Resumen de Derrida Firma, Acontecimiento Contexto

Resumen de Derrida: “Firma, acontecimiento, contexto” Palabras clave: comunicación, sentido, contexto, acontecimiento,

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Resumen de Derrida: “Firma, acontecimiento, contexto”

Palabras clave: comunicación, sentido, contexto, acontecimiento, desplazamiento, diseminación, escritura, iterabilidad, presencia, ausencia, cita, convencionalidad, fuente, firma. A la palabra “comunicación” le correspondería (en principio) una definición: “transmisión de un sentido”. Es decir, “comunicación” tendría un único significado, el dado en su definición. Pero la palabra comunicación tiene varios sentidos: es polisémica. Y algunos de esos “sentidos”, no se ajustan a la definición que dimos al principio, porque no son semánticos, no se refieren a palabras o cosas por el estilo. Es decir, “comunicación” puede ser tanto: -

Transmisión de un “sentido”

-

Transmisión de un “movimiento”: un choque puede ser “comunicado” (“propagado”)o dos lugares son “comunicados” por un paso.

La palabra “comunicación” pertenece al campo semántico, pero una característica que tiene (como vimos con los ejemplos recién), es puede designar movimientos no semánticos, y en ese caso el contenido de lo que se transmite no es conceptual/ semio- lingüístico. Pero no hay que pensar que la primera definición (el sentido semántico) es una metáfora o un sentido “derivado” o “desplazado” de la segunda definición, que sería el “sentido propio” (no semántico) de la palabra “comunicación”, y habría una analogía con la comunicación “real”/física, porque: -

1. Decir que algo tiene “sentido propio” es meterse en un problema.

-

2. El concepto de “desplazamiento” es constitutivo del concepto de “metáfora”: con “metáfora” queremos explicar justamente un desplazamiento (semántico: de comunicación como fenómeno no semiolinguistico a fenómeno sí semio-linguistico). La cosa a ser definida no puede ser igual a su definición, es una falacia.

Al parecer, nos podríamos dar cuenta de qué sentido tiene la palabra “comunicación” a partir de un contexto. Ej.: Un coloquio de filosofía en lengua francesa (justo donde Derrida está dando su conferencia). Este sería un contexto convencional, en el que se proponen “comunicaciones sobre la comunicación”, y se está entendiendo la palabra “comunicación” de una forma particularísima de entre todas las posibles: “comunicación” es “discurso/significación”. El momento en que se usa la palabra

“comunicación”, de una forma particular, con una lengua “natural” y un horizonte de inteligibilidad (es decir, todos entienden de qué se está hablando y creen que ese es el sentido correcto), Derrida lo llama “acontecimiento”, y muchas veces le añade “singular”, para reforzar que es cosa de un momento y que no es ampliable a otros. Una de las tesis de Derrida es que el “contexto” no es algo absolutamente determinable o nunca está saturada su determinación, es decir, posee una “no saturación estructural” que tiene dos efectos: 1. Señala que el concepto ordinario de “contexto” es insuficiente teóricamente. 2. Hace necesarios la generalización y el desplazamiento del concepto de “escritura”. Si “comunicación”=”transmisión de sentido”, “escritura” no es “comunicación”. Derrida va a oponerse a la interpretación de la tradición filosófica sobre la escritura: Pensar la “escritura” como se la entiende comúnmente, es decir, como “medio de comunicación” que extiende la comunicación oral, es presuponer que el espacio de la comunicación es homogéneo, y que la escritura viene a aflojar los límites que impone lo fáctico de la comunicación oral (el espacio y tiempo actuales). El mismo mensaje que quiero dar, puede ser comunicado de igual manera (es decir, sin que pierda su “sentido” original) por cualquier medio. (Entonces, la escritura sería subsidiaria de la oralidad, puesto que primero estaría el mensaje oral, y la escritura lo transcribe sin que éste se altere: la “integridad del sentido” no se vería afectada sino accidentalmente). Uno de los representantes de esta línea es Condillac. Lo elige como ejemplo porque hizo una reflexión explícita sobre el origen y función de la escritura. Ésta para él se sitúa bajo la autoridad de la categoría de “comunicación”. El mecanismo es el siguiente: los hombres escriben porque tienen algo que comunicar, ese algo son sus ideas/representaciones/pensamientos. El pensamiento representativo precede y rige la comunicación que transporta “ideas”, porque los hombres ya se encuentran en situación de comunicarse sus pensamientos cuando inventan la escritura: 1. Los hombres tienen pensamientos representativos. 2. Los hombres quieren comunicárselos a los otros y están en estado de hacerlo. 3. Inventan sonidos para ese fin.

4. Inventan signos que sustituyen a los sonidos para hacerles conocer a las personas ausentes sus pensamientos. (La noción de ausencia va a permitir un quiebre en el sistema homogéneo de Condillac). Sería entonces un mecanismo de “suplantación” (Este concepto lo puse yo, no lo dice Derrida), que muestra a la historia de la escritura como de acuerdo a una ley de economía mecánica: ganar más espacio y tiempo por medio de la mayor abreviación posible, sin que el contenido semántico se vea alterado. Éste, antes comunicado por sonidos, será transmitido por la escritura o diferentes formas de notación, como un jeroglífico. Entonces, en cuanto al “contenido” (e mensaje que se quiere dar), sería el mismo si se dice oralmente, que escribiéndolo con palabras o con caracteres ideográficos. En este sistema, habría varios “niveles” de comunicación, los cuales tienen, como ya se señaló antes, un carácter representativo. En el caso de la comunicación escrita, la representación está analizada y graduada (Ej.: representación de representación en el jeroglífico, representación fónica alfabética, etc.), pero en el caso de la comunicación expresiva en su primera instancia: la relación idea-signo, se mantendrá igual en toda la historia de la escritura, y para sostener esto Condillac se apoya en una supuesta comunidad de participación analógica entre todas las escrituras. El tema de la ausencia en Condillac le sirve a Derrida para establecer una de las tesis del artículo: Derrida sostiene que el emisor (el que escribe, el “autor”) continúa generando efectos más allá de su presencia y lo que quiso decir en el momento que escribió (“actualidad presente de su querer decir”), y que esta ausencia (porque el texto se independiza de quien lo escribe, lo va a desarrollar después esto) es algo que pertenece a la estructura de toda escritura, y todo lenguaje en general. Pero volviendo a Condillac, la “ausencia” se refiere a dos cosas: 1. Ausencia de destinatario: se escribe para comunicar algo a los ausentes. Condillac no teoriza sobre la ausencia de emisor. 2. Ausencia como modificación de la presencia: La representación suple la presencia (ocupa el lugar que la cosa representada ya no tiene). Esto se ve como una reparación y modificación continua y homogénea de la presencia en la representación, no como una ruptura de la presencia. La ausencia del objeto en la percepción presente es lo que origina el signo: este nace junto a la imaginación y la memoria. La memoria es el poder de recordar signos gracias a la “analogía de los signos”. El concepto de analogía es, según Derrida, lo que permite en el sistema de Condillac asegurar las continuidades, particularmente la continuidad de la presencia en la ausencia (sería el 2., nombrado más arriba).

Otros conceptos de Condillac (además de ausencia y analogía) son marcar y remarcar. Marcar: expresar, representar, recordar, hacer presente. “La pintura debe su origen a la necesidad de “marcar” nuestros pensamientos”. Remarcar: “remontar por vía de análisis y de descomposición continua el movimiento de derivación genética que conduce de la sensación simple y de la percepción presente al edificio complejo de la representación: de la presencia originario a la lengua del cálculo más formal”. (La verdad no entendí nada). El análisis de Condillac (y por extensión, el análisis de la tradición filosófica) es ideológico, porque su fundamento es una teoría del signo con base en el “eidos”: el signo representa a la idea, que a su vez representa a la cosa percibida. Entonces, la comunicación (como género) vehiculiza un “sentido”: una representación que es el contenido de una idea. La escritura es una especie dentro de la comunicación. ¿Cuál es su diferencia específica? Se relaciona de nuevo con la ausencia. Hipótesis: 1. Si todo signo supone una ausencia, la ausencia que supone el signo escrito tiene ser diferente a la que supone el signo no escrito (porque estamos buscando la “diferencia específica” de la escritura dentro de la comunicación). 2. Si la ausencia de todos los signos es la misma, hay un desplazamiento general: la escritura no sería una especie dentro de la comunicación. Aquí Derrida va a introducir un concepto central, el de iterabilidad. En contra de la “ausencia como modificación de la presencia” (como si escribiera “representándome” al destinatario concreto), que Condillac había notado como característica propia de la comunicación escrita, Derrida sostiene que la función de la escritura es poder ser entendida y ser repetible, en ausencia total de destinatario (“absoluto de la ausencia”). Esta “repetitividad” es estructural y se denomina “iterabilidad”. En función de ésta, cualquier código “secreto” es susceptible de ser descubierto. La posibilidad de repetir marcas lleva consigo la de identificarlas: no importa el destinatario concreto, cualquiera puede hacerlo. La ausencia de todo destinatario “empírico” lleva a considerar la ausencia como ruptura de presencia (a diferencia de Condillac). El texto también también es legible y repetible en ausencia de emisor. Es condición de la escritura es el que el texto pueda ser leído y entendido incluso si el autor ya no responde a su firma (lo escrito en su nombre). Por eso se pueden identificar la situación del lector con la del escritor. Estos rasgos de la escritura así definida tienen consecuencias:

1. La comunicación no es comunicación de la presencia ni es transporte de una intención de sentido (original). 2. La escritura no se reduce a un horizonte de sentido. 3. La polisemia es diferente a la diseminación, esta última propia del concepto de escritura: creo que “polisemia” es tener un conjunto finito de sentidos que se pueden determinar en un contexto determinable, mientras que “diseminación” expresa la posibilidad infinita de nuevos sentidos, que serían acumulables y que surgen muy arbitrariamente (no es posible determinar totalmente los elementos que hacen surgir tal o cual sentido). 4. A través del análisis del concepto de contexto(la escritura hace que no sea posible su saturación empírica) se va a demostrar que las características de la “escritura” son generalizables, no sólo para todos los lenguajes, sino que los rasgos son válidos más allá de la comunicación semio-lingüística, se aplican al campo de la experiencia, y en este, al campo de la experiencia del ser, la presencia (las múltiples “presencias” forman el contexto). Determinación rigurosa del concepto clásico de escritura: a través del análisis de estas características va a demostrar su tesis de que éstas son generalizables en realidad para todo lenguaje: 1. Un signo escrito es una marca que permanece, no se agota en su presente de inscripción. Es independiente de la presencia del sujeto que lo produjo y el contexto en que se dio. En la comunicación oral (al menos, por ahora), no se daría esta independencia, y por eso se distingue de la comunicación escrita. 2. Un signo escrito lleva en sí una fuerza de ruptura (ver anteriormente “ruptura de presencia” vs. “modificación de la presencia”) con el contexto real en el que se produjo (sus elementos son: medio ambiente, horizonte de experiencia del autor, intención: el más importante). Esta fuerza de ruptura está dada por la iterabilidad estructural: un signo escrito funciona perfectamente fuera de su contexto de enunciación, por eso se dice que es “comunicable”. No hay contexto que lo determine totalmente. 3. La fuerza de ruptura es el espaciamiento que constituye el signo escrito: por un lado, éste se puede aislar a la cadena contextual interna y ser puesta en otra (si no lo entiendo mal, podría ser así: tengo una oración, “mi anillo es de plata”, extraigo de la cadena contextual interna “plata”, que se refiere a un objeto en particular, a causa de su iterabilidad, repito el signo escrito y hago otra oración “no tengo plata en la billetera” y en esta cadena contextual cobra un sentido diferente), y el

espaciamiento no es negatividad, sino que es el surgimiento de una marca (creo que lo que quiere decir es que el signo no está vacío de contenido, sino que cada vez que se usa ese mismo signo, se le agrega un nuevo significado que no es determinado totalmente por el contexto).

Estos rasgos se pueden predicar a todo lenguaje y a la totalidad de la experiencia, porque ésta no se separa del campo de la marca: las palabras son “iterables”, son susceptibles de ser usadas distintamente, y esta iterabilidad no permite que la palabra sea una unidad consigo misma. El lenguaje hablado comporta un código que cuyos elementos tienen que poder ser repetibles para ser reconocidos. Los signos fónicos se convierten en “grafemas” por la iterabilidad: la posibilidad de ser repetidos en ausencia del referente, de un significado determinado y de una intención del momento. La posibilidad de la marca de ser separada de su significado (de la comunicación y de su contexto) hace de ésta un grafema, independientemente de que la marca sea oral. Recordando que las “presencias” forman el contexto real, se puede decir que hay una “permanencia (de la marca) no-presente”, pues la marca se separa de su contexto de producción. Toda experiencia es “grafemática”, porque no hay “presencias puras”, sólo hay cadenas de marcas diferenciales (para mí esto sería algo así: cualquier experiencia es experiencia de algo, y si nos la podemos representar, lo hacemos con palabras. En cuanto usemos palabras, éstas pueden ser usadas en cualquier otro contexto, porque son iterables, y las “presencias”, por lo tanto, no son puras o unívocas).

Tesis de Husserl: “La ausencia del referente construye la marca”. Hay una doble posibilidad: 1. Los enunciados que expresan posibilidad tienen un referente vacío, pero son inteligibles en virtud de su estructura (de nuevo, por su iterabilidad). 2. Un enunciado que no tenga significado, abre el fenómeno de la “crisis del sentido”. Habría tres tipos de ausencia de sentido: a. Ej.: el signo matemático. No tiene sentido, pero el signo funciona igual, se pueden manejar símbolos sin intención de significación. b. Ej.: “círculo cuadrado”. Enunciados sin significación objetiva que tienen suficiente sentido como para poder decir que son una contradicción. No tienen referente, sí tienen sentidos.

c. Ej.: “el verde es o”, “abracadabra”. Para Husserl (que comprende el lenguaje de manera teleológica), no hay lenguaje en este caso, sino agramaticalidad. Husserl toma este último caso como “no lenguaje” porque está considerando la gramática desde un punto de vista lógico, no general, pues su “contexto” está dominado por una intención epistemológica. Derrida refuta la posición de Husserl y sostiene que hay una posibilidad de que haya sentido en “el verde es o”: es la posibilidad de ser tomado como “ejemplo de agramaticalidad”, es decir ser citado. La cita rompe con todo contexto dado, otra vez, por su iterabilidad.

Análisis de Austin: el problema del enunciado performativo. 1. Los actos de habla son actos de comunicación. Toda enunciación performativa es en primer lugar un acto de habla que se produce en la situación total en que se encuentran los interlocutores. 2. “Comunicación” (ilocución/perlocución) en Austin no es “transmisión de sentido”, sino un movimiento, una operación y transmisión de un efecto. El enunciado performativo comunica una fuerza a través de una marca. 3. El enunciado performativo no tiene referente fuera de él. A diferencia del enunciado constativo (describe algo exterior) aquél produce efectos sobre una situación. 4. El enunciado performativo no tiene valor de verdad. Este se sustituye por el valor de fuerza (fuerza ilocucionaria). Si bien Austin presenta ese nuevo concepto de comunicación (vs. concepto semántico), no da cuenta que la estructura de la “locución” ya presenta rasgos grafemáticos en general, por lo que los intentos de Austin de fijar reglas para los contextos son en vano. Austin quiere fijar un “contexto total”: esta tarea sería la descripción de un valor de contexto cuyos elementos puedan afectar al “acontecimiento del enunciado performativo”. Uno de estos elementos (el más importante) es la conciencia y su intención: volvemos al problema de que la comunicación es transmisión de sentido. El sentido es la intención. Si todo el contexto es determinable por la intención, y ésta es totalmente transparente al locutor y al receptor de un performativo, no hay resto que escape a la totalización presente, no hay diseminación de sentido. El contexto para Austin debe estar plenamente definido en una enunciación performativa, y el centro organizador de aquél es la

intención. Esto incluye que las circunstancias sean apropiadas y que tanto el locutor como el receptor realicen ciertas acciones. Los actos convencionales (ej.: ritos) consisten en pronunciar palabras. La convencionalidad es necesaria para el enunciado performativo. Debido a su estructura, es posible que tanto un acto convencional como un enunciado performativo fracasen, pero este caso sería un riego accidental. Respecto de la cuestión de la “convención”: 1. Austin toma la convencionalidad como una circunstancia del enunciado, no como un rasgo estructural de toda marca, en tanto que iterabilidad. 2. Austin reconoce la posibilidad del fracaso a priori, pero no teoriza sobre este como “ley”. El enunciado performativo puede fracasar; para Austin, si éste fuera citado sería un acto vacío: una posibilidad estructural, por cierto, pero anormal y parasitaria respecto del “lenguaje ordinario”. Demostraría la “agonía del lenguaje” y que éste no se estaría usando “seriamente”. (Ej.: una enunciación performativa nombrada por un actor en escena). Derrida asegura que, así como Austin sostiene que la cita es un uso parasitario del lenguaje, la tradición filosófica ha tratado a la escritura como un “parásito”. Para Derrida, Austin cae en el mismo error que la tradición filosófica porque postula lo “ordinario” del lenguaje como una determinación teleológica y ética: esto sería la univocidad del enunciado, un contexto totalmente definido y transparencia en la intencionalidad. Austin considera a la cita como anomalía, porque no ve que ésta es un modo de la “citacionalidad general” (iterabilidad), que es necesaria para el éxito de un enunciado performativo. El éxito depende de la identificación del enunciado con un modelo iterable. Ej.: “Los declaro marido y mujer”. Es una fórmula citable, reconocible como “cita”, que para que funcione yo la tengo que reconocer como tal. (Claro que no es una cita del mismo tipo que una obra de teatro) Debido a la estructura de iteración, la intención nunca estará totalmente presente a sí misma y a su contenido. Esto impide la saturación del contexto. Para que un contexto sea determinable, se necesita una intención transparente hacia sí mismo y los otros (porque para Austin la intuición es el elemento más importante del contexto). La estructura grafemática general de toda comunicación se puede plantear por la “ausencia” de la intención. Austin prefiere analizar los enunciados performativos en 1° persona del Singular, voz activa del Indicativo, porque allí se hace referencia a la fuente de

la enunciación (el yo). En las enunciaciones escritas, la fuente así planteada es la firma. Si no está el pronombre “yo” en la enunciación, la persona está igual implicada por estos medios: a. En las enunciaciones verbales, el “autor” es quien enuncia (fuente) b. En las enunciaciones escritas, el autor firma. La firma sería necesaria porque las enunciaciones escritas no están ligadas a su fuente como las verbales. La firma escrita implica la no presencia actual del destinatario, pero recuerda su haber estado presente en la “forma trascendental del mantenimiento”. Para que la fuente se identifique con la firma, es necesario que se retenga la “singularidad” de: -

Un “acontecimiento” de firma

-

Una “forma de firma”: la “reproductibilidad pura” de un “acontecimiento puro”

Pero para que la firma sea funcional, se pueda leer, no puede ser pura, tiene que poder ser iterable o repetible, y tiene que poder desprenderse de la intención presente y singular de su producción. Conclusión: 1. En tanto que escritura, la comunicación no es ni es medio de trasmisión de sentido, no un intercambio de intenciones ni una comunicación entre las conciencias. 2. El concepto de “comunicación” es excedido por el de “escritura”: hay que hablar de “diseminación”, no de “polisemia”. La escritura no es interpretación de un código, es lectura. 3. (Explica la lógica de la deconstrucción y por qué hay que conservar el viejo nombre de “escritura” para expresar lo contrario.)