Platon - Teeteto 92

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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 11 7

PL AT Ó N

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D I Á L O G OS v P A R M r ~ I D E S . H ETETO, SOF IS TA . POUTlCO

tR ADUCCION Es., INTRODUCCIONES ,.

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M.' ISABEL SANTA CRUZ, ÁLVARO VALLEIO CAMPO:'!, NÉSTO R LUIS CORDERO

e v , "A6 '",·, que vayan más allá d e la simp licida d del esquema inicial. El primero de ellos nos presenta una imagen de la mente como una tablilla de cera en la que quedan grabadas las impresiones provenien tes de la percepción. Esta imagen permite que puedan consider arse los casos que ant es habían qued ado excluidos (l88a) , es decir, el apren dizaje, la memoria y el olvido (191c-e). Ahora sí es posible comprender que uno pueda co nfundir lo que cono ce, una s veces, con lo que conoce y, otras veces, con lo que no conoce . Sócra tes expon e los cas os en los que no puede darse el error (192a-c) y aqu eIlo s en los que es posible (192c-d) . Éstos acontecen en el acto de poner en correspo ndencia una impresión presente con una huella de 1,laS que se conservan en la tablilla de cera. La opinión falsa [[aparece, pues, en las ocasiones en las que se da un error de enlace entre la percepción y el pensamiento (l93b-194). Hay veces en que el proceso de asociar las impr esiones y las imp ro ntas que les corresponden se lleva a cabo ad ecuada mente y veces en que no, y entonces se produce el error. Sin embargo , el esquema se revela excesivamente simple, porque sólo da razón de los casos en los que hay un error de reconocimiento, pero no sirve para entender aquellos en los que no hay presente ningún proceso perceptivo. Los erro res cometido s en el dominio de los números, cuando los consideramos abstractamente y sin relación alguna con

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los objeto s de la percepción (195e-196a), revelan que la opinión falsa no puede consistir solamente en una discrepancia entre el pensamiento y la percepción, que es el único caso considerado en la imagen de la tablilla de cera . El último intent o (l97b-200c) tom a como punto de partida la diferencia entre un sent ido potencial y otro act ual del saber . También esta distinción permite reconocer la existencia de otras posibilidades más allá del dilema inicia l. T iene que ser posible un sentido del término saber que permita de alguna manera la posib ilidad de la opinión falsa sin caer en la contradicción de no saber uno lo que sabe (1 99a-b). Sócrates recurre ahora a un a nueva imagen. Se trata, en esta ocasión, de una pajarera, llena de aves que un o posee siempre, una vez que las ha introd ucido allí, pero que no las tiene hasta que las apresa de nuevo. Este receptáculo repr esent a de nuevo la mente y, aunque está vado cuando somos niños 28 , se va llenando con los sab eres que vamos adquiriendo . P ero, al intent ar apresar uno que poseemos en la mente, sin tenerlo inmediatamente presente , es decir, en el momento de record arlo. pod emos caer en el error y atr apar otro en lugar del que queríamo s coger. Esta última hipótesis tiene . sin embargo, como las an teri ores, serios inconvenientes. Pues es extr año, opina Sócrates (l99d), que quien tiene el saber relativo a algo, desconozca esto , no por su ignorancia , sino por su propio saber. Como lo es también que pod amo s confundir dos cosas, si se da el caso de que tenemos conocimiento de ambas (l99d) . Parece, en consecuencia , que , con la distinción entretener y poseer el saber relativo a algo, no superamos el problema inicial. Si ten emos ante nuestra mente 28 Cf . 197e. Sí Pla tón mantiene en el momen to en que escribe el Tee(ero su teo ría de la anamn ésts, esto sería una pr ueba más de que la metá-

fora de la paj arera no rep resenta sus puntos de vista sobre la cuestió n.

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TEETETO

el objeto en cuestión , ¿cómo podría mos confundirlo con ot ro que igualm ente: con ocemos'? T al vez haya en la pajarera, dice Teeteto (l 9ge ), ignorancias junto a saberes y consista el error en cog er la ignora ncia rela t iva a algo, en lugar del sa ber qu e a est o mismo le co rresponde. Pero esta propuesta nos conduce a los mismos casos que fueron rechazados ya anteriormente (200b). La indagación ha constituido, por consiguiente, un fracaso que Sócrates interp reta (200c-d) como un castigo impu esto po r la forma de ar gum entar que han llevad o a cabo. inte ntando ave riguar qué es la opinión falsa. antes de investigar qué es el sa ber. Una vez más. nos enco ntram os con la difi cultad de in terpretar el sent ido aporético qu e es característico del Teeteto. Para Cornford, la aporía sólo puede entenderse porque Platón ha excluido deliberad amen te las Formas con objeto de mo str arno s la impos ibilidad de resolver el prob lema sin el co ncurso de ellas 29 . Otros a utores lO, sin embargo, ven la causa del fracaso en la adopción de un modelo erróneo en la concepción del pensamiento, el cual aparece tanto en el caso de la tablilla de cera , como en el de la pajarera , como una especie de sensación desprovist a de órganos qu e aprehende el obj eto en un acto cua si prensil. La solución de estas paradojas vendrá en el Sofista. no po rque aq uf intervengan las Fo rmas , sino po rqu e en él, de acuerdo co n estos a utores, se ha cambiado el punto de vista y se insiste en el carácter proposicional y lógico simbó lico del pensamie nto. Pero el hecho es, como ha indicado Bondeson JI , qu e Platón rechaza las hipótesis que han sido pro puestas y,

si lo hace, es porque tiene alguna idea del problema q ue rep resentan. De acuerdo co n est a opinión , el Teetet o debe ser entendido como una reducción al a bsurdo de la concepció n del sa ber que subyace a esas metáforas y co mo un a indicación de q ue hay que acepta r la doctrina de carácter proposicional q ue defiend e el soñna ", Examinadas las diversas hipótesis propuestas sin éxito alguno , la discusión retorna al examen de la definición que había enunciado Tecteto. Per o la posibilidad de que el saber sea opinión verdadera queda rá pidamente descartada (20I a-20 Ic) co n el ejemplo proporcionado por el arte que cu ltivan o radores y a boga dos. El Gorgias (454e) ya habí.a indicado que la retóri ca es ca paz de persuadir sin transmi tir el sab er correspondient e al objeto acerca del cua l persuad e. Per suad ir co nsiste en ha cer que otros adquieran una opinión determinada (2Otb). P ero , en el caso de los j ueces, esta opinión es acerca de algo Que uno sólo puede sab er s¡ lo ha presenciado y, sin embargo, esto no impide qu e ellos se formen una opinión verd ad era sob re el caso en cuestión , lo cual dem uestra que uno puede tener opinion es verdaderas de algo acerca de lo cual no posee el sa ber corr espondiente. La opinión verdadera y el saber no pu eden, por co nsiguiente, ser lo mismo . A propósito de los ejemplos utilizados aq uí se ha suscitad o la o pinió n de si Platón ha aba ndonado en el Teeteto la tesis defend ida en la Repúb lica de que el objeto del saber es diferente del que corres ponde a la opinión 3J. El

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JI

el. Sof ISta 259b-264b.

W. Hicken sostiene que Pla tó n pa rece dispuesto en el Teeteto a a dmi tir el m undo sensible dentro d el ámbi to del saber. pues éste, en su op inión, consi stid a en su razonamiento sob re nuestro s palhlmata o impresione s sensibles. C f. W . HICK EN. «T he Character and Pr ovenan ce o f Sócrates' Drearn in th e Theaetetus". Phronesiz (1958), 14ú; ROIlTN SON, ]l

2' 3(/

31

er., CoRNFOII; D. La teone platónico...• págs. 110-11er., por ejemplo, ROB INSON, «Fo rms... », págs. 2S y sigs. BoNDEroN, «perceptic n.. . », pág. 121. er. t am bién G . FINE, «False

Belief in the Theaetetus», Mind (1979) , 70 Y aigs.

117. -

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DlÁLOGOS

caso del testigo ocu lar al que se hace referen cia como ejemplo de l saber es semeja nte a l que se em plea ra en el Me nón (97b) en relación con la persona que sabe el camino de Larisa. Un o puede fo rmarse una opinión verdadera acerca del camino sin haberlo recorri do personalmente. de la misma manera que el juez no tiene el saber que solamente posee el que ha presenciado el hecho. Los dos casos parecen ind icar Que el saber puede tener el mismo objeto Que la opinió n. Pero , a nuest ro modo de ver, los ejemplos sólo tienen el propósito de mostrar la carencia de fundamentos racionales de la que ado lece la opinión verda dera respecto al sabe r. La Rep ública y el Timeo (27d-28a) se enca rgan de acla rar la cuestión. Si este último diálogo fuera po sterior al Teeteto, su relación con el mismo, en lo que respecta a este pun to , serta la misma qu e la de la R epública con el Menón. Pues Platón nos dice aq uí muy clara mente que el ser eterno es aprehendido por la inteligencia con un ló gos y está siempre en el mismo estado , mientras que la opinión, aco mpañada de percepción y ca rente de lógos, tiene como objeto lo que deviene, perece y nunca es rea lmente. Y, más adelante (SId-e), se nos dice que si la intelección y la opinión son dos géneros distintos, existen en sí mismas y por sí mismas las For mas, que no pueden ser percibidas por nosotros y son sólo objeto de la inteligencia . Ahor a bien, una cuestión diferente es que la opinión verdadera pueda convertirse en saber con los req uerimienlos que sean precisos. No hay que olvidar q ue las For mas co nfieren inteligibilidad al mund o sensible y que, si no pudiera el filóso fo alcanzar el saber de lo que el hombre común y corriente tiene sólo opinión , no se comprendería

s,

«Porms.. " >l , pág . yA. Roer -r, «A Speculatlve Note 011 Sorne Dra matic Elcments in tbe Theaetetus», Phronests (1972), 228.

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q ué sentido tiene todo el largo rodeo del que nos habla el libro VII de la R epúb lica. Su fina lida d no puede ser

ot ra que proporcionar fundamentos racionales a las acciones y al conoc imiento de las cosas , que para cualquier ot ra persona estarían basad os en la mera opinión. Pero co n esto entra mos ya en el ámbito de la tercera definición.

6. La tercera definición Teeteto propo ne ahora (20ld) una nueva definición que, según dice, oyó en cierta ocas ión. De acuerdo con ella, es saber la opinión verdadera qu e va acom pañada de una explicación (Iógos). El I ágos es, pues, un requisito indispensable del saber , pero la cuestión está ahora en distin guir qué es obj eto del saber y qué no lo es, es decir, qué cosas tienen lógos y cuáles no lo tienen. Sócrates expon e en este punto de la conversación (201d-206b), como si se trata ra de un sueño , una teoría que distingue dos géneros de ent ida des: los primeros elementos de los que está n compuestas todas las cosas y los complej os que se constit uyen a partir de ellos. Los primeros carecen de explicación por su absoluta simplicidad y sólo se les puede atribuir el nombre que les corresponde a cada uno en particular. Los complejos, por el co ntra rio. tienen explicación, pues los nombres de los elementos que los inte gran pueden co mbinars e ent re sí y esta combinació n es lo que co nstituye, en definitiva, la esencia de una explicación (202b). As í es que los elementos carecen de explicación y son incognoscibles, au nque sean perceptib les, mientras que los complejos son cognoscibles y expresables. Esto s últimos pueden ser objeto de opin iones verdad eras, de tal ma nera que, cuando añadimo s a ellas la explicación que les corr esponde, alcanzamo s la verda d sobre el objeto en cuestión. La definición pro-

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puesta satisface así una de las condiciones esenciales del saber. pues quien no puede dar y recibir una explicación acerca de algo de lo que tenga op inión verd adera no puede decir que posee el saber relat ivo a ello (202c). Sóc rates presenta, sin embargo, una objeción cont ra la teo ría q ue aca ba de exponer. La cuestión es si puede ser verdaderamente cognoscible un complejo que está compuesto de elementos inco gnoscibles (203c). El problema puede expresarse en la form a de un dilema . El complejo es la suma de los elementos o una forma única que se produce

se habla son perceptibl es, mientras qu e las Formas son realidad es que podemos aprehender sólo por medio del pensamiento. Pero a veces se ha dicho que la teoria tien e un car ácte r isom órñco . que perm itirí a su ap licación independientemente de la naturaleza sensible de los elementos H, En ese caso, si las Formas son enti dade s absolutame nte simples que se ap rehenden directam ente en un acto de visión intuitiva , no se comprendería cómo es posible constr uir el saber a part ir de ellas, ni la posibilidad de da r ra zón qu e va uni do al mismo. Los autores que admiten la existencia del pro blema en relación co n las Fo rmas no se po nen de acuerdo. sin emba rgo. en la solución del mismo . Robinson 36 pensó que la teoría mostraba la necesidad de que ciertas entidades carentes de lógos fueran cognoscibles. Pero en ello no le acompañan. desde luego . la mayo ría de los comentaristas . La exposición y la crítica de esta teor ía parece. más bien. una reducción al ab surdo con la intención de mostrar que no es posible el conocimiento de lo complejo sob re la base de entidades ab solutam ente simples e incognoscibles. Ah ora bien . con esto no hacemos sino mostrar los prob lemas qu e ello suscita . El primero es si las ideas son enti dad es abs olutamente simples. como parece indicar el lenguaje utilizado por Platón en los diálogos anterio res 31. Y si no lo son y hay entre ellas múltiples relacio nes. que hacen imposible el conocimiento separado de cada una , la cuestión es si pod rían ser conocidas en un acto de contemplación int uitiva. Algunos autores 31 han sostenido qu e Pla-

en la síntesis de éstos. En el primer caso, quien conoce, po r eje mplo, una sílaba, no tiene más rem edio que conocer las letras q ue la componen. Ahora bien, si los elementos son incognoscibles. el complejo formado a pa rt ir de ellos será igualmente incognoscible. En el segundo ca so . si el complejo es una forma única . será diferente de la mera suma de los elementos y tend rá, como ellos, una nat ura leza simp le e ind ivisible (20Sd). Es decir, tend rá la misma forma que los elementos. de man era que. por su absoluta simplicidad . carecerá de explicación y será tan incognosci ble como ellos (20Se). Por consigu iente. no puede admitirse que el com puesto sea cognosci ble y expresable, si no lo son los elementos. La experiencia en el aprendizaje de las letras co nfirma, más bien, lo co ntrario (206a-b) . Los elemento s son incogn oscibles y carecen de explica ción, de acuerdo con la teo ría, por la abso luta simplicidad que ésta les atribuye. Ahora bien, a propó sito de ello se ha suscitado la cuestión de si esta conse cuencia es aplicable a la misma teo ría platónica de las Form as . dada la sim plicida d que Platón consider a carac terística de las mismas 34. En principio, habría que indicar que los elementos de que J< Cf. J . STENZEL, Ptuto 's Method 01 Dialee/ie, O xford, 1940, página 73, y RYLE, «Plato's Parmenídes.. . ¡>, p ág. 319.

15 er. RORTY, « A Speculanve Note.•.», pág. 236. 16 ROBINSON. «Fo tms ... " . pág. 15. )7 c r . H ICKE N, .. Knc wledge.•• » , pág. 50. JI Cí , R. C. C ROOS , «Legos a nd pcrms in Plato», M ind (1954). 433·450; H ¡CKEN , «Knowled ge.,;», pág . 53, Y B ONDESOS , « percepnon .. .'I, p ágina s 114 y sigs.

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tón está abandonando la co ncepción del co nocimiento por apr ehensión directa qu e va asociada a su leoría de la andmnésís en diálogos a nteriores. Es decir, estaría cambiando el modelo contemplat ivo del co nocimiento po r uno lógico dialéctico . donde el conocimiento de las Formas no po d ría desligarse de un proceso discu rsivo en el Que tendría lugar la invest igación de las múltiples relaciones po tenciales qu e se dan ent re ellas . A hora bien. en diálogos anteriores P lat ón no parece ha ber plan teado qu e el pensamiento discursivo y el acto de conte mplació n intuiti va q ue lleva al conocimiento de la Forma sean términos excluye ntes. "En la República el

Bien es, desde luego, objeto de contemplación 39, pero este acto, en el cual alcanza el conocimiento su Forma supre ma , viene precedido de un largo rodeo de pensamiento discurs ivo y da lugar a una visión general (eis synopsin, 537a) que pe rmite descender dedu ctivam ente a las consecu encias y entende r el mundo de las Formas como un tod o orgánicamente dependiente del pr incipio último de la realidad . En la Rep ública y en el Fedr o (247c-d), q ue repr esentan la mad urez del pensamiento plató nico anterior al Teeteto, la concepció n del conoc imiento como contem plación int uitiva no se o pone, pues, a la existencia de un pro ceso dia léctico que facilite el momen to de la an ámn ésis. Y al final de su vida , en la Cor to V/l (341c-d) , P lat ón no pa rece haber cambiado de idea en relación a la naturaleza última de l proceso gnoseol ógíco. El saber implica, efectivamente , la posi bilidad de dar un 16gos 40 , pero depende, en última instan cia, de un acto de contemplació n intelectual qu e no pu ede ser sustituido J'

ct. República Sl8e, 5J Ja.

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CL Teeteto 202e.

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por un proceso discu rsivo de otra natu raleza . Con esto entram os, sin emba rgo , en la última pa rte del diálogo. P lató n ha dicho repetidas veces que el 16gos es u n elemento esencial en el sa ber 4 1, Y no pa rece hab er a bandon ado esta posición en diálogos poste riores al Teeteto 4 2. Aho ra SÓ~ era res cita tres posibles sentidos de I6 gos para examina r si alguno de ellos t iene la virt ud de co nvertir una opinión verdade ra en sa ber . El primer significado del términ o es la man ifestación verbal de l pensa miento (206