Romi Lezama SJ

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EN MEMORIA DE ROMI LEZAMA

La libretita del cura

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"Nosotros lo recordamos", dice el padre Mosca, provincial de la Compañía de Jesús. "Que me pregunten por él es una linda sorpresa -observa en cambio Mario Costa, integrante del equipo del hogar La Huella-. Sorprende, porque agnósticos y anticlericales tienden a olvidarlo, en tanto fue hombre de Iglesia y dentro de ésta su aporte contrasta demasiado con otros modos de vivir esta condición para que todos hallen grato recordarlo." El individuo en cuestión es el jesuita Román Lezama. ¿Lo recuerda usted? ¿Cuántas memorias habrá que convocar para construir una tradición?

SALVADOR

NEVES

ROMÁN NACIÓ EN 1941. Sería el primero de

siete hermanos. Su familia ya era montevideana, de Pocitos. Muy católicos. El padre, abogado laboral, murió joven. Su madre, María Elena Joos, sentía que la injusticia social era inadmisible para un católico. "No nos salvamos de a uno sino en racimo", repetía. Es verdad que entonces había un catolicismo de elites volcado a lo cultural, caritativo cuando mucho. También es cierto que la Unión Cívica había ido creciendo en la consideración popular hasta ser el mayor de los partidos menores, y que Vicente Chiarino y Miguel Saralegui, militantes de ese partido, habían denunciado temprano, con elocuencia y fundamento, la miseria rural. El dato más antiguo recogido sobre Román es el entusiasmo. Con 16 años, junto a otros compañeros del colegio Seminario -Luis Pérez Aguirre entre ellos- organizaba una quermese para solventar una "misión". El día propicio para la fiesta era el de San Ignacio. El mismo en que cumpliría 10 años su hermanito homónimo. Pero Román convenció a la madre de que tenían bastante casa como para soportar ambas francachelas. El cumpleaños podía ser abajo y la quermese arriba. En compensación de las molestias, los asistentes al cumpleaños podrían participar de la exhibición cinematográfica que aquélla incluiría. Los enredos empezaron en la puerta: no era fácil distinguir a los invitados de su hermano de los suyos y hubo quienes terminaron pagando entrada por asistir a un cumpleaños. Luego, como abajo las "pildoritas" se agotaron rápidamente, algunos festejantes cedieron a la tentación de subir en busca de más, aunque tuvieran que pagarlas. El acabóse fue después de la película: no hubo cómo impedir que medio barrio bajase a probar la torta. ¿Pero qué es lo que hace que un alborotador de este calibre decida meterse a cura? El provincial de los jesuítas explica que el Seminario todavía era un colegio pequeño atendido por personas estupendas, que se sentían muy bien allí. Que la revista francesa Informations Catholiques les acercaba una Iglesia apasionante, sacudida por los debates preparatorios del Concilio Vaticano II. Que además el carisma misionero de la Compañía de Jesús ofrecía a los muchachos un espacio para la aventura: "El sueño de Perico - r e cuerda M o s c a - siempre fue África ".

Romi y Perico antes del sacerdocio / Fotos gentileza deTeresa Lezama

Un atuendo inusual para quien ejercer el sacerdocio pasaba por incidir en la transformación de la sociedad

Chile fue el primer destino extranjero que les tocó. Significó encontrarse con novicios de todo el continente: descubrirse latinoamericanos. Significó hacerlo en un país que la Democracia Cristiana prometía transformar en justo y solidario. Diverso y considerable es el currículo de los seguidores de Ignacio de Loyola, y fue José Donoso, el profesor de historia del arte, quien al recibirlos preguntó: "¿Saben lo que es el noviciado?". Y en vez de despacharse con un discurso atiborrado de latinajos y citas bíblicas, abrió de par en par la ventana. "Esto es el noviciado", les dijo. A mediados de los sesenta los novicios regresaron a Montevideo. Para entonces los ecos del concilio habían llegado hasta este puerto. Pero ni el nuncio apostólico, Rafael Forni, ni el obispo de Montevideo, Antonio Corso, parecían percatarse. El tiempo, sin embargo, todavía daba cristianos, y cuando aquél trasladó su sede a una suntuosa mansión de bulevar Artigas "la mano de Dios" pintó en sus muros "Beati pauperes''. Luego intentó tomar la palabra en un homenaje al papa en el Solís, pero la muchachada católica gritaba tan fuerte "Viva el papa, fuera Forni" que Corso salió a hablar de una "asonada". Tuvo que intervenir el Vaticano: Forni fue llamado a Roma y Corso trasladado a Maldonado. De M o n t e v i d e o se o c u p a r í a el o b i s p o de Tacuarembó, el mismo que unos años antes 1

otros ordeñan, otros cortan leña, otros cocinan; 12.00 almuerzo (ensopado); 14.00 trabajo; 18.30 aseo, visitas, misa, cena; de noche, reunión y a dormir ". El castor, insistían, "tiene la lengua corta y los brazos largos ". Pero el plan omite una actividad que ninguna de las fuentes ha olvidado. Ocurría cuando aquellos muchachos sacudidos por el atisbo de otra vida, cansados de trabajar, orar y pensar, estaban a punto de irse al sobre. A esa hora en que trabaja la nostalgia del hogar, Romi se convertía en narrador de fogón, especialista en cuentos espeluznantes: el del abominable viejo de la gruta, el del tesoro enterrado en cuarenta calaveras por el comendattore Bruno Massilotti o la insólita historia de Segismundita que sólo al final del espanto mostraba ser una versión corregida y aumentada de Caperucita Roja. Pero está escrito: "Los apresarán y los perseguirán, metiéndolos en la cárcel y llevándolos ante los gobernantes por mi nombre; esto les sucederá para que den testimonio ante ellos" (Mateo 10, 17-18). El viernes santo de 1972 las Fuerzas Conjuntas se hicieron presentes en la casa Ramón Cabré procediendo a detener a quienes allí estaban: Romi y un grupo de estudiantes que realizaban ejercicios espirituales bajo su dirección. La prensa exhibió al otro día los resultados del allanamiento. "No había nada -dice Mario-, así que amontonaron ejemplares de periódicos de izquierda junto a un boquete de saneamiento, lo fotografiaron y lo presentaron como si fuera una tatucera." La cosa no pasó a mayores. Sirvió para afilar la reflexión de aquellos muchachos: "Estábamos con los ojos vendados, en silencio, horas interminables -escribió después una de las detenidas- Pensaba en Jesús en una noche así. Cómo Pedro lo negó. Y en eso cantó un gallo. No me pude contener, me agarré del brazo de la compañera que tenía al lado y le dije loca de contenta: ¡No lo negamos!'" Román se había ordenado sacerdote dos años antes y celebraba su misa los domingos a las siete de la tarde. "Era concurridísima -dice Mosca-. Cada vez fue más concurrida. Tenía un modo inimitable de explicar la Palabra. Usaba todos los condimentos." Observando a los cristianos salir de misa un filósofo ateo había exclamado una vez: "¡Qué cara de poco resucitados que tienen los cristianos!", y eso estaba presente en el joven sacerdote cuando preparaba sus celebraciones. La misa debía ser vista como "ágape", como fiesta y como encuentro. En unas notas suyas sobre la ceremonia se lee, por ejemplo: "El saludo de la paz no debe caer en la rutina ", "puede pedirse que todos saluden a todos, aunque se demore, aunque se cree jolgorio; para eso es". A fines del 72 debería aplicar sus técnicas en un ámbito inusitado: las barracas del Batallón número 13, al lado de la Gruta de Lourdes. Lo detuvieron bajo la sospecha de ser integrante de un Comando de Apoyo Tupamaro (CAT). Su negativa a revelar lo que sabía en tanto confesor, aumentó las suspicacias. Durante 40 días fue imposible conocer su paradero pero al final no pudieron probarle nada. Romi se valió entonces de su investidura sacerdotal para mejorar la situación de los recluidos. Sus eucaristías fueron bienvenidas por los detenidos: creyentes o no, todos parecieron pensar que un espacio colectivo de reflexión bien valía una misa. Como tenía acceso a la barraca de las mujeres, hacía de correo entre parejas e incluso asumió la representación de sus compañeros obteniendo permiso para jugar al fútbol y para trabajar, libertad que los recluidos usaron para construir unas letrinas menos inmundas que las que había. Una de las memorables cartas que escribió entonces da cuenta de la persistencia de sus costumbres: los compañeros "están todos muertos de vergüenza porque les prometí que contaría a todo el mundo que feroces tupamaros estuvieron más de media hora absortos en el relato de Caperucita Roja... ". Pero los consultados son unánimes en afirmar que el cuartel fue un punto de inflexión en su vida. "En las barracas del cuartel -asegura el provincial- Romi descubrió su parroquia. Al salir de allí se hizo una libretita con los datos de las familias de aquellos que

alborotara el avispero con su Pastoral sobre los problemas sociales del agro, monseñor Carlos Parteli. Y Parteli no quiso mandar solo. Convocó a su pueblo a debatir las exigencias del presente para determinar una "Pastoral de conjunto". En aquella coyuntura histórica el resultado fue una suerte de toma de conciencia masiva. Ignacio Lezama estudiaba medicina en esos días: "Recuerdo que mientras diseccionaba un cadáver, cierta compañera me preguntaba si creía realmente que mi dios podía aceptar la estructura social existente. Más tarde, retornando a casa en el 149, la respuesta me llegó como una revelación. Llegar a casa fue esta vez como descubrir un mundo nuevo: todos estábamos pasando por el mismo sacudón. Mi hermana Mercedes, que estudiaba en el Instituto de Filosofía, terminaría siendo una especie de 'monja obrera', Teresa había pasado del Sacre Coeur al IAVA y pronto asumiría compromisos que la llevaron a la clandestinidad y el exilio. Los hermanos más chicos empezaban a aparecer con moretones cosechados en noches de volanteadas y pegatinas. Pero de todos los hermanos fue Romi el que primero entendió. Todavía me asombra recordar lo lúcido que fue ". Por lo pronto, convencidos por completo de que sus valores sólo tenían significado insertos en el mundo, Romi y sus compañeros decidieron vivir en medio de la ciudad y fundaron la comunidad Ramón Cabré. Al "noviciado" sigue el "magisterio" y ellos enseñaron en el colegio (Romi daba matemáticas y religión) pero sobre todo asumieron la conducción del movimiento juvenil Castores de Emaús. "Tenían claro -dice Mario Costa- que su forma de ejercer el sacerdocio pasaba por incidir en la transformación de la sociedad influyendo en el grupo social de los que estábamos en su entorno. Es decir jóvenes ricos, de familia económicamente acomodada o al menos no comprometida, que podrían

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Los Lezama: Román, Elena, Ignacio, Mercedes, Luis, Teresa, Bernardo

haber sido meros reproductores del modelo. Se trataba de ayudarnos a descubrir los rostros de la injusticia y sobre todo develar, quitar el velo, a las causas. Eso fue el paso previo a una politización, no partidización, para que desde los niveles en los que nos tocara jugar en la sociedad, la Universidad, las empresas o lo que fuera, asumiéramos la responsabilidad política de contribuir a la construcción de un país para todos. Fue muy clara la intencionalidad de ellos y creo que nuestras vidas tomaron un rumbo coherente con esos planteos." "Por otra parte ponían un modelo educativo en juego. Tomando como dato la modalidad uruguaya, academicista, afrancesada, de gabinete, colocan el complemento de la praxis, término de Paulo Freire, y esa acción la llevan a lugares de pobreza.

Nosotros, que podíamos ignorar lo que era un cantegril o lo que son las condiciones de vida de un pueblo del Interior donde hay indicadores de pobreza altos, a través del lenguaje de las manos, del hacer cosas juntos, de las ampollas, lográbamos hermanarnos, aproximarnos a los sectores oprimidos. Y esto sin confundirnos: alcanzábamos a entender que no pertenecíamos a esa clase oprimida sino, por el contrario, a la clase opresora, pero teníamos el derecho y la posibilidad de hacer una opción de servicio a favor de esos sectores oprimidos." Mario no exagera con lo de las ampollas. El plan de un día cualquiera de aquellos campamentos de trabajo establecía: "5.30 se levantan los encargados del desayuno; 6.15 desayuno; 7.00 unos arreglan tomateras,

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estaban detenidos. Tenía una motito y con ella pasaba siempre recorriendo esa 'parroquia ambiental' que se había creado." Se presentaba y ayudaba en lo que fuera preciso. Aportaba ánimo, consuelo, administraba sacramentos (como el matrimonio) a solicitud de clandestinos, pero también, recuerda su hermano Ignacio, tenía un enorme sentido práctico. "Así que si lo que faltaba eran zapatos allá salía Romi a conseguir un bono para Lumaconi, lo mismo para obtener escondite o completar el paquete de alimentos y enseres que las familias debían enviar para sustentar a los presos. " Jorge Scuro lo encontró el 15 de febrero de 1978. Romi llevaba un billete de lotería en el bolsillo de la camisa y Scuro jugó a quitárselo. El sacerdote estaba seguro de que saldría porque había soñado el número y el premio serviría para que se casase una pareja de recursos flacos. Al rato tuvo el primer derrame cerebral. El 7 de marzo murió. Mario dice que está vivo en La Huella, en la consecuencia de tantos ex alumnos del colegio que hubieron de encarar la cárcel, el exilio o cosas peores, en algunos que hoy ocupan responsabilidades de gobierno. El periodista no puede evitar pensar en esas noticias minúsculas que cada tanto le llegan de aquellos con quienes compartió una adolescencia vivida bajo el influjo del recuerdo de Romi: gestos privados, discretos, pero que confirman la fecundidad de su testimonio. Al recibir el premio Pérez Aguirre, la fiscal Mirta Guianze habló del valor que para su esfuerzo justiciero habían tenido los datos reunidos por "Perico". También es posible que un día de éstos algún arqueólogo desenrede la madeja y descubra, en el principio, la ajada libretita de su amigo Román Lezama SJ. • 1. "Bienaventurados los pobres." 2. Juan José Mosca SJ (compilador). Romi. Un canto de libertad. Montevideo. Editora Doicesana. segunda edición. 1992. pág 29 3. Ibid. pág 49. 4. Ibid. pág 39. Ibid. pág 54.

Brecha

25 DE A G O S T O DE 1983

Recuerdo desafiante LA RECONSTRUCCIÓN PARTIDOCRÁTICA

de la historia reciente parece estar dejando demasiado afuera. Al menos eso piensa Mario Costa. "Creo que la sociedad uruguaya no ha realizado un reconocimiento correspondiente al aporte que significó el Ayuno por Verdad y Justicia realizado por algunos religiosos en 1983. Por eso este 25 de enero, en La Floresta, cuando se marquen los ocho años de la muerte de Perico, vamos a recrear el ayuno de 14 días que él realizó con otros compañeros, que contribuyó de forma definitoria a derribar la dictadura militar. Considero que la clase política intenta desconocerlo. Sospecho que es un recuerdo que no lleva agua para ningún molino en particular y fueron actos enormemente inteligentes, de una brutal importancia política. Ayudaron a la gente a sacarse el miedo, y el miedo es el arma fundamental de todas las dictaduras. Ese 25 de agosto de 1983 la invitación de los tres ayunantes a una jornada de reflexión dio pretexto a que los uruguayos saliéramos de nuestras casas a las calles, apagando luces, golpeando cacerolas en una expresión de enorme dimensión política que creo que marcó el fin del tiempo de los gorilas. Allí empieza una cuenta regresiva que sigue por la Semana de los Estudiantes y culmina con el acto del Obelisco, tras el cual ya no había marcha atrás. La clase política toda, blancos, colorados, cívicos y progresistas, intenta desconocer o minimizar un hecho que quienes han colocado la lupa sobre ese momento histórico reconocen como la génesis de la salida." •