Pruebas E Ideas: Datos,

DATOS, PRUEBAS E IDEAS por que los científicos sociales deberían tomárselos mks en serio y aprender de sus errores howa

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DATOS, PRUEBAS E IDEAS por que los científicos sociales deberían tomárselos mks en serio y aprender de sus errores

howard becker

reintiuno awes >#a siglo

grupo editm'al siglo veintiuno

Agradecimientos

PARTE 1

De qu6 se w t a todo: datos, pruebas e idea4

Becker, Howard Datos, p r u e b e id= / / Howard Berker.- ti *d.- Ciudad Autiinoma de Buenos Airea: Siglo Vciiitiuno Edil~msArgentina,

La investigacih y sus problemas Un problema de investigación Datos, pruebac e ideas Otro problema, aua idea, una posible solución Fuentes conocidas de error y desviación organizacional ?Quién recopila los datos?

no 1s. ~ 8 p.; 8 I 6x23 cm.. (Swiulogia y política)

19 19 '3 28

gr 35

Traducci6n dc Horacio Pons // ISEN 97%~~874x&,i-g i . Metodos de invcitigación.E. Técnica de la

inwsugación.

3.Ciencia m i a l e s . 1. Horario Puna. trad. CDD 3on.72

1.

Modelos de indagacibn: Jgo de contexto bistbrico Modelos de conocimiento h recomendaciones de Lieberson A contin uaci6n.. .

41 46 56

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Titulo original: Ev:riidmm

O 2017, The Uniwrsity of Chicago 0 P O I 8. Siglo Veintiuno Editures Argentina S A Edición en cutellano bajo licencia de la University of Iaicago Prem, Chicas. lIlinois, Estadqn Uiiidos y publlrada por acuerdo con Internatiunal Editora, Barcelona, Eipaiia Ilustración de cubierta: Guído Ferro Diseño de cubierta: Feter Tjcbbes

ISBN gj+&gH78~gRg 13

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Impreso cn -gel M&o DMsnin Libm // L*iFdpitc i 695, Buenw Aii~s.en el m c i de septiembre de gol8

Hecho el depfkiui que marta la Iq I 1.799 I m p m en Argentina // Made in Argentina

o. Ideas, opiniones y pruebas Como resolvemos lair cuestiones

Una nota sobre la teminologia El debate cua1itativ~uantitativo:una época más ecuménica El debate: Blurner, Stou!Xer y The A h a n SoldiGr A menos, desde luego, que eso no sucediera, como no sucedió en 1948 g. Cómo lo hacen lw n a t d t a s El modelo de las ciencias naturales El traslado del mídelo de las ciencias naturales a las ciencias sociales

63 63 68 73

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9s

PARTE 11

¿Quiénes recolectan los datos y cbmo 1 0 hacen?

Semen&, protagonistas y trampas de la w p i l a d ó n de datos

Tipos de recolectores de datos

7. Los investigadores enjefe y sus asiuientes La recolección de nuestros propios datos: una diversidad de posibilidades Los investigadores principales y la investigación de campo Datos numéricos en los estudios de campo: algunos ejemplos

4. Censos

La realización de un censo Censos nacionales Hacer una enunieración completa G m o contar lo 'incontable": las personas 'sin residencia cierzaw Información incorrecta YAS

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que asistirán a ellas, y en qué cantidad. Cuando los estados deciden dónde construir nuev;is carreteras y sisiemliis de transporte, las de aquel organismo los ayudan a hacer proyecciones s ~ b r elos lugarc~ dede y hasta donde viajaran si& usiiarias. De este modo, los d a t a US Census son, por asi decir, de propiedad de todos y cada uno de los miembros dc la pobiación de un país, cualqiiiera de los cuales podria imaginar u11proyecto de investipciiin -algo que quiera saber- que m quiera su uso. Otras organizacionm gubernamentales recolectan tipos m& i s ~ ~ & cos de información destinados a otrwi iiiswi oficiales, y los datos que pro. ducen para su propio consiirno a meniido son (opodrían ser) útila pan otros objeriww de investigacidn ideados por 1- científicos sociales: m ese c m . los prodiictom tal vez compartan suai recurscw de infomacibn con personas como tiolpotnis (aunque nada las obligue a hacerlo). Las organizaciones dc saliid, y en especial los organismm oficiales como 10s centros de control y prwenci6n dc eníiermcdades. puMicaa rnrichos informes que incluyen abundantes datos sobre una diversidad de temas relacionados con la cnt'ermedady la muecte, pem también m bre tópicos m& generales que los sociólogos y otros científicos s o c h pueden utilizar p m una varieclad de hipótesis vincriladas a la estructura familiar, la incidencia de iina enfermedad en relación cos las con* nes de vida, el consiimo de d r o p y muchos otros temas que les prercari i n m t e s , pero con referencia a los cuales no puedan recolectar la ulCormacion reltvante por carecer del dinero y el ~ r ~ l ~ necesaria nal El gobierno. en wnbio. si Iw tiene. y en wasianes da a los cientifim acceso a loei dalos para que vuelvan a anaiizarlos. De manera similar. las estab'sri~asrecopilad y publicadas por los OP ganismos gubernamentalea sobre las causas de muerte suministran con frecuencia daroe pera la investigacibn saciol6gica. Con sti prcciirsor tudio whre el suicidio, l h i l e Durkheim (2006[ 189711 rnantuvo n gene raciones de sociólqp ucupadas en el iniento de liberar a sus inveslip ciones sobre ese tema de los mucha problemas planteados cuando, en los certificados de defunción, es la causa de muerte aducida. Pero l a forenses y médicos legista$.que llenao Loa formularios oficiales donde se especifica esa "awa de muerten,genei-an 1- niimerrw que l a socibb gos utilizan luego para m e t e r a prueba ideas y imrias que han tenido un papel prominente eii la historia de la disciplina. Y la inwtigacirín ha rnosuado que el modo en que esos funcionanors atribuyen c a m & tanta importancia social corno el *siiicidioW o el "homicidio"puede wm influido por sus aíiliacianes y problemas profesionales.

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PROTAGONISTAS Y TRAMPA$ DE LA B ~ Y X ~ P I L A C IDE ~ NDATOS

la ~ m o l o g í-que a amaigama a pemnaa interesa&

107

en el derecho.

d delito. ias prisiones y asuntos conexo+ utiliz6 durante largo tiempo b registros de iaorganismoe de orden público coma la principal fuenw de datos sobre la incidencia del delito, y los datos disponibles sobre psom amesmh o condmadas por determinado dePm (dos pobla&mes

posiblemente distintas,a wxcs descriptas como perpemdoras de

m delitos, aunque el amaito y la condena no son marcadores infalibles & est hecho), como la principal fuente de canociniiento sobre los delimcutnttr. Al menos hasta que los defectos de eree mawrial, fqiic refleja +&mis de las regísexactos- que la policía y tos uibtiiiak tienen que satisfacer al crearlo) comenzaron a producir resultados dentemente poco realism. Durante mucho tiempo el ün@nn Cnm una compilñci6n del FBI de datos recolectlsdm porjurisdicciones gDUcides locales, suininistnj el material con el que los d i o s podían prrparar articuloa sobre el Jza a la haja del índice deticrivo en el plano d o n a l a local, un elemento de interés político oonstanie. Utilizamos lor cambios en los indicea deiiitivos para aalw argumentm sobre si la imposici6n ciuicta de las leyes contra d e k menores (ola legalización L Iri pmción abierta u oculta de arma o decenas de otras posibles a-") afecta o no esas indices, y si los afecta, en qué sentido. ¿Yen giié o m lugar podemos buscar informacióti confiable sobre las activida

Dt manera similar, las actas escolares contienen mucha información que l a cienu'ficm d e s estiman dril, desde los registms de asistencia hpua b multadas de las pruebeib, las noma y ouas medidas iiidicatiw del desempeño. Muchos de los datoe destinada a investigaciones son rrrolectadw por grandes orpiniciones ,:

La coexistrncia de tres nociones del suicidio implica que este, como una entidad independiente de quienes la afirrnm, no existe. Cudguier f m o que cla.siJaquemos como 'suiridio' re&a los ailnMs y lrts prktkm de &jo &i ciusifiuda [ . 1 Muchos informes estadísticos que hablan de 'blsones ocultos" de suicidio parecen suponer que la mejor solución para enfrentar el problema no es cambiar las prácticas de registro de los investigadores de la muerte, sino encontrar una medida estadística para corregir los presuntos errores. Debido a los problema insolubles del intento de suicidio y las heridas autoinfligidas, ningún milDdo allnnatiu~ ~~toblecm la rialük & Inr estadulicar de wiBdb (m contrcarie, ¡os cmtifuados & &función por cáncer S U T ~ ~ ~ diniaos pueden com#mrarsec m l a datos & una autopsia), b cual h e irnporibfe &&-minar mforma c ~ l t i u y n k& niagnitud de unup~ nbEe c o m W esIEEdiSI1Ca. Por ende,sociólogos y epidemiólogos siguen basándose en la clasificación de los examinadores de la : muerte [forenses y rnedícos legistas] (2006: 109).

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En suma, mando loJ médiws @has es& *suindio" en un mimuerte ha sido. c w f m a su paSpectivo , . @do de defuncih, y los f u m i ~ . fesionat un v e r d m h suicido aun cuando hs n a r h & salud publica estén en descon eüos (2006: 111; el destacado me pertenece).

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La clasificación que los examinadores asignan a casos específicosrefleja los disimiles procesos de recolección,las disímilea interpretaciones de las p m e b y las disimiles respuestas a las presiones de otras partes interesadas que se constatan en determinadoscasos dentro de la misma oficina, así como en comparación con las oficinas de otros médicos legistas. (La situación se asemeja a aquella en la cual la decisión de un árbitm de beisbol respecto de que un lanzamiento fue bda o s t n h zanja posibles discrepancias enue un conjunto similar de partes interesadas.) .. Uno de los tipos de problemas en la determinación del suicidio como causa de muerte es el que se suscita cuando las familias se niegan a acep mr esa conclusión, por una diversidad de razones comprensibles pero irrelevantes en términos legales. En tales casos prevalecen los investigadores de la muerte: Cualguier fmómmo qw clas$qumnos cuma ' s u d i o " r t h a bs mite &s y las fiiícticas & trabajo &L

cIQs%f"adm.Cuando los familiares

o los epidemiólogos discrepan de la clasificacibn médico legaí oficial puede surgir una discordia, pero se encuentran en una posición desventajosa cuando se trata de influir directamente en el resultado de la investigación de la niuerte. [ ...] Por lo gec neral los familiares no estin preparados para una investigación de la muerte y tienen escaso conocimiento de los detalles que importan. Cuentan con pocas oportunidades de proponer su interpretación directamente, y d o lo que digan se presumid .wsgado y será escudriñado por oficiales de policía, psiquiatra3 o investigadores de la escena (Timmermans. 2006: 109; el destacado me pertenece).

HOMICIDIO

toB misma tipos de problemas de definición abundan en el uso de los casos de homicidio, caracterizados como tales por funcionarios y no por el investigador, con fines de investigación. Corno cualquier ouo índice delictiw, es frecuente que el de asesinatos no logre satisfacer a los inves-

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Timmermans agrega un pensamiento final: 'la pIausibiiidad se mide por la congruencia entre la opinión proferida [por el patólogu forense que testimonia como médico legista) y las cultum de creencia prevalecientes"(2006: 1 13). De estas afirmaciones, y de las amplias pruebas que Timmermans presenta en su respaldo, se desprende que las explicaciones sociológicas del suicidio, destinadas a verificar la validez de las teorias de Durkheim y de los investigadores pertenecientes a su uñdición, no pueden basarse en rabulaciones de Ias cau.w de muerte dadas a conocer por lasjurisdicciones de las que provienen esas determinaciones. Parece probable que los investigadores del pasado enfrentados a estos datos desordenados y poco concluyentes decidieran reconocer la existencia de serios problemas y seguir luego utilizando los datos como si fueran 'suficientemente buenos" para respaldar cualquier conclusión q u e los médicos legistas creyeran razonable. Pero la obra de Timmermans nos muestra otra manera de entender y utilizar los datos disponihIes: no como un recurso para resolver enigmas científicos (véase el examen de Kuhn, 2012 [1962]: 35-42 de fa investigación científica como resolución d e enigmas). sino corno una actividad llevada a cabo por profesionales que trabajan en situaciones de cooperación y conflicto que afectan inevitablemente sus juicios sobre la forma de llamar a las cosas a las que se dedican; en este casa, la asignación de una muerte sospechosa a una de las cuaut, categoría3 permitidas. En otra palabras, Timmermans trata el modo de trabajo de los mgdicos legistas como un enigma que merece estudiarse por derecho propio.

tigadores, y ni hablar de políticos, ciudadanos interesados y otros. Lus investigadores, así como la policía y los políticos, se apoyan a menudo en cambia de los índices de homicidio como una prueba acep mble para la evaluación de las políticas que proponen e implementan. Sobre la utilización de las estadísticas de muerte en una controversia política actual, Timmermans dice: ;',>

h s partidarios de la teoría [delictiva1 de las ventanaa rotas han utilizado la caída de los indices de homicidios pan apuntalarla. El supuesto es en este caso que las estadísticas de homicidios miden verdaderamente las muertes causadas por ouos. Los investigadores admiten n o s a k r mucho sobre la clasificación forense de los homicidios, pero los indices correspondientes -a diferencia de las estadísticas de suicidio, cuya exactitud es o b jeto de prolongados debates- suelen aceptarse sin discusiones. Así, la caída de los índices de homicidios ha sido una piedra angular de lajustificación de la teoría de lasventanas rotasy las iniciativas resultantes de tolerancia cero y vigilancia de la calidad de vida. [ ] Si bien la correlación entre esa intensa vigilancia policial y la caída de los homicidias sigue siendo polémica, aun más dudas podrían plantearse respecto de las politicas respaldada por la teoria de las ventanas rotas si comprendemos que sólo una de dos tendencias homicidas está en el candelero. L a estadísticas de mortalidad perpetúan una "visión del mundo" que minimiza los homicidios cometidospor el personal médico y de las fuerzas del orden (Timmermans, 2006: 193).

...

En su capitulo "Ihe perfect crirne" ["El crimen perfecto"], Timmermans examina la otm tendencia homicida, la que en su opinión es prohablemente objeto de un subrecuento: los asesinata que piseden hnbPr sido c e metidos sea por el personal médico, sea por el personal policid. Esre s ~ i b grupo especializado de rniiertes revela por qué las conclusiones oficiales de loa médicos le gis^ son inútiles para fines investigativos. I:! Tanto la policía como los médicos uabajan con el supuesto de que los procedimientos internos de su profesión bastan para con miar cualquier

DATOS RECOLECTADOS POR FUNCIONARIOS

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posible transgresion legal. Desde luego, de vez en cuando puede haber casos en que rnédicm y policías. a1 parecer, hayan cometido un asesinato, y, aun con menos frecuencia, miembros de estas profesiones son efecti.

m e n t e condenados por homicidio intencional. Timrnermans explica: i

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Los clínicos y la policía tienen la prerrogativa profesional de usar medios letales con las personas, y si se prduce una transgresion potencial, se los aaliia internamente, en el marco de la profesión. Como prolesionale médico legales, los médicos legistas dependen mucho de la co1aboraciÓn de sus aliados cIí-

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nicos y de las fuenas del orden en las investigaciones de muerte .: . I de rutina. La aplicacioin imperiosa de la categoría de homicidio forense a las muertes producidas por miembros de las fuenaj del orden y de la profesión médica no sólo pone en riesgo esa muy necesaria colaboración, sino que puede llevar a una recusación muy seven de las pruebas farenscs, capaz de devastar la credibilidad de los médicos legistas. La investigación forense de una muerte de origen médico o policial carece de la independencia requerida de los médicos legistas en las investigaciones de rutina.La invesrigaci6n de lorr homicidios habituales exige que los médicos legista tomen al pie de la letra la información brindada por la policía y los dinicos. Aún m& importante que la información es la colaboiación con los colegas médicos y de la fuedel orden en c u ~ l q u M investigación forense, desde el momento en que se pone sobre aliso a la oficina hasta que se firma el certif~cadode defunción. Cuando se enfrentan a la posibilidad de una muerte causada por sus aliados, la reacción visceral de loa médicos legistas es proclamar que la determinación de la cuIpabilidad de la policía y los clínicos es responsabilidad del sistema de justicia penal. Sin embargo, en los homicidios habituales esas mismos médicos no tienen inconvenientes en asentar 'homicidio" en un cera uFicado de defunción. Lo que los investigadores de la muerte ; realmente quieren decir cuando declinan la responsabilidad i de investigar a sus aliados ea que, debido a su relación profun- - : damente simbiótica, son incapaces de hacer pronunciamientos independientes (2006: 19@191). , '

PC~B~ICOS

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161

sión cuando el potencial criminal es alguien -un oficial de policía o un médico- de q"en dependen para hacer su trabajo diario con eficiencia y sin kicciones. Este hecho tiene una consecuencia obvia para los invesúgadores que, no involucmdos en esta suerte de drama ioterprofeional, quieren utilim los resultados del p m e s o -1w estadísticas delictim (sobre el asesinato, en este caso)- coma pruebas de una teoría acerca de las causas del delito, "Cuando las muertes que parecen ser homicidios no se computan como tales, se puede dudar de que se haya producido efectivamente una reducción del delito" (2006: 192). Cuando no conocemos todas las causar de las variaciones en los índices deiictivos -en este caso, el verdadero número de asesinatos-, no podemos, sin riesgo de caer en un error, atribuir los cambim en ellos a las pocas variables que si conocemos. Si bien la categoría explorada aqui por Timmermans probablemente no explique las grandes variaciones en los índices deiictivoa generales (pero ¿quiénlo sabe, a decir verdad?),nos alerta sobre variables fundarnentales que aíectan todos esos índices: el p m e s o en virtud del cual clases específicas de personas deciden efectivamente en qué categoría incluir un acontecimiento, el modo como siu iiiteracuones con otros tipos de actores profesionales afectan su situación labra1 y la manera en que, a su vez, todo eso afecta los datos que utilizamos para waluar nuestns teorías. Tirnmermam nacr enseña lo siguiente: l a médicos legism oficiales asignan casos a categorías de una manen que optimiza su flujo de trabajo y mantiene intactos sw activos organizacionales.Ese tipo de actividad a menudo produce series de casos que sólo tienen esto en común:terminan en la categona en cuestión no debido a algún ra3g.o intrínseco, sino porque su inclusión en ella hace más fácil el día del trabajador. Si uno conoce esoa patrones de influencia, puede w las clasificaciones hechas por los tmbajadores para hacer generalizacionessobre sus actividades, aunque no necesariamente y ni siquiera probablemente sobre los casos mismos. Las esmdísticas producidas por esos trabajadora pueden seniir d e prueba de algo, pero habrá que demostrar de qué son prueba, más que suponerlo. I .

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DICES DELICTIVOS Y DEFINICIONESJUDIUAL-

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En ouas palabras, las personas que tienen que decidir si el asesinato es la causa de una muerte tienen buenas razones para no llegar a esa conclu-

Así como los médicos legism, para asignar a una categoría los casos de muerte sospechosa. lo hacen de manera tal que les sea posible seguir con tranquilidad su vida laboral, y con esto plantean dificultades a los

cien tificos sociales que quieren utilizar las cifras resultantes como datos de investigación, policías, fiscales y jueces, del mismo modo, definen la actividad de sus "clientes"de manera tai que les sea fácil llegar hasta el final con su trabajo y evitar fricciones con quienes comparten su actindad de ocuparse del delito y los delincuentes. Pero las maneras convencionales resu1t;intes de hacer el trabajo diario no producen categorías cuyos integrantes tengan necesariamente nada en común que pueda permitir a los analistas elaborar generalizaciones científicas útiles. En general, sus categorizaciones son suficientemente buenas para sus finalidades, pero no es evidente que lo sean en la misma medida pan las nuestras como cientificos sociales. En la medida en que su trabajo policial y judicial produce datos y estadisricas que usamos para nuestro trabajo cien tifico, debemos tener presentes km motivaciones que guían su comportamiento. ,. . , Nosotros, los cientificos sociales, queremos producir teorias que expliquen una clase de cmnportamiento bien definido. Para hacerlo, todos nuesuos casos d e k n referirse a la "mismacosa*. Pero cuando se trata del delito, hay diferencias sustanciales entre lo que hace la gente y el modo en que las autoridades (policía, fiscales y jueces) lo llaman y lo definen. La policía hace arrestos, los fiscales acusan y los jueces condenan y sen* tencian a las personas de quienes se ocupan, de una manera que les permite (al igual que a los médicos legistas) llevar a buen puerto su trabajo. No tienen razones para querer que sus definiciones sean las mismas en t d m los casos correspondientes a una categoría jurídica determinada. Y para empeorar las cosas. no se ocupan en absoluto de algunos tipos de ,

delitos.

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. EL DELITO DE GUANTE BLANCO

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Sutherland (1940),p e s o s errores. Las citas qiie siguen provienen sobre todo de su alociición presidencial ante la ASA, en la cual idenuficó cl problema y lo refregó en las narices de sus colegas ( jme habría encantado estar allil): Las estadísticas delictivas [basad= sobre los registros policiales] muestran en forma inequívoca que el delito, tal como se lo concibe y se lo mide oficialmente, tiene una alta incidencia en la clase baja y una baja incidencia en la clase alm; menos del 2% de las personas enviadas a prisión en un año pertenecen a esta iiltima. Esas estadísticas se refieren a delincuentes que han pasado por las manos de la policía, loa tribunales penales y juveniles y las prisiones, y a delitos tales como el asesinato, la agresión, el roba con allanamiento de morada, el robo, el hurto, 103apvios sexuales y la ebriedad, pero con exclusión de las infracciones de tránsito. Sin embargo -continuaba-, las muestras de delitos incluidcm en esos argurnentos estaban sesgadas, porque no abarcaban

el comportamiento delictivo de empresarios y profesionales L..] demos-do una y otra vez en las investigaciones de oficinas de bienes raices, ferrocarriles, compañías de seguros, fábricas de municiones, bancos, servicios públicos, bolsas de comercio, la industria petrolera, la actividad inmobiliaria, las comisiones de reestructuración, concursos de acreedores, quiebra y la politica (1940: 1).

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Edwin Sutherland, uno de los pioneros de la cnminologia estadounidense, acuñó la expresión "delito de guante blanco" (o 'de cuello blancow) para designar una gran franja de infracciones a la ley que sus colegas habían ignorado por completo. Cuando estos formulaban teorías acerca de lo que impulsaba a la gente a violar las leyes existentes, se apoyaban en consiancias de la actividad policial que había conducido a arrestos, juicios y condenas en los juzgados penales. Pero esos mismos criminA!+ gos, destacaba Sutherland, nunca iomaban en cuenta los muchos delitos graves cometidos por empresarios en el transcurso de SU actividadeg profesionales, que jamás se incluían en aquellas constancias porque en el plano legal se los manejaba de diferente manen. Esto generaba, decía

Reite6moslo: no se cuestionaba el carácter delictivo de esas actividades. Las pruebas presentadas en losjuicim civiles que tenían que ver con ellas lo mosmban. Pero los perpetradores, los empresarios que planeaban y ordenaban los delitos, estaban ausentes de las estadísticas en las que las criminólogos basaban sus teorías, porque no se los acusaba de los delitos: las acusadas eran sus empresas. El inadecuado muestre0 resultante (nombre correcto de ese error) invalidaba las asociaciones estadísticas presentadas como pruebas respaldatorias de teorias que asociaban el delito con la pobreza. Sutherland parafraseaba así esas teorias: 'Coino el delito se concentra en ia dase baja, e5 causado por la pobreza a por características personales y sociales que se consideran estadísticamente asdadas con aquella, incluidos la debilidad mental, las desviaciones psi-

copáticas, los barrios bajos y las familias 'deterioradas'" (1940: 1). Una vez que se agregaba el delito societario, no incluido en los informes pa liciales y judiciales, las asociaciones estadísticas y los argumentosbasados en ellas se derrumbaban: .. S

Está miiy claro que el comportamiento delictivo de los empresarios n o puede explicarse por la pobreza en el senOdo habitual, o por las malas condiciones habitacionales, la falta de instalaciones rtcreacivas, la debilidad mental o la inestabilidad e m e cional. Los lideres empresarios son capaces, disfmtan de equilibrio emocional y en ningún sentido puede tachárselos de pat& lógicos. No tenemosrazones para pensar que la General Motors tiene un complejo de inferioridad, que la Aluminum Company of America tiene un complejo de agresion y frustración, que U.S. Steel tiene un complejo de Edipo, que la Arrnour Company tiene un deseo de muerte o que DuPont desea retornar al vientre materno (Sutherland, citado en Cohen, Lindesmith y Schuessler. 1956: 96). Y llegaba a esta conclusión condenatoria:

De hecho, el delito no es correlato directo de la pobreza o de las condiciones psicopáticas y sociopáticas asociadas con ella, y [...] una explicación adecuada del comportamiento delictivo debe tomar un camino muy diferente. Las explicaciones convencionales son indidas prindpaImente porque se deducen de muestras srsgadas. Las muestras están sesgadas por el hecho de no incluir vastas áreas del comportamiento delictivo de personas n o pertenecientes a la clase baja. Una de esas áreas '; ignoradas es el comportamiento delictivo de empresarios y prm . I fesionales (Sutherland, 1940: 1-2). I 1'

1

El resto del artículo y el extenso libro que le siguió bastantes años d e pues (Sutherland, 1983) apuntalaban estas acusaciones generales con detalladas descripciones y anáiisis, donde se demostraba que loa empre sarios, los médicos y los abogados violaban la ley con tanta frecuencia que el comportamiento ilegal debía considerarse como un rasgo normal de la vida empresaria estadounidense. Pero. ..casi nunca iban a la cárcel por lo que hacían (esto es tan cierto en 2016, cuando escribo esras lineas, como lo era en 1940).

El aparato legal del Estado, cuando vn tma estos infractores, casi siempre lo hace sobre la base de acusaciones, procedimientos y penalidades civiles. Los colegas criminológicos de Suiherland aducían que eso no generaba inexactitudes porque, decían, los actos de dichos infractores no eran en realidad 'delitos", sino violaciones del procedimiento civil. alga que no se parecía en nada a ellos. Sutherland replicó que esos 'htthos" eran el resultado de decisiones tomadas por los fiscales. que estaban más interesados en subsanar los pe juicios económicos que en aplicar castigos penales y ae sencían incómodos ante la perspectiva de tratar de enviar a la cárcel a personas como ellos, personas que tal vez pertenecieran a sus mismos clubes y hubieran ido a las mismas escuelas. Además, los líderes empresarios, muy activos, hacían campañas y movían influencias, en general con éxito, para impedir la aplicación de leyes que obstaculizaran aquellas de sus operaciones ya legalmente definidas como delitos graves. Sutherland influyó en una generación de investigadoresen criminole gia a quienes hizo conscientes de los sesgos de clase en Iaa leyes y su aplicación, pero e n términos m& generales- también del modo en que los fiscales utilizaban la discrecionalidad de la que disfrutaban para adoptar una actitud que invalidaba el uso de las definiciones oficiales del delito y h estadísticas derivadas de ellas con fines de investigación. Sus inadecuaciones descartaban su utilización como pruebas, lo cual no ha impedido que se siguieran usando esas estadística defectuosas en las ciencim miale*y en las discusiones políticas d e las 'causas del delito*.

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MALVERSAW RES

Donaid Cressey. un estudiante (y luego colaborador) de Sutherland, quería estudiar las malversaciones para poder hacer una generalización sobre el modo en que se producía ese delito que fuera exacta en el caso de todos los malversadores a quienea pudiera entrevistar en la Penitenciaria del Estado de Illinois en Joliet Can ese fin, debía asegurarse de que todos h u b i e m "hecho lo mismo": tener la certeza de haber aislado un fenómeno comprtamenlal cuyos ejemplos individuales e n n similares, como lo son entre si las muesuas de un químico en un laboratorio. Para darles una explicación, Cressey quería que todos los casos presentaran el mismo comportamiento concreto.Finaimcnte, definió el fen6rneno que queria explicar como "la violación delictim de la confianza económica" (Cressey, 1953: 22), en la cual personas que habian asumido de buena fe un carga que implicaba esa confianza (los cajeros de banco,

por ejemplo), sin la intención de robar, terminaban por l h r s e un mon., 1 , , . t6n de dinero que no les pertenecía. El autor ~abíalo que buscaba. Pero l a perrwnas que habían hecho lo que él buscaba no eran fáciles de encontrar.Los malversadorescometen sus delitos en soledad. No pertenecen a un submundo de personas que cometen ese tipo de delito, de modo que Cressey debía dmcarlar la infiltración en grupos delictivos para encontrar casos, como podría haber hecho si se hubiera dedicado a estudiar ladrones. Tenía que ver a sus entrevistados en la cárcel, porque nadie sabe quién está malversando hasta que pescan al culpable y lo encierran. . , ,' Si bien Crcs~eyquctria que todos los casos exhibieran el mismo fenómeno para poder explicarlo, los cargos preseniados por los fiscaies no Ic facilitaban la tarea. Estos. en efecto, sólo se aseguraban de que las pruebas que tenían terminara11 en una condena.. por algo. Si no por malversación, por uno de los tipos conexos de delitosque ~ r i a b a n en los detalIe3, como el fraude o la apropiación indebida de bienes por un deposimio (sea esto lo que fuere). Como l a leyes pertinentes detallaban con prcú. sión lo que el fiscal tenia que probar para cada una de esas acusacionts especificas, era posible que ningún caso de la vicia real incluyera todo3 los detaIles necesarios para respaldar el cargo de malversación. Pero p dria tener pruebas que respaldaran una condena por uno de los cargos conexos. Ningún problema para el fucai, que se contenta con obtener la condena buscada, pero si para Cressey, el sociólogo. Como laq personas hacen muchas cosas distintas cuando le roban dinero a un ernpleador, y algunas no hacen toda^ las cosas necesarias para coincidir con la definición juridica de la rnalvenacibn, los delincuentes que Cressey buscaba, algunos de los tiiales habian mostrado el comportamiento exacto que él quería estudiar, tal vez quedaran excluidos de su muestra. en tanto que otros que habian sido acusados del delito no habían hecho, en realidad, las cosas que quería explicar, aun cuando la adhesión rigurosa a la definición jurídica de su delito habría requerido que los incluyera. Cressey (1 951:549550) explica cómo resolvi6 el problema de método que le generaba ese subterfugio de la discrecionalidad de los fwaies:

formularse después del momento de tomar posesión del puesto. En este aspecto, t& las definicionesjuridicas concuerdan. Segundo,la persona debía haber violado aquella confianza mediante la comisión de un delito. Estos criterios permiten la inclusión de casi todas las personas condenadas por malversación y apropiación indebida de bienes por un depositan0 y, además, una parte de las condenadas por fraude y falsXcaci6n. Cada uno de estos cuatro delitos implica una violación de la confianza económica, y algunos de los delitos de cada categoría son vi* laciones de las posiciones de confianza que han sido aceptadas de buena fe. El fenómeno investigado se definió, por lo tanto, como la "violacion delictin de la confianza económica". Como consecuencia del uso de este nuevo concepto, se contó con una definición rigurosa del comportamiento investigado y, de tal modo, fue posible hacer una generalizacion respecto de todos . ' los ejemplos de este, pero sin violentar la definiciónjurídica de la *malversación*y los otros trea delitos.

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h fmcales de estos casos no presentaban cargos que diera por resultado la creación de un grupo homogéneo de infractores respecto de los cuaies Cressey pudiera elahrar una teoría sricioldgica interesante. Acusaban a las personas en cuestión de delitos por los cuales pudieran condenarlas. De ese modo. los acusados se repartían en grupos específicos s~giinel delito, pero, a menudo, sólo tenían en comijn el hecho de haber sido incluidos en ellos para facilitar el día de trabajo del fucal. Cressey tenia que inspeccionar y luego redistribuir a los delincuentesen grupos cuyas actividadesexhibieran un patrón similar de comportamiento y se ajustaran a un patrón común de causación sobre el cual él piidiera hacer una generalización útil, como efectivamente terminó por hacer. De este modo. creó un método que otros p d í a n usar para resolver problemas similares surgidos en conexión con la investigación de otros delitos. I

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Se dejb de lado la definición jurídica [de la malversación] como tal y en su lugar se establecieron dos criterios para la inclusión de un caso cualquiera. Primero, la persona debia haber a c e p tado de buena fe un puesto de confianza. Este criterio es casi idéntico a la exigencia de la definición jurídica en el sentido de que, en la malwrsaci6n, la 'intención de delinquir" debia

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Los departamentos de policía compilan y llevan registros exhaustivos de los arrestos hechos por sus oficiales.Tradiciorialrnente, dichos registros han proporcionado datos para finalidades administrativas, para maniw

DATOS RECOLECTADOS POR E'UNCIONARIOS PÍJBLICOS.

bras políticas y para el investigador que de tanto en tanto quiere información sobre el delito y asuntos conexos en una gran escala sin tener que tomarse grandes molestias. Pero... se recibe lo que se da. Las estadísticas policiales demuestran las dificultades creadas por un objeto de estudio inestable, Los científicos sociales, y muchos otros, w ben desde hace mucho que esas estadísticasson fuentes inestables y poco confiables de datos. Entre los problemas conocidos se incluyen la presentación incorrecta de la información y la manipiitacioa de las cifras, en ambos casos con finalidades políticas (hacer que un departamento parezca estar cumpliendo con su trabajo,cuando en realidad no lo hace, por corrupción o incompetencia) y económicas (impedir la escalada de la conmlaci8n de seguros, como consecuencia de una gran cantidad de denuncias de robos,y evitar así un prjuicío para los negocios del lugar). Las herramientas de la manipulación aon la mala información y la aplt cacidn selectiva de la ley. Además, los investigadores también sueIen sospechar que el sesgo racial contamina las estadísticas y los registros de arrestos,generando una serie de inexactitudes de p e s o calibre e inutilizándolos para los análisis sociológicos que apelan a la raza y el delito como variables explicativas. (Recuérdese la crítica de Sutherland a todas las teorías apoyadas en las estadísticas de arrestos y condenas, cuya utilidad para propósitos cientificos quedaba invaiidada por la omisión de los delitos de guante blanco -O *cuello blancon-.) , Algunos investigadores han tratado de superar los problemas de la mala informacion poIicial mediante su reemplazo por los datos procedentes de encuesras dc victimización, que registran, anaiizan y presentan la cantidad de delitos que los individuos informan a un entrevistador haber sufrido persondmenie e n el Último año. En comparación con las estadisticas policiales, los resultados siempre muestran índices más aitos de muchos delitos, así como diferentes tipos de delincuentes. Aun así, esos datos todavía están a uno o dos pasos de distancia del recuento directo de la actividad que supuestamente indexan. (Oua variante pide a los participantes en una encuesta que informen de sus propias actividades delictiw en cuestionarios anonimos, o pide a los consumidores de alcohol o drogas que indiquen I-acantidades y ocasiones de su consumo # S

de esas sustancias.)

ii

1. 169

ESTAD~STICASDE DROGAS (COMPILADAS POR U N IDADES WLICIALES ESPECIALIU DAS)

Los arrestos y las condcnu por drogas constituyen una proporción considerable del 'índice delictivo" y de las personas actualmente en prisión. Muchos estudios describen la vida y las prácticas de personas dedicadas a la venta y distribución de heroína, cocaína, marihuana y metanfetaminas; esas descripciones están pun luadas por episodios de interacción con la policia (por ejemplo. Bourgois, 1995, y Coffman, 2014). Pero los sociólogos no han consagrado muchas investigaciones a las penonas que hacen los arrestos. En consecuencia, sigue encargndose por nosotrosde la tarea de computar las actividades de la droga la policía, cuya cantidad de arrestos representa lo que mostraría una medición más direcu de la cantidad de usuarios y de droga consumida. Dos estudios que informan de las maniobras de la policía con el consumo y los consumidores y vendedores de drogas (DeFleur. 1975, y Moskos, 2008) nos presentan una mirada rigurosa de los problemas de los informes policiales (y de los análisis basados en ellos) y sugieren cómo evitar esas dificultades sin dejar, aun así, de utilizar los números recolectados en forma oficial como prueba de algo interesanle. Loh DeFleur analizó grandes muestras de los registros oficiales de arrestos hechos por el Escuadrón de Narcóticos del Departamento de Policía de Chicago, cuya misión se centraba exclusivamente en los delitm de drogas, dunnte tres décadas: las de 1940, 1950 y 1960.La autora encontró impresionantes diferencias a lo largo del tiempo en la distribución geofl~ca de los arrestos y, algo inevitable en una ciudad racialmente segregada como Chicago, en la c a > : ,;,, , , , N lsr , * '.:,, 13 (7%1, , ., , . ,., , ,....,. .'.- ,, . !Myi&dea. . I , , k,Ti A c . G , .+, 29 ' 2 9 ( 1 6 % ) , - , , Grupa1 , ,.,.,, .-., , .- .. . .....r... -. .. J?. ,:. , -.A, +&,~L,:L.?'? (99%).ab- i .v~dL,kil!!!~L

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,,M . Lamentablemente, nuesm innondoraa presentaciones de los datos SG bre la cultura en forma de tablas no produjeron m b i o alguno en ia rnanera de presentación de datos similares por parte de otros investigadores. Tdos aquellos que se dedicaban al crabajo de campo decían algo por el estilo de "si, está bien, eso es lo que hacemos y por eso Ios lectores deberían aceptar (y habitualmente aceptan) nuestros anáiisism.Pero otros investiga dores de campo no extremaron los esfuerzos como nosotros ni contaron los elementos de prueba para presentarlos en forma de tablas, y n u e s m invenciones, lamento decirlo, murieron de muerte n a t d . Utilizamos m& d o s similares en un libro posterior (Becker, Ceer y Hughes, 1968), pero nadie más volvió a intentarlo.jean-Michel Chapoulie me dijo una vez que, sin embargo, le alegraba que lo hubiéramos hecho, porque de allí en más nadie tendria que volver a hacerlo! M e temo que tenía raz6n. Habíamos producido una versión numérica de lo que hace creíbles los estudios de trabajos de campo. Habíamos presentado un corpus concreto y (en principio) verificable de datos sobre una forma de acción colectiva, personas que actuaban juntas sobre la base de concepciones compartidas, y todo eso en forma de tablas y guarismos conocida por bs investigadores cuantitativos, en la que contábamos grandes cantidades de comportamientos observados en vez d e respuestas a preguntas p teriores a Ios hechos. Todos los que leen un informe de esas caracten'sticas saben qiie los data, las pruebas que respaldan esas descripciones y las conclusiones más generaies pueden describirse precisamente de ese modo, y el material así sintetizado sirve de prueba de las ideas que propone para explicar lo que sucede en las actividades colectivas de las personas observadas.

8. Inexactitudes en la investigación cualitativa

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UN ENFOQUE BUFFONXANO

Los investigadores de campo ( t é n p e presente: esa expresión genérica abarca una diversidad de técnicas, desde las largas entrevistas poco estructumch hasta la obsewación i n t e n s i ~de situaciones de la %da real") encaran la investigacion de un modo diferente que el investigador cuantitativo típico. Casi siempre apelan a la lógica buffoniana descripta por Desrosieres (y examinada en el capítulo l),que les permite sacar provecho de la variedad de fenómenos inesperados que sus investigaciones sacan a la luz. En vez de planificar con cuidado y de antemano técnicas de recolecciún de datos y luego seguirlas estrictamente, e l a b ran ideas, teorías, hipótesis y conjeturas sobre la marcha, utilizando 10 que aprenden en el camino acerca de las actividades y de las personas que estudian. En definitiva, el esquema conceptual subyacente a la investigación se presenta como un impomnte producto de esta, no como su fundameiito y punto inicial. Los dos métodos -el cuantitativo conm el cualitativo, el trabajo de campo conua la encuesta- están en el centro de la perpetua disputa metodológica que infesta la investigación sociológica. Utilizaré sin rigidez la expresión genérica "trabajo de campo", para referirme a cualquier método que no esté planificado de antemano, ya sea observación participante o de alguna otra clase; entrevistas prolongad a cuyo contenido se despliega mientras se desarrollan; inspección de lugares y documentos relevantes para la indagación. o todos ellos. Pero nunca deberíamos confundir las entrevistas con el hecho de 'estar ahi", ver uno mismo lo que sucede y registrarlo inmediatamente después. Las entrevistas son... bueno, entrevistas, y están expuestas a niuchos de los problemas de formas m& esuucturadas de pedir a la gente que nos cuente lo que ha pasado. i~ habitual es que este tipo de investigación comience con planes y objetivos vagos. El capítulo 7 incluye un relato tipico de cómo se llega a buen término con una investigación de esas características: el de la

investigación que desembocó en nuestro libro sobre la cultiita de los estudiantes de medicina, B q s tn Whist (Becker y otros. 1961). No comenzarnos nuestro estudio con la idea de la cultura estudiantil como una guía de nuestro trabajo. Antes bien, gradualmente aprendimos a verla como algo central para nuestro pensamiento. En vez de empezar con una hipótesis que tomara la cultura estudiantil como una variable fundamental que explicaba lo que sucedía en la Faculiad de Medicina, presentamos la idea como resultado final de nuestro trabajo: no una hipbtesis que nuestra investigación hubiera convalidado, sino una idea que finalmente daba sentido a lo que habíamos observado y tal vez contribuyera a darlo a situaciones similares en otros lugares. A lo largo del camino, durante los vanos años de trabajo de campo y escritura, volvimos a menudo al terreno -a juntarnos con los estudiantes- para probar con nuevas preguntas que queríamos hacerles y nuevas cosas para observar en los hechos que ocum'an a su alrededor. Podría decirse que no repetimos ni una sola vez la manera de recolectar datos. Al trabajar de ese m d o se aprende mucho. Nuestro enfoque d e I i k radamente elástico nos permitía elaborar ideas al reflexionar sobre los primeros resultados y aprovechar el hecho de haber obaenado cosas acerca de las cuales, por no conocerlas, antes no habríamos podido hacer preguntas. Este método flexible alentaba el descubrimiento de lo que todavía no sabianos. Pero también se pierde mucho al trabajar de esta manera. No ea muy fácil comparar grupos, aunque puede hacerse (y m& adelante volveré al tipo de cosas que hicimos para hacer posibles e= comparaciones). Sin embargo, no es factiMe el tipo de comparaciones que posibiIih la aplicación del mismo cuestionario a una variedad de gente en una variedad de lugares. , ! No es fácil exportar los descubrimientos hechos a nuevos entornas, en parte porque uno está bastante seguro de que en esos lugares no habrá exactamente las mismas cosas para ver y explicar, y en parte porque no es posible tener en cuenta todas las diferencias entre situaciones que existen en el "mundo real", En nuestro caso, la cultura estudiantil que habíamos descubierto procedia de una cornbinació~ide cosas que probablemente adoptarían formas diFerentes y tendrían diferentes valores en otros ámbitos. Zas presiones sobre 10s estudiantes podrían ser diferentes, aunque estábamos bastante (pero no del todo) seguros de que en otros lugares habría dificultades suficientes para empujar a los estudiantes a actuar de manera cohesionada y organizada. , ,

Ademis, los investigadores cualitativos pueden cometer con facilidad otro tipo de error en el que pueden igualmente caer los que practican otras familias de métodos: anunciar conclusiones sobre asuntos que no han estudiado en absoluto, sea cualitativa o cuantitatimente, ni en el diseño inicial ni como resultado de descubrimientoshechos en el terreno.

INEXACTITUDES EN EL TaABAJO CUALITATIVO

Las inexactitudes cualitativas típicas resultan de dar por descontadas una a más ideas (sean cuales fueren), mtarla~como si fueran obvias y no ponerlas en duda, cuando una mirada más escéptica podría demos= que son erróneas. La actitud más preponderante entre los investigadores de campo es ignorar don frecuencia los cambios en curso en las comunidades, las organizacionesy los gnipos en los que se concentran. Piensan en estas cuestionescuando acontecimientosy observaciones inesperadas chocan con lo que p creen haber aprendido, lo que ya 'saben", y descripciones que no dudaban en considerar exactas p no lo son. Cuando la obsenaciones de los investigadores entran en conflicto con lo que ellos creen que 'deberíau estar ocurriendo, y ven y oyen cosas que cond i c e n lo que creían saber, pueden (dentro del marco de su investigación) dedicar tiempo a explorar el 'caso negativow (opemción que Paul Lazanfeld, destacado investigador por encuestas, recomendaba para investigaciones de codo tipo;véase Kendall y WoK, 1949). Si se aprovecha la oportunidad, lo que podrÍa ser un incordio para una investigaci6n por encuestas o una investigación de campo menos flexible se conviene en la ocasión de hacer una revisión inmediata de antigm ideas sobre la base de los datos recién obtenidos. Y de hecho, algunos investigadoresde campo han dado a conocer su trabajo precisamente de ese modo, como una serie de revisiones de sus ideas, impuestas a ellos por datos inesperados que surgen de su trabajo sobre el tcrreno (véase Lindesrnith, 1947). Si no aprovechamos estas posibilidades o ninguna de ellas se presenta durante el transcurso de nuestra investigación, o, de ocurrir, no nos darnos cuenta de su importancia, podemos llegar a cometer uno o más errores típicos del trabajo de campo. A continuaci6n. algunas de las posibilidades, Un emir básico se produce cuando los investigadores tratan la historia como algo pwo importante y se refieren a todo en un eterno presente e t n ~ g ~ cen o ,el c i d lo que hoy en día 'sabemosn es la descripcirin

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DATOS,PRUEEAS E IDEAS

correcta de lo que está estudiándose, no sólo tal como exisie en la actuaIidad, sino como siempre ha sido:una mejora respecto del conocimiento pasado que, dado lo improbable de la necesidad de una revisión posterior, también describe con exactitud el modo como las mismas personas y actividades actuarán y sefin en el futuro. h s investigadores de campo que cometen ese error ven cualquier diferencia con respecto a este m e delo de "cómo fueron y todavía so11lar cosas" como una desviación trivial y accidental de la manera en que las cosas e n n y son en general. que carece, por lo tanto, de importancia (es el análogo cualitativo de "los errores aleatorios se neutralizan"). Sepiin este modelo,la ciencia cualitatim es. al igual que el otro tipo, una pared de ciencia a la que cada científico aporta su pequeño ladrillo de nuevo conocimiento. Un error fundamental conexo se asemeja al cometido por los investigadores cuantitativos: ignorar las variables y condiciones que afectan la cuestión en la q u e estamos interesados, pero sin mostrar sus hueIla a menos que tengamos una penpectin temporal m& larga que la duración relativamente breve (por lo general, dos o tres anos, como mucho) de un estudio de campo serio. Muchos descubrimientosimportantes que se hacen en el terreno ocurren cuando los investigadores ven algo inei perado y, al tratar de averiguar cárno sucedió 'eso", notan algo que antes nunca Iian visto en acción, advierten que una cosa q u e creían parte i n m riante del paisaje social (por lo cual no era necesario tomarla en cuenta) cambia de tanto en tanto y lo está haciendo ahora mismo de un modo que afecta el tema, sea e1 que fuere, en que se concentn la investigacion. Como la vida social cambia todo el tiempo, esta situación puede generar muchos problemas. En general, los investigadores encuentran más o menos por accidente es- condiciones hasta aquí inesperadas, porque su interés en algo muy diferente desentierra de manera fortuita y afortunada información releMnte para el problema e n que se concentran. La revelación de una de esas condiciones pasadas por alto desencadena entonces una investip ción en algunas otras áreas, en las cuales los investigadores pueden ver ahora que su reciente descubrimiento tiene un papel importante. Como este es el tipo de investigación que yo he hecho, puedo pre sentar varios casos en los que participé personalmente y, así, producir una descripci6n más detallada del modo en que un investigador comete esa claqe de error y se recupera de él. En primer término, un caso en el cual cometi el pecado recikn descnpto y, como consecuencia,inventé un concepto q u e muchos han considerado útil y que conserva su utilidad, aunque más adelante los "hechos" que suscitaron mí invencíón resulta-

ron ser completamente err6neos. La idea ial vez siga siendo útil, pero, como descubri años después, los 'hallazgos" empíricos que la generaron no lo e n n tanto (y quizá no lo sean en 108 muchos casos en que la idea

ae aplicó desde entonces).

EMPRENDEWRES MORALES

Cuando escribi sobre el consumo de marihuana en mi libro O u h h (Becker, 1963: 142-144 y 147-163), juzgué obvio (como lo hacia la mayoria de la gente interesada en ese tema) que Hany Anslinger, director durante mucho tiempo de la Oficina Federal de Narc6ticos de los Estados Unidos y aparente instigador de la guerra contra las d n i v en los años treinta, era una especie de chiiado puritano, que se oponía violentamente a quienes experimentaran cualquier placer que él en persona no aprobara y que convirtió su propia inclinación en un principio &ico de las políticas nacionales sobre el consumo de marihuana por placer o cualquier otro motivo. De modo que, para mí, s u medidas para imponer la ley no tenían un fundamento 'racional", y nunca imaginé ni busqué o- razones de sw posiciones respecto de la política de narcóticos que pudieran revelar su biografia, sus relaciones personales o sus actividades al margen de lo que yo ya sabía Eso fue suficiente para convencerme de que mi interpretación de sus motivaciones era en general exacta. No era el iinico que tenía esa idea. La mayon'a de los investigadores que se ocupaban del consumo de drogas compa~u'anese punto de vista. Utilizaban como prueba, por ejemplo, la bizarra película disuasoria &$er M a d m [locura de la marihuana], una maravillosa pieza de culto en la cual unos estudiantes universitarios fuman marihuana y luego bailan con desenfreno,hacen muecas grotescas y, en líneas generales, parecen locos. "Todos",d menos todos los que conocí o a quienes leí, hacían responsable a Anslinger por la película y por la avalancha de artículos de diarios y revistas que en la década de 1930 denunciaban la marihuana. Cité todo esto como prueba de que alguien había inspirado todos esos artículos y ¿qué otro podría haber sido? De hecho, tal vez haya sido él. Al menos, nunca nadie dicutió mi interpretación de Anslinger como un "emprendedor moral". Por otro lado, entre quienes creíamos que era así. no había uno solo que tuviera prueba alguna de que habíamos explicado correctamente el origen de la campaña. Em sólo... obvio. Pero yo estaba equivocado, y también lo estaban las personas que confiaron en mi palabra. Después de todo, lejos de ser un puritano mtornado que andaba ~uelto,Harry Anslinger parece haber sido un actor

256 DATOS, PRUEBAS E IDEAS

perfectamente racional, un importante participante en organizacionm internacionales intergubernamentales que. en lo fundamental, procuraban mantener elevado el precio de los narcóticos legales mediante la creación de un mercado controlado al que sÓIo siis países cuviei-anacceso y del que debían quedar marginados los emprendedores independientt~ cuyas actividades pudieran causar la baja de los precios. M e enteré de todo eso muchos años después, cuando F.-X. Dudouet (2003,2009) estudió de manen minuciosa la conformacion y el funci* narniento de las organizaciones que suscribieron los acuerdos pan controlar mundialmente el tr&co de esas drogas. Esiair comisiones y comités (baja faégida d e la Liga de las Naciones y su continuadora, Organización de las Naciones Unidas) crearon la legislación que luego los poderes legislativw de cada país ratificaron y promulgaron en leyes nacionales y convenios internacionales (como les exigía hacerlo la firma de Iw tratados correspondientes). Las intensivas biisquedas de Dudouet en los archivos de este mundo organizacional mostraron que esos hombres y esas organizaciones nunca habían tenido ningún interés en 'controlar" el mercado ilegal de drogas o interferir en la búsqueda del placer de nadie. Estas cosas eran, a lo sumo,una preocupación menor para ellos. Su interés radicaba en controIar el mercado licito y Iegal de esas drogas. ¿Por qué? Porque allí era donde estaba el dinero. El dinero de los narcóucos proviene y siempre ha provenido de la enorme, eterna y siempre rentable venta de medicamentos legales a los hospitales, a los médicos y dentistas y a las farmacias: codeína para el control del dolor, morfina para el con trol de un dolor m& intenso; cocaína como anestésico usado por profesionales de la medicina y la odontol* gía, y muchos otros derivados de estas drogas básicas regularmente utilizados en la práctica médica cotidiana. IA industria farmacéutica -con sede, como siempre, en las capitales financierasindustrializarias de Occidente- domina el comercio de materias primas -amapolas o adormideras de las cuales se extrae el opio y hojas de coca- y los establecimientos de fabricación y distribución de los productm farmacéuticos. b s Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia (a veces Afemania y algunos ouos) obtienen enormes ganancias de estas industrias y de su cuasi monopolio del negocio de los narcóticos. Sus representantes en los organismos internacionales procuran, sobre todo, proteger esos monopolios y el ffujo constante de grandes ganancias que producen. Los sociólogo^ (entre ellos, principalmente yo), que no tenemos la mínima idea de esa3 organizaciones y sus actividades ni somos siquiera conscientes de su existencia, atribuimos erróneamente las actividada

prohibicionistas de los gobiernos, como he dicho, a un deseo puritano de impedir disfnitar a otros. Este argumento siempre parece razonable y fácil de creer para los estadounidenses,cuya historia legal está llena de intentas de hacer precisamente eso. El "gran experimento" de prohibición del consumo de alcohol en los aiios veinte fue el clímax de la actividad puritana, pero no la úitima de esa clase de iniciatim. Había motivos para pensar al menos que el representante estadounidense en los organismos internacionales encargados de regular la p r e ducción de drogas tenía esa concepción, pero hoy en día Dudouet nos muestra que no era ese el punto de vista de Anslinger cuando se reunia con sus colegas de oms países en esos recintos. Antes bien, compartía su objetivo común de salvaguardar l a ganancias de las empresas farmacéut i c a de sus paises. Esto exige a su vez un replanteo del concepto de "emprendedor moral" del que me valí en Outsidrrs, donde expliqué de manera implícita, si n o explícita, que las campañás contra el consumo de drogas y las leyes y la actividad policial (nacional e internacional) resultantes de estas estaban motivadas por prejuicios religiosos y de otro tipo contra lo que se veía como 'placeres ilicitos", sobre la base de las fantasías orientalistas popularizada^ por Thomas De Quincey, Fitz Hugh Ludlow y otros escritores decimonónicos. Supongo que siempre debo de haber sabida que bien podían existir otras mones m& prácticas (como la perpetuación de monopolios rentables), pero, dominado por mis prejuicios, no seguí esos caminos y tampoco lo hicieron otros que trabajaban en este ámbito. Podría haber sabido todo eso y evitado exponer erróneamente los ni* tivos de las fuerzas antidrogas si hubiera examinado las arras actividades de Anslinger y me hubiese enterado (como se enter8 Dudouet) de que era un participante activo en esos gnipos internacionale~,que coordinaban las políticas nacionales contra las drogas para maximizar las ganancias de lo que a h o n lIamamos grandes farmacéutica. hoy como ayer ávidm de beneficios monetarios. Pero no lo hice. Tuvieron que pasar muchos anos hasta que la tesis de doctorado de un politólogo reparo mi grave y desorientador error.

UNA MALA COMPRENSI~NDEL NEGOCIO DE LA MÚSICA

Cuando Roben Faulkner y yo escribimos el libro (Faulkner y Becker. 2009) en que explicábamos cómo se las arreglaban los músicos que actuaban en fiestas, bailes, bares y restaurantes para tocar juntos a pesar de que, con bastante frecuencia, no habían ensayado (a decir verdad, tal vez

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DATOS, PRUEBAS E IDEAS

ni siquien se conocían) y no tenían la partitura ante sus ojos, ya éramos dos veteranos en ese negocio. Diez años menor que yo, Rob Fadkner había tenido experiencias un tanto (nomucho) diferentes de las mías. Compartiamos muchas cosas: mbajar con big bands, tocar en bares y prcsentarnos en bailes y fiestas, aunque en la Epoca del libro ya hacía tiempo que yo había dejado la actividad y, por lo tanto. no había estado con él en sus aventuras m& recientes. Sin pensarlo, tratarnos el mundo de la música en ei que habíamos crecido s l de los años cuarenta y cincuenta, y que p o r ende conocíamos muy bien- como el escenario de la "manera correcta", la única manera apropiada de hacer música popular, y lo demás como una aberracián respecto de ese modelo. I Si bien Rob y yo nos habíamos ocupado analíticaniente de Mtios w pectos del negocio de la música, no dejamos de ser productos de la é p ca en que crecimos (contodo, de aquí en más hablaré sólo de mi, ya que no si de cuánto que& Faulkner hacerse respotisab1e de lo que sigue).Y sobre todo en el plano musical, En lo profesional, llegarnos a la mayoría de edad en un tiempo en que las big bunds (las de Count Basie, Duke Eliington, Woody Herman. Benny Coodman y Mnos otros centenares que podían escucharse en vivo en los progmnas nocturnos de las radios locales) todavía recorrían el país, de m d o que, si uno vivía en el lugar adecuado (como era el caso de los dos: Rob en Los Ángeles, yo en Chicago), también podía escucharlas en persona. Los clubes deja22 pr* porcionaban un escenario a grupos más pequeños, dirigidos por ~ t o r a dw intérpretes como Dizq Gillespie, Charlie Parker y decenas de otros. Y una gran cantidad de lugares eran el ámbito donde los gnipos locales, como los que integrábamos Rob y yo, podían actuar. Tocábamos la música de nuestro tiempo, principalmente las melodías populares de los años treinta y m k allá, muchas escritas por gigantes del género como Kern, Gershwin y Porter, las canciones hoy conocidas, con reverencia, como &al A k c a n S m g M [El gran libro de la canción e5 tadouniderise], cuya encantadora crónica hizo Alec Wilder en Arrtericun Popiilar Song. Th k t hnovators, 1W 1950 ( 1972): canciones que también proporcionaron la base armónica de gran parte del entonces innovador Mqb interpretado por Gillespie y muchos otros. Grupos informales de músicos que compartían ese patrimonio cuItural podían tocar juntos y de modo solvente, sin partitura ni ensayos previos. A su alrededor podía -y en muchos l ugarei y hasta cierto punto todavía puede- organizarse un mundo profesional. Faulkner aún participa en él. 'Nuestra música" dominó en época pasadas e1 mundo de la música popular. Era la música popular con que las personas bailaban, bebían,

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festejaban, Con ella seducían a su futura pareja y bailaban en sus fiestas de casamiento. La cosa cambió, y cambió rápidamente, a partir de los aiios sesenta, cuando la reemplazó otro tipo de música popular, muy diferente, en la cual cada grupo tocaba su propio repertorio, canciones que habían creado y que otras bandas no conocían y, por eso, no N i a n tocar. Personas como Faulkner y yo de ningiin modo conocíamos esa música, aunque p dríamos haberla tocado si hubiéramos tenido la partitura ante nosotros (sin embargo, no habría sonado *bienw).Pero a menudo no había partitura que leer: uno simplemente sabia la música. Y n o s o m no la sabiamos. (H. Sbth Bennett, 1980 hizo una descripción temprana, clara y musicalmente informada de esta transformación, y Ben Sidran, 2012 expone en qué se convirtieron esos inicios a e d a mundial.) Rob se adaptó de dgiin modo a esos cambios, pero yo no. Tendría que admitir, con t d o . que por supuesto había alcanzado el eslatus indiscutido de vejestorio, que no c e nocía ni quena conocer la nuem música.Y Rob compartia miichos de esos sentimientm. Los comeos elecmonica que intercambiamos mientras hacíamos trabajo de campo y ewribiarnos el libro dan teshmonio de nuestro disgusto por esas formas más recientes de música y la pobre opinión que teníamos de lw aptitudes de l& personas que las producían. Hicimos la crónica del prmeso que nos llevó a ese punto de vista en el regism publicado de los correos intercambiados mientms trabajabarnos en el proyecto, T h i d i g Togdher (Becker y Faulkner, 2015 ) . Podría decirse que teníamos derecho a nuestras opiniones musicales. Pero como sociólogos no lo teníamos.Nos escuchábamos condenar a algunos de los músicos m& jóvenes que observábamos, con quienes participábamos o a quienes entrevisdbamos, por ser *chicos que no conocen ni una puta melodíaw.ya que no eran capaces de tocar las canciones que nosotros considerábamos esdndares que los profesionales competentes debían poder tocar sin una partitura frente a ellos. Y mostrábamos otros signos de prejuicios basados en la edad, que también eran,tal vez, nuestro derecho como miembros máa viejo4 de ese grupo profesional, pero definitivamente un error para los sociólogos que tratábamos de ser. Y esa actitud era todo uno con n u e s w quejas respecto de que el tipo de lugares que usábamos para tocar profesionalmente estaban desapareciendo, cediendo ante formas más nuevas de música popular. Al final comprendimos el error que estábamos cometiendo. N u e s ~ reacciones a esos cambios indudablemente podían ser datos para analizar. Pero no e n n 'hechos" que pudiéramos hacer entrar en cualquier

INEXACTITUDU EN U I N V ~ S T I G A C I CUALITATIVA ~N

modelo del negocio de la música popular con el que trabajáramos. En

realidad, lejos de ser hechos impersonales, los cambios en el con&miento de los músicos y en su manera de trabajarjuntosque provocaban nuestra3 reacciones de cascambiaa constituían uno de los hechos que nuestra investigación tenia que considerar. Habíamos tomado por análisis sociológico lo que eran prejuicios nuestros. De modo que tuvimos que replantear nuestras premisa y descripciones y buscar las contrapartidas organjzacionales de aquellos cambios en el repertorio caracterís tic0 compartido por un grupo de ejecutantes, tomando el "repertorio* como un hecho social que p d i a M a r en estilo. contenido y el p d o en que se lo compartía en diferentes mundos organizados de interpretación musical. En conjunto, un mejor resultado desde un punto de vista miológico, aunque alcanzado con cierto costo para nuestra autoestima y nuestra sensibilidad. Hay que hacer aqui otra obsemción. Mi tesina de maestría se dedicó a los músicos del tipo que yo mismo era en tiempos de mi posgrado, a los tipos de lugares donde tocábamos, al modo e n que nos las arreglábamos para conseguir trabajos y a n u e s m relaciones con la gente para quien trabajábamos, tanto los dueños de los clubes como el publico al que entreteníamos. En la época yo trataba todo ese aparato -103 clubes administrados por mafiosos, las redes informales por medio de l a cuales se ofrecían y conseguían los trabajos- romo sí fuera más o menos eterno. Por entorices nunca se me ocurrió que nada de eso pudiera cambiar alguna vez. Cambió, desde luego, y cambió poco después de que yo publicara mi primer articulo basado en ese trabajo. Al difundirse la televisión, los propietarios de los bares juzgaron económicamente prudente hacer una única inversión en un televisor, ponerlo en un estante detrás de la barra y prescindir por completo de los músicos en vivo. El eterno presente antropológico apenas duró lo suficiente para prrmitirme publicar mi artículo antes de que fuera historia. De hecho, de un modo u otro debería h a t x r sabido todo esto, dado que. según cabria decir, había vivido el reverso de un cambio como este décadas atrás, cuando todavía improvisaba en vivo en San Francisco y era el joven presuntuoso que, como pensaba un fanioso veterano, no sabía lo que probablemente debía saber. Describí la situación en un correo electrónico a Faulkner. mienti-as ambos asimilábinos la sacudida que había experimentado nuestro modo de pensar: Cuando yo era chico el dixichnd todavía era algo vivo y uno

tenía que conocer algunas de esas melodías [tal como Fauik-

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ner y yo esperábamos entonces que los intérpretes más jovenes conocieran "Al1 the things you are"]. Asi que tocaba 'hluskrat ramble", *Basin Street blues", =Tigerrag*,etc. Pero no conocía las más recónditas, por ejemplo "Milenburg joys" O 'Riverboat shufflew(aunque luego me enteré de que esta ultima es una linda melodía asociada a Bix Beiderkcke). En las contadas ocasiones en que daba con ese tipo de gente. me hacía pasarpor alguien que no conocía ninguna melodía. No sucedía a menudo, peto nunca olvidaré la noche en que fui a tocar al Salón de la Legión Americana en el barrio chino de San Francisco; el director era un baterista desastroso que sólo podía consegiiir trabajo por ser el director. ¿Y a qui&ntiene como trornprtiJia, si no al mismísirno Mugffy Spanier [un reverenciado miembro de la vieja generación del dixLelap~d](que estaba bastante enfermo y, de hecho, murib pwas semanas después)? Bueno. lo que Muggsy tocaba tra el repertorio di& aunque por supuesto podía hacer otras cosas. Pero yo no p d i a hacer muchas de las melodías que él quería tocar, así como los chicos de hoy en día no conocen el CASB [Great Amencan Song W k ] (Becker y Faulkner,2013: 217).

Luego de contarle esta historia a Faulkner, procedí a enunciar la moraleja: 'M,lo más importante para recordar es que el repertorio pertinente está atado a la situación en que ma a tocar, ya sea un trabajo, una sesión o lo que fuere. Uno de los grandes puntos por considerar es lo que hay que tocar para este público. Quiéncs son los demás intérpretes y lo que todos ellos conocen es otro" (2013: 217). Una ardua leccibn que aprender, pero la aprendimos y aprendimos también cómo utilizarla, a tiempo para evitar un grave error. Y precisamente para ayudar a otros a evitarlo la transmito aquí.

PREDECIR EL FUTURO CUANW N O SE SABE LO SUFICIENTE: .$A O C U P A C I ~ NDEL PADRE, AUNQUE E S T COIlRECTAMENTE ~

IDENTIFICADA, RESULTA PREDICTIVA?

Los investigadorescualitativos suelen ignorar el carácter obviamente atado al tiempo de sus investigaciones, tal como lo hicimos Faulkner y yo. Yo no predije que el mundo en que tocaba el piaoo cambiaría como cambió, e incluso ignore los signos del cambio que rodeaban t d o lo que describía.

INEXACTlTUDES

El estudio de Annette Lareau (2003) sobre la socialización infantil en tres ámbitos diferentes de clase social se apoya en un compromiso infrecuentemente serio, enérgico y elogiable de evitar los tipos de errores endémicos en los estudios basados en cuestionarios que ya he descripto en este libro. Lareau no pidió a la gente que caIcu1a1-acuánto tiempo dedicaba a hacer esto o aquello con sus hijos. Ella misma, o algún otro de los miembros del personal de su proyecto, pasaba con loa padres y los niños un tiempo considerable, h o m y hom a lo largo de varim sernanas. Cuando Lareau dice que los niños de clase media están ocupados con actividades programadas minuto a minuto y día a día, es porque ella o uno de los demás observadores estaban todos los día contando esos minutos en las familias que observaban. Y hablaban con los padres, los niños y sus hermanos y con cualquiera que estuviera a la vista. 'Estaba allí y yo misma computaba lo que hacían." No hay mejor manera de obtener números. Por eso, cuando Lareau nos dice que un patrón de "cultivo concertado" de la aptitud y el potencial de los niñas caracteriza la vida familiar de la clase media alta, diferente en ese aspecto del patrón de "sostén del crecimiento n a t u d de los hijos" característico de las familias obreras y pobres, creemos lo que leemos (2003: 5). La autora tiene los números para probarlo y podemos estar seguros de que son tan "buenos", tan exactos como cualquier otro número de las ciencias sociales. Lareau presenta, por ejemplo, un gráfico que abarca, uno tras otro, treinta y cuatro días de la vida de Carrett Tollinger, un varón de 10 años de clase media. Sus dos padres tienen empleos bien pagos que a menudo les exigen viajar. El gráflco muesm que, de los treinta y cuatro días, en 6 1 0 cinco n o había al menos una actividad organizada en que Garrett participara. En total se enumeraban cuarenta y cinco actividades de ese tipo: prácticas de béisbol básquet, fútbol y natación; clases y recitales de música y un puñado de actividades conexas. como fotos del equipo de béisbol, recaudaciones de fondos. etc. Pero ... Por supuesto, siempre hay un "pero". Dos, en realidad. El *peromevidente tiene que ver con el tamaño de la muestra. Los inveb tigadores cuentan con este tipo de información sobre doce niños, ni uno más ni uno menos. Sin embargo, en el comienzo mismo del libro, Lareau hace esta rotunda afirmación: 'los progenitores de clase media que cumplen con los estándares profesionales actuales y se comprometen en un patrón de cultivo concertado tratan deliberadamente de estimular el desarrollo de sus hijos y promover sus destrezas cognitim y sociales". Las familias obreras y pobres dice- consideran un desafío más

EN U I N V E S T I G A C I ~CUALITATIVA ~ 263

que suficiente el de "proporcionar confort, comida. abrigo y otros a p yos básicos". En su caso, 'sostener el crecimiento natural de los hijos se considera un logro". Y en esos mismos términos generales, la autora prosigue diciendo que esos patrones "llevan a la transmi&n & watajus d ~ m E i a l e sa los niños" (2003: 5). Esto es más especulativo, porque la ventaja, sea cual fuere, se definirá por las acciones posteriores de la gente que afecten la vida de los niños, en un momento diferente y quién sak en qué condiciones. No hay manen de saber con certeza qué cosas serán ventajosas para esos niños una vez que se conviertan en adultos funcie nales. Los padres de Steve Wozniak y SteveJobs deben de haberse preguntado en qué andaban esos condenados chicos en el garaje. (Como también se lo habría preguntado, desde luego,cualquier socióIogo que observara la situación.) Hay una sola manera segun de averiguar qué es lo que a la larga terminará por ser una ventaja: seguir a los niños hasta la vida adulm y ver qué pasa. Algunos estudios longitudinales han hecho justamente eso (por ejemplo, Funtenberg, 20071, Pero Lareau, claro está, no podía hacerlo con los niños que observaba, porque el futuro aún no había llegado. Aun así, ella y sus colegas pudieron documentar diferencias de comportamiento, algunas de ellas sorprendentes, por ejemplo, en el modo como los niños de distintos niveles de clase se relacionan con los adultos: los niiios de clase media "aprend[ian] a estrechar la mano de los adultos y a mirarlos a los ojos", mi en^ que en las familias más pobres "sus integrantes no solían mirarse unos a otros a los ojos" (Laceau, 2003: 5). Y los investigadores constataron que esas diferencim subsistían aun en los primeros grados de la escuela, donde los niños de clase media a menudo discrepaban de los maestros y otros adultos y se aferraban a sus posicio nes, en tanto que los de extracción obrera "acept[aban] los actos de las personas con autoridad" (2003:6). ", disponible en