Perón y La Tercera Posición

  PERON Y LA TERCERA POSICION  EL IV REICH EN LA ARGENTINA    Autor: Alberto R. Manfredi Nació en Buenos Aires, el 9 d

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PERON Y LA TERCERA POSICION  EL IV REICH EN LA ARGENTINA   

Autor: Alberto R. Manfredi Nació en Buenos Aires, el 9 de enero de 1957. Casado y padre de dos hijas, es técnico superior en Administración Económico Financiera 

En Perón y la Tercera Posición. El IV Reich en la Argentina, el autor ofrece una novedosa visión de lo que fue la revolución justicialista, su proyecto político, su programa tecnológico y militar, sus ambiciones territoriales y sus lazos con el nazismo y el fascismo, dejando al descubierto el vasto plan por medio del cual, se intentó instaurar un nuevo orden en el extremo sur del continente americano, con la Argentina como nación líder y Perón como su conductor.

1   

INDICE ACLARACION I

3

ACLARACION II

3

PROLOGO

4

LA RUTA DE LAS RATAS

5

LOS OJOS DEL MUNDO EN EL EXTREMO SUR DE AMÉRICA

18

LA PRÓXIMA GUERRA VENDRÁ DESDE ARGENTINA

32

LLEGAN LOS PRIMEROS TÉCNICOS Y CIENTÍFICOS

44

UN “ANSCHLUSS” EN LOS CONFINES DEL MUNDO

50

SE PONE EN MARCHA EL PROGRAMA AERONÁUTICO DE PERÓN

59

I.Ae. 27 PULQUI I PRIMER JET A PROPULSION DE AMERICA LATINA

71

NUEVAMENTE CHILE EN LA MIRA

78

I.Ae-35 HUANQUERO "PRIMER JUSTICIALISTA DEL AIRE"

100

EL IA-43 LA TEMPESTAD DE LA INDIA

103

REIMAR HORTEN Y LAS ALAS VOLANTES

105

PILOTOS DE PERÓN

115

LA PRODUCCIÓN DE MOTORES EN SERIE

135

EL MONSTRUO ALADO

140

EL PRIMER CAZA ALA DELTA DE AMÉRICA

146

BOMBAS VOLADORAS

149

EL PODER DE LOS DIOSES

163

LA ANEXIÓN DE BRASIL

183

LA INDUSTRIA PESADA DEL RÉGIMEN

191

LA MONUMENTALIDAD DEL REGIMEN

210

LOS FUNERALES DE EVITA

248

EL ASESINATO DE JUAN DUARTE

266

LOS CRÍMENES DEL PERONISMO

275

LA MASACRE DE LOS PILAGÁS

294

ÚLTIMO ACTO

302

EPÍLOGO

321

BIBLIOGRAFÍA

326

ANEXO. Estados Unidos provee armamento a las naciones de América del Sur para contrarrestar el poderío argentino. El caso Uruguay

324

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ACLARACIÓN En el parágrafo titulado “Represión en el interior” del capítulo “Los crímenes del peronismo”, se omitieron las fuentes de donde se extrajo la información. Las mismas, corresponden a la investigación de Ariel Kocik “Una temporada de terror den Florida”, publicada por la Agencia de Noticias Redacción (ANRed), el domingo 21 de noviembre de 2010 (http://www.anred.org/spip.php?article3829), varias veces citada a lo largo del capítulo. En cuanto a las referencias al trabajo “Las mazmorras de Pettinato”, hasta la fecha figuraban a nombre de Roberto J. Wilkinson, quien plagió al Sr. Kocik, publicando el mismo texto, incluso con su título original, en el sitio Redacción Digital (http://redactores.zoomblog.com/archivo/2012/10/22/las-mazmorras-de-Pettinatopremiadas-p.html), el 22 de octubre de 2012, provocando nuestra confusión. Pedimos al Sr. Ariel Kocik las correspondientes disculpas por nuestra omisión y por haber citado erróneamente a Roberto J. Wilkinson como autor de su obra; ambos hechos fueron involuntarios. Para su tranquilidad, recalcamos que las restantes menciones de sus trabajos, dieciocho en total, figuran desde el primer momento en nuestra publicación, lo mismo en el apartado dedicado a la bibliografía, y así fue hecho el depósito correspondiente en la Dirección Nacional de Derecho de Autor, el 3 de junio de 2013. Nos comprometemos ha efectuar uno nuevo con estas modificaciones, ni bien hagamos la renovación No somos historiadores profesionales, hacemos esto para difundir los acontecimientos de nuestro pasado grandioso y para nuestra satisfacción personal, de ahí que muchas veces nos equivoquemos al proceder. El Sr. Kocik publicó duras palabras contra el autor en su sitio “Cuentos Peronistas”, acusándolo de robo y de tendencias gorilas, aún cuando reconocía que era citado. Pese a comprobar que quien esto escribe no solo lo mencionaba sino que en el mismo capítulo remitía al lector a sus dos trabajos en dieciocho oportunidades, además de figurar citado en la bibliografía, lo equiparó con aquellos que realmente lo habían plagiado, utilizando términos inadecuados. Prefirió hacerlo de ese modo en lugar de contactarnos y marcarnos el error, pues de eso se trata, de un error, una omisión. Nos confundimos al ver su trabajo con la firma de Roberto J. Wilkinson, mencionándolo a él en lugar del verdadero autor y omitimos una llamada en el parágrafo aludido, como hemos señalado en nuestro descargo. Tal vez hubiera sido esa la vía indicada, más cuando se percibe claramente que el nuestro es un blogg casero, sin pretensiones literarias, ni eruditas, ni lucrativas ya que tampoco es un trabajo publicado. Habiendo dado con su sitio por pura casualidad, viendo las acusaciones de la que éramos objeto, nos pusimos en contacto inmediatamente para hacer las debidas aclaraciones y tras un intercambio de mensajes, accedió generosamente a subir nuestra enmienda a su sitio, cosa que agradecemos profundamente. Pero como en algunas partes de su blogg se ve nuestro pedido de disculpas a medias, aquí dejamos los links donde se los puede leer completos. http://cuentosperonistas.blogspot.com.ar/2014/02/aclaracion.html

http://cuentosperonistas.blogspot.com.ar/2014_02_01_archive.html

ACLARACIÓN II Las ilustraciones que se exhiben en el presente trabajo portan su correspondiente crédito, detallando el medio en que han sido divulgadas, o dejando constancia de su autor. Las que no los llevan son las que aparecen reproducidas en infinidad de medios, espacios y publicaciones, sin constancia de su autor o las fuentes de las que han sido extraídas, ya sea por omisión o, simplemente, porque no los tienen. No es nuestra intención violar derechos de autor sino, simplemente, ilustrar y difundir, de ahí que, existiendo la posibilidad de que se haya deslizado alguna omisión o error y en caso de que existiese algún impedimento para la exhibición de algunas de las imágenes que aquí aparecen, solicitamos establecer contacto con nosotros para señalarlo o retirarla, de ser el deseo de sus titulares.

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PROLOGO Resulta en extremo difícil y hasta penoso, abordar temas como el que vamos a tratar cuando la sociedad argentina se empeña en la mediocridad, la decadencia moral y la chatura intelectual. Al contrario de lo que sucedía en nuestro país hasta fines de los setenta, el argentino medio, frívolo e ignorante, vive pendiente de sí mismo y de su pequeño mundo así como de cuestiones banales e increíblemente superfluas. En ese sentido, es monotemático, hueco, ignorante y cada vez menos instruido y por consiguiente, se mantiene ajeno a su grandeza y su glorioso pasado pues no solo le resbala sino que hasta parece incomodarle. En lo que a su historia se refiere, la misma se limita a San Martín, Belgrano, Sarmiento y Rosas y por lo general, de allí no sale. Al parecer, eso es solamente lo que puede abarcar y cuando en alguna reunión se abordan esas cuestiones suele cansarse o aburrirse enseguida después de ensayar, con no disimulado esfuerzo, lo que dicen los demás o lo que ha escuchado de oídas. Fácilmente influenciable, en especial por los medios y la televisión, el argentino actual repite como un autómata lo que a escuchado, eso se le hace carne y ya nada puede modificarlo. Ese panorama deprimente tiene una explicación. La sociedad argentina cada vez lee menos, siente hastío por la educación y a pasos agigantados avanza hacia la ignorancia y la desidia intelectual ya que nada le interesa salvo la estupidez y la trivialidad. Solo basta encender un televisor, a cualquier hora del día, para comprobar el grado de bajeza al que se ha llegado. Pero lo peor es cuando se sintoniza alguno de sus informativos o programas de actualidad. Si el televidente es extranjero, no podrá creer lo que oye y lo que ve, o no lo entenderá. El argentino, virtuoso, elegante e inteligente en un pasado no muy lejano, estudioso, capaz y destacado, a caído en una suerte de retroceso que en algunas facetas recuerda la decadencia de la antigua Roma. A la sociedad argentina solo le interesa evadirse, hacer dinero rápido y fácil, busca constantemente la diversión pasajera y superficial, rehúye las responsabilidades y siente aversión por el progreso. Y así como ha dejado a un lado sus mejores cualidades, ha potenciado las peores, las principales, la sobreactuación, la grosería, la prepotencia, la indiferencia, la falsa erudición, el resentimiento, el esconder la cabeza como el avestruz y demorar la adolescencia lo más que se pueda, solo por citar algunos ejemplos. Así es que cuando este tipo de individuo repara en algo que está más allá de su comprensión, se sorprende en extremo, pone cara de asombro, duda y si no lo logra asimilar, se molesta y no lo admite por el solo hecho de que no lo tenía registrado. Al argentino actual le incomoda la grandeza, lo bueno, lo honorable y lo digno. Es autodestructivo, odia el éxito ajeno y por esa razón adora el fracaso y perdona la minusvalía. Hay un momento crucial para señalar el comienzo de todo esto: el Mundial de Fútbol de 1978, cuando el hombre medio argentino, la mujer, el oficinista, el empleado y hasta el ejecutivo, descubrieron la cultura baja, el estilo “villero” y fascinados con ese caracter desconocido, lo adoptaron y se mimetizaron con él. Fue un antes y un después; la cultura del arrabal y el barrio de emergencia prendió fuerte en la sociedad, se adoptaron los modismos y el vocabulario de la gente orillera y la juventud cambió su indumentaria por la de aquellos. Ese fenómeno se está extendiendo incluso a las naciones limítrofes, siempre pendientes de lo que sucede aquí y listas para repetir actitudes y defectos. Y así es como los argentinos se quedan boquiabiertos y ponen cara de incrédulos, cuando se les dice que un compatriota suyo fue el organizador de la caballería de la Rusia zarista en el siglo XIX (Benigno Benjamín Villanueva), que otro de los suyos fue ministro de Agricultura y Abastecimientos del III Reich, además de jefe de la Oficina de la Raza de las SS y teórico de las ideas supremacistas de Hitler (Walter Oscar Ricardo Darré); que la primera transfusión de sangre de la historia la realizó otro argentino (Luis Agote) y que connacionales suyos fueron los primeros Premios Nóbel de América Latina, el primero de ellos en el rubro de la Paz, (Carlos Saavedra Lamas) y otros tres científicos (Alberto Bernardo Houssay, Luis Federico Leloir, César Milstein). También se asombran cuando escuchan decir que uno de los más grandes arquitectos del siglo es tucumano (César Pelli), que Borges ha sido el escritor más brillante de los tiempos modernos y que es admirado en los lugares más recónditos de la Tierra; que otro escritor, Ventura de la Vega, es una de las glorias de las letras

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de España; que el Che Guevara no solo fue un líder guerrillero sino que encabezó junto a Fidel Castro la conducción de una revolución de proyección mundial; que el by-pass es obra del genio de un platense (René Favaloro), que otro porteño es uno de los padres del diseño industrial (Tomás Maldonado) y que la Argentina, además del granero del mundo fue precursora latinoamericana en muchos campos, en especial el desarrollo aeronáutico, espacial y nuclear. Recientemente, dos hijos de la ciudad de Buenos Aires acapararon el interés universal, uno de ellos, al ser electo Papa, el primero de origen americano y jesuita, monseñor Jorge Mario Bergoglio y la otra, la economista Máxima Zorreguietta, al convertirse en reina de Holanda. Por eso resulta tan dificil abordar temas como el presente a quien ha dejado de creer en la Argentina como sociedad, en los argentinos y en la argentinidad; para quien ya no tiene eperanzas en el porvenir nacional, en sus instituciones, en su educación, en sus leyes y su justicia. Ni que hablar del periodismo y la dirigencia política. Pues todo parece indicar que no hay interés en superar la mediocridad, que el futuro es sombrío, que las instituciones son solo un escenario, que la educación seguirá empeorando, que las leyes son papel escrito y que la justicia es ficción, amén de la dirigencia política que continuará siendo una lacra y la prensa (en especial la televisiva) una ámbito degradante. La Argentina posee una historia que ha superado sus fronteras y a acaparado el interés de estudiosos de todo el planeta. El presente trabajo se centra en uno de los capítulos de mayor trascendencia, sus entretelones, sus intrigas, sus secretos y, lo más importante, su proyección extraterritorial.

LA RUTA DE LAS RATAS

La noche de navidad de 1947, llegó a la embajada argentina en Suecia un telegrama urgente que tenía como destinatario a su agregado aeronáutico, el mayor Medardo Gallardo Valdez. Mientras afuera nevaba copiosamente, el alto funcionario tomó el cable y a la luz de la lámpara que tenía sobre su escritorio, lo leyó detenidamente. Para su asombro, se le ordenaba cancelar su siguiente destino en Moscú y dirigirse inmediatamente a Oslo donde el cónsul argentino en Noruega le iba a entregar a tres ciudadanos extranjeros a quienes debía llevar a Buenos Aires en el más estricto secreto.

El mensaje desconcertó al funcionario porque, como se ha dicho, su destino inicial era la representación argentina en Rusia, donde debía hacerse cargo de la agregaduría aeronáutica en ese país pero ahora su gobierno cancelaba esa misión y le encomendaba una operación encubierta, de mucha mayor responsabilidad. ¿Qué era lo que ocurría? se preguntó mientras veía caer la nieve al otro lado de la ventana; ¿quiénes eran esas personas a las que debía trasladar a Buenos Aires en secreto? Dejando a un lado las cavilaciones, subió a su habitación y comenzó a preparar su equipaje mientras por su cabeza se sucedían mil pensamientos a la vez. A la mañana siguiente, muy temprano, abordó un taxi y le pidió al chofer que lo llevara a la terminal ferroviaria donde debía abordar el tren con destino a la capital Noruega.

Mientras el vehículo se desplazaba por las elegantes calles de la ciudad, Gallardo Valdez volvió a repasar el texto del telegrama y una vez en la estación, bajó del vehículo envuelto en su sobretodo gris, cubierta la cabeza por un sombrero de fieltro y llevando en su mano derecha una maleta se introdujo en el hall central, buscando las boleterías. El diplomático estudió detenidamente el terreno y después de cerciorarse que no lo seguían, sacó un boleto con destino a Oslo y enfiló hacia el andén.

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El tren salió a horario, con pocos pasajeros, abandonando lentamente el gran galpón de la terminal para iniciar su recorrido de 530 kilómetros hasta la capital del vecino país. A las 10.30 estaba en Hallsberg, poco después se detuvo en Laxa y tras una nueva parada en Krstinehamn, llegó a Karlstad, donde el diplomático devenido en agente encubierto pudo apreciar la magnificencia del Lago Vänern. Pasado el mediodía, después de un frugal almuerzo, el convoy llegó a Charlottenberg, ciudad fronteriza con Noruega y después de las tramitaciones aduaneras de rigor, sin que nadie hubiese sospechado nada, Gallardo Valdez cruzó los límites y se internó en el vecino país. El frío calaba los huesos y nevaba copiosamente cuando alcanzaron Kongsvinger, última parada antes de Oslo y el sol ya se había ocultado cuando llegaron a la capital. El agente encubierto abandonó la estación terminal y abordó un taxi en el que se dirigió directamente al consulado de su país. Al llegar a la legación, su titular, Pablo Curatella Manes, renombrado artista y diplomático platense, lo estaba esperando. Junto a él, se encontraban tres individuos que al recién llegado le parecieron extremadamente misteriosos. Uno de ellos, Pedro Jorge Matthies, tenía especial interés por alejarse de Europa, acechado como estaba por las autoridades soviéticas, según supo después, que andaban detrás suyo como chacales1.

Efectuadas de las presentaciones de rigor, Curatella le explicó al recién llegado que los sujetos disponían de pasaportes argentinos pero no hablaban una palabra de español. Gallardo Valdez ignoraba que Perón había puesto en marcha una operación de envergadura tendiente a captar a técnicos, científicos, especialistas y operarios del derrotado Eje nazi-fascista para dar forma a un ambicioso proyecto militar con el que aspiraba a alcanzar la supremacía en el hemisferio sur y tomar distancia de las dos grandes fuerzas que dominaban el mundo, a saberse, el occidente liberal y mercantilista, con los Estados Unidos a la cabeza y el bloque comunista liderado por Rusia. Y era ese el motivo por el cual todo se hacía en el más estricto secreto. Las naciones vencedoras de la Segunda Guerra Mundial seguían con extrema atención los movimientos del líder justicialista porque el mundo entero sabía de sus inclinaciones políticas, de su poco disimulada admiración por Mussolini y de la ayuda encubierta que Buenos Aires había brindado a la Alemania nazi durante la guerra, sin olvidar que uno de los ministros de Hitler era argentino y que en esos momentos se lo juzgaba en Nüremberg por crímenes de guerra. ¿Quién era ese ministro? Walter Oscar Ricardo Darré había nacido en Buenos Aires el 14 de julio de 1895, apenas tres meses antes que Perón, en el seno de un hogar acomodado del barrio de Belgrano, formado por Ricardo Oscar

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Darré, comerciante prusiano (aunque portador de un apellido francés), dedicado a negocios de comercio exterior y de Emilia Lagergren, una argentina con ascendientes alemanes y suecos. Tras cursar parte de sus estudios primarios en el Instituto Goethe de su ciudad natal, su padre decidió enviarlo a Alemania para que completase allí el ciclo secundario. El joven argentino fue inscripto en una escuela de Heidelberg y en 1911 viajó a Wimbledon para hacer un año en el King’s College School como alumno de intercambio. De regreso en Alemania, Darré se reencontró con su familia que por entonces, había emigrado desde la Argentina llevando consigo a sus hermanos menores y completó el ciclo secundario, inscribiéndose posteriormente en una escuela de agronomía de Witzenhausen, donde se encontraba al estallar la Primera Guerra Mundial. Como la mayoría de los jóvenes de su edad, se enroló en el ejército alemán y marchó al frente occidental, donde entró en combate y fue herido. Finalizada la contienda, Darré comenzó a meditar sobre su futuro y de esa manera surgió la idea de regresar a su patria para dedicarse a la actividad agrícola; sin embargo, le fue imposible hacerlo porque la situación económica en la que se encontraba Alemania y el quiebre de los negocios familiares, se lo impidieron. En Witzenhausen completó sus estudios y obtuvo su diploma de ingeniero agrónomo. Inmediatamente después se inscribió en la Universidad de Halle para estudiar biología y cuando al cabo de cinco años obtuvo su matrícula2comenzó a desarrollar su interés por todo lo relacionado con el suelo, la fertilización, los cultivos, la cría de ganado, la producción agropecuaria y su relación con el hombre alemán. Después de trabajar en el este de Prusia y en Finlandia, Darré regresó a su tierra de adopción para desarrollar allí las ideas raciales y agrarias que llamarían la atención de algunos sectores del nacionalismo germano. Un artículo de su autoría aparecido en 1926 llamó la atención del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (NSDAP), cuyas autoridades se lo acercaron a Himmler para que analizase su contenido. El futuro Reichsführer lo leyó con atención y después de un exhaustivo examen de su contenido se lo llevó a Hitler, quien quedó sumamente impresionado. Cuando en 1928 hizo lo propio con su primer libro, El campesino como fuente de vida de la raza nórdica, el máximo líder nazi, compenetrado profundamente con aquella temática, impartió instrucciones para captar al autor.

Walter Oscar Ricardo Darré En realidad, el joven argentino hacía tiempo que seguía con interés los progresos del nacionalsocialismo y por esa razón, cuando a fines de 1929 Himmler le propuso unirse al movimiento, no lo dudó.

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Darré ingresó en la SS para trabajar activamente en un programa de desarrollo agrario que apuntaba a atraer al campesinado, explotando al máximo el descontento que ese sector experimentaba con los gobiernos municipales, proponiendo un ambicioso plan de colonización y pergeñando una reforma agraria que comprendía la reducción de los Junkers (nobles propietarios de tierras en el este de Alemania), para dotar al hombre de campo de su propia parcela y potenciar, de ese modo, la propiedad privada y dar forma, al mismo tiempo, a una vigorosa nobleza rural. No por nada ante la campaña electoral que se avecinaba, Hitler incluyó a Darré en la lista de candidatos de su partido junto a su nombre y los de Rudolf Hess, Wilhelm Frick, Herman Goering, Joseph Goebbels, Hjalmar Schacht, Franz Von Pappen y Alfredo Hugenberg. El 30 de enero de 1933 Hitler llegó a la Cancillería del Reich y el 29 de junio nombró a Darré ministro de Agricultura y Abastecimientos, en reemplazo de Alfredo Hugenberg, cargo que ejerció conjuntamente con el de jefe del Departamento de la Raza y Reasentamiento, una dependencia de las SS que dirigía desde el 30 de enero y que retendría junto a la mencionada cartera hasta el 23 de mayo de 1942. Durante ese período, llevó a cabo la reforma agraria y puso en práctica sus teorías raciales y de colonización que serían la base de la política nazi para los territorios ocupados. Entre 1935 y 1936, Darré, Himmler y Hermann Wirth fundaron el Ahnenerbe Forschungs-und Lehrgemeinschaft, un instituto dedicado a profundizar el estudio, las investigaciones y la enseñanza de la herencia ancestral dentro del programa de depuración racial que el gobierno pensaba implementar. En base a ello, Himmler dio forma a lo que fue dado en llamar una aristocracia racial basada en la reproducción selectiva de seres humanos especialmente seleccionados, basándose caso exclusivamente en las teorías de Darré. En ese período el dirigente argentino publicó tres libros que serían la base de aquel proyecto, La Raza, Sangre y Suelo y La política racial del nacionalsocialismo, obras fundamentales de la literatura nazi que, con las ideas de Alfred Rosenberg, contribuyeron de manera especial en la puesta en marcha de la operación conocida posteriormente como “Solución Final”. Darré dejó sus cargos a fines de mayo de 1942, cuando alegando problemas de salud renunció a ellos. Hay versiones que dicen que debió alejarse de tan elevadas funciones por cuestiones de índole psicológica, pero todo parece indicar que fue solo una excusa. En realidad el motivo de su renuncia fue su desacuerdo con Hitler en disminuir las raciones para los internados en los campos de trabajo o porque, según su opinión, eso reduciría los niveles de producción. Fue reemplazado por Herbert Backe en la cartera de Abastecimientos aunque por pedido del Führer, retuvo la de Agricultura en calidad de secretario hasta abril de 1944, cuando aquel se hizo cargo de ambas.

Darré y Hitler se saludan 8   

Darré siguió ó trabajando para Him mmler en el Departamento de la Raza R y Rea asentamiento o que había a dirigido y allí se enconttraba cuando en abril de e 1945 fue apresado a po or los nortea americanos y encerrado o T el juicio a los 22 jerarcas nazzis que se desarrolló d en n Nüremberrg entre 194 45 y 1946, le e en prisión. Tras siguieron ottros en los que q fueron sometidos s a proceso loss responsab bles de la Wehrmacht, in ndustriales y banqueros y el de la Wilhelmstrass W se en el que e fueron juzg gados los ministros y fun ncionarios civiles. c Aque el último se de esarrolló en ntre 1946 y 1948 y dura ante el mism mo, nuestro compatriota a fue hallado culpable y condenado a siete año os de prisión n. Según la opinión auto orizada de varios v historriadores, su desacuerdo o con Hitler en 1942 fue lo que lo salvó de la horrca. D para remarcar lo os estrechoss lazos que vinculaban a la Argen ntina con las s Vaya esta rreseña de Darré potencias del Eje y com mprender de e ese modo, el porqué de tanto rece elo. Pero Darré no fue el único arge entino en occupar cargo os en la Ale emania nazzi. Hubo otrros que, sin n alcanzar la encumbrada posición d del ministro de Agricultura y Abasttecimientos, transitaron por las filas s del III Reich h, uno de elllos Carlos H Horst Alberto o Fuldner, hijo de padre es alemaness, que desem mpeñaría un n papel crucia al en el entramado pro oceso de la fuga de téccnicos, operrarios y crim minales de guerra g hacia a nuestro paíss os menor que Darré, Fuldner tambié én nació en Buenos Airres, el 16 de e diciembre de 1910. En n Quince año 1922, su prrogenitor, Hu ugo Fuldnerr, decidió re egresar a Alemania y de ese modo o la familia sse radicó en n Hamburgo donde d el mu uchacho inicció sus estud dios secundarios. o de bachille er en la man no, el joven Carlos C come enzó la carre era de Dere echo pero im mpulsado por Con el título su espíritu inquieto y avventurero, al cabo de un n año aband donó para de edicarse a la a política. W Fuld dner integró ó agrupacion nes de dere echa que más m tarde se e En tiemposs de la República de Weimar, fusionaron en el NSDA AP (Partido o Nacionalso ocialista Ob brero Alemá án) al que in ngresó en 1932 con el e 9.254, haciendo lo propiio en las SS S con el núm mero 31.710.. número 999

Carlos Ho orst Albertto Fuldnerr orte y aspeccto, constituía el prototipo ideal del joven alem mán, dotado o además de e Alto, rubio, de buen po overtida y en extremo simpática s qu ue le permittió escalar posiciones p d dentro de la a una personalidad extro anzar el grad do de Sturm mhauptfürer, en septiembre de 1934 4. organización hasta alca ompatriota Darré, D Fuldn ner hablaba fluidamente e español, alemán, a fran ncés e inglés por lo que e Como su co fue destinad do al Boletín n de Noticiass de las SS y luego a Prusia P del Esste donde de esempeñó funciones f en n áreas administrativas porque p goza aba de muy buen conce epto (se lo consideraba a competente y astuto)).

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Lo que el informe elevado por sus superiores no decía, era que era extremadamente aficionado a las mujeres, la noche, las fiestas y el juego. Por entonces Fuldner vivía en Kassel, ciudad de la región de Hessen, a orillas del río Fulda, en la que el 22 de noviembre de 1934 contrajo matrimonio con una joven alemana de 21 años llamada Hanne Kraus, a quien abandonó a los pocos meses cuando la muchacha esperaba un hijo suyo. En 1935 solicitó un préstamo de 5000 marcos para comprar un auto y al no poder devolverlo fue sancionado. Sin embargo, sus “negocios”, lejos de terminar, recién comenzaban. Ese mismo año estafó a un comerciante muniqués y tiempo después tuvo problemas financieros con una empresa naviera de Hamburgo, razón por la cual, solicitó la baja en las SS y con su pasaporte argentino emprendió el regreso a su país natal a bordo del mercante “Antonio Delfino”. El destino quiso que el buque fuese interceptado por el crucero alemán “Cap. Arcona” que viajaba en dirección a Hamburgo y que las autoridades navales reparasen en su persona. Al verse descubierto Fuldner envió un telegrama urgente a Himmler desde el puerto de Bramenhaven y al no obtener respuesta, hizo un amague de quitarse la vida que nadie creyó. Obligado a descender fue entregado a la policía secreta, sometido a juicio por deserción, robo de documentos, juego y sustracción de dinero, enviado a prisión y degradado. Según el libro Perón y los alemanes de Uki Goñi, Fuldner pasó un tiempo en la cárcel y en enero de 1936 fue degradado y expulsado de las SS; incluso su anillo, con la calavera que simbolizaba a la temible institución, fue fundido a fuego, la máxima humillación que podía sufrir un miembro de la guardia pretoriana hitlerista. Sin embargo, como todo dato proveniente de este investigador, la versión debe tomarse con pinzas ya que en 1938 integraba el Servicio de Seguridad de las SS (el SD creado por Himmler en 1931), para el cual realizó varias misiones especiales, como más adelante veremos. Según Goñi, antes de la guerra Fuldner visitó su país natal e incluso realizó un viaje a EE.UU., pero no dice más. En 1941, con el grado de teniente, el ejército alemán destinó a este verdadero aventurero a la División Azul, la valerosa unidad española que se batió heroicamente en el frente de Leningrado, para la cual combatió e hizo de intérprete. Allí también hizo amigos y conquistó simpatías y cuando el frente ruso colapsaba en 1944, se le encomendó una misión especial en la España falangista, a la que llegó con sus pasaportes alemán y argentino, para ocuparse del organismo que controlaba a las empresas germanas en ese país. Durante su estancia en Madrid, mientras el Reich al que servía se desplomaba, tomó contacto con tres personas que jugarían un papel preponderante en esta historia: el general de las SS Johannes Bernhardt, el dirigente nacionalista argentino Juan Carlos Goyeneche y el agregado militar de la embajada alemana en España, coronel Hans Doerr, con quienes iba a organizar la salida de los nazis prófugos hacia su tierra de nacimiento, una vez finalizada la guerra. Bernhardt era un hombre poderoso en la península, posición que alcanzó como promotor de la coalición entre el régimen falangista y Alemania que desembocó, entre otras cosas, en el apoyo semiencubierto de Franco a Hitler y en el célebre encuentro de Hendaya3. El gobierno alemán ya preveía el final con todas sus consecuencias y por esa razón quienes formaron parte de sus diferentes escalafones iniciaron los aprestos para escapar del castigo al que sabían, iban a ser sometidos por las naciones vencedoras. Para entonces Doerr había entablado tratativas con el coronel argentino Carlos Vélez, mientras Fuldner iba y venía de España a Berlín cargado de dinero, oro y obras de arte que debía poner a resguardo. El SS argentino se alojó en la mansión que el Vizconde de Uzqueta, Gonzalo Serrano Fernández de Villavicencio, ex combatiente de la División Azul, tenía en la capital española y allí mantendría su residencia hasta el fin de la guerra.

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Por entonces, las SS habían depositado importantes sumas en el extranjero, algo que en su momento denunció el general de división de la organización, Walter Schellenberg, jefe del SD, pista detrás de la cual comenzaron a moverse un sinfín de agentes aliados. Así llegaron los turbulentos días de la caída del Eje con el linchamiento de Mussolini, la muerte de Hitler y la entrada de los rusos en Berlín. Sabiendo que el gobierno español iba a ser presionado para que entregase a los prófugos nazis, Fuldner abandonó Madrid y se ocultó en El Escorial, ayudado por sus camaradas de la División Azul. De ahí pasó a Tarrasa, Cataluña, donde se escondió un tiempo junto a su amante alemana y cuando la tormenta pasó, comenzó a hacer cautelosas y fugaces salidas hasta que, después de comprobar que nadie le molestaba, inició nuevamente sus correrías, reanudando sus vínculos con Bernhardt, cabeza y cerebro de una organización, que dirigía un poderoso consorcio de capitales alemanes llamado Sofindus, integrado por empresas aéreas, navieras, químicas, agrícolas, electrotécnicas y aseguradoras, así como también, por importantes bancos y entidades financieras. La organización había extendido sus redes a diversos países del mundo, el principal la Argentina, donde contaba con una serie de testaferros y marionetas que le serían muy útiles a la hora de poner en funcionamiento la masiva fuga de nazis. Bernhardt estaba casado con una argentina, Elena Wiedenbrück, hija de un diplomático alemán propietario de viñedos en Mendoza y por esa razón, cuando los aliados, con los Estados Unidos a la cabeza, incrementaron sus presiones sobre Franco para que entregase a los prófugos del desaparecido Reich, comenzó a mover los hilos para evacuarlos hacia la Argentina. Siguiendo el relato de Goñi, en 1946 Bernhardt envió a Buenos Aires a dos emisarios, el primero, Tomás Suñer, un amigo suyo que había desempeñado el cargo de secretario de Relaciones Exteriores del gobierno de Franco, también casado con una argentina y el segundo su concuñado, Oskar Willmer, esposo de Alicia Wiedenbrück, dos hombres de su máxima confianza, quienes debían tomar contacto con el recientemente electo presidente argentino. Fue entonces que el líder justicialista puso en marcha el vasto plan que venía pergeñando desde 19434, colocando a Fuldner en la División de Información, la División de Migraciones y la Secretaría de Aeronáutica, dependencias en la que se desempeñó hasta la caída del régimen en 1955. No se tienen demasiados detalles del viaje de Gallardo Valdez y los tres individuos hacia Buenos Aires salvo que, según Horacio Rivara, lo hicieron en un vuelo de LADE (Líneas Aéreas del Estado), que casi no intercambiaron palabras y que en las semanas siguientes llegaron en la clandestinidad otros obscuros personajes que también tomaron la denominada “ruta de las ratas” que los llevaría al distante país del sur.

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Pedro Jorge Matthies era, en realidad, Kurt Tank, el célebre ingeniero aeronáutico alemán nacido el 24 de febrero de 1898 en Bromberg-Schwedenhöhe (hoy Bygdoszcz, Polonia), director del Departamento de diseño de LA Focke Wulf entre 1931 y 1945. Tank traía en su equipaje algo que las principales potencias del mundo deseaban a toda costa: los planos microfilmados de sus máximas creaciones, el Focke Wulf FW-190 y el TA-183 sobre los que Estados Unidos y la Unión Soviética habían basado sus proyectos Sabre F-86 y MIG-15. Rusos, ingleses, franceses y norteamericanos intentaban a toda costa atrapar al célebre científico alemán pero bajo ningún motivo deseaba aquel trabajar para esas naciones porque, de acuerdo a su punto de vista, habían sido las responsables de la destrucción de su patria. Por esa razón, al saber que un régimen de neto corte fascista intentaba captar a todos los técnicos y científicos que habían trabajado para el III Reich, no lo dudó un instante y se movió aceleradamente para ponerse en contacto con él. Según Robert A. Potash5, Perón tenía gran interés en desarrollar fábricas de armamento y municiones y así fue que en esos días, al menos 200 técnicos, la mayoría alemanes e italianos, llegaron a la Argentina. Horacio Rivara6, eleva ese número a 1600 e incluso más, de los cuales 300 eran pilotos de cazas, incluyendo el caza-jet Messerschmitt 162 y al menos uno, piloto de avión cohete; el resto eran científicos y técnicos que como Tank, desembarcaron con documentación falsa y una clara advertencia del gobierno que los recibía: trabajar en lo que el Estado les indicara sin entrometerse en cuestiones políticas. A poco de instalado en el país, Tank planteó a Perón la necesidad de traer al equipo de operarios especializados que había trabajado con él y así fue como llegó un primer contingente de aproximadamente 150 especialistas con los que el ingeniero aeronáutico dio forma a su equipo de trabajo.

Adolf Eichmann A Tank le siguieron dos de los máximos ases de la Luftwaffe, Hans Ulrich Rudel y Adolf Galland, quienes cumplirían un rol destacado en la consolidación y asesoramiento de la recientemente creada Fuerza Aérea Argentina y a estos, otros individuos acusados de los más horrendos crímenes, provistos también de documentación falsa e incluso, trabajo. Y eso fue lo que llevó a las principales potencias del mundo a posar su mirada en el régimen de Perón con mucha más preocupación. Según Rivara, los criminales de guerra no superaban los 60 individuos y constituían un grupo aparte, distanciado de los técnicos y científicos que trataban de evitarlos. Sin embargo, la afirmación no es del todo exacta ya que varios de ellos, especialmente Rudel, mantuvieron el ideal nacionalsocialistas hasta

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el último día de su vida y tuvieron estrecha relación con quienes eran buscados por crímenes de lesa humanidad. No por nada el mencionado Walter Schellenberg dijo en 1946 “Argentina poseía un gobierno basado en una visión del mundo similar a la nuestra”.La fuga de nazis, fascistas y ustachas hacia las pampas comenzó, según se ha dicho, a través de la ruta vaticana, también llamada “ruta de las ratas”, inmediatamente después de finalizada la guerra. Contando con la protección y la cobertura de sacerdotes y altos dignatarios de la Iglesia, los prófugos hallaron refugio en conventos y monasterios desde los que pasaron sigilosamente a

Josef Mengel Roma, la mayoría de las veces disfrazados de monjes y religiosos, para abordar buques argentinos en diferentes puertos italianos. Fue una de las operaciones de inteligencia más grandes de la historia humana y la de mayor envergadura que montó la Argentina en su carrera contra EE.UU. y Rusia por formar un bloque continental que le diera la supremacía en aquella parte del mundo. Mucho se ha fantaseado con este tema, tanto, que hasta el propio Hitler y su esposa habrían llegado a nuestras playas a bordo de un U-Boot para desaparecer en el interior de nuestro país, amparados y protegidos por las autoridades locales. Hay quienes afirman que el matrimonio encontró refugio en una casa de Bariloche, junto a algunos de sus seguidores, y los hay también que aseguran que se instaló en Córdoba e incluso, en la provincia de Misiones, donde vivió, al menos, hasta los años setenta. Cosas similares se dicen de Martin Bormann y Heinrich Müller, según algunas fuentes, secuestrado y raptado en Buenos Aires por un comando checoslovaco, al mejor estilo "Eichmann", todas versiones sin fundamento. Quienes hallaron refugio en tierras argentinas no fueron jerarcas ni mucho menos sino personajes de segundo y tercer orden dentro del escalafón nazi. Los de mayor jerarquía fueron Ludolf von Alvensleben, célebre por la búsqueda de uranio que hizo años después en Yacanto y Adolf Eichmann, que ingresó en 1950 con documentación falsa a nombre de Ricardo Klement7, iniciando inmediatamente después la tramitación de su cédula de identidad de la provincia de Buenos Aires Nº 1.378.538. Un año antes habían hecho lo propio Josef Mengele8, con cédula de identidad argentina Nº 3.940.484 a nombre del Dr. Helmut Gregor y el médico danés Carl Vaernet que había conducido experimentos quirúrgicos sobre homosexuales en el campo de concentración Buchenwald. Poco después llegaron Eduard Roschmann9, Klaus Barbie10, Walter Kutschmann11, Josef Schwammberger12, Rudolf Von Sleven, Gerhard Bohme, el holandés colaboracionista Willem Sassen, Hans Fischböck, Guido Zimmer, Frederick Langsner, Erich Priebke y Bruno Caneva13, seguidos por varios más.

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Los únicos “jerarcas” que arribaron a la Argentina fueron Vittorio Mussolini, el mayor de los hijos del dictador italiano y Ante Pavelic14, el temible líder de los ustachas y máximo dirigente del Estado Independiente de Croacia, aliado de Alemania e Italia durante la guerra, quien tendría a su cargo, entre otras cosas, la organización de la guardia personal de Perón. Junto a él entraron al país Dinko Sakic, comandante del campo de concentración de Jasenovac en el que fueron masacrados miles de serbios, gitanos y musulmanes y su feroz esposa, Nada Esperanca Luburic15, encargada del sector femenino de aquel infierno. El régimen justicialista había puesto en marcha un vasto plan científico-militar destinado a alcanzar la supremacía en el hemisferio sur y poner bajo su control a las naciones de Sudamérica, algo que se venía pergeñando desde el golpe de Estado del 4 de junio de 1943 con el apoyo de las potencias del Eje. Por esa razón, los ojos del mundo se volvieron hacia la Argentina, alertas y temerosos del proyecto que allí se estaba gestando.

Notas 1 Ricardo Burzaco, autor de Las alas de Perón, sostiene que la salida de esos individuos se hizo a través de Dinamarca. 2

En 1929 obtuvo su diploma en Filosofía.

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España tomó parte encubierta por el Eje en la Segunda Guerra Mundial, enviando al frente ruso a 46.000 efectivos de la División Azul más una escuadrilla de pilotos (la Escuadrilla Azul), que se incorporó a la 27 Grupo de Caza de la Luftwaffe, al comando del general Wolfram Von Richthofen. El 14 de junio de 1940, el mismo día que los alemanes entraron en París, el ejército español ocupó Tánger sin resistencia, movimiento que facilitaría los desplazamientos navales de Alemania e Italia en el Mediterráneo y permitirían a sus naves mantener el bloqueo de Gibraltar. Finalmente, durante la batalla de Berlín, efectivos de la disuelta División Azul tomaron parte en la defensa del bunker de Hitler junto a los restos de la División Carlomagno de voluntarios franceses. 4

Sobre el manifiesto interés de Perón por los científicos alemanes se han ocupado numerosos investigadores a lo largo de la historia. Dos de ellos Robert Potasch y el Dr. Holger Meding, profesor de Historia de la Universidad de Colonia, autor de un libro titulado La ruta de los nazis en tiempos de Perón. 5 Robert A. Potasch, historiador, investigador estadounidense, profesor emérito de la Universidad de Massachusetts nacido en esa ciudad el 2 de enero de 1921, especializado en la historia del peronismo y el papel del Ejército Argentino en la política nacional, es autor de dos obras de envergadura sobre la materia, El Ejército y la Política en la República Argentina (1928-1973), en tres tomos y Perón y el G.O.U. 6

Horacio Rovira, La Luftwaffe en la Argentina.

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Nacido en Solingen, Alemania el 19 de marzo de 1906, Adolf Eichmann fue uno de los principales responsables del programa conocido como la “Solución final”, por el que se lo responsabiliza por millones de muertes. Tras su fuga de Europa en 1948, ingresó a la Argentina con pasaporte falso a nombre de Ricardo Klement y poco después el gobierno de Perón le proveyó cédula de identidad y ciudadanía. Trabajó en la planta Mercedes Benz de González Catan hasta el día de su captura por un comando del Mossad. Vivió un tiempo en la localidad de Olivos y luego en Bancalari, suburbio semidescampado del partido de San Fernando, donde adquirió un terreno y construyó una humilde vivienda sobre la calle Garibaldi. Allí residía con su familia, compuesta por su esposa, Verónica Liebl y sus cuatro hijos, Klaus, nacido en Berlín en 1936, Horst Adolf, nacido en Viena en 1940, Dieter Helmuth, nacido en Praga en 1942 y el pequeño Ricardo Francisco, hoy célebre arqueólogo en Alemania, nacido en Buenos Aires en 1955. La noche del 11 de junio de 1960 un grupo comando israelí perteneciente al Mossad, se apostó en la calle Garibaldi, a escasos metros de la Ruta 202 y esperó la llegada de Eichmann que debía descender de un colectivo de la línea 203, proveniente de su lugar de trabajo. Fue capturado y secuestrado y luego conducido a una casa previamente alquilada, donde permaneció cautivo algunos días hasta que fue sacado en secreto con destino a Israel, a bordo de un avión de la línea El-Al, el 20 de mayo del mismo año. Fue juzgado en Jerusalén por un tribunal presidido por el juez Moshe Landau y tras ser encontrado culpable, condenado a la pena capital (15 de diciembre de 1961). La sentencia se cumplió el 31 de mayo de 1962 en la prisión de Rambla. Poco antes de subir al cadalso para ser ahorcado, Eichmann exclamó: “Larga vida a Alemania. Larga vida a Austria. Larga

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vida a Argentina. Estos son los países con los que más me identifico y nunca los voy a olvidar. Tuve que obedecer las reglas de la guerra y las de mi bandera. Estoy listo”. 8

Mengele escapó hacia la Argentina en 1949, después que los aliados lo dejasen libro porque sus captores no supieron reconocerlo. Ingresó a la argentina con documentación falsa pero enseguida el gobierno le proveyó cédula de identidad y ciudadanía. Tan seguro se sentía en Buenos Aires, que al poco tiempo usaba su nombre verdadero. Ejerció la medicina en la localidad e Vicente López e hizo un par de viajes a Europa. En 1958, divorciado de su primera esposa, se casó en Uruguay con su cuñada Martha María Will, mujer de su fallecido hermano Karl, e inmediatamente después regresó a la Argentina, donde siguió viviendo al amparo de sus autoridades. Descubierta su presencia por Simon Wisenthal, el gobierno de Alemania solicitó su extradición pero Buenos Aires la rechazó. De todas maneras, tras la captura de Eichmann, Mengele ya no se sentía seguro y por esa razón, aquel mismo año (1960), huyó primero a Paraguay y luego a Brasil, donde se perdió todo rastro de su persona hasta 1979, cuando se ahogó en una playa de Bertioga. Había nacido en Günzburg, Baviera, el 16 de marzo de 1911 y trabajado como médico en el campo de concentración de Auschwitz, donde llevó a cabo atroces experimentos humanos. 9

Eduard Roschmann, “el Carnicero de Riga”, nacido en Graz, Austria, en 1908, fue detenido por los aliados en su ciudad natal, donde se había escondido, pero logró escapar mientras era trasladado en tren al campo de prisioneros de Dachau. Huyó a la Argentina en 1948 provisto de un pasaporte de la Cruz Roja y tras obtener documentación y ciudadanía en Buenos Aires, contrajo matrimonio y montó una empresa de importación y exportación de madera. En 1960 Austria solicitó su extradición pero Argentina la denegó y ante una nueva solicitud por parte de Alemania en octubre de 1976, se fugó al Paraguay (1977), donde falleció al mes siguiente de su llegada, el 5 de junio de 1977. Se le imputaba el asesinato de 3000 judíos alemanes, austríacos y checoslovacos en el campo de concentración de Riga, del que fue comandante hasta 1944. La película “El Archivo de Odessa” lo tiene por personaje central de la trama, interpretado por su compatriota, Maximilian Schell, aunque el final del film es completamente fantasioso y ajeno a la realidad. 10

Dinko Sakic, apodado “el Ustacha”, fue comandante del campo de exterminio de Jasenovac, el más grande de los que puso en funcionamiento el Estado Independiente de Croacia, aliado de la Alemania nazi y la Italia fascista, donde perecieron miles de servios, judíos y gitanos. Vivió en la Argentina con documentación provista por el gobierno hasta su deportación en 1998, a pedido de Croacia. Había huido a través de la Ruta de las Ratas desde su tierra hasta Génova, donde abordó el buque “Tucumán” que lo llevó a Buenos Aires. Se le atribuye la muerte de unos 700.000 serbios, judíos y gitanos. 11 Walter Kutschmann, jefe de la Gestapo en Tarnopol y Drohobycz , Polonia, donde se dice, ordenó la ejecución de 20.000 personas. Terminada la guerra huyó con su esposa e hijos, primero a España y de ahí a la Argentina (1947), donde ingresó con el nombre de Pedro Ricardo Olmo, con el que vivió hasta 1985 y trabajó en la empresa Osram. 12

Josef Schwammberger, nacido en Brixen Im Thale, Austria, el 4 de febrero de 1912, fue miembro de las SS y como tal, comandante de numerosos campos de trabajos forzados en la región de Cracovia. En 1948 huyó a la Argentina, cuyo gobierno le proveyó documentación. 13 Bruno Caneva, suboficial italiano de los Camisas Negras, acusado de ser uno de los responsables de la masacre de Pedescale ocurrida el 30 de abril de 1945 (el mismo día de la muerte de Hitler), en la que fueron ejecutados 82 partisanos. Llegó a la Argentina en 1947, se radicó en Guaymallén y poco tiempo después, Perón lo designó instructor de esquí del Ejército Argentino. 14

Ante Pavelic, líder del Estado Independiente de Croacia, controlado por Italia y Alemania durante la guerra, huyó primero a Austria y después a Italia, donde la Iglesia Católica lo mantuvo oculto hasta noviembre de 1948 cuando embarcó con destino a la Argentina (estuvo detenido brevemente por los aliados pero finalmente lo liberaron porque deseaban mantener con vida a anticomunistas del este europeo al tensionarse las relaciones con la Unión Soviética). Perón lo nombró consejero de seguridad y gracias a las gestiones realizadas por Evita durante su gira europea, le proveyó 34.000 pasaportes y cédulas de identidad para los ustachas que llegaron detrás, escapando del gobierno del mariscal Tito y de los soviéticos. En Buenos Aires los ustachas conformaron la guardia de corps del presidente y se incorporaron a las fuerzas de choque del régimen justicialista, principalmente la Alianza Libertadora Nacionalista. Incluso el médico personal de Pavelic, Branko Benzon, cumplió iguales funciones para el mismo Perón. En abril de 1957 emisarios enviados por Tito intentaron asesinar al dirigente croata pero fracasaron. Aún así, aquel decidió abandonar el país para evitar su detención y extradición y como ya no contaba más con la ayuda de Perón (su gobierno había sido derrocado en 1955), buscó refugio en la España de Franco, donde vivió hasta su deceso,

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acaecido en un hospital alemán de Madrid el 28 de diciembre de 1959. Se lo hace responsable de las brutalidades cometidas por el régimen, en especial, los crímenes que se llevaron a cabo en los numerosos campos de concentración que mandó instalar en su país donde fueron aniquilados serbios, judíos, gitanos, militantes comunistas y opositores. 15

Nada Esperanca Luburic, esposa de Dinko Sakic y hermana del temible líder ustacha Maks Luburic, fue jefa de la sección femenina del campo de concentración de Jasenovac, donde, según las acusaciones, cometió innumerables crímenes. Fue detenida en 1998 por la Policía Federal argentina, atendiendo un pedido de extradición del gobierno de Croacia.

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LOS OJOS DEL MUNDO EN EL EXTREMO SUR DE AMÉRICA

Al finalizar la guerra submarinos alemanes llegaron clandestinamente a las costas bonaerenses y patagónicas A principios del siglo XX, documentos del Departamento de Estado norteamericano daban cuenta con reiterada frecuencia de que la Argentina albergaba sentimientos supremacistas con respecto a sus vecinos latinoamericanos. La acusación venía abalada por continuas denuncias procedentes de diversas naciones del hemisferio que imputaban a la república platense políticas y actitudes en extremo discriminatorias, un tema del que Washington, con sus leyes segregacionistas, no podía abrir la boca siquiera. Sin embargo, las denuncias eran ciertas. Argumentos para avalar esas imputaciones existían de sobra. Con la llegada al poder de Bartolomé Mitre, en 1860, la Argentina puso en marcha un vasto plan racista tendiente a europeizar el país y aniquilar todo lo que representase “barbarie”, dentro y fuera de sus fronteras. De acuerdo con ese programa, lo autóctono, lo local, lo nativo y originario debía ser barrido de la faz de la Tierra para convertir al país en la única nación blanca e América Latina, bien diferente de sus mestizos, negros, mulatos y sobre todo, indígenas vecinos. El plan, tuvo consecuencias catastróficas para buena parte de la población rioplatense, en especial el gauchaje, las etnias aborígenes de la Pampa y la Patagonia1, los díscolos caudillos del interior y la gente de color, que abundaba en aquellos días. Las ambiciones expansionistas de Buenos Aires se hicieron sentir con inusitada violencia sobre la Banda Oriental y el Paraguay, desembocando en intervenciones armadas sobre la primera y una ignominiosa masacre sobre el segundo, de la que el gobierno porteño fue el artífice principal2.

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Mucho podrán decir revisionistas y nacionalistas al respecto pero los hechos hablan por sí solos. Es verdad que desde tiempos inmemoriales las tribus del desierto eran un dolor de cabeza para los pobladores de la provincia de Buenos Aires y el sur de Santa Fe, con sus correrías y malones, pero lejos de lo que ocurrió en el resto de Iberoamérica, donde esas culturas fueron absorbidas y asimiladas, la Argentina decidió aniquilarlas en beneficio de la “europeización” que preconizaban Mitre, Sarmiento, Alberdi, Avellaneda, Roca, Luis Sáenz Peña, Rufino de Elizalde, Estanislao Zeballos, José C. Paz y toda la Generación del 80. También es cierto que historiadores y analistas de izquierda han exagerado los hechos al extremo, elevando las cifras a lo absurdo, pero no se puede negar que durante la conquista del desierto y la colonización del Chaco y Formosa, poblaciones enteras fueron diezmadas, que se cometieron abusos y actos de tremenda brutalidad y que se deportaron tribus enteras para dejar esas regiones en manos del hombre blanco. Vayan como ejemplo las cacerías humanas emprendidas por Julio Popper y Ramón Lista junto a decenas de colonizadores, argentinos y extranjeros, en el extremo sur patagónico y las carnicerías perpetradas en el Impenetrable, de una de las cuales haremos referencia en capítulo aparte. Con respecto al Paraguay, la nación guaraní siempre representó un dolor de cabeza para la ambiciosa y prepotente Buenos Aires, constantemente acosada por sus problemas internos, en especial los desafiantes caudillos de las provincias, que al hacerle frente al centralismo porteño, impedían su crecimiento y el desarrollo nacional. La masacre allí perpetrada dejó como saldo cerca de 1.000.000 personas muertas sobre un total de 1.330.000 habitantes que constituían su población antes de la guerra, además de una tierra desolada que nunca más se puso recuperar3. Con semejantes antecedentes, no fue de extrañar que cuando en los años treinta la Argentina comenzó a evidenciar sus simpatías por la Alemania nazi y la Italia fascista, las inquietudes del Departamento de Estado y los países aliados cobraran mayor intensidad. La primera señal de que algo ocurría en ese sentido data de 1931 cuando el 25 de mayo de ese año, miembros de la colonia alemana y militantes de Acción Argentina dieron forma a un comité nacionalsocialista en Buenos Aires. A partir de ese momento, los ojos de las principales naciones del mundo se volvieron hacia el cono sur americano, temerosas de que lo que estaba aconteciendo en Alemania pudiese tener un brote en la Argentina. Por esa razón, cuando en 1933 llegó al país Willy Khon como comisionado de la Misión Extranjera del NSDAP, resultó más que evidente que algo grave estaba sucediendo. Khon colocó la piedra angular del Partido Nacionalsocialista Argentino, asistido por los “cascos de acero” y otras agrupaciones y sentó las bases de algo que se venía planificando en Berlín desde hacía tiempo. Alemania, tenía fresco en su recuerdo el apoyo que la Argentina le había brindado tras la Primera Guerra Mundial, oponiéndose a los embargos y la carga de reparaciones que los vencedores le habían impuesto y por esa razón, mantenía lazos estrechos con Buenos Aires. La llegada del presidente Agustín P. Justo al poder dio mayor impulso a la alianza encubierta que mantenían ambos gobiernos y facilitó la puesta en marcha de un vasto plan alemán de penetración en América Latina a través de nuestro país. Para ello, su embajada dio forma a una dependencia especial denominada Oficina de Información de los Ferrocarriles Alemanes (R.Y.D.) a cargo del agente infiltrado Godofredo Sandstede, que debía poner en marcha un operativo encubierto a través del cual, alemanes y argentinos trabajarían activamente para difundir el nacionalsocialismo en todo el territorio nacional, coordinando sus acciones con la Organización Central de Alemanes en el Extranjero que dirigía E. W. Bohle y el recientemente fundado Partido Nacionalsocialista Argentino presidido por Alfred Müller. Que el movimiento nazi en la Argentina era una realidad palpable y de envergadura lo demostró el acto masivo que tuvo lugar en el Luna Park el 10 de abril de 1938, para conmemorar la fusión de Austria al que concurrieron cerca de 20.000 personas, entre miembros de la numerosa colonia alemana y simpatizantes vernáculos del movimiento, que los había y muchos. Destacaron especialmente las banderas con la cruz svástica colgando junto a la enseña celeste y blanca, las encendidas alocuciones con referencias a Alemania y su líder a cargo de Alfred Müller y otros oradores, cánticos alusivos y consignas partidistas. Fue el acto nacionalsocialista más grande

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Imágenes del gran acto nazi en el Luna Park (10 de abril de 1938) (fotografías: http://historialunapark.com/ Stadium Luna Park Centro de Documentación Histórica)

El año, el tradicional estadio fue escenario de otro gran acontecimiento, el acto fascista organizado por militantes peninsulares y criollos para homenajear al presidente del Senado Italiano, Luigi Federzoni, de visita en nuestro país. Como en el evento nacionalsocialista, las gradas estuvieron colmadas, los estandartes lucieron imponentes, los cánticos atronaron el recinto y el saludo romano dominó la escena.

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El gran acto fascista de 1937 en el Luna Park. Luigi Federzoni hace uso de la palabra (fotografías: http://historialunapark.com/ Stadium Luna Park Centro de Documentación Histórica)

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El asunto se agravó en extremo cuando en 1940 Buenos Aires se negó a declararle la guerra al Eje y anunció su neutralidad, neutralidad que en el fondo escondía una alianza encubierta. Estados Unidos comenzó a hablar de la “cuestión argentina” y los documentales y noticieros de aquel país, en especial los emitidos por RKO Radio Pictures, empezaron a hacer referencia a la grave amenaza que se cernía en el lejano sur mientras en Europa, África y el extremo oriente la guerra recrudecía. En uno de aquellos documentales, elaborado en 1942 por los editores de las revistas “Life” y “Time” para la Special Academy Award, se anunciaba al mundo que las potencias del Eje trabajaban junto al Servicio Secreto Argentino para establecer una cabeza de puente en el país sudamericano e iniciar desde allí la expansión por el continente. Según se desprendía de la investigación realizada, las embajadas de Alemania e Italia financiaban a grupos y partidos pro-nazis y fascistas, difundiendo sus teorías con material impreso en la Argentina que se despachaba a toda América Latina a través del correo de ese país5. En 1941, el senador Martín Díaz habló en el Congreso de los Estados Unidos sobre la amenaza que representaba la Argentina para el resto del continente poniendo especial énfasis en el poderío de sus fuerzas armadas, en la fortaleza de su economía y en el histórico desprecio que sentía por sus vecinos. Esa denuncia le vino al dedillo al secretario de Estado, Cordel Hull, que desde hacía tiempo hablaba de un plan secreto elaborado por el ala nacionalista de las fuerzas armadas argentinas para anexar a las naciones vecinas a través de actos desestabilizadores, golpes de estado e incluso, una intervención militar. Desde 1938, Perón se encontraba en Europa, enviado por el general Carlos Márquez, ministro de Guerra, cumpliendo una doble misión: estudiar las maniobras de la infantería de montaña italiana y hacer las veces de “observador”. Las Fuerzas Armadas del gobierno encabezado por el Dr. Roberto M. Ortiz, estaban empeñadas en saber cual iba a ser el curso que tomaría el inminente conflicto armado y que posición se debía adoptar. Incorporado en Merano a la 2ª División Alpina Tridentina, en pleno Tirol, Perón fue testigo de acontecimientos que iban a cambiar el mundo, como la firma del Pacto de Acero entre Italia y Alemania y el comienzo de la conflagración.

Perón en el Tirol junto a un oficial italiano Finalizada abruptamente su misión de estudio, siguió la de observador. En el mes de mayo de 1940 Virginio Zucal, agregado militar de la embajada argentina en Italia, lo designó auxiliar y eso le permitió seguir con extrema atención lo que estaba ocurriendo en Europa.

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Cuando Mussolini pronunció su encendido discurso en la Piazza Venezia, Perón se encontraba entre la multitud delirante que vivaba y rugía ante cada una de sus palabras. Allí nació su admiración por aquel hombre fuera de lo común y su interés por el movimiento que había fundado. También se interesó por lo que estaba haciendo Hitler y eso lo llevó a leer detenidamente Mi Lucha, primero en italiano y después en español Fue de ese modo que su fascinación por el Duce creció todavía más pues era evidente que aquel seguía al pie de la letra los lineamientos de su política y la aplicaba con la misma firmeza y rigor en Alemania y Austria. Durante aquella estadía, el futuro líder justicialista visitó Austria, Hungría, Yugoslavia, Albania y Alemania. En Prusia Oriental recorrió las líneas fortificadas de Loebtzen, frente a su par soviética de Kovno-Grodno y de regreso en Roma se entrevistó con el Papa Pío XII. Su destino en la Ciudad Eterna le permitió reencontrarse con sus viejos camaradas, Humberto Sosa Molina y Juan Pistarini, quienes desempeñaban funciones en la agregaduría militar argentina en ese país y habían abandonado París después de la ocupación alemana, lo mismo con el coronel Enrique P. González, que en esos momentos cursaba estudios en la escuela Superior de Guerra de Alemania y se hallaba incorporado a las unidades blindadas del general Heinz Guderian6. Pertenecían todos a la extracción nacionalista del Ejército Argentino y en un futuro no muy lejano, desempeñarían papeles de capital importancia en la historia de su país. En su viaje de regreso a la Argentina, Perón atravesó Francia y se detuvo un tiempo en España, donde se interesó por el proceso que estaba llevando adelante el generalísimo Franco, por quien también experimentó una gran admiración.

Otro acto nazi en Buenos Aires De todo aquello tomó nota y cuando en Lisboa abordó el barco que lo llevaría de regreso a su tierra, ya tenía bosquejado en su mente el armazón de un proyecto grandioso. Su pensamiento había cambiado y su ideología nacionalista se había fortalecido. A poco de desembarcar en Buenos Aires, fue destinado al Centro de Instrucción de Montaña con asiento en Mendoza y en 1941 fue ascendido al grado de coronel. Eran los primeros pasos de su meteórica carrera y las primeras ocasiones en las que se lo escuchó hablar de lo que había visto en Europa. Ante tan grave situación y temeroso de la apertura de un nuevo frente en el extremo sur del continente, proyecto en el que trabajaban los alemanes, Roosvelt en persona ordenó al Pentágono que se adoptasen todas las medidas que fueran necesarias para defender el hemisferio de un ataque proveniente de la Argentina. Washington temía por los países limítrofes que eran los más amenazados y por esa razón, en 1942 decretó un boicot económico que se hizo sentir, entre otras cosas, en el suministro de armas y en la recordada falta de neumáticos para vehículos y transportes.

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Fue entonces que Perón comenzó a mover los hilos para poner en marcha su ascenso al poder y con él, un régimen de corte fascista similar a los que había observado en Europa, tendiente a plasmar una alianza con ellos. Para entonces, Alemania ya había creado una poderosa red de espionaje en América que tenía su asiento en Buenos Aires y contaba con el apoyo de influyentes dirigentes nacionalistas católicos. Uno de ellos, el político, escritor e ideólogo Juan Carlos Goyeneche, sería el instrumento del que se valdría el futuro presidente para establecer contacto con las naciones del Eje. Hijo de Arturo Goyeneche, intendente municipal de la ciudad de Buenos Aires entre 1938 y 1940 y nieto materno del presidente uruguayo Juan Iriarte Borda. Goyeneche pertenecía al servicio de inteligencia exterior de la Alemania nazi y había mantenido estrechas relaciones con dirigentes de la España falangista y las más altas personalidades del III Reich. Comisionado por grupos nacionalistas argentinos digitados por Perón, viajó a Europa para obtener una alianza encubierta con Alemania, Italia y España que le permitiría, entre otras cosas, obtener amplios beneficios como nación aliada, a saberse, hacer de aquellas tierras potenciales clientes, lograr su apoyo para recuperar las islas Malvinas y constituir un bloque de naciones católicas que tuviera a la Argentina a su frente, para preservar al occidente cristiano del comunismo. La misión de Goyeneche tuvo la cobertura del gobierno conservador que encabezaba el presidente Ramón S. Castillo, quien lo nombró agregado cultural de la embajada en Madrid. Goyeneche se estableció en la capital española y desde allí logró lo que pocos, por no decir ningún funcionario o dirigente latinoamericano jamás soñó conseguir: mantener contacto y una estrecha relación con los más altos representantes del III Reich, entre ellos su ministro de Relaciones Exteriores, Joachim Von Ribbentrop, el jefe de Información y Contraespionaje Walter Schellemberg, el temible jefe de la Gestapo y las SS, Heinrich Himmler y hasta el mismísimo Hitler, con quien, se dice, llegó a mantener una reunión.

Colegio Primo Capraro de Bariloche, alineado con el nazismo

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Según algunas versiones, Goyeneche solicitó al líder nazi apoyo financiero para el golpe de Estado que el ala nacionalista del ejército argentino estaba organizando, el envío de armamento para contrarrestar la política de los Estados Unidos que, temeroso de la inclinación de Buenos Aires hacia el Eje, amenazaba con armar a todos sus vecinos, su apoyo para recuperar los archipiélagos del Atlántico Sur en poder de Gran Bretaña y su visto bueno para la constitución del bloque de naciones hispanocatólicas encabezado por la Argentina. Esa reunión habría tenido lugar en la Selva Negra el 7 de diciembre de 1942 y allí el führer habría decidido, entre otras cosas, su apoyo a la Argentina tanto en materia económica como militar, avalar su ataque a las islas del Atlántico Sur y la constitución del mentado bloque hispano-católico anticomunista. Según otra versión que circuló en años posteriores, Goyeneche habría entregado las preguntas por escrito a Himmler y este se las habría llevado a Hitler, quien las respondió por el mismo medio y las envió de regreso inmediatamente. El enlace argentino y el líder de las SS mantuvieron una extensa y prolongada conversación en la que el primero le habría reclamado mayor apoyo a los católicos y más vigor en la difusión de la enseñanza católica en escuelas, institutos y establecimientos militares. Himmler, de extracción católica, como Hitler, Goebbels, Von Pappen y buena parte de la jerarquía nazi, le respondió que Alemania no era toda católica sino mitad católica y mitad protestante y que el führer, pese a ser católico practicante, estaba obligado a toda la nación y, por esa razón, no podía favorecer a una iglesia en especial. Poco después, Goyeneche partió se regreso a España donde se reunió con Ramón Serrano Súñer. Durante el almuerzo que compartieron, el argentino puso al tanto al todopoderoso ministro español de su gestión en el III Reich y del apoyo que Hitler había prometido para su país, cosa que sorprendió y al mismo tiempo agradó a su interlocutor, a quien también le dijo que pensaba viajar a Roma con el objeto de convocar a católicos de toda Europa para debatir sobre la constitución de un bloque de naciones cristianas con el objeto de hacer frente a la amenaza comunista.

En la Ciudad Eterna, Goyeneche fue recibido por monseñor Giovanni Montini, futuro papa Paulo VI, y en otras dos oportunidades por Pío XII, a quienes planteó el asunto. Finalmente llegó el día del ansiado encuentro con Mussolini, quien lo recibió ampulosamente en su despacho de la Sala del Mapamundi, en el Palacio Venecia, situado sobre la ladera norte de la colina Capitolina. Allí logró que el Duce ratificara lo prometido por Hitler y su compromiso de ayudar a la Argentina en su expansión por los archipiélagos del Atlántico Sur, en la constitución del bloque hispanoamericano y sobre todo, lo más importante, en el derrocamiento del presidente Castillo. Goyeneche regresó a España y desde ahí siguió viaje hacia Buenos Aires convertido, según algunas fuentes, en el nexo entre Himmler y Perón. La situación se tornó extremadamente grave para EE.UU y sus aliados cuando en junio de 1943 el G.O.U., derrocó al presidente Castillo y lo reemplazó por un régimen militar de marcado corte fascista.

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Acto nazi en la localidad de Quilmes (Buenos Aires), 1941 Al descubrir que Perón era el cerebro de la asonada, el Departamento de Estado lo declaró “enemigo de las democracias occidentales” y cuando siete meses después trascendió que el futuro líder justicialista había derrocado al general Ramírez a punta de pistola, la “cuestión argentina” pasó a convertirse en el tema de mayor importancia de la agenda presidencial norteamericana después de la guerra. Washington vio con espanto la ascensión del mucho más dócil Edelmiro J. Farrell y como a través de él, Perón imponía su voluntad y forzaba la alianza encubierta con las potencias del Eje. Cuando Buenos Aires adoptó severas medidas económicas contra países de América Latina y comenzó a trazar planes de penetración en los mismos, Estados Unidos, que ya se avizoraba como el gran ganador de la guerra, puso en estado de alerta a las naciones de occidente y comenzó a mover los hilos de la política mundial para prevenir sobre el nuevo peligro que amenazaba turbar la paz de posguerra. Lejos de lo que muchos suponen, por más fantasiosas y novedosas que parezcan, las versiones eran verídicas; la Argentina era el “eje del mal” de aquellos tiempos y Perón, primero a través del G.O.U. y después, dueño absoluto del poder, la gran sombra que planificaba la expansión del totalitarismo por el continente. Los proyectos expansionistas y armamentistas de Perón quedaron al descubierto en un discurso que pronunció en marzo de 1943 durante una cena de oficiales del recientemente formado G.O.U.

Nuestro objetivo es hacernos fuertes, más fuertes que todas las naciones juntas. Tenemos que armarnos y seguir armándonos. Tendremos que luchar y superar dificultades, tanto internas como externas; la lucha de Hitler en la paz y en la guerra debe ser nuestra guía y comenzó a trazar planes de penetración en los mismos7. En 1944, a poco de la caída de Ramírez, el noticiero “The March of The Time” que se emitía en cines y radios de todo Estados Unidos, denunció el hecho en un nuevo documento titulado “South American Front”:

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Hoy Argentina ha dejado de ser una república para convertirse en una dictadura militar. Su ejército está inspirado en la Wehrmatch en la cual muchos de sus instructores y oficiales han hecho instrucción. Sus generales y coroneles están a diario en contacto con la España de Franco, la nación europea que más admiran. Para nada amigo de las democracias y las Naciones Unidas es el nuevo jefe de la Argentina, coronel Juan Domingo Perón. Fue él quien destituyó al presidente Pedro Ramírez mediante una revuelta militar. Luego dictó la renuncia de Ramírez a favor de un nuevo presidente, el general Edelmiro Farrell, un hombre menos inclinado a desafiar sus deseos. Pues en los Estados Unidos ven a la potencia que puede destruir los ambiciosos planes de la Argentina que ya están en desarrollo en Bolivia y Paraguay, para incluir a todos sus vecinos en un bloque político para la posterior dominación argentina de toda Sudamérica y para amenazar a su gran rival, Brasil. En Washington, el Secretario de estado Cordell Hull ve el giro de la Argentina hacia el fascismo como un gran atraso para la largamente deseada política de buena vecindad del Departamento de Estado8. El 24 de marzo de ese año, se llevó a cabo una reunión reservada entre Lawrence Dugan, jefe de la sección sudamericana del Departamento de Estado y el vicepresidente Henry Agard Wallace, a su vez director de la revista “The New Republic”, con el fin de tratar diversos asuntos inherentes al desarrollo de la guerra, los principales: que los alemanes ya sabían que la derrota era inevitable y que por esa razón, ultimaban detalles para establecerse en la Argentina, desde donde llegaría la siguiente conflagración. Tal fue la fuerza que cobró esa versión, tan acuentuados estaba los temores en las naciones de occidente, que el “New York Times” sacó en primera plana un impresionante titular que decía: “Guerra total contra la Argentina”9.

La prensa del mundo denuncia a Perón Fue así como el gobierno norteamericano comenzó a presionar al país del sur incrementando sus embargos y disponiendo el envío de armamento a los países vecinos para que los mismos, especialmente Brasil, estuviesen preparados en caso de un ataque argentino. Al principio la operación se llevó a cabo de manera gradual ya que la conflagración mundial seguía y exigía un esfuerzo titánico pero cuando la misma finalizó, se lo hizo con mucha mayor regularidad pués el mundo sabía que nazis y fascistas buscados por crímenes de lesa humanidad, se aprestaban a cruzar el Atlántico y era imperioso detenerlos. Buenos Aires resistió tercamente las presiones de los aliados para declararle la guerra a Alemania pero las mismas fueron tales que a solo cuarenta días de su caída,cedió a través de un decreto fechado el 27 de marzo, que llevaba la firma del mismo Perón. Sin embargo, a esa altura, todo estaba arreglado. A través de sus enlaces y agentes encubiertos, tanto Alemania como Italia y la Argentina planificaron y pusieron en marcha lo que el Departamento de Estado y las naciones aliadas venían advirtiendo desde hacía tiempo. Tomando los recaudos necesarios, cerebros y criminales de las naciones derrotadas se mimetizaron en conventos y abadías, cambiaron sus identidades, abordaron submarinos no identificados y tomando caminos ocultos, iniciaron la huida encubierta más espectacular de todos los tiempos, dirigiéndose hacia el sur a través de una ruta secreta que los llevaría por medio mundo, hasta los confines de la Tierra.

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Perón, secretario de Trabajo y Previsión, ministro de Guerra y vicepresidente de la Nación, era el verdadero hombre fuerte detrás del poder. En la fotografía junto al presidente Edelmiro J. Farrell y altos oficiales del G.O.U (1945) Notas 1 La Conquista del Desierto es uno de los capítulos más controvertidos de la historia argentina. Durante las diferentes campañas, la frontera avanzó sobre territorio bonaerense y pampeano, para continuar después sobre los patagónicos, que habían pertenecido a la Capitanía General de Chile desde tiempos de la conquista española y que aquella nación exploraba e intentaba colonizar desde 1843, enviando diferentes expediciones científicas y militares. La primera de aquellas campañas fue la que llevó a cabo el gobernador de Buenos Aires Hernandarias, a fines de 1604, que alcanzó las márgenes del río Colorado en busca de salares, sin establecer ninguna población ni jurisdicción. El segundo intento de importancia el de Juan Manuel de Rosas en 1833, con el objeto de someter a los indios, acabar con sus correrías e incorporar esas tierras a la nación. Según Adolfo Saldías, la cifra de aborígenes muertos llegó a los 10.000; La Gaceta Mercantil, por su parte, publicó el 24 de diciembre de 1834 que hasta esa fecha, los indios asesinados llegaban a 3200, los prisioneros a 1200 y los cautivos blancos rescatados a 1000. Sin embargo, todo ese esfuerzo cayó en la nada al no aplicar Buenos Aires una política de asentamiento. Las correrías se reanudaron hasta 1875, cuando el ministro de Guerra Adolfo Alsina puso en marcha un vasto plan tendiente a aniquilar a los indios e incorporar la llanura pampeana, es decir, la provincia de Buenos Aires a la Argentina. Los principales caciques fueron derrotados, entre ellos el mismo Calfucurá, cabeza de un poderoso imperio con sede en Carhué (país de Salinas Grandes), fueron masacrados hombres mujeres y niños y los que no, conducidos detenidos y reducidos a servidumbre y esclavitud a Buenos Aires y las principales ciudades del interior; se anexaron 53.000 km2 de un territorio extremadamente fértil y se recuperaron numerosos cautivos y al menos 70.000 cabezas de ganado, 30.000 yeguarizos y 40.000 lanares. Alsina mandó construir una gigantesca zanja de 374 kilómetros de largo, desde Bahía Blanca a Trenque Lauquen, suerte de “muro de Adriano” pampeano que pasaba por Puán, Carhué, Guaminí e Italó. Tenía 2,50

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metros de profundidad y una gran empalizada de madera, tosca y tierra sobre, junto a la cual se edificaron 109 fortines que marcaba los límites de la Argentina. La última campaña al desierto la emprendió el general Julio Argentino Roca, quien partió desde Azul al frente de cinco divisiones y 6000 hombres. La cifra exacta de los aborígenes que perecieron durante la marcha nunca se sabrá, lo que si es seguro es que los sobrevivientes fueron reducidos a servidumbre y esclavitud y que muchas de las mujeres aborígenes fueron a dar a prostíbulos o al servicio doméstico de las familias blancas. La Argentina incorporó vastas extensiones de tierra hasta el Río Negro y Neuquén y en años posteriores continuó su avance por la región cordillerana y patagónica. Surgieron entonces las estancias donde sus propietarios efectuaban verdaderas cacerías humanas enviando a sus peones a matar indios, a los que se les cortaban las orejas como prueba. Fueron célebres las batidas efectuadas por el rumano nacionalizado argentino Julio Popper y el oficial porteño Ramón Lista en Tierra del Fuego y Santa Cruz así como también, los envenenamientos de ballenas y otro tipo de animales que los aborígenes ingerían para su supervivencia. La labor de los salesianos, para preservar a los sobrevivientes, fue una epopeya titánica. 2

El Paraguay fue aniquilado en una guerra de exterminio pergeñada por Bartolomé Mitre y su partido y alentada por Domingo F. Sarmiento, quienes veían en la próspera nación guaraní una seria amenaza para la clase mercantil porteña. 3

Los historiadores argentinos siempre intentaron minimizar la responsabilidad de su nación en la masacre del Paraguay, intentando responsabilizar de ello a Inglaterra y Brasil. Sin embargo, fue la clase mercantil porteña la que ideo tamaño crimen, arrastrando consigo al Imperio del Brasil y lanzando sobre la República Oriental del Uruguay la invasión de Venancio Flores, de cuyo gobierno, la nación guaraní era garante. En realidad no fue la Argentina la gestora de aquel hecho aberrante sino Buenos Aires. El resto del país llegó a oponerse a los planes del partido mitrista y varios caudillos del interior como Ángel Vicente Peñaloza, Felipe Varela, Felipe Saa y Ricardo López Jordán, se levantaron en armas, proclamando, incluso marchar contra el gobierno central aliados a Asunción. De allí las campañas de aniquilamiento que Buenos Aires envió al interior antes y durante la guerra. También se ha negado la participación de tropas argentinas durante el saqueo de Asunción, afirmación falsa en todo sentido ya que el producto de esa acción, entre lo que se encontraba la carroza que utilizaban Solano López y Madame Lynch y la platería de la aristocracia guaraní, fue conducido por barcos a Buenos Aires para ser previamente exhibido en el puerto y luego rematado por varios agentes de la ciudad, el principal de ellos Mariano Billinghurts. Los resultados de aquel conflicto fueron catastróficos para la nación derrotada. El Paraguay terminó arrasado, su economía hecha añicos y su territorio cercenado (por el norte, Brasil se quedó con buena parte del Matto Grosso y por el sur y el este, la Argentina se anexó la provincia de Formosa y la parte occidental de la de Misiones. 4

El acto tuvo lugar en el Luna Park, el 10 de abril de 1938. Después de entonarse el Himno Nacional Argentino y la marcha nazi, hicieron uso de la palabra Alfred Müller y el embajador alemán. 5

Rodrigo H. Vila, Proyekt Huemul. El IV Reich en la Argentina, Documental emitido por History Channel

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Enrique González viajó a Alemania para cursar estudios militares y al cabo de cinco años egresó como oficial de Estado Mayor de la Wehrmacht. 7

Rodrigo H. Vila, op. Cit.

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Ídem.

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Ídem.

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LA PRÓXIMA GUERRA VENDRÁ DESDE ARGENTINA

Perón, rodeado por jefes militares y funcionarios civiles conversa con el brigadier mayor Juan Ignacio San Martín. A la derecha, luciendo impermeable gris, Kurt Tank El 24 de febrero de 1946 Perón ganó las elecciones presidenciales y el 4 de junio, fecha en la que se conmemoraba el tercer aniversario del golpe de Estado que lo catapultó al poder, asumió la primera magistratura. La puesta en marcha de un IV Reich en América del Sur, como lo denominarían las naciones aliadas vencedoras de la Segunda Guerra Mundial, había comenzado. Poco tiempo después, dio comienzo la gran operación tendiente a captar y traer al país a técnicos y científicos alemanes destinados a su programa bélico y al plan industrial con el que el nuevo dirigente pretendía alcanzar su liderazgo político y económico sobre América Latina. Con la llegada al poder del nuevo mandatario, los temores de los países limítrofes cobraron cuerpo y parecieron adquirir buena dosis de realidad, y por esa razón, el Departamento de Estado norteamericano creyó que había llegado el momento de adoptar medidas para neutralizar el creciente peligro y poner freno a al nuevo régimen fascista que emergía en los confines del mundo. De movida, el flamante presidente argentino sacó ventaja de la situación, forzando a Gran Bretaña a pagar su enorme deuda de guerra en los plazos acordados. Por entonces Churchill farfullaba en el Parlamento británico que bajo ningún punto de vista se debía proveer de tecnología de punta a la Argentina, Rusia y Egipto, el “eje del mal” de aquellos años, pero nadie pareció escucharlo. Rusia estaba en camino de obtenerla por sus propios medios, a través de sus propios científicos; Egipto, de momento, no contaba y la Argentina acababa de jugar magistralmente su as: la deuda en cuestión.

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El golpe de Estado del 4 de junio de 1943 catapultó a Perón al poder Londres no estaba en condiciones de abonar con dinero líquido la astronómica suma y por esa razón se vio forzada a pagar con tecnología y material bélico de última generación, de ahí que cuando se le intimaron los pagos, aceptase el envío de aviones caza a reacción Gloster Meteor F. Mk IV, bombarderos pesados cuatrimotores Avro Lancaster y Avro Lincoln y monoplazas Percival Prentice con los que la Fuerza Aérea Argentina, se convirtió en la más poderosa de América Latina y la segunda del continente después de la de los Estados Unidos. Mucha preocupación generó en Washington la decisión de Inglaterra de entregar al país sudamericano tan alta tecnología, pero su administración se vio obligada a aceptar las explicaciones de sus pares en el sentido de que no tenían más remedio que cumplir con los pactos establecidos. A comienzos de 1947 viajó a las Islas Británicas el primer teniente Edmundo Osvaldo Weiss, apodado “Pincho”, piloto de pruebas de la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba, para evaluar el material a adquirir y efectuar las pruebas iniciales. Weiss, se convirtió en el primer latinoamericano en pilotear un Gloster Meteor y en la avanzada de un contingente que debía llevar a cabo un período de adiestramiento intensivo para aprender a volar los poderosos aparatos. Completaban la misma, el capitán Carlos Soto, el primer teniente Ricardo Favre, los tenientes Vedania Mannuwal de origen hindú, Jorge Martínez Zuviría y Oscar Romano y los alféreces Carlos W. Pastor, Gert Kleissen, Luis Valoni, Armando Bernasconi, Jorge Rangugni y Lorenzo Diego Bravo Deheza, quienes tenían experiencia en vuelo con aviones caza Curtiss Hawk 75-0. Los cursos de adiestramiento se llevaron a cabo en diferentes bases del Reino Unido, en primer lugar con los bimotores Avro Anson, a efectos de que los jóvenes pilotos pudiesen adaptarse a ese tipo de aparatos, en una segunda etapa con los De Havilland Dove con los que debían adquirir práctica en el manejo del tren de aterrizaje y finalmente en los Gloster Meteor FMK-3, con un promedio de seis horas por piloto. El programa se cumplió en los términos acordados y de ahí se pasó a la etapa final, con los Gloster Meteor G.41G FMk.4, completando cada uno treinta horas hasta la finalización del programa el 6 de junio de ese año, que incluía la matriculación de los aparatos. Un mes después, llegaron al puerto de Buenos Aires las primeras seis unidades que fueron desembarcadas ante la mirada atónita de los operarios y el personal aeronáutico que debía supervisar la operación. Se trataba de los aparatos matrícula I-001, I-002, I-003, I-004, I-005 e I-006, el primero de los cuales fue volado por el líder de escuadrón británico William Waterton, que decoló desde la Av. Edison de Puerto Nuevo rumbo a la Base Aérea Militar de El Palomar, convirtiendo a la Argentina en la primera nación latinoamericana en contar con aviones a reacción.

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El 3 de diciembre Perón firmó el decreto Nº 37993-BAR 260 por medio del cual creó el Regimiento 4 de Caza (R4Caz) con asiento en Tandil, hacia donde fueron destinados los Gloster Meteor I-001 al I-016.

Perón (der.) junto al general Farrell (1945) Bajo la supervisión de técnicos e ingenieros, personal especializado comenzó a construir los hangares y una pista de aprovisionamiento con tres calles de acceso, totalizando más de 11.000 metros cubiertos. En los meses posteriores fueron llegando al Instituto Aerotécnico de Córdoba las piezas de los Gloster Meteor restantes hasta completar el centenar de unidades. Allí se los ensamblaba y armaba, hasta dejarlos operativos. Sumando a ellos los bombarderos pesados Avro Lincoln y Avro Lancaster, la Fuerza Aérea Argentina se convirtió en un arma formidable, eficiente y temible, que pareció cobrar mayor dimensión cuando el 15 de marzo de 1949 el gobierno, reemplazó la denominación de Bases Aéreas Militares por Brigadas a través del Decreto Nº 6433-BAR 372, con el que se intentaba emular a los británicos, fijándose como asiento de la VI al R4 de Caza de Tandil. El 7 de junio de ese mismo año fue creado el Regimiento 6 de Caza (R6Caz), destinando a él los aparatos con matrículas impares. El 9 de enero de 1951 las Brigadas pasaron a denominarse Brigadas Aéreas incorporando personal técnico y de mantenimiento y los regimientos 4 y 6 de Caza, pasaron a ser los Grupos 2 y 3 de Caza respectivamente. Un mes después, un total de cincuenta y cinco Gloster Meteor de ambas unidades constituyeron la VII Brigada Aérea con asiento en Morón en tanto los treinta y cinco restantes permanecieron en sus unidades junto a cinco Avro Lincoln y los IAe 22 DL y los Avro Lancaster, pasaron a la V Brigada Aérea con asiento en Villa Reynolds, provincia de San Luis. Mientras la Fabrica Militar de Aviones trabajaba en el armado de turborreactores RR Derwent V adquiridos a la Rolls-Royce para los Gloster Meteor, se proyectó modificar una de esa aeronaves para transformar su cabina en biplaza, con el objeto de destinarlo a misiones de observación. La idea no se concretó pero se hicieron modificaciones en los aparatos matrícula I-040, I-090 e I-095 que permitieron albergar un pasajero detrás del piloto, retirando sus equipos de comunicaciones. El 7 de junio de 1947 Eva Perón partió en misión diplomática con destino a Europa, acompañada por su hermano Juan Duarte como secretario y el empresario naviero Alberto Dodero como asesor. ¿Cuales eran los motivos de ese viaje?

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Perón buscaba ampliar horizontes e intentaba extender su poder más allá de las fronteras, estableciendo alianzas y firmando acuerdos que le permitiesen poner en marcha su ambicioso programa de la Tercera Posición. En 1946 comenzaron a circular versiones en el sentido de que el régimen falangista de España estaba concentrando tropas en la región pirenaica y trabajaba en la producción de armas nucleares. Los más escépticos dudaron de la veracidad de esa información, pero cuando en el mes de noviembre los soviéticos, a través del gobierno títere de Polonia, lanzaron el alerta argumentando que aquel país representaba una seria amenaza para la recientemente ganada paz mundial, la comunidad internacional decidió tomar cartas en el asunto a través de la recientemente creada Organización de las Naciones Unidas. Utilizando a la administración de Australia como medio, el Reino Unido, que no deseaba inmiscuirse en un entredicho directo con el general Franco, propuso la creación de una subcomisión encargada de analizar la situación española y en ese sentido, el representante del país oceánico presentó la moción, que fue aprobada por amplia mayoría, iniciándose de inmediato la compilación de evidencias. Los resultados parecían contundentes ya que, efectivamente, algo estaba sucediendo en la península, no solo en sus laboratorios secretos sino, incluso, en los Pirineos, donde el gobierno concentraba tropas sin justificación. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidad se expidió al respecto, manifestando que el régimen falangista, último exponente del fascismo europeo, representaba una seria amenaza para la paz mundial, que intimidaba la seguridad regional y que no respetaba las libertades cívicas por lo que decretó una ruptura general de relaciones y un boicot diplomático destinado a anular ese peligro. España quedaba sola y aislada del mundo. Perón, que también sufría apremios y fuertes presiones, decidió intervenir y tender sus redes, siempre deseoso de fortalecer su ambicioso posición. Y en ese sentido, se dispuso a socorrer a la “madre patria” con vigor, dispuesto a desafiar a las grandes potencias, ya en el seno de las Naciones Unidas, ya en los distintos foros interamericanos, incluyendo la Organización de Estados Americanos, creada el 8 de mayo de 1948, e incluso patrocinando políticas de acercamiento entre los gobiernos latinoamericanos y Madrid. Viendo que nada de eso daba resultados, el líder justicialista adoptó una política de asistencia directa que lo enfrentaría directamente con el concierto de las naciones y en ese sentido, impartió las primeras directivas. España padecía entonces, una aguda crisis económica y alimentaria, perceptible, especialmente, en la angustiante carencia de alimentos. Orientados por el sitio “Historia General de las Relaciones Internacionales de la República Argentina”, hemos acudido al historiador israelí Raanan Rein, vicerrector de la Universidad de Tel Aviv, experto en la historia de nuestro país, quien se manifiesta contundente a la hora de relatar hechos puntuales como el desesperado pedido de auxilio del gobernador de las Islas Canarias a la administración nacional, al advertir sobre la inminente amenaza de rebeliones y saqueos que estaba generando la falta de cereales, harina y demás insumos. Fue la primera señal de que algo grave estaba ocurriendo y lo que terminó motivando la urgente solicitud de asistencia a Buenos Aires por parte de Madrid. La respuesta no se hizo esperar y pronto Perón, que aún no había asumido como presidente, dispuso el envío de cereales por un valor de $30.000.000 y el establecimiento de una serie de cláusulas que conformarían el acuerdo secreto del 30 de abril de 1946. Rein explica que aún así, pese al hambre y la desesperación, los españoles establecieron condiciones para la forma de pago. Haciendo caso omiso de ese detalle, Perón siguió adelante con el programa, firmando el Convenio Comercial y de Pagos que rubricaron ambos gobiernos en Buenos Aires, el 30 de octubre del mismo año, a través del cual, la Argentina otorgaba a España un crédito anual rotativo de $350.000.000 a tres años con la posibilidad de renovarlo por otros tres, a un interés del 2,75%, más otro de $400.000.000 (recuérdese que por entonces, la moneda argentina cotizaba alto) a ser devuelto en un plazo de 25 años. El documento dejaba en claro que España utilizaría ese crédito para saldar los pagos de las importaciones que habían tenido lugar entre 1942 y 1946. Los acuerdos garantizaban la provisión de 400.000 toneladas de trigo en 1947, 300.000 en 1948, 120.000 de maíz para el primer año y 100.000 durante el segundo, sin contar las carnes, aceites, legumbres y demás productos con que los españoles mataron el hambre y Franco salvó su gobierno, hecho al que los hijos de la “madre patria” intentan hoy restar importancia1.

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Tal fue la ayuda que la Argentina brindó, que el ministro de Industria y Comercio del régimen franquista llegó a asegurar ante el Parlamento que el abastecimiento de alimentos para 1947 y 1948 estaba asegurado por las carnes y el cereal procedentes del país del sur. El 3 de diciembre de 1946 el bloque soviético, incrementó su presión sobre la España de posguerra, siempre a través del representante polaco y solo contó con la oposición del embajador argentino José Arce, quien manifestó que la denominada “cuestión española” escapada a la competencia del organismo internacional por constituir un problema de política interna y que no era atribución de esa asamblea inmiscuirse en tales asuntos. Aún así, la organización entendió que podía adoptar medidas y dispuso no solo excluir a España de su seno sino que, además, solicitó al Consejo de Seguridad que adoptase medidas adicionales hasta tanto no rigiera allí un régimen democrático. La propuesta fue aprobada por 34 votos contra 6 en contra, 13 abstenciones y 1 ausencia. El envío de cereales, carnes y demás productos salvó a los españoles e hizo inefectivo el bloqueo y mientras los representantes diplomáticos de las principales potencias y las naciones obsecuentes retiraban sus representantes, Argentina designaba embajador a Pedro Radío, quien llegó a Madrid con instrucciones de no formular declaraciones de índole política e ideológicas y mantenerse al margen de toda polémica. Franco explotó la llegada del representante argentino para mostrarles a sus ciudadanos que España no estaba sola y que estaba en condiciones de enfrentar el bloqueo y la situación alcanzó tal magnitud, que varios años después Perón aseguró, no sin razón, que el primer “Plan Marshall” en Europa lo había aplicado su gobierno al acudir en socorro del régimen falangista. Durante todo 1947 los soviéticos siguieron presionando contra España al tiempo que las naciones occidentales lo hacían con la Argentina, representantes ambas de ideologías fascistas y acusadas de amenazar la paz mundial y la integridad regional2. En ese contexto se produjo la gira de Evita por Europa. Al día siguiente llegó a España, primera escala de una gira de dos meses en la que visitaría a jefes de estado, políticos, banqueros, hombres de negocios y las más ilustres personalidades del viejo continente, incluyendo al Papa Pío XII. Las vicisitudes de ese viaje han sido descriptas en detalle por historiadores locales y extranjeros quienes han brindado, en mayor o menor medida, un detalle más amplio de lo que sigue a continuación.

Bombarderos Avro Lancaster sobre el puerto Perón poseía las fuerzas armadas más poderosas de América del Sur

de

Rosario.

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l DC-4 de la línea Iberia en el que viajó la primera dama aterrizó en Barajas en horas de la mañana, después de hacer escala en Brasil y en Villa Cisneros, capital del Sahara Español, dominio ultramarino en pleno desierto, que se extendía por el litoral atlántico al sur de Marruecos. La España de aquellos días era un país condenado por las Naciones Unidas, por representar al último régimen fascista sobreviviente en Europa, que había tomado parte en la guerra de manera semiencubierta, a favor de Hitler y Mussolini. Por esa razón, se hallaba sometida a un bloqueo internacional que le estaba generando una grave crisis económica y energética y tenía a su limitada industria y a sus transportes prácticamente paralizados por la falta de combustibles. El servicio ferroviario casi no existía debido, principalmente, a las acciones bélicas de la terrible guerra civil que había asolado al país ocho años antes y su población se hallaba hambreada y en extremo empobrecida por la falta de producción. Así como lo había hecho con la Alemania nazi y la Italia fascista, la Argentina de Perón acudía en ayuda de España ignorando el bloqueo y las sanciones impuestas por el conjunto de las naciones, para proveerle en cantidades industriales carnes, cereales y productos lácteos. Esa ayuda se vio reflejada en el entusiasmo y el fervor que la población hispana demostró durante la visita. Hay quienes aseguran que Madrid se despobló cuando su gente se corrió masivamente al aeropuerto de Barajas para dar la bienvenida a Eva Perón. Franco y su esposa se hallaban al pie de la escalerilla encabezando una gran comitiva cuando la ilustre visitante se asomó por la puerta y comenzó a descender del avión. El pueblo allí congregado la vivaba como a una reina tal como lo hizo después en la Plaza de Oriente donde se había concentrado una multitud como no se había visto nunca en tiempos del Caudillo. La visita de Eva Duarte de Perón a España, en la primavera de 1947, adquirió profundas resonancias populares en todo el país y fue objeto de una variada y exhaustiva información gráfica. La primera dama argentina, recibida y despedida personal y excepcionalmente por Franco al pie de avión, cruzaría, satisfecha los salones del Palacio de Oriente; en la gran plaza se llegó a concretar otra manifestación espontánea, que voceaba los nombres de Franco y Perón. El mes de junio de 1947 iba a marcar la merecida apoteosis española de la primera dama argentina, Eva Duarte de Perón, que llega a Madrid, el día 9; Franco toma la excepcional decisión de recibirla personalmente en Barajas al frente de todo el Gobierno. Hierve Madrid, la ciudad que posee un sexto sentido para reconocer a los auténticos amigos de España. Las gentes se vuelcan en la tercera gran manifestación de la plaza de Oriente, para celebrar la visita y la aprobación por las Cortes, en esa misma jornada, de la ley de Sucesión. Franco impone a su huésped la Gran Cruz de Isabel la Católica; Evita Perón recorre en triunfo El Escorial, el castillo de la Mota, Granada, Sevilla, Santiago. España comprende su hermoso mensaje: ‘No he venido a formar ejes, sino a tender un arco iris’. Y Franco, que ha advertido prudentemente la víspera que ‘España no tiene problema alguno con la gran nación norteamericana’, vuela a Barcelona el 24 de junio para despedir a Evita Perón, mientras España celebraba sus últimas declaraciones: ‘He comprendido toda la grandeza que preside vuestra patria’”3. A decir verdad, la visita española fue apoteósica. Las manifestaciones de apoyo y simpatía acompañaron a Evita desde el aeropuerto internacional hasta el Palacio del Pardo, donde se alojó durante su estancia madrileña. Al día siguiente, en la recepción oficial que le organizó el gobierno, Franco le impuso la Gran Cruz de Isabel la Católica, la más alta condecoración que otorgaba la España falangista, mientras afuera la muchedumbre se apretujada en la Plaza de Oriente para corear su nombre. A todo esto, los comercios habían cerrado y las calles de la periferia se hallaban efectivamente desiertas cuando la visitante se asomó por el balcón junto al Caudillo, su esposa y los principales funcionarios del régimen. Y como tantas veces lo hizo en su país, se dirigió al pueblo allí congregado que a una sola voz coreaba “¡Franco y Perón!”. Y no era para menos. Mientras el mundo daba la espalda a España y retiraba sus embajadores, una Argentina independiente y desafiante, acreditaba a su representante, Pedro Reino e iniciaba el suministro de alimentos que paliaría el hambre de una población que había sufrido como pocas los estragos de una guerra atroz.

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Se que mi presencia no colma vuestros anhelos. Deseabais que os visitara el general Perón, quien en horas amargas de vuestra vida nacional se presentó ante el mundo batallando por los fueros de España, con la valentía del hijo bien nacido que se juega entero por su madre...4. Ese día, por la noche, los españoles tuvieron la primera visión de la característica falta de tacto argentina. Habiéndose organizado una velada de gala con cena incluida en su honor, Evita hizo esperar dos horas a sus anfitriones porque su secretaria-asistente personal no daba con el peinado que aquella le reclamaba. Durante aquella recepción actuaron para Evita Lola Flores, Carmen Sevilla, Manolo Caracol y Juanita Reina.

Eva Perón junto a Franco y su esposa en la Plaza de Oriente La visita se prolongó hasta el 24 de junio, cuando, después de recorrer varias ciudades, la primera dama argentina se dirigió al aeropuerto de Barcelona para abordar un avión en con destino a Italia. Franco y su esposa acompañaron a la ilustre visitante hasta el pie de la escalerilla. La aeronave decoló a las 14.00 horas del 26 de junio y aterrizó en el Aeropuerto de Fiumicino tres horas después. Allí, bajo un sol radiante, esperaba un Cadillac negro con dos banderines color amarillo y blanco en los dos guardabarros delanteros, al que subió Evita para tomar por la avenida que conducía hacia la embajada argentina en Roma, frente a la Piazza Spagna, escoltada por otros tres vehículos del mismo color. La llegada estuvo signada por mucha expectativa y una serie de protestas organizadas por el partido comunista italiano que poca mella hicieron en la personalidad de la visitante. Esa misma noche, se congregó frente al palacio de la legación, donde Evita se había alojado, un buen número de manifestantes que portando cartelones y antorchas fueron a repudiar la presencia de la recién llegada. -¡Perón fascista! – gritaban los revoltosos - ¡No a Perón, no a Mussolini! ¡Fuera Eva Perón de Italia! Sin embargo, en otros puntos de la península iba a ser aclamada y vivada como había ocurrido en España. Al día siguiente de su llegada, Evita abordó el mismo vehículo negro que la había conducido desde el aeropuerto y partió hacia el Vaticano, escoltada por los tres automóviles negros que la habían acompañado anteriormente. La caravana tomó por corso Vittorio Emanuele, y luego dobló a la derecha, para desplazarse por la sinuosa callejuela de Sancti Spiritu y cruzar el Tíber en dirección al Castel Sant´Angelo. La grandiosa imagen del Arcángel San Miguel que coronaba la gigantesca mole circular, sepulcro del emperador Adriano y fortaleza papal en la Edad Media, llamó poderosamente la atención de la primera dama, que comentó algo al respecto. A medida que se iban aproximando a destino, el embajador Ocampo Jiménez le señaló a Evita la Basílica de San Pedro donde el Santo Padre la estaba esperando. Los vehículos llegaron a la explanada de la gran plaza y dejando a la izquierda el obelisco que se alza en su centro, detuvieron su marcha junto a la increíble columnata de Gian Piero Bernini. La ilustre visitante

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ignoraba que al descender del automóvil ponía sus pies sobre lo que alguna vez fue el circo de Calígula, el mismo lugar donde Nerón martirizó a los primeros cristianos después de ordenar el incendio de la ciudad. Ni bien los vehículos se detuvieron, se acercó hasta ellos un anciano de noble aspecto, luciendo un traje oscuro de gala sobre el que destacaban dos condecoraciones y un llamativo collar del que pendía una cruz. Un cuello redondo, blanco y ancho, rodeaba su cabeza bajo su mentón y una banda púrpura le cruzaba el pecho bajo el capote. Llamaban poderosamente la atención, también, su calzón corto, semejante al que usaban los conquistadores españoles, sus medias largas y zapatos con hebilla además de su pelo blanco, su barba y el parche negro que ocultaba su ojo derecho. El embajador Ocampo Jiménez se acercó al noble e hizo las presentaciones de rigor. Se trataba del príncipe Alessandro Ruspoli, Gran Maestre del Sagrado Hospicio, quien saludó a la señora de Perón con una leve reverencia. -Si me acompaña, señora... Su Santidad la está esperando- dijo en perfecto español. El príncipe y Evita echaron a andar por la alfombra roja flanqueada por una hilera de guardias suizos y comenzaron a subir los peldaños de la gran escalinata que conducía al interior. Lo que muy pocos se atrevieron a hacer alguna vez, por no decir nadie, lo hizo Evita ese día: tuvo esperando a SS, el Papa Pío XII, casi una hora pues esa mañana se quedó dormida en sus habitaciones de la embajada argentina en Roma y cuando llegó a destino se detuvo más de la cuenta en admirar el magnífico edificio de la Basílica y la puerta de roble de seis metros de altura que franqueaba el acceso. La seguían su hermano Juan Duarte, el embajador Ocampo Jiménez, su comitiva y los nobles del Vaticano que habían salido a recibirla. El príncipe Rúspoli condujo a Evita hasta el patio de San Damaso, donde la esperaba monseñor Bianiamino Nardoni, secretario de la Santa Congregación del Ceremonial, y junto a él ingresaron en el Salón San Clementino, precedidos por cuatro secretarios e igual número de guardias suizos, donde esperaban otros tres cardenales junto a seis integrantes de la corte vaticana encabezados por el príncipe León Massino y el jefe de la Guardia Suiza, quienes procedieron a rendirle honores. De ahí pasaron por una serie de antecámaras ricamente adornadas y finalmente llegaron a la biblioteca papal en cuya puerta el príncipe Nardoni golpeó suavemente. El Santo Padre en persona les abrió, luciendo una amplia sonrisa y tras las correspondientes salutaciones y presentaciones, se dirigieron al interior del recinto para tomar asiento y comenzar a platicar. La audiencia duró exactamente veinte minutos y de ellos, quince fueron a solas. Existe una sola versión de lo que allí sucedió, la de la propia Evita, contada años más tarde por Perón. Según la misma, cuando la primera dama llegó a la Plaza de San Pedro, tuvo la impresión de haber ingresado a otro mundo, otra dimensión. En esos momentos Roma le parecía lejana y silenciosa, a miles de kilómetros de distancia. En el Vaticano todo era quietud y orden, un pequeño Estado en torno a una majestuosa basílica que equivalía a todo un continente. El Papa le pareció una visión y su voz, apagada y lejana, un sueño. “Me dijo que seguía tu obra, que te consideraba un hijo predilecto y que tu política ponía en práctica de manera más elogiable los principios fundamentales del cristianismo”. Sin embargo, documentos desclasificados han permitido establecer que el diálogo no se limitó solo a eso. Según el documental Proyecto Huemul, Pío XII expresó su agradecimiento personal hacia la Argentina por la ayuda que había prestado a las naciones europeas azotadas por la guerra y le pidió a Perón que agilizara las gestiones para la “repatriación” a la Argentina de los criminales de guerra que en esos momentos se hallaban al amparo de la Comisión Pontificia de Asistencia que presidía el obispo austríaco Alois Hudal. Se dice que Eva esperaba el nombramiento de Marquesa Pontificia por parte del Papa y que se sorprendió cuando este apenas le obsequió un rosario que sacó del cajón de su escritorio, pero nada de eso está probado. Evita siguió viaje por la Liguria recorriendo Génova, Rapallo, Portofino, San Remo y Bordighera, donde hizo reposo por prescripción médica, después de suspender algunas visitas por las ciudades del norte, por razones de seguridad.

No fue el caso de Milán, donde se reunió con el cardenal Alfredo Ludovico Schuster, célebre religioso benedictino y teólogo romano, hoy beato, que por entonces era arzobispo de Milán y que había conocido

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a Perón cuando aquel estuvo en Italia en 1939. También visitó el imponente Duomo, asistió a un concierto en La Scala y recorrió la Feria Internacional para visitar el gran stand que la Argentina había montado allí, siguiendo luego hacia Como para apreciar las bellezas de su lago.

Evita junto a un grupo de niñas que toman la Primera Comunión en Buenos Aires La Gira del Arco Iris, tal como se la llamó, continuó por Portugal, Francia y Suiza, países en los que la esposa del presidente argentino despertó la misma admiración e hizo concesiones en materia de préstamos y envíos de carnes y cereales aunque en los dos últimos recibió algunas muestras de hostilidad por parte de agrupaciones antifascistas. Evita estuvo en Lisboa y el 21 de julio voló a París, donde permanecería cinco días despertando admiración y curiosidad. Francia, aún mostraba las secuelas de la guerra y se hallaba agitada por huelgas y manifestaciones. Allí, como en Italia, la izquierda tenía un peso político enorme, de ahí algunas manifestaciones en su contra que en nada opacaron la visita. Si bien la misma no tuvo la magnificencia de la española, se desarrolló dentro de un marco de gran solemnidad y expectativa. En el Aeropuerto de Orly Eva Perón fue recibida por el ministro de Relaciones Exteriores, Goerges Bidault quien al verla exclamó “¡Que joven y hermosa es!”. Durante su estadía francesa, la dirigente argentina almorzó con el presidente Vincent Auriol y su esposa, cenó en el Quaid d’Orsay con Bidault, firmó un tratado comercial entre ambas naciones, visitó Notre Dame junto al Nuncio Apostólico, Monseñor Angelo Roncalli, futuro Papa Juan XXIII y fue de compras con el presidente de Francia. Tales fueron su porte y su elegancia, que a su paso por París, el Nuncio dijo por lo bajo a gente allegada al gobierno: “¡Ha regresado la emperatriz María Eugenia de Montijo!”. El incidente de Suiza fue el más grave de todo aunque no pasó de un hecho menor que a nadie afectó salvo al ministro de Relaciones Exteriores de ese país que recibió un par de tomates podridos sobre su persona, arrojados por manos anónimas desde la multitud, cuando Evita abordaba el automóvil oficial en la estación ferroviaria de Berna. Al otro día, un individuo solitario arrojó una piedra sobre el vehículo en el que viajaba,

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haciendo astillas uno de sus vidrios, pero la argentina supo pasar por alto esos incidentes con una altura asombrosa. La nación que le abría cuentas al narcotráfico, al dinero lavado, a los vendedores de armas y a la mafia, se escandalizaba del régimen fascista que representaba la visitante. La gira finalizó el 9 de agosto en Lisboa, cuando aquella verdadera embajadora itinerante que supo deslumbrar a media Europa, abordó un vapor y partió hacia Recife, en el norte de Brasil, donde a poco de llegar, abordó un avión y voló a Río de Janeiro, para asistir a la Conferencia Interamericana de Ministros de Relaciones Exteriores. Desde ahí siguió hasta Montevideo y el 23 de agosto desembarcó en Buenos Aires, después de cruzar el Río de la Plata a bordo del vapor “Ciudad de Montevideo”. La Argentina, con su marido a la cabeza, le brindó un recibimiento espectacular. Tal como dice la escritora italiana Carola Vai: Su gira europea estuvo plena de éxitos gracias a su excepcional habilidad comunicacional. En cada etapa se reúne con periodistas, tanto a su llegada como a su partida, inventando conferencias de prensa. Escribe en los diarios locales. Repite todo el tiempo que no tiene roles políticos; visita orfanatos y hospitales. Alterna cenas con los máximos representantes del gobierno o la sociedad civil y encuentros con obreros. En Liguria se hospeda en una suntuosa residencia del naviero Dodero, en la ciudad de Rapallo. Realiza extensos paseos por la playa. En la villa, se divierte cocinando platos típicos argentinos. No recibe invitados, pero hace una excepción para Aristóteles Onassis. Tras sus vacaciones en la balnearia Liguria, parte hacia Milán, en cuyo cementerio principal, más tarde, su cuerpo yacería oculto por años bajo otra identidad, sin el conocimiento ni siquiera del propio Perón. En la capital lombarda se entrevista con el cardenal Alfredo Schuster, conocido por Perón durante su viaje a Italia, en 1939, cuando vivió en la región de Piamonte, con etapas en Turín y alrededores. Evita visita la imponente Catedral de Milán, asiste a un espectáculo en el célebre Teatro de La Scala, visita la Feria donde la Argentina tiene un enorme stand y hace un paseo por las orillas del Lago di Como5. Mucho se ha especulado sobre el verdadero objetivo de este viaje, desde la intención del gobierno justicialista de establecer lazos diplomáticos y culturales y firmar importantes acuerdos comerciales con Europa hasta la de formar un eje Buenos Aires-Madrid, pasando por la apertura de cuentas en Suiza a nombre del primer mandatario y su esposa y poner en marcha la masiva fuga de nazis, fascistas y ustachas hacia la Argentina, junto con grandes capitales. Joseph A. Page intenta restar importancia a estas últimas versiones6 pero documentos recientemente desclasificados por el Departamento de Estado norteamericano en Washington han venido a reforzar reforzar la teoría. En lo que a las relaciones con España se refiere, en el marco de la reciprocidad que estipulaban los acuerdos hipano-argentinos, el 9 de abril de 1948 se firmó en Buenos Aires el Tratado Franco-Perón, aprovechando la visita del ministro de Asuntos Exteriores del país europeo, Alberto Martín Artajo. Se trataba de un protocolo adicional del Convenio de 1946, en el que se establecieron otros arreglos, como el ingreso de 350.000 inmigrantes españoles por año, la posibilidad de que sus hijos cumpliesen el servicio militar en la Argentina, mutuo reconocimiento de títulos académicos, exhimición de ciertos impuestos y el intercambio de publicaciones. Esta suerte de “primavera” hispano-argentina duró todo 1947 y 1948, con el trigo y los cereales argentinos fluyendo en la península pero a fines de aquel último año, cuando Buenos Aires comenzó a presionar con la cuestión de las garantías en oro y moneda estadounidense por los saldos acumulados, la situación cambió hasta tal punto que, ante el argumento español, de que Buenos Aires había dejado crecer esos saldos en lugar de invertirlos en España, Perón canceló los tratados y en marzo de 1949 aplicó un embargo a las exportaciones con destino a la península que, si bien era parcial, mucho la perjudicó. ¿Qué había ocurrido? Muy sencillo. Hacia fines de 1948 y comienzos del año siguiente, la amenaza latente ya no eran los españoles sino el régimen justicialista, es decir, la Argentina. En vista de ello, necesitado como estaba occidente, de suprimir un poder emergente que amenazaba con desequilibrar la región, la atención se focalizó en Perón y por esa razón, Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y sus aliados ofrecieron al régimen falangista una salida decorosa, que serviría de paso, para dañar la economía del país sudamericano. En caso de que surgiesen problemas en el suministro desde Buenos Aires, ellos estaban dispuestos a prestar su ayuda tanto en alimentos como en créditos.

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España se prestó al juego y de ese modo, se volcó lenta y paulatinamente hacia sus antiguos enemigos. Era una traición abierta y descarada; los acuerdos no fueron cumplidos y para peor, se supo que Madrid había utilizado los fondos para otros fines que no eran los estipulados y que había revendido parte del cereal y las carnes a precios no convenidos, de ahí su permanente negativa de responder al Banco Central de la República Argentina toda requisitoria al respecto7.

A la larga, el plan norteamericano dio resultados ya que a partir de 1953 la economía argentina comenzaría a resentirse y en 1955 estaría en graves problemas, producto de una serie de malas cosechas y el incumplimiento de acreedores desleales y acomodaticios, entre los cuales destacaban principalmente España y Gran Bretaña.

Perón fue el hombre más poderoso y temido de América Latina a carrera armamentista de Perón y su encubierto apoyo a los nazis prófugos seguía atemorizando a Washington y así estaban las cosas cuando a fines de 1947 Kurt Tank y su equipo de colaboradores, llegaron a la Argentina. El científico alemán se entrevistó con el líder justicialista en dos oportunidades, dejándolo impresionado, no solo por su caudal de experiencia y conocimiento sino porque según explicó con lujo de detalles, era factible montar una industria aeronáutica en el país y desarrollar una tecnología propia. Según Ricardo Burzaco, Tank le entregó al presidente un memorándum con las condiciones que a su juicio necesitaba la Argentina en materia aeronáutica, proponiéndole la construcción y el desarrollo de cuatro tipos de aeronaves diferentes, a saberse: un caza a reacción, un entrenador primario, un avión de reconocimiento y un bombardero, además de un avión de pasajeros que tenían en estudio8. Perón se mostró entusiasmado con las explicaciones de Tank y por las posibilidades que se abrían para el país. Sin embargo, en el segundo encuentro, al discutir los puntos del memorándum, manifestó sus reservas por los altos costosos de los emprendimientos, a lo que el alemán respondió que dados los alcances y las perspectivas que se abrían para la Argentina, bien valía la pena intentarlo. Aquello terminó por convencer al líder justicialista y poco después comenzaron los trabajos en la Fábrica Militar de Aviones de la provincia de Córdoba9. Tank también quedó complacido con su nuevo protector, no solo por lo bien predispuesto que lo encontró sino por las garantías que le brindó tanto a él como a su equipo de colaboradores.

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…Perón aseguró al grupo alemán igualdad de trabajo sin discriminaciones de ningún tipo, ya que si en Alemania habían ocurrido crímenes, no todos los alemanes eran culpables de ello10. El ingeniero alemán llegó a la Argentina junto a sus asistentes, Paul Klaget y el austríaco Jürgen Naumann, cuyo pasaporte argentino estaba a nombre de José Choel. Poco después lo hizo el resto de su familia, su secretaria, Anne Parrau y el ingeniero Kurt Thalau, diseñador del célebre avión Storch y ex director de la fábrica Fiesler11. La familia de Jürgen Naumann llegó a través de la “ruta francesa” que manejaba Samuel Pomerantz y detrás de ella lo hicieron Hans Eyting, Rudolf Schöffel y Erhard Starke, quienes partieron de Croacia hacia Salzburgo en un jeep del ejército norteamericano portando documentación de la Cruz Roja. De la pintoresca ciudad austríaca pasaron a Milán y desde allí a Roma, done ingresaron en un convento disfrazados de religiosas. Allí esperaron varios días hasta que un vehículo pasó por ellos para llevarlos hasta el aeropuerto de Fiumicino y donde abordaron un avión de LADE que los llevó directamente a Buenos Aires.

Nota Historia General de las Relaciones Internacionales de la República Argentina, “Las relaciones con la España franquista” (http://www.argentina-rree.com/13/13-012.htm). 2 Ídem. 3 Ricardo de la Cierva y Hoces, Franco - Un siglo de España, tomo II, Editora Nacional, 614 páginas, Madrid, 1973. 4 Esa supuesta madre ha olvidado completamente el gesto de aquella hija. 5 Carola Vai, Evita, Regina della Cominicazione, Centro di documentazione giornalistica, Roma, 2009. 6 Joseph. A. Page, Perón, Tomo I, Javier Vergara Editor, edición Círculo de Lectores, Buenos Aires, 1984, p. 231. 7 Historia General de las Relaciones Internacionales de la República Argentina, op. cit. 8 Ricardo Burzaco, Las Alas de Perón, Ediciones Eugenio B, Buenos Aires, 2007, p. 29. 9 Ídem. 10 Ídem, pp-29-30. 11 Ídem 1

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LLEGAN LOS PRIMEROS TÉCNICOS Y CIENTÍFICOS Los orígenes de la Fábrica Militar de Aviones datan de 1926 cuando el Poder Ejecutivo de la Nación emitió un decreto con fecha 8 de junio dando forma a una comisión especial para su creación, designando para dirigirla al ingeniero civil Domingo Selva y al mayor ingeniero Francisco de Arteaga. En realidad, la idea databa de antes ya que en el mes de abril de ese mismo año se había presentado un proyecto de construcción que dio comienzo con la emisión del decreto anterior, la aprobación de los planos definitivos y el llamado a licitación en septiembre. Colocada la piedra fundamental, la ceremonia de bendición, a cargo de monseñor José Anselmo Luque, obispo auxiliar de Córdoba, contó con la presencia del entonces ministro de Guerra, coronel Agustín P. Justo, quien al hacer uso de la palabra, habló de paz y concordia. El 2 de enero de 1927 comenzaron los trabajos de excavación para afianzar los cimientos de los ocho pabellones de la primera sección y una pista de aterrizaje de 1000 metros de extensión. La fábrica fue inaugurada en la mañana del 10 de octubre, durante un acto que contó con la presencia del coronel Agustín P. Justo, el ministro de Justicia e Instrucción Pública, Dr. Antonio Sagarna, el gobernador de la provincia de Córdoba, Dr. Ramón J. Cárcano, el intendente municipal de la capital provincial, ingeniero. Emilio F. Olmos, el jefe de la IV División de Ejército, general Francisco Medina, el inspector general del Ejército, general Ricardo Sola; los generales Gregorio Vélez, Juan A. Jones y Alonso Baldrich; el director del Servicio Aeronáutico del Ejército, coronel Luís Cassinelli y el asesor Técnico de la Dirección de Ingenieros, ingeniero Domingo Selva, además de personalidades civiles y eclesiásticas, estas últimas encabezadas por monseñor Luque. Estuvieron presentes, también, oficiales del Ejército, aviadores y funcionarios del gobierno de la provincia, quienes llegaron a bordo de vehículos oficiales y particulares conformando una larga caravana. La planta cubría una superficie cubierta inicial de de 8340 m2 que se extendería en años posteriores hasta alcanzar un total de 24 hectáreas. En febrero del año siguiente comenzaron las obras de la segunda sección con la construcción de una gigantesca torre-tanque de agua, los laboratorio de Ensayos de Motores, de Ensayos Estáticos y Aerodinámica, la Oficina de Fabricación, cuatro talleres, dos depósitos, un taller doble para motores, el comedor para los obreros, la enfermería, el puesto de guardia y el comando de pista. Ese mismo año, se inició la edificación de los trece pabellones de la tercera y última sección, mientras se construía una segunda pista de aterrizaje, de 1000 m en franjas de 200 m, haciendo cruz con la anterior, que fue inaugurada por el teniente coronel Pedro Zanni, jefe del IV Grupo de Aviación Militar, unos meses después. Terminados los trabajos, comenzó la fabricación de aviones y motores bajo licencia, con lo que la Argentina se convirtió en pionera en materia de producción de aviones en el continente latinoamericano. La primera aeronave que salió de fábrica fue el AE Avro K-504 Gosport, terminada el 18 de julio de 1928 y probada en vuelo dos días después. El aparato fue presentado a la prensa en octubre del mismo año y de él se hicieron treinta y tres unidades que constituyeron su única serie. Le siguieron los biplanos AE Bristol F.2B en 1930; el AE Dewoitine D-21, monoplano dotado de dos ametralladoras gemelas Vickers 7,65 montadas sobre el motor, de los que se hicieron 32 unidades en 1930; los triplaza AE C-1 de diseño nacional, el primero de los cuales voló el 28 de octubre de 1931 al comando del sargento ayudante José Honorio Rodríguez; el prototipo AE C-1 con techo deslizable y el AE C-s (AE.M.E.1) “Tenga Confianza” con motor Wright Whirlwind R-540, segundo proyecto de diseño nacional que llevó a cabo su vuelo inaugural el 18 de abril de 1932, también al comando del sargento Rodríguez. Le siguieron el monoplano AE T-1, primer avión de transporte construido en Sudamérica y el AE M.O.1, monoplano funcional biplaza de observación, diseñado y fabricado en el país, dotado de cabina descubierta en tándem, motor Wright Whirlwind R-760 ET radial de siete cilindros y 235 HP a 2000 rpm. a nivel del mar, y 195 HP a 1850 rpm., con hélice bipala Hamilton Standard de paso variable1. E

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Una variante del anterior fue el AE M.OE.1, del que se construyeron seis unidades luego de su vuelo de prueba el 25 de agosto de 1934 y a este le siguió el AE M.OE.2 de observación, cuyo diseño estaba basado en el anterior, del que en 1937 se hicieron catorce unidades. Otra aeronave que salió de la Fábrica Militar de Aviones fue el monoplano biplaza civil AE C-3 de diseño nacional, algunas de cuyas 16 unidades fueron equipadas con motores Armstrong Siddeley Genet Major de siete cilindros en estrella y 145 HP a 2090 rpm. al despegue y otras con el Warner Scarab de siete cilindros de 125 HP a 2050 rpm., ambos accionando una hélice bipala de madera (fue probado en vuelo el 27 de marzo de 1934 por el sargento Rodríguez). A ella le siguieron los bombarderos livianos AE M.B.1 y M.B.2 Bombi, totalmente diseñados y construidos en el país, que fueron probados por primera vez en vuelo el 9 de junio de 1935; el prototipo del avión sanitario AE M.S.1 dotado de cuatro camillas y un puesto sanitario destinado al médico; el AE C.3-G, monoplano de turismo de ala baja equipado con flaps, que voló el 21 de enero de 1936 al comando del teniente Pablo G. Passio2 y el prototipo AE C-4, variante del anterior, probado por Passio el 17 de octubre de 1936. En materia de motores, a partir de 1929, más precisamente en el mes de febrero, comenzó la elaboración en serie de los primeros FMA Lorraine Dietrich 12 W de 450 CV, unidades de gran potencia producidas bajo licencia francesa, primer y exitoso intento a nivel latinoamericano de construir motores; el Wright Cyclone R 1820 E-L de 620 CV al nivel del mar y a 1900 rpm radial, de 9 cilindros, enfriado por aire, que fue puesto en marcha el 5 de octubre de 1934 bajo licencia norteamericana, para dotar a los bombarderos Bombi y el Siemens Bramo (licencia alemana), a partir de 1938. Un paso más que significativo fue la construcción del Taller de Fundición en 1933, provisto de un horno cubilote y otro para fundición de aleaciones livianas, que entró en funcionamiento el 21 de agosto de ese año y que en 1948 pasó a llamarse Departamento de Metalúrgica. Las actividades en la FMA se desarrollaron a ritmo moderado hasta el 4 de junio de 1943 cuando se produjo el golpe de Estado del GOU. Los militares fascistas que integraban la logia, llegaban con ideas renovadoras y una de ellas era dar mayor impulso a la industria y la producción local de armamentos. Perón era secretario del ministro de Guerra cuando el 20 de octubre de 1943 el general Ramírez firmó el Decreto Nº 11.822 por el cual la FMA pasaba a denominarse Instituto Aerotécnico, designándose para dirigirlo a una figura que habría de desempeñar un papel preponderante en toda esta historia: el mayor de Artillería Juan Ignacio San Martín, perito aeronáutico egresado como ingeniero industrial del Real Instituto Politécnico de Turín en los años treinta. El ingeniero San Martín había nacido en la ciudad de Buenos Aires el 24 de agosto de 1904. Hijo de Francisco San Martín y María Eugenia Palette, hizo sus estudios primarios en la Escuela Nº 19 del barrio de Flores y los tres del ciclo básico en el Colegio Mariano Moreno de su ciudad natal. Convencido que su vocación eran las armas, comunicó a sus padres que deseaba incorporarse al Ejército y así, en 1921 ingresó como cadete en el Colegio Militar de la Nación de donde egresó cuatro años después como subteniente de artillería. Su primer destino fue el 2º Grupo de Artillería a Caballo de Campo de Mayo donde servía cuando el 24 de noviembre de 1927 contrajo matrimonio con Leonor Leiva Castro, con quien constituyó su familia. En 1928 se le encomendó la realización del Curso Superior en el Colegio Militar de la Nación de donde egresó en 1931 especializado en aerotécnica. Inmediatamente después se lo destinó a la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba donde se desempeñó hasta el mes de octubre cuando fue enviado junto a un equipo de oficiales para estudiar en el Real Instituto Politécnico de Turín, donde obtuvo el título de ingeniero industrial. De regreso en nuestro país, a fines de aquel año fue ascendido a teniente coronel, en 1934 obtuvo el título de ingeniero militar que le otorgó el Ejército y al año siguiente viajó nuevamente a Turín para hacer el doctorado en ingeniería aeronáutica en el mismo politécnico en el que había estudiado tres años antes3.

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San Martín se hallaba al frente del Instituto Aerotécnico cuando el 4 de febrero de 1945 el gobierno militar, a instancias de su ministro de Guerra, el general Perón, creó la Fuerza Aérea Argentina y le otorgó el grado de vicecomodoro, nombrándolo director de la Comisión de Adquisición de Materiales. Dos años después, en 1947, sería ascendido a brigadier del cuerpo técnico dentro del escalafón de ingenieros de aeronáutica y allí se encontraba cumpliendo funciones cuando el 4 de junio de 1946 Perón se hizo cargo del gobierno y al año siguiente le encomendó una misión especial. El vicecomodoro San Martín fue convocado a una reunión secreta en la Casa de Gobierno a la que también asistió el secretario de Aeronáutica, Brigadier César Ojeda. A puertas cerradas, el presidente de la Nación les habló de su proyecto de traer al país a técnicos y científicos de las naciones derrotadas en la Segunda Guerra Mundial para poner en práctica un ambicioso proyecto militar tendiente a alcanzar el dominio del continente. Con el pretexto de adquirir aviones de entrenamiento avanzado Daimler, San Martín y Ojeda debían viajar a Italia para ponerse en contacto con los mencionados científicos e iniciar inmediatamente las gestiones para sacarlos de Europa y llevarlos a su país. La misión se llevó a cabo con éxito. Como dice Ricardo Burzaco en Las Alas de Perón II, los emisarios argentinos se reunieron con autoridades y especialistas de las fábricas de aviones de la península y con ellos acordaron la compra de aeroplanos Fiat G-46 y G-55 equipados con motores Daimler para entrenamiento, a un precio relativamente bajo. Poco después contactaron al ingeniero Cesare Pallavecino, un noble romanonacido en 1893, que en tiempos de Mussolini había trabajado en las fábricas Breda y Caproni Cantieri y ejercido la docencia como profesor de Aerotécnica en Turín, acordando su traslado a la Argentina junto a su equipo de colaboradores. El primer paso estaba dado. Casi enseguida, ubicaron a varios técnicos polacos (Kulczycki, Krasinski y Pazcka) y a continuación movieron los hilos para hacer lo propio con los expertos alemanes que tanto le interesaban a Perón. Pallavecino llegó a Buenos Aires a fines de 1946 y poco después lo hicieron Angelo Miele, Mateo Abona y Placido Chicala, especialistas en estructuras y mecánica de fluidos quienes, de manera inmediata, se pusieron a trabajar en el diseño y construcción de un bimotor de combate. Un tiempo antes había hecho lo propio Emile Dewoitine, notable ingeniero francés sobre el que pesaba una condena de 20 años de prisión y trabajos forzados por haber colaborado con el gobierno de Vichy. Nacido en Crépy-en-Valois el 26 de septiembre de 1892, Dewoitine había hecho la tecnicatura en Electricidad en la Escuela Breguet, ingresando como técnico mecánico del ejército de su país en 1911. En aquellos años se especializó en mecánica aeronáutica y poco después se trasladó al norte de África donde llevó a cabo sus primeros vuelos en Argelia y Túnez. En 1914 Dewoitine fue movilizado y al año siguiente enviado al frente ruso, aportando sus conocimientos técnicos tanto en ese país como en Rumania, donde tuvo a su cargo la puesta en condiciones de los aviones Voisin y el montaje de una fábrica de aeroplanos en Sebastopol. Al estallar la revolución rusa, en 1917, fue repatriado y destinado a la fábrica Latécoère de Toulousse, para trabajar en la producción de aviones de reconocimiento biplaza Salmson 2-A-2.

Ing. Emile Dewoitine

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Finalizada la guerra, Dewoitine se desvinculó de la fábrica para la que trabajaba y fundó su propia empresa, Construcciones Aeronáuticas Emile Dewoitine que funcionó hasta 1927. Liquidada la firma, se radicó en Suiza, donde se desempeñó como técnico jerarquizado de la Fábrica Federal de Aviones de ese país y poco después abrió una nueva fábrica, donde inició la construcción de cazas monoplanos para la fuerza aérea gala. En 1936 parte de la Sociedad Aeronáutica Francesa de Dewoitine fue nacionalizada y la misma se hallaba en plena producción del D-500 y los trimotores D-332, D-333 y D-338, destinados a las colonias francesas del norte de África e Indochina cuando estalló la Segunda Guerra Mundial,. Tras la invasión alemana a Francia, Dewoitine se incorporó al régimen títere de Vichy, trabajando para Petain y su primer ministro René Laval, en la construcción del exitoso caza D-520, de magnífica performance y capacidad. De regreso nuevamente en la París ocupada por los alemanes, fue encargado por aquellos de poner en funcionamiento la Sociedad Industrial para la Aviación, compañía que tendría a su cargo la producción de aviones de entrenamiento y enlace para la Luftwaffe hasta la entrada de los ejércitos aliados en Francia y allí se encontraba cuando De Gaulle ordenó su fusilamiento. Dewoitine huyó hacia España donde trabajó un tiempo en su proyecto del D-520 para la fábrica Hispano-Aviación y en esas estaba cuando los delegados del gobierno argentino tomaron contacto con él a través del ingeniero Antonio Taravella. Por entonces, el Comando de la Fuerza Aérea Argentina se hallaba al mando del brigadier general Oscar Muratorio, quien se hallaba al frente de esa dependencia cuando el 9 de septiembre de 1947 Perón firmó el decreto Nº 27469 que creó el Comando en Jefe del arma. Cuando los primeros técnicos comenzaron a llegar al país, la Fábrica Militar de Aviones estaba formada por ocho plantas diferentes, a saberse la fábrica de aviones, la de motores a hélice, la de motores a reacción, la de instrumentos y equipos, la de paracaídas, la de hélices, la de accesorios y la de máquinas y herramientas para el área aeronáutica, a las que se agregarían en años posteriores, por iniciativa del bigadier general San Martín, cuatro más, una de automóviles, otra de tractores, una tercera de motocicletas y una cuarta de accesorios y herramientas para automotores, a lo que se debe agregar el Departamento de Metalurgia común a todo el complejo.

Kurt Tank Esa era la situación cuando Kurt Tank y su equipo de técnicos se instalaron en Villa del Lago, a solo un kilómetro y medio de Villa Carlos Paz, para ponerse a trabajar de manera inmediata. Detrás de este primer grupo llegó otro integrado por los doctores Kurt Roth de la Deimler-Benz; Otto Pabst, especialista en dinámica de gases; Carl Hans Plock, experto en logística y meteorología; Friedrich Wehrse, técnico en construcción; Friedrich Heinzelmann, experto en estática; los diseñadores Mittelhuber y Ban Semir; el modelista Paul Rothkegel, los teóricos Gotthold Mathias y Herbert Wolff; el Dr. Erwin Ruth, especialista aeronáutico, el ingeniero Rudolf Freyer, el austríaco Georg Naumann, hermano de Jürgen y el reconocido piloto Otto A. Behrens, ex director de pruebas de la Luftwaffe. Inmediatamente después llegó la familia de Tank junto con su secretaria Anne Parrau y el ingeniero Kurt Thalau, ex director de la fábrica Fiesler y padre del avión Storch. La familia de Naumann lo hizo a través de Francia, gracias a gestiones de Samuel Pomeranz quien también facilitó la llegada de los ingenieros Hans Eyting, Erhard Starke y Rudolf Schöffel quienes, como ya se ha dicho, escaparon desde Croacia hacia Salzburgo, a bordo de un jeep norteamericano y desde allí a Milán, munidos de documentación de la Cruz

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Roja Internacional. Después de un tiempo, los fugitivos abandonaron Milán y se dirigieron a Roma para esconderse en un convento desde donde se trasladaron al aeropuerto internacional de Fiumicino para abordar un avión argentino que los llevó a Buenos Aires. Ricardo Burzaco transcribe en Las Alas de Perón la lista del profesor Melzer, que Meding reproduce en su libro La ruta de los nazis, con los nombres de los científicos que viajaron a la Argentina para trabajar en el programa bélico de Perón. Fueron ellos: Max Auge, Wilhelm Banseimer, Friedrich Becker, Otto Egenolf, Werner Eick, Oswald Estel, Heinrich Evers, Hans Gerd Eyting, Karl Heinz Fechner, Rudolf Freyre, Max Fuchs, Horst Geisler, Herman, Greinel, Hans Gottschalk, Hans Haener, Erich Heine, Hilmer Hische, Walter Kahrs, Paul Klages, Wilkhelm Koch, Rudolf Ksoll, Hans Khur, Eirch Löllmann, Ernst Lukas, Manfred Melzer, Ludwig Mittelhuber, Karl Morghen, Karl Mügge, Heinrick Nölke, Otto Pabst, Karl Parsiegla, Karl Wagner, Gustav Plöger, Hans Joachim Puffert, Theodor Quast, Anton Rerichmann, Karl Luswig Sanders, Karl Schaaff, Rudolf Schmidt, Ulrich Schnaak, Herbert Schnabel, Ernst Schöttler, Hans Schubert, August Siebrecht, Ulrcih Stampa, Ernst Strauss, Karl Talau, Rudolf Voigtsberger, Karl Wedemeyer, Karl Nickel, Joachim Schreckenberg, Heinz Scheithauer, Brünemann, el Dr. Diedrichs, Gaby Weber, el profesor Georgi, el técnico austríaco Franz, el ingeniero italiano Ezio Lorenzelli, el diseñador naval ruso Olegario Milkhno y los especialistas en medicina aeronáutica, Harald J. A. Von Beckh y Heinz Diringshofen.

Reimar Horten Mientras los equipos de Pallavecino, Dewoitine y Tank se ponían a trabajar, llegó a la Argentina Reimar Horten, el famoso diseñador de planeadores, que había escapado de los aliados a través de Suiza provisto de pasaporte del Vaticano. En Roma tomó contacto con las autoridades argentinas y sabiendo del interés de Perón por los técnicos y proyectos alemanes, ofreció sus servicios para la causa justicialista. Llegó a Buenos Aires en un avión de Aerolíneas Argentinas y una vez allí mantuvo una entrevista con el brigadier San Martín quien, interesado por sus propuestas, se las llevó inmediatamente a Perón, para imponerlo de ellas. Se acordó entonces un encuentro entre el presidente argentino y el científico germano contratándose como traductora a una jovencita muy atractiva, hija de padres alemanes, Gisela Hilder, que a su vez era piloto de planeadores. El líder justicialista mostró interés por aquellas ideas y le encomendó a Horten que las pusiese en práctica. El gran diseñador, nacido en Bonn el 12 de marzo de 1915, se radicó en Córdoba, donde contrajo matrimonio con Gisela y se puso a trabajar en sus primeros planeadores. Por entonces, los hermanos Julius y Karl Heinrici (este último piloto de pruebas de la Messerschmith), se abocaban al desarrollo de bombas voladoras en la planta industrial que el Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas para la Defensa (IITDCA), había montado en Acassuso, partido de San Isidro, al norte de Buenos Aires, formando parte de un equipo de trabajo al que también pertenecían los ingenieros aeronáuticos Dieter y Goets Mandel, los doctores Paul

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Wagner, Ma arquard y Grroth, los inge enieros Erne est Louis Reiinhold Zscha ach, Armin Pelkhofer, P Ka arl Diederich h, Dostalek y K Kloss, el físic co matemáticco Enrique Cramer, C el in ngeniero austtríaco Roberrt Neumann, los doctoress Otto Karl Wa atz, Olegario o Mikhno y Francisco Ach hilles, el físicco Hellmuth Marc M Baylen, el técnico checoslovaco c o Walter Horsinka, los ingenieros pola acos Ricardo o Dyrgalla, C Czekalski, Sta awowiok, Ze ebrowski y Ko owalczewskii, p K Kohler, los doctores Ege er y Franz, los técnicos Hartmann, Pegel, Dietrich, Stainerr, el técnico proyectista Liebermann, Lorenz, Do orner, Kellerr, Plett, Lieb berwirth, Fischer, Dostalek, Waltz, Juan J E. Falbusch, y loss s y Scmidt, ju unto a la espo osa del primero. operarios Kleff, Wessels n marcha el gran proye ecto de Peró ón, tendiente e a alcanzarr la suprema acía política y militar de el Se ponía en hemisferio sur s y las gran ndes potencia as se preparraban para neutralizarlo.

Walter Hortten

Notas 1

En 1934 sse construye eron doce un nidades con las que el Ejército Arg gentino consstituyó el Grupo Nº 1 de e Observación n. 2 Se hizo una a sola preserie de tres un nidades. 3 El 31 de d diciembre fu ue ascendido o a capitán.. El 8 de diiciembre de 1948 fue elegido e gobe ernador de la a Provincia de e Córdoba, fu unciones que e lo obligaron a abandon nar su puesto o de directorr del Instituto o Aerotécnico o aunque conttinuó ligado a él en calid dad de superrvisor. El 31 de diciembrre de 1950 fu ue ascendido o a Brigadier Mayor y al año siguientte Perón lo designó min nistro de Ae eronáutica. Por P su inicia ativa fue crea ado el IAME E A s y Mecánica as del Estado o), empresa nacional desstinada a darr impulso a la producción n (Industrias Aeronáuticas local de auto omotores, mo otocicletas y tractores, de la que fue presidente.

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UN “ANSCHLUSS” EN LOS CONFINES DEL MUNDO El primer objetivo del flamante gobierno justicialista fue Chile, país en el que Perón había realizado tareas de espionaje en 1938 y al que habría pretendido invadir en 1944, según documentos secretos desclasificados a fines de los noventa por la aquella nación. La política expansiva argentina no era nueva. Había comenzado en los albores de su nacimiento y se había potenciado con la anexión de territorios paraguayos después de la Guerra de la Triple Alianza y la conquista del Desierto, al avanzar sobre las áreas despobladas de la antigua Capitanía o Reyno de Chile, que la nación trasandina exploraba e intentaba colonizar desde 1843, por haberles pertenecido desde los tiempos de la conquista.

La portada de la revista chilena "Que Pasa"es más que elocuente ("Que Pasa", 1997, Serie Los Archivos Secretos del FBI, Cap. V)

Como ya hemos dicho, Perón intentaba formar de un bloque antinorteamericano, dando cuerpo, en primer término, a lo que él llamaba el “Eje ABC”, una entidad integrada por Argentina, Brasil y Chile, que tendría a Buenos Aires como epicentro. “Esta política integracionista emprendida por el gobierno argentino estuvo destinada, en el contexto de una política exterior global sumamente activa, a tratar de superar las dificultades económico-financieras de nuestro país, creando mercados alternativos y estables para sus producciones, concepto extensible a todo el ámbito regional”1. Tratado el asunto a nivel gabinete, el Ministerio de Guerra manifestó su completo acuerdo con el plan pero prefirió que fuera la Cancillería la que se hiciera cargo de ponerlo en marcha, razón por la cual se hicieron estudios exhaustivos para analizar detenidamente la situación político-socio-económica de ambos países, al tiempo que se impartían instrucciones secretas a la embajada argentina en Santiago con el objeto mde que montase una la red de espionaje tendiente a derrocar al gobierno del presidente González Videla y colocar en su lugar a un régimen militar encabezado por su mayor aliado, el general Carlos Ibáñez del Campo, para muchos, una marioneta al servicio del presidente argentino. El régimen justicialista pensaba valerse de agentes infiltrados y elementos locales para poner en marcha una vigorosa campaña de propaganda pro-argentina financiados desde Buenos Aires, con el

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objeto de difundir su programa político y económico a través de órganos de prensa, emisiones radiales, conferencias, publicaciones, compromisos bilaterales y la organización de asociaciones e instituciones especiales, que bajo la fachada de la promoción cultural y el fomento de bilaterales, debían general el clima propicio para la absorción del país. Perón negó la existencia de esa campaña de durante un reportaje que le hizo en Buenos Aires el director del periódico “El Mercurio” de la capital chilena, pero la operación ya estaba en marcha cuando la nota salió publicada. La idea era anexar al país trasandino a la manera del “anschluss” austríaco de 1938 y lograr la tan ansiada salida al Pacífico que los argentinos añoraban desde los tiempos de Mitre y Roca. El primer paso fue la creación del ACHA, la Acción Chileno-Argentina que financiada desde Buenos Aires, dependía directamente de la embajada argentina en Santiago y tenía como principal prioridad infiltrar elementos en el ámbito político, cultural, intelectual y periodístico a efectos de corroer desde sus cimientos al gobierno trasandino y apoderarse lentamente del país. La presidía el diplomático chileno Conrado Ríos Gallardo, conocido simpatizante peronista y la integraban elementos proclives al régimen argentino, entre ellos Guillermo Izquierdo Araya y Francisco Javier Lira Merino, militantes nacionalistas partidarios de la instauración de un régimen militar. En ese sentido, Izquierdo Araya provenía de sectores ultras que en febrero de 1945 habían fundados la logia “Los Cóndores”, que buscaba entablar alianzas con agrupaciones similares de todo el continente y el segundo era diputado nacional, dirigente del sector agrario y del partido laborista que simpatizaba con Ibáñez del Campo2. Lo sugestivo del caso Izquierdo Araya era que, como becario de la Comisión Nacional de Cultura Argentina, había viajado a Buenos Aires para estrechar relación con los más importantes dirigentes del gobierno justicialista, convirtiéndose en un partidario acérrimo de la figura de Perón, tanto, que de regreso en su país escribiría: “Ningún estímulo pudo ser mayor para mí que las atenciones y las deferencias que me permitieron conocer de cerca al hombre más grande del momento en nuestra América hispana…”, y refiriéndose al líder justicialista “…Mi viaje a la Argentina y mi prolongada permanencia en el país me proporcionaron dos provechos valiosísimos: por una parte, empaparme en el ambiente revolucionario del pueblo argentino, conocer de cerca y por observación directa toda la obra trascendental que realiza la revolución peronista; y por otra, conocer también, personalmente al líder que ha sabido dirigir y encauzar tan sabiamente tamaña empresa histórica. Me traigo de Argentina estas dos satisfacciones, que son también dos experiencias, con la esperanza de que algún día puedan ser útiles a mi patria”3. La elección de Izquierdo Araya como senador nacional puede considerarse como el primer paso de la campaña de penetración peronista en Chile ya que desde su banca se convertiría en uno de los principales difusores de su doctrina en aquel país. Todo aquel movimiento llamó la atención del gobierno y despertó sospechas en vastos sectores del espectro político local, especialmente la izquierda y los grupos nacionalistas, que de manera inmediata comenzaron a denunciar lo que estaba aconteciendo. Los planes de Perón para anexar Chile quedaron al descubierto entre 1996 y 1997 cuando la CIA y el FBI desclasificaron documentos que sacaron a la luz una red conspirativa destinada a fomentar desestabilizar a la nación y provocar el alzamiento de sus fuerzas armadas con el apoyo de agrupaciones civiles partidarias del general Ibáñez del Campo y simpatizantes de la causa justicialista, que en aquellos tiempos los había y mucho. En octubre de 1997, con motivo de cumplirse el medio siglo de la intentona peronista, la revista chilena “Qué Pasa” publicó una serie de artículos especiales que incluían la información desclasificada por el FBI y la CIA, titulada "Los Planes de Perón para Dominar Chile. Los Archivos Secretos del FBI Sobre Chile", Capítulo V. Esos planes databan desde el advenimiento del GOU, el 4 de junio de 1943 y prueba de ello es que solo dieciséis días después de la asonada que derrocó al gobierno del Dr. Ramón S. Castillo, en Buenos Aires, el embajador norteamericano en Chile, Claude Bowers envió al presidente de su país un mensaje secreto en el que advertía que "...los planes de Perón contemplan la incorporación de Uruguay, Chile, Paraguay y Bolivia. Por razones geográficas, Chile está en mayor peligro y bajo amenaza. No

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posee aviones de guerra para poder defenderse y la ciudad de Santiago podría ser bombardeada con facilidad desde Mendoza, pues Argentina tiene desde 1938 una gran cantidad de aviones bombarderos". El secretario de Estado norteamericano, Cordell Hull hizo lo propio en un telegrama de alerta dirigido a las autoridades chilenas, a través de su embajada en Santiago: “Fui informado por el agregado legal de La Paz que había recibido un informe del FBI señalando lo siguiente: 'Rumores en Bolivia sobre una revolución similar que ocurrirá dentro de dos semanas en Chile...’”. Era tal la gravedad de la situación, que en medio de la guerra, el presidente Roosevelt mantuvo con su gabinete una serie de reuniones secretas con con el objeto de analizar la posición argentina y la amenaza que esta representaba para las nacionas aliadas en América del Sur. De resultas de las mismas, el primer mandatario norteamericano elevó un memorando fechado el 12 de enero de 1944, en el que advertía sobre una posible intervención armada contra la nación del sur. Durante los últimos dos o tres días he sostenido varias conversaciones respecto de la Argentina, Bolivia y sus vecinos, que me han inquietado. […] Creo que la conspiración está más generalizada de lo que la gente piensa; que tiene ramificaciones en Paraguay, y que mucho trabajo preliminar se ha realizado en Uruguay, Chile y Perú. Por ende, estoy totalmente de acuerdo en que esta evolución debe cortarse de raíz, y en que deberíamos proceder duramente con la Argentina. Al mismo tiempo, creo que es esencial que nos movamos inmediatamente para fortalecer al Brasil. Esto debe cubrir armas y municiones norteamericanas […] como para darle una fuerza de combate efectiva cerca de la frontera argentina, del orden de dos o tres regimientos motorizados4. A comienzos del mes de junio de 1944 el gobierno norteamericano decretó el embargo para la Argentina bloqueando casi toda la actividad comercial, tal como lo evidencia el telegrama del embajador Bowers al Departamento de Estado fechado el 4 de ese mes, al cumplirse el primer aniversario del golpe militar que entronizó a Perón y el GOU: se evitaba todo proyecto de desarrollo con el gobierno de Buenos Aires, se dejaba de exportar equipo y material para la producción de productos petroleros, perforaciones y trabajos de yacimiento, se cortaba todo tipo de abastecimiento para la industria petrolífera, se prohibía la exportación de vehículos automotores, locomotoras y material rodante, se prohibían la venta de armas y las exportaciones para las Fuerzas Armadas Argentinas y materiales para la fabricación de armas en ese país y la exportación de pantallas de bronce fosforoso para la producción de papel de diario. Fueron los años de la escacez de combustible y neumáticos que forzaron a limitar el tránsito de vehículos automotores en todo el ámbito nacional. El 20 de junio de 1944, Bowers escribió a Roosevelt, con carácter de urgencia, advirtiendo que la capital chilena corría peligro de ser bombardeada desde Mendoza y que una red secreta de espías e instigadores infiltrados en las Fuerzas Armadas de Chile, trabajaba activamente para desestabilizar al gobierno. La situación se tornó tan compleja que el canciller chileno Joaquín Fernández Fernández, pidió al titular del Departamento de Estado ayuda militar para contrarrestar la invasión argentina ni bien esta se produjera. Por otra parte, un informe del agregado naval de los Estados Unidos en Santiago, fechado el 5 de agosto de ese año, daba cuenta que elementos entreguistas del gobierno chileno habían ofrecido a la Argentina fallos favorables en materia limítrofe e incluso la soberanía de la isla Nueva, en el Canal de Beagle, a cambio del retiro de las tropas argentinas de la frontera próxima al Estrecho de Magallanes y de la renuncia de Buenos Aires a sus pretensiones sobre el Canal de Beagle. Toda la región se puso en estado de alerta, más cuando, al año siguiente, Bowers, envió al presidente Roosvelt el siguiente mensaje, fechado el 20 de junio de 1944. "...Argentina está impetuosamente preparándose para la guerra. De eso no hay duda, porque la afirmación ha sido hecha en conversaciones entre seguidores de Perón y la gente en el poder en Argentina... ansían la dominación del continente desde ese país". Menos de dos meses después, el 12 de agosto, el mismo Bowers escribió a su presidente una segunda misiva en la que decía: “Recientemente traté el tema con autoridades del gobierno chileno en cuanto a si podían contar con nuestro apoyo en caso de que Chile fuese atacado por el actual régimen argentino. Le dije a Fernández que en caso de hacer la petición, Chile podría contar con nosotros”5. Por entonces, la Argentina había desplegado sus tropas, las mismas que pocos días antes habían desfilado en Buenos Aires, a lo largo de la frontera, a la altura de la provincia de Mendoza e inició la construcción caminos, barracas y puestos de observación en lo que Cordell Hull denominó en un informe confidencial

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elaborado a mediados de 1944 una "… técnica de ofrecer simultáneamente amistad y agresión militar […] un método clásico de los regímenes totalitarios, no sin efectos". El desencadenante de aquella suerte de paranoia que tanto inquietaba a Estados Unidos y las naciones del hemisferio fueron las palabras que Perón pronunció durante un acto que se llevó a cabo en la sede del 1er Cuerpo de Ejército, con motivo de un nuevo aniversario del golpe del 43 y que el Departamento de Estado archivó bajo estricto secreto. "Existen dos posibles soluciones: o se llega a un acuerdo para que (Chile) le entregue acceso al Pacífico a Argentina, o que continúen separados, y se preparan para una eventual guerra para asegurarse los fines necesarios". En 1944 Chile vivió la amenaza argentina de cerca, tal como lo revelan los archivos desclasificados por el FBI y la CIA, dados a conocer en 1997, que han puesto al descubierto el plan de ataque justicialista sobre la zona de Magallanes. El mismo consistía en fomentar un golpe de Estado de corte nacionalista que derribara al gobierno pro-aliado del presidente Ríos y entronizara una junta militar que como primera medida, debía reanudar las relaciones diplomáticas con Alemania e Italia, bajo la férula del gobierno pro-Eje de Buenos Aires. La idea era clara, tomar primero Punta Arenas y Puerto Natales para subir desde allí hacia el norte y capturar, una a una, las principales poblaciones hasta Santiago, todo ello en apoyo de del movimiento golpista, que, una vez en el poder, ordenaría la apertura de las fronteras y se pronunciarían por la incorporación al país vecino. Perón puso en marcha la operación tendiente a fomentar el caos interno y la confusión en Chile, aprovechando la fascinación que su figura ejercía sobre militares y civiles de ese país, a través de infiltrados argentinos y elementos locales vinculados al GOU. Esos agentes tenían por misión establecer vínculos directos con las cabezas del alzamiento, aún sabiendo que Estados Unidos estaba al tanto de la maniobra y que Perón era el ideólogo, inspirador y hombre fuerte del régimen militar pese a que Ramírez fuese el presidente nominal de la república platense. Puesto en marcha el complot, Perón lanzaría la invasión, ordenando a sus fuerzas en Santa Cruz apoderarse de Punta Arenas y Puerto Natales y a las estacionadas en Mendoza hacer lo propio con Santiago y Valparaíso. El presidente Ríos tuvo la suficiente presencia de ánimo como para no ceder al temor apoyado en el Congreso y los partidos de centro e izquierda, además de elementos nacionalistas de fuerte sentimiento antiargentino. La fecha del golpe había sido programada para la noche del 14 al 15 de febrero de 1944 pero debió ser postergada por desacuerdos internos. Eso, sin embargo, lejos de entorpecer los planes de Perón los había beneficiado porque ese impasse le permitió derrocar en su país al general Ramírez y colocar en su lugar a Edelmiro J. Farrell, y alcanzar el Ministerio de Guerra primero y la vicepresidencia después, cargos que ejerció simultáneamente con el de secretario de Trabajo y Previsión. Las presiones de Estados Unidos y su influencia sobre las débiles naciones latinoamericanas, lograron contener aquella primera intentona de la escalada militarista argentina en Chile, y obtener la ruptura de Buenos Aires con el Eje a solo semanas de su caída. Sin embargo, lejos de lo que los incautos suponían, Perón, no se había amilanado y mucho menos, dado por vencido. Como asegura la Corporación de Defensa de la Soberanía: Chile estuvo, así, al borde de una invasión militar argentina durante varios días de 1944, especialmente entre los meses de junio a agosto, lo que hubiese significado un completo desastre, de proporciones inmedibles, pues se recordará que por aquellos años el país vivía una gravísima crisis de abastecimiento militar, que lo 6 dejaba virtualmente expuesto a cualquier agresión extranjera . Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, los recelos hacia Perón y su política exterior crecieron hasta tal punto, que los estibadores del puerto de Lota, ubicado a pocos kilómetros al sur de Concepción, se negaron a cargar carbón en barcos de bandera argentina, lo que para el gobierno de Chile significó un grave problema económico sobre todo en materia de suministros porque el país dependía de su vecino en materia de

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alimentos. A eso, precisamente, se refirió el ministro de Economía y Comercio, Alejandro Tinsly, al dirigirse a los trabajadores portuarios y como no se llegó a un acuerdo, las autoridades ordenaron a las tripulaciones de los buques de guerra realizar el trabajo, solucionando de ese modo, parte del inconveniente. El astuto militar argentino tenía un “Plan B” para la ocasión y así fue que, sabiendo perfectamente que en aquellos días, la nación trasandina atravesaba una severa crisis financiera motivada por la baja del valor del cobre y su dependencia de las importaciones de grano, carne y alimentos argentinos, se dispuso a utilizar ambas cosas como elemento de presión al tiempo que inducía a los elementos pro-justicialistas de las fuerzas armadas chilenas para que iniciaran acciones tendientes a derrocar al presidente Gabriel González Videla. En conocimiento de la situación, Perón ideó el mecanismo del tratado comercial, a través del cual ofrecería una fuerte ayuda financiera a fin de desarrollar en Chile la producción de materias primas que apuntalaran las nuevas industrias argentinas, asegurando, a la vez, la obtención de medios de pago para los productos argentinos y la posibilidad de financiar su desequilibrio comercial por un tiempo. El tratado fue firmado en forma preliminar en Buenos Aires el 13 de diciembre de 1946, poco después de la asunción a la presidencia chilena del radical Gabriel González Videla. Establecía un régimen de unión aduanera, declarando libres de derechos de importación -con alguna excepción- a los productos originarios de cada país. Ambas partes se obligaban a atenderse preferentemente sus necesidades con sus saldos exportables, ventajas que quedaban excluidas de las cláusulas de nación más favorecida. La Argentina, a través del IAPI, otorgaba a Chile un descubierto de 100 millones de pesos para cubrir el saldo desfavorable de su balanza comercial. Se estipulaba también que el IAPI realizaría una inversión de 300 millones de pesos en Chile para desarrollar nuevas actividades económicas a fin de intensificar la exportación de productos originarios a la Argentina. A tal efecto se constituiría en Chile una sociedad financiera integrada por el IAPI y la Corporación de Fomento de Chile, que podría adquirir hasta la totalidad de la producción no destinada al consumo interno y exportarla a la Argentina. Se pactaba además un empréstito externo de 300 millones de pesos, emitido por el gobierno chileno en Buenos Aires, que se aplicaría a un plan de obras públicas en Chile. En todas las compras chilenas a la Argentina intervendría el IAPI. Se establecía recíprocamente el libre tránsito de productos hacia terceros países y se otorgaban zonas francas durante 30 años7. Hubo una fuerte oposición en el Congreso chileno, más cuando el Partido Comunista anunció su coincidencia con muchas de las propuestas del justicialismo, cosa que ni el mismo Perón esperaba. Pero, ni lerdo ni perezoso, el líder justicialista se dispuso a sacar provecho de eso también. Los conservadores denunciaron los acuerdos bilaterales como extremadamente exigentes para Chile, declarando que los mismos eran la forma y los medios a través de los cuales la Argentina estaba sometiendo al país, más cuando el IAPI (Instituto chileno a su antojo. Los liberales, por su parte, expresaron sus dudas y sometieron todo acuerdo económico con sus vecinos a una serie de condiciones al tiempo que los socialistas se opusieron tenazmente porque para ellos, el gobierno justicialista era un régimen totalitario de corte fascista que pretendía expandirse por el continente para someter a las naciones que lo conformaban. Chile, según ellos, cambiaba una dependencia por otra. Al mismo tiempo, Washington advertía a través de los medios de información sobre los verdaderos alcances de ese tratado al que comparaba con el “anschluss” de Austria con la Alemania nazi, denunciando al mismo tiempo que Chile se había puesto de rodillas ante las amenazas de presión económica que le había impuesto la Argentina. Así lo afirmaron contundentemente el “New York Times” y el “Evening Star”, que sostenía sin ambages “…que la Argentina estaba recurriendo a tácticas imperialistas con los países vecinos y que trataba 8 de formar un bloque de naciones adverso e Estados Unidos” . El tratado no llegó a firmarse gracias a las presiones del departamento de Estado norteamericano pero eso no preocupó a Perón quien, como ya hemos dicho, barajaba planes alternativos para el caso de que algo fallase. El líder justicialista sabía que la situación económica se agravaría al otro lado de la cordillera y eso generaría una crisis social de proporciones que González Videla no podría evitar porque no estaba recibiendo la ayuda norteamericana que esperaba. Hay quienes critican la política de Perón argumentando que, al cabo de dos años, sus reservas se agotarían y eso le impediría hacer frente a sus compromisos pero se olvidan de que la parte central de aquel programa consistía en hacer crecer esas reservas a costa de la riqueza de los países vecinos.

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A fines de 1947 González Videla debió declarar la cesación de pagos al sector público y eso generó una severa crisis que se manifestó en huelgas generales, actos de sabotaje y severos planteamientos por parte del sector trabajador. En abril del año siguiente las manifestaciones violentas se hicieron frecuentes y alcanzaron su pico en mayo, obligando al presidente a declarar en estado de emergencia al total de sus plantas eléctricas y de agua, las que debieron ser puestas bajo custodia de las fuerzas armadas. El gobierno no tuvo más remedio que proscribir al comunismo y agachar la cabeza frente a los Estados Unidos. Era lo que Perón estaba esperando.

Perón habla a la multitud Para empeorar la situación y enrarecer la atmósfera del vecino país, los argentinos iniciaron la construcción de una considerable línea de puestos fronterizos, pistas de aterrizaje provisorias y carreteras a lo largo de la frontera, la principal de ellas, la Ruta Nacional Nº 40 que se extiende paralela a la Cordillera de los Andes desde Río Gallegos, hasta el límite con Bolivia, en Jujuy, pasando por Río Turbio, El Calafate, Gobernador Gregores, Perito Moreno (provincia de Santa Cruz), Río Mayo, Tecka, Esquel (provincia de Chubut), El Bolsón, Bariloche (provincia de Río Negro), Villa La Angostura, San Martín de los Andes, Junín de los Andes, Zapala, Chos Malal (provincia de Neuquén), Malargüe, San Rafael, Tunuyán, Mendoza (provincia de Mendoza), San Juan (provincia de San Juan), Chilecito (provincia de La Rioja), Belén, Hualfín, Santa María, Fuerte Quemado, la Punta de Balasto (provincia de Catamarca), Colalao del Valle (provincia de Tucumán), Cafayate, San Carlos, Payogasta, La Poma, San Antonio de los Cobres (provincia de Salta), Tres Morros, Susques, Coranzuli, Mina Pirquitas, Orosmayo, Tiomayo, La Quiaca y la frontera boliviana (provincia de Jujuy), una impresionante cinta asfáltica que recorría casi 5000 kilómetros, sin contar sus accesos laterales y caminos alternativos ideal para el desplazamiento de tropas, armamento y equipo. Por otra parte, en el mes de septiembre se realizó en pleno Buenos Aires una gran exposición aeronáutica con aviones sobre la superficie y stands industriales en las playas de estacionamiento subterráneas, que sirvió para mostrar al mundo, en especial a sus débiles vecinos, el potencial argentino, su poderío aéreo y militar, sus avances tecnológicos y su capacidad científica al tiempo que las tres ramas de las Fuerzas Armadas llevaban a cabo importantes maniobras. Astuto y buen conocedor de la mentalidad simplista del chileno, Perón logró convencer al Presidente Gabriel González Videla de restaurar el sistema de "cordillera libre" que había imperado entre ambas naciones entre 1856 y 1866. Mientras, secretamente movilizaba a sus fuerzas del GOU para establecer nuevos reclutas

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entre los militares descontentos con La Moneda. El tratado de apertura comercial de fronteras fue firmado el 9 13 de diciembre de 1946 por el Enviado Extraordinario Jaime Larraín García-Moreno . Deslumbrada por la fuerte y extrovertida personalidad del presidente argentino, buena parte de la clase política chilena apoyó la iniciativa justicialista de unión con la vecina república platense. Pero hubo algunos que pusieron el grito en el cielo y salieron desesperados en busca de apoyo norteamericano, entre ellos el general de División Ramón Cañas Montalva, supuesto estratega y experto en geopolítica, que comenzó a mover cielo y tierra para advertir a su pueblo y a su clase dirigente sobre la amenaza que se cernía sobre ellos. Ya lo había hecho en 1944 cuando los preparativos del golpe contra Juan Antonio Ríos, y volvía a hacerlo ahora, elevando un completo informe a su presidente, con copia al embajador norteamericano, fechado el 27 de julio de 1947. Decía en el mismo: La frontera abierta sólo dejará de ser un peligro cuando la franquicia corresponda a naciones o zonas perfectamente equilibradas por su potencial. Nuestras concesiones no pueden prestarse a incrementar nada que favorezca en mayor proporción el crecimiento de la Patagonia actualmente argentina, sin antes asegurar la nacionalidad, vitalidad y progreso de provincias como Chiloé, Aysén, Magallanes y Territorio ChileAntártico, desarrollo que debe buscarse en preferencia en directa relación con el resto del país y la política del Pacífico. Si ha sido la "hermandad" el espíritu que ha orientado a la Argentina en estos últimos propósitos al parecer progresistas, ¿a qué obedece la etapa de "extrema militarización" operada en Patagonia, con anterioridad a la de la "frontera o cordillera libre" que ahora, a renglón seguido, propicia?10. El informe despejó cualquier duda que el presidente González Videla pudiese albergar y desbarató el acuerdo de “cordillera libre” con el que Perón pensaba controlar la economía y la vida chilena en general, generando reacciones del otro lado de la cordillera. No tardaron los incautos chilenos en caer en la cuenta de que Perón tenía nuevos planes con respecto a ellos y que volvía a las andadas. En septiembre de 1948, Miguel Serrano Fernández, columnista del diario "El Trabajo", órgano y voz del nacionalismo local, reveló la gestación de un golpe militar, encabezado por el general Carlos Ibáñez del Campo, destinado a derrocar a González Videla. Medio siglo después, Serrano se referiría a estos hechos en sus Memorias de Él y Yo (1997) revelando que ante tan grave situación, solicitó una reunión urgente con González Videla para ponerlo al tanto de lo que ocurría, aunque cometiendo una falta garrafal: no conocía los nombres de los conjurados porque no deseaba delatar a nadie, algo insólito si se tiene en cuenta que había solicitado audiencia con el primer mandatario para alertarlo sobre un alzamiento detrás del cual se hallaba la garra de un poder extranjero. Sin pérdida de tiempo, González Videla pasó la información al almirante Inmanuel Holger, ministro de Interior y al Dr. Guillermo Barrios, titular de la cartera de Defensa, quienes pusieron en estado de alerta a la flota y a todas las guarniciones militares. Así estaban las cosas cuando en el mes de octubre el coronel Carlos Mezzano, director de la Escuela de Infantería, informó a sus superiores que elementos se su unidad planificaban en secreto un alzamiento y que, al parecer, mantenían estrechos vínculos con otras dependencias castrenses. Se le ordenó adoptar los recaudos necesarios y éste dispuso infiltrar a uno de sus cuadros para hacer espionaje dentro de la célula. Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores chileno, Germán Riesco, citó una mañana al embajador argentino para hacerle saber que su gobierno consideraba que la Argentina estaba implicada en el golpe y que existía mucho malestar por su intervención en la política interna del país. Al mismo tiempo, la prensa, puso énfasis en la analogía de métodos que existía en las asonadas militares de Perú, Paraguay y Bolivia, sobre sus procedimientos antidemocráticos y su postura de enfrentamiento con los Estados Unidos y advertía que, al parecer, en Chile estaba ocurriendo lo mismo. Por su parte, voceros del socialismo señalaron con énfasis que agentes encubiertos cercanos al justicialismo, entre ellos militares, diplomáticos y dirigentes sindicales argentinos, trabajaban activamente en favor de las intervenciones militares, y la destitución de los regímenes democráticos en América Latina, para reemplazarlos por otros de ultraderecha, dóciles a la voluntad de Perón. El gobierno chileno comisionó al fiscal militar de Santiago, teniente coronel José Nogués Larraín, para que investigase los hechos denunciados, tarea a la que este se abocó de lleno. De ese modo y con mucho esfuerzo, se pudo desbaratar una extensa red de espionaje que tuvo como cabeza al coronel de Aviación (R) Ramón Vergara Montero y a miembros de la logia "La Montaña", conformada por militares y civiles partidarios

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de la causa argentina, a integrantes de la agrupación peronista Acción Chilena Argentina ACHA, a suboficiales de la Escuela de Infantería, de la Escuela de Unidades Motorizadas de la Escuela de Aviación y a elementos nacionalistas de diversa extracción quienes solían reunirse semanalmente en casa de la suegra del general Ibáñez del Campo, sobre la Av. República y en restaurantes de San Bernardo para confabular mientras ordenaban un plato tradicional de la región a base de patas de cerdo cocidas, de ahí del mote "Patitas de Chancho", que recibió la conjura. También se supo que oficiales del Ejército y la Fuerza Aérea se habían sumado a la intentona, que su intención era rodear con tanques y capturar al presidente constitucional mientras aviones de combate sobrevolaban el edificio. En una palabra, un movimiento idéntico al que llevaría a cabo Pinochet un cuarto de siglo después. En un principio, se habló de mantener a González Videla al frente del gobierno pero la idea fue desechada porque la consigna era colocar en el poder a Carlos Ibáñez del Campo, que era lo que Perón quería. Para cuando Serrano había denunciado ante el Primer Mandatario las intenciones de esta nueva generación de conspiradores, éstos ya tenían urdida la mayor parte del plan golpista, por lo que la advertencia no pudo caer en mejor momento para el Gobierno. Algo asombroso y, en cierta forma, culpable de las olas de especulaciones que rodearon este caso, lo representaría la extraordinaria sorpresa de que los hilos que íntimamente había movido esta maraña de sediciones y ambiciones, eran conducidos por algún misterioso y lejano titiritero desde la República Argentina, como quedó demostrado con las investigaciones. De esta manera, las intenciones de Perón para con Chile volvían a quedar al descubierto en un nuevo escándalo internacional. La huella más gruesa conducía por la masonería y la camaradería militar hacia Buenos Aires muy similar a los vínculos logrados por el GOU pocos años antes, pero se perdía súbitamente en el camino11. Respecto a la presencia argentina detrás del movimiento, el auditor de Guerra que entendió en la causa manifestó años después: Acerca de la intervención extranjera en el movimiento, cabe advertir que es muy difícil, por no decir imposible, delimitar hasta dónde llegó; aun más, no se puede precisar si se efectuó o no una acción directa, pero la actuación de diversas personas, algunas de las cuales ocupaban en su nación cargos de importancia, no permitió dudar que esta influencia realmente existió12. En la página de la Corporación de Defensa de la Soberanía de Chile, podemos leer que la sentencia del proceso hace referencia al Informe de fojas 584 del Comando en Jefe del Ejército, recordando casi literalmente los puntos del “Manifiesto” de Perón y del GOU, unos años antes (los destacados son de la Corporación de Defensa de la soberanía de Chile): ...permiten a este Comando en Jefe sostener su convicción en cuanto a que existen influencias de tal naturaleza -por supuesto difíciles de evidenciar en forma inobjetable, toda vez que estarían encomendadas a personas de excepcional inteligencia-, que denotaría EL RASTRO DE ELEMENTOS AJENOS A LA NACIONALIDAD CHILENA, en los sucesos que investiga el señor Fiscal. Esta convicción se basa, fundamentalmente, en el conocimiento de los PROPÓSITOS DE HEGEMONÍA POLÍTICA Y ECONÓMICA SOBRE SUDAMÉRICA de ciertos grupos ideológicos cuya pública e insistente exteriorización tiene, a su juicio, todo el carácter de una amenaza13. Un informe del general de Carabineros Manuel Alvear Figueroa en fojas 565, que corrió por aquellos días, daba cuenta que el cónsul argentino en Concepción, Luis Zervino, le habría dicho: “...que se había impuesto que había en Chile un movimiento revolucionario militar para derrocar al actual Presidente el que él estimaba inepto para tan alto cargo, que esta situación no podía durar mucho y que yo como un jefe de culto y patriota 14 debería interesarme por tomar parte en este movimiento que sería la salvación de Chile” . Por otra parte, en fojas 891 a 910 del sumario elevado oportunamente, se deja constancia que el cónsul argentino en Santiago, Roberto Bruñi, llegó a arengar a la oficialidad durante una reunión de homenaje a un miembro del Club de Carabineros que tuvo lugar el 29 de octubre de aquel año, manifestando: ...lamento que Uds. no puedan contar también con un Perón, ya que la mal encaminada política de González Videla, no permite a este país el desarrollo de una verdadera democracia, como en la República Argentina15.

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De acuerdo a lo manifestado por Serrano (fojas 511), poco antes de la intentona militar, un conocido dirigente nacionalista argentino Emilio Gutiérrez Herreros, realizó una sugestiva gira política por Chile, acompañado por el diplomático Roberto T. Massa para hablar de la necesidad de “una revolución nacionalista de tipo violento”, injerencia que denunció en su momento el periódico "El Trabajo", de Santiago, edición adosada al legajo en fojas 880. La fuga hacia la Argentina de uno de los implicados en el complot, Enrique Cox Chávez, quien atravesó presurosamente la cordillera a la altura de Curicó en dirección a Cuyo fue una de las pruebas más claras de la intervención militar argentina tras en el golpe. El Servicio de Investigaciones de Chile, pudo establecer que un vehículo del Ejército argentino esperaba al procesado al otro lado de la frontera y que el mismo lo condujo hasta Mendoza, desde donde siguió rumbo a Buenos Aires con recursos proporcionados por sus mentores, prueba que también fue adjuntada al legajo de la investigación16. Perón, mientras tanto, se mantuvo expectante. No tardaría mucho en volver a las andadas.

Notas Marisol Saavedra. “Peronismo y Antiperonismo en Chile y Brasil”, Revista “Todo es Historia”, N° 369, abril de 1998. Bs. As., p.10. 2 Ídem, p. 13. 3 Ídem, p. 14. 4 Gary Frank, Struggle for hegemony: Argentina, Brazil and the Second World War, Miami: Center for Advanced Studies, University of Miami, 1979. El memorando de Roosevelt se encuentra en los Archivos Nacionales de los Estados Unidos, NARA, RG 165, OPD 336 Brazil (section III, case 52-73). Revista "Que Pasa", Capítulo V: "Los planes de Perón para dominar Chile", Santiago de Chile, 1997. 5 Comentarios vertidos en un informe confidencial emitido por el Secretario de Estado Norteamericano, Cordell Hull, a la Casa Blanca, a mediados de 1944. 6 Corporación de Defensa de la Soberanía, Santiago de Chile, “El General Juan Domingo Perón, el Grupo de Oficiales Unidos y los Planes Argentinos para Invadir Chile en 1944 y 1952” (www.soberaniachile.cl). 7 Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, “La política regional del peronismo” (www.argentina-rree.com). 8 Ídem. 9 Corporación de Defensa de la Soberanía, op. cit. 10 Ídem. 11 Ídem. 12 Ídem. 13 Ídem. 14 Ídem. 15 Ídem. 1

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SE PONE EN MARCHA EL PROGRAMA AERONÁUTICO DE PERÓN

Mientras Perón movía los hilos de la política continental con la clara intención de expandir su ideología, sus científicos trabajaban activamente en un vasto programa militar, incrementando los temores de las naciones de la región y poniendo en estado de alerta a las potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial que ahora sí veían como aquella latente amenaza comenzaba a tomar cuerpo en el extremo sur de América. El líder justicialista sabía que el tiempo le jugaba en contra porque a media que transcurría, el Departamento de Estado norteamericano aceleraba su contraofensiva tendiente a neutralizar su poder y, si era posible, eliminarlo de la faz de la Tierra. La pregunta que muchos se hacían entonces, y se siguen haciendo al día de hoy es saber los motivos por los que Perón se estaba armando. Y la respuesta no parece ser otra que, al ver agotadas sus instancias diplomáticas para proyectar su poder sobre América, estaba decidido a utilizar la fuerza. Por esa razón, a partir de 1947 comenzó a hablarse con mayor insistencia de que la Argentina iba a lanzar un ataque sobre las naciones vecinas. Entre enero y abril de 1947 Buenos Aires emprendió una campaña antártica de envergadura, enviando al continente blanco una flota de seis unidades al mando del capitán de fragata Luis M. García, formada por los transportes ARA “Patagonia”, que llevaba a bordo al avión Walrus matrícula 2-0-24 y ARA “Chaco”, el buquetanque ARA “Ministro Ezcurra” (al comando del capitán de corbeta Carlos A. Viñuales), los patrulleros ARA “King” y ARA “Murature”, el rastreador ARA “Granville” y el ballenero “Don Samuel”. Durante la misma, fueron inaugurados el Faro Patagonia, en la isla Doumer del archipiélago Palmer, al oeste de la Península Antártica (8 de marzo) y el Destacamento Naval Melchior1 (21 de marzo), con su correspondiente observatorio meteorológico (31 de marzo), sobre la isla Observatorio del archipiélago Melchior, instalaciones que quedaron al mando del teniente de fragata Juan Nadaud de la Aviación Naval. Dos meses después llegaron al Canal de Drake los rastreadores ARA “Fournier”, ARA “Robinson”, ARA “Spiro” y ARA “Bouchard” y entre noviembre y diciembre hizo lo propio con el ARA “Grandville”.

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El 13 de diciembre un Douglas C-54 de la Armada, al comando del contraalmirante Gregorio Portillo y el capitán de corbeta Gregorio Lloret, que partió de la Base Comandante Luis Piedrabuena, en la provincia de Santa Cruz, atravesó el Círculo Polar Antártico y regresó a su base después de un vuelo de 15 horas sin escalas. Estados Unidos y Gran Bretaña siguieron atentamente esas maniobras que representaban un considerable avance argentino en el continente antártico y marcaban una fuerte presencia en el Atlántico Sur. Y esas preocupaciones se acentuarían al año siguiente, cuando entre los meses de diciembre de 1947 y enero del 1948, la Armada Argentina llevó esas maniobras a aguas cercanas a las islas Malvinas. Participaron de esas mismas los patrulleros ARA “King” (P-21), el transporte ARA “Pampa”, el buque tanque ARA “Ministro Ezcurra”, rastreador ARA “Seaver” (M-12) y los remolcadores ARA “Charrúa”, ARA “Chiriguano” (A-7) y ARA “Sanavirón”, cuyas dotaciones inauguraron el Destacamento Naval Decepción, sobre la isla del mismo nombre (25 de enero de 1948), que fue puesto a cargo del teniente de navío Roberto Cabrera, de la Aviación Naval. La Argentina poseía entonces la flota más poderosa de América Latina y Perón hacía alarde de ello con la intención de impresionar a aliados y adversarios.

Vista aérea de la Fábrica Militar de Aviones En el mes de febrero se sumaron a las maniobras el patrullero ARA “Murature” (P-20), cruceros “Almirante Brown” y “25 de Mayo”, los destructores ARA “Santa Cruz”, ARA “Misiones”, ARA “Entre Ríos”, ARA “San Luis”, ARA ”Mendoza” y ARA “Cervantes”, seguidos después por los rastreadores ARA “Parker”, ARA “Fournier”, ARA “Robinson” y ARA “Bouchard”, que efectuaron aproximaciones y realizaron desembarcos en distintas islas bajo jurisdicción británica.

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En vista de ello, Londres envío hacia la zona al crucero HMS “Nigeria” que tenía órdenes de respaldar a la fragata HMS “Snipe” que operaba en el área desde Puerto Stanley, la capital de las islas Malvinas. Se produjeron incidentes menores en Puerto Melchior, que finalizaron con el retiro de personal británico y el alejamiento de las unidades de superficie argentinas. En abril de 1949 la Armada inauguró en Puerto Neko, una estación de salvamento, el Observatorio Pingüino y el Refugio Naval Fliess, en el marco de una serie de operaciones que involucraron a las fragatas ARA “Heroína” y ARA “Sarandí”, los transportes ARA “Pampa” y ARA “Chaco”, los remolcadores ARA “Chiriguano” y ARA “Sanavirón” y el buque-tanque ARA “Punta Ninfas”. Entre 1949 y 1950 los argentinos acercaron sus naves al archipiélago de las Orcadas, en una de cuyas islas, Signy, el British Antartic Sourvey había establecido una base de investigaciones biológicas (1947). La presencia argentina en inhóspitos lugares databa de 1903 y por esa razón, la idea era inquietar a las autoridades británicas y mostrar el poderío naval del que disponía Buenos Aires. En 1951 tuvo lugar un serio incidente que dejó en claro que la Argentina de Perón estaba dispuesta a todo con tal de expandirse y defender las posiciones ganadas. El 14 de enero llegaron a las islas Sandwich las unidades de la flota de mar que tomaron parte en la campaña de aquel año, ARA “Bahía Buen Suceso”, ARA “Bahía Aguirre”, ARA “Chiriguano”, ARA “Sanavirón” y ARA “Punta Ninfas”, las fragatas ARA “Hércules” y ARA “Sarandí” y dos aviones navales embarcados. Poco después, los argentinos levantaron el Destacamento Naval Esperanza, en el extremo norte de la península del mismo nombre y dos semanas después, personal de la armada británica, acompañado por un grupo de científicos desembarcaron muy cerca del lugar con la intención de establecer una estación militar y un observatorio meteorológico. Efectivos de la Armada y el Ejército argentino que trabajaban en la construcción de la base, se trasladaron hasta el lugar y atacaron a los intrusos con fuego de ametralladoras, obligándolos a embarcar y alejarse de la región. El incidente puso a las dos naciones al borde de la guerra y desencadenó una ola de protestas por parte del Reino Unido en los foros internacionales que derivaron en amenazas y advertencias de sanciones.

Acceso a la FMA El envío del HMS “Nigeria” no fue obstáculo para que el 31 de marzo, la Argentina inaugurase el destacamento y dejase allí una dotación del Ejército al mando del capitán Jorge Edgardo Leal, el mismo que alcanzaría el Polo Sur en 1965. En 1952, Buenos Aires siguió fortaleciendo su presencia en el continente construyendo nuevos observatorios y refugios como los de las islas Media Luna y Dundee, algunas estaciones radiotelegráficas y las bases Almirante Brown y Esperanza, en las penínsulas Sanavirón y Esperanza, respectivamente. Se estableció, también, el primer correo antártico utilizando para ello hidroaviones PBY Catalina que volaron al comando del capitán de fragata Pedro Irigoitía de la Aviación Naval, desde Río Grande hasta la Isla Decepción, con el

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apoyo logístico de la fragata ARA “Heroína”; se efectuó el primer aterrizaje de un helicóptero para el relevo 2 del personal afectado a la Base Antártica San Martín en el islote Barry, perteneciente al archipiélago 3 Debenham ; el 29 de marzo un Catalina de la armada al comando del teniente de fragata Halfdan H. Hansen aterrizó al sur del Círculo Polar Antártico y el 28 de diciembre, una patrulla del Ejército, comandada por el mayor de artillería Humberto Bassani Grande de la que formaban parte los sargentos Mario Juan de la Torre, Antonio Osés y Raúl Cirilo Urtasun, el cabo mayor radiotelegrafista Enrique Edgardo González y el cabo principal cocinero Edmundo Cirilo Burgos, cruzó la Península Antártica de costa a costa. Al año siguiente se produjo un incidente armado mucho más grave que el anterior, cuando 32 infantes de marina del Reino Unido, fuertemente armados, desembarcaron en Caleta Balleneros y destruyeron el refugio argentino Teniente Lasala, inaugurado el 17 de enero de ese año. Los británicos arrasaron las instalaciones con cargas explosivas, se apoderaron de todo el equipo que pudieron cargar y se llevaron detenidos a los dos suboficiales que se encontraban allí. En su celo y ardor, también dinamitaron un refugio chileno que en esos momentos se hallaba deshabitado, y reembarcaron en el HMS “Snipe” rumbo a las Gerogias del Sur, donde hicieron entrega de los detenidos a un buque de la Armada Argentina4.

Avión bombardero I.Ae. 24 Calquin En tanto tenían lugar estos hechos, la Argentina trabajaba febrilmente en su proyecto militar, especialmente en la construcción de aviones de combate, tanques, motores, propulsantes para cohetes, misiles y bombas voladoras. En 1944 la División Planes y Ensayos del Instituto Aerotécnico comenzó a trazar los planos de un avión bimotor de ataque y bombardeo biplaza destinado a cubrir la carencia que la Argentina padecía debido al desgaste de los viejos Northrop 8-A y el bloqueo impuesto por las naciones aliadas por su postura de virtual aliado de las potencias del Eje, durante la Segunda Guerra Mundial. Siguiendo instrucciones del Comando en Jefe de la Aeronáutica, los ingenieros argentinos dieron el puntapié inicial de un proyecto basado en el De Havilland D.H.98 B.Mk.IX Mosquito inglés, bajo la dirección técnica del entonces mayor ingeniero Juan Ignacio San Martín, presidente del mencionado instituto. Surgió, de ese modo, el I.Ae. 24 Calquin, primer avión bimotor de ataque proyectado y construido en Latinoamérica que, como explica Ricardo Burzaco en Las Alas de Perón II, estada equipado con motores radiales Pratt & Whithney R-1830-65 A Twin Wasp, modelo S1C3-G, de 1050 HP, que alcanzaban las 2300 rpm al momento del despegue. Esos motores de 13 litros y 14 cilindros de doble estrella accionaban dos hélices tripalas metálicas Hamilton Standard Hydromatic 23-E-50, de paso variable y velocidad constante, que les permitían alcanzar una velocidad máxima de 440 km/h5. Uno de los técnicos que trabajó en el diseño y puesta en marcha de aquel proyecto fue el joven Francisco San Martín, hijo del destacado militar, por entonces estudiante de ingeniería aeronáutica en la Universidad de Córdoba. Constaba de un fuselaje monobloque, un ala de madera de una sola pieza de 38,2 metros de largo, alerones diferenciales de del mismo material, recubiertos de tela, hipersustentadores Lagman, del tipo slotted flan, empenaje de y superficies de gobierno también de madera recubiertas en tela. Su tren de aterrizaje retráctil, de plano hacia atrás, se guardaba en las barquillas del motor; disponía de amortiguadores óleo neumáticos, circuitos hidráulicos de alta presión, flaps, frenos y circuito manual de emergencia para el tren de aterrizaje y freno. Sus dos motores se alojaban en cada semiala, sobre bases de duraluminio, sostenido por bancadas de acero al cromo-molibdeno que junto con las hélices, el recubrimiento debajo de la nariz donde iban montadas las ametralladoras y la bodega de las bombas, eran las únicas partes metálicas del aparato. Tal como explica Ricardo Burzaco en su obra: “El fuselaje y las alas del Calquin, estaban construidos totalmente con maderas nacionales, revestidas con una estructura tipo ‘sandwich’ de terciado-balsa-terciado y gracias a las excelentes resinas utilizadas, nunca sufrió desprendimientos de su cobertura, tal como le ocurriera al TA-154 alemán. Los elevadores y el timón tenían el borde de ataque de madera terciada y su superficie entelada, disponiendo además de aletas compensadoras”6 y más adelante continúa diciendo que la cubierta de motores y el pozo de las ruedas fue realizado en cuadernas y chapas de duraluminio mientras que la nariz y cabina del piloto eran de plexiglas a excepción del parabrisas y los paneles laterales, que estaban construidos con vidrio inastillable. A la cabina se acedía por el techo (que se abría en tres piezas), a través de una escalerilla desplegable que se alojaba en el fuselaje a la altura del ala y podía ser expulsada en vuelo por la tripulación7.

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Por otra parte, siempre siguiendo el relato de Burzaco, los flaps podían emplearse como frenos aerodinámicos por debajo de los 240 km/h, los estabilizadores y las derivas eran de estructura cantilever y los timones de madera recubierta en tela, con compensadores. Perón, a la sazón ministro de Guerra y vicepresidente de la Nación, siguió atentamente el desarrollo del proyecto a través de informes semanales que le hacía llegar personal especialmente seleccionado para esa tarea.

En el mes de abril de 1945, los técnicos de la Fábrica Militar de Aviones iniciaron la construcción del primer 8 prototipo del Calquín (o Calquin) , siempre bajo la dirección y supervisión del ingeniero Juan Ignacio San Martín, que el mismo 24 de febrero de 1946, en que Perón ganó las elecciones presidenciales, le comunicó complacido, que el aparato estaba terminado. Las pruebas en tierra comenzaron al día siguiente, con el examen de cada parte por separado (fuselaje, alas, flaps, empenaje, bancada de motor, tren de aterrizaje, timón de cola, etc.)9. El 8 de junio el aparato fue Ensamblado y una semana después se efectuaron los primeros ensayos, previos al vuelo inicial. Era un momento ideal para trabajar en proyectos de esas características, sin apremios ni contratiempo porque si bien la Segunda Guerra Mundial había finalizado en Europa, continuaba en el Pacífico y eso mantenía ocupada a las potencias vencedoras. El 4 de julio de 1946 el capitán Roberto Borton trepó a la cabina del Calquin y tras rodar hacia la cabecera de la pista de la Fábrica Militar de Aviones, dio máxima potencia a los motores y se elevó hacia los cielos de Córdoba en un vuelo sin inconvenientes. Cuatro días después fue el mismo comodoro ingeniero San Martín, quien repitió la experiencia llevando como tripulante al capitán Osvaldo Mauro Rovere, jefe de pilotos de pruebas del Instituto Aerotécnico. Fue un vuelo impecable entre Córdoba y la Capital Federal, que finalizó una hora después en la Guarnición Aérea de El Palomar, donde el prototipo fue presentado a las autoridades aeronáuticas que allí esperaban. La pruebas continuaron hasta alcanzar las 100 horas y una vez lograda esa meta, se inició la fabricación de una preserie de diez unidades destinadas al entrenamiento de los pilotos, su capacitación y la puesta en punto de la aeronave en cuanto a construcción y técnicas de vuelo. La producción de aquella preserie se llevó a cabo en el Pabellón 90 del Instituto Aerotécnico y tal como explica Ricardo Burzaco, se aprovechó la llegada de un De Havilland Mosquito que venía a participar de la Semana Aeronáutico que se desarrolló en Buenos Aires el 3 de octubre de 1946, para ajustar detalles. El De Havilland voló a la Fábrica Militar de Aviones en Córdoba, para que los ingenieros pudieran hacer la correspondiente evaluación de su performance, tendiente a introducir mejoras en su diseño y mecánica, especialmente en las hélices, las llantas del tren principal, el radiador de aceite, el tren de cola y los escapes de motores que se diseñaron más cortos10. La salida de fábrica del primer ejemplar de la preserie, el aparato matrícula Ex-06, tuvo lugar el 10 de julio de 1946. Ricardo Burzaco reproduce el informe asentado en la memoria anual de la Dirección General de Material Aeronáutico según el cual, el 8 de septiembre de 1946 fueron dados de alta los aparatos matrícula Ex-01 al Ex-10 a excepción de los EX-08 y Ex-09. Dos meses después (Orden Reservada 454 del 7 de noviembre)11, se destinaron esos aviones al Grupo Experimental de Vuelo, constituido en el Regimiento 1 de Bombardeo

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de la Base Aérea Militar “Coronel Pringles” de Villa Mercedes, provincia de San Luis12 a mediados de mayo de 1947, donde deberían ser probados para determinar su grado de operatividad y su comportamiento general.

Los pilotos seleccionados para esas pruebas fueron: el capitán Ernesto Arturo Boatti (jefe de grupo), de a la 6ta. promoción, el primer teniente Alfonso Zumel (7ma. promoción), teniente Washington Ramos (10ma. promoción) y los alféreces Luis Antonio Cochella, Jorge Oscar Naveiro, Ernesto Axel Niethardt, Teodoro Adam Goette, Federico Guillermo Mühlemberg y Eduardo Stagnaro de la 11ª promoción. Los prototipos fueron equipados con cañones Hispano 804 de 20 mm y en la mayoría de los casos cuatro ametralladoras Browning M-2 o DL de 12,7 mm de fabricación argentina, agrupadas en la parte inferior de la nariz, armamento que tuvieron hasta 1949. A partir de ese año se los dotó de lanzadoras de bombas livianas especialmente diseñadas para ellos (peso total 750 kg), coheteras subalares para diez proyectiles A3F de 105 mm, una cámara fotográfica y diferentes tipos de mira de tiro removibles, tanto para bombardeos en picada horizontal como para combates aire-aire. Sus características principales fueron: Envergadura: 16.30 m. Largo: 12 m Alto: 3.40 m. Superficie alar: 38 m2. Trocha: 5 metros Peso vacío: 5.340 kg. Carga útil: 1.860 kg. Peso total: 7200 kg. Peso total máximo: 8.164 kg. Carga alar 189 kg/m2. Relación peso-potencia: 3.42 kg/HP. Velocidad máxima: 440 km/h. Velocidad de crucero: 380 km/h. Velocidad de aterrizaje sin flaps: 180 km/h. Velocidad de aterrizaje con flaps: 160 km/h. Velocidad ascensional inicial: 750 m/minuto. Autonomía: 3 horas. Alcance: 1.140 km. Techo de servicio: 10.000 metros. El 3 de septiembre de 1947, despegó de la Fábrica Militar de Aviones, el primer aparato de aquella preserie, el I.Ae. 24 matrícula Ex -05, tripulado por el cabo principal Alonso y el alférez Niethardt, quienes cubrieron el trayecto hasta San Luis sin ningún tipo de inconveniente. Le siguieron en el siguiente orden, los aviones matrícula Ex-01, Ex-02, Ex-03, Ex-04, Ex-07 y Ex-10, permaneciendo en tierra los modelos Ex-08 y el Ex-09 que serían dados de alta algo más tarde, el primero el 21 de septiembre de 1946 y el segundo una semana después, re-matriculados con las siglas A-08 y A-09 con las que fueron sometidos a modificaciones de doble comando para vuelos de instrucción y entrenamiento. Estos aparatos fueron despachados hacia la Base Aérea de El Plumerillo, provincia de Mendoza, sede del Regimiento 3 de Ataque, junto a los primeros treinta Calquin de la serie inicial, para reemplazar a los viejos Northrop 8 A-2 de origen estadounidense. El mismo día en que los Calquin partieron hacia Villa Mercedes, el aparato matrícula Ex-06 sufrió un accidente sin consecuencias durante el aterrizaje en la pista del Instituto, lo que llevó a las autoridades a retirarlo de servicio pese a que estaba en condiciones de ser reparado. El 20 de abril de 1948 se produjo el primer accidente fatal cuando, el Ex-07 se estrelló en El Algarrobal, provincia de Mendoza, durante un vuelo de instrucción en el que perecieron sus dos tripulantes. Sin embargo, las pruebas continuaron y a comienzos de ese año, el Departamento II de Fabricación de la FMA tenía acumulada una vasta experiencia que permitió mejorar el material en servicio y consolidar el proyecto. Otro piloto de pruebas que voló el I.Ae. 24 Calquin fue el teniente Jorge Conan Doyle, que fue quien notó la inestabilidad en sus tres ejes, uno de los principales inconvenientes de las primeras unidades que salieron de fábrica, algo que pilotos experimentados como él sorteaban sin grandes inconvenientes, no así los más jóvenes, quienes protagonizaron los principales accidentes, algunos de ellos fatales. Aún así, los aviones

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resultaron óptimos y eso llevó a las autoridades aeronáuticas a ordenar la construcción de una primera serie de 100 aparatos, a las que se pensaba desplegar en diferentes bases aéreas del país, entre ellas, el Regimiento 3 de Ataque y la Base Aérea Militar “Coronel Pringles” de Villa Mercedes, provincia de San Luis. El armamento de los I.Ae. 24 fue probado en varias oportunidades, durante vuelos que se llevaron a cabo en zonas descampadas próximas a la Fábrica Militar de Aviones y en lo que hoy es la II Brigada Aérea, provincia de Entre Ríos. Noticieros de la época, en especial “Sucesos Argentinos”, solían mostrar esas maniobras con cierta frecuencia al ser promocionado el Primer Plan Quinquenal. En uno de ellos se ve a los Calquin sobrevolando zonas pantanosas de la Mesopotamia, al sudeste del Aeropuerto de la capital entrerriana y la mencionada unidad militar. “Planteados ya los ejercicios, asistimos al decolaje de los poderosos Calquines, construidos íntegramente en nuestro país”, se escucha decir a la voz en off mientras las máquinas, estacionadas junto a la pista, ponen en marcha sus motores- “Se observa al I.Ae. 24 Calquin en arriesgado vuelo rasante que evidencia la perfección del tiro” continúa el relator mientras se ve a los bombarderos desplazándose sobre regiones pantanosas mientras disparan sus cañones y a los proyectiles impactando en tierra, generando columnas de humo, polvo y agua. En otra imagen se ve a los operarios de planta durante los trabajos de ajuste y control, al I.Ae.-24, matrícula A-22, rodando sobre la capa asfáltica hacia la pista, a los pilotos caminando hacia los aviones y a mecánicos y asistentes sacando al Ex-07, de uno de los hangares. El I.Ae 24 Calquin fue el primer avión de ataque de concepción y producción nacional que sentó precedentes para proyectos mucho más ambiciosos.

I.Ae. 22 DL-22 El lanzamiento en serie del Calquin encendió la luz amarilla del tablero norteamericano porque la aeronave no solo venía a reforzar a la cada vez más vigorosa Fuerza Aérea Argentina sino que con ella, el gobierno peronista incorporó también al avión de entrenamiento I.Ae. 22 DL-22 que el régimen venía produciendo en serie desde 1945/1946. Inspirado en el North American NA-16 y sucesor del FMA-21, su construcción se inició comenzó a partir de 1944, con el empleo de maderas nacionales. Se trataba de un monoplano de ala baja cantilever, reforzado con enchapados compensados y balsa, fuselaje semimonocoque de sección oval, cabina de dos asientos en tándem, con el trasero giratorio para operar la ametralladora, carlinga corrediza con vidrios inastillables, tren de aterrizaje retráctil que cerraba de manera eléctrica hacia el fuselaje, rueda de cola fija, mando manual de emergencia y frenos hidráulicos. Lo único metálico del aparato eran el carenado del motor, el sector del empenaje y las tapas del tren de aterrizaje, construidos en chapas de aluminio13. La situación política imperante y las presiones a las que estaba siendo sometida la Argentina, hacían imposible conseguir motores adecuados en el exterior, por lo que el Instituto Aerotécnico comenzó a trabajar en un diseño nacional destinado a dotar al avión con el I.Ae. 16 “El Gaucho”, primer motor aeronáutico diseñado y construido en América Latina, reemplazado en algunas ocasiones, por el Wright Whirlwind R 975 E3.

El DL-22 estaba provisto de dos ametralladoras fijas de 7,65 mm, una en cada ala, con 450 proyectiles cada una, tres bombas de 50 kg y en algunos casos 9 de 15 kg, seis cohetes de 11 kg y una ametralladora orientable de 12,7 mm en la parte posterior de la cabina, que disparaba hacia atrás14.

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El primero en salir de fábrica fue el prototipo Nº 1 , que estuvo terminado el 10 de mayo de 1944. Su primer vuelo de llevó a cabo el 17 del mismo mes, al comando del capitán Osvaldo Rovere, que fue quien se lo presentó a Perón el 29 de mayo, del mismo año, cuando aquel desempeñaba el cargo de ministro de Guerra. La Fábrica Militar de Aviones lanzó una preserie de cinco unidades en 1944, seguida por la primera serie de cuarenta y siete aparatos al año siguiente, que recibió los números de matrícula Ea.-700 (que fue el que se le asignó al avión prototipo), hasta el Ea.-800. La segunda serie, designada DL-22C (matrículas Ea.-801 a Ea.-900), fue equipada con motores Armstrong Siddeley Cheetah Mk. XXV de siete cilindros radiales y como la anterior, pasó a prestar servicios en diferentes unidades militares del país, entre ellas la I y II Brigada Aérea y los destacamentos aeronáuticos militares de Tandil, Reconquista y la Escuela de Aviación Militar15. Hubo una tercera serie de sesenta unidades cuyo ritmo de producción fue de cincuenta y cinco en 1949 y cinco en 195016, a las que se sumarían ochenta y cinco aparatos más en años posteriores. Sus características generales fueron: Longitud: 9,20 m Envergadura: 12,60 m Altura: 2,82 m Superficie alar: 23,29 m² Peso vacío: 1.520 kg Peso cargado: 2.220 kg Planta motriz: 1× motor radial, I.Ae. 16 “El Gaucho” de 9 cilindros. Potencia: 450 HP Velocidad máxima operativa (Vno): 290 km/h Velocidad crucero (Vc): 260 km/h Alcance: 1.100 km Techo de servicio: 5.200 m Carga alar: 96 kg/m² Tripulación: 2 Del I.Ae. 24 Calquin se construyeron 110 unidades y del I.Ae. 22 DL-2, 201, que prestaron servicios en la FAA y la Aviación Naval hasta fines de los años cincuenta y comienzos de los sesenta, cuando fueron desafectados del servicio. Con respecto a los Calquin, solo podemos agregar que apenas uno sobrevivió y que después de ser utilizado como material de instrucción, acabó sus días a mediados de los sesenta, destruido a hachazos en la Escuela de Suboficiales de Córdoba17.

El I.Ae. 30 Ñancú La puesta en marcha del programa aeronáutico justicialista llevó al Departamento de Estado norteamericano a alertar a su gobierno sobre el peligro que implicaba la escalada armamentista que había iniciado Perón para alcanzar la supremacía en Sudamérica, más cuando entre junio y julio de 1947 se filtró información de que el marqués Cesare Pallavecino, el brillante ingeniero militar de la Italia fascista, trabajaba en un nuevo y ambicioso proyecto que de concretarse, desbalancearía aún más la situación geopolítica en el hemisferio sur. Desde el 5 de mayo, el equipo que encabezaba el ex ingeniero aeronáutico italiano trabajaba en los planos de un prototipo de caza-bombardero nocturno basado en el Focke Wulf FW-187 de Kurt Tank, el De Havilland “Hornet” británico y los bimotores Messerschmitt Me-110 “Destroyer” que habían dado escolta a los bombarderos en picado alemanes (Stuka) durante la Batalla del Canal, en la Segunda Guerra Mundial atacando los convoyes marítimos aliados. Bajo la supervisión de Pallavecino y los ingenieros Angelo Miele y Mateo Abona, especialistas en estructuras metálicas y mecánicas de fluido asistidos por operarios argentinos comenzaron la construcción de un monoplaza bimotor monoplano, dotado de un ala de tipo cantilever bilarguera con largueros de una sola pieza, unidas al fuselaje de manera continua, flaps convencionales y alerones divididos en tres secciones articuladas, con el objeto de alcanza un alineamiento de óptima calidad.

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Su fuselaje era de sección triangular, con forma de pera alargada cuya estructura monocoque se hallaba dividida en dos: la sección delantera, en la que se encontraba la cabina del piloto, donde iba montado el armamento fijo con el encastre alar y la trasera, con la deriva y los planos cantilever. El tren de aterrizaje giraba 90 grados antes de contraerse hacia atrás, en el carenado de la barquilla de motores; estaba elaborado en fundición de aluminio y poseía amortiguadores olueoneumáticos. Pallavecino dotó al Ñancú de dos motores Rolls-Royce Merlín 134/135, de doce cilindros en V, de 2035 hp a máxima potencia, refrigerados por líquido, dotados de dos compresores de dos etapas e igual número de velocidades que llegaban a proveer una potencia de 1800 a 3000 rpc cada uno, sin necesitar compresor. Esos motores movían dos hélices De Havilland cuatripalas 4/4000/5, de 3,66 metros, que giraban de manera invertida una a otra. Algunas unidades del I.Ae. 30 Ñancú contaban con seis cañones Oerlikon de 20 mm fijos en la parte frontal del fuselaje y otras con cuatro Hispano Suizos HS.804 del mismo calibre además de dos coheteras de cinco proyectiles de 83 mm (una en cada ala) y una bomba de 250 kg debajo de la cabina. Sus características principales eran: Tripulación: 1 (piloto) Longitud: 11,52 m Envergadura: 15,00 m Altura: 5,16 m Superficie alar: 35,32 m² Carga alar: 215 kg/m2 Peso vacío: 6208 kg Peso cargado: 7600 kg Carga útil: 1392 kg Carga por hp: 2,11 kg/hp Planta motriz: 2× Motor radial Rolls-Royce Merlin 604 de 12 cilindros en V refrigerado por líquido. Potencia: 1.342 kw (1800 hp; 1.825 CV) cada uno. Hélices: 1× cuatripala de sentido inverso, velocidad constante, control hidromático y dispositivo de puesta en bandera por motor. Diámetro de la hélice: 3,66 metros. Velocidad máxima operativa (Vno): 740 km/h (460 mph; 400 kt) a 6.400 m de altitud. Velocidad de crucero (Vc): 500 km/h (311 mph; 270 kt) Compresor en primera: 660 km7h a 3400 m Trepada: 5000 m en 5 minutos Autonomía: 5 horas en 30 minutos Alcance: 2700 km (1458 m; 1.678 m) Altura de servicio: 7998 m (26.240 ft)

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La Fábrica Militar de Aviones construyó tres prototipos de aquel avión, ninguno de los cuales fue matriculado. Solo al segundo se le aplicó el número y sigla de registro I-101 (que nunca se le pintó) mientras que al último se lo denominó I.Ae. 30B, por tratarse de una variante biplaza destinada a entrenamiento y caza de ataque terrestre o nocturno. El primer Ñancú voló el 18 de julio de 1948, con el experimentado capitán Edmundo Osvaldo Weiss a los mandos, quien pudo comprobar su aviónica y performance. El 8 de agosto realizó un segundo vuelo, cubriendo el trayecto Córdoba-Buenos Aires, para ser presentado a Perón en la Base Aérea de Morón. Ese día, en medio de grandes expectativas, autoridades y personal de la base vieron a Weiss trepar a la cabina y poner en marcha los motores al tiempo que los mecánicos efectuaban los últimos ajustes. Bajo la atenta mirada del ingeniero Pallavecino, el Ñancú rodó por la plataforma hasta ubicarse en la cabecera de la pista, donde esperó la autorización de la torre para despegar. Cuando la misma llegó, Weiss dio máxima potencia y las turbinas comenzaron a rugir, al mismo momento en que la aeronave comenzaba a carretear y se elevaba lentamente, a 300 km/h. El piloto echó una rápida mirada al tablero y notó con satisfacción que todo estaba en orden. A medida que aumentaba la velocidad, el aparato siguió ascendiendo y una vez estabilizado, Weiss empujó aún más la palanca y poco después alcanzó los 648 km/h.

-Todo en orden. Velocidad 648, altitud 3000 y en aumento, cambio – informó al centro de control de la Fábrica. -Copiado – respondió la torre. Con viento a favor, Weiss continuó acelerando hasta alcanzar los 780 km/h trepando hasta los 5600 metros. El Ñancú empleó 55 minutos para cubrir el trayecto entre la Fábrica Militar de Aviones y la base gran aérea del oeste del Gran Buenos Aires donde, donde aterrizó sin novedad18 ante la vista de un importante número de personas, hombres, mujeres y niños, que se habían dado cita para seguir de cerca las incidencias del vuelo. Perón llegó en el automóvil oficial, rodeado por una importante escolta, luciendo su uniforme de gala y después de ubicarse con varios funcionarios en el palco que se había levantado especialmente para la ocasión, cerca del edificio principal, pudo ver la llegada del Ñancú, que como explica Burzaco en su libro, solo había utilizado el 60% de su potencia. Weiss acercó el avión hasta la plataforma donde se erguía el placo y al descender la cabina se estrechó en un abrazo con el líder justicialista que inmediatamente después de observar los detalles de la aeronave, su mecánica y su armamento, anunció su intención de construir el avión en serie. Impulsadas por el entusiasmo, las autoridades aeronáuticas programaron una primera entrega de 210 aparatos y la presentación de un prototipo en la IX Exhibición de Vuelo y Exposición de la Sociedad Británica de Constructores de Aeronaves (SBAC) que se iba a realizar en Franborough, Inglaterra, para exhibirlo posteriormente en Francia e Italia. Sin embargo, la situación política era en extremo delicada, con las presiones en su contra y las continuas denuncias provenientes del exterior en cuanto a la carrera armamentista del régimen y sus claras pretensiones de reflotar el fascismo en esta parte del mundo. Pese a ello, el caza-bombardero argentino pudo ser exhibido durante una exposición industrial que se llevó a cabo en la ciudad de La Paz, Bolivia, en octubre de 1948, oportunidad que fue aprovechada para llevar a cabo vuelos en picada a una velocidad cercana a los 900km/h, con la que fueron superados varios aparatos a reacción de aquellos años. De regreso en Córdoba, el equipo del ingeniero Pallavecino se puso a trabajar en un segundo aparato en el que se introdujeron algunas modificaciones, una de ellas, la cúpula de su cabina, que fue remplazada por un parabrisas de tres piezas, con el frente plano y blindado y se cambió el timón de cola, para mejorar el control lateral, incorporando, además, dos compensadores en los alerones y el timón de dirección, adoptando los recaudos necesarios para aligerar los comandos en altas velocidades19. Ese segundo prototipo presentaba otras variantes, entre ellas una nueva unidad de cola con su estabilizador en la parte inferior y su deriva completamente rediseñada; además tenía la nariz cerrada en reemplazo de la

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de plexiglás del primer aparato, que fue especialmente acondicionada para instalar los cuatro cañones de 20 mm, con sus correspondientes bocas y anclajes. Mientras se desarrollaban los trabajos, el primer prototipo fue volado en varias oportunidades por diferentes pilotos, uno de ellos el capitán Carlos Fermín Bergaglio, que en una lo hizo aterrizar con sus motores detenidos. Debido a su carácter severo y agresivo, el oficial se había ganado la antipatía del personal subalterno y fue por esa razón que durante una serie de maniobras que se llevaron a cabo en el campo de la Fábrica Militar de Aviones, tuvo lugar un hecho que quedó registrado en los anales de la historia aeronáutica nacional. El primer prototipo del Ñancú carecía de buena visibilidad pues su diseño impedía una buena visión hacia abajo. Esa fue la causa por la que, en cierta ocasión, durante una prueba de aterrizaje, el veterano piloto no se percató que la pista estaba más lejos de lo que creía y al darse cuenta que la carpeta asfáltica estaba algo más lejos, hizo un brusco movimiento con la palanca e intentó elevarse. La maniobra le hizo perder estabilidad y eso provocó un giro sobre su eje que tumbó el avión y lo dejó completamente destrozado. Al ver lo que había ocurrido, el personal de tierra echó a correr hacia el lugar del siniestro, pensando que su superior había perecido. Una gruesa columna de humo se alzaba de los restos calcinados del Ñancú mientras el combustible se derramaba peligrosamente, amenazando estallar. El primero en llegar fue el suboficial Navarro, que, según relata Burzaco, al ver las condiciones en las que había quedado el aparato mascullando por lo bajo una frase que sería su perdición: -¡Al fin te moriste, hijo de p…! Grande fue su sorpresa cuando, de entre los hierros retorcidos emergió una voz grave que dijo: -¡Navarro, tiene quince días de arresto! Bergaglio había salvado su vida milagrosamente. Los técnicos argentinos trabajaban activamente en la construcción del segundo prototipo del I.Ae. 30 cuando, inesperadamente, llegó la orden de desactivar el proyecto. ¿Qué había ocurrido? El gobierno había puesto sus esperanzas en el Pulqui II y a él pensaba abocar sus esfuerzos. En cuanto al I.Ae.-30B, como se ha dicho, se lo adaptó como avión biplaza de entrenamiento y como caza de ataque a tierra y embestida nocturna, incorporándole un pod ventral removible con dos cañones de 20 mm destinado a ampliar las bocas de fuego a seis y un radar en la nariz (que finalmente no fue instalado).

Proyecto I.Ae. 28 Entre el I.Ae. 24 Calquin y el I.Ae. 30 Ñancú, los ingenieros del Instituto Aerotécnico pusieron en marcha el programa I.Ae. 28 consistente en un proyecto intermedio entre ambos que apuntaba a superar sus limitaciones, a saberse, los motores de escasa potencia en el primero y las estructuras de madera de ambos, que los hacían vulnerables y altamente riesgosos para los pilotos. El nuevo aparato era en realidad un Calquin dotado de un motor Rolls Royce Merlín 604 de 1800 hp enfriado a líquido, con una mayor estructura metálica, en especial las superficies móviles de mando, los radiadores adaptados en los bordes de ataque de las alas, el tren de aterrizaje modificado, un tanque suplementario en la parte posterior de la cabina destinado a brindar una mayor capacidad de combustible, asientos en tándem y ciertas variantes en los canales conductores de nafta y aceite. Una vez elaborados los planos (960 en total), el equipo de ingenieros se abocó a la tarea de construir una maqueta de madera a escala normal con la que pensaban efectuar los primeros análisis de estructura y estudios de performance. De acuerdo a los cálculos, el I.Ae. 28 debía alcanzar una velocidad de 650 km/h y superar el alcance del Calquin y el Ñancú, programándose una primera serie de 100 unidades que debía estar lista en 1949.

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A mediados de 1947 se tenía terminado su esqueleto y su fuselaje completamente recubierto, pero cuando nadie se lo esperaba, el equipo recibió la orden de cancelar el proyecto.

Planeador I.Ae. 25 Mañque o Buitre Para entonces la Argentina ya había construido su primer planeador multiplaza de asalto destinado principalmente al transporte de tropas, modelo diseñado íntegramente por ingenieros del Instituto Aerotécnico a pedido de la Dirección General de Aeronáutica. La idea surgió a fines de 1944, inspirada en el Waco CG-4 estadounidense y debía realizarse íntegramente con maderas nacionales dada la escasez de materia elaborada que sufría el país a raíz de la guerra y el bloqueo que le habían impuesto las naciones aliadas. El 14 de enero de 1945, los ingenieros comenzaron a trabajar en los planos del que sería el primer planeador militar de América Latina y poco después la Fábrica Militar de Aviones comenzó su construcción, utilizando maderas de araucaria, guatambú y mañio. Sus características fueron: Envergadura: 25,50 m. Largo: 14,70 m. Alto: 3,84 m. Superficie alar: 79,19 m2. Peso vacío: 2460 kg Carga útil: 1122 kg. Peso total: 3582 kg. Carga alar: 45,28 kg/ m2. Velocidad de remolque: 220 km/h. Velocidad mínima de planeo: 61 km/h. El Buitre estuvo terminado el 11 de agosto de 1945 y una vez fuera de planta, se lo pintó de color verde oliva (salvo la parte inferior que era celeste) y se le dibujó en el costado izquierdo, a la altura de la cabina, un ave negra de esa especie, dentro de un círculo blanco, distintivo de la unidad de planeadores. Tenía capacidad para dos tripulantes y trece soldados provistos de su equipo completo o para transportar algún tipo de vehículo liviano, como un jeep o un cañón Bofors de 75 mm, con su dotación y carga de municiones.

Perón, por entonces ministro de Guerra, siguió atentamente el desarrollo del proyecto y pidió ser informado sobre sus avances. Al comodoro San Martín le resultó extremadamente difícil conseguir la cuerda de nylon adecuada para el arrastre del planeador para las primeras pruebas y al no dar con ella, aconsejó el empleo de un cable de acero flexible y amortiguación “sandows”20. Así fue como se llevaron a cabo los primeros vuelos, todos a remolque, empleando para ello un Martin B-10, que debía alcanzar una velocidad máxima de 220 km/h y una mínima de planeo de 61 km/h. Durante una de esas experiencias, el avión soltó el cable y Buitre inició su planeo de manera exitosa.

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El proyecto fue puesto en stand by hasta que las necesidades bélicas del país requiriesen su construcción en serie y el 31 de noviembre de 1949 el prototipo fue destinado al Regimiento de Infantería 13 de Córdoba, donde permaneció inactivo hasta su desmantelamiento, después de la caída de Perón.

Notas 1 Fue el primer establecimiento en la península. 2 Pertenecía al Ejército Argentino. 3 Se trataba de un Sikorsky S-51 naval piloteado por el auxiliar primero de la Fuerza Aérea, Hugo Parodi y el mecánico Carlos R. Marrón, que despegó de la cubierta del ARA “Bahía Aguirre”. 4 El 4 de mayo de 1955 el Reino Unido presentó dos demandas ante la Corte Internacional de Justicia, contra Argentina y Chile respectivamente, para que ésta declarara la invalidez de sus reclamos sobre áreas antárticas y subantárticas. El 15 de julio de 1955, el gobierno chileno rechazó la jurisdicción de la Corte en ese caso y el 1 de agosto lo hizo también el argentino, por lo que el 16 de marzo de 1956 las demandas fueron archivadas. 5 Ricardo Burzaco, Las Alas de Perón II. La aeronáutica argentina 1945-1960, Ediciones Eugenio B, Banfield, Buenos Aires, 2007, p. 43. 6 Águila Real en lengua aborigen. 7 Al habitáculo del bombardero se se accedía desde allí, por el asiento del mecánico. 8 Ricardo Burzaco, Op. cit. 9 Ídem. 10 Ídem. 11 Ídem. 12 Asiento de los Glenn Martin 139 y Avro Lincoln de la FAA. 13 Ricardo Burzaco, ídem. 14 Ídem. 15 Uno de estos aviones fue entregado a la Aviación Naval que lo destinó a vuelos de prueba. 16 Ricardo Burzaco, ídem. 17 Tanto el Calquin como el DL-22 entraron en combate durante las acciones armadas que se llevaron a cabo en los meses de junio y septiembre de 1955, tendientes a derrocar a Perón, combatiendo para fuerzas de ambos bandos. Para fortuna de la posteridad, coleccionistas y cultores de nuestro pasado han conservado algunas piezas del primero, entre ellas partes de su cabina, alas y fuselaje, que guardan celosamente para el momento de ser donados a un museo que les de la importancia que merecen. En cuando al DL-22, según explica Burzaco, a través del Orden del Día Nº OS. 58-6 del 26 de agosto de 1958, a partir del 31 de aquel mes todo el material que se encontraba entonces en servicio de la Fuerza Aérea, fue declarado en desuso. Se trataba de los últimos dieciséis aviones de aquel programa, ocho de ellos los matrículas Ea.-801, Ea.-803, Ea.-809, Ea.-812, Ea.-813 y Ea.-817, Ea.-818, Ea.-896, que operaban en la Escuela de Aviación Militar de Córdoba (EAM) y los Ea.-706, Ea.-721, Ea.-747, Ea.-752, Ea.-753, Ea.-761, Ea.-798 y Ea.-800, que lo hacían en el IIBA. De ellos solo sobrevivió el Ea.-701 que entre el 2001 y el 2002 fue restaurado por el Área Material Río Cuarto, luego de años de abandono, para ser destinado al Museo Nacional de Aeronáutica de Morón, al norte del Gran Buenos Aires. 18 Impulsado por el viento a favor, llegó a alcanzar los 780 km/h. 19 En el mes de abril se reanudaron los vuelos de prueba a cargo del capitán Weiss y del mismísimo Kurt Tank, que trabajaba muy cerca de allí en el proyecto del Pulqui II. 20 Ricardo Burzaco, op. Cit, p. 49.

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I.Ae. 27 PULQUI I PRIMER JET A PROPULSION DE AMERICA LATINA

I.Ae. 27 Pulqui I (dibujo de Exequiel Martínez) El 28 de mayo de 1946, llegó al puerto de Buenos Aires el buque “Cabo de Buena Esperanza” trayendo a bordo al ingeniero industrial Emilio Dewoitine, una celebridad en el campo aeronáutico, sobre cuya cabeza pesaba un pedido de captura de las autoridades francesas por su colaboración con el gobierno de Vichy y sus simpatías con el nazismo. Agentes encubiertos del régimen justicialista contactaron a Dewoitine en el mes de marzo y tras un primer encuentro a puertas cerradas en un lugar oculto, acordaron su traslado de manera encubierta, poniendo en marcha una red de espionaje que comenzó en Sevilla y finalizó un mes después en la capital argentina. Durante las negociaciones, el ingeniero francés habló varias veces de su primer contacto con la Argentina, cuando en 1944, comenzando a declinar el poderío alemán, se acercó hasta la embajada argentina en España para entregarle al agregado militar, una copia de los planos y documentos de su caza a pistón D-600, manifestando su interés de construirlos en serie en el país del sur. Pero como bien le dijo a los enviados de Perón, la iniciativa no prosperó, en buena medida, por la acción de emisarios secretos de Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña. Sobre la persona de Dewoitine, nacido en Crepy-en-Valois el 26 de septiembre de 1892, pesaba un pedido de captura por complicidad y colaboración con el régimen de Vichy1. Había sido enjuiciado y condenado “en ausencia” por el gobierno de De Gaulle y esa era la razón por la cual vivía en España, al amparo de sus autoridades. Pero en la península no se sentía seguro y en ese sentido, comenzó a evaluar la posibilidad de cruzar el océano y emigrar hacia el lejano sur en busca de mayor seguridad. Cuando el sabio francés desembarcó en Buenos Aires, llevaba en su portafolio los planos de su nuevo proyecto, el D-700, que pensaba desarrollar ni bien ajustase los últimos detalles con el régimen argentino. En el puerto lo estaba esperando un vehículo con dos individuos del servicio secreto peronista, quienes lo llevaron hasta un lugar desconocido de la ciudad, donde fue alojado. Pocos días después, el 26 de junio de ese año, firmó contrato con el Instituto Aerotécnico para la construcción de un caza interceptor del que el gobierno pensaba hacer una serie inicial de 100 unidades. Organizado su equipo de trabajo con los ingenieros Norberto Morchio, Enrique Cardelihac y Humberto Ricciardi, éste último un joven recién egresado que en esos momentos hacía el servicio militar (tendría a su cargo el equipo de dibujo de la División de Proyectos Especiales N° 1 del Instituto Aerotécnico), Dewoitine comenzó a fabricar el I.Ae. 27 Pulqui I (término araucano que significa “flecha), convirtiendo a la Argentina en el primer país latinoamericano en proyectar y construir un jet a reacción propio, octavo después de Alemania, EE.UU., Rusia, Gran Bretaña, Francia, Japón y Suecia.

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Ingeniero Emile Dewoitine Lo primero que el ingeniero hizo fue un dibujo a lápiz, a escala 1:10, que sirvió a Morchio y Ricciardi para trazar los planos y realizar los primeros cálculos tendientes a determinar su estabilidad, su dinámica y su performance. Los primeros componentes del aparato estuvieron listos a mediados de julio, empleando para ello algunas piezas de los viejos Curtiss Hawk 75-O que estaban prontos a ser dados de baja, y con ellos se construyó una maqueta de madera a escala real destinada a las primeras pruebas en el túnel de viento. A mediados de 1947, el avión estaba listo para ser volado. Se trataba de un bello aparato metálico, pintado íntegramente de rojo, con dos grandes escarapelas argentinas a cada lado del fuselaje, por detrás de las alas y dos pequeñas banderas a un lado y otro de la cola. Su estructura había sido calculada para soportar una aceleración de 14 G positivas y 12 G negativas; tenía ala baja de perfil recto y diseño elíptico monolarguero de forma trapezoidal y flujo laminar a altas velocidades y monolarguera con bordes de ataque resistentes a la torsión2. Disponía de un instrumental mínimo y por consiguiente, no podía volar utilizando las Reglas de Vuelo por Instrumentos (IFR). Para compensar eso, sus mandos se hallaban balanceados estática y dinámicamente, sus flaps servían también como alerones y el timón estaba dotado de aletas Fleetner capaces de efectuar el ajuste de la incidencia durante el vuelo3. Poseía una turbina Rolls Royce Derwent V y dos tanques de combustible de 130 litros cada uno bajo las alas, que le daban un alcance de 900 km de distancia. Su tren de aterrizaje disponía de frenos neumáticos y consistía de dos ruedas laterales extremadamente fuertes debajo de las alas, que retraían de costado en dirección al fuselaje y una pata delantera, algo más pequeña, que lo hacía hacia atrás, justo debajo de la cabina4. El compartimiento para el piloto poseía escasas dimensiones, una abertura que corría hacia atrás y la particularidad deque se desprendía en caso de emergencia5. Su carlinga constaba de tres partes: el fuselaje semimonocoque de sección elíptica con su toma de aire en la proa, su motor de 1632 kg de empuje máximo y flujo centrífugo, ubicado, como los Gloster Meteor, en el centro de la aeronave y la extensa tobera de escape detrás. Sus características principales eran:

Tripulación: 1 persona Longitud: 9,69 m Envergadura: 11,3 m

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Altura: 3,39 m 2 Superficie alar: 19,8 m Superficie del empenado horizontal: 6,42 m2 Carga alar: 182 kg/ m2 Peso vacío: 2.358 kg Peso máximo al despegue: 3.600 kg Carga útil: 1242 kg Peso del combustible: 970 kg Peso de lubricantes: 10 kg Peso del armamento: 100 kg. Planta motriz: 1× Rolls Royce Derwent 5. Velocidad máxima operativa: 720 km/h Velocidad de crucero: 600 km/h Velocidad de aterrizaje: 170 km/h Velocidad de ascenso: 1500 m/minuto Carrera de despegue: 700 m Alcance: 900 km Alcance en combate: 1h 30 min. Techo de servicio: 15.500 m Techo operativo: 14.000 m Los ingenieros que trabajaron en los planos del Pulqui I no incluyeron ningún tipo de armamento pero el mismo estaba contemplado para el caso de que se dispusiese su construcción en serie, a saberse, cuatro cañones de 20 mm en sus alas donde también se montarían cohetes y bombas. A mediados de julio el avión salió del hangar sur de la fábrica empujado por los operarios, para efectuar las pruebas en tierra y el 9 de agosto de 1947, estuvo listo para volar. Uno de los primeros inconvenientes que surgieron durante los ensayos fueron las dimensiones del escape, porque generaba problemas con su contrapresión. Para solucionarlo, se diseñó una tobera circular en la parte inferior del fuselaje, que debía ser abierta por un operario en tierra y cerrada después de la puesta en marcha de la turbina. Inmediatamente después se presentó una nueva contrariedad: el tren de aterrizaje, cuya amortiguación se realizaba con tubos unidos a un sistema de estirado con ranuras acopladas, demostró ciertos trastornos durante las maniobras de carreteo ya que al efectuarse sobre una pista de tierra, el polvo se introducía en las ranuras y se mezclaba con el aceite formando una masa pastosa que dificultaba el movimiento de los amortiguadores. Para solucionar el inconveniente, los técnicos adaptaron exitosamente una cubierta de cuero con la que envolvieron el sistema. El día indicado, mecánicos y operarios montaron el aparato sobre el la caja de un camión y lo condujeron hasta la plataforma contigua a la pista de tierra, ubicada en uno de los laterales de la Escuela de Tropas Aerotransportadas, porque era mas extensa que la de la Fábrica Militar de Aviones. La operación estuvo a cargo del vicecomodoro Malcolm Paradelo y se llevó a cabo ante una multitud que se había concentrado temprano en el lugar para presenciar las pruebas, entre quienes se encontraba el brigadier general Bartolomé de la Colina, comandante en jefe de la Fuerza Aérea Argentina y el comodoro ingeniero Juan Ignacio San Martín, director de la FMA. La partida se demoró más de lo esperado porque cuando se llevaban acabo los últimos exámenes, los mecánicos advirtieron que el amortiguador del tren de nariz estaba perdiendo presión y eso retrasó el vuelo un tiempo. El primer teniente Edmundo Osvaldo Weiss, apareció de repente, vistiendo bombacha de campo, campera de cuero marrón y gorra de aviador. Después de cruzar unas pocas palabras con el personal técnico de tierra, se dirigió hacia el palco en el que se encontraban las autoridades y tras las salutaciones de rigor, echó a caminar hacia el jet, en medio de gran expectativa. El plan de vuelo incluía un ascenso hasta los 1.500 metros de altura a una velocidad inferior a 300 km/h y 10 m/s, sin subir el tren de aterrizaje. Sin desacelerar, realizaría vuelos horizontales con algunos virajes no superiores a los 30º de inclinación y si no surgían inconvenientes, a menos de 220 km/h se pondrían a prueba los flaps, observando siempre los indicadores y el comportamiento del avión. Inmediatamente después, el piloto debía reducir velocidad a 190 km/h y veinte minutos después iniciaría el aterrizaje a 220 km/h.

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Junto al Pulqui I, de izq. a der. ingenieros Norberto Morchio, Eduardo Fernández Humberto Ricciardi y Luis Mitchel Sentado en la cabina el ingeniero Enrique Cardeillac Weiss, apodado “Pincho”, hizo su propia inspección ocular e inmediatamente después trepó a la cabina para atarse al asiento, colocarse los auriculares sobre la gorra y poner en marcha el motor. Cuando los relojes marcaban las 16.00 horas, después que los mecánicos dieran el ok, el Pulqui I comenzó a carretear y segundos después elevó su proa hacia el despejado cielo cordobés, convirtiendo a la Argentina en pionera latinoamericana en ingeniería aeronáutica. Una vez en el aire, el experimentado piloto argentino pudo comprobar la excelente respuesta de los comandos, efectuando un pronunciado viraje por izquierda que superó los 30º estipulados en los cálculos; luego inclinó el avión 45º e inmediatamente después inició una serie de maniobras que fueron seguidas con entusiasmo por el público en tierra. Al cabo de media hora bajó los flaps y moviendo lentamente la palanca emprendió el descenso a 300 km por hora, cosa que a sus compañeros pilotos les demandaba muchas horas de entrenamiento. Una cosa a tener en cuenta es que el aparato no estaba presurizado y no tenía asiento eyectable por lo que, para evacuarlo en vuelo, debía ser invertido para que el piloto abriese la cabina y se arrojarse al vacío La prensa nacional e internacional cubrió el acontecimiento, resaltando que por primera vez en la historia, un país sudamericano se ponía a nivel de las grandes potencias.

Pero no solo elogios despertó en el mundo el vuelo del Pulqui sino también recelos, en especial de Estados Unidos y sus aliados, quienes pusieron mayor énfasis en su afán de seguir de cerca lo que estaba ocurriendo en el sur.

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Técnicos y operarios de la FMA conducen al Pulqui a pista para su primer vuelo El vuelo arrojó como resultado algunas falencias. Se pudo determinar que la capacidad interior disponible del fuselaje era insuficiente, que su velocidad máxima no alcanzaba a superar la de los aviones de pistón y que su comportamiento se tornaba inestable a partir de los 600 km/h. Por esa razón, fue necesario realizar algunas modificaciones tendientes a mejorar su performance, entre ellas, el recorte del extremo de las alas y la supresión del mecanismo que vinculaba los alerones con los flaps durante el aterrizaje. Además, se diseñaron e instalaron tanques de combustible alares con escasa capacidad de almacenamiento para alcanzar los 800 km en una hora de vuelo. El 22 de septiembre de ese mismo año Weiss voló desde Córdoba a Buenos Aires y al día siguiente lo hizo sobre Morón para que el mismísimo Perón, presente en el lugar, pudiese apreciar la tecnología del caza. Durante el trayecto, el Pulqui hizo escala en el aeródromo de Marcos Juárez, localidad cordobesa próxima al límite con Santa Fe, donde los pobladores se congregaron para verlo aterrizar y despegar. Después de aquellos vuelos, el aparato fue montado en un camión militar para ser llevado a la Av. 9 de Julio, en pleno centro de la Capital Federal, con el fin de exhibirlo en la exposición aeronáutica que tuvo lugar entre el 7 y el 30 de septiembre de 1947. Finalizada la muestra, fue vuelto a montar en el mismo vehículo que lo había llevado hasta allí y aún de madrugada, salió de la ciudad a través de calles y avenidas, escoltado por una caravana encabezada por un segundo camión en el que viajaba el personal técnico y un jeep, en el que se desplazaba el ingeniero Ricciardi, jefe del operativo. Tuvo lugar entonces un pequeño incidente que provocó la rotura del tren principal de la aeronave, la carlinga y otras partes de su estructura cuando un taxi se cruzó imprudentemente entre el primer vehículo y el camión que lo trasladaba, obligando a la columna a frenar bruscamente. En esas condiciones llegó el caza a la Base Aérea de Morón, donde fue sometido a reparaciones que, tal como vaticinara el ingeniero Ricciardi, llevaron cerca de un mes, con el personal especializado trabajando horas extras para dejarlo en condiciones. Cuando todo estuvo listo, el jet realizó algunos vuelos de prueba con el teniente Weiss a los mandos y a principios de noviembre voló de regreso a Córdoba, donde aterrizó sin novedad. Los días 9 y 10 de diciembre el Pulqui I volvió a surcar los cielos del oeste del Gran Buenos Aires y el 8 de

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octubre del año siguiente fue presentado oficialmente en el Aeroparque “Jorge Newbery” de la ciudad de Buenos Aires, junto al I.Ae. 30 Ñancú y el Vickers Viking presidencial. Ese fue un día especial, en el que Perón se hizo presente junto a su comitiva para observar en detalle la performance del avión. Sumamente compenetrado e interesado en observar los resultados, el primer mandatario recorrió con su vista cada detalle de su diseño e inmediatamente después procedió a supervisar el vuelo que, en esa nueva ocasión, estuvo a cargo del teniente Luis Valoni, otro experimentado piloto de pruebas del IAME (Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado). Por entonces, el líder justicialista contaba con la aviación más poderosa del hemisferio sur, conformada por un centenar de Gloster Meteor MK-04 con asiento en las bases aéreas militares de Morón y Tandil desde la que operaban también los Fokke Wulf 44 y un Beechkraft AT-11; bombarderos Avro Lincoln B-109 y Avro Lancaster B-038 en la Base Aérea Militar “Coronel Pringles” de Villa Mercedes, provincia de San Luis6, cazas a pistón Fiat G 55 equipados con motores Rolls Royce “Merlin” que eran los que habían utilizado los Spitfire en la batalla de Inglaterra7; cazas North American AT-6 Texan, aviones de ataque Beetchkaft AT-11, Glenn Martin 139 WAN, Supermarine Mk-I “Wallrus” (a punto de ser dados de baja), Focke Wulf FW-44 “J. Stieglitz”, Douglas DC2-243 y DC2-267, Douglas C-54 “Skymaster” y Catalina PBY-5 A de la Aviación Naval. Afortunadamente, no hubo que lamentar accidentes ni víctimas fatales durante el período de pruebas del Pulqui I, sin embargo, en una oportunidad, el aparato debió efectuar un accidente de emergencia, sin demasiadas consecuencias, al fallarle el tren de aterrizaje. Dado el optimismo que habían generado los vuelos del Pulqui, en septiembre de 1947 Dewiotine propuso al gobierno la construcción de una fábrica de aviones cerca de Buenos Aires para iniciar su producción en serie y poner en marcha dos nuevos proyectos: el bimotor de transporte D-710 y el caza D-720. Dewoitine desarrolló su modelo D-720 porque las prestaciones del Pulqui no fueron las esperadas. Su velocidad máxima alcanzada apenas los 720 km/h (se había programado una mayor a 850 km/h) y no superó los 900 kilómetros de alcance a 600 km/h de velocidad de crucero. Además, a gran velocidad el aparato se volvía inestable y presentaba flameo, que en cierta ocasión, llegó a desprender la pintura del ala cuando aterrizaba. El diseño del D-720 incorporó tomas de aire a ambos lados del fuselaje, una deriva y dos tanques internos que le permitirían ampliar su alcance y capacidad de combustible (recordemos que el Pulqui solamente tenía tanques en las alas), uno detrás de la cabina y otro debajo, aumentando su capacidad a 405 litros, 135 en el primero y 270 en el segundo8. Por otra parte, se modificó su diseño reduciendo sus dimensiones a 9,50 m, la superficie alar a 17,60 m2 y la longitud del fuselaje a 9,78 m, además de ajustarle el diámetro principal de la cuaderna a 1,22 m, para darle un peso de despegue de 3345 kg9. Los ingenieros del proyecto habían planificado una carrera de despegue de 700 m, con un techo operativo de 14.000, un techo absoluto de 15.000 m, una autonomía de una hora y un alcance máximo de 800 km10, metas que se alcanzarían con las nuevas adaptaciones. Sin embargo, pese a que el Plan Quinquenal contempló ese programa en su presupuesto, el 7 de octubre de 1948, el gobierno decidió cancelarlo y dar por terminadas las negociaciones con Dewoitine cuyo contrato fue rescindido el 27 del mismo mes11.

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Notas 1 Fue condenado a veinte años de trabajos forzados. 2 Ricardo Buzaco, op. Cit., pp. 50-55. 3 Ídem. 4 Los frenos neumáticos, lo hacían ideal para operar en pistas no del todo acondicionadas. 5 Ídem. 6 Asiento del Comando de Bombarderos. 7 Tenían su base en El Plumerillo, provincia de Mendoza. 8 Ricardo Buzaco, ídem. 9 Ídem. Todo ello, sumado al turborreactor Rolls Royce Derwent V de 1633 kg de empuje máximo a 14.700 rpm a nivel del mar y 1360 kg a 14.700 a velocidad de crucero, le imprimiría al aparato una velocidad máxima de 720 km/h., 600 km/h de crucero y una de 170 km/h al momento de aterrizar, con una atencional de 1500 m/m 10 Ídem. 11 El Pulqui I fue desactivado. En 1963, el único aparato existente fue cedido al Museo Nacional de Aeronáutica, en Buenos Aires, que lo mantuvo 36 años a la intemperie, en el Aeroparque Matropolitano de la ciudad de Buenos Aires, donde quedó muy deteriorado. En 1996 comenzó su restauración y hoy se lo puede apreciar en excelente estado, en el Museo en la Base Aérea de Morón junto al motor, el Rolls Royce Derwent V del Pulqui I que se exhibe junto a él (número de serie 10004,), voló por última vez en un Gloster Meteor C051, el 29 de diciembre de 1970.

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NUEVAMENTE CHILE EN LA MIRA Desbaratado el intento de golpe de Estado en Chile, la maquinaria justicialista volvió a ponerse en marcha para sujetar a aquella nación a su control, tal como lo estaba hecho con Bolivia y Perú.

Perón en Chile. Su influencia sobre el presidente Carlos Ibáñez del Campo fue enorme Hemos visto en el capítulo 7, las sentencias que el gobierno trasandino aplicó después de someter a proceso a los implicados en la asonada. El 30 de noviembre de 1948, el fiscal militar de Chile dio a conocer su dictamen involucrando a varios funcionarios argentinos, entre ellos tres diplomáticos y un dirigente nacionalista quienes, según el veredicto, habían planificado el movimiento en la Argentina por encargo del mismo Perón. Casi un mes después, el 21 de diciembre, el tribunal castrense dio a conocer su resolución, absolviendo al general Ibáñez e imponiendo severas penas a los militares involucrados. El fallo causó malestar en amplios sectores del gobierno chileno y sobre todo en la oposición, porque se sabía que el líder justicialista había influenciado sobre los jueces. Y en verdad, no daba para pensar otra cosa ya que el cabecilla de la asonada había quedado en libertad y pocos meses después, el 24 de enero de 1949, la teoría de la inspiración extranjera fue descartada. Nadie se creyó aquello, menos, después de que el embajador argentino en Chile lanzara una abierta amenaza al gobierno de aquel país al manifestar públicamente que el régimen de Santiago se había dado “el lujo de jugar con el general Perón”1 y solicitaba al mismo tiempo adoptar algún tipo de represalia, que podía consistir en la imposición de limitaciones a las exportaciones de ganado en pie y frenar la construcción de una planta de salitre sintético que la Argentina estaba a punto de iniciar. La Cancillería rioplatense vio viable la propuesta y en tal sentido presionó imponiendo restricciones los envíos de carne (cuyo valor aumentó un 40%), mientras la prensa justicialista criticaba con vehemencia al gobierno trasandino poniendo especial énfasis en las dificultades económicas que estaba atravesando y en las limitaciones de sus recursos. Perón obtuvo un resonante triunfo en Chile cuando en el mes de marzo Carlos Ibáñez del Campo obtuvo una banca en el senado de la nación, por la capital, tras una campaña financiada desde Buenos Aires. Ibáñez, que representaba al Partido Agro-Laborista, se convirtió en el principal vocero del líder

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justicialista en el Congreso de su país y contó con el apoyo de la embajada argentina, lo que hizo circular una nueva ola de rumores en Chile que daban cuenta que se estaba gestando otro alzamiento militar con la ayuda de Buenos Aires, que varios conspiradores habían buscado al otro lado de la cordillera y que la mano de Perón se hallaba detrás de las revueltas mineras de Bolivia, que fogoneaba Víctor Paz Estenssoro, desde la capital argentina. Salvador Allende fue todavía más contundente cuando en la sesión del 30 de agosto de 1949 se refirió a la preocupante carrera armamentista argentina, denunciando que su gasto de $2.800.000 duplicaba el de su país y que el régimen justicialista estaba imbuido de ideas imperialistas, militaristas y hegemónicas. La dependencia de Ibáñez del Campo con Perón quedó en evidencia en el mes de noviembre de 1950 cuando, al anunciar su candidatura presidencial, habló con marcada insistencia de la necesidad de establecer la definitiva unión aduanera y su adhesión a la tercera posición que propugnaba el líder justicialista, agregando que para él “la Argentina era su segunda patria”.

Corría agosto de 1951 cuando en Chile comenzó a hablarse nuevamente de un nuevo complot peronista. ¿Las causas?, dos sindicalistas mineros, partidarios de Ibáñez del Campo, se habían autosecuestrado en Colliguay, con la intención de generar incertidumbre e inestabilidad. Detrás de ellos se movían el ACHA (Acción Chileno-Argentina), el grupo Los Cóndores, fundado el 12 de febrero de 1945 por sectores properonista del vecino país, con el objeto de apoyar a Unión Nacionalista y Acción Social Chilena que desde el 21 de mayo del mismo año tenía su sede en el edificio de la Confederación General del Trabajo en Buenos Aires, donde se movía activamente para desestabilizar al gobierno de su país.

Perón intentó derrocar al presidente González Videla Tal era el control que Perón ejercía sobre Ibáñez del Campo, que en 1950 anunció su candidatura a la presidencia desde Buenos Aires, después de mantener dos entrevistas a puertas cerradas con el mandatario argentino2. El 1 de febrero de 1952, se suscribieron con Chile una serie de acuerdos bilaterales que comprometían el envío hacia ese país de 48.000 cabezas de ganado en pie a través de la zona central cordillerana y otras 45.000 mil por el norte, a cambio de 16.000 toneladas de cobre semielaborado a razón de mil dólares la tonelada, compensando el saldo favorable a la Argentina con salitre. Ese mismo día, militares argentinos abrieron fuego contra un grupo de efectivos y exploradores antárticos británicos que habían desembarcado al norte de Bahía Esperanza, generando un incidente que tendría su desenlace al año siguiente. No pasó mucho tiempo para que importantes sectores económicos de Chile, en especial los grandes propietarios de tierras, manifestaran su desacuerdo con el tratado, aduciendo que el mismo era ampliamente benéfico para la Argentina y en extremo perjudicial para su país. En el mes de agosto de 1951 tuvo lugar un nuevo intento sedicioso tendiente a derrocar al gobierno constitucional del presidente González Videla. Fue el denominado Complot de Colliguay en el que se hallaban implicados ciudadanos chilenos partidarios del general Perón. La idea era derrocar al presidente electo y reemplazarlo por el retirado general Ibáñez del Campo que, como se ha dicho, contaba con el apoyo del mandatario argentino.

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Miguel Serrano activo agente del peronismo en Chile Los detalles del incidente quedaron al descubierto en la Honorable Cámara de Senadores de Chile con la denuncia efectuada por el diputado Juan Florencio Galleguillos, presidente de la Comisión Especial Investigadora, a quien el asesor financiero de Juan Duarte, Rafael Andreotti, le confesó los pormenores de la confabulación, lo más resonante, que el dinero para financiar la operación provino de un negocio con el acero, efectuado por el gobierno argentino en la ciudad de Montevideo, maniobra encubierta que impidió su descubrimiento3. La investigación ulterior mostró a las claras que los principales implicados fueron seguidores del general Ibáñez, deseosos de instaurar en Chile un régimen de corte justicialista subyugado a la voluntad de Perón. Su ideólogo y responsable de la logística era el profesor Guillermo Izquierdo Araya, catedrático que en 1945 presidía la Unión Nacionalista de Chile y que dos años después participó en la fundación de la Logia de los Cóndores, de inspiración peronista. Junto a él, destacaban los nombres de otros complotados que con el correr del tiempo se transformarían en importantes figuras políticas de su país, tales los casos de Nilo Rosenberg, futuro director del Departamento del Cobre; Víctor Vergara, que sería encargado de negocios de Chile en la embajada de Dinamarca; Eugenio Orrego Vicuña, a quien Ibáñez designaría embajador en Paraguay y Miguel Serrano, encargado de negocios de la embajada chilena en la India. El que se hubiera desbaratado el complot no fue impedimento para que los secuaces de Perón al otro lado de la cordillera, continuasen intrigando en su favor: En su trabajo Las acusaciones constitucionales en Chile. Una perspectiva histórica, Brian Loveman e Elizabeth Lira ofrecen una amplia visión de cómo se vivieron las intentonas de Perón, de avasallar la soberanía de su país a través de sus agentes locales. Durante este proceso electoral, nuevamente es posible comprobar la concomitancia del gobierno totalitario e imperialista del General Perón y la postulación presidencial del General Ibáñez del Campo4. De acuerdo al texto de acusación constitucional contra el presidente Ibáñez del Campo presentado en la Honorable Cámara de Diputados de Chile el 27 de noviembre de 1956, producida la elección de Ibáñez, una de sus primeras medidas fue formular una invitación oficial a Perón para que visitara el país. Con ocasión de esa visita, el Presidente Perón distribuyó pródigamente dinero en ayuda y en beneficio de grupos políticos que se identificaban con el ibañismo. Consta en las declaraciones formuladas ante la Comisión Especial Investigadora de la Honorable Cámara que en la propia sede de la Embajada Argentina en Santiago, el General Perón hizo entrega de gruesas sumas de monedas a las dirigentes del movimiento femenino ibañista, instándolas a que formaran su unidad “en torno a Ibáñez”5. La Comisión Investigadora constituida por la Cámara de Diputados de Chile a poco de la caída de Perón, logró verificar “…las características de sumisión que adquirió para el movimiento obrero chileno la acción que en ese terreno, desarrollara la Confederación General de Trabajadores Argentinos (...) 6. Fue, asimismo, el Presidente de la República, señor Ibáñez del Campo, remiso a las obligaciones que había contraído con la Nación, cuando consintió que con dinero del Gobierno argentino se negociara en nuestro

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país una importante estación radioemisora, con el propósito de difundir en nuestro medio la propaganda y 7 doctrina del peronismo imperialista . Y más adelante agrega con contundencia: Con la anuencia del Presidente Ibáñez, un gobierno extranjero ha intervenido decisivamente en resoluciones privativas de todo Estado soberano e independiente. En la propia correspondencia cambiada por los Presidentes Ibáñez y Perón aparece la evidencia que comprueba esta afirmación. En respuesta a una carta que le dirigiera el Presidente Perón y en la que este plantea la necesidad de aplastar a la oposición chilena, el Presidente Ibáñez le dice, con fecha 23 de marzo de 1953, que “salvo algunos aspectos de procedimiento, está en el fondo en perfecto acuerdo con el magistral planteamiento táctico de su carta” -y que- “si su propósito se estrellara con la oposición irreductible y obstinada no vacilará en aplacarla donde quiera que ella pretenda enervar su obra, y que se jugará la batalla hasta sus últimas consecuencias”8. La denuncia más grave e importante que efectuaron los legisladores chilenos fue el “intento de disolver violentamente el Congreso Nacional está ratificado por los hechos que ocurrieron en nuestro país en diciembre de 1954” y “el desplazamiento del Ministro de Hacienda señor Cuevas Mackenna, por haber éste declarada que era inoperante el Convenio Económico con Argentina”9. De acuerdo con sus palabras, durante su segundo mandato presidencial Ibáñez del Campo había comprometido gravemente el honor y la seguridad del Estado, subyugado como estaba por la persona de Perón. Producida la caída del Gobierno antidemocrático e imperialista del General Perón, el Gobierno del señor Ibáñez ha sido acusado por los actuales gobernantes argentinos de permitir la permanencia en Chile de elementos peronistas que pretenden alterar la tranquilidad de la vecina República. Ya la Honorable Cámara, por la abrumadora mayoría de 61 votos contra 20, acordó “declarar que, de los antecedentes proporcionados por el informe de la Comisión Investigadora de la Actividades Peronistas, se desprende la responsabilidad de S.E. el Presidente de la República, don Carlos Ibáñez del Campo, por este tipo de actividades, al no tomar oportunamente las medidas que pusieran término a estas actitudes que menoscabaron los intereses y la dignidad nacional”10. Y más adelante, la denuncia continúa diciendo: El Jefe de Estado ha comprometido gravemente el honor y la seguridad de la República, porque en pleno conocimiento del carácter totalitario y de las ambiciones imperialistas que albergaba un Gobierno extranjero, buscó y obtuvo, primeramente, su apoyo para suplantar en Chile un Gobierno constitucional; porque buscó y obtuvo, más tarde, el respaldo de la influencia económica que ese mismo régimen totalitario e imperialista podía otorgarle para postular su candidatura presidencial en los comicios electorales de 1952; porque buscó y obtuvo, también, ese respaldo, no obstante las obligaciones que contraía, subordinando la autoridad moral del Primer Mandatario de Chile a los favores que le había dispensado un dictador foráneo. El Presidente de la República ha comprometido gravemente el honor y la seguridad del Estado, porque aceptó la intromisión de un gobierno extranjero en asuntos políticos que son de la exclusiva y soberana incumbencia de Chile y de los chilenos, como aquellos que dicen relación con la unidad con ciertas agrupaciones femeninas ibañistas y la remoción o permanencia en sus cargos de los Ministros de Estado del Gobierno de Chile11. Comisión Investigadora finaliza su informe asegurando que el presidente Ibáñez continuaba comprometiendo gravemente el honor y la seguridad del Estado, aún después de caído su mentor, “…porque mantenía en cargos de alta responsabilidad política y administrativa a quienes recibieron abiertamente la dádiva que el régimen peronista distribuía en Chile a sus adeptos”, generando un perjudicial distanciamiento entre el nuevo régimen argentino y el gobierno chileno que, según el entender de la mayoría de la población, debían marchar unidos en pos de intereses comunes de comprensión y cooperación. La situación se agravó en extremo cuando en el mes de julio de 1952 el gobierno chileno expulsó al cónsul argentino en Antofagasta, declarándolo persona no grata por su prédica antigubernamental y su intromisión en los asuntos internos del país. Pero todo quedó en la nada cuando el 4 de septiembre de 1952 Ibáñez del Campo se impuso por amplia mayoría en las elecciones presidenciales, tras una campaña financiada por el régimen de Perón, tal como había acontecido con su postulación a senador nacional el año anterior. Los planes de una unificación aduanera y la “cordillera libre” parecieron cobrar cuerpo, lo mismo los tratados de adicionamiento económico, los acuerdos cambiarios y la disminución de aranceles que beneficiarían notablemente a la Argentina.

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Las herramientas de las que Perón se valió para afianzar su poder en el vecino país fueron el Partido Progresista Femenino liderado por la argentina María Hamuy, el Partido Femenino Chileno, el Partido Nacional Cristiano, la Conferencia Nacional de Mujeres Chilenas, y el Partido Agrario-Laborista de Ibáñez.

María de la Cruz Toledo Ferviente difusora del peronismo en Chile Por su parte, el accionar del ACHA comenzó a tomar cuerpo a través sus principales agentes, a saberse, el presidente del Senado chileno, Fernando Alessandri; Arturo Olavarría Bravo, canciller del flamante gobierno; los mencionados dirigentes Guillermo Pérez Izquierdo y Francisco Javier Lira Merino y la fervorosa activista María de la Cruz Toledo, autodenominada “peronista”, que en su actos partidarios, ponía la imagen de Perón en el centro, flanqueada por la de Ibáñez a la derecha y Evita a la izquierda. María de la Cruz trabajó por la unidad de la clase trabajadora, las reivindicaciones de la mujer, la justicia social y, por sobre todo, la difusión del justicialismo en su país. El mismo año de su elección, a poco de regresar de un viaje a Buenos Aires, llegó a exclamar que el peronismo era la reencarnación misma del cristianismo. Para ella, la historia de la humanidad se dividirá en dos grandes eras, del siglo I al siglo XX fue la ‘Era Cristiana’ y del siglo XXI en delante la del peronismo. Como diría un observador, el pueblo deliraba escuchando sus palabras y al finalizar sus discursos, hombres, mujeres y niños de humilde condición se le acercaban con lágrimas en los ojos para besarle las manos y la falda mientras le daban las gracias. En 1953 Perón viajó personalmente a Chile, donde se le brindó una recepción apoteósica, hecho que produjo honda preocupación en Brasil y más todavía en Estados Unidos. Parecía que el presidente argentino se salía con la suya en cuanto a la absorción del país trasandino y la formación de un bloque sudamericano opositor a la política de Washington y eso había que detenerlo. Tras el triunfo electoral de Ibáñez, Perón decidió efectuar una visita oficial a Chile y para ello le encomendó a su equipo de colaboradores, con el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto a la cabeza, que trabajasen en el asunto.

Sabiendo eso, agentes norteamericanos y británicos comenzaron a moverse aceleradamente para boicotear la misión. Para Washington era inadmisible la idea de un bloque de naciones liderado por la Argentina y como el mismo estaba tomando cuerpo, comenzó a moverse con celeridad, de ahí los contactos con elementos de la oposición chilena que fueron incentivados para malquistar a la opinión pública con la figura del mandatario rioplatense. Los agentes especiales recurrieron a todo tipo de ardides, desde generar angustia e incertidumbre con respecto a las importaciones de carne y cereales desde la Argentina hasta presentar al líder justicialista como al Hitler del hemisferio sur, discípulo de Mussolini, con apetencias territoriales e intesiones

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hostiles, además de mostrar al gobierno argentino en plenos preparativos para llevar a cabo el nuevo “anschluss” Así fue como Chile, de la mano de los opositores más notorios entre los que figuraban militantes de la derecha y la izquierda como Exequiel González Madariaga, Salvador Allende, Raúl Rettig, Florencio Galleguillos, Ricardo Boizard y Alejandro Magnet, supo de los avances de Buenos Aire sobre su país, al tiempo que se le daba amplia difusión a temas urticantes como el de las pérdidas territoriales que lo habían reducido a una estrecha lonja de tierra entre la cordillera y el Pacífico y al autoritarismo del régimen peronista. El 18 de febrero de 1953, Perón y su comitiva, integrada por oficiales de las FFAA, dirigentes sindicales, agentes gubernamentales, el embajador chileno en Buenos Aires, Conrado Ríos Gallardo y personalidades de relevancia, encabezadas por el célebre campeón del mundo de Fórmula 1, Juan Manuel Fangio, abordaron el tren presidencial en la estación Retiro, (ramal Gral. San Martín) y partieron hacia el Pacífico en medio de un amplio despliegue y numerosa presencia de funcionarios, fuerzas del orden y curiosos.

La visita de Perón conmocionó a Chile en 1953 Dos días después, el convoy ferroviario, encabezado por una locomotora “Justicialista” de fabricación nacional, adornada con una gran guirnalda en la que destacaban los colores de la Argentina y Chile, hizo su arribo en la Estación Alameda de Santiago, donde lo esperaba una numerosa comitiva encabezada por el presidente de la nación. Las figuras de Perón y Fangio despertaron una enorme expectativa en la ciudadanía chilena y eso se vio reflejado en los medios de información de aquel país, cuyos representantes se concentraron en buen número para cubrir su llegada. La personalidad de Perón, carismática, extrovertida, histriónica y sagaz, propia de un verdadero caudillo, tal como lo recordaría el mismo Ríos Gallardo en un reportaje que el diario El Mercurio” le haría veinte años después, quedó en evidencia ni bien pisó el andén de la estación: “¡Su subalterno se presenta, mi general!” le dijo a Ibáñez en tono firme, mientras hacía la venia. Sabía que el mandatario chileno tenía mayor antigüedad en el grado y por esa razón, aprovechó la oportunidad con astucia para encantar a los presentes. Inmediatamente después siguieron los abrazos, las salutaciones, el intercambio de cumplidos y el reparto de medallas y monedas con las efigies de Perón y Evita, que la prensa opositora vio con malos ojos: “Perón reparte limosna y así humilla a los chilenos modestos”, se leyó en la prensa al día siguiente.

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Perón tomó con humor esas expresiones, lo mismo las críticas a su persona y a sus asesores Raúl Mendé y Jerónimo Remorino. Después de aquel primer contacto, Perón concedió algunas entrevistas a otros medios de prensa, una de ellas a José D. Vázquez, director del diario “La Nación" de Santiago, a quien mencionó la necesidad de concretar la “indestructible unión entre Chile y la Argentina”, a la que debían incorporarse, inmediatamente después, los demás países, el primero de ellos Brasil. Lo que el presidente argentino no mencionó fue que aquel vasto plan solo contemplaba a un líder, él y nadie más que él. “Seremos entonces lo que merezcamos, por nuestros pueblos y nuestras riquezas. Latinoamérica marcha hacia su ubicación estelar en el concierto del mundo [...] Chile tiene lo que nosotros necesitamos y nosotros lo que le falta a Chile, nos complementamos admirablemente. Solos nunca podremos hacer nada; juntos seremos fuertes”. El director del diario acusó a Perón de intentar la anexión de su país a la Argentina a lo que el líder justicialista respondió con ironía, riendo y alzando los hombros: “Estoy dispuesto a aceptar que Chile se anexe a la Argentina. Lo principal es la unidad [...] Yo estoy dispuesto a discutir mis puntos de vista... que me digan qué razones hay para mantener desunidos a Chile y Argentina...”. Por otra parte, durante la charla que mantuvo con el representante de “Los Tiempos” de Concepción dijo: “Por mi parte, pienso que hablar sólo de unión económica es empequeñecer el panorama. Creo que debemos hablar más bien de la unión de nuestros pueblos. Siempre distingo entre unión y unidad. La unión se realiza entre unidades nacionales... [...] sin esta condición puede confundirse unión con anexión ¡y ésta es una palabra que no se puede pronunciar entre pueblos que tienen dignidad!”. Más claro imposible.

Delia Degliuomini de Parodi En los días que siguieron al arribo, hubo algunos problemas generados por la actitud prepotente de una de las asesoras del presidente argentino, Delia Degliuomini de Parodi, integrante de su comitiva, mano derecha de Eva Perón y vicepresidenta primera de la Cámara de Diputados de la Nación, quien intentó inmiscuirse en los asuntos internos del Partido Femenino Chileno, generando críticas en los medios que no opacaron el fervor que manifestaron amplios sectores de la sociedad trasandina durante las recepciones que se le dispensaron al líder justicialista a lo largo de su recorrido por Santiago, Valparaíso y Concepción, donde su nombre fue aclamado. Como dice el profesor Pedro Godoy P. en su trabajo Perón en Chile 1953, de donde extraemos estos datos, en aquellos días surgió una suerte de peronismo chileno que se dejó ver en inscripciones pintarrajeadas en muros callejeros o en la Universidad de Chile cuando se le otorgó el doctorado Honoris Causa a instancia de eminencias locales como el catedrático y dirigente nacionalista Juan Gómez Millas, Eugenio González Rojas, fundador del Partido Socialista y ex ministro de Educación en 1932 y el mismísimo Pablo Neruda. La ceremonia tuvo lugar en el colmado Salón de Honor de la alta casa de estudios donde el ilustre visitante hizo uso de la palabra, cautivando al auditorio con su simpatía y verborragia. Al día siguiente le fue entregada en el Ministerio de Defensa, a cargo del general Abdón Parra, la réplica de la espada del general O'Higgins, distinción que se otorga a título excepcional y las principales ciudades y regiones del país lo proclaman Huésped Ilustre. Como no podía ser de otro modo, durante una ceremonia especial que se llevó a cabo en la Casa de la Moneda, le fue conferida la Orden de O'Higgins.

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Llegamos así al Acta de Puerto Montt, sin ninguna duda el principal objetivo de aquel viaje, compromiso de Unión Económica que “borró la cordillera de un plumazo”, según el decir del mandatario argentino, haciendo realidad la anhelada fusión entre ambos países. Allí quedó promulgado el Decálogo de la Fraternidad que debía estrechar las relaciones entre ambas naciones y constituía el puntapié inicial del bloque antinorteamericano pergeñado por Perón. Tras la firma del Acta de Santiago en el mes de febrero y el Convenio de Unión Económica Chileno-Argentina en julio, se produjeron algunos hechos en la región que incrementaron los temores y dudas de Estados Unidos y sus aliados, uno de ellos el viaje que Perón hizo a Paraguay en octubre para incorporar a esa nación al tan temido bloque antinorteamericano. Y cuando la nación guaraní, gobernada por Federico Chaves, dio señales en ese sentido, Washington utilizó todo su poder para poner fin al temido proyecto peronista.

Visita de Perón a Paraguay Seis meses después del viaje a Chile, el 14 de agosto de 1953, se firmó en Buenos Aires el convenio de Unión Económica Paraguayo-Argentina, por el que la nación guaraní adhería al Acta de Santiago. Se trataba de una copia casi textual del Tratado Argentino-Chileno que establecía de manera definitiva la puesta en marcha del Protocolo Adicional que acordaba la autorización de un crédito recíproco de cinco mil millones de dólares, el abastecimiento mutuo de productos locales, la promoción de las comunicaciones y la sistematización de servicios del transporte terrestre, fluvial y aéreo entre ambos países, así como la radicación de capitales y el desarrollo de explotaciones mineras y petrolíferas.

El presidente Federico Cháves en Buenos Aires junto a Evita El 5 de octubre de ese año, un mes y medio después de aquel acuerdo, Perón visitó Asunción para entrevistarse con el presidente Chaves. El mismo día de su llegada se dirigió al estadio del Club Cerro Porteño y desde allí habló a una verdadera multitud que se había congregado para verlo: “Si alguna vez la causa de este bendito pueblo se ve en peligro, nuestro pecho no ha de faltar a su lado. América es nuestra gran patria. Somos una sola tierra de promisión, una sola tierra del futuro del mundo”, exclamó desde el palco especialmente instalado, desatando la euforia del auditorio. Poco después, durante una recordada conferencia de prensa, el presidente argentino expresó: “Las actuales repúblicas están llamadas a formar un bloque único continental. Para qué vamos a esperar el año dos mil. Nosotros nos adelantaremos. Saldremos a su encuentro. Que el año dos mil nos espere en lugar de esperarlo nosotros”. Antes de partir, Perón prometió regresar para efectuar la reparación histórica que Argentina debía hacer a la nación guaraní por haber incentivado la terrible guerra que casi aniquila a su población y la borra de la faz de la tierra.

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Regresaría al Paraguay un año después para sellar su alianza con otro dictador y llevar a cabo una reparación sin precedentes en los anales de la historia universal. Siguieron a ese viaje la firma de tratados con Ecuador en diciembre de 1953, Bolivia en septiembre de 1954 y la planificación de otros con Colombia, Venezuela, Nicaragua y México. El plan era en extremo ambicioso ya que, a cambio de sus productos alimenticios, Argentina recibiría de aquellas naciones hierro y cobre (Chile), petróleo y estaño (Bolivia), minerales varios (Ecuador) y maderas, yerba mate y tabaco (Paraguay). Para administrar todo eso, el justicialismo estableció consejos binacionales encargados de analizar y poner en práctica los medios necesarios para activar el complejo aparato económico y las inversiones que iba a ser necesario efectuar en materia de infraestructura, comunicaciones y medios de transporte.

Graves incidentes en la frontera con Chile La intromisión peronista en los asuntos internos de Chile, tendientes a incorporar esa nación política y económicamente a la Argentina, derivó en fuertes protestas y graves denuncias por parte de la oposición, advertida permanentemente por la embajada norteamericana de los peligrosos planes del presidente argentino. La situación se agravó notablemente cuando el 25 de julio de 1952 gendarmes argentinos al mando del comandante Domingo Ciani del Río, irrumpieron en el Alto Palena, todavía chileno y tras efectuar un reconocimiento de la región ubicada entre los ríos Encuentro y California, retiraron los documentos a los pobladores y les notificaron que toda el área pertenecía a la Argentina y que para regularizar su situación, debían presentarse en el domicilio del poblador argentino Bautista Sáez, a efectos de imponerse de su nueva condición. El gobierno del Gabriel González Videla presentó las protestas correspondientes pero los argentinos permanecieron en el lugar hasta el 3 de noviembre de ese año, cuando asumió Carlos Ibáñez del Campo, que puso paños fríos al asunto. Sin embargo, los incidentes fronterizos no terminaron. Entre 1954 y 1955, la Argentina inició una serie de penetraciones en territorio trasandino que pusieron en grave situación la relación entre ambos países y en un serio aprieto al presidente Ibáñez. Finalizaba 1954 cuando Danko Pavlecevic, ciudadano croata radicado en Chile desde hacía varios años, descubrió que los argentinos estaban extrayendo azufre de los yacimientos de su propiedad, ubicados en Pico de Oro, próximo a la Corrida de Cori, al sur del salar de Atacama. Intentando averiguar qué era lo que estaba ocurriendo, Pavlecevic se acercó al campamento que los incursores habían levantado y al hacerlo, fue rodeado por efectivos militares fuertemente armados que lo obligaron a retirarse. El croata radicó la denuncia en el juzgado más próximo al lugar de los hechos e inició gestiones para demandar al gobierno argentino. Lo más grave era que aquel azufre era transportado hasta la provincia de Córdoba, para la elaboración de armamentos y eso ponía en grave peligro la estabilidad regional. El producto de lo extraído era cargado en camiones de las compañías Establecimientos Azufreros de Salta e Industrias Químicas Nacionales de Sociedad Mixta, dependiente ambas del Ministerio de Defensa, y conducido a la Estafeta de la Casualidad, ubicada a escasos 23 kilómetros de la frontera en territorio salteño, de donde se lo despachaba hacia la Fábrica Militar de Pólvoras y Explosivos de Villa María, para su procesamiento. Se trataba de una abierta invasión y una violación a la soberanía chilena que el gobierno de aquel país no podía dejar pasar. Demás está decir los sentimientos que aquel descubrimiento despertó al otro lado de la cordillera, sobre todo en la oposición. Perón no sólo se apropiaba de mineral chileno, sino que lo usaba para armar los mismos arsenales con los que proyectaba su frustrada salida al Pacífico. Mil hombres trabajaban en la azufrera, bajo la mirada atenta

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de personal militar argentino [mientras] La sociedad seguía pagando a la Tesorería de Talca su anualidad 12 con la que encubría los hechos . Pese a las denuncias y a que se estaba violando la jurisdicción nacional, el gobierno de Ibáñez no adoptó ninguna medida al respecto y solo se limitó a esperar13. Mucho más grave fue lo que aconteció el 4 de agosto de 1955, cuando un destacamento de gendarmes argentinos penetró en el Alto Palena, territorio chileno en el valle de California, región e Chiloé, e intimó a los colonos a adoptar la nacionalidad argentina y someterse a sus leyes, procediendo inmediatamente después a levantar un censo de la población y elaborar un inventario de enseres y propiedades14.

Notas “La política regional del peronismo”, Historia General de las Relaciones Exteriores de la República Argentina, http://www.argentina-rree.com/13/13-010.htm. 2 En marzo del año siguiente regresó a la capital argentina para mantener una nueva reunión con su par. 3 Brian Loveman, Elizabeth Lira, Las acusaciones constitucionales en Chile. Una perspectiva histórica, FLACSO, LOM Ediciones, “Serie Historia”, Santiago de Chile, 2000, p. 121. 4 Ídem. 5 Juan O. Pons, N. Florencia Pons Belmonte, “La Acusación Constitucional al Presidente de Chile, Carlos Ibañez del Campo; en parte por sus relaciones con Perón y su réplica (1956)”, 16 de noviembre de 2009, http://constitucionweb.blogspot.com.ar/2009/11/peron-imperialista-la-acusacion.htm. 6 Ídem. 7 Ídem. 8 Ídem. 9 Ídem. 10 Ídem. 11 Ídem. 12 Corporación de Defensa de la Soberanía, Chile, “Penetración ilegal argentina en azufreras del altiplano atacameño chileno”, (http://www.soberaniachile.cl/atacargen.html) 13 Caído el régimen de Perón, Pavlicevic y el gobierno de Chile creyeron que la posibilidad de llegar a un acuerdo con el vecino país se hacía posible pero como los mandos de la victoriosa Revolución Libertadora no daban señales de adoptar una decisión, en 1956 debieron dirigirse a la Aduana de Taltal para presentar un nuevo reclamo. Como el mismo no prosperó, las autoridades chilenas dispusieron el envío de un emisario para que intimase a los invasores a desalojar el lugar. Se hizo presente entonces el mayor Enrique Gillmore, que en su intento por dialogar con el jefe argentino, recibió un trato extremadamente violento y fue obligado a retirarse a punta de metralla. La Corporación de Defensa de la Soberanía de Chile menciona al destacamento armado que el Ministerio de Defensa de aquel país envió al lugar aclarando que al llegar al área en cuestión, los intrusos se retiraron mansamente sin embargo, inexplicablemente, en el mismo relato, señalan que los argentinos siguieron extrayendo azufre hasta 1964, borrando prácticamente la cumbre del Cerro de Cori. 14 En 1966, un tribunal arbitral falló a favor de la Argentina, dejando de su lado aquel majestuoso valle cordillerano.           1

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EL I.Ae 33 PULQUI II UN PROYECTO DE ENVERGADURA

Una vez instalado en Villa del Lago, Kurt Tank comenzó a organizar su equipo de trabajo mientras aguardaba la llegada de los técnicos del desaparecido departamento de diseño de la Focke-Wulf que había mandado traer desde Europa. Sobre su mesa de trabajo destacaban los planos del TA-183 que desarrollara en Alemania, en base a los cuales pensaba dar comienzo al proyecto argentino, destacando muy especialmente sus alas en flecha, con las que aspiraba a alcanzar los límites de la barrera del sonido. Con el arribo del último de sus colaboradores, el ingeniero alemán comenzó a construir varias maquetas a escala para probarlas en el túnel de viento, trabajos que dieron resultados positivos. Perón seguía con interés el desarrollo del programa pero se mantenía al margen, sin interferir, pues confiaba plenamente en el sabio germano. Por orden suya, todos los requerimientos de Tank debían ser satisfechos, sin importar el costo y si cuestionar absolutamente nada. A comienzos de 1948 operarios argentinos comenzaron la construcción de un planeador a escala normal destinado a efectuar los primeros estudios de su comportamiento a efectos de evaluar su performance a altas velocidades. Su esquema estuvo a cargo de Reimar Horten, diseñador alemán, experto en vuelos a vela, a quien Perón encargaría otros proyectos en el futuro cercano. El planeador estuvo terminado a mediados de octubre y el 20 de ese mes realizó su primer vuelo con Tank al comando, remolcado por un I.Ae. 24 Calquin. Se trataba de un prototipo de tela y madera, con alguna que otra pieza metálica (entre ellas las punteras de sus alas), muy similar al TA-183, con un ángulo de 55º en la flecha de sus alas y empenaje en “T”. Aquel primer vuelo sobre los cielos de Córdoba rebeló ciertas deficiencias, entre ellas su defectuoso comportamiento lateral y la dureza del timón que provocaba respuestas lentas y obligaba a movimientos bruscos al ser accionado. Los defectos fueron corregidos después de de una serie de vuelos que decidieron a los técnicos adaptar su fisonomía, especialmente su deriva, aumentando su superficie. El planeador realizó más de cincuenta pruebas aéreas, algunas de ellas a cargo del propio Tank y otras con Edmundo Weiss a los mandos, en ciertas ocasiones remolcado por un Calquin y otras por un Glenn Martin W-139 WAA. Finalizado ese período, el equipo de Tank comenzó a construir el primer caza de alas en flecha de Latinoamérica, proyecto que fue puesto bajo la dirección del ingeniero Wilhelm Bansemir, uno de los artífices del Focke Wulf Fw-57 en Alemania, con Tank como supervisor general. Según refiere Ricardo Burzaco, la simbiosis entre técnicos alemanes y operarios argentinos fue digna de destacar. Surgió así un aparato excepcional, cuyas características generales eran: Longitud: 11,68

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Envergadura: 10,62 m Altura: 3,35 m Trocha: 2,10 m Tripulación: 1 piloto Superficie de empenaje horizontal: 4,49 Peso vacío: 3.554 Peso máximo al despegue: 5.988 kg Peso total del armamento: 464 kg Peso de carga: 2434 kg Planta motriz: Rolls Royce “Nene” II 104B de 2,96 m x 1,26 m Empuje normal: 22,2 km Velocidad máxima: 1,055 km/h Velocidad de crucero: 962 km/h Velocidad de ascenso: 30 m/seg. Velocidad de aterrizaje: 178 km/h Alcance: 2.039 km Autonomía: 1 hora 45’ Tedho de servicio: 15.000 m. Decolaje: 740 m Armamento: cuatro cañones Hispano Suiza MK5 de 20 mm. Combustible: 1875 a 2600 kg Lubricante: Ídem Uno de los inconvenientes que presentó el planeador, fue la ubicación del anclaje de la turbina Rolls Royce, inconveniente que recién se superó al ser reforzado el fuselaje para mejorar el paso del aire. Se construyeron dos prototipos simultáneamente: el Pulqui II 01 y el Pulqui II 02m, que estuvieron terminados en junio de 1950. El 16 de ese mes, los operarios de la Fábrica Militar de Aviones sacaron lentamente al primer Pulqui II de del hangar principal y lo subieron a la parte posterior de un camión militar para ser conducido hasta la pista de la Escuela de Tropas Aerotransportadas, donde se pensaba poner a prueba su turbina en punto fijo. Fue una vez más el experimentado teniente Weiss, el encargado de la misión. El piloto argentino trepó a la cabina del caza, se ató al asiento y después de poner en funcionamiento el motor, probó los mandos dando mayor potencia a medida que se lo iban indicando. La prueba se repitió en varias oportunidades hasta que Tank y Bansemir estuvieron seguros de que todo funcionaba a la perfección. Se decidió llevar a cabo el primer vuelo. Weiss cerró la cabina, echó una nueva miraba al tablero y moviendo la palanca de mando comenzó a desplazarse lentamente por la plataforma, hasta la cabecera de la pista, donde se detuvo y esperó la orden de partida. La misma llegó a través de los auriculares que tenía puestos por encima de la gorra y sin perder un segundo, dio máxima potencia y comenzó a carretear. El avión se elevó a máxima potencia, iniciando un vuelo de 28 minutos de duración durante los cuales, el piloto hizo las más variadas maniobras, siempre en contacto radial con Tank. Una vez en tierra, después de un aterrizaje impecable, el piloto explicó que el aparato era sumamente maniobrable, veloz y de fácil manejo. Tres días después se llevó a cabo una segunda prueba a cargo de Otto Behrens, as alemán de la Segunda Guerra Mundial, veterano piloto ex de pruebas de la LuftWaffe y director de su Centro de Ensayos. Para presenciar la experiencia, se hizo presente el ministro de Aeronáutica César Ojeda, quien fue testigo de su despegue y de cómo el aviador exigía al máximo la capacidad del aparato. Behrens informó a través de la radio que, efectivamente, tal como lo había notado Weiss, el avión era maniobrable y veloz pero a partir de los 700 km/h se tornaba sumamente inestable. Se le ordenó aterrizar inmediatamente, cosa que hizo tras una riesgosa maniobra de frenado aéreo que pudo haberle costado la vida.

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El I.Ae. 33 Pulqui II en vuelo El personal de tierra vio a Behrens aproximarse a gran velocidad hasta posarse bruscamente sobre la pista, rompiendo la pata derecha de su tren de aterrizaje. Una exhaustiva inspección permitió a técnicos e ingenieros determinar que uno de los sellos del sistema de amortiguación que impedía el escape del líquido hidráulico, se había roto y que eso había provocado el accidente. El ministro Ojeda escuchó las explicaciones con suma atención y luego manifestó que el incidente había sido producto de un error del piloto al haber efectuado su aproximación a tierra como si se tratara de un avión a hélice. El prototipo 02m estuvo listo en octubre, después de una serie de reformas basadas en las conclusiones que se habían sacado después del accidente sufrido por su gemelo. El nuevo jet fue probado por el mismo Tank quien, a la vista de las autoridades, técnicos y personal presente, trepó hasta los 8000 metros en poco más de seis minutos, a 30 m/seg., punto en el que enderezó el avión para iniciar una trayectoria recta. Diez minutos después inició un nuevo ascenso hasta alcanzar los 9000 metros notando, repentinamente, que el avión comenzaba a vibrar y a sacudirse violentamente. Fue en ese momento que los mandos dejaron de responder y para espanto de los presentes, el veloz caza comenzó a caer verticalmente, a gran velocidad. Afortunadamente, el ingeniero alemán era un piloto avezado y en ningún momento perdió la calma. Eso le permitió advertir que la poderosa turbina Rolls Royce todavía funcionaba y sin perder tiempo dio máxima potencia. Para su alivio, en el segundo intento notó que la palanca le respondía y de ese modo, al cabo de 4000 metros de caída, pudo controlar el aparato. Demostrando mucho aplomo y sangre fría, Tank volvió a repetir la maniobra hasta que nuevas vibraciones y sacudidas lo hicieron desistir. Había superado los 1000 km/h a 6000 metros, con un comportamiento estable y eso era altamente positivo.

Ni bien tocó tierra, el alemán descendió del avión y pronunciando apenas unas palabras, se dirigió presurosamente hacia su oficina para revisar los planos y notas del avión. Un detenido examen permitió determinar que, en ciertas circunstancias, los cazas de ala en flecha y empenaje en “T” padecían lo que se conoce como “sombra aerodinámica”, fenómeno que genera un vacío detrás de las alas, dejando al empenaje sin presión de aire y anulando sus mandos. La solución consistió en lastrar la proa del avión y de ese modo, correr su centro de gravedad.

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El 8 de febrero de 1951 tuvo lugar la presentación del Pulqui II a Perón, con una magnífica demostración en el Aeroparque Metropolitano de la ciudad de Buenos Aires, en el que se dio cita una gran concurrencia, atraída por el anuncio oficial. Ese día, por la mañana, el alemán llamó por teléfono al primer mandatario y le dijo que iba a llegar a destino en menos tiempo que Perón emplearía desde la residencia presidencial. El jefe de estado rió de buena gana y poco después abordó el vehículo presidencial que debía llevarlo hasta el Aeroparque Metropolitano. La gente que se había dado cita en el lugar para presenciar la llegada del jet era una verdadera multitud. Por esa razón, el tránsito se hallaba congestionado y el avance de los automóviles era lento. Diría Hans Rudel: Decenas de miles habían llegado en ómnibus, automóviles, camiones, bicicletas y a pie, para ser testigos de este acontecimiento decisivo para la aviación argentina. Por supuesto, estaba reunida casi totalmente la comunidad alemana en la argentina y uno pudo ver muchas caras conocidas. Win Sarsen se había procurado un grabador e hizo entrevistas y grabaciones que ofreció más tarde a la Radiodifusión de Alemania noroccidental para ser irradiado allá…1. Perón y su comitiva llegaron al Aeroparque a las 08.15, en medio de vivas y aplausos. El líder justicialista descendió del vehículo oficial luciendo su elegante uniforme blanco y bajo un cielo límpido y un sol radiante, pasó revista a las tropas. Grande fue su sorpresa cuando, finalizada la ceremonia, un sonriente Kurt Tank se le acercó para estrecharle la mano. El ingeniero germano había cumplido su promesa de llegar antes que el presidente y eso agradó a Perón que junto a sus ministros, se dirigió al palco oficial para observar las pruebas. Tank regresó a la pista, mientras se volvía a poner la gorra y las antiparras y una vez junto al avión, hizo un nuevo sondeo en compañía de sus mecánicos. Después de comprobar que todo estaba en condiciones, trepó a la cabina conectó el equipo de radio y se colocó la máscara de oxígeno.

Perón hace uso de la palabra en el Aeroparque luego del primer vuelo del Pulqui II. A su lado Kurt Tank El Pulqui fue remolcado hasta la cabecera de la pista por un tractor Pampa de fabricación nacional que lo dejó a pocos metros y a partir de allí siguió rodando a la vista del público que seguía los movimientos entre fascinado y expectante. En el extremo de la cinta asfáltica Tank se detuvo unos instantes y poco después dio máxima potencia al motor para iniciar el carreteo.

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Las turbinas del caza tronaron con inusitada potencia y minutos después comenzó a elevarse hasta los 1000 m de altura donde efectuó un giro suave hacia la izquierda y otro hacia la derecha para hacer una primera pasada sobre el público, a 25 metros de altura y 950 km/h de velocidad. Luego volvió a ascender y casi enseguida efectuó la segunda pasada en sentido contrario, esta vez a 200 km/h. Mientras el público lanzaba vivas y aplaudía entusiasmado, el jet argentino trepó hasta los 13.000 m al tiempo que efectuaba nuevas maniobras. Durante el ascenso, Tank notó una serie de extrañas vibraciones que en un primer momento le llamaron la atención pero casi enseguida, se percató que eran producto de la corriente térmica ascendente que generaba la usina termoeléctrica que funcionaba cerca del Aeroparque Metropolitano. A los veinte minutos de vuelo, el piloto inició el descenso aterrizando sin inconvenientes a 170 km/h. Dando máxima a los frenos hizo un lento desplazamiento hacia el sector donde se encontraba el palco oficial, maniobra que fue saludada por una salva de aplausos por parte del público. Mientras Tank descendía de su cabina, Perón se le acercó sonriente para estrecharlo en un fuerte abrazo y dirigirse caminando con él hasta donde se encontraba el avión. El piloto alemán le mostró al mandatario los detalles del nuevo caza, explicándole su dispositivo y sus ventajas. Perón subió por la escalerilla lateral hasta la cabina y observó detenidamente su interior, en especial el tablero de control, el asiento eyectable y la palanca de mandos, todo mientras hacía preguntas. De ahí pasaron al hall central del Aeroparque donde se había preparado un lunch y ese fue el momento que el líder justicialista aprovechó para pronunciar unas palabras, resaltando los logros del equipo Tank y la Fábrica Militar de Aviones. Ricardo Buzaco reproduce los pasajes más destacados de ese discurso: Señores. Yo deseo en esta oportunidad un recuerdo de mi gratitud para los hombres que han trabajado en la concepción de esta máquina. Yo no olvido, ni olvidaré nunca, que los hombres bien nacidos tienen una condición por sobre todas sus condiciones, y que es la de la gratitud. Yo, En la Escuela de Guerra, en el Colegio Militar, recibí la valiosa enseñanza de numerosos profesores alemanes a los cuales debo, quizá, gran parte de la cultura militar que he adquirido en mi vida y guardo para ellos la profunda gratitud que es obligación conservar para todo hombre bien nacido. A esa gratitud, que guardo y guardaré toda mi vida para con esos dignos caballeros y soldados que dieron de sí lo mejor que tuvieron para enseñarnos y para instruirnos, debo agregar hoy la gratitud de un hombre formado y la gratitud de la Nación, al profesor Kurt Tank, a cada uno de los técnicos que han trabajado en la concepción de esta máquina, como así también a los obreros argentinos que la han construido. El mérito de esto es, pues, de estos hombres que llegan a nuestra patria con un corazón sin prejuicios y con un alma inclinada a colaborar y a trabajar con nosotros para lograr las conquistas aeronáuticas con que soñamos. A ellos va mi palabra agradecida […] y porque la felicidad, la tranquilidad y el éxito sigan acompañando al profesor Tank, como así también a todos los técnicos que construyen para nosotros un núcleo de nuevos hermanos argentinos que se incorporan a trabajar, a luchar y a vivir con nosotros2. Inmediatamente después habló el ministro Ojeda para destacar también los progresos de la industria aeronáutica nacional, haciendo y hacer hincapié en la labor del científico alemán. Fue un día glorioso para la ciencia argentina, en el que se pudo entrever una era de oro y un futuro promisorio. Ahí mismo se decidió poner toda la energía en el proyecto y encrar la construcción de una primera serie de cazas Pulqui II para dotar a la Fuerza Aérea Argentina de tan moderna y sofisticada arma. Ese mismo año, el príncipe Bernardo de Holanda visitó la Argentina, interesado en promocionar la venta de turbinas aéreas de una firma a la que representaba y observar en acción al flamante jet argentino, con miras a una posible compra para equipar a la Fuerza Aérea de su país. El 6 de abril, el brigadier Ojeda se comunicó telefónicamente con Tank para ordenarle que se trasladara con el avión hasta Buenos Aires con el objeto de ofrecer una demostración al ilustre visitante. -Disculpe señor ministro –fue la respuesta del ingeniero aeronáutico germano- pero yo no hago demostraciones para alemanes traidores.

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Aunque al principio lo dudaba, el secretario de Aeronáutica había escuchado bien, Kurt Tank, el mismísimo padre del Focke Wulf FW-190A, se negaba rotundamente a mantener ningún tipo de contacto con el príncipe de Holanda debido a su actitud para con Alemania, su tierra de nacimiento, durante la Segunda Guerra Mundial. Ojeda intentó hacer contemporizar y tanto fue lo que insistió, que al final Tank accedió. El alemán abordó el avión y voló directamente a Buenos Aires. En el Aeroparque lo esperaban Ojeda y el príncipe Bernardo, ante quienes hizo una pasada previa al aterrizaje. El recién llegado saludó con poco entusiasmo a su compatriota pero cumpliendo con la directiva de sus superiores, le enseñó todos los detalles del caza, respondiendo cada una de las preguntas que aquel formulaba. Finalmente, se le pidió que efectuase una demostración para que pudiese apreciar una vez más sus condiciones en vuelo y así lo hizo aunque, cumplida la misión, enfiló directamente hacia Córdoba para no saludar al soberano.

El 31 de mayo de 1951 el proyecto Pulqui se cobró su primera víctima. Ese día, se programaron una serie de vuelos a cargo de los escuadrones de Gloster Meteor IV, tendientes a realizar nuevas evaluaciones del comportamiento del caza. El primero en volar el Pulqui aquella fría y despejada mañana fue el jefe de la escuadrilla, capitán Carlos Soto, que despegó de la Escuela de Tropas Aerotransportadas sin problemas, para llevar a cabo una serie de maniobras que finalizaron exitosamente media hora después. El segundo piloto asignado para la misión fue el teniente Vedania Mannuwal, joven de 26 años, hijo y nieto de hindúes, que tenía acumulada una vasta experiencia como integrante del escuadrón de Gloster Meteor, 3 con más de 930 horas de vuelo . El teniente Mannuwal abordó el avión-caza sabiendo que después del último vuelo Tank tenía sus reparos. Esa fue la razón por la que se le aconsejó no exigirlo demasiado porque el origen de las vibraciones que se producían a partir de determinada altura y velocidad seguía siendo desconocido. Haciendo caso omiso de las recomendaciones, el piloto trepó hasta los 15.000 metros y una vez allí comenzó a hacer maniobras al límite de la velocidad adecuada. En tierra aguardaba el resto del escuadrón integrado por el primer teniente Ricardo Favre, los tenientes Javier Martínez Zuviría y Oscar Romano y los alféreces Carlos W. Pastor, Gert Kleissen, Luis Valoni, Armando Bernasconi, Jorge Rangugni L. Bravo Deheza, cuyas edades oscilaban entre los 22 y los 27 años. Todo iba bien hasta que repentinamente, durante un giro pronunciado que el piloto efectuó hacia la derecha a alta velocidad, una de las alas se le plegó y el aparato se inclinó bruscamente. Al ver aquello, el piloto se apresuró a eyectarse accionando la palanca del primitivo asiento semiautomático Martin Baker Mk.1, sin advertir que se hallaba invertido. Mannuwal salió despedido a gran velocidad y cayó pesadamente a tierra sin dar tiempo a que al paracaídas se abriese. Su muerte fue instantánea y constituyó un duro golpe para el escuadrón. Estudios posteriores permitieron determinar que el desprendimiento de la soldadura de uno de los pernos que sujetaban el anclaje del ala al fuselaje fue lo que provocó el accidente. Enterado Perón de lo que había ocurrido, mandó llamar inmediatamente a Tank y cuando aquel se presentó en la Casa de Gobierno, le pidió un detallado informe del accidente. El alemán fue extremadamente gráfico al exponer los hechos y cuando hubo terminado, el mandatario le renovó su confianza aunque le pidió que no hiciese más vuelos de prueba porque temía por su vida. El diseñador germano respondió: “General, no hay ninguna teoría que pueda remplazar la práctica de experiencias, mucho menos las propias; además las estadísticas indican que a medida que un piloto se pone viejo, disminuyen los riesgos de accidentes”4. Cuatro meses después, el 28 de septiembre de 1951, tuvo lugar el intento de golpe de Estado encabezado por el general Benjamín Menéndez. Como en la asonada habían intervenido algunos oficiales de la Fuerza Aérea, el ministro Ojeda presentó su renuncia, forzando al primer mandatario a buscar un reemplazante. Lo

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encontró en la persona del eficiente brigadier San Martín, quien desde el 12 de marzo de 1949 desempeñaba el cargo de gobernador de la provincia de Córdoba, con Edmundo Weiss como su secretario. Los nuevos funcionarios asumieron sus funciones el 3 de octubre y poco antes de que comenzase la construcción del tercer prototipo del Pulqui II, al que se le aplicaron numerosas variantes destinadas a superar los inconvenientes detectados en los dos modelos anteriores. Fue así como se aumentó su capacidad de combustible a 900 litros, que permitió un alcance de 3090 km/h; se le aplicaron remaches más resistentes, se le hicieron mejoras en el tren de aterrizaje y se modificó su timón, única variante exterior junto a las franjas rojas laterales que se pintaron a ambos lados del fuselaje.

La poderosa turbina del Pulqui II El aparato estuvo listo a fines de 1951 y casi inmediatamente después comenzaron las pruebas con Tank y algunos pilotos argentinos a los mandos. Los vuelos que se llevaron a cabo permitieron comprobar su alta performance y eso decidió al equipo de técnicos a anunciar la novedad e invitar a Perón a presenciar una prueba. El líder justicialista se comprometió para el 11 de octubre de 1952 por lo que Tank se puso en contacto con Otto Behrens, que por entonces se había retirado de la Fuerza Aérea Argentina y se hallaba abocado por entero al taller mecánico que había instalado en Villa Carlos Paz, para preguntarle si podía volar el nuevo prototipo. El veterano de las campañas de Francia y el Canal de la Mancha, respondió afirmativamente y así acordaron un vuelo previo el día 9, para realizar un último chequeo y permitir al piloto familiarizase con los comandos. El sol brillaba con intenso fulgor aquella límpida mañana de primavera cuando Behrens, se presentó en la Fábrica Militar de Aviones, listo para volar.

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Lo recibió Kurt Tank, quien primero lo saludó por su cumpleaños y luego lo puso al tanto de las últimas novedades. Inmediatamente después luego abordaron un automóvil y con el ingeniero al volante se dirigieron a la Escuela de Topas Aerotransportadas, donde los mecánicos llevaban a cabo los últimos controles. Behrens, vistiendo overol, campera de cuero, gorra y antiparras, trepó hasta la cabina y puso en marcha la poderosa turbina Rolls Royce. Siguiendo las indicaciones de los señaleros, el experimentado aviador condujo lentamente el avión hasta la cabecera de la pista y luego de una rápida mirada al tablero dio máxima potencia, inició el carreteo. Despegó sin problemas, a la vista de todo el personal de tierra, que lo seguía con la mirada mientras ascendía velozmente hasta los 700 metros de altura. Repentinamente, el avión se inclinó, dio una vuelta sobre su eje y se precipitó a tierra, estrellándose en pleno campo, ante la mirada atónita de operarios, mecánicos, técnicos y personal militar. Era la segunda víctima fatal del proyecto en menos de un año y su muerte causó gran conmoción, tanto en el ambiente aeronáutico argentino como en la colonia alemana que tanta estima y admiración le tenía5. Cuando el personal de la unidad militar llegó hasta los restos del aparato, se encontraron con que el mismo era una bola de fuego de la que se desprendía una intensa columna de humo. Los bomberos tardaron varios minutos en apagar el fuego y una vez que lo hicieron, pudieron extraer el cuerpo del aviador, completamente carbonizado. Los accidentes sufridos por el programa aeronáutico peronista no impidieron para que el mismo siguiese adelante. En 1953 la Fábrica Militar de Aviones comenzó a construir el cuarto prototipo del Pulqui II, trabajo para el que Tank hizo venir especialmente de Alemania al ingeniero Ulrich Stampa, quien efectuó numerosas variaciones en su estructura (aerofrenos, canalizadores de aire a ambos lados sobre la parte superior de cada ala, otros cuatro en la popa; presurización de la cabina y mayor capacidad de combustible), instalando cámaras para el registro de su performance y cañones Hispano Suiza de 20 mm para las pruebas de tiro. Los pilotos seleccionados para las pruebas fueron el primer teniente Jorge Conan Doyle, jefe de pilotos de prueba de la Fábrica, los tenientes Rogelio Balado y Nelio González y el propio Kurt Tank. Nelio González llevó a cabo el primer vuelo y el mismo le permitió detectar inconvenientes en los mandos y más de una vibración en toda su estructura (e incluso sacudidas), cuyos orígenes era imperioso determinar. En 1954 se hicieron nuevas pruebas los cuales, Jorge Conan Doyle hizo prácticas de tiro, descubriendo problemas en el retroceso de las piezas. En otra ocasión, el piloto comprobó que al llegar a los 45.000 pies de altura (15.000 metros) se producía presurización en la cabina, anomalía que se apresuró a informar a la torre a través de la radio, mientras seguía acelerando para iniciar inmediatamente después una impresionante caída en picada desde 40.000 pies a los 30.000, que le permitió alcanzar los1080 km/h. Una vez en tierra, Doyle manifestó que con la turbina que tenía el avión era imposible superar la velocidad indicada porque, a partir de ese punto, el mismo se tornaba inestable. Sin embargo, en cada una de las pruebas, la máquina demostró un comportamiento más que excelente y eso alentó a las autoridades a hablar de producir el aparato en serie. Pero como las sanciones a la Argentina continuaban, no había más remedio que seguir operando la turbina Rolls Royce 104B “Nene” II, de las que el país disponía en buena cantidad, menos potentes que las utilizadas por las grandes potencias pero útiles para seguir adelante con el programa. Aún en esas condiciones, el caza era muy superior al Gloster Meteor en cuanto a performance, aerodinámica y maniobra y eso lo hacía extremadamente viable, de ahí las visitas que la Fábrica Militar de Aviones recibió de delegaciones provenientes de Egipto, la Unión Soviética e incluso, ejecutivos y técnicos de la North American de los Estados Unidos. La crisis económica de 1953 obligó al gobierno argentino a desacelerar los programas militares, incluido el del costoso Pulqui II, pero los trabajos siguieron adelante, aunque más lentamente. El proyecto recibiría su tiro de gracia con el triunfo de la Revolución Libertadora y la caída del régimen justicialista. Durante los combates que tuvieron lugar en los meses de junio y septiembre de 1955, el Pulqui II fue capturado por las fuerzas rebeldes y movilizado para entrar en combate al menos, según fuentes no oficiales,

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en una oportunidad, contra las tropas leales que avanzaban hacia la provincia de Córdoba. Sobre su fuselaje, se le pintó la cruz sobre la “V” de la victoria (“Cristo Vence”) utilizada como emblema por los enemigos de Perón. Finalizados los enfrentamientos, la unidad participó en el Desfile de la Victoria con el capitán Jorge L. Suárez a los mandos, zurcando los cielos de Córdoba junto a los Gloster Meteor, los Avro Lincoln, los Avro Lancaster, los Fiat G-55 y otras aeronaves6. Incluso fue fotografiado en una base militar, antes del desfile, estacionado en una plataforma con algunos Gloster Meteor7. La Revolución Libertadora desactivó casi todos los proyectos justicialistas y encarceló a buena parte de su dirigencia. La casa de Tank, en Córdoba, fue allanada y el ingeniero alemán fue acusado de portar documentación falsa, por lo que se le secuestraron planos, notas y apuntes, forzando su salida del país con catorce integrantes de su equipo técnico. En 1956 hubo un intento de reactivar el proyecto impulsado por oficiales de la Fuerza Aérea que habían trabajado en él. Por esa razón, se planificó y llevó a cabo un vuelo de demostración, entre Córdoba y Morón (previa autorización del gobierno), que estuvo a cargo del capitán Rogelio Balado. Obtenida la autorización del nuevo gobierno, los técnicos de la Fábrica Militar de Aviones comenzaron a trabajar en el acondicionamiento del prototipo 04 al que pensaban probar a carga de combustible completa y llevando las municiones necesarias para la que iba a ser su primera práctica de tiro. El jet despegó de Córdoba en horas de la mañana y alcanzó la Base Aérea de Morón en poco más de treinta minutos. Una vez sobre el objetivo, descendió en picada y a la vista de numerosos observadores, abrió fuego con sus cañones, repitiendo el procedimiento una y otra vez. Inmediatamente después, trepó hasta los 35.000 pies y desde esa altitud, enfiló de regreso a la provincia mediterránea a más de 1000 km/h. Durante el trayecto, el piloto padeció un percance que le pudo haber costado la vida. Debido a fallas en el sistema de oxígeno, Balado estuvo a punto de perder el conocimiento debido a que dejó de recibir la provisión adecuada y eso lo sumió en un estado de semiinconsciencia que le restó velocidad para accionar los mandos. Para su fortuna, logró mantener cierta lucidez que le permitió distinguir a tiempo la pista de la Escuela de Tropas Aerotransportadas y accionar los mandos para bajar el tren de aterrizaje y posarse sobre la carpeta asfáltica a más de 300 km/h. Durante la maniobra, el semiinconsciente piloto rompió el tren de aterrizaje y eso hizo que la aeronave se arrastrase más de la cuenta y terminase deslizándose sobre la tierra, más allá de la carpeta asfáltica. El casco plástico que llevaba le salvó la vida cuando su cabeza impactó contra la mira de puntería.

Las autoridades aeronáuticas, encabezadas por el brigadier Heriberto Ahrens y el ingeniero Pablo Guillot, encargado de la oficina de Planificaciones, evaluaron la posibilidad de iniciar la construcción de una serie de cien aparatos pero la iniciativa fue cancelada y en lugar de ello, el gobierno adquirió a los EE.UU. un lote de veintiocho F-86F que recién serían entregados en 1960. El proyecto Pulqui II fue reactivado en tiempos del Dr. Arturo Frondizi, un año antes de que se pusiese en marcha el programa espacial que colocó a la Argentina entre las cinco primeras naciones del mundo en la exploración del cosmos8. A fines de 1957 ingenieros y técnicos de la Fuerza Aérea comenzaron a estudiar los planos que había dejado Kurt Tank, evaluando la posibilidad de poner en marcha nuevamente el proyecto Pulqui, iniciativa que elevaron al gobierno a través de su representante, el brigadier Alfredo Vedoya. Recién con el advenimiento del presidente Frondizi, cuyo programa desarrollista contemplaba una considerable reactivación en materia de ciencias, tecnología e industria, se comenzó a construir, muy lentamente, el prototipo 05, que quedó concluido en agosto de 1959. Se trataba de un calco del 04 a excepción de su esquema de pintura exterior, blanco, con vivos rojos en la cola, el timón y a ambos lados del fuselaje. El 18 de septiembre de 1959, el jet fue conducido hasta la plataforma contigua a las instalaciones de la Fábrica de Aviones, donde fue abordado por el primer teniente Roberto Starc, quien una vez efectuado

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el control ocular exterior, trepó hasta la cabina, se ató con los cinturones al asiento y puso en funcionamiento el poderoso motor Rolls Royce con el que atronó la unidad militar y sus alrededores. Starc decoló seguido por un Gloster Meteor al comando del teniente Sergio García.y alcanzó los 3000 metros. Una vez allí, desaceleró y entró en pérdida para poner a prueba los flaps y después siguió haciendo maniobras con pronunciados virajes, ascensos y descensos, caídas en picada y vuelos rasantes.

Los argentinos prueban su armamento y provocan un marcado desequilibrio regional que generará preocupación en el Departamento de Estado norteamericano y pondrá en estado de alerta a las naciones del hemisferio

En los meses siguientes se hicieron doce vuelos más, con García y Starc alternándose en los mandos, pero el proyecto estaba condenado. En 1960, el gobierno decidió la compra de varios North American F86F-30 Sabre y mantuvo en servicio a los Gloster Meteor hasta marzo de 19719, desactivando definitivamente el programa. La falta de visión había vuelto a primar. Hubo otros gobiernos que promovieron el desarrollo de programas de alas en flecha emparentados con el Pulqui II, todos cimentados en proyectos alemanes, entre ellos el MIG-15 y el LA-15 soviéticos, desarrollados ambos por los ingenieros rusos Artiom Ivanovich Mikoyan y Mijail Losifovich Guirevic, en base a los planos del TA-183 alemán, el F-86 Sabre norteamericano y el MD Mystere francés. Cuando Tank y su grupo abandonaron la Argentina, se llevaron consigo los planos del I.Ae. 43 Pulqui III con el que pusieron en marcha los programas HAL HF-24 Marut para la Hindustan Aeronaitics Limited de la India y a partir de 1964, el reactor Helwan HA-300 egipcio, prueba elocuente de los alcances que tenía el proyecto justicialista y la miopía de los regímenes que le sucedieron.

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Notas 1 Ricardo Burzaco, Las alas de Perón, p. 70. 2 Ídem, p. 71. 3 Había alcanzado los 15.100 metros de altura a bordo de un aparato de su escuadrón. 4 Burzaco, op. Cit., p. 77. 5 Un número considerable de personas se dio cita en el cementerio para despedir los restos del legendario aviador alemán, cuyo féretro fue trasladado a pulso por cadetes de la Fuerza Aérea Argentina hasta el avión que debía conducir sus restos hasta Buenos Aires. Entre las personas que asistieron a la ceremonia, se hallaba el personal alemán que trabajaba en la FMA. Hicieron uso de la palabra ese día, Kurt Tank y Hans Rudel y se leyeron mensajes de condolencia del brigadier San Martín y el general Perón. 6 El desfile tuvo lugar en la ciudad de Córdoba. 7 Burzaco, op. Cit, p. 80. 8 El 28 de enero de 1960 el Poder Ejecutivo Nacional creó por decreto la Comisión Nacional de Investigaciones Espaciales (CNIE), dependiente de la Fuerza Aérea Argentina. El 2 de febrero de 1961, técnicos y científicos dirigidos por el ingeniero Aldo Zeoli, lanzaron desde Pampa de Achala, provincia de Córdoba, el primer cohete APEX-A1-02 de la serie “Alfa Centauro”, destinado al estudio de la alta atmósfera y el comportamiento de vectores en vuelo 9 El último Pulqui fue depositado en un hangar de la Fábrica Militar de Aviones, donde permaneció varios años hasta que a mediados de la década del sesenta fue conducido al Museo Nacional de Aeronáutica ubicado en el Aeroparque Metropolitano de la ciudad de Buenos Aires. Estuvo cuatro décadas a la intemperie, deteriorándose lentamente hasta que en el año 2000 fue conducido al Área de Material Río Cuarto donde se lo reacondicionó para ser exhibido, primeramente, en el Museo de la Industria “Juan Ignacio San Martín” de la provincia de Córdoba y luego en gran galpón cubierto del Museo Nacional de Aeronáutica de Morón, donde permanece hasta el día de hoy.

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I.Ae-35 HUANQUERO "PRIMER JUSTICIALISTA DEL AIRE"

En 1950, La Fábrica Militar de Aviones comenzó a desarrollar un nuevo proyecto militar que debía cubrir la necesidad de transporte aéreo, bombardeo, ataque y exploración. La tarea le fue encomendada al ingeniero Paul Klages, del equipo de trabajo de Kurt Tank, quien tuvo a su cargo la confección de los planos de un bimotor multipropósito denominado I.Ae-35 “Primer Justicialista del Aire” con la posibilidad de realizar, en un futuro cercano, variantes civiles para transporte de pasajeros y ejecutivos. Finalizada la etapa de planificación, el personal de la planta dio comienzo a los trabajos de construcción del primer prototipo al que se pensaba dotar de dos motores I.Ae R-19 C “El Indio” de 730 hp, de fabricación nacional. Se trataba de un aparato metálico, de estructura semimonocoque, con alas bajas cantilever construidas en tres secciones, la central dotada de un diedro de 7º en cada extremo, estabilizador especial para soportar el doble empenaje vertical y las plantas motrices con el tren de aterrizaje y los planos exteriores, en los que se alojaban los flaps y los alerones. El nuevo aparato disponía de una puerta de acceso en la parte posterior que permitía el acceso al fuselaje, que constaba de cuatro partes; la primera, desmontable hasta el puesto del radió operador; la segunda, sujeta con pernos, comprendía la cabina principal hasta la escalera de acceso ventral; la tercera (unida a la segunda con remaches), que llegaba hasta el borde de ataque del empenaje horizontal y la cuarta formada por el grupo de cola, unida a la anterior por medio de pernos1. El empenaje horizontal y el vertical tenían idéntico perfil; los verticales eran intercambiables y los timones estaban recubiertos de tela y aleta “flettner” de equilibrio, accionada por cable. El Huanquero disponía de un tren de aterrizaje triciclo, cuyas ruedas se retraían hacia atrás, las de la nariz hacia el interior del fuselaje y las que se encontraban debajo de las alas, a las barquillas de los motores. La aeronave tenía capacidad para tres tripulantes y siete pasajeros que podían ser paracaidistas, un instructor con sus cadetes o pasajeros. Sus características principales eran: Tripulación: 3 Longitud: 13,98 m Envergadura: 19,60 m Altura: 4,30 m Superficie alar: 42 m² Superficie del empenaje horizontal: 6 m² Superficie del empenaje vertical: 4,40 m² Altura máxima de la cabina: 1,86 m Ancho máximo de la cabina: 1,60 m Peso vacío: 3.500 kg

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Peso cargado: 7.600 kg Peso máximo al despegue: 5.700 kg Peso instalaciones y equipos: 480 kg Combustible y lubricantes: 930 kg Carga útil: 650 kg Carga por hp: 4,46 kg/hp Planta motriz: 2× motor radial IA 19R El Indio. Potencia: 620 CV 462 kw cada uno. Velocidad máxima operativa: 361 km/h a 3.000 m Velocidad crucero: 370 km/h a 2800 m Velocidad de aterrizaje: 125 km/h con peso mínimo, 114 km/h con peso normal Velocidad de ascenso: 6,50 m/seg. Alcance: 1.570 km Techo de servicio: 6.400 m (21.000 pies) Régimen de ascenso: 6,50 m/s Carga alar: 138 kg/m² Potencia/peso: 4,46 kg/CV En un principio, se pensó equipar al aparato con dos cañones Hispano Suizo de 20 mm pero finalmente se decidió suplantarlos por dos ametralladoras Browning de 12,7 mm en una torreta móvil y una tercera ubicada en una protuberancia, a la altura de la escalera de acceso, y cámaras Fairchild 225 en la cabina, destinadas a relevamientos fotográficos. La versión de bombardeo no dispondría de éste último elemento, pero contaría con soportes ventrales para armamento suspendido, es decir, los anclajes con sus respectivas bombas. El primer prototipo fue construido sobre planos elaborador por dibujante E. B. Arguello. Los trabajos comenzaron el 8 de octubre de 1950 y finalizaron en el mes de septiembre del año siguiente. Mientras se efectuadas las pruebas en tierra, técnicos y operarios comenzaron a construir el segundo avión, siempre bajo la dirección del ingeniero Klages. Perón en persona quiso supervisar el primer vuelo y por ello se trasladó a Córdoba, acompañado por varios integrantes de su gobierno. Las crónicas de la época dan cuenta de la conmoción que generó la llegada del mandatario a la capital mediterránea y muy especialmente en la Fábrica Militar de Aviones donde su personal en pleno se preparó con gran entusiasmado para recibirlo. El día de la demostración, 21 de septiembre de 1953, Perón ingresó al IAME a bordo de un automóvil descubierto “Institec”, de fabricación nacional, mientras saludaba a la pequeña multitud que se había dado cita en el lugar para presenciar su llegada y ver la nueva maravilla técnica. Decenas de camarógrafos registraron la escena mientras la gente lanzaba vivas y coreaba su nombre. Inmediatamente después pasó a inspeccionar las 250 unidades de las camionetas Justicialistas recién salidas de fábrica y luego, en compañía de los ministros de Aeronáutica y Defensa, brigadier mayor Juan Ignacio San Martín y general de división Humberto Sosa Molina, se ubicó en el palco que se había levantado especialmente para la ocasión, frente al I.Ae-35, saludando desde allí al público presente. El jefe de Estado se detuvo a observar detenidamente el aparato, reparando en todos sus detalles y a continuación, el brigadier mayor Alberto N. Ferro Sessarego, director general del IAME., lo invitó a apadrinar la ceremonia del bautismo entregándole la clásica botella de champagne para que la ocasión. Perón llamó al I.Ae-35 “Primer Justicialista del Aire” y tras la bendición del capellán del Instituto, procedió a hacer uso de la palabra, destacando la importancia que tenía para el país la Fábrica Militar de Aviones y la producción propia. Una vez que el mandatario finalizó de hablar, el primer teniente Jorge Conan Doyle procedió a abordar la nave para llevar a cabo el primer vuelo. Tras el chequeo de rigor, después de sujetarse al asiento y tomar los mandos con firmeza, el piloto encendió el equipo de radio, se colocó los auriculares sobre la gorra y encendió los motores, dando potencia a las turbinas.

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A la vista de un público maravillado por aquella nueva muestra de la capacidad tecnológica argentina, el aeroplano comenzó a rodar lentamente hacia la cabecera de la pista de la FMA luciendo en su fuselaje el número de matrícula IA-35-P. Desde la cabina, Doyle mantenía comunicación con la torre de control transmitiendo las lecturas que indicaban los instrumentos de a bordo. Una vez en posición, imprimió máxima potencia a los I.Ae R-19 C y segundos después comenzó a carretear, elevándose a los 100 metros de recorrido, a velocidad constante. La gente, apiñada frente al palco, siguió las maniobras con expectativa, en especial sus pasadas de aproximación. El avión tocó tierra sin novedad y se dirigió nuevamente hacia la plataforma donde se hallaba ubicado el palco, donde se detuvo. Una película de la época lo muestra rodando lentamente en medio de la gente que debe agacharse para que las alas no golpeasen sus cabezas. Al descender del avión, Doyle fue saludado por una salva de aplausos y apenas pisó el asfalto se acercó hasta el primer mandatario para recibir su saludo, rodeado por la multitud que apenas le permitía caminar. Horas después, al presentar su informe en la sala de vuelo, dejó sentado que el I.Ae-35 era un avión sumamente estable sobre sus tres ejes pero que presentaba algunos problemas en los motores al forzar el consumo excesivo de aceite. Además de Doyle, hubo otros pilotos que volaron el IA-35 P, uno de ellos, el infaltable Edmundo Weiss, quien llegó a computar un total de 298,25 horas hasta 1956. En 1954 salió de planta el segundo prototipo, que solo fue probado en tierra para mejorar su performance y efectuar ensayos destructivos. Recién en 1955 comenzó la construcción de una preserie de tres unidades a las que se aplicaron algunas modificaciones en su diseño, en especial en el extremo de sus alas, la cabina y la nariz.

El I.Ae-35 modificado ya es el Huanquero El programa I.Ae-35 se detuvo ese último año, inmediatamente después del derrocamiento de Perón pero entre 1956 y 1957 se lo intentó reactivar debido a la excelencia de sus características. Rebautizado con el nombre de Huanquero, la Revolución Libertadora terminó los tres aparatos de aquella preserve inicial, matriculando a los aparatos con los números Ea-002, Ea-003 y Ea-004 y sometió a modificaciones al IA-35 P, al que se le adosó el nuevo tipo de cabina. Con el advenimiento del Dr. Frondizi, los proyectos tecnológicos y científicos del peronismo cobraron nuevo impulso y así, del programa Huanquero derivó el Constancia I, matriculado con las siglas LQ-FMA. El nuevo avión poseía una nariz cerrada, de mayores dimensiones, un nuevo parabrisas y dos ventanillas a los costados, más dos piezas planas en el frente. Desde el año anterior, se trabajaba en la producción en serie de 100 aparatos (aunque se construirían menos de la mitad), cuyo primer ejemplar salió de fábrica en

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1958 con el número de matrícula Ea-005; se trataba de la variante IA-35 II de ataque y bombardeo, que llevaba bajo la proa dos ametralladoras Browning de 12,7 mm, provistas de 250 cartuchos recargables y dos soportes subalares para dos cohetes de 5’’ o cuatro de 2,25, sin contar otros dos ubicados bajo el fuselaje, con capacidad para dos bombas de 10 kg o cuatro de 50 kg. De esta manera, la Argentina incorporaba un nuevo tipo de aeronave, destinado a misiones de largo alcance que incluía transporte de tropas y paracaidistas y unidad sanitaria ideal para operaciones de envergadura.

Notas Ricardo Burzaco, op. Cit, p. 98.

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    EL IA-43 LA TEMPESTAD DE LA INDIA

El HF-24 Marut de la India basado en el IA-43 argentino El último proyecto que Kurt Tank realizó para la Argentina fue el I.A. 43, que como también ocurrió con el IA37E de Reimar Horten, fue mal llamado Pulqui III. Se trataba de un caza-bombardero supersónico monoplaza, concebido para alcanzar una velocidad de Mach 2. Fue el epílogo del ambicioso programa de cazas a reacción desarrollado por Perón desde el Instituto Aerotécnico, bosquejado por Wilheim Bansemir y Ludwig Mitterhuber en el Departamento de Diseños del IAME, en la primera mitad de 1954. El proyecto no pasó de la etapa de planos aunque se construyeron unas pocas maquetas para pruebas. Poseía alas y timón en flecha bastante similares a los del Pulqui II, su sistema de propulsión constaba de dos reactores Bristol Orpheus 12 de 3705 Kg. de empuje, los mismos con los que fueron equipados el Fiat G.91, el Dassault Etendard VI y el Folland Gnat y un armamento más sofisticado que el del Pulqui II. Como ocurrió con todos los proyectos militares peronistas, la caída del régimen puso fin al programa de manera abrupta. Las nuevas autoridades estaban dispuestas a borrar todo rastro del justicialismo y por esa razón, desató una persecución que forzó a muchos técnicos y científicos extranjeros a buscar refugio en el exterior. Tank y su equipo se vieron forzados a huir, acusados por las nuevas autoridades de haber ingresado al país con documentos falsos. Con él se llevó los planos del I.A. 43 aunque según algunas versiones, confió una copia a personal jerarquizado e la Fuerza Aérea que para ponerla a resguardo, la archivó en un lugar secreto de Córdoba. Tank y Mitterhuber fueron captados por el gobierno de la India, que había seguido con interés sus progresos en la Argentina. Y hacia ese destino partieron llevando en su equipaje los planos y la documentación del IA43, en febrero de 1956. Así nació el HF-24 “Marut”, el “Espíritu de la Tempestad”, jet de caza multipropósito, derivado directo del IA43 argentino, en el que trabajaron una veintena de ingenieros germanos, asistidos por un centenar de técnicos hindúes, todos bajo la atenta supervisión del gestor del ingeniero alemán.

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Los trabajos en aquel nuevo destino se extendieron desde el mes de agosto de 1956 hasta mediados de 1967, y permitieron a la potencia asiática desarrollar un programa propio que posibilitó su independencia de las grandes naciones de la época, en una palabra, la idea pergeñada por Perón con su Tercera Posición. El primer prototipo del Marut voló por primera vez el 17 de junio de 1961, movido por un Orpheus 703 de 2.200 Kg. de empuje, sin posquemador y a partir de 1963 comenzó la construcción de una primera serie de 145 unidades, de las cuales 130 sirvieron para organizar tres escuadrones de combate que estuvieron en funciones hasta 1990; El nuevo caza-bombardero fue probado en combate durante el breve conflicto indiopaquistaní de diciembre de 1971. Fueron sus características: Envergadura: 9,00 m. Longitud: 15,87 m. Altura: 3,60 m. Superficie alar: 28,00 m2. Performances: No determinada Peso: No determinado Planta de poder: 2 motores Bristol Orpheus 12 x 3.090 Kg. (seco) o 3.705 Kg. (con poscombustión) Armamento: No determinado El Marut entró en servicio en 1969. Al estallar la guerra contra Pakistán, en 1971, integraba el Escuadrón Nº 10 de la 220 Brigada Aérea. Durante las dos semanas que duró el conflicto, llevó a cabo varias incursiones en el sur de aquel país, siendo de destacar los ataques a Hiderabad y Talhar, donde destruyeron campos de aviación y líneas ferroviarias y la cobertura que brindaron al 220 Escuadrón de Caballería en Longewala, Durante un combate aéreo acaecido el 7 de diciembre, un piloto hindú derribó un PAF F-86 Sabre pakistaní perteneciente al 15 Escuadrón. La performance del y buen desempeño del HF-24 "Marut" durante la guerra de 1971 dejó demostrado cuales eran los alcances del programa militar de Perón y como habría quedado posicionada la Argentina en el concierto de las naciones, si el mismo se hubiese completado.

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REIMAR HORTEN Y LAS ALAS VOLANTES

I.Ae-34 Clen Antú biplaza (Rayo de Sol) sobrevolando Córdoba Durante la Segunda Guerra Mundial, Walter y Reimar Horten de desempeñaron como pilotos de Messerschmitt Me-109, en tanto el tercer hermano, Wolfram, lo fue de un bombardero Heinkel He-111, a bordo de los cuales llevó a cabo numerosas incursiones sobre las líneas enemigas1. Reimar Horten efectuó arriesgadas misiones en planeadores después de efectuar pruebas en la base de Heuhaunsen junto a su amigo y compañero Heinz Scheidhauer. Su hermano Walter, designado para un puesto burocrático en el Ministerio del Aires, fue comisionado para trabajar en la creación de un comando especial destinado a operar con alas volantes, en el que también pasaron a cumplir funciones su hermano Walter y Scheidhauer. Después de establecerse sobre una ladera de los Alpes austríacos, los Horten y Scheidhauer llevaron a cabo una serie de pruebas que en 1944 debieron reorientarse ya que un arma formidable vino a dar vuelta el curso de la guerra aérea convencional: la aparición del Mustang P-51 norteamericano, que disponía de una autonomía de vuelo de 9 horas. Eso llevó a los Horten a pensar en una forma de combatir al novedoso aparato y así fue como crearon el Horten Ho-229, también denominado Horten Ho-IX o Gotha 229, un bombardero extremadamente liviano, provisto de cuatro turbinas especiales con las que era posible alcanzar los Estados Unidos y los puntos más distantes de la Unión Soviética, sin necesidad de reabastecimiento2. Aprobado el proyecto, se pusieron a trabajar con celeridad pero el fin de la guerra los agarró por la mitad y el mismo nunca se materializó. Como ocurrió con tantos técnicos y científicos germanos, finalizada la contienda, los hermanos Horten fueron hechos prisioneros y conducidos a Inglaterra, de donde escaparon en 1948 para esconderse primero en Suiza y pasar de ahí a Italia. En Roma fueron contactados por emisarios encubiertos del gobierno argentino y a través de rutas secretas, llegaron a Buenos Aires, ayudados por la Cruz Roja y el Vaticano. Los Horten desembarcaron a la Argentina al amparo del régimen justicialista. Reimar fue recibido por el brigadier San Martín quien se encargó de organizar un encuentro con Perón. Perón estaba interesado en sus proyectos y por esa razón escuchó atentamente al alemán cuando aquel le expuso sus propuestas. Los hermanos, oriundos de Bonn, se negaban a trabajar a las ordenes de Kurt Tank y pedían hacerlo con su propio equipo; pretendían traer a Heinz Scheidhauer y a aquellos que habían trabajado con ellos en el diseño y la construcción del Ho-229, propuestas con las que el primer mandatario estuvo de acuerdo. Por esa razón, al finalizar la entrevista, impartió órdenes precisas en el sentido de que el servicio secreto se ocupase de traer al grupo alemán. Ese día ofició de interprete una hermosa joven argentina, Gisela Hilger, descendiente de alemanes, que dejó prendado al as de la Segunda Guerra Mundial, más cuando se enteró que la muchacha era piloto de planeadores del Club Cóndor.

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No pasó mucho tiempo para que Walter Horten regresase a su patria. Reimar, por su parte, se radicó en un bello chalet de tejas de Villa General Belgrano, provincia de Córdoba y poco después contrajo matrimonio con Gisela.

Los hermanos Horten en la guerra Le interesaba sobremanera el túnel de viento de la Fábrica Militar de Aviones porque el mismo le permitiría poner a prueba los bosquejos de sus proyectos y por ese motivo, sus visitas hicieron frecuentes. Fue designado profesor de Aerodinámica I, II y III de la Universidad de Córdoba y de la Escuela Superior de Ingeniería de la Fuerza Aérea Argentina y asesor en materia de planeadores, de ahí que a poco de instalado en la provincia mediterránea, se pusiese a trabajar en varias de sus ideas, en especial los planos de las alas volantes que comenzaban a interesar a la Aeronáutica.

Reimar Horten Afianzados en el Instituto Aerotécnico, Horten y su equipo se concentraron en el primer prototipo del planeador biplaza I.Ae-34 Clen Antú (Rayo de Sol), aún cuando no contaban con el apoyo financiero y moral que Perón brindaba a Kurt Tank. Sin embargo, aprovechando el impulso que el Plan Quinquenal le daba a la actividad privada a través de la creación de diversos aeroclubes, aprovecharon para dar forma a sus iniciativas, también aplicables en el terreno militar. Entre 1948 y 1949 la Secretaría de Aeronáutica solicitó al Instituto Aerotécnico un planeador biplaza de entrenamiento que cubriese la carencia que el país tenía en esa materia. Sobre la base del Ho-XV A, Horten comenzó a trazar los planos de un prototipo, y al cabo de un mes comenzó su construcción, adiestrando en esas prácticas, de paso, a los carpinteros aeronáuticos argentinos, totalmente faltos de experiencia al respecto.

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El planeador estuvo listo antes de fin de año y una vez fuera de planta, se procedió a darle su esquema de pintura con los colores de la bandera argentina y un sol a cada lado, en la parte posterior, detrás de la cabina. Efectuadas las primeras pruebas en tierra, el personal procedió a acondicionarlo para su primer vuelo. Sus características principales eran: Tripulación: 2 personas Longitud: 4,40 Envergadura: 18 m Altura: 1,6 m Largo del fuselaje: 3,50 m Tamaño de la cabina: 0,60 m Superficie alar: 19 m Peso vacío: 275 Peso cargado: 475 kg Carga útil: 200 kg Carga alar: 25 kg/m Velocidad máxima de planeo: 200 km/h Velocidad en tiempo recorrido: 120 km/h Velocidad de aterrizaje: 60km/h Relación de planeo: 1:28,5 a 75 km/h Horten construyó una variante monoplaza de su flamante ala volante, el I.Ae-34M, cuya diferencia radicaba, además, en su peso vacío, que en el nuevo diseño reducía a 220 kg, su relación de planteo (1:27,5 a 67 km/h) y un tren de aterrizaje de dos ruedas en tándem. La FMA construyó cinco unidades del ala volante, todas bajo la supervisión de Horten, tres de ellas biplazas y las otras dos monoplazas, ambas versiones con ala en flecha de 22º 40’ y cabinas cerradas con cúpulas de acrílico y doble comando con disposición en tándem. En el modelo biplaza, el copiloto viajaba en la parte elevada y el piloto en la baja, por delante de aquella. Contaba un equipo de oxígeno para seis horas y un dispositivo para volar a ciegas, además de un tren de aterrizaje formado por un patín delantero y dos ruedas posteriores, también en tándem, con frenos mecánicos en el caso de los biplaza y como se ha dicho, dos ruedas en tándem (la delantera retráctil), en el monoplaza. El primer vuelo del Clen Antú tuvo lugar el 20 de junio de 1949 con el capitán Edmundo Osvaldo Weiss a los mandos. El aparato fue ubicado en la cabecera de la pista del IAME enganchado a un Glenn Martin W-139 que debía remolcarlo durante los primeros 700 metros de recorrido. Se hallaban presentes para presenciar la experiencia el brigadier César Ojeda; el comandante en jefe de la Fuerza Aérea Argentina, brigadier general Oscar Muratorio; el gobernador de la provincia de Córdoba, brigadier Juan Ignacio San Martín; el comandante de la IV División de Ejército, general Ambrosio Vago y otras personalidades. Cuando todo estuvo listo, el experimentado piloto justicialista se ubicó en el asiento del piloto notando enseguida que era extremadamente estrecho. Cuando se lo comentó a Horten, este le explicó que ello se debía al paracaídas de asiento, que se encontraba detrás del respaldo aunque pensaba solucionar el problema rediseñando el dispositivo. Weiss se sujetó con los cinturones y probó la pedalera de dirección con la que se accionaban los frenos de aire ubicados en los extremos de las alas. Primero los probó en conjunto (se podían accionar simultáneamente), después hizo lo propio con el derecho y finalmente con el izquierdo, notando que funcionaban bien, lo mismo la palanca de mandos.

Inmediatamente después, Horten ordenó a los mecánicos cerrar la cabina y a los pocos minutos, el Glenn Martin comenzó a carretear. Una vez en el aire, Weiss procedió a probar los mandos notando con satisfacción que respondían satisfactoriamente salvo al momento de accionar los frenos de aire en los extremos de las alas.

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Mientras se desplazaba suavemente sobre los campos de Córdoba, advirtió que le costaba trabajo mantener la línea de vuelo y seguir al remolcador, y para peor, la visión hacia abajo era casi nula, algo que el diseñador iba a tener que corregir.

El Clen Antú en pleno vuelo A mediados de octubre de 1949, el brigadier Ojeda invitó a un grupo de pilotos de planeadores de los clubes Albatros y Cóndor, a realizar vuelos de prueba en el flamante planeador. Uno de ellos fue Manuel Fentanes, quien a poco de despegar de la pista del Instituto Aerotécnico, notó los mismos problemas que había advertido Weiss; el ala volante era inestable y por momentos, difícil de controlar. Dos años después, el 25 de noviembre de 1951, Fentanes y Enrique Honehamer volaron el Clen Antú Nº 2, el primero como piloto y su compañero en el asiento posterior. Despegaron sin problemas y volaron cerca de una hora, efectuando maniobras de viraje, ascenso y descenso, hasta que emprendieron el regreso. Se aproximaban a la pista a buena velocidad cuando una fuerte ráfaga de viento los golpeó de frente y les hizo perder estabilidad. Fentanes maniobró con habilidad para esquivar una línea de cables telefónicos hacia la que se dirigían directamente pero perdió sustento a cuatro metros de altura y acabó golpeando con fuerza contra el suelo. Los tripulantes resultaron ilesos pero el ala volante se desintegró por completo. En un vuelo posterior, Fentanes estuvo a punto de chocar contra el avión remolcador, cosa que hubiera provocado la caída de ambos ya que, al intentar bajar la nariz, el planeador se le fue muy arriba impidiéndole acomodar el ala. En su intento por seguir al remolcador, el piloto oprimió con fuerza los pedales, sin darse cuenta que se estaba elevando demasiado y que eso lo llevaba directamente a colisionar con el Glenn Martin3. La versión I.Ae-34 M fue puesta a prueba varias veces antes de su viaje a España para competir en el Campeonato Mundial de Volovelismo de 1952. El ministro Ojeda tenía especial interés en que la Argentina participara en aquel evento y por esa razón solicitó las dos unidades monoplazas para ser enviadas a Europa4. El 11 de noviembre del año siguiente, Heinz Scheidhauer y Héctor Bravo batieron récords de distancia a bordo de un multiplaza I.Ae.34 cada uno, el primero a destino prefijado y el segundo en línea recta, ambos en una distancia de 320 km. Argentina disponía de un novedoso planeador que podía ser utilizado para fines civiles y militares.

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Reimar Horten acometió otros proyectos de alas volantes como, el biplaza IA-41 “Urubú” o Ho-XVC, el HoXVI “Colibrí”, ambos derivados directos del I.Ae-34 Clan Antú; el Ho-IB, el Ho-X “Piernífero” (también llamado L’Alita) y el INAV-1, todos aplicables a usos civiles y militares.

I.Ae-34 M Colibrí El Urubú fue concebido a pedido de varios clubes de planeadores para el adiestramiento y entrenamiento de pilotos. Se trataba de un ala volante biplazas, para dos pilotos sentados en la cabina, uno al lado del otro, de 18 metros de envergadura, 5,80 de longitud y 1,90 de altura. Su superficie alar era de 28 m2, su peso total de 450 kilogramos, el de su carga útil 200 kilogramos y su velocidad de planeo de 200 km/h. El ancho de la cabina era 1,20 metros, su peso vacío de 250 kilogramos, su velocidad máxima en tiempo recorrido 100 km/h, la de aterrizaje de 52 km/h y su relación de planeo 1:24 a 74 km/h5. El Colibrí, por su parte, fue diseñado por expreso pedido del Club de Planeadores Cóndor, necesitado de un aparato económico para adiestrar a sus asociados y entrenar a sus pilotos. Construido totalmente en madera, era monoplaza, poseía una envergadura de 12 metros, una superficie alar de 9 m2, pesaba 160 kg y alcanzaba una velocidad de 200 km/h con sus alas flecha de 26,6º. Su cabina medía 1,10 metros de alto por 0,6 de ancho, su peso vacío era de 80 kg, que equivalía al total de la carga útil, sus velocidades de pérdida y aterrizaje eran de 55 km/h y la de caída de 0,65 m/seg.

Ho-XVI “Colibrí” El Colibrí tenía un espesor de raíz de 18%, una profundidad de raíz de 1,20 metros, una distancia entre cuadernas de 0,40 metros y una carga alar de 17,8 kg/ m2. Horten comenzó a trabajar en su diseño en 1950 y cuando le presentó los planos a las autoridades del Club Cóndor, estas quedaron maravilladas. Otorgado el visto bueno, se los entregó al ingeniero Waldemar Sturm para que comenzase su construcción y mientras daban comienzo los trabajos, se abocó de lleno al Urubú, cuya construcción comenzó al año siguiente, en los talleres del Instituto Aerotécnico.

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El Colibrí estuvo listo en 1952, año en que hizo su primer vuelo en el aeródromo de la localidad de Merlo, al oeste del Gran Buenos Aires, al comando de Sturm, que despegó a remolque de un automóvil. En aquella oportunidad, el planeador respondió a la perfección y tras una serie de maniobras con varias pruebas, aterrizó sin inconvenientes. En enero del año siguiente el ala volante fue conducida hasta la localidad cordobesa de Marcos Juárez donde se la iba a probar nuevamente. El 20 de ese mes, Heinz Scheidhauer, piloto de ensayos del grupo Horten, se acomodó en la cabina y poco después remontó vuelo a remolque de un avión Morane Saulnier MS-502 Criquet. El planeador se elevó sin problemas pero a poco de soltar el cable, cuando se encontraba a escasos 15 metros de altura, se precipitó a tierra debido a la pérdida de control provocada por una repentina turbulencia. El piloto alemán resultó ileso pero el planeador quedó completamente destruido y no volvió a ser reparado. Las experiencias con el Urubú, comenzaron en 1953, con un primer vuelo al comando de Scheidhauer mientras en los talleres se construía una segunda unidad con las mismas características, que a saberse eran: Longitud: 5,80 m Envergadura: 18 m Altura: 1,9 m Superficie alar: 28 m2Relación de aspecto: 11,6 Peso total: 450 kg Peso en vacío: 250 kg Carga útil: 200 kgVelocidad máxima: 180/200 km/h Velocidad máxima en tiempo recorrido: 100 km/h Velocidad de aterrizaje: 52 km/h Máximo de la tasa de planeo: 01:24 Aquel primer vuelo dejó en claro que el planeador era estable y que se comportaba de manera óptima cuando había turbulencia y como dice Ricardo Burzaco, gracias al sistema de suspensión de su tren, los aterrizajes eran suaves. Un año después, esa misma aeronave llevaría a cabo el primer cruce de los Andes en vuelo a vela, acompañada por un planeador Slingsby Sky 34 A de la Dirección de Fomento de Aviación Civil6. El cruce de la cordillera con el ala volante de Horten y el planeador Slingsby fue una epopeya que los argentinos ignoran por completo. A un año de la caída de Perón, en el mes de septiembre de 1956, el equipo que dirigía el diseñador alemán programó un vuelo sobre el gran cordón andino a bordo de un “Urubú”, idea de las autoridades de la Dirección de Fomento de la aviación Civil y del Instituto Aerotécnico, que concretaron Heinz Scheidhauer como piloto del ala volante y el argentino Juan Claudio Dori, socio del Club de Planeadores Otto Ballod de González Chaves, al comando del planeador Slingsby Sky 34 A, que debía acompañarlo. El equipo encargado de la misión estuvo dirigido por el ingeniero aeronáutico Alfonso Suárez e integrado por Scheidhauer, Dori, el meteorólogo Rubén Sánchez, el Sr. White, piloto del remolcador Morane Saulnier MS502 Criquet, Guido Rossi, piloto del Boeing Stearman PT-17 que debía remolcar al Sky y el meteorólogo Podestá, los dos últimos miembros de la Dirección d Fomento de Aviación Civil junto con Dori. Para concretar la proeza, personal especializado de ambas instituciones aero-remolcó los planeadores desde González Chaves a San Carlos de Bariloche, una epopeya de 1000 km de distancia que maravilló a la opinión pública de la época. Tras elaborar el plan de vuelo, técnicos y pilotos debieron esperar varios días para que las condiciones climáticas fueran favorables, dedicando el tiempo a estudiar en detalle la topografía entre Bariloche y Puerto Montt, buscando lugares propicios para posibles aterrizajes de emergencia y analizando rutas alternativas. Después de muchos estudios, llegaron a la conclusión de que la ruta más adecuada era el paso Vicente Rosales por lo que una vez todos de acuerdo, procedieron a hacer el análisis climático y someter a las aeronaves a una exhaustiva revisión. El 14 de octubre todo parecía indicar que la misión se iba a poder llevar a cabo. Scheidhauer abordó el Urubú y Dori el Sky 34 y cuando todo estuvo listo, hicieron la señal de “ok” y a la vista de numerosos testigos que se

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hicieron presentes en el lugar, comenzaron a ser remolcados, el ala volante de Horten por el Morane Saulnier y el planeador de Dori por el Stearman P-17. Despegaron uno tras otro y a 300 metros de altura se liberaron de los aviones para comenzar a planear. Todo parecía funcionar bien pero a menos de una hora de su partida, la misión debió ser abortada porque el Urubú no pudo superar el cerro Catedral. Después de comunicar el inconveniente por radio, las aeronaves viraron hacia el este y emprendieron el regreso para aterrizar en la zona donde hoy se alzan los barrios San Francisco II y III. El joven Darío Rodríguez Tapia, que vivía en esa área, vio pasar al ala volante perseguido por lo que parecía un avión y sin saber de que se trataba, corrió hasta el lugar de descenso pensando que se trataba de un objeto de otro mundo. Cuando llegó al lugar, vio entre extrañado y fascinado, que del interior de la aeronave emergía una figura humana. -Quédate aquí cuidando el avión” le dijo el hombre con un acento extraño, “voy a bajar al pueblo para pedir ayuda. Con expresión de asombro, sin poder pronunciar palabra, el muchacho, vio al alemán descender por la ladera. Jamás olvidaría ese día. El segundo intento tuvo lugar el 20 de octubre, otro magnífico día de sol que parecía deparar buena fortuna. Los planeadores decolaron arrastrados por sus remolcadores pero un inesperado frente tormenta proveniente del Pacífico, los obligó a retornar. El 30 de octubre tuvo lugar el tercer intento. Se trataba de otra jornada de sol, con cielo despejado y vientos leves, por lo que, cuando los relojes marcaban las 14.00 hs., procedieron a poner en marcha la operación. Los planeadores fueron ubicados sobre la pista del aeródromo de Bariloche, se los amarró a los aviones de remolque e inmediatamente después, los pilotos tomaron ubicación en sus respectivas cabinas. Había mucha expectativa entre los presentes, especialmente en los representantes de la prensa que por tercera vez en dos semanas intentaban cubrir el acontecimiento. Lo mismo al otro lado de la cordillera, donde se esperaba a los aviadores con verdadera curiosidad. El Morane Saulnier MS-502, tripulado por Carlos White y el Stearman PT-17, con Guido Rossi a los mandos, comenzaron a carretear y a los pocos segundos se elevaron llevando a la rastra a los planeadores, el primero, al Urubú y el segundo, al Sky 34. de Dori. Aviones y planeadores alcanzaron los 500 metros de altura y soltaron sus cables, poniendo proa hacia el cerro Otto, mientras trepaban hasta los 2388 metros de altura, desplazándose muy cerca uno de otro.

IA-41 Urubú Así sobrevolaron las aguas del lago Nahuel Huapi, pasaron encima de la isla Huemul, donde pudieron distinguir envueltas por la espesura, las abandonadas instalaciones del laboratorio de Ronald Ritcher, dejaron a un lado el majestuoso Hotel Llao Llao y siguieron hacia el oeste, bajo un cielo completamente despejado. Recién entonces Heinz reparó en un águila que acompañaba su vuelo a la distancia.

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Todo iba bien hasta que, repentinamente, un cóndor apareció frente al planeador de Dori, forzándolo a hacer una brusca maniobra para esquivarlo. Eso lo demoró y por esa razón, el ala delta de Scheidhaue se adelantó varios metros delante de su compañero. Según el relato de Dori, reproducido en parte por Ricardo Burzaco, jamás en su vida había sentido una sensación tan fuerte de libertad, volando en el más absoluto silencio sobre la inmensidad de los Andes. Para Scheidhauer, aquel fue el vuelo más hermoso de su vida, imposible de comparar con otros. Desplazándose a 3000 metros de altura, con viento en contra y turbulencias muy severas en ascenso, pasaron ambos por entre los cerros Catedral, Goye, el brazo Tristeza y Puerto Blest, enfilando después hacia el imponente Tronador, donde se separaron para seguir por rutas diversas. El piloto nacido en González Chaves tomó por la ladera norte el imponente volcán y Scheidhauer por el sur, sobrevolando la laguna Frías con sus escarpadas paredes de piedra, destacando a lo lejos la cumbre nevada del volcán Lanín, los cerros Osorno y El Puntiagudo y el volcán Calbuco, próximo a Puerto Montt. Pero ahí se presentó un inconveniente que hizo temer a los aviadores por la continuidad de la misión ya que el tiempo comenzó a desmejorar rápidamente amenazando con fuertes tormentas y peligrosas ráfagas de aire. De común acuerdo, Scheidhaue y Dori desistieron de su propósito de aterrizar en la mencionada ciudad optando por Ensenada, pequeña localidad a orillas del lago Llanquihue, algo más al norte. A descenso constante, el Urubú tocó tierra a las 16.45, seguido veinticinco minutos después por el planeador de Dori, maniobra que siguieron con fascinación los pobladores del lugar. Scheidhauer narró lo acontecido de la siguiente manera: Había realizado dos intentos con mi Ala Volante ‘Horten 3’, cuando llegó Dori con su ‘Sky 34’ y juntos partimos a las 13,52 pm.. Una térmica de 4 metros por segundo me llevó rápidamente hasta la base de un cúmulus finito, y allí me junté con Dori. Nos desplazamos hacia el cerro Otto y desde allí hasta el cerro Catedral; seguimos hasta el cerro López y con 300 metros sobre la cresta enfilamos hacia El Tronador. Dori viraba a 50 metros más arriba con su Sky, tomó rumbo al cerro Capilla y desde allí orillando el Nahuel Huapi hasta laguna Frías y luego a El Tronador. Mientras tanto llegué a El Tronador 1.000 metros más debajo de la cúspide, pero encontré la térmica más fuerte y turbulenta del vuelo: ascenso a razón de 8 metros por segundo ¡A pesar de que estaba bien atado tenía que doblar el cuello para no romper el plexiglás de la cabina. Me llevó a 3.600 metros encima de la cumbre. La vista que tenía sobre la cadena de picos nevados de los Andes hasta que se perdían en el horizonte a ambos lados fue inolvidable. Aterricé a las 16,45 en un potrero a orillas del lago ‘Llanquihué’, República de Chile, a poca distancia de Puerto Montt al norte. Mientras contestaba a preguntas de los curiosos que llegaban de todos lados, yo miraba muy preocupado en dirección a El Tronador, hasta que apareció el ‘Sky’ de Dori, quien viendo la imposibilidad de llegar a Puerto Montt se volvió y aterrizó a mi lado, exactamente a las 17,10. Así transcurrió esta jornada, tal como la tengo aún en la memoria6. Por su parte, Juan Claudio Dori relató: El 30 de octubre (1956) salí con el Sky, tomé mucha altura y avisé por radio a la base que de continuar las corrientes ascendentes intentaría el cruce. Pude hacerlo desde ese mismo momento pero esperé a Scheidahuer. Mientras con más de 2.500 metros de altura esperaba que el Ala Volante se acercara, sin ganar mi nivel el alemán se mandó hacia el Oeste, sin vacilaciones, posiblemente asumiendo esa prueba como una competencia o para evitar que otro piloto registrase al mismo tiempo esa prueba inédita hasta entonces. Ya sobre suelo chileno Scheidahuer aterrizó rápidamente, junto al lago Llanquihué. Pensé seguir, pero la situación podría complicarse pues las autoridades del país trasandino no estaban en conocimiento de nuestro intento. Retorné y aterricé junto al Ala Volante. Habíamos cumplido con algo muy arriesgado. A medida que pasaba el tiempo ese vuelo sobre la cordillera fue adquiriendo importancia en la consideración del público en general y del ambiente volovelístico en particular”6. El regreso a la Argentina tuvo lugar dos semanas después y se hizo a remolque del Morane Saulnier y el Boeing Stearman, por las inclemencias del tiempo.

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Desde 1949, Reimar Horten venía trabajando en un ala volante elemental, de fácil construcción para aficionados, bajo costo y estilo de vuelo similar al Grunay Baby I. Como bien explica Ricardo Burzaco, los planos del Ho-X “Piernífero” fueron entregados a tres aficionados del vuelo a vela, Roberto Tacchi, Rogelio Bartolini y Reinaldo Picchio quienes aprovechando sus horas libres, comenzaron su construcción en el mes de diciembre en un pequeño taller de Marcos Juárez, provincia de Córdoba. En mayo de 1952 el planeador estaba terminado y sus constructores lo llevaron hasta el aeródromo de la localidad para efectuar las primeras pruebas. Sus características generales eran las siguientes: Envergadura: 7,50 m Superficie alar: 11,20 Carga alar: 10 kg/h Peso vacío: 37 kg Carga útil: 75 kg Peso en vuelo: 112 kg Velocidad máxima: 150 km/h Velocidad de aterrizaje: 36 km/h Las cuerdas que se necesitaban para remolcar al Piernífero variaban de acuerdo a la situación. La máxima podía llegar a los 7,50 metros, la media a 1,50 y la mínima a 0,50. La estructura del aparato fue concebida en una sola pieza, con larguero en ángulo de 45º con respecto al eje, frente revestido en madera terciada de 0,8 mm y el revestimiento en tela. El piloto accedía por un agujero ubicado en la parte inferior y una vez instalado, apoyaba su cuerpo sobre una tabla, a la que se sujetaba con correas y apoyaba el mentón sobre un barbijo. Las piernas quedaban afuera haciendo las veces de “tren de aterrizaje”. De acuerdo a las explicaciones de sus constructores, “Al correaje del paracaídas le hemos agregado dos correas cuyos extremos libres se unen entre sí y llevan un herraje que el piloto, una vez ubicado en la cabina, introduce en un cierre de seguridad que está fijado a la tabla donde se apoya el tórax”7. Para salir de la cabina basta con accionar un pestillo y el piloto queda libre. Para los despegues, el Ho-X se enganchaba a un automóvil y el piloto comenzaba a correr detrás, iniciando el ascenso a una velocidad aproximada de 18 km/h. De acuerdo a las explicaciones de Horten, el aparato disponía de un velocímetro y un variómetro conectados entre sí porque, “…para obtener una buena presión estática sería necesario colocar un tubo que sobresaliese más de un metro por delante del borde de ataque del ala, dada la gran cuerda de ésta”8. En la parte posterior de la cabina se hallaba ubicado el paracaídas Swiltik extra chato, con el correaje separable de la funda y del velamen mediante dos mosquetones. Se hallaba sujeto detrás del larguero con dos bandas de goma, horizontalmente y debajo de la chapa de terciado en el centro del ala. “Al correaje del paracaídas le hemos agregado dos correas cuyos extremos libres se unen entre sí y llevan un herraje que el piloto, una vez ubicado en la cabina, introduce en un cierre de seguridad que está fijado a la tabla donde se apoya el tórax”9. Ese fin de semana de mayo las pruebas se llevaron a cabo satisfactoriamente, con líneas de vuelo de 50 a 100 km/h. Los mandos respondieron suavemente y el planeador se deslizó de manera óptima, con virajes pausados y ascensos firmes. Recién al superar la última marca la palanca tenía tendencia a irse hacia delante. En una segunda prueba, la aeronave alcanzó los 800 metros de altura y los 120 km/h de velocidad sin que se produjeran vibraciones en su estructura y comandos. En esa oportunidad, Bartolini hizo un lento viraje de prueba moviendo la palanca hacia la izquierda hasta colocar el planeador a unos 30°. De esa manera pudo

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comprobar que en aquella posición el Ho-X viraba a 60 km/h. Hizo virajes de 360° en 12 segundos y luego realizó un looping picando hasta 100 km/h y luego otro a 120 km/h un tanto fallido. Una semana después, el 9 de mayo por la mañana, se hicieron otros vuelos para comparar las performances del Ho-X y un Baby II A con cabina cerrada, el primero con Bartolini en los mandos y el segundo con Eynard al comando. Luego volaron Picchio y Tacchi, siempre remolcados por un piloto de apellido Rodríguez, desplazándose a 30 metros de distancia uno de otro y a velocidades que oscilaban entre los 50 y 80 km/h con las que alcanzaron los 1100 metros de altura. El Ho-IB, desarrollado especialmente para el Club de Planeadores Otto Ballod de González Chaves, variaba muy poco del Ho-XVI Colibrí. Su envergadura era de 12,4 metros, su flecha de 23º, el espesor de la raíz de 20% y su profundidad de 2,80 metros. Las cuadernas se hallaban separadas por una distancia de 0,30 metros (apenas 0,10 de diferencia con aquel), su superficie alar era de 21, el ancho de su cabina de 0,60 metros, el alto de 1,00, su peso vacío de 120 kg, y su carga útil de 90 kg, lo que en conjunto daba un peso total de 210 kg. Esas variantes lo hacían más lento en pérdida y aterrizaje ya que las mismas eran de diez km menos que las del Colibrí, es decir, 45 km/h, pero la velocidad máxima alcanzaba los 200 km/h y la de caída 0,80 m/seg. Las autoridades del club habían cursado su pedido a través de su presidente, el Sr. Daniel Dekker, notable piloto de planeadores, a quien el diseñador alemán entregó los planos y le dio las primeras explicaciones. El Ho-IB fue construido entre 1952 y 1953 en el taller que el club Otto Ballod poseía en la esquina de Juan Elicagaray y Maipú de González Chaves, donde hoy se encuentra ubicado el edificio de Telefónica de Argentina. En él trabajaron el señor Francisco Fernández, carpintero de la Dirección General de Aeronáutica, los pilotos Roberto Rubén Vilches y Félix Hecht, un asistente y el mismo Dekker. Su construcción finalizó en abril de 1954 y unos días después, viajaron desde Córdoba Reimar Horten, Heinz Scheidahuer, Juan Claudio Dori y Raúl Pallero para supervisar los detalles de la construcción y presenciar el primer vuelo. El 2 de mayo año el equipo técnico condujo a la aeronave hasta el aeroclub y una vez allí, procedieron a ultimar los detalles para las primeras pruebas. Ese día volaron varios pilotos de la localidad, entre ellos Daniel Dekker, César Arias, Norberto Moler, Juan Salomón, Alfredo Angeli, César Laperne, Oscar Alessandrini, Raúl Epherra, Juan Carlos Suria, Arturo González, Héctor Vázquez y Julio Navarro. Horten y Scheidahuer hicieron las veces de observadores10. Por entonces, tal como explica Ricardo Burzaco, “Dentro de los lineamientos aeronáuticos del 1er. Plan Quinquenal, las autoridades dieron gran importancia a promover la actividad del vuelo a vela, con la esperanza de formar pilotos civiles a un bajo costo que estaría subvencionada en gran parte por el estado. Para tal finalidad, el ministro de Aeronáutica crea el Instituto Argentino de Vuelo a Vela (INAV), cuyos directivos eran pilotos o personas aficionadas a esta actividad”11. Y en ese sentido, en noviembre de 1952 la División de Diseño y Construcción del INAV encomendó a Reimar Horten un planeador monoplaza de alta resistencia, destinado al mercado civil y militar. El científico alemán se puso a trabajar con el entusiasmo y la dedicación que le eran características, desarrollando cinco versiones diferentes, las dos primeras, el INAV-1.A y el INAV-1B, de 13,60 metros de envergadura, dotados ambos de flaps que le permitirían aumentar un 50% la sustentación. La tercera, el INAV-1C, tenía una envergadura era de 17,50 metros y estaba equipada para volar con térmicas débiles de amplio diámetro12. La cuarta era el INAV-1D, idéntico al anterior pero dotado de Fowlers que le posibilitaban virajes cerrados en regiones de térmicas reducidas y por último el INAV-1E, de 9,80 metros de envergadura y diseño similar al 1.A, proyectado para acrobacias. De las cinco variantes diseñadas, la falta de presupuesto, solo permitió la construcción de la primera cuyas características describe Burzaco con ala cantilever conectada al fuselaje con bulones cilíndricos, borde de ataque revestido en madera compensada en el que se ubicaban los tubos de empuje con cojines de bolillas, alerón compensado aerodinámicamente, frenos aerodinámicos en la mitad de cada semiala y fuselaje recubierto de tela, aluminio o plástico inastillable. El tren de aterrizaje consistía en una rueda con amortiguación detrás del centro de gravedad y un par de patines, uno en la cola, amortiguado por una pelota de tenis y otro debajo de la nariz.

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Las primeras pruebas con el prototipo del INAV-1.A se hicieron en el mes de abril de 1954, con Juan Claudio Dori a los mandos y fueron satisfactorias. La Argentina seguía dando pasos gigantescos en materia de desarrollo aeronáutico e inquietaba no solo a sus vecinos sino a las grandes potencias, siempre temerosas de una conflagración generada por el régimen que la gobernaba.

Notas 1 Este último fue abatido en la batalla de Dunkerque. 2 Se basaba en un diseño especial que le permitía ahorrar hasta el 90% de combustible. 3 Gisella Horten voló varias veces el I.Ae-34 Clen Antú. 4 La competencia se llevó a cabo en el Real Aero Club de España. Los pilotos que volaron en esa ocasión fueron José Ortner, Eduardo Bazet, Gerardo García y José Cuadrado. 5 Ricardo Burzaco, op. Cit., p. 118. 6 La Página de Otto. “Histórica etapa de construcciones”, lunes 28 de enero de 2009, http://termica3.blogspot.com.ar/2008/01/historica-etapa-de-construcciones.html 7 http://gvranjes.tripod.com/Prueba_de_alita.htm. 8 Ídem. 9 Ídem. 10 En 1982 Heinz Scheidhauer comenzó a construir un segundo planeador Piernífero, el Ho-Xb de 10 metros de envergadura. Tiempo después se trazaron los planos de un tercero, el Ho-Xc de 15 metros, que nunca se construyó. 11 Tras 25 años de vuelo, el Ho-IB se conserva en el Club de planeadores “Otto Ballod”, donde fue restaurando para su exhibición por el equipo a cargo del diseñador y constructor Diego Roldán. En 1955 se lo bautizó ‘Roberto Vilches’, en homenaje al joven piloto fallecido el 15 de enero de 1955 a los 24 años de edad., impulsor del vuelo a vela y de la construcción la aeronave. 12 Ricardo Burzaco, op. Cit., p. 149.                                            

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PILOTOS DE PERÓN

Nacida y desarrollada por impulso e iniciativa de Perón, la Fuerza Aérea Argentina contó desde el principio, con pilotos experimentados, de la más variada condición y procedencia. Adolf Galland, Hans Rudel, Otto Behrens y Ernest Baumbach, ases alemanes de la Segunda Guerra Mundial, fueron algunos de los nombres con los que la Argentina afirmó su presencia en los cielos, nutriéndose de su experiencia y conocimientos.

Adolf Galland Adolf Joseph Ferdinand Galland nació en Westerhold, una apacible población rural de Westfalia, el 19 de mayo de 1912, en el seno de una familia de agricultores de la región.

Siendo adolescente, comenzó a volar planeadores en los campos cercanos a su ciudad natal y al terminar el bachillerato en el Instituto Hindenburg de Buer, ingresó en la escuela de aviadores de Lufthansa, donde aprendió a pilotear. Para completar su entrenamiento se trasladó a Italia y a su regreso, en 1935, solicitó su incorporación a la aviación militar, siendo destinado al grupo de Döberitz, donde completó su adiestramiento. Hacía dos años que el nazismo gobernaba en Alemania y se respiraba tensión por todas partes. En 1936 Hitler y Mussolini decidieron intervenir directamente en España enviando tropas, unidades navales y aviones para apoyar el alzamiento nacionalista del general Francisco Franco. En marzo de 1937 Galland fue asignado a la Legión Cóndor, en la que combatió piloteando un Heinkel HE-51 y poco tiempo después tuvo su bautismo de fuego, al enfrentarse a la aviación republicana y a los poderosos

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Policarpov 15 y 16 rusos, siendo de destacar su intervención en la batalla de Brunete y el bombardeo a Guernica. De regreso en Alemania, fue ascendido en septiembre de 1939 al grado de capitán y con ese rango tomó parte en la invasión a Polonia al mando de la escuadrilla LG2 de aviones Henschel Hs-123. En febrero de 1940 fue transferido a la JG27 con la que combatió en Francia y Bélgica y en agosto de ese mismo año el alto mando de la Luftwaffe lo puso al frente de la escuadrilla JG26 con la que luchó en los cielos de Inglaterra, donde contabilizó 49 derribos. Tal fue su desempeño en ese frente que ese mismo año el mariscal Goering dispuso su ascenso a general y le dio el comando de la Inspección General de Caza. Poco después sucedió en la jefatura de la Inspección General Diurna al legendario Werner Möders que había perecido al estrellarse accidentalmente su Heinkel He-111, en cercanías de Berlín. La acción más espectacular de Galland fue la protección aérea que brindó a unidades navales alemanas durante la Operación Cerbero, en el Canal de la Mancha (11 de febrero de 1942), destinada a facilitar la evacuación de cruceros de la Kriegsmarine del puerto de Brest (Francia). El 31 de octubre de aquel año pereció en combate su hermano Paul y el 17 de agosto de 1943, cayó el mayor de ellos, Wilhelm-Ferdinand, ambos pilotos de Focke Wulf FW-1901. El 22 de mayo de aquel último año Galland probó con éxito el prototipo del Messerschmitt Me-262 V4, primer avión a reacción de combate del mundo, oportunidad en la que pronunció su célebre frase, “Es como si a uno lo empujara un ángel”. En los últimos años de la guerra Galland tuvo serias diferencias con el mariscal Goering que en 1945 motivaron su destitución de la Inspección General de Cazas al manifestarse en contra de la demencial idea de Goebbels de fabricar aviones cazas de madera para ser tripulados por adolescentes. Fue en esa oportunidad que creó el Escuadrón de Ases JV-44 integrado por aviones Me-262, que se hizo célebre en los últimos meses de la contienda. Para entonces ya se le había concedido la Cruz de Caballeros con Hojas de Roble, Espadas y Brillantes y era uno de los soldados más condecorados de su país. El 14 de mayo de 1945 fue capturado por las fuerzas norteamericanas y confinado a prisión hasta 1947, cuando se le concedió la libertad. Cierto día, a pocos meses de haber sido excarcelado, Galland recibió un llamado telefónico en su domicilio, que lo dejó un tanto desconcertado. Era Kurt Tank, que lo citaba a una reunión en el castillo de Minden, en su Westfalia natal, para tratar ciertos asuntos que “podrían ser de su interés”. La reunión fue a puertas cerradas y en ella, el ingeniero aeronáutico le habló al célebre piloto de Perón, de su régimen y del proyecto que se estaba gestando en la Argentina. Galland quedó fascinado y después de escuchar que Werner Baumbach y Otto Behrens se habían unido al programa aeronáutico de aquel lejano dirigente, aceptó unirse al grupo y trasladarse inmediatamente al sur. Se convino un segundo encuentro y tras saludar a su anfitrión, se marcharon ambos para poner en orden sus cosas. Como tantos prófugos nazis, el as alemán salió de Europa por la Ruta de las Ratas, después que la embajada argentina lo proveyera de documentos falsos a nombre de Juan Carlos Jaeger, de profesión cazador2. En el puerto de Génova abordó buque “Andrea C” y después de dos semanas de travesía, desembarcó en el puerto de Buenos Aires, donde lo esperaban dos agentes del gobierno. Aquellos enigmáticos individuos lo condujeron inmediatamente a un pequeño aunque confortable chalet de techos de teja y un agradable parque cubierto de césped ubicado en Ciudad Jardín y después de explicarle que las autoridades nacionales le habían asignado esa vivienda y el pequeño Fiat 500 que se hallaba estacionado en su puerta, se retiraron. En Argentina me sentí a mis anchas desde el instante de mi llegada… Al ser recibido en el Ministerio de 3 Aeronáutica, me impresionaron profundamente el respeto y la camaradería de aquella bienvenida .

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La Secretaría de Aeronáutica designó a Galland asesor e instructor en materia de Defensa Aérea, asignándole una oficina especial y una primer tarea: la redacción de un manual de vuelo para pilotos de Gloster Meteor, el flamante caza de origen británico cuyas primeras unidades habían llegado al país en diciembre de 1947. Su nuevo oficial de enlace en el Comando Aéreo de Defensa fue el capitán Hermann Gert Kleissen, experimentado piloto argentino del escuadrón de Gloster Meteor, quien pasaría a la posteridad por lo extremadamente crítico que fue de la gestión del as alemán, a quien admiraba profundamente por sus hazañas de guerra. Kleissen, que había reemplazado a su par, Luis Mario Grieben, fue quien instó al recién llegado a pilotear aquellas aeronaves mientras lo conducía a la Base Aérea de Morón, asiento de la VII Brigada, la despejada mañana del 20 de septiembre de 1952. La llegada del legendario piloto germano despertó grandes expectativas en la unidad militar. Una vez en la plataforma, Galland trepó a la cabina del avión matrícula I-057, y después de escuchar una serie de indicaciones efectuadas por el propio Kleissen, conectó el equipo de radio y a la vista del personal de la unidad militar comenzó a desplazarse lentamente por el asfalto, hasta ubicarse en la cabecera de la pista. Allí aguardó unos minutos y cuando la torre le dio la autorización, dio máxima potencia a sus turbinas y despegó a gran velocidad. Aquellos que observaban en tierra vieron al experimentado aviador efectuar una serie de maniobras, con pronunciados giros a derecha e izquierda, ascensiones a varios metros de altitud y un descenso brusco, para luego estabilizar el aparato y seguir volando durante una hora. “¡Sí el Me-262 hubiera tenido los motores del Meteor, hubiese sido el mejor caza del mundo!”, dijo una vez detenido en plataforma. El vuelo llenó de preocupación a los países rectores de occidente hasta tal punto, que Winston Churchill se refirió a él en el Parlamento británico, manifestando que tarde o temprano, Argentina, Rusia y Egipto (el “eje del mal” de aquellos años) se convertirían en naciones agresoras, enemigas de las democracias del mundo. Galland realizó otros vuelos e impartió lecciones de pilotaje y tiro a los jóvenes cadetes argentinos que sentían por él una admiración cercana a la veneración. Como dice Antonio Rivara: “…impartió instrucciones de combate, elaboró estrategias y recorrió unidades militares dando conferencias”4. Muchos de aquellos pilotos tendrían oportunidad de poner a prueba sus enseñanzas siete años después, durante las acciones armadas que tuvieron lugar durante la Revolución Libertadora. Impuso además, la formación de ataque de cuatro cazas en lugar de las compactas de veinticuatro aparatos, con un aparato a la cabeza haciendo las veces de líder, dos numerales a modo de escoltas y un auxiliar cerrando la formación5. El 28 de septiembre de 1951 se produjo un hecho que ha quedado grabado en el anecdotario histórico de la Fuerza Aérea Argentina. Ese día, la Base Aérea de Tandil, asiento de la VII Brigada Aérea, se hallaba convulsionada por la visita de Adolf Galland, quien iba a ofrecer una breve disertación a los pilotos de los Grupos 2 y 3 de Caza Interceptores. El as de la Segunda Guerra Mundial llegó a bordo de un Dove que en horas de la mañana se posó en la pista de tierra, a la vista los jóvenes oficiales que pugnaban por acercarse a él. Mientras el avión rodaba hacia la plataforma, Galland observaba desde la ventanilla los formidables jets de origen británico que se hallaban alineados bajo el sol, con su cobertura metálica reluciente. Para el personal allí asignado se trató de un momento de gloria cuando el as de la Luftwaffe descendió la escalerilla, saludó a los presentes con mucha cordialidad y se dirigió con ellos hasta la sala de conferencias que habían preparado para escuchar su disertación. Allí se encontraba el héroe de tantas batallas, relatando sus experiencias a la fascinada audiencia, con el teniente Gert Kleissen oficiando de traductor, cuando un oficial entró al recinto intempestivamente para dar aviso de alerta y alistamiento. Los jóvenes pilotos se pusieron de pie y en medio de gran agitación, corrieron a sus aviones dejando a Galland solo. ¿Qué había ocurrido?

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En Buenos Aires se había producido la intentona golpista del general Benjamín Menéndez, que en esos momentos avanzaba desde Campo de Mayo sobre la Capital Federal y los jóvenes pilotos debían neutralizarla. Los Gloster Meteor decolaron uno detrás de otro en dirección a Ezeiza mientras Galland observaba desde la plataforma acompañado por Kleissen y el personal de la base. Durante el trayecto, los cazas respetaron la formación de ataque en cuatro que les había enseñado el alemán y una vez sobre el Gran Buenos Aires, en proximidades del Aeropuerto Internacional de Ezeiza, realizaron los primeros cambios de formación con virajes de 90º y 180º de acuerdo al manual que aquel había redactado especialmente para ellos6. Pudo haber sido el bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina, pero la intentona fue abortada a poco de haber estallado y los pilotos debieron regresar a sus bases, sin haber entrado en combate. Deberían esperar cuatro años más para hacerlo. 1952 marcó un hito en la historia de la aviación argentina ya que ese año se iniciaron los vuelos antárticos. Para encarar el nuevo desafío, el gobierno de Perón creó la FATA (Fuerza de Tareas Antárticas), destinando a ella aviones Avro Lincoln, Avro Lancaster, Beechkraft AT-11 y Douglas C-47, que tuvieron su asiento en la Base Aérea Militar de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz. Ese mismo año Adolf Galland realizó un vuelo sobre el continente antártico piloteando un Avro Lincoln, junto a una tripulación argentina de ocho integrantes. Según sus propias palabras, fue una experiencia que jamás iba a olvidar. El 24 de marzo de 1953 realizó un vuelo de cuarenta minutos al comando del Gloster Meteor matrícula I-072, hazaña que repitió poco después a bordo del I- 088, siempre desde la VII Brigada Aérea de Morón. Galland también piloteó con gusto el caza Fiat G-59, llamado comúnmente “El Águila”, porque, según sus palabras, le recordaba mucho a los Spitfire. También probó el Piper PA-12 matrícula LV-RNU del Aeroclub Argentino y el De Havilland 12 de ocho plazas que puso a su disposición la Secretaría de Aeronáutica. Por entonces, solía frecuentar el Club de Planeadores Albatros donde funcionaba otra institución deportiva de origen alemán, el Club Cóndor, en el que probó los planeadores Baby II Chimango y Meise Olimpia que le recordaron sus días de juventud, antes de la guerra. El as de la Luftwaffe dictó cursos y conferencias en numerosas bases aéreas de nuestro país, lo mismo en el Círculo de Oficiales de la Fuerza Aérea, sobre A. Córdoba, en pleno Buenos Aires. En 1953 lanzó la edición alemana de sus memorias Los primeros y los últimos, traducidas al español por la Fuerza Aérea Argentina al año siguiente y en febrero de 1954 contrajo matrimonio con la argentina Silvina Von Dohnoff. Cuando faltaban escasos meses para la caída de Perón, emprendió el regreso a Alemania y allí fundó una consultora aeronáutica de la que vivió hasta su retiro. Falleció el 9 de febrero de 1996, cuando le faltaba un mes para cumplir los 84 años, después de una vida a pleno, digna de una película de Hollywood. Galland siempre recordó a la Argentina como su segundo hogar. Prueba de ello fue lo que apuntó en el prólogo de su obra, después de referirse a los sucesos acaecidos tras la caída de Berlín: Afortunadamente, no faltaron llamados de todas partes del mundo a los hombres de ciencia, técnicos y especialistas aeronáuticos alemanes. ……………………………………………………………………………………….. En aquella hora crucial, algunos de nosotros recibimos el llamado de una nación con la que la nuestra, siempre y en toda hora, estuvo vinculada por lazos de sincera amistad, y cuya hidalguía y lealtad eran proverbiales en toda Alemania, desde mucho antes de los días del acorazado "Graf Spee". Allí se me ofrecía la posibilidad de reanudar mi vida de aviador, bloqueada sin esperanzas por el infortunado fin del conflicto al servicio de un país amigo que nos recibía sin prejuicios y con los brazos abiertos. Mis esperanzas se cumplieron plenamente. En la Argentina y muy especialmente en el círculo de camaradas argentinos, me sentí a mis anchas desde el mismo instante de mi llegada. La grandeza del país, sus múltiples bellezas, la amable, franca y abierta manera de ser de su pueblo, todas aquellas virtudes que encierra el vocablo "gaucho", despertaron en mí la misma respetuosa simpatía que me suscitaron la vitalidad

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y la voluntad creadora de esa joven nación, factores éstos que han influido en los admirables progresos que, en materia social, económica y política ha experimentado en los últimos años, bajo la conducción de su Presidente, el General Juan Perón. Mi tarea como consejero técnico de la Fuerza Aérea Argentina es por demás interesante. Me pone en contacto con el Comando y también con las Unidades Aéreas, que me atraen particularmente. Entre los aviadores de todo el mundo siempre han existido fuertes vínculos de camaradería. El vuelo ya es un deporte popular en la Argentina. Un observador extranjero dijo, cierta vez para precisar su rápido desarrollo, que "el argentino desmonta del caballo para subir directamente al avión". Realmente, el espíritu de un jinete y el de un aviador guarden extraña y natural afinidad. En Alemania, durante la Primera Guerra Mundial, muchos de los primeros aviadores militares salieron de los cuadros de caballería. Y en el país de los gauchos, la aeronáutica debía por fuerza encontrar un terreno excepcionalmente fértil. Así como es un jinete hábil y automovilista destacado y entusiasta, ya sobre las pistas de carreras o en medio del tránsito callejero, posee también el argentino todas las propiedades del buen aviador. La aeronáutica tiene efectivamente, en este país, un brillante porvenir. Cuando a fines de 1948, inmediatamente después de mi llegada, fui recibido en el Ministerio de Aeronáutica, me impresionaron profundamente el respeto y la camaradería que caracterizaron aquella bienvenida. En todo el mundo existían barreras para todo lo alemán. En cambio, entre las Fuerzas Armadas Argentinas, no tropezamos con prejuicios de ninguna naturaleza. Ante los ojos de los camaradas argentinos habíamos perdido la guerra, pero no el honor. Ninguno de nosotros podrá olvidar jamás la innata caballerosidad de la Nación Argentina, que se evidenció plenamente en aquella recepción. Los cinco años que llevo al servicio de la Fuerza Aérea Argentina representan para mí una etapa más en el desarrollo de la aeronáutica mundial. Entiendo haber servido lealmente al país amigo, con el mismo celo con que serví a mi patria. Tras la pausa forzosa que los primeros años posteriores a la guerra impusieron a mi actividad aeronáutica, debo a la Argentina la liberación de aquel sentimiento de anquilosamiento e impotencia que significa para todo aviador militar la pérdida del contacto con la evolución y el progreso de su arma. Sean por este motivo dedicado las primeras páginas de este libro, a expresar a esta gran Nación del Plata, llamada a un glorioso porvenir, el testimonio de mi profundo y sincero agradecimiento7.

Hans Ulrich Rudel Al terminar la Segunda Guerra Mundial, Hans Ulrich Rudel era el soldado más condecorado del III Reich. Su impresionante hoja de servicios incluía 2530 misiones de combate con más de 500 tanques destruidos, 9 aviones enemigos derribados, el hundimiento del acorazado soviético “Marat” y otros dos cruceros de la misma nacionalidad así como también 70 lanchas de desembarco, 150 baterías antiaéreas, puentes, caminos, rutas, vías férreas, embarcaciones fluviales y depósitos de combustible.

Nacido el 2 de julio de 1916 en Konradwalsau, Alta Silesia, era hijo de un pastor protestante de la región y de una típica ama de casa alemana, quienes le brindaron a él y sus hermanos un a educación basada en las enseñanzas cristianas. Apasionado desde pequeño por los deportes fue, al igual que Galland, mal estudiante aunque, al contrario de aquel, sumamente dócil e introvertido. Cuando Hitler accedió al poder, en 1933, Rudel, con apenas 15 años de edad, se incorporó a las Juventudes Hitlerianas donde aprendió la doctrina nacionalsocialista y se hizo incondicional de su líder.

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Cumplidos los 19 años, se incorporó a la Luftwaffe donde fue inmediatamente asignado al programa de entrenamiento con los aviones Stukas desplegados en la ciudad austríaca de Graz. Pero no permaneció demasiado tiempo en ese destino ya que, cumplido su período de instrucción, fue destinado al Centro de Reconocimiento Aéreo de Hildesheim, Baja Sajonia, al que pertenecía cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Su desempeño como piloto durante la invasión a Polonia le valió su primera condecoración, la Cruz de Hierro de Segunda Clase, que le sirvió para pasar a la Escuela de Bombardeo de Stuttgart, donde llevó a cabo misiones menores hasta julio de 1941 cuando fue asignado como piloto al Grupo de Ejércitos Norte al iniciarse el Plan Barbaroja (la invasión alemana a Rusia). Tal fue su desempeño, que su fama recorrería el mundo, ganándose el respeto de las mismas las fuerzas aliadas. El 21 de septiembre, después de varias misiones sobre la línea Smolensk-Moscú, el alto mando alemán destinó su escuadrón al mar Báltico para operar sobre el puerto de Kronstadt contra buques de guerra rusos. Allí fue donde hundió al “Marat” y a otro crucero soviético, con bombas de 1000 kg. El 15 e enero de 1942 Rudel fue ascendido a teniente coronel, inmediatamente después de que se le otorgara la Cruz de Caballero. Se le encomendaron, entonces, los cursos de adiestramiento de la Escuela de Graz, pero el as de Konradwalsau no había nacido para estar sentado frente a un escritorio mientras el mundo se desplomaba a su alrededor. Por esa razón, y en solidaridad con sus camaradas combatientes, pidió regresar al frente y fue designado jefe del 1er. Escuadrón de la 1ª Ala del 2° Grupo Stuka en Stalingrado, donde destruyó puentes, caminos de acceso, líneas ferroviarias, puestos de artillería, arsenales, depósitos de combustible e instalaciones portuarias, además de hundir numerosas embarcaciones en el Volga, el célebre río que atravesaba la ciudad. También llevó a cabo misiones de rescate y de presión sobre las líneas del enemigo durante el cerco del VI ejército del general Friedrich Von Paulus. Aniquiladas las fuerzas alemanas en Stalingrado, las escuadrillas aéreas debieron replegarse junto con todo el ejército. En ese tiempo, Rudel aconsejó a sus superiores ciertas modificaciones en la estructura de los Stuka que permitieron amortiguar su vulnerabilidad frente a los cazas soviéticos. Eso le valió la Cruz de Caballero con Hojas de Roble y Espadas de manos del mismísimo Hitler y el pedido del Führer de ser retirado del frente para dedicarse a adiestrar nuevos pilotos. Rudel, que veneraba al líder de Alemania, puso como condición que si no se lo dejaba en el frente no aceptaría la condecoración y aquel, sorprendido ante semejante actitud, aceptó. A comienzos de 1944 fue ascendido a coronel, contabilizando hasta el momento, 400 tanques destruidos. Ese mismo año fue destinado a las escuadrillas de Focke Wulf Fw-190, oportunidad en la que conoció al diseñador de aquellos cazas, Kurt Tank, trabando cierta amistad con él. Al comando de uno de aquellos aparatos reclamó 13 aviones rusos derribados y la destrucción de otros objetivos. Durante una misión de ataque sobre el río Dniester, en Ucrania, Rudel efectuó un arriesgado aterrizaje para rescatar a dos compañeros derribados. La operación no tuvo éxito ya que durante la fuga, uno de aquellos hombres se ahogó al cruzar las heladas aguas de aquella vía acuática y el otro fue hecho prisionero. Pese a haber sido alcanzado por un disparo en el hombro, el valeroso piloto logró escapar, después de atravesar 32 km de territorio enemigo. Finalizaba aquel año cuando cerca de Budapest, la artillería rusa alcanzó su avión. Rudel recibió el impacto de una esquirla en la pierna derecha y debió convalecer en un hospital de Berlín, donde, al cabo de un tiempo, debieron amputársela. Hitler en persona volvió a condecorarlo el 1 de enero de 1945, colocando sobre su pecho la Cruz de Caballero con Hojas de Roble en Oro, Espadas y Diamantes. En esa oportunidad, le dio la expresa orden de permanecer en la capital del Reich porque temía por su vida, pero al as del aire se las ingenió para regresar 8 al frente y volar sin su pierna . Finalizada la guerra, Rudel y su escuadrilla se las arreglaron para escapar de los rusos y entregarse a los norteamericanos, quienes conociendo sus hazañas, lo trataron con gran respeto, confinándolo a un campo de oficiales de alta graduación en Inglaterra.

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Ese era el hombre que en 1974 se arrodilló para orar en silencio ante el féretro de Perón. En 1948 Rudel fue liberado y regresó a Alemania. Su tierra se hallaba devastada y nada podía ofrecerle. En esas estaba, con un porvenir incierto por delante, cuando agentes del gobierno argentino tomaron contacto con él para hacerle una oferta. A través de un enlace europeo los emisarios del régimen peronista combinaron un lugar de encuentro, en horas de la mañana de una fecha incierta y allí se encontraron. El as alemán escuchó atentamente lo que se le dijo y sin dudarlo un instante, aceptó. Una nación emergente, rica y vigorosa, conducida por un líder de extracción fascista, que había demostrado con creces ser aliado de Alemania e Italia, le ofrecía trabajar en el apuntalamiento de su Fuerza Aérea. A poco de llegar al país, Rudel mantuvo una entrevista secreta con Perón y unos días después viajó a la provincia de Córdoba para conocer la Fábrica Militar de Aviones e instalarse en el bello chalet que el gobierno puso a su disposición en la “alemana” Villa General Belgrano, donde tuvo por vecinos a varios colegas y compatriotas, entre ellos Otto Behrens y Max Dainz. Una vez instalado, el as alemán fue designado profesor de la Escuela de Guerra Aérea, consultor de la Fuerza Aérea Argentina y asesor del Instituto Aerotécnico de Córdoba (IAME) en el área de cazas, actividad que no le impidió dedicarse a su afición deportiva: el andinismo. Como apasionado escalador, Rudel se hizo socio del Club Andino Bariloche y en esa condición, llevó a cabo varios ascensos al Aconcagua y cumbres de la cordillera argentina. En 1953 concretó una serie de ascensos al volcán Llullaillaco, durante las cuales descubrió las ruinas preincaicas que se encontraban allí9. En Córdoba fue instructor de vuelo y en más de una oportunidad se lo vio lanzarse en picada sobre los pintorescos chalets de Villa General Belgrano y atravesar su perímetro urbano a vuelo rasante, actitud que le valió una seria reprimenda por parte de las autoridades10. La faceta más controvertida de Rudel fue haber sido uno de los nexos entre Perón y los criminales de guerra prófugos, operación para la que organizó la Asociación Kammeradenwerk, que en alemán significa “Obra de Veteranos”11. Su misión era reunir fondos para traer al país a los prófugos nazis y fascistas de toda Europa, pagar sus abogados y brindarles cobertura médica, en caso de necesitarla. Nacionalsociaista convencido, trabajó para brindar sostén y asistencia, entre otros, a Adolf Eichmann y Josef Mengele e incluso ayudó a este último a escapar al Paraguay cuando se produjo la captura del primero por un grupo comando israelí. Rudel visitó varias veces al líder justicialista durante su exilio en la República Dominicana y España y ahí fue donde nació una sincera amistad entre ambos, tanta, que en 1974 lo visitó en su chalet de Gaspar Campos, partido de Vicente López, a poco de su regreso a la Argentina, acompañado en esa oportunidad por su hija y uno de sus nietos. Y como se dijo más arriba, oró de rodillas junto al féretro del ex mandatario, en oportunidad de una nueva visita al país.

El as germano falleció en Rosenheim, Alemania, el 18 de diciembre de 1982, después de seguir con interés 12 el desarrollo de la guerra del Atlántico Sur y el impresionante desempeño de la Fuerza Aérea Argentina, con la que tanto había tenido que ver en sus lejanos orígenes. Dejó un magnífico libro de memorias, Yo fui piloto de Stuka, en el que narra sus impresionantes hazañas de guerra, volumen que como el de Galland, se convirtió en un clásico de la literatura de la Segunda Guerra Mundial.

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Kurt Tank

A poco de que el gobierno argentino ofreciese a Rudel y Galland trabajar para su programa aeronáutico, Kurt Tank se puso en contacto con ellos para ofrecer sus servicios. Como los dos bravos pilotos, el diseñador aeronáutico también era una leyenda. Nacido el 24 de febrero de 1898 en Bromberg-Schwedenhöhe, hoy Bydgoszcz-Szwederowo, cuando todavía era territorio alemán13, en 1915 se alistó en el Regimiento de Infantería 71 de Erfurt, con el que combatió en la Primera Guerra Mundial en el frente oriental. Finalizada la contienda, la familia Tank fue expulsada de la región en la que vivía y por esa razón, se radicaron en Postdam, ciudad próxima a Berlín, donde el joven Kurt, de tan solo 21 años, entró a trabajar como operario en la planta de la fábrica de locomotoras Orenstein & Koppel, al tiempo que iniciaba sus estudios de electrónica en la Universidad Tecnológica de Berlín. Durante sus años de estudiante diseñó junto a algunos de sus compañeros el planeador Teufelchen. Miembro de la Asociación Académica de Aviadores, trabajó en el proyecto del planeador Charlotte y eso le valió una recomendación de sus profesores para que en 1924 pudiese ingresar en la fábrica de hidroaviones Rohrbach Metall-Flugzeugbau, el mismo año en que contrajo matrimonio con Charlotte Teufel. El futuro diseñador trabajó allí en varios proyectos hasta que en 1929 decidió dejar la actividad para apostar a los aviones de tierra. En 1930 fue contratado por los Talleres Aeronáuticos de Baviera y luego, cuando los mismos quebraron, se incorporó a la Focke-Wulf de Bremen, que lo nombraron jefe de la sección Proyectos y Producción de su planta y ahí fue donde realizó los célebres proyectos que lo hicieron mundialmente famoso, entre ellos el Focke-Wulf Fw 44 Stieglitz y el del Focke-Wulf Fw-200. Como piloto de pruebas, Tank voló el del Focke-Wulf Fw 56 Stösser y el bimotor Fw-58 Weihe, solo por mencionar algunos. Al estallar la guerra, el joven técnico era miembro del consejo directivo de Investigaciones y al año siguiente fue designado jefe de la sección de Desarrollo de Materiales Plásticos para la Industria Aeronáutica. En 1942 fue elegido vicepresidente de la Academia Alemana de Investigaciones Aeronáuticas y en 1943, profesor de la Universidad Tecnológica, funciones que desempeñaba cuando al año siguiente lo ascendieron a jefe de la sección de Desarrollo de Aviones Caza Nocturnos. En forma paralela, desarrolló el extraordinario jet a reacción Ta-183 y el avión de cinco turbinas transporte Ta-500. Hemos visto como, una vez en la Argentina, Tank puso en marcha el novedoso programa I.Ae-33 Pulqui II, basado en sus antiguos proyectos alemanes. Para ello, hizo numerosos vuelos de prueba, los primeros a bordo del prototipo planeador, el primero a remolque de un Calquin y el segundo de un Glenn Martin W-139 WAA, siguiendo después con la versión 02 del caza, con la que llegó a alcanzar los 9000 metros de altura en menos de diez minutos. Durante ese vertiginoso ascenso fue que detectó las vibraciones que producía el vacío detrás de las alas y otras fallas que hubo de corregir. El 8 de febrero de 1951 hizo las memorables demostraciones para Perón y el 6 de abril del mismo año aquellas otras para el príncipe Bernardo de Holanda, ambas en el Aeroparque Metropolitano de la Ciudad de Buenos Aires, después de cubrir el trayecto desde la Escuela de Tropas Aerotransportadas de Córdoba en poco más de media hora.

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Caído el régimen justicialista, Tank sufrió apremios y persecuciones que lo obligaron a abandonar el país en dirección a la India, donde desarrolló HAL HF-24 Marut, sobre la base del Pulqui II. Había dotado a la Argentina del primer jet a reacción con alas en flecha de América Latina y la había puesto a la cabeza de la tecnología aeronáutica en el hemisferio sur.

Otto Behrens Otto Behrens fue uno de los principales pilotos de pruebas del régimen nazi. En 1937 se incorporó a la Luftwaffe como técnico mecánico y dadas sus dotes y cualidades, comenzó a ascender en escalafón hasta alcanzar la dirección del Centro de Ensayos. Al estallar la guerra continuó desempeñando esas funciones y recién en 1941 fue asignado al frente occidental, donde formó parte de la Inspección de Cazas, participando en numerosas misiones de combate. El 15 de febrero de 1942 integró las escuadrillas que comandó Galland sobre el puerto de Brest, durante la Operación Cerbero, brindando protección a unidades de la flota germana en el Canal de la Mancha. Para entonces, había probado el Focke-Wulf Fw-190 y otras aeronaves, facilitando en mucho la tarea de Kurt Tank. Por esa razón, cuando Perón ofreció al célebre diseñador trabajar en la Argentina, uno de los primeros nombres en los que pensó para integrar su equipo de trabajo fue el de Behrens. El as alemán llegó a la Argentina el mismo año que su mentor, para incorporarse como piloto de pruebas a la Fábrica Militar de Aviones. En esa condición voló el primer prototipo del Pulqui II, el 19 de junio de 1950, ante el secretario de Aeronáutica, brigadier César Ojeda. Como se recordará, en aquella oportunidad, el experimentado aviador exigió demasiado a la aeronave y sufrió un leve percance al tocar tierra, rompiendo la pata derecha del tren de aterrizaje. Lamentablemente aquel que había desafiado el peligro en tantas oportunidades durante la guerra, pereció cuando realizaba su segundo vuelo de prueba a bordo del Pulqui II, el mismo día de su cumpleaños, 9 de octubre de 1952, cuando el equipo de Tank preparaba una nueva demostración para Perón.

Werner Baumbach Werner Baumbach nació en Cloppemburg, pequeña población de la Baja Sajonia próxima a Bremen, el 27 de diciembre de 1916. A los 20 años de edad se incorporó a la Luftwaffe y tras el correspondiente período de entrenamiento, pasó a integrar los escuadrones de bombarderos bimotores Junkers Ju-88, con los que fue destinado al frente occidental para combatir en Francia.

Llevó a cabo ataques de bombardeo en picada en Skapa Flow, el fiordo de Forth, Narvik y Dunkerque y el 10 de abril de 1940 hundió al crucero “Emile Bertin” y al buque antitorpedos “Ghurka”, causando serios daños a otras embarcaciones, entre ellas el “Southampton”, el “Devonshire” y el “Glasgow”. Hizo audaces incursiones en el litoral de Noruega y por esas acciones obtuvo la Cruz de Hierro. En la batalla de Inglaterra combatió sobre Yorkshire donde su unidad perdió cuatro bombarderos y el 6 de abril de 1941 participó en la invasión a Grecia al ser puesta en marcha la Operación “Marita”. De regreso en Noruega el alto mando de la Luftwaffe le encomendó el hostigamiento de los convoyes aliados en la ruta a Murmansk, evitando de ese modo el aprovisionamiento a las fuerzas del Ejército Rojo que intentaban contener la invasión alemana.

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Sin embargo, pese a sus heroicas acciones, en 1942 fue retirado del frente y destinado a la sección de diseño de la fuerza del aire. Regresó recién en 1944 para comandar varias misiones especiales (KG-200) por las que, el 15 de noviembre de ese mismo año, fue ascendido a teniente coronel. Para entonces, había llevado a cabo 250 raids aéreos, derribando cerca de 400 aviones enemigos y hundiendo numerosos buques en Francia y Noruega, ya en los mares Báltico, Negro y Mediterráneo, ya sobre la misma Inglaterra y las heladas planicies de Rusia. Finalizada la contienda cayó prisionero de los aliados, quienes lo confinaron durante tres años en diferentes prisiones de Francia, Inglaterra y Alemania. En 1948 consiguió la libertad y ese fue el momento que aprovechó para publicar su libro de memorias Demasiado tarde. Contactado por agentes encubiertos del gobierno argentino, emigró con su esposa e hijo a Buenos Aires para convertirse, como Behrens, Rudel y Galland, en piloto y asesor de la Fuerza Aérea de Perón. En julio de aquel año, fue designado asesor técnico de la Dirección General de Fabricaciones Militares, pasando a desempeñarse en el Departamento de Armas y Municiones Especiales donde brindó sus conocimientos en materia de misiles. Versiones fantasiosas hablan de un Werner Baumbach sacando a Hitler y Eva Braun de Alemania hacia el aeropuerto austríaco de Hörsching la noche del 26 al 27 de abril de 1945, para llevarlos a Barcelona donde el Führer y su esposa habrían vivido escondidos un tiempo antes de abordar un submarino U2 que los condujo directamente a la Argentina. Según esas versiones, Hitler y Eva Braun habrían desembarcado en las costas patagónicas para ser alojados secretamente en una mansión cercana a Bariloche, operación que supervisaron directamente el entonces presidente Farrell y su ministro de Guerra, Juan Perón. Baumbach comenzó a trabajar junto al profesor Armin Pelkhofer con el grupo de técnicos y científicos que dirigía el doctor Julius Henrici, para fabricar una bomba voladora teleguiada del tipo V-1 y en ese proyecto se hallaba enfrascado cuando se produjo su trágico deceso en el Río de la Plata el 20 de octubre de 1953, a bordo de un bombardero Avro Lancaster que debía poner a prueba aquel artefacto. Había sido un severo crítico de la gestión de Goering y manifestado sus desacuerdos con la forma en que Hitler estaba llevando adelante la guerra.

Otto Gerhard Mothes Otro que llegó por aquellos años a la Argentina peronista fue Otto Gerhard Mothes, el legendario aviador que llevó a cabo las temerarias misiones de rescate en Rusia a bordo de un Fieseler Storch y posteriormente, en un Focke Wulf Fw-190. Con este último aparato combatió en los cielos de Europa contra los poderosos bombarderos B-26, los Thunderboldt P-47 y los Mustangs norteamericanos después de 40 misiones contra objetivos terrestres en distintos frentes. Cuando la guerra terminó, Mothes se encontraba en Salzburgo, la hermosa tierra de Mozart y la familia Von Trapp. Poco tiempo atrás había sido derribado pero logró salvarse saltando en paracaídas y cayendo en territorio propio. Allí se encontraba cuando el 7 de mayo Alemania capituló y al día siguiente firmó la rendición. La orden impartida por el alto mando aliado era que cada combatiente permaneciera en el lugar donde se encontraba pero Mothes decidió regresar. Horacio Rivara cuenta que ni bien se enteró de esa orden, le informó a su superior que se regresaba a Alemania y después de llenar el tanque de combustible de un Focke Wulf Fw-190, partió de regreso a su país. Sin embargo, al sobrevolar territorio checo, se quedó sin combustible y eso lo obligó a efectuar un aterrizaje en pleno campo, a escasos kilómetros de la frontera. En medio de la nada, Mothes desabrochó sus correajes, abrió la cabina y saltó al exterior para caminar por el campo hasta que a lo lejos divisó una estación ferroviaria donde una multitud de ciudadanos checoslovacos intentaba linchar a siete soldados alemanes desarmados que se encontraban en el techo de un vagón. Al ver eso, Mothes esgrimió su arma y apuntando a la multitud la obligó a retirarse. Llegada la noche, los alemanes abordaron un tren que de dirigía a su país y de esa manera escaparon de una muerte segura.

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Durante varios días, Mothes se mantuvo oculto en la casa de unos parientes, pero un día que salió busca de su madre, cayó prisionero de los norteamericanos quienes lo encerraron en uno de los tantos campos de detención que habían montado en Alemania. Tiempo después lo enviaron a Francia pero durante el trayecto, el decidido piloto desatornilló la ventanilla del baño del tren en el que viajaba y se arrojó fuera, escapando por los campos, en plena obscuridad. Pasaron tres años en los que apenas se las rebuscó para ganar unos pesos y en esa situación de encontraba cuando supo de la Argentina y lo que allí se estaba gestando. Además, sabía de la ayuda encubierta que ese país le había brindado a Alemania durante la guerra y que le estaba dando refugio a centenares de prófugos del régimen nazi. Cuando se supo los detalles del proyecto aeronáutico de Perón y de la importante cantidad de técnicos, científicos y pilotos germanos que trabajaban para él, decidió abandonar Europa y emigrar hacia aquella lejanas y amigable tierra del sur llevando algo de dinero y unas pocas direcciones de familiares y conocidos. Una vez en Buenos Aires, Mothyes comenzó a tender sus redes para contactar a la numerosa colonia alemana asentada en la capital argentina y así fue como, a través de sus parientes, tomó contacto con la Fuera Aérea Argentina. Mucho le sorprendió lo bien que lo trataron y el respeto que le tenían y eso infundió ánimos a su alicaído espíritu. Hacía tres años que sufría humillaciones y malos tratos y aquello fue como un bálsamo. Se le dijo que, en esos momentos, no se necesitaban pilotos pero igual le hicieron llenar unos papeles, lo enviaron a las dependencias que el arma tenía en José C. Paz y una vez allí le tomaron un examen, luego del cual, le extendieron su brevete de piloto y la reválida de su licencia de vuelo. Como explica Antonio Rivara, Mothes comenzó a trabajar en un taller mecánico, reparando automotores y poco después montó el suyo. Y esa era su situación cuando conoció a una joven y bella compatriota que desde pequeña vivía en el país y con ella se casó al año siguiente. A través de su mujer ingresó en el Club de Planeadores Cóndor y casi enseguida comenzó a volar, primero en un planeador y después piloteando un avión remolcador, siempre bajo la supervisión de otro as de la Luftwaffe, Rolf Ziscoben, así como también del matrimonio Horten, con quienes trabó una buena amistad. Estos eran algunos de los pilotos con los que contaba Perón en 1948, sin embargo, pese a lo impactante de sus nombres y al inmenso prestigio del que gozaban, constituían un número reducido al lado de los jóvenes aviadores argentinos que desde 1945 se venían incorporando a la Fuerza Aérea local.

Edmundo “Pincho” Weiss Edmundo Osvaldo Weiss fue el piloto de pruebas más importante de la era peronista. Nacido en la localidad suburbana de Temperley el 20 de diciembre de 1920, en 1933 se incorporó al Ejército, de donde egresó en 1941 con el grado de subteniente de Artillería. Inmediatamente después inició los cursos de piloto en la Escuela de Aviación Militar alcanzando sus alas al siguiente año, cuando fue destinado a la Aviación de Ejército con el grado de teniente. Se hallaba en ese destino cuando en 1946 el flamante gobierno justicialista lo escogió como piloto de pruebas. Incondicional de la figura de Perón, Weiss fue destinado a la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba para reemplazar al teniente primero Osvaldo M. Rovere, aquel que el 8 de agosto de 1944 había probado el primer DL-22 salido de su planta. Weiss pasó a conformar una escuadrilla de pruebas a la que también pertenecían el teniente Luis Valloni y el suboficial principal Jorge Villegas, con quienes entabló una profunda relación de amistad y camaradería que se vio plasmada en la realización de vuelos que marcaron un hito en la historia de la aviación argentina. El 5 de junio de 1946 Weiss llevó a cabo el primer vuelo con el I.Ae-24 Calquin y el 18 de septiembre del mismo año se elevó al comando del I.Ae-31 Chingolo, dos proezas que pusieron a la Argentina a la cabeza de América Latina en materia aeronáutica. En 1947 se le encomendó una operación que fue, sin ninguna duda, la misión más importante de su carrera: la compra de los cazas a reacción británicos Gloster Meteor con los que aquel país pagó buena parte de la deuda de guerra que había contraído con la Argentina. Con ese objeto viajó a Inglaterra, encabezando al grupo de pilotos encargado de la transferencia, oportunidad en la que visitó la De Havilland Aircraft Company (DHC) en Hatfield, Inglaterra, interesado por conocer de cerca su producción y pilotear algunos modelos.

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Eso fue lo que hizo, sin preparación previa y eso le valió los elogios de importantes personalidades vinculadas a la aeronáutica de aquel país. Incluso revistas como el “Reader’s Digest” y “Fliying”, comentaron su hazaña.

Edmundo Osvaldo Weiss junto al Pulqui I

En el Reino Unido, Weiss voló un primer Gloster Meteor, un De Havilland DH-108 Swalow, con el que rompió la barrera del sonido y otros aviones, sin embargo, tuvo la desgracia de presenciar la muerte del hijo de Geoffrey de Havilland, joven piloto del mismo nombre, cuyo Swalow estalló en el aire frente a la mirada atónita de los presentes. De regreso al país, se encontró con la novedad de que Kurt Tank y su equipo se estaban instalando en Córdoba para comenzar a trabajar en un proyecto supersónico. El 18 de julio de 1948 llevó a cabo el primer vuelo del I.Ae-30 Ñancú, al que solía llamar “su avión preferido”, creación del marqués Cesare Pallavecino, oportunidad en la que pudo poner a prueba su funcionalidad. Un mes después unió con ese mismo avión Córdoba con Buenos Aires, empleando menos de una hora a 650 km/h. Weiss amaba a aquel aparato y lo demostró durante un nuevo vuelo en dirección, sin efectuar escalas. El Ñancú llamó la atención de militares y autoridades de gobierno del vecino país y despertó la curiosidad de muchos pobladores del altiplano, quienes se acercaron hasta el aeropuerto para verlo de cerca.

De regreso en el país efectuó nuevas experiencias de testeo que permitieron mejorar la performance del Ñancú, alternándose en sus comandos con otros pilotos del equipo de pruebas. También probó los nuevos Gloster Meteor el Chingolo y varias unidades de la serie Calquin. Eran días de gloria para la Fuerza Aérea Argentina, con una intensa actividad, en la que el piloto pudo demostrar toda su capacidad y preparación. El 9 de agosto de 1947 Weiss probó el Pulqui I, obra de alta tecnología del ingeniero Emile Dewoitine, que había contado con la valiosa asistencia de los ingenieros argentinos Norberto Luis Morchio, Enrique Cardehilach, Eduardo Fernández, Luis Mitchel y Humberto J. Ricciardi. Ese fue un día especial, no solo para el arma que Weiss representaba sino para la industria y la ciencia nacional.

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A las 16.00 el caza fue montado en la parte posterior de un camión y conducido hasta la cabecera de la pista de tierra de la Escuela de Tropas Aerotransportadas. Una vez allí, se lo bajó a tierra y cuando los relojes marcaban las 17.15, el piloto argentino trepó hasta la cabina y diez minutos después inició el carreteo, incrementando su velocidad a medida que se desplazaba. Aquel vuelo fue extremadamente importante por dos motivos: en primer lugar, quedaron en evidencia algunos problemas técnicos que debían ser solucionados y segundo, se pudo mostrar al mundo la capacidad que tenía la Argentina de construir aviones a reacción. Weiss también probó las alas volantes de Reimar Horten y enana oportunidad hizo una pasada rasante sobre la Casa de Gobierno para que Perón pudiera observarlas. Como recuerda Ricardo Burzaco en el documental que Ezequiel Comesaña rodó en su memoria, “…le ponían un pañuelo a un metro de altura, con una varilla y él lo levantaba con el [ala del] avión”14. El 16 de junio de 1950 Weiss llevó a cabo su prueba más importante: el primer vuelo del I.Ae-33 Pulqui II, aún antes que el mismísimo Otto Behrens, el piloto de pruebas del equipo de Tank. La carrera de Weiss se vio interrumpida, momentáneamente, cuando en marzo de 1951 debió viajar a los Estados Unidos, acompañado por su esposa, para someterse a una intervención quirúrgica dado que por entonces, padecía de problemas circulatorios que ponían en riesgo una de sus piernas. Afortunadamente la operación resultó exitosa pero la convalecencia fue prolongada por lo que el gobierno lo designó agregado aeronáutico de la embajada argentina en aquel país. Weiss regresó en 1954 y a poco de su llegada, fue nombrado secretario ayudante del brigadier Juan I. San Martín, por entonces titular de esa cartera. Allí se encontraba asignado cuando en 1955 estalló la Revolución Libertadora que tenía por propósito derrocar a Perón. Durante las acciones del mes de junio, el piloto fue fiel colaborador del secretario de Aeronáutica y en las de septiembre tomó parte en los combates como enlace entre Perón y las fuerzas leales, llevando y trayendo órdenes y petitorios al comando de un Beechcraft D-18C. En una de esas misiones, el as del aire justicialista volaba en cercanías de Río Segundo, provincia de Córdoba, cuando fue interceptado por un Gloster Meteor rebelde que abrió fuego con sus cañones Hispano de 20 mm. Weiss fue alcanzado por los disparos pero logró evadirse al descender hasta la altura de los árboles para mantenerse a cubierto. Era la experiencia que le faltaba para convertirse en un piloto de combate cabal. Para entonces, además del I.Ae-24 Calquin, el I.Ae-32 Chingolo, el I.Ae-30 Ñancú y las dos versiones del Pulqui, el experimentado piloto había volado los Gloster Meteor MkIII y MkIV; el Curtiss Hawk III, el Glen Martin 139, el I.Ae-22 DL, el I.Ae-23, el Curtiss Hawk 75, el Dewoitine 338, el Northrop 8A2, los Junkers Ju52, el Lockheed 10-E, distintos tipos de De Havilland, el Spitfire Trainer y el Mk-24, el I.Ae-31 Colibrí, el FMA21, Douglas DC-3 y DC-4, el Avro Lancaster, Fiat G-46 y G-55, el Piper Cub, el Percival Prentice, el I.Ae-20 El Boyero, el Mitchell B-25, el I.Ae-35 Primer Justicialista del Aire (luego denominado Huanquero), los Beechcraft At-11 y D-18C (con este último entró en combate), el planeador I.Ae-33, el ala volante I.Ae-34 Clen Antú y el helicóptero Sikorsky S-51. Finalizados los enfrentamientos y caído el régimen justicialista, Weiss fue hecho prisionero y entregado en calidad de detenido en la Base Aérea de El Palomar, a cargo del brigadier Arturo Eduardo Pons Bedoya. De allí pasó al buque mercante “Washington”, al que las nuevas autoridades habían convertido en prisión y en ese nuevo confinamiento estuvo recluido hasta 1956 cuando fue dejado en libertad, previo paso a retiro forzoso. Junto a él, estuvieron encarcelados los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, quienes serían fusilados ese mismo año durante un intento de alzamiento militar favorable a Perón. Gente amiga, que recordaba sus hazañas y que sabía que su único crimen había sido su lealtad incondicional al líder justicialista, le dio trabajo en la fábrica Kaiser, donde se desempeñó hasta 1973, cuando Perón regresó al país y le restituyó su grado militar para ascenderlo luego a vicecomodoro15.

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Jorge Conan Doyle Otro extraordinario piloto de pruebas del régimen justicialista fue Jorge Conan Doyle, nacido en Chivilcoy el 29 de enero de 1925, descendiente de inmigrantes irlandeses, quien tras cursar sus primeros estudios en su ciudad natal se trasladó a Buenos Aires para ingresar en el Colegio Militar de la Nación.

Jorge Conan Doyle trepa al IA-37 Reimar Horten sostiene la escalera Egresado en 1942 con el grado de subteniente, pasó a la Aviación de Ejército para comenzar los cursos de pilotaje y así fue como llegó a piloto de pruebas y voló los mejores prototipos de la producción nacional. El 7 de septiembre de 1953 Doyle trepó a la cabina del I.Ae-35 “Primer Justicialista del Aire”, luego apodado Huanquero, el excelente avión de de uso múltiple (transporte, ataque, bombardeo, exploración fotográfica, transporte de paracaidistas, ambulancia), para volarlo por primera vez frente a Perón y el 18 del mismo mes hizo lo propio con el prototipo 04 del I.Ae-27 Pulqui I, efectuando pruebas de tiro con sus cuatro cañones Hispano-Suiza MK5 de 20 mm. En vuelos posteriores, Doyle alcanzó los 45.000 pies de altura (15.000 metros aproximadamente) y alcanzó los 1080 km/h cayendo en picada desde los 40.000 a los 30.000 pies de altitud. Fue él quien condujo el avión desde la Escuela de Tropas Aerotransportadas de Córdoba hasta el aeródromo de Marcos Juárez para presentarlo en la exposición aeronáutica que se realizó en Buenos Aires entre el 7 y el 30 de septiembre de 1947. El 1 de octubre de 1954 Doyle probó el entrenador-delta I.Ae-37, que fue remolcado por un Junker Ju-52/3M al comando del teniente Nelio González, otro curtido aviador de la era peronista, que alternaría con Doyle el pilotaje del prototipo, comprobando su buen rendimiento y posibilidades16.

Rogelio Balado Rogelio Manuel Balado también fue otro de los grandes pilotos de pruebas en los años de formación de la aeronáutica argentina. Nacido en 1925, era un adolescente cuando ingresó en la Escuela de Aviación Militar. En 1954 era teniente cuando se lo destinó a la escuadrilla de pruebas que comandaba el primer teniente Jorge Conan Doyle e integraba también el teniente Nelio González, donde conoció a Kurt Tank y llevó a cabo experiencias con el prototipo 04 del I.Ae-33 Pulqui II.

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Producida la Revolución Libertadora y derrocado Perón, fue destinado a la División de Ensayo de Aviones en Vuelo y en 1958 viajó a Francia para realizar cursos de piloto de pruebas y recepcionista de aeronaves en el Centro de Ensayos en Vuelo de Bretigny, que completó en 1961. Antes de partir hacia Europa, el mismo año en que se produjo la revolución, realizó el último vuelo del prototipo 04 del Pulqui II, desesperado intento de las autoridades aeronáuticas por convencer a los representantes del nuevo régimen de no abandonar el proyecto. La demostración se llevó a cabo entre la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba y la Base Aérea Militar de Morón e incluía una prueba de fuego. En la mañana del aquel día, Balado trepó a la cabina del aparato para efectuar el primer despegue de un Pulqui con carga de combustible y municiones completa (peso máximo). El piloto se ató al asiento, se colocó el casco de plástico, conectó el sistema de radio y después de poner en marcha la turbina y siguiendo las indicaciones del personal de tierra comenzó a rodar lentamente hacia la cabecera de la pista. El despegue se llevó a cabo sin novedades, trepando a régimen sostenido hasta llegar a los 30.000 pies. A esa altura, el piloto aceleró a velocidad máxima de crucero y así continuó durante treinta minutos, atravesando el sudeste de la provincia de Córdoba, el sur de Santa Fe y el norte de Buenos Aires, hasta alcanzar el objetivo. Sobre la localidad de Pergamino preparó armamento y una vez sobre el blanco, se lanzó en picada mientras accionaba los cuatro cañones Hispano-Suiza MK5 de 20 mm, operación que repitió en varias oportunidades. Durante el regreso a Córdoba, Balado ascendió hasta los 35.000 pies, notando que a ese nivel comenzaba a recibir insuficiente flujo de oxígeno. Comprendiendo que se trataba de una falla del equipo, se comunicó con la torre de control para informar que estaba experimentando mareos y fue entonces que los operadores notaron que se iba poniendo eufórico, que profería frases incomprensibles y que empezaba a experimentar náuseas. Aún así, se las arregló para seguir adelante y poco después divisó la pista de aterrizaje. A escasos 500 metros de distancia, el piloto bajó el tren de aterrizaje y a 300 km/h tocó tierra, rompiendo las tres ruedas. El Pulqui dio con la panza sobre la pista de tierra y se arrastró varios metros antes de detenerse. Cuando los operarios de la FMA llegaron al lugar, comprobaron aliviados que el piloto se hallaba ileso. El incómodo casco de plástico que Balado tenía puesto había evitado que su cabeza diera de lleno contra la mira de tiro y le provocara una seria herida. Después de un detenido análisis, los peritos llegaron a la conclusión de que el aviador había excedido en 120 km de la marca adecuada para el aterrizaje y eso fue lo que produjo el accidente. Pese a las incidencias de aquella prueba, el vuelo resultó un éxito. Había cubierto el trayecto entre Córdoba y el oeste del Gran Buenos Aires en poco menos de dos horas y había comprobado que tanto la mecánica del avión como su armamento, funcionaban a la perfección. Como Jorge Conan Doyle y Nelio González; al igual que el alemán Heinz Scheidhauer y Pedro L. Rosell, Balado también probó el entrenador-delta I.Ae-37 de Reimar Horten y haría otro tanto con el pesado carguero I.Ae-38 “Naranjero”, durante la presidencia del Dr. Arturo Frondizi, un nuevo período en el que se intentó dar nuevo impulso a la industria aeroespacial argentina17. Pese a haber sido uno de los principales pilotos de pruebas del régimen peronista, Rogelio Balado apoyó el movimiento revolucionario que puso fin al régimen justicialista y al comando de un Gloster Meteor Mk-IV, tomó parte en los combates que tuvieron lugar en torno al aeródromo de Pajas Blancas, Río Cuarto, cuando el mismo fue atacado por bombarderos leales. Balado integraba una escuadrilla de ataque que comandaba el capitán Jorge Lisandro Suárez, en la que también prestaban servicio los tenientes Luis Alberto Morandini y Alberto Herrero. En la mañana del sábado 17 de septiembre se encontraba en el interior de la cabina de su Gloster Meteor, listo para decolar, cuando un Avro Lincoln bombardeó el aeródromo y a punto estuvo de alcanzarlo con sus proyectiles. Inmediatamente después partió en pos de los atacantes, poniéndolos en fuga sin necesidad de disparar. Según afirmaría varios años después, pudo haber derribado a uno de los aparatos enemigos pero se negó a abrir fuego porque en el interior se encontraban compañeros de armas.

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En otra salida, participó en el ataque que los Gloster y los Avro Lincoln rebeldes llevaron a cabo contra las tropas del general Miguel Ángel Iñíguez y regresó con diecisiete impactos de bala en su fuselaje.

Heinz Scheidhauer

Scheidhauer, nacido el 16 de agosto de 1912, había sido piloto de planeadores durante la Segunda Guerra Mundial, siendo él quien instruyó a los hombres de Otto Skorzeny para el rescate de Mussolini durante la arriesgada incursión de comandos en el monte Sasso. Llevaba a cabo una misión de guerra, cuando se vio obligado a saltar desde su planeador biplaza junto a su copiloto, en momentos en que se desplazaban a gran altura y eso provocó la muerte de su compañero y la pérdida de dos dedos de su mano derecha y los de dos de uno de sus pies, debido a las bajas temperaturas. Llegó a la Argentina para integrar el equipo de colaboradores de Reimar Horten y poco después fue designado piloto de pruebas de la Fábrica Militar de Aviones18.

Roberto Starc Hubo otros pilotos que tripularon el Pulqui II, algunos de ellos el capitán Carlos Belgaglio, el comandante Carlos Armanini, el comodoro ingeniero Alberto Nicolás Ferro Sessarego, director del IAME, los tenientes Pedro L. Rosell y Enrique Laborda y el primer teniente Roberto Starc que pese a haber ingresado en la Fuerza Aérea en tiempos de Perón, de haber hecho el curso de piloto y efectuado algunos vuelos, recién trascendería como piloto de pruebas el 18 de noviembre de 1959, al probar el quinto prototipo del Pulqui.

Roberto Starc en la cabina del I.Ae-33 Pulqui II V La máquina, construida por la FMA en los días de la Revolución Libertadora y el gobierno del Dr. Arturo Frondizi cuando se intentó dar nuevamente impulso a la industria armamentista y tecnológica nacional, presentaba un nuevo esquema de pintura, con su fuselaje blanco con vivos rojos, al igual que la punta de las alas, la cola y el timón.

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Aquel fue un día especial para la aeronáutica argentina. Un Gloster Meteor Mk-4 aguardaba en la plataforma con el teniente Sergio García a los mandos, para seguir al flamante jet durante el vuelo. Starc se acomodó en la cabina, hizo los últimos controles, se ajustó el cinturón, conectó la radio y tras cerrar la cabina se dirigió hacia la cabecera donde se detuvo. Tras una espera de cinco minutos recibió la autorización de la torre de control y dando máxima potencia despegó, ascendiendo gradualmente hasta los 3000 metros de altitud, seguido por el Gloster del teniente García. Había muchas expectativas entre los presentes, quienes abrigaban la esperanza de que el gobierno reflotase el proyecto. Starc trepó hasta la altura mencionada y una vez allí, bajó el tren de aterrizaje para observar el comportamiento de la aeronave sobre sus tres ejes. Inmediatamente después desaceleró, bajó los flaps, dio máxima potencia e hizo varias pasadas a baja altura antes de iniciar el aterrizaje. Una vez en tierra, el piloto se refirió a la magnífica performance del avión y su excelente comportamiento en vuelo, lo que impulsó a realizar nuevas pruebas en los días siguientes, algunas a su comando y otras al del teniente García, sin exigir a la aeronave más del 70% de su capacidad técnica. Los vuelos siguieron hasta 1960 sin acaparar el interés del gobierno. Nueve años después, el 20 de agosto de 1969, el entonces mayor Roberto Starc voló el primer prototipo del avión contrainsurgencia (COIN), AX-2, luego designado IA-58 Pucará, extraordinario avión argentino que tendría su bautismo de fuego en la provincia de Tucumán, durante el Operativo Independencia, cuando se desarrollaba la guerra antisubversiva en todo el ámbito nacional.

Otros pilotos Hubo otros extraordinarios aviadores que pilotearon aviones en tiempos de Perón. Vedania Manuwall, aquel integrante de la escuadrilla de Gloster Meteor Mk-4, que perdiera la vida probando el prototipo 02m del Pulqui II el 31 de mayo de 1951, fue uno de ellos. Mannuwal fue el piloto que el 17 de julio de 1949 realizó el primer vuelo con un Gloster Meteor desde la VII Brigada Aérea de Morón hasta Tandil y el que, a bordo del aparato matrícula I-109, rompió el récord de altitud en Sudamérica al ascender hasta los 15.100 metros. El vicecomodoro Carlos Alberto Sister (avión matrícula I-039), también integró las escuadrillas de Gloster Meteor. Aviador leal de la mencionada brigada aérea, tuvo una actuación decidida durante los enfrentamientos de 1955, combatiendo enérgicamente contra los enemigos de Perón. El 16 de junio de 1955 ametralló y bombardeó la base rebelde, en el Aeropuerto Internacional de Ezeiza y tres meses después encabezó las escuadrillas que atacaron a la Escuadra de Ríos, en el estuario del Plata, ocasionando graves daños a las unidades de superficie. Durante los enfrentamientos, el teniente Ernesto Adradas, al comando del Gloster Meteor matrícula I-063, fue el aviador que efectuó el primer derribo aire-aire de la historia de la historia argentina, al abatir al North American AT-6 naval matrícula 3-A-23 del guardiamarina Arnaldo Román. El avión de Román, que volaba como numeral del teniente de corbeta Máximo Rivero Kelly (avión matrícula 3-A-9), cayó sobre el Río de la Plata, salvándose su piloto al arrojarse en paracaídas. Otros aviadores leales que combatieron en aquellas jornadas fueron el teniente primero Juan García (I-039), teniente primero Mario Olezza (I-077) y el teniente primero Mario Rosito (I-090), el primero comandante y los otros dos integrantes de la escuadrilla a la que pertenecía Adradas.

Hugo Crexell Pese a que la Armada, y por consiguiente, la Aviación Naval, se habían plegado al alzamiento, las fuerzas leales al gobierno contaron con algunos oficiales y pilotos de alto nivel profesional que combatieron en sus filas, uno de ellos, el capitán de fragata Hugo Crexell, hombre de confianza del ministro de Marina, almirante Luis J. Cornés, que en la madrugada del 16 de septiembre de 1955 fue llamado por aquel al Ministerio de Ejército, para que Perón en persona le encomendase una misión. Según cuenta Isidoro Ruiz Moreno en su libro La Revolución del 55, Crexell, formado inicialmente en la Fuerza Aérea, era un excelente piloto que desde el 16 de junio de aquel año se hallaba al frente del

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Comando de Aviación Naval y venía de dirigir el Operativo Sqúa en el sur, consistente una serie de ejercicios 19 de ataque a unidades navales en alta mar . Crexell fue recibido por Cornés en el tercer piso del Edificio Libertador, sede del Ministerio de Ejército, donde Perón se había refugiado alrededor de las 09.00, después de conocer la noticia de que aviones navales avanzaban sobre la capital. Muy nervioso siguió su superior a través de los pasillos hasta el despacho donde se encontraba el primer mandatario reunido con varios funcionarios y allí se encontró frente a frente con el hombre más poderoso de la Argentina. Perón lo recibió junto con el secretario de Aeronáutica, brigadier Juan Ignacio San Martín y le ordenó atacar a los buques rebeldes surtos en la Base Naval y los Astilleros de Río Santiago. Debía asumir el mando de las aeronaves que operaban desde la Base Aérea Militar de Morón20 y tendría el control total de las operaciones. Impartidas las directivas, Crexell se dirigió hacia el Aeroparque, para abordar un avión, en compañía del ministro San Martín. Voló a Morón y una vez en la unidad aérea, se hizo cargo de la situación, adoptando las medidas necesarias para llevar a cabo los primeros ataques. Un viejo compañero de armas, el vicecomodoro Alberto de Marotte, sería su segundo y sus iguales en grado, Orlando Pérez Laborda y Carlos Alberto Sister, los jefes de escuadrillas. Crexell montó su comando en una oficina de la base, donde destacaba una gran mesa y un pizarrón y allí convocó a todos los pilotos para explicarles su pan de ataque, dibujando un croquis con una tiza. El mismo consistía en modificar los ángulos de tiro sobre los buques, aproximándose a ellos al ras del agua y elevándose a último minuto para hacer pasadas de popa a proa, a lo largo de las cubiertas. De esa manera, se lograría la aproximación por donde las unidades de superficie carecían de defensas y el fuego era mínimo21. Los Gloster Meteor y los Calquin llevaron a cabo ataques demoledores sobre las unidades de la Escuadra de Ríos que operaban en el estuario del Plata, poniendo fuera de combate al “Cervantes” y averiando seriamente al “La Rioja”, que debieron buscar refugio en el puerto de Montevideo, el primero para internarse allí definitivamente y el segundo para descargar muertos y heridos y volver al combate22. El mismo Crexell salió en una misión de ataque sobre Río Santiago, a bordo de un Avro Lincoln piloteado por el vicecomodoro Islas. La nave se aproximó a la base rebelde desde el Dock Central y una vez sobre ella, Crexell, que hacía las veces de bombardero, dejó caer sus cargas explosivas impactando con las mismas los canales y dársenas. Mientras el vicecomodoro Islas iniciaba un amplio viraje para regresar a Morón, aviones Calquin y Avro Lincoln repitieron el ataque y se alejaron en el mismo sentido mientras se les disparaba desde los patrulleros “King” y “Murature”. En horas de la noche, Crexell se dirigió al Ministerio de Marina para informar a su titular las últimas novedades y fue entonces que el almirante Cornés lo invitó a quedarse a cenar en su oficina, junto a otros oficiales, a quienes relató los pormenores de la batalla. Cuando hubo terminado de hablar, seguros de la victoria, los presentes propusieron descorchar una botella de champagne para festejar23. Estos fueron algunos de los pilotos con los que contó el régimen justicialista, demostrando la alta capacidad profesional de la Fuerza Aérea y el potencial tecnológico del que disponía su líder para llevar a cabo su ambicioso plan hegemónico.

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Notas 1

Su tercer hermano, Franz, integrante de unidades de artillería antiaérea, sobreviviría a la guerra. Antonio Rivara, La Luftwaffe en la Argentina, 3 Adolf Galland, Los primeros y los últimos, Bs. As. 1955. 4 Antonio Rivara, op. Cit, p. 104. 5 El tipo de formación que se utilizó la Fuerza Aérea Argentina durante la guerra del Atlántico Sur. 6 Walter Marcelo Bentancor, “El legado de la Luftwaffe. Adolf Galland en Argentina 1948 - 1955”, p. 12, http://www.monografias.com/trabajos55/legado-de-luftwaffe/legado-de-luftwaffe2.shtml. 7 Adolf Galland, op. Cit, Prólogo. 8 Durante esa campaña, logró destruir un sinnúmero de tanques soviéticos. 9 Guiado por el suboficial del Ejército Argentino, Guillermo Poma y el escalador jujeño Francisco Solana, el as de la Segunda Guerra Mundial alcanzó la cima del volcán por la ladera norte. Una vez allí, descubrió unas construcciones abovedadas a 5.500 metros sobre el nivel del mar, cuya forma de portal, con pilares de piedra a ambos lados y un tronco de madera a modo de dintel, le llamaron poderosamente la atención. El portal medía 2,20 metros de altura por 1,50 m de ancho y en su interior fue descubierto un santuario incaico en el que años después, el antropólogo norteamericano Johan Reinhard y la arqueóloga argentina Constanza Ceruti, desenterraron las célebres momias que hoy se exhiben en el Museo de Antropología de Salta. Durante la expedición de Rudel murió su camarógrafo al caer desde un precipicio por causa de un vendaval que le hizo perder el equilibrio. De regreso en Buenos Aires, el piloto alemán presentó a Perón una carpeta detallando el resultado de su expedición y lo que se debería hacer allí. En 1954 Rudel regresó junto a oficiales del Ejército Argentino y andinistas de la provincia de Jujuy, para realizar una minuciosa exploración de la región, rescatando, de paso, el cuerpo del malogrado camarógrafo alemán. A su regreso, publicó un detallado libro sobre el Llullaillaco, que nunca se publicó. El que si vio la luz fue su célebre Piloto de Stukas que como el libro de Galland, habría de convertirse en un clásico de la historiografía bélica, venerado por los pilotos de guerra argentinos. 10 Horacio Rivara, op. cit, p. 64. 11 Ídem. 12 En cierta oportunidad manifestó que sentía como a un hijo propio la pérdida de cada piloto en el lejano sur. 13 Hoy ese territorio pertenece a Polonia. 14 Ezequiel Comesaña, El piloto de Perón (documental). 15 Ricardo Burzaco en “Alas de América y el mundo”, Nº 20, Bs. As., noviembre de 1995. Ídem, "Historias de la Aviación. Hazañas, hechos y anécdotas de la Aviación en el mundo", miércoles 4 de marzo de 2009, "El Fabuloso 'Pincho? Weiss", (http://historiasdelaviacion.blogspot.com.ar/2009/03/el-fabuloso-pinchoweiss.html). Los vaivenes de la política y la violencia que se abatió sobre el país en aquellos días, volvieron a negar a Weiss el lugar que merece en la historia. Murió en Córdoba, el 19 de julio de 1991, a los 71 años de edad. 16 González también había volado el prototipo 04 del Pulqui II. 17 A su regreso de Francia, Balado trabajó en la reunión de los recursos técnicos necesarios para fundar el Centro de Ensayos en Vuelo (CEV), el 9 de noviembre de 1961, institución de la que fue director hasta julio de 1963. Al año siguiente (1962) comandó el primer vuelo de la réplica del avión Farman Escuela 1912, construido en Córdoba por encargo del Museo Nacional de Aeronáutica y en 1965 realizó un extraordinario vuelo con el prototipo del IA-50 Guaraní G-II hasta Le Bourget, Francia para exponerlo en una muestra organizada en aquel país y someterlo a ensayos de aeronavegabilidad. Después de hacer escalas en Río de Janeiro, Recife, Dakar y Madrid, acumuló 63 horas en 25.000 km, a una velocidad promedio de 400 km/h y una altura media de 3.000 metros. Este bravo piloto de la época de oro de la aviación nacional murió al resistirse a un asalto perpetrado por delincuentes comunes el 23 de diciembre de 2005, al salir del country donde vivía. Una víctima más de la “maravillosa” Argentina democrática. 18 Scheidhauer emigró a la Argentina, fue piloto de pruebas del grupo Horten y se dedicó a espolvorear campos con su IA-46 “Ranquel” de fabricación nacional. 19 Isidoro Ruiz Moreno, La Revolución del 55, Emecé, Buenos Aires, 1994, p. 96. 20 Ídem, pp. 96-97. 21 Ídem, pp. 127-128. 22 Dos días después, el ministro de Marina ordenó a Crexell planificar un ataque a la Flota de Mar que avanzaba sobre Buenos Aires desde Puerto Belgrano pero la misión nunca se llevó a cabo. 23 Isidoro Ruiz Moreno, op. cit. p. 164. 2

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LA PRODUCCIÓN DE MOTORES EN SERIE A comienzos de 1944, la Argentina comenzó a construir los primeros motores en serie, necesitada como estaba, de paliar la carencia de insumos provocada por la guerra y los embargos que pesaban sobre ella debido a su apoyo encubierto a las potencias del Eje. Esa situación había impedido la concreción de un proyecto ambicioso que apuntaba a la elaboración de los poderosos radiales Wright Aircraft Engines en el país, cuya licencia había sido concedida por la prestigiosa firma norteamericana en 1938, para la producción de un generador de aproximadamente 400 CV de potencia, destinado a dar impulso a la industria nacional.

I.Ae-16 “El Gaucho” La Argentina tenía necesidad de motores y cierta experiencia en la producción bajo licencia del Wright Cyclone y otros generadores de diferentes marcas y eso fue lo que decidió al comodoro ingeniero Juan Ignacio San Martín a planificar la producción de motores nacionales encaminada a cubrir la demanda que generaba el plan de expansión militar del gobierno justicialista.

Esa fue la causa por la que se puso en marcha un vasto programa destinado a obtener los terciados aeronáuticos necesarios para el recubrimiento de motores, que hasta ese momento se importaban de Finlandia (pino spruce), lo mismo las imprescindibles piezas de acero, la fundición de aleaciones de aluminio, los carburadores, magnetos y bombas de combustible, imprescindibles para este tipo de emprendimientos. Previo llamado a licitación para la producción de piezas sueltas, en 1944 comenzaron los trabajos para la producción de un motor de radial a explosión aeronáutico, simple estrella de nueve cilindros y 450 hp, con un consumo horario al régimen de crucero de 80 l., destinado a los aviones de entrenamiento de fabricación nacional DL-22. El diseño de aquel motor, al que se denominó I.Ae-16 “El Gaucho”, databa de fines de 1943 y principios de 1944, cuando el GOU intentaba dar impulso al desarrollo aeronáutico nacional y su primer modelo se puso por primera vez en marcha ante autoridades y técnicos del instituto, el 27 de junio de 1944, cuando Perón hacía poco más de un mes y medio que ocupaba la cartera de Guerra. Fueron sus principales características: Diámetro de los cilindros: 127 mm Carrera: 139,7 mm Cilindrada total: 15,91 l Relación de compresión: 6,3:1 Rotación del cigüeñal: en el mismo sentido de las agujas del reloj (visto desde el puesto del piloto) Potencia máxima para crucero: 325 Potencia normal para crucero: 275 Hélice: en toma directa Longitud: 1,0465 m. El I.Ae-16 “El Gaucho” disponía de hélices de madera y metal de fabricación nacional, denominadas I.Ae. 2M-D30, elaboradas en el Área de Forja y Fundición del Institec para proveer a las primeras unidades del flamante DL-22.

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I.Ae R-19 “El Indio” A comienzos de 1947 el Instituto Aerotécnico comenzó a trabajar en el diseño de un nuevo motor nacional, de mucho mayor poder que el anterior, al que bautizó I.Ae R19 “El Indio”. El primero de aquellos radiales de 690 CV de potencia en toma directa fue puesto en marcha en junio de ese año con el objeto de probarlo y practicarle mejoras, especialmente en los rubros de mantenimiento y reparación.

Aquel primer modelo fue designado bajo las siglas SR/1 A y a él le siguieron otros de mayor potencia como el R-19 CR/2, versión 840 CV y el R-19 CR/1 C, de 750 hp, que era sobrealimentado con reductores de relación 0,66:1. Los nuevos generadores fueron programados para equipar aviones bombarderos, transportes de tropas, aeronaves de entrenamiento avanzado e incluso, pasajeros y se los utilizó, preferentemente, para mejorar su calidad y reducir costos. Con esta variante se llevaron a cabo numerosas pruebas en banco de ensayos terrestre y posteriormente en vuelo, utilizando para ello un trimotor Junker Ju-52. Las características del R-19 CR/1 C fueron: Motor: Radial en simple estrella de 9 cilindros Longitud: 1,0465 m Diámetro: 1,2 m Carrera del pistón: 114 mm Diámetro del cilindro: 114 mm Cilindrada total: 19,39:l Relación de compresión: 6,4:1 Máxima potencia al despegue: 750 CV 2250 r.p.m. Peso: 387,450 Kg.

El modelo I.Ae. R-19 CR/2 tenía una potencia máxima al despegue de 840 hp a 2500 rpm, con un consumo específico de 350 g por hp/h. Con él fue equipado el I.Ae-35 “Primer Justicialista del Aire” y su variante inmediata, el “Huanquero” y se había programado dotar con ellos al bimotor de pasajeros para distancias cortas I.Ae-39 y el cuatrimotor comercial Ae-42 con capacidad para 36 pasajeros, que no pasaron de la etapa de proyecto. El CR/2 fue el motor radial de aviación más liviano y más barato del mundo. Provisto de una hélice tripala Rotol construida en la Argentina bajo licencia británica, prestó servicio en diversas aeronaves durante dos décadas, período en el que fue sujeto a algunas mejoras y adaptaciones con tecnológica nacional.

Motores Institec El Instituto produjo otros motores destinados a la naciente industria automotriz como el Institec MA-1 M-800 de dos tiempos, cuatro cilindros, una potencia de 36 hp a 4500 rpm y cilindrada 800 cm3. Se los probó por primera vez el 28 de febrero de 1953 a a partir de ese momento, se los comenzó a producir en serie. El Institec M-700 fue un generador de dos tiempos y dos cilindros, 690 cm³ y 24 hp a 4500 rpm, destinado a pequeños camiones y furgones, el primero de los cuales se puso en marcha el 22 de febrero de 1952 y a el le siguió el I.AE. 0-1600 R X-1 de cuatro cilindros opuestos, especialmente diseñado para aeronaves deportivas, con una potencia de 65 a 75 hp que si bien se comenzó a bosquejar en tiempos de Perón, recién fue probado con éxito en diciembre de 1957

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. Finalmente, el I.AE. 0-4000 – R, construido en base a pruebas y adaptaciones del anterior, estaba concedido en base a seis cilindros opuestos con una potencia de 160 hp y fue destinado a aviones de turismo y agrícolas.

IAME V-8 refrigerado por aire En la primera mitad de 1953, el ingeniero Antonio Tavella presentó a las autoridades del IAME, los planos de un motor V-8 de cuatro tiempos, refrigerado por aire, adaptable a usos tan diversos como el aeronáutico, el automotor, el agrícola y el industrial. Después de un detenido análisis por parte de técnicos especialmente convocados por el directorio, el Instituto lo encontró viable e impartió la directiva de iniciar la construcción de un primer prototipo destinado a la experimentación en condiciones reales. El diseño era muy similar al V8 esbozado en 1938 por el ingeniero Hans Ledwinka para la firma checoslovaca Tatra, pero presentaba algunas variantes. El primero de ellos estuvo listo en el mes de abril de 1954, cuando se lo montó en el soporte de hierro del banco de pruebas del Laboratorio de Ensayos del IAME y se lo puso en marcha a la vista de autoridades y personal especializado.

Las pruebas fueron altamente satisfactorias y sus resultados, llegaron a conocimiento del Departamento de Estado norteamericano, que tomó debida cuenta de ello. Equipado con cuatro carburadores dobles que le daban una alimentación en extremo eficiente, el complejo giró a 2000 rpm en 50 horas con una potencia 116 hp ideal para equipar los automóviles de la época. Durante la segunda etapa de los ensayos, los ingenieros argentinos mandaron colocar el motor sobre un chasis con su carrocería para continuar con las pruebas. Se montaron, de ese modo, dos motores sobre igual número de automóviles Institec Gran Sport Justicialista, uno abierto y otro cerrado, adaptándose a cada uno para alojar aquel motor de mayor envergadura y potencia que el Porsche de cuatro cilindros que solían utilizar. Los resultados fueron los esperados y por esa razón, ambos vehículos, que no pasaron la etapa experimental, fueron enviados a las exposiciones del automóvil de París, Turín y Nueva York, donde causaron sorpresa y despertaron la curiosidad del público y diseñadores de otros países del mundo, hasta tal punto, que sus fotografías y planos fueron publicados en revistas especializadas como “Auto Italiana”, “L´Ilustration”, “Auto Week” y “Life”. Las características del Institec M-700 fueron:

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Cilindrada (cm3): 690 Número de Cilindros: 2 Diámetro x Carrera (mm): 76 x 76 Relación de Compresión: 6.3:1 Potencia (CV): 23 Régimen (r.p.m): 4.500 Las del Institec M-800: Cilindrada (cm3): 800 Número de Cilindros: 4 (en U, dos cámaras de combustible similares al Puch) Diámetro x Carrera (mm): 56 x 48 Relación de Compresión: 6.5:1 Potencia (CV): 36 Régimen (r.p.m): 4.500 Combustible: Mezcla aceite nafta Sistema de Combustible: Carburador Solex Velocidades: 3 Capacidad Combustible (litros): 35 Tracción: Delantera Refrigeración: Agua (8.5 litros) Largo: 4.295 Ancho: 1.550 Alto: 1.450 Distancia entre Ejes: 2.400 Trocha Delantera: 1.200 Trocha Trasera: 1.250 Frenos (Del/Tras): Tambor/Tambor Dirección: Piñón y cremallera Suspensión Delantera: Independiente, semiejes elástico transversal Suspensión Trasera: Independiente, barra de torsión Neumáticos: 5.5 x 16 Peso vacío: 850 Kg. Generador Eléctrico: Dínamo 6V Consumo Promedio (Km/l): 13 (datos de fábrica) Velocidad Máxima (Km/h): 110 (datos de fábrica)    

EL MONSTRUO ALADO Una mañana del mes de octubre de 1955, representantes del flamante gobierno militar que había asumido después de la asonada que derrocó a Perón, se presentaron en las instalaciones de la Fábrica Militar de Aviones con instrucciones de hacerse cargo del Instituto Aerotécnico (Institec/IAME), con todo su personal, maquinarias e instalaciones. Las órdenes eran claras y precisas, había que intervenir el IAME, reemplazar a sus autoridades (muchas de ellas habían sido encarceladas) y echar a todo el personal comprometido con el antiguo régimen. La delegación, compuesta por funcionarios civiles y militares, llegó temprano por la mañana, escoltada por efectivos armados y se dirigió a las oficinas del complejo industrial para solicitar a los encargados, que los condujesen a los galpones, plantas de producción, laboratorios y demás dependencias, para efectuar una primera inspección.

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Ninguno de aquellos emisarios sabía nada de los proyectos que se habían llevado a cabo en ese lugar y por esa razón, necesitaban alguien que los guíe. Personal del instituto acompañó a los recién llegados en su recorrida. Primero visitaron los hangares e inmediatamente después pasaron a los talleres. Cuando los operarios de la planta descorrieron los grandes portones, la comitiva ingresó lentamente, observando todo en detalle. Estaban al tanto que de allí había salido toda la producción aeronáutica del régimen justicialista, a saberse, el DL-22, el I.Ae 24 Calquin, el I.Ae 27 Pulqui I, el célebre I.Ae. 33 Pulqui II, el I.Ae 35 Primer Justicialista del Aires, el IA-37, los motores I.Ae-16 El Gaucho e I.Ae R-19 El Indio, los automotores sedán Justicialista, Justicialista Grand Sport, sedán Graciela, el funcional Rastrojero, la chatita Justicialista, las motocicletas Puma y tantos otros proyectos que habían hecho de la Argentina una verdadera potencia emergente. Los integrantes de la delegación gubernamental recorrían la gigantesca planta cuando de pronto, repararon en un objeto de enormes dimensiones, que los dejó perplejos. -¡¿Y esto que m… es?! – dijo uno de ellos mientras el resto observaba sin pronunciar palabra. Caminando lentamente, la delegación se acercó a un extraño artefacto alado y en el mas absoluto silencio, recorrió con la vista todos sus detalles. Se trataba de un verdadero monstruo metálico de estructura semi-monocoque bilarguera, construida íntegramente en duraluminio, con un ala hombreada de grandes proporciones en la que destacaba su inclinación de 35,6º en flecha. El aparato carecía de cola y su lugar lo ocupaban dos rampas que se abrían a modo de compuertas permitiendo el acceso a una bodega de amplias dimensiones con capacidad para almacenar vehículos.

Cuatro motores a hélice ubicados en la parte posterior del ala constituían su sistema de propulsión; tenía alerones tipo Frise y dos derivas con sus correspondientes timones, una en cada extremo alar. Su cabina situada sobre el borde de ataque del ala, disponía de dos asientos en tándem; su tren de aterrizaje constaba de cinco ruedas, iguales en tamaño a las que utilizaba el Calquin, con la de proa retráctil y las cuatro restantes fijas, dos a cada lado en tándem y dos ojos de buey, uno a cada lado, a la altura de estas últimas. A simple vista daba la impresión de que se trataba de un diseño tipo góndola ya que los tanques de combustible estaban en el interior de las alas pero eso debía corroborarse con un examen a fondo. Los miembros de la delegación estaban desconcertados y de común acuerdo decidieron retirarse para solicitar una inspección más exhaustiva.

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I.Ae-38 Naranjero, el "Monstruo Alado" de Perón, en el hangar de la FMA junto al IA37 La misma se llevó a cabo pocos días después y en ella se pudo determinar que las ruedas del tren de aterrizaje estaban dotadas de amortiguadores oleoneumáticos de accionamiento hidráulico; que la delantera era efectivamente retráctil y las restantes fijas; que las otras cuatro (dos en tándem a cada lado del fuselaje) se hallaban montadas sobre cuadernas móviles sujetas con amortiguadores para evitar las sacudidas durante el aterrizaje; que su bodega de 23 metros permitía transportar hasta seis toneladas de carga (30 m3); que se accedía a la misma por la popa a través de dos compuertas posteriores se abrían hacia abajo y se apoyaban en tierra a modo de rampa y cuyo centro de gravedad podía ser variado por el piloto desde la cabina, a través de un sistema de aire comprimido. Se pudo determinar también, que a los primeros diez aparatos de la serie se los iba a dotar de una planta motriz constituida por cuatro motores I.Ae. R-19 El Indio, de 740 hp, que irían alojados en el interior del ala, en la parte posterior, que iban a ser provistos de hélices bipalas Rotol1 y refrigerados por medio de ventiladores tipo turbina, acoplados al eje, delante de cada motor.

Los resultados de las primeras pruebas en tierra habían demostrado que los I.Ae. 16-A El Gaucho, de 336 kw (450 hp), experimentaban recalentamiento y no servían para dar el impulso adecuado a la aeronave. En su momento se pensó también en utilizar turbinas Rolls Royce Derwent V de 1632 kg de empuje a 14000 rpm pero las mismas fueron descartadas a efectos de priorizar la industria nacional.

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Otra vista del Naranjero en el hangar de la FMA El riguroso examen al que fue sometido el extraño aparato pudo determinar que sus características generales eran: Envergadura: 32 m Longitud: 13,50 m Altura: 5,60 m Trocha: 2,80 m Superficie alar: 133 m2 Capacidad de bodega: 30 m3 Superficie de bodega: 15 m2 Carrera de despegue: 470 m Relación peso-potencia: 17,77 kg/hp Peso bruto: 20.000 kg con motor El Indio 17.500 kg con motor El Gaucho Peso vacío: 8.500 kg con motor El Indio 7.800 kg con motor El Gaucho Carga útil: 10.000 kg con motor El Indio 8.000 kg con motor El Gaucho Carga alar: 150 kg/m2 con motor El Indio 131 kg/m2 con motor El Gaucho

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Velocidad máxima: 320 km/h con motor El Indio 252 km/h con motor El Gaucho Velocidad de crucero: 265 km/h con motor El Indio 235 km/h con motor El Gaucho Velocidad de aterrizaje: 142 km/h con motor El Indio 133 km/h con motor El Gaucho Velocidad ascensional: 2,80 m/s con motor El Indio 1,70 m/s con motor El Gaucho Autonomía: 6,6 hs con motor El Indio 5,6 hs con motor El Gaucho Alcance: 1600 km con motor El Indio 1240 km con motor El Gaucho Techo con peso máximo: 4500 m con motor El Indio 2500 con motor El Gaucho Cuando los representantes del gobierno interrogaron al personal de la planta sobre el origen de aquel artefacto aquellos respondieron que se trataba del I.Ae-38 “Naranjero”, así denominado porque se lo había concebido para el transporte de productos del interior, en especial frutas y hortalizas, provenientes de la Mesopotamia y las provincias del norte. En 1950, el secretario de Aeronáutica, brigadier César Ojeda, convocó a su despacho a Reimar Horten para solicitarle un avión de carga tipo planeador destinado al traslado de mercaderías perecederas, que debía decolar arrastrado por bombarderos. En aquellos días Argentina exportaba enormes cantidades de productos y a causa de las distancias y la falta de una red de caminos adecuada, equipos frigoríficos, depósitos y silos, se perdía mucha producción. Por esa razón, Ojeda explicó que era imperioso dar una solución al problema. Sabiendo que ese tipo de aeronaves habían siso utilizadas por los alemanes en la Segunda Guerra Mundial para abastecer al Africa Korps cuando la Real Armada italiana perdió el control del Mediterráneo occidental, Ojeda le pidió al diseñador alemán que se pusiese a trabajar a la mayor brevedad posible2. -Tenemos que traer mercadería del interior hasta el puerto y no tenemos caminos adecuados para hacerlo -le dijo a Horten durante la conversación- No necesito mucha velocidad ya que a 100 km/h en línea recta llegamos a destino mucho más rápido que cualquier otro transporte. Con una pista, una torre de control pequeña y una plataforma para la descarga me arreglo. Diseñe un planeador para llevar mercadería desde el interior al puerto y que sea remolcado por un “Lincoln” o por dos Glenn 139”. Pero en lugar de un planeador, Horten se puso a trabajar en un proyecto mucho más ambicioso: un transporte motorizado dotado de cuatro turbinas de 750 hp para los 3000 km/h que se necesitaban alcanzar. Ojeda lo vio viable y dio su consentimiento y de ese modo, en 1950 comenzaron los trabajos en base a un diseño de 1945, el Ho-VIII, un avión comercial con espacio para 60 pasajeros, impulsado por seis motores de empuje 448kW BMW, cuyo rango fue estimado en 6.000 kilómetros a una velocidad de crucero de entre 300 y 350 km/h3. Tal como explica Ricardo Burzaco en Las Alas de Perón II, los trabajos del I.Ae-38 insumieron cerca de 40.000 horas de proyecto y 350.000 horas hombre4, y para 1951 estaba listo para realizar sus primeras pruebas.

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Operarios de la FMA trabajan en la construcción del I.Ae-38 Los estudios en túnel de viento permitieron determinar que las compuertas traseras se podían abrir en el aire para arrojar cargas y hombres con paracaídas y que el comportamiento del aparato en vuelo era óptimo. Sin embargo, los avatares políticos demoraron el programa, y así llegó 1955 y con la Revolución Libertadora, su suspensión. Los técnicos alemanes que habían trabajado para Perón comenzaron a ser perseguidos y se vieron obligados a emigrar, entre ellos Kurt Tank, Wilheim Bansemir y Ludwig Mitterhuber, quienes se llevaron consigo los planos del Pulqui III para ponerlo en marcha en la India, bajo la sigla y el nombre de HF-24 “Marut” (“Espíritu de la Tempestad”). Horten, en cambio, se quedó en su amada provincia de Córdoba y allí esperó hasta que las aguas se aquietaron. En 1958, con la llegada al poder del Dr. Arturo Frondizi, se atrevió a solicitar autorización para retomar el proyecto y eso despertó el interés de las nuevas autoridades. Aprobado su pedido, propuso una variación en el proyecto inicial, reemplazando los I.Ae R19 El Indio por motores turbohélices menos voluminosos pero se le ordenó seguir adelante con la idea original porque se deseaba dar impulso a la producción propia. Sin embargo, estudios más exhaustivos permitieron determinar que los generadores en cuestión presentaban ciertos inconvenientes y por esa razón se decidió equiparlos con cuatro I.Ae 16 El Gaucho, de 450 hp, porque en esos días había gran disponibilidad debido a la baja de los DL-22. El prototipo estuvo listo en 1960 y sin mayores demoras, se decidió ponerlo a prueba ya que el propio presidente Frondizi anunció su deseo de supervisar los trabajos. El también se sorprendió al ver la forma y las dimensiones del artefacto.

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El I.Ae-38 a punto de iniciar su primer vuelo en tiempos de Frondizi. Obsérvese el tamaño del automóvil a su derecha El monstruo alado de Perón realizó su primer vuelo en Córdoba, el 10 de diciembre de 1960, con el vicecomodoro Rogelio Manuel Balado a los mandos. La prueba se realizó en medio de una gran expectativa ya que nadie podía imaginar cuales iban a ser los resultados de la experiencia. Balado ocupó la cabina de mando y después de encender los motores, comenzó a rodar lentamente hacia la cabecera de la pista, mientras autoridades aeronáuticas, mecánicos y operarios seguían su desplazamiento con suma atención. Una vez en posición se detuvo y después de establecer comunicación con la torre, dio máxima potencia a las hélices y comenzó a carretear. El aparato se elevó lentamente, alcanzando apenas los 100 metros de altura. Si algún testigo lo vio al pasar por el lugar, cerca de la Fábrica Militar de Aviones, se debe haber quedado mudo de sombro al reparar en esa máquina monstruosa, que parecía provenir de otro mundo, surcando los cielos cordobeses.

El I.Ae-38 levanta vuelo en Córdoba Balado notó que el transporte era extremadamente lento y pesado, como si a los motores les faltara potencia y por esa razón, decidió aterrizar antes de lo planificado. El Naranjero hizo un pronunciado viraje y se posó nuevamente en la pista de tierra del otrora pujante IAME, levantando a su paso una espesa nube de tierra. Era necesario trabajar en su centro de gravedad y a eso se abocaron los técnicos para probarlo por segunda vez.

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Aquel predecesor de los Hércules C-130, producto del genio de Reimar Horten y del esfuerzo de operarios y personal especializado argentino, efectuó tres vuelos más, el último en 1961, que permitieron determinar lo adecuado que era para el transporte de carga, equipo, tropas y paracaidistas. Incluso se pensó que, dotándolo de esquíes, era apto para las campañas antárticas. Sin embargo, las autoridades nacionales decidieron desactivar el programa ya que estaba próximo un acuerdo para adquirir aviones de carga y transporte a los Estados Unidos de Norteamérica5. El I.Ae-38 Naranjero fue entregado al Museo Nacional de Aeronáutica pero este se negó a recibirlo debido a su tamaño. Así acabó sus días convertido en letrina, en una zona próxima al lugar donde la Escuela de Suboficiales llevaba a cabo sus ejercicios militares. Pasado un tiempo, fue reducido a chatarra, perdiéndose, de ese modo, la posibilidad de exponer al mundo un complejo que antecedió en varios años a los grandes aviones cargueros. Antes de finalizar el año, Reimar Horten fue desvinculado de la FMA pero jamás abandonó sus amadas sierras cordobesas.

Técnicos de la FMA supervisan la aeronave después de su vuelo Notas Construidas en el país con licencia inglesa. 2 Se trataba de los Messerschmitt Me-321 con una capacidad de 20 toneladas que realizaron proezas en la guerra del desierto. 3 Un prototipo se esperaba para volar en noviembre de 1945, pero la derrota de Alemania impidió su desarrollo. 4 Ricardo Burzaco, op.cit, p. 115. 5 McDonell Douglas C-130 Hércules y Douglas C-47. 1

                       

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EL PRIMER CAZA ALA DELTA DE AMÉRICA

A comienzos de 1953 el gobierno justicialista todavía daba muestras de pujanza y seguía representando una amenaza para las naciones del hemisferio y si bien es cierto que la muerte de Eva Perón, acaecida seis meses antes había golpeado fuerte al régimen y que el descontento crecía entre la oposición, el programa de la “patria en armas” puesto en marcha por Perón en 1946 continuaba más firme que nunca. Nada parecía alterarlo, ni el rotundo fracaso del proyecto nuclear de la isla Huemul, ni las denuncias y amenazas provenientes del exterior. La carrera armamentista y el proyecto de una industria pesada propia seguían su curso y los gatos militares continuaban siendo mayores que los de toda Sudamérica junta. El 21 de enero de 1953 tuvo lugar la ceremonia de bendición de la piedra fundamental de la fábrica de tractores del IAME, en la estación ferroviaria Ferreyra, provincia de Córdoba. Ese mismo día se decidió el envío de una comisión de técnicos y operarios de la flamante planta industrial a Turín, para hacer cursos de capacitación en la FIAT; cinco días después fue probado el primer motor M-800 del sedán Justicialista (luego Graciela), automotor diseñado y fabricado íntegramente en el país; el 3 de abril fue presentado la coupé Gran Sport de laminado plástico (segundo del mundo), expuesta en Buenos Aires el 7 del mismo mes y el 22 de ese mismo mes fue inaugurado el ramal ferroviario que unía la Fábrica Militar de Aviones con el Ferrocarril Nacional General Bartolomé Mitre, tan necesario para el traslado de materiales, insumos, maquinarias y herramientas. El 26 de abril fue presentado un nuevo automotor-furgón de cargas producido por el Institec. Un mes después, el 27 de mayo, se firmó el decreto Nº 9170 (BAP 1018) para la construcción de la fábrica de motocicletas y el 29 fue puesto en funcionamiento el túnel supersónico de circuito cerrado para ensayos aerodinámicos. El 10 de julio de ese mismo año, la Fuerza Aérea cedió al IAME las instalaciones de la Escuela de Especialidades para montar allí las fábricas de motocicletas, máquinas y herramientas (Decreto 616-BAP 1031), el día 28 el Instituto presentó la chatita acoplado destinada a la actividad rural y el 7 del mes siguiente el teniente Jorge Conan Doyle llevó a cabo el primer vuelo del I.Ae-35 “Primer Justicialista del Aires”, dotado de un motor nacional “El Indio”. La Argentina era una potencia emergente que desarrollaba su propia industria y tecnología pesada y eso seguía generando inquietud en el mundo. El 31 de enero, se realizó el primer ejercicio de lanzamiento en masa de paracaidistas de Sudamérica. La operación tuvo lugar en inmediaciones del lago San Roque (Córdoba) y alcanzó el éxito esperado por las autoridades militares. La jornada comenzó temprano, por la mañana, cuando efectivos de la Escuela de Tropas Aerotransportadas formaron largas hileras para abordar una docena de aviones Douglas C-47 de la Fuerza Aérea Argentina y decolaron uno tras otro para efectuar saltos en las inmediaciones del gran dique y la guarnición militar de

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Córdoba. Las pruebas fueron parte de la maniobras militares que se llevaron a cabo en esa provincia a comienzos de 1954, y durante las mismas se probaron por primera vez los paracaídas DIMAER de fabricación nacional y los cascos chichonera del tipo Rubber inglés y M Circa de inspiración italiana, los últimos diseñados y manufacturados íntegramente en el país. Fue una experiencia altamente significativa que mostró el alto grado de preparación de las fuerzas armadas argentinas. Una vez que los aviones alcanzaron la altitud programada, los paracaidistas se pusieron de pie para alinearse uno tras otro mirando hacia la compuerta del avión en espera de la luz verde. Cuando la misma se encendió, los sargentos impartieron la orden y los efectivos de la Escuela comenzaron a saltar desde una altura que oscilaba entre los 400 y 500 metros1. El personal militar que aguardaba en tierra pudo observar través de los binoculares a los paracaídas desplegándose y a los hombres aterrizar lentamente en un predio cercano al lago. En 1953 los argentinos comenzaron a probar una nueva arma: el caza de alas delta IA-37, lanzando sobre el lago San Roque prototipos de 5 a 20 kg de peso, pintados de blanco y recubiertos con tizne de petróleo. Las maquetas eran lanzadas desde catapultas provistas de gomas de ballesta y tenían por finalidad el análisis de su estabilidad de vuelo, su perfil alar y la ubicación de su centro de gravedad. Bajo la atenta supervisión de Reimar Horten, del Dr. Karl Nickel, que tenía a su cargo las pruebas y del piloto Heinz Scheidhauer, se efectuaron más de 200 lanzamientos alcanzándose velocidades de 200 km/h. Cada lanzamiento fue observado atentamente desde tierra, donde los responsables de la operación, apostados en puntos estratégicos e intercomunicados entre sí, siguieron los desplazamientos con binoculares mientras sus asistentes tomaban nota detallada de cada detalle. Alemanes y argentinos pudieron determinar que durante el trayecto se generaba un remolino paralelo al eje de la nariz y que el mismo incrementaba sus dimensiones a medida que el aparato se deslizaba. De esa manera, su pudo establecer la ubicación del timón, la de los frenos aerodinámicos y los alerones. Aquellas experiencias y las pruebas en el túnel de viento, a cardo del Dr. Krasinsky, permitieron efectuar algunos ajustes en el diseño y comenzar la construcción del primer prototipo a escala, en los primeros meses de 1954. Trabajando con celeridad y mucha concentración, el aparato estuvo listo en el mes de septiembre por lo que, después de ser sometido a los correspondientes ensayos en tierra, se decidió probarlo en vuelo. Sus características principales fueron: Longitud: 10 m Envergadura: 10 m Altura: 4,92 m Trocha 3,14 m Flecha de ala: 63,5º Flecha de la deriva vertical: 72º El 1 de octubre de 1954, las instalaciones de la Fábrica Militar de Aviones fueron escenario del despliegue que los integrantes del equipo de Horten llevaron a cabo con la asistencia de personal militar, en especial operarios del IAME. Fueron estos últimos quienes sacaron del hangar una asombrosa aeronave subsónica de diseño delta, muy anterior al Mirage francés, con flecha de 60º y un llamativo esquema de pintura plateado con el borde de ataque rojo y la deriva azul y blanca (los colores patrios). La aeronave fue empujada lentamente hasta la cabecera de la pista donde aguardaba el trimotor Junker Ju52/3M con el primer teniente Nilio González en el interior de su cabina. El IA-37 fue enganchado al avión y allí quedó esperando la llegada del piloto. Los Dres. Horten, Nickel y Krasinsky acompañaron al capitán Jorge Conan Doyle hasta el planeador. Mientras los mecánicos efectuaban los últimos ajustes, Doyle trepó por la escalerilla que el mismo Horten le sujetaba y se acomodó en el interior de la cabina de acrílico, en posición prona, es decir, boca abajo, con el

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mentón sobre el barbijo acolchado y las manos sujetando el manubrio delante de su cabeza. Una vez que todo estuvo listo, solicitó autorización a través de la radio y se preparó para el despegue.

Vista frontal el IA-37 El Junker comenzó a carretear y a los pocos segundos comenzó a remontar vuelo, llevando a la rastra al planeador en cuyas alas destacaban las escarapelas nacionales y la inscripción de su matrícula I.A.37-P, en la franca blanca de la deriva. A 200 metros de altura el Junker soltó la cuerda e inmediatamente después, el prototipo de caza-delta comenzó a deslizarse por el aire mientras el Dr. Horten mantenía permanente contacto de radio con el piloto. Manuel Fentanes, uno de los tantos testigos de aquella primera prueba, no podía creer lo que veía. “Ralmente, me puso los pelos de punta el solo mirarlo”2. La nave se comportó de manera óptima, especialmente durante los giros y el aterrizaje, lo que llevó a sus diseñadores a intentar nuevas pruebas en días posteriores. Pilotearon el IA-37 además de Doyle, Nelio González, Rogelio Balado, Heinz Scheidhauer, Pedro L. Rosell y Manuel Fentanes, quienes totalizaron unas 100 horas de vuelo. Las pruebas determinaron que durante el despegue y el aterrizaje, el avión experimentaba una altitud de nariz de 25/30º y parecía frenarlo en el aire antes de apoyarse suavemente en la pista3. El equipo de Horten se puso a trabajar en una versión adaptada de aquel primer prototipo y de ello surgió el IA-37E, mal llamado “Pulqui III”, con la variante de que podía ser provisto de una turbina Rolls Royce Derwent V y cabina adaptada para que el piloto viajase sentado. También se trabajó en el bosquejo de un interceptor supersónico biplaza en tándem, de estructura completamente metálica y asientos eyectables, pero los cambios políticos acaecidos en 1955 pusieron freno ambos a la iniciativa; solo el IA-37E volvería a ser reactivado en tiempos del Dr. Frondizi.

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De todo lo que acontecía en la Argentina estaba pendiente el Departamento de Estado norteamericano a través de su embajada y sus agentes infiltrados y el caza-delta diseñado por Horten también llamó su atención.

Notas 1 El primer salto se llevó a cabo el 21 de diciembre de 1944, con motivo de cumplirse un nuevo aniversario de la Fábrica de Aviación IMPA. La operación estuvo a cargo del Batallón de Paracaidistas del Ejército Argentino y se ejecuto desde aviones Junker Ju-52 que habían despegado de la Base Aérea de El Palomar llevando a bordo un total de 20 paracaidistas. 2 Ricardo Burzaco, op. Cit, p. 109. 3 La solución consistió en reemplazar la rueda de proa, por una alta.  

BOMBAS VOLADORAS

Misil AN-1 Tábano disparado desde un I.Ae-24 Calquin A mediados de agosto de 1947, llegó a la oficina central del Departamento de Estado norteamericano una noticia inquietante. El 12 de ese mes, Perón había firmado el Decreto Nº 1115 por medio del cual, creaba la División Proyectos Especiales Nº 3, destinada a la producción de motores cohete y vehículos teledirigidos. Era evidente que los argentinos trabajaban en el desarrollo de nuevas armas y que las mismas iban a desestabilizar aún más, el equilibrio de poder en el hemisferio. Después de poner al tanto a sus pares europeos, en especial Gran Bretaña y Francia, el gobierno norteamericano envió instrucciones secretas a su embajada en Buenos Aires para que siguiese de cerca lo que estaba ocurriendo. Se supo entonces, que al frente del organismo se había puesto al Ing. Ricardo B.

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Dyrgalla, sabio polaco que había combatido al Eje como piloto de la Fuerza Aérea de su país y que lo asistían varios compatriotas y técnicos locales. Lo que nadie se explicaba en Washington y mucho menos en el Pentágono, era porqué un científico de ese origen, que había luchado contra los invasores nazis invasores, trabajaba codo a codo con ellos para un gobierno fascista de marcadas tendencias expansionistas, que estaba poniendo en jaque a las democracias occidentales. No tardaron en descubrir que cuando las naciones occidentales entregaron a su país a las garras de Moscú, aquellos hombres que lucharon contra Hitler desde Gran Bretaña, llevando a cabo audaces raids aéreos sobre Alemania, se sintieron defraudados y por esa razón, optaron por alejarse en busca de nuevos horizontes. Los agentes encubiertos lograron determinar que el sabio nacido en la pequeña población de Piekary Slaskie, Silesia1, el 5 de abril de 1910, trabajaba en un importante laboratorio de la provincia de Córdoba y que bajo su mando se encontraban el proyectista Guido Galán, responsable de la Sección Cálculos, Cruz Bartolomé Oliva, Roberto Osiris Ceballos, Oscar A. Liendemann, Renato Sauchelli, Juan B. Avellaneda y Rolando Papas además de los ingenieros polacos Czekalski, Kowalczewski, Stawowiok, Zebrowski y Kulczycki, quienes se hallaban abocados al desarrollo de vectores y dispositivos militares teleguiados.

Proyecto AM-1 “Tábano” Tras cursar sus estudios en la Escuela Técnica de Gdansk, a orillas del mar Báltico, el joven Dyrgalla ingresó en la universidad tecnológica de esa ciudad, donde obtuvo su diploma de ingeniero. En los aeroclubes de Lwowski y Gdanskiego aprendió a pilotear planeadores y en 1939 cuando la amenaza nazi se cernía sobre su país, se enroló en la fuerza aérea, decidido a participar en su defensa. Al producirse la invasión alemana, el 1 de septiembre de ese año, Dyrgalla combatió en varios frentes y producida la capitulación, huyó a Francia para sumarse a las fuerzas polacas que se aprestaban a combatir en ese frente. Sin embargo, derrotado aquel país, emigró con todo su escuadrón a Inglaterra, donde 2 combatió a bordo de un Spitfire 1, efectuando principalmente, misiones de reconocimiento aerofotográfico . Finalizada la guerra, decepcionado por la actitud de las naciones vencedoras que entregaron arteramente su patria al comunismo, decidió permanecer en Gran Bretaña trabajando para la RAF, siendo destinado a Farnborough, en el sur de Inglaterra, donde se le encomendó estudiar los sistemas de las armas capturadas a los alemanes, uno de ellos, el de propulsión de las bombas V1 y V2. Dyrgalla adquirió gran experiencia en esa materia pero se sentía incómodo trabajando para una nación que había traicionado a Polonia, por lo que en 1946, cuando fue contactado por las autoridades argentinas, aceptó sin titubeos trabajar para ese país. Según cuenta Pablo de León, fue el coronel Julio Hennekens, del Ejército Argentino, el encargado de arreglar su contrato y su traslado junto a otros científicos de la misma procedencia, entre ellos los mencionados Czekalski, Kowalczewski, Stawowiok, Zebrowski y Kulczycki. El equipo de profesionales polacos llegó a fines de 1946 (Dyrgalla lo hizo junto a su hermano Bruno) y después de una serie de reuniones a puertas cerradas que se llevaron a cabo en secreto en el Ministerio de Guerra, se puso a trabajar en el Instituto Aerotécnico tomando como base los apuntes, manuales y bibliografía que trajo en su equipaje, basados todos en proyectos alemanes. Fue por entonces que el ingeniero polaco comenzó a escribir su primera obra técnica, Aeromóviles como cazas-robot, un volumen de 161 páginas que publicó al año siguiente en Buenos Aires, por cuenta propia. En él que volcó todos sus conocimientos en materia de dispositivos y armamentos alemanes, a los que había estudiado a fondo durante su estancia en Inglaterra3, así como también teorías propias. Ese mismo año, los argentinos comenzaron a construir un laboratorio de varias habitaciones contiguo al Instituto Aeronáutico, en el que montaron un banco de ensayos de hormigón armado, tomando en cuenta todas las medidas de seguridad y los recaudos necesarios como para ampliarlo en un futuro inmediato. El edificio fue construido en hormigón armado, dividido en dos secciones, la primera, de mayor magnitud, abierta, para facilitar la inmediata dispersión de los gases tóxicos y evitar la acumulación de presión en caso de explosión y la segunda, cerrada, a modo de caja mono-block, de manera tal que pudiera ser removida como una sola unidad en caso de producirse un estallido de magnitud salvaguardando, de ese modo, equipo y personal. Los dos ambientes se comunicaban entre sí a través de ventanas protegidas por vidrios a prueba

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de balas, con visión indirecta por medio de espejos y a ellos se accedía por dos sectores, a la primera sección, en la que se encontraba ubicada la plataforma del motor-cohete sobre la que se apoyaba el dispositivo que medía el empuje, las presiones y las temperaturas, se lo hacía a través de una rampa ascendente dispuesta en su lateral izquierdo y a la segunda por una puerta.

El AN-1 listo para ser probado La primera sección disponía de dos termocuplas, una de tobera y la otra en la cámara de combustión, más un mecanismo de presión de combustible, otro de empuje, dinamógrafo y un manómetro. En la segunda, se encontraba el tablero de instrumentos y control, el instrumental y las botellas de aire comprimido. Detrás de la Primera Sección se hallaban montados los tanques para los propulsantes y los flujómetros, separados ambos por un ala de hormigón armado que impedía, en caso de explotar alguno de ellos, que su contenido químico alcanzase al otro y provocase un desastre de consideraciones4. De esa manera, se puso en marcha el programa secreto AM-1, destinado a desarrollar una bomba aeroguiada, autopropulsada por un motor cohete de combustible líquido, disparado desde un avión portador que debía detonar por impacto o cerca del objetivo mediante una guía infrarroja. Se trataba de la primera bomba voladora realizada en la Argentina y del primer misil aire-aire de América Latina. El ingeniero Estanislao N. Kulczycki tuvo a su cargo el diseño de la bomba en tanto el ingeniero Dyrgalla, se ocupó del motor-cohete cuya teoría dejó expuesta en un trabajo de su autoría titulado El primer motor-cohete argentino que recién vio la luz en 1958 y fue prologado por el ingeniero Teófilo M. Tabanera, autoridad indiscutida en materia de tecnología espacial. En él explica el autor, que el principal objetivo de las pruebas realizadas en 1947 fue determinar el comportamiento aerodinámico del proyectil a altas velocidades y detectar los problemas relativos a la teledirección y propulsión. Fueron sus características: Envergadura: 2,00 m. Largo: 2,45 m. Superficie alar: 1,25 m2 Carga alar: 240 kg/nv Carga útil: 30 kg. Peso total en vuelo: 300 kg. Velocidad máxima: 856 km/h Velocidad promedio: 12.445 kg/seg (mucho más próximo a la magnitud proyectada).

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Distribución de pesos Ala: 25 kg Fuselaje: 20 kg Empenaje: 5 kg Motor: 15 kg Tanques: 68 kg Combustible: 96 kg Tubos y uniones: 5 kg Piloto automático: 10 kg Radio e instrumentos: 10 kg Baterías y acumuladores: 10 kg Carga útil: 36 kg Peso total de vuelo: 300 kg Carga alar: 240 kg/m2 Número de Mach crítico: 0,7 (Cz = 0,1)

Las performances con un empuje de 320 kg en 40 seg., eran 0,7340=238 m/seg = 856 km/h a velocidad máxima en vuelo horizontal a 0 m de altura y el alcance aproximado para lanzamientos desde 5000 metros: L 0 60 km (10 km en vuelo horizontal y 50 km de planeo5. Tal como explica Dyrgalla en su libro, la primera decisión a considerar, una vez encarado el proyecto, fue la selección del propulsante ya que sus propiedades físicas eran las que determinarían el diseño del motor6. Tras una serie de estudios y exhaustivos análisis, se determinó que del oxígeno líquido, el ácido nítrico y el peróxido de hidrógeno, el que mejor se adaptaba a las finalidades del proyecto era el segundo debido a su disponibilidad, su capacidad de auto-encendido en combinación con aminas y su empuje específico de 220 kg/kg seg., que permitía un fácil manejo y almacenamiento. Además era el que tenía la más alta densidad, con posibilidad de variantes desde 1.5 hasta 1.6, según el contenido de NO2, en comparación con la de 1,14 del oxígeno líquido y 1,34 del peróxido de hidrógeno. Por otra parte, su punto de ebullición alcanzaba los 62º C, el de congelamiento -42º C y su presión de vaporización era de 129 mm/hg. Su densidad superaba en un 40% a la del oxígeno líquido y eso le daba una ventaja de alcance aeromóvil de 24%, todo ello a un costo considerablemente más bajo que los otros dos carburantes. Pero no todo eran ventajas con el ácido nítrico ya que su poder corrosivo era alto y eso obligaba al empleo de aluminio y aceros inoxidables en su sistema de alimentación; aparte de ello, producía graves quemaduras al contacto con la piel y sus gases eran tóxicos, detalle que obligaba al personal encargado de su manipulación a utilizar guantes, máscaras e indumentaria especial. En cuanto al combustible a utilizado, se escogió la anilina por su capacidad de autoencendido al tomar contacto con el ácido nítrico, su densidad de 1,03 y su punto de ebullición en 180º C que le otorgaba ventajas como agente refrigerante. En motores con refrigeración regenerativa, las desventajas se encontraban en su elevado punto de congelamiento (-6º C), que impedía su uso en ambientes fríos como el que impera en las alturas, detalle que los técnicos subsanaron utilizando alcohol furfurólico, que rebajaba el punto de congelamiento a -40º C. Este también producía quemaduras en la piel y sus emanaciones eran sumamente tóxicas aunque fue un buen componente a la hora de encontrar una solución al problema. Debido a la falta de disponibilidad de anilina, se pensó en reemplazar ese componente por una serie de mezclas de aminas experimentadas, que se aplicaban en otros países con gran éxito.

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Motor AN-1 En la segunda etapa del programa se optó en el kerosén y la nafta, debido a las ventajas que ofrecían a las performances del proyectil y su fácil obtención7 y así fue como dio comienzo la construcción de la unidad motriz AN-1 que impulsaría a la bomba voladora argentina, tomándose en cuenta las altas temperaturas a las que debía trabajar la cámara de combustión y la elevada transferencia de calor a través de las paredes. De ese modo se pudieron determinar los efectos relativos a la variación del espesor de las paredes de la cámara, el material a utilizar y otras consideraciones e inmediatamente después se pasó a la etapa de ensayos. El equipo de ingenieros y técnicos trabajó día y noche en el más absoluto secreto. El área del laboratorio estaba restringida y fuertemente custodiada y solo el personal autorizado podía ingresar, luciendo siempre su tarjeta de identificación. Las tareas comenzaron ese mismo año y así fue como fue tomando forma un motor con inyectores de tipo torbellino que posibilitaba una atomización y mezcla óptima con arranques suaves y un consumo específico del propulsante de 5,7 a 6 gr/kg/seg (bajo) y una capa aislante de fibrocemento, simple y económica, que constituía una solución realmente efectiva. Aquella primera unidad motriz experimental pesaba 107 kg vacía y 197 kg con su propulsante y los primeros ensayos que se llevaron a cabo en el banco de pruebas arrojaron como resultado un empuje de 335 kg y un consumo promedio de 1,9 – 2,0 kg/seg. Fue un momento de extrema tensión cuando el personal especializado puso en marcha el mecanismo de ignición y el dispositivo comenzó a funcionar de manera óptima. Hubo vivas y aplausos e incluso abrazos con los que los presentes expresaron su alegría y satisfacción. Para la primera etapa del programa, los técnicos habían escogido una presión de combustión baja, (15 a 18 atm), tomando en consideración las altas presiones que aumentaban considerablemente el peso del complejo en razón de la potencia requerida para inyectar el propulsante en la cámara de combustión8. Su diseño contemplaba un volumen adecuado que permitía asegurar una reacción química completa antes de que el desecho del combustible alcanzase la tobera de salida y saliese expulsado. Y esa fue la razón por la que se le había dado una longitud de 162 cm. La cámara de combustión estaba recubierta por una camisa externa de protección refractaria, construida en acero común, en forma de cilindro, resistente a altas presiones, que terminaba en una tobera cónica que facilitaba el apoyo integral del material aislante. De esa manera, aumentaba y disminuía su sección para formar la parte convergente de la tobera en expansión, que disponía de un sistema de refrigeración refractiva. Se escogió un inyector a torbellino por ser el más simple y de fácil elaboración además de conocido y experimentado en turbo reactores, pulso-reactores y estado-reactores. El líquido ingresaba tangencialmente en una cámara de torbellino de reducidas dimensiones y al salir formaba un cono

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rotante sumamente delgado que se desmenuzaba en pequeñas gotas bajo la acción centrífuga. Su cabeza constaba de once inyectores para el ácido nítrico y cinco para la anilina y la orientación de sus chorros inyectados era vital en la calefacción de las paredes de la cámara de combustión y la tobera de expansión. La misma debía ser rigurosamente controlada ya que las más pequeñas variaciones podían ocasionar fluctuaciones locales que terminaban siempre en serios daños en la estructura del motor. Su sistema de alimentación era un tanque a presión cilíndrico de dos cabezas con forma de casquetes esféricos, escogido por sobre todos los demás por su simplicidad, bajo costo y rendimiento y sus medios expulsantes el nitrógeno y el aire comprimido. Fueron sus características: Material: acero cromo-molibdeno Am 4130 Diámetro externo: 360 mm Longitud: 384 mm Espesor de la pared: 5 mm Volumen: 30 litros Peso: 21,3 kg Presión de trabajo: 150 atm Presión de pruebas: 180 atm Presión de roturas: 240 atm La composición de su material era de: Carbono: 0,25 – 0,35 % Manganeso: 0,40 – 0,60 % Fósforo: 0,040% máx. Azufre: 0,050 % Cromo: 0,80 – 1,10 % Molibdeno: 0,15 – 0,25 % Hierro: resto El acero de cromo-molibdeno estaba soldado con un arco eléctrico para ser tratado, posteriormente a 510º C, por espacio de media hora, lo que ayudó a demostrar una tensión de rotura de la soldadura autógena de 72 kg/mm2. De esa manera, se llevaron a cabo las primeras pruebas con los tanques de alta presión (aire comprimido), que permitieron efectuar solamente a la carga de rotura por carecerse del material y las maquinarias adecuadas para comprobar otras cualidades9. Durante las pruebas, se alcanzó la carga de rotura estimada (presión hidráulica de 240 kg/cm2), constatándose que la misma no se producía en la soldadura sino en sus adyacencias y en base a la unión entre el cuerpo cilíndrico y la cabeza del tanque, en la zona de mayor curvatura. En vista de ello, se hicieron nuevas tentativas con soldaduras eléctricas que demostraron ser ineficientes.

Misil Tábano en su anclaje

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La nueva serie de ensayos se llevó a cabo en los laboratorios de la empresa Oxígena, a efectos de 2 determinar si existía algún tipo de deformación al probar los tanques 1 y 2 a una carga de 140 kg/cm por espacio de dos minutos. Los mismos se llevaron a cabo exitosamente sin que se notasen variaciones en la línea horizontal superior de los recipientes, donde se había detectado el fenómeno. El tanque Nº 3 fue llevado a la misma carga para aumentarla gradualmente a 160, 170 y 180 kg/cm2, con intervalos de una hora, sin que ocurriera nada. Se pudo determinar, de esa manera, que en esas presiones y con el material empleado, no se alcanzaba el límite elástico y que lo aconsejable era la fabricación de tanques livianos para altas presiones, con materiales plásticos ovillando un hilo de lana de vidrio impregnado en una resina, ello después de descartar el uso de botellones en lugar de un solo tanque para el aire comprimido. Dadas las altas temperaturas y la transferencia de calor con las que trabaja un motor-cohete y el aumento de diámetro de la garganta, producido por la acción erosiva de los gases de combustión, se requería de un sistema de protección especial para la cámara de combustión y la tobera de expansión, por lo que se dotó al complejo de una capa aislante de fibro-cemento, que algo más tarde fue cambiada a óxido de aluminio, magnesio y carburo de silicio. La idea era reducir el calor empleando un forro aislante con un alto punto de fusión que tuviera baja capacidad y conductividad térmica. Al cabo de dos años de intenso trabajo, el motor-cohete AN-1 estaba terminado. Sus características principales eran: Largo: 1,90 m Ancho: 0,43 m Peso vacío: 107 kg. Peso total: 197 kg. Empuje: 335 kg. Empuje específico: 174 seg. Caudal de propulsante: 1,9 kg/seg. Consumo: 5,75 gr/kg seg. Tiempo de combustión: 35 seg. Presión de combustión: 15 – 18 atmósferas Relación ácido nítrico/anilina: 2,75:1 Temperatura de combustión: En la cámara: Tc = 2753 ºK, En la garganta de la tobera: Tt = 2447 ºK En la salida: Tc = 1599 ºK Performances internas: Longitud de la cámara: 28,5 cm Volumen de la cámara: 2,99 litros Longitud de la cámara de combustión: Lx = 1,62 m Razón longitud/diámetro: L/D = 28,5/11,0 = 2,59 Diámetro cámara de combustión: 11,0 cm Diámetro de la garganta de la tobera: 4,85 cm Diámetro de la salida de la tobera: 9,33 cm Dyrgalla explica en su libro que en el proyecto original, el impulso total del motor era de 320 kg por 40 seg., sobre 12.800 kg/seg., aunque en las últimas pruebas se alcanzarían las siguientes cifras: 1) 335 por 42 = 14.000 kg/seg 2) 345 por 33 = 11.385 kg/seg 3) 360 por 33 = 11.880 kg/seg A mediados de octubre de 1949 dio comienzo la etapa de experimentación en el banco de ensayos. Manipulando el motor con extremo cuidado, los operarios procedieron a instalarlo en el interior de la bomba (más precisamente en el fuselaje) y se dispusieron a probar su comportamiento en condiciones

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aproximadas a las reales. Así las cosas, lentamente y extremando todas las precauciones, montaron el mecanismo sobre el caballete de la plataforma, en la primera sección, y lo ajustaron adecuadamente para las primeras mediciones. Dyrgalla y su equipo supervisaban la operación. Cuando todo estuvo listo, los operarios abandonaron el banco de pruebas y desde el tablero de mandos, montado en la segunda, los técnicos pusieron en marcha el motor. Utilizaron una válvula que actuaba por medio de un conector mecánico en el momento en que se desprendía el aeromóvil del avión portador, logrando que el aire almacenado a alta presión en el tanque, pasase a la válvula reductora de presión. Desde ahí siguió hasta los tanques de propulsantes (ácido nítrico y anilina) y de ese punto, a través de los inyectores, hacia la cámara de combustión donde se producía la reacción. Al tiempo que los técnicos trabajaban en aquel mecanismo, la sección de diseño a cargo del ingeniero Kulczycki hacía lo propio con los planos del “Tábano”, el misil que debía portar la carga explosiva y el motor. Se trataba de una bomba de 2,45 metros de largo, dotada de dos alas delanteras en flecha, a mitad del fuselaje y cuatro aletas en la parte posterior, que le daban una superficie (alar) total de 1,25m2. Nuevas pruebas con el motor se efectuaron en horas de la noche y fueron un rotundo éxito. El 20 de octubre de ese año, se llevaron a cabo nuevos ensayos, con el agregado de una cámara de combustión con cabina de refrigeración regenerativa que incrementó notablemente el rendimiento y la duración de su actividad. A principios de marzo de 1950 se hicieron las primeras pruebas sobre el terreno. El lugar escogido fue Salinas Grandes, un inmenso desierto blanco al norte de la provincia de Córdoba, próximo al límite con La Rioja, Catamarca y Santiago del Estero. Aquella soleada mañana de verano, el equipo de especialistas de la División Proyectos Especiales, encabezado por los ingenieros Dyrgalla y Kulczycki, procedió a montar el “Tábano”, sobre el anclaje ventral del el avión portador, el I.Ae-24 Calquin matrícula A-82, mientras personal de la Fuerza Aérea hacía los controles de rutina para determinar que todo estuviera en orden. Cuando el proyectil terminó de ser instalado, el capitán Jorge Villegas trepó a la cabina, encendió las turbinas y conectó el equipo de radio para establecer comunicación. Minutos después, la aeronave comenzó a carretear y enseguida se elevó hacia el cielo despejado, desplazándose sobre el gran salar que se extendía al noroeste de la provincia. Después de comprobar que todo estaba en orden, Villegas efectuó un pronunciado viraje a la derecha e informó por el micrófono que se aproximaba a al punto de lanzamiento. El AM-1 “Tábano” estaba pronto a a ser lanzado, en este caso sin motor, para determinar su comportamiento en trayectoria de planeador y permitir un estudio detallado de su performance. Una vez que el piloto alcanzó las coordenadas establecidas durante la planificación del vuelo, abrió las compuertas de la parte inferior del Calquin y soltó la bomba. El Tábano se desprendió sin problemas y comenzó a planear en línea semirrecta, demostrando estabilidad y firmeza. Cuando el avión se retiró, el misil siguió su derrota descendiendo gradualmente hasta abrir el paracaídas y posarse lentamente sobre el salar. Poco después llegó al lugar el personal encargado de la recuperación, comprobando satisfecho que el aparato se hallaba en buenas condiciones. Ese día se efectuaron varios “disparos”, todos exitosos. La bomba fue recuperada por medio de paracaídas de apertura automática y después de la serie de pruebas, se la llevó de regreso al laboratorio para instalarle el motor. El primer lanzamiento en esa situación se llevó a cabo unos días después, el 18 de marzo de 1950, cuando personal técnico de la Fábrica Militar de Aviones se dirigió a un punto próximo al poblado de San José de Las Salinas, donde procedió a ajustar cuidadosamente la bomba en el anclaje ubicado bajo el fuselaje de un segundo I.Ae-24 Calquin, el matrícula A-72, que sería piloteado por el experimentado

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capitán Edmundo Osvaldo Weiss, mientras el equipo de Dyrgalla se trasladaba nuevamente al gran salar para seguir de cerca las incidencias del vuelo. Después de ajustar los últimos detalles, el piloto se ubicó en la cabina y tomó contacto con la torre de control para informar que procedía a iniciar su desplazamiento hacia la cabecera de la pista. Recibida la autorización, dio potencia a sus turbinas e inició el carreteo elevándose suavemente en dirección al noroeste, seguido por el Spitfire PR.Mk-XI fotográfico, matrícula LV-MNZ que piloteaba el capitán Villegas, encargado de seguir la trayectoria del proyectil inmediatamente después de su lanzamiento. Una vez en el aire, los pilotos establecieron comunicación entre sí e inmediatamente después, tomaron contacto con el equipo en tierra para informarles que se dirigían hacia la zona de lanzamiento. El vuelo se realizó sin novedades y una vez que las salinas aparecieron en el horizonte, volvieron a comunicarse con la torre para solicitar instrucciones. Al llegar al punto señalado, Weiss accionó el pulsorreactor que ponía en marcha el mecanismo y la bomba se desprendió para iniciar una caída de aproximadamente tres segundos y encender enseguida su motor para salir disparado hacia delante, mientras el Spitfire se lanzaba detrás, siguiendo su trayectoria. Villegas fue un espectador privilegiado desde la cabina de su avión ya que pudo ver “en primerísima fila” la evolución de la bomba voladora. En un primer momento, el proyectil hizo un giro pronunciado, obligando a Weiss a efectuar una brusca maniobra para esquivarlo pero inmediatamente después estabilizó su trayectoria y siguió su recorrido hasta agotar el combustible. El avión de Villegas aterrizó sobre la salina para verificar el estado del proyectil. Cuando quiso despegar de regreso, el suelo era extremadamente blando se lo impidió y eso demoró dos días su partida porque además, tanto él como Weiss se habían extraviado. Pruebas posteriores permitieron corroborar que el tiempo de vuelo del Tábano era de 35 segundos, su empuje de 335 kilogramos y su velocidad 800/900 km/h, medidas que después de una serie de ajustes y modificaciones, lograron aumentarse a 45 segundos de duración (tiempo de vuelo) y un empuje de 500 kg. Los científicos de Perón acababan de dar un salto tecnológico gigantesco, colocando la piedra angular de la carrera espacial argentina que cobraría notable impulso en las décadas del sesenta y setenta.

Proyecto V1 En marzo de 1950, fuentes fidedignas hicieron llegar a la embajada estadounidense en Buenos Aires, nuevas pruebas de que el gobierno argentino trabajaba en proyectos militares de magnitud. De acuerdo con esa información, el Dr. Günter Dietrich estaba desarrollando en la División Proyectos Especiales, un pulsorreactor destinado a una bomba voladora similar a las V1 alemanas, cuya carga útil sería de 1000 kg. El proyectil tierra-tierra, comenzó a ser construido en los laboratorios de la mencionada dependencia, utilizando mezclas de nitratos de amonio, calcio y dinitrobenceno, espoletas eléctricas de impacto, espoletas omnidireccionales de impacto mecánico y retardo, accionadas por un mecanismo de relojería. El sistema estaba intercomunicado entre sí de tal manera, que al menos una de las espoletas debía detonar. Al igual que la última versión del Tábano, las V1 argentinas debían desarrollar 500 kg de empuje y la duración de su vuelo sería de 45 segundos. Los primeros estudios se hicieron en el banco de pruebas del laboratorio de la División, a cargo de Rizo E. Catón y mientras eso ocurría, el ingeniero Pelkas desarrollaba un estato-reactor y su colega Dietrich, con el proyectista Galán, daban forma a un pulsorreactor de 80 kg de empuje para ser probado en un chasis del sedán Justicialista, el automotor argentino que desarrollaba el Institec. Posteriormente, el laboratorio trabajó en propulsores multipropósito de 14 y 16 kg de empuje, uno de ellos, destinado m a accionar los rotores de los helicópteros y facilitar la propulsión de planeadores.

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Proyectil Argentino Teledirigido 1 En 1949 la sección Armas Especiales de la Dirección General de Fabricaciones Militares, dependiente del Ejército, comenzó desarrollar una nueva bomba voladora bajo la dirección de los hermanos Julius y Karl Henrici, sobre un diseño de los hermanos Mandel. Tanto los Henrici como Dieter y Goets Mandel habían desempeñado actividades en la Alemania nazi, Karl como piloto de pruebas de la Messerschmith y los segundos como especialistas de la fábrica Herschel.

Proyectil Argentino Teledirigido PAT-1 Técnicos de la mencionada firma, la misma que había construido las grandes bombas voladoras alemanas, llegaron a la Argentina con ellos, destacando además de los Mandel, el coronel Werner Baumbach, eximio piloto de pruebas y combate, los ingenieros aeronáuticos Dietrich y Steiner, los doctores Otto Kart Waltz, Marquard, Diederich y Groth, los técnicos Keller, Corner, Klett, Lieberwirth, Fischer, Liebermann y Lorenz, el ingeniero Dostaleck, el ruso Olegario Milknho y el ingeniero austríaco Robert Meumann, quienes se instalaron en los laboratorios que el IITCFA (Instituto de Investigaciones Técnicas y Científicas de las Fuerzas Armadas), antecesor de la CITEFA, tenía en la localidad de Acassuso, partido de San Isidro, para trabajar en un proyecto ultrasecreto destinado a la elaboración una bomba voladora aire-tierra para blancos rentables. Los científicos de Perón se abocaron rápidamente al diseño de un misil radio-guiado de dos cuerpos o secciones y 3,54 metros de longitud, que recordaba vagamente a las letales V1 alemanas. De acuerdo a los planos, en la primera de aquellas secciones se hallaban ubicados la carga explosiva, el sistema de guiado, la cámara de combustión y la tobera de escape en tanto en el segundo, emplazado en la parte interior, debajo del fuselaje, se encontraba el tanque de combustible, de 2,52 metros de longitud. El equipo técnico dividió el trabajo en tres etapas; la primera, dedicada al diseño aerodinámico; la segunda, al sistema de guiado por radio-control y la tercera, al desarrollo del propulsante, que consistía en una mezcla de oxígeno y metanol. La bomba fue proyectada para ser transportada por un avión bombardero que debía dispararla una vez detectado el objetivo. El proyectil se desprendería de sus anclajes, caería durante breves segundos, activaría su sistema de propulsión e iniciaría su trayectoria hacia el blanco para volar guiado por el operador ubicado a

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bordo avión portador, quien tendría a su cargo las correcciones de trayectoria mediante un equipo de señales que emitía ondas de radio al control de alerones de la bomba. Durante su desplazamiento, el proyectil debía incrementar su velocidad y una vez agotado el carburante, desprendería su tanque y seguiría planeando hasta hacer contacto con el objetivo, a 780/800 km/h. Una de sus principales cualidades era su seguimiento visual, que se hacía a través de las bengalas de cola que debían señalar su trayectoria. Finalizados los trabajos, se procedió a adaptar un avión DC-3, para colocarle una barquilla que permitiría realizar los primeros análisis. Con esos ensayos se iba a poder establecer el comportamiento aerodinámico del proyectil, su performance y sus capacidades. Mientras se hacían esos trabajos, la Fuerza Aérea Argentina acondicionaba al bombardero Avro-Lancaster matrícula B-036 en los Talleres de la Regional Río IV, para efectuar con él las primeras pruebas de lanzamiento. En 1952 Perón visitó las instalaciones de IITCFA, en Acassuso, para supervisar la marcha los trabajos e interiorizarse por ellos. Durante la inspección, el mandatario se mostró interesado en las actividades que allí se desarrollaban y hasta probó parte del mecanismo operando sus superficies radiocontroladas. Fue en esa oportunidad que manifestó su viva satisfacción e incluso su asombro por la evolución y la marcha del programa. A todo esto, en la Fábrica Militar de Aviones se trabajaba activamente en el propulsante que, como se ha dicho, era una mezcla de oxígeno y metanol combinada con propegol y otros gases. El sistema de a bordo de la bomba disponía, además, del dispositivo de transmisión de datos cuyas emisiones recogía un equipo de radio en tierra, montado en un camión retransmisor. Y lo que era más importante, se construyó también un simulador terrestre para entrenar con él a pilotos y tripulantes. Las características principales de aquella bomba voladora fueron: Planta motriz: motor-cohete. Empuje: 440 kg de empuje. Duración del encendido: 12 seg. Velocidad máxima: 900 km/h. Envergadura: 3 m. Longitud: 3,60 m. Diámetro del fuselaje: 0,48 m. Superficie alar: 1,93 m². Longitud del tanque de propulsante: 2,54 m. Propulsante: oxígeno-metanol. Finalizados los trabajos, se llevaron a cabo una serie de pruebas en el túnel de viento y el banco de ensayo tras los cuales se hicieron los últimos ajustes y finalmente se decidió pasar a la etapa de pruebas en un primer vuelo experimental. Para ese fin, se ordenó el alistamiento del Avro Lancaster matrícula B-036 al que se le había asignado como base de operaciones la VII Brigada Aérea con asiento en Morón. Bajo la supervisión de los técnicos del Instituto, el personal de pista procedió a instalar la bomba dentro del avión al tiempo que otro grupo hacía lo propio con los sistemas de comunicaciones en el camión retransmisor. Según se supo después, el bombardero presentaba algunos inconvenientes en uno de sus motores pero como los mismos no revestían gravedad, se decidió seguir con la misión, ansioso como estaba el equipo, de poner a prueba al flamante complejo. Cuando los mecánicos terminaron de instalar la bomba, los pilotos se acomodaron en la cabina del Avro Lancaster. Federico Muhllenberg ocupó el puesto de piloto y Karl Henrici, jefe de la misión, lo hizo detrás suyo, porque ese tipo de aparatos carecían de asiento para el copiloto.

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En su carácter de encargado del programa de armas y municiones especiales, Werner Baumbach tomó ubicación en el puesto de proa, frente a los controles de guiado de la bomba, Alfredo Lieberwirth lo hizo en el de radio-operador, Hans Hermann Steinkamp, veterano piloto de bombarderos en picado en el frente ruso10, en el del navegante y el operario Viola en el del mecánico. Tres argentinos y tres alemanes (Henrici, Steinkamp y Baumbach), ansiosos por llevar a delante aquel primer ensayo. Siguiendo las indicaciones de la torre de control, el bombardero comenzó a desplazarse por la carpeta asfáltica hasta ubicarse en la cabecera de la pista y desde allí se elevaron, después de recibir la autorización de la torre. El Avro Lancaster se elevó sin problemas y a los pocos minutos volaba sobre el oeste del Gran Buenos Aires, en dirección al Río de la Plata. Después de echar un vistazo al panel de control, el piloto se comunicó con la base para informar que todo estaba en orden y enseguida, llegó hasta él la voz de Baumbach, desde su puesto. -Todo ok. El bombardero dejó atrás el partido de La Matanza y después de sobrevolar el sudoeste de la Capital Federal, se internó en el Río de la Plata con rumbo noreste. Minutos después, Muhllenberg informó que habían alcanzado el punto establecido durante la planificación de la misión y Baumbach, después de un nuevo control del panel que tenía delante, procedió a efectuar el lanzamiento, oprimiendo el botón de mando. La PAT-1 se desprendió del anclaje, cayó al vacío unos metros y encendió su motor cohete Walter para iniciar un vertiginoso vuelo de 1000 km/h llevando a bordo sus 500 kg de explosivos. El as alemán controlaba su trayectoria por el equipo de radio y todo parecía funcionar a la perfección cuando repentinamente, a la altura de Quilmes, el motor Rolls Royce Merlín izquierdo del Lancaster estalló y comenzó a despedir humo. Mullenberg intentó virar hacia el sudeste, con la intención de alcanzar el aeródromo de Quilmes pero al notar que los mandos apenas le respondía, gritó a la tripulación que se preparase para un acuatizaje de emergencia. Inmediatamente después, se comunicó con la torre de control, la puso al tanto de lo que ocurría e inició el descenso. En ese momento, el motor izquierdo había dejado de funcionar y se hallaba envuelto en llamas, por lo que nadie a esa altura, pensaba en la bomba, que aún antes de consumir el carburante, se perdió en la inmensidad del estuario. El avión inició un vertiginoso descenso a 200 km/h y cuando se disponía a posar su panza sobre el río, golpeó la superficie con fuerza y se quebró en dos para hundirse en las turbias aguas del Plata. Solo se salvaron Lieberwirth, Steinkamp y Muhlenberg (el único que no llevaba paracaídas), quienes alcanzaron las cosas de Quilmes a nado ya que el resto de la tripulación pereció ahogada. Lanchas de la Prefectura Naval llegaron para recoger a los sobrevivientes y dos días después, los restos del Avro Lancaster fueron extraídos del cenagoso fondo del río, con los cuerpos de los tres infortunados aviadores en su interior. El accidente fue comentado por todos los medios de prensa del mundo y causó conmoción en el ambiente aeronáutico nacional y muy especialmente en la colonia alemana. Baumbach y Henrici habían sido ases de la 11 gran conflagración y gozaban de fama y respeto en todas las naciones . En los días siguientes, versiones fantasiosas que sin ningún asidero, aseguraban que agentes encubiertos norteamericanos y/o ingleses que según quien relatase los hechos, habrían ingresado a la Argentina por la frontera de Chile o la de Brasil, sabotearon el avión para abortar el programa. Incluso se llegó a barajar la absurda hipótesis de que se había tratado de una venganza nazi por las duras críticas que Baumbach había hecho en su libro a Goering y Hitler. Pese a a conmoción que causó el accidente, el programa del proyectil teledirigido siguió adelante.

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Por disposición de las autoridades militares, el equipo de los hermanos Henrici pasó a trabajar en el Taller Regional Río IV de la Fuerza Aérea, y una vez instalados, personal militar procedió a alistar otros dos Avro Lancaster para reiniciar el período de pruebas y ensayos. Se trataba de los aparatos matrícula B-037 a cuyo mando estaría el capitán Eduardo Di Pardo y el B-038 que sería piloteado por el primer teniente Luis José Diez, el primero portador de las bombas y el segundo equipado con cámaras especiales para filmar al proyectil durante su trayectoria. Al mismo tiempo, fue acondicionado el Gloster Meteor matrícula I-087 con la idea de que fuese empleado como túnel de viento y banco de pruebas ya que se necesitaba analizar el comportamiento del misil en planeo vertical a altas velocidades12. Los argentinos probaron su bomba voladora en varias oportunidades, haciendo pruebas y lanzamientos en la región de General Soler, provincia de Córdoba, donde el Ejército tenía tierras de su propiedad que sirvieron de campo de tiro. Casi todas las experiencias se hicieron sin cargas explosivas ni carburantes Sin embargo, se efectuaron algunas con cargas completas. En todas esas oportunidades, las bombas salieron disparadas y después de un amplio recorrido, detonaron con fuertes explosiones elevando negras columnas de humo en los lugares de impacto. En la oportunidad, los aviones se elevaban hasta los 15000 pies de altura y a 500 km/h efectuaban el lanzamiento. Al desprenderse de su anclaje, los proyectiles caían un par de segundos y luego encendía su propulsor, acelerando por su propia inercial. Guiándose por las bengalas de la cola, el operador de a bordo seguía el rumbo de la PAT-1 y lo guiaba hacia el objetivo al tiempo que el avión Nº 2 registraba la trayectoria con sus cámaras de a bordo. Hubo una ocasión en la que una de aquellas bombas voladoras perdió el control y enfiló directo hacia La Cautiva, pequeña población de escasos 600 habitantes, ubicada al sur del departamento de Río Cuarto, a pocos metros de la Ruta Nacional Nº 7. Después de que el Avro Lancaster efectuara el lanzamiento, la bomba pasó volando sobre los techos, a muy baja altura y se estrelló a escasos metros del perímetro del pueblo, sobre las vías del Ferrocarril General Belgrano, destruyendo parte de su tendido, provocando el corte del servicio durante varios días. La PAT-1 estuvo a punto de ser probada en combate durante la Revolución Libertadora. El 17 de septiembre de 1955, el capitán Eduardo Di Pardo se aprestaba a abordar el Avro Lancaster B-037 estacionado en el Taller Regional de Río IV, cumpliendo directivas del alto mando leal de atacar la Escuela de Aviación Militar que se hallaba en poder de las fuerzas rebeldes. Ese día, por la mañana, Di Pardo se ubicó la cabina y procedió a abrocharse los cinturones del asiento mientras mecánicos y técnicos terminaban de instalar el proyectil en la parte posterior. Delante suyo se preparaba a decolar el Gloster Meteor Mk 4 del mayor Daniel Pedro Aubone, mientras alrededor de ambos tenía lugar el frenético movimiento del personal de la base. El plan de vuelo consistía en un acercamiento al objetivo para disparar la bomba desde una distancia aproximada de 30 kilómetros, lo que permitiría al piloto virar inmediatamente y regresar a la base. Di Pardo efectuaba los últimos controles sobre el tablero de mandos cuando desde la torre llegó el alerta rojo. Un Avro Lincoln rebelde, piloteado por el capitán Orlando Capellini, se aproximaba para atacar la base. Al tiempo que sonaban las alarmas, el personal de tierra corrió en busca de refugio mientras la tripulación abandonaba el bombardero e intentaba ponerse cubierto en dirección a los edificios. El Avro Lincoln rebelde hizo una pasada rasante sobre la pista, sin disparar e inmediatamente después realizó un pronunciado viraje para volver sobre sus pasos, lanzando sus cargas explosivas. Recién en ese momento Aubone notó que había quedado solo y pensó que había llegado su última hora13. La primera bomba alcanzó de lleno el Avro Lancaster B-037 que estalló junto con su bomba voladora. El aparato se partió en dos, envuelto en llamas mientras el personal de la estación aérea, que apenas un instante antes trabajaba montando la PAT-1, seguía corriendo para ponerse a cubierto, no solamente del ataque enemigo sino también de los restos del avión destruido que volaban en todas direcciones convertidos en antorchas. Una segunda bomba pego a poco más de un metro del ala izquierda de Aubone y rebotó contra el pavimento, sin explotar y una tercera estalló algo adelante, averiando a un tercer aparato.

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El bombardero atacante efectuó un nuevo viraje para hacer una tercera pasada, barriendo el sector con el fuego de la ametralladora de cola que accionaba un oficial artillero y el de un arma portátil que disparaba desde la ventanilla del acompañante un cadete de aviación de 4° año14. El avión rebelde se alejó, dejando detrás al bombardero envuelto en llamas y a su bomba voladora hecha añicos. El programa de proyectiles teledirigidos corrió la misma suerte que todos los proyectos encarados por el gobierno de Perón. En 1956 las nuevas autoridades retomaron la iniciativa efectuando nuevas pruebas desde la Base Aérea de El Palomar, al noroeste del Gran Buenos Aires, acondicionando para ello al Avro Lancaster B-043. Las prácticas se llevaron a cabo tomando como campo de tiro un amplio sector del Río de la Plata, frente a Punta Piedras, donde se encontraba semihundido el BDT de la Armada Argentina, “Santa María de Luján”, a 3 kilómetros de la costa. El capitán Athos A. Gandolfi piloteó el bombardero durante los pocos vuelos de prueba que se realizaron en aquella ocasión, lanzando las PAT-1 sobre los restos del transporte naval. Durante uno de esas misiones, el avión sufrió un principio de incendio a bordo y el programa terminó por ser cancelado definitivamente15. Notas Pablo de León, Historia de la actividad espacial en la Argentina, p. 48. El gobierno británico intentó captar a Dyrgalla al término de la guerra pero la actitud de los aliados con respecto a su patria, lo forzaron a abandonar el país. Su verdadero nombre era Ryszard. 2 Ídem, p.49. 3 Ídem, p.50. 4 Ricardo Dyrgalla, El Primer Motor-Cohete Argentino, Cuadernos Aeronáutica Argentina 3, Asociación Argentina Interplanetaria, Buenos Aires, 1959, p. 31-34. 5 Ídem, pp. 3-5. 6 Ídem, p. 7. 7 Ídem, pp. 7-9. 8 Ídem, p. 17. 9 Ídem, p. 27. 10 El 24 de octubre de 1944 le fue otorgada la Cruz de Caballero sobre la Cruz de Hierro, por los valiosos servicios prestados en el frente. 11 Al momento de producirse el deceso, Baumbach tenía 37 años, esposa y tres hijos. Su cuerpo fue trasladado en avión a la Capital Federal, para ser enterrado en el Cementerio Alemán de Buenos Aires. Durante su funeral, hizo uso de la palabra Adolf Galland que, además, portó su féretro hasta el lugar de su último descanso, junto a miembros de la colonia alemana y oficiales de la Fuerza Aérea Argentina. Quien no pudo estar presente ese día fue Hans Rudel, que aún así, hizo llegar una esquela con las siguientes palabras; “Por el cumplimiento de sus tareas en ‘Fábricas Militares’, dio su vida Werner Baumbach. Esta dolorosísima e irreparable pérdida nos deja, a todos, afectados. Para los que durante la guerra fueron sus Camaradas de vuelo, surge la imagen una vez más de su resuelta voluntad y el valiente piloto de guerra que fue; cuando en centenares de veces desafió la muerte y cuando ahora finalmente lo encerró atrapándolo en las arenas del Río de la Plata, donde el llegó. En medio de la plenitud de su vida, fue súbitamente llamado. Frente y a la vista de estos tristes acontecimientos, pensamos, emocionados y con profundo y hondo pesar, en nuestro Camarada de Guerra". 12 Ricardo Burzaco, Las Alas de Perón II, p. 141. 13 Isidoro Ruiz Moreno, La Revolución del 55, Tomo II, Emecé, Buenos Aires, pp. 249-250. 14 Ídem. 15 Ricardo Burzaco, op. cit, pp. 141-142. 1

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EL PODER DE LOS DIOSES

Transcurría el otoño de 1948, cuando una mañana gris y algo fría, Kurt Tank y Perón conversaban animadamente en el despacho presidencial. El ingeniero aeronáutico alemán viajaba frecuentemente a la Capital Federal para presentarle al líder justicialista los correspondientes informes sobre el avance de sus trabajos, informes que aquel seguía con vivo interés. Fue en esa oportunidad que se mencionó por primera vez el nombre de Ronald Richter, científico austríaco que durante la guerra había trabajado en el desarrollo y control de la energía nuclear. Tank conoció a Richter en Berlín, cuando aquel se hallaba abocado a diversos proyectos militares en el laboratorio particular que le había montado su padre, hombre de fortuna, según el prestigioso diseñador aeronáutico y que entre los mismos destacaban diversas experiencias con Rayos X y energía nuclear. Perón escuchaba el relato con suma atención y de tanto en tanto lo interrumpía para hacerle alguna pregunta. Ronald Richter había nacido el 11 de octubre de 1909, en la ciudad austríaca de Falkenau an der Eger (hoy parte de la República Checa), en el seno de un hogar acomodado. Finalizado su ciclo escolar, ingresó en la Universidad Alemana de Praga para estudiar ciencias, y seis años después egresó, según algunos historiadores, con un doctorado en Ciencias Naturales y según otros con las manos vacías ya que no llegó a recibirse. Fue entonces que el joven Richter se puso a trabajar por su cuenta experimentando con rayos X y rayos Delta, cuya fuente anunció haber descubierto sobre la misma superficie terrestre. En su libro sobre el proyecto secreto de la Isla Huemul1, el profesor Mario J. Mariscotti explica que para el físico alemán Richard Martin Gans, fundador y director del Instituto de Física de la Universidad de La Plata2, Richter había desarrollado una tesis en la Universidad Alemana de Praga, en la que intentaba demostrar que los Rayos Delta eran emitidos desde la Tierra. El profesor Heinrich Freiherr Rausch von Traubenberg, físico nuclear del mismo origen, no estuvo de acuerdo con aquella teoría, por lo que Richter se retiró de aquella alta casa de estudios para trabajar en otro lugar y terminó graduándose en otra especialidad. Por su parte, el físico Kurt Sitte3, ha dicho que en los días que se desempeñaba como asistente del profesor Reinhold Furth4 en el Departamento de Física Experimental de la mencionada universidad, Richter intentó interesarlo sobre su proyecto, aquel de la radiación de los "rayos terrestres" desde el interior de la Tierra y la variedad de efectos que causaban. Al parecer, el joven austríaco estaba muy excitado con la idea y fue muy difícil convencerlo de que las pruebas que citaba eran inconsistentes5. En los días de la guerra, Richter trabajó en su laboratorio particular junto a su asistente Heinz Jaffke y allí permaneció hasta la caída de Berlín.

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Con la capital del Reich en llamas y las tropas rusas aproximándose a la Cancillería, tanto él como su ayudante procedieron a destruir el instrumental y a quemar la documentación que no podían cargar e inmediatamente después se alejaron del lugar perdiéndose en el caos en el que se había convertido la ciudad. Se supo después, que estuvo deambulado por varios países de Europa, trabajando entre otras cosas, en la activación de catalizadores para la industria del petróleo, en el perfeccionamiento de acumuladores livianos, en la investigación de vibraciones en la estructura de los aviones y en la de turbulencias en túneles aerodinámicos. Tank explicó a Perón que había conocido a Richter en Alemania y que entre 1946 y 1947 se lo encontró en Londres, cuando era prisionero de los ingleses. Fue allí donde el austríaco le habló de sus investigaciones sobre la energía nuclear controlada y la posibilidad de dotar a aviones de guerra con aquel propulsante. Perón se interesó en el asunto y sabiendo que los norteamericanos dominaban esa energía y que los rusos trabajaban activamente para lograrla, entrevió la posibilidad de que nuestro país pudiese hacer lo mismo y sin perder tiempo, mandó ubicar al científico con el fin de tentarlo y traerlo a la Argentina. Según parece, en mayo de 1948 Richter se hallaba en Paris y fue allí donde los argentinos establecieron contacto con él a través del arquitecto Herbert Helferich, quien lo llamó desde Suiza y le manifestó que el profesor Tank lo había recomendado al general Perón y que éste lo invitaba a viajar a Buenos Aires. Pocos días después, la Argentina envió a Europa a uno de sus agentes encubiertos con la misión de establecer contacto personal con Richter. Se trataba de un oficial de la Fuerza Aérea de apellido Peters, posiblemente un nombre en clave, quien propuso al austríaco la firma de un contrato para trabajar en el país del sur, cosa con la que aquel no estuvo de acuerdo. Fue testigo de estas gestiones el doctor Augusto Siebrecht, industrial alemán y ayudante de Kurt Tank, que había conocido a Perón en los tiempos de su estadía en Chile, de donde había sido expulsado en marzo de 1945, acusado de espionaje6. Las conversaciones continuaron hasta que Richter finalmente aceptó, no sin imponer algunas condiciones como las de su alojamiento, las de llevar con él a su asistente con su familia, las medidas y comodidades del laboratorio en el que debería trabajar y, por sobre todo, la de viajar con su gato Epsilon. El 15 de agosto él, su esposa Ilse Alberdt y su preciada macota abordaron un avión y al día siguiente llegaron a Buenos Aires, sin haber firmado ningún contrato ni comprometido su palabra en nada. Una semana después, recibió en el hotel donde se alojaba una citación de Perón. El 24 de agosto el científico austríaco se hizo presente en la Casa de Gobierno, acompañado por Siebrecht y después de ser anunciado, pasó al despacho presidencial donde el primer mandatario lo esperaba en compañía de los brigadieres San Martín y Ojeda. La reunión se prolongó durante varias horas y en ella, Richter explicó al presidente que era posible realizar y controlar reacciones termonucleares en cadena y obtener un poder ilimitado. Fue tan convincente en su exposición que Perón, que nada sabía de física ni de energía nuclear, quedó fascinado y sin pensarlo dos veces, ordenó comenzar con los experimentos a la mayor brevedad posible. El líder justicialista impartió una serie de disposiciones poniendo especial énfasis en que los pedidos e indicaciones de Richter debían ser satisfechos sin cuestionamientos, sobre todo en lo relativo a instalaciones, alojamiento y materiales para la puesta en marcha del programa. Siguiendo órdenes directas del presidente argentino, Richter se estableció en la quinta “Monserrat” de Villa del Lago, que en un primer momento había sido adjudicada a Kurt Tank, mientras comenzaba a montarse su laboratorio en la Fábrica Militar de Aviones, muy cerca de donde trabajaba el célebre diseñador. Cuatro meses permaneció Richter en Córdoba, al amparo del contrato que había firmado con la Secretaría de Aeronáutica en el mes de noviembre. De acuerdo a las cláusulas del convenio, el propio brigadier Ojeda sería el encargado de supervisar el montaje de aquel centro de investigaciones y el catalizador de cualquier tipo de inconveniente que surgiera con la llegada del austríaco. Y es que desde el primero momento la extravagante personalidad del científico comenzó a generar problemas.

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Richter junto a su esposa Ilse, nacida en Bariloche y su gato Epsylon

su

hija

Mónica,

Pasados los primeros días, Richter se manifestó autoritario, soberbio, altanero y paranoico. Comenzó a hablar de agentes encubiertos que espiaban su trabajo, de delaciones, de actos de sabotaje y de amenazas, que motivaron los primeros choques con el equipo de Tank. Tal fue el grado de tensión que se generó, que incluso el mismo Rudel comenzó cansarse del singular temperamento del físico. El Dr. Mario Mariscotti explica en su libro que, debido al carácter secreto de los experimentos, la Fuerza Aérea montó una fuerte custodia en torno al nuevo laboratorio7. Por esos días llegaron a Villa del Lago Jaffke y su esposa, únicas personas con las que el matrimonio Richter tenía trato. Con el resto de los alemanes, las relaciones continuaron tensándose hasta tal punto que, tal como lo dice el documental Proyekt Huemul, el IV Reich en la Argentina de Rodrigo H. Vila, Rudel llegó a sugerir, medio en broma medio en serio, que habría que colocar una bomba debajo del automóvil de Jaffke para hacerlo volar. A comienzos de 1949 se produjo un incendio en el laboratorio que el físico austríaco interpretó como un acto de sabotaje. Soldados armados rodeaban día y noche mi galpón en que yo trabajaba, y aún así una noche sucedió algo sin explicación. Un hombre de apellido Blasón, que trabajaba para el servicio secreto de la Aeronáutica, ingresó en el laboratorio con Siebrecht. Esa noche se produjo un incendio. Yo me di cuenta enseguida de que habla sido un sabotaje y comprendí que el destinatario, por elevación, era el brigadier Ojeda8. Richter se puso en tal grado paranoico, que a Kurt Tank le costó mucho esfuerzo calmarlo. No lo consiguió totalmente, ni siquiera cuando la investigación policial arrojó como resultado que el motivo del siniestro había sido un cortocircuito. El físico seguía insistiendo con que todo había sido causa de un acto de sabotaje y adujo que espías extranjeros observaban su trabajo.

La intervención de la Policía Federal molestó sobremanera a la Fuerza Aérea, a cuyo cargo se hallaba el proyecto y eso fue el detonante para que entre Perón y el brigadier Ojeda decidiesen la reubicación del científico en otro punto del país. Richter manifestó que no quería seguir trabajando en Córdoba y Perón, preocupado por el incidente, le encomendó al coronel Enrique González, compañero y subordinado suyo en el GOU, que se hiciese cargo del asunto. Perón y González se reunieron a solas en la Casa Rosada. El documental de Vila los muestra a ambos conversando por los pasillos y jardines del palacio de gobierno, mientras el primer mandatario pone a su amigo al tanto de lo que ocurría.

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Dada su vasta experiencia y caudal de conocimientos, Perón sentía respeto y admiración por su interlocutor. Había sido oficial adscripto de la Wermatch y había estado en el frente de guerra a las órdenes del legendario general Guderian. La amistad de ambos databa de 1917 razón por la cual, en 1948, el líder justicialista lo designó jefe de la Oficina de Migraciones y le encomendó la gigantesca misión de poblar la Patagonia. En lo que al incidente con Richter se refiere, González estaba al tanto de lo ocurrido a través de su hijo, joven oficial de la Fuerza Aérea que por dominar perfectamente el alemán y el inglés, oficiaba de intérprete entre el personal argentino y germano adscripto al Instituto Aerotécnico de Córdoba. Perón explicó a González los detalles de lo ocurrido en Villa del Lago y le ordenó viajar hacia allí para hablar con Tank y hacer una visitar de inspección al laboratorio de Richter. Quería que el austríaco se moviese en un ambiente de plena libertad que le permitiera trabajar relajado y seguro y para ello, necesitaba saber cuáles eran sus necesidades. A Richter nunca le gustó González, a quien consideraba hombre de confianza de Perón pero que, según su entender, era el motor de una gran conspiración contra el mandatario9. Cumplida su misión, González se abocó a la tarea de organizar un grupo de militares y civiles para ubicar un sitio ideal donde montar el nuevo laboratorio. Lo componían el brigadier Ojeda, Kurt Tank, el teniente González y el propio Richter, quienes sobrevolaron diferentes zonas del país, en especial la zona cordillerana entre San Juan y Catamarca, las cataratas del Iguazú, Córdoba, diferentes puntos de la Patagonia y el lago Nahuel Huapi. El austríaco quedó fascinado con Bariloche pero mucho más con la isla Huemul, que con sus 60 hectáreas boscosas, a solo un kilómetro de la costa y siete de la mencionada ciudad, parecía el sitio ideal para montar el laboratorio, aislado, solitario y distante.

La isla Huemul, en el lago Nahuel Huapi fascinó a Richter La región le recordaba a Richter su país natal, con sus montañas, sus lagos y bosques. La abundancia de agua, el clima fresco, la ausencia de polvo tan perjudicial para el instrumental, su aislamiento y los vientos, creaban el clima ideal para trabajar y eso fue lo que le manifestó a Ojeda después de recorrer la región. Finalizada la búsqueda, el equipo se trasladó a Buenos Aires para informarle a Perón los resultados de la pesquisa. Estuvieron presentes también August Siebrecht y varios ministros, ante quienes Ojeda explicó los motivos por los que la mencionada isla parecía el lugar ideal para trabajar. Perón se manifestó satisfecho y fue tal su entusiasmo, que fue la primera vez que habló de construir un submarino de propulsión nuclear. El coronel González fue puesto a cargo del plan nuclear y con los planos de las obras listos, puso manos a la obra de manera inmediata.

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El 21 de julio de 1949 Perón creó por decreto presidencial Nº 20.500, el Centro Huemul, que puso bajo la dirección del científico austriaco. Un año después, el 31 de mayo de 1950, hizo lo propio con la Comisión Nacional de Energía Atómica (decreto Nº 10.936), que pasó a depender directamente de la Presidencia de la Nación por intermedio del Ministerio de Asuntos Técnicos y por medio de un nuevo decreto presidencial, el Nº 16.147, se designó a sí mismo presidente de la comisión, al coronel González, secretario y al ministro de Asuntos Técnicos Raúl Mendé, encargado de brindar logística y planificación. Puesto en marcha el programa, el gobierno se debió enfrentar un serio dilema, necesitaba justificar los 6000 millones de pesos que demandaba ya que el mismo era secreto y se encaraba sin conocimiento del Congreso y buena parte de los organismos de estado, pero Perón tenía prácticamente la suma del poder público y el asunto no fue tan complejo como pareció en un primer momento. Pese a las precauciones que se habían adoptado, las noticias se filtraron y llegaron a los principales centros de poder del mundo occidental. El “New York Times” comentó el hecho en los días siguientes y la agencia de noticias News Service dio cuenta de que los argentinos habían comenzado trabajar en el asunto, asistidos por científicos alemanes que emigrados al país. El mismo día en que el primer mandatario firmó el decreto Nº 20.500, se puso en marcha un gigantesco operativo que tenía por objeto la construcción del primer complejo nuclear del hemisferio sur, destinado a obtener el control de la energía atómica y con ello, un poderío ilimitado que representaba un tremendo peligro para la paz del mundo. De esa manera, efectivos de la 2ª Compañía de Ingenieros del Ejército Argentino comenzaron a transportar maquinaria, equipo, materiales y herramientas hacia el sur, destinados a los trabajos de desmonte y construcción de edificios en los sectores asignados para el laboratorio y sus dependencias.

Camiones, materiales y equipo hacia la isla Huemul (Rodrigo H. Vila, Proyecto Huemul. El IV Reich en la Argentina, History Channel) Camiones militares iban y venían desde la estación del ferrocarril hasta Playa Bonita transportando toneladas de ladrillos, arena, madera, barras de hierro, maquinarias, herramientas y 20.000 bolsas de cemento. Una vez en el lago, personal del Ejército procedía a descargar material y equipo para trasladarlos a las balsas que allí esperaban y efectuar el cruce a la isla. La operación se llevó a cabo con total hermetismo y bajo una fuerte custodia armada que impidió a personas ajenas acercarse a los lugares mencionados. En marzo de 1950, Richter y Jaffke se instalaron con sus esposas en las dos casas de Bariloche que el gobierno les había asignado y siguieron de cerca el operativo. Pocos días después el austríaco obtuvo la ciudadanía argentina en tiempo récord, pese a que la ley establecía un mínimo de dos años de residencia para solicitarla. Y en esas condiciones comenzó su vida en el sur. Hay quienes lo recuerdan recorriendo Bariloche en su Cadillac, vistiendo campera de cuero o yendo al cine con su esposa.

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En junio, llegaron Wolfgang Ehrenberg, prestigioso científico nacido en Munich, que se convertiría en el segundo asistente de Richter y el ingeniero italiano Mario Della Janna, oriundo de Bolzano, que fue nombrado jefe del depósito. Ehremberg tendría a su cargo de la fabricación de deuterio, es decir, agua pesada y Della Janna, que hablaban perfectamente alemán, pasaría a desempeñarse como segundo de Ehrenberg. La historia del científico italiano era digna de una película de espionaje. En mayo de 1945, oficiales del servicio secreto británico se presentaron en su domicilio para investigarlo por sus supuestas simpatías con el régimen fascista y al no encontrarlo, arrestaron a su madre, a la que interrogaron por espacio de nueve horas. En el complejo de la isla Huemul le fueron asignados los destiladores de agua pesada, un trabajo lento y complejo, que requería de mucha atención ya que al tiempo que manipulaba el líquido y los recipientes, debía registrar lo iba ocurriendo a través del amperímetro, el voltímetro y el termómetro, mientras tomaba nota de las temperaturas y corrientes.

Playa Bonita en la actualidad. En este punto fueron embarcados en secreto equipo y materiales destinados al centro atómico Cuatrocientos efectivos de la 2ª Compañía de Ingenieros, entre los que había albañiles, carpinteros y electricistas, trabajaron día y noche de lunes a sábados, alternándose en turnos cerrados de ocho horas, bajo la dirección de oficiales que respondían directamente al coronel González.. El general Joaquín Saurí y el capitán Constantino Pasolli tuvieron a su cargo el desmonte y limpieza del terreno en aquellos sectores donde se iban a levantar las instalaciones, así como también la construcción de los caminos y edificios, todo bajo un estricto operativo de seguridad y vigilancia a cargo del mayor Monti, jefe de la guarnición militar de Bariloche y su segundo, el capitán Podri. El movimiento se tornó tan intenso, que según Mariscotti, llegaron a escasear bolsas de cal y cemento en el país porque el proyecto nuclear era prioritario. Transportes de la Fuerza Aérea efectuaron decenas de vuelos entre Buenos Aires y Bariloche llevando en sus bodegas el instrumental y el equipo destinado al complejo. La mayoría de esos vuelos fueron realizados por oficial de apellido Blasón, a quien Richter, acusaría de ser uno de los espías que habían ayudado a Augusto Siebrecht a sabotear su laboratorio en Córdoba. Por expresa directiva de Perón, tanto el Ejército como la Aeronáutica debían satisfacer todas las solicitudes que Richter hiciera desde la isla así como solucionar todos los inconvenientes que pudiesen surgir a lo largo de los trabajos. Por orden del gobierno, se llevaron a cabo una serie de vuelos secretos a los Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Holanda para adquirir el instrumental que Richter necesitaba, montándose para ello una nueva operación encubierta que, a través de una serie de agentes y espías, lo conseguía de manera clandestina y lo ingresaba al país de contrabando.

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La construcción del complejo llevó cerca de un mes, con Richter yendo y viniendo permanentemente entre Buenos Aires, Bariloche y la isla Huemul. Por entonces, el servicio secreto argentino tenía indicios de que Estados Unidos estaba al tanto de lo que sucedía en el sur y que preparaba alguna maniobra para sabotear el proyecto. En Washington conocían al austríaco y su nombre figuraba en la lista de sesenta físicos especializados elaborada por las fuerzas de ocupación anglo-norteamericanas después de la guerra. Incluso el mismísimo Enrico Fermi había manifestado al Dr. Mario Fano, emisario del gobierno argentino en Italia, que había escuchado hablar de él10. El 8 de abril Perón y Evita visitaron la isla y recorrieron detenidamente sus instalaciones al tiempo que se interiorizaban de todos sus detalles por boca del mismo Richter. El armazón de madera que iba a hacer de base para la construcción del cilindro de hormigón, impresionó tanto a la pareja presidencial, que Evita dispuso que en lugar del jornal que recibían los conscriptos que trabajaban allí fuese proporcional al de los albañiles, que era mayor.

Comienza la construcción del primer reactor En el mes de mayo comenzó la construcción del reactor, el mencionado cilindro de hormigón armado de 12 metros de alto por 12 de diámetro, la principal estructura de aquel complejo que, de tener éxito, iba a convertirse en el proyecto más importante de la historia argentina. Después de la inspección, Perón y Evita mantuvieron una conversación a puertas cerradas con el matrimonio Richter. El documental de Vila muestra al primer mandatario y su esposa observando el reactor mientras un gesticulante Richter da explicaciones, pero en esa fecha, la estructura de hormigón todavía no había comenzado a ser construida. De todas maneras, Perón y Evita quedaron fascinados por las dimensiones del complejo y por las edificaciones que se estaban levantando y por esa razón, reiteraron todo su apoyo al científico austríaco. Quienes también comenzaron a inquietarse fueron las naciones vecinas. En Brasil, el militante radical Agustín Rodríguez Amaya, exiliado en aquel país, denunció en la “Folha da Manhá” que Perón trabajaba afanosamente para conseguir la bomba nuclear y que el decreto Nº 10.936 era la prueba de ello. Para el Departamento de Estado norteamericano, se trataba de una demostración cabal programa militarista que

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aquella Argentina fascista, católica, sindicalista y autoritaria intentaba poner en marcha para dar forma a su mentada tercer aposición e imponer su autoridad en aquella parte del mundo.

Perón y Evita visitan a Richter en la isla (Rodrigo H. Vila, Proyecto Huemul. El IV Reich en la Argentina History Channel) En Estados Unidos, la revista “New Republic” publicó un artículo firmado por William R. Mizelle titulado “El plan nuclear secreto de Perón”. El autor de la nota se refería al prestigioso físico Enrique Gaviola, en esos momentos presidente de la Asociación de Física Argentina, argumentando que trabajaba para el dictador argentino, versión falsa y tendenciosa ya que Gaviola, que había estudiado en Berlín donde tuvo como maestro al mismo Einstein, era profundamente antiperonista. El plan nuclear de Perón fue denunciado por los Estados Unidos y Gran Bretaña como una amenaza para la paz mundial Para el Dr. Holger Meding, profesor de Historia de la Universidad de Colonia, autor del libro La ruta de los nazis en tiempos de Perón, era evidente que los alemanes y el líder justicialista intentaban dar forma a un IV Reich en el extremo sur de América, equidistante entre el mundo capitalista que encabezaba Estados Unidos y la amenaza comunista que representaba Rusia. Todo parecía indicar que las denuncias hechas oportunamente por el gobierno británico, en el sentido de que una tercera guerra mundial provendría de la Argentina y que el nuevo campo de batalla mundial sería Sudamérica, tenían asidero. La Argentina era una nación en armas, con un gobierno fascista, cuyo gasto militar superaba el de toda Sudamérica junta y que junto a la España falangista, eran los únicos regímenes de esa tendencia que se mantenían con vida después de la Segunda Guerra Mundial. Las potencias occidentales insistían con que aquellas dos naciones junto a Rusia y Egipto, constituían una suerte de “eje del mal” de la época y la amenaza de un proyecto nuclear propio por parte de la nación sudamericana, ponía en alto riesgo la paz mundial. El complejo nuclear de Perón constaba de cuatro edificios principales en la parte sur de la isla: el Laboratorio Nº 1, donde se encontraba el reactor, el Nº 2, en el que Richter llevaba a cabo sus experimentos, la usina eléctrica, la casa de Richter, el laboratorio fotográfico, el depósito, el puesto de guardia y el embarcadero, todos unidos por caminos y escalinatas, rodeado por una espesa y tupida arboleda.

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Instalaciones del centro atómico de la isla Huemul(Mario J. Mariscotti, El Secreto Atómico de Huemul: Crónica del Origen de la Energía Atómica en la Argentina) En el mes de junio, los operarios procedieron a retirar el encofrado y cuando la estructura de hormigón del reactor quedó al descubierto, el científico reparó en los quince caños de hierro radiales de dos pulgadas que atravesaban el cilindro hacia la cámara interior. Fue entonces que recordó otros de 20 cm de fibrocemento que había visto en otro sector de la isla y como si se tratase de la cosa más sencilla, dijo que había que sustituirlos. Los oficiales que dirigían la construcción quedaron atónitos al escuchar la directiva y se apresuraron a hacer notar que aquello era imposible porque los tubos de hierro estaban embutidos en el hormigón y que por esa razón, resultaba imposible extraerlos. Entonces Richter dijo que en ese caso, había que demoler toda la estructura porque existían fisuras que ponían en riesgo el programa. Fue la primera señal de desequilibrio mental pero no la única. En su documental, Rodrigo H. Vila muestra al austríaco presa de ataques de esquizofrenia. Se lo solía ver en trance, poniendo los ojos en blanco, totalmente abstraído y encerrado en sí mismo; cambiaba constantemente de lugar mobiliario e instrumental, ya fueran bobinas, electrodos, circuitos o inyectores; por otra parte, solía intervenir hasta en los detalles más insignificantes y por esa razón hacía permanentes modificaciones en los planos y el proyecto que no hacían más que retrasar la puesta en marcha del programa. Esos cambios de parecer, casi constantes, degenerarían en conflictos y fuertes cruces de palabras con el resto del personal. Tras fuertes discusiones, Richter ordenó al coronel González, la demolición del cilindro y mandó excavar un pozo de 20 metros de profundidad para construir allí el nuevo reactor. Cuando González intentó hacerlo entrar en razón, se produjo un altercado que finalizó cuando el científico europeo le recordó al militar que tenía órdenes del primer mandatario, se satisfacer todas las demandas que hiciera. Perón en persona debió intervenir para que sus subordinados siguiesen al pie de la letra las instrucciones del físico y apaciguar los ánimos del personal militar y su equipo de colaboradores. Pocos días después, los soldados comenzaron a cavar un hoyo de 15 metros de profundidad por otros15 de diámetro pero cuando estuvo terminado, el austríaco lo mandó tapar nuevamente. Varios años después, Richter justificaría su actitud hablando de sabotajes, un tema que realmente lo obsesionaba: Yo daba instrucciones para que se edificara y alguien daba la contraorden y destruían lo que habían hecho. Así fue todo el tiempo. Ese es el sabotaje del que era víctima, y que propiciaba el coronel González en su 11 conspiración contra Perón . Como la situación se tornaba cada vez más tensa, a mediados de junio Richter viajó a Córdoba, para pedirle a Kurt Tank que intercediese en su favor. Llegó en mal momento porque en esos días, el gran diseñador se disponía a probar el flamante Pulqui II y fue poco el tiempo que pudo concederle. Aún así, se hizo un momento para escucharlo y fue entonces que redactó un informe destinado al coronel González y al propio Perón, en el que aseguraba que el trabajo de su recomendado estaba bien encaminado y que se encontraba próximo a alcanzar la fusión.

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Con el escrito en la mano, Richter voló a Buenos Aires y solicitó una entrevista con el presidente. Al llegar al Aeroparque Metropolitano abordó un taxi y se dirigió directamente a la Casa Rosada dispuesto a hacer valer su posición. Una vez en el Palacio de Gobierno fue conducido hasta despacho presidencial donde, para su sorpresa, vio que se encontraba presente el coronel González y una vez sentado frente a Perón, procedió a relatarle los hechos y el porqué de su decisión de demoler la estructura del primer reactor. El líder justicialista estaba plenamente convencido de las capacidades de Richter y seguía confiado en sus conocimientos, además, el propio Tank lo había recomendado y eso lo decidió a seguir adelante con el programa, brindándole todo su apoyo. Satisfecho, el físico austríaco voló a Bariloche y a poco de su arribo nació su hija Mónika. Pero aquella mente ansiosa y compleja, no estaba en sus cabales y de ello era clara prueba su obsesión por los espías y saboteadores. Según creía, dos de los ingenieros navales que habían trabajado en la isla durante la construcción de los edificios, Constantini y Vacca, seguían de cerca sus movimientos e informaban de los mismos al coronel González y a su hijo, oficial de la Aeronáutica, a quien le habían asignado como ayudante administrativo. “Yo estaba rodeado de espías y de saboteadores”12. Richter explicaría años más tarde que durante la construcción del pozo destinado al reactor, fueron inutilizadas las instalaciones para que el mismo, una vez en funciones, se inundara. Casi al mismo tiempo, tuvieron lugar una serie de inexplicables incendios en diferentes puntos de la isla que si bien fueron controlados, alimentaron la paranoia de Richter. Tanto fue así, que comenzó a moverse armado y hasta solía desplazarse semiagazapado en la obscuridad, con su pistola desenfundada. Por esa razón, dispuso que todo el personal del centro atómico efectuase prácticas de tiro en el polígono de la guarnición de la isla y hasta ordenó a sus colaboradores cercanos, ir al cine de Bariloche para ver la película de espionaje La Gran Amenaza13, en la que espías y saboteadores se debatían entre laboratorios y plantas nucleares.

Cierta vez dijo en su casa, durante una reunión en la que se encontraban presentes el matrimonio Jaffke, Mario Della Janna y el doctor Wolfgang Ehrenberg, que la radiación que emitiría el reactor, dejaría estériles a quienes trabajaban en Laboratorio Nº 2 y que la isla podía convertirse en un bloque de vidrio si durante las pruebas algo salía mal. También comentó que en ese caso iba a ser necesario evacuar Bariloche y que la zona inmediata al lago se iba a convertir en un páramo yermo. En otra ocasión explicó, con cierto aire de triunfo, que había rechazado trabajar para los Estados Unidos porque las autoridades de migraciones le impedían llevar consigo a su gato Epsilon. Era evidente, que la mente de aquel hombre extraño y controvertido estaba fallando y poco a poco su entorno, comenzaba a notarlo. La tensión fue aumentando paulatinamente, más cuando los militares se empezaron a impacientarse ante la ausencia de resultados. Aún así, Richter arremetió con nuevas exigencias. En primer lugar, redactó un informe en alemán, de cuatro carillas, titulado “Organization Plan Projekt Huemul” al que colocó la leyenda “Top Sectet” antes de enviárselo a Perón. El documento hacía referencia a la seguridad de la isla y los peligros que amenazaban al plan nuclear y por esa razón, solicitaba el control absoluto de la misma, reclamando el montaje de un riguroso dispositivo de alerta y vigilancia consistente en una guardia armada que actuase bajo sus órdenes, escogida entre el personal militar más calificado, con autorización para abrir fuego en caso de ser necesario. También pidió el establecimiento de dobles turnos de guardias en los laboratorios, permisos para portar armas a todo el personal, la construcción de una torre de observación provista de un poderoso faro giratorio, una lancha de desembarco para el transporte de tropas ante la posibilidad de un ataque o la llegada de agentes encubiertos y varios focos luminosos mas para ser instalados en diferentes puntos de la isla, todos apuntando hacia las aguas del lago durante las noches, con el objeto de prevenir cualquier tipo de incursión.

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Pese a que la gente comenzaba a hablar con mayor insistencia de la locura de Richter, Perón dio curso a todas sus solicitudes dando forma a la Sección Huemul de la Gendarmería Nacional, verdadera guardia personal del científico austríaco, formada por efectivos fuertemente armados. Así fue como, durante las noches, los pobladores de Bariloche y sus alrededores comenzaron a ver extraños haces de luz provenientes de la isla, moviéndose sobre las aguas del lago y las costas vecinas, dando a todo el entorno el aire de misterio propio de una película de suspenso o ciencia ficción. A mediados de febrero de 1951 tuvo lugar un hecho que conmocionó al mundo y pareció poner en peligro, al menos por un tiempo, la endeble paz mundial. El día 15 de aquel mes Jaffke, el asistente de Richter, trabajaba en el Laboratorio Nº 2 cuando notó, a través de un espectrógrafo y dos detectores de radiactividad Geiger-Miller, que después de efectuar varios disparos de rayos sobre un arco voltaico ubicado en el interior de un cilindro cargado con litio e hidrógeno, se registraba el espectro de los elementos quemados en la placa de uno de ellos. El alemán repitió varias veces el experimento comprobando que el revelado de la placa y el espectro mostraban unas delgadas líneas verticales, un tanto curvadas, que parecían señalar un desplazamiento en el tiempo14. Jaffke enseñó los resultados a Richter y este, al verlos, lanzó un alarido de júbilo. -¡Lo hemos logrado! Cuidándose de emitir una opinión, el asistente le dijo a su jefe que antes de dar por sentado el éxito del experimento, debían hacerse nuevas pruebas porque al momento de efectuar los disparos sobre el arco voltaico, las placas se movían y eso podía ser lo que ocasionaba el efecto. -Dr. Las placas se movían –dijo con un tono de voz que mostraba ciertas dudas- Volvamos a repetir las pruebas. -¡¡De ninguna manera – respondió Richter – no voy a repetir nada!! Y sin decir más, salió corriendo hacia su oficina para llamar por teléfono al coronel González e informarle que había logrado controlar la fusión nuclear. Perón se sobresaltó cuando supo la novedad y pletórico de emoción, solicitó a sus asistentes que organizaran una conferencia de prensa para hacer el anuncio. Luego se comunicó con Richter y este le confirmó la novedad de que acababa de provocar una fusión en un arco voltaico, originando una temperatura de varios millones de grados y que la misma era factible de ser controlada. De acuerdo al Dr. Mariscotti, los grados apenas eran miles y para nada suficientes15. El científico austríaco estaba pletórico de entusiasmo, no así su asistente Jaffke, conciente de que su jefe y amigo se había apresurado a sacar conclusiones. Tuvo lugar entonces un hecho preocupante y en extremo grotesco que volvió a dejar en claro que Richter estaba perdiendo la cordura. Un coronel del Ejército de apellido Fox, decidió trasladarse a la isla para supervisar in situ lo que estaba ocurriendo. Por esa razón, acompañado por dos subalternos, abordó una lancha y enfiló hacia allí. Después de cruzar el lago, los militares se detuvieron junto al muelle y una vez que amarraron la lancha, echaron a caminar sobre las tablas de madera del embarcadero, en dirección al complejo nuclear. En ese preciso momento, con su pistola de puño y intentaron dialogar pero autorización. Sin dejar de manera inmediata.

Richter y dos de sus guardias armados les salieron al paso, el primero apuntando los otros con sus fusiles. Fox y sus acompañantes se detuvieron estupefactos e el austríaco, sin permitirles hablar, los increpó por haber desembarcado sin apuntarles, los obligó a volver sobre sus pasos y les exigió abandonar el lugar de

Fox intentó más entablar un diálogo nuevamente pero no pudo; en tono firme y amenazante, el científico lo hizo retroceder hasta que, en un determinado momento, perdió el equilibrio y cayó al agua. Según el Dr. Mariscotti, la gorra del militar quedó flotando en el lago durante varios minutos.

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Perón, convencido de que el austríaco había logrado controlar la energía nuclear, salió nuevamente a mediar para impedir que el proyecto colapsase y pese a que la actitud de Richter merecía algún tipo de escarmiento, le brindó todo su apoyo y hasta le escribió una carta manuscrita, fechada el 28 de aquel mes en la que decía: Mi querido amigo. Lamento lo ocurrido con el Cnel. Fox. Se trata de la rigidez militar y un malentendido, según me explica el ministro de Ejército. Mi deseo es que Ud. trabaje allí tranquilo y sin problemas de ningún género. Para tal fin, adjunto una orden mía que Ud. puede hacer valer allí, en toda circunstancia. Con mis mejores deseos, le envío un gran abrazo y congratulaciones por los éxitos ya alcanzados. Juan Perón16 Adjunta a esa carta, venía una orden firmada por el primer mandatario, en la que se podía leer: Por la presente, queda Ud. designado mi único representante en la isla Huemul, donde ejercerá por delegación mi misma autoridad. Los trabajos de investigación atómica dependen allí solamente de usted y, en caso necesario, yo indicaré en cada caso si algún funcionario le entrevistará en mi nombre. El coronel González, secretario de la Comisión Atómica, es quien normalmente se entenderá con usted a los fines correspondientes . Igualmente autorizará usted en cada caso quién me entrevistará en su nombre cuando sea necesario. Buenos Aires, 1º de marzo de 1951 Juan Perón Richter quedaba investido de poderes dictatoriales que lo convertían en amo absoluto y máxima autoridad de la isla, cuya autoridad solo era superada por la del propio Perón, una medida anticonstitucional y una aberración jurídica solo factible en los regímenes dictatoriales. En la mañana del sábado 24 de marzo de 1951, ante un importante número de funcionarios y periodistas especialmente convocados, Perón anunció al mundo que la Argentina había logrado controlar la fusión nuclear: “En la planta piloto de energía atómica en la isla Huemul de San Carlos de Bariloche se llevaron a cabo reacciones termonucleares bajo condiciones de control en escala técnica […] Es un nuevo sistema que trata como dice Richter de encender soles artificiales en la tierra”. La opinión pública internacional quedó consternada ante el anuncio y mucho más cuando el primer mandatario pasó la palabra al científico y este brindó mayores detalles. Puedo afirmar que esto no es copia del extranjero. Es un proyecto completamente argentino, algo que resultará completamente nuevo para las demás naciones como para nosotros. Y deseo recalcar que el mismo no hubiera sido posible sin el apoyo del presidente de la Nación. El proyecto fue llevado a cabo por un grupo de personas que estuvieron en gran peligro a diario y que este peligro aumentaba día a día. Lo sensacional es que los que los norteamericanos consiguen en el momento de la explosión con una Bomba H, en la Argentina ha sido realizado en laboratorios y bajo control. “Nuestro país está en condiciones de producir energía atómica controlada”17 rezaban los titulares de los diarios el 25 de marzo de aquel controvertido 1951, “Posee además los secretos reales de la de hidrógeno”; “Profunda repercusión tuvo en Washington el anuncio argentino sobre la producción de energía atómica”, “En la Isla Huemul, Bariloche, se realizó el ensayo definitivo”, “Prepara un experimento que asombrará al 18 mundo” , “Honda repercusión tuvo en el mundo la noticia del descubrimiento”, “Peron announces new atom power”, “Perón announces new way to make atom yield power”19. Richter regresó a la isla Huemul para seguir con los experimentos mientras en todos los rincones del globo se trataba el asunto, en buena parte en tono escéptico aunque en otra, temerosa de que la Argentina hubiese alcanzado realmente la hazaña y rompiese el equilibrio mundial.

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La Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos no hizo comentarios pese a la honda preocupación que exhibida uno de sus representantes, Gordon Dean, quien exigió ante el Congreso el envío de una delegación gubernamental para tratar el tema con Perón.

Perón y Richter en la Casa Rosada el día que al austríaco le fue entregada la Medalla de la Lealtad Peronista

Richter y su esposa en la Casa Rosada. El científico sostiene su diploma de Doctor Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires En plena conmoción, mientras las principales naciones del mundo seguían comentando la primicia, el 28 de marzo Richter fue condecorado por el gobierno justicialista en un acto que tuvo lugar en el Salón Blanco de la Casa Rosada y que contó con la presencia de ministros, funcionarios y periodistas. Durante el homenaje, le fue entregada la Medalla de la Lealtad Peronista y se lo nombró Doctor Honoris Causa de

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la Universidad de Buenos Aires, lo que parecía la confirmación del éxito alcanzado en los laboratorios de la isla Huemul. Allí estaban Perón y Evita junto al agasajado y su esposa y los más altos jerarcas del régimen, entre ellos el Dr. Quijano, el coronel Enrique González y su hijo, Raúl Alejandro Apold, Héctor J. Cámpora, Carlos Aloé, Ángel Borlenghi, Armando Méndez San Martín y Raúl Mendé. Después de las salutaciones y palabras de rigor, Richter cerró la serie de discursos diciendo: El éxito logrado ha producido en el exterior, lo mismo que en el interior, una gran sorpresa, y representa para nuestro país una enorme ventaja sobre el resto del mundo20. Después de esas palabras, el físico austríaco dio un beso en la mejilla a su esposa y estrechó la mano de Evita, ante quien hizo una profunda reverencia. El 24 de junio de 1951, el gobierno invitó a un grupo de periodistas para recorrer la isla y observar sus instalaciones. Hombres de prensa y funcionarios abordaron una lancha en Playa Bonita y enfilaron hacia el complejo atómico, llevando a Richter como guía. Una vez en el muelle, desembarcaron y con un frío intenso iniciaron la recorrida. Pero todo era una simple ilusión. Richter seguía sin obtener logros y lo que era peor, volvió a la carga con su obsesión por los espías y la seguridad, insistiendo ahora que había personas que lo observaban día y noche desde las laderas del cerro Otto y por esa razón armó un revuelo hasta que las autoridades militares decidieron intervenir. Una mañana, el jefe de la guardia personal de Richter cruzó a tierra firme y se dirigió directamente al domicilio de Ruth Spagat, la joven traductora que trabajaba para el científico y le dijo que debía acompañarlo para que tradujese a los militares lo que su jefe les quería decir. La mujer fue conducida hasta un galpón de la guarnición del Ejército en Bariloche y después de escuchar a Richter, dijo que al parecer, había espías observando con largavistas los movimientos de la isla durante desde las pendientes del cerro y que era imperioso actuar inmediatamente para evitar males mayores. Fue entonces que se montó un operativo para rodear la montaña y escalar hasta su cima, donde los efectivos militares y policiales dieron con los supuestos espías, un pacífico matrimonio alemán que apenas hablaba español y que vivía allí sin molestar a nadie. La asustada pareja fue obligada a descender la ladera a punta de fusil, para comparecer ante las autoridades castrenses quienes, no tardaron en comprender que se trataba de gente inofensiva, que nada sabían del proyecto y mucho menos, de que se los acusaba de espionaje. La impaciencia del gobierno comenzó a crecer los encargados del proyecto querían resultados y los mismos no solo que no llegaban ni se confirmaban sino que quien debía obtenerlos no hacía más que dilatar el asunto y generar inconvenientes cada vez mayores. Esos resultados jamás llegarían porque todos los experimentos que se realizaron después del 15 de febrero, fallaron y ni uno solo pudo controlar la fusión nuclear. Por esa razón, en Buenos Aires empezaron a desconfiar de Richter y sus capacidades y a raíz de ello, en las primeras semanas de 1952, el coronel González convocó a dos expertos en la materia, los doctores Teófilo Isnardi y José Collom para requerir su opinión acerca de lo que estaba ocurriendo en la isla y estos le manifestaron sus serias dudas con respecto al austríaco y la seriedad de sus investigaciones. Poco después se trasladó a Bariloche una comisión encabezada por el propio González, con el objeto de interrogar al supuesto físico acerca de sus avances y fue en esa oportunidad que se pudo comprobar que todo era una farsa o lo que era peor, producto de la demencia de quien estaba a cargo. Durante la reunión, la conversación fue subiendo de tono y llegó a ser tan violenta, que en determinado momento Richter enfurecido, lanzó varios insultos en su lengua madre e inmediatamente después le pidió a su traductora, que los tradujera.

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La señorita Spagat quedó atónita ya que lo que el austríaco había dicho textualmente era que en la Argentina 21 eran todos monos sentados en palmeras que lo único que sabían hacer era mover la cola . Por eso manifestó que bajo ningún concepto podía traducir eso al coronel González: “Yo insisto que traduzca usted, palabra por palabra, lo que acabo de decir”, insistió su jefe y así, sin más remedio, la joven miró a los ojos a González y le dijo. “Coronel, el doctor Richter me dijo que yo le diga palabra por palabra lo que acaba de manifestar”. Al escuchar aquello, el oficial a cargo del proyecto se levantó y se retiró del lugar dando un fuerte portazo. Era la gota que había rebalsado el vaso. De regreso en Buenos Aires, González se dirigió directamente a la Casa Rosada y una vez allí relató a Perón todo lo que había visto y oído e inmediatamente después, presentó su renuncia. Corrían los primeros días de marzo cuando Perón, que aún tenía esperanzas en el programa, designó en lugar de González al capitán de fragata Pedro Iraola Goytía, oficial de la Aviación Naval, encomendándole un nuevo viaje de inspección a la isla. Las pruebas de que el austríaco tenía las facultades mentales alteradas las explica muy bien el Dr. Mariscotti al rememorar su charla con Iraola. El nuevo reconocimiento puso fuera de sí a Richter quien, en un momento dado, comenzó a gritar frases inconexas, obligó a los recién llegados a echarse cuerpo a tierra y por medio de un dispositivo remoto hizo detonar un explosivo que destruyó parte del laboratorio. Inmediatamente después, escribió en el registrador: “Energía Atómica”. A su regreso, Iraola Goytía fue más que contundente a la hora de manifestar al presidente sus conclusiones: -General, Richter está loco. El nuevo encargado del proyecto redactó el informe de su inspección que fue dado a conocer el 6 de marzo de 1952, sugiriendo cancelar el programa y suprimir todo apoyo material y moral a su director. Perón quedó perplejo; la decepción y el descontento fueron ganando su ánimo y pronto esos sentimientos se transformaron en ira. Había confiado a ciegas en el científico austríaco y ahora sentía que había sido engañado y que se habían estado riendo de él. El 5 de septiembre de 1952 una comisión de científicos, legisladores, militares y religiosos formada por el Dr. José Antonio Balseiro, los ingenieros Otto Gamba y Mario Bancora, el capitán de fragata ingeniero Manuel Beninson y el padre Juan A. Bussolini, desembarcó en la isla Huemul para realizar una nueva inspección. Permanecieron allí tres días exigiendo a Richter que hiciera funcionar los equipos e instrumentos y demostrase que había logrado controlar la fusión nuclear. El físico puso en marcha sus equipos y pese a que logró registrar algunas radiaciones, no obtuvo ningún resultado. Los miembros de la comisión pudieron determinar que el origen de esas emisiones no era nuclear sino producto de campos eléctricos. Finalizada la inspección, el Dr. Balseiro redactó el correspondiente informe que fue elevado a Perón de manera inmediata:

Buenos Aires, 15 de septiembre de 1952 Al Exmo. Señor Presidente de la Nación General de Ejercito D. Juan Perón. Tengo el honor de elevar a la consideración del Exmo. Señor Presidente el informe que se me ha solicitado sobre las experiencias presenciadas durante la visita realizada del 5 al 8 de septiembre del corriente año a la Planta de energía Atómica de la Isla Huemul. Declaro ante el Exmo señor Presidente que los hechos señalados en este informe son exactamente los observados; que las interpretaciones y opiniones allí vertidas son expresiones fieles de mi leal saber y entender y que son expresadas después de una detenida reflexión y estudio. Saludo al Exmo. Señor Presidente de mi país con mi más alta consideración. José A. Balseiro

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El Dr. Richter mostró una instalación de producción de agua pesada a cargo del Dr. Ehrenberg. Mencionó que, aunque de apariencias modestas, se han obtenido con ella grandes resultados. Preguntado el Dr. Ehrenberg como verifican el enriquecimiento sucesivo del agua común en agua pesada, respondió que no se ha realizado hasta ahora, ninguna determinación de este enriquecimiento pues, no cuenta con espectrógrafos de masa y no se han ocupado de hacer determinaciones espectrografiítas o de variación de densidad.

La comisión investigadora del Dr. Balseiro a la isla Huemul guiada por el propio Richter

enviada

especialmente

por

Perón

llega

En tales condiciones no puede afirmarse que tal dispositivo efectivamente funcione como factor de enriquecimiento del agua común en agua pesada. El Dr. Richter sostiene que el reactor termonuclear en funcionamiento es una poderosísima fuente de ultrasonido. Esta es la razón que dio como explicación porque las paredes de la cámara del proyectado gran reactor, cuya construcción ha sido interrumpida por filtraciones de agua, tengan un espesor de unos 60 cm. Preguntado que mediciones se han realizado de la gama e intensidad del flujo ultrasónico, en el reactor en funcionamiento, respondió que ninguna, pues no cuentan con instrumentos de medida para ese objeto. La razón por la cual conoce la existencia de este intenso ultrasonido no es otra que los efectos fisiológicos de cansancio y neuralgias producidos por el mismo. Es evidente que sin cuidadosas mediciones del flujo ultrasónico, no puede proyectarse la cámara del gran reactor de modo que signifique un aislamiento adecuado respecto a tal ultrasonido sin que se corra el riesgo que este aislamiento resulte ineficaz o bien incurrir en un derroche de material.

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Conclusiones: Resumiendo, las consideraciones teóricas hechas y los elementos de juicio obtenidos y expuestos arriba, permiten extraer las siguientes conclusiones: A) Que en base de los conocimientos que actualmente se poseen de las reacciones nucleares y en particular de las reacciones LI/ +H1y H2+H2 y de la teoría Cinética de los gases no es posible que tales reacciones tengan lugar en el dispositivo mostrado por el Dr. Richter. No es posible, por otra parte, entrever que clase de fenómenos afirma haber descubierto el Dr. Richter que invaliden leyes físicas bien establecidas. B) De lo expuesto en el parágrafo 2, se sigue que en base del principio señalado por el Dr. Richter para obtener el contralor de la reacción termonuclear, no es posible en ninguna forma obtener el efecto de resonancia que permitiría ese contralor. Esta conclusión es completamente independiente de cualquiera sea la naturaleza del dispositivo de contralor y de cómo se aplica el efecto de resonancia para obtenerlo, pues como queda allí expuesto, tal resonancia nunca puede ser lograda en las condiciones en que opera. C) De las comprobaciones efectuadas durante el funcionamiento del reactor se sigue que no existe ningún elemento de juicio que permita afirmar que una reacción de carácter nuclear se produce realmente. D) Los hechos señalados en los parágrafos 4 y 5 muestran a mi juicio, que afirmaciones del Dr. Richter no corresponden a hechos comprobados con criterio científico. Información suplementaria Opiniones Personales Cumpliendo con el deseo manifestado por el Señor Ministro de Asuntos Técnicos, debo añadir al informe técnico adjunto mi opinión personal sobre los trabajos realizados y sobre la personalidad del Dr. Richter. De acuerdo con lo expresado en el informe adjunto no me cabe ninguna duda respecto al carácter de los trabajos allí realizados. Las experiencias presenciadas no muestran en ninguna forma que se haya logrado realizar una reacción termonuclear controlada, tal como lo afirma el Dr. Richter. Todos los fenómenos que allí se observan no tienen ninguna relación con fenómenos de origen nuclear. Es de importancia señalar también, que la forma de operar del Dr. Richter deja mucho que desear del punto de vista del método científico. En el informe adjunto se han citado algunos ejemplos que fundamentan esta opinión, que por otra parte, no son los únicos. Mi experiencia de trato con personas de formación científica y de criterios académicos me sugiere que actitudes tomadas por el Dr. Richter están lejos de ser interpretadas como las divulgadas excentricidades atribuidas a los hombres de ciencia. A esto debo añadir que en conversaciones mantenidas con el Dr. Richter sobre diversos temas de física ha mostrado, o un desconocimiento sorprendente en una persona que emprende una tarea de tal magnitud, o ideas muy personales sobre hechos y fenómenos bien fundados y conocidos. Dr. José Antonio Balseiro. Buenos Aires, 16 de Octubre de 195222

Pese a ello, el austríaco seguía sosteniendo con vehemencia que en 1951 había logrado controlar la energía nuclear. Por el contrario, la comisión investigadora catalogó su trabajo como una farsa, conclusión a la que también llegaron otros investigadores, entre ellos dos prestigiosos físicos, el alemán Richard Gans y el argentino Antonio Rodríguez, quienes restaron todo valor a lo realizado en la isla Huemul.

Richter viajó a Buenos Aires para hablar con Perón pero el mandatario se negó a recibirlo. En su lugar, se lo sometió a un careo en el despacho del ministro Mendé, ubicado en la Casa de Gobierno, donde fue duramente cuestionado por los mencionados científicos y como no pudo sostener sus argumentos, abandonó indignado la reunión y regresó a Bariloche. Sin embargo, para sorpresa suya, al llegar a la ciudad austral se le prohibió pasar a la isla y se le indicó que debía abandonar el lugar de manera inmediata.

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El Dr. Balseiro redacta el informe de la comisión Era lo que Estados Unidos y sus aliados estaban esperando. El sueño atómico de Perón se había desvanecido, tal como lo había anunciado el “The New York Times” en su edición del 4 de diciembre de aquel año. Pasados dos años del anuncio oficial a través del cual Perón divulgó la novedad de que se había logrado el control de la fusión nuclear, el centro atómico de la isla Huemul fue desactivado en el más absoluto hermetismo, el acceso al promontorio fue prohibido y la Comisión Nacional de Energía Atómica puesta en stand by. Sin embargo, hasta el verano de 1953 siguieron viéndose los misteriosos y potentes reflectores iluminando las aguas del lago próximas al peñón. En lo que a Richter se refiere, desapareció de Bariloche y al menos allí, nunca más se lo volvió a ver. Inspecciones posteriores efectuadas por personal científico y militar pudieron determinar que el instrumental del centro atómico estaba mal conectado o directamente desenchufado y eso fue elevado en un nuevo informe a la Presidencia de la Nación que exacerbó aún más los ánimos contra Richter. Enterado de ello, el científico solicitó una reunión extraordinaria en el Congreso, para exigir explicaciones acerca del porqué de la cancelación del proyecto y brindarlas suyas en caso de ser requeridas, pero en lugar de eso, los legisladores lo hicieron arrestar y lo alojaron en la prisión del subsuelo del gran edificio, donde permaneció detenido por espacio de cinco días. Allí sería entrevistado por la prensa extranjera y desde ese lugar lanzó todo tipo de maldiciones y amenazas, entre ellos la devolución de la Medalla de la Lealtad Peronista, cosa que finalmente cumplió. La conclusión a la que llegaron quienes tuvieron a su cargo la investigación de los hechos y los historiadores que en años posteriores abordaron el asunto, fue que Perón cometió un grave error al confiar en exceso en los científicos alemanes, en primer término en Tank por recomendarle una personan desequilibrada y poco idónea y en segundo lugar en el mismo Richter por el solo hecho de haber sido sugerido por aquel. El Dr. Mariscotti dice que las intenciones del poderoso líder justicialista habían sido las mejores y que estaba convencido que todo era cierto, aunque sin cerciorarse y hacer las evaluaciones correspondientes. Lo que debió haber hecho fue consultar a los científicos y a las Fuerzas Armadas mucho antes de autorizar el programa, pero no lo hizo y así fue como pagó las consecuencias. Sesenta y tres millones de pesos le costó al Estado argentino el Proyecto Huemul, dinero con el que Richter, según la prensa, “no supo hacer nada”. Pero el austríaco tuvo sus defensores, entre quien destacaba principalmente Mario Della Janna, para quien el físico era una persona brillante, en extremo inteligente, sumamente alegre y optimista “Aquí no lo entendieron” diría a varias décadas después en el documental de Roberto H. Vila y siempre recordaría la brillante exposición que le dio al personal de la planta nuclear sobre el funcionamiento de la bomba de hidrógeno cuando esta todavía no había estallado23. Caído completamente en desgracia, en 1954 Richter compró una casa en la localidad de Monte Grande, al sur del Gran Buenos Aires y allí se estableció con su familia hasta su deceso, acaecido el 25 de septiembre de 1991. En 1955, derrocado Perón y victoriosas las fuerzas de la Revolución Libertadora, volvió a ser detenido por orden del almirante Isaac Francisco Rojas. Las nuevas autoridades querían informarse acerca del proyecto y tras una serie de interrogatorios y careos, lo acusaron de malversación de fondos públicos. Permaneció encerrado un tiempo hasta que, finalmente, el juez Luis Botet lo absolvió.

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Siguió viviendo en su casa de Monte Grande haciendo la vida de siempre, levantándose muy temprano por la mañana, leyendo el “Buenos Aires Herald” mientras desayunaba, recorriendo el amplio terreno que rodeaba su propiedad y continuando sus estudios de la fusión nuclear. Fue conocido en los bares de la zona por su simpatía y verborragia, cuando iba a tomar un vaso de vino y a dialogar con los parroquianos y fue testigo de los intensos sucesos de la vida política argentina que tuvieron lugar en años posteriores: la caída de Perón, a quien siempre justificó, de los combates durante la Revolución Libertadora, los fusilamientos de 1956, el advenimiento de Frondizi, el golpe de Estado de Onganía, el impulso que ese gobierno le dio nuevamente a las ciencias y la tecnología, el “Cordobazo”, el comienzo de la agresión terrorista, la vuelta de Perón, la tremenda violencia que se adueñó del país en la década del setenta, la sangrienta guerra desatada por la subversión, la muerte del líder justicialista, el incremento del terror, el accionar de la Triple A y las agrupaciones paramilitares y parapoliciales de ultraderecha, del Operativo Independencia en la provincia de Tucumán, de la descomposición económico-financiera del país, del golpe de Estado de 1976, del advenimiento del Proceso de Reorganización Nacional, de la represión, la demagogia, la demencia y la guerra del Atlántico Sur; del regreso de la democracia y del establecimiento de la corrupción en todos los órdenes de la vida social y nacional. Nunca regresó a su tierra y hasta el final de sus días sostuvo con vehemencia que en 1951 había logrado el control de la fusión nuclear. Todo el mundo lo acusaba de mentiroso y farsante, sin embargo, Mario Della Janna recuerda en el documental de Vila que en 1958, cuando el Dr. Gerhold vino de Suiza para dar una serie de conferencias en el Centro Atómico de Bariloche, se refirió a Richter como el primer científico del mundo en haber intentado alcanzar la fusión nuclear controlada, hecho que despertó el interés de las principales potencias del mundo.

La isla Huemul en la actualidad Ruinas del centro atómico de Perón En la isla Huemul, las ruinas del centro atómico justicialista se hallan abandonadas, envueltas por la espesura, en el más absoluto silencio; un silencio que solo rompen el viento, las aguas que golpean contra las rocas de la costa o el graznido de algún ave solitaria que allí se posa. Según relató Mario Della Janna a la revista “El Centinela”, en 1978, durante la guerra con Chile, el lugar fue utilizado como campo de pruebas y entrenamiento por los militares y en 1982, antes de la guerra del Atlántico Sur, volvió a ser utilizado para pruebas de tiro y medición por la Fuerza Aérea Argentina. Hoy el pequeño promontorio de 200 hectáreas se ha convertido en uno de los principales atractivos turísticos de Bariloche y el lago Nahuel Huapi, en el que los visitantes pasean por sus bosques y recorren los edificios abandonados y derruidos del complejo, muda evidencia de lo que pudo haber sido el génesis de un IV Reich en los confines de la Tierra.

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Isla Huemul. Edificio del segundo rector en ruinas Notas 1 Mario J. Mariscotti, El Secreto Atómico de Huemul: Crónica del Origen de la Energía Atómica en la Argentina, Editorial Sigma, Buenos Aires, 1996. 2 Físico alemán, nacido en Hamburgo, fundó y dirigió en dos períodos el Instituto de Física de la Universidad de La Plata, dándole brillo y prestigio internacional. Profesor de física avanzada en la Universidad de Buenos Aires, en 1912 desarrolló la teoría que lleva su nombre, extensión de la de Miem que da solución a las ecuaciones de Maxwell con respecto a las partículas esferoidales alargadas y achatadas. 3 Desarrolló con su maestro Guido Beck la teoría de la desintegración beta que explicó los resultados experimentales de la época antes de que se formulara la hipótesis del neutrino. 4 Científico checoslovaco experto en la Física del equilibrio social. 5 Mariscotti, op. cit. 6 Rogelio H. Vila, Proyekto Huemul. El IV Reich en la Argentina, 2008. 7 Ídem. 8 Ídem. 9 El Periodista, Jorge Camarassa, “Proyecto Huemul ¿Una gran farsa?”, septiembre 1984. 10 Por el contrario, en un informe entregado a la embajada argentina en Estados Unidos, con destino al ministro de Asuntos Técnicos, fechada el 30 de octubre de 1951, copia auténtica de la cual fue entregada a la Comisión Investigadora Nº 12 creada por el régimen militar que se hizo cargo del gobierno tras la caída de Perón (bibliorato 1, fojas 166 y siguientes), el doctor ingeniero Juan B. de Nardo, que por entonces se hallaba en Chicago, asegura que el Dr. Fermi le dijo que jamás había oído hablar de Ronald Richter, pese a que conocía a su maestro, el profesor Von Traubemberg, con quien había dialogado en muchas oportunidades. Libro Negro de la Segunda Tiranía, Cap. III, “Comisión 12 Comisión Nacional de Energía Atómica”. 11 Jorge Camarassa, op. Cit. 12 Ídem. 13 Nombre original: Walk a Croked Mile, 1948, Columbia Pictures, dirigida por Gordon Douglas, con Louis Hayward, Dennis O’Keefe, Louise Allbritton, Carl Esmond, Onslow Stevens, Raymond Burr, Art Baker, Lowell Gilmore, Philip Van Zandt, Charles Evans y Frank Ferguson en el rol protagónico. La trama transcurre en medio de la guerra fría, donde el FBI y Scotland Yard trabajan en conjunto para desmantelar a un peligroso grupo de espías comunistas que, en colaboración con un conocido científico americano, saca del país importantes secretos militares para enviarlos a Rusia. 14 Rogelio H. Vila, op. Cit. 15 Mario J. Mariscotti, op. Cit. 16 Rogelio H. Vila, op. Cit. 17 “El Mundo”. 18 “Democracia”. 19 “The New York Time”. 20 Rogelio H. Vila, op. Cit. 21 Ídem.

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“Como el Dr. Balseiro desenmascaró a Ronald Richter” (www.barilochenyt.com.ar/balseiro1.htm). Según Mario Della Janna a la revista “El Centinela”, Richter se fue de Bariloche muy enojado. De acuerdo con su relato, un día llegó a la ciudad gente de la Universidad de Princeton para entregarle al científico austríaco un diploma por haber sido el primer investigador experimental de fusión controlada del mundo y nadie supo decir donde vivía. También hizo lo propio un físico alemán al que acompañó a recorrer la isla y lo que quedaba de sus instalaciones y mientras lo hacían, le contó todo. El recién llegado dijo que todo aquello era de ciencia ficción y que Argentina había cometido un tremendo error al no permitir que Richter prosiguiera sus trabajos. 23

LA ANEXIÓN DE BRASIL

Perón y Evita en los balcones de la Casa de Gobierno Después de poner en marcha su programa militar, tecnológico e industrial, Perón trazó ambiciosos planes expansionistas, para sujetar a las naciones del hemisferio. Bolivia, Paraguay y Perú se hallaban bajo su influencia; Chile había estado a punto de ser anexado; en Colombia, Venezuela y Ecuador, sus embajadas y en especial, sus agregados obreros trabajaban activamente para desestabilizar aquellos gobiernos, infiltrándose solapadamente en los ámbitos culturales, sindicales, laborales y hasta en la vida cotidiana de sus pobladores. Convencido del papel hegemónico que el destino había reservado para la Argentina, de la superioridad de sus fuerzas armadas, de su desarrollo científico y tecnológico y su superioridad racial y cultural, ideas muy similares a las que habían pergeñado la Generación del 80 y los gobiernos de corte liberal y conservador que la habían sucedido, el líder justicialista posó su mirada en el vecino y poderoso Brasil, elemento clave en sus planes por alcanzar el tan ansiado control continental. En 1948, la figura de Getulio Vargas parecía resurgir de las cenizas, apoyado por buena parte de la clase obrera e incluso, el proscripto partido comunista. El ex presidente brasilero, depuesto por un golpe militar el 29 de octubre de 1945, trabajaba por su regreso a la presidencia y eso preocupaba a importantes sectores del país por varios motivos, el principal, porque sabían que detrás suyo se escondía la figura de Perón. Las grandes corporaciones brasileras, así como los partidos de la oposición, la prensa y los capitanes de la industria y el comercio, estaban al tanto de los planes del líder justicialista de dar forma a un bloque regional bajo su control y mucho les preocupaba la carrera armamentista que había puesto en marcha. Pero a lo que más temían era a su discurso, cargado de veladas intenciones y frases convincentes: “La Argentina, sola, no

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tiene unidad económica –dijo en numerosas oportunidades- Brasil, solo, tampoco; Chile, igual. Pero estos tres países, unidos, forman actualmente la unidad económica más extraordinaria del mundo. No caben dudas de que, realizada esa unión, los demás países sudamericanos entrarán en su órbita”. Perón era astuto y seductor y su arenga comenzó a captar simpatías en el vecino país. Los grupos de poder brasileros también sabían que el presidente argentino se estaba armando y que destinaba ingentes sumas de dinero para financiar la campaña de Vargas, pero lo peor, radicaba en el hecho de que había infiltrado agentes encubiertos para captar a las masas proletarias y volcarlas a su favor.

Perón planeaba la absorción de Sudamérica Los informes cifrados enviados por el embajador argentino en Brasil, Juan I. Cook, fueron claves a la hora de poner en marcha la gigantesca operación de penetración ideológica. De acuerdo a sus despachos, hasta no hacía mucho, Vargas, por entonces senador por el PBT (Partido Brasileiro Trabalhista), “…aparecía como un hombre del pasado, sin chances políticas, entre otras razones, porque el ejército le había retirado su apoyo y su posición había ido variando notablemente debido a la ineficacia de los partidos gobernantes y la falta de solución a los problemas de índole social y económico que padecía el país”1. En otros informes, el embajador Cooke dio cuenta de que el partido de Vargas, llamado vulgarmente “queresita”, estaba captando el interés de las masas trabajadoras y que eso mantenía en vilo a los representantes de la oposición. Eso era, justamente, lo que Perón deseaba oír porque, para iniciar su penetración, necesitaba una herramienta y la misma se presentó en la figura de Vargas, a quien planeaba convertir en líder popular para colocarlo en el poder y manejarlo a su antojo. Y eso fue lo que advirtieron los enemigos de Vargas y las elites gobernantes ni bien aquel anunció su candidatura, de ahí las denuncias en ese sentido. No tardaron los sectores más radicales de la oposición en comprobar que la versión era exacta ya que a poco de ponerse en marcha la campaña electora, los partidarios del dirigente gaúcho comenzaron a compararlo con el mandatario argentino, cuya ideología y gestión de gobierno elogiaban e intentaban poner en práctica. En una carta al general Humberto Sosa Molina, a cargo interinamente del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto, fechada en Río de Janeiro el 23 de noviembre de 1948, el embajador Cooke decía: Siguiendo la política social del general Perón, prometen mejores niveles de vida, justicia social y auténtica democracia en el arribo de las masas al gobierno del país. Ello ha dado como consecuencia que, mientras por un lado recrudecen los ataques a nuestro Presidente, por el otro, el espíritu popular ha identificado al doctor Vargas como al líder de las reivindicaciones del pueblo. Al principio se afirmaba, en desmedro de Vargas que ‘quereismo es peronismo’; y ahora, en cambio, este eslogan es difundido por los propios partidarios de Vargas, que ponen como modelo de sus aspiraciones un país gobernado y dirigido como lo es actualmente la República Argentina. Todo ello hace que, desde el punto de vista popular, el factor internacional derivado del prestigio personal del general Perón en América, redunde en beneficio del ex presidente Vargas. Este recoge, además, los beneficios de la prédica antiimperialista que realiza el comunismo. El doctor Vargas es ahora mirado como el hombre capaz de poner freno a la dominación económica norteamericana, consolidando los lazos con la República Argentina2.

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Alentado por el informe, el gobierno de Buenos Aires se movilizó despachando grandes sumas de dinero, material impreso, alimentos y objetos de primera necesidad, para costear la puesta en marcha de la campaña de Vargas hacia la presidencia. Y de esa manera, con divisas argentinas, el slogan “Ele volterá” se transformó en el grito de guerra de los desesperanzados, los carenciados y los trabajadores más humildes. Para Perón era imperioso comprar a la prensa, fundar órganos de difusión, adquirir espacios de radio, empapelar las ciudades con afiches, imprimir toneladas de volantes, alquilar salones para mítines, actos y conferencias y contar con todo lo necesario para la conquista del sector proletario. Fue entonces que desde la Argentina comenzaron a llegar toneladas de harina, trigo, maíz, carne, pan, pastas e insumos de primera necesidad (sábanas, frazadas, colchones, calzado e indumentaria), para repartir entre los pobres.

La campaña de Vargas fue financiada por el gobierno justicialista Con ese objetivo, el gobierno justicialista puso en marcha un vasto operativo secreto destinado a transportar material y propaganda desde Paso de los Libres a Uruguayana y desde ese punto derivarlo hacia los principales centros poblacionales del país, a saberse, San Pablo, Santos, Porto Alegre, Belho Horizonte, Río de Janeiro y Bahía. El mismo estuvo a cargo del geólogo Carlos García Marín, funcionario de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) e involucró a más de tres mil personas entre argentinos y brasileros. El plan conocido como Pacto ABC (Argentina, Brasil, Chile), cimiento de la Tercera Posición, estaba en marcha. García Marín era también secretario administrativo del Sindicato del Personal Jerárquico y Profesional del Petróleo y, por supuesto, hombre de confianza de Perón, que le encomendó la puesta en marcha de la gigantesca operación de transporte que involucró a camiones, barcazas y aviones. Sabiendo que aquello garantizaría a Vargas el triunfo en las elecciones, la oposición comenzó a hablar con 3 mayor insistencia de la influencia de Perón y denunció al presidente del PTB (Partido Laborista Brasilero) , senador Joaquim Pedro Salgado Filho, y al embajador brasilero en Buenos Aires Joao Baptista Luzardo, acusándolos de actuar como agentes encubiertos que trabajaban al servicio del líder justicialista, versión que 4 cobró cuerpo algún tiempo después, durante el viaje de Joao Goulart a Buenos Aires , como emisario de Vargas. Apoyándose en los informes que enviaba Cooke desde Río de Janeiro, Perón puso atención en otra figura poderosa del espectro político brasilero, el doctor Adhemar Pereira de Barros, cabeza del Partido Socialista Progresista, médico, aviador y hombre de negocios que tenía sobre sus espaldas una importante trayectoria política en el estado de San Pablo, donde había sido alcalde, interventor federal y en esos momentos, gobernador de aquel estado, su tierra natal5. Pereira de Barros imitaba e incluso intentaba

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llevar a adelante la política de Perón, de quien se decía admirador y acérrimo partidario y por eso, en un nuevo informe cifrado enviado a Buenos Aires, Cooke decía: Este hombre, por su inteligencia, por su audacia, por su dinamismo, por los principios de justicia social que inspira su acción de gobierno. Por la gravitación que le otorga gobernar el estado más poderoso del Brasil y por los grandes medios financieros de que dispone, está llamado a gravitar de manera extraordinaria y decidida en el futuro político de este país. ………………………………………………………………………………............ […] esta candidatura despertará sin embargo extraordinaria acción en el país. Todos los medios serán puestos en práctica para evitar su éxito. Se le teme a Barros mucho más que a Vargas, pues las clases conservadoras gobernantes lo consideran más demagogo y descamisado6. En vista del cariz que iba cobrando el asunto, el Departamento de Estado norteamericano decidió intervenir, incentivando a las fuerzas oficialistas y opositoras para que boicoteasen las candidaturas de Vargas y Barros. Perón había calculado todo excepto una cosa: la rivalidad y los recelos que se profesan entre sí las naciones latinoamericanas, elemento que fue explotado con habilidad por el gobierno de Washington a la hora de generar disputas. De esa manera, ingentes sumas de dinero fueron a dar a los principales órganos de prensa brasileros con el fin de montar una campaña tendiente a desenmascarar al líder justicialista y advertir a los países de la región sobre sus ambiciones hegemónicas y el riesgo que implicaba su tendencia fascista.

Getulio Vargas, a la derecha con uniforme, junto a algunos de sus colaboradores. Su ascenso fue digitado desde la Argentina Los partidos enemigos del PBT, ya el que gobernaba el país, ya los que formaban la oposición, así como el Congreso y sobre todo Itamaraty, su hábil y poderoso Ministerio de Relaciones Exteriores, adoptaron todo tipo de medidas para frenar la expansión peronista en la gran nación sudamericana, temerosos de caer bajo la influencia y voluntad de su líder. Argumentos no les faltaba. La red de infiltración puesta en marcha por Buenos Aires era un hecho y lo que era peor, estaba logrando sus objetivos. Las masas obreras y campesinas se estaban volcando a Vargas y a Barros y todo hacía presumir que lograrían imponer a ambos candidatos en las próximas elecciones. Desde los principales medios de información, especialmente los treinta periódicos y revistas de la Cadena de Diarios Asociados que lideraba el poderoso senador Fernando Assis de Chateaubriand, comenzaron surgir denuncias acerca de la amenaza que representaba la Argentina para el Brasil, con sus poderosas fuerzas armadas, su creciente carrera armamentista, las ambiciones imperialista de su líder, la persecución de sus opositores y la censura de los medios de prensa a través de la distribución de papel. Se puso especial énfasis en el contenido totalitario de la ideología justicialista y en sus pretensiones de implementarla en la gran nación tropical, a través de sus agentes. Los grandes órganos informativos como “O Globo”, “Jornal do Brasil”, “O Jornal”, “Diario de Noticias”, “Jornal do Comercio”, “Correio da Manha”, “Diario da Noite”, “Diario

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Carioca” y “Tribuna de Imprensa”, este último propiedad de Carlos Lacerda dedicaron importantes espacios al tema, generando en la sociedad una suerte de psicosis. Apenas unos pocos diarios, de menor tirada como “O Mundo” de Geraldo Rocha y el izquierdista “Ultima Hora”, sostenían tímidamente la candidatura de Vargas y atacaban la intromisión norteamericana en los asuntos internos del Brasil. A fines de 1952 Cooke envió un nuevo telegrama clasificado dando cuenta que la opinión pública brasilera, en especial las clases dirigentes y buena parte del sector medio comenzaban a creer las versiones de la oposición y eso llevó a la Cancillería argentina a presentar una queja a su par carioca, a cargo entonces del ministro Raúl Fernández, quien prometió intervenir. Todo Brasil se conmocionó cuando en el mes de febrero de 1953 Argentina y Chile firmaron el Tratado de Unión Económica por medio del cual Perón parecía lograr su propósito de poner de rodillas a la nación trasandina. Tanto el Congreso como la prensa comenzaron a hablar de un verdadero “anschluss” y de la amenaza que se cernía sobre el continente, haciendo reales las versiones del imperialismo peronista, más cuando el mandatario argentino viajó a aquel país para sellar la unión. A las febriles gestiones de Washington por boicotear la iniciativa de Perón, se sumaron Brasil y los gobiernos y partidos opositores de las naciones de la región, más cuando el gran coloso del norte comenzó a enviar armamento para equipar a sus fuerzas armadas, extremadamente débiles frente a las argentinas. Dejándose llevar por las pasiones, por la marcada rivalidad y los celos que existen entre las naciones latinoamericanas, Augusto Antonio Borges de Medeiros, influyente abogado antimonarquista, ex presidente del estado de Río Grande do Sul y jefe del Partido Republicano de aquella región, escribió en “A Gazeta” de San Pablo el 27 de febrero de 1953 diciendo: “La tirada teatral de Perón no tiene, pues, sentido. Es más uno de esos gestos dramáticos a que recurren frecuentemente los dictadores, impulsados por un delirio de grandeza alimentado por la sumisión de su propio pueblo que las circunstancias reducirán al silencio. Cansados de posar en el teatro limitado de la propia nacionalidad, procuran agrandar el círculo de su actuación en la última convicción de que las fronteras no existen para la proyección de su personalidad que ellos creen de proporciones gigantescas”7.

Ademar Pereira de Barros rodeado de simpatizantes Medeiros intentaba poner paños fríos a la situación, minimizando la acción de Perón en el continente pero nadie le creyó. Por el contrario, a medida que transcurría el tiempo, sus compatriotas estaban convencidos que las maniobras del mandatario argentino eran reales y no “una tirada teatral” y se basaban en el hecho de que el Departamento de Estado norteamericano realizaba febriles gestiones para neutralizarlo. En cuanto a la proyección histórica y las proporciones de la figura de Perón a nivel mundial, especialmente latinoamericano, los hechos y la posteridad han hablado por sí mismos.

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Para muchos de sus contemporáneos, la ceguera de Medeiros recordaba la increíble torpeza e ingenuidad de Chamberlain. Mucho más pragmático y directo, Assis de Chateabriand, enemigo acérrimo de Perón y la Argentina, no tuvo empacho a la hora de decir que América Latina prefería la sumisión a los Estados Unidos antes que pasar a formar un bloque liderado por Buenos Aires. En un artículo de su autoría titulado “Dentro de la clave de Robespiere”, el magnate de las comunicaciones escribió que los bloques regionales eran ridículos: …sean los que resultan de intenciones sinceras como fue el extinto ABC, sea los que son producidos por ambiciones personalistas, por vanidad de dictador, como el que el presidente argentino procura establecer con Chile8. Assis se preguntaba que podía ofrecerle la Argentina a Chile que no pudiera darle de sobra Estados Unidos, “Y tras citar la frase de la Declaración de los Derechos del Hombre de Robespierre: ‘Aquel que oprime una nación se declara enemigo de todas’, aconsejó a los chilenos aplicarla al mandatario argentino. Por ser enemigo de su pueblo, Perón lo era también del Brasil y de Chile”9. Mucho más gráfico fue, al respecto, el periodista Wilson Aguiar, al analizar las intenciones del presidente argentino en un artículo titulado “Perón desenmascarado en Chile”, publicado en “O Cruzeiro”. Tal visita estaba prevista desde algunos años atrás ‘en los planes de expansionismo peronista en América del Sur’, pero el gobierno de González Videla había contenido esa iniciativa. Con Ibáñez en la presidencia, Perón vio la posibilidad de acelerar sus planes de dominación. Así es que comenzó a preparar dicho viaje y el ‘anschluss’, mientras en Chile se ignoraban estas maniobras argentinas. Pero los planes de Perón de alcanzar un pacto de unión entre las dos repúblicas ‘borrando el límite andino’ se habían frustrado frente a la realidad, teniendo que regresar a Buenos Aires sin haber logrado su cometido. Por el contrario, la cordillera había quedado más alta porque más alto se había colocado el patriotismo y la altivez del pueblo chileno. La propuesta de Perón no pasaría de ser un acta de compromiso para estudiar un acuerdo, similar al rechazado por el Congreso de Chile en 1946. De aceptarla, Chile perdería su posibilidad de emancipoarse económicamente [y] quedaría en poco tiempo bajo el dominio del justicialismo y en lugar de acelerar su industrialización se vería limitado a fortalecer la de Argentina10. Por su parte, el senador Hamilton Nogueira de la Unión Democrática Nacional, pronunció un encendido discurso en el Congreso de su país en el que se refirió a la amenaza que implicaba el imperialismo argentino, al que calificó como un peligro creciente al cual la opinión pública brasilera no prestaba la atención que merecía. Según sus palabras, muchos temían al imperialismo soviético y otros al norteamericano pero no le daban la debida importancia al argentino, que aspiraba a convertirse en la potencia dominante del hemisferio y a sujetar a su control a las naciones vecinas, al mejor estilo de Hitler. Por su parte, el diputado de la socialdemocracia Sergio Vieira de Melo, manifestó que Perón quería reconstruir el Virreinato del Río de la Plata tal como lo había pretendido Rosas en el siglo pasado, basándose en la abulia e inoperancia del Ministerio de Relaciones Exteriores carioca. “Frente a esas ideas expansionistas ‘capaces de comprometer el equilibrio del Plata’”, que Melo rastreaba en “‘…ejemplos nefastos de la historia porteña’ a través del movimiento revisionista que acompañaba a Perón, [y que] Itamaraty solo acumulaba sucesivas derrotas diplomáticas en Sudamérica observando impasible el creciente expansionismo de Argentina”11. El legislador brasilero basaba su exposición en la marcada influencia que Buenos Aires ejercía sobre Paraguay, Bolivia y Chile, país éste último en el que el líder justicialista había obtenido un rotundo éxito al sustituir a González Videla por Ibáñez. Para otros legisladores, el armamentismo y el expansionismo argentino eran las peores amenazas que acechaban al Brasil denunciando, al mismo tiempo, que los convenios comerciales firmados con Buenos Aires eran totalmente desventajosos para sus intereses, que el sometimiento de Vargas a Perón era una “traición” y la inclinación de algunos políticos y diplomáticos brasileros por la Argentina la prueba fehaciente de que el intervencionismo platense era una realidad. Por esa razón, mientras políticos, empresarios y hombres de prensa denunciaban a Perón, sus gobernantes efectuaban febriles gestiones para obtener armamento de los Estados Unidos.

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El expansionismo de Perón estuvo detrás de Getulio Vargas Para contrarrestar la creciente campaña antiperonista de la prensa brasilera, el embajador Cooke recibió instrucciones desde Buenos Aires para intentar moderarla, al menos en parte. Cooke fue rápido a la hora de moverse y en ese sentido logró cierto éxito a obtener un acercamiento con la Asociación Brasileña de Prensa. Pero los temores que la Argentina inspiraba no dejaban de crecer, sobre todo en el ámbito gubernamental, legislativo y militar. Tanto la Casa Blanca como el Pentágono y el Departamento de Estado norteamericano, así como también el gobierno británico y otras potencias temblaron cuando el 3 de octubre de 1950 Vargas fue elegido presidente de la república, derrotando a los candidatos del Partido Social Democrático y la Unión Democrática Nacional. Los temores de un Perón controlando los destinos de Sudamérica parecían hacerse realidad e inspiraban temor, más cuando todo el mundo sabía el desprecio que los argentinos sentían por todos sus vecinos, actitud que confirman las palabras que el líder justicialista tuvo con respecto a Brasil en un diálogo que mantuvo con el embajador chileno Conrado Ríos Gallardo en 1953, calificándolo de "gigante con pies de barro", limitado a vender café y bananas, sin poder explotar sus grandes riquezas, poblado por una "raza inferior", holgazana, indolente y en gran proporción analfabeta12. Sin embargo, sus planes fracasaron cuando el flamante mandatario mostró los primeros signos de que controlar a los grupos de poder de su país, encabezados por Itamaraty, era algo imposible. Esos grupos, marcadamente influenciados por los Estados Unidos, lograron boicotear la alianza del mandatario con Perón y la operación fracasó. La cancillería brasilera fue siempre un superpoder por encima de los presidentes, lo mismo el congreso nacional y ninguno de los dos organismos estaba dispuesto a ceder sus pretensiones de alcanzar liderazgo latinoamericano (basado en la constitución de un sólido eje Washington-Río de Janeiro).

Vargas no era Perón, no tenía su carisma y por esa razón, no logró conquistar a las masas y mucho menos, despertar pasiones, tal como lo había hecho su par argentino. Y para colmo de males, no tuvo sobre su gobierno la firmeza y autoridad suficiente como para imponer su voluntad. De ahí la cruda respuesta que le dio al emisario peronista, coronel Roberto T. Dalton, cuando aquel, mirándolo fijamente a los oíos le dijo: —Señor presidente, quiero transmitirle un mensaje personal de Perón. El me ordenó decirle que su parte del acuerdo realizado meses atrás ha sido cumplida. Ahora ha llegado su turno de que usted cumpla la suya.

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Pero la respuesta que recibió fue más que elocuente: —Pues dígale a mi gran amigo, el general Perón, que estoy profundamente agradecido por la ayuda que me prestó para ganar las elecciones, pero ahora es absolutamente imposible cumplir con mi parte. Gobierno un país con un Congreso fuertemente opositor, que no es como el argentino, que Perón puede manipular a voluntad. Espero que Perón haga lo que yo voy a hacer: sacar de EE.UU. todas las ventajas económicas posibles. Y más adelante vemos el tema del eje Buenos Aires-Río de Janeiro13. Falto de poder, débil de carácter e irresoluto en extremo, Getulio Vargas no estuvo a la altura de las circunstancias.

Notas Marisol Saavedra, “Peronismo y antiperonismo en Chile y Brasil”, en Todo es Historia Nº 369, abril de 1998, p 26 y ss. 2 Ídem. 3 En portugués: Partido Trabalhista Brasileiro. 4 Goulart, abogado hijo de terratenientes, sería ministro de Trabajo de Vargas entre 1953 y 1954 y presidente de la nación entre 1961 y 1964. Fue hombre de confianza y emisario del líder del PBT. 5 Barros provenía de una rica familia de productores de café de la región de Piracicaba, en la que había nacido el 22 de abril de 1901. 6 Marisol Saavedra, Op.cit., pp. 28-29. 7 Ídem. 8 Ídem, p. 29. 9 Ídem. 10 Ídem. 11 Ídem, pp. 30-31. 12 Loris Zanatta, La Internacional Justicialista. Auge y ocaso de los suelos imperiales de Perón, Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 2013, p. 341. 1

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Carlos Conde, “Perón-Vargas, la alianza inconclusa”, Clarín, Buenos Aires, Sección Historia Política, sábado 19 de noviembre de 2005.                              

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LA INDUSTRIA PESADA DEL RÉGIMEN

Producción en serie del Rastrojero Tal como hemos visto, el IAME nació para paliar las dificultades que generaba la obtención de materias primas como consecuencia directa de las restricciones impuestas a la Argentina a raíz de su postura política durante la guerra y la que se adoptó inmediatamente después del advenimiento de Perón a la primera magistratura.

La industria automotriz En 1952 el brigadier Juan Ignacio San Martín planteó al líder justicialista la idea de implementar una industria automotriz propia sobre la base del Instituto Aerotécnico y sus instalaciones. La nueva fábrica favorecería el mantenimiento de mano de obra especializada basada en años de formación y experiencia y emplearía el excedente de capacidad de producción que en 1952 daba trabajo a 13.600 empleados y abarcaba una superficie de 150.000 m2. Otorgado el visto bueno por el primer mandatario, ese mismo año la Fuerza Aérea Argentina asumió la responsabilidad de dar forma a una planta de producción de automotores basada íntegramente en tecnología argentina. Se puso manos a la obra en forma inmediata y de esa manera, aquel mismo año comenzó la producción de automóviles nacionales. Como Mussolini y Hitler en su momento, lo primero que Perón hizo fue solicitar al brigadier San Martín, un vehículo económico que estuviera al alcance del pueblo. Siguiendo esa directiva, el ingeniero Raúl Magallanes comenzó a trabajar en el diseño del Institec MA-1 M-800, un motor de dos tiempos en “U”, cuatro cilindros con dos cámaras de combustión, 36 hp de potencia a 4500 rpm y una cilindrada 800 cm3, destinado a equipar automóviles económicos. Al mismo tiempo se comenzó a montar una imponente planta de producción y se trazaron los primeros bosquejos del sedán Justicialista1; el Justicialista Grand Sport y el Justicialista Grand Turismo, los dos últimos con sus variantes convertibles.

Los planos de la carrocería fueron encargados al grupo de diseñadores del área de Proyecto de Aviones, quienes inspirados en el Chevrolet 51, importaron un automóvil y una rural DKW a efectos de adaptar aquella tecnología.

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Sedán Justicialista Las características del primer sedán dos puertas fueron una carrocería standard Sobre Bastidor, motor delantero longitudinal Institec M-700, de dos tiempos de y dos cilindros, 690 cm3 de cilindrada, un diámetro por carrera de 76 x 76 mm y una relación de compresión de 6,3:1, 23 hp de potencia a 450 rpm. Cuando en 1953 se le instaló un motor Institec M-1 M-800 de cuatro cilindros en U, la cilindrada aumentó a 800 cm3, su diámetro por carrera a 56 x 48 mm, su relación de compresión a 6,5:1 y su potencia a 36 hp a 4500 rpm. El sedán Justicialista tenía tracción delantera, se refrigeraba con 8,5 litros de agua, su combustible era aceite y nafta, su sistema de combustión un carburador Solex, tenía tres velocidades, una capacidad de 35 litros de combustible, un peso vacío de 850 kg, una longitud de 4,295 metros, 1550 metros de ancho y una altura de 1450 metros.

Vista posterior del Justicialista La distancia entre los ejes era de 2400 mm, la trocha delantera de 1200 mm, la trasera de 1250 mm, sus frenos delanteros y traseros eran sistema tambor – tambor y su dirección piñón y cremallera. Su suspensión delantera era independiente, de semiejes y elástico transversal y la trasera independiente con barra de torsión, estaba equipado con neumáticos de 5.50 por 16", un generador eléctrico de un dínamo 6 V, su consumo promedio era de 13 km/l, su aceleración 0 a 100 km/h (s) y su velocidad máxima de 110 km/h. Centenares de hogares trabajadores y buena parte de la clase media accedieron al sedán Justicialista. Perón distribuyó algunos entre funcionarios y obreros y en 1953 le envió uno al presidente chileno Carlos Ibáñez del Campo, en un avión carguero Bristol de la Fuerza Aérea Argentina. En 1952 comenzó a construirse la variante pick up y en 1953 el furgón, ambos de dos puertas, con carrocería sobre bastidor y motor delantero longitudinal IAME M-700, en dos tiempos. Al equiparlos con los Institec M-1 M 800 de dos cilindros de 76 x 76 mm de diámetro por carrera, sus capacidades se incrementaron, aumentando su cilindrada a 690 cm3, su relación de compresión a 6,5:1 y 24 hp de potencia a 4500 rpm.

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Pick Up Justicialista Entre 1952 y 1955 se fabricaron 152 unidades del sedán, versión dos cilindros y 25 versión cuatro cilindros; entre 1952 y 1957 salieron de planta 2660 de la pick up y en los tres años que transcurrieron entre 1953 y 1956, otras 726 del furgón. Por pedido expreso de Perón, que deseaba una variante deportiva de producción nacional, en 1952 el Instituto comenzó a construir el sedán Justicialista Gran Sport en sus versiones cerrada y convertible, automóvil de líneas deportivas equipado con un motor Porche delantero horizontal (Boxer) con válvulas a la cabeza, de cuatro tiempos, igual cantidad de cilindros, 55 hp 4400 rpm, 80 x 74 mm de diámetro por carrera, 1488 cm³ de cilindrada, una relación de compresión de 7,0:1, tracción delantera y tres velocidades. Este nuevo diseño disponía de un sistema de refrigeración por medio de aire y utilizaba nafta como combustible y dos carburadores Solex 32 PBI. Su tanque tenía capacidad para 35 litros, gastaba un litro cada trece kilómetros y su peso vacío era de 850 kg.

Variante Furgón El Justicialista Gran Sport fue el segundo auto del mundo con carrocería de plástico reforzado con fibra de vidrio, después del Chevrolet Corvette, que salió al mercado unos meses antes. Su característica principal era su capot largo que recordaba vagamente la trompa de un tiburón (y así se lo comenzó a llamar), con el escudo justicialista en el extremo de su capot. Medía 4,295 metros de largo por 1,550 de ancho y 1,450 de alto, la distancia entre sus ejes era de 2400 mm, su trocha delantera de 1200 mm y la trasera de 1250 mm; disponía de frenos tambor – tambor (los delanteros y los traseros), su dirección era en base a piñón y cremallera y la suspensión delantera era independiente, con semiejes y elástico transversal. La tracción trasera igual pero contaba con una barra de torsión, los neumáticos eran de 5.50 x 16", su generador eléctrico un dínamo 6 V, su aceleración de 0 a 100 km/h (s) y su velocidad máxima 110 km/h. Según algunas fuentes, los tres primeros prototipos de este automóvil fueron construidos por Autoar, una fábrica de la localidad de Tigre. Una vez terminados, fueron trasladados a la empresa Sintecol para ser pintados por un verdadero experto en la materia, Raúl Rodríguez, futuro fundador de la firma Sinteplast, que había sido especialmente convocado para esa tarea y una vez terminado el trabajo, los vehículos fueron entregados al IAME para su fabricación en serie2.

Justicialista Gran Turismo

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En 1953, al conmemorarse el primer aniversario del lanzamiento del Justicialista Gran Sport, un grupo de técnicos e ingenieros encabezados por el ingeniero Ambrosio L. Taravella, comenzó a trabajar en un motor de 8 cilindros en V, desarrollado íntegramente en el país, para equipar no solamente el Gran Sport sino también a sus siguientes variantes: el Sport Coupé GT y el Gran Turismo. Las características del primero (del que solo se construyeron prototipos), fueron, en líneas generales, un motor delantero IAME V-8 (8 cilindros) longitudinal, con árbol de levas central y válvulas a la cabeza, un ciclo de cuatro tiempos, 2973 cm3 de cilindrada, con 80 x 75 mm de diámetro por carrera, una relación de 7:1 de compresión, 114 hp a 4600 rpm, un par motor de 21 y un régimen de 2600 rpm. Este automóvil utilizaba nafta, con un sistema Solex AAI doble boca, tenía cuatro velocidades, una relación final de 3,70:1, un tanque con capacidad para 110 litros, tracción trasera y refrigeración por aire. Las dimensiones de esta cupé deportiva para dos personas eran de 4100 mm de largo por 1560 de ancho y 1020 de alto; tenía una distancia entre ejes de 2400 mm, 1200 mm en la trocha delantera y 1250 en la trasera, frenos tambor – tambor (tanto los delanteros como los traseros), piñón y cremallera, suspensión delantera independiente con resortes helicoidales, suspensión trasera de dion con elástico transversal y un dínamo 6V 80-A como generador eléctrico. Su consumo promedio era de 6,7 litros por kilómetro y su velocidad máxima de 170 km.

Justicialista Grand Sport convertible

Perón al volante de un Grand Sport Finalmente, el Justicialista Gran Turismo, también fue dotado de motores delanteros longitudinales IAME 8 con cilindros dispuestos en V a 90º, de 85 x 75 mm de diámetro, 300 cm3 de cilindrada, 115 hp a 4300 rpm con una compresión de 7:1, refrigerado por aire y cuatro carburadores Solex 30 AAI dobles, con tomas de aire dinámica.

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Su chasis de tipo bastidor tubular, poseía tubos de acero cromomolibdemo soldados, largueros y barra principal de 35 mm de diámetro y 1,5 mm de espesor, barras secundarias de 35 mm de diámetro y 1 mm de espesor con suspensión delantera trapecio articulado y resorte helicoidal. Disponía de amortiguadores telescópicos de doble acción y la trasera tipo puente de dion, con ballesta transversal alta y frenos de pie hidráulicos rodado 600 por 16. La distancia entre los ejes del automóvil era de 2650 mm, la de la trocha delantera de 1440 mm. y la de la trasera de 1470 mm, su largo total 4,725 metros, su peso vacío 1200 kg, su velocidad máxima 180 km por hora y su consumo 15 litros cada 100 kilómetros.

El primer motor V-8 de Taravella estuvo listo en abril de 1954 y fue probado en el en el banco de pruebas del Laboratorio de Ensayos del IAME. Las experiencias permitieron confirmar que sus cuatro carburadores dobles le daban una alimentación más eficiente y le permitían alcanzar las 50 horas a 2000 rpm.

Producción en serie En la segunda etapa de ensayos, los motores fueron colocados sobre un chasis y carrocería, con el objeto de realizar los correspondientes testeos en ruta. Para ello, los técnicos del Institec ubicaron ambos motores sobre dos unidades, una descapotable y la otra cerrada y le adaptaron el vano para alojar un motor más grande y potente que el Porsche con el que estaban equipados. Ninguno de los dos modelos pasó la etapa experimental pero se los promocionó a nivel internacional. En 1954 dos prototipos de Gran Turismo provistos de motores Porsche fueron expuestos en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York y después de causar sorpresa y despertado la curiosidad del jurado y los asistentes, el 12 de ese mes obtuvieron el premio a la elegancia. En el mes de septiembre de 1955 un Sport Cupé GT fue puesto en exhibición en el Salón del Automóvil de París y otros dos se hallaban en Turín cuando estalló la sangrienta revolución que derrocó a Perón. Al año siguiente, la revista estadounidense “Road and Track” publicó un artículo que hablaba sobre su posible producción en serie por Industrias Kaiser Argentina (IKA) e hicieron referencia a ellos, también, “L´Ilustration”, “Auto Italiana”, “Auto Week” y “Life”. El Justicialista Gran Sport fue presentado oficialmente en el hall central del edificio de YPF, en Av. Diagonal Norte esquina Esmeralda, ceremonia a la que concurrió Perón quien, unos días después, lo probó personalmente ante numerosa concurrencia. La presentación de la variante V-8, que en lugar del escudo justicialista sobre el capot lucía unos cromados con las inscripciones IAME y V-8, se llevó a cabo en el mismo lugar y el 17 de enero de 1954 hizo su debut en el Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires, durante el Gran Premio de La República Argentina, que presenció el primer mandatario junto a sus principales ministros y colaboradores. En la oportunidad, aprovechando el gran número de público que se había dado cita, se organizó una carrera monomarca de la que participaron quince Justicialistas Sport V-8.

Para delirio y delicia del público presente, el gran Juan Manuel Fangio, que había ganado la competencia esa misma tarde, fue uno de los pilotos que probó el Grand Sport. Pero el régimen no solamente pensaba en las familias tipo y los trabajadores sino también en el hombre de campo, base fundamental de la economía argentina, siempre necesitado de medios adecuados para el desarrollo de su actividad. Y de una partida de 2500 tractores Empire importada de los Estados Unidos, surgió un pequeño camión chacarero que haría historia.

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Fangio prueba el Grand Sport V8 en el Autódromo de Buenos Aires Los tractores en cuestión, cuya fabricación fue cancelada al terminar la guerra, tenían mecánica jeep y eran extremadamente baratos. Con ellos se pensó proveer a los chacareros de la provincia de Buenos Aires, Santa Fe y el sudeste de Córdoba pero resultaron de muy mala calidad y pésimo diseño; volcaban con facilidad y no eran lo suficientemente resistentes para las actividades de la región, razón por la cual, al cabo de un tiempo, se los retiró del mercado y acabaron en un depósito. Paralelamente, desde 1952 el gobierno estudiaba la posibilidad de fabricar una camioneta rural destinada a los pequeños chacareros. Al brigadier San Martín se le ocurrió la idea de utilizar todo aquel material inactivo que dormía su sueño en los depósitos estatales, para sacarle algún provecho y a través de una directiva, solicitó esos tractores con el objeto de utilizar su mecánica. Así fue como se constituyó un grupo de trabajo a cuyo frente fueron puestos los ingenieros Rubí Luterau, Raúl Gómez y Alfredo Cassasola, este último a cargo del personal especializado, quienes se entregaron por entero a la tarea de desarrollar dos vehículos destinados al campo, una rural y una pick up, que brindasen las prestaciones necesarias para el transporte liviano a un costo sumamente económico. Nacían de ese modo el Rastrojero y la Gauchita .

Camión Rastrojero destinado a la actividad rural Diseñado por los ingenieros Félix Santiago Sanguinetti y Raúl Gómez, el equipo de trabajo readaptó los motores naftenos Willys Overland de los Empire y proyectó un chasis delantero semejante al del Ford 37, adecuó la suspensión trasera y le incorporó una carrocería dura, ideal para su uso en caminos de tierra. A las

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pick ups se las equipó con una a caja de madera destinada a la carga, con una capacidad de hasta una tonelada, ideal para el transporte de productos e insumos rurales y poco después comenzó la construcción. Los prototipos estuvieron terminados en abril y el 1 de mayo de 1952, aprovechando los festejos del Día del Trabajo, fueron presentados en la Plaza de la República de Buenos Aires, en un acto al que concurrió especialmente el presidente Perón. La Gauchita no pasó de la etapa de prototipo pero el Rastrojero tuvo una aceptación jamás imaginada. Se construyeron dos versiones en serie, una a nafta y la otra diesel. La primera entre 1952 y 1954 y la segunda a desde ese año en adelante. La versión naftera poseía las siguientes características: Motor: Willys Overland naftero de 2,2 litros Ciclo: 4 tiempos, válvulas laterales Ubicación: Delantero longitudinal Cilindrada: 2199 cm3 Número de Cilindros: 4 Largo: 4,390 m Ancho: 1730 m Alto: 1630 m Diámetro por carrocería: 79.3 por 111.1 mm Relación de compresión: 7,5:1 Potencia: 65 hp Régimen: 4.000 rpm Combustible: nafta común Sistema de combustible: carburador Carter W 01 Velocidades: 3 Tracción: trasera Refrigeración: agua (8 L) Relación Final: 4,75:1 (desde unidad Nº 12.000 4,22:1 Capacidad Combustible (L): 70 Peso Vacío (kg): 1.270 Distancia entre Ejes (mm): 2.680 Trocha Delantera (mm): 1.490 (1470 NP 66) Trocha Trasera (mm): 1490 (1430 NP 66) Frenos (Delanteros/Traseros): tambor-tambor Dirección: tornillo sin fin Suspensión Delantera: paralelogramo deformable, elástico transversal Suspensión Trasera: eje rígido, elásticos longitudinales Neumáticos: 6.00 pot 16" Generador Eléctrico: dínamo 12 V 130 W (160 W NP 66) Capacidad de Carga: 500 kg (650 kg NP 66) Consumo Promedio (km/L): 15,5 Aceleración 0 a 90 km/h (s): 40,2 Velocidad Máxima (km/h): 103 A partir de 1954 el Rastrojero fue equipado con un motor diesel Borgward D4M de 1758 cm³ y 42 hp de potencia, y presentaba las siguientes particularidades: Motor: Borgward D4M de 1,8 litrosCiclo: diesel, válvulas a la cabeza Ubicación: delantero longitudinal Cilindrada: 1758 cm3Número de cilindros: 4 Largo: 4,390 m Ancho: 1730 m Alto: 1630 mDiámetro por carrera: 78 x 92 mm Relación de compresión: 19,8:1 Potencia: 42 hpRégimen: 3400 rpm Par Motor: 10,5 m/kg Régimen: 2200 rpm Combustible: gas-oil Sistema de combustible: inyección indirecta Bosch FP/KE 22 A Velocidades: 4 Tracción: trasera Refrigeración: agua (8 L) Relación Final: 4,75:1 (desde unidad Nº 12.000 4,22:1 Capacidad Combustible (L): 70 Peso Vacío (kg): 1.270

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Distancia entre Ejes (mm): 2.680 Trocha Delantera (mm): 1.490 (1.470 NP 66) Trocha Trasera (mm): 1.490 (1.430 NP 66) Frenos (Delanteros/Traseros): tambor-tambor Dirección: tornillo sin fin Suspensión Delantera: paralelogramo deformable, elástico transversal Suspensión Trasera: eje rígido, elásticos longitudinales Neumáticos: 6.00 potencia 16" Generador Eléctrico: dínamo 12 V 130 W (160 W NP 66) Capacidad de Carga: 500 kg (650 kg NP 66) Consumo Promedio (km/L): 15,5 Aceleración 0 a 90 km/h (s): 40,2 Velocidad Máxima (km/h): 103 El Rastrojero demostró increíbles condiciones para su desplazamiento por tierra y barro, así como también sobre rutas de ripio, calles empedradas y pavimento. Sus formas rústicas escondían una mecánica simple pero efectiva que lo hizo ideal para las actividades del campo. Disponía de una cabina metálica carrozada, guardabarros separados y abiertos para evitar la acumulación del fango y una simple caja de madera para la carga, con herrajes metálicos, montada sobre un bastidor de chapa de acero. Poseía tracción trasera, la suspensión delantera tenía amortiguación tradicional y la trasera flejes superpuestos y eso facilitó notablemente su comportamiento por terrenos rugosos. Entre 1952 y 1954 se produjeron 2365 unidades nafteras y entre 1954 y 1965, 26.067 diesel (incluye ndo algunas unidades de cabina doble), superando el millar de ejemplares en el período 1954/1955. El Rastrojero fue testeado en Francia se evaluaron sus condiciones y se estudió la posibilidad producirlo a nivel mundial y llegó a importarse a Uruguay, Paraguay, Bolivia y Chile.

1955. La producción en serie del Rastrojero alcanza las 1000 unidades

El Tractor Pampa El 8 de septiembre de 1948, Perón se trasladó a la localidad santafesina de Esperanza para inaugurar el monumento al agricultor, erigido en la plaza ubicada sobre la calle Alberdi, en su intersección con la Ruta 70, en memoria de los colonos fundadores que dieron origen a la ciudad. En la oportunidad, rodeado por autoridades provinciales y municipales, el primer mandatario anunció a la multitud que se había congregado frente al palco para presenciar la ceremonia, que en breve comenzaría la producción de maquinaria nacional destinada a las labores del campo, La misma iba a cubrir un vacío muy marcado ya que para entonces, la tecnología utilizada, sumamente vetusta y escasa, era importada de los Estados Unidos.

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Tractor Pampa Funcionarios del Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación pusieron en marcha un vasto plan enviando a través de la Ruta Nacional Nº 9, entre Buenos Aires y la provincia de Córdoba, a un equipo de inspección que debía ingresar en cada uno de los establecimientos rurales que se extendían a lo largo del recorrido, para interiorizarse sobre las necesidades de sus propietarios, indagando especialmente sobre el tipo de tractor que se necesitaba y cuál era el que más rendía. Aquellos hombres tomaron nota rigurosa de cada una de las palabras de los productores y a su regreso se sentaron a evaluar las respuestas para labrar un informe. El tractor más mencionado fue el Lanz Bulldog D9506 alemán, que se fabricaba en Manheim3, que poseía un motor extremadamente sencillo y rendidor, de un solo cilindro, que funcionaba por autoencendido, y solo requería una lámpara a bomba a kerosene para su calentamiento, previo a la puesta en marcha. El tractor ofrecía una ventaja única al funcionar con una mezcla de kerosén con aceite usado, e incluso aceite o grasa animal con el que se podía reemplazar tranquilamente al gasoil con el que se movía. Además, su potencia permitía suplir a las viejas calderas de vapor que se usaban para mover las trilladoras estacionarias de trigo lino y era considerablemente maniobrable. Cuando los técnicos del Ministerio elevaron su informe, las autoridades decidieron traer desde Uruguay dos de aquellos aparatos, para someterlos a un exhaustivo examen y estudiar su rendimiento. Conducidos a las instalaciones del IAME, en la provincia de Córdoba, los técnicos procedieron a desarmar íntegramente a uno de ellos para someter sus piezas a un análisis riguroso. Inmediatamente después, invitaron a industriales nacionales para que evaluasen la posibilidad de fabricar aquellas partes, prometiéndoles los materiales, herramientas y maquinarias necesarias para ello. Al segundo tractor se le refaccionó la trompa, se le reemplazó el logotipo de su marca original por el del IAME, se lo pintó de naranja y se lo condujo a Buenos Aires para exhibirlo en marcha durante varios días junto al obelisco. El 17 de octubre de 1952, fue colocado en un vagón de ferrocarril en la estación Ferreyra y enviado a la Capital Federal donde, una vez montada la muestra, se lo puso en marcha y permaneció varios días bajo una bandera argentina, para demostrar su capacidad y resistencia.

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Planta productora del Pampa

Producción en serie El ruido de su motor pistoneando se escuchaba desde varias cuadras a la redonda y eso atrajo a miles de personas que entre asombradas y orgullosas, comentaban la novedad y se referían a los logros del régimen. La Argentina era una nación agrícola y estaba produciendo su propia maquinaria.

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Menos de cuatro años después, Perón firmó el Decreto Nº 4075 fechado el 11 de agosto de 1952, por medio del cual autorizaba la creación de la Fábrica de Tractores del IAME “…, con la misión de producir por si y en cooperación con la industria privada, tractores íntegramente nacionales”. Ese decreto y el Nº 8187, rubricado el 7 de octubre del mismo año, establecían convenios y acuerdos de cooperación con la poderosa empresa Fiat para la asistencia técnica que el IAME iba a necesitar inicialmente para poner en marcha el programa. Nacía el tractor “Pampa”, producido íntegramente en el país, que venía a incorporarse a las 300 unidades Fiat 55 construidas bajo licencia. Así fue como se levantó una imponente planta industrial contigua a la estación Ferreyra del Ferrocarril General Bartolomé Mitre y se puso manos a la obra de manera inmediata. Lo primero que salió de planta fue un prototipo y el 31 de diciembre de 1952 se lanzó una preserie de 15 unidades equipadas con motores nacionales IAME de dos tiempos y 55 hp, las que recorrieron diferentes rutas del país, para demostrar las excelencias de su mecánica, arrastrando detrás arados de cuatro rejas con los que se efectuaron exitosas demostraciones. La Argentina se transformaba en el primer país latinoamericano y en el segundo del continente, en producir sus propios tractores. En 1953 se inició la producción en serie que llegó a totalizar, en el período 1952/1963, unas 3760 unidades a un precio inicial de $85.000, muy inferior a los costos del mercado. Las primeras 12 unidades salieron de fábrica el 28 de junio de 1954 y casi enseguida se pusieron a la venta. Por supuesto que fue necesario corregir algunos defectos, uno de ellos el de la inversión de la marcha, que llegó a provocar varios accidentes, algunos de ellos fatales, especialmente cuando en plena aceleración las vueltas caían y el pistón no llegaba a completar la compresión, motivando que el tractor saliese disparado hacia atrás. Los primeros Pampa provocaron derrumbes de galpones y hasta algunos incendios en el campo al despedir combustible encendido, problema que después de nuevos peritajes, acabaron por ser subsanados. Sus características generales fueron:

Peso total: 3500 kg. Potencia: 55 hp Potencia máxima barra de tiro: 50 hp VELOCIDADES 3 Velocidades en baja 3 Velocidades en alta 2 Velocidades hacia atrás DESARROLLO 1ª Marcha de Baja 3,8 km/h. 2ª Marcha de Baja 5,1 km/h. 3ª Marcha de Baja 6,8 km/h. Marcha atrás Baja 4,9 km/h 1ª Marcha de Alta 12 km/h. 2ª Marcha de Alta 16 km/h. 3ª Marcha de Alta 22 km/h. Marcha atrás Alta 15 km/h. DIMENSIONES GENERALES Trocha: 1473 mm. Longitud total: 3390 mm. Distancia entre ejes: 2037 mm. Ancho total: 1780 mm. Altura del chasis: 260 mm.

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RODADOS Delanteros: neumáticos 7,50 x 20 Traseros: neumáticos 13,50 x 28 CARACTERISTICAS GENERALES DEL MOTOR Dos tiempos, monocilíndrico, en disposición horizontal. Semi-Diesel Diámetro del pistón 225 mm. Carrera del pistón 260 mm. Cilindrada geométrica 10.388 cm3 Rpm mínima: 350 Rpm máxima: 750 Presión media efectiva: 3,25 kg/cm2 Diámetro de la polea: 500 mm. Arranque: a ignición eléctrica y nafta. Perón seguía asombrando a su pueblo con sus iniciativas de progreso y parecía que la Argentina comenzaba a posicionarse entre las naciones del primer mundo.

Locomotoras Justicialistas Dentro de lo que fue el Primer Plan Quinquenal, el gobierno justicialista encaró con vigor el desarrollo de la industria ferroviaria, vanguardia en América Latina, con la construcción de locomotoras y vagones de tecnología nacional. Uno de los artífices de aquella iniciativa fue el ingeniero Pedro Celestino Saccaggio, profesional italiano nacido en San Giorgio Canavesse, en la región de Piamonte (provincia de Turín), el 2 de enero de 1876, quien emigró a la Argentina junto a sus padres, cuando apenas tenía seis años de edad. Radicado en la localidad bonaerense de Victoria (partido de San Fernando), en 1888 Saccaggio comenzó a trabajar en los talleres que el Ferrocarril Central Argentino tenía en esa localidad, mientras cursaba sus estudios secundarios en un establecimiento de la Capital Federal. En 1894 ingresó en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires y seis años después obtuvo su diploma, especializándose luego en mecánica y electrónica. Desde joven, Saccaggio dio muestras de capacidad y talento y de ese modo, en 1910, diseñó un sistema eléctrico de calefacción e iluminación destinado a reemplazar a los de vapor que utilizaban las viejas locomotoras; trabajó en un mecanismo tendiente a reemplazar al carbón importado por combustible líquido nacional, en 1929 pergeñó la idea de una usina eléctrica para mover las máquinas ferroviarias y cuatro años después diseñó una locomotora diesel que sería la base de sus futuros proyectos.

Locomotora CM1 Justicialista Cuando el régimen peronista puso en marcha su programa ferroviario, el ingeniero Saccaggio fue designado director de los talleres de Liniers donde, en 1949, con el amplio apoyo del ministro Miguel Miranda, comenzó

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a construir la locomotora diesel-eléctrica “Justicialista” CM1, basada en su proyecto CM-210, al mismo tiempo que daba inicio a la Usina Móvil para tracción eléctrica diesel (UE6). Dos años llevó a su equipo la construcción de la locomotora, durante el cual se le encargaron a la empresa Sultzer Hnos., de Suiza dos motores diesel 6.LDA-25 de seis cilindros hp a 850 rpm cada uno y equipos eléctricos a la Oerlikon English Electric de Gran Bretaña. También se importaron remaches, bulones, engranajes, vidrios, marcos para ventanas y otros elementos. Bajo la dirección de Saccaggio, los operarios comenzaron a dar forma a una máquina de dos cuerpos acoplados en tándem de 20 metros de largo cada uno, un ancho de 2,20 metros y una altura de 3,25 metros. Su trocha era ancha (1,660 metros) y un peso a carga completa de 200 toneladas con un 100% de adherencia a los rieles. A efectos de aligerar el peso por eje, se hicieron bogies de 4 ejes tractivos, cuyas medidas eran 5,6 metros de longitud y su peso de 20 toneladas, detalle que a su vez, disminuía el peso de cada uno de los ejes unas 13 toneladas, los que vinculados de a dos, permitían una afirmación óptima en las curvas, disminuyendo notablemente el desgaste de las llantas y las posibilidades de descarrilamiento. Los bogies eran de manufactura y diseño nacional y permitían operar a alta velocidad en tendidos férreos de no muy buena calidad La locomotora cargaba 8000 litros de gasoil, 3000 de agua y 350 de aceite, lo que le daba una autonomía total de 2000 km de distancia. Su planta motriz permitía alcanzar hasta 150 km/h y ahorrar hasta 2900 hp de potencia pues cada motor era independiente uno de otro, utilizaba frenos por aire comprimido y un sistema de refrigeración diseñado por el mismo Saccaggio, fabricado íntegramente en el país, que evitaba la fatiga del material, la rotura de piezas y fisuras en el block del motor.

Perón junto al ingeniero Saccagio Las Justicialista llevaban a bordo un completo taller de herramientas consistente en una mesa ubicada en un gran espacio en el que se realizaban los arreglos en caso de producirse alguna emergencia durante el viaje. Se dice que Saccaggio ideó la locomotora basándose en la gorra del uniforme militar de Perón. “Quiero que el frente sea la gorra de Perón; el miriñaque, la visera; los paragolpes, el frente; en la parte superior de la gorra se colocará el Escudo Nacional”4.La “Justicialista” fue presentada oficialmente en la Plaza Canadá, el 19 de octubre de 1951, frente a la terminar del Ferrocarril General “Manuel Belgrano” de la estación Retiro. Ese día se dio cita gran concurrencia para apreciar el ingenio y presenciar la llegada de Perón, que se hizo presente en uno de los vehículos oficiales, rodeado por su escolta, mientras era vivado por la multitud.

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Al descender del rodado, el primer mandatario saludó a a la muchedumbre con su típico gesto de alzar los brazos e inmediatamente después se dirigió hacia donde se encontraba Saccaggio, al que saludó efusivamente. Inmediatamente después hizo lo propio con cada uno de los operarios que trabajaron en la construcción de la locomotora, quienes le fueron presentados por el gestor del proyecto y poco después dio comienzo el acto, con las palabras del diseñador italiano, quien se dirigió al primer mandatario diciendo: Con vuestro apoyo, excelentísimo señor Presidente, no sólo nos independizaremos completamente del extranjero, sino que elevaremos nuestro servicio ferroviario a la altura de los mejores del mundo. Con sincero dolor lamentamos hoy la ausencia de la señora Eva Perón, de Evita, que es la madrina de la locomotora, y rogamos a Dios por su pronta mejoría, a la vez que pedimos al general sea intérprete de nuestro sentir ante su abnegada esposa5. A tales conceptos respondió el líder justicialista con la verborragia que le era característica: Yo quiero decir solamente dos palabras, palabras que deseo sean de estímulo y de agradecimiento al ingeniero, que ha concebido esta locomotora y a los ingenieros que trabajaron en su confección, como así también a los compañeros trabajadores que pusieron su esfuerzo, su abnegación y su sacrificio para realizarla Nuestro objeto al construir estas máquinas quizá no sea el de dotar a todos nuestros ferrocarriles de máquinas de este tipo a corto plazo, pero tiene la inmensa virtud de demostrar que nosotros, los argentinos, también podemos comenzar a ocuparnos de estas tareas. "Podemos decir que esta locomotora, que marca un prototipo, para un tipo de locomotoras diesel eléctricas, concebido por argentinos, para los ferrocarriles argentinos, al servicio de la Nación Argentina, está marcando, también, la capacidad de fabricación de nuestro personal ferroviario. Por esa razón yo he querido venir a ver cristalizados los sueños de don Pedro Saccaggio, que hace ya tres años me entusiasmo, con la fabricación en el país con este tipo de locomotoras. Vengo a darle el abrazo que él merece, por su preocupación y el talento que ha puesto en la ejecución de esta obra, que es para nosotros, un verdadero símbolo de nuestra independencia. Don Pedro Saccaggio, un viejo pionero de los ferrocarriles argentinos, sentirá hoy, indudablemente, su espíritu elevado por la satisfacción inmensa de presentar un trabajo completo, construido total y absolutamente con manos argentinas y concebido por cerebros argentinos. "Yo solamente quiero agradecerle, en nombre de lo Nación, tanto al señor ingeniero como a todos los que han trabajado en esta magnífica locomotora, agradecerles en el sentido de que, al poner el último tornillo de ella, cada uno de ustedes ha prestado un servicio superior a la Nación, no solamente en lo que representa materialmente esta locomotora, sino en lo que simbólicamente significa el poner en marcha una máquina argentina. Iniciamos con ella una nueva era, una nueva etapa de las fabricaciones de elementos locomotrices. Por eso quiero agradecer al señor ingeniero y a todos los operarios que han puesto sus desvelos en la fabricación de la “Justicialista”, que hasta en su nombre está marcando la Nueva Era de la República Argentina6. Pronunciado su discurso, Perón estrechó en un fuerte abrazo a Saccaggio y procedió a poner en marcha al ingenio, que ante los vivas del público presente, se desplazó varios metros sobre las vías de la Av. Antártida Argentina. Tres meses después, la locomotora entró en funciones arrastrando el expreso “El Marplatense” que en un lapso de cuatro horas cubría un trayecto de 404 kilómetros entre Buenos Aires y la principal ciudad balnearia del país y al año siguiente, cubrió los trayectos a Mendoza y Bariloche, llevaba el escudo justicialista en su frente y retratos de Perón y Evita en su cabina. Pero la Justicialista CM1 no fue la primera locomotora del programa peronista. Desde 1948 el ingeniero Dante Livio Porta, de tan solo 27 años de edad, venía desarrollando una máquina a vapor clase 4-8-0, de cuatro cilindros, que sería la base de la futura CM2 “Argentina”. Livio Dante Porta había nacido en Paraná, provincia de Entre Ríos, el 24 de marzo de 1921 pero siendo niño todavía, se trasladó con su familia a Rosario donde cursó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Salesiano de esa ciudad. Con su diploma de bachiller en la mano, ingresó en la Universidad Nacional del Litoral, de la misma ciudad, de la que egresó en 1946 con el título de ingeniero.

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Locomotora CM2 Argentina Especializado en motores y en la propulsión a vapor, no tardó en demostrar sus dotes de innovador, diseñando una locomotora destinada al Ferrocarril Buenos Aires al Pacífico, la mencionada 4-8-0, con la que experimentó en vías de trocha métrica la combustión en base a los gases Kylpor y Lempor, que quemaban combustible de manera más eficaz y aumentaban de ese modo su poder. El nuevo complejo, que comenzó a ser construido en los talleres del Puerto de Rosario, llevó el nombre de “Argentina” CM2, “Justicialista” Nº 2 y “General Perón” y en él siguió trabajando Porta en 1950, cuando se radicó con su esposa y sus hijos, en la localidad de Tolosa, partido de La Plata, en cuyos talleres ferroviarios sitos en la intersección de las calles 3 y 526, continuó su tarea. La fábrica disponía de tres amplios galpones y a ella se ingresaba por los grandes portones metálicos, los primeros ubicado en las esquinas de 1 y 528 y 3 y 526, por donde se accedía a la planta técnica y las oficinas administrativas. En el segundo, pegado a la Escuela “Juan Vucetich”, se hallaba montada la sala de maquinado y en el tercero, contiguo a la estación Tolosa, se encontraban los almacenes. La locomotora “Justicialista” 2 o “General Perón”, cubrió el trayecto Buenos Aires/Rosario/Santa Fe, Buenos Aires/Rosario/Córdoba y Buenos Aires/Tucumán y como la CM1, siguió funcionando hasta los años sesenta7.

Motocicletas Puma En 1952 el IAME comenzó a estudiar la perspectiva de una motocicleta de elaboración nacional para ser construida en serie. Evaluada la propuesta, el brigadier San Martín dio el visto bueno y, de esa manera, los dibujantes del Departamento de Diseños comenzaron a trabajar en los planos de una motocicleta de baja cilindrada, simple y económica, que estuviera al alcance de la clase trabajadora, de acuerdo a los estipulados del Primer Plan Quinquenal. De esa manera, ese mismo año, técnicos y operarios del Instituto lanzaron una preserie de veinte unidades bajo la dirección del ingeniero Fernando Ariel Martín, basándose en un modelo Guericke alemán, dotado de un motor Sach de 98 hp que Perón había recibido como obsequio de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).

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Producción en serie de las Puma De esa manera fue lanzado al mercado un producto de excelente calidad que cubrió ampliamente las expectativas. Las unidades, pintadas de verde, sirvieron para evaluar su funcionamiento y su performance y dado el éxito alcanzado, el 27 de mayo de 1953 Perón firmó el Decreto Nº 9170 creando la Fábrica de Motocicletas “Puma”, a cuyo frente fue puesto el capitán Juan José Tasso, destinándose para ello las instalaciones del 1er Batallón de Paracaidistas (camino a la localidad de Villa Carlos Paz), que para entonces, había pasado a depender del Ejército. Las Puma, cuyo nombre derivaba de las siglas “Perón Único Mandatario Argentino”, disponían de las siguientes características: Total de piezas: 2309. Motor: Sach de dos tiempos. Cilindrada: 98 hp. Velocidades: dos (con palanca al tanque). Arranque con pedales duales tipo bicicleta. Freno trasero contra pedal y delantero con patines expandibles y cinta. Rodados: rueda de 26”, con suspensión delantera y cuadro trasero rígido. De esta motocicleta se programaron cinco series de las que solo se concretaron dos ya que la tercera no pasó de la etapa del prototipo. Esa tercera serie debía disponer de una cilindrada de 100 hp, que se vería incrementada a 125 hp en la cuarta y 200 hp en la quinta, pero lamentablemente, no pasó la etapa de prototipos. Perón fue un entusiasta de esta motocicleta, con la que se hizo retratar en varias oportunidades, apareciendo sobre ellas en las tapas de revistas como “Mundo Deportivo” y “Goles”. Además de la serie de 20 unidades que salió de planta en 1952, se construyeron 229 al año siguiente; en 1954 fueron 2627, en 1955 llegaron a 5673 y en 1956, ya en tiempos de la Revolución Libertadora, a 1507, totalizando 10.056 unidades. La segunda serie alcanzó las 56.918 unidades entre 1956 y 1963 y ello a partir ese año se lanzó la cuarta, que llegó a las 11.332 unidades, de 98 hp de cilindrada y a las 25.423 de 125 hp de cilindrada. La marcha del país parecía encaminada hacia un gran futuro bajo el régimen justicialista, con el trascendental impulso que se le había dado a la industria y la tecnología nacional. El Institec fabricaba el sedán Justicialista (después de la Revolución Libertadora, sedán Graciela), la rural y el camioncito Institec, la rural Gauchita, el Rastrojero diesel en sus versiones pick up, rural y furgón, el sedán Justicialista Gran Sport convertible, el furgón Institec, el sedán Justicialista Súper Sport con capota

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desmontable, el Súper Sport V8, la Rural R63, la pick up Caburé, el taxi T63, la chata acoplado y el ómnibus “Juan Perón”. De los talleres ferroviarios salían locomotoras elaboradas íntegramente en el país; técnicos extranjeros y argentinos daban forma a proyectos aeronáuticos de envergadura, incluyendo cazas supersónicos; la Fábrica de Motocicletas Puma lanzaba su línea en serie; se desarrollaban técnicas de motores cohetes y proyectiles teledirigidos y se daba notable empuje a la industria textil y la de electrodomésticos, con la elaboración en serie de cocinas, heladeras, calefones, estufas, lavarropas, máquinas aspiradoras, enceradoras, planchas, radios y licuadoras, producidas en las fábricas de las escuelas-taller, donde se formaban expertos y técnicos que luego eran absorbidos velozmente por el aparato de producción. Mientras tanto, lo obtenido en esa etapa de formación se destinaba a los necesitados en lo que fue un equilibrio de riquezas eminentemente corporativo y fascista que, sin ninguna duda, le hizo mucho bien al pueblo. Además de los centros de formación del que disponía cada fábrica, Perón promovió las escuelas técnicas y las de artes y oficios, antecedentes directos de las universidades tecnológicas nacionales en las que se capacitaron millares de jóvenes del país y del exterior. Un ejemplo de las mismas fue la Escuela Técnica Nº 23 “Casal Calviño”, fundada el 1 de septiembre de 1946 por el profesor José Casal Calviño, inmigrante español oriundo de Pontevedra (Galicia), que con escasos recursos se estableció primeramente en Córdoba para abrir un almacén y en 1922 en Buenos Aires para dedicarse a los negocios de bienes raíces.

Escuela Técnica Nº 23 “Casal Calviño” Como la actividad le resultó redituable, en agradecimiento al país que lo había acogido con los brazos abiertos, donó una importante suma de dinero para abrir una escuela de capacitación técnica y con ese fin, se dirigió por carta a Perón para explicarle su idea y la intención que perseguía. La respuesta fue inmediata y de esa manera, se le dio curso a la orden correspondiente para comenzar las obras del edificio. Por entonces, el establecimiento funcionaba en un lugar precario, sito en el Parque Nicolás Avellaneda, donde la gente contratada por Casal Calviño impartía sus programas de tres años. El 22 de noviembre de 1946 se colocó la piedra fundamental del nuevo edificio, en una ceremonia que encabezó Eva Perón en persona y el 4 de junio del año siguiente la primera fase de la obra quedó terminada. El Estado había financiado la construcción sobre un terreno donado por el Banco Hipotecario Nacional, ubicado en la intersección de Lacarra y José Enrique Rodó, como así también la de otros establecimientos del estilo, uno de ellos la Escuela Técnica Nº 25 “Fray Luis Beltrán”, se hallaba ubicada en el recientemente inaugurado Barrio Marcelo T. de Alvear, con sus grandes monoblocks de departamentos destinados al proletariado, en Alberdi y Lacarra.

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En el marco de los festejos en conmemoración de la revolución de 1943, Perón concurrió a la inauguración en medio de las expectativas del vecindario que se dio cita en gran número para presenciar la ceremonia. El primer mandatario recorrió las instalaciones acompañado por su comitiva, se interesó por el progreso de las obras y después se asomó por una de las ventanas de la estructura, sobre la calle Lacarra, para dirigir la palabra a la concurrencia. El periodismo de la época se refirió al hecho de diferentes maneras. “La Nación”, por ejemplo, publicó en sus titulares, en su edición del jueves 5 de junio: “La fecha del 4 de junio se celebró con diversos actos. Evocose la revolución de 1943 y el aniversario del actual gobierno”: Con numerosos actos se recordó ayer el movimiento revolucionario del 4 de junio de 1943 y el primer aniversario de la asunción al poder del actual gobierno. Las autoridades participaron en las distintas ceremonias que culminaron con una velada ofrecida a los gremios en el Teatro Colón8. En lo que a la escuela técnica se refiere, el matutino reprodujo, bajo el título “Inauguración de una Escuela”, las palabras pronunciadas por el líder justicialista: Con la ceremonia de bendición de la Escuela Técnica Casal Calviño –ubicada en la intersección de las calles Lacarra y Rodó- comenzaron los actos organizados para celebrar el cuarto aniversario de la revolución de junio y el primero del actual gobierno. Presidió la ceremonia el general Perón a quien acompañaban ministros del Poder Ejecutivo y funcionarios civiles y militares. Después de la bendición del edificio –donación de Don José Casal Calviño- se leyó una nómina de obras ya iniciadas y de otras que comenzaron en la fecha. Seguidamente el presidente de la República usó de la palabra y expresó: “He elegido la oportunidad de la inauguración de la escuela Casal Calviño –señaló- para hacer este anuncio desde esta casa, porque a pesar de ser una obra modesta al lado de las grandes que hoy se inician o están en realización, entraña dentro de ellas el valor espiritual más grande que pueda servir de ejemplo a varias generaciones de argentinos. Se refirió a continuación el primer mandatario al gesto de solidaridad y agradecimiento del donante, que había deseado con su gesto decirle a las generaciones futuras que los hombres que trabajan en nuestra tierra están libres de egoísmos y tienen su corazón abierto a los sentimientos que hacen grandes a los hombres. Puso de relieve a continuación el homenaje que el gobierno rendía, y por su intermedio la nación entera, “al hombre honrado y de trabajo que, con esfuerzos y sacrificios, fue acumulando esto que en un gesto que lo dignifica ofrece al país, un ejemplo que deberían imitar muchos argentinos”. Se refirió más adelante a su deseo de celebrar la fecha de hoy trabajando, por entender que es la mejor muestra que el pueblo puede dar de cuál es el fogón mismo del movimiento. Por ello reafirmó que el 4 de junio debía ser un día de trabajo. De inmediato el edecán de servicio, mayor Jorge Ballefet, procedió a dar lectura de la lista donde se detallan las obras en ejecución o las que ya están en vías de realización. Terminado esto, el general Perón señaló que no había sido su deseo el de pronunciar un discurso. La lista escuchada –dijo- es más elocuente que un discurso. La República tendrá que agradecer, más que a las piezas oratorias, las obras que le dejamos instaladas en su territorio. Esperamos, terminó manifestando el primer magistrado, que en el futuro podamos ir anunciando la realización de numerosas obras como estas, que hace tantos años esperan en la república su confirmación por hombres capaces de realizarlas. También pronunciaron discursos el presidente de la Comisión de Aprendizaje y Orientación Profesional, teniente coronel Juan Francisco Castro, y Don José Casal Calviño. Se descubrió más tarde un busto del donante del edificio, y luego, desde los balcones de la escuela, el presidente de la República presenció el desfile del equipo de la Dirección de Gas del Estado, cuyos

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componentes iniciarán hoy el segundo tramo del gasoducto Comodoro Rivadavia – Buenos Aires, en el tramo comprendido entre las localidades de Lavallol [sic] y Coronel Pringles. Desfilaron asimismo los nuevos automóviles colectivos de la Corporación de Transportes de la Ciudad de Buenos Aires, los cuales serán afectados al servicio de la Línea “A”, entre la avenida San Martín y la Plaza Colón. Finalmente el general Perón y sus acompañantes visitaron el barrio de casas baratas Marcelo T. de Alvear, situado a escasa distancia9. Las escuelas pasaron a depender de la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Profesional y comenzaron a recibir a alumnos de diferentes orígenes, a quienes solo se les requería el ciclo primario aprobado. Después de tres años de formación, recibían el título de Técnico de Fábrica, garantía de empleo seguro. Tres años después, las escuelas incorporaron el 4º año otorgando a partir de ese momento el diploma oficial de Técnico Mecánico en Máquinas y Herramientas. En ese contexto, en la década de 1950, precisamente en la ciudad de Córdoba, comenzaron a instalarse fábricas de envergadura para la producción de motores, automotores, motocicletas, locomotoras y aviones. Aquella Argentina fascista y corporativa había puesto en marcha un ambicioso programa de crecimiento e industrialización, que llamó poderosamente la atención en el exterior. Ese proceso mantuvo satisfecha a buena parte de su población, en especial a los sectores de origen proletario y campesino, como también a amplias porciones de la clase media, que veían con agrado la concreción de sus sueños y aspiraciones, tal como había ocurrido en la Italia fascista y la Alemania nazi, antes de la guerra.

Notas Continuaría fabricándose a partir de 1956, con algunas variantes, bajo el nombre de sedán Graciela Wartburg. 2 De esta versión se fabricaron 167 unidades. 3 En Italia lo fabricaba la empresa Landini y en Polonia se lo conoció con el nombre de Ursus. 1

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La “Justicialista”, Ídem. 7 En 1961, la “Justicialista” CM1 Fue desguazada dentro del programa del Plan Larkin y sus restos fueron vendidos como chatarra. La “Justicialista” CM2 o “General Perón”, después de operar en tiempos de la Revolución Libertadora y el gobierno del Dr. Arturo Frondizi con el nombre de “Argentina”, fue enviada a los talleres ferroviarios de Tucumán, donde acabó sus días corroída por el óxido y la rapiña de quienes moraban en los alrededores, a un costado de las vías, en la estación Mate de Luna, ubicada en los suburbios de la capital provincial, triste final para una historia de progreso. 8 Extraído de Publicación Digital La Floresta, desde el barrio para el mundo, “Una escuela del barrio: el "Casal Calviño", http://www.la-floresta.com.ar/casal.htm 9 Íde   6

     

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LA MONUMENTALIDAD DEL REGIMEN

Facultad de Ingeniería de la UBA, antigua sede de la Fundación Eva Perón Como todo gobierno fascista, el peronismo se caracterizó por la construcción de grandes edificaciones y proyectos colosales que perduraron a través del tiempo. El Edificio Alas, la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, la Fundación Eva Perón, el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, Ciudad Evita, la Ciudad de los Niños, el Hogar de la Empleada, los hogares de tránsito, los hogares de ancianos, los hospitales, los grandes complejos turísticos, las colonias de vacaciones y los barrios obreros son algunos ejemplos de lo que fue la arquitectura monumental que caracterizó al régimen. En 1946 el gobierno inició los trabajos del colosal edificio neoclásico de la nueva Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, ubicado en uno de los paseos más elegante del barrio de Recoleta, sobre Av. Figueroa Alcorta esquina Pueyrredón, frente a la residencia presidencial que en esos momentos ocupaban Perón y Evita. Se trataba de una imponente construcción de 40.000 m2, planta baja, subsuelo y tres pisos, construida íntegramente con materiales nacionales. Tanto la gran escalinata que conduce a la galería de acceso, con sus ciclópeas columnas dóricas, como su revestimiento, estaban construidos totalmente con piedra Mar del Plata Los grandes pórticos daban acceso a la antesala del hall central donde destacan sendos retratos al óleo de Juan Bautista Alberdi y Manuel Obarrio, e inmediatamente después se ingresa al imponente hall, en

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cuyo extremo derecho se distingue un paisaje portuario elaborado en esmalte, sobre paneles de hierro cocido, obra de Benito Quinquela Martín elaborada especialmente para su inauguración. Destacaban junto a la obra, en aquel gran espacio, las estatuas de eminentes jurisconsultos y pensadores del pasado argentino como José Manuel Estrada y Antonio Malaver así como también, los bustos de Amancio Alcorta y Raymundo Salvat. Su gran salón de actos, provisto de butacas revestidas de terciopelo, tiene capacidad para 900 personas, destacando sobre su pared principal el cuadro de Antonio González Moreno que representa la fundación de la Universidad de Buenos Aires en la iglesia de San Ignacio, el 12 de agosto de 1821.

Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UBA Junto al majestuoso escenario, la cátedra utilizada por las antiguas autoridades de la casa lucía magnífica junto a los dos pianos de cola situados en el otro extremo, que fueron utilizados durante los célebres conciertos que allí se realizaban. Un magnífico retrato de Juan Martín de Pueyrredón colgaba en el despacho del decano, obra de su hijo Prilidiano, lo mismo el reloj de bronce y la bandera argentina utilizada en los actos de graduación. Destacan también el Aula Magna, con una capacidad para 330 personas, el salón del Consejo Directivo con su galería de retratos, en cuyo acceso se encuentra una réplica de un fresco de Rafael; la pequeña sala de Comisión con su mesa redonda utilizada por los jurados de los concursos docentes, las comisiones del Consejo Directivo (enseñanza, investigación, presupuesto, concursos o reglamento) y otros eventos. También destacan en ese nivel la sala de profesores, los salones Rojo y Verde con capacidad para 120 personas, destinados a eventos culturales como conferencias, presentaciones de libros y proyecciones; el Auditorium para 360 personas, la gran Biblioteca, con su colección de tesoros jurídicos y varias dependencias más entre las que sobresalen las 51 aulas para el alumnado.

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El grandioso edificio romano, obra de los arquitectos Arturo Ochoa, Pedro M. Vinent e Ismael G. Chiappori, se yergue en uno de los más hermosos parques de Buenos Aires, el mismo lugar donde alguna vez funcionaron los antiguos filtros de Obras Sanitarias de la Nación. Se trata, sin ninguna duda, de una clara manifestación de la “monumentalidad” del régimen justicialista, que a través de este tipo de construcciones, apuntaba a expresar su grandeza y poder.

Hall central de la Facultad de Derecho El edificio fue inaugurado por Perón y Evita, quienes recorrieron sus instalaciones acompañados por una importante comitiva mientras eran guiados por los arquitectos que habían tenido a su cargo su diseño y construcción. En el mismo estilo fue edificada la soberbia mole de la Fundación Eva Perón, sobre la Av. Paseo Colón 850, a pocos metros del edificio de la CGT, sector este del barrio de San Telmo, obra del arquitecto porteño Ernesto Vautier. Su construcción, supervisada directamente por Eva Perón, se inició en 1951 sobre una superficie de 46.000 m2, en la que fueron proyectados sus cinco pisos y dos subsuelos. A diferencia de la Facultad de Derecho, además de la gran columnata frontal, poseía otras dos idénticas, en cada uno de sus laterales, destacando siempre sus imponentes columnas dóricas y sus amplias escalinatas de acceso. Lo que más llamaba la atención de aquel edificio fueron las majestuosos estatuas de seis metros de alto apoyadas en su cornisa, sobre pedestales cuadrados, cada una en la vertical de cada columna. Las mismas, obra del artista italiano Leone Tommasi, que había sido especialmente contratado por el gobierno, representaban los logros del régimen peronista.

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Se trataba de la figura masculina de un trabajador, una similar femenina, un descamisado, Eva Perón, Perón, el general José de San Martín, una figura femenina con las fechas claves de la historia del justicialismo, una segunda figura masculina, un niño junto a una mujer que sostenía un libro y una figura masculina que representaba los derechos de la ancianidad. También se realizaron grupos escultóricos para ubicar en otros puntos del edificio, inspirados en el 17 de Octubre, uno encabezado por la figura de Perón y el otro por la de Evita. El edificio fue ametrallado por la Aviación Naval durante los bombardeos del 16 de junio de 1955 y una vez caído el régimen, se lo destinó a la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires1.

Fundación Eva Perón Sobre Av. Leandro N. Alem 719, en la manzana ubicada entre Av. Córdoba y Viamonte, en el barrio de Puerto Madero, se alza la imponente torre del Edificio Alas, destinado a la Asociación de Trabajadores Latinoamericanos Sindicalizados (ATLAS), uno de los organismos de los que se valió Perón para expandir su ideología a través del continente2. Adquirida por la Sociedad Anónima Industrial a una firma de accionistas, en 1945, la manzana estaba reservada para albergar, también al Edificio de ALEA, sobre la calle Bouchard, editorial que imprimía el diario oficialista “Democracia” y “Noticias Gráficas”. En 1949 comenzó la edificación del primer tramo, con el objeto de convertirlo en sede de la Secretaría de Prensa y Difusión, el organismo desde el que Raúl Alejandro Apold concentró el centro de información y propaganda del régimen. Las obras de la segunda sección se iniciaron el 2 de julio de 1951 y estuvieron a cargo de arquitectos e ingenieros de la Dirección de Catastro del Gobierno de la Ciudad y del Ministerio de Obras Publicas de la Nación, entre quienes figuraba como proyectista Luis Maccucetro. La empresa constructora fue Francisco Ferreira y Cía. SRL que en 1952 delegó los trabajos al GEOPE. Fue así como los porteños vieron surgir poco a poco, una torre descomunal para la época, que con el transcurso de los meses alcanzó los 131,90 metros de altura, en base a una estructura de hormigón armado recubierta de granito, con dos subsuelos, planta baja, entrepiso y 40 pisos altos, en un formato escalonado de tres niveles; el primero, hasta el piso 19°, de 65,89 metros; el segundo, hasta el 23°, de 12,70 metros con

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cuatro departamentos por piso y el tercero, hasta el 40º , con solo dos departamentos por nivel, cubriendo en 2 total una superficie de 35.496,01 m . Su hall de recepción así como sus palieres fueron revestidos con mármol travertino. Sobre la calle Viamonte se encontraba la entrada lateral y un acceso directo a los dos subsuelos, todo cerrado por puertas blindadas marca Drago, de fabricación nacional, lo mismo los ascensores Electra y su impresionante sistema de calefacción, refrigeración y agua caliente central junto con un moderno equipo de detección de incendios. Perón mandó construir debajo del Alas, un bunker antinuclear subterráneo, cuyas gruesas paredes de hormigón armado encerraban pasillos y habitaciones dotadas de servicios de agua y energía eléctrica independiente, aire acondicionado y un receptáculo reservado a poner a resguardo los archivos administrativos del centro de información y publicidad. El refugio se hallaba a 8 metros de profundidad y a él se accedía a través de un túnel que también lo comunicaba con el contiguo Edificio Alea. Las obras del Alas sufrieron retrasos que postergaron su construcción hasta después de la caída del régimen. Aún así, Perón lo visitó el día en que se habilitaron los 19 pisos del primer nivel, oportunidad en la que descendió al bunker para supervisarlo y recorrerlo en toda su extensión.

Edificio Alas Después de la Revolución Libertadora, el régimen militar sometió al edificio al proceso de “desperonización”, como lo había hecho con todo lo que recordase al gobierno depuesto, por considerar que representaba un símbolo de la “tiranía”. Y hasta tal punto llegó ese proceso, que hoy nadie puede asegurar con certeza quien lo diseñó y a cargo de quien estuvieron las obras. El 6 de noviembre de 1956 el magnífico edificio fue cedido a la Secretaría de Aeronáutica, que reemplazó el nombre de Atlas por el de “Alas” y contrató a la empresa constructora Aldo Ferreira S.A. para que siguiese adelante con los trabajos. Los mismos finalizaron en 1958, cuando la Revolución Libertadora se había retirado y gobernaba el país el Dr. Frondizi, año en que la Fuerza Aérea Argentina comenzó a adjudicar los primeros departamentos. El 30 de diciembre de 1960 la Secretaría de Aeronáutica se hizo cargo formalmente del edificio en el que también funcionaron los estudios de televisión del viejo Canal 7.

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El 22 de diciembre de 1945 fue colocada la primera piedra del Aeropuerto Internacional de Ezeiza, obra gigantesca que demandó cuatro años de construcción antes de su inauguración, el 30 de abril de 1949. Fue la estación aérea más grande del mundo. Para su diseño, se tomaron como modelos los más modernos emprendimientos aeronáuticos mundiales y a ellos se le aplicaron concepciones innovadoras que hicieron de él un modelo para su época. El aeropuerto constaba de tres grandes construcciones centrales e igual número de pistas tangenciales. Esas edificaciones fueron la aerostación propiamente dicha, el correo, la aduana y el Gran Hotel Internacional que cubrían una superficie de 7,1 hectáreas y estaban conectados entre sí por dos espigones desde los cuales operaban las aeronaves. Las pistas, cuyas medidas eran 3.300 x 80 metros, 2.900 x 70 metros y 2.200 x 30 metros respectivamente, se cruzaban entre sí formando un triángulo equilátero que abarcaba una superficie de 3.475 hectáreas y permitía un más amplio y mejor control en base a la dirección del viento. El proyecto fue muy discutido y criticado en su tiempo, porque se lo consideró excesivamente grande para las necesidades del país, concepción extremadamente mediocre dado que el paso del tiempo demostró lo acertado de la iniciativa al haberse tenido en cuenta valores tecnológicos y arquitectónicos que preveían el incremento de la actividad, como realmente ocurrió. La obra despertó admiración en su tiempo y fue ampliamente comentada por la prensa mundial. El aeropuerto lleva el nombre del general Juan Pistarini por ser principal impulsor del proyecto, que se elaboró durante su gestión al frente del Ministerio de Obras Públicas de la Nación y quien llevó a cabo la reglamentación las 7.000 hectáreas de la estancia “Los Remedios”, del partido de Esteban Echeverría, que fueron expropiadas en 1944. Perón y Pistarini inauguraron la estación aérea acompañados por sus respectivas esposas y una nutrida comitiva que fue seguida por autoridades, invitados y representantes de los medios de prensa del país y el exterior.

Aeropuerto Internacional de Ezeiza En 1948 la Fundación Eva Perón comenzó a inaugurar los primeros hogares de tránsito, destinados a brindar amparo a aquellas mujeres que, con o sin hijos, estuvieran privadas de domicilio por carecer de medios o por alguna razón que se lo impidiese3. Las internadas debían recibían alojamiento provisional y alimentación mientras durara su situación de necesidad, lo mismo a aquellas que llegaban del interior en busca de trabajo.

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De acuerdo a los estatutos, los hogares debían prestar ayuda monetaria, así como proveer de ropa, pasajes, viviendas, tratamientos médicos, elementos de trabajo y hasta becas de estudios a toda persona carente de recursos y que a juicio de la propia Evita, podía recibirlas. Una de aquellas residencias, fue el Hogar de la Empleada que la Fundación levantó en Avenida de Mayo 869, entre Piedras y Tacuarí. Se trataba de un moderno edificio de estilo eminentemente “peronista” o “fascista”, de nueve pisos de alto, planta baja, entre piso y subsuelo, con capacidad para 500 camas y un comedor para atender 1500 cubiertos. Lo remataba una pequeña torre en la que destacaba un reloj de hierro forjado, que servía de base a un grupo escultórico del mismo material; disponía de amplios y ventilados dormitorios, modernos baños, patio de juego para niños, capilla, consultorio médico y odontológico, enfermería, un amplio comedor, sala de estar y sala de costura, todo ello atendido por personal altamente calificado y sujeto a un régimen estricto en cuanto a la aplicación de las reglas pero sumamente humano y cálido en el trato personal, “…una de las más bellas y cristianas realidades de la positiva obra social que realiza María Eva Duarte de Perón”, según el diario “Democracia” en su edición del 15 de abril de 1948. El segundo de aquellos hogares funcionó en lo que fue la antigua y lujosa residencia de la familia Carabassa, sobre la calle Lafinur 2988. Tenía una capacidad para 90 camas, sin contar las cunas para los niños recién nacidos, con un primer piso en el que se encontraban la mayoría de los dormitorios y baños. Disponía de una capilla cuyo altar se hallaba presidido por una bella imagen de Nuestra Señora de Covadonga y tenía un bello patio andaluz, enfermería y consultorios.

Hogar de la Empleada sobre Av. Callao Los hogares se hallaban sujetos a un sistema jerárquico integrado por las empleadas administrativas, las religiosas y las asistentes sociales y su máxima autoridad eran las directoras, que eran las responsables de las distintas áreas, así como también de la supervisión, del estado edilicio y del personal. La oficina de Asistencia Social, dependiente de la dirección, estaba a cargo de una jefa y otras tres profesionales que debían responder a todas las exigencias, de ahí que solo se incorporase personal especializado, con sus correspondientes títulos de Asistentes Sociales y de Visitadoras de Higiene, quienes colaboraban estrechamente con médicos y enfermeras. Era esa sección la que se encargaba del ingreso de las mujeres, determinando el grado de necesidad de cada una a través de la Encuesta Social Familiar y dando prioridad a las de mayor indigencia. La labor del servicio social estaba sincronizada con los consultorios médicos del hogar, de manera que tanto las mujeres como los niños fuesen examinados en forma eficiente. Las asistentes sociales tenían a su cargo la solución de todos los problemas y eran las responsables de darles cobijo y ayuda a las internas.

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Los hogares contaban con la presencia de cuatro religiosas pertenecientes a la congregación de Nuestra Señora del Huerto, quienes se ocupaban del cuidado de las enfermas y de los niños y tenían a su cargo el economato y la instrucción religiosa. Y a diferencia de las asistentes sociales y las empleadas administrativas, que trabajaban en dos turnos, ellas lo hacían a tiempo completo. Una vez admitidas, las mujeres eran fichadas y después de ser alojadas, comenzaba la búsqueda de soluciones. El primer paso estaba a cargo de las asistentes sociales que confeccionaban las fichas. Inmediatamente después, las religiosas se ocupaban de instalarlas y conducirlas al baño para la ducha y la higienización de rigor. De ahí eran derivaba al consultorio médico para el chequeo general y tras la confección de la ficha médica, se les aplicaban las vacunas correspondientes, siendo derivadas a los hospitales (casi siempre el Fernández o el Rivadavia y al Hospital de Niños en caso de tratarse de menores), si el caso lo ameritaba.

Evita visita un Hogar El tiempo de permanencia en los Hogares era de 10 a 15 días con un máximo de 5 de extensión si la situación lo requería. Para entonces, la oficina de Asistencia Social ya las había ubicado e insertado laboralmente, la mayor parte de las veces como domésticas en casas de familia, personal de maestranza en dependencias estatales o educativas o en diferentes oficios en sus lugares de origen, proveyéndoles ropa y el pasaje de vuelta a su pueblos, ciudades o provincias. En los casos más extremos se les suministraba una vivienda. Eva Perón inauguró y supervisó personalmente la mayoría de los hogares, que llegaron a superar el número de 200, efectuando visitas sorpresivas y espontáneas, constatando su funcionamiento y el servicio que se le brindaba a los alojados. El Hogar de Ancianos “Coronel Perón” de la localidad de Burzaco, fue construido en un predio perteneciente a la Sociedad Alemana de Beneficencia, después de someterse a las edificaciones existentes a trabajos de ampliación y refacción. Ubicado sobre un terreno de 32 hectáreas, disponía de tres grandes pabellones donde se construyeron los dormitorios, la cocina, el comedor para los internos, comedores para el personal, un salón de actos, la capilla y las oficinas de la administración. El segundo pabellón estaba destinado a la salud y disponía de consultorios médicos y odontológicos y una amplia sala con 30 camas, además de peluquería, vestuarios para el personal, imprenta y un completo taller de laborterapia. El Hogar de Ancianos de Burzaco fue inaugurado el 17 de octubre de 1948 y es el único de los que construyó el régimen que subsiste hasta nuestros días. Otros tres similares se erigieron en Córdoba, Santa Fe y Tucumán. Durante el gobierno peronista, la Argentina vio surgir grandes moles de cemento y hormigón destinadas a hospitales y centros asistenciales, la mayoría guardando bellos estilos y elegantes líneas, con techos de teja

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a dos aguas, gruesas paredes blancas o de ladrillo a la vista, ventanales, torres, escalinatas, magníficos parques arbolados y playas de estacionamiento.

Hospital Regional de San Martín "Eva Perón" El Hospital Eva Perón, de la localidad de San Martín, es un ejemplo, lo mismo sus gemelos de Avellaneda, Lanús y Ezeiza; el Hospital de Clínica y Cirugía Torácica de Ramos Mejía, el Hospital Escuela “Eva Perón” del Gran Rosario, el Policlínico Ferroviario “Presidente Perón”, con sus modernas líneas, la magnífica Clínica de Recuperación Infantil en Termas de Reyes, provincia de Jujuy, los policlínicos de Salta, Mendoza, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca, Corrientes y Entre Ríos, el Hospital de Niños de Baigorria, provincia de Catamarca, que terminó inaugurando la Revolución Libertadora y el magnífico edificio del Hospital de Niños de la ciudad de Buenos Aires, años después conocido como “albergue Warnes”, destinado a convertirse en el complejo pediátrico más grande de Sudamérica4, son algunos ejemplos, en especial el último, cuyas obras, muy adelantadas, fueron interrumpidas en 1955 pese a que la Fundación había destinado $400.000.000 para su construcción. Los Hogares-Escuela habían sido una iniciativa de las damas de la aristocracia y la alta burguesía nacional, nucleadas en la Sociedad de Beneficencia, cuya finalidad era sacar a los niños pobres de las calles o de los míseros hogares en los que vivían, para enseñarles disciplina y una profesión con la que desempeñarse en la vida. Historiadores y periodistas mal intencionados han intentado minimizar las grandes obras de los regímenes conservadores por el mero hecho de representar una época, una determinada clase social y una filosofía de vida que era lo corriente en aquellos años. Esos historiadores cometen dos graves errores, el primero, analizar la historia desde la época en la que escriben y el segundo, extremadamente grave, tergiversarla y adaptarla a un fin determinado, en este caso, menospreciar la acción de aquella Sociedad en beneficio de un determinado sujeto o persona. Nadie puede negar el accionar de la Fundación Eva Perón pero lo que aquellas damas hicieron fue también, una acción loable y rescatable.

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Hospital Escuela de Rosario Los niños eran retirados de las calles para ser alojados en grandes y austeros edificios surcados por pasillos, apenas iluminados por la luz que se filtraba por sus pequeñas ventanas. Es verdad que a los pequeños se los sometía a una disciplina rigurosa, se los vestía con uniformes grises, se les rapaba las cabezas y se les asignaba un número que se cosía en sus guardapolvos, para ser llamados por él y no por sus nombres. A esos niños, además de educación, se los sometía a un riguroso entrenamiento; se los llamaba muchas veces con silbatos, se les aplicaban severos castigos en caso de que incurrieran en una grave falta y después de la escuela, se los hacía trabajar, al tiempo que se les enseñaba una actividad, casi siempre en los talleres que tenía el mismo establecimiento. A las niñas se les enseñaba corte y confección y a los niños carpintería, tornería, zapatería, herrería, imprenta o algún oficio mecánico. La Fundación Eva Perón tomó aquel modelo y lo perfeccionó, estableciendo veinte Hogares Escuela en Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Chubut, Mendoza, Salta, San Luis, La Pampa, San Juan, La Rioja, Corrientes, Catamarca y Entre Ríos. A diferencia de los Hogares que se erigieron en tiempos de los conservadores, en la época de Perón los niños recibían un tratamiento si bien estricto, mucho más amoroso y humano, no porque aquellos fueran desalmados sino porque los tiempos y las personas habían cambiado. El mundo contemplaba con interés el fenómeno peronista ya que aquella lejana Argentina racista, clasista y segregacionista, parecía estar mutando al producir profundos cambios sociales de la mano de un régimen de corte fascista y estatista.

La Fundación se entregó de lleno a la tarea de construir edificios adecuados para albergar a los Hogares-Escuela. Su arquitectura era en extremo particular. Rodeadas por un cerco que no superaba el metro de altura, el mismo encerraba una serie de edificaciones que fueron un estilo de la entidad, californiano misionero, amplios y bien iluminados, con techos de tejas rojas a dos aguas, muros blancos y amplios jardines, floridos y arbolados. Su decorado interior era de la más alta calidad, destacando los mármoles, mosaicos, paredes con murales, camas de roble y contaban con un mobiliario excelente. Llegaron a albergar más de 16.000 niños que eran admitidos desde los cuatro hasta los diez años de edad derivándose a aquellos que presentaban problemas físicos o psicológicos a las instituciones correspondientes y sus tratamientos eran pagados por la misma Fundación.

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Evita puso especial énfasis en que los internos mantuviesen contacto con sus familias y por esa razón, los fines de semana y días festivos se los enviaba con ellas y si no tenían padres o no querían por ningún medio regresar a su casa, se le buscaba un tutor.

Hogar Escuela de Paraná en la actualidad Antes de ingresar, a cada niño se le hacía un completo examen médico y otros dos a lo largo del mes, siempre a cargo de médicos, odontólogos y enfermeras de la Fundación, verdaderos responsables de su salud. Muchos de aquellos internados regresaban a sus casas para cenar y dormir pero la mayoría, eran residentes, por lo general los huérfanos o los más pobres. Recibían todos ropa y guardapolvos escolares así como zapatos, libros, útiles para la escuela y cuando era necesario, medicamentos. Los niños eran conducidos a las escuelas públicas en transportes escolares especialmente contratados para ese servicio. En los Hogares se organizaban grupos de quince internados que estaban a cargo de un preceptor, quienes recibían educación suplementaria y clases de apoyo. La Fundación también montó un hogar para varones en edad secundaria, la Ciudad Estudiantil de Buenos Aires, cuyos internos vivían allí pero asistían a instituciones normales, a las que se los derivaba después de efectuarles un examen vocacional. La Ciudad Estudiantil estaba ubicada junto a la Ciudad Infantil, en el barrio de Belgrano, entre las calles Echeverría, Ramsay, Dragones y Blanco Encalada y estaba organizada de la misma manera que los Hogares-Escuela, por lo que también disponía de consultorios médicos y odontológicos, un estadio, peluquería, vestuarios y un bar para los atletas. Los jóvenes alojados iban a los colegios y facultades en micros de la Fundación y a su regreso recibían todo tipo de apoyo

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Ciudad Estudiantil-Ciudad Infantil en el barrio de Belgrano No había un establecimiento similar para mujeres, quienes seguían sus estudios en los hogares-escuela con el mismo régimen de provisión de útiles, indumentaria y bibliografía que en la Ciudad Estudiantil, además de la correspondiente asistencia médica. Las alumnas estaban condicionadas a estudiar ya que en caso de ser aplazadas debían abandonar el establecimiento inmediatamente. Una maestra controlaba estrictamente los boletines y se encargaba de reforzar el aprendizaje con clases particulares. Las actividades continuaban después de clase con los cursos suplementarios de costura, cocina, baile, folklore, música y dibujo El objetivo de los hogares-escuela fue formar a la clase trabajadora para convertir a sus hijos en líderes. Por esa razón, dentro de la Ciudad había réplicas exactas de los salones de la Casa Rosada y demás dependencias gubernamentales; los estudiantes elegían un presidente, ministros y diplomáticos con los que formaban una suerte de gobierno interno entre estudiantes y docentes. De esa manera, no solo se los educaba y capacitaba en materia cívica y política sino que también, se los adoctrinaba, tal como se hacía con los alumnos primarios y secundarios de los establecimientos de enseñanza de todo el país, a través de planes, programas y bibliografía especialmente preparada por el partido. A los integrantes de aquellos “gobiernos” internos, se les asignaba una tarea: dar la bienvenida a los recién llegados, ayudarlos a adaptarse, organizar patrullas de seguridad nocturna; aplicar el reglamento, etc.

Los internos se alojaban en habitaciones individuales o dobles y debían ocuparse personalmente de mantener el orden, recibiendo por ello un puntaje. La permanencia en la Ciudad Estudiantil dependía de la aplicación, la conducta y las notas escolares o universitarias así como también de la conducta y el interés. La administración puso especial énfasis en la educación física y los deportes y para ello organizó torneos y competencias en distintas disciplinas, los principales, los célebres Torneos Evita.

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Los clubes de la Ciudad ocupaban dos cuadras y los alumnos tenían el derecho a ser miembro de un club de gimnasio y dos clubes de deportes donde podían practicar gimnasia, atletismo, boxeo, esgrima, natación, básquetbol y fútbol.

Hall central del Hogar de la Empleada (barrio de Belgrano) La idea era inculcar la noción de la “argentinidad” estrechando fuertes vínculos entre los estudiantes de Buenos Aires y el interior del país, algo muy similar, por no decir idéntico, a lo que se hizo en la Italia fascista y la Alemania y Austria nazis. “Para un argentino no debía haber nada mejor que otro argentino”, era uno de los slogans y para ello, debían fomentarse la cultura y la producción nacional e incrementar, de ese modo, la conciencia nacional. Por las noches solían organizarse reuniones en torno a fogatas en las que se rememoraban las hazañas del general San Martín, las de los próceres y gauchos y se hacían constantes alusiones al pasado argentino así como también, a las conquistas sociales del gobierno de Perón. Además de ello, se organizaban guitarreadas, se recitaban poemas y hasta se hacían representaciones teatrales. Todo era supervisado por Eva Perón, desde detalles de importancia, como la atención de determinado internado hasta los asuntos más triviales peleas, rivalidades y hasta rechazar todo aquello que tuviera inscripciones en inglés. Los jóvenes argentinos debían sentirse orgullosos de su cultura, de su lengua y de su historia, de ahí la necesidad de hacer permanente hincapié en las glorias del pasado. En 1953 comenzaron a construirse ciudades universitarias en Mendoza y Córdoba así como un comedor universitario en la ciudad de La Plata, todo bajo la supervisión de la Dirección Nacional de Arquitectura del Ministerio de Obras Públicas de la Nación. Sin embargo, la revolución que derrocó a Perón interrumpió las obras y las mismas fueron clausuradas o destinadas a otras funciones. Aquellos complejos disponían de un amplio pabellón central donde se encontraban las oficinas, aulas, comedores, residencias para alumnos y docentes y las edificaciones menores, todo en medio de parques floridos y arbolados.

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Con la intención de promover la actividad cultural, se construyeron en las principales ciudades del país grandes anfiteatros, con capacidad para 10.000 personas. En 1951 los vecinos del Parque Centenario, en pleno corazón de Buenos Aires, vieron surgir una de esas estructuras de estilo griego, con sus graderías, sus pasillos y sui escenario cubierto. Se le puso el nombre de Eva Perón y fue destinado especialmente a conciertos de la Banda Municipal; al mismo tiempo, se inauguraron bibliotecas barriales, se promovió el teatro, la pintura y el folklore, se crearon la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires y la Sinfónica del Estado; se promovió con verdadero interés el cine nacional y se edificaron estadios, velódromos y autódromos, entre ellos el de la ciudad de Buenos Aires, para fomentar la práctica de deportes y actividades físicas.

Anfiteatro "Eva Perón" en Parque Centenario (Buenos Aires) Al mismo tiempo, se levantaron las ciudades universitarias de La Plata y Tucumán y fueron creadas la Universidad Obrera Nacional y la Universidad Nacional de La Plata, la facultades de Humanidades y Ciencias Sociales de Rosario, la Facultad de Ingeniería de San Juan y la de Ciencias de la Educación de San Luis. La Ciudad de los Niños Pero la mayor obra que emprendió Evita a través de la fundación que llevaba su nombre fue la Ciudad de los Niños o Ciudad Infantil, el emprendimiento en el que más empeño puso; concepción mágica y encantadora que por su concepción y belleza, llegó a encandilar al mismísimo Walt Disney que se inspiró en ella para dar forma a Disneylandia. La República de los Niños, considerada el mayor emprendimiento infantil de América Latina y primer parque temático de todo el continente, fue construida en un predio de 53 hectáreas, propiedad del "Swift Golf Club” de la localidad de Gonnet, partido de La Plata, sobre el camino General Belgrano.

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Siguiendo una concepción de la misma Evita, su construcción comenzó en 1949, financiada con recursos provinciales a través del Instituto Inversor de la Provincia de Buenos Aires y estuvo a cargo de la empresa CAPRESA, sobre un diseño de los ingenieros Lima, Cuenca y Gallo, quienes tomaron como fuente de inspiración las narraciones de Hans Christian Andersen, los hermanos Grimm, Charles Perrault, las leyendas Tennyson y Mallory y Las Mil y Una Noches. Evita quería ver su idea hecha realidad lo más rápidamente posible y por esa razón, se pusieron a trabajar a 1600 obreros en turnos especiales, que fueron alojados en barracones construidos especialmente dentro del predio. Dos años de continuo trabajo, dieron por resultado un complejo monumental que dejaría pasmados a los visitantes. Se fraccionaron los terrenos en tres áreas, a saberse, la urbana, la rural y una tercera destinada a deportes. La primera poseía senderos, calles y edificios multicolores que conformaban el denominado Centro Cívico, espacio en el que se agrupaban las construcciones que albergan las instituciones del Gobierno de la República. La idea era brindar a la niñez diversión y esparcimiento en un mundo de fantasía al tiempo que se les enseñaban los mecanismos y las instituciones de un sistema de gobierno. El paisaje de aquella República de fantasía era en parte llano y en parte ondulado, con amplios parques y espacios verdes donde crecía una tupida arboleda de especies variadas. En la primera área destacaban coloridos castillos, mansiones, palacios orientales, restaurantes y la infaltable capilla, todo atravesado por senderos, calles y veredas, que convergían sobre el Centro Cívico, todo a una escala adecuada para niños de hasta 12 años de edad. Como se ha dicho, el parque tenía la doble finalidad de entretener y brindar esparcimiento al tiempo que instruía a los más pequeños en la actividad de las

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instituciones republicanas y, de paso, adoctrinaba, como lo hacían los planes de estudio y los hogaresescuela.

El centro de la República de los Niños estaba dominado por la Plaza San Martín, frente a la cual se encontraba el Banco Municipal Infantil, que era una réplica del Palacio Ducal de Venecia, el Palacio de Cultura, inspirado en el Taj-Mahal de la India, sede el Museo Internacional del Muñeco, la Capilla Nuestra Señora de Lourdes y la Casa de Gobierno con sus torres, sus campanarios, sus techos de estilo normandos y sus galerías laterales. En un extremo de la ciudad se encontraba la Plaza de las Américas, a la que se llegaba por una calle peatonal, flanqueada por comercios; frente a ella se halla ubicada la Legislatura, inspirada en el Parlamento inglés, que albergaba los recintos de las Cámaras de Diputados y Senadores, que debía constituirse con alumnos de las escuelas locales. Se alzaba también el Palacio de Justicia y su Sala de Audiencia con sus despachos y hasta una pequeña cárcel en el subsuelo. Cerca de ahí se encontraba "Radio República", la primera radio infantil del país, con una galería que la separaba de la plaza y otros espacios. Frente a la Plaza de la Amistad se alzaban la Estación del Ferrocarril, los Cuarteles de Bomberos y Policía y una Estación de Servicio. Más allá del Centro Cívico se hallaban ubicados la Casa del Niño, los edificios del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea, el estadio, la pileta y la Aduana. Casas de campo, centros fabriles y otras edificaciones se levantaban en el sector rural entre ellos La Granja, el Molino, el Anfiteatro, el lago y las vías del ferrocarril.

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Perón inaugura la República de los Niños La República de los Niños fue inaugurada por Perón el 26 de noviembre de 1951 y a partir de ese momento, millares de pequeños, casi todos estudiantes, comenzaron a visitar el predio, maravillados y absortos. Y desde ese mismo día, alumnos de la Capital Federal, La Plata y otros puntos de la provincia de Buenos Aires, comenzaron a elegir las autoridades de aquella República, tratando en sus recintos asuntos inherentes a su gobierno y progreso. Una leyenda dice que Walt Disney visitaba la Argentina por aquellos días y que estuvo presente en la inauguración. No hay pruebas ni constancias de ello pero sí se sabe que al llegar a sus manos fotografías del gran parque temático quedó tan sorprendido que lo usó como modelo para crear la célebre Disneylandia en Los Ángeles.

Imponentes complejos turísticos Así como Mussolini primero y Hitler después, instauraron planes de vacaciones pagas, con cruceros, eventos culturales y deportivos destinados a la clase trabajadora, Perón estableció las colonias de vacaciones de las que se beneficiaron miles de empleados, operarios, obreros y campesinos.

El Dopolavoro fascista inspiró a Hitler, Franco y Perón Haciendo un poco de historia, entre 1933 y 1934 Hitler encomendó al Dr. Robert Ley, líder sindical de la Alemania nazi, la construcción de un complejo turístico para el sector proletario sobre las costas del Mar Báltico. En cumplimiento de ese mandato, el líder sindical comenzó a edificar un ciclópeo hotel de diez mil habitaciones, dotado de los más modernos y sofisticados equipos y sistemas, con buenos accesos, parques y plataformas de estacionamiento para que el obrero y el peón agrario alemán pudiesen desplazarse cómodamente con su familia a bordo de los automóviles que el régimen había solicitado especialmente al diseñador Ferdinand Porsche (el célebre Volkswagen). Era parte del programa “Fuerza por la Alegría” creado

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por Hitler a imagen del “Dopolavoro” implementado por su maestro Mussolini por medio del cual, los trabajadores de ambos países accedieron por primera vez a planes sociales, salud médica y vacaciones. Comenzaron así, los cruceros a los fiordos de Noruega, al litoral sueco, a la costa mediterránea italiana e incluso, hasta las islas Madeira, en pleno Atlántico africano, beneficios que la mayor parte de los trabajadores alemanes (y a partir de 1938 austríacos) alcanzaron por primera vez en su vida. Finalizadas las obras, el gobierno de Hitler mandó imprimir millones de folletos para distribuir por todo el país (Alemania y después Austria) en los que se leía: “Podrás viajar con tu familia y compañeros, convivirás con otros trabajadores, y así no te será necesario imitar en tus vacaciones el estilo de la gente rica”. En los astilleros alemanes comenzaron a construirse buques especiales que serían destinados a esos recorridos, cómodos, modernos, confortables, dotados de todo lo necesario para que el turista se sintiese a gusto. Fue entonces que, desde casi todas las ciudades del Reich, se extendieron cómodas autopistas para el desplazamiento masivo hacia los lugares de veraneo a los que hemos hecho referencia anteriormente. Siguiendo el ejemplo de su admirado vecino italiano, Hitler puso en marcha el ambicioso proyecto destinando para ello la deducción del 1,5% de los sueldos que, además, permitía descuentos en cines, teatros, conciertos, conferencias y otros espectáculos. En una palabra, se promovía el esparcimiento y la cultura a un precio ínfimo. Hitler no hizo más que reproducir lo que Mussolini había implementado ocho años antes en Italia (1925), copiando hasta su estructura administrativa. Y no era para menos, el Duce había logrado poner fin a la lucha de clases estableciendo un estado corporativo en el que patrones y trabajadores armonizaban perfectamente. De esa manera, sindicatos obreros y asociaciones patronales se organizaron como corporaciones y eso le permitió al líder de la revolución fascista controlar a los trabajadores y dirigir la producción. Esa fue una de las formas que le permitieron al régimen evitar las huelgas y los cierres forzosos de fábricas concediéndosele al relegado trabajador (operarios, obreros y campesinos) beneficios que nunca antes había tenido y que en el mundo comunista ni siquiera soñaba, entre ellos, las pensiones, el descanso dominical, las vacaciones anuales pagas, el seguro social, la educación gratuita con la construcción de una escuela por mes y muchas cosas más.

Hitler basó su programa "Fuerza por la Alegría" en el "Dopolavoro" fascista Fue así como, por primera vez en su historia, el proletariado italiano pudo realizar cruceros por el Mediterráneo, visitar los balnearios, viajar a Cerdeña, practicar sky y alojarse en cómodos hoteles construidos especialmente por el gobierno, ya sea a través de cruceros, servicio de trenes y ómnibus como en los funcionales y baratos Fiat Topolino de dos y cuatro plazas que el Duce había solicitado a Giovanni Agnelli en 1930 para “motorizar” a todos los italianos a un precio que no superase las 500.000 liras (algo que, como vimos con el Volkswagen, Hitler también tomó). Era el programa del “Dopo Lavoro” que no solo sería imitado a la perfección por el líder de Alemania sino también por Franco en España quien siguiendo sus lineamientos, puso en marcha un novedoso sistema de seguridad social con sueldos extras –incluida la paga del 18 de julio- vacaciones financiadas, la instauración de las universidades sociales y una completa red de asistencia que cubrió todo el país, todo ello a partir de 1941, con la llegada al Ministerio de Trabajo de José Antonio Girón de Velasco.

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Lo que Perón hizo fue adaptar el “Dopolavoro” a la idiosincrasia criolla, del mismo modo que Hitler lo había hecho con las de Alemania y Austria. En el mismo sentido que sus antecesores, el líder justicialista puso en marcha un amplio programa social que abarcó todos los niveles instaurando, entre otras muchas cosas, el descanso de fin de semana, las vacaciones pagas, un sueldo extra a través del aguinaldo, servicios de seguridad social, educación gratuita, pensiones y premios por asistencia desconocidos hasta entonces en América Latina, jubilaciones y recreación. En ese sentido, se levantaron monumentales complejos turísticos en Chapadmalal, Embalse Río Tercero y Uspallata, grandes unidades habitacionales que comprendían hoteles, bungalows y balnearios así como también, colonias de vacaciones en diferentes puntos de la dilatada geografía argentina.

Vista aérea de la Unidad Turística de Chapadmalal En el de Chapadmalal, sobre el kilómetro 549 de la Ruta Nacional Nº 11, que une a Mar del Plata con Miramar, la Fundación Eva Perón construyó nueve hoteles, diecinueve bungalows y varios balnearios a través de la empresa Santa Fe & PEGRA, obra a cargo del ingeniero José Mai. Se trataba de bellos edificios de “estilo peronista”, amplios, de dos pisos, con techos de tejas rojas a dos aguas, paredes de ladrillo a la vista y piedra Mar del Plata. La primera etapa de aquel emprendimiento de proporciones realmente colosales fue construida sobre cinco hectáreas de tierras fiscales expropiadas a la provincia de Buenos Aires y los trabajos estuvieron a cargo del Ministerio de Obras Públicas, cuyo titular era el eficiente general Juan Pistarini, quien los inició en 1946, edificando los tres primeros hoteles. Finalizadas las obras, se hizo cargo del proyecto la Fundación Eva Perón que a través del Decreto N° 34.950/47, expropió a la familia Martínez de Hoz 650 hectáreas de su estancia Chapadmalal, sobre las que se comenzaron a edificar seis hoteles más, diecinueve bungalows destinados a funcionarios de gobierno y de la administración del complejo, viviendas, casas de descanso y a partir de 1954, los edificios de la Administración, una clínica y la Hostería del Lago. Contaba, además, con servicios de correo, centrales telefónicas, un centro de asistencia, farmacia, cine-teatro, galerías comerciales, la confitería bailable de la Hostería del Lago, juegos infantiles, canchas de bowling, fútbol y juegos mecánicos, además de una capilla y una ermita para la administración.

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El complejo recordaba vagamente a aquel megaproyecto que Hitler encomendó al Dr. Ley y y para su edificación fueron empleadas piedras de la región, ladrillos y madera nacionales, estas últimas utilizadas en las aberturas y el parquet de cedro lustrado de los pisos5. En un primero momento, se usó leña para la calefacción y las cocinas pero luego se instaló un equipo que funcionaba con petróleo, reemplazado a su vez por otro a gas.

Hotel Nº 5 de la Unidad Turística de Chapadmalal Perón se alojó varias veces allí, como lo harían, años después, otros presidentes y en los agitados y violentos días de 1974 a 1975 su tercera esposa, la presidente de la Nación María Estela Martínez de Perón, prácticamente gobernó desde allí. Hoy existe en el Hotel Nº 5 un pequeño museo dedicado a la memoria del primer mandatario y Eva Perón, en el que se reseña la historia de la gran unidad turística y se exhiben diversos elementos, algunos de los cuales fueron utilizados por el líder justicialista durante sus estadías en el complejo. La Unidad Turística Embalse, en Río Tercero, Córdoba, fue construida sobre los terrenos de lo que había sido la cancha de golf de la estancia Aguada de Reyes, en el mismo estilo y bajo los mismos lineamientos que las de Chapadmalal y Uspallata. Proyectada a instancias de Perón durante la presidencia de Edelmiro J. Farrell, estaba destinada a ser colonia de vacaciones de empleados públicos. Bajo la atenta supervisión del ministro Pistarini, se levantaron siete hoteles y cincuenta y un bungalows que en total llegaban a albergar unas 3000 personas. En la planta recreativa se edificaron dos piletas y un mirador turístico, rodeados por un magnífico parque con miles de árboles de diversas especies. Para su realización se utilizaron materiales argentinos de excelente calidad, así como albañiles, obreros y carpinteros altamente calificados. En 1946 comenzó la construcción de los dos primeros hoteles, el mirador, la ermita y el pabellón de servicios generales, que fueron inaugurados en febrero de 1947. Un año después dio inicio la segunda etapa con la

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edificación del tercer hotel y el garaje para los vehículos de la unidad. En 1949 comenzaron las obras de los hoteles Nº 4 y 5 y los 25 primeros bungalows y al otro año, siguieron los Nº 6 y 7 y los 26 bungalows restantes En 1952 el gobierno construyó la Confitería Saturno, seguida al año siguiente por dos grandes piletas y en 1955 por el Servicio Médico. También se dotó a la unidad de una Administración, un pabellón de empleados y una Proveeduría. Los hoteles se dividían en categorías “A” y “B”, de acuerdo a sus características y comodidades. Los primeros (el Nº 4 “El Tala” y el Nº 7 “Los Quebrachos”) eran de menor tamaño, poseían (y aún hoy siguen teniendo) 44 departamentos con baño privado o semi-privado, y su capacidad normal era de 148 turistas. Al día de hoy cuentan con salones de reuniones con pisos y paredes revestidos en madera, con sus correspondientes mesas y sillas del mismo material. Los dos siguientes (hoteles Nº 1 “Los Pinos” y Nº 2 “Las Acacias”) eran de mayor tamaño, poseían 186 habitaciones con baños generales y tenían una capacidad para 576 turistas cada uno.

Unidad Turística Embalse, Río Tercero (Córdoba) Por su parte, el hotel Nº 3 “El Piquillín” contaba con 180 habitaciones y una capacidad para 556 turistas y el Nº 6 “El Chañar”, 235 habitaciones, más 6 departamentos y una capacidad de 356 huéspedes. Este último disponía de un amplio teatro en el piso superior y estaba reservado para contingentes de jubilados. El hotel Nº 5 “Los Espinillos” también pertenecía a esta categoría. El gobierno peronista levantó una unidad de turismo idéntica en Uspallata, provincia de Mendoza y varios hoteles más en San Luis, Paso de los Libres, Ushuaia y Bariloche, generando una afluencia de viajeros y veraneantes a nivel nacional, como no se había visto nunca en la Argentina.

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Viviendas y barrios populares En 1946 el general Pistarini viajó a California para estudiar la construcción de sus suburbios y complejos habitacionales. De regreso en el país, expuso sus observaciones al general Perón y de esa manera, obtuvo el visto bueno para encarar la edificación de barrios populares y monobloques, un megaproyecto que contó con los aportes del Banco Hipotecario Nacional, a través del cual, el líder justicialista logró solucionar el déficit de viviendas que padecía el país y que ascendía a 650.000 unidades. Así comenzó la construcción del barrio “Presidente Perón”, de Saavedra, en el extremo norte de la Capital Federal, el barrio “Las Casitas” de San Isidro, destinado a los empleados de la cercana Obras Sanitarias de la Nación y Ciudad Evita, en el partido de La Matanza, proporcionando viviendas para 25.000 familias.

Comienza la construcción de Ciudad Evita en La Matanza (Bs. As.) El 20 de octubre de 1947 Perón firmó el Decreto Nº 33.221/47 por el cual expropió una superficie de 16,22 km², a pocos metros de la Av. Gral. Paz, en dirección sudeste y dio comienzo a las obras de lo que en breve iba a ser denominado como Ciudad Evita, un complejo de viviendas californianas edificadas en base a las líneas del diseñador norteamericano Edward Howard, bajo la supervisión de Eva Perón y su equipo de asesores. De ese modo, en lo que hasta entonces había sido un amplio descampado, comenzaron a surgir unos llamativos y confortables chalets de paredes blancas y techos de tejas rojas a dos aguas, que llamaban la atención por la armonía de su diseño, provistos de amplios ambientes y bellos jardines en el frente y el fondo. El barrio, cuyo diseño estaba basado en el perfil de la primera dama, debía contar con todos los servicios: energía eléctrica, gas natural, agua corriente, teléfono y red cloacal, no tardó en convertirse en un agradable suburbio arbolado, con hermosas casas de una y dos plantas, parques, plazas, paseos, veredas y canteros con césped prolijamente cortado, lo mismo sus jardines y plazoletas, todo el conjunto atravesado por calles pavimentadas y alumbradas, con recorridos rectos, curvos y diagonales.

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Se levantaron también, centros de salud, escuelas, una comisaría, centros comerciales, bancos y la delegación municipal y en 1955, unos meses antes de la Revolución Libertadora, se inauguró el Colegio Normal de La Matanza. En el mismo sentido, aunque de mucho menores proporciones, se construyeron el denominado barrio de “Las Casitas” de San Isidro y otros en diferentes puntos del país Con el paso de los años y los sucesivos gobiernos, Ciudad Evita sufrió numerosos cambios de nombre, el primero de ellos Ciudad Gral. Belgrano, que se le impuso inmediatamente después de la caída de Perón. Sin embargo, en 1973, con el advenimiento de Héctor J. Cámpora a la primera magistratura, volvió a recuperar el original que mantuvo hasta 1976, cuando después del golpe de estado se lo cambió a Ciudad Gral. Martín Miguel de Güemes, que conservó hasta 1984, cuando la flamante democracia le devolvió el original.

El mausoleo de Evita La máxima expresión de la grandeza del régimen justicialista fue el Monumento al Descamisado, un mausoleo colosal destinado a guardar los restos embalsamados de la primera dama argentina, que superaría en mucho a la Estatua de la Libertad y alcanzaría las alturas de Notre Dame. La idea era perpetuar a través de los siglos la memoria y las conquistas del gobierno justicialista.

Maqueta del mausoleo (Pier Antonio Casellato) Iba a ser, sin dudas, una obra digna de equiparar con el Coloso de Rodas y los Jardines Colgantes de Babilonia, ya que, por sus dimensiones, se lo concibió para que fuera el monumento más grande del mundo, posible de ver a varios kilómetros de distancia. Sus cimientos yacen aún enterrados varios metros debajo de la superficie, en el extenso espacio abierto que se extiende al norte de la Facultad de Derecho, en el barrio de Recoleta, donde alguna vez estuvo el campo de juego del Club Atlético River Plate. Para su construcción se contrataron los servicios del gran artista italiano Leone Tommasi, maestro de renombre mundial al que varios países del mundo le encomendaron grandes proyectos, entre ellos Australia, para la que realizó una magnífica imagen de San Juan Bautista destinada a la Catedral de Adelaida; los

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bajorrelieves de mármol de la Catedral de Scherbroote en Canadá, el monumento ecuestre de Simón Bolívar 6 en Colombia y numerosos trabajos más, todos de envergadurqa . Existen obras suyas en su Pietrasanta natal, localidad de la provincia de Lucca (Toscana), en Messina, Catania, Viareggio, Génova y Buenos Aires7. En un primer momento se pensó erigir el mausoleo en el centro de la Plaza de Mayo, epicentro de las grandes concentraciones de masas, y hacer réplicas menores en las capitales de cada provincia pero ambas ideas se descartaron, la primera por lo poco funcional y la segunda porque, de ese modo, se le restaría importancia al gran coloso de Buenos Aires, que albergaría los restos de la abanderada de los humildes. En 1955, cuadrillas de obreros comenzaron a excavar un profundo pozo de 140 metros de diámetro en el predio que se extiende al norte de la Facultad de Derecho, entre Av. Libertador y las vías del Ferrocarril Gral. Bmé. Mitre, iniciando así la construcción de sus cimientos. Como explica Pier Antonio Casellato en su trabajo: “El propio Perón, durante una ceremonia especial, izó una bandera argentina hasta la cima de un mástil muy alto colocado en el predio fijado y puso la primera cuchara de cemento sobre una armadura de hierro. En una filmación de la época se puede ver que la base circular del monumento ya estaba trazada y que algunas columnas sobre la misma estaban emplazadas” 8. A fines de 1951 Tommasi presentó en la residencia presidencial de la calle Austria, para enseñar la maqueta del monumento a Perón y Evita. la primera dama, que se hallaba muy enferma, la examinó detenidamente y mientras lo hacía, comenzó a hacer algunas observaciones. El mismo se apoyaría sobre una base circular de 100 metros de diámetro ene la que se tallaría una faja bajorrelieves con 16 estatuas de mármol blanco en torno a ella, tendría 137 metros de altura y constaría un gran pedestal de 70 metros de cemento y hormigón, sobre el que se apoyaría la titánica estatua de “descamisado” de 61,50 metros de alto y 43.000 toneladas de peso, construida en cemento recubierto cobre; algo sin igual en el mundo.

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Tal como explica el profesor Casselato, las 16 estatuas representaban: La Justicia, El Amor, La Justicia Social, La Independencia Económica, La Soberanía Política, El Trabajo, La Solidaridad, Los Derechos del Trabajador, Los Derechos de la Ancianidad, Los Únicos Privilegiados (los niños), El Ideal, La Dignificación de la Mujer, El Justicialismo, La “Razón de mi Vida”, El Coronel y El Conductor. Las mismas iban a estar colocadas en cada uno de los pilares de los soportes que sostenían los arcos en torno a la base, formando una amplia terraza alrededor del gran pedestal9. Al monumento se accedía a través de una gran escalinata circular que permitiría a los visitantes alcanzar el primer nivel con sus 16 estatuas y luego el interior, donde se encontraría el mausoleo propiamente dicho, con el sarcófago de Evita. Inmediatamente después, se accedería a las restantes dependencias, previo paso por una galería en la que se encontraban las tres grandes puertas de bronce adornadas con bajorrelieves, que franqueaban el acceso al salón principal y simbolizaban la Argentina Justa, Libre y Soberana10. El coloso representaba a un fornido y viril trabajador parado delante de un yunque, de impecable aspecto, camisa arremangada, desabrochada hasta el pecho, con los puños fuertemente apretados. Un plano del monumento muestra su corte esquemático y a través de él, se puede apreciar la bóveda hemisférica del salón principal, de estilo grecorromano, con paredes recubiertas de mármol, frisos y columnas y la gran cúpula revestida en oro y mosaico veneciano. Allí estarían representados los hechos trascendentales del movimiento justicialista, a saberse, el 17 de octubre de 1945, el abrazo de Evita con Perón el 1 de mayo de 1951, la condecoración de Eva Perón el 17 de octubre de 1951, Eva Perón y el descamisado, Eva Perón y las mujeres, Eva Perón y los trabajadores, las lágrimas de su pueblo, Evita y los niños y el último saludo del 4 de junio de 1952.

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Detalle del interio (Pier Antonio Casellato) En aquella gigantesca cúpula se pensaba colocar una frase extraída del capítulo XVII de La Razón de mi Vida, aquella que decía: “Hubo al lado de Perón, una mujer que se dedicó a llevarle al Presidente las esperanzas del Pueblo, que luego Perón convertía en realidades. De aquella mujer sólo sabemos que el Pueblo la llamaba, cariñosamente, Evita”. La primera dama quedó encantada con el proyecto y lo aprobó satisfecha ya que cumplía sus expectativas de construir el monumento más grande del mundo. Lo único que se limitó a sugerir fueron algunas variantes en el interior; una de ellas, el gran museo del peronismo que, a su vez, sería su propio mausoleo. “Es genial porque es grande y sencillo –le dijo a Tommasi mientras observaba los detalles- “Quiero que sea el más grande del mundo Tiene que culminar con la figura del Descamisado, en el monumento mismo haremos el museo del peronismo, habrá una cripta para que allí descansen los restos de un descamisado auténtico, de aquellos que cayeron en las jornadas de la Revolución. Allí espero descansar también yo cuando muera”. Siguiendo el relato de Casselato, un visitante que subiera la escalinata de la base alcanzaría primero el nivel donde se encontraba la galería de las dieciséis estatuas montadas, como se ha dicho, sobre los soportes de cada uno de los arcos en torno a la misma, sostén de una gigantesca estatua circular en torno al cuerpo central del monumento. En el ingreso al salón principal se colocaría un gran grupo escultórico que representaba a Evita con dos vigorosas figuras masculinas a sus pies: el trabajo intelectual y el trabajo manual, realizado en mármol blanco de Carrara. El piso y las columnas del salón serían de granito rojo oscuro y el recinto iba a comunicarse visualmente con la parte alta del edificio y con la cripta y el sarcófago desde su salón más alto, ubicado inmediatamente debajo de la estatua del descamisado. Sobre la cúpula, una escalera helicoidal facilitaría el desplazamiento de las personas hacia los niveles superiores y al mismo tiempo, observar el sarcófago desde la baranda, por la abertura circular de la cúpula, que estaría rodeada por una balconada en mármol blanco ornamentado. Debido a su forma, la escalera, tendría una inclinación decreciente que posibilitaría el ascenso y sería doble, con un tramo para salir y otro para bajar, cosa que el diseño original no muestra.

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Iluminación de la capilla(Pier Antonio Casellato) En el gran salón, habría un museo y una biblioteca. El mismo, construido en la base de la estatua se convertiría en un gran mirador circular. Un rayo de luz bajaría desde la parte superior de la bóveda hasta la cripta iluminando el sarcófago, lo que le daría al conjunto proporciones faraónicas. El piso del mirador tendría una abertura circular que permitiría el pasaje de la luz y a los visitantes apreciar el sarcófago. Otras escaleras helicoidales posibilitarían el acceso al interior de la estatua del “Descamisado” hasta llegar a su cabeza. En ese lugar se iban a colocar retratos de Evita, el rosario del general San Martín y álbumes para ser firmados por los visitantes y desde allí y otros puntos del monumento se podría apreciar el paisaje exterior en toda su plenitud. El monumento iba a tener cuatro terrazas o miradores, la primera sobre la galería de estatuas, la segunda a la altura de la biblioteca, la tercera a nivel del salón superior y la cuarta al del yunque, detrás del Descamisado. El sarcófago sería depositado en un ambiente austero, sin iluminación natural y sobre él, destacarían la cúpula y un ábside recubiertos de mosaicos color cobre. Las esculturas de mármol blanco mencionadas harían las veces de cariátides, sosteniendo la cúpula. En el ábside destacarían un altar de mármol blanco y un crucifijo en madera oscura, el pavimento sería de granito oscuro y una escalinata de cuatro escalones del mismo material, color negro serían la base del sarcófago que, dicho sea de paso, estaría recubierto de plata y contendría en su interior, otro menor, de cristal de roca con el cuerpo de Evita. Una cubierta, con la efigie yacente de la difunta, también de plata y adornada con piedras preciosas, cubriría el sarcófago11, obra de Carlos Pallarols Cuni. El cuerpo embalsamado de Evita quedaría visible al levantarse la cubierta, durante las ceremonias especiales12.

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Para entonces, Tommasi trabajaba incansablemente en su taller de San Isidro, ubicado sobre las barrancas, contiguo a la Plaza Mitre y frente a las vías del ferrocarril del bajo, un lugar paradisíaco, a la sombra de la gran catedral (por entonces parroquia) y a escasas cuadras de la orilla del río. Ahí fue dando forma, en arcilla y yeso, a las grandes estatuas destinadas a adornar el frontis de la Fundación Eva Perón. Una vez finalizadas, los bosquejos eran enviados a su estudio de Pietrasanta, en Italia, donde se las esculpía en mármol y finalmente se las embalaba para ser enviadas a la Argentina.

Vista exterior. Accesos(Pier Antonio Casellato) El 4 de julio de 1952, pocos días antes de la muerte de Evita, el Congreso sancionó la Ley 14.124 aprobando la realización del proyecto y estableciendo como plazo para su concreción, el término de dos años. La ordenanza establecía el emplazamiento de réplicas menores del monumento en las capitales provinciales y autorizaba al Poder Ejecutivo a adelantar $4.000.000 para el inicio de los trabajos. Mientras eso ocurría, el Correo Argentino ponía en circulación estampillas “pro-monumento” para que el pueblo contribuyese con su financiamiento y se constituyó una Comisión Nacional del Monumento a Eva Perón que fue presidida por la senadora Juana Larrauri, estrecha colaboradora de la primera dama argentina en la organización del Partido Peronista Femenino. El 26 de julio de 1953, al cumplirse el primer aniversario del fallecimiento de la proclamada “jefa espiritual de todos los argentinos”, la maqueta, los planos y los gráficos del monumento fueron expuestos en la sede del Ministerio de Trabajo y Previsión para que el pueblo pudiera apreciar la obra en toda su magnitud. Fue entonces que se pensó en reemplazar al gran coloso por una estatua de Evita de idénticas proporciones pero la idea fue desechada y reemplazada por otra mejor, una imagen suya en mármol de Carrara, de 2,20 x 2 metros de base por 4 ½ metros de altura y 35 toneladas de peso, que tendría a sus pies las figuras de dos trabajadores. Ese nuevo motivo sería colocado en la cripta, junto sarcófago, cuya tapa sería levantada, según la ocasión, para mostrar el cofre de cristal con el cuerpo13.

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Las obras fueron adjudicadas a la empresa holandesa Wayss y Fritag el 11 de enero de 1955, pero los trabajos se demoraron. Comenzaron en entre abril y mayo con la excavación de un profundo pozo y el desplazamiento de cables de electricidad y parte de la red cloacal previa cobertura de los dos antiguos piletones de filtros de Obras Sanitarias de la Nación, sobre los que fue necesario volcar 18.000 m3 de tierra y levantar luego el obrador, los depósitos de materiales y las maquinarias. La construcción de los cimientos se hizo con 400.000 kilos de hierro y 4000 m3 de hormigón, que sirvieron de base para los cimientos. Y como dice Pier Antonio Casellato, el 30 de abril Perón colocó la primera cucharada de mezcla. Tommasi también diseñó por encar5go del gobierno, un gran arco de triunfo, de cuya maqueta su familia conserva una fotografía que Pier Antonio Casellato reproduce en su trabajo, con el N° 43; además de ello hizo, con anterioridad 6ª Sinfonía de Beethoven.

Panorámica (Pier Antonio Casellato) La caída del gobierno peronista interrumpió las obras y privó a Buenos Aires de una serie de monumentos que la habrían hecho célebre en el mundo. Cuando en el mes de septiembre de 1969 la revista “Pinap” organizó en el Anfiteatro General San Martín el primer festival de rock al aire libre de América Latina14, tanto músicos como organizadores y público ignoraban que bajo el césped que pisaban se hallaban enterrados los restos de una obra colosal, cimientos de lo que pudo haber sido una verdadera maravilla del mundo. Y tal vez haya sido mejor, porque no es difícil imaginar lo que los gobiernos que sucedieron al justicialismo hubieran hecho con ella. Las estatuas de la Fundación Eva Perón, por ejemplo, fueron desmontadas de su frontis, la mayoría decapitadas15 y arrojadas al fondo cenagoso del Río de la Plata y las pestilentes aguas del Riachuelo. Resulta más que evidente que con aquel magnífico monumento, las autoridades cívico militares de la Revolución Libertadora habrían hecho algo similar; lo habrían demolido a cañonazos o a golpes de maza, como lo hicieron con el lujoso Palacio Unzué la residencia presidencial de la calle Austria, donde la pareja había vivido, por el solo hecho de que la primera dama había fallecido allí, o lo que en 1899 dispuso el miope intendente Adolfo Bullrich, con Palermo de San Benito, el viejo y emblemático caserón de Rosas, que fue destruido por el solo hecho de representar una ideología y un gobierno opositor a la tendencia del momento.

Las grandes propiedades La grandeza del régimen justicialista también se refleja en las propiedades que el matrimonio tuvo en diferentes puntos de la geografía nacional. En Los bienes del ex dictador, obra del Dr. Ismael Carlos Gutiérrez Pechemiel, quien fuera asesor letrado de la Intervención Custodia de Bienes y secretario de la Junta Nacional de Recuperación Patrimonial que el gobierno de la Revolución Libertadora creó por decreto a poco del golpe, hace una descripción detallada de los mismos16. Perón fue propietario de dos magníficos pisos en la ciudad de Buenos Aires, uno en Av. Callao 1944 y el otro en Av. Gelly y Obes 2287/89, el lugar más elegante del barrio de Recoleta, obsequio de la familia Dodero. Una visita a los mismos, a poco de la fuga del dictador, permitió establecer que se trataba de inmuebles de gran valor, con amplios e iluminados ambientes, lujosamente amoblados y decorados.

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Las dos propiedades fueron incluidas en la razón social Fundación Evita (que nada tenía que ver con la Fundación Eva Perón), administrada personalmente por el mismo mandatario, instrumento en apariencia legal según el cual, de acuerdo a las investigaciones, Perón intentaba ocultar su patrimonio. Además de aquellos dos lujosos pisos, Perón fue propietario de una finca ubicada en Teodoro García 2102/2114, pleno barrio de Belgrano, entre Villanueva y 11 de Septiembre, edificada sobre un terreno de 12,38 metros de frente al noroeste, 14,70 en el contrafrente sudeste, 38,60 metros de fondo y 38,10 metros por el nordeste, que estaba a nombre de otra sociedad: Territorial La Victoria S.A. Veamos como relata su visita a la misma el Dr. Gutiérrez Pechemiel. Llegué a ella un mediodía advertido por la persona que me había invitado a efectuar la inspección de que no alcanzaría un día para recorrerla en su totalidad y apreciar sus riquezas, excentricidades y secretos. Pensé en un primer momento que se trataba de una exageración pero al terminar la inspección, no pude menos que reconocer que lo dicho se ajustaba a la realidad y que aquellos detalles y el lujo de su mobiliario requerían de un minucioso y extenso análisis. En contraposición a lo que Perón y Evita habían manifestado en repetidas oportunidades ante el pueblo, "su pueblo", objetos de oro y plata, piedras preciosas, las más variadas joyas, cajas musicales de una fineza indescriptibles, habitaciones de un lujo oriental, con parlantes ocultos en las paredes de los que emanaba música al oprimir un botón; cubrecamas de seda; vicuñas en lugar de frazadas; tocadores con asientos de seda; alfombras valuadas en $50.000.000 m/n cada una; teléfonos de oro; fina cristalería; costosos perfumes y un sinnúmero de cosas más, todas ellas de gran valor. Pero mi asombro se vio desbordado cuando al recorrer la biblioteca, sobrecargada de volúmenes lujosamente encuadernados, comprobé la existencia de puertas blindadas, es decir, a prueba de balas así como también, sofisticados paneles que giraban dejando al descubierto numerosas cajas fuertes de acero, empotradas en la pared. En la bodega de estilo alemán abundaban vinos finos de las más variadas marcas, años y procedencias; la vajilla sobresalía por sus juegos de cubiertos de plata, de limoge, y de sevres; copas de bacará, de oro y delicado cristal, muebles de diversos valores y demás objetos. En el jardín destacaba la pileta de natación, rodeada por un cuidado parque. Cabe señalar que en la buhardilla, acumulados sin orden y sin reparar en su valor, se encontraban los innumerables obsequios que los diferentes “gremios” le habían hecho llegar al matrimonio, de los que el ex dictador seleccionaba para su vista y solaz, los de mayor costo en piedras preciosas y oro. Por último, lo más extraordinario, inaudito e increíble de todo el conjunto: una habitación secreta disimulada tras un panel, en la que destacaban tres grandes cajas de caudales en las que se encontraron acumuladas y prontas a ser llevadas al exterior, como botín de un filibustero, otro impresionante stock de joyas y alhajas obsequiadas por los sindicatos obreros y que, presunta manifestación de última voluntad de Eva Perón, leída en los balcones de la Casa Rosada el 17 de octubre de 1952, debían ser destinadas a garantizar los créditos que el gobierno pensaba otorgar para la construcción de barrios obreros17. Dentro de la Territorial La Victoria S.A., Perón tuvo la propiedad de varios inmuebles en la República Oriental del Uruguay. Tras la muerte de Eva Perón, la mansión pasó a manos de su señora madre, pero por escritura Nº 827 de fecha 15 de octubre de 1952 pasada ante escribano de la Capital Federal Raúl F. Goucheron al folio 4042 del Registro 243 a su cargo, la misma la cedió a su yerno, el general Juan D. Perón. Pero esos no fueron los únicos inmuebles del matrimonio presidencial. En San Miguel del Monte, muy cerca de donde Juan Manuel de Rosas tuvo su estancia, se encontraba el establecimiento “Santa María”, una gran finca de casi 2000 hectáreas, que figuraba a nombre de la razón social La Perseverancia S.A. Siguiendo el relato del Dr. Gutiérrez Pechemiel, el campo de Perón, ubicado a 125 kilómetros de la Capital Federal, se hallaba sobre el camino a la ciudad de Gral. Belgrano, algo más al sudoeste de la histórica ciudad de Monte, excelentemente pavimentado por el gobierno, que además de acceso, le servía como límite. Una prolija huella conducía al casco de la estancia, hermosa y magnífica construcción de dos plantas, 18 con techos de tejas rojas a dos aguas, terrazas, galerías, garajes, veredas y patios cubiertos de lajas .

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La propiedad se hallaba rodeada por una frondosa arboleda, variadas especies vegetales y un amplio parque 19 con el césped prolijamente cortado . En la parte superior del edificio se encontraban las cuatro habitaciones y un baño; en la planta baja, el amplio living, el comedor, salas de estar, una sala de juegos, baños y la cocina y un jardín de invierno con vista a la laguna de Monte, todo ricamente adornado y ornamentado. Edificaciones menores rodeaban a la mansión, una de ellas la imponente torre de televisión de 75 metros de altura y la magnífica piscina de grandes dimensiones, trampolín y accesorios de lujo, rodeada de palmeras y árboles, que se hallaba situada en la parte posterior, a varios metros de distancia en dirección a la laguna, a la que se llegaba por un camino curvo cubierto de lajas. En cada uno de esos lugares, la gente percibía el lujo y la extravagancia. Bebidas de conocidas y costosas marcas, mesas de billar, juegos de naipes franceses, muebles y combinados, solo por mencionar una ínfima parte de lo que allí había, llamaron poderosamente nuestra atención20. Más allá de la piscina y los bellos jardines, se encontraba la laguna de Monte, con sus 254 hectáreas de extensión, en cuyas aguas se adentraba un gran muelle que tenía una construcción apoyada sobre pilotes de madera en su extremo más alejado, bello edificio con techo de teja a dos aguas y una suerte de terraza que daba a las aguas. Junto al mismo se hallaban amarradas numerosas embarcaciones (botes y lanchas) en las que el matrimonio y sus invitados solían efectuar placenteras recorridas, algunas de pesca, otras de placer. La laguna, había sido cultivada, ex profeso, con 75.000 ejemplares de pejerreyes que hacían las delicias de los huéspedes y del mismo anfitrión. El establecimiento, también conocido como Estancia “La Laguna”, disponía de varios tambos ya que allí Perón criaba un millar de cabezas de ganado holando-argentino, todos de pedigré. Había también hangares para aviones, pistas de aterrizaje y establos en cuyos alrededores pastaban soberbios ejemplares equinos21. Perón hizo de la estancia “Santa María”, uno de sus refugios predilectos donde, en más de una oportunidad, buscó alejarse del ajetreo de la vida pública. Allí también encontró paz y esparcimiento y hasta ella se llegaron jerarcas del régimen y amistades, especialmente invitados. Las prolongadas cabalgatas, las caminatas entre arboledas y especies vegetales, las travesías por la laguna en sus lujosas embarcaciones, fueron moneda corriente. Pero por sobre todas las demás, la propiedad por la que el líder justicialista tuvo más apego fue la Quinta “17 de Octubre” de San Vicente, magnífica y soberbia residencia de 16 hectáreas que significó algo así como el “Nido del Águila” en la montaña de Berghoff, cerca de Berchtesgaden, para Hitler. Emplazado en las afueras de la población de San Vicente, ahí donde finaliza la zona urbana del Gran Buenos Aires y comienza la pampa infinita, el se hallaba rodeado por un muro de piedra con contrafuertes, que cercaba su perímetro en toda su extensión, enmarcando los vastos parques y jardines de fino y prolijo césped, que envolvían a la edificación principal. Una de las cosas que más llamaba la atención, era la frondosa arboleda de más de 80 especies, traídas de distintas partes del mundo, entre ellas eucaliptos, paraísos, tilos, acacias, álamos, aromos, pinos, lambertianas, palmeras, plátanos, sauces y un alcanforero que se erguía entre los floridos canteros que se apreciaban aquí y allá, la mayoría cubiertos de rosas. Gacelas, ciervos, avestruces, conejos y el más variado tipo de animales vagaban pacíficamente por el predio.

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Vista aérea de la quinta de San Vicente A la pileta de hormigón armado, recubierta con mayólicas blancas y rosadas, se accedía por unas escalinatas de piedra Mar del Plata por las que se accedía a la vereda de mosaicos graníticos que la rodeaba. Sobre ellas se hallaban empotradas las escaleras de caño galvanizado por las que se salía del agua y el trampolín. Unos metros más allá se erguía un torreón cilíndrico de mampostería, con revestimiento de piedra Mar del Plata, magnífico mirador desde donde se podía observar la vastedad pampeana que rodeaba la propiedad. Se llegaba al mismo a través de una escalera circular del mismo material, que permitía el acceso a una puerta en forma de arco de medio punto a través de la cual se pasaba al interior. Una escalera de piedra permitía llegar al primer nivel, ubicado a 3,40 metros de altura, donde se hallaba la terraza-balcón con pisos de mosaicos y barandillas de madera a la que se salía por una puerta similar a la de la planta baja pero de menores dimensiones; en el segundo piso, de tres metros de altura, se encontraban las ventanas rectangulares de hierro y piedra y sobre éste, en el tercer piso, también con un alto de tres metros, se hallaba ubicado el tanque de agua, coronado por una superficie almenada que también servía de mirador. Cuatro faroles negros de estilo colonial iluminaban su frente y dos maceteros de adobe a ambos costados de la puerta en la planta baja remataban el conjunto, al que debemos agregar los poderosos reflectores que iluminaban los jardines por la noche. El muro que encerraba el perímetro de la propiedad medía 2,65 metros de alto por 0,50 de ancho y 1741,65 de extensión, con zapata y cimientos de hormigón y juntas tomadas, y estaba formado por bloques de cemento de 0,15 x 0,23 x 0,50 metros y diversas tonalidades. La gran residencia era un amplio chalet de estilo clásico, de una sola planta, que cubría 815 m2 de superficie. Tenía techos de tejas coloniales a dos aguas, amplios ambientes, recepciones, living-comedor, sala de armas, cocina, antecocina, baños, dormitorios y una bodega en el sótano. Dos puertas rojas de hierro que enmarcaban vidrios de grueso espesor abarcaban el ancho del porche. En el amplio living-comedor, caracterizado por su marcado estilo Imperio, destacaban la gran chimenea revestida con piedra Mar del Plata, cuadros de afamados artistas internacionales, muebles orientales, pieles de animales salvajes, cómodos sillones, madera de roble tallada y pinturas en el cielorraso además de una alfombra calchaquí de color rojo intenso y una espléndida araña de bronce, todo ello parte de un conjunto ricamente ornamentado, paso previo a la sala de armas que contenía una impresionante colección de piezas, muchas de ellas únicas en su género, a saberse, espadas, sables, arcos, flechas, escudos, yelmos, arcabuces, fusiles, escopetas, alabardas y bastones, en muchos casos revestidos de oro, plata y piedras preciosas.

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Perón y Evita en el torreón (San Vicente) El edificio disponía de cuatro habitaciones muy bien amobladas, una de ellas con chimenea, igual número de baños con lavatorios de pared, bidet, inodoros de pedestal, bañeras embutidas, espejos y placares; una enorme cocina con antecocina, garaje para tres automotores, numerosas galerías, pasillos y un sótano en el que se encontraba la bodega con estantes de madera. Los pisos de los ambientes principales se hallaban cubiertos con baldosas en algunos casos y parquet de Eslavonia, la carpintería era de cedro y pino, pintada al aceite y contaba con amplias ventanas con vidrios emplomados La casa disponía de servicios centrales de calefacción y agua corriente con caldera a petróleo, quince radiadores, instalación eléctrica embutida de servicio público con alarmas conectadas a todas las puertas y ventanas con su correspondiente tablero indicador, equipo de radio central y música con altoparlantes disimulados en todos los sectores. La propiedad contaba con una capilla y su correspondiente casa habitación, cuarto de baño revestido de azulejos, vestíbulo y galería que en total cubrían 146,84 m2. Su carpintería era de cedro, los pisos de madera, como las celosías, tenía vitreaux, un ventanal de hierro y una puerta de madera petiribí con paneles.

Había también una casa para el encargado de 32,18 m2 con un corredor de 04,48 m2; vestuarios, garaje y depósito de herramientas de 131,02 m2, una caballeriza de estilo canadiense, aljibe, palomar, un molino, un tanque australiano y cerca de la entrada principal, el cruzeiro, crucifijo medieval de piedra que el alcalde de Pontevedra le regaló a Evita durante su gira Europea. El acceso a la quinta se hacía a través de cuatro portones de dos hojas de madera cada uno, coronados por techos de tejas a dos aguas, siendo de destacar los dos pequeños habitáculos, uno a cada lado, cada uno con su respectiva puerta y ventana (una mirando hacia el interior de la propiedad y la otra hacia el exterior), en las que se alojaba el personal de vigilancia. Junto al portón principal se encontraba el edificio de la portería, construido en el mismo estilo que la casa, y hacia ese lugar convergían los caminos interiores, pavimentados con hormigón y macadam, así como las veredas y huellas recubiertas con lajas de piedra Mar del Plata.

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Una de las tantas especies que habitaban San Vicente Un total de 36 peones tenían a su cargo el cuidado y la manutención del predio. Perón le compró la quinta al gobernador Domingo J. Mercante, el 30 de marzo de 1946 y poco después le agregó el terreno colindante alcanzando, de ese modo, sus dimensiones originales. Al año siguiente hizo demoler el antiguo chalet e inició la construcción del que acabamos de describir, incluyendo la caballeriza, el torreón con su tanque de agua, la piscina y el muro. La pareja presidencial viajaba a San Vicente los fines de semana, buscando alejase del ajetreo y la agitación de la política. Para ello cubrían en auto los 45 kilómetros que los separaba desde el Palacio Unzué en Av. Libertador y Austria, hasta la propiedad, atrasando casi toda la ciudad, para cruzar el Riachuelo y tomar por Av. Pavón y su continuación, Hipólito Yrigoyen. Lo hacían, escoltados por su custodia fuertemente armada, de la que formaban parte algunos croatas de la guardia ustacha. Las fotografías tomadas en esos años muestran al matrimonio completamente distendido, relajado y feliz. Perón leía mucho; en invierno lo hacía en el living-comedor, cerca de la chimenea y en verano en los jardines, sentado en alguno de los bancos, debajo de un árbol; también practicaba esgrima y natación. Temprano por la mañana, después del desayuno, salían ambos a caminar y disfrutar del aire y el sol y mientras conversaban, se detenían a observar la vegetación o acariciar a alguna de las gacelas que pastaban en el parque. A veces se sentaban bajo las acacias y conversaban largo rato o subían al torreón para contemplar el paisaje circundante, el pueblo de San Vicente hacia el este y la infinita llanura pampeana hacia el norte, el oeste y el sur. Vestida con pantalones y una camisa de militar que le robaba a Perón, con el pelo suelto al viento, ella lo acompañaba en sus paseos, olvidándose —de a ratos— de sus compromisos, proyectos y problemas. Pero era justamente eso lo que pronto la impacientaba, el no saber qué sucedía con todo lo que tenía entre manos, el no estar en contacto con la gente que veía todos los días, como si pensara que nada pudiera caminar si ella no estaba presente22. Algunas veces Perón se retiraba al segundo piso del torreón para escribir. Allí redactaba su correspondencia, bosquejaba algún trabajo político y pergeñaba sus discursos, volcando al papel los conceptos básicos, para registrarlos luego con los equipos de grabación que allí tenía. En otras oportunidades, se iban ambos a caballo hasta la laguna de San Vicente y después paseaban por el pueblo ante la atónita mirada de los pobladores. El Club Social local conserva un acta en la que se consta la fecha en la que el primer mandatario salió en una de sus motocicletas desde la quinta hacia la cercana localidad de Alejandro Korn, para comprar el diario. En

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aquella oportunidad, llegó al kiosco solo, sin su custodia, pidió el periódico, lo pagó y se fue, dejando detrás a un canillita perplejo. Quien conoció perfectamente la quinta de San Vicente fue Pinélides Aristóbulo Fusco, fotógrafo de 35 años, hijo de padres ateos y socialistas (de ahí sus dos nombres) a quien la pareja presidencial contrató especialmente para que la retratara durante sus estadías en la gran propiedad. Un domingo de invierno de 1948, el fotógrafo se hallaba revelando unas copias en su laboratorio particular cuando recibió un llamado telefónico que no esperaba. Era un periodista de la Editorial Julio Korn, editora de las legendarias “Radiolandia” y “Antena”, para decirle que debía salir inmediatamente hacia la quinta de San Vicente, con el objeto de fotografiar a Perón y su esposa.

De paseo por el parque en San Vicente Pasado el sobresalto, Fusco se cambió, recogió sus cámaras, tomó varios rollos fotográficos, los guardó en sus estuches y salió a toda velocidad hacia la localidad bonaerense, donde llegó pasado el medio día. Fue él quien registró las famosas fotografías del matrimonio en su quinta, Perón vistiendo un gabán, pañuelo al cuello, pantalón y botas de gaucho y ella de pantalones y pelo suelto, acompañados por su perrito caniche. Cuando Fusco terminó su labor, Evita se le acercó y le dijo: “Quiero las fotos mañana a las seis de la mañana en mi despacho”. El fotógrafo asintió y prometió estar allí, sin falta. Trabajó buena parte de la noche en su pequeño laboratorio ubicado en una de las habitaciones de su casa (Pavón casi esquina 24 de Noviembre) y a la mañana siguiente, a la hora indicada, se presentó en el flamante edificio de la Fundación Eva Perón, llevando consigo las fotografías y los negativos. Tras una breve espera, la primera dama lo hizo pasar, lo invitó a tomar asiento frente a ella y le pidió el material. Cuando el fotógrafo se lo alcanzó, ella miró una a una las reproducciones, en el más completo silencio. Una vez que hubo finalizado, le alcanzó una tarjeta y le indicó ponerse en contacto, sin falta, con la persona que figuraba en ella, para recibir instrucciones. Cuando Fusco la leyó, vio que se trataba de Raúl Alejandro Apold, el todopoderoso subsecretario de Prensa y Difusión del gobierno. De esa manera, aquel profesional de la imagen que complementaba sus ingresos como profesor de Literatura en varios colegios secundarios de la Capital Federal, se convirtió en el fotógrafo oficial de la pareja presidencial, algo similar a lo que Jacques-Louis David fue para Napoleón y Heinrich Hoffmann para Hitler. A partir de ese momento, Fusco dedicó todas sus tardes a retratar a la pareja presidencial, ya en los actos oficiales, ya en los momentos de intimidad y gracias a sus imágenes hoy sabemos de una Evita de entre casa, descontracturada, sin maquillaje, con el pelo suelto y al viento. Fusco fue testigo privilegiado de momentos clave de la historia argentina: el cabildo abierto del 22 de agosto de 1951, del renunciamiento de Eva Perón y el momento en que votaba, ya enferma, por primera vez. Perón y Evita recibían con mucha frecuencia la visita de amistades, funcionarios del gobierno, dignatarios y personalidades del quehacer nacional e internacional, así como políticos, magistrados, personalidades del cine y la cultura y alguno que otro deportista, a veces a tomar el té, a veces a pasar

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el día e incluso a quedarse los fines de semana, siendo de destacar Juan Duarte, Domingo Mercante, Ricardo Guardo y su esposa Lilian Lagomarsino, el padre Hernán Benítez, confesor de Evita, el empresario Jorge Antonio, Enrique Santos Discepolo y su esposa Tania y Héctor J. Cámpora con su mujer, además Fusco. Allí, en la quinta de San Vicente, en medio del silencio y la soledad, bajo su alcanforero predilecto, Perón redactó el borrador de la Constitución de 1949, adoptó trascendentes decisiones y trató diversos asuntos de estado, tal como lo deja entrever la historiadora española Marysa Navarro: Los fines de semana, Perón y Evita buscaban unas horas de descanso en la quinta de San Vicente, pero aun allí lo perseguían las preocupaciones políticas y los problemas a resolver. Además, muchas veces llegaban amigos como Mercante o Ricardo Guardo, que sería pronto elegido presidente de la Cámara de Diputados, y su mujer, Lilian Lagomarsino de Guardo. Evita seguía asistiendo a las reuniones donde se discutían nombramientos y planes de acción23. Perón tuvo otras propiedades, terrenos en Chubut, una casa con un espacioso predio de tierra en la pedanía de San Antonio, pleno valle de Punilla24 y algunos departamentos, pero fue San Vicente su refugio dilecto y su coto privado; la posesión que más amó y a la que se consagró de lleno. Después de la revolución de 1955, el chalet fue confiscado y clausurado. En 1973, cuando se programaba el regreso de Perón luego de su prolongado exilio, fue reformado, agregándosele la casa de huéspedes, la de la custodia y la del casero. Producido el golpe de Estado de 1976, el Proceso de Reorganización Nacional volvió a incautarlo para alojar allí, en calidad de detenida, a la tercera esposa del mandatario, su viuda María Estela Martínez de Perón, la presidenta destituida. En 1990 la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires expropió la quinta, que pertenecía por herencia a las hermanas de Evita y construyó allí un complejo cultural. Varios años después comenzó a edificarse el espantoso mausoleo que hoy guarda los restos del líder justicialista, un museo que abarca la extensión del complejo, un auditorio para 113 personas y una biblioteca en lo que fue la casa de huéspedes, construida en 1973. Hoy, el lugar, es atractivo turístico, visitado por centenares de personas, muchas de ellas procedentes del exterior.

Acceso a la quinta (San Vicente) En el chalet principal se exhiben objetos personales de la pareja presidencial, su mobiliario original y el de la casa de la calle Gaspar Campos, partido de Vicente López. Allí se puede apreciar su decorado, las condecoraciones que ambos recibieron, un suntuoso biombo obsequiado a Perón por Mao Tsé Tung, armas, pinturas y esculturas, el comedor que guarda la bandera argentina de 1820, bordada con hilos de oro y plata

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por las Carmelitas Descalzas, la misma que se encontraba en el despacho que Evita tenía en la Fundación que llevaba su nombre y que fuera confiscada por el gobierno de la Revolución Libertadora. En la sala de armas, sin ninguna duda el espacio más llamativos del complejo, se encuentra la réplica del sable corvo del general San Martín que Perón solía mostrar orgulloso a sus invitados. A pocos metros de la casa, fue construida la réplica de una estación ferroviaria en la que fue ubicada la locomotora a vapor y tres vagones del tren presidencial de trocha angosta que desde 1912 fue utilizado por los presidentes argentinos y fue el mismo con el que hizo campaña junto a Evita entre 1948 y 1951. Se trata de la célebre formación en la que la pareja recorrió el interior del país saludando a las multitudes en cada estación por la que pasaban, el mismo que se observa en tantas fotografías y cintas documentales. Destacan, junto a la locomotora, el coche principal que estaba provisto de un living, el dormitorio presidencial y una oficina; un vagón de pasajeros y cerrando la formación, el de servicios, en el que se encuentran la cocina y los camarotes, los tres revestidos por fuera con madera de petiribí lustrada y barnizada, vitrales y otros detalles, como el escudo nacional grabado en cada uno de los picaportes. Delante del mausoleo en el que descansan los restos de Perón se extiende la Plaza Central, donde se hallan representados los escudos de todas las provincias junto a elementos característicos de cada región; en la Plaza del Abrazo, que se extiende contigua a la anterior, destaca grabada en un muro la imagen del abrazo de Eva y Perón en el balcón de la Casa Rosada, el 17 de octubre de 1951 y debajo de ella se inicia un curso de agua denominado "la línea de la vida", que acompaña el recorrido de los paseantes hasta la nave central del mausoleo en el que yace el féretro.

Estatuas de la Fundación Eva Perón recuperadas en San Vicente El sepulcro está formado por un panteón moderno, rectangular, de 400 metros cuadrados, en cuyo centro se encuentra el cubículo de vidrio blindado que protege el féretro de Perón; delante de él hay un oratorio e inmediatamente después, abundantes símbolos de culto peronista que adornan el entorno. Construida en hormigón pigmentado con los colores de la tierra, la obra es de diseño moderno y austero, con líneas simples y geométricas, prevaleciendo los espacios vidriados y las vistas del bosque que rodea el edificio. Cerca de allí, están las tres salas de exposición edificadas en el mismo estilo, donde se exhiben gigantografías, paneles tridimensionales e iconografías, con imágenes del período 1945-1955.

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El 17 de octubre del 2006, en medio de gran despliegue, se decidió trasladar el cuerpo de Perón desde la bóveda familiar, en el Cementerio de la Chacarita, hasta la quinta de San Vicente, donde se había montado un gigantesco palco para escuchar las palabras de los organizadores del evento así como también, de políticos, sindicalistas y militantes justicialistas que deseaban honrar la memoria de su líder. Las expectativas que generó el suceso tuvieron repercusión mundial y decenas de periodistas de diversas partes del mundo se congregaron frente al edificio de la CGT para ver partir desde allí el féretro, montado sobre una cureña tirada por un vehículo militar al que seguía una extensa columna de automotores. Durante el trayecto, la gente se congregó a ambos lados del camino para ver pasar el cortejo y saludar al solemne difunto.

El poco agraciado mausoleo que guarda los restos de Perón en el predio de San Vicente Todo marchó perfectamente hasta que la columna llegó a las inmediaciones de San Vicente. Y lo que nadie esperaba, ocurrió. En un determinado momento, habiéndose concentrado una verdadera multitud en las inmediaciones, facciones antagónicas el peronismo pugnaron por ingresar al complejo y ocupar sitiales privilegiados. Se desencadenando violentos incidentes con destrozos, corridas y numerosos heridos. La multitud, descontrolada, se agredió a tiros, golpes, palos, botellazos y todo tipo de objetos durante varias horas y destrozó automotores, parte de las instalaciones de la residencia y el museo que para mayor ignominia, fue saqueado25. Después de ese día de furia, la calma volvió a renacer y hoy la célebre residencia es visitada por centenares de turistas, incluyendo tours de la tercera edad, que llegan hasta el lugar, atraídos por la historia y los secretos que encierra.

Notas 1 La Revolución Libertadora, ordenó la remoción y destrucción de las estatuas. Para ello fue utilizada una grúa (según algunas versiones, a varias de ellas se las arrojó desde lo alto) y antes de ser lanzadas al Río de la Plata, se las decapitó. Las mismas fueron recuperadas y hoy se exponen en la quinta de San Vicente. Después del ataque al edificio, un empleado de la Fundación de apellido Castillo, recogió el dedo de la estatua de Evita que había caído sobre las escalinatas de acceso y lo conservó para la posteridad. 2 De ahí que por sus siglas, se lo conociese también por Edificio Atlas. 3 Guillermo Sebastián Mircovich, “El Hogar de la Empleada de la ‘Fundación Eva Perón’”, (http://www.peronvencealtiempo.com.ar/peronismo-1943-1955/el-hogar-de-la-empleada-de-la-fundacion-evaperon) 4 Caído en el abandono, terminó por convertirse en una villa de emergencia. 5 La cerrajería y plomería fueron importadas de Europa. 6 Pier Antonio Casellato, “Leone Tommasi y su obra de escultor en la Argentina”, Revista del Instituto Histórico Municipal de San Isidro Nº XXII, Municipalidad de San Isidro, 2008, p. 10.

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Detallar las del Jardín Botánico. Pier Antonio Casellato, op. cit, pp. 9-24. 9 Ídem. 10 Ídem. 11 “La Época”, 25 de julio de 1953. 12 Pier Antonio Casellato, op. cit. 13 Al pie del monumento se pensaba edificar una capilla laica para su veneración. 14 El Festival Pinap de la Música Beat y Pop, fue organizado en el mes de septiembre de 1969 por la revista del mismo nombre, exactamente un mes después del mítico Woodstock. Fue el primero que se organizó al aire libre en América Latina y contó con la presencia de las principales bandas de rock y música beat de la época. 15 Aquellas que tenían las facciones del líder depuesto y su esposa. 16 Nacido en San Fernando, el 8 de marzo de 1923, el Dr. Ismael C. Gutiérrez Pechemiel egresó de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires en 1948, con el título de abogado. Después de desempeñarse en la Dirección General de Asuntos Jurídicos y la de Arrendamientos Rurales del Ministerio de Agricultura y Ganadería de la Nación, en 1955 fue designado asesor letrado de la Intervención Custodia de Bienes (1955-1957) y secretario de la Junta Nacional de Recuperación Patrimonial (1957-1958), donde llevó a cabo una amplia tarea de investigación que lo llevó, incluso, a la República Oriental del Uruguay, donde fue inscripto como abogado en 1956 y procurador en 1957. Avalaba ese nombramiento su actuación en el comando civil revolucionario de la parroquia del Espíritu Santo, durante los agitados días de junio y septiembre de 1955. Entre 1960 y 1969 fue director secretario de la empresa papelera Ramón Chozas S.A.C.I.F., entre 1961 y 1967 director de la Compañía General de Lápices Comte S.A. y vocal de la Cámara del Papel, Papelería y Afines. Adherente fundador del Partido Revolución Libertadora en 1963, fue presidente de su Junta Promotora de la Capital Federal y candidato a diputado nacional en primer lugar (Lista 20), en las elecciones del mes de marzo de 1965. En enero de 1967 fue designado ministro de Gobierno, Justicia, Bienestar Social y Educación de la provincia de Chubut, de la que ese mismo mes fue gobernador interino y en 1969 fue asesor de la Secretaría de Cultura de la Nación, donde trabajó en la redacción del la Reglamentación de la Ley de Igualdad de Oportunidades para Estudiantes (1969). Fundador de la Asociación Patriótica Argentina en 1971, presidente de la Liga de Padres del Colegio del Apostolado (1965) y de la Asociación Defensa de la Libertad (1972-1976), el 15 de septiembre de 1978 fue designado subsecretario de Justicia y Asuntos Legislativos de la provincia de Entre Ríos, funciones que desempeñó hasta el 23 de mayo de 1980, cuando la Corte Suprema de Justicia de la Nación lo nombró juez federal en Primera Instancia en lo Contencioso Administrativo, a cargo del Juzgado Nº 6, funciones que desempeñó hasta su arbitraria separación el 12 de junio de 1984. Ante la ola de protestas que tuvo lugar a partir de ese día, en 1985 el gobierno de turno lo designó juez federal Civil y Comercial Especial (Juzgado Nº 9), pasando cuatro años después a juez federal en Primera Instancia en lo Civil (Juzgado Nº 39). Autor del libro Los bienes del ex dictador, basado en sus investigaciones, ha dictado numerosas conferencias sobre la provincia de Chubut y temas de historia y política, además de asistir a cursos y seminarios. 17 Ismael Carlos Gutiérrez Pechemiel, Los bienes del ex dictador, Editorial Dunken, Buenos Aires, 2005, p. 35 y ss. 18 Ídem, pp. 42-44. 19 Ídem. 20 Ídem. 21 Ídem. 22 Maryssa Navarro, Evita, Grupo Editor Planeta, 1994, Buenos Aires, cap. XII. 23 Ídem, cap. III. 24 Casagrande, provincia de Córdoba. 25 Afortunadamente, el mausoleo no sufrió daños. 8

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LOS FUNERALES DE EVITA

El 26 e julio de 1952 a las 20.25, horas se produjo en la residencia de la calle Austria, junto a la que rezaban centenares de personas, el deceso de Eva Duarte de Perón, víctima de una larga y penosa enfermedad. Tenía 33 años de edad y junto a su marido, se hallaba en la cúspide de su poder. La congoja y el pesar se apoderaron de la Nación como nunca antes en la historia argentina y las expresiones de dolor se extendieron por toda la geografía del país. Siguiendo instrucciones directas del secretario de Prensa y Difusión de la Nación, todos los relojes de la Argentina se detuvieron dos minutos después de la hora del deceso y a las 20.41, el locutor oficial Jorge Furnot leyó el anuncio por cadena nacional de radiodifusión: Cumple la Secretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la Señora Eva Perón, Jefa Espiritual de la Nación. Los restos de la Señora Eva Perón serán conducidos mañana, al Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se instalará la capilla ardiente... La Argentina quedó paralizada; la primera dama, líder de los “descamisados” y abanderada de los humildes”, había entrado en la inmortalidad. Si algo tuvo de fastuoso y colosal el régimen peronista, fueron los funerales de Evita, algo nunca visto en América, ni siquiera con la muerte de John F. Kennedy en 1963 y la del propio Perón en 1974. Las exequias sobrepasaron todo lo calculado y el mundo contempló azorado un acontecimiento que parecía extraído del Egipto de los faraones o la Roma de los césares ya que superó, incluso, el entierro de papas y soberanos, aun los más grandes y poderosos de la Tierra.

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Ni bien se hizo el anuncio, un silencio sepulcral pareció caer sobre todo el país. Las radios dejaron de transmitir para pasar música sacra, los comercios cerraron sus puertas, las oficinas suspendieron sus jornadas de trabajo y la gente corrió a sus casas para encender las radios y quedarse a escuchar. A poco del anuncio oficial, la CGT decretó 72 horas de duelo, medida que el gobierno extendió a un mes al tiempo que todas las organizaciones, fueran gubernamentales o no, comenzaron a trabajar en la organización de actos y discursos. La sociedad por entero y buena parte del mundo habían seguido el desenlace de la penosa enfermedad de la primera dama argentina y todavía conservaban vivo en su recuerdo su imagen demacrada, esquelética, cadavérica, cuando se desplazaba junto a Perón en el automóvil descapotable que lo condujo, enfundado en su impecable uniforme, para prestar el juramento de su segundo mandato, después de haberse impuesto por abrumadora mayoría en las elecciones del 11 de noviembre del año anterior. Lo que la gente ignoraba, era que bajo el tapado de piel que recubría a la moribunda primera dama, había un armazón de hierro que la mantenía de pie junto a su esposo. Evita repetía la hazaña del Cid en Valencia, cuando después de muerto, siguiendo sus instrucciones, fue sujeto a su caballo por una estructura similar para guiar personalmente a su ejército a la batalla. Antes de producirse el deceso, Perón manifestó a sus allegados que no quería que el cuerpo de su esposa se consumiese bajo tierra y así fue como se dispuso su embalsamamiento. Los despojos de la joven dirigente fueron entregado al doctor Pedro Ara, notable patólogo español, oriundo de Zaragoza, especialista mundial en Anatomía a quien se consideraba el mayor perito en las técnicas del embalsamamiento y la conservación de cuerpos. Radicado en la Argentina desde 1925, vivió primero en Córdoba y después en Buenos Aires, desempeñándose como docente y cirujano especializado en anatomía y director del Instituto Anatómico que hoy lleva su nombre. En Buenos Aires fue agregado cultural de la embajada de España y además de su profesión, se dedicó también a la escultura1. Como los antiguos egipcios, el justicialismo hacía culto de los muertos e intentaba perpetuarlos.

El Dr. Pedro Ara junto al cuerpo embalsamado de Evita Para entonces, pequeños altares con la imagen de Eva y crespones negros se improvisaron en hogares, plazas y paseos de todos los barrios porteños en torno a los cuales, comenzó a congregarse para rezar. El Dr. Ara tenía experiencia en la materia ya que, entre otras cosas, había embalsamado el cuerpo de una jovencita de 18 años, hija de un conocido profesional, a quien no le cobró honorarios por tratarse de un amigo y el del célebre compositor español Manuel de Falla, fallecido en Alta Gracia, provincia de Córdoba. Incluso, dada su reputación, el Kremlin había solicitado su concurso para trabajar en la reconstitución del cuerpo de Lenin, en Moscú, tarea a la que se rehusó por razones ideológicas. Ara se encerró en el gabinete que el gobierno puso a su disposición y durante dos días se dedicó a acondicionar el cuerpo, reemplazando su sangre por alcohol y luego por glicerina, para mantenerlo en buenas condiciones. Eso dio a la piel un aspecto casi transparente.

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En esas condiciones entregó el cadáver y así fue expuesto en la capilla ardiente instalada en el Congreso Nacional, por donde desfilaron más de 2.000.000 millones de personas para manifestar su pesar. Las exequias duraron seis días y fueron multitudinarias. Para registrarlas, Apold contrató especialmente a Edward Cronjagar, camarógrafo de la 20th Century Fox, que en 1929 había filmado los funerales del mariscal Foch. Las escenas que el cineasta norteamericano registró fueron impresionantes y recorrieron el mundo. Finalizadas la exposición del cuerpo en el Congreso, el 27 de julio el cuerpo de Evita fue trasladado en un coche del servicio fúnebre hasta el Ministerio de Trabajo y Previsión, donde se había montado la capilla ardiente. El velatorio se prolongó nueve días más, con colas de hasta 35 cuadras, aún bajo la lluvia y el intenso frío, formadas por personas de diferentes orígenes y clases sociales que deseaban tributar su último adiós a la dirigente. La Fundación Eva Perón debió repartir frazadas para contrarrestar las condiciones climáticas y hasta se instalaron puestos sanitarios y de ventas de bebidas calientes para mitigar la difícil situación por la que muchas tenían que pasar, a la intemperie, bajo la lluvia y el frío.

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Impresionantes escenas de los funerales de Evita en Buenos Aires El 9 de agosto el cuerpo fue llevado al edificio del Congreso, que se hallaba colmado de personas y coronas de flores, donde se le rendirían los correspondientes honores. La cureña de guerra se desplazó lentamente por Avenida de Mayo, precedida por nueve patrulleros de la policía, el escuadrón de Granaderos a Caballo, una banda militar que ejecutaba melodías fúnebres y los cuarenta y cinco trabajadores y sindicalistas descamisados, militantes del Partido Peronista Femenino que la arrastraban, escoltados por tanquetas, cadetes de institutos militares, alumnos de la Ciudad Estudiantil, enfermeras y trabajadoras de la Fundación, seguidos a su vez por una impresionante multitud a pie, encabezada por el mismo Perón, que lucía su uniforme militar. Diecisiete mil soldados de las tres Fuerzas Armadas escoltaron el cortejo rindiendo, de esa manera, su silencioso homenaje. Atrás quedaban la Casa Rosada y Plaza de Mayo donde se había montado una impresionante imagen de la difunta enmarcada por la bandera argentina y crespones negros.

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Sobre las aceras, centenares de miles de personas arrojaban flores a su paso, lloraban y agitaban sus pañuelos, incluso muchas de ellas sufrieron desmayos y crisis nerviosas y debieron ser asistidas. Desde los balcones llovían flores, millones de flores, rosas, claveles, orquídeas del Amazonas, alhelíes de los Andes, alverjillas del lago Nahuel Huapi y hasta crisantemos enviados por el emperador del Japón en aviones especiales. Finalizado el interminable desfile, el ataúd fue colocado nuevamente sobre la cureña y conducido a lo largo de Av. Rivadavia y Avenida de Mayo, para seguir por Hipólito Yrigoyen hasta Paseo Colón. Pasó nuevamente frente a la Catedral y al histórico Cabildo, dejando la Plaza de Mayo y la Casa de Gobierno a un lado y desembocó en Paseo Colón, desde donde llegó hasta el edificio central de la CGT. A las 17.50, la ciudad silenciosa fue sacudida por una salva de 21 cañonazos y el sonido de trompetas que ejecutaban músicos del Ejército. Inmediatamente después, media docena de empleados de la empresa fúnebre especialmente contratada para la ocasión, introdujeron el féretro en el edificio y lo condujeron hasta el primer piso, donde fue depositado en una capilla en la que aguardaban cuatro sacerdotes. Allí permanecería depositada Evita hasta que el gran mausoleo estuviese terminado y se lo pudiese conducir hasta allí. El 12 de agosto el cuerpo fue subido al segundo piso de la CGT, que había sido acondicionado previamente como laboratorio y despacho, para que el doctor Ara continuase su labor. La “abanderada de los humildes” debía perdurar eternamente y a eso se abocó el mencionado profesional. En el hall de la planta baja se construyó una suerte de monolito con la imagen de Evita y una gran cruz. Ese monolito se mantuvo florido durante los siguientes tres años, hasta que en 1955 se produjo la caída del gobierno peronista. El Dr. Ara trabajó meticulosamente, día y noche, aislado y sin ser molestado, vigilado y custodiado por la guardia personal que Perón había puesto a su disposición. En realidad pocas personas sabían que el cuerpo se encontraba allí. Sus hermanas recién pudieron visitarla el 26 de octubre de 1952 y desde ese momento lo hicieron semanalmente. El Dr. Raúl A. Mendé fue otro de los que solía concurrir seguido al lugar y mucho se conmovió cuando vio a Evita yacente, ya que daba la sensación de que estaba dormida sobre la camilla. El Dr. Ara hizo un excelente trabajo, tan perfecto, que una vez finalizado lo consideró su obra maestra. El cuerpo permaneció en el segundo piso del edificio de la CGT y después de la caída de Perón, comenzó su odisea. La noche del 23 de noviembre de 1955, a escasos dos meses de los cruentos combates que se desarrollaron durante la breve pero sangrienta guerra civil que derrocó al líder justicialista, un camión militar se acercó lentamente al edificio de la central obrera, sito en Azopardo y Av. Independencia y al llegar a la puerta, detuvo su marcha. Según algunas versiones, un pelotón de soldados armados saltó de la parte posterior del vehículo e irrumpió con violencia en la en la sede sindical, clausurando los accesos y evitando que nadie saliera o entrara del inmueble. Según otras, cuatro individuos vestidos de civil bajaron del vehículo e ingresaron en el edificio armados con ametralladoras. El teniente coronel Carlos Moore Koenig, jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército, encabezaba el operativo. Sus órdenes eran retirar de allí el cadáver y llevarlo a un lugar desconocido. Lo secundaban el mayor Arandia, el capitán Arroyo y el capitán Rodolfo Fráscoli, conductor del camión. De acuerdo a la primera versión, parte de los efectivos que quedaron fuera formaron un cordón de seguridad y el resto procedió a desviar el tránsito así como también, el paso de los pocos transeúntes que circulaban por el lugar. En esos momentos, la central obrera se hallaba intervenida por la Armada y a su frente se encontraba el capitán de navío Alberto Patrón Laplacette a quien el gobierno militar acababa de encomendar una delicada misión en la provincia de Tucumán. Por esa razón, cuando los hombres del Ejército irrumpieron en el edificio, el mismo se hallaba al mando de los capitanes Alemán, Gorten, Jorge E. Lupano y el teniente de navío Fagre

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-Cumplimos órdenes del presidente provisional – le dijo Moore Koenig a los marinos que custodiaban el edificio, quienes le franquearon paso. El pelotón subió las escaleras encabezado por su jefe y se dirigió directamente al laboratorio del Dr. Ara, en el segundo piso. Se dice que sabiendo que los militares bloqueaban la puerta del edificio, un grupo de sindicalistas corrió hasta el laboratorio y prácticamente suplicó al Dr. Ara que les permitiese echar una última mirada al cuerpo de su amada líder. Sin siquiera detenerse a pensarlo, el facultativo accedió y los dejó pasar y así, los trabajadores volvieron a ver a Evita sobre la camilla del laboratorio, vestida de blanco, con sus cabellos dorados prolijamente peinados, las manos cruzadas sobre el abdomen y un rosario entre sus dedos. Quien fuera primera dama y dirigente revolucionaria sin par, la mujer más fuerte y poderosa de América, dormía su sueño eterno en la más completa paz. Ninguno de aquellos hombres pudo proferir una palabra, los cuatro se estremecieron y alguno que otro soltó lágrimas de emoción. Pero no había tiempo para sentimentalismos. Los uniformados ya subían por las escaleras y venían decididos a todo. Cuando llegaron al umbral del laboratorio, los gremialistas se hicieron a un lado y Moore Koenig encaró directamente al Dr. Ara, informándole que estaban allí para llevarse el cuerpo. -Vamos a retirar el cadáver de Eva Perón; debemos darle cristiana sepultura. Esto no es un acto político. Queremos evitar atropellos, profanaciones o violencias. Lo hacemos con todo el respeto que merece un muerto, sea quien sea. Ara señaló la camilla y Moore Koenig caminó hacia él. Dicen las versiones que una vez a su lado miró con desprecio el cuerpo yacente, le arrancó el rosario que tenía en las manos y se lo guardó en un bolsillo. Acto seguido ordenó a los cuatro de trabajadores presentes que colocasen el cuerpo dentro de un cajón que había allí y lo bajasen hasta la planta baja para ubicarlo en la parte posterior del camión que aguardaba en la puerta del edificio. Aterrorizados y perturbados, los sindicalistas obedecieron la orden sin pronunciar palabra, y con viva emoción, cargaron primero el cuerpo y luego el sarcófago, al que cargaron lentamente escalinatas abajo, en el más completo silencio. Una vez en el nivel inferior, salieron al exterior y depositaron el cajón en la caja trasera del vehículo, como se les habían indicado. Antes de partir, Moore Koenig dijo a los presentes, en tono amenazante, que debían guardaran silencio de por vida y no referir nada de lo que acababan de ver. Acto, seguido abordó el camión y allí espero a que Fráscoli cubriese el cajón con un sudario. Así lo hizo el referido oficial e inmediatamente después se sentó al volante, arrancó el motor y partió con rumbo desconocido, tomando por la solitaria calle Antártida Argentina, en medio de la noche. ¿Hacia dónde se llevaban a Eva Perón? ¿Qué pensaban hacer con él? El ex ministro de Relaciones Exteriores, Mario Amadeo, relató muchos años después que había estado presente en la reunión de gabinete en la que el general Lonardi propuso la formación de una comisión para analizar y encarar el problema que representaba el cuerpo y que unos días después, la misma determinó que lo más conveniente era darle cristiana sepultura, previa entrega del mismo a su señora madre. La comisión en cuestión quedó constituida por Nerio Rojas, Mario Amadeo, el general médico Torger y Francisco Elizalde, versión que confirmó varios años después Francisco Guillermo Manrique, por entonces secretario general de la Presidencia. El 13 de noviembre de 1955 se produjo un golpe palaciego que derrocó al general Lonardi y colocó en su lugar su par, Pedro Eugenio Aramburu, con quien las cosas cambiaron. Los planes se modificaron y en el

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más absoluto hermetismo, se hizo desaparecer el cuerpo. ¿Qué fue lo que llevó al gobierno de la Revolución Libertadora a tomar esa determinación? Desde el exilio, Perón se dio cuenta que los restos de su esposa tenía peso político y por esa razón, envió un telegrama al diario porteño “El Líder”, para hacer saber a la opinión pública que autorizaba a Elsa Chamorro, a tomar a su cargo los derechos sobre el cadáver. Sin perder tiempo, la imputada dio forma a una Comisión Pro-Recuperación de los Restos de Eva Perón y poniéndose al frente de la misma, inició las gestiones correspondientes. La idea de Amadeo, de establecer diálogo entre el gobierno, la CGT y los sindicalistas fue desechada y las medidas que se adoptaron fueron mucho más rigurosas. Las palabras del coronel Manuel Raimúndez, subsecretario de Trabajo, reflejan cual era el sentir de quienes en esos momentos tenían sobre sus manos los destinos de la Nación: “Mi problema no son los obreros. Mi problema es eso que hay en el segundo piso de la CGT. Me quita el sueño”. Cumpliendo órdenes del flamante gobierno, Francisco Guillermo Manrique se apersonó en la CGT para corroborar si el cadáver seguía allí y así fue que lo vio, tendido sobre un armazón tapizado en terciopelo azul, apenas cubierto por una sábana y según su decir, irreverentemente maquillado, según su decir. “…me parecía impúdico. Parecía un maniquí”. Vivamente conmocionado, Manrique, notificó al gobierno que el cuerpo todavía se encontraba en la central obrera, fuertemente custodiado por efectivos de la Armada y que era prácticamente imposible que alguien pudiera retirarlo sin autorización. Existen versiones que hacen referencia a grupos peronistas que planeaban tomar por asalto la CGT y como los militares y sus aliados civiles temían algo por el estilo, decidieron desaparecer el cuerpo. Cuando aquel 23 de noviembre la noche se tragó al transporte militar que conducía al grupo de Moore Koenig y su misteriosa carga, nadie podía imaginar que había comenzado el capítulo más espeluznante de la historia del peronismo; una odisea demencial, propia de mentes enfermizas y desquiciadas que finalizaría al otro lado del mundo y daría origen a las más variadas e irracionales leyendas, una d ellas, que el Dr. Ara se había enamorado morbosamente del cadáver de Evita, que Moore Koenig y sus subordinados lo habían vejado manoseándolo, escupiéndolo y orinándolo y que el general Aramburu había dado la orden de darle cristiana sepultura pero que la misma no se cumplió. Lo que es cierto es que el camión del Ejército que había retirado el cuerpo del edificio de la CGT se dirigió velozmente al Regimiento 1 de Infantería de Marina donde quedó depositado bajo fuerte custodia. Pero para sorpresa de quienes lo transportaban, la Armada no lo quería ahí. Para colmo, manos anónimas que sabía que Evita se encontraba en el lugar, encendieron velas y depositaron flores en las cercanías, cosa que llenó de espanto a las autoridades de la unidad militar y los responsables del traslado. El cadáver fue retirado la noche siguiente y depositado en el majestuoso Palacio de Aguas Corrientes, sobre Av. Córdoba 1950, donde permaneció oculto un par de días hasta que, en plena noche, volvió a ser nuevamente retirado para ser conducido varias cuadras hacia el noroeste, hasta el viejo Cine Rialto de Av. Córdoba y Lavalleja, donde gente vestida de civil lo escondió detrás de la pantalla para dejarlo en el lugar hasta dos o tres días más. Y una vez más, se hizo presente un vehículo particular, para llevarlo a una casa de la calle Sucre 1935, en la zona de Barrancas de Belgrano y luego al domicilio particular del mayor Eduardo Arandía, donde se desató una verdadera tragedia. Arandía escondió el cuerpo bajo la mesa ratona de su living, cubriendo el sarcófago con un gran mantel., Tiempo después lo puso en un armario y finalmente lo subió al altillo, al parecer, a pedido de su esposa, Elvira Herrera, que por esos días se hallaba embarazada. A partir de ese momento, la vida del militar se convirtió en una verdadera pesadilla. Vivía aterrado, presa de la histeria y con ataques de pánico. Por las noches soñaba que se le aparecía el fantasma de la primera dama vestido de blanco hasta los pies, con la mirada perdida y cualquier ruido en la noche lo despertaba y le hacía temer que su casa estuviese siendo invadida por salteadores peronistas dispuestos a recuperar el cadáver.

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Una de esas noches Arandía, que no podía dormir, bajó las escaleras, se sirvió una bebida y se sentó en un sillón del living con su pistola calibre 38 en la mano. Fue entonces que en la obscuridad vio una sombra que se acercaba, una silueta vestida de blanco que avanzaba directamente hacia él. Presa de vivo terror, sin poder pronunciar palabra, el oficial lanzó un fuerte alarido y alzando su arma disparó tres veces contra aquella figura. Y fue entonces, que al encender la luz vio el cuerpo de su esposa en el piso, sin vida, en medio de un charco de sangre2. El cuerpo fue inmediatamente retirado de la escena de tan macabro suceso y pasó varias noches en playas de estacionamiento y diferentes calles de Buenos Aires hasta que finalmente, fue puesto a resguardo en el edificio del SIE (Servicio de Inteligencia del Estado), en Av. Callao y Viamonte, donde quedó depositado bajo estricta custodia. Era una época de demencia en la Argentina, con gobernantes paranoicos que veían complots por todas partes, juicios y acusaciones, detenciones y allanamientos y hasta un extraño individuo que tuvo a su cargo la investigación de la muerte de Juan Duarte, Próspero Germán Fernández Alvariño, el “Capitán Gandhi”. Fernández Alvariño era secretario de la comisión investigadora Nº 58 que dirigía el capitán de fragata Aldo Luis Molinari y fue él quien ordenó la autopsia del cadáver del hermano de Evita para demostrar que no se había suicidado. Finalizado el examen, mandó cortar la cabeza y un dedo del pie derecho de Duarte y los colocó en su portafolio con el que solía pasearse por Buenos Aires, enseñándole el contenido a sus amistades y compañeros de funciones3. Se sabe que sus interrogatorios fueron una tortura para quienes lo padecieron, entre ellos el historiador José María Rosa y la actriz Fanny Navarro, quien sufrió una crisis de nervios y un desmayo cuando el Capitán Gandhi quitó el paño que cubría un objeto colocado sobre una bandeja, que tenía en su escritorio y le mostró a la actriz la cabeza de quien fuera su amante. Volviendo al cuerpo de Evita, finalmente Mooni Koenig se llevó el cajón a su despacho, ubicado en el cuarto piso del edificio del SIE, lo puso de pie y allí se lo enseñó a sus allegados, haciendo burlas y gestos desubicados. Al parecer, una de las personas que vio aquello fue la productora y directora de cine María Luisa Bemberg que, espantada, corrió a denunciar lo que ocurría al capitán Manrique. Corría el mes de junio de 1956 cuando Manrique habló con Aramburu y este destituyó a Mooni Koenig designando en su lugar al coronel Héctor Cabanillas, a quien le encomendó ocuparse del asunto. Los militares seguían temiendo que Evita se convirtiera en lo que finalmente fue, un mito popular y queriendo impedirlo y sobre todo, evitar que su lugar de sepultura se convirtiese en un lugar de culto, optaron por sacarlo del país. Las nuevas autoridades estaban alucinadas con la idea de que los peronistas utilizasen el emblemático cadáver para iniciar una contrarrevolución. Para ese momento, el catafalco que contenía el cuerpo de la ex primera dama se hallaba escondido en los sótanos del SIE, bajo el rótulo “Equipos de Radio”, que le había colocado Moore Koenig y allí permaneció hasta que entró en escena el joven oficial Alejandro Agustín Lanusse, mayor de Caballería y jefe del Regimiento de Granaderos, encomendado por el gobierno para hacerse cargo del asunto. Corría 1957 cuando el joven oficial se puso en contacto con el confesor de su familia, el padre Francisco Rotger para que le solicitase autorización a Su Santidad, el Papa Pío XII, para depositar a la ilustre fallecida en algún cementerio de Italia. El sacerdote se comunicó con el padre Giovanni Penco, superior de la Compañía de San Pablo, a la que pertenecía y este realizó las gestiones necesarias para llegar hasta el Santo Padre. Aprobada la operación, el gobierno argentino inició en secreto el papeleó, falsificando firmas e imitando los sellos de autorización, incluso con su correspondiente desgaste. De ese modo fraguaron el nombre de Eva Perón por el de María Maggi de Magistris, confeccionando la documentación que les permitió, por fin, sacar el cuerpo del país.

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En el mes de abril de 1957 varios vehículos militares llegaron al edificio del SIE y pese a que era de noche, cortaron el tránsito e impidieron a los transeúntes pasar por allí. Los encargados del operativo ignoraban que desde hacía varios días eran vigilados por un grupo de militantes peronista que al mando del mayor Mateo Prudencio Mandrini, oficial de Inteligencia de Perón, esperaban el momento adecuado para apoderarse del cuerpo y llevarlo a un lugar secreto. Sin embargo, nada pudieron hacer ya que los vehículos militares se evaporaron por las calles de Buenos Aires llevándose con ellos el sarcófago y su contenido. Pocos días después, el catafalco fue embarcado en el “Conte Giancarlo”, buque de línea italiano y enviado a Génova bajo la supervisión de dos agentes encubiertos del Ejército argentino, el mayor Hamilton Díaz, que viajaba con documentación falsa a nombre de Giorgio Magistris, “esposo” de la dama fallecida y el suboficial Manuel Sorolla, con pasaporte a nombre de Carlo Maggi, “hermano” de la dama. Evita viajó en las bodegas del buque, junto a un cajón que llevaba partituras del gran compositor Arturo Toscanini destinadas al museo de la Scala de Milán, que nada tenían que ver con el operativo. En el puerto de destino, representantes del consulado argentino aguardaban dentro de un furgón alquilado a la fábrica de chocolates Ferrero, en él fue colocado el cajón junto con los objetos personales de los viajeros. Partieron rápidamente al Cementerio Maggiore, en el barrio de Mussoco y al llegar, menos de media hora después, encontraron que por encargo del padre Penco, las autoridades de la necrópolis ya habían ordenado abrir la tumba Nº 41 del campo 86. Evita fue enterrada en ese lugar y allí permaneció oculta por espacio de quince años, al cuidado de un reducido grupo de hermanas de la Compañía de San José, encabezadas por sor Giussepina Airoldi, una de las pocas conocedoras del secreto. Los otros eran fray Giovanni Penco, su sucesor, Giulio Madurini, los papas Pío XII y Juan XXIII, el general Aramburu, el almirante Rojas y el futuro presidente Lanusse. El rosario que Pío XII le obsequiara a Evita durante su viajes de 1947 junto al famoso pectoral de oro y brillantes que le había entregado la CGT, quedaron a resguardo del secretario de Guerra, general Arturo Ossorio Arana, quien al recibirlo, extendió el correspondiente recibo. En 1970 la organización terrorista Montoneros, autodenominada “peronista de izquierda”, secuestró al general Aramburu en su domicilio de la calle Montevideo 1053 y lo condujo a un establecimiento rural en la localidad bonaerense de Timote, donde lo mantuvo cautivo hasta su ejecución. Durante la parodia de juicio que realizaron, le preguntaron donde se encontraba escondido el cuerpo de Eva Perón, cosa que dejó al ex presidente de la Nación estupefacto. Al año siguiente, el emblemático cadáver fue restituido a su viudo en la mansión fortaleza que tenía en el barrio Puerta de Hierro de Madrid. En 1973 Perón regresó al país y en 1974 asumió la presidencia por tercera vez, en medio de un caos de violencia y guerra civil que no supo contener. Falleció el 1 de julio de ese mismo año, en un clima de violencia y crisis sin precedentes. Su cuerpo también fue embalsamado; sus funerales, aunque no alcanzaron las dimensiones de los de su segunda esposa, fueron faraónicos, igual que su legado y el recuerdo de su figura. Su cuerpo, luciendo su uniforme de gala, fue enterrado en la bóveda familiar del Cementerio de la Chacarita y allí se encontraba cuando el 10 de junio de 1987 un grupo desconocido profanó el lugar para serrucharle las manos y hacerlas desaparecer. En el año 2006 el movimiento sindical y el Partido Justicialista, retiraron de allí sus restos y en medio de un gran despliegue, los condujeron al mausoleo que le habían construido especialmente, en la legendaria y emblemática Quinta de San Vicente, para depositarlos allí, donde descansan hasta el día de hoy. La violencia que siempre acompañó a Perón no estuvo ausente ese día. El cuerpo de Evita regresó a la Argentina el 17 de noviembre de 1974, cuando el país, gobernado por la tercera esposa del líder de la revolución justicialista, ardía por los cuatro costados.

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El avión que traía sus restos aterrizó en medio de un dispositivo de extrema seguridad y el sarcófago que los contenía fue colocado en un coche fúnebre que se desplazó escoltado por un tenebroso escuadrón de efectivos paramilitares del entorno del todopoderoso ministro de Bienestar Social, José López Rega. Las fotografías que muestran la escena son estremecedoras ya que en ellas se puede observar a individuos de temible aspecto luciendo ametralladoras, todos ellos integrantes de los escuadrones de la muerte y la Triple A, que junto a las bandas subversivas de extrema izquierda, tenían sumida a la Argentina en el más agobiante clima de terror. En medio de ese dispositivo, la “abanderada de los humildes” fue trasladada hasta el Cementerio de la Recoleta para ser despostada en la bóveda de la familia Duarte. Las multitudes se agolparon en las calles para ver pasar el cortejo, escoltado por dos largas hileras de motocicletas policiales. Sus deudos se negaron a trasladar su cuerpo al mausoleo de la Quinta de San Vicente. Habían sufrido un sinfín de vejaciones y no querían volver a exponerse a la locura y la insensatez.

Notas 1 Obra suya fue el “Mendigo porteño” expuesto en el Centro Cultural de Buenos Aires. 2 Hay quienes aseguran que esta historia jamás ocurrió. 3 Finalmente los colocó en un frasco del formol.                              

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EL ASESINATO DE JUAN DUARTE A las 09.00 de la mañana del 9 de abril de 1953 llovía copiosamente cuando el mayordomo de Juan Duarte, Inajuro Tashiro, entró en la habitación de su amo, para llevarle el desayuno. Como hacía todas las mañanas, el hombre abrió la puerta, apoyó la bandeja en una mesa de la habitación y cuando se dispuso a abrir las cortinas, notó que el todopoderoso hermano de Evita, yacía muerto sobre la cama, en medio de un charco de sangre.

Juan Duarte Tashiro salió corriendo de la habitación, tomó tembloroso el teléfono blanco de la sala de estar y llamó primero a la policía y luego a la secretaría privada de la presidencia. Media hora después, un par de patrulleros se detuvieron frente al edificio de Av. Callao 1944, y de ellos descendieron varios uniformados, dos de los cuales montaron guardia en la puerta, y los restantes subieron hasta el 5º piso donde el fiel mayordomo japonés1 los aguardaba visiblemente perturbado. Duarte vestía ropa interior (calzoncillos, camiseta, medias y ligas) y yacía inclinado sobre el costado de la cama, como si estuviera rezando. Presentaba un orificio de bala sobre su sien derecha y tenía los ojos semiabiertos, como mirando a la nada. Había un revólver Smith y Wesson tirado en el piso, cerca del cadáver y sobre la mesa de luz una carta manuscrita dirigida a Perón. Mientras la noticia se propagaba como reguero de pólvora por el país, las primeras evidencias dejaban a las claras que el otrora jerarca del peronismo, secretario privado de la Presidencia, se había suicidado. Cuando la novedad llegó a oídos de Perón, este dispuso el inicio de una investigación, labor que recayó en la persona del juez Raúl Pizarro Miguens, que fue quien le entregó al mandatario la carta manuscrita que su cuñado le había dejado. Mí querido general Perón: La maldad de algunos traidores al general Perón y al pueblo trabajador, que es el que lo ama a usted con sinceridad, y los enemigos de la Patria, me han querido separar de usted, enconados por saber lo mucho que me quiere y lo leal que soy... He sido honesto y nadie podrá provar (sic) lo contrario. Lo quiero con el alma y digo una vez más que el hombre más grande que conocí es Perón... Me alejo de este mundo azqueado (sic) por la canalla, pero feliz y seguro de que su pueblo nunca dejará de quererlo. Cumplí como Eva Perón, hasta donde me dieron las fuerzas. Le pido cuide de mi amada madre y de los míos, que me disculpe con ellos que bien lo quieren. Vine con Eva, me boy (sic) con ella, gritando Viva Perón, viva la Patria, y que Dios y su pueblo lo acompañen siempre. Mi último abrazo para mi madre y para usted.

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Juan Ramón Duarte P. D. Perdón por la letra, perdón por todo2. Cuando el magistrado legó a la residencia presidencial, el líder justicialista lo invitó a tomar asiento en la sala principal y luego leyó detenidamente la nota. -A ese muchacho lo perdieron el dinero fácil y las mujeres –sentenció con tono un tanto indiferente- Tenía sífilis. Perón estaba en lo cierto, a su cuñado lo había envuelto la vorágine del poder pero nadie se creyó el cuento del suicidio y mucho menos, lo que decía la carta. Al día siguiente, los medios de prensa publicaron la noticia en grandes titulares junto a un facsímil de la carta, pero para entonces, todas las sospechas recaían en la persona del presidente. A raíz de ello, seis días después la CGT convocó a uno de sus típicos actos masivos, para escuchar la voz de su líder, que al parecer se hallaba interesado en aclarar asunto, dado que una ola de rumores se había desparramado por toda la nación. Llegado ese día, en pleno discurso, cuando Perón excitaba a la multitud en Plaza de Mayo con su acostumbrada verborragia, se produjeron tres explosiones que dejaron un saldo de seis muertos y más de noventa heridos, la mayoría por la estampida que se produjo inmediatamente después de los estallidos. Fueron tres artefactos explosivos que detonaron con inusitada violencia, dos en la plaza y uno en los accesos de la estación subterránea Plaza de Mayo de la Línea A. Finalizado el acto, la enardecida turba, incitada por cuadros de la Alianza Libertadora Nacionalista, se lanzó a las calles para atacar los centros de la oposición. Tomando por Avenida de Mayo y después por Rivadavia, la muchedumbre llegó a la Casa del Pueblo, la histórica sede del Partido Socialista y del diario “La Vanguardia”, y la redujeron a cenizas, incluyendo su rica biblioteca. En el interior del edificio se encontraba un centenar de militantes, entre ellos Ramón Muñiz, secretario general de la agrupación, quienes pidieron infructuosamente auxilio a la policía a través del teléfono. La respuesta que recibieron del propio comisario a cargo los dejó estupefactos ya que según sus palabras, en esos momentos carecía de personal y, en consecuencia, no podía hacer nada. Muñiz y los delegados escaparon por los techos en momentos en que los manifestantes tumbaban las puertas de acceso utilizando a modo de ariete, un camión municipal. El siguiente objetivo fue la Casa Radical, en Tucumán 1660, cuyos portones de acceso forzaron. La turba irrumpió en su interior para provocar destrozos e incendios y dirigirse luego hasta la cercana calle Rodríguez Peña donde se encontraba la sede del Partido Demócrata Nacional (conservador) Las escenas de violencia volvieron a repetirse. Los partidarios del gobierno destrozaron la puerta de acceso y una vez dentro, intentaron prender fuego al mobiliario al tiempo que destruían todo lo que tenían a su alcance o lo arrojaban a la calle para hacer una nueva hoguera ante la atónita mirada de los transeúntes. Siguiendo instrucciones del ministro Borlenghi, tanto la policía como los bomberos debían ignorar cualquier llamado y abstenerse de actuar. Los vándalos también atacaron el tradicional Petit Café de Av. Santa Fe, esquina Callao, punto de encuentro de literatos, políticos, hombres de la cultura y representantes de las clases más elevadas, lo mismo el diario “La Nación", sobre la calle Florida, donde las fuerzas del orden sí intervinieron para evitar males mayores. Sin embargo, permanecieron imperturbables durante el ataque a la sede del aristocrático Jockey Club, también ubicado sobre la calle Florida, centro social de fama mundial que conservaba invalorables tesoros artísticos.

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Una vez frente al magnífico edificio, la turba se encontró las puertas cerradas. Solo había en su interior alguno que otro ordenanza y personal de servicio que acababa de terminar sus tareas. Los forajidos destrozaron las puertas y ventanas que daban a la calle Tucumán y por allí ingresaron al interior para iniciar perpetrar desmanes. Todo fue destruido: mobiliario, cuadros, estatuas, tapices, tallas, libros, obras de arte y objetos de valor. Quienes habían ingresado por los laterales del edificio abrieron las puertas principales, que daban sobre Florida y franquearon el acceso de la masa enardecida. En ese preciso instante se vio rodar por escaleras de acceso a la magnífica Diana Cazadora de Falguiere que Aristóbulo del Valle trajo desde París, rompiéndose en varios pedazos; volúmenes de la gran biblioteca, una de las más ricas de Sudamérica, fueron pasto de las llamas y sirvieron para prender fuego al edificio, lo mismo la impresionante hemeroteca, los tapices del salón comedor, muebles de fina madera, tallas y cuadros. Mientras el edificio ardía, gente que sabía bien lo que hacía alcanzó las bodegas e incautó las botellas que allí se guardaban, entre ellas las de los más exquisitos vinos, finos licores, whisky y champagne, para conducirlas a las despensas de la Casa de Gobierno y los principales ministerios, lo mismo la vajilla, la platería y los objetos de valor. Mucho de ese material fue a parar a la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), a la Confederación de Deportes y a la Confederación General del Trabajo, donde dieron mala cuenta de él. Tales eran los tesoros artísticos y culturales del Jockey Club, que su pérdida provocó manifestaciones de pesar en todo el ámbito del país y en el exterior, incluyendo el propio Santo Padre, Pío XII, quien llegó a lamentar su destrucción. Quince días después Perón volvió a dirigirse a las masas, durante la concentración del Día del Trabajador, pronunciando un discurso que aún hoy estremece a analistas e historiadores, por su extremada carga de violencia e irresponsabilidad. Compañeros: Hace apenas quince días la sangre generosa de cinco compañeros fue vertida en esta plaza por la mano traidora de la reacción. Esa misma traición, servida desde el interior, a sueldo desde el exterior, pretende alterar el orden en la República. Ellos creen que a un pueblo como este se lo puede asustar con bombitas. Esa creencia solo puede albergarse en la mente retardada de los estúpidos de afuera. Los de aquí saben bien que eso no es posible. Pero ellos son unos vivos que para seguir disfrutando de los dólares que reciben continúan haciendo ruido. Por eso, compañeros, los radicales, autores -según parece- de esos cinco asesinatos, han producido su consabida declaración, su consabido manifiesto de siempre. En él repudian que el pueblo les haya desocupado la covacha inmunda de sus porquerías. También repudian que hayan destruido otros edificios, pero olvidan que cinco trabajadores argentinos han perdido la vida. Para nosotros, los hombres del pueblo, vale mas la vida de un trabajador que todos los edificios de Buenos Aires. Compañeros: Sabemos quienes están detrás de todo esto. Pero ellos han de persuadirse algún día, que a nosotros nos sobra lo que a ellos les falta y quizás el destino ha de darnos la satisfacción de presenciarlos disparando cuando nosotros pongamos el pecho a los acontecimientos que vengan. No conocen al pueblo argentino; no conocen a los pueblos. La lección que este maravilloso pueblo de la patria ha de darles a propios y extraños, ha de perdurar en la memoria de los pueblos que se sientan dignos. Cuando un pueblo esta dispuesto a morir por su dignidad, es un pueblo invencible. Y, compañeros, lo que esta en juego en este momento es la dignidad de la misma patria. Así como en épocas todavía recordadas le hicimos morder el polvo de la derrota a Braden, así haremos morder el polvo de la derrota a todos los Bradenes que vayan saliendo. Compañeros: La conciencia social de la clase trabajadora argentina ha despertado ante los ojos admirados del mundo, que la observa, o con simpatía o con temor, porque ve en ella el ejemplo de la liberación de millones de esclavos que sufren bajo el látigo del capitalismo o del comunismo. Compañeros: No hemos de cejar en nuestra empresa. He dicho muchas veces que es clara nuestra divisa, y las divisas claras se defienden con la vida en un puesto de combate. Cada trabajador argentino está en su

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puesto de combate para consolidar la liberación del pueblo trabajador argentino y, si es preciso, para luchar por la liberación de todos los pueblos trabajadores del mundo. Antes las luchas se organizaban en los países. Antes eran las fuerzas del capitalismo en lucha despiadada con la masa popular explotada y escarnecida. Hoy los pueblos trabajadores del mundo están abriendo los ojos. Hoy los pueblos trabajadores del mundo comienzan a tener conciencia de su poder. Quiera Dios que se organicen. Quiera Dios que se organicen y se unan para adquirir la fuerza extraordinaria que han tenido, tienen y tendrán en esta tierra de los argentinos. Por eso, los trabajadores argentinos soñamos con pueblos que hayan despertado a su destino histórico, con pueblos a cuyo frente las banderas de cien patrias diferentes los conduzcan a la liberación del proletariado universal, como única meta que este siglo no perdonaría a la humanidad de no haberla alcanzado. Esta es la hora para lanzar nuevamente al mundo la sagrada frase de la liberación, diciendo en todos los idiomas de tierra: Trabajadores del mundo, uníos! Compañeros: Sabemos de donde viene el golpe. Ante estas ideas todos las pueblos saben de donde viene el golpe. Pero lo hemos parado y ahora se lo vamos a contestar. Pero lo vamos a contestar inteligentemente. Ellos quieren que aquí, donde decimos estas cosas que les hacen cosquillas en la cartera, se produzca un desorden. Entonces ellos aprovechan por medio de sus agencias noticiosas para repartir por el mundo que la República Argentina es un caos. Pero no les vamos a hacer el juego. Cuando ha habido que pegar fuerte, ustedes me han dejado pegar a mí. Ahora, como siempre, le pido a mi pueblo "la bolada". Yo les he de pegar donde duele y cuando duele. Por eso, yo pido que me dejen actuar a mi. Que no actúen ustedes en forma colectiva, porque eso les da lugar a decir que vivimos en el mas absoluto desorden y que aquí no hay gobierno. Yo les pido, compañeros, que no quemen mas, ni hagan nada mas de esas cosas. porque cuando haya que quemar voy a salir yo a la cabeza de ustedes a quemar. Pero, entonces, si eso fuera necesario, la historia recordará de la mas grande hoguera que ha encendido la humanidad hasta nuestros días. Compañeros, hoy como siempre, la bendita fiesta de los trabajadores nos encuentra unidos, de corazón a corazón, en un pueblo dispuesto a dar la vida por PERON y en un PERON dispuesto a dar mil vidas por su pueblo. Los que creen que nos cansaremos, se equivocan. Nosotros tenemos cuerda para cien años. Por eso, hoy, el Día del trabajo, debemos juramentarnos todos los trabajadores para vencer, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Que para ello nos sirva de acicate el recuerdo del crimen de Chicago y los miles de crímenes que se están planteando en sus cercanías. Hagamos, en nuestro recuerdo, un lugar para todos los trabajadores que en la historia del mundo han muerto luchando por la causa del proletariado; hagamos un recuerdo en cada corazón proletario, en forma de altar, para esos hombres rudos, valientes e idealistas, que supieron dar la vida por sus compañeros. Que cada Primero de Mayo sea para nosotros un altar levantado en cada corazón para revivir la memoria de los que murieron en defensa de los pueblos, esos héroes anónimos que nadie recuerda porque han sido abandonados en la lucha anónima de todos los días. Para ellos, nuestro reconocimiento; para ellos, el mejor recuerdo de nuestro corazón de hombres de trabajo y de hombres buenos. Compañeros: en todas las plazas de la República se estrechan hoy los brazos musculosos y las manos callosas de nuestros hermanos trabajadores. Vaya para ellos lo mejor que tenga mi corazón de argentino y de trabajador, orgulloso de poderme entremezclar en lo mejor que tiene la patria, su maravilloso pueblo, que en la lucha de todos los días en los talleres esta construyendo la grandeza de esta bendita patria. Para ellos mi abrazo fraternal y amigo; para ellos mi juramento inquebrantable de que he de morir cien veces antes que traicionar la causa que ellos han puesto en mis manos y en mi corazón. Volviendo al caso Duarte, la mañana del mismo día del hallazgo, el hermano de Evita debía prestar declaración ante el general Justo León Bengoa, en la oficina de Control de Estado, para responder por las acusaciones que pesaban sobre él a raíz del escandaloso negociado de la carne que había provocado su

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escasez en la Capital Federal, algo realmente inadmisible para un país como la Argentina, que generó 3 descontento en la población y en las mismas filas del justicialismo . “Juancito” había renunciado a sus cargos el 6 de abril y se disponía a enfrentar a la justicia sabiendo que ya no contaba con el patrocinio y la protección de su hermana, fallecida nueve meses atrás. Aquellos negociados le había traído grandes dolores de cabeza al primer mandatario, tantos, que según sus palabras, la CGT le había planteado “muy seriamente” el asunto exigiéndole actuar contra los especuladores, de manera terminante. “Es la primera vez que la Confederación General del Trabajo me ha puesto el cuchillo en la barriga”, habría dicho a un grupo de interlocutores en aquellos días. Y el cabecilla de aquellos especuladores tenía nombre y apellido: Juan Duarte. Pero había otro asunto que implicaba al alicaído jerarca del justicialismo: la fabulosa herencia de su hermana, en la que jugaba un papel preponderante por constituir un obstáculo que entorpecía seriamente los intereses de Perón. Para el primer mandatario, era imperioso sacar a su cuñado de la escena pero se debía actuar con cautela y suma prolijidad porque como hermano de la “abanderada de los humildes”, su figura era querida y respetada por buena parte de la población. Antes del 6 de abril Perón se manifestó indignado por lo que estaba sucediendo y anunció medidas destinadas a acabar con los actos de corrupción: “De cada cien personas que llegaban a mi despacho, noventa y cinco vienen a proponerme cosas deshonestas o a pedirme porquerías. He de terminar también con todo aquel que esté coimeando o esté robando en el gobierno. Por esa razón, he ordenado una investigación en la Presidencia de la República para establecer la responsabilidad de cada uno, empezando por mí –e inmediatamente agregó- Ni a mi padre dejaría sin castigo”. Se trataba de un mensaje claro y directo. Lo que nadie imaginaba era que estada destinado a alguien tan próximo a su entorno. En vista de lo que estaba aconteciendo, Juan Duarte redactó su renuncia y esperó los acontecimientos. Como era su costumbre, ese día llegó a su despacho temprano porque le gustaba estar en la Casa de Gobierno antes que su poderoso cuñado. Ni bien lo hizo, se sentó en su escritorio, tomó lapicera y papel y se puso a escribir: Señor Presidente. Largos años que he tenido el insigne honor de haber servido a su lado, han desvirtuado el viejo adagio que dice: No hay hombre grande para su valet. Yo he sido un poco de eso a su lado, mi querido general, y puedo asegurar que fui un mentís rotundo a ese popularizado decir, pues lo sabía patriota, puro y grande, y hoy, después de casi ocho años, lo admiro aún más y lo veo más inmensamente grande que cuando me acerqué a usted. También es cierto que esos largos años han minado mi salud y esta batalla gigante y patriótica en que usted está empeñado permanentemente por su pueblo y por la patria, exige un esfuerzo sin retaceos que yo ya no estoy en condiciones de ofrecerle; e inspirado en el ejemplo de renunciamiento y desinterés que mi ilustre y querida hermana dio al peronismo, me dirijo a usted elevándole la indeclinable renuncia al cargo de secretario privado con que usted me distinguiera en oportunidad de ocupar el excepcional gobierno que preside. Atentamente Juan Duarte4

La gente que vio a Juan Duarte aquella mañana, lo notó amable y simpático como siempre, de excelente humor y hasta organizando nuevos “programas” para el fin de semana. Planeaba viajar a la estancia que Perón tenía en Monte, con la idea de pasar allí el fin de semana, en compañía de la actriz Elina Colomer, una de sus tantas amantes. Según sus propias palabras, necesitaba despejarse y respirar aire fresco. Tan relajado parecía el ex jerarca, que al día siguiente, martes 7 de abril, concurrió con sus amigos al Teatro “Comedia” de la calle Paraná 426, para ver actuar a otra de sus amantes y seguir la “farra” en el contiguo cabaret “Chantecler”. Así lo hicieron pero estuvieron poco tiempo porque, casi enseguida, decidieron ir al “Tabarís” para saludar a su dueño, Andrés Trillas, que le había enviado una afectiva carta al enterarse que

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había renunciado. No lo encontró y por esa razón, siguió de “recorrida nocturna” hasta altas horas de la madrugada. Duarte no parecía percibir lo que estaba a punto de ocurrirle, no parecía deprimido y mucho menos, preocupado, como sí lo estaban otros altos funcionarios de gobierno, uno de ellos Román A. Subiza, ministro de Asuntos Políticos, que se pasó todo aquel día tomando calmantes y destruyendo papeles comprometedores. Por el contrario, el otrora vendedor de jabones, devenido en mano derecha del presidente de la nación, parecía confiado; su parentesco con Perón y el cariño que le guardaba el pueblo le daban impunidad, o al menos eso era lo que creía. Nada parecía incidir sobre su ánimo, ni las sospechas de corrupción que pesaban sobre su persona, ni la persecución que venía padeciendo por parte de sectores cercanos al poder desde la muerte de su hermana y mucho menos, lo que parecía ser el retiro del apoyo por parte de Perón, ya que estaba convencido de lo contrario. La noche de su fallecimiento, varias personas lo visitaron en su domicilio, entre ellos su cuñado Oscar Bertollini, Héctor J. Cámpora, Raúl Alejanbdro Apold, Román Subiza, Melchor Costa, Raúl Margueirat, Pablo Lagos y José Gullo, los últimos, amigos de la infancia en Junín. Con ellos departió hasta la noche y luego se fue a dormir. Apold se referiría a aquel encuentro de la siguiente manera: “Estaba sonriente, aunque era una sonrisa extraña. Hablaba constantemente y hacía toda clase de proyectos, pero le faltaba convicción, Claro que recién recordamos esos detalles al otro día, no en ese momento. Yo me fui a las diez de la noche y me llamó la atención la forma en que me abrazaba, pues golpeaba mi espalda con energía, algo raro en él, y me acercó la cara diciéndome: ‘Chau, Raúl...’. Después comprendí que se trataba de una despedida”5. Esa noche nadie escuchó nada, mucho menos disparos, pese a que Juan Duarte tenía un orificio de bala en la cabeza. Sobre el suelo, cerca de sus zapatos, había tirado un Smith & Wesson calibre 38, pero investigaciones posteriores permitieron establecer que el arma utilizada era una pistola 45 con la que le dispararon desde una distancia de veinte centímetros. Además, la caligrafía que se observaba en la carta no pertenecía al occiso, como tampoco la manera de expresarse6. Pero hubo dos declaraciones que parecieron despejar cualquier duda respecto al deceso. Una vecina del barrio, cuyo departamento estaba ubicado frente al edificio de Duarte, escuchó dos ruidos en la noche, que le llamaron la atención: según ella, en un momento dado le pareció que alguien había chocado su propio automóvil, estacionado en la calle junto a la vereda y por esa razón, se asomó por una de las ventanas que daba a la calle para ver lo que sucedía. Para su tranquilidad pudo ver que todo estaba en orden, pero casi enseguida distinguió a dos personas que descendían de un vehículo llevando a un hombre entre ambas, al parecer, imposibilitada de caminar, y que entraban en el edificio de enfrente, donde vivía Duarte, notando que la puerta se abría desde el interior. Hubo una segunda testigo, que vivía justo arriba del ex secretario de la Presidencia, quien declaró que al llegar al edificio a las 02.30m sintió miedo porque el vestíbulo de entrada siempre estaba encendido y ese día se hallaba a oscuras. Casi al mismo tiempo, notó que dentro del edificio, cuatro hombres con linternas, manipulaban una consola y que había una mancha de sangre de aproximadamente quince centímetros de diámetro en el piso. Pero lo más sugestivo fue que cuando subía por el ascensor vio a través de las rejas plegadizas, la puerta del departamento de Duarte abierta. En los días siguientes, los rumores de un asesinato corrieron a velocidades vertiginosas. Nadie se atrevía a decir nada pero mucha gente recordaba el incidente que había tenido lugar en el Teatro Colón, a fines del mes de marzo de 1953, cuando la actriz Malisa Zini, despechada por Juan Duarte, interceptó al primer mandatario en momentos que aquel se retiraba por los pasillos. La custodia personal intentó detener a la actriz pero esta alcanzó a gritarle al líder, que varias personas de su confianza lo estaban engañando, entre ellas su propio cuñado. Perón apartó a la Zini de los brazos de los agentes y la llevó hasta una dependencia del teatro, donde dialogaron por espacio de media hora. Tal fue el

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grado de interés que aquellas palabras despertaron en él, que al día siguiente la invitó a la residencia presidencial de la calle Austria, para seguir conversando. Según algunas fuentes, al día siguiente, Malisa Zini recibió un ramo de flores con una nota amenazante pero aquello la perturbó en absoluto y mucho menos evitó que se hiciese presente en el Palacio Unzué (residencia presidencial) para hablar largo y tendido con el presidente dela nación. Por orden de Perón, el jefe de la oficina de Control de Estado, general Dalmiro J. Adaro, citó a la actriz a declarar y en base a sus denuncias, se inició la investigación que estuvo a cargo del comandante de la Gendarmería Nacional, Víctor Manuel Scotto Rosende. Scotto Rosende hizo un relato pormenorizado de aquellos sucesos, que fue reproducido en numerosos sitios y documentos. En el interín, un conjunto de jefes militares, encabezados por el mayor Cialceta y el teniente coronel García Althabe, entre los que se encontraban los vicecomodoros French y Villa, los capitanes de fragata Noguera Isler y Lascano, los tenientes coroneles Marcelino Martínez, García, González y Tuya (3), consideraron que la actuación del citado secretario privado menoscababa el prestigio del general Perón, en razón de las versiones circulantes sobre los negociados que habría realizado y el empleo discrecional que hacía del nombre del señor presidente, todo lo cual se veía agravado por el círculo que habrían tenido alrededor de éste y del que formaban parte Cámpora, el coronel Balloffet, teniente coronel Passicot, Margueirat, comandante mayor Solveyra Casares, Gómez Morales, etcétera. El lunes 6 de abril, a primera hora, ambos jefes se apersonaron al general Perón y le hicieron conocer los cargos que existían contra Duarte, procediendo el señor presidente a ordenarles ratificar la denuncia por escrito y asegurando que haría justicia, y que de ser exactos los cargos castigaría inflexiblemente a su secretario privado, pero que en caso contrario deberían estar dispuestos a asumir la responsabilidad de la denuncia. De inmediato el general Perón ordenó la instrucción de un sumario, para rodearlo de mayores garantías dispuso que lo hiciera un general de prestigio, designando para ello al general León Justo Bengoa, quien se abocó a sus funciones el mismo día, aproximadamente a las diez. Se noto de inmediato –prosigue la declaración- que el personal perteneciente a la Secretaría Privada de la Presidencia trataba, por todos los medios, de evitar pudiese avanzar la investigación, y horas después de iniciado el sumario, pese al carácter secreto del mismo, empezó a notarse el interés de algunos de impedir que el mismo tuviese éxito, lo que coincidía con la aparición en la Casa de Gobierno de oficiosos colaboradores, desplazados anteriormente de la función pública. Transcurren las primeras investigaciones en este ambiente los días lunes 6 y martes 7 de abril, teniéndose conocimiento este último día que Bertolini había presentado su renuncia al presidente, el cual violentamente se la rechazó, echándolo de su despacho. El día 7 de abril el señor general Bengoa (que se mantuvo noche y día en el juzgado durante los seis días que duró la instrucción del sumario, creo que sin retirarse para nada a su domicilio), poseía ya elementos de juicio que le permitirían llevar en horas de la tarde una primera impresión al presidente, a la vez que solicitó la comparecencia de Juan Duarte, a la que accedió el general Perón, haciéndole saber al señor juez que él mismo iba a decirle que concurriese a declarar. Vuelto el general Bengoa a su despacho, nos hizo conocer esta novedad, circunstancia en la cual se inició la investigación directa del subscrito en el sumario, a raíz de los siguientes hechos, de los cuales doy fe por ser parte. Aproximadamente a las 17 y 30 se supo en el servicio de informaciones de Control de Estado (división H, a mis órdenes), que el día anterior, y luego de retirarse el general Perón, Duarte, al parecer acompañado por Bertolini, había retirado papeles de su caja de hierro; que lo mismo habría hecho Bertolini, pero que aún quedaban muchas cosas en el escritorio de este último, elementos que pensaría retirar esa tarde. Ante esta información se ordenó vigilar discretamente las dependencias de la secretaría privada con personal del servicio de informaciones de Control de Estado y con el fin de no comprometer al señor general Bengoa en una revisión sin éxito de la secretaría privada, que no se justificaría sin un fundamento serio. Un grupo de jefes resolvimos fraguar la versión de que se estaban quemando papeles de la secretaría privada en el

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incinerador de la Casa de Gobierno, y que en las oficinas de Duarte ya estaban preparados otros paquetes de papeles para igual fin. Ante lo serio de este seudo informe, el general Bengoa ordenó al subscrito constituirse en las dependencias de la secretaría privada y con personal de mi servicio asegurar la documentación existente y evitar cualquier atentado a la misma. Se señaló, sin embargo, la mesura, corrección y seriedad que debía privar en el procedimiento, dado que eran oficinas de dependencia directa del señor presidente de la Nación. Teniendo presente esta lógica advertencia, procedí a constituirme en la secretaría privada y solicitar al señor Mollo, empleado de mayor jerarquía de la misma, me acompañase a recorrer las diferentes habitaciones. Comprobé así que en el que fuera despacho de Juan Duarte, tanto la caja de hierro como los cajones del escritorio y demás inmuebles se encontraban vacíos, con vestigios en el interior de algunos papeles rotos. Inquirí al señor Mollo porqué y desde cuándo estaban vacíos los muebles señalados, y me manifestó que desde el día anterior, en que al retirarse Juan Duarte se había llevado sus papeles personales. En el despacho de Bertolini el escritorio y la caja de hierro del mismo estaban cerrados. Conseguidas las llaves, se abrieron. En los cajones del escritorio, en completo desorden –continúa la declaración del comandante Scotto Rosende- se encontraban mezclados perfumes extranjeros con zapatos y corbatas de hombre, publicaciones pornográficas y cartas sin archivar de puño y letra del presidente (los borradores) a personalidades extranjeras (Getulio Vargas, general Franco, Pío XII, general Ibáñez, entre otras) y las contestaciones, también manuscritas, en algunos casos hasta de diez fojas, todas de carácter secreto. Existían asimismo algunas alhajas, libretas de cheques, dinero suelto, papeles comprometedores para Juan Duarte, como ser cartas-documentos, extendidos la mayoría con letra a mano y en papeles comunes con membretes de hoteles, por los cuales se le reconocían la propiedad de diversos caballos de carrera, o bien participaciones que variaban entre el 50 y el 75 por ciento, título de propiedad de su parte en le estancia de Monte; duplicado de órdenes impartidas al presidente del Banco Industrial para activar o conceder permisos o créditos, planos de un proyecto de construcción de un edificio en el barrio norte de varios pisos y de un valor de varios millones de pesos, y otros documentos que no recuerdo por el tiempo transcurrido, pero que se secuestraron y fueron agregados al sumario . En la caja de hierro, entre otras cosas, un cuadro sinóptico completo, confeccionado por Control de Estado, en base a investigaciones del organismo, sobre el negociado de bananas, y que había sido pedido invocándose orden del señor presidente5. Conocida la noticia de la muerte de Duarte, un gran revuelo se apoderó de casi todas las dependencias gubernamentales. El mencionado Julián Adolfo Mollo, personal jerarquizado de la Secretaría de la Presidencia, corrió a informarle a Perón lo que había ocurrido en tanto Scotto Rosende hacía lo propio con el general Bengoa, quien, impuesto de lo sucedido, se trasladó de inmediato al despacho del primer mandatario para tratar el asunto. Perón recibió a Bengoa a puertas cerradas y cuando el recién llegado le pidió autorización para revisar la casa de Duarte antes que de que fueran retirados los elementos que pudiesen servir a la investigación, el primer mandatario lo frenó manifestándole que luego hablarían de eso. Varias horas después, le ordenó a Bengoa suspender el sumario, y a los dos días exigió que se le entregasen las actuaciones y los elementos que se habían reunido. Para entonces, según expresiones del comandante Scotto, la substanciación del sumario había permitido acumular ciertos cargos y pruebas que hubieran encuadrado al hermano de Evita en el terreno del fraude y estafa al Estado, pero todo quedó en la nada. Sin embargo, para ese entonces, todo el mundo, hasta el más acérrimo partidario del líder justicialista, estaba convencido de que Juan Duarte había sido asesinado. Pero hubo una persona clave en todo este asunto, que se movió con mucha mayor rapidez que Perón, doña Juana Ibarguren, la madre de Evita, quien solicitó que su hijo fuese velado en la casa de su hija Elisa, esposa del mayor Alfredo Arrieta, en la calle Pampa 2124 del barrio de Belgrano.

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Perón no pudo objetar el deseo de su suegra porque eso lo hubiera puesto en evidencia. Por esa razón, concedió el pedido pero solo se limitó a presentarse en casa de sus cuñados, acompañado por Apold, el gobernador Aloé y el ministro Mendé, todos escoltados y rodeados por fuerte custodia armada. -Era un gran muchacho – dijo una vez frente al féretro y menos de una hora después, cuando los relojes marcaban las 16.50, se retiró. Juan Duarte fue enterrado en la bóveda que su familia posee en el cementerio de la Recoleta, ante una numerosa concurrencia que se dio cita para despedir sus restos. Durante la inhumación, su madre quebrada por el dolor, gritó que le habían asesinado dos hijos. Tras una rápida investigación, el Dr. Pizarro Miguens cerró el caso. En su resolución dejó asentado que Juan Duarte se había suicidado y mandó archivar el expediente. Pero nadie, ni siquiera los más acérrimos partidarios de Perón, le creyeron aunque ni una sola persona se atrevió a decir nada más al respecto.

Notas 1 Se dijo de él, en su momento, que había sido soldado en la Segunda Guerra Mundial. 2 Álvaro Abós, “Juan Duarte. Un antihéroe argentino”, Revista “La Nación”, domingo 30 de noviembre de 1997. 3 Ese fue otro de los motivos por los que Perón había solicitado a la CGT la convocatoria del 15 de abril. 4 “La muerte de Juan Duarte”, Revista “Primera Plana” Nº 288,Bs. As., 2 al 8 de julio de 1968. 5 El Intransigente.com, http://www.elintransigente.com/notas/2011/4/9/abril-1953-suicida-duarte-hermanoperon-78163.asp. 6 Tiempo después se supo que la misma había sido “corregida” en la Secretaría de Prensa y Difusión por los agentes de Apold, sin que se le hubiesen practicado las pericias caligráficas necesarias para hacerla incuestionable.                                        

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LOS CRÍMENES DEL PERONISMO

Penitenciaría Nacional en Av. Las Heras, hoy demolida

Como todo líder fascista, Perón supo sacar provecho de la fascinación que ejercía su persona sobre la clase proletaria y del apoyo irrestricto que esta le dispensaba. Afirmado sobre esa base, el líder de la revolución justicialista instauró un sistema personalista, autoritario y dictatorial que lo convirtió en el amo indiscutido de la Argentina pero que, al mismo tiempo, estaba generando marcados sentimientos de odio y revancha contra su política basada, principalmente, en la confrontación y la búsqueda de responsables. De ahí que, pese a haber contado con el apoyo de las masas y de controlar todos los sectores del ámbito nacional, el régimen justicialista persiguió de manera implacable a la oposición.

Las primeras muertes Aarón Salmún Feijóo tenía 19 años de edad y militaba en la UCR cuando el 4 de octubre de 1945 llevaba alimentos a sus compañeros de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (en esos días funcionaba en la Manzana de las Luces), que habían tomado la casa de estudios y hacían huelga. Salmún se desplazaba por la calle Perú, junto a su hermano David (Tito), estudiante de Química, cuando desde las dependencias de la Secretaría de Trabajo y Previsión salió un grupo de hombres que respondían al gobierno y los agredieron a golpes de puño y patadas. Uno de los matones extrajo un arma de fuego y disparó contra los hermanos alcanzando a Aarón en el rostro. Cuando Tito se inclinó junto a él para alzarlo y reanimarlo notó que estaba muerto. Desesperado, corrió hasta la cercana Comisaría 2ª donde, después de escuchar su denuncia, el tristemente célebre comisario Carlos Sánchez Toranzo, lo dejó demorado. Durante el sepelio del joven estudiante se produjeron disturbios y la caballería arrebató el féretro a los estudiantes, que lo transportaban como bandera. El 12 de octubre de 1945, un grupo de manifestantes se concentró en Plaza San Martín y frente al Círculo Militar exigieron a gritos la renuncia de Farrell por considerarlo excesivamente servil a Perón. A las 21.00 la policía cargó sable en mano, contra la multitud y en la refriega militantes peronistas abrieron fuego e hirieron de distinta consideración a 34 personas y mataron al Dr. Eugenio Luis Ottolenghi, un pacífico profesional que había acudido al lugar para asistir a los heridos. Durante su sepelio, el rector de la UBA, Horacio Rivarola, manifestó que la Universidad estaba siendo ofendida y ultrajada y que la oposición estaba sufriendo apremios.

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También en 1945 la Gendarmería del Chaco detuvo a 65 trabajadores asesinando a cinco de ellos. Entre los muertos figuraban los ucranianos Zdeb y Ramón Pastozuk, y la señorita Leonor Quaretta. Jorge Bakmas y Julio Alberto Rivello, dos estudiantes de la Facultad de Ciencias Físico Matemáticas de la Universidad de La Plata y militantes universitarios fueron asesinados en un bar de Bernal, el 20 de febrero de 1946 (cuatro días antes de las elecciones), donde se encontraban junto a un grupo de amigos y co-militantes radicales. Un grupo de provocadores encabezados por Ciriaco Alberto Trouvet (según algunas fuentes, integrantes de la ALN), irrumpieron en el lugar y les exigieron vivar a Perón y cuando aquellos se negaron, abrieron fuego con sus armas y los asesinaron.

Represión en el interior La represión peronista alcanzó también el interior, donde pese a contar con millones de adeptos, se cobró nuevas víctimas. Del trabajo de Ariel Kocik, titulado "Una temporada de terror de Florida", publicado en la Agencia de Noticias Redacción (ANRed), el domingo 21 de noviembre de 2010 (http://www.anred.org/spip.php?article3829), extraemos la siguiente información: En 1947 fue asesinado en Berisso el trabajador laborista Manuel “Negro” Mustafá, y del 10 de noviembre de 1947 cayó abatido Lucas López durante mitin radical en Rosario de la Frontera, provincia de Salta. Ese mismo día, el diputado nacional Tomás González Funes recibió una bala en el cuello. La muerte más resonante acaecida en las provincias fue la del obrero azucarero Carlos Aguirre (a la que tambiénse refiere El Libro Negro d ela Segunda Tiranía, Buenos Aires, 1958, p. 222), acaecida durante la huelga de la FOTIA, en 1949. Aguirre fue torturado y ejecutado en el subsuelo de la Casa de Gobierno de Tucumán y su cuerpo arrojado a los matorrales del Aconquija. Cuando el intransigente Moisés Lebensohn, amigo personal de Evita, denunció esa muerte, fue arrestado y encarcelado. Sigue diciendo Kocik que en San Javier, provincia de Misiones, la policía asesinó a Alberto Da Rosa, líder del Sindicato de Oficios Varios, amordazándolo primero y apuñalándolo después. Ese mismo año la Secretaría de Informaciones allanó la Liga de los Derechos del Hombre y destruyó los archivos que contenían centenares de denuncias por casos de torturas, apremios y muertes, incluyendo los nombres de los ejecutores. De acuerdo al informe de Kocik, Chaco volvió a ser noticia cuando el ciudadano Nicolás Martínez apareció muerto en la comisaría de Zapallar, lo mismo Rosario, donde el detenido Mariano Zelic sufrió brutales castigos. Por esos días, el abogado Atilio Librandi denunció que ese año hubo obreros muertos durante una huelga salteña pero sus palabras cayeron en saco roto. Algo que llama la atención del citado autor es la indiferencia de los diputados peronistas ante aquella ola de imputaciones, la prensa controlada y la complacencia de la justicia generaron el ambiente ideal para que tanto en el país como en el exterior se acusase al gobierno de aplicar métodos similares a los del fascismo, para suprimir a sus detractores. Kocik menciona otros crímenes. El 21 de febrero de 1953, fue asesinado en La Plata, Carlos Campanino, un miembro del sindicato de repartidores de diarios. Cuando la CGT regional impidió su velatorio, no quedaron dudas de que las autoridades se hallaban detrás del atentado. En el mes de mayo, obreros de la empresa SIAM de Avellaneda, fueron detenidos y molidos a golpes. Uno de ellos, Pedro J. Caillaud, padre de tres criaturas y sostén de familia, debió ser trasladado al Hospicio de las Mercedes, donde falleció el día 22. Su compañero Silvestre Chernisiuk, falleció en el mes de abril, víctima de torturas. La persecución a la prensa Como se ha dicho en otros pasajes de este trabajo, el peronismo tenía control sobre la vida y voluntad de la población, sobre sus bienes, su trabajo, sus conciencias y su poder de decisión. Como Mussolini y Hitler, Perón logró hipnotizar a las masas llevándolas al delirio y el fanatismo como pocas veces se ha visto en la historia. Las concentraciones masivas en Plaza de Mayo, en la Av. 9 de Julio, en el Luna Park y en cuanto lugar hiciese aparición, son pruebas elocuentes de ello.

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Fue así como, a poco de ganadas las elecciones, el régimen victorioso se puso a trabajar activamente en la implantación de un sistema de partido único tendiente a debilitar y hasta suprimir a las fuerzas opositoras, sin llegar a proscribirlas o declararlas ilegales. De esa manera, los afiliados justicialistas pasaron a tener prioridad en todo: empleos, puestos públicos, beneficios y prebendas. Como dice Isidoro Ruiz Moreno: El sistema del partido único, basado en el culto a la personalidad de quien le daba nombre, se acentuó paulatinamente. En 1948 tuvo lugar el nacimiento de la fuerza política denominada con el apellido del Presidente: Peronista… Desde que poco después se autorizó la afiliación de los empleados públicos a las agrupaciones cívicas, la exigencia de pertenecer a aquel para logra trabajo o permanecer en el –con los aportes, monetarios correspondientes- fue norma habitual; lo cual, con la ampliación de las actividades del Estado, sirvió para abarcar a casi todos los campos de acción laboral1. Y más adelante agrega: En lo que respecta al Partido oficialista –cabría más propiamente calificarlo de oficial, como que su jefatura nominal, además de lo dicho, era ejercida por el Vicepresidente de la Republica- de acuerdo al artículo 8º de su reglamento interno, el general Perón tenía derecho a vetar los candidatos que la agrupación propusiera. En consecuencia, era quien verdaderamente designaba a las personas que ocupaban las funciones de importancia, no solo en el Gobierno Nacional sino además en las Provincias, cuyos Gobernadores le estaban subordinados. En cuanto a los dirigentes gremiales,, resulta elocuente lo manifestado por el presidente del bloque peronista de Diputados durante su primer periodo, Eduardo Colom: “Los sindicatos no eligieron libremente en época de Perón y menos la Confederación General del trabajo, que Perón manejaba”. Confirma lo expuesto el propio presidente de la Cámara de Diputados de la Nación en los primeros tiempos del régimen –obviamente, personaje del oficialismo- doctor Ricardo Guardo: “Perón nunca dejó que se crearan personalidades políticas y por tanto, por una cosa o por otra iban cayendo en el camino, como Mercante: cuanto más se destacaban las figuras, mas verticalmente caían frente a Perón y frente al peronismo2. Haciendo nuestra la idea de Ruiz Moreno, Perón se rodeó de individuos incondicionales que cumplían su voluntad al pie de la letra. Testigos de aquellos acontecimientos aseguran que el mandatario era ególatra, tremendamente frío en la conducción, astuto y afable al mismo tiempo pero implacable con quienes intentaban hacerle frente. Contando con la mayoría absoluta en el Congreso y la fidelidad fanática y obsecuente de la Confederación General del Trabajo, a Perón le resultó fácil someter al Poder Judicial. Las primeras señales de totalitarismo comenzaron a percibirse poco después del golpe de Estado del 43 cuando el 21 de octubre de ese año, el presidente Ramírez creó por decreto la Subsecretaría de Informaciones y Prensa, organismo dependiente del Ministerio del Interior, destinado a imponer su control a los medios de información, escritos y radiales. Al año siguiente, el gobierno disolvió los partidos políticos e instauró la censura en todo el ámbito nacional, a saberse, diarios, revistas, radios y cine, promulgando el Decreto-Ley Nº 536, con la finalidad de reprimir los delitos contra el Estado. El artículo 8º de aquella ordenanza ponía especial énfasis en la prensa y amenazaba con prisión de seis meses a tres años a quienes difundiesen “información tendenciosa y falsa”. Con Perón en la presidencia, las cosas no mejoraron y si bien los partidos políticos volvieron a ser admitidos para la campaña de 1946, no tardaron en sufrir apremios y persecuciones. Con Perón dueño absoluto del poder, las universidades del país fueron intervenidas, con la consecuente ola de despidos y renuncias forzadas tanto de profesores como de personal opositor. Casi al mismo tiempo fueron sometidos a estricto control los medios de información, medida con lo que se vulneró la libertad de prensa.

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Los diarios opositores comenzaron a ser acosados, primero con la arbitraria regulación del papel prensa, incautando todo el que se hallaba en manos particulares y luego con la intervención y clausura de sus redacciones y talleres. Las radios quedaron sujetas al dominio oficial, lo mismo la mayor parte de los diarios, entre los que se encontraban “Democracia”, “Noticias Gráficas”, “El Mundo”, “La Época”, “La Razón” y “Clarín”, que en un comienzo estuvo a favor del régimen. Fueron allanadas las oficinas de “La Prensa”, “La Nación”, United Press y Associated Press y se clausuraron “El Intransigente” de Salta y el órgano comunista “La Hora”, y poco después fue decretada la intervención de “La Nueva Provincia” de Bahía Blanca, “La Voz del Interior” y “Los Principios” de Córdoba, “Los Andes” de Mendoza y “El Liberal” de Santiago del Estero. La guerra se tornó particularmente dura contra el prestigioso diario “La Prensa” debido a su intransigencia, una intransigencia que lo había llevado a no ceder a las presiones del régimen. Por esa razón, sufrió allanamientos, la clausura de sus talleres, el cierre de sus oficinas y finalmente, la confiscación. Sus propiedades fueron cedidas a la CGT y a partir de ese momento (1951) comenzó a llevar bajo su logo, la leyenda “Ahora es argentino”. Hubo un antecedente de lo que iba a acontecer con este diario en 1944, cuando Perón, a través de Farell, suspendió durante cinco días su publicación por haber cuestionado la administración de los hospitales públicos. Bajo el gobierno del líder justicialista, bandas de matones apedrearon su frente en numerosas oportunidades y en su redacción se recibieron todo tipo de amenazas, al tiempo que desde un edificio de enfrente, se injuriaba a su personal jerárquico a través de altavoces. Pero eso no fue todo. La Corte suprema de Justicia quedó sujeta al control absoluto de Perón, con jueces adictos y complacientes, dispuestos a hacer su voluntad antes que a respetar la justicia. Se aplicaron programas de enseñanza de corte fascista que ensalzaban al gobierno y a la pareja presidencial y se persiguió a la clase ilustrada por considerar que representaba a la oligarquía y a una época dominada y regida por las elites. En 1943 el Dr. Bernardo Alberto Houssay fue destituido del Instituto de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires por haber firmado una carta pública en la que manifestaba su desacuerdo con la política nazi. Cuando en 1947 obtuvo el Premio Nobel de Medicina y Fisiología, el primero en ciencias de América Latina, el gobierno peronista se desentendió completamente del hecho y mantuvo al científico relegado hasta su caída. También en 1943, su discípulo Luis Federico Leloir, futuro Premio Nobel de Química, debió abandonar el país por haberse solidarizado con su maestro. Jorge Luis Borges, uno de los más grandes literatos del siglo XX, perdió su puesto en la Biblioteca Municipal y se lo humilló con la designación de inspector de Aves del Mercado Central; en 1950 la fábrica de caramelos Mu Mu fue cerrada por negarse a colaborar con la Fundación Eva Perón; al año siguiente Alberto Gainza Paz, propietario de “La Prensa”, abandonó precipitadamente el país por haber sufrido amenazas y artistas como Osvaldo Pugliese, Astor Piazzola y Libertad Lamarque fueron prohibidos y perseguidos hasta tal punto, que la última se vio forzada a exiliarse. Incluso Atahualpa Yupanqui, el gran cantautor folklórico, sufrió apremios; su casa fue allanada, se lo llevaron detenido y le quebraron los dedos de su mano derecha con una máquina de escribir. La filosofía del régimen quedó claramente definida por el Dr. Felipe Pérez, obsecuente ministro de la Corte Suprema de Justicia, que en 1954 señaló que aquellos jueces que no estuviesen a tono con la doctrina peronista, no podían seguir en funciones. Por la misma época, Juan Ovidio Zabala, abogado radical y futuro ministro del gobierno de Frondizi, denunció que el juez Francisco Meneghazzi promovía las torturas para arrancar confesiones y agilizar los procesos y el diputado Alfredo Ferrer Zanchi manifestó públicamente que el magistrado Miguel Vignola tomaba parte en hechos de abusos sobre los detenidos.

En las mazmorras del peronismo El 8 de enero de 1947 Roberto Pettinato, segundo en jerarquía de la Dirección General de Propaganda, dependencia a cargo del temible comandante de Gendarmería Guillermo Solveyra Casares, fue designado director general de Institutos Penales3.

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Según Hugo Gambini, a Pettinato se le encomendó poner en funcionamiento una suerte de Ministerio de Propaganda similar al de la Alemania nazi, que se hizo realidad cuando en 1949 transformó a la Subsecretaría de Informaciones en Subsecretaría de Prensa y Difusión a cuyo frente fue designado el periodista Raúl Alejandro Apold, hasta entonces director del diario oficialista “Democracia”.

Evita junto a su hermano Juan y Raúl Alejandro Apold (der.) De ese modo Apold, se convirtió en el “Joseph Goebbels” del régimen justicialista ya que, a partir de entonces, pasó a tener el control exclusivo de todas las noticias, comunicados oficiales, programas de radio, contenidos de la prensa escrita, programas de enseñanza, literatura, producciones cinematográficas, propaganda y difusión, encargándose directamente de la edición de libros, textos escolares, folletos, volantes, pancartas, carteles, proclamas y fotografías, además de documentales y noticieros. Después de pasar su examen, el material se distribuía por el país y hasta se lo enviaba al exterior con fines promocionales, disponiendo para ello de un presupuesto que llegó a superar los 40.000.000 millones de pesos. No había acto oficial ni presentación en público de la pareja presidencial, que no estuviese supervisado por el celoso secretario de Prensa y para ello, se rodeó de un verdadero ejército de agente y delatores con los que dio forma a una de las más formidables redes de información de la historia de América. Como en el nazismo y el fascismo, el jefe de propaganda supo dar un uso extraordinario a los documentales y al cine, hábilmente utilizados con fines propagandísticos. El material se traducía a varios idiomas y se lo enviaba al exterior para mostrarle al mundo los beneficios y alcances del régimen. El el gobierno de Perón se apoderó de todas las radioemisoras privadas e instaló otras nuevas como LW3, LU9, LU10, LU13, LT11, LT12, LT16, LV16, LR3, LV9 y el Canal 7 de Televisión, este último en el flamante edificio Atlas, sede de la Secretaría de Prensa y Difusión. Toda la información era procesada y controlada por el Estado, alcanzándose así, el monopolio de la publicidad. Con ese fin, productores y directores de cine, guionistas y exhibidores fueron convocados al despacho de Apold para recibir las directivas y el material que el régimen quería mostrar. No pasó mucho tiempo para que diese comienzo una implacable persecución contra la oposición, cuyos representantes fueron encarcelados, torturados, asesinados y hasta desaparecidos, según veremos más adelante. Perón siempre hablaba de anular la acción política de sus adversarios y para ello se apoyó en el formidable aparato de delación montado por sus subordinados y basado en los “jefes de manzana” y los delegados gremiales. Los arrestos, los apremios, las multas y los atentados se hicieron una constante, así como también, las escuchas y las delaciones. Todo el mundo estaba vigilado, desde obreros, empleados y comerciantes hasta padres de familia, funcionarios de gobierno e integrantes de las Fuerzas Armadas y de ese modo, se forzaba a los trabajadores a concurrir a los actos partidarios, se los obligaba a votar por los

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candidatos oficialistas, se marcaron las casas y las propiedades de los opositores con intimidatorias señales rojas y al cabo de un tiempo, se pusieron en marcha prácticas apremiantes. Las organizaciones de las que se valió el régimen para imponer temor fueron los grupos armados de la Confederación General del Trabajo (CGT), las secciones especiales de la Policía Federal junto a las de las diferentes provincias y la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN), fuerza de choque dirigida por Guillermo Patricio Nelly y constituida por elementos nacionalistas ultraperonistas, reforzados a partir de 1948, por los temibles ustachas de Ante Pavelic4.

Cipriano Reyes La primera víctima de la persecución peronista fue Cipriano Reyes, dirigente del gremio de la carne y verdadero gestor de la multitudinaria movilización del 17 de octubre de 1945. Reyes no tardó en darse cuenta de los abusos de poder en los que había caído el líder del movimiento y movido por la decepción, alzó su voz de protesta. La arbitraria disolución del Partido Laborista que él mismo había fundado para sostener la candidatura de Perón entre 1945 y1946, fue la chispa que encendió la mecha. Perón quería control absoluto sobre los sindicatos y eso era algo que Reyes y su grupo no estaban dispuestos a permitir. Amediados de 1946 el gremio de la carne fue tomado por asalto y sus dirigentes llevados a prisión. Liberado poco después, Reyes quedó bajo estricta vigilancia policial, situación que no le impidió establecer contactos con las embajadas de los EE.UU y la URSS, para denunciar lo que estaba aconteciendo en el país. El 4 de julio de 1947 Reyes abordó un taxi en La Plata con la intención de viajar a la Capital Federal. En plena ruta, un automóvil se le puso a la par y desde su interior alguien abrió fuego con una ametralladora. El conductor del vehículo, Ignacio Fontán, resultó muerto y el dirigente sindical sufrió graves heridas en la cabeza, que obligaron su internación y una urgente intervención quirúrgica que no fue impedimento para que, tiempo después, apareciese vendado en el Congreso dispuesto a denunciar los hechos. En la madrugada del 24 de septiembre de 1948 Reyes y once de sus seguidores, entre los que se encontraba Dardo Cufré, fueron arrestados, acusados de estar planificado un atentado contra Perón. Conducidos a la Penitenciaría Nacional, que ya entonces se hallaba a cargo del director de Presidios Roberto Petttinato, los detenidos fueron sometidos a brutales vejámenes y torturas, que el propio Reyes se encargó de relatar una vez caído el régimen: Nos obligaron a emprender el camino a las catacumbas de la ilegalidad... nos arrojaron por años, vejados y torturados dentro de las viejas mazmorras argentinas". Cipriano relató las torturas que sufrió en la Sección

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Especial: "Escuché repetidas veces algo sobre ’la maquinita’, la ’raviolera’... Después de cada pregunta, me hacían una aplicación de picana por algún lugar del cuerpo. Me llevaron al borde de la desesperación y el desmayo." Al otro día le aplicaron picana "desde la planta de los pies hasta detrás de los oídos, por el dorso de las manos, el pecho, los intestinos, los testículos y hasta en la boca. Por los gritos de dolor y las tremendas contracturas en todo mi cuerpo, suspendían un rato su tarea... ellos sabían que todo lo que estaban preguntando lo había inventado el gobierno". No había respiro: "¡Vas a cantar, hijo de puta, o te doy un tiro en la cabeza y después te tiro al río!", gritó el torturador Cipriano Lombilla5. Y sigue más adelante: ¿No éramos acaso, argentinos y pueblo, los hombres y mujeres que en todas las latitudes de nuestro país fuimos implacablemente perseguidos, calumniados, vejados, torturados, encarcelados y muchos desaparecidos o asesinados?”6. El militante nacionalista Walter Beveraggi Allende, detenido junto a Reyes, recordó años después: “Se aplicaba el alambre electrizado sobre distintas partes del cuerpo, especialmente en el cuello, en el pecho, y sobre todo en las partes más sensibles...” En 1949, varias obreras telefonistas fueron torturadas por declararse en huelga. En la oportunidad, Guillermo Solveyra Casares felicitó al inspector Luis Serrao, y al jefe de la Sección Especial, Cipriano Lombilla, por su trabajo contra aquel “grupo de comunistas”. El aludido Lombilla solo se reportaba ante el mismo Perón, cuyo retrato firmado exhibía con orgullo en su despacho. En aquellos días, fueron torturados, también, el profesor Pablo Dellepiane y su alumno Carlos Otto Franchi, a quienes un oficial de apellido Cardoso, de la comisaría 3ª, mandó colocar en la denominada "parrilla", frente a un cuadro de Sarmiento. Cipriano Reyes ha dejado testimonio de lo que fue su encierro en la Penitenciaría Nacional: Aquí soportamos una más dura y alevosa situación, sujetos a la más intolerable disciplina penal. Los guardias eran casi todos analfabetos -la mayoría de ellos habían sido traído por Pettinato de la prisión de Ushuaia, en la que se aplicaba la tortura y toda clase de vejámenes a los reclusos-; aquí se empleaba el mismo trato; todos éramos patibularios. Varias veces penaron nuestras protestas con 30 días de calabozo en inmundos sótanos, donde en pleno invierno nos alcanzaban una colchoneta de paja a las 10 de la noche y nos la retiraban a las 5 de la mañana. El celador que nos cuidaba no nos permitía dormir... nos negamos a comer la comida con carne podrida... El señor Pettinato, con el alcalde de turno y un equipo de guardianes fuertemente armados, nos tomaba declaración... Cuando se dio cuenta de que no podía presionarnos con la tropa armada, se retiró7. En 1951 Félix Luna, el escribano Jorge Fauzón Sarmiento y Emilio Gibaja, ex presidente de la FUBA, fueron sometidos a brutales tormentos. Raúl Lamas relató que en la navidad de 1952, a las mujeres de la cárcel de Olmos se les prometió dejarlas en libertad siempre y cuando tuviesen buena conducta. Las detenidas cumplieron su parte pero ante la negativa de las autoridades de hacer lo propio con la suya, se amotinaron. Un pelotón policial las reprimió duramente utilizando cachiporras y golpes y eso desató la tragedia. Adentro, seguían aullando las desdichadas. Se asfixiaban.... Entonces, Juan Gómez, justicialista, uno de los colaboradores técnicos del señor Roberto Pettinato, dispuso una medida salvadora. “Echen una bomba de gases por la mirilla... así se callan... Hubo un nuevo alarido de infierno… entre los rostros de las sobrevivientes, desoladas por efecto del gas, que conservaban la mueca del trance de locura que habían soportado... Sobre las gargantas se entrecruzaban surcos sangrientos, acaso trazados por las uñas de las 8 propias víctimas, al sentirse ahogadas . Al menos dos detenidas fallecieron y sus cuerpos fueron retirados para ser llevados a un lugar desconocido. Juan Ovidio Zabala, militante de la Unión Cívica Radical, también fue torturado:

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Me habían picaneado el comisario Etchart y el oficial González. Entonces me dijeron: “Te vamos a matar. Y a tu cadáver lo vamos a tirar en una zanja”... Esto prueba que los torturadores nunca han sido torturados. Ignoran que frente al dolor físico que produce la picana, la muerte es una liberación... La energía eléctrica pasa dentro de uno. Mil alfileres de fuego se clavan en la cabeza, en el corazón, en el estómago, en la boca, en todas partes9. De acuerdo al relato de Zabala, sus verdugos estaban borrachos y por esa razón, más de una víctima falleció durante las sesiones. Siempre siguiendo a Kocik, en el mes de abril de 1949 unas veinte mujeres fueron atormentadas en la Sección Especial, entre ellas Nieves Boschi de Blanco, Beatriz Dora Fernández, Nelly Galardi, Irene Rodríguez, Paulina Manasaro, Raquel Soto, Segunda Gil y Luci Vidal, además del obrero revisor Hamlet Fassone. Raúl Lamas señaló que en cierta oportunidad, Cipriano Lombilla se dirigió a una reclusa embarazada y le propinó tal rodillazo en el vientre, que le produjo una abundante hemorragia. Eso no fue impedimento para que los guardia cárceles la tomasen por los brazos y la arrastraran hasta una celda donde quedó tirada hasta que perdió a su hijo. En el informe que labró tiempo después, el Dr. Arturo Humberto Illia hizo referencia a ese hecho: La señora de Blanco perdió el hijo, directamente, a raíz de los castigos recibidos. Blanco había recibido picana en los oídos, senos, vientre, ingle, órganos genitales y piernas, con una toalla húmeda como conductor10. Por su parte, al mencionado Hamlet Fassone se le aplicaron de 50 a 100 voltios de corriente eléctrica en el pene, los testículos y los muslos y entre 100 y 150 en la cabeza. Alberto Juan Caride, médico de la Sección Especial, no pudo con su conciencia y denunció todo, más cuando escuchó a Lombilla vanagloriarse del apoyo que le brindaba Perón no solo a él sino al resto de su familia. Él mismo llegó a confesarle lo siguiente: Cómo usted verá, a los muchachos se les fue la mano con uno de nuestros presos – se refería al estudiante comunista Mario Bravo- que se encuentra ahora inconsciente si no puede hacer nada por él, no se preocupe. Si muere será uno menos. Mi subjefe aquí, en la Sección Especial, José González, es también subjefe de la División de Información Política del presidente de la República, y el jefe es Guillermo Solveyra Casares. La oficina de Solveyra Casares es contigua a la propia oficina de Perón en la Casa Rosada. González tiene un escritorio allí donde va diariamente... él (Solveyra Casares) simpatiza mucho con la Sección Especial, tanto que, aún ahora, viene frecuentemente a presenciar los interrogatorios. Algunas veces se quita el saco y pega cuando es necesario”11. A eso agregaría Caride: “Me di cuenta entonces, por primera vez... que las torturas se habían convertido en ciencia. Estos brutos que ahora me rodeaban eran especialistas en el arte de producir sufrimientos. Ellos lo sabían y se jactaban del perfecto conocimiento de cuánto tiempo podían continuar torturando sin que la víctima de sus endiabladas manifestaciones muriera sobre la mesa”12. Cipriano Lombilla le contó a, Caride que cuando un torturado no volvía en sí, lo hacían “cruzar la calle”, es decir que lo colocaban en la vía pública y simulaban un accidente arrollándolo con un auto. Pero la historia más espantosa se la contó otro represor, José Amoresano, al hablarle de un preso que sufría del corazón a quien asesinó propinándole una terrible golpiza, después de romperle las manos, porque “…tenía otro trabajo que hacer y perdí la paciencia”. Otro antro de brutalidades fueron los altos de la Comisaría 7ª, donde funcionaba la sección Orden Político, a cargo del comisario Camilo Aníbal Racana. Según relato del ex comisario Jorge Colotto, en cierta oportunidad, uno de los detenidos, el militante radical Arturo Mathov, llegó a propinarle un golpe a Racana y eso motivó una brutal golpiza. En 1952 Perón firmó la Orden General N° 1 (Prevención-Represión), destinada a “aniquilar fuerzas adversarias...con todos los medios y con la mayor energía”. Era la señal que esperaban ministros, jefes de

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reparticiones, sindicalistas y dirigentes partidarios para poner en marcha la supresión de todo vestigio de oposición y la destrucción de los partidos políticos. Tras el atentado explosivo del 9 de abril de 1953 que se cobró la vida de media docena de personas en Plaza de Mayo, se produjeron redadas y detenciones masivas en toda la ciudad, que llevaron a centenares de sospechosos a las cárceles. Al joven Vicente Centurión le aplicaron electricidad en el pecho, el estómago y los testículos y cuando gritaba, lo hacían en la boca, le colocaban la picana en la boca. En la Comisaría 3ª, Patricio Cullen fue arrojado desnudo a una celda, después de quedar desfigurado por los golpes de sus carceleros y a Francisco Elizalde, le destrozaron las manos. En la Penitenciaría Nacional Cipriano Reyes fue testigo de la llegada de decenas de detenidos. Su relato es estremecedor: Todos llegaban brutalmente torturados. El cirujano oftalmólogo Francisco Elizalde tenía las manos casi arrancadas de las muñecas; contó que el mayor Renner y el teniente coronel Osinde lo habían colgado de las manos en una repartición del SIDE." febrero de 1951, mientras ciudadanos como Lettieri sufrían la picana, morían y eran arrojados a la vía pública, un alto funcionario del gobierno, el abogado Román Subiza, redactaba por encargo de Perón un plan denominado “Medidas de carácter político necesarias para afianzar al Partido Peronista”, donde proyectaba la destrucción de los partidos opositores y la sumisión política de los empleados públicos mediante la amenaza del despido. Fue la semilla del posterior memorándum de 1952 donde se habló de “aniquilar al adversario13. Después de aquel atentado, la ola de detenciones pareció alcanzar un clímax. Entre los ciudadanos que fueron arrestados por “actividades revolucionarias”, figuraba Alfredo Estrabou, quien intentó suicidarse en la Comisaría 3ª, desesperado por los tormentos sufridos y por haber delatado a inocentes. Su caso fue tratado en el Congreso de la Nación y llegó a manos del mismo Perón a través de una carta enviada por el diputado Santiago I. Nudelman. Alfredo Estrabou torturado por personal Comisaría 3ª de esta Capital y sometido a terribles torturas que determinaron su tentativa de suicidio, según denuncia que he formulado con pruebas terminantes. Sin resultado hasta ahora el recurso de hábeas corpus y agotadas las instancias policiales, pongo el hecho en su conocimiento como defensor, tratando de salvar la vida de un inocente y establecer responsabilidades. Salúdale con la mayor consideración. Santiago I. Nudelman. Diputado de la Nación. Al Presidente Nación Argentina General Juan Perón. Casa de Gobierno. Agotadas las instancias policiales judiciales necesarias, denuncio carácter de defensor y diputado desaparición de Alfredo Estrabou después de terribles torturas en el local de la comisaría tercera esta Capital. Santiago I. Nudelman. Diputado de la Nación. (Copia fiel)14. El ingeniero Pablo Dellepiane y Horacio Lombardero, también dejaron testimonio del suplicio que padecieron en ese mismo lugar y los hechos de los que fueron testigos. El estado de Estrabou hubiera inspirado piedad al ser más sádico y perverso… sufrió picana en los testículos, labios, cuello, además de golpes, patadas, un rodillazo en los testículos y un martillazo en el hombro que lo desmayó. Ante un juez, reconoció delitos falsos, bajo el imperio del terror a nuevas torturas15. Yolanda J. V. de Uzal, afiliada de la Unión Cívica Radical, declaró por su parte: Pasé un mes incomunicada. Los primeros dieciséis días sin poder dormir ni bañarme... En la sección Capturas del departamento de policía reinaba el comisario [Salomón] Wasserman, quien me propinó una tanda de golpes y patadas... Lo pero fueron los tres días de interrogatorios bestiales y vejatorios de mañana, 16 tarde y noche en la siniestra sección de Orden Político... . Tras la caída de Perón, Wasserman se disculpó llorando con Cipriano Reyes: “Perdón, Cipriano. ¡Por mis 17 hijos! ¡Perdón! ¡Fueron esos hijos de puta que me mandaron!” .

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La Secretaría de Informaciones del Estado El principal mecanismo del régimen justicialista se valió para imponer el terror y la persecución entre sus opositores fue la Secretaría de Informaciones del Estado, a cargo del comandante de Gendarmería Guillermo Solveyra Casares, que funcionó en el lujoso edificio de 25 de Mayo y Rivadavia, a escasos metros de la Casa Rosada18. Fue en esa dependencia donde se instrumentó el terrorismo de Estado justicialista que hoy se intenta ocultar, con más de 200 efectivos operando activamente, entre empleados, “instructores”, torturad Comisaría 3ª de la Capital Federal, ubicada en la casa de Domingo Faustino Sarmiento, dependía directamente de ella. La Brigada de San Martín también. Personajes de la calaña del sargento Ricardo Aguilera, apodado “el doctor”, fueron forjaron la tenebrosa fama de la dependencia, lo mismo el comisario Juan Simón Etchart, de Boulogne, en cuyas manos murieron numerosos detenidos cuando eran sometidos a tortura porque tanto él como sus subalternos actuaban alcoholizados. Los boxeadores Alberto y Guillermo Lowell, que vivían en la zona sur, también actuaron como represores en la Capital Federal. Sobre ellos contó el obrero del gremio de la madera, Américo Romero, arrestado por su militancia radical, que encontrándose detenido en la Sección Especial, Lowell le arrancó la dentadura en presencia de Cipriano Lombilla y José Amoresano. En la zona de Quilmes, actuaban el cabo Toledo y los agentes Rasseti y Santoro, quienes flagelaron a numerosos obreros como el mercantil Juan Alberto Lanutti, el cervecero Mario Aldo Rodríguez, Ernesto Carlos Borras y Jacinto Saltó, ambos del sindicato de la construcción. Hubo otros detenidos que, como Estrabou, intentaron matarse, tal el caso de Aldo Lombardero, que se cortó los tendones luego de que la policía lo torturó hasta hacerlo entregar personas inocentes y confesar delitos que no habían ocurrido. Su hermano Horacio, mencionado anteriormente, fue secuestrado en Paraguay y conducido a la temible dependencia. El demócrata progresista Carlos González Dogliotti también fue raptado y llevado a la comisaría 17ª donde Jorge Osinde, quien se haría célebre como represor peronista en los años setenta, le pegó hasta dejarlo sordo. El radical Roque Guillermo Carranza, acusado de haber sido uno de los autores del atentado del 9 de abril de 1953, fue atado con cintas de goma, golpeado, y “pinchado” en la garganta, dientes y orejas, con un aparato eléctrico, que también se le aplicó en los testículos, el pene y la boca. A otro detenido, Miguel Ángel de la Serna, familiar del aún desconocido Che Guevara, se le dijo que porque su caso era asunto de Estado, era lícito matarlo y arrojarlo a una zanja. Osinde lo sometió a torturas hasta dejarlo moribundo en los altos de la Comisaría 3ª y cosas similares les ocurrieron a Rafael Douek, Eduardo Ocantos y Julio Enrique Morón.

Persecución contra el comunismo En 1946 la Alianza Libertadora Nacionalista asesinó de un disparo en la nuca al afiliado comunista Aurelio Gutiérrez y al año siguiente perdieron al estallar una bomba en un acto socialista, Carlos Delconte, Mario Roberto Port, Juan Orsi e Isidoro Lorenzo Callejos. En 1950 los esbirros del régimen asesinaron en Quilmes a los dirigentes comunistas Jorge Calvo y Pedro Zelliy torturaron brutalmente al paraguayo Obdulio Barthe, al que entregaron a su país de origen ese mismo año. En junio de 1951, la Alianza Libertadora Nacionalista tomó por asalto un local del Partido Comunista en Parque Patricios y asesinó al obrero metalúrgico Francisco Blanco. Un mes antes, el 17 de mayo, fue secuestrado el estudiante Mario Bravo, de la misma extracción política, para ser sometido a brutales torturas. Se produjo entonces una gran movilización estudiantil reclamando su libertad y por la resonancia que tuvo el caso, Bravo salvó su vida. Se avecinaba la gran huelga ferroviaria, la represión desatada contra los obreros del riel y el estado de guerra interno que llevó al gobierno a amenazar con imponer la amenaza de la ley marcial. El 31 de octubre de 1951 se organizó una gran concentración comunista en Paraná. Siguiendo instrucciones del gobierno, la policía cargó contra los manifestantes y asesinó a varios, entre ellos el obrero Carlos Melchor

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González y el militante Eduardo Londero. Además, hirió gravemente al orador, Rodolfo Ghioldi, quien recibió un disparo en su columna vertebral. Pero el crimen político más resonante del período justicialista fue, sin ninguna duda, el del Dr. Juan Ingalinella, médico y dirigente comunista de 44 años de edad que desde el golpe de Estado de 1943 venía encabezando una campaña de denuncias contra las autoridades emergidas de la revolución, en especial la figura del entonces coronel Perón.

Acto de la ALN, la temible fuerza de choque peronista El 16 de junio de 1955, inmediatamente después de finalizadas el bombardeo aéreo y las acciones armadas que enlutaron a la Capital Federal, se tuvieron noticias de que bandas de desaforados, partidarios del gobierno, estaban incendiando las principales iglesias de la ciudad. Perón, que hacía poco había abandonado el bunker subterráneo del Ministerio de Ejército y se encontraba nuevamente en el tercer piso del Edificio Libertador en compañía de sus principales colaboradores, ordenó inmediatamente que se adoptaran recaudos para evitar los desmanes: “¡Tomen medidas porque estas son bandas comunistas que están quemando las iglesias, y después me lo van a atribuir a mí!”19. En los días que siguieron al bombardeo a Buenos Aires, esbirros del régimen se lanzaron a la caza de opositores para llenar las cárceles de todo el país. Cuando Perón ordenó contener a los vándalos que habían quemado las principales iglesias de la capital, había sido claro al respecto: “…estas son bandas de comunistas…” y su brazo represor entendió la indirecta. La noche del 17 de junio la policía rosarina se hizo presente en el domicilio del Dr. Juan Ingalinella. Según la versión de su cuñado Joaquín Tumper, ese día el médico militante había estado repartiendo volantes cerca del Frigorífico Swift, en la zona sur de Rosario por lo que, en horas de la tarde, tres agentes de policía, al mando del oficial Telémaco Ojeda, llegaron a pie hasta su domicilio para llevarse a ambos detenidos.

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Dr. Juan Ingalinella De acuerdo con su relato, se fueron todos a pie y tomaron el tranvía 18, cada uno pagó su boleto de diez centavos y así llegaron a la seccional. Una vez allí, un policía que los vio mientras esperaban el ascensor, dijo con tono amistoso: “Hola Inga, hace mucho que no viene por aquí”. Pero el clima cambió repentinamente cuando varios agentes aparecieron de la nada y delante de su cuñado, se llevaron a Ingalinella para someterlo a espantosas torturas. Tumper vio desaparecer al médico y después de permaneces en la dependencia mas de dos horas, se retiró a su domicilio. Ignoraba que a esa altura, Ingalinella estaba muerto en la Sección Orden Social y Leyes Especiales y que la gente del comisario Francisco Lozón se preparaba para hacer desaparecer el cuerpo. Según otras fuentes, varios vehículos de la mencionada Sección llegaron Saavedra 667, la vivienda de Ingalinella, en el barrio La Tablada, al sur de la ciudad y de ellos descendieron varios individuos que irrumpieron violentamente en el domicilio. Después de revolver toda la casa en busca de documentos comprometedores, arrestaron a su propietario y se lo llevaron detenido frente a su aterrorizada esposa y su sollozante hija, de solo once años. A lo largo de aquella noche, fueron arrestados otros sesenta comunistas, entre ellos, los abogados Guillermo Kehoe y Alberto Jaime. Ingalinella conocía la prisión en las que se hallaba alojado porque ya había estado allí en 1944 junto a dos camaradas, a raíz de una serie de panfletos que había hecho circular contra el gobierno militar que había derrocado al presidente Castillo. Los detenidos fueron conducidos a la División de Investigaciones de la policía de Rosario, a cargo del comisario Félix Monzón y su segundo Santos Barreda, y desde allí se los derivó a la Sección Orden Social y Leyes Especiales a cargo del comisario Francisco Lozón. Permanecieron varias horas en el lugar, sometidos a interrogatorios y malos tratos hasta que, al día siguiente, se los fue liberando por grupos. Quien nunca regresó fue el Dr. Ingalinella. Al pasar las horas y no tener noticia alguna de su marido, la esposa del médico inició acudió a la mencionada dependencia policial para averiguar su paradero y ahí se le informó que se había retirado por sus propios medios. En vista de lo que estaba ocurriendo, se organizaron movilizaciones y se conformó una comisión universitaria para presionar a las autoridades y forzarlas a iniciar una investigación. El 13 de julio los trabajadores judiciales organizaron una huelga y a ella adhirieron estudiantes y docentes universitarios. Una semana después, Ricardo Anzorena, interventor federal de la provincia, que hasta el

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momento venía apañando a los policías implicados, no tuvo más remedio que ordenar la detención del jefe y del subjefe de la División de Investigaciones así como la de los agentes involucrados y disponer el reemplazo del jefe de Policía de Rosario, Emilio Vicente Gazcón, por Eduardo Legarreta. El 27 de julio el ministro de gobierno de Santa Fe hizo conocer un comunicado en el que reconocía que el Dr. Ingallinela había fallecido como consecuencia de un síncope cardíaco durante el interrogatorio al que había sido sometido, pero nada dijo de su paradero. Nadie sabía dónde estaba Ingalinella pero por declaraciones de otros detenidos, se pudo establecer lo que realmente ocurrió. Aquella terrible noche, varios de los militantes detenidos fueron sometidos a torturas, entre ellos el aludido médico, a quien pretendían obligar a confesar donde tenían escondido el mimeógrafo con el que habían estado imprimiendo volantes los últimos once años. A Ingalinella le aplicó corriente eléctrica en distintas partes del cuerpo hasta matarlo y luego, desaparecieron el cadáver. El 18 de junio de 1955, los detenidos quedaron en libertad. Para entonces, el comisario Lozón había falsificado la firma del médico en el registro de salida y luego exhibió ante sus cómplices una carta escrita a máquina por el propio comisario Emilio Gazcón, simulando que era de Ingalinella para su esposa. Según su contenido, había decidido abandonar el país y para darle más credibilidad, Lozón ordenó que la misma fuese enviada desde Entre Ríos. El 3 de agosto de 1955, la justicia santafesina inició la investigación por el asesinato de Ingalinella y el 9 de septiembre instruyó el proceso a los policías. Poco después, uno de ellos, Rogelio Luis Delfín Tixe, se quebró y acosado por el remordimiento, rompió el pacto de silencio que había entre los implicados, revelando los detalles del caso. Un grupo de peritos calígrafos logró determinar que la firma del médico era falsa. Echando por la borda la endeble estrategia de la defensa. De ese modo, los acusados acabaron por confesar, explicando en detalles el itinerario del cuerpo. En su declaración, los imputados manifestaron que después de muerto, los restos del malogrado militante fueron cargados en un vehículo de la División Investigaciones y conducidos a la localidad de Ibarlucea, a 17 kilómetros al noroeste de Rosario, para ser enterrados muy cerca de la estación del ferrocarril. Sin embargo, al tiempo se arrepintieron y volvieron por él para exhumarlo y arrojarlo al río Paraná. Para desviar la investigación, los registros fueron adulterados, a los libros de actas se les arrancaron hojas y se falsificaron varios documentos. Las excavaciones que se hicieron durante la pesquisa dieron con un pedazo de tela del sobretodo que usaba Ingalinella al momento de ser detenido. Ello, sumado a las cuarenta páginas arrancadas por los asesinos al libro de guardia de la policía caminera de la localidad de Pérez, orientó la pesquisa hacia el grupo de agentes encabezado por el comisario Lozon. De nada valieron los argumentos de la defensa intentando demostrar que al no encontrarse el cuerpo no existían pruebas del crimen. Los imputados recién fueron condenados seis años después, cuando el juez Juan Antonio Vitullo calificar lo sucedido como homicidio agravado. “La defensa apela y en 1963 la Sala II de la Cámara del Crimen de Rosario modifica la sentencia de homicidio agravado por homicidio simple. Francisco Lozón será condenado a veinte años: Luis Texié, Fortunato Desimone, Arturo Lleonart y Santos Barrera a quince años”20. Ingalinella no fue un hombre de convicciones democráticas porque creía en una ideología totalitaria que tenía sumida en el terror a buena parte del mundo, pero tuvo una muerte, similar a las que aplicó el Proceso de Reorganización Nacional por la que los seguidores de Perón se llenaron la boca durante treinta 21 años hablando de violaciones a los derechos humanos . Ese hombre, cuyo partido se había unido a la campaña internacional que las fuerzas vencedoras de la guerra habían desencadenado contra Perón, denunciando su programa fascista y su política de expansión continental, había apoyado con vehemencia a la Unión Democrática que impulsara el embajador norteamericano Spruille Brden. Aún así, tuvo un final que nadie merece y por el cual, medio siglo después, decenas de militares, policías y civiles fueron sometidos a juicio y condenados por toda la sociedad.

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Ejecuciones masivas en Vicente López En 1951, unos niños que jugaban en un terreno lindero a la Av. General Paz dieron con lo que parecían ser restos humanos. Con el paso de los días, aparecieron varios huesos más, correspondientes a cinco cadáveres y eso llevó al periodista Américo Barrios a iniciar una investigación. Sin embargo, al cabo de un tiempo, el conocido escritor y hombre de prensa comenzó a recibir presiones para que abandonase su cometido y todo quedó en la nada. Pero pese a esos recaudos, la noticia trascendió y así fue que comenzó a circular la versión de que aquellos cadáveres pertenecían a obreros ferroviarios torturados durante la huelga de 1951. Se tejieron muchas hipótesis y para acallar sospechas, la prensa obsecuente habló de suicidios. Pero hubo excepciones. El periódico “El Día”, de La Plata se atrevió a romper el silencio al hacer referencia al caso con expresiones como “sadismo a toda prueba” de seres contados “entre las peores alimañas de la creación” que provocaron “sanguinarias torturas que desembocaron en horribles homicidios” y que los detalles de tales horrores no se podían publicar. Un nombre clave en el caso de los ciudadanos picaneados y muertos en la Seccional 2ª de Vicente López es el de Roberto Miguel Nieva Malaver. Este subcomisario, quien condujo aquella dependencia policial entre octubre de 1950 y mayo de 1951, había llegado para “limpiar” la zona de Florida de “elementos de mal vivir”. Fatídicas razzias nocturnas derivaban en detenciones, vejámenes y torturas inenarrables contra los detenidos. Pero Florida no fue el único lugar que por aquellos años tuvo desaparecidos22. Junto a Malaver actuaron su amigo Ricardo Luis “Fito” Pirlot, Carlos Segundo Doro, agente asignado a la vigilancia de la residencia presidencial de Olivos, que asistía a diario a la Comisaría 2ª, el cabo Eduardo Doyhenard y los agentes tránsito Gutiérrez y José Hermenegildo Moratello quienes según el diario “El Laborista”, trabajaban con absoluta impunidad al amparo de las autoridades nacionales. Investigaciones posteriores permitieron demostrar que Pirlot era el encargado de trasladar los cadáveres y Moratello quien debía vigilar, provisto de un silbato para dar el alerta. En tiempos de Perón hubo decenas de desaparecidos pero en aquellos días se los denominaba “personas con paradero incierto y situación procesal inexacta". Raúl Lamas denunció casos de ciudadanos asesinados en la Seccional 2ª de Vicente López (Florida), a cargo del mencionado comisario Roberto Nieva Malaver, a uno de los cuales, el polaco Teodoro Baziluk, dejaron morir en su celda después de una sesión de torturas, para arrojar finalmente su cadáver al arroyo Morales, en el partido de La Matanza, atado a una viga de cemento. A su compatriota Estanislao Lukasils también lo asesinaron y después tiraron su cuerpo en unos matorrales de la Avenida General Paz, donde fue hallado el 17 de febrero de 1951. Se hallaron más cadáveres en un baldío de la calle Zufriategui, Florida, donde jugaban los mencionados niños y varios más en diferentes puntos de la capital y el Gran Buenos Aires. Teodoro Baziluk, peón de la Casa Sierra, de Florida, empresa de servicios fúnebres, fue detenido en diciembre de 1950, debido a su afiliación comunista. Lo primero que hicieron con él fue encerrarlo en un placard de escasas dimensiones donde permaneció recluido varios días a pan y agua, tantos, que la barba le creció de tal forma que lo apodaron “el barbudo”. Sobrevivió a la picana eléctrica gracias a su buena constitución física y por esa razón, lo privaron de alimentos hasta que murió. Su cuerpo fue conducido hasta La Matanza, en el baúl de un vehículo conducido por Pirlot, en el que también viajaban el jefe Malaver y dos agentes, quienes al llegar a un arroyo de esa zona y en plena noche lo arrojaron a las aguas (recién el 7 de febrero de 1951, salió a flote en completo estado de descomposición). Poniendo en práctica las directivas secretas que el propio Perón hizo llegar al abogado Román Subiza, en el sentido de que a “Extranjeros enemigos o indeseables, preparar su represión y economía cerrada”, también fue asesinado Estanislao Kosiky. En la Seccional 2ª de Vicente López los detenidos ingresaban sin ser asentados en los libros y eran hacinados dentro de un calabozo de 3 x 4 metros donde se los obligaba a estar de pie durante toda la noche y se los sometía a tortura. Raúl Lamas contó que algunas personas murieron por paros cardíacos después de que se les aplicaran violentas descargas de corriente que se lograban dándole mayor tensión a la picana.

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A modo de práctica, para poner a prueba nuevos métodos, se picaneaba también a vagabundos, rateros y presos comunes y hasta se los intimidaba con un perro feroz que tenía Malaver, del que el imaginario popular aseguraba estaba cruzado con hiena23 y entrenado para asesinar. El animal, que respondía al nombre de Tom, fue mencionado por Roberto Estrella en su libro Tortura, e incluso el mismo Malaver admitió su existencia. De acuerdo al diario “El Laborista”, los torturadores ataban a los detenidos, a los árboles al fondo de la comisaría y observaban como Tom los atacaba. El agente Moratello, domador de perros policiales, aseguró que nunca vio un perro tan feroz en su vida. Entre las personas que murieron después de sufrir tormentos en la Seccional 2ª de Vicente López figuran José Natalio Lettieri, cuyo cadáver fue arrojado a una zanja próxima a la intersección de la Avenida General Paz, con la Autopista Ricchieri. Horacio Pérez falleció víctima de una elevada descarga de electricidad y fue sepultado en el cementerio de Vicente López; el cadáver de Pedro Moreno fue hallado el 17 de abril de 1951 en Díaz Vélez y Castellanos, La Lucila, partido de Vicente López y según informó el diario “El Mundo”, Martín Graneros, de 23 años, fue enterrado en un baldío del mismo partido y un cadáver no identificado en el antiguo vivero Constantini, de la localidad de General Rodríguez24.

Otros casos El 30 de mayo de 1951, la policía justicialista se apersonó en el domicilio del ingeniero Pablo Dellepiane, distinguido profesor de la Facultad de Ciencias Exactas, Física y Naturales de la Universidad de Buenos Aires e hijo de quien fuera ministro de Guerra y jefe de la Policía Federal25 y lo condujo a la tenebrosa Sección 3ª de la Capital Federal, donde los hermanos Luis Amadeo y Juan Carlos Cardoso, le exigieron que firmara una declaración en la que aseguraba ser enlace entre la Juventud Universitaria y dirigentes de la Unión Cívica Radical, con el fin de iniciar un movimiento revolucionario contra el régimen de Perón. Los tormentos a los que el aludido profesional fue sometido, están relatados en el proyecto de resolución del diputado nacional Santiago I. Nudelmann, titulado Justicia Social, de la siguiente manera: La honorable Cámara de Diputados de la Nación RESUELVE: Dirigirse al Poder Ejecutivo para que se sirva informar a la brevedad posible, verbalmente o por escrito sobre los siguientes puntos:1º- Si ha tomado conocimiento y en su caso las medidas adoptadas para su prevención y castigo de los actos de brutal perversidad ejercidos contra detenidos políticos por algunos empleados policiales, en la sección 3º de la Policía de la Capital Federal. 2º- Si es exacto: a) Que el distinguido ex profesor de la Facultad de Ciencias Exactas, Física y Naturales, ingeniero Pablo Dellepiane, hijo del teniente general de la Nación, ex ministro de guerra y ex jefe de la policía, don Luis J. Dellepiane, fue detenido en su domicilio el día 30 de mayo próximo pasado y conducido a esa seccional, donde, según su propia declaración, un oficial de nombre Cardoso (1) pretendía que declarara ser “elemento de enlace”, entre la juventud universitaria y dirigentes de la Unión Cívica Radical para provocar un movimiento revolucionario. b) Que al negarse a ello fue llevado a un sótano, colocado sobre una mesa rectangular, estaqueado y con cuerdas que tiraban de los cuatro miembros en distintas direcciones empezaron a tratarlo inquisitoriamente haciendo pasar por su cuerpo, desnudo y previamente humedecido, un instrumento que producía terribles descargas eléctricas y que se repetían a intervalos variables, mientras que un empleado de nombre Aguilera le oprimía la boca para que no se oyeran sus gritos; c) Que como el aludido insistiera en su inocencia, en un momento determinado se hizo descender a la cámara de torturas a un ex alumno suyo, el ingeniero Otto Franchi, también detenido, a quien, torturándolo con picana eléctrica, se le escribía lo que debía preguntar para que el profesor Dellepiane se confesara autor de hechos sobre los cuales, lo mismo que ocurría con su ex discípulo Franchi, nada sabía; d) Que al recuperar el conocimiento se encontró en una habitación incomunicado, pero desde donde alcanzaba a percibir el gemido de otras víctimas y en cierta ocasión el ruido de vidrios rotos por una persona

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que después supo se trataba del señor Estrabou que, desesperado por las torturas, intentó suicidarse cortándose las arterias con los vidrios de la puerta del despacho del empleado Cardoso; e) Que también el gemido en distintas oportunidades correspondía a mujeres sometidas a picana y en su ocasión vio que una de ellas, después de ser torturada hasta el desmayo, fue arrastrada desnuda por los patios de la comisaría. Se pretendía que denunciara el paradero de un familiar prófugo. f) Que durante los días de torturas se negaba a los detenidos agua para beber, con el objeto –se decía- de prevenir accidentes cardíacos; g) Que en la cámara de tormentos de la calle Sarmiento donde había vivido el prócer y en la que funciona la seccional de policía, se agraviaba su memoria haciendo presidir con su retrato estos actos de crueldad inconcebibles en un ser humano normal; h) Que en cierta ocasión, mientras se le aplicaba la picana eléctrica, en el paroxismo de su angustia y su dolor, preguntó por qué se lo torturaba si no sabía nada, y el empleado cínicamente le prohibió pronunciar esa palabra “tortura”, diciendo textualmente: “aquí no se tortura a nadie”. 3º- Si es exacto que también fueron torturados gran cantidad de otros detenidos en investigación del mismo supuesto delito –Lombardero, Varela, García, Ricci, entre otros- y que el aludido empleado Cardoso, con una comisión a sus órdenes, viajó a Formosa y procedió a distintos allanamientos allí y en la provincia de Buenos Aires, llevando en una valija la máquina infernal (picana eléctrica) que conectaba en cualquier tomacorriente para obtener durante el oficio macabro autoinculpaciones de gente inocente. 4º- Que después de varios días de vejámenes y malos tratos fueron sacados en automóvil el ingeniero Dellepiane y el señor Estrabou y abandonados con nombres supuestos que se les habían enseñado y que debían repetir bajo amenaza de muerte –el ingeniero Dellepiane se llamaría desde entonces José Martínez y el señor Estrabou, Pérez-, en un calabozo de una comisaría, al parecer fuera de la ciudad, y que la víctima estaría en condiciones de identificar en caso de ser necesario. 5º- Si es exacto que a medianoche de ese mismo día fue traído de regreso a la comisaría 3º, coincidiendo con exigencias perentorias y reiteradas que en la seccional de policía formuláramos varios diputados nacionales ante el comisario, en presencia del comisario inspector, después de negar el oficial Cardoso, horas antes, que el ingeniero Dellepiane estuviera allí detenido. 6º- Si es igualmente cierto que en cambio el señor Estrabou no fue traído de regreso, no obstante la advertencia que les hiciera el ingeniero Dellepiane a los empleados policiales respecto al mal estado de salud en que se encontraba y cuya detención era ignorada aún por sus familiares. 7º- Que hasta tanto no fueron puestos a disposición de la justicia, todos los detenidos eran permanentemente amenazados con represiones violentas y venganzas personales y familiares para el supuesto de referir las torturas recibidas. 8º- Cómo se explica que existiendo organismos especializados para la represión del delito en todas sus formas –político, gremial o social- pueda prescindirse de ellos y empleados subalternos proceder a investigaciones por cuenta propia, invocando jactanciosamente órdenes superiores, y actuar con toda impunidad en pleno centro de la ciudad de Buenos Aires. 9º- Cómo se concilian estos actos con el discurso pronunciado el 12 de junio próximo pasado, por el señor presidente de la nación, en el que, después de afirmar que “sin amor no hay nación grande” agregó que “el justicialismo quiere que esta patria sea la madre común de todos sus hijos, que sea buena y justa y que 26 desarrolle entre todos ellos un verdadero cariño y una verdadera solidaridad” . Otros dos detenidos, César Macedo y el periodista Alfonso Núñez Malnero, sufrieron simulacros de fusilamiento y a éste último “… lo cortaron con una hoja de rasurar, para hacerle creer que lo dejarían desangrarse. Además, quedó con "los dedos de los pies destruidos" por la picana, que también se le aplicó en los testículos”27.

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Experimentos con seres humanos en el Ministerio de Salud Entre los numerosos criminales de guerra que el régimen justicialista acogió a poco de finalizar la Segunda Guerra Mundial, figura el danés Carl Peter Vaernet, médico de las SS, que había llevado a cabo experimentos con seres humanos en el campo de concentración de Buchenwald, sometiendo a prisioneros homosexuales a castraciones y tratamientos hormonales, con el objeto de revertir su tendencia. En aquellos días, a los internos se los sometía a cirugías, se les inyectaban hormonas en los testículos, se los castraba o esterilizaba y se ponían a prueba en ellos, nuevas drogas y medicamentos. Vaernet trabajó en Buchenwald entre septiembre de 1944 y marzo de 1945, contando con la asistencia de los médicos alemanes Gerhard Schiedlausky y Erwin Ding-Schuler, el primero ahorcado en 1947 y el segundo muerto por sus propias manos tras su captura en 1945. Tras una prolija selección de individuos y un exhaustivo examen médico, el científico danés escogió a cinco de ellos y a partir del 13 de septiembre de 1944, les practicó implantes bajo la piel, colocándoles una glándula artificial que él mismo había creado en los laboratorios, a la que le había efectuado variantes en el dosado de la testosterona. Dos de los reclusos fueron castrados, un tercero esterilizado y a los restantes se les inyectaron preparados especiales. Como consecuencia de esos experimentos, dos de ellos murieron, suerte que correrían otros quince “pacientes”, de un total de cuarenta seleccionados. En el transcurso de ese mes, Vaernet y su equipo seleccionaron a Bernard Steinhoff, teólogo homosexual gravado con el número 21.686, a quien le practicaron implantes hormonales antes de someterlo a riguroso tratamiento. En el informe que médico danés elevó a sus superiores, se podía leer: “La herida causada por la operación está curada y no ha habido reacción a la glándula implantada. La persona se siente bien y tiene sueños sobre mujeres”. En marzo de 1945 Vaernet estaba de regreso en Dinamarca. Liberado ese país por los aliados, fue apresado y enviado a prisión, pero logró escapar hacia Suecia y tras el fin de la contienda, emigró a la Argentina. El médico de las SS llegó a Buenos Aires procedente de Brasil, después de haber tomado contacto con las autoridades nacionales. Perón se interesó por su trabajo sobre los homosexuales y enseguida le ordenó a su ministro de Salud Pública de la Nación, el eminente Dr. Ramón S. Carrillo, que habilitase un laboratorio en la dependencia a su cargo para el recién llegado y pusiese a su disposición todo el instrumental necesario para que comenzase sus experimentos de manera inmediata. La idea era facilitarle presos de ambos sexos, homosexuales y lesbianas, para que probase sus técnicas sobre ellos. Con la ayuda del mencionado ministerio, Vaernet, abrió una clínica en la calle Uriarte 2251 de Buenos Aires (barrio de Palermo) y pronto comenzaron en unidades del servicio penitenciario, llevando a los internos con esas tendencias, para ser sometidos al mismo tipo de tratamientos que el denominado “Mengele danés” había practicado en Buchenwald: se les inyectaba Geriax, producto que se mandaba elaborar en los Laboratorios Otto, se les practicaban cirugías, se los castraba, se los esterilizaba y se les administraba un verdadero coctel de hormonas que muchas veces acababa con el paciente. Dinamarca y Alemania solicitaron la extradición de Vaernet en numerosas oportunidades pero la Argentina siempre se negó y, de ese modo, siguió viviendo tranquilamente hasta su fallecimiento, acaecido en Buenos Aires, el 25 de noviembre de 196528.

Los procesos a los criminales, tras la caída de Perón En 1955 se labraron sumarios contra los responsables de haber cometido crímenes y atrocidades en la era justicialista. Durante los procesos, el subcomisario Malaver negó haber cometido asesinatos pero reconoció que muchos de los que se produjeron en 1951 habían tenido lugar en su jurisdicción. Incluso aseguró que después de su traslado, siguieron apareciendo cadáveres en Florida. El diario “El Día” de La Plata publicó en una de sus ediciones un contundente titular: “Impresionantes contornos rodearon la perpetración de crímenes en masa”. Por su parte “El Laborista” dijo: “Sádicos torturadores policiales son los autores de los crímenes misteriosos de Florida en el año 1951”. Algo similar publicó “El Mundo”: “Cerca de veinte detenidos fallecieron torturados en la comisaría de Florida”. “Crítica”, por su parte divulgó un artículo que entre otras cosas señalaba, que las torturas que se

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habían aplicado durante los doce años que duró el régimen justicialista, eran equiparables a las de la dictadura de 1930. Durante su juicio, el comisario Malaver reconoció el sadismo de su subordinado, Carlos Segundo Doro, cuando utilizaba la picana eléctrica. Malaver fue arrestado en Córdoba y conducido a La Plata el 29 de octubre, para declarar ante el coronel Julio Moreno, presidente de la comisión que investigaba los crímenes y las torturas. La noche del 5 de noviembre de 1955, el jefe policial fue sometido a interrogatorio por el juez del Crimen Dr. Abel Viglioni, en una sesión que se prolongó hasta la madrugada del día siguiente. Después que tres de sus hombres lo implicaran en esos cargos, admitió la existencia de elementos que lo comprometían pero cuando se le mostraron seis fotografías de personas muertas, dijo no reconocerlas. Durante 1955, fueron reconocidos 11 cadáveres y al año siguiente, la comisión investigadora, a cargo del coronel Moreno, trabajó intensamente para esclarecer esos trece crímenes. En cuanto a Cipriano Reyes, después de su liberación, en 1955, un periodista del diario “Crítica”, manifestó después de la entrevista que mantuvo con él: “la fuerza moral está incólume en Cipriano Reyes, pero su físico exhibe las huellas del ensañamiento de los torturadores y siete años de encierro. Es un sobreviviente que bien pudo estar entre los cadáveres encontrados en el baldío de Florida o en el crematorio de la Chacarita”. Entre quienes aportaron testimonios para esclarecer los crímenes de la era justicialista figuran el militante radical Juan Ovidio Zabala y el peón agrario Ángel Rodríguez, ambos detenidos y torturados, quienes relataron que en los establecimientos penales a cargo de Roberto Pettinato se dejaba morir a los enfermos sin brindarles atención médica29. Rodríguez, torturado en el penal de Olmos, señaló públicamente al “Colorado” Marciano Suárez, jefe del de la unidad carcelaria, como principal responsable de la “navidad trágica” de 1952, cuando las reclusas alojadas en esa cárcel fueron brutalmente reprimidas con gases y golpes, acción que dejó como saldo más de veinte heridas y al menos dos jóvenes muertas por asfixia, a las que se dio por desaparecidas30. En 1955, solo en una primera instancia, se presentaron 300 torturados y familiares para declarar, incluyendo a las madres del juvenil ingresante a la UBA, Aarón Salmún Feijóo, del estudiante de Ingeniería Jorge Bakmas, del obrero radical Alfredo Prat, del trabajador canillita Enrique Schira, y la esposa del médico comunista Juan Ingalinella, todos asesinados durante el régimen de Perón (4). Se agregan a la lista de víctimas fatales el estudiante Julio Rivello, el doctor Eugenio Luis Ottolenghi, el adolescente Enrique Blastein, el joven trabajador Alberto Beltrán, el estudiante de medicina Eduardo Crocco, el joven Benito Curri y el anciano sacerdote Jacobo Wegner. El doctor Santiago Nudelman agrega el nombre de otra víctima fatal: Javier Astrada. El profesor e ingeniero Pablo Dellepiane, torturado en 1953 en la comisaría tercera, murió a causa de los castigos recibidos, explicó el ex policía Jorge Colotto. Según el diario Crítica, el número de torturados “se calcula en 10.000 en todo el país”. En un Congreso celebrado en noviembre de 1954, el presidente de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre señaló que desde 1952, “más de seis mil ciudadanos sufrieron injustamente la cárcel”31. Cipriano Lombilla y José Amoresano, en Paraguay, junto a Perón y regresaron en 1973, para ser amnistiados por Héctor J. Cámpora. Pettinato y su familia se refugiaron en la embajada de Ecuador y allí permanecieron asilados hasta su salida hacia ese país, donde vivieron más de tres años. De ahí pasaron a Perú, Chile y finalmente Colombia, países en los que el antiguo director nacional de Institutos Penales prestó servicios en sus respectivos sistemas carcelarios. Regresaría al país en los años setenta. En 1958, el presidente Arturo Frondizi dictó una “amplia y generosa amnistía”, decretando el cierre de las investigaciones contra quienes habían cometido crímenes de Estado durante el gobierno de Perón, incluyendo a empresarios involucrados con el régimen. Hoy, la Alcaidía Penal del Palacio de Tribunales y la Academia Nacional de Estudios Penitenciarios llevan su nombre, el último impuesto por quien gobernaba el país en 2005. Además, ese mismo mandatario entregó una réplica del sable de Pettinato al ministro de Justicia y Derechos Humanos de la Nación. Los demás implicados guardaron cárcel mientras duró el gobierno de la Revolución Libertadora.

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Notas 1 Isidoro Ruiz Moreno, La Revolución del 55, Tomo I, “Dictadura y Conspiración”, Emecé Editores, Buenos Aires, 1994, p.19. 2 Ídem, p. 19-20. 3 La Dirección General de Propaganda dependía de la Secretaría de Informaciones del Estado que se hallaba a cargo del jefe de la Oficina de Control de Estado. 4 Los orígenes de la Alianza Libertadora Nacionalista (ALN) se remontaban al 1 de mayo de 1943 cuando el dirigente nacionalista Juan Enrique Ramón Queraltó, fundador de la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios, dio forma a la Alianza de la Juventud Nacionalista, organizando un multitudinario acto anticomunista en el centro de Buenos Aires, al que concurrieron 100.000 patriotas que marcharon por la Av. Santa Fe, desde Coronel Díaz hasta Plaza San Martín, para protestar contra los abusos del capitalismo, la infiltración comunista, las arbitrariedades de la banca extranjera y la prepotencia de la clase dirigente que, según su punto de vista, se desentendía de los problemas de los trabajadores. Cuando al mes siguiente el GOU tomó el poder, grupos de la ALN vieron con simpatías al nuevo régimen y su apoyo a las potencias del Eje, generándose, de ese modo, un principio de fraccionamiento que devendría en quiebre. La mayoría de los militantes de la Alianza sintieron inclinación por la figura de Perón y se pronunciaron masivamente en apoyo de su candidatura. Cuando se produjo la movilización del 17 de octubre de 1945, la ALN ya era el brazo armado del peronismo y en ese sentido, produjo desmanes y actos de violencia. Sus militantes constituyeron una gruesa columna que al desconcentrarse, atacó el edificio del diario “Crítica”, sobre Avenida de Mayo, provocando daños en su frente y efectuando varios disparos que fueron respondidos por francotiradores de izquierda apostados en los alrededores, la mayoría milicianos republicanos españoles enemigos de Franco, que habían emigrado a nuestro país. El joven Darwin Passaponti, miembro activo de la Alianza, murió al instante y una cincuentena de sus compañeros quedaron tendidos sobre el pavimento, algunos gravemente heridos (dos de ellos, Benito Currá y Francisco Ramos fallecieron camino al hospital). La historia de la militancia peronista comenzaba con violencia y continuaría en ascenso, hasta límite insospechados. La ALN siguió creciendo y al tiempo que lo hacía, incrementaba su poder. Por entonces, ya se había infiltrado en sus filas un joven fanático y exaltado, católico practicante de ascendencia irlandesa, que acabaría por provocar el quiebre definitivo al desplazar del mando a Queraltó: Guillermo Patricio Kelly. 5 Ariel Kocik, “Las ‘mazmorras’ de Pettinato premiadas por Kirchner”, http://www.notiar.com.ar/contenido/info_general/info_13564.htm. 6 Ariel Kocik, “Una temporada de terror en Florida”, ANRed, Agencia de Noticias Red Acción (ANred), domingo 21 de noviembre de 2010, http://www.anred.org/spip.php?article3829 7 Ariel Kocic, "Las mazmorras de Pettinato", La Segunda Tiranía (http://lasegundatirania.blogspot.com.ar/2010/09/las-mazmorras-de-pettinato-premiadas.html). 8 Ídem. 9 ïdem. 10 Ídem. 11 Ídem. 12 Ídem. 13 Ídem. 14 Ídem. 15 Ídem. 16 Ídem. 17 Ídem. 18 El edificio fue propiedad de la familia Martínez de Hoz. 19 Ruiz Moreno, op. cit., p. 303. 20 Rogelio Alaniz, “Juan Ingalinella, el primer desaparecido”, diario digital “La Voz de San Carlo”, 10 de julio de 2010 (http://w.lavozdesancarlos.com.ar/s/index.php?seccion=14&id=11943). 21 Ingalinella desplegó una intensa labor durante la organización de los actos que se llevaron a cabo en homenaje a José Stalin, con motivo de su fallecimiento, el 5 de marzo de 1953. En la oportunidad, trabajó activamente en el montaje de los altares en los que se colocaron cuadros del extinto, adornados con negros crespones y custodiados por guardias de honor integradas por militantes que usaban brazaletes de luto. 22 Ariel Kocik, “Una temporada de terror en Florida”, ANRed, domingo 21 de noviembre de 2010. 23 Algo imposible al tratarse de animales de diferente especie. 24 Un jinete que se dirigía a Luján, vio en el lugar una fosa vacía que, a su regreso, había sido cubierta. El testigo avisó a la policía, y pese a que se inició un sumario, el mismo se cerró al poco tiempo.

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25 Se trata del teniente general Luis J. Dellepiane. 26 “Proyecto de Resolución - Torturas a Pablo Dellepiane y otros”(http://lasegundatirania.blogspot.com/2010/02/proyecto-de-resolucion-torturaspablo.html#ixzz2U8XYdIjo). 27 Ariel Kocik, ANRed, “Las ‘mazmorras’ de Pettinato premiadas por 28 Vaernet fue enterrado en el Cementerio Británico de Buenos Aires. 29 Ariel Kocik, op. Cit. 30 Ídem. 31 Ídem.

Kirchner”,

ídem.

      LA MASACRE DE LOS PILAGÁS Uno de los crímenes más brutales cometidos durante el régimen peronista fue el genocidio del pueblo pilagá, acaecido en el mes de octubre de 1947 en el territorio nacional de Formosa. Existen varias versiones acerca de lo que realmente ocurrió, muchas de ellas contradictorias, la mayoría arteras, que intentan justificar al régimen y su líder y desviar la atención hacia actores secundarios pero la responsabilidad de lo acaecido tiene un solo responsable: el gobierno nacional, bajo el que se hallaba sujeto toda autoridad y competencia, que no solo aprobó lo actuado por sus subordinados sino que apañó a los ejecutores, eludió someterlos a la justicia y echó sobre la masacre un manto de olvido y silencio que se prolongó por más de medio siglo. Investigadores y periodistas inescrupulosos, cobardes, obsecuentes y hasta cómplices, han manipulado los hechos para endilgar lo ocurrido a personas ajenas a la barbarie, algo similar a lo que ocurre cuando se aborda el trágico alzamiento de la Patagonia en tiempos de Hipólito Yrigoyen y se lo pretende endilgar al gobernador Edelmiro Correa Falcón por el solo hecho de que era conservador, cuando el verdadero responsable fue el presidente de la Nación quien firmó los decretos autorizando el envío de tropas regulares y la represión de los trabajadores en huelga.

Militares y colonos tras la masacre Al fondo, indígenas prisioneros

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Esos investigadores y periodistas ponen especial hincapié en una caminata que los indios efectuaron desde sus ancestrales tierras de Las Lomitas hasta el Ingenio San Martín de El Tabacal, en la provincia de Salta, propiedad del poderoso terrateniente Robustiano Patrón Costas, para trabajar en la recolección de caña de azúcar. Los pilagás necesitaban imperiosamente ese empleo y por esa razón, cubrieron a pie la gran distancia que los separaba de su destino, cargando las pocas pertenencias que necesitaban para la subsistencia y llevando a sus mujeres e hijos con ellos. Llegaron a Salta en el mes de marzo, acompañados por braceros tobas y wichís que también iban a trabajar, acordando con sus capataces $6,00 por día, sin embargo, después del primer mes de zafra, notaron con asombro que el importe era de solo $2,50, es decir, menos de la mitad de lo prometido. Defraudados y engañados, elevaron su protesta a las autoridades del ingenio pero la única respuesta que obtuvieron fueron golpes y su despido. No les quedó más remedio que emprender el regreso por el mismo camino, en lo que fue una marcha lenta y dolorosa a través de la selva y el monte, donde la hambruna y las fiebres se cobraron las primeras víctimas: los niños y los enfermos, seguidos después por mujeres y ancianos. La responsabilidad de Patrón Costas en el asunto llega hasta ahí, cuando en pleno mes de abril, los indios se retiraron. Hoy en día abundan escritos en los que, a toda costa, se intenta endilgarle la carga de lo ocurrido por el simple hecho de ser un poderoso terrateniente, exponente de la clase oligárquica y el régimen conservador, que no abonó lo que se había prometido de palabra. Lo cierto es que, como se ha dicho, los aborígenes partieron de El Tabacal a principios de abril y a finales de ese mes estaban de regreso en Las Lomitas. Una segunda versión apunta a que en tiempos de elecciones, durante la campaña presidencial de 1945, los indígenas recibieron una serie de promesas que el nuevo gobierno “olvidó” una vez llegado al poder, entre ellas, la provisión de alimentos, ropa, y tierras para trabajar. Varias veces reclamaron por ello y al ver que, pasado un año de la asunción de Perón, las promesas no se efectivizaban, decidieron hacer oír su voz y exigir lo acordado. Existe una tercera versión según la cual, siguiendo instrucciones del gobierno nacional, las autoridades del territorio decidieron asentar a los indios en reducciones, iniciativa a la que aquellos se negaron rotundamente porque no estaban dispuestos a abandonar un territorio que les pertenecía desde antes de la conquista. Y eso fue lo que desencadenó la tragedia. Lo más probable es que se haya dado una combinación de las tres cosas. Tal como era costumbre en aquellos años, los aborígenes fueron a trabajar a los ingenios de Salta, y cuando se les pagó menos de lo acordado, decidieron retirarse y una vez de regreso, hayan reclamado lo que se les había prometido en tiempos de elecciones. De acuerdo a la primera versión, desesperados por su precaria situación pero, por sobre todo, porque la ayuda del gobierno no llegaba, los pilagás abandonaron sus tierras y encabezados por los caciques Nola Lagadick y Luciano Córdoba, se dirigieron a las poblaciones cercanas para parlamentar y buscar alimentos, 1 levantando campamento en el descampado de Rincón Bomba , a escasos 500 metros de la población. Desde allí solicitaron ayuda a la Comisión de Fomento de Las Lomitas y al Jefe del Escuadrón 18 Lomitas de Gendarmería Nacional, comandante Emilio Fernández Castellanos y como no la obtuvieron, comenzaron a mendigar. La otra versión asegura que los pilagás llegaron en número elevado y que al no ser escuchados, se alzaron en rebelión, desencadenando una serie de violencias que pusieron en estado de alerta a la región. Dado el cuadro de situación, el gobernador de Formosa, Rolando de Hertelendy2, convocó a una reunión a la que acudieron el delegado de la Dirección Nacional del Aborigen, Miguel Ortiz y el jefe de la Gendarmería local, el mencionado comandante Fernández. Castellanos, quienes decidieron poner al tanto de lo que ocurría al gobierno nacional.

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La noticia llegó primero al Ministerio del Interior, a cargo de Ángel Borlenghi e inmediatamente después, al despacho presidencial. Se dice que se pactó una entrevista personal entre los delegados indígenas y Perón; que el primer mandatario se interesó por el asunto, que dispuso el inmediato envío de un tren cargado de alimentos, frazadas, ropa y medicinas y que impartió la orden de instrumentar programas de desarrollo social para asistir a los indios. Sin embargo, nada de eso ocurrió realmente. No se llevó a cabo ninguna entrevista, no llegó ninguna formación con asistencia y no se instrumentó plan alguno. Lo que sí es cierto es que los indios alzaron aún más su voz y que ello atemorizó a los colonos blancos y molestó a las autoridades. Cuando nadie se lo esperaba, a comienzos de octubre aparecieron en Las Lomitas tres misteriosos vagones cargados con alimentos, aunque sin frazadas, ni ropa, ni medicamentos. Dos de ellos estaban prácticamente vacíos y el tercero escaso en provisiones. Aún así, se repartió el cargamento y eso atemperó un poco los ánimos, trayendo cierta calma en el lugar pues, se suponía, que se trataba de una primera partida de ayuda, es decir, de la asistencia que las nuevas autoridades habían prometido durante la campaña electoral. Dos días después, se desató la tragedia al descubrirse que los alimentos estaban en mal estado y al parecer, habían sido envenenados. Según recuerdan algunos memoriosos, los pilagás se llevaron los alimentos hacia su campamento y allí los consumieron. Pocas horas después, comenzaron a aparecer los primeros síntomas de una intoxicación masiva, con fuertes dolores intestinales, vómitos, diarreas, desvanecimientos, temblores, altas fiebres y finalmente, la muerte. Los primeros en sucumbir fueron los niños y los ancianos y casi enseguida les siguieron algunas mujeres y hombres adultos. Los aborígenes estaban convencidos de que habían sido envenenados, incluso algunas fuentes hablan de alimento en avanzado estado de descomposición -harina con gorgojos, la grasa para cocinar derretida por el calor, azúcar, yerba y galletas embolsadas verdes por el moho, olores fétidos dentro de los vagones- pero eso es algo imposible porque de haber sido así, los indios no los hubiesen ingerido. El alzamiento cobró ribetes desproporcionados cuando los 8000 aborígenes armados (algunos con fusiles) intentaron hacer justicia. Se sentían traicionados y además, se había perpetrado contra ellos un horrendo crimen. Pero la historia recién comenzaba. Las autoridades de Las Lomitas, con el apoyo de sus pobladores, impidieron a los aborígenes sepultar a sus muertos en el cementerio de la localidad, razón por la cual, los mismos fueron enterrados en los montes, en medio de danzas rituales que se prolongaron hasta altas horas de la noche. Inmediatamente después reiniciaron los reclamos, solicitando las tierras ancestrales que se les habían prometido durante la campaña electoral así como los planes de salud y la asistencia en materia de alimentos e indumentaria. Y en ese sentido, parecieron encontrar cierto eco en “El Territorio”, un periódico de Resistencia, que el 19 de octubre de 1947 publicó lo siguiente: Los indios que animaron el levantamiento lo hicieron después de aguardar en vano el cumplimiento de las promesas formuladas en el sentido de que se les facilitarían tierras para que se arraigaran en ellas mediante la explotación de pequeñas chacras. En los últimos tiempos, estos indígenas carecían de lo más indispensable para el sustento diario, viéndose precisados no pocas veces a incurrir en hechos delictuosos para proveerse de alimentos. Las tierras prometidas y la creación en el lugar de escuelas, como así la entrega de elementos de trabajo, semillas, etc., nunca se concretaron, mientras que las gestiones por el logro de esa ayuda eran recibidas de manera violenta, tal si existiera el propósito de condenar a millares de seres 3 humanos a la inanición... Atemorizada por su reducido número, la población blanca de Las Lomitas elevó su inquietud a las autoridades y casi al mismo tiempo, la prensa comenzó a hablar del “peligro indígena”. De esa manera, comenzó a tomar cuerpo la “amenaza” de posibles malones sobre los colonos y en Buenos Aires comenzaron a hablar de un “alzamiento”. La población blanca se reunió en la sede de la Sociedad de Fomento del pueblo y junto a las autoridades decidieron enviar una nota al gobernador, haciendo referencia a un inminente ataque.

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En vista de ello, se volvió a establecer contacto con el gobierno nacional y este impartió instrucciones. La Gendarmería estableció un cordón defensivo de 100 efectivos armados entre el pueblo y el campamento aborigen e hizo saber a los indios que a ninguno de ellos se les permitía acercarse al lugar. Frente al poblado, los pilagás aguardaban impacientes mientras veían montar nidos de ametralladoras que apuntaban hacia ellos. Y en esas condiciones llegó el 10 de octubre, cuando uno de los líderes indígenas se acercó a la línea defensiva y pidió parlamentar con los uniformados. El comandante del pelotón aceptó hacerlo a cielo abierto y de esa manera, de acuerdo a algunas versiones, los aborígenes se aproximaron encabezados por el cacique Pablito. Fue en ese preciso instante que se desató el horror. A una orden del segundo comandante de Gendarmería, Luis Aliaga Pueyrredón (otro apellido de la oligarquía con el que los manipuladores de la historia intentan desviar la atención), las ametralladoras abrieron fuego y abatieron a los primeros indios. Existe al respecto un testimonio del gendarme Teófilo Ramón Cruz que resulta un tanto inverosímil: En los aborígenes (más de mil) se notaba la existencia de gran cantidad de mujeres y niños, quienes portando grandes retratos de Perón y Evita avanzaban desplegados en dirección nuestra4. ¿Cómo es posible que los aborígenes avanzasen contra efectivos armados y al menos dos nidos de ametralladoras pesadas llevando consigo a sus mujeres y sus niños? ¿Y si iban a parlamentar, para que hacerlo en número tan elevado? Los hechos sucedieron de otra manera. Aliaga Pueyrredón no actuó por su cuenta porque para entonces, el gobierno había decidido llevar a cabo la represión. Desde Buenos Aires, fueron despachados dos transportes DC-3 de la Fuerza Aérea Argentina a los que se les había quitado sus puertas traseras para montar sobre ellas una ametralladora pesada de 12.7 mm en cada uno. La matanza comenzó ese mismo día, cuando los gendarmes provistos de ametralladoras, pistolas automáticas, carabinas y fusiles de repetición, avanzaron sobre el campamento indígena dispuestos a aniquilar a sus moradores. Lo hicieron siguiendo órdenes directas del ministro del Interior que, a su vez, había solicitado instrucciones a Perón, e iban acompañados por varios civiles de Las Lomitas que por su propia cuenta se sumaron a la partida, provistos de revólveres, rifles y escopetas particulares, ansiosos por acabar con la “amenaza”.

Restos de aborígenes masacrados

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Gendarmes y colonos abrieron fuego desatando una estampida estrepitosa. Los gritos se escuchaban a varios metros de distancia entremezclados con el ruido de las armas que se disparaban a mansalva sobre hombres, mujeres, niños, sin siquiera reparar en ancianos, heridos o enfermos, la mayoría imposibilitados de correr. Algunos indios jóvenes lograron escapar hacia el Pozo de Molina y allí se escondieron mientras por los alrededores, el sonido de los disparos y los aullidos de terror transformaban la región en un verdadero infierno. La carnicería duró todo el día y al llegar la noche, se lanzaron bengalas para iluminar los campos y ubicar nuevas presas. Desesperados por escapar, los indios corrieron hacia los montes, intentando ponerse a cubierto y así, varios de ellos, lograron salvarse. Las primeras luces del día mostraron un escenario dantesco, con más de trescientos cadáveres sobre los campos mientras gendarmes y colonos se dedicaban a rematar a los sobrevivientes, incluyendo a los más pequeños. Pero la luz del sol no solo trajo aquel terrible espectáculo sino también, algo mucho peor. Por el horizonte aparecieron volando los dos DC-3 provenientes de la pista de aterrizaje que Rolando de Hertelendy había construido en Clorinda, y a vuelo rasante, ametrallaron a los indígenas fugitivos, algunos de los cuales, provistos de unas pocas armas de fuego, intentaron repeler la agresión. Según el gendarme Cruz: “... pensando que al llegar la noche atacarían avanzando sobre Las Lomitas, efectuamos tiros al aire desde todos lados para dispersarlos. El tableteo de la ametralladora, en la oscuridad, debemos recordarlo, impresiona bastante. Muchos huyeron escondiéndose en el monte, al que obviamente conocían palmo a palmo...”5. Perseguido por gendarmes y colonos, el grueso de los pilagás enfiló por la selva hacia Pozo del Tigre y Campo del Cielo, aquella increíble región que en la prehistoria vio caer una lluvia de meteoritos (de ahí el nombre) y de ese modo lograron escapar a la carnicería, pero en los días siguientes fueron rodeados y masacrados sin piedad, ametrallados por los aviones y perseguidos por hombres armados, provistos de perros feroces y linternas, a lo largo de una ruta de sangre y horror. Este verdadero genocidio del que nadie habla se prolongó hasta el 18 de octubre de ese mismo año, elevando la cifra de muertos a 750 individuos. Hombres, mujeres y niños fueron fusilados masivamente, sus cadáveres apilados y luego quemados (algunos de ellos todavía vivos) y finalmente arrojados a fosas colectivas para que no quedasen rastros de ellos. Los pocos que se salvaron, fueron encerrados en reducciones, junto a tobas y wichís y allí permanecen hasta el día de hoy.

Arqueólogos desentierran restos óseos en 2006

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Pero además de los muertos, hubo 200 desaparecidos de los que no quedaron rastros. Sin embargo, unos pocos pilagás lograron sobrevivir, casi todos hombres y mujeres jóvenes quienes se mantuvieron ocultos para guardar un silencio de sesenta años que recién se rompió en 2005, cuando investigadores particulares sacaron a la luz los hechos6. No hubo ningún muerto entre las fuerzas nacionales como tampoco entre los colonos blancos que tomaron parte en aquella verdadera cacería humana. Nadie hizo averiguaciones, nadie cuestionó absolutamente nada. No hubo historiadores, antropólogos o medios de comunicación que hablasen del tema y solo permaneció intacta la memoria de los sobrevivientes, aguardando el momento oportuno para ser escuchados. Sesenta años después la verdad comenzó a salir a flote y los investigadores (serios) empezaron a hacer preguntas. No cabe ninguna duda de que el principal responsable de semejante crimen fue el gobierno nacional. El Ministerio del Interior era el organismo que tenía a su cargo no solo los asuntos inherentes a las provincias y los territorios nacionales sino también el régimen de colonias. La policía dependía de los gobernadores quienes, a su vez, respondían al ministro del Interior, sujeto a la autoridad del presidente de la Nación, que además, era el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, entre las que se encuentran la Gendarmería y la Fuerza Aérea. Y como hemos visto en capítulos anteriores, nada escapaba al control del primer mandatario argentino. Nadie fue juzgado, nadie detenido ni cuestionado aunque a la hora de buscar responsables se encontró a uno, un funcionario menor, empleado del Ministerio del Interior, que terminó señalado como culpable de lo ocurrido y separado de su puesto. Sí, [hubo] “un” culpable. ¡Fue echado de su puesto un empleado ministerial de segunda, señalado como el “iniciador del conflicto”! ¿Investigación? Hasta donde sabemos, ninguna. Y si la hubo, peor: sólo sirvió para ocultarlo todo por casi 60 años. De uno y otro lado (víctimas y victimarios) hay testigos que aún viven7. La prensa de la época reflejó los hechos de diferentes maneras. El Diario “Norte” de Formosa publicó el 11 de octubre de 1947 en su primera plana (columna 5): Extraoficialmente, informamos a nuestros lectores que en la zona de Las Lomitas se habría producido un levantamiento de indios. Los revoltosos pertenecen a los llamados pilagás quienes, según las confusas noticias que tenemos, vienen bien previstos de armas...ya se habrían producido algunos encuentros, no se sabe si con los pobladores de la zona o tropas de la gendarmería nacional8. “El Intransigente” de Salta hizo lo propio el 12 de octubre, diciendo (página 6 columnas 1 a 3): El viernes último, en horas de la tarde, en la localidad de Las Lomitas, Territorio de Formosa, se ha producido un levantamiento de indios pilagás, como consecuencia de un asalto que habrían realizado estos últimos contra vecinos de ese pueblo, lo que habría obligado a intervenir a las fuerzas de la Gendarmería Nación allí destacadas9. Diez días después, el mismo periódico amplió la información agregando (página 4, columnas 1 a 3): No resultan tan ciertas las versiones de que los indios hubiesen asesinado. Se los persiguió y se los sigue persiguiendo. En cuanto a los muertos, nada se sabe en forma oficial porque después de la masacre fueron quemados los cadáveres. También es inexacto que los indígenas tuvieran algunos armamentos, como lo prueba el hecho de que solo atinaron a huir cuando los gendarmes descargaron sobre ellos y además en sus huestes no se registraron bajas ni heridos. El miércoles 15 llegó otro tren con pasajeros trayendo nuevos refuerzos de gendarmes y por la noche se esperaba otro tren con soldados y el jueves dos bombarderos, para lo cual se estaba arreglando la pista de aterrizaje10. Dos días antes, el 20 de octubre de 1947, “El Territorio” de Resistencia volvió a referirse al asunto bajo el título “El levantamiento de Indios en Las Lomitas y la Situación General de los Pobladores Autóctonos”: Días atrás se produjo en Las Lomitas, localidad del vecino territorio de Formosa, un levantamiento de 1.500 indios de las tribus pilagás existentes en esa zona. Fuerzas de Gendarmería Nacional debieron actual con energía para impedir que esa actitud acusara desgraciadas consecuencias, y el gobernador formoseño se vio precisado a concurrir al lugar de los sucesos para calmar a los indígenas sublevados". "La solución dada a este estado de ánimo propenso a las más graves derivaciones, no ha consultado de

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manera integral el problema que desde hace muchos lustros afecta a los pobladores autóctonos de todo el país, abandonados a su triste suerte por la abulia oficial que nunca se interesó en favor de los mismos. Los indios que animaron el levantamiento lo hicieron después de aguardar en vano el cumplimiento de las promesas formuladas en el sentido de que se les facilitarían tierras para que se arraigaran en ellas mediante la explotación de pequeñas chacras. En los últimos tiempos, estos indígenas carecían de lo más indispensable para el sustento diario, viéndose precisados no pocas veces a incurrir en hechos delictuosos para proveerse de alimentos. Las tierras prometidas y la creación en el lugar de escuelas, como así la entrega de elementos de trabajo, semillas, etc., nunca se concretaron, mientras que las gestiones por el logro de esa ayuda eran recibidas de manera violenta, tal si existiera el propósito de condenar a millares de seres humanos a la inanición...11. Los diarios de la Capital Federal también se hicieron eco de lo sucedido. “La Prensa”, por ejemplo, publicó lo siguiente en su edición del domingo 12 de octubre de 1947: En las Lomitas se Produjo un Levantamiento de las Tribus de Indios Pilagás...Informaciones procedentes de estación Las Lomitas hacen saber que en aquella zona se produjo un levantamiento de las tribus de indios pilagás. Las mismas noticias aseguran que tropas de la Gendarmería Nacional intervinieron inmediatamente para restablecer el orden. Se tiene conocimiento que están listos para partir hasta Las Lomitas, en caso necesario, efectivos del ejército destacados en la guarnición local12. Vayan como corolario las palabras del entonces gendarme Teófilo Ramón Cruz, citado anteriormente: Mención aparte de este levantamiento, el indio jamás cometió atropellos ni desmanes. Recuerdo que en el Casino teníamos dos de ellos, menores, que hacían las veces de “secretarios” como decimos en el Norte. No se los persiguió ni maltrató, dándoseles contrariamente trabajos en casas de familia y adquiriéndoseles sus artesanías13. Aunque la posteridad y los gobiernos democráticos se hayan empeñado en negarlo; por más que se intente endilgar este tipo de crímenes a los regímenes militares y los gobiernos conservadores y que se quiera mantener impoluta la imagen del líder justicialista, el peronismo asesinó y e hizo desaparecer a más personas que la Revolución Libertadora, algo que nadie quiere admitir pero que, en honor a la verdad y por respeto a la historia, se debe hacer conocer. Y nada de esto debería extrañarnos por tratarse de acontecimiento que tuvo lugar durante un régimen que no dudó en alinearse con las naciones del Eje (Alemania nazi, Italia fascista, España falangista, Croacia ustacha), que dio cobijo, seguridad, trabajo y documentación a los peores criminales de guerra de la historia y persiguió implacablemente a la oposición, ello, a pesar de sus logros y conquistas sociales14.

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Indios pilagás prisioneros junto a un gendarme y un colono blanco

Notas 1 T. R. Cruz, Revista Gendarmería Nacional, ed.120, 3-1991. 2 Hijo del fundador de Clorinda, Manfredo de Hertelendy, pionero colonizador de la región nacido en San Fernando, provincia de Buenos Aires, el 15 de mayo de 1856. 3 Alberto A. Arias, “Genocidio de los pilagá durante el gobierno de Perón en 1947 (El mayor muro de silencio de la historia argentina reciente)”, diciembre de 2006, en Derechos, Reivindicaciones desde el 22 de marzo de 2007. 4 Ídem. 5 Ídem. 6 Existe un trabajo inédito que aborda la actuación de la Fuerza Aérea Argentina durante el conflicto titulado Vuelo sobre el malón, del que es autor el comodoro (R) Carlos Smachetti, piloto de uno de los DC-3 que intervinieron en las acciones. 7 Alberto A. Arias, op. Cit. 8 Carlos A. Díaz Cousse, “La Matanza de Rincón Bomba”, legalmanía.com, Actualidad General, 26 de abril de 2005 (http://www.legalmania.com.ar/actualidad_general/la_matanza_de_rincon_bomba.htm). 9 Ídem. 10 Ídem. 11 Ídem. 12 Ídem. 13 Ídem. 14 La Italia fascista y su principal discípula, la Alemania nazi, alcanzaron los mismos logros y conquistas a nivel social y popular que el régimen justicialista y como él, llegaron al poder por medio del voto y elecciones incuestionablemente democráticas. En el año 2006 la masacre de La Bomba dio lugar a una demanda contra el Estado Nacional de características inéditas en el derecho argentino, fundada en los principios jurídicos de la imprescriptibilidad de los crímenes de lesa humanidad. El juez federal Mario Bruno Quinteros ordenó que un forense trabajase en la búsqueda de restos humanos y un documental “Octubre Pilagá”, rodado en por Valeria Mapelman, revive esos hechos.

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ÚLTIMO ACTO

La Argentina justicialista tuvo su génesis en 1943, alcanzó el poder en 1946 e inició si declive en 1952, después del fallecimiento de Eva Perón. Hasta ese momento, sus granes emprendimientos habían alcanzado el éxito y todo parecía indicar que su líder acabaría por perpetuarse en la presidencia, firmemente apoyado en la reforma constitucional de 1949. Sin embargo, hubo varios factores que detuvieron ese progreso e iniciaron el camino de la decadencia. La primera señal de declive, tal como hemos dicho, fue la muerte de Eva Perón. Su figura y su imagen habían sido claves en el proceso de expansión y afianzamiento de la ideología y si bien la imagen fuerte fue siempre la de Perón (y lo seguiría siendo aún después de su muerte), su desaparición marcó un antes y un después en la historia del país y sobre todo, del movimiento. El segundo de aquellos factores fueron las presiones externas impulsadas desde los Estados Unidos y apoyadas por el resto de las naciones, especialmente aquellas que se alinearon con la gran potencia tras la Segunda Guerra Mundial y las del hemisferio que vieron con temor la tendencia fascista del régimen y su creciente armamentismo. Finalmente, el último de aquellos agentes que llevaron a la caída del gobierno fueron las torpezas y desaciertos que cometió Perón a partir de 1954, que acabaron por minar la solidez de su administración. En 1953 se produjo lo que varios analistas han dado en llamar “un giro sustancial en la política exterior” peronista. Hasta ese momento, la estrategia antinorteamericana implementada por la Argentina había sido un dolor de cabeza para el Departamento de Estado, tanto, que el año anterior, envió a todas las embajadas en América Latina una serie de instrucciones tendientes a contrarrestar la maniobra, poniendo énfasis, especialmente, en ridiculizar los planes hegemónicos de Perón, en mostrar abiertamente su fracaso económico e insistiendo en el peligro que representaba para América Latina una Argentina fuerte y dominante. Para ello, se puso especial empeño en recalcar que el régimen justicialista era dictatorial, opresivo y que solo buscaba la apropiación de las riquezas vecinas para fortalecer su imagen y economía. En una palabra, se aconsejó a los gobiernos del hemisferio, sujetarse al control de Washington porque este era mucho más sólido, benévolo y poderoso en materia de recursos y fuerza militar. El siguiente paso fue aparentar una política de “afloje” y acercamiento hacia la región que pareció dar resultados al despertar el interés del líder justicialista. John Foster Dulles, el nuevo secretario de Estado, envió una nota en la que se resaltaba que los EE.UU y la Argentina eran los líderes indiscutidos de la comunidad americana y a ello respondió Perón atribuyendo toda la responsabilidad de los desencuentros de años anteriores a la política del presidente Truman. Por entonces, la Argentina comenzaba a vislumbrar los primeros signos de una preocupante crisis económica motivada por una serie de malas cosechas que habían tenido lugar los últimos dos años y necesitaba

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imperiosamente inversiones extranjeras. Y esa fue la razón por la que en agosto de 1953, Perón envió al Congreso un proyecto de ley de inversiones que desconcertó a muchos de sus partidarios, ya que hablaba de crear el clima adecuado para facilitar la llegada de esos capitales. La ley garantizaba a los inversores una ganancia máxima de 8% anual, y el retiro de sus capitales en cuotas después de diez años de operaciones, medida que generó un áspero debate en la Cámara de Diputados donde los partidos de la oposición e incluso algún representante del oficialismo, manifestaron sus temores ante la posibilidad de que la medida permitiese al gobierno allanar el camino a compañías petroleras extranjeras para obtener ganancias a costa de la riqueza argentina. Dueño absoluto de la mayoría, Perón logró que sus dóciles legisladores sancionasen la ley ese mismo mes. Fue en ese contexto que, exactamente un mes antes, en julio de 1953, hizo su arribo Milton Eisenhower, hermano y colaborador del flamante presidente de los Estados Unidos, que en esos días hacía una gira de “inspección” por América Latina. El emisario tenía instrucciones de eludir a Perón y buscar otros contactos, de ahí que se hubiesen programado apenas dos días de estadía en Buenos Aires cuando en Venezuela y en Colombia había estado cuatro, en Brasil seis y en Bolivia tres. Esa fue la razón por la que llegó un fin de semana, especulando con que el presidente argentino estuviese fuera de la capital. Sin embargo, al descender el avión, Eisenhower y su comitiva se asombraron al ver que al pie de la escalerilla los estaba esperando un Perón sonriente y jubiloso que lucía un impecable sobretodo claro que resaltaba más de la cuenta su imponente figura. El hermano del presidente norteamericano no se esperaba semejante recibimiento y mucho menos asistir esa noche a una pelea de box en el Luna Park junto al mandatario argentino, lo mismo un partido de fútbol al día siguiente, entre los clásicos rivales River Plate y Boca Juniors. Eisenhower regresó a los Estados Unidos fascinado con Perón. Su personalidad, su derroche de simpatía, su porte y su marcado anticomunismo lo habían impresionado positivamente. “…es uno de los hombres más atractivos y más crueles que haya conocido”1 llegó a manifestar una vez en su tierra y a partir de su informe, el Departamento de Estado comenzó a variar su postura para que la sociedad estadounidense variase el concepto que tenía de la Argentina tal como lo estaba haciendo lentamente con la España de Franco, necesitado como estaba de apuntar todos sus cañones sobre el comunismo.

Perón junto a Milton Eisenhower (luciendo sobretodo negro) En vista de ello, dentro de lo estipulado por el Segundo Plan Quinquenal, el gobierno justicialista aplicó ajustes en los salarios y firmó el polémico contrato petrolero con la Standard Oil de California, otorgándole considerables ventajas para la extracción de petróleo en la Patagonia. El presidente argentino parecía haber borrado de un plumazo su prédica de seis años pero nada de ello mermó su popularidad entre las clases obreras.

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En la X Conferencia Interamericana celebrada en Caracas, el 1º al 28 de marzo de 1954, la Argentina mantuvo una posición independiente respecto de una intervención armada norteamericana en la Guatemala de Jacobo Arbenz y tres meses después, Perón envió una extensa carta a Milton Eisenhower sugiriendo la organización de una reunión de consulta hemisférica para tratar el problema del comunismo y su infiltración en países como Brasil, Chile, Uruguay, Ecuador, Colombia y México, proponiendo a Buenos Aires como sede. Fue uno de los tantos asuntos que sirvieron de pantalla para ocultar la creciente crisis económica que comenzaba a hacer mella en el país y le sirvieron para obtener rédito a nivel internacional. En 1954 Perón cometió el peor error de su carrera política al enemistarse con la Iglesia Católica. Los problemas comenzaron ese mismo año pero el desgaste que habían experimentado las relaciones entre el Estado y la jerarquía eclesiástica, venía de antes. El excesivo culto a la personalidad del líder y su difunta esposa, la infiltración doctrinaria en la enseñanza, la imposición de sus nombres a ciudades, pueblos estaciones ferroviarias, plazas y avenidas; el favoritismo hacia la clase trabajadora en desmedro de la poderosa clase media, la persecución de la oposición, la censura y los ataques a la prensa fueron generando un clima de tensión que tuvo su eclosión con la fundación del Partido Demócrata Cristiano, de acuerdo a lineamientos impuestos desde Roma. La iniciativa irritó sobremanera a Perón porque vio en aquello un ataque a su persona pero, principalmente, porque consideraba al justicialismo un movimiento democrático y cristiano que suplía la necesidad de cualquier otro. Para entender mejor lo que ocurría, baste citar las palabras que el gobernador Aloé pronunció en el mes de julio respecto a la situación reinante en el país: “En el gobierno argentino no hay nadie, ni gobernadores, ni diputados, ni jueces, ni nadie; hay un solo gobierno que es Perón”2, a lo que Joseph A. Page agrega: Perón estaba sentado, en espléndida soledad, sobre la cima de una estructura organizada sobre el principio fundamental de la verticalidad. Todos los de abajo eran sicofantes insensatos, al estilo Aloé, para quienes el conductor tenía un origen divino. La disciplina del partido había alcanzado tal punto que un funcionario de alta jerarquía podía decir: Ningún peronista entra a analizar las situaciones. Basta que el general Perón quiera una cosa para que todos estemos dispuestos a cumplirla de inmediato3. Tal era la obsecuencia y obediencia que los jerarcas del régimen mostraban por Perón, que por aquellos días se hizo famoso un chiste en el cual, el líder le preguntaba a Cámpora la hora: -

Camporita, ¿qué hora es? La que usted quiera, general. La Iglesia contraatacó amonestando a Perón con respecto a los escándalos de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), que según trascendidos, tenían lugar tanto en la Quinta Presidencial de Olivos como en su quinta particular de San Vicente e incluso, de acuerdo a versiones no confirmadas, en la estancia de Monte. El caso de la UES dio mucho que hablar. El organismo, creado a instancias del ministro de Educación, Armando Méndez San Martín, tenía varias finalidades, las principales, promover las sanas costumbres en la juventud a través del deporte, la segunda, adoctrinarla en el ideal justicialista, la tercera, demostrar al líder que el citado ministerio “estaba vivo” y la cuarta, proporcionar placer y satisfacción al jefe del movimiento que hacía solo unos meses había perdido a su esposa. Con el beneplácito del presidente y contando con la colaboración de la profesora María Vasallo, asesora de la mencionada cartera, Méndez San Martín puso manos a la obra, constituyendo dos ramas diferentes, la masculina y la femenina, algo que la diferenciaba de organizaciones similares que no se dividían por género, tales como la Federación de Estudiantes Secundarios del Partido Radical, la Federación Juvenil Comunista o la Unión Nacionalista de Estudiantes Secundarios. Mientras se proyectaba la construcción de dos edificios que sirviesen como sede de la nueva entidad, Perón ofreció a la rama femenina las instalaciones de la quinta de Olivos y a la masculina las de un predio en el barrio de Núñez en el que había tenido sus instalaciones el Club Comunicaciones (Republiquetas 1050). Poco después, se le adjudicó a la primera un edificio sobre la calle Suipacha 1034, en el que la organización acondicionó habitaciones con camas, baños y comedores para las estudiantes que venían del interior, pero los encuentros en la quinta presidencial no solo que continuaron sino que se hicieron más frecuentes.

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La UES contó con fondos y personal de servicio y administración dependientes del Estado, porque carecía de recursos propios. Fue así como, al poco tiempo, los amplios jardines de Olivos, abandonados la mayor parte del año, se poblaron de llamativas y esbeltas jovencitas que lucían cortos y ajustados shorts deportivos, zapatillas sin medias y remeras un tanto estrechas, que correteaban alegremente entre los árboles y la hierba, convirtiendo a la residencia “…en un paraíso de atletas femeninas en la primavera de la vida”4. Aquello desencadenó una ola de rumores que, al cabo de un tiempo, se transformaron en denuncias, pero Perón hizo oídos sordos y siguió adelante sin preocuparse por las habladurías. Se decía que las muchachas eran llevadas allí (y a veces en su quinta de San Vicente), para alimentar las perversiones sexuales del dictador y su corte de aduladores, creando para ello una atmósfera cargada de sensualidad e intensidad erótica y que en ambos lugares se desarrollaban perversas orgías que dieron motivo a sectores de la oposición a comparar al mandatario con el emperador Tiberio, que saciaba sus bajos instintos en su palacio de la isla de Capri con ninfas, hermosas doncellas y apuestos jóvenes traídos de todos los rincones del imperio. Si bien es cierto que la mayoría de los rumores eran infundados, hubo ocasiones en que las muchachas llegaron a permanecer hasta tres días en el lugar, como ocurrió en la Navidad de 1953, acompañando a ministros y allegados al régimen, todos adultos y que se distribuyeron regalos e incluso tratamientos de belleza. Joseph A. Page reproduce las declaraciones de una de aquellas chicas, casada años después con un militar, quien desmiente categóricamente las versiones que circularon entonces: Fueron los días más felices de mi vida. La edad de oro que se desvaneció. Perón era siempre muy correcto en el trato con las chicas. Saludaba a las delegadas a su arribo a las siete de la mañana. El resto de las muchachas llegaban más tarde. El les decía: “Esta es su casa”, y les preguntaba que querían comer a la hora del almuerzo. Personalmente instruía el al cocinero sobre el particular. Nos daba lecciones sobre práctica de deportes como esgrima y natación. Nos enseñó a manejar motonetas. “No miren al suelo”, nos decía, “Miren hacia delante”. Nos acompañaba en nuestros paseos por la quinta. Tomaba el almuerzo junto con nosotras y nos hablaba como un padre. “Sonrían siempre y sigan adelante”, nos decía. A veces actuaba como un chico, corriendo en círculos, pero siempre era muy atento con las muchachas. Todas nos teníamos que ir a las 7:30 de la tarde y salir acompañadas por un familiar. Nos enseñó la doctrina de mente sana en cuerpo sano. La idea que él tenía era que los jóvenes se mantuvieran activos y aprendiendo a través de los deportes la importancia de trabajar juntos5. El relato parece demasiado tendencioso, tanto como aquellos que intentan denigrar a Perón, pero ofrece una idea de lo que fue la agrupación. El historiador rumano C. Virgil Ghiorgiu, que en agosto de 1955 viajó espacialmente a Buenos Aires para escribir una biografía de Perón, fue testigo de aquel espectáculo, con centenares de bellas y sonrientes jovencitas luciendo shorts y remeras de gimnasia, corriendo y riendo por los parques, tomando sol, practicando esgrima y atletismo, jugando al tenis y paseando en motocicleta. Según sus palabras y las de su esposa, a quienes el presidente invitó a alojarse en la Quinta, el espectáculo era realmente fascinante, más cuando Perón acudía casi a diario a visitarlas. Cuando el líder hacía su arribo, las muchachas, que sabían hacerle el juego, corrían hasta su automóvil gritando, saltando y aplaudiendo sonrientes y exultantes. Él las saludaba a todas, luciendo siempre su cautivante sonrisa y hasta permitía que le hicieran chanzas, una de las cuales decía “¡Pocho no toma la 6 leche!, Pocho no toma la leche!”, que Perón festejaba con sonoras carcajadas . Como dice Page en su libro, Perón parecía divertirse con todo aquello y la pasaba bien, tanto, que incluso se colocaba una gorrita, se subía a una motocicleta Puma y salía de recorrida por las calles, seguido por decenas de chicas a bordo de las “Pochonetas” (como llamaba la oposición a los ciclomotores), llegando

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incluso hasta la zona céntrica “…como el flautista mágico [de Hamelin] perseguido por las niñas, riendo, 7 gritando, demorando el tránsito” . Y más adelante agrega: Detrás de los postigos cerrados había miradas de furia; a esta altura era altamente desaconsejable manifestar abiertamente cualquier tipo de desaprobación de la conducta presidencial. Algunos pensaban que su comportamiento semejaba la impudicia de un potentado exhibiendo su omnipotencia; pero ese espectáculo que ahora contemplaba la Argentina tenía raíces mucho más profundas Lo que hacía Juan Domingo Perón era demostrar el mayor desprecio por las convenciones sociales, actitud ya manifestada en actuaciones que parecían hechas ex profeso para escandalizar a sus compatriotas. Su largo affaire con Eva Duarte, que luego terminó en matrimonio, fue quizás el más notorio de sus atropellos8. Lo de la UES trajo al recuerdo una lejana relación que Perón tuvo con una adolescente de 18 años apodada “Piraña”, oriunda de Mendoza, cuyo padre se la había confiado “para que la educara”. Según parece, la adolescente vivió con él hasta que el futuro líder de la revolución justicialista conoció a Evita y esta la despachó de regreso a su provincia una vez instalada en el departamento que Perón tenía en la elegante calle Posadas. Cuando Perón escogió a una menor de la UES para convivir de manera permanente, el escándalo alcanzó proporciones y sirvió a la Iglesia para contrarrestar sus ataques. Nelly Haydée Rivas tenía 14 años cuando el primer mandatario se la llevó a vivir con él. Era hermosa, morena y atractiva, hija de un humilde portero y un ama de casa, practicaba deportes y era delegada de la escuela de básquet de la UES.

Junto a la adolescente Nelly Haydèe Rivas Perón comenzó a aparecer en público con ella, sin importarle lo que la gente decía y como había ocurrido en su momento con Evita; se dejaba fotografiar con la muchacha a su lado, la llevaba con él a diferentes funciones, siendo una de las más recordadas una pelea de box en el Luna Park, donde la hizo sentar dos hileras detrás de la suya, en compañía de un funcionario.

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Una noche en la que ambos se quedaron hasta el amanecer platicando en el Palacio Unzué, Perón le propuso que se fuera a vivir con él y tiempo después le compró un chalet a sus padres, en la localidad de Vicente López Page refiere que por aquellos días corrieron rumores de que el líder justicialista estaba cortejando a otras mujeres, una de ellas Edda Mussolini de Ciano, la mismísima hija del Duce, pero siempre se mostró en compañía de Nelly Rivas hasta el día de su caída. A poco de haber inaugurado la primera edición del prestigioso Festival Internacional de Cine en Mar del Plata, Perón comenzó la puja con la Iglesia. La tensión fue aumentando a lo largo del año y alcanzó su pico el 10 de noviembre, durante un plenario en la Quinta Presidencial de Olivos, para el que Perón convocó a ministros, gobernadores, delegados sindicales, legisladores y los máximos representantes de la CGE, la CGU, la UES y la dirigencia del Partido Peronista. Ese día, el mandatario acusó abiertamente a la Iglesia Católica de conspirar para derrocarlo y a partir de ahí, el conflicto degeneró en guerra. Perón mencionó especialmente a los obispos de Santa Fe y Córdoba e hizo alusión a una veintena de sacerdotes a quienes llamó “perturbadores”. Ese mismo año, la UES organizó el Día del Estudiante, medida duramente criticada por la Acción Católica.

Perón junto a las jovencitas de la UES Perón decidió adoptar una serie de medidas tendientes a demostrarle al clero que era él quien mandaba en la Argentina y en un solo mes envió al Congreso una serie de medidas destinadas a minar el poder y la autoridad de la jerarquía eclesiástica. El 3 de diciembre fue suprimida la Dirección de Enseñanza Religiosa del Ministerio de Educación para reemplazarla por la denominada “Doctrina Nacional”. Cinco días después, coincidiendo con los festejos de la Inmaculada Concepción, la oposición convocó a una concentración para contrarrestar los efectos de aquella decisión. Una gran afluencia de gente concurrió a Plaza de Mayo ese día para vivar a Cristo Rey y aclamar a los obispos cuestionados. El 10 de ese mes, el gobierno respondió clausurando el diario católico “El Pueblo” 9 y la Editorial Difusión, fundada y dirigida por Luis Luchía Puig. La persecución se desplazó luego al ámbito legislativo, donde fueron aprobadas las leyes de Divorcio y Profilaxis, se suprimió la enseñanza religiosa obligatoria en las escuelas y el 22 de diciembre fue sanciona la ley 14.394 sobre el régimen penal para menores, bienes de familia y presunción de fallecimiento, a la que se agregó, sin despacho de comisión ni anuncio previo, una cláusula que permitía a los divorciados contraer matrimonio nuevamente.

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El Episcopado solicitó a Perón por escrito, que vetase esas leyes pero todo fue en vano. El 30 de aquel mes, el Poder Ejecutivo autorizó la apertura de prostíbulos; en mayo de 1955 aprobó la ley 14.401 que suprimía definitivamente la enseñanza religiosa en las escuelas y la 14.405 que derogaba las exenciones impositivas que beneficiaban a los institutos religiosos y finalmente, el 23 del mismo mes, el Congreso aprobó la ley 14.404 que establecía la necesidad de reformar la Constitución para instaurar la separación entre la Iglesia y el Estado y autorizaba al Poder Ejecutivo a convocar una convención constituyente antes de 180 días. De manera simultanea, el presidente suprimió los feriados religiosos, prohibió las procesiones y manifestaciones por las calles, los programas de radio católicos, ordenó el cierre de otros periódicos de esa extracción y favoreció la difusión de cultos no católicos. Como era de esperar, los diarios oficialistas se sumaron a tan violenta campaña, publicando encendidos artículos que comenzaron a exasperar los ánimos no solo de la oposición sino de la grey católica en general. La maniobra adquirió una considerable virulencia y permitió a personajes de la ultraizquierda, como los historiadores comunistas Rodolfo Puiggrós y Jorge Abelardo Ramos, publicar notas en la prensa, el primero en “Crítica” donde apareció un artículo de su firma titulado “El Obispero Revuelto” y el segundo en “Democracia”, algo impensable hasta ese momento. El 1º de mayo de 1955 el secretario general de la CGT, Eduardo Vuletich, exclamó: “El clero predica la resignación de rodillas; nosotros lo preferimos a usted, general, que preconiza la dignidad de cara al sol y nos enseña a pelear por la conquista de nuestros derechos...”. Fue así como llegó el 9 de junio, la tradicional procesión de Corpus Christi, que el episcopado trasladó al siguiente sábado 11, para aprovechar el feriado y convocar mayor cantidad de fieles. Enterado de la medida, Perón habló por la cadena de radio nacional para alertar a las organizaciones partidarias y tener preparados los medios necesarios para establecer un riguroso sistema de la vigilancia a través de los jefes de manzanas, en sintonía con la Policía a efectos de entorpecer la procesión. “Yo impartiré cualquier orden en cada caso, por los medios correspondientes. Por cada hombre que puedan poner nuestros enemigos, nosotros pondremos diez”. Para entonces, la oposición, y en especial la feligresía católica, habían puesto en marcha un programa clandestino de distribución de impresos y panfletos en los que se denunciaban los abusos del régimen, se informaba a la población las últimas novedades y se la invitaba a asistir a la procesión. La concurrencia fue masiva y eso convirtió a la conmemoración religiosa en una gigantesca manifestación que además de decenas de miles de católicos, atrajo a todas las fuerzas opositoras, a excepción del comunismo, que habiendo denunciado al justicialismo como movimiento fascista marchando junto a Braden, en 1946, lo apoyaba ahora, en forma rastrera. La concurrencia fue tan numerosa ese día, que durante la misa, buena parte de los fieles cubrieron Plaza de Mayo porque no cabían en el interior de la Catedral. Finalizados los oficios, dio comienzo una marcha pacífica a través de las calles de Buenos Aires, en las que se gritaron consignas a favor de la Iglesia y en contra del gobierno. Los laderos de Perón, en especial su ministro del Interior, Ángel Borlenghi y el obscuro secretario de Prensa y Difusión, Raúl Alejandro Apold, pensaban sacar provecho de la situación. El primero infiltró entre los manifestantes, elementos de la Alianza Libertadora Nacionalista y la CGT, quienes durante la procesión cometieron una serie de desmanes, que intentaban empañar la imagen de los católicos. Las estatuas de Sarmiento, Alberdi, Rivadavia, Roca y Roque Sáenz Peña fueron cubiertas de alquitrán y se atacaron los frentes de varios edificios, entre ellos las redacciones de los diarios “Democracia” y “La Prensa”, este último en manos de la CGT desde su confiscación, así como también, las embajadas de Yugoslavia, Israel y Perú, destrozando en esta última uno de sus automóviles. Lo peor sucedió al llegar al Congreso, donde los elementos infiltrados arrancaron placas alusivas a Evita y arriaron la bandera argentina para incendiarla y colocar en su lugar la insignia papal. Apold aprovechó esos hechos ordenando a la prensa oficialista denunciar los atentados y desmanes “que habían perpetrado los manifestantes católicos” y en ese sentido, la prensa obsecuente no se hizo esperar.

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“Traición”, publicó “Democracia” en su edición del día 12; “Quemaron la bandera de la Patria e izaron en el Congreso la del Estado del Vaticano. Grupos clericales conducidos por curas de sotana, agraviaron a Evita, vociferaron contra la CGT y la UES, balearon Democracia y La Prensa, perpetrando a su paso una serie de graves desmanes” se leía en los titulares de La Prensa, que además afirmaba que los elementos clericales estaban dirigidos por militantes de la Acción Católica, a quienes acusaba de haber efectuado los disparos contra las vidrieras del diario, de colocar las bombas que detonaron en las embajadas de Yugoslavia e Israel y de arremeter contra varios monumentos. Por su parte, “El Liberal” dijo en su primera plana: “Quemaron nuestra bandera. Elementos clericales oligarcas promovieron disturbios en la ciudad. Se han puesto contra el pueblo”. Pero lo peor fue la quema de la bandera, hecho ultrajante que puso de manifiesto la calaña de los agresores y sus instigadores. Los diarios manipularon la información diciendo que jóvenes católicos habían incendiado la enseña después de apagar con ella una llama votiva en honor de Eva Perón y la indignación se apoderó de la ciudadanía. El hecho ocurrió realmente pero aquellos jóvenes utilizaron un simple trapo para realizar su tropelía. De ello quiso sacar provecho Borlenghi que, sin perder tiempo, ordenó a la Policía Federal que incinerase a medias una bandera argentina para acusar a los manifestantes. El hecho se llevó a cabo en la Comisaría 8ª, sede de la tristemente célebre “Sección Especial”, y poco después, fueron presentadas las “pruebas” de la infamia. Al día siguiente, los diarios publicaron una serie de fotografías que mostraban a Perón junto a los ministros Borlenghi y Méndez San Martín, el gobernador Aloé y otros jerarcas del gobierno, observando con rostros adustos la bandera quemada. Tras esos terribles sucesos, el domingo 12 de junio comenzó a circular la inquietante versión de que turbas peronistas se aprestaban a atacar la Catedral Metropolitana. En vista de ello, militantes de la Acción Católica organizaron su defensa, apostándose en gran número en las escalinatas de acceso, frente a Plaza de Mayo, a efectos de proteger a los feligreses que acudirían a misa. Los partidarios del gobierno comenzaron a llegar antes de las 16.00, hora en que daban comienzo los oficios religiosos, ubicándose amenazadoramente frente al máximo templo porteño, junto a elementos de la CGT y la Alianza Libertadora Nacionalista. De esa manera, los ánimos se fueron caldeando y así estuvieron las cosas hasta que la ceremonia finalizó y los concurrentes se retiraron presurosamente, insultados por la multitud que se había congregado frente al templo. Los elementos de la Acción Católica permanecieron estoicamente en el lugar porque era evidente que el edificio iba a ser atacado. Unas doscientas personas formaron un firme cordón humano, sobre las escalinatas, en tanto algo más de trescientas permanecían en el interior del templo, entre ellas sesenta y cinco mujeres y diecisiete sacerdotes. Primero fueron bravuconadas e insultos que los católicos, liderados por el ingeniero Florencio Arnaudo, soportaron con estoicismo y luego comenzaron las agresiones físicas con el lanzamiento de todo tipo de objetos (palos, piedras, botellas, trozos de hierro), preludio de un ataque masivo que obligó a los defensores a retroceder hacia el interior del sagrado recinto, mientras afuera se escuchaban los primeros disparos de armas de fuego. Los defensores se atrincheraron en el interior de la histórica Catedral, sepulcro del General San Martín y otros personajes de la historia patria y resistieron el ataque valerosamente mientras las mujeres iban y venían socorriendo a los heridos, algunos de consideración y los sacerdotes impartían instrucciones e intentaban poner a resguardo los objetos de valor. La lucha se prolongó por espacio de cuatro horas, lapso en el que los vándalos intentaron incendiar parte de la Curia Eclesiástica y hasta utilizaron un automóvil a modo de ariete para ingresar, al que luego le prendieron fuego. El ataque finalizó cerca de las 22.00 horas, con la llegada de las fuerzas del orden, que procedieron a arrestar a todos los defensores a excepción de quince de ellos, que lograron escapar con la ayuda de los sacerdotes.

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El 14 de junio fueron arrestados y expulsados del país el obispo auxiliar de Buenos Aires, monseñor Manuel Tato y el canónigo de la Catedral Metropolitana, monseñor Ramón Novoa, acusados de conspirar y haber alentado la violencia el día 11. Dos días después, la Iglesia Católica excomulgó a Perón a través de la Sagrada Congregación Consistorial del Vaticano, noticia que la Secretaría de Prensa y Difusión se encargó de ocultar. Se practicaron otras detenciones en todo el ámbito del país, incluyendo sacerdotes y religiosos y se adoptaron severas medidas en materia de seguridad. Pero la violencia, lejos de aplacarse, fue creciendo hasta el derramamiento de sangre. Dos días después de la expulsión de los prelados, la Armada Argentina se alzó contra Perón y la Aviación Naval bombardeó Buenos Aires con la intención de acabar con su vida. Era la primera fase de esa breve pero violenta guerra civil que acabaría con el régimen que gobernaba el país desde hacía doce años. Entre las 9.30 y las 10.00 de la mañana de aquel día gris y lluvioso, cinco bombarderos Beechcraft provistos de bombas de 110 kilogramos y quince monomotores North American AT-6 de bombardeo en picada, armados todos con bombas de 50 kilogramos y 6 ametralladoras calibre 7,62, decolaron de la Base Aeronaval de Punta Indio y enfilaron hacia la Capital Federal mientras en el Ministerio de Marina, distante a escasos 300 metros de la Casa de Gobierno, se alistaban tropas de Infantería de Marina para efectuar un ataque por tierra y en las adyacencias del palacio presidencial se apostaban piquetes de comandos civiles revolucionarios, listos para abrir fuego. Ese día Perón ingresó a su despacho a las 08.00 en punto, tal como era su costumbre, saludando a los oficiales de su alto mando, con quienes tenía programada una reunión. Debían tratar cuestiones inherentes al conflicto con la Iglesia que estaba minando su imagen y la quema de la Bandera Nacional para lo cual, se había organizado un acto de desagravio para ese mediodía, que incluía un desfile aéreo. Fue en ese momento que organismos estatales detectaron algo anormal y pusieron en vigencia el plan CONINTES (Conmoción Interna del Estado), en previsión de posibles atentados contra el presidente de la Nación. Perón fue informado por el general Franklin Lucero, ministro de Ejército y amigo personal, de lo que estaba ocurriendo y cuarenta y cinco minutos después recibió al embajador de los Estados Unidos, Alberto Nuffert, con quien conversó hasta las 10.00, cuando se retiró presurosamente hacia el Edificio Libertador, escoltado por un pelotón del Regimiento de Granaderos a Caballo. En el Ministerio de Ejército aguardaban altos jefes militares y funcionarios de su gobierno, con quienes se dirigió presurosamente al tercer piso sin ordenar el desalojo de la Casa Rosada y sin advertir a la población sobre la inminencia del ataque. La gente siguió circulando por Plaza de Mayo y las calles adyacentes a la sede del gobierno y la vida siguió como si nada estuviese ocurriendo. Las condiciones climáticas y el bajo plafond demoraron el bombardeo hasta el medio día, obligando a los aviones a orbitar sobre el centro de la ciudad y el Río de la Plata durante dos horas. A las 12.40 el clima experimentó una leve mejoría y eso decidió al capitán Noriega a lanzar el ataque. Los aviones se abalanzaron sobre los objetivos para arrojar las 14 toneladas de explosivos, alcanzando la Casa de Gobierno, Plaza de Mayo y numerosos edificios del centro de la ciudad. Aviones Gloster Meteor de la Fuerza Aérea despegaron de la Base Aérea de Morón, sede de la VII Brigada Aérea, para enfrentar a los aviones rebeldes y mientras la gente huía despavorida en todas direcciones, la Infantería de Marina procedente de su Ministerio, al mando el capitán Juan Carlos Argerich, llegó a bordo de camiones a la plazoleta ubicada frente a la Casa de Gobierno, sobre Av. Paseo Colón y después de saltar a tierra abrió fuego sobre el edificio.

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Bombardeo aéreo del 16 de junio de 1955 sobre Buenos Aires Desde el interior, efectivos del Regimiento de Granaderos a Caballo, unidad que tenía a su cargo la custodia del Presidente de la Nación, respondieron el ataque, generando un violento intercambio de disparos que se prolongó por más de dos horas. Supieron contener el ataque y obligaron a los infantes a aferrarse a sus posiciones, sin permitirles avanzar. Cuatro Gloster Meteor se enfrentaron a dos North American sobre el Río de la Plata abriendo fuego con sus cañones de 20 mm. El teniente Ernesto Adradas de la FAA dio de lleno en el AT-6 del guardiamarina Arnaldo Román y lo derribó.

Dantescas escenas del bombardeo del 16 de junio de 1955 El avión se precipitó sobre las obscuras aguas del estuario en tanto su compañero, el teniente de corbeta Máximo Rivero Kelly logró darse a la fuga en dirección al Aeropuerto Internacional de Ezeiza, que había sido copado por las fuerzas rebeldes. Mientras Román descendía con su paracaídas, los aviones de la Fuerza Aérea se alejaron en busca de nuevos objetivos, al tiempo que la VII Brigada Aérea de Morón lanzaba un ataque sobre Ezeiza, a cargo del vicecomodoro Carlos Síster. Síster efectuó varias pasadas ametrallando y averiando a algunos aviones enemigos y a una aeronave de pasajeros de la línea sueca SAS que estaba a punto de decolar cuando la estación aérea fue tomada. Para entonces, el líder justicialista, extremadamente alterado, había descendido a un bunker ubicado en el tercer subsuelo del Edificio Libertador, desde donde seguiría las acciones de combate en compañía de sus allegados, después de delegar el mando de la represión en el general Fralklin Lucero, ministro de Ejército.

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El general Lucero fue diligente a la hora de tomar decisiones y en vista de la violencia imperante, dispuso las medidas necesarias para el resguardo de la persona del presidente, emplazando ametralladoras pesadas en el mencionado edificio, sede del Ministerio de Ejército y en distintos puntos del sector céntrico, en torno a Plaza de Mayo. Al mismo tiempo ordenó reforzar las defensas con elementos del Regimiento Motorizado Buenos Aires que acudió a la zona de combate con tanques y camiones y dispuso la movilización de otras unidades militares para neutralizar las posiciones en poder de los rebeldes, entre ellas, el Aeropuerto Internacional de Ezeiza, la Base Aérea de El Palomar y la Escuela de Mecánica de la Armada. La Aviación Naval siguió atacando durante toda la tarde, bombardeando y ametrallando distintos puntos de la ciudad, entre ellos la Casa de Gobierno, el Ministerio de Ejército, el edificio de la Confederación General del Trabajo, el Ministerio de Obras Públicas, sobre la Av. 9 de Julio, el Departamento Central de Policía en Av. Belgrano al 1500, las inmediaciones de la residencia presidencial, en el barrio de Recoleta y a las tropas leales del Regimiento de Infantería Mecanizada III que se desplazaban por Av. Crovara, provenientes de La Tablada. Para entonces, obreros armados, incentivados por elementos de la CGT y la Alianza Libertadora Nacionalistas, ganaron las calles y se lanzaron a la lucha codo a codo con las tropas leales, pereciendo en gran número. Varios de ellos fueron blanco de francotiradores pertenecientes a los comandos civiles revolucionarios apostados en los techos del Banco de la Nación Argentina y otros edificios de los alrededores, quienes disparaban indiscriminadamente sobre la turba que avanzaba. Los rebeldes contaban con que el Ejército y la Fuerza Aérea se plegasen al alzamiento pero, a excepción de cinco Gloster Meteor que descargaron sus bombas y metralla sobre la Casa de Gobierno, permanecieron leales a Perón. Las acciones continuaron hasta las 17.00 cuando los últimos aviones arrojaron sus bombas e iniciaron su fuga hacia el Uruguay. Para ese momento, la Infantería de Marina había retrocedido hacia su Ministerio y allí se hallaba atrincherada, intentando rechazar el ataque de los efectivos del régimen y las columnas de obreros enardecidos que venían con ellos. En vista del cariz que estaban tomando los acontecimientos, varios tanques del Regimiento Motorizado Buenos Aires se apostaron frente al gran edificio naval y abrieron fuego con sus cañones. El alzamiento había fracasado y por indicaciones del general Lucero, fueron enviados parlamentarios hacia el Ministerio de Marina para intimar a los jefes de la asonada, contralmirante Samuel Toranzo Calderón y vicealmirante Benjamín Gargiulo, a deponer las armas. Más de 400 persona fallecieron ese día. Tras arduas deliberaciones, se acordó el cese del fuego y la entrega del Ministerio a las autoridades militares. Fue entonces que Perón abandonó su bunker y se dirigió nuevamente al tercer piso del gran edificio, para seguir de cerca las negociaciones e impartir las instrucciones correspondientes. Esa misma noche, mientras efectivos del Ejército procedían a arrestar y trasladar detenidos a los conjurados, el vicealmirante Benjamín Gargiulo, jefe de la asonada, se encerró en su despacho y se suicidó, disparándose un tiro en el pecho. Mientras camiones y ambulancias recogían los cuerpos mutilados de las víctimas del bombardeo y las decenas de heridos que generaron los enfrentamientos, Perón pronunció un discurso que fue transmitido a todo el país por Cadena Nacional. Dijo el líder justicialista: Les hablo desde nuestro puesto de Comando, que, como es lógico, no puede estar en la sede del Gobierno, de manera que todas las acciones que se han realizado sobre esa Casa han sido tirando sobre un lugar inerme, perjudicando solamente a algunos ciudadanos que han muerto por efecto de las bombas. La situación está totalmente dominada. El Ministerio de Marina, donde estaba el comando revolucionario, se ha entregado, está ocupado y los culpables detenidos. Deseo que mis primeras palabras sean para encomiar la acción maravillosa que ha desarrollado el Ejército, cuyos componentes han demostrado ser verdaderos soldados, ya que ni un solo Cabo ni soldado ha faltado a su deber. No hablemos ya de los Oficiales y de los Jefes, que se han comportado como valientes y leales. Desgraciadamente, no puedo decir lo mismo de la Marina de Guerra, que es la culpable de la cantidad de muertos y heridos que hoy debemos lamentar los argentinos.

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Pero lo más indignante es que haya tirado a mansalva contra el Pueblo como si su rabia no se descargase sobre nosotros, los soldados, que tenemos obligación de pelear, sino sobre los humildes ciudadanos que poblaban las calles de nuestra ciudad. Es indudable que pasarán los tiempos, pero la historia no perdonará jamás semejante sacrilegio. Ahora, terminada la lucha, los últimos aviones, como de costumbre, pasaron huyendo. Estos últimos disparos de artillería antiaérea que han escuchado han sido sobre esos aviones fugitivos. Quedan todavía algunos pequeños focos que ocupar, desarmar y someter a la justicia. Como Presidente de la República, pido al Pueblo que me escuche en lo que voy a decirle. Nosotros, como Pueblo civilizado, no podemos tomar medidas que sean aconsejadas por la pasión, sino por la reflexión. Todo ha terminado. Afortunadamente, bien. Solamente que no podremos dejar de lamentar, como no podremos reparar, la cantidad de muertos y heridos que la infamia de estos hombres ha desatado sobre nuestra tierra de argentinos. Por eso, para no ser nosotros criminales como ellos, les pido que estén tranquilos: que cada uno vaya a su casa. La lucha debe ser entre soldados. Yo no quiero que muera un solo hombre más del Pueblo. Yo les pido a los compañeros trabajadores que refrenen su propia ira: que se muerdan, como me muerdo yo en estos momentos, que no cometan ningún desmán. No nos perdonaríamos nosotros que a la infamia de nuestros enemigos le agregáramos nuestra propia infamia. Por eso yo les pido a todos los compañeros que estén tranquilos, que festejen ya el triunfo, el triunfo del Pueblo, que es el único triunfo que puede enorgullecernos. El Ejército en esta jornada se ha portado como se ha portado siempre. No ha defeccionado un solo hombre. Y el Ministro de Ejército ha tomado personalmente y dirigido personalmente la defensa. Este Ministro es un grande hombre. No lo digo ahora: lo conozco desde que tenía 15 años. Todos los Generales de la República, los Jefes, Oficiales, Suboficiales y Soldados han sabido cumplir brillantemente con su deber. Cumplo con esto una pasión más de mi vida: que nuestro Ejército sea amado por el Pueblo y nuestro Pueblo amado por el Ejército. Nadie podrá decir nunca jamás que un soldado del Ejército ha tirado sobre sus hermanos, como nadie podrá decir jamás que hay un Jefe o un Oficial en el Ejército que sea tan canalla como para tirar un solo tiro sobre sus hermanos. Por eso yo quiero que en esta ocasión, en que sellamos la unión indestructible entre el Pueblo y el Ejército, cada uno de ustedes, hermanos argentinos, levante en su corazón un altar a este Ejército, que no solamente ha sabido cumplir con su deber, sino que lo ha hecho heroicamente. Esos soldados que hoy combatieron por el Pueblo Argentino son los verdaderos soldados. Los que tiraron contra el Pueblo no son ni han sido jamás soldados argentinos: porque los soldados argentinos no son traidores ni cobardes, y los que tiraron contra el Pueblo son traidores y son cobardes. La ley caerá inflexiblemente sobre ellos. Yo no he de dar un paso para atemperar su culpa, ni para atemperar la pena que les ha de corresponder. Yo he de hacer justicia, pero justicia enérgica. El Pueblo no es el encargado de hacer la justicia. Debe de confiar en mi palabra de soldado y de gobernante. Prefiero, señores, que sepamos cumplir como Pueblo civilizado y dejar que la ley castigue. Nosotros no somos los encargados de castigar. Es indudable que estas palabras de serenidad han de llegar al entendimiento de los compañeros y del Pueblo entero. No lamentemos más víctimas. Nuestros enemigos, cobardes y traidores, desgraciadamente merecen nuestro desprecio, pero también merecen nuestro perdón. Por eso pido serenidad, una vez más, ahora que han pasado todos los acontecimientos, con que hemos dado una lección a la canalla que se levantó y a la que la impulsó a que se levantara, les decimos también otra vez que tantas veces se levanten, cada día recibirán una lección más dura y más fuerte, como merecen ser castigados los traidores y los cobardes.

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Yo hablo al Pueblo, y le hablo con el corazón henchido de mi entusiasmo de soldado, porque he visto hoy a mi Ejército, al cual tengo la honra de pertenecer, en todo lo que es y en todo lo que vale. Y he visto también al Pueblo, que también es otro de mis grandes amores. Lo he visto comportarse virilmente y lo veo ahora comportarse también serenamente. Los culpables serán castigados y habrá memoria en la República del castigo que habrán de recibir. De manera que les pido a todos que se tranquilicen. Tienen razón de estar indignados y de estar levantados, pero aún con razón hay que reflexionar antes de obrar. Pido a todos que, como yo, sancionen en su conciencia a los malvados. Los malvados han de tener el castigo cuando recuerden las víctimas que han ocasionado. Ese va a ser su castigo, si se salvan del castigo que yo les he de hacer aplicar, cumpliendo estrictamente la ley. Algunos pocos que puedan escucharnos todavía, que aún no hayan depuesto las armas, es preciso que lo hagan en el menor tiempo posible. Si no lo hicieran, nosotros no cargaremos con la responsabilidad de destruirlos. Pero que sepan que si iniciamos su destrucción no hemos de parar hasta terminar. Buenas noches a todos. Tranquilos y confiados. Tenemos un Ejército que garantiza el orden y el orden se ha de ir restableciendo paulatinamente. Este será un triste recuerdo; un triste recuerdo que pondrá un estigma para toda la vida en las instituciones que no supieron cumplir con su deber y en los hombres que traicionaron la fe y la Patria. Nada más. Buenas noches10. Pero las palabras del presidente no trajeron la calma. Poco después de su discurso, grupos de enardecidos militantes peronistas se lanzaron a las calles para destruir los principales templos de la ciudad, conducidos e incentivados por miembro de la ALN y la CGT, infiltrados entre ellos. La Curia Metropolitana, las iglesias de Nuestra Señora de La Merced, San Francisco, San Roque, San Ignacio, San Juan Bautista, Santo Domingo, Nuestra Señora de la Piedad, San Miguel Arcángel, Nuestra Señora del Socorro, San Nicolás de Bari y Nuestra Señora de las Victorias, todas ellas custodias de invalorables tesoros artísticos y religiosos, la mayoría sitio de descanso de héroes, religiosos y grandes personalidades del pasado argentino, fueron incendiadas, saqueadas y profanadas, sufriendo grandes destrozos. También ardieron, ese día, el Instituto Belgraniano, la Cofradía de Nuestra Señora del Rosario, la Comisión de la Reconquista y Defensa y la Pía Unión del Beato Martín de Porres, que tenían sus dependencias en el Convento de Santo Domingo. En el partido de Vicente López fueron atacados Nuestra Señora de la Asunción y Jesús en el Huerto de los Olivos, en Bahía Blanca su catedral y las cercanas iglesias del Sagrado Corazón y Nuestra Señora de Lourdes y en Mar del Plata fueron blanco de la ira numerosas algunos templos más. En Nuestra Señora de las Victorias, unos pocos feligreses intentaron preservar los ornatos y vasos sagrados pero no lo lograron. Al ver eso, el octogenario padre Jacobo Wagner intentó contener a la multitud pero lejos de apaciguarla, recibió una terrible golpiza que, al cabo de unos días, le costaría la vida. Buenos Aires perdió ese día tesoros de incalculable valor, especialmente objetos de culto, obras de arte sacro y los repositorios más antiguos del pasado rioplatense. Pío XII lamentó aquellas pérdidas como lo había hecho en 1953 cuando la destrucción de la biblioteca y pinacoteca del Jockey Club y Winston Churchill exclamó en el Parlamento británico: “Perón es el único soldado que quemó su bandera y el único católico que quemó sus iglesias”.

Perón removió a los altos mandos de la Armada y dispuso el cierre de la Base Aeronaval de Punta Indio y la disolución del Batallón 4 de Infantería de Marina, la Fuerza Aeronaval Nº 2 y la VII Brigada Aérea de Caza con asiento en Morón. Sin embargo, a efectos de descomprimir el clima de tensión imperante, solicitó y aceptó la renuncia del ministro Borlenghi que le exigían los mandos rebeldes.

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Los meses que siguieron fueron de extrema tensión. En julio tuvieron lugar varias manifestaciones contra el primer mandatario en una de las cuales militantes del ALN asesinaron al estudiante Alfredo Prat, de la Unión Cívica Radical; el día 15 se produjeron importantes renuncias en el seno del gobierno, las más resonantes la del vicepresidente Alberto Teissaire y la de varios ministros y secretarios; el 21 fue detenido el dirigente conservador Pablo González Bergez y en Córdoba hubo nuevas marchas de protesta duramente reprimidas por la policía. En medio de ese clima, el gobierno concedió a los partidos de la oposición espacios de radio para expresarse, algo vedado desde hacía muchos años. El primero en hablar fue el Dr. Arturo Frondizi, que lo hizo el 27 de julio, en tanto seguía sin aparecer el Dr. Juan Ingalinella, dirigente comunista arrestado por la policía de Rosario diez días antes. Para entonces, todo el arsenal naval había sido disperso y comenzaban a ser devueltos los aviones rebeldes que se habían refugiado en el Uruguay. El 18 de agosto de 1955, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas que juzgaba a los militares alzados el 16 de junio, emitió su fallo condenando al contralmirante Samuel Toranzo Calderón a la pena capital con degradación, de acuerdo a lo establecido por el artículo Nº 63, inciso 1º del Código de Justicia Militar, noticia que conmocionó el ambiente. Los demás implicados, fueron condenados a prisión por tiempo indeterminado y enviados al penal de Santa Rosa, en la provincia de La Pampa11. El 12 de agosto la ALN atacó en la esquina de Florida y Av. Corrientes, a una columna de manifestantes católicos que se dirigía a la basílica de Santo Domingo, resultando detenidos muchos de sus integrantes. Dos días después, la policía allanó varios domicilios y arrestó a un grupo de estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, lo mismo a varios jóvenes armados que se desplazaban un jeep por el barrio de Recoleta y a la profesora de Religión Sara Mackintosh, a la que habían cesanteado en el mes de mayo, en cuyo domicilio fueron hallaron panfletos opositores12. El día 17 se llevó a cabo un multitudinario acto opositor en Plaza San Martín, para honrar la memoria del Libertador. Durante el mismo, se lanzaron consignas y se profirieron insultos que desencadenaron en incidentes cuando la ALN atacó e hirió de una cuchillada a un concurrente. En aquellos días, los servicios secretos del Estado tenían información de que se estaba gestando un nuevo alzamiento y que detrás del mismo se encontraban altos oficiales de las FF.AA. junto a eminentes personalidades del ámbito civil, de ahí el incremento de arrestos y allanamientos que tuvieron lugar en diferentes puntos del país, incluyendo sacerdotes, intelectuales y catedráticos. El 30 de agosto Perón ensayó la parodia de su renuncia, noticia que la Secretaría de Prensa y Difusión hizo llegar a los medios de información pasada la medianoche. Al día siguiente, la CGT anunció el rechazo de la dimisión y a través de la cadena nacional, llamó a una huelga general y concentración en Plaza de Mayo. Que se trataba de una farsa lo dejó en claro el hecho de que la mentada renuncia no fue enviada al Congreso, como correspondía, sino al Partido Peronista y a la CGT y su texto no hablaba en ningún momento de “dimisión” sino de “pacificación” y “retiro”. Como de costumbre, aquel día frío y gris, la multitud que se congregó frente a los balcones de la Casa de Gobierno cubriendo la totalidad de la plaza y las calles adyacentes esperó estoicamente hasta las 17.00, cuando comenzó el acto. Según algunas fuentes, ese día Perón estaba de muy mal talante y apenas pronunció algunas palabras a sus colaboradores. El que primero habló fue Hugo Di Pietro, secretario general de la CGT, que solo dijo cosas vagas. Le siguió Delia D. de Parodi, presidenta del Partido Peronista Femenino a quien la multitud ignoró porque después de los 45 minutos que duró el discurso anterior, la gente solo quería escuchar a Perón razón por la cual, cuando el líder apareció en el balcón, la ovación y los vivas a su persona llevaron cerca de 15 minutos. Pasado ese tiempo Perón comenzó a hablar, y fue entonces que pronunció las tremendas palabras que por su virulencia y carga de violencia, desconcertaron a partidarios y opositores.

Compañeras y compañeros:

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He querido llegar hasta este balcón, ya para nosotros tan memorable, para dirigirles la palabra en un momento de la vida pública y de mi vida, tan trascendental y tan importante, porque quiero de viva voz llegar al corazón de cada uno de los argentinos que me escuchan. Nosotros representamos un movimiento nacional cuyos objetivos son bien claros y cuyas acciones son bien determinadas, y nadie, honestamente, podrá afirmar con fundamento que tenemos intenciones o designios inconfesables. Hace poco tiempo esta plaza de Mayo ha sido testigo de una infamia más de los enemigos del pueblo. Doscientos inocentes han pagado con su vida la situación de esa infamia. Todavía nuestra inmensa paciencia y nuestra extraordinaria tolerancia, hicieron que no solamente silenciáramos tan tremenda afrenta al pueblo y a la nacionalidad, sino que nos mordiéramos y tomáramos una actitud pacífica y tranquila frente a esa infamia. Esos doscientos cadáveres destrozados fueron un holocausto más que el pueblo ofreció a la patria. Pero esperábamos ser comprendidos, aun por los traidores, ofreciendo nuestro perdón a esa traición. Pero se ha visto que hay gente que ni aún reconoce los gestos y la grandeza de los demás. Después de producidos esos hechos hemos ofrecido a los propios victimarios nuestra mano y nuestra paz. Hemos ofrecido una posibilidad de que esos hombres se reconcilien con su propia conciencia. ¿Cuál ha sido su respuesta? Hemos vivido dos meses en una tregua que ellos han roto con actos violentos, aunque esporádicos e inoperantes. Pero ello demuestra su voluntad criminal. Han contestado los dirigentes políticos con discursos tan superficiales como insolentes. Los instigadores, con su hipocresía de siempre, sus rumores y sus panfletos. Y los ejecutores, tiroteando a los pobres vigilantes en las calles. La contestación para nosotros es bien clara: no quieren la pacificación que le hemos ofrecido. De esto surge una conclusión bien clara: quedan solamente dos caminos: para el gobierno, una represión ajustada a los procedimientos subversivos, y para el pueblo, una acción y una lucha que condigan con la violencia a que quieren llevarlo. Por eso, yo contesto a esta presencia popular con las mismas palabras del 45: a la violencia le hemos de contestar con una violencia mayor. Con nuestra tolerancia exagerada nos hemos ganado el derecho de reprimirlos violentamente. Y desde ya, establecemos como una conducta permanente para nuestro movimiento: aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas, o en contra de la ley o de la Constitución, puede ser muerto por cualquier argentino. Esta conducta que ha de seguir todo peronista no solamente va dirigida contra los que ejecutan, sino también contra los que conspiren o inciten. Hemos de restablecer la tranquilidad, entre el gobierno, sus instituciones y el pueblo por la acción del gobierno, de las instituciones y del pueblo mismo. La consigna para todo peronista, esté aislado o dentro de una organización, es contestar a una acción violenta con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos. Compañeras y compañeros: hemos dado suficientes pruebas de nuestra prudencia. Daremos ahora suficientes pruebas de nuestra energía. Que cada uno sepa que donde esté un peronista estará una trinchera que defienda los derechos de un pueblo. Y que sepan, también, que hemos de defender los derechos y las conquistas del pueblo argentino, aunque tengamos que terminar con todos ellos. Compañeros: quiero terminar estas palabras recordando a todos ustedes y a todo el pueblo argentino que el dilema es bien claro: o luchamos y vencemos para consolidar las conquistas alcanzadas, o la oligarquía las va a destrozar al final. Ellos buscarán diversos pretextos. Habrá razones de libertad de justicia, de religión, o de cualquier otra cosa, que ellos pondrán como escudo para alcanzar los objetivos que persiguen. Pero una sola cosa es lo que ellos buscan: retroceder la situación a 1943. Para que ello no suceda estaremos todos nosotros para oponer a la infamia, a la insidia y a la traición de sus voluntades nuestros pechos y nuestras voluntades.

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Hemos ofrecido la paz. No la han querido. Ahora, hemos de ofrecerles la lucha, y ellos saben que cuando nosotros nos decidimos a luchar, luchamos hasta el final. Que cada uno de ustedes recuerde que ahora la palabra es la lucha, se la vamos a hacer en todas partes y en todo lugar. Y también que sepan que esta lucha que iniciamos no ha de terminar hasta que no los hayamos aniquilado y aplastado. Y ahora, compañeros, he de decir, por fin, que ya he de retirar la nota que he pasado, pero he de poner al pueblo una condición: que así como antes no me cansé de reclamar prudencia y de aconsejar calma y tranquilidad, ahora les digo que cada uno se prepare de la mejor manera para luchar. Tenemos para esa lucha el arma más poderosa, que es la razón; y tenemos también para consolidar esa arma poderosa, la ley en nuestras manos. Hemos de imponer calma a cualquier precio, y para eso es que necesito la colaboración del pueblo. Lo ha dicho esta misma tarde el compañero De Pietro: nuestra nación necesita paz y tranquilidad para el trabajo, porque la economía de la Nación y el trabajo argentino imponen la necesidad de la paz y de la tranquilidad. Y eso lo hemos de conseguir persuadiendo, y si no, a palos. Compañeros: Nuestra patria, para ser lo que es, ha debido ser sometida muchas veces a un sacrificio. Nosotros, por su grandeza, hemos de imponernos en cualquier acción, y hemos de imponernos cualquier sacrificio para lograrlo. Veremos si con esta demostración nuestros adversarios y nuestros enemigos comprenden. Si no lo hacen, ¡pobres de ellos! Pueblo y gobierno, hemos de tomar las medidas necesarias para reprimir con la mayor energía todo intento de alteración del orden. Pero yo pido al pueblo que sea él también un custodio. Si cree que lo puede hacer, que tome las medidas más violentas contra los alteradores del orden. Este es el último llamamiento y la última advertencia que hacemos a los enemigos del pueblo. Después de hoy, han de venir acciones y no palabras. Compañeros: para terminar quiero recordar a cada uno de ustedes que hoy comienza para todos nosotros una nueva vigilia en armas. Cada uno de nosotros debe considerar que la causa del pueblo está sobre nuestros hombros, y ofrecer todos los días, en todos los actos, la decisión necesaria para salvar esa causa del pueblo. Aquel Perón descontrolado, instigando a las masas a matar y ese pueblo enardecido coreando su nombre con fanatismo fueron las gotas que rebalsaron el vaso. El 14 de septiembre por la noche un nuevo movimiento estaba en marcha. Ese mismo día el general Eduardo Lonardi viajó a Córdoba a bordo de un ómnibus, acompañado por su esposa y uno de sus hijos y a las 0 horas del día siguiente, tomó el mando de las guarniciones rebeldes, desencadenando la guerra civil. Las sublevadas escuelas de Artillería, de Tropas Aerotransportadas y Aviación Militar abrieron fuego sobre la vecina Escuela de Infantería, leal al gobierno, iniciando una sangrienta batalla que se prolongó por espacio de once horas. Simultáneamente, en el centro de la capital provincial, comandos civiles y elementos sublevados hicieron frente al embate de la policía provincial y efectivos de Ejército y la Fuerza Aérea leales al régimen. En las primeras horas del día, se generó un intenso tiroteo en el centro de la capital provincial donde los comandos civiles revolucionarios, al mando del general Dalmiro Videla Balaguer, se atrincheraron en el domicilio particular del Dr. Tristán Castellanos, ex juez de Río Cuarto e intentaron resistir el asalto de las fuerzas peronistas.

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El combate se prolongó varias horas y se extendió hasta la zona céntrica, donde finalizó con la rendición de los efectivos civiles y policiales leales al gobernador peronista Raúl F. Luchini, que se habían hecho fuertes en el histórico Cabildo de la ciudad. La premura por controlar la capital se debía al avance del III Cuerpo de Ejército al mando del general Alberto Morello y el Regimiento 12 de Infantería de Santa Fe junto al Grupo de Artillería Antiaérea Liviano de Guadalupe al comando del general Miguel Ángel Iñíguez. En el Río de la Plata, los destructores “La Rioja” y “Cervantes”, de la Escuadra de Ríos, bloqueaban los accesos al puerto de Buenos Aires cuando fueron atacados por la aviación peronista procedente de la Base Aérea de Morón. Durante la batalla aeronaval que tuvo lugar, aviones Gloster Meteor y Calquin de la Fuerza Aérea bombardearon y ametrallaron a ambos buques, provocándoles numerosas bajas y daños que los obligaron a buscar refugio en Montevideo para descargar a los muertos y heridos13. Los intentos por copar la guarnición de la Escuela de Blindados en Curuzú Cuatiá, provincia de Corrientes, fracasaron después de duros enfrentamientos, en tanto las fuerzas leales integradas por los regimientos 1 de Artillería con asiento en Junín y 2 de Infantería con sede en Mercedes, más el Regimiento Motorizado Buenos Aires, efectivos de la Prefectura Naval y la policía provincial, todos al mando del general Heraclio Ferrazzano, comandante de la II División de Ejército, estrecharon el cerco en torno a la Base Naval de Río Santiago mientras la Fuerza Aérea bombardeaba las posiciones en la Escuela Naval, la base y los astilleros. Las baterías antiaéreas lograron derribar un Calquin y un Avro Lincoln que se alejó echando humo en dirección al frigorífico Armour14. Mientras se desarrollaban los combates terrestres, escuadrillas de aviones Gloster Meteor y Calquin atacaron varias lanchas de desembarco de la Compañía 2 de Infantería de Marina procedentes de la isla Martín García, que intentaban aproximarse a Río Santiago para reforzar a las cercadas fuerzas rebeldes. Las tropas del general Ferrazzano lograron tomar la base pero no pudieron evitar el embarque y la fuga de sus efectivos Tanto Perón como los generales Franklin Lucero y José Domingo Molina, éste último comandante en jefe del Ejército, estaban convencidos de que la rebelión sería rápidamente sofocada, optimismo que mantuvieron al día siguiente, al percibir que el general Lonardi y su segundo, el coronel Arturo Ossorio Arana, se mantenían aferrados a sus posiciones sin lograr avances significativos. Se combatió intensamente durante los días 16, 17 y 18, con las fuerzas leales al gobierno acorralando a sus opositores. En las zonas de Sierra de la Ventana, Cnel. Pringles y Tornquist, los enfrentamientos fueron particularmente violentos entre la Aviación Naval, que operaba desde las bases Comandante Espora y Puerto Belgrano y las tropas del Ejército que se desplazaban por diferentes carreteras para reprimirlas. Para entonces, los aviones de la marina de guerra habían bombardeado y controlado el Regimiento 5 de Infantería de Bahía Blanca después de una firme resistencia y castigaba duramente a las fuerzas de tierra, aunque sin lograr detener su avance. La postura dubitativa del general Julio A. Lagos, comandante del Ejército de Cuyo, hizo que las tropas rebeldes no lograran desequilibrar la relación de fuerzas. Se volaron varios puentes en las rutas de acceso a Bahía Blanca y fue bombardeado un convoy en la estación de Río Colorado que intentaba aproximarse a la zona de combate. Hasta el día 18 todo parecía indicar que las fuerzas leales al régimen iban a aplastar el alzamiento pero cuando la Flota de Mar se sublevó y el general Lagos se puso en marcha desde Cuyo, las cosas cambiaron. Esos acontecimientos y la deserción de numerosos pilotos de la Fuerza Aérea hacia el bando enemigo, repercutieron considerablemente en el ánimo de Perón. El bombardeo a Mar del Plata (tanques de combustible en el puerto, Base de Submarinos y Regimiento de Artillería Antiaérea de Camet) fueron la prueba de que los mandos rebeldes estaban decididos a todo, por esa razón, cuando el almirante Rojas anunció que iban a ser bombardeadas también La Plata y Buenos Aires, el primer mandatario pareció desplomarse. Aquel mismo día, 19 de septiembre, con sus fuerzas rodeando Córdoba y sitiando Bahía Blanca, Perón anunció que renunciaba.

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Ya sabemos que estos bárbaros no tendrán escrúpulos para hacerlo. Es menester evitar la masacre y la destrucción. Yo no deseo ser factor para que un salvajismo semejante se desate sobre la ciudad inocente, y sobre las obras que tanto nos ha costado levantar. Para sentir esto es necesario saber construir. Los parásitos difícilmente aman la obra de los demás15. Los altos funcionarios y oficiales que lo rodeaban, entre ellos el general Lucero y el gobernador Aloé, quedaron estupefactos. El primero intentó convencer al mandatario de seguir adelante pero para entonces, Perón ya no era el hombre que había guiado la revolución justicialista sino un individuo abatido y agotado. Al anunciar su alejamiento se constituyó una junta militar integrada por los generales José Domingo Molina, Raúl D. Tanco, Juan José Valle, Ángel J. Manni, Emilio Forcher y Oscar A. Uriondo, que se hizo cargo del gobierno después de anunciar la dimisión de Perón. Durante aquella jornada, el general Lucero leyó por cadena nacional la carta de renuncia del primer mandatario pero [] esa misma noche, Perón convocó a la junta militar y le comunicó que en ningún momento había dimitido. Eso fue tomado como uno de sus típicos manejos políticos y las acciones se reanudaron. Finalmente Perón renunció y se refugió en la embajada paraguaya, después de preparar una valija y poner a resguardo $2.000.000 en efectivo y $70.000 en dólares que le había obsequiado el magnate uruguayo Alberto Dodero.

Perón parte hacia el exilio Desde la legación guaraní, ubicada sobre la calle Viamonte, entre Riobamba y Av. Callao, Perón pasó a la residencia particular del embajador Raúl A. Chávez, sita en Virrey Loreto 2474 y de ahí a la cañonera “Paraguay”, amarrada en la Dársena D del puerto de Buenos Aires, donde había ingresado para ser reparada. Mientras eso ocurría, el mayor Ignacio Cialcetta, sobrino del presidente derrocado, ordenó el alistamiento avión DC4-T-42 presidencial a efectos de despistar al enemigo, engañándolo con una fuga por ese lado. El depuesto mandatario llegó al puerto a las 16.00 y de manera inmediata, rodeado por numerosas personas, abordó la nave paraguaya. Poco después, el buque recibió indicaciones del nuevo gobierno de que debía abandonar la dársena y ubicarse en aguas abiertas y así lo hizo. Perón permaneció en la cañonera hasta el día 25, cuando después de muchos cabildeos y deliberaciones, abordó un bote de la Armada y se dirigió hasta el hidroavión Catalina de la fuerza aérea paraguaya que había llegado expresamente para llevarlo al exilio.

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El aparato despegó a las 12.35 y fue escoltado hasta la frontera por aviones Gloster Meteor, cerrando así el capítulo más intenso de la historia argentina. Perón vivió en Paraguay hasta el 2 de noviembre cuando, obligado a no comprometer a su huésped, que recibía constantes presiones del nuevo gobierno argentino, viajó a Venezuela y tres días después a Panamá, donde permaneció varias semanas, primero en su capital y después en la localidad de Colón. Regresó a Venezuela, bajo el amparo del presidente Marcos Pérez Jiménez y derrocado éste, el 23 de enero de 1958, se asiló en la embajada dominicana, en Caracas hasta que la situación lo permitió abordar un avión y volar a Santo Domingo, donde vivió cómodamente bajo la protección del general Trujillo. En 1960 se radicó en España, donde Franco lo acogió con beneplácito. Adquirió una bella mansión en el barrio más elegante de Madrid, “Puerta de Hierro” y allí fijó su residencia por los siguientes catorce años, cerrando el ciclo más agitado y controvertido de la historia argentina.

Notas 1 Milton Eisenhower, The Wine is Bitter, p. 255 citado por Joseph A. Page en Perón, Segunda Parte (19531974), Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 1984, p. 26. 2 Joseph A. Page, Op.cit, Tomo II, p. 39. 3 Ídem. 4 Caído el régimen, circuló un folleto titulado Mis amores con Perón, en el que una supuesta integrante de la UES describía con lujo de detalles su iniciación sexual con el presidente y la suerte de convivencia que llevó junto a él en la quinta de Olivos. Tiempo después se supo que el testimonio era falso y que la joven que hacía el relato en primera persona, no existía. 5 Page, Op. Cit, p. 40. 6 Ídem, p. 40. 7 Ídem, pp. 40-41 8 Ídem. 9 Fundado por el padre Federico Grote el 1 de abril de 1900. 10 “La Nación”, Buenos Aires, 17 de junio de 1955. 11 Alberto N. Manfredi (h), 1955 Guerra Civil. La Revolución Libertadora y la caída de Perón, 12 Ídem. 13 El “Cervantes” debió internarse en el puerto debido a las averías en tanto el “Lar Rioja” regresó al combate. 14 Alberto N. Manfredi (h), op. Cit 15 Isidoro Ruiz Moreno, op. cit                                      

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EPÍLOGO En muchos lugares del mundo se festejó con alegría la caída de Perón, especialmente en Washington, donde el gobierno norteamericano y en especial el Departamento de Estado, respiraron aliviados al ver desaparecer la amenaza de la Tercera Posición, aquello que alguna vez habían denunciado como el IV Reich sudamericano que tanto había inquietado a occidente y que amenazaba con convertirse en un factor desestabilizador en el hemisferio. En Londres, un exultante Winston Churchill exclamó con su característica grandilocuencia en la Cámara de los Comunes: La caída del tirano Perón en Argentina es la mejor reparación al orgullo del Imperio y tiene para mí tanta importancia como la victoria de la Segunda Guerra Mundial. Las fuerzas del Imperio Británico no le darán tregua, cuartel, ni descanso en vida, ni tampoco después de muerto1. Diez años antes, el obeso estadista había declarado en Yalta: No dejen que Argentina se convierta en potencia, pues arrastrará tras ella a toda América Latina. Hubo un momento en que parecía que Perón se preparaba para una guerra a gran escala y por esa razón, los medios de prensa de todos los rincones de la Tierra, ya en Francia, Alemania e Italia, ya en Rusia, España y los Países Bajos, cubrieron su caída, dejando entrever que la nueva amenaza fascista había desaparecido, consumida en su propio fuego. ¿Por qué se estaba armando la Argentina justicialista? ¿Por qué estaba desarrollando ambiciosos proyectos militares? ¿Pensaba su líder lanzar una guerra a gran escala en caso de que el “Plan A” de su programa expansionista fallase? ¿Se hallaban detrás suyo ideólogos del nazismo y el fascismo para dar forma a un IV Reich?

Churchill celebró la caída de Perón en el Parlamento inglés Nunca lo sabremos; lo que sí es cierto, es que Estados Unidos y sus aliados movieron los hilos de la política internacional para precipitar su caída. Y encontraron el terreno propicio en lo endeble de su situación y la crisis económica que supieron generar, favorecidos por la caída de la producción agrícola que tuvo lugar a partir de 1952. Pero el líder que había cautivado a las mazas, que había dado refugio a los criminales de guerra más despiadados y que había pergeñado un proyecto que puso en vilo a las naciones del hemisferio, fue un

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hueso duro de roer y lejos de mermar y caer en el olvido, su figura fue cobrando cada vez mayor dimensión hasta el punto que, aun desde el exilio, su palabra siguió rigiendo la política nacional durante dieciocho años. El triunfo del Dr. Arturo Frondizi en 1958 se debió a él, lo mismo el del gobernador Framini y el masivo voto en blanco que ordenó el año anterior. Durante la guerra antisubversiva que tiñó de sangre a la Argentina entre 1970 y 1979, los más violentos grupos armados invocaron su nombre y el de su segunda esposa para encarar la lucha; en las elecciones presidenciales de 1973 su candidato, el obsecuente Dr. Cámpora, se impuso por amplia mayoría y dos meses después, ya de regreso en el país, arrasó en el plebiscito del 23 de septiembre de 1973, que lo llevó por tercera vez a la presidencia de la Nación. Se cumplió de esa manera aquella suerte de profecía que él mismo vaticinó a poco de su derrocamiento, cuando un periodista le preguntó que iba a hacer para volver a la Argentina y recuperar el poder: “Nada en absoluto -fue su respuesta- todo lo harán mis enemigos”. Perón no logró apaciguar el país ni hacer efectiva la revolución que la Juventud Peronista y los grupos subversivos le reclamaban. ¿Qué hubiera ocurrido si su proyecto, aquel de la Tercera Posición, se hubiera hecho realidad? Tal vez las palabras del economista y filósofo estadounidense Lyndon La Rouche, nos brinden una idea aproximada: ...la Argentina había demostrado ante el mundo su asombrosa capacidad con alto grado de desarrollo industrial y avanzada tecnología, exhibida tan solo con la construcción de un avión a reacción - el “Pulqui”convirtiéndose así en líder del Tercer Mundo. Esto hacia que Argentina, con diez años más de gobierno peronista se convertiría en el líder industrial de Iberoamérica, por ese motivo era necesario su derrocamiento. Si Argentina mantuvo aun así, su alto nivel de industrialización, eso fue debido a las políticas desarrolladas en todos los órdenes por el gobierno del Gral. Perón…2

Perón en Madrid Que el recuerdo de Perón y la amenaza que representó aún perduran lo demuestra el hecho de que numerosos líderes y estadistas se han referido a él a lo largo de los años. La secretaria de Estado de la administración de George W. Bush (h), Condoleezza Ryce, lo mencionó en varias ocasiones, una de ellas, cuando en el año 2005 dijo en el Senado que era imperioso “...terminar con el mal ejemplo del nazi Peronismo en América latina, donde abreva Chávez” y también “Para que el sur del continente pueda ser asimilado, debe alejarse de Perón. Si, de aquel desprestigiado demagogo seminazi argentino llamado Juan Domingo Perón”. La figura del líder justicialista cobró tal magnitud que el historiador británico Harry Ferns dijo de él: “Como no sea mediante una guerra civil devastadora, resulta difícil imaginar cómo puede deshacerse la revolución generada por Perón”3.

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Cuando en 1948 Fidel Castro fue detenido durante el Bogotazo, la CIA lo acusó de “Joven estudiante Peronista de origen cubano”. En aquella oportunidad, el futuro amo de Cuba pronunció palabras que dejaron entrever la profunda admiración que sentía por el dirigente argentino:+ Perón, en Argentina (...), hay que ver en el momento en que surge, en 1943 lo nombran ministro del Trabajo y hace tales leyes que cuando lo llevan a las prisiones el pueblo lo rescata (...). Perón era Agregado de Embajada, estuvo allá en Roma en los años treinta en la era mussoliniana, y algunas de las formas y métodos de movilizaciones de masas que vio le impresionaron. Hubo influencia, incluso en algunos procesos; pero en estos casos que he mencionado esa influencia, Gaitán y Perón, la utilizaron en un sentido positivo, porque hay que ver que Perón hizo reformas sociales. Perón comete, digamos, un error: ofende a la oligarquía argentina, la humilla, le quita el teatro simbólico y algunas instituciones simbólicas; trabajó con las reservas y los recursos que tenía el país y mejoró las condiciones de vida de los trabajadores, y los obreros son muy agradecidos y Perón se convirtió en un ídolo de los trabajadores”4. En años posteriores, la Argentina siguió acaparando la atención internacional, tal como ocurriría con la Cuba de Castro y la Colombia del narcotráfico. La feroz guerra desatada por la subversión, el regreso de Perón, el golpe de Estado de 1976, el Proceso de Reorganización Nacional, su belicismo y ambiciones expansionistas, la represión, el terrorismo de Estado y la guerra del Atlántico Sur tuvieron al mundo atento a lo que aquí ocurría. Sin embargo, nunca las grandes naciones estuvieron tan pendientes de nuestra política interna como en los tiempos en que el régimen justicialista intentó poner en marcha un vasto y ambicioso plan geopolítico, tecnológico y militar que tenía por finalidad hacer frente a los grandes poderes que señoreaban sobre la Tierra.

Notas Discurso de Winston Churchill en la Cámara Comunes, septiembre de 1955. 2 Lyndon H. LaRouche, Argentina, polo industrial de Iberoamérica. Edición 1989. 3 Harry S. Ferns, La Argentina, Editorial Sudamericana, Bs. As., 1971, pág. 247. 4 Ramonet Ignacio, Biografía a Dos Voces, Ed., Debate. 2006. 1

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ANEXO. Estados Unidos provee armamento a las naciones de América del Sur para contrarrestar el poderío argentino. El caso Uruguay En vista de la amenaza que representaba la Argentina para el hemisferio, Estados Unidos comenzó a proveer de armamento a las naciones de América Latina, política que había iniciado en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, con México y Brasil, por ser aliados en la contienda. La más beneficiada, fue la nación carioca por su posición y porque, habiendo sido dócil a la política de Washington desde siempre, constituía el elemento ideal por su tradicional rivalidad con Buenos Aires en la carrera por obtener la supremacía en la región. Uruguay, por su parte, venía sintiendo la presión de su prepotente vecina desde los tiempos del canciller Estanislao Zeballos que pregonaba una política agresiva con respecto al Río de la Plata, al proclamar que la Argentina era “…poseedora de la soberanía exclusiva sobre el Río de la Plata, y por tanto solo le correspondía a nuestro país [Uruguay] una “costa seca”, y aunque dicha posición extrema no era sostenible hacia 1940, si creía [Argentina] poseer un mejor derecho sobre el estuario, siendo especial y extremadamente celosa sobre cualquier circunstancia que pudiera entorpecer la libre circulación en el canal de navegación, que casualmente, por un capricho de la naturaleza, pasa muy cerca de la costa uruguaya”1. De esa manera, Zeballos logró que la histórica isla Martín García, ubicada a solo 3,5 kilómetros de la costa uruguaya y rodeada por sus aguas jurisdiccionales, quedase sujeta a la soberanía argentina, mandando dragar el canal que la separa de la costa de Carmelo mientras la escuadra argentina efectuaba maniobras de guerra en sus cercanías. Junto con México y Brasil también recibieron fueron equipadas las fuerzas armadas de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Uruguay, no así Bolivia y Paraguay por encontrarse ya dentro de la órbita argentina. El 6 de febrero de 1950 un avión C-47 de la Fuerza Aérea Uruguaya partió de la Base Aérea Militar Nº 1 con destino a California, con la misión de recibir adiestramiento y llevar a su país once B-25 J Mitchell que la administración norteamericana acababa de ceder a Montevideo2. Los pilotos permanecerían tres meses en el país del norte aprendiendo las técnicas de pilotaje, la performance y la mecánica de los aparatos antes de emprender el regreso desde la estación aérea de la Loockheed (Los Ángeles), el 23 de mayo del mismo año. Tripulados por aviadores uruguayos, las aeronaves despegaron en dirección a San A5tonio (Texas) punto en el que efectuaron una primera escala y desde ahí siguieron a Tampa (Florida), donde aterrizaron tres horas después. El primer punto que tocaron fuera de los Estados Unidos fue la base aérea militar de La Habana, de donde siguieron hacia Puerto Rico y desde allí a Georgetown (Guayana británica) después de volar sobre las Antillas en óptimas condiciones. La siguiente escala fue Belén (Brasil) y a ellas le siguieron Recife y Río de Janeiro, hasta su arribo en Montevideo, donde aterrizaron a la vista de militares, funcionarios del gobierno y representantes de la prensa, el 11 de junio3. Las aeronaves, todas ellas bombarderos medianos de cola bi-deriva y ala media con su característico diedro, habían participado en algunas de las más resonantes incursiones que los norteamericanos habían llevado a cabo durante la Segunda Guerra Mundial, incluyendo el legendario raid aéreo de James Doolitle sobre Tokyo, el 18 de abril de 1942. Por esa razón, cargaban un tanque suplementario de combustible fijo entre la bahía de bombas y los asientos de los pilotos que permitía ampliar su radio de acción y les daba mayor autonomía de vuelo. Estaban equipados con motores Wright Cyclone R-2600 e 1700 hp con los que podían alcanzar los 485 km/h a 3865 metros y disponían de un armamento integrado por trece ametralladoras 12,5 (.50) y un portabombas capaz de cargar hasta 2000 kg de explosivos4. Uno de los pilotos que llevaron a cabo la operación fue el teniente segundo Carlos R. Mercader quien, a poco de aterrizar, aseguró estar impresionado por la aceleración que experimentaban las turbinas al darle potencia. Aparatos similares recibieron México, Cuba, República Dominicana, Brasil, Perú, Chile, Colombia, Venezuela y posteriormente Bolivia, en el casos del segundo de esos países, modelos C, D y J que habían operado desde la base de Salvador contra submarinos alemanes5.

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Antes de ser incorporados al Grupo de Aviación Nº 3 de bombardeo de la Fuerza Aérea Uruguaya, los once aparatos fueron matriculados con los números 150 al 160, colocándoseles la sigla G-3 (Grupo 3) por delante6. El Grupo de Aviación Nº 3 sufrió bajas durante sus misiones, la primera en el mes de septiembre de 1952 cuando el aparato matrícula 155 tripulado por el teniente coronel Erling Olsen Boje, el capitán Francisco A. Otero y el sargento asimilado Severino Tarocco, sufrió el desprendimiento de sus alas cuando volaba al norte de Paysandú. El bombardero se estrelló en Parada Daymán, pereciendo sus tres ocupantes. Antes de tocar tierra, el sargento Tarocco alcanzó a saltar del avión pero antes de que se abriera su paracaídas, parte del fuselaje lo golpeó en forma fatal3. Por entonces, las horas de vuelo de los B-25 Mitchell se habían visto disminuidas debido a la falta de repuestos. Pero esa situación fue revertida mediante la firma del Convenio de Asistencia Militar, (M.D.A.P.), con los Estados Unidos dentro del marco del TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca), que Uruguay había suscripto el día 30 de junio de 1952 , ratificado por la Asamblea General el día 6 de junio de 1953, y publicado en el Boletín de Defensa Nacional Nº 3.487.

Notas 1 http://www.pilotoviejo.com/finb25history.htm, José Palermo, “Gambito de caballo. El fin de los B-25 uruguayos”. 2 Dos años después de la caída de Perón, el Gruo de Aviación Nº 3 recibió otros cuatro aparatos, entre ellos un B-25 J, traído en vuelo por tripulaciones americanas el día 7 de noviembre de 1957 y los tres restantes, los de la última partida, el 10 de enero de 1958, constituida por dos modelos J y un H, todos provenientes de Cuba donde habían sido sustituidos por B-26. El 29 de diciembre de aquel año, las nuevas aeronaves fueron matriculados con los números 161 al 164. 3 Un segundo accidente fatal tuvo lugar el 10 de julio de 1959 en Villasboas, departamento de Durazno cuando al regresar de una misión de bombardeo al polígono de tiro del embalse de Rincón del Bonete, el bombardero matrícula 161 piloteado por el teniente primero Enrique Castro y el teniente segundo Dante Carrero, se estrelló mientras atravesaba un banco de niebla a velocidad de crucero, pereciendo toda la tripulación a excepción del sargento mecánico Juan González, ubicado en la parte posterior del fuselaje, de donde salió despedido, sufriendo heridas de consideración.                                              

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