Ricardo Palma

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de Ricardo Palma constituyen un espejo en el cual los lectores de este ámbito se ven reflejados, pues les permite reconocerse entre los datos de la historia menuda y compartir así la experiencia colectiva que se llama vida nacional. No sólo porque los episodios más variados de la historia peruana y americana son su materia prima, sino porque volver la mirada al pasado común (inventándolo, si era necesario) era una forma de enjuiciar el presente y sus testimonios. El pasatismo literario era una costumbre en la época de Palma, pero el suyo tiene un tono y un sabor peculiares; como en los cuentos de hadas, es el fantaseo juguetón y liviano de las tradiciones lo que más se resiste a evaporarse de la memoria, quizá porque ésta tiende irresistiblemente a la idealización. qué relación guarda con el nuestro y con la significación presente de los valores que él contribuyó a poner de relieve en su tiempo. Este tiempo se incluye dentro de un vasto arco que ocupa el centro de la historia literaria hispanoamericana en el siglo XIX: el romanticismo. Palma que nace en 1833 y muere en 1919, pertenece cronológicamente a lo que se llama la "segunda generación romántica" de América hispana. De inmediato hay que aclarar que en el Perú no existió una "primera generación" porque el romanticismo llegó bastante tardíamente. El grupo romántico peruano fue bautizado por el propio Palma como el de "los bohemios" ("La bohemia de mi tiempo titulará las memorias publicadas en 1887), una generación de poetas mediocres y aparatosos que adoptaron acríticamente el repertorio prestigioso del romanticismo europeo. El romanticismo peruano fue bastante ecléctico, como lo prueba justamente la obra de Palma, con su asimilación de los patrones del costumbrismo hispánico, que siguió tan campante bajo los embates ruidosos de "los bohemios". La vinculación intelectual de Palma con estos poetas se trasluce claramente en los trabajos literarios de su adolescencia —versos de amor, "romances", teatro histórico-patriótico, páginas periodísticas—, y se extiende aproximadamente hasta 1860. El aporte de Palma en esta etapa de iniciación, tiene pocas manifestaciones personales que puedan medirse en términos literarios. Pero al lado de su actividad de militancia romántica. Palma daba tempranas muestras de una predisposición satírica, muy singular de un grupo que se distinguía por el amaneramiento retorico y la monotonía confesional. El exotismo romántico no lo tentó demasiado ni por mucho tiempo; lo tentó el historicismo romántico, su postulación de una literatura nacional y su exaltación del "color local". Su obra poética muestra la distancia y la cercanía que, a la vez, mantenía el autor respecto de los "bohemios"; sus primeros libros de versos son, salvo por algunas sátiras y "cantarcillos", incuestionablemente románticos; pero en pleno furor romántico, ya era director de una hoja satírica titulada El Diablo y en 1852 colabora en El Burro; en 1867 lo encontramos como redactor de diarios y revistas que fustigaban las costumbres, la política o la honra de cualquiera. Entre 1859 y 1861, El Liberal, El Diario, La República y sobre todo La Revista de Lima, difunden, entre otras publicaciones de Palma, las primitivas tradiciones escritas dentro de ese período: El Nazareno, PallaHuarcuna, Mujer y tigre. La hija del oidor. Un bofetón a tiempo. Son cuadros evocativos con suaves toques románticos que halagaban el gusto por lo tradicional y lo pintoresco LAS TRADICIONES PERUANAS

estimulado por el romanticismo. Aunque en varias de ellas hay pinceladas o anuncios del estilo picaresco de Palma, el tono general todavía es demasiado idílico o demasiado tremebundo, sin el alivio sostenido del humor. Esta etapa de búsqueda inicial concluye a fines de 1860. En Valparaíso, centro de actividad cultural, gracias a los cenáculos, revistas y asociaciones culturales promovidas por la élite intelectual de esa ciudad, Palma pasó casi tres años de exilio que serán literariamente intensos y fructíferos. Aallí publicó siete tradiciones, refundiendo algunas escritas o aparecidas anteriormente en Lima y, algunas partes que iban a constituir la parte medular de sus Anales de la Inquisición de Lima, que aparecerá por primera vez en Lima, en 1863. Los Anales son la primera tentativa seria para probar (y probarse) que tiene aptitud para dar con el dato, ordenar la información, captar el sabor de época. Palma había investigado muchos documentos en el Archivo de la Inquisición en Lima Sin embargo, el libro no resulta hoy tan admirable por su autenticidad, puesto que Palma, siguiendo una tendencia muy suya, distorsionó imaginativamente datos documentales, conjeturó y aventuró demasiado. Seguirá publicando tradiciones en diversos órganos, cada vez más numerosas, cada vez con más éxito, cada vez más cerca de alcanzar la plenitud en ese género, que él considera tan suyo que afirma haberlo "inventado". Toda forma de literatura historicÍsta —leyenda, novela histórica, crónica o narración tradicional— tuvo en el siglo XIX un primer gran modelo: Walter Scott. El entusiasmo de España por adaptar, imitar y traducir a Scott, fue un impulso mediador para su posterior difusión en América. Palma conoció la obra de Scott leyó y apreció a la mayoría de otros autores franceses que practicaron a la novela historica, come Dumas e Sue. que van a estimular el deseo de Palma de escribir tradiciones. Las primeras no se llamaban así ni eran exactamente eso: son "leyendas" románticas, "romances históricos" O "romances nacionales" La primera vez que usa el nombre de "tradición peruana" es para una composición de 1854 titulada Infernum el hechicero. Dos ideas centrales sono presenti nella concezione che Palma ha della tradizione: che si tratti di una forma de rescate de la historia, que de otro modo irremediablemente se perdería; la otra idea consiste en la necesidad de llamar la atención del pueblo, más o menos indiferente, hacía su propia historia: la tradición surge con una pretensión de literatura nacional. Habrá que esperar hasta el año 1864, en el que el autor escribe la versión definitiva de una tradición modelo: Don Dimas de la Tijereta". El trasfondo histórico se ha hecho más leve y hasta intrascendente para disfrutar la tradición: importan el arte de narrar, de tramar una fábula divertida y fantástica sobre la mala fama de los escribanos coloniales, de usar un lenguaje de gran plasticidad y riqueza cuyas fórmulas recogen un saber popular y una experiencia muy añeja de la vida social. Corno por arte de magia, ha nacido la tradición. Como magia, porque los antecedentes señalados indican su filiación, no su esencia. Desprendido de ese tronco historicÍsta robustecido por el romanticismo, asumido un rango artístico específico, la tradición termina siendo, en manos de Palma, otra cosa. Queda por dilucidar este "invento" del autor. ¿Qué es la tradición de Palma? "No siendo

historia ni novela, es un "producto del cruce de ]a leyenda romántica breve y el artículo de costumbre" Es innegable que del romanticismo Palma comparte el gusto por la historia y por su reconstrucción literaria. Palma entendió que él, como los maestros europeos, debía bucear en su propia tradición nacional; de este modo descubrió el enorme valor del filón histórico y, sobre todo, la posibilidad artística de contar la historia de un modo original, a su manera. Palma verá en el pasado nacional lo que ningún "bohemio" alcanzó a ver: la poesía de la historia misma, el raro encanto de mirar hacia atrás y encontrarse con imágenes consabidas pero de interés siempre renovado y general; es decir, que la tradición lo reconducía a la senda de la literatura popular, otro sueño del romanticismo. No buscaba el autor ninguna grandiosidad épica en la historia, n¡ la usaba como pretexto para hacer ampulosas reflexiones éticas; sencillamente, veía en ella una serie de pequeños motivos de ironía y gracejo, la faz doméstica y real de un país. Cierta alquimia se opera al trasvasar Palma la historia a la tradición, y esa alquimia tiene que ver con la doble presencia del espíritu satírico criollo y el sabor castizo. En el Perú, la vena satírica es tan honda, larga y reiterada que puede considerarse inagotable Palma se rreciaba del regionalismo y del populismo de su vocabulario; los críticos siempre han insistido en la "peruanidad" de su obra, y muchos han hablado del "limeñismo" de su léxico y del "perricholismo" de su visión local para explicar la gracia de su arte. Con gran frecuencia los sabrosos prototipos de lengua oral de Palma, eran solo aparentes: se los había prestado del romancero tradicional, de la literatura del Siglo de Oro, de las crónicas coloniales, del viejo costumbrismo español. En el fondo era un escritor castizo, inclinado a usar una norma lingüística de procedencia clásica, arcaizante. Scrive Palma a proposito della sua scrittura: “Mí estilo es exclusivamente mío: mezcla de americanismo y españolismo, resultando siempre castiza la frase y ajustada la sintaxis de la lengua. .. Precisamente, el escritor humorista, para serlo con algún brillo y llamar sobre sí la atención, tiene que empaparse mucho de la índole del idioma y hacer serio estudio de la estructura de la frase, de la eufonía y ritmo de la palabra”. "La tradición no es precisamente historia, sino relato popular, y ya se sabe que para mentiroso el pueblo. Las mías han caído en gracia, no porque encarnen mucha verdad, sino porque revelan el espíritu y la expresión de las multitudes". Cómo elaboraba i suoi racconti, cómo nacían las tradiciones? El punto de partida era, por lo general, un dato o episodio histórico, escrito o recogido oralmente y luego perfeccionado por la investigación personal en cualquier clase de "papeles viejos" que Palma revolvía con tanta pasión y gusto. Sus fuentes eran variadísimas: las actas del Cabildo de Lima, el pintoresco Año Cristiano, el archivo de la Real Audiencia de Lima, los manuscritos de las bibliotecas conventuales y de la Biblioteca Nacional, los cronistas, memorias de virreyes, poemas coloniales, relaciones militares, estadísticas o eclesiásticas, cartas de Indias, colecciones de documentos históricos o literarios. Algunas tradiciones no tienen más objeto que contar el origen de una frase divertida, o hacer lexicografía amena explicando el sentido de un refrán o el nombre de una calle, o celebrar las glorias del cigarro, o exhibir conocimientos de tauromaquia. A partir de ese primer elemento, Palma

traza un breve relato de tal manera que la perspectiva de los hechos no le impida intervenir ni estar lejos de su lector —un lector que más bien cree estar escuchando y no leyendo, Palma no es un narrador discreto, ni confía en la autonomía de su cuento; le gusta intervenir, soltar comentarios implicantes al oído, hacer acotaciones, permitirse largos paréntesis explicativos para que se vea cuánto sabe de tal o cual personaje, saltar del pasado trayéndose una alusión aguda a la época presente, hilar una anécdota tras otra siguiendo los caprichos de su memoria, etc. La forma abierta, flexible y sin rigor aparente, adereza el cuento. Si es lícito hablar de una tradición prototipo, ésta suele tener tres partes o momentos. La primera parte presenta la historia que se va a narrar u ofrece un cuadro del ambiente en el que ocurrirá la tradición. Muchas cosas pueden decirse de esta parte de la tradición. Primero, que es una herencia del romanticismo y su gusto por la digresión, la parrafada erudita, moral o filosófica. Segundo, que en la opinión de Palma tenía mucha importancia didáctica. Por último, que muchas veces resulta impertinente para los efectos de la narración: sirve de pretexto para informar sobre minucias muy laterales. Tras este intermedio, venía la tercera parte (complementada, como en este caso, con un brevísimo epílogo) en la que el autor redondeaba la anécdota y narraba más abundantemente. Es habitual que esta parte tenga profuso diálogo, lo que contribuye a dar vivacidad a la escena y perfil memorable a ios personajes son refranes y proverbios, coplillas y epigramas, sentencias picarescas y frases intencionadas, preguntas especiosas y respuestas ingeniosas, se acumulan en un tempo dinámico que conduce casi sin dilación al final sorpresivo o cómico y a la moraleja del asunto. La moraleja misma contiene buena parte de la ironía del relato porque puede mostrar simpatía por el culpable de la historia, o porque mella el prestigio de un personaje muy ilustre, o porque ensena que en los asuntos más elevados juegan las pequeñas pasiones humanas. El éxito de las Tradiciones y el prestigio de Palma como escritor en toda América y España, no fueron realmente puestos en tela de Juicio sino en 1888, cuando el autor recibió el famoso y frontal ataque de Manuel González Prada, caudillo, ideólogo y esteta de una nueva generación —había nacido en 1844, once años después que Palma— marcada profundamente por el desastre nacional áe la guerra con Chile (1879-83), afrancesada en sus gustos y, sobre todo, antirromántica. Era inevitable que Palma y González Prada chocasen; en ese encuentro hay que ver, más allá de una simple querella personal, el conflicto de dos modos de ejercer literatura, de dos actitudes ante la realidad y el lenguaje que la representa. Ya en 1886, cuando González Prada era presidente del "Círculo Literario", había usado la tribuna de "El Ateneo" para criticar las letras peruanas y condenar, sin particularizar todavía, la herencia hispánica y el leyendismo romántico; González Prada affermò: "¡Quien escribe hoy desea vivir mañana [...]. Si un autor sale de su tiempo ha de ser para adivinar las cosas futuras, no para desenterrar ideas y palabras muertas. Arcaísmo implica retroceso; a escritor arcaico, pensador retrógrado". No sabemos si Palma acusó o no este primer golpe, pero sì acusó el segundo, lanzado el crucial año 1888, en el teatro "Olimpo", cuando su encarnizada

crítica se centra en asuntos literarios y específicamente en la tradición de Palma. Su análisis del panorama literario peruano es implacable: "De la poesía van desapareciendo las descoloridas imitaciones de Bécquer; pero en la prosa reina la mala tradición, ese monstruo enjendrado por las falsificaciones agridulcetes de la historia y la caricatura microscópica de la novela". Ridiculiza su estilo: "Verdad en estilo i lenguaje vale tanto como verdad en el fondo. Hablar hoi en idiotismo i vocablos de otros siglos, significa mentir, falsificar el idioma. [...] Insertar en un escrito moderno una frase anticuada, equivale a incrustar en la frente de un viejo el ojo cristalizado de una momia". Condena toda la literatura peruana "tradicional": "El Perú no cuenta hoi con un literato que por el caudal Í atrevimiento de sus ideas se levante a la altura de los escritores europeos, ni que en el estilo se liberte de la imitación seudo-purista o del romanticismo trasnochado. Hai gala de arcaísmo, lujo de refranes i hasta choque de palabras grandilocuentes; pero ¿dónde brotan las ideas? Se oye ruido de muchas alas, mas no se mira volar al águila". Palma sufrirá un hondo desaliento y una considerable crisis emocional por esos "discursos muy insolentes contra los Académicos, contra España y contra los hombres que peinan canas, culpando a éstos de todos los males del Perú". El espíritu de Palma no es tanto colonialista, como ambiguo y tolerante: aunque encuentre en el pasado motivos de repudio, eso no lo aparta de él, como si lo apartan de su contexto contemporáneo las miserias de la vida nacional, la inmoralidad pública, la ingratitud y la incomprensión de las gentes. Puede tener defectos, pero el pasado es su refugio, su paraíso psicológico cuando la época actual lo hiere con su prosaísmo y practicidad. Por ejemplo, condena a los jesuítas, revela los oscuros entretelones de la Inquisición y, en general, hace gala de anticlericalismo, pero la vida religiosa lo apasiona en definitiva más que la política contemporánea. Su evasión al pasado está llena de concesiones. La relación de Palma con la colonia es ambigua porque la imagen literaria que ofrece de ella es complaciente y cortesana: corresponde a una visión ya bastante generalizada de la vida colonial, que es la visión tradicional de la burguesía emergente tras la liberación americana. Los testimonios de viajeros, la mitificación popular, el mismo desengaño republicano, habían contribuido a hacer de la colonia una realidad legendaria aún antes de que Palma fijase esa imagen arcádica en sus Tradiciones. Palma no inventó el mito colonial; lo aprovechó, lo fijó en un canon literario de vasto alcance. Aunque parezca sorprendente pocos años después de la emancipación, la colonia no era en la memoria colectiva una etapa de opresión y avasallamiento, sino una era de esplendor, un jardín de delicias, una corte embrujada de amoríos y lances, un cuento hecho realidad. Las Tradiciones se concillan con el ánimo regresivo de la pequeña burguesía peruana que contempla con nostalgia su propio pasado dependiente y para la que "todo tiempo pasado fue mejor".