándolo a través de sus pantalones vaqueros, y llevo mis labios a los suyos. Él trata de resistirse al principio, intenta hablar, pero puedo sentir el pulso de su polla a través de la tela, ya que se endurece. Su aliento se engancha y su cuerpo se tensa con las demandas hechas por mis manos codiciosas. Pero cuando nuestras bocas se encuentran de nuevo, una viciosa reunión de labios y necesidades inconscientes, cede. Me besa de regreso con tanta agresión. Nos magullamos y pellizcamos y tomamos el uno del otro. Nuestras acciones gritan ira, carnalidad, pura necesidad, pero no me toca, las palmas de sus manos están contra la pared al lado de él. Separo mis labios de los suyos cuando se niega a tocarme —una negación evidente de lo que yo quiero— desafiándome, instándome a empujar un poco más, a seducir un poco más. Soy una mujer acostumbrada a conseguir lo que quiero, y lo quiero a él. Decido cambiar de táctica y presiono mis labios en la parte inferior de su

101

mandíbula, entrelazando besos abiertos hasta la línea de su cuello. Su piel está caliente. El ligero sabor natural y a sal de Becks golpea mi lengua y aviva el calor que parece controlar dentro de mí. Él sigue estando duro —tanto en su postura como en mi mano— mientras vacila sobre si debe rendirse a la necesidad primaria que reverbera continuamente entre nosotros o resistirse a esta tentación por cualquier razón que parece tener. Y no me importa que razones sean, ni quiero pensar en cuán impresionante es su contención, porque todo lo que quiero hacer es satisfacer el dolor en mi interior. —Haddie, no podemos… mis reglas… no podemos. —¡Shh shh! —Mi dedo está en sus labios, deteniéndolo—. Lo sé… pero he roto todas las reglas hasta este punto. ¿Por qué parar ahora? —Miro sus labios y luego de vuelta a sus ojos antes de inclinarme más cerca, mis dientes mordiendo el lóbulo de su oreja en un movimiento que arranca un jadeo de él para ayudar a reforzar las palabras murmuradas en su oído—. Por favor, Becks. Quiero sentirte. —Maldita seas, Had. Estoy tratando de hacer lo correcto aquí. —Sus manos comienzan a moverse ahora, inclinando mi cabeza hacia atrás, y me temo que es para poder alejarse de mí, así que enredo mis dedos en su cabello para mantenerlo quieto. Espero a que me mire a los ojos para que así pueda ver cuán mal quiero esto. Cuán desesperadamente necesito esto. —Puedes respetarme todo lo que quieras más tarde. Ahora, sin embargo, estoy a favor de hacer lo incorrecto. —Veo un destello de necesidad sin trabas en su mirada y sé que me quiere. Sé que está montando una línea de contención estrechísima. Es hora de inclinar la balanza—. Quiero que me hagas sentir poseída. Sus ojos se abren, sus dientes se aprietan, y sé que he conseguido mis demandas. Mi cuerpo se tensa como reacción a su reconocimiento en silencio. Nos miramos el uno al otro en un estado de suspensión de la aceptación de lo difícil y rápido que es lo que está a punto de suceder. Siento que todo lo que aviva mi interior se refleja perfectamente en sus ojos y en ese revelador enganche de su aliento. Y entre un latido del corazón y el siguiente, la boca de Becks se aproxima de repente en la mía, donde pertenece. Una mano empuña mi blusa de lentejuelas por la espalda y presiona mi cuerpo contra el suyo mientras la otra acuna mi culo a través de mi falda, sus dedos amasando la carne de allí. Muerde mi labio inferior, calmándolo con una lamedura tierna de su lengua antes de tomar posesión del beso una vez más. Hay algo en la forma en que besa que me hace desear que nunca se detenga. Suave y firme. Exigiendo pero dando. Burlándose pero desesperado. Me pierdo en ello. Me pierdo en él. No puedo pensar. Su asalto tentador en mi boca no me lo permite. Estoy lista y dispuesta, mi cuerpo es suyo para que lo tome, y no ha hecho nada más que besarme.

102

Ese único pensamiento rompe a través de la bruma del deseo que nubla mi mente y causa que revolotee un poco mi corazón y me hormigueen los dedos de los pies en la anticipación de lo que está por venir. Quiero instarle a que se apresure, a que rasgue mi ropa y a que me tome aquí, ahora mismo, pero algo me dice que solo puedo lograr un pedido con Beckett Daniels, que una vez es todo lo que voy a conseguir. Becks podría ser ese rebelde de corazón por los que opto, después de todo. ¡Joder sí! Mis manos encuentran el dobladillo de su camisa y serpentean su camino bajo la tela para poder marcar mis uñas contra la losa endurecida del músculo. Siento su torso estremecerse en reacción mientras uso mi toque para seducirlo, para conectar con él, para burlarme de él. Trazo un mapa con mis manos a lo largo de su pecho y luego por las líneas fuertes de su espalda. Sus manos se introducen debajo de mi falda para que sus dedos puedan tentar mi piel desnuda. Escalofríos recorren mi cuerpo ante su toque incendiario, a pesar de la ola de calor intensificándose con cada segundo que pasaba. Levanto mi pierna y la envuelvo alrededor de su cadera por lo que el ápice de mis muslos se frota perfectamente contra su erección revestida de algodón vaquero. Un gemido cae de mis labios sin pensar. Mis manos actúan en reflejo, jalando su camisa por su cabeza mientras nuestras bocas rompen el contacto por primera vez, para que pueda pasar por su cara, y luego, nuestros labios se estrellan de nuevo, como si necesitásemos el aire del otro para respirar. Mis manos vagan libremente ahora. Tantos lugares por descubrir, tantos nervios por embromar en un frenesí. Y sé que está funcionando, la combinación de besar y tocar, porque lenta y constantemente Becks comienza a moverse más rápido, predominando evidentemente su toque, que es todo menos estable. Ahuecando mi rostro, toma un viaje pausado desde la curva de mi culo hasta la línea de mi columna vertebral para empuñar la longitud de mi cabello, exigiendo más de mí, más de nuestro beso antes de retroceder un poco y después iniciar el proceso de nuevo. Me quedo sin aliento por su minuciosidad —nadie jamás me besó tan completamente— y estoy a punto de gritar para que me tumbe en el sofá o en la mesa o en el suelo y se entierre en mi humedad. Llevándome hasta el borde, hasta que pueda marcar su espalda y gritar su nombre. —Becks… —Su nombre es un jadeo en mis labios, mi llamada a que los juegos previos están sobrevalorados porque ahora mismo no me importa encender el fusible o el daño colateral sobrante. Estoy en el momento —el aquí y ahora— y todo lo que me importa es la detonación, la necesidad de la liberación. Permito que mis manos dejen su piel por un momento, cruzándolas delante de mí mientras saca mi camisa sobre mi cabeza, arrojándola a un lado sin pensarlo dos veces. Y que me condenen si el gemido que Becks emite desde el fondo de su

103

garganta cuando se da cuenta de que no hay nada más debajo de mi top —sin sujetador, nada— no es sexy como el infierno y menosprecia mi necesidad más brillante. Me alejo de él, lista para llevar este baile erótico al siguiente paso. Me quedo frente a él y me retiro hacia el sofá hasta que la parte posterior de mis piernas golpean el borde. Me sigue, sus ojos fijos en los míos momentáneamente antes de deslizarlos y recorrer mi pecho desnudo, minifalda y tacones altos. Mis labios están entumecidos por sus besos y mi sexo está húmedo y tarareando en necesidad con anticipación. Y solo se queda ahí, sus puños apretados, cuerpo tenso, mirándome como si los pensamientos en su cabeza estuvieran trabajando muy duro cuando es la otra cabeza en su cuerpo la que quiero que trabaje en mí en este momento. —Fóllame, Becks. —No tengo ninguna vergüenza en admitir que lo quiero. Ninguna vergüenza en confesar mis necesidades. Pero un rastro de inquietud cosquillea en la base de mi columna vertebral cuando se para allí y me mira, su cabeza inclinada, ojos sondeando los míos a través de la habitación a oscuras. Levanta la vista al techo por un momento como si estuviera reuniendo sus fuerzas para alejarme. El pánico se dispara nuevamente porque sus palabras de hace unos momentos me golpean. No voy a dejarte ir hasta que hablemos. Sé que va a empezar a hacer preguntas que no quiero responder. Pero, ¿por qué ahora? ¿Por qué en el medio de lo que iba a convertirse en el increíble tipo de sexo que deja arañazos en su espalda y marcas de dientes en mi hombro? Porque él quiere más. El pensamiento viene a mí. Bueno, primero viene a mí, y luego se convierte en una bola de demolición de pánico que me derrumba. Sé que Becks no es tan manipulador, sé que me salvó de cometer un error con ese tipo del club, porque él es un buen tipo, pero joder, la mezcla de alcohol y su posible rechazo está alimentando mi irracionalidad en este mismo momento. Hace rodar sus hombros y escupe una serie de maldiciones mientras me da la espada y se aleja de mí por segunda vez esta noche. Mi temperamento se inflama en un infierno de furia impulsada por beligerante orgullo y deseo, con un toque de incredulidad. —¿Qué? —grito, el sonido de mis talones llenando el silencio gélido cuando piso tras de él. Empieza a caminar y luego se detiene y camina de un lado para el otro, sacudiendo la cabeza, sus hombros tensos. Camino unos pocos pasos hasta dónde está mi camisa descartada y la tiro sobre mi cabeza, como si fuera una capa de armadura para protegerme de lo que temo que vendrá después—. Me transportas desde el club, besándome como si quisieras follar conmigo, ¿y luego qué? ¿Cambias de idea? —Hay fuego en mis venas y hielo en mi voz. —Sí, imagina eso —resopla, sarcasmo puro en su voz, mientras pone sus manos en su cuello. Deja que su cabeza cuelgue momentáneamente mientras el silencio

104

crece sofocantemente—. Cristo, Haddie, sé que lo que quieres es un revolcón rápido e irte jodidamente luego con un “Espero que esto no vaya a ser difícil la próxima vez que nos veamos”. Me quedo mirándolo fijamente, mi rostro impasible ante su evaluación mortífera antes de que continúe: ―Pero uno de nosotros tiene que retroceder para evitar el desastre a donde esto se dirige, ya que estás tan decidida como el infierno a no dar nada de ti misma. —¿Nada de mí misma? —Mi voz se intensifica con cada palabra mientras mi temperamento se aviva de nuevo. ¿Tiene alguna idea de lo difícil que es para mí contenerme en este momento? ¿Cuánto pienso en él? ¿Cómo quiero dar el salto, no mirar hacia el mañana y ver lo que nos depara el futuro? Pero no puedo. No puedo hasta saberlo con seguridad. Hasta saber que tengo mañanas que ofrecer. —Te estoy dando todo lo que puedo en este momento, Beckett. —Mi voz es suave pero firme, y puedo ver mis palabras prácticamente irse a la deriva a través del espacio entre nosotros y hundirse en él con toda su fuerza. —Y yo digo que esas son tonterías ―maldice mientras continúa avanzando hacia la pared de ventanas. Mete las manos en sus bolsillos y se queda mirando al mundo más allá de nosotros. Una llamativa silueta solitaria. Y todo lo que quiero hacer es caminar detrás de él, envolver mis brazos alrededor de su cintura, y dejarlo entrar. Decirle que quiero más, para así compartir este dolor, este miedo, con alguien de manera que no esté sola nunca más, pero eso haría que se sintiera obligado a permanecer cuando las cosas se vayan a la mierda y no sería justo para él tampoco. ¿Cómo puedo pedirle tanto cuando me siento como si fuera una bomba de tiempo? Me obligo a apartar la vista de todo lo relacionado con lo que él me reclama. Me tomo un momento para echar un vistazo alrededor de la habitación para no tener que mirarlo o reconocer el comentario que me ha arrojado. Para no concentrarme en la conflictividad que se siente tan palpable, que puedo sentirla saliendo de él y chocando en mí. Porque ahora mismo si lo reconozco, si lo acepto, entonces podría dar ese paso adelante y decirle que quiero esas cuerdas atadas a él con nudos y bonitos pequeños lazos cubriéndolos. Todo el paquete.

Un Danny y una Maddie. Aprieto mis ojos con fuerza y me saco de un ataque de pánico momentáneo que amenazaba con la idea de lo que nunca voy a permitirme tener. Me digo a mí misma que lo bloquee por completo, que lo olvide para así no poder sentirlo.

105

Abro los ojos cuando escucho movimiento, solo para ver a Becks caminar hacia la entrada. Se detiene y se vuelve hacia mí, una disculpa grabada en su hermoso rostro. —Me prometí que no iba a romper otra vez mis reglas, sin importar cuán malditamente tentadora eres. Haddie… nosotros o bien somos algo o no lo somos. — Se encoge de hombros, sus ojos pidiéndome que tome la decisión correcta—. Así que dime, ¿qué demonios es esto, Haddie? El pánico me agarra con sus dedos sofocantes alrededor de mi garganta cuando me Becks me pide que tome una decisión que no puedo hacer. Cualquier respuesta lastimará a uno de nosotros, le hará daño o me romperá. Así que trato de hacerme la tonta, con la esperanza de que él piense que he tenido suficiente alcohol como para llevarlo adelante. ―¿Qué demonios es, qué? Me parece a mí que me querías, y ahora no lo haces. ¿Qué más hay que averiguar? Y sé que he fallado miserablemente porque se mueve de nuevo, cruzando la corta distancia hasta que se encuentra en la puerta principal. Estampa su puño contra la madera, el boom resonando por toda la habitación, antes de girar y descansar su espalda contra la puerta, sus pulgares metidos en los bolsillos, un pie apoyado detrás de él y sus ojos evaluando cada centímetro de mí. —¿Así es como quieres jugar esto? Retorcer mis palabras y fingir que no te deseo. ¿Qué te estoy rechazando? Haddie, todo en ti me hace querer rogar para que me dejes tomarte… follarte hasta el olvido tan a fondo que olvides tu propio nombre porque estás tan ocupada gimiendo el mío. —Rota su cabeza sobre sus hombros, mirando el techo por un momento mientras mi cuerpo se recupera de la reacción visceral de sus palabras, mi ropa interior ahora húmeda por su promesa oscura. Está ofreciéndome todo lo que quiero—. Joder, me gusta el sexo ocasional, he estado allí, he hecho eso, pero esto, nosotros, es demasiado complicado para estar cerca de lo casual. Así que hazme el chico malo si tienes que culparme pero en realidad, esto es sobre ti hasta que contestes la pregunta, ¿somos o no lo somos? Imágenes aparecen en mi mente. Los recuerdos que podríamos crear juntos si contesto la pregunta con sinceridad. Si lo dejara entrar… si me dejara sentir con el cien por cien de mi corazón en lugar de las partes y piezas que doy cuando no soy cautelosa. Luego, las imágenes cambian de esperanza y felicidad a la oscuridad y dolor: el ataúd de Lexi, lágrimas cayendo como lluvia, y mi corazón torcido como un tornillo. Mi cuerpo puede estar gritando que sí a la idea de mucho más con Becks, pero mi cabeza y corazón argumentan no. Dicen retírate. Y soy un lío caliente. Una maldita cornucopia y pensamientos contradictorios que me empujan hacia el hombre irresistible ante mí y me hacen retroceder, todo al mismo tiempo. Trato de racionalizar, decirme a mí misma que mi corazón está en el

106

lugar correcto. Que la lucha que estoy a punto de instigar para alejarlo se justifica. Para salvarlo de la ruina del tren que no puedo controlar.

Por favor, perdóname. Lanzo el pensamiento al silencio de la habitación y espero que de alguna manera el universo lo lleve a su mente, permitiéndole entender en algún momento del futuro que estoy haciendo esto para salvarlo a largo plazo. —No tiene por qué ser así. Complicado. Fuiste el que se apresuró para salvar el día cuando estaba lejos de ser la damisela en apuros. —Si quería que me mirara, esto era obviamente lo que tenía que decir, porque sus ojos se elevaron a los míos y la ira se enciende en ellos. Veo los músculos de su mandíbula pulsar por sus dientes apretados mientras trata de contener sus emociones. Mientras trata de racionalizar mi mentira y ocultar el dolor que veo en sus ojos. —Si es lo que quieres, siéntete libre. —Se mueve fuera de la puerta—. Conoces el camino de vuelta al club. Sus ojos se burlan de mí, retándome, diciéndome, pruébame. Y demonios sí, quiero caminar hacia él, pero no salir. Cada parte de mí me dice que responda a la pregunta con honestidad, decir lo somos y eso es exactamente por qué tengo que salir por la puerta y volver al club. Excepto que no estoy pensando con demasiada claridad. Todavía tengo ese último trago tarareando a través de mi sangre y el sabor del beso de Becks en mis labios. Solo lo suficiente para volverme desafiante, quiero pelear con él por su truco de hombre de las cavernas. Por sacarme de lo rápido y fácil con un chico en el club y traerme aquí, a lo doloroso y complicado. Dos cosas que no puedo soportar en este momento. Sé que no puedo ser tentada por querer más, aunque por alguna razón eso solo se siente tan condenadamente bien con Becks. Y él atribuye mi lucha interna a otra cosa, a querer a alguien más. —¿El gato te comió la lengua? Sopesando tus opciones porque estoy seguro de que Engominado allí te trata como una dama. Asegúrate de que el baño esté vacío, al menos, antes de que te lleve allí y trate de follarte en uno de los urinarios. —Levanta sus cejas—. Con clase. Está presionándome. Lo reconozco, pero es justo lo que necesito para aferrarme a hacer que me vaya y evitar el error que estoy a punto de cometer. El que quiero cometer para saciar las ansias que comenzaron cuando me presionó en el maldito sofá y me besó como un hombre hambriento por más. Pero es mucho más fácil aferrarme a la ira, aferrarme a ella y estar enojada con él. Utilizo sus palabras como mi razón para aferrarme a la lucha. Obligo a mis pies a moverse, diciéndole a mis tacones sexys como el infierno que pongan un pie delante del otro, pero me quedo clavada en el suelo junto con mi mirada. Se ríe bajo e incluso una diversión sarcástica rodea el sonido, lo que me molesta.

107

—¿De qué tienes miedo? ¿Por qué es su oferta mucho más tentadora que la mía, eh? Ah, ya sé por qué —dice, el sarcasmo goteando de sus palabras—. Se va sin ningún tipo de preguntas. Pero yo no lo haré. ¿Verdad, Haddie? Tengo un montón de preguntas. La primera es. ¿De qué exactamente es lo que huyes? Mis ojos parpadean hasta encontrar los suyos, y la mirada, el momento que pasa entre nosotros —es demasiado honesto, demasiado crudo. Tengo que romperlo. No puedo dejarlo ver las verdades de las que trato de ocultarme. Cómo me siento y lo que necesito para arreglarme —la respuesta siendo él— porque no voy a permitir que suceda. Puedo sentirlo. Puedo saberlo. Pero él no puede. Mi mente retrocede momentáneamente a la noche de la boda. De cómo le pedí, cómo no le di ninguna otra opción que no fuera llevarme a la cama. ¿Sabía entonces que desabrochar mi vestido e invitarlo entre mis piernas llevaría a esto? ¿Que quisiera algo más? Me encuentro en medio de su apartamento, con ganas de dar el siguiente paso, pero no puedo debido a los temores que me retienen.

Entonces dile la verdad, Had. El pensamiento atraviesa mi mente. Mierda. Maldita sea. Mierda. Simplemente no puedo. —No estoy huyendo de nada. —Mi voz es firme cuando hablo, y espero que no pueda oír el vacilar de la incertidumbre en la última palabra. No sé lo que me esperaba en respuesta, pero no era una sonrisa zalamera y una elevación de cejas. —Sigue diciéndote eso, y uno de estos días puede que te lo creas. Sea lo que sea que él te hizo, debió ser terrible para que seas así. Cada maldita vez que puedes. Tengo que ocultar la sorpresa en mi rostro por su suposición. El hecho de que piense que no quiero estar con él porque otro hombre me dañó. —No sabes nada de mí. —Empiezo a refutarlo, y luego me doy cuenta de que sería más fácil si lo dejara pensar eso. Que culpe a otro hombre por mis propios defectos. Alimento la mentira. —Estoy empezando a pensar lo mismo —dice. La potente combinación de decepción y juicio que destella en sus ojos hace que mi enojo se eleve de nuevo—. Pero, eh, como dije, adelante. —Ladea su cabeza ante las últimas palabras mientras acaricia la puerta a su lado. —Jódete. —Las palabras están fuera de mi boca antes de que pueda detenerlas, ganándome esa risa condescendiente de nuevo. —Bueno, siempre hay esa posibilidad, pero no he oído una respuesta a mi pregunta todavía. Su despreocupación me descontrola cuando todo lo que quiero de él es que me diga que lo elija. Que lo escoja. Que dé las palabras para anclar mis pensamientos

108

fugitivos y darles algo a que aferrarse —mañanas de fines de semana donde caeremos de nuevo en las sábanas arrugadas para hacer el amor todo el día, cocinar la cena juntos, saber que alguien atenderá cuando llame a mi propia casa. Pero solo sigue mirándome. Entonces empieza a molestarme mientras se queda allí con ojos divertidos y la paciencia de un santo cuando todo lo que quiero que haga es que diga que debo dejar de ser una tonta —una maldita cobarde— o bien se comprometa a sacarme de su vida porque no lo merezco o a su compasión. Debido a todos los toques personales que estoy notando alrededor de su condominio —juguetes de perros hechos jirones, el CD de Carole King en su plataforma que me recuerda a Lex, una jirafa de cerámica naranja en su mesa de café cuando yo amo las jirafas— si sé todos estos pequeños detalles personales sobre Becks, entonces lo hace real. Hace que los sentimientos por él que no quiero sentir sean reales. Lo hace muy genuino, demasiado perfecto y demasiado accesible para esta chica que quiere que su corazón sea inaccesible.

Toma la decisión por mí, grito en mi cabeza. Pero no lo hace. Simplemente está allí, mirándome, esperando a que haga el siguiente movimiento. Con la esperanza de que haga lo correcto. —Bueno, si es tan difícil la decisión, si piensas que soy comparable con Engominado, entonces voy a hacerlo por ti —dice, sin saberlo, dándome lo que quiero. Gira la perilla y abre la puerta antes de apoyarse en el marco de la puerta y cruzar los brazos sobre su pecho. La conmoción me recorre cuando me doy cuenta que me está echando. No puedo creer que acabe de hacer eso. Me niego a dejar caer mi boca como quiere porque no puedo dejarle ver ninguna de mis emociones esquizofrénicas —le mostraría lo mucho que me importa. El rechazo me patea sólidamente en el interior hasta que siento que no puedo respirar. Echo un vistazo alrededor de la habitación, con rapidez buscando otra salida porque estoy enojada y seguro como el infierno que no voy a darle la satisfacción de caminar junto a él hacia la salida. No me gusta que tenga la ventaja ahora, sobre todo porque parece que nos encontramos varios pisos arriba y él está apoyado en mi única oportunidad de escapar. Saltar por el balcón se ve bastante tentador. —Aléjate de la puerta. —Doy unos pasos hacia él, mis tacones golpeandp una almohada azul que debió caer al suelo con mi secuestro y posterior captura en el sofá. —Nop. —Una sonrisa suave, desigual levanta la esquina de su boca, la diversión alcanzando sus ojos. Su cabello está revuelto por nuestra lucha, y el cuello de su camisa torcido.

¿Cómo puede verse como algo que quiero follar cuando estoy tan enojada con él ahora mismo?

109

—Daniels, no creo que sepas cuán enojada estoy contigo ahora mismo. Cuando responde con esa sonrisa condescendiente de nuevo, quiero golpear su boca. Caminando hacia él, sonríe con toda su fuerza, mirándome y encogiéndose de hombros. —Como puedes ver, no me importa cuán enojada estás, City. —¿Tienes alguna idea de lo importante que es el trabajo que estás poniendo en peligro en este momento para mí? ¿Cómo me secuestraste de una potencialmente enorme oportunidad? —le grito, mi cordura menguando con su evidente desprecio por todo lo que he trabajado. —A mí me parece como si estuvieras haciendo un trabajo muy bueno en poner en peligro ese cliente tú misma. —Esa sonrisa engreída en su rostro me incita, enfureciéndome—. Un par de tragos y otra lengua en tu garganta, e infiernos Had, podrías obtener más que un trabajo de publicidad de ello. —Me levanta sus cejas, un verbal pruébame y no puedo evitar reaccionar ante los botones que está presionando ahora. Todos y cada uno excepto el que realmente quiero que presione—. A menos que te pagara por ello, ¿verdad? Soy incapaz de hablar ante eso, el inesperado lado desagradable de Becks que nunca he visto antes descontrolándome. Así que me muevo, usando mi energía nerviosa, y doy unos pasos más hacia él. La luz del pasillo cae sobre una parte de su rostro, y a pesar del desprecio en sus palabras, puedo ver el deseo en sus ojos —así como la confusión sobre qué estaba haciendo con el chico en el club. —¡Fuera de mi camino! —le digo cuando empiezo a pasar por la puerta. Su mano aparece y agarra mi brazo antes de que pueda cruzar el umbral. Cruzamos miradas, flexiona sus dedos en mi muñeca mientras una batalla interna se desata en estos momentos. Y realmente no me importa. Dios, sí, estoy siendo egoísta —le admitiría fácilmente eso a Becks si no hubiera nublado por completo mis pensamientos— pero de todos modos, solo tengo que irme para poder aclarar mi mente de toda esta mierda. Pero eso es imposible cuando me hace quererlo —besándome como si fuera su último aliento para que así todo lo que quiera hacer es quedarme aquí— antes de botarme como el saco de papas que llevaba en el hombro cuando me trajo acá. —La fácil decisión, ¿eh? ¿Estás seguro de quieres eso? Resoplo en incredibilidad. Me aleja, me quiere, me aleja de nuevo. ¿Puede esto volverse más confuso? Pero no me quedaré para ser insultada. Para ser maltratada, besada hasta que esté sin aliento, acusada de querer dormir con todos, y luego que me digan que me quede. Trato de zafar mi brazo de su agarre, pero se mantiene firme. Lucho por ignorar la pequeña emoción que me recorre y reverbera en todo el enojo.

110

—Déjame ir, Beckett. Será mejor que regrese, por lo menos alguien debería beneficiarse de mi condición de puta. —Suelto las palabras porque en este momento ni siquiera sé si estoy enojada porque lo deseo y él no me desea más, o si es porque me desea y no le puedo dar más de lo que está pidiendo. Quiero gritar de rabia, besarlo, follarlo, odiarlo, dejarlo ir y no desearlo más. Y nada de eso va a solucionar ese dolor en mi corazón que tengo cuando miro sus ojos y lo que me pide de nuevo es una respuesta. Una señal de a dónde esto podría llevarnos, si podemos hacer que nuestra clase de complicado funcione para que sea nuestra clase de correcto. —Si te vas, Haddie, no te perseguiré de nuevo. Así que es mejor que te asegures de que es lo que quieres. —Su voz es de acero—. Y si te quedas, voy a empezar a atar algunos nudos en esas malditas cadenas tuyas. Sus palabras me hacen temblar, hacen que el dolor en mi corazón lata y que el pánico me recorra. Porque Dios, sí, quiero. Y no quiero. Todo lo que estoy sintiendo es tan extremo en este momento que siento como si estuviera volviéndome loca. Mientras comienzo a zafar mi brazo de su mano, mi único pensamiento es escapar del inexplicable agarre que tiene sobre mí para poder pensar con claridad y sin su presencia nublando las cosas, pero no me suelta. —¿En serio? Te irás así como así, ¿eh? ¿Tomas el camino más fácil? Te imaginé luchadora, no cobarde. Y no sé si es el momento, sus palabras, su proximidad, o mi miedo pero todo choca en una bola de demolición de irracionalidad cuando me giro hacia él. —¡No puedes juzgarme! —El volumen de mi voz se intensifica mientras cada parte de mí quiere expulsarle mis irracionalidades. Me lanzo hacia él, mis manos volando, el dolor reinando, las emociones sobrecargándome. Mi mano conecta con su pecho sólido con un ruido sordo, y no es para nada un sentimiento tan satisfactorio como pensé que sería. Así que lo intento de nuevo, y lo que me molesta más es que se queda allí y lo aguanta. No se defiende, no trata de agarrar mis manos para detenerme. Solo está allí y lo acepta. Incluso tiene el descaro de reírse en voz baja por la falta de daño que le infrinjo. —¡Déjame ir! —grito, mis puños golpean, mi rabia crece—. ¡Imbécil! ¿Cómo te atreves a hacer suposiciones acerca de mí, de mi trabajo… de llamarme puta una vez que probaste…? —Entonces deja de actuar como tal… —gruñe mientras muevo mi rodilla, y me bloquea de manera eficiente, lo que solo me enfurece más—. ¿Quieres hacerme daño? —Se ríe—. Adelante. Hiéreme cómo quieres hacer con el bastardo que te hizo daño. Sus palabras me rompen porque sus suposiciones están tan fuera de contexto, y sin embargo, mi cabeza está tan loca que estoy enojada de que hable de Lexi así.

111

—No tienes ni una puta idea de lo que he pasado —grito con una voz rota por mi esfuerzo mientras su calma alimenta mi ira, mi dolor, mi todo—. Como te atreves… —¿Es todo lo que tienes Had? —pregunta, su agarre como el hierro, su voz mezclada con diversión. —¡Te odio! —grito, necesitando más que una reacción para justificar mi histeria—. ¡Déjame ir! Y, por supuesto, sigo golpeándolo. Continúo gritando obscenidades sobre lo que puede hacer con sus opiniones, en donde puede enterrar su encanto de chico sureño. Las palabras vuelan y golpeo más fuerte mis puños. Y estoy tan mal que se siente tan bien hacer daño a otra persona en lugar de ser quien lo reciba. Estoy histérica, sin sentido alguno, y ni siquiera me preocupo más porque estoy tan enferma y cansada de preocuparme, que por una vez lo dejo ir todo. Todo el dolor y el alejarme de todo el mundo de manera que cuando finalmente envuelve sus brazos alrededor de mí, no sé qué hacer, pero lucho un poco más. Y él solo me sostiene, mi nombre un murmullo repetido en sus labios, el calor de su aliento contra mi cabello mientras me aferro a él. Pero algo sucede en el momento —lucho unas cuantas veces y luego toda lucha me deja. Me fundo en él mientras grandes sollozos abordan mi cuerpo y mis palabras rencorosas se convierten en murmullos incoherentes. Mis puños aún se encuentran contra su pecho, y levanta una mano y la pasa por mi cabello, sosteniendo mi cabeza contra él, su pulgar frotando tranquilizadoramente de ida y vuelta mi mejilla. Descansa su barbilla en mi cabeza. —Estoy aquí, Had. No voy a ninguna parte, suéltalo todo. Vamos… shh… vamos. Y se siente tan condenadamente bien necesitarlo. Se siente tan agradable usar a otra persona para ayudar con la emoción que he guardado durante tanto tiempo que no puedo evitar que se vierta y corra por mis mejillas. Es un gran alivio que sea fuerte mientras me rompo en este lugar extraño con un hombre que no quiero querer, pero del que parece que no puedo alejarme de ninguna manera. Becks me sostiene mientras me quiebro en pedazos. A medida que los meses de dolor y miedo a lo desconocido se convierten en una tormenta perfecta de liberación. Mi cuerpo tiembla y mi nariz chorrea. Hasta mis pies duelen por pararme sobre mis talones y mis dedos están doloridos por agarrar su camisa con tanta fuerza. Todo el tiempo solo me sostiene y no dice nada, aparte de palabras tranquilizadoras, diciéndome que está bien. Que voy a estar bien. El tiempo pasa. Mis paredes comienzan a agrietarse.

112

Estoy segura de que la luna se mueve a través del cielo nocturno a mi espalda, pero no lo sé a ciencia cierta porque mis ojos están borrosos por el llanto. No tengo ni idea de cuánto tiempo ha transcurrido. Y ahora que mis lágrimas ceden, ahora que el silencio ha descendido a nuestro alrededor como una almohada asfixiante, la realización de lo que acabo de hacer me golpea con toda su fuerza. La vergüenza la sigue rápidamente. Tengo un momento de desesperación, donde sé que necesito salvar mi dignidad, pero no tengo ni idea de cómo hacer eso. Aprieto mis ojos, incierta de en dónde establecer mis pies debajo de mí en este terreno siempre cambiante, y trato de alejarme de él, pero solo me sostiene fuerte, sin permitirme escapar. Emocional o físicamente. —Por favor, déjame ir a casa, Becks. —Ni siquiera reconozco la voz extraña que viene de mi boca. Los sonidos de una persona a punto de dejarse ir de nuevo. —No va a suceder, Montgomery. —Presiona un beso a un lado de mi cabeza—. No vas a ninguna parte. Estamos allí en el cuarto oscuro. En algún momento, nos traslada al sofá. Está sentado, con mi cuerpo acunado en su regazo entre sus muslos entreabiertos. No sé cómo hemos llegado a esta posición, pero sé que ni una vez ha aflojado su agarre en mí. Es casi como si pensara que soy una liebre asustada, que tiene miedo de que huya cuando me libere. Y tiene buenas razones para pensar eso. Encuentro una comodidad extraña en el silencio por una vez. Me estoy concentrando tan duro en no llorar, no pensar en lágrimas, que me parece difícil pensar en otra cosa: Lexi, Becks, vivir sin sentir. Morir. Encuentro consuelo en el ritmo de nuestros pechos que descansan uno contra el otro, en el contacto físico que me permite robar su calor y usar el ritmo tranquilizador de su latido constante para calmar mi alma dolorida. Y mi mente debe estar tan cansada del ridículo espectáculo que di en el club, que en algún momento, sucumbo. Así que por segunda vez en una semana, Becks se sienta conmigo mientras me duermo. Solo que esta vez estoy en sus brazos.

113

E

s la falta de familiaridad lo que me despierta.

Mis párpados están hinchados, y me toma un minuto darme cuenta dónde estoy. Incluso oigo la lenta respiración en mi oído, siento el ligero puñado de cabello contra mi mano, y soy consciente de pronto de mis senos apoyados contra el pecho desnudo de Becks. Me tomo un momento para orientarme, la quietud del entorno haciendo cada pequeño movimiento y sonido magnificarse en mi cabeza: el peso de su mano debajo de mí contra mi espalda desnuda y la suavidad de la manta que puso sobre mis hombros pero que ha caído desde entonces y ahora está agrupada en mi cintura. La vergüenza me golpea primero. Entonces una afluencia de temor se desmorona ya que no estuve sola. El testimonio del caos que asola mi psique no fue las paredes neutras de mi habitación, sino más bien una persona real esta vez. Alguien que experimentó mi montaña rusa de necesitar algo que me ayude a olvidar y sostenga las piezas rotas que hay en mí, para no desmoronarme completamente. Una parte de mí se alivia, pero al mismo tiempo, también estoy más preocupada que nunca. Por fin alguien sabe que no estoy manejando todo esto tan perfectamente como he tratado de retratar. Todo ha sido una fachada para encubrir la agitación dentro de mí. Rylee ha visto algunos de mis resbalones, pero los freno para disminuir su preocupación con todo lo que tenía en su plato. Mis padres han visto solo pedazos porque perdieron a su hija también, y no puedo hacer que se preocupen por la otra. Danny ha estado hasta ahora en el pozo sin fondo de su pena y consuelo no es algo que tiene para ofrecer. Así que he mantenido todo el dolor dentro de mí durante tanto tiempo que esta noche debe haber ulcerado hasta el veneno necesario para escapar. Y ahora Becks lo sabe. Él sabe que la Haddie perfecta no es tan perfecta. Soy un barril de pólvora con tantas emociones que cualquier pequeñez podría encenderme. No estoy tan estable como transmite mi actitud de no-tomo-mierda. Soy vulnerable y un desastre. Soy débil e irracional. Y necesitada. Y maldita sea, odio estar necesitada. Pero él se quedó. Me abrazó fuertemente y no dejó que mi perorata lo disuadiese. Mientras descanso aquí, trato de envolver mi cabeza alrededor de lo que eso significa y lo que siento sobre ello. Y no estoy segura de cómo me siento. Así que me centro en lo tangible. El calor de su cuerpo contra el mío. Los sonidos, olores y sensaciones de estar físicamente cerca de alguien de nuevo. Estoy tan acostumbrada a esa sensación de vacío, esa que se apodera de mí cada vez que he hecho eso de escabullirme y hacer la

114

caminata de vergüenza a la mañana siguiente, que no puedo sostener las emociones furiosas dentro. Así que me permito deleitarme en todo; ya que él está dormido, no estoy siendo observada, escudriñada o descubierta. Simplemente disfruto del momento inocente porque merezco sentir esto, para obtener la oportunidad de normalidad con él. Me he condicionado tanto durante el último año, que el pensamiento — aunque sea solo para mí misma— causa que la ansiedad se apodere de mi cuerpo. Y necesito cierta distancia del dolor repentino en mi pecho. El aliento de Becks se altera momentáneamente, pero vuelve a caer en el ritmo mientras me escabullo y me siento en la mesa de café a unos pies del sofá. Por costumbre, me limpio lo que queda de mi maquillaje de debajo de los ojos y luego agarro a la manta caída y la envuelvo alrededor de mis hombros. Levanto mis ojos a Becks. Tiene una almohada doblada debajo de su cuello, un brazo estirado sobre su cabeza y la otra descansando sobre su abdomen desnudo. Pero es su rostro lo que me atrapa. Esos ojos evaluadores cerrados —oscuras pestañas abanicando contra sus mejillas— y puedo estudiarlo por un momento. Rastrojo recubre ahora su rostro por lo general bien afeitado, y con sus labios fruncidos por el sueño, las líneas que los enmarcan generalmente son inexistentes. Mirándolo sin la presión constante para protegerme de los sentimientos que deben ser transparentes en mis ojos, no puedo evitar reconocer realmente la gran persona que es. A lo escuela antigua en algunos aspectos. Sin embargo, él no tiene el drama de los chicos malos por los que generalmente me he sentido atraída y sin duda ofrece más estabilidad. Él es amable y cariñoso y paciente en todas las cosas emocionales cuando la mayoría de los hombres con los que he salido salen por la puerta principal en el momento en la primera lágrima cae. A pesar de que él irónicamente es el mejor amigo del marido de mi mejor amiga, él es el epítome perfecto de lo que un hombre de para siempre debe ser. Y entonces me golpea como un azote en el culo. Un hecho tan asombroso que no sé muy bien cómo procesarlo. Me levanto desde el borde de la mesa con piernas temblorosas y camino con un corazón inestable a las ventanas que dan a la calle y a la oscura playa unos bloques más allá. Trato desesperadamente de concentrarme en el ajetreo y el bullicio de la vida nocturna de la ciudad. Contemplo cómo este apartamento no es lo que cabe esperar de Becks —me imagine columpios en el porche y tierra abierta en algún lugar al aire libre— y me doy cuenta de lo poco que sé en realidad acerca de este hombre que está capturando lentamente mi corazón. Tratando de desviar mi atención, pienso en todo lo que no sé de Becks en lugar de la única cosa que sé con certeza. Escalofríos corren por mi piel y mi corazón truena. La idea me tambalea momentáneamente, mi mano presionándose contra el vidrio para la estabilidad figurativa, pero sé que no debería sorprenderme. Lo que quiere el corazón, el corazón toma… incluso cuando sabe que su dueño no lo permitirá.

115

Me he enamorado de él. Dejo que la noción me invada, tratando de averiguar dónde ir desde aquí cuando dije que el amor no es una opción que me permitiría. Y no estoy segura de cuánto tiempo he estado allí de pie cuando escucho una risa suave desde el sofá. Me asusta porque mis emociones están tan dispersas que todavía no puedo afrontar el momento. Tengo que cubrir mi corazón, el cual actualmente lo estoy llevando en mi manga como un tatuaje antes de que pueda hablar con él. Me doy la vuelta lentamente, queriendo encontrarlo sentado allí, esperando pacientemente a que vaya primero, pero cuando lo hago, él todavía está profundamente dormido. ―Un sueño ―murmuro, y no estoy segura si estoy hablando de lo que provocó la risa en él o de la creciente esperanza en mi corazón. Lo observo tendido tan cálido y acogedor —sin saberlo, meciendo mi mundo— y por primera vez en lo que parece como siempre en mi vida tumultuosa, sonrío. Y mi sonrisa solo se vuelve más amplia cuando empiezo a aceptar los sentimientos, reconocer que no van a desaparecer. Del mismo modo que él no se ha ido cuando he sido una mujer emocional, loca, caótica durante la semana pasada. Se ha mantenido fiel a mi lado, se sentó en el otro extremo de una línea de teléfono en silencio de modo que no estuviera sola. Mis pies, los cuales no se movía antes, no tienen ningún problema en moverse ahora, pero no a través de la puerta lejos de Becks como yo esperaba, sino caminando hacia él. De alguna manera mi mente se siente más tranquila, pero todavía hay emociones embriagadoras hinchándose en mí. Me alejo de las dudas que se arrastran sigilosamente. Claro, hay hipocresía en ir en contra de las promesas que he estado haciéndome a mí misma —las que me reafirmé hace apenas unas horas mientras nos gritamos el uno al otro. Pero digo que se callen, caminando en mis tacones de aguja, y tomo la oportunidad. De ir por ello. Mi sonrisa crece aún más, porque sé que en algún lugar en el Cielo, Lexi acababa de levantarse para aplaudirme. Y el mero pensamiento me da la confianza que necesito para seguir adelante y decirle a Becks lo único que necesita escuchar. Para ahora, ya estoy de pie junto al sofá, mirándolo. Fuerzo un trago por mi garganta cuando me doy cuenta de que mis temores han sido irracionales. Que Dios no puede ser tan codicioso de robar los pechos de mi madre, extinguir la luz de mi hermana antes de tiempo, y luego querer mi vida demasiado pronto también. Y mientras estoy en este condominio a oscuras, donde un Keurig se sitúa torcido al lado de un recipiente de plástico transparente medio vacío de galletas de azúcar, mi realización es como un peso fuera de mis hombros —quiero esto. Lo quiero con él.

116

Dejo que la manta se deslice de mis hombros y caiga al suelo con un suave susurro. Tiro mi blusa sobre mi cabeza y la sacudo a mi lado. Mis manos cogen el teléfono de mi bolsillo y lo colocan sobre la mesa antes de encontrar su camino a la cremallera de mi falda, abriendo sus dientes, y empujándola hacia abajo hasta que se reúne alrededor de mis pies. Las lágrimas humedecen mis ojos mientras trago cada emoción que ahogué en los últimos seis meses, cada negación de querer más desde mi primera vez con Becks. Estoy en este extraño apartamento con Becks roncando suavemente frente a mí. Parece una tontería tener esta epifanía aquí de todos los lugares, pero también se siente imperfectamente perfecto. Estoy desnuda de tantas maneras que procesar la magnitud de lo que estoy haciendo es imposible. Todo lo que sé, es que el silencio en mi cabeza se ha convertido en un fuerte zumbido de pensamientos que parecen ásperos contra la cruda honestidad de mi decisión. Mi mente da vueltas en un torbellino vertiginoso de posibilidades mientras me siento con mi cadera en el sofá al lado de su cintura y lo inhalo momentáneamente. Mi lado racional me dice que me levante del sofá y escape lo más rápido que pueda, pero entonces la otra parte de mí me tiene inclinándome hacia adelante y presionando mis labios en el centro de su pecho. Mantengo mi boca allí, y el calor de su piel y el trueno de su corazón debajo de mis labios combinados con mi repentina valentía son una mezcla embriagadora. Empiezo a encajar suaves besos hasta su esternón. Su respiración cambia, se hace menos plana con cada aliento que dibuja. Inhalo el olor de su colonia en el hueco de debajo de su manzana de Adán antes de levantar mi cabeza y rozar un beso en sus labios. Repito los movimientos con susurros suaves de contacto hasta que escucho un gemido mudo de él cuando mis acciones lo revuelven, lentamente despertándolo. Sé el minuto en que su mente se ha puesto al corriente cuando sus labios están ya besándome antes de que siquiera despierte. Sus músculos se tensan; entonces el brazo por encima de su cabeza sobresale hacia adelante hasta que aterriza en la piel desnuda de mi espalda. ―Haddie ―dice con una voz de ensueño mientras intenta en su estado somnoliento comprender lo que está pasando. Sigo encontrándome con sus labios una y otra vez hasta que su mano en mi espalda llega hasta mi cabello y hace un puño en él para verme obligada a encontrarme con sus sorprendidos ojos azules. Está tratando de averiguar cómo pasé de odiar, entonces querer, y luego llorar hasta necesitarlo. Y la listilla en mí piensa, Bienvenido a lo que es ser una mujer, pero el momento es mucho más conmovedor que lo que puede significar un chiste. Así que me quedo callada, y mientras nuestros ojos sostienen los del otro, sé que esta conexión tácita es mucho más íntima que lo que las palabras podían ser ahora. Así que nos quedamos así, su mano en mi cabello, nuestras respiraciones irregulares, y una pregunta no formulada colgando entre nosotros, que una vez contestada puede ofrecer tantas posibilidades. Becks simplemente sigue mirándome,

117

el azul cristalino de sus ojos sosteniéndome de rehén, y me pregunto cómo me veo en sus ojos. ―Yo… yo me desperté con ganas de besarte. ―Fracaso miserablemente en decirle lo que necesito, tropezando a través de las palabras, así que ofrezco esta explicación poco convincente para mi cambio de actitud. La confusión y rechazo parpadean a través de sus ojos, y me inclino hacia adelante y me burlo de sus labios muy suavemente con los míos para comprarme unos segundos para juntar el valor que necesito para decir lo que quiero. Me echo hacia atrás y miro sus ojos tan llenos de preocupación. ―No puedo… No podemos seguir… ―¡Sh-shh! ―Mi dedo está en sus labios, deteniéndolo inmediatamente—. Lo somos ―le susurro, mirando sus labios y luego de vuelta hasta sus ojos para reforzar las palabras que acabo de decir. Su boca cae mientras aspira una bocanada de aire ante mi respuesta inesperada—. Te necesito, Becks. Y nunca he dicho palabras más honestas en mi toda vida. Sus ojos se abren, sus pupilas superando al iris y su boca sonriendo con cautela por debajo de mi dedo. Me inclino hacia delante —rezando que no me rechace— y llevo mi boca hasta la suya de nuevo. Y esta vez él responde. Abre sus labios y me permite deslizar mi lengua entre ellos y lamer suavemente la suya. Es un suave suspiro de un beso, tan diferente de la energía frenética de antes, pero todavía hay una desesperación subyacente que puedo sentir… y no estoy segura si es de su parte o de la mía. Pero elijo alejar el pensamiento. Elijo perderme en él, en su lugar. Así que llevo mi mano hacia abajo y trabajo rápidamente en los botones de sus pantalones vaqueros. Me tomo un segundo para saborear el calor de su piel antes de bajar sus bóxeres así lo puedo agarrar en mi mano. Toma unos momentos descoordinados por parte de él levantar sus caderas y ayudarme a empujar la cintura de sus pantalones. No hay palabras —no son necesarias mientras utilizamos la intimidad de nuestras bocas para expresar lo que sentimos acerca de las posibilidades que acabo de darnos. Sigo besándolo suavemente, apacibles provocaciones de boca en boca, mientras mi mano lo rodea y se desliza sobre su longitud. Cada gemido que emite mientras repito la acción hace que lo anhele. Se acerca y pone sus manos en mi cintura, y puedo sentirlo sorprenderse al darse cuenta de que ya estoy desnuda y lista para él. Y no puedo negar el precio de saber que puedo llegar a él completamente desnuda y sabiendo que va a quererme. Hay algo definitivamente sexy y potenciador en ese sentimiento. Sus manos me levantan y me ponen sobre sus caderas, así estoy sobre mis rodillas con mi mano todavía acariciándolo entre mis piernas separadas. Lo miro ahora. Recorro con mis ojos su piel dorada, los discos apretados de sus pezones, el

118

labio inferior que sus labios están mordiendo mientras hurga para ponerse el condón que ha sacado de su cartera. Cuando está protegido, sus ojos se encuentran con los míos mientras lo alineo en mi entrada y me bajo en su amplia cresta. Puedo ver y sentir todo su cuerpo tenso ante mi envoltura parcial —mi tomadura de pelo a su más que lista polla— y sus manos remontándose hasta mis caderas, instándome a hundirme en él. Ni siquiera lucho contra mi sonrisa cuando elijo ignorar la presión en mis caderas y hundirme a un ritmo tortuosamente lento. Está absolutamente matándome con una potente combinación de placer y anticipación, así que sé que tiene que afectarlo en igual medida, por no decir más. Sisea cuando bajo sobre él hasta la punta de la raíz. Por un momento, solo me siento allí, dejando que la quemadura lenta de su circunferencia se hunda, antes de hacer reventar mis caderas hacia delante para deslizarme de arriba hasta abajo en él, obteniendo un suave gemido de placer. Sigo controlando el ritmo, el movimiento y el ángulo expertamente, así puedo asegurarme de que mi punto caliente del interior es golpeado cada vez. El placer es tan fuerte, tan intenso que estoy en un estado de indecisión — quiero ir más despacio, disfrutar de cada retirada y posterior asentamiento de nuevo sobre él, y, al mismo tiempo, quiero ser impaciente y egoísta y esforzarme para llegar al clímax tan rápido como pueda. Encontrar mi liberación, para que él pueda encontrar la suya. Está tan increíblemente profundo dentro de mí —se siente tan jodidamente bien— que ni siquiera me doy cuenta de que mis ojos están cerrados, mi cabeza en ángulo hacia el techo, y manos agarrando las manos de Becks, las cuales todavía se aferran a mis caderas. La presión comienza a acumularse, lanzas de calor rojo chispean por mi columna vertebral, causando que mi respiración se acelere, pero mi ritmo se mantiene seductoramente lento, a pesar de sus manos instando a lo contrario. Me pierdo en el sentimiento por un momento, dejando que la corriente de nuestra unión me llene hasta que Becks me sobresalta cuando añade una sutil rutina a sus caderas junto con mi movimiento. Lo miro para encontrarme con sus ojos — párpados semicerrados mientras las sublimes sensaciones empiezan a abrumarlo. Pero cuando nuestras miradas se encuentran, la intimidad del momento que mantenemos en movimiento —nuestros cuerpos, nuestros pensamientos, nuestras almas conectando todo a la vez— es tan poderosa que vacilamos por un minuto. Mi cuerpo está húmedo por el sudor y con piel de gallina, la intensidad de la emoción tan abrumadora ahogándome momentáneamente. Su polla pulsa involuntariamente en mi interior, provocando una sonrisa socarrona curvarse en sus labios. Su arrogancia es inesperada y sexy como el infierno. Lo aprieto a mí alrededor, y me encanta el gemido que mi acción genera en él. Comienza a instar a mis caderas a moverse de nuevo con nuestras manos

119

entrelazadas, y quiero mantener este rumbo fijo, no apresurarme porque que me condenen si no se siente como el jodido cielo. Así que tomo el control y muevo nuestras manos hasta su pecho para poder mantenerlas allí mientras gano cierta ventaja para maniobrar mis caderas en diferentes ángulos. Me inclino hacia delante y presiono mis labios contra los suyos, deslizando mi lengua en el medio. Mi movimiento hacia adelante expone más su polla, desde la cima a la apertura de mi sexo, por lo que cuando me deslizo horizontalmente, su cabeza golpea cada maldito nervio que poseo. Gimo, su boca capturando los sonidos que arranca de mí, y con cada embestida de sus caderas hacia arriba y mi empuje hacia abajo, mi cuerpo colisiona aún más a conciencia y el precipicio de la dicha está mucho más cerca. Me digo que tome nota de todo —el deslizamiento de mi pecho contra el suyo, su sabor en mi lengua, su dominio completo de cada maldita sensación por debajo de mi cintura, la exhalación suave de placer que hace cuando lo tomo por completo dentro de mí. Todos estos factores ayudan a realzar mis sensaciones, empujándome sobre el borde. El sexo en esta ocasión es tan diferente de la última vez entre nosotros. Mientras que antes era un descubrimiento de cuerpos y un campo de pruebas de habilidades, esta vez es lento y fascinante. Cuando mi orgasmo golpea con una intensidad violenta, no estoy preparada para el aliento que me roba. Sí, mis dedos se encrespan y mi espalda se arquea como normalmente, pero soy afectada irrevocablemente ya que el destello de la vulnerabilidad pasa a través de mí. Mi cuerpo queda temblando mientras las intensas sensaciones de placer rebotan de nuevo en mi centro, mi latido un rugido atronador en mis oídos, y mi cuerpo muerto anhelando aire que mi cerebro parece que no puede decirle a mis pulmones que aspire. Mi nombre cae en una exclamación tensa de la boca de Becks mientras sus manos sujetan todavía mis caderas. Se pone aún más grueso dentro de mí, por lo que mi cuerpo zumba con la presión añadida, y luego él se ha perdido en su propia avalancha de sensaciones. Su cuerpo se tensa mientras sus caderas empujan con fervor y arquea su cuello hacia arriba, sus dedos cavando más fuerte en mi piel mientras un gemido gutural llena el silencio que nos rodea. Pongo mi cabeza en su pecho y escucho su corazón, el cual he ayudado a enviarlo a su actual ritmo rápido, mi propio sentir acelerándose también, pero por una razón diferente. Cierro mis ojos cuando Becks presiona un beso en la parte superior de mi cabeza, sus dedos trazando perezosas líneas por mi columna vertebral y luego hacia abajo de una manera que eriza mi piel. Nos mantenemos así por unos momentos, bajando de nuestras brumas orgásmicas. Él comienza a ablandarse de manera que se desliza fuera de mí, y me muevo para que pueda limpiarse, pero en lugar de eso simplemente envuelve sus brazos alrededor de mí y me abraza contra su pecho.

120

―Lo somos ―murmura, repitiendo las palabras de nuevo antes de emitir un gemido satisfecho—. Somos. Mi respiración se engancha con su comentario, mi propia respuesta enredada en la confusión de mi cabeza. Esto se siente tan bien con él, al mismo tiempo, preocupándome que solo vaya a causarnos dolor. Pero alejo la preocupación de mi cabeza porque todo va a estar bien. Tiene que estarlo. ―Buenas noches, City. ―Buenas noches. Aprieto mis ojos con fuerza, tan satisfecha y asustada por el hombre que es culpable de romper el primer eslabón de la cadena que envolví alrededor de mi vigilado corazón. Mientras que solía usar el sexo para calmar mis pensamientos, en esta ocasión ha tenido el efecto contrario. Mis pensamientos están gritando tan fuerte ahora que no pueden ser ignorados.

La transición entre el sueño y la vigilia es suave. Estoy en esa bruma de ensueño donde mi mente está a la deriva en voz baja, tratando de volver a caer bajo el tirón de sueño para poder regresar a sentarme con Lex en la piscina en la que estábamos hablando. Donde nos estábamos riendo y me sentía más cercana de ella que lo me había sentido en mucho tiempo. Cada cosa que temía haber olvidado de ella —el tono de su risa, la línea de su postura, la facilidad de su sonrisa— estaba allí, permitiéndome captarlo de nuevo y aferrarme a ello un poco más. No estoy asustada o sorprendida por el hecho de que estoy presionada contra el cuerpo desnudo de Becks o en su cama. Vagamente recuerdo la sensación de sus brazos llevándome aquí desde el sofá. Tomo nota de la subida y la caída de su pecho bajo mi mano donde se encuentra su corazón. Estoy curiosamente más en paz conmigo misma de lo que lo he estado en mucho tiempo, y me acurruco en el sentimiento, así como en Becks. Mis pensamientos caen sin rumbo mientras me vuelvo a dormir para robar un par de horas más enquistadas en este sentimiento de satisfacción relajado. Pero estoy en un ángulo incómodo, mis pechos aplastados incómodamente contra el firme torso de Becks. Empiezo a moverme, al mismo tiempo que él se gira en su sueño y me encuentro emitiendo un grito ahogado cuando baja su brazo y aprieta una parte de mi pecho. Es una fracción de segundo. Estoy segura de que cuando piense sobre ello más tarde, ni siquiera voy a ser capaz de procesar cuán rápido la conciencia me golpeó. El dolor es rápido y fugaz, y cuando me muevo por reflejo para alejarme de donde mi pecho duele entre el colchón y la espalda, me vuelvo consciente del hecho de que siento algo allí.

121

Me incorporo de inmediato, mi mente completamente alerta, pero mi subconsciente me dice que estoy loca, todo mientras mi mente racional recorre una serie de pensamientos que están muy lejos de ser bienvenidos. Mi respiración sale en raspadores afilados. Me digo que es porque me he movido tan rápidamente, pero sé la verdad: El miedo se ha apoderado. Me digo a mí misma que estaba medio dormida, mi piel realmente se pellizcó, y que no hay nada allí que cause dolor. Sin tumor, no hay cáncer, nada como Lex. A continuación tomo una respiración calmante, mis dedos ya avanzando hacia mi pecho izquierdo. Pero mientras mis controles de rutina suelen ser tímidos y suaves —más por el miedo de saber lo que encontrarás— me encuentro presionando tan duro como puedo, siendo concisa. Me vuelvo frenética en mis movimientos mientras mi mente comienza a funcionar a mil kilómetros por hora. Sigo moviéndome en círculos las yemas de mis tres dedos, pero a medida que los recuerdos y el miedo y la incredulidad comienzan a chocar, no hay rima o razón para mis acciones. Tiro en el tejido, presionando mis dedos en ambos lados de la piel estirada, causándome dolor mientras trato de sentir algún rastro de algo. Sentada en la cama de Becks con un halo de luz de la luna cayendo sobre ella, me las arreglo para trabajar en un frenesí cuando solo debería estar acurrucada contra el guapo hombre dormido a mi lado —vivir, sentir, amar. No sé cuánto tiempo pasa porque estoy muy preocupada, por lo que me asusto tanto que una niebla de capas de sudor cubre mi piel, y en algún momento debo haber empezado a llorar porque el sabor a sal de las lágrimas se filtró y llegó a mis labios. Mis manos están temblando, y mi mente me está castigando por no ser capaz de volver a crear la misma sensación que sentí hace unos momentos. ¿Fue hace unos momentos? Todo lo que puedo pensar es en el posible parásito debajo de mi mama que amenaza con quitarme la vida. Solo me rindo, mis pechos doloridos y enrojecidos de mi sondeo e insistencia, mis nervios tan malditamente deshilachados que conectar un pensamiento a otro es casi imposible. Echo un vistazo al reloj y me doy cuenta de que he estado en esto por una media hora. No he encontrado nada… ningún bulto, sin hendidura, sin hoyuelo. Solo estoy poniéndome histérica.

Cálmate, Had. Estás saltando a conclusiones. No fue nada. Estabas dormida y estabas pensando en Lex y era solo un pellizco. En silencio suspiro, mirando por encima a Becks para asegurarme de que todavía sigue durmiendo. Ya me he perdido una vez esta noche con él, así que esto es lo último que necesita ver. Es un hombre paciente, pero creo que solo podría darme el balcón como salida si pierdo mi mierda de nuevo. Mientras mis hombros se encorvan, me digo a mí misma una vez más. Me examinaré una vez más y luego me echaré con él hasta las primeras horas de la mañana. Levanto mi mano y sigo todo el procedimiento, una ligera sensación de facilidad asentándose sobre mí, cuando apenas me detengo y lo siento

122

Me congelo. Mis dedos dejan de moverse, el tejido todavía pellizcado entre ellos. Mis ojos se abren. Mi inhalar de aliento inestable llena el silencio de la habitación. Mi cuerpo se detiene, pero mi mente corre mientras todo mi mundo se viene abajo a mí alrededor. Levanto una mano temblorosa para sofocar el sollozo ahogado que nunca llega. Mis ojos se desdibujan mientras niego hacia atrás y adelante en estado de shock, las imágenes de Lexi apresurándose unas con otras en mi cabeza. El tiempo pasa mientras me siento paralizada por el miedo, adormecida por la incredulidad, y desprovista de emoción. Becks se desplaza en la cama, y el movimiento me sacude al aquí y ahora. Me digo a mí misma que el tumor es pequeño, podría ser tejido fibroso por lo que sé, pero no creo mis propias mentiras. Sé que es algo más, porque he hecho un punto para conocer a mis pechos de arriba a abajo en el último año. Trato de aguantar, pero siento como si mis pensamientos se escabulleran de mí en una falsa, extraña calma que comienza a asentarse sobre mi cuerpo. Me tiemblan las manos y mi mente trata de procesarlo, pero sigue viniendo con las manos vacías. No permitiré que vayan a donde mis mayores temores se encuentran, así que debo centrarme en este momento. En el hombre a mi lado. Sobre cómo acabé abriéndole mi corazón, lo invité, y le dije que lo somos, y luego mira lo que pasó. Me levanto de la cama sin pensar en los daños colaterales o las consecuencias. Sobre Becks tumbado en la cama dormido y qué decirle, porque no hay nada que pueda decir, más que lo siento —y las disculpas no ayudan en nada ahora mismo. Lo siento no alivia la abrumadora sensación de incredulidad que me ha golpeado. La palabra usada en exceso no alivia el aguijón de la pérdida, de ver a su ser querido morir, o de dejar a alguien para que no tenga que pasar por ello y sufrir contigo Mantengo mis ojos apartados de él mientras saco mi ropa y me visto tranquilamente en piloto automático, centrándome en las cremalleras y los botones, las acciones habituales. Tengo que pensar físicamente para hacer cada cosa, realizar cada movimiento rutinario porque cuando no lo hago, solo me quedo de pie allí y miro por la ventana al mundo exterior. Continuando como si todo estuviera bien, cuando no lo está claramente. Una vez que estoy completamente vestida, mis tacones en mano, así no lo despertaré con su sonido en el suelo, mis pies todavía están arraigados en su lugar. Me duele el pecho físicamente, y mi cabeza está golpeando. Mis ojos queman, y mi corazón se siente como si estuviera siendo retorcido, acido causando agujeros a través del músculo a un ritmo amenazante. Echo un vistazo a Becks y miro a través de la luz de la noche, más allá de las ventanas. Hay tantas cosas que quiero decirle, pero en todo lo que puedo pensar es en como arruiné todo. Esta noche fui en contra de todo lo que me había prometido a

123

mí misma, y mira cómo el destino llegó con un cruel revés para ponerme en mi lugar. Debería estar acostumbrada. Cuento con ello. Justo cuando todo estaba bien con Rylee y Colton después de sus periodos en el hospital —justo cuando mi mejor amiga en el mundo veía posibilidades de un felices para siempre, mi hermana estaba mirando una escopeta cargada. Estos recuerdos parpadean y luego me inundan —de mí acompañándola a las mamografías, y luego la doble mastectomía, cepillándole el cabello mientras caían como grumos, su enfrentamiento contra la lucha y el agotamiento de todos los recursos— hasta que siento que me ahogo, reafirmando el hecho de que no puedo hacerle esto a Becks. Una cruda tristeza se asienta con el dolor que llevo, y le digo las vacías palabras que odio más que a cualquier otra. —Lo siento. Las palabras se sienten como una cuerda cerrándose por encima de mi cuello. Me voy de la habitación y salgo silenciosamente con mis pies descalzos hacia la sala de estar, donde me doy cuenta de que no tengo mi cartera o llaves. Veo su cartera en la mesa de café donde él la dejó abierta cuando sacó antes el condón y agrego heridas al insulto cuando cojo el billete de veinte dólares parcialmente expuesto de la misma. Odio hacer esto, pero no tengo otra opción. Solo otra razón para que me odie aún más. Para que el valide su acusación anterior de que soy una cobarde. Porque si no lo reconocía antes, hacer esto hace que sea tan jodidamente claro como el día que lo soy. Pero no sé qué más hacer en este momento. Se lo devolveré. Miro por encima del hombro a través de la puerta abierta, donde duerme pacíficamente, y luego paso por la puerta principal y me adentro en la calle para llamar a un taxi. La culpa es pesada y opresiva, cayendo a través de mi alma y ocupando mis pensamientos tan cómodamente como el miedo sentado en su sillón desgastado, donde el sentimiento se ha hecho cómodo en los últimos seis meses. Todo en lo que puedo pensar, es, en que él no se merece esto. Diablos, yo tampoco.

124

L

a habitación está fría, y la almohadilla de la camilla de hospital debajo de mí es todo menos cómoda. Demonios, incluso si se tratara de un colchón del Ritz7, no pensaría en que es cómodo porque, lo juro por Dios, estos fríos muros clínicos de la sala de procedimientos ambulatorios succionan hasta la última gota de vida en mí, con cada momento que pasa. El Valium8 que tomé comienza a tener efecto lentamente mientras la enfermera hace comentarios ocasionales aquí y allá, nada que tenga que contestar, simplemente conversación inocente para llenar el silencio y pasar el tiempo. Ella tararea en voz baja para sí misma ahora, mientras pone los instrumentos en la bandeja a mi lado con un tintineo estéril. Puedo escuchar mi teléfono zumbando en mi bolso, está ubicado bajo la silla, al otro lado de la habitación, y me trago el nudo en mi garganta, con la esperanza que no sea Becks. Una vez más. Es increíble cuántas veces alguien puede tratar de ponerse en contacto contigo en un plazo de setenta y dos horas. Su primera ronda de mensajes comenzó a las siete de la mañana que me fui, sus mensajes reflejaban preocupación al principio y luego se transformaron, poco a poco, en ira frustrada cuanto más tiempo lo ignoraba. Mi única respuesta después de que la primera hora pasó fue patética, pero honesta, todo al mismo tiempo. Lo siento. Pensé que podía hacerlo, pero no puedo. Fue todo lo que mi mensaje de texto dijo, y no hizo nada para detener el bombardeo de sus respuestas. Y cada alerta, cada ding, era como echarle sal a mi herida abierta porque mentirle a otra persona es una cosa, pero mentirte a ti mismo es imposible. Así que canalicé mi enojo conmigo misma hacia él, culpándolo por hacerme querer algo que no puedo tener en este momento. Lo dejaré manifestarse como molestia e irritación ante su persistencia para poder mirar mi teléfono sin querer recogerlo para ver si me envió o no mensajes. Y ni siquiera estoy segura de qué es lo que más quiero: ser ignorada o ser perseguida. El zumbido de la vibración del teléfono me saca de mis pensamientos, y me río. Sé que es inapropiado para la situación, pero la actitud relajada que el Valium me da, me hace sentir cálida y difusa sobre que él esté llamándome de nuevo. Pero no quiero reír. Quiero estar enojada con él por seguir llamándome y mandándome 7 8

Ritz: Cadena de hoteles de lujo. Valium: es el fármaco que se utiliza para tratar estados de ansiedad.

125

mensajes de texto. Soy egoísta, maldita sea. ¿No puede ver eso? Me escapé en el medio de la noche, sin ni siquiera un hasta luego, Charlie Brown… Las risitas se apoderan de mí otra vez ante la idea de Snoopy y Charlie9. Una paz momentánea se asienta sobre mí, y definitivamente quiero un poco más de esta mierda que me dieron. Es algo más que el Valium, pero lo que sea que me puso en ese plano para relajarme un poco… es agradable. Agradable tipo “montar-en-una-nube”. Agradable tipo “hundirme en un colchón con el peso de Becks encima de mí”.

Detente. Mi voz es fuerte en mi cabeza, castigándome por la tentación de lo que no puedo tener, lo que me niego a permitirme tener. Y es más que solo su poderosa polla. Resoplo una risa esta vez, lo que hace que la enfermera me mire de reojo y me pregunte si estoy teniendo un buen momento a solas en la camilla. Solo asiento como un niño pequeño y pienso, Bueno, es cierto. Y entonces el pensamiento de él y su poderosa polla se apresuran con una oleada de culpabilidad como un aguafiestas de mi inapropiado y vertiginoso estado de estupefacción. Desearía que simplemente estuviera tan enojado conmigo que se detendría de llamar y enviarme mensajes de texto. Haría todo esto mucho más fácil para mí. Porque si está enojado, entonces hace que sea más fácil justificar el ser una perra al ignorarlo. Pensé que después de que se despertara y se diera cuenta que no iba a responder sus llamadas, entendería la indirecta. Me probó que estaba equivocada cuando los golpes en mi puerta comenzaron cinco mensajes de texto más tarde. Por suerte, Dante se había ido, o de lo contrario tengo la sensación de que no habría sido capaz de fingir que no estaba en casa. Pero joder, ¿no habría sido un poco caliente si hubieran peleado por mí? Me río de nuevo cuando imágenes del chico malo versus el chico bueno pasan por mi cabeza, y creo que Becks “El Induce Orgasmos” sería capaz de vencer a “Delicioso” Dante. Mi ojos se cierran a la deriva momentáneamente mientras el maravilloso mundo de los productos farmacéuticos me permite recordar el sexo con Becks en forma 3D. Gracias a Dios, mi enfermera y doctor son mujeres, porque ahora estoy excitada y tengo una bata de hospital de fácil acceso .

Excitada Haddie en la sala de procedimientos para todos los disponibles y apasionados médicos varones, repórtense de inmediato. Me río de la idea, las drogas arrastrándome en su bruma hasta que mi teléfono chilla, y me saca de villa drogada.

Oh, Beckster chico. Se merece una explicación. Gracias a Dios Rylee está todavía fuera de alcance del servicio celular, o estoy segura de que la habría llamado. Pero, ¿qué le puedo decir exactamente? No es como si le pudiera dar una 9

Snoopy y Charly: Snoopy (creado en 1950 por el historietista Charles Schulz) es junto a Charlie Brown, el personaje principal de la tira cómica Peanuts, conocida en castellano bajo los títulos Carlitos, Charlie Brown y Snoopy o Rabanitos.

126

mamada como regalo de despedida, y, al estilo de la competición The Price is Right10, anuncio: —Siguiente objeto para la oferta es una mamada por la excitada Haddie. ¿Beckett Daniels apostará? —Esta vez estampo la mano sobre mi boca, porque me río tan duro y mi cabeza está tan mareada que sé que la enfermera debe pensar que estoy completamente loca. Bueno, tendría algo de razón porque como que lo estoy. Sobre todo ahora. Específicamente por alejarme de él, el chico bueno por excelencia. No es cómo si pudiera responder mi teléfono ahora mismo y decir: Gracias por

el polvo rápido que fue como de estrella porno, y por el hombro para llorar parecido a Oprah. Es poco más de tres días después, y ya me dejaron la teta plana como un panqueque, luego, lubricada con gel y golpeada con el ultrasonido. Quiero decir, por lo menos si me van a toquetear, la técnica podría pellizcar mis pezones o algo, darme una emoción barata. Resoplo de nuevo y no puedo evitar reír, porque eso fue muy gracioso. Incluso drogada lo sé. Oh. Tal vez puedo hacer que le den algo de esta mierda a mi madre, quien está muriéndose de los nervios en el pasillo de afuera, para que pueda descansar un poco porque me está diciendo que todo va a estar bien, pero jugó con el dije de su maldito collar cuando lo expresó. Eso significa que está mintiendo.

Niñas, Rover cavó un agujero debajo de la cerca y huyó, pero estoy segura de que encontró un nuevo hogar agradable donde vivir y lo aman. Jugó con su collar mientras Lex y yo llorábamos a mares.

Haddie y Lexi, estoy enferma. No es nada importante, simplemente algo que los médicos llaman cáncer, pero voy a estar completamente bien. Jugó con su collar todo el tiempo. Dos recaídas, veintitrés rondas totales de quimioterapia, quince sesiones de radiación, y un pecho lleno de cicatrices que hacen que las puntadas del monstruo de Frankenstein parezcan arañazos.

Haddie, Lexi va a vencer este tipo de cáncer, y todos nos vamos a reír de ello más tarde. Jugó con su maldito collar. Pero jugó con él en el funeral de Lex también. Eso significaba que estaba esperando que fuera una mentira, y bueno, joder, no lo fue. El mismo collar pero diferente dije a través del tiempo. Y me dio el acto del collar hoy. El mal historial de esa cadena estúpida me hace querer arrancarla y tirarla tan lejos como pueda para nunca tener que verlo de nuevo. Sobre todo a mí alrededor.

The Price is right: conocido en España como El Precio Justo, y en Hispanoamérica también como El precio es correcto, Diga lo que vale o Atínale al precio es una franquicia de concursos de televisión con origen estadounidense. En el programa, los concursantes compiten para ganar dinero y premios pujando el precio de mercancías. 10

127

Espera. Tal vez necesite el collar para cuando hable con Becks. Tal vez lo entenderá si juego con él cuando le diga gracias por el buen tiempo, las dos horas en que me permitiste ser un lo somos, antes que el destino interviniera y me pusiera en mi lugar. Recordándome por qué me había prometido a mí misma no involucrarme con nadie. La puerta se abre con un barrido y me saca de mis pensamientos. —¿Estás lista, Haddie? —La doctora Blakely entra con una sonrisa relajada en su rostro, y quiero decirle que está bien estar preocupada porque de seguro como la mierda que lo estoy. —Corazones y tacones. —Exhalo, pensando en Maddie. Quiero preguntarle algo a la doctora, pero no recuerdo qué… oh, sobre si podría darme una receta de ese menú de pastillas para llevar, para que pueda tener algo de la salsa especial cuando necesite sentirme mejor. Una sonrisa forzada está en mis labios cuando se pone sus guantes de goma. —¿El Valium te ayudó a relajarte? —pregunta, lo que hace me resoplar una carcajada sarcástica mientras asiento. ¿Cómo exactamente una pequeña píldora, una que de hecho tuve que pedir para detener la agitación en mi estómago y la ansiedad controlando mis nervios, te ayuda a relajarte? Porque el hecho que corten tu teta es un paseo por el parque, ¿no? Mi mente grita por soltar una réplica sarcástica, pero asiento y murmuro: —Un poco. —No hay necesidad de preocuparse —dice ella, su sonrisa todavía es apretada y me río de nuevo, mi cabeza sintiéndose como una semilla de diente de león flotando en la brisa—. ¿Puedes sentir eso? —pregunta, haciendo caso omiso de mi risa. Puedo ver sus hombros moverse mientras hace lo que sea con sus manos, pero no siento absolutamente nada. ¿Por qué carajos no me dieron esta mierda cuando Lex murió? Me gusta esta cosa de no sentir. Tal vez si me tomo lo suficiente, puedo adormecer mi corazón y ser inmune a todo lo que sucede. —Como lo hablamos, voy a hacer una incisión en forma de media luna, retirar la masa que hemos visto y marcado en las exploraciones, y la enviaremos a patología. Coseré la herida, y estarás como nueva —explica mientras extiende el butadieno sobre mi pecho izquierdo y luego lo cubre con un paño quirúrgico. ¿Cómo nueva? Sí, claro. Lo que diga doctora, porque en este momento no estoy muy contenta con que corte mis tetas perfectas. Copa D completa, pezones rosados, perfectamente formados, y puntiagudos como la mierda. Nunca he tenido ninguna queja hasta ahora. Normalmente provoco erecciones cuando muestro a estos bebés, y ahora ella los va a cagar. Comencemos la colcha de retazos, ¿de acuerdo?

128

—Relájate. Probablemente es nada. —Su sonrisa es tranquilizadora ahora. Cierro mis ojos y trato de no leer su sonrisa, pero quiero esnifar y decirle que quedaré como nueva con algunos puntos de sutura y posiblemente cáncer, pero eso no es gran cosa en absoluto. Solo un paseo por el parque. Exhalo cuando empiezo a sentir la presión y trato de volver a los pensamientos felices en los que no podía dejar de pensar hace unos momentos. Pero de repente esto es demasiado jodidamente real, y tengo miedo a la muerte. Fuerzo mi respiración a que reduzca la velocidad, y puedo sentir mis axilas pegajosas de sudor. Ella le pasa algo a la enfermera esperando a su lado, y la enfermera sale de la habitación. La doctora Blakely se vuelve hacia mí y me explica algo sobre el patólogo comprobando para ver si hay márgenes claros. Por supuesto, mi mente empieza a preocuparse de que la única manera que uno puede tener márgenes claros es si se compara contra algo que no está claro, algo canceroso. El tiempo pasa, y ya que todavía estoy bajo el velo de Valium, no sé cuánto tiempo esperamos. El teléfono vibra en la habitación y me asusta a muerte, mi Valium, obviamente, me no haciéndome tan valiente como cuando me cortaron con un bisturí. La doctora Blakely habla con el patólogo y dice que tiene que cortar un poco más. Fijo mis ojos en los de ella, en busca de cualquier tipo de signo de lo que ha dicho el patólogo, pero se mantiene ocupa, preparándose para hacer otra biopsia en mi pecho. Quiero decirle que me mire a los ojos y me diga la verdad. Es mi vida la que está cortando, y acaso, ¿no merezco al menos tener una idea de lo que está pasando? Pero mi boca se mantiene cerrada, mis manos se mantienen en puños, y mi corazón se siente como que ha perdido su ritmo. Las mismas canción y danza continúan una vez más, sus manos firmes y seguras, mientras que toda mi alma es sacudida hasta la médula. Pero esta vez consiguió un margen limpio. Con todo, el procedimiento es rápido, y realmente no siento nada excepto el zumbido de mis nervios a través de mí, desde mi adrenalina. Siento el tirón en la incisión mientras me cose y luego veo sus manos moverse aunque no puedo sentir las tiras estériles siendo aplicadas. Le doy las gracias, suspirando de frustración cuando no me responde cuando le pregunto si lo que retiró se veía canceroso. Solo me da la sonrisa tensa que quiero desprender de su rostro otra vez y me dice que patología podría tener un informe preliminar dentro de los próximos días, pero quiere esperar al estudio diagnóstico completo. Realmente no puedo centrarme en los términos que utiliza cuando el resto de las drogas y sus efectos calmantes toman el control de mi cuerpo.

129

Mi madre entra, y creo que le sonrío, pero no estoy segura porque estoy tan ocupada observándola hablar con la doctora, mirándome de forma intermitente, sus dedos tirando de su maldito collar todo el tiempo. En algún momento el medicamento me debe noquear por completo porque lo siguiente que recuerdo es despertar en la casa de mis padres. En mi antigua habitación y de Lex, rodeada de sus recuerdos de muchas maneras. Los felices y los tristes. Finjo dormir cuando escucho la puerta de la habitación abrirse, no queriendo hablar todavía sobre la cacofonía de pensamientos que saturan mi cabeza. Escucho a mis padres murmurando sus pensamientos y temores en el pasillo, y toma todo lo que tengo no cubrir mis orejas y empezar a moverme como un niño para hacer que se callen. Y me gustaría poder actuar como un niño. Me gustaría poder lanzar una rabieta, luchar y gritar, y no preocuparme por lo que la gente piensa o entender las consecuencias. Pero no es así. Y las entiendo. Y joder si quiero conseguir un recordatorio de primera mano de cuán devastadora puede ser la vida.

130

L

a manera en que la cabeza de Rylee se levanta de golpe de los vegetales que está cortando para mirarme es casi cómica. Dios, estoy contenta de que esté en casa. No me había dado cuenta cuánto la había extrañado. Cuánto necesitaba mirarla y no ver miedo mesclado con pena regresándome la mirada como lo hacía en la casa de mis padres. Encuentro su mirada —mi mejor amiga— y siento el afilado puñal de culpa presionándose contra mi garganta mientras continúo como si todo estuviera perfectamente bien mientras estaba lejos en su luna de miel. Como si la doctora no hubiera llamado y dicho que iba a pedir pruebas de patología más extensas de la masa que había sacado antes de tomar decisiones concluyentes. O cómo evitaba usar la palabra diagnóstico… porque diagnóstico es la palabra que usan cuando te dicen que es cáncer. Nunca le he mentido a Rylee, y sin embargo aquí estoy, la sonrisa que tengo fraudulentamente pegada en mi rostro se siente cada vez más natural mientras caigo bajo la comodidad de nuestra fácil buena relación. Y me siento como si midiera cinco centímetros de alto, forzando al cubo lleno de indecisión volcarse hasta el punto en donde le digo todo. Pero no lo hago. Ha pasado por tanto en los últimos años, y no quiero preocuparla innecesariamente. Además, es la primera vez que la veo desde que llegó a casa de su luna de miel y la he extrañado como loca. Quiero escuchar todo acerca de cuán asquerosamente feliz es porque sé que su felicidad aliviará el peso de lo desconocido que llevo conmigo como una constante en estos momentos. La maldita nube tratando de bloquear mi sol. Añade a eso que tengo el pequeño problema de tener que explicar por qué mi única pregunta en nuestra primera conversación desde que regresó era si Becks iba a asistir a la pequeña “regresamos a casa” barbacoa que estaba organizando. Desearía poder patearme en el trasero por la reacción instintiva que dio como resultado a mi preocupación por evitar los evaluadores ojos de Rylee. He sido tan diligente, cambiando de tema cada vez que volvía a surgir, que me di cuenta que me he perdido escuchar los detalles más destacados de su luna de miel. Y, por supuesto, mi mente está tan dispersa que me atrapa con la guardia baja. Por culpa de mi distracción, accidentalmente reconozco que Becks y yo, de hecho, tuvimos sexo en su noche de bodas y luego, quizás, posiblemente otra vez. Es una murmurada admisión dada bajo la coacción de una mejor amiga blandiendo un cuchillo, quien está cortando los vegetales y agitando dicho cuchillo frente mí mientras habla, pero escucha mi admisión sin embargo.

131

—Así que, te ves bien, bronceada y excesivamente saciada —digo por encima del borde de mi copa de vino. —¡Guau! ¡Aguarda, hermana! —demanda, ondeando el arma en su mano en mi dirección—. Crees que puedes impactarme con todo esto… —Está tan aturdida por mi confesión que no puede encontrar las palabras para continuar, por lo que sigue acuchillando el aire hacia mí hasta que me empiezo a reír—. ¡No es gracioso! No te he visto en semanas… —Lo sé. Es tan bueno verte tan relajada. Así que, dame todos los detalles… detalles del tipo “sexo en una playa aislada”. —No te atrevas a cambiar de tema. Siéntate —ordena mientras toma un sorbo de su merlot y me mira hasta que obedezco—. Primero, me dices que se enrollaron en mi noche de bodas, lo cual creí una posibilidad ya que Becks tenía tu teléfono… Pero entonces lo hiciste de nuevo… Y, ¿te escapaste antes de que se despertara? Me muerdo el labio inferior y asiento sutilmente, la culpa todavía cortándome como una hoja de afeitar por mi cobardía —la única parte que temía admitir a Ry porque incluso yo sé que estuvo mal. No solo el irme, sino la posterior negativa a hablar con él aparte de mi inadecuado mensaje de texto diciéndole que estaba equivocada al pensar que podía tener cualquier tipo de relación con él. Sin ninguna explicación. Nada. Solo estaba tratando de hacerlo más fácil para él y para mí. Para los cambios que temo están tocando mi puerta sin ser bienvenidos. Lo más triste es que ni yo creo mis propias mentiras esta vez. —¿Por qué? —Finalmente deja el cuchillo y se limpia las manos con el paño de cocina antes de colocarlo en el mostrador para prepararse. Ojos violetas encuentran los míos, y joder si no amo y odio esta nueva seguridad en sí misma que Colton sacó a relucir en mi más antigua amiga. Sin embargo, realmente preferiría que no se centrara en mí justo en este momento. Suspiro mientras rompo el contacto visual. —Porque estoy tratando de juntar mi mierda. Se ríe, fuerte e intensamente, y a pesar de mis pensamientos, el sonido trae una sonrisa a mis labios. —¿Qué? —Creo que juntar la mierda de alguien es lo que me llevó a mi estado actual — bromea mientras sostiene su mano en alto donde su anillo de bodas refleja la luz y envía un torrente de destellos contra las paredes de la cocina. Me río con ella ahora que por fin entiendo lo que está diciendo y la ironía de mi propio comentario. Cómo una vez le dije a Colton cuando empezaron a salir que tenía que juntar su mierda y solo entonces sería digno de mi amiga. —Así que… ¿dentro de seis meses debo estar esperando uno de estos en tu dedo?

132

Toso con mi sorbo de vino. —¿Estás demente, Ry? Después de todo… —Me detengo antes de confesar todas las emociones que he escondido. Todo lo que he tratado de guardar desde la muerte de Lex para poder ser una buena amiga para Rylee, para poder ayudarla a planificar su boda sin el opresivo peso de la pena siendo un decadente. Y sé que ella sabía lo que estaba haciendo, las técnicas de distracción, las falsas fachadas, todo ello, pero me dejaba pensar que la estaba engañando porque sabía que eso era lo que necesitaba en ese momento. Sabía que eso era lo mejor para mí. Y ahora temía que se hubiera cansado de ser paciente y me fuera a decir exactamente lo que necesitaba escuchar. Excepto que no estoy lista, y, aunque hay cosas de las que ni siquiera sabe toda la verdad, sé que su evaluación va a ser correcta—. Ni siquiera he hablado con él desde entonces. —¿No te llamó? —Desconcierto tiñe su pregunta. —Claro que sí. Incontables veces. Solo decidí no contestar. Se ríe entre dientes con condescendencia. —Cuán maduro de tu parte. Y ahora está argumentando para obligarme a lidiar con mi propia mierda. Ser decidida y todo eso. Definitivamente necesito otra botella de vino aquí. La alcanzo sin un segundo pensamiento cuando el suave tirón de mis puntos haciendo contacto con mi ropa con el movimiento manifiesta su presencia —el recordatorio constante de mi secreto, de mi miedo, de mi futuro posible.

Dile. Mi mente grita el pensamiento, sabiendo que podría utilizar su fuerza, pero mi corazón no puede abatirla, hacerla preocuparse innecesariamente cuando nunca la había visto tan feliz. Le diré al minuto que sepa algo. Me hago la promesa a mí misma para justificar el hecho de que estoy mintiéndole a mi mejor amiga, pero no hace nada para aliviar la culpa. Inclina su cabeza, y al principio, temo que haya atrapado mi mueca o mi repentino silencio. Su mirada me desafía a apartar la mía, incitándome a tratar de ocultar todo lo que está inundando mis ojos. Y cedo, apartando mis ojos, y me enfoco en mis dedos jugando distraídamente con el tallo de mi copa de vino. —Bueno, sabes, mientras estabas fuera, se me ocurrió un nuevo lema —digo en un pobre intento de diversión—… menos estrés, más sexo. —Un nuevo lema, ¿eh? —dice, poniendo sus ojos en blanco—. Porque pensé que tu lema era “cada vez que no quiero lidiar con la muerte de Lex, voy a tener sexo sin sentido para no pensar en ello”. Ramera extrema, creo que es mi término para ello. —Me alza sus cejas mientras termina de tirar sus cartas sobre la mesa así estoy obligada a mostrarle mi mano.

133

E infiernos si sus palabras no pican tan intensamente como lo hicieron las de Becks la otra noche durante nuestra pelea. La diferencia es que Becks es un hombre, y, como cualquier hombre, dirá cosas para golpear a su pecho y hacer valer su testosterona mientras que Ry no está compitiendo conmigo. Solo está siendo observadora, veraz, y odio como el infierno que tenga tanta razón. La vergüenza me invade, pero sostengo su mirada en silencio por un par de minutos más. Puedo decir que ya se siente culpable por regañarme, pero la amo incluso más por no dar marcha atrás, por decirme lo que necesito oír. —Háblame, Had. Por favor, háblame. —¿Ramera extrema? ¿En serio? —pregunto, aunque merezco el encogimiento de hombros que me da, el cual dice, si el zapato te queda… Y demonios, sí, me queda, pero al menos es un par muy lindo de tacones de aguja de diez centímetros que gritan, Ven a follarme. Me guardo el pensamiento, sabiendo que Ry no apreciaría mi humor si lo dijera en voz alta. Suspiro con resignación antes de bajar la mirada para observar mi dedo recorrer el borde de mi copa mientras pienso en qué decir. —La primera vez… en tu noche de bodas, como que no jugué limpio. Lo seduje mientras él estaba tratando de mantener su distancia… Entonces acordamos tener sexo sin compromiso. —Me callo mientras pienso en todo lo que ya he revivido un millón de veces antes y si lo cambiaría: mantener su bragueta arriba y dejarlo irse a su habitación solo. No creo que lo haría. Y eso en sí mismo me asusta. —Y, la segunda… —solicita, pero simplemente me quedo sentada en silencio, incapaz de levantar mis ojos para encontrar los suyos, así que continúa—: Mira, te amo. Eres la hermana que nunca tuve, así que voy a decírtelo y tú me dirás cuando me desvíe de curso. Asiento, cerrando mis ojos, y tomo una respiración profunda mientras me preparo para su psicoanálisis, el cual estoy segura que será mucho más real de lo que en verdad quiero oír, pero probablemente necesito, no obstante. —Te observé mirar a Lex morir y sé cuánto sufriste, Haddie. Cuánto sigues sufriendo. Te vi sostener a Danny cuando se derrumbó y luego tratar de sustituir lo que se perdió para Maddie lo mejor que podías. Te vi internalizarlo, rehusándote a lidiar con ello. Vi a mi mejor amiga perderse a sí misma con la preocupación, el miedo y el dolor. Y es más que entendible. —La oigo sorber y me siento aliviada de que esté sensible ahora mismo porque está tomando todo lo que tengo mantener mis lágrimas a raya. Aprieto mis dientes y estoy segura de que piensa que es porque estoy enojada con ella, pero estoy tratando de evitar que se me escape la confesión sobre la biopsia de mis labios. —He sido testigo de verte arrastrar los pies para tomar el primer examen genético y luego rehusarte a tomar un segundo cuando podría aliviar todo este miedo dentro de ti. Miedo de que tengas cáncer también. Miedo de no poder dejar que

134

nadie te ame, se enamore de ti, haga una vida contigo, porque piensas que vas a morir como Lex y vas a dejarlo devastado al igual que Danny lo está ahora. Es como si al escuchar las palabras en voz alta validaran mis sentimientos y también hace que mi propia terquedad suene ridícula todo al mismo tiempo. Muerdo mi labio inferior mientras se sienta pacientemente, dándome tiempo para absorber su acertado comentario. Tiene razón en todos los niveles, por supuesto, pero el problema es que Becks fue capaz de convencer a la parte de mí que tenía miedo de comprometerse de salir de su escondite. Simplemente no pasó mucho antes de que el miedo a mi futuro predestinado me tuviera queriendo contenerme de nuevo. No puedo hablar todavía, así que solo asiento mientras me limpio la solitaria lágrima que se escapó. —Creo que la razón por la que te escapaste es porque Becks te aterra. —Su voz se suaviza con compasión—. Te está haciendo pensar y sentir cosas que no quieres, así que si te vas, entonces te resulta más sencillo ignorar algo que ambos, seguro como el infierno, merecen. Ve el fuego en tus ojos y quiere jugar con él… ¿y eso? Eso es difícil de encontrar dado que la mayoría de los hombres lo considerarían un desafío a su hombría. —Rylee agarra la botella de vino y llena de nuevo mi copa mientras finalmente levanto la mirada para encontrar sus ojos. Asiento muy ligeramente hacia ella, dejándole ver el miedo en mis ojos, y diciéndole que le dio justo en el clavo—. Haddie, no puedes cerrarte para siempre. Una vida sin pasión y amor es como congelarse de a poco hasta morir. Suelto un suspiro tembloroso, sus palabras como una prensa apretando mi corazón y un exorcista aliviando el agrio temor que me desgarra el alma. No tiene idea de cuán precisa es, cómo le está hablando a las partes de mí que están ahogándose en miedo, y la amo por ello, pero también quiero olvidarlo si puedo. No quiero pensar en nada de esto por hoy. Necesito apartarlo y sentirme normal otra vez. —Mierda, tengo pasión. —El comentario es una automática respuesta impulsiva de mi parte, mi costumbre defensiva de desviar el tema. Me doy cuenta de mi error en el momento en que sale de mi boca, pero continúa antes de que pueda corregirme. —Una aventura de una noche no es pasión. Es una solución rápida. Me río nervosamente, no gustándome en absoluto que me miren bajo la lupa. —Bueno, mira, ya estoy mostrando madurez porque, al menos, Becks no fue solo una aventura de una noche. Sino de dos. Sonríe y niega. —Estoy teniendo un nostálgico déjà vu pero con los roles invertidos —dice, haciéndome reír sinceramente mientras recuerdo el día en que discutimos su aventura de una noche con Colton. La aventura de una noche que bromeé que duraría por treinta noches, pero que al final nunca terminó.

135

—Dios, Ry… Me gusta Becks. —No es mucho, pero es un comienzo. —Es un chico difícil de no gustar, pero es apenas tu tipo… —No —le digo, sin estar segura si entiende lo que estoy diciendo—. Me gusta Becks —enfatizo la palabra de nuevo de una manera que hace que abra sus ojos como platos y que su boca forme una O momentáneamente antes de que una sonrisa de satisfacción aparezca en sus labios. Y no sé bien por qué le estoy contando, ya que no voy a dejar que nada más pase entre nosotros. Tal vez le estoy dando algo debido que me siento tan culpable por pasar por alto decirle sobre la biopsia. —De acuerdo —prolonga la palabra, instándome a que continúe. Estoy luchando para poner mis pensamientos en palabras. —De verdad es un gran tipo. —Trato de explicarle—. Quiero decir, mi cabeza está hecha un desastre y no puedo contarte cuántas veces he llorado o gritado frente a él y simplemente… simplemente se queda ahí así sé que está allí, pero no de una manera “es un tonto”. —Lágrimas brotan de mis ojos y odio la desvergonzada evidencia de lo que siente mi corazón—. Pero ahora mismo… solo podría ser “la persona correcta en el momento equivocado” tipo de cosa. Toma un sorbo de su vino y luego mira el líquido en la copa antes de encontrarse con mi mirada, las comisuras de su boca hacia abajo. —Los seres humanos se sienten atraídos por los duros bordes de otros. Míranos a Colton y a mí. —La mirada en sus ojos refuerza las palabras que dice. —Bueno, que se jodan los bordes duros. Todo lo que veo son bordes irregulares últimamente. —Trato de calmar las cosas con humor. Se parecen más a trozos de vidrio. Acércate y saldrás herido por asociación. —Y sin embargo él todavía llamó. —Ahora es implacable. —Y yo todavía escape. —Bajo mi cabeza con vergüenza. —Hadie, mírame. —Espera pacientemente hasta que levanto mis ojos para encontrar los suyos—. Los amo a ambos. Son una gran parte de mi vida, así que, por supuesto, sería genial si algo resultara… pero tienes que hacer lo que es mejor para ti. Sé que Becks es el tipo de chico lo suficientemente paciente para ayudarte a enfrentar tus miedos si lo dejas… —Sí —digo, pero ahora mismo ella no tiene idea de que mis peores miedos se están haciendo realidad. Se sienta pacientemente, con una expresión imperturbable mientras pienso, recomponiéndome para evitar soltar todo, sabiendo que tiene razón pero no lista para admitirlo todavía. —Simplemente no puedo ahora. Es difícil meterse en algo sabiendo que tu cabeza no está en el lugar adecuado. No es justo con él.

136

—Como que creo que eso debe decidirlo él —dice, mordiendo su mejilla momentáneamente antes de levantarse de su silla y dirigirse a la despensa. Regresa con una bolsa de Hershey’s Kisses y la lanza en el mostrador frente a mí—. Come un poco. Te ayudarán. —¿Esa es la cura para todo esto? ¿Comer Kisses? —Río, deseando que la vida fuera así de fácil: todas las cosas se arreglan con chocolate. —¿Cura? No, pero ayuda… y creo que voy a citar a una muy querida amiga mía —dice, una sonrisa de superioridad en su rostro, y sé que mis propias palabras me serán regresadas—. La vida comienza cuando sales de tu zona de confort, Had. Sé que tienes miedo, pero supéralo. Simplemente puedes perder la oportunidad de vivir otra vez. La miro momentáneamente y me maldigo a mi misma por darle las municiones para dispar ese comentario de regreso hacia mí. Su sonrisa solo se hace más grande y sé que sacará esa sarcástica sonrisa de su rostro. Listos. Apunten. Fuego. —Repetí el examen ayer. —Y una biopsia. Las palabras están en la punta de mi lengua, pero me las trago. No puedo arruinar su primer día de regreso y su emoción post luna de miel con algo que puede no ser nada. El chocolate que acaba de desenvolver cae al mostrador mientras sus ojos se ensanchan y su boca cae abierta. —¿Lo hiciste? —Sus ojos encuentran los míos y puedo notar que con mi confesión, se da cuenta de cuánto Becks tiene el potencial de significar para mí. —Lo hice. —Mi voz es apenas un susurro. Se pone de pie en un instante y envuelve sus brazos alrededor de mí, apretándome fuertemente, no hay necesidad de palabras. Nos quedamos así por unos segundos. —Bueno, infiernos, si ustedes van a por fin interesarse por la cosa chica con chica, conseguiré el primer puesto en la fila para observar, siendo el esposo y todo eso. —La voz en la entrada detrás de mí, nos tiene a ambas riendo a través de las emociones atascadas en nuestras gargantas. —Nah —dice Rylee mientras me suelta, una sonrisa en su rostro y amor en su mirada cuando observa a su esposo—. Tengo algo por los jugadores de béisbol. Tienen grandes, duros bates —bromea, sacando una profunda risa de él por algún chiste interno que obviamente no entiendo. —Oh, ¿en serio? ¿Ya volvimos a eso? Simplemente recuerda que no es el tamaño del bate, cariño, sino como lo usas. —Su sonrisa se hace más grande mientras se pasea dentro de la cocina, la epítome de cómo la arrogancia puede ser sexy, y tiene su atención incluso antes de que la bese suavemente en los labios.

137

—El tamaño importa, Donovan —le dije, ganándome una bufido y un elevamiento de su ceja en argumento—. Si no fuera así, venderían vibradores de doce centímetros, ¿no? Echa su cabeza hacia atrás por la risa mientras cierra la distancia y me besa en la parte superior de mi cabeza. —Buen punto. Bueno verte, Had. Levanto la mirada hacia el devastadoramente hermoso esposo de mi mejor amiga, el verdadero chico malo que ha sido reivindicado y está completamente embobado con ella. Su bañador cuelga bajo en su bronceado, tonificado torso, pero es la forma en como está mirado a su esposa lo más atractivo en él. —Oye, Colton. El matrimonio luce bien sobre ti. Sonríe con superioridad, su único hoyuelo exhibiéndose y sus ojos resplandeciendo con alegría. —Mi esposa sobre mí se ve mejor, pero tengo que tomar lo que puedo conseguir, ¿cierto? La risa sale más fácil esta vez, la carga emocional del momento aligerada por este hombre, quien es una mezcla de contradicciones y resultó ser mucho más de lo que esperaba que fuera para Rylee. Y era exactamente lo que necesitaba. —¿Debería irme? —pregunto, fingiendo que me levanto de mi silla mientras Colton rodea la isla y agarra un cerveza del refrigerador—. Sé que los recién casados necesitan su privacidad y eso. Ni un hombre ciego podría haberse perdido la rápida mirada entre ellos, la cual hizo que las mejillas de Rylee se ruborizaran y mi mente da vueltas sobre qué travesuras hicieron en algún lugar sin privacidad en su luna de miel. Y mi corazón crece con amor por ambos, después de todo por lo que pasaron, se merecen toda la felicidad en el mundo. El distintivo sonido de Colton abriendo su botella interrumpe la momentánea incomodidad y me dirige otra de sus sonrisas megavatios. —Estoy seguro de que conseguirás la explicación en gran detalle, en todo sentido —bromea—. Cuando me vaya. —Se ríe mientras toma una zanahoria de la tabla de cortar y simplemente sacude su cabeza mientras camina hacia la puerta del patio. Echo un vistazo a Rylee con mis cejas alzadas, diciéndole silenciosamente que quiero detalles cuando simplemente se sonroja y trata de desviar mis pensamientos. —¿A qué hora llegarán los chicos? —le grita a Colton. Echa un vistazo al reloj en la pared. —Como en treinta minutos. Añade un par extra solo por si acaso, ¿de acuerdo? —Claro. Tendré las hamburguesas listas para entonces.

138

—No te preocupes. Gracias, cariño —dice, comenzando a alejarse mientras ambas miramos con admiración su absoluta perfección masculina. La pregunta está en mis labios cuando miro a Rylee, pero la responde antes de que pueda decirla. —Nop. —Sonríe con superioridad—. Nunca me canso de mirarlo. —Ambas reímos, antes de que un solemne silencio caiga sobre nosotras de nuevo. Sé que Ry no dejará pasar esto tan rápido. Y de repente, la idea de que todo esto sea una trampa se presenta. Que Rylee y Colton organizaron esta barbacoa para arreglar esto de una vez por todas, aunque ella me dijo que Becks tenía otras obligaciones hoy. Comienzo a entrar en pánico momentáneamente por ser forzada a verlo cuando me doy cuenta que no puede ser una trampa porque ella no sabía sobre Becks hasta hace unos momentos. Bueno, a menos que Becks le dijera algo a Colton. La miro y decido, a la mierda. —¿Es esto una trampa? —¿Qué? —La cabeza de Rylee se alza rápidamente, confusión en su rostro hasta que entiende lo que le pregunto. Luego comienza a reír con fuerza—. ¿Estás tan paranoica de verlo que crees que planeé una falsa barbacoa para ustedes dos cuando ni siquiera sabía que había un ustedes dos? Um, te está afectando, ¿no? Mierda. ¿En verdad le di una razón para ahondar más profundamente? Por amor de Dios. Suspiro y miro hacia fuera donde escucho a Colton silbándole a Baxter, su perro, mientras espero que ella continúe. —Así que, ¿ahora qué, Haddie? ¿Cuál es tu plan? Te gusta, lo deseas, ¿pero sales corriendo después del sexo? No sé por qué demonios te está llamando porque la mayoría te dirían que te jodieras. —Mantiene su cabeza hacia abajo, concentrada en la tabla de cortar así que puedo sacarle mi lengua y poner mis ojos en blanco—. Y tu silencio habla por sí mismo. —No es justo involucrarse con alguien cuando a la mañana siguiente todo puede cambiar. —Mis pensamientos me llevan a Danny y Maddie, luego a los exámenes de mi biopsia aún sin respuesta y simplemente no puedo hacerle eso a alguien. —¿No crees que es esa su decisión para tomar? ¿Por qué llevas tú las riendas? —Finalmente levanta su cabeza y me alza sus cejas. Pienso en cómo nunca he estado alrededor de alguien que está muriéndose antes de mi hermana. Cómo jamás había esperado que hubiera tanta presión en Lex para intentar aplacar las consecuencias antes de que lo inevitable pasara. Y en cómo espero por su bien que no tuviera idea cuán devastados estábamos cuando se fue. Cuán dolidos estamos todavía. Mis pensamientos errantes refuerzan mi decisión. —Tengo las riendas porque depende de mí, Ry. ¿Cuán egoísta me hace permitirnos tener una oportunidad más? ¿Ámame, y oh, por cierto, estoy tan jodida

139

de la cabeza ahora mismo que me tomó tres meses hacer el examen para saber si tengo o no cáncer de pecho y moriré en los próximos cinco años? —Me pongo de pie abruptamente y camino hacia la ventana, mis inquietos pensamientos afectando mis nervios. Sé que piensa que estoy siendo dramática. Demonios, sé que estoy siendo irracional pero mi indeciso futuro está alimentando mi angustia. Me concentro en la playa por un momento, el choque de las olas una relajante vista antes de finalizar mis pensamientos en voz alta—. Quiero decir, eso es mierda de mi parte. Egoísta. Escucho el repiqueteo del cuchillo en el granito detrás de mí y luego el ruido sordo del paño cuando lo lanza. —Corta la mierda, Montgomery. Si te escucho decir que vas a morir de nuevo, voy a estrangularte y haré que suceda yo misma. —Me quedo mirando la vista y la ignoro—. He sido un espectador por seis meses, observando tu pena, ¿pero sabes qué? No voy a ser un espectador por otros seis meses mientras tú arruinas tu oportunidad de vivir porque estás tan concentrada en la posibilidad de morir. Estás siendo ridícula. —¿Ridícula? —Estoy tan preparada ahora para una pelea. Después de hablar con Rylee, toda la culpa que he sentido por abandonar a Becks sin ni siquiera un adiós o un gracias ha sido agravada por escucharla estar de acuerdo con mi consciencia, la cual había estado dejando de lado e ignorándola. Me doy vuelta para enfrentarla. —Sí, Haddie, ridícula, estúpida, testaruda, escoge el adjetivo. Te hiciste el examen, te darán los resultados y saldrán negativos. —¿Y si no lo son? —Mi voz suena tan temblorosa comparada con la implacabilidad de su tono porque los resultados de los que está hablando y a los que estoy refiriéndome son dos diferentes. —Si no lo son, ¡entonces lidiaremos con eso! Lexi perdió la pelea, pero demonios, Haddie, estás siendo desconsiderada si ignoras a los cientos de otros que no lo hicieron. Podrías bajar la acera mañana y ser golpeada por un gran camión. ¿Eso debería detenerte de vivir hoy? —No es lo mismo —le objeto simplemente porque no quiero estar de acuerdo con su lógica. Sí, sé que me hace ser una perra, pero odio cómo todo dentro de mí se siente como una lavadora en el ciclo de girado. Simplemente me preocupa que cuando el ciclo termine, no habrá mucho que quede para darle sentido. —No, ¿verdad? —Simplemente sigue mirándome, nuestras ojos fijos, su necesidad por apoyar y consolar en vigor hasta que aparto mi mirada de regreso hacia el patio, donde Baxter está moviendo su cola. —No puedo pedirle a alguien que esté a mi lado si conozco el dolor que a largo plazo les provocará. —Mi voz es apenas un susurro mientras digo la única cosa que no he dicho en voz alta—. Quiero decir, mastectomías, quimios y… es simplemente un proceso terrible… —Las palabras se atoran en mi garganta mientras pone sus brazos alrededor de mis hombros cuando me abraza por detrás.

140

Su toque me hace querer romperme y confesarlo todo. Usar su fuerza para ser un sustento para mí, pero no la puedo preocupar sin necesidad cuando todavía no hay nada por lo cual hacerlo, excepto por mis propias voces en mi cabeza siendo pesimistas. —Sé que lo es. Te hiciste el examen. Es un gran paso para ti. Esperaremos a ver que dicen los resultados e iremos desde allí. Mientras tanto, tienes que averiguar que hacer o decidirle a Becks porque no merece estar en suspenso. Si te gusta y le gustas, no veo cuál es el problema. —Lo sé… pero no puedo simplemente comprometerme con algo en este momento, y mientras usarlo de nuevo para sexo es una opción increíblemente apetecible, eso tampoco es justo para él. —¿No es justo para él o para ti? —pregunta por encima de su hombro mientras me suelta y se dirigir de regreso a la isla. —¿Eh? —Bueno, me parece que el problema es ser justo para ti. Te gusta y tienes miedo de sentir más. Becks es persistente, Had… ¿Cómo vas a mantenerlo a distancia mientras solucionas tu mierda? Sé que tiene razón, que todos sus puntos son más que válidos pero en verdad no quiero admitirle eso porque entonces comenzará a decir cómo debería dejar que todas las cosas fluyeran cuando no puedo romper las promesas que me he hecho a mí misma. Estoy tan enferma de pensar en todo. ¿Cómo esta relajada conversación se puso tan pesada cuando todo lo que quería era tomar un descanso con mi amiga y no pensar? —Joder. —Suspiro, deslizándome en mi silla y levantado mi cabeza para mirar el techo por un momento de claridad que no parece venir a mí. —Hablando de joder… —prolonga la última palabra, mi cabeza enderezándose rápidamente mientras dobla sus brazos sobre su pecho y apoya sus caderas contra el mostrador con una conocedora sonrisa—. Necesitamos abordar ese departamento. La combinación de vino y Rylee cambiando aleatoriamente de temas ha agitado mis pensamientos mientras trato de seguir su proceso de pensamiento. Cuando mi mente finalmente lo entiende, mi boca cae abierta por un momento y luego se extiende en una sonrisa del gato que se comió al canario, un poco impactada por la inversión de roles entre nosotras y muy aliviada por la ligereza que tan desesperadamente necesitaba. —Así que… ¿cómo es él? —Levanta rápidamente sus cejas, y sus ojos parpadean con insinuación.

Increíble. Incomparable. Son las primeras palabras que revolotean por mi mente cuando entiendo lo que está preguntando pero soy capaz de detener la reacción involuntaria antes de que las

141

palabras salgan de mi lengua. Pensamientos y recuerdos pasan por mi mente a gran velocidad, mi centro reaccionando con ese suave dolor entre mis piernas. Cierro mis ojos por un segundo para rememorar y sentir la suave sensación del vino y buena amistad, la embriaguez aliviando mi momentánea emocional discordia para poder hacer lo que siempre hago. Algo que he extrañado de mí. Mi habilidad para divertirme y darle a Rylee un reto. —Bueno —comienzo, luchando contra mi propia libidinosa sonrisa de satisfacción—, definitivamente es material triple C. —Oh, ¿en serio? —Mm-hmm —ronroneo apreciativamente—, cualquier lugar, cualquier hora y cualquier momento. Infiernos, la vida es todo sobre la cantidad de risas y orgasmos que puedas tener, y demonios si ese hombre no aumento la apuesta. —La sonrisa se siente bien mientras se esparce por mis labios. Rylee lanza su cabeza hacia atrás y ríe antes de sacudirla hacia mí. —¡Esa es mi chica! Tienes suerte que no te pregunte si folla como conduce — dice, repitiendo la pregunta que le hice después de que durmió con Colton por primera vez. Su sonrisa es presumida mientras levanta su copa para terminar su vino. —Ja. Creo que tu esposo es el único que conduce. —Me relajo por primera vez desde que comenzamos esta conversación, sabiendo que no fue solamente curiosidad lo que hizo que Rylee cambiara de tema. Hizo su punto, no va a presionar más ahora que en verdad la escuché. Ahora me dejara reflexionar sobre ello y averiguar qué haré con Becks mientras tanto. Y la respuesta es nada, al menos hasta obtener los resultados. Sé que soy testaruda, pero simplemente no puedo cruzar la línea imaginaria que he dibujado en la arena. Me alejo de mis pensamientos, regresando la atención a mi mejor amiga y la sonrisa en su rostro. —Todo lo que voy a decir es que es algo bueno que trabaje con sus manos para sobrevivir —confieso con un destello de mi sonrisa—, porque estoy segura como el infierno que es mucho para manejar, y esta chica definitivamente no se queja cuando tiene esas manos en mí. —Le alzo mis cejas y dejo eso como la única explicación que necesita por ahora.

142

L

a sonrisa en mi rostro se siente bien, al igual que llevar el plato vacío a la cocina para Rylee. Lo pongo en el fregadero casi lleno de platos y empiezo a colocar algunos de los condimentos en la encimera para que no se echen a perder.

Canturreo por encima de la música flotando afuera, donde alrededor de una docena o algo así de miembros del equipo de Colton están reunidos, hablando o de pie en la piscina con cervezas en sus manos. Es lo más relajada que me he sentido en buen tiempo, y espero que esto sea una señal de que la cosas van a ir bien. De que voy a estar bien. Sacudo mi cabeza, odiando el sentido de batalla constante en mí. Quiero sentirme esperanzada, pero el miedo nunca desaparece. Ajusto la parte superior de mi traje para asegurarme de que cubre el vendaje sobre la incisión y me compruebo a mí misma en el reflejo de la ventana sobre el fregadero. Casi brinco cuando veo el reflejo de Becks allí. Gruño y me giro para encontrarlo de pie en el lado opuesto de la cocina en bermudas y con una gorra de béisbol, sus brazos cruzados sobre su pecho desnudo. Solo me basta un segundo para comprobar el paquete entero. Imagínate, justo cuando estaba empezando a sentirme como yo otra vez —la charla de Ry me ayudó a recoger pedazos de mi ser del polvo, limpiarlos y colocarlos en su nuevo lugar mientras la esperanza se levantaba en mi interior— el aspecto de mi mayor debilidad y la complicación número uno trae todo de vuelta en un instante. Mi corazón cae a mi estómago ante la vista de él, volviendo mi tarde relajante en una carrera de obstáculos con trampas. Nuestras miradas se bloquean. Aunque sus ojos son intensos, están ensombrecidos por el ala de su gorro, así que no puedo ver si la ira que me merezco está ahí o no. Exhalo un aliento nervioso lentamente, parpadeando ante su tranquilo escrudiño. Echo una mirada a la puerta del patio y me vuelvo hacia él en un movimiento que hace que me gane una condescendiente sonrisa por su parte. —¿Vas a huir por esa puerta también sin decir ni una palabra? Como que creo que lo harás. ¿O vas a quedarte y explicarme qué carajos ocurrió? La picadura en ese tono escuece, pero me lo merezco. Trago duro cuando me quedo de pie allí frente a él, sintiéndome completamente vulnerable. Jugueteo con la cadena de mi bikini en la cadera, lo que causa que sus ojos parpadeen hacia abajo momentáneamente antes de volver a mis ojos sin detenerse incluso en la profunda V de mi escote.

143

Y sé que eso significa que está realmente enojado. —Oh cierto, me olvidé. —Sacude su cabeza con desprecio en sus ojos—. Lo explicaste, pero oops, lo sientes. Pensabas que podías, pero ahora no puedes… — dice, repitiendo mi mala excusa. Sí, estoy seriamente jodida aquí. No hay nada que pueda explicar por qué lo dejé sin decirle la verdad, y esa es una línea que no estoy cruzando. —Becks… —Su nombre es un suspiro en mis labios mientras trato de averiguar cómo responder. Obviamente no creo que esta cosa de trato de silencio esté funcionando muy bien. ¿Cuán estúpida fui que no me di cuenta de que iba a tener que enfrentarme a él, hablar con él, explicar mis acciones en algún momento ahora que nuestros mejores amigos están casados? ¡Mierda!. —¿Fue algo que dije? —Se empuja de la encimera y arrastra sus pies hasta que llega donde estoy en la isla y después continúa—: Porque creo que rogarme para hacerte sentirte poseída fue un pedido. ¿No hice lo que pediste? ¿No fue para ti suficiente? —La burla en su tono coincide con el desprecio en sus ojos. No intento responder a eso, no tendría una respuesta que dar incluso si pudiese, porque no solo poseyó mi cuerpo esa noche, empezó a poseer mi corazón también. El pulso de mis dedos truena mientras lo miro, anticipándome a lo que sus nuevas palabras me causarán porque sé que independientemente de lo que son, me las merezco. Frunce sus labios mientras me mira con expresión aburrida, retándome a contestarle, así puede sacar mi excusa. —Ves, estoy teniendo un momento difícil para comprender qué demonios está pasando porque después de escucharte decir que lo somos, me desperté en un apartamento vacío, que parece ser tu forma de decir que no lo somos. ¿Te importaría informarme qué demonios pasó? Sus palabras logran su intención, y sacudo mi cabeza cuando su colonia me afecta por su cercanía e inmediatamente me hace pensar en qué punto de su mandíbula huele más fuerte. Mi cuerpo quiere responder, dar un paso hacia él, llegar a él, pero no hago nada porque hacer esa conexión física no es algo que me permito tener. —No, yo solo… —Mis palabras vacilan cuando apoya sus manos en el mostrador frente a él, una leve sonrisa en su cara que no llega a sus ojos. Puedo verlo claramente ahora, junto con la tensión evidente en las líneas generales de sus hombros. Enfoco mi mirada de nuevo en él. —¿Pensé que no podías venir hoy? —Oh, creo que te he demostrado que puedo venirme muy bien, City, así quevamos a salir de tu juego de evitar, ¿de acuerdo? —Eso no es lo que quería decir…

144

—No creo que ahora sepas mucho de nada. Inclina su cabeza, sin signos del chico relajado que he llegado a conocer. —No te tomaba por el tipo de chica que trata de escabullirse sin una palabra, negándote a contestar tu teléfono o un mensaje. —Se encoge de hombros—. Pero mierda, no sería la primera vez que he juzgado mal el carácter de alguien. Sus palabras pican, y su cuestionamiento de mi carácter cambia el temperamento que tengo hirviendo a fuego lento. Infiernos sí, quiero al hombre, pero si no puede manejarme ahora en mi peor momento, entonces seguro como el infierno que no me merece en los mejores. Y sé que tiene todo el derecho a sentirse como se siente, pero en mi modo de auto-preservación y mi amplia ingesta de vino que ayuda como combustible a mi irracionalidad, no quiero tratar con esa mierda ahora. —Dijimos sin ataduras, ¿verdad? —suelto, apoyándome contra el mostrador detrás mío. Lección 101 de perra: No me preguntes cuando no sabes nada, o seré desagradable—. ¿Cambió algo que yo no sé? La última vez que lo comprobé, no era necesario dar buenos y largos adiós antes de recoger mi vergüenza y ponerla de nuevo en su lugar después de una rápida follada. Veo el flash de dolor en sus ojos, y me mata pero a la vez me dice tantas cosas. Ese parpadeo breve de emoción confirma que tiene sentimientos por mí, y eso solo tiene a mis defensas levantándose y al pánico comenzando a estrangularme. Puedo haberle dicho que lo somos esa noche, pero eso fue antes del bulto y los posibles resultados. Él no puede tener sentimientos por mí. Simplemente no puede. No puedo permitirlo. Necesito volver a cómo éramos cuando empezamos las cosas —casual, simple, temporal. Mi corazón se vuelve errático. Agarro la encimera para impedir que note mis manos temblorosas. Pero me encuentro con su mirada y nos miramos. —¿Una follada rápida? —Corre su mano por la parte posterior de su cuello antes de continuar—: Una follada rápida no te hace olvidar tu propio nombre porque estás muy ocupada gimiendo el mío. Sus palabras revelan el deseo en mí. No estoy acostumbrada a este lado de Becks, y tanto como me gusta, tanto como estoy atraída por eso —por él— también estoy cabreada. Con él. Conmigo. Con el mundo. Eso no era parte del plan de juego aquí. La irritación suelta chispas nuevamente, así que ahora estamos disparándonos dagas el uno al otro. Y no estoy segura de que vayamos a hacer otra cosa que no sea intentar herir al otro así podemos protegernos a nosotros mismos. O tal vez eso es un montón de mierda psicoanalizable que no tiene ninguna importancia, y estoy tratando de justificar por qué estoy siendo una puta y tratando de alejarlo. —Estás lleno de bastante mierda, ¿o no, Daniels? —Eso es lo único que consigo decir porque tiene razón. La pregunta es, cómo puedo salir de esta situación sin

145

herirlo más y mantener la posibilidad entre nosotros si las cartas caen de mi lado en las próximas semanas. Rodea la encimera así me enfrenta en el pequeño espacio entre la isla a su espalda y el mostrador de la cocina detrás de mí. Sus ojos destellan con desprecio cuando me observa y me juzga, y odio la sensación. Odio reconocer las emociones que veo dentro de ellos cuando solo quiero algo a lo que aferrarme. Tener la esperanza de poder llamarlo en unas semanas y explicarle todo esto. Explicarle los pros y los contras entre nosotros y por qué me alejé. Solo espero que no sea demasiado tarde. Continuamos hablando sin palabras. —¿Sabes qué, Haddie? Esto es pura mierda… Lo que simplemente no puedo entender es por qué exactamente me estás mintiendo, por qué me dejas acercarme para luego alejarme. Sus palabras provocan una astilla de esperanza. El buen hombre que conozco está de vuelta. De repente, estoy agradecida y temerosa al mismo de tiempo de que pueda ver a través de mi farsa. Estoy tratando de improvisar un plan de juego en mi cabeza porque sé que con Becks necesito uno o entonces dirá, Vente, y yo diré cuántas veces. Por el amor de Dios, este hombre me enerva en tantas maneras cuando se encuentra tan cerca de mí. Mi teléfono suena con un mensaje de texto en la encimera detrás de él, y ambos saltamos, sobresaltados por el sonido, rompiendo nuestro silencio acusador. Becks se gira y llega a mi teléfono, su expresión oscureciéndose cuando mira la pantalla. —Bien, creo que tengo mi respuesta. No es que no lo puedas conmigo, sino que lo puedes con él —dice con incredibilidad antes de tenderme el teléfono y caminar fuera de la cocina. Tan difícil como me es apartar mis ojos de él, estoy perdida en cuanto a lo que él está asumiendo hasta que miro el teléfono. Dante. Su nombre brilla en mi pantalla al igual que el mensaje que le sigue. Lo miro y entiendo por qué Becks acaba de marcharse. Maldigo y agradezco a Dante, todo al mismo tiempo, por escoger este momento inoportuno.

¿Vienes esta noche a casa o te quedas en la de tus padres? Te extraño. Las palabras de Dante son inocentes. Al menos espero que lo sean. A pesar de todo, son suficientes como para hacerme reconsiderar mi reacción instintiva de perseguir a Becks y tratar de arreglar las cosas. —¿Qué diablos fue todo eso? —La voz de Rylee hace que ruede mis ojos y tire mi teléfono a la encimera sin darle un segundo pensamiento al hombre que acaba de molestar al que sí me interesa.

146

—¡Dijiste que no venía! —le dije, ira envenenando mi incredibilidad. Cojo mi vaso de vino y me bebo el resto, mirándola por el borde todo el rato. —No venía. —Se encoge de hombros, una diminuta sonrisa curvándose en el borde de su boca mientras sube y se sienta en el taburete frente a mí—. Pero logró acabar pronto, así que decidió venir. Miro las puertas del patio dónde él se encuentra parado ahora al lado de Colton, cerveza en su mano, la tensión en sus hombros. Y es mucho más fácil enfocarme en él que mirar a Rylee porque estoy tan cansada de ser observada y escudriñada hoy. Tan cansada de tratar de averiguar cómo puedo salir a esa barbacoa, porque la diversión que tenía hace quince minutos se ha ido ahora que sé que lo he herido. —Ni siquiera pienses en irte —advierte, años de amistad permitiéndole leer mi mente. —Ry… —Me alejo de la encimera y saco el corcho de una botella parcialmente vacía. Me echo más vino porque tengo la sensación de que voy a necesitarlo. —No vengas con Ry —dice, inclinándose hacia atrás y mirándome a los ojos. La miro paciente, pero también veo a una amiga que no está dispuesta a retroceder— . No voy a mentir al decirte que no va a ser incómodo como el infierno puesto que la última vez que se vieron, su polla estaba dentro de ti. Me ahogo en mi vino y empiezo a farfullar palabras incoherentes antes de que simplemente deje caer mi mandíbula y la mire. Se esfuerza por mantener su tono serio, y la quiero mucho más por eso. —¡Bueno, es verdad! —afirma—. Es una barbacoa en un sábado por la tarde, Had —dice, tratando de calmar la situación y calmando mi necesidad de escapar—. No voy a decir ni una palabra. Toma algo. Toma algunas bebidas. Escóndete bajo el arbusto allí. Habla con el resto de chicos. Haz algo porque si no él va a saber que te afecta… y, bueno, tú sabes. —Se encoge de hombros—. Hacer que un chico que está interesado en ti se ponga un poco celoso, no siempre es algo malo. —¿Quién tomó a mi amiga, y qué hizo con ella? —le pregunto incrédula, sabiendo muy bien que el mensaje de Dante podría ya haber tenido ese efecto. No creo que sea buena idea presionar más mi suerte. Rylee mira afuera y hace un zumbido de agradecimiento desde la parte posterior de su garganta. Mis ojos siguen su línea de mirada para ver a Becks levantándose para ayudar a Colton a ajustar la red de vóley a una altura superior de la piscina. Su gorro cae de nuevo, y sus bermudas se mantienen deslizándose por su estrecho torso. Cada maldita rugosidad y marca de sus músculos está en pantalla, haciendo que cada parte de mí se apriete y zumbe con ganas. —Infiernos. Tiene una buena V allí donde sus shorts se encuentran — murmura, su cabeza dirigiéndose hacia un lado para encontrarse con la mía mientras vemos el espectáculo que él sin saber está dando.

147

—Infinito. —No me doy cuenta de que he dicho la palabra en voz alta hasta que veo su mirada dirigida en mi dirección, sus cejas surcadas. —¿Infinito? Miro de nuevo hacia Becks mientras levanta su otro brazo, tratando de conseguir anudar la net a través de un agujero a unos centímetros sobre su cabeza. La vista de sus pantalones cayendo incluso más bajo hace a mi boca aguarse y mis dedos con pura lujuria carnal pican por tocarlo, a pesar de todo lo que ha sucedido. Me doy cuenta después de un momento de admiración y soñar despierta de que no he contestado a la pregunta de Ry. —Sí —digo distraídamente, haciendo una pausa por un momento antes de continuar—: La V, su zona infinita, el lugar que puedes mirar por siempre a un hombre y morir como una mujer feliz. Rylee lanza su cabeza hacia atrás y ríe, un sonido bajo y rico que me hace sonreír. —Bien, eso es nuevo —dice antes de tomar un sorbo y mirar nuevamente hacia nuestro propio espectáculo privado otra vez—. ¡Y no es la verdad! —¡Hey! Tú eres una mujer casada ahora. No admires a mi Becks. —El pronombre posesivo está fuera de mi boca antes de que incluso piense en ello. Espero que pase desapercibido, pero el cese inmediato de la risa y el giro inmediato de su cabeza me dice que lo escuchó. Mierda. ¿No puede una chica tomarse un descanso? Mantengo mis ojos enfocados en Becks. En él agachándose y su culo firme mientras recoge su gorra. En la forma que inclina la botella hasta sus labios y la sostiene allí momentáneamente mientras que Colton le da consejos antes de subir la botella aún más. Tantas pequeñas cosas que me hacen quererlo, y todas ellas demasiado relacionadas con mi lívido. —Primero que nada, estaré casada, pero infiernos si una mujer en su sano juicio apartaría su cabeza y su vista de eso. Irónicamente, el mío tiene un tatuaje que normalmente es de tu tipo y viceversa, pero mirar a Becks seguro que no es una dificultad —dice, y entonces cae en un silencio mientras que la risa flota fuera de la cocina. Y por un segundo, exhalo suavemente la respiración que he estado conteniendo debido a mi posesión reclamada de Becks que a ella se le escapó. —Oh, ¿y Had? —dice mientras se levanta de su silla y empieza a caminar hacia su esposo—. No creas que no escuché ese pequeño lapsus lingual. —Lanza el comentario sobre su hombro y solo sigue caminando sin mirar hacia atrás.

148

Beckett

—A

sí que, eh, ¿la estás metiendo en la bolsa o qué?

Colton se encuentra de pie a mi derecha pero mantengo mi cabeza volteada para poder ver a Haddie en el sillón de la cubierta. Lleva puesto su bikini, y es sexy como el infierno hasta el reluciente diamante en su ombligo, el cual nunca supe que tenía porque nunca lo usaba. Y maldita sea, es simplemente caliente en muchos sentidos. —¿Metiendo en la bolsa? Se deja caer frente a mí, el cojín haciendo un ruido por la fuerza antes de inclinarse hacia atrás y recostar sus pies sobre la mesa en la esquina opuesta a la mía. Inclina su barbilla hacia donde yo estaba viendo a Haddie. —Sí, la sacas de la bolsa, la saboreas un poco cuando nadie está mirando, y luego la guardas antes de que alguien alcance a verte11. —¿En serio, amigo? —escupo, volteándome para mirarlo. Como si debiera estar sorprendido de todo lo que sale de su boca—. ¿Realmente acabas de decir eso? —Oh, supéralo Daniels. Es genial. Tú y yo sabemos que has estado probando ese postre. Nos conocemos jodidamente demasiado como para que me mientas sobre un pedazo de culo. Y por mucho que él tenga razón —de todos los cargos— algo en mí prefiere llevar mi botella de cerveza a mi boca para tomar un trago en lugar de contestar la pregunta. Mis ojos se desvían de nuevo hacia ella cuando su risa se extiende a través del patio. Está parcialmente reclinada en la silla, su cuerpo cubierto con un bikini que cualquier hombre consideraría endurecedor de pollas —tiras y retazos de tela— que hace que uno se pregunte si esconden líneas de bronceado. Y la respuesta es definitivamente no.

11

Colton hace referencia a la costumbre que existe en Estados Unidos de tomar bebidas alcohólicas envueltas en bolsas de papel marrón.

149

Maldición. La realidad de que sé eso, es un hecho que aprieta mi polla antes de darme cuenta de que Colton me está mirando fijamente y no hacia otra parte, como yo pensaba. —Bueno, siendo el hijo de puta exigente que eres, seguro como la mierda has elevado el listón con ella… No hay mucho para escoger allí. —Amigo, solo porque me quejé una vez sobre Sandy. —Niego y pongo mis ojos en blanco detrás de mis gafas. —¿Una vez? ¿Te estás escuchando? ¿Qué te parece cada vez? —Sofoca una risa—. Su voz es demasiado molesta. Ella es demasiado superficial. Ella era… —Vamos, tienes que admitir que era… —Me burlo con un escalofrío al recordarla y a sus desagradables hábitos de higiene. —No tengo ni idea de lo que estás hablando, bastardo exigente. —Él está disfrutando inmensamente esto, lo puedo decir, así que solo exhalo y me tomo el whisky que me está entregando. —Bueno, creo que debería seguir tus pasos entonces, Sr. Ningún-coño-es-losuficientemente-bueno-como-para-comprometerme-de-por-vida. —Repito las palabras que usó como lema por años, con una elevación de cejas y sarcasmo en mi voz. Suelta una carcajada. —Me atrapaste, amigo. He aprendido el error de mis formas porque, maldita sea, Rylee es sin duda suficiente para toda la vida. —Sacude su cabeza con una risa mientras inclina la cerveza a sus labios y toma un largo trago—. Hablando de ello… —Mueve sus ojos hacia Haddie y luego de nuevo a mí—. ¿Es buena? —¿Cómo es la vida de casado? —Hago la pregunta, sabiendo que no va a ceder, pero necesito intentar cambiar el tema, no obstante. Además, cómo es Haddie en la cama no es su maldito asunto. Una letanía de maldiciones vuela a través de mi cabeza mientras me doy cuenta de que no querer hablar de sus habilidades es un signo en sí mismo de lo mal que lo tengo por ella. Colton y yo hemos hablado de todas y de todo lo que hemos hecho con ellas antes. Todas excepto de Rylee, con quien está casado ahora. Y ahora Haddie. Si ese es el caso, entonces, ¿qué demonios significa eso? Echa su cabeza hacia atrás, la risa atrayendo algunas miradas del grupo que está jugando al vóley en la piscina y por suerte me distrae de mirar más de cerca de mi propia revelación. —Creo que me preguntaste sobre la vida matrimonial hace una hora. Tus tácticas de distracción necesitan un poco de ayuda, hermano. Buen intento, sin embargo. Una “A” por el esfuerzo y todo eso.

150

—La “A” es por asno —murmuro. A cambio, él me da una sonrisa arrogante, que me tiene riendo y sacudiendo la cabeza—. Tú y tu alfabeto. —Síp. Mi alfabeto está muy bien —dice, refiriéndose a su apodo para su esposa, su sonrisa tan condenadamente grande, que sigue siendo una sorpresa para el sistema ver como mira a través del patio hacia Rylee—. La vida matrimonial es buena, amigo. Es Ry, ¿sabes? —dice encogiéndose de hombros, como si esa fuera la única explicación que necesita. La satisfacción en su voz y su postura relajada me muestra la verdad de sus palabras, y no puedo evitar sonreír. Merece ser feliz después de todo lo que ha pasado, desde su infancia abusiva hasta el accidente casi fatal que sufrió el año pasado. —Así que —dice arrastrando las palabras e inclinando la parte superior de su cerveza hacia Haddie—, ¿qué pasa? ¿Tienes este tipo de combustión lenta con ella o qué? Gruño una risa. Combustión lenta, mi culo. Más como fuego en el maldito agujero. Exhalo con frustración por las múltiples contradicciones que son Haddie Montgomery. —Infiernos si lo sé, amigo. —Levanto la gorra de mi cabeza y me paso mi otra mano por el cabello antes de ponérmela de nuevo y ajustarla—. Aprecio cuando joden con mi cabeza de vez en cuando, pero ella… Hombre, no sé cómo explicar la mierda que está haciendo para meterse con mi cabeza. Me sonríe, luchando contra la risa. —Bienvenido a la vorágine del estrógeno, amigo, donde el que te jodan la cabeza es la norma y comprenderlas es tan común como un puto unicornio en tu patio delantero. —Gracias. —Dejo salir la palabra con frustración antes de mirar por encima una vez más hacia la causa de la misma. No lo entiendo. ¿Dónde exactamente juega Dante en todo esto? Si era el hecho de que ella quería jugar, eso es una cosa, pero si ese es el caso, entonces, ¿por qué no decirlo? Y si es así, ¿por qué estaba celosa de lo que ella suponía que estaba pasando con Deena? Que me condenen si puedo entenderla, pero maldito sea el infierno, quiero hacerlo. Quiero conocer cada maldita pieza de ella. Ella es como la primera prueba de algo que no se puede tener —ese sorbo de Macallan12 puro que no tiene precio— y no importa cuántas veces tienes la suerte de conseguir solo una probada más, nunca es suficiente para emborracharte. Es solo un zumbido para mantenerte con ganas de más.

12

Macallan: Marca de whisky.

151

Me inclino hacia delante y saco otra cerveza del cubo de hielo delante de mí en la mesa y le saco la tapa con el abridor. Tomo un sorbo y suspiro ante su sabor: una maldita cerveza cuando todo lo que quiero es ese maldito whisky de malta. No puedo entenderla: La mujer que se deshizo conmigo es una persona diferente de la enérgica como el infierno en la cocina antes. Ella es caliente y fría, pero maldita sea, cuando es caliente, es abrasadora, y cuando es fría, es el ártico. —Haddie, ¿eh? —dice. Lo miro mientras la está estudiando—. Podría ser muchísimo peor. Resoplo. —Sí, bueno… —Tantas cosas están en la punta de mi lengua. Pero me harían sonar más interesado de lo que estoy. O más de lo que estoy dispuesto a admitir, porque no estoy abriendo esa puerta para que él pase su sarcástico trasero a través de ella. —Entonces, ¿qué pasa? —Aparentemente yo. —Joder, hombre. Ese es tu problema justo ahí. Deja de ser tan idiota. Ella ya te tiene entre sus piernas, ¿por qué necesitaría a otro allí? —¿Realmente estás insultando mi hombría? —Bueno, estás siendo un poco una chica en este momento. Si te gusta, tómala. Mierda, Daniels, ¿qué carajos te pasó mientras estaba en mi luna de miel? ¿Tus bolas se marchitaron y se cayeron? —Vete a la mierda —le digo en voz baja, sus palabras dieron en el blanco y me dejaron pensando. Disfruto la cerveza deslizándose por mi garganta, mientras las anteriores empiezan a zumbar en mis venas y me relajan, evitando que camine hacia la cocina y la vea en ese maldito bikini. Esos pequeños retazos de tela hicieron que mi polla ruegue y que mi cabeza piense en lo mucho que me hubiera gustado colocar su culo en el borde de esa encimera, presionarme entre sus muslos, y follarla hasta mañana. Mi irritación sobre que se fuera sin decir adiós e hiciera caso omiso a mis mensajes de texto y llamadas me instaron a irme sin darle tiempo a discutir. Para demostrarle por qué me necesita alrededor. Pero eso en sí mismo es muy jodido. ¿Desde cuándo quiero hacer mi reclamo sobre una mujer para poder marcarla como mía? Por lo general, soy relajado. ¿No le gusto a una chica? Hay mucho más que hacer. Pero con Haddie, infiernos si sé por qué estoy siendo tan maricón con ella. Me digo a mí mismo que lo deje ir —que la deje ir— y me doy cuenta de que no quiero.

Porque ella me importa. Y mierda si voy a admitirle eso a Colton, pero es la verdad. Una tapa de botella me golpea en el tórax y me saca de mis pensamientos.

152

—¿En qué estás pensando? —pregunta, una sonrisa burlona en su rostro. —Whisky escocés —contesto, viendo caer su sonrisa mientras trata de averiguar de qué demonios estoy hablando. Y me encanta haberlo bajado de su juego por un momento al hijo de puta arrogante. Toma un segundo, pero se ríe libremente y simplemente niega. —Una táctica de desvío mucho mejor esta vez. Felicitaciones, amigo. —Se recuesta en su silla y se queda en silencio durante un rato mientras vemos un acalorado intercambio en el juego de vóley que termina en un montón de malas palabras por un punto de partido perdido. —Entonces, ¿qué pasó? Debes haber azotado tu pequeña polla en forma de hongo y la habrás asustado… —Vete a la mierda, amigo. No reconocerías una polla enorme incluso si te golpeara en la cara —me burlo. Si el imbécil va a insultar a mi hombría cuando recuerdo una noche de borrachera en nuestros años de juventud y una regla que resultó diferente, al menos tengo que tener una respuesta ingeniosa. La expresión de su rostro —conmocionada diversión— hace que me muerda la lengua. —Te aseguro que no voy a tocar la polla de alguien con mi cara o cualquier otra parte de mi cuerpo, ahora o en cualquier momento, para tal caso, a menos que sea yo golpeando la tuya contra la tierra por ser tan cobarde. —El hecho de que siquiera pienses que puedes derribarme es divertido. —Vaya —dice, inclinando su cerveza hasta los labios y sobre exagerando la sonrisa satisfecha de sus labios—. Eres un hijo de puta de mal humor, ¿no es así? No es de extrañar que ella esté allí y tú estés aquí. Toma otra cerveza, amigo —dice, lanzándome una de la cubeta sobre la mesa, a pesar de que no he terminado la que tengo en mi mano. —Tu respuesta para todo, ¿eh? —Sostengo la cerveza y la apunto hacia él—. ¿Toma otra cerveza? —Tú eres el que está hablando de whisky escocés, no yo. Entonces, ¿qué pasa? Estoy desgarrado, sin querer hablar de ello, pero pensando que podría ayudar. Tener la opinión de otro tipo —la opinión de mi mejor amigo— y a pesar de lo jodido que Colton solía ser en el departamento “fóllalas y bótalas”, como Rylee tan cortésmente solía decirlo, él me conoce mejor que nadie. Va a entender y me va a enderezar. Va a sacar la mierda de mi cabeza que sigo repasando una y otra y otra vez. Va a decirme lo que necesito escuchar.

Hazlo de una puta vez o cierra la puta boca. Me froto la mano sobre la barbilla antes de sacudir la cabeza.

153

—No lo sé, hombre. Ella está asustada, y no puedo entenderlo. Y justo cuando creo que sí, otra cosa sucede para hacerme cambiar de opinión sobre lo que lo está causando. —Bueno, primero que nada —dice, inclinándose hacia adelante y colocando los codos sobre sus rodillas—, la mayoría de las veces como que quieres a tus mujeres asustadas… eso les impide convertirse en delincuentes reincidentes ocupando tu cama. —Eso está simplemente mal en muchos sentidos —le digo, pero no puedo luchar contra la risa en su lógica. Señalo el anillo en su dedo—. Lo dice el hombre casado que lo hace a pelo, ni más ni menos. Me mira con una sonrisa de suficiencia que me lleva de vuelta a la primera vez que hablamos de él haciéndolo sin condón porque sabía que Rylee era la elegida. Y tengo que sacudir mi cabeza ante ese recuerdo porque esa conversación llevó hasta el viaje a Las Vegas, donde más tarde esa noche tuve mi primer contacto con una Haddie Montgomery fina como la mierda. —No golpees al vudú todopoderoso, hermano —dice, sacándome del carril de los recuerdos, e inclina su botella en dirección a Rylee—. Hay un serio poder de mierda allí. Me río con él, de él, porque tiene que haber un poco de magia si se convirtió del típico caso de ser un jugador en un auténtico hombre de una sola mujer. Su coño vudú sin duda tuvo que haber tenido algunos poderes especiales para transformar a este hijo de puta. —Mierda —le digo, estirándome hacia adelante y sosteniendo mi botella hacia él—, eso es digno de un brindis. Niega una vez y su sonrisa torcida lo dice todo. —Por los pezones, ya que sin ellos, las tetas no tendrían ni un jodido sentido. —Chocamos los cuellos de las botellas mientras la mezcla de demasiadas cervezas y mi mejor amigo malditamente feliz me hacen reír tan fuerte, que me tengo que sacar las gafas de sol para limpiar mis ojos. Las cabezas se vuelven para mirarnos riendo juntos, pero es Colton. Estoy acostumbrado a que cause una escena donde quiera que vayamos, así que ni siquiera lo pienso dos veces. Pero esta vez, cuando levanto la mirada, me encuentro con los ojos de Haddie momentáneamente antes de que ella me dispare dagas y mire hacia otro lado. —Joder, eso es frío como el ártico, hombre. —Gracias por el aviso, Donavan. —Como si necesitara su comentario sobre Haddie ahora. —Cuando quieras, hermano, cuando quieras. ¿Qué demonios le has hecho, de todos modos?

154

—No tengo idea. —Niego y luego me inclino hacia atrás y tiro de la visera de mi gorra sobre mis ojos; mi gesto silencioso de que la conversación ha terminado. —¿En serio? ¿Crees que esa gorra cubriendo tus ojos me va a detener? Me conoces mejor que eso. Vamos, amigo. —Déjalo —le espeto. Entonces estoy enojado por estar descargando mi mierda con él, porque todo en lo que sigo pensando es en la imagen de Haddie de pie en mi casa la otra noche con nada más que tacones y una falda, los pezones duros, y su cabello cayendo sobre sus hombros. ¿Y yo la detuve? ¿Qué carajos es lo que me pasaba? Un minuto me estoy diciendo que no voy a dejarla ir sin una pelea, y luego al siguiente, me despierto solo, con su perfume en mis sábanas, y el aroma de nuestro sexo todavía en mi piel. Maldito Dante. Tiene que ser a causa de él. ¿Qué tiene él que yo no tenga? Nunca la he oído mencionar el nombre de un ex, y mucho menos uno que tuviera este fuerte control sobre ella. Maldita vorágine de estrógenos. Está jodiendo con mi cabeza porque estoy sentado aquí, pensando en ello, cuando debería estar disfrutando con Colton. En cambio, me estoy cuestionando todo: mis pensamientos, mis sentimientos, incluso a Dante. No dejo de pensar en aquella noche, tratando de identificar cómo demonios pasamos de pelear, a que ella llorara, a que quisiera más, a que se hubiera ido. Y es ella derrumbándose en pedazos lo que me hace volver. Tiene que ver todo con la muerte de su hermana yéndole a la cabeza y simplemente explotando de una sola vez, ya que parece que lo contuvo todo este tiempo. Claro que nos conocemos —hemos pasado el rato de forma casual— durante el último año y medio, pero por un año de ese tiempo ella estuvo lidiando con la enfermedad de Lexi y luego el después de su muerte. He visto menguar su fuego, flaquear su resistencia, e infiernos sí, ella se aferra a ello de vez en cuando, pero la Haddie Montgomery que le echa esfuerzo y no toma prisioneros que conocí esa primera noche en Las Vegas parece perdida. La autodeterminación se apagó. La actitud despreocupada ahora es un maldito lío confuso de extremos altos y bajos. Pero diablos, incluso en duelo y siendo una sombra de su ser de siempre, ella es ese maldito trago de Macallan colocado sobre una barra alineado con cualquier otro alcohol conocido por el hombre. Crema de la cosecha, clase de primera categoría. La maldita perfección. Y ni siquiera puedo pensar en su sabor. La maldita mujer es adictiva. Calor y dulzura, con una maldita mezcla de impredecible que tiene ventaja suficiente para poner en duda lo que va a suceder después y a dónde diablos va a llevarte después de eso. Y en realidad no importa porque ya estás en el viaje, independientemente del destino. Cielo o infierno, ella hace que ambos suenen deseables.

155

Con un prolongado silencio, espero una observación listilla sobre cómo debo estar dominado por un coño, o cómo se siente el paseo sin una silla de montar, pero Colton no dice nada de lo que me esperaba. Su tradicional forma de escapar de cualquier conversación con humor cuando la situación es de naturaleza grave, no viene. Y se lo agradezco, tomo un momento para dar gracias por este amigo que me conoce hace tanto tiempo y que sabe que necesito un minuto para aclarar mi cabeza de todo. Así que empiezo a pensar en soluciones. Cómo solucionar este problema: yo deseándola y ella alejándome a pesar del deseo claro como el día en sus ojos. El alcohol en mi sangre me tienta a dirigirme hacia Haddie en este momento y colocarla sobre mi hombro. Encerrarla en una maldita habitación conmigo hasta que hable, y que me diga si bien Dante o Lexi están impidiendo que algo más suceda entre nosotros. Tengo que conseguir un poco de maldita tranquilidad y claridad por primera vez desde que presionó sus labios contra los míos hace semanas. —Ella ha pasado por mucho el año pasado. —La voz de Colton rompe nuestro silencio y probablemente en el último momento, porque estaba a dos minutos de hacer una escena. Mis propias malditas emociones son un desastre. Estoy enojado con ella por alejarme, pero también quiero envolver mis brazos a su alrededor para quitarle esa mirada de confusión en sus ojos y aliviar la ira que está justo debajo de la superficie, la cual es tan tangible que tiñe el sabor de sus besos. —Cierto —murmuro en voz baja, sin querer elaborar nada debido a que mis pensamientos ya se imaginan de todo. —Ry está preocupada por ella. Y joder, ¿por qué Colton tiene que decir esto? Porque si su mejor amiga está preocupada, entonces seguramente voy a estar preocupado. Mantengo mi gorra sobre mis ojos, mi cabeza echada hacia atrás y mi propia voz impasible. —Es comprensible. El silencio pesa mucho entre nosotros, y él ya se imagina qué decir, porque estoy seguro de que mi falta de una respuesta a su pregunta capciosa es inesperada. —Realmente estás jodido por ella, ¿no? Levanto el ala de mi gorra y muevo mi cabeza a un lado para mirarlo, estando seguro que la respuesta está escrita por todo mi rostro. —Solo estoy tratando de averiguar qué hacer al respecto, ya que parece que ella solo quiere embolsarlo todo. Me sonríe. —Sigue así, amigo. Si Rylee pudo abrirse conmigo y causar esto —dice, levantando su mano donde se encuentra su anillo de matrimonio—, entonces mierda, todo es posible.

156

Dejo lucir un ligero atisbo de sonrisa en la esquina de mi boca, sabiendo que solo está tratando de ser un buen amigo, y mostrándome lo que podría ser… pero he terminado de hablar. Arriba, Daniels. Tengo que empezar a actuar. Actúa de una maldita vez o cállate para siempre. Me siento bien, un zumbido todavía tarareando y mi mente trabajando mientras camino hacia la casa. Agito mi mano hacia la piscina y a los chicos en ella que acabo de dejar en un partido de vóley, diciéndoles que se callaran porque debía irme. Todos hemos tenido más que suficientes bebidas para ahora, y no es que fuera obvio cuando vi a Had paseándose más allá del borde de la piscina y meterse a la casa. Ese maldito traje de baño de ella se burló de mí como una bandera verde en un día de carrera, pero con mucho menos tela. Y un infierno de un premio mucho mejor. Tiro la toalla con la que me sequé el cabello en la silla mientras capto la mirada de Colton por la cubierta. Él tiene una mano en la cabeza de Baxter y su otro brazo alrededor de los hombros de Rylee, pero la mirada que me da es la de —ve a tomar lo que es tuyo— y es seguida por una elevación de barbilla. Un espectáculo silencioso de apoyo moral. Veo a Rylee atrapar su mirada y la sigue hacia mí antes de que una sonrisa torcida aparezca con un movimiento de cabeza. Entro en la casa y veo Haddie inmediatamente, ese perfecto trasero de ella en primer plano, con el bikini negro bastante lindo mientras se inclina y mira en el refrigerador. Oigo el tintineo de jarras mientras mueve elementos, pero no puedo concentrarme en nada más aparte de su trasero y saber lo que se encuentra entre esos muslos. La quiero en tantos otros niveles —de hecho, siento que me voy a volver un poco loco tratando de demostrar ese punto— pero maldita sea, que me condenen si no quiero que ella esté en ese nivel también. Bronceada, tonificada, y tentadora. Y solo esta simple vista ha reafirmando mi decisión de antes. A toda costa. Ese es mi nuevo lema. Voy a hacerlo de modo que Haddie Montgomery no me pueda resistir. Utilizaré el sexo, ya que ella parece utilizarlo como escudo a su alrededor, a mi favor. La descarrilaré y luego la obligaré a entender que sea lo que sea de lo que esté huyendo, no tiene que preocuparse por mí. La pregunta es, ¿cómo exactamente voy a hacer eso? Quiero decir, la parte sexual es una obviedad, pero tengo que asegurarme de que no huya como conejo minutos después de acabar. Y pensar en ella en la cama definitivamente suena malditamente como una buena opción, pero al final, no me genera ninguna confianza. Así que mi objetivo es hacer que ella lo deseé, hacer que se pregunte por ello, confundirla. Hacerla que lo quiera como yo lo hago, pero luego negarme justo como ella hace.

157

Porque sé que desea más, puedo verlo en sus ojos. Solo tengo que averiguar qué es lo que va a romper esos malditas muros, pero todavía hacer que se sienta como si estuviera protegida de lo que sea que la hizo salir herida. Así que me quedo mirando la curva de sus caderas y decido hacer mi movimiento. Doy un paso hacia adelante y murmuro—: Disculpa —cuando abro la puerta un poco más con una mano mientras la otra mano descansa visiblemente encima de la curva de su trasero. Siento la sacudida de su cuerpo, escucho el grito ahogado de sorpresa salir de su boca y no puedo negar que aumenta la corriente eléctrica que viaja a través de mí cuando nos tocamos. Es como un cable de alta tensión que causa un cortocircuito momentáneo en mis pensamientos, que se teje alrededor de mis bolas y tira de ellas con malditas cadenas que ya están alrededor de mi corazón. La mujer me hace sentir de formas que nunca esperé. Debería hacer que quiera salir corriendo, pero por alguna razón, me hace quererla aún más. Todo en ella me atrae, me engancha, me hipnotiza. Jodido infierno. Ella es mi vudú. Y no es que ese hecho me asuste. Diablos, generalmente me conformo con un jugueteo a través del campo de citas por un tiempo más largo, pero mierda, hay algo acerca de Haddie que es indescriptible. Una probada de Macallan me arruinó para todas las demás. Así que, en sentido figurado, agarro mis bolas con ambas manos y salto, cayendo de pie primero, con la esperanza de que ella me ayude a flotar porque estoy seguro que la conozco lo suficientemente como para saber que vale la pena ahogarme por ella. Se del refrigerador y me aseguro de acaparar su espacio. Su cuerpo se frota contra el mío mientras se pone de pie. Y la sensación de esos pezones duros contra mi pecho desnudo ínsita a cada parte de mí para abrazarla y presionarme con su boca. Besarla sin sentido hasta que sus labios estén hinchados y rosados cuando termine con ellos. Sorprendida, me mira con mi nombre a punto de caerse de sus labios en una ráfaga de aire. Estamos así durante una fracción de segundo, organismos exigentes y mentes en guerra antes de que ella se apresure a alejarme. Parece nerviosa, y puedo verla tratando de recordar qué es exactamente lo que estaba haciendo antes de que la interrumpiera. Sé cuándo lo recuerda porque regresa al refrigerador y agarra el plato de Jell-O que había dejado. Saca la bandeja, murmurando: —Disculpa. —Mantiene sus ojos apartados de los míos, y me toma un minuto no perder el equilibrio, la mezcla de cerveza y Haddie siendo suficiente para hacer que un hombre borracho caiga sobre su trasero. Cierro la puerta, mirándola mover la bandeja al mostrador en el otro lado de la cocina y empezar hacer los tragos, su espalda hacia mí.

158

Cierro la distancia, pero las palabras en mis labios flaquean. —Chupitos Jell-O, ¿eh? —pregunto, tratando de actuar tan casual como me es posible, sin importarme en absoluto porque Macallan frente a mí parece mil veces más tentadora que los sabores infantiles en sus tazas de colores—. ¿Qué clase? —Mm-hmm. Tequila sunrise, creo. —Sé que sabe que estoy detrás de ella. Puedo ver sus manos dejar de tocar los tragos. Sus gestos corporales y jadeos. Doy un paso hacia ella, tentado de tocarla de muchas maneras, y cuando veo los pequeñas vasos de gelatina naranja en las que está centrada, sé exactamente cómo hacerlo. Plan de ataque planeado. Mi frente está contra su espalda —atrapándola entre mí y el mostrador— mis manos colocadas a ambos lados de sus caderas. El calor de su cuerpo, la suavidad de sus curvas y el aroma de sol en su piel son suficientes para hacer a un hombre cuerdo volverse loco. Asimilo todo —cada cosa relacionada con ella— ya que siento el aliento de su liberación en una exhalación estremecida. Es el mismo maldito sonido que hace cuando entro en ella, y que me condenen si eso no hace que mis bolas se contraigan y me provoque un dolor de polla por escucharlo de nuevo. Preferiblemente en repetición frecuente. Inclino mi rostro hacia adelante para que mi barbilla rasguñe sobre su hombro desnudo y en la parte posterior de su cuello. Presiono un beso con mi boca abierta allí, justo debajo de la línea donde nace su cabello, la cual está expuesta porque tiene una coleta. Oigo el suave suspiro comenzar antes de que ella lo contenga cuando siente la calidez de mis labios y lengua. Una pequeña emoción se dispara a través de mí, sabiendo que puedo afectarla incluso después de que ella se fue. Nunca subestimes el poder de un beso en el cuello. Nuestros cuerpos están uno en contra del otro, mis labios presionados en su nuca, y solo me quedo cerca para que el calor de mi respiración pueda golpear su cuello. Así ella puede pensar y preguntarse cuál va a ser mi próximo movimiento. Estamos aquí en este estado suspendido de anticipación antes de pasar mi boca muy lentamente a su oído. Y no estoy seguro si es mi aliento o simplemente nuestra cercanía general, pero mi resolución de burlarme y mofarme en lugar de saborear y tomar, se fortalece cuando veo su piel erizada en reacción a mí. —¿Qué es lo que dicen que se supone que se debe hacer con el tequila? — Respiro en su oído mientras una de mis manos se estira hacia adelante para tomar un vaso pequeño, mi codo a propósito rozando contra su torso desnudo, y mi cuerpo presionándose cada vez más contra el suyo. No responde, pero su cuerpo vibra por nuestra conexión.

159

—Algo como lamerlo… —Dejo que mi voz vaya apagándose mientras corro mi lengua desde el borde de su hombro hasta la curva de su cuello. Oigo un gemido incoherente que me atrae en todo tipo de formas y siento su cuerpo apretarse contra el mío. Como me gusta la sal en su piel. Sostengo el trago en frente de nosotros, dejo un rastro lánguido de besos que paran justo debajo de su oreja. —Succionarlo. —Levanto el trago, inclinando la palma de mi mano suavemente contra su pecho antes de traerlo a mis labios, su repentino jadeo empujándolo más hacia mí. Lanzo la gelatina a mi boca, su frialdad deslizándose por mi garganta. Pongo el vaso vacío de nuevo en el mostrador, mi polla endureciéndose ya que se frota contra la parte baja de su espalda. Su incapacidad para hablar de su deseo obstinado me apremia. Mi boca está de vuelta en su oído, y siento un dolor tan condenadamente fuerte por tenerla que estoy recibiendo una cucharada de mi propia jodida medicina aquí. —Creo que el último es chuparlo. —Siento su cuerpo tensarse ante las palabras mientras anticipa exactamente cuál será mi próximo movimiento. Me detengo a propósito, dejándola en ese estado de suspensión de deseo, queriendo que se pregunte eso. Después de un momento, bajo mis labios para tomar el lóbulo de su oreja en mi boca y chuparlo antes de raspar mis dientes contra él mientras lo libero. Esta vez no trata de disimular su sonido de deseo. Agarro con mis manos el borde del mostrador para evitar hacer algo más, porque realmente solo quiero deslizar mis manos en la parte delantera de su bikini negro y hacer que se venga. Y ni un segundo después de que el pensamiento entra en mi cabeza, mis manos están en movimiento por la lujuria de conducir sus acciones. Una mano sobre su torso desnudo, y toco el diamante que noté que adornaba su ombligo, simplemente echando leña al fuego de mi lujuria, como si necesitara ayuda. Al mismo tiempo, mi otra mano se desliza por debajo de la cinta elástica de su bikini y se detiene justo por encima de la parte superior de su clítoris. —Becks… —Mi nombre está en sus labios de nuevo, quiero ser el único que esté allí. Ella quita sus manos del mostrador y las envuelve alrededor de mis antebrazos. Al principio creo que va a tratar de detenerme, pero cuando los agarra con fuerza, sé que ella me está instando a que siga. Me pide que la lleve, que la lleve a encontrar el éxtasis, y jódeme, no hay nada más atractivo que una mujer que sabe lo que quiere. No hablo, y me gustaría pensar que tomé la decisión consciente de que las palabras no son necesarias en este momento, pero joder, mi mente está tan concentrada en los labios lisos que encontraré bajo mis dedos que no puedo pensar con claridad. Las uñas de Haddie se clavan en la piel de mi brazo mientras separo sus piernas con mis pies para tener un mejor acceso a su calor. Bajo mi mano, mis dedos en su

160

entrada. Los deslizo hacia atrás hasta encontrar su clítoris en la parte superior y froto mis dedos sobre ella muy lentamente y luego de vuelta. Sus piernas se debilitan, las siento aflojarse, y presiono mi mano contra su estómago más duro para que pueda utilizar mi cuerpo para apoyarse. Trabajo las yemas de mis dedos sobre ella suavemente al principio y luego con más fervor mientras su respiración comienza acelerarse y muele su pelvis hacia delante y en mi mano, su voz silenciosa pero su cuerpo pidiendo exactamente lo que quiere. Fácilmente bajo mis dedos para estar encima de su excitación y encontrar su goteo mojado. Y por mucho que mi cuerpo esté reaccionando a los conocimientos de que la dulce Haddie está a punto de venirse, que quiere que la lleve allí, sé que la tengo justo donde quiero. Necesitada, con ganas, desesperada por más. Encuentro su clítoris de nuevo, añadiendo fricción y hago que se retuerza contra mí. Oigo su aliento, siento sus músculos comenzar a tensarse, y por mucho que me duela, por mucho que hacer que una mujer alcance su orgasmo me embriague —me ponga duro como una puta roca— detengo mis dedos. Los mantengo quietos, presionando cada lado de su clítoris, pero no los muevo. Oigo su grito de conmoción ante la pausa de la sensación, la repentina pérdida de su orgasmo, y su respiración agitada mientras emprende una guerra entre la dignidad o pedir lo que voy a negarle. —Es a ti a quien quiero, Haddie —le digo al oído—. Solo tú —Dejo que el pensamiento penetre dentro de ella, mis dedos a horcajadas en su placer, mi cuerpo tenso por el dolor de la moderación mientras estamos allí inmóviles, agitados—. No voy a dejar que te alejes de mí otra vez. No me importa cuáles sean tus miedos, cuáles sean tus dudas, a quién más estés viendo… —Presiono un suave beso en esa curva adictiva de su cuello de nuevo, y me gano una respiración estremecida que es sexy y mucho más—. Este orgasmo es mío. No se lo vas a dar a nadie más, ni siquiera a tu propia mano. Quiero que estés tan condenadamente apretada, que ruegues que te folle, que ruegues que te posea. Suspira de nuevo, pero esta vez es porque retiro mis manos de ella. Se hunde contra el mostrador, respirando, rompiendo con eficacia todas las conexiones que nuestros cuerpos tenían entre sí. Me inclino hacia delante, mi boca susurrando en su oído, mi aliento la única parte de mí tocándola. —Y te voy a poseer, pero a mi manera la próxima vez. Cuando doy un paso atrás, un suave—: Jódete —sale de su boca en un tono vacilante cuando me doy cuenta de que sus nudillos se ponen blancos por agarrar el mostrador a ambos lados de ella. Tengo curiosidad si se aferra para evitar agarrarme y obligarme a acabar con lo que empecé o porque quiere darme una cachetada. Cualquiera de los dos sería caliente como el infierno, porque al menos sé que habría conseguido una reacción. Y que está lo suficientemente enojada como para querer más. Pero sus manos permanecen cerradas. Me río, bajo y burlón, su obstinación excitándome tanto que

161

tengo que irme ahora antes de que la cubra bajo el peso de mi deseo y dolor por tomarla. —Creo que ese es el punto. La miro una vez más antes de emprender mi salida y la veo dejar caer su cabeza hacia delante mientras trata de controlarlo todo, emocional y físicamente, lo que le acabo de provocar. Bien. Llegué a ella. Camino hacia las puertas del patio y no puedo resistirme de llevar mis dedos hasta mis labios. Los deslizo en mi boca momentáneamente para hacerme una idea de ella, exactamente de lo que estoy anhelando, y tengo que luchar contra el impulso de acecharla de nuevo y decir a la mierda el plan y en su lugar solo tomarla justo aquí, justo ahora. Jodida Macallan. Tan jodidamente adictiva que voy a necesitar las reuniones de AA13 si esta mierda se mantiene.

162

13

AA: Alcohólicos anónimos.

A

to los cordones de mis zapatos, desesperada por salir de la casa y alejarme de esperar a que suene el teléfono, a que la Dra. Blakely llame con los resultados de los exámenes de sangre y la biopsia de los cuales he sido informada que es lo más probable que tomen otro par de días. Sin embargo, miro mi teléfono cada vez que lo paso. Cuando sí suena, normalmente es Raylee chequeándome, preguntando por qué parezco de mal humor, a lo cual respondo que solo estoy estresada por este trabajo con Scandalous y los resultados de los exámenes de BRCA. Esa respuesta normalmente la tranquiliza, y viene con el apoyo moral que necesito tan desesperadamente pero por algo posiblemente mucho más devastador que el resultado de una prueba genética. O es Cal, chequeándome y esperando ver qué conejo sacaré de mi sombrero para hacer el último evento aún más grande y mejor que los últimos dos. Y a pesar del hecho de que ambos fueron sorprendentes y tuvieron un resultado más grande del que Cal habría esperado en nuestras conversaciones iniciales, pediré los favores de todos tipos. Porque necesito que este conejo sea inmenso para compensar el acto de desaparición que hice en el último espectáculo. O mejor dicho, el que Becks hizo cuando me arrastró como un hombre neandertal. Le había dicho al cliente que me había enfermado. No me sentí culpable porque en realidad no me perdí mucho del evento. Estábamos acercándonos a lo último de la noche, y me había encargado de que los clientes y los de la lista A fueran debidamente atendidos, pero no pasó por debajo de la mesa para Cal que no estuve allí a lo hora de cerrar. Al menos no estoy mintiendo, ya que si encontré el bulto esa noche, pero no creo que él se lo crea… Así que ahora me dejan para producir magia con una varita mágica que ha perdido su poder. Sacudo el pensamiento de mi mente, sabiendo que necesito esta carrera para que me ayude a hacer precisamente eso. Agarro mi teléfono y por costumbre, miro la pantalla.

Por costumbre. Más como que una obsesión enfermiza de ver si el hombre al que sigo empujando lejos está empujando de regreso o si ha llamado y no contesté. O enviado un mensaje de texto. O señales de humo, por amor a Cristo. Dios, estoy jodida emocionalmente. Lo alejo, lo dejo después de tener sexo increíble sin decirle siquiera una palabra, ¿y peleo por ello? Y su respuesta es hacerme entrar en un maldito frenesí por chupitos de gelatina y sus dedos habilidosos con una multitud de amigos a fuera. Entonces me deja a una frotada de llegar al orgasmo con promesas de

163

mantenerme despierta por ese dolor que creó anoche pero con una amenaza dominante de prevenirme saciarla yo misma. Lento y constante, mi trasero. El hombre tiene un lado que nunca supe que existía, y ahora no puedo dejar de pensar en ello. Y eso me enoja como el demonio porque no quiero estar pensando en él, no puedo estar pensando en él. Corre. Como si no estuviera acostumbrada a hacer eso. Necesito el ejercicio para aclarar mi cabeza, empujar mi cuerpo más allá de poder sentir para poder enfocarme en hacer que los detalles finales para el evento Scandalous de la próxima semana sean arreglados. Concentrarme en eso, obsesionarme con ello. Agarro mi teléfono y, por supuesto, le echo un vistazo a la pantalla por enésima vez hoy antes de abrir la puerta del frente. La abro y grito en sorpresa cuando veo a Becks de pie allí. Inmediatamente llevo mi mano hasta mi pecho para tratar de calmar mi corazón errático. Realmente debería estar cubriendo mi entrepierna, sin embargo, porque se siente como si toda la sangre que mi corazón está bombeando se hubiera ido directamente allí. Juro que la bola de bolos de adolorida necesidad que he sentido durante los últimos pocos días sobre el vértice de mis muslos, acaba de volverse más pesado al verlo y su sonrisa a medias. —¡Becks! ¿Qué estás haciendo aquí? —Trato de no sonar como una mujer necesitada y entrecortada, pero maldita sea si no sueno como una mala porno cuando las palabras salen. —¿Had? ¿Estás bien? —Antes que Becks pueda responder siquiera, escucho la voz de Dante y el sonido de sus pasos en el pasillo detrás de mí. Estoy mirando los ojos de Becks cuando Dante habla, así que no hay manera de poder perder el destello de irritación que parpadea por ellos. Hm. Las cosas puede que se pongan un tanto interesantes aquí. —Sí, estoy bien —comento sobre mi hombro, esperando que lo deje así y regrese a lo que sea que estaba haciendo. Pero sé que no tengo tal suerte cuando lo escucho aclarar su garganta detrás de mí y noto que los ojos de Becks observan sobre mi hombro y se convierten en hielo. Me volteo para poder verlos a ambos, y cuando miro a Dante, entiendo por qué Becks está visiblemente erizado de desprecio. Dante está de pie en el pasillo con una toalla blanca envuelta alrededor de su desnudo, goteante y marcado cuerpo mientras que al azar friega otra toalla sobre su cabeza. Sus ojos se disparan a los míos, y veo una vaga molestia y un montón de machismo posesivo reflejados allí, sus hombros tensados, su cuerpo vibrando con testosterona. —Oh. —Rápidamente desvío mis ojos de vuelta a los de Becks—. Becks, este es Dante, mi huésped por un corto tiempo. —No sé por qué siento la necesidad de

164

explicar. Posiblemente porque la bola de boliche que él ha creado necesita que le llenen sus huecos con algunos dedos pronto para que así la presión pueda ser liberada, pero también encuentro interesante que no le explico a Dante cuál es mi relación con Becks. Quizás es porque aún estoy descifrando eso. Becks no dice nada, ni aparta la mirada de la competencia de contacto visual que los chicos están librando frente a mí. Solo asiente reconociendo a Dante, y estoy demasiado ocupada mirando a Becks, conteniendo mi respiración para ver qué hace Dante. Lo que sea que es, sin embargo, no se está moviendo porque después de un latido, Becks levanta ambas cejas en un silencioso, ¿te importaría? El silencio permaneció por unos pocos segundos más, la reclamación siendo clavada, antes de escuchar a Dante irse sin decir otra palabra. La mirada de Becks continúa bloqueada sobre mi hombro por unos momentos más, su mandíbula cerrada y los músculos tensos. Nos doy a ambos unos pocos segundos y entonces doy un paso afuera y cierro la puerta detrás de mí para que así no tenga otra opción que regresar su enfoque en mí. —Oye —digo, una sonrisa cautelosa en mis labios. Aprieta su mandíbula una vez más para que el musculo allí pulse en esa forma tan sexy como el infierno antes que sus ojos hagan contacto visual con los míos de nuevo. Veo la tensión esfumarse a medida que sus músculos se relajan. Puedo ver las preguntas en sus labios, sé que quiere preguntar qué demonios está haciendo Dante aquí o lo que es para mí, pero le doy al hombre merito porque no emite ni una sola palabra con respecto a él cuando habla. —Tengo un lugar en el que necesito estar y vendrás conmigo. —Su voz es firme cuando habla, el timbre de ella halando cada parte de mí. Es la primera vez que la he escuchado desde la fiesta, desde que me estaba diciendo que quería poseerme, lamerme, follarme, chuparme. Mierda. Ya soy una desesperada bola de necesidad, y el hombre no me ha dicho más que una oración. Y el hecho de que casi inmediatamente acepté ir con él, sin hacer preguntas, es aún más desesperado y vergonzoso. ¿Qué demonios me hizo? Nadie me ordena a menos que su mano esté echa un puño en mi cabello y me esté follando desde atrás. Pero esta… esta reacción que ha causado en mi es inquietante. Tiene que ser todo lo demás sucediendo que me está haciendo reaccionar de esta forma. Tiene que ser lo desconocido y la espera lo que me hace querer saltar a la oportunidad de ir a donde sea que quiera llevarme para simplemente poder alejarme de todo esto por un rato.

—¿Qué? —Finalmente soy capaz de hablar a medida que empujo el deseo, y mientras tan culpable como me siento por cómo lo he tratado, me rehúso a ceder a su demanda en una clase trastornada de disculpa. Tomo una respiración profunda mientras regano los derechos por los cuales Gloria Steinem luchó, cruzo mis brazos a lo largo de mi pecho y me recuesto contra la puerta detrás de mí—. No iremos a

165

ningún lado. —Le resoplo como si estuviera loco, pero maldita sea si mis ojos no están arrastrándose sobre sus pantaloncillos color caqui y franela Under Armor, la cual ofrece justo el suficiente indicio de los músculos agrupándose debajo de ella. Da un paso hacia adelante y coloca un brazo en la puerta al lado de mi cabeza y se acomoda a sí mismo allí, su cabeza angulada para verme, una insinuación de una lasciva sonrisa de suficiencia en esa boca irresistible suya. Se ríe, bajo y burlándose. —Bueno, allí es donde te equivocas, City. Definitivamente iremos de paseo. Empiezo a protestar cuando me corta, colocando su mano libre en la curva de mi cuello y manteniéndola allí. Juro que mi cuerpo se enciende con ráfagas de energía cuando sea que nuestras pieles se tocan, las pequeñas explosiones haciendo un camino directo a mi núcleo para que el dolor se intensifique y mi necesidad chorree. —Y corrígeme si me equivoco aquí, pero aclaraste que no hay un nosotros, así que eso me deja hacer las decisiones. —Deja salir su lengua para mojar sus labios, sus ojos manteniéndome cautiva de poder sacar las palabras que quiero decir—. Oh, dulce Haddie, puede que hayas dicho sin ataduras, pero seguro como el infierno que yo llevo las riendas aquí. —Mentira. —La palabra está fuera de mi lengua, pero es una contradicción tan grande con el endurecimiento de mis pezones y el hormigueo entre mis piernas en reacción a su comentario. —No me tientes —advierte, pero entonces esa sonrisa de suficiencia está de vuelta—. Pero de nuevo, por favor hazlo, porque daría lo que sea por arrojarte sobre mi hombro para probar un punto. Nuestros ojos se bloquean, un intercambio silencioso de voluntades viendo cuán lejos llevaremos este juego, y estoy totalmente en ello. Dale, Daniels, porque aceptémoslo, tengo una vagina, por lo tanto, gano. Mi humor pasa a través de mí, desplazando el deseo con ira, sarcasmo guiando el camino. —CoSu, no podrías conmigo ni siquiera si lo intentaras. —Levanto mi barbilla, lo que sea para tratar de ganar de regreso algo de mi posición. Mueve su lengua en su boca y juro que no puedo evitar que eso conjure el recuerdo de donde más la ha movido. —¿CoSu, eh? —Sí. Eres como beber Comodidad Sureña… tratando de actuar todo suave y constante, pero entonces te me acercas sigilosamente e intentas hacer que se sienta tu presencia —pronuncio las palabras con un poco de picadura en ellas, así que estoy confundida cuando él parpadea hacia mí como si no pudiera creer lo que estoy diciendo antes de arrojar su cabeza hacia atrás y reírse profundamente. Lo que sea que encuentra divertido en lo que he dicho, no lo veo. —Maldita mujer —suelta con una negación de su cabeza antes de mirarme de nuevo―. Estoy dispuesto a tomar whisky, pero prefiero algo un poco más suave, más

166

refinado… como Macallan. ―Una sonrisa juega en las comisuras de sus labios como una broma interna que me estoy perdiendo, a pesar que siento como que soy parte de ella. Mis cejas se fruncen. —Siendo del campo y todo… —Mis palabras se desvanecen a medida que da un paso hacia mí, nuestros cuerpos tan cerca que nuestros pechos apenas se rozan el uno contra el otro cuando respiramos. —Bueno, Had, siendo del campo y todo, me criaron alrededor y me acostumbré a los animales salvajes. —Se inclina más cerca para que así sus labios estén a un suspiro de los míos, y no puedo evitar levantar mi barbilla en anticipación de su beso, el cual nunca viene. Abro nuevamente mis ojos para encontrar los suyos tan cerca a los míos, en los cuales puedo ver manchas del azul más oscuro moteados con azul agua—. Aprendí que tienes que tener mucha paciencia para domarlos. Sé que debería estar ofendida, sé que debería estar enojada que esté haciendo una comparación entre un animal indomado y yo, pero maldita sea si puedo pensar en otra respuesta más que… —¿Domarlos? —Mis palabras se mezclan con la calidez de su aliento, y mientras estamos de pie aquí en mi porche delantero, se siente como si fuéramos las únicas dos personas en el mundo. ―Um-hm ―murmura, y solo deja que el comentario cuelgue en el aire entre nosotros―. Síp ―susurra para que así sus labios apenas rocen los míos. Quiero gruñir de frustración pero agarro firmemente mi dignidad que se está deslizando tan lentamente de mis garras―. Lo salvaje mantiene a un hombre de puntillas… causa que siempre preste atención, que no dé ni una sola cosa por sentado. Cuando un hombre se vuelve complaciente, puede perder de vista lo que más importa. Mi respiración es inestable, las suaves palabras que dijo golpeándome profundamente. Haciéndome querer, necesitar y esperar cosas que no creo que merezca —cosas que me he dicho a mí misma que no es justo que las pida. —Becks… —Trago lo que me digo a mí misma es la lujuria alojada en mi garganta, pero sé que es mucho más que solo eso entre nosotros. Mueve su cabeza para que así sus labios estén cerca de mi oreja, haciéndome recordar lo que me dijeron la última vez que estuvieron así de cerca. —¿Ya te corriste, Haddie? —El cambio de tema no debería sorprenderme. Debería haber sabido que iba a llevarnos de vuelta a esto, pero que me condenen si esa pregunta no me deja débil en las rodillas. —Sí. Gracias por anoche. Puede que haya sido mi mano, pero mis pensamientos estaban en ti… y fue maravilloso. —Mentir es todo lo que tengo a este punto porque si continuamos esta farsa de juego de poderes, seré un charco a sus pies en solo minutos. Y malditamente no, no me masturbé, no quise aliviar el dolor que él

167

me ordenó que no calmara porque hay algo tan jodidamente caliente en hacer lo que te han ordenado cuando se trata de sexo. Escucho su respiración entrecortarse de sorpresa, sus dedos presionando mi brazo donde hacen un camino a lo largo de mi piel, y su rostro se retrae para poder verme a los ojos. Es mi turno de darle esa mirada presumida, ese reto de “¿Quién tiene la delantera ahora?” en la subida de mis cejas. Sus ojos buscan en los míos, y sé con anticipación que él que sabrá que estoy mintiendo, así que reitero mis pensamientos de hace unos momentos. Mis labios suben, y mi cabeza va a un lado. —Tengo un coño. Yo gano —me burlo. Y creo que una pequeña parte de mí quiere que descubra mi mentira, aquí mismo, en este momento, y arrastrarlo hacia arriba para que pruebe lo contrario. Pero no lo hace. Solo hacemos contacto visual, sonrisa por sonrisa, reto por reto. —Aunque tengas un punto, creo que estás equivocada. Puede que tengas un coño, Haddie, pero definitivamente yo seré el que lo gane. —¿Estás bastante seguro de ti mismo, eh? —Y demonios si la confianza no es sexy en él. —Hm. Puede que hayas dicho sin ataduras, pero definitivamente no dijiste nada de cuerdas. Demonios. —¿Quieres atarme entonces? Nunca pensé que fueras de ese tipo, Becks. — Trato de desviarlo con mi comentario, pero maldita sea si las palabras no me hacen querer todavía más. Se ríe, bajo y sugestivo. —Puede que lo sea. Puede que no. La clase que soy no importa, porque lo que sí sé, es el hecho de que con sogas o sin ellas, planeo debilitarte, hacer que tu voz se ponga ronca, dejándote sin respiración. Nena, puedo dominar con los mejores. La pregunta es, ¿qué tanto lo quieres? Desesperadamente. Y el juego de poder se reanuda. La oscura promesa de sus palabras me deja queriendo renunciar a ganar, porque no es divertido estar en la cima si no hay nadie debajo de ti. Se acerca y usa su boca para silenciar mis pensamientos. Nuestras bocas se encuentran en un suave susurro de un beso antes que su lengua toque la costura de mis labios, pidiendo acceso. Se lo niego, mis puños apretados en restricción, mi libido protestando en resistencia, pero sé que si lo dejo besarme, si lo dejo poseer cada una de mis reacciones que tan asombrosamente puede, me romperé aquí en el pórtico en cuestión de segundos, mi deseo tan tangible, que siento como si estuviera saliendo de mí en oleadas.

168

Creo que estará enojado por mi negativa. Puedo sentir sus dedos tensarse cuando me mantengo firme. Esa tensa risa suya me sorprende nuevamente cuando se inclina hacia atrás, sus ojos bailando de victoria. —Descubrí tu mentira, Haddie Montgomery. No te corriste, y me divertiré tanto demostrarlo. Y maldita sea si no acaba de ganar la ventaja, pero gracias a Dios, lo hizo porque no me importa ser la que esté debajo de su poste de tótem, tampoco.

169

E

l sol está fuerte arriba, el terreno es irregular bajo mis pies, y le echo un vistazo a Becks que está caminando lentamente a mi lado. Todavía estoy tratando de procesar cómo terminé aquí y cómo Becks se presentó en mi casa, me dijo que me iba con él, y luego se atrevió a decir que mentía. Y, por supuesto, siendo la mujer terca, testaruda del tipo “no te atrevas a decirme qué hacer”… cedí. ¡Joder! Cedí como una mujer dominada, pero lo curioso es que en todo el intercambio que tuvimos con Becks en mi puerta, no pensé, ni una vez, en la biopsia o en los resultados pendientes. Ni una sola vez, porque estaba muy ocupada tratando de no perderme en él. Así que, cuando me dijo que entrara, me cambiara de ropa y agarrara una muda extra de ropa, no hice ninguna pregunta. Me volví, agarré mis cosas y subí a su camioneta para encontrar un montón de pelos y una cola dando golpecitos ante la cual no pude evitar sonreír. Sí. No me estaba engañando a mí misma, tampoco. Cuando subí a su auto, esperaba muchísimo que, dondequiera que fuera el Beckstino al que estábamos yendo, hubiera un requisito de mucha menos ropa y muchísimo más de Becks. Desnudo. Sobre mí. Dentro de mí. Vuelvo al presente. A la expansión de tierra que sostiene a la casa de campo vieja, aunque preciosa, de los padres de Becks. Desde el granero con sus caballos hasta el par de patos volviendo loco a su perro Rex cuando caminan cerca de él y luego vuelan hasta una zona de loft donde él no puede llegar. Miro el campo de larga hierba a través del cual estamos caminando, pero sobre todo es la simplicidad de todo, el aire limpio, la mala recepción de celular, el agua cristalina del estanque que está por delante a la distancia, lo que saboreo. Esto es lo que esperaba de Becket Daniels la noche que estuve en su piso y pensé que no encajaba: relajado, demasiado simple en las necesidades y en lo que me impresiona. Echo un vistazo hacia él y cuestiono su despreocupación. El silencio entre nosotros puede ser cómodo, pero la tensión sexual está tan cargada que me temo que si alguien encendiera un fósforo, el espacio entre nosotros podría incendiarse. Y entonces me pregunto cuál es el sentido de traerme aquí hoy, además de probar que mentía. Sé que hay más que eso, que debe tener un motivo ulterior en salir a pasear para despejar su mente, como me explicó tan amablemente. La charla

170

trivial que tuvimos en el camino hasta aquí después de que decidí ya no estar enojada con él no me dijo nada sobre su estado de ánimo… así que solo estoy tratando de descifrar qué ceder aquí… Porque lo único que tiene que ceder más que nada, en este momento, es la cremallera de sus shorts. Rex viene saltando y me distrae mientras Becks toma su pelota y la tira hacia adelante de nosotros, donde se pierde en la hierba. Suspiro, moviendo mi cabeza, decidiendo finalmente romper el silencio de nuestra caminata. —Oh, Becks, ¿qué es esto entre nosotros, eh? No eres para nada mi tipo. —No pretendo que el comentario sea un insulto, sino más bien solo una observación y me doy cuenta de cómo sonó en el momento en que sale de mi boca. Lo veo asentir, mostrando que escuchó mi comentario. —¿Es otra de esas reglas tuyas? —pregunta con diversión en su tono. Me río en voz alta ante el recordatorio de mis torpes reglas, en las que no pude ni siquiera pensar la última vez que me llamó. Caminamos un poco más, mi cabeza tratando de recordar mis reglas porque seguro como el infierno que sé que estoy rompiendo como cinco de ellas en este momento, estando aquí con él. —En serio, Haddie —dice y se estira, tomando mi mano en la suya, nuestra primera conexión física desde que salimos de mi casa y mi cuerpo vibra de nuevo con su toque—. ¿Cuál es tu tipo? ¿Dante? Y la forma en que dice el nombre de Dante, como una luz insignificante pero irritante en el radar, hace que tenga que luchar para no sonreír. Mantengo mi cabeza hacia abajo, viendo mis Converse moverse sobre la tierra polvorienta debajo de mí, cuando me aprieta la mano para informarme que está esperando una respuesta. Una parte de mí quiere cambiar de tema, hacer esta conversación más fácil ya que parece que solo sigo haciéndole daño; pero al mismo tiempo, me parece que quiero decirle. Tal vez si lo hago, se dará cuenta de que no es mi tipo y entonces retrocederá y dejará de presionarme por cosas que quiero hacer con él, pero que no puedo darle. —Sí. No —le digo y entonces vacilo mientras empiezo a explicar. Me detengo un momento y solo miro el vasto campo y los árboles más allá de nosotros, no estando segura exactamente de cómo debo responder—. Mierda, generalmente suelo ir con los rebeldes. Aquel que tiene la menor estabilidad y hace todo lo inesperado. Todo lo opuesto a ti. Resopla una risa y niega. —Bueno, entonces seguro como el infierno que no me conoces muy bien, ¿verdad? —Lo miro, tratando de descubrir si está hablando en serio o en broma, pero corta el momento cuando continúa—: Además, Colton está fuera del mercado. —Bueno, Colton solo tiene ojos para Rylee, así que nunca hubiera siquiera intentado tomar esa ruta —le respondo inmediatamente, un poco irritada de que

171

asumiera que yo hubiera tratado de seducir a Colton—. Además, hay un montón más allí afuera. —Y se siente raro tener esta conversación con él mientras estoy sosteniendo su mano. —Entonces, ¿te gusta que te rompan el corazón? —Tira de mi mano para que me vea obligada a enfrentarlo. Hay diversión en su sonrisa, pero algo un poco más intenso en sus ojos, y parece que no puedo leerlo. —Eso viene con el territorio. —Levanto mis cejas para reforzar mi respuesta. —Bueno, entonces tal vez necesitas reubicarte y reclamar otro nuevo espacio. —Sus ojos me desafían ahora, provocándome a que le pregunte qué espacio podría ser. E infiernos sí, sé dónde quiero que sea, pero solo saco mi mano de la suya y empiezo a caminar lejos de él, agarrando una flor silvestre, jugando en silencio “Me ama. No me ama” mientras saco los pétalos.

Me ama. Oigo pasos detrás de mí, pero sigo caminando, vagando por la sombra de un árbol donde hay un pequeño claro. Me siento y descanso mis manos detrás de mí. Becks se para delante de mí y me siento obligada a levantar la cabeza y mirarlo. Y por supuesto, cuando lo hago, me regala la vista de sus abdominales desnudos y su pecho; se debió haber quitado la camisa mientras me seguía… y me estaría mintiendo si negara el hecho de que quedo boquiabierta, completamente laxa. Me recupero rápidamente, enojada conmigo misma por mi reacción ridícula, y dirijo mi mirada hacia otro lado. Quiero decir, no es que no lo haya visto desnudo antes, así que, ¿por qué el solo ver su pecho desnudo empañado en sudor hace que mi estómago se sienta como si hiciera volteretas? Becks lanza su camisa a mi lado y se queda allí de pie por un rato mientras miro a cualquier parte menos a él, antes de sentarse a mi lado exhalando fuertemente. Campanas de advertencia se encienden en mi cabeza y no estoy segura de si es porque va a hacerme hablar o si va a hacerme desearlo más y luego me lo negará, o si va a darme lo que quiero y no voy a ser capaz de alejarme de nuevo y salvarnos a los dos.

No me ama. Me niego a mirarlo mientras se pone cómodo. Extiende sus largas piernas delante de nosotros y se reclina sobre sus codos mientras me enfoco en todo lo que nos rodea, pero en realidad no veo nada. Además del susurro del viento entre la hierba y el graznido de un pájaro, nos hallamos en un cómodo silencio. Y estoy más que bien con eso porque en este momento está demasiado cerca y me tenso tanto que daría cualquier cosa por alejar las palabras que sé que va a pronunciar. Todo lo que quiero hacer es follarlo aquí mismo en este prado. Montar su cuerpo y perderme en él para que me pueda ayudar a despejarme de todo lo que hay en mi cabeza por un rato.

Me ama.

172

—Podemos sentarnos aquí todo el día, sabes —dice mientras me quedo en silencio, tratando de averiguar a dónde se dirige con esto. —Mm-hmm. Es agradable. ¿Es por eso que me trajiste aquí, para sentarnos en un campo vacío y no hacer nada más que relajarnos? Mantengo mis ojos enfocados hacia adelante, pero sé que está sonriendo porque puedo oírlo en su voz cuando dice lo siguiente: —Podríamos estar haciendo mucho más que relajarnos, pero eso depende de ti ahora, ¿no?

No me ama. Lucho contra las ganas de girar mi cabeza en su dirección para descifrar de que está hablando. Espero que follarme hasta la próxima semana sea de lo que está hablando. —¿Cómo es eso? —le pregunto con un desinterés enorme, que realmente no siento. Le oigo girarse y se mueve para sentarse con sus piernas cruzadas delante de mí de modo que así no tenga más remedio que mirarlo. No puedo evitarlo en realidad, y que me condenen si su proximidad no me pone los nervios de punta, rogando porque me toque.

Me ama. —Dejemos algo completamente claro —dice, sacando la lengua para lamerse sus labios cuando hace una pausa para asegurarse de que estoy prestándole atención al cien por ciento. Y definitivamente lo estoy—. Realmente me gustaría recostarte y tomarte de todas las formas posibles en este mismo momento. —Comienzo a hablar, a decirle que estoy dispuesta, pero la mirada de advertencia en sus ojos me detiene—. Follarte tan bien y tan duro que lo sientas en tus sueños de manera que ni siquiera aunque trates de alejarte después, podrás olvidarme. Juro que mi cuerpo se estremece ante el reto que propone, la mujer lujuriosa en mí rogándole silenciosamente que haga precisamente eso. —…y lo haré. —Se ríe, el sonido tenso por la necesidad. Observo con indiferencia mientras extiende su mano entre mis piernas, mis ojos fijos en el progreso de sus manos hasta que están ocultas por el dobladillo de mi falda. Aunque sé lo que viene, todavía respiro hondo cuando siento sus dedos rozar muy suavemente contra mi costura. La barrera de mis bragas haciendo la sensación apagada casi más intensa, porque es el indicio de lo que puede hacerme lo que hace que el dolor se despliegue y me apriete fuerte, haciendo que mi cuerpo se tense, mi espalda se arquee, mi boca se abra.

No me ama. —Dulce Haddie. ¿Te tocaste? ¿Te metiste los dedos justo aquí, abriéndote, pensando en mí? —Su voz es profunda e hipnotizante, un sonido seductor contra el

173

susurro de la naturaleza que nos rodea. Mi cuerpo zumba ante sus palabras, el deseo se hincha contra la caricia de su dedo. Su risa golpea mis oídos, pero estoy perdida en mis pensamientos porque los retira ahora que mis bragas están húmedas con mi excitación. —Ah, nena, estás tan lista, tan desesperada. Sé que me escuchaste. Sé que no te hiciste correr sola. Y quiero aliviarte ese dolor, tanto. —Su voz se apaga mientras inhala profundamente para tranquilizarse—. Pero no hasta que hables y me digas que está pasando aquí entre nosotros. Necesito respuestas, Haddie.

Me ama. Y, por supuesto, todo el deseo que siento se apaga con esas palabras. Rompo el contacto visual, mirando hacia abajo a una mariquita que se ha aventurado en el dobladillo de mi falda. Es mucho más fácil mirar allí que decirle que no puedo hacer esto. —Becks… —Su nombre es un suspiro familiar en mis labios, y trato de encontrar, nuevamente, las palabras que necesito—. Es complicado, y simplemente no tengo una respuesta para ti en este momento. —¿No tienes respuesta o no puedes responderme? Aprieto mi mandíbula ante sus palabras, maldiciéndome por entrar en esa. Mantengo mis ojos fijos en la mariquita, incómoda pero, sin embargo, reconfortada por su presencia, todo al mismo tiempo. Y me doy cuenta de que no tengo más pétalos. Maldita sea. Tengo que coger otra flor para conseguir la respuesta que quiero. —No puedes, entonces —reflexiona—. Bueno, ¿entonces qué es lo que quieres de mí, Haddie? Mis ojos vuelan a los suyos inmediatamente, mis pezones se aprietan y mi libido comienza a zumbar con la tentación silenciosa al alcance de mis manos. —Quiero que me folles tan duro que no me quede opción más que recordar quién soy yo. Rómpeme así puedo volver a encontrarme. —Nunca antes había dicho palabras más honestas, ni había intentado revelar tanto. Sé que suena casi tan tonto como los comentarios que hizo él hace unos momentos, pero, francamente, no estoy buscando romance en este momento. Estoy buscando exactamente lo que dije, pero ahora que he hablado, un malestar se filtra con su silencio. Oigo su exhalación sorprendida por mi respuesta descarada. Confusión revolotea a través de sus ojos e inclina su cabeza y mira tan profundamente dentro de mí que cuando comienzo a desviar la mirada, lleva sus manos a los costados de mi cara y la sostiene de modo que no me quede más remedio que mirarlo. —Ajá. ¿De verdad crees que puedes decirme algo así y que no voy a hacerte explicar que hay detrás de eso? Mejor hablemos un poco porque me estás poniendo

174

duro con un comentario así. Y sigues haciendo que no cumpla con las promesas que me he hecho a mí mismo… y a City; si no puedo cumplir mis propias promesas, entonces no le puedo hacer promesas a nadie más… —Se mueve un poco y se ajusta a sí mismo dentro de sus shorts con un gemido de dolor—. Así que, o empiezas a hablar o tendrás que quedarte ahí sentada en silencio mientras yo me ocupo de mí mismo, porque, mierda, mujer, no me estás dando muchas opciones en este momento. ¿Está hablando en serio? ¿De verdad me haría sentarme aquí y verlo masturbarse en vez de dejarme ayudarlo? ¿Es tan terco? Nos sentamos en silencio mientras trato de ocultar las respuestas en mis ojos y el deseo evidente en mis pezones que sobresalen a través de la fina tela de mi camiseta. Asiente en reconocimiento comedido, de qué, no estoy segura, antes de que la sombra de una sonrisa aparezca sobre su boca. —Sigue mirándome con esos ojos tuyos de esa manera, Montgomery, y vas a estar muy adolorida. —¿Lo estoy? —Resoplo, tratando de enfrentar el hecho de que cada parte de mi cuerpo quiere ser tocado por él. —Síp, es un fastidio querer tanto algo, estás chorreando —dice, sus ojos revoloteando hasta donde ha humedecido mis bragas y luego de vuelta a los míos, una sonrisa engreída como el infierno curvándose en sus labios. ¿Así es como quiere jugar? Adelante. —Nah, soy la clase de chica que “agarra la vida por las bolas”… así que si, eh, quiero algo —digo, repitiendo la misma respuesta que me está dando, mi mirada arrastrándose hasta su erección que se está presionando contra la costura de sus shorts y luego de vuelta hasta arriba—. Simplemente tomo lo que quiero. —¿Y qué es lo que quieres? —Se reclina sobre sus manos, sus brazos preparándose mientras juega conmigo. Muevo mi lengua en mi boca mientras lucho contra mi propia sonrisa y la necesidad corriendo a través mí. —Tú. —Hmm —dice—. Bueno, City, allí radica totalmente el problema porque, uno, te he traído aquí para hablar. Solo para hablar. —Se empuja a sí mismo de modo que se inclina hacia adelante, su rostro peligrosamente, tentadoramente cerca del mío—. Y, dos, ya que te traje aquí solo con esa intención, no traje un condón. Sin guante, no hay amor. —Se encoge de hombros, una sonrisa victoriosa transformando su rostro de arrogante a juguetón. Y joder, el hombre es precioso en cualquier rol que esté interpretando. Decaigo interiormente ante su declaración, necesitando su toque como necesito mi próximo aliento desde que me ha tentado con su juego previo verbal. Entonces me doy cuenta de que muy bien podría estar jugando conmigo.

175

Es hora de descubrir su engaño. ¿No me va a tocar sin condón? Me encanta que sea tan respetuoso conmigo, pero demonios si no quiero ser irrespetada en este momento. —¿Esa también es una de tus reglas? —pregunto con una elevación de mi barbilla y un desafío en mis ojos. —Mm-hmm. Puedo verlo tratando de averiguar a dónde voy con esto. Veo girando los engranajes de su mente preguntándose por que estaría cuestionando una regla que es una obviedad. Llevo una mano a mi garganta y arrastro lentamente mi dedo por entre mis pechos como si fuera un movimiento que hago todos los días. Observo su mirada seguirlo, noto como sube y baja su manzana de Adán en respuesta, y parece que iré con el golpe de gracia y ver si puedo hacer que tome mi propio cebo. —Bueno, también me gustan las reglas, ya sabes… y una de las mías es que me tomo regularmente mi píldora, me hago pruebas con regularidad. —Mojo mi labio inferior y me encanta cuando lo veo abrir su boca en respuesta—. No hay nada como la sensación de la piel sobre piel, ¿no? Sus ojos destellan sobre los míos, y hay un fuerte y audible jadeo antes de que controle su respuesta de parecer indiferente. —La píldora, ¿eh? —Síp, la píldora y un certificado de buena salud. ¿Tú? —¿Estoy con la píldora? No. —Se ríe a carcajadas, rompiendo la tensión sexual momentánea chispeando entre nosotros como un circuito vivo. —Lindo. Muy lindo, pero me refería a tus resultados de salud. Inclina su cabeza y me mira fijamente, dejando de bromear porque se trata de una respuesta seria. —Limpio como un silbido. —Bueno, no sé nada de silbidos, pero estoy segura de que tienes algo más que pueda soplar. —Mi sonrisa es zalamera, y me encanta ver sus ojos ensancharse por mi audacia. —Maldita sea, Haddie —maldice en voz baja. Lo veo inclinándose más cerca de mí, veo debilitarse su determinación, sus ojos arrugados y dejando escapar un suspiro, y luego con la misma rapidez, retrocede nuevamente y se aleja de mí—. Bien jugado, bien jugado… pero por mucho que quiera que soples otra cosa, tengo mi lista de reglas. —Me gusta un hombre que se adhiere a sus principios… que le gusta mantener el control —bromeo, disfrutando torturarlo después de que mi maldito libido ha sido un esclavo de sus órdenes durante la semana pasada—. Pero nací para romper las reglas, para conseguir lo que quiero. —Inclino mi cabeza y frunzo mis labios,

176

mirándolo, esperando su reacción, y cada parte de mí quiere desesperadamente que tome mis hombros, me empuje, y que se salga con la suya conmigo. —Bueno, creo que esto será una prueba de voluntades… viendo cuál de los dos prevalecerá. —Levanta sus cejas y se echa hacia atrás sobre sus manos, resaltando el hecho de que ninguno de nosotros va a conseguir lo que quiere a menos que uno de nosotros ceda. Nos miramos el uno al otro durante unos minutos, ambos tratando de encontrar la manera de manipular la situación para lograr nuestros objetivos cuando retuerce sus labios y asiente. —Está bien, City… quieres sexo, y yo quiero respuestas, así que tengo una proposición. —Solo le levanto una ceja porque estoy agradecida de que esté tratando de añadir un poco de frivolidad al momento, solo me llama por ese apodo cuando estamos siendo juguetones—. Por cada pregunta que te haga y que te niegues a contestar o mientas acerca de ella, tienes que quitarte una prenda de ropa, y viceversa. Mira, ya te he dado un buen comienzo —dice, señalando su camisa tendida en el suelo junto a mí—. Puedes decir unas cuantas mentiras más que yo antes de que estés desnuda. Su propuesta es interesante, por decir lo menos, y estoy tan concentrada en el hecho de que tengo tres mentiras hasta que esté completamente desnudo que no pienso en nada más. Como, quién va a juzgar si estoy mintiendo o no. Todo en lo que estoy pensando es en cuánto Becks me ha excitado y dejado sin liberación. —¿Y qué? ¿La persona que esté desnuda primero pierde? ¿Qué obtiene el ganador? Esa baja, risa seductora retumba en su pecho. —El ganador puede decidir exactamente qué hacer luego. Gracias dulce joder por eso, porque esta chica está lista para ser tomada aquí en este campo desocupado. Hablando sobre querer el cliché con temerario abandono… Si esta no es la imagen perfectamente pintada de él, no estoy segura de que lo es. —¿Estás dispuesta? —Sus ojos se burlan de mí, y su sonrisa me incita a pesar de que ya estoy jugando. —La pregunta que debe ser respondida es, ¿estás dispuesto? —Le sonrío. —City, sabes que estoy dispuesto a todo contigo. —Mueve su lengua en su mejilla—. Incluso te dejo ir primera. —No te quiero alegando que hice trampa ahora, cuando estés desnudo y yo esté… —Me detengo, sin querer jugar mis cartas con demasiada rapidez acerca de lo que quiero, porque si le digo que tengo un fuerte deseo de tomarlo en mi boca y degustarlo, tengo la sensación de que va a mentir a propósito. Por otra parte, los dos estamos en este estado sexualmente frustrado parcialmente a causa de él, así que no estoy segura de que vaya a ceder tan fácil.

177

Y el problema es que, si miento, me temo que va a construir un frenesí en mí y luego se alejara nuevamente para probar su maldito punto, cuando en realidad es su punta lo que quiero dentro de mí. —Yo voy primero, ¿eh? No contestes eso —me corrijo, dándome cuenta de que casi acabo de desperdiciar una pregunta sobre él. Su sonrisa se propaga ampliamente cuando solo me asiente para que continúe—. ¿Quién es Deena? —¿Cuál Deena? —responde como si no conociera a nadie con ese nombre. Y por mucho que me encante la idea de que esté actuando como si ella fuera insignificante para él, levanto mis cejas, queriendo la respuesta. Suspira con resignación—. Deena es una chica con la que salí en la escuela secundaria. Compro su respuesta, a pesar de que de repente quiero seguir con otra pregunta, pero ya ha empezado a preguntarme algo. —Míranos y a nuestras preguntas… ¿Hay algo entre tú y Dante? Empiezo a mentir, a decirle que no hay nada, pero me corrijo mientras cuento mis prendas de ropa. —Dante es un ex que alguna vez pensé que era el indicado. Hasta que un día se levantó y desapareció. ¿Tengo un punto débil con respecto a él? Sí. ¿Nos hemos besado desde que ha estado viviendo conmigo? Sí. ¿Lo quiero de vuelta? No. ¿Él quiere más? Posiblemente. ¿Quiero acostarme con él? No. —Y no sé por qué he dicho todo eso. Tal vez quiero alejar a Becks al decirle que Dante y yo tenemos una historia, que nos hemos besado, pero cuando lo miro, está sonriendo de oreja a oreja. —¿Qué? —le pregunto cuando él solo se ríe. —Bueno, me respondiste todas esas, y solo tuve que usar una sola pregunta, así que gracias. Eso me permite llegar más rápido a las preguntas importantes —dice, pasándose una mano por su cabello mientras me maldigo por ser una jodida parlanchina. Extiende su mano y comienza a levantar el dobladillo de mi camisa, y golpeo su mano mientras empieza a levantarla por encima de mi cabeza. —¡Detente! ¡Te respondí! Solo sigue levantándola, y mientras continúo deteniéndolo, giro mi cabeza hacia atrás para encontrar su boca con la mía. La lucha se evapora de mi cuerpo cuando el calor de sus labios y su lengua se adentra y toca suavemente la mía. Un gemido sin obstáculos cae a nuestro alrededor, y no estoy segura de si es suyo o mío porque estoy tan completamente hipnotizada, mi cuerpo completamente laxo y sin embargo tan deseoso de responder a cualquier solicitud que me dé. Vuelvo a la realidad cuando se retira del beso y tira de mi blusa sobre mi cabeza, la distracción cien por ciento efectiva. —Mientes —murmura, y estoy tan cautivada por él en este momento que no me importa que me haya quitado mi camisa o que piense que he mentido, porque en todo lo que puedo centrarme es en su presencia frente a mí—. Todavía quieres

178

dormir con Dante. Simplemente no quieres admitirlo. Él es tu pasado. Puede ser complicado, pero ya que es tu pasado, puede fácilmente ayudarte a olvidar lo que sea de lo que parezcas estar huyendo justo tan fácilmente como yo puedo. Y la cosa es que, con él, sabes que no va a estar allí en la mañana o al día siguiente… y eso es muy atractivo para ti, mientras que temes eso conmigo. Amas a tu sin-compromiso, y sin embargo no rompes las ataduras que tienen, que te sujetan a lo que sea que te hace huir y permanecer sola. Tomo una respiración mientras habla con tan cruda honestidad sobre las cosas que siento, y me da miedo que pueda ver tan bien mi interior. Y lo que es peor, si ve esa verdad, ¿qué otra cosa está viendo que no quiero que vea? La mierda acaba de volverse real, muy rápido, y no quería que lo hiciera. Me trago el nudo en mi garganta y le niego toda reacción a su comentario, con la esperanza de que salvará algo de mi cordura si solo sigo adelante. Es mi turno de hacer una pregunta, y de todas las cosas que quiero preguntarle, no puedo dejar de pensar en la exótica Deena. Necesito saber si se acostó con ella el otro día después de que me dejó en el mercado de los agricultores. No sé por qué. Si lo hizo, ¿nos estaba comparando? ¿Estaba pensando en lo mucho menos complicada que es a diferencia de mí? No quiero desperdiciar mi pregunta en eso, pero por otra parte no puedo sacarla de mi cabeza. —¿Te acostaste con Deena? Me da una mirada de asombro y luego dice: —No. No puedo creer que te preguntaras sobre eso o desperdiciaras una pregunta en eso. ¿No entiendes que nunca nadie podría estar a tu altura? Sus palabras calientan regiones muy dentro de mí que no quiero que se calienten, y de inmediato me doy cuenta de lo estúpido que es este juego. Como es un maldito libro abierto comparado con mis volúmenes cerrados. Me muevo para levantarme, queriendo cambiar el tema y poner fin a este juego justo aquí, ahora mismo, antes de que se acerque más a las cosas de las cuales lo quiero mantener alejado. —Buen intento —dice, desplazándonos hacia atrás de modo que estoy de espaldas y él está sentado a horcajadas en mi cintura con mis manos esposadas a mis costados. Parece determinado a terminar en esta posición. Y demonios si voy a quejarme. —¿Qué pasa, Haddie? ¿Esa respuesta ha sido demasiado real para ti? ¿Te diste cuenta de lo que lo somos, y no puedes manejarlo, una vez más, por lo que deseas salir huyendo? —Se inclina y se cierne sobre mí cuando la verdad en sus palabras golpea mis oídos—. Adivina que. Tengo las únicas llaves del carro. No vamos a ninguna parte ni haremos nada hasta que le des una oportunidad. Dejo de moverme debajo de él, dejo que se queme el enojo cuando oigo la emoción en su voz. Hay tantas cosas que quiero decirle, explicarle, pero el miedo y

179

su presencia siempre constante son la presa impidiendo cualquier avalancha de verdades. —Haddie… —dice, y me pregunto que es lo que ve en estos momentos cuando me mira. ¿Ve el miedo, la niña asustada necesitando a alguien, pero temerosa de acercarse demasiado, o lo que ve es a la mujer segura que está jugando con su corazón? Me pregunto cuál vería si estuviera en sus zapatos. Debido a que ninguna de las dos es atractiva o admirable. Se inclina y recuesta su frente contra la mía, mis ojos cerrándose a la deriva con nuestros labios casi tocándose. —No voy a hacerte hablar. Nunca te podría obligar cuando lo que sea que haya puesto en este momento esa mirada en tus ojos rompe mi corazón. —Hace una pausa por un segundo, y no estoy segura si lo hace por él o por mí, pero lo aprecio. Me da tiempo para tratar de despejar la mirada de mis ojos e inflar mis pulmones ya que simplemente les robó todo el aire—. Danos hoy. Olvida lo que sea que te esté haciendo apartarme una y otra vez, y danos una oportunidad. Estamos bien juntos… ¿No te das cuenta? Aparta a un lado lo que sea, y si después de hoy todavía quieres luchar contra esta conexión que tenemos, entonces adelante. Aléjate sin tus malditas cuerdas atadas firmemente porque sé que no lo harás. Ni siquiera me doy cuenta de que estoy conteniendo nuevamente mi respiración o que mi cuerpo se ha vuelto completamente laxo por sus palabras. Mi mente salta y se dirige a las palabras claves que está diciendo, incapaz de procesar completamente la generosidad detrás de ellas porque en todo en lo que puedo centrarme es en mi propia desesperación, la que ellas evocan. Quiero esto. Quiero una oportunidad de no pensar, de sentir y temer, y sin embargo sé que la oportunidad de hacer eso solo conducirá a los lazos que me temo ya están allí. Los que ya ha atado en nudos dobles, así que no puedo alejarme. Quiero la capacidad de sentir, de pensar, de tener esperanza sin que el temor tiña los bordes. Aunque sea por un día. Quiero darme esta única cosa, darnos esto a pesar de que sé lo egoísta que es. Confunde mi silencio con un desacuerdo y continúa. —Lo que sea que es esto entre nosotros, es digno de una oportunidad, Haddie. Lo vales. Solo quiero que me des la oportunidad de demostrar que no voy a hacerte daño. Solo deseo que me dejes entrar para mostrarte.

180

L

a emoción que siento es tan fuerte que no creo poder hablar, así que intento mostrarle. Presiono mis labios contra los de él mientras mis manos vagan por las líneas fuertes de su espalda. Estoy demasiado desesperada por tomar y saciar y sentir, pero al mismo tiempo quiero demorarme y memorizar cada sonido y sabor y sensación. —Haddie —murmura mi nombre, un juramento y una maldición al mismo tiempo, y robo cualquier otra cosa que pensaba en decir al deslizar mi lengua entre sus labios y al tomar todo lo que necesito para mantenerme callada y no revelar nada. —Hazme sentir, Becks. —Y esta vez cuando se lo pido, cuando lo susurro contra sus labios, no es para hacerme olvidar el dolor de la muerte de Lexi sino para poseer las emociones que ahora siento por él. Las que ya no puedo negar más. Juntos, comenzamos la lenta danza de desnudarnos, sacándole sus shorts, levantándome la falda y bajándome las bragas porque, ahora mismo, los dos necesitamos esta conexión entre nosotros más que nada. Me siento y lo empujo hacia atrás, mis manos en sus hombros, mis labios sobre los suyos. Muevo mis dedos muy lentamente como para que mis uñas raspen las líneas firmes de su pecho hasta tener su polla en mi mano. Y esa sensación, saber que puedo ponerlo tan duro tan rápido, es una sensación intoxicante. Gime cuando lo rodeo y lo acaricio con mi mano sobre su longitud de acero. Saco mi boca de la suya, mis labios probando la sal de su piel, mi nariz respirando su aroma, mis manos sintiendo su pulso y pidiendo más sin decir palabras. Lamo y mordisqueo sus pezones, ganándome un silbido y que me agarre el cabello con su puño en respuesta. Su mano me insta a seguir bajando por su cuerpo con deseo apresurado mientras yo prefiero tomarme mi tiempo. Para lamerlo y besarlo y tentarlo con mi boca. Para matarlo con el lento descenso, de manera que para el momento en que llegue a la cresta de su polla, la anticipación será tan intensa que perderá esa restricción estoica y gritará mi nombre como si le perteneciera. Deslizo mi boca por su zona infinita, y cuando mis pezones rozan la tela de mi sostén sobre la parte superior de sus muslos, gimo ante el erotismo que se intensifica con cada increíble sensación. Finalmente llego a su polla y la bombeo una vez en mi mano mientras cierro el calor húmedo de mi boca alrededor de su cresta. Las caderas de Becks se sacuden en respuesta y un ¡Joder Had! sale de su boca y sus manos se aprietan más fuertes en mi cabello. Coloco mi cuerpo de manera que quedo sentada a horcajadas en uno de sus muslos, refregando mi propio sexo contra su pierna con cada movimiento ascendente

181

y descendente de mi boca en su polla. Lamo a lo largo de la parte inferior de su eje, añadiendo presión antes de bajar de nuevo, rodeando su cresta. Lo torturo así un poco más, solo permitiéndole a mis labios cerrarse sobre su cabeza y negándole al resto de su longitud la succión de mi boca mientras mi propio cuerpo tiembla por las sensaciones que estoy creando. Su puño en mi cabello me urge a tomarlo por completo en mi boca mientras su otra mano me acaricia suavemente la mejilla y por debajo de mi barbilla de una manera extrañamente íntima en esta acción tan carnal. Me tomo mi tiempo lamiendo, mis dedos jugueteando con sus testículos al arañarlo y luego tirándolo un poco y alejándome cuando se contraen. —Joder, Had. Chúpame. —Su voz se quiebra, y sus caderas se disparan hacia arriba en una súplica mientras gimo, mi clítoris consiguiendo la fricción perfecta con su movimiento—. Fóllame con tu boca. Y sus palabras me incitan a darle lo que quiere. A darle el placer que se merece por ser siempre un amante tan considerado conmigo. Pongo mi cabeza sobre él y lo deslizo por completo en mi boca hasta que puedo sentirlo golpear la parte posterior de mi garganta. Y cuando lo hago, me quedo quieta por un momento hasta que no puedo soportarlo más y salgo despacio, ahuecando mis mejillas y succionando más fuerte mientras me retiro. Me encanta el gemido ahogado que le provoca mi acción y la emoción que se dispara por mi cuerpo al ser capaz de darle esto, de hacerle esto. Sigo moviéndome, variando la presión de mi lengua y el grado de succión hasta que su mano me urge a ir más y más rápido. Cedo ante sus demandas y comienzo a trabajarlo tanto con mi mano como con mi boca, mi propio dolor intensificándose a medida que se pone más duro y más grande por el aumento del flujo de sangre. Y creo que está a punto de correrse… Estoy tan concentrada en traerlo hasta la cúspide que no me doy cuenta de que se ha sentado un poco cuando me agarra de los hombros y me tira hacia arriba de manera que sus labios se encuentran con los míos. El hombre me besa con abandono total y como si me poseyera completamente. Reclama algo que ya le he dado, pero eso no lo detiene. Su lengua sigue marcándome, sus labios dejándome moretones y sus manos instándome a levantar mis caderas hacia arriba y sobre él al mismo tiempo. Una mano mantiene mi rostro en su lugar de manera que soy una víctima voluntaria al ataque de su boca teniendo sexo conmigo, mientras que con la otra alinea su polla en mi entrada húmeda y dispuesta. Puedo sentir el tamaño de su cabeza allí, listo para dividir y conquistar, y aun así, reclamar mis emociones intensificadas con su físico, mientras profundiza nuestro beso, dándome todo y un poco más de él. Esta sensación es veinte veces más abrumadora que cualquier relación sexual que he tenido. Dejar que un hombre me reclame con su polla es una cosa, pero dejar que Becks me bese hasta dejarme sin sentido y que posea mi respuesta es más emotivo, más íntimo que cualquier otra cosa que le haya dado a cualquier otro hombre antes.

182

Me ha abierto, me ha hecho vulnerable, me hizo suya. Se inclina hacia atrás y me mira, nuestra respiración mezclándose al igual que nuestros corazones. —¿Puedes sentirlo, Haddie? Sé que sí, sé que ya no hay posibilidad de que puedas negar esto entre nosotros. Siéntelo, siénteme… Deséalo, deséame. —Nos miramos a los ojos y luego se inclina y roza sus labios con los míos, un asalto suave y tierno a mis sentidos, otra vez. Y entonces, en el momento en que sus manos me urgen a bajar mis caderas y él levanta su pelvis, el momento en que nuestros cuerpos se encuentran, puedo sentir mi corazón cayendo sin detenerse, fuera de control, a ese profundo lugar oscuro al que no puedo llegar, incluso si estiro los músculos y mis dedos tan lejos como puedo para tratar de agarrarlo. Pero no puedo. No creo poder alcanzarlo si quisiera reclamarlo. Porque me acabo de enamorar de Beckett Daniels. La idea se hunde en mí mientras su polla golpea hasta el final en mi sexo apretado, y mi cabeza cae hacia atrás mientras jadeo. La boca de Becks desciende a mi cuello expuesto mientras ambos nos movemos en unísono para darles a nuestros cuerpos lo que necesitan para llegar a ese pico que está al alcance. Mis dientes muerden mi labio inferior mientras me pierdo en el momento, aceptando mis sentimientos y sensaciones, y me ahogo en la oportunidad que él quiere que tengamos. Gimo por los movimientos, por tanto los sentimientos que me crean en mí y como por el toque de sus manos urgiéndome. Su boca abandona mi cuello y me encuentro mirándolo a los ojos mientras una de sus manos se mueve de un lado de mi cuello hasta mi pecho derecho, su pulgar tirando y bajando la tela rozando mi pezón rígido, enviando ondas expansivas a través de mi cuerpo ante la sensación que me deja inconsciente. Grito, instándolo a continuar, nuestros ojos fijos en los del otro de manera que podemos ver las pupilas oscurecerse y ensancharse mientras perseguimos el placer. Y cuando nos damos cuenta, cuando el deseo se dispara en una explosión de calor y sensación que me somete bajo su neblina adictiva, no puedo enfocarme en nada más que en dejarlo llevarme a su increíble viaje fortuito. Mi cuerpo tiembla y mis paredes pulsan alrededor de Becks mientras trata de quedarse quieto para poder sentir todo el impacto de mi clímax. —Haddie… —Mi nombre es un gruñido gutural en sus labios mientras sus manos se entierran fuertemente en mi carne desnuda y sus caderas se mecen contra las mías, vaciándose en mí. Su boca encuentra mi hombro, sus dientes presionando allí mientras se corre; la sensación un poco dolorosa haciendo que mis propios músculos se aprieten a su alrededor, una respuesta excitante, inesperada. No sentamos ahí por un rato, con las manos acariciando perezosamente nuestras espaldas mientras la transpiración que humedece nuestra piel se disipa con

183

la brisa fresca de la tarde que se desliza sobre nosotros como una manta en este refugio al aire libre. Después de un rato, se retira y solo me mira fijamente, la intimidad de su mirada tan profunda que sé que ya no puedo negarnos la oportunidad de lo que esto podría ser, independientemente de lo que nos depare el futuro. Inclina su cabeza y me susurra muy suavemente: —Eres hermosa, ¿lo sabes? Y quiero reír, quiero decirle que estoy segura de que debo lucirlo ahora, con pasto en el cabello y cubierta de transpiración con mi corpiño medio salido; pero hay algo en la manera en que dice las palabras, algo en la expresión de su rostro que me detiene, que me moviliza, que me deshace… porque me doy cuenta que me llama hermosa como si fuera mi nombre. Aun viéndome así, soy hermosa para él. Mi corazón se hincha con un montón de cosas que no puedo compartimentar por primera vez, así que las dejo que me dominen, a todas ellas, y que tengan este momento por mí. Levantando mis manos, acuno su rostro y me inclino hacia delante para presionar mis labios contra los suyos, la emoción tan grande dentro de mí que todavía no quiero que lo vea en mis ojos. Estoy demasiado expuesta, demasiado vulnerable en este momento, así que me aprovecho de eso para alimentar mi necesidad de esta acción inocente con él. Acepta el suave suspiro de un beso que le ofrezco y caemos en él, prolongando la intimidad entre nosotros. Me muevo un poco y él se desliza fuera de mí mientras su boca deja la mía y comienza un camino de besos bajando por la línea de mi cuello. Mi cuerpo, el cual estaba tan satisfecho hace unos momentos, ya no lo está. ¡Joder! El hombre sabe cómo hacerme perder el enfoque y hacerme rendir, sin pensar en nada, con el toque de sus labios. Es extrañamente malo lo mucho que me afecta. —¡Joder, City! —me susurra entre besos. Puedo sentirlo endurecerse de a poco contra mi muslo y me maravillo ante su tiempo de recuperación, aunque, definitivamente no tengo ninguna queja al respecto. Se ríe en voz baja, la vibración retumbando contra mi piel mientras paso mis dedos por sus brazos —lo único que puedo hacer coherentemente. Se aleja y su risa es más seria e inclino mi cabeza hacia abajo para mirarlo. —Tu amiga, la mariquita, ha decidido ganarme en la persecución —dice en tono divertido. No estoy segura de a qué se refiere, así que miro hacia abajo justo a tiempo para verlo pasar un dedo por debajo de la copa izquierda de mi sostén. La tira hacia abajo de manera que la pequeña mariquita, quien, obviamente, prefería ser un lagarto, pudiera escapar ilesa. Estoy tan atontada por el sexo, por mi tumulto de emociones, por su boca, y por esta pequeña distracción, que reacciono unos cinco segundos demasiado tarde para evitarlo.

184

Soy tan estúpida, estoy enojada conmigo misma por estar tan perdida en el maldito momento que traté de cubrir el borde áspero de puntos que salen por debajo de las tiras estériles antes de que pueda verlo. Pero lo hago demasiado tarde. —¿Haddie? —Su voz es tranquila, pero la preocupación y la confusión es obvia para mis oídos. Me echo hacia atrás —lejos de él— inmediatamente, y lo agarro con la guardia baja por lo que puedo escapar de los confines de sus brazos. Estoy aterrada y no sé qué hacer, así que hago lo único que mi mente puede comprender. Agarro mis bragas descartadas y me limpio rápidamente antes de bajarme la falda, levantar mi blusa, y luego salgo dando grandes zancadas a través del campo con tantos pensamientos que no puedo pensar con claridad. Puedo oír a Becks detrás de mí, diciendo mil insultos mientras se pone sus shorts, pero no me importa. En todo lo que puedo pensar es en la pregunta que va a venir y en cómo voy a contestar cuando sé que él sabe que la cicatriz y los puntos no estaban hace dos semanas. Mi mente está llena de incertidumbre y me hace correr una vez más, pero el problema es, ¿a dónde diablos voy? Estoy en el medio de la puta nada y no tengo transporte. Pero no tengo ni la posibilidad de contemplar qué va a pasar a continuación, porque Rex está ladrando y rodeándome en emoción, y yo me estoy poniendo la camiseta y se encuentra toda enredada, y estoy nerviosa y frustrada. Y asustada. Asustada porque lo acabo de dejar entrar, y ahora, probablemente, voy a tener que dejarlo afuera. ¡Joder, carajo, mierda! —¡Maldita sea! ¡Détente, Haddie, para! —Puedo oír la súplica en su voz y trato de ignorarla para que no me perturbe. Sigo caminando, sigo moviéndome para expulsar la energía frenética que me obliga hacer cualquier cosa menos quedarme quieta—. ¡Had! No hay a dónde ir. —Su voz es más firme ahora, más decidida, y sé que tiene razón, pero simplemente no quiero hacerlo ahora. Pero mis pies flaquean y la mezcla del sol y mi ansiedad me hacen sentir como si mi piel estuviera en llamas. Sé que está cerrando la distancia, puedo escuchar sus pies crujiendo en el suelo junto con sus maldiciones en voz baja, así que trato de retirarme, preparándome para romper el contacto. Espero poder mantenerme así. Tengo mis brazos cruzados en un gesto protector en más de una sola manera, y voy hacia la sombra de un gran árbol de roble, mi cabeza gacha, mis pensamientos corriendo a mil kilómetros por hora. Salgo de su agarre cuando sus manos aterrizan en mi hombro. Es estúpido de mi parte, de verdad. Como si realmente fuera a escapar de él, pero sigo caminando, esperando que evitarlo me ayude en cualquier contexto que pueda venir. —No puedes huir por siempre, Montgomery. —Sus palabras me detienen. Mis pasos vacilan y mi cuerpo se desinfla porque sé que tiene razón, sé que he estado

185

huyendo, pero lo he estado haciendo durante tanto tiempo, que parece que no sé cómo detenerme. Estoy de espaldas a él. Rex se sienta enfrente de mí con su lengua colgando hacia afuera y su cabeza inclinada hacia arriba mirándome con anticipación, como si tuviera una pelota y fuera a tirársela. La dura respiración de Becks llena el espacio entre nosotros, y el latido de mi corazón ruge en mis oídos. Cierro mis ojos cuando siento las manos de Becks en mis hombros, me preparo para el calor de su toque en mi cuerpo y el torrente de palabras que saldrán de mi boca. Pero no sale nada. Mis pensamientos son tan confusos y mi mente está tratando, tan duramente, de averiguar qué decir que abro y cierro mi boca varias veces. —Oye. —La ternura en su tono mientras me tira hacia atrás contra la solidez de su pecho hace que todo en mí se sienta como si pesara casi quinientos kilos. Y se siente así porque el esfuerzo que voy a tener que hacer para navegar en este campo minado no va a darme un respiro. Becks envuelve sus brazos sobre mi pecho, teniendo cuidado con los puntos, y solo me abraza fuerte. Me da un beso en la curva de mi cuello y luego descansa su barbilla en mi hombro—. Estoy tratando de no presionarte. Estoy tratando de darte un momento para explicarme que es lo que acabo de ver y por qué te asustaste y corriste… Pero me estás asustando. Tu silencio, el que salgas corriendo… todo eso me está asustando. Me muerdo el labio inferior para detener el temblor de mi barbilla y para darme un momento para fortalecer mi voz con una confianza que no tengo, pero que necesito que él crea que sí. —Esa noche en tu casa… —comienzo, haciendo puños con mis manos, mi cuerpo rígido, sin querer aceptar su consuelo en este momento. Necesito atravesar esto, ser fuerte, no romperme—. Me levanté. Sentí algo que me pinchaba. Juro que estaba imaginando cosas. Pasé un montón de tiempo tratando de probar que estaba equivocada, pero me encontré un bulto. —Sus brazos se flexionan muy ligeramente en respuesta, y estoy agradecida de que se quede en silencio—. Me asusté. Me fui y me dirigí a ver al doctor enseguida, me hicieron una biopsia donde me sacaron lo que sea que eso fuera. Eso es todo. Trato de sonar un poco indiferente, de fingir, pero cuando oigo que inspira dudoso, sé que no me cree. Comienzo a alejarme de él, pero sus brazos se mantienen firmes en su agarre. —Uh-uh —murmura contra mi hombro, el calor de su aliento golpeando la tela de mi blusa y atrapándola entre su boca y mi piel—. Solo dame un minuto. Y así nos encontramos allí mientras él procesa lo que ha escuchado, y yo trato de averiguar adónde ir desde aquí, porque maldita sea, lo he dejado entrar. Él está usando todo lo que tiene para abrir todo lo que he sellado con tanta fuerza, y eso me asusta hasta la muerte.

186

—¿Que mostró la biopsia? —dice finalmente, y la pregunta queda en el aire como una nube opresiva. Me trago la verdad que sé e intento impregnar optimismo cauteloso en mi respuesta. —No lo sé todavía. Cualquier día de estos. Hace un sonido incoherente en respuesta, su pulgar empezando a frotar de arriba hacia abajo suavemente para tranquilizarme. —Estoy… estoy teniendo dificultades para procesar esto, tengo… —Lo sé. Lo siento. No tenía la intención de que alguien se enterara. Yo solo… Me suelta y se aleja unos pocos centímetros, sus hombros tensos, y su emoción transparente en su postura. Empieza a hablar y se detiene, su mano agarra la parte trasera de su cuello mientras mira fijamente a la laguna antes de volver a mirarme. —¿No tenías intención de que alguien se enterara? —Su ira me sorprende. Esperaba lástima, incredulidad también… no ira—. ¿Crees tan poco de mí? ¿Crees que voy a llevarte a mi cama, pero no se preocuparme por ti como persona? ¿Qué carajos, Had? Sacude su cabeza, sus ojos clavados en los míos. Veo sus manos apretarse y soltarse, su pecho subiendo y bajando con ira mientras estamos en silencio. —No lo entiendes, ¿verdad? —La pregunta cuelga entre nosotros, y no estoy segura si se supone que debo responder o no, y si tengo que, ¿qué demonios es lo que no entiendo? ¿Qué parte de todo lo que he hecho para molestarlo no entiendo en este momento? Aprieta su mandíbula y mira hacia el cielo por un momento como si estuviera pidiéndole al universo que le conceda un poco de paciencia. Cuando mira hacia abajo, veo dolor en sus ojos, y por mucho que quiero mirar hacia otro lado, me obligo a sostenerle la mirada, diciéndome a mí misma que esta mirada no es nada comparado con lo que podría ser si nos aferramos a esto que está sucediendo entre nosotros. —Me preocupo por ti, Haddie. Más que preocuparme por ti. —Eso no es posible —le digo, inmediatamente alejando el pensamiento. Uhuh. Imposible. El cuidado lleva a la devastación, y no puedo tener eso en mis hombros—. Sin ataduras, ¿recuerdas? —Escupo las palabras de mi boca como si fueran ácido. Mecanismo de defensa y todo eso. Veo el impacto de mi declaración en sus ojos y me regaño a mí misma. ¡MIERDA! ¿Cómo puedo pensar que está bien sentir que me estoy enamorando de él, y sin embargo, no quiero que tenga sentimientos por mí? ¿Pero no tiene una mujer permitido ser un poco hipócrita cuando se trata de la mierda que ha tenido que enfrentar a lo largo del último año? Camina hacia mí, sus ojos entrecerrados y su boca apretada en una línea firme.

187

—A la mierda tú y tus malditas ataduras. Puedo ser demasiado cínico para creer en el amor a primera vista, Montgomery, pero creo en la conexión que sucede entre dos personas. Y puedes estar allí todo lo que quieres y mentir a través de esos labios sexy como el infierno, diciéndome que no hay nada entre nosotros… pero hubo una conexión —grita, golpeando su dedo en su pecho—. Y creo en esa

conexión. Sus ojos ardían, retándome a negarlo, y no puedo obligarme a mirar hacia otro lado o refutarlo. La honestidad en sus palabras y la tangibilidad de él delante de mí fácilmente admitiéndolo, es simplemente demasiado. Da un paso más cerca, una bola de ira, preocupación y confusión en rotación continua. —¿Por qué…? —empieza, y luego se detiene, ordenando sus pensamientos—. ¿Por qué no me despertaste esa noche? Dime. Contestar el teléfono cuando llamé y explicar lo que pasaba así podría haber estado allí para ti. Simplemente no lo entiendo… —No es tu problema. —Es la respuesta más fácil que tengo. Le he dicho más de lo que quería, más de lo que había planeado, y sin embargo, todavía me siento perdida en mi decisión. No soy un tipo de persona tonta, y sin embargo, eso es exactamente lo que estoy siendo con Becks en este momento. Y una lastimosamente patética en eso. —Ahí vas de nuevo, insultándome —dice, el cinismo goteando de cada palabra—. No es mi problema, ¿eh? Irte en el medio de la noche, asustada y sola. Sí, tienes razón… —Él asiente—. No me importaría eso, ¿verdad? ¿No me importarías tú? Por el amor de Dios, Haddie, no tienes ningún sentido… —Suelta un suspiro fuerte de incredulidad. —Becks… —Cualquier excusa que tengo muere ahogada en mi lengua cuando el dolor aparece una vez más en sus ojos—. No quise que sonara como un insulto… Gime exasperado. —Por favor, dime que Ry piensa que estás siendo tan frustrantemente obstinada acerca de esto como yo. No estoy segura de cómo exactamente me delaté, pero la breve vacilación en mi movimiento o aumento en mi respiración le dicen todo. Sus ojos y sus fosas nasales se abren. —¿Qué? ¡Malditamente increíble! ¿No se lo has dicho? —Su voz se eleva a medida que se lejos de mí y manda un pequeño tronco al suelo de manera que vuela y golpea contra un árbol, las partículas de polvo flotando en el aire. Me concentro en esas partículas brillando inocentemente contra el sol. Se ven tan libres, tan ligeras, y daría cualquier cosa por ser una de ellas en este momento. Cenizas a las cenizas, polvo al polvo.

188

Las palabras parpadean en mi cabeza, palabras tan verdaderas, pero su importancia en este momento demasiado para mí. Trato de olvidar las imágenes que esos pensamientos evocan en mi cabeza y solo logro asustarme más, desesperarme más. —No hay nada que decir —le grito, con la esperanza de que la elevación de mi voz refuerce mi declaración. —Sí, no hay nada que contar, y sin embargo no le has dicho a tu persona más cercana en todo el maldito mundo al respecto. Estoy seguro de que tienes alguna propiedad frente al mar en Arizona que quieres venderme ya que pareces pensar que soy tan jodidamente crédulo. Sus palabras me golpean y, Dios, sí, las merezco pero la ira anula la confusión y el miedo descorazonado. —Vete a la mierda. —Mi tono es bajo e incluso, calmado, algo que no se merece. ¿Cómo se atreve a juzgarme, burlarse de mí, acusarme con Rylee? Mi amiga, mi problema. Y entonces me quejo por dentro porque tiene razón al respecto en todos los niveles, y de repente me doy cuenta de que no decirle es mentir, independientemente de la intención detrás de ello. —Te gustaría eso, ¿no es así, Montgomery? —cuestiona mientras se acerca más, ira irradiando de él y choca contra mí—. Prefieres ser follada sin sentido para que no puedas recordar cuál mentira escondes de quién y a cuántas personas se preocupan por ti los sigues tratando como mierda y alejándolos. ¿Qué clase de estúpido juego estás teniendo? ¿Vamos a ver cuán sola puedo estar? ¿Vamos a demostrar lo terca que soy? —Se pasa las manos por su cabello, exasperado—. Es como si trataras de hacerme reconsiderar mis sentimientos por ti… —Sus palabras salen en una explosión de calor pero luego se apagan, y puedo ver el momento en que todo encaja para él. Cuándo las piezas del rompecabezas dispersas de mis actos esporádicos y confusos de repente caen en su lugar. Jódeme. La cabeza de Becks cae hacia un lado de nuevo, y sus ojos se estrechan. Puedo verlo tratando de procesar lo que acaba de concluir. Da un paso más en mi espacio personal, y aunque estoy al aire libre sin nada a mí alrededor, mis pies se pegan al suelo, y siento como si mi espalda estuviera contra una maldita pared. —Ese es el punto, ¿verdad? No puedo hablar, así que simplemente lo miro mientras mis ojos arden con lágrimas que no quiero derramar. Trago, y veo sus ojos recorrerme, luchando por sacar las palabras de mis labios. Su expresión se suaviza de inmediatamente. Dentro de un segundo, sus brazos —los que no quiero a mí alrededor, y sin embargo los quiero tan desesperadamente al mismo tiempo— están ahí, acercándome a él. Me digo a mí misma que luche contra ellos, que no acepte el consuelo porque no me lo merezco, pero la reacción innata de mi cuerpo se hace cargo. Mis manos

189

agarran su camisa que se puso cuando me persiguió, y mi cara encuentra ese lugar justo debajo de su barbilla. Su mano está en la parte posterior de mi cabeza, sosteniéndome contra él, nuestro corazón tronando contra el otro. El mundo gira bajo nuestros pies, y la naturaleza vibra alrededor de nosotros, pero siento que el tiempo se detiene, y solo me aferro a Becks con ese pensamiento reconfortante. —No me importa lo duro que me alejes, Montgomery. No voy a ninguna parte —murmura en la corona de mi cabeza, sus manos presionándome más contra él—. No tienes que hacer todo esto sola. Mis emociones giran en una caída libre continua con su admisión. Quiero decirle que esto no es nada —él, yo, nosotros, un mal diagnóstico— pero estoy tan harta de alejar a las personas que por una vez todo lo que quiero es acercarlo. Mis manos empuñan más fuerte la tela, tratando de recuperar algún tipo de control de mi confusión interna, pero es inútil. Estamos allí por un momento, respirándonos mutuamente y tratando de entender las reacciones del otro. Después de un rato, cuando mis dedos se relajaron en su camisa pero las suyas todavía me agarran fuertemente, digo en una voz sin emociones que me sorprende incluso a mí: —Nada ha sucedido todavía, Becks. Nada. Suspira, y puedo sentir su mandíbula apretarse. —Estás tan asustada que huyes… Eso es algo. Eso es más que algo. Acepto sus palabras, sé que son verdad, pero todavía tengo que advertirle que se aleje. —No sé lo que es todavía, pero sé que si es lo que me temo, pedirle a cualquiera que se quede a mi lado, sufrir mientras lo ve, preocuparse de lo que vendrá con ello… los efectos secundarios, las cicatrices por dentro y por fuera… eso es algo que no puedo pedirle a nadie. Nunca. Sus dedos se clavan en mis hombros mientras me empuja hacia atrás para que me vea obligada a mirarlo a los ojos. Buscan en los míos el resto de las verdades que sabe están allí, pero que no diré: la vida, la muerte, perder mis pechos, perder mi cabello, cicatrices, infertilidad. Trato de guardar esos temores, ni siquiera quiero recordarlos, mucho menos admitírselos. —Y otra vez, te digo que es una mierda. No eliges a las personas que se preocupan por ti. No tomas decisiones por los demás, no les dices cómo sentirse o, mejor aún, los bloqueas a causa de lo que piensas que va a pasar. —La ira comienza a rodear su voz, a pesar del suave roce de su pulgar sobre mi mejilla, un consuelo suave contra el ataque de las palabras que escucho, pero lucho por aceptar—. Es mi elección, la elección de Ry, cómo elegimos lidiar con ello… no la tuya. Yo solo… — Su voz se apaga mientras mueve su cabeza y se inclina hacia adelante para que su frente se apoye contra la mía.

190

—Becks, solo estoy tratando de hacer lo mejor para todos. —¿Qué es mejor? —Se aleja, la irritación creciendo en él de nuevo—. Dios, maldita mujer terca. Deja de ser una mártir. Lo mejor es que me dejes tomar mis propias decisiones y dejes de mentirme para que pueda hacerlo. —Me libera y camina unos pocos centímetros, su energía tan cruda que tiene que moverse—. Lo mejor es que dejes la estupidez el tiempo suficiente para darte cuenta de que me preocupo por ti, Ry se preocupa por ti… —No quiero que lo sepa. —Mi voz es implacable cuando pienso en el dolor que Ry ha soportado en los últimos años y cómo no quiero incrementarlo hasta que haya una respuesta. No quiero añadir estrés innecesario a ella—. Y nunca te mentí… Se muerde el labio inferior y hace muecas. —¡Joder! —gruñe a los árboles por encima de él, y luego rueda sus hombros para disipar algo de la tensión que veo allí—. La semántica no es una excusa. Una omisión es lo mismo que mentir, Haddie, pero estás perdiendo el punto. No se trata de una mentira o no. Está tan jodidamente lejos de eso. Es que uses el sexo que hemos tenido para adormecerte cuando debería hacer exactamente lo contrario. Debe encender tu cuerpo en llamas y meterse tan profundo debajo de tu piel que en lo único que pienses sea en la próxima vez que puedas tenerme, porque demonios si eso no es lo que me has hecho. Así que te reto. Voy a seguir retándote cada puto día hasta que admitas que me quieres, que estar conmigo te hace eso también… pero no lo harás, ¿verdad? —Solo me quedo quieta, mi rostro impasible, mi cuerpo furioso por la emoción bajo la superficie—. Prefieres estar allí y decirme que prefieres el entumecimiento, la nada, que admitir que me necesitas. Sus ojos tienen su propio lenguaje mientras nos miramos, el poder de sus palabras trayendo lágrimas a mis ojos y sacando las palabras de mis labios. —Solo estaba haciendo lo que creía que era lo mejor, protegiendo a todos, de más daño, de todo. —Y odio estar adormecida, grito en silencio. Lo odio tan

jodidamente mucho que cada vez que nos tocamos me haces sentir tan viva, haciéndome notar lo muerta que me he sentido en el interior durante el último año. No sé por qué el resto no lo digo. Es como que si lo hiciera, entonces sellaría mi destino por la puta ley de Murphy, así que me mantengo callada. —¿En serio? ¿Eso es todo lo que tienes para mí? La próxima vez asegúrate de que tus ojos y tus labios coincidan, City, porque solo estás añadiendo leña al fuego en este momento. Tu negativa a responder es exasperante. Me necesitas, Haddie. Úsame como tu saco de boxeo emocional o irritante, para tal caso, pero me necesitas. No soy un idiota que va a huir en la primera mala racha, y el hecho de que todavía no veas eso es una tontería. —Suelta un suspiro fuerte, su mandíbula apretada, su ira palpable—. Estoy tan jodidamente cabreado, pero también estoy tan jodidamente hipnotizado por ti en este momento, y no sé qué demonios hacer ni qué decir. Todo lo que sé es que proteger a alguien de la verdad es solo otra manera de dejarla fuera.

191

Mis ojos van a los suyos, y no sé qué decirle. No hay palabras para quitar el hecho de que lo lastimo, pero al mismo tiempo, su declaración hace que mi pecho se retuerza por lo que no puedo evitar que mi corazón se hinche. Trato de justificarme, pedir disculpas al explicarme. —Quizás es mi manera de no forzar a alguien a reaccionar por obligación o aguantar cuando la mierda empeore. No es necesaria la lástima por asociación, ni es bienvenida. —¿Por asociación? —Se aleja—. ¿Una manera formal de parafrasearlo, no te parece, teniendo en cuenta que estábamos asociándonos allí en el campo? Trato de reprimir la sonrisa que comienza a curvarse en las esquinas de mi boca por su comentario. Esta conversación ha sido tan condenadamente seria que energía nerviosa se aferra a su ocurrencia, y suelto una sin pensar. —¿Asociar? Pensé que estábamos conectando. La sonrisa de Becks se amplía, las líneas alrededor de sus ojos se arrugan, y algo sobre la forma en que su cabeza se inclina y me mira con una combinación de diversión y adoración calienta partes de mí que no debería. —Oh City, definitivamente conectábamos. —Se ríe, y el sonido es tan bueno. Todavía tengo mis dudas, mis reservas, mi temor de que si los resultados no están en mi favor, los arrastraré a una mala situación, pero por ahora, solo quiero dejar que los sentimientos me rodeen cuando estoy con él. Permitirme estos momentos, la calma antes de la tormenta. Y antes de que pueda terminar de racionalizar por qué quiero a este hombre, a pesar de todas las circunstancias imprevistas, Becks se acerca a mí y me agarra sin preámbulos y presiona sus labios contra los míos. El beso está lleno de tal combinación potente de emoción que cuando nuestras lenguas se encuentran, puedo saborear su ira y necesidad cruda. Su boca atrapa la mía sin disculpa cuando la toma y nos da una salida para explicar nuestros sentimientos sin hablar. Porque cuando los besos como este están involucrados, hablar está sobrevalorado. Se aparta del beso y me lleva a sus brazos de nuevo, donde me aferro a la comodidad de su cuerpo contra el mío. —Lamento haberte gritado, pero lo irracional me enloquece, y, nena, tu línea de pensamiento se acerca a ese espectro. —Suspira y besa la parte superior de mi cabeza—. No hemos terminado de hablar de esto todavía, pero creo que es ridículo insistir en algo que ni siquiera puede ser un problema, ahora o en el futuro. Y si hay más que hablar, no te escondas de mí. —Su mano levanta mi cabeza hacia arriba y hacia abajo para que me vea obligada a asentir. Me río de él, sintiéndome más ligera de lo que me he sentido en días—. Somos algo, Haddie. Será mejor que te acostumbres a eso.

192

Esa palabra golpea mis oídos y se lleva un poco del peso en mi alma, calentándome. Murmuro la palabra, lo somos, para él y atrapo una sonrisa antes de que sus labios se encuentren con los míos de nuevo. Nos hundimos en el beso, y se aleja ligeramente para levantar su mano y sacar algo de mi cabello. —Tienes hojas en tu cabeza —dice con una sonrisa. —Es el nuevo estilo —bromeo. —Hmmm. —Mira el suelo a nuestro alrededor, lleno generosamente con hojas. Sus ojos me observan con un brillo travieso en ellos—. Bueno, tengo la intención de hacer que te veas mucho más elegante, entonces.

193

Becks

C

afé.

El aroma me llama como las revoluciones de los motores en un día de carrera, despertándome tan rápidamente que tomo la almohada junto a mí para cubrirme los ojos por la iluminación de la habitación. No hay cortinas en la granja, así que, hola sol.

Gracias por eso, mamá. Gruño una maldición, la mañana y yo no nos llevamos muy bien hoy. Bueno, eso es probablemente porque mis ojos se cerraron por lo que se siente como apenas unas horas. Primero fue el sexo increíble con Haddie. ¿Increíble? ¿A quién carajos estoy engañando? Más como que estableció la barra para medir todo el sexo el resto de mi vida.

Jodida Macallan. Me está arruinando. Como, jodidamente destruyéndome para alguien más. ¿Deena? ¿Quién? Luego, después que me embriagué con su cuerpo, se acurrucó junto a mí y se quedó dormida. Pero yo no pude. Yací allí por más de una hora, reviviendo el día: el traerla aquí, el sexo en el campo, encontrar sus suturas, la lucha que siguió, conseguir una jodida mayor cantidad de hojas en su cabello mientras hacíamos las paces, la cena, y hablar junto al fuego, seguido de los juegos previos allí mismo, lo que llevó a que la barra fuese establecida. A pesar de lo increíble que fue el día, mi mente seguía vagando nuevamente a los resultados de sus pruebas que todavía no había recibido. A los sentimientos que agitó en mi interior y de cómo las posibilidades de lo que esos resultados podían contener, podrían afectarla cuando ya está huyendo, asustada por cómo están las cosas. Su cuerpo era tan cálido, tan malditamente tentador, que lo dejé aliviar la inquietud que me sobrecargaba, y finalmente me dormí cuando el amanecer teñía la noche. Café.

194

El aroma y el suave zumbido que escucho me sacan de mis pensamientos. Unos que no quiero tener, pero maldita sea si Haddie no se metió bajo mi piel, me hizo querer más de lo que debería. Me hizo pensar cosas que harían que mi mamá salte de alegría. Los pensamientos se desvían, preguntándome si la recién descubierta teoría de Colton acerca de un-coño-es-lo-suficientemente-bueno-como-para-comprometersede-por-vida tiene alguna relevancia para mí. Y eso es decir muchísimo. Mi erección mañanera está completamente despierta, y con el aroma del café guiando mi nariz y mi libido literalmente señalando el camino hacia la única persona que puede satisfacer ambas de mis necesidades, me levanto de la cama y arrastro mis pies hacia la cocina. Mientras camino por el pasillo, se me ocurre la idea perfecta de adónde llevarla de regreso a casa. Necesita un día en el que no tenga que preocuparse, que se encuentre lo suficiente absorta como para que no tenga tiempo de pensar en lo desconocido, que sé, rige su día a día. Me siento en la cima del mundo cuando cruzo la esquina de la cocina. Pero es cuando la veo, sin embargo, que siento que caigo de culo. Maldición. Solo maldición. Se encuentra sentada en el asiento de la ventana, su espalda contra la pared, sus rodillas contra el pecho, y una taza de café en sus manos encima de ellas. Su rostro está inclinado hacia la gran vista de la granja extendida frente a ella. El sol fluye a través de la ventana e ilumina el oro de su cabello causando un efecto tipo halo. Tiene puesta mi camiseta y no estoy seguro de qué otra cosa más, ya que cae y cubre sus caderas, bloqueando la vista de lo que realmente quiero ver. Tiene una suave sonrisa en su rostro mientras observa a Rex en el exterior chascando sus mandíbulas infructuosamente a las moscas que zumban sobre su cabeza y que están fuera de su alcance. Hay algo acerca de ella en este momento que se ve tan puro, tan frágil, cuando suele ser cualquier cosa menos eso, que me atrae. Culpo a la luz del sol en un principio, convenciéndome de que es la combinación de ella estando relajada y usando mi camiseta lo que hace que me duela la polla. Haciendo que el pensamiento de que se ve como un ángel parpadeé a través mi mente aturdida. Pero demonios si no me tambaleo por la vista. Quiero desesperadamente que me mire, quiero ver lo que sus ojos dirán, pero no encuentro lo necesario dentro de mí como para romper el momento. Por ella o por mí. Porque estoy demasiado ocupado tratando de averiguar por qué me siento de repente tan jodido.

195

Era un hombre buscando café, y tal vez algo de postre mañanero de la dulce Haddie, y ahora estoy sin palabras y sé que para mí no hay vuelta atrás. Tan pronto como se mueve en su asiento, me ve, pero no está sorprendida como lo esperaba. Una lenta sonrisa se extiende a través de esos labios perfectos cuando sus ojos se encuentran con los míos. Desde la distancia, se ven como si estuvieran brillando con lágrimas, y por primera vez en mi puta vida, no puedo moverme. Solo me quedo allí y la miro, hablando solo a través de nuestra conexión visual. Por mucho que necesito mirar hacia otro lado para que no pueda leer lo que está en mis ojos, no puedo, porque me doy cuenta de que no es mi culo lo que está cayendo. Nop. En lo más mínimo. Es mi corazón tocando fondo, ya que cae y cae. Bueno… joder. ¿No debería estar asustado de la mujer delante de mí que acaba de robarme el aliento y me hizo sentir diferente a cualquier manera que me haya sentido antes? El pensamiento racional dice que hemos estado saliendo por tan poco tiempo, que el fuerte enganche que acabo de sentir cavar en mi corazón no puede ser real. Además, la rutina de Cupido y flecha es una mierda. ¿Pero la conexión? Ahora, la conexión seguro como la mierda que es real. Y que me condenen si no es tan ensordecedora como un trueno. Me siento como si me hubiera golpeado con un rayo, por lo que el sonido del trueno es parte del rumbo. —Buenos días. —Su voz me saca de mis pensamientos—. El café está listo. Café. Sí. Eso ayudará a despejar mi cabeza, y, con esperanza, aflojará mi lengua que, de repente, está atada porque temo que esta auto-revelación cambiará todo. —¿Estás bien? Me hace la pregunta con una cautelosa mirada de curiosidad en sus ojos. Puedo percibir que quiere la oportunidad que acabo de exponerle, pero le teme, a todo al mismo tiempo. Y siento una gama de emociones, pero también sé que darle la oportunidad de estar en control de algo le ayudará, le hará permanecer en tierra, le hará sentir que toda su vida no está fuera de control. —¿Confías en mí? Se ríe bajo y rico con una sonrisa sugerente y un brillo en sus ojos. —Después de lo que acabo de dejarte hacerme, ¿vas a preguntarme si confío en ti?

Maldita sea.

196

Solo han pasado un par de horas, pero su comentario trae de regreso imágenes de nuestra escapada sexual pre desayuno a todo color y full HD. No creo que alguna vez sea capaz de comer otra cena de Acción de Gracias en la mesa de la cocina sin pensar en comerme a la dulce Haddie. Boca abajo, culo para arriba, le ordené que sostuviera el borde con sus manos, o dejaría de darle golpecitos a su clítoris con mi lengua. Su cuerpo retorciéndose, su boca gimiendo, y su sabor, más dulce que el pecado, golpeando mi lengua mientras corcoveaba bajo mi agarre en sus caderas, gritando mi nombre mientras se corría. Y luego dijo una sola palabra, Más. Me encuentro con su mirada mientras salimos de mi camioneta, y sé que está pensando lo mismo en este momento. Cómo la puse en el borde de la mesa, y luego me estrellé contra su apretado, palpitante coño, mientras todavía estaba montando la ola de su orgasmo. Y jodido infierno. Simplemente increíble. La sensación de ella, piel sobre piel, es algo que ahora no creo que alguna vez pueda contemplar no hacer. Mi polla se endurece con el pensamiento una vez más, cómo tomarme mi tiempo nunca se pasó por mi mente, porque solo estaba pensando en el final del juego en esta ocasión, sabiendo que ella ya había conseguido la suya. La idea de martillearla por detrás me golpea de nuevo, mojando mi pulgar y presionándolo contra el estrecho aro de músculos resistentes. Cómo se retorció bajo mi tacto, su boca gritando: —Sí. Dios, sí, Becks. Hazlo. Me voy a venir. —Sus palabras la única autorización que necesitaba para empujar mi pulgar en su perfecto puto culo e imitar el movimiento de mi polla en su coño. Cierro los ojos detrás de mis gafas de sol por un segundo, reviviendo el sonido de su grito cuando se vino con tanta fuerza, sus piernas cediendo, cada uno de sus músculos apretándose alrededor de mi dedo pulgar y mi polla, hasta que no pude aguantar más y me vine al igual que ella. Mi Dios. Justo cuando pensaba que no podía rematar la noche anterior, fue y nuevamente levantó la barra. Si se pone mucho más alta, voy a desear ser un jodido saltador de pértiga14. —¿Becks? Su voz me tira de los pistones, tratando de provocar una chispa en mi mente, porque demonios si no es el único combustible que necesito para encender mi motor en este momento. —Hmm. —El zumbido profundo de mi garganta le deja claro exactamente qué estoy pensando—. Tú lo trajiste a colación esta mañana, bien podrías pensar que necesito hacerlo de nuevo. 14

Saltador de pértiga: o salto con garrochate es una prueba del actual atletismo que tiene por objetivo superar una barra transversal situada a gran altura con la ayuda de una pértiga flexible. Esta pértiga tiene normalmente de 4 a 5 metros de longitud y suele ser de fibra de vidrio y carbono.

197

—¿Es una promesa? —pregunta con el destello de una sonrisa maliciosa mientras deambula a la parte de atrás de mi camioneta, donde la puerta trasera está abierta. Arquea una ceja mientras se agacha y apoya su pecho sobre ella, su cuerpo doblado por la cintura, su culo sobresaliendo, tentándome como si no hubiera ningún puto mañana. —Cristo, nena, no creo que quieras jugar con este fuego. —Camino lentamente hacia ella, con ganas de tomar lo que está ofreciendo, salvo que sé que, justo a la vuelta de la esquina, están algunos integrantes del equipo esperándonos para empezar. Menea su culo mientras camino detrás de ella y paso un dedo de arriba hacia abajo por la costura de sus shorts de jean. La oigo tomar una respiración, viendo sus caderas quietas antes de que se presione contra mi mano. Retiro mi toque y retrocedo, la tomaría aquí mismo, justo ahora, pero no estoy realmente dispuesto a dejar que ninguno de los chicos la vea así, dándole reales elementos visuales para que vayan junto con los pensamientos que sé que van a tener cuando se encuentren cara a cara. Se da la vuelta cuando doy un paso atrás, e inclina su cabeza hacia mí. —¿Sabes lo que dicen sobre jugar con fuego, verdad? —Se inclina en mi dirección y roza mis labios con los de ella. La jodida azúcar tratando de endulzarme. Maldita provocadora. —¿Te quemas? —respondo, mis cejas levantadas, tratando de averiguar a dónde se dirige con esto porque que estoy seguro como el infierno que esta no es la respuesta que está buscando. Mi respuesta es típica y Haddie es cualquier cosa menos típica. —Hmm. —Tararea contra mis labios—. Sí, pero eso significa que necesitas mojar tu manguera para apagar la llama. —Roza su cuerpo nuevamente contra el mío, y demonios, si lo hace una vez más, esta idea en la pista va a ser arrojada por la maldita ventana para que así pueda salir a jugar al bombero. Porque esta manguera seguro como la mierda está cada vez más húmeda. —Me gusta el sonido de eso —murmuro antes de deslizar mi lengua entre sus labios provocativos, un incendio de tres alarmas ya encendido. —¡Oye, Daniels! ¿Estamos haciendo esto, o vas a tontear durante todo el día, perdiendo nuestro tiempo? —Smitty dice a mi espalda, su voz haciendo eco en las paredes de hormigón del cuadro, cerca de la fila del pit.

¿En serio? Siempre llega en el peor maldito momento. Levanto mi mano, el dedo medio blandiendo mi saludo hacia él. Su risa se traslada hasta donde estamos parados. —Tal vez más tarde, querido, pero ahora tenemos el auto óptimo y preparado, así que trae tu culo hasta aquí.

198

—Voy —le grito, mi mirada fija en la de Haddie. —Promételo —me susurra con un brillo pícaro en sus ojos y un poco de meneo de su cuerpo, para que sus tetas se froten contra mí por última vez antes de que dé un paso atrás. No puedo evitar sonreír aún más ampliamente porque, ¿cómo soy tan jodidamente afortunado de estar aquí, de pie con una mujer que haría un chiste como ese? Volviendo una respuesta inocente en un pensamiento sucio. Hablando de un infierno excitante. Y demonios si soy uno de los que rompen una promesa. O una regla. Sostenemos mutuamente nuestras miradas por un momento más, y me encanta ver sus ojos llenos de lucha, cuando gran parte del tiempo que hemos pasado juntos, estaban en conflicto, vigilantes, tristes. No sé lo que va a tomar, pero quiero mantener esa mirada allí permanentemente. —Sin preocupación allí, dulce Haddie —le digo mientras nos giramos, tomados de la mano y nos dirigimos hacia los boxes—. Voy a hacer un incendio de tu rabia y luego usaré mi manguera para poner un resplandor de gloria. Será un placer. Lo que no sabe es que estoy hablando de mucho más que jodido sexo.

199

N

o puedo evitar sonreír, se siente normal por primera vez en la vida. No sé cómo Becks sabía que su idea ayudaría, pero de alguna forma me siento reavivada de nuevo.

¿Quién habría pensado que ponerme un casco, colocarme detrás del volante de un viejo auto de carreras y correr alrededor de la pista sería tan vigorizante? No era solo la adrenalina lo que me refrescaba. Era la habilidad de controlar mi destino. Quiero decir, sé que iba solo a un cuarto de la velocidad que va Colton cuando corre en la pista, pero no me importaba. La noción de cuán rápido voy, si golpeo la pared o no, poder quedarme aquí afuera todo el día si quisiera, excepto para detenerme por gasolina, me hace sentir como si tuviera el control de mi propia vida. Y el momento en que mi mente empezaba a divagar, presionaba el acelerador un poco más duro, yendo un poco más rápido para concentrarme en vivir y no en morir. ¡Qué concepto! Becks me acompaña por la acera hasta la puerta, su mano en la mía, cuando me doy cuenta de que todavía no estoy lista para dejarlo ir. Quiero decir, esta mañana cuando me encontró mirando por la ventana, las lágrimas en mis ojos eran por una potente mezcla de temor del mañana combinado con el conocimiento aliviador de que estoy tratando de dejarlo entrar… al menos por hoy. Tenía un pie firmemente plantado dentro y uno fuera de la puerta, esperando por la primera señal de que fuera tiempo de irme. ¿Y ahora? Ahora siento como si un pie se encontrara todavía firmemente arraigado mientras que el otro está en el aire, suspendido, mientras mi corazón me insta a plantarlo en el piso de forma permanente junto a su compañero. Y todo en un lapso de cuarenta y ocho horas.

¿Qué me está haciendo? Si no lo supiera mejor, diría que estoy sometida por su pene, pero eso simplemente no es posible. Demonios sí, su proeza en la habitación es tan buena como el infierno, pero hay algo más aquí, y tanto como me asusta, también es realmente atractivo. Contiene promesas de posibilidades que podrían estar justo en el horizonte. ¿Pero qué demonios sé? Mañana podría ser golpeada por un camión Mack, como lo sugirió Rylee tan amablemente.

200

O ser diagnosticada con cáncer. Aparto el pensamiento. No tiene lugar en el aquí y ahora después de las treinta y tantas horas con Becks.

Oh por Dios. De hecho sé las horas, las he descifrado subconscientemente. Realmente estoy sometida. Que me jodan. Hmm sí, por favor. Pero me obligo a mí misma a sacar mi mente de su cómodo lugar en la alcantarilla y a enfocarse en cómo esto simplemente no es posible. Tanto como me gustan mis alfas, siempre me aseguro que el sexo sea tan estelar que, a pesar que piensan que tienen el control, puedo dejarlos quejumbrosos si me niego a tener sexo para conseguir lo que quiero. Y ahora mírame. De pie aquí al lado de Beckett Daniels, el Sr. Lento y Seguro, estoy sometida por su polla, abatida-porsu-pene, con-mis-piernas-ampliamente-separadas-servidas-en-una-bandeja, cual sea la forma como quieras llamarlo. ¿Cantó la mujer gorda? Y antes que pueda buscar en la vecindad para ver dónde se está escondiendo, Becks tira de mi mano y me hala hacia él a medida que nos acercamos a la puerta. Me inclino contra la solidez de su pecho mientras envuelve sus brazos a mí alrededor. Entonces, cierro mis ojos y absorbo la comodidad de su cercanía porque estamos a años luz de donde estábamos ayer en la mañana, cuando estuvimos en esta misma posición exacta, erizados con tensión sexual. La cosa graciosa es que hemos hecho de todo menos devorarnos el uno al otro, y aún así siento ese deseo y necesidad diez veces más fuerte en este instante. Presiona un beso en la cima de mi cabeza mientras nos sostenemos el uno al otro fuertemente. —Gracias por ir conmigo a la cabaña. —El timbre de sus palabras vibra desde sus labios en la corona de mi cabeza hasta abajo por mi pecho comprimido contra el suyo, dejándome sentir que de alguna forma es ahora una parte de mí. —¿Por ir? —bromeo—. Creo que ni siquiera tuve opción ya que fuiste tan persistente en mostrar mi mentira. —Hmm… Pero fue tan divertido hacer el montaje de esa mentira y bajar de ella, ¿cierto? Mi cuerpo reacciona visceralmente a sus palabras, un suspiro contenido en mis labios. Puede probármelo ahora mismo de nuevo si quiere, porque maldita sea si mi cuerpo presionado contra el suyo no me está haciendo descender en espirales inconscientemente en caída libre de deseo a la que solo él tiene el paracaídas. —¿Quieres entrar? Se ríe, su mano deslizándose de arriba abajo por la longitud de mi columna vertebral. —Tanto como me encantaría, no puedo.

201

Inesperadamente me siento rechazada, como si ya no hubiera obtenido mi cuota de él aún. —¿Tienes algo mejor que hacer que estar conmigo? —Me aparto, mis labios completamente en un puchero mientras lo miro y muevo mis pestañas. —No en lo más mínimo. —Sonríe suavemente y se inclina hacia adelante para colocar un suave suspiro de un beso contra ellos—. Eres linda cuando haces pucheros, pero entrar rompería mis reglas y sabes lo mucho que odio hacer eso. Él y sus malditas reglas. —¿Reglas? ¿Cuáles serían esas? —Dime, Becks, para poder romperlas. Su boca se curva en una completa sonrisa de megavatios mientras niega. —Bueno, rompería dos de ellas: la regla del meñique del pie y de la primera cita. —¿Qué?15 —Oh, puedes garantizar eso —responde antes que pueda darme cuenta de lo que he dicho. Solo pongo mis ojos en blanco. —¿La regla del meñique del pie? —reitero. —Sí, si entro, voy a querer follarte en cada pieza de mueble en tu casa justo como lo haces con tu meñique del pie. Es una cosa inevitable que simplemente sucedería. —Levanta sus cejas mientras me río de él—. No quiero hacer eso porque, uno, la motocicleta en la entrada de tu compañero demasiado presente y demasiado masculino indica que está en casa y no quiero compartir ni una sola parte de ti con él; n siquiera los sonidos… no va a ocurrir. No comparto. Nada. A pesar que me estoy riendo de su ridícula regla del meñique del pie, el tono posesivo del resto de sus palabras y la mirada en sus ojos —dominantemente y divertida— son bastante excitantes. —Y, dos —continúa mientras lo estudio—, romper la regla número uno llevaría a romper la número dos, no dormir juntos en la primera cita. —¿Primera cita? —farfullo, mi cabeza sacudiéndose mientras trato entenderlo. —Sí. Primera vez que he venido a tu casa, te he recogido y llevado a algún sitio. —Se encoge de hombros—. Llámame anticuado, pero primera cita. Resoplo una risa y luego intento sofocarla. —Bueno, parece que ya rompiste esa norma: ayer, anoche, esta mañana. Solo en caso que lo hayas olvidado. Y si lo hiciste, estaría más que insultada. —Me acerco y susurro—: Ya hemos dormido juntos.

15

¿Qué?: en inglés cuando no has escuchado u entendido bien lo que la otra persona te ha dicho se utiliza la frase “Come again?” para que lo repita, lo cual literalmente se traduciría como “¿te vienes de nuevo?” o “¿me vengo de nuevo?” y por ello el comentario siguiente de él.

202

—Oh, te aseguro que no lo he olvidado, pero esta es la primera vez que consigo acompañarte a la puerta y darte un beso de buenas noches. Esa es una primera vez importante y no voy a eclipsar lo valioso de ese beso porque estás demasiado ocupada pensando en lo duro que te voy a follar contra la puerta una vez que entremos. Se me hace difícil tragar después de esa declaración. Me está diciendo que no entrará, ¿y después dice algo como eso? —Sexo contra la pared, ¿eh? —Trato de jugar con el encanto de la idea. Lucha con la sonrisa en sus labios y casi gana, pero sus ojos delatan su floreciente deseo. —Síp. El sexo contra la pared está altamente subestimado —dice con naturalidad a medida que da un paso hacia mí. Me alejo solo para darme cuenta que mi espalda está contra dicha puerta. —¿Por qué es eso? —exhalo, su cercanía y el tema de conversación empezando a hacer que mi corazón se acelere. Da otro paso para que mi cuerpo esté presionado contra el suyo, sin lugar para escapar. —Porque —menciona, llevando sus manos hacia arriba para enmarcar mi rostro y así no tener más opción que ver esos hipnotizantes ojos suyos—, cuando estás presionada contra la puerta, con tus piernas envueltas alrededor de mis caderas, tu peso corporal hace que puedas tomarme tan profundo como eres capaz. —Hace un sonido de apreciación en su garganta que imita cómo me siento ahora mismo, desesperada por la sensación que acaba de describir. Mis labios se separan para rogarle, pero mantengo mi dignidad. Por cuánto tiempo más, no estoy segura. Con sus ojos pegados a los míos, desliza sus manos por mis hombros, a lo largo de mi caja torácica y se detiene justo en mis caderas para que sus dedos puedan agarrarme allí. Mi respiración se entrecorta mientras espero que me levante y me oprima contra la pared, inconsciente del hecho que estamos afuera y eso no sucederá. Sus dedos aprietan un poco más mientras baja su rostro tan lentamente al mío. Esa boca suya, la cual quiero que me haga tantas cosas, roza gentilmente contra mis labios cuando me clava en la puerta. Y a pesar de la desesperación que siento, Becks mantiene su beso tan tierno, tan reverente que nos hundimos en él tan dulcemente y me pierdo. Me levanta suavemente, mis piernas envolviéndose alrededor de su cintura instintivamente; nuestros labios nunca dejando el del otro y el erotismo de nuestra conexión no me pasa por alto. Nuestros cuerpos encajan juntos, su erección contra la V de mis muslos se ajusta casi tan perfecta como nuestros labios. Todavía cuando mi deseo sube a alturas insondables, el beso permanece lento, mesurado, significativo, con nuestros dedos enredándose en el cabello del otro.

203

Finaliza suavemente, una protesta suplicante cayendo de mis labios ahora hinchados a medida que se aleja para mirarme a los ojos. —Los besos de despedida son mis favoritos —murmura y, demonios, puedo ver por qué le gustan, especialmente cuando son así. Te arrebatan el aire de tus pulmones, convierten tus rodillas en gelatina y te abruman tan a fondo, que no puedes pensar bien. Sus manos están de vuelta a mis caderas mientras me sostiene, bajándome hacia el suelo, mi mente tan sacudida que momentáneamente olvido mi estado de suspensión. Inclina su cabeza, sus ojos llenos de tantas cosas que estoy demasiado atemorizada de examinar. —Buenas noches, City. Retrocede un paso y quiero llorar protestando, pero todo lo que emito es: ―Buenas noches. —Me mira por un latido más, el fantasma de una sonrisa antes de darse la vuelta y comenzar a caminar por la senda. —Oye —lo llamo, mi ingenio disperso lentamente regresando ahora que hay distancia entre nuestros cuerpos. Se voltea y frunce el ceño—. ¿También tienes una regla de tres días? —¿Tres días? Simplemente tendrás que esperar y ver, ¿cierto? —Una sonrisa de medio lado curva sus labios—. Nunca delato mis secretos. —Se va a girar para alejarse pero se detiene y me enfrenta—. ¿Oye, Montgomery? La pregunta que deberías estarme haciendo es si la regla de los tres días que tengo es para una llamada telefónica o para el sexo en la pared. Y con eso, me concede una sonrisa veloz antes de voltearse y caminar, su risa flotando hasta donde estoy parada, mis muslos apretados y negando a medida que me deja una vez más, una mujer ya deseando más. Maldito seas, Becket Daniels. Lo observo salir de la entrada, sabiendo que el dolor en mi pecho solo empeorará a medida que caiga más y más por la madriguera del conejo. Cuando su auto ha salido de mi vista, abro la puerta, la cierro y luego me hundo contra ella en un estado de cansancio completo que se siente, oh, tan bien. Y entonces me río para mí misma cuando me doy cuenta que esta misma posición es exactamente donde espero que Becks planee encontrarse conmigo en tres días a partir de ahora. Sexo contra la puerta. Demonios.

204

L

anzo mi bolso sobre el mostrador y apoyo mi cadera contra él, completamente exhausta. Aún tengo que recuperar el sueño que perdí pasando la noche con Becks en Ojai o las llamadas tarde hasta la madrugada que hemos tenido en los últimos días. Más tiempo dedicado a conocernos el uno al otro. No es que me importara porque desvelarme con Becks es una muy malditamente buena manera de perder el sueño. Además, he estado ocupada siguiéndole la corriente y acatando sus normas ridículas y totalmente sin sentido. Pero tan ridículas como son, también son un poco dulces. Y desde que hemos estado hablando cada noche, era evidente que la regla de los tres días no se aplicaba a las llamadas telefónicas. Solo puedo esperar que eso signifique que esta noche consiga el sexo contra la puerta que insinuó. Mientras más pronto, mejor. Becks ha construido la anticipación tan hábilmente que esperar para subir a mi habitación no es una opción. Agarro una bebida y me dirijo al patio trasero para mi usual rutina de final del día, los últimos rayos del sol llamándome antes de que la noche los reclame. Me siento en mi tumbona favorita y llevo la limonada a mis labios. Mis pensamientos vagan al rato que pasé con Maddie esta tarde, cuán alegre y verdaderamente feliz se encontraba y cómo mi corazón se sintió mucho mejor dejándola esta vez. Sé que el duelo siempre estará ahí con ella, constantemente, pero al mismo tiempo, comienzo a ver piezas de la pequeña niña que era hace un año antes de esta pesadilla de la que nunca nos despertaremos. Y esos atisbos me dicen que hay posibilidad de que muchos más se encuentren a la vuelta de la esquina. Proceso un par de pensamientos al azar sobre el trabajo y la última fiesta de Scandalous que ocurrirá en los próximos días. Estoy más que satisfecha con mi trabajo para ellos y sé que el mensaje que recibí más temprano esta mañana, acerca de cómo los superiores estaban volviéndose locos sobre el trabajo que he estado haciendo, aumentó mi confianza ante la posibilidad de capturarlos como un cliente activo en este último evento. Y luego mi mente regresa a Becks, por supuesto. Ni siquiera intento disimular la sonrisa que aparece en mis labios al pensar en él y en todo lo que ha llegado a significar para mí en tan poca cantidad de tiempo. Quiero decir, si alguien me hubiera dicho que me enamoraría de un hombre así de rápido, habría dicho que estaban locos. Pero me justifico diciendo que hemos sido amigos por más de un año, así que el hecho de enamorarnos no es tan drástico como parece.

205

Y demonios, se siente tan condenadamente bien. Hay mariposas en mi estómago cuando mi teléfono suena y nos quedamos despiertos por horas en la noche, hablando de todo y nada, simplemente fascinados por la voz del otro. Aún es pronto, lo sé, y tan bien como se siente, estoy tratando de ir a mi ritmo, de evaluar todo porque el miedo sigue allí, arañando mi mente. Haciendo su presencia notoria con cada pensamiento, cada acción de modo que me cuestiono a mí misma, pero estoy tratando desesperadamente duro de ignorarlo. Contenerlo. Mantenerlo a raya. Cierro mis ojos y levanto mi cara hacia el sol, acostumbrándome a la sensación cuando mi teléfono suena detrás de mí. Lo busco a tientas, manteniendo mis ojos cerrados, esperando que sea Becks, ya que se acerca su hora de salida, y anhelo en silencio poder verlo esta noche. Han pasado unos días y eso simplemente se siente como por siempre ahora mismo cuando estas en esa fase de llegar a conocerse. —¿Hola? —Una sonrisa en mi rostro, mis oídos anticipando el timbre y cadencia de su voz, la cual me llama en muchos niveles. —Con la señorita Montgomery, por favor. La monótona impersonalidad de la voz me sorprende. —Es ella —respondo, una parte de mi queriendo mirar la pantalla del teléfono y ver quien está llamando, y la otra mitad que tiene a mi ansiedad en marcha me dice que lo descubriré pronto. Pero ya lo sé. —Hola, señorita Montgomery. Es la doctora Blakely. ¿Cómo se encuentra hoy? La alegría forzada en su voz hace que los vellos de mi brazo se ericen. —Eso depende de qué me vaya a decir. —Mi voz no es más que un susurro en la línea. —Bueno, me gustaría que viniera y tuviera una charla conmigo. La saliva deja mi boca, y mi corazón truena en mis oídos. Me gustaría pensar que ese sonido evita que escuche apropiadamente, pero sé que no es así. Que las buenas noticias se dan por teléfono cuando los resultados son perfectos, y las citas son programadas cuando son malos. E independientemente de cuan agradable el tono de la Dra. Blakely es, puedo sentirlo en su voz, puedo oír el mismo timbre que tenía cuando habló con Lexi sobre su pronóstico antes de enviarla con el especialista en reconstrucción y el oncólogo. —¿No puede solo decírmelo por teléfono? —pregunto, teniendo esperanzas contra todo pronóstico. —Creo que sería mejor si viene así podríamos hablar. Y lo sé. Ahora lo sé, pero aún estoy comprendiéndolo. —Puedo ir cuando sea que usted esté disponible —le digo, pensando que si lo pospone una semana o dos, solo podría estar equivocada, que los resultados no son nada por lo qué preocuparse. Estoy haciendo juegos mentales con mí misma, lo sé, pero no me importa.

206

—¿Qué tal mañana por la tarde? Tengo algunos colegas que vienen en la mañana para reunirse conmigo en lo que respecta a su caso, así que me gustaría hablar con usted luego, ¿si le parece bien? ¿Alrededor de las tres? Y los juegos mentales son inútiles ahora. Mañana grita urgente. Mañana me dice cáncer.

Mañana dice jódete, Haddie. Fuerzo un trago a bajar por mi garganta, trabajando para encontrar las palabras que necesito para responder. —Está bien. —Estoy sorprendida de que me escuche, mi voz es apenas audible. Dejo caer el teléfono y me siento allí, mirando fijamente el cielo.

Tengo cáncer. Pudo no haber dicho la palabra, pero no tenía que hacerlo. Mi vaso se desliza de mi mano y cae al suelo. Observo la limonada derramarse y luego filtrarse lentamente dentro de la tierra. Desaparece. Se va para siempre.

Alrededor de una rosa. Me pregunto si es frío allá abajo, debajo de la superficie de la tierra, cuando entierran tu cuerpo.

Un ramillete lleno de flores. Me concentro en el pensamiento. Me pregunto si Lexi está fría.

Cual ceniza, cual ceniza todos caemos. Cierro mis ojos, no dispuesta a aceptar y sin querer creer que el destino ha venido a tocar a mi puerta. Así que me cierro, dándole la bienvenida al entumecimiento, la desvinculación que sé que está pasando, desde mi completa falta de lágrimas hasta mi necesaria inhabilidad de engañarme para ayudarme a tratar con la llamada telefónica. Le haré frente mañana, ahora mismo solo quiero cerrarme al mundo exterior. El tiempo pasa, escucho las puertas de los autos azotarse cuando los vecinos vienen a casa del trabajo. A las madres llamando a sus niños para que entren a cenar. La noche cae y consume cualquier signo de luz hasta que está completamente extinguida. Las luces de la calle parpadean a la vida. Y todavía estoy sentada aquí. No queriendo moverme. Sin importarme si lo hago alguna vez porque eso quiere decir que el mañana está cerca, y no quiero que el mañana venga. Mi teléfono suena y me alerta que tengo un texto, pero está situado en la mesa donde lo dejé caer, y no tengo suficiente energía como para recogerlo, incluso si lo quisiera. Lo cual no hago. Estoy tan fría, a pesar del aire caliente de la noche. Mi alma está helada, y mis pensamientos congelados, obsesionados con repetir las palabras de la doctora una y otra vez en mi cabeza.

207

—Oye. —La voz detrás de mí me sobresalta, a pesar de haber sabido que de algún modo él me encontraría. Aprieto mis ojos, esperando el ataque violento de emociones venir, abrumar, derrumbarme, y todavía nada pasa. Absoluta-jodidamente nada. Los sentimientos, las emociones, las reacciones están tan apagadas, son tan inexistentes que debería estar asustada, pero no lo estoy. Espero por las mariposas, el dolor en mi corazón y el cosquilleo entre mis muslos ante la voz que lo afecta, pero no están allí. Porque no siento nada. —Tu auto se encontraba en el camino de entrada. Me mantuve llamándote a tu celular, y no respondiste, pero lo escuche sonando aquí atrás, así que entré por la verga —explica, su voz volviéndose más fuerte mientras se acerca a mí. Miro hacia adelante y le murmuro incoherencias mientras sus pasos continúan acercándose. Una vez que su cuerpo está a mi lado, toma todo lo que tengo reunir algo parecido a una sonrisa y forzar mi cabeza a levantarse para encontrarme con él. —Oye. Lo ve inmediatamente. Sé que puede ver las emociones en conflicto dentro de mí, pero se recupera rápidamente, sus cejas juntándose mientras me estudia. —¿Todo bien? —pregunta mientras desciende sobre la tumbona, sus caderas empujando mis piernas así tiene espacio. ¿Estoy bien? Ja. Quiero reír por la pregunta. —Hmm —digo en respuesta. Extiende su mano y ahueca el lado de mi rostro, su pulgar frotando mi mejilla de esa manera que usualmente me hace derretir, pero sigo insensible en todos los aspectos. —¿Todo bien con Maddie? —Asiento, sabiendo que está buscando una razón para mi silencio—. ¿Llamó la doctora? ¿Alguna noticia? Puedo oír la preocupación tiñendo los bordes de la pregunta, y es el momento de verdad o desafío para mí: mentir para protegerlo o decirle la verdad y poner a prueba la promesa que hizo en la cabaña. Me balanceo en ese fino borde de mi perímetro moral, pero luego mi instantánea decisión es una que creo que hice en el momento en que recibí la llamada. —No, no todavía. Llamó para decirme que algo está atrasando al laboratorio, pero en la revisión de mis análisis, no está demasiado preocupada. —Las mentiras ruedan fuera de mi lengua tan fácilmente que el alivio que le causan hace su postura perder firmeza. Me voy a ir al infierno. Le acabo de mentir a Becks. Me voy a ir al infierno, y me lo merezco. Cada maldita lamida de fuego contra mi carne, me la merezco. Entonces el pánico me asalta. Me muevo para colocar mis manos bajo mis muslos así no puede verlas temblar con la adrenalina corriendo a través de mi

208

sistema. Mi mente gira en un remolino de jodidos pensamientos, y mientras cada uno sale rápidamente y golpea mi conciencia, me siento peor con cada segundo que pasa. Debería confesar, arreglar las cosas. Sé que debería, pero las palabras no dejan mi lengua porque imágenes de Lexi, Danny y Maddie rebotan en el remolino, colisionando con cada verdad que debería revelar. —¿Haddie? —Estoy de vuelta en el presente cuando Becks dice mi nombre de nuevo, y trato de enfocarme en él a través de las lágrimas que aún no salen, pero que queman como el infierno. Mmm, como el infierno, eso es bastante apropiado y merecido. —Yo… —No sé dónde ir con esta conversación, cuál ruta tomar para conseguir algo de distancia, así puedo procesar todo sin la presión sobre qué le hará a todos los demás. Pienso en el pesado conocimiento tan evidente en los vivos ojos de Lexi. Su conocimiento de lo que estaba dejando atrás para que nosotros lidiáramos. Tengo tres opciones ahora: herirlo tan gravemente que lo aleje y conseguir algo de distancia, confesar la mentira y pedir algo de espacio, o suplicarle que me haga sentir para ver si es aún posible o si ya estoy muerta por dentro. Lo miro fijamente, sus ojos azules irradiando preocupación mientras me concede paciencia para averiguar las palabras que necesito decir. Y no estoy lista para hablar todavía. Extiendo mi mano sin pensar y empujo su boca hacia la mía, desesperación emanando de mí, causando que choque contra él y se afiance. Si voy a ir al Infierno, bien podría conseguir un pedazo del Cielo primero. Y joder sí, esto me hace la más egoísta mujer en la faz de la tierra, pero no puedo tomar una decisión todavía, no puedo expresar mis sentimientos aún, así que dejo entrar a la avaricia y tomo. En los segundos en que nuestras bocas colisionan, entre un conmocionado jadeo de Becks y su prisa por tomar lo que estoy ofreciendo, ya tengo mi mano en su cierre y estoy sacando su gruesa polla de sus pantalones. —Had… ¿qué…? Espera… estás… —Shh. Sin hablar, solo follar, ¿está bien? Es el tercer día. —Recuerdo la excusa, esperando que solo vaya con ello y no pregunte algo más. Siento la vacilación en sus labios, su mente tratando de luchar y ponerse al corriente de cuán duro ya está y listo en mi mano. Nuestras bocas permanecen salvajes una sobre la otra, dientes raspando, tirando, y succiono su lengua, ganándome un gemido estrangulado que me deja saber que está listo para lo que me estoy esforzando: completa aniquilación mental. Cambio mi posición y me deslizo fuera de la tumbona, inclinándome para no romper la conexión. Sus manos encuentran las mías mientras ambos trabajamos con los botones de mis shorts, empujándolos con mi ropa interior hasta el suelo así puedo salir de ellos. Ahora libre de su trabajo de desvestirme, su mano encuentra su camino

209

de regreso entre mis muslos, separando mis pliegues, probando mi disposición, pero me aparto de la V de sus muslos antes que pueda encontrar su adquisición. No merezco esta consideración de él, no merezco nada de él desde que no le estoy dando nada a cambio. Me doy vuelta abruptamente así estoy a horcadas en sus piernas cuando se sienta en el borde de la tumbona, mi espalda en su frente. No puedo convencerme a mí misma de mirarlo mientras hago esto, usarlo, y segura como el infierno que él no necesita ver las lágrimas que amenazan con llenar mis ojos con cada segundo que pasa. Alcanzo entre mis piernas, y Becks toma rápidamente una respiración mientras sujeto su erección en mis manos y la posiciono en mi entrada. Froto su cresta ida y vuelta un par de veces sobre mi unión para mojarla y luego, sin darle un momento para prepararse a sí mismo, bajo con fuerza mis caderas duro y rápido, enfundándolo en un hábil movimiento. Su gemido llena el aire de la noche a nuestro alrededor, nuestros cuerpos cubiertos de la vista de los vecinos por el cielo nocturno y sobresalientes ramas de los árboles. Ni siquiera le doy un momento para sumirse en la sensación antes de que este en movimiento. No estoy completamente lista para él, así que mis músculos se estiran y la piel arde con la fricción mientas mi cuerpo se pone al día con mis pensamientos corriendo y deseos. Pero eso me hace sentir. Quiere decir que no estoy completamente entumecida. Tan jodido como eso es, le doy la bienvenida al dolor como un castigo por la mentira y lo que fundamentalmente sé que voy a hacer. Me deslizo arriba y abajo de la polla de Becks con un ritmo ferviente, nunca dándole un momento para pensar o una oportunidad para resistirse. Necesito controlar esto ahora mismo, a él, porque no puedo controlar nada más, y ese miedo está comiéndome viva junto con la culpa. Así que me adueño de él, del momento, todo el tiempo adiándome. Lo llevo a su orgasmo a una rápida velocidad, la fricción y vigor ayudándolo a encender la mecha para su detonación. Se viene con tal violencia, que puedo oírlo en su grito, sentirlo en los músculos de sus muslos tensándose y cómo sus dedos se clavan en mis caderas. —Santa mierda —dice cuando finalmente recupera el aliento. Envuelve sus brazos a mí alrededor y presiona su frente contra la línea de mi columna vertebral mientras desciende de su bruma orgásmica—. ¿Qué en el infierno fue eso? —Su tono es uno de sorprendida satisfacción, y muerdo mi labio inferior para contener el sollozo que se atrapa en mi garganta. —Creo que deberías irte ahora. —Lo plano de mi tono me asusta. Siento su cuerpo sacudirse con mis palabras. Su pecho, el cual estaba agitado contra mi espalda, se detiene, y la evidencia de nuestra unión comienza a deslizarse fuera de mí. —¿Qué?

210

Le doy crédito por permanecer calmado pero casi deseo que estuviera molesto porque de eso es más fácil aferrarse, alimentarse. —¿Te importaría decirme qué carajos se trata todo esto? Me levanto de su regazo y recojo mis shorts y bragas del suelo donde están situados junto a mi vacío vaso de limonada. Uso mi ropa interior para limpiarme y luego la lanzo hacia él para que la use sin encontrar sus ojos. La noto aterrizar en la tumbona a su lado mientras la alcanza. —Como quieras —murmuro mientras me subo mis shorts, mis movimientos en piloto automático una vez más—. Puedes irte por tu cuenta —digo mientras comienzo a caminar hacia la casa. En un instante, estoy siendo girada para enfrentar la ira de Becks. Trata de hablar, pero cada palabra consigue superponerse a otra anterior mientras la confusión gana la guerra sobre sus emociones. —Estoy perdido aquí. —Finalmente consigue declarar, su expresión en conjunto con sus palabras—. ¿Te importaría decirme qué carajos está pasando aquí? Soy un hombre paciente, pero infiernos si no estás probando eso ahora mismo con cualquiera que sea el juego que estás teniendo. Nuestros ojos permanecen fijos, excepto que la oscuridad que nos rodea me permite mantener los secretos escondidos así no puede ver las verdades que estoy protegiendo. —Sin juegos, Becks. —Sacudo mi cabeza y aclaro mi garganta para tratar de conseguir algo de convicción en mi tono para reforzar la farsa—. Creo que estamos avanzando demasiado rápido, y realmente no necesito este estrés adicional en mi vida ahora mismo. —¿Qué? —Su voz se eleva mientras da un paso más cerca, su mandíbula tensándose y su cabeza sacudiéndose—. ¿No me acabas de montar? Eso seguro como el infierno que no es la acción de una mujer tratando de distanciarse. —Piensa en ello como un regalo de despedida. —Al instante me arrepiento del frívolo comentario cuando veo su mueca de dolor en reacción. La escalera mecánica al infierno solo es cada vez más rápida en este momento mientras apilo mentira tras mentira, daño tras daño. —¿Un regalo de despedida? —Emite una pequeña risa mezclada con sarcasmo—. Estoy tratando realmente duro ahora mismo de dar sentido a esto, de cómo pasamos del orgasmo a confundir todo, y estoy trazando una raya. —Aprieto los puños para combatir el dolor en sus ojos perforando mi corazón—. ¿He hecho algo malo? ¿Hay algo que no me estás diciendo? ¿Dante finalmente te puso sumisa? ¿Qué? Y con ese comentario, Becks sin saberlo abre las puertas del infierno para que las atraviese. Lo tomo y voy con ello, lo utilizo como si fuera la verdad. Cualquier cosa para alejarlo ahora mismo, darme tiempo para pensar. Es mucho más fácil

211

hacerle daño de esta manera de lo que sería con toda la mierda que el cáncer trae consigo. Me pidió un día en la granja. Un solo día para demostrarme lo bueno que sería si pudiéramos estar juntos. Le di ese día y algo más. Pero ahora no puedo darle más con todo esto colgando sobre mi cabeza. Dios, sí, ha sido tan bueno, pero no merece lidiar con esta enfermedad. Infiernos, no lo merezco. Es simplemente mucho más fácil cortar los lazos ahora que arrastrarlo detrás de mí con cuerdas de la obligación uniéndonos. —Sí. —Mi voz se rompe con esa sola la palabra. Aclaro mi garganta—. Sí, Dante y yo tuvimos un corazón a corazón más temprano. Vamos a resolver las cosas. Sabes que él es más mi tipo que tú, por lo que no debería sorprenderte que lo eligiera. La expresión en el rostro de Becks refleja a un hombre que ha tenido nueve rounds en el ring mientras mis palabras le dan puñetazos. Puedo verlo tratar de procesar lo que acabo de decir, intentar reconocerlo, pero la aceptación nunca llega. Nuestros ojos no se apartan del otro cuando da un paso al frente y levanta ambas manos para enmarcar mi cara así soy incapaz de mirar hacia otro lado. —No sé qué diablos está pasando, Montgomery. No tengo ni una jodida idea. ¿Quieres espacio? Bien, te daré tu espacio, pero ni por un segundo me voy a comprar el hecho de que elijas a ese imbécil sobre mí. —Suelta un suspiro entrecortado mientras averigua el resto de lo que quiere decir. Mi corazón truena en mis oídos, y mi propia respiración es tan desigual como la suya, pero por la razón opuesta—.Voy a irme ahora mismo. Voy a salir por esa puerta y te daré un poco de tiempo para resolver cualquiera que sea la mierda que está en tu cabeza, pero no quiero que confundas eso ni por un solo segundo con que estoy renunciando a ti. —Aprieta sus ojos momentáneamente antes de abrirlos de nuevo y la claridad en ellos me hace sentir que está viendo mi alma—. No me alejo de la gente que amo sin una pelea, y maldita sea, Haddie Montgomery, será mejor que te preparares para esa pelea porque estoy enamorado de ti. Mi boca cae abierta ante su inesperada confesión, y ni siquiera puedo tratar de envolver mi cabeza alrededor de ello, porque los labios de Becks están sobre los míos, claramente impulsado por la emoción de su declaración. Es un beso corto pero santa madre del infierno, me deja sin aliento cuando quita su boca de la mía. Y cuando nos separamos, no encuentra mis ojos. Da un paso hacia atrás y gira sobre sus talones sin decir una palabra y entra en la casa, azotando la puerta detrás de él, el sonido tan fuerte que lo oigo donde me quedo clavada en incrédula conmoción. Los escalofríos vienen, mi cuerpo tiembla con la verdad que acaba de fijar mis pies, y mi corazón se rompe en dos por hacerle daño y dejarlo alejarse sin hacer un esfuerzo de luchar por él. Sé que tengo una pelea más grande por delante de mí. Una pelea en la que no quiero arrastrar a otra persona.

212

Santa mierda. Me ama. La maldita flor silvestre tenía razón después de todo. No estoy segura de cuánto tiempo permanezco fuera en la envolvente oscuridad y el silencio de la noche, usándolo para calmar los auto-infligidos disturbios de emociones en mi cabeza antes de llevarme a mí misma de nuevo dentro. Realizo los movimientos que necesito para lavar un vaso, limpiarlo y acomodarlo. Estoy agachándome, poniendo un plato en el armario inferior cuando la voz de Dante me sobresalta. —Mierda, Haddie. No se puede tentar a un hombre así y esperar que se aleje sin una probada. O una pelea. Me apresuro a ponerme de pie y cerrar el armario, mi mente registrando las palabras de Dante, pero pensando que Becks podría estar diciéndolas con la misma facilidad para mí. Levanto rápidamente mis ojos para encontrarlo apoyado contra la pared, sin camisa, una cerveza en una mano y molestia evidente en su expresión. Las respuestas ingeniosas están disparándose a través de mi cerebro, pero las retengo, tratando de no alimentar el temperamento que sé que tiene cuando bebe. Y un borracho Dante es uno impredecible. Esto lo sé por experiencia, así que permanezco en silencio. —Tan amable de tu parte que finalmente entraras después de tu pequeña follada en el patio trasero —dice, sarcasmo rezumando de sus palabras arrastradas—. Me parece que estás realmente caminando por el lado salvaje en estos días, nena. —Dante. —Asiento, mi voz plana, y de pie en mi completa altura cuando finalmente le hablo. —Dante —me imita con una risa que es cualquier cosa menos cálida—. ¿De verdad, nena? ¿Vas a estar toda frígida conmigo cuando hace una hora estabas siendo follada en el patio trasero por ese tipo? —Camina hacia mí en un inestable pavoneo, juicio en sus ojos—. ¿Qué pasó con la niña salvaje que conocía? ¿La “arroja la precaución al viento, estoy dispuesta a un polvo en cualquier momento y en cualquier lugar” chica con la que salía? ¿La única que jugué a te reto a atreverte? — Se detiene, tomando un sorbo, y se ríe entre dientes—. Eres demasiado buena para establecerte, Haddie. Una follada de tres minutos en el patio trasero con ese imbécil me dice que estas más que definitivamente asentándote. —Jódete. —Las palabras están fuera de mi boca sin un pensamiento. ¿Cómo se atreve a venir a mí, diciéndome que me estoy asentando cuando lo único que puedo pensar es en Becks: lo que acabo de hacer con él, cómo le dolió, y la confesión con la que me dejó?

…será que te preparares para esa pelea porque estoy enamorado de ti… El dolor es agudo y persistente, y luego registro que Dante estaba aquí cuando Becks y yo estábamos afuera.

213

Estaba tan enfrascada en todo que ni siquiera pensé en él volviendo a casa. Todo en lo que podía pensar era en empujarlo todo, perderme a mí misma, y por una vez no pensé en Dante. Estando en casa. Teniendo un espectador.

Maldita sea. Mis ojos se levantan rápidamente hasta él, y ve que me doy cuenta que tenía una audiencia cuando estaba fuera. —Síp. —Asiente—. Llegué a casa en medio de la acción. Lo siento, pero nadie va a dejar pasar la oportunidad de ver una porno sucediendo en su patio trasero. — Da un paso más cerca de mí mientras mi ira reacciona por la invasión de mi privacidad. Sí, tuve relaciones sexuales afuera, pero estaba en mi patio trasero, y la única línea de visión en la que estábamos era la de mi propia casa. Si fuera en algún otro concepto, en realidad podría estar encendida por la idea de ser observada, pero la desdeñosa insinuación de Dante me está haciendo poner incómoda. Me maldigo a mí misma por mi descuido. —No te preocupes. No vi por mucho tiempo. Solo lo suficiente para recordarme cuán jodidamente caliente eres… —Mi dientes se aprietan cuando se ríe entre dientes de nuevo—. Joder, nena, me diste una vista estelar. ¿Tienes alguna idea cuán jodidamente duro eso me puso? Un hombre tiene que correrse, y, Dios —gruñe cuando su mano libre ahueca su entrepierna y se ajusta a sí mismo—. Podría realmente usar la ayuda desde que estás de pie allí como una maldita habitación de motel vacante esperando ser ocupada. ¿Esta malditamente hablando en serio? Puedo estar abrumada con todo, pero no soy tan estúpida como para caer en esto. Y por mucho que odie su comentario, también le doy la bienvenida al fuego que se desata dentro de mí. Que me condenen si no estoy buscando una buena pelea en este momento. Cualquier cosa para ocupar mi mente y alejar todo lo del día.

Vamos. —Lo siento, pero este no es el motel de mala calidad con ocho habitaciones al que estás acostumbrado. No alquilo mi habitación por hora. —Oh, ahora vienes a insultarme cuando sabes malditamente bien que duro mucho más de una jodida hora cuando alquilo tu habitación. —Me guiña el ojo con una sonrisa de lado cuando entra en la cocina y saca otra cerveza del refrigerador. El siseo de la tapa al quitarla llena el silencio entre nosotros. —No hay vacantes. No ahora. No jamás. —Le arqueo una ceja, sabiendo malditamente bien que nuestras bromas juguetonas tienen la posibilidad de convertirse en feas muy rápido cuando se trata de Dante. Su sonrisa es lenta y arrogante, cejas levantadas, ojos burlándose de mí. —Mmm. Simplemente tendremos que ver eso —dice, dando otro paso más cerca y concentrándose en qué decir a continuación—. No te merece, Had. No es lo

214

que necesitas. Mira lo rápido que se largó después de que te folló… o debería decir, que lo follaste. Hombre, montas una polla espectacularmente. —Me guiña el ojo mientras extiende su mano para ajustarse a sí mismo, y lo miro, lo estudio, para tratar de ver si está bromeando aquí o si es el imbécil que ha estado bebiendo de Dante haciendo su presencia. Levanta su cerveza a sus labios y la acaba en un largo trago, todo el tiempo sus ojos permaneciendo en mí. Deja la botella con fuerza, el sonido haciendo eco a través de la habitación antes de que cierre el espacio final entre nosotros por lo que queda de pie bien dentro de mi espacio personal. Campanas de advertencia suenan suavemente en la parte trasera de mi cabeza, pero las ignoro. He estado aquí con Dante antes y sé que puedo manejarlo. Nada como un rápido rodillazo en la entrepierna para probar un punto que no puede restablecer desde que está más que probablemente ebrio, lo suficiente para que sus reflejos sean lentos. —Bueno, me alegro de haber podido proporcionarte entretenimiento esta noche —digo, tratando de calmar la situación. Y entonces me digo a mí misma: a la mierda. Definitivamente es un imbécil por vernos, por burlarse de mí sobre ello—. Es interesante que estés tan lleno de crítica, y sin embargo te ocultaste en el interior, en lugar de salir y demostrar cuán mejor que Becks eras. Me dices que no soy la misma chica que solías conocer, pero estoy pensando que no eres el mismo chico, tampoco. —Me encanta ver la irritación asentarse sobre sus rasgos mientras intenta no reaccionar ante mi provocación—. Se llama crecer, en caso de que no hayas llegado a esa fase todavía. Doy un paso hacia la derecha, pero su mano sale rápidamente y agarra mi brazo. Da un paso hacia mí, su aliento a alcohol golpeando el lado de mi mejilla mientras miro hacia adelante en lugar de girar mi cabeza para encontrarme con sus ojos. —No tienes asuntos que tratar estando con él —dice arrastrando las palabras. —Bueno, aquí es donde te das cuenta que me importa una mierda lo que pienses. No es tu maldito asunto cómo vivo mi vida y qué estoy haciendo. Has perdido ese derecho cuando te fuiste, dejándome abandonada. Pensé que ya habíamos establecido este hecho, ¿no? —¿No es mi asunto, pero lo es de todos los demás en el vecindario que pueden oírte tener un orgasmo en tu patio trasero? Vamos, Had, mereces algo mejor que eso. —Presiona su cuerpo contra el mío, pero a diferencia de Becks, no siento absolutamente nada. —Déjame ir. —Suelto las palabras bruscamente, gustándome la situación cada vez menos por el momento. Trato de liberarme de su agarre y me encuentro empujándolo contra la pared con un poco de fuerza.

215

—Uh, uh —gruñe por el movimiento, su rostro acercándose al mío de nuevo hasta que su boca está en mi oído y su cuerpo pegado al mío—. Puesto que pareces estar entregándolo como si fuera gratis, bien podría conseguir mi pedazo de tu pastel. Las campanas de advertencia suenen más fuerte ahora, y estoy tratando de evitar que el pánico alcance mis ojos. Pero tengo suficiente sentido común como para saber que estoy sola en mi casa con un hombre que puede claramente dominarme, así que por más que quiera hacer mi movimiento ahora mismo, tengo que estar segura que el momento sea perfecto. La inquietud que hace que sienta cosquillas en la base de mi cuello me dice que podría solo conseguir una oportunidad en esto. —Bebe otra cerveza y sigue soñando y podría suceder como… Mmm… Nunca. —Me río ante las palabras, tratando de retratar la confianza que en realidad no tengo. Ignoro su último comentario, no queriendo entrar en cualquier discusión sobre lo que quiere de mí con nuestros cuerpos presionados uno contra el otro. —Oh, dulce Haddie —murmura, haciendo que mi respiración se dificulte ante el nombre cariñoso de Becks para mí—. ¿Qué? ¿Está bien que él te llame así pero no yo? —Levanta una mano para arrastrar un dedo por mi mejilla. Lucho contra el escalofrío de repugnancia que me atraviesa por su no deseado y esencialmente íntimo contacto—. Vamos… vamos a dejar de bailar alrededor de esto, tu dándome falsas esperanzas, encendiéndome, besándome, luego empujándome. Quiero decir, mierda, siempre he apreciado una chica que es difícil de conseguir, pero no es como si no te hubiera tenido antes, ¿cierto? ¿Entonces por qué el juego, nena? Porque he terminado de jugarlo y estoy listo para tomar lo que vine a buscar. Su comentario me confunde, hasta que los innumerables sentimientos dentro de mí chocan entre sí, hasta que vagamente comienzan a tener sentido para mí. Sorprendida, tiro mi cabeza hacia atrás y encuentro sus ojos por primera vez cuando la realización me golpea. ¿Soy tan jodidamente estúpida? ¿He estado tan preocupada con Becks y luego la prueba y los resultados de la biopsia que no lo vi todo el tiempo? Y entonces añade a eso que las pocas veces que Dante y yo nos besamos, estaba sin saberlo reavivando las llamas de su razón para volver aquí —volver a estar juntos. Si hubiera aparecido así meses atrás, probablemente hubiera barrido sus errores bajo la alfombra y dado una segunda oportunidad. Pero ahora, ahora está Becks. Y lo que sea que somos, sé que tiene el potencial de ser un infierno mucho más fuerte que lo que Dante y yo éramos. El sonido de Dante tomando aliento me trae de nuevo al presente, donde la expectante mirada en su rostro me dice que es completamente serio. Aquí no estará tomando nada de mí a menos que sea mi puño en su rostro. —Dante, creo que es hora de que te vayas. —Mi pulso comienza a latir en mis oídos ahora mientras me mira, su mandíbula apretada, ojos clavados en los míos, y los músculos de sus hombros y cuello rígidos por la tensión. Veo indecisión

216

parpadear a través de ellos cuando trato de mantener mi respiración uniforme y un lenguaje corporal no defensivo. —Así de fácil, ¿eh? —El desprecio entrelazando su voz es casi tangible—. Creo que es justo que me des una oportunidad de luchar. Lo has follado. Ahora, follarás conmigo, y entonces puedes tomar una decisión en cuanto a quién te hace venir más duro. Tan simple como eso. Lucho con las palabras adecuadas para decirle que está muy ebrio si piensa que voy a tener sexo con él. Incluso si hubiera querido, la tan romántica manera en la que solo me informó que iba follar con él, me habría tenido cerrando mi entrepierna como una bóveda de un banco. —Tienes que estar bromeando si piensas que esa maldita línea va a convencerme, Teller. —Trato de mantener mi advertencia ligera, bromeando, pero le dejo saber que no estoy participando de su plan. Se ríe bajo y suave de nuevo, y hay suficiente tensión para que mi garganta se contraiga mientras trato de tragar. —Creo que me malinterpretaste. No estoy pidiéndote que me folles. Te estoy diciendo que vas a hacerlo. Nadie me rechaza, y menos tú… —Su voz se apaga mientras clava sus dedos un poco más duro sobre mis brazos y se inclina así roza sus labios sobre mi oreja. Mis nervios están agitados por sus palabras, mis ojos moviéndose rápidamente por la sala, y miro el plato en la mesa a unos pocos metros de mí donde mi teléfono se encuentra, junto a un jarrón y mis llaves—. He sido más que paciente cuando me has dado falsas esperanzas, te burlaste de mí, me tomaste el pelo, todo el tiempo mientras te enrollabas con él. Bueno, ahora es mi turno para dar mi opinión. —Bueno, si esta es tu manera de dar tu opinión, lo estás haciendo todo mal, Dante. Gracias, pero no, gracias. Mi pozo de emociones ha quedado vacío, y lo enfrento, mirada con mirada, negándome a dar marcha atrás, porque maldita sea si voy a dejar que me someta. Puede tomar el primer vuelo al infierno antes que de buen grado me metiera en la cama con él. Su mano en mi brazo se tensa en un intento de lidiar con el rechazo. Va a hablar y entonces se detiene, lo hace de nuevo, y luego antes de que pueda reaccionar, su boca está en la mía. Ni siquiera dejo a la conmoción establecerse antes de empujarlo, mi rodilla levantándose y haciendo contacto. Gruñe cuando lo golpeo, sus labios dejando los míos cuando se dobla por el dolor, el sonido de su miseria llenando la casa. Pienso que escucho hija de perra o tal vez me llama perra. No sé, y no me importa porque esa atracción de Dante Teller que siempre ha sido irrefutable para mí, ya no lo es más. Todo lo que veo ahora es un idiota manipulador que no tuvo las bolas para aparecer y decirme que me quería de regreso. Y luego fue a tratar de probar su punto

217

por el camino completamente equivocado. ¿A la fuerza? ¿Está jodidamente bromeando? ¿Quién es este hombre? Ser un tipo duro es una cosa. Ser un imbécil es otra. Me apresuro hacia la mesa y agarro el teléfono, mis dedos marcando sin pensar. —Por favor, vete Dante o voy a presionar llamar ahora mismo al novecientos once. Levanta su mirada hacia mí, cara roja, dientes apretados, pero la incredulidad todavía en sus ojos inyectados de sangre. Sé que ha tenido roces con la ley antes, y esto es lo último que querría. Doy un paso hacia delante, recojo sus llaves de la mesa del vestíbulo y quito mi llave de la casa del llavero antes de arrojárselas. Golpean su hombro y caen al suelo mientras sigue gimiendo. —¡Fuera! —le grito cuando la adrenalina comienza a dispararse ahora que estoy lejos de él y puedo reaccionar físicamente a las amenazas que me lanzó. Agarra sus llaves con una mano, su otra todavía en su entrepierna. Toma un minuto, pero cojea hasta la puerta principal y gira torpemente el mango por un momento antes de abrirlo. —Voy a tener tu mierda en el porche más tarde esta noche para que las recojas. Mientras sale, escucho mi nombre como un murmullo salir de sus labios, y su tono suena casi de disculpa. Un poco demasiado jodidamente tarde para eso. Sé que se preocupa por mí, que tuvimos algo una vez, pero nada aquí podría haber sido, acaba de matar cualquier posibilidad al tratar de forzarme, y creo que lo sabe. Su falta de una pelea me lo dice. Trata de enderezarse, sus ojos encontrándose con los míos, y veo la disculpa allí, pero no digo una palabra más mientras azoto la puerta y pongo el cerrojo. Al minuto en el que está cerrada, hundo mi espalda contra la puerta, mi cuerpo temblando con fuerza y me deslizo hasta que estoy sentada en el suelo. Me siento allí por algún tiempo, tantas emociones en altibajos que para cuando me atrevo a levantarme, estoy agotada emocional y físicamente. Dejo caer el teléfono de mi mano y me doy cuenta de que la otra está inconscientemente y por costumbre examinando el pecho opuesto a ella. Siempre vuelvo a esto. No importa qué tan perfecta o imperfecta es la persona o la situación en mi vida, al final del día, al destino que estoy esperando estar implicada sigue ahí, colgando sobre mi cabeza.

218

—H

ad, estoy aquí. ¿Vas a decirme qué está pasando? —Rylee retira sus gafas de sol de los ojos y se gira para poderme hacer frente—. Algo pasa con todas las respuestas crípticas que me diste sobre a dónde vamos, ¿por qué me necesitas aquí?

Miro a mi amiga más antigua y sé que necesito el apoyo y la sensatez que me va a traer. —Necesito que no te molestes conmigo porque ya estoy siendo consumida por la culpa de ocultarte esto… pero solo quiero que sepas que tenía las mejores intenciones al no decírtelo. —Veo las emociones parpadear en su rostro y me recuerda a Becks anoche, su reacción es similar de tantas maneras que trago la dosis doble de culpa que la vista me trae. Puedo ver su mente trabajando y que está reteniendo las preguntas que pasan a través de sus ojos; aprecio que no las haga y que mantenga su actitud molestosa para sí misma. Asiente hacia mí y dice: —Está bien. —Sus cejas se estrechan cuando se acerca y me aprieta la mano—. Sabes que voy a tomar tu mano a través de cualquier cosa, incluso con los resultados de las pruebas de sangre negativos —dice, infundiendo su positividad en una situación que no comprende. —Gracias… —Mi voz se apaga y es todo lo que puedo decir, porque si sigo engañándola, entonces estoy siendo más idiota de lo que ya he sido. Tengo suficiente sobre mi conciencia y no tengo que hacerla más pesada—. Pero esto es más que un resultado negativo de la prueba de sangre. Su cuerpo se sacude visiblemente por la sugerencia de mi comentario, dedos apretando mi mano, una bocanada de aire inhalada. —¿Had…? —He encontrado un bulto, Ry. —Mi voz es tan suave que es apenas audible, pero sé que me escucha, porque asiente como alentándome a continuar—. Me hice una biopsia unos días antes que regresaras… —¿Por qué no me lo dijiste? —Puedo decir que está herida porque no confié en ella, pero también aprecio mucho que no lo exprese porque sabe que esto es mucho más grande que eso. Bajo mi cabeza y lucho contra las lágrimas que amenazan con decepcionarla antes de responder.

219

—Sé que estás enojada conmigo, pero no podía decirte. No me atreví a arruinarte la fiesta cuando mereces toda la felicidad del mundo. Quiero decir, acababas de volver de tu luna de miel. No iba a arruinarlo con esto. Sus ojos se llenan de lágrimas mientras acepta la disculpa que no he conseguido poner en palabras. —Así que te hiciste la biopsia… —dice, guiando el tema de nuevo a mí—. Ahora, ¿por qué estamos aquí? ¿Sabes algo ya o…? —No. Nada. Resultados. —Estoy reducida a respuestas de una sola palabra cuando la realidad de lo que está a punto de suceder me golpea. Es casi como si el decirle a Rylee ha hecho todo esto real. Porque ella es mi persona. Miramos por la ventana del auto por un momento en silencio, observando el mundo que nos rodea y sigue adelante mientras pensamos en cámara lenta. Aprieta mi mano una vez más y entonces abre la puerta del auto y dirige el camino, mis nervios zumbando fuertemente con cada paso que damos. La sala de espera está vacía, y, sin embargo, todavía hablamos en voz baja sobre nada importante. Al final nos quedamos en silencio, manteniéndonos ocupadas comprobando repetidamente las redes sociales en nuestros teléfonos. Y aunque no lo quiero, la única razón por la que sigo comprobando es para ver si Becks me ha contactado. ¿Y cuán jodido es eso después de las cosas que dije anoche? No estoy segura si estoy feliz o triste por su falta de contacto. Nos llaman después de unos quince minutos y nos acompañan a un espacio de oficinas, donde tomamos asiento frente al escritorio de la Dra. Blakely. Hago introducciones entre ella y Rylee y al mismo tiempo una voz grita en mi cabeza:

Usted sostiene mi destino en sus manos. Después que las sutilezas terminan, la Dra. Blakely pliega sus manos sobre el escritorio y me mira con una sonrisa aún tensa pero suave adornando sus labios, sin aliviar la gravedad en su expresión. Sé que Rylee lo nota también porque se acerca y entrelaza sus dedos con los míos. —Como ya saben, cuando le hicimos una biopsia al bulto, había una posibilidad que fuera canceroso. Agarro más fuerte la mano de Ry porque lo que vendrá después puede que me rompa o me libere. Mis oídos zumban con el ruido y cada uno de mis nervios está al borde, esperando que la doctora continúe. —Los resultados volvieron, Haddie; lamento tener que decirte que encontramos que el tumor es maligno. Me congelo —mi corazón, mi esperanza, mi aliento— mientras mi mundo se viene abajo a mí alrededor. Fragmentos de mi vida, mis posibilidades, mi futuro se hacen añicos al chocar contra el fondo de mi pozo emocional vacío, perdida ante la oscuridad que no puedo ver a través de ella. El zumbido crece tan fuerte que veo sus

220

labios moverse, pero no puedo escucharla por encima de ello. Mi pecho se contrae, el dolor hace que inhalar sea tan condenadamente difícil; me convenzo a mí misma que tiene que ser el cáncer parasitario, comiéndome mis pechos, invadiendo mis pulmones y manteniéndolos como rehenes también. Mis pensamientos giran fuera de control. Todo lo que creía que sabía ahora parece extraño, desconocido, atemorizante como el infierno. Es el llanto solitario que se escapa de Rylee lo que me trae de nuevo al presente. Mi visión de túnel se acerca al sonido, aunque no puedo apartar los ojos de la Dra. Blakely. Sus labios han dejado de moverse, la preocupación por mí evidente en las lágrimas que brillan en sus ojos mientras me permite digerir lo que ha dicho. No estoy segura de quién está apretando con más fuerza, Rylee o yo, pero escucho el chirrido de la silla y luego siento cómo lucha para salir de mi agarre de muerte. Libero su mano a regañadientes, solo para sentir su brazo ir inmediatamente alrededor de mis hombros y tirar de mí contra su pecho temblando. Aprieto mi mandíbula, diciéndome que debo dejarlo ir, aceptar el frío adormecedor que siento como si estuviera empezando a filtrarse en mis huesos. Asimilo todo —todo lo que puedo y lo bloqueo para que pueda ocuparme de ello en otro momento. Ese momento tal vez sea nunca, pero mentirme a mí misma es solo parte del curso en este momento, y francamente, puede que no esté alrededor para sufrir las consecuencias de mis mentiras, por lo que, ¿a quién le importa? Cuando miro de regreso a la Dra. Blakely, mi voz está cargada de la emoción que parece que no puedo sentir. —¿Puede por favor volver atrás y empezar de nuevo porque como que dejé de procesar después de la palabra maligno? Asiente, mirando por encima de Rylee en un silencio de agradecimiento por su apoyo, antes de traer sus ojos hacia los míos. —Los informes de patología regresaron mostrando las células cancerosas y esos informes en relación con las exploraciones nos condujeron a que el diagnóstico es de fase dos. —¿Nos? —Rylee interviene con la pregunta que está en mi lengua, pero me parece que no puedo superar la incredulidad. —Sí, mis colegas y yo —dice ella. Capto a la Dra. Blakely mirando a Rylee y le da una sonrisa agradecida antes de encontrar mis ojos de nuevo—. De hecho, estaba teniendo una reunión con ellos acerca de otro caso y les pedí revisar el tuyo, también. La miro fijamente, mi boca abierta, los ojos vacíos. Me siento como un ciervo mirando los faros, pero la diferencia es que no estoy segura si quiero moverme fuera del camino o ser derribada de un solo golpe. Parpadeo y se siente como que estoy raspando sobre la arena mientras trato de procesar todo esto y no entiendo nada.

221

Y parece tan extraño, teniendo en cuenta que mi mente lo sabía; mis antecedentes médicos familiares predijeron esto. Pero una cosa es sentir y pensar, y una cosa totalmente diferente es escucharlo ser declarado como un hecho, teniendo médicos reunidos hablando de ti o tu expediente, más bien, porque tu cuerpo contaminado no estaba allí. —Así que, ¿cuál fue el consenso? —Rylee de nuevo, su voz fuerte mientras juega el papel de consejera del paciente, lo que hace todos los días de su vida en su puesto de trabajo, excepto que esta vez es para su mejor amiga en lugar de uno de los niños pequeños abusados de los que es responsable. —Creemos que tenemos que actuar con rapidez. En cuanto a tu historia familiar, el cáncer que tu hermana y tu madre experimentaron fue agresivo en todas las facetas, por lo que queremos asegurarnos de golpear de frente y exterminarlo sin darle una oportunidad de luchar. —Quiero creer en la condena en su voz, la competencia detrás de su diagnóstico de que podemos exterminarlo, pero tengo dificultades para reunir el entusiasmo para que coincida. Me pierdo en mis pensamientos mientras continúa sobre otras lumpectomías seguidas de quimioterapia, radiación para forzar una respuesta y luego de esperar la remisión. Escucho los marcos de tiempo de tratamiento y mi cabeza gira, pensando que no es posible porque tengo unos días más antes que pueda asegurar el evento de Scandalous. Entonces mi mente se distrae con el plan de seguro de salud que afortunadamente fui capaz de asegurar hace unos meses para cubrirme y cualesquiera nuevos empleados que pudiera añadir. Sigo medio escuchando la conversación, sabiendo que están hablando acerca de mi cuerpo, mi vida. Sin embargo no puedo conectarme, no puedo creer que estoy a punto de pasar por lo que ayudé a Lexi a atravesar. La brutalidad de ello, la destrucción completa, la devastación. Y entonces pienso en mis padres. Oh, Dios, mis padres. Tengo que decirles, asustarlos, verlos sufrir a través de esto por cuarta vez en su vida, mi mamá culpándose a sí misma de nuevo como lo hizo con Lex. Cómo lleva su muerte sobre sus hombros como si fuera su culpa. Cierro mis manos tan fuerte que mis uñas perforan mi piel, dándole la bienvenida al dolor porque en realidad estoy sintiendo algo nuevo en lugar de este zumbido sosteniendo mi cuerpo como rehén. Egoístamente pienso en mi cuerpo. Mi cuerpo, que pronto se verá como el cuerpo del monstruo de Frankenstein, piezas dentadas cosidas juntas para formar un todo. Sé que es vanidoso, pero las imágenes horribles de las cicatrices de Lex en mi cuerpo que aparecen en mi mente me bajan la moral mucho más. Y, sin embargo Rylee y la Dra. Blakely siguen hablando de la logística, la programación de todo. Luego pienso en Maddie y casi me rompo. Cuando el sollozo se atasca en mi garganta, ambas se giran de repente hacia mí y mi decisión ha sido tomada. A la mierda las lumpectomías.

222

Quiero vivir. —Quiero una mastectomía doble. Miro la aprobación reflejada a través de los ojos de la Dra. Blakely y la mano de Ry aprieta mi antebrazo. —Mientras que esa iba a ser mi siguiente sugerencia y el mejor curso de acción, debo aconsejarte y hacerte tomar conciencia… —Soy consciente que mis pechos me van a matar si me los quedo. Quiero que me los quiten. —Hago la afirmación con más confianza de la que realmente siento, pero mi valor compensa la diferencia porque tengo tanto jodido miedo que mi voz debe ser vacilante con los nervios en lugar de la pequeña rotura que tuvo—. Nada ayudó a mi hermana, pero quiero la oportunidad de luchar… así que quiero que me los quiten lo más pronto posible. Necesito ser drástica. Lexi se murió en seis meses. Seis meses. Tengo una vida que quiero vivir. Cosas que tengo que hacer. No puedo hacerlo en seis meses porque ni siquiera las he planeado todavía, así que… —Mi voz se apaga cuando todas las cosas que he querido hacer parpadean como una presentación de diapositivas por mi cabeza. Las lágrimas vienen ahora, una ola de esperanza que intenta montar la tormenta desenfrenada de emociones que se libran dentro de mí—. Ni siquiera las he planeado todavía —les digo una vez más, a través de los sollozos rotos.

223 Estoy centrada en el cielo por encima de nosotros. Las nubes flotan allí tan bien, formando un conjunto de figuras y luego flotan un poco más para cambiar a una figura diferente. No sería más sencillo ser así —cambiar, transformarse, ajustarse— sin siquiera un pensamiento de la próxima tormenta a punto de llegar para diezmarte. Rylee me permite pensar en silencio y lo uso para escuchar los pájaros y las hojas de los árboles a nuestro alrededor agitándose en la brisa. Esta sección del parque se encuentra vacía en este momento del día y estoy muy agradecida de que sabía que no podía hacerle frente a la realidad por el momento. Suspira y escucho el sollozo que trata de disfrazar cuando aparta su cabeza de mí mientras yacemos sobre nuestras espaldas en la colina cubierta de hierba, mirando el cielo. —Tengo que decirle a mis padres —le susurro, apenas rompiendo el silencio. —Vamos a ir allí después. Iré contigo, ¿de acuerdo? Murmureo en acuerdo. Estoy agradecida de que lo ofreció porque sé que será capaz de ser la voz de la razón cuando el infierno se desate.

—Tenemos tres semanas antes de la cirugía y luego dos semanas después de eso para comenzar la quimioterapia. —Aprecio su tono de es-un-hecho, su enfoque eficiente y serio a mi programa de tratamiento que hace que parezca que no está sucediendo—. Vamos a arreglar un horario en la próxima semana o dos para que entre tus padres y yo y Becks y cualquier otra persona que quiera apoyar, tengas toda la ayuda que necesitas después de… —No. —Puedo sentir su cuerpo sobresaltarse a mi lado por mi arrebato. —No, ¿qué? —La cautela en su voz me dice que teme lo que voy a decir a continuación. —No quiero que nadie sepa además de mis padres… y tú… —Mis palabras se desvían como mis pensamientos errantes. —Está bien. —Alarga la palabra, la confusión presente su tono—. No te entiendo, Had, pero has pasado por muchas cosas hoy, así que solo voy a seguirte la corriente hasta que se lo asimiles y te des cuenta de lo idiota que suenas. No muerdo el anzuelo que está usando para obtener una reacción de mi parte. Sabe que tengo un temperamento volátil y que suelo reaccionar sin pensar; como no estoy reaccionando en absoluto, eso la está asustando. Esta es la mejor y la peor parte de tener una amiga que es tan cercana a ti. Sabes qué esperar de ellos y ellos saben qué hacer para conseguir una reacción de ti. Pero en este momento todavía estoy tan insensible que no reacciono. —Está bien —repite otra vez en la misma forma que está empezando a jodidamente molestarme—. Así que solo vamos a ser tus padres, yo y Becks los que… —Becks no necesita saberlo. —Las palabras salen con convicción, la primera cosa real que he dicho desde que entramos en la oficina de la Dra. Blakely, a pesar que mi cabeza y mi corazón están en desacuerdo con la decisión que pensé en numerosas ocasiones durante mi noche de insomnio. Cierro mis ojos y me pierdo en las nubes a la deriva con el fin de dejar aquel sentimiento de culpa, pero solo se queda en el camino a favor del miedo. Mis temores son todos válidos ahora. —¿Qué quieres decir con que Becks no necesita saberlo?

Porque dijo que me ama. Mi cabeza grita las palabras, pero mis labios permanecen sellados, grabando el camino de mentiras tan profundo, que no creo que alguna vez sea capaz de salir de él. Escucho su cuerpo moverse a una posición sentada y puedo sentir el calor de su mirada retándome a que abra los ojos, pero la hago esperar. En su lugar, silenciosamente reitero mis razones, las que repasé anoche. Las mismas que inicialmente había apoyado, pero vacilé cuando me permití sentir nuevas emociones en el camino, nublando mi juicio. No puedo arrastrar a Becks a esto. No le puedo pedir que entre en la bomba de tiempo que es mi vida con la esperanza que el temporizador no se detone

224

prematuramente, afectándonos a ambos en diferentes pero igualmente devastadoras maneras. Y entonces pienso que soy arrogante. Al asumir sería la única en su vida. Que somos almas gemelas. Pero por alguna razón, solo lo sé. Es esa maldita conexión. Además, no voy a tener el tiempo o la emoción de invertir en una relación romántica cuando mis pensamientos van a estar egoístamente enfocados en mí misma y en tratar de sobrevivir. Esa no es una situación justa para poner a alguien, incluso si me dice que le permita tomar la decisión por sí mismo. No puedo dejar que se enamore de mí, como lo he hecho de él. Los corazones pueden sanar con el tiempo, pero aceptar el amor de alguien cuando has experimentado la brutalidad de esta enfermedad de primera mano es el último acto de egoísmo. Y puedo ser egocéntrica a veces, solo pienso en mí, pero esto es una vez en mi vida en que estoy pensando al cien por ciento en los demás. En Becks y esa sonrisa que llega a sus ojos, la suavidad de su toque y ese corazón de oro sólido que alguna mujer —una saludable mujer— merece tener. Una que lo ame sin el cielo cayendo a su alrededor. Me doy cuenta que he abierto mis ojos y que están recorriendo el césped, por alguna razón, centrados allí en vez de mirar a Rylee y entonces me golpea. Estoy buscando un diente de león, una señal de mi hermana que las cosas van a estar bien. Pero no puedo encontrar ni uno solo. Y tan tonto como parece, eso refuerza mi decisión. Pero, ¿cómo le digo a Rylee todo esto? Sé lo que va a decir. Me dirá que estoy loca. Que tengo que mantener una actitud positiva, que mi mamá venció esta bestia. Que solo nos estoy lastimando a ambos al alejar a Becks cuando necesito más que nunca gente a mi lado. Va a añadir sal a la herida y tratar de utilizar la presión de grupo para que abra las puertas y deje que el mundo entre, cuando todo lo que quiero hacer es dejar fuera a todos y esconderme en la oscuridad durante un tiempo. Así que le miento a mi mejor amiga. Compro un poco de tiempo. Descarrilo su diatriba de terquedad. —Por ahora. ¿Por favor? —Abro mis ojos de nuevo y me encuentro con su mirada confusa—. Solo necesito un poco de tiempo para aceptar todo esto, hacerle frente antes que pueda traer a alguien más en esta situación. No quiero esas miradas de lástima y las constantes llamadas telefónicas donde la gente habla en círculos porque son demasiado cobardes para solo salir y pedir mi pronóstico, o los golpes inesperados en las puertas con otro plato de pyrex cubierto con papel de aluminio como si una maldita cazuela me fuera a curar. Rylee asiente, y sin embargo, sé que todavía no lo entiende. Pero no es su decisión para entender. Y, francamente, estoy harta de tener que explicarme. Mis

225

emociones esquizofrénicas regresan con una venganza. La pena da paso a la ira, la ira se convierte en la incredulidad, la incredulidad se vuelve un sentimiento de aislamiento bienvenido. No puedo hacer un seguimiento de ellos más y realmente no me importa. Me levanto, necesitando moverme, abrazar la rabia que tengo pero todavía no puedo sentir. Trato de calmarme y me concentro en lo que puedo sentir: la opresión en mi pecho porque tengo que llorar, pero parece que no puedo instar a que las lágrimas caigan. Quiero decirle que mi cuerpo ya está roto, pero solo sé que va a arquear las cejas y me dará esa mirada de “tienes que darme algo mejor que eso, Montgomery” que ha dominado a la perfección durante la década que hemos sido amigas. —Recuerdas esa basura goulash que el vecino de enfrente trajo después del… —Sus palabras se apagan antes de que diga funeral, pero el recuerdo de esa comida horrible tiene las esquinas de mi boca curvándose en una sonrisa. —¿La cosa que se parecía comida para para perros? —Me vuelvo para mirarla. —Olía así también. —Su nariz se arruga y no sé lo que es, pero la risa brota de mí. Los primeros sonidos de la misma se caen de mi boca y golpean mis oídos, sonando tan extraños contra el tumulto en mi cabeza. Pero no puedo evitarlo. Puedo oír la histeria, puede escuchar la ansiedad allí y sin embargo, todavía me río en voz alta y profunda, la brisa llevándosela lejos, a la distancia. Cuando miro hacia arriba, Rylee está riendo también, pero se contradice físicamente con lágrimas deslizándose por sus mejillas mientras sus ojos se mantienen firmes en los míos. Pensamientos me inundan mientras me río. El miedo se encona y lo empujo por un momento porque necesito este momento, el cielo, la brisa, a mi mejor amiga. Algo a lo que aferrarme, para dar marcha atrás cuando lo necesite en los días oscuros que sé que van a venir. Aquellos que tratan de robar mi alma y cegar mi luz. Pero este momento me da la claridad de que voy a luchar como el infierno. Voy a luchar como una chica: lápiz labial, el cabello hecho y la actitud en su lugar. Porque, mierda, tengo corazones que romper todavía y tacones que llevar. Corazones y tacones. Corazones y tacones. Maldita sea. Tengo miedo. Estoy petrificada. Tratando tan duro de mantener mi contacto con la realidad. Tengo tanto miedo de lo desconocido.

226

S

in emoción, me miro al espejo. Veo mis ojos hinchados y los círculos oscuros bajo ellos, todavía notando la incredulidad en su reflejo vacío. Aún puedo escuchar el grito de mi madre cuando le dije, como también ver la expresión de asombro en el rostro de mi padre, seguida de su mandíbula apretada y su partida repentina, así podría derrumbarse en su dormitorio por no ser capaz de proteger a la única mujer que quedaba en su vida aún sin ser tocada por el monstruo que ha diezmado a su familia. Me deshago de esos recuerdos dolorosos y comienzo a quitarme la ropa, de pronto desesperada por tomar una ducha y limpiar cada parte de hoy de mi cuerpo. El perfume de mi madre permanece en mi piel. Ese perfume no debería estar allí porque hoy no debería haberla visto. Así que le doy la bienvenida al agua hirviendo mientras me froto y limpio, incluso aunque sé que no puedo limpiarme de esa forma. Me digo que necesito llamar a Rylee más tarde y disculparme por ser grosera y descarada en lugar de ser amable y agradecida por todo lo que ha hecho por mí. Sé que entiende por qué, pero eso no lo hace correcto. Salgo de la ducha y tomo una toalla, la cual tuerzo alrededor de mi cabello en mi cabeza. Tomo un segundo, tan emocionalmente agotada que no estoy pensando correctamente, levanto la vista y atrapo un vistazo de mi cuerpo desnudo en el espejo colgando en la pared, detrás de mi vestidor. Me congelo. Luego camino hacia este, completamente perdida en mis pensamientos y ahogándome en el miedo de antes. No puedo quitar los ojos de mis pechos en el reflejo. Están erguidos y llenos, con pezones rosas. Los miro y me pregunto cómo algo que luce tan inofensivo puede tener tanto poder sobre mí. Me pregunto cómo algo que puede traer placer, puede alimentar un bebé, puede también robar mi vida tan fácilmente. Entonces, comienzo a preguntarme cómo luciré cuando se hayan ido. ¿Luciré como un parche lleno de cicatrices? ¿Serán capaces de salvar mis pezones así no tendré que tener unos falsos tatuados y entonces podré pretender que lucen normales? ¿Qué quedará de esta importante característica física que expresa mi género, mi sexualidad? Ni siquiera tendré mi cabello para ayudarme con eso… así que seré una persona calva, de pecho plano con solo maquillaje en mi rostro, que pronto se hinchará para mostrar que soy una mujer.

227

El pensamiento me asombra. Sofocada por mis pensamientos y mi respiración. Me gusta pensar que no soy una persona vanidosa, pero todos lo somos de algún modo. ¿Esta es la forma de Dios de castigarme por ser siempre linda? ¿Por nunca pasar por esa etapa de adolescente desgarbada, cuando todas las otras chicas eran flacuchas y torpes y yo era esbelta y deseada por los chicos? Las cosas que siempre había creído garantizadas, con las que siempre había estado tan cómoda, me iban a ser quitadas, y mientras siempre creí que en realidad no me importaba, pero de pronto estoy aterrorizada por cómo voy a lucir y cómo me verá la gente. Las lágrimas que he mantenido cautivas todo el día, finalmente estallan en una vorágine de sollozos. Dejo caer la toalla mientras llevo mis manos alrededor de mis pechos y los ahueco, sintiendo el peso, la suavidad de la piel, su redondez. Los he tenido toda mi vida, y aun así no creo nunca pensé en memorizar todo sobre ellas. Un pensamiento tan extraño. Me digo a mí misma a través del terrible dolor, que cuando supere esto, me las reconstruirán. Que si bien creo que mis pechos naturales están bastante cerca de la perfección ahora, cuando tenga sesenta, estarán caídos y flácidos, así que soy afortunada porque los nuevos pechos permanecerán erguidos y llenos en mis días de anciana. Pura lógica. Y entonces, comienzo a reír a través de las lágrimas mientras recuerdo un poema de Shel Silverstein que le leí a Maddie la otra noche. Sobre un niño que se afeitó la cabeza porque odiaba su cabello ondulado, solo para descubrir que su cabello era lacio y era su cabeza la que estaba ondulada. No sé por qué el pensamiento me es tan gracioso ahora, pero no puedo dejar de reír mientras miro el espejo y me pregunto qué encontraré bajo mi cabello. Las lágrimas caen tan rápido como la risa de mis labios, hasta que el sonido muere pero sigo llorando. Miro a través de mi visión borrosa por las lágrimas, mi cabello mojado y sedoso, mi toalla caída de mi cabeza durante mi fiesta de llanto y risa, mi cuerpo todavía rojo por el agua hirviendo de la ducha. Este es el mismo cuerpo que he mirado por los últimos veintiocho años, y aun así sé que en las próximas semanas ya no se sentirá o será como el mío. Cierro mis ojos, no queriendo enfocarme más en lo que nunca será igual. Me arrastro hacia la cama y bajo mis sábanas, intentando encontrar alguna clase de consuelo, pero no creo que sea una emoción que uno puede esperar encontrar cuando está enfrentando un diagnóstico de cáncer. Después me pierdo en mis pensamientos, cuestionándome de pronto mi estúpida decisión esta tarde en la oficina de la doctora Blakely. ¿Debería optar por una sola mastectomía y salvar mi otro pecho? ¿Conservar un pedazo de mí misma? Eso es estúpido. El pecho restante solo sería una bomba de tiempo. Tomé la decisión correcta. Me digo eso una y otra vez mientras las lágrimas caen silenciosamente por mis mejillas y mojan la almohada debajo de mí.

228

Pero la duda aún persiste en mi mente. Sé lo que debo hacer para reforzar mi decisión. Alcanzo el borde de la cama y tomo mi teléfono. En minutos se activa mi correo de voz, y la voz de Lexie llena mis oídos.

El tiempo es precioso. Gástalo sabiamente. —Dame la fuerza, Lex —le susurro al silencio. Me doy cuenta cuánto no quiero estar sola ahora. Sé que es la soledad hablando pero extraño los ruidos de Dante moviéndose en la cocina. A regañadientes le admití a Rylee lo que había sucedido con él y por qué se había ido, simplemente porque no quería mentirle de nuevo, pero sabía que se preocuparía porque estuviera sola. Sorprendentemente, accedió a mi necesidad de soledad tras explicarle que con su habilidad de planificación, sabía que después de la cirugía probablemente nunca estaría sola. Y necesitaba tanto tiempo para mí como pudiera conseguir. Pero yaciendo aquí, con solo mis pensamientos gritando en el silencio, desearía haber aceptado la oferta de Ry de pasar la noche y acurrucarse conmigo. Pero no lo hice. Así que repito el mensaje de voz. Y otra vez. Porque sé que si mantengo el teléfono reproduciendo el mensaje, evitará que llame a Becks. Lo extraño. Desesperadamente. Estoy haciendo lo correcto porque sentirme así después de tan poco tiempo, me hace darme cuenta de cómo se sentirá él si pasa por todo esto conmigo y al final se queda solo. Malditamente brutal. El cansancio comienza a ganar la batalla contra mis pensamientos. Mi dedo tocando el botón de repetición cada dos minutos y treinta segundos, cuando termina el correo para empezar otra vez. Comienzo a ir a la deriva en el sueño.

No me alejo de la gente que amo sin una pelea, y maldita sea, Haddie Montgomery, será mejor que te preparares para esa pelea porque estoy enamorado de ti. Las palabras pasan por mi mente, y estoy tan cansada y desgastada del día que vagamente me pregunto si estoy recordándolo o si mi dedo en realidad marcó su número y lo estoy escuchando saludarme. De todos modos, sucumbo a la atracción del sueño, mi último pensamiento consciente enfocado en Becks conquistando mi corazón, en lugar del cáncer invadiendo mi cuerpo.

229

Becks

E

l motor acelera por la recta opuesta, la computadora frente a mí reportando todos los medidores en el auto que usualmente estudio y escudriño religiosamente. Pero no hoy.

Hoy no registro en absoluto los números constantemente fluctuantes. Los veo, los grabo, pero dónde normalmente reflejan problemas específicos del automóvil, hoy no despiertan nada en mi cerebro. —¿Estamos bien? —La voz incorpórea de Colton pasa a través de mis auriculares y me percato que ni siquiera he revisado lo que se supone que haga, así que no puedo responderle. No tengo idea. Me encantaría decir, Sí, estamos bien, pero esta es la vida de mi mejor amigo en un auto que volará cerca, si no es que más, de trescientos veinte kilómetros por hora. No puedo mentirle, a pesar que la idea cruza mi mente. —Lo siento, Wood —le digo, llamándolo por el apodo que alguien en el equipo de carreras le dio hace años—. Me distraje con algo. No fui capaz de rastrear los números. —Ignoro las miradas del equipo cuando escuchan mi explicación por sus auriculares. Me vieron sentado en la computadora. Ninguna distracción ocurrió en lo absoluto—. Dame un segundo y puedo sacarlos, asegurarme que todo esté dentro del rango. —Se siente como que sí lo está —comenta Colton, su voz tensa por la fuerza a medida que entra en la vuelta tres—. El extremo trasero ya no se está deslizándose hacia el lado superior. Se siente como que los chicos lo arreglaron con ese último ajuste. —Bien —menciono mientras lucho para estudiar los números y asegurarme que su valoración de hecho es correcta. Que me jodan si Haddie no me ha afectado —dominado con su coño— pero no puedo decirle eso a Colton. Explicarle que estoy tan distraído por una mujer que sigue alejándome que no puedo enfocarme en mi maldito trabajo. Sí. Porque eso es profesionalismo en su máxima expresión.

230

—¿Bien? ¿Eso es todo lo que tienes para mí? —El auto acelera en la primera vuelta, su voz vibrando con la presión contra su cuerpo—. ¿Por qué no trabajas en sacar tu cabeza de tu culo y haces tu maldito trabajo, eh? Contengo la reacción instintiva en mi lengua de decirle que se vaya al infierno. Me merezco la mierda que me acaba de dar después de arruinar nuestra reunión con Penzoil porque estaba demasiado distraído. —Los números están dentro del rango —indico mientras mis ojos miran las últimas lecturas de los medidores—. Estamos listos. Hay silencio en la radio y sé que sabe que estoy fuera de mi juego ahora mismo. No preguntará por qué ya que, demonios, somos hombres y no nos ponemos todos sensibles y mierda, pero nunca lo arruino con los patrocinadores. Y la jodí con Penzoil sin duda alguna. El silencio cuelga allí, el sonido del motor siendo todo lo que escucho en el micrófono abierto a medida que espero a ver si presionará mis botones aquí o me rastrillará sobre los carbones en privado. Es una o la otra, Colton no es el tipo de hombre que dejaría ir algo como esto. No porque la jodí, sino porque tanto como no lo admitirá, le importa. El terco bastardo. —Bien. La llevaré por otras veinte. Bolas fuera —comenta finalmente. Y sé que es su forma de decir, ¿estás prestando atención ahora? El auto está marcado y que corra a toda velocidad es algo que sabe que odio. Corre el riesgo de dañar su perfecto estado. Está molestándome para que reaccione y… que se joda, tengo suficientes problemas con los cuales lidiar, no lo necesito en mi espalda también. —Diviértete —digo, notando a Smitty volteando su cabeza de golpe para mirarme cuando mi típica discusión con Colton por riesgos innecesarios no viene. Demonios. Debe ser bastante obvio que no tengo mi mierda junta. La única respuesta de Colton es acelerar profundamente el motor, lo cual para mí dice, jódete. Empiezo a empacar mi mierda mientras mi mente ausentemente nota los cambios de la primera a la cuarta a medida que las golpea solo por el tono del motor. Debato quedarme alrededor para que salga del automóvil y lidiar con la ración de mierda que sé que va a darme, pero decido que no vale la pena. Estoy enojado, malhumorado y explotar con mi amigo no es algo que quiera tentar. Aunque, mierda, es tentador. Quizás solo quiero conseguir una reacción de alguien ya que parece que no puedo sacarle ni una mierda de Haddie. Blanco. Cero. Nada. Ira, acusaciones, indiferencia… Cualquier cosa sería mejor que el silencio.

231

Han pasado cinco días desde que fui a su casa y la encontré en el patio. Aún puedo ver la mirada en sus ojos, sentir la necesidad desesperada en su toque. Pero junto a eso, está el rechazo en su lengua y la picadura de sus palabras. Y entonces me puso tan condenadamente nervioso que le dije que la amaba. Que jodidamente la amaba. Algo que no había admitido completamente porque pensar que lo sientes es una cosa, pero decirlo en voz alta, ponerlo allí afuera en el universo… no puedes retractarte de esa mierda. ¿Y qué hizo a cambio? Nada. Ni una maldita cosa. Ni un solo Becks espera o no te vayas. Ni un guao esto es demasiado rápido o ¿estás jodidamente loco? No me dio más nada que ojos cautelosos y retraerse completamente. Empujo el dolor. Alejo las llamadas no contestadas y mensajes de texto no leídos, las numerosas veces que he conducido por su casa para ver si está allí y el tiempo que pasé golpeando su puerta anoche porque su auto estaba en la entrada. Mis suplicas para que me abriera, me hablara, me dijera que está bien, que me odia, que en realidad eligió a Dante. Algo. Cualquier cosa. Esta sensación de estado suspendido como en el limbo apesta. La mujer me ha reducido a un hijo de perra necesitado y lo odio. Mis pensamientos están corriendo más rápido que Colton alrededor de la pista ahora mismo y solo necesito callar mi cabeza por un rato. Salgo de mi asiento, ignorando las miradas que obtengo del resto de los chicos en el cuadro de vista, y agarro mis llaves. Le echo un vistazo al teléfono y pretendo que estoy leyendo un mensaje a medida que camino hacia la puerta. —Dile a Wood que surgió algo y tengo que irme. Lo llamaré más tarde. No espero por una respuesta porque necesito presionar a Haddie. Perderme por un poco para sentir muchísimo menos. Mierda. Escuchar lo que mi maldito corazón está diciendo es nuevo para mí. Y es un jodido músculo, así que, ¿por qué espero que pueda darme algunas respuestas? Los músculos puede que no sean capaces de hacerme sentir algo, pero maldita sea si no pueden doler cuando son usados y abusados. Y seguro como el infierno que hizo justamente eso. Así que, ¿por qué aún la quiero? Jodido amor.

232

La música es medio blue, la iluminación más oscura y la cerveza fría como el hielo a medida que se desliza por mi garganta. La mejor parte de estar en mi pub favorito, además de que me dejen en paz, es que todo lo que tengo que hacer es levantarle mi barbilla a Vivian y me trae otra ronda sin decir ni una palabra. Puede que sea su primera semana en el trabajo y nos acabamos de conocer, pero Viv es mi nueva mejor amiga solo por eso. Los mensajes de texto se han detenido finalmente después de dos horas de molestar constantemente. Pero ni una palabra de la persona que quiero. Estoy disfrutando de sentir lástima por mí mismo, revolcándome en un océano de cebada y lúpulos, con unos pocos tragos aquí y allá. Mis labios están adormecidos, mi cabeza está callada, girando pero callada, y todavía no tengo ni una maldita pista de cómo pudo haberlo elegido por encima de mí. —Más su tipo, mi culo —murmuro para mí mismo, pensando en la última cosa que me dijo. Joder. Puedo culpar a mi mente ebria del por qué no lo entiendo, pero la neblina no es lo suficientemente fuerte como para olvidar que estoy bebiendo porque tampoco puedo encontrarle sentido estando sobrio. Levanto mi barbilla a Vivian de nuevo. Mejor le agrego más al desorden de vasos alineados en mi mesa. Me recuesto en la cabina que he expropiado en Sully’s Pub y cruzo mis piernas, las cuales están estiradas en el banco. Paso a través de los posibles escenarios en mi cabeza, tratando de descifrar cómo pasamos de noches de insomnio y esa mirada en sus ojos cuando la dejé después del viaje a Ojai, hasta aquí. Quiero decir, mierda, fue difícil no ir al último evento de Scandalous hace unas pocas noches. Me tomó todo lo que tenía no ir a sentarme en una esquina oscura del club y contemplarla, asegurarme de que se encontraba bien. Solo verla, porque demonios, la extraño. Pero entonces eso sería ser acosador. Me abstuve de hacerlo bebiendo un six-pack y viendo el juego. Le agradezco a Vivian cuando la botella se desliza en la mesa frente a mí y considero llamar a Rylee. Es una movida jodidamente estúpida de mi parte pero, ¿qué otras opciones tengo a este punto? Debe ser el alcohol convirtiendo mis pensamientos en los de una mujer. Pero demonios, puede que el alcohol tenga un punto. Entonces me doy cuenta que tanto como quiera saber qué demonios está pensando Haddie, también quiero preguntarle a Rylee si ya ha obtenido los resultados de la prueba. Sé que no pasa nada, pero hay un poquito de preocupación que todavía es inquietante. Y ya que Haddie no se comunicará conmigo por ningún medio, manera o forma, decido preguntarle a Rylee. Por Dios, qué patético es eso.

Espera. No puedo preguntarle a Rylee por los resultados de la prueba porque no sabe de la condenada biopsia de Haddie en primer lugar. Allí se va ese plan.

233

Cierro mis ojos, dándole la bienvenida al descentrado giro de mi mundo ahora mismo porque si la vida no va a tener sentido, puedes vivirla ebrio, ¿cierto? —¿Beberás hasta ponerte de buen humor o qué? Muevo rápidamente mi cabeza hacia adelante por el sonido de la voz de Colton e inmediatamente miro hacia donde Vivian se pone de pie. Arruga su rostro y articula un lo siento mientras señala a Miller, el barman que sabe que Colton y yo somos clientes frecuentes. Mierda. ¿Cuándo empezó su turno? Pensé que había tenido suerte con una nueva mesera y el viejo Earl, a quien no le podría importar menos lo que estuviera haciendo aquí solo. Ignoro a Colton y cierro mis ojos nuevamente, colocando mi cabeza de vuelta a la misma posición contra el espaldar de la cabina. Escucho a Colton reírse y luego dejarse caer al otro lado en la cabina. Toma solo segundos antes del sonido de otra botella en la mesa y un educado gracias mientras es servida. Y espero por ello —la ración de mierda— pero no menciona ni una palabra. Así que me siento con mis ojos cerrados hasta que el suspenso de qué demonios está haciendo es tan consumidor que tengo que mirar. Abro un poco mis ojos e inclino mi cabeza para encontrarlo sentado allí, igual que yo, viendo fijamente su botella de cerveza, pelando la etiqueta. —Hey —dice con una subida de su barbilla, entonces regresa a su etiqueta sin siquiera hacer contacto visual conmigo. —Hey —respondo, tratando de aceptar su aplomo cuando normalmente es un hombre del tipo vamos-al-punto. —¿Qué estás bebiendo? —interroga después de un rato, señalando los vasos vacíos reunidos en el medio de la mesa. —Whisky escocés. —¿Escocés? —Macallan —agrego. —Mierda buena —comenta con un sonido apreciativo. —Lo es. —Suspiro, ahora prestándole atención a la etiqueta en mi propia cerveza—. Sabe como el cielo, suave y adictivo, pero demonios si no te golpea duro. —¿Por qué tengo la sensación de que no estamos hablando de alcohol aquí? Mis ojos se levantan para hacer contacto con la intensidad en los suyos. Veo preocupación y compasión allí; quiero hablar de ello al mismo tiempo que quiero evitar discutir. Sobre Haddie.

234

Y aún más fuerte que mi necesidad de escupir mis entrañas es el querer preguntarle por ella. Las chicas hablan de mierda como esa —los hombres no— así que tal vez Haddie le habló a Rylee. Comentado por qué me está alejando, que le confesé mi amor como un idiota. —Lo siento por lo de Penzoil. La cabeza de Colton sobresale con el latigazo de cambiar velocidades. —Cosas que pasan —dice. Sé que he bebido mucho, pero no estoy procesando a este hombre relajado respondiéndome muy bien. Siento como que está conteniéndose, caminando sobre vidrio y evitando empujarme cuando normalmente esa es la norma. También podría agregar un poco más a la discordia del remolino de confusión girando en el carrusel dañado en mi cabeza. —Nah. La jodí. Es mi culpa. Tengo mucho en mi plato. —¿Estás bien? ¿Tus padres y Walk están bien? —Sí, están bien… lo siento. Todo está bien en casa. —Su genuina preocupación por mi familia me tiene disculpándome inmediatamente por segunda vez en solo segundos. Inclino la botella hacia mis labios, el sabor ni siquiera registrándose ya, porque el potente sabor del rechazo es más fuerte. Nos sentamos allí en silencio cómodo antes de finalmente confesar―: Es el maldito Macallan. Es todo lo que le doy, sin embargo asiente antes de tomar un trago de su cerveza. —No puedes llevarte al Macallan en una bolsa marrón, Daniels. —Sé eso —comento, contento que atrapó la correlación entre Haddie y el whisky escocés—. No puedo disfrutarlo, con o sin bolsa marrón, si alguien más está bebiendo a grandes tragos de tu botella. Sopla y se encorva en su asiento, negando. —Hombre, eso es rudo. —Sus ojos miran hacia arriba para leer los míos—. ¿Te mandó a volar? —Con tantas palabras. —Te preguntaría si entiendes el por qué, pero por la cantidad de botellas vacías en la mesa y el simple hecho que es una chica, diría que la respuesta es un grande y gigante maldito no. —No lucho contra la sonrisa que eso saca de mis labios—. Te lo dije, hombre, vórtice de estrógenos. No tiene sentido tratar siquiera de descifrarlo. —Cierto —inclino mi cerveza hacia él y callo por un minuto, la botella en mi mano más fácil de mirar que a Colton a medida que la confesión se forma en mi lengua—. Todo es tu culpa, sabes. Ahoga una risa, su rostro arrugado mientras intenta entender de qué demonios estoy hablando.

235

—Esto será bueno —declara, juntando sus manos y frotándolas de ida y vuelta—. Dímelo, hermano. No puedo esperar para escuchar tu lógica jodida. Lo fulmino con la mirada. —Tú iniciaste esta mierda. Nosotros, tú y yo, estábamos perfectamente bien, solteros y listos para mezclarnos, y entonces tenías que ir y ser golpeado por el todopoderoso vudú. Su risa es tan alta y atrae atención de los otros clientes comenzando a llenar el bar. —¿Golpeado? Más como que me noqueó. Hombre… lo siento… Espera. No, no lo siento. —Golpea la mesa—. No me disculparé porque cuando te ocurra, lo entenderás. Todo ello. El sexo sin protección, estar bien con alguien sosteniendo tus bolas en sus manos, el… —La cabeza de Colton se dispara hacia la mía y las piezas del rompecabezas empiezan a encajar. Sus ojos se amplían a medida que la sonrisa de suficiencia comienza a curvarse en la esquina de su boca—. De ninguna maldita manera… —¿Viv? —Aparto la mirada de la suya inmediatamente y busco por mi nueva mejor amiga y su constante suministro de regalos soporíferos. —Por el amor a todas las cosas que son sagradas… tú no… no estarás… ¿me estás jodiendo, cierto? —farfulla finalmente. Y justo lo que necesito, ahora Donavan sabe que he sido dominado por su coño. Que inicie la tormenta de mierda. Me rehúso a mirarlo, no quiero que vea la miseria en mis ojos ahora que está extraoficialmente en exposición. Joder. Aquí viene la mierda que merezco pero seguro como el infierno que no necesito. Será mejor que Viv doble la próxima ronda porque creo que voy a necesitarla. —Nah… —La negación es mi única opción. —Dulce Jesús, hombre. Me voy de luna de miel, te follas a la dama de honor y entonces atas tu polla en nudos sobre su… —Al menos reconoces que es lo suficientemente largo para poder atarlo en nudos. —Me encojo de hombros, la cerveza deslizándose bien y se siente como si pudiera respirar un poco ahora que ya no estoy mintiéndole a mi mejor amigo. Resopla una risa. —En tus sueños, hombre. Toma otra. —Jódete. Y gracias. Creo que tomaré otra. —Apoyo mi cabeza contra la cabina de nuevo y suspiro, queriendo decir más, pero inseguro de cuánta munición quiero darle porque estoy seguro como el infierno que no necesito soportar más mierda ahora mismo de nadie. —Bien. Va por mi cuenta. De esa manera puedo emborracharte bien.

236

—Creo que ya estoy en mi camino hacia ello —admito. Murmura su consentimiento y obligo a mis ojos a abrirse para que la habitación deje de girar detrás de mis parpados. Y así no ver la imagen de ella de pie allí, su boca diciéndome que me vaya pero sus ojos rogándome que me quede―. Solo… no tiene sentido… yo… ¡mierda! —Eso lo resume. Aprecio su silencio después del comentario mientras intento agarrar los pensamientos cambiantes en mi cabeza. —Con Ry… tú… estuviste… demonios. —¿Constantemente confundido? ¿Mi pene rogando por más, pero mi cabeza diciéndome que retrocediera? —La silenciosa diversión en su voz me dice que lo entiende, comprende dónde se encuentra mi cabeza en este momento. —Básicamente. —Me froto el rostro con mis manos—. Esto está tan jodido. —Síp. Y si no estuviera sintiendo tu dolor, me estaría riendo de ti. —Lo fulmino con la mirada—. ¿Tú, perplejo por un coño? Simplemente es demasiado cómico para las palabras. —Jódete. —Gracias. Creo que haré justamente eso más tarde esta noche mientras estás aquí llorando en tu cerveza. Es más fácil si solo admites que el vudú de Haddie está en pleno efecto ahora. —Pongo mis ojos en blanco, pero me detengo cuando tintinea el cuello de su cerveza contra la mía—. Vudú, hermano. No digas que no si no lo has probado. —Ja. Ahora te gusta completamente cuando hace un año luchaste contra él durante cada paso del camino. —Peleé contra él hasta que me di cuenta que el coño vudú es el Lucky Charm de un hombre adulto. ¿Por qué demonios está hablando de cereales? —¿Qué dijiste? Me da una sonrisa. —Mágicamente delicioso16. Ni siquiera trato de contener la risa que cae de mi boca. Colton Donavan en su mejor momento. —Estás jodido en la cabeza. —¿Y tu punto es…? —Mi punto es… tienes razón. Sobre todo.

16

Mágicamente delicioso: es el slogan de los cereales Lucky Charm

237

Su risa se desvanece cuando sus ojos se encuentran con los míos por encima de su botella de cerveza. —La vida no ha sido fácil para ella el año pasado. —Su declaración es completamente cosa-de-hecho, y por mucho que sé que tiene razón, todavía es una puta mierda. Todo esto. —Cierto. —Muevo mi cabeza en acuerdo, mis sinapsis tratando de dispararse a través de la niebla inducida por el alcohol—. Pero simplemente no lo entiendo. ¿Por qué me dice que hay algo entre nosotros y luego me dice que prefería tener a alguien más? —¿Y le creíste acerca de la otra persona? Miro a Colton y trato de procesar la mirada que me está dando. Sus ojos están disculpándose, diciéndome algo… Sugerencias vagas de lo que podría ser flotan en la distancia lejana, pero parece que no puede tirar de ellas lo suficientemente cerca para comprenderlas. —Sus palabras eran tan claras como el jodido Crisco. Colton se ríe de mi dolor y del hecho que Crisco es todo menos claro. Sonó bien, de todos modos. —¡Mierda! Todo lo que sé es que dijo que estaba trabajando las cosas con Dante, que quiere darle otra oportunidad. —¿El compañero de cuarto, el ex-novio? —La mirada de asombro en su rostro rivaliza con cómo me siento—. Bueno, lo único que sé es que está pasando por un montón de mierda ahora y… —¿Qué mierda? —Inmediatamente recuerdo la mirada que Colton me dio hace unos momentos. ¿Por qué estaba disculpándose? ¿Por el hecho que Haddie me está apartando o porque sabe algo que yo no? —Colton… —Bueno, bueno, bueno, si no es el propio chico maravilla. —La voz a mi derecha saca mi mente de Colton y enciende mi temperamento como un soplete enciende una vela. —¿El ex? —La voz de Colton es baja cuando me hace la pregunta. Sus ojos me dicen que me calme de una puta vez, pero su postura dice, Vete a la mierda, Dante. Empieza el juego. —Dante. —Asiento sin siquiera mirarlo, sabiendo que si lo hago, el deseo que he estado alejando volverá multiplicado por diez. Echo un vistazo a Colton y veo que mide a Dante, su mano deslizándose hasta el cuello de la botella de cerveza vacía en su mano, por si acaso. Tienes que amar a un amigo que está dispuesto a romper un cuello largo para respaldarte.

238

—¿Por qué estás aquí llorando en tu cerveza? ¿Es que jodiste la lucha por nuestra pequeña potranca? —Ahora, ese comentario me tiene moviendo mis ojos para encontrar los de Dante. La advertencia que me da es recibida con un desafío a él. ¿Quién carajo se cree que es y de qué demonios está hablando? No importa. Nada de eso importa, excepto que le faltó el respeto y eso es todo lo que necesito saber. No se les falta el respeto a las mujeres. Nunca. Estés durmiendo con ellas o no. —Déjalo —advierte el rey de los ánimos calientes desde su lugar frente a mí en la cabina. —Yo me encargo —le digo a Colton mientras la adrenalina comienza a surgir a través de mí, mi mente fijándose en su culo y en la forma en que merece todo lo que vendrá a él si sigue con esta mierda. La risa de Dante se burla de mí. —Al parecer no puedes encargarte de esto. —Ya estoy deslizándome de la cabina cuando hace el comentario—. Es posible que desees poner al día tus habilidades porque cuando estuve con Haddie la otra noche, seguro que no podía conseguir suficiente. Más era su palabra de elección. —Mi mente retrocede a Haddie en la mesa de la cocina en la casa, pidiéndome más, y mis sinapsis no necesitan el fuego porque ni siquiera tengo que pensar. Solo reacciono. Choco con Dante, que se mueve con toda su fuerza. Ni siquiera me molesto en lanzar un golpe, ni siquiera pienso en ello porque quiero al hijo de puta en el piso. Es sólido, pero yo también, cuando chocamos. Nuestro impulso nos arroja a la mesa detrás de él. Vidrio se rompe y apenas registro los gritos desde lejos mientras caemos al suelo maldiciéndonos el uno al otro. Lanza el primer golpe a medida que lucha por el posicionamiento y lo siento conectar, escuchando el silbido del aire que escapa de mis pulmones por el golpe en el riñón, pero no siento absolutamente nada. Estoy tan exaltado desde la semana pasada que mis emociones agitadas se manifiestan en el impacto de mi puño mientras gano la posición superior. La conexión de mi puño contra su estómago se siente como un pequeño peso levantado de mis hombros. Y mierda, se siente bien. Me lanza uno. Le lanzo otro. Me insulta entre cada golpe de nuestros puños. Ni siquiera escucho lo que está diciendo, porque todo lo que pienso es: mantente abriendo tu boca y dame acceso para derribar esos dientes perfectos tuyos. Pero la sensación de impacto cuando aterriza un golpe es efímera porque mi mente sigue fijándose en el hecho que estuvo con Haddie la otra noche. Que ella le pidió más cuando no me ha pedido nada a mí, excepto irme. Veo rojo. No puedo ver nada más porque mi mente está tan ocupada con Haddie, con la idea que este pendejo la tocó.

239

Es la dura voz de Colton llamando mi nombre lo que rompe a través de mi niebla hipnótica de ira. Sus manos luchan por tratar de sacarme de Dante. Y lucho contra él, incluso cuando vuelvo a mis sentidos y me doy cuenta que Dante está fijado de forma segura debajo de mí, su rostro salpicado de la misma sangre que mis nudillos. —¡Maldita sea, Becks! Baja de él. —Colton es lo suficientemente fuerte y sus brazos alrededor de mis hombros me impiden continuar—. Van a llamar a la policía si no paras ahora. —Gruño de acuerdo, mi respiración también trabajosa y mi cabeza demasiado llena de rabia como para contestarle. Perdería los puños en un instante si eso significaba que Dante era puesto correctamente en su lugar. —¿Estás calmado? —pregunta y asiento antes que libere su agarre sobre mis brazos. Y que Dios me condene por mentirle a mi mejor amigo, pero en el momento que suelta mis brazos, mi puño conecta con la mandíbula de Dante nuevamente. El sonido de mis nudillos golpeando rebota por mi cabeza con un crujido satisfactorio. —¡Joder, Becks! —Los brazos de Colton están de regreso a mí alrededor y esta vez lucho con más fuerza, con ganas de terminar el trabajo. Tiene éxito en tirar de mí fuera de Dante, y mientras lucho con Colton, puedo ver a Dante sentado, usando su camisa rota para limpiar un poco de sangre en la comisura de su boca. —Cálmate. —¡Déjame ir! —Me sostengo, listo para golpear a Colton también si es necesario para conseguir que me suelte. —Maldita sea, dejar de luchar contra mí, ¿quieres? Están llamando a la policía, amigo. —Me da un tirón para levantarme y lucho por alejarme de él ahora que estoy sobre mis pies y Dante está retirado—. ¡Cristo! Cálmate de una puta vez. —Voy a matar a ese hijo de puta. —Estoy tan envuelto dentro de mi propia cabeza ahora mismo, tan ensordecido por la ira zumbando, que ni siquiera lo escucho. —Matarlo no va a deshacerse de su cáncer, amigo.

Pero estoy seguro como la mierda que escucho eso. Siento que todo se detiene y luego está su ingesta rápida de aire cuando Colton se da cuenta de lo que me ha dicho, pero mi cabeza no quiere creerlo. —¿Qué acabas de decir? —La incredulidad tranquila de mi voz no es rival para la rabia que vibra a través de mí. Dirijo mi cuerpo ahora para enfrentar a mi amigo más antiguo. Reconozco la disculpa en sus ojos, veo el reconocimiento del engaño en su lenguaje corporal y estoy ridículamente anonadado. —¿Lo sabías? —Becks. —Es ese tono suave que odio. —¿Lo sabías? —le pregunto de nuevo, mi voz subiendo mientras doy un paso hacia él, mis manos en puños y mandíbula apretada.

240

—No quiere que nadie lo sepa. Nadie. —Hace hincapié en las últimas palabras para que pueda escuchar que se debatía sobre ocultármelo, pero mi mente racional no está escuchando. Mi lado irracional seguro como la mierda lo está, sin embargo. —¿Así que fue un desliz? —le grito mientras doy un paso más—. ¿Solo me dijiste, lo dejaste escapar, para que me calmara de una puta vez? —Se ríe en voz baja, mirando el espacio entre nosotros y luego a mí. —Calmado no es exactamente la palabra que usaría en este momento. —Da un paso hacia adelante mientras aprieto mis dientes, porque el estar enojado con él significa que no tengo que procesar lo que me ha dicho. Haddie tiene cáncer. —¿Quieres golpearme a mí también, Becks? —me incita, sacrificándose, así no perderé los estribos y lo tomaré con otra persona. Levanta la barbilla y lo alimenta—. Justo aquí, hijo de puta. Te reto. Pero apuesta tu culo a que no va a hacer absolutamente nada para ayudar a Haddie. —Me hará sentir mejor, sin embargo. —Le suelto las palabras, la ira todavía como una ola, pero el aspecto de oh, mierda comienza a tomar el relevo. Colton me evalúa por un minuto mientras estoy aturdido, mis puños aflojándose, mi mente luchando por comprender la magnitud de lo que me ha dicho. Trato de entender cómo se siente Had. ¿Por qué no quiere que sepa? El miedo que está enfrentando sola. Mi amigo se acerca, la defensa en su postura, pero la simpatía en sus ojos. Pone una mano en mi hombro y me dirige hacia la cabina y luego me empuja a sentarme. —No me lo dijiste —repito, el único concepto que estoy eligiendo entender en estos momentos. Suelta un fuerte suspiro mientras se sienta frente a mí y hace señas a Viv con su mano para que se acerque. —Lo sé, maldita sea, y lo siento pero, amigo, estoy casado ahora. Se lo prometí a Ry. Me puso en una mierda, un lugar entre tú y ella. —Y es la que chupa tu polla. Lo entiendo —digo las palabras sabiendo que son burdas, sin preocuparme porque todavía estoy amplificado por la adrenalina. —Avísame cuando tu boca deje de sangrar y toda su energía se levante para que pueda patearte el culo por hablar de Rylee así. —La advertencia es entregada en voz alta y clara—. Parece que todavía te queda un poco de lucha. Te prometo que tengo una izquierda más dura que la de ese hijo de puta —dice, levantando la barbilla hacia el otro lado de la barra, donde Dante está sujetando su nariz ensangrentada, el guardia de seguridad a su lado, llevándolo a la puerta. —Lo siento… Todo esto apesta… Estoy… —Colton asiente hacia mí en reconocimiento, el perdón mezclado con la culpa que está carcomiéndoselo reflejado en sus ojos. Y eso me hace sentir un poco mejor. Poquísimo. Me agarro mi muñeca derecha con la mano izquierda y la flexiono. La hija de puta me duele como una perra por golpear a Dante.

241

—Mierda —suelta Colton, haciendo que suene exactamente como me siento. —¿Qué puedo conseguirles, muchachos? —Viv regresa delante de nosotros, tratando de actuar como si todo estuviera normal, como si el cuerpo a cuerpo nunca hubiera sucedido. Simplemente cuelgo mi cabeza, ahogado en mis propios pensamientos, demasiado ocupado para estar avergonzado. —Macallan puro —dice Colton, mis hombros tensándose ante el significado de su petición. —¿Un trago para cada uno, guapo? —Dos vasos, una botella, por favor. Y una bolsa de hielo para su mano. — Tanto Viv como yo levantamos la cabeza y miramos a Colton, ella por la propina que podría estar recibiendo y yo porque no quiero sentarme aquí y beber. Quiero que Colton me lleve a Haddie. Como hace diez putos minutos. —Eso es bastante caro… —No es problema. Gracias —dice Colton con un destello de su “sonrisa” pública mientras la rechaza. —Gracias, Wood, pero no quiero beber más. Necesito que me lleves a ver a Haddie. —Empiezo a levantarme y Colton se mueve tan rápido, su mano en mi hombro empujándome hacia abajo, antes que pueda llegar a equilibrarme. —No puedes hacerlo, hermano. —Le da a mi hombro un empujón extra antes de volverse a sentar—. En primer lugar, estás borracho. No es una decisión inteligente aparecer en su casa en este momento. El alcohol te hace decir mierda, hombre… como profesar tu amor, cuando lo último que quiere escuchar de tu boca ahora es que la amas… Creería que es por lástima… Sigo mirando la mesa cuando Viv desliza dos vasos en frente de nosotros. Empieza a servir y Colton le dice gracias, pero toma la botella y la sirve por sí mismo para que tengamos intimidad. Desliza la bolsa de hielo hacia mí, pero solo la miro. Me merezco el dolor en mi mano. Haddie tiene cáncer. Su dolor va a ser mucho peor. Deseo que una simple bolsa de hielo pudiera arreglarlo para ella. —…decirle significaría que solo lo estás haciendo porque está enferma. No porque realmente te sientas de esa manera. Me estremezco ante la palabra enferma y luego suelto un suspiro, sabiendo que tiene razón… que lo último que necesita es que me ponga todo borracho y lloriqueando sobre ella. Pero, Cristo, todo lo que quiero hacer en este momento es verla, tocarla, hablar con ella. Empuja el vaso a mi mano y envuelve mis dedos alrededor de él cuando no respondo. Pero si no bebo, estaré sobrio más rápido y la veré mucho antes. —Ya le dije. —Las palabras salen en un susurro mientras observo el Macallan en mi vaso. Ni siquiera me percato que lo he dicho hasta que Colton chisporrotea a mi lado.

242

—No me jodas, amigo. Creo que vamos a necesitar otra botella de esta mierda. —Golpea ligeramente su vaso contra el mío—. Adentro. —Estoy en piloto automático mientras trago el whisky. Es una pena desperdiciarlo en mí en este momento. No me gusta el sabor o cómo es malditamente suave porque todo lo que sigo pensando es en Haddie. El cuello de la botella tintinea cuando Colton rellena los vasos. —Respira, hermano —dice, mis dedos sujetando el cristal tan duro que me sorprende que no se rompa en mi mano. —¿Qué voy a...? ¿Cómo voy a...? —Dejo escapar un suspiro de frustración porque no puedo procesar los pensamientos que azotan a través de mi mente lo suficientemente rápido. —Ry está con ella. Parece estar intentándolo, ya sabes. Es una chica dura, Daniels. —Sí, pero joder… —Ni siquiera puedo hablar en oraciones completas. Absorbo el segundo vertido de Macallan. Esta vez la quemadura es un poco menor y el calor un poco mayor. —Lo sé, Becks. —Es todo lo que realmente puede decir y aprecio el hecho que no me esté tomando el pelo, diciéndome que va a estar bien, que soy un hijo de puta estúpido por ir y enamorarme de ella. Mis ojos queman tanto como mi garganta ahora. Tantas preguntas que quiero —no, necesito— hacerle y la que está al frente es como un fantasma que sigue deslizándose a través de mis dedos. El alcohol atenúa mi lógica lo suficiente para averiguar qué demonios está tratando de decirme mi subconsciente, pero mi mente no está agarrándolo. —Botó a Dante la semana pasada. Bueno, mierda. Eso funciona. No puedo pensar con claridad suficiente para averiguarlo. La pregunta está fuera de mi alcance. —¿No está con él? —Nah… Lo echó. Estaba jodiendo contigo porque está celoso o porque en realidad trató de meterse en sus pantalones y ella le dio una patada… Y si ese es el caso, debería haber añadido un puñetazo a su rostro también. Alivio se apresura a través de mí. Y entonces la confusión es seguida por la ira de nuevo. ¿Está sola? ¿Qué carajo? Mierda es arrojada hacia mí rápido ahora y estoy teniendo dificultades para llegar a un acuerdo con algo de esto. Y entonces me golpea como un maldito bulldog.

Ella lo sabía. Lo sabía esa noche. Me estaba alejando, tratando de protegerme, escogiendo por mí. Como le dije que no hiciera. Bueno, a la mierda con eso. Salgo de la cabina de nuevo. Mi visión se vuelve negra y toda la habitación se mueve en un tornado tumultuoso de oscuridad y estrellas.

243

—Woah. Tranquilo. Escucho la voz de Colton. Siento sus manos sobre mí, pero no puedo concentrarme. El asiento está debajo de mis rodillas otra vez y mi estómago se encoge en mi garganta por un momento hasta que puedo tragarme la bilis y el galón de alcohol. —Tengo que verla —le ruego. Porque aunque estoy enfrentándome con la mierda que no soporto, mi estupidez terca me mantiene pegándome una y otra vez. ¿Cómo pude no haber visto a través de ella y lo que me decía? ¿Cómo pude haber sido tan idiota? —Sé que lo haces, pero no hasta la mañana. Dormirás conmigo esta noche. — Se ríe, tratando de aligerar el ambiente. —Cuando el infierno se congele —murmuro, pero solo tal vez porque, santa mierda, Haddie está realmente enferma. —Creo que ya lo ha hecho, amigo. —Levanto mi cabeza tan rápido como puedo sin que la tierra caiga y se tambalee a mí alrededor una vez más. —¿Qué? Tintinea su vaso contra el mío y vacía el trago de líquido ambarino. —¿La amas? ¿Qué carajos pasa con eso? ¿Tenía sumergiendo tu mecha, pero ahora quieres un lugar permanente para quemar la vela? —Niega y se ríe antes de descansar de nuevo en el asiento detrás de él. No puedo evitar la risa que cae de mis labios, agradecido por su humor al azar en este momento. —¿Vela? —Mm-hmm. —Suena satisfecho ahora que no continuaba con la línea de pensamiento. En vez de eso, volvemos a caer en silencio, mis ojos cerrados, las mentes difusas y los vasos vacíos—. Queda un cuarto de botella. Terminémosla y hagamos que Sammy nos lleve a mi casa —dice, refiriéndose a su guardaespaldas y conductor en algunas ocasiones—. Durmamos, consigue aclara tu cabeza y luego ve a verla mañana y pelea con fuerza para demostrar que quieres ser parte de su vida. Enferma o no. Me ahogo de nuevo con la emoción obstruyendo mi garganta, aturdido por la capacidad de mi mejor amigo de saber que esto es lo que tengo que escuchar cuando nunca ha sido bueno con las emociones o relaciones. Y por simplemente escuchar la palabra enferma en voz alta, en referencia a Haddie. —Sí. —La palabra es apenas un sonido a medida que pasa más allá de mis labios. —Va a superar esto, Daniels. Imágenes de Lexi parpadean por mi cabeza, en las fotos que he visto en casa de Haddie, la única manera que sabré de ella.

244

No puedo evitar reconocer el miedo arrastrándose sobre que eso podría ser todo lo que habrá dejado Haddie un día. Inmediatamente estoy enojado conmigo mismo por siquiera pensar en ello. Furioso que por un momento pensé que no va a pelear la batalla para poder recorrer el camino después. Pero sería mentira si no tengo miedo, incluso con valor líquido fluyendo por mis venas como si fuera mi propia sangre. —Tiene que hacerlo.

245

D

ejé a Rylee con solo una nota que decía “Necesito pensar” después de que pasó la noche conmigo como en los viejos tiempos. Demasiadas botellas de vino, demasiados viajes por la calle de los recuerdos, y tantas risas que nuestras costillas y mejillas dolían.

Y se sentía bien que Ry era solo Ry conmigo. Sin verme por el rabillo de su ojo para mirarme con más lástima que odio o para asegurarse de que no iba a desmayarme y morir. De ahí la razón por la que he mantenido oculto mi diagnóstico a todos. Estoy bien con mi decisión, me alegro de mantenerlo solo con Rylee y mis padres, pero que me condenen si mi corazón no está herido en este momento. Estaba haciéndolo bien. Por lo menos pensé que lo hacía. Vivía tan ocupada pensando en la cirugía de la próxima semana que estaba alejando todo pensamiento de Becks. Y sus palabras de despedida para mí. Esas palabras fueron trascendentales para mí, pero también había notado que sus intentos parecían desvanecerse con cada día. Infierno sí, yo en su lugar hubiese retrocedido después de haber sido rechazada otra vez, pero al mismo tiempo lo necesitaba allí. Sus textos molestos, sus llamadas telefónicas continuas, sus rondas cerca de la casa cuando él no sabía que me encontraba ya que había estacionado en el garaje. Todo eso me tranquilizaba. Así que el hecho de que los intentos habían estado desvaneciéndose después de cinco días me había demostrado que sus palabras eran una mierda. Si no siguió intentándolo después de cinco días, seguro que no iba a quedarse para meses de quimioterapia y radiación. Las pruebas hablan por sí sola. No fue hasta ayer por la noche que me di cuenta inconscientemente que lo estaba poniendo a prueba. A la expectativa. Haciendo que demuestre el amor que me había profesado. Pensé que había renunciado, que sus palabras eran una mierda, hasta que recibí el texto anoche y el correo de voz. Y entonces, solo dejé mi frente falso cuidadosamente construido destruirse en mil pedazos. Me siento en mi auto recordándolo, apoyando la frente en mis manos y sobre el volante. Tal vez fueron las cantidades masivas de vino. Tal vez fue tener a Ry durmiendo en su antiguo dormitorio de nuevo. Tal vez fue la sobrecarga emocional de todo a punto de suceder. Fuera lo que fuese, cuando leí el texto, un pequeño estremecimiento me atravesó, rasgando mi resolución, que ya estaba colgando de un hilo.

246

Mm. Colgando. Hilos. Uno no puede conseguir sacarse las ataduras cuando se habla de Beckett Daniels. Todo el texto decía:

Te estoy llamando en dos minutos. No tienes que atender. Pero, por favor escucha el correo de voz. B. Sentí algo distinto cuando leí su texto en esta ocasión. No estoy segura si fue por mí o por algo en su tono, pero tenía mis dedos con ganas de responder cuando mi teléfono comenzó a sonar un minuto después. En lugar de eso, hice puños con mis manos y esperé hasta el momento que el teléfono alertó que había un nuevo mensaje. Cuando oí su voz, mi corazón se apretó con el dolor y la pérdida. —Had… No sé si estás simplemente borrando mis mensajes o realmente los oyes, pero quiero que escuches esto. Quiero que escuches mi voz, escuches la determinación en ella… Nada ha cambiado. Tú vales la maldita pelea. Los guantes están puestos. Iré a cada maldita ronda contigo para probarlo. Todo lo que tienes que hacer es entrar del ring conmigo. Ya me has noqueado, pero todavía estoy luchando. Toma la oportunidad. La campana está a punto de sonar. Creo que lo escuché una y otra vez, las lágrimas deslizándose por mi rostro mientras quería levantar el teléfono y llamarlo, pero estaba tan asustada de hacerlo, de invitarlo. Mis guantes están en un tipo diferente de pelea, así que, ¿cómo puedo tener la fuerza para entrar al ring con él también? Luché con mi conciencia que me decía que no me tenía que ponerme los guantes si solo abría la puerta y lo dejaba entrar. Entonces me pregunté si la leve pausa en su discurso significaba que me estaba tomando el pelo y estaba borracho y solo. Y después de eso, me senté en la cama contemplando lo que él sabía… si Colton le había dicho. El sueño llegó en sesiones cortas, porque cada sueño se llenó con él o sobre él, de modo que me despertaba anhelando oír su voz de nuevo, sentir su tacto, ver su sonrisa. Estaba muy agotada e inquieta para cuando dieron las seis, así que me levanté, le dejé a Ry una nota, y vine aquí para estar cerca de la única persona que entiende esto más que nadie. Es tan tranquilo aquí, tan hermoso, y hace un poco de frío, así que me inclino hacia atrás en mi asiento, cierro mis ojos por un momento, permitiendo que la serenidad de estar cerca de ella me llene. El ruido del camión de la basura a la distancia me saca de mi sueño. Me despierto de golpe cuando me doy cuenta de inmediato dónde estoy y que el sol se encuentra alto en el cielo. Muevo mi asiento trasero en posición vertical, tomo un sorbo de agua de la botella en mi consola, y reviso el teléfono que coloqué en modo silencioso.

247

Noto las llamadas perdidas de Rylee y unas cuantas de Becks y aprieto mis ojos con fuerza, tirando mi teléfono en el asiento del pasajero. Tengo que hablar con ella primero. Ordenar mi mierda para que pueda averiguar a dónde ir desde aquí. Ese repentino sentimiento oscilante vuelve a mi pecho mientras salgo del auto y empiezo a caminar por la hierba verde llena de lápidas de piedra. La culpa mezclada con tristeza pesa mucho con cada paso. No he estado aquí desde mi diagnóstico. Mi cabeza ha sido un completo desastre que me siento culpable de que no he estado aquí para decirle a Lexi que la defraudé. Que también tengo cáncer. No quiero que se preocupe. Sé que es una tontería, porque esto es solo un lugar cuando técnicamente su espíritu está a mí alrededor, así que sé que ya lo sabe, pero al mismo tiempo, me siento culpable. Sonrío suavemente cuando alcanzo su lugar bajo el gran roble, las ramas dándole sombra a su lugar especial y prolongando la vida de las flores aquí del inclemente sol de California. —Hola, hermanita —le digo mientras me siento en el suelo, pasando mi dedo sobre el grabado de su nombre antes de inclinar mi espalda contra la lápida como solía sentarme durante horas los primeros meses después de su muerte. Juro que oigo su voz, puedo sentirla cuando estoy aquí. Y sé que está todo en mi cabeza, pero no me importa. Es todo lo que me queda, y es suficiente para mí. Por lo menos me digo que lo es. Hablo con ella por un rato, llenándola con cosas diversas, contándole cosas pequeñas de Maddie que una madre querría saber, postergando el decirle sobre el diagnóstico. Le informo que el evento de Scandalous fue sin problemas, y que nuestra empresa ha obtenido oficialmente su primer cliente enorme. Es realmente ridículo que cuando la admisión de mi diagnóstico está finalmente fuera de mi pecho y ningún rayo me golpea, suspiro de alivio. Le explico a través de mis lágrimas que voy a ocultarlo de Maddie el mayor tiempo posible. Para protegerla de los recuerdos y la devastación. Le digo cómo mamá y papá lo están manejando, el dije en el collar de mamá consiguiendo un uso constante, mientras recorre de un lado a otro de la cadena. Y entonces caigo de nuevo en el silencio, con ganas de decirle el resto, pero sé que en el minuto que esté fuera de mi boca voy a darme cuenta de lo estúpida que he sido. Poniéndolo a prueba, alejándolo, tomado decisiones por él que debía llegar a hacer por sí mismo. Reordeno las flores en sus urnas, comprando tiempo, e incluso eso suena ridículo, porque no es como si ella fuera a irse a otra parte. Una brisa fresca flota en el cementerio, y me siento con mis piernas cruzadas frente a su marca, mis manos recogiendo la hierba y separando las ramas sin pensar. —Conocí a alguien, Lex —le digo por fin en un susurro—. Es posible que me hayas oído mencionarlo antes. Su nombre es Becks. —Me río, sabiendo que ella lo

248

haría porque es tan cliché enamorarse del padrino—. Sí, el que tenía el buen culo del viaje a Las Vegas. Le explico sobre la noche de bodas y el constante tira y afloja entre nosotros desde entonces. Acerca de su confesión de que me ama y mi mentira para protegerlo. —No le puedo pedir que pase por esto conmigo, Lex. —Las lágrimas comienzan de nuevo cuando pienso en lo brutal que será atravesarlo sola. No es lo que realmente quiero, pero sé que es lo mejor en el final—. Tiene treinta y dos años. Él debería estar en clubes y conociendo a mujeres sexys y viviendo su vida, no atascado con una mujer con cicatrices en lugar de tetas. Teniendo que sostenerme parada para que pueda vomitar porque estoy tan débil y enferma por la quimioterapia. Se merece una mujer que tenga el tiempo para cuidar de él, no una mujer calva, hinchada, sin pechos que se encuentre tan cansada de estar enferma, que no quiere salir. Limpio las lágrimas de mi rostro. Sabiendo que mis palabras son tan ciertas, pero queriendo tan desesperadamente ser egoísta y pedirle que se quede. Tratar con toda la mierda porque valgo tan malditamente la pena. Pero no puedo. Él puede estar en el ring, pero no estoy segura si lo puedo obligar a luchar por algo que lo va a devastar. —Sé que lo que estoy haciendo es lo correcto, Lex. Si pudieras ver lo que tu partida le ha hecho a Danny… es… —Aprieto mis ojos, tratando de bloquear las imágenes de él roto y llorando tan fuerte que no podía hablar. Viéndose como un zombi hasta el punto de que mis padres tuvieron a Maddie por un tiempo para que pudiera recomponerse lo suficiente para no asustarla. Y entonces me doy cuenta de que no quiero bloquear los pensamientos. Necesito recordarlos, utilizarlos como un recordatorio constante de por qué no puedo arrastrar a Becks en esto. Por qué él no puede saber que estoy enamorada de él también. Infierno sí, me subiría al ring con él, y amaría que luchara mi lado. —Lo amo —le susurro en el silencio—. Y estoy asustada hasta la muerte. —Los sollozos atormentan mi cuerpo mientras finalmente digo las dos cosas que he estado conteniendo, que he estado ignorando durante las últimas dos semanas. Y hay algo sobre decir una verdad dura en voz alta que la hace más real y más catártica. Incluso si es solo para mí misma en un cementerio, aun así no puedo tomar de regreso la confesión. —Dame una señal, Lex. Por favor, dame algo para saber que estás escuchando. Que no necesito tener miedo porque tus alas allá arriba me están escudando de lo peor de esto. Necesito saber que estás a mi lado. —Ella está a tu lado. —Su voz me sobresalta. Me asusta como el infierno, y sé que una parte de ello es porque pensé que estaba sola, pero la otra parte es porque me pregunto cuánto ha oído—. Cada segundo de cada día, ella está a tu lado.

249

Estoy limpiando las lágrimas de mi cara con mi camisa mientras me doy la vuelta para enfrentar a Danny. Se encuentra de pie detrás de mí, sus manos metidas en los bolsillos de sus pantalones vaqueros y su cabeza inclinada para encontrarse con mi mirada. —Hasta que tuvo a Maddie, tú eras a la que cuidó. La única en quien pensaba antes que en ella misma. Solíamos pelear por eso, en realidad, por pensar en ti antes de pensar en mí. Me empujo de mi asiento, mi pie derecho entumecido después de estar sentada durante tanto tiempo. Sé que parezco un desastre, pero no me importa porque las palabras de Danny me cautivan. Algo sobre Lex que nunca supe. Algo para mantener cerca cuando pensaba que nunca más habría nada nuevo. —Lo siento —le susurro, pero al mismo tiempo una pequeña parte de mí sonríe por lo afortunada que era de tener esa conexión con mi hermana. —No lo sientas —dice, dando un paso hacia mí y luego mirando a su tumba por un momento—. Esa es una de las cosas que amaba de ella. Su compromiso con su familia, contigo. Sabía que cuando tuviéramos niños, iba a ser ferozmente protectora e increíble con ellos debido a la forma en que era contigo. Me muerdo el labio para evitar que más lágrimas caigan y sé que voy a fallar miserablemente. Me paro a un lado de Danny, mi postura similar a la suya, mientras los dos miramos fijamente las fechas de la lápida, que refuerzan que Lex no va a volver. —No me dijiste. —El dolor tejido en su voz aprieta mi corazón. Me extiendo y pongo su mano en la mía y la mantengo allí mientras trato de explicar por qué no le dije acerca de mi diagnóstico—. Tu mamá me lo dijo ayer por la noche cuando llevé a Maddie. Necesitaba hablar con alguien además de tu padre y no se dio cuenta de que yo no sabía todavía… Lo siento mucho. Had… Ni siquiera sé que… —No hay nada que decir —le digo—. Es lo que es. Lo detectaron a tiempo. Con suerte, eso ayudará. —Expreso las palabras, pero no siento ninguna verdad detrás de ellas. Me escucho como un disco rayado en repetición porque no hay convicción en mi voz. Solo asiente y me aprieta la mano, el silencio que era reconfortante, ahora lleno de inquietud—. Es todo tan crudo… Lex se ha ido. Pensé que tal vez si esperaba a decirte hasta después de la cirugía, tendría mejores noticias. No dolería tanto. No lo sé. —Niego y exhalo con fuerza—. No sé nada en este momento, Danny. Lamento no habértelo dicho, pero solo estaba tratando de hacer lo que pensaba que era mejor para ti. —No consigues tomar esas decisiones, Haddie. Ni por mí, ni por nadie. Esa es mi elección. Es nuestra elección. No eres Dios, así que deja de jugar con las cartas de cada uno de ellos. Nos estás robando a nosotros y a ti las posibilidades debido a eso. Se queda en silencio, lo que solo sirve para enfatizar sus palabras mientras se voltea en mi dirección. Cuando levanto mis ojos para encontrar los suyos, veo a un

250

hombre diferente ante mí. Sí, veo que el dolor sigue pesando mucho, pero también veo una determinación tranquila que no ha estado allí antes. Me mira por un momento antes de apenas mover su cabeza y luego acercarme a él y envolver sus brazos a mí alrededor. Al principio solo estoy allí, el adormecimiento que elijo sentir dictando mi inmovilidad. Mi psique está absorbiendo sus palabras, una réplica verbal a mi forma de pensar. Y sé que tiene razón. Cada una de las palabras. Así que cuando la culpa, la vergüenza y el reconocimiento sobre lo que le he hecho a Becks, lo que he hecho con él, me golpea como un camión, como Rylee me advirtió, todo lo que he estado conteniendo sale abruptamente. Empiezo a moverme, empiezo a sentir de nuevo. Envuelvo mis brazos alrededor de él y me aferro allí, las lágrimas escalando con fuerza y volumen mientras la casa de naipes que he construido para proteger mi corazón se derrumba. Danny me sostiene mientras lo saco todo, murmullos de apoyo siendo dichos, pero nada más aparte de eso, hasta todo lo que queda en mí son sonidos sin lágrimas. Mantiene sus brazos a mí alrededor por un momento más antes de separamos, ambos secándonos las lágrimas. Da un paso hacia adelante y besa sus dedos antes de pasarlos por encima del nombre de ella grabado. —La echo mucho de menos, Had. Cada momento de cada maldito día. —Se queda en silencio mientras contiene las lágrimas antes de continuar—. Cada día creo que va a entrar por esa puerta, que voy a escucharla regañarme porque dejé mis zapatos en el camino, escuchar su risa mientras le digo acerca de mi día, ver el amor en sus ojos mientras sostiene a Maddie… cada maldito día… —Su voz se desvanece. Sus palabras me desgarran y despiertan una tristeza que de alguna manera estaba sin explotar en algún lugar, y antes que pueda pensar, la pregunta sale de mi lengua: —¿Alguna vez deseaste no haberla conocido? —Su cabeza se mueve bruscamente hacia arriba, el shock y la ira en sus ojos me tienen peleando por explicarme—. Quiero decir, ¿amarla valía la pena el riesgo? Si no la hubieras conocido, entonces nunca habrías tenido que pasar por todo esto. Nunca habrías tenido que verla morir, estar solo… Danny baja su cabeza por un momento antes de mirar hacia su lápida. —No me arrepiento de ello ni un solo día, ni de cada momento que pasé con ella, bueno, malo o feo. —Eleva su mirada para ver mis ojos—. Ella era mi todo, Haddie. Y, Dios… joder, me rompió, verla sufrir, verla morir… Mírame. Todavía estoy roto —dice, sus manos a los costados—, pero no renunciaría a un solo segundo que tuve con ella, porque a pesar que al final fue brutal, ¿tienes alguna idea de la gran parte de luz que me dejó a la cual aferrarme? —El fantasma de una sonrisa se extiende por su rostro, y de alguna manera llega a sus ojos por primera vez desde que murió—. Ella me dio esperanza y risas. Me dio un amor tan fuerte, que siempre voy

251

a sentir, sentirla. Ella me dio una vida de recuerdos en los pocos años que pasamos juntos… y lo más importante, me dio a Maddie. Y la forma en que lo dice, con asombrosa gratitud, logra que una suave sonrisa se extienda por mis labios también. —¿Daría cualquier cosa por tenerla aquí? ¿Renunciaría a todo lo que tengo para que pudiera ver a Maddie crecer y para que pudiera sentarse en una mecedora en el porche y envejecer conmigo? Sin ninguna maldita duda… pero ¿sabes qué? Vivimos cada momento juntos como si fuera el último, incluso antes de que ella se enfermara. Solíamos decir siempre sin arrepentimientos. Poco sabíamos lo que vendría a significar ese lema para nosotros… —Su voz se apaga. Se pasa la mano por el cabello mientras se aleja unos pasos de mí y luego se detiene. —Me preguntaste si valía la pena el riesgo —dice antes de voltearse para mirarme—. La echo de menos. La perdí… pero mira todo lo que me habría perdido o no habría experimentado si nunca me hubiera abierto. ¿Es el destino cruel? Diablos, sí, lo es. ¿Habría preferido no tener que amarla, así no sentiría este dolor constante? Nunca. Ella lo valía… cada jodido riesgo… Ella valía la pena cada uno de ellos. —Y a pesar de que hay lágrimas brillando en sus ojos, su voz nunca ha sonado más decidida. Nos miramos el uno al otro por un momento antes de que dijera que necesitaba un momento para recobrar su compostura. Comienza a alejarse, y le digo que se quede. Voy a pasear para que pueda tener un poco de tiempo con Lex. Camino con cuidado a través del cementerio y llego a un parche de hierba desocupado en una colina con vistas al resto del mismo. Me dejo caer en la hierba y me apoyo de nuevo en mis manos, levanto mi cara al sol, y disfruto de su calidez secando mis lágrimas. Las palabras de Danny hacen eco en mí, mi corazón tan feliz de que mi hermana fuese capaz de experimentar ese tipo de amor en su corta vida. Y entonces me pongo a pensar en Becks, y empiezo a preguntarme si estoy robándonos una oportunidad en eso. ¿Podría ser el elegido? ¿Podríamos tener un amor así? No tengo ni idea, pero Danny tiene razón. ¿Quién soy yo para tratar de controlar el destino para nosotros? Infierno sí, el miedo sigue ahí y el deseo de alejarlo para protegerlo, pero al mismo tiempo, siento esa pequeña emoción de posibilidades. Un diente de león atrapa mi atención, y el sollozo se ahoga en mi garganta. Los recuerdos iluminan mi mente, y no puedo evitar pensar en esto como una señal de que Lex me está oyendo, me entiende, me apoya. Me inclino a recoger el diente de león y lo mantengo en frente de mi rostro, mirando la gran cantidad de semillas que me tientan a soplarlas en el viento. Cierro mis ojos, la primera lágrima cayendo, pero esta lágrima es una combinación de aceptación, tristeza y alivio.

252

—Deseo poder, deseo que se me permita tener este deseo que deseo esta noche… —digo, repitiendo nuestro mantra dúo de diente de león—. Deseo tiempo para que pueda hacer mil deseos más por mi cuenta. —Entonces cierro mis ojos y soplo tan fuerte como puedo. Los abro para ver a las semillas tomar vuelo y danzar a través de la brisa. Y no puedo evitar desear ser una de ellas en este momento mientras las observo, desear ser libre y volar sin ninguna preocupación. —El tiempo es oro, Haddie —dice Danny a mi derecha mientras continúo observando las semillas de diente de león. —Gástalo sabiamente —termino el lema de Lex para él. Y yo ya he perdido demasiado.

253

Becks

L

a sección de percusión de instrumentos en mi cabeza finalmente se ha calmado un poco mientras estoy sentado en el balcón. Lentamente estoy regresando de mi sueño, mis pies apoyados en la barandilla, y una botella de agua en mano.

Mi mente da vueltas a mil kilómetros por hora después de pasar la mayor parte de la mañana en mi portátil haciendo búsquedas en Google de mastectomías y qué esperar como el cuidador al ayudar a alguien a pasar por la quimioterapia y la radiación. Jodida mierda aterradora. Básicamente te mata para tratar de curarte. Uno pensaría que la medicina moderna tendría una solución mejor que esto, pero supongo que tomas el camino probado-y-verdadero hasta que necesitas tomar uno diferente. Pegarse a lo que funciona y todo eso. Y que podría funcionar mejor. No hay sis, ys o peros. Ahora solo tengo que verla. Abrazarla. Decirle cara a cara que los guantes están puestos, y estoy esperando en el ring. Luego, comenzará el primero de muchos juegos de espera. Después de que se disculpara por no decirme, Ry prometió llamarme al minuto en que oyese de ella. Dijo que pensaba que Haddie estaba visitando a Lexi y ya tenía a su cuñado en camino para ver si se encontraba en el cementerio y asegurarse de que estuviera bien. Pongo la tapa en la botella de agua y bajo mi gorra sobre mis ojos. Mi teléfono me avisa de un mensaje, el cual probablemente sea el centésimo del día entre Ry, Colton, y yo, así que no tengo ninguna expectativa cuando me levanto para mirar la pantalla. Pero cuando lo hago, el gas es eliminado de mi tanque.

¿Nos vemos en el ring?

254

La sonrisa se extiende por todo mi rostro, la respuesta dándome mucho más que la simple petición de cómo se lee. Me digo a mí mismo que necesito calmar la mierda, que hemos estado aquí antes, y que si ella se asusta, huirá de nuevo. Pero eso no impide la oleada de alivio que viene. Me apresuro a responder, cabreado cuando suena el timbre de la puerta, ya que responder este texto es diez veces más importante. —Pasen —grito, mi cabeza hacia abajo y centrada en devolverle el mensaje. Rex levanta la cabeza para mirar hacia la puerta, y estoy a punto de golpear ENVIAR cuando miro hacia arriba y dejo caer mi teléfono con un fuerte ruido en la mesa. Haddie se encuentra en la puerta del patio, shorts, camiseta, sudadera atada alrededor de su cintura, pero es cuando llego a sus pies que soy derribado de mi paso.

Maldita sea. Lleva un par de sandalias de color rosa. Alejo el estúpido sueño de mi madre acerca de esas sandalias —es solo una locura, después de todo— pero no puedo evitar pensar que esto estaba destinado a ser. Que mi madre tal vez podría estar en lo cierto. Llevo mis ojos hasta arriba para observar su cabello recogido en un clip, sus mejillas sonrojadas y sus ojos rojos e hinchados por tanto llorar. Parece como si hubiera estado en el infierno y regresado, pero nunca he pensado que luce más hermosa que en estos momentos. Sus ojos se encuentran con los míos. Tantas emociones se hallan en su mirada, pero los que veo y a los que me aferro como una bandera verde en el día de la carrera son la esperanza, la aceptación, la determinación que está ahí. Me levanto de mi silla, sin querer alejar mis ojos de Haddie ni por un solo segundo, y hago mi camino hasta ella, mi corazón palpitante, sonriendo cada vez más. Espero que ella sienta esto —lo que sea que haya entre nosotros— porque siento que cada parte de mí quiere demostrarle —aquí mismo, justo ahora— lo mucho que la amo. Cuánto voy a estar ahí para ella. Cuando la alcanzo, mis pies flaquean ya que noto la historia en sus ojos —lo puedo ver claro como el día— y solo espero que me permita ayudarla a escribir su felices para siempre.

255

B

ecks camina hacia mí, los músculos de su torso desnudo agrupándose con cada paso, una sonrisa cautelosa en su rostro y cada parte de mí sabe que esta es la decisión correcta. Que lo quiero, que lo necesito a mi lado. Que es bueno para mí.

Mi labio inferior tiembla a medida que cierra la distancia, la vergüenza es la primera de mis emociones por provocar todo este problema cuando no era necesario. Controlo el impulso de caminar hacia él, quiero dejarlo dar el primer paso, ver si, ahora que sabe el absoluto desastre que soy, todavía me quiere. Pero una vez que se encuentra a un par de centímetros de distancia, se detiene, y puedo verlo tratar de retroceder para permitirme fijar el ritmo. Sus ojos reflejan alivio, esperanza, amor… pero también puedo verlo tratar de proteger sus emociones, contenerlas. Estamos aquí parados y me digo a mí misma que nos hice esto, así que debe dar el primer paso, pero después de unos minutos, con todo lo que quiero tan condenadamente cerca, mi resolución vuela por la ventana. En cuestión de segundos, estoy en sus brazos, y no estoy segura sobre quién hizo el movimiento, y realmente no me importa porque se siente tan condenadamente bien. —Lo lamento tanto. —Sale de mi boca una y otra vez mientras me aprieta tan fuerte que no puedo respirar, excepto para repetir mis disculpas. Solo sigue repitiéndome “Shh, nena” una y otra vez, hasta que se aleja y me acuna el rostro con sus manos, y presiona un beso en mis labios en medio de nuestras frases repetidas. Las lágrimas corren por mis mejillas y no me importa porque lo único que me importa es su boca sobre la mía, sus brazos a mí alrededor, mi nombre en sus labios. Me mira, sus ojos preguntándome antes que su boca. —¿Haddie? —¿Estás segura? ¿Puedo hacer esto contigo? ¿Estás lista para pelear conmigo a tu lado? Cada pregunta está ahí, en la forma en que dice mi nombre. Asiento, inclinándome hacia adelante para besarlo, reforzando mi respuesta. Su corazón está latiendo contra el mío, sus manos siendo un bienvenido consuelo contra mis mejillas manchadas de lágrimas mientras empujo mi lengua entre sus labios. Gimo cuando nuestras lenguas se tocan y comienzo a bailar esa lenta reconexión seductora. Sé que solo ha pasado una semana, pero siento como si hubiese pasado una eternidad.

256

Mis manos se mueven sobre su torso desnudo, hambrientas y temerosas, todo al mismo tiempo. Mi mente todavía tiene la esperanza de que no me rechace, a pesar de que su beso, su toque, sus murmullos continuos de aliento, me dicen lo contrario. Mis dientes tiran y raspan su labio inferior y me da un gemido de satisfacción que me anima a seguir adelante. —Haddie —jadea mientras trata de dejar de besarme, pero, sin embargo, sigue haciéndolo. —¿Mm-hmm? —Mis manos se deslizan detrás de la cintura de sus shorts y aprietan su trasero. —Had —gime—, tenemos que hablar. Dejo mis manos quietas, mis labios contra los suyos y me alejo para poder mirarlo a los ojos. Subo mis manos por su torso, ganándome un silbido de su respiración hasta que enmarcan su rostro. —Sí, tenemos que hablar. Y voy a hablar toda la noche contigo… responderte todas las preguntas, disculparme de aquí hasta el domingo —le digo, inclinándome hacia adelante y presionando mis labios contra los suyos—. Pero ahora mismo te deseo, Beckett. Puedo ver el escepticismo en sus ojos, la duda inmediata de que estamos de nuevo dónde empezamos el primer día. Refreno mi necesidad de sentir —por las razones correctas por primera vez en lo que se siente como una eternidad— en vez de usarlo para alejar el dolor, y me doy cuenta de que podría estar tomando la decisión de entrar en el ring, pero no es justo mantenerlo continuamente contra las cuerdas.

Tiene razón. Por mucho que quiera cimentar nuestra conexión con el deseo físico entre nosotros, tenemos que hablar. Gimo cuando doy un paso atrás del calor de su cuerpo y exhalo un suspiro tembloroso. Me quedo mirando el hueco de su garganta por un segundo, repentinamente nerviosa de hablar con él, porque ahora todo esto es real. —Tienes razón —le digo finalmente, mi voz suave y mi corazón golpeteando. Lo miro y hacemos contacto visual—. Mereces algunas explicaciones. —Las lágrimas se acumulan en mis ojos, porque por mucho que sé que quiero esto, nunca pensé cómo me iba a justificar sin sonar como una maldita idiota. —Ven aquí —dice, poniendo sus manos en mis caderas y tirándome contra él para estar, de nuevo, contra la firmeza de su cuerpo—. Solo quiero abrazarte por un minuto, ¿de acuerdo? Solo dame esto porque, en este momento, no tienes que explicar ni una mierda excepto el por qué nunca vas volver a hacernos esto. Y me ahogo en un sollozo porque mi mente inmediatamente va allí, al veneno en mi cuerpo y en cómo puede ser que no tenga opción sobre si nos hago daño de nuevo o no.

257

Pero dijo “nos”, lo que me permite silenciar mi cabeza y acurrucarme un poco más en su calor reconfortante. Suspira cuando comprende lo que dijo y cómo lo tomé, y me aprieta un poco más fuerte para enfatizar sus palabras. —Ahora no, Haddie. No pienses en eso ahora. Va a haber un montón de momentos, un montón de días en los que el cáncer se va a meter entre tú y yo, pero no dejes que arruine este momento. Porque ahora mismo, eres esta mujer desgarradoramente hermosa, llena de fuego y valor, y yo soy ese chico de modales suaves que te extrañó un montón. No estás enferma y no estoy sano... Nosotros solo somos. Sus palabras llegan a mi alma, apoderándose de mi corazón y empiezan a atar nudos dobles en las cuerdas que ha enrollado y que me conectan de nuevo a él. Y por primera vez, el miedo no alimenta nada porque tiene razón: Tenemos que vivir en este momento, apreciar este momento, solo él y yo.

City y Country. Cuanto más tiempo estamos allí, envueltos uno alrededor del otro, más fácil es creer que podemos hacerlo. Que puedo dejarlo entrar con todo el corazón y confiar en que va a tomar las mejores decisiones para sí mismo. De todos modos, todavía siento que es importante asegurarme de que está bien informado para que sepa en lo que se está metiendo. —Becks, ¿podemos hablar? Se ríe, el sonido una vibración bienvenida en mi pecho. —Ahora estás empezando a sonar como yo. —Que gracioso… Me tira con él hacia los muebles del patio, protegidos del sol bajo un enrejado. No me suelta, sino más bien mantiene su brazo a mí alrededor y me guía a sentarme en el sofá, por lo que quedo acunada en su regazo, mi espalda contra el brazo del sillón y mis piernas apoyadas en sus muslos. Me mira, sus ojos entrecerrados, el fantasma de una sonrisa ladeada curvándose en la comisura de su boca. —Hola —dice, y no puedo evitar la sonrisa que se extiende a través de mis labios, mi estómago revoloteando por la anticipación de sentir un tipo muy diferente de emoción de la que he sentido en las últimas semanas. —Hola. Se inclina hacia delante y presiona una de sus besos “marca Beckett” en mis labios. Es el roce más inocente de labios, pero te deja sintiéndote como si recién te hubiera abierto, robado un pedazo de tu corazón y nunca te lo fuera a devolver. Y eso es algo bueno porque ya no necesita robar pedacitos… No, estoy dispuesta a entregárselo sinceramente.

258

—Tengo un par de cosas que necesito decir, explicaciones, disculpas, así que agradecería si me dejaras decirlas, ¿está bien? Asiente y se inclina un poco hacia atrás antes de lamer sus labios y alzar sus cejas para decirme que el piso es todo mío. O más bien el ring. —Vi a Lexi morir. Día a día, cada respiración. Y cuando no estaba mirándola a ella, estaba ocupada viendo Danny desmoronarse. Todos estuvimos devastados cuando murió, pero él se perdió por un tiempo. Y luego está Maddie y todo lo que ha atravesado. —Mi voz se desvanece a medida que trato de controlar mis emociones para poder pasar por esto sin romperme, porque realmente necesito que Becks no solo me escuché sino que realmente me oiga. Pasa una mano de arriba hacia abajo por mi pierna desnuda, mi concentración tan ferozmente enfocada en mantenerme cuerda que ni siquiera noto lo está haciendo hasta que siento el dolor desplegarse en mi centro. Le doy la bienvenida a la sensación, pero sé que no puedo saciarla hasta que termine esto. Estoy tratando de dar vuelta a una nueva página. Hablar, luego la acción; razón, luego la lujuria. —Así que después de que Lex murió, por supuesto, la preocupación de mi familia se volvió hacia mí. Ya lo había pensado, ya sabía en el fondo, de alguna manera, que corría el mismo destino. —Empieza a negar y a corregirme, pero lo detengo llevando mi dedo a sus labios—. No la parte de morir, sino la del cáncer de mama. Todo pesaba sobre mí, me robó a mí de mí misma, realmente. Entonces, una noche después de que recogí los pedazos rotos de Danny del piso de su sala, sabiendo que nunca volvería a estar entero de verdad, juré que nunca le haría eso a alguien. Nunca dejaría que nadie se me acerque lo suficiente de manera que, cuando finalmente me enfermara, sufrieran como sufrió Danny. Me prometí proteger a la gente que me importaba, a las personas que tenían opciones para evitar estar en esa situación… que nunca dejaría que alguien me amara… —La primera lágrima cae y se desliza por mi mejilla. —Haddie. Mi nombre es un suspiro en sus labios mientras se mueve hacia mí y me limpia la lágrima antes de mover mi cabeza para que me suelte. No puede tocarme o voy a desmoronarme, y todavía no puedo hacerlo. Necesito terminar esto antes de poder romperme. Entonces podré usarlo —usarnos— para ayudarme a fortalecer para así poder seguir adelante. —Lo sé, pero tenía mucho sentido para mí. Y entonces tú ocurriste. —Lo miro y veo tantas cosas que nunca esperé, la mayoría de ellas partes de mí que había perdido con la muerte de Lexi—. No sé cómo explicar que… cuánto signi… —No tienes que hacerlo porque me siento igual. —Agacha su cabeza para que sus ojos estén al mismo nivel que los míos.

259

—No, sí tengo que —explico, buscando mis palabras otra vez—. Me dijiste que me amabas, y me quedé ahí parada y te alejé. Te hice daño a propósito y eso me ha estado corroyendo. Todo lo que quería hacer era llamarte y decirte que lo sentía, que no quise decir lo que dije, pero estaba tratando de protegerte de esto. —Pongo mis manos frente a mi pecho, mis ojos cerrándose momentáneamente mientras trato de encontrar una manera más de enfatizar cuánto lo siento. —Had. —Sus manos están de vuelta en mi rostro, levantándolo de manera que no tenga más opción que mirarlo a los ojos—. Te dije que aceptaba estar en la lucha. No iba a ninguna parte. Todavía lo estoy y siempre lo estaré. Se inclina y me besa en la frente ya que ambos aceptamos el momento, el futuro posible, la lucha definitiva que tenemos por delante. —¿Pero no estás preocupado de que vayas a estar con esta chica que va a ser un completo desastre… que va a perder su cabello, posiblemente va a ser infértil, va a estar enferma todo el tiempo por la quimioterapia o la radiación… que podría no sobrevivir? —Mi voz se rompe. Mis palabras suenan tan huecas, tan extrañas mientras trato de desconectarme de esas verdades que odio decir, pero que, no obstante, necesito aclarar. —Montgomery. —Estoy tan ensimismada en mi propia cabeza por un rato que me toma tres o cuatro intentos escucharlo. Sorprendida, mis ojos vuelven a él—. Lo digo con toda la cortesía del mundo… cállate de una puta vez. No quiero escuchar… —Lo sé, pero es la realidad y la realidad es… Su mano vuela juguetonamente a mi boca de manera que el resto de mi frase suena como una confusión ahogada. —Uh-uh. Aquí es donde te quedas callada y puedo hablar. ¿Entendido? — Escucho la burla en su tono, pero también la autoridad. Asiento mientras alarga un suspiro y se pasa la mano libre por su cabello antes de colocarla de nuevo en mi muslo desnudo. —No lo entiendes, ¿verdad? —Sonríe suavemente e inclina su cabeza para mirarme, su pulgar frotando círculos distraídamente en mi pierna—. Esa primera noche… ¡demonios! Me pediste sin ataduras, pero sabía que si te tenía, solo querría más. Luego intenté atar esas malditas ataduras de cualquier manera que pude, pero las cortabas tan rápido como las anudaba. —Mueve su cabeza durante un momento antes de mirarme a los ojos con nitidez total en su mirada—. Eres ese tipo de mujer de una-vez-en-la-vida, Haddie. —¿De qué estás hablando? —Eres la maldita Macallan invaluable. Arrugo mi nariz y lo miro. Entonces recuerdo la conversación que tuvimos en la puerta de mi casa hace semanas y finalmente le da sentido a sus palabras. La sinceridad en su tono me golpea y su convicción hace que mi pecho se contraiga por la emoción que siento por él.

260

—Bueno, al menos soy una buena —le digo, ganándome una sonrisa de él. —La mejor. —Asiente y murmura una apreciación—. No me importaría si fueras una botella de Two Buck Chuck17… te elegiría siempre, Haddie. Con cicatrices, incapacidad para tener hijos, calva, enferma, emocional… eres hermosa para mí. En todos los sentidos. Todavía te elegiría cada vez. —Sus ojos se clavan en los míos. Bailan con la misma emoción que refleja su tono—. Siempre ha habido algo sobre ti que no puedo resistir... Lágrimas inundan mis ojos —y la arrolladora aceptación de que lo que acaba de darme no me es merecida, pero me da el coraje para empezar a vendar los guantes de boxeo por la lucha de mi vida. Con él en mi esquina. Y es divertido. Todo el tiempo le he dicho sin ataduras, lo empujaba al minuto en que empezaban a entrelazarse, así que nunca me he dado cuenta de cuán liberador sería cuando voluntariamente las atara yo misma. Empiezo a sentirme cómoda con la idea, aceptarla, y algo que dijo en la granja me asalta. —Es la conexión. —Sí, la conexión —dice con una suave risa entre dientes—. ¿Pero sabes qué? La conexión es irrelevante ahora. La conexión fue nuestra inicial atracción. ¿Ahora? Ahora es el ruido metálico. —¿Ruido metálico? ¿De qué demonio estás hablando? —Síp. Es el sonido que las cadenas están haciendo mientras envuelvo tu corazón y cierro el maldito candado. —Me lanza una arrogante sonrisa que hace cosas ridículas en mis adentros—. A la mierda las cuerdas. Pueden ser cortadas. Estoy usando cadenas que nos atan juntos porque toma un infierno más romper esas. Intento ocultar el femenino suspiro que quiere salir de mis labios con un desvanecimiento. —Eso suena un poco pervertido. —Alzo mis cejas, mi corazón lleno y la espiral de deseo aumentando. Una lenta sonrisa se expande a través de sus labios. —Suena un poco despiadado, pero maldita sea, City, tendríamos que probarlo. Como que me enciende. Me inclino y lo beso. —¿Lo prometes? —susurro, mis labios moviéndose contra los suyos. —Te prometeré lo que sea que quieras siempre y cuando me digas que no vas a alejarme de nuevo. —La diversión en sus ojos disminuye a solemnidad. Puedo decir que lo he herido y me odio por eso. 17

Two Buck Chuck: Marca de vino que en el mercado vale 1.99 dólares.

261

Extiendo mi mano, la deslizo sobre su pecho, y subo hacia la línea de su mandíbula. —No voy a prometerte que no voy a alejarte, Becks, porque voy a estar asustada. Infiernos, ya estoy asustada de lo que está por venir… pero prometo que no voy a huir. No voy a dejarte fuera. Porque lo somos —le digo. Me da una devastadora sonrisa. Me inclino, probando su tentación y me pierdo por un momento en ello. Descanso mi frente contra la suya, mi última confesión ardiendo en mi lengua. —He usado el sexo por tanto tiempo para hacerme sentir así puedo olvidar, y no quiero hacerlo más —susurran mis labios contra los suyos mientras coloca todas mis cartas en la mesa. Puedo sentir el calor de su respiración, oler la esencia de su colonia mientras espero para asegurarme que escucha mis palabras—. Has cambiado eso para mí. Mis guantes están puestos, Becks, pero son para la batalla que todavía tengo que luchar… No hay necesidad de llevarlos contigo… —Presiono otro beso en sus labios y muevo mis manos a la base de su cuello así pueden jugar distraídamente con su cabello—. Sé cómo me siento sobre ti, y ahora es el momento de mostrártelo. Déjame hacerte el amor. Escucho su rápida inhalación, su cuerpo tensándose momentáneamente en reticencia antes de sentir sus labios extenderse en una sonrisa contra los míos. —No tienes que pedirlo dos veces. —Ríe, y en un movimiento rápido, sus manos han levantado mi camiseta sobre mi cabeza. Al minuto en que la quita de mi rostro, solo tengo un momento para ver el fuego en sus ojos antes de que sus labios estén sobre los míos. Me hundo en la intensidad del beso, su completa dominación de mis sentidos mientras usa mi boca para poseer cada uno y todos los sonidos que provoca en mí mientras sus manos se mueven sobre la carne desnuda de mi espalda. Rozan las costillas de mi pecho, y no puedo evitar congelarme cuando ahueca ambos de mis pechos. Fría y dura realidad me saca del erotismo del momento y el sexo caliente que está en un futuro cercano. —Becks… Lleva sus labios a mi oreja, donde sus intensas respiraciones calientan mi piel. —Eres tan malditamente hermosa, Haddie Montgomery, con o sin estos. —Da golpecitos con sus pulgares sobre mis pezones duros, causándome que jadeé por la sensación—. Estos no te hacen la mujer que amo. En absoluto. ¿Entiendes? Presiona un suave beso en el espacio justo debajo de mi oreja mientras la emoción y el significado detrás de sus palabras me golpea como una doble combinación de puñetazos. Mis ojos se llenan de lágrimas pero no tengo una oportunidad de comprender nada más porque Beck cierra su boca sobre uno de mis pezones y chupa.

262

Emociones se mezclan con sensaciones y me abordan desde cada ángulo mientras muevo mis caderas para intentar aliviar el dolor que está añadiendo con sus alternas chupadas y raspaduras de sus dientes. —Dulce, dulce Haddie —me murmura, seguido por un satisfecho gruñido desde la parte de atrás de su garganta. Se toma su tiempo disfrutando de mis pechos, todo mientras quita mis shorts, sus ropas, y estoy tan sorprendida por su minuciosidad y experta habilidad que me impresiona bastante encontrar que también me está reposicionando. Mi trasero cuelga medio fuera del sofá, mis hombros contra el respaldo, y mis piernas extendidas ampliamente. Desciende por mi abdomen con un camino de besos mientras siento el toque como una pluma de la punta de sus dedos rozando mi rodilla hasta la línea de mi muslo. Suave y gentil. Minucioso y atento. Tan malditamente adictivo. Exhalo cuando sus dedos rozan mi sexo, una provocativa burla haciéndome inclinar mis caderas y físicamente pedir por más. Se ríe entre dientes suavemente, sus dedos separándome al mismo tiempo que sopla suavemente mi clítoris. —Becks… —Mm. Quiero probarte —murmura un segundo antes de observarlo bajar y luego sentir su boca sobre mi carne desnuda. Y no es como si no estuviera viéndolo hacerlo, pero la calidez de su boca todavía me impacta, tensándome. Sus dedos se deslizan hacia atrás y adelante una, dos vez, antes de que los induzca dentro de mí. Estoy mojada instantáneamente, mi cuerpo preparándose para él mientras empieza a deslizar sus dedos dentro y fuera de mí al mismo tiempo que su lengua lava mi externo centro de nervios. Entrelazo mis dedos en su cabello, una gentil manera de decirle que las sensaciones son demasiadas. Y cuando tiro de su cabello, solo se ríe suavemente, la vibración de ello un añadido elemento para su ayuda mientras completamente ignora mi solicitud. Levanta la mirada, ojos hambrientos con una carnal sensualidad. —Dijiste que querías sentir por las razones correctas… así que recuéstate, has todo menos callarte, infiernos, grita si quieres, y déjame hacerte sentir para recordar… no para olvidar. Presiona un beso en la cima de mi sexo antes de usar su lengua para separarme mientras se desliza de regreso hacia abajo. Esta vez, sin embargo, sus dedos salen para separarme así su lengua puede sumergirse, conduciendo mi necesidad a niveles que me dejan sin sentido. Pronto un irregular grito sale de mi boca, y empujo mis caderas hacia su boca y mi cabeza cae hacia atrás contra el sofá mientras absorbo la seducción de su lengua. Me fuerzo a mí misma a abrir mis ojos así puedo verlo manipularme, poseerme… amarme.

263

Y hay algo tan crudo y real en el momento que sus ojos se elevan y encuentran los míos, mi sabor en su lengua y mi cuerpo a su merced, que empiezo a temblar mientras las primeras tensiones de mi orgasmo empiezan a asaltarme. —¡Oh, Dios! —grito cuando me golpea con toda su fuerza, olvido a él y al momento porque este podría ser un alivio físico, pero también es la emocional ofrenda de mi corazón. Mi cuerpo lentamente se derrite mientras los espasmos se reducen, Becks todavía gruñendo mientras prueba mi placer. Juro que lo escucho decir ese es uno pero estoy tan perdida en el otro mundo que usar energía para responder es casi imposible. Dejo mi cabeza caer hacia atrás, ojos cerrados, músculos todavía montando las réplicas del orgasmo. Su boca deja la V de mis muslos, y la fría brisa es un ligero sobresalto cuando golpea mi carne hinchada. Su cuerpo se roza contra mis muslos, y luego siento su suave cresta posicionada perfectamente en mi entrada. —Mírame, Haddie. —Sus palabras me sacan de mi coma inducido por placer. La mezcla de autoridad y compasión en su voz tira de mis adentros en cada dirección imaginable, dándome un vistazo hacia lo que siempre he gravitado y que ahora encuentro increíblemente sexy. Solo Becks podía hacer que suceda. El único pensamiento que puedo manejar antes de que se abra camino dentro de mí en un dolorosamente lento ritmo es que afortunada, suertuda mujer soy por encontrarlo. Y no haberlo perdido. Nuestros ojos se bloquean mientras ambos sucumbimos al lento, dulce ardor del placer mientras sale todo el camino. Continúa, sus caderas flexionándose en una demostración de control de conducirme al estruendoso ritmo que sus ojos me están diciendo que se muere por hacer. Y ese pequeño movimiento de sus caderas parece nada, pero causa que su polla presione contra el lugar exacto que la necesito sentir. Mi respiración se atrapa, y mis uñas se clavan en mis propios muslos cuando el desenfrenado placer se arraiga mientras lentamente sale, cada nervio prestando perfecta atención al ritmo que establece. Bajo la mirada donde estamos unidos, la cabeza de su polla enterrada dentro de mí, pero el resto brilla con mi excitación. Empieza a deslizarse hacia atrás, la vista más caliente que el infierno de él convirtiéndose en parte de mí en todas las formas posibles es la única cosa en la que puedo concentrarme. Estoy perdida en el pensamiento y la vista hasta que levanto la mirada y encuentro sus ojos. Está a centímetros de mi rostro, así que no puedo equivocarme en la emoción nadando en las piscinas de agua en frente de mí: amor, deseo, necesidad, querer. Y el último solidifica todo lo que siento por él y más: es asombro.

264

Mi corazón se hincha, y una sonrisa se expande en mis labios mientras me inclino para besarlo. La acción me gana un áspero gruñido desde que todo mi cuerpo se tensa con el movimiento, causando que mis músculos se aprieten alrededor de él. Nuestro control se rompe. El deseo nos consume mientras jala mi torso hacia delante así puede abordar mi boca con su lengua. Pruebo mi propia excitación en sus labios, y esa mezcla con el creciente ritmo de la cadencia de sus caderas hace que el ardor de la sensación se transforme en un terremoto de dolorosa necesidad. Mis manos empiezan a vagar, demandando más con mis uñas marcándolo y duros apretones mientras su boca marca mi cuerpo y su polla domina cada sensación que tengo. La arremetida es tan intensa —tan llena de pasión y urgencia— que mientras mi cuerpo empieza a apretarse alrededor de él, me pierdo completamente. No puedo concentrarme más. Tengo que recordarme a mí misma respirar, decirle a mis muslos que no lo aprieten mientras se presionan contra su torso para construir placer. Mis labios caen laxos, mi habilidad de besarlo perdiéndose en la inundación de experimentar tanto a la vez. Soy incapaz de hacer cualquier cosa… cualquier cosa excepto sentir. Levanto la mirada hacia él, lento y firme, para encontrar cualquier cosa menos eso. Sus ojos resplandecen en los míos, demandando que le dé todo de mí justo ahora. La sola mirada hace que mi boca se seque, la visión de mi chico malo apareciendo momentáneamente. Alcanza mis caderas y clava sus dedos en mi carne para inclinarlas y ajustar la sensación. Todo ello, la mirada en sus ojos, la posesión en su toque, el aliento que me robó, y su corazón que me dio, me empuja sobre el borde. Mi cuerpo explota en un mar de fuego líquido que deja cada parte de mí ardiendo con la marca imborrable de Becks. Me empuja hacia delante, pegándose a sí mismo a mí, piel a piel, así puede impulsar sus caderas más fuerte, más rápido, prolongando mi orgasmo mientras despierta el suyo. Entierra su rostro en la curva de mi cuello mientras exclama mi nombre una y otra vez a un ritmo en conjunto con sus empujes. Nos impulsa, nuestros cuerpos enredados en el otro y nuestros corazones familiarizándose con el peso del candado instalándose allí para siempre. Mi corazón está tronando tan alto en mis oídos que casi se me escapan las palabras que dice, pero no hay error en ellas una vez que mi mente las procesa. Mis músculos se congelan momentáneamente, las lágrimas punzando en mis ojos un complemento de la suave sonrisa en mis labios. Aprieto mis brazos a su alrededor un poco más fuerte, mi alma susurrando de alegría antes de que me recueste y encuentre sus ojos. Necesito que me vea cuando diga esto por primera vez.

265

—También te amo, Beckett.

266

—M

e divertí mucho hoy. Te veré cuando regrese de mi viaje, ¿de acuerdo? —Me estremezco ante la mentira, con la esperanza de que Maddie no pueda oír la culpa en mi voz. Al principio ella está tranquila en el otro extremo de la línea, mi cuerpo meciéndose mientras espero que me descubra—. Diviértete a lo grande en tu fiesta de pijamas de esta noche, ¿de acuerdo? —Lo haré. ¡Va a ser muuuy divertido! —Se ríe, y el sonido calentando mi corazón porque ella está tomando pasos de bebé para llegar la normalidad. Y me temo que si se entera que estoy enferma, eso disminuirá su progreso—. Vuela a salvo con los ángeles. ¡Y llámame un montón si puedes! Te quiero, Haddie Maddie. —Lo haré —le digo, pensando en el único ángel que necesito cuidándome—. Te quiero más, Maddie Haddie.

—Corazones y tacones. Atrapo el sollozo que amenaza con salir por su comentario y por suerte soy capaz de suprimirlo. —Corazones y tacones, niña. El teléfono suelta un pitido, y jadeo cuando quito la mano que estoy sosteniendo sobre mi boca. Me deslizo por la pared, mi teléfono cayendo con un estrépito al suelo a mi lado mientras lucho contra la gama de emociones que están en constante reciclaje hoy. No me gusta mentirle a Maddie, incluso si lo estoy haciendo con sus mejores intereses en mente. Pero todavía me jode decirle que voy en un viaje de negocios mañana, cuando en realidad me voy para la cirugía. No quiero que ella esté asustada o preocupada. Quiero que sea la niña lentamente curándose, aprendiendo a vivir de nuevo sin su mamá. Fue idea de Becks decirle que me iba en un viaje. Él había pedido acompañarnos en nuestro día de chicas la semana pasada a Chuck E. Cheese, pedicuras, compras de zapatos sandalias de tiras, y un helado en el paseo marítimo. Cuando Maddie me había preguntado por qué Nana tenía que llevarla a la reunión de la próxima semana de Chicas Exploradoras, me quedé en blanco. Mi mente estaba tan ocupada centrándose en todos los detalles del acuerdo de Scandalous que acababa de firmar y cómo iba a manejarlo al pasar por el tratamiento que me tomó por sorpresa.

267

Y fue entonces cuando Becks se acercó y le informó que me llevaría de viaje para mimarme. Maddie había estado tan emocionada ante la perspectiva de mí volando en un avión que el tema había dominado el resto de la conversación. Suspiro e inclino mi cabeza hacia atrás, acomodándome en mis últimos momentos de soledad antes de que Becks se acerque. Cierro mis ojos y disfruto de la sonrisa que viene tan fácilmente al pensar en él. Ha proporcionado humor durante las horas tediosas de espera entre el trabajo de los exámenes, exploraciones sin fin, y otras citas pre-operatorias. Me ha abrazado mientras lloraba en las pocas noches cuando el miedo se instalaba antes de satisfacerme tan condenadamente bien que estoy tan cansada que ni siquiera tengo la fuerza para convocar la emoción de nuevo. Y ha compartido las galletas de chocolate caseras de su mamá conmigo. Ahora, eso es serio. Mi sonrisa se extiende más amplia ahora, mi cuerpo calentándose al pensar en él, corazón hinchándose y psique tan contenta de que lo dejé entrar en el ring porque soy muy afortunada de tenerlo conmigo para esta pelea. Lo amo. La idea todavía me aturde… lo fácil que es sentirlo, aceptarlo, cuando todo lo que hacía era empujarlo. Y es mucho más fácil centrarse en eso este último par de días que en mi cirugía de mañana. Estoy manejándolo bien —mis ataques de ansiedad son muy pocos y alternados— pero el miedo sigue ahí, la preocupación una presencia constante. Becks los llama mi sombra —el miedo y la preocupación— e incluso hizo un juego de ello para tratar de hacerme reír y aliviar mi mente. Cada vez que estamos fuera donde mi sombra está presente, se posiciona de modo que él la pisa. Al principio pensé que estaba loco, pero luego empecé a hacer un juego igual: dos locos caminando erráticamente por el muelle de Santa Mónica en una competencia extraña, chillando y riendo cada vez que trataba de pisar y lo evadía en el último minuto. Me encontraba muy bien con es de los pisotones sin parar cuando llegamos al final del muelle. Entonces Becks me agarró del brazo, me llevó hacia él, y atrapó mis labios con los suyos. Fue un beso que rivalizaba con cualquier otro con el sol encima de nosotros, los sonidos del parque de diversiones rodeándonos, y el sabor de la melcocha de agua salada en su lengua. Y cuando se echó a reír, sus labios apartándose de los míos, lo miré para averiguar qué era exactamente tan gracioso. Él simplemente arqueó una ceja y miró hacia donde estaba de pie en mi sombra. Pisoteando fuerte el miedo y la preocupación a fondo con sus zapatillas de tenis. —Gané —dijo, dándome una sonrisa diabólica. Me estremezco de alegría, recordando lo maravilloso que era perder contra Beckett Daniels. ¿Quién puede discutir con un hombre que te lleva a casa para

268

disfrutar de una cena romántica de hamburguesas de McDonald’s en una manta a cuadros en el balcón? Muy práctica esa manta resultó ser cuando él decidió hacerse de la suyas conmigo después de que jugamos verdad o reto mirando las estrellas en el cielo. La mejor parte de la noche, además de lo obvio, fue que prometió que la próxima vez obtendría la lasaña casera de su madre. Él realmente me ama. Sonrío al pensarlo, y cuando saco mi cabeza del recuerdo, me doy cuenta de que mi mano está acariciando el dije en mi nuevo collar de ida y vuelta. El collar que parece ser el mecanismo de interconexión de cadenas con un candado en forma de corazón. El que recibí hace dos días con una tarjeta que decía, Clank, clank. Supongo que soy como mi madre después de todo, aferrándome a mi dije por encima de mi cadena, pero mi sombra ha sido pisoteada por Becks, así que todo lo que me queda para aferrarme, además de la esperanza, es esto —mi amor y toda la gente que me ama. Al comenzar a reír en el silencio vacío de mi casa, me doy cuenta de que durante tanto tiempo me temía lo sola que Lexi debió haberse sentido frente a esta batalla. Era su cuerpo contra esta terrible enfermedad… pero después de estas dos últimas semanas, después de dejar que Becks me ame, me doy cuenta de que estuvo cualquier cosa menos sola. Ella tenía un ejército de seguidores que la querían mucho, como yo podría si dejara que la gente lo supiera y el pensamiento que me consuela no tiene fin. En primer lugar la cirugía y luego decirle a la gente. Pequeños pasos. He encontrado la paz por primera vez en mucho tiempo, desde la muerte de mi hermana. Tal vez es la presencia de Becks, tal vez es cirugía de mañana —no lo sé, pero sí sé que hay una sensación de calma ahora dentro del tumulto doloroso en mi alma que había estado ausente. Echo mi cabeza hacia atrás y solo dejo que la risa surja libremente. —Ahora, ese es el mejor sonido del mundo. Levanto la cabeza para encontrar a Becks apoyado en el umbral de la puerta de mi dormitorio, jeans puestos y una camisa desabrochada en el cuello y las mangas enrollados. Creo que nunca me acostumbraré a la vista de él de pie tan cómodamente en mi habitación, y tampoco me cansaré. Y estoy tan acostumbrada a mi hombre relajado e informal que se me olvida lo impresionante que se ve cuando está fuera de sus adorados shorts. Aunque me gusta bastante la falta de camisa que a menudo acompaña sus shorts, este aspecto también me enciende. Paso mis ojos a un ritmo pausado por su cuerpo y absorbo esa sonrisa devastadora suya antes de mirarlo a los ojos. —Me olvidé lo bien que te arreglas, Country. —Mi sonrisa se ensancha a medida que se adelanta y se pone en cuclillas delante de mí. —Y no hay manera en el infierno que yo pudiera olvidar lo hermosa que eres.

269

—Qué sutil, Sr. Daniels, qué sutil. Se inclina hacia delante y presiona un suave beso en mis labios en un movimiento que despierta el otro cinco por ciento de mi cuerpo que su sola presencia no había encendido a la vida. Deslizo mi lengua entre sus labios y llevo mis manos hasta la base de su cuello cuando cae de rodillas para profundizar el beso. —Hmm —tararea en protesta mientras arrastra sus labios de los míos—. Me encantaría continuar con esto, pero tenemos algún lugar tenemos que estar en este momento. Niego y lo miro a los ojos, confusión inundándome. Esta es mi última noche antes de la cirugía, y habíamos accedido a pasarla acurrucados juntos, comiendo comida chatarra antes de mi tiempo de corte de la medianoche y luego nos quedaríamos despiertos antes de salir para el hospital. —Pensé que habíamos acordado… —Lo hicimos —dice con una sonrisa antes de presionar un beso en mi frente y luego ponerse de pie. Me estira una mano para ayudar a levantarme—. Pero mentí. Ponte de pie, hermosa dama. Tienes veinte minutos para estar lista y no lleguemos tarde. —Lo miro, nuestras manos entrelazadas y corazones unidos, y veo mucho más que un hombre guapo. Veo mi futuro. Él tira de mí. Me pongo de puntillas para darle un beso y me doy la vuelta cómodamente de modo que él pueda presionarse en mi parte trasera. —Nada de cosas divertidas, Montgomery. Hay un montón de tiempo para eso más tarde. Date prisa y lleva ese culo tuyo arriba, Alteza. Tu carruaje espera. Pongo mis ojos en blanco y resoplo ante el tono real que utiliza. —Soy lo más alejado de una princesa que encontrarás —digo mientras camino hacia mi armario, nuestras manos permaneciendo unidas hasta que nuestros brazos se extienden tanto y se separan. —No estoy de acuerdo —dice, sus ojos siguiéndome como si no quisiera sacarlos de mí. —Bueno, entonces, eso te hace mi caballero de brillante armadura. —Le levanto una ceja, sabiendo que va a discutir inmediatamente. Su boca se curva en una esquina, y se ríe. —¿Quieres ver mi espada? —Solo si sabe cómo usarla, señor. —Oh, me gusta el sonido de eso. —Me levanta las cejas—, y ambos sabemos que puedo usarla.

270

No puedo dejar de reír mientras cruzo la distancia y lo beso en los labios, demasiado feliz para una chica que tendrá una mastectomía mañana. Pero las palabras de despedida de Lex resuenan en mis oídos.

El tiempo es oro. Gástalo sabiamente. Y pierdo muy poco mientras me visto, no queriendo que la noche se escape demasiado rápido ya que mañana es el día del juicio. No estoy segura de lo que se trae entre manos, pero estoy secretamente emocionada. Por mucho que habíamos acordado que esta noche iba a ser de bajo perfil, una parte de mí está agradecida de todo lo que Becks está haciendo, él está tratando de hacer mi última noche especial de alguna manera. Así como ha tratado de hacer que cada momento de las semanas anteriores valieran la pena. O tal vez estoy equivocada. ¿Está Becks realmente haciendo cosas especiales solo por lo que está sucediendo mañana o se trata simplemente de cómo Becks es en una relación? De cualquier manera, soy la afortunada en el extremo receptor de la misma. Cuando he terminado, camino hacia la sala familiar para encontrarla vacía y no lo veo por ninguna parte. —¿Becks? —llamo, pero no hay respuesta. Miro en la cocina y luego doy vuelta a la esquina cuando el crepúsculo desvaneciéndose por la puerta principal abierta me llama la atención. Camino hacia ella, curiosa de qué diablos está pasando. Cuando paso a través de ella, mi mano vuela a mi boca para cubrir un grito que no puede ser apagado. Tengo que hacer una doble toma para asegurarme de que lo que estoy viendo es real. Sí. De seguro lo es. Becks está de pie al lado de un carruaje, con caballos y un cochero, una sonrisa plasmada en su rostro. —Tu carruaje espera. Veo a los vecinos fuera en sus jardines, admirando la vista mientras camino hacia él —más que nerviosa— tratando de procesar qué carajos está haciendo. —¿Qué estás…? —Mis palabras mueren cuando uno de los caballos relincha. —Si vas a pelear la batalla, City, tienes que llegar con estilo. —Puedo ver el orgullo en sus ojos por pensar en esto, y de inmediato me derrite ante su consideración. —Las princesas no usan guantes de boxeo —bromeo mientras tomo su mano extendida, aún con asombro. Becks tira de mi mano y me atrae hacia él para que nuestros cuerpos se conecten. —Esta princesa sí. —Presiona un suave beso en mis labios—. Corazones y tacones, Montgomery. Corazones y tacones.

271

—¿A dónde me llevas? —Como si te fuera a decir —se burla Becks antes de depositar otro beso burlón en mis labios como me ha estado dando aquí y allá. Estoy acurrucada a su lado, mi brazo tirando del suyo apretadamente, mientras navegamos en virtud de un caballo de fuerza totalmente diferente de lo que estamos acostumbrados. El silencio ocasional entre nosotros es cómodo, ya que ambos nos perdemos en nuestros pensamientos sobre el futuro. Mi curiosidad está también en gran sobremarcha, teniendo en cuenta que mi bolso para el hospital se encuentra en frente de nosotros, y eso me dice que no estamos volviendo a casa, pero al mismo tiempo, hacia dónde vamos es desconocido. Becks sabe que el suspenso me está matando, y disfruta demasiado viéndome retorcer. El cielo se vuelve negro mientras viajamos, los pasajeros en autos cercanos mirando cuando nos pasan, pero no notó el acelerado mundo de Los Ángeles porque estoy tan ocupada notando al hombre a mi lado. Debido a que esta chica aprendió que lento y constante es definitivamente el camino a seguir. —¡Estamos aquí! —anuncia inesperadamente cuando el carruaje se detiene en el camino de entrada de un parque de negocios sin pretensiones. Echo un vistazo alrededor, a los edificios completos de oficinas vacías con garajes industriales en un lado y una oficina pequeña con una puerta de entrada al lado de ella. —¿Becks? —Nada de preguntas —dice alzando sus cejas y dándome una sonrisa diabólica—. Vamos.

272

E

strecho mis ojos hacia la espalda de Becks mientras agita la llave en la puerta, desbloqueando la cerradura del panel de vidrio tintado en el lado de la oficina de uno de los edificios.

—¿Empezarás un nueva compañía? —Intento adivinar por veinteava vez en los últimos tres minutos. —¿Podrías callarte y ser paciente? —Becks baja sus manos, dejando las llaves en la cerradura y girándose para tomar mi rostro con ambas manos antes de presionar un casto beso en mis labios, lo que hace el trabajo suficientemente fácil. Solo muerdo mi labio inferior y asiento tratando de reprimir mi siguiente intento de adivinar, que ya lo tengo en mi lengua. Becks se gira de nuevo hacia la puerta y el clic de la cerradura abriéndose rompe a través de la noche a nuestro alrededor. El único otro sonido es el repiqueteo de los cascos mientras los caballos mueven sus patas inquietas. Me guía dentro de la oficina oscurecida, su mano colocada en el hueco de mi espalda para ponerme delante. Pasamos por otra puerta cuando, de repente, soy golpeada por un tsunami de sonidos y luces fluorescentes. —¡Feliz despedida de pechos! —La habitación con personas hace erupción en un coro mientras me tambaleo hacia atrás contra Becks, estupefacta con la conmoción pura de sorpresa. Me toma un segundo procesar la escena frente a mí. Estamos en una especie de almacén donde inflables están rodando por el perímetro del espacio: toboganes enormes y casas rebotadoras. Una en particular que está en el centro de la habitación me hace reír y sacudir mi cabeza. Es un enorme ring de boxeo inflable, completado con enormes guantes inflables, rosas. Me río, mis mejillas doliendo por sonreír tan ampliamente, pero es una vez que termino de observar la gran escala de la habitación que soy capaz de concentrarme en los detalles. Mi corazón crece tan lleno de amor que, incluso a pesar que los pies de Becks pisan mi sombra, todo se evapora cuando veo todo enfrente a mí. Todos lo que quería que me despidieran están aquí: mis padres, Rylee y Colton, Danny sin Maddie, los padres de Rylee, los amigos de Lexi, colegas de PRX, viejos compañeros de la universidad… Estoy asombrada y sin palabras ante el número de personas en este lugar, todos animando y aplaudiendo ante tal oxímoron de fiesta. Y todos ellos están vistiendo un sostén en algún lado, de alguna forma sobre ellos. Los hombres tienen atados sostenes teñidos sobre sus cabezas o envueltos alrededor de sus brazos. Las mujeres los tienen sobre su ropa, puestos en el pecho o envueltos alrededor de su cintura para que las copas intenten cubrir sus traseros.

273

Escaneo la multitud, sin ser capaz de moverme para asimilar a todos, y entonces encuentro los ojos de Rylee. Sus ojos están llenos de lágrimas mientras se encuentra parada, completamente inmóvil, en el medio de todos los demás que se están moviendo. Nos acercamos a la otra instantáneamente y nos jalamos en un abrazo. Nos colgamos en la otra, las palabras habladas a través de acciones y entendimiento de la pura prueba del tiempo entre nosotros. —Estaba tan preocupada que te enojaras por decirle a todos —murmura en mis oídos mientras nos mecemos de ida y vuelta—, pero no podía dejarte pensar que estarías haciendo esto sola. Me alejo y miro a mi mejor amiga —mi chica de apoyo— con lágrimas llenando mis ojos, la sonrisa viniendo tan fácilmente que sé que así es que se supone que sea. —¿Piensas que alguna vez podría estar enojada contigo? —Traigo mis manos para enmarcar su rostro y limpio sus lágrimas con mis pulgares—. Nunca harías nada para lastimarme. La jalo hacia mí para un apretón más rápido y limpio mis propias lágrimas, inesperadamente de acuerdo con esta fiesta porque es como un interruptor que ha sido activado en mí repentinamente. Entre Becks estas dos últimas semanas y Rylee y todo su amor y apoyo, me doy cuenta que me siento de nuevo como la vieja yo. Finalmente la tengo de vuelta cuando más lo necesito. —Ahora, deja de llorar —le digo—. ¡Es hora de darle el beso de despedida a estas tetas en serio! La escucho reír mientras la libero solo para ser girada por unas manos sobre mis hombros y enfrentar a Colton. Irrumpo en risas cuando encuentro al chico malo tatuado con un sostén de encaje rosa y negro envuelto alrededor de su bíceps. —¡Colton! Creo que quiero conservar ese sostén para cuando obtenga unas tetas nuevas —digo mientras me envuelve en sus brazos para un gran abrazo de oso. El timbre de su risa llena mi oído. —Lo siento, Had, pero Ry me prometió que estará utilizando este más tarde esta noche. Termina con esto, y tú y Ry van a ir en compras compulsivas por sostenes, ¿está bien? Me río de él mientras me libera, pero se desvanece cuando me encuentro con la intensidad de sus ojos verdes. —Puedes con esto, Montgomery. Y aquí estamos para ti, ¿está bien? Aclaro el nudo en mi garganta, el siempre estoico Colton Donavan mostrando un poco de emoción a alguien más que su esposa. La noción me conmueve profundamente, aprieto su bíceps y digo gracias, mientras soy girada en otra dirección.

274

Aterrizo de lleno en los brazos de mi madre, quien me jala y me aprieta tan fuerte que no puedo respirar. Mis lágrimas no tienen a donde más ir, salvo escurrirse de mis ojos. —Te amo tanto, mi Haddie —susurra a través de sus propias lágrimas—. Vamos a vencer esto. Sin duda. Asiento, sin ser capaz de hablar por la emoción bloqueando mi garganta. Nos miramos la una a la otra por un momento cuando baja la vista y nota mi collar nuevo. —Vaya, tan hermoso —dice y no puedo evitar la sonrisa que se curva en las esquinas de mi boca mientras pienso en Lexi y nuestros chistes sobre los malditos collares de mamá. Por los próximos treinta minutos, siento como que estoy en un constante ciclo de giros, siendo jalada por un par de brazos y buenos deseos hacia el siguiente. Mi papá, luego Danny y así. Mis mejillas duelen por sonreír y mi corazón reboza con el amor y el apoyo rodeándome. Amor y apoyo con los que pensé que sin ellos podría hacerlo, pero que ahora me doy cuenta de cuanto los necesitaba. Abrazo a un viejo amigo de PRX cuando me giro para encontrarme de frente con Becks, su brazo alrededor del hombro de una mujer mayor. Cuando levanta la mirada, no hay manera de confundir el parecido entre madre e hijo. Es hermosa, con el cabello del mismo color que él, alta y de fluidos movimientos. Cuando Becks asiente en mi dirección, gira su rostro para que sus ojos encuentren los míos. La sonrisa que se extiende sobre sus labios está tan llena de calidez y bienvenida que los nervios que normalmente tendría por conocer a su familia son inexistentes. —¿Señora Daniels? —pregunto, extendiendo mi mano. —Oh calla —dice, moviéndose hacia delante y jalándome hacia sus brazos—. Doy abrazos, así que acostúmbrate. —Me aprieta fuerte y mantiene sus manos sobre mis hombros cuando se aleja—. Muy contenta de conocerte, Haddie. Es tan hermosa, Beckett —dice, mirando su hijo con una sonrisa aprobatoria, lo que le hace poner los ojos en blanco y a mi reír ante su incomodidad. —Gusto en conocerla también. Lamento que sea en esta situación. —Ni hablar. ¡Es Trisha y no te disculpes conmigo! —Frunce su ceño justo como Becks lo hace y eso calienta mi corazón—. Te dejaré ir, pero quería venir a conocer a esta chica que mi Becks aquí me estaba diciendo que tenía que hacerle lasaña. Sé que si va a compartir contigo, realmente debes gustarle. —Me jala y me abraza de nuevo, su boca cerca de mi oreja cuando habla—. Está bien usar a mi chico cuando necesites fuerza. Su espalda no se romperá si lo haces, pero su corazón podría hacerlo si no lo haces.

275

Presiona un beso en mi mejilla y se echa para atrás de nuevo, sus manos deslizándose por mis brazos para tomar las mías. Las aprieta mientras acepto el consejo que acaba de darme y me doy cuenta de cuán verdadero es. —Mi Becks es un buen hombre… Estoy de acuerdo en que arruine tu brillo de labios; pero si arruina tu rímel, necesitas venir a dejárselo saber a su madre, así puedo ponerlo en su lugar. —¡Oh, Jesús, madre! —grita Becks, sus mejillas sonrojándose. Es bastante adorable. Mi sonrisa se extiende de oreja a oreja mientras miro a Trisha, sus cejas levantadas para asegurarse que he escuchado su petición. Asiento. —Lo haré —dejo salir con una risa. —Ahora, ve con tus amigos. Mi chico va a acompañarme afuera porque solo quería conocer a la chica a la que le estaré haciéndole cena una vez que se recupere. Un placer conocerte. —A usted también. Trisha empieza a caminar, Becks ya empezando a escoltarla, cuando se detiene y se gira para mirarme. —No tendrás un par de sandalias rosas, ¿o sí? La miro por un momento, mi frente arrugada por la confusión dado que me ha tomado fuera de guardia. —Sí, varias. ¿Por qué? La sonrisa de Trisha se extiende en grandes proporciones mientras Becks jura de nuevo. —Perfecto. ¡Lo sabía! —exclama mientras él la acompaña a través de la puerta. Puedo escuchar su voz charlando animadamente durante todo el camino hacia allí.

¿Qué demonios fue eso? Me doy la vuelta y asimilo toda la escena. Mis amigos, mi familia, todos ellos están aquí para apoyarme; me siento totalmente bendecida. Deambulo sobre la mesa de la comida, solo ligeramente consiente que nada más tengo algunas horas para poder comer antes de mi ayuno pre cirugía. Tomo un aperitivo de la mesa, charlando con alguien y acepto un coctel cuando lo colocan en mi mano. A vivir el momento, ¿cierto? Llego al final de la mesa y la risa empieza de nuevo cuando veo el pastel. Es el torso de una mujer, con sostén y pantis que combinan, pero es lo que está escrito sobre el abdomen lo que me resquebraja. “Salva tus biscochos, busca bultos” —Divertido, ¿cierto? —La voz de Becks está en mi oído mientras sus brazos se deslizan alrededor de mi cintura y me jala hacia él. Cierro mis ojos y acepto su calidez y la tranquilidad que vienen con su toque.

276

—Gracias —susurro en el hueco de su cuello, mis ojos cerrándose cuando acepto el riesgo que tomó haciendo esta fiesta esta noche. —Bueno, Rylee ayudó bastante, así que se merece el mayor crédito, pero nos dimos cuenta que te lo mereces —bromea, presionando un beso en mi sien. —¡Lo mereces mucho! —La voz de Rylee está a mi derecha. Me giro, todavía en los brazos de Becks, para enfrentarla y reír a todo pulmón, encontrándola con una bandeja con vasos llenos hasta el borde con un líquido ámbar—. Si este brindis fue necesario en algún momento de nuestras vidas, es esta noche —dice con un brillo en sus ojos, refiriéndose a nuestro saludo, que se ha quedado con nosotros a través de las fiestas universitarias, malos novios y todas las cosas que la vida nos ha lanzado. Me salgo de los brazos de Becks y le ayudo a colocar la bandeja sobre la mesa para que nada se derrame. Cuando me giro para pasarle uno a Becks, noto que casi todos en la habitación alrededor de nosotros tienen en ambas manos vasos como los que están en la bandeja. Supongo que estaba demasiado absorta en mi pastel de despedida de pecho como para notarlo. Ry agarra un vaso y me pasa uno. —¿Estás lista? Sonrió, asintiendo. —Tan lista como puedo estarlo. —La mirada que me da me dice que sabe que significa más que solo tomarnos unos tragos. —¡Está bien, todos! A la cuenta de tres. Por mi mejor amiga, mi hermana de otra madre… hora de que el cáncer se vaya. —La multitud alrededor de nosotros se anima, incluida yo, mientras levantamos nuestro primer vaso en el aire—. Una, dos, tres… ―¡Uno para la suerte y uno para el coraje! —Toda la habitación hizo erupción en un brindis sincronizado antes de caer en silencio cuando se tomaron el primero y luego el segundo trago. Vítores hacen erupción de las personas jurando cuando la quemadura golpea sus gargantas. Y claro que sí, quema… pero también se siente tan bien en este momento. Todo esto, todos ellos, porque significa que estoy viva. La idea causa más que mi garganta queme cuando parpadeo las lágrimas que pican mis ojos, cuando la totalidad del momento me golpea. Quedo en silencio mientras asimilo todo, mis ojos mirando a todos los que amo alrededor mío y no me percato que me he perdido hasta que Becks toma los vasos vacíos de mis manos. —Lo siento —le digo, sorprendida de cuán ensimismada en mis pensamientos estuve. Y pienso que puede ver la emoción corriendo rampante dentro de mí porque se acerca y roza un suave beso en mis labios.

277

—Pienso que es momento que entres al ring, señorita Montgomery — murmura, tratando de sacarme de mi bajón, girando nuestros cuerpos hacia el ring de boxeo inflable—. Necesitas practicar un poco… Pégame con tu mejor golpe. —Tú lo pediste, Country. —Estoy seguro que puedo encontrar uno de esos atuendos sexys de chica de luchas en algún lugar para que te lo pongas. Lo golpeo en el hombro ante el comentario y niego. —Vas a tener que pegarme más fuerte que eso. Peleas como una chica. —Exactamente. Esperemos que así sea.

Abrazo a Rylee por millonésima vez, asegurándole que la veré en la mañana… bueno, hoy más tarde, cuando despierte de la cirugía y la echo a ella y a Colton por la puerta del almacén. Exhalo para recomponerme y miro mientras Colton abre la puerta del Range Rover para ella antes de él entrar. Sammy enciende el auto y sigo las luces traseras por el estacionamiento vacío a estas horribles horas de las tres de la mañana. Estoy exhausta. Emocionalmente llena, pero absolutamente exhausta. Me percato que tal vez esto es exactamente lo que Becks quería. Que estuviera tan cansada que no pudiera preocuparme por lo que iba a suceder en tres horas por estar tan ocupada siendo inundada con amor. ¿Cómo sabía que esto es exactamente lo que necesitaba cuando ni siquiera lo sabía yo? Niego, sin estar segura de cómo es que merezco a este hombre después de todo por lo que lo hice pasar, pero decido que lo que sea que venga después, no estoy renunciando a él sin una pelea. —Tienes un horrible gancho derecho, sabes… —Su voz me sorprende. No me di cuenta que Becks había entrado en la oficina. Pensé que todavía estaba reuniendo todas las tarjetas y regalos que mis amigos habían traído. Mueve el interruptor, bañando la oficina con oscuridad mientras me giro hacia él. Entra en la habitación, una luz del almacén a su espalda causando que sombras caigan sobre su rostro y no puedo evitar ser devuelta hasta hace algunas semanas. Luce exactamente igual que la noche de la boda de Rylee y Colton. Y mira a dónde nos trajo eso. Solo lo miro, tantas palabras corriendo a través de mi mente pero ninguna de ellas lo bastante correcta para expresar la emoción pura que siento por él. Pensé que

278

el diagnóstico del cáncer iba a sacudir mi mundo, y lo hizo, pero ni de cerca tanto como lo ha hecho el hombre delante de mí. —¿Estás cansada? —pregunta cuando no respondo a su comentario. —Sí, pero solo estoy asimilando todo. No puedo poner en palabras lo que esta noche significó para mí. Pensaba que no quería que nadie supiera y aun así el amor que sentí… estoy sin palabras, así que gracias. Se acerca los pocos metros entre nosotros y se estira para quitar de mi rostro un mechón de mi cabello. —Sabes que haría lo que fuera por ti, ¿cierto? La promesa en sus palabras y la mirada que puedo ver en sus ojos ensombrecidos refuerza todo lo que siento por él. Me inclino hacia adelante y presiono mis labios en los suyos; su sabor alejando mis pensamientos sobre hacia dónde nos dirigiremos después, porque justo ahora solo somos Becks y yo. Sus manos se deslizan por mi torso, los nervios zumbando a la vida ante su toque a pesar de la fatiga. Se mueven para acunar mis pechos, causando que lágrimas agridulces piquen en mis ojos mientas se agacha para rozar un beso reverente sobre cada uno de ellos a través de mi blusa. Cuando levanta sus ojos de regreso hacia los míos, puedo ver la emoción brillando ahí, puedo sentir su amor palpable y real mientras reverbera en el espacio entre nosotros. —Dulce Haddie —murmura mientras se inclina hacia adelante para rozar esos devastadores labios suyos contra los míos de nuevo—. Te amo. Cada parte de mi ser suspira ante las palabras que no necesita decir porque me demuestra esos sentimientos tan fácilmente en todo lo que hace por mí. —También te amo. —Y cuando se endereza y me mira a los ojos, sé que lo ve reflejado de regreso. Me jala hacia sus brazos y solo me sostiene apretadamente. Memorizo todo sobre él en este momento —la sensación de seguridad, el sentido que todo estará bien. Las pequeñas cosas a las que puedo sostenerme cuando esté dudando de mis decisiones de ponerlo a través de esto. Y luego mi mente recuerda una promesa perdida.

—¿Hey, Country? —¿Mm-hmm? —murmura en mi coronilla. —Dijiste que harías lo que sea por mí, ¿cierto? —Sí —contesta, diciendo la palabra mientras trata de deducir hacia dónde me dirijo con esto. Levanto la mirada hacia él, segura que hay una sonrisa malévola sobre mi rostro.

279

—Nunca cumpliste con cierta regla de tres días, sabes. Me levanta sus cejas. —¿Cuál podrá ser esa? —Finge inocencia. —Bueno, me llamaste, así que… —Trazo mi dedo por debajo de la piel desnuda de su garganta, mis dientes mordiendo mi labio inferior y mi cuerpo en alerta mientras espera con anticipación lo que sé que no me negará. Mira sobre mi hombro hacia la pared detrás de mí, su sonrisa juguetona destellando sus intenciones. —Si insistes… —gruñe al mismo tiempo que me alcanza. Nuestras manos y cuerpos colisionan en un frenesí de ropa removida, bocas exploradoras y necesidad insatisfecha. —Tenemos que estar en el hospital pronto —murmura mientras me levanta para que mis piernas estén alrededor de sus caderas y mi espalada contra la pared. —El tiempo es oro, Daniels. Gástalo sabiamente.

280

Beckett

E

s el mismo sueño que he tenido de modo ocasional en el último año. Sé que es un sueño, pero parece que nunca puedo liberarme de él o la dura realidad arrojada en mi cara como un balde de agua helada.

El cementerio está tranquilo a pesar del sonido de ella llamándome, suplicando ser encontrada. Busco interminablemente, tratando de encontrarla, pero sé que no voy a hacerlo. A menos que consideres mis cálidos dedos contra su nombre grabado en el frío granito, como el amor que ella talló en mi corazón. Es un extraño lugar, tan pacifico pero tan cruel para que los que amas descansen en paz. El que ella esté aquí, tan joven, después de sufrir tan horriblemente, es algo sobre lo que no puedo pensar mucho. Luchó la pelea sin duda, pero ese gancho derecho suyo simplemente no fue lo suficientemente fuerte al final. Estoy empezando a correr ahora, sabiendo que necesita que la encuentre antes de que sea demasiado tarde. Solo un toque más, una mirada más, un último beso, antes de que desaparezca para siempre. Esta es mi favorita y más odiada parte del sueño porque quiero que ella esté allí y no quiero que lo haga. Que se joda la persona que dijo que amar y perder es mejor que no amar en absoluto. Cuán cruel es eso de todavía amar y saber que nunca los verás otra vez, a excepción de en los sueños. Veo su cabello rubio volando en el viento al otro lado del árbol donde siempre se sienta a esperar por mí. Nuestro último encuentro, toque, beso… recuerdo. Extiendo mi mano para tocar ese cabello dorado suyo y… El ladrido de Rex me saca del sueño justo en la mejor parte cuando llego a tocarla. Suelto una maldición con un gemido, mi cuerpo físicamente temblando de lo real del sueño. No importa cuántas veces lo tenga, el sueño todavía me estremece hasta el tuétano y causa que piense sobre los qué pasaría si y los qué pudo haber sido.

281

Los latidos de mi corazón se tranquilizan mientras cierro mis ojos para protegerlos del cegador sol y mi maldita madre y su política de no persianas en la granja. Alcanzo el espacio junto a mí, y cuando lo encuentro vacío, me siento inmediatamente. Una cosa es tener el sueño y creer todo el tiempo que estoy en sus confines que es real, pero otra es despertar y tener el inmediato recordatorio de cuán no real es que no esté en su lugar. Cuando no puedo físicamente extender mi mano y tocarla para reafirmar que está aquí y todo, el revuelo de emociones que provoca el sueño no se desvanece tan rápido como quisiera. Restriego mis manos sobre mi cara, tratando de remover el sueño de mi memoria. El constante recordatorio de cuán malditamente afortunado soy. Me empujo fuera de la cama, mi mente preguntándose si mis planes para más tarde hoy son lo que desenterraron el sueño cuando no lo he tenido durante varias semanas. En mi camino hacia el pasillo, abro el cajón superior de la cómoda y hurgo para asegurarme de que está sano y salvo. Mi mano conecta con los puntiagudos bordes de la caja cuadrada y respiro un poco más fácil, a la vez que mis nervios hierven. Me dirijo al baño, ocupándome de mis negocios y cepillando mis dientes antes de arrastrar los pies por el pasillo hacia la primera indulgencia que pretendo tener esta mañana, café. Habrá muchas más indulgencias hoy, pero de la variedad sin cafeína. Doy vuelta a la esquina hacia la cocina y un déjà vu de nuestra primera vez aquí me asalta. Tantas cosas han cambiado en el último año, pero al mismo tiempo, tantas se han mantenido igual. Ella todavía roba mi aliento con su coraje, su ardiente espíritu, su inquebrantable amor, su belleza interior y exterior. Haddie está de pie ante la ventana, su atlético cuerpo, más delgado ahora mientras trata de recuperar el músculo que ha perdido con el tratamiento, rodeado con un halo por la luz del sol de la mañana. Su cabello está corto, resurgiendo finalmente lo suficiente como para ser cortado y peinado por primera vez desde la semana pasada. Estaba tan emocionada por el hecho, pero observarla mientras sus dedos juegan con él en su nuca y saber que está todavía insegura, independientemente de cuán sexy sea, me hace aprobar el corte pixie. Recuerdo su risa cuando le dije que soy afortunado, consigo llevar una nueva mujer a la cama conmigo cada dos meses cuando los cortes de cabello cambian. Diré cualquier cosa para aliviar las líneas de preocupación de su rostro. El pensamiento me hace sonreír mientras la observo. Hemos estado en el infierno y de regreso en el último año, pasado por más cosas que cualquier nueva relación alguna vez debería someterse, pero míranos… Somos más fuertes que nunca. Finalmente dejó de alejarme.

282

Y comenzó a aceptar que estaba en ello a largo plazo. —Buenos días —murmuro, mi voz atrapada en mi garganta cuando el sueño vuelve de pronto a mí. Se gira lentamente hacia mí, lágrimas corriendo por su rostro en silencio, teléfono celular agarrado con fuerza en su mano. Mi corazón cae en mi estómago mientras mis ojos parpadean de ida y vuelta, esperando que aunque sea poco probable, que lo que temo no sea cierto. La traje aquí, así estaría ocupada en lugar de sentarse en casa y preocuparse continuamente sobre los resultados de los últimos análisis y pruebas. Los típicos cuatro a cinco días de espera son la cosa más difícil de soportar en todo este proceso. Para ella y para mí. Es brutal, observar lo único que amas tener esperanza y tratar de seguir siendo positivo después de soportar rondas de quimioterapia y ahora radiación, tener sus esperanzas frustradas y espíritu destrozado cuando se les dice que el cáncer sigue ahí, que sigue consumiéndolos poco a poco, día a día. Puede haberse reducido o no avanzar, pero está aún allí. Es duro combatir la ardua batalla con renovado vigor cada vez que tienes que empezar de nuevo. Me muevo hacia ella, lágrimas quemando la parte posterior de mi garganta y mi pecho físicamente adolorido mientras la observo sollozar, tan abrumada por la emoción que no puede hablar. Jalo su más pequeña complexión a mis brazos, con cuidado de no apretarla demasiado fuerte contra mi pecho desde que todavía está delicada por la primera intervención que tuvo la semana pasada para prepararla para una posible cirugía reconstructiva. —Becks —dice mi nombre, pero solo sigo arrullándola, tratando de calmarla y aceptar la resignación de que vamos a tener que empezar el ciclo de nuevo. Perder el cabello que acaba de volver a recuperar. —Becks. —La forma en que dice mi nombre esta vez me saca de mis pensamientos y bajo la mirada cuando se echa hacia atrás. Asimilo las lágrimas corriendo por su rostro, pero luego noto la sonrisa extendiéndose por esos labios suyos. Fuerzo un trago por mi garganta, con miedo de tener esperanza que esa sonrisa signifique lo que creo que significa. Mi corazón late con fuerza y mi cabeza se sacude ida y vuelta mientras asiente, respondiendo a la pregunta en mis ojos. —¿En serio? Su sonrisa es tan amplia ahora, la risa brotando y el sonido consumiéndome, anulando todo el miedo y la preocupación, la sombra que he llevado en mis hombros durante el año pasado, y les dice que no tienen lugar aquí nunca más. —Se ha ido —dice, su cuerpo temblando por la emoción, por la vida, por un futuro—. Los análisis son perfectos.

283

Escucho un grito de alegría y ni siquiera me doy cuenta que es mi propia voz cuando la levanto con cuidado y la giro alrededor con emoción. Entonces trato de procesar todo mientras presiono mis labios en los suyos una y otra vez, y encuentro que no puedo. Solo puedo centrarme en una cosa ahora mismo, y eso es cuánto amo y admiro a esta mujer delante de mí. Cómo no puedo vivir sin ella. Pasamos exactamente un total de doce rounds y finalmente conseguimos el golpe final. Suelta una risita cuando continúo besándola una y otra vez, la única manera en que puedo comunicarme ahora mismo después del ataque al corazón que casi tengo, pensando que los resultados eran lo contrario. Me empuja, tratando de hablar. —Acababa de recibir la llamada antes de que aparecieras… Estaba procesando todo. No podía hablar. Lamento asustarte. —Oh, nena —le digo, enmarcando su rostro y espolvoreándolo con besos, el sabor de la sal en mi lengua por nuestras lágrimas de alegría es un bienvenido cambio. Y luego mi mente cae en la cuenta. —Espera. ¡Vuelvo enseguida! —le digo mientras salgo corriendo de la cocina.

284

Haddie La incredulidad se adueña de mi maltrecho cuerpo ahora mismo, pero es la más bienvenida sensación en el mundo. Estoy agradecida con Becks por darme un momento así puedo tratar de procesar lo increíble. Así puedo entender que vencí esto. ¡Santa jodida mierda! La adrenalina me asalta, y aunque Rex sigue ladrando afuera para entrar, estoy temblando tanto que me apoyo contra la pared y me deslizo hasta el suelo. Cierro mis ojos momentáneamente, viendo la cara de Lexi cuando lo hago, y silenciosamente le agradezco por ayudarme. Mi hermana diente de león, quien solía soplar deseos al viento y tener esperanza de que un día uno se cumpliría. El mío acaba de cumplirse. Tengo el “más tiempo” que pedí. Mi mente cambia de marcha para tratar de recordar más detalles de la llamada del médico, pero no recuerdo mucho después del todo perfecto y sin evidencia de enfermedad. Me pellizco la piel en mis muslos, con la esperanza de que no esto no sea un sueño, porque si lo es, no quiero despertar de él. Tengo que llamar a mis padres, Rylee y Danny, pero mis manos están teniendo problemas para acertar en la pantalla por su temblor. Estoy tratando de nuevo, mi mente yendo a más de ocho mil kilómetros por hora, cuando Becks regresa. Dejo caer mi teléfono en mi regazo mientras trato de limpiar las lágrimas de mi rostro, sabiendo que no va a hacer ningún bien. Me gané esas lágrimas. Cuando levanto la mirada hacia él parado en frente de mí, tiene esta mirada en su cara, ojos intensos y llenos de amor, que hace que mi respiración falle. —¿Qué? —le pregunto, de pronto consciente de mí misma bajo su escrutinio de mi cabello corto y pecho vendado por lo que empiezo a cruzar mis brazos sobre él. —Uh-uh —dice mientras desciende hasta el suelo a mi lado y toma mis manos entre las suyas para que no pueda cubrirme—. No te atrevas a cubrir ese hermoso cuerpo tuyo. Ruedo mis ojos y consigo esa elevación de sus cejas en reprimenda, lo que me hace sonreír con superioridad. Se inclina hacia delante y deposita un suave beso en mis labios antes de sentarse en el suelo junto a mí. Suelta un suspiro antes de asentir en completa aceptación, de qué, no tengo ni idea. —Hoy había planeado que tu familia y Ry y Colton se dirigirán aquí y tuviéramos una barbacoa. Tenía grandes planes de entretenimiento y diversión para mantener tu mente ocupada y libre de la sombra. —Sonrío ante él y su

285

consideración. Es tan condenadamente bueno conmigo—. Tenía planes para una fogata cerca del estanque. Amigos, familia… rodeándote con amor así podía hacer algo… Lo tenía todo perfectamente planeado. —Baja su mirada a nuestras manos unidas y se ríe en voz baja—. Pero como ambos hemos aprendido en el último año, a veces el destino tiene otros planes para nosotros. Resoplo ante la verdad de esa afirmación. En cómo el cáncer me puso a prueba. En cómo HaLex debería haber fracasado con mi preocupación por mi tratamiento, pero cómo en su lugar Danny dio un paso adelante y se ofreció a ayudar, y ahora está prosperando y en demanda. En cómo rompí mis propias reglas y até esas cuerdas que no quería en nudos dobles alrededor del corazón del hombre frente a mí. —Eso es muy dulce de tu parte. Todavía podemos tenerlos aquí, tener una celebración en su lugar, —le digo, confundiendo su fijación en nuestras manos unidas como una de decepción. Lentamente levanta sus ojos para encontrar los míos, y esa suave sonrisa en sus labios se adueña de mi corazón como nunca podría haber imaginado antes. —¿Cuál es la única cosa que hemos aprendido a través de todo esto? —me pregunta. —Que el cáncer apesta como trasero. Arroja su cabeza hacia atrás y ríe a carcajadas, el sonido es tan bienvenido para mis oídos ya que ha estado tan preocupado por los análisis. —Bueno, eso es cierto, pero eso no era a lo que iba. —Um… que el sexo contra la pared es definitivamente caliente —digo, mis dedos recorriendo su pecho desnudo, mis pensamientos cambiando a la forma en que quiero ser festiva con Becks. —¡Eres incorregible! —dice, agarrando mis muñecas y sosteniéndolas en su agarre, humor en su voz y sus pantalones comenzando a apretarse. Al menos sé que es una posibilidad—. Pero muy cierto de nuevo. Y tal vez si puedes ser seria por un segundo, podemos tener algo de muy caliente sexo contra la pared en unos minutos. —Levanta una ceja y la combina con esa presumida sonrisa de superioridad suya, y sé que acaba de lanzar un reto que gustosamente aceptaré. —Así que si hago la pregunta correcta, ¿consigo sexo contra la pared? — Asiente, causando que mi libido se reavive y mi mente se disperse. Tratando de averiguar qué pregunta podría ser—. Mmm. Veamos… Te gustan las reglas. —Y a ti te gusta romperlas, listilla. —Necesito ayuda, Sr. Daniels, porque mencionaste sexo contra la pared, y ahora todo lo que puedo pensar es en ti sujetándome allí. —Señalo hacia la pared detrás de él—. Y deslizando tu dura… —Me estás distrayendo. —Ríe mientras se inclina hacia adelante y presiona otro beso en mis labios, su lengua moviéndose lentamente con la mía por un

286

momento antes de echarse hacia atrás, la seriedad en sus ojos volviendo—. ¿Cuál es la regla por la que nos hemos guiado todo este año? ¿Nuestro lema? Inclino mi cabeza para mirarlo y me pregunto cómo el lema de Lex que hemos adoptado como nuestro tiene alguna relevancia cuando parece que tenemos todo el tiempo del mundo ahora. —El tiempo es oro. Gástalo sabiamente —le digo, un fantasma de una sonrisa en mis labios de cómo ese consejo en el correo de voz que me dejó, el cual todavía escucho, ha llegado a completar el círculo en este momento. —Exactamente —murmura Becks—. Si ese es nuestro lema, entonces necesitamos pensar un poco aquí. No quiero perder otro momento precioso sin ti como mía, Haddie Montgomery. Empiezo a decirle que ya me tiene cuando caigo en la cuenta. Mis manos comienzan a temblar de nuevo, pero esta vez por una razón muy diferente. Observo cómo mete su mano en el bolsillo de su pantalón y saca una caja negra, la cual nunca noté porque estaba muy impresionada por mi buena noticia. Tomo una profunda respiración, sus palabras y visión causando que mi mente salte rápidamente a lo que está a punto de hacer. Y no estoy segura dónde quiero mirar más: hacia la caja mientras es abierta o a sus ojos cuando me pregunte. Levanto la mirada, solo voy a tener una oportunidad para capturar este momento —esa mirada en sus ojos— y voy a tener por siempre para mirar el anillo en mi dedo. Río nerviosamente, dándome cuenta de que será mejor que me esté pidiendo casarme con él porque acabo de estar de acuerdo mentalmente. —Hemos estado en el infierno y de regreso, y te amo más con cada paso de ese viaje. Solo espero que sientas la mitad de lo que siento cuando me miras, cuando me amas, o cuando te ríes conmigo. El mundo se detiene para mí, el tiempo se paraliza, cuando pongo mis brazos alrededor de ti. Amo esa sensación, y amo que siempre me he sentido de esa manera solo contigo. Quiero ser la primera cosa que tocas en la mañana y la última cosa que saboreas por la noche antes de soñar. Quiero pasar el resto de mi vida contigo, Had… Quiero dejar de perder ese tiempo precioso. ¿Te casarías conmigo? Me lanzo hacia Becks con un alarido, nuestros cuerpos colisionando y cayendo hacia atrás mientras esparzo besos por todo su rostro, repitiendo lo mucho que lo amo una y otra vez. En algún lugar de mi bombardeo de expresión de amor, se las arregla para sostener mi mano quieta lo suficiente para deslizar el solitario diamante con forma ovalada en mi dedo anular. —¿Eso es un sí? —Ríe a carcajadas cuando me siento a horcajadas sobre sus caderas y me inclino para besarlo de nuevo. Sonrisa, beso, sonrisa, repito el ciclo. —¡Sí! —le grito, mi corazón tan lleno de amor y el futuro que lo único que puedo pensar es que este magnífico, cariñoso, maravilloso y sexy hombre debajo de mí realmente quiere que esta honesta luchadora sea suya.

287

Mi City para su Country18. Me inclino hacia delante y presiono mis labios contra los suyos de nuevo, deslizando mi lengua entre ellos, mis caderas moliéndose contra su pura respuesta física. Gruñe ante la sensación, y empiezo a reír. El sexo contra la pared es caliente. Pero conseguir sexo de compromiso en el piso de la cocina es aún mejor. ¿Por qué perder el tiempo maniobrando hacia la pared? El tiempo es oro después de todo.

288

18

Juego de palabras con sus apodos. City (ciudad para un lugar/citadina para una persona) y Country (rancho para un lugar/campesino para una persona).

Becks y Haddie

E

l bajo de la música del club resuena fuerte mientras miro a las mujeres casi desnudas que nos rodean, cada una de ellas está madura para la cosecha. Parpadean con pestañas postizas, se inclinan, accidentalmente, sobre la barra mostrando las tetas y tienen los labios entreabiertos ofreciendo lo que está, literal y figuradamente, sobre la mesa. Entonces, ¿por qué no estoy encontrando a alguien sexy, ofreciéndole subir a mi habitación? Mierda, me vendría bien descargar un poco después del estrés de una larga semana. Es la culpa de Wood. Esa es mi respuesta fácil. Siempre es su culpa. Y ni loco le digo a mi mejor amigo que tenía razón cuando dijo: “Tiene una amiga sexy”. Amiga sexy, mi culo. Haddie Montgomery es, más bien, lava derretida. ¡Joder! Miro alrededor de la pista de baile llena de gente y trato de pasarla, pero no tiene sentido. No te engañes, Daniels. La has estado observando toda la noche. Me acabo el resto de mi bebida, pero mis ojos siguen fijos cuando ella lanza sus brazos al aire y gira sus caderas. Esas piernas largas y bien torneadas se mueven al ritmo, joder si no puedo parar de pensar en ellas y en esos tacones sexis como el infierno envueltos alrededor de mí de alguna manera, como sea. Retiro la mirada, tratando de distraerme con alguna de las mujeres fáciles en el club, pero nadie me despierta de la manera en que lo hace Haddie. Y, por supuesto, mis ojos vuelven a la pista, justo a tiempo de ver cómo su vestido negro muestra un poco. Cada centímetro de esos muslos tonificados están a la vista mientras agita las caderas al ritmo de la música. Gruño. Y ni si quiera me importa porque un hombre americano, cuerdo y con sangre roja jamás alejaría la mirada de esa perfección. ―Oye. ―Escucho a mi derecha cuando la mano de Colton, la cual está sosteniendo mi nueva bebida, me golpea el brazo. ―Gracias ―le digo, forzándome a dejar de mirarla y a enfocarme en el hombre que es como un segundo hermano para mí. Pero cuando lo miro a los ojos, los suyos me están estudiando con una mezcla de diversión y confusión. Ahí vamos otra vez. Odio cuando Colton me mira así―. ¿Qué? ¿Por qué carajo me miras así?

289

―¿De verdad? Tienes la mirada de un policía en tu rostro, hombre ―dice tomando un trago de su cerveza y negando como si estuviera avergonzado. ―¿De policía? ―escupo, completamente sorprendido que él, de todas las personas, me lo dijera después de la revelación que me había hecho antes. En la cual admitía que él, el rey de los condones, lo estaba haciendo piel contra piel con su novia Rylee. Dando ese gigante paso de confianza de estar por primera vez sin condones con una mujer. La confesión todavía me asombra incluso después de más de un par de cócteles. ¿Y me está acusando que me veo como un policía? No creo que tenga ningún derecho a tirar piedras a la jodida casa de cristal que él construyó. ―¿Policía? ―repito―. ¿Esto me lo dice quién monta a cabello? Como sea. No tienes idea de lo que estás hablando. Toma otra. ―¿Quién es ella? ―pregunta, pasando un brazo sobre mi hombro y señalando a la pista de baile. ―Nadie ―le digo, tratando de desviarlo―. Solo un montón de piel a la vista, y joder si no es algo bueno para mirar mientras me embriago. Tengo un jefe que es un idiota, así que esto me tiene zumbando ―digo, riéndome cuando pasa su brazo por mi cuello y me tiene en una llave por insultarlo―. Y es esa mujer de allí. ―¡Joder! ―dice, comprendiendo cómo se me fue la lengua. Y demonios si no me gustaría meter mi lengua en ella, pero mierda, no le voy a dar munición al rey del antagonismo para empezar a insultarme a mí en represalia. Me golpea la espalda más fuerte de lo necesario―. Sabía, tan solo con ver la mirada cursi en tu rostro que estabas viendo a una mujer en la pista, imaginando la felicidad conyugal y los niños que vas a tener con ella. ―Cállate, hombre. Estás tan alejado de… ―Así que, ¿cuál es? ―me incita y sé que recién está empezando. Seguirá hasta que le dé algo para presumir. Miro de nuevo hacia la pista con él escudriñando cada maldito movimiento, tratando de averiguar qué mujer ha llamado la atención de un quisquilloso hijo de puta como yo. Y cuando doy un vistazo, una parte de mí está aliviado de que Haddie y su mejor amiga, la chica de Colton, Rylee, ya no están en la pista de baile... luego, otra parte de mí está cabreada porque seguro como la mierda que estaba disfrutando del espectáculo. ―¿Rubia sexy, vestido de rojo, a la derecha? ―pregunta Colton, mirando a la mujer en la pista, moviéndose como si le faltara un tubo de desnudista. Definitivamente es sexy. Todas las curvas perfectas en los lugares perfectos, pero no, no es lo mío. Ser dueño de tu sexualidad es una cosa, ¿pero ponerla en exhibición? Voy a pasar. Miro a Colton y pongo los ojos en blanco. ―¿De verdad?

290

―¿Con esos movimientos? ―dice, mirándola de nuevo―. Maldita sea. ―Amigo, estoy a favor de que se mueva así en la cama ―digo haciendo que resople esa risa suya que me hace sonreír sin importar el estado de ánimo que tenga―. Pero si quiero follar un maniquí, voy a ir a Macy’s. Además, ¿comer del plástico no es peligroso para la salud? ¿Por el Bisfenol o alguna mierda así? Hecha la cabeza hacia atrás y se ríe mientras tomo un largo trago de mi ron con Coca Cola. Y, por supuesto, me siento mal por hablar mierda sobre la mujer. ―Bisfenol me suena a una enfermedad de transmisión sexual, pero joder, hombre, vive del lado salvaje. ―Choca mi hombro con el suyo―. Una probada no te matará. ―¿Esto viene del mismísimo definitivamente no es todo lo mismo.

señor

Discriminación?

―Te

aseguro,

―Sí, tienes razón. ―Se estremece fingiendo disgusto y no puedo evitar reírme. Mira de vuelta hacia el área de baile y asiente con la barbilla hacia donde Vestido Rojo sigue saltando y agitándose―. ¿Ni siquiera solo por la noche? ―No, me conoces. No es lo mío. Oigo sus risas sobre la música antes de verlas, agradecido por la interrupción. Inclino el codo en la barandilla y me giro para verlas caminar hacia aquí, haciendo como que no importa. Colton también se da la vuelta cuando oye a Rylee, así que soy capaz de verlas acercarse sin que él se dé cuenta. Miro un poco más las tetas del tamaño de un puño de Haddie que rebotan un poco con esa caminata suya. La combinación de su cabello rubio contra su piel bronceada me ruega que la mire de arriba abajo a lo largo de su figura esbelta. Cuando vuelvo a levantar la vista, su boca se extiende en una sonrisa amplia y joder si no quiero que algo más se amplíe conmigo entre ellas. Me pierdo en el pensamiento y cuando me vuelvo a enfocar, me está mirando fijo, con los labios apretados, los ojos curiosos. ―¿Sí? ―Esos ojos color chocolate suyos miran los míos. Me tientan. Me desafían. Me cuestionan. ―Lo siento. ―Niego, con una sonrisa tímida―. Solo estaba pensando. ―Bien, Becks. Una respuesta brillante al porqué la estabas mirando como si quisieras comerla para cenar. Mierda, también podría ser para desayunar dado que estoy seguro que sería una noche entera de romance, con su cuerpo como plato principal. ―¿Pensando? ―inquiere mientras se acerca y agarra mi bebida señalándola, preguntándome en silencio si está bien. Asiento y se la lleva a sus labios antes de devolvérmela―. Gracias. ¿No sabes, Country, que estás en un club en Las Vegas, y que no está permitido pensar? ―Se acerca sigilosamente a mi lado, su cuerpo rozando el mío y despertando cada nervio. ―¿Country? ―¿De dónde demonios ha salido ese apodo?

291

―Sí ―dice con una sonrisa antes de sacudir la cabeza para sacarse el cabello del rostro―. Tranquilo, cortés, buen chico. Lento y constante, gana la carrera. ―Alza las cejas, desafiándome a discutirle. Y joder si no tiene razón, así que, ¿por qué estoy sintiendo que Country es algo malo para ella? ¿Y por qué demonios me importa? ―No hay nada de malo en lento y constante ―le digo, disfrutando de cómo inclina la cabeza hacia un lado y me mira―. Un hombre no debe ser criticado por prolongar las cosas solo para asegurarse que el final del juego sea mucho más dulce. Me siento como si hubiese hecho una anotación cuando veo que sus ojos se abren y tomo nota de cuán rápido respira. Interesante. El campo de juego parece estar muy abierto. Qué bueno que sea un hombre paciente porque esta mujer definitivamente no se sienta en el banquillo. ―Dulce es bueno. ―Se inclina y me dice al oído, sus palabras son apenas un susurro―. Pero a algunas chicas les gusta un poco de picante extra. ―Se inclina hacia atrás y me regala una sonrisa socarrona, lanzando la pelota de nuevo a mi cancha. Maldita sea si no es sexy que sus respuestas sean tan ingeniosas al igual que sus tetas son perfectas. ―City, te aseguro que tengo talentos que no puedo poner en el currículum. ―Tomo mi bebida y levanto el codo, fallando miserablemente en esconder la sonrisa―. Además, no es el azúcar o el picante lo que importa, sino el hombre que los mezcle. Nos quedamos mirándonos durante un momento en un enfrentamiento silencioso, mientras tratamos de averiguar lo que el otro está diciendo. ¿Hay interés aquí? ¿Valdría la pena? Maldita sea, ¿a quién le importa? Porque definitivamente sería un paseo salvaje. Una lenta sonrisa de sabelotodo se posa en la esquina de su boca. La música cambia y se vuelve más seductora mientras niega muy sutilmente. ―¿City? ―pregunta y luego se pasa la lengua por el labio superior mientras sus ojos me enfrentan. Mi mente se queda en blanco cuando me centro en su boca. Mierda, tengo que jugar a esto de manera segura. Por lo que sé, esto es solo la forma en que ella es con todo el mundo, un poco coqueta y muy divertida. Después de todo, no puede ser más complicado que ir detrás de la mejor amiga de la novia de mi mejor amigo. Miro la pista de baile otra vez, los cuerpos agitándose, conectándose aunque solo sea por la noche, antes que vuelva a mirar a Haddie, sus cejas se alzan y su cuerpo es tan sexy que mi polla ruega por estar libre. Probablemente sea solo yo, imaginándolo. Y el alcohol. Y la influencia del club a mi alrededor. Es, probablemente, nada. Pero, de nuevo, maldita sea. Solo maldita sea.

292

No me puedo resistir. Si no me puedo estirar y tocarla, bien podría dejar una marca con mis palabras. Déjala pensar en cómo un relajado chico de campo podría no ser tan malo después de todo. ―Sí, City ―repito―. Con clase, sin parar y siempre con ganas de estar cien por ciento en el momento. ―Tomo un trago, con los ojos fijos en los de ella mientras se queda mirándome, contemplando lo que he dicho. ―¿Cien por ciento en el momento, eh? ―Me saca la bebida de la mano de nuevo y sonríe mientras chupa muy lentamente del sorbete. Una vez más, mis ojos se sienten atraídos por esos labios con brillo y noto cómo se están moviendo por mi sorbete. Así que es por eso que ponen sorbetes en las bebidas de los hombres. Ahora tengo una nueva apreciación por esos pequeños hijos de puta molestos. Veo su lengua jugar con él momentáneamente y me doy cuenta que parte de la razón por la que es tan condenadamente sexy es porque no está tratando de serlo deliberadamente. Algo llama su atención y sigo su cabeza cuando se gira para ver Colton llevar a Rylee por las escaleras hacia el entresuelo. Por lo menos ya no tengo que preocuparme porque se meta en donde no corresponde ahora. Cuando miro de nuevo hacia Haddie, se ha movido hacia mí, su rostro más cerca del mío. Puedo oler el aroma del alcohol de mi bebida en su aliento y joder si puedo entender por qué eso me hace desearla mucho más. ―Síp. Siempre queriendo estar en el centro de la acción ―le digo, levantando el sorbete de mi bebida y tomando un sorbo. Haddie tuerce los labios hasta que termina sonriendo. ―La acción siempre es algo bueno. Estar en el centro de la misma es aún mejor. ―Arquea una ceja mientras trato de descifrar cuáles van a ser sus siguientes palabras, pero se queda en silencio. Es hora de dejar que se pregunte qué estoy pensando, para variar. Le sostengo la mirada, las luces sobre nosotros cambian de color y se reflejan en su cabello rubio―. Y creo que estoy queriendo un poco ahora mismo. Me obligo a tragar, esas palabras burlonas, pero aun así inocentes, me causan una reacción visceral que trato de ignorar. ―¿Qué tipo de acción estás buscando? ―Listo. Déjala averiguar si estoy coqueteando o si es solo mi forma de ser, porque no me puedo dar cuenta con ella. Y joder, siempre puedo entender a todo el mundo. Entonces, ¿qué es tan diferente de ella? No responde. En cambio, se vuelve y mira por encima del hombro. ―¿Vienes? Y ¡joder!... hay tantas maneras en que mi mente responde a esa pregunta que gimo. Me trago el dolor que genera nuestro coqueteo y la vista de su perfecto trasero. ―¿Sabes qué dicen?

293

―¿Qué? ―pregunta, deteniéndose un momento―. ¿El mejor lugar de todos los hombres es detrás de una mujer? Me río. Definitivamente ese no era el lugar donde al que me dirigía con esta conversación, pero ahí va de nuevo, deseando que muerda la carnada. ―La única razón por la que un hombre está detrás de una mujer es porque está comprobando su muy buen trasero. ―Y joder si eso no es verdad en este momento. Se lame los labios y me resulta difícil apartar la mirada de su lengua mientras sale y vuelve a entrar. ―No he tenido ninguna queja hasta el momento, Country ―dice moviendo la cabeza, su cabello balanceándose por su espalda―. Y… eh… hay muchos más lugares en los que preferiría que estuviera un hombre ―dice con un guiño antes de girar y caminar entre la multitud, sin vigilar a ver si la estoy siguiendo. Sí, encima de ti. O debajo. O... Mierda, mi mente vuela con las posibilidades. Puede pensar que soy lento y constante, pero demonios si soy estúpido. Es hora de bailar.

Fin

294

K. Bromberg nació y se crió en el sur de California. Se graduó en la Universidad de California en San Diego con dos licenciaturas de economía y de ciencias politicas, pero siempre le gustó escribir. K. Bromberg vive actualmente en el sur de California con su esposo y sus tres hijos pequeños. Cuando no está escribiendo o trabajando en su trabajo diario, se le puede encontrar jugando a ninjas o Power Rangers con su hijo mayor, peinando el cabello de la muñeca americana de su hija mayor, o haciendo “artes y crapts” con su hija menor, o escuchar a cualquiera o a todos ellos peleando / gimiendo /o riendo a la vez. Cuando necesita un descanso del caos diario, casi siempre se la puede encontrar con su Kindle en la mano, devorando las páginas de un buen libro o mentalmente esbozando su próximo conjunto de caracteres.

295

296