Sin Novedades en El Frente

Sin novedades en el frente. Reseña de Los montoneros del barrio, de Javier Salcedo. EDUNTREF, Buenos Aires, 2011. Guido

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Sin novedades en el frente. Reseña de Los montoneros del barrio, de Javier Salcedo. EDUNTREF, Buenos Aires, 2011. Guido Lissandrello. Centro de Estudios e Investigación en Ciencias Sociales (CEICS) A fines del año pasado, la editorial de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) editó la tesis de maestría y de doctorado de Javier Salcedo, bajo el título de Los montoneros del barrio, dentro de la colección “Estudios de Historia del Peronismo” que dirige Samuel Amaral. Un estudio de caso “que pretende reflejar las formas de inserción de masas de la Organización Montoneros en el conurbano bonaerense […] focalizado en el distrito de Moreno.” (p. 9). A partir de él, el autor pretende explicar la contradicción intrínseca que habría existido entre una conducción marxista leninista y sus bases peronistas. En tal sentido, intenta “esclarecer las razones que llevaron a un grupo de jóvenes, obreros en su mayoría, y a otros militantes peronistas de una generación anterior, a sumarse a una organización guerrillera que no surgía del peronismo, sino que lo adoptaba como identidad política.” (p. 17). De este modo, la militancia barrial de Montoneros tiene como objetivo discutir dos cuestiones fundamentales: la estrategia y el programa que desarrolló dicha organización. Sin embargo, la investigación presentada está cargada de lugares comunes y prejuicios y un déficit metodológico serio, que impiden un acercamiento al conocimiento real del programa y de la estrategia de Montoneros. ¿Marxismo revolucionario o reformismo peronista? En lo primeros capítulos (2, 3 y 4) el autor se detiene en el surgimiento del núcleo montonero en Moreno, constituido sobre la base de la militancia de la seccional regional de la Asociación Obrera Textil (AOT), la Juventud Peronista de Combate (JPC), los “jóvenes revolucionarios, estudiantes o profesionales de clase media”, y la Central de Operaciones de la Resistencia (COR). Luego, discute con una tesis muy arraigada en la historiografía, y que hoy en día ocupa un lugar importante en el sentido común de la etapa: que las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), portando una naturaleza revolucionaria, habrían arrastrado detrás de ese programa a Montoneros. Salcedo sostiene que “el establecimiento de la construcción nacional del socialismo, con ‘la supresión de la propiedad privada de los medios de producción y la planificación de la economía’ estaban en la táctica y la estrategia de la Conducción de Montoneros desde mucho antes de la fusión con FAR.” (p.190). De este modo, habría portado un programa marxista-revolucionario que compartiría, o por lo menos no discutiría, con las FAR. El problema aquí es fundamentalmente metodológico. En efecto, la pregunta central en este punto es ¿cómo se determina la naturaleza de un programa político? Salcedo la resuelve con la lectura de sólo tres documentos orgánicos de Montoneros (“Línea político militar” de 1971, “Boletín interno nº1” de 1973 y “Charla de la Conducción Nacional ante las agrupaciones de los Frentes” de 1973) y entrevistas a ex militantes, que son privilegiadas por sobre los documentos. En primer término, se verifica un déficit documental grave en el caso de una organización de la que se conoce un importante acervo de fuentes de fácil acceso para los investigadores. Tres documentos elegidos azarosamente no permiten la clarificación del programa montonero. En segundo término, y más importante aún, la cuestión programática no se resuelve sólo en el plano prescriptivo, es decir, en lo que los propios sujetos dicen de si mismos. Toda

investigación requiere por parte del científico que la emprende, la reconstrucción de la unidad dialéctica entre la palabra y la acción concreta de los sujetos. Dicho de otro modo, contrastar aquello que se dice con aquello que efectivamente se hace. En ese sentido, nada nos dice sobre el programa de Montoneros palabras como “socialismo nacional” o “destrucción de la propiedad privada”. La tarea del investigador radica en reconstruir lo que detrás de esas palabras se oculta, y ello sólo se ve en el terreno de la práctica concreta. En tal sentido, el análisis de los posicionamientos políticos de Montoneros y el desarrollo de su Juventud Trabajadora Peronista (frente sindical) ante el Pacto Social contradicen el carácter revolucionario.1 Si bien faltan investigaciones concluyentes, no parece haber en la fusión FARMontoneros una hegemonía programática de la primera por sobre la segunda, esto no implica que ambas fuerzas hayan sido revolucionarias y que su fusión haya fortalecido ese programa.2 Padre hay uno sólo. En el marco de la discusión en torno al carácter revolucionario de Montoneros, Salcedo señala que la organización buscaba disputar la conducción del Movimiento Peronista a Perón, y que con este fin trazó una alianza táctica y coyuntural para acercarse a su base peronista, hegemonizar a fracciones de la clase obrera y avanzar en la construcción del “socialismo nacional”. En este punto, hace suyos los argumentos esbozados en las rupturas de la Juventud Peronista Lealtad y de Soldados de Perón respecto de Montoneros en el barrio de Moreno, donde se pone en discusión la relación PerónMontoneros. En este sentido, define a Montoneros como una organización que practicó el “sustituismo”, lo cual “implica que el delegado [Montoneros] abandona, o no ha tenido más allá de las declamaciones, las ideas y anhelos [el peronismo] de quienes han dado la delegación [la clase obrera]. Las cambia por otras [el socialismo nacional] pero sigue asumiendo la representación delegado” (p. 25) Sin embargo, una lectura atenta de los documentos y del accionar desplegado por Montoneros demuestra que la conducción de Perón no fue puesta en discusión, sino que lo que se buscó fue garantizar la hegemonía de los trabajadores dentro del Movimiento Peronista. Y ese Movimiento requería como condición sine qua non la presencia de la burguesía nacional y el liderazgo de su viejo conductor, que condensaba en su propia persona las fuerzas que movilizarían la “Reconstrucción nacional” (el famoso retorno al 1

Sobre este punto no podemos extendernos por cuestiones de espacio en esta reseña. Sin embargo, es menester aclarar que Montoneros no enfrentó al Pacto Social por su naturaleza, sino que intentó establecer en él ciertas modificaciones que permitieran una alianza real entre clase obrera y burguesía nacional. Véase Lissandrello, Guido: “¿Existió una izquierda peronista? Un análisis de la Juventud Trabajadora Peronista”, en El Aromo nº 62, noviembre-diciembre de 2011. 2 Investigaciones recientes han puesto en evidencia la adhesión de las FAR a posiciones cercanas al peronismo de izquierda, durante la década del ’60. Asimismo, se ha verificado la coincidencia programática entre el Partido Comunista (PC) y el Movimiento de Liberación Nacional (MLN-Malena), en función de la lucha antimperialista, el nacionalismo de izquierda y la necesidad de la construcción de una alianza con fracciones de la burguesía nacional. Estos aspectos programáticos se encontrarían posteriormente en Montoneros. Sobre las FAR, véase de González Canosa, Mora: “En torno a los orígenes de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias). Una revisión de la escasa bibliografía sobre el tema y algunas líneas de análisis para su indagación”, XI° Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia, UNT, San Miguel de Tucumán, septiembre de 2007 y “Los antecedentes de las ‘Fuerzas Armadas Revolucionarias’. Acerca del itinerario político ideológico de uno de sus grupos fundadores”, III Jornadas sobre la política en Buenos Aires en el siglo XX, CISH - Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación – UNLP, La Plata, 28 y 29 de agosto de 2008; sobre el MLN Pacheco, Julieta: El MLNMALENA y la construcción del programa de liberación nacional (1955-1969), tesis de Licenciatura en Historia, Facultad de Filosofía y Letras-UBA, defendida el 10 de agosto de 2010.

’45) en transito hacia la definitiva “Liberación Nacional”. No se trató de ningún modo de un simple oportunismo o “paracaidismo”, sino que era una alianza consecuente con un programa político que asumía la existencia de potencial revolucionario en la fracción nacional de la burguesía. En todo ese proceso, Montoneros no se presentaba como dirección. Incluso aún con la muerte de Perón, la propia organización vaciló un tiempo, al punto de apoyar a Isabel, y terminó formando su propio Movimiento Peronista Auténtico (MPA), bajo el diagnóstico de que el viejo Movimiento estaba totalmente copado por la burocracia vandorista y ya no representaba la esencia del peronismo. Durante toda la existencia de Montoneros, se mantuvo la idea directriz de llevar adelante las banderas del peronismo. Foquismo, militarismo e inserción de masas. Salcedo se introduce también en el tema de la estrategia montonera. En este punto, el autor se mantiene preso del sentido común y no hace más que reproducir viejas caracterizaciones sin ningún sustento empírico. Su tesis central es que Montoneros era una organización militarista que privilegió el frente militar por sobre el conjunto de frentes de superficie (JTP, JP, MVP, JUP, UES, Rama Femenina). Desde su perspectiva, “al menos en su conducción y [en] una parte importante de sus cuadros principales, todo era medido en un escenario de guerra. El militarismo fue, desde el inicio y no desde septiembre de 1974, una de las tres patas de Montoneros” (p. 179). Asimismo, siendo una organización foquista, habría apelado a “la utilización de hechos de propaganda armada como continuidad del aramburazo en el ámbito local, para ganar la simpatía de los grupos a integrar o captar” (p. 109). De este modo, la colocación de una bomba casera (caño en el lenguaje de la época) en las oficinas del supermercado Premar de Moreno, sería una prueba de esta práctica foquista. En este punto, equiparando foquismo y militarismo, Salcedo, reproduce los peores vicios de una línea historiográfica que tiende a ver en toda organización cuyos militantes portan armas, un “foco”, una “guerrilla” o una “desviación militarista”. A partir de este presupuesto, sostiene que, preocupado por lo militar, Montoneros habría desestimado toda salida democrática: el “luche y vuelve” se habría impulsado creyendo que la apertura democrática nunca se concretaría, las tomas del año ’73 habrían sido destinadas a desestabilizar al gobierno de Cámpora (del que, vale recordar, Montoneros se asumía como parte) y la Conducción Nacional no habría asumido cargos políticos porque desestimaba la participación política. Con estos argumentos desorbitantes, concluye que Montoneros rechazó la “partidocracia liberal” y que se guió bajo el criterio de “Cuanto peor, mejor” (sic). En segundo término, diluye la inserción de masas al atender sólo a la cuestión militar o presuponer que por la vía armada se nutrían los frentes de masas. Vayamos por partes. La cuestión del foquismo, particularmente en Montoneros, es espinosa. En principio, requiere una correcta definición. Entendemos bajo ese concepto una estrategia de acumulación de poder político-militar a partir de un núcleo armado, que tiene como condiciones de posibilidad la existencia de sociedades con burguesías nacionales débiles, una importante base campesina y un Estado incapaz de desplegar eficazmente su aparato represivo en la totalidad del terreno. 3 En tal sentido, el ajusticiamiento de Aramburu parecería explicarse mejor bajo el concepto de terrorismo 3

Sobre el concepto de foquismo véase Grenat, Stella: “Armas y revolución en la Argentina”, Razón y Revolución n° 19, Ediciones ryr, Segundo Semestre de 2009, p. 167-197; también puede verse el siguiente texto donde se analiza particularmente el caso cubano bajo la definición de foquismo: Grenat, Stella: Una espada sin cabeza. Las FAL y la construcción del partido revolucionario en los ’70, Ediciones RyR, Buenos Aires, 2010.

en el sentido clásico: donde el objetivo es la eliminación individual de un miembro del régimen para solucionar un problema político general.4 Vale recordar que el nombre de Aramburu sonaba como posibilidad ante la apertura democrática. Recién en el marco del recrudecimiento de la ofensiva represiva y de la agudización de la lucha interna del peronismo durante el ’74 y el ’75, Montoneros parecería adoptar una práctica foquista que se habría asumido como táctica válida para ejercer presión en pos de una estrategia político-electoral. Esto nos lleva a plantear la necesidad de estudiar cada acción militar en concreto, antes de avanzar en definiciones generales. En cuanto a la participación electoral, Montoneros nunca la desechó, sino que privilegió la campaña del “luche y vuelve”, desarrolló en el ’73 una campaña de afiliación masiva para “institucionalizar” el Movimiento Peronista y, en momentos tan álgidos de la lucha de clases como fue 1975, previendo una salida electoral, creó el Partido Peronista Auténtico5. En cuanto a los frentes de masas, estos jamás tendieron a la “militarización”, sino que, por el contrario, gozaron de un importante desarrollo. La JTP fue un fiel exponente de esta línea dado que permitiría garantizar la hegemonía de los trabajadores en el conjunto del Movimiento (siempre bajo el liderazgo de Perón). Por medio de este frente, Montoneros ganó presencia en gremios importantes como la UOM, la UOCRA, la UF, el SMATA y tantos otros, erigiéndose en una importante dirección de fracciones peronistas de la clase obrera que comenzaban a cuestionar a sus direcciones burocráticas, aún sin romper con el reformismo.6 De hecho, en un momento tan tardío como 1975 la apuesta sindical fue redoblada con la creación del Bloque Sindical del Peronismo Auténtico, organismo de remplazo de la JTP en el marco del nuevo Movimiento Peronista Auténtico. El científico ausente Como puede apreciarse, el trabajo de Salcedo dista de ser un aporte sustantivo a la historiografía de los ’70. Si bien su investigación apunta al esclarecimiento del programa y la estrategia de Montoneros, la resolución de la misma es deficiente. Partiendo de una metodología débil, donde priman los testimonios orales por sobre los documentos escritos y donde está completamente ausente la contrastación con el accionar concreto de la organización, el autor no hace más que reproducir las ideas más arraigadas en el sentido común. Extrapolando un estudio de caso, acotado al barrio de Moreno, Montoneros es presentado como una organización revolucionaria marxistaleninista, que se instituye como vanguardia de la clase obrera y que, para avanzar en la construcción del socialismo nacional, se infiltra en el peronismo y enfrenta a su líder. Para ello, iniciaría la construcción de un foco que, por medio de acciones armadas, permitiría el despertar de la conciencia dormida de las masas. Los frentes de superficie, en ese marco, no tendrían más que una existencia testimonial o funcionarían como órganos de reclutamiento para el frente militar. No se presentan, sin embargo, argumentos empíricos sólidos que sostengan esas afirmaciones y, en consecuencia, se 4

Véase Trostky, León: “La posición marxista acerca del terrorismo individual”, en: http://www.marxists.org/espanol/trotsky/terrorismo.htm#1 5 “La batalla político-electoral del Peronismo Auténtico”, en Evita Montonera n° 3, marzo de 1975, pp. 18-21 y Conducción Nacional: “‘Ante la más grave crisis de la historia argentina esta es la única solución’”, en Baschetti, Roberto: Documentos 1973-1976: De la ruptura al golpe, Volumen II, Buenos Aires, 1999, p. 518-523 6 Sobre la participación preponderante de Montoneros en las Coordinadoras Interfabriles de Junio y Julio de 1975, que ponen en evidencia su grado de inserción en la clase obrera, véase: Löbbe, Héctor: La guerrilla fabril. Izquierda y clase obrera en la Coordinadora de Zona Norte del Gran Buenos Aires (1975 - 1976), Ediciones ryr, Buenos Aires, 2006.

cae en la reproducción de los peores prejuicios del sentido común. De este modo, el principal error de Salcedo es caracterizar que Montoneros es una organización marxista, antidemocrática, concentrada en una práctica militar aislada de las masas. Se pierden de vista así los aspectos centrales de la experiencia montonera: el desarrollo de un programa reformista que aspiraba a la recuperación de la democracia burguesa del ’45, y el despliegue de una estrategia que contemplaba tanto la práctica armada como la construcción de frentes de masas, apelando sólo al foquismo como táctica coyuntural para presionar en pos de una salida democrática.