RETORICA PARA LA AUDIENCIA

r nqTonrqH para la AUDIENGIA Juan Rivano Se prohibe cualquier tipo de reproducción total o parcial. Ninguna parie d

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nqTonrqH para la

AUDIENGIA

Juan Rivano

Se prohibe cualquier tipo de reproducción total o parcial. Ninguna parie de este libro puede ser reproducida, trasmitida o almacenada, iea por procedimientos mecánicos, ópticos o químicoq incluidas las fótocopias. El editor autoriza citas en revistas, diarios o libros,

siempre que se mencione la fuente. O Juan Rivano O Bravo y Allende Editores Primera Edición. I99B Inscripción N' 106828 I.S.B.N. 956-7003-s0-5

Tianscripción desde el manuscrito original y correción de textos: Marta Enríquez Diseño de portada y diagramación: Juan Simón Valdebenito B.

terminó de imprimir en Impresos Mantor Serrano 225, Santiago de Chile, en el mes de diciembre de 1998. Se

Impreso en Chile

/ Printed in Chile

Indtce Temáüco Prólogo

I: L

2. 3. 4. 5. 6. 7.

DE LA RETORICA La ¡etórica: manipulación de lo probable............................... 13 Los tres momentos de la persuasión retórica..........................17 Persuasión retórica: probabilidades, signos y entimemas ........20 El timemas; prueba retórica versus prueba silogística............. 24 .............................27 Retórica de la ..........................30 Retórica de la

oposición correlación. .....................32 El esquema a fortion .............. ..........35 del tiempo en el t¡anscurso B. Retórica ..........................36 9. Retórica de exhibición...... ...........................37 10. Retórica de equivocación il. Retórica entre la implicaciones buenas y las...........................41 implicaciones malas de los hechos 12. Retórica entre opinión común y fuero interno .......................42 ..........................43 13. Retórica de ............................45 14. Retórica de

contragolpe.... contrariedad

II: I

2. .'!.

DE LAS FIGURAS RETORICAS

.1 5. Máxin,as,

(i I ll ')

envoltorio ............... figurada dislógica

l.a retórica como Lr figuración retórica I laccr y deshacer el habla I l¡bla eulógica, neutra y

.......................47 ..................50 .........54 ..............57

proverbios, refranes: cristalizaciones e....................59 instnrn.rentos retóficos

l.¡ ¡udicncia del retórico Lls li¡iuras retóricas: Criterios

.

..........65 de clasificación .......................68 71 lriflur¡s de comparación: parábola, fábula, ¡r;rrrlt'1o, sirnil y metáfora ...........................75 Ll

sinril

alegoría,..

metáfora paralelo Metonimia 13. : Sinécdoque.

10. La 11. El 12. Figuras de reducción:

.

. . . ......... B0 ..........92 .......... ...95 . .. 99

14. Figuras de repeiición, epizeuxis, anáfora, epístrofe,.......... . ' 103 anistrofe, epánodos, epanalepsis, poliptoton, anadiplosiq concatenación, tautología, aliteración . .......... ... 108 15. Mes ail¿ de1 "arte de bien decir" ......... ...... 16. Variación gradual: Climax y anticlímax........ ... .... -.. .' 116 124 17. Variación lradual: hipérbole, eufemismo, Iitote, ...... .....

..

"

Dresunta retórica

. ..

18. hellciones culturales del habla hiperbólica 19. Figuras de contraposición: Antítesis...... .....

70. " :Paradoja....... 21. :Oximóron......... 22. :lronía................ 23. :Prolepsis 24. :Ambigüedad

.

... . .....'IZ7

. ..

'

132

¡37

..........-.-........... 142

. .

.

..

..

25. Figuras de sustitución y supresión: Epíteto,......

145 148

. ... .l5l ..... . 159

z6'"'"1"il:;:'"h'.Tlr:': 27.

167

: Atenuación y paralipsis, perifrasis. ........... ............ ..'173 . . . ' 178 28. Figuras en "juego de palabias":Zeugma............. 29. :gndiádt".......-............................................................184

"

30. :Hipálage Epílogo

..

. ""191

"Oyendo hablar d'e metonimias, metáforas-, abgo(as

y

otras palabras, ¿no pensaría uno que significm alguna lorma rara v exónca? Sin emiargo, indican frases no mejores que las que

'

em7lea ffii doméstica."

Montcngne

Nota del Edttor

El presente ensayo fue escnto en los comienzos de 1980 y ha arculado parcíalmente entre sus amigos. Juan Riuano analíza aquí los tópicos de Ia Retórtca y de la mano de Aristóteles desúbe, de manera t'ácíly con humor,los excesos de un díscurso que oculta y disimula Ia falta de humanidad de una época que recién tratamos de comprcnder Estas páginas t'ueron escrítas durante el exilío de su autor en Suecíd, donde no ha dejado de pensar nuestra soaedad en sus mas uanados temas.

Diciembre de 1998

Rctóric,l t)nkt l¿

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Prólogo

En mis años de muchacho, escuché muchas veces una cancion popular que ahora mismo entono en mi memoria. Su letra imitaba esos avisoi que vienen en la prensa, cn la secciótl "Coneo Sentíntental"

o "Corazones Solítatios". Se trataba cle una personita que estoy viendo iaunque no se me escapa que en esos avisos pueden embaucarlo a uno y donde dice "g'acíosa, llenita' la ietra de la cosa puede resultar un iaco de papa$. De una colegiala se trataba en esa canción que recuerdo; una colegiala que jan.rás salió de su pensiór.r. "Bordo bíen" decía, "y señora de sus pttsiones, sietnpre tuue a gala serla dueña de mi corazón" -o que ira 1o que a mí me parecía que quería clar a entender con "dueña ie mí corazón" , aunque es seguro que la muy pícara quería significar otra cosa. Su propósito, agregaba, era el conocimiento del amor, del que no sabía una iihba. "Nmca tuue atnores", se quejaba; que no sabía el sabor del amot pero quería a un hombre que le dijera qué es amor Ter minaba diciendo que mientras Cupido ies enseñaba a todos cosas deliciosas y sublimes e1r su caso no fuera más allá de hacerla salta¡ arriba de lá cama no más ver un ratón en el cuarto. Venía su anniculum, también, como es de rigor en estos casos. Y aquí es donde todo el ¿sunto tomaba cuerpo para mí. Ya se dijo que bordaba bien. Además, había estudiando latín, geografía, había cursado "la retórica en un mes" , conocía "la arnnnía del uíolín" y un poquito de francés. Los versos finales no los recuerdo bien; pero hablaba de su Ideal, de eso estoy rr-ly seguro; y de que rimaba "Ideal" con "madngal' ; de donde a mí pur'lo menos no me cuesta deducir que siguió también un curso de ¡roética.

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Re¡ónat

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Rlvtút)

Cabe ya imaginar ya que todo esto lo cuento por ese curso de rctórica, hecho en un mes por mi pobre colegiala. A 1o que sólo debo agregar que por esos años, sin tener muchas noticias de retórica, suponia que más adelante en mis estudios me tocaría también mi curso al

respecto. Vana esperanza. Y tal es el primer motivo, en el orden cronológicg que detecto tratando de explicar elimpulso que me ha nacido por escribir las páginas que siguen. El segundq en el mismo orden, me remite también a mis años de preparatorias cuando mis profesores primarios (de mi afecto y ángeles socialistas y arcángeles reconocimiento por ellos

-entre masónicos- he hablado en otro lugar] me informaron que los

estudiantes medievales tenían distribuidos sus cursos en dos cicloq el tríuíum y el quadnL,ram, que elprimero comprendía gramática, retórica y lógica, y el segundo, aritmética, música, geometría y astronomía. Aunque en estas divisiones se trataba de estudios superiores, la verdad es que de todas estas ciencias me enseñaron los rudimentos en mis años de preparatorias. Con excepción de lógica y retórica. Perq hacia el final de mis años de enseñanza secundaria, tuve mi curso elemental de lógica (y de mi querido profesor hablé también en otro lugar). Sólo quedaba retórica. Pero, como dije, de esta parte de1 tríuíum no luve cu¡so. Ni un mes, ni una semana, ni un día de retóricaEltercero de mis motivos es cuarto y últrmo en el orden cronológico. Tiempo atrás, discípulos míos que quiero y que no se olvidan de mi me enviaban noticias desde Chile sobre las peripecias de la lógica: que su enseñanza en los cursos medios fue declarada optativa, que los profesores pueden elegir entre lógica y psicología y que esta última cobra invicta las palmas de 1a predilección pedagógica. O sea: de las partes del tnuíum elemental sólo quedaba gramática, carencia que obró en mi como un incentivo casi intolerable (más como un empellón que un incentivoJ. Porque siempre tuve como cosa más firme que un triángulo equilátero que la gramática no puede vivir sin la lógica (ni la lógica sin la gramáticar como va de suyoJ, y que de ellas dos, ésquinas de la base, la retórica no es más que el vértice donde se encuentran esas dos bellezas cada vez que se les ocurre salir a lucirse

por el mundo. El cuarto motivo no es motivo propiamente sino símbolo de toda

Re¡óñca gard

La

Atti¿'tcit - IMn

Riua¡o

una constelación de experiencias surgidas sin cesar y por décadas; expe¡iencias de Iecturas, lecciones, conferencias, cursos, discursos y discusiones de todas Ias especies, de todas las horas y lugares, en su mayoria inmensa promovidas por otros, pero en pequeña proporción poi mí también, u ue..t puru diversión e instrucción de mis alumnos, oventes v lectores, a veces Dara su enoio y su desdén. En fin, este motivo-símbolo qu. digo (o got, de agua que colmó el vaso, porque tiene también de eso) se dio a ver en un articulo aparecido en un diaiio de Londreg durante la guerra entre Inglaterra y Argentina en torno a la soberanía de las islas que los ingleses llaman Facklands y los argentinos Malvinas. En este artículo, y entre otras cosas, ensayaba John Fowles, su autot un paralelo entre una historia de Cabriel Carcía Márquez titulada "Crónica de una Muerte Anunciada" y la también unrniirdu invasión de las dichas islas por los generales del gobierno

'

militar argentino de esos años. Hay tris cosas en este artículo de Fowles y se combinan

las tres en

este motivo que digo:primera, que uno anuncia a voces que va a ve-ngar su honor puiu qué se 1o impidan y agaftM entonces pan y pedazo: si ocurre que nadie cree salvar el honor sin perder el pellejo. -Segunda,

se anuncia, entonces, no queda más que actuar encerrado como está uno en sus propias anunciaciones. Tercera, un encierro así, encierro

lo que

en las palabras, viéne con la lengua que hablamos, el español' Dice Fowles:

"Aunque para García Márquu el Franco úlümo de la existencia es euídetitemente Ia inescapable naturaleza peruersa de las cosas, me inclinaría también a una especial y latal capacidad del lenguaje español de poner a quienes lo hablan bajo m hechizo, de manera que nó purden ptrsar por sí mismos, síno tan sólo reaccionar (matar o

morir) ante Ia resonanna de aertas palabrai' (The Guardian, agosto 14, 1982) Un iuicio como éste, parece tan increible que uno podría saltarlo a oies iuntos. Pero consideiando una conexión del tamaño de la guerra de lai Facklands-o-Malvinas, el asunto cambia intolerablemente de peso. Y se puede comprender entonces que_ las cosas no resistan más tanta acumulación, que los motivos se combinen y sumen tuerza más que

ll

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llr¡lie cú ltku Lü\ ú

suficientc para un impulso como éste de dar un vistazo a la retórica. Se dice por todas partes, en todos los tonos y contextos, que somos un " czntinente retóríc0", en manos de abogados, escribanos, tribunos, rronistas, poetas, curas, en fin, gente que adquiere, mantiene y aplica el poder unicamente mediante la palabra, prodigada arnunoi ll.n.r. No se oi¡ía una barbaridad como ésta y con tanta frecuencia si fuera er.rtera faisedad; ni hace falta andar mucho camino para darse cuenta. Digamos, pues, no sea más que por apreciarnos mejor: "Y biett, si, samos un clntinente retórico". Pero, haciendo esto, ¿hemós dado validez una consideración crítica de la retórica? Para hacér paralelos: ¿Vamos

a

a ser_menos lógicos porque hayamos eliminado las-exigenciai de los estudios de lógica de nuestros programas de enserianza? ño estoy -uy seguro,_pero parece que habiendo fundado la lógica Aristótiles y habiet]do antes de ello razonado Sócrates como nadiJdelque tengamos noticias 1o ha hecho, cualquier retórico latinoamericano-podría- delar en ridículo mi defensa de la enseñanza de la lógica. Pero, ¿no valdria la pena saber cómo se las arregla par a dejarme en ridícuio? Sin decir nada sobre 1o ya insinuado acerca del poder de las palabras. En general, el asunto es así: yo delego el poder en otro y lopongo a su servicio porque éste me convence con sus discursos. Simplificando, hay siempre dos que pugnan por obtener mi partícula de poder. No pugnaran.estos dos si sus razones coincidieran; ni pugnaran timpoco si luera evidente para mí que uno tiene la razón. Si pugnan .r potqu. yo, mientras pugnan, estoy privado de una percepción asi. ¿Qué ocurre, entonces/ conmigo si la pugna se decide no por los argumentos de uno de estos dos sino por la fo¡ma como les saca brillo y loi expone? Como sea, parece que no ocurriría lo mismo si no sé retórica que si he hecho un curso/ no sea más que en un mes.

Retüici

la

L

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Aftl¡ücú .hñ¡ Riw¡,to

1.

De ln Prueba Retónca

1

Recurriendo a distinciones comunes,

1a

retórica tiene que ver con

las palabras, sean habladas o escritas. Seguramente hay mucha retórica

en existencia sin que intervengan para nada las palabras: basta ver un gailo en el corral, un frente neoclásico en el Barrio Alto, un vestido de novia en una vitrina o un general a caballo en la parada militar, para estar de acuerdo. En los olores hay retórica, en el andar, en el girar la cabeza, er, el gesticular, el sonreír; sobre todo, en 1a mirada hay retórica; y en el tono de la voz. En el salón, en este gesto hay elipsis, hipérbole en el más allá; la sinécdoque está en todos los trajes y vestidos; ¡y cuánta metonimia en los semblantes de todosl Pero, en fin, mejor dejar estas cosas para cuando sean obvias, para cuando la retórica sin palabras, después de sabe¡ de la retórica verbal, quede al alcance de la mano del lector.

No hay que examinar la distinción que todos empleamos entre prosa y poesía. Ni preocuparse mucho sobre la división de la retórica en retórica prosaica y retórica poética. En general, toda la retórica que se encuentra en poesía se encuentra en prosa, y viceversa; de manera que basta ocuparse de una de estas divisiones del lenguaje para cubrir

satisfactoriamente todo el campo de la retórica.

No siempre [quizás nuncaJ

se dicen llana o

l3

naturalmente las cosas;

Re¡óñca

lan

l.t

Aúdie¡cia .han R 'd

o

pero se supone que cuando se las dice llanamente, ahí no hay retórica.

Así, se considera a veces que la retórica está en el habla artificiosa, rebuscada, caprichosa, elusiva o figurada. Pero en este puntq ya no es seguro proceder con divisiones. Quiero decir que retórica verbal y retórica no verbal

es

una distinción sin problemas; que retórica prosaica

y retórica poética tampoco los tiene. Pero, mientras para unos 1a distinción entre el habla natural y habla figurada deja a la retórica prosaica en esta última división, para otros no es así en absoluto. Por ejemplq si digo "Sahó del anrto", parece que me expreso con llaneza y sin figuras. Pero, el que disputa conmigo puede traer la noticia de que "Salió del cuarto tan rápido como pulo", mostrando que hay omisión en mi aserción; y la omisión puede muy bien en este caso ser retórica. Si, por el contrario, digo "Salió del cuaxo tan rápido como pudo" me expreso aparentemente con llaneza. Pero el que disputa conmigo puede traer la noticia de que saliera o no saliera rápidamente del cuarto el resultado es ei mismq mostrando que hay adición en lo que digo; y la adición en este caso puede muy bien ser adición retórica. Conside¡aciones como éstas muestran que una misma expresión puede ser natural o llana, por una parte, en tanto quer por otra, puede

ser elusiva o rebuscada. Pero sirven también para requerir una contraposición más ceñida del habla retórica; una contraposición que podemos describir así: habla ajustada versus habla no-ajustada. Si simplemente dlgo "Salió del cuarto" cuando es relevante agregar "tan rápido como pudo,, no me expreso ajustadamente, por omisión; si digo "Salió del cuarto tan rápido como pudo" cuando no es relevante agregar "tan rápido como pudo" , no me expreso ajustadamentg por adición. Esta contraposición se puede recoger con la frase de "exceso o defecto" o la otra de "condiciones necesarías y suficientes". En el habla ajustada no hay ni exceso ni defecto; en el habla ajustada se dice sólo 1o que es

necesario decir y sólo lo que es suficiente para que la cosa quede dicha. Conve¡samente: el habla retórica es ora defectuosa ora excesiva; ora

innecesaria, ora insuficiente. Pero, aunque importante, la distinción entre habla ajustada y habla

t4

Rerónca

td t lí

llu¿¡e c¡n .

lua Ríwto

no-ajustada no es ni con mucho adecuada

a 1a retórica. No es necesario argüir que hay habla no-ajustada que no es retórica. El mero descuido al hablar no quiere decir que se hable retó¡icamente. Asi, el hablar noajustado se puede dividir en hablar no-ajustado por descuido y hablar no-ajustado por propósito; y sólo en esta última división podemos rspirar a circunscribir 1a retórica.

Pero, para muchos,

el hablar no-ajustado con propósito no

comprende toda la retórica que hay: en el ot¡o hemisferio de la división el del habla justa, hay también retórica. ¿Cómo podría ser -dicenasí? Aqui, la división del habla justa es en verdadera y probable; y en csta división la retórica queda comprendida en 1a parte del habla justa probable. Así, parece que tenemos encerrada la retórica en las divisiones del hablar ajustadq pero probable; y el hablar no-ajustado con propósito. ¿Scrá así? Quizás. Thn elusiva es la retórica. De todos modos, un camino muy equivocado no hemos hechq si r'onsideramos la retórica en perspectiva histórica. Porque la división lntrc la ¡etórica del habla probable pero recta y la retórica del habla ro rccta pero deliberada ha sido hecha desde antiguo; y ha dividido lrnbién a quienes la hacen en adversarios: para unos, solamente algo , r,rno la primera división comprende la retórica; para otros, la retórica s,ilLr cs empleo deliberado del habla-no ajustada. Vcamos más de cerca ambas divisiones de la retórica. Las cosas ¡,r,rblbles son las que f¡ecuentemente ocurren pero no siempre; y son rrcnos o más probables según es menos o más frecuente que ocutran. Asi, t¡uc haya ocurrido o haya de ocurrir una cosa que es sólo probable usunto que podemos dudar;pe¡o, también algo sobre 10 que podemos ,'¡rllr hablando rectamente de su probabilidad. Hablar rectamente de 1,, ¡,r,rblblc con vistas a obtener una decisión es cosa que, según dice Arisl{ltclcs, corresponde al retórico. Pero, no cuesta ver que con el ¡rr:irro to(¡lc se muestra que se puede hablar de modo no recto de lo ,s

I'r,'l,rrlrl,; y csto con propósito: el propósito de obtener una decisión r rr¡¡t1¡¡¡i¡¡ ¡ h que resulta de escuchar al que habla de lo probable con lrllI( zit l5

R,tt,túttr

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AúlEún hñ lt¡ú

D

Se va ciñendo así un poco el dominio de la retórica. Y se torna vívido también, considerando la oposición dramática entre los que hablan con rectitud de lo probable y los que no 1o hacen asi y deliberadamente. Tenemos el cuadro de una disputa sobre lo probable frente a una audiencia que debe decidir Ahora, si conside¡amos las instancias reales de esta contienda vamos a encontrar, de una parte, su elemento: las asambleas, los tribunales, los congresos, las grandes manifestaciones públicas, las redes de comunicación (radio, prensa, cine, televisión] en iuyos extremos numerosos están atendiendo los oídos y los ojos de la gente; y, c1e la otra, los que contienden entre si con vistas a obtener en su favor la decisión de ]a audiencia. También, con una representación así, se amplía nuestra perspectiva Lo primero es la condición y el número de ios que deciden No hay que decir que no es 1o mismo juzgar una drsputa sobre lo que conocemos 6i.n que sobre lo que sabemos vagamente o tan sólo por las noticias que nos llegan de la disputa misma.

Ni hay que

agregar

que según crezca el numero de los jueces *la audiencia- en esta segundá condición, ya no es sólo estrictamente sobre lo probable que se-puede disputar Galileo y sus oponentes no drsputaban sobre 1o probrbl.; o sl se quiere, disputaban de algo así sóio con relación a la pobre condición de sr rudienciu. De doüe resulta que según sea la condición de ésta podemos dispútar hasta acerca de la cuadratura del círculo. No sólo es'o: el que sostiene que se puede cuadrar el círculo se puede encontrar en ventaja respecto del que lo niega; y los jueceg decidir por enorme mayoría que el círculo se puede cuadrar

A muchos parecerá

cosa ir¡ebatible que si alguien disputa sobre lo

probable y disputa bien, se impondrá sobre todos sus adve¡sarios frente a todos lbs jueces. Con esta cot.rvicción se ocupa Aristóteles de la retórica: como arte de disputar bien sobre 1o probable; como arte de asegurar que lo probable prevalezca ¡rtte quienes deben iuzgar. "Ci.tto, Arirtét.l.s se ádelanta a reconocer que el retórico puede hacer mal uso de su arte y asi prevalecer eventualmente lo menos

Rt!ótnn btut l¡

l)rob¡blc sobre

1o más

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nú hú¡

probable; y hasta

1o

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injusto sobre lo justo. Pero,

rrsirlismo, parece no duclar que entre dos adversarios igualmente dueños ,h l ¡rte de la retórica el que sostiene lo más probable y habla con más jrrstL'za cle 1o más probable prevalecerá.

Scguramente algo así ha de ocurrir cuando se cumplen las siguientes ..,,n,licio,.rcs: conocimiento de lo probable, disposición en su favor; r onocimiento del arte de la retórica; lucces imparciales y razonables. I)L'nranera que todo viene a parar en esto:la medida en que de hecho torlus cstas condiciones se cumpien; o siquiera algunas, o siquiera una.

2

Ill arte de la retórica,

dice Aristótcles, 'puede definirse como Ia trtlacidad de aplicar en cualquíer caso [os medios disponíbles de ¡tt-sttttsiótr" . La retórica, para este autot es así un arte general. Y parece rrsi, en efecto: cada arte dispone de sus medios y modos de instruir o

¡( rsrLadir en su particular esfera. Así, la retórica se ocuparia de la ¡r(,rstlasión comirn a todas las artes y sería, en este sentido, arte de iltlr's.

I'ero, de los medios que se emplean para persuadi¡ el mismo Aristóteles se adelanta a reconocer que no todos pertenecen a la r.tririca, sino únicamente Los que recurren a la palabra. Así, dice este ,rlrlor que "los testígos,la euidencía dadabaja tortura,los contratos escntos, 1,t., ltyrr, los juramentos 110 sln adrninistrados por el que habla sino que ¡ \/¡iri r.t sr disposición' . (Retórica, Libro I, Cap. 2) Nritese, al pasar, que Aristóteles es liberal como pocos en el empleo ,l, lrr palabra t'persualión" , que entre nosotros no sale del ámbito de las ¡',rlrrhrls y las razones. Lo más fuerte en el empleo de esta expresión ii,''r..' que ver ordinariamente con la reconvención, la admonición, ia

1,r,rtr'sta. Para Aristóteles, por ei contrario, los torturadores y sus Lr\trui.ncntos son tan persuasores y persuasivos como ias razones. A v, ( ('s, cierto, en novelas, pelícuias o en coloquio cotidiano se oyen

l1dúñ4 jrnnt ltl /ldi¿"üa . hút nr\üb

frases como_: "Lo persuadieron a su manera" , "Bien, tettdremos que rea,Lrrir a otros rnodos para persuadí o", "Con el prisionero no recurríeran a Ia

palabra para persuatlirlo"; pero

er.r

todos estos empleos se entiende

'persuadír" en sentido figurado, no recto.

De la persuasión que resulta de las palabras hay tres especies: "la que depende del carácter personal del que habla"; '|la que depende de poner a.la audienaa en cíerta dísposición de espíritu";la que "dipende de la, prueba, o prueba aparente, que suministra il dit*rto áel oraá0r". Así, el buen orador de acuerdo a Aristóteles debe ser experto en tres cosas: en moral, con vistas a producir Ia mejor impresrón de su carácter ante audiencia; en psicologia, con vistas a identificar y suscitar en su audiencía las emociones adecuadas a la decisión que.l. eJJa espera; y en dialéctica (o lógica) con vistas a la verdad o mayor probrbilidud áe

ll

su discurso, construido de acuerdo a ios argumentos que el caso requiera. Todavía, la ¡etó¡ica se divide de acue¡do a la audiencia del orador Porque los fines de la retórica son distintos según cambia 1a audiencia, que puede ser ia asamblea, eltribunal, o el público que escucha durante

una conmemoración o ceremonia. Así, las partes de la retórica de acuerdo a este criterio son: retórica política, retórica forense y retórica de ceremonias.

Los fines de cada una de las tres partes antedichas son, resp_ectivamente, el bien público, la justicia y la honorabilidad. Y hay también una correlación de tales fines con las partes nartes del tiemno: noroue deltiempo: porque las leyes se crean (retórica polítical con viitas vistas a hechos hechos futrrros: os; se alegan (retórica forense) con vistas á hechos pasados; y las personas o hechos se honran [y también se deshonran, no olvidarJ en función de

valoraciones presentes (retórica de ceremonias). De esto último, en verdad, no dice mucho Aristóteles; nada, en especial, sobre la relatividad implicada en esta noción que conecta el

tiempo y la retórica. Porqu-e todo prtldo fue alguna vez presente y todo presente lue siempre luturo, hasta cl presente. De modo que, si las valoraciones cambian con el tiempo, es obvio que lo que una vez se

Rptnnd

tntt



Aúvucú hru

Rit'ttt¡

lronró otra vez se deshonrará, y viceversa, lo que una vez se deshonró, se hon¡a¡á 1o que no parece necesario dar ejemplos, tal es la -de rhunclancia de estos casos.

otrr

Sobre lo que forma el asunto de las deliberaciones políticaq enumera

('st('autor: recursosr guera y paz, defensa, exportación e importación, lcgislación. Sobre lo que ocupa a los oradores de ceremonias son la virturl y el vicio, la nobleza y la abyección, que se expresan en multitud (l('cspecies como la justicia, el coraje, la temperancia, prudencia, s;rbiduría y sus contrarios. En cuanto a la retórica forense o jurídica se lrifirrca, obviamente, en defensa y acusación que obran a la vez sobre , l mismo asunto en orden a establecer si hay o no transgresión de las l,'yes, y restablecer ia justicia si es el caso que no la hay. Más adelante tendremos que recordar a Pascal, pero digamos ya rrt¡rri {Aristóteles también hace la comparaciónJ que elretórico es como rrn ¡rintor que ofrece a la audiencia su respetable autorretrato pintado

,,,r

palabras; y el ¡etrato de la audiencia también, para que ésta se vea si misma como é1 quiere que se vea. Es como un sofista el retóricq rlr sofista que elige los argumentos que más le acomodan con vistas a , stlblccer su proposición. Como dijimos, aunque Aristóteles considera Lr lcturica como un arte respetable, no desconoce el reve¡so del buen r, tririco. Dice: rr

ltotción del mismo arte discernir los medíos reales y los aparentes l( persuasiónt tal como es funaón de Ia dialéctica (lógca) dncemtr Ios síktgísmos reales de los aparentes. Lo que hace de un hombre un ".;ofísta" no es su capacídad, sinl su prlpósitl moral. Sín embargo, en rt:tónca, el térmíno "retónco" puede desmbir el arte del orador tanto (on\o sLL propósitl m|ral. En díaléctica (lógtca) es dit'erente: un hombre I;.s

t ' sot'ista" porque tíene cierta especíe de propósito moral; y " dialéctico" (lógico) no en respectl de su propósíto moral, sino de su faatltad.

t

I l¡str en nuestros días tiene amplio lugar una ambivalencia así del \t tn'tino "retóríca''. Basta abrir un diccionario para averiguar que la rr'trlricr ticne status en ambas modalidades: como "arte del discurso

l,'n

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ilú¿i. c

htutillr\rú)

bíen compuesto" y como "elocuencia artificial y uacía". Por cjemplo, Thomas Szasz, en un libro en que se refiere a la pugna entre el escritor Karl Kraus y los psicoanalistas que comenzaban a surgir en torno a

Freud, opone la noble retórica de K¡aus a la mala retórica de los freudianos, y argumenta que en nuest¡os tiempos asistimos a 1a decadencia del arte retórico: "Cuando se píensa que hace un siglo Ia retónca se consideraba la más ünportante de las disciplínas l'Lunanistas en nuestros colegios y se contrdsta este hecho con la sítuacíótt tan dit'erente que preualece Itoy día, nos uemos t'onados a aceptar que wt gran cambio de ualores ha tenido lugar"

[RichardWeaveq citado en KarlK¡aus and the Soul-Doctors, p.43.)

3

El dialéctico (el logico] prueba sus proposiciones mediante silogismos y mediante inducciones. El retórico hace lo mismo; sólo que, actuando ante una audiencia que no es apta para seguir los detalles de la prueba dialéctica, procede de manera sinóptica. En labios del retórico, ios silogismos del dialéctico se transforman en entimemas y las inducciones en e.jemplos.

Ordinariamente Aristóteles no es ell esto una excepción- un hecho así fque la audiencia no es apta, es decir, que el número de los que escuchan y su grado de educación impone una diferencia esencial en el trato y exposición de las materias que se discuten, en especial, en el modo de la prueba] no pasa más allá de señalarse, sin atender al determinismo que asoma en ello, ni mucho menos a sus implicacrones. Por ejemplo, la clencia de 1a prueba parece quedar al margen de un

-y

cor.rtraste asi y se la remite a un "discurso sin audíencia" o con "audíencia

irlenl".

No se considera para nada que la prueba tiene que efectuarse también ante una audiencia y que en esta medida no le queda más que ser prueba retórica, o prueba mediante entimemas. 20

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Siendo el campo de la retórica, especialmente, "[o probable, (ltúiflgente a uariable",los entimemas del retórico se forman con este m¿terial. Con probabilidades y con signos, dice Aristóteles. De donde rrsulta e1 carácter práctico de los argumentos retóricos. Sob¡e cómo se hacen los entimemas y cómo se emplean 1as siguiente: que "la ayuda probabiLidades, 'narteamericana considérese el ejemplo a los contrareuoltLcionarios en Honduras acarrea el ,.[escensa dela alfabetización e¡tNicaragra'. Aquí, tratando de completar i,l silogismo, o más bien la cadena siLogística, tendríamos esto: Que 'la tNrtda n|rteallrciicana a los contrareuolLLcionanos acarrea el incremento ,i' nL fuena de combate; que el incremento de su fuena de combate acarrea d increnento de la fuena de combate nicaragüense; que el incremento de la lttena de canbate nicaragiiense acarret el ittcremento del presupuesto nilítar; que el íncremento del preutpuesto milítar acarea Ia distninuciót't It:[ presipuesta de educación; qtrc la disminución del prest'tpuesto de ttlttcacíótt acarrea el descenso de Ia alfabetización en Nícaragua." Como se ve, el entimema de este ejemplo se forma sólo con los ( \L¡emos de la cadel.ra silogística. El retórico no se detiene er.r 1os t,sl¡bones intermedios. Como dice Aristóteles, la audiencia los suplirá. l,l cuestión, claro está, es si siempre es así el encadenamiento y si sicmpre se conduce así la audiencia (1i de conducirse así, si siempre srrplc los n.rismos eslabones). Porque si clencaclenamiento no es siempre ,,sio la audiencia no se conduce siempre así, el retórico puede producir

rn cntimema

aparente y la audiencia tenerlo por genuino.

Este ejemplo muestra tamblén como se hacen los estimemas con

1a

l,nrbabilidad. Porque la ayuda norteamericana puede no acarrear el

incrcmento de la fuerza de combate contrarevolucionaria. No es ncccsario que io acarree. Ni es necesario, en caso de acarrearlo, que de ,lkr resulte el inc¡emento de la fuerza de combate nicaragüense; ni es t;rnrpoco necesario que el incremento del presupuesto militar acarree ll rlisminución del presupuesto de educación, etc. Iistc ejemplo áel impacto de la ayuda norteamericana a 1a , ortrarevolución sobre 1a alfabetización del pueblo nicaragüense se 2l

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presta múy bien para que el lector aprecie sin más asistencia la importancia del entimema en ei discurso retórico. Porque él habrá escuchado en incontables ocasiones entimemas así. "Esta ayuda está afectando a Ia alfabetízación", dice un ministro de educación a la prensa; y todos, desde el periodista que toma apuntes hasta el último de sus lectores, suplen 1o que falta para completar el silogismo. Si en una manifestación (otro ejemplo) en contra de la política de instalar plantas nucleares alguien lleva un cartel donde está escrrlo "Nuestros hijos tro nos perd.onarán", todos sabemos completar el silogismo, o cadena silogística, que va desde la instalación de plantas nucleares, pasando por el riesgo seguro de accidentes, yendo por 1a polución radioactiva, hasta terminar en ias maldiciones de nuest¡os hijos. Los grafiti de los servicios públicos, los rayados de las mura11as, los afiches de propaganda

son casi siempre ingeniosas construcciones entimemáticas. La cruz swástica (o la swástica, como simplemente se dice) es un símbolo cargado de proposiciones nefastas que todos suplen no más ve¡lo aparecer Así, cuando un demagogo le cuelga este símbolo a otrq la audiencia está inmediatamente en condiciones de sacar conclusiones a granel: belicista, racista, elitista, nihilista, sangurnariq sadista, asesino, enemigo del genero humano.

lapidarias

Sobre el empleo de signos en la fo¡mación de ios entimemas, Aristóteles comienza por dividir los signos en falibles e infalibles. De los primeros, los falibles, su ejemplo es: "EI hecho de que Sócrates t'ue sabio y justo es un sígno de que los sabios sott justos" (entimema: "Saüío y, así, justo"). De los segundog los infalibles, su ejemplo es: "El hecho de que tiene fiebre es un sigto de que está enfermo" (entimema: "Estando febnl, había que auenguar la naturaleza de su enfermedad"). Como se ve, en la primera especie de signo se toma lo particular como punto de partida. En la segunda, se parte de una generalización. Sin embargg no parece haber diferencia esencial en los signoq puesto que la unión de la sabiduría y la justicia en Sócrates no es algo que sugiera la misma unión en otro, como no opere en la mente de quien así lo infiere, por justicia van impiícita que sea, una generalización -la sabiduría y la siemprejuntas- desde la cual se va a los casos partícuiares.

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mismo ejemplo de Aristóteles sobre Sócrates puede orientarnos sobre una fuente inextinguible de esta especie de signos: los que se producen por el solo impacto que un carácter o penonalidad impone cl nosotros y que nos hace pensar que las cosas que en dicha E1

pcrsonalidad van juntas, 1o hacen por alguna intrínseca relación. Asi, .Jcsirs nos hace unir mansedumbre y religiosidad; Diógenes, nos hace rrnir s¿biduría y renuncia; Otelg celos y estulticia; Tersites, envidia y

nnledicencia. [.os que Aristóteles llama "ejemplos" implican, como ios signos, ¡3'neralización y subordinación a lo general. El ejemplo de Aristóteles ls así: que Dionisio, al pedir guardia personal, está t¡amando lr rmsformarse en tirano. Los ejemplos son Pisístrato de Atenas y

li rigcnes de Megara: ambos pidieron guardia personal y

se

Irnslrorma¡on en tiranos cuando la obtuvieron. Ya el hecho de recurrir ,r ,l,rs cjemplos para probar un caso está dejando a la vista que los

,j, nrplos sor.r inducciones:

se va de casos particulares a una regla que

,l, sprrús sc aplica en general.

'lirmbién,

ejemplos se dividen: según los hechos son reales (como l,'., rlt' Pisistrato y Teágenes) o inventados. De estos últimos, dice Arst(it(,lcs que hay dos especies: el paralelo y la febula. El paralelo es lr , ( r ('ntcmcnte empleado por Sócrates que 1o construye como analogia. l','r , j