Resumen Del Mensaje de Los Profetas Menores

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Resumen del Mensaje de los Profetas Menores Jonás el profeta que huye Jonás predicó a dos naciones diferentes: Israel y Asiria. Con respecto a Israel, la Biblia revela sólo que Jonás habló la palabra de Dios durante el reino de Jeroboam II. Él predijo victorias militares que se cumplieron bajo este rey (2 Reyes 14:25). El libro de Jonás luego describe el ministerio de este profeta en la nación de Asiria.

Autor y fecha Debido a una falta de evidencia bíblica interna del escritor de Jonás, muchos eruditos conservadores creen que el autor del libro es incierto. Otros prefieren permanecer con la tradición hebrea que denomina al propio Jonás como el autor. En cualquier caso, la mayoría de los eruditos está de acuerdo en que es mejor dejar la paternidad literaria de este libro como una cuestión pendiente. La fecha del escrito de Jonás parece ser aproximadamente 760 a.C. El profeta Jonás ministró mientras Jeroboam II gobernaba Israel en 793–753 a.C. (2 Reyes 14:23–25).

Confiabilidad histórica Debido a que la historia de Jonás indica un milagro bastante inusual, involucrando a un “gran pez” (Jonás 1:17), algunos han cuestionado su fiabilidad histórica. Sin embargo, los eruditos conservadores generalmente están de acuerdo en que el relato es históricamente correcto. Dan énfasis a que el problema verdadero es si Dios realiza milagros, no si un gran pez puede tragarse a un ser humano: El problema clave es si Jonás es una obra de ficción o la biografía de una persona … Dos problemas complican la pregunta. La primera cuestiona: “¿Es posible que una persona sobreviva tres días dentro de un gran pez?” Abundan los relatos de marineros que pasaron por una dura experiencia similar a Jonás. Pero eso no capta la idea. El Dios que abrió el mar Rojo para salvar a Moisés y los israelitas podría emplear un pez para salvar a este profeta aun cuando nunca le hubiera sucedido lo mismo a otro. El problema real, en proceso de discusión por intérpretes, es si Dios obra milagros o no. Ése no es un problema en Jonás (o en ese caso el resto de la Biblia). Ése es un problema planteado por la filosofía del intérprete. (Israel y Fettke 2003, 703–704)

Bosquejo I.

La respuesta de Jonás al primer llamado de Dios, 1–2 A. El llamado de Jonás (1:1–2) B. La desobediencia de Jonás (1:3) C. Los resultados de la desobediencia de Jonás (1:4–17) D. La oración y liberación de Jonás (2:1–10) II. La respuesta de Jonás al segundo llamado de Dios, 3–4 A. El llamado de Jonás (3:1–2) B. La obediencia de Jonás (3:3–4) C. Los resultados de la obediencia de Jonás (3:5–10) D. La lección de Jonás (4:1–11)

El primer llamado de Dios (Jonás 1–2) De los dieciséis profetas mayores y menores, sólo Jonás y Oseas nacieron y se criaron en Israel. Jonás era de Gat-hefer, un pueblo pequeño a cinco kilómetros al nordeste de Nazaret en Galilea (2 Reyes 14:25) (Douglas 1978, 454). En algún punto, Dios dio instrucciones a Jonás para que fuera a Nínive, la capital asiria, y llamara al pueblo al arrepentimiento. Nínive estaba aproximadamente a 500 millas (800 km) al nordeste de la ciudad natal de Jonás; sus ruinas todavía pueden verse hoy en el río Tigris, opuesto a la ciudad de Mosul, Irak (Douglas 1978, 888). “Y era Nínive una ciudad grande en extremo, de tres días de camino” (Jonás 3:3). Dentro de sus ocho millas (13 km) de perímetro vivían más de 120.000 personas (Jonás 4:11). Cuando se incluían los suburbios alrededor, o ciudades más pequeñas, el área mayor de Nínive se extendía en aproximadamente 20 millas (32 km) de este a oeste y 20 millas norte a sur; es decir, la circunferencia total era aproximadamente de 60 millas (96 km) (Barker 1985, 1368). Sin embargo, Jonás luchó contra las instrucciones de Dios. Intentó huir de la responsabilidad que Dios le había dado, viajando precisamente en la dirección opuesta, hacia Tarsis (posiblemente en España, aproximadamente a 2.500 millas (4.000 km) al oeste de Palestina). ¡Jonás se estaba alejando lo más posible de Nínive! El viaje de Jonás

Aunque a menudo criticamos a Jonás por haber intentado huir neciamente de las instrucciones de Dios, los creyentes hoy no están exentos de respuestas similares a las instrucciones de Dios. En cuanto a Jonás, él desobedeció a Dios, probablemente por una variedad de razones. En primer lugar, Jonás detestaba a los asirios porque rendían culto a ídolos, que era una violación al mandato de Dios, y eran los enemigos de Israel. Su estrategia en tiempos de guerra involucraba crueldad e injusticia. Debido a esto, Jonás no quería que los ciudadanos de Nínive se arrepintieran; quería que Dios los destruyera. Además, Jonás temía que si los asirios se arrepentían, Dios derramara su misericordia sobre tal pueblo impío, cruel y desmerecedor (Jonás 4:2). Jonás se había olvidado de varias verdades teológicas claves: (1) Dios creó a todos, (2) Dios levantó a Israel para ser una bendición a otras naciones (Génesis 12:1–3), y (3) Dios deseaba que todos llegáramos a conocerle en una relación personal.

No obstante, a pesar de la desobediencia explícita de Jonás, Dios no lo desechó. En cambio, Dios expresó su gran amor a través de la disciplina. Una tormenta violenta se levantó y bombardeó el navío en el que estaba Jonás. Según las costumbres y culturas de aquel día, particularmente la de otras naciones y religiones, tal fenómeno climático significaba que los dioses estaban enfadados y estaban castigando a alguien por una conducta inapropiada. Los marineros echaron suertes para determinar quién había provocado el enojo divino. Cuando la suerte cayó sobre Jonás, él confesó y admitió su culpa. Ante la insistencia del profeta, los marineros arrojaron a Jonás a las aguas bravas del mar, anticipando su ahogamiento y muerte. Pero Dios calmó el mar (Jonás 1:15), y los marineros adoraron al Dios de Israel. Entretanto, Dios envió a un gran pez que se tragó a Jonás, rescatándolo de la muerte (1:17). Pero Jonás estaba lleno de un intenso miedo. El estómago del pez era similar a una tumba oscura, con un olor y gusto horrible. El profeta desobediente entró en razón, lamentó su desobediencia, y se arrepintió. Desde lo profundo del oscuro mar, oró ardientemente por la ayuda de Dios (2:1–9). La misericordia y gracia de Dios es generosa, increíble, y penetrante. Dios perdonó a Jonás e hizo que el gran pez vomitara a Jonás hacia la tierra seca (2:10). Jonás había sido rescatado, tanto de su pecado de desobediencia como de la prisión en las entrañas del pez.

El segundo llamado de Dios (Jonás 3–4) Esta vez, cuando Dios nuevamente le dio instrucciones a Jonás para que fuera a Nínive, él obedeció y proclamó el mensaje que Dios le había dado. La grave profecía de Dios a través de Jonás causó que el pueblo de Nínive se arrepintiera y se volviera a Dios. Como resultado, Dios “se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo” (3:10). Jonás respondió a este acontecimiento con enojo (4:1) ¡Ésto era lo mismo que él había temido desde el principio! ¿Por qué debe Dios extender misericordia a semejante pueblo impío? La misericordia era lo último que Jonás deseaba para la ciudad de Nínive. Quería que Dios golpeara duramente a los asirios con juicio por su conducta pecadora (Jonás 4:2– 3) (Good 1965, 39–55). No obstante, en este diálogo humano-divino, “Jehová le dijo, ¿Haces tú bien en enojarte tanto?” (Jonás 4:4). A pesar de las faltas del profeta, el Señor fue paciente y misericordioso con él, tal como fue paciente y misericordioso con Nínive.

Implicaciones teológicas ¿Cambia Dios de parecer? De los problemas teológicos que provienen del libro de Jonás, la pregunta mayor es si Dios cambia o no de parecer. En base a Jonás 4:2 y otros varios textos en el Antiguo Testamento, algunos afirman que Dios de hecho se apacigua, o cambia de parecer. Algunos llegan al punto de afirmar que Dios invierte sus decisiones como resultado de nuestras oraciones, quizás considerando que la oración sólo es efectiva en la medida en que haga cambiar la intención de Dios. Sin embargo, estas creencias no son apoyadas por las Escrituras. Otros textos bíblicos indican claramente que Dios no cambia de parecer. Números 23:19 declara: “Dios no es hombre, para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta.” Aunque unos pocos sostienen que estos textos bíblicos son contradictorios, cuando se sigue el principio bíblico de interpretación, que los textos no tan claros deben interpretarse a la luz de los textos claros, en lugar de a la inversa, la tensión teológica queda resuelta.

Nuestra posición es que Dios no cambia de parecer. Considere las siguientes declaraciones de Rich Israel y Steve Fettke: La historia [de Jonás] también plantea el problema de Dios cambiando de parecer, o “arrepintiéndose” (nacham; Jonás 4:2). A veces los lectores preguntan cómo un Dios inmutable, que conoce el fin desde el principio, puede “cambiar de parecer”. Después de todo, Números 23:19 afirma que tal cambio es una característica de los humanos, no de Dios. No obstante, Jonás describe a Dios como “que te arrepientes del mal”. ¿Cómo puede uno sostener esos dos puntos de vista juntos teológicamente? El sentido del verbo hebreo nacham es “lamentar”. Dios lamentaba el mal que había decretado contra los habitantes de Nínive. Uno no debe inferir, sin embargo, que Dios cambió de parecer. Jonás sabía lo que Dios tenía en mente desde el principio. Él sabía que Dios quería salvar a esos pecadores impíos, así que huyó para evitar predicarles. El carácter de Dios, sin embargo, le exige que se arrepienta de enviar una calamidad cada vez que los humanos se arrepienten del mal (Jonás 4:2). Lo que él realmente “tenía en mente”, por consiguiente, era ser clemente, piadoso, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se arrepiente del mal. Fue la gracia de Dios lo que lo motivó a enviar a profetas como Jonás a predicar a sus enemigos. El parecer de Dios no cambia. Él se arrepiente (3:9) de juicio cuando los humanos se arrepienten (3:10) del mal. (2003, 706) Un propósito misionero Un segundo problema teológico involucra el tema misionero del libro. Dios tenía un propósito misionero en su llamado a Jonás; es decir, Él llamó a Jonás a una tarea misionera específica, a una ubicación específica. Aunque inicialmente Jonás resistió el llamado y terminó quejándose de la respuesta positiva de Nínive, de todas maneras Dios logró su propósito misionero. “La historia acaba con una pregunta que queda sin contestar. Al presentarla, el narrador nos pone a todos en apuros. ¿Sentimos sólo compasión por aquellos ‘que nos caen bien’? ¿Podemos sobrepasar eso para compartir en la compasión de Dios por el mundo, incluyendo a nuestros enemigos?” (Israel y Fettke 2003, 707). El libro entero, particularmente las respuestas del Señor en Jonás 4, afirma el cuidado, preocupación y misericordia de Dios por todo el mundo. Su propósito sigue siendo el mismo hoy. Dios desea que todas las personas y todas las naciones lo acepten como el único y verdadero Dios y Señor de todos.

Amós: el pastor que profetiza

Autor y fecha Los eruditos de la Biblia generalmente concuerdan que Amós escribió el libro que lleva su nombre. Él no era un sacerdote como Jeremías o Ezequiel; era un pastor y cuidador de higueras (Amós 7:14–15). Puesto que el libro de Amós usa una palabra hebrea inusual para pastor, algunos eruditos sugieren que Amós fue un hombre de negocios que poseía manadas y era bastante adinerado. Sin embargo, otros cuestionan esta conclusión. Sabemos que la casa de Amós estaba en Tecoa, un pueblo pequeño en Judá a 6 millas (9,6 km) hacia el sur de Belén y 11 millas (18,7 km) de Jerusalén. Pero Dios lo envió al norte, para que profetizara en el reino de Israel. Amós no era un exégeta, escriba o erudito bíblico. Él no asistió a una escuela de profetas, ni su padre era profeta (7:14). Es cierto que su conocimiento de los tiempos y la historia bíblica muestran que tenía alguna educación (1:3–2:3), pero algunos sostienen que esta educación no era del tipo formal. “La disposición de Dios de usar a personas sin capacitación académica y religiosa previa resalta la verdad de que él no muestra parcialidad, un recordatorio oportuno en una era de profesionalismo como la nuestra” (Hill y Walton 2000, 479). El nombre de Amós, que significa “cargador” (Hill y Walton 2000, 479), es teológicamente significativo a su mensaje y llamado. Por ejemplo, él llevó la carga de injusticia social y de identificarse con las personas en sus luchas y en los tiempos difíciles de la vida. Amós también llevó las cargas de la nación de Israel, particularmente en relación a su pecado e infidelidad a Dios. Es decir, él llevó la carga del llamado de Dios para hablar proféticamente al pueblo que había pecado en forma consecuente y no se arrepentía de sus hechos pecaminosos. Por la misma razón, el hecho de no ser parte de la clase religiosa del día le permitió hablar la palabra del Señor libre y audazmente. “Debido a su plataforma como ‘laico independiente’ y obrero ‘manual’, Amós tuvo libertad para proclamar el mensaje de Dios sin estorbos de los intereses creados o la opinión pública” (Hill y Walton 2000, 479). Según Amós 1:1, el profeta registró lo que Dios le había “mostrado” acerca de Israel. Amós recibió sus mensajes o visiones durante los reinados de Uzías, rey de Judá, y Jeroboam II, rey de Israel. Así, Amós probablemente ministró alrededor de 760–755 a.C.

Medio ambiente, propósito y tema Amós 1:1 indica que dos años antes de un terremoto, Amós profetizó y advirtió a los israelitas del juicio inminente. La prosperidad de Israel bajo Jeroboam II había llevado a la nación a descuidar su fidelidad a Dios y a quitarle gravedad al pecado. Amós predicó contra la hipocresía al clamar por justicia social para los pobres y por una vida piadosa y fiel. El tema principal del libro se da en Amós 5:24: “Pero corra el juicio como las aguas; y la justicia como impetuoso arroyo.” Debido a que Amós era un pastor así como un profeta, él tenía una comprensión natural de las ocupaciones de las personas. Explicó sus mensajes en las palabras de un granjero y pastor. Por ejemplo, habló de un carro lleno de gavillas (2:13), un pastor que rescata un cordero de un león (3:12), y una criba que zarandea el grano (9:9). Amós era una persona con grandes habilidades de comunicación. Usó recursos literarios para influir a sus oyentes. Éstos incluyeron un lamento fúnebre acerca de sus oyentes (Amós 5:2), una parodia de las instrucciones de un sacerdote a los peregrinos (4:4), el sarcasmo punzante (6:1–7), versos de himnos (4:13; 5:8–9; 9:5–6), y otras estrategias retóricas. Tenemos la impresión de una persona valerosa nadando en la controversia. (Israel y Fettke 2003, 708)

Bosquejo I.

Juicios para ocho naciones, 1:1–2:16 A. Damasco (Mesopotamia o Siria) (1:3–5) B. Gaza (Filistea) (1:6–8) C. Tiro (Fenicia) (1:9–10)

D. Edom (1:11–12) E. Amón (1:13–15) F. Moab (2:1–3) G. Judá (2:4–5) H. Israel (2:6–16) II. Tres principios de juicio para Israel, 3–6 A. El privilegio trae responsabilidad (3) B. La disciplina de Dios debe llevar al arrepentimiento (4) C. Dios está con los que buscan el bien y contra los que buscan el mal (5–6) III. Cinco visiones de juicio para Israel, 7:1–9:10 A. Langostas (no mandado) (7:1–3) B. Fuego (no mandado) (7:4–6) C. Plomada (7:7–9) (Juicio de Amasías el sacerdote) (7:10–17) D. Canastillo de fruta madura (8:1–14) E. El Señor sobre el altar (9:1–10) IV. La futura restauración de Israel, 9:11–15

Juicios para ocho naciones (Amós 1:1–2:16) El libro empieza con el pronunciamiento de juicio divino de Amós sobre ocho naciones. Las primeras seis naciones eran los enemigos de Israel: Damasco, Filistea, Fenicia, Edom, Amón y Moab. La condenación de estas naciones enemigas y sus pecados terribles (1:3– 2:3) entusiasmó a Israel. Según algunos eruditos, cuando los israelitas se dieron cuenta que les gustaban las declaraciones de este pastor profeta, su incertidumbre sobre Amós se volvió en aceptación. “Mientras Dios juzgaba a cada nación por ‘tres pecados … y por el cuarto’ (una manera poética de describir sus ‘muchos’ pecados), el pueblo de Israel debe haber aplaudido a Amós y haberlo reconocido como un verdadero profeta de Dios” (Dyer y Merrill 2001, 748). El entusiasmo de Israel se oscureció cuando la profecía del juicio de Dios cayó más cerca de casa: contra Judá, el vecino de Israel. Después de declarar que Dios juzgaría a Judá por sus pecados, el primer mensaje profético de Amós acabó con un decreto que rugió a través de Israel como trueno. ¡En lugar de pronunciar victoria para la nación de Israel, el Señor castigó a los israelitas por sus pecados y afirmó que eran aun más malos que las otras naciones! “Una vez que obtuvo su atención completa, Amós impulsó a casa la daga del juicio de Dios mientras anunciaba que Dios también juzgaría a Israel por ‘tres pecados … y por el cuarto’ ” (Dyer y Merrill 2001, 748). Sus muchos pecados incluían la opresión de los pobres, aun venderlos como esclavos (Amós 2:6–8). Se habían olvidado que una vez fueron también esclavos en Egipto y que Dios los rescató de la tiranía de la esclavitud (2:9–10). Es más, la ley prohibía tratar a otros israelitas como esclavos (Levítico 25). Dios odia la opresión y favorece la justicia. Por lo tanto, Dios iba a destruir también a Israel. Amós tendió una trampa retórica para acusar a su público israelita. Primero llamó la atención de ellos anunciando juicio para las naciones que se habían separado del antiguo imperio de David. El clímax de su sermón vino cuando pronunció un juicio más severo sobre sus oyentes israelitas (Amós 2:6–16). Para ellos, eso fue seguramente un desagradable e inesperado giro de acontecimientos. En su deseo de juzgar a sus

enemigos, se habían armado una trampa para lo mismo. Las acusaciones de Dios contra las naciones fuera de Judá e Israel provenían de delitos contra la humanidad. La excesiva crueldad en la guerra eran razones típicas de juicio. Algunas de esas prácticas incluían deportar poblaciones enteras y desgarrar a las “mujeres … que estaban encintas” (Amós 1:13), y violaciones de tratados. Eran acciones que toda persona moral condenaría como extremas. Eran los motivos del juicio de Dios sobre esas naciones. Jehová era el juez de todas las naciones. Él juzgaría y castigaría todas las injusticias. (Israel y Fettke 2003, 710)

Los principios de juicio para Israel (Amós 3–6) Después de su declaración inicial, Amós describió y desarrolló tres principios o motivos para el juicio inminente de Dios contra Israel: 1. El privilegio trae responsabilidad (Amós 3). 2. El propósito de la disciplina de Dios es llevar al arrepentimiento (4). 3. Dios está con los que buscan el bien y contra los que buscan el mal (5–6). Dentro de estos principios, Amós afirmó que de cierto Israel era la nación escogida de Dios y que Dios los había “elegido” para esa posición. Al parecer Israel tenía una actitud de superioridad que emergía de su relación especial con Dios. De hecho, el privilegio de la elección de Israel estaba en la raíz de su problema. Ellos asumieron que al estar al lado de Dios quedaban exentos de su juicio. ¿Cómo podría la “nación más favorecida” de Dios perder su categoría? ¿No prosperaba Dios su economía y política? Amós argumentaba que la elección especial de Dios era la base para su juicio (Amós 3:1–2). (Israel y Fettke 2003, 711)

Cinco visiones de juicio en Israel (Amós 7:1–9:10) Luego Amós narró cinco visiones o ilustraciones del juicio divino que venía sobre Israel: langostas (7:1–3), fuego (7:4–6), una plomada (7:7–9), una canastilla de fruta madura (8:1–14), y el Señor sobre el altar (9:1–10). Israel estaba maduro para el juicio de Dios. Sus consecuentes prácticas pecaminosas habían seguido por demasiado tiempo, y era hora que Dios detuviera su misericordia y gracia. Como resultado, la gente experimentaría una hambruna de la palabra de Dios; los mensajes de Dios por medio de los profetas cesarían (8:11–12).

La restauración futura (Amós 9:11–15) No obstante el libro termina en una nota positiva. Aun después del juicio divino, Dios extiende misericordia, gracia y esperanza, esperanza más allá del juicio. El final del libro de Amós describe esta esperanza de dos maneras, usando (1) la promesa de Dios a David de restaurar a Israel y (2) la vívida imagen de una futura abundancia agrícola. Cuando Jesús, el rey mesiánico, vuelva, Él gobernará sobre toda nación. Entonces Israel poseerá “el resto de Edom, y a todas las naciones, dice Jehová” (9:12). En ese día, el pueblo disfrutará de paz y de una cosecha abundante.

Dios es de veras el Dios de todas las naciones. Amós 9:11–12 es solamente uno de los numerosos pasajes del Antiguo Testamento que proclaman el juicio de Dios sobre todas las naciones y su propósito de traer a todas las naciones a sí mismo. Oseas: el profeta y la prostituta

Autor, medio ambiente y fecha El nombre Oseas quiere decir “el Señor salva” y se considera que está conectado con los nombres de Josué e Isaías. Oseas, contemporáneo de Amós, empezó su ministerio durante los últimos años del reinado del rey Jeroboam II, en un período de prosperidad económica para Israel. Sin embargo, cuando Jeroboam II murió en 753 a.C., comenzó una rápida declinación. Dentro de quince años desde la muerte de Jeroboam, cuatro de los reyes de Israel fueron asesinados (Zacarías, Salum, Pekaía y Peka). En los siguientes quince años, Asiria conquistó a Israel y llevó a muchos judíos como prisioneros (722 a.C.), esparciéndolos más tarde entre las naciones. Así, en los treinta años del ministerio de Oseas, él vio grandes cambios, incluso el cumplimiento de las profecías de Amós. El profeta Oseas escribió su libro probablemente desde Judá, alrededor de 715–710 a.C.

Propósito La profecía de Oseas fue el último intento de Dios para llamar a la nación de Israel al arrepentimiento. Oseas dio énfasis a tres cosas: (1) el gran amor de Dios y su deseo de redimir a su pueblo de sus pecados, (2) su obligación de juzgar a los que lo rechazan, y (3) el estado de adulterio espiritual de Israel.

Bosquejo Se han propuesto varios bosquejos sobre el libro de Oseas. Para los propósitos de este curso, se recomienda el bosquejo proporcionado por Arnold y Beyer (1999, 440): I. La familia de Oseas y la familia de Dios, 1–3 II. Dios lleva a Israel a la corte, 4–5 III. La invitación de Oseas empañada por la realidad, 6:1–11:11 IV. Los argumentos finales de Dios contra Israel, 11:12–13:16 V. La posibilidad de restauración, 14

Problemas familiares (Oseas 1–3) Como con Cantar de los cantares, algunos individuos han cuestionado el papel del libro de Oseas en la Palabra inspirada de Dios. Después de todo, si el mensaje es un llamado a Israel para arrepentirse debido a su infidelidad, ¿por qué Dios le pediría a Oseas que se casara con una prostituta? ¿No es ésa una contradicción? Una parte de la controversia incluye la pregunta de si acaso Gomer, la esposa de Oseas, fue infiel antes o después que Oseas se casara con ella. Algunos eruditos afirman que Gomer sólo fue adúltera después de estar casada con Oseas. Ellos afirman que (1) la forma plural de adulterio en el hebreo se refiere más al carácter que a hechos específicos, (2) los hijos de fornicación se refieren a los hijos nacidos después del matrimonio de Oseas y Gomer, y (3) el primer hijo se describe como el hijo de Oseas (Dyer y Merrill 2001, 725).

Ellos argumentan que este punto de vista “encaja mejor con la analogía de Dios e Israel (2:15)” (Arnold y Beyer 1999, 441). Sin embargo, a otros eruditos, el texto bíblico indica fuertemente que Gomer era una prostituta antes del matrimonio. Ellos se enfocan en el término ramera o el uso de mujer fornicaria en Oseas 1:2 y por lo menos otras doce veces en todo el Antiguo Testamento. Mientras el debate continúa sobre su significado en 1:2, en las otras ocurrencias del Antiguo Testamento, “el término se refiere a la prostitución pasada o presente, nunca a la prostitución futura” (Arnold y Beyer 1999, 441). Este curso toma la posición de que probablemente Gomer era una prostituta antes del matrimonio y continuó en su infidelidad aun después del matrimonio. Es decir, preferimos una conclusión del tanto como del texto bíblico en lugar de una interpretación esto o aquello. Los conocidos eruditos, Andrew Hill y John Walton, afirman el punto de vista tanto/como (2000, 468). En todo caso, en la historia de Oseas, Gomer representó a Israel y Oseas representó a Dios. En varias ocasiones Dios usó a sus profetas como ilustraciones vivas de sus mensajes, como en el caso de Jeremías usando un yugo de madera (Jeremías 27–28) y Ezequiel haciendo un modelo de la ciudad de Jerusalén sitiada y acostándose junto a él (Ezequiel 4– 5). De la misma manera, Dios usó el matrimonio de Oseas para ilustrar su mensaje a Israel con respecto a su infidelidad. Gomer cometió adulterio físico, así como Israel cometió adulterio espiritual contra Dios (Oseas 2:8–13). El texto hebreo usa una honestidad brutal y un lenguaje vívido para hacer la comparación. La situación de Oseas casándose con Gomer señalaba también a los israelitas cómo se sentía Dios al haberlos escogido como su nación predilecta. Él se había casado con una “prostituta” que en forma constante le era infiel. Así, Oseas compartió una parte de la pena, pesar y dolor de Dios. “A través de su matrimonio fracasado, Oseas sufrió el patetismo divino. Él sintió el dolor de un marido abandonado por su esposa infiel. Al igual que Dios, soportó el rechazo hostil de su pueblo a su mensaje” (Israel y Fettke 2003, 717). Incluso los nombres de los hijos de Oseas fueron señales proféticas a Israel (Oseas 1:4– 9). Oseas 1:3 indica que Oseas engendró a su primer niño, un hijo llamado Jezreel. Sin embargo, la ausencia de la partícula el en los nombres de los otros hijos (Oseas 1:6 y 1:9) puede expresar que los otros dos hijos nacieron de las relaciones adúlteras de Gomer (1:2). Los nombres del segundo y tercer hijo simbolizaron la desilusión profunda de Dios en Israel: Lo-Ruhama quiere decir “no compadecida”, y Lo-Ammi quiere decir “no pueblo mío”. Sin embargo, la lección primordial en Oseas envolvía el adulterio continuo de Gomer durante su matrimonio. A pesar de su infidelidad, Dios no le dijo a Oseas que la apedreara como ordenaba la ley de Moisés. Más bien, Dios le dijo claramente al profeta que la amara. Según Oseas 3:1–5, Gomer se había vuelto la propiedad de otro, así que Oseas la redimió, o la volvió a comprar.

El caso judicial (Oseas 4:1–13:16) El vívido cuadro de infidelidad matrimonial puso la base para la imagen de la sala del juicio que empieza en Oseas 4. Dios apareció ahora como el fiscal, presentando un pleito judicial en contra de su propio pueblo. El caso judicial contra la nación de Israel continúa hasta Oseas 13:16.

Dios estaba entablando una disputa legal contra Israel. Cuando Israel no cumplió con su parte del convenio que Dios había hecho con ella, Dios tenía el derecho de presentar cargos contra ella. Israel era culpable ante Dios. Oseas declaró que el pueblo en verdad no conocía a Dios. Esta falta de conocimiento los llevó a pecar, lo que traería juicio. (Arnold y Beyer 1999, 442) “A los cuatro vientos, su pueblo le había jugado en manera sucia en la religión con otros dioses, otro culto; en la política, con intrigas destartaladas y patrones dudosos; en la moral, con sexo y violencia desenfrenada” (Kidner 1981, 13). Por consiguiente, Dios detalló tres cargos contra la nación de Israel: 1. Ningún reconocimiento de Dios (Oseas 4–5) 2. Ningún amor fiel hacia Dios (6:1–11:11) 3. Ninguna fidelidad a Dios (11:12–13:16) (Dyer y Merrill 2001, 730–735). Mientras progresaba el pleito, Oseas continuó usando ilustraciones vívidas para demostrar la infidelidad de Israel hacia Dios. La intriga y suspenso de la historia planteó una pregunta perturbadora: ¿Estaba considerando Dios “divorciarse” de su propio pueblo cuando declaró tan claramente que “aborrece el repudio” (Malaquías 2:16)? No obstante, a lo largo de la demanda, Dios continuó preguntando, “¿Cómo puedo dejarte?” (Oseas 4–14). La conclusión es que deseaba redimirlos.

Posible restauración (Oseas 14) Oseas 14 vuelve a dar esperanzas, recordando a la nación de Israel que la restauración era posible. Si tan sólo se arrepintieran, Dios les prometía sanidad y bendición. Él les aseguró que perdonaría todos sus pecados. El capítulo de cierre del libro de Oseas probablemente se escribió en la víspera de la caída de Samaria. Oseas llamó a los israelitas a arrepentirse. Hasta proveyó una oración para que recitaran (14:1–3). Una respuesta favorable de Israel lograría la repuesta favorable de Dios (14:4–8). Una vez más la gracia y el amor de Dios emergerían en promesas de sanidad y bendición. El triunfo del amor de Dios sobre todos los obstáculos se deja ver a través de Oseas. La rebelión humana recibe juicio divino. Pero más allá de eso, Dios permanece comprometido a su pueblo en amor tenaz. Oseas ilustró dramáticamente el amor de Dios como devoción que no desmaya bajo las más graves circunstancias. (Israel y Fettke 2003, 721)

Joel: el profeta de Pentecostés

Autor y fecha El nombre Joel significa “Jehová es Dios”, y era común en los tiempos del Antiguo Testamento. Por lo menos otros doce hombres se llamaban Joel en el Antiguo Testamento. Sin embargo, Joel 1:1 declara que el profeta Joel, hijo de Petuel, fue quien escribió el libro que lleva su nombre. Referencias frecuentes a Sión o Jerusalén, Judá y los sacerdotes o el templo (Joel 2:32; 3:1, 6, 8, 16–20) parecen apoyar la idea que Joel vivió en Judá. Es difícil saber la fecha del libro de Joel, porque él no hace referencia a rey o evento histórico alguno. Varios eruditos proponen una fecha tan tardía como 312 a.C., afirmando que el libro se escribió después que los judíos volvieron del destierro en Babilonia y reconstruyeron el templo. Ellos señalan las referencias frecuentes de Joel a los sacerdotes en lugar de un rey como apoyo para su argumento. Otros eruditos proponen una fecha tan temprana como 835 a.C., alrededor del tiempo del rey Joás de Judá, mucho antes del exilio. La mayoría de los eruditos conservadores favorece esta última fecha preexílica, alrededor del octavo siglo a.C.

Propósito y tema Joel relató los grandes desastres —plagas de langostas, hambruna, fuego, invasiones militares, el sol se convierte en tinieblas, y la luna se convierte en sangre— para demostrar tanto el juicio de Dios en Judá como para instar al pueblo al arrepentimiento. Es decir, Joel escribió las palabras de su profecía por cuatro motivos: 1. Para explicar por qué había venido la calamidad (langostas y hambruna) 2. Para advertir de un peligro aun mayor (el ejército desde el norte que estaba listo para marchar sobre Judá) 3. Para llamar al pueblo de Judá a arrepentirse 4. Para profetizar sobre el día venidero del Señor, que traería bendiciones para algunos y juicio para otros El día de Jehová es el tema del libro de Joel.

Bosquejo I.

El juicio actual de Judá, 1:1–20 A. Una gran plaga de langostas (1:2–12) B. Un llamado al arrepentimiento nacional (1:13–14) C. La situación desesperada de Judá (1:15–20) II. Un juicio cercano aun mayor, 2:1–17 A. Un ejército preparado para marchar contra Judá (2:1–11) B. Un llamado al arrepentimiento nacional (2:12–17) III. El futuro día de Jehová, 2:18–3:21 A. Una profecía de restauración (2:18–27) B. Una profecía de Pentecostés (2:28–32) C. Una profecía de juicio (3:1–15) D. Una profecía de salvación (3:16–21)

El juicio actual de Judá (Joel 1:1–20)

El libro de Joel abre con el relato de una plaga de langostas y un llamado al arrepentimiento nacional. Aunque sólo de unos cinco centímetros de largo, las langostas vuelan en un enjambre que puede ser de 100 pies (30 m) de ancho y 4 millas (6 km) de largo, oscureciendo el cielo y consumiendo todo en su camino. Con las langostas vino la hambruna. No quedaban uvas, higos o grano. La tierra se secó, las higueras se marchitaron, y los campos se agrietaron porque no había lluvia (1:10, 12). El ganado estaba muriendo por la falta de alimento. Las personas creían que era la plaga más severa de langostas, hambruna y sequía que habían visto alguna vez. Joel supo que las plagas no eran un accidente; la falta de grano en los graneros y la falta de agua en los ríos eran señales certeras del juicio de Dios. En la región de Judá, la estación lluviosa se extendía de fines de noviembre hasta comienzos de marzo. La Biblia usa a menudo los términos lluvia temprana y lluvia tardía para referirse al ciclo de la estación de lluvias. Las personas dependían de estas lluvias para una buena cosecha. Debido a esto, el Antiguo Testamento describe a menudo la falta de lluvia como juicio divino, y la abundancia de lluvia como la bendición de Dios.

El juicio que se avecina (Joel 2:1–17) Joel profetizó entonces que las langostas presentes eran un heraldo de cosas por venir: un juicio divino futuro. Es decir, las langostas simbolizaban a otro ejército que estaba cercano. Como las langostas, este ejército convertiría un huerto como Edén en un desierto y, como un fuego, devoraría todo ante él. Los guerreros subirían sobre los muros y se introducirían a las casas a través de las ventanas. Ellos ennegrecerían el cielo, y la nación de Judá caería (2:1–11). Joel llamó a la nación a arrepentirse y a clamar a Dios como su única esperanza. “Si el pueblo no se volvía al Señor, su ejército atacaría a Jerusalén (2:12–17). El pueblo tenía que arrepentirse o enfrentar el día de Jehová” (Israel y Fettke 2003, 730). Joel les instó a ir más allá de las señales exteriores de rasgar sus vestidos, y llegar a rasgar sus corazones (Joel 2:12–14). Él llamaba a un arrepentimiento interior. Al hacer esto, Joel aseguró a Judá que Dios permanece misericordioso “y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia” (2:13).

El día de Jehová (Joel 2:18–3:21) Después de advertir del juicio inminente, Joel profetizó sobre una restauración futura para la nación de Judá: tanto física (2:18–27) como espiritual (2:28–3:21). La tierra y la vitalidad espiritual serían restauradas. Las plagas cesarían. Sin embargo, esta restauración dependería del arrepentimiento del pueblo. La descripción de Joel del clamor sincero y genuino de la nación hacia Dios es el eje en el que gira el libro. Después de que la nación se arrepienta, “Jehová, solícito por su tierra, perdonará a su pueblo” … Dios [quitaría] la reprensión del pueblo al alejar las langostas invasoras de la tierra. (Dyer y Merrill 2001, 742) El pueblo volvió de veras al Señor (Joel 2:18–3:21). Por lo tanto, el Señor los bendeciría. Sus pérdidas de la devastación serían restauradas (2:21–27). En el futuro más distante un período del derramamiento del Espíritu precedería al día de Jehová. Todos los que invocaran el nombre del Señor serían salvos del dolor de aquel día (2:32). Dios derramaría de su Espíritu sobre toda la gente. (Israel y Fettke 2003, 730– 731)

Aunque debemos tener cuidado al interpretar el libro de Joel a la luz de su público y contexto original, es importante notar que Pedro citó de Joel en el Día de Pentecostés. ¿Por qué? El Día de Pentecostés probablemente fue un cumplimiento parcial de la profecía de Joel cuando se relaciona con el derramamiento del Espíritu Santo: La profecía de Joel tuvo un impacto más allá del público al que se dirigió personalmente, debido a que los intérpretes más tarde lo aplicaron directamente a sus propias generaciones. Ésto es particularmente evidente en el uso que hizo el apóstol Pedro de la profecía de Joel en el nacimiento de la iglesia en Pentecostés. Cuando el Espíritu Santo vino sobre aquellos en el aposento alto, el cambio que ocurrió en ellos causó una buena conmoción entre los muchos visitantes … Pedro habló y explicó inmediatamente el fenómeno como un cumplimiento de la profecía de Joel encontrada en 2:28–32. Él se embarcó en un sermón explicando quién era Jesús y llamando a las personas a arrepentirse y ser bautizadas (Hechos 2:1–41). Esta cita a veces ha dejado perplejos a los eruditos, porque es difícil ver cómo la investidura del Espíritu Santo en Pentecostés tiene mucho o algo que ver con el “día de Jehová” de que se habla en Joel. El uso de Pedro de este pasaje, sin embargo, no indica que consideraba que el día de Jehová había llegado. La situación de los apóstoles tenía dos similitudes significativas con la profecía de Joel: la investidura del Espíritu, y la necesidad del momento de invocar al Señor y ser salvos. Estas condiciones habrían sido suficientes para que Pedro derivara la conexión. (Hill y Walton 2000, 477) Como pentecostales que creemos en el bautismo del Espíritu Santo evidenciado al hablar en lenguas y que estamos comprometidos a la evangelización a través del mundo y las misiones locales, podemos tener la seguridad que el Espíritu Santo nos dará poder para compartir el mensaje del evangelio globalmente. La profecía de Joel será cumplida completamente. Miqueas: el profeta de juicio y misericordia Los eruditos generalmente están de acuerdo en que “Miqueas de Moreset” (Miqueas 1:1) escribió el libro que lleva su nombre. Fuerte evidencia de esto se encuentra en Jeremías 26:18, donde algunos ancianos recuerdan al pueblo del ministerio de Miqueas y citan de Miqueas 3:12. La referencia de Jeremías dice que Miqueas “profetizó en tiempo de Ezequías rey de Judá”, y el propio Miqueas específicamente menciona los reyes Jotam, Acaz y Ezequías (Miqueas 1:1). De esta manera, Miqueas ministró en algún momento entre 750 y 686 a.C., y fue un contemporáneo de Isaías, quien profetizó en Jerusalén, y Oseas, quien profetizó en Israel. Miqueas era de Moreset-gat, un pequeño pueblo en Judá aproximadamente a 25 millas (40 km) al sudoeste de Jerusalén. Estaba cerca de la antigua fortaleza filistea de Gat. Como Amós, Miqueas fue entonces un profeta rural.