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Ortiz Quezada Monserrat Alejandra Morales Yines Berenice Alba Ramírez Norma Seducción La palabra seducción “Proviene del verbo seducere que significa separar. La seducción les conduce a un lugar al que probablemente no habrían ido solos Les hace tomar un camino distinto al que hubieran seguido conscientemente (…) es la atracción, la fascinación…” 1 Nos dice Tourchet, concibiendo el concepto como una forma en la que se persuade a alguien más a hacer o pensar algo, por medio de una atracción que el seductor emana de sí. El mismo autor, un gran representante en el campo de la comunicación no verbal, argumenta que “no es una técnica de manipulación porque el que la utiliza no es absoluto consciente del poder que tiene (…) No hacen nada especial para atraer al otro, pero el otro se siente irresistiblemente atrapado por ellos”.2

Esto nos hace

concebir a la seducción como un ente noble, que surge por sí mismo sin ninguna intencionalidad de corromper al otro; pero que sin embargo lo hace. Efectivamente, si se habla de incitarlo a hacer algo, con otras palabras persuadirlo, puede tratarse tanto de acciones buenas como también malas, con el grado de objetivismo que ello conlleva. Entonces la seducción, desde esta perspectiva, puede llegar a ser un arma poderosa para quien la posea o un peligro para quien esté bajo su poder. Por otra parte, Baudrillard atrapa al concepto desde una perspectiva retórica: menciona que el seductor emana belleza y tentación desde su discurso. Su capacidad puede ser tal que no solo te hace creer ciegamente en lo que dice, sino querer aprehender a la persona en sí. “Más que nada estrategia de desplazamiento (seducere; llevar aparte, desviar de su vía), de desviación. (…) Ahí hay una especie de soberanía de la seducción, que es una pasión y un juego del orden del signo, y es quien gana a largo plazo porque es un orden reversible e indeterminado.3 De ello dilucidamos que el orden del signo se refiere a la forma en la que el seductor tiene dominio sobre la retórica que maneja, y que con ella atrae a otro individuo hasta seducirlo. En coincidencia con Tourchet, se habla del convencimiento 1

Cfr. Turchet, Philippe. El lenguaje de la seducción, p.12 Ibid p 13 3 Cfr. Baudrillard, Jean. De la Seducción. p. 29 2

de alguien más. En este caso se habla concretamente del lenguaje verbal y no verbal que conlleva un discurso, en el que el receptor se ve atrapado. Bajo estas circunstancias, podemos considerar al seductor como un comunicador ideal. Aquel individuo que, tal vez sin saberlo, ha alcanzado dominar el proceso comunicativo. El juego de la seducción se convierte en algo interminable. Victorias en el proceso de un emisor sobre su receptor. Sin embargo, suele asociarse usualmente a la seducción con un acto sexual. En estos términos, se diferencia seducción de sexo por no ser el goce el fin inmediato en la primera, sino una competencia introductoria que puede concluir o no con un acto sexual. A pesar de esto, consideramos importante comprender a la seducción como una forma de discurso de poder. No necesariamente contextualizado en un acto sexual y más bien visible en cualquier discurso.

BIBLIOGRAFÍA Baudrillard, Jean. De la Seducción. España, Ediciones Cátedra, 1981. Turchet, Philippe. El lenguaje de la seducción, Barcelona, Amat, 2010, p.12