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CAPITULO I 1.1. BIOGRAFIA DE ROLLO MAY. Rollo May nació el 21 de abril de 1909 en Ada, Ohio, y creció en Marine City,

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CAPITULO I 1.1.

BIOGRAFIA DE ROLLO MAY.

Rollo May nació el 21 de abril de 1909 en Ada, Ohio, y creció en Marine City, Michigan, donde prevalecía una actitud de clase estadounidense anti intelectual. May se graduó en el colegio Oberlin de Ohio donde completó el bachillerato en artes en 1930. Allí, se maravilló ante las líneas simples pero hermosas de una antigua vasija griega exhibida en uno de los salones de clases y resolvió ir a Grecia, lo cual hizo de inmediato después de su graduación. Trabajó en Grecia durante tres años, impartía clases en el colegio de Anatolia en Salónica. Luego de ello viajó a Viena y estudió de manera breve con Alfred Adler, cuyo enfoque influyó en él de manera considerable. La visión trágica de Europa acerca de la naturaleza humana impidió a May aceptar alguna vez un concepto mecánico de la persona. A su regreso, la psicología estadounidense le pareció "ingenua y simplista". Así que se inscribió en el seminario teológico Unión de nueva York. Ahí pudo realizar investigaciones profundas sobre el significado de la desesperación, el suicidio y la ansiedad, cuestiones ignoradas en gran medida por los psicólogos. También esperaba que al hacer esto podría aprender de sus contrapartes: el valor, la alegría y la intensidad de la vida (1983). En Unión, comenzó una amistad con el eminente teólogo protestante Paul Tillich, una asociación que enriqueció las vidas, la obra y los escritos de ambos. Los padres de May se divorciaron mientras él estaba en unión, así que interrumpió sus estudios y regresó a East Lansing, Michigan para cuidar a lo quedaba de sus familia. Durante ese tiempo , sirvió de consejero estudiantil en el colegio estatal de Michigan. Pudo regresar a Nueva York y terminar su licenciatura en teología en 1938. Durante sus últimos años en Unión escribió su primer libro, The Art of Counseling.

Más tarde, May sirvió como ministro parroquial en Montclair, Nueva Jersey, antes de regresar a Nueva York para estudiar psicoanálisis en el instituto William Alanson White de Psiquiatría, Psicoanálisis y Psicología. Se inscribió en la universidad Columbia y recibió su primer doctorado en Psicología Clínica. La actividad de May fue interrumpida en forma abrupta cuando enfermó de tuberculosis cerca de los treinta años de edad. En aquella época no había medicamentos para esta enfermedad. May pasó tres años en el sanatorio Saranac. Durante su enfermedad, leyó entre otras obras, the problem of Anxiety de Freud y The Concept of Dread de Soren Kierkegaard, el fundador del movimiento existencialista en la filosofía. Apreció las formulaciones cuidadosas de Freud pero estaba convencido que Kierkegaard "describía lo que es experimentado de inmediato por los seres humanos en crisis" (1969). La enfermedad de May le ayudó a apreciar la importancia de un punto de vista existencial. Su propio libro "The meaning of Anxienty" ( 1977 ) ha sido reconocido en forma amplia como el primero en Estados Unidos en alentar la unión genuina entre la Psicología y la Filosofía y en demostrar la importancia de los valores para la Psicología. La vida profesional de May ha sido ocupada y productiva. Sirvió como consejero para estudiantes universitarios en el City College de Nueva York, desarrolló una práctica privada en psicoanálisis y se convirtió en miembro del instituto White. Ha impartido enseñanza en la Escuela nueva para la Investigación Social, la Universidad de Nueva York, Harvard, Yale y Princeton. Tiene numerosas publicaciones y ha sido galardonado con varios premios. En la actualidad, May vive en Tiburón, California.

1.2.

APORTE TEÓRICO.

May reconoce con claridad que la ciencia se deriva de forma filosóficas anteriores y que depende de manera fundamental de éstas. Cree que la razón por la que no entendemos la verdad acerca de nosotros mismos no es debido a que no hayamos acumulado datos suficientes, llevado a acabo los experimentos correctos o leído bastantes libros, sino a que "no tenemos el valor necesario." Los hechos científicos y pruebas técnica rara vez nos ayudan a responder las preguntas que en realidad importan. Tenemos que "arriesgarnos" ( 1953) . En la psicoterapia May desempeña el papel del "amigo implacable", insiste en que sus pacientes "luchen con las fuerzas incapacitantes dentro de ellos y peleen por abrirse paso de nuevo hacia la vida". (Harris, 1969). No tenía miedo de arriesgarse a reintroducir conceptos rechazados con vehemencia por los psicólogos de la corriente principal - la intencionalidad, la voluntad, lo demónico-. Reintrodujo estos conceptos porque cree que son vitales para entender lo que significa ser un ente humano en la actualidad. Hay una nota profética en sus escritos, que recuerda a Erich Fromm, y su pensamiento con frecuencia tiene una cualidad teológica. En efecto, hay quienes sugieren que May ha partido de donde Paul Tillich, el gran personaje de la teología de nuestro siglo, se quedó (Harrys, 1969 ). May reconoce que para él los grandes periodos

en

la

historia

no

fueron

aquellos

donde

dominaban

las

preocupaciones psicológicas, sino en los que prevalecían las inquietudes filosóficas y religiosas. (1983) May no da una serie de hipótesis que pueden ser probadas con procedimientos empíricos. En su lugar, ofrece un panorama filosófico de lo que significa ser una persona en el mundo actual. Se exponen razones en apoyo de sus afirmaciones, pero no sirven como prueba; cooperan como fragmentos de evidencia a favor de una cierta descripción de la realidad. Reducir el entendimiento de la personalidad a términos científicos, causales y abstractos significa que se perderá algo de contenido significativo y no se entenderá la realidad completa de un ser humano. May nos alienta a examinar los supuestos filosóficos del proyecto científico de modo que se pueda mantener un diálogo creativo entre la ciencia y la filosofía.

En su mayor parte, los psicólogos tienden a ignorar la teoría de May porque no pueden tratarla como hipótesis científica. Conceptos como la intencionalidad y lo demónico son casi imposibles de definir de manera operacional y de probar en forma empírica, sin embargo, los hallazgos de una prueba empírica no establecen un supuesto filosófico; pueden ser que ni siquiera se relacionen de manera significativa con éste. No obstante, la misma ventaja de la teoría de May, el hecho de que tiene sus raíces en una concepción filosófica nueva de la vida humana, también puede ser su mayor inconveniente. May corre un gran riesgo de ser desechado por lo psicológicamente establecido y tener poco impacto en la teorización de la personalidad. May señaló en 1967 que en la segunda mitad del siglo XX, el problema central que se enfrentaría sería un sentimiento de impotencia, una "convicción penetrante de que el individuo no puede hacer algo efectivo frente a los enormes problemas culturales, sociales y económicos". Los sentimientos de impotencia son agravados por la ansiedad y la pérdida de los valores tradicionales. 1.3.

CONCEPTUALIZACIONES MÁS RELEVANTES

Impotencia. El problema de la impotencia es mucho más profundo que el hecho de que ésta es una época de incertidumbre y de agitación social. Se ha dicho que a guerra fría ha terminado, pero el mundo no parece más seguro. De hecho, el "mundo desarrollado" a menudo actúa como si no hubiera problemas reales en el 2mundo desarrollado" a pesar de su pobreza y sufrimientos masivos (Sloan,1990). Con el incremento en la tecnología, el poder se ha vuelto impersonal, una fuerza autónoma que actúa a nombre propio. A principios de la década de 1950, May observó que muchos de los pacientes que acudían a verlo sufrían de sentimientos intensos de vacuidad. Notó que el neurótico con frecuencia actúa aquello de lo que otros están temporalmente inconscientes. May anticipó que la experiencia de vacuidad e impotencia que había registrado en sus pacientes con el tiempo se volvería epidémica.

Ansiedad. Se ha vuelto común describir a nuestra época como una era de ansiedad. Sin embargo, antes de 1950, sólo se habían escrito dos libros que presentaban de manera específica una descripción objetiva de la ansiedad y sugerían formas constructivas para tratarla: The problem of Anxiety de Freud y The Concept of Dread de Kierkegaard. después de que May escribió The Meaning of Anxiety, el cual fue publicado por primera vez en 1950, surgieron cientos de libros sobre el mismo tema. algunos psicólogos prefieren usar el término de "estrés" en lugar de ansiedad. May cree que esta tendencia es desafortunada e imprecisa. La palabra estrés se ha vuelo popular debido a que sus orígenes en la ingeniería y la física; puede ser definida con facilidad y medida con precisión. El problema con el concepto de estrés es que no describe de forma adecuada la aprensión a la que se hace referencia de manera ordinaria como ansiedad. May propuso la siguiente definición de ansiedad: "La ansiedad es la aprensión caracterizada por una amenaza a algún valor que el individuo considera esencial para su existencia como persona." (1977). La Pérdida de los Valores. El origen de los problemas se ubica en la pérdida del centro de valores en la sociedad. Desde el renacimiento, el valor dominante en la sociedad occidental ha sido el prestigio competitivo medido en términos de trabajo y éxito financiero. tales Valores ya no son efectivos en el mundo posmoderno en el que se tiene que aprender a trabajar con otras personas a fin de sobrevivir. Cuatro Estados de Conciencia. May sugiere que hay cuatro etapas de la conciencia del yo. La primera es la etapa de la inocencia antes de que nazca la conciencia del yo. Ésta, es característica del infante. La segunda es la etapa de la rebelión en la que el individuo busca establecer alguna fuerza interna. El niño que ya camina y el adolescente ilustran esta etapa, la cual puede implicar desafío y hostilidad. La tercera etapa es la conciencia ordinaria del yo. Esta es la etapa a la que se refiere la mayoría de las personas cuando hablan de una personalidad

saludable. Implica ser capaz de aprender de los propios errores y vivir en forma responsable. May se refiere a la última etapa como la conciencia creativa del yo. Implica la capacidad de observar algo afuera del punto de vista limitado usual de la persona y vislumbrar la verdad última como existe en la realidad. Este nivel se abre paso a través de la dicotomía entre la subjetividad y la objetividad. No todos logran cada nivel de conciencia. May concibe al ser humano como consiente del yo, capaz de intencionalidad y con la necesidad de hacer elecciones. En su análisis existencial de la personalidad, May busca socavar el dualismo tradicional del sujeto y objeto que ha atormentado al autoentendimiento occidental desde Descartes, quién dijo que éramos conscientes de nosotros mismos ya fuera como sujeto o como un objeto. May considera al yo como una unidad. En lugar de abstraer conceptualizaciones, se necesita reconocer y enfrentar las paradojas de nuestras propias vidas. En una paradoja dos cosas opuestas son planteadas en contra y parecen negarse entre sí, sin embargo, no pueden existir la una sin la otra. Por tanto el bien y el mal, la vida y la muerte, la belleza y la fealdad parecen estar peleados entre sí pero la misma confrontación con uno le inspira vida y significación al otro. Lo Demónico. En un mundo que se vanagloria de la racionalidad, May reintroduce el concepto de lo demónico e insiste en que llegamos a adaptarnos a éste. Lo demónico es "cualquier función natural que tenga el poder de asumir el control de la persona entera". El sexo, la ira, un ansia de poder, todo esto puede convertirse en malo cuando se apodera del yo sin importarle su integración. Se puede reprimir lo demónico pero no evitar sus consecuencias. Lo demónico es creativo y destructivo en potencia al mismo tiempo. Al volvernos conscientes de su existencia, lo podemos integrar en nosotros mismos. Podemos aprender a querer a nuestros demonios internos y permitirles darnos la sal de la vida. Lo demónico comienza como impersonal; al traerlos a la consciencia, hacemos personales los impulsos demónicos.

Lo demónico nos empuja hacia la estructura universal de la realidad. Esto sucede de una dimensión impersonal a una personal a una transpersonal de la conciencia. Poder. Como se ha visto, un factor básico en la crisis contemporánea es el sentimiento de insignificancia e impotencia. La vida humana puede ser percibida como un conflicto entre lograr un sentido de la significación del propio yo por una parte y el sentimiento de impotencia por la otra. Tendemos a evitar ambos lados, el primero debido a las connotaciones malas asociadas con ser demasiado poderoso y el último porque es demasiado doloroso soportar nuestra impotencia. La violencia tiene su campo fértil en la impotencia y la apatía. Conforme se hace impotentes a las personas, se alienta su violencia en lugar de controlarla. Los hechos violentos tales como tomar rehenes son realizados por aquellos que buscan aumentar su autoestima. Las personas impotentes en ocasiones invitan a la explotación con el afán de sentirse significativos o buscan venganza en formas pasivo-agresivas, tales como el uso de fármacos y alcohol. Es cierto que la cultura tiene efectos poderosos sobre nosotros. Pero podría no tener estos resultados si estas tendencias no estuvieran ya presentes en nosotros, porque...nosotros constituimos la cultura. (1983)

Amor y Sexo. El amor solía verse como respuesta a los problemas humanos. Ahora el amor mismo se ha convertido en el problema. La dificultad real es ser capaz de amar. Nuestro mundo es esquizoide, fuera de contacto, incapaz de sentir o de participar en una relación íntima. La carencia de afecto y la apatía son actitudes predominantes hacia la vida, son formas de protección contra la estimulación excesiva de la sociedad moderna.

Nuestra libertad sexual tan alabada se ha convertido en una forma nueva de puritanismo en la emoción está separada de la razón y el cuerpo es usado como una máquina. La comercialización del sexo destruye los sentimientos verdaderos de un modo tan grave como alguna vez lo hicieron los tabúes tradicionales. Se ha colocado al sexo contra el eros, el impulso de relacionarse con otra persona y crear nuevas formas de vida.

May sugiere que sólo la experiencia y el redescubrimiento del afecto, lo opuesto a la apatía, nos permitirá resistir el cinismo que caracteriza a nuestros días. Los mitos del afecto parecen señalar hacia la necesidad de desarrollar una moralidad nueva de autenticidad en las relaciones humanas.

Intencionalidad. May cree en la necesidad de poner decisión y regresar al centro de nuestra descripción de la personalidad. Su intención no es excluir las influencias deterministas, sino colocar esto introduciendo el concepto de intencionalidad, el cual subyace en la voluntad y la decisión.

Por intencionalidad May quiere decir "la estructura que da significado a la experiencia". Una capacidad humana distintiva; la intencionalidad es una atención imaginativa que subyace a nuestras intenciones e informa nuestras acciones. S la aptitud de participar en el conocer. La manera en que es percibido un pedazo de papel diferirá dependiendo del uso que se le quiera dar. Es el mismo pedazo de papel que proporciona el estímulo y la misma persona que responde a éste, pero el papel y la experiencia tendrán un significado diferente. Libertad y Destino. La actitud existencialista en ocasiones es criticada en forma errónea por describir al individuo como libre en absoluto sin restricciones de ninguna clase. May, sin embargo, nos recuerda que la libertad sólo puede ser considerada

junto con el destino. Libertad significa "apertura, disposición a madurar, tolerancia y cambio en la búsqueda de valores humanos más importantes". Implica nuestra capacidad de intervenir en nuestro propio desarrollo. La libertad es básica para el entendimiento existencialista de la naturaleza humana debido a que subyace a nuestra capacidad de elección y al valor. A su vez, May define destino como el diseño vital del universo expresado en cada uno de nosotros. En su forma extrema, nuestro destino es la muerte, pero también se expresa en los talentos individuales propios, nuestras historias personales y colectivas, y en la cultura y la sociedad en la que hemos nacido. El destino nos establece límites, pero también nos proporciona medios para ejecutar ciertas tareas. Hacer frente a estos límites produce valores constructivos. Valentía y Creatividad. La valentía es la capacidad para avanzar a pesar de la desesperación. En los seres humanos, la valentía es necesaria para poder existir y volverse posible. La valentía no es una virtud, sino un funcionamiento que subyace y da realidad a todos los demás valores. La paradoja de la valentía es que debemos estar comprometidos por completo pero también percatarnos al mismo tiempo de que podríamos estar equivocados. La valentía creativa es el descubrimiento de formas nuevas, símbolos y patrones sobre los cuales ser construida una sociedad nueva. Psicoterapia. El enfoque existencial de la psicoterapia sostiene que el objetivo central de la terapia es ayudar a promover el entendimiento del yo y el propio modo de ser en el mundo. Los constructos psicológicos para entender a los seres humanos son colocados, por consiguiente, en una base ontológica y toman u significado de la situación presente. Impulsos, dinamismos o patrones de conducta son entendidos sólo en el contexto de la estructura de la existencia de la persona individual.

May señala que ser en el sentido humano no es dado de una vez y para siempre. Como humanos tenemos que estar conscientes, ser responsables de nosotros mismos, y volvernos nosotros mismos. Una experiencia "yo soy" es una precondición para solucionar problemas específicos. De otro modo tan sólo cambiamos un conjunto de defensas por otro. Volverse consciente del propio ser no significa ser explicado en términos sociales. La aceptación del terapeuta puede facilitar la experiencia "yo soy" pero no conduce de manera autónoma a ésta. "La cuestión crucial es que el individuo mismo, en su propia conciencia y responsabilidad de su existencia, dé con el hecho de que puede ser aceptado". (1983) El surgimiento de una experiencia "yo soy" tampoco es idéntica al desarrollo del yo. Ocurre en un nivel más básico, ontológico, y es una precondición para el desarrollo del yo subsecuente. A fin de comprender lo que significa existir, se necesita entender también la opción de no ser. La muerte es una forma obvia de la amenaza de no ser, pero el conformismo es un modo alternativo que May encuentra muy frecuente en estos días. Las personas abandonan su identidad para ser aceptadas por los demás y evitar ser condenados al ostracismo o a la soledad, pero al hacerlo pierden su poder y su carácter único. Mientras que la represión y la inhibición fueron patrones neuróticos comunes en la época de Freud, en la actualidad el conformismo es un patrón más prevaleciente. Esta negación de las potencialidades propias conduce a la experiencia de la culpa. La culpa ontológica no proviene de la prohibición cultural, sino que surge del hecho de la consciencia de sí mismo y del reconocimiento de que no hemos realizado nuestras potencialidades. Enfrentar esta culpa en el proceso de la terapia conduce a efectos constructivos. Por tanto la tarea central del terapeuta es buscar entender el modo de ser y de no ser en el mundo del paciente. Es el contexto el que distingue el enfoque existencial más que cualquier técnica específica. El ser humano no es un objeto que pueda ser manejado y analizado. La técnica sigue al entendimiento.

May cree que la asociación libre es útil en particular para revelar la intencionalidad. La relación entre terapeuta y el paciente es considerada como relación real. May advierte contra el uso de fármacos en la psicoterapia. En su mayor parte, cree que tienen un efecto negativo debido a que, al eliminar la ansiedad del paciente, pueden inhibir la motivación para el cambio y por consiguiente negar una oportunidad para el aprendizaje y destruir recursos vitales. 1.4.

JUSTIFICACIÓN DE LA TEORÍA.

El trabajo de Rollo May une la tradición psicoanalítica y el movimiento existencialista en la filosofía, por lo que se enfatiza la existencia en lugar de la esencia. Sugiere además que no hay verdad ni realidad con excepción de aquella en la participamos. El conocimiento es un acto de hacer. La descripción filosófica de la naturaleza humana desarrollada por May es coherente, relevante, global e irresistible. Evita con todo éxito los dualismos que nos han atribuido desde la filosofía de Descartes. El marco de referencia existencial que influye su teoría es más compatible con nuestro mundo que lo supuestos filosóficos de la ciencia decimonónica que influyeron el trabajo de Freud. Una filosofía existencial proporciona un plano útil para discutir lo que Freud quería decir acerca de la naturaleza del funcionamiento psíquico. Aunque Freud no era un existencialista, esta corriente del pensamiento proporciona categorías que esclarecen las ideas y la intención freudianos. Por tanto, May reconcibe de forma fructífera muchos conceptos freudianos lo que se constituye en un aporte innegable a la psicología y la sociedad actual. Citas "Es un hábito irónico de los humanos, correr más rápido cuando han perdido el camino." "La Creatividad no es simplemente la espontaneidad inocente de la juventud y la niñez; debe además estar acompañada por la pasión propia del adulto, que es la pasión de vivir más allá de su propia muerte."

"La depresión es la incapacidad de construirse un futuro." "La libertad es la capacidad del hombre de tomar parte en su propio desarrollo. Es nuestra capacidad de moldearnos a nosotros mismos." ―La religión verdadera, a saber, una afirmación fundamental del significado de la vida, es algo sin lo cual ninguna criatura humana puede ser saludable respecto a personalidad... ¿Qué le sucede a la salud mental cuando está ausente este significado que la religión proporciona? En otras palabras, ¿qué efecto tiene el ateísmo en la personalidad?... Me ha causado alarma el hecho de que prácticamente todo ateo genuino con quien he tratado ha exhibido inequívocas tendencias neuróticas.‖ ―La única estructura adecuada para la moral es la que se basa en el sentido último de la vida. [...] La estructura última es la naturaleza de Dios. Los principios de Dios son aquellos que subyacen en la vida desde el principio de la creación hasta el fin.‖ "Lo opuesto al amor no es el odio sino la apatía." ―Entonces la persona habrá conseguido un sentimiento de su propia pequeñez e insignificancia ante la grandeza del universo y de los propósitos de Dios respecto a éste... Reconocerá que hay propósitos que oscilan en arcos mucho mayores que su diminuto orbe, y procurará ponerse en armonía con ellos. Sin entregarse al sentimentalismo, se dará cuenta de que depende de Dios.‖ "Si no expresas tus ideas originales, si no escuchas a tu propio ser, te habrás traicionado a ti mismo."

1.5.

OBRA



Ha escrito, entre otros, los siguientes libros:



La valentía de crear



Libertad y destino en psicoterapia



El dilema del hombre



La necesidad del mito



Amor y voluntad (1969)

1.6.

LOGROS

May estuvo influenciado por el humanismo americano, y se interesó por reconciliar

la

psicología

existencialista

con

otras

aproximaciones,

especialmente el psicoanálisis de Freud. Él definió ciertas "Etapas" del desarrollo: Inocencia - Es la etapa pre-auto-consciente de los infantes. El inocente solo hace lo que se supone debe hacer. Sin embargo, un inocente tiene cierto grado de albedrío orientado a la satisfacción de sus necesidades. Rebelión - La persona rebelde desea libertad, pero no tiene aún completo entendimiento de la responsabilidad que eso implica. Ordinario - El ego del adulto normal ya ha comprendido la responsabilidad, pero la encuentra muy compleja de manejar. Entonces busca refugio en la conformidad y los valores tradicionales. Creativo - El adulto auténtico, en la etapa existencial, más allá del ego y autoactualizable. Esta es la persona quien, aceptando el destino, enfrenta a la ansiedad con coraje. Estas no son etapas en el sentido tradicional. Un niño puede ser inocente, ordinario o creativo en diferentes momentos; un adulto puede ser rebelde. Su primer libro, "El significado de la ansiedad" estaba basado en su disertación doctoral, la cual a su vez estaba basada en la lectura del filósofo del siglo XIX, Søren Kierkegaard.

Rollo May (1988) afirma que los movimientos en pro de la salud mental han puesto su acento en "la liberación de la angustia"; sin embargo, el ser humano se ha dado cuenta de que esto no es posible. Se observa así como las personas tratan en todo momento de huir de su angustia, buscando siempre la compañía de algún ruido como el de la televisión y la radio, hasta el extremo de llevarse consigo esos aparatos portátiles por las calles, o si no toman el camino más corto hacia esa liberación mediante el uso del alcohol y drogas tranquilizantes. No obstante, al querer liberarse de la angustia se privan del elemento más estimulante para vivir, ya que ésta constituye una fuente de energía y potenciadora de la vida.

Rollo May (1966, p. 7) ha sido el psicólogo que ha tratado más ampliamente el problema de la ansiedad, desde una perspectiva existencial. Resaltando la relevancia de dicho problema, al señalar que "todo ciudadano consciente de nuestra sociedad se da cuenta, sobre la base de su propia experiencia y la observación de los otros, de que la angustia es un fenómeno invasor y profundo en la mitad del siglo XX".

1.7.

LA ANSIEDAD VISTA DESDE LA PSICOLOGIA EXISTENCIA DE ROLLO MAY

El concepto de ansiedad ha sido estudiado en conjunto con el concepto de miedo, bajo el supuesto de que estos "tienen la misma base neurofisiológica", lo cual ha dificultado su diferenciación. La diferencia, según Rollo May (1996), radica en que estas reacciones ocurren en diferentes niveles psicológicos de la personalidad.

La ansiedad se refiere a un nivel más básico de la personalidad, la "esencia" en lugar de la periferia, pudiendo llegar a ser más dolorosa que el miedo, puesto que "toca el nervio vital de la propia estima y su sentido de valer como persona, lo cual constituye un aspecto importante de su experiencia de sí mismo como

ser". En contraste el miedo aparece ante patrones adquiridos durante el proceso de aprendizaje, siendo el resultado de la maduración del individuo, el cual puede llegar a localizar la amenaza fuera de él es decir, "el miedo puede objetivarse", lo que no ocurre en la ansiedad puesto que ésta no puede ser separada del individuo, siendo así una experiencia tanto subjetiva como objetiva. (Rollo May, 1977, p. 74)

"La ansiedad es el estado de espíritu del individuo al darse cuenta de que su existencia amenaza ruina, de que puede hundirse con todo su mundo y convertirse en nada", con estas palabras describe Rollo May (1977, p. 75) la vivencia subjetiva de la ansiedad; sin embargo, para él, ésta también puede ser observada desde fuera, en las personas normales, representada en aburrimiento, actividad compulsiva, diversiones sin motivo ni sentido e interrupción de la atención.

Al considerar la ansiedad ontológicamente se aclaran las diferencias de ésta con el miedo, ya que es entendida "como la experiencia de la amenaza inminente del no-ser". Es así como se aprecia el conflicto interno implícito en la ansiedad: "La ansiedad se produce en el punto psicológico en el que el individuo se enfrenta con la aparición de alguna potencialidad o posibilidad de llenar su existencia", lo cual implica al mismo tiempo la destrucción de la seguridad presente y provoca la tendencia a negar la nueva potencialidad. (Rollo May, 1977, p. 75)

Rollo May (1990) elabora su concepto de ansiedad tomando como base los valores al retomar los planteamientos de Nietzsche, quien considera al hombre como el "valuador". Por consiguiente, para May, el ser humano es aquel quien interpreta su vida y su mundo sobre la base de símbolos y significados, los cuales se transforman a medida que se da el proceso de maduración del individuo, adoptando un carácter cada vez más simbólico, dejando de importar el hecho de satisfacerlos o no materialmente, e importando que "la satisfacción

radica en sostener los valores"; así la persona experimenta los valores internamente, proporcionándole la base para el conocimiento de si mismo. Partiendo de la definición de ansiedad formulada por Rollo May (1990, p. 81) : "la aprehensión desentrelazada por la amenaza a algún valor que el individuo considera esencial para su existencia como persona", se puede afirmar que nadie puede evitar sentir ansiedad en ningún momento de su vida. Más aún, ésta es un medio que da paso a la ampliación de la conciencia, cuando se convierte en una experiencia constructiva para el individuo, en la medida en que éste sea capaz de renunciar a la seguridad inmediata en busca de metas más vastas. Sin embargo los seres humanos al encontrarse sin bases, ni valores que le permitan el conocimiento de sí mismo y relacionarse con el mundo, evaden la responsabilidad que deben tener frente a su existencia a través de la seguridad que le brindan los dogmas, lo cual limita las posibilidades del individuo, encerrándolo entre murallas, sin contacto con el mundo. "Todos los valores sociales atraviesan por un cambio radical", es así como la situación actual se constituye en una época de transición, actualmente manifiesta en las guerras, depresiones económicas y amenazas políticas que son claros síntomas de la problemática de la ansiedad subyacente a la sociedad contemporánea. (Rollo May, 1990) Dicha problemática se ve reflejada en el individuo bajo la forma de neurosis u otras alteraciones emocionales y psicosomáticas, además en el uso de medios externos, como la tecnología, que lo han llevado a alienarse, y cuyo trasfondo se halla en el hecho de que el hombre no sabe que roles ha de desempeñar, en que principios ha de creer o hacia donde debe dirigirse. El punto de partida de esta incertidumbre se halla en que el ser humano asiste al desmoronamiento de las bases que edificaron sus creencias, ya que al carecer de referencias para manejarse en la vida ha sido llevado a convertirse en un ser sin rumbo.

Esta época de transición de valores se ha hecho inmanejable para el individuo, ya que en la medida en que el desarrollo de la cultura de occidente tomó el camino de la dominación del mundo y de sí mismo, se dio la escisión sujetoobjeto, llevando a que la relación del individuo consigo mismo y la naturaleza se trastornara, replegando su conciencia al olvidarse de que el sentirse como sujeto y objeto al mismo tiempo, fortalece la conciencia de cada uno como individuo. Así el individuo es un objeto manipulable, lo que le imposibilita verse como un ser que está en la continua búsqueda de la expansión mediante una vida plena de significado, degenerando en lo que él mismo ha llamado "la crisis de la perdida de sentido de significado". De esta forma el individuo se sume en el colectivismo, es vulnerable al moldeamiento de su mente y sus emociones, se pierde en su relación con el mundo, y su imagen cambia dependiendo del tipo de información que recibe; como diría Rollo May (1990, p. 46): sucumbe "...a la tentación de usarla (la tecnología) como una manera de evitar enfrentarse(nos) con nuestra propia ansiedad, nuestra alienación y nuestra sociedad". 1 Rollo May cuenta una fantasía donde San Pedro recibe en el cielo a un psicólogo acusándolo de simplificar demasiado al hombre, encasillándolo en teorías y prejuicios. El hombre es algo más que estímulos y respuestas, o descarga de tensiones. El dilema del hombre es el que se origina en la capacidad de éste para sentirse sujeto y objeto al mismo tiempo. Ambos son necesarios para una vida gratificante y para la psicoterapia. No se puede ser solamente objeto a merced de impulsos, ni solamente sujeto, sin conexión con la realidad y entregado a puras fantasías. La conciencia oscila entre ser sujeto y ser objeto. Mi libertad radica en experimentar ambos polos, no en ser puro sujeto. En psicología, cuanto más el hombre se esfuerza por ser puramente objetivo, más queda atrapado en su subjetividad. Y al revés, poner demasiado énfasis en el polo subjetivo del dilema del hombre, el de la libertad, el del hombre como sujeto determinante, con el consiguiente olvido del ser humano como objeto determinado, constituye también un error. 1

El dilema existencial del hombre moderno. Sinopsis del libro de Rollo May01/09/2012

En el proceso dialéctico entre estos dos polos, radica el desarrollo, la profundización y la ampliación de la conciencia humana. El error de las dos posiciones extremas (privilegiar el objeto como hace Skinner, o el sujeto como hace Rogers), consiste en suponer que se puede evitar el dilema con sólo aferrarse a uno de ambos extremos. Pero el hombre debe aprender a vivir en ambos. Al hombre que le ocurren cosas (nace, muere, etc.) es el hombre objeto, y el hombre que toma conciencia de todo ello, es el hombre sujeto. El contenido del libro abarca los siguientes temas: la pérdida de significación del hombre moderno; la identidad personal en un mundo anónimo; raíces históricas de las teorías modernas sobre la ansiedad; la ansiedad y los valores; el contexto de la psicoterapia; un enfoque fenomenológico de la psicoterapia; la terapia existencial y la escena norteamericana; Jean-Paul Sartre y el psicoanálisis; los peligros de la relación existencialismo/psicoterapia; el hombre que fue enjaulado; nuevo examen de la libertad y la responsabilidad; interrogantes para una ciencia del hombre; y las responsabilidades sociales de los psicólogos. Uno de los grandes problemas del hombre occidental actual, es una crisis de identidad, es un ser carente de significación como individuo, y siente que lo que haga será pequeño en comparación con el avance tecnológico. Quién soy, adónde voy, qué sentido tiene mi vida, son algunos de estos interrogantes. Respecto de la psicoterapia, cita tres problemas centrales de la psicoterapia que ilustran la necesidad de una comprensión de la naturaleza básica del hombre. Estos problemas son los siguientes: el problema de qué es la salud y qué es la enfermedad, el problema del vínculo paciente – terapeuta, y el problema del inconsciente. El enfoque existencial en psicoterapia no encontró aun su identidad en EEUU: allí se lo confunde con la terapia adleriana, o junguiana, o el budismo zen, o la filosofía especulativa, el psicodrama, etc. La ansiedad del individuo y su manera de enfrentarla, depende de cada época y cultura, por ello cada época y cultura tiene su propia forma de entender la ansiedad. Veamos ejemplos de teorías sobre la ansiedad, según filósofos de distintas épocas.

El hombre es el único ser que valora, que interpreta su vida y el mundo en base a símbolos. Cuando sus valores son amenazados, se produce ansiedad. La ansiedad debemos definirla como aprensión generalizada por la amenaza a algún valor que el individuo considera esencial para su existencia como persona. Debemos reexaminar las relaciones entre libertad y responsabilidad bajo una nueva luz, por ejemplo, partiendo de la idea de control (de unas mentes por otras mentes, tipo control social). Hay que preguntarse aquí por los fines de este control, o sea, para qué los psicólogos debieran controlar la mente. Los pacientes llegan a consulta con una carencia de libertad, no saben qué hacer, qué elegir, quieren ayuda para su mal. La libertad aquí, ha de ser fomentada, entendida como la capacidad del individuo de saber que está determinando, y de poder responder con acciones en el mundo, es decir, tener la responsabilidad. Ciencias del hombre, no es simplemente amontonamiento de ciencias como la psicología, la sociología, etc., sino una teoría activa que nos permita entender y clarificar las características específicas y distintivas del ser humano. Sobre esta base entonces se podría hacer psicoterapia, por ejemplo. Sin embargo nadie tiene bien claro aún, cuál podría ser el modelo de hombre, cómo podría hacerse una ciencia del hombre2. CAPITULO II 2.1. SALUD, ENFERMEDAD Y PSICOTERAPIA EN LA PSICOLOGÍA EXISTENCIAL DE ROLLO MAY A lo largo de este siglo, el hombre, en su proceso de búsqueda y desarrollo personal y en su afán por encontrar una orientación en este mundo, se ha visto influenciado por todo un complejo entorno socio-cultural enriquecido por cientos de

años

de

conocimientos

y

grandes

avances

científicos,

que,

consecuentemente, lo ha hecho recurrir a medios explicativos que aunque hablan y se esfuerzan por el bienestar del ser humano, conocen muy poco el sentir de éste, con lo cual la desorientación puede llegar a esparcirse hasta 2

El dilema existencial del hombre moderno. Rollo May.

rincones tan íntimos y personales, que la visión que el hombre tiene del mundo y de sí mismo puede volverse cada vez más oscura y difusa. «El enfoque explicativo conduce a una visión inadecuada del hombre, ya que si se aplica el mismo esquema para comprender a todos los individuos, se le escapa a uno la experiencia irrepetible de la individualidad de la persona3. Es decir, el enfoque explicativo no apunta a las necesidades y potencialidades que realmente hacen a un individuo ser hombre, ni mucho menos apunta a la realización de su ser, sino más bien a cómo éste último puede adaptarse satisfactoriamente al medio, que si bien no es del todo negativo, tampoco es suficiente. «Los psicoterapeutas existenciales han insistido siempre en que debe intentarse la comprensión del mundo privado del paciente antes que concentrarse en las desviaciones que éste presenta con respecto a las normas sociales». Ante

contradicciones

tan

amplias

como

ésta,

se

hace

evidente

el

cuestionamiento acerca de si esos medios de los que el hombre se vale, entre ellos la psicología, están realmente hablándonos de nosotros mismos, y si se Saluda enfermedad y psicoterapia en la Psicología Existencial de Rolló May refieren a aquellas cualidades y potencialidades específicamente humanas que hacen al hombre distinto de los demás seres. Es en este punto en el que se puede intuir que de no ser así, o sea, que si la psicología no apunta específicamente a lo humano, el hombre no hace más que escapar de sí mismo, debido a que no atiende a los supuestos básicos de su existencia. Para que esto no ocurra es necesario que la psicología se preocupe por «comprender» antes que por explicar todos las situaciones y paradojas existenciales del hombre, que «trate de comprender la estructura del ser humano y su experiencia, lo cual debe subyacer a toda técnica»^. Para esto debe empezar por admitir que aunque todos los seres humanos persiguen fines universales, tales como la realización personal y la convivencia, entre otros, también debe apreciar y aceptar que cada individuo lo hace de forma distinta (o

3

YALOM, Irvi. (1984). Psicoterapia Existencia!. Barcelona: Hender, p. 30.

particular). Es decir que los valores, motivaciones e intereses de un hombre pueden ser distintos de los de otro, y ambos pueden llegar a realizarse como personas, a pesar de centrarse en valores totalmente distintos en cuanto al contenido. Por consiguiente, es necesario fijar ciertos postulados universales que si bien son comunes a la existencia de todos los seres humanos, también permiten un significativo espacio a cada hombre donde le sea posible ejercer su propia libertad, desarrollar sus potencialidades particulares, y crear así su propia esencia. En últimas, de esta manera se estaría atendiendo en psicología a aquello en lo que los existencialistas tanto han insistido: El hecho de que el ser humano primero existe en el mundo y luego se crea a sí mismo a partir de su relación con dicho mundo concreto. Es este «pequeño» margen el que permite rescatar la individualidad y la inmediatez de la experiencia propia de cada persona. De esta forma, se coloca la psicología al servicio del hombre, ya que se está «correspondiendo a las cualidades y características distintivas que constituyen al ser humano como humano»4, lo cual le permite enfrentar de mejor manera los obstáculos que le impiden realizar su ser; puede llegar así a captar la experiencia agobiante de la desesperación y sentir ese desvanecimiento de la imagen de sí mismo y darse cuenta de que estos sentimientos, por muy crudos que sean, guardan siempre un significado para su propia existencia. Es decir, que al no evadir este sentir, por muy doloroso que sea, es cuando el hombre puede salir al encuentro de su propia realidad y percatarse del hecho de que ésta se encuentra dispersa, y por consiguiente debe integrarla. Esto no es más que asumir la dirección y la responsabilidad de la propia existencia, relacionándola con su propia situación concreta y decidiendo autónomamente ante ella. Sólo en esta instancia se puede decir, como May, que «la Psicología es una disciplina que nos habla acerca de nosotros mismos», ya que ilustra los valores que cada hombre defiende y trata de expresar en todo momento, en cada una de las situaciones a las que se ve

4

MAY, Rollo (1963). Psicología Existencial Buenos Aires: Paidós, p. 18.

enfrentado cotidianamente, con los cuales no hace otra cosa que tratar de darle sentido a su vida. Y es precisamente ese sentido particular el que se debe tratar de descubrir. De esta forma, para que la psicología pretenda ser una ciencia del hombre, debe ser capaz de responder a las necesidades que constituyen a este hombre como tal, atendiendo a las cualidades que le permiten desenvolverse óptimamente en el mundo, tales como la capacidad de autoconciencia, de decisión y de compromiso consigo mismo y con el mundo, entre otras. En primer lugar, la psicología debe tratar de comprender al hombre como aquel que construye su propia experiencia, en el sentido no sólo de concebirlo como un objeto que hace parte del mundo y al cual debe adaptarse, sino también como un sujeto capaz de constituir y formar su propio mundo, es decir que «una ciencia del hombre debe tener como fulcro la característica única y distintiva del hombre, que no es otra que su capacidad de relacionarse consigo mismo como sujeto y objeto de la experiencias5. Ahora bien, esta posibilidad de atender a las características y dilemas específicamente humanos se debe, a su vez, a una visión del hombre lo suficientemente amplia que permita a éste desarrollar valores posteriores que se producen en el proceso de maduración emergente que lo lleven a actualizar su potencia de ser. En este sentido, los psicoterapeutas existenciales critican las teorías psicológicas tradicionales debido a que consideran que limitan tanto la captación de la totalidad del ser como el desarrollo de las posibilidades concretas de ser, lo cual se entiende mejor si se observa la concepción que autores existenciales como Binswanger, May y Yalom tienen del hombre. Según estos autores, la psicología se centra únicamente en el estudio de los impulsos, mecanismos y determinantes biológicos, o bien sólo en los procesos cognoscitivos referentes a condicionamientos en la relación con los otros y el mundo. Si bien es cierto que es necesario analizar ambos aspectos, también es igualmente cierto que al limitarse a ellos se está perdiendo al mismo tiempo la totalidad de la experiencia del ser humano, ya que se refieren sólo a uno de los

5

MAY, Rollo (1990). La Psicología y el dilema del hombre. México: Gedisa, p. 163.

aspectos de ser: el Unwelt (o el mundo de los impulsos biológicos y del determinismo pasado y externo). Cuando esto sucede, resulta que se está concibiendo apriori al hombre, lo cual hace que el desarrollo de valores posteriores que caracterizan un proceso constructivo de maduración sea visto sólo como una extensión de valores primarios, que además sirven para enmascarar estos últimos. Un claro ejemplo de esto se produce cuando los psicoanalistas conciben estos valores posteriores como meras sublimaciones de necesidades primarias de preservar el cuidado materno. Desde esa perspectiva, el presente sólo se ve en función del determinismo pasado, con lo cual se atiende a los valores y acciones más complejos del ser humano (como el ejercicio de la libertad y la responsabilidad de ser, el enfrentamiento constructivo de la ansiedad y a la voluntad de creación) sólo en función de los valores y acciones más simples, y de esta forma se crea un rígido sistema lineal causa-efecto, en el que se ven limitadas y restringidas las posibilidades de cobrar conciencia de la propia situación en el mundo. «Es un error creer que estos valores posteriores son simplemente una extensión del valor original de preservar el cuidado y el amor materno, o considerar que todos los valores son sencillamente modos diferentes de enmascarar la satisfacción de las necesidades primarias (...), en la pauta de la evolución emergente, la persona en maduración desarrolla de continuo nuevas capacidades a partir de las antiguas, nuevos símbolos, nuevas formas de valores. Cuanto más neurótica sea la ansiedad de un individuo, más probable es que trate de satisfacer año tras año los mismos valores que sostenía en etapas anteriores, pero cuanto más sana es la persona, resulta menos factible concebir sus valores como adulto como una suma de sus necesidades e instintos previos»6. Resulta, entonces, que desde la perspectiva existencial se concibe «lo más simple en función de lo más complejo», haciendo, entre otras, que se le dé un adecuado tratamiento a la voluntad y comprendiendo el pasado (y el futuro) en función de la situación presente, y no al contrario. Desde este punto de vista no se niega la casualidad, sus mecanismos e impulsos, sino que se la complementa, al ubicarla en un contexto mucho más amplio y complejo, en el 6

Ibid., p. 74 - 75.

que además se conciben otros dos aspectos de ser en el mundo: el Mitwelty el Eigenwelt. El primero de éstos se refiere al mundo de las relaciones interpersonales, pero ya no como una mera relación en el ámbito social que impone limitantes y condicionamientos, sino también, y sobre todo, como el mundo relacional en que cada individuo se crea a sí mismo en dichas relaciones. La diferencia radica en que si se concibe al ser humano sólo desde la perspectiva del Umwelt, el Mitwelt se verá deformado e implicará que el hombre no pueda responsabilizarse ni por los otros ni por sí mismo, lo cual no ocurre si se lo concibe a partir de la integración de los tres aspectos de ser en el mundo, ya que de esta forma el hombre puede llegar a verse no sólo como un miembro que hace parte de un mundo relacional, sino también como alguien capaz de crear y constituir dicho mundo. El último aspecto es el Eigenwelt, o el mundo de la conciencia de sí mismo. En éste se integran los dos aspectos anteriores de ser en el mundo, lo cual hace que el hombre pueda llegar a aceptar y a asumir en su conciencia tanto los impulsos pasados y los determinantes biológicos y ambientales como la creación de sí mismo a partir de la relación con los demás individuos, para, en un proceso constructivo de maduración que apunta a desarrollar las posibilidades de ser, darles forma y significado a todos estos aspectos a partir de la situación concreta de existencia. Es en este sentido que se puede apreciar que el hombre puede llegar a crear sus propios símbolos y valores, en últimas, a dar un sentido particular y auténtico a la existencia. En síntesis, se debe «considerar al individuo en los tres modos de ser en el mundo: el mundo de los impulsos biológicos, del destino y del determinismo7. Esta concepción del hombre implica que no se debe atender a éste con una naturaleza predeterminada, ya que de esta forma estaríamos restringiendo su visión y sus posibilidades de creación. Por ejemplo, si sólo concebimos al hombre a partir de su determinación causal pasada (en el caso de los psicoanalistas), o como un ser que siempre apunta a la autorrealización (en el 7

MAY, Rollo y otros (1977). Existencia: Una nueva dimensión en psiquiatría y psicología. Madrid: Credos, p. 91.

caso de los humanistas), lo único que estaremos viendo en éste es la afirmación de nuestros propios preconceptos o la desviación de los mismos, y dejaríamos de lado, en estos casos, tanto la posibilidad de creación consciente como la determinación biológica y pasada, respectivamente. May expone, en consecuencia, que debemos ser lo suficientemente amplios para no diluir la individualidad de cada ser humano en un constructo teórico. En el anterior ejemplo sería necesario, entonces, captar que el hombre implica ambos conceptos y que, por lo tanto, se hace indispensable atender a la forma como el individuo crea su propio mundo y a la manera en que defiende su centro existencial, o lo que es lo mismo, como pretende reafirmarse y darse sentido a sí mismo. De esta forma, el enfoque existencial prefiere atender al ser humano a partir de la condición humana y no desde una perspectiva en que se conciba al hombre a partir de una naturaleza predeterminada que lo restrinja, tanto en el ámbito de la comprensión de su experiencia como en el ámbito de su creación como ser en el mundo. Luego el aporte de este enfoque no sería ofrecer un nuevo marco teórico y epistemológico en sí, sino esclarecer los suspuestos en que se fundamentan las distintas escuelas teóricas, para complementarlas con una adecuada visión del ser humano que permita ya no tanto explicarlo como sí comprenderlo. No se trata de mezclar teorías, sino de aclarar la visión del hombre en que éstas se basan, para, a partir de este esclarecimiento, hacer una reevaluación conceptual, que permita comprender la experiencia directa del otro tal como él la vivencia, y no como nuestro marco conceptual nos dice que la debe vivenciar. Esta visión del hombre repercute directamente en la concepción de la salud, la enfermedad y la psicoterapia. En consecuencia, se concibe la enfermedad no como un resultado de problemas en la adaptación a un entorno inmediato, sino que más bien lo que se considera enfermizo es precisamente esa necesidad de ajuste o adaptación forzosa (y sus consecuencias). Es decir, que la enfermedad es tanto la forma de actuar (el ímpetu desenfrenado de ajustarse) como la consecuencia de este proceder (el bloqueo de las propias potencialidades). «La neurosis es

precisamente el método que usa el individuo afín de preservar su propio centro, su propia existencia (...) La neurosis es una adaptación, y ahí precisamente radica su mal»8. Esta idea se basa en el hecho de que el adaptarse no implica necesa¬riamente ni dilucidar ni asumir la existencia concreta, sino que, por el contrario, lo que se favorece mediante un «buen ajuste» es el enmascararse a uno mismo la responsabilidad por confrontar las condiciones básicas de existencia, como son la muerte, la ansiedad, la voluntad de decisión, la libertad y la responsabilidad, la soledad existencial, la creación de sí mismo, la afirmación de valores constructivos y de un sentido de vida. Este hecho se ve muy a menudo cuando los individuos prefieren castrarse a sí mismos (deciden rechazar su poder de ser) con tal de no ser relegados al ostracismo. Prefieren aceptar no ser ellos mismos auténticamente (es decir, rechazar sus propias posibilidades de creación) a fin de que pueda existir algún ser, por muy restringido que éste sea. Ocurre que el individuo prefiere «ser alguien» ante un grupo o el medio en general a costa de sí mismo, con lo que pretende darse valor de alguna forma, sentirse «seguro» y evitar la angustia que implica enfrentarse con su propia existencia. Este ajuste forzoso lleva al hombre a tener que recurrir a mecanismos evitativos que le permitan ocultarse de sí mismo, como son los rígidos sistemas de

control

emocional

que

bajo

un

patrón

obsesivo

compulsivo

de

comportamiento pretenden mantener a distancia la ansiedad que implica la creación de sí mismo y el esclarecimiento comprometido de la existencia particular, lo cual ocurre, por ejemplo, con el individuo que hace del trabajo una manía. Por debajo de su rígido y controlado esquema de funcionamiento, lo que opera es un temor a enfrentarse con su experiencia inmediata. «Lo que no suele advertirse suficientemente es la prueba tantas veces asequible de que los fenómenos de compulsión se producen sobre el fondo de una personalidad que se conserva potencialmente intacta, pero que se encuentra condenada a la impotencia de afirmarse a sí misma»''. En últimas, se busca un ajuste al medio para no cobrar conciencia y evadir así la ansiedad y responsabilidad por asumir la creación de la propia experiencia. 8

MAY, Rollo (1963). Psicología Existencial. Buenos Aires: Paidós, p. 88-89.

Otra forma de enmascararse a sí mismo el compromiso y creación propia nos la ofrece Yalom, cuando muestra cómo mediante la adaptación se busca ser un éxito social en todo sentido, ya que a la vez que se pretende ser salvado o protegido por el medio (ser tenido en cuenta siempre por todos), se intenta también sentirse alguien especial o importante para evitar cualquier sentimiento de insignificancia o soledad, con lo cual se convierte la vida en una única y gran orgía donde todos tienen que participar, dicho en palabras de Kundera. En vez de asumirse a sí mismo, se pretende, en este caso, evitar la confrontación con el no ser, entendiéndose este último como lo que amenaza la propia existencia, tanto en un sentido físico como psicológico, y cuya expresión más cruda es la muerte (en otras palabras, no ser se refiere a toda amenaza sobre los valores que dan sentido a la existencia). En suma, todo este proceso de ajuste forzoso y de rechazo de la propia potencia de ser implican, en el ámbito general, que la enfermedad es el resultado de la no confrontación de los supuestos existenciales enraizados en la condición humana y a la necesidad (casi compulsiva) de adaptación y al miedo al ostracismo implícito en ésta. Este proceso, a su vez, denota la renuncia por el cuidado y desarrollo del ser, lo cual se entiende mejor si nos remitimos a la falta de deseo y de voluntad de creación y afirmación de estos deseos en la acción. Cuando el individuo evita esclarecer su existencia, simultáneamente está rechazando cualquier acto de desear por el desarrollo y afirmación de las posibilidades de ser. El deseo queda reducido exclusivamente al mundo del Umwelt, y degenera en un impulso ciego que se siente dentro de sí y sin posibilidad de poder integrarse a la experiencia creativa, y cuya única finalidad es exigir una descarga emocional inmediata que alivie el dolor que el hombre mismo ha creado de sí al rechazarse. En este sentido, la enfermedad es vista como la incapacidad para reconocer los propios deseos, y para reafirmar éstos en la acción por medio de la voluntad. Es decir, que «no es el deseo lo que causa la enfermedad, sino la falta de deseo»9. Cuando el individuo prefiere «castrarse» antes que verse relegado al ostracismo, está al mismo tiempo

9

MAY, Rollo (1990). Amor y Voluntad. México: Gedisa, p. 175.

renunciando a desear por sí mismo cualquier acto que lo lleve a obrar consciente y comprometidamente con su propio devenir. Todos estos aspectos están interrelacionados entre sí, de tal forma que no se deben entender linealmente, sino más bien comprenderlos como un proceso en que todos se influyen y relacionan simultáneamente unos a otros. La consecuencia de este proceso es el no desarrollo de las potencialidades particulares del individuo, entendiendo éstas no como el desarrollo de capacidades ilimitadas que el individuo posee en distintas áreas y que guardan por su puesta en marcha, sino más bien como la potencia o poder personal para enfrentar y dilucidar la propia existencia a la vez que se afirman los valores que se encaminan a desarrollar el ser. Cuando el individuo no desarrolla su potencial, debe recurrir a medios evasivos que compensen de alguna forma el vacío creado. Así, es posible observar, por ejemplo, que en nuestra actual cultura cada vez se hace más evidente la necesidad de delegar al grupo la responsabilidad de elegir y decidir que ser; los individuos compulsivos que denotan en sus acciones una necesidad de dejar atrás el tedio y el compromiso consigo mismo; los trastornos de personalidad (especialmente narcisistas); la falta de sentido vital; dificultades para reconocer el propio deseo; la necesidad de diversiones cada vez más extremas que llenen el vacío creado en la propia existencia, y trastornos de voluntad y ansiedad, entre otros. En todas estas manifestaciones se aprecia un marcado afán por tratar de olvidarse de la existencia concreta que se debe asumir, lo cual provoca un sin fin de trastornos y de síntomas neuróticos que son, a la vez, producto y consecuencia de este enmascaramiento de la existencia. Vista de esta manera, la enfermedad es un modo ineficaz y desesperado del hombre por evitar la angustia resultante de la confrontación con los supuestos básicos de la existencia; es un intento del individuo por enmascararse a sí mismo la responsabilidad de encontrarse a sí mismo y de asumir una actitud autónoma y consciente ante éste. De esta forma, los terapeutas existenciales contextualizan los dilemas existenciales y psicológicos en esta época moderna, lo cual les puede permitir encontrar alguna solución concreta a éstos. En este sentido, consideran que la

salud y el bienestar psicológico se alcanzan cuando el individuo se esfuerza por esclarecer su existencia concreta y enfrentar en forma constructiva la angustia implícita en este hecho, reconociendo su libertad y responsabili¬dad existencial, y por ende, desarrollando sus potencialidades particulares de ser.

Sólo cuando el individuo logra vivenciarse a sí mismo como creador de su mundo, es decir, como un sujeto existente en el mundo, es capaz de sentir la urgente necesidad de decirse a sí mismo «yo soy», y, en consecuencia, decidirse a realizar un proyecto vital que apunte al desarrollo de sus posibilidades particulares de ser. En sí, el enfoque existencial en psicología considera que lo más importante es que el individuo experimente su existencia como real, o lo que es lo mismo, que sienta que aunque hay hechos pasados y determinantes externos que influyen en su comportamiento, es él mismo quien continúa creando esa experiencia a partir de su relación con dichos determinantes en el momento presente. Como dirían algunos existencialistas: ¿Qué has hecho tú con aquello que han hecho de ti? Vista así, la salud correspondería a un estado en el que el hombre se apropia de sus decisiones y se responsabiliza por encontrarse en este mundo en este momento, dejando así un poco de lado la suposición de que a medida que dicho hombre vaya teniendo más y más conocimiento e intuición sobre sí mismo, irá tomando las decisiones apropiadas, debido a que ésta es una verdad a medias pues generalmente pasa por alto la segunda mitad de la verdad: Que el hombre no puede permitirse el lujo de adquirir ese conocimiento e intuición hasta que esté dispuesto a decidir abrirse a dicha experiencia, hasta que tome una orientación decidida sobre su vida y adopte las resoluciones previas en marcha10. Un ejemplo de esto se aprecia en la concepción del inconsciente como una bodega o sótano donde hay acumulada información sobre el pasado. En esta idea, el inconsciente determina ciegamente el presente y la experiencia creadora del individuo, y hace que las decisiones sean relegadas a un segundo plano, lo cual permite el enmascaramiento de la propia responsabilidad y compromiso para con la creación de sí mismo (de ahí 10

MAY, Rollo (1977). Existencia: Una nueva dimensión en psiquiatría y psicología. Madrid: Gredos, p.118.

que Sartre haya expresado que el inconsciente así concebido es un acto de mala fe). Es por esto que psicólogos existenciales como May prefieren hablar de «experiencia inconsciente» y no de inconsciente, ya que es el individuo mismo quien ha querido y decidido mantener inconsciente ciertas experiencias, aún hoy en el presente. Se entiende, pues, que cuando la persona logra vivenciarse como alguien que está creando esta experiencia, puede empezar a asumir la dirección de su propio destino y liberarse de la dependencia de mecanismos defensivos que le evitaban enfrentar los supuestos universales de existencia. En suma, la salud mental no es sólo un fin o un logro al que se llega, sino también, y sobre todo, un estado por medio del cual el hombre enfrenta y asume su existencia concreta. Es decir que el bienestar no es opuesto al conflicto, sino, más bien, la confrontación constructiva de éste, de tal forma que le permita al hombre crearse a sí mismo y ser capaz de constituir el mundo al que se pertenece. Se trata de asumir la existencia con todos sus tropiezos y no de observar a ésta desde el contorno: «El camino verdadero se abre sobre una cuerda que no está tendida en la altura, sino apoca distancia del suelo. Parece estar destinado más a tropezar que a hacer equilibrio sobre ella»11. Ahora bien, cuando se enfrenta la propia existencia concreta y se opta por el cuidado del ser, esto no debe entenderse de forma desvinculada del medio, ya que al responder a la existencia particular se lo hace a la vez al mundo en que uno se encuentra. Es decir, que al no adaptarse directa y pasivamente, el individuo, a la vez que atiende y se empeña en esclarecer su existencia y desarrollar su potencia de ser, está atendiendo al entorno inmediato del cual hace parte. La diferencia consiste en que de esta última forma, tiene la posibilidad de crear y constituir dicho mundo, y de esta manera logra una relación constructiva y ya no pasiva con el medio. El punto central consiste en que al atender al desarrollo de uno mismo, si es en realidad auténtico, debe atender al entorno inmediato en que se encuentra, ya que el ser no se desarrolla aislado o en el «aire», sino también en la relación con los otros y el mundo. 11

KAFKA, Franz (1985)- Informe para una academia. Madrid: Akal, p. 31

Las consecuencias que trae este cambio en lo que respecta a la visión de la salud y la enfermedad atañen directamente a la psicoterapia, debido a que, como ha expresado May, ya no se puede seguir pretendiendo usar ésta a favor del carácter social propio del actual período histórico, porque el resultado catastrófico será convertir en conformistas y apáticos a los individuos en lo que se refiere a la actualización de sus capacidades y posibilidades de ser12. Si esto llega a suceder, el resultado será una represión del sentido ontológico, y la psicoterapia, lejos de ayudar al paciente, estaría, sin percatarse de ello, fomentando directamente la neurosis y otras enfermedades, junto a la paralización de las potencialidades y el bloqueo de la autoconciencia.13 Al respecto, este mismo autor ha expresado lo que se puede denominar una advertencia profética sobre la psicoterapia: Ha afirmado que mientras se siga pretendiendo adaptar al individuo para lograr su curación, más se estará contribuyendo a un falso proceso curativo que tiene como transfondo la masificación de los individuos y la renuncia al propio ser. En este caso, la psicoterapia puede ser atendida como sinónimo de aceptación del no ser, al promover la evasión del compromiso y responsabilidad con el propio devenir. «En este sentido, lospsicoterapeutas se convierten en agentes de la cultura, cuya junción particular consiste en ajustara la gente a sus exigencias, y la psicoterapia degenera en una forma de desintegración propia del tiempo más bien que en un esfuerzo organizado por superarla»-'5 Este hecho se ve incluso en los mismos psicoterapeutas, quienes muchas veces creen que con sólo saber la técnica específica es suficiente para «resolver» los problemas y conflictos del paciente. Esto parcializa la visión y la actitud del psicoterapeuta a favor de su técnica, pues se resguarda en ésta y no llega a comprender la experiencia de la otra persona. Como resultado de esto se destruye o deja de lado la individualidad, y se tiende a percibir a todos los individuos con base en el mismo esquema. «Desde que conocemos la neurosis —-y muchas formas de psicosis— sólo en virtud del hecho de que quien la padece no puede ajustarse a nuestra sociedad, y ya que entendemos 12

MAY, Rollo (1990). «On the phenomenological bases oftherapy». En: Review of existentialpsychology andpsichiatry. Vol. 20, N° 1-3, p. 49-61. 13 MAY, Rollo (1977). Existencia: Una nueva dimensión en psiquiatría y psicología. Madrid: Gredos, p. 116.

la enfermedad en virtud de nuestras técnicas, estamos obligados a terminar con una visión del hombre que es un espejo de nuestra cultura y de nuestra técnica. Esto inevitablemente resulta en una visión progresivamente vacía del hombre»14. De esta forma no se estaría solucionando a las necesidades particulares propias de quien necesita ayuda, debido a que al no intentar siquiera que el paciente se sienta completamente a sí mismo y se dé cuenta de su existencia, nunca podrá reconocer su libertad, voluntad e intencionalidad, entre otras, y por ende, tampoco podrá desarrollar sus potencialidades, y el resultado es el ya mencionado ajuste forzoso. En consecuencia, la tarea del psicoterapeuta no es tratar de curar al paciente ni ajustado al medio, sino ayudarlo a que experimente su existencia como real; cualquier cambio en sus síntomas o su curación es consecuencia de este hecho, ya que es de esta forma como la persona puede desarrollar su poder personal y crear sus propios significados, los cuales apuntan a desarrollar sus posibilidades de ser. Pero esto último no se puede lograr mientras el terapeuta se refugie (como persona que es) en la técnica. Un ejemplo de esto se observa en la transferencia, que si bien ha aportado mucho al conocimiento de la esfera de la influencia de la personalidad (nos ha aclarado cómo vivimos en los otros, y cómo los demás viven en nosotros como consecuencia de situaciones pasadas y no resueltas), presenta actualmente serias dificultades para captar la totalidad de la experiencia del hombre, ya que es un concepto psicoanalítico que atiende básicamente al Umwelty deja de lado mucho de los otros dos aspectos de ser en el mundo. «La transferencia nos presenta interminables dificultades si la tomamos en sí, es decir, sin una norma de relación que esté afirmada en la condición del hombre como tal. En primer lugar, la transferencia puede ser una defensa cómoda y siempre útil para el terapeuta, ya que se puede esconder tras ella para protegerse de la ansiedad que provoca el encuentro directo. En segundo lugar, puede debilitar toda la experiencia y sentido de la realidad

14

MAY, Rollo (1990). «On the phenomenological bases of therapy». En: Review ofExistential Psychology and Psichiatry. Vol. 20, N™. 1 - 3, p. 49-61.

durante la terapia; las dos personas que están en el consultorio se convierten en sombras y también todos los demás en el mundo»15. Al no abrirse a la experiencia directa del otro, el terapeuta percibe a éste con base en los propios presupuestos y prejuicios teóricos, y como consecuencia de esto termina refugiándose en la técnica para poder enfrentarse al otro, a la vez que pierde el sentido real de toda experiencia que se observe en la psicoterapia.

Esto

puede

erosionar

profundamente

el

sentido

de

responsabilidad del paciente, a la vez que se le quita a la terapia mucha de la dinámica que necesita éste para lograr un cambio significativo. La experiencia del otro es captada superficialmente, y de esta manera se la reduce a la categoría de objeto, y la subjetividad y /o la inmediatez de la experiencia no es comprendida. Dicho en términos existencialistas, no se atiende a la experiencia creadora del paciente como ser en el mundo; no se integra en la visión del otro los tres modos simultáneos de ser en el mundo. Se debe aclarar que no se trata de desechar la técnica psicoterapéutica, sino de ubicarla en un nivel distinto del de la comprensión, y saber que esta última se antepone a la técnica15. En otras palabras, se trata, antes que desarrollar cualquier

explicación

lógica

o

causal

(elporqué),

de

comprender

la

intencionalidad y significado de las acciones, ideas y sentimientos para la persona que los vive (esto es, captar el qué: qué es esta persona y cómo se creó y crea a sí misma). Se trata de aplicar cualquier porqué y/o técnica a la situación concreta del paciente, haciendo que «la técnica tenga sentido en función de la persona y no al contrario»16. Como lo plantea el mismo May, se debe atender antes que nada la pregunta ontológica: ¿Qué es esta persona?, para a partir de ahí desarrollar los cómo y los porqué. Para ilustrar lo anterior, May realiza la siguiente analogía: Dice que la situación del psicoterapeuta es muy similar a la del artista, debido a que ambos gastan muchos años de estudio aprendiendo la técnica, pero si en el momento de pintar el artista se preocupa más por los aspectos específicos de su técnica, pierde toda inspiración y visión de su creación, lo cual interrumpe, al menos temporalmente, toda la corriente creadora que lo podría llevar a realizar su 15 16

MAY, Rollo (1990). La psicología y el dilema del hombre. México: Gedisa, p. 106. MAY, Rollo (1963). Psicología existencial. Buenos Aires: Paidós, p. 28.

obra; en ese preciso momento en que interrumpe su obra y creación comienza a tratar no con la experiencia (de crear), sino con puros objetos, lo cual lo aparta de la posibilidad de trascender la situación inmediata. Esto mismo es lo que ocurre con el terapeuta: «Si mientras estoy sentado aquí (en psicoterapia) pensando sobre todo acerca de los porqué y de los cómo de la manera en que se originó el problema del paciente, lo habré captado todo, excepto la cuestión más importante de todas, esto es, la persona existente». De esta manera, el planteamiento existencial en psicoterapia va encaminado a resolver el dilema sujeto-objeto, con lo cual se pretende superar la dicotomía existente entre éstos, para lo cual no se ubica en ninguno de los dos extremos, sino que los integra. Es decir, no trata de centrarse en resaltar alguno de ellos, con lo cual se deja de lado la discusión y enfrentamiento entre la actitud técnico-objetiva y la de comprensión-subjetiva, sino que expone la importancia de restablecer esta discusión «sobre las bases del concepto de la existencia del paciente como ser en el mundo, y del terapeuta como existente y participante en ese mundo». De lo que se trata es de integrar el concepto de «comprensión» (que opera en el nivel de la subjetividad) con los conceptos de «explicación» y «técnica» (que operan en el nivel de la objetividad), mediante el replanteamiento de la situación existencial. En este sentido, se puede entender mejor el anterior planteamiento de primero captar y comprender qué es esta persona específica, para con base en esto desarrollar los por qué y la técnica consecuente: «El conocer a fondo lo que hacemos, sentirlo, experimentarlo con todo nuestro ser es mucho más importante que saber el porqué. Si conocemos plenamente el qué, por qué vendrá por sí solo». Vista así, la psicoterapia existencial es un modo de comprender antes que explicar la existencia humana, y el mayor obstáculo que puede haber para lograr esto es darle a la técnica una excesiva importancia, como precisamente ocurre en la civilización occidental, ya que debido a esta idea se tiende a percibir al hombre como objeto. «La teoría existencialista sostiene que la técnica sigue a la comprensión y no al contrario. La tarea sustancial y la responsabilidad del terapeuta consisten en comprender al paciente como un

ser en el mundo. Todos los problemas técnicos están subordinados a esa comprensión». Cuando se habla de atender al «qué», nos referimos a descubrir cuáles son los valores existenciales sobre los cuales está centrada la persona, o lo que es lo mismo, esclarecer su centro existencial, lo cual se logra sólo atendiendo la experiencia inmediata y directa del otro. Las implicaciones de esto para la psicoterapia son notables y profundas, debido a que para lograr este fin se hace necesario tener muy presente por lo menos dos postulados que se sustentan en la fenomenología y en el existencialismo, y que permiten llegar a la experiencia e intencionalidad del otro. Como primera medida, si bien es imposible enfrentarse a uno mismo, al mundo y a los otros sin un marco conceptual previo del cual partir, es necesario que éste sea lo suficientemente amplio y flexible, de manera que pueda cobijar a los seres humanos en general, pero sin menospreciar ni destruir su individualidad. De esta manera, May llega a plantear, fundamentado en la fenomenología, que para comprender a un ser humano se debe atender a éste como un ser centrado en sí mismo, y que todo ataque a ese centro es sentido como una amenaza, lo cual implica que antes que preocuparse por cualquier explicación, se deben descubrir cuáles son los valores que considera vitales para su existencia: «La cuestión de por qué uno es lo que es, no tiene sentido hasta saber qué es uno». De esta forma, lo que «es» la persona será revelado por el descubrimiento de su centro existencial y no por los propios preconceptos teóricos en cuanto a la concepción del mundo y del hombre. Este planteamiento permite captar la experiencia inmediata del otro, debido a que las acciones que realiza y los sentimientos e ideas que tenga se entienden como el método que utiliza dicho individuo (bien sea constructiva como destructivamente) para preservar su propio centro, su propia existencia. May complementa este planteamiento con otro postulado que se sustenta en el existencialismo y que apunta a captar la experiencia de dicho ser humano concebido como un ser centrado en sí mismo, con base en la relación ser-no ser, lo cual se refiere a examinar cómo esta persona afirma y defiende los

valores que considera vitales para su existencia, así como la forma en que enfrenta las condiciones concretas de su existencia y la manera en que orienta su proyecto vital a partir de dicho enfrentamiento. Es en este punto en el que se hace necesario, para comprender la experiencia de cada ser humano, tener en cuenta la relación entre los valores centrados y la ansiedad resultante de la sensación de amenaza a estos valores que dan sentido al propio ser. Incluso, la enfermedad y los síntomas consecuentes son vistos no como una desviación de los propios postulados teóricos, sino como una desviación de la estructura de la existencia del mismo paciente: «Sus síntomas son su forma de escoger el campo de su mundo para que su centro pueda ser protegido de las amenazas». En definitiva, lo que se busca mediante este acercamiento es observar y vivenciar el campo experiencial del paciente. Pero esto último involucra también otro concepto igualmente importante: El de encuentro. Este se ve implicado debido a que al participar del mundo del paciente ya se está hablando concretamente de relación terapéutica. Cuando se va a establecer una relación con un paciente se debe sumir el principio de que este último «es un ser que como todos los demás seres, necesita y puede salirse de su centro para participar de otros seres». Es decir, que toda persona tiene la capacidad y la necesidad de relacionarse con otros individuos, ya que, según el existencialismo, el ser se realiza a sí mismo en la relación con los otros. Pero existe siempre el riesgo de que se salga tanto de sí mismo (del propio centro) para participar de los demás, que se termine vaciando y diluyendo en éstos. Esta situación se aprecia mucho en nuestra actual época histórica y cultural, motivo por el cual May habla de que el mayor temor de nuestrotiempo es el ostracismo, y ya no tanto el temor a la castración, ya que incluso muchos individuos prefieren ser castrados (perder su poder personal) con tal de no ser rechazados o apartados del grupo, por cuanto esto último compensa la seguridad no encontrada por sí mismo. De esta manera, el individuo va inhibiendo gradualmente sus propias potencialidades por temor a expresar su ser, ya que ve amenazado su centro existencial: «Si me separan, muero. No soy útil y significante para nadie». De ahí que «en nuestros días de conformismo y con el hombre dirigido hacia lo exterior, el modelo neurótico que prevalece es el del individuo que se aleja de

su propio centro, dispersando su propia participación e identificación con los otros hasta el punto de vaciar el propio ser». En este modelo, el significado de los propios actos pierde sentido, ya que se ha tomado el de las otras personas. De esta forma se trata de ofrecer al paciente una relación auténtica, en la que pueda expresar abiertamente las necesidades concernientes a los valores sobre los que se haya centrado él como individuo, y no tenga que limitarse a atender las necesidades del grupo o del otro, que en este caso será el psicoterapeuta. «El encuentro total puede ser tanto nuestra mejor forma de entender al paciente como nuestro instrumento más eficaz para ayudarlo a abrirse a la posibilidad de cambio». La idea de May consiste en que al ofrecer una presencia real al paciente, éste puede abrirse al otro pero sin diluirse en él. Esta presencia implica un concepto que resulta de mucho valor, como es el de compromiso, ya que para participar del mundo del paciente se necesita romper la barrera que mantiene al terapeuta alejado de éste, a fin de superar el dilema sujeto-objeto, lo cual le permite entregarse a la experimentación de las experiencias del paciente, valga la redundancia. Implica comprometerse con el paciente y su mundo, de tal forma que éste pueda sentir la presencia del terapeuta sin preocuparse por su aprobación o rechazo. Esto permite al paciente expresar los intereses que apuntan al desarrollo del ser, ya que es lo que no ha podido o querido realizar en la cotidianidad. De ahí que si el terapeuta no asume un compromiso total con el paciente nunca podrá conocer su verdad y su relación con el mundo.

COMENTARIO. La obra de May abre las cadenas que atan los propios marcos culturales y sociales de la época en la que confluyen. La libertad, la existencia, así también como los valores insertos en esta obra generan un espacio de reflexión que es necesario cuando de seres humanos tratamos. Esta obra reúne en poderosos enlaces todos los conceptos esenciales de las bases epistemológicas en las que se apoya.

Es grato encontrar coherencia y capacidad en su pensamiento, pero extremadamente útil, además, el hallar esta coherencia y capacidad en su trabajo. El carácter profético de May, es producto de la posmodernidad en la que postula hallarse, pero se valida empíricamente a través del sentido común. Pese a escasear profundamente información respecto a su trabajo, que dicho sea de paso, puede deberse a su rompimiento del ámbito científico, es claro el mensaje filosófico y psicoanalítico que deja.

BIBLIOGRAFÍA MAY, Rollo (1990). Amor y Voluntad. México: Gedisa MAY, Rollo (1990). «On the phenomenological bases oftherapy». En: Review of existential psychology andpsichiatry. Vol. 20 MAY, Rollo (1977). Existencia: Una nueva dimensión en psiquiatría y psicología. Madrid: Gredos MAY, Rollo (1990). «On the phenomenological bases of therapy». En: Review ofExistential Psychology and Psichiatry. Vol. 20 MAY, Rollo (1990). La psicología y el dilema del hombre. México: Gedisa, MAY, Rollo (1963). Psicología existencial. Buenos Aires: Paidós, Salinas, K.(2002). Psicoan lisis freudiado: Nacimiento, desarrollo y rebeli n. En http://www.udec.cl/~gpino/apsique/psicoanalisis_freudiano.zip Dr. C. George Boeree.Traducción al castellano del Dr. Rafael Gautier Sartre, J.P (?/1992).El existencialismo es un humanismo.M xico: Quinto Sol. [Nota: no es la misma edici n que cita el autor. Se cambio para tener una referencia completa] Tallaferro, A.(1994). Curso b sico de psicoan lisis. Madrid: Paid s. Engler, B. (1996) Introducci n a las teorías de la personalidad. M xico: McGraw Hill. Sören

Kierkegaard

sociales/filosofía.

(1813-1855).

En

http://www.yahoo.es/ciencias