Prueba Inicial

Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 1898 - 1936) 1. «Alba» Mi corazón oprimido Siente junto a la alborada E

Views 94 Downloads 0 File size 183KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Federico García Lorca (Fuente Vaqueros, Granada, 1898 - 1936) 1. «Alba» Mi corazón oprimido Siente junto a la alborada El dolor de sus amores Y el sueño de las distancias.

¡Qué haré yo sobre estos campos Cogiendo nidos y ramas Rodeado de la aurora Y llena de noche el alma!

La luz de la aurora lleva Semilleros de nostalgias Y la tristeza sin ojos De la médula del alma.

¡Qué haré si tienes tus ojos Muertos a las luces claras Y no ha de sentir mi carne El calor de tus miradas!

La gran tumba de la noche Su negro velo levanta Para ocultar con el día La inmensa cumbre estrellada.

¿Por qué te perdí por siempre En aquella tarde clara? Hoy mi pecho está reseco Como una estrella apagada.

Este primer poema pertenece al grupo de composiciones juveniles de Lorca recogidas en Libro de poemas (1918-20). Podemos apreciar a un autor cargado de pesimismo y desamor, constante que se ofrece en varios poemas de este ciclo. Se acerca, en algunos momentos al Modernismo 2. «Baladilla de los tres ríos» El río Guadalquivir va entre naranjos y olivos. Los dos ríos de Granada bajan de la nieve al trigo. ¡Ay, amor que se fue y no vino! El río Guadalquivir tiene las barbas granates. Los dos ríos de Granada uno llanto y otro sangre. ¡Ay, amor que se fue por el aire! Para los barcos de vela, Sevilla tiene un camino; por el agua de Granada sólo reman los suspiros.

¡Ay, amor que se fue y no vino! Guadalquivir, alta torre y viento en los naranjales. Dauro y Genil, torrecillas muertas sobre los estanques, ¡Ay, amor que se fue por el aire! ¡Quién dirá que el agua lleva un fuego fatuo de gritos! ¡Ay, amor que se fue y no vino! Lleva azahar, lleva olivas, Andalucía, a tus mares. ¡Ay, amor que se fue por el aire!

1

Poema del cante jondo (1921-22) abre la línea neopopularista de la Generación del 27. En este caso concreto observamos que mediante la repetición de un estribillo popular con variación y el empleo de versos cortos el autor nos transporta al mundo de la lírica tradicional. Obsérvense los elementos del entorno andaluz y las constantes personificaciones, propias de este tipo de poesía. 3. «Romance de la luna, luna» La luna vino a la fragua con su polisón de nardos. El niño la mira mira. El niño la está mirando. En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña, lúbrica y pura, sus senos de duro estaño. Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, harían con tu corazón collares y anillos blancos. Niño déjame que baile. Cuando vengan los gitanos, te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados. Huye luna, luna, luna, que ya siento sus caballos.

Niño déjame, no pises, mi blancor almidonado. El jinete se acercaba tocando el tambor del llano. Dentro de la fragua el niño, tiene los ojos cerrados. Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos. Las cabezas levantadas y los ojos entornados. ¡Cómo canta la zumaya, ay como canta en el árbol! Por el cielo va la luna con el niño de la mano. Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos. El aire la vela, vela. el aire la está velando.

Romancero gitano se convierte en una fusión magistral de las corrientes populares y los elementos cultos que Lorca sabrá combinar con maestría para reflejar al modo crítico el mundo de los gitanos y su relación con la sociedad. En este caso se hace una semblanza de la muerte centrada en la figura de un niño.

2

Romance de la pena negra. Las piquetas de los gallos cavan buscando la aurora, cuando por el monte oscuro baja Soledad Montoya. Cobre amarillo, su carne, huele a caballo y a sombra. Yunques ahumados sus pechos, gimen canciones redondas. Soledad, ¿por quién preguntas sin compaña y a estas horas? Pregunte por quien pregunte, dime: ¿a ti qué se te importa? Vengo a buscar lo que busco, mi alegría y mi persona. Soledad de mis pesares, caballo que se desboca, al fin encuentra la mar y se lo tragan las olas. No me recuerdes el mar, que la pena negra, brota en las tierras de aceituna bajo el rumor de las hojas. ¡Soledad, qué pena tienes! ¡Qué pena tan lastimosa!

Lloras zumo de limón agrio de espera y de boca. ¡Qué pena tan grande! Corro mi casa como una loca, mis dos trenzas por el suelo, de la cocina a la alcoba. ¡Qué pena! Me estoy poniendo de azabache carne y ropa. ¡Ay, mis camisas de hilo! ¡Ay, mis muslos de amapola! Soledad: lava tu cuerpo con agua de las alondras, y deja tu corazón en paz, Soledad Montoya. * Por abajo canta el río: volante de cielo y hojas. Con flores de calabaza, la nueva luz se corona. ¡Oh pena de los gitanos! Pena limpia y siempre sola. ¡Oh pena de cauce oculto y madrugada remota!

En el Romance de la pena negra la protagonista, Soledad Montoya baja del monte. Una voz le pregunta por su búsqueda. Soledad responde a la defensiva, va a buscar su propio destino, a intentar ser feliz, algo que solo a ella importa. Pero su interlocutor parece conocerla, vaticina cómo sus deseos acabarán por destruirla. Soledad se lamenta por su sino, por su potencia inútil y desaprovechada, por esa pena que la condena en vida. La voz, tras desearle que halle la paz, trasciende ese penar en soledad a todo el pueblo gitano. Mientras, la naturaleza sigue su curso en el amanecer.

3

5. «La aurora» La aurora de Nueva York tiene cuatro columnas de cieno y un huracán de negras palomas que chapotean las aguas podridas. La aurora de Nueva York gime por las inmensas escaleras buscando entre las aristas nardos de angustia dibujada. La aurora llega y nadie la recibe en su boca porque allí no hay mañana ni esperanza posible. A veces las monedas en enjambres furiosos taladran y devoran abandonados niños. Los primeros que salen comprenden con sus huesos que no habrá paraíso ni amores deshojados; saben que van al cieno de números y leyes, a los juegos sin arte, a sudores sin fruto. La luz es sepultada por cadenas y ruidos en impúdico reto de ciencia sin raíces. Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes como recién salidas de un naufragio de sangre. Durante su estancia en Estados Unidos (1929-30), Lorca compuso Poeta en Nueva York, obra de carácter surrealista en la que se aprecian imágenes en muchos casos difíciles de interpretar. Manifiesta además el poeta el contraste entre la modernidad y la visión lírica que podría aportar la naturaleza, siempre anulada por la metrópoli.

4

6. Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías. ¡Que no quiero verla! Por las gradas sube Ignacio con toda su muerte a cuestas. Buscaba el amanecer, y el amanecer no era. Busca su perfil seguro, y el sueño lo desorienta. Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta. ¡No me digáis que la vea! No quiero sentir el chorro cada vez con menos fuerza; ese chorro que ilumina los tendidos y se vuelca sobre la pana y el cuero de muchedumbre sedienta. ¡Quién me grita que me asome! ¡No me digáis que la vea! "La sangre derramada" en la plaza de toros es el leitmotiv del poema. Nada más empezar el texto el poeta rechaza de modo rotundo el hecho, rebelándose contra la presencia de la sangre: "¡Que no quiero verla!". Lorca estructura este largo poema en un conjunto armonioso en el que cada parte sea una unidad pero formando parte de un conjunto superior en el que el poeta expresa su dolor por la muerte del amigo.

5

7. Sonetos del amor oscuro EL POETA PIDE A SU AMOR QUE LE ESCRIBA Amor de mis entrañas, viva muerte, en vano espero tu palabra escrita y pienso, con la flor que se marchita, que si vivo sin mí quiero perderte. El aire es inmortal. La piedra inerte ni conoce la sombra ni la evita. Corazón interior no necesita la miel helada que la luna vierte. Pero yo te sufrí. Rasgué mis venas, tigre y paloma, sobre tu cintura en duelo de mordiscos y azucenas. Llena pues de palabras mi locura o déjame vivir en mi serena noche del alma para siempre oscura. Lorca espera desesperadamente en estos versos noticias de su amor. Para dejar más clara su situación explica que él es un ser humano y, contrariamente a los seres inanimados, sufre y padece. Por ello vuelve a suplicar las palabras de su amado, para tener esperanzas o sucumbir a la desesperación.

6

7

8