Sausurre Lacan

PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR Facultad de Psicología DISERTACIÓN PREVIA A LA OBTENCIÓN DEL TÍTULO DE PSI

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL ECUADOR

Facultad de Psicología

DISERTACIÓN PREVIA A LA OBTENCIÓN DEL TÍTULO DE PSICÓLOGA CLÍNICA

1984 de Orwell: consecuencias subjetivas de la Neolengua en el sujeto del inconsciente según Lacan

María Elena Rodríguez Y. Directora: Marie-Astrid Dupret

Quito, 2005

INDICE



INTRODUCCIÓN



CAPÍTULO I: ESTRUCTURA DEL TEXTO EN LA NOVELA Mil Novecientos Ochenta y Cuatro de George Orwell 1.1. 1.2. 1.3 1.4 1.5 1.6





TEXTO Y CONTEXTO RELACIÓN AUTOR-TEXTO EL TEMA DE LA NOVELA Mil Novecientos Ochenta y Cuatro SINOPSIS ARGUMENTAL RECURSOS LITERARIOS CONCLUSIONES

CAPÍTULO II: LENGUAJE Y MEDIOS LINGÜÍSTICOS EN LA OBRA DE ORWELL

1 1 4 7 8 13 15

17

2.1

EL LENGUAJE EN Mil Novecientos Ochenta y Cuatro 2.1.a Construcción de la Neolengua 2.1.b. Propiedades de la Neolengua

17 18 21

2.2

LA NEOLENGUA Y LA LINGÜÍSTICA 2.2.a. Aportaciones Teóricas al Signo Lingüístico 2.2.b. El Signo Neolingüístico

23 24 30

2.3

CONCLUSIONES

35

CAPÍTULO III: LA CONSTITUCIÓN SUBJETIVA A PARTIR DEL LENGUAJE 3.1 3.2

ANTECEDENTES EL ABORDAJE DE LACAN EN TORNO AL SIGNO SAUSSUREANO 3.2.a. El Significante en Psicoanálisis 3.2.b. La Construcción del Algoritmo Lacaniano

37 38 40 43

45 3.3

METONIMIA Y METÁFORA

46

3.3.a. Origen Retórico e Implicación con el Significante 3.3.b. Metonimia 3.3.c. Metáfora 3.4

EL SUJETO Y SU RELACIÓN CON EL SIGNIFICANTE 3.4.a. La Constitución del Sujeto en el Orden de lo Simbólico 3.4.a.1 3.4.a.2 3.4.2.3

Preámbulos del Orden Significante en el Niño La Estructuración del Sujeto a partir del Edipo y la Falta Las Operaciones de Alienación y Separación

3.4.b Subjetividad del Sujeto Dividido 3.4.b.1 3.4.b.2 3.4.b.3 3.4.b.4 3.4.b.5

3.5 

La División entre Sujeto y Naturaleza La Alienación del Sujeto en el Lenguaje El Sujeto que Habla y la Verdad Sujeto del Enunciado y Sujeto de la Enunciación La Subjetividad en la Equivocidad

CONCLUSIONES

CAPÍTULO IV: LOS EFECTOS DES-ESTRUCTURANTES DE LA NEOLENGUA EN EL SUJETO PSICOANALÍTICO 4.1

TOTALITARISMO Y LENGUAJE 4.1.a. La Neolengua como un conjunto de Signos 4.1.c El Signo, la Metonimia y la Metáfora 4.1.c Gran Otro y Gran Hermano

4.2

EL SUJETO DIVIDIDO EN Mil novecientos Ochenta y

Cuatro

4.2.a El Lugar del Sujeto en la Neolengua 4.2.b Winston Smith, el Deseo y La Subjetividad

46 48 49 50 51 51 53 57

59 59 61 62 64 66

69 70 71 71 73 75 80 80 85



CONCLUSIONES FINALES

89



BIBLIOGRAFÍA

95

INTRODUCCIÓN

El presente trabajo pretende introducirse en la temática del serhablante, visto como producto de la sumisión del sujeto en el orden del significante. Según el psicoanálisis, el sujeto del inconsciente parte de esta determinación y toda su estructuración subjetiva será un resultado de los efectos del lenguaje. Al respecto, el registro simbólico constituye una de las elaboraciones conceptuales más esenciales para el campo psicoanalítico, una vez que Lacan insiste y aboga por volver a situar la importancia que Freud coloca en la palabra. Esto, por un lado, invita a cuestionar los efectos que tiene por sí la dimensión lingüística en la subjetividad humana. Es en este sentido que la obra de George Orwell, Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, representa un tema de análisis atractivo, puesto que describe justamente una sociedad ficticia que busca ser controlada a manos del lenguaje. En la novela se relata como este sistema totalitario pretende erradicar la lengua vigente y suplantarla por la denominada Neolengua, aparato lingüístico reducido y estático. El objetivo de este trabajo es situar y analizar cuales serían las consecuencias subjetivas que traería consigo la implantación de la Neolengua para con el sujeto del inconsciente como lo conceptualiza Lacan. Para esto, se realiza un recorrido teórico que comprende los siguientes aspectos: El primer capítulo se ocupa de realizar una contextualización de la obra analizada, Mil Novecientos Ochenta y Cuatro y un breve recorrido biográfico sobre su autor, George

Orwell. Esto comprende la ubicación de los parámetros históricos que rodean la novela, su tema, una sinopsis argumental que resume su trama, como también los aspectos que vinculan al autor con las circunstancias históricas y políticas de la época. En el segundo capítulo se extraen de la novela Mil Novecientos Ochenta y Cuatro todos los elementos teóricos concernientes al tema del lenguaje. A su vez, se refiere a los conceptos lingüísticos desarrollados por Ferdinand de Saussure, Roman Jakobson y Charles Peirce, como puntos referenciales de los cuales se valdrá posteriormente el psicoanálisis para armar su dispositivo teórico. Con dichos componentes, se realiza un primer análisis sobre la Neolengua y las transformaciones lingüísticas que acarrea. El tercer capítulo se adentra propiamente en el campo del psicoanálisis y su elaboración teórica sobre la constitución del sujeto en relación al lenguaje. En primer lugar, se determina el recorrido según el cual Lacan retoma nociones del campo de la lingüística y las articula con el campo del psicoanálisis (signo, significante, metonimia y metáfora). En segundo lugar, se describe el proceso constitutivo del sujeto en el lenguaje y los efectos subjetivos que lo determinan como sujeto del inconsciente. El capítulo final entabla un análisis de las consecuencias subjetivas que acarrearía consigo la puesta en práctica de la Neolengua en el sujeto del lenguaje, como lo comprende el psicoanálisis. Las consecuencias finales buscan enfatizar el carácter de división fundamental que sostiene y permite aparecer a este sujeto, posible solamente del lado de una determinación simbólica.

CAPITULO I

ESTRUCTURA DEL TEXTO EN LA NOVELA Mil Novecientos

Ochenta y Cuatro DE GEORGE ORWELL

1.1 TEXTO Y CONTEXTO

Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, la más popular de las novelas de George Orwell, fue escrita en 1948 y publicada en 1949, siete meses antes de su muerte. Siendo su último escrito, se proyecta como la obra que reúne ideológicamente toda una serie de escritos y ensayos en donde denuncia las inconsistencias de la Revolución de la época y se opone al totalitarismo. La obra pertenece a lo que se denomina el género de la distopía (o anti-utopía), entendida como una visión deformada de la sociedad utópica. El género hace alusión obligada a la conocida Utopía de Tomas Moro (1516), obra política y social que describe a una isla lejana y desconocida en la cual se lleva a cabo la organización de una sociedad ideal, perfectamente determinada. Esta visión entiende a la utopía como un espacio vivencial en donde se superan las contradicciones humanas y sobresale el bienestar común, habiendo una armonía existencial en la colectividad, generalmente proyectada a épocas futuras. El concepto de distopía corresponde a la acepción contraria de utopía, y se debe, en gran

medida, a los acontecimientos políticos y bélicos del siglo XX (las dos grandes guerras mundiales, el exterminio, la situación del Tercer Mundo, el desarrollo científico y nuclear, etc.). Se caracteriza por un sistema de organización social anti-democrático, opresivo y de tono pesimista. En general, el uso del término utopía y sus derivados es variado y heterogéneo. Entre los antecedentes literarios más tempranos en Orwell está posiblemente William Morris y su posición utópica –considerada soñadora- del marxismo. Morris escribe Noticias de Ninguna Parte en 1891, luego de involucrarse con la liga marxista democrática en Inglaterra. Está también H.G. Wells, con Una Utopía Moderna y Cuando el Durmiente Despierta (Gran Bretaña, 1899), caracterizados tanto por la ilustración de ciudades utópicas como por la descripción de utopías obscuras y sus peligros. En el campo de las anti-utopías se tienen perspectivas como la de Jack London y su Talón de Hierro (Estados Unidos, 1909), centrada en “un relato violento del régimen fascista de oligarquías plutocráticas opuestas a la clase obrera.”1 Posteriormente está la novela Un mundo feliz (Gran Bretaña, 1932) de Aldous Huxley, trabajo que Orwell señala haber leído en numerosas ocasiones. Esta, describe un mundo regido por un Estado Mundial con una organización social consumista, mecánica y claramente dividida en castas. Las personas están condicionadas hipnagógicamente para su control mental, alienadas mediante el sostenido consumo de una droga denominada soma. Más aún, se prevé el dominio de las futuras generaciones mediante el control de la reproducción, reglada según métodos biológicos que se asemejan desde lo extremo a lo que

1

Smith, David. Orwell. Writers and Readers. Village Station. Nueva York. 1998. pg.171

actualmente supone el tema de la clonación. Se consideran como influencias específicas de Huxley a Henry Ford, y al pionero de la psicología conductista, John Broadus Watson.2 Sin embargo, la referencia literario-política más directa en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro es, sin duda, la novela Nosotros (1921), escrita por Yevgueni Zamiatin, ingeniero ruso que participó en la Revolución con los bolqueviques. La obra es escrita tras su renuncia a la Revolución y a ser exiliado gracias a la intercesión de Stalin. En ella, “se presenta un futuro remoto en el que en apariencia solo existe el Estado Único dominado por el Bienhechor: La intimidad es imposible: las paredes son transparentes y las prácticas sexuales están reglamentadas muy estrictamente. El pronombre "yo" está proscrito. Los habitantes del Estado Único ni siquiera tienen derecho a emplear un nombre propio. D-503 anota sus experiencias en un diario. D-503 es el ingeniero encargado de construir la primera nave espacial del Estado Único. Una mujer, I-330, irrumpe en la vida de D-503 y lo pervierte. D-503 empieza a soñar y desarrolla un alma. El Estado Único tiene que intervenir para extirparle la fantasía y las ansias individualistas.”3 La novela de Zamiatin no fue publicada en Rusia sino hasta décadas después, pero circuló en Europa durante los años 20 y 30. Orwell reconoció la influencia de Nosotros en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro

y su fascinación por el trabajo de Zamiatin. En ambas,

similarmente se destacan equivalencias históricas entre los personajes de los que se escribe con los del ámbito político reinante. El paralelismo que existe entre elementos de ambas producciones (como lo denota el párrafo anterior), sugiere cierta falta de originalidad en la obra de Orwell. Sin embargo, más allá de existir una influencia directa de Zamiatin en Mil

2

Ibid. pg. 172 Santiago, Juan Manuel. 1984, de George Orwell. Texto correspondiente a la conferencia impartida durante la Feria del Libro, en el marco de la Jornadas de la Ciencia-Ficción organizadas HispaCon Xatafi. Cádiz. 2003. 3

Novecientos Ochenta y Cuatro, esta última es el resultado de un recorrido crítico en torno a las circunstancias históricas de la época, como producto de las vivencias personales de George Orwell. Finalmente, entre las distopías posteriores a Mil novecientos Ochenta y Cuatro (y probablemente influenciadas por esta obra),

aparece

Ray Bradbury con su novela

Fahrenheit 451 (1954), obra que ilustra una sociedad opresora que busca controlar la mente de las personas eliminando todo vestigio de cultura (quema de libros, falsificación de la información e historia), con la finalidad de vaciar la mente de los individuos y reducir su actividad cerebral. También está la novela La Naranja Mecánica de Anthony Burgess (Gran Bretaña, 1962) que describe al personaje de Alex, un joven ultraviolento y antisocial, que luego de involucrarse en un sinfín de fechorías y delitos es apresado y luego seleccionado para un programa de “reeducación” por parte del Estado, dirigido a que responda con inmenso malestar ante la tentativa de actuar violentamente y así controlar sus impulsos.

1.2. RELACIÓN AUTOR-TEXTO Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, al igual que los otros textos de Orwell, refleja la experiencia y el desarrollo de sus convicciones personales, principalmente influenciados por la política. Su obra devela claramente el resultado de una trayectoria vital. Al igual que Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, gran parte de las producciones que anteceden a esta novela también se proyectan como relatos críticos provenientes de experiencias puntuales. Estas vivencias claves se pueden resumir en tres momentos principales: sus años como oficial de policía en Birmania, su experiencia durante la Guerra Civil en España y su percepción de la Segunda Guerra Mundial y la Posguerra.

George Orwell, seudónimo de Eric Blair, nació en India, hijo de un funcionario del Gobierno Imperial Inglés. Luego de estudiar en Inglaterra, optó por no cursar la universidad y se enroló en la Policía Imperial de Birmania. Esta experiencia constituyó una de sus más tempranas influencias puesto que, durante la época, el Imperio Británico se imponía sobre esta colonia y Orwell no estaba de acuerdo con apoyar a un sistema político tan opresivo. En adelante, se opondría al dominio de clases, sobretodo al de la clase obrera inglesa. De estas vivencias nacería posteriormente la novela Días Birmanos (1934). Luego de renunciar a su oficio en Birmania, de vuelta a Londres y Paris, también decide renunciar a su clase social, para convivir con los pobres y la clase trabajadora. De acuerdo a estas experiencias escribe su primer libro Sin Blanca en Paris y Londres (1930), en donde se manifiesta el deseo de divulgar la situación de la clase obrera británica, enfatizando en la falta de conciencia moral de quienes los explotan. Durante este período,

Orwell

descubre el socialismo y radicaliza su discurso. El camino de Wigan Pier (1934)

es

justamente un relato crítico sobre las comunidades de mineros con quienes convivió y sobre un socialismo inglés vigente que no termina de convencerlo al encontrarlo irrealista y promulgado por la clase media inglesa, dejando de lado el proletariado que quería defender. Entonces, aparece el segundo momento clave de su trayectoria política que más tarde influenciaría en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro: sus experiencias en España. Orwell viaja como periodista y se afilia al POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) de Andreu Nin y Joaquín Maurín, de raíces trotskistas, asociado al Partido Obrero Inglés. Es ahí que Orwell presencia la realidad del socialismo, en una pugna entre las fuerzas comunistas, el gobierno republicano y las milicias franquistas. La creciente oposición entre la ideología del POUM y Stalin desemboca en las Revueltas de mayo de Barcelona de 1937. Orwell presencia estos

enfrentamientos que reseña en Homenaje a Cataluña (1938). Como resultado de este enfrentamiento, el POUM es perseguido por los comunistas y acusado de haber originado los hechos sangrientos de la revuelta, de colaborar con los fascistas y de manifestar tendencias nazis. Orwell se reincorpora al combate en Aragón con el POUM, pero una herida en la garganta lo hace regresar a la capital catalana. Durante este tiempo él y su esposa son perseguidos y luego de un tiempo en la clandestinidad retorna a Londres. De su experiencia en España Orwell extrajo una mezcla de sentimientos entre la desilusión en torno a la Revolución traicionada

y un prevaleciente optimismo sobre la posible

victoria de la

Revolución en el futuro. Muchos elementos de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro parecen remitirse directamente a las experiencias españolas de Orwell. El revés ideológico al que es sujeto en España supone para él la idea de que el comunismo ortodoxo resulta igualmente totalitarista que el fascismo y el capitalismo; esta es la posición ideológica base que se encuentra en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro. De igual forma, en Recordando la Guerra Civil Española (1939), Orwell hace continua referencia a la manipulación informativa y propagandística que desvirtuaron los hechos de Barcelona de 1937, en un estilo similar a la reedición permanente del pasado que maneja el INGSOC en la novela. De igual forma, se considera que muchos elementos de la novela, analizados en retrospectiva, son una adaptación de personajes y hechos históricos influyentes de la época, luego incorporados a la trama de la novela. Se puede tomar, por citar ejemplos, al asesinato de Andreu Nin como recordatorio de la vaporización, término que en la novela refiere a la desaparición de personas opuestas al régimen; también la obra de Trotsky, La Revolución Traicionada, es parecida al libro que aparentemente escribe el personaje Emmanuel

Goldstein, Teoría y Práctica del Colectivismo Oligárquico; igualmente, la esperanza que Winston Smith coloca en los proles, en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, se asemeja a la fé que tiene Orwell en la clase obrera de la época, etc. Finalmente, la Segunda Guerra Mundial es un tercer elemento que influenciará en el autor y la novela. Orwell pasa a formar parte de la Home Guard y trabaja para la BBC y el periódico Tribune. Se desata la guerra y Orwell escribe Rebelión en la Granja (1945), una parodia cómica sobre el comunismo estalinista, el progresivo decaimiento de los ideales revolucionarios y el auge dictatorial de las clases dirigentes. Orwell se decepciona de la clase política británica y su recelo de oponerse a la Unión Soviética en su lucha contra del fascismo. Paralelamente, ciertos

aspectos de la novela se asemejan a mecanismos de

control del totalitarismo nazi; por ejemplo, la Policía del Pensamiento recuerda al estilo de persecución de la Gestapo en Europa, o el apoyo partidista hacia Gran Hermano es tan fanático como el apoyo a Hitler en Alemania. Finalmente, al ser Mil Novecientos Ochenta y Cuatro escrita durante los años de la posguerra y concluida en 1948, Orwell vislumbra el aparecimiento de la Guerra Fría, el nuevo reparto de potencias en el mundo y el dominio de oligarquías burocráticas y capitalistas equilibrado por intereses que descartaban la posibilidad de una Revolución, ambiente que le resulta pesimista, como la trama y el desenlace de la novela.

1.3. EL TEMA DE LA NOVELA Mil Novecientos Ochenta y Cuatro

El tema central de la novela gira alrededor de la crítica al totalitarismo mediante la descripción de un Estado único, regido por un solo partido y aparato ideológico, personificado

en la imagen de Gran Hermano. El Partido intenta apoderarse de la conciencia de sus miembros, imposibilitando cualquier acto o pensamiento que vaya en contra de su ortodoxia. El personaje principal, Winston Smith, miembro del Partido, se involucra en una odisea por salvaguardar su humanidad, mientras la omnipotencia de Gran Hermano

lo

persigue y acorrala a medida que el relato avanza. El autor busca, mediante esta descripción terrorífica, situar los riesgos inherentes al totalitarismo tal como su percepción de los sistemas de gobierno de la época.

1.4. SINOPSIS ARGUMENTAL El relato de la novela Mil Novecientos Ochenta y Cuatro se estructura en tres partes. En la primera sección se describe al personaje principal, Winston Smith y el estilo de vida que lleva como miembro del Partido que gobierna Oceanía. Una segunda parte relata su encuentro con Julia, también miembro del Partido; ambos se involucran y relacionan en una serie de situaciones prohibidas, a espaldas del Partido, con la esperanza de la existencia de una organización que se oponga a Gran Hermano (denominada la Hermandad). La última parte cuenta cómo son atrapados; Winston Smith es torturado y despojado de cualquier resto de ideas que contraríen al sistema. Finalmente sale libre, es reincorporado al Partido y luego asesinado. En el principio de la obra, se ilustra la vida de Winston, un hombre de treinta y nueve años de “figura pequeña y frágil cuya delgadez resultaba realzada por el mono azul”, uniforme del Partido. Tenía el cabello muy rubio, con cara sanguínea y la piel embastecida por un

jabón malo, las romas hojas de afeitar y el frío de un invierno que acababa de terminar.”4 Su imagen casi decrépita resulta inherente a un estilo de vida rutinario, árido y desgastador. Winston logra con esfuerzo subir las escaleras de su departamento, el ascensor no funciona y le complica una úlcera de várices en el tobillo. El escenario de la novela es aún menos provisto de encanto. Londres es una ciudad “decimonónica” y fría, llena de polvo y restos de bombardeos, sin color, a excepción de los grandes carteles con la imagen de Gran Hermano por todos lados. Existe además, toda una serie de elementos cotidianos en la vida de los miembros del Partido que intensifican este panorama: las Casas de la Victoria, en ruinas, Cigarrillos de la Victoria que se deshacen y Ginebra de la Victoria, con olor y sabor a medicina. El mundo está dividido en tres superpotencias: Oceanía (escenario principal de la trama), Eurasia y Asia Oriental. La novela toma lugar principalmente en Londres, parte de Oceanía, territorio que incluye a América, las Islas Británicas, Australia y el sur de África. Eurasia comprende la Unión Soviética y parte del territorio europeo del que se ha apropiado. Asia Oriental involucra a China, Japón e Indochina. El resto del planeta se encuentra en continua disputa frente a estos tres superestados. Corre el año 1984 y Oceanía se encuentra en guerra contra Eurasia y aliado con Asia Oriental. Se supone que siempre ha estado en guerra contra Eurasia, pero a lo largo de la novela, se verifica que cualquier alianza o declaración de guerra puede variar de acuerdo a los fines del Partido: “siempre han estado en guerra pero no siempre ha sido la misma guerra.”5 Es así que, avanzada la historia, se puede verificar cómo Oceanía cambia bruscamente de enemigo: ya no está en guerra contra Eurasia, ahora es aliada contra el

4 5

Orwell, George. 1984. Ediciones Destino. España. 1995. pg. 9 Ibid. pg. 39

nuevo enemigo, Asia Oriental. En todo caso el Partido continuamente anuncia el cercano fin de la guerra y la victoria de Oceanía. El Partido, denominado INGSOC (Socialismo Inglés), domina el Estado de Oceanía. Rige a sus miembros mediante una estructura piramidal, cuyo tope ocupa Gran Hermano, seguido por una cúpula dirigente llamada el Partido Interior, que maniobra y organiza a todo el sistema. Por debajo está el Partido Exterior, compuesto de todos los funcionarios y trabajadores del Partido (en donde se sitúa Winston Smith) y finalmente los proles, que representan una masa del 85% de la población pero reducidos a fuerza de trabajo, despreciados y descartados por el Partido. Cualquier acontecimiento o propuesta proveniente del proletariado no es tomada en cuenta y no ejerce ningún tipo de presión o consideración para el INGSOC. El régimen del Partido se sostiene en tres consignas: LA GUERRA ES LA PAZ, LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD, LA IGNORANCIA ES LA FUERZA. Adicionalmente,

la

ideología del Partido se basa en los principios sagrados del INGSOC: Neolengua, Doblepensar y Mutabilidad del Pasado. El sistema gubernamental se encuentra, a su vez, dividido en 4 grandes ministerios con sus respectivas tareas: 1.Ministerio de la Paz, (Minipax), que se encarga respectivamente de los asuntos de guerra, 2.Ministerio de la Abundancia, (Minindancia), responsable de las cuestiones económicas, 3.Ministerio de la Verdad, (Miniver), que lidia con asuntos de noticias, espectáculos, educación y arte, y 4.Ministerio del Amor (Minimor), al que le corresponden los asuntos relacionados con la ley y el orden.

Adicionalmente, el Partido maneja toda una serie de recursos para asegurar la adhesión incondicional de sus miembros a la ideología del Partido. Pensamiento, encargada de

La Policía del

vigilar cualquier actitud anti-partidista en los miembros del

INGSOC, inspecciona el espacio privado mediante telepantallas, micrófonos, etc. recogiendo cualquier conducta que implique heterodoxia y condenándola. El acto criminal para el Partido no solo incluye actos evidenciables que se opongan a la doctrina del Partido, sino que incluye la posibilidad del crimen del pensamiento (crimental). Winston trabaja en el Departamento de Registro del Ministerio de la Verdad. Su función consiste en alterar permanentemente documentos sobre el pasado, para adecuarlos a la línea de discurso del Partido que rija en ese momento. De igual forma elimina todo testimonio escrito que implique una prueba de inconsistencia histórica, de manera que el Partido posee la potestad de destruir el pasado para sus fines y controlar la realidad. Los miembros del Partido creen fervientemente cualquier noticia que el INGSOC les presente, aunque resulte totalmente contraria a lo que hayan creído anteriormente. A lo largo de esta primera parte de la novela, Winston va tejiendo y descubriendo una serie de contradicciones en el discurso del Partido. Tan solo en una ocasión ha tenido una prueba irrefutable y concreta sobre un acto de falsificación del Partido en torno a la historia de tres personajes: Jones, Aaronson y Rutherford. El control de la realidad que conduce el Partido se viabiliza mediante el control de la memoria, en donde el doblepensar constituye la herramienta estratégica para la mantener y reubicar constantemente la ortodoxia del Partido. Existe todo un equipo de teóricos encargados de construir, para encauzar el doblepensar, una lengua oficial para el Partido, denominada Neolengua. Esta se basa en la lengua inglesa (viejalengua), pero está elaborada

mediante la supresión de palabras y la reducción del vocabulario, eliminando el pensamiento herético. La Neolengua imposibilita la existencia del crimental, el crimen que engloba a todos los crímenes restantes.6 La historia de Winston Smith se origina con todo un hilo de pensamiento que sostiene en contra del Partido y Gran Hermano, las contradicciones del discurso oficial y un cuestionamiento crítico sobre la realidad y veracidad del mundo en el que vive. Winston toma la decisión riesgosa de escribir en un diario “Abajo Gran Hermano”, lo cual de por sí constituye una sentencia irremediable de muerte. Tratando de sortear las telepantallas y la posibilidad de ser detectado, empieza a involucrarse en una serie de actos prohibidos a hurtadillas del Partido. Conociendo que cualquier gesto que no proyecte la expresión de una “tranquilidad optimista” puede ser detectado, Winston intenta mostrar un supuesto apego partidista y odio hacia los enemigos y traidores de Oceanía. Una vez al día se realizan los Dos Minutos de Odio, espacio en el que los miembros del Partido exclaman a viva voz su odio hacia Emmanuel Goldstein, figura principal de la contrarrevolución. Winston Smith debe velar sus verdaderos sentimientos hacia Gran Hermano en todo momento, no puede sino vociferar a favor de lo que íntimamente rechaza. En un inicio se siente solo en su rebeldía, no obstante tiene dudas sobre la supuesta ortodoxia de otros miembros del Partido, entre ellos O´Brien, miembro del Partido Interior. Esta figura

lo atrae con fascinación, ante la posibilidad de la existencia de la llamada

Hermandad, organización clandestina, enemiga del Partido e impulsada por Goldstein.

6

Sobre la temática del control de la realidad, el manejo de la lengua y doblepensar se profundiza en el capítulo II de este trabajo.

La atracción de Winston hacia el personaje de O´Brien contrasta con el repudio que tiene hacia las mujeres y, en general, a la sexualidad, sumida a la ideología del Partido. Según el INGSOC, está prohibida toda conducta sexual que no tenga fines reproductivos. En particular odia a Julia, miembro de la Liga Juvenil Anti-Sex, prototipo ideal de mujer del Partido, quien representa inicialmente todos los ideales que Winston detesta. Desde un inicio intenta evitarla a riesgo de que lo denuncie a la Policía del Pensamiento. La segunda parte de la novela marca un giro luego de que Winston hace contacto con Julia. Ella un día simula una caída en frente de Winston y aprovecha para entregarle una nota secreta. Luego de establecer contacto optan por reunirse clandestinamente. Julia, quien al principio era vista como puritana y casta, resulta ser una mujer que también se opone al régimen, sediciosa y afín a cualquier conducta que corrompa los ideales del Partido (Winston define su actitud como una rebeldía de cintura abajo). Ambos se entregan en inicio a consumar la relación sexual como una proclama anti-partidista. Si bien van desarrollando una relación afectiva a medida que avanza el relato, su amor carece de pretensiones a futuro ya que saben que sus días están contados. En adelante, Winston y Julia, aliados y conspiradores buscan contactarse con alguien del Partido Interior que esté en oposición al INGSOC. Se dirigen y apuestan al personaje de O´Brien, esperando que sea su contacto con la Hermandad. En un encuentro con O´Brien, juran fidelidad a la Hermandad y reciben de sus manos una copia del texto Teoría y Práctica del Colectivismo Oligárquico por Emmanuel Goldstein. El libro, que Winston a diferencia de Julia lee apasionadamente, describe el funcionamiento y organización de Oceanía y sus instituciones, si bien no realiza un planteamiento analítico que responda a la pregunta de Winston: “comprendo COMO, pero no comprendo POR QUE”. En este punto es cuando

ocurre el clímax de la historia; Winston y Julia son atrapados por la Policía del Pensamiento durante uno de sus encuentros clandestinos. La tercera parte de la historia tiene lugar en el Ministerio del Amor, a donde Winston y Julia son conducidos por separado. O´Brien aparece en escena mostrando su verdadera identidad y encargado de llevar a cabo la tortura y castigo para Winston cuyo fin es su anulación como persona. Luego de un proceso terrorífico de reeducación y lavado cerebral, Winston es adoctrinado a favor del Partido. Tras superar el proceso del que es objeto, Winston es liberado y pasa a ocupar un trabajo irrelevante en el Partido. Su encuentro con Julia luego de pasar por el Ministerio del Amor está aparentemente desprovisto de todo tipo de afecto e intensidad. En adelante, está en conocimiento de su eventual muerte a manos de la Policía del Pensamiento. La historia termina cuando alguien dispara a Winston, quien muere en franca reverencia a Gran Hermano.

1.5. RECURSOS LITERARIOS .

La novela Mil Novecientos Ochenta y Cuatro se presenta como un texto narrativo a manos de un personaje principal que, literariamente, puede ser catalogado como un protagonista en tercera persona limitada. Esto es, la percepción subjetiva de Winston Smith sobre el mundo predomina frente a una percepción objetiva y limitada del resto de personajes. El argumento de la novela se enfoca en “contar la historia de un grupo reducido de habitantes de ese mundo, se limita a sus puntos de vista, y a partir de él se refiere a las otras cuestiones que podrían interesar al lector.”7

7

Chimal, Alberto. 52 años después (ó 16 antes). Revista Asimos. Ciudad de México. Julio, 2004

El estilo que maneja la obra se particulariza en ciertos aspectos. Primeramente, el lenguaje utilizado por Orwell es accesible y voluntariamente simplificado, con una prosa de fácil seguimiento. Orwell logra de esta manera reflejar la simplicidad a la que tiende la aplicación de la Neolengua. Con este procedimiento, que reduce el aspecto de la forma estética de su trabajo, Orwell logra enfatizar en la intencionalidad de su libro y en las ideas que quiere trasmitir. Esta simpleza aparente facilita la adecuación de las circunstancias de la historia con los hechos de la realidad que al autor le interesa cuestionar. Otra razón para esta “simplicidad” estriba en el interés de Orwell por un depuramiento de la lengua inglesa y la conversión en arte de la escritura política.8 El estilo de Orwell tiene como objeto denunciar el vacío en el mensaje de fondo que mucha escritura política

esconde en su excesiva

elaboración formal. No obstante, si bien es un texto profundamente político, Mil Novecientos Ochenta y Cuatro presta mucha atención al aspecto humano que acompaña a la trama. Es así que se dedica amplios espacios a la elaboración de los personajes y a su posicionamiento subjetivo. De este modo “se combina la intencionalidad política con la verosimilitud del realismo psicológico y evita la reducción del libro a una simple abstracción intelectual o a un tratado de ciencia política.”9 De esta manera, la novela produce efectos

en múltiples

campos del saber,

abordando, en el desenvolvimiento de la trama, temáticas relevantes a otros órdenes adicionales al político: historia, sociología, psicología, lingüística, etc. La naturaleza de las distopías involucra un procedimiento creativo que se alimenta de la percepción del autor en torno a las organizaciones sociales y políticas; no se puede crear un aparato social ficticio,

8 9

Refiéase a Orwell, George. Por qué Escribo y Algunas Consideraciones sobre la lengua Inglesa. Gottlieb, Erika. The Orwell Conundrum. Ed. Hardbus. Ottawa. 1992.

como lo son las utopías o distopías, sin necesariamente remitirse a aspectos de las realidades políticas e históricas de las colectividades y sus gobiernos. Por lo tanto, en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, novela que obligatoriamente remite a situaciones puntuales de la historia, se encuentran elementos conceptuales que justificadamente se articulan con el terreno de las Ciencias Humanas y más aún, de la realidad humana.

1.6. CONCLUSIONES Se puede afirmar que a pesar de su aparente liviandad en la trama novelesca, Mil Novecientos Ochenta y Cuatro devela y favorece un gran espacio para el análisis crítico, como lo comprueba la cuantiosa y variada literatura existente al respecto. Un recorrido por la trayectoria vital de Orwell demuestra que no planteó su crítica exclusivamente hacia el estalinismo, sino que se refiere a todo régimen totalitario, ya sea el capitalismo, el comunismo, el fascismo u otro “ismo” hegemónico, que busque oprimir o jerarquizar a las sociedades. La obra orwelliana, dura y distópica, no implica que sea del todo pesimista. Gran cantidad de literatura que se refiere a Mil Novecientos Ochenta y Cuatro plantea a este trabajo como una advertencia o vaticinio fatalista sobre el futuro (en especial durante los años previos a 1984). Al respecto, Orwell continuamente señala oponerse a un pesimismo infundado con respecto a su trabajo. Es así que erróneamente se ha calificado a Mil Novecientos Ochenta y Cuatro como premonitoria y a su autor como profeta. De acuerdo a la historia de su publicación, la novela se denomina Mil Novecientos Ochenta y Cuatro por la inversión de los dos últimos dígitos del año de publicación (1948), por consejo de su editor, para sugerir una obra de carácter ficticio que no se ligue, directa -y peligrosamente-, a los

sucesos y personajes de esa época, por lo tanto no pretende ser una visión apocalíptica. La no pretensión de predecir un escenario político para los años 80 también explica porque la obra no ha perdido fuerza y relevancia en los años posteriores a 1984. Es más bien una actitud militante, como excelente partícipe y analista de su época, lo que caracteriza a Orwell más que como visionario o premonitor. Buscó Orwell ser un interprete de las líneas de fuerza de la realidad que vivió en el presente. Resulta así evidente la inclusión, por deseo propio, de aspectos de su vida personal en sus obras: “la tarea consiste en reconciliar las preferencias y aversiones personales con las actividades de orden esencialmente público, no individual, que la época nos impone a cada uno de nosotros”10 Mil Novecientos Ochenta y Cuatro ha sido frecuentemente posicionada como la “obra póstuma” del autor e inclusive dirigida a promover la idea de que su protagonista se muestra como un reflejo de un Orwell deteriorado, derrotado ideológicamente, queriendo proyectar su pesimismo humano y vital en la novela. Sin embargo, el mismo Orwell evidenció haber tenido planes

para continuar escribiendo, al tiempo que su libro adquiría popularidad, por

consiguiente conviene afirmar que “Mil Novecientos Ochenta y Cuatro no fue el último testamento: simplemente resultó ser la última obra importante que escribió antes de morir.”11

10

Orwell, George. Why I Write, en The Orwell Reader: Fiction, Essays and Reportage. Harcourt & Brace. Nueva York. 1984. pg 234. 11 Crack, Bernard. George Orwell: A Life. Londres. 1980.

CAPITULO II LENGUAJE Y MEDIOS LINGÜÍSTICOS EN LA OBRA DE ORWELL

2.1. EL LENGUAJE EN Mil Novecientos Ochenta y Cuatro La obra de George Orwell, según él mismo, muestra su interés en el uso de la lengua inglesa y su potencialidad de ser mal empleada. En general, Orwell atribuye el decaimiento de la lengua (inglesa) a causas económicas y políticas. En este sentido, analiza permanentemente

la relación entre el poder político y la tergiversación de la verdad,

enfatizando al lenguaje como un potente mecanismo de dominio social. Su posicionamiento sobre las transformaciones de la lengua, en relación con una situación socio-política determinada, justifica el énfasis que se le da a la Neolengua en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro. Además de incorporar esta conceptualización a la trama de la novela, como la herramienta esencial del Partido para sostener su ortodoxia, Orwell añade todo un apéndice al final de la obra que sintetiza el enfoque, medios y objetivos de la Neolengua para los fines del Partido.

Según el apéndice del libro, denominado Los Principios de Neolengua, se trata de “la lengua oficial de Oceanía, creada para solucionar las necesidades ideológicas del INGSOC o Socialismo Inglés.”12 Esta necesidad ideológica consiste en el control mental total de los miembros del INGSOC, estrechando el radio de acción de sus conciencias e impidiendo un pensamiento heterodoxo al de los principios del Partido. La reducción de la lengua es equivalente al perfeccionamiento de la herramienta de control social; la ortodoxia absoluta representa el ideal del Partido: “La Revolución será completa cuando la lengua sea perfecta.”13 El objetivo de la Neolengua es, por encima de proveer de “un medio de expresión sobre la cosmovisión y hábitos mentales para los miembros del INGSOC”, el impedir el pensamiento herético (entendido como pensamiento divergente de los principios del Partido) y por tanto disminuir el alcance del pensamiento. La pretensión final de este sistema es “que el pensamiento heterodoxo sea literalmente imposible, o por lo menos en cuanto el pensamiento depende de las palabras.”14 A continuación se abordan sus aspectos fundamentales.

2.1.a. Construcción de la Neolengua En la novela se afirma que el éxito para la instauración y práctica definitiva de la Neolengua depende de dos aspectos: la elaboración del diccionario de Neolengua y el doblepensar, para el control de la realidad.

12

Orwell, George. 1984. Ediciones Destino. España. 1995. pg. 293. Ibid. pg. 60 14 Ibid. pg. 293 13

El diccionario de Neolengua apunta a crear e implantar una forma final al idioma (inglés), a través de la progresiva disminución del vocabulario. Según se narra, está previsto que la onceava edición del diccionario de Noelengua sea la definitiva y última. En el año de 1984 (en el presente de la trama), el uso de la Neolengua es reducido y todavía comparte terreno con la viejalengua, esta última en camino a la abolición para el año 2050. Hasta esa fecha el uso del lenguaje ordinario está en permanente adecuación y los miembros del Partido tienden a comunicarse cada vez más con las palabras y formaciones gramaticales neolingüísticas hasta que la viejalengua desaparezca por completo. Según se indica, el tratamiento a la viejalengua estriba en la reducción de su vocabulario y la supresión de palabras heréticas, alcanzando una cantidad de palabras mínima e indispensable. El método consiste en asignar a cada palabra un significado exacto, excluyéndose los demás posibles sentidos y obviándose su etimología. Esto se consigue “inventando nuevas palabras y desvistiendo a las palabras restantes de cualquier significado heterodoxo, y a ser posible de cualquier significado secundario.”15

Syme,

el filólogo

encargado de la tarea de deconstrucción del diccionario, ilustra el proceso: “Creerás, seguramente, que nuestro principal trabajo consiste en inventar nuevas palabras. Nada de eso. Lo que hacemos es destruir palabras, centenares de palabras cada día. Estamos podando el idioma hasta dejarlo en los huesos.”16 Syme personifica el posicionamiento del Partido con respecto al lenguaje, que ve a la viejalengua como “imprecisa, llena de vaguedad e inútiles matices de significado”17. De esta manera, la Neolengua reemplazaría a la vieja lengua inglesa por completo, resultando ininteligible la comprensión de esta última. Con ella es “casi imposible seguir un 15

Ibid. pg. 293 Ibid. pg. 58 17 Ibid. pg. 42 16

pensamiento herético más allá de la percepción de su carácter herético; a partir de este punto, faltaban las palabras necesarias.”18 Para que funcione el mecanismo de control encerrado en la Neolengua, es necesario que las personas, adicionalmente, sean privadas de la capacidad de cuestionar la realidad. Es así que el Partido interviene en cualquier despliegue informativo. Todo documento está alterado y carece de veracidad. Winston trabaja en el Departamento del Registro, encargado justamente de falsificar todo tipo de noticia; su labor es corregir y rectificar los documentos para que siempre parezcan certeros, y por supuesto, a favor del Partido. Adicionalmente, toda evidencia que señale las inconsistencias entre el pasado y el presente es destruida o vuelta a fabricar (“el pasado es puesto al día”19); sin embargo, el pasado, a percepción de todos, nunca ha sido alterado: “todo lo que ahora es verdad había sido verdad eternamente y lo seguiría siendo.”20 La memoria de los miembros del Partido depende del supuesto registro oficial, consecuentemente no existe el recuerdo, se comunican sus permanentes victorias, el Partido siempre progresa -cuando las condiciones de vida son inaceptables- y todas sus predicciones son acertadas. Inclusive las personas pueden literalmente desaparecer (vaporización) o mejor aun, nunca haber existido (nopersona). El segundo mecanismo esencial para el control de la realidad es el dominio sobre la memoria. Este estriba en una serie de victorias que cada persona ejerce sobre su memoria y se denomina doblepensar. El doblepensar consiste en la lógica de pensamiento de: “saber y no saber… sostener simultáneamente dos opiniones sabiendo que son contradictorias y creer, sin embargo, en ambas… olvidar cuanto fuere necesario olvidar, y no obstante, recurrir a ello, volver a traerlo a la memoria en cuanto se necesitara y luego olvidarlo de nuevo… 18

Ibid. pg. 300 Ibid. pg. 47 20 Ibid. pg. 41 19

inducir conscientemente a la inconsciencia y luego hacerse inconsciente para no reconocer que se había hecho un acto de autosugestión… incluso comprender la palabra doblepensar implicaba el uso del doblepensar.”21 En definitiva, ambos procedimientos representan un fin común, “la inconciencia”, mediante la abolición de heterodoxia. El estrechamiento del radio de acción de la mente imposibilita todo tipo de crimen del pensamiento o crimental. Inclusive, cualquier sospecha de Winston sobre la realidad, permanecía en su conciencia, que pronto sería aniquilada, de modo que la verdad oficial del Partido verdaderamente sería innegable. Cuando la lengua alcance la perfección, ni siquiera se requerirá de la autodisciplina que en el presente implica el control de la realidad, o doblepensar. La intención final del Partido es crear un discurso en forma similar al cotorreo, que “cuando refiera a temas no neutrales ideológicamente, estos sean tan independientes como sea posible de la conciencia.”22

2.1.b. Propiedades de la Neolengua

A continuación se detallan las características del modelo orwelliano de Neolengua según lo ilustra la obra. Las palabras del vocabulario neolinguístico se separan en tres tipos, a saber: El Vocabulario A. Consiste en las palabras de uso cotidiano para la expresión de ideas simples y objetivas en relación a objetos concretos o acciones físicas. Estas palabras son acomodadas a significados restringidos o sonidos precisos sin posibilidad de significados adicionales, ambigüedades, etc. y su número, en comparación a la viejalengua, es muchísimo menor.

21 22

Ibid. pg. 42 Ibid. pg. 301

El Vocabulario B. Refiere a “palabras construidas deliberadamente con propósitos políticos” o que promovieran una “deseable actitud mental en la persona que las utilizaba.”23 Para emplearlas se requiere una adhesión total a los principios del INGSOC. Son palabras compuestas de fácil pronunciación, que expresan ideas en pocas sílabas, con sentido más fuerte y exacto que el lenguaje cotidiano, resultando también en sustantivos-verbos. Sin constituirse de acuerdo a su etimología, pueden generarse a partir de cualquier palabra, ponerse en cualquier orden o ser mutiladas a conveniencia. El fin de este proceso es que su pronunciación sea más fácil, que los términos no indiquen su derivación

y aseguren la

eufonía por encima de la gramática (por ejm. crimenpensar y pensarpol). La novela señala que se busca en lo posible abreviarlas, para estrechar su significado y agilitar su gesticulación. Asimismo, ninguna de las palabras de este grupo es ideológicamente neutral, muchas son eufemismos, significan lo opuesto de lo que parecen indicar o poseen una ambivalencia de acuerdo a si son utilizadas para con el Partido o contra el enemigo (por ejm. gozocampo por campo de trabajos forzados o Minipax por Ministerio de la Guerra). Palabras con significados que refieran a la libertad e igualdad están contenidas en la palabra crimenpensar. Todos estos mecanismos tienen como fin impedir la posibilidad de cualquier tipo de cuestionamiento ideológico. El Vocabulario C.

Es complementario de los anteriores y contiene exclusivamente

términos científicos y técnicos. Para quienes se desempeñen en estos campos se elabora una lista de términos y su significado para cada especialidad.

La ciencia como “actitud

mental” estaba de por sí abolida y contenida por la palabra INGSOC.

En cuanto a la gramática de la Neolengua, se indica que esta posee dos propiedades. Primeramente su intercambiabilidad

entre las distintas partes de la oración, donde las

palabras pueden ser utilizadas como verbos, nombres, adjetivos o adverbios. De existir un sustantivo que pudiera ser reemplazado por un verbo se suprimía uno u otro, formando nombres-verbos (por ejm. el término pensamiento puede ser eliminado al existir el nombreverbo pensar). Para la formación de adjetivos, adverbios, se agrega respectivamente los 23

Ibid. pg. 297

sufijos lleno y mente (así palabras como bienpensadolleno o bienpensadamente). Para señalar la negación o antónimo de una palabra se añade el prefijo in, suprimiéndose el término empleado para su significación opuesta (inbueno descarta la necesidad de la palabra malo). Para aumentar el énfasis de una palabra se adscribe el prefijo plus o dobleplus, (por ejm. la palabra infrío significa caliente, mientras que plusfrío y dobleplusfrío significan, respectivamente, muy frío y extremadamente frío). Asimismo se puede modificar el significado de casi todas las palabras con preposiciones afijas como ante, post, sobre, sub, etc. reduciendo aun más el vocabulario. La segunda peculiaridad es su regularidad, donde las inflexiones obedecen a las mismas reglas (a excepción de los pronombres, los relativos, los adjetivos demostrativos y los verbos auxiliares. Todos los pretéritos eran uno solo, bajo la terminación ed.24 Todos los plurales se forman añadiendo las terminaciones s o es de acuerdo al caso. 25 El término quien es abolido por ser innecesario y los tiempos condicionales de deber y debería

están

cubiertos por haría y habría hecho.

2.2 LA NEOLENGUA Y LA LINGÜÍSTICA

A partir de una aproximación lingüística, se pueden analizar las propiedades del lenguaje descrito en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro. El estudio se justifica en el propósito de proveer de elementos que sirvan de referencia para un posterior abordaje psicoanalítico

24

La terminación ed (para el inglés) no se aplica a los pretéritos en español, en donde la terminación acaba en la misma letra o se mantienen como los verbos regulares. Adicionalmente, la obra en habla inglesa incluye el tratamiento de la Neolengua para la comparación de adjetivos y sus preposiciones. 25 Orwell, George. Nineteen Eighty-Four. Penguin Books. Londres. 1989. pg 315. Esta referencia a los plurales consta en la versión del libro en inglés y no en la versión en español.

del tema. Este acercamiento preliminar, por lo tanto, es parcial y foráneo al terreno propio de la lingüística, y tiene como objetivo que se extraigan componentes que se ajusten al desarrollo de una teoría del inconsciente desde Lacan. Por esta razón, el trabajo se remitirá al análisis de las formulaciones de lingüistas, de quienes, de una manera u otra, se vale Lacan para su teorización psicoanalítica. Dentro del campo de la ciencia semiótica, se perfilan dos corrientes de pensamiento: el de la escuela europea de Ferdinand De Saussure (desde 1906 a 1911, denominada semiología) y la línea de la semiótica americana, impulsada por Charles S. Pierce (1932). Adicionalmente están los aportes de Roman Jakobson, lingüista ruso perteneciente al Círculo Lingüístico de Praga, quien además de desarrollar el tema de la fonología aportó al campo de la semántica gramatical y el estudio de los tropos literarios.

2.2.a Aportaciones Teóricas al Signo Lingüístico De Saussure, padre de la lingüística estructural, propone, en un primer tiempo, un estudio del lenguaje desde un punto de vista sincrónico (estudia los hechos de la lingüística en un momento determinado del tiempo), es decir, que analiza las relaciones entre los signos sin la influencia de las variaciones temporales, lo que le va a permitir sistematizar el estudio de las lenguas. Hasta ese entonces el modo de estudio prevaleciente en lingüística analizaba el lenguaje de acuerdo a su evolución en el tiempo, centrándose en los modos en que se va transformando cronológicamente (diacronía). Situando al lenguaje como objeto de estudio, Saussure define a la lengua (langue) como un producto social “un sistema de signos de significado convencional, y de igual valor

para todos los miembros de la comunidad que la utiliza”26, diferente del habla (parole), que obedece al uso individual de los signos. Estos dos elementos componen el lenguaje. Para la lingüística estructural, las dimensiones de la lengua y el habla están articuladas por un elemento, el signo lingüístico, fundamento y base del lenguaje. La originalidad del planteamiento de Saussure sobre el signo lingüístico radica en que su naturaleza no fue considerada como el producto de asociar una palabra con una cosa. El signo saussureano empata un concepto, significado, a una imagen acústica significante (“no como el sonido material, cosa puramente física, sino su huella psíquica, la representación que de él nos da el testimonio de nuestros sentidos”27), cuya unión tiene como característica la arbitrariedad. Significado y significante son elementos instituidos en una relación de asociación que es el signo lingüístico, efecto que denomina Saussure como significación. A continuación se grafica el algoritmo que Saussure plantea para el signo lingüístico:

El signo lingüístico, como parte de un sistema, comprenderá las siguientes propiedades según Saussure: 1. Carácter arbitrario del signo. Entre significado y significante no hay un lazo fijo que los una (por ejemplo, en diferentes lenguas pueden existir diferentes significantes para los mismos significados). Al respecto, Saussure caracteriza a la lengua como una herencia de la época precedente, jamás se ha comprobado que exista una asignación determinada de nombres para las cosas; “el signo, 26 27

arbitrario, es por tanto, inmutable y

resiste toda

De Saussure, Ferdinand. Curso de Lingüística General. Ed. Losada S.A. Buenos Aires. 1945. pg. 58. Ibid. pg. 128.

sustitución arbitraria.”28 Esta consideración encierra el hecho del poco espacio que juega la voluntad individual o social para cambiar a la lengua. Empero, “el término arbitrario no debe dar la idea de que el significante depende de la libre elección del hablante; queremos decir que es inmotivado, es decir, arbitrario con relación al significado, con el cual no guarda en la realidad ningún lazo natural.”29 Empero, para Saussure esta arbitrariedad no es absoluta: “El principio fundamental de lo arbitrario del signo no impide distinguir en cada lengua lo que es radicalmente arbitrario, es decir, inmotivado, de lo que no es más que relativamente.” escalas de arbitrariedad

30

Según esto, existen diferentes

y motivación en el signo, en donde la motivación depende del

estudio del término, en el análisis sintagmático y de las relaciones asociativas de los términos. 2. La inmutabilidad del signo. Si bien la arbitrariedad del signo implica que el significante se escoge inicialmente en autonomía con respecto a un significado, “una vez elegido ese significante se impone a la comunidad lingüística, a la masa de los hablantes.”31 De hecho, el hablante se encuentra sometido a la lengua y por tanto, a la tradición y al tiempo: “precisamente, porque el signo es arbitrario no conoce otra ley que la tradición y precisamente por fundarse en la tradición puede ser arbitrario.”32 En su Curso de Lingüística General, señala que la inmutablidad del signo se sostiene en : 1. El propio carácter arbitrario del signo 2. La multitud de signos necesarios para construir cualquier lengua 3. El carácter demasiado complejo del sistema y, 4. La inercia colectiva a toda innovación lingüística. 3. La alteración del signo. Los signos, a raíz de su uso en la práctica social, pueden irse alterando con el paso del tiempo. El significante puede alterarse fonéticamente y el significado, en su comprensión y extensión, alterarse su concepto. Según Saussure “la

28

De Saussure, Ferdinand. Curso de Lingüística General. Ed. Losada S.A. Buenos Aires. 1945. pg.137. Ibid. pg. 139 30 Ibid. pg 219 31 Dor, Joel. Introducción a la lectura de Lacan. Ed. Gedisa. Madrid. 2000. pg. 40. 32 De Saussure, Ferdinand. Curso de Lingüística General. en Dor, Joel. Introducción a la lectura de Lacan. Ed. Gedisa. Madrid. 2000. pg. 41 29

alteración del signo depende siempre del orden de un desplazamiento de la relación entre significado y significante.”33 4. El carácter lineal del significante. En la articulación de la palabra, el significante evoca una secuencia fonemática que se suscita en una temporalidad. La organización significante implica la concatenación y elección de unidades.

El objeto de estudio de la lingüística es la lengua, que al conformarse como un hecho social, implica un valor consensuado, “universal”, según el cual es posible la comunicación entre los individuos. La lengua, según esta visión, consiste en un sistema de valores puros, en cuyo funcionamiento entran en juego dos elementos: las ideas (A) y las cosas (B). Saussure describe estos dos flujos de la siguiente manera:

El papel de la lengua es justamente proveer de una intermediación entre ambas masas. La célula pensamiento-sonido, “implica divisiones y que la lengua elabora sus unidades al constituirse entre dos masas amorfas”34. Estas dos caras (pensamiento y sonido), son comparables con una hoja de papel, según Saussure, y por tanto no pueden ser aisladas. El hecho lingüístico, la elección de una porción acústica con una idea es arbitraria, puesto “que la noción de valor perdería algo de su carácter, ya que contendría un elemento impuesto desde afuera.”35 Esta arbitrariedad justifica que solo el hecho social, la colectividad, puede 33

Ibid. pg. 41 Ibid. pg. 192 35 Ibid.. pg. 193 34

crear un sistema lingüístico, estableciendo valores bajo el consenso general; “el individuo por sí solo no es capaz de fijar ninguno.”36 Esto explica cómo un término no es la simple unión de cierto sonido con cierto concepto, aislándolo del sistema del que es parte; hacer eso “sería creer que se puede comenzar por los términos y construir el sistema haciendo la suma, mientras que, por el contrario, hay que partir de la totalidad solidaria para obtener por análisis los elementos que encierra.”37

En inicio, según la aparente fijeza que ostenta el signo lingüístico, parecería que a un significado determinado debería corresponderle necesariamente un significante determinado, garantizando una significación determinada. Sin embargo,

si se toma a una entidad

lingüística por separado se constata que a una imagen acústica se le pueden adscribir dos significados diferentes (produciendo dos significaciones distintas a partir de un significante), por lo tanto, según Saussure, la delimitación del signo depende del contexto o conjunto de signos en la cadena hablada. Según esta visión, el valor del signo, su posibilidad de ser delimitado, depende del lugar que ocupan en un sistema de significaciones ampliado. Esta relación, en términos de diferencia, implica que el signo no puede significar algo por sí mismo, sino que su valor lingüístico depende de su relación con otros signos en la cadena discursiva. Una significación nunca podría ser absoluta, única ni definitiva. Esta propiedad, el valor del signo, determina que “en una lengua, cada término tiene su propio valor en oposición con todos los otros términos.”38

Como resultado de lo anterior, aparece en Saussure la distinción de

dos tipos de

relaciones entre las unidades lingüísticas: sintagmática y paradigmática. Si bien en el 36

De Saussure, Ferdinand. Curso de Lingüística General. Ed. Losada S.A. Buenos Aires. 1945. pg. 193 Ibid. pg. 193 38 Ibid. pg. 147 37

lenguaje, ambas operaciones interactúan y participan, en el carácter sintagmático entran en juego las combinaciones, es decir se articulan unidades lingüísticas de manera lineal (correspondiente a la dimensión del habla). El carácter paradigmático, contrariamente, supone el plano de las selecciones y su posibilidad de sustitución (concerniente a la lengua como elección lexical), e implica una relación entre elementos lingüísticos que pueden ocurrir en la misma posición de un enunciado. Estos términos comprenden, respectivamente, las nociones lingüísticas

de sintagma y paradigma. La primera, como un grupo de elementos

lingüísticos que, puestos en secuencia, funcionan como una unidad, excluyendo “la posibilidad de pronunciar dos elementos a la vez (…) Colocado en un sintagma, un término solo adquiere su valor porque se opone al que le precede o al que le sigue o a ambos.”39 Por su parte, el paradigma es un conjunto virtual de elementos, de una misma clase gramatical, que pueden aparecer en un mismo contexto o lugar. Sus relaciones “ya no se basan en la extensión; su sede está en el cerebro, y forman parte de ese tesoro interior que constituye la lengua de cada individuo.”40 A partir de la teoría de Saussure, Roman Jakobson profundiza en

la lingüística

estructural, centrándose en las nociones de metáfora y metonimia. Lo hace al plantear que el habla comprende dos operaciones simultáneas: la sustitución y la combinación, la primera “donde cualquier signo está hecho

de signos constitutivos y/o ocurre solamente en

combinación con otros signos” y la segunda como “una selección entre alternativas que implica la posibilidad de sustituir uno por otro, equivalente a este en ciertos aspectos y

39

Foulkes, María Marta. Lenguaje-Ficción-Realidad: Filosofía del Lenguaje, Lingüística, Psicoanálisis. Ed. Biblos. Buenos Aires. 1985. pg. 58. 40 Ibid. pg. 58.

diferente de este en otros.”41 Como se observa estos dos modos corresponden inicialmente a los que señala Saussure, acuñando a la

combinación la facultad in presentia y a la

selección in ausentia. Se puede decir que la selección (y, correspondientemente, sustitución), trata con entidades unidas en el código pero no en el mensaje emitido, mientras que, en el caso de la combinación, las entidades se unen en ambos, o solamente en el mensaje emitido.42

La contigüidad obedece a una relación externa y la selección a una relación

interna. Estas consideraciones permitieron a Jakobson centrar su estudio en la organización del lenguaje como una estructura bipolar cuyos extremos son la metáfora y la metonimia. En su análisis de las afasias considera que estos polos se parcializan, privilegiándose la metáfora (sustitución/selección) o la metonimia (contextualización/combinación). Adicionalmente, Jakobson plantea, al referirse al campo de las combinaciones, la existencia de diferentes niveles de libertad para el hablante al momento de armar palabras y crear contextos. Esta libertad relativa se despliega en una escala ascendente que empieza desde la creación de fonemas (donde no hay libertad puesto que el código ya ha determinado todas las posibilidades a emplearse); a continuación esta la combinación de fonemas para generar palabras (que Jakobson califica como una libertad circunscrita); seguida se encuentra la formación de oraciones, donde finalmente,

la libertad

del individuo que habla

la combinación de oraciones y sus creaciones superiores implica un rango

máximo de libertad.

41

se incrementa;

Jakobson, Roman. Two Aspects of Language and Two Types of Aphasic Distrubances. en Fundamentals of Language. Mouton. The Hague. 1971. pg. 110 42 Ibid. pg. 109

Ahora, las aportaciones de Pierce toman al signo (o representamen), como “algo que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún aspecto o carácter.”43 Es decir, constituye “algo que representa a un objeto (una cosa física, un hecho, una idea u otro signo) para alguien que lo interpreta”44. Según la relación que tenga con su objeto, el signo puede clasificarse en tres: símbolo (vinculado al objeto por regla convencional), ícono (“un signo que poseería

el carácter que lo vuelve significativo, aun cuando su objeto no tuviera

existencia”45) e índice (que tiene una relación existencial y de contigüidad con el objeto).

2.2.b El Signo Neolingüístico Si se ejerce una comparación entre las condiciones y constituyentes del lenguaje, analizados desde la lingüística, y la Neolengua, como concepto de ficción descrito en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, se encontrará que los caracteres elementales de la lengua y del signo lingüístico en la Neolengua se encuentran alterados. El signo saussureano, adecuado al aparato neolingüístico, muestra diversas modificaciones. En primer lugar, el signo lingüístico, tal como lo define Saussure, está constituido a partir de la unión de un significado y un significante; Sin embargo, en la Neolengua el signo saussureano se transforma en una institucionalidad de significantes unidos a significados absolutos/unívocos. La imagen acústica o significante, en este caso, sí viene a corresponder al nombre por la cosa, puesto que los sentidos de los individuos no influyen o son requisito en la capacidad de representarla, como entidad natural. Por tanto,

43

Peirce, Charles. La Ciencia de la Semiótica. Ed. Nueva Visión. Buenos Aires. 1974. pg. 45. Evans, Dylan. Diccionario Introductoria de Psicoanálisis Lacaniano. Paidós. Buenos Aires. 1997. pg 112 45 Peirce, Charles. La Ciencia de la Semiótica. Ed. Nueva Visión. Buenos Aires. 1974. pg. 59 44

existe en la novela un lenguaje de denominaciones inequívocas, producto de una nomenclatura determinada. Por consiguiente, esta consideración del signo se asemeja a la noción de Peirce sobre el concepto de índice. Peirce señala que el índice posee tres rasgos característicos: la carencia de parecido significativo con su objeto, se refieren a entes individuales, unidades individuales, conjuntos unitarios de unidades o continuidades individuales y dirigen su atención a sus objetos por una compulsión ciega.46 Estas características están englobadas en el estilo de signo que se perfila en el lenguaje de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro. En segundo lugar, también en relación a la arbitrariedad,

los signos lingüísticos,

según Saussure, pueden variar en su escala de motivación e inmotivación, es decir, su arbitrariedad es relativa. Se tiene, por así decirlo, palabras que con mayor acento se remiten a otras; por ejemplo existen términos en el diccionario cuyo significado reza “perteneciente o relativo al término…”, es decir, se derivan directamente de otras palabras (tienen la misma raíz inclusive) de acuerdo a su etimología, por consiguiente, son mayormente motivadas. En este sentido, los términos motivados, en el caso de la Neolengua, tienen inclinación a ser abolidos, no existe relatividad en la arbitrariedad de las palabras.

47

En Mil Novecientos

Ochenta y Cuatro, el lenguaje literalmente se prefabrica; inclusive los términos son fríamente estudiados para emanciparlos de su etimología y así desligarlos de su origen o razón de existencia.

46 47

Ibid. pg. 61. Refiérase a los ejemplos del subcapítulo 2.1.b de este trabajo

Por otro lado, Saussure plantea la imposibilidad de transformar la lengua a voluntad. Expone, al respecto, cuatro razones que sostienen la inmutabilidad del signo lingüístico; a continuación, se describe como la Neolengua se posicionaría en referencia a cada una: 1. Carácter arbitrario del signo. La arbitrariedad, como atributo esencial del signo lingüístico saussureano no se aplica del todo en la Neolengua. Según Saussure, el lazo que une significante y significado es arbitrario; depende de la convención social, en cuanto es la cultura la que determina que una secuencia de sonidos formen un significante tal (sin ser por esto tampoco un escogimiento aleatorio). Según esta noción, en poco puede intervenir la voluntad en la alteración de la lengua. Empero, en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, el control de la realidad tiene como fin la abolición de la referencialidad histórica y, por que no, de la referencialidad en sí, aspecto determinante del que se vale el lenguaje en cuanto es un producto de transmisión diacrónica, por tanto en la Neolengua no se puede hablar propiamente de herencia. La arbitrariedad en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro no va de la mano de una gestación cultural, sino que depende de la misma arbitrariedad del Partido y su voluntad (después de todo la voluntad ideológica del Partido es absoluta). 2. La multitud de signos necesarios para construir cualquier lengua.

Esta

acotación supone, según Saussure, que la capacidad de reemplazar un sistema está imposibilitada por la innumerabilidad de los signos. En rigor, este sistema fuera reemplazable si se “encerrara un número limitado de elementos.”. Esto es justamente lo que sucede con la Neolengua. El vocabulario es reducido a un número definido de elementos, el mínimo indispensable, a saber, que al Partido le alcancen para sus fines des manipulación. Es decir, se logra contener la lengua dentro de un sistema limitado. 3. El carácter demasiado complejo del sistema. Según Saussure la lengua, como sistema, siendo una herramienta de uso cotidiano, no reflexivo, es al mismo tiempo, un mecanismo por demás complejo. Saussure indica que “no se podría concebir un cambio semejante [de la lengua] más que con la intervención de especialistas, gramáticos, lógicos, etc.; pero la experiencia demuestra que hasta ahora las injerencias de esta índole no han tenido éxito alguno”. 48 Justamente esta injerencia constituye el argumento de la obra de Orwell sobre el lenguaje; un Estado que, mediante un equipo de expertos sobre lenguaje, 48

De Saussure, Ferdinand. Curso de Lingüística General. Ed. Losada S.A. Buenos Aires. 1945. pg.138.

personificados en Syme, acorralan a voluntad la arbitrariedad y cotidianidad propia del uso de la lengua para controlar a los ciudadanos. 4. La resistencia de la inercia colectiva a toda innovación lingüística. Es decir, la lengua está, según Saussure “extendida por una masa y manejada por ella, la lengua es una cosa de la que todos los individuos se sirven a lo largo del día entero. En este punto no se puede establecer ninguna comparación entre ella y las otras instituciones. Las prescripciones de un código, los ritos de la religión, las señales marítimas, etc., nunca ocupan más que cierto número de individuos a la vez y durante un tiempo limitado; de la lengua, por el contrario, cada cual participa en todo el tiempo, y por eso la lengua sufre sin cesar la influencia de todos. Este hecho capital basta para mostrar la imposibilidad de una revolución. La lengua es de todas las instituciones sociales la que menos presa ofrece a las iniciativas. La lengua forma cuerpo con la vida de la masa social, y la masa, siendo naturalmente inerte, aparece ante todo como un factor de conservación.”49 No obstante, el propósito del Partido, en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro justamente apunta a imposibilitar la influencia, en la lengua, de quienes se sirven de ella. En la Neolengua la inercia colectiva en el uso de la lengua ha logrado ser restringida. Esta restricción es posible a raíz del control de la realidad y el doblepensar

que erradican tanto la tradición de la lengua en el tiempo, como la

gravitación de la colectividad en su uso. Estos mecanismos limitan la libertad de los individuos de servirse de la lengua y ser parte de una masa conjunta con ella ya que en la novela la lengua constituye una institución reducida e intencionalmente desconectada de formar un mismo cuerpo con los individuos.

Según estos señalamientos, la posibilidad de una Revolución, que Saussure desacredita de darse como producto de la transformación de la lengua a voluntad,

es

propiamente una hipótesis factible en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, en cuanto

la

creación de la Neolengua se encarga de sobrellevar las limitaciones que obstaculizan la mutabilidad del signo lingüístico saussureano.

49

Ibid. pg 139.

Ahora, a partir de las investigaciones de Jakobson, como se profundizó anteriormente, se tiene que en cada tipo de afasia se pronuncian las dificultades operacionales ya sea en el eje de la contigüidad o en el eje de la sustitución. Si se realiza una extrapolación de estos conceptos a la novela Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, se encuentran semejanzas entre los síntomas afásicos y el discurso verbal al que apunta la Neolengua. En cuanto a la contigüidad, la capacidad de elaborar proposiciones combinándose unidades de lenguaje, está ampliamente reducida; la Neolengua minimiza el posible contexto de acción para efectos de la conjunción y enlace de elementos en las oraciones. A su vez, la aplicación de la Neolengua minimiza las reglas gramaticales y de subordinación en el habla, de tal modo que, similar a como sucede en la afasia, resulta en lo que señala Jakobson como “un lenguaje infantil, estereotipado, con oraciones “ya hechas”, oraciones de una palabra, abolición de las inflexiones y de la posibilidad de derivar un término.”50 La pérdida de palabras de “función gramatical” (conjunciones, preposiciones, pronombres, etc.) evocan un habla con “estilo telegráfico”, igualmente agramático o descontextualizado. En el caso de la sustitución, esta facultad, aplicada a la Neolengua resulta imposible, al no existir terreno para la selección de equivalencias para los términos (en el Diccionario de la Neolengua se han erradicado tanto los sinónimos como los antónimos, es decir no hay sinonimia ni antinomia). No existe como tal la posibilidad de un uso del carácter metafórico del lenguaje, sólo hay literalidad, por lo tanto en la Neolengua el polo de las combinaciones queda suprimido. Todas las restricciones que implica la Neolengua, como se ha ido mostrando, evidentemente reducen el campo de libertad del hablante. La escala de libertades que 50

Jakobson, Roman. Two Aspects of Language and Two Types of Aphasic Distrubances. en Fundamentals of Language. Mouton. The Hague. 1971. pg. 86.

describe Jakobson, aplicada al caso de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, no existe ya que las elaboraciones sintagmáticas carecen de tendencia al incremento. Con la Neolengua, las combinaciones lingüísticas superiores (creación de oraciones y sintaxis) mantienen un nivel de libertad casi nulo, asemejándose a las combinaciones que las preceden (creación de fonemas, combinación de palabras), de acuerdo a un sistema predeterminado,

sólido y

esclavizante. Recuérdese que Jakobson alude que para el caso del hablante común, este tiene tendencia a privilegiar a la metáfora o a la metonimia “de acuerdo a los patrones culturales, la personalidad y el estilo verbal”. En estos tres puntos aparece una restricción especialmente intencionada a manos del Partido en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro. Como producto, se tiene que resulta imposible hablar de un patrón cultural que no sea la ideología del INGSOC, la personalidad, en vez de establecerse a partir de las diferencias, se dirige a la homologación, y el estilo verbal tiende a la desaparición.

2.3. CONCLUSIONES Como conclusión, se puede señalar que la diferencia entre el lenguaje convencional y la Neolengua, desde un abordaje lingüístico, radica fundamentalmente en una cuestión de restricción y limitación en esta última. Si la arbitrariedad, como característica esencial del signo para con el lenguaje, implica que no hay una relación de nominación entre significado y significante a voluntad,

las

palabras creadas en la Neolengua se dirigen hacia una relación radicalmente impuesta, según decrete el Partido.

El signo lingüístico como tal, en la Neolengua es unívoco, consecuentemente el léxico está reducido a una nomenclatura. Las posibilidades discursivas a partir de esto, pueden manejarse muy limitadamente en el campo de la contigüidad, ya que la sustitución está prácticamente abolida. Finalmente, la cuestión de la inmutabilidad de la lengua es una propiedad determinante que hace inaprehensible, al lenguaje convencional, de ser radicalmente modificado a capricho, en cuanto son la tradición y el uso colectivamente generalizado de la lengua los que hacen de la lengua inmutable. Esta incapacidad de aprehenderla se sostiene, según Saussure, en que el signo lingüístico roza en la irracionalidad. No obstante, es la superación y traspaso de esta facultad, lo que permite la implantación de la Neolengua y su praxis en la novela. El aspecto del lenguaje en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro está calculado para ser todo lo contrario: continente, limitado, uniforme y sobre todo regular. Según estos señalamientos, la posibilidad de una Revolución, que Saussure desacredita de darse como producto de la transformación de la lengua a voluntad, es propiamente una hipótesis factible en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, en cuanto

la creación de la Neolengua

se encarga de sobrellevar

obstaculizan la mutabilidad del signo lingüístico saussureano.

las limitaciones que

CAPITULO III

LA CONSTITUCION SUBJETIVA A PARTIR DEL LENGUAJE

La temática del lenguaje posee una crucial relevancia en el psicoanálisis siendo el rasgo más sobresaliente en la línea de pensamiento de Lacan. Esta importancia no solo reside en el despliegue discursivo como parte de la experiencia analítica, sino que es una afirmación que se remonta a abordar y cuestionar la posibilidad de una etnología misma del

ser para el psicoanálisis. Hablar de sujeto en Lacan es referir a un sujeto del inconsciente, y por tanto, un sujeto del lenguaje cuya única manera de producirse es a través de él. El estatuto del lenguaje se vincula con todo el aparato teórico lacaniano y su relevancia va ascendiendo hasta colocarse como protagónico en su trabajo. Resulta problemático el análisis de cualquier concepto psicoanalítico sin hacer referencia al lenguaje o en tal caso, al significante. Asimismo, el desarrollo de la noción de sujeto, por su parte, si bien tiene acepciones dentro del campo de la lógica, la filosofía y el derecho, las referencias al lenguaje y a la lingüística dominan su conceptualización, puntualmente a partir de 1945. Lacan subraya, en cuanto al psicoanálisis, que “toda su mira es “la elaboración de la noción de sujeto” devuelto éste a su “dependencia significante”, es decir, a su sujeción determinada por el hecho del lenguaje.”51 Con estas indicaciones se pretende, a continuación, introducir el tema del sujeto del inconsciente para el psicoanálisis lacaniano y su constitución subjetiva en el lenguaje, en un agrupamiento sintético de conceptos que aporten a los objetivos de análisis de la novela Mil Novecientos Ochenta y Cuatro y su descripción de la Neolengua. Para esto, se pretende tratar el tema desde dos parámetros: en primer lugar refiriendo al abordaje que propone Lacan del signo lingüístico, el estatuto de significante en el psicoanálisis y su dinámica a través de las operaciones metonímica y metafórica; en segundo lugar, el recorrido conceptual que evoca el proceso de constitución del sujeto y su estructuración subjetiva, como efecto del orden del significante. Todo este conlleva definir al sujeto del inconsciente a razón de su división, como resultado de su acceso a lo simbólico.

51

Ogilvie, Bertrand. Lacan: La Formación del Concepto de Sujeto (1932-1949). Ed. Nueva Visión. Buenos Aires. 2000. pg 115.

3.1. ANTECEDENTES

Debido a que el psicoanálisis apoya su elaboración teórica en la hipótesis de que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, en principio es importante realizar un breve recorrido sobre los antecedentes conceptuales que conducirán a Lacan a

articular los

procesos del inconsciente con ciertos aspectos del lenguaje, en base a sus funcionamientos estructurales análogos. Como partida obligada se encuentra Freud, quien a lo largo de toda su obra, no solo alude a un sinnúmero de casos y situaciones que poseen relevancia lingüística, sino que la extensión de su práctica se sujeta en privilegiar una terapia y cura a través de la palabra. Freud desarrolla una ciencia de la psique cuyo funcionamiento está condicionado por el lenguaje, en vista de ser “una teoría de la producción de los signos, una teoría de la representación”52 Se tiene así que en sus primeros estudios sobre la histeria,

Freud refiere al

simbolismo, es decir, analiza todo un conjunto de representaciones indirectas o figuradas que derivan de una idea inicial y que se relacionan con un deseo inconsciente. En este sentido, el síntoma histérico, como Freud lo constata empíricamente, está mediado por una representación que liga al síntoma con un afecto. La teoría de la simbolización en los síntomas neuróticos establece la relación entre un estado corporal y una figura retórica. Desde el comienzo, la teorización psicoanalítica puso en duda el origen y la naturaleza de este proceso, pero lo reconoció explícitamente

52

como un fenómeno de gran importancia

Forrester, John. El Lenguaje y los Orígenes del Psicoanálisis. Fondo de Cultura Económica. México D.F. 1989. pg. 18.

terapeútica e interpretativa, aún sin su explicación teórica. Cualquier teoría que se elaborase giraba necesariamente en torno a la naturaleza y al origen del lenguaje y de los afectos. 53 Empero, el lugar puntual en el que se apoya Lacan para asemejar la lógica del inconsciente con el lenguaje constituye el trabajo del sueño. Freud encuentra que entre el contenido de los pensamientos manifiestos y latentes, las representaciones son susceptibles al desplazamiento y a la condensación, como modos de funcionamiento de los procesos inconscientes. Los ejemplos que Freud sitúa al respecto de ambas operaciones son numerosos, y destaca múltiples representaciones que mutan en forma de diferentes figuras retóricas y relaciones afines: sinécdoque, desplazamiento por contigüidad, contraste, metáfora, hipérbaton, pleonasmo, silepsis, elipsis, combinación, oposición, fusión, omisión, etc. Las referencias anteriormente mencionadas y su parecido a los modos de operación del lenguaje, son parte del abordaje estructural que llevaría posteriormente a Lacan a sobresalir en el medio psicoanalítico, en pos de una relectura freudiana, luego de la histórica ruptura del movimiento psicoanalítico francés (1952-1953). Lacan destacaría la relevancia de volver a situar la importancia que Freud había colocado en la palabra, y por consiguiente, en el orden de lo simbólico; comprender lo inconsciente y sus efectos representa dilucidar su articulación primordial en el lenguaje. Esta nueva elaboración teórica estará asimismo, revestida de las influencias del estructuralismo de la época, lo que explica en Lacan su inclinación por el trabajo lingüístico de Ferdinand de Saussure y de Roman Jakobson. En cuanto a Saussure, Lacan se interesa por su estudio del lenguaje, tomando en cuenta aspectos como su consideración sincrónica, la construcción del signo lingüístico y la distinción fundamental entre significante y significado. Adicionalmente, del estructuralismo de 53

Ibid. pg. 94

Jakobson, tomará en cuenta su enfoque sobre la metonimia y la metáfora para explicar los modos de operación del inconsciente, tras evidenciar un proceso equivalente entre el desplazamiento y condensación (Freud) con la estructura bipolar entre metonimia y metáfora, la primera en función de la contigüidad (metonimia) y la segunda en función a la selección (metáfora).

3.2. EL ABORDAJE DE LACAN EN TORNO AL SIGNO SAUSSUREANO Partiendo de algunos puntos que sitúa la semiología saussureana con respecto al signo lingüístico, se pueden establecer ciertos parámetros que toma en cuenta posteriormente Lacan para caracterizar la relación del sujeto del inconsciente con el lenguaje. A continuación se ubican los pormenores de la consideración psicoanalítica sobre el tema. Los aportes teóricos sobre el valor del signo, que describe Saussure (en un sentido estructuralista), sostienen que la importancia del signo no solo depende de los contenidos que se les adscriba, sino que radica en las relaciones de oposición que jueguen dentro de una cadena hablada, es decir, su posicionamiento, según lo cual “el sistema les provee de una identidad significativa.”54 Saussure al respecto, sitúa que de entre estas dos “masas amorfas” (el flujo fónico y el flujo de pensamientos), se constituye la lengua, al elaborarse unidades (signos lingüísticos) que articulan los dos ejes. Este planteamiento supone que el lenguaje representa una serie de cortes o divisiones entre dichos flujos, de los cuales se extrae un significante asociado a un significado, ambos determinados como unidad lingüística producto de este corte. Dicho de otra manera, “podemos representar el hecho lingüístico, en su conjunto, es decir, la lengua, 54

Dor, Joel. Introducción a la lectura de Lacan. Ed. Gedisa. Madrid. 2000. pg. 48.

como una serie de subdivisiones contiguas marcadas a la vez sobre el plano indefinido de las ideas confusas (A) y sobre el no menos indeterminado de los sonidos (B)”55: Es en este punto es donde Lacan introduce ciertas modificaciones respecto a la delimitación del signo lingüístico saussureano, a favor de un abordaje más explicativo sobre la experiencia analítica. En vista de que en Saussure la consideración por un significante necesariamente lo liga a formar parte de un signo lingüístico, esto es, se plantea una correspondencia entre el flujo de los significados y significantes (en donde para cada imagen acústica correspondería subsecuentemente un concepto), según Lacan esa “correspondencia lo segmentaría”,56 puesto que “el significante no es aislable.”57 Así aparece el concepto lacaniano de puntada, en lugar de la idea de corte que caracteriza la delimitación saussureana del signo. Para Lacan, en vista de que la relación entre significante y significado es extremadamente inestable y el significante “no tiene la función de representar al significado”,58 este último tiende a deslizarse y la relación entre ambos “siempre parece fluida, siempre lista a deshacerse.”59 Esto es, a no ser por los puntos de capitón, cuando se atan significante y significado temporalmente, como ilusión de un sentido fijo. Para Lacan, a través de esta operación “el significante detiene el deslizamiento, indefinido o no, de la significación.”60 Lo grafica de la siguiente manera:

55

De Saussure, Ferdinand. Curso de Lingüística General. Ed. Losada S.A. Buenos Aires. 1945. pg. 192. Lacan, Jacques. Seminaio III: Las Psicosis. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1984. pg. 374 57 Ibid. pg. 374 58 Lacan, Jacques. La Instancia de la Letra en el Inconsciente o la Razón desde Freud. en Escritos I. Siglo veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2002. pg. 478. 59 Lacan, Jacques. Seminaio III: Las Psicosis. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1984. pg. 374 60 Lacan, Jacques. Subversión del Sujeto y Dialéctica del Deseo en el Inconsciente Freudiano. en Escritos II. Siglo veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2004. 56

La puntada, que se engancha en dos puntos de la cadena significante, asociando significado y significante, produce la significación. Esta innovación permite que no solo se tome al signo en su relación de oposición, sino que en su función diacrónica: “la delimitación de la significación se circunscribe de entrada en el conjunto de la secuencia hablada y no en unidades elementales sucesivas.”61 Esto es, al emitirse una frase, existe una construcción sintáctica según la cual en el principio ya se planea el final de la frase y a su vez, la última palabra de una frase dicha determina a la primera palabra. Por tanto, existe un aspecto de la comunicación en donde el sentido de una enunciación se da en la medida en que exista un efecto retroactivo de la puntuación ya que, una vez completada una oración, en el a posteriori, es cuando se determina el sentido de una articulación.

3.2.a El Significante en Psicoanálisis Lacan elabora una teoría del significante tomando este término prestado de la lingüística de Saussure, para luego, darle un valor propio en el campo del psicoanálisis. Como se detalla en el capítulo II del presente trabajo, Saussure distingue el significante del significado, en una relación de oposición. Lacan, siguiendo a Saussure, distingue una autonomía del significante frente al significado. Sin embargo, si bien para 61

Dor, Joel. Introducción a la lectura de Lacan. Ed. Gedisa. Madrid. 2000. pg. 50.

ambos campos (lingüística como psicoanálisis) el significante está separado del referente, en psicoanálisis el significante “es también definible fuera de toda articulación, al menos en un primer momento, con el significado.62 El significante, a razón de Lacan, existe antes del significado por lo que la intención de significar será inclusive, secundaria al significante como tal (autónomo a la significación). Esto se comprueba “observando que una palabra se descifra no tanto por su relación con su significado como por su remisión a otras palabras” (a otros significantes). 63 Más aún, el significante tiene una precedencia lógica frente al significado como significante puro. Lacan va más allá y afirma que “mientras más no significa nada, más indestructible es el significante.”64 Es decir, se trata “del significante en tanto no quiere decir nada”65, sólo posee sentido en vínculo con otros significantes dentro de la cadena. Lo anterior inclusive conlleva a considerar que como tal, puede significar cualquier cosa. El significante, esencialmente, carece de consistencia propia porque su naturaleza estriba en la diferencia: “es pues un elemento no sustancial, que no puede ser descripto por sus propiedades intrínsecas, sino tan solo por la diferencia.

66

Por lo tanto, es una entidad

que no se significa ni representa a sí misma, solo se conoce del significante en función de otro. Es decir, no solo es el significante diferente de otro significante sino que es diferente de sí mismo. Existe por tanto, una identidad en la oposición (una ausencia de identidad propia bajo el modo “diferente de”). Asimismo, su valor como tal también estará sujeto a la diferencia, puesto que cada significante se define por lo que otro significante no es.

62

Chemama, Roland. Diccionario de Psicoanálisis. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 1995. pg. 402. Assoun, Paul-Laurent. Lacan. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 2004. pg. 68. 64 Lacan, Jacques. Seminario III: Las Psicosis. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1984. pg. 265 65 Miller, Jacques-Alain. La lógica del significante. en Matemas II. Ed. Manantial. Buenos Aires. 1994. pg. 10. 66 Ibid. pg. 12 63

Según Lacan, el significante debe “responder a las leyes de un orden cerrado”67, o sea, a manera de una articulación de los significantes en una cadena, sometidos a la metonimia. De ahí que su relevancia dependa también de su posición. Los significantes no pueden, sino, estar permanentemente vinculados en sucesión y remitirse unos a otros. Dicho de otra manera, cualquier significante está para sustituir o reemplazar, de acuerdo a una suerte de reenvío constante de un significante hacia otro. Esto conlleva a que se considere a los significantes articulados en cadena, para la cual existe un mínimo de significantes, dos (por su relación estructural de oposición), que propone Lacan de la siguiente manera:

En esta abreviación se representa, correspondientemente, un significante de inicio (S1, que siempre determinará a los subsiguientes) y uno de llegada (S2 ó Sn, que siempre responderá retroactivamente al inicial de acuerdo al corte imaginario de sentido en la cadena). Es decir, los significantes se ordenan en una lógica de cadena donde se asocian y repiten, sin embargo sus nexos pueden bien cambiar o insistir en su sentido ya que el significante “no responde de su existencia a título de una significación cualquiera.”68 Es decir, la función significante permite que la cadena suscite un juego de palabras. Este lugar se habilita por el hecho de que no es la palabra lo que representa sino precisamente el significante, es decir, una secuencia acústica que puede tomar sentidos diferentes.69

3.2.b. LA Construcción del Algoritmo Lacaniano

67

Lacan, Jacques. La Instancia de la Letra en el Inconsciente o la Razón desde Freud. en Escritos I. Siglo Veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2002. pg. 480. 68 Ibid. pg. 478. 69 Chemama, Roland. Diccionario de Psicoanálisis. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 1995. pg 625.

Como se observa, la conceptualización del signo y del significante adquiere un nuevo estatuto, llevando a Lacan a plantaer una tramitación del signo lingüístico para los fines del psicoanálisis, a través de su “giro lingüístico” (1950), que es planteado así: S s

En primer lugar, Lacan coloca al significante en una posición dominante frente al significado. De tal modo, invierte el algoritmo saussureano para conceder primacía al significante (en mayúsculas) frente al significado (en minúscula cursiva). Además, Lacan va a dar a la barra una acepción más elaborada. Esta representa la separación y distanciamiento entre significante y significado (no hay un vínculo de necesariedad para ambos). La barra, en vez de vínculo, viene a constituir la resistencia inherente a la significación. Como consecuencia, el significante y el significado no pueden ser tomados como un bloque compacto. En definitiva, este algoritmo muestra el diferente modo –y campo- en que se sitúa el lenguaje para el psicoanálisis en comparación con la lingüística. Para el lugar de estudio del sujeto psicoanalítico, estas transformaciones comprenden la articulación del llamado algoritmo

lacaniano,

planteamiento

que

representa

topológicamente

la

noción

de

inconsciente.

3.3. METONIMIA Y METÁFORA Los conceptos de metonimia y metáfora resultan indispensables en el desarrollo de la teoría de Lacan sobre la estructuración del sujeto. Esto se debe, por supuesto, a que Lacan formula una hipótesis sobre el inconsciente y su organización que solo puede ser explicada

de acuerdo a la estructura del lenguaje. Por consiguiente, ambas operaciones, originariamente retóricas, facilitan el planteamiento sobre la incidencia del lenguaje y el significante como determinantes de la subjetividad. A continuación se intenta hacer un esbozo del recorrido lógico de estas figuras, desde su referencia lingüística hasta su implicación teórica para el psicoanálisis.

3.3.a Metonimia y Metáfora: Su origen retórico y su implicación con el significante La metonimia y metáfora, en principio, pertenecen al terreno de la retórica, esto es, el arte del buen decir y de la elocuencia, y cuyos procedimientos proveen al lenguaje escrito o hablado de cualidades que faculten el deleite y la belleza, siendo capaces de conmover o persuadir. Se considera que la generalidad de tropos pueden ser contenidos en ambas figuras. La metonimia ha sido generalmente asociada, como tropo, a la dicción, en cuanto designa un objeto con el nombre de otro, existiendo una relación entre ellos (efecto por la causa, el autor por su obra, el signo por la cosa significada, el continente por el contenido, la parte por el todo, lo físico por lo moral, etc.). La metáfora, por su parte, es vista como una figura en la que una cosa es descrita comparándola con otra, según una relación de analogía.70 Esto comprende el uso de palabras con un sentido diferente de su significado preciso, trasladándose el sentido recto de un término por otro figurado. Su función ha estado principalmente vinculada a la facultad de generar valor estético e incrementar la intensidad expresiva.

70

Definiciones extraídas del Diccionario de la Real Academia Española. Madrid. 2000.

Empero, la consideración por estas figuras en psicoanálisis es producto de darles un estatuto estructural que permita analizar los mecanismos de producción del inconsciente. Considerando que el psicoanálisis es un campo de saber propio con relación a la lingüística, las acepciones de metonimia y metáfora son diferentes para el caso del sujeto del inconsciente. Esto se debe puntualmente a que la especificidad de su discurso exige que este responda a las leyes del significante, exigencia que trabaja Lacan: “Se trata de encontrar las leyes que rigen ese otro escenario (…) que Freud, a propósito de los sueños, designa como el del inconsciente, los efectos que se descubren a nivel de la cadena de elementos materialmente inestables que constituye el lenguaje: efectos determinados por el doble juego de la combinación y sustitución en el significante, según las dos vertientes generadoras del significado que constituyen la metonimia y la metáfora: efectos determinantes para la institución del sujeto.” 71 Los procedimientos del sueño en Freud y su manifestación pueden ser comprendidos a partir de las leyes del significante. Lacan encontrará en el desplazamiento “ese viraje de la significación que la metonimia demuestra”72 y en la condensación, “la estructura de sobreimposición de los significantes donde toma su campo la metáfora.”

73

Lacan encuentra

que en los procesos neuróticos, y en especial la psicosis, el significante desempeña un papel mediador primordial, ya que “es el instrumento que expresa el significado que desapareció.” 74

A continuación se profundiza en cómo Lacan articula estas dos operaciones con la lógica

del significante.

71

Lacan, Jacques. La significación del falo en Escritos II. Siglo Veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2002. pg. 669 72 Lacan, Jacques. La Instancia de la Letra en el Inconsciente o la Razón desde Freud. en Escritos I. Siglo Veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2002. pg. 491 73 Idem. 74 Lacan, Jacques. Seminaio III: Las Psicosis. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1984.

3.3.b. Metonimia Lacan definirá a la metonimia adecuando la noción de relaciones de contigüidad horizontal y sus modos de combinación con el significante, definiéndola como la relación diacrónica entre un significante y otro en la cadena. Como tal, es la conexión significante adecuada a “la parte tomada por el todo” y se apoya en una “conexión palabra a palabra.” 75 En la operación metonímica, se reemplaza un significante S1 por otro, S2; sin embargo, el significante reemplazado (S1) debe permanecer anexo al nuevo (S2), ya que el sentido de la operación metonímica depende de una relación de contigüidad inmediata entre S1 y S2, en asociación con s1 (s2 es expulsado por la cadena). El hecho del vínculo de dos significantes (y no uno) por encima de la barra, previene que se formase un nuevo signo y sí la metonimia.76 Lacan lo simboliza así:

Como se ve, el significante no atraviesa la barra de significación como sucede en la metáfora. Esto aduce a que la función significante, donde un significante remite a otro significante, es congruente con el mantenimiento de la barra (en cuanto a su potencial de significación, que en este caso no genera un significado adicional), posponiéndose el sentido. La resistencia a la significación que suscita la metonimia inclusive conlleva a que aparezca la formación de un “absurdo aparente” de acuerdo al

cual se debe recorrer la cadena de

significaciones para descifrar su sentido. El mantenimiento de la barra también incide en que

75

Lacan, Jacques. La Instancia de la Letra en el Inconsciente o la Razón desde Freud. en Escritos I. Siglo Veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2002. pg. 486. 76 Dor, Joel. Introducción a la lectura de Lacan. Ed. Gedisa. Madrid. 2000.

la metonimia “se presenta como el medio del inconsciente más apropiado para burlar la censura,”77 pues su proceder permite contornearla. Adicionalmente, la figura de la metonimia facilitó a Lacan justificar la relación del significante con el deseo al plantear la noción de movimiento constante del significante por la cadena. Este desplazamiento sería análogo al diferimiento continuo del deseo con respecto a su objeto a lo largo de la cadena significante: “el deseo es una metonimia”. En vista de que no se puede desear un objeto que se alcance, el deseo se pospone de objeto en objeto, escapando por la cadena; al respecto Lacan afirmaría que “el deseo es siempre el deseo de alguna otra cosa.”78

3.3.c. Metáfora Según Lacan, “la metáfora es, radicalmente, el efecto de la sustitución de un significante por otro en la cadena”79 también formulada como “una palabra por otra”. No obstante, esta no surge con tan solo colocar un significante por otro, sino que brota “entre dos significantes de los cuales uno ha sustituido al otro tomando su lugar en la cadena significante, mientras que el significante oculto permanece presente por conexión (metonímica) con el resto de la cadena.”80 El resultado de esta operación corrobora la idea de la autonomía del significante, en cuanto los significados reclaman coherencia regidos por

77

Ibid. pg. 491 Ibid. pg. 487 79 Lacan, Jacques. La metáfora del sujeto. en el Apéndice de Escritos II. Siglo Veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2004. pg. 867. 80 Lacan, Jacques. La Instancia de la Letra en el Inconsciente o la Razón desde Freud. en Escritos I. Siglo Veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2002. pg. 487 78

la red significante ya que “la metáfora tiene lugar en el punto en donde adviene el sentido a causa del sinsentido.”81 Al generarse la metáfora, se da una sustitución de un S1 por un S2. La sustitución hace pasar al S1/s1 por debajo de la barra de significación, pasando a constituirse, esta significación, como el significado de S2 y expulsando el s2 a lo largo de la cadena. El hecho de que el nuevo significado de S2 sea un signo y no un significado, permite que haya metáfora puesto que “si el proceso de sustitución significante consistiese en una permuta de significante, tendríamos un nuevo signo y no una metáfora.”82 Lacan procede a simbolizar a la metáfora así:

A saber, es en la sustitución de un significante por otro que se genera un efecto de advenimiento de significación (“de poesía o de creación”), como producto del franqueamiento de la barra (+). El franqueamiento es la condición de paso del significante al significado (como sentido), y como resultado, el sentido en la metáfora sobresale inmediatamente (a diferencia de la metonimia). El proceso metafórico se dilucida no solo en el proceso del sueño sino que también en el chiste, el lapsus y en especial a través del síntoma, puesto que un significante reprimido se sustituye por uno nuevo (síntoma), ambos vinculados por una relación de semejanza. No obstante, todos los anteriores tienen como punto central a la metáfora paterna, referencia primera en torno al acceso a lo simbólico y su mecanismo correlativo: la represión original.

3.4. El sujeto y su relación con el significante 81 82

Ibid. pg. 488 Dor, Joel. Introducción a la lectura de Lacan. Ed. Gedisa. Madrid. 2000. pg. 55

En adelante se abordará las implicaciones de la entrada del hombre en ámbito del lenguaje y el consecuente surgimiento de un sujeto, según la concepción psicoanalítica del término. Asimismo se describirán los parámetros subjetivos que lo caracterizan como serhablante, constituido como efecto del orden simbólico.

3.4.a. La Constitución del Sujeto en el Orden Simbólico El orden simbólico, como principio organizador de la subjetividad, representa una dimensión compleja e inherente a la condición humana, en cuanto determina el acometimiento y subversión del hombre al lenguaje. Se destaca esencialmente, como una dimensión lingüística, regida por el significante, que al anudarse con el orden imaginario y el real, conforman la estructuración psíquica/subjetiva del sujeto. Ante todo, en psicoanálisis, es designado como simbólico algo que falta de su lugar, algo perdido y por tanto es representado (en psicoanálisis por el significante). Por lo tanto es la falta la modalidad que en principio organiza la estructura del lenguaje y sus leyes. La estructuración en lo simbólico comprende además, una serie de redes sociales y culturales que lo rodean, avanzando hasta alcanzar su estructura definitiva en el Edipo, tras lo cual se puede referir propiamente a un serhablante. A continuación se hace un recorrido del vínculo que tiene el niño con el universo del lenguaje hasta el surgimiento del sujeto psicoanalítico (sujeto del inconsciente).

3.4.a.1 Preámbulos del orden significante en el niño

El niño, en rigor, nace como animal, pero lo hace en un mundo humanizado. Esta distinción implica que el lenguaje aborde al infante desde su nacimiento, inclusive que lo preexista, configurándose como un conjunto de ritos, demandas, deseos, etc. que conforman el discurso del Otro (y él situado inicialmente como objeto). De entrada, cabe referir al papel organizador que es el Otro en la obra lacaniana y su conexión con lo simbólico. Primeramente el Otro se trata de un lugar, “el lugar en el que está constituida la palabra”83 (esta no surge en el yo ni tampoco en el sujeto). De esta forma se recalca la irreductibilidad del sujeto, en cuanto este existe de acuerdo a una alteridad. Esto coloca al Otro en tanto registro de lo simbólico, anterior y exterior al sujeto, equiparable al lenguaje, al orden significante. De esta manera Lacan distingue al Otro (A) del semejante, del orden imaginario, puesto solo en sentido secundario alguien puede encarnar como sujeto este puesto. A partir de esto, todas las incidencias del sujeto en algo tendrán relación con este concepto. La madre, primer Otro para el infante, es quien da interpretación a su llanto, propiciando el paso de la necesidad a la demanda. Su respuesta puede bien colmar la necesidad como situar espacios para la insatisfacción, la falta en ser, la equivocidad, que conceden al Otro inconsciente un lugar simbólico. También lo simbólico ejerce influencias en la estructuración especular. En el Estadío del Espejo, cuando el niño genera una identificación con una imagen fuera de él, empieza a constituirse en el ámbito de lo imaginario, pero esta identificación imaginaria se irá articulando con el registro de lo simbólico. Por un lado, en cuanto a la diferenciación entre el Otro (Gran Otro, la madre) y sí mismo, pero también en cuanto la identidad en la imagen se irá ligando con elementos del universo de las representaciones lingüísticas, significantes que provienen 83

Lacan, Jacques. Seminaio III: Las Psicosis. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1984.

del afuera (nombres, palabras del habla proveniente de sus padres, el discurso del Otro) y que el niño irá incorporando, generando una identidad. Pero es el mismo niño quien va tejiendo experiencias simbólicas propias y progresivas, enganchándose al lenguaje (acercamiento mediado por la madre). Oye y percibe el idioma rudimentariamente, denota que se trata de un sistema. Primero, el niño hace uso lúdico del lenguaje en su sonoridad, como se evidencia en sus juegos con fonemas y el balbuceo. En estos, prioriza el papel del significante (como articulación pura), apelando a la función simbólica, y restándole importancia a la intención de designar una cosa (primacía del significante sobre el significado). Seguidamente empieza a entender, descodificar sus primeras palabras, las cuales responden en inicio a la metonimia (palabras encadenadas, en presencia). A continuación, en su relación con la madre, empiezan a suscitarse esbozos primarios del orden del significante, presencias y ausencias que simbolizan dicha relación. Aquí ya se denota la marca del oficio el lenguaje que más allá de responder a la presencia o ausencia reales del otro, incorporan lo faltante como concepto. Como se observa, el futuro sujeto, aun antes de tomar la palabra, ha experimentado vivencias adherentes al mundo del lenguaje que son adquiridas, no genéticas. Seguidamente, su paso por el Edipo determinará su entrada en la cadena significante inscribiéndose lo propiamente simbólico.

3.4.a.2 La Estructuración del Sujeto a partir del Edipo y la Falta A más de explicar los modos de operación del inconsciente y sus formaciones, el orden significante, según Lacan, es “una estructura que explica la división originaria del

sujeto.”84 A través de la estructuración edípica y la operación de la metáfora paterna, se tiene como producto la sumisión del sujeto al significante y la sujetación del individuo al lenguaje, es decir la asunción, tanto de su uso (práctica de la lengua materna) como de su propia división subjetiva. La estructura edípica comprende primeramente la identificación del niño como falo imaginario de la madre y consecuente relación dual entre ambos (primer tiempo del Edipo). Seguidamente, la interdicción del padre simbólico (segundo tiempo del Edipo) está dirigida a desalojar al niño de su posición de objeto y a situar la falta (privación) en la madre. La posterior identificación simbólica del niño (secundaria) con el padre real (tercer tiempo del Edipo), implica una renuncia definitiva a ser el falo de la madre o a tener el falo. Así, el pene como órgano, se transforma en el falo, como significante. La relación entre este proceso con el orden del lenguaje radica en que es la referencia al padre la función que mediatiza la relación entre el niño y la madre (y viceversa). Es en la palabra de la madre donde se produce el efecto simbólico de colocar al Nombre del Padre, como puro significante, en lugar del significante fálico (significante del deseo de la madre). De esta manera, la metáfora paterna involucra en sí una operación lingüística, una sustitución, operación que se afirma en la represión primordial. Lo que se reprime propiamente es el primer significante, que funda el inconsciente y pone a funcionar los mecanismos del lenguaje, la metáfora y la metonimia, como ejecutores de la dinámica del significante. Como se puede distinguir, lo que interesa de este paso por el proceso edípico (y la pérdida que implica) es que inaugura el lugar de la falta para el sujeto, función instituida como un efecto del lenguaje. La falta viene a ser la condición del serhablante, puesto que marca un estado recurrente de incompletud que es constitutivo del sujeto. 84

Lacan, Jaques. Posición del Inconsciente. en Escritos II. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires.2003. pg. 819.

Estos efectos organizarán, a su vez, toda la dinámica subjetiva del individuo. En el lugar de la falta es en donde correlativamente se instala el deseo. Lacan señala que la renuncia al goce como objeto de la madre “debe ser rechazado para poder ser alcanzarlo en la escala invertida de la ley del deseo”85, es decir, desplegado por la cadena significante y sometido a las leyes del lenguaje. Para esto, en el hueco que representa esa falta “está depositado el falo en tanto significante y como significación última por esencia inaccesible.”86 Inaccesible en cuanto la simbolización de la ausencia del pene de la madre como falta, es sustituida por la falta como causa inconsciente del deseo a través del objeto a, objetocausa del deseo. El objeto a es un objeto producido y excluido de la articulación significante, inalcanzable y alrededor del cual se moviliza el deseo. Además es un objeto que contornea lo real, como el lugar que queda fuera de la simbolización. En adelante, el niño dirigirá su deseo a una serie de objetos sustitutivos del objeto perdido, sin alcanzar un objeto que lo colme por completo. El falo también es el responsable del lugar que el sujeto adopte en el campo de la sexualidad. En psicoanálisis, la diferencia de los sexos va más allá de situarla como un producto de las diferencias en el campo anatómico. A nivel psíquico, no existe una representación de la masculinidad o la feminidad (de la reproducción) que imponga esta diferenciación. Sin embargo, si bien “en la psique no hay nada mediante lo cual el sujeto pueda situarse como un ser macho o hembra”87, existe una interrogación en el orden simbólico (que sobrepasa la identificación), con respecto al falo como significante. De esta

85

Lacan, Jacques. Subversión del Sujeto y Dialéctica del Deseo en el Inconsciente Freudiano. en Escritos II. Siglo veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2004. 86 Chemama, Roland. Diccionario de Psicoanálisis. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 1995. pg.408 87 Lacan, Jacques. Seminario XI. Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1987.

interrogación resultará un posicionamiento simbólico determinado que el sujeto asuma subjetivamente. Por otro lado, el falo es un significante de esta falta que se crea en el Otro (reprimido en tanto objeto fálico). El complejo de castración consiste justamente en que el niño advierta la falta en la madre; consecuentemente, a este Otro, que propiamente representa el orden simbólico (el gran Otro), siempre le faltará un significante, que Lacan grafica tachando a A (Otro barrado). En otras palabras: “en el tesoro de los significantes constituido por el Otro siempre falta un significante”88, no existe el mítico A completo. Esta relación marca una “oposición fundamental, estructural, entre el significante y el todo”

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porque determina una

incompletud en el orden simbólico, en la estructura del lenguaje. A su vez, la cadena significante se funda a partir del significante de la falta, por tanto, parte de un agujero, de un vacío. El significante de la falta (en el Otro) funda la cadena significante, sin embargo está fuera de ella. En este punto, el abordaje de C. Calligaris al respecto resulta útil, por cuento explica que a causa de sobrepasar la demanda imaginaria del Otro (ser algo más que lo real de su cuerpo), el niño se subjetiva, “obtiene algún estatuto simbólico, alguna significación.”

90

Surge por tanto una estructuración donde aparece una

metáfora, una significación subjetiva (“que pueda sustituir a ese pedazo de carne”, el niño como objeto), que implica un saber sobre esa Demanda y que protege de ella. Este saber en el sujeto (“por lo menos uno” que sepa responder a la Demanda del Otro) abrirá la referencia a un sujeto supuesto saber, (el valor de un significante fundamental a partir de otro

88

Evans, Dylan. Diccionario Introductorio de Psicoanálisis Lacaniano. Paidós. Buenos Aires. 1997. pg 143. 89 Miller, Jacques-Alain. Seminario: La lógica del significante. en Matemas II. Ed. Manantial. Buenos Aires. 1994. pg. 12 90 Calligaris, Contardo. Introducción a una Clínica Diferencial de las Psicosis. Ed. Nueva Visión. Buenos Aires. 1989. pg. 14

significante, un saber supuesto al padre), la constitución del punto central, o sea, el establecimiento de un punto de partida para la organización significante, a raíz de la función paterna.

Es entonces que surge un S1 (metáfora paterna) como un anclaje del lenguaje, o punto elemental de donde partirá el sistema lingüístico. El resto de significaciones, el valor de cada punto (orientado al centro) se deberá y medirá a partir de este eje central, representado por este vacío, una ausencia. En otros términos, el S1 se dirige a un S2, el saber (de la madre), que solo toma sentido a partir de S1. El S2, por su parte, le provee de consistencia a S1.

3.4.a.3. Las operaciones Alienación y Separación Lacan articula la constitución del sujeto con la función de dos operaciones lógicas para su causación: la alienación y la separación, descritas por Lacan en 1964. Para esto trabaja, de entrada, en la distinción de dos campos: el del sujeto y el del Otro. La génesis del sujeto reside en el campo del Otro (como el lugar del lenguaje); señala Lacan, el inconsciente es el lugar del Otro, es el lugar de la determinación significante y es desde donde se constituye el deseo del sujeto. Estas condiciones de por sí evidencian un origen alienante para él. En la conceptualización lacaniana de la alienación (simbólica), el sujeto se plantea entre el ser y el sentido (del lado del Otro) y debe escoger entre las dos opciones, pero ambas suscitan una pérdida (“la bolsa o la vida”). Si elige el ser (la bolsa), estaría

descartando someterse al plano de los significantes del Otro, el sujeto desaparece y lo pierde todo. Elegir el sentido entonces (“los desfiladeros del significante en tanto tienen efecto de sentido” 91), pero a costa de una vida cercenada, en la que siempre faltará un significante que le diga de su ser al sujeto, el sin-sentido del significante, el inconsciente (inaccesible). El precio que paga el sujeto por el sentido es su propia desaparición, denominada afánisis (fading), cuya función refiere a la captura del sujeto en los significantes.

Lacan

añade: “la alienación consiste en ese velo que condena el sujeto a solo aparecer en esta división que he articulado suficiente, según creo, al decir que él aparece de un lado como sentido, producido por el significante, del otro él aparece como afánisis.”92 El velo (disyunción) que se constituye en la alienación plantea la división subjetiva por orden del significante: sentido/afánisis. Por consiguiente se trata del surgimiento de un sujeto hablante que hace sentido tanto como se pierde en los significantes. Paradójicamente, el significante crea al sujeto pero, como plantea Lacan, también lo borra, lo petrifica. Gracias a la alienación, el sujeto ha apostado por el Otro, el sentido que le viene del Otro, en forma de S1 y hace llamar a un S2 (el sentido). Pero desde ahí el sujeto no reconoce aún el vacío, ó más bien su ser como algo distante del sentido, por lo que se requiere una segunda operación llamada separación. Gracias a la separación, retorno de la alienación, el sujeto se puede reconocer como vacío. Lacan señala que “mediante la separación el sujeto encuentra, digamos, el punto débil de la pareja primitiva de la articulación significante, en la medida de que es por esencia, alienante”93 Para que el sujeto vuelva a su posición de ser de falta debe caer abajo el

91

Chemama, Roland. Diccionario de Psicoanálisis. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 1995. pg.27. Lacan, Jacques. Los Cuatro Conceptos del Psicoanálisis. Ed. Paidós. Argentina. 1987. pg. 218. 93 Lacan, Jacques. Los Cuatro Conceptos del Psicoanálisis. Ed. Paidós. Argentina. 1987. pg. 227. 92

significante binario, debe “librarse de ese efecto afanísico significante binario.”94 Existe una correspondencia biunívoca entre los dos significantes y se requiere que se pierda el S2 para el S1 (represión). Esto sucede estableciéndose una subestructura de intersección según la cual el sujeto localiza la falta en el Otro y la superpone a su propia falta. Por la separación, el sujeto encuentra un punto frágil de la articulación significante, como el intervalo en donde se localiza el deseo. Como efecto, la ruptura que supone este acto del sujeto en relación al deseo del Otro, otorgará un lugar para el sujeto, que vuelve al punto de la afánisis.

3.4.b. SUBJETIVIDAD DEL SUJETO DIVIDIDO

En los puntos anteriores se ha situado la estructuración del sujeto en lo simbólico, pero esta trae consigo su rasgo más sobresaliente: su existencia como sujeto dividido. Desde que hay deseo inconsciente, desde que la dimensión fundamental del inconsciente toma lugar como efecto de la inmersión del niño en el lenguaje, se instaura esta condición irreversible. La división del sujeto, para Lacan, es equivalente a decir que su ser mismo aparece sólo en la palabra (como serhablante). De hecho, “decir que el inconsciente está estructurado como un lenguaje o, aún más, que el lenguaje es la condición del inconsciente, es establecer de entrada que el sujeto humano es un sujeto dividido”95

94 95

Ibid. pg. 227. Chemama, Roland. Escisión y División Subjetiva. www.convergencia.aooc.auteurs.

En fin, la división subjetiva puede abordarse desde varias perspectivas, pero todas se pueden articular con el tema del lenguaje. A continuación se plantea la división del sujeto desde diferentes ópticas de la teoría lacaniana y como estas lo caracterizan subjetivamente.

3.4.b.1 La División entre el sujeto y la naturaleza La división del sujeto establece primeramente, la imposibilidad de una relación directa entre el sujeto y la naturaleza. La dimensión simbólica marca el distanciamiento lógico que desconecta al sujeto del orden de lo natural. Correlativo a la falta, el lenguaje opera de acuerdo a algo que se pierde de su lugar. La representación, como propiedad de lenguaje, logra hacer presente algo que en definitiva, no está ahí: “gracias a la palabra que es una presencia hecha de ausencia, es la ausencia misma lo que nombra.” 96 Allí es en donde el lenguaje interviene, estableciendo sustitutos simbólicos que representen cuestiones reales, por lo que de entrada aparece una brecha, entre el mundo de las cosas (naturaleza) y el de las representaciones, llamada por Lacan, el muro del lenguaje. Es decir, el conocimiento que tenga un sujeto del mundo estará mediado por la representación simbólica, que determina su realidad humana. Este distanciamiento explica que “el símbolo se manifieste en primer lugar como asesinato de la cosa.”97 Sin embargo, la presencia del lenguaje trae consigo como consecuencia, “la pérdida del goce inmediato de las cosas.”

96

98

El sujeto, en su acceso pleno a lo simbólico queda

Lacan, Jacques. Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. En Escritos I. Ed. Siglo XXI. México. 2002 97 Idem. 98 Vandevyver, Claude. Podrá el Psicoanálisis Salvar Nuestras Almas? Revista Mensaje. Madrid. 2001. Artículo correspondiente a la conferencia dictada en Bruselas por la Revista Nouvelle N. 1. 2001

desterrado del plano del goce, renuncia a estar “completamente dentro de las cosas.”99 Desde que procede a hablar se suscita esta división (algo del goce se reprime) y se pierde la garantía entre palabras y cosas. Por último, el muro del lenguaje, marca una inaccesibilidad al orden de lo real. El sujeto opera del lado del significante pero este no designa a las cosas, su función es representar al sujeto. Desde que se opta por ingresar al registro significante, la dimensión de lo real queda marginada. Según Lacan no hay esperanzas de alcanzar lo real por medio de la representación, porque esta, de hecho no tiene fisuras ni ausencias: “en lo real, considerado en sí mismo, no falta nada.”100 Lo anterior constituye también la razón fundamental que diferencia el lenguaje humano del uso de códigos en la comunicación animal, cuyos elementos son los índices. En cuanto al índice, el psicoanálisis toma este concepto de la teoría semiótica de Peirce y lo define como un signo natural. Esta concepción contrapone la noción de índice, en Lacan, con el concepto de significante. El índice es entendido como la correspondencia unívoca entre un signo y el objeto. Esto hace que el código no fomente la ambigüedad o la equivocidad.

3.4.b.2 La Alienación del Sujeto en el Lenguaje La división (spaltung) ubica un modo psíquico determinante para el sujeto con respecto al lenguaje, esto es, alienado en él. En adelante, el sujeto hará presencia en el discurso, pero a costa de su desaparición en el mismo (fading): “el sujeto está presente en él

99

Idem. Chemama, Roland. Diccionario de Psicoanálisis. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 1995. pg.245.

100

(el discurso) a costa de mostrarse ausente en su ser.”101 Por consiguiente, su aparecimiento se da solo en la medida de ser representado en el significante. Sin embargo, no por esta representación puede el sujeto adscribir su ser a un significante determinado, “no existe en el lenguaje (…) un significante simple que podría por sí solo representar al sujeto.”102 Más bien, como efecto del lenguaje y sus leyes, el sujeto se define como lo que un significante representa para otro significante. Por consiguiente, el sujeto se ubica en una relación de alienación como sujeto dividido con la cadena significante, en el corte elemental entre dos significantes, donde al dirigirse desde un S1 hacia un S2, este último, en vez de autentificar su representación, lo fija en el efecto de afánisis que reitera su división. La alienación en el lenguaje también se perfila del lado del sujeto del deseo. Como se dijo, tras la estructuración edípica, ha habido un reemplazo del significante fálico por el significante del Nombre del Padre, que determina que el niño movilice su deseo a objetos sustitutos del objeto perdido. A razón de hacerse lenguaje, el deseo se pierde en la cadena significante, no alcanza su objeto original, por lo que es siempre incompleto e insatisfecho (siempre es deseo de otra cosa). Es decir, ocurre una alienación del deseo en el lenguaje en virtud de la división ente el sujeto y su objeto de deseo. El deseo, al hacerse palabra, se articula en la cadena hablada en forma de demanda, lo que determina que ya no sea deseo puro. Si el deseo no puede ser formulado en totalidad al transformarse en demanda, entonces lo que nombra no podrá captar lo real de las cosas, solo se abordan representaciones del objeto. Es decir, es imposible la articulación completa del deseo en palabras ya que la situación del desplazamiento del deseo por la cadena

101 102

Dor, Joel. Introducción a la lectura de Lacan. Ed. Gedisa. Madrid. 2000. pg. 123. Miller, Jacques-Alain. Seminario: La lógica del significante en Matemas II. Ed. Manantial 1994. pg 18

significante (en forma de metonimia, la parte por el todo), implica que no se puede aprehender al significante, no se puede estar dentro de las palabras, asimismo como tampoco es posible decirlo todo.103 Lacan por esto coloca al deseo como innombrable, se puede insinuar en las varias formas sustitutivas que suscita la demanda pero está, en definitiva, perdido. El hecho de que el sujeto deba pasar por la demanda y los significantes del Otro cada vez que se dirija a su objeto acentúa esta pérdida.

Por consiguiente, la alienación del sujeto en el lenguaje

responde también a una división fundamental entre la demanda y el deseo.

3.4.b.3 El Sujeto que Habla y la Verdad Hasta este punto se ha situado cómo la división subjetiva conlleva a asumir al sujeto del psicoanálisis como sujeto del deseo, sujeto del inconsciente. Su posición restringida al hecho de su representatividad en el discurso y la fundamental incompatibilidad del deseo con la palabra, como le llama Lacan, determinan, asimismo, su alienación en el lenguaje. A partir de todo esto, es posible afirmar que en tanto existe un inconsciente, existe algo que el sujeto desconoce, una parte que lo separa de sí mismo. El distanciamiento diametral entre el sujeto que habla y su inconsciente, hace que se trate de alguien que habla, pero no por eso sabe lo que dice. Y dicha condición se sustenta

103

Vandevyver, Claude. Podrá el Psicoanálisis Salvar Nuestras Almas? Revista Mensaje. Madrid. 2001. Artículo correspondiente a la conferencia dictada en Bruselas por la Revista Nouvelle N. 1. 2001

en su carácter inesencial: “no sabe lo que dice, y por las mejores razones, porque no sabe lo que es.”104 Esta constituye una cualidad primordial del sujeto del psicoanálisis: cree que domina el lenguaje, pero en realidad “se moviliza a causa de los significantes del lenguaje en relación con el inconsciente.”105 Si sólo figura en el discurso de acuerdo a la estructura operativa del lenguaje, entonces sólo puede captarse en el lenguaje bajo las condiciones que impone el orden significante. En fin, el serhablante no es otro que el que surge como causado por el lenguaje y extraviado en él, no hace uso del lenguaje tanto como es utilizado por sus palabras. Adicionalmente, el posicionamiento subjetivo al que se arriva, invita a la reflexión sobre la conceptualización que ha elaborado Lacan en torno al tema de la verdad. De por sí, el concepto de verdad en psicoanálisis siempre refiere a una verdad sobre el deseo. Según Lacan, “es con la aparición del lenguaje como emerge la dimensión de la verdad”106, es decir, esta aparece y se fundamenta en la palabra como también viene representada por la falta, la negatividad. A través de la palabra, según Lacan: ““Ello” habla de él, y ahí es en donde se aprehende”,107 es decir, esta verdad se hace hablar por el sujeto en el significante. Es a este nivel en el que se puede referir a un sujeto del inconsciente, quien en la palabra articula su deseo, según los mecanismos del lenguaje. Lo anterior, no obstante, hace de esta una

104

Lacan, Jacques. Seminario II. El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica. Ed. Paidós. Buenos Aires. 1995. pg. 266. 105 Dor, Joel. Introducción a la lectura de Lacan. Ed. Gedisa. Madrid. 2000. pg. 57 106 Lacan, Jacques. La Instancia de la Letra en el Inconsciente o la Razón desde Freud. en Escritos I. Siglo Veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2002. pg. 505. 107 Lacan, Jacques. Posición del Inconsciente. En Escritos II. Ed. Siglo XXI. México. 2004. pg. 814

verdad (y un sujeto) eclipsados: “la dimensión del lenguaje oculta al sujeto de sí mismo en la verdad de su deseo.”108 Ahora bien, el sujeto y su verdad se manifiestan bajo distintos niveles discursivos. Esto exige que se aborden los elementos distintivos del discurso como una estructura que permite evidenciar el lugar que en ella ocupa el sujeto con relación al deseo y al inconsciente. Para esto, Lacan distingue entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación.

3.4.b.4 Sujeto del Enunciado y Sujeto de la Enunciación

Como se señaló, el sujeto, al estar representado en su discursividad (dividido por el orden del significante), habla pero no por eso sabe lo que dice. Desde que el deseo se ha constituido a nivel del lenguaje aparece para el sujeto un discurso por encima del que cree enunciar. Por lo tanto, el sujeto también se divide entre el enunciado y la enunciación. Enunciado y enunciación son dos aspectos del discurso que la lingüística se ha encargado de distinguir y analizar (teoría de la enunciación). En general, el enunciado es visto como una secuencia finita de palabras, delimitada por puntuaciones o silencios. 109 La enunciación corresponde más a un acto individual del habla, un efecto de la puesta en práctica del lenguaje. Según lo anterior el enunciado es un producto terminado como resultado de acto de enunciación. Al respecto, los filósofos Austin y Searle recalcan justamente este aspecto performativo en el acto del lenguaje, en cuanto el decir es una forma de hacer (que denomina

108 109

Dor, Joel. Introducción a la lectura de Lacan. Ed. Gedisa. Madrid. 2000. pg. 131. Dubois, John. Diccionario de Lingüística. Ed. Alianza. Madrid.1994.

Austin como el valor de ilocución de la palabra).110 Más allá de establecer que se trate de una frase verdadera o falsa, existe una fuerza según la cual un planteamiento discursivo apunta a la ejecución de un acto. Por lo tanto, el valor de ilocusión de una frase hace que en la enunciación se juegue un papel activo en la misma, que no puede ser equivalente a que se lo considere como una mera ejecución del enunciado. Por su parte, en psicoanálisis retoma estos conceptos para diferenciar a qué nivel de discurso sobresale este sujeto del inconsciente. A nivel del enunciado, el individuo articula proposiciones y utiliza elementos lingüísticos que lo representen en ese enunciado, pero no por eso está inmiscuido subjetivamente en el discurso; el enunciado va de lado del aspecto informativo que supone una frase, su valor consciente. A nivel de la enunciación, por el contrario, está implicada una puesta en escena del sujeto en lo que dice, como agente, partícipe subjetivo del discurso. Estas condiciones suponen un distanciamiento y oposición entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la enunciación, derivados también de la división constitutiva del sujeto. Existe toda una serie de pronombres que cumplen con la función de sustentar la representatividad del sujeto en su discurso denominados shifters. Lacan toma este término de la lingüística (Jakobson, 1956), pero le otorga un papel especial para explicar el papel problemático del yo en el discurso. Por un lado forma parte del enunciado como significante; así, el yo (je) cumple como “indicativo que en el sujeto del enunciado designa al sujeto en cuanto que habla actualmente.”111 No obstante, también participa de la enunciación como índice (a razón de que lo designa al sujeto más no lo significa). Es decir, la articulación del yo en el discurso reitera la división del sujeto. A primera vista pareciera que la matriz de la 110

Austin, John. Cómo hacer Cosas con Palabras: Palabras y Acciones. Ed. Paidós. Barcelona 1992. Lacan, Jacques. Subversión del Sujeto y Dialéctica del Deseo en el Inconsciente Freudiano. en Escritos II. Siglo veintiuno Editores Argentina. Buenos Aires. 2004. pg 779. 111

palabra fuese el yo (como amo de su palabra e intención discursiva), empero este término responde más bien a lo imaginario, a una ilusión de unidad que hasta busca resistirse a lo simbólico. Después de todo, la palabra busca su origen en el Otro como orden simbólico. A efectos de la enunciación, según Lacan, es que se abre el espacio para la interrogación del enunciado, la posibilidad de segmentarlo y extraer algo de ahí sobre el deseo. Escuchar al sujeto de la enunciación implica prestar atención a los significantes que sobresalen en el decir más que prestar atención a los significados del ámbito de lo dicho (en las proposiciones), por lo tanto, el lenguaje del deseo y del inconsciente se articulan en el decir. En definitiva, el sujeto psicoanalítico, que surge en la articulación significante, se produce en la enunciación.

3.4.b.5 La Subjetividad en la Equivocidad En definitiva, todos los aspectos que suscita la división del sujeto conllevan a que el rasgo más sobresaliente de su subjetividad se apoye en la equivocidad. La relación del inconsciente con lo simbólico se sostiene en el equívoco. La equivocidad, primeramente, es una consecuencia de la misma estructura del lenguaje. Desde el punto de vista lingüístico, como producto de la autonomía y primacía del significante frente al significado, se da un espacio que secundariza a este último y permite una dinámica constante de los significantes por la cadena. No existe una relación de necesariedad entre ambas entidades porque el significante no responde a una significación positiva o unívoca. Esta propiedad, como se ha recalcado ya, es la que faculta los principios básicos del funcionamiento del lenguaje, selección y combinación, según los cuales es posible la generación de sentido.

A través de estas operaciones un significante puede

remitirse a una cosa como a otra, y en esta dinámica, (en el sin sentido y el absurdo que suponen la metonimia y metáfora), surgen las formaciones del inconsciente (chiste, lapsus, síntoma, etc.) Por consiguiente, el lenguaje implica un nivel presto a la ambigüedad. Si bien existe un consenso social básico en cuanto a la remisión de la lengua y las palabras, más allá de este acuerdo el significante puede adjudicarse sentidos varios de acuerdo a su posición en el discurso. El sujeto entonces, mientras conviva en y por el lenguaje y aparezca en la manifestación de la palabra, participa subjetivamente en un terreno que propicia el malentendido. Dicha cualidad no deja de tener sus efectos. Sucede que por el malentendido el sujeto no siempre sabe exactamente lo que dice, o a veces dice de más, o no dice lo que es o lo que fue. El error y la mentira como desvíos del significante, son fundamentales en relación a un sujeto cuyo discurso algo habla de su deseo. A este nivel, se presentifica la división subjetiva, que hace al sujeto vérselas entre su intención de significación y el saber del que está separado. Entre uno y otro surge la equivocación, como propulsor de la verdad; al respecto dice Lacan: “las vías de la verdad son, por esencia, las vías del error.”112 La verdad, dentro de esta lógica, no es necesariamente opuesta al engaño ya que una mentira puede decir mucho sobre la verdad del deseo. Todas estas son características subjetivas exclusivamente humanas y apoyadas en la existencia de un inconsciente (“que juega con las palabras”), en un sujeto que sobresale en esta división. No obstante, el lugar del malentendido y la equivocidad abren espacios de libertad subjetiva que fomentan la generación de nuevos sentidos, es decir, la capacidad creativa. Recuérdese que el significante engendra la marca de la falta y alrededor de esta se puede 112

Lacan, Jacques. Seminario I: Los Escritos Técnicos de Freud. Ed. Paidós. Buenos Aires. 2002.

instalar la sublimación, como un proceso de trabajo alrededor de este vacío. El equívoco abre la posibilidad de la creación y la sublimación como conceptos que resultan del nivel económico según el cual funciona el lenguaje. Poesía, arte, literatura, humor, expresiones tan humanas y subjetivas, trabajan con esta plasticidad del lenguaje, con la dispersión y movilización del significante, permitiendo el establecimiento de nuevos valores para el significante y como resultado, el progresivo enriquecimiento simbólico del lenguaje en las funciones poéticas. Así se puede distinguir, en una construcción artística determinada, la presencia de los procedimientos metonímico y metafórico. En las producciones artísticas participa el ingenio (witz freudiano), la perspicacia, el talento y la agudeza de lidiar con los recursos del lenguaje y esto genera un sentido de bienestar y satisfacción subjetivos. A su vez, implican una complejización del sistema fonemático del lenguaje y en general, que toda lengua se vaya transformando y evolucionando, generando cultura. No existen dos producciones artísticas idénticas, como tampoco sujetos iguales. Lo anterior conduce a la imposibilidad de colectivizar el inconsciente o universalizar al sujeto. El psicoanálisis no se cansa de referir al sujeto en su estructuración particular en torno a lo simbólico.

Cada sujeto responde a la falta a su manera, determinado por la fijación de

significaciones que son particulares para cada sujeto. Y es que “las significaciones giran en torno a una significación fantasmática del lenguaje de cada uno, que no es universalizable.”113 La constelación subjetiva, que define la particularidad en cada sujeto, se compone de una serie de marcas significantes que lo atraviesan en su historia personal. La particularidad también se adscribe según las modalidades personales de expresión. En cada sujeto se

113

Herrera, Rosario. Poética de la Interpretación. Texto correspondiente al Simposio Filosofía y Psicoanálisis. Universidad Nacional Autónoma de México. 2003.

manifiesta una inclinación particular de lidiar con el significante, como se evidencia en la preferencia por el uso de la metonimia o la metáfora, donde se suele privilegiar una operación por encima de la otra.

3.5. CONCLUSIONES En definitiva, el recorrido lógico que concierne la constitución subjetiva en el lenguaje desemboca en una consideración del sujeto como sujeto dividido. La división constituye uno de los conceptos más determinantes y decisivos en la obra de Lacan, porque desvirtúa la concepción del ser como autónomo y completo. De entrada, la división lo determina desde su origen, “ningún sujeto puede ser causa de sí”,114 ya que, como se ha descrito, se trata de un sujeto causado por el lenguaje, efecto del significante y además producido en el lugar del Otro. Estas peculiaridades, nada intrínsecas, lo constituyen pero a precio de la representatividad en el significante (ser lo que un significante representa para otro significante) El algoritmo lacaniano facilita ilustrar esta característica del sujeto dividido simbolizado por la barra, que representa la tachadura del sujeto ($). La barra se resiste a la significación entre significado y significante. De esta manera al sujeto le es imposible la autoconciencia o autocognición completa, como consecuencia de este distanciamiento. La división, a su vez, determina un modo subjetivo según el cual opera el sujeto. Este no es dueño de sus intenciones y deseos; por el contrario, donde aparece una fisura del sujeto racional e indiviso y de su discurso consciente, en ese lugar de ruptura aparece el inconsciente como determinante del sujeto, subvertido al producirse en el lenguaje. Esto hace

114

Lacan, Jaques. Posición del Inconsciente. en Escritos II. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires.2003. pg. 819.

que el sujeto, una vez constituido el deseo a nivel del lenguaje, tome la palabra, pero a riesgo de su equivocidad y polisemia.

CAPITULO IV LOS EFECTOS DESESTRUCTURANTES DE LA NEOLENGUA EN EL SUJETO DEL PSICOANÁLISIS

Las modificaciones lingüísticas que introduce la Neolengua son un reflejo del sistema político que se describe en la obra de Orwell. Se trata de una historia cuyo hilo argumental se justifica enteramente a razón del totalitarismo. Todo aspecto del relato gira en torno a la existencia y prevalecencia del llamado Partido, personificado en la imagen del Gran Hermano. En Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, el INGSOC lleva a la práctica ciertas innovaciones extremas que justamente garanticen y hagan perdurar sus fines de poder. No solo se implementan mecanismos característicos de un sistema totalitario (se controlan los

medios de comunicación, la economía, educación y cultura, además de introducir fuertes aparatos represivos como la policía secreta y el terrorismo de Estado), sino que el Partido y su ideología intentan introducirse en los mismos individuos y su mente, con el interés final de verdaderamente imposibilitar la oposición o cuestionamiento al sistema. Es decir, para el Partido no es suficiente la rendición personal sino que, como lo afirma el personaje de O´Brien: “Tienes que amar al Gran hermano. No basta que le obedezcas; tienes que amarlo.”115 A este nivel de absolutismo, el Partido ha descubierto que solo puede llegar al dominio interior de sus individuos desde el lenguaje. Y el Partido lo reconoce: “la Revolución será completa cuando la lengua sea perfecta.”116 El lenguaje debe ser controlado si se quiere controlar a quienes lo usan. En adelante, se analizarán las modificaciones estructurales que resultan de la fabricación e implantación de la Neolengua en la novela Mil Novecientos Ochenta y Cuatro desde la lógica del significante y las consecuencias subjetivas que resultan de este proceso, según la teoría psicoanalítica.

4.1. TOTALITARISMO Y LENGUAJE A continuación, se analiza que sucede si se compara la Neolengua con el modelo lingüístico que supone el lenguaje humano común, según la lógica del significante.

4.1.a. La Neolengua como un conjunto de signos

115 116

Orwell, George. 1984. Ediciones Destino. España. 1995. pg. 275 Ibid. pg. 60

Partiendo desde el análisis del capítulo II sobre la teoría de Saussure, este refiere, con respecto a la naturaleza y operatividad del lenguaje, la existencia de una brecha entre los flujos de ideas y sonidos que explican el ámbito dinámico del lenguaje humano. Sin embargo, al comparar la Neolengua con este modelo, aparece contrariamente un sistema lingüístico que resulta de la reducción de términos con relación al idioma anterior. Para esto, como se ha visto, se descartan cientos de palabras del vocabulario hasta llegar a un número de palabras indispensable. Más aún, como le explica el personaje Syme a Winston: “cada concepto se expresa claramente con una sola palabra, una palabra cuyo significado esté decidido rigurosamente y con todos sus significados secundarios eliminados y olvidados para siempre.”117 Este procedimiento evidencia dos cambios radicales. Por un lado, el progresivo estrechamiento de la brecha entre significados y significantes, es decir, la consecuente reducción del ámbito de la mediación simbólica y la representatividad. En segundo lugar, el aparecimiento de una total correspondencia entre una palabra y su significado, una especie de amarre entre las palabras y las cosas. La idea de puntada, que forja Lacan con respecto a dichas nociones saussureanas, como un enganche imaginario que pausa el deslizamiento de la cadena significante estaría, en la Neolengua, remplazada por bloques sólidos y aislados de palabras que intrínsecamente ya suscitan un significado. Si a cada término neolingüístico le corresponde un significado exacto, excluyéndose los demás posibles sentidos que pudieran derivar de él, entonces las propiedades del significante no se aplican en la descripción del lenguaje según la novela de Orwell, en vista de no existir autonomía del significante frente al significado. Tampoco hay resistencia del significante sobre el significado (a causa de la barra) sino que ambos están compactados en 117

Ibid. pg. 60

una masa. Más aún, si el significante, según el psicoanálisis, prevalece y puede ser definido antes que el significado (siendo la significación secundaria), en la Neolengua aparece un código absolutamente inequívoco de términos que se significan a sí mismos, substanciales e individuales (e independientes de ser definidos por oposición remitiéndose unos a otros). La Neolengua es, por lo tanto, un sistema de signos y no de significantes, un conjunto de términos unívocos. Al respecto Lacan define al signo como “lo que significa algo para alguien” y que consecuentemente, produce una respuesta por parte del sujeto. El signo, en sentido psicoanalítico, se diferencia del significante en cuanto no permite el espacio para la equivocidad y el malentendido (que por el contrario definen al significante) sino que su sentido es unívoco. En torno al signo no opera la interrogación (de los significantes) sino que aparece una secuencia estímulo-respuesta. Esta condición elemental en la Neolengua se asemeja al concepto psicoanalítico de holofrase. Este término es tomado por Lacan del campo de la lingüística, en donde se lo utiliza para designar el valor de toda una frase condensada en una palabra. Para Lacan, hay holofrase “cuando no hay intervalo entre S1 y S2, cuando la primera pareja de significantes se solidifica, se holofrasea” es decir, se produce una sutura, una captura en masa del S1 y el S2. Por lo tanto, no hay separación y fracasa dicho intervalo. La holofrase implica una reducción de lo múltiple a uno; en el caso de la estructura del lenguaje, el establecimiento de una significación una y compacta, la multiplicidad de los significantes en la palabra única. Es decir, la solidificación reduce el par significante a S solo.

4.1.b. El Signo, la Metonimia y Metáfora

Según Lacan el “introducirse en la distinción fundamental entre significante y significado, y empezar a ejercitarse con las dos redes que estos organizan de relaciones que no se recubren” constituyen “las bases que distinguen el lenguaje del signo”

118

El

distanciamiento entre ambos elementos (por lo cual se enfatiza en la función de la barra en el algoritmo lacaniano) explica estas dos variaciones dinámicas en el lenguaje. No obstante, si las estructuras diacrónica y sincrónica del lenguaje resultan improcedentes con la Neolengua, al no operar regidas a un orden constituido por leyes, entonces no existe lugar para metonimia y metáfora. En el caso de la metonimia, que implica relaciones de contigüidad, el significante funciona en cuanto está conectado a otro en diacronía. No obstante, en la Neolengua está inhibida la capacidad de cotextualización de la que se sirve la metonimia, por lo tanto no podría descifrarse su sentido.

Por su parte, la metáfora estaría totalmente erradicada de la

práctica de la Neolengua, en vista de que su misma naturaleza “significa traslación y quien dice traslado dice desviación.”119 Por tratarse con signos, los significantes no logran este desvío desembarazándose del significado, permitiendo su sustitución. Más aún, la sola razón de la metáfora recae en la generación de sentido y su exponenciación (el advenimiento de una significación en el sin sentido) pero la naturaleza del signo no faculta que una significación refiera a otra significación. La falta para el psicoanálisis, determina igualmente, la puesta en juego de los mecanismos de la metonimia y metáfora, como desvíos del significante siendo posibles la capacidad creativa del sujeto y la función poética del lenguaje. Al respecto, en la novela (y Orwell lo satiriza), el Partido ha tratado de lidiar con el grave problema que representa para

118 119

Lacan, Jacques. La Cosa Freudiana. en Escritos I. Ed. Siglo XXI. México. 2002. pg. 397 Le Guern, Michel. La Metáfora y la Metonimia. Ed. Catedra. Madri.d. 1973. pg 76.

ellos la creación poética, como posible fuente de ideas heréticas, por lo cual quieren ajustarla a las exigencias de la Neolengua. Ampleforth, el personaje soñador e ineficaz de la novela encargado de producir los textos poéticos definitivos del Partido personifica la estrechez, aridez y dificultad que suscita reducir la obra de Kipling a la ortodoxia del Partido: “Dejé la palabra Dios al final de un verso. ¡No pude evitarlo!- añadió casi con indignación-. Era imposible cambiar ese verso. God (Dios) tenía que rimar con rod. ¿Te das cuenta de que solo hay doce rimas para rod en nuestro idioma? Durante muchos días me he estado arañando el cerebro. Inútil, no había ninguna otra rima posible.” 120 Por supuesto, Ampleforth es un personaje “con un talento sorprendente para rimar y medir versos”121, demasiado poético como para responder a la consigna de su empleo. Pareciera que es el principio de placer que acompaña su tarea lo que lo lleva a cometer semejante delito. En fin, ante un modelo lingüístico tan rígido como es la Neolengua, resulta imposible la creación, la sublimación y el arte, ya que, en vez de una complejización sistemática se tiene una descomplejización del sistema lingüístico, inviertiéndose el crecimiento y enriquecimiento cultural. La lógica de funcionamiento de la Neolengua también desvirtúa el surgimiento de formaciones del inconsciente porque no hay articulación del deseo a través del significante. En la novela, quien de lugar al chiste, síntoma, acto fallido u olvido está condenado de muerte. Winston lo sabe, pero al no estar todavía sumido a la doctrina total del Partido, representa al sujeto del inconsciente de donde surgen, irremediablemente, una serie de muestras sobre su deseo (a pesar de su esfuerzo por no descubrirse): compra un diario en el

120 121

Ibid. pg. 226 Ibid. pg. 49

que escribe repetidas veces, sin darse cuenta, Abajo Gran Hermano, camina y llega por error a una tienda de antigüedades, “siente la invencible tentación de gritar una sarta de palabras, (…) o de golpearse, arrojar, hacer cualquier acto violento…”,122 y sueña “con el lugar en donde no haya obscuridad”123, para “despertarse con la palabra Shakespeare en los labios.”124

4.1.c. GRAN OTRO Y GRAN HERMANO

El hecho de partir de un vacío, hace imposible considerar que el lenguaje pudiera partir de algo concreto como tampoco pudiera alguien ocupar ese punto de partida (nadie es el dueño del tesoro de significantes). Sin embargo, en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, existe la pretensión de ocupar ese puesto (el lugar del Gran Otro) y evitar la tachadura que supone el orden del lenguaje. Por consiguiente, la Neolengua, pilar fundamental del INGSOC, opera del lado de la totalidad (un A absoluto), no existe un lugar para la falta. Si con la Neolengua el Partido ocupa el lugar del vacío original del lenguaje, entonces desde ahí puede controlar todo lo que se puede o no decir: Gran Hermano es dueño del tesoro de significantes. Con el lenguaje en sus manos, el cerebro detrás del INGSOC tiene también la potestad de determinar lo permitido y lo prohibido. Este proceder sobrepasa el concepto de arbitrariedad que promulga Saussure con respecto al signo lingüístico, como un producto dependiente de la herencia cultural y del hecho social. El Partido suelda conceptos con sonidos, aisladamente de lo colectivo, y luego los impone desde afuera, de acuerdo a

122

Ibid. pg. 70 Ibid. pg. 31 124 Ibid. pg. 39 123

SU arbitrariedad. El resto de miembros del Partido tan sólo se acogen a la edición del diccionario de Neolengua que se les imponga y progresivamente estrechan su vocabulario. Una vez dominado el lenguaje a su antojo, puede entrar en juego el segundo pilar fundamental del INGSOC, el doblepensar, como incapacidad de cuestionamiento sobre las ideas y los conceptos (no aparece un espacio para la interrogación del S1-S2, ni el efecto retroactivo en su articulación). De esta manera, las consignas del Estado: LA GUERRA ES LA PAZ, LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD, LA IGNORANCIA ES LA FUERZA, aparentes contradicciones, son perfectamente factibles y lógicas porque no opera la diferencia ni la oposición. En Oceanía, el doblepensar faculta que la GUERRA SEA LA PAZ. El Partido somete a sus miembros a una guerra interminable contra un enemigo creado por ellos mismos y permanentemente anuncia el fin de los conflictos bélicos y el alcance de la esperada paz (que nunca llegará); tanto los héroes, los aliados (ya sea Eurasia o Asia Oriental), los traidores (Jones, Aaronson, Rutherford), o el mismo Goldstein (“el enemigo del pueblo”125), son todos personajes equivalentes. Con respecto a la LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD resulta irónico cómo, mientras los miembros del Partido padecen una extrema explotación humana, celebran la emancipación que trajo consigo la Revolución del INGSOC sobre la supuesta barbarie y yugo propios del sistema capitalista. La novela describe un entorno de individuos oprimidos y avasallados, viviendo con la sombra del castigo y el crimen persiguiéndolos. Con respecto a las leyes, se supone que estas no existen, nada es ilegal. Empero, toda conducta esta tan permitida como absolutamente penada y castigada. Por ejemplo, no está prohibido que Winston compre un diario, sin embargo, “si lo detenían podía estar seguro 125

Ibid. pg. 19

de que lo condenarían a muerte”126 Tampoco se estipulaba como ilegal la prostitución, ni hablar con los proles, ni frecuentar el Café del Nogal, pero de ser descubierto por la Policía del Pensamiento se pagaría su precio: campos de trabajo forzado o la vaporización. Es decir, las leyes sólo se sujetan a las disposiciones de Gran Hermano, no existe el derecho individual. Esto explica la ausencia de procesos legales, ni cuentas oficiales de detención ante un crimen. Las personas tan sólo desaparecían por las noches y eran borradas como si jamás hubieran existido. Asimismo, LA IGNORANCIA ES LA FUERZA explica cómo la cohesión del Partido se fortalece en un sentido proporcional a la disminución del cuestionamiento (ya que el doblepensar apunta al no-pensar). Es por eso que se apoya colectiva y ciegamente cualquier supuesto avance científico e intelectual que promueva el Partido, sin lugar a ninguna controversia o polémica. Desde la caza y quema de libros, el control monopolizado de las artes, la reproducción artificial, hasta el despojamiento de sus libertades personales y la disminución de vestigios de cultura, los camaradas del Partido se enorgullecen del elevado progreso colectivo. Irónicamente, la posición de los miembros del Partido es aclamar que son cada vez más civilizados, mientras los proles “eran seres inferiores por naturaleza y debían ser sujetados como animales mediante unas cuantas reglas sencillas”127 Los proles en definitiva, son despreciados por cualidades esencialmente humanas y subjetivas como la libertad, la sexualidad, su código de leyes ancestral, sus prácticas azarosas (como su interés por la lotería y las apuestas), y sobretodo, la prevalecencia de la viejalengua.

126 127

Ibid. pg. 14 Orwell, George. 1984. Ediciones Destino. España. 1995. pg. 77

A su vez, la univocidad del lenguaje y la ausencia de cuestionamiento del doblepensar hacen sencillo ejercer el tercer pilar del INGSOC: la Mutabilidad del Pasado. En lo que respecta a la historia y la veracidad de los hechos, el Partido nunca se muestra en falta. Winston se encarga justamente de alterar y corregir la información para que esta siempre coincida con el pasado y así parezca que el Partido nunca pierde o se equivoca. El pasado “es puesto al día”, mediante noticias que nunca yerran, estadísticas y anuncios que siempre involucran éxito, progreso y victoria. Tal es el caso de “las manifestaciones de agradecimiento a Gran Hermano por el aumento en la ración de chocolate a 20 gramos por semana”128, cuando Winston recordaba que justo el día anterior se la había reducido a 20 gramos. Otro ejemplo de falsificación histórica representa el tema de la guerra. Al principio de la novela todos el odio del Partido se dirige hacia su archienemigo, Eurasia, Estado contra el que siempre han estado en guerra aliados con Asia Oriental. Sin embargo, a la mitad de la obra, el departamento de Registro se ve encargado de cambiar todo el escenario histórico y situar como el enemigo de siempre a Asia Oriental y a Eurasia como aliada. Winston corrobora cómo pasan por sus manos centenares de documentos apunto de ser eliminados y cambiados, negándose “no sólo la validez de la experiencia sino que exista la realidad externa”.129 Más aún “el pasado y el mundo exterior sólo existen en la mente y, siendo la mente controlable, también puede controlarse el pasado y lo que llamamos realidad.”130 De por sí, a medida que avanza la trama de la novela, se verifica que por último, que cualquier significante carecía absolutamente de valor, al ser una “sustitución de una tontería por otra”131 Así, el mundo exterior deja de ser un factor del que se puedan establecer

128

Ibid. pg. 65 Ibid. pg. 86 130 Ibid. pg. 64 131 Ibid. pg. 48 129

representaciones propias y pasan, la realidad y las identificaciones, a ser una más de las imposiciones o caprichos del Partido. En conclusión, Gran Hermano se ha adueñado de todo y está en todas partes (monedas, sellos de correo, pancartas, envolturas, cigarrillos, portadas de libros, etc.). El nivel de panopcismo que Orwell le atribuye explica cómo es capaz de imponer su voluntad no sólo en el mundo de las personas sino que en su interior, porque es el dueño de la Verdad Absoluta, no existe la diferencia y la oposición: “los ojos hipnóticos se clavaron en los suyos. Era como si la inmensa fuerza empezara a aplastarle a uno, algo que iba penetrando en el cráneo, golpeaba el cerebro por dentro, le atemorizaba a uno y llegaba a persuadirle que era de noche cuando era de día.”132 Si en psicoanálisis existe la verdad de un sujeto pero como una verdad parcial (un tal vez) y de la cual, articulada en la cadena significante es imposible decir todo, en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, no existe un espacio para el uno, lo unario (lo que se excluye del Todo). Por consiguiente la única verdad es la del Partido, ya todo está dicho.

4.2. WINTON SMITH Y LA SUBJETIVIDAD en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro

Como lo explica el psicoanálisis, el sujeto se basa en la concepción del lenguaje como el factor esencial de su humanización. Empero, en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, si el lenguaje llega a ser reducido hasta al nivel descrito y bajo imperativos tan absolutos como los del Partido, cabe considerar hasta qué punto se podría hablar de un sujeto, como lo entiende el psicoanálisis. 132

Ibid. pg. 86.

La implantación de la Neolengua es un modelo lingüístico que arrincona todas las facetas que van moldeando su subjetividad, por lo tanto este análisis desemboca en asumir una larga lista de pérdidas que acarrea consigo el reduccionismo de lo simbólico. A continuación se abordan dichas consecuencias, que en su mayoría contrastan con el ímpetu que muestra el personaje principal, Winston, por salvaguardar su humanidad.

4.2.a El lugar del Sujeto en la Neolengua

De entrada, si en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro se describe un sistema lingüístico compuesto de signos, entonces el sujeto queda desvirtuado. En el escenario del signo no se involucra al sujeto, sino a un alguien, cuyo “estatuto es incierto.”133 La reducción del lenguaje a un simbólico puro, en primer lugar, afecta la relación del sujeto con el mundo (la naturaleza). Como se escribe en el capítulo III, dicha relación no puede ser directa, está mediada por lo simbólico (la representatividad). No obstante, la Neolengua conllevaría a que la terceridad que existe entre el sujeto y las cosas desaparezca (no hay muro del lenguaje), puesto que no intervendría el orden simbólico como el agente que conecta lo subjetivo con lo objetivo, ordenador de la experiencia humana. Esto conllevaría a que las relaciones de los individuos con el mundo tiendan a lo real. A su vez, asemejaría el modelo lingüístico propuesto por el Partido a lo que Lacan define como un código mucho más que con el lenguaje humano, ya que prevalecen los signos y se suprime la posibilidad de que las significaciones tomen diferentes caminos como 133

Idem.

producto de la equivocidad. Esto tendría como resultado individuos autómatas, reducidos a robots, de quienes sólo se puede esperar una respuesta conductual. En segundo lugar, si el orden del significante patrocina el establecimiento de la pérdida y la falta simbólica como el

lugar donde aparece y entra a funcionar un sujeto del

inconsciente (el sujeto tachado), con un lenguaje total en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, la inoperancia de la falta dificulta la renuncia al goce (como pilar fundamental de lo subjetivo). Si no hay renuncia al goce (a ser objeto), significa que no operaría la división básica entre sujeto y objeto. Esto lleva a la consideración de una objetivación del sujeto en el mundo que describe Orwell. Los miembros del INGSOC, al estar reducidos a objetos, quedan sometidos a la demanda del Otro (El Partido). El vecino de Winston, Parsons, conocido como el personaje activo y de estupidez asombrosa, es un excelente ejemplo de esta sumisión al amo. Este individuo (que “dependía de la estabilidad del Partido”134) utiliza todo su tiempo y entusiasmo en involucrarse en cualquier campaña voluntaria o pro ahorro patrocinada por el Partido. Inclusive, el dinero que gana lo invierte solidariamente en el denominado sub, que consistía en la donación voluntaria de la cuarta parte de los ingresos para subscripciones voluntarias. Otro caso claro son todos los niños, adoradores del Partido, que ocupan su tiempo buscando posibles criminales para entregarlos a la Policía del Pensamiento, además de estar su vida regida a canciones, desfiles, pancartas, excursiones, la Institución Militar infantil, fusiles de juguete y slogans de Gran Hermano. Los miembros del INGSOC evidencian esta sumisión colectiva a una figura única, Gran Hermano. Todos se identifican con él, formando un cuerpo generalizado. Los dos minutos de odio, las ejecuciones públicas, entre otras actividades colectivas, denotan este 134

Ibid. pg. 27

movimiento en donde el uno (el individuo) se introduce en la masa y en conjunto adoran a su amo. En tercer lugar, como producto de lo anterior, no se puede sino desembocar en una creciente generalización de los individuos en la novela Mil Novecientos Ochenta y Cuatro.. Existe una tentativa de uniformidad que ilustra una sociedad, tan ideológicamente depurada, que arrincona todos los espacios para la diferencia u oposición. Describe Winston: “El ideal del Partido era inmenso, terrible y deslumbrante (…) una nación de guerreros y fanáticos que marchaban en bloque siempre hacia

adelante en unidad perfecta, pensando todos los

mismos pensamientos y repitiendo a grito unánime la misma consigna (…) trescientos millones de personas, todas ellas con la misma cara.”135 Si se articula el tema del lenguaje con lo colectivo, se encuentra que la homogenización de los sujetos es también relativa a la uniformidad del lenguaje. Si el lenguaje es considerado un sistema cuyos componentes poseen identidad en la oposición, en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro la ortodoxia perfecta del INGSOC busca destruir cualquier término que implique heterogeneidad ó herejía, las palabras son cada vez más equivalentes entre sí, ante lo cual no puede haber otro producto que no sea un sujeto indiferenciado, una subjetividad de lo idéntico. Oceanía es el escenario ejemplar de dicha homogenización, con una sociedad de camaradas, hermanos, todos uniformados con el mono del Partido, Es la “la época de la uniformidad”,136 según Winston, “nada era del individuo a no ser unos cuantos centímetros

135 136

Ibdi. pg. 80 Ibid. pg. 34

cúbicos dentro de su cráneo”137 El propósito homogenizador del INGSOC puede ser analizado desde diferentes implicaciones subjetivas: Por un lado, el Partido busca, gradualmente, despojar a sus adherentes de todo componente de identidad propia. Se les ha puesto un número por nombre y los títulos sociales se han reducido cada vez más. A nivel del lenguaje esto implica la prescipción de pronombres que pudieran sustentar la representatividad del sujeto en el discurso (shifters). Esto explica la intención en la Neolengua de excluir los pronombres y la abolición del término quien. Más aún, el Partido, gracias a la mutabilidad del pasado, se ha adueñado del tiempo: “quien controla el pasado controla el futuro, quien controla el presenta controla el pasado.”138 Si el sujeto constituye su identidad a partir de significantes que lo sitúan y refieren en un vínculo social, según coordenadas de la dimensión temporal (diacrónica y sincrónica), en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro se ha descontinuado el reconocimiento subjetivo de un lugar para el sujeto en la cadena de filiación y su referencia genealógica (como determinaciones metonímicas y metafóricas). El producto son la despersonalización y la anonimización. Winston, quien en vagos recuerdos y sueños remotos poco recuerda de su pasado, ya casi no puede historizar su vida y plantear alguna certeza (darle algún sentido a su existencia); no sabe ni para quien escribe en su diario: “¿cómo apelar por la posteridad cuando ni una sola huella suya, ninguna palabra (…), iba a sobrevivir físicamente?”139 Al respecto, el intento en la Neolengua de desconectar a las palabras de su raíz etimológica puede facilitar los intereses de control subjetivo del INGSOC ya que se borra el sentido de derivación en las palabras y su implicación en un recorrido histórico del lenguaje. 137

Ibid. pg. 33 Ibid. pg. 41 139 Ibid. pg. 34 138

La homogenización del sujeto en la obra de Orwell conlleva a la indiferenciación entre lo masculino y lo femenino. En el campo de la sexualidad, absorbida por la ideología del Partido en la novela, se entrevé como todos los aspectos que acarrea consigo la diferenciación sexual se van extinguiendo. En la historia, se relata como está prohibido todo lo que pueda suscitar amor, erotismo, deseo sexual, divorcio y hasta promiscuidad (todos marcos subjetivos considerados crimentales), a más de que el matrimonio y la relación sexual tengan como única finalidad admitida “engendrar hijos en beneficio del Partido”140 Inclusive, se pretende a futuro la abolición del orgasmo y la reproducción sexuada. Es decir, la sexualidad, que en el presente de la novela todavía bordea los ámbitos del puritanismo sexual y la castidad, tiene la intención de desvincularse de cualquier implicación simbólica y quedar a futuro reducida a lo biológico. En semejante escenario, se puede apelar cada vez menos a la función simbólica, cuyo efecto de sexuación pudiera posicionar al sujeto en una asunción subjetiva de lo sexual. Sin duda, la imposibilidad de trasgredir el registro de lo real en lo biológico es el límite que impide llegar a la desexualización absoluta de las personas. En definitiva, La ideología del INGSOC es un dispositivo tan homogenizante que persigue eliminar inclusive lo extremadamente ortodoxo de sus propias filas. Personajes como Parsons, el más ciego y fiel seguidor del Partido aparece más tarde en el Ministerio del Amor denunciado por sus propios hijos, como también Syme, el filósofo de ortodoxia venenosa “demasiado inteligente (…) lo ve todo con demasiada claridad”141 es vaporizado. Al respecto, el Partido tiene como intención futura el no tener que manejar ningún dispositivo de control en sus miembros. Cuando la lengua alcance la perfección, ni siquiera

140 141

Ibid. pg. 72 Ibid. pg. 61

se requerirá de la autodisciplina que en el presente implica el control de la realidad, o doblepensar. En definitiva, será imposible un uso particular de la lengua puesto que la lengua contiene al habla, tan sólo existirá la emisión robótica de enunciados en individuos autómatas. Como indica Winston: “a los ojos del partido no había distinción alguna entre pensamientos y actos.”142 Por consiguiente, no suena tan descabellado que el fin último del Partido apunte al estrechamiento del radio de acción de la mente. Ulteriormente se espera, como señala el apéndice, el “construir un lenguaje articulado que surgiera de la laringe sin involucrar en absoluto a los centros del cerebro”, objetivo encerrado en la palabra hablapato (“cuacuar como un pato”). A un nivel tan des-estructurante, una vez anulado el sujeto por completo, resulta posible.

4.2.b. Winston Smith, el Deseo y la Subjetividad En primer lugar, entre las cualidades subjetivas más llamativas que atribuye el psicoanálisis al sujeto está su condición de deseante. Sin embargo, la implantación definitiva de la Neolengua dificultaría el referir a un sujeto del deseo puesto que no habría lugar para este. Es así que Mil Novecientos Ochenta y Cuatrosto es una obra donde sale a relucir un contraste narrativo entre la progresiva abolición de los caracteres humanos frente a la lucha de Winston por aferrarse a ellos. Winston se proyecta en la novela como el agente que contrasta con la ideología del Partido. En primer lugar, le sorprende de la vida moderna “su vaciedad y absoluta falta de

142

Ibid. pg. 238

contenido.”143 Se siente enteramente solo, quizá el único de entre los suyos cuya subjetividad no ha sido eliminada por completo: “que certidumbre podría tener él de que ningún ser humano podría estar de su parte?” Y es que no tiene aliados, está él contra todo el aparato totalitario de Gran Hermano. No obstante, por encima de sentirse perdido en un mundo monstruoso, le resulta mucho más atemorizante “el monstruo que era él mismo.”144 A Winston no le aterra la muerte en sí, sino su aniquilamiento absoluto, la incapacidad de establecer una marca subjetiva, un paso por la historia, una huella simbólica. Por esta razón emprende una misión que de partida lo conducirá a la muerte, (si bien ya se siente muerto). Hay algo básico del orden del deseo que explica esta decisión, optar por algo de sentido frente a la una vida que se presenta cada vez más reducida y vacía: “al reconocerse ya a sí mismo muerto, se le hizo imprescindible vivir lo más posible”145 El plan de Winston consiste en aprovechar los reducidos espacios que todavía le queden para sostener y acentuar su particularidad. Empieza a obrar movido por sus impulsos. En principio, compra un diario y empieza a registrar su verdad (una verdad que resulta de “la minoría de uno”146 ante la Verdad Absoluta del INGSOC). Asimismo, encuentra razones de sostener su vitalidad humana en lo que respecte al pasado y la historia. Trata de evocar recuerdos, sueños y “le atraía el aire de pertenecer a una época completamente distinta de la actual.”147 El pasado es visto como el único ambiente donde prevalece algo de humanidad y belleza. Por esta razón Winston encuentra encantadoras sus caminatas por los barrios del proletariado, su cotidianidad y desorden. También por eso le resulta irresistible el local de antigüedades del Sr. Charrington, lleno de 143

Ibid. pg. 80 Ibid. pg. 33 145 Ibid. pg. 35 146 Ibid. pg. 86 147 Ibid. pg. 100 144

chucherías. Los objetos “aparentemente inútiles” que se venden (parecería ser “una tienda de agalmas”) representan para Winston una constelación de significantes que le dan sentido a su vida. No puede resistir comprar un pedazo de vidrio que contiene por dentro un pedazo de un coral y más tarde alquila una habitación prohibida en el piso superior del local, tratando de imitar la vida propia que no tiene. Según el mismo Charrington, “la intimidad es una cosa de valor inapreciable.”148 No obstante, es la aparición de Julia la que hace a Winston sobrepasar su permanente “monólogo de incongruencias.” Con ella, se reduce sus sospechas de estar completamente loco (ya son dos, o quizá más) y puede por fin sentir algo más que odio hacia el exterior y desprecio por sí mismo. En adelante ve a una mujer frente de sí, de verdad, cuando pensaba que a todas “les habían arrancado todo sentimiento natural.”149 Julia, representa en la novela el lugar de la sexualidad (sexuación) que Winston pensaba estaba en vías de anularse. Hasta cuando conoce a Julia, Winston postula a las mujeres del Partido como “agresivos símbolos de castidad”150, a diferencia de las mujeres del proletariado: “muchachas en la flor de la edad, con bocas violentamente pintadas”151, a las cuales no tiene acceso. El Partido reconoce no poder suprimir del todo el instinto sexual, empero “intenta por lo menos deformarlo o mancharlo”152, reduciéndolo a ser un deber para con el Partido. Como resultado, Julia es el objeto de ese odio, “por ser joven, bonita y asexuada”153 Sin embargo, luego de conocerla, la presencia de Julia como mujer en la novela también reitera el

148

Ibid. pg. 140 Ibid. pg. 74 150 Ibid. pg. 22 151 Ibid. pg. 88 152 Ibid. pg. 72 153 Ibid. pg. 22 149

posicionamiento del Winston como sujeto deseante, al representar la división del sujeto como efecto de la sexuación, en un mundo donde coexisten las diferencias (al no-todos). En adelante Winston se arroja junto con ella por la supervivencia subjetiva, cuyo valor simbólico es superior a la muerte. Sin embargo, el espacio subjetivo que Winston cree edificar es sólo parte del juego de O´Brien. La posibilidad de existir el lugar de la oposición (la mencionada Hermandad), es sólo parte de la trampa absolutista del Partido. A continuación sobreviene el proceso de apoderamiento final sobre Winston. Gran Hermano conoce como torturar a cada sujeto de acuerdo a su fantasma. En Winston, particularmente, el horror hacia las ratas ejemplifica este paso de Gran Hermano por encima de todas sus resistencias. Su paso por el Ministerio del Amor deja toda pretendida lucha atrás y al héroe con “el alma blanca como la nieve”154, anulado por completo. La consecuencia final,

Winston Smith

incorporado a la totalidad del sistema: “!Qué cruel e inútil incomprensión! ¡Que tozudez la suya exiliándose a sí mismo de aquel corazón amante!” 155 Ha pasado a ser otra pieza de aparato perfecto, sin impurezas, por fin puede amar a Gran Hermano.

154 155

Ibid. pg. 290 Ibid. pg. 290

CONCLUSIONES FINALES

El modelo lingüístico que se plantea en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro y sus efectos representan la verdadera consecución de los intereses de dominio de todo régimen totalitario: en síntesis, la anulación del sujeto y la imposibilidad de interrogación. Si bien todas las terroríficas herramientas de control social que describe la novela arrinconan al sujeto (telepantallas, policía del pensamiento, vaporizaciones), la Neolengua constituye el dispositivo final, puesto que sobrepasa la persecución y el sometimiento; sencillamente, elimina la subjetividad. Como resultado, la misma inconsciencia que califica y atribuye Orwell como el ulterior destino de sus personajes en la obra. George Orwell, al respecto, refiere a experiencias puntuales de su militancia política donde vivió personalmente la persecución y el terrorismo de Estado al estilo de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro. Asimismo, del lado del lenguaje, Orwell siempre fue

caracterizado por criticar el lenguaje que no dice nada y como este puede ser un agente directo para la tergiversación de la verdad: “la idea de verdad objetiva está desapareciendo del mundo (…) es justamente esta base común de concordancia lo que el totalitarismo destruye (…) el jefe, o camarilla gobernante, controla no sólo el futuro, sino también el pasado. Si el Jefe dice que tal o cual acontecimiento no ha ocurrido, pues no ha ocurrido; si dice que dos y dos son cinco, dos y dos serán cinco.”156 A más de cuestionar los eventos y sucesos políticos de la Segunda Guerra Mundial (en ambas potencias), es un fuerte crítico del stalinismo y el nazismo, y sus mecanismos ideológicos para perdurar en el poder. En la historia política del S. XX se pueden situar algunos casos en los que sobresalen intenciones de dominio similares a las de Mil Novecientos Ochenta y Cuatro. El régimen nazi, por ejemplo, durante sus años de consolidación (1933-1937), ilustra a una sociedad alemana a cuyos ciudadanos no le importaba que se les haya arrebatado su libertad personal y se haya socavado su cultura. En nombre del Socialismo Nacional, con entusiasmo “estaban dispuestos al sacrificio que su líder demandaba.”157 Para esto sale a relucir la imagen de Paul Goebbles, Ministro de Propaganda e Ilustración, estratega y mano derecha del Fuhrer. No sólo estuvo encargado de manejar toda la campaña en la que Hitler “liquidaba el pasado, con todas sus frustraciones y decepciones”158, sino que, al estilo pleno del Departamento de Registro en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, personalmente se encargó de la nazificación de la cultura alemana y de destruir cualquier elemento ideológico “que represente subversión contra el futuro de

156

Orwell, George. Recordando la Guerra Civil Española. New Road. Londres. 1943. pg.273 Shirer, William. The Rise and Fall of the Third Reich. A History of Nazi Germany. Simon & Schuster. Nueva York. 1983. pg. 320. 158 Idem. 157

Alemania o que atente contra las raíces del pensamiento alemán.”159 Culturalmente, se unificaron todas las facetas artísticas bajo el liderazgo del Reich Además, se redujeron y monopolizaron los periódicos, la televisión y la radio; las noticias, editoriales y encabezados sólo podían ser ideológicamente “limpios”. Como resultado, los medios alemanes cayeron en una “conformidad mortífera”, a raíz de la ausencia de polémica, y cuestionamiento.

De la

mente de Goebbles nacen slogans como armas antes que mantequilla, el interés común antes que uno, y otras producciones que pretendían la colectivización y homogenización de Alemania.

Asimismo, con respecto al stalinismo, Lacan señala que existió, en este sistema, la discusión sobre la posibilidad del advenimiento de un nuevo lenguaje en la sociedad comunista, depurado ideológicamente. No obstante, señala que el lenguaje además de ser diferente de la expresión natural y no constituir un código, “tampoco es reducible a una superestructura, que hemos visto al mismo materialismo alarmarse de esa herejía”160 El propio Stalin declinó la idea. En fin, la intención de dominar por completo los aspectos vitales de los gobernados a través del control del lenguaje es sin duda un objetivo por demás ambicioso. Esto se debe principalmente a la dificultad de aprehender la propia estructura del lenguaje. En sí, el lenguaje, como la estructura que precede y sobrepasa al sujeto es vasta, inagotable, compleja y antecede al pensamiento. Como lo señala el mismo Saussure, se trata del sistema social más poderoso.

159

Extracto del discurso oficial de Paul Goebbles durante la famosa “quema de libros” en 1933. en Shirer, William. The Rise and Fall of the Third Reich. A History of Nazi Germany. Simon & Schuster. Nueva York. 1983. pg 333. 160 Lacan, Jacques. La Cosa Freudiana. en Escritos I. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires. 2004. pg. 396.

Orwell en su obra trata de llevar a cabo esta pretensión. Se trata de un Partido que en un intento voluntarista apunta

hacia la contención del sistema del

lenguaje bajo sus

imperativos. Para esto recurre a privar al lenguaje de su carácter social, impide que la arbitrariedad y la inercia colectiva lo hagan indeterminado. En el marco de la ficción, relata y satiriza el único procedimiento posible para hacerlo y cual es el producto humano final. Situar en este punto al sujeto que nos presenta Lacan y ubicarlo en el escenario que crea Orwell corrobora y continúa su sátira, ya que se determina la vital relación que tiene el ser humano con el lenguaje, cómo este lo precede, origina y enfáticamente determina. Más aún cómo, en su primordial relación con él, se producen los espacios de creación y libertad más fantásticos y curiosos, los que definen la esencia humana. No está de más volver a recalcar el protagonismo que posee la equivocidad en este sentido. El sujeto del inconsciente, del deseo, solo puede existir en un orden ambiguo e interrogante, nada más que en la división. Al no ser autónomo y completo, el ser humano depende de la hiancia y la falta. Del lado del lenguaje, este vacío e imprecisión proveen al lenguaje de plasticidad y movilidad, la posibilidad de nuevos caminos y sentidos como resultado de la equivocidad. A partir de esto su capacidad creativa, la belleza en las funciones poéticas. Al respecto, pareciera que la metonimia y particularmente la metáfora fueran “una consecuencia de la pobreza de los medios del lenguaje, es decir, en definitiva, una de las muestras de la limitación de la mente humana.”161 Sin embargo, es la pobreza e incapacidad de abstracción absoluta la que nos define desde un principio, la que enriquece lo particular y lo cultural. Con todo lo anterior, pareciera extremadamente difícil considerar que el objetivo de dominar al lenguaje, al nivel pretendido en Mil Novecientos Ochenta y Cuatro, fuera posible 161

Le Guern, Michel. La Metáfora y la Metonimia. Ed. Cátedra. Madri.d. 1973. pg 76

(lograr apoderarse de esta terceridad incalculable, cerrar los aspectos fundamentales que involucra la dialéctica con el Otro). El análisis realizado no puede contestar del todo esta pregunta. No obstante, no se pueda dejar de evidenciar algunos fenómenos de nuestra actualidad que se relacionan con el estudio realizado y el lugar cuestionable y problemático que le asignan al sujeto. Dentro de este ámbito, se pueden citar ciertas tendencias biologizantes

y

generalizadoras en el campo de la psicología y cómo han descartado totalmente el plano de lo simbólico. Por citar un ejemplo, se tienen corrientes psicológicas homogenizadoras y taxonomías humanas que anulan el lugar del deseo y su sujeto . En este sentido, el síntoma ya no es descifrable como perteneciente a un sujeto en su particularidad, sino que pasa a ser universalizado, dejándose atrás su condición de singular y la posibilidad de ser significado. Las nuevas patologías eliminan la diferencia (hasta la diferencia sexual) y crean sintomatologías facilistas, “tratamientos mágicos” y “para todos”. Recuérdese que el sujeto dividido se opone como concepto al estatuto de individuo. El plano de lo simbólico existe como un orden indispensable en su enganche con los registros real e imaginario. Los tres órdenes son interdependientes, y, si se extrae del anudamiento a lo simbólico, desaparece el sujeto. La práctica de la Neolengua se sustrae de todo anudamiento significante, al apuntar a lo real ya no puede intervenir una mediación simbólica. Inclusive, más allá del campo psicológico, se puede también referir a la tendencia homogenizadora en el aparato globalizador, que alcanza el ámbito del lenguaje. Si bien puede ser analizado desde muchas perspectivas, la generalización supone movimientos que generan conflicto entre lo global vs. lo individual. Se suscitan paradojas como el hecho de que, mientras más existen ofertas de heterogeneidad, variedad de productos

y el

customerizing individual (el producto “hecho a la medida”), dicha pluralidad se sigue moviendo dentro de los parámetros del consumismo, facilitando la homogenización por encima de la particularidad. En el contexto actual, muchas de estas contradicciones conllevan a una desconfianza “ya sea en la existencia de la verdad, como en su dinámica universal, o en la posibilidad de su aprehensión”162 fomentando un escepticismo y relativismo generalizados. Tal condición, permite el manejo y la suplantación de la verdad (reconocido en los medios y en el ámbito político) por el lenguaje políticamente correcto, que involucra una ambigüedad discursiva social y epistemológica, que, lejos de la urbanidad y la aceptación de las diferencias, se nutre de la estructura lingüística para obtener poder político, neutralizar los discursos y esconder las opiniones personales; en definitiva, la resta de atención a la palabra como tal. Estos puntos no dejarán de traer consigo sus efectos sociales. Todos estos fenómenos en algo se asemejan al mundo que crea Orwell, que en muchos casos parece no ser tan ficticio como se imaginaba. En este, los individuos se alejan y deforman la relación primordial y universal entre el sujeto y el lenguaje, cuando siempre se había considerado que las manifestaciones culturales que reseña la historia humana justamente buscan acentuar el distanciamiento entre el ámbito de lo natural (caótico) del mundo culturizado (normado). El psicoanálisis considera y acentúa el ámbito de la diferencia en el lenguaje y a su uso particular como el resultado de propulsarse en este campo. Es, en definitiva el ambiente clave que propicia la humanidad. El lenguaje no es meramente un carácter adquirido para ejercer la comunicación. Ni el hablar representa una actividad sustancial, como bien señala

162

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