Principales Enfoques Del Subdesarrollo Hacia Una Posible Definicion Del Subdesarrollo

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PRINCIPALES ENFOQUES DEL SUBDESARROLLO HACIA UNA POSIBLE DEFINICION DEL SUBDESARROLLO. En los inicios del Siglo XXI, y en plena época globalizadora, son múltiples los problemas a los que deben enfrentarse las naciones. El narcotráfico, el efecto invernadero, el terrorismo y las crisis económicas mundiales son solo algunos de los retos que plantea el nuevo orden internacional. El subdesarrollo y la pobreza, como problemas no solo económicos, sino políticos y sociales, requieren de la profundización en el estudio y la investigación de los mismos. Es necesario clarificar acerca de lo que se habla y precisar sus características particulares, solo de esta manera se iniciará el camino de modificación de la realidad. Ambos temas conciernen a todos los países, desarrollados y subdesarrollados, a los primeros por las presiones que generan las grandes masas migratorias proveniente de los países en vías de desarrollo y a los segundos porque si no se logran establecer equilibrios en sus estructuras económicas y sociales, no sería exagerado hablar que su futuro estará seriamente comprometido. En el presente trabajo estudiaremos los diversos conceptos existentes acerca del subdesarrollo, las características de los países subdesarrollados y las posibles medidas que se pueden ejecutar para superar ese estado. El término subdesarrollo es controvertido por el escaso consenso existente. Una nación o región subdesarrollada sería la que no cuenta con cierta cantidad de riqueza, servicios o capacidades productivas, pero no hay acuerdo sobre cómo medir esas cantidades porque se han elaborado distintas listas y criterios. La idea del subdesarrollo tiene su origen en los economistas alemanes del siglo XIX y principios del XX, quienes discutían la idea de Adam Smith según la cual todas las regiones, profesiones y poblaciones pueden progresar económicamente a un ritmo parecido. Independientemente de lo muy complicado que ha resultado la definición del término, el subdesarrollo es un problema mundial al que se le han atribuido multitud de factores; pero sin acuerdo sobre si son o no influyentes, como la raza, si pueden considerarse genéricos o específicos, como la religión, si han sido creados por otras naciones, caso de los colonialismos, o si por el contrario serían algo propio de las poblaciones subdesarrolladas, como la culpabilización de los otros. Qué es el Subdesarrollo, Desarrollo y sus principios y enfoques? "El estudio del subdesarrollo es una tarea ardua y compleja. Reviste, además, enorme importancia por el problema que representa para la humanidad la existencia de un gran desnivel entre países, desde el punto de vista económico y social". En una primera aproximación a este tema se puede afirmar que no existe un concepto único y totalmente aceptado de desarrollo. No es sólo un problema económico, implica también el aspecto social. Osvaldo Sunkel, clasifica en tres las principales tendencias que se dedican al estudio del desarrollo: las que lo conciben como un estado o etapa, y las que enfocan el desarrollo como un proceso de cambio estructural global. El desarrollo como crecimiento: Los autores que conciben el fenómeno del desarrollo como un proceso de crecimiento, suelen definir el nivel de desarrollo en términos de ingreso por habitante, y el proceso de desarrollo en términos de tasa de crecimiento. El ingreso por habitante es para esta escuela el indicador, o medida, más adecuado para definir el nivel y ritmo de desarrollo. Este mismo criterio lleva también a establecer nóminas de países ordenados según su nivel de ingreso medio por habitante, de donde se deduce enseguida que aquellos que están por encima de cierto límite arbitrariamente escogido, serán considerados países desarrollados, y poco desarrollados los que están por debajo del mismo. Numerosos son los autores que adoptan como punto de partida las teorías del crecimiento para analizar aspectos del desarrollo y casi todos ellos centran su atención sobre cuestiones relacionadas con la inversión; temas tales como determinar la tasa de inversión, el financiamiento externo, los criterios de prioridad en la asignación de recursos, la movilización de los ahorros internos, etc., constituyen la preocupación fundamental de quienes piensan en el desarrollo como si fuera un problema de crecimiento. Por cierto que los modelos que

este tipo de pensamiento tiene una influencia decisiva sobre se utilizan para la elaboración de planes en los países

subdesarrollados. Estos planes llaman la atención sobre la necesidad de incrementar las inversiones y distribuirlas de cierta manera para lograr un determinado ritmo de crecimiento del ingreso. Se destaca la elaboración de proyectos y programas concebidos como esfuerzo de inversión y de aumento de la producción, y la obtención de recursos financieros tanto internos como externos para solventar el mayor nivel de inversión. En estos planes, y en toda la bibliografía vinculada a esta concepción, prácticamente se ignoran los aspectos relacionados con la productividad de las inversiones, las condiciones institucionales, sociales, políticas y culturales que influyen sobre el efecto y el grado de utilización de la capacidad productiva de los recursos humanos y de los naturales, así como las consecuencias de dichas inversiones sobre las condiciones de vida de la población, la distribución del ingreso, la concentración regional de la actividad económica, etc.

Este enfoque tampoco se preocupa en precisar las consecuencias que tendrá el aumento de las inversiones sobre la estructura económica, política y social. Visto así, el problema de los países subdesarrollados aparece reducido, casi enteramente, al de una mayor capacidad de acumulación y su desarrollo quedaría asegurado con las tasas de abono e inversión. Desde el punto de vista prospectivo o ideológico esta corriente admite en realidad que el objetivo del desarrollo es llegar a tener el mismo tipo de sistema económico, social y político que el existente en los países de alto grado de desarrollo, es decir, implícitamente consiste en concebir el desarrollo como un proceso de avance hacia el capitalismo maduro. El subdesarrollo como etapa: En contraste con la noción de desarrollo de crecimiento, que es un enfoque enteramente deductivo, hay otra corriente de pensamiento que, sin apartarse demasiado de su contenido ideológico y metodológico, procede en cierto sentido en forma inversa, es decir, adopta la vía inductiva. En los autores que siguen esta forma de análisis de los problemas del desarrollo, se observa, en general, que este proceso es concebido como una sucesión de etapas que se recorren desde la más primitiva o tradicional a la más "desarrollada" o moderna, pasando por varios niveles o estadios intermedios que tienen determinadas características. Se podría afirmar entonces que la nota común de estos autores en cuanto a método es, por una parte, la aplicación de esta secuencia descriptiva como forma de analizar el proceso de desarrollo, y por la otra el carácter parcial de las teorías, en el sentido de asignar el carácter de variable causal básico a una de las características del subdesarrollo. En cuanto al contenido ideológico subyacente en esta escuela, se trata también, como en el caso anterior, de concebir el desarrollo de las sociedades subdesarrolladas como el camino hacia el tipo de sociedad que se concibe, implícita o explícitamente como ejemplo ideal: la moderna sociedad industrial. Esta teoría no se limita a aspectos económicos sino que considera igualmente los de orden institucional y social como variables importantes en el análisis. El desarrollo como un proceso de cambio estructural global: Esta escuela se identifica con la corriente de pensamiento llamada "escuela estructuralista". Ésta pone el acento de la política de desarrollo sobre un conjunto de reformas estructurales, en la función del estado como orientador, promotor y planificador, y en una reforma y ampliación sustancial de las modalidades de financiamiento externo y del comercio internacional. Un esquema analítico adecuado para el estudio del desarrollo y del subdesarrollo debe reposar sobre las nociones de proceso, de estructura y de sistema. No se admite que el subdesarrollo sea un "momento" en la evolución continua (enfoque del desarrollo como crecimiento) o discontinua (enfoque del desarrollo como sucesión de etapas) de una sociedad económica política y culturalmente aislada y autónoma; por el contrario, se postula basándose sobre la observación histórica sistemática, que el subdesarrollo como el desarrollo son dos caras de un mismo proceso histórico universal; que

ambos procesos son históricamente simultáneos, que están vinculados funcionalmente, es decir, que interactúan y se condicionan mutuamente y que su expresión geográfica concreta se observa en dos grandes dualismos: por una parte, la división del mundo entre los estados nacionales subdesarrollados, atrasados, pobres, periféricos, dependientes; y por la otra, la división dentro de los estados nacionales en áreas, grupos sociales y actividades avanzadas y modernas y en áreas, grupos y actividades atrasadas, primitivas y dependientes. El desarrollo y el subdesarrollo pueden comprenderse, entonces, como estructuras parciales, pero interdependientes, que conforman un sistema único. La característica principal que diferencia ambas estructuras es que la desarrollada, en virtud de su capacidad endógena de crecimiento, es la dominante, y la subdesarrollada, dado el carácter inducido de su dinámica, es dependiente; y esto se aplica tanto entre países como dentro de un país. El "problema" fundamental del desarrollo de una estructura subdesarrollada aparece así como la necesidad de superar su estado de dependencia, transformar su estructura para obtener mayor capacidad autónoma de crecimiento y una reorientación de su sistema económico que permita satisfacer los objetivos de la respectiva sociedad. En otros términos, el desarrollo de una unidad política y geográfica nacional significa lograr una creciente eficacia en la manipulación creadora de su medio ambiente natural, tecnológico, cultural y social, así como de sus relaciones con otras unidades políticas y geográficas. En síntesis, el concepto de desarrollo, concebido como proceso de cambio social se refiere a un proceso deliberado que persigue como finalidad última la igualación de las oportunidades sociales, políticas y económicas, tanto en el plano nacional como en relación con sociedades que poseen patrones más elevados de bienestar material. Por otra parte, este enfoque implica el uso del método estructural, histórico y totalizante, a través del cual se persigue una reinterpretación del proceso de desarrollo en los países latinoamericanos, partiendo de una caracterización de su estructura productiva, de la estructura social y de poder , sobre la política económica y social, y de los cambios en las estructuras productivas y de poder derivados de las transformaciones que ocurren en los países centrales y en las vinculaciones entre esos países y los periféricos. El desarrollo implica, pues, cambio. Es un problema de dinámica social y económica, y no se trata tan solo de avanzar, sino de la dirección del cambio y de su velocidad: es necesario ir a la misma velocidad que los demás para que no se agrande la brecha. (Caldera, 1970, 09). El desarrollo es un proceso continuo, que implica el paso de un estado de desequilibrios pronunciados a otro de equilibrio y de satisfacción de la mayor cantidad de necesidades humanas. Se asocia el término con riqueza, porque se supone que al disponer de suficientes recursos se logra satisfacer a las mismas. No es un concepto excluyente, y para que sea auténtico debe ser integral. En este caso la integralidad se refiere a que se debe considerar el aspecto social del hombre. Desarrollo no es sólo el disponer de una mayor cantidad de riqueza (generalmente creciente), sino como es distribuida y utilizada por la población. No es sólo disponer de una capacidad de compra elevada sino que la gente logre satisfacer sus necesidades básicas (en principio) y avance un poco más. También es necesario que la gente tenga acceso a mejores sistemas educativos, de salud y de protección social. El premio Nobel de Economía, Amartya Sen, incorporó aspectos como la capacidad de producción y de escoger, dentro de un concepto en el que el desarrollo se entiende como la expansión y fortalecimiento de la libertad del ser humano, en términos de remover los factores restrictivos como lo son la pobreza, la tiranía, la exclusión económica, la privación de asistencia Características de los Países Subdesarrollados. En el libro Introducción al Subdesarrollo, la Profesora Mireya Caldera establece ciertos rasgos comunes en los países subdesarrollados: Estructura primaria: gran parte de la población se dedica a las actividades primarias de la economía: explotación agrícola y producción de materias primas minerales. Heterogeneidad estructural: se manifiesta en la complejidad de la estructura económica y en la falta de articulación de la misma.

Subempleo y desempleo. Inestabilidad de la producción agrícola y minera. Inestabilidad de las exportaciones agrícolas (si las hay). Dependencia: la misma se manifiesta de diversas maneras, en lo tecnológico, en lo económico e inclusive en lo cultural. Estructuras sociales desequilibradas y desarticuladas. Desigualdad en el ingreso y en el nivel de vida. Rápido crecimiento demográfico. Bajo nivel de instrucción de la población. Insuficiencia alimenticia. Higiene deficiente. Insuficiencia de recursos médico-sanitarios. Ausencia o insuficiente disponibilidad de infraestructuras. Inestabilidad de las instituciones políticas. Es conveniente aclarar que no todos los países subdesarrollados se encuentran a un mismo nivel de subdesarrollo, por lo que en algunos no se encontrarán todos esos rasgos pero en otros sí. ORIGEN DEL SUBDESARROLLO COMO UNA EXPANSION DEL CAPITALISMO MERCANTILISTA EUROPEO HACIA AMERICA LATINA Y EL PROCESO DE LA REVOLUCION INDUSTRIAL, CONFORMANDO UNA ECONOMIA MUNDIAL CON CARACTERISTICA MUY ESPECIFICA DE CENTRO PERIFERIA. Las tres contradicciones del capitalismo, la expropiación-apropiación del excedente, la estructura centro metropolitano-satélite periférico y la continuidad en el cambio, hicieron su aparición en América Latina en el siglo XVI y desde entonces han caracterizado a este continente. América Latina fue conquistada y su pueblo colonizado por la metrópoli europea para expropiar el excedente económico de los trabajadores del satélite y apropiárselo para su acumulación de capital, iniciando con ello el presente subdesarrollo del satélite y el desarrollo económico de la metrópoli. La relación capitalista metrópoli-satélite entre Europa y América Latina fue establecida por la fuerza de las armas. Y por esta misma fuerza, así como por la fuerza de la creciente vinculación económica y de otro tipo, se ha mantenido esta relación hasta hoy. Las principales transformaciones ocurridas en América Latina en los cuatro últimos siglos han sido producto de sus respuestas a las influencias económicas, políticas y otras que, o bien partieron de la metrópoli, o bien surgieron de la estructura metrópolisatélite. Excepto en la Cuba postrevolucionaria, todos estos cambios no han alterado las esencias de esa estructura. Marx observó que "la historia moderna del capital comienza con la creación, en el siglo XVI, de un comercio y un mercado mundialmente expansivos". (Marx, I:146.) Después de Marx, la contradicción capitalista de la expropiación-apropiación fue subrayada, entre otros, por Werner Sombart y Henri Sée. Este último escribe en su Orígenes del capitalismo moderno: Las relaciones internacionales constituyen el fenómeno principal que uno encuentra cuando trata de comprender la causa de la acumulación primaria del capital (...). La más fecunda fuente del capitalismo moderno se halla, sin duda, en los grandes descubrimientos marítimos (...). Los orígenes del comercio colonial consisten ante todo, como dice Sombart, en la expropiación de los pueblos primitivos, incapaces de defenderse contra los ejércitos invasores. Mediante verdaderos actos de piratería, los mercaderes europeos obtuvieron enormes ganancias (...). No menos lucrativas fueron las prácticas de trabajo forzoso que Ios europeos exigieron de los aborígenes de las colonias (...) y de los negros importados de África por los tratantes de esclavos, comercio criminal éste, pero que creó, no obstante, enormes riquezas (...). Debemos reconocer que esta fue una de las fuentes (...) del

capitalismo. (Sée, 1961: 26, 40.) La conquista y la incorporación a la estructura metrópoli-satélite del capitalismo fueron más rápidas y llegaron más lejos en la América Latina que en otras partes. ¿Razones? El oro, el azúcar y la expropiación de ambos a los satélites latinoamericanos y su apropiación por la metrópoli europea y, más tarde, también por la norteamericana. Así, Sergio Bagú escribe en su clásico Economía de la sociedad colonial-Ensayo de Historia comparada de América Latina: "La revolución comercial, que se inicia en el siglo XV, al multiplicar el capital mercantil y estimular su vocación internacionalista, vinculó la suerte de un país con la de otro, intensificando su interdependencia económica". "La economía que las metrópolis ibéricas organizaron en América fue de incuestionable índole colonial, en función del mercado centro-occidental europeo. El propósito que animó a los productores lusohispanos en el nuevo continente tuvo el mismo carácter. No fue feudalismo Io que apareció en América en el período que estudiamos, sino capitalismo colonial... Iberoamérica nace para integrar el ciclo feudal". "Si alguna característica bien definida e incuestionable podemos encontrar en la economía es la de la producción para el mercado. Desde los primeros tiempos del régimen hasta sus últimos días, ella condiciona toda la actividad productiva"... "Es así como las corrientes que entonces predominaban en el mercado internacional europeo constituyen elementos condicionantes de primera importancia en la estructuración de la economía colonial. Esto es, por otra parte característico de todas las economías coloniales, cuya subordinación al mercado extranjero ha sido y sigue siendo el principal factor de deformación y aletargamiento". La penetración capitalista, además de convertir a la América Latina en satélite de Europa, introdujo pronto en ella esencialmente la misma estructura metrópolisatélite que caracterizaba las relaciones latinoamericanas con Europa. El sector que explotaba las minas y exportaba los minerales fue el alma de la economía colonial, y aunque nunca dejó de ser un satélite de la metrópoli europea se convirtió en todas partes en un centro metropolitano del resto de la economía y la sociedad nacional. Surgió o se creó una serie de sectores y regiones satélites pera abastecer a las minas de madera y de combustible, a los mineros de comida y ropa, y a los ociosos dueños de minas, comerciantes, funcionarios, clérigos, militares y gorrones, de la parte de los elementos de su vida parasitaria que no importaban de la metrópoli con el producto del trabajo forzoso indígena e importado. Creció de este modo una economía ganadera, triguera y textil que no era menos comercial y sí más dependiente que la economía minera misma. El ganado, que entonces era una fuente de bienes de consumo y exportación mucho más importante que ahora, y el trigo, renglón principal de la hacienda española, se produjeron desde el principio en grandes haciendas que españoles y criollos poseían y administraban. Los primeros trabajadores fueron, por fuerza, esclavos, después indígenas encomendados o sujetos a la mitad; más tarde brazos alquilados, obligados a la servidumbre por deudas o por diversos contratos de aparcería que aseguraban su permanente disponibilidad. La tierra, al principio en gran parte inútil para los españoles, pero después progresivamente buscada y más valiosa a medida que el valor comercial de sus productos aumentaba, se adquiría por merced, por conquista, por expulsión de los indígenas de sus tierras comunales, y posteriormente de los mestizos y hasta de los pobladores blancos de sus predios, ocupándose primero la tierra secuestrada y legalizándose después la ocupación mediante soborno y falsificación de documentos, a menudo mediante compra o embargo por deudas del propietario anterior, o por diversos medios fraudulentos, pero nunca, debe observarse, por encomienda, pues ésta sólo otorgaba derechos sobre los indígenas y no sobre la tierra. Los monarcas sólo concedían tierras a quienes se hacían acreedores a ello por vivir en la capital de la colonia o de la provincia. A menudo los propietarios de tierra no se distinguían de los poseedores de derechos exclusivos sobre el comercio internacional o interior, la explotación de minas, los medios de transporte, el capital usurario, los empleos civiles y religiosos y otras fuentes de privilegios. La propiedad privada surge, pues, en circunstancias favorables para que cambie de manos; sus títulos se heredan, se negocian, se transfieren por compraventa; los compradores surgen entre Ios funcionarios (cuyos buenos sueldos les permiten disponer de dinero, tan escaso entonces) y entre quienes han logrado enriquecerse con rapidez gracias al comercio y, sobre todo, a las minas de oro y plata. Es lógico, por tanto, que encomenderos funcionarios fuesen los primeros propietarios rurales e iniciaran un lento proceso de acumulación de tierras que alcanzará su apogeo en el siglo XVII fue el nexo monetario y la dura realidad económica en que se apoyaba, y no principalmente las tradiciones, los principios o las relaciones sociales aristocráticas o feudales, lo que rigió en América Latina desde el comienzo. Y fue la concentración estructural de la propiedad, del predominio y del capital la que también concentró la tierra, los brazos encomendados, el comercio, las finanzas y los empleos civiles, religiosos y militares en unas pocas manos¹. El poder del capital monopolista predominó desde el principio y continúa predominando. La sede geográfica,

económica, política y social de esta apropiación y acumulación monopolista de capital fue, por supuesto, la ciudad y no el campo, por mucho que éste haya sido la fuente de la riqueza. La ciudad colonial vino a ser el centro metropolitano interior predominante, y el campo el satélite periférico dependiente. Al mismo tiempo, el dominio y la aptitud para el desarrollo económico de la ciudad latinoamericana fueron coartados desde el principio, pero no por su región satélite o alguna supuesta estructura feudal de aquélla (antes bien, la estructura del campo fue y sigue siendo la fuente principal del desarrollo económico urbano), sino por su propia condición de satélite de la metrópoli mundial extranjera. En cuatrocientos años ninguna metrópoli latinoamericana ha superado esta limitación estructural de su desarrollo económico. Un investigador de la América Central observa: "La posición privilegiada de la ciudad tiene su origen en la época colonial. Fue fundada por el conquistador para cumplir las mismas funciones que todavía cumple en la actualidad: las de incorporar al indígena en la economía traída y desarrollada por ese conquistador y sus descendientes. La ciudad regional era un instrumento de conquista y es aún en la actualidad de dominación". (Stavenhagen, 1963: 81.) De dominación, empero, no sólo de su propio grupo gobernante sino también de la metrópoli imperialista, cuyo instrumento es la ciudad latinoamericana, con su disperso sector terciario "de servicios". Una vez introducidas en la América Latina, en los niveles internacional y nacional, las contradicciones capitalistas de la polarización y la expropiación-apropiación, sus consecuencias necesarias, esto es, desarrollo limitado o subdesarrollo en las metrópolis del continente y desarrollo del subdesarrollo estructural, lejos de retardar su aparición varios siglos, hasta después de la revolución industrial inglesa, como con tanta frecuencia se sugiere, comenzaron a generarse y brotar desde luego. Bajo el subtítulo de "Dinámica de las economías coloniales", Aldo Ferrer confirma nuestra tesis en La economía argentina, las etapas de su desarrollo y problemas actuales: "Si se pretende determinar cuáles fueron las actividades económicas dinámicas en la economía colonial, deben recordarse las características de la economía de la época y se concluye qua fueron aquellas estrechamente ligadas al comercio exterior. La minería, los cultivos tropicales, las pesquerías, la caza y la explotación forestal, dedicadas fundamentalmente a la exportación fueron las actividades expansivas que atrajeron capital y mano de obra. En estos casos, (economías coloniales) la producción se realizaba generalmente en unidades productivas de gran escala, sobre la base de trabajo servil. Los grupos de propietarios y comerciantes vinculados a las actividades exportadoras eran, lógicamente, los de más altos ingresos, conjuntamente con los altos funcionarios de la Corona y del clero (que muchas veces consiguieron sus puestos por la compra de los mismos). Estos 25 sectores constituían la demanda dentro de la economía colonial y eran los únicos sectores en condiciones de acumular. Forzando el concepto, constituían al mismo tiempo el mercado interno colonial y la fuente de acumulación de capital. En estas condiciones, al mismo tiempo que el sector exportador era muy poco diversificado, la composición de la demanda tampoco favorecía la diversificación de la estructura productiva interna. Cuanto más se concentraba la riqueza en un pequeño grupo de propietarios, comerciantes e influyentes políticos, mayor fue la propensión de adquirir los bienes manufacturados de consumo y durables (consistentes en buena proporción de bienes suntuarios de difícil o imposible producción interna) en el exterior, y menor fue la proporción del ingreso total de la comunidad gastado internamente... El sector exportador no permitía, pues, la transformación del sistema en su conjunto, y una vez que la actividad exportadora desaparecía, como ocurrió con la producción azucarera del noreste del Brasil ante la competencia de la producción antillana, el sistema en su conjunto se desintegraba y la fuerza de trabajo volvía a actividades de neto carácter de subsistencia. Independientemente de las restricciones que las autoridades solían imponer sobre las actividades que dentro de las colonias competían con las metropolitanas, poca duda cabe que tanto la estructura del sector exportador como la concentración de la riqueza constituyeron obstáculos básicos para la diversificación de la estructura productiva interna, la elevación consecuente de los niveles técnicos y culturales de la población y el surgimiento de grupos sociales vinculados a la evolución del mercado interno y a la búsqueda de líneas de exportación no controladas por la potencia metropolitana. Este chato horizonte del desarrollo económico y social explica buena parte de la experiencia del mundo colonial americano y, notoriamente, de las posesiones hispanoportugueses". (Ferrer, 1963: 31-32). Poniendo en mis propios términos las observaciones y el análisis de Ferrer, se puede observar cómo el establecimiento de la estructura metrópoli-satélite entre Europa y las colonias latinoamericanas, y dentro de estas mismas, sirvió para fomentar desde luego un desarrollo limitado o subdesarrollo en la metrópoli colonial (nacional después) y un subdesarrollo estructural en los

satélites periféricos de estas metrópolis coloniales. Bagu y Ferrer observan que la exportación del excedente económico de las colonias fue la causa y la fuerza motriz que las llevó a ser partes integrantes del expansivo sistema capitalista mundial. Como anota Ferrer explícitamente, el sector dinámico de las colonias o satélites fue el de la exportación, es decir, la metrópoli interior. Desde el principio mismo, esta metrópoli interior y más tarde nacional expropió el excedente económico de sus satélites periféricos y, sirviéndose de esta metrópoli interior como instrumento de expropiación, la metrópoli mundial se apropió a su vez de gran parte de ese mismo excedente económico. Algo de este excedente económico de las periferias provinciales quedó, por supuesto, en las diversas metrópolis latinoamericanas. Es decir, como señala Ferrer, el producto interno se concentró allí, como también, en consecuencia, la actitud nacional para el consumo y la inversión o la acumulación. Pero la misma estructura metrópoli-satélite, cuyo desarrollo, en primer lugar, dio existencia a la América Latina que conocemos, creó y sigue creando en estas metrópolis latinoamericanas (quizás aún más ahora) intereses que indujeron a sus grupos dirigentes a satisfacer por medio de importaciones gran parte de su concentrada demanda de consumo. Esta estructura conspiró también contra la inversión por aquéllos del excedente económico apropiado de sus compatriotas, en fábricas para su propio consumo o para la exportación, y mucho menos, por supuesto, para el consumo de los expropiados. Las consecuencias de la estructura metrópoli-satélite del capitalismo internacional sobre la estructura y el proceso capitalista nacional no se resumen únicamente, por tanto, en la apropiación por la metrópoli mundial del excedente de los centros nacionales, que además de ser satélites de aquélla son metrópolis de sus respectivos satélites periféricos, de cuyo excedente económico se apropian a su vez. Los efectos del capitalismo mundial y nacional calan más hondo y conducen a la orientación errónea y el mal empleo hasta del excedente que queda a disposición del satélite. Esta ha sido, pues, la regla del desarrollo económico y, simultáneamente, del subdesarrollo a lo largo de la secular historia del capitalismo. Si los grupos gobernantes de los países satélites han encontrado provechoso, de vez en cuando, adoptar un grado relativamente mayor de industrialización y desarrollo autónomos, como ocurrió en el siglo XVII y varias veces después, no fue porque hubiese cambiado la estructura esencial del sistema capitalista mundial sino únicamente porque el grado de dependencia de las metrópolis mundiales había menguado temporalmente, debido al accidentado desarrollo del belicoso sistema capitalista mundial. Durante las depresiones y las guerras, el desarrollo industrial y económico de los satélites latinoamericanos tomó impulso, sólo para ser cercenado de nuevo o reencauzado en el subdesarrollo por la subsiguiente recuperación y expansión de la metrópoli, o por el restablecimiento de la integración activa de ésta con sus satélites. Vale decir que en el conjunto de América Latina, las tres contradicciones del capitalismo hicieron su aparición desde el principio y comenzaron a ejercer sus inevitables efectos. A despecho de todas las transformaciones económicas, políticas, sociales y culturales por las que han pasado la América Latina y Chile desde el período inmediatamente posterior a la Conquista, han retenido los elementos de la estructura capitalista que la colonización implantó en ellas. La América Latina, lejos de haber superado recientemente o de no haber superado aún el feudalismo (que, en realidad, nunca conoció), o de haber tomado hace poco un papel activo en el teatro del mundo, inició su vida y su historia posterior a la Conquista como parte integrante y explotada del desarrollo capitalista mundial. Eso explica su subdesarrollo de hoy. Eduardo Arcila Farías escribe en El régimen de la encomienda en Venezuela (1957: 307): "La encomienda y la propiedad territorial en América son instituciones que no tienen entre sí ninguna relación. Entre los institucionalistas no existe confusión alguna al respecto, y los historiadores especializados han puesto cada cosa en su sitio. En realidad no se justifica el hacer aquí esta aclaración sobre una materia muy clara, sino en razón del desconocimiento que existe en Venezuela tanto sobre la encomienda como sobre los orígenes de la propiedad territorial, sobre los cuales no se ha intentado aún estudio alguno. "A menudo muchas personas que escriben sobre historia en nuestro país confunden ambos términos y atribuyen los orígenes de la propiedad a Ia encomienda". En su New Viewpoints on the Spanish Colonization of America (1943: 80, 84), dice así: "La idea más generalmente aceptada al respecto de la encomienda es que las tierras y los indios fueron repartidos entre los españoles desde los primeros días de la Conquista [...]. Pero esta noción de que las encomiendas fueron el verdadero origen de la hacienda está expuesta a seria duda, a la luz de la historia de la tierra tanto como a la del pueblo [...]. En resumen podemos decir que la propiedad del suelo en Nueva España no era conferida mediante encomiendas. Dentro de los límites de una sola encomienda podía encontrarse tierras pertenecientes a indios individualmente, tierras poseídas colectivamente por las aldeas, tierras de la Corona, tierras adquiridas por el

encomendero mediante una concesión diferente de la encomienda o relacionada con su derecho al pago de contribuciones en productos agrícolas, y, por último, tierras otorgadas a otros españoles, aparte el encomendero. Lo anterior demuestra que la encomienda no puede haber sido el antecedente directo de la hacienda moderna, porque no daba verdaderos derechos de propiedad [...]. En Chile, en cierto caso, el encomendero de una aldea despoblada, lejos de pretender que las tierras abandonadas le pertenecían por virtud de su encomienda original, acudió a las autoridades reales para que le diesen el derecho a ellas mediante una nueva y diferente concesión". De las funciones capitalistas de la encomienda se trata en el capítulo sobre el "problema indígena". PRINCIPALES CARACTERISTICAS SUBDESARROLLADAS:

DE

ECONOMIAS

LATINOAMERICANAS

En primer lugar, sus habitantes apenas disponen de lo necesario. El concepto de lo necesario se amplía en la sociedad capitalista de consumo de masas. Otra característica es la sub-producción de tipo capitalista. Los recursos no están aprovechados. También está entra sus características el alto crecimiento demográfico, ya que el incremento de la población impide el desarrollo económico. La población es mayoritariamente dependiente, debido a los bajos niveles de inversión, y no a los altos índices de población. Otra de las características es la dependencia económica del mundo desarrollado, neocolonialismo, puesto de que la inversión industrial y los canales de comercialización del producto están en manos de los países ricos. Estos efectos y no las causas de una economía subdesarrollada. Son fruto de la desigualdad intrínseca que introduce el sistema capitalista, que tiende a acumular capital en unos países detrayéndolos de otros. Si se analiza las sociedades de los países capitalistas podemos encontrar grupos de población que tienen las mismas características que las de los países subdesarrollados, es el llamado cuarto mundo, la única diferencia es que en los países del Tercer Mundo esta población adquiere el carácter de endémica. a.- El crecimiento de las necesidades: el aumento del gasto hace crecer el mercado y el consumo de bienes, los cuales se diversifican cada vez más. Los productos deben aparecer y desaparecer rápidamente del mercado, y ser perecederos. El gran impulsor de este tipo de economía de consumo de masas es la clase media, con rentas que les permiten adquirir bienes, pero no acumular capital. El Estado tiende a cubrir muchas necesidades que poco a poco se van haciendo básicas, es lo que se conoce como Estado del bienestar. Sin embargo, en la sociedad actual no basta tener las necesidades básicas cubiertas, la sanidad, la educación y la cultura son necesidades que nadie, en los países desarrollados, puede renunciar y a las que tienen derecho. La vida urbana crea nuevas necesidades: de vivienda, equipamiento, transporte, vestido, etc. creadas, en su mayor parte, por la publicidad. b.- El crecimiento demográfico: con la revolución industrial y el crecimiento de la productividad aumenta, también, la población, en el proceso de transición demográfica. A diferencia de lo que pasa en los países desarrollados, que la transición demográfica dura entre 90 y 120 años y su crecimiento anual máximo nunca supera el 2%, en los subdesarrollados la transición demográfica es mucho más corta y los crecimientos anuales máximos superan en 2%. c.- La revolución verde y la economía de plantación: desde los tiempos del sistema colonial data la dedicación de ciertas zonas del mundo a la agricultura y a la extracción de materiales y materias primas, gracias a un sistema de especialización productiva que buscaba ventajas comparativas. En agricultura se nota el impacto de la revolución verde que es el uso de las variedades de altos rendimientos, con todos los insumos necesarios para incrementar la producción al doble o más. En los países subdesarrollados es un problema añadido, ya que su dependencia de los países ricos en cuestiones agrícolas es total. En los países subdesarrollados el modelo que se establece es la economía de plantación especulativa, que funciona como una empresa de producción; con asalariados y utilizando todas las ventajas de la tecnología y la ciencia. Se crea un proletariado rural indígena desvinculado de las tradiciones de su civilización. La producción de las plantaciones está dedicada al comercio internacional y no al consumo interno. d.-La ciudad y el sector terciario: cuando un país se industrializa sus ciudades crecen espectacularmente, y con ellas el sector terciario y de servicios, que es indispensable para poder vivir en una ciudad. Con este proceso se descapitaliza el campo en favor de

la industria y los servicios. Los capitales liberados son absorbidos por los servicios financieros y la búsqueda de operaciones especulativas. c.- La industrialización del Tercer Mundo: La industrialización del Tercer Mundo es un hecho reciente que se debe a la política de desconcentración productiva de las multinacionales, y que buscan en los países pobres mejores condiciones de contratación de la mano de obra, incluso llegan a emplear fuerza de trabajo infantil en condiciones de semiesclavitud; y otras ventajas fiscales. La producción de estas industrias no va dirigida al aumento del consumo interno, sino a la exportación. Sin embargo, algunas empresas comienzan a fabricar componentes para las multinacionales y terminan dependiendo de ellas en exclusiva. Son empresas subsidiarias autóctonas. Otras características de los países subdesarrollados serían las siguientes: 1.- Países en transición que vacila entre el desarrollo y el estancamiento económico. Registran características y magnitudes variables, su desarrollo no es sostenido sino propio de economías volubles que se sostienen bajo esquemas de dependencia externa. 2.- Los países subdesarrollados son dependientes de las imposiciones de los mercados internacionales que dificulta la planificación de sus programas socioeconómicos, sus productos básicos y materias primas son comprados a precios fluctuantes y desvalorizados, mientras los productos que importan para su subsistencia aumentan sus precios sin previo control. 3.El nivel de ingresos por habitante variable y dependiente. 4.- Imposibilidad para reforzar y financiar su propio crecimiento económico. 5.- Intentos por resolver sus problemas de salubridad y educación. Los resultados son variables en este aspecto. 6.- Dependencia de los países en cuanto a su comercio exterior: la exportación es escasa y dependiente de la monoproducción, mientras que la importación incluye variedad de materiales, equipos, insumos y alimentos que se hacen necesarios en la vida cotidiana y el progreso de las industrias. INDICADORES SOCIALES DESARROLLADAS:

ECONOMICOS

QUE

PERMITAN

COMPARAR

ECONOMIAS

A pesar de que el subdesarrollo se incorporó al objeto de estudio de las ciencias sociales, particularmente de la económica, éste no sólo se mantiene, sino que su evolución ha observado una tendencia a la profundización y al distanciamiento de los países desarrollados. No se trata de un fenómeno despreciable en el sentido de su estudio teórico, pues los países subdesarrollados representan una parte considerable de la población mundial, sobre quienes el peso de las contradicciones del sistema capitalista recae con particular fuerza. El acceso de ese grupo de países a los servicios de educación es escaso, en algunos de ellos la escolaridad promedio no sobrepasa los tres años. La transferencia inversa de tecnología influye negativamente sobre ellos, con la emigración de personas capacitadas hacia los países desarrollados, en la búsqueda me mejores opciones de empleo y de condiciones de trabajo, alentados por la propaganda intencionalmente dirigida a fomentar esa expectativa. Por eso, uno de cada cinco de los trabajadores que han alcanzado más de trece grados, no se haya empleado en su propio país, sino en uno desarrollado. Entre 1990 y 2003, el Producto Interno Bruto (PIB) por habitante –uno de los indicadores ampliamente empleado en la medición del desarrollo- observó un crecimiento medio de 0,72%, sólo seis países rebasaron el 7% anual. Según estimaciones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) para poder alcanzar el objetivos de reducir la pobreza. La participación en el comercio mundial representa, en términos de exportaciones, sólo el 2,4% de las cuales, las dos terceras partes corresponden a productos primarios. De especial interés para la evaluación del fenómeno del subdesarrollo, resultan las apreciaciones de los exponentes del Pensamiento Económico Cubano, en las que la dominación extranjera es presentada como un elemento básico en la conformación de las relaciones de dependencia, especialmente de las que han distinguido los vínculos entre los polos dominante y dominado del sistema capitalista de economía mundial, en su fase imperialista. El reconocimiento de que la dependencia no es precisamente un fenómeno formal, sino derivado de las relaciones entre los dos polos del sistema capitalista, otorga mayor relevancia a las reflexiones de los teóricos cubanos. Por eso la

necesidad de hacer referencia a la perspectiva con que ha sido evaluado ese fenómeno en Cuba. La visión estructuralista, por otra parte, también intenta explicar el subdesarrollo, toda vez que éste se ha convertido en un fenómeno típico del capitalismo monopolista. Dado el carácter mundial del capitalismo, el grupo de países subdesarrollados no puede ser excluido absolutamente. La dinámica de la reproducción a nivel global, demuestra la inclusión de ese grupo. De ahí el interés que adquiere para la teoría económica, si bien sus exponentes lo han centrado en las manifestaciones externas así como en la desarticulación con el sistema, de tal forma que niegan la responsabilidad de los países desarrollados. El predominio de la ideología neoliberal en el pensamiento burgués, tiene su reflejo también en el análisis del subdesarrollo. Por eso, priorizan la actuación sobre las manifestaciones externas del fenómeno. En ese sentido, la medición del desarrollo adquiere una importancia vital, en la mesura que permite conocer donde incidir para aumentar o disminuir los indicadores. Ello se extiende, intencionalmente, al efecto sobre la opinión pública. Aspectos tales como el crecimiento del Producto Interno Bruto, el ingreso por habitante, el nivel de desempleo y la inflación entre otros, adquieren para la teoría neoliberal, una importancia decisiva. Estos análisis, centrados en las manifestaciones externas del fenómeno, no son compartidos por los exponentes del pensamiento cubano, si bien no desestiman la validez de los indicadores, especialmente de aquellos que ilustran el empeoramiento de la situación de la clase trabajadora. Es por ello que en Jacinto Torras, Ernesto Guevara, Carlos Rafael Rodríguez y Fidel Castro; se hallan reservas respecto del concepto subdesarrollo acuñado por los teóricos burgueses. Para Torras, existe una identidad entre países subdesarrollados económicamente y dependientes políticamente. Su consideración de que "Dentro de esa categoría, y coincidiendo casi totalmente con ella, pueden calificarse a todos los países coloniales, y semicoloniales o dependientes"[2] lo confirma. Las relaciones de dependencia generadas a partir de los nexos con el sistema capitalista mundial, particularmente en su fase imperialista, diseñados por las metrópolis con criterio de complementariedad a sus industrias respectivas, así como de consolidación de sus posiciones de dominación; constituyen para este autor, la causa de la situación socio económica en la cual se hayan los países considerados subdesarrollados. En el Ché se aprecia una valoración similar a la de Torras, pues este autor prefería llamarles "en verdad países coloniales, semicoloniales y dependientes". En su opinión, esa condición era debida a "la acción imperial que ha desarrollado anormalmente las ramas industriales o agrícolas necesarias para complementar su compleja economía". Con esas acotaciones, el autor establece un nexo entre la situación económica y la dominación política, así como también hacía notar el rol de los países imperialistas en la conformación del subdesarrollo. Fidel Castro considera que el subdesarrollo constituye "un fenómeno económico y social único y global, un hecho político… En su base no se encuentra más que un orden económico internacional injusto y una manifiesta desigualdad en la distribución de las riquezas, tanto entre las diversas naciones como dentro de muchas de ellas"[5], con lo cual sitúa el fenómeno en el entramado de las relaciones económicas internacionales, diseñadas por los países hegemónicos. De ahí que el subdesarrollo, desde la perspectiva del Pensamiento Económico Cubano, más que un fenómeno, constituye un proceso. Sus características, en ese sentido, no son sino las manifestaciones externas en las cuales las relaciones entre países desarrollados y subdesarrollados cobran forma. De ahí los momentos fundamentales en el análisis del asunto, derivados de esta perspectiva. Es un tipo peculiar de capitalismo, surgido en países económicamente atrasados, asociado al colonialismo primero, y al neocolonialismo después. Como rasgos peculiares, se destacan la dependencia estructural que influye en toda la estructura socioeconómica y condiciona los atributos principales del sistema y del proceso de desarrollo. La dependencia impuesta, en la cual intervienen también las burguesías nacionales dominantes, que disfrutan las ventajas de la deformación estructural, toda vez que sus intereses se encuentran vinculados a los del capital trasnacional.

Es parte consustancial del proceso histórico global del desarrollo capitalista, acaecida como resultado de la actuación de sus leyes y contradicciones que, a nivel internacional, se revela en la conformación de dos polos diferenciados: desarrollados y subdesarrollados. Siguiendo la perspectiva teórica e ideológica característica del pensamiento en el polo dominante, éstos han intentado explicar el subdesarrollo como un fenómeno natural, necesario, resultado de la incapacidad para conducir la economía; en cuya evolución las economías desarrolladas no son responsables. Paralelamente, su interés ha estado dirigido a introducir métodos cuantitativos en los que sea reflejada la situación económica, así como aconsejar procedimientos para contrarrestar las manifestaciones visibles concretas del fenómeno. De ahí la utilidad de los indicadores, que si bien no se hayan asociados al subdesarrollo, si han devenido instrumentos de registro del comportamiento de las economías de los diversos países, entre ellos los subdesarrollados. Como el subdesarrollo, no ha permanecido estático, sino que ha observado una evolución, en la medida en que las relaciones sociales se han complejizado, especialmente las de dominación. Por esa razón, los indicadores no sólo contemplan los tradicionales, relativos a la producción y el ingreso, sino también otros de carácter social como es el índice "calidad de vida". Los más utilizados son: Ingreso por habitante, el cual es sintetizado por grupos de países. Relación del producto nacional bruto por habitante. Este indicador permite comparar al grupo de países subdesarrollados respecto a los desarrollados. Ritmo medio de crecimiento económico. Participación en la economía mundial, fundamentalmente a través del comercio y de la inversión de capitales. Calidad de vida. Índice de capacidades básicas. Concentración del personal técnico. A partir de los indicadores, es posible clasificar a los países en atención a su nivel de desarrollo, lo cual posibilita establecer distinciones entre ellos. Igualmente, permite proyectar acciones en pro del desarrollo. Aún con la incorporación de nuevos indicadores, el Banco Mundial, institución financiera internacional, al distinguir tres grupos de países, lo hace utilizando como criterio el nivel de ingreso: Ingreso bajo, para aquellos países con menos de $755 por habitante. Ingreso medio, para los que poseen un rango entre $756 y $9 265. Aquí introduce una nueva diferenciación, al clasificar a los países con ingreso entre $756 y $2 995 como medio bajo, mientras los que superan ese nivel los considera de medio alto. Ingreso alto, en los que ubica el grupo de países con un rango por encima de $9 266. Si bien el ingreso por habitante constituye un indicador que oculta las diferencias al interior delas clases sociales, los grupos étnicos, las razas y el género; ofrece una idea del nivel económico del país, así como también permite establecer una comparación con el resto. Esa comparación arroja una diferencia que sitúa a los países más pobres en un punto muy distante de los países desarrollados. El reconocimiento de la diversidad al interior de los países clasificados como subdesarrollados, tiene en su base los diferentes niveles económicos presentes en cada uno de ellos. Tal vez por esa razón, ni el término subdesarrollo acuñado por los teóricos de la burguesía monopolista trasnacional, ni su medición a través de los indicadores; sean suficientes para expresar el estado de los países del polo dependiente. La presencia de países cuya situación no sólo económica, sino también social, resulta alarmante, se revela ante los estudiosos como un problema: algunos fenómenos presentes en esos países, no encajan con los indicadores tradicionales, pues resultan insuficientes para medir, tal como es su propósito. Esa situación, tanto los estudiosos como las instituciones internacionales; tratan de resolverla mediante la adición de nuevos indicadores. Como el producto interno bruto y el ingreso por habitante, entre otros; resultan insuficientes para medir la realidad de los países subdesarrollados, el término pobreza

ha aflorado de tal forma, que ocupa un lugar particularmente relevante, tanto en el discurso teórico como en el político. Para ese fin, es utilizado el Coeficiente de Identificación de países en condiciones críticas (ICB). Este indicador comprende: Porcentaje de niños inscriptos en el primer grado escolar que llegan a alcanzar el quinto (I-1) Mortalidad de niños menores de cinco años (I-2) Porcentaje de partos atendidos por personal especializado (I-3) Al comparar las diferencias en el desarrollo económico, siempre a través de los indicadores, la Organización de Naciones Unidas emplea el término "países de menor desarrollo" para designar al subconjunto de países subdesarrollados. En el incluye los cincuenta más pobres del mundo. Las diferencias entre los dos grupos de países, derivados de las relaciones de poder desplegadas en el plano internacional -subdesarrollados y desarrollados – también se ponen de manifiesto en la estructura productiva, comercial, así como de su fuerza productiva respectiva. Ello se expresa en la llamada "brecha entre los países más atrasados y los más desarrollados", determinada por los componentes siguientes: Productividad Estructura productiva Formación de capital humano Participación en el comercio mundial Infraestructura (electrificación) Uno de los indicadores que ha cobrado importancia, a tenor del agotamiento de los tradicionales, es el Índice de Bienestar Humano, en tanto criterio de medición del desarrollo, el cual comprende tres indicadores: Ingreso por habitante. La renta es considerada parte del bienestar, permite hacer comparaciones entre países, pero escapa a juicios de valor, toda vez que no ofrece información acerca de la distribución al interior de los miembros de la sociedad, cuestión esta que, como es conocido, se halla concentrada en segmentos reducidos de la población. Índice de desarrollo humano (IHD). Aunque es una medida más completa , ya que está centrado en el ser humano y ofrece un mejor balance entre las dimensiones económica y social; resulta aún insuficiente, por cuanto oculta la desigualdad social, no registra el desempleo ni la degradación ambiental, así como tampoco revela la ocurrencia de cambios estructurales. El 85% de los cambios en este indicador, pueden ser explicados por las variaciones del Producto Interno Bruto per cápita, por lo que es ese el que continúa siendo la base de la medición del desarrollo. De esa forma, los países capitalistas desarrollados, eternizan el paradigma a alcanzar por los subdesarrollados donde, la irracionalidad tanto en el consumo como en la relación con el ambiente; son referentes. Estatura media. Indicador de carácter fisiológico, asentado en los parámetros de los países desarrollados. Con estos indicadores, se trata de medir la pobreza, el desempleo y la desigualdad, aun cuando en la base de su formulación se halla la desigualdad. Como la noción de que el desarrollo no es únicamente económico, los indicadores de carácter social son incorporados, en los intentos de medirlo. Así han aparecido: Esperanza de vida al nacer Tasa de mortalidad en menores de cinco años Tasa de alfabetización en adultos Población con acceso a agua potable El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) emplea un sistema de índices, en el que dominan los de carácter social, ellos son: Desarrollo de la mujer Desarrollo humano Potenciación de género

Pobreza humana (países desarrollados). Pobreza humana (países en desarrollo) Adelanto tecnológico. A pesar de la inclusión de nuevos indicadores, en los intentos por dimensionar el subdesarrollo; los tradicionales persisten como referentes relevantes. Igualmente, la desarticulación del subdesarrollo de la dinámica del desarrollo en los países hegemónicos, continúa al margen de ese proceso. Más aún, las fórmulas propuestas como solución por los países desarrollados, para su implementación en los países del Sur, se hallan inspiradas en los patrones del modelo capitalista. PAPEL DEL ESTADO EN LA SOCIEDAD SUBDESARROLLADA: El Estado tiene una función determinante en los países subdesarrollados y en vías de desarrollo, los fines y cometidos que deben implementar para superar los niveles de pobreza y subdesarrollo, se consideran que deberán ser más numerosos y de mayor alcance, es decir, muy eficaces. El papel del estado no puede ser pasiva o condicionada a la actuación del sistema económico, ya que es de suponerse que en un país subdesarrollado la economía no funciona de la manera más equitativa en la distribución de bienes y servicios a la población; por lo general, los países subdesarrollados, carecen de elementos naturales que generen riqueza y si los tiene, las ganancias obtenidas de éstos no se revierten a través del Estado a la población, su capacidad manufacturera y de transformación no es la mejor, ese ha sido el caso de nuestro propio país que ha explotado grandes riquezas petroleras y aún sigue en el nivel de un país subdesarrollado. El concepto de desarrollo es considerado por la existencia o disponibilidad de “bienes de consumo por habitantes”, tales como automotores, televisores, neveras, etc. Según lo expresado por esos indicadores, en base a éstos se considera si un país es o no desarrollado. Para otros, el criterio de la noción de desarrollo, consiste en un elevado y creciente potencial industrial, el cual identifica, por lo general, desarrollo con industrialización. No siempre esto es así, en América Latina existen casos notables como Argentina, Brasil y México, que son los países con mayores índices de industrialización de la región, y económicas relativamente diversificadas, pero no se les considera a nivel mundial como países desarrollados. La industrialización estructurada dependiente de una base tecnológica externa, aun contando con la materia prima, en donde los mercados internos estén reducidos y fragmentados por políticas que no protegen el mercado interno, como importaciones o políticas de control cambiarios, ausencia de la protección nacional con relación a la inversión extranjera, acuerdos internacionales que desfavorezcan nacional, todo ello no son elementos que indiquen lo que puede significar el verdadero desarrollo. Tampoco significa desarrollo todo un crecimiento económico nacional, sino se encuentra acompañado de un adecuado y progresivo plan de distribución del ingreso y bienestar. El Estado en los países subdesarrollados debe cuidar su actuación política, y su labor administrativa, la cual debe estar influenciada por una concepción ideológica determinada, que va a influir en los factores subjetivos que el constituyente y el legislador asuma como criterio propio al momento de elaborar o diseñar el contenido de las Leyes que van a indicar los mecanismos y procedimientos con los que se van a llevar a cabo los fines del Estado y los cometidos que para ello se deberán emplear. De acuerdo a algunas condiciones objetivas que generalmente caracterizan a los países subdesarrollados, el Estado debe diseñar el conjunto de fines y cometidos con los que actúa para solventarlos. Algunos de los problemas más significativos con los que los países subdesarrollados se enfrentan, son los siguientes: * Deficiencias o inexistencia en la prestación de los servicios públicos básicos. * Alto grado de analfabetismo. * Inicial desarrollo tecnológico. * Generalmente son productores. * Deuda interna y externa alta. * Bajo nivel en las reservas internacionales. * Alto nivel de delincuencia e inseguridad. * Alta tasa de natalidad y mortalidad. * Alta tasa de desempleo. * Inestabilidad económica.

La solución de todos estos problemas le corresponde a solventarlos al Estado a través de diferentes cometidos, destinados a resolver cada uno de estos aspectos, en las circunstancias propias planteadas de un país, el Estado es quién está llamado a intervenir de manera eficaz y con determinación, ya que los particulares nunca asumen una posición que no sea la solución de sus problemas particulares o la ganancia económica propia. Los fines y los cometidos en los países subdesarrollados son diseñados y aplicados por el Estado en su máxima expresión, o al menos así debería serlo ya que el Estado convierte en un gran protector y promotor de la justicia social, sustituyendo los fines que por propósito tenían las doctrinas, como el liberalismo y se convierte en planificador, administrador y asume funciones esenciales en la estructura política y social como la d proveer bienes y servicios públicos a toda la sociedad.

EL ESTADO Y LOS GRUPOS SOCIALES: Una honda crisis parece invadir las democracias constituidas sobre el principio de la soberanía popular. Tal crisis obedece al hecho de que en aquellos Estados no se han creado aún estructuras idóneas para transformar la voluntad popular en voluntad del Estado. Al afirmar que un Estado es democrático en cuanto su soberanía pertenece al pueblo, se dice algo1 exacto, pero tal expresión peca de insuficiente: falta añadir hasta qué punto1 el pueblo1 se halla en condiciones de ejercer efectivamente el poder. En efecto, si la soberanía popular se encontrara apartada del ejercicio del poder, se produciría cierta antinomia por contraposición del Estado al individuo, de la nación al pueblo y se haría imposible la síntesis de las diversas tendencias en un concepto o visión de conjunto. He dicho que la crisis de muchas democracias se debe a la carencia de estructuras adecuadas. Es necesario1 entonces hacer un examen del régimen político de los Estados democráticos para poder precisar aquellos defectos que impidan el normal funcionamiento* de sus instituciones. Antes de estudiar la patología de este régimen político, es decir, la razón por la cual no funciona bien, hemos de conocer su fisiología, a saber: cómo debe funcionar el antedicho régimen. El régimen político propio de los Estados democráticos es llamado comúnmente régimen representativo. Sobre este particular nos preguntamos ahora: ¿es exacta esta denominación? Obsérvese, en primer lugar, que el régimen representativo1 apareció al declinar el Estado absoluto, reunido en la persona del Monarca, con la afirmación, frente a los poderes del Estado, de los individuos componentes del pueblo. Más aún, la Declaración de los Derechos del Hombre y el régimen representativo se hallan estrechamente relacionados: los representantes garantizan la protección de los individuos y, por lo tanto, que éstos se hallen en condiciones de ejercitar libremente sus derechos. Me parece oportuno señalar que la protección es el medio adecuado para permitir a los individuos el ejercicio de los derechos que les competen. La libertad, a la cual tienden los derechos mismos, consiste en un poder hacer ¿ cuanto no perjudique a los demás, según el artículo 4.0 de la Declaración de los Derechos, poniendo así punto final a la serie de abusos o privilegios que constituían una desmejora contra la iniciativa de cada ciudadano1 . De esta forma el poder estatal experimentó una doble limitación debida, por un lado, al reconocimiento de los derechos individuales, y, por otro lado, al nuevo predominio del carácter tuitivo de los mismos poderes públicos. Así, pues, con el régimen, representativo, la soberanía del Estado aparece corno una soberanía limitada frente a la cual los poderes privados de los ciudadanos revisten el aspecto de poderes absolutos, sustraídos del todo al control del poder político-. La soberanía absoluta, entendida corno- un poder ilimitado, se transfiere así del Monarca o Soberanoprevalente al individuo como sujeto privado. El fin del absolutismo del poder individual coincide con la proclamación en las constituciones contemporáneas de que el pueblo es soberano. La noción de soberanía viene así transferida desde el piano de los poderes privados individuales, donde antes prevalecía incontrolada, al otro plano de los poderes del Estado o poderes políticos. Aunque parezca paradójico, la soberanía popular es distinta de la soberanía del individuo'. Pueblo significa comunidad y, por consiguiente, la soberanía es de todos y no de cada uno en particular. Si fuese de cada uno, la porción de poder sería diversa o desigualmente distribuida y soberanía popular designa una distribución igual del poder. Ahora bien, preguntamos: el régimen representativo, que en un plano histórico-político se deriva de la soberanía de los individuos, ¿puede adaptarse a la nueva realidad histórica en la cual no son ya soberanos los individuos sino el pueblo? El régimen representativo ¿es un régimen legado a los ciudadanos considerados individualmente, como árbitros absolutos de ejercitar su poder?, ¿en qué medida permanece el régimen representativo cuando el pueblo o comunidad resulte soberano? No olvidemos que por soberano deberá entenderse quienquiera que ejerce el poder. Al tratarse de los representantes, el soberano1 no- sería entonces el pueblo sino el Parlamento. En verdad el régimen, representativo no sobrevino con el sufragio universal, antes bien, con el sufragio limitado. El representante, se dice, representa a la nación, no al pueblo. Con el sufragio universal se verificó una profunda innovación en el

ámbito de las instituciones políticas. En cierto sentido «pueblo» se ha contrapuesto a «nación» y, por consiguiente, el régimen democrático, en que el pueblo es soberano, al régimen representativo en que el Parlamento, y por la misma razón el Estado, es soberano. Conviene, ante todo, advertir que el régimen representativo conserva la estera organización del Estado y, por ende, no sólo uno de sus órganos como el Parlamento. Siendo el Estado, en sí mismo, representativo, también son, en consecuencia, representativos todos los órganos que al mismo se refieren. Sus órganos, por lo tanto, no se distinguen ya en representativos o no representativos, sino en electivos o no electivos. A su vez los órganos electivos ofrecen una variante según que se funden en el sufragio restringido o en el sufragio universal. En el primer caso los titulares de los órganos representan a la nación y no al número limitado de electores de quienes han obtenido la investidura. En el segundo caso, el sistema de la representación es inadecuado para expresar la voluntad del pueblo. Por consiguiente, el contraste, si cabe hablar de contraste, no se establece entre régimen representativo y régimen democrático, sino entre la representación política, como institución representativa en sentido estricto, y el régimen democrático que tiene su razón de ser en la cambiante realidad histórico" política. A la misma, por lo tanto, hemos de referirnos para comprender las causas y el funcionamiento de tales instituciones. Mediante el régimen liberal los derechos del hombre fueron reivindicados por un determinado estamento social en contraposición al Estado y a la clase social que detentaba el poder. Tales derechos eran, naturalmente, solicitados por todos y no sólo por la clase social promotora de la reivindicación. Sin embargo, cuando la situación histórico-política cambió y, para muchos, las mismas reivindicaciones resultaron inoperantes, surgió un nuevo conflicto que en cierto sentido reemplazó a la contienda precedente. En esta primera fase la burguesía se había contrapuesto a la aristocracia, clase privilegiada que retenía el poder; en la segunda etapa aparecen como antagonistas la burguesía, convertida a su vez en estamento privilegiado, y la clase obrera o popular. Y del mismo modo que el primer conflicto terminó con la Declaración de los derechos del individuo-, al margen de cualquier regulación del Estado que se limitaba a protegerlos, así también la segunda lucha acabó, o1 mejor dicho, puesto que aún continúa, tiende hacia una Declaración de los derechos sociales, con la cual se legitima el intervencionalismo del Estado en el sector privado como manera de poner coto a los privilegios y de permitir a todos el libre ejercicio1 de sus propias iniciativas y el acceso a la propiedad de los bienes conseguidos con dichas iniciativas. Planteado el problema en estos términos, carece de sentido en un plano teórico oponer, como suele hacerse, los derechos a su ejercicio, o bien los derechos propiamente individuales de la Revolución francesa a los derechos propiamente sociales, aparecidos en un plano histórico como una secuencia de la revolución industrial. LUIGI ZAMPETTI Las derechos no pueden nunca desligarse de su propio ejercicio. El ejercicio se dejaba al arbitrio del individuo cuando éste era, desde el punto de vista del poder privado, soberano absoluto, es decir, no sometido' a regulación o control exterior. Cuando, al contrario, la misma actividad privada del individuo viene regulada tanto en su contenido (derecho de iniciativa) cuanto en sus resultados (derecho de propiedad) es que se toma en consideración al individuo desde otro punto de vista. Y, en consecuencia, se altera también la clasificación de los derechos que al mismo individuo se refieren. Este ya noes considerado- dentro del Estado como- un simple particular y, como tal, protegido, antes bien como «socio» o sujeto' privado, cuya actividad llega a ser socialmente relevante y puesta en relación con las actividades de los demás. Los derechos individuales se dividen así en derechos de libertad personal, como el derecho a la integridad personal, a la inviolabilidad de domicilio, el derecho de pensamiento, de religión, etc., exclusivamente garantizados por el Estado y en derechos de libertad social como los derechos de iniciativa y de propiedad, ante los cuales el Estado adopta una postura distinta. Podemos, por ende, afirmar que los poderes tradicionales del Estado representativo permanecen inmutables, garantizando- la libertad personal del individuo. Pero las otras libertades y los derechos llamados sociales ¿de quién reciben apoyo? No se trata tanto de garantizarlos 01 de protegerlos como de intervenirlos y de regularlos. Ahora bien, ¿cómo podemos atribuir a los poderes tradicionales del Estado, llamados a desempeñar una determinada fundón, estos nuevos cometidos? ¿No- se daría lugar, acaso, a trastornos funcionales o patológicos y aún hasta a perturbaciones orgánicas? A tal resultado se llega cuando-, con la extensión del sufragio a todos los ciudadanos se mantiene inconmovible la anterior estructura del poder. Se ha dejadoasí en vigor en la Constitución italiana el artículo- 67 (los diputados representan a la nación) quedando inoperante el artículo 1° (la soberanía pertenece al pueblo), sin afrontar así el problema de las relaciones entre pueblo y nación. En caso de seguir manteniendo- la teoría del mandato parlamentario en la que los diputados representan a la nación y no a los propios electores, sería menester distinguir entonces entre la titularidad del poder, que sería del pueblo, y el ejercicio del poder, que compete a los órganos parlamentarios representantes de la nación y tan sólo indirectamente del pueblo. No debe preterirse que la teoría del mandato o teoría representativa en sentido

estricto nació del régimen electoral con sufragio limitado, en que los electores, no constituyendo el pueblo, no podían ni ejercer el poder (teoría del mandato) ni condicionarlo en los elegidos (prohibición del mandato imperativo. Ciertamente, tal como se ha indicado antes, se ha procurado mantener intacta aquella teoría aun después de la extensión de los derechos políticos a tocios los ciudadanos, separando la titularidad del poder, propia del pueblo., y el ejercicio de dicho poder, confiado a los representantes. De hecho, tal sistema ha sido definido como régimen, de democracia representativa, en el que su propia novedad se encuentra en cierto modo inserta en la precedente estructura del Estado. Me reservo, sin embargo, mi disconformidad con esta tesis. Es menester saber distinguir los derechos políticos referentes al pueblo titular del poder, de los derechos políticos que miran al Estado titular del poder. En este último caso, propio de un sistema de sufragio- limitado, los electores se reservan tan sólo el derecho de elegir los titulares de los órganos legislativos. El derecho político consiste en el ejercicio del derecho al voto, de cuyo contenido depende la elección misma. El ejercicio del mandato parlamentario nada tiene que ver con el ejercicio del derecho al voto que agota el derecho político de los electores. En el régimen democrático o de sufragio universal, al contrario, los derechos políticos no coinciden, ni pueden coincidir, con el ejercicio- del derecho al voto, que es sólo un aspecto, si bien importante, de aquellos mismos derechos. Rousseau tiene toda la razón, cuando hace observar que decir que el pueblo es soberano significa atribuir al pueblo mismo, además de la titularidad, también el ejercicio del poder. En verdad, el principio de la soberanía popular no- requiere que todos los poderes sean poderes del pueblo y ejercitables o practicables 'por el mismo, pero tampoco que el pueblo, como antes se ha puesto de relieve, tenga la nuda soberanía {que de hecho es nula) sin el ejercicio (que es el todo). Más bien, como advierte Balladore Pallieri, la general asignación de la soberanía al pueblo, como se halla dispuesto en las constituciones democráticas, tiene en realidad otro significado más amplio, el de que toda la actividad, del Estado debe adaptarse a la voluntad popular y el de que esta voluntad popular, cuando está debidamente manifiesta, prevalece sobre cualquier otra voluntad. Ei problema propio de los Estados democráticos es el de procurar que el pueblo se halle siempre en las debidas condiciones de manifestar su propia voluntad. Menester será, pues, estudiar el proceso mediante el cual la voluntad popular se transforma en voluntad del Estado. Tal procedimiento se presenta en ía sociedad actual como algo> complejo y, en cualquier caso, no es inmediato. Ix>s individuos, en efecto-, no se incluyen en el Estado de un modo inmediato sino a través de grupos o sociedades intermedias, constituidas por la fusión de los intereses sectoriales de los individuos. 33 LUIGI ZAMPETTI Cuando se habla de pluralismo social se alude, en fin, al poder que llamaríamos personal y absoluto de los individuos en su aspecto privado y a la concentración del poder privado en manos de los grupos y asociaciones. En el Estado diríamos se encuentra el poder eminentemente protector; en los grupos o asociaciones encontramos la concentración del poder privado corno poder directivo o decisorio. La soberanía del individuo parece, pues, transformarse, más que en soberanía popular, en soberanía de grupos. Ahora bien, frente a éstos, ¿cuál es la función del Estado*? ¿Debe éste limitarse a proteger los grupos o mejor su coexistencia, así como antes protegía la coexistencia a los individuos? Permanece, por lo tanto, inmutable la distinción entre poder privado y poder político, con la salvedad de tratarse de poder privado- de los grupos antes que de poder privado de los individuos. Esto no es posible porque la formación de los grupos puede determinar la violación de los derechos individuales garantizados a los individuos en -las constituciones de nuestra época. Ante todo el Estado debía proteger los individúes, tanto respecto de los demás como de sí mismo. Luego también ha de proteger a los individuos frente a los grupos. ¿Cómo? ¿Con las formas y las estructuras tradicionales? Aun cuando parezca anómalo, el Estado-, para proteger a los individuos respecto de los grupos, debe intervenir regulando- la actividad de los mismos grupos. La protección puede conseguirse mediante una simple intervención, El Estado, entonces, deja de tener unos fines o unas funciones esencialmente protectoras. Es preciso-, no obstante, que su aparato externo sea renovado para que él mismo pueda absorber las nuevas tareas o- cometidos. Empieza en .este momento a perfilarse desde un punto de vista concreto-, efectivo, el principio de la soberanía popular y, mediante éste, el papel característico que los individuos están llamados a desempeñar en el nuevo- tipo- de Estado-. ¿Por quién están, en efecto-, formados los grupos que el Estado- debe disciplinar, sino por sujetos privados? Ahora bien, se aprecian dos clases de grupos o asociaciones. En primer lugar, la pertenencia de los individuos al grupo- puede hallarse determinada por la inclinación natural o por la actividad desarrollada por los mismos. N o hacen otra cosa tales individuos que incorporarse a una asociación de la que pueden formar parte por su tipo de actividad. Esto explica que puedan- los citados grupos hablar y actuar también frente a quienquiera que estricto sensu no forme parte de ellos. Pero hay otro tipo- de asociación en que los individuos no- se incorporan de un modo natural en el sentido antes- mencionado. Se trata ahora de una elección totalmente voluntaria, en la que

influyen factores- diversos, no siendo directamente relegada al particularismo individual. El partido político pertenece a este segundo tipo de grupo que, a mi manera de ver, se refleja claramente en la composición, misma del partido. El inscrito, cabalmente porque entra a formar parte de un grupo voluntario, se halla afectado del proceso asociativo en cuanto tal. El individuo no se presenta desde este ángulo como un simple ciudadano en el sentido tradicional o común del término, sino como un ciudadano interesado' en conseguir, o mejor, que persigue una actividad regulada por el Estado-. Contemplamos, pues, al individuo no ya en cuanto ejercita una cierta actividad privada (profesor, operario, agricultor, etc.), sino en cuanto desarrolla una actividad invada sin más aditamentos. Ciudadanos y sujetos privados, por consiguiente, no son conceptos opuestos sino implicados; cuando aludo al individuo como ciudadano desde el punto de vista político, es decir, de su participación en la política nacional, entiendo referirme al ciudadano que tiene una actividad privada de adaptación al bien de la colectividad. Esto explica cómo el partido-, por un lado, es una asociación voluntaria en la cual, por consiguiente, los individuos aparecen desempeñando- un papel de sujetos privados; por otro- lado, sin embargo, asociándose en el partido, a diferencia de cuanto- sucede en otras asociaciones, se despojan de su propio particularismo para considerar su actividad privada en relación con la actividad privada de otros-, no sólo del mismogrupo {el partido sería entonces una asociación particular) sino- de otros grupos. Podríamos, pues, considerar al ciudadano- como un sujeto privado- en general o bien como un sujeto privado que entra a formar parte de la organización del Estado1 en cuanto^ ejerce una actividad, distinguiéndolo- del ciudadano en sentido estricto-, es decir, como ciudadano protegido por el Estado y, corno tal, al margen de su organización. En efecto, los derechos políticos pertenecen propiamente al individuo como socios, es decir, como inserto' en la sociedad y no-, como suele .creerse, al individuo ubi singulus al que se quisiera reconducir a la noción de electo-r. En otros términos, los individuos en tanto ejercitan efectivamente un poder político en cuanto tienen un poder privado, viniendo a significar que la rabio legis del pensamiento ochocentista, según el cual los electo-res deberían reunir ciertos • requisitos {de censo y otros) sigue en pie. En verdad, quienes- fueron excluidos consiguieron el derecho al voto asociándose en organizaciones y conquistando así automáticamente el poder. El poder político', opínese lo que se quiera, está, por consiguiente, concrecionado por el poder privado-. Pero, ¿hasta qué punto-? El poder privado- ¿deviene ipso Jacto- poder político? Y, en consecuencia, la soberanía de la sociedad y de los grupos ¿no acabará, a la postre, suplantando directamente a la autoridad, a la soberanía del Estado, con todas sus terribles derivaciones? 35 LUIGI ZAMPHTTI Sostengo que no> por dos razones. Corresponde, ante todo, al Estado proteger a los individuos uti mnguh y garantizar secundariamente su libertad personal. Si es verdad que el poder privado sirve de base al poder político, el poder político en cambio no coincide con el poder privado desde el momento en que desde el poder privado' sería necesario alcanzar el poder político a través del tamiz del partido. El partido, en efecto, interesa recalcarlo, puede ser considerado desde una doble perspectiva. De una parte es asociación de ciudadanos en cuanto desarrollan una actividad privada y, por ende, es también expresión del pluralismo social; de otra parte los ciudadanos concurren a través del partido a determinar la política nacional y, por consiguiente, entran a formar parte de la organización del Estado. El individuo inserto en la sociedad viene a ser el sujeto del partido mediante el cual participa de los poderes políticos. Esquemáticamente puede resumirse así: sujetos privados» asociaciones particulares o sectoriales, asociaciones generales o partidos, Estados. Esta es la fisiología del régimen democrático, tal como, por ejemplo', está previsto en Italia. Más, desgraciadamente, no funciona como debiera. Pasemos, por consiguiente, a examinar la patología o desarreglos del régimen democrático. En muchos Estados democráticos los partidos se han mostrado incapaces de darse una estructura que les permitiera actuar de mediadores de la voluntad de los grupos y proveer a la inserción de la sociedad de los grupos dentro del Estado. He aquí la razón de la crisis del sistema de partidos. Para dilucidar las dificultades propias del caso, me remito al esquema antes trazado: sujetos privados-grupos-partidos. Partiendo del segundo término, es decir, de los grupos, antes de ser los partidos expresión de los grupos y los elementos transformadores de su voluntad en voluntad del Estado, llegan a ser, a su vez, grupos en situación de concurrencia respecto1 de otros grupos. De aquí el continuo- debilitamiento1 del poder del Estado». El grupo ve en el Estado a un antagonista, no a un colaborador, suscitándose, lamentablemente, una rivalidad entre los grupos {incluyendo los partidos) y el Estado, que desintegra los poderes del Estado1 y hace inoperante el concepto de democracia, entendida como manifestación de la voluntad popular. La voluntad popular entendida como voluntad de los individuos aso- 'ciados en los grupos, antes de convertirse en voluntad del Estado', viene a ser su antagonista. De aquí la crisis de la democracia, carente ele estructuras capaces de encauzar la voluntad del pueblo y, en ella, la voluntad de los grupos en la voluntad del Estado. Debe quedar bien claro que el régimen de partidos constituye más bien un

objetivo que un punto de partida. Los partidos han de ser el medio de LOS GRUPOS SOCIALES Y EL ESTADO encuadrar los grupos en el Estado y no un instrumento para favorecer algunos grupos en perjuicio de otros. En este caso los partidos serían elementos más demagógicos que democráticos. Y precisamente porque, repito, los partidos tienen un sentido finalista y trascendente, antes de recurrir al sistema de partidos es menester percatarse de si una determinada situación histórico-política se halla preparada para tal experimento. De no ser así, sería de presumir se tratara de insertar los grupos en el Estado sin recurrir a los partidos. Ya sé que esto no es fácil: el grupo mira de hecho a la defensa de sus intereses particulares, en fricción con los intereses de otros grupos. Así los intereses del patrono no' coinciden con los de los trabajadores, los intereses de los artesanos, con los de los operarios, los intereses de los profesionales, con los de los burócratas o funcionarios públicos,, y así sucesivamente. ¿Quién superará esta antinomia o estos antagonismos? Menester sería remitirse al sentido de responsabilidad de quienquiera que fuere designado por los varios grupos para formar parte del órgano legislativo o Parlamento. Este, en cualquier caso, no puede ni debe estar compuesto sólo por representantes de los grupos y de las categorías sociales, sino también por otros miembros que por su capacidad y experiencia se hallen en condiciones de hacerse mediadores entre intereses contrapuestos. Tal sistema podrá llevar a resultados positivos. Servirá, ante todo, para democratizar los grupos de modo que la elección de los representantes pueda emanar de actos conscientes y responsables de los miembros del grupo y centro del mismo. Debo, por ende, elogiar desde este punto de vista la Ley Orgánica del Estado español, la cual prevé que la gran mayoría de los procura' dores sea libremente elegida por los grupos sociales. En una segunda etapa, más o menos remota, cuando se intensifique la vida del grupo y la conciencia del bien común haya arraigado en el mismo, se podrá entonces hablar del sistema de partidos como de un sistema de coordinación de la voluntad de los grupos. Por consiguiente, será posible también hablar de soberanía popular, que es un término ad quem, un punto de llegada y no' un término A quo, un punto1 de partida. Tenemos una prueba de ello en el hecho de que las constituciones democráticas, no obstante la declaración explícita de que la soberanía pertenece al pueblo, no han conseguido' todavía asignar al mismo, además del título, también el efectivo y concreto' ejercicio del poder. El pueblo podrá ejercer el poder sobre todo> participando activamente en la vida de los grupos. De este modo reivindico un nuevo concepto para la democracia. Comúnmente se distingue entre' democracia directa y democracia indirecta o representativa. La primera es un régimen político que podría encarnarse en un estado-ciudad de reducidas dimensiones, como el ateniense, en el cual los ciudadanos podían dedicarse de lleno a discutir los problemas políticos, con dispensa de los trabajos manuales, relegados a los operarios que ocupaban por tal motivo el último peldaño de la escala social y no tenían derecho a participar en el poder público. En los Estados modernos carece de sentido mencionar la democracia directa. Únicamente ha quedado, en términos generales, un vestigio de la misma en la institución del referéndum popular, el cual, sin embargo, no puede definirse como una verdadera y propia manifestación de voluntad. Según ha observado Kaufman en su tratado Zur Problematik des Volkivillens, se recaba en este caso1 una votación sobre unas cuestiones ya preparadas en cuanto1 al modo- de incidir sobre la respuesta misma del pueblo. Cuando se habla de democracia se alude hoy a la democracia indirecta o representativa. El pueblo1 como cuerpo1 electoral elige a los miembros del órgano legislativo. Son estos últimos, pues, y no- el pueblo, quienes ejercen el poder. Sé ha permitido traer a colación cuanto a su debido- tiempo sostuvo Rousseau y que me parece ahora definitivo: «La soberanía no puede ser representada por la misma razón que no puede ser alienada; consiste en la voluntad general y la voluntad no se representa; o es la misma o es otra; no- cabe término medio. Los diputados del pueblo no son, por lo tanto, ni pueden ser, sus representantes, son simples comisarios que nada pueden resolver definitivamente. Toda ley no ratificada directamente por el pueblo1 en persona es nula, no es propiamente una ley. El pueblo inglés cree ser libre, pero exagera demasiado; únicamente lo es durante la elección de los componentes del Parlamento; apenas elegidos éstos, aquél vuelve a la esclavitud y ningún otro papel desempeña.» El hecho de que la democracia representativa pueda discordar de la voluntad popular está demostrado en la práctica por el referéndum empleado en la Confederación Helvética para someter a la aprobación popular proyectos de ley instados desde el Parlamento e incluso leyes aprobadas por el mismo. La verdadera democracia no es la democracia representativa sino aquella a la cual yo llamaría «participativa» y que responde a la pregunta de ¿cómo participa el pueblo en el poder? No cabe hablar de democracia por la sola circunstancia de que los ciudadanos tengan el derecho1 de votar, sino cuando1 los mismos se encuentren de algún modo' en condiciones de ejercer el poder. Ahora bien, que los individuos participan a través de los grupos en h gestión del poder no ofrece la menor duda desde el momento en que tales grupos se encuentran a su vez insertos o recogidos dentro de la organización del listado. Este es el único y verdadero sistema de hacer viable y operante el principio de

la" soberanía popular. ¿Qué es, en efecto, el pueblo sino> el conjunto de los individuos? A este propósito recordemos que los individuos pueden ser tomados en consideración «ti sínguli o bien uti sociú La soberanía popular aparece entonces con una doble vertiente: por un lado los individuos piden que el Estado proteja su intangible esfera de libertad personal, a que tienden ios derechos de libertad de pensamiento, de religión, el derecho de integridad personal, etc.; por otro lado los individuos, a través de los grupos donde se encuentran adscritos, participan en la formación de la voluntad del Por tal motivo conviene hablar hoy, más que de división de poderes al estilo clásico de Locke y de Montesquieu, de estructuración del poder en función de los fines que ha de cumplir. El poder que atiende a proteger a los individuos en particular o a cumplir decisiones tomadas por los órganos polí- ticos no es necesariamente electivo, mientras el poder en que se expresa la voluntad de la sociedad y de los individuos en la misma implicados ha de ser un poder electivo, fundado en la participación de los grupos en la formación de la voluntad del Estado. El grupo, además de su propia misión de promover los intereses sectoriales, debe también contribuir a una activación ele la voluntad popular que, en una segunda etapa, oportunamente y de un modo más perfeccionado, llegará a ser la voluntad del Estado. No menos puede afirmarse que tanto mayor es el nivel de activación cuanto más intenso1 es el grado de participación en el poder reunido por los individuos comprendidos en los correspondientes grupos. En resumen, al afrontar el problema de las relaciones entre la sociedad de grupos y el Estado-, deberíamos tener presentes dos puntos de vista igual' mente fundamentales: de una parte el Estado no puede reducirse a la sociedad porque el individuo' no queda totalmente absorbido en 'el grupo, antes bien conserva intacta su propia autonomía, que el Estado1 tiene el encargo de tutelar desde afuera de los mismos grupos (las varias libertades personales); pero, de otra parte, la sociedad debe hallarse debidamente encuadrada en el Estado para evitar se produzca a nivel de las relaciones entre los grupos cierta anarquía que hubiera podido evitar de producirse ésta a un nivel inferior de las relaciones entre los individuos. Remedando la terminología de Hobbes, podríamos decir que actualmente el Estado está llamado a impedir no1 sólo; la guerra de los unos contra los otros, sino también de unos grupos contra otros grupos. La sociedad contemporánea debe adoptar una nueva estructura que le permita su inclusión orgánica en los grupos del Estado. N01 es, ciertamente, un problema fácil, pero tampoco es insoluble. Es necesario proceder gradualmente y siempre en esta misma dirección. La ciencia política puede aportar una contribución interesante, demostrando en qué sentido se orienta la realidad historio-política y señalando también los medios más idóneos para alcanzar tales objetivos." 39 LUIGI ZAMPSTTI Me he limitado a señalar unos principios. La aplicación de los misinos afecta a los políticos que abriguen el laudable propósito de despliegue y elevación de la persona humana, considerada tanto en el movilismo de su existencia {derechos de libertad personal) cuanto en la dinámica de su actuación derechos civiles y políticos). Es menester proceder sin descanso' hacia una adaptación de las instituciones políticas a esta nueva realidad histórica.