Por John Piper Sobre Arrepentimiento

Por John Piper sobre Arrepentimiento Una parte de la serie Taste & See Traducción por Maria Luisa Davalos Cartas desde C

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Por John Piper sobre Arrepentimiento Una parte de la serie Taste & See Traducción por Maria Luisa Davalos Cartas desde Cambridge #2 Como parte de mi sabático en Cambridge, Inglaterra, estoy trabajando en un libro con el título tentativo de Lo que Jesús pide al Mundo. El pedido de arrepentirnos es lo más esencial del mensaje de Jesús. Es igualmente esencial, y casi sinónimo del mandato ―Os es necesario nacer de nuevo‖ (Juan 3:7). Algo que me ocupa en este momento es demostrar que el arrepentimiento en el mensaje de Jesús no se trata de un cambio en el comportamiento, sino de un cambio interno que da lugar a un nuevo comportamiento centrado en Dios y exaltador de Cristo. A continuación algunas ideas que ayudarán a aclarar el significado del arrepentimiento. Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17) No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. (Lucas 5:32) Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar. (Mateo 12:41) Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. (Lucas 13:3, 5) El primer pedido del ministerio público de Jesús fue, ―Arrepentíos.‖ El dio este mandato indiscriminadamente a todos quienes le escucharan. Es un llamado a un cambio interior radical hacia Dios y el hombre. Dos cosas nos muestran que el arrepentimiento es un cambio interno de la mente y del corazón, más que el simple dolor por el pecado o el simple perfeccionamiento del comportamiento. Antes que nada, el significado de la palabra griega (metanoeo), en español ―arrepentíos‖, apunta en esta dirección. Está formada de dos partes: meta y noeo. La segunda parte (noeo) se refiere a la mente y sus pensamientos, percepciones, disposiciones y propósitos. La primera parte (meta) es un prefijo que generalmente significa movimiento o cambio.1 Así, el significado básico del arrepentimiento es el experimentar un cambio de las percepciones, disposiciones y propósitos de la mente. Otro factor que apunta a este significado de arrepentimiento es la forma en que Lucas 3:8 describe la relación entre el arrepentimiento y el nuevo comportamiento. Dice así, ―Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento.‖ Y luego da algunos ejemplos de los frutos: ―Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo.‖ (Lucas 3:11). Esto significa que el arrepentimiento es lo que sucede dentro de nosotros que da fruto a un nuevo comportamiento. El arrepentimiento no son los nuevos actos, sino el cambio interno que da como fruto actos nuevos. Jesús pide que vivamos este cambio interno. Porqué? Su respuesta es que somos pecadores. ―No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento.‖ (Lucas 5:32). Cómo veía Jesús el pecado? En la parábola del hijo pródigo, Jesús describe el pecado del hijo así: ―y allí desperdició sus bienes

viviendo perdidamente… [y] consumiendo [sus bienes] con prostitutas‖ (Lucas 15:13, 30). Pero cuando el hijo pródigo se arrepiente dice, ―Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. No soy digno de ser llamado tu hijo.‖ Es decir que desperdiciar tu vida viviéndola perdidamente y con prostitutas no solo lastima a los humanos; también es una ofensa contra el cielo—es decir, contra Dios. Esta es la naturaleza esencial del pecado. Es una agresión a Dios. Vemos esto de nuevo en la forma en que Jesús enseñó a sus discípulos a orar. Les dijo que recen así: ―Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden‖ (Lucas 11:4). En otras palabras, los pecados que Dios perdona se comparan con los que otras personas cometen contra nosotros, y éstos se llaman deudas. Así, Jesús veía el pecado como algo que deshonra a Dios y nos pone en deuda para restaurar el honor divino que hemos difamado con nuestro comportamiento o actitudes, desvalorando a Dios. Esta deuda es pagada por el mismo Jesús. ―El hijo del hombre vino. . . para dar su vida en rescate por muchos.‖ (Marcos 10:45). Pero para que podamos disfrutar de este regalo debemos arrepentirnos. Arrepentirse significa experimentar un cambio de mente que nos haga ver a Dios como verdadero y hermoso, y digno de toda nuestra alabanza y obediencia. Este cambio de mente abarca igualmente a Jesús. Sabemos esto porque Jesús dijo, ―Si Dios fuese vuestro Padre, me amaríais, porque yo vengo de Dios.‖ Ver a Dios con una nueva mentalidad incluye ver a Jesús con una nueva mentalidad. Nadie está excluido del pedido que Jesús hace de arrepentirse. El lo dijo bien claro cuando un grupo de gente vino a él con la noticia de dos calamidades. Gente inocente había muerto en la masacre de Pilatos y en la caída de la torre de Siloé (Lucas 13:1-4). Jesús aprovechó la ocasión para advertir a quienes traían la noticia: ―Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente‖ (Lucas 13:5). En otras palabras, no pienses que las calamidades significan que algunas personas son pecadoras y necesitan arrepentirse y otras no. Todos necesitan arrepentimiento. Al igual que todos necesitan nacer de nuevo porque ―Lo que es nacido de la carne, carne es.‖ (Juan 3:6), así, todos deben arrepentirse porque todos son pecadores. Cuando Jesús dijo, ―No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento‖ (Lucas 5:32), no quiso decir que algunas personas son tan buenas que no necesitan arrepentirse. Quiso decir que algunas personas piensan que lo son (Lucas 18:9), y otros ya se han arrepentido y han aclarado las cosas con Dios. Por ejemplo, el deseo del joven rico ―por justificarse‖ (Lucas 10:29) mientras ―el cobrador de impuestos. . . se golpea el pecho, diciendo, ‗Dios, ten piedad de mi, soy pecador!‘ [y] se fue a su casa justificado [por Dios!]‖ (Lucas 18:13-14). Así, nadie está excluido. Todos necesitamos arrepentirnos. Y la necesidad es urgente. Jesús dijo, ―Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.‖ Qué quiso decir con pereceréis? Quiso decir que el juicio final de Dios caerá sobre aquellos que no se arrepientan. ―Los hombres de Nínive se levantarán en el juicio con esta generación, y la condenarán; porque ellos se arrepintieron a la predicación de Jonás, y he aquí más que Jonás en este lugar‖ (Mateo 12:41). Jesús, el Hijo de Dios, está advirtiendo a la gente sobre el juicio que vendrá, y ofrece liberarnos de él si nos arrepentimos. De lo contrario, Jesús tiene tres palabras para nosotros, ―Ay de ti!‖ (Mateo 11:21).

Es por esto que su pedido de arrepentimiento es parte del mensaje central que dice que el Reino de Dios está cerca. ―El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio.‖ (Marcos 1:15). El Evangelio—la buena nueva—es que la ley de Dios ha llegado en Jesús para salvar a los pecadores antes de su segunda venida en el día del juicio. De manera que el pedido de arrepentirnos se basa en la oferta de la gracia para perdonar, y en la advertencia de que un día aquellos que rechazan la oferta perecerán en el juicio de Dios. Después de resucitar de entre los muertos, Jesús se aseguró de que sus apóstoles continuaran con su llamado al arrepentimiento en todo el mundo. El dijo, ―Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día, y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén‖ (Lucas 24:46-47). De manera que el pedido de Jesús de arrepentirnos llega a todas las naciones. Llega a nosotros, quienquiera que seamos, y donde quiera que estemos, y nos reclama. Este es el pedido de Jesús para todas las almas: arrepentíos. Tengan un cambio interno profundo. Remplacen todas las percepciones, disposiciones y propósitos que deshonran a Dios, que subestiman a Cristo, por unas que atesoren a Dios y exalten a Cristo. Por Cristo y su renio, Pastor John ________________________________________ 1 Por ejemplo meta es usado como prefijo en la palabra metabaino (transferir o cambiar de un sitio a otro), metaballo(cambiar la forma de pensar), metago(llevar o mover de un sitio a otro), metatithemi(transportar de un sitio a otro, poner en otro lugar, transferir), metamorphoo(cambiar de manera visible para los otros, ser transfigurado), metastrepho(causar un cambio en el estado o condición, cambiar, alterar), metaschematizo(cambiar la forma de algo, transformar, cambiar), etc. ____________________________

Por L.R. Shelton Jr. sobre Arrepentimiento Capítulo 2 del Libro Arrepentimiento Bíblico Traducción por Chapel Library

Definición de arrepentimiento

Entonces, ya ves que el hombre está en una posición de rebeldía contra la soberanía y la autoridad de Dios. Por eso es que nuestro Señor Jesús vino al mundo predicando: ―Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado‖ (Mateo 4:17). Ordena a cada pecador que abandone sus armas de rebelión y enarbole la bandera blanca de rendición para entrar al Reino de Dios. En otras palabras, el pecador tiene que cambiar de parecer en lo que respecta al pecado. Y esto es exactamente lo que significa arrepentirse: cambiar de parecer en lo que respecta al pecado y a Dios, lo cual da como resultado el apartarse del pecado y

acercarse a Dios.[1]¡Y qué apartarse es éste! El arrepentimiento afecta la totalidad de la vida del pecador. El vocabulario bíblico relacionado con el arrepentimiento es realmente rico. Encontramos el tema del arrepentimiento a través de toda la Biblia y expresa su idea aun cuando no se usa la palabra misma. En el AT, dos palabras hebreas, los verbos nacham y shub son traducidos con frecuencia como arrepentimiento. The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament (Léxico hebreo y arameo del Antiguo Testamento) por Koehler, Baumgartner, Richardson y Stamm dice que nacham significa: ―lamentarse, llegar a deplorar algo, arrepentirse‖ como en Job 42:6: ―Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.‖ En su Commentary on the Old Testament(Comentario del Antiguo Testamento) Keil y Delitzsch comentan: ―Nacham es la expresión exacta de metanoeo, el dolor santo del arrepentimiento del que no se arrepiente. Se arrepiente (sentado) en polvo y cenizas al estilo de los que sufren el dolor profundo por la pérdida de un ser querido‖. Con respecto a shub, que significa ―volverse‖, The Theological Wordbook of the OT dice: ―La Biblia abunda en expresiones idiomáticas que describen la responsabilidad del hombre en el proceso de arrepentimiento. Tales frases incluyen los siguientes: ‗inclinad vuestro corazón a Jehová Dios de Israel‘ (Jos. 24:23), ‗circuncidaos a Jehová‘ (Jer. 4:4), ‗lava tu corazón de maldad‘ (Jer. 4:14), ‗haced para vosotros barbecho‘ (Os. 10:12), etc. No obstante, todas las expresiones de la actividad penitencial del hombre se suman y resumen en este verbo único: shub. Porque combina en sí, mejor que ningún otro verbo, los dos requisitos del arrepentimiento: volverse del mal y volverse hacia lo bueno.‖ Concluyen diciendo: ―Es cierto que no hay en el Antiguo Testamento una definición sistemática de la doctrina del arrepentimiento. Mayormente, la Biblia lo describe (Salmo 51). No obstante, el hecho de que las personas son llamadas a ―volverse‖, ya sea ―a‖ o ―de‖ implica que el pecado no es una mancha indeleble, sino que por volverse, lo cual es un poder dado por Dios, el pecador puede encaminar en otra dirección su destino. Hay dos maneras de comprender la conversión, como el acto soberano gratuito de la misericordia de Dios y el acto del hombre por medio del cual va más allá de la contrición y el lamentarse a una decisión consciente de volverse a Dios. Esto último incluye el repudio de todo el pecado y una confirmación de la voluntad total de Dios sobre la vida de uno‖. En el NT, tres palabras griegas expresan arrepentimiento: los verbos metanoeo, metamelomai y el sustantivo metanoia. 1) Según el Analytical Lexicon of the Greek New Testament (Léxico analítico del Nuevo Testamento griego) por Friberg, Friberg y Miller, metanoeo es usado ―predominantemente en relación con un cambio religioso y ético en el modo de creer en cuanto a dos actos: arrepentirse, cambiar de idea, convertirse (Mat. 3:2)‖. También puede expresar un elemento emocional: ―como sentir remordimiento y contrición, sentirse compungido (Luc. 17:3, 4)‖. 2) A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (Un léxico griegoinglés del Nuevo Testamento y otra literatura cristiana primitiva) por Arndt, Gingrich, Danker y Bauer dice que metamelomai significa ―sentir remordimiento, arrepentirse‖. El Greek-English Lexicon of the New Testament Based on Semantic Domains (Léxico griego-inglés del Nuevo Testamento basado en el campo semántico) por J. P. Louw y E. A. Nida dice que metamelomai significa ―cambiar de idea acerca de algo, con la probable inferencia de un remordimiento-- ‗cambiar de idea, pensar de un modo diferente‘‖. 3) ―Metanoia significa ―un cambio de idea que lleva a un cambio en la conducta‖. Louw y Nida dicen acerca de metanoeo y metanoia: ―Cambiar la manera de vivir de uno como resultado de un cambio completo de sus pensamientos y actitudes

con respecto al pecado y la justicia–‗arrepentirse, cambiar su manera de ser, arrepentimiento‘. Metanoeo: ‗Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen‘ (Mar. 6:12). Metanoia: ‗¿ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?‘ (Rom. 2:4)Aunque en español uno de los componentes centrales del arrepentimiento es el dolor o contrición que la persona experimenta debido al pecado, el énfasis en metanoeo y metanoia parece ser más específicamente el cambio total, tanto en el pensamiento como en la conducta, con respecto a cómo una debe pensar al igual que actuar‖. La importancia de estas definiciones es que aunque el énfasis principal en el arrepentimiento es el cambio de idea que lleva al cambio de la conducta, no se puede descartar el elemento emocional de contrición o remordimiento. Lo que incluye el arrepentimiento

Por lo tanto, arrepentirse es cambiar de parecer en cuanto al pecado y a Dios, lo cual da como resultado el apartarse del pecado y acercarse a Dios. ¡Y qué apartarse es éste! El arrepentimiento afecta la totalidad de la vida del pecador. Arrepentimiento incluye que el pecador asuma la culpa de su condición pecaminosa ante Dios y ponerse del lado de él en contra de sí mismo. El penitente no culpa a ningún otro de su condición, sino que se condena a sí mismo bajo la ira eterna de Dios porque se lo merece. Arrepentimiento incluye sentir gran tristeza por el pecado. Segunda Corintios 7:10 dice que ―la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse‖. Y Mateo 5:4 dice: ―Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación‖. El arrepentimiento lleva a confesar los pecados. No escondiendo nada, el pecador se hace responsable de sus pecados y abre su corazón pecaminoso a Dios. Además, el arrepentimiento lleva a renunciar al pecado. El pecador arrepentido toma la determinación de no volver a él. Por lo tanto, en el arrepentimiento bíblico, el pecador convicto y convencido asume su lugar ante de Dios como un condenado con justicia. Aborrece su pecado, anhela ser libre de él. Siente gran tristeza por su pecado y toma la determinación de no volver a él. Y demuestra que su arrepentimiento es real andando en la senda de justicia y en auténtica santidad. ―Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento‖ es la evidencia de que ha ocurrido un cambio radical en nuestra vida (Mat. 3:8). Arrepentimiento y juicio

En Hechos 17:30 leemos estas palabras: ―Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan‖. Dios dice que todos los hombres –no sólo los gentiles, sino todos los hombres, lo cual incluye a todo pueblo, lengua, nación y tribu. Y en el v. 31 encontramos por qué Dios ha ordenado que todos los hombres en todas partes se arrepientan: ¡El juicio se acerca! ―Arrepentíos!‖ dice Dios. ―El Rey viene para juzgar! Arrepentíos si valoráis vuestra alma‖ ¿Por qué? ―Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó [Jesucristo], dando fe a todos con haberle levantado de los muertos‖. Sí, Dios ordena que todos los hombres

en todas partes se arrepientan y produzcan fruto digno de su arrepentimiento lo cual es una vida santa, ¡o se enfrentará con ellos en un juicio sin misericordia! La cuestión es que Dios es soberano en su salvación. Sólo él establece los términos bajo los cuales recibe a pecadores rebeldes en su reino. Su Palabra declara que él es amante, gentil, misericordioso y generoso; pero es también santo, recto y justo. Por lo tanto, ordena a los hombres que se arrepientan. A menos que el pecador rebelde se arrepienta y crea el evangelio, no hay perdón. Pero ¡alabado sea su nombre precioso; es a este tipo de pecador que él mirará! El Señor dice en Isaías 66:2 ―Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra‖. También el Salmo 51:17 nos dice: ―Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios‖. ¡Alabado sea el Señor! Nunca rechazará al pecador arrepentido y creyente. Cristo vino a buscar y salvar a justamente este tipo de pecador. Escucha a Isaías 55:6, 7: ―Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar‖. Nota que en estos versículos hay nuevamente un mandato de que dejemos nuestro propio camino y nos volvamos a Dios. ¡Deja tu camino y vuélvete a Dios![2] El arrepentimiento es perpetuo

Debo recalcar también otra verdad: el arrepentimiento bíblico es perpetuo—el hijo de Dios se arrepentirá hasta que Dios lo lleve a su morada. El arrepentimiento es un modo de pensar permanente, un aborrecimiento continuo del mal. ¡Oh, cuántas almas preciosas han sido condenadas aquí mismo! Parecen arrepentirse por un tiempo. Dejan sus antiguas compañías y dejan los lugares donde cometían sus pecados: el bar, el salón de baile, la casa de la prostituta. Parecen aceptar a Cristo. Aun predican, enseñan y testifican de él. Pero porque son ―oidores pedregales‖ (Mar. 4:5, 6, 16, 17), sólo duran un tiempo. Empiezan a enfriarse, volviendo gradualmente a sus costumbres de antes. Vuelven al pecado, vuelven a aquello a lo que habían renunciado. Uno a uno vuelven a sus antiguos pecados y compañeros, y vuelven al mundo. Eso es porque su arrepentimiento no era perpetuo: no surgió del nuevo nacimiento sino de la carne. La Palabra de Dios los describe: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y el Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2Pe. 2:20-22).

En muchos casos, ese volver es lento. ¡Pocos vuelven de una sola vez! Primero, anhelan la ―libertad‖; escudriñan la Palabra de Dios para averiguar cuánta libertad tienen, para poder vivir lo más cerca posible al pecado. Luego, poco a poco vuelven a este pecado y a aquel otro. Por último, ya no tienen un testimonio para Cristo, sino sólo una confesión de fe externa. El pecado ya no los molesta. No lo aborrecen ni están en contra de él. Se

dicen a sí mismos que Dios ya no quiere que se arrepientan y aborrezcan al pecado. Piensan que están en el camino de vida, no obstante, ¡el pecado ya no los molesta! Entonces se vuelven a esos pecados de los cuales una vez se habían arrepentido, diciendo: ―¡Ahora tenemos libertad para andar en estos caminos!‖ Pero, ¡oh, mis amigos, esto no es libertad, sino un permiso para hacer lo que siempre has querido hacer, permiso para andar en el pecado sin restricciones! ¡Has jugado con fuego y tu corazón está ahora endurecido por el engaño del pecado! (Heb. 3:12). También te advierto: ¡cuídate del arrepentimiento que no continúa! No es un arrepentimiento bíblico auténtico, tu corazón volverá a estar satisfecho con la basura del mundo: ―De ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma, ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha?‖ (Isa. 44:20). Por lo tanto, nunca lo olvides: el verdadero arrepentimiento es perpetuo. Si te has convertido de verdad, aborrecerás y dejaras tus pecados por el resto de tu vida[3]. Y anhelarás ser santo, ser como Cristo y agradar a Dios. Yo te pregunto: ―¿Alguna vez has poseído tú el arrepentimiento bíblico auténtico que Dios ordena de todos los hombres?‖ El arrepentimiento es un regalo

Ahora debo agregar que el arrepentimiento es un don de la gracia que obra en el corazón por el poder de Dios el Espíritu Santo[4]. Hechos 11:18 nos dice: ―¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!‖ El Espíritu Santo nos muestra nuestra condición pecaminosa ante Dios y pone en nosotros la voluntad de renunciar a nuestro odio de Dios y su autoridad. Y por su gracia nos da el anhelo de andar con él en novedad de vida y santidad. Como ya hemos visto, Dios nos ordena arrepentirnos porque tú y yo somos rebeldes contra Dios por naturaleza. Todo hombre aparte de Cristo es un rebelde contra el trono de Dios (Rom. 8:7). Debido a nuestra naturaleza pecaminosa hemos determinado vivir nuestra vida apartados de Dios. Por eso tenemos que cambiar radicalmente nuestra manera de pensar con respecto a vivir independientemente de él. ¡Esto lo demostramos por medio de nuestro clamor a Dios pidiéndole que sea nuestro Señor y el Soberano de nuestra vida! Porque le hemos escupido en el rostro, blasfemado su nombre, inclinado ante los dioses del oro y del placer, pasado su día como nos place y andado con orgullo y arrogancia contra él, Dios nos manda arrepentirnos y creer en el Señor Jesucristo. Tenemos que cambiar nuestra manera de pensar acerca del orgullo y la arrogancia, acerca de la codicia y los placeres mundanos y acerca de andar por nuestro propio camino. Tenemos que clamar a él para que obre su amor en santidad en nosotros. Sí, mi amigo, porque no lo hemos amado a él con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas y hemos derrochado nuestro amor en el yo y en el mundo, Dios nos ordena arrepentirnos y confiar en el Señor Jesús para remisión de nuestros pecados. Porque, fíjate bien, el arrepentimiento auténtico quita al yo del trono y entroniza a Cristo como Señor sobre cada área de la vida.

Preguntas para estudio El significado del arrepentimiento Definición de arrepentimiento

1. ¿Qué manda Dios que haga cada pecador? 2. a. ¿De qué manera hubiera usted definidido al ―arrepentimiento‖ antes de tomar este curso? b. ¿De qué manera define el autor al ―arrepentimiento‖? 3. Por favor lea con cuidado el párrafo sobre las palabras del Antiguo Testamento usadas para significar ―arrepentimiento‖. a. ¿Qué significa nacham? b. ¿Qué significa shub? c. Lea el Salmo 51. Brevemente, basándose en este salmo, ¿cómo describiría usted al arrepentimiento? d. Complete esta cita directa: “Hay dos maneras de comprender la conversión: Como el acto soberano gratuito de la misericordia de Dios y como el acto del hombre por medio del cual va más allá de la contrición y el lamentarse a una ______________ ___________ ___ _______ a Dios”.

4. Por favor lea con cuidado el párrafo sobre las palabras que usa el Nuevo Testamento para referirse al ―arrepentimiento.‖ a. Describa el significado general básico de las tres palabras griegas que se traducen a nuestro idioma como “arrepentíos”. b. ¿Cuál es el énfasis más específico en metanoeo y metanoia que va más allá del “dolor... que la persona experimenta debido al pecado”? Lo que incluye el arrepentimiento

5. En sus propias palabras, ¿cuáles son las cuatro descripciones adicionales del verdadero arrepentimiento? (p. ej.: ¿Qué incluye o a qué lleva el arrepentimiento)? Arrepentimiento y juicio

6. ¿Por qué manda Dios ―a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan‖? 7. Escriba el punto clave y la referencia de cada uno de estos versículos. a. Isaías 66:2 b. Salmo 51:17

8. Lea Isaías 55:6,7. Complete la frase en estos versículos que contesta cada una de las siguientes preguntas.

a. ¿Por qué se debe buscar al Señor ahora? b. ¿Qué se le manda hacer al hombre impío e inicuo? c. ¿Qué promete hacer Dios?

9. ¿Y usted? a. ¿Se considera usted impio e inicuo? ¿Por qué sí o por qué no? b. Si su respuesta fue positiva, ¿qué le manda hacer Dios en Isaías 55:6-7? El arrepentimiento es perpetuo

10. ¿Qué significa ser un ―oidor pedregal‖ (de Marcos 4:5, 6, 16, 17)? 11. Describa brevemente el proceso que se menciona como ―ese volver es lento‖. 12. ¿Qué significa la afirmación ―el arrepentimiento bíblico es perpetuo‖ (en sus propias palabras)? El arrepentimiento es un regalo 13. En esta sección, en la nota 8 de pie de página, ¿cuáles son los versículos que nos dicen que el arrepentimiento bíblico es un don de Dios? Para cada uno, escriba la frase clave y la referencia. 1. ↑ Este párrafo y el siguiente fueron agregados por el editor. 2. ↑ Esto no significa que uno tiene que dejar todo acto de pecado antes de acudir a Cristo. Esto es imposible. Significa que cambia de parecer, se aparta de él en su corazón, y luego se aparta más y más del pecado conocido en su vida a medida que madura en Cristo. 3. ↑ Aunque el arrepentimiento bíblico es perpetuo, esto no significa que los hijos de Dios no tengan una lucha continua con el pecado o períodos de “sequedad”. Pablo escribe: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gál. 5:17). Pero los verdaderos hijos de Dios nunca pueden estar satisfechos o conformes con sus pecados. El Espíritu Santo dará al auténtico creyente la convicción de que lo está entristeciendo, iluminará su corazón y le dará arrepentimiento y una restauración de su comunión con el Señor (Sal. 51). 4. ↑ El arrepentimiento como un “don de la gracia” surge de la obra milagrosa del Espíritu Santo, que Jesús llamó “nacer de nuevo” (Juan 3:3; 1 P. 1:23). Este nuevo nacimiento también es descrito como “nacer del Espíritu” (Juan 3:5; 6, 8), “nacido de Dios” (Juan 1:13; 1 Juan 2:29; 3:9; 4:7; 5:1, 4, 18), concebidos por Dios (1 P. 1:3; 1 Juan 5:1, 18) y regeneración (Tit. 3:5). La Biblia usa también otros diversos términos. Ningún pecador se arrepiente auténticamente a menos que primero haya recibido vida por medio del Espíritu Santo.

Por L.R. Shelton Jr. sobre Arrepentimiento Capítulo 1 del Libro Arrepentimiento Bíblico Traducción por Chapel Library

¿Por qué es el arrepentimiento bíblico la necesidad de esta hora? Porque vivimos en una época en que la mayoría de los líderes religiosos realmente niegan la necesidad de arrepentimiento. Si es que lo predican, lo debilitan como el presidente de un seminario que dijo que el arrepentimiento no significa más que ―un caballero decirle a Dios que lamenta haber hecho lo que hizo‖. Otros dicen que el arrepentimiento es únicamente para los judíos y no para nosotros en la actualidad. Algunos dicen que el arrepentimiento es sólo para los hijos de Dios y que no tiene nada que ver con los pecadores perdidos, mientras que otros predican justo lo contrario: ¡dicen que el arrepentimiento es sólo para pecadores perdidos pero no para los hijos de Dios! ¡Y aún otros afirman que el arrepentimiento es meramente una forma de obras y que ningún grupo lo necesita! Por lo tanto, mi propósito es refutar estos errores fatales que están engañando a las almas preciosas para su destrucción eterna. Ahora escuchemos el testimonio de la Palabra de Dios. Veamos las palabras de nuestro Señor en Lucas 13:3 y 5: ―Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente‖. Lo que está diciendo es esto: ―A menos que renunciéis a vuestras armas de rebelión contra Dios, moriréis en el infierno porque permanecéis bajo la ira de Dios. ¡Confesad vuestros pecados y no los cometáis más o moriréis para siempre!‖ Por lo tanto, para empezar, tengo que presentar el efecto del pecado sobre la raza humana, especialmente sobre ti y sobre mí. ¿Qué es el pecado? Pecado: su definición

En esencia, el pecado es rebelión contra Dios[1]. Esto significa creer que tenemos el derecho de hacer con nuestra vida lo que nos da la gana y de actuar independientemente de Dios y de su santa ley. Como dice el apóstol Juan: ―Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley‖ (1 Juan 3:4). De hecho, el pecado es una manera de decirle a Dios: ―No te metas con mi vida; no te necesito‖. Pecado: sus serias consecuencias

La doctrina del efecto del pecado sobre ti y sobre mí y sobre toda la raza humana es muy seria. Así como ningún corazón lo puede concebir apropiadamente, así la boca no puede expresar adecuadamente el estado de perdición y ruina que el pecado ha causado al hombre culpable y desdichado. Te preguntas: ―¿Qué ha hecho?‖ ¡Oh, mi amigo, nos ha separado de Dios! ¡Ha desfigurado y arruinado nuestro cuerpo, alma y espíritu! El pecado ha llenado nuestro cuerpo de enfermedades y dolencias. El pecado ha desfigurado la imagen de Dios en nuestra alma. ¡El pecado ha cortado nuestra comunión con él quien nos hizo a su propia imagen moral! El pecado ha hecho que por naturaleza tú y yo seamos amantes del pecado y aborrecedores de Dios, quien es el único bien. ¡Sí, es cosa muy seria considerar el pecado a la luz de la Palabra de Dios, ver lo que le ha hecho al hombre, a Dios y su Cristo, y a la creación de Dios! El pecado nos ha desligado de Dios y ha abierto las puertas del infierno. Es serio porque el pecado le ha costado al hombre su bien más precioso –su alma imperecedera.

Pecado: humillante para el hombre

Además, la doctrina del pecado revelada en la Palabra de Dios es una muy humillante. ¿Por qué? Porque la Biblia no nos presenta meramente como ignorantes y necesitados de enseñanza. Ni nos presenta como débiles y necesitados de un tónico. En cambio, revela que tú y yo estamos espiritualmente muertos y que carecemos de cualquier justicia y rectitud que nos dé algún mérito ante Dios. Esto significa que espiritualmente carecemos de fuerza, somos totalmente incapaces de mejorarnos a nosotros mismos, estamos expuestos a la ira de Dios y no podemos realizar ni una obra que sea aceptable para un Dios santo (Rom. 3:10-18). La imposibilidad de que alguno pueda ganarse la aprobación de Dios por medio de sus propias obras resulta claro en el caso del joven rico que se acercó a Jesús (Mat. 19). Cuando juzgamos a este joven según las normas humanas, consideramos que era un modelo de virtudes y de logros religiosos. Pero, como tantos otros que confían en sus propios esfuerzos y su propia justicia, desconocía la espiritualidad y lo estricto de la ley de Dios. Cuando Cristo le mostró la codicia de su corazón, se fue triste, porque poseía muchos bienes. Era humillante descubrir que sus mejores estudios religiosos no eran más que trapos de inmundicia al olfato de Dios (Isa. 64:6). Este joven no quiso confesar que su moralidad y que sus mejores acciones no eran más que obras de tinieblas condenatorias por las que necesitaba sentir pesar y a las que tenía que renunciar. Pecado: nuestra naturaleza

¡Qué humillante es descubrir que Dios requiere la verdad en lo íntimo (Sal. 51:6)! ¡Qué humillante es que no podamos librarnos por nuestros propios medios del pecado en nuestro corazón y en nuestra mente! Qué humillante es que nosotros, al igual que todos los demás, tenemos que comparecer ante Dios como pecadores y declararnos culpables ante él. No queremos confesar que somos pecadores –perdidos, descarriados, indefensos y culpables-- ante Dios. ¡El moral y farisaico no quiere confesar que está en la misma situación ante Dios que el violador, la prostituta y el borracho! No obstante, somos pecadores por naturaleza y en la práctica. No podemos librarnos del pecado por medio de una resolución, una orden, un sacrificio ni por medio de apartarnos totalmente del mundo, porque es nuestra naturaleza. Jeremías 13:23 dice: ―¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?‖ Este hecho humilló al apóstol Pablo. Lo llevó a arrepentirse y confesar que ante Dios era un pecador merecedor del infierno. En Romanos 7 nos cuenta que en una época vivía sin la ley; pero que cuando conoció el mandamiento de que no debía codiciar, se llenó de codicia. Comprendió que era carnal[2], que se había vendido al pecado. Confesó que era humillante enterarse de que lo que quería hacer –vivir justa y rectamente-- no podía hacer. Y lo que no quería hacer –pecar contra un Dios santo, recto y justo—eso es lo que hacía. Confesó tener la voluntad de hacer lo bueno, pero no el poder para hacerlo. Su voluntad estaba depravada, y su naturaleza pecaminosa lo tenía cautivo: ―Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago‖ (Rom. 7:19). Por más que luchaba contra él, que tomaba resoluciones contra él, que lo denunciaba y que hacía todo lo que podía en su contra –no se podía librar de él.

De la misma manera, nos sentimos humillados cuando, por el poder iluminador del Espíritu de Dios, vemos el terrible poder del pecado en nuestra vida. Pecado: cómo ve Dios nuestro corazón

¡La Biblia declara que el efecto del pecado sobre el hombre es tal que nuestro corazón es comparable a algunas de las cosas más repugnantes que nos podamos imaginar! Se vale de estas descripciones para mostrarnos cómo considera Dios nuestros pecados. ¿Sabes que la Palabra de Dios nos describe como gusanos? Lo hace en Job 25:4-6: ―¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer? He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas son limpias delante de sus ojos; ¿Cuánto menos el hombre, que es un gusano, y el hijo de hombre, también gusano?‖Error en la cita: El elemento no es válido; las referencias sin contenido deben tener un nombre El significado de la raíz de la palabra usada aquí como gusano en el hebreo es ―gusano de podredumbre‖[3]. Esta es la forma como Dios nos ve: en proceso de putrefacción, fuera de Cristo. Además, ¿sabías que Dios nos describe en nuestra naturaleza depravada como una ―podrida llaga‖. Así lo hace en Isaías 1:4-6: “¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? żTodavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.”

Las Escrituras también muestran que el pecado ha hecho al hombre como bestias ignorantes y estúpidas. Leemos en el Salmo 73:22: ―Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti‖. También leemos en el Salmo 49:20: ―El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen‖. Si todavía estás jugando con el pecado, condenas tu alma al infierno. Y eres como las bestias que perecen, porque no entiendes. Alguien me podría decir: ―¡Ésta no es una manera agradable de decir las cosas!‖ Lo sé, pero es lo que dice la Palabra de Dios. Tenemos que despojarnos de todo nuestro orgullo y fariseísmo y renunciar para siempre a querer algo en nosotros que nos recomiende a Dios. ¡Qué cuadro del hombre depravado! ¡Qué imagen de ti y de mí por naturaleza! Viéndonos en este estado de putrefacción, Dios tiene que ordenar que nos arrepintamos. Quiero razonar contigo: Si no te ocupas de la eternidad y no piensas en el mundo venidero, entonces de seguro la Palabra de Dios te retrata con exactitud en estas descripciones. Eres como un gusano, como una llaga podrida y como una bestia que perece. ¡Oh que supieras tu final (Deut. 32:29) y, arrepentido, acudieras ya mismo a Dios, y te encomendaras a su misericordia en Cristo! ¡Oh que te presentaras hoy ante el Dios Santo, humillándote ante él, y clamando a él con verdadero arrepentimiento!

Preguntas para estudio La necesidad de arrepentimiento Nota: A lo largo de este estudio, por favor no se limite a escribir las palabras del texto de lectura; más bien, diga en sus propias palabras lo que el autor quiso significar al escribir lo que escribió. Pecado: su definición

1. a. En esencia, ¿qué es pecado? b. ¿Qué significa esto en relación con nosotros mismo? Pecado: sus serias consecuencias

2. ¿Qué nos ha hecho el pecado? Pecado: humillante para el hombre

3. ¿Por qué es el pecado humillante para el hombre? 4. ¿Cuál es el resultado de estar espiritualmente muerto? 5. ¿Qué aprendemos acerca de esto en Mateo 19:16-30? 6. ¿Cuál es el punto principal de Isaías 64:6? Nota: Con punto principal queremos decir el significado básico detrás de las palabras. No se limite a volver a escribir las palabras impresas; más bien diga en sus propias palabras lo que significa el texto. Pecado: nuestra naturaleza

7. ¿De qué manera el pecado en nuestra naturaleza pone en igualdad de condición a todos los hombres ante Dios? 8. a. ¿Qué nos dice Romanos 7:19 sobre los efectos de nuestra naturaleza en relación con nuestra habilidad de dejar de pecar? (Por favor escriba el texto del versículo y la referencia.) b. ¿Y usted? ¿Coincide con esto al aplicarlo a usted personalmente? Pecado: Cómo ve Dios nuestro corazón

9. La Biblia compara nuestro corazón con algunas de las cosas más repulsivas que nos podemos imaginar. Al usar estas descripciones del pecado, la Palabra de Dios muestra qué aspecto tienen nuestros pecados para Dios, y por qué necesitamos confesarlos y arrepentirnos de ellos. a. ¿Cuáles son las tres cosas horribles con las cuales la Biblia compara nuestros pecados? (Escriba también la referencia de cada una.)

b. ¿Y usted? Basándose en estos versículos, describa qué aspecto han de tener sus pecados para Dios.

1. ↑ La palabra pecado significa “errar al blanco”. 1 Juan 5:17 declara que “toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte”; esto significa cualquier cosa que no está en armonía con el carácter justo y recto de Dios. 1 Juan 3:4 nos dice que pecado es quebrantar la ley de Dios, lo cual es la violación de la voluntad revelada de Dios. Estas definiciones bíblicas ponen en claro que pecado es todo pensamiento, palabra, actitud y acción que son contrarios a la revelación del carácter y la voluntad de Dios presentados en su Palabra. 2. ↑ carnal -- dado a los placeres sensuales. 3. ↑ Harris, R.L., Archer, G.L., y Waltke, B.K. (199, c1980), Theological Wordbook of the Old Testament (Glosario teológico del Antiguo Testamento), p. 850. Chicago: Moody Press.

Por L.R. Shelton Jr. sobre Arrepentimiento Capítulo 5 del Libro Arrepentimiento Bíblico Traducción por Chapel Library

Los frutos que siempre son el resultado

En conclusión, consideremos los frutos que siempre son el resultado del arrepentimiento bíblico auténtico. Juan el Bautista advirtió a sus oyentes: ―Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento‖ (Mat. 3:8). Y el apóstol Pablo le dijo al rey Agripa que su mensaje a los judíos y los gentiles era ―que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento‖ (Hech. 26:20). Entonces, por estos dos pasajes aprendemos que el arrepentimiento bíblico auténtico se demuestra en la vida del creyente por sus frutos. Por lo tanto, consideremos algunos de estos frutos. Al hacerlo, oremos pidiendo que el Espíritu Santo abra nuestro entendimiento para poder comprender su Palabra preciosa y que abra y escudriñe nuestros corazones. Quiera el Señor mostrarnos si estos frutos son producidos en nuestra vida por el Espíritu del Dios viviente. A. El arrepentimiento da como resultado un verdadero aborrecimiento por el pecado

Primero, el fruto del arrepentimiento bíblico auténtico en nuestra vida es un verdadero aborrecimiento por el pecado como pecado y no meramente aborrecimiento por sus consecuencias , la cual es la separación de Dios en el infierno para siempre. Este aborrecimiento no es contra este o aquel pecado, sino aborrecimiento por todo pecado, y particularmente por la raíz misma que es la obstinación. En Ezequiel 14:6 leemos: ―Así dice Jehová el Señor: Convertíos, y volveos de vuestros ídolos, y apartad vuestro rostro de todas vuestras abominaciones‖ Hacemos esto con un aborrecimiento por ellos y un desprecio por nosotros mismos. Esto es presentado en Ezequiel 20:43: ―Y os

aborreceréis a vosotros mismos a causa de todos vuestros pecados que cometisteis‖. Fíjate bien, el cambio de parecer que Dios requiere, el cambio de parecer que complace a Dios, es un aborrecimiento por el pecado como pecado contra Dios. Por lo tanto, te pregunto: ¿Tenemos tú y yo un aborrecimiento así por el pecado? En caso contrario, entonces no hemos dado los frutos del arrepentimiento bíblico auténtico. B. El arrepentimiento da como resultado un gran pesar santo por el pecado

En segundo lugar, el fruto del arrepentimiento bíblico auténtico es una gran tristeza santa por el pecado. Segunda Corintios 7:9, 10 dice: ―Fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios . . . porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación‖ Esta gran tristeza es el pesar por haber despreciado a un Dios tal, por habernos rebelado contra su autoridad, y por haber sido indiferentes a su gloria. Fue un gran pesar como éste lo que causó que Pedro saliera y llorara amargamente por haber negado a su Señor (Mat. 26:75). Y un gran pesar como éste es la que causa que nosotros lloremos amargamente por nuestros pecados porque son contra Dios. Nos vemos obligados a clamar como David: ―Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos‖ (Sal. 51:3, 4). ¿Has sentido este pesar porque tus pecados son contra Dios? Este fruto del arrepentimiento bíblico auténtico es el que nos causa que crucifiquemos ―la carne con sus pasiones y deseos‖ (Gál. 5:24) y que sigamos a Dios en Cristo de todo corazón. Este tipo de gran pesar por el pecado es el único genuino. C. El arrepentimiento da como resultado la confesión de los pecados

Tercero, el fruto del arrepentimiento bíblico auténtico es la confesión de los pecados. Leemos en Proverbios 28:13: ―El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia‖. Sí, tiene que haber el fruto de confesar y no esconder nada. Fíjate bien, tú y yo sabemos que es nuestra naturaleza negar directa o indirectamente nuestros pecados, y restarles importancia o justificarlos. Pero cuando el Espíritu Santo obra en nuestra alma y saca a luz nuestros pecados, tenemos que reconocerlos delante de Dios. Si el arrepentimiento bíblico auténtico está obrando en nuestro corazón, no encontraremos alivio hasta confesar nuestros pecados y exponerlos antes Dios. El Salmo 32:3, 4 destaca esto en las siguientes palabras: ―Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano‖. Fíjate bien, la confesión de nuestros pecados hecha de todo corazón es lo único que puede darnos paz con Dios en Cristo. Y, mi amigo, esto continúa en nuestra vida hasta que lleguemos a la gloria. La confesión y el arrepentimiento forman parte de la oración cotidiana del creyente cuando reclama la promesa de 1 Juan 1:9 ante el Trono de Gracia: ―Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad‖.

D. El arrepentimiento da como resultado un verdadero volverse del pecado

Cuarto, el fruto del arrepentimiento bíblico auténtico es un verdadero volverse del pecado. El arrepentimiento auténtico es un cambio radical en la manera de pensar y en el corazón que lleva a una transformación completa de nuestra vida. ―El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia‖ (Prov. 28:13). Si yo realmente aborrezco el pecado y siento gran pesar por él, entonces renunciaré a él. Tomaré en serio Isaías 55:7 que dice: ―Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar‖. Tal es el cambio de rumbo que Dios requiere. Se verá en el hecho de que el pecador arrepentido y creyente haga caso a la Palabra de Dios que dice: ―Huid de la fornicación‖ (1 Cor. 6:18), ―Huid de la idolatría‖ (1 Cor. 10:14), ―Huid del amor al dinero‖ (1 Tim. 6:10, 11), ―Huye también de las pasiones juveniles‖ (2 Tim. 2:22). Y también se verá en la práctica de las gracias positivas de seguir ―la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor‖ (2 Tim. 2:22). Mi amigo, la pregunta que enfrentamos es: Tú y yo, ¿nos hemos vuelto verdaderamente del pecado a Dios de todo corazón? E. El arrepentimiento da como resultado el deseo de justicia y santidad

Quinto, los frutos del arrepentimiento bíblico auténtico se verán en el deseo de poner en práctica las Escrituras que nos enseñan que hemos de andar en justicia y santidad (Ef. 4:24) y de ser cuidadosos en ocuparnos de buenas obras (Tit. 3:8). Esto, para mí, es una de las señales que distinguen al arrepentimiento bíblico auténtico: el deseo de andar en un nuevo camino –de tomar un rumbo diferente del que andábamos antes en la vida. Leemos en Hebreos 12:14: ―Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor‖. Así es que por la gracia de Dios anhelamos procurar esta paz y santidad porque Dios nos ha dado un nuevo corazón. En Mateo 1:21 leemos que Cristo vino para salvar a su pueblo de sus pecados, no en sus pecados. Entonces el penitente verdadero implora a Dios diariamente para que lo libre del pecado y del yo. Además, en Efesios 1:4 leemos: ―Nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.‖ Entonces por la gracia de Dios anhelamos ser santos, libres de nuestros pecados y nuestra obstinación. Y en 1 Tesalonicenses 4:7 leemos: ―Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación‖. Así es que, por la gracia de Dios, anhelamos andar dignos de este llamado a la santidad. Y en 1 Tesalonicenses 4:3 leemos que la voluntad de Dios para nuestra vida es que seamos santificados –apartados para el uso santo de Dios. Entonces anhelamos por la gracia de Dios estar separados del pecado y unidos con Cristo. Al desear justicia, andar en verdadera santidad y cuidadosos de realizar buenas obras, manifestamos los frutos del arrepentimiento bíblico en nuestra vida. Porque leemos en Tito 2:11, 12: “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.”

¡Y éste es el deseo de nuestro corazón! Nuestra plegaria es: ―¡Oh Señor, ayúdame a comprender tu Palabra y por tu gracia ayúdame a andar en el camino que te agrada a ti‖. O, como la del salmista: ―Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he

esperado todo el día‖ (Sal. 25:4, 5). Y ―¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra‖ (Sal. 73:25). Enséñame de tal manera tu camino, y llévame por sendas claras de modo que te siga todos los días de mi vida. Estos, pues, son los frutos del arrepentimiento bíblico auténtico:       

un anhelo profundo de haber terminado con el pecado, porque es la plaga y el gran pesar de nuestro corazón un anhelo profundo de abstenernos de las lascivias carnales que batallan contra el alma un anhelo por pelear la buena batalla de la fe un anhelo profundo de nunca volver a un camino de obstinación y egoísmo, sino anunciar las alabanzas de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable un anhelo profundo de seguir al Señor en una senda de santidad todos los días de nuestra vida un deseo profundo de complacerle a él en todos nuestros caminos un anhelo profundo de juzgarnos cada día a nosotros mismos ante el Señor y vivir a sus pies con un corazón quebrantado y un espíritu contrito.

Conclusión

El arrepentimiento bíblico auténtico no puede ser separado de la fe salvadora verdadera; ambos van siempre juntos. Aquel que realmente se arrepiente, realmente cree, porque el mismo Espíritu Santo que nos da arrepentimiento de manera que reconocemos nuestra conducta pecaminosa delante de Dios, y que nos da el anhelo de confesar y renunciar a ella con verdadero pesar santo, también volverá nuestros ojos hacia el hermoso Señor que murió en nuestro lugar. La Palabra de Dios revela que el Espíritu Santo nunca separa el arrepentimiento y la fe. Donde encuentras al uno, encuentras la otra en la vida del alma salvada. ¡Alabado sea el nombre de nuestro Dios tres veces santo! ¡Él, que da fe, también da arrepentimiento! La fe encuentra en Cristo un Salvador completo. En Cristo encontramos paz porque él hizo las paces por la sangre en su cruz. En Cristo encontramos esperanza, y la esperanza no es avergonzada porque el Espíritu Santo ha derramado el amor de Dios en nuestro corazón. En Cristo encontramos una posición perfecta delante de Dios quien hace a Cristo sabiduría, justicia, santificación y redención para nosotros (1 Cor. 1:30). En Cristo encontramos un refugio perfecto de la ira de Dios contra nuestros pecados porque el juicio de todos nuestros pecados ha caído sobre Cristo (Isa. 53). En Cristo encontramos todo lo que Dios da al pobre pecador arrepentido y que cree; porque sabemos que estamos completos en él, el Salvador de nuestra alma, el Señor Jesucristo. El arrepentimiento aparta la vista del yo y la fija en Cristo con fe, y encuentra en él un Salvador suficiente para cada necesidad. Confiemos en él con un arrepentimiento bíblico auténtico. Tal es la necesidad de esta hora.

Pregunta para estudio Los frutos del arrepentimiento Los frutos que siempre son el resultado

1. ¿Habrá una demostración del arrepentimiento en la vida del creyente? Conteste esta pregunta citando las frases clave de los dos versículos mencionados en el segundo párrafo de esta sección. El arrepentimiento da como resultado un verdadero aborrecimiento por el pecado (a) a. Mateo 3:8 b. Hechos 26:20

2. ¿Cuál es la diferencia entre el aborrecimiento por el pecado mismo y el aborrecimiento sólo por las consecuencias del pecado? El arrepentimiento da como resultado un gran pesar santo por el pecado (b)

3. ¿En qué consiste esta ―gran tristeza‖? 4. En última instancia, cuando pecamos, ¿contra quién pecamos? El arrepentimiento da como resultado la confesión de los pecados (c)

5. En lugar de confesarlos, ¿qué hacemos por naturaleza con respecto a nuestros pecados? 6. ¿Qué nos dice el Salmo 32:3, 4 que nos sucederá si estamos bajo convicción de pecado por obra del Espíritu Santo? El arrepentimiento da como resultado un verdadero volverse del pecado (d)

7. ¿Qué nos dicen los siguientes versículos que nos sucederá además de confesar nuestros pecados? Liste cada referencia y frase clave que contesta la pregunta. a. Proverbios 28:13 b. Isaías 55:7

8. ¿Y usted? ¿Cree que es posible para usted arrepentirse y seguir aferrándose conscientemente a sus pecados favoritos? ¿Por qué? El arrepentimiento da como resultado el deseo de justicia y santidad (e)

9. Cuando Dios nos salva, ¿qué nos llama a hacer? (Use en su respuesta varios de los versículos citados.) 10. ¿Y usted? Al final de esta sección se mencionan siete ―anhelos profundos‖ como ―frutos del arrepentimiento‖. ¿Cuál es el más significativo para usted y por qué?

Conclusión

11. ¿Cuáles son las seis bendiciones que la fe encuentra en el Señor Jesucristo? ¿Y usted?

12. ¿Hasta qué punto está usted experimentando cada una de las seis bendiciones mencionadas? 13. En sus propias palabras, ¿qué es arrepentimiento bíblico? (En lo posible, conteste sin referirse al texto o a sus notas.) 14. Por favor repase todas las lecciones de este estudio sobre arrepentimiento bíblico. a. ¿Qué ha aprendido usted en general de este estudio? b. ¿De qué manera ha cambiado su comprensión del arrepentimiento? c. ¿De qué manera será diferente su vida?

Por L.R. Shelton Jr. sobre Arrepentimiento Capítulo 4 del Libro Arrepentimiento Bíblico Traducción por Chapel Library

Consideremos ahora el medio por el cual el arrepentimiento obra en el corazón. La Palabra de Dios es el instrumento del arrepentimiento

En el arrepentimiento auténtico vemos un cambio radical en la manera de pensar y en el corazón que lleva a una transformación total de la vida; esto sucede en el alma por el poder del Santo Espíritu que convence de pecado. Pero, ¿qué instrumento usa? Mi amigo, usa la Palabra de Dios, de la cual él es autor, para convencer ―de pecado, de justicia y de juicio‖ (Juan 16:8). Fíjate bien: aparte de la Palabra de Dios no puede haber salvación, ya que leemos en Romanos 10:17: ―Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios‖ Y 1 Pedro 1:23 dice: ―siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.‖ Ahora, con la Biblia en mano, leamos Hebreos 4:12, 13: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”

Fíjate bien, en el arrepentimiento auténtico, la Palabra de Dios penetra nuestro corazón por obra del Espíritu Santo quien nos constriñe con su poder a fin de que podamos ser salvos. Pablo, escribiendo a la iglesia de los Tesalonicenses sobre este tema, dice: ―Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección.‖ ¿Cómo? ―Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre‖ (1 Tes. 1:4, 5). Y en la salvación, éste es exactamente el modo como la Palabra de Dios penetra el corazón de cada pecador por quien murió Cristo. ¿Notaste la descripción que nuestro texto, Hebreos 4:12, 13, hace de la Palabra de Dios? Dice que es ―viva‖, una Palabra viva. Nuestro bendito Señor la describe de la misma manera en Juan 6:63: ―Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.‖ Sí, la Palabra de Dios crea conciencia en el pecador de que necesita volverse a Dios dejando sus caminos rebeldes. Arrojará al suelo sus armas de rebelión, enarbolará la bandera blanca de la rendición, y pondrá sus ojos con fe en el Señor Jesucristo para que lo salve, lo limpie del pecado y lo libre de la ira venidera. Fíjate bien, el Espíritu vivificador de Dios usa la Palabra para dar al alma el conocimiento de su impiedad ante Dios y el conocimiento del Dios Santo contra quien ha pecado. ―Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz‖, –¡no es meramente un montón de letras muertas que pronto desaparecerán! ¡No, vive en la mente de Dios! ¡Vive en los decretos del cielo! Y vive y vivirá para siempre en el corazón y la mente de todos los redimidos de Dios porque es la Palabra viva de Dios. Opera en la mente y los sentimientos y no te dejará tranquilo. Es realmente la ley de Dios en las manos del Espíritu Santo el ayo que te trae a Cristo (Gál. 3:24). La Palabra de Dios es poderosa

Nuestro texto sugiere que esta Palabra es poderosa. Escucha el llamado que Dios mismo te hace en Jeremías 23:29 con respecto a su Palabra: ―¿No es mi palabra como fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?‖ ¡Y yo digo que sí lo es! Sí, creo y sé que todo hijo de Dios dirá que la Palabra de Dios entró como un fuego en su alma, y que no hubo tranquilidad hasta caer a los pies de Dios con auténtico arrepentimiento. ¡El corazón realmente fue quebrantado por la Palabra poderosa de Dios! ¡La Palabra de Dios en manos del Espíritu Santo es tan poderosa que da muerte al alma! Pablo dice en Romanos 7:9: ―Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.‖ La Palabra de Dios le dio muerte, porque como nos dice 2 Corintios 3:7, la Ley es el ministerio de muerte. Da muerte a los pecados que amas, a tus ambiciones que amas, a tus planes que amas, tu fariseísmo, tu egoísmo, tu orgullo, y te deja a los pies del Dios soberano clamando: ―¡Ten misericordia de mí, pecador!‖ Fíjate bien, el Espíritu Santo pone esta Palabra poderosa y viva en tu mente y la escribe en tu corazón (Heb. 8:10; 10:16). No puedes zafarte de ella, te persigue y clama a tu alma: ―¡Tú eres el hombre, tú eres el pecador!‖ Te pregunto: ¿Alguna vez has tenido la experiencia de la obra de muerte de la Palabra de Dios? Si no, te encuentras todavía en la hiel de la amargura y la esclavitud de la iniquidad. El Espíritu de Dios usa la Palabra

para dar muerte al alma antes de volver a levantarla para andar en novedad de vida en Cristo Jesús. Tienes que morir por su mano antes de poder ser levantado a la vida. Primera Pedro 1:23 describe esta palabra preciosa comouna Palabra viva. ¿Por qué? Porque por el poder del Espíritu Santo da vida. ¡Y, alabado sea el Señor, nunca puede ser destruida ni exterminada! Cielo y tierra pasarán, pero la Palabra de Dios permanecerá para siempre (Mat. 24:35). La Palabra de Dios es eficaz

Hebreos 4 también nos dice que esta Palabra de Dios, en las manos del Espíritu Santo, no sólo es viva sino también eficaz. Es activa, operativa, vigorizante y efectiva. Trae convicción –convicción de pecado y de la impiedad de la incredulidad-- porque discierne entre el bien y el mal en el pensamiento aun más santo del mejor de los hombres y le muestra lo que es: ¡un pecador ante Dios! El Espíritu Santo usará la Palabra para darte la convicción de que eres espiritualmente ciego a causa del pecado. No puedes ver el peligro en que te encuentras ni puedes ver ninguna hermosura en Cristo. ―Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos‖ (2 Cor. 4:3, 4). Luego la Palabra te dará la convicción de que eres sordo a causa del pecado. No puedes oír la voz de Dios fuera de su llamado eficaz (Mar. 8:18). Te dará la convicción de que eres vil, corrupto y moralmente enfermo por causa del pecado (Gén. 6:5; Rom. 3:1012). Y te dará la convicción de que te encuentras en un estado de parálisis espiritual por causa del pecado. El pecado ha paralizado tu voluntad, de modo que no tienes poder para levantarte de tu condición impotente. Romanos 5:6 dice: ―Cuando aún éramos débiles . . .‖ La Palabra te dará la convicción de que tus pecados te han separado de Dios (Isa. 59:1, 2) y lo han convertido en tu enemigo. Te dará la convicción de que el pecado ha llenado tu corazón y tu mente de rebelión, de manera que reconozcas que Romanos 6:7 es verdad: eres carnal, enemistad contra Dios, y necesitas un arrepentimiento auténtico. ¡Oh mi amigo, necesitas desesperadamente la obra poderosa del Espíritu Santo para que escriba en tu corazón la Palabra eterna de Dios! ¡Necesitas clamar con gran pesar por el pecado, pidiendo misericordia ante Dios en Cristo! También, Hebreos 4 nos dice que la Palabra de Dios en las manos del Espíritu Santo es más cortante que toda espada dedos filos. Fíjate que la Palabra de Dios abarca tanto que no hay pensamiento o propósito en toda la creación que no esté dentro de su alcance: ―Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda‖ (Sal. 139:2, 4). Porque su Autor es espiritual, la Palabra es espiritual. Y escudriña a los hombres espiritualmente. Cuando el Espíritu Santo hace penetrar la Palabra en el alma del hombre, lo convence de sus pecados que antes ni siquiera percibía.

La Palabra de Dios hiere y da vida

La Palabra de Dios hiere y da vida. Da muerte al fariseísmo, al pecado y la incredulidad. Te trae a Dios clamando: ―¡Ay de mí porque estoy deshecho! ¡Estoy perdido! ¡Dios, sé propicio a mí, pecador!‖ Escucha el clamor de David en el Salmo 51 cuando la Palabra de Dios penetró forzadamente en su corazón bajo la convicción de su pecado: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. . . Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve . . . Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”

David no culpó de sus pecados a otro, no culpó a las circunstancias ni al ambiente. Se hizo cargo absoluto de sus pecados y se arrepintió de ellos ante Dios. Clamó a él pidiendo misericordia y perdón. Oh, eso es lo que necesitas tú hoy –un arrepentimiento bíblico auténtico. Tú tienes que hacerte cargo de tu culpa ante Dios por tu condición espiritual. Tú tienes que confesar: ―He pecado y soy culpable. Necesito la misericordia de Dios en Cristo‖. La Palabra de Dios no ofrece atajos

Muchas gentes con las que me encuentro en la actualidad buscan ―la vida más profunda‖, cuando en realidad lo que necesitan tan desesperadamente es encontrar su camino a la cruz de Cristo con un corazón verdaderamente quebrantado por su pecado. Están tratando de circunvalar la convicción del Espíritu Santo; por lo tanto, ¡han errado totalmente! Quiero decirte de lo profundo de mi corazón que te brindo con compasión: ¡no existen atajos para superar la vida! Cuando el Señor te confronta con tus pecados, tienes que arrepentirte. El Espíritu tiene que abrir tu corazón para que, por medio de la Palabra de Dios, puedas ver tu condición perdida, desdichada y pecaminosa. Sé que no te gusta oír esto porque amas el pecado. ¡Tu orgullo no te deja admitir que eres un pecador hipócrita, un pecador merecedor del infierno y el más grande de los pecadores! Pero recuerda, ¡o vienes por este camino o mueres! Prueba lo que quieras: blanquea tu exterior, límpiate todo lo que puedas, asiste a la iglesia, ora, predica, enseña, da testimonio, ten grandes experiencias y sentimientos religiosos. Pero todo esto de nada te servirá si el fundamento de tu vida cristiana no está puesto en el fundamento del arrepentimiento dirigido a Dios y de la fe en el Señor Jesucristo. Volvemos a las palabras del Señor en Lucas 13:5: ―Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente‖ ¡No hay vuelta que darle! Tienes que hacerle frente: si no te arrepientes, no tienes salvación en Cristo. ¡Tiene que haber ese cambio radical en tu manera de pensar y en tu corazón que te lleve a la transformación completa de tu vida! Esas palabras en Lucas 13 no son palabras mías. Éstas son las Palabras de Aquel que habla desde el cielo. Tienes que prestarle atención o morirás en tus pecados (Heb. 12:25).

Déjame preguntarte también: ¿Alguna vez has tomado tu lugar ante Dios como David, implorando su misericordia al confesar tus pecados , doliéndote arrepentido por ellos? Si desconoces estos ejercicios del alma, no importa la fe que profesas o que practicas, no importa en la alta estima en que te tengas a ti mismo o en la que los demás te tengan, ¡Dios dice que sigues muerto en tus pecados! Pero si, por la gracia de Dios su Palabra ha penetrado tu corazón y levantado el velo de modo que puedes ver lo que Dios ha estado viendo todo el tiempo, entonces sé que clamarás pidiendo misericordia. Implorarás que te vista en su manto perfecto de justicia para poder presentarte ante el santo Dios. Entonces valorarás al Cristo del Calvario. Entonces dejarás todo lo demás y serás encontrado en él, vestido únicamente de su justicia. Este es el modo en que Dios llama a pecadores para ser salvos en Cristo. Por su Espíritu y la Palabra, él obra arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo en sus corazones. Te pregunto nuevamente: ¿Alguna vez ha tratado Dios a tu corazón de este modo? ¿O desconoces la convicción que da el Espíritu Santo y el arrepentimiento y la fe que da Dios? Preguntas para estudio El medio del arrepentimiento

El instrumento del arrepentimiento 1. ¿Cuál es el instrumendo que Dios usa para producir arrepentimiento en el corazón del pecador? 2. En sus propias palabras, ¿cuál es el punto clave de Hebreos 4:12,13 según se relaciona con el arrepentimiento? 3. a. ―El Espíritu vivificador de Dios usa la Palabra‖ para dar ¿qué? b. ¿Y usted? Entonces, ¿qué importancia tiene que lea usted la Palabra de Dios regularmente? La Palabra de Dios es poderosa 4. La Palabra de Dios ―le dio muerte‖ al apóstol Pablo, y esta misma Palabra dará muerte espiritualmente al ―hombre viejo‖ de cualquiera en quien obre para producir verdadero arrepentimiento. ¿Cuáles son algunas otras cosas mencionadas a las que la Palabra de Dios da muerte? La Palabra de Dios es eficaz 5. Describa brevemente algunas maneras en que la Palabra de Dios le ―convence‖ de pecado. La Palabra de Dios hiere y da vida 6. ¿A qué tres cosas ―da muerte‖ la Palabra de Dios? La Palabra de Dios no ofrece atajos

7. ¿Cuáles son algunas de las cosas listadas que la gente ―prueba‖ a fin de no tener que considerar a la fe como un camino para llegar a Dios? 8. ¿Y usted? ¿Alguna vez ha tomado su lugar ante Dios como David, imporando su misericordia al confesar sus pecados, doliéndose arrepentido por ellos? Al reflexionar en los tratos de Dios con usted en el pasado, ¿puede contestar afirmativamente esta pregunta? Si no, ¿qué le ha revelado Dios que debe usted hacer?

Por L.R. Shelton Jr. sobre Arrepentimiento Capítulo 3 del Libro Arrepentimiento Bíblico Traducción por Chapel Library

En la Palabra de Dios, el arrepentimiento y la fe se hallan conectados inseparablemente, y deben ser predicados juntos. La Palabra de Dios enseña claramente que Dios ordena a“todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hech. 17:30). Además, la Biblia enseña claramente que el arrepentimiento es tan necesario como la fe en el Señor Jesucristo. Pablo les dijo a sus oyentes en Hechos 20:20, 21: “y como nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”.

Por lo tanto, el arrepentimiento y la fe son ordenados por Dios en el llamado del evangelio. No separemos lo que Dios ha juntado (Mat. 21:32; Mar. 1:15; Hech. 2:36; 5:31; 20:21; 2 Tim. 2:25). Las evidencias de las Escrituras

¡Escucha estos versículos en que estas grandes verdades son presentadas juntas en la Palabra de Dios! El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle” (Mat. 21:32).

Dios da este testimonio de su ministerio: “Testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hech. 20:21).

La epístola a los Hebreos dice: “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios” (Heb. 6:1).

Y uno de los últimos mandatos de nuestro Señor a sus discípulos antes de ascender al cielo se encuentra en Lucas 24:46-48: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando de Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas”.

La Biblia nos da ilustraciones de los que se acercaron a Cristo con arrepentimiento y fe; éstos acudieron a él para que los perdonara de sus pecados. El ladrón en la cruz se arrepintió y creyó Luc. 23:39ss), el hijo pródigo se arrepintió y creyó (Luc. 15:11ss), y por lo tanto pedimos a los hombres hoy que se arrepientan y crean. El arrepentimiento y el perdón del pecado deben ser predicados juntos

A través de los siglos ha existido un debate entre los hijos del Señor en cuanto a cuál viene primero: el arrepentimiento o la fe. Ambos lados tienen sus defensores entre cristianos creyentes de la Biblia. Pero la regeneración es un milagro que no puede ser examinada bajo un microscopio. Aunque el milagro del nuevo nacimiento siempre se manifiesta en la vida de Dios en el alma del hombre, hemos de cuidarnos de poner un orden demasiado estricto en la manera cómo Dios obra ese milagro en la vida del pecador. Dado que tanto el arrepentimiento como la fe surgen de la regeneración, ambos se manifestarán claramente en los hijos del Señor. Ninguna pecador cree en Cristo para salvación a menos que haya cambiado de parecer en cuanto al pecado, Dios y Cristo. Tampoco ningún pecador se arrepiente auténticamente a menos que crea la Palabra de Dios en cuanto a su condición perdida y el poder salvador de Jesucristo. Enfatizar demasiado la fe o el arrepentimiento puede dar como resultado por lo menos cuatro errores: 1) Enfatizar demasiado el arrepentimiento como algo separado de la fe puede dejar al pecador con la impresión que debe sentir un cierto dolor o derramar cierta cantidad de lágrimas antes de poder creer en Cristo. 2) Enfatizar demasiado el arrepentimiento como algo separado de la fe puede dar al pecador la idea de que tiene que dejar todo pecar antes de poder creer en Cristo. 3) Enfatizar demasiado la fe sin arrepentimiento puede dejar al pecador con la impresión que puede ―creer en Jesús‖ sin tener que preocuparse por una vida cambiada. El evangelio llama a pecadores a acudir a Jesús como un Salvador del pecado. Jesús no vino para asegurar al pecador de que irá al Cielo aunque siga en una vida pecaminosa y egoísta; en cambio, Jesús vino para llamar ―a pecadores al arrepentimiento‖ (Mat. 9:13; Mar. 2:17; Luc. 5:32). El pecador nunca se apresurará para acudir a Jesús como Salvador del pecado a menos que vea al pecado como una maldad que ofende a Dios y lo condena con justicia ante él. Su nombre es ―JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados‖ (Mat. 1:21). 4) Enfatizar demasiado ya sea el arrepentimiento o la fe puede llevar a un concepto erróneo en cuanto al fundamento correcto para la justificación. El arrepentimiento aparta la vista del pecado y el yo a la vez que la fe recibe la justicia perfecta de Jesús. Ni el arrepentimiento ni la fe ameritan justificación. Nuestro Señor les dijo a sus discípulos, así como a nosotros también, que siguieran su ejemplo en la predicación del arrepentimiento y la remisión de pecados por medio de la fe en Cristo porque esto muestra realmente su ministerio mientras estaba en la tierra. Su primer mensaje según lo registra Marcos 1:15 fue ―el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio‖. Y sus últimas palabras a sus discípulos y a nosotros fueron que el arrepentimiento y la remisión de pecados por

medio de la fe en Cristo debían ser predicado en su nombre entre todas las naciones comenzando en Jerusalén (Luc. 24:46-48). Pero parece que muchos en la actualidad tienen miedo de predicar el arrepentimiento. Nuestro Señor no tenía miedo de llamar a los hombres a arrepentirse, y nos ha comisionado a nosotros para que hagamos lo mismo. Entonces anhelamos proclamar a todos los hombres que deben arrepentirse y creer en el nombre de Cristo para la remisión de sus pecados. ―Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén‖ (Luc. 24:47). Éstas son palabras llenas de significado que necesitan ser proclamadas hoy tal como en aquel entonces. Hay una verdadera remisión de los pecados por medio de la fe en Cristo para los que se consideran a sí mismos pecadores. El pecador impío –perdido, sin Dios y sin esperanza, lleno de pecado, lleno de perversidad-- debe acudir a Cristo, renunciando a las armas de rebelión y enarbolando la bandera blanca de rendición. A él Dios le brinda la remisión de los pecados. Lo invita a venir, como al hijo pródigo, de regreso a su hogar.

Por John Piper sobre Arrepentimiento Una parte de la serie Psalms: Thinking and Feeling with God Traducción por Desiring God

Salmo 51 Para el director del coro. Salmo de David, cuando después que se llegó a Betsabé, el profeta Natán lo visitó. Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones. 2 Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado. 3 Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí. 4 Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos, de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas. 5 He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre. 6 He aquí, tú deseas la verdad en lo más íntimo, y en lo secreto me harás conocer sabiduría. 7 Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve. 8 Hazme oír gozo y alegría; que se regocijen los huesos que has quebrantado. 9 Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis iniquidades. 10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. 11 No me eches de tu presencia, y no quites de mí tu santo Espíritu. 12 Restitúyeme el gozo de tu salvación, y sostenme con un espíritu de poder. 13 Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti. 14 Líbrame de delitos de sangre, oh Dios, Dios de mi salvación; entonces mi lengua cantará con gozo tu justicia. 15 Abre mis labios, oh Señor, para que mi boca anuncie tu alabanza. 16 Porque no te deleitas en sacrificio, de lo contrario yo lo ofrecería; no te agrada el holocausto. 17 Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás. 18 Haz bien con tu benevolencia a Sion; edifica los muros de

Jerusalén. 19 Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto y el sacrificio perfecto; entonces se ofrecerán novillos sobre tu altar.

La semana pasada nos enfocamos en el Salmo 42 y en cómo estar desanimados para bien. Y hoy nuestro enfoque está en el Salmo 51 y en cómo ser aplastados por la culpa para bien. Espero que usted esté notando un patrón. Lo que hace que alguien sea cristiano no es que no se desanime, y no es que no peque ni se sienta miserable por ello. Lo que hace que alguien sea cristiano es la relación que tiene con Jesucristo quien moldea como piensa y se siente el cristiano en su desánimo y por su pecado y culpa. Aplastados por la Culpa, para Bien

Los salmos fueron el principal cancionero de la iglesia primitiva, y fueron diseñados por Dios para motivar y expresar y moldear los pensamientos y sentimientos de los discípulos de Jesús. De los Salmos aprendemos cómo pensar en el desánimo y la culpa, y de los Salmos aprendemos cómo sentirnos en momentos de desánimo y en momentos de terrible arrepentimiento. Los Salmos nos muestran cómo estar desanimados para bien y cómo arrepentirnos para bien. Mi oración es que usted cree el hábito de vivir en los Salmos de tal manera que el mundo de sus pensamientos y el mundo de sus sentimientos sea transformado en pensamientos bíblicos puros. La Espiral Descendente del Pecado de David

El Salmo 51 es uno de los pocos salmos que señala su origen histórico. El encabezado del salmo dice así: ―Para el director del coro. Salmo de David, cuando después que se llegó a Betsabé, el profeta Natán lo visitó‖. Es bien conocido lo que sucedió con Betsabé. Aquí está, en pocas palabras bíblicas, en 2do de Samuel 11:2-5: Y al atardecer David se levantó de su lecho y se paseaba por el terrado de la casa del rey, y desde el terrado vio a una mujer que se estaba bañando; y la mujer era de aspecto muy hermoso. 3 David mandó a preguntar acerca de aquella mujer. Y alguien dijo: ¿No es ésta Betsabé, hija de Eliam, mujer de Urías heteo? 4 David envió mensajeros y la tomó; y cuando ella vino a él, él durmió con ella. Después que ella se purificó de su inmundicia, regresó a su casa. 5 Y la mujer concibió; y envió aviso a David, diciendo: Estoy encinta.

Él trató de cubrir su pecado trayendo a su esposo Urías a casa desde el campo de batalla para que Urías pudiera dormir con su mujer y pensara que era su bebé. Urías era demasiado noble para llegarse a su mujer mientras sus compañeros estaban peleando. Así que David se las arregló para matarle y así casarse rápidamente con Betsabé y de esa manera cubrir su pecado. En una de las oraciones más desestimadas de la Biblia, 2do de Samuel 11 termina con estas palabras: ―Pero lo que David había hecho fue malo a los ojos del Señor‖ (2do de Samuel 11:27). Así que Dios envió al profeta Natán a donde David con una parábola que hizo que David pronunciara su propia sentencia. Entonces Natán dijo: ―Tú eres aquel hombre‖. Y preguntó: ―¿Por qué has despreciado la palabra del Señor […]?‖. David se quebranta y confiesa: ―He pecado contra el Señor‖. Entonces Natán

sorprendentemente dice: ―El Señor ha quitado tu pecado; no morirás. 14 Sin embargo, por cuanto con este hecho has dado ocasión de blasfemar a los enemigos del Señor, ciertamente morirá el niño que te ha nacido‖ (2do de Samuel 12:7-15). “El Señor ha quitado tu pecado”

Es un escándalo. Urías está muerto. Betsabé fue violada. El bebé morirá. Y Natán dice: ―El Señor ha quitado tu pecado‖ ¿Y nada más? David cometió adulterio. Él ordenó un asesinato. Mintió. Él despreció la palabra de Dios. Él dio ―ocasión de blasfemar a los enemigos del Señor‖. Y el Señor quitó su pecado (2do de Samuel 12:13) ¿Qué tipo de juez es Dios? Usted no olvida simplemente una violación y un asesinato y una mentira. Los jueces justos no actúan así. La semana pasada estuve compartiendo el evangelio con cuatro personas en la calle, y nada que yo dijera pudo persuadirles de que un acosador de niños pudiera ser perdonado. Su escepticismo resonó en mí. Y yo me sentiría indignado por el comportamiento de Dios aquí, sino fuera por una cosa. El apóstol Pablo compartió mi indignación y explicó cómo Dios podría ser el Justo y el que justifica a asesinos y violadores y mentirosos, y sí, aún a los acosadores sexuales de niños. El Indignante “pasó por alto” de Dios

Esto es lo que Pablo dijo en Romanos 3:25-26. Esta es una de las declaraciones más importantes en la Biblia para comprender cómo Cristo se relaciona con los Salmos y con el Antiguo Testamento en general: Dios exhibió [a Cristo] públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente [esto es exactamente lo que 2do de Samuel 12:13 dice que Dios hizo, él pasó por alto el pecado de David], 26 para demostrar en este tiempo su justicia, a fin de que El sea justo y sea el que justifica al que tiene fe en Jesús

En otras palabras, la indignación que sentimos cuando Dios parece simplemente pasar por alto el pecado de David sería una buena indignación si Dios estuviera solamente barriendo el pecado de David bajo la alfombra. Pero no es así. Dios, desde la época de David, ve siglos adelantes la muerte de su Hijo, Jesucristo, quien moriría en lugar de David, de manera que la fe de David en la misericordia de Dios y en la redención futura de Dios une a David con Cristo. Y en la mente de Dios, que todo lo conoce, los pecados de David son contados como los de Cristo y la justicia de Cristo es contada como su justicia, y Dios en su justicia pasa por alto el pecado de David. La muerte del Hijo de Dios es suficientemente indignante, y la gloria sustentadora de Dios es suficientemente grande, de modo que Dios es vindicado al pasar por alto el adulterio de David y su muerte y su mentira. Apropiándonos Diariamente del Perdón

Ahora, esa es la realidad objetiva de cómo David es perdonado por su pecado y justificado en la presencia de Dios, pero lo que el Salmo 51 describe es lo que David sintió y pensó mientras se aferraba a la misericordia de Dios. Algunos pudieran decir

que los cristianos después de la muerte de Jesús no oran ni se confiesan de esa forma, no debieran pensar y sentirse de esa forma. No creo que eso sea correcto. Jesús, una vez y por todas, por su vida y muerte, adquirió nuestro perdón y proveyó nuestra justicia. Nada podemos añadir a esa adquisición o provisión. Solo por la fe tenemos su perdón y justicia. Pero ante la santidad de Dios y la maldad del pecado, es correcto que cada día nos apropiemos y apliquemos lo que él compró para nosotros mediante la oración y la confesión. ―Danos hoy el pan nuestro de cada día. 12 Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores‖ (Mateo 6:11-12). La petición diaria de pan, porque él ha prometido satisfacer cada necesidad; la oración diaria por el perdón, porque ha sido totalmente adquirida y asegurada por la muerte de Jesús. La Respuesta de David a su Pecado

El Salmo 51 es la forma en que piensa y siente la gente de Dios con relación a los horrores de su propio pecado. Este es un salmo que trata acerca de cómo sentirnos correctamente aplastados por nuestros pecados. Trataré de guiarles a través de cuatro de las respuestas de David a su pecado.

1. Se Vuelve Hacia Dios

Primero, se vuelve hacia su única esperanza, la misericordia y amor de Dios. Versículo 1: ―Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a lo inmenso de tu compasión, borra mis transgresiones‖. Tres veces, ―ten piedad‖ ―conforme a tu misericordia‖, y ―conforme a tu inmensa compasión‖. Esto es lo que Dios había prometido en Éxodo 34:6-7: ―El Señor, el Señor, Dios compasivo y clemente, lento para la ira y abundante en misericordia y verdad; 7 el que guarda misericordia a millares, el que perdona la iniquidad, la transgresión y el pecado, y que no tendrá por inocente al culpable‖. David sabía que había culpables que no serían perdonados. Y había culpables, que por alguna misteriosa obra de redención, no serían tenidos por culpable, serían perdonados. El Salmo 51 es su manera de aferrarse a ese misterio de la misericordia. Sabemos más que David acerca del misterio de esta redención. Conocemos a Cristo. Pero nos aferramos a la misericordia de la misma forma en que él lo hizo. Lo primero que hace es volverse indefenso hacia la misericordia y el amor de Dios. Hoy, significa volvernos indefensos hacia Cristo

2. Ora para ser Limpiado Segundo, ora para ser limpiado de su pecado. Versículo 2: ―Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado‖.Versículo 7: ―Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve‖. El hisopo era la rama usada por los sacerdotes para esparcir sangre sobre una casa que tenía una enfermedad, a fin de declararla limpia

(Levítico 14:51). David clama a Dios como a su Sumo Sacerdote para que le perdone y le tenga como limpio de su pecado. Es correcto que los cristianos pidan a Dios que les limpie (1ra de Juan 1:7.9). Cristo ha adquirido nuestro perdón. Ha pagado todo el precio. Pero ello no implica que ya no debamos clamar. Este es el fundamento de nuestro clamor. Es la razón por la que estamos confiados de que la respuesta será sí. Así que primeramente David busca indefenso la ayuda de Dios. Y luego ora para que Dios, en su misericordia, le perdone y le limpie.

3. Él confiesa La Seriedad de su Pecado

Tercero, David confiesa al menos cinco formas en que su pecado es extremadamente serio.

3.1. Dice que no puede sacar al pecado de su mente. Está incrustado en su consciencia. Versículo 3: ―Porque yo reconozco mis transgresiones, y mi pecado está siempre delante de mí‖. Siempre delante suyo. La cinta sigue corriendo y no podemos detenerla. 3.2. Dice que la inmensa pecaminosidad de su pecado es que es solo contra Dios. Natán había dicho que David había despreciado a Dios y había provocado la blasfemia contra su palabra. Así que David dice en el versículo 4: ―Contra ti, contra ti sólo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos‖. Esto no significa que Betsabé y Urías y el bebé no fueran dañados. Significa que lo que hace que el pecado sea pecado es que es contra Dios. Herir al hombre es malo. Es horriblemente malo. Pero ese no es el horror del pecado. El pecado es un ataque contra Dios, es una ofensa a Dios. David lo admite en términos chocantes: ―Contra ti, contra ti sólo he pecado‖. 3.3. David vindica a Dios, no a sí mismo. No hay auto-justificación. No hay defensa. No hay escape. Versículo 4: ―[…] de manera que eres justo cuando hablas, y sin reproche cuando juzgas‖. Dios es justificado. Dios queda sin culpa. Si Dios envía a David hacia el infierno, Dios será inocente. Este es un arrepentimiento radical, centrado en Dios. Así es como piensan y sienten los que han sido salvados. Dios haría justicia al maldecirme. Y si aun estoy respirando es pura misericordia. Y si soy perdonado es pura misericordia comprada con sangre. David vindica la justicia de Dios, no la suya 3.4. David intensifica su culpa al dirigir la atención hacia su corrupción innata. Versículo 5: ―He aquí, yo nací en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre‖. Algunas personas utilizan su corrupción innata para disminuir su culpa personal. David hace lo opuesto. Para él, el hecho de que haya cometido adulterio y asesinato y haya mentido, es la expresión de algo peor: él es así por naturaleza. Si Dios no le rescata, seguirá haciendo más y más mal. 3.5. David admite que ha pecado no solo contra la ley externa, sino contra la luz misericordiosa de Dios en su corazón. Versículo 6: ―He aquí, tú deseas la verdad en lo más íntimo, y en lo secreto me harás conocer sabiduría‖. Dios ha sido su Maestro. Dios le ha hecho sabio. David había obrado con tanta sabiduría. Y entonces el pecado tomo

ventaja. Y, para David, esto solo empeoró las cosas: «he sido bendecido con tanto conocimiento y tanta sabiduría. Oh cuán profunda debe ser mi depravación que pude pecar contra tanta luz». Así que, al menos de cinco maneras, David se une al profeta Natán y a Dios al condenar su pecado y confesar las profundidades de su corrupción.

4. Él ora Pidiendo Renovación

Finalmente, después de volverse desamparado hacia la misericordia de Dios, y orar por perdón para ser limpiado, y luego confesar la profundidad y grandeza de su pecado y corrupción, David pide más que perdón. Pide una renovación. Él está apasionadamente comprometido con ser cambiado por Dios. Al menos de seis formas derrama su corazón para ser cambiado. Solo puedo dirigir su atención a estas seis formas. El punto principal es: la gente perdonada está comprometida con ser cambiada por Dios. Los adúlteros, asesinos, mentirosos, los que acosan sexualmente a menores, detestan que lo que fueron, y van a Dios buscando ser cambiados por él. 4.1. Él ora para que Dios le confirme su elección. Versículo 11: ―No me eches de tu presencia, y no quites de mí tu santo Espíritu‖. Sé que algunos dicen que los cristianos que son elegidos y están seguros en la soberana gracia de Dios no debieran orar así, porque ello implicaría que se puede perder la salvación. No lo creo. Cuando David o yo oramos: ―No me eches de tu presencia, y no quites de mí tu santo Espíritu‖, queremos decir: «No me trates como si no hubiera sido elegido. No me permitas sentirme como aquellos en Hebreos 6 quienes solo han probado el Espíritu Santo. No me permitas caer y mostrar que solo fui llevado por el Espíritu, y no sostenido por el Espíritu. «Confírmame, oh Dios, que soy tu hijo y nunca caeré». 4.2. Él ora por un corazón y un espíritu nuevos, correctos, y firmes: ―Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí‖ (Salmo 51:10). El ―espíritu recto‖ es el espíritu establecido, firme, inconmovible. Él quiere acabar con el tipo de inestabilidad que acaba de experimentar. 4.3. Ora por el gozo de la salvación de Dios y por un espíritu que gozosamente desea seguir la Palabra de Dios y ser generoso con las personas en lugar de desear explotarles. Versículo 8: ―Hazme oír gozo y alegría; que se regocijen los huesos que has quebrantado‖. Versículo 12: ―Devuélveme la alegría de tu salvación; que un espíritu obediente me sostenga‖ [NVI]. ¿No es sorprendente que en ninguna parte de este Salmo David haga una oración directa acerca del sexo? Todo comenzó con el sexo, llevándole al engaño, al asesinato ¿O no fue así? Sigmund Freud pudiera pensar que todos nuestros problemas emocionales comienzan con el sexo. Pero David (hablando por Dios), no ve las cosas de esa manera.

El Pecado Sexual: El Síntoma, no la Enfermedad

¿Por qué no está rogando por la abstinencia sexual? ¿Por qué no está pidiendo para que los hombres le justifiquen? ¿Por qué no está orando para proteger sus ojos y para tener pensamientos libres de deseos sexuales? Porque sabe que el pecado sexual es un síntoma, no la enfermedad. Las personas dan lugar al pecado sexual porque no tienen la plenitud del gozo y la alegría de Cristo. Sus espíritus no son firmes y estables. Son inconstantes. Están seducidos, y se rinden porque Dios no tiene el lugar que debiera tener en sus pensamientos y sentimientos. David lo sabía de sí mismo. También es cierto en nosotros. David nos está mostrando, por la manera en que ora, cuál es la verdadera necesidad de los que pecan sexualmente. No hay una sola palabra en este salmo sobre el sexo. En lugar de eso: ―Hazme oír gozo y alegría; que se regocijen los huesos que has quebrantado […] Restitúyeme el gozo de tu salvación, y sostenme con un espíritu de poder‖. Esto es sabiduría profunda para nosotros. 4.4. Pidió a Dios que su gozo sobreabundara en alabanzas. Versículo 15: ―Abre mis labios, oh Señor, para que mi boca anuncie tu alabanza‖. La alabanza es e resultado del gozo en Dios cuando se eliminan los obstáculos en el camino. Por eso está orando: «Oh Dios, vence todo lo que en mi vida mantiene mi corazón insensible y hace callar mi boca cuando debieran estar alabando. Haz que mi gozo sea irreprensible». 4.5. Pide que el resultado final de todo lo sucedido sea una vida de evangelismo efectivo. Verso 13: ―Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti‖. David no está satisfecho con ser perdonado. No está satisfecho con ser limpiado. No está satisfecho con ser elegido. No está satisfecho con tener un espíritu recto. No está satisfecho con estar gozoso en Dios. No estará satisfecho hasta que su vida quebrantada sirva para sanar a otros. ―Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, y los pecadores se convertirán a ti‖. 4.6. Lo que nos lleva hasta el último aspecto. En esta situación, David ha descubierto que Dios le ha quebrantado (v.8), y que un corazón contrito y humillado es la marca de todos los hijos de Dios. Verso 17: ―Los sacrificios de Dios son el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado, oh Dios, no despreciarás‖. El Gozo de un Corazón Quebrantado

Esto es fundamental para todo. Ser cristiano significa ser quebrantado y contristado. No cometa el error de pensar que usted está más allá de esta vida. Es la marca de los hijos felices de Dios hasta que mueren. Estamos quebrantados y contristados en todo nuestro viaje a casa, a menos que el pecado nos tome la delantera. Estar quebrantados y contritos no limita nuestro gozo y alabanzas y testimonio. Es el sabor del gozo cristiano y la alabanza y el testimonio. Casi uso las palabras de Jonathan Edwards quien lo dijo mejor que yo. Todos los afectos de la gracia *sentimientos y emociones+ que son un dulce *aroma+ de Cristo… son sentimientos de un corazón quebrantado. El amor cristiano verdadero, sea a Dios o a los hombres, es un amor humilde y de un corazón quebrantado. Los deseos de los santos, aunque

sean muy anhelados, son deseos humildes: su esperanza es una esperanza humilde; y su gozo, aun cuando es inefable, y lleno de gloria, es el gozo humilde de un corazón quebrantado…

Amén.

Por Charles H. Spurgeon sobre Arrepentimiento Una parte de la serie Metropolitan Tabernacle Pulpit Traducción por Allan Aviles

"Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación." Romanos 10: 10. Esta mañana, cumpliendo mi promesa, voy a predicar sobre la segunda parte de este versículo: "Con la boca se confiesa para salvación." Lamento en cierta medida que no todos mis oyentes en esta mañana hayan estado presentes el domingo pasado, pues podrían imaginarse erróneamente que exagero la importancia de la confesión externa, pero si hubieran estado presentes cuando consideramos la primera frase, habrían visto que yo engrandecí la aseveración "con el corazón se cree", y declaré que era lo esencial y lo más importante; sin eso, la confesión con la boca sería un pecado, una falsedad, y un insulto atroz al Altísimo. Una circunstancia mitiga grandemente mis temores: todos ustedes pueden leer ambos sermones a su mejor conveniencia, y así pueden comprobar por ustedes mismos cuán sinceramente me he esforzado para poner los dos deberes en su debido lugar, sin exaltar indebidamente al menor, ni depreciar al mayor. "Con la boca se confiesa para salvación." No ha de haber confesión con la boca allí donde no hay fe con el corazón. Profesar una fe que no se tiene, equivaldría a convertirse en un comerciante falaz, que pretende mantener un negocio muy grande, pero sin tener inventarios, ni capital, y que únicamente obtiene su crédito por medio de falsas apariencias y que por tanto es un ladrón. Hacer una profesión sin tener una posesión de la fe, es ser una nube sin lluvia, un lecho de río que ha sido bloqueado con piedras secas y que está completamente desprovisto de agua; es ser un actor de teatro, que se contonea sobre el escenario con el nombre y los atuendos de un rey, para cambiarlos luego, tras bastidores, por la vestimenta de la pobreza y el carácter de la vergüenza; es ser un árbol podrido, verde por fuera, pero internamente, como John Bunyan lo dijo vigorosamente: "apta sólo para servir de yesca para el yesquero del diablo." Estén alertas contra engañosas pretensiones cuando no haya nada que las respalde. Por sobre todas las cosas huyan de la hipocresía; apártense de toda mera pretensión. No profesen ser lo que no son, para que en el día en que Dios venga para escudriñar los secretos de todos los corazones, no sean condenados como plata desechada ni consumidos como escorias. La verdadera fe, allí donde existe, produce obras; y, entre todas ellas, una valerosa, constante y consistente confesión de Cristo. El hombre que no sea inducido a confesar

con su boca para salvación en el sentido contenido en el texto, no tiene fe. La fe, sin obras, es una raíz muerta, que no produce botones ni da ningún fruto; es un pozo que no tiene agua, y que más bien está saturado de un vapor mortífero; es un árbol doblemente muerto, arrancado de raíz, como algunos de esos monstruos del bosque que obstruyen la navegación en el río Mississippi, y que forman prominencias sumergidas que han hundido a muchos excelentes barcos. La fe, sin obras, es una de las cosas más condenables fuera del infierno. Huyan de ella, pues recuerden que si profesaran tener una fe en Cristo, y su conducta no fuera santa, acarrearían oprobio a la Iglesia de Cristo. Ustedes estarían crucificando de nuevo al Señor de gloria. Convertirían la verdad de Dios en una mentira, y, si estuviese en su poder, harían de Dios el alcahuete de sus lascivias. De la misma manera que han de huir de una profesión sin fe, igualmente han de huir de una fe que no produzca una buena profesión que pueda ser expresada ante muchos testigos. Yo creo que la confesión mencionada en el texto, comprende el todo de la vida cristiana. No creo que signifique el simple decir: "yo soy un discípulo de Cristo", o el sometimiento al rito ordenado por Dios del bautismo. El apóstol incluye, bajo el término confesión, la puesta en obra de aquello que Dios ha obrado dentro. Es la confesión mediante actos, obras y palabras, de esa gracia que Dios, por medio de Su Santo Espíritu, ha puesto en el alma. Decimos, en un proverbio conocido, que "una golondrina no hace verano." Así, la simple confesión de Cristo con la boca por una vez no cumple con la confesión descrita aquí. Un árbol no es un bosque, y una profesión de Cristo no es la confesión de Cristo para salvación. La intención va más allá de un acto por claro y por excelente que pueda considerarse en sí mismo. Voy a procurar esta mañana, con la ayuda de Dios, ilustrar el significado de confesar con la boca para salvación; y luego, voy a ocupar unos cuantos minutos en hacer vigente esta confesión; exhortando a aquellos que en verdad aman al Señor, y han creído con su corazón, que se aseguren de confesar con sus bocas. I. CONFESAR A CRISTO CON LA BOCA -ya lo he dicho- abarca toda la vida y obra del cristiano. Espero que puedan ver esto antes de que finalice. Diferentes casos requieren de los hombres diferentes formas de confesión. Algunos tienen que confesar al Señor de una manera; otros de otra manera. Todo cristiano es llamado a confesar con su boca de acuerdo a aquella manera que su propio estado, habilidades, y posición en la providencia, requiera de sus manos. 1. Primero, entonces, una de las formas más tempranas y sencillas de confesar a Cristo con la boca, ha de encontrarse al unirse en actos de adoración pública. Muy pronto, casi tan pronto como las dos claras partes de la simiente de la mujer y de la serpiente eran discernibles, leemos: "Entonces los hombres comenzaron a invocar el nombre de Jehová." Quienes no temían a Dios se alejaron a sus diversas ocupaciones; mientras que los justos, en el día séptimo, se congregaban para orar y alabar y sacrificar; así que cualquiera que se uniera a las filas de los hombres que invocaban el nombre del Señor, era de inmediato identificado, mediante ese acto, como un siervo del Altísimo.

A lo largo de toda la corriente de la historia podemos identificar a los justos por sus reuniones entre ellos, de manera unida, para elevar sus oraciones y acciones de gracias al Altísimo. La adoración se vuelve una forma aceptable de confesión cuando la simiente de la serpiente tiene la capacidad de perseguir. En los tiempos en que Jeroboam puso los becerros en Bet-el y Dan, cuando cualquier israelita emprendía su fatigoso camino hacia Jerusalén bajo el temor de ser perseguido por su rey, el acto de estar con la multitud que guardaba el día de fiesta en los atrios del templo, era de entrada una clara confesión de su fidelidad a Jehová, y de su aborrecimiento a todos los ídolos. En los tiempos apostólicos, los creyentes perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en el partimiento del pan y en las oraciones. Donde se reunían dos o tres, y especialmente donde se congregaba el mayor número para escuchar la predicación de la Palabra, o con el propósito de partir el pan, la admisión de cualquier persona a esa reunión se volvía una confesión de su fe en el Señor Jesús, en cuyo nombre estaban reunidos. En los primeros días del cristianismo, se podría haber visto un cuadro semejante a este, si supiera cómo pintarlo: hay un arco de muy poca altura -es fétido y oscuro, como la boca de un sumidero- sobre el cual crece la zarza y de cuya base brota la ortiga y la venenosa belladona. Por allá viene una jovencita, y agachándose mucho, se inclina bajo el arco; en la densa oscuridad camina a tientas por varios metros. Nadie ha advertido su entrada. ¿Pudiste observar cómo miraba a su alrededor, para evitar que algún centinela la percibiera? Oye una voz en los pasajes distantes; esa voz la guía. Emerge a una cripta; es una de las catacumbas ubicadas debajo de la ciudad de Roma. Una antorcha permite ver en la oscuridad. Tan pronto se aproxima a la asamblea, un hermano que sirve de vigía la observa; le pide la contraseña. Es una persona de la casa de César; una noble doncella que ha escuchado el Evangelio de una esclava judía, que le ayudaba, y ha venido para unirse a esos ritos secretos que son practicados por los creyentes en los escondrijos y cuevas de la tierra. El hecho que esté allí demuestra que es cristiana. No habría estado allí para adorar a Dios entre esos perseguidos a quienes la superficie de la tierra y el aire puro no podrían recibir. Ella no se habría degradado así para mezclarse con esos parias de la sociedad, esos que sólo son considerados adecuados para ser presa de los sabuesos de Nerón. Su llegada al lugar para unirse en ese himno entonado a un tal Christus, para doblar su rodilla solemnemente en esa oración silenciosa a Jehová y a Su adorable Hijo era una confesión: ella no habría estado en esa reunión si no hubiese amado al Señor. Algo muy parecido ocurría en tiempos posteriores. Si un hombre iba para oír a Lutero, habrías esperado que fuera cristiano; y especialmente en Inglaterra, cuando los Lolardos predicaban a un puñado de personas en alguna remota alquería, con un vigía afuera que les advertía de la llegada de los monjes, habrías podido estar muy seguro que quienes adoraban de esa manera cuando el castigo era la muerte, eran verdaderos discípulos del Señor. Además, en los días del glorioso Pacto, cuando Cargill y Campbell abrían la Biblia y la leían a la luz de los relámpagos, mientras los dragones de Claverhouse husmeaban a su presa, habrías podido estar muy claro que aquel pastor con su perro, o aquel joven

heredero apoyado en su fusil, o aquellas damas sentadas sobre el césped escuchando con ojos llorosos las palabras ardientes del líder de los covenanters (firmantes del pacto escocés de la reforma religiosa) habrías podido estar seguro que estaban por el Señor de los Ejércitos y por Su pacto, y por la verdad que es en Jesús, pues de otra forma no se habrían reunido allí en medio de los santos del Dios viviente a riesgo de sus vidas. Hoy sucede lo mismo con unos cuantos. Hay algunas damas que, tal vez, han venido a esta casa esta mañana, para quienes las últimas palabras de su esposo fueron: "si vas allá, no volverás a entrar a mi casa otra vez." O, tal vez, fue la palabra del hermano que maldecía a su hermana por su amor a la verdad; o la maldición profunda y condenatoria del padre sobre el hijo, por aventurarse a creer en Cristo. Su presencia aquí hoy es una clara confesión del Señor Jesús con su boca. Pero no sucede así con la mayoría de ustedes; no sucede así con novecientos noventa y nueve casos de cada mil. Muchos vienen porque es la costumbre, y más, yo espero, porque siendo cristianos, es su delicia venir siempre. Ellos no reconocen ninguna clara profesión de religión en el simple hecho de estar aquí. Pues nos juntamos santos y pecadores, píos e impíos. Y si esta fuera la única profesión de religión que hayamos hecho, no cumpliría la intención de mi texto. En tiempos de persecución lo haría; en los días oscuros, negros y sangrientos lo haría; pero no hoy, pues ahora representa poca o ninguna confesión para la mayoría de nosotros, sentarnos confortablemente en nuestros asientos y escuchar al predicador, y luego descender por la escalinata de piedra y proseguir nuestro camino. 2. La confesión que se significa aquí, es cumplida todavía de mejor manera mediante una debida atención a esas dos ordenanzas que Cristo quiere que sean la divisa de los creyentes. Bajo la antigua dispensación mosaica, las ordenanzas eran únicamente para los israelitas. La circuncisión y la pascua no eran para los filisteos, ni para los egipcios, sino para la simiente de Abraham, y únicamente para la simiente de Abraham y los prosélitos. Ocurre lo mismo bajo la dispensación cristiana. No tenemos ordenanzas para los extraños; no tenemos ordenanzas para los forasteros ni para los extranjeros; ambas ordenanzas están destinadas a la comunidad de Israel. Ustedes recordarán cuán cuidadosamente guardaban estas ordenanzas los antiguos creyentes. Encontrarán que el eunuco etíope cubrió toda la distancia desde el reino de Candace, para poder asistir a la adoración en el templo, porque esa era la adoración distintiva del judío y del prosélito de la fe judía. No quería dejar de participar. Ustedes recuerdan cuán cuidadosa y ansiosamente los cabezas de las casas judías vigilaban que todos, incluyendo todos sus hijos, estuviesen presentes en la celebración de la pascua; ninguno de ellos quería descuidar aquello que los distinguía como un pueblo separado. Ahora, el bautismo es la marca de distinción entre la Iglesia y el mundo. Promulga muy hermosamente la muerte para el mundo de la persona bautizada. Públicamente ya no es más del mundo; está enterrada para el mundo y ha resucitado a una nueva vida. Ningún símbolo podría ser más significativo. En la inmersión de los creyentes, me parece que

hay una maravillosa promulgación del entierro del creyente en lo relativo al mundo en el entierro de Cristo Jesús. Es cruzar el Rubicón. Si César cruzaba el Rubicón, no habría nunca más paz entre él y el senado. César desenvaina su espada y arroja lejos la vaina de esa espada. El acto del bautismo es lo mismo para el creyente. Es cruzar el Rubicón: es equivalente a decir: "no puedo regresar a ustedes; estoy muerto para ustedes; y para demostrar que lo estoy, estoy absolutamente enterrado para ustedes; no tengo nada más que ver con el mundo; yo soy de Cristo, y soy de Cristo para siempre." Luego, la cena del Señor: cuán hermosamente esa ordenanza expone la distinción entre el creyente y el mundo, en su vida y aquello que alimenta su vida. El creyente come la carne de Cristo, y bebe de Su sangre. Me sorprende que algunos de ustedes, que aman a mi Señor, se mantengan alejados de Su mesa. Fue Su voluntad al morir: "Haced esto en memoria de mí." Es muy benevolente de Su parte que haya instituido una ordenanza como esa; que nos haya permitido a nosotros, que éramos como perros, sentarnos a la mesa de los hijos para comer de un pan que los ángeles nunca conocieron. No entiendo, mi querido hermano, mi querida hermana, qué tipo de amor pueda ser el suyo si oyen que Jesús dice: "Si me amáis, guardad mis mandamientos", y, sin embargo, ustedes descuidan Sus ordenanzas. Ustedes dirán que no son esenciales; y yo les responderé que es muy cierto, que no son esenciales para su salvación, pero que sí son esenciales para su consuelo; y también que son muy esenciales para su obediencia. Le corresponde al hijo hacer todo lo que su padre le ordene. Si mi amante amigo, si mi amado Redentor, me hubiese ordenado hacer algo que me dañara, lo haría por amor a Él; cuánto más, entonces, cuando me dijo: "Haced esto en memoria de mí." Estas dos ordenanzas traen consigo hasta cierto grado una cruz, especialmente la primera. Mientras leía ayer la vida del buen Andrew Fuller, observé que después que fue bautizado, algunos de los jóvenes de la aldea propendían a burlarse de él preguntándole cómo le había gustado que lo sumergieran y preguntas semejantes que son bastante comunes en nuestros días. No pude dejar de advertir que la burla de hace cien años es justamente la burla de hoy. Tú crees que estos son Sus mandamientos. Te exhorto, por tanto, delante de Dios y de los ángeles elegidos, ante quienes serás juzgado en el último gran día, que si tú con tu corazón has creído, haz con tu boca la confesión que estas ordenanzas implican, y Dios te dará en verdad una dulce recompensa al hacerlo. 3. Para confesar a Cristo correctamente con la boca, ha de haber una asociación con el pueblo del Señor. Así fue en los tiempos antiguos. Moisés es un israelita, pero si quisiera podría vivir en la corte del Faraón, en medio del lujo y de la comodidad. ¿Qué es lo que elige? Sale a sus hermanos, y mira sus cargas; defiende su causa teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que todos los tesoros de Egipto. Moisés, el renombrado hijo de la hija de Faraón, se asocia con los pobres esclavos despreciados que fabrican ladrillos para el rey.

Qué cuadro tan sumamente conmovedor tenemos al seguir al pueblo de Dios en la historia de Rut. Uno se embelesa al oír a esa piadosa mujer diciéndole a su suegra: "Porque a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios." Hubo una confesión del Dios de Israel cuando Rut se unió a Noemí de todo corazón. Ahora, encontramos en los primeros tiempos de la Iglesia cristiana que, tan pronto como un hombre se convertía en cristiano se dirigía a su propio grupo; se asociaba con los santos. Cuando preguntabas: "¿dónde están los creyentes?", podías encontrarlos a todos juntos. Puedes encontrarte a otras criaturas vagando separadamente por las montañas, pero las ovejas aman estar en los rebaños. Pablo no se contentó con ser bautizado, sino que después de su bautismo intentó por sí mismo unirse a la Iglesia; y encontramos que donde estuviera el pueblo de Dios, siempre estaba formado en una Iglesia; ya fuera en Filipos, o en Éfeso, o en Pérgamo, o en Tiatira, o en la misma Roma, Pablo formaba iglesias en todas partes; y conforme iba de lugar en lugar, miraba a la iglesia como la columna y el fundamento de la verdad. A mí me agrada grandemente la predicación en los teatros. Ustedes saben cuán sinceramente me gozo con la predicación de Cristo en todas partes. Pero hay una carencia en toda esta labor; el grano es sembrado, pero no hay nadie que lo cuide posteriormente; nadie que lo recoja. La manera en que todo esto ha de ser implementado no es por medio de Asociaciones, sino por la Iglesia. La Iglesia de Dios es la verdadera madre de los convertidos; es de su seno que han de nacer, y en su pecho han de alimentarse, y en sus rodillas han de ser mecidos. Esos que van por todos lados hablando con ligereza de la comunión de la Iglesia, y quisieran que todos los cristianos se mantuvieran separados de las iglesias, hacen daño, y son sin saberlo agentes del mal; pues la Iglesia es, bajo Dios, una gran bendición para el mundo; y la unión con la Iglesia tiene el propósito de ser un método de confesión que no ha de ser descuidado. Supongan por un momento, hermanos, que en vez de esta compacta falange de esta Iglesia, estuviéramos separados en cristianos individuales, y no mantuviéramos ninguna asociación los unos con los otros; yo no dudaría en afirmar que algunos de los de corazón más ardiente entre ustedes se enfriarían, pues al asociarse unos con otros se promueve su celo y se enciende su entusiasmo. Los pequeñitos que están entre nosotros serían sometidos a no sé qué herejía peligrosa y a qué falsa doctrina; y también el hermano o la hermana más fuertes de aquí sentirían que sería una solemne pérdida si tuvieran que descontinuar la asociación con los hermanos y hermanas en Cristo que ahora los consuelan y fortalecen. 4. Para algunos, la confesión con la boca conllevará el tomar la cruz en la familia. No conozco ninguna otra forma en la que esta confesión sea más agradable a Dios, y al mismo tiempo más ardua para los hombres, que tomar la cruz en la familia. Pudiera ser que fueras el primer convertido de la familia, y que frecuentes la casa de Dios mientras los demás siguen sus placeres en el día del Señor. Te pones a orar, y en el momento en que te arrodillas en esa recámara, hay una risa que resuena en sus paredes. Hablas de Cristo y de las cosas divinas, y el padre y la madre abren sus ojos, y todos los hermanos y hermanas tienen una mofa y un escarnio para ti.

Tú me preguntarás qué deberías hacer. ¡Persevera! ¡Mantente firme! ¡Sé constante!, pues ahora es que debes hacer una confesión con tu boca para salvación. Yo no voy a creer que tu fe te salve a menos que ahora, sin ninguna duda y al costo que fuese, aunque fuera a riesgo de perder el amor de tu padre y los cuidados de tu madre, dijeras de inmediato: "no puedo evitarlo: lamento causarles una vejación, pero no puedo amar a mi padre o a mi madre más que a Cristo, para no ser indigno de Él." Tienes que estar dispuesto a renunciar a todo lo que te es cercano y muy querido, lo que fuera; aunque lo amaras como a ti mismo, y fuera tan precioso como tu propia vida, debes renunciar a todo ello si se interpusiera en el camino en el que sigues a Cristo Jesús el Señor. "Ah, bien", -dirá alguno- "¡esto es muy duro!" Sí, ¡pero recuerda por quién lo haces! Es tu Redentor, que dejó la corte de Su Padre y se encarnó, para poder ser uno contigo, y extendió Sus manos sobre la cruz, y entregó Su costado a la lanza. En verdad, todo aquello a lo que pudieras renunciar es una nimiedad comparado con aquello a lo que Él renunció por ti. Hazlo alegremente; hazlo de inmediato. Joven amigo, no te aterres ni te alarmes ante las tribulaciones familiares que tienes que soportar. Pídele a Dios que te haga como uno de esos barcos acorazados, de tal forma que aunque te disparen sus más fieros dardos, y los arrojen con la fuerza más tremenda, pasarán volando a tu lado, sin hacerte daño porque estás blindado con un valor invencible y con resuelta fe. El reino de los cielos es para ti, como aquella antigua ciudad que había sido sitiada por largo tiempo, y no había ninguna esperanza de aliviar a los habitantes del lugar a menos que un barco pudiese entrar al puerto. Pero una gran cadena había sido extendida a todo lo largo. Ustedes recuerdan cómo el capitán, cuando el viento era favorable y la marea era alta, se lanzó contra esa cadena que cerraba al puerto, la rompió y entró navegando en el puerto. Así ustedes han de romper la cadena que amenaza con mantenerlos fuera del cielo. Pero pídanle a Dios que les dé mucha gracia que sea como la marea; mucho del Espíritu Santo que sea como un viento favorable; y si se lanzaran contra la cadena, se romperá ante su valor y su determinación. Las pruebas provenientes de la familia son difíciles de aguantar. Una cruz viva es a menudo más severa de llevar que una cruz muerta, pero deben hacerlo, pues "con la boca se confiesa para salvación." 5. Esta confesión será muy aceptable si es hecha en tiempo de tentación. Cuando al joven José le arrebató su ropa la lasciva mujer de su amo, su respuesta fue: "¿Cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?" La mujer habría podido responder: "¡Dios! ¿Qué sé yo de Él? Conozco a Isis; entiendo al becerro de oro, pero no sé nada de Jehová; ¿quién es?" Hubo una valerosa y clara confesión de su fidelidad a Jehová, como una razón del por qué no podía pecar. El caso de Nehemías es igualmente pertinente. Cuando lo invitan a una conferencia secreta en el templo, él dice: "¿Un hombre como yo ha de huir?" Él profesa su confianza en su Dios como una razón del por qué no puede ni por un momento actuar ignominiosamente.

Ahora, cristiano, aquí es donde debes hacer una confesión con la boca. Alguna sucia trampa en el negocio, que se ha vuelto tan común que nadie considera nada malo en ella, se te presenta en tu camino. Ahora, actúa como hombre, y di: "prefiero morirme de hambre que hacerlo; yo no puedo ni quiero vivir del robo, aunque esté medio legalizado por la sociedad." Joven amigo, ahora es tu oportunidad. Cuando llegue el día domingo, y seas arrastrado de la manga por una docena de amigos para que los acompañes para desperdiciar las santas horas, muy bien puedes decirles: "no", -y dar la razón- "no puedo hacerlo pues soy un cristiano." O, pudiera ser que hayas venido del campo, y tu amigo, ¡ah!, tu amigo te proponga llevarte a una guarida de infamia, para mostrarte lo que es la vida. Respóndele que él no entiende cómo saciar tu apetito, pues tú eres un cristiano. Para algunos propósitos yo preferiría la aseveración de la fe de uno en Jesús en el tiempo de la tentación a cualquier otra forma de confesión, pues ciertamente no podría haber ninguna hipocresía en ello. Cuídate, hermano, de no dejar nunca de reconocer a tu Señor en el tiempo de la tentación. "Ah," -comenta uno- "nunca dejaré de hacerlo." No hables demasiado positivamente. Pedro negó a su Señor delante de una necia criada; ten cuidado de no caer de igual manera. Es fácil decir: "yo soy un buen marinero" cuando estás en la costa. Caminas muy bien por la cubierta superior del barco cuando este se encuentra en el muelle; no sabes lo que es una tormenta, ni cómo se sacude el barco cuando las olas bañan la cubierta. Sería mejor que guardaras tus jactancias para cuando hubieses ido al mar. No te jactes de nada de lo que harás, sino más bien di: "Sosténme y seré salvo." 6. La confesión con la boca ha de hacerse con doble resolución siempre que seamos llamados a sufrir tribulación por causa de Cristo; cuando la profesión de Cristo nos pudiera acarrear alguna pérdida, o cuando la negación de Su nombre nos pudiera proporcionar una prosperidad temporal. Ustedes saben cómo en los tiempos antiguos, los tres santos varones rehusaron inclinarse ante la imagen que Nabucodonosor había erigido; ellos estaban dispuestos a morir, pero no estaban dispuestos a negar a su Dios; ellos podían arder pero no podían retroceder. Y así fueron arrojados al horno, porque no podían arrojar de sí su confianza en Dios. Miren a Daniel, por allá, con su ventana abierta, adorando hacia Jerusalén siete veces al día, como lo había hecho siempre. Lo hace con valentía. Fue una valerosa respuesta la que dieron Pedro y Juan, cuando los escribas y los fariseos les ordenaron que no hablaran más en aquel nombre. "Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios." Yo he observado que, siempre que la persecución brama y los hombres están sujetos a perderlo todo por Cristo, las personas más tímidas pero que son sinceras, generalmente dan la cara en ese momento. Allí está José de Arimatea. No se escucha de él cuando Jesús vive. Pero cuando el cuerpo de Jesucristo está sobre la cruz, ¿quién es el que entra

a la cueva del león? ¿Quién es el que va Pilato? José de Arimatea pide el cuerpo de Jesús. Él encuentra el sepulcro. ¿Y quién es el que ayuda a envolverlo en lienzos con especias aromáticas? Pues, Nicodemo, que vino a Jesucristo de noche; otro cobarde. Ambos progresan, y ya no son más cobardes en la hora del apuro. El ciervo huye veloz cuando ve a los sabuesos, pero cuando se ve acorralado, lucha con la valentía de la desesperación; así, quienes son tímidos cristianos temblorosos en tiempos ordinarios, a la hora de la verdad, dan un paso al frente y son tan valerosos como los creyentes más heroicos. Algunos de ustedes esconderían sus cabezas si llegáramos al punto de la persecución, de la hoguera y de la muerte. Erasmo solía decir que no tenía la madera apropiada para ser un mártir. Por eso, yo creo, los católicos seguidores del Papa pintan a Erasmo como colgando en algún punto entre el cielo y el infierno; y los protestantes no necesitan disputar por causa de esa pintura. Él poseía algún tipo de conocimiento de la verdad pero no tenía el valor de declararla y temblaba mientras su amigo Lutero fue directo al frente y golpeó la triple corona sobre la frente del Papa. No seamos nunca como Erasmo. "Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él." Si valiera la pena vivir para el mundo y el pecado, vive para ellos con todo tu corazón, y alma y fuerza: pero si Dios es Dios, no te quedes cuestionando y claudicando entre dos pensamientos, sino decidida, valerosa y positivamente di: "yo estoy por el Señor." No hay tiempo semejante al tiempo de pérdida y tribulación para hacer una confesión. 7. Hermanos míos, yo creo que un cristiano difícilmente podría hacer esta confesión con su boca, a menos que hiciera a veces algo inusitado para dar testimonio. "¿Quién está por Jehová? Júntese conmigo," dijo Moisés cuando descendió del monte y quemó el becerro de oro: "Y se juntaron con él todos los hijos de Leví. Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente." De vez en cuando seremos incapaces de confesar a Cristo, a menos que hagamos algo que parecería duro y extraño, pero que debe hacerse por Dios y por la causa de la verdad. Ciertamente, los Elías de Dios no pueden quedarse callados; mientras miles de sacerdotes de Baal están encendiendo sus fuegos e invocando a Baal, ellos deben pasar al frente. "¿Acaso no son ustedes siervos de Baal y yo el siervo del Dios vivo?" Descubriremos que es necesario forzar las exquisiteces de la etiqueta y hollar bajo nuestros pies las formalidades que la sociedad dignificada quiere erigir; y como el profeta que llegó a Bet-el, tendremos que clamar contra los altares en los que otras personas pagan sus votos. Yo he admirado -y aquí tomo mi cruz con un buen hermano- yo he admirado grandemente un testimonio dado recientemente en la asamblea de la Iglesia Libre de Escocia, por mi hermano Candlish, en contra de la inscripción que fue colocada sobre el mausoleo erigido en memoria del excelente Príncipe Alberto. Lo he admirado por su arrojo al expresar lo que pensaba y sentía. Yo creo que debió haber recibido un tributo de honor en lugar de un aullido de indignación. A él le importa poco si es alabado o censurado, pero debería hacerse justicia a su valor y a su fidelidad. Él ha señalado el

carácter papista de la inscripción, de la cual me aventuro a decir que el propio Príncipe la aborrecería, si su espíritu pacífico visitara el mausoleo. Si recuerdo correctamente, el señor Baptist Noel nos ha informado que el Príncipe exclamó en su lecho de muerte: "Nada en mi mano llevo, Simplemente a Tu cruz me aferro." Murió siendo cristiano, aferrándose humildemente a la cruz de Jesús. Por tanto, su mausoleo está siendo deshonrado por una inscripción apta para un santo del papado, pero no para alguien que amó al Señor Jesucristo. No hay ninguna deslealtad cuando expresamos francamente nuestra opinión, ni pretendemos interferir en la libertad de otros. Debería otorgarse una licencia abierta al afecto, y la aflicción debería tener su propia escogencia de palabras, pero es un error, si es que no es un pecado, imponer un panegírico papista cuando un epitafio cristiano habría sido más apropiado. Yo tomo mi cruz con Candlish; y no sería sincero con Dios si no lo hiciera, pues yo creo que quien confiesa a Cristo, algunas veces contra la tendencia popular y la corriente popular, es la única persona que puede esperar recibir una recompensa de su Señor por haber actuado fielmente en todas las cosas. Algunas veces tendrán que hacer esto, pero no siempre; tal vez no con frecuencia. No pierdan su camino por dar testimonio, pero cuando la carga del Señor esté sobre ustedes, testifiquen: y que nadie los meta en miedo. 8. Además, no es posible confesar a Cristo con la boca a menos que estemos dispuestos a usar nuestra posición como un método de confesión. Josué es cabeza de una casa. Él usa esa posición: "Pero yo y mi casa serviremos a Jehová." Yo no puedo creer en su fe si ustedes no se preocupan de que Dios sea reconocido en su casa. Que el altar familiar sea erigido; que el sacrificio humee sobre ese altar. Si no pudiera ser dos veces al día, que sea por lo menos una vez. Pero asegúrense de pagar sus votos al Altísimo en esa posición, pues de lo contrario no habrían hecho una confesión para salvación. O pudiera ser que tengan alguna influencia donde puedan ayudar a la Iglesia de Cristo. Háganlo diligentemente. Ester es la reina de Asuero. Si ella dejara de identificarse como judía, y si no hiciera suya la disputa de Israel con Amán, entonces ella sería repudiada. Ella llegó al reino para un momento como ese. Algunos de ustedes son patronos de muchos empleados, o tal vez podrían ser miembros del Parlamento, o tal vez se muevan en esferas en las que tienen el poder suficiente para influenciar las mentes de otras personas. Sean diligentes en hacerlo por Dios; pues toda esa influencia es dinero dado a ustedes para que lo pongan al interés para su Dios y Señor, y si lo enterraran en una servilleta o lo usaran sólo para ustedes mismos, Él tendría que decirles en el último gran día: "Siervo malo y negligente, serás entregado a los verdugos." 9. Además: Hay algunas personas que no confesarán nunca con sus bocas al Señor Jesús, como deberían hacerlo, a menos que se vuelvan predicadores. David dijo que él había predicado la Palabra en la gran congregación; y se jacta de que no ha rehuido anunciarla delante de los reyes.

Ahora, hay algunos de ustedes que poseen la habilidad de hablar, pero nunca lo hacen. Toda la longitud entera de las calles de Londres los espera como un púlpito; la población entera de Londres está lista para ser su audiencia. ¿Por qué no comienzan a hablar? Pueden hablar sobre política. La otra noche, en la institución literaria, entiendo que leíste un ensayo capital sobre un tema de astronomía. Si amas al Señor, ¿vas a dar toda su atención a estos temas inferiores? No; al menos algunas veces da tu atención a quien te compró con Su sangre. "No sois vuestros, porque habéis sido comprados por precio." Preocúpate, entonces, que tu conversación sea más de Cristo que de cualquier otra cosa que poseas. Habla a favor de tu Dios y Señor. Me comentas que eres nervioso. Que no te preocupe tu nerviosismo. Inténtalo una vez. Si te tropiezas una docena de veces, inténtalo otra vez; verás que tus talentos aumentan. Es sorprendente ver cómo esas interrupciones hacen más bien que nuestra continuidad. Simplemente libera a tu alma de lo que hay en ella. Que tu corazón se ponga al rojo vivo, y entonces, como algún volcán que está vomitando sus entrañas más íntimas, deja que la lava ardiente de tu exposición se deslice a borbollones. No te deben importar las gracias de la oratoria, ni los refinamientos de la elocuencia, sino expresa lo que conoces; muéstrales las heridas de tu Salvador; proclama Su aflicción para que ella les hable; y será sorprendente cómo tu lengua tartamudeante se convertirá en un mejor instrumento porque tartamudea, pues "lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es." Ustedes pueden ver, hermanos, que esta confesión de Cristo con la boca es una obra de toda la vida. El cristiano deber ser alguien como un médico. Ustedes saben que consideramos al médico un hombre profesional. Bien, ¿cómo profesa el médico? Pues bien, hay una gran placa de bronce en su puerta y una gran campana, y todo mundo sabe el significado de la placa de bronce y de la campana. Esa es parte de su profesión. ¿Qué más? ¿Cómo profesa él ser un médico? Él va con la gente y su vestido es como el de todos los demás. No ves una caja de lancetas sujeta a su costado; no observas que esté vestido con un traje particular. Es un médico y siempre es un medico; pero cumple su profesión por medio de su práctica. Esta es la forma en que la profesión de un cristiano ha de cumplirse, por medio de su práctica. El hombre es un médico profesionalmente, porque en verdad cura a la gente y escribe recetas, y satisface sus necesidades. Yo he de ser un cristiano en mis acciones, mis obras, mis pensamientos y mis palabras. Por tanto, si alguien necesita a algún cristiano, yo debería ser reconocido por mis palabras y mis actos. Cuando íbamos a la escuela, dibujábamos casas, y caballos, y árboles en nuestros cuadernos, y podemos recordar cómo solíamos escribir "casa" bajo la casa, y "caballo" bajo el caballo, pues algunas personas podrían haber pensado que el caballo era una casa. Así hay algunas personas que necesitan usar un gafete alrededor de su cuello para mostrar siquiera que son cristianos, pues de lo contrario podríamos confundirlos con pecadores, pues sus acciones son muy semejantes. Eviten eso. Que su profesión sea manifiesta por su práctica. Sean tan claramente un trazo de la pintura divina, que en el

momento que alguien ponga la vista en ustedes, diga: "sí, esa es la obra de Dios; ese es un cristiano, la más noble otra de Dios." II. Cuento sólo con un minuto o dos, justo para pronunciar unas pocas palabras de exhortación. Queridos amigos, asegúrense de confesar a Cristo con su boca. No pongan ninguna excusa, pues NINGUNA EXCUSA QUE PUEDAN PONER SERÍA VÁLIDA. ¡Dices que vas a perder tu negocio! Piérdelo y ganarás tu alma. ¡Que no estarás a la moda! ¿Qué importancia tiene estar a la moda? ¡Que serías despreciado por aquellos que te aman! ¿Acaso amas a tu esposo o a tu esposa más que a Cristo? Si así fuera, no serías digno de Él. Pero, ¡eres tan tímido! Preocúpate de no ser tan tímido como para estar perdido al final, pues los temerosos y los incrédulos tendrán su porción en el lago que arde. No me refiero a aquellos que temen y algunas veces tienen dudas de su interés en Cristo, sino a aquellos que tienen miedo de confesar a Cristo delante de los hombres. Ustedes saben que en el silencio de la hora de la enfermedad o de la muerte, ninguna excusa, independientemente de cuán plausible pueda parecerles ahora, responderá a su conciencia; y si no responderá a su conciencia, pueden estar seguros que no satisfará a Dios. En seguida, recuerda cuán deshonroso es que digas que crees con el corazón pero que no hicieras una confesión. Eres como una rata escondida detrás del friso de la pared, que sólo sale cada vez y cuando, cuando nadie la mira, y luego corre a esconderse otra vez. "Qué metáfora tan degradante", dirás. Pretendía degradarte con ella, para sacarte de tu cobardía. ¡Cómo!, ¿ha de ser tratado Cristo de esta manera, como si el nombre de Cristo habría de ser profesado en hoyos y esquinas ocultos? No, que se diga ante el rostro del sol: "en verdad yo amo a Jesús, que se entregó por mí." No es algo que se deba decir cuando se está solo, ni se ha de ocultar de los oídos de los hombres. Él murió frente al rostro del sol, rodeado de escarnecedores; y, rodeados de escarnecedores, declaremos también nuestra fe en Jesucristo. Por otro lado, cuán honorable será esa confesión para ustedes. Si yo tuviese que unirme a algún ejército, y encontrara en las listas convocatorias una relación de todos los granujas y de toda la escoria de las calles, no creo que me gustaría ser un soldado. Pero si, por otro lado, viera que mi coronel es un gran vencedor, y que tendría por compañeros y camaradas a hombres que tuvieran algunos gloriosos nombres sobre sus estandartes, me sentiría honrado de que se me permitiera ser el que toque el tambor en un regimiento de esa naturaleza. Así, cuando leo la lista, y encuentro a Abraham, a Isaac, a Jacob, a Moisés, a David, a Daniel, a Isaías, al propio Jesucristo, a los apóstoles, a Lutero, a Calvino, a hombres cuyos nombres se han vuelto nombres caseros en cada familia cristiana, consideraría un honor si mi nombre se encontrara escrito con el de ellos, como el soldado más humilde y débil de todo el ejército. Es algo honorable. Por tanto, toma tu decisión para unirte a nosotros, y debes estar preparado a ser despreciado como un seguidor del Señor Jesucristo. Yo los exhorto a esto porque los hará útiles. ¿Qué bien podría hacer un cristiano secreto? Es una vela

puesta debajo de un almud; es una luz encerrada en una linterna sellada. Tu luz ha de brillar. ¿Para qué serviría un cristiano secreto? Sería como sal desvanecida. Y, ¿para qué serviría sino para ser hollada por los hombres? Vamos, el sabor de su sal ha de sentirse por todo el mundo. La gracia es suficiente. Ese es otro argumento para ti. Yo creo que tendrás nuevas responsabilidades y peligros si haces una confesión. La gracia es suficiente. Si la gracia te pusiera sobre un pináculo del templo, ten la certeza que la gracia te mantendrá allí. Si te quitas del pináculo, y te bajas al piso duro, estarías inseguro allí; pero si Dios te pone sobre el pináculo, podrían venir todos los diablos del infierno para empujarte hacia abajo, pero permanecerías firme. No seas desobediente eligiendo tu camino; sigue el camino de Dios y estarás seguro en él. Por último, el galardón es espléndido. "A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos." Había una vez un Príncipe de legítima sangre real, que abandonó el palacio de su Padre y viajó a un lugar distante en los dominios del rey, donde era poco conocido y aceptado. Era un verdadero Príncipe, y mostraba en su rostro esas señales de realeza -esa extraña divinidad que circunda a un rey- que podría haber conducido al espectador a saber que pertenecía a la realeza. Pero cuando llegó al lugar, la gente dijo: "este es el heredero del trono; ¡insultémoslo, mostrémosle nuestro desagrado!" Otros decían que no era un heredero del todo. Y se pusieron de acuerdo para ponerlo en el cepo. Cuando se encontraba allí, todos los hombres le arrojaban todo tipo de inmundicias, y le lanzaban todo tipo de duras palabras; y decían: "¿quién se atrevería a reconocerle como Príncipe? ¿Quién se atrevería a apoyarlo?" Se levantó un hombre en medio de la multitud y dijo: "¡yo me atrevo!" Entonces lo pusieron en el cepo al lado del Príncipe; y cuando arrojaban la inmundicia sobre el Príncipe, caía sobre el hombre también, y cuando le decían duras palabras al Príncipe, también le decían duras palabras a él. El hombre estaba allí, sonriendo, y recibiendo todo. De vez en cuando, una lágrima rodaba por su mejilla; pero eso era por ellos, porque trataban así de mal a su soberano. Pasaron los años, y el rey vino a esos dominios y los subyugó; y vino un día de triunfo sobre la ciudad conquistada: los gallardetes pendían de todas las ventanas, y las calles estaban salpicadas de rosas. Entraron las tropas del rey uniformadas con relucientes armaduras de oro, y con penachos en sus yelmos brillantes. La música resonaba dulcemente, pues todas las trompas de gloria tocaban. Era del cielo que habían venido. El Príncipe recorría todas las calles en su glorioso carruaje; y cuando llegó a las puertas de la ciudad, allí estaban los traidores atados con cadenas. Comparecieron temblando ante él. Él se fijó en un hombre en medio de la multitud que estaba libre y sin cadenas, y preguntó a los traidores: "¿conocen ustedes a este hombre? Él estuvo conmigo en aquel día en que ustedes me trataron con escarnio e indignación. Él estará conmigo en el día de mi gloria. ¡Ven acá!", dijo. Y en medio del sonido de las trompetas y la voz de aclamación, el pobre, despreciado, y rechazado ciudadano de esa ciudad rebelde, recorrió las calles en triunfo, al lado de su Rey, que lo vistió de púrpura y puso una corona de oro puro sobre su cabeza. Allí tienen la parábola. ¡Vívanla! Amén.

Por L.R. Shelton Jr. sobre Arrepentimiento Capítulo 1 del Libro Arrepentimiento Bíblico

Traducción por Chapel Library

¿Por qué es el arrepentimiento bíblico la necesidad de esta hora? Porque vivimos en una época en que la mayoría de los líderes religiosos realmente niegan la necesidad de arrepentimiento. Si es que lo predican, lo debilitan como el presidente de un seminario que dijo que el arrepentimiento no significa más que ―un caballero decirle a Dios que lamenta haber hecho lo que hizo‖. Otros dicen que el arrepentimiento es únicamente para los judíos y no para nosotros en la actualidad. Algunos dicen que el arrepentimiento es sólo para los hijos de Dios y que no tiene nada que ver con los pecadores perdidos, mientras que otros predican justo lo contrario: ¡dicen que el arrepentimiento es sólo para pecadores perdidos pero no para los hijos de Dios! ¡Y aún otros afirman que el arrepentimiento es meramente una forma de obras y que ningún grupo lo necesita! Por lo tanto, mi propósito es refutar estos errores fatales que están engañando a las almas preciosas para su destrucción eterna. Ahora escuchemos el testimonio de la Palabra de Dios. Veamos las palabras de nuestro Señor en Lucas 13:3 y 5: ―Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente‖. Lo que está diciendo es esto: ―A menos que renunciéis a vuestras armas de rebelión contra Dios, moriréis en el infierno porque permanecéis bajo la ira de Dios. ¡Confesad vuestros pecados y no los cometáis más o moriréis para siempre!‖ Por lo tanto, para empezar, tengo que presentar el efecto del pecado sobre la raza humana, especialmente sobre ti y sobre mí. ¿Qué es el pecado? Pecado: su definición

En esencia, el pecado es rebelión contra Dios[1]. Esto significa creer que tenemos el derecho de hacer con nuestra vida lo que nos da la gana y de actuar independientemente de Dios y de su santa ley. Como dice el apóstol Juan: ―Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley‖ (1 Juan 3:4). De hecho, el pecado es una manera de decirle a Dios: ―No te metas con mi vida; no te necesito‖. Pecado: sus serias consecuencias

La doctrina del efecto del pecado sobre ti y sobre mí y sobre toda la raza humana es muy seria. Así como ningún corazón lo puede concebir apropiadamente, así la boca no puede expresar adecuadamente el estado de perdición y ruina que el pecado ha causado al hombre culpable y desdichado. Te preguntas: ―¿Qué ha hecho?‖ ¡Oh, mi amigo, nos ha separado de Dios! ¡Ha desfigurado y arruinado nuestro cuerpo, alma y espíritu! El pecado ha llenado nuestro cuerpo de enfermedades y dolencias. El pecado ha desfigurado la imagen de Dios en nuestra alma. ¡El pecado ha cortado nuestra comunión con él quien nos hizo a su propia imagen moral! El pecado ha hecho que por naturaleza tú y yo seamos amantes del pecado y aborrecedores de Dios, quien es el único bien. ¡Sí, es cosa muy seria considerar el pecado a la luz de la Palabra de Dios, ver lo que le ha hecho al hombre, a Dios y su Cristo, y a la creación de Dios! El pecado nos ha desligado de Dios y ha abierto las puertas del infierno. Es serio porque el pecado le ha costado al hombre su bien más precioso –su alma imperecedera.

Pecado: humillante para el hombre

Además, la doctrina del pecado revelada en la Palabra de Dios es una muy humillante. ¿Por qué? Porque la Biblia no nos presenta meramente como ignorantes y necesitados de enseñanza. Ni nos presenta como débiles y necesitados de un tónico. En cambio, revela que tú y yo estamos espiritualmente muertos y que carecemos de cualquier justicia y rectitud que nos dé algún mérito ante Dios. Esto significa que espiritualmente carecemos de fuerza, somos totalmente incapaces de mejorarnos a nosotros mismos, estamos expuestos a la ira de Dios y no podemos realizar ni una obra que sea aceptable para un Dios santo (Rom. 3:10-18). La imposibilidad de que alguno pueda ganarse la aprobación de Dios por medio de sus propias obras resulta claro en el caso del joven rico que se acercó a Jesús (Mat. 19). Cuando juzgamos a este joven según las normas humanas, consideramos que era un modelo de virtudes y de logros religiosos. Pero, como tantos otros que confían en sus propios esfuerzos y su propia justicia, desconocía la espiritualidad y lo estricto de la ley de Dios. Cuando Cristo le mostró la codicia de su corazón, se fue triste, porque poseía muchos bienes. Era humillante descubrir que sus mejores estudios religiosos no eran más que trapos de inmundicia al olfato de Dios (Isa. 64:6). Este joven no quiso confesar que su moralidad y que sus mejores acciones no eran más que obras de tinieblas condenatorias por las que necesitaba sentir pesar y a las que tenía que renunciar. Pecado: nuestra naturaleza

¡Qué humillante es descubrir que Dios requiere la verdad en lo íntimo (Sal. 51:6)! ¡Qué humillante es que no podamos librarnos por nuestros propios medios del pecado en nuestro corazón y en nuestra mente! Qué humillante es que nosotros, al igual que todos los demás, tenemos que comparecer ante Dios como pecadores y declararnos culpables ante él. No queremos confesar que somos pecadores –perdidos, descarriados, indefensos y culpables-- ante Dios. ¡El moral y farisaico no quiere confesar que está en la misma situación ante Dios que el violador, la prostituta y el borracho! No obstante, somos pecadores por naturaleza y en la práctica. No podemos librarnos del pecado por medio de una resolución, una orden, un sacrificio ni por medio de apartarnos totalmente del mundo, porque es nuestra naturaleza. Jeremías 13:23 dice: ―¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas? Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer mal?‖ Este hecho humilló al apóstol Pablo. Lo llevó a arrepentirse y confesar que ante Dios era un pecador merecedor del infierno. En Romanos 7 nos cuenta que en una época vivía sin la ley; pero que cuando conoció el mandamiento de que no debía codiciar, se llenó de codicia. Comprendió que era carnal[2], que se había vendido al pecado. Confesó que era humillante enterarse de que lo que quería hacer –vivir justa y rectamente-- no podía hacer. Y lo que no quería hacer –pecar contra un Dios santo, recto y justo—eso es lo que hacía. Confesó tener la voluntad de hacer lo bueno, pero no el poder para hacerlo. Su voluntad estaba depravada, y su naturaleza pecaminosa lo tenía cautivo: ―Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago‖ (Rom. 7:19). Por más que luchaba contra él, que tomaba resoluciones contra él, que lo denunciaba y que hacía todo lo que podía en su contra –no se podía librar de él.

De la misma manera, nos sentimos humillados cuando, por el poder iluminador del Espíritu de Dios, vemos el terrible poder del pecado en nuestra vida. Pecado: cómo ve Dios nuestro corazón

¡La Biblia declara que el efecto del pecado sobre el hombre es tal que nuestro corazón es comparable a algunas de las cosas más repugnantes que nos podamos imaginar! Se vale de estas descripciones para mostrarnos cómo considera Dios nuestros pecados. ¿Sabes que la Palabra de Dios nos describe como gusanos? Lo hace en Job 25:4-6: ―¿Cómo, pues, se justificará el hombre para con Dios? ¿Y cómo será limpio el que nace de mujer? He aquí que ni aun la misma luna será resplandeciente, ni las estrellas son limpias delante de sus ojos; ¿Cuánto menos el hombre, que es un gusano, y el hijo de hombre, también gusano?‖Error en la cita: El elemento no es válido; las referencias sin contenido deben tener un nombre El significado de la raíz de la palabra usada aquí como gusano en el hebreo es ―gusano de podredumbre‖[3]. Esta es la forma como Dios nos ve: en proceso de putrefacción, fuera de Cristo. Además, ¿sabías que Dios nos describe en nuestra naturaleza depravada como una ―podrida llaga‖. Así lo hace en Isaías 1:4-6: “¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad, generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué querréis ser castigados aún? żTodavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo corazón doliente. Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite.”

Las Escrituras también muestran que el pecado ha hecho al hombre como bestias ignorantes y estúpidas. Leemos en el Salmo 73:22: ―Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti‖. También leemos en el Salmo 49:20: ―El hombre que está en honra y no entiende, semejante es a las bestias que perecen‖. Si todavía estás jugando con el pecado, condenas tu alma al infierno. Y eres como las bestias que perecen, porque no entiendes. Alguien me podría decir: ―¡Ésta no es una manera agradable de decir las cosas!‖ Lo sé, pero es lo que dice la Palabra de Dios. Tenemos que despojarnos de todo nuestro orgullo y fariseísmo y renunciar para siempre a querer algo en nosotros que nos recomiende a Dios. ¡Qué cuadro del hombre depravado! ¡Qué imagen de ti y de mí por naturaleza! Viéndonos en este estado de putrefacción, Dios tiene que ordenar que nos arrepintamos. Quiero razonar contigo: Si no te ocupas de la eternidad y no piensas en el mundo venidero, entonces de seguro la Palabra de Dios te retrata con exactitud en estas descripciones. Eres como un gusano, como una llaga podrida y como una bestia que perece. ¡Oh que supieras tu final (Deut. 32:29) y, arrepentido, acudieras ya mismo a Dios, y te encomendaras a su misericordia en Cristo! ¡Oh que te presentaras hoy ante el Dios Santo, humillándote ante él, y clamando a él con verdadero arrepentimiento!

Preguntas para estudio La necesidad de arrepentimiento Nota: A lo largo de este estudio, por favor no se limite a escribir las palabras del texto de lectura; más bien, diga en sus propias palabras lo que el autor quiso significar al escribir lo que escribió. Pecado: su definición

1. a. En esencia, ¿qué es pecado? b. ¿Qué significa esto en relación con nosotros mismo? Pecado: sus serias consecuencias

2. ¿Qué nos ha hecho el pecado? Pecado: humillante para el hombre

3. ¿Por qué es el pecado humillante para el hombre? 4. ¿Cuál es el resultado de estar espiritualmente muerto? 5. ¿Qué aprendemos acerca de esto en Mateo 19:16-30? 6. ¿Cuál es el punto principal de Isaías 64:6? Nota: Con punto principal queremos decir el significado básico detrás de las palabras. No se limite a volver a escribir las palabras impresas; más bien diga en sus propias palabras lo que significa el texto. Pecado: nuestra naturaleza

7. ¿De qué manera el pecado en nuestra naturaleza pone en igualdad de condición a todos los hombres ante Dios? 8. a. ¿Qué nos dice Romanos 7:19 sobre los efectos de nuestra naturaleza en relación con nuestra habilidad de dejar de pecar? (Por favor escriba el texto del versículo y la referencia.) b. ¿Y usted? ¿Coincide con esto al aplicarlo a usted personalmente? Pecado: Cómo ve Dios nuestro corazón

9. La Biblia compara nuestro corazón con algunas de las cosas más repulsivas que nos podemos imaginar. Al usar estas descripciones del pecado, la Palabra de Dios muestra qué aspecto tienen nuestros pecados para Dios, y por qué necesitamos confesarlos y arrepentirnos de ellos. a. ¿Cuáles son las tres cosas horribles con las cuales la Biblia compara nuestros pecados? (Escriba también la referencia de cada una.)

b. ¿Y usted? Basándose en estos versículos, describa qué aspecto han de tener sus pecados para Dios.

1. ↑ La palabra pecado significa “errar al blanco”. 1 Juan 5:17 declara que “toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte”; esto significa cualquier cosa que no está en armonía con el carácter justo y recto de Dios. 1 Juan 3:4 nos dice que pecado es quebrantar la ley de Dios, lo cual es la violación de la voluntad revelada de Dios. Estas definiciones bíblicas ponen en claro que pecado es todo pensamiento, palabra, actitud y acción que son contrarios a la revelación del carácter y la voluntad de Dios presentados en su Palabra. 2. ↑ carnal -- dado a los placeres sensuales. 3. ↑ Harris, R.L., Archer, G.

Por L.R. Shelton Jr. sobre Arrepentimiento Capítulo 2 del Libro Arrepentimiento Bíblico Traducción por Chapel Library

Definición de arrepentimiento

Entonces, ya ves que el hombre está en una posición de rebeldía contra la soberanía y la autoridad de Dios. Por eso es que nuestro Señor Jesús vino al mundo predicando: ―Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado‖ (Mateo 4:17). Ordena a cada pecador que abandone sus armas de rebelión y enarbole la bandera blanca de rendición para entrar al Reino de Dios. En otras palabras, el pecador tiene que cambiar de parecer en lo que respecta al pecado. Y esto es exactamente lo que significa arrepentirse: cambiar de parecer en lo que respecta al pecado y a Dios, lo cual da como resultado el apartarse del pecado y acercarse a Dios.[1]¡Y qué apartarse es éste! El arrepentimiento afecta la totalidad de la vida del pecador. El vocabulario bíblico relacionado con el arrepentimiento es realmente rico. Encontramos el tema del arrepentimiento a través de toda la Biblia y expresa su idea aun cuando no se usa la palabra misma. En el AT, dos palabras hebreas, los verbos nacham y shub son traducidos con frecuencia como arrepentimiento. The Hebrew and Aramaic Lexicon of the Old Testament (Léxico hebreo y arameo del Antiguo Testamento) por Koehler, Baumgartner, Richardson y Stamm dice que nacham significa: ―lamentarse, llegar a deplorar algo, arrepentirse‖ como en Job 42:6: ―Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza.‖ En su Commentary on the Old Testament(Comentario del Antiguo Testamento) Keil y Delitzsch comentan: ―Nacham es la expresión exacta de metanoeo, el dolor santo del arrepentimiento del que no se arrepiente. Se arrepiente (sentado) en polvo y cenizas al estilo de los que sufren el dolor profundo por la pérdida de un ser querido‖. Con respecto a shub, que significa ―volverse‖, The Theological Wordbook of the OT dice: ―La Biblia abunda en

expresiones idiomáticas que describen la responsabilidad del hombre en el proceso de arrepentimiento. Tales frases incluyen los siguientes: ‗inclinad vuestro corazón a Jehová Dios de Israel‘ (Jos. 24:23), ‗circuncidaos a Jehová‘ (Jer. 4:4), ‗lava tu corazón de maldad‘ (Jer. 4:14), ‗haced para vosotros barbecho‘ (Os. 10:12), etc. No obstante, todas las expresiones de la actividad penitencial del hombre se suman y resumen en este verbo único: shub. Porque combina en sí, mejor que ningún otro verbo, los dos requisitos del arrepentimiento: volverse del mal y volverse hacia lo bueno.‖ Concluyen diciendo: ―Es cierto que no hay en el Antiguo Testamento una definición sistemática de la doctrina del arrepentimiento. Mayormente, la Biblia lo describe (Salmo 51). No obstante, el hecho de que las personas son llamadas a ―volverse‖, ya sea ―a‖ o ―de‖ implica que el pecado no es una mancha indeleble, sino que por volverse, lo cual es un poder dado por Dios, el pecador puede encaminar en otra dirección su destino. Hay dos maneras de comprender la conversión, como el acto soberano gratuito de la misericordia de Dios y el acto del hombre por medio del cual va más allá de la contrición y el lamentarse a una decisión consciente de volverse a Dios. Esto último incluye el repudio de todo el pecado y una confirmación de la voluntad total de Dios sobre la vida de uno‖. En el NT, tres palabras griegas expresan arrepentimiento: los verbos metanoeo, metamelomai y el sustantivo metanoia. 1) Según el Analytical Lexicon of the Greek New Testament (Léxico analítico del Nuevo Testamento griego) por Friberg, Friberg y Miller, metanoeo es usado ―predominantemente en relación con un cambio religioso y ético en el modo de creer en cuanto a dos actos: arrepentirse, cambiar de idea, convertirse (Mat. 3:2)‖. También puede expresar un elemento emocional: ―como sentir remordimiento y contrición, sentirse compungido (Luc. 17:3, 4)‖. 2) A Greek-English Lexicon of the New Testament and Other Early Christian Literature (Un léxico griegoinglés del Nuevo Testamento y otra literatura cristiana primitiva) por Arndt, Gingrich, Danker y Bauer dice que metamelomai significa ―sentir remordimiento, arrepentirse‖. El Greek-English Lexicon of the New Testament Based on Semantic Domains (Léxico griego-inglés del Nuevo Testamento basado en el campo semántico) por J. P. Louw y E. A. Nida dice que metamelomai significa ―cambiar de idea acerca de algo, con la probable inferencia de un remordimiento-- ‗cambiar de idea, pensar de un modo diferente‘‖. 3) ―Metanoia significa ―un cambio de idea que lleva a un cambio en la conducta‖. Louw y Nida dicen acerca de metanoeo y metanoia: ―Cambiar la manera de vivir de uno como resultado de un cambio completo de sus pensamientos y actitudes con respecto al pecado y la justicia–‗arrepentirse, cambiar su manera de ser, arrepentimiento‘. Metanoeo: ‗Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen‘ (Mar. 6:12). Metanoia: ‗¿ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?‘ (Rom. 2:4)Aunque en español uno de los componentes centrales del arrepentimiento es el dolor o contrición que la persona experimenta debido al pecado, el énfasis en metanoeo y metanoia parece ser más específicamente el cambio total, tanto en el pensamiento como en la conducta, con respecto a cómo una debe pensar al igual que actuar‖. La importancia de estas definiciones es que aunque el énfasis principal en el arrepentimiento es el cambio de idea que lleva al cambio de la conducta, no se puede descartar el elemento emocional de contrición o remordimiento. Lo que incluye el arrepentimiento

Por lo tanto, arrepentirse es cambiar de parecer en cuanto al pecado y a Dios, lo cual da como resultado el apartarse del pecado y acercarse a Dios. ¡Y qué apartarse es éste! El arrepentimiento afecta la totalidad de la vida del pecador.

Arrepentimiento incluye que el pecador asuma la culpa de su condición pecaminosa ante Dios y ponerse del lado de él en contra de sí mismo. El penitente no culpa a ningún otro de su condición, sino que se condena a sí mismo bajo la ira eterna de Dios porque se lo merece. Arrepentimiento incluye sentir gran tristeza por el pecado. Segunda Corintios 7:10 dice que ―la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse‖. Y Mateo 5:4 dice: ―Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación‖. El arrepentimiento lleva a confesar los pecados. No escondiendo nada, el pecador se hace responsable de sus pecados y abre su corazón pecaminoso a Dios. Además, el arrepentimiento lleva a renunciar al pecado. El pecador arrepentido toma la determinación de no volver a él. Por lo tanto, en el arrepentimiento bíblico, el pecador convicto y convencido asume su lugar ante de Dios como un condenado con justicia. Aborrece su pecado, anhela ser libre de él. Siente gran tristeza por su pecado y toma la determinación de no volver a él. Y demuestra que su arrepentimiento es real andando en la senda de justicia y en auténtica santidad. ―Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento‖ es la evidencia de que ha ocurrido un cambio radical en nuestra vida (Mat. 3:8). Arrepentimiento y juicio

En Hechos 17:30 leemos estas palabras: ―Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan‖. Dios dice que todos los hombres –no sólo los gentiles, sino todos los hombres, lo cual incluye a todo pueblo, lengua, nación y tribu. Y en el v. 31 encontramos por qué Dios ha ordenado que todos los hombres en todas partes se arrepientan: ¡El juicio se acerca! ―Arrepentíos!‖ dice Dios. ―El Rey viene para juzgar! Arrepentíos si valoráis vuestra alma‖ ¿Por qué? ―Por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó [Jesucristo], dando fe a todos con haberle levantado de los muertos‖. Sí, Dios ordena que todos los hombres en todas partes se arrepientan y produzcan fruto digno de su arrepentimiento lo cual es una vida santa, ¡o se enfrentará con ellos en un juicio sin misericordia! La cuestión es que Dios es soberano en su salvación. Sólo él establece los términos bajo los cuales recibe a pecadores rebeldes en su reino. Su Palabra declara que él es amante, gentil, misericordioso y generoso; pero es también santo, recto y justo. Por lo tanto, ordena a los hombres que se arrepientan. A menos que el pecador rebelde se arrepienta y crea el evangelio, no hay perdón. Pero ¡alabado sea su nombre precioso; es a este tipo de pecador que él mirará! El Señor dice en Isaías 66:2 ―Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra‖. También el Salmo 51:17 nos dice: ―Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios‖. ¡Alabado sea el Señor! Nunca rechazará al pecador arrepentido y creyente. Cristo vino a buscar y salvar a justamente este tipo de pecador. Escucha a Isaías 55:6, 7: ―Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él

misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar‖. Nota que en estos versículos hay nuevamente un mandato de que dejemos nuestro propio camino y nos volvamos a Dios. ¡Deja tu camino y vuélvete a Dios![2] El arrepentimiento es perpetuo

Debo recalcar también otra verdad: el arrepentimiento bíblico es perpetuo—el hijo de Dios se arrepentirá hasta que Dios lo lleve a su morada. El arrepentimiento es un modo de pensar permanente, un aborrecimiento continuo del mal. ¡Oh, cuántas almas preciosas han sido condenadas aquí mismo! Parecen arrepentirse por un tiempo. Dejan sus antiguas compañías y dejan los lugares donde cometían sus pecados: el bar, el salón de baile, la casa de la prostituta. Parecen aceptar a Cristo. Aun predican, enseñan y testifican de él. Pero porque son ―oidores pedregales‖ (Mar. 4:5, 6, 16, 17), sólo duran un tiempo. Empiezan a enfriarse, volviendo gradualmente a sus costumbres de antes. Vuelven al pecado, vuelven a aquello a lo que habían renunciado. Uno a uno vuelven a sus antiguos pecados y compañeros, y vuelven al mundo. Eso es porque su arrepentimiento no era perpetuo: no surgió del nuevo nacimiento sino de la carne. La Palabra de Dios los describe: “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y el Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2Pe. 2:20-22).

En muchos casos, ese volver es lento. ¡Pocos vuelven de una sola vez! Primero, anhelan la ―libertad‖; escudriñan la Palabra de Dios para averiguar cuánta libertad tienen, para poder vivir lo más cerca posible al pecado. Luego, poco a poco vuelven a este pecado y a aquel otro. Por último, ya no tienen un testimonio para Cristo, sino sólo una confesión de fe externa. El pecado ya no los molesta. No lo aborrecen ni están en contra de él. Se dicen a sí mismos que Dios ya no quiere que se arrepientan y aborrezcan al pecado. Piensan que están en el camino de vida, no obstante, ¡el pecado ya no los molesta! Entonces se vuelven a esos pecados de los cuales una vez se habían arrepentido, diciendo: ―¡Ahora tenemos libertad para andar en estos caminos!‖ Pero, ¡oh, mis amigos, esto no es libertad, sino un permiso para hacer lo que siempre has querido hacer, permiso para andar en el pecado sin restricciones! ¡Has jugado con fuego y tu corazón está ahora endurecido por el engaño del pecado! (Heb. 3:12). También te advierto: ¡cuídate del arrepentimiento que no continúa! No es un arrepentimiento bíblico auténtico, tu corazón volverá a estar satisfecho con la basura del mundo: ―De ceniza se alimenta; su corazón engañado le desvía, para que no libre su alma, ni diga: ¿No es pura mentira lo que tengo en mi mano derecha?‖ (Isa. 44:20). Por lo tanto, nunca lo olvides: el verdadero arrepentimiento es perpetuo. Si te has convertido de verdad, aborrecerás y dejaras tus pecados por el resto de tu vida[3]. Y anhelarás ser santo, ser como Cristo y agradar a Dios.

Yo te pregunto: ―¿Alguna vez has poseído tú el arrepentimiento bíblico auténtico que Dios ordena de todos los hombres?‖ El arrepentimiento es un regalo

Ahora debo agregar que el arrepentimiento es un don de la gracia que obra en el corazón por el poder de Dios el Espíritu Santo[4]. Hechos 11:18 nos dice: ―¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!‖ El Espíritu Santo nos muestra nuestra condición pecaminosa ante Dios y pone en nosotros la voluntad de renunciar a nuestro odio de Dios y su autoridad. Y por su gracia nos da el anhelo de andar con él en novedad de vida y santidad. Como ya hemos visto, Dios nos ordena arrepentirnos porque tú y yo somos rebeldes contra Dios por naturaleza. Todo hombre aparte de Cristo es un rebelde contra el trono de Dios (Rom. 8:7). Debido a nuestra naturaleza pecaminosa hemos determinado vivir nuestra vida apartados de Dios. Por eso tenemos que cambiar radicalmente nuestra manera de pensar con respecto a vivir independientemente de él. ¡Esto lo demostramos por medio de nuestro clamor a Dios pidiéndole que sea nuestro Señor y el Soberano de nuestra vida! Porque le hemos escupido en el rostro, blasfemado su nombre, inclinado ante los dioses del oro y del placer, pasado su día como nos place y andado con orgullo y arrogancia contra él, Dios nos manda arrepentirnos y creer en el Señor Jesucristo. Tenemos que cambiar nuestra manera de pensar acerca del orgullo y la arrogancia, acerca de la codicia y los placeres mundanos y acerca de andar por nuestro propio camino. Tenemos que clamar a él para que obre su amor en santidad en nosotros. Sí, mi amigo, porque no lo hemos amado a él con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas y hemos derrochado nuestro amor en el yo y en el mundo, Dios nos ordena arrepentirnos y confiar en el Señor Jesús para remisión de nuestros pecados. Porque, fíjate bien, el arrepentimiento auténtico quita al yo del trono y entroniza a Cristo como Señor sobre cada área de la vida. Preguntas para estudio El significado del arrepentimiento Definición de arrepentimiento

1. ¿Qué manda Dios que haga cada pecador? 2. a. ¿De qué manera hubiera usted definidido al ―arrepentimiento‖ antes de tomar este curso? b. ¿De qué manera define el autor al ―arrepentimiento‖? 3. Por favor lea con cuidado el párrafo sobre las palabras del Antiguo Testamento usadas para significar ―arrepentimiento‖. a. ¿Qué significa nacham? b. ¿Qué significa shub? c. Lea el Salmo 51. Brevemente, basándose en este salmo, ¿cómo describiría usted al arrepentimiento?

d. Complete esta cita directa: “Hay dos maneras de comprender la conversión: Como el acto soberano gratuito de la misericordia de Dios y como el acto del hombre por medio del cual va más allá de la contrición y el lamentarse a una ______________ ___________ ___ _______ a Dios”.

4. Por favor lea con cuidado el párrafo sobre las palabras que usa el Nuevo Testamento para referirse al ―arrepentimiento.‖ a. Describa el significado general básico de las tres palabras griegas que se traducen a nuestro idioma como “arrepentíos”. b. ¿Cuál es el énfasis más específico en metanoeo y metanoia que va más allá del “dolor... que la persona experimenta debido al pecado”? Lo que incluye el arrepentimiento

5. En sus propias palabras, ¿cuáles son las cuatro descripciones adicionales del verdadero arrepentimiento? (p. ej.: ¿Qué incluye o a qué lleva el arrepentimiento)? Arrepentimiento y juicio

6. ¿Por qué manda Dios ―a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan‖? 7. Escriba el punto clave y la referencia de cada uno de estos versículos. a. Isaías 66:2 b. Salmo 51:17

8. Lea Isaías 55:6,7. Complete la frase en estos versículos que contesta cada una de las siguientes preguntas. a. ¿Por qué se debe buscar al Señor ahora? b. ¿Qué se le manda hacer al hombre impío e inicuo? c. ¿Qué promete hacer Dios?

9. ¿Y usted? a. ¿Se considera usted impio e inicuo? ¿Por qué sí o por qué no? b. Si su respuesta fue positiva, ¿qué le manda hacer Dios en Isaías 55:6-7? El arrepentimiento es perpetuo

10. ¿Qué significa ser un ―oidor pedregal‖ (de Marcos 4:5, 6, 16, 17)? 11. Describa brevemente el proceso que se menciona como ―ese volver es lento‖. 12. ¿Qué significa la afirmación ―el arrepentimiento bíblico es perpetuo‖ (en sus propias palabras)?

El arrepentimiento es un regalo 13. En esta sección, en la nota 8 de pie de página, ¿cuáles son los versículos que nos dicen que el arrepentimiento bíblico es un don de Dios? Para cada uno, escriba la frase clave y la referencia. 1. ↑ Este párrafo y el siguiente fueron agregados por el editor. 2. ↑ Esto no significa que uno tiene que dejar todo acto de pecado antes de acudir a Cristo. Esto es imposible. Significa que cambia de parecer, se aparta de él en su corazón, y luego se aparta más y más del pecado conocido en su vida a medida que madura en Cristo. 3. ↑ Aunque el arrepentimiento bíblico es perpetuo, esto no significa que los hijos de Dios no tengan una lucha continua con el pecado o períodos de “sequedad”. Pablo escribe: “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gál. 5:17). Pero los verdaderos hijos de Dios nunca pueden estar satisfechos o conformes con sus pecados. El Espíritu Santo dará al auténtico creyente la convicción de que lo está entristeciendo, iluminará su corazón y le dará arrepentimiento y una restauración de su comunión con el Señor (Sal. 51). 4. ↑ El arrepentimiento como un “don de la gracia” surge de la obra milagrosa del Espíritu Santo, que Jesús llamó “nacer de nuevo” (Juan 3:3; 1 P. 1:23). Este nuevo nacimiento también es descrito como “nacer del Espíritu” (Juan 3:5; 6, 8), “nacido de Dios” (Juan 1:13; 1 Juan 2:29; 3:9; 4:7; 5:1, 4, 18), concebidos por Dios (1 P. 1:3; 1 Juan 5:1, 18) y regeneración (Tit. 3:5). La Biblia usa también otros diversos términos. Ningún pecador se arrepiente auténticamente a menos que primero haya recibido vida por medio del Espíritu Santo.

Por L.R. Shelton Jr. sobre Arrepentimiento Capítulo 3 del Libro Arrepentimiento Bíblico Traducción por Chapel Library

En la Palabra de Dios, el arrepentimiento y la fe se hallan conectados inseparablemente, y deben ser predicados juntos. La Palabra de Dios enseña claramente que Dios ordena a“todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hech. 17:30). Además, la Biblia enseña claramente que el arrepentimiento es tan necesario como la fe en el Señor Jesucristo. Pablo les dijo a sus oyentes en Hechos 20:20, 21: “y como nada que fuese útil he rehuido de anunciaros y enseñaros, públicamente y por las casas, testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo”.

Por lo tanto, el arrepentimiento y la fe son ordenados por Dios en el llamado del evangelio. No separemos lo que Dios ha juntado (Mat. 21:32; Mar. 1:15; Hech. 2:36; 5:31; 20:21; 2 Tim. 2:25).

Las evidencias de las Escrituras

¡Escucha estos versículos en que estas grandes verdades son presentadas juntas en la Palabra de Dios! El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Marcos 1:15). “Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; pero los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle” (Mat. 21:32).

Dios da este testimonio de su ministerio: “Testificando a judíos y a gentiles acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesucristo” (Hech. 20:21).

La epístola a los Hebreos dice: “Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios” (Heb. 6:1).

Y uno de los últimos mandatos de nuestro Señor a sus discípulos antes de ascender al cielo se encuentra en Lucas 24:46-48: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando de Jerusalén. Y vosotros sois testigos de estas cosas”.

La Biblia nos da ilustraciones de los que se acercaron a Cristo con arrepentimiento y fe; éstos acudieron a él para que los perdonara de sus pecados. El ladrón en la cruz se arrepintió y creyó Luc. 23:39ss), el hijo pródigo se arrepintió y creyó (Luc. 15:11ss), y por lo tanto pedimos a los hombres hoy que se arrepientan y crean. El arrepentimiento y el perdón del pecado deben ser predicados juntos

A través de los siglos ha existido un debate entre los hijos del Señor en cuanto a cuál viene primero: el arrepentimiento o la fe. Ambos lados tienen sus defensores entre cristianos creyentes de la Biblia. Pero la regeneración es un milagro que no puede ser examinada bajo un microscopio. Aunque el milagro del nuevo nacimiento siempre se manifiesta en la vida de Dios en el alma del hombre, hemos de cuidarnos de poner un orden demasiado estricto en la manera cómo Dios obra ese milagro en la vida del pecador. Dado que tanto el arrepentimiento como la fe surgen de la regeneración, ambos se manifestarán claramente en los hijos del Señor. Ninguna pecador cree en Cristo para salvación a menos que haya cambiado de parecer en cuanto al pecado, Dios y Cristo. Tampoco ningún pecador se arrepiente auténticamente a menos que crea la Palabra de Dios en cuanto a su condición perdida y el poder salvador de Jesucristo. Enfatizar demasiado la fe o el arrepentimiento puede dar como resultado por lo menos cuatro errores: 1) Enfatizar demasiado el arrepentimiento como algo separado de la fe puede dejar al pecador con la impresión que debe sentir un cierto dolor o derramar cierta

cantidad de lágrimas antes de poder creer en Cristo. 2) Enfatizar demasiado el arrepentimiento como algo separado de la fe puede dar al pecador la idea de que tiene que dejar todo pecar antes de poder creer en Cristo. 3) Enfatizar demasiado la fe sin arrepentimiento puede dejar al pecador con la impresión que puede ―creer en Jesús‖ sin tener que preocuparse por una vida cambiada. El evangelio llama a pecadores a acudir a Jesús como un Salvador del pecado. Jesús no vino para asegurar al pecador de que irá al Cielo aunque siga en una vida pecaminosa y egoísta; en cambio, Jesús vino para llamar ―a pecadores al arrepentimiento‖ (Mat. 9:13; Mar. 2:17; Luc. 5:32). El pecador nunca se apresurará para acudir a Jesús como Salvador del pecado a menos que vea al pecado como una maldad que ofende a Dios y lo condena con justicia ante él. Su nombre es ―JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados‖ (Mat. 1:21). 4) Enfatizar demasiado ya sea el arrepentimiento o la fe puede llevar a un concepto erróneo en cuanto al fundamento correcto para la justificación. El arrepentimiento aparta la vista del pecado y el yo a la vez que la fe recibe la justicia perfecta de Jesús. Ni el arrepentimiento ni la fe ameritan justificación. Nuestro Señor les dijo a sus discípulos, así como a nosotros también, que siguieran su ejemplo en la predicación del arrepentimiento y la remisión de pecados por medio de la fe en Cristo porque esto muestra realmente su ministerio mientras estaba en la tierra. Su primer mensaje según lo registra Marcos 1:15 fue ―el tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio‖. Y sus últimas palabras a sus discípulos y a nosotros fueron que el arrepentimiento y la remisión de pecados por medio de la fe en Cristo debían ser predicado en su nombre entre todas las naciones comenzando en Jerusalén (Luc. 24:46-48). Pero parece que muchos en la actualidad tienen miedo de predicar el arrepentimiento. Nuestro Señor no tenía miedo de llamar a los hombres a arrepentirse, y nos ha comisionado a nosotros para que hagamos lo mismo. Entonces anhelamos proclamar a todos los hombres que deben arrepentirse y creer en el nombre de Cristo para la remisión de sus pecados. ―Y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén‖ (Luc. 24:47). Éstas son palabras llenas de significado que necesitan ser proclamadas hoy tal como en aquel entonces. Hay una verdadera remisión de los pecados por medio de la fe en Cristo para los que se consideran a sí mismos pecadores. El pecador impío –perdido, sin Dios y sin esperanza, lleno de pecado, lleno de perversidad-- debe acudir a Cristo, renunciando a las armas de rebelión y enarbolando la bandera blanca de rendición. A él Dios le brinda la remisión de los pecados. Lo invita a venir, como al hijo pródigo, de regreso a su hogar.

Por L.R. Shelton Jr. sobre Arrepentimiento Capítulo 4 del Libro Arrepentimiento Bíblico Traducción por Chapel Library

Consideremos ahora el medio por el cual el arrepentimiento obra en el corazón.

La Palabra de Dios es el instrumento del arrepentimiento

En el arrepentimiento auténtico vemos un cambio radical en la manera de pensar y en el corazón que lleva a una transformación total de la vida; esto sucede en el alma por el poder del Santo Espíritu que convence de pecado. Pero, ¿qué instrumento usa? Mi amigo, usa la Palabra de Dios, de la cual él es autor, para convencer ―de pecado, de justicia y de juicio‖ (Juan 16:8). Fíjate bien: aparte de la Palabra de Dios no puede haber salvación, ya que leemos en Romanos 10:17: ―Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios‖ Y 1 Pedro 1:23 dice: ―siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.‖ Ahora, con la Biblia en mano, leamos Hebreos 4:12, 13: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta.”

Fíjate bien, en el arrepentimiento auténtico, la Palabra de Dios penetra nuestro corazón por obra del Espíritu Santo quien nos constriñe con su poder a fin de que podamos ser salvos. Pablo, escribiendo a la iglesia de los Tesalonicenses sobre este tema, dice: ―Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección.‖ ¿Cómo? ―Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre‖ (1 Tes. 1:4, 5). Y en la salvación, éste es exactamente el modo como la Palabra de Dios penetra el corazón de cada pecador por quien murió Cristo. ¿Notaste la descripción que nuestro texto, Hebreos 4:12, 13, hace de la Palabra de Dios? Dice que es ―viva‖, una Palabra viva. Nuestro bendito Señor la describe de la misma manera en Juan 6:63: ―Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.‖ Sí, la Palabra de Dios crea conciencia en el pecador de que necesita volverse a Dios dejando sus caminos rebeldes. Arrojará al suelo sus armas de rebelión, enarbolará la bandera blanca de la rendición, y pondrá sus ojos con fe en el Señor Jesucristo para que lo salve, lo limpie del pecado y lo libre de la ira venidera. Fíjate bien, el Espíritu vivificador de Dios usa la Palabra para dar al alma el conocimiento de su impiedad ante Dios y el conocimiento del Dios Santo contra quien ha pecado. ―Porque la Palabra de Dios es viva y eficaz‖, –¡no es meramente un montón de letras muertas que pronto desaparecerán! ¡No, vive en la mente de Dios! ¡Vive en los decretos del cielo! Y vive y vivirá para siempre en el corazón y la mente de todos los redimidos de Dios porque es la Palabra viva de Dios. Opera en la mente y los sentimientos y no te dejará tranquilo. Es realmente la ley de Dios en las manos del Espíritu Santo el ayo que te trae a Cristo (Gál. 3:24). La Palabra de Dios es poderosa

Nuestro texto sugiere que esta Palabra es poderosa. Escucha el llamado que Dios mismo te hace en Jeremías 23:29 con respecto a su Palabra: ―¿No es mi palabra como

fuego, dice Jehová, y como martillo que quebranta la piedra?‖ ¡Y yo digo que sí lo es! Sí, creo y sé que todo hijo de Dios dirá que la Palabra de Dios entró como un fuego en su alma, y que no hubo tranquilidad hasta caer a los pies de Dios con auténtico arrepentimiento. ¡El corazón realmente fue quebrantado por la Palabra poderosa de Dios! ¡La Palabra de Dios en manos del Espíritu Santo es tan poderosa que da muerte al alma! Pablo dice en Romanos 7:9: ―Y yo sin la ley vivía en un tiempo; pero venido el mandamiento, el pecado revivió y yo morí.‖ La Palabra de Dios le dio muerte, porque como nos dice 2 Corintios 3:7, la Ley es el ministerio de muerte. Da muerte a los pecados que amas, a tus ambiciones que amas, a tus planes que amas, tu fariseísmo, tu egoísmo, tu orgullo, y te deja a los pies del Dios soberano clamando: ―¡Ten misericordia de mí, pecador!‖ Fíjate bien, el Espíritu Santo pone esta Palabra poderosa y viva en tu mente y la escribe en tu corazón (Heb. 8:10; 10:16). No puedes zafarte de ella, te persigue y clama a tu alma: ―¡Tú eres el hombre, tú eres el pecador!‖ Te pregunto: ¿Alguna vez has tenido la experiencia de la obra de muerte de la Palabra de Dios? Si no, te encuentras todavía en la hiel de la amargura y la esclavitud de la iniquidad. El Espíritu de Dios usa la Palabra para dar muerte al alma antes de volver a levantarla para andar en novedad de vida en Cristo Jesús. Tienes que morir por su mano antes de poder ser levantado a la vida. Primera Pedro 1:23 describe esta palabra preciosa comouna Palabra viva. ¿Por qué? Porque por el poder del Espíritu Santo da vida. ¡Y, alabado sea el Señor, nunca puede ser destruida ni exterminada! Cielo y tierra pasarán, pero la Palabra de Dios permanecerá para siempre (Mat. 24:35). La Palabra de Dios es eficaz

Hebreos 4 también nos dice que esta Palabra de Dios, en las manos del Espíritu Santo, no sólo es viva sino también eficaz. Es activa, operativa, vigorizante y efectiva. Trae convicción –convicción de pecado y de la impiedad de la incredulidad-- porque discierne entre el bien y el mal en el pensamiento aun más santo del mejor de los hombres y le muestra lo que es: ¡un pecador ante Dios! El Espíritu Santo usará la Palabra para darte la convicción de que eres espiritualmente ciego a causa del pecado. No puedes ver el peligro en que te encuentras ni puedes ver ninguna hermosura en Cristo. ―Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos‖ (2 Cor. 4:3, 4). Luego la Palabra te dará la convicción de que eres sordo a causa del pecado. No puedes oír la voz de Dios fuera de su llamado eficaz (Mar. 8:18). Te dará la convicción de que eres vil, corrupto y moralmente enfermo por causa del pecado (Gén. 6:5; Rom. 3:1012). Y te dará la convicción de que te encuentras en un estado de parálisis espiritual por causa del pecado. El pecado ha paralizado tu voluntad, de modo que no tienes poder para levantarte de tu condición impotente. Romanos 5:6 dice: ―Cuando aún éramos débiles . . .‖

La Palabra te dará la convicción de que tus pecados te han separado de Dios (Isa. 59:1, 2) y lo han convertido en tu enemigo. Te dará la convicción de que el pecado ha llenado tu corazón y tu mente de rebelión, de manera que reconozcas que Romanos 6:7 es verdad: eres carnal, enemistad contra Dios, y necesitas un arrepentimiento auténtico. ¡Oh mi amigo, necesitas desesperadamente la obra poderosa del Espíritu Santo para que escriba en tu corazón la Palabra eterna de Dios! ¡Necesitas clamar con gran pesar por el pecado, pidiendo misericordia ante Dios en Cristo! También, Hebreos 4 nos dice que la Palabra de Dios en las manos del Espíritu Santo es más cortante que toda espada dedos filos. Fíjate que la Palabra de Dios abarca tanto que no hay pensamiento o propósito en toda la creación que no esté dentro de su alcance: ―Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; has entendido desde lejos mis pensamientos. Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda‖ (Sal. 139:2, 4). Porque su Autor es espiritual, la Palabra es espiritual. Y escudriña a los hombres espiritualmente. Cuando el Espíritu Santo hace penetrar la Palabra en el alma del hombre, lo convence de sus pecados que antes ni siquiera percibía. La Palabra de Dios hiere y da vida

La Palabra de Dios hiere y da vida. Da muerte al fariseísmo, al pecado y la incredulidad. Te trae a Dios clamando: ―¡Ay de mí porque estoy deshecho! ¡Estoy perdido! ¡Dios, sé propicio a mí, pecador!‖ Escucha el clamor de David en el Salmo 51 cuando la Palabra de Dios penetró forzadamente en su corazón bajo la convicción de su pecado: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio. He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre. . . Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y seré más blanco que la nieve . . . Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí”

David no culpó de sus pecados a otro, no culpó a las circunstancias ni al ambiente. Se hizo cargo absoluto de sus pecados y se arrepintió de ellos ante Dios. Clamó a él pidiendo misericordia y perdón. Oh, eso es lo que necesitas tú hoy –un arrepentimiento bíblico auténtico. Tú tienes que hacerte cargo de tu culpa ante Dios por tu condición espiritual. Tú tienes que confesar: ―He pecado y soy culpable. Necesito la misericordia de Dios en Cristo‖. La Palabra de Dios no ofrece atajos

Muchas gentes con las que me encuentro en la actualidad buscan ―la vida más profunda‖, cuando en realidad lo que necesitan tan desesperadamente es encontrar su camino a la cruz de Cristo con un corazón verdaderamente quebrantado por su pecado. Están tratando de circunvalar la convicción del Espíritu Santo; por lo tanto, ¡han errado totalmente! Quiero decirte de lo profundo de mi corazón que te brindo con compasión:

¡no existen atajos para superar la vida! Cuando el Señor te confronta con tus pecados, tienes que arrepentirte. El Espíritu tiene que abrir tu corazón para que, por medio de la Palabra de Dios, puedas ver tu condición perdida, desdichada y pecaminosa. Sé que no te gusta oír esto porque amas el pecado. ¡Tu orgullo no te deja admitir que eres un pecador hipócrita, un pecador merecedor del infierno y el más grande de los pecadores! Pero recuerda, ¡o vienes por este camino o mueres! Prueba lo que quieras: blanquea tu exterior, límpiate todo lo que puedas, asiste a la iglesia, ora, predica, enseña, da testimonio, ten grandes experiencias y sentimientos religiosos. Pero todo esto de nada te servirá si el fundamento de tu vida cristiana no está puesto en el fundamento del arrepentimiento dirigido a Dios y de la fe en el Señor Jesucristo. Volvemos a las palabras del Señor en Lucas 13:5: ―Antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente‖ ¡No hay vuelta que darle! Tienes que hacerle frente: si no te arrepientes, no tienes salvación en Cristo. ¡Tiene que haber ese cambio radical en tu manera de pensar y en tu corazón que te lleve a la transformación completa de tu vida! Esas palabras en Lucas 13 no son palabras mías. Éstas son las Palabras de Aquel que habla desde el cielo. Tienes que prestarle atención o morirás en tus pecados (Heb. 12:25). Déjame preguntarte también: ¿Alguna vez has tomado tu lugar ante Dios como David, implorando su misericordia al confesar tus pecados , doliéndote arrepentido por ellos? Si desconoces estos ejercicios del alma, no importa la fe que profesas o que practicas, no importa en la alta estima en que te tengas a ti mismo o en la que los demás te tengan, ¡Dios dice que sigues muerto en tus pecados! Pero si, por la gracia de Dios su Palabra ha penetrado tu corazón y levantado el velo de modo que puedes ver lo que Dios ha estado viendo todo el tiempo, entonces sé que clamarás pidiendo misericordia. Implorarás que te vista en su manto perfecto de justicia para poder presentarte ante el santo Dios. Entonces valorarás al Cristo del Calvario. Entonces dejarás todo lo demás y serás encontrado en él, vestido únicamente de su justicia. Este es el modo en que Dios llama a pecadores para ser salvos en Cristo. Por su Espíritu y la Palabra, él obra arrepentimiento hacia Dios y fe en el Señor Jesucristo en sus corazones. Te pregunto nuevamente: ¿Alguna vez ha tratado Dios a tu corazón de este modo? ¿O desconoces la convicción que da el Espíritu Santo y el arrepentimiento y la fe que da Dios? Preguntas para estudio El medio del arrepentimiento

El instrumento del arrepentimiento 1. ¿Cuál es el instrumendo que Dios usa para producir arrepentimiento en el corazón del pecador? 2. En sus propias palabras, ¿cuál es el punto clave de Hebreos 4:12,13 según se relaciona con el arrepentimiento? 3. a. ―El Espíritu vivificador de Dios usa la Palabra‖ para dar ¿qué? b. ¿Y usted? Entonces, ¿qué importancia tiene que lea usted la Palabra de Dios regularmente?

La Palabra de Dios es poderosa 4. La Palabra de Dios ―le dio muerte‖ al apóstol Pablo, y esta misma Palabra dará muerte espiritualmente al ―hombre viejo‖ de cualquiera en quien obre para producir verdadero arrepentimiento. ¿Cuáles son algunas otras cosas mencionadas a las que la Palabra de Dios da muerte? La Palabra de Dios es eficaz 5. Describa brevemente algunas maneras en que la Palabra de Dios le ―convence‖ de pecado. La Palabra de Dios hiere y da vida 6. ¿A qué tres cosas ―da muerte‖ la Palabra de Dios? La Palabra de Dios no ofrece atajos 7. ¿Cuáles son algunas de las cosas listadas que la gente ―prueba‖ a fin de no tener que considerar a la fe como un camino para llegar a Dios? 8. ¿Y usted? ¿Alguna vez ha tomado su lugar ante Dios como David, imporando su misericordia al confesar sus pecados, doliéndose arrepentido por ellos? Al reflexionar en los tratos de Dios con usted en el pasado, ¿puede contestar afirmativamente esta pregunta? Si no, ¿qué le ha revelado Dios que debe usted hacer?

Por L.R. Shelton Jr. sobre Arrepentimiento Capítulo 5 del Libro Arrepentimiento Bíblico Traducción por Chapel Library

Los frutos que siempre son el resultado

En conclusión, consideremos los frutos que siempre son el resultado del arrepentimiento bíblico auténtico. Juan el Bautista advirtió a sus oyentes: ―Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento‖ (Mat. 3:8). Y el apóstol Pablo le dijo al rey Agripa que su mensaje a los judíos y los gentiles era ―que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento‖ (Hech. 26:20). Entonces, por estos dos pasajes aprendemos que el arrepentimiento bíblico auténtico se demuestra en la vida del creyente por sus frutos. Por lo tanto, consideremos algunos de estos frutos. Al hacerlo, oremos pidiendo que el Espíritu Santo abra nuestro entendimiento para poder comprender su Palabra preciosa y que abra y escudriñe nuestros corazones. Quiera el Señor mostrarnos si estos frutos son producidos en nuestra vida por el Espíritu del Dios viviente.

A. El arrepentimiento da como resultado un verdadero aborrecimiento por el pecado

Primero, el fruto del arrepentimiento bíblico auténtico en nuestra vida es un verdadero aborrecimiento por el pecado como pecado y no meramente aborrecimiento por sus consecuencias , la cual es la separación de Dios en el infierno para siempre. Este aborrecimiento no es contra este o aquel pecado, sino aborrecimiento por todo pecado, y particularmente por la raíz misma que es la obstinación. En Ezequiel 14:6 leemos: ―Así dice Jehová el Señor: Convertíos, y volveos de vuestros ídolos, y apartad vuestro rostro de todas vuestras abominaciones‖ Hacemos esto con un aborrecimiento por ellos y un desprecio por nosotros mismos. Esto es presentado en Ezequiel 20:43: ―Y os aborreceréis a vosotros mismos a causa de todos vuestros pecados que cometisteis‖. Fíjate bien, el cambio de parecer que Dios requiere, el cambio de parecer que complace a Dios, es un aborrecimiento por el pecado como pecado contra Dios. Por lo tanto, te pregunto: ¿Tenemos tú y yo un aborrecimiento así por el pecado? En caso contrario, entonces no hemos dado los frutos del arrepentimiento bíblico auténtico. B. El arrepentimiento da como resultado un gran pesar santo por el pecado

En segundo lugar, el fruto del arrepentimiento bíblico auténtico es una gran tristeza santa por el pecado. Segunda Corintios 7:9, 10 dice: ―Fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios . . . porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación‖ Esta gran tristeza es el pesar por haber despreciado a un Dios tal, por habernos rebelado contra su autoridad, y por haber sido indiferentes a su gloria. Fue un gran pesar como éste lo que causó que Pedro saliera y llorara amargamente por haber negado a su Señor (Mat. 26:75). Y un gran pesar como éste es la que causa que nosotros lloremos amargamente por nuestros pecados porque son contra Dios. Nos vemos obligados a clamar como David: ―Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos‖ (Sal. 51:3, 4). ¿Has sentido este pesar porque tus pecados son contra Dios? Este fruto del arrepentimiento bíblico auténtico es el que nos causa que crucifiquemos ―la carne con sus pasiones y deseos‖ (Gál. 5:24) y que sigamos a Dios en Cristo de todo corazón. Este tipo de gran pesar por el pecado es el único genuino. C. El arrepentimiento da como resultado la confesión de los pecados

Tercero, el fruto del arrepentimiento bíblico auténtico es la confesión de los pecados. Leemos en Proverbios 28:13: ―El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia‖. Sí, tiene que haber el fruto de confesar y no esconder nada. Fíjate bien, tú y yo sabemos que es nuestra naturaleza negar directa o indirectamente nuestros pecados, y restarles importancia o justificarlos. Pero cuando el Espíritu Santo obra en nuestra alma y saca a luz nuestros pecados, tenemos que reconocerlos delante de Dios. Si el arrepentimiento bíblico auténtico está obrando en nuestro corazón, no encontraremos alivio hasta confesar nuestros pecados y exponerlos antes Dios. El Salmo 32:3, 4 destaca esto en las siguientes palabras: ―Mientras callé, se envejecieron

mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano‖. Fíjate bien, la confesión de nuestros pecados hecha de todo corazón es lo único que puede darnos paz con Dios en Cristo. Y, mi amigo, esto continúa en nuestra vida hasta que lleguemos a la gloria. La confesión y el arrepentimiento forman parte de la oración cotidiana del creyente cuando reclama la promesa de 1 Juan 1:9 ante el Trono de Gracia: ―Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad‖. D. El arrepentimiento da como resultado un verdadero volverse del pecado

Cuarto, el fruto del arrepentimiento bíblico auténtico es un verdadero volverse del pecado. El arrepentimiento auténtico es un cambio radical en la manera de pensar y en el corazón que lleva a una transformación completa de nuestra vida. ―El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia‖ (Prov. 28:13). Si yo realmente aborrezco el pecado y siento gran pesar por él, entonces renunciaré a él. Tomaré en serio Isaías 55:7 que dice: ―Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar‖. Tal es el cambio de rumbo que Dios requiere. Se verá en el hecho de que el pecador arrepentido y creyente haga caso a la Palabra de Dios que dice: ―Huid de la fornicación‖ (1 Cor. 6:18), ―Huid de la idolatría‖ (1 Cor. 10:14), ―Huid del amor al dinero‖ (1 Tim. 6:10, 11), ―Huye también de las pasiones juveniles‖ (2 Tim. 2:22). Y también se verá en la práctica de las gracias positivas de seguir ―la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor‖ (2 Tim. 2:22). Mi amigo, la pregunta que enfrentamos es: Tú y yo, ¿nos hemos vuelto verdaderamente del pecado a Dios de todo corazón? E. El arrepentimiento da como resultado el deseo de justicia y santidad

Quinto, los frutos del arrepentimiento bíblico auténtico se verán en el deseo de poner en práctica las Escrituras que nos enseñan que hemos de andar en justicia y santidad (Ef. 4:24) y de ser cuidadosos en ocuparnos de buenas obras (Tit. 3:8). Esto, para mí, es una de las señales que distinguen al arrepentimiento bíblico auténtico: el deseo de andar en un nuevo camino –de tomar un rumbo diferente del que andábamos antes en la vida. Leemos en Hebreos 12:14: ―Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor‖. Así es que por la gracia de Dios anhelamos procurar esta paz y santidad porque Dios nos ha dado un nuevo corazón. En Mateo 1:21 leemos que Cristo vino para salvar a su pueblo de sus pecados, no en sus pecados. Entonces el penitente verdadero implora a Dios diariamente para que lo libre del pecado y del yo. Además, en Efesios 1:4 leemos: ―Nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.‖ Entonces por la gracia de Dios anhelamos ser santos, libres de nuestros pecados y nuestra obstinación. Y en 1 Tesalonicenses 4:7 leemos: ―Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación‖. Así es que, por la gracia de Dios, anhelamos andar dignos de este llamado a la santidad. Y en 1 Tesalonicenses 4:3 leemos que la voluntad de Dios para nuestra vida es que seamos santificados –apartados para el uso santo de Dios. Entonces anhelamos por la gracia de Dios estar separados del pecado y unidos con Cristo. Al desear justicia, andar en verdadera santidad y cuidadosos de realizar buenas obras, manifestamos los frutos del arrepentimiento bíblico en nuestra vida. Porque leemos en Tito 2:11, 12:

“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.”

¡Y éste es el deseo de nuestro corazón! Nuestra plegaria es: ―¡Oh Señor, ayúdame a comprender tu Palabra y por tu gracia ayúdame a andar en el camino que te agrada a ti‖. O, como la del salmista: ―Muéstrame, oh Jehová, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día‖ (Sal. 25:4, 5). Y ―¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra‖ (Sal. 73:25). Enséñame de tal manera tu camino, y llévame por sendas claras de modo que te siga todos los días de mi vida. Estos, pues, son los frutos del arrepentimiento bíblico auténtico:       

un anhelo profundo de haber terminado con el pecado, porque es la plaga y el gran pesar de nuestro corazón un anhelo profundo de abstenernos de las lascivias carnales que batallan contra el alma un anhelo por pelear la buena batalla de la fe un anhelo profundo de nunca volver a un camino de obstinación y egoísmo, sino anunciar las alabanzas de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable un anhelo profundo de seguir al Señor en una senda de santidad todos los días de nuestra vida un deseo profundo de complacerle a él en todos nuestros caminos un anhelo profundo de juzgarnos cada día a nosotros mismos ante el Señor y vivir a sus pies con un corazón quebrantado y un espíritu contrito.

Conclusión

El arrepentimiento bíblico auténtico no puede ser separado de la fe salvadora verdadera; ambos van siempre juntos. Aquel que realmente se arrepiente, realmente cree, porque el mismo Espíritu Santo que nos da arrepentimiento de manera que reconocemos nuestra conducta pecaminosa delante de Dios, y que nos da el anhelo de confesar y renunciar a ella con verdadero pesar santo, también volverá nuestros ojos hacia el hermoso Señor que murió en nuestro lugar. La Palabra de Dios revela que el Espíritu Santo nunca separa el arrepentimiento y la fe. Donde encuentras al uno, encuentras la otra en la vida del alma salvada. ¡Alabado sea el nombre de nuestro Dios tres veces santo! ¡Él, que da fe, también da arrepentimiento! La fe encuentra en Cristo un Salvador completo. En Cristo encontramos paz porque él hizo las paces por la sangre en su cruz. En Cristo encontramos esperanza, y la esperanza no es avergonzada porque el Espíritu Santo ha derramado el amor de Dios en nuestro corazón. En Cristo encontramos una posición perfecta delante de Dios quien hace a Cristo sabiduría, justicia, santificación y redención para nosotros (1 Cor. 1:30). En Cristo encontramos un refugio perfecto de la ira de Dios contra nuestros pecados porque el juicio de todos nuestros pecados ha caído sobre Cristo (Isa. 53). En Cristo encontramos todo lo que Dios da al pobre pecador arrepentido y que cree; porque sabemos que estamos completos en él, el Salvador de nuestra alma, el Señor Jesucristo.

El arrepentimiento aparta la vista del yo y la fija en Cristo con fe, y encuentra en él un Salvador suficiente para cada necesidad. Confiemos en él con un arrepentimiento bíblico auténtico. Tal es la necesidad de esta hora. Pregunta para estudio Los frutos del arrepentimiento Los frutos que siempre son el resultado

1. ¿Habrá una demostración del arrepentimiento en la vida del creyente? Conteste esta pregunta citando las frases clave de los dos versículos mencionados en el segundo párrafo de esta sección. El arrepentimiento da como resultado un verdadero aborrecimiento por el pecado (a) a. Mateo 3:8 b. Hechos 26:20

2. ¿Cuál es la diferencia entre el aborrecimiento por el pecado mismo y el aborrecimiento sólo por las consecuencias del pecado? El arrepentimiento da como resultado un gran pesar santo por el pecado (b)

3. ¿En qué consiste esta ―gran tristeza‖? 4. En última instancia, cuando pecamos, ¿contra quién pecamos? El arrepentimiento da como resultado la confesión de los pecados (c)

5. En lugar de confesarlos, ¿qué hacemos por naturaleza con respecto a nuestros pecados? 6. ¿Qué nos dice el Salmo 32:3, 4 que nos sucederá si estamos bajo convicción de pecado por obra del Espíritu Santo? El arrepentimiento da como resultado un verdadero volverse del pecado (d)

7. ¿Qué nos dicen los siguientes versículos que nos sucederá además de confesar nuestros pecados? Liste cada referencia y frase clave que contesta la pregunta. a. Proverbios 28:13 b. Isaías 55:7

8. ¿Y usted? ¿Cree que es posible para usted arrepentirse y seguir aferrándose conscientemente a sus pecados favoritos? ¿Por qué? El arrepentimiento da como resultado el deseo de justicia y santidad (e)

9. Cuando Dios nos salva, ¿qué nos llama a hacer? (Use en su respuesta varios de los versículos citados.)

10. ¿Y usted? Al final de esta sección se mencionan siete ―anhelos profundos‖ como ―frutos del arrepentimiento‖. ¿Cuál es el más significativo para usted y por qué? Conclusión

11. ¿Cuáles son las seis bendiciones que la fe encuentra en el Señor Jesucristo? ¿Y usted?

12. ¿Hasta qué punto está usted experimentando cada una de las seis bendiciones mencionadas? 13. En sus propias palabras, ¿qué es arrepentimiento bíblico? (En lo posible, conteste sin referirse al texto o a sus notas.) 14. Por favor repase todas las lecciones de este estudio sobre arrepentimiento bíblico. a. ¿Qué ha aprendido usted en general de este estudio? b. ¿De qué manera ha cambiado su comprensión del arrepentimiento? c. ¿De qué manera será diferente su vida?

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