Rumi, El Secreto.

Rumi, El libro interior Fiji Ma Fiji El Secreto Aunque conozcamos todos los estados del ser humano, dijo alguien, de tal

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Rumi, El libro interior Fiji Ma Fiji El Secreto Aunque conozcamos todos los estados del ser humano, dijo alguien, de tal suerte que no se nos escapen ni el calor ni el frío, ni el menor detalle de su temperamento y de su naturaleza, no comprenderemos qué parte de él vivirá eternamente. Si este conocimiento se pudiera obtener simplemente aprendiendo lo que han dicho otras personas, respondió el Maestro, no se necesitarían tantos trabajos y esfuerzos, y nadie se esforzaría tanto ni se sacrificaría en esta búsqueda. Por ejemplo, alguien va a la playa y no ve sino agua turbulenta, cocodrilos y peces, dice: "¿En dónde están las perlas? Acaso las perlas no existen." ¿Cómo podría llegarse a la perla simplemente mirando el mar? Aunque esa persona pudiese vaciar el mar con una copa cien mil veces, nunca encontraría la perla. Uno necesita ser buzo para descubrir las perlas; y un buzo cualquiera no las encontrará, es preciso que sea ágil y afortunado a la vez. Si buscas perlas, sé buzo; el buzo debe tener muchas virtudes: debe poner su cuerda y su vida en manos del Amigo, contener la respiración y lanzarse de cabeza. Las ciencias y las artes se parecen al intento de vaciar el agua del mar con una copa. Para encontrar la perla hay que actuar de otro modo. Muchas personas tienen talento, son ricas y bellas; sin embargo, les falta el sentido intrínseco en su interior. Muchas otras personas son miserables, no tienen belleza ni elocuencia, ni elegancia de lenguaje y, no obstante, en su interior poseen el sentido intrínseco que perdura eternamente. Este sentido es el que ennoblece y distingue a la humanidad; y gracias a él es superior a las demás criaturas. Los leopardos, los cocodrilos, los leones y los demás animales poseen habilidades y talentos que les son propios, pero no disponen del sentido eterno. Eso es lo que debes pedir a las bellezas, si eres experto en belleza, ¡oh corazón mío! Esa es la opinión del que era vidente en la ciencia de la visión. Si el hombre descubre su camino a ese sentido intrínseco, alcanzará el secreto de su propia excelencia; en otro caso no participa de esta excelencia. Todas las artes y los talentos son como las incrustaciones de pedrerías en el reverso de un espejo. El anverso del espejo está

desprovisto de ellas, debe tener la pureza del cristal. El que tiene un rostro feo prefiere el reverso del espejo, pues el rostro todo lo revela. El de rostro hermoso prefiere el anverso del espejo con todas sus fuerzas, pues este manifiesta su belleza. Un amigo de José de Egipto llegó de un viaje. "¿Qué regalo me traes?" le preguntó. "¿Qué cosa hay," replicó el amigo, "que no tengas y que puedas necesitar? Como no hay nada más hermoso que tu rostro, te he traído un espejo para que puedas mirarte continuamente en él." Te he traído un espejo, ¡oh Luz! Para que veas tu propio rostro y me recuerdes. ¿Qué hay que no posea el Altísimo? ¿Qué Necesita? Ante Dios hay que aportar un corazón luminoso para que se mire en él. "Dios no mira sus formas ni sus obras, pero Él mira sus corazones y sus intenciones." (Jadith) "En las ciudades de tus sueños has hallado cuanto querías; en ellas sólo faltan gentes nobles." (Al-Mutanabbi, Diván) En una ciudad en la que encuentras todo lo que buscas, bellezas, delicias, placeres y ornamentaciones de todas clases, pero no encontrarás una persona sabia. ¡Ojalá fuese a la inversa! esa ciudad es el ser humano. Si se encuentran en él cien mil talentos y no el sentido intrínseco, más valdría que a esa ciudad se la redujese a ruinas. Necesita existir ahí el secreto para que florezca. En cualquier estado que se encuentre el ser humano perfecto, su secreto (sirr) está ocupado con Dios, y la ocupación exterior no estorba la concentración interior. Como en el caso de la mujer encinta: en cualquier situación que se encuentre, de paz o de guerra, si come o si duerme, la criatura se desarrolla en su seno y crecen sus fuerzas y sus sentidos aunque la madre no sea consciente de ello. De igual manera, la humanidad está "encinta" con ese misterio. Es cierto que ofrecimos la responsabilidad, “amana”(la capacidad para acceder al conocimiento divino), a los cielos, a la tierra y a las montañas, pero no quisieron asumirla estremecidos por ello. Sin embargo el hombre la asumió. Realmente él es injusto consigo mismo e ignorante (Corán 33: 72)* Pero Dios no lo deja en su injusticia ni en su necedad. Del fardo aparente del ser humano pueden provenir compañía, simpatía y mil amistades. Imagina entonces, las amistades maravillosas y el compañerismo que surgirá del secreto al que el ser humano da a luz después de su muerte. El secreto es necesario para que el ser humano florezca. Es como la raíz de un árbol: aunque oculta, su efecto se manifiesta hasta en el extremo de las ramas. si rompen una o dos ramas, pero la raíz es robusta, éstas brotan de nuevo. Pero si la raíz está dañada, no sobrevivirán ni la rama ni las hojas. Plática No. 50 Los secretos de Yalâl al-dîn Rumi Traducido al francés por Eva de Vitray-Meyerovitch

Traducido al español por Antonio López y Fedra Egea. *Revisión y corrección de la cita del “Noble Corán”de Roberto Pacha, basada en la traducción de Abdel Ghani Melara Navío, edición bilingüe, Istambul, 2005.