Piedra Negra Sobre Piedra Blanca

PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA Este poema es un soneto (dos cuartetos y dos tercetos) de versos endecasílabos (ve

Views 100 Downloads 3 File size 114KB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

PIEDRA NEGRA SOBRE UNA PIEDRA BLANCA

Este poema es un soneto (dos cuartetos y dos tercetos) de versos endecasílabos (versos de once sílabas) y rima asonante (sólo riman las vocales). El título del poema es simbólico, ya que según el diccionario de símbolos de Cirlot, “piedra” es símbolo de alma, mientras que “negra” y “blanca” son símbolos de muerte y vida respectivamente. Por lo tanto, ya desde el título del poema aparece la presencia de la muerte que apaga a la vida. En el título el tema de la muerte aparece como idea general, pero en el poema el poeta nos habla de su propia muerte. En el primer cuarteto el yo lírico pronostica con exactitud su propia muerte: “Me moriré en Paris con aguacero”. Éste es un verso profético ya que el verbo “morir” está conjugado en futuro, mostrando una acción que todavía no ha ocurrido. París es la ciudad luz, considerada la ciudad de la cultura, fundamentalmente en la época en la que vivió el poeta. La expresión “con aguacero” está tomada del lenguaje coloquial, cotidiano, propio de la literatura de vanguardia. “Un día del cual tengo ya el recuerdo”: el verbo “tener” está conjugado en presente, y la palabra “recuerdo” nos hace pensar en el pasado, ya que solo podemos recordar algo que ya pasó. Por lo tanto en estos dos primeros versos, observamos un juego con el manejo del tiempo que solo es posible en el mundo de la literatura, la posibilidad de un tiempo reversible. El yo lírico dice tener el recuerdo, “ya”, ahora, en el momento de la creación poética, del día de su muerte que aún no ocurrió. “Me moriré en Paris –y no me corro-“: observamos en este verso una anáfora, es decir, la repetición de una misma expresión al comienzo de verso. Insiste con la afirmación de la profecía de su muerte en Paris, y a través de una nueva expresión coloquial “no me corro” vuelve a afirmar la idea, muestra estar convencido de lo que dice, no va a cambiar su afirmación. “tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.”: no solamente afirma dónde va a morir, sino además cuándo lo hará, determina el momento. El jueves es un día que puede recordarnos al día en que comenzó la pasión de Cristo. El otoño, que ha simbolizado la madurez en la vida humana que nos acerca a la muerte, simbolizada por el invierno en la tradición literaria. Vuelve a marcar la idea del presente de la creación “como es hoy”. En el segundo cuarteto el yo lírico justifica las circunstancias de su muerte a través del dolor físico y del dolor moral que le provoca el sentirse solo. Insiste con la idea de que morirá un jueves, y con el presente de la creación poética “hoy”. “que proso estos versos”: aparece en esta expresión un neologismo ya que el verbo “prosar” no existe. Además esta expresión resulta un oxímoron (una contradicción violenta) ya que

prosa y verso son dos tipo de escritura totalmente diferentes, por lo tanto no se puede “prosar” versos, una propia de la narrativa (la prosa) y otra propia de la lírica (verso). Parece, además, estar menospreciando su poesía (quitándole valor). “los húmeros me he puesto a la mala”: en esta expresión coloquial nos expresa su dolor físico, le duelen hasta los huesos, es un dolor físico muy profundo. “Me he vuelto, / con todo mi camino”: el yo lírico, ante el dolor y la soledad que siente, reflexiona sobre su vida y recorre su pasado. Siente al dolor físico y moral como los indicios de su muerte. En los tercetos, el yo lírico ve a su doble y le habla. Ya no enuncia en primera persona (yo) como en los cuartetos, sino que se desdobla y habla de sí mismo en tercera persona (él). No hay rebeldía en sus palabras, solamente dolor: César Vallejo es la víctima que recibe los golpes: “le daban duro con un palo y duro / también con una soga”. En estos versos hay un encabalgamiento (el sentido de un verso necesariamente termina en el siguiente) y el ritmo en la lectura de estos versos parece acompañar el movimiento del brazo que golpea tan duramente. En el último terceto encontramos una enumeración en la que se retoman temas ya mencionados en los cuartetos, pero de una forma más general: “los días jueves, y los huesos húmeros, / la soledad, la lluvia, los caminos…” El poema termina con tres puntos suspensivos que parecen no terminar las ideas expresadas. Dice el crítico Xavier Abril con respecto a este poema de César Vallejo que la muerte no es algo circunstancial y venidero sino que es memoria trágica.

Se supone que, luego de una lectura comprehensiva del poema aludido, ya hemos podido vislumbrar que nuestro poeta no tiene la intención de hacer una precognición de su muerte -intención que suelen atribuirle, ya hemos dicho, interpretaciones simplistas. Y lo afirmado por nosotros se percibe desde los dos primeros versos. Veamos: Me moriré en París con aguacero un día del cual tengo ya el recuerdo. 2. Lo particular en lo universal En estos versos podemos ver que el poeta está “jugando” con una idea de dominio común: el hombre sabe que morirá. Y si lo sabe el “hombre” en general, también lo sabe el ‘hombre’ en particular (en este caso el ‘yo’ del locutor poético). Y esta idea de lo particular integrado en lo universal, lo individual en lo genérico, también se hace extensiva de manera paralela al ‘mundo particular’ París, dentro del “mundo general”, el universo, lo que se hace más definitorio si no perdemos de vista que París -por la época en que vivió nuestro poeta- era considerada todavía como la “Ciudad Luz” y, como tal, el centro del mundo cultural, es decir tenía el atributo de ser representativa del universo. Por lo que se refiere a la elección optada por Vallejo del lugar de su muerte, existe el testimonio de Georgette de Vallejo respecto a esa decisión asumida por el poeta de permanecer en París hasta lo último. Hecho éste que es refrendado por el mismo Vallejo en sus cartas a Pablo Abril de Vivero, las que -dígase de paso- son una descarnada y patética alegación de su circunstancia europea. En estas cartas se nota la preocupación de Vallejo para elegir un lugar de Europa, definitivo, dónde vivir (y morir). Y oscila entre: París, Madrid y Rusia; al final optará por el primero; pero veamos su percepción. Sobre Rusia, cuando parte por primera vez, dice: “De Rusia le escribiré continuamente. No sé si podré quedarme allí definitivamente, que sería mi ideal. (…) Lo único que me da miedo es el terrible frío de Rusia.” (p. 103). Y sobre Madrid su opinión es mucho más concluyente, dice: “Usted sabe lo que es Madrid. (…) Los españoles y sus ambientes son invulnerables. Ya los tenemos bien conocidos. Y usted los conoce más que yo, porque ha sentido usted de cerca esa soporífera sensibilidad a la vizcaína. Mi miseria fuera de Madrid es posiblemente menos pesada que en esa villa y corte.” (p. 83). Será, entonces, definitivamente París el elegido (porque el Perú tampoco está entre sus alternativas, máxime si, como dice

Georgette, acá lo esperaba una requisitoria del juicio por el que padeció prisión de varios meses); pero veamos lo que dice sobre París: “Como es posible que yo siga en París, contra viento y marea, y que siga fuera del Perú contra marea y viento, toda probabilidad de miseria queda descontada, y toda adversidad de la vida. No conozco los caminos que llevan a la comodidad y a la dicha; y nunca los he recorrido. Así pues, todo está muy bien como está, y, sobre todo, como es” (p. 30.) Pero cabe agregar, en torno a esa visión integradora (dialéctica: del hombre y su entorno particulares, en el Hombre y su entorno generales), que ella lleva incluida la relación, fusionadora también, de la vida y la muerte en oposición dialéctica, es decir con presencia sincrónica, cumpliéndose así -según el poeta español Jorge Guillén- el “requisito de la gran poesía: todo se relaciona con todo.” Por eso no es “ilógico”, poéticamente (aunque para el sentido común sí lo sea), que el locutor poético estando en vida hable de su muerte como de algo que ya conoce. Lo que no viene a ser otra cosa que el ‘juego’ dialéctico de la contradicción. Y, por eso, una lectura comprehensiva de la expresión ‘un día’, del verso 2, debe percibir que la indeterminación del artículo ‘un’ -que modifica la tajante afirmación del hecho futuro: “me moriré”- corrobora la idea de que el ‘locutor poético’ está “jugando” con esa lógica, presentándola como ilógica: sabe que ocurrirá su muerte futura, como lo sabe todo el mundo; pero no sabe cuándo. Para, finalmente, en el mismo verso (2), volver a “jugar” con la paradoja de ‘conocer ya -o tener el recuerdo de- algo que se dará en el futuro’. Y es pertinente traer aquí a colación los dos últimos versos de un soneto de Francisco de Quevedo: Y no hallé cosa en que poner los ojos que no fuese recuerdo de la muerte. Es la muerte cotidiana (visión cara a Quevedo) que permite conocer el futuro en tanto no será distinto al pasado ni al presente que son, cada uno, ‘recuerdo de la muerte’. Y, de otro lado, si no negligimos la acepción de ‘aguacero’ que el diccionario le asigna a este término, no sólo con el significado denotativo de ‘agua de lluvia’, sino como una imagen de ‘sucesos y cosas molestas, como golpes, improperios, etc., que en gran cantidad caen en una persona (acepción ésta que se hará explícita en los versos del 9 al 12), veremos que tanto en el presente en que es enunciado el poema como en el pasado -e igual será en el futuro- el hombre (individual o universal) padece ‘golpes e improperios’, es decir que son mayores las agresiones que las gratificaciones en la pasión humana, “por la misma imperfección de la vida, que -como dice Leo Spitzer- no es precisamente vida paradisíaca.” Y, por eso, el locutor poético conoce -como todos los hombres- que ‘morirá con aguacero’ en el mundo o en el lugar que represente a ese mundo, en este caso el lugar representativo del mundo cultural: París. Y obsérvese que coincide con el lugar de residencia del autor; pero esto no debe apresurarnos a confundir al ‘locutor poético’ con el autor, aunque el enunciado en primera persona así lo sugiera. El ‘yo’ “es más profundo y poético”, dirá Vallejo, y agregará: “tomado naturalmente como símbolo de ‘todos’.” (Contra el Secreto Profesional). Por eso, en el caso que nos ocupa, no se debe suponer que sea el autor quien se esté proponiendo hablar de su muerte (aunque posteriormente la coincidencia llegara a sugerirlo así) puesto que siendo un “absurdo” poético y como tal aceptable, como razonamiento ideológico no lo es. Máxime si el mismo Vallejo se encargó de refutar esa interpretación, en tanto él expresamente, en su libro El Arte y la Revolución, dijo que: “la anticipación expresa y rotunda de hechos concretos, no pasa de un candoroso expediente de brujería barata y es cosa muy fácil. Basta ser un inconsciente con manía de alucinado. Así hacen las sibilas vulgares. No importa que se realice o no lo que anuncian.” Huelga todo comentario. Lo importante a destacar en estos dos primeros versos es la ‘idea clave’ que sugiere la intención temática a desarrollarse en el poema: la integración -por oposición dialéctica- de lo particular dentro de lo general, de lo individual dentro de lo universal, y que está sugerida en el título mismo: el elemento particular ‘lo negro’ cobra relieve sobre el elemento general ‘lo blanco’, es decir, “piedra negra” (el hombre particular) “sobre una” (artículo indefinido, genérico) “piedra blanca” (el mundo, lo general). 3. Vida y muerte: la lógica de los contrarios Esta relación de vida y muerte -ya enunciada- empieza a hacerse explícita desde los dos versos siguientes, 3 y 4: Me moriré en París -y no me corrotal vez un jueves, como es hoy, de otoño. El paralelismo anafórico habido entre los inicios del v. 3 y el v. 1, ‘me moriré en París’, refuerza nuestra propuesta del ‘juego lógico’ (de saber que uno se va a morir, y no de que se esté haciendo una “adivinanza” o una precognición), además de subrayar con la reiteración la sensación de ‘me moriré como todos los días’, es decir que el hombre particular muere como siempre, en su lugar particular (París, en este caso), como le ocurre al hombre en general que muere en el mundo, en general. Y, si continuamos con la propuesta de ‘absoluta lógica’, reforzada en el verso 3, el elemento subsiguiente “-y no me corro-“, vendría a ser asimismo un pleonasmo (y hasta una perogrullada), en tanto nadie puede correrse de la muerte; pero que, en el lenguaje coloquial elegido por el poeta, cobra un sentido de decisión vital, o sea: soy fiel a la vida y no me asusta la muerte, no me voy (‘de París’) del mundo, antes de tiempo, no me suicido, a pesar del aguacero de desgracias. Pero también en estos dos versos vemos que esa pasión futura (padecer la muerte), que ha sido establecida con absoluta seguridad desde el primer verso, por ser lógica no es -o no puede ser- predicha con exactitud respecto al día de su acaecimiento, por eso es que se nos dijo que será un día (v. 2), y por eso, también (en el verso 4) se resuelve en una suposición “tal vez un jueves” y ya no con la forma de una afirmación tajante, “Me moriré” (vv. 1 y 3). Pero, cabe preguntar, ¿por qué, precisamente, ‘jueves’? Y la respuesta es una explicación por comparación: ‘será un jueves como hoy’. Pero es una comparación que reafirma eso que hemos llamado la ‘decisión vital’ del poeta: no escapar de su realidad, de su presente, aunque éste sea comparable a la muerte: el morir de todos los días. Un presente que es, asimismo, como el otoño, gris, marchito, triste y que -continuando con la comparación- en relación con la vida es ‘el período entre la plenitud vital y la vejez’, que es el caso de la edad del poeta. Como si dijéramos que ese ‘jueves’ es la antevíspera del fin de semana, pero es también la etapa de la vida que no ha llegado a la vejez. Nuestro poeta sabe que el hombre -promedio- muere antes de la vejez, entonces su yo es un símbolo de todos. Insistimos: el individuo integrado al universo. Sin embargo, no podemos dejar de subrayar la tendencia del poeta a pasar de afirmaciones rotundas a enunciados imprecisos (me moriré – un día / que ya conozco – tal vez un jueves), constituyendo ello una muestra palmaria del estilo dialéctico de Vallejo: avanzar por contradicciones, contraponiendo contrarios para ir formando una unidad con ellos. Y, por eso, creemos que la afirmación rotunda con que se inicia el segundo cuarteto: 5 Jueves será, porque hoy, jueves, que proso estos versos, los húmeros me he puesto

a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto, con todo mi camino, a verme solo. confirma el aserto, en tanto con el verso precedente (v. 4) nos había quedado la sensación de la duda: “tal vez un jueves”, y vemos que con el verso 5 se empieza recusando esa suposición. Surgiendo otra vez la intriga de ¿por qué será jueves? Y la explicación sigue siendo el ‘hoy’, el presente, “porque hoy jueves que proso/ estos versos”, es decir la misma razón que hemos visto en la suposición anterior: “jueves como es hoy” (v. 4); pero nótese que no es una razón superficial: el presente a que alude con el día jueves -decíamos- es el mismo que el de todos los días de su pasado. Pero, además, el locutor poético nos informa que en ese día jueves ‘él prosa/ esos versos’, resaltando un quehacer caro al poeta. Y aquí hay que destacar el encabalgamiento, pues con él queda en suspenso el significado del neologismo: “proso”, con el que el sustantivo ‘prosa’ ha pasado a cumplir función de verbo, pero -preguntemos- ¿en el sentido de ostentar -andar con prosa-, escribir prosa o vivir prosaicamente? Y nosotros creemos que son las dos últimas opciones: escribir, hacer prosa con los versos (contradictoriamente, porque prosa y verso son antitéticos), o sea que ‘ese hacer prosa con los versos’ no es alusivo a una deficiencia poética -porque Vallejo es consciente del dominio de su oficio y, por ende, tampoco hay que tomar la expresión como un signo de modestia, aunque no sea descartable- sino porque escribir poesía -y más aún lírica- es un ejercicio difícil con el prosaísmo de la vida presente y atosigante que todo lo contamina (hasta los versos). Y esa sensación del presente opresor se reafirma con el elemento siguiente: “los húmeros” (v. 6), en el que con otra paradoja se nos dice que -en ese presente, cuyo prosaísmo todo lo contamina, hasta los versos- los huesos duelen (los húmeros no vienen a ser otra cosa que una metonimia: mencionar la parte por el todo, los húmeros por los huesos). Y lo lógico es pensar que sobre los húmeros se ponen las mangas de la camisa, acción que en este caso se transmuta en “ponerse los húmeros”, pero que lleva aparejada la connotación de vestirse, implicando el disgusto de hacerlo, porque -por ejemplo- el frío ambiente invita más bien a permanecer en cama, así que a disgusto -a la mala- ha tenido que vestirse, destacando el dolor de los huesos (los húmeros que la humedad del aguacero maltrata con toda la connotación de golpes que le hemos descubierto a ‘aguacero’). Pero todas estas razones para reafirmar el porqué será en jueves que acaecerá la futura y ya prevista muerte, va a ser reforzada más aún en los versos: “… y jamás como hoy (jueves) me he vuelto (v. 7)/ con todo mi camino a verme solo” (v. 8). Analicémoslos detenidamente. Y, en principio, debe destacarse la palabra ‘jamás’, pues implica que ya ha habido antes algo (la soledad) que con ese ‘jamás’ se exacerba: o sea que el presente de ese individuo solo en una ciudad, es la diagnosis del ser humano en la soledad mundial; como si “tradujéramos”: ‘El hoy, en que conozco ya más la vida, en comparación con el pasado, es mucho más insufrible, y no sólo para mí, individuo, sino para el Hombre’: o sea que ese jueves es -para decirlo en expresión de Quevedo- “imagen de la muerte.” 4. Una paradoja gramatical Hay en el verso 7 una aparente irregularidad gramatical que explicar, en tanto la expresión ‘me he vuelto’ debería cumplir la función de enlazarse con la última del verso siguiente: ‘a verme solo’ (ya que la expresión ‘con todo mi camino’ viene a ser explicativa y, gramaticalmente, pasible de quedar en suspenso sin menoscabo del sentido de la frase), debiendo leer a aquélla, comprehensivamente, así: ‘y, jamás como hoy, me he vuelto// a verme solo’, observándose una repetición “viciosa” del pronombre; pero no hay que olvidar lo aseverado por Juan Ferraté: “El poeta no es nunca un alucinado, pero tiene que parecerlo cuando violenta el lenguaje común para expresar en él su interpretación de la realidad.” Entonces se debe llegar a la conclusión de que la frase ‘me he vuelto’ adquiere una doble función: a) la que la une con la frase inmediata: “me he vuelto/ con todo mi camino”, asignándole el significado -espacial- de voltearse para mirar hacia el pasado con toda la carga de su vida, de su camino; como si dijéramos que cumple la función del verbo “voltear”: ‘he volteado a ver mi camino’; y b) la que la relaciona con la frase mediata: “(…) he vuelto// a verme solo”, con el significado -interior- de verse hoy, desde la proyeción introspectiva, en una soledad mayor que nunca, es decir, adoptando la acepción de “volver”, es decir, haciéndolo equivalente a “repetir la acción”: ‘jamás he vuelto a verme solo’, o sea, jamás “he repetido esta acción” de verme tan solo. Precisemos, primero, antes de continuar, que ese trabajo de síntesis poética, que abarca “la unidad esencial de expresión” y “la unidad esencial de concepción” (Jorge Guillén) aun transgrediendo el rigor gramatical, le sirve a nuestro poeta para acceder mejor a las profundidades de la vida. Y, en segundo término, debemos decir que el resumen conclusivo de los dos cuartetos vendría a ser un planteamiento de lucha de contrarios, la vida y la muerte en contradicción permanente: el ser humano que está en la vida pero que ha de morir en el mundo, constituyendo ambos (ser humano y mundo) la totalidad, es graficado en el individuo que morirá en París (siendo, ambos, la parte), es decir el “yo” que representa a “todos”, y, en ambos casos, golpeados por una lluvia inmisericorde y prosaica, ajena a la poesía (la creación) que es la razón de ser del ser humano. 5. Cambio en el tiempo: que es el morir Si hemos visto que en los cuartetos se presenta la lucha de la vida (tesis) y la muerte (antítesis) en eterna contradicción, en los tercetos veremos resolverse el conflicto dialéctico en una síntesis magistral. César Vallejo ha muerto, le pegaban 10 todos sin que él les haga nada; le daban duro con un palo y duro también con una soga; Observemos primero que los tiempos -de cuartetos (llamémosles Conjunto “A”) y tercetos (Conjunto “B”)- sufren una transmutación muy singular: tanto el presente como el futuro de “A”, se convierten en pasado y presente, respectivamente -es decir, en ese orden-, en “B”. Y, de otro lado, el ‘yo’ poético (‘yo moriré’) del Conjunto “A” (que era, dijimos, integrador de ‘todos’) se convierte en ‘él’ (‘él ha muerto’) en el Conjunto “B”. O sea que el locutor poético pasa de la primera a la tercera persona, lo que es también paradójico, si desde el primer contacto de lectura se piensa que es la “voz directa del poeta”, corroborándose así la prevención de no confundir al locutor poético con el autor. Y, de otro lado, descarta también la interpretación de que el poeta esté refiriéndose a su propia muerte. Aunque, sí, está individualizando con mayor precisión el acontecimiento poético; pero, asimismo, está formalizando en la práctica artística la concepción dialéctica de unir los contrarios: lo particular en lo universal, en este caso. Ese autonombrarse particulariza el hecho, como si se nos dijera: ‘Este hombre, con estos documentos de identidad en los que además del nombre: César Vallejo, está

-de manera connotativa- la nacionalidad: peruano; este hombre particular ha muerto’. Y pudo ser cualquier otro nombre (de otro ser humano, individual), pero creemos que Vallejo inscribe su nombre (aparte de las razones paradójicas y de necesidad poética intrínseca) también porque, como decía Unamuno, él podría haber dicho: ‘Disculpen que hable de mí, pero yo soy el ser humano que tengo más a la mano’. 6. Oprimidos y opresores Sin embargo, y no obstante esa individuación, el locutor poético además nos dice que antes de morir y durante toda su vida (‘en todo su camino’: en ese ‘jueves’ eterno) le pegaban “todos sin que él les haga nada;/ le daban duro con un palo y duro/ también con una soga.” Y, entonces, el padecer esos golpes de todos lo hace trascender su particularidad, porque esos golpes los sufre como hombre, como ser humano, y no sólo como individuo, y menos porque le hayan caído en el cuerpo, literalmente, sino en su humanidad, pues él es parte de la Humanidad: de toda la Humanidad, la que sufre (los oprimidos) y la que hace sufrir (los opresores); ambos grupos humanos -oprimidos y opresores- constituyen ese todos agresor denunciado. Todos le pegan: los opresores, por no dejar de golpear con el palo que es su símbolo represor, a los oprimidos con cuya soga, que es su símbolo de esclavos (los esclavos modernos del capitalismo), también “le pegan” al no rebelarse definitivamente contra esa opresión. Pero no dejemos pasar por alto, el uso -otra vez- de los verbos: ‘le pegaban (sin que) les haga nada’. El primer verbo está en tiempo pasado y el segundo en tiempo presente (subjuntivo). Esto que, para un lector ingenuo, podría pasar como un yerro gramatical (exigiendo, probablemente, para que exista la concordancia, la siguiente forma: ‘sin que él les hiciera nada’), viene a confirmar lo hasta aquí aseverado de la “lógica” inflexible con que se está manejando nuestro poeta: le pegaban en un pasado que ha sido y sigue siendo presente, pues ‘el hombre vive muriendo’. Y por eso hemos leído en el segundo verso que ya tenía el recuerdo de su muerte, que es lo que le pasa a todo ser humano, como se confirmará con los versos siguientes. son testigos los días jueves y los huesos húmeros, la soledad, la lluvia, los caminos… Como se ha visto en el terceto precedente, la constatación y aseveración de la muerte cotidiana del ser humano, para el poeta no es sólo una hipótesis o una elucubración, sino un aserto definitivo; por eso, asegura tener testigos, como suele hacerse en el uso coloquial de la lengua y por eso creemos hallar cierto parentesco entre la expresión “son testigos” y las que ya hemos tenido ocasión de descubrir en el Conjunto “A” (‘no me corro/ a la mala/ le daban duro’), en tanto en los diálogos cotidianos se suele jurar por algo o poner de testigo a alguien para dar mayor veracidad a lo aseverado. Pero contra lo que, lógicamente, se espera, luego del encabalgamiento (‘… son testigos//’), esos testigos no serán otros seres humanos, sino algunos “elementos” que desde una lógica gramatical (o racional) están incapacitados para testificar, pero que poéticamente sí cumplen esa función de testigos, en tanto demuestran palmariamente la figuración dialéctico-poética planteada por el poeta (qué mejores testigos que las cosas que nos acompañan durante toda la vida, visión vallejiana que nos recuerda el soneto “Las cosas” de Borges) y que, de otro lado, son elementos que ya se han venido mostrando desde el Conjunto “A”, siendo necesario analizarlos con precisión pues no constituyen una mera repetición. 7. La síntesis poética Obsérvese, en primer término, que en el elemento “los días jueves” la palabra ‘jueves’ cumple la función de adjetivo (además pluralizado) y no de sustantivo (y en singular) como vimos que tenía en el Conjunto “A” (un jueves/ jueves será/ hoy jueves), lo que hace que su significado también cambie y contribuya a cambiar el sentido del elemento todo, debiendo entenderlo como que se hace referencia a todos los días en que ‘se vive muriendo’ (bajo el sistema opresor del capitalismo), tomando el sentido que le estamos atribuyendo al poema de integrar lo particular en lo universal, fusionándolos en una unidad dialéctica de contrarios, siendo ésta la fundamentación del quehacer poético de nuestro autor. Y similar mecanismo poético -de transmutación- se puede observar con “los húmeros” del Conjunto “A” que, aquí en el “B”, dejan de ser sustantivo para cumplir, igual, la función de adjetivo, calificando -con su connotación aliterativa- a todos los huesos de estar padeciendo humedad (la humedad del aguacero que, ya hemos dicho, ha adquirido la significación de ‘golpes e improperios que en gran cantidad caen sobre una persona’) y por eso duelen, por eso uno siente que los está usando -que se los está poniendo- a la mala. Y, finalmente, el verso catorce (en el que -ley del soneto- debe concentrarse o condensarse la carga expresiva del texto total) está compuesto por otros tres elementos que ya han sido aludidos de manera singular en el Conjunto “A”. Recordemos: lo solo (del v. 8) es la cualidad del individuo, lo particular dentro de lo genérico que es la soledad (v. 14) y que es común al ser humano; del mismo modo la lluvia (v. 14) viene a ser la generalidad del aguacero (v. 1, no olvidemos la acepción del diccionario que ya dejamos consignada al analizar este verso y que lo presenta como una de las formas en que se da la lluvia), e igualmente el elemento los caminos (v, 14) es la generalidad de ‘mi camino’ (v. 8): las vidas de todos en relación con la vida del locutor poético. Es así entonces cómo el ciudadano Vallejo (en representación de cada individuo) se funde con el humano Vallejo (en representación de la humanidad) para universalizar lo particular o, a la inversa, para particularizar lo universal. Pero, asimismo, en el verso 14 se desestima cualquier interpretación apresurada que pueda atribuir al poema una tonalidad pesimista, en tanto en él en efecto se presenta una imagen del hombre en soledad pero sólo en cuanto esa es una realidad inherente a la sociedad moderna. Sin embargo, no debe dejarse pasar de largo el elemento solidario la lluvia (pues no olvidemos que “cuando llueve todos se mojan”) que significa también una integración clasista de todos los que padecen ese “aguacero” de golpes o improperios, y el elemento los caminos que permite vislumbrar salidas colectivas para romper precisamente con esa soledad, estos elementos, pues, dejan entrever más bien una apertura hacia el optimismo de un futuro siempre perfectible. En conclusión En este poema vemos puesto de manifiesto el esperanzado humanismo vallejiano, el mismo que -genéricamente- es graficado por su famoso verso: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer.” Podemos concluir diciendo que la crítica de la sociedad burguesa no obnubiló nunca la esperanza humanísima de nuestro poeta.

este poema de Vallejo titulado "Piedra negra sobre una piedra blanca" , es un endecasílabo,con rima asonante, aunque tiene un verso de 9 sílabas en la segunda línea de la tercera estrofa, y en la cuarta estrofa, la última línea tiene un dodecasílabo....Es un poema que ha marcado historia porque él con este poema hizo un presagio de su muerte, sucede tal como lo dijo, murió un jueves en Paris y con aguacero, no fue una simple lluvia, fue una lluvia abundante pero de corta duración....Vallejo ya estaba enfermo , este poema para mí es un grito de dolor a su situación, estar enfermo lejos de su patria y de los suyos aunque acompanado por su gran amor Georgette, dicen que fue tuberculosis, aunque también se especulan que fue otra enfermedad, muy posible haya sido tuberculosis, Vallejo tuvo una bella época y también una triste época en Paris, vivió entre la miseria, llegando a pasar hambre, en fín fue un extranjero que se sintió siempre extranjero y era tratado como extranjero....este poema dice le pegaban...le daban duro con un palo....se habrá referido a sus ideales políticos y a que al principio sus poemas no se hicieron famosos de la noche a la manana, fue al morir cuando Georgette tomó en mano todos sus escritos y empezó a transcribirlos para publicarlos....para mí Vallejo es uno de los mejores y grandes poetas que ha dado la historia, pero su poesía vivencial está cargada de dolor , sufrimiento y carencia de los suyos, soledad de soledades. -

Análisis de Piedra negra sobre una piedra blanca La muerte es una constante en la poesía de todos los autores, ya sean de narrativa o poesía. Sin embargo es en el poético, en el que existen muchísimas formas de expresar, esta sensación se plasma de modo diferente. Lo que sí observamos en los poetas es que, a medida que se acerca la última etapa de sus vidas, la presencia de la muerte es mucho más constante, se describe con mucha más ansiedad y además se asocia con otras sensaciones, como las de la pérdida, la soledad y también el miedo a ese último momento. El poeta desea morir en París, en un día de lluvia, como en sus mejores recuerdos. No desea correr hacia la muerte, sino que desea que cuando se produzca el momento sea en un día cualquiera. Si ha de escoger uno, prefiere un jueves, algo que sitúa directamente al poeta en el poema, porque siente el dolor de la vejez en sus huesos y se siente solo.

El poeta se ve a sí mismo muerto y habla en tercera persona, como si fuera otra la que habla sobre él. No son palabras amables las que siente de quienes le rodeaban o agredían, lo trataban mal. Pero esos sentimientos son fruto de los jueves, ese día en el que prefiere morir, porque cuando llueve, siente dolor de huesos y se siente solo. Cuando acabamos de leer el poema, la sensación que tenemos es la de que al poeta realmente le preocupan dos aspectos en el momento en que la muerte se acerque. Por un lado es el dolor. Se nos habla de cierto tipo de achaques físicos que él nota de manera constante y le hacen ser más conscientes de su edad, de que su camino vital llega a su fin. Por otro lado, la sensación de soledad es también más acentuada, bien porque haya perdido amigos que también hayan muerto, bien porque su carácter ha hecho que otras personas se aparten de su lado o, sencillamente, porque el mismo busca tener momentos de soledad más amplios, lo que le hace pensar mucho más en este sentimiento. Lo relevante no es sólo la sensación de que la muerte esta próxima, sino que poco a poco esta sensación va obsesionando cada vez más al poeta.

... Fuente http://www.poemas.de/piedra-negra-blanca/

El 15 de abril de 1938, día en que el poeta peruano César Vallejo murió en París, era viernes. Casi acierta en su memorable poema...