Sherloc Holmes y El Cadaver de La Cantera

SHERLOCK HOLMES Y EL CADAVER DE LA CANTERA “Es un completo misterio para mí, Sr. Holmes”, dijo el inspector Tobías Gregs

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SHERLOCK HOLMES Y EL CADAVER DE LA CANTERA “Es un completo misterio para mí, Sr. Holmes”, dijo el inspector Tobías Gregson. “Nelson fue encontrado en la vieja cantera de roca caliza, en un pequeño cuarto que estaba cerrado con llave desde el exterior. Muerto, pero sin un solo moretón, herida o marca en él”. “Ciertamente, es algo muy curioso”, respondió Sherlock Holmes, “pero sin lugar a dudas, es un caso de homicidio”. “Eso es lo que creo yo también”. El Inspector Gregson, el oficial alto y rubio de Scotland Yard, abrió su libreta de apuntes sobre su rodilla y tanto él como Holmes comenzaron a revisar las notas del inspector en nuestra sala del 221B de la calle Baker. Holmes siempre consideró a Gregson como el más inteligente de los inspectores del Scotland Yard y la colaboración entre ambos estaba marcada por un respeto mutuo, muchas veces ausente en los asuntos que Holmes trataba con el archirival de Gregson en el Yard, el inspector Le Strade. “Nelson era uno de los últimos empleados que quedaban en la cantera, Sr. Holmes. Estaban haciendo un recorte de personal y uno de los empleados iba a ser despedido. Nelson o…” revisó su libreta de apuntes…”uno de sus compañeros de trabajo, Mark Leonard o Daniel Murphy”. “Ha hablado ya usted con Leonard y Murphy?”, preguntó Holmes. “Por supuesto”, contestó Gregson. “Estuvimos en el departamento de Leonard esta mañana. ¡Tiene serpientes ahí!”. Un gesto de disgusto sacudió los hombros de Gregson. “¡La banda de lunares, Holmes!”. Exclamé yo. Holmes me ignoró por completo. “Qué sabe de Murphy?” “Además de trabajar en la cantera, maneja un negocio bastante peculiar desde su casa”, dijo el inspector Gregson. “Cuando lo fuimos a ver, encontramos ahí seis botellas de ácido acético glacial. Las botellas tenían una capacidad de un litro cada una”. “Acido acético glacial…”, dijo Holmes, mientras se recostaba sobre el respaldo de su silla. “Peligroso y bastante corrosivo para la piel humana. Sin embargo, a veces se utiliza para eliminar verrugas y lunares”. “Muy cierto”, dijo sorprendido el Inspector. “Tenía un letrero en su puerta que indicaba justo esto: eliminación de lunares y verrugas”. “Supone que Murphy le tiro ácido acético al pobre hombre?” dije yo. Holmes me miró con exasperación. “Mi querido Watson, debo recordarle que Nelson no tenía marca alguna en el cuerpo. Normalmente encuentro mas eficaz formular una teoría luego de conocer todos los hechos y no antes “. Holmes se dirigió nuevamente al inspector. “Qué más ha hecho, inspector? Por favor póngame al corriente”. “Nelson tenía un amigo, Sr. Holmes. Un conocido, en realidad, un tal señor Raymond Peterson. Es un productor de vinagre y aceite comestible, en la calle Wellington. Aparentemente, Peterson le debía dinero a Nelson; ambos estaban involucrados en una serie de juegos de apuestas. No puedo imaginarme qué pudo haberlo matado a Nelson en ese cuarto cerrado, Sr. Holmes, ni mucho menos quién pudo haberlo hecho. Estaría muy

agradecido si usted y el Dr. Watson pudieran ir conmigo a la cantera para darle una mirada a las cosas”. “Encantados de hacerlo, inspector”, respondió Holmes. “Watson y yo estamos algo aburridos últimamente, cierto Watson? Por el momento, el crimen en Londres se está limitando a asuntos poco imaginativos y de poco interés para nosotros”. Era un día claro de verano y con un clima perfecto y los tres subimos al auto del inspector Gregson para atravesar la ciudad e ir a la cantera en la que, aparentemente, había aparecido un criminal Londinense que interesaba al Sr. Sherlock Holmes. Al llegar a nuestro destino, vimos que la pequeña caseta de vigilancia estaba desatendida y pasamos hacia el patio de la cantera sin ver un alma. El auto se deslizaba suavemente sobre la superficie polvorienta de caliza seca y Gregson nos llevó de inmediato al lugar en donde habían encontrado el cuerpo de Nelson. La puerta de roble que llevaba al cuarto fatídico estaba frente a nosotros. “La llave sigue en la cerradura”. Exclamé yo. “Nos dijeron que la llave se queda ahí de manera permanente. El vigilante, un tal señor Roger Sullivan, encontró la puerta con llave, como debía estar, y la abrió durante una de sus rondas de rutina. Descubrió el cadáver esta mañana. La puerta no puede cerrarse desde el interior”. “Para qué se usa esta habitación?”, preguntó Holmes, mientras abría la puerta y entraba al pequeño y oscuro cuarto. Gregson lo siguió. “Para el almacenamiento de explosivos, Sr. Holmes. Mire, todavía quedan algunos paquetes”. Holmes no siguió la dirección hacia la que apuntaba Gregson. En lugar de ello, estaba mirando una pequeña abertura en el techo, por la que entraba algo de luz. “Esa es la ventana de ventilación“, dijo Gregson cuando vio hacia donde se dirigía la atención de Holmes. “Vengan conmigo; les mostraré”. Salimos del cuarto. Éste estaba completamente metido entre paredes y techos de roca caliza. En el suelo, inmediatamente por encima del cuarto, se podía ver una protuberancia angosta: la ventana de ventilación. Holmes comenzó a caminar por el suelo que estaba sobre el cuarto. Mientras él hacía esto, yo también comencé a buscar pistas que pudieran explicar la extraña muerte de Nelson. A unos cincuenta pies de la ventana, paré en seco. Pude ver claramente la huella de un animal sobre la superficie polvorienta. “Holmes, ¡venga rápido!” grité. Con Holmes y Gregson mirando por encima de mi hombro, pregunté: “Es ésta acaso la huella del Gran Sabueso?”. Gregson se rió. “tranquilo, Dr. Watson. El vigilante tiene un perro grande que lo acompaña en sus rondas. Sería bueno ir a buscarlos más tarde”. “Qué es esto?, preguntó Holmes en un tono más serio. Se había separado de mi lado y se había movido en dirección a la ventana de ventilación. “Esto es curioso”, dijo. Holmes estaba de rodillas y Gregson y yo seguimos la dirección de su mirada a una hendidura de aproximadamente un pie de diámetro en el suelo de polvo de caliza, que despedía un olor desagradable y avinagrado. El interior de la hendidura se veía disparejo y rugoso. “Esta hendidura no ha sido excavada con una pala”, murmuró Holmes. Sin moverse de su posición, sus ojos se desviaron a un par de marcas angostas pero muy profundas, que parecían haber sido hechas por las ruedas de una carretilla cargada con mucho peso hacía

poco tiempo. Holmes se levantó y se dirigió al lugar donde se encontraban los vehículos utilizados en la cantera, con sus característicos pasos largos. No estuvo ahí por mucho tiempo y, cuando regresó, estaba en silencio, a pesar de que lo urgimos a revelarnos sus pensamientos. No fue necesario ir a buscar al vigilante. Mientras conversábamos cerca de la hendidura maloliente, escuchamos un gruñido profundo y el perro del vigilante se nos abalanzó. El animal era gordo, de pelo corto y de un color que aún no puedo describir. El vigilante vino detrás de su perro, cojeando. “Tranquilo, Ginger, tranquilo, tranquilo”, le dijo con afecto al perro. Gregson dijo, “Sr. Holmes, Dr. Watson, este es Roger Sullivan, el vigilante de la cantera”. El señor Sullivan hizo una ligera venia a cada uno de nosotros y se mantuvo en silencio. Luego de unos instantes, Holmes rompió el silencio con una pregunta. “Sr. Sullivan, sólo quiero preguntarle una cosa. Cuando descubrió el cadáver luego de abrir el cuarto, cerró nuevamente la puerta antes de llamar a la policía?”. “No”, respondió Sullivan lentamente. “Ahora recuerdo que dejé la puerta abierta de par en par. Se quedó así hasta que el inspector y sus hombres llegaron”. “Supuse que había sido de esa manera”, nos dijo Holmes. “Por qué lo dice, Sr. Holmes?”, preguntó` Gregson. “Inspector, debo hacer algunos cálculos, pero le diré esto desde ya. Las huellas de ruedas que vimos no fueron hechas por ninguna de las carretillas o vehículos de la cantera”. Cuando estábamos nuevamente en el auto, circulando por las calles de Londres, ya de regreso a la calle Baker, escuché que Holmes murmuraba para sí mismo algo acerca de las medidas del cuarto: siete pies de largo, siete pies de ancho y ocho pies de altura. Holmes escribía frenéticamente en una hoja de papel que había arrancado de la libreta del inspector. “Estequiometría, Watson, estequiometría”, murmuró cuando le pregunté qué estaba haciendo. Al poco tiempo, arrancó una hoja más de la libreta, escribió una o dos oraciones en ella y se la entrego al inspector. “Debe interrogar con más profundidad a esta persona, inspector. He escrito en la nota qué evidencia incriminatoria creo que va a encontrar cuando lo haga”. Cuando llegamos a nuestra casa y luego que Gregson se hubiera ido ya muy de prisa, nos sentamos tranquilos en nuestras sillas. Holmes empezó a llenar su pipa con el tabaco de su petaca persa y comenzó a explicármelo todo.

1.

Cómo fue asesinado Nelson?

2.

Quién lo hizo?

3.

Cual fue el Móvil?

4.

Qué evidencia incriminatoria esperaba Sherlock Holmes que encontraría Gregson? Juan Antonio Romero Garrido [email protected]