Selva de amor y guerra (músico etnografía)

Universidad Alberto Hurtado Antropología, sociología 1er año. Profesora Francisca Marquez. Ayudante Víctor Villegas. __

Views 59 Downloads 3 File size 241KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Universidad Alberto Hurtado Antropología, sociología 1er año. Profesora Francisca Marquez. Ayudante Víctor Villegas.

________________________________________________________________

Músico etnografía: “Selva de amor y Guerra” Ya está oscureciendo cuando llegó al frontis de la biblioteca nacional, ubicada en plena avenida Alameda; vengo desde la estación “Santa Lucía” del metro, camino y al llegar a la entrada del edificio lo primero que observo es su construcción, un edificio de dos piso de color grisáceo, la estructura tiene una construcción simétrica (al menos en el lado de la fachada en el que me encuentro), y el techo también cumple con esta condición, variando su color eso sí por un tono verde agua y con una cúpula en el centro, el mismo lugar donde se encuentran las puertas de entrada. El edificio es de construcción clásica, con detalles como ventanas escayoladas, pilares y balconcillos. Ya casi entrando, lo primero a lo que me enfrento son las amplias escaleras que permiten la subida a la su interior, dónde nos encontramos con una especie de “patio” o sitio de espera al aire libre, con bancas a los lados, lugar donde me siento por unos momentos a observar con mas detalle. Luego de unos minutos y observando mi reloj me doy cuenta que ya eran las 18.40 minutos, una hora lo bastante adecuada para entrar al interior del recinto, así es como abro una amplia puerta de madera y vidrio; ya dentro, lo primero con lo que nos encontramos es una amplia área de recepción, espacios prolijos y con luminosidad cálida, se ven sin suciedad, el piso del lugar está brilloso y es de baldosas blancas y negras que forman un gran “tablero de ajedrez”, de arquitectura antigua, tradicional. Pregunto al guardia de recepción dónde es que queda la “sala América”, a continuación, el señor me guía y caminamos por una sala con pisos de madera, y cuya ambientación interior es mucho más moderna en ciertos aspectos (esto es entendible, puesto que en el lugar se emplaza una amplia área de computación, elevada unos centímetros sobre el piso, al centro de la sala), seguimos caminando y pasamos a un espacio con mesas redondas, de madera, en las que pude ver diferentes grupos de personas conversando, se puede observar rápidamente la diversidad etaria, al pasar observo a un grupo de jóvenes estudiando y conversando entre sí, en otra mesa se ve a unas jóvenes con una maqueta sobre la mesa, un señor de mediana

edad observa silenciosamente, mientras que en otra esquina un grupo de señoras está sentadas conversando y bebiendo algo caliente (posteriormente supe que estas señoras estaban esperando al concierto, pues se sentaron cerca a dónde yo encontré puesto). Antes de entrar a la “Sala América” ubicada en el extremo derecho del área de descanso en la que me encuentro, voy al baño, para lo cual tengo que ir al extremo izquierdo y bajar una escalera. Ya dentro, escucho un comentario de una señora que dice espera no llegar atrasa al concierto, pues sería un gesto de “mala educación”, en ese momento para ser sincera, no tenía noción alguna del público que asistiría al evento. Una vez fuera del baño, decido entrar directamente a la sala. Me doy cuenta que el lugar se encuentra en pendiente, un lugar especialmente hecho para la apreciación de obras, conciertos y musicales obviamente (puesto que tal posicionamiento me favoreció mucho para poder observar sin problema alguno el concierto, y otros compañeros y asistentes con quiénes conversé y que se encontraban en diversos lugares de la sala me dieron la misma opinión). Busco un asiento, y me doy cuenta que el lugar está totalmente lleno, sólo quedan unos pocos puestos vacíos (espacio para 135 personas sentadas, según me dediqué a contar posteriormente), y además hay gente que se encuentra de pie, calculo que la cantidad final de personas llegaba fácilmente a las 180. La sala se mantiene con una iluminación tenue, las luces son amarillas, los asientos son similares a las butacas de cine, durante todo el tiempo que estuve y todo lo que observé no logré ver ninguna butaca en mal estado ni mucho menos basura en el piso. El lugar es de techo alto, murallas blancas, cortinas amarillas ocres muy grandes y un escenario de unos siete metros de ancho aproximadamente. Son las 18.50 horas, y observo como el clavecinista afina y ensaya con su instrumento, es el único músico en el escenario y se encuentra con la mirada fija en lo que está haciendo. El público no guarda aún silencio del todo, se escuchan murmullos atrás y siguen entrando personas a la sala, las que finalmente deben quedarse de pie y a los lados de las butacas, ocupando los dos pasillos que subdividen el lugar puesto que la capacidad de asientos del lugar ya se vió sobrepasada hace varios minutos. Mientras esto ocurre, comienzo a prestar mayor atención al público que asiste al lugar, así es que logro darme cuenta que el público se compone principalmente de jóvenes y personas de edad mediaavanzada, sólo logro ver a unos pocos niños pequeños acompañados de sus familiares, los preadolescentes casi no existen en el lugar. Me es imposible hablar de un modo de vestir específico, hay hombres que van con terno y corbata (eso sí se puede distinguir claramente que estos corresponden en su amplia mayoría a

quiénes son de edad media-avanzada), señoras con traje formal, aros brillantes y collares, mujeres maquilladas y otras que no, así, puedo notar que la diferencia entre uno y otro se establece casi siempre por la edad promedio del público, las personas de mayor edad suelen ir vestidas más formales que los más jóvenes, siempre teniendo en cuenta algunas excepciones, como es lógico. A mí lado se encuentran dos jóvenes que comienzan a hablar sobre la afinación de los instrumentos, algunos conceptos técnicos que no logro comprender del todo, y luego apuntan al músico y lo mencionan por su nombre, intrigada, no puedo evitar preguntarles si conocen a los músicos en cuestión, así, en una conversación escueta, me indican que son estudiantes de música y me dicen “o sea, sí, lo cachamos algo, aunque en verdad yo soy amigo de la flautista pero no de él jajaja”, y de inmediato me preguntan que estudiaba yo y que estábamos haciendo un grupo tan numeroso en la presentación, a lo que procedí a contestar y contarles brevemente de que se trataba el trabajo. En este mismo periodo de tiempo fui testigo de un pequeño “incidente” por así llamarlo, que quizás vale la pena mencionar: Yo me encontraba sentada al lado izquierdo de una compañera, Aída, la cual además tenía dos amigos suyos sentados a su lado; Aída se levantó y salió por unos momentos de la sala y así el asiento que ocupaba quedó vacío; durante los pocos minutos que estuvo fuera una señora de avanzada edad llegó a ocupar el puesto: se sentó y comenzó a decir que “le dolía horrendamente la cabeza” y que “el aire de la sala estaba muy denso” (hecho bastante subjetivo y del cual personalmente no podría haber dado cuenta), frente a lo cual solo pude decirle que lamentablemente no tenía ningún tipo de pastilla para su problema, a los pocos minutos Aída llegó de regreso y al ver que su puesto lo habían ocupado, iba a sacar su mochila para irse a un lado, pero la señora al darse cuenta que el puesto antes lo estaba ocupando ella pareció alarmarse mucho, así se paró al instante y le dijo a mi compañera que tomara asiento, Aída comenzó a reírse y le dijo a la señora que no se parara, así, todo se convirtió en un “siéntese ud” “no, siéntese ud.” Que duró varios minutos, y que finalmente llevaron a que la señora se parara y se fuera, excusándose con su dolor de cabeza, y que Aída nos dijiera a mí y a sus amigos que le había dado vergüenza que la señora se fuera por su culpa y que no había sido su intención echarla. Puntualmente, a las 19.02 minutos es que entra al escenario la dama que toca el violonchelo (o “cello barroco” como posteriormente aparecerá en el programa que se me entregará minutos después). Ambos músicos (clavecinista y violonchelista) visten de negro, con la diferencia que la camisa que viste la mujer es de color rosa, haciéndola destacar. De inmediato es que aparece el presentador del evento, Juan Pablo Gonzalez, quién

comenta a grandes rasgos en que se centran las presentaciones de Terra Australis. Así, logro saber que su música se basa en lo que se generó principalmente entre los siglos XVI y XVII, siglos marcados por el desarrollo de la música instrumental y la posterior mezcla entre música instrumental y la voz, mezcla que dio origen a las óperas y madrigales. Se nos hace saber también que esta es una obra inédita, un seicento italiano, y que a lo largo de ella seremos testigos de la interpretación de múltiples obras y piezas musicales, frente a las cuáles muchas veces los aplausos estarán de sobra, y frente a las cuáles el ambiente será tenso y de alta expectación. La obra, tal y como su título lo indica, “Selva de amor y guerra”, tiene como tema principal un tópico muy explorado en el siglo XVII, y que corresponde justamente a la dualidad que el amor posee, cómo es que este se transforma a la vez en una batalla, como es que ambos extremos finalmente son solo dos polos de lo mismo, imposibles de separar entre sí, y que conviven entremezclándose en todo momento. Mientras el presentador habla, una dama me entrega un catálogo que lleva como título “V temporada de conciertos”(y que en su interior además posee una breve descripción de en que consiste “selva de amor y guerra”, además de los nombres de los músicos que se presentarán y los instrumentos que cada uno de ellos tocará, además del orden y los autores originales de las piezas musicales que procederán a tocarse), luego, el presentador invitó a prestar atención al espectáculo que iba a comenzar, y se retiró en silencio del lugar, procedido por los aplausos correspondientes por parte de los asistentes. A las 19.08 sale nuevamente a escena el clavecinista a escena y comienza la presentación con un ritmo de notas levemente alto. La vista del músico vacila constantemente entre las notas de la partitura que está tocando y las teclas del clavecín, sus ojos no logran estar en un punto fijo, su boca se mueve en repetidas ocasiones, los movimientos que hace son rápidos; a pesar de ello, su postura se mantiene totalmente erguida, pies firmes en el piso, frente en alto, buena postura, espalda derecha, dándole un aire de elegancia a lo que se está observando. A eso de las 19.12 es que aparecen en el escenario el tenor y la violonchelista que había estado afinando y practicando previamente. La música comienza a ser de compás mas rápido, alegre y rítmico, y el tenor comienza a cantar “Amor dormiglione”, mientras que detrás de la presentación, se muestra una proyección con fondo blanco y letras negras, simple y sin adornos, con la traducción de la pieza interpretada, la cuál hace alusión al “amor dormido” el cuál se invita a despertar; en esta primera pieza ya encontramos los primeros indicios de lo que el presentador nos habló en un comienzo, puesto que en la misma canción aparece

una estrofa que dice “Dardos, flechas, fuego”; generando así un preámbulo y un primer acercamiento con la temática general de la obra. La violinchelista aún se mantiene sin tocar su instrumento, cabizbaja, mientras que el clavecinista sigue tocando (de hecho, lo hará durante toda la obra, constituyéndose así como el puente de unión básico de esta gran unión de piezas musicales) en la posición anteriormente mencionada, espalda erguida, denotando seguridad, ya sin mirar alternadamente de un lugar a otro, si no que con la mirada fija y sin un movimiento excesivo de su cuerpo, mientras que el tenor destaca por su gestualidad, su cara se contrae, sus ojos se cierran y se abren alternadamente, sus manos se agitan, acarician el aire, lo sacuden, mientras que el público sigue, en general, muy atento cada uno de los movimientos, tanto adultos como niños que se encuentran en el público siguen con la mirada cada detalle, el silencio es total, la concentración parece enfocada en él. Han pasado ya quince minutos desde que la obra comenzó, y la violinchelista que se mantenía estática y en silencio, comienza a tocar, pero su presentación es escueta, solo se incorpora en el último minuto de la pieza que se está tocando, terminando de inmediato, y al mismo tiempo que el tenor termina su actuación, el cual sale por el lado izquierdo del escenario, y dándole paso a la entrada de una flautista, la que entra por el lado derecho del escenario, vestida totalmente de negro. La flautista comienza así a interpretar “Bravade et Batali”, una pieza totalmente instrumental, en la cuál solo sonó la flauta y el clavecín, y que se caracterizó por sus notas altas, un tono un tanto agudo y un ritmo que se va haciendo progresivamente un tanto más rápido, es de duración relativamente corta, unos 3 minutos como máximo, período en el cuál la violinista tomó asiento junto a la flautista y la ayudó a ir pasando las hojas de las partituras; cabe destacar también que pude percibir que en un momento de la pieza, sonaba otro instrumento que identifiqué como un violín, sonando desde fuera del escenario. Ya casi al final, se escucha un grito que dice: “¡A las armas!”, con ese grito es que se procede a comenzar la interpretación de una nueva pieza, para lo cuál entra a escena nuevamente el tenor, comenzando a cantar “su la cetra amorosa” mientras que la proyección que está a la espalda de los músicos vuelve a ponerse en marcha, mostrando así de que se trata la canción que se interpreta , la cuál tiene nuevamente como tópico el amor, el canto a una amada, la conquista y la batalla. La canción es de tonos altos, femeninos, el ritmo es relativamente rápido, al menos más que la pieza anterior, y en la mitad de la canción (la cual tuvo una duración bastante más larga que las piezas anteriores, unos nueve minutos aproximadamente.) alcanzó su “peak” de rapidez, lo que coincidió con los movimientos del interprete, quién gestualizó con su cara durante toda la canción, y

que enfatizó en momentos especiales mucho más radicalmente con las manos, agitándolas cuidadosamente o con mayor fuerza en el aire, además, su cuerpo entero comenzó a balancearse al ritmo de la canción, moviendo los pies en diferentes sentidos y dando pequeños pasos hacia adelante , atrás y a los lados a lo largo de su actuación. Ya casi finalizando esta canción, la flautista procedió a pararse de su asiento y cambió su instrumento por otra flauta pero más pequeña, y salieron a escena por el lado izquierdo dos violinistas, un hombre de pelo largo y enrulado, tomado por un moño, y una mujer vestida de negro, el tenor vuelve a dejar el escenario, siempre por el lado izquierdo del mismo. Así, es que comienza la interpretación de “Ciaccona su”, canción original del mismo intérprete de la pieza anterior, Tarquinio Merula. La canción es más grave que las anteriores, no por ello menos rítmica, y los violinistas coordinan perfectamente sus movimientos al tocar, a pesar de que estos se ven más “marcados” en el hombre que en la mujer. El clavecinista ya no mantiene tan erguida su posición y la espalda la tiene un poco más encorvada, además, me giro por un momento a ver las caras del público y noto que algunos tantos parecen no estar tan atentos a lo que sucede, unos pocos miran a los lados y una señora delante de mí se encuentra leyendo el programa que fue entregado al comienzo, pero fuera de eso, la gran mayoría tiene la vista fija en lo que sucede en el escenario. Unos minutos después termina la pieza, momento en que la tensión se hace sentir, el silencio es total y luego de unos segundos se comienzan a escuchar aplausos que se van agrandando a medida que pasa el tiempo. Ahí es cuando sale a escena el tenor, esta vez no a cantar si no que a hablar. Aquí, se nos vuelve a informar nuevamente del gran tópico que envuelve este concierto, la dualidad entre el amor y la guerra, frente a lo cual el cantante nos dice que las personas en el amor deben ser dominadas al igual que las guerras entre pueblos, en las que uno logra conquistar y hacerse del otro, pero que debemos tener claro que todo es temporal, y el amor nunca será la excepción, el amor es y será por siempre algo pasajero y por más que intentemos dominarlo eternamente en algún momento terminará por escapar. Mientras el tenor hablaba, aprovecho de prestar mayor atención en la escenografía preponderante, así logro observar que es bastante simple, y consiste básicamente en cuatro sillas, una mesita para las flautas, vasos de agua, cinco atriles, y quizás lo más notorio, el clavecín, el que es de madera con letras labradas, barnizado.

Ya terminado este pequeño “descanso” de algunos minutos el tenor vuelve a salir del escenario dando espacio al comienzo de la segunda parte de la presentación, la que comienza con la interpretación de “Batagglia di Barrabasso, yerno de Satanas” interpretada por el clavecín y el violinchelo; la música pasa por “estadios” por así decirlo, entre los que hay uno o dos segundos de corte. Los ritmos varían, comenzando por un ritmo bastante rápido y continuo, hasta estadios con notas en extremo graves y marcadas que luego cambian y vuelven a tener un ritmo mayor, así, al final de esta pieza, ya pasados unos cinco minutos, se logra un ambiente de silencio total, al girarme logro ver que toda la atención está situada en el escenario, las personas tienen la vista fija y apenas se mueven, nadie habla. En ese momento es que entra al escenario, por el lado izquierdo como ya es de costumbre, el tenor y la flauta, los que se preparan para tocar nuevamente. Así es como comienza a sonar “Sonata en sol mayor para cello”, la cuál es interpretada por el violinchelo, el clavecín y algunos acompañamientos de la flautista. Mientras la música suena, el tenor se encuentra parado en el medio del escenario, cierra los ojos y los aprieta con fuerza, gestualiza y el movimiento de su pecho al respirar se hace bastante notorio, se prepara para cantar. De inmediato, terminada esta pieza, es que comienza “Si dolc’e il tormento” de Claudio Monteverdi; la canción comienza con una introducción musical de medio minuto, la música es lenta y de bajo volumen, el silencio por parte del público es notorio, y una señora una fila delante de mí cierra los ojos y se queda aparentemente dormida, el tenor comienza a cantar mientras que detrás de él vuelve a mostrarse la proyección de la traducción de la letra. Esta es, hasta el momento, la canción más lenta de todas, el ritmo es pausado, calmo, y la voz aguda, la letra está llena de tristeza, nos habla del amor y del tormento, del dolor provocado a causa del amor, la esperanza en vano, la falta de piedad y el amor no correspondido. El madrigal es corto, cuatro minutos como máximo, y al finalizar el ambiente es de total silencio, pasan varios segundos y se escucha un aplauso detrás de mí, luego le prosigue más silencio, culmina la escena. Entonces, el tenor vuelve a hablar, delimitando el segundo “descanso” de este concierto. Nos cuenta así que el seicento italiano lo que busca es llevar a las personas que lo contemplan y escuchan a la más amplia gama de sentimientos posibles, lograr que quienes llegan felices se suman en la congoja para luego pasar al éxtasis, que quienes vienen sin interés se encuentren expectantes a lo que vendrá a continuación, en definitiva, que cada persona pueda sentir a cada segundo cosas diferentes; los músicos, según nos cuenta, tienen que pasar por lo

mismo, ir del amor a la ira, ir y volver, sentirlo hasta lo más profundo. Luego, como anécdota, nos cuenta que en un viaje que realizó a Italia, fue a la Basilica di Santa Maria Gloriosa dei Frari, y al preguntar a una dama que atendía a la entrada de la Basilica por la tumba de “Claudio Monteverdi” no supo quién era, y mucho menos lograron decirle donde estaba su sepulcro, por lo que él entró solo y comenzó a buscarlo hasta que lo encontró. A la salida le dijo a la dama que como no había logrado decirle donde estaba, puesto que su tumba estaba llena de flores, a lo que ella contestó “Ah, usted se refiere al señor que nunca le falta una flor.” De inmediato, se nos invita a contemplar la última parte del concierto, el tan esperado “Il combattimento di tancredi e Clorinda”, el que es precedido por “Passacaglio a 3 & a 4”. Entran a escena tres violinistas (la mujer y el hombre de un comienzo, y otro hombre que se incorporó), además del clavecinista, la flautista y la mujer del violinchelo y comienzan a tocar una melodía triste, grave, la tensión es plena y la flautista se mantiene en silencio. Dos filas delante de mí un hombre duerme y tira su cabeza hacia atrás, mientras que a mi lado los estudiantes de música comienzan a grabar con su celular lo que está sonando, eso sí sólo el audio, y la señora que estaba una fila delante de mí sigue durmiendo. Tres minutos después de comenzado el “Passacaglio” entra el tenor, se mantiene en silencio con los ojos cerrados en el medio del escenario, por unos segundos se lleva las manos a la cara con la cabeza cabizbaja y la espalda corvada, en un gesto similar al que se hace cuando se reza, de inmediato comienza “il combattimento di Tancredi e Clorinda”. La música es grave y pesada, y mientras el tenor se encuentra cantando entran a escena, desde el lado derecho, un hombre y una mujer, coristas, los que se ubican a los lados del tenor principal al centro del escenario. En ese momento es que comienza a aumentar notoriamente la tensión de la música, los ritmos varían rápidamente, y la corista comienza un diálogo cantado con el tenor, el cuál se muestra en la proyección que se encuentra a sus espaldas; el diálogo entre Tancredo y Clorinda. La dama del coro mantiene la vista en alto y directo al público, con sus manos a la altura del pecho sostiene firmemente una carpeta de la cuál va leyendo mientras canta, mientras que el hombre del coro se mantiene en silencio al otro lado del tenor, más cabizbajo y con su carpeta un poco más abajo que la de su compañera. La tensión sigue aumentando, los cambios en el ritmo son cada vez más drásticos, los violines tocan muy rápido, el volumen tanto de las voces como de los instrumentos ha aumentado notoriamente desde el comienzo de la pieza y las voces hablan mucho más rápido, sobre todo el tenor, el que casi parece recitar un trabalenguas. Me giro por unos segundos para

observar rápidamente las impresiones del público, es así como haciendo un catastro rápido logro contabilizar a dos personas que se encuentran dormidas, además una señora de traje, mediana edad y que se encuentra parada en la escalera al lado izquierdo del escenario, mantiene los ojos cerrados; unas tres filas adelante mío, una niña pequeña, rubia y con parka blanca, se gira y puedo observar sus ojos muy abiertos y su boca entre abierta también, luego, sigue observando el espectáculo manteniéndose inmóvil, por unos segundos se lleva la mano a la boca. Ahora comienza a cantar sólo el corista, su voz, en comparación con la del tenor, es más suave y los tonos son menos marcados, lo mismo sucede con los cambios de voz. El “solo” dura dos minutos aproximadamente, el reloj ya marca las 20.10 horas y ya nos encontramos en los últimos minutos de presentación, en los que comienza la interpretación de la mujer del coro, la que se encuentra cantando sola; gestualiza mucho, su cara se contrae, cierra los ojos y los abre, frunce el ceño; el madrigal nos habla de la muerte de Clorinda, de un alma en paz, de la liberación y el fin de la guerra del amor. Mientras tanto, el tenor mantiene los ojos cerrados y se encuentra estático, por otra parte, casi la totalidad del público parece ni moverse, así es como el concierto se da por finalizado. A continuación sobreviene una cantidad de aplausos duraderos y fuertes que llenan toda la sala, mientras los músicos se encuentran parados en el escenario y hacen una reverencia conjunta en señal de agradecimiento. Algunas personas comienzan a pararse, otras se quedan conversando en los asientos mientras que otros abandonan la sala de inmediato (estos son una minoría, conté a cinco personas apenas que hicieron eso). Los músicos que están sentados a mi lado se despiden de mí y me comentan que irán a saludar a la flautista, la cuál es su amiga. Los asientos se empiezan a desocupar progresivamente, y un joven que estaba sentado más atrás se sienta a mi lado y comienza a hablar con otro que se encontraba una fila detrás de mí. Presto especial atención a su diálogo y logro escuchar cómo es que el que se acaba de sentar a mi lado, dice “que falta de respeto como se comportaron los estudiantes que estaban sentados, metieron bulla todo el rato cambiando las hojas, y más encima abrían paquetes de comida y botellas, parecía cine esta güea, me tenían chato”, luego, me mira, observa que también tengo un cuaderno en la mano, se queda en silencio y se para de su asiento, no sé a donde va después. Decido pararme de mi asiento puesto que ya casi no queda gente sentada en las butacas, la gran mayoría se encuentra conversando en grupos en los pasillos que permiten la salida de el lugar y otro grupo se encuentra en el escenario, hablando con los músicos y encargados del concierto. Decido acercarme a ese lugar, dónde mis compañeros se encuentran

compartiendo opiniones sobre como les pareció el concierto. En eso estaba cuando el clavicinista se acerca y me pregunta la opinión que nos llevábamos del espectáculo, a lo que yo le contesto que una excelente, puesto que habían logrado focalizar toda mi atención y mis sentidos en lo que se presento por más de una hora, algo complejo en mí, puesto que suelo distraerme con facilidad, frente a esto nos dice “justamente ese es el objetivo de esto, poder cautivarlos y que se sientan envueltos en lo que hacemos, aunque igual teníamos cierto miedo de que no se lograra porque es la primera vez que hacíamos este concierto, y el nervio es mayor sabiendo que hay un grupo de estudiantes que toma apuntes de todo lo que haces jajaja”, luego se despide de nosotros y se retira del luga dónde nos encontrábamos. El lugar donde estoy, justo a la bajada del escenario, está atestado de gente, algunas personas del público saludan a los músicos y los abrazan, las conversaciones son abundantes y las risas mucho más; me doy cuenta al observar que una gran cantidad de personas ya salió de la sala y los músicos ya se preparan para guardar y ordenar, por lo que decido que es mejor abandonar la biblioteca. Ya afuera entablo una pequeña conversación con un señor que se encontraba en el público, me cuenta que se enteró del concierto por un afiche que vio en el metro y decidió venir porque disfrutaba de los panoramas musicales, sobre todo si eran gratuitos, y además porque la oficina dónde trabajaba se encontraba en las cercanías; en su opinión, “El concierto estuvo excelente, hace tiempo no iba a uno de este tipo, lo único que me molestó un poco fueron los recesos que se dieron, encuentro que le quitaban esa especie de tensión que se vivía, pero fuera de eso estuvo genial”, luego, se despide de mí y me cuenta que ya se va a su casa, y que no se dio ni cuenta como es que pasó la hora. Ahí recién es que caigo en cuenta de la hora que es, son las 20.35 hrs, ya está oscuro y la gran mayoría de las luces de la biblioteca se encuentran apagadas, salgo por la puerta trasera y tomo el metro rumbo a mi casa mientras comienzo a hacer un breve recuento mental de toda la ola de estímulos de la que nos vimos empapados durante el concierto. Consuelo Paz Valdés Zúñiga.