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Julio Ramón Ribeyro. Página principal

Julio Ramón Ribeyro Semblanza | Obras | Fotografías | Miscelánea

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Julio Ramón Ribeyro - Semblanza

Julio Ramón Ribeyro Semblanza | Obras | Fotografías | Miscelánea

Semblanza Julio Ramón Ribeyro se dedicó a la escritura con el mismo placer y resignación con el que se sobrevive un vicio: sin remedio. Aunque en algún momento confesó ser un "hedonista frustrado", pues su vida siempre se sostuvo en los frágiles "umbrales de la salud", Ribeyro practicó la embriaguez moderada como método de conocimiento y la escritura como sucedáneo del tabaquismo. Su trayectoria de fumador atraviesa uno de los momentos sin duda más felices de la prosa latinoamericana: el cuento autobiográfico "Sólo para fumadores". Ahí, detrás del ácido carbónico y el humor negro que Ribeyro exhala contra sí mismo, apenas se oculta la historia de una vocación literaria asumida como una disciplina intransigente, renunciando a cualquier prestigio público e incluso a cualquier mérito. En más de una ocasión, este fumador incorregible declaró que, para él, el acto creativo había adquirido la misma naturaleza de los vicios: un hábito que luego se convierte en una enfermedad incurable, autodestructiva y fanática ("escribir es desoír el canto de sirena de la vida"), pero que se revela, al final, como la única medicina posible contra la grisura del mundo. Ribeyro no escribe por oficio, acaso ni siquiera por vocación; lo suyo es un impulso fatal, una necesidad inaplazable. Dejar de hacerlo, como dejar de fumar, le habría hecho la vida insoportablemente insípida. Ribeyro nació en 1929, en una ciudad que aún aguardaba ser escrita. Enemigo de la crítica biográfica a lo Saint-Beuve, el autor de Los geniecillos dominicales escribió en la primera página de su autobiografía inconclusa: "Se puede ser una nulidad a pesar de una estirpe ilustre e inversamente un hombre excepcional nacido en un medio humilde e iletrado[...] Mi vida no es original ni mucho menos ejemplar y no pasa de ser una de las tantas vidas de un escritor de clase media nacido en un país latinoamericano en el siglo veinte." A cambio, Ribeyro propuso en sus Prosas apátridas una crítica que se organizara alrededor de los rostros: "Cada escritor tiene la cara de su obra." En efecto, la obra de Ribeyro, discreta e inapresable, no merecía otro rostro que el de su autor. En las pocas fotografías que se conocen de él, siempre está de paso, como queriendo escapar de la posteridad. Flaco, débil y tímido, sus ojos guardan, en cambio, una extraordinaria viveza, inteligente y puntillosa, y sus labios delgados descubren, además del infaltable cigarrillo, una sonrisa ambigua, a un tiempo irónica y afectuosa. Además, el cuerpo enfermizo de Ribeyro siempre parece estar nadando entre sus ropas, como si la compostura, el éxito y la salud fueran camisas demasiado pequeñas e incómodas para habitar en http://sololiteratura.com/ribsemblanza.htm (1 of 4) [08/09/03 06:39:15 p.m.]

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ellas. Un día, después de haber canjeado la carrera de Derecho por la de Letras, el joven fumador decidió renunciar también a su domicilio y a su cédula profesional para recorrer mundo en busca de la página y el cigarrillo perfectos. Vivió provisionalmente en Madrid, Amsterdam, Amberes, Londres, Munich y París, con nada más que "una maleta llena de libros, una máquina de escribir y un tocadiscos portátil". Ajeno a las aventuras literarias y mercantiles del boom, Ribeyro nunca vivió de lo que escribía. A lo sumo, compró un paquete de Gitanes con lo poco que recibió en una librería de viejo por los diez ejemplares de su primer libro de cuentos, Los gallinazos sin plumas, "que un buen amigo había tenido el coraje de editar en Lima". Empleado de la Agencia France-Press por casi diez años, trabajó antes de repartidor de periódicos y después como periodista de los programas en español de una radio francesa. El introvertido escritor peruano prefería situarse detrás de la noticia, a diferencia de sus contemporáneos, quienes procuraban a toda costa tener un papel público. Guardaba la certeza de que la escritura se fundaba en su irrelevancia social, en ser tan sólo "un punto de vista, una mirada". En buena medida, la narrativa de Ribeyro participa de ese impulso por partir, esa imposibilidad de someterse a un pasaporte único y esa irresistible disposición a pasar inadvertido. Diversidad y concentración son los signos de esa premura. En momentos en los que las novelas caudalosas y la ostentación formal recorrían las concurridas rutas del gusto editorial, Ribeyro le apostó todo su capital literario a la brevedad del cuento y la administración escrupulosa del lenguaje; en su ligero maletín sólo había espacio para lo esencial. Convencido, como tantos escritores latinoamericanos de los cincuenta, de que las ciudades existen en la medida que son narradas (los habitantes hacen y viven una ciudad, pero sólo los escritores las dotan de una segunda realidad, una dimensión perdurable), Ribeyro aceptó el desafío de fundar la geografía literaria de la Lima moderna e indagar en sus posibilidades narrativas aún inexploradas. Sin embargo, para descifrar el mensaje caótico del territorio urbano, eligió un "lente distinto" al de sus contemporáneos. Al afán totalizador, la visión multifocal y heteróclita de los narradores del boom (eso a lo que Ribeyro llamaba el "aspecto nuevo rico" de la literatura latinoamericana), el autor peruano opuso la crónica mínima e intensa de los hechos comunes y nimios. Como el niño del cuento "Por las azoteas", Ribeyro diseña un mundo imaginario hecho de trastos rotos e inútiles, objetos y seres que no encuentran acomodo en ningún lado, y a los que brinda una última mirada. Sus personajes forman una verdadera sociedad anónima, cuyo único capital es la aventura prometida y burlada, "el consolador mundo de la ilusión": la joven que recorre París en busca de posters turísticos para tapizar su casa y cumplir su tour imaginario alrededor de la alcoba; el educador peruano que cree vivir en París una tardía aventura amorosa que se revela como un engaño que lo conduce a la muerte; el desempleado que diseña elegantes tarjetas de presentación mientras es llevado a la cárcel por no pagar la cuenta... El antidramatismo de estas tramas radica en el doble juego de lejano acercamiento que hábilmente propone su prosa. Escéptico radical, pero nunca cínico, Ribeyro es alternativamente cruel y piadoso, corrosivo y benigno. Autor en fuga, auténtico "pasajero en tránsito", Ribeyro se procuraba identidades y escrituras distintas. Por sus 87 cuentos (Cuentos completos, Alfaguara, 1994) transitan varios narradores, filiaciones literarias, temperaturas y temas. Cuentos http://sololiteratura.com/ribsemblanza.htm (2 of 4) [08/09/03 06:39:15 p.m.]

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rurales, fantásticos, épicos, alegóricos, urbanos, satíricos, de enigma,de infancia, "de literatos"; lo mismo acude a la crónica que a la autobiografía sesgada, a la crítica, la parábola y la fábula. No sólo eso: Ribeyro construye sus frases "palabra por palabra" buscando, con singular obstinación, trazar un camino hacia un estilo neutro, es decir, hacia la supresión de cualquier estilo. Escribió tres novelas, algunas obras de teatro, ensayos literarios y libros de difícil clasificación, como Los dichos de Luder y Prosas apátridas. En el primero, se definió como un decidido "corredor de distancias cortas"; se trata de una colección de frases dichas por un ubicuo personaje llamado Luder, escritas sin otra conciencia que su propia celeridad. A un paso del aforismo y la anécdota inteligente, estas citas extraídas de ningún lado van dibujando la personalidad y la vida ocultas de un personaje que se ríe de sí mismo con singular desparpajo y en el que no sería raro reconocer al propio Ribeyro. Las Prosas apátridas son, por su parte, el compendio de los muchos escritores que fue JRR, su auténtico documento de identidad. Síntesis de una personalidad huidiza, en perpetua mudanza, estas prosas carecen de "un territorio literario propio": "No son -escribe en la 'Nota de autor'- poemas en prosa, ni páginas de un diario íntimo, ni apuntes destinados a un posterior desarrollo." En las Prosas... Ribeyro dibuja sus pensamientos, rescata la pedacería de las horas perdidas, atrapa gestos cotidianos, relata anécdotas que son trozos de cuentos, describe sueños, visiones e intuiciones; consigna las pequeñas imbecilidades del mundo; escribe ensayos instantáneos, encapsulados. El libro es, así, el continente imaginario y provisional (las Prosas... conocieron varias ediciones corregidas y aumentadas) a donde fueron a dar fragmentos y apuntes perdidizos escritos con el curso de los años, y que no hallaban alojamiento en ningún libro o género definidos. Recojo aquí la prosa 161, por tratar un asunto insignificante, de esos que le gustaban a Ribeyro, y por confirmar su certeza de que "todo tiene importancia, nada tiene importancia, aquí, ahora": "Costumbre de tirar mis colillas por el balcón, en plena Place Falguière, cuando estoy apoyado en la baranda y no hay nadie en la vereda. Por eso me irrita ver a alguien parado allí cuando voy a cumplir este gesto. '¿Qué diablos hace ese tipo metido en mi cenicero?', me pregunto." El destino que han seguido estas Prosas... es tan extraño y paradójico como el de toda la obra de Ribeyro. En Los dichos de Luder alguien pregunta: "¿No te preocupa escribir desde hace treinta años para haber alcanzado tan minúscula celebridad?" A lo que Luder responde: "Por supuesto. Me gustaría escribir treinta años más para ser completamente desconocido." En efecto, el autor de La tentación del fracaso. Diario personal 1960-1974 quiso ser un escritor afantasmado, el volátil inquilino de sus cuentos, dispuesto a desaparecer después de haberle pagado su cuota a la ficción. Sin embargo, a fuerza de disimular su talento, Ribeyro fue surgiendo, para su sorpresa, no sólo como un maestro indiscutible del relato corto, sino como uno de los autores más leídos en Perú. Y fuera de Perú. Cuenta Bryce Echenique que un mercenario de la guerra de Vietnam se fue desde Birmania hasta París nada menos que a pedirle al ocupado de Ribeyro que le escribiera sus memorias, "porque de lo contrario... Decía Julio Ramón que el pistolón era de este tamaño". No es raro, entonces, que un libro tan heterodoxo como las Prosas apátridas, cuya tesitura intelectual parecía ser coto exclusivo de literatos, se haya convertido en prontuario http://sololiteratura.com/ribsemblanza.htm (3 of 4) [08/09/03 06:39:15 p.m.]

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de bolsillo de taxistas y médicos. Enemigo de los reflectores y micrófonos, Ribeyro solía enviar a sus "representantes" (su amigo Bryce, su propio hijo o quien estuviera a la mano) a la escena, diciendo en su descargo que estaba bajo la tiranía de un severo resfriado. En noviembre de 1994 fue condecorado con el Premio Juan Rulfo, a cuya ceremonia no pudo asistir a causa de su delicado estado de salud. Su desdén por el prestigio y las aureolas había llegado demasiado lejos. Ribeyro murió pocos días después, el 4 de diciembre de ese año.

La Jornada Semanal, 5 de mayo de 1996. Por Vivian Abenchuchan (Vivian Abenchuchan nació en la ciudad de México en 1972. Es alumna de Letras Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha colaborado en la revista Ensayo y en el suplemento sábado, de unomásuno).

Encontrado en: http://www.jornada.unam.mx/1996/may96/960505/semribeyro.html

[Otras semblanzas]

Julio Ramón Ribeyro

Semblanza | Obras | Fotografías | Miscelánea

Autores | Países | Noticias | Mis Datos | Premios | Correo

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Julio Ramón Ribeyro - Obras

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Obras



Los gallinazos sin plumas (1955) Cuento. ❍ ❍

Los gallinazos sin plumas (cuento) La voz de los desheredados. Por Gualberto Baña. Babelia, 4 de agosto de 2001



Cuentos de circunstancias (1958) Cuento.



Crónica de San Gabriel (1960). Novela.

San Gabriel es un hacienda en el interior del Perú. A ella acude, por razones familiares, un adolescente criado en la capital. «Pero San Gabriel no es un casa, como tú crees», le advierte Jacinto, «el loco» de la familia, «ni un pueblo. Es una selva». Y, de hecho, en contra de toda expectativa, lo que encuentra Lucho en ese mundo rural, de mucha generaciones de terratenientes, es una comunidad que, como toda comunidad cerrada y aislada por mucho tiempo, «con sólo respirar el aire, se envenena» y en la que «el pez más grande se come al chico» y «los débiles no tienen derecho a vivir»… Pese a la atracción que ejerce sobre él su prima Leticia, mala y perversa, Lucho empezará a sentir el peso de las miserias amorosas, las intrigas, las rivalidades, los engaños y la saña gratuita con los que se entretienen sus parientes del campo. Sólo el gran terremoto hará tambalear ese http://sololiteratura.com/ribobras.htm (1 of 9) [08/09/03 06:39:36 p.m.]

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mundo hasta entonces indemne y, una vez «abierta la brecha, unas llaman a otras y pronto son legión». "Escribí "Crónica de San Gabriel" cuando me encontraba viviendo solo en Munich (Alemania), sin saber alemán y en una pensión en donde era imposible comunicarse por desconocer el idioma, tampoco salía a la calle por el frío polar imperante...comencé pues a escribir para salirme del entorno en el que vivía e imaginar todo el tiempo pasando unas plácidas vacaciones en la sierra peruana. Claro que no sabía entonces que escribía una novela, sino me divertía recordando algo ameno para olvidar algo adverso". (J.R. Ribeyro) Tusquets Editores Col. Andanzas ESPAÑA (01/04/1983) ISBN: 84-7223-208-5 214 pág.



Las botellas y los hombres (1964). Cuento. "... Pero si hay un cuento, una pieza divertida sobre los mundos y los afectos que destilan las botellas, esa es la titulada Las botellas y los hombres, del peruano Julio Ramón Ribeyro, capaz de beberse una licorería y caer de pie. Divertido y penetrante, el peruano nos relata el encuentro entre un padre y un hijo después de ocho años. Un padre arrancado del festín de la vida y con ganas de parranda y un hijo maquillado por el brillo del dinero y acomplejado de progenitor. Los vapores del alcohol aproximarán sus corazones para después repelerse" (Bob Hunter, Qué Leer, 4 de julio de 2001)



Tres historias sublevantes (1964) Cuento.

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Los cautivos (1972). Cuento. "Las cosas andan mal Rosa cuando hoy subiste a la oficina y te quitaste la boina con desgano y tu abrigo con muchísima pena y tu bufanda como si fuera tu propio sudario y entre el ruido de los teletipos miraste sin ánimo los papeles que te esperaban por traducir siempre los mismos la Bolsa de París las cotizaciones de Wall Street el mercado del café y otros asuntos que hacen la fortuna o la desventura de muchos y de los cuales eres tú desde hace tantísimos años el anónimo escribano tú Rosa(...)" Carmelo Rosa en Los cautivos de Julio Ribeyro.



El próximo mes me nivelo (1972). Cuento.



Teatro (1975)



La caza sutil (1975) Ensayo. Lima: Milla Batres (Ed.)



Cambio de guardia (1976) Novela. Cuando un general se adueña del poder mediante un golpe de Estado nace el tirano que se dispone a cambiar radicalmente no sólo la vida política de un país, sino también la actividad cotidiana colectiva y privada de toda una comunidad de individuos que a lo mejor nunca pensaron en verse metidos en líos. Así es como un pobre vendedor de dulces, un humilde turronero criollo que lleva una existencia anónima y miserable, acaba siendo juzgado y condenado a muerte en extrañas circunstancias. Y todo porque gente tan importante y poderosa como un general ambicioso, un ministro mezquino y un funcionario corrupto, a los que jamás le ha unido vínculo aparente alguno, le envuelven a pesar suyo en una enmarañada intriga. Cambio de guardia cuenta cómo el azar que gobierna la historia de una nación termina también gobernando, mediante un complejo sistema de engranajes, la peripecia individual de cualquiera de sus habitantes.

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Tusquets Editores Col. Andanzas ESPAÑA (01/05/1994) ISBN: 84-7223-437-1 312 pág.

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Silvio en el rosedal (1977) Cuento.

Julio Ramón Ribeyro es uno de los cuentistas más admirados hoy de la literatura en lengua española. Los relatos aquí reunidos constituyen algo así como la esencia misma de su extensa obra como cuentista, hoy ya convertida en obra clásica de la literatura contemporánea. Ribeyro acostumbra a colocar a sus personajes en situación, primero, de inaprensible desconcierto y, luego, de inevitable asombro. Lo fantástico se desliza casi desapercibido por detrás de escenarios y circunstancias que suelen pertenecer a la vida cotidiana, a una existencia en principio sin sorpresas pero que, en realidad, parece asentarse sobre inesperadas tierras movedizas que la condenan a un permanente, aunque latente, estado de inquietud. Nada es lo que aparenta ser, y lo que es puede dejar de serlo en cualquier instante, por cualquier capricho del azar —o del escritor, quien incita así al lector a jugar con las piruetas de su propia imaginación.

Tusquets Editores Col. Andanzas

Ed. Plaza y Janés Col. Relatos ●

Atusparia (1981) Teatro.



Los geniecillos dominicales (1965) Novela. Tusquets Editores. Col. Andanzas. ESPAÑA (01/05/1983). ISBN: 847223-209-3. 246 pág.



Fragmento

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Prosas apátridas (1975; 1986). (Sin clasificación) Desde el bohemio hasta el hombre casado y padre de familia, todo, casi todo, en la vida de Julio Ramón Ribeyro ha ocurrido como tratando de destruir al escritor que hay en él y nada, sin embargo, ha logrado destruirlo: su silenciosa terquedad creador ha alcanzado, absurdamente, el fruto que le estaba estrictamente prohibido, la Obra. Lentamente, casi a pesar suyo, ésta ha ido cobrando volumen, peso. Hoy, sus cuentos están reunidos, en Perú, en tres extensos volúmenes de los cuales se publicó, en España, una selección con el título de Juventud en la otra ribera (Argos Vergara, 1982); dos de sus tres novelas, Crónica de San Gabriel y Los geniecillos dominicales, están publicadas por Tusquets en su colección “Andanzas”; y estas Prosas apátridas, que aparecieron en esta colección en 1975, vuelven a la luz, aumentadas y, al parecer del autor, finalmente completas, con 111 prosas más. ¿Qué son estas Prosas apátridas? ¿Son apuntes sueltos, páginas de un diario íntimo, una filosofía de bolsillo? Posiblemente son todo eso y más; pero sobre todo son un autorretrato espiritual, la esencia que una experiencia literaria filtra de su fidelidad a la vida. Varios motivos centrales evitan la dispersión de la miscelánea. Estos motivos son: la literatura, el sexo, los hijos y la vida doméstica, la vejez y la muerte, la historia, la calle como espectáculo y la ventana como observatorio de la existencia. ❍



Fragmentos.

La tentación del fracaso (1987) Diarios. "Un amigo es alguien que conoce la canción de tu corazón y puede cantarla cuando a ti ya se te ha olvidado la letra. Los amigos desarrollan en nosotros nuestras virtudes potenciales. Una persona sin amigos corre el riesgo de no llegar jamás a conocerse. Cada amigo es un espejo que nos refracta desde un ángulo distinto. Cada amigo crea en nosotros una zona de contacto, un campo propicio al desarrollo de un determinado tipo de amistad. Es por ello que podemos tener dos amigos íntimos que no lleguen jamás a comprenderse entre sí. Perder un amigo significa muchas veces neutralizar un sector de nuestra personalidad". Julio Ramón Ribeyro. La tentación del fracaso.

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Tusquets Editores. Col. Marginales ISBN: 84-7223-089-9 184 pág.

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Fragmentos del diario. PRIMER ACERCAMIENTO A "LA TENTACION DEL FRACASO", DE JULIO RAMON RIBEYRO. Por Sergio R. Franco Un Amigo de Ultratumba. Escribe FERNANDO AMPUERO.



Sólo para Fumadores (1987). Cuento.



Dichos de Luder (1989) (Sin clasificación) ❍





Dichos de Luder. Los dichos, "on line".

Relatos santacrucinos (1992). Cuento. La palabra del mudo (recopilación de cuentos: I y II, 1973; III, 1977, y IV, 1992). Jaime Campodónico editor La obra cuentística de Ribeyro está agrupada en La Palabra del Mudo, título que se explica, según el mismo autor, porque a través de la mayoría de sus cuentos se expresan los marginados, los olvidados, los condenados a una existencia sin sintonía porque en sus vidas están privados de la palabra. «Yo les he restituido este hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, sus arrebatos y sus angustias», escribió el desaparecido literato. (RIBEYRO, Julio Ramón, Cuentos Populares, Munilibros 2, Municipalidad de Lima Metropolitana, Lima, 1986, p.8.)

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Alegatos de la modernidad en algunos cuentos de La palabra del mudo de Julio Ramón Ribeyro. (Documento en formato PDF). Por Adolfo J. Cisneros, Bradley University

Antología personal. Ed. FCEUSA, Col. Tierra Firme. 1994. 235 pp. ; 21 x 14 cm.



Cuentos completos. Ed. Alfaguara. Col. Obra Reunida. 1994 FECHA DE PUBLICACIÓN: 20/05/1994. PÁGINAS: 752. PRECIO: 4050 Pta. / 24.34 e. ISBN: 84-2048142- FORMATO: : 15 x 24 cm “El lector tiene ante sí todos los cuentos de un narrador excepcional que, a lo largo de cuatro décadas, se ha entregado a la literatura sin aspavientos, alejado de modas y todo tipo de experimentalismos al día.” Alfredo Bryce Echenique. Contiene los libros:

Los gallinazos sin plumas Cuentos de circunstancias Las botellas y los hombres Tres historias sublevantes Los cautivos El próximo mes me nivelo Silvio en El Rosedal Relatos santacrucinos

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Reseña. Por Antonio Paniagua. Literaturas.com

Cuentos. Ediciones Cátedra, S.A. Colección: Letras hispánicas, nº 466 Páginas: 328 P. 18X11 (RUSTICA) Fecha de publicación: 30/05/1999 Comentario editorial: Esta edición recoge diecisiete relatos del autor, por donde deambulan humildes personajes desdichados, fracasados, en cuyos finales hay un deseo de incorporar cierta trascendencia o universalidad a lo relatado.

Textos sueltos: ● ● ●

La insignia. Cuento. El banquete. Cuento. Carlos Enrique Polanco / Pinturas. Lima de mis amores y de mis odios. Quien cantará tu visible fealdad y tu secreta belleza. No se canta sólo con el verbo sino también con la paleta. Y la de Polanco ha logrado cantar la secreta belleza escondida en Lima la horrible.

Julio Ramón Ribeyro

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Miscelánea ●



















El descarriado por la soledad. Enrique Vila-Matas. Letras Libres, marzo de 2003. Ribeyro o el desdiario de un hombre cansado. Por Bruno Hernández Piché. Letras Libres, febrero de 1999. Dos conversaciones con Julio Ramón Ribeyro. Por Jorge Coaguila, en "Ribeyro. La Palabra Inmortal" (Jaime Campodónico, Editor, 1995). Noticia de prensa sobre estas entrevistas. Historia de una amistad. Por Jorge Coaguila. El doble como objeto de deseo en doblaje de Julio Ramón Ribeyro. Por HERALDO FALCONI. Hispanic Culture Review. Volume III, Number 2-3. Fall 1996-Spring 1997. Prólogo de 'Las Respuestas del Mudo'. Prólogo aún no publicado del próximo libro de Jorge Coaguila, un joven escritor que ha basado su obra en la compilación de importantes entrevistas y trabajos periodísticos con el fin de elaborar valiosos compendios que aporten a posteriores estudios. Entrevista a Eielson. Por Julio Ramón Ribeyro. La casa de cartón. Revista de cultura. OXY Lima, verano-otoño de 1995. II Época Nº 6. La voz de los desheredados. Por Gualberto Baña. Babelia, 4 de agosto de 2001 Libro sobre Ribeyro: LOS MARGENES DE LA REALIDAD EN LOS CUENTOS DE JULIO RAMON RIBEYRO. University Press of the South. Latin American Studies. Por Jesús Rodero Ribeyro en Puro. Una visión de la obra de Ribeyro en su cumpleaños. Caretas,

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1685, 29 de Argosto de 2001. ●





Julio Ramón Ribeyro: el rumor de la vida. Información sobre este libro que estudia la figura de J.R. Ribeyro. Información sobre el libro de entrevistas de Jorge Coaguila: Ribeyro, la palabra inmortal. Bryce Echenique comienza su taller literario con la obra de Ribeyro. El Mundo, Miércoles, 15 de noviembre de 2000

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Letras Libres

Letras Libres, Marzo 2003 Enrique Vila-Matas

TERTULIA

Conspiración Shandy: El descarriado por la soledad o más probable es que las galeradas que a finales del 74 transporté de Barcelona a París fueron las de Prosas apátridas, artefacto literario que con el tiempo se convertiría en uno de mis libros favoritos. Beatriz de Moura, su editora en España, me dijo que ya que iba a París pasara por la casa del peruano Julio Ramón Ribeyro y le entregara esas galeradas. Creo que no había oído hablar nunca de Ribeyro, pero la misión que me habían encargado me la tomé muy en serio, como si fuera la primera responsabilidad que tenía en mi vida. Busqué al llegar a París la dirección de metro más cercana a la plaza Falguière y emprendí un largo viaje hasta la casa del escritor. Subí por una empinada escalera, llamé al timbre y Ribeyro, que estaba jugando con su hijo en el recibidor de la casa, abrió esa puerta en el acto. Yo era muy tímido. Ribeyro, por lo visto, también. "Le traigo esto", dije. Luego he sabido, por su diario personal —La tentación del fracaso, acaba de publicar Seix Barral en España este extraordinario documento, un gran libro—, que para Ribeyro había un paralelismo entre la actividad de su hijo y la suya, entre el juego y la escritura: "El estado de ánimo que a mi hijo le conduce a los juguetes es similar al que me sienta frente a mi máquina. Insatisfacción, aburrimiento, deseo de ceder la palabra al otro o los otros que hay en nosotros mismos..." Ribeyro cogió las galeradas y me observó en silencio. Era alto y enjuto, me pareció que de ambigua fragilidad. "De parte de Beatriz", añadí bastante nervioso. En los segundos que siguieron estuve esperando a que él dijera algo. Cuando me pareció que iba a decirlo, huí de allí, y lo hice a causa del pánico que mi timidez y la suya habían provocado en mí. Bajé a gran velocidad las escaleras y cuando me hallaba ya en la primera planta y sentía que iba a alcanzar pronto el aire fresco y liberador de la calle, oí de repente la voz del escritor llegando, amortiguada por la risa feliz de su hijo, desde lo alto del hueco de la lúgubre escalera. —Sosiéguese —oí perfectamente que me decía. Es paradójico. Ha pasado el tiempo y ese tímido, fugaz y frío encuentro lo recuerdo muy cálido. Ignoro de dónde viene ese calor que llega de tan lejos y llega tanto tiempo después. El caso es que el peruano tímido que aquel día me aconsejó sosegarme era alguien que, andando por el bulevar Saint-Michel, se daba cuenta de que su marcha determinaba no sólo la de las personas que venían inmediatamente hacia él —y que tenían que esquivarle— sino la de aquellas que se encontraban cinco, diez, o cien manzanas más lejos. Bastaba que él modificara su andar o que se detuviera ante un escaparate para que toda la circulación de peatones sufriera de inmediato una modificación en apariencia mínima, pero cuyas repercusiones eran literalmente infinitas. Un movimiento de aceleración o de retraso podía determinar que a cinco o diez manzanas de allí, un peatón perdiera la luz verde y tuviera que esperarse o fuera atropellado por un coche. Pero también se daba cuenta de que a su vez su marcha estaba determinada por la de las personas con las que se cruzaba o tropezaba, y vio que en realidad si él en parte dirigía, también era dirigido. Conoció muchos días de lluvia, muchos días extraños. Se pasó la mitad de su vida —tal como cuenta Santiago Gamboa en su prólogo al diario— sentado en las terrazas de los cafés, sobre todo cuando estaba en París, mirando a la gente a la que luego en cuerpo y alma trasladaba a sus extraordinarios cuentos en torno a personajes desdichados, sin energía, individualistas, marginados, solitarios hallados en los bulevares periféricos de la vida. También había espiado en Múnich, cuando vivió en esa ciudad una larga temporada, pero ahí de una forma angustiosa: "Aniquilado. Cerca de un mes que no recibo cartas ni de casa, ni de C., ni de París. He pasado toda la semana con la cara pegada a la ventana, espiando la evolución del cartero. El tiempo ha cambiado. Llueve". Solitario con amores, hombre de ambigua fragilidad y de cara pegada a una ventana, hombre que colaboraba con su andar errante en la modificación del tránsito en los bulevares, Ribeyro sentía la tentación del fracaso, lo que le llevaba a una sensación continua de descontento y a una dura interrogación sobre si lo que estaba escribiendo tenía valor. Y al mismo tiempo a un furioso deseo de no realizar una obra maestra, por temor a que le condenara a no hacer nada más, algo que no habría podido soportar nunca, pues —tal como dice en su diario— sólo se sentía bien cuando escribía. Náufrago de sí mismo, vivió en el temor a la obra perfecta mientras se preguntaba si tenía valor lo que escribía. Y de este contradictorio y artístico desasosiego es testigo el magistral diario que ahora se publica, un diario de fatigas de esa frágil y al mismo tiempo poderosa figura que fue Ribeyro, especialista en llegar sin avisar, como ha ocurrido ahora con la publicación de las páginas de su diario: escritor capaz de quedarse quieto y descarriado en la terraza de un café y al mismo

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tiempo moverse por los bulevares modificando el ritmo del mundo. Ribeyro, tímido y genial al mismo tiempo. Y, como él mismo decía, hombre descarriado por la soledad. Nada se aprende de la soledad, opinaba Brecht. Pero, ¿podría también decirse que nada se crea en el estudio del solitario? No hay duda de que la soledad creó el diario de Ribeyro. Una soledad, como el diario, muy grande. Y es que ella siempre tiene mucho sitio en su casa, es muy hospitalaria. Todos sabemos que la soledad no es sólo espiar al cartero. ~ Encontrado en: https://www.letraslibres.com/interna.php?num=51&sec=5&art=8641

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Letras Libres, Febrero 1999 Bruno Hernández Piché

LETRAS, LETRILLAS Y LETRONES

Ribeyro o el desdiario de un hombre cansado as formas de la indiferencia son múltiples, abrumadoramente ilimitadas. Con dificultad podría decirse de quien mantiene un diario que es un apático consumado, un olvidado de sí, no se diga de su realidad circundante; el diarista, para ser tal, no puede prescindir de la materia misma con que registra las fatigas del calendario: él y lo demás. Aun así, es posible estar al día y ser indiferente y anodino. Por ejemplo Kafka en la entrada del 2 de agosto de su Diario, año 1914: “Alemania declaró la guerra a Rusia. Por la tarde, en la Escuela de Natación”. Otro gran insatisfecho, Julio Ramón Ribeyro, comparte con el autor de La metamorfosis el hastío del solitario que se aburre los domingos, el personaje cansado que busca con desesperación salir de sí mismo y lo único que logra es caer con las palmas de las manos en el fango del mundo. Pero en su diario personal, la indiferencia del escritor peruano al que le horroriza la monótona vida de todos los días, se vuelve a veces en su contra prodigándolo con el favor de la visión –a veces profética– en el teatro de los acontecimientos; como en París, durante el año axial de 1968: “La caída de De Gaulle: Gulliver vencido por los enanos. Los franceses no soportan la grandeza, la desmesura. Prefieren una confortable mediocridad. [...] Por no haber tolerado a un Quijote se condenaron a ser gobernados por una cohorte de Sanchos”. Llama la atención que alguien asediado por la pobredumbre de una existencia tan inmóvil como incógnita, pueda al mismo tiempo reconocer en la imagen de un estadista el pulso de la época (o elucubrar en un minucioso texto de criminología, “Al pie de la letra”, el perfil psicológico del antropófago más célebre del momento: Akito Kamura). Cioran es otro miembro distinguido de esa cofradía de ensimismados capaces de concentrar su lucidez pesimista y descreída en un aforismo, o de prolongar amistades en rigurosos ejercicios de admiración. Los diarios propician la frase sentenciosa, buscan lo imposible: el sentido de un acto vano, el sitio que ocupará un hecho absolutamente mediocre en la complicada historia personal. El antídoto contra el virus de la solemnidad: la ironía llevada hasta la burla y la autoparodia. No es extraño que José Miguel Oviedo, en su prólogo a las Prosas apátridas, refiera el escepticismo de Ribeyro, su humor generoso que no le reprocha a la vida su avaricia para con los destinos ensañadamente malogrados: incontables fragmentos de ese pequeño y luminoso libro provienen de La tentación del fracaso, su diario personal de 1960 a 1974. Ribeyro, el auténtico marginal y segregado del boom por decisión estética propia, hubiera podido escribir una página del diario de Jules Renard fechada en mayo de 1894:

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Mi literatura no es sino la continua corrección de lo que me sucede en la vida. Como alguien que febrilmente busca en un libro qué hacer para reanimar al ahogado que yace en la orilla. ~ — Bruno Hernández Piché Encontrado en: https://www.letraslibres.com/interna.php?sec=8&art=5684

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Dos conversaciones con Julio Ramón Ribeyro

Dos conversaciones con Julio Ramón Ribeyro (Entrevista)

UNO –¿Por qué se muestra reacio frente a los periodistas, señor Ribeyro? –En realidad por dos motivos: el primero es que la mayoría de periodistas que vienen a entrevistarme no saben nada de literatura. El segundo, porque creo que ya lo dije todo, porque siempre vienen con las mismas preguntas. Estoy cansado de responder a lo mismo: ¿y cómo escribe usted?, ¿por qué escribe usted?… –Pero son muchos los jóvenes que no tienen la oportunidad de leer las entrevistas que le hicieron hace muchos años. –Es cierto. Lo mejor sería que se publicaran en un libro; porque tengo tantas entrevistas, algunas en revistas o publicaciones que ya desaparecieron. Una vez una sobrina me enseñó pilas de recortes… –Este libro que dice ¿por qué no lo publica con un solo periodista que le pregunte de todo? –Pero para qué, si hay entrevistas, si lo dicho está ahí. –Pero, a veces, usted cambia de ideas. –Ah, bueno, eso es un riesgo. –Por ejemplo, usted, un tiempo quería escribir una novela innovadora. Confesaba que pretendía: "Escribir una novela de vanguardia, con carácter experimental, destinada a fraguarme un nuevo lenguaje y una nueva forma de expresión". Tenía esa intención. –Ah, claro, esa es una entrevista que me hicieron en 1960 para La Gaceta de Lima. Vea usted la cantidad de años que han pasado, 1960, estamos en 1991, treinta y un años. –Deben ser miles las entrevistas que ha concedido. –No, miles ni hablar. Serían cien, digamos, o quizás un poco más. http://sololiteratura.com/ribmiscdosentr.htm (1 of 15) [08/09/03 06:41:04 p.m.]

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–Entonces miles las rechazadas. –Sí. (Risas). –Además de ello, usted evade la publicidad. –Porque no me gusta promocionar un libro por todo el mundo luego de publicarlo. En ese sentido no me siento tan presionado por mis editores como lo están Alfredo Bryce y Mario Vargas Llosa. –¿Se considera usted un solitario, un lobo estepario, entonces? –No, si no no tendría esposa ni hijo. Aunque, claro, no tengo tantos amigos como Alfredo Bryce, por ejemplo. No se imagina la cantidad de amigos que tiene por todas partes, amigos que lo adoran. –¿No le resulta paradójico que usted, el menos publicitado, tenga la mayor preferencia del público lector? –Pues no sé. Tal vez se debe a que las personas que me leen encuentran muy suya esa atmósfera de frustración, de desadaptación, de marginalidad que caracteriza a mis relatos. Acaso porque los lectores sufren los mismos chascos y humillaciones, acaso porque en mis cuentos no hay vencedores. –Sin embargo, en sus narraciones últimas usted ha cambiado de temas. ¿No cree que esto haya causado el decaimiento de estos últimos cuentos? –No creo, la temática ha cambiado, claro, porque los otros temas los había tratado. Los argumentos que trabajo actualmente ya no son esos asuntos candentes, de enorme gravedad, sino más reflexivos. De otra parte, no creo que estos últimos cuentos estén mal escritos, por el contrario. –Con respecto a su técnica ¿no cree que le faltó Faulkner para tener mayores perspectivas? –La verdad, no he leído a William Faulkner, o más bien lo poco que he leído de él me resultó sumamente pesado. Y no me avergüenzo de decir esto. Lo peor, en este caso, sería mentir y decir que lo he leído. –Faulkner, en su momento, fue un autor que debían leer los jóvenes escritores. ¿Cuál o cuáles cree que deben leerse ahora? –No sé. No leo los libros de moda.

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–Hace algún momento se refirió a la frustración. ¿No se considera usted una persona frustrada? –No, porque he realizado lo que he querido. Yo he querido viajar a Europa, publicar libros, casarme con la mujer que quiero, tener un hijo, tener una casa en Barranco y otra en Europa, y lo he conseguido. No, no me siento frustrado. Aunque no puse en estas cosas el empeño que otros ponen. –¿Cuál es su mayor orgullo, entonces? –(Breve silencio). Ser reconocido por algunas personas cuando camino, por una parejita de enamorados y que diga: "Mira, ese es Ribeyro". Por el mozo del hotel Bolívar, por un chofer de taxis. (Nueva pausa). Siento cierta satisfacción. –Aunque, lo leía por ahí, usted desearía pasar desapercibido. ¿No hay algo contradictorio en lo que dice? –Bueno, me gusta pasar desapercibido, pero me halaga ser reconocido. ¿Cómo se puede entender esto? Yo preferiría, en todo caso, pasar desapercibido. –¿A usted, cuando era joven, no le agradaba o trataba de conocer a los escritores que tenía a su alcance como Ciro Alegría, José María Arguedas…? –No, nunca. –Sin embargo, más tarde, conoció a Borges. –¿Cómo sabe? –Lo leí en una revista de los años sesenta. Había allí una entrevista a Borges, que había ido a Alemania, adonde fue usted también. –Sí, fue en el año 1964. Fui invitado, como muchos otros escritores, al Congreso por la Libertad de la Cultura. Ahí también se encontraban Miguel Ángel Asturias, Guimarães Rosa, Eduardo Mallea, Günter Grass, Ciro Alegría y Roa Bastos. (Toca su rostro con la palma derecha). Recuerdo que había dos bandos: uno con Borges y el otro con Asturias. Mientras Asturias se ponía a hablar de literatura comprometida, Borges, en cambio, hablaba de la estética y no le hacía caso. Asturias era un demagogo. Todo esto es muy gracioso, ¿no? –¿Y usted a qué bando iba?

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–Un rato estaba en una mesa y otro rato en la otra. Recuerdo también que por esa fecha llegó un cable que decía que la novela de Vargas Llosa La ciudad y los perros había sido quemada en el patio del Colegio Militar. Enterados, Roa Bastos y yo redactamos una protesta por ello y firmamos todos los escritores presentes. Es el único documento en donde aparecen juntas las firmas de Borges y Asturias. Pero este documento no se hizo público porque Mario dijo que no había necesidad. –Usted también ha firmado otros documentos, incluso políticos. Leí uno en que usted aparece firmando con Sartre, Simone de Beauvoir, Vargas Llosa y otros contra el apresamiento de Hugo Blanco. –Puede ser, he firmado tantas cosas que ni sé lo que he firmado. A veces cuando todo estaba ya redactado y venían a mí a que yo firmara, yo no podía hacer nada porque mi nombre estaba en la lista, entonces aceptaba no más por amistad. (Sonríe). –En todo caso a usted siempre se le vincula con la izquierda. –No soy izquierdista, aunque he tenido actitudes y acciones izquierdistas. Por ejemplo, apoyé a la guerrilla del 64, de Javier Heraud, o a la guerrilla del 65, de Guillermo Lobatón, Paul Escobar y otros. Me acuerdo que en París, Guillermo Lobatón dijo que había llegado el momento de la decisión: que quiénes iban a la lucha. Todos levantaron la mano, menos yo. (Sonríe nuevamente). Pero qué iba a hacer; yo no tengo espíritu de soldado. No obstante, Guillermo Lobatón, que además fue mi compañero en la Universidad, me dijo: "No te critico, podrás servir aquí". Eran más o menos treinta los que levantaron la mano, pero era por pura figuración, ya que al final sólo fueron cinco, los cinco que murieron. Los otros levantaron la mano sólo para hacerse los machos. –¿Y qué hizo en Mayo del 68? –Bueno, en ese entonces estaba trabajando en la France-Presse, y tenía que ir al trabajo en medio de una huelga general. No había metro ni autobuses ni taxis, por lo que tuve que ir a pie hasta la oficina, pese a la huelga. En el camino todo era un caos, agitaciones y marchas estudiantiles por todas partes, la policía que me detenía a cada rato para que le mostrara mis documentos. Fue terrible. –Cierto sector, también, lo vinculó al aprismo cuando recibió la Orden del Sol. –Y eso qué, ¿soy aprista? –No, le digo que las críticas fueron duras.

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–Ah, sí, alguien dijo por ahí que arrojara la medalla. –Dígame, señor Ribeyro, ¿por qué usted, que tenía tantos amigos en la Universidad de San Marcos, no estudió allí? –Porque en la Católica el ambiente era más tranquilo, sin huelgas, con poca política. Si yo frecuentaba La Casona era para hacer amigos y conversar luego con ellos en los bares. De ese grupo éramos Washington Delgado, Eleodoro Vargas Vicuña, Alberto Escobar, Carlos Eduardo Zavaleta, Alejandro Romualdo, Pablo Guevara, Francisco Bendezú, Pablo Macera y Carlos Germán Belli, a quien no le gustaba mucho el trago. En cambio la Universidad Católica era muy seria para mí. –¿Estudió en la Católica pese a que tiene un antepasado suyo como rector de la Universidad de San Marcos? –Tengo dos, mi bisabuelo y mi tatarabuelo. Sí, pese a eso, pero creo que lo poco que he aprendido ha sido en Europa. –¿Desencantado con la patria? ¿Por qué continúa viviendo en París? –Porque allá viven mi esposa, mi hijo, que es de nacionalidad francesa; porque allá vengo viviendo desde hace treinta años. –¿Ya encontró la playa en el Perú para vivir algún tiempo en ella? –No, todavía la sigo buscando. (Sonríe). –De otro lado, usted plasmó la gente de una generación. Hoy es otra cosa, tal vez la gente de esta generación requiera su voz. –Esta Lima me demandaría mucho tiempo, sabe, tendría que vivir aquí nuevamente. A esta Lima la conozco de manera superficial, de modo que esto no sería posible, además tengo ahora otros temas. –Como miembro del jurado del concurso de cuento Juan Rulfo ¿cuál es el balance de la actual narrativa hispanoamericana? –Bueno, le diré que hay muy buenos cuentos, excelentes cuentos, excelentes cuentos a la altura de cualquier escritor consagrado. Pero hay un hecho curioso, el 50 por ciento –de los dos mil o tres mil trabajos que se presentan–son de escritores argentinos, a quienes les siguen los mexicanos y los colombianos. Aunque, en una oportunidad, ganó el peruano Rodolfo Hinostroza, quien precisamente no es narrador sino, más bien, poeta. –¿Cómo es el caso con el concurso "El cuento de las mil palabras"?

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–Bueno, el año anterior estuve como miembro del jurado y le puedo decir que el concurso no tuvo tanto nivel como los anteriores. Lo mismo aceptaron los demás miembros del jurado. –Finalmente, señor Ribeyro, ¿cuándo aparece el tan esperado cuarto volumen de La palabra del mudo? –No lo sé. También Carlos Milla, mi editor, me lo está exigiendo. Lo que pasa es que yo quiero que se imprima con la misma calidad de papel, formato y carátula con que se imprimieron los otros tomos. Lo que actualmente es difícil. Así es que estamos en tratos. Espero que salga pronto, porque ya tengo el material casi listo. 1991

DOS –Sobre Dichos de Luder no hay declaraciones suyas. Además que es una obra muy poco difundida, ¿verdad? –Bueno, puedo decirle por qué. Es que la mitad de la edición fue enviada a París como pago por los derechos de autor. Está allá todavía, la tengo guardada en un ropero. (Sonríe). –500 ejemplares, ¿no? –Sí, más o menos. No sé si fueron 500 o mil los ejemplares que se editaron. Sólo sé que me enviaron la mitad de los libros publicados. –¿Cree usted que este libro es una evolución de Prosas apátridas o una disgregación de este libro? –No, no tiene nada que ver con Prosas apátridas. –Pero ambos tienen el tono pesimista, filosófico. –Sí, puede ser. Pero, obviamente, que en Prosas apátridas los textos son un poco más desarrollados, un poco más largos y, además, son mis propias reflexiones, directamente mías. Los textos de Dichos de Luder, en cambio, son réplicas, respuestas, afirmaciones, "dichos" por eso. Lo que pasa es que no he encontrado la fórmula que corresponde a lo que en francés se llama "propos" a esto o "les propos". Hay una cantidad de libros de este tipo en Europa. Por ejemplo: Les propos de Valery, Les propos de Sartre, que son

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cosas muy breves que sus autores han dicho. –¿Aforismos? –No sólo aforismos. Pueden ser también chistes, observaciones originales, ocurrencias o paradojas. En el caso de Dichos de Luder hay cosas que yo he dicho y cosas que yo he escuchado a otros escritores, como Julio Cortázar o Pablo Neruda. –Por otro lado, con el relato "Silvio en El Rosedal" ¿no cree usted que inicia otra etapa narrativa? Es decir, una etapa más reflexiva, más personal tal vez en donde deja usted los temas candentes de la primera época. –Bueno, en el fondo los temas son de menos actualidad, es cierto, y más personales, más íntimos; no son como de los primeros cuentos. Digamos que en los primeros relatos, en su mayoría, si exceptuamos todos los primeros escritos en primera persona, son cuentos de temas en que hablo de otros personajes, de mí mismo no hablo… –Esta misma tonalidad… –Usted dirá que "Silvio en El Rosedal" está escrito en tercera persona pero Silvio es, más o menos, una representación, un delegado mío, yo soy una especie de Silvio en el fondo. –¿Esto mismo va a continuar en La palabra del mudo, tomo cuatro? –No, el tomo cuatro va a tener, va a constar de varias partes. (Breve silencio). Hay una serie de relatos como "Ausente por tiempo indefinido" en los cuales el personaje es un escritor. Y también hay una serie de relatos sobre el barrio miraflorino de Santa Cruz, un barrio en el que he vivido en mi infancia y juventud. Estos últimos cuentos son de varias vertientes, de varios estilos y hasta de varias épocas. Ya resulta un poco abusivo el título general de mis cuentos, La palabra del mudo, porque ya son otras cosas. Pero como para mantener este título en buena cuenta está bien. Porque originalmente –como lo digo en el prólogo del primer tomo–La palabra del mudo es la palabra de la gente que no tiene la posibilidad de expresarse. Mientras que ahora es mi voz, es la mía, se ha convertido en eso. La palabra del mudo, cuarto tomo, soy yo. El mudo que estaba callado y que, de pronto, habla y aparece con nuevos campos. –Actualmente, ¿se está dedicando a escribir o a corregir? –Paralelamente estoy escribiendo y corrigiendo. En especial sobre los años cuarenta en el barrio de Santa Cruz, sobre el Miraflores de esa década.

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–Con respecto a tener temas más íntimos los críticos dicen que esto corresponde a la crisis del escritor, que ya no tiene otras perspectivas, que ya no tiene otras posibilidades de hablar. –Es posible, yo no lo pongo en duda. Pero yo he creído siempre que el escritor verdaderamente genial es el que escribe no importa qué, olvidándose de sus propias experiencias, de su propia vida. Qué le puedo decir: sobre las cruzadas, sobre Platón, de algo que pasó en Afganistán o en Japón. Ese es el escritor verdaderamente épico, que inventa, que saca todo de la nada. Mientras que el tipo que está sacando cosas del interior, de su propia vida, de su propia experiencia, es un escritor lírico, menor, ¿no?, de menor peso, de menor envergadura, pero al… –¿Pero...? –Pero al mismo tiempo –como todo tiene su contraparte, como todo argumento tiene su contrargumento–hay grandes escritores que han tratado íntegramente sobre su propia vida, que es el caso de Proust. Efectivamente, Proust no ha hecho sino escribir sobre él mismo, desde la primera hasta la última línea. –¿A qué libros se refería cuando decía haberse arrepentido de haberlos leído en su juventud? ¿A los bodoques de La comedia humana? –No, a los de La comedia humana no, nunca. Me he arrepentido de haber leído a… –¿A Thomas Mann? –No, a Thomas Mann no. Creo que hablaba de Goethe, de las Novelas de aprendizaje, que son realmente aburridísimas. –Refiriéndonos a su escepticismo: ¿Cuándo se inició esto en usted? ¿Cuándo tomó conciencia de ello? –La verdad, yo creo que a fuerza de preguntársemelo y decírsemelo yo he terminado por creerlo. (Risas). Bueno, escéptica es la persona que duda y que considera que es muy difícil llegar al conocimiento de la verdad. Si lo consideramos así, tal vez, yo sea un escéptico. Aunque hay personas mucho más rigurosas que, digamos, no creen en nada, en ese sentido no soy así, porque yo creo en algunas cosas. –Pero duda siempre. –Sí, sí. La duda siempre…

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–¿Como don? –No, como método. Un poco a la manera de Descartes. –Muy racionalista, ¿no es cierto? –Sí. –¿Y quién es Ribeyro para usted? –¿Ribeyro? Vaya qué difícil, qué pregunta. Esta es una buena pregunta, para esto tendría yo que acabar un libro, precisamente mi autobiografía que la vengo escribiendo desde hace algún tiempo. Tal vez sepa la respuesta al final, cuando termine el libro. –¿No le parece que su silencio lo hace famoso? –No, pero ha contribuido a ello. –¿No crea usted un aura mítica? –Es posible. Por eso es que no me conviene, si quiero mantener esa aura mítica, conceder entrevistas demasiado largas. En esos momentos llega la fotógrafa, seguida de dos compañeras del diario. Julio Ramón dice: "Adelante, pasen" y luego me pregunta: "¿Quiénes son?". Le explico que una de ellas es fotógrafa y las otras dos, admiradoras suyas. Julio Ramón se inquieta, sonríe y dice: "Lamentablemente yo tengo que hacer dentro de un ratito". Lily Saldaña, la fotógrafa, me pide que abra las cortinas para algunas tomas de contraluz y, mientras voy tirando del cordón, le digo a Julio Ramón: "¿En qué estábamos?". Mientras Lily sigue disparando, Julio Ramón dice: "Ah, estaba diciéndole que estoy, que me están privando de mi marginalidad y que están maltratando mi aura de hombre solitario, de hombre que no concede entrevistas. Puede ser, ah. Es la última vez…". –¿Es la única entrevista que ha concedido en estas semanas? –La única en todo el año –siento que la entrevista está a punto de quebrarse. –¿No se siente un poco privado –le pregunta mi amigo Luis Bullón, que hasta el momento no había intervenido–de cosas que quiere hacer, como portarse como un mortal corriente? –Yo me comporto como un mortal corriente cuando estoy de incógnito –responde Julio Ramón sonriendo. http://sololiteratura.com/ribmiscdosentr.htm (9 of 15) [08/09/03 06:41:04 p.m.]

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–¿En París –vuelve a intervenir Luis Bullón–se siente más cómodo? –Ah, en París, claro, nadie me conoce –replica Julio Ramón. –Pese a que Alfredo Bryce –le digo–se fue de París a Barcelona porque lo molestaban mucho. –Sí –dice Julio Ramón–, pero igualmente lo van a molestar allá en Barcelona. Incluso ya dejó Barcelona, ahora está en Madrid. –La emigración a París –le digo–¿no le parece que es un signo del fracaso cultural de América Latina? –No, no creo –dice Julio Ramón, mientras gasta unas bromas con la fotógrafa–. Hay muchos escritores y quizá los mejores escritores peruanos nunca han salido de Lima o del país, en todo caso, han viajado poco a Europa. Puedo citar el caso de Martín Adán, quien es, después de Vallejo, el más grande poeta peruano, creo que viajó sólo una vez a Arequipa y Cusco, además ya de viejo. Pero casi no se movió de Barranco o del Larco Herrera. El caso de José María Arguedas es otro. Arguedas es un escritor que ha hecho su obra en el Perú, a pesar de haber vivido en España algunos meses gracias a una beca y a pesar de haber realizado conferencias en Francia, Alemania y otros países. Aunque tuvo influencias bien marcadas del ambiente cultural de otros países, Arguedas ha hecho toda su obra en el Perú. –De otro lado, ¿le molestaría a usted que lo consideraran filósofo? –No –dice Julio Ramón. –¿Se cree filósofo? –Yo creo que sí. Si me define usted al filósofo como a un hombre que busca la razón de las cosas y, lógicamente, como amante de la Sabiduría, yo creo que sí, sí me gustaría… –¿Un Platón peruano? –Un Platón sería un orgullo, una gloria para mí. –En narrativa peruana, haciendo comparaciones, tal vez usted es un Hemingway y Vargas Llosa un Faulkner. –¿Un Hemingway? –Por lo claro y sencillo. http://sololiteratura.com/ribmiscdosentr.htm (10 of 15) [08/09/03 06:41:04 p.m.]

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–¿Es un juicio de valores? –No. Lo que quiero decir es que usted es el polo opuesto, digámoslo así, de Vargas Llosa en la técnica narrativa, como lo fue Hemingway de Faulkner. –No crea usted. En Hemingway hay una técnica, una gran técnica que no se nota mucho, que no se percibe demasiado. Pero yo no conozco mucho a Hemingway, no lo conozco muy bien. He leído cuentos de él, algunas de sus novelas, no todas, pero quien lo conoce bien es Alfredo Bryce, que es un fanático de Hemingway. Alfredo dice que hay una técnica en la obra de Hemingway de la cual ha aprendido muchísimo. (Breve silencio). Hemingway es un poco un narrador que describe comportamientos, ya que sus personajes están siempre en acción. Hemingway no se pone a explicar lo que piensa un personaje, nunca, sino los hace actuar. Hemingway tiene cuentos geniales, como es el caso de "Los asesinos". Por ejemplo ahí hay gente que está hablando, haciendo cosas y no pensando. El lector se entera de los personajes por medio de sus actos y no por descripciones. Yo no sé si en Alfredo Bryce se nota esto. Tendría que releer los libros de Alfredo Bryce para ver si hay una presencia de Hemingway, si relata estados del alma o simplemente acciones. –¿El cambiar de temas no cree que le cause menor aceptación dentro de los lectores porque ya no trata generalmente de sus problemas? –No, no, no. A mí muchas veces me han dicho, amigos y críticos, que por qué no sigo escribiendo cuentos como la primera época, que es lo que le gusta al lector. A mí no me importa, qué voy a hacer yo, yo no voy a escribir para darle gusto al lector. –¿Y los críticos le interesan? –Me interesan poco. ¿Cómo le puedo decir? Leo libros de crítica, pero sobre los autores que me interesan. He leído una cantidad considerable de libros sobre las obras de Flaubert, Stendhal o Kafka, esos libros sí me interesan un poco, pero que escriban sobre mí, no. –¿Qué diferencia encuentra entre los críticos peruanos y los franceses o europeos? –Yo creo que los críticos peruanos siguen con cierto retraso las tendencias de la crítica europea o extranjera. Lo que está de moda, quiero decir. No citaré nombres, pero hay quienes siguen todavía con el método de Roland Barthes, Georg Luckács, Lucien Goldmann… –¿De Sartre?

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–De Sartre también. –¿Sartre influenció mucho en usted? –No. –¿No? ¿Ni en lo social? –No. –¿Ni en lo comprometido? –No. –¿Anatole France? –intervino mi amigo Luis Bullón. –Anatole France probablemente más que Sartre. Anatole France es un escritor que nadie lee ahora, está sumamente olvidado. Pero curiosamente, hay una especie de renacimiento de Anatole France ahora en Francia. Quiero decir que están reeditándose sus libros en colecciones de bolsillo, porque en una época ya no se editaban más. Había que buscarlos en las librerías viejas. Ahora, como repito, ya están saliendo hasta en libros de bolsillo. La gente lo lee con interés porque es un gran escritor, un gran prosista, un hombre como Sartre –si quiere usted–del siglo XIX: muy comprometido con lo social, en su caso con el caso Dreyfus. –Como lo fue Proust. –Pero Proust estuvo defendiendo a Dreyfus porque era judío como él, es decir, por razón de consanguinidad.

(Lily Saldaña sigue disparando y Julio Ramón se pone de pie para algunas tomas.)

–Una de las causas del éxito –dice mi amigo Luis Bullón–que tienen sus cuentos se debe a que usted es muy asequible a todo tipo de público, no sólo a uno elitista sino a un público no muy iniciado en literatura. Cualquier lector entiende muy bien y se divierte muy bien con sus cuentos. –Ah, ya, eso sí. Asequibles son mis cuentos, no yo. No, la verdad, yo también http://sololiteratura.com/ribmiscdosentr.htm (12 of 15) [08/09/03 06:41:04 p.m.]

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lo soy. –Tiene un sentido del humor –vuelve a intervenir Bullón–, de la ironía, del absurdo muy especial. Creo que es un don, no se puede aprender eso. Parece que usted tiene eso. –Sí, en todo caso –dice Julio Ramón–hay un aspecto de mis cuentos, de mis libros, que es muy poco percibido por los críticos y justamente es el humor. Toda la gente me considera un escritor muy sombrío, muy escéptico, muy trágico, es decir, pesimista, cuando hay, yo creo, cosas muy divertidas. Yo me divierto mucho cuando escribo.

(Todos sabíamos que eran los últimos instantes, de manera que le pedimos una última molestia: que, por favor, nos dedicara, a Luis Bullón y a mí, Prosas apátridas; cada uno de los dos había traído un ejemplar. Julio Ramón cogió un bolígrafo y:)

–Debe parecerle –comentó Luis Bullón–muy superfluo este tipo de ceremonias. ¿De repente usted lo hizo de joven? –Ah, sí, sí. Yo tengo dedicatorias importantísimas. –¿Cómo cuáles? –Tengo libros dedicados por John Steinbeck, Samuel Beckett, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar. –¿Y de los peruanos? –dije. –De los peruanos, todos. –¿Fue una broma eso de que el libro autografiado por Ciro Alegría lo cambió por cigarrillos? –dijo Luis Bullón. –Ah, sí, eso lo cuento en "Sólo para fumadores". Fue una exageración mía. (Sonríe).

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Dos conversaciones con Julio Ramón Ribeyro

–Estaba muy gracioso –dijo Bullón–. Le tuvo que aumentar el teatro de Antón Chéjov. (Julio Ramón está dedicándonos sus libros). ¿Últimamente tiene interés personal por algún escritor? –agregó Bullón–. Milan Kundera, de repente, ¿ha leído algo de él? –Sí. –¿Qué le parece? –dijo Bullón. –Es bueno, eh. Aunque un poquito manierista. –Sobre la muerte de Graham Greene, ¿qué puede usted decir? –le pregunté. –Nada. (Pausa). La otra vez me preguntó por teléfono, hasta París, un grupo de periodistas: "Oiga, ¿qué opina usted sobre el Premio Nobel concedido a Octavio Paz?". (Gestos con las manos). No pienso nada, dije. (Risas). ¿Para qué? ¿Que quieren que diga? "¿Ah, qué suerte, es un alto honor para América Latina?". Tonterías. –¿Guarda aunque sea –dijo Bullón–una pequeña esperanza de que a usted lo reconozcan con ese premio? –No, está muy difícil. –¿Alguna vez –volvió a preguntar Bullón–lo pensó como posibilidad, aunque sea muy remota? –No, con recibir el Premio Nacional de Literatura es suficiente. –¿Y el Asturias? ¿Y el Cervantes? –le dije. –No, no creo. (Breve silencio). Bueno, muchachos, creo que eso es todo.

Julio Ramón Ribeyro había hecho hablar al mudo. Era el momento de despedirnos. Le agradecimos sus atenciones. Sentí una fuerte emoción, inolvidable, cuando estreché su mano y cuando lo vimos cerrando amable, cortésmente la puerta de su departamento. Más tarde, cuando viajábamos en el automóvil del diario, con el corazón grande y alegre, abrí las Prosas apátridas y leí: "A Jorge Coaguila, que me atormentó durante horas con preguntas para una publicación en El Peruano, muy cordialmente, Julio Ramón". 1991 http://sololiteratura.com/ribmiscdosentr.htm (14 of 15) [08/09/03 06:41:04 p.m.]

Dos conversaciones con Julio Ramón Ribeyro

Encontrado en: http://orbita.starmedia.com/jcoagui/entre.htm

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Historia de una amistad

Historia de una amistad (Artículo)

Durante casi tres décadas los escritores peruanos Julio Ramón Ribeyro y Mario Vargas Llosa fueron amigos. Se conocieron a fines de 1958, poco después de que Ribeyro retornara al Perú y poco antes de que Vargas Llosa viajara a Madrid gracias a una beca. Ambos autores, hasta entonces, sólo eran conocidos como cuentistas. Ribeyro tenía dos conjuntos de relatos editados: Los gallinazos sin plumas (1955) y Cuentos de circunstancias (1958). Vargas Llosa, en cambio, había publicado dos cuentos en 1957: "Los jefes" en una separata de la revista Mercurio Peruano y "El abuelo" en el suplemento Dominical del diario El Comercio. Vargas Llosa dice en El pez en el agua (1993) –sus memorias– que Ribeyro, antes de conocerlo personalmente, era el más estimado entre los narradores jóvenes. "Todos lo comentábamos con respeto", dice. En una entrevista de 1993, Ribeyro recuerda que conoció a Vargas Llosa en casa de unos amigos: "Tenía una personalidad muy fuerte. Estaba muy seguro siempre de lo que decía y escribía. Eso impresionaba mucho. Luego, en París, lo conocí mejor. Fuimos colegas en la agencia France Presse". En París Después de intentar infructuosamente ser profesor en San Marcos y a través de una beca concedida por el gobierno francés, Ribeyro se instala en París en 1960. Allí se reencuentra con Vargas Llosa, quien vivía en la capital francesa desde 1959 y trabajaba en la sección española de la agencia France Presse, después de ser profesor en la Escuela Berlitz. Por mediación de Vargas Llosa y del también narrador peruano Luis Loayza, Ribeyro se incorpora a France Presse. "Seis horas de trabajo diario, a menudo fatigante, pero decorosamente pagado", anota Ribeyro el 21 de abril de 1961, en el segundo volumen de La tentación del fracaso (1993), su diario personal. Tal vez ésta sea la época en que más se frecuentaron nuestros escritores. Asisten a fiestas junto a las primas de Vargas Llosa, quien desde 1954 estaba casado con Julia Urquidi. En un artículo de 1984, Vargas Llosa rememora esos tiempos: "Recuerdo que en la agencia de noticias donde trabajábamos hace mil años, Ribeyro, entre cable y cable, se distraía describiendo animales sinuosos: cangrejos, pulpos,

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Historia de una amistad

cucarachas". Vargas Llosa, en 1962, encuentra un mejor empleo en la Radio Televisión Francesa. Tiene buen sueldo, más tiempo para corregir La ciudad y los perros (1963), su primera novela. Luego de que ésta fuera publicada, Ribeyro da su impresión en su diario, el 16 de marzo de 1964: "Está prodigiosamente bien construida, escrita, elaborada en sus menores detalles. De un coup de pouce maestro ha elevado la novela peruana y latinoamericana a un nivel literario universal". De todas las novelas de Vargas Llosa, ésta era la preferida de Ribeyro. El libro, como se sabe, recuerda la juventud de su autor en el gobierno del general Manuel A. Odría (1948-1956). De manera similar Luis Loayza y Ribeyro se centraron en este periodo en sus novelas Una piel de serpiente (1964) y Los geniecillos dominicales (1965), que fueron comentadas por Vargas Llosa en el diario Expreso. Sobre este último libro, en 1966, el autor de La ciudad y los perros escribió: "Con esta novela, Ribeyro no sólo ha trazado su biografía espiritual de escritor, ha escrito además el más hermoso de sus libros, el de gloria más cierta y durable". La tendencia política de ambos narradores, de otro lado, era conocida en los círculos intelectuales, pero se hizo pública en 1965, cuando declararon abiertamente su respaldo a la lucha armada del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), dirigida por Luis de la Puente Uceda. Ambos firmaron un manifiesto con seis peruanos que se encontraban en París. El texto, que apareció en la revista Caretas, dice: "Aprobamos la lucha armada iniciada por el MIR, condenamos a la prensa interesada que desvirtúa el carácter nacionalista y reivindicativo de las guerrillas, censuramos a la violenta represión gubernamental y ofrecemos nuestra caución moral a los hombres que en estos momentos entregan su vida para que todos los peruanos puedan vivir mejor". En Barcelona Al año siguiente, en 1966, Vargas Llosa se traslada a Londres luego del éxito de su segunda novela La casa verde (1966). En una carta al crítico y traductor alemán Wolfgang A. Luchting, del 24 de octubre de 1966, Vargas Llosa, refiriéndose a las particularidades de la obra de Ribeyro, dice: "Todos sus cuentos y novelas son fragmentos de una sola alegoría sobre la frustración fundamental de ser peruano: frustración social, individual, cultural, psicológica y sexual". En la capital británica, el consagrado novelista vivirá hasta 1970. Posteriormente se muda a Barcelona. En una entrevista de 1971, Ribeyro declara sobre Conversación en La Catedral (1969), tercera novela de Vargas Llosa: "Me ha gustado menos que La ciudad y los perros y La casa verde. Creo que Vargas Llosa no es tan universal en esta obra suya como en las http://sololiteratura.com/ribmischistoria.htm (2 of 6) [08/09/03 06:41:20 p.m.]

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otras". En su diario, personal, por otro lado, Ribeyro anota el cuatro de julio de 1971 que Vargas Llosa fue a almorzar a su casa con su esposa Patricia y sus hijos Alvaro y Gonzalo: "Uno de los tantos encuentros esporádicos, en los últimos años, desde que, digamos, Vargas Llosa subió al carro de la celebridad. Difícil comunicación, a pesar de la presencia de Alfredo Bryce. En Vargas Llosa hay una afabilidad, una cordialidad fría, que establece de inmediato (siempre ha sido así, me doy cuenta cada vez más) una distancia entre él y sus interlocutores. Noté esta vez, además, una tendencia a imponer su voz, a escuchar menos que antes y a interrumpir fácilmente el desarrollo de una conversación que podía ir lejos. Vargas Llosa da la impresión de no dudar de sus opiniones. Todo lo que se dice para él es evidente. El posee o cree poseer la verdad. No obstante, conversar con él es casi siempre un placer por la pasión y el énfasis que pone al hacerlo y su tendencia a la hipérbole, lo que hace de su discurso algo divertido y convincente". Ambos escritores, en 1973, publican libros. Ribeyro saca a luz los dos primeros volúmenes de La palabra del mudo y Vargas Llosa su cuarta novela, Pantaleón y las visitadoras. En una entrevista de ese año, Ribeyro declara que la literatura peruana atraviesa un momento magnífico y que el nuevo libro de Vargas Llosa sale de la trayectoria normal de su autor, pues es muy diferente a todo lo que ha escrito antes: "Hay la intención de jugar un poco con el humor. Es una obra difícil que muchos no aprecian. Pero yo creo que es una bomba de tiempo. Los efectos de su lectura se producen una vez que se ha terminado de leer". En Lima Vargas Llosa retorna al Perú a mediados de 1974 con la intención de residir en el país definitivamente. A pesar de su apoyo a algunas reformas del régimen del general Juan Velasco Alvarado, se opuso, en 1975, a la expropiación de los medios de comunicación. La clausura del semanario Caretas ocasionó su rápida reacción en una severa carta al Presidente de la República: "Con el cierre de esta publicación desaparece el último órgano independiente del Perú y se instala definitivamente la noche de la obsecuencia en los medios de comunicación del país". Las críticas hacia el novelista, desde las izquierdas, fueron duras. En cambio, Ribeyro continuó con su adhesión al velasquismo. En 1970 había ingresado a la diplomacia, gracias a su amistad con el Presidente de la República, como agregado cultural de la embajada peruana en Francia. Se sabe que el cuentista conoció a Velasco Alvarado en París en 1963, cinco años antes de que éste diera el golpe de Estado que lo llevó al poder. En 1972, Ribeyro había ascendido de puesto al ser nombrado representante alterno del Perú ante la Unesco. En una entrevista de 1976 para el diario La Prensa, Vargas Llosa dijo:

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"Considero a Ribeyro un magnífico cuentista, uno de los mejores de América Latina y probablemente de la lengua española, injustamente no reconocido como tal". La aparición de La tía Julia y el escribidor (1977) provocaría en Ribeyro la opinión de que Vargas Llosa decae cuando sus novelas son autobiográficas. "Los libros que ha sacado de su manga son los mejores", dijo en una entrevista de 1988. La guerra del fin del mundo (1981), de Vargas Llosa, motivó el siguiente comentario de Ribeyro en la última entrevista citada: "La novela no me ha gustado mucho. Pero es evidente que se requiere un gran esfuerzo de información y de imaginación para haberla escrito". Más adelante afirma: "Está poblada de frases muy malas, empezando por la primera del libro, pero eso no tiene ninguna importancia, porque incluso sumando malas frases se puede llegar a escribir obras de gran fuerza y belleza". En Londres Desde 1983 Vargas Llosa pasa más tiempo en Londres. En tanto, Ribeyro continúa su residencia en París. En 1984, un año antes de que aparezca la edición definitiva de Prosas apátridas de Ribeyro, Vargas Llosa escribió un comentario sobre este libro en Caretas: "Aunque la obra más importante de Julio Ramón Ribeyro son sus cuentos y novelas, tengo predilección por estas Prosas apátridas". Tal vez Vargas Llosa quiso agradecer cortésmente el apunte que Ribeyro hizo sobre él en el texto 166 de la obra, que íntegramente dice: "El curita profesor del colegio andino que encontré en la feria de Huanta. No sé cómo terminamos almorzando y tomando cerveza juntos en una tienda campestre. ‘Julio Ramón Ribeyro’, decía mirándome arrobado, ‘¡quién lo iba a pensar!’ ésta y otras frases del mismo género (‘¡Me parece mentira, Julio Ramón Ribeyro!’) puntuaron nuestro encuentro. Cuando nos despedimos, al estrecharme la mano calurosamente, añadió: ‘¡Y decir que he almorzado con el autor de La ciudad y los perros!’. Quedé lelo. Todo había sido producto de un equívoco. No lo desengañé, ¿para qué? Que me atribuyera además la célebre novela de Vargas Llosa me pareció lisonjero. Que más tarde descubriera su error y me tomara por un impostor, poco me importa". Al aparecer su colección de cuentos Sólo para fumadores (1987), Ribeyro rompió un silencio de una década como cuentista. En el relato "Ausente por tiempo indefinido", que integra este libro, algunos lectores han encontrado una alusión a Vargas Llosa. Ahí, Mario, el protagonista, desaparece de un día a otro para terminar de escribir su ansiada novela. Por más que se esfuerza, desde su retiro en Chosica, no se siente complacido con el producto final. Quizá sea una referencia a la novela total, ambición mayor de Vargas Llosa, que según pensaba Ribeyro es imposible de crearla en la actualidad, pues el universo literario se ha extendido demasiado. Un año antes, el presidente Alan García (1985-1990) tuvo un papel

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importante en la vida del celebrado cuentista: lo condecoró con la Orden del Sol, máximo reconocimiento del gobierno peruano, y lo nombró delegado permanente del país con categoría de embajador ante la Unesco, función que cumplió hasta julio de 1990. Casi tres meses después de estos hechos, se produjo la matanza contra los presos de las cárceles de Lurigancho y El Frontón. Vargas Llosa escribió inmediatamente una carta a Alan García, que fue publicada en el diario El Comercio con el título de "Una montaña de cadáveres" y donde señala: "La manera como se ha reprimido estos motines sugiere más un arreglo de cuentas con el enemigo que una operación cuyo objetivo era restablecer el orden". Ribeyro, en cambio, optó por el silencio, lo que fue criticado por diversos sectores del país. Al año siguiente, en 1987, cuando Vargas Llosa actuó decididamente contra la nacionalización de la banca propuesta por el Presidente de la República, Ribeyro declaró a la agencia France Presse: "Tengo una vieja y estrecha amistad con Mario Vargas Llosa y lo admiro muchísimo como escritor. Por ello me mortifica tener que discrepar con él a propósito del debate sobre la nacionalización del crédito. Pero, por encima de los sentimientos personales, están los intereses del país. Y, a mi juicio, estos intereses coinciden con el proyecto gubernamental del presidente Alan García, con la grave coyuntura que atraviesa el Perú y con mis propias convicciones. El debate actual, por otra parte, rebasa el motivo que lo originó para convertirse en una confrontación entre los partidarios del status quo y los partidarios del cambio". Más adelante, Ribeyro agrega: "Y en este debate, pienso que la posición asumida por Vargas Llosa lo identifica objetivamente con los sectores conservadores del Perú y lo oponen a la irrupción irresistible de las clases populares que luchan por su bienestar, y que terminarán por imponer su propio modelo social, más justo y solidario, por más que nos pese a los hijos de la burguesía". Pasados cinco años, Ribeyro publica el primer volumen de su diario personal La tentación del fracaso y, al año siguiente, Vargas Llosa saca a luz sus polémicas memorias El pez en el agua, donde el novelista recuerda: "En los días de la estatización de la banca, la prensa aprista difundió, con mucho bombo, unas declaraciones furibundas de Julio Ramón Ribeyro, desde París, acusándome de identificarme ‘objetivamente con los sectores conservadores del Perú’ y oponerme ‘a la irrupción irresistible de las clases populares’. Ribeyro, escritor muy decoroso, hasta entonces amigo mío, había sido nombrado diplomático ante la Unesco por la dictadura de Velasco y fue mantenido en el puesto por todos los gobiernos sucesivos, dictaduras o democracias, a los que sirvió con docilidad, imparcialidad y discreción. Poco después, José Rosas-Ribeyro, un ultraizquierdista peruano de Francia, lo describía, en un artículo de Cambio, trotando por París con otros funcionarios del gobierno aprista en busca de firmas para un manifiesto en favor de Alan García y de la estatización de la banca que firmaron un grupo de http://sololiteratura.com/ribmischistoria.htm (5 of 6) [08/09/03 06:41:20 p.m.]

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‘intelectuales peruanos’ establecidos allí. ¿Qué había tornado al apolítico y escéptico Ribeyro en un intempestivo militante socialista? ¿Una conversión ideológica? El instinto de supervivencia diplomática. Así me lo hizo saber él mismo, en un mensaje que me envió en esos mismos días (y que a mí me hizo peor efecto que sus declaraciones), con su editora y amiga mía Patricia Pinilla. ‘Dile a Mario que no haga caso a las cosas que declaro contra él, pues sólo son coyunturales". El autor de La palabra del mudo, animado por varios amigos, escribió una respuesta a Vargas Llosa, pero jamás la hizo pública por ser enemigo de polémicas. Consideró, además, que sería una contienda desigual, ya que Vargas Llosa, por su mayor acceso a los medios de comunicación en varios países, tendría siempre un público más amplio. Esta historia tiene su colofón con la muerte de Ribeyro, ocurrida el cuatro de diciembre de 1994. Hay quienes esperaron algún artículo de homenaje de Vargas Llosa al desaparecido cuentista, pero fue en vano. Y hay quienes lo seguimos esperando, nobleza obliga. Sin duda, en los siguientes años se conocerá más acerca de esta relación –que duró casi tres decenios– con otros documentos, como las cartas de ambos y los volúmenes restantes del diario personal del celebrado cuentista.

Encontrado en: http://orbita.starmedia.com/jcoagui/amistad.htm

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EL DOBLE COMO OBJETO DE DESEO EN DOBLAJE DE JULIO RAMÓN RIBEYRO Heraldo Falconí George Mason UniversityA Victorio

EL DOBLE COMO OBJETO DE DESEO EN DOBLAJE DE JULIO RAMÓN RIBEYRO Heraldo Falconí George Mason University A Victorio Julio Ramón Ribeyro es uno de los escritores latinoamericanos que, a pesar de su importancia gravitante en nuestras letras, no han concitado la atención global de otros, como Vargas Llosa, Fuentes, Cortázar o García Márquez, por mencionar unos cuantos, hasta la adjudicación del Premio Juan Rulfo en 1994. Ello se debe quizás a la naturaleza finisecular de sus técnicas narrativas, en tanto escritor de tendencias costumbristas, y a su poca predisposición por convertirse en persona pública. La temática evocativa que alude a un mundo irremediablemente ido, el que, en términos históricos corresponde a la ciudad preindustrial, socialmente reducida y agudamente estratificada contribuye, además, a esta percepción de escritor passé o démodé no perfectamente a tono con su tiempo. Se puede ver en Ribeyro al escritor comprometido con su oficio, pero todavía no profesionalizado en su ejercicio. Dentro de la obra de Ribeyro llama la atención que sus personajes o héroes estén siempre marcados por el sino de la marginación y el desengaño; pareciera que la centralidad como forma de éxito social les estuviera siempre vedada. Esta perspectiva surge de la oposición de realidad y ficción, de un ser reflejado indefinida e indefectiblemente en un querer ser. La palabra del mudo, título genérico con el que Milla Batres publicó en sucesivos volúmenes los cuentos de Ribeyro cuenta la historia de personajes a quienes el derecho a la voz les ha sido negado. Uno de estos cuentos, doblaje, aparecía ya en las primeras antologías de Populibros tipificado parcamente por el propio autor como fantástico. Ahora bien, formalmente hablando y coincidiendo con el acertado juicio del autor, doblaje presenta rasgos que lo harían pertenecer perfectamente al género fantástico en la acepción usada por Tzvetan Todorov. Esto es, la existencia de un elemento extraño que obliga —tanto a personajes o héroes como al lector— a vacilar entre explicarse las cosas natural o sobrenaturalmente y la ausencia de una lectura o interpretación poética o alegórica (28-30). Sin detenernos en una discusión rigurosa (cfr. Marcone para una tipificación interesante aunque excesivamente influenciada por la teoría de los actos de habla) sobre si doblaje y otros cuentos como la insignia o Ridder y el pisapapeles pertenecen al ámbito del realismo mágico, lo real maravilloso o lo fantástico, nos proponemos analizar algunas de sus características que han escapado a la mayoría de estudios críticos. Comencemos por traer a la memoria del lector una imagen somera del cuento. El protagonista de la historia es un inglés maravillado por el ocultismo y atormentado desde tiempo atrás con la certeza visceral de tener un doble en el otro extremo del mundo. De buenas a primeras, se ve atraído por un globo terráqueo en un escaparate del Soho y decide comprarlo; ávido e impaciente, llega a casa, lo explora minuciosamente y descubre que las antípodas de Londres quedan nada menos que en la ciudad australiana de Sidney. Como la cosa más natural, salen a relucir las excusas más oportunas, como una tía de Melbourne a quien no conocía y un interés repentino por las cabras australianas. Al poco tiempo decide viajar a Sidney en busca de su mítico doppelgänger. Ni bien llegar, se da cuenta de lo descabellado de su idea, mas eso no impide que deambule por la ciudad con ojo escrutador, tratando, sin mucha suerte, de adivinar o divisar un caminar señero o un gesto familiar. Posteriormente conoce a una joven llamada Winnie que trabajaba en un restorán de la ciudad y se enamora de ella. Decide extender un poco su estadía y alquila una casita en las afueras de la ciudad. La villa se encuentra infestada de lepidópteros y la casa misma guarda en sus paredes una cuidada colección de mariposas http://sololiteratura.com/ribmisceldoble.htm (1 of 4) [08/09/03 06:41:46 p.m.]

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amarillas. Invita luego a Winnie a pasar un fin de semana con él. A pesar que la primera tarde transcurre sin novedad y con "habituales remansos de ternura", el protagonista comienza a sentir una creciente zozobra y, llegada la noche, decide hacer algo para confirmar sus sospechas: propone un paseo por el jardín recordando una vieja lámpara que había visto arrumada en el desván y ve a Winnie avanzar con paso seguro hacia la casa y regresar prontamente con la lámpara encendida. Había estado en lo cierto, Winnie se manejaba en la casa con una familiaridad y seguridad inusuales, como si ya hubiera estado en ella. Se obnubiló de celos y la increpó a que respondiera cuándo y con quién había estado en el lugar. Winnie se puso lívida y dejo la casa sin decir palabra. Avergonzado por haber sido tratado como un demente por Winnie, decide regresar a los pocos días a Londres. Llega a su cuarto de hotel y una rara sensación de incomodidad lo embarga. A los pocos momentos el botones se acerca a su habitación y le menciona que habían llamado del Mandrake Club para decir que había olvidado su paraguas el día anterior. Mecánicamente responde que quiere que se lo envíen para, seguidamente, darse cuenta del absurdo. Al posar la vista en los pinceles descubrió que estaban frescos. Embargado por los acontecimientos se acerca al caballete con una madona que había bosquejado antes de partir. Al desgarrar la funda se percata de que el lienzo estaba terminado con destreza magistral y el rostro era el de Winnie. Se dejo caer en su sillón y descubrió a una mariposa amarilla revoloteando cerca suyo. Aunque convencionalmente se acepta que el tema de los doppelgänger pertenece, al menos en sus versiones más explotadas, a la literatura contemporánea cuando fue popularizado por escritores como Hoffman, Poe, Nabokov, Dostoevsky, Cortázar, Fuentes y otros, hay que coincidir con Borges (citado por Rodríguez Monegal, 186-187) cuando afirma que la literatura fantástica y sus temas, tales como la obra de arte dentro de sí misma, el viaje en el tiempo y el doble datan de tiempos inmemoriales porque "lo primero que encontramos en la historia de las literaturas son narraciones fantásticas". Esto no sólo se atestigua en manifestaciones duales del arte clásico como el coro y su función en el drama griego, sino que sus fuentes se pueden rastrear a las manifestaciones y teorizaciones en torno a la dualidad o equivalencia del ser humano y sus instituciones (cfr. Hastings para una visión exhaustiva de los antecedentes extraliterarios del doble). Es así que el concepto se puede ver como asentado en la visión platónica de que a entidades duales o múltiples de atributos comunes les corresponde un arquetipo ideal inmutable e incluso se puede observar lo arraigado de este concepto en sistemas legales normativos como el lex talionis o en la creencia judeocristiana del ángel de la guarda concebido como contraparte espiritual. A primera vista parecería que doblaje presentara características ampliamente asociadas con la literatura de este tipo, es decir la disociación es objetiva y física, existe una perspectiva del yo protagónico (así traduce acertadamente Calaf de Agüera el Second Self introducido por Keppler) que se puede considerar performative y el sujeto aparece como alienado. Lo curioso —y esto está estrechamente relacionado con las características del típico personaje marginal de Ribeyro— es que el que aparece desplazado o alienado no es el yo protagónico, sino el doble. Como vemos en el cuento, mientras que el pintor inglés es tímido y dubitativo, el doble se maneja con tal seguridad que podemos presumir es capaz de hacer hasta mejores migas con los contertulios del protagonista en el Club Mandrake. Recordemos que a pesar de que los dos personajes no son dobles desdoblados diametralmente, sino dialécticamente el título del cuento enfatiza la acción de doblar; en este caso, un doblaje que no es multiplicativo sino que escinde al sujeto. Mediante la escisión como recurso fundamental para la disociación Ribeyro se distancia del único antecedente de su doblaje en la cuentística peruana de este siglo, Hebaristo el sauce que murió de amor de Abraham Valdelomar.

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Ahora bien, de lo que se trata no es de adscribir a los personajes en cuestión a ninguna de las tipologías de los doppelgänger. Lo importante, más bien, es develar algunos de los procedimientos internos que Ribeyro utiliza para crear el mundo coherente de sus personajes. Desde el principio de la historia observamos que la verosimilitud interna o el "suspension of disbelief" de que hablara Coleridge se opera tomando partido entre el reino autoscópico de la psicopatología real humana y la frenología, cuando el narrador dice que "en aquella época (...) pasaba los días pintando y leyendo libros de ocultismo". De ahí que nuestra lectura sea mágica o fantástica más que patográfica. No es descabellado entonces tomar partido por una interpretación psicológica del fenómeno teniendo en mente las características del personaje de Ribeyro: un ser marginal cuya cosmovisión bien se puede entender en términos neofreudianos de carencia, deseo y desplazamiento metonímico. No sólo el inglés en cuestión sino un gran número de los personajes de Ribeyro tienen una personalidad fragmentada y experimentan cambios cada vez que asumen una imagen de sí mismos (cfr. Lacan, 11-18), lo que los aleja mucho de cualquier tipo de sujeto cuya construcción se derive del cogito autárquico y logocéntrico cartesiano. Como mencionábamos antes, lo primordial es el deseo —y el objeto del deseo— que nace de un ser reflejado constantemente en un querer ser. Se puede afirmar que las posibilidades ofrecidas por un tratamiento narrativo doble son increíblemente ricas, en tanto nos permiten atisbar zonas desconocidas de nuestro yo, inconsciente o alma. Doblaje lo que hace es multiplicar las posibilidades del yo al permitir que el yo protagónico sea capaz de rozar, casi oler sus objetos de deseo o de identificación postespecular; esto en términos psicoanalíticos alude al estadio de desarrollo en que el infante se escinde a través del vacío dejado por la imagen especular estática y el cuestionamiento del sistema ordenado de entidades consideradas trascendentes e incuestionables. En el caso particular que nos compete la alienación y el desplazamiento espacial se verifican alegóricamente cuando un flemático inglés de costumbres apacibles viaja hasta el otro lado del mundo. De hecho nuestro protagonista está tan fuera de lugar que es el único personaje que no tiene o no conoce nombre. Ribeyro se toma la molestia de no dejar pasar la necesidad de identificación del sujeto, a través de su vicio más marcado, el de la iteración. En efecto, a pesar de ser un narrador sutil que hila muy fino (recordemos a la mariposa amarilla), no puede evitar un exabrupto que define al personaje en su búsqueda angustiosa cuando dice que "pensaba que la identidad de los rasgos debería corresponder a la identidad de temperamento y a la identidad de temperamento —¿por qué no?— identidad de destino". Destino circular por cierto. Para Ribeyro nuestra propia parábola, la del hombre, es una serie de repeticiones y posibilidades. Es así que para el inglés y para nosotros es posible caer de bruces en el sillón pensando en que otro, nuestro doble de cada día, tiene a Winnie en sus brazos o, desapercibidamente tomar otro camino del jardín de senderos que se bifurcan y ser nosotros los que poseamos nuestro objeto de deseo. Y es este rechazo constante de las construcciones y certidumbres categoriales (las que nos dan la seguridad de lo conocido) lo más digno de resaltar de Ribeyro dadas las características de los aparatos narrativos de que ha bebido. REFERENCIAS: Calaf de Agüera, Helen. El doble en el tiempo en `El otro` de Jorge Luis Borges. Explicación de textos literarios 6.2 (1978): 167-173. Hastings, James. Encyclopaedia of Religion and Ethics. New York: Charles Scribner’s Sons, 1912.

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Keppler, C.F. The Literature of the Second Self. Arizona: The University of Arizona Press, 1972. Lacan, Jacques. Escritos I. México: Siglo XXI, 1971. Marcone, Jorge. "Lo `real maravilloso` como categoría literaria." Lexis 12.1 (1988): 1-41. Rank, Otto. The Double. Chapell Hill: University of North Carolina Press, 1971. Ribeyro, Julio Ramón. La Palabra del Mudo. Lima: Milla Batres, 1972-1994. Rodríguez Monegal, Emir. Borges: "Una Teoría de la Literatura Fantástica". Revista Iberoamericana 42 (1976): 177-189. Todorov Tzvetan. Introducción a la literatura fantástica. México: Coyoacán: 1995. Valdelomar, Abraham. Obras escogidas. Lima: Hora del Hombre, 1947. Webber, Andrew. The Doppelgänger: Double Visions in German Literature. Nueva York: Oxford, 1996.

Hispanic Culture Review. Volume III, Number 2-3. Fall 1996-Spring 1997

Encontrado en: http://www.gmu.edu/org/hcr/V_III_2-3/v_iii_2-3.html

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Babelia

Babelia, 4 de agosto de 2001

La voz de los desheredados Gualberto Baña EN 1974 VIVÍA en Lima y una tarde entré en una librería y descubrí al Julio Ramón Ribeyro cuentista. Hasta ese momento no había leído nada de él. Los volúmenes, entonces sólo dos, abarcaban cuentos escritos entre 1954 y 1972, y se titulaban Las palabras del mudo. ¿Por qué este título? -a modo de prefacio se reproducía parte de una carta que Ribeyro había dirigido al editor, explicándolo-; "porque en la mayoría de mis cuentos se expresan aquellos que en la vida están privados de las palabras, los marginados, los olvidados, los condenados a una existencia sin sintonía y sin voz. Yo les he restituido ese hálito negado y les he permitido modular sus anhelos, sus arrebatos y sus angustias". El primer cuento se titulaba Los gallinazos sin plumas. Aves de rapiña incapaces de volar, pensé, es decir, hombres. Y comencé a leerlo allí mismo, de pie junto a una mesa llena de libros. El cuento se abre con una atmósfera irreal, como una historia de terror: "A las seis de la mañana la ciudad se levanta de puntillas y comienza a dar sus primeros pasos. Una fina niebla disuelve el perfil de los objetos y crea como una atmósfera encantada. Las personas que recorren la ciudad a esta hora parece que están hechas de otra sustancia, que pertenecen a un orden de vida fantasmal". La gente que deambula por las calles a esa hora, nos hace saber el autor, no parece de carne y hueso, o por lo menos no es tan corriente como la que se puede ver el resto del día: el empleado que va a su trabajo, el ama de casa dirigiéndose al mercado, el guardia dirigiendo el tráfico. Pero un poco más adelante esa descripción de mundo fantástico se quiebra, cambia casi sin transición a una realidad dura y cruel, en el instante en que se menciona la presencia de muchachos que hurgan en la basura en busca de alimentos, de objetos que puedan tener algún valor: los gallinazos sin plumas. -¡A levantarse! ¡Efraín, Enrique! -dice el viejo Santos, el abuelo-. ¡Ya es hora! Es hora de salir a la calle y rebuscar en los muladares. A esta altura Ribeyro nos ha ubicado en un mundo de barriadas miserables que nacen generalmente alrededor de las grandes capitales, debido a la gente que llega de las provincias en busca de una vida mejor. O de una vida. El relato nos cuenta la historia de dos hermanos, Enrique y Efraín, que viven en una chabola con su abuelo. Éste posee un cerdo, y cada mañana obliga a los hermanos a ir a buscar comida para alimentarlo; piensa venderlo cuando esté gordo. Un día Efraín se hiere un pie, y aunque su hermano le ayuda, vuelven con los cubos casi vacíos. Santos, el abuelo -dada su catadura, su nombre no deja de ser una ironía, un recurso que Ribeyro maneja muy bien-, arroja el perro de los chicos al chiquero para alimentar al cerdo. Más tarde, al enterarse, los hermanos atacan a su http://sololiteratura.com/ribmisclavoz.htm (1 of 3) [08/09/03 06:42:48 p.m.]

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abuelo, quien cae dentro del recinto donde está el animal, y es a su vez devorado. Ese mundo de miseria no es otra cosa que la otra cara de una sociedad moderna y civilizada. Detrás o alrededor de barrios lujosos, tal vez un poco más lejos -parece decirnos el autor-, surge una población de marginados. La narración avanza y nos deja saber "que (los hermanos) llegan a su dominio, una larga calle ornada de casas elegantes que desemboca en el malecón". Pero ellos no son los únicos. "En otros corralones, en otros suburbios alguien ha dado la voz de alarma y muchos se han levantado. Unos portan latas, otros cajas de cartón, a veces sólo basta un periódico viejo". El instinto de supervivencia, exacerbado por la miseria, es tal que todos y cada uno de los chicos que revuelven la basura en busca de comida está reducido a nivel de ave de rapiña. Se trata de sobrevivir a cualquier precio. Junto a un mundo que representa la civilización la ciudad moderna, pujante-, hay otro que se rige por sus propias normas, casi siempre la ley del más fuerte. El abuelo obliga a sus nietos a salir al amanecer para buscar comida para el cerdo, cuya voracidad no parece tener límite. Cuando Efraín se corta un pie, y más tarde su hermano también enferma, los tacha de gandules, les niega la comida. Su crueldad le lleva a alimentar al cerdo con el perro de los chicos. Este personaje, el abuelo, retratado como un ser deforme -tiene una pierna de palo, y a menudo su regresión a la bestialidad está sugerida por frases como "comienza a berrear" o "lanzó un rugido"- y deshumanizado, tiene su antítesis en el cariño mutuo que une a los dos hermanos. Los tres, sin embargo, parecen ser víctimas del medio ambiente. Los años de pobreza han llevado a Santos a obsesionarse con algún tipo de bienestar económico, en este caso el cerdo que pretende vender. El ansia de conseguir dinero borra su humanidad y termina destruyéndole cuando el cerdo le devora. Irónicamente, lo único que sobrevive al final es el cerdo -a quien ha tratado mejor que a sus propios nietos-, es decir, la ilusoria promesa de prosperidad que éste representa. Decíamos al principio que hay un contraste profundo entre la calma del amanecer y las actividades que los muchachos desarrollan a esas horas; a medida que el cuento progresa el mundo mágico de "la hora celeste" se va convirtiendo en un cuento de horror, de pesadillas donde sobrevivir es lo único que importa. La inocencia de los hermanos, manifestada por el deseo de encontrar algo valioso, desaparece pronto, no sólo junto a la hora celeste, sino también por la dureza de la vida que han llevado. No otra cosa quiere decir uno de los párrafos finales: "Cuando abrieron el portón de la calle se dieron cuenta que la hora celeste había terminado y que la ciudad, despierta y viva, abría ante ellos su gigantesca mandíbula". Habían llegado demasiado pronto y a través de una durísima experiencia a la comprensión del mundo de los hombres. Esto me hace pensar que el cuento que comentamos es también una historia de iniciación: los hermanos, aunque sólo sea metafóricamente, han alcanzado la mayoría de edad. Ribeyro es esencialmente pesimista, y sin embargo su visión del ser humano es más bien de desencanto; los personajes que pueblan sus obras -marginados, perdedores, olvidados por la vida- están dibujados con ironía pero también con compasión. La vida del hombre, parece decirnos con cierto escepticismo, es una tragicomedia. Ribeyro fue uno de los escritores más importantes de la generación del cincuenta de Perú, que dejaba atrás la corriente regionalista que había imperado hasta entonces, para dirigir la mirada hacia la ciudad. Junto a escritores como Oswaldo Reynoso, Carlos Eduardo Zavaleta y otros, creó una tradición de narrativa moderna en el contexto nacional. Hijo de una familia aristócrata venida a menos, fue un testigo lúcido de una sociedad que comenzaba a transformarse, y así lo reflejó en su obra. Sus cuentos nos ofrecen el continuo también pueden ser leídos con un sentido universal: el hombre tiene generalmente los mismos problemas en sociedades similares. Ribeyro http://sololiteratura.com/ribmisclavoz.htm (2 of 3) [08/09/03 06:42:48 p.m.]

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nproceso de cambio social que culmina con la modernización de los años cuarenta y cincuenta, y aunque fuera de su país la mayor parte de su vida, reflejan la realidad específica de Perú, aunqueo sólo enjuició el materialismo de la nueva sociedad que iba surgiendo en su país, sino que adoptó también una actitud crítica frente a la inhumanidad del espíritu capitalista que impulsaba dicha modernización. Gualberto Baña (Montevideo, 1947) es autor de la novela El ordenamiento del orden (Debate). Encontrado en: http://www.elpais.es/suplementos/babelia/20010804/b15p.html

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