Sistema Monetario PDF

Año de la Consolidación del Mar de Grau Cátedra: Derecho Monetario, Bancario y de Seguros Tema: El Sistema Monetario Pr

Views 67 Downloads 0 File size 578KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Año de la Consolidación del Mar de Grau

Cátedra: Derecho Monetario, Bancario y de Seguros Tema: El Sistema Monetario Profesor: Hernán Figueroa Bustamante Alumno: Fabian Arturo Villalta Machero Código: 12020346

INTRODUCCION

A través del presente trabajo buscaré analizar el tema relacionado al Sistema Monetario, el cual se encuentra conformado por un conjunto de instituciones interrelacionadas entre si, normas, acuerdos e instrumentos que permiten la existencia de las relaciones monetarias entre los países. En ese sentido, repasaré de modo global y simplificado el concepto, historia y características del Sistema Monetario, ya que este nos permitirá saber las vicisitudes y controversias que surgen de las relaciones económicas que muchas veces se llevan a cabo en las interacciones de sistemas económicos de distintos países, pero que gracias a la regulación que se da a través del Sistema Monetario se puede lograr esa interrelación, ya que permite tener una base solida y garantizadora que dicho proceso se llevara de la mejor manera y sin ninguna complicación en las transacciones que se lleven a cabo; asimismo que abraca la regulación del régimen cambiario que existe a nivel internacional el cual busca la estabilidad por defecto de esta fluctuación ya que es cambiante para así se desarrolle una economía estable a nivel global para todos y por todos.

1.0.- HIPOTESIS El Sistema Monetario hoy en día cuenta con una relevancia muy importante dentro del desarrollo económico de los países que forman parte de este, ya que será aquel que mantendrá una estabilidad adecuada para evitar el abuso que se pudiera generar sin un control debido de la actividad comercial. Por lo tanto nuestra interrogante es ¿será el Sistema Monetario verdaderamente quien se encarga de regular la actividad comercial y financiera de carácter internacional? 2.0.- DESARROLLO DEL MARCO TEORICO 2.1.- ¿QUE ES EL SISTEMA MONETARIO? Podemos definirlo como el conjunto de elementos, instituciones, etc. que intervienen en el ámbito monetario dentro de un determinado país. Expresando cada una de las partes como una unidad. Se puede definir como el conjunto de elementos representados por el patrón, por las formas de dinero, por las normas monetarias y por las instituciones. Estos elementos están ordenados de manera coherente y dirigidos a una finalidad común: contribuir, como medio de financiamiento de la economía, dotándola de los recursos monetarios (dinero) en cantidad acorde con las necesidades de la actividad económica con calidad, garantizando, así, la fluidez requerida por esta actividad. Por otro lado, definamos al sistema monetario internacional (SMI), que es el conjunto de instituciones, normas y acuerdos que regulan la actividad comercial y financiera de carácter internacional entre los países. El SMI regula los pagos y cobros derivados de las transacciones económicas internacionales. Su objetivo principal es generar la liquidez monetaria (mediante reserva de oro, materias primas, activos financieros de algún país, activos financieros supranacionales, etc.,) para que los negocios internacionales, y por tanto las contrapartidas de pagos y cobros en distintas monedas nacionales o divisas, se desarrollen en forma fluida.

• Constituye por tanto la componente oficial e institucional del Sistema Financiero Internacional • En el SMI: – Se fijan los sistemas de tipo de cambio: fijos vs. flexibles – Se regula el comercio de bienes, servicios y capital – Se ajustan la Balanzas de Pagos – Se establecen los mecanismos de pago • Incluye las instituciones, los acuerdos y los instrumentos 2.2.- HISTORIA DEL SISTEMA MONETARIO Desde 1870 hasta la actualidad, se han utilizado diversos esquemas organizativos del SMI a partir de las seis funciones definidas en el segundo párrafo de este artículo. Los tipos de SMI resultante han sido básicamente tres, habiéndose reimplantado elementos de los tres para un segundo periodo: el patrón oro entre 1880 y 1914 y entre 1925 y 1931; el régimen de flotación dirigida entre 1918 y 1925, y nuevamente desde 1973 hasta la actualidad; y el sistema de Bretton Woods, articulado institucionalmente en torno al FMI y operativo desde 1946 hasta 1973, aunque sus principales instituciones y algunas de sus normas perviven en la actualidad. Los principales rasgos diferenciadores de cada modelo radican en la mayor o menor flexibilidad de los tipos de cambio resultantes, así como en el mecanismo de ajuste asociado a cada uno y en el funcionamiento de las instituciones de decisión y supervisión. 2.2.1.- EL PATRÓN ORO En los años del patrón oro (1870-1914 y 1925-1931), la clave del SMI radica en el uso de las monedas de oro como medio de cambio, unidad de cuenta y depósito de valor. Los bancos centrales nacionales emitían moneda en función de sus reservas de oro, a un tipo de cambio fijo, pues expresaban su moneda en una cantidad fija de oro, aunque a su vez pudieran establecer cambios con la plata o algún otro metal. Esto estimulaba el desequilibrio inicial entre países que tenían oro y los que no lo tenían; aunque con el tiempo el sistema tendió a ajustarse. La cantidad de dinero en circulación estaba limitada por la cantidad de oro existente. En un principio, el sistema funcionaba: la masa monetaria era

suficiente para pagar las transacciones internacionales, pero a medida que el comercio y las economías nacionales se fueron desarrollando, se volvió insuficiente para hacer frente a los cobros y pagos. Si las exportaciones de un país eran superiores a sus importaciones, recibía oro (o divisas convertibles en oro) como pago, y sus reservas aumentaban provocando a la vez la expansión de la base monetaria. El aumento de la cantidad de dinero en circulación corregía automáticamente el desequilibrio haciendo crecer la demanda de productos importados y provocando inflación, lo que encarecía los productos nacionales reduciendo sus exportaciones. Si el comercio exterior del país era deficitario, la disminución de las reservas de oro provocaba contracción de la masa monetaria, reduciendo la demanda interior de bienes importados y abaratando los productos nacionales en el exterior. Pero el sistema tenía también serios inconvenientes. El país cuyo déficit exterior provocaba contracción de la masa monetaria sufría una fuerte reducción de su actividad económica, generalizándose el desempleo. Los países con superávit podían prolongar su privilegiada situación "esterilizando el oro", impidiendo que el aumento en sus reservas provocase crecimiento en la circulación monetaria e inflación. De ahí que los principales países abandonaron el patrón oro durante la primera Guerra Mundial, para financiar parte de sus gastos militares imprimiendo dinero. A consecuencia de la guerra, la fuerza de trabajo y la capacidad productiva se redujeron considerablemente, lo que hizo subir los precios. El recurso generalizado al gasto público para financiar la reconstrucción provocó procesos inflacionistas, agravados por aumentos de la oferta monetaria. La vuelta al patrón oro tras la guerra agravó la situación de recesión mundial, aunque en el periodo de entreguerras, por la aparición relativa de la potencia estadounidense, tras 1922 se otorgó junto al oro un papel importante tanto a la libra como al dólar, consagradas como instrumentos de reserva internacional, si bien las devaluaciones de ambas y el retorno al proteccionismo impidieron que el patrón resistiera. Los resultados se habían manifestado en inestabilidad financiera, desempleo y desintegración económica internacional. Ya en 1931, como moneda convertible en oro a efectos de transacciones entre los Bancos centrales, sólo quedó el dólar.

2.2.2.- LOS OBJETIVOS DE LA POLÍTICA MACROECONÓMICA EN UNA ECONOMÍA ABIERTA En las economías abiertas los gestores de la política económica están motivados por los objetivos de equilibrio interno y externo. Definido de modo sencillo, el equilibrio interno requiere el pleno empleo de los recursos de un país y la estabilidad interna de los precios. El equilibrio externo se obtiene cuando el déficit por cuenta corriente de un país no es ni tan elevado que éste no sea capaz de hacer frente a sus deudas exteriores futuras, ni su superávit sea tan abultado que coloque a los extranjeros en una situación complicada. En la práctica, ninguna de estas dos definiciones recoge el abanico completo de cuestiones que afectan a las políticas económicas. Al mismo tiempo que se desea el pleno empleo con estabilidad de precios, también puede existir un objetivo interno específico sobre la distribución del ingreso. Dependiendo de los acuerdos establecidos sobre tipos de cambios, las autoridades económicas pueden estar preocupadas por alteraciones en otras cuentas de la balanza de pagos distintas de las de la cuenta corriente. Para complicar aun más las cosas, la línea divisoria entre los objetivos internos y externos puede ser borrosa y confusa. ¿Cómo debería clasificarse un objetivo de empleo para las industrias de exportación, por ejemplo, cuando el crecimiento de las exportaciones influye en la capacidad global de la economía para pagar su deuda externa? Las sencillas definiciones de equilibrio interno y externo dadas anteriormente resumen, sin embargo, los objetivos que comparten la mayoría de las autoridades económicas con independencia de su entorno económico concreto. 2.2.3.- EL EQUILIBRIO INTERNO: EL PLENO EMPLEO Y LA ESTABILIDAD DEL NIVEL DE PRECIOS Cuando los recursos productivos de un país están plenamente empleados y su nivel de precios se encuentra estable, decimos que el país se encuentra en equilibrio interno. El despilfarro y el desaprovechamiento de los recursos, que se

produce cuando estos no están plenamente utilizados es evidente. Sin embargo, si la economía de un país esta “sobrecalentada” y los recursos están sobreempleados, también tiene lugar una mala utilización pero de diferente tipo (aunque probablemente menos nociva). Los trabajadores que hacen horas extraordinarias, por ejemplo, podrían preferir trabajar menos y tener mayor tiempo para disfrutar del ocio, pero sus contratos les exigen trabajar más durante las épocas de demanda elevada. Las maquinas que están trabajando más intensamente tendrán que sufrir averías frecuentes y a depreciarse más rápidamente. 2.2.4.- EL EQUILIBRIO EXTERNO: EL NIVEL ÓPTIMO DE LA BALANZA POR CUENTA CORRIENTE La noción de equilibrio externo es más difícil de definir que la del interno, porque no hay elementos de referencia como son el “pleno empleo” o la “estabilidad de los precios” para aplicar a las transacciones externas de una economía. Que el comercio de una economía con el exterior cree problemas macroeconómicos depende de varios factores, entre los que se incluyen las circunstancias propias de esa economía, las del resto del mundo y los acuerdos institucionales que gobiernan las relaciones con los otros países. Un país que esté comprometido a mantener fijo su tipo de cambio frente a las monedas extranjeras, por ejemplo, puede muy bien adoptar una definición de equilibrio externo diferente de la de aquellos que tengan tipos de cambio flotantes. Los textos de economía internacional identifican a menudo el equilibrio externo con el equilibrio de la balanza por cuenta corriente. Aunque esta definición es apropiada en ciertas circunstancias, no es adecuada como regla general. Y es que se debe tomar en consideración que un país con déficit por cuenta corriente esta tomando prestados recursos del resto del mundo, que tendrá que devolver en el futuro.

Esta situación no es necesariamente indeseable. Por ejemplo, las

oportunidades de inversión dentro del país para los préstamos tomados del exterior pueden resultar más atractivas que las existentes fuera de él. En este caso, la devolución de los préstamos al exterior no representa ningún problema,

porque una inversión rentable puede generar los recursos suficientes como para cubrir el pago de los intereses y del principal. De modo similar, un superávit por cuenta corriente puede no suponer ningún problema, si el ahorro interno se puede invertir de modo más rentable en el exterior que en el propio país. 2.2.5.- LA POLÍTICA MACROECONÓMICA BAJO EL PATRÓN-ORO, 1870-1914 De acuerdo con Paul Krugman y Maurice Obstfeld, el periodo del patrón-oro entre 1870 y 1914 se basó en ideas muy diferentes sobre la política macroeconómica internacional, si lo comparamos con aquellas que han formado la base de los acuerdos monetarios internacionales en la segunda mitad del siglo XX. Con todo, el periodo merece atención a causa de que las tentativas subsiguientes de reformar el sistema monetario internacional, sobre la base de los tipos de cambio fijos, pueden considerarse como el intento de construir sobre la fortaleza del patrón-oro evitando sus debilidades. Esta sección analiza como funcionó en la práctica el patrón-oro antes de la Primera Guerra Mundial, y como podían los países conseguir sus objetivos de equilibrio interno y externo con este sistema. 2.2.6.- LOS ORÍGENES DEL PATRÓN-ORO. El patrón-oro tuvo su origen en el uso de las monedas de oro como medio de cambio, unidad de cuenta y deposito de valor. A pesar de que el oro había sido usado para estos propósitos desde tiempos antiguos, el patrón-oro, como institución legal, tiene su origen en 1819, cuando el Parlamento Británico aprobó la Resumption Act. Esta ley derivaba su nombre de la exigencia de que el Banco de Inglaterra reanudara su practica interrumpida cuatro años después del estallido de las guerras napoleónicas (1793-1815) de cambiar papel moneda por oro a un tipo fijo. La Resumption Act fue el primer paso hacia un verdadero patrón-oro porque, simultáneamente, abolía las restricciones que se habían mantenido durante largo tiempo sobre la exportación de monedas de oro y lingotes desde la Gran Bretaña. Más entrado el siglo XIX, Alemania, Japón y otros países también adoptaron el patrón-oro. En este momento, la Gran Bretaña era el líder económico en el

mundo, y los otros países tenían la esperanza de conseguir un éxito económico similar imitando las instituciones británicas. Los Estados Unidos se unieron efectivamente al patrón-oro en 1879 cuando fijo al oro los “billetes de banco” (“Greenbacks”) emitidos durante la guerra civil. La ley del patrón-oro de los Estados Unidos de 1900 institucionalizó los vínculos entre el dólar y el oro. Debido a la supremacía británica en el comercio internacional y al avanzado desarrollo de sus instituciones financieras, Londres se convirtió, naturalmente, en el centro del sistema financiero internacional del patrón-oro. 2.2.7.- EL EQUILIBRIO EXTERNO BAJO EL PATRÓN-ORO Con el patrón-oro la primera responsabilidad de un banco central era preservar la paridad oficial entre su moneda y el oro; para mantenerse esta paridad, el banco

central

necesitaba

un

stock

adecuado

de

reservas

de

oro.

Consecuentemente, los administradores de la política económica veían el equilibrio externo no en términos de un determinado objetivo en su cuenta corriente, sino como una situación en la que el banco central no ganara ni (lo que es mas importante) perdiera oro a una tasa demasiado rápida. En la terminología moderna, los bancos centrales intentaban evitar las bruscas fluctuaciones en la balanza de pagos (o en la balanza de operaciones oficiales), esto es, la suma de la balanza por cuenta corriente mas los componentes de la balanza por cuenta de capital que no son reservas. Dado que las reservas internacionales en este periodo tomaban la forma de oro, los superávit o los déficit en las balanzas de pagos tenían que ser financiados mediante el envió de oro entre los bancos centrales, así que, para evitar grandes movimientos de oro, los bancos centrales adoptaban políticas que aumentaran los componentes del superávit (o del déficit) de la cuanta de capital que no fueran reservas en línea con el déficit (o superávit) de la cuenta corriente. Un país se encuentra en una situación de equilibrio en su balanza de pagos, cuando la suma del saldo de su cuenta corriente más el saldo de su cuenta de capital es igual a cero, de manera que la balanza por cuenta corriente se financie enteramente mediante prestamos internacionales sin movimiento de reservas.

Muchos países tomaron una actitud de laissez-faire respecto de la cuenta corriente. Los superávit de la cuenta corriente de Gran Bretaña entre 1870 y la primera guerra mundial fueron, en promedio, de un 5.2 por ciento de su PNB, cifra considerablemente alta comparada con la de los años posteriores a 1945. (Hoy en día un coeficiente entre cuenta corriente y PNB de la mitad se considera alto). Algunos países prestatarios, sin embargo, experimentaron dificultades en un momento u otro para pagar sus deudas internacionales. Quizás, debido a que Gran Bretaña era el líder mundial en la exportación de la teoría económica convencional, además de la exportación de capitales durante estos años, la literatura económica del periodo del patrón-oro puso menos énfasis en los problemas del ajuste de la cuenta corriente. 2.3.- EL MECANISMO DEL AJUSTE “FLUJO DE ESPECIE-PRECIO” El patrón-oro contiene algunos poderosos mecanismos automáticos, que contribuyen a conseguir de manera simultánea el equilibrio de la balanza de pagos en todos los países. El más importante de estos, el mecanismo del ajuste “flujo de especie-precio” fue descubierto en el siglo XVIII (cuando a los metales preciosos se les llamaba “especie”). David Hume, el filosofó escocés, describió en 1752 este mecanismo como sigue: “Suponga que las cuatro quintas partes de todo el dinero de la Gran Bretaña se destruyeran de la noche a la mañana y que la nación viera reducida de la misma manera sus monedas de oro y plata, como en los reinos de los Harry y los Edward, ¿Cuál sería la consecuencia? ¿No deberían disminuir proporcionalmente los precios del trabajo y de todos los bienes y venderse todo mas barato, como en aquellos tiempos? ¿Qué nación podría competir con nosotros en los mercados extranjeros, o vender productos a los mismos precios que a nosotros nos darían un beneficio suficiente? ¿Cuánto tiempo necesitaríamos para recuperar el dinero perdido y subir a los niveles de las naciones vecinas? Una vez que hubiéramos llegado, perderíamos inmediatamente las ventajas de una mano de obra y de unos precios mas bajos, y el flujo de entrada de dinero cesaría a causa de nuestra abundancia y saciedad.

De nuevo, supongamos que todo el dinero de Gran Bretaña se quintuplicara en una noche, ¿no debería ocurrir el efecto contrario? ¿No deberían subir los precios del trabajo y de los bienes a altura tan exorbitante, que ningún otro país vecino pudiera permitirse comprarnos; mientras que sus mercancías, por otro lado, resultarían comparativamente tan baratas, que, a pesar de todas las leyes que pudieran hacerse, nos arrollarían y nuestro dinero se iría al exterior, hasta que cayéramos al nivel de los países extranjeros y perdiéramos la gran superioridad de ricos que nos había conducido a una situación tan desventajosa?” Es fácil traducir la descripción de Hume del mecanismo del ajuste “flujo de especie-precio” a situaciones más actuales. Supongamos que el superávit por cuenta corriente de Gran Bretaña es mayor que el déficit de su cuenta de capital, excluidas las reservas. A causa de que las importaciones netas de los extranjeros procedentes de Gran Bretaña no se financian enteramente con préstamos británicos, el saldo debe ser complementado por entradas de reservas internacionales -esto es, de oro- hacia Gran Bretaña. Estos flujos de oro reducen automáticamente las ofertas monetarias en el exterior y aumentan la de Gran Bretaña, empujando a la baja los precios exteriores y al alza los nacionales. El aumento de los precios en Gran Bretaña junto con la caída simultanea de los precios en el resto del mundo -es decir, una apreciación real de la libra dado el tipo de cambio fijo- reduce la demanda extranjera de bienes y servicios británicos

e

incrementa

al

mismo

tiempo

la

demanda

de

productos

extranjeros. Esta desviación de la demanda actúa en el sentido de reducir el superávit por cuenta corriente británico y el déficit de los países extranjeros. En consecuencia, llegará un momento en que cesaran los movimientos de reservas, equilibrándose las balanzas de pagos. El mismo proceso opera en sentido contrario, eliminando una situación inicial de superávit extranjero y déficit británico. 2.4.- LAS “REGLAS DE JUEGO” DEL PATRÓN-ORO: MITO Y REALIDAD El

mecanismo

del

ajuste

“flujo

de

especie-precio”

podía

operar

automáticamente bajo el patrón-oro para equilibrar las cuentas corrientes y de

capital y eliminar los movimientos internacionales de oro. Pero las reacciones de los bancos centrales a los flujos de oro a través de sus fronteras proporcionaron otro mecanismo potencial para ayudar a restaurar el equilibrio de las balanzas de pagos. Los bancos centrales que perdían oro continuamente, corrían el peligro de no poder hacer frente a sus obligaciones de cambiar papel moneda por oro. Por ello, se sintieron motivados para reducir sus tenencias de activos nacionales a medida que perdían oro, empujando los tipos de interés al alza y atrayendo capitales de otros países. Los bancos centrales que ganaban oro tenían muchos menos incentivos para eliminar sus propias importaciones de ese metal. El más importante de estos incentivos era la mayor rentabilidad de los activos nacionales, que producían interés en comparación con la del oro en barras. Un banco central que estuviera acumulando oro, podía verse tentado a adquirir activos nacionales, incrementando así los flujos de salida de capital y conduciendo el oro al exterior. Estas medidas de crédito interno, si se llevaban a cabo por los bancos centrales, reforzaban el mecanismo del ajuste-precio, al empujar a todos los países hacia el equilibrio de sus balanzas de pagos. Después de la Primera Guerra Mundial, las practicas de vender activos nacionales cuando había déficit y de comprarlos cuando había superávit eran conocidas como las “reglas de juego” del patrónoro, frase que, al parecer fue acuñada por Keynes. Debido a que tales medidas aceleraron el movimiento de todos los países hacia su objetivo del equilibrio externo, aumentaron la eficiencia de los procesos de ajuste automático inherentes al patrón oro. Investigaciones posteriores han demostrado que las supuestas “reglas de juego” del patrón-oro eran frecuentemente violadas antes de 1914. Como ya se ha señalado, los incentivos para cumplir las reglas actuaron con mayor fuerza en los países con déficit que en aquellos con superávit; así que, en la práctica, fueron los países deficitarios los que soportaron la carga de conducir las balanzas de pagos de todos los países hacia el equilibrio. Con el atesoramiento de oro, los países con superávit, empeoraron el problema de la política de coordinación internacional inherente al sistema: los países con déficit, que competían por una

oferta de oro limitada, podían adoptar políticas monetarias supercontractivas que perjudicaran el empleo sin conseguir mejorar significativamente sus reservas. De hecho, muchos países invirtieron las reglas y esterilizaron los flujos de oro, esto es, vendían activos nacionales cuando las reservas extranjeras estaban creciendo y compraban activos nacionales cuando descendían. La intervención generalizada de los países en las exportaciones de oro privado socavaron también el sistema. La imagen del ajuste suave y automático hacia el equilibrio de las balanzas de pagos antes de la Primera Guerra Mundial no responde a la realidad. Los países ignoraron a menudo, tanto las “reglas de juego” como los efectos de sus medidas sobre los otros países. 2.5.- EL EQUILIBRIO INTERNO BAJO EL PATRÓN-ORO El sistema del patrón-oro pretendía, mediante la fijación de los precios de las monedas en términos de oro, limitar el crecimiento monetario de la economía mundial y estabilizar, de este modo, los niveles de precios mundiales. A pesar de que los precios de los países dentro del sistema del patrón-oro no subieron tanto en el periodo 1870-1914 como en el periodo posterior de la Segunda Guerra Mundial, los niveles de precios nacionales se movieron a corto plazo de modo impredecible, al sucederse los periodos de inflación y deflación. El éxito sólo relativo del patrón-oro respecto de la estabilidad de los precios refleja el problema del cambio en los precios relativos del oro y de los otros bienes. Además, el patrón-oro no parece haber hecho mucho para asegurar el pleno empleo. La tasa de desempleo de los Estados Unidos, por ejemplo, alcanzó, en promedio, el 6.8 por ciento entre 1890 y 1913, mientras que estuvo por debajo del 5.6 por ciento entre 1946 y 1988. Una causa fundamental de la inestabilidad interna a corto plazo bajo el patrónoro antes de 1914 fue la subordinación de la política económica a los objetivos externos. Antes de la Primera Guerra Mundial, los países no habían asumido la responsabilidad de mantener el equilibrio interno tan plenamente como después de la Segunda Guerra Mundial. La importancia de los objetivos de la política

interna aumentó después de la Primera Guerra Mundial, como consecuencia de la inestabilidad económica del periodo de entre guerras, 1918-1939. Además, las consecuencias internas de los intentos de restaurar el patrón-oro después de 1918, contribuyeron a moldear el pensamiento de aquellos que formularon el sistema de tipos de cambios fijos, adoptado a partir de 1945. Para entender como el sistema monetario internacional del periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial trató de compaginar los objetivos de equilibrio interno y externo, debemos estudiar los acontecimientos políticos del periodo comprendido entre las dos guerras mundiales. 2.6.- LOS AÑOS DE ENTREGUERRAS, 1918-1939 Los países abandonaron el patrón-oro durante la Primera Guerra Mundial y financiaron parte de sus masivos gastos militares imprimiendo dinero. Además, la fuerza de trabajo y la capacidad productiva se redujeron bruscamente a causa de la guerra. Como resultado de esto, los precios subieron en todas partes al concluir la guerra en 1918. Algunos países experimentaron una inflación desbocada cuando sus gobiernos intentaron ayudar al proceso de reconstrucción a través del gasto público. Estos gobiernos financiaron sus compras simplemente imprimiendo el dinero que necesitaban, tal y como habían hecho anteriormente durante los periodos de guerra. El resultado de todo ello fue un fuerte aumento en las ofertas monetarias y en los niveles de precios. 2.7.- EL SISTEMA DE BRETTON WOODS: PATRON ORO – DÓLAR Tas la Segunda Guerra Mundial, se celebró una reunión en Bretton Woods (New Hampshire) en 1944, en la que se establecieron las directrices para la definición de un nuevo sistema monetario y financiero que permitiera la reconstrucción de la economía mundial. En 1944, al crearse en Bretton Woods el Fondo Monetario Internacional, se estableció un patrón de cambios dólar oro, que funcionó hasta 1972 como casi verdadera moneda universal. Así lo previó de hecho Mr. White, el delegado estadounidense en Bretton Woods, cuando John Maynard Keynes, como

delegado británico, preconizó la idea de un Banco Mundial de emisión (que habría sido el propio Fondo Monetario Internacional), y una moneda igualmente universal, a la que incluso puso como nombre: Bancor. La respuesta de Mr. White fue drástica: “¿Para qué crear una nueva moneda mundial si ya tenemos el dólar; y para qué un Banco Mundial si ahí está el Sistema de la Reserva Federal?". Pero allí se crearon el FMI y el Banco Mundial, el primero para coordinar y controlar el SMI, y el segundo para facilitar financiación para el desarrollo. Sus objetivos eran diseñar un SMI que pudiera promover el pleno empleo y la estabilidad de precios de los países (equilibrio interior y exterior) sin perjudicar el comercio exterior. Surgió así un sistema de tipos de cambio fijos pero ajustables, con el dólar como eje central y con la referencia del oro, de modo que los países quedaban obligados a mantener el tipo de cambio, aunque la paridad se podía modificar hasta un 10% sin que el FMI pidiera explicaciones o pusiera objeciones. Los Estados Unidos, que fijaban el precio del oro en dólares, se comprometían a comprar y vender el oro que se le ofreciese o demandase a ese precio. Las demás monedas fijaban sus tipos de cambio con respecto al dólar. Los bancos centrales nacionales que se sumaron a los 44 iniciales se comprometían a intervenir en los mercados de divisas para mantener el tipo de cambio de su moneda. Si las compras de mercancías de su país eran superiores a las ventas, esa economía demandaba más divisas que la cantidad de moneda nacional demandada por los extranjeros. Eso presionaba hacia la depreciación de la respectiva divisa, y el banco central debía intervenir para evitar la fluctuación en los tipos de cambio, vendiendo divisas de sus reservas a cambio de su moneda. La solución era sólo válida a corto plazo, porque las reservas de divisas eran limitadas. Si las causas del déficit por cuenta corriente permanecían a largo plazo, el país debía devaluar. Cuando las dudas sobre la estabilidad de una moneda generaban expectativas de devaluación (o reevaluación), la oferta (o la demanda) de esa moneda en los mercados de divisas presionaba con tanta fuerza que obligaba al reajuste. Y al confirmarse las expectativas, los especuladores obtenían pringues beneficios, por lo que el sistema incentivaba la especulación. Pero el problema

más grave fue que la expansión del comercio internacional requería una gran liquidez que no podía seguir dependiendo de los Estados Unidos. 2.8.- EL FIN DEL RÉGIMEN DE CAMBIOS FIJOS En efecto, como el dólar era el mayor instrumento de la liquidez internacional, ya desde los años cincuenta y en el transcurso de la década de los sesenta aparecieron los problemas de liquidez que hicieron necesario crear como nuevo instrumento de reserva a partir de 1969: los Derechos Especiales de Giro emitidos por el FMI. Pero el problema paso a ser que no todos los países tenían igualdad de

derechos

y

obligaciones,

lo

que

unido

a

los

propios

problemas

norteamericanos (malas cosechas, efectos inflacionistas de la guerra de Vietnam, necesidad de devaluar el dólar, etc.) llevó a los EEUU a suspender en 1971 la convertibilidad del dólar en oro, dando lugar a ajustes cambiarios que llevaron a la ruptura de uno de los principales pilares del SMI surgido en Bretton Woods, a consecuencia de la falta de liquidez y de confianza, así como de la necesidad de un ajuste cambiario. Durante un par de años más el SMI siguió teniendo formalmente al dólar como patrón, hasta que en 1973 se decidió permitir la libre flotación de las monedas en los mercados de divisas. La situación no ha cambiado desde entonces. Lo ocurrido en las más de tres décadas posteriores confirma que era inevitable la pérdida de referencia del oro y del dólar, pues los EEUU han incurrido en persistentes déficit por cuenta corriente, hasta el punto de convertirse en mayor deudor mundial que la suma de todos los demás países en vías de desarrollo y con problemas de balanza de pagos que les han llevado a incrementar también considerablemente la deuda, lo que ha causado desde principios de los años ochenta periódicos episodios de suspensiones de pagos y consiguientes renegociaciones e impagos de la deuda. Pero el sistema ha sobrevivido gracias a las sucesivas reformas del FMI y, sobre todo, a que EEUU ha encontrado

siempre

crédito

para

mantener

su

hegemonía

económica,

tecnológica, cultural, militar e incluso política, primero con los superávit europeos (sobre todo alemanes), luego con los de Japón, y desde los años noventa en que ambas economías han atravesado también problemas con otros

países asiáticos, tarea financiadora a la que en los últimos años se han sumado China (cuyas reservas rondan los 800.000 millones de dólares) e incluso recientemente la India (cuyas reservas llevan camino de los 200.000 millones de dólares). Por eso el euro, el yen, el yuan (cuya revaluación reclaman desde hace años sin éxito los EEUU), y ahora la rupia india, han erosionado la hegemonía del dólar. 2.9.- EL RÉGIMEN DE FLOTACIÓN Entre tanto, e instalado el mundo desde los años setenta en un patrón fiduciario, las reformas instrumentadas en el SMI desde el FMI no acabarían en la de los DEG de 1969 para mantener tipos fijos. En 1975 hubo acuerdos para el aumento de las cuotas del FMI un 32,5%, abolición del precio del oro y reajuste de las reservas de oro y en 1978 hubo que pasar de tipos de cambio fijos a flexibles o múltiples, con el fin de desmonetizar el oro, que desaparece como activo de reserva, mientras que en 1992 el FMI se dota del poder de suspender los DEG a los países que no cumplen sus obligaciones. De ahí que el FMI, surgido con los objetivos centrales de regular el funcionamiento del SMI y ayudar a los países pobres con problemas en balanza de pagos, haya tenido que reajustarse en función de los problemas de cada etapa, para encajar los desafíos del derrumbe del sistema de paridades de Bretton Woods, las crisis del petróleo en los setenta, la crisis de la deuda de los años ochenta y las perturbaciones de los mercados asiáticos emergentes en la década de 1990, el colapso de las economías estatistas de Europa oriental y ahora los problemas de los países pobres muy endeudados (FMI, Libro 45 de Organización y operaciones financieras del FMI, Fondo Monetario Internacional, 2001). Hoy lo integran 184 países con cuotas por valor de 312.000 millones de dólares (al 31 de agosto de 2005) y préstamos pendientes de reembolso por 71.000 millones a favor de 82 países, de los cuales 59 reciben préstamos por 10.000 millones en condiciones concesionarias. Mientras que algunas voces claman por su desaparición, siguen siendo necesarias funciones que se le atribuyeron al nacer como fomentar la cooperación monetaria internacional, facilitar la expansión y el crecimiento equilibrado del comercio internacional,

fomentar la estabilidad cambiaria, coadyuvar a establecer un sistema multilateral de pagos y poner a disposición de los países miembros con dificultades de balanza de pagos (con las garantías adecuadas) los recursos de la institución. El penúltimo presidente, el español Rodrigo Rato, ha propuesto algunas reformas para atender la necesidad de dar una nueva orientación al asesoramiento que a sus miembros, nuevos rumbos en sus tareas de supervisión para corregir desequilibrios, la mejora de su función en las economías emergentes (prevención de las crisis y respuesta a las mismas), más eficaz participación en los países de bajo ingreso. Y la actualización del propio Gobierno del FMI, sin olvidar el Fortalecimiento de las capacidades. 3.0.- ELEMENTOS DEL SISTEMA MONETARIO -La principal característica del sistema monetario internacional es que no existe ningún sistema, y que de los mercados financieros internacionales en la actualidad es la extrema volatilidad de los tipos de cambio. Para cualquier país, la divisa extranjera es la moneda de otro país, siempre y cuando esta moneda sea libremente convertible en otras monedas en el mercado cambiario. Después del derrumbe del sistema comunista, la mayoría de los países tienen monedas convertibles. La convertibilidad de las monedas es muy importante para el comercio internacional y para la eficiencia económica. -Una característica importante en este sistema es su capacidad de crear liquidez internacional que está relacionada con el conjunto de activos internacionales en manos de los bancos centrales que pueden destinarse a compensar situaciones de déficit en balanzas de pagos y mantener una determinada paridad de sus monedas. En tiempos actuales las reservas internacionales están integradas por oro, divisas convertibles, posición de las reservas frente al FMI y DEG. -Otro elemento de este sistema es su capacidad de regular los desequilibrios a través del manejo de los tipos de cambio fijos y variables, los mecanismo que se emplean son el uso de tipos de cambio flexibles, el sistema de paridades fijas,

las variaciones en precio o renta, los controles directos, las variaciones de las reservas y el régimen de flotación. 4.0.- ESTRUCTURA Las cuatro principales funciones del sistema monetario son: Ajuste (corregir los desequilibrios reales medidos por las balanzas de pagos que afectan a las relaciones entre las divisas) Liquidez (decidir los productos de reserva, formas de crearlos y posibilidad de cubrir con ellos los desequilibrios en una balanza de pagos) Gestión (repartir y atender competencias, más o menos centralizadas en organizaciones como el actual Fondo Monetario Internacional y los bancos centrales de cada país) Generar con las tres anteriores confianza en la estabilidad del sistema. Las funciones derivadas o secundarias de todo sistema son: Asignar el señoreaje de las divisas (las ganancias por la emisión de dinero o diferencias entre el coste de emisión y el valor del dinero) Acordar los regímenes de tipo de cambio. Esta última función (los mecanismos por medio de los cuales se fijan los tipos de cambio) es el factor más discutido y variable; concretamente, en las últimas décadas se ha discutido en torno a tres modelos: un sistema de tipos de cambio flexibles, en el que los precios de cada divisa son determinados por las fuerzas del mercado, un sistema de tipos de cambio fijos, y otro sistema mixto de tipos de cambio 'dirigidos', en el que el valor de algunas monedas fluctúa libremente, el valor de otras es el resultado de la intervención del Estado y del mercado y el de otras es fijo con respecto a una moneda o a un grupo de monedas. 5.0.- CARACTERÍSTICAS DEL SISTEMA MONETARIO -

Una característica importante en este sistema es su capacidad de crear liquidez internacional que esta relacionada con el conjunto de activos internacionales en manos de los bancos centrales que pueden destinarse a compensar situaciones de déficit en balanzas de pagos y mantener una

determinada paridad de sus monedas. En tiempos actuales las reservas internacionales están integradas por oro, divisas convertibles, posición de las reservas frente al FMI y DEG. -

Otra característica de este sistema es su capacidad de regular los desequilibrios a través del manejo de los tipos de cambio fijos y variables, los mecanismo que se emplean son el uso de tipos de cambio flexibles, el sistema de paridades fijas, las variaciones en precio o renta, los controles directos, las variaciones de las reservas y el régimen de flotación.

Hay que tener en cuenta que este sistema, si bien es el más adecuado en los tiempos actuales de constantes flujos y movimientos de dinero y recursos, genera inconvenientes tales como incertidumbre, inestabilidad del tipo de cambio con variaciones hacia arriba o hacia abajo lo que promueve la especulación desestabilizadora de determinados actores como los bancos o países poseedores de recursos estratégicos (caso petróleo), promueve además la insolidaridad que trae como consecuencia que un cambio en las economías y los tipos de cambio internacionales genere más problemas a los países pequeños que los poderosos. Sin embargo también debemos señalar que si bien es cierto estas desventajas afectan a muchos países del tercer mundo, este sistema también los beneficia y promueve entre todos los países una autonomía en la política interior de cada uno de ellos con la consiguiente mayor libertad en sus lineamientos de comercio internacional, aislando también de las tendencias inflacionistas y evitando que los estados tengan problemas de liquidez internacional. 6.0.- PRINCIPIOS Un Sistema Monetario empieza a existir cuando se pasa de relaciones económicas bilaterales a una estructura que, además de reunir el carácter de internacional, es susceptible de acuerdos o imposiciones más o menos multilaterales. De ahí que todos los imperios hayan tenido un SMI incipiente, e incluso que algunos emperadores antiguos concibieran como resultado la idea de una moneda única e incluso mundial. Carlomagno, cuando introdujo el sistema monetario (libra, sueldo y dinero) en su Imperio (hacia el año 800 D.C) albergaba la posibilidad de

ir extendiéndolo a otros países, lo mismo le había sucedido al Emperador Diocleciano, en el siglo III, cuyo modelo inspiró el carolingio. Pero las únicas divisas que se han aproximado a ese objetivo antes del actual dólar norteamericano han sido el real de a ocho de plata español y la libra esterlina durante el tiempo del patrón oro, desde mediados del siglo XIX hasta 1931, año en que Londres abandonó definitivamente el sistema moneda mundial. Por tanto, y al margen de algunos antecedentes más teóricos que prácticos como los comentados durante el imperio romano, el carolingio o el español (baste recordar que en su momento de máximo apogeo la economía y las exportaciones españolas no llegaron a representar durante su imperio ni siquiera el 2% al que se aproximan actualmente), la necesidad de un SMI sólo se hizo realmente evidente cuando

se

empezaron

a

dar

dos

condiciones:

un

elevado

grado

de

internacionalización de la economía y la aparición del papel moneda como medio de pago. Ambas se manifiestan ya con claridad hacia 1870, momento en que se empieza a desechar como medio de pago el uso de los bienes y a generalizar la utilización del papel moneda. Es entonces cuando se extiende la idea de que resulta indispensable contar con unas reglas de valoración de las distintas monedas,

e

incluso

cuando

empiezan

a

independizarse

las

decisiones

gubernamentales que en siglos pasados configuraban los sistemas monetarios nacionales y el funcionamiento de un sistema monetario realmente internacional. 7.0.- PRINCIPALES FUNCIONES DEL SISTEMA MONETARIO 

Ajuste (corregir los desequilibrios reales medidos por las balanzas de pagos que afectan a las relaciones entre las divisas)



Liquidez (decidir los productos de reserva, formas de crearlos y posibilidad de cubrir con ellos los desequilibrios en una balanza de pagos)



Gestión (repartir y atender competencias, más o menos centralizadas en organizaciones como el actual Fondo Monetario Internacional y los bancos centrales de cada país)



Generar con las tres anteriores confianza en la estabilidad del sistema.

8.0.- FUNCIONES SECUNDARIAS O DERIVADAS 

Asignar el señoreaje de las divisas (las ganancias por la emisión de dinero o diferencias entre el coste de emisión y el valor del dinero)



Acordar los regímenes de tipo de cambio.

9.0.- NECESIDAD DE UN SMI La necesidad de un SMI se deriva de que las transacciones internacionales (comercio, transferencias, inversiones, etc.) se realizan con diferentes monedas nacionales, ligadas por tanto a la realidad económica de cada país y a la confianza que ello genera en los demás, cuyas medidas son los precios relativos o tipos de cambio de cada moneda. Las operaciones entre las monedas que se utilizan como contrapartida de dichas transacciones reales o financieras se realizan en el mercado de cambios. Los diferentes tipos dependen de la oferta y de la demanda de cada moneda, reguladas a su vez por las intervenciones de los diversos bancos centrales que controlan las fluctuaciones de cada divisa. La demanda de cada moneda depende de los extranjeros que desean usarla para comprar o invertir en la economía donde se utilice, mientras que la oferta procede de los agentes nacionales que quieren operar en el exterior. Un descenso del precio de mercado de una moneda es una depreciación; un aumento una apreciación, aunque en una economía o subsistema donde existen tipos de cambio oficiales (es el caso en un régimen de cambios fijos), una bajada se denomina devaluación, mientras la subida se llama revaluación. 10.0.- OBJETIVOS 10.1.- Objetivo General El objetivo del Sistema Monetario Internacional es el de asegurar una cierta estabilidad en los tipos de cambio, por lo tanto no puede basarse en un sistema de cambios flotantes, según el cual el valor de la moneda lo determina sólo el juego de la oferta y la demanda en el mercado de cambio.

10.2.- Objetivos específicos o Reconocer que es un mercado de cambios y ver como los países que comercian con el extranjero pueden registrar un superávit o déficit comercial. o Conocer las reglas elaboradas por los estados para garantizar, con respecto a la moneda, una estabilidad de los cambios. o Ver de qué forma el Sistema Monetario Internacional interviene en la economía de las naciones que lo integran. 11.0.- VENTAJAS Permite a los países miembros el acceso a los recursos del fondo bajo adecuados salvaguardias con el fin de acortar la duración y el grado de desequilibrio de las balanzas de pagos entre sus miembros. 11.1.-PRINCIAPAL VENTAJA Es la estabilidad (inflación, bajas tasas de interés) y la confianza. Un alto nivel de confianza, aunado a las bajas tasas de interés, fomenta la investigación y el crecimiento económico. 12.0.- DESVENTAJAS Hay que tener en cuenta que este sistema, si bien es el más adecuado en los tiempos actuales de constantes flujos y movimientos de dinero y recursos, genera inconvenientes tales como incertidumbre, inestabilidad del tipo de cambio con variaciones hacia arriba o hacia abajo lo que promueve la especulación desestabilizadora de determinados actores como los bancos o países poseedores de recursos estratégicos (caso petróleo). 12.1.- PRINCIPAL DESVENTAJA Es un menor margen de maniobra frente a los choques externos. Un superávit en la balanza de pagos genera presiones inflacionarias y déficit, es decir, recesión.

13.0.- OPCIONES PARA EL FUTURO DEL SMI Son, pues, varias las alternativas propuestas para el futuro orden monetario internacional. La mayoría de ellas permanecen en un ámbito estrictamente académico. Otras se han manifestado ya en el terreno político, aunque sin suscitar aún un apoyo mayoritario. Los hechos, sin embargo, tienden a imponer su ley y no es imposible que nuevos acontecimientos económicos, vinculados o no a la crisis actual, puedan dar un giro importante al SMI. Merece, por tanto, la pena reflexionar, siquiera sea brevemente, sobre las alternativas hasta ahora sugeridas. A) La primera (y más elemental) alternativa consistiría en la continuidad del sistema actual, es decir, dejar las cosas como están y permitir que evolucionen lentamente, al compás de los acontecimientos. Se trata, sin duda, de la solución preferida por Estados Unidos, poder hoy dominante, a quien, como antes se ha visto, conviene mantener su moneda como reserva internacional, aplazar en lo posible la participación de otras divisas (el euro) como referencias alternativas, y evitar la adopción de una moneda internacional, a menos que constituya el único modo de evitar una amenaza real a su hegemonía. Conviene, en definitiva, al Gobierno norteamericano maximizar el señoriaje procedente de la emisión de su moneda, durante el mayor tiempo posible. Desde una perspectiva más amplia y menos nacionalista, no falta quienes aprecian méritos en la actual falta de sistema, es decir, en la convivencia de distintos regímenes cambiarios y diferentes actitudes ante la libertad de movimiento de capital, como se apreció en los Cuadros 1 y 2. Al menos, esta postura de benign neglect, ante la reciente evolución del SMI, parecía mayoritariamente compartida antes de la crisis global de 2007. Para los que defienden esta solución el no sistema ha funcionado razonablemente. Es cierto que no han faltado problemas desde la ruptura del patrón de cambios oro, establecido por los integrantes de la Conferencia de Bretton Woods en 1944. Tras la eliminación, en 1971, del mercado cambiario entre el dólar y el oro (en realidad, ya existía desde 1968 un two-tier system) se produjo un período de vacilaciones: todos los países pretendieron continuar con el anclaje de sus monedas a la divisa norteamericana, pero el esquema resultó imposible. En 1973

se adoptó un sistema generalizado de tipos de cambio flotantes, aunque ello tampoco resultó aceptable para varios Gobiernos, en particular, para los que entonces estaban constituyendo el Mercado Común Europeo. Su adopción de una «serpiente monetaria» y, posteriormente, la creación del SME sirvieron como referencia para otros países emergentes que preferían volver a fijar las paridades cambiarias, hasta desembocar en la actual situación, más arriba descrita. Ciertamente, la ruptura del sistema de Bretton Woods terminó con la disciplina de la convertibilidad y fueron varios, e importantes, los países que se mantuvieron en programas de expansión inflacionaria. En la década de los setenta, Estados Unidos registró la mayor tasa de inflación de su historia, incluidos períodos de guerra. Su lamentable ejemplo fue seguido, e incluso aplicado, por otros países menores. Sin embargo, la década de los ochenta, tras la estabilización de Reagan y el énfasis en políticas de oferta, supuso un retorno generalizado hacia la estabilidad, fervientemente apoyado por Japón y Alemania que constituían, respectivamente, la segunda y tercera economía del mundo. La adopción del euro y la independencia —recién estrenada— de muchos bancos centrales aceleraron el proceso. Ya en el siglo actual, se afirmaba que «en una dimensión importante hemos vuelto exactamente a aquellos principios que fueron eliminados desde el fin de la primera década del Siglo XX hasta comienzos de la última», en clara referencia a la estabilidad aportada por el patrón oro hasta 1914 y, comparativamente, a la generada a partir de los años ochenta. Si tal era la situación, ¿por qué modificar el «no-sistema»? Naturalmente, las cosas han cambiado con la crisis de 2007, tras la cual no es posible seguir hablando de una estabilidad inherente al esquema actual. El número de académicos y políticos que abogan por una estrategia de simple continuismo ha disminuido apreciablemente, y son varias las alternativas que sugieren o que, al menos, parecen abrir otras vías de reflexión y análisis. Vías que no siempre resultan nuevas, aunque aparecen ahora matizadas con originales aportaciones. B) En una celebrada conferencia, pronunciada en St. Vicent College (Letrobe, Pa.) ante la Gold Standard League, Robert Mundell (1997) había sugerido ya que el oro pasara a desempeñar, nuevamente, una función en el Sistema Monetario Internacional,

aunque la naturaleza de esa función no habría de coincidir exactamente con la que el noble metal ejerció hasta su abandono definitivo como activo monetario en 1971. Al respecto, Mundell señalaba que, ya en los umbrales del Siglo XXI, el oro constituía todavía una parte importante de las reservas de los bancos centrales del mundo. Suponía, de hecho, el principal componente de tales reservas, tras los saldos en dólares americanos. Todavía hoy, el volumen de oro acumulado por los bancos centrales y los organismos monetarios internacionales (1.000 millones de onzas) apenas difiere del existente a principios de la década de los setenta, a pesar de que, desde entonces, se registraron ventas ocasionales por parte de tales instituciones. ¿Por qué no reincorporarlo al sistema? Para Mundell, el patrón oro, desde su triunfo definitivo sobre el bimetalismo (1870), había constituido un sistema monetario altamente eficiente. A su amparo, el mundo conoció una era de gran desarrollo. El sistema proporcionó una base de certidumbre al comercio internacional y, con ella, una tasa apreciable de crecimiento global, con alto nivel de empleo y sensible estabilidad en precios. La libre movilidad de capitales fue casi absoluta, dada la certeza del valor de las distintas monedas acuñadas y de los resguardos de oro emitidos. El sistema se rompió al estallar la Primera Guerra Mundial (1914) por la financiación inflacionaria de las operaciones bélicas. Parcialmente restaurado en los años veinte, aunque ya en una nueva cultura económica, fue de nuevo abandonado en la década siguiente. Desde 1944, el oro volvió a adquirir cierto protagonismo monetario como anclaje último del dólar y, por lo tanto, del llamado «patrón de cambios oro», hasta su abandono definitivo a principios de los setenta. Cabe ciertamente preguntarse si las grandes inflaciones de activos, registradas en el transcurso del Siglo XXI (valores asociados a las tecnologías de información y comunicaciones, así como la posterior burbuja inmobiliaria) habrían sido posibles bajo un sistema amparado por el oro. Como corolario, habría de aceptarse que la crisis subprime y sus secuelas de recesión, desempleo y déficit públicos, nunca habrían tenido lugar. Las propuestas de la «Gold Standard League» cobrarían, pues, nueva actualidad. En sentido opuesto, Milton Friedman adujo en 2001 (como venía haciéndolo desde 1962) que cualquier posible retorno al patrón oro

no era deseable ni viable, y sus argumentos deben también ser considerados, incluso después de la crisis actual. Un retorno al oro no sería, a su juicio, deseable por su alto coste, en términos de recursos destinados a la producción del mismo. Tampoco resultaría viable, porque exigiría un cambio muy profundo en el orden cultural e institucional. A principios del Siglo XX, bajo el patrón oro, los gastos públicos no representaban más del 10 por 100 del PIB mundial y los Gobiernos ejercían un control muy débil sobre las economías nacionales. Hoy, el gasto público supone más del 40 por 100 del PIB en grandes áreas del planeta, los Gobiernos intervienen enérgicamente en la economía, y los ciudadanos —mucho más demandantes de actuaciones públicas— dan por sentado que la provisión de liquidez pertenece al área de responsabilidad de los bancos centrales, no al de las compañías mineras. La propuesta de Mundell acepta estas observaciones de Friedman, pero insiste en que el oro debe ejercer un papel moderador de la política monetaria a nivel internacional. Está, en su opinión, generalmente reconocido que las variaciones en el precio del oro constituyen un indicador adelantado y fiable, tanto de los fuertes excesos de liquidez como de sus inevitables consecuencias, en términos de grandes movimientos inflacionarios. De alguna forma, el precio del oro debería, pues, integrarse en la función objetivo de los bancos emisores de moneda de referencia, o en la de aquellas instituciones que en el futuro puedan actuar como fuente creadora de dinero internacional. De cualquier modo —concluía Mundell— el oro será parte de la estructura del sistema monetario internacional del Siglo XXI, aunque hayan de atribuírsele funciones distintas a las que desempeñó hasta principios de la centuria anterior. Quede, pues, abierta la reflexión. C) Lejos de aceptar un retorno al oro (cualquiera que sea su nueva misión), aunque igualmente disconformes con la situación actual, otros economistas se declaran partidarios de una nueva conferencia internacional (Bretton Woods II) que asegure la estabilidad monetaria global, restableciendo algunos de los elementos básicos del diseño alcanzado al término de la Segunda Guerra Mundial. Los recientes episodios de crisis, extremadamente graves, abonarían —en su opinión— tal propuesta, siempre que la conferencia fuera convocada con una decidida

intención de reforma. A tal efecto, se señala que el abandono de la paridad oro/dólar por parte de la Administración Nixon, en agosto de 1971, no tenía por qué haber supuesto una ruptura en el resto del esquema de Bretton Woods. De hecho, y tras una breve crisis de desconcierto, todos los países volvieron a establecer tipos de cambio fijos respecto al dólar en diciembre del mismo año, aunque la moneda norteamericana hubiera perdido ya su anclaje con el oro. El llamado patrón de cambios oro fue, por tanto, sustituido por un patrón dólar en sentido estricto, sin alterar los restantes acuerdos de 1944, ni modificar la misión, atribuciones o recursos del Fondo Monetario Internacional, como institución central del sistema. Este nuevo esquema se rompió en junio de 1973 por los desacuerdos entre Estados Unidos y Europa respecto a la tasa de inflación deseable o admisible. En efecto, para financiar la guerra de Vietnam, Estados Unidos estaba dispuesto a admitir tasas inflacionarias que más tarde llegaron a superar los dos dígitos. Por su parte, los países europeos se sentían incómodos con tales tasas de inflación, a la vez que exigían paridades estables, para constituir un Mercado Común en el que las posiciones competitivas no se vieran alteradas por modificaciones de tipos de cambio. Conscientes de que vincular todas sus monedas al dólar implicaba importar la tasa de inflación americana, prefirieron romper sus vínculos cambiarios con Estados Unidos y usar sus propios esquemas. Pero —argumentan los partidarios de un nuevo Bretton Woods— la ruptura del sistema no era necesaria. El patrón dólar podía haberse mantenido si Estados Unidos, como emisores de la moneda de reserva, hubieran aplicado una política monetaria menos permisiva (como, de hecho, llevaron a cabo pocos años después), o si los países europeos hubieran aceptado una tasa de inflación algo mayor. En todo caso, nunca hubiera sido tan alta como la que experimentaron en los años siguientes a la ruptura del acuerdo. Restablecer un sistema de paridades constantes (o fijas, pero ajustables) tendría, según los partidarios de un nuevo Bretton Woods, ventajas sustanciales, siempre que el emisor de la moneda de referencia aceptara unos criterios mínimos de estabilidad en su política monetaria, condición que —insisten— debería incorporarse al nuevo acuerdo con la máxima claridad

En un abierto enfrentamiento dialéctico con Mundell, casi 50 años después de su propuesta inicial, Milton Friedman (2001) subrayaba que la ruptura del sistema de Bretton Woods no había sido casual, ni provocada por factores accidentales en el comportamiento económico de los distintos países. Fue, en su opinión, debida a intensas fuerzas tendenciales, tanto en el orden económico como en el político. No tendría, por tanto, ningún sentido tratar de restablecer el esquema de Bretton Woods, ni siquiera en versión revisada. En palabras de Friedman, «bajo el esquema diseñado en 1944, diversos países trataron de utilizar el impuesto inflacionario como instrumento de financiación del desarrollo económico. Fueron impulsados a ello por el hecho de que, en un mundo de tipos de cambio fijos, todo Gobierno puede beneficiarse de una excesiva expansión doméstica, tal actuación continuarán mientras los otros países estén dispuestos a aceptar la moneda del infractor a una tasa cambiaria constante. La evidente facilidad para posponer el evil day hasta después de las siguientes elecciones, supone un incentivo para cualquier político profesional». De acuerdo con este argumento —en modo alguno desdeñable— la principal ventaja de generalizar, y aún de imponer, una flexibilidad completa de los tipos de cambio estribaría en que, bajo tal esquema, todo país experimentaría los beneficios y los costes sociales de su propia política monetaria, sin penalizar indebidamente a los demás, lo que reduciría seriamente la posibilidad de conflictos globales. En la disyuntiva entre estabilizar los precios internos o estabilizar los tipos de cambio, todos los Gobiernos habrían de optar por lo primero, para evitar efectos de spillover sobre los demás. De cualquier forma, si todos actuaran con suficiente prudencia monetaria, los propios mercados cambiarios generarían paridades estables; en caso contrario, los infractores resultarían inmediatamente penalizados con una depreciación de su moneda y con los efectos sociales negativos que de ella se derivan. Ciertamente, las paridades fijas reducen los costes de transacción cambiarias y, en ese sentido, facilitan tanto el comercio como los movimientos internacionales de capital, en mayor medida que las paridades flotantes. Los defensores de un sistema de flotación generalizada subrayan, sin embargo, que los tipos de cambio artificialmente fijados

incrementan la frecuencia e intensidad de crisis financieras internacionales, a la vez que dificultan el ajuste de distintos países ante shocks asimétricos, tendiendo a perpetuar desequilibrios de balanza de pagos. De nuevo, en palabras de Milton Friedman, «si los precios (y salarios) internos tuvieran la misma flexibilidad potencial que los tipos de cambio, no habría ninguna diferencia entre ajustes internos o modificaciones cambiarias. Pero tal condición no se da. Los tipos de cambio son potencialmente mucho más flexibles y por tanto más convenientes como mecanismo de ajuste, al igual que cambiar la hora oficial (lo hacemos dos veces al año) resulta más eficaz que persuadir a todos los ciudadanos para que modifiquen sus horarios de trabajo y descanso». En todo caso, nótese que, para que el esquema de flexibilización generalizada funcionase en su integridad, se requeriría también un acuerdo internacional (en Bretton Woods u otro lugar) que permitiera a los bancos centrales cualquier tipo de actuación, excepto la intervención en los mercados cambiarios, es decir, lo opuesto a un currency board o a cualquier otro esquema de hard peg. En ausencia de tal acuerdo mundial, nada podrá impedir, por ejemplo, que China y otros países continúen manipulando el tipo de cambio y generando aquellos desequilibrios permanentes que están en la base de todas las crisis financieras internacionales registradas en las últimas décadas. E) Entre las alternativas teóricas de reforma restaría, por último, la aspiración —tantas veces planteada— de crear una moneda mundial de reserva, distinta de cualquiera de las divisas nacionales utilizadas hasta ahora, y puesta en circulación por el Fondo Monetario Internacional, a modo de banco emisor global. A este respecto, recuerda Mundell (1997) que ya propuestas de este tipo fueron barajadas en la propia conferencia de Bretton Woods. En efecto, a principios de 1944 Franklin D. Roosevelt dio instrucciones a Henry Morgenthau (entonces secretario del Tesoro) para iniciar «planes orientados a la implantación de una moneda internacional después de la guerra». Tras la apertura de la conferencia, en New Hampshire, Harry Dexter White y los técnicos de la Tesorería norteamericana presentaron un programa que incluía la creación de una moneda mundial, denominada UNITAS. En Londres, Lord Keynes había diseñado un plan paralelo, tendente a emitir una moneda

global, vinculada al oro y denominada BANCOR. En Bretton Wood, la delegación británica mantuvo y defendió esta propuesta, pero los norteamericanos habían abandonado ya la idea, e impusieron la utilización del dólar, guiados por un interés nacional en capturar el señoriaje inherente a la emisión de la reserva mundial poniendo, a través de ella, un coste a los restantes miembros del sistema. Las ventajas de Tras la ruptura del esquema, en 1971, economistas franceses intentaron resucitar la propuesta en el ámbito académico. Más recientemente (tras la crisis de 2007), el Gobierno chino ha contestado a las acusaciones de manipulación del tipo de cambio del renminbi, argumentando que los fuertes desequilibrios de balanzas de pagos no se deben, en realidad, a las intervenciones cambiarias de su banco central, sino a un exceso de gasto interno norteamericano. Un gasto que —en su apreciación— ha llegado a alcanzar proporciones exageradas, al amparo de la emisión de dólares como activo de reserva. La creación de una nueva moneda internacional respondería, pues, no sólo a una distribución más equitativa del señoriaje, ni sólo a una generación de liquidez más acorde con parámetros económicos globales, sino también a criterios de estabilidad y equilibrio de balanzas de pagos. En su discurso ante la reunión anual del comité de Bretton Woods (26 febrero 2010) el director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn, subrayó que durante la crisis de 2007 varios países emergentes no habían podido encontrar en el FMI el amparo de un «prestamista de última instancia», por lo que habían tenido que dirigirse a la Reserva federal norteamericana o a otros bancos centrales para realizar los correspondientes swaps. El Fondo debería, en su opinión, jugar inmediatamente un papel más activo en la provisión de liquidez internacional. A largo plazo, sin embargo, el problema no es determinar la misión y recursos del FMI, sino dilucidar en qué medida se necesita un nuevo activo de reserva global. La creación de una moneda mundial plantearía obvios problemas, no sólo en cuanto a la distribución del señoriaje, sino en cuanto a la gobernabilidad de la entidad emisora y la toma de decisiones relativas a la política monetaria global. «Pero algún día —concluyó Strauss Kahn— el Fondo puede ser llamado a proporcionar ese activo, similar en algunos aspectos al DEG, aunque con importantes

diferencias en otros extremos. Todavía no ha llegado la hora, pero estimo que explorar tal idea resulta intelectualmente sano». Entre los escépticos a este proyecto, se subraya que el mundo está muy lejos de responder al modelo de un área monetaria óptima, de acuerdo con los parámetros que definen tal situación ideal. Los 186 países que integran el FMI tienen estructuras económicas muy distintas y son proclives a shocks de diversa intensidad. Muy pocos de ellos gozan de una razonable flexibilidad en precios y salarios. Por lo demás, no existe perfecta movilidad de personas y capitales, ni se dispone de políticas fiscales coordinadas. La experiencia del euro ha demostrado que una moneda única requiere una estrecha interrelación política, que el mundo está muy lejos de alcanzar. Paul Volcker señala que «una economía global necesita una moneda global», pero es muy probable que tal moneda necesite, a su vez, un Gobierno mundial o, al menos, un acuerdo político de alcance planetario. De nuevo es Mundell (2001) quien aporta una solución de ruptura, al proponer una moneda mundial, aunque no necesariamente (o no por el momento) una moneda mundial única. Podría, en su opinión, establecerse un régimen de hard peg entre las tres monedas dominantes (dólar, euro y yen) y utilizar una unidad, por ellas integrada, como plataforma para lanzar una futura moneda mundial, bajo los auspicios de la Junta de gobernadores del FMI. La propuesta, basada en otra previa (1968), incluiría una moneda mundial (denominada INTOR), pero los países podrían usar su propia moneda nacional, como subdivisión de aquella, en las transacciones internas. Por supuesto, los tipos de cambio serían fijados al intor siguiendo los principios de un auténtico currency board. El intor y las moneda nacionales circularían en cada país, a condición de que las emisiones de estas últimas no fueran superiores a una determinada proporción (quizá 75 por 100) del total. Al menos en sus comienzos, el esquema de Mundell no sería obligatorio, pero los países que se integraran en el mismo habrían de mantener disciplina monetaria y fiscal. Si no lo lograran, podrían optar por abandonar el sistema, aunque en tal caso habrían de sufrir las inevitables consecuencias de inestabilidad monetaria y tipos de interés más altos para su deuda exterior. Ciertamente, el mundo se encuentra lejos de la unidad monetaria reclamada por

la economía global, pero quizá convendría, como mínimo, seguir profundizando en

reflexiones

tendentes

a

ello.

Serían

—ya

lo

decía

Strauss-Kahn—

«intelectualmente sanas». Salvo que una nueva crisis —o fuerte agravamiento de la actual— estimule ideas de ruptura, como algunas de las hasta aquí expuestas, parece más razonable esperar una evolución pausada en la estructura del SMI, de acuerdo con tendencias ya hoy observables. En muchos ámbitos financieros se ha impuesto la clara conciencia de que existen demasiadas monedas en el mundo. Un número reducido de ellas ha desaparecido ya, mediante el fenómeno de la dolarización en el área latinoamericana. Por el mismo motivo, podría, quizá, pensarse en una gradual «eurización» de países mediterráneos o africanos, y no son escasas las voces alzadas a favor de una cierta integración monetaria asiática. Entre las monedas subsistentes (todavía en número apreciable), Eichengreen y Razo-García señalan que, a medida que la movilidad de capitales se imponga, serán cada vez más los países que abandonen el régimen intermedio de soft pegs o flotación sucia, en cualquiera de sus versiones. Los países avanzados han abandonado en masa ese sistema, pero los emergentes, o las economías en vías de desarrollo, tardarán algo más (quizá 20 años) en lograr una situación equivalente a la de aquéllos. Después de todo, la libertad de movimientos de capital requiere tiempo y esfuerzo para construir sólidas entidades financieras e instituciones apropiadas de supervisión bancaria, aunque, en ambos sentidos, los países en desarrollo hayan registrado avances graduales en años recientes, mientras las economías del primer mundo evidenciaban algunas deficiencias, antes insospechadas. Una vez agotados los movimientos de dolarización o eurización, ¿hacia cuál de los extremos (paridades flexibles o hard pegs) se producirá ese movimiento gradual? Muy probablemente hacia el modelo de plena flotación cambiaria adoptado por las economías avanzadas. Sólo cuando, además de sólidas instituciones domésticas, se disponga de firme voluntad de integración política, será posible abandonar las monedas nacionales en favor de una divisa común. Quizá el desarrollo futuro de la UME pueda servir de guía para ello.

14.0.- CONCLUSIONES Como bien se desprende del trabajo realizado el Sistema Monetario es el conjunto de instituciones, normas y acuerdos que regulan la actividad comercial y financiera de carácter internacional entre los países. Asimismo, se encarga de regular los pagos y cobros derivados de las transacciones económicas internacionales. Su objetivo principal es generar la liquidez monetaria (mediante reserva de oro, materias primas, activos financieros de algún país, activos financieros supranacionales, etc,) para que los negocios internacionales, y por tanto las contrapartidas de pagos y cobros en distintas monedas nacionales o divisas, se desarrollen en forma fluida. A través de la historia el sistema monetario ha ido evolucionando por llamarlo de alguna manera, en pro de la mejoría de las actividades comerciales y financieras de carácter internacional, esto con el fin de buscar la estabilidad que todo negociante quisiera lograr. 15.0.- BIBLIOGRAFIA 

Díez de Castro, Luis T. Mercados financieros internacionales. Editorial Dykinson S.L.



Alejandro Gómez Tamez, Centro de información y estudios económicos colección de apuntes de economía y finanzas, HISTORIA DEL SISTEMA MONETARIO INTERNACIONAL, No. 5, Abril de 2008.



STRAUSS-KAHN, D. (2010): «An IMF for the 21 Century», Bretton Woods Committee, Annual Meeting, 26 de febrero.



EICHENGREEN, B. y RAZO-GARCÍA, R. (2005): «The International Monetary System in the Last (and Next) 20 Years», paper presented at the meeting of the 20th anniversary of Economic Policy



MUNDELL, R. (2002): «The International Monetary System at the Beginning of the New Millenium», Department of Economics, Columbia University, N.Y., marzo.



ALESINA, A. y WAGNER, A. (2003): «Choosing (and Reneging on) Exchange Rate Regimes», NBER Working Paper 9809.