Salmo 119

SALMO 119:43 “No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad, Porque en tus juicios espero” Una de las cosa

Views 210 Downloads 3 File size 58KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

SALMO 119:43 “No quites de mi boca en ningún tiempo la palabra de verdad, Porque en tus juicios espero”

Una de las cosas que nos impresiona al leer este salmo es cómo el salmista deseaba que toda su vida esté empapada de la Palabra de Dios. Él tiene la Palabra de Dios en su corazón (v.11); sus pies caminan conforma a esta Palabra (v.59). Ella está en sus labios (v.13), y alza sus manos a la Palabra de Dios (v.48). En este verso, la Palabra de Dios está relacionada con la boca del salmista: “No quites de mi boca…la palabra de verdad”. La boca se usa principalmente para hablar a otros; pero a veces usamos la boca para hablarnos a nosotros mismos. Por ejemplo, en Sal 1:2, el salmista afirma que el hombre bueno “medita” en la ley de Dios. El verbo en hebreo, significa ‘murmurar’; es decir, hablar en voz baja. ¡El judío no meditaba en silencio! Lo que hacía era repetir en voz baja, una y otra vez la Palabra de Dios, reflexionando sobre ella, hasta que impactaba su corazón y mente. A la luz de este doble uso de la boca, podemos afirmar lo siguiente. En primer lugar, el salmista está pidiendo a Dios que le ayude a tener algo que decir acerca de la Palabra de Dios. Su Palabra es tan importante; es nada menos que “la palabra de verdad”. Todo el mundo necesita saber de ella, escucharla, conocerla. ‘Por lo tanto’, dice el salmista, ‘nunca permitas que yo quede el silencio; siempre dame algo que decir, de tu Palabra, para hablar a otros’. ¡Qué hermoso es cuando el creyente siempre tiene algo que decir de la Palabra de Dios! Que lleva esa Palabra a cualquier conversación, sea cual fuera el tema. Que día tras día, minuto a minuto, la Palabra de Dios esté en su mente y en su corazón en tal manera, que siempre tenga algo bíblico que decir. Que ‘sazone’ toda su conversación con el buen sabor de la Palabra de Dios (Col 4:6). En segundo lugar, el salmista está pidiendo a Dios que le ayude a siempre estar meditando en la Palabra de Dios. Que cuando esté a solas, use ese tiempo para meditar en las Escrituras, repitiéndolas a sí mismo, para reflexionar sobre su enseñanza, y pensar acerca de cómo aplicarla a su vida. Que en ningún tiempo tenga una mente vacía; sino que ella, por medio de la repetición verbal la Palabra de Dios, siempre esté meditando sobre las Escrituras. Pero, ¿por qué pide esto el salmista (“no quites de mi boca…”)? El salmista era suficientemente honesto para reconocer que a veces él podía vivir en tal manera que la Biblia no estuviera en su boca. Por ejemplo, por causa de algún pecado en su vida; o por un tiempo de desaliento espiritual; o por una falta de fe en la Palabra de Dios; o simplemente por el descuido de la lectura y el estudio de las Escrituras. Todas estas cosas atentan contra la presencia de la Palabra de Dios en los labios del creyente. Si estamos en pecado, no tenemos la autoridad moral para hablar de la Palabra de Dios. Si estamos desanimados espiritualmente, no tendremos ganas de hablar de la Biblia. Si dudamos de la Palabra de Dios, difícilmente hablaremos de ella a otros. Si no estamos alimentándonos de las Escrituras, nuestros labios no hablarán fácilmente de la Biblia.

91

La razón por la cual el salmista valora tanto la Palabra de Dios, no es por los lindos sentimientos que ella produce en su corazón, sino porque ella es “la palabra de verdad”. Hoy en día corremos el riesgo de perder de vista este énfasis bíblico – que lo que Dios nos dice en Su Palabra es VERDAD. Muchos van a la Biblia para hallar en ella dirección para sus vidas, o alivio para una mente afligida y preocupada, o el consuelo que su corazón quebrantado necesita. ¡Y hacen bien! La Biblia ofrece todo eso, y más. Pero lo más importante de la Palabra de Dios es que ella es una “ palabra de verdad”. Aun si en algún momento, o en alguna circunstancia, sentimos que la Palabra de Dios no nos ayuda, ella no deja de ser la palabra de verdad. Por 1900 años, la Iglesia ha afirmado la veracidad de la Biblia, y no la ha cuestionado. Lamentablemente, con el surgimiento de la ciencia moderna, muchos llamados ‘cristianos’ han comenzado a dudar de la veracidad de la Palabra de Dios, y hasta a negarla abiertamente. Por ejemplo, algunos ‘cristianos’ (especialmente en Europa y los EE.UU.) dicen que aunque la Biblia habla la verdad cuando habla de Dios, no debemos confiar en ella en asuntos científicos o históricos. De este modo, comienzan a poner en tela de juicio la confiabilidad de la Biblia. Y Satanás, cuya mente siniestra está detrás de todos estos ataques contra la Biblia, no se queda contento con eso. Habiendo logrado quitarle a la Biblia confiabilidad en asuntos históricos y científicos, él pronto lleva a las personas a cuestionar la confiabilidad de la Biblia en asuntos morales y éticos (por ejemplo, el ministerio de la mujer en la Iglesia, la naturaleza del matrimonio, lo sagrado que es la vida, y las relaciones homosexuales). Como resultado, tenemos ‘cristianos’ que ahora afirman que una mujer puede tener autoridad sobre los varones en la Iglesia, que dos hombres pueden casarse, que el aborto y la eutanasia no son pecados, y que Dios aprueba las relaciones homosexuales. Ante la clara enseñanza de la Palabra de Dios, ellos simplemente dicen que en estos asuntos la Biblia es anticuada, y rehúsan someterse a su enseñanza. ¡Qué diferente es la actitud del salmista! Habiendo declarado que la Biblia es una “palabra de verdad”, él expresa su compromiso con ella, afirmando: “Porque en tus juicios espero” (v.43b). Él no se ponía a juzgar la Palabra de Dios, para ver en qué partes podía confiar, y en qué partes no; más bien se ponía bajo sus “juicios”. Él aceptaba la Palabra de Dios como autoritativa sobre su vida, y la describe como “tus juicios”. La Palabra de Dios expresa Sus ‘juicios’ sobre la vida terrenal; es decir, Sus criterios, Su análisis, Su evaluación de todo lo que pasa y se hace en este mundo. El verbo, “espero”, no debe ser entendido en el sentido temporal (por decir, ‘esperando’ que la Palabra de Dios se cumpla). El sentido del verbo en hebreo es ‘pongo mi confianza’, ‘deposito mi fe’. Por lo tanto, ‘esperar en los juicios de Dios’ es sinónimo de ‘confiar en Dios’. Por ejemplo, en el Sal 130:5-7, el salmista declara: “Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en Su palabra he esperado. Mi alma espera a Jehová…Espere Israel a Jehová”. Claramente, la idea central es la de confiar en Dios. Frente a todos los ataques del mundo contra la Palabra de Dios, el creyente debe seguir el ejemplo del salmista. Debe confiar que la Biblia es “la palabra de verdad”, debe confiar en ella, y no debe de dejar de hablar de ella, y meditar en ella, todos los días de su vida. Ese es el camino a la verdadera felicidad, tanto en este mundo, como en la eternidad (Sal 1:1-3).

92