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La Pérdida y las Tareas del Duelo Asesoramiento Psicológico Pedro Legasa Raquel Pastor Núria Pérez [Año] ¿Por qué la

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La Pérdida y las Tareas del Duelo Asesoramiento Psicológico Pedro Legasa Raquel Pastor Núria Pérez

[Año]

¿Por qué la Pérdida y las Tareas del Duelo? Introducción El ser humano y la necesidad de relación Teoría de la vinculación La muerte a lo largo de la historia • El mundo de occidente • El mundo de oriente • Conclusiones • La actualidad en el mundo occidental: la muerte de la muerte

El duelo • ¿Qué es el duelo? • Fases del duelo

El papel del terapeuta • La posición del profesional y las características de la relación existencial • Los procesos comunicativos

Asesoramiento psicológico en el duelo: • Reacciones normales al duelo • Reacciones anormales al duelo

AMAD Asociación de Ayuda Mutua ante el Duelo • ¿Quiénes son? • Objetivos • Dolor o sufrimiento • Proyectos G.A.M. • Entrevistas Susana Elena

Patxi Izagirre Ormazabal Casos clínicos de duelo Bibliografía

¿Por qué la Pérdida y las Tareas del Duelo? La muerte, un tema existencial que nuestra cultura occidental ha excluido como algo cotidiano. Hemos elegido este tema debido a que en algún momento de nuestra vida todos debemos enfrentarnos a ella, ya sea en primera persona o porqué debamos afrontar la pérdida de alguna persona muy o poco cercana a nosotros. Por lo tanto todos podemos sentirnos identificados en mayor o menos medida porqué como dijo Séneca “Aquel que lloras por muerto, no ha hecho más que precederte”. Nunca se teme a la muerte como cuando se ama, la idea de perder para siempre a alguien amamos puede convertirse en una obsesión. Además plantearse el tema, reflexionar sobre ello, enriquece nuestro camino existencial y completa nuestro proceso de maduración, contribuyendo a nuestro crecimiento interior. La eutanasia o el suicidio son dos puntos importantes en referencia a la muerte, que aunque nos gustaría, (debido a la elección personal de escoger ese camino, por motivos muy distintos), no vamos a poder abordar debido a lo amplio del mismo.

Introducción Tras la pérdida de un ser amado, el duelo aparece como una respuesta natural del ser humano. Una experiencia por la que todos hemos pasado o estamos predestinados a pasar, es el precio que pagamos debido al vínculo que creamos con nuestros seres queridos, experimentamos una conexión de afecto e intimidad necesaria para vivir, crecer y desarrollarnos como personas. La mayoría de los que han vivido un duelo importante en sus vidas, pese al intenso sufrimiento, con el tiempo y la ayuda de familiares y amigos son capaces de sobrevivir y adaptarse a la nueva situación sin el ser querido y consiguen rehacerse. Éstos no necesitan ayuda psicológica especializada

para recuperarse, aunque cierto porcentaje no es capaz de reponerse por sí solo al intenso dolor que les puede llevar a situaciones de deficiencia de salud. Cuando estos síntomas de malestar psicológico acaban provocando una incapacitación para la vida y las relaciones, hablamos de duelo complicado o patología de duelo (que explicaremos más adelante).

El ser humano y la necesidad de relación Los seres humanos somos relacionales por naturaleza. Estamos interactuando constantemente con los que nos rodean: construimos vínculos a lo largo de toda nuestra existencia para satisfacer nuestras necesidades de seguridad y protección como niños, para desarrollar nuestra identidad como adolescentes y para dar y recibir amor como seres maduros en nuestra vida adulta. Algunos autores (Bowlby, 1986; Guntrip, 1971; Fairbairn, 1952) hablan de la necesidad de relación como una de las características fundamentales del ser humano y como estas relaciones interpersonales son necesarias e indispensables para su crecimiento y desarrollo. Ese impulso de conectar con el exterior surge desde el momento en que el bebé nace y empieza a relacionarse con la madre, u otras figuras parentales, y son fundamentales para su desarrollo, ya que es a través de las relaciones con lo que es externo, como creamos nuestro mundo interno, generando sentimientos, pensamientos, fantasías, deseos y esperanzas. La vida, y lo que en ella ocurre, no puede tener sentido sin relaciones interpersonales. La experiencia de una necesidad produce una activación interna que mueve a la persona a salir al exterior al encuentro de los que la rodean para obtener satisfacción. Cuando la necesidad está colmada, la estimulación cesa. Ésta es una respuesta natural que se repite una y otra vez a medida que las necesidades van emergiendo y satisfaciéndose. Esta serie cíclica de Gestalts (Perls, 1973; perls y otros, 1951) incluye reacciones fisiológicas, emocionales, conductuales y cognitivas que se van activando y desactivando, abriéndose y cerrándose, de forma espontanea y a menudo

inconsciente. Las relaciones interpersonales nos ayudan a definir los límites de nuestra identidad, quienes somos y hasta donde llega nuestro espacio vital en relación con el de los demás (Erskine y otros, 1999). También contribuyen a ordenar el material interno de forma adaptativa, es decir, de forma que tenga un sentido que facilite la integración de las distintas experiencias de vida, sean las que sean, incluso las negativas o traumáticas. Las personas maduras adultas, a partir de este proceso natural de contacto externo e interno, son capaces de ir aumentando su conocimiento acerca de sí mismas y de la vida, desarrollando habilidades de cambio y adaptación que les permiten afrontar acontecimientos difíciles en el futuro. De la teoría psicoanalítica sobre el desarrollo se deduce la idea de que el duelo no trata únicamente de la recuperación por la ausencia de la relación con el otro, sino que también incluye un trabajo de reestructuración interna que tiene que ver con la pérdida de una parte de uno mismo, al mismo tiempo, se resiente nuestro mundo interno de pensamientos, significados, esperanzas… el duelo puede provocar una desconexión con nuestro núcleo interno, anulándose nuestra capacidad de ordenar el material de forma que tenga sentido. Al perder a nuestro ser querido se desmantelan también valores, creencias y esperanzas: nuestra visión de la vida, de las relaciones, se quiebra; el sentido de quiénes somos se distorsiona. La experiencia de duelo comprende también el proceso de recuperación de esta identidad destruida: la necesidad de reestructurar la fragmentación interna es uno de los objetivos o tareas del duelo.

Teoría de la vinculación La teoría de la vinculación de John Bowlby (1979-1988), es un constructo motivacional que nos ayuda a entender la tendencia que los seres humanos tenemos a crear vínculos con las personas que nos rodean, y por qué ante la ruptura o la amenaza de ruptura de estos vínculos reaccionamos con comportamientos y emociones intensas. Según Bowlby, la razón principal por la que el niño tiende a vincularse con la madre es

su necesidad de seguridad y protección, y en este sentido el impulso de vinculación es una reacción natural de supervivencia. El adulto actúa como una base de seguridad de la que el niño aprende a separarse de forma progresiva, por periodos de tiempo cada vez más largos, para poder explorar y aprender del exterior, retornando a esta figura de referencia cuando la necesita como espacio de protección y seguridad. La búsqueda de proximidad, es una estrategia de regulación afectiva innata en el niño cuya función es la protección de amenazas físicas o psicológicas y el alivio del malestar emocional. Si esta figura de referencia, que se ha convertido en una fuente de seguridad desaparece o el niño siente que puede desaparecer, éste reacciona con señales de protesta emocional intensa. Esta respuesta ante la separación de sus cuidadores pasa por varios estadios o fases emocionales. La primera señal es la protesta, en la que el niño se aflige y rechaza el consuelo de los demás: llorar, gritar, enfadarse o patalear constituyen, pues, respuestas a la separación, cuya función biológica es intentar restablecer el vínculo con el cuidador. Si esto es así, la sintomatología ansiosa desaparece; si no es así, si el niño no consigue atraer la atención del cuidador, entonces aparecen la tristeza, la apatía, el aislamiento y la desesperación. Finalmente, si sigue sin restablecerse el contacto, el niño llega a claudicar desvinculándose, y de forma activa rechaza los posibles contactos posteriores con el cuidador. Según John Bowlby, la respuesta de aflicción ante la muerte de un ser querido es un caso específico de ansiedad de separación, siendo el duelo una forma de ruptura del vínculo irreversible. La respuesta psicológica ante la separación está programada biológicamente en una secuencia ordenada de reacciones fisiológicas. Las cuatro fases del duelo que él señala son: aturdimiento; añoranza, búsqueda y enfado; desorganización y desesperanza; y reorganización. Además señala que las reacciones de duelo están condicionadas por los sistemas de vinculación que se han configurado durante el desarrollo en la infancia, (segura, insegura-ansiosa, insegura-evitativa, inseguro-desorganizado); pero todo esto lo expondremos detalladamente más adelante.

La muerte a lo largo de la historia

A continuación realizaremos una breve explicación del significado de la muerte en distintas culturas de oriente y occidente a lo largo de la historia para poder introducirnos y entender un poco mas como las personas afrontan las tareas del duelo.

El mundo de occidente No podemos reflexionar sobre la muerte en su plena totalidad si no nos planteamos su perspectiva histórica. Aunque temporalmente no seamos capaces de situar en el tiempo la aparición de la autoconciencia de la muerte si podemos asegurar que el ser humano es la única criatura capaz de asumir este concepto. Si pensamos en las capacidades craneales se puede decir que desde el homo erectus, la muerte representaba ya un tema de reflexión, pero si nos queremos basar en la verosimilitud científica, esto, por ahora no es comprobable. El testimonio más antiguo de sepultura se remonta a hace cien mil años cerca de Nazaret. El ser conscientes de que existía un punto de no retorno, el miedo que esto conllevaba y el dolor de la pérdida y la esperanza de que esa desaparición corresponda a algún tipo de transformación, al tránsito hacia una diferente forma de existir son algunas de las razones que explican la aparición de los primeros rituales mágicos (con chamanes), los adornos funerarios y los sacrificios. Posteriormente aparecen juntos a los cuerpos inhumados (ya sea bien para protegerlos de ser carroña de los animales o para proteger a los vivos) algunos detalles rudimentarios para acompañarlos hasta objetos decorativos más elaborados. Cuando surge un profundo cambio en la concepción de la muerte cambia también la actitud con la que se acoge la muerte; ahora se celebra con alegría, danzas y festejos la desaparición de un miembro de la comunidad. La muerte pertenece a la vida y es, de algún modo, su continuación. Aparece la conciencia de que matar es un delito y en

consecuencia el sentimiento de culpa, una concepción más espiritual y transcendente que desencadenara miles de años después en lo que hoy conocemos como religión. En culturas como la egipcia los ritos funerarios fueron de vital importancia, teniendo en cuenta siempre el estatus del difunto, hasta el punto de querer vencer a la muerte con el intento de conservar el cuerpo y acompañándolos del “libro de los muertos” para ayudar al alma a alcanzar su destino eterno. Otras como los Sumerios creían que el difunto había de pasar por grandes penurias hasta llegar a una vida triste y sombría. Los Hititas en cambio creían que la cremación era la manera de conservar la vida eterna en una dimensión diferente. De una manera paralela a las construcciones funerarias nacen las representaciones mitológicas del más allá (infiernos, paraísos, intermedios) que son similares en todas las culturas religiosas. En resumen, va certeza de un mundo más allá de la tierra y la fe en la supervivencia después de la vida, comienzan a convertirse en nociones que se difunden en todos los estratos sociales de todas las civilizaciones antiguas. El mundo greco-helenístico, por primera vez en la historia se plantea una reflexión crítica sobre todos los momentos y expresiones de la existencia, tanto individual como colectiva, de este modo nace la filosofía. Los griegos son los primeros seres humanos que convierten la muerte en una profunda investigación filosófica, analizando sistemáticamente sus causas, su contenido y su significado existencial. Los romanos sin embargo tenían unos miedos específicos a la muerte, no la simple desaparición en la nada, sino la disolución del recuerdo de quien había vivido. Se temía caer en un olvido cuya oscuridad era mucho peor que el apagarse del cuerpo, por eso empezaron a inscribir sus lápidas. La idea de resurrección permaneció muy lejos de su pensamiento y lo mismo se puede decir sobre la existencia de un alma inmortal. En el mundo cristiano el mundo de la muerte sufre un profundo y radical cambio de perspectiva. Va exclusión de los millares de divinidades del mundo santiguó del horizonte religioso, su sustitución con un único y verdadero Dios, la certeza de que el final de la vida terrena se corresponde la unión ultra terrena con la eternidad de ese

nuevo dios, la fe en la resurrección de los muertos y la afirmación de que la vida es inviolable y sagrada, transforman la psicología de las masas también en relación con la muerte. Memento mori (acuérdate de que debes morir) era el lema de la orden de los hermanos trapenses, que tenían la obligación de repetírselo continuamente, precisamente para tener presente siempre la imagen de la muerte. En algunos pueblos de la América precolombina, existe una tranquila aceptación de la muerte que va acompañada de presagiarla según ellos la vida es un sueño del que uno se despierta muriendo. Numerosas investigaciones etiológicas y etnográficas han mostrado además como, entre muchas poblaciones tribales, va muerte de un viejo se considera un evento tan natural, que incluso era solicitado pro quien iba a morirse. El anciano deseaba que la muerte llegase simplemente porqué sabía que la muerte era la compañera natural de la vida. Son muchos los cambios sociales a lo largo de la historia en el mundo de occidente, como hasta ahora hemos visto, y en la Edad Media, la Edad Moderna… que surgen respecto a la idea de muerte y como la sobrellevan los allegados del difunto, pero, al final de siglo XIX, vas ideas vuelven a cambiar de orientación y se abre una nueva fractura entre e yo y la muerte, que condiciona las actitudes de todo el siglo siguiente llegando hasta nuestros días.

El mundo de oriente En este ámbito el mundo oriental ha conseguido dar un enfoque muy característico a estas evidencias sobre los significados de la vida y el modo de transformar el dolor en felicidad y el sentido de soledad en aspiración trascendente que convierten el pensamiento oriental en un original modelo con una espiritualidad muy elevada. Para los persas la concepción de Zoroastro (un enviado por Dios en el 1200. a.C.) sobre la muerte es optimista, puesto que esta doctrina admite una resurrección final de todos los cuerpos, que se concluirá también con la salvación de los que habían acabado en el infierno.

El hinduismo, está fundado sobre las verdades contenidas en vos Veda, sus textos sagrados. Para el hinduismo, un elemento crucial de su visión de la vida es la existencia, en cada ser humano, de un alma inmortal (el atman), que está destinada a renacer muchas veces según la ley del karma. Es una ley moral que impone al alma sucesivas reencarnaciones en nuevos cuerpos para realizar un gradual proceso de purificación y de separación del mundo de la materia. La muerte por tanto es considerada por los hinduistas, nada más que un momento de paso, una fase de transición, por la que el alma, lanzada en el océano del mundo material, se somete a un ciclo de nacimientos y renacimientos, hasta emerger a la liberación definitiva. Una gran diferencia con el mundo occidental es la ausencia de lugares de sepultura, no ocupan espacio alguno, porqué la idea de cuerpo no tiene razón alguna para subsistir. La concepción del budismo, la potente doctrina religiosa nacida en la India en el siglo IV a.C. por obra de Siddharta Gautama, el “iluminado”, interpreta la existencia como fuente de miseria, sufrimiento y dolor. El dolor nace del deseo, del apego a las cosas materiales, del egoísmo y de la ignorancia. Para liberarse, al hombre no le queda más que seguir las directivas de comportamiento práctico y moral del Sendero de las Ocho Acciones: recta acción, recta atención, recta opinión, recto propósito, recta palabra, recto esfuerzo, recto oficio, recta concentración. Solamente al final de este proceso de purificación progresiva se puede interrumpir la secuencia circular de nacimientomuerte y acceder al Nirvana, la dimensión más alta de libertad espiritual, donde ansia y apego, dolor y miseria, desaparecen para siempre. En cuanto al inmenso territorio chino, existen testimonios sobre la creencia en el más allá desde su prehistoria. Antiguamente la sepultura del difunto, señal clara de la confianza en una vida ultra terrena, se realizaba en la tierra, en un pozo rectangular, más bien profundo con algunos objetos o animales que le acompañaban. A pesar de que China no haya tenido nunca, con excepción del taoísmo, una verdadera religión, según las concepciones religiosas sobre el más allá, el hombre está dotado de dos almas. Una es vegetativa y está estrechamente unida al cuerpo, hasta en el momento de la muerte; y la otra más espiritual, se separa del cuerpo y alcanza su lugar definitivo junto al Dominador Supremo, o en el lugar de los difuntos, o en lugares que

se pueden asimilar al infierno de la cultura occidental. Para el taoísmo, que todavía hoy es considerado la verdadera religión china, la muerte no es más que la expresión de un turno cíclico con la vida. El sintoísmo, la religión con un trasfondo politeísta que hoy es la dominante en Japón, representa una singularidad en el gran contexto cultural de oriente. Esta religión exalta, todos los aspectos de la vida, por lo tanto dentro de esta visión optimista la muerte es aceptada porque es inevitable, pero es concebida como un evento escandaloso que introduce miseria en la vida, contaminando su pureza. Por esto se habían utilizado complejas prácticas de purificación a quienes habían sido contaminados por una defunción, incluso la casa debe ser purificada esparciendo sal. Está idea está tan presente en sus vidas, que incluso en los hospitales no existen habitaciones con el número cuatro porqué su pronunciación es muy similar a la palabra muerte.

Conclusiones De estas breves explicaciones podemos observar grandes diferencias entre los mundos de oriente y occidente en cuanto a la manera de entender la vida y la muerte. Para la mayoría de las culturas orientales las muerte casi nunca supone un desafía o provoca miedo o rechazo, como en el mundo occidental; la preocupación se centra más en el destino de las almas. También es diferente la concepción del mundo ultra terreno, las almas que permanecían en el infierno, purgatorio o paraíso occidentales eran fácilmente reconocibles, ya que mantenían los parecidos originales de su vida. Por el contrario en el mas allá oriental el reconocimiento no es posible porqué el difunto no conserva los rasgos de su vida terrena. Hemos creído necesaria esta pequeña explicación para entender las distintas concepciones de duelo debido a los tan diferentes planteamientos sobre la vida y la muerte en culturas nada semejantes. De todos modos han sido reflejadas las mayoritarias, habiendo religiones muchas religiones minoritarias con muy distintas concepciones de cómo se afronta la muerte, según las creencias de vida que llevan.

La actualidad en el mundo occidental: la muerte de la muerte En los últimos años ha habido un cambio importante en lo que a la muerte se refiere. Ya no se muere tal y como se ha sucedido durante siglos y hasta hace bien poco, en el seno de la propia familia, entre las paredes que te han acogido durante la vida. Se va a morir al hospital y de ahí van a los tanatorios, que parecen estar especializados en agilizar el paso, y sobre los que se tiende también a transferir la responsabilidad moral de los últimos preparativos, se ha burocratizado la muerte. Puede parecer que esto se hace por desahogarse de una pesada carga, aunque en realidad sea por liberarse del pensamiento de la muerte. En vez de percibir la muerte, junto al sufrimiento que la precede y la acompaña, como un estímulo para recuperar los grandes valores existenciales, la sociedad prefiere renegar de la muerte porque la considera escandalosa. Hoy el 80% de las personas mueren en hospitales o en ambientes específicos de cuidados especiales o de larga permanencia, rodeados de personas desconocidas y jamás con niños alrededor. Por esto es típico que a los familiares del difunto la noticia de la muerte les llegue por teléfono y que no tengan tiempo de asistirlo en el preciso momento de morir. También se dejan para el personal específico los gestos del ritual de la muerte, acondicionar el cuerpo y se renuncia a los gestos de amor que en otras épocas consagraban la unión de los familiares con la persona querida. Se reprimen las emociones, se refrenan las lágrimas. Cumpliendo así con una nueva normativa social que empuja a una separación que se lleva hasta la negación, sino lloro, ni sufro, significa que la muerte no me toca y que por tanto no existe. Todo esto no significa que se sea indiferente ante la muerte de quien hemos perdido, se sigue sufriendo como siempre, pero ahora el sufrimiento no se puede manifestar demasiado abiertamente por la presión que se tiene debido a la prisa de un mundo que cada vez corre más veloz y por la inhibición que nos produce una sinuosa crisis de valores espirituales. En el siglo que se acaba de cerrar, la relación del hombre con la muerte se ha empobrecido al máximo tocando fondo con una gran aridez espiritual.

El Duelo ¿Qué es el duelo? El duelo es el proceso de adaptación emocional que sigue a cualquier pérdida (pérdida de un empleo, pérdida de un ser querido, pérdida de una relación, etc.). Aunque convencionalmente se ha enfocado la respuesta emocional de la pérdida, el duelo también tiene una dimensión física, cognitiva, filosófica y de la conducta que es vital en el comportamiento humano y que ha sido muy estudiado a lo largo de la historia. En la actualidad se encuentra en discusión el tema de si otras especies también tienen sentimientos de duelo como los seres humanos, y en algunas de ellas se han observado comportamientos peculiares ante la muerte de sus congéneres.

Fases del duelo Ante la pérdida de un ser querido, las reacciones que se presentan son normales y predecibles. La recuperación transcurre por etapas que son muy parecidas al proceso de una herida que evoluciona hasta la cicatriz. Son comunes a todos aquellos que se encuentran en estado de duelo. Pueden presentarse en forma simultánea, solo alguna de ellas por vez, el predominio de una sobre otra y/o la persistencia de algunos síntomas o fenómenos correspondientes a otra fase por un tiempo más prolongado y que pueden interferir o continuar en la siguiente o siguientes fases del duelo. Esto, a su vez, puede verse salpicado o coloreado de oleadas de angustia aguda y/o fenómenos de aniversario (o fechas significativas) que producirán la sensación de un “retroceso” en el curso del duelo.

Aunque es muy criticado desde el punto de vista científico (mejor, muy mal entendido), el modelo en fases ayuda a entender el duelo como un proceso y no como un hecho. Si se contempla entonces como tal, el conocer por anticipado “lo que ha de suceder” (a grosso modo, sin detalles finos) con cierta certeza, permitirá a la persona (de forma semejante a como sucede con la aflicción anticipatoria) estar preparada y “tener a mano” estrategias adecuadas para controlar la situación. Estas fases no son en forma de escalones verticales, en los que se da “un paso a paso”; más bien, son horizontales, y la persona puede estar en la primera fase o con un pie entre la primera

y la segunda, y así. Se avanza sin la necesidad u obligación de tener que resolver por completo todos los elementos de una fase anterior para poder pasar a la siguiente. Estas fases o etapas son:

1. Aflicción aguda

Se inicia en el momento del fallecimiento y tiene prácticamente todos los elementos de un estado de shock emocional. Sin ser rígidos en la duración de este período, pues cada persona lo hará según su propio tiempo y estilo, su duración aproximada es de uno a tres meses (en algunos puede tardarse más según las circunstancias y en otros menos del tiempo señalado). Sus características más sobresalientes son:

Incredulidad Se trata de una de las primeras respuestas a la pérdida: la persona no cree lo que le está pasando, es una pesadilla; su familiar está trabajando, de vacaciones, en el hospital; esto no puede pasarle a él, es un error. Debido a que no es obligado ni preciso aceptar “de una vez” tan dolorosa realidad, la persona se moverá entre períodos de aceptación y de negación, según ella considere oportuno o necesario para su nivel de angustia. Por otra parte, la aceptación no es un fenómeno en singular sino en plural, es decir, la persona puede aceptar que el cuerpo está muerto (con lo difícil que ello sea), pero aceptar que no saldrá de la mano con él, que no le abrazará, besará o saldrá a bailar es un proceso muy lento y complejo que precisará de tiempo para su adaptación.

Anulación psíquica Fenómeno temporal en donde la capacidad de comprensión se ve alterada y la persona, para su interacción con el medio, está sujeta a los estímulos que le aportan sus sentidos (en términos coloquiales “no coordina”); de esta forma, la memoria sensorial (particularmente la visual y auditiva) no sólo está bien conservada sino muy activa, y acompañada de una hipersensibilidad a la comunicación no verbal (la que viene de los gestos, postura, tono de la voz, etc.).

Confusión e inquietud El impacto de la pérdida deja al deudo aturdido y confundido, con sensación de entumecimiento y desorientación: con frecuencia no sabe que hacer, dónde acudir, a quién consultar o dónde estar. Puede moverse de un lado a otro sin sentido, mostrarse inquieto, utilizando el movimiento como estrategia para descargar ansiedad y angustia.

Oleadas de angustia aguda Se trata de pequeñas crisis de gran angustia que se presentan varias veces al día, duran unos minutos y suelen ser disparadas por recuerdos del difunto: agitación, llanto, actividades sin objeto, sensación de ahogo y de vacío en el abdomen, opresión en el pecho, debilidad muscular, sofocos y preocupación con la imagen del fallecido. Pueden llegar a ser tan dramáticas que la persona tenga sensación de muerte y se vea en la necesidad de buscar asistencia médica. Este fenómeno ayuda a entender el porqué una persona en duelo puede mostrarse en ocasiones aparentemente “serena” y al momento “angustiada”, y variar así a lo largo de los primeros días o, más adelante, que una de estas oleadas se presente coincidiendo con una fecha significativa (p.ej., aniversario, cumpleaños, día del padre); al tratarse de una respuesta de los primeros días, su presencia posterior puede sorprender al deudo y a aquellos que le rodean, dándoles la falsa sensación de que se trata de un “retroceso” en su proceso de duelo.

Pensamientos obsesivos Repetición mental constante (con funciones adaptativas), a modo de imagen fotográfica, de los eventos que condujeron a la pérdida (p.ej., sus últimas palabras, la forma en que murió, expresión de la cara, heridas sufridas). Al tratarse de un estímulo considerado negativo (doloroso, angustiante), una estrategia que ha mostrado ser útil a los deudos es la de oponerle a éste otro estímulo pero de tonalidad contraria, es decir, muy positivo (una de aquellas imágenes o fotografías que suscitan mucha ternura o una sonrisa sólo al verlas) y que la persona debe llevar con ella para cuando se presente uno de estos pensamientos obsesivos. Cuando el cuerpo del fallecido no es visto, estos pensamientos son sustituidos por “fantasías obsesivas”, las cuales pueden ser aún más angustiantes que los mismos pensamientos.

Despersonalización-desrealización Sensación que tienen las personas de que el mundo no es real, que parece falso, brumoso, lejano, o como si lo vieran a través de un velo; otras dicen ver el mundo como si vieran una película; se sienten raros, como si les hubieran cambiado; no comprenden lo que pasa, todo parece extraño, irreal; oyen lo que se les dice y no lo entienden, y sienten todo como lejano; pueden ver las cosas incoloras, desteñidas y lejanas. Es frecuente y suele ser transitorio.

Síntomas físicos Aunque no son de obligada presencia, si que pueden presentarse uno o más de ellos al mismo tiempo. Se relacionan con la activación de los ejes neural y neuroendocrino. Entre ellos están: sequedad de boca y mucosas, respiración suspirante, debilidad muscular, llanto, temblor incontrolable, perplejidad, trastornos del sueño y del apetito, manos frías y sudorosas, náuseas, aumento de la frecuencia urinaria, diarrea, bostezos, palpitaciones y mareos.

Otras reacciones Pensamientos negativos sobre el futuro, desesperanza, revisión negativista o pesimista de la vida, fantasías de suicidio, sensación subjetiva de tensión y/o de haber sido sobrepasado por las circunstancias, respuestas explosivas como pérdida de control, dificultades de concentración, incapacidad transitoria para el mantenimiento de las actividades de la vida diaria, imposibilidad para descansar y disforia.

2. Conciencia de pérdida

A medida que los síntomas y reacciones iniciales pierden su intensidad (en particular la angustia), y la persona acepta intelectualmente la nueva situación, comienza esta segunda fase del duelo. Cuando el funeral termina, y los amigos y conocidos reanudan sus vidas normales, el verdadero significado de la pérdida golpea con fuerza al superviviente. Es un período caracterizado por una notable desorganización

emocional, con la constante sensación de estar al borde de una crisis nerviosa y enloquecer. Al disminuir el nivel de angustia inicial, el dolor comienza a sentirse con mayor intensidad; en una palabra, la persona se siente peor. Sus características más importantes son:

Ansiedad de separación Nerviosismo, protesta y malestar por la separación, sensación de desasosiego, de inquietud interior por no ver al ser querido, y que la persona suele expresar con un angustiante ruego a Dios: “déjame verlo aunque sea 5 segundos, un segundo”. Es uno de los síntomas más persistentes y angustiantes del duelo, y se asocia a otras expresiones fenomenológicas de la aflicción.

Estrés prolongado Aunque los deudos dispongan de estrategias de afrontamiento efectivas para enfrentar la aflicción aguda, la situación estresante es intensa y se mantiene, por lo que los efectos de la activación de los ejes fisiológicos iniciales perduran.

Culpa Se trata de un sentimiento común a todo tipo de pérdida, presentándose en dos variedades: (1) Racional o directamente relacionada con la causa de muerte; se trata de un fenómeno poco frecuente en el duelo, y (2) Irracional, aquella que pretende explicar lo sucedido con preguntas del tipo “por qué no hice o dije” y los conocidos “debería” y “hubiera” de la aflicción: “debí haberle insistido más en que fuera al médico”, “en que tomase el autobús”, etc. Una estrategia efectiva para aprender a vivir con este sentimiento, en particular con la culpa la irracional, es el aceptarla como uno más de los fenómenos que se presentan en la aflicción, como un síntoma más del duelo.

Rabia, agresividad e intolerancia Como fenómenos comunes y naturales en el duelo, suelen crear conflictos con aquellos que rodean al deudo, pues son emociones no bien toleradas por los demás. La persona puede estar muy irritable, con un bajo nivel de tolerancia (al ruido, a las

personas, al trabajo diario) y llena de rabia hacia Dios, los médicos, ciertas personas, una institución, el sistema de justicia o los vecinos; se busca un “cabeza de turco” o “chivo expiatorio” sobre el cual descargar la frustración, el dolor y la rabia. Debido a estos sentimientos, los miembros de la familia a veces olvidan que la pérdida de un ser querido no es un problema “entre ellos” sino “de ellos”, llevando a la ruptura en la comunicación y a la pérdida de la estructura de soporte familiar. Rabia (Ira): Es súbita y no permanente, y dirigida a una persona, objeto, idea, etc. Rencor: Rabia mantenida, tiende a alojarse en la persona y está a un paso del odio. Odio: Es universal, irracional, afecta al alma y al cuerpo, y es la personificación de la ausencia de amor.

Comportamiento de búsqueda o de espera Relacionado con la ansiedad de separación y la aceptación incompleta de lo sucedido, esta conducta es muy frecuente durante el primer año: el deudo tiende a buscar a su familiar entre la multitud, en el autobús, en el metro, en la calle; los niños más pequeños buscarán debajo de las camas o en los armarios. En ocasiones, cuando la persona ve a alguien por detrás, que es muy parecido al fallecido, puede presentarse el fenómeno conocido como signo del “stop respiratorio”: se interrumpe la inhalación, el sujeto observa con cuidado, se da cuenta de su error y vuelve a respirar, acompañado de una sensación de tristeza y decepción. Por otra parte, se le puede esperar en los lugares conocidos, a la hora que solía llegar a casa o al trabajo o pasar por un lugar determinado, etc.

Sintiendo la presencia del muerto Aunque no todos viven este fenómeno, la presencia del difunto puede todavía ser sentida, ante lo cual el deudo puede comportarse como si no hubiese ocurrido la pérdida (p.ej., pone la mesa para dos, prepara su cama, habla con él), o tiende a buscar al muerto en lugares familiares o esperar su regreso. El sentir, ver, oír u oler al ser querido muerto suele ser un tema de discusión interminable, pues casi siempre suelen presentarse posturas encontradas que niegan o afirman una posición u otra; lo importante no es tanto si es verdad o es mentira, sino lo que éste fenómeno en particular produzca en aquella que así lo vive; si esto le produce miedo o pánico, estará

indicado buscar ayuda profesional; si, por el contrario, le da tranquilidad al sentirlo y verse acompañado, entonces dejará de ser un problema para ella.

Ensoñación Aunque muchas personas no recuerdan lo soñado la mañana siguiente, es durante esta fase del duelo que los sueños son más prolíficos, cambian de contenido o calidad, o pueden hacerse más frecuentes. Si bien recordar los sueños a la mañana siguiente depende de muchos factores (p.ej., tiempo transcurrido entre la última comida y el acostarse, uso de alcohol o medicamentos hipnóticos, despertares superficiales de la noche, fase del sueño al despertar, etc.), acusar al deudo de su falta de recuerdos por el nivel de llanto desplazado por este, es, además de injusto y reflejo de la ignorancia de la razón por la cual se recuerdan o no los sueños, es cruel y reprime la expresión de sentimientos por parte de éste.

Otras reacciones Aunque ya no son tan persistentes, por momentos pueden presentarse incredulidad, cierto grado de negación, frustración, trastornos del sueño, alivio por una situación conflictiva o difícil terminada, miedo a la muerte, añoranza y llanto recurrente.

3. Conservación-aislamiento

Esta fase es experimentada por muchos como "el peor período de todo el proceso del duelo", pues es durante ésta que la aflicción se asemeja más a una depresión (ya como trastorno psiquiátrico) o a una enfermedad general. De forma muy característica, y relacionado en parte con el desconocimiento general del proceso del duelo, la relación muerte-aflicción al final del año se pierde, y la mayoría de las personas no relacionan una cosa con la otra. Por ello, esa “nueva” sensación de tristeza es vivida por muchos como un cuadro depresivo aislado.

Sin olvidar que cada persona elabora su pena según su propio tiempo y estilo, este momento se presenta, en promedio, al cabo de 8-10 meses. Sus características más importantes son:

Aislamiento La persona prefiere descansar y estar sola por momentos no muy largos, a oscuras y en su habitación. Su cuerpo le pide reposo, está débil y se siente fatigado por tantos meses de estrés. Las personas "molestan" de forma temporal al deudo y busca aislarse.

Impaciencia Después de tanto sufrimiento, puede llegar un momento en el que el deudo dude de su propia capacidad de recuperación y sienta que debe hacer algo útil y provechoso que le permita salir lo más rápidamente posible de su estado de duelo. En la práctica, los deudos hacen referencia a esta situación con comentarios como que se está “cansado de tanto dolor”, "que no lo han hecho bien", "que no pueden con ello", etc.

Repaso obsesivo De forma característica, durante esta época la persona empieza a hacer un repaso global de lo sucedido: los hechos en sí, la comunicación de las malas noticias, personas que le han acompañado este tiempo, efectos de la pérdida sobre el propio mundo, situación actual, etc. Este repaso puede ser sólo parcial, referido a un hecho en particular o a varios, y muy reiterativo a los largo de los meses siguientes. Este ejercicio es generalmente mental y pocas veces es comunicado a los demás; para ello, el deudo se aísla por momentos o parece distraído.

Apoyo social disminuido Durante este período, el deudo ya encuentra poco eco a su dolor, tristeza y sensación de vacío, y la gente le tacha de “depresivo”, de “débil”, de “cansón”, de no estar “haciendo nada para recuperarse”, asumiendo que “ya debería estar bien”. La pérdida del apoyo social es ahora vivida con mayor intensidad.

Necesidad de sueño Tras varios meses de estrés, de manejar tantas cosas al mismo tiempo (las propias de la pérdida y las asociadas a ella), la persona está agotada, física y mentalmente, y su mente le pide también reposo, alivio que obtiene con el sueño; por ello, la persona

sentirá más deseos de dormir, por más horas, o en dosis fraccionadas. A veces, esto es vivido por el deudo (y por otros) como una forma de “evadir la realidad”, cuando en realidad es una necesidad fisiológica muy natural en la aflicción.

Otras reacciones Desesperación (muy relacionada con la impaciencia y la aceptación emocional de la pérdida), desamparo (en consonancia con el apoyo social diminuido), impotencia (confirmación definitiva de la incapacidad para modificar lo sucedido) e irritabilidad (cualquier cosa que implique un gasto de energía –energía que no es utilizada en sí mismo- exaspera al doliente).

Estas tres primeras etapas configuran lo que muchos teóricos del duelo llaman la “fase aguda” de la aflicción (la cual abarca, en general, el primer año). Hasta este momento, lo que el deudo debe hacer, desde la óptica del trabajo de congoja, es expresar lo que siente, trabajar con la emoción más que con la razón, y resolver problemas prácticos instrumentales (domiciliarios, legales, personales). No es el momento de reconstruir, sólo de sentir. Hasta este momento la vida del duedo es "dominada" por el muerto (su vida gira en torno suyo), no obstante, en algún lugar determinado de ese doloroso viaje de la aflicción, el doliente retoma la postura de pensar primero en él desde todos los ángulos o dimensiones de su vivir, piensa ya en términos de reconstrucción, de gobernar su propia vida. Se inicia pues la “fase crónica” de la aflicción, con los siguientes dos períodos del proceso.

4. Cicatricación

Este período de cicatrización significa aceptación intelectual y emocional de la pérdida, y un cambio en la visión del mundo de forma que sea compatible con la nueva realidad y permita a la persona desarrollar nuevas actividades y madurar. Esto no implica que el deudo no vuelva a sentir dolor; por el contrario, podrá vivirlo, pero de forma diferente, sin tanta angustia como al principio, si bien, con períodos de agudización que le recordarán épocas anteriores. Sus características más sobresalientes son:

Reconstruir la forma de ser Es, esencialmente, un proceso de transformación de "volver a ser" otra persona , que está lejos de ser completado por el simple hecho de que el individuo haya dejado de llorar. Para ello, el deudo debe hacer un balance (sopesar) entre los conceptos previos al fallecimiento, y los actuales, modificados en mayor o menor cuantía por la tragedia, y utilizar el resultado – ya como “renovados” principios - a modo de cimientos para la reconstrucción.

Retomar el control de la propia vida La muerte de un ser querido, entre todas las cosas que produce en los seres humanos, genera una dolorosa pérdida de control sobre las cosas y la propia vida. Para muchas personas esta situación es terrible, desesperante, generadora de pánico. Tomar de nuevo las riendas de la propia vida es una tarea difícil, llena de incertidumbre y fracasos, a veces asociados a expectativas poco realistas (metas muy altas) o a la falta de apoyo en la consecución de las mismas. Una manera sencilla en la cual los deudos pueden dar los primeros pasos en este proceso es comenzar con su propio cuerpo (p.ej., alimentarse bien, reducir hábitos nocivos, hacer ejercicio, dormir de seis a ocho horas diarias) y sus actividades de la vida diaria (p.ej., estructurar el día y la semana con actividades diversas, planificar los fines de semana).

Abandono de roles anteriores La pérdida de un ser querido es mucho más que la destrucción de un cuerpo: es la pérdida de ese ser, de lo que él significaba y de lo que aportaba a la relación. En ese dar y recibir, las personas suelen depositar en el otro ciertas funciones o roles, bien porque tiene aptitudes para ello o porque así lo deciden. Cuando la muerte termina de forma abrupta la relación, es inevitable que se produzca cierta resistencia a su abandono; algunas de ellas cederán a la evidencia con más facilidad que otras, si bien, ciertos roles pueden tener una capacidad muy grande para consumirse. Es ahora, como parte del volver a tomar el control de la propia vida, cuando el deudo debe asumir aquellos papeles que antes cumplía el fallecido, proceso difícil y no exento de dolor.

Búsqueda de un significado Encontrarle sentido a lo sucedido no es fácil, a pesar de lo rápido que surgen las respuestas de la boca de aquellos que desde diferentes posiciones filosóficas o religiosas aportan sus razones. Debido a que los seres humanos aprenden de lo que viven, lo único que la experiencia muestra de la muerte es dolor, angustia, desesperación, tristeza y enojo, y algunas otras cosas más. Por mucho que se diga que la muerte es sólo un rito de paso, que no hay porqué tener dolor ni angustiarse, que se va a un lugar mejor, esto no es más que un acto de fe y no un producto de la experiencia. Ver un enfermo terminal morir, no es ver la muerte, es asistir a una persona todavía viva que está muriendo: aprender de su experiencia de muerte sería tanto como preguntarle, una vez muerto, qué tal fue la muerte para él, y eso no es posible hoy día desde el método científico. Por ello, buscarle un significado a lo sucedido es tremendamente complicado. Tal vez, más adelante, a cierta distancia (en términos psicológicos, existenciales o de tiempo) pueda el deudo darle respuesta a ese agobiante y desesperante “por qué” de las fases iniciales.

Cerrando el círculo Como parte del fenómeno de cicatrización (cerrar la herida), el deudo debe emprender la tarea de reconstruir su mundo, en sus tres grandes dimensiones (realidad, sentido de vida y personalidad), logrando con ello completarse como persona con una nueva dimensión del Sí mismo.

Perdonando y olvidando Esta fase es esencialmente un proceso de aceptación, tanto de la muerte como de los cambios generados por ésta, de las propias falencias, errores del pasado, personalidad del fallecido, viejas heridas, sensación de injusticia (real o fantaseada) y de lo que ya no puede ser. El perdón y el olvido son parte primordial de esta aceptación adaptativa.

Otras reacciones Disminución gradual de los efectos del estrés prolongado y un aumento de la energía física y emocional; se restaura el patrón de sueño normal.

5. Renovación

Una vez que el deudo ha realizado los cambios necesarios en su realidad, sentido y estilo de vida, que ha recuperado su forma de verse a sí misma y a su mundo con un sentido positivo, y que ha logrado encontrar sustitutos y reemplazos para la persona u objeto perdido (éstos pueden ser cualquier cosa que interese al individuo o le dé un sentido y propósito, no necesariamente un rol sustituto), se mueven hacia la fase final del duelo. Sus características más importantes son:

Viviendo para sí mismo Cuando los lazos de apego son rotos definitivamente, gracias a esa renovada concepción del Sí mismo y del mundo, la persona comienza a vivir para ella; este descubrimiento le puede dar la sensación de que la vida, la alegría, el día, la naturaleza, los colores y la mayor parte de sus cosas son ahora diferentes. Descubre un enorme coraje no supuesto antes.

Aprendiendo a vivir sin Para poder sobrevivir, los cambios acaecidos en las tres dimensiones de su mundo llevan al deudo a excluir al ser querido fallecido del mismo, por lo que aprender a estar sin él es una parte esencial de este proceso de reconstrucción. Se trata de un fenómeno difícil, no exento de dolor y con periódicas rebeldías.

Reacciones de aniversario Reacciones y síntomas semejantes a los experimentados durante las fases iniciales del duelo (en particular las oleadas de angustia aguda) y que se presentan tanto en la fecha de muerte como en los cumpleaños, fiestas locales, Semana Santa, Navidad, etc.

El papel del terapeuta La posición del profesional: Cada profesional adaptara sus propias características personales a la intervención en este tipo de procesos. Existen

unas condiciones necesarias que debe tener el

terapeuta, como son la empatía, la congruencia (plantear una relación basada en la autenticidad) y la aceptación positiva incondicional. Al enfrentarnos a situaciones de perdida, el profesional debería contar con las siguientes características: a) Deseo de estudiar la vida: el estudio de los procesos de duelo y muerte está lejos de ser una aproximación a la parte más sombría de la existencia humana. Contrariamente a lo que se piensa, observar, conocer e intervenir en la ayuda a personas que han padecido una pérdida significativa es aproximarse a la perdida en su realidad dual. b) Espíritu crítico: al igual que en otros procesos universales conductuales, se ha creado alrededor del dolor una empresa. Esta forma empresarial lleva al

surgimiento de profesionales, disciplinas, teorías… Por eso mismo, al iniciar nuestra aproximación a este campo debemos valorar lo que se nos presenta. c) Enfoque científico (observacional): la actuación eficaz en este tipo de procesos conlleva adoptar una actitud de análisis riguroso de la información que nos dan. d) Curiosidad ante lo desconocido: este es un ámbito al que uno se aproxima con curiosidad, pues surgirán muchos interrogantes al realizar la intervención. e) Conocimiento específico: para tener una intervención eficaz, es necesario tener una información previa específica que nos permita actuar de una forma adecuada. f) Respeto: este respeto debe llevar al profesional a intentar adaptar su yo, sus conocimientos y sus cualidades. g) Acercamiento sincero: un dialogo honesto sincero proporcionara a la persona que se sienta lo mas acogida posible. h) Tolerancia respeto a no saber que decir ni que hacer: es un punto problemático para muchos profesionales, es decir, una persona cuando ha sufrido una perdida quizás solo pide un poco de apoyo por nuestra parte. No necesita frases celebres ni respuestas. La escucha activa y la comunicación no verbal adquieren mayor relevancia que las palabras. i) Disponibilidad j) Escuchar lo que nos piden k) Madurez emocional: se debe partir de una estabilidad emocional que propicie, a su vez, un conocimiento personal exacto. Este autoconocimiento deberá centrarse en aspectos como nuestras creencias, vivencias o nuestras pérdidas… Además, esta madurez permitirá recoger el fruto de una intervención que cambia la perspectiva personal de un profesional.

En el caso de dolientes y personas que se encuentran en las fases finales de sus vidas, el modelo humanístico es el más eficaz para tratar. En este caso el profesional puede experimentar las siguientes consecuencias: a) Exceso de carga existencial y sobre implicación: esto conlleva a mucho trabajo y puede derivar en situaciones de sentirse totalmente absorto

b) Pérdida del control en la relación y creación de una relación de dependencia: puede dar lugar a confusión mutua de roles, por eso mismo es necesario enmarcar cuales son los papeles de cada integrante de la intervención. c) Sobrevaloración de las propias capacidades: esto le puede llegar a parecer al profesional que sus cuidados son los únicos, suficientes e imprescindibles, y esto puede llevar a equívocos por parte del doliente. d) Olvido de otros problemas: en ocasiones, centrarse en la pérdida puede dar lugar a que no exploremos otras aéreas, por eso hay que evaluar otras aéreas como la de la salud, entorno social…

CONCEPTO

MODELO TECNICO

MODELO HUMANISTICO

Visión del doliente

Objeto de observar y

Persona y entorno

manipular Tipo de relación

Interpersonal y con

Afectiva y de implicación

distancia Acercamiento a la perdida

Científico-técnico

Se considera la perdida y la subjetividad que la rodea

Seguimiento del doliente

Puntual

Continuado

Insatisfacción del doliente

Alta y de forma global

En aspectos concretos

Sentimientos de

Si

No

No

Si

Si

No

Evaluación del papel del

El doliente como ser

El doliente y el profesional

profesional

pasivo. El diagnostico y la

como seres activos dentro

intervención depende del

del proceso

minusvalorizacion Sentimiento de control del encuentro Preocupación por los errores terapéuticos

profesional

Opinión sobre las

Instrumental, para obtener

expectativas del paciente

algo

Formación sobre aspectos

Como defensa

Ser escuchado

Como adquisición de

asociados a estos procesos

nuevas destrezas

Características especiales de la relación asistencial: La relación asistencial que se establece con una persona que está elaborando un proceso de duelo tiene unas características específicas que el profesional debe conocer antes de su intervención:

1- El setting (el encuadre) Con frecuencia la atención que reciben personas que viven el proceso del duelo, es en sus domicilios particulares. Es común realizar intervención domiciliaria, bien sea de servicios públicos como privados. Este tipo de intervención cambia el encuadre al que estamos acostumbrados, como puede ser para nosotros el despacho. Esto obliga al profesional a tomar posición en el espacio que se le asigne y a adaptarse a las circunstancias, lo cual supone tener que pedir ciertas condiciones al entorno. En primer lugar, se debería de pedir cierta intimidad realizando actos como el de cerrar la puerta. Además debemos evitar interrupciones innecesarias (como por ejemplo, cuando suena el teléfono móvil) y facilitar las necesarias (como por ejemplo, la toma de medicación a una determinada hora). Al acudir a un domicilio es muy común que nos encontremos a varias personas pendientes del profesional. Cada una de estas personas puede plantear un problema distinto, puesto que el proceso de duelo es común para el doliente y para su entorno. Por ello, debemos delimitar y decidir cuál será la persona a la que atenderemos o si será necesario que intervengamos a nivel familiar.

2- Las personas a las que atendemos: El doliente plantea una serie de expectativas y temores que tendremos que tener en cuenta. Las esperanzas con las que se acude a la consulta son las de liberarse del dolor

que le ha producido la perdida y la de encontrar a alguien que lo ayude a superarlo. La demanda viene de esta perspectiva, la de volver al punto anterior al dolor por la perdida. Para ello, una de las primeras labores del profesional será situar a la persona en esa pérdida para poder empezar a trabajar con el presente y el futuro, situando la perdida en el pasado. En definitiva, el profesional debe reunir unas características específicas para afrontar la intervención con personas en duelo, y deberá considerar alguna serie de variables en cuanto a la situación y a la persona que está tratando.

Los procesos comunicativos Podríamos definir como mala noticia aquella información capaz de alterar de manera drástica la visión que una persona pueda tener respecto a su futuro, sea porque le afecta de manera directa y personal o porque incumbe a un ser querido. Para aprender cómo hay que dar malas noticias, disponemos de tres vías fundamentales de aprendizaje. La más importante y valiosa es la propia experiencia. Pero conviene no olvidar que, más allá de ella, la reflexión consciente y deliberada sobre estas prácticas es la única que va a garantizar la ampliación y consolidación de las propias capacidades. La segunda vía de aprendizaje tiene que ver con el desarrollo de las capacidades y habilidades propias del profesional. Se trata de procurar el estimulo y el desarrollo de las posibilidades empáticas de cada cual. Para conseguirlo, hay que hacer un trabajo de auto observación y de autoanálisis. La tercera vía de aprendizaje es la de estudiar los buenos modelos, ya sea de práctica, atreves de la observación o a través de libros. La preparación para la comunicación de una mala noticia también es uno de los puntos fuertes que hay que conocer. Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que se trata de un proceso que se debe realizar en persona. Nunca hay que perder de vista la comunicación y debemos de realizar un buen feedback. El éxito depende de que esa interacción sea vivida por los participantes como algo satisfactorio. En función de lo explicado anteriormente, cabe destacar cuales son los elementos del proceso de transmisión de la información:

-

El emisor: la persona que deba de dar la mala noticia debe de ser una persona lo suficientemente preparada para optimizar la noticia. Obviamente, esta persona deberá seguir un protocolo de intervención adecuado para la situación.

-

El receptor: las estrategias de abordaje del interlocutor son esenciales y requieren unas habilidades que son muy productivas: saber preguntar, escuchar con atención las respuestas, sacar conclusiones…

-

El canal y el medio: en el supuesto caso que podamos elegir el canal, éste no debe de ser impersonal ni imponer una distancia considerable. No se debe hacer ni por teléfono, ni por carta salvo que sea imprescindible. En cuanto al medio, lo mejor es disponer de un lugar que garantice tranquilidad, silencio, comodidad y calma. Además hay que elegir el momento adecuado y disponer del tiempo suficiente para no introducir un elemento tan perturbador de una forma tan brusca.

-

El mensaje: hay dos temas a tratar: un aspecto ético y uno técnico. El primero nos enfrenta a la cuestión fundamental de la verdad; y el segundo nos llevara al ámbito de la retorica, entendida como la disciplina que nos enseña a organizar la forma de dar el discurso.

-

La organización del discurso: el mensaje que debe transmitirse debe adoptar una forma lingüística. Las fases necesarias para elaborar un buen discurso son las siguientes. En primer lugar está la de invención, el emisor debe escoger las informaciones que debe tener su discurso. Es una fase reflexiva en la cual se decide lo que se cuenta y lo que no. La segunda fase es la disposición en la que el emisor debe decidir cuantas partes a tener su discurso y como van a estar organizadas. Esta fase consta a su vez de cuatro subfases: exordio (primera parte del discurso); narración, argumentación y epilogo. La tercera fase es la elocución que se centra en el momento en que se produce a redactar el

discurso. Y la última fase es la de acción la cual se trata de la puesta en escena de todo el trabajo previo y es, por tanto, el momento en el que deben concluir todas las habilidades, conocimientos y estrategias que tiene que desarrollar la persona que vaya a dar las malas noticias.

Asesoramiento psicológico en el duelo A modo de introducción hay que establecer una distinción entre asesoramiento y terapia. El asesoramiento implica ayudar en el duelo norma, facilitando la realización de las tareas en un marco temporal razonable. Y la terapia de duelo se refiere a aquellas técnicas especializadas, que se usan para ayudar a las personas con duelos normales. Hoy en día observamos que algunas personas no realizan de manera eficaz las tareas del duelo y buscan asesoramiento profesional para que les ayuden con los pensamientos, sentimientos y conductas que no pueden afrontar. Otros, que no buscan asesoramiento directamente, aceptan una oferta de ayuda, especialmente cuando tienen dificultades para resolver la perdida por sí solos. Vemos el asesoramiento psicológico en procesos de suelo como un complemento valido a las intervenciones más tradicionales que puede que no sean efectivas o no estén disponibles para algunas personas. Siempre existe el riesgo de hacer que el duelo parezca patológico debido a la intervención formal de un profesional de la salud mental, pero con un asesoramiento hábil éste no tinte por qué ser el caso.

Metas del asesoramiento El objetivo del asesoramiento en procesos de duelos es ayudar al superviviente a completar cualquier cuestión no resuelta con el fallecido y ser capad de decirle un adiós final. Muestra unos objetivos formales: 1. Aumentar la realidad de la perdida 2. Tratar tanto las emociones expresadas como las latentes 3. Superar los diferentes obstáculos para superar la perdida 4. Animar a decir un adiós apropiado

¿Qué hace el asesoramiento? Lo pueden realizar tanto médicos, enfermas, psicólogos, trabajadores sociales… son muchos en los ámbitos que se pueden tratar, pero entre todos ellos existen un acuerdo general en la que facilitan una atención global que incluye trabajar con la familia en duelo. La mayoría de los programas de esta índole usan una combinación de profesionales y voluntarios para realizar el asesoramiento.

¿Cómo hacer el asesoramiento? se suele hacer alrededor de una semana después de la perdida. Cuando existe conciencia de una muerte inminente, el asesor puede contactar con los miembros de la familia antes de que éste muera y posteriormente de la muerte.

¿Dónde se debería hacer el asesoramiento? un lugar que es muy aceptado es el propio hogar; ahí los pacientes se sienten totalmente cómodos y pueden abrirse totalmente. Sin embargo, la terapia de duelo sería más conveniente en un contexto profesional que en un hogar o un contexto informal.

Técnicas más útiles: Cualquier asesoramiento se debería basar en un conocimiento teórico de la personalidad y conducta humana y no se meramente un conjunto de técnicas. Sin embargo, existen varias técnicas que resultan útiles a la hora de realizar un asesoramiento en el duelo: 1) El lenguaje evocador: se pueden usar palabras duras que evoquen sentimientos como por ejemplo “tu hijo murió” versus “perdiditas a tu hijo”. Este lenguaje ayuda a la gente a frontal la realidad y a estimular algunos de esos sentimientos negativos. 2) El uso de símbolos: hacer que el cliente traiga fotos del fallecido ayuda al asesor a tener una sensación más clara de quien era dicha persona y, con ello, poder ayudar mejor a la persona 3) Escribir: hacer que el paciente escriba cartas dirigidas al desaparecido para poder expresarle sus pensamientos y sentimientos.

4) Dibujar: al igual que la escritura, esta técnica sirve para reflejar sus pensamientos y sentimientos hacia la persona. 5) Role playing: ayudar a la persona a representar diferentes situaciones que temen o sobre las que se sienten molestias en una manera de desarrollarse como persona. 6) Reestructuración cognitiva: aquí partimos del supuesto de que nuestros pensamientos influyen es nuestros sentimientos. Al ayudar al paciente a identificar estos pensamientos negativos y controlarlos con la realidad para ver su precisión podremos conseguir que los controlen de una forma que no les duela el pensar en esas personas. 7) El libro de recuerdos: es una actividad que puede realizar la familia conjuntamente. Este libro puede incluir historias, fotografías… todo lo necesario para que esa persona este en el recuerdo de todos pero de forma positiva.

Reacciones normales al duelo El termino duelo normal, a veces llamado duelo no complicado, abarca un amplio rango de sentimientos y conductas que son normales después de una perdida. Uno de los primeros intentos de estudiar las reacciones normales del duelo de manera sistemática lo realizo Erich Lindemann. Este autor, a partir de sus observaciones en 101 pacientes con un duelo reciente descubrió patrones similares que identificó como las características patológicas del duelo normal. Las describió como: -

Algún tipo de malestar somático o corporal

-

Culpa relaciona con el fallecido o con las circunstancias de la muerte

-

Incapacidad para funcionar como lo hacía antes de la perdida

-

Preocupación por la imagen del fallecido

-

Reacciones hostiles

Además de estas cinco, descubrió una sexta característica: parecían desarrollar rasgos del fallecido en su propia conducta.

Manifestación del duelo normal 1. Sentimientos

-

Tristeza: la tristeza es el sentimiento más común que se ha encontrado en las personas en duelo. Este sentimiento no se manifiesta a través de la conducta de llorar, pero sí se hace a menudo. Parkers y Weiss conjeturaron que llorar es una señal que evoca una reacción de comprensión y protección por parte de los demás y establece una situación social en la que las leyes normales de conducta competitiva se suspenden.

-

Enfado: se experimenta con mucha frecuencia después de una pérdida. Puede ser uno de los sentimientos más desconcertantes y, como tal, está en base de muchos de los problemas de duelo. El enfado proviene de dos fuentes: 1) de una sensación de frustración frente al hecho de que no había nada que se pudiera hacer para evitar la muerte; 2) de una especia de experiencia regresiva que se produce después de la pérdida de alguien cercano.

-

Culpa y autorreproche: son expresiones comunes entre los supervivientes: culpa por no haber sido suficientemente amable, por no haber llevado a la persona al hospital… normalmente la culpa se manifiesta respecto a algo que ocurrió o algo que se descuidó del alrededor en el momento de la muerte. La mayoría de las veces la culpa es irracional y se mitigará a través de la confrontación con la realidad.

-

Ansiedad: puede oscilar desde una ligera sensación de inseguridad a fuertes ataques de pánico. La ansiedad proviene de dos fuentes. La primera es que los supervinientes temen que no podrían cuidar de sí mismos, la segunda es que se relaciona con una conciencia más intensa de la sensación de muerte personal.

-

Soledad: se habla con mucha frecuencia de este sentimiento. Ne se ven con la fuerza necesaria para sobrevivir sin esa persona tan cercana.

-

Fatiga: a veces se presenta como una apatía o indiferencia. Este nivel tan alto de fatiga puede parecer sorprendente y molesto para la persona que normalmente s activa.

-

Impotencia: hace el acontecimiento de la muerte tan estresante como una

-

Shock: se produce muy a menudo en el caso de las muertes repentinas. No se

-

Anhelo: es una experiencia normal entre los supervivientes, sobre todo en

-

Alivio: se suele sentir alivio si la persona perdida había sufrido una enfermedad

sensación que no se puede suscitar.

esperan esa perdida y no son capaces de asimilarlo de una forma razonable.

viudas. Es una respuesta normal a la muerte.

larga o dolorosa. Sin embargo, normalmente a esta sensación de alivio le acompaña una sensación de culpa.

2. Sensaciones físicas: Entre las más frecuentes están las de vacio del estomago, opresión del pecho, hipersensibilidad al ruido, falta de aire, debilidad muscular, sequedad en la boca…

3. Cogniciones: Existen muchos patrones de pensamiento diferentes que marcan la experiencia del duelo. Ciertos pensamientos son normales en las primeras fases del proceso y generalmente desaparecen después de un breve espacio de tiempo. Pero a veces los pensamientos persisten y desencadenan sentimientos que pueden producir una depresión o problemas de ansiedad:

-

Incredulidad: suele ser el primer pensamiento que se tiene cuando se conoce una muerte.

-

Confusión: muchas personas que sufren un duelo reciente dicen que su pensamiento es muy confuso, que parece que no pueden ordenar sus pensamientos, que tienen dificultad para organizarse…

-

Preocupación: se trata de una obsesión con pensamientos sobre el fallecido.

-

Sentido de presencia: este es el equivalente cognitivo de la experiencia de anhelo. La persona en duelo puede pensar que el fallecido aun eta de alguna manera en la dimensión de espacio tiempo de los vivos.

-

Alucinaciones: siguiendo con la argumentación del punto anterior, los supervivientes pueden creer haber visto a sus personas queridas aunque sea totalmente imposible.

4. Conductas:

-

Trastornos del sueño: no es extraño que las personas que están en las primeras fases del duelo tengan problemas para conciliar el sueño. Estos trastornos a veces requieren intervención médica pero en los duelos normales se corrigen solos.

-

Trastornos alimenticios: se puede manifestar comiendo en exceso o defecto, pero el comer poco es la conducta que más se manifiesta.

-

Conducta distraída: no están tan concretados como lo solían hacer antes de la

-

Aislamiento social: suelen aislarse de la gente, incluso se sus otros seres

-

Soñar con el fallecido

perdida

queridos.

-

Evitar recordatorios con el fallecido

-

Buscar y llamar a esa persona en voz alta

-

Suspirar

-

Hiperactividad desasosegada

-

Llorar

-

Visitar lugares o llevar consigo objetos que recuerden a esa persona

-

Atesorar objetos que pertenecían al fallecido

Determinantes para la aparición del duelo: Hay que considerar varios puntos para poder determinar cuál es el grado de duelo que puede llegar a padecer una persona. Deberemos tener en cuenta las siguientes pautas: 1. Quien era la persona: para saber cómo va a reaccionar alguien ante la pérdida de una persona hay que pensar qué tipo de relación tenía con ella. No es lo mismo un padre que un primo segundo, por eso mismo es de vital importancia que el profesional sepa quién es la persona que ha fallecido

2. La naturaleza del apego: es necesario saber qué relación mantenían las personas. Esto incluiría saber algo de: -

La fuerza del apego que mantenía con la persona fallecida

-

La ambivalencia en la relación entendido a esta como la presencia de

-

Los conflictos con el fallecido son también importantes

-

La seguridad del apego

sentimientos negativos que conviven con los positivos

3. Tipo de muerte: no es lo mismo que la pérdida del ser querido haya sido de improvisto o que haya sido tras una larga y dolorosa enfermedad. La persona

estará más o menos preparada para superar esa muerte dependiendo de cómo hayan sido los acontecimientos

4. Antecedentes históricos: hay que considerar si la persona ha tenido recientemente algún tipo de pérdida o, si por el contrario, es la primera pérdida que sufre.

5. Variables de personalidad y sociales.

Reacciones anormales al duelo: el duelo complicado Las reacciones anormales al duelo son una serie de facetas que no han sido superadas por las personas. No suele ser muy común que una persona, tras haber pasado un periodo de tiempo, no consiga superar el duelo. Existen unos factores relacionados con ello. La relación que suele impedir que la gente elabore un duelo adecuadamente es la que tiene un grado elevado de ambivalencia con hostilidad no expresada. Otro tipo de relación que plantea problemas es la narcisista, en la que el fallecido representa una extensión del superviviente. Admitir la muerte del otro supone admitir una parte de sí mismo. En algunas relaciones sentimos dolor por lo que deseábamos y nunca tuvimos o nunca tendremos. También existen unos factores circunstanciales. Las circunstancias que rodean a una perdida son importantes para determinar la fuerza y el resultado del duelo. Hay circunstancias específicas que pueden imposibilitarlo o hacer difícil que concluya da manera satisfactoria. La primera de ellas es cuando la pérdida es incierta. Un ejemplo sería la de un soldado que ha fallecido en combate. Existe una situación opuesta, que produce un duelo inacabado. Hay personas que aun consideran que sus muertos, fallecidos de esta manera, todavía siguen viviendo en algún lugar. Otra dificultad circunstancial surge cuando hay pérdidas múltiples, como por ejemplo en los terremotos. En este caso es muy difícil que los familiares tengan un duelo normal. Por otra parte, existen factores históricos. Las personas que han tenido duelos complicados en el pasado tienen una probabilidad mayor de tenerlos en el presente.

Las perdidas y las separaciones ene el pasado tienen un impacto en las perdías y separaciones actuales y, todos estos factores, tendrán que ver con las futuras perdidas y separaciones. Un área de especial interés es la influencia de la perdida parental temprana en el desarrollo de duelos complicados posteriores en otras perdidas. Los factores de personalidad están relacionados con el carácter de la persona y con cómo afecta a sus capacidades para afrontar el malestar emocional. Hay algunas personas que son incapaces de tolerar el malestar emocional extremo, así que se aíslan para defenderse de dichos sentimientos intensos. Otra dimensión de personalidad que puede entorpecer el duelo es el propio autoconcepto Y, para finalizar con esta parte, hablaremos de los factores sociales. El duelo es realmente un proceso social y se afronta mejor en un contexto en el que la gente se puede apoyar y reforzar mutuamente en su perdida. Se pueden destacar tres situaciones que pueden dar lugar a un duelo complicado: -

No se habla socialmente de la pérdida: por ejemplo en muerte por suicidio.

-

Negación social de la pérdida: las personas que están alrededor actúan como si

-

Ausencia de una red social de apoyo. Hay que reconocer que no va a ser lo

la pérdida no hubiese sucedido.

mismo la muerte de un ser querido para una persona que convive o que tiene en relación el espacio común que, con otra persona, aun siendo por ejemplo familia más directa, viviendo en una red social deferente a la del fallecido. Siempre será más duro si mantenían una relación de cercanía.

Ya para terminar este apartado expondremos diferentes pistas para diagnosticar un duelo complicado. La primera de ellas es cuando los dolientes no pueden hablar del fallecido sin expresar un dolor intenso y reciente. La segunda es que, por ejemplo, en acontecimientos relativamente poco importantes desencadene una intensa reacción emocional. La tercera pista se basa en la entrevista, si en esta se hablan de otras perdidas no resueltas. La cuarta se refiera a que cuando la persona que ha sufrido la pérdida no quiere desprenderse de posesiones materiales que pertenezcan al fallecido. La quinta se refiere a que el doliente desarrolla unos

síntomas físicos como los que experimentaba el fallecido antes de la muerte. La pista número seis hace patente aquellos cambios radicales en su estilo de vida después de una muerte o, por ejemplo, que evite a sus amigos, familiares… la pista siete se refiere a las posibles depresiones subclínicas que se le pueden diagnosticar a los dolientes. La octava, pero no la ultima, es cuando los dolientes evitan visitar cementerios, lugares donde solían estar sus fallecidos… están son solo unas de las pistas más llamativas para poder saber si una persona tiene un duelo complicado o no, sin lugar a duda existen otras muchas técnicas para averiguarlo, pero estas son las más comunes.

A.M.A.D (Asociación de ayuda mutua ante el duelo) ¿Quiénes son? AMAD es una asociación enfocada principalmente a ofrecer una ayuda a aquellos que acaban de sufrir la pérdida de un ser querido. Se trata de una asociación sin ánimo de lucro en la que quien asista, sienta que es algo más que una terapia de grupo. Así pues esta asociación fue creada en el año 1997 con el ánimo de crear un centro de reunión donde la gente que sufre por una misma causa compartan sus experiencias, sensaciones, evoluciones y esta sensación tan estresante sea más llevadera.

Objetivos Los objetivos que esta asociación se propone son los siguientes:



No inmovilizarse ante el sufrimiento, tratando de transformar los sentimientos que a causa de ese dolor desmesurado, producen un gran daño en la persona



Con la ayuda del grupo, contribuir a buscar recursos internos para llevar el duelo adecuadamente.



Encontrar un nuevo estímulo que le dé un sentido a la vida tras la pérdida de un ser querido.



Conseguir aceptar la pérdida de este ser amado y convertir el dolor que sentimos por esa persona en un recuerdo amoroso.

¿Dolor o sufrimiento?

En AMAD separan estos dos términos. Consideran el dolor a ese vacío que deja la persona allegada al morir, ese sentimiento de malestar físico, mental y emocional. Pero ese dolor es parte del proceso de duelo, y tiene su razón de ser. Ese dolor se convertirá en sufrimiento en el momento en el que dejamos que ese dolor controle nuestra vida, entonces pasaremos a tener una “no vida”, es decir un momento en el que dejaremos de vivir en el presente, eliminando también cualquier perspectiva de futuro, y comenzaremos a vivir de recuerdos, planteando la vida al igual que lo hacíamos antes de sufrir la perdida de ese ser querido. Por lo tanto AMAD identifica al dolor como parte necesaria del proceso de duelo, pero que no deberá llegar a convertirse en sufrimiento dejando que este controle nuestras vidas.

¿Y cómo evitar llegar a ese sufrimiento? AMAD nos propone 4 puntos que nos ayudaran a evitar llegar a ese estrado de sufrimiento:



Si experimentamos el fallecimiento de un ser querido sin negar nuestro dolor



Si no lo ocultamos ni ante nosotros ni ante los demás



Si lo miramos de frente y exteriorizamos nuestros sentimientos



Si contamos con ayuda de los demás

Proyectos G.A.M

Para conseguir estos objetivos, AMAD se sirve de los GAM (grupos de ayuda mutua). Muchos expertos defienden que la ayuda mutua es una característica natural del ser humano por la cual buscamos contacto con otras personas en momentos de tensión, ansiedad o dificultad. Por otro lado muchas especies también se valen de esta característica, buscando a otro de su misma especie para compartir una situación estresante. Cuando vivimos una dificultad en soledad, sin compartirla con nadie, en ocasiones esta dificultad parece inmensamente más grande de lo que en realidad es, ya que lo vivimos de una manera cerrada e individualizada que no somos capaces de considerar otros puntos de vista. En el momento que compartimos una dificultad o un problema con otra persona ese problema se vuelve menos pesado y más asequible. De este modo AMAD, considera los GAM un método esencial en el proceso de superación de la fase de duelo. Los GAM nacen al amparo de la OMS, una de las primeras organizaciones que surgió fue alcohólicos anónimos en 1935 Las personas que estarían llamadas a formar parte de los GAM serían personas que hayan sufrido un cambio repentino o una situación traumática en su vida (la muerte de

un ser querido en nuestro caso) y hayan tenido que cambiar su forma de vida debido a ese cambio. Por lo tanto los GAM se definirían como conjunto de personas que comparten una misma situación o un mismo problema que se reúnen de forma periódica y voluntaria con el fin de superar más fácilmente la fase de duelo que estos problemas suscitan. En estos grupos las personas intercambian opiniones, experiencias, afecto… Estos grupos producen una mayor integración social ya que las personas comparten vivencias personales y abren sus sentimientos al resto del grupo. En estos grupos podría haber un profesional que oriente al grupo, pero en el caso de AMAD, consideran que el grupo comparte una misma característica (dolor por la muerte de un ser querido) y la intromisión de otra persona sería alterar esa igualdad entre todos. Aun considerando al grupo totalmente autónomo, estos pueden solicitar en momentos puntuales la ayuda de un profesional. Por último comentar los beneficios que supone a una persona asistir a estos GAM, diferenciamos beneficios tanto a nivel personal como a nivel social. A nivel personal se adquieren capacidades, conocimientos y habilidades para afrontar momentos difíciles. También, a nivel social, ayuda a combatir el aislamiento, ya que muchas personas cuando se encuentran con una situación realmente estresante se aíslan de la gente, los GAM ayudan a estas personas a sociabilizarse. Por otro lado fomenta la solidaridad y participación en el grupo, adquieren habilidades sociales que más tarde en su vida cotidiana podrán utilizar en contextos grupales perfectamente. Por todo lo comentado sobre los grupos de ayuda mutua, AMAD lo considera la principal arma para combatir y superar esa fase de duelo ante la pérdida de un ser querido por el que todos pasaremos algún día.

Entrevistas Susana

Conseguimos contactar con Susana, una de las voluntarias de esta asociación. En primer lugar, le preguntamos acerca del modo en el que se organiza la asociación y cómo funcionan. Esta voluntaria nos comentó que las personas que trabajan en AMAD se distribuyen en dos partes, por un lado están los voluntarios y por otro lado el servicio de psicología. Generalmente la gente que acude a AMAD es asignada con un voluntario, este voluntario no tiene unas funciones específicas marcadas por la asociación ni unas pautas a seguir, simplemente pretenden ayudar a esa persona de la manera más adecuada a desarrollar adecuadamente su duelo. Una vez es asignado un voluntario al afectado, estos dos, se ponen en contacto y suelen quedar para hablar y de este modo el voluntario puede apoyar emocionalmente a la persona afectada. Tampoco existe ningún horario ni sitio fijo, donde se reúnan, de este modo se crea un vínculo y las dos personas llevan su relación hasta donde ellos, por mutuo acuerdo, deseen.

Los voluntarios de AMAD, no son simplemente personas que quieren prestar su ayuda, son personas que por lo general han sufrido algún caso de duelo importante. Estas personas son formadas con cursillos de apoyo con el fin de que aprendan a como asesorar a las personas que se les asignen. Por otro lado, a parte del servicio de voluntariado, se encuentra el servicio psicológico, compuesto por dos psicólogas que tratan habitualmente temas de duelo. Este servicio está destinado para personas que hayan desarrollado un duelo patológico, entonces el voluntario, si ve que a la persona le cuesta mucho desarrollar su duelo de una forma adecuada, le recomendara que asista al servicio psicológico.

También se puede dar el caso en el que una persona no quiera que le asignen un voluntario, sino que prefiere realizar unas cuantas sesiones con la psicóloga. En este caso no había ningún problema. El servicio de psicología, por norma general, realiza seis sesiones por persona, a no ser que entre el terapeuta y el cliente decidan lo contrario. El servicio de voluntariado, es totalmente gratuito, mientras que las sesiones de psicología tienen un coste de 10 €. El precio de socio anual es de 35 €. También nos comentó Susana que realizaban bastantes talleres para fomentar las emociones positivas, el taller que más éxito ha tiene entre los participantes es el de bio-danza. En cuanto al lugar donde trabajan, Elena nos comentó que cuentan con un local en la casa de asociaciones Vicente Abreu en Vitoria. En este local se suelen reunir los voluntarios para poner en común ciertos aspectos que se quieran tratar. Respecto a la cantidad de personas que se sirven de esta asociación para desarrollar su duelo no nos ha dado números concretos, pero sí que comentó que este verano hubo un “boom” de personas que solicitaban un voluntario. Por último quisimos preguntarle acerca de la satisfacción, tanto de los afectados como de los voluntarios al ayudar a estas personas.

Susana apuntó que en un principio la gente se muestra un poco reacia a abrirse, e incluso avergonzados por estar pidiendo ayuda, pero que a medida que van cogiendo confianza se crea un vínculo y una relación entre los dos fantástica. Nuestra voluntaria señalaba que hay casos incluso de que la gente, una vez superado su duelo, repite y vuelven a ponerse en contacto con los voluntarios. También señalaba que una vez acabado el servicio de apoyo se suelen forjar buenas y muy bonitas amistades. En general los participantes quedan bastante satisfechos y muy agradecidos por el tiempo y el esfuerzo dedicados por los voluntarios. De este modo, esa gratificación de los afectados, crea una satisfacción en los voluntarios enorme. Así, por norma general,

tanto afectados como voluntarios suelen quedar muy satisfechos con la relación y los objetivos marcados. Para finalizar, Susana nos facilito el contacto de una de las psicólogas que están trabajando en este campo, Elena, así que tratamos de poneros en contacto con ella.

Elena Con Elena, pudimos hablar más sobre lo que es el trato con el paciente en terapia. Para empezar, Elena nos comento, los motivos que llevaban a una persona a recibir sesiones de terapia psicológica. Al igual que Susana, Elena comento que una persona puede solicitar por ella misma asesoramiento psicológico, o bien el voluntario asignado lo considere así. También repitió que, por lo general, se realizaban 6 sesiones con el cliente. Nos habló de las terapias de grupo que realizaban conjuntamente la sociedad vasca de cuidados paliativos junto con orumar. Más enfocado a las terapias que Elena realiza, apuntaba la importancia de hacerles ver a todos y cada uno de sus pacientes que el duelo, es un proceso normal por el que todos hemos de pasar algún día, aunque se necesite apoyo psicológico. A su vez defendía que el duelo, sea o no sea patológico, no se trata con el paciente como si fuera una patología, sino como un proceso. Por otro lado también hablamos de la importancia que cobran los factores sociales del entorno del cliente, puesto que cuanto más apoyo social tenga, más rápida y eficaz será la recuperación al tener varias vías de deshago emocional. No todas las personas cuentan con este apoyo social al encontrarse sin familia, con poco tiempo para relacionarse etc. A estas personas habrá que ofrecerles, a parte, un apoyo más allá de lo profesional haciéndole saber al cliente que se le escucha y entiende su situación. Por lo tanto Elena nos hablaba de la importancia de considerar los factores de riesgo como pueden ser; la soledad, trastornos psicológicos, ansiedad… y los factores protectores; apoyo social, bienestar físico y mental…

Un apunte interesante, que nos hizo Elena fue la importancia de tener en cuenta si habían sufrido algún trastorno psicológico importante con anterioridad, ya que cabe la posibilidad que en momentos de tanta ansiedad como el proceso de duelo, estos podrían volver a manifestarse. De ahí que nos hablase de la importancia que ella le otorga a las técnicas de relajación que practica con la mayoría de sus clientes. Para terminar preguntamos a Elena sobre el tiempo medio que suelen tardar las personas en superar el proceso de duelo, a lo que nuestra psicóloga no se atrevió dar un número aproximado, ya que defendía que cada persona es única y no existen patrones que nos indiquen cuanto tiempo sería adecuado para desarrollar un duelo.

Patxi Izaguirre Se trata de uno de los psicoterapeutas que más han trabajado y estudiado el tema del duelo. Para Patxi Izaguirre, el duelo es el proceso de asimilar una pérdida, y que la ilusión de recordar con agradecimiento eso que hayamos perdido funcionará como motor para superar este proceso. Por ejemplo, cuando un adulto se queda invidente nunca más podrá volver a ver, pero recordar con alegría y agradecimiento todas esas cosas que vio en su vida será lo que le darán fuerzas para seguir adelante en lugar de hundirse en lamentos. Según Patxi, el equilibrio emocional se rige sobre tres aspectos; el sentir, el pensar y el hacer. Cuándo se da una experiencia traumática, puede que la armonía en la que interactúan estos tres factores se vea alterada por la preponderancia de una sobre las demás. Puede alterarse el pensar, cuando la muerte se niega en términos racionales. Otra forma de alteración de este factor es pensar que no hay que sentirse triste, ya que se reprime la tristeza natural de la pérdida.

Por otro lado puede que se vea alterado el sentir de manera que revivamos una y otra vez pensamientos sobre el ser perdido, perpetuando ese sentimiento pensando que es la única manera de seguir viviendo tras la pérdida. El tercer factor que puede verse alterado es el hacer, focalizando la acción con la finalidad de no ser conscientes del proceso de duelo. De esta triple interacción saca Patxi Izaguirre la frase “Pensar para no sentir y hacer para no padecer” Para Patxi Izaguirre se dan una serie de obstáculos a la hora de superar el proceso de duelo:

La culpa: sentimiento de deuda y necesidad de reparación. Resentimiento: es la culpa focalizada en factores externos que supuestamente fueron responsables de la pérdida. Idealización: idealizar al ser perdido y pensar que nada mas tiene sentido Negación: intentos de no asumir una pérdida y evitar el sufrimiento. Obstáculos

Victimismo: manifestaciones de quejas y lamentos buscando el protagonismo ante los demás. Comparación: tendencia errónea a comparar el tiempo de superación de un duelo con otro, ya que cada persona y duelo es diferente. Escenas temidas: las relacionamos con las circunstancias de la muerte. Fidelidad: rechazo a seguir disfrutando de la vida como muestra de fidelidad al ser perdido. Miedo: entendido como lo opuesto al amor.

Una de las prioridades de Patxi en el ámbito del duelo, es la forma en la que se trata el tema de la muerte con los más pequeños.

Según nuestro autor, no tiene mucho sentido que todas las escuelas tengan un protocolo a seguir en caso de incendio y no lo tengan en caso de la muerte de un niño, ya que las estadísticas nos dicen que existe un porcentaje más elevados de mortalidad infantil que de incendios en las escuelas.

Defiende que los más pequeños deben saber que la vida no consiste únicamente en ser feliz, puesto que el dolor y el sufrimiento también forman parte de la existencia. Por todo ello, Patxi nos habla de que debemos tratar la muerte, ante un niño o niña, de manera natural, sin mentiras y alejándonos todo lo posible de las frases que parchean una pérdida ante un niño como: “esta en un sueño muy profundo”, “se ha ido a un largo viaje” etc. Un dato curioso que comenta es que, a veces, son los menores quienes mejor encajan la pérdida de un ser querido y somos los adultos quienes les inculcamos nuestros temores.

Casos clínicos de duelo

Caso 1 Nora vino a la consulta con signos depresivos y enferma de un cáncer de pulmón. Su hermana menor había fallecido de un cáncer de pulmón unos pocos meses antes de que se lo descubrieran a ella, cerca de un año. A pesar de ser esta coincidencia un dato tan obvio, Nora no se había percatado de ello. Se sorprendió por la repetición y también reconoció el tremendo dolor que significó la muerte de su “bebé-hermana”. Es un fenómeno conocido como “la identificación con síntomas que tenía la persona antes de morir”. En vez de hablar y “hablar acerca de” ello afrontamos, con un psicodrama, una Gestalt, una constelación. La pusimos en contacto con su hermana a través de un representante imaginario. Lloró, la abrazó, se enojó con ella, se enojó con la Vida, le dijo lo que tenía guardado en su corazón, el no- dicho. Escuchó de su hermana palabras de amor y de reconocimiento. La vio contenida y en paz con los

otros miembros fallecidos de la familia, en el mundo de sus muertos. Finalmente se calmó y pudo despedirse en Serenidad, sabiendo que estaban amorosamente

conectadas.

Muy poco después el cáncer de Nora remitió, no sin sorprendernos a quienes participábamos del Grupo Terapéutico

Caso 2 Alicia perdió un hijo, se lo llevó el océano, no pudo ver su cuerpo, no hubo entierro y nunca pudo llorar. Su marido no lo toleró y murió unos meses después, seguramente en la mira puesta en “reunirse” mágicamente con su hijo. Tampoco pudo llorarlo.

Su rostro era de piedra, su mirada dura, como si no parpadeara. Desde entonces convivía con una jaqueca crónica insoportable. Escenificamos. Pusimos una persona que representara a su hijo y éste espontáneamente se acostó en el piso. Muerto. La madre explotó en llanto, en abrazo, en palabras cálidas. El llanto aflojó los músculos de los ojos tensos y abarrotados derritiendo y expulsando la razón de ser de la jaqueca. Se unieron en este Rito de Entierro todas las madres, padres, hermanos y camaradas, como si supieran qué hacer lo hacían, rezaban, nombraban sus propios muertos. Finalmente la calma y el silencio y el alejarse. Algunos avanzaron hacia la Vida, otros se quedaban con sus muertos, quizás necesitaban más tiempo o quizás ya no volverían.

Caso 3 María quería tener un hijo y no quedaba embarazada. Con su marido Roberto hicieron tratamientos médicos durante años infructuosamente. Cuando le pregunté por “abortos” percibí la inquietud silenciosa de la mujer, su bajar la vista. Al otro día me llamó y tuvimos una consulta a solas. Había tenido un aborto, provocado y algo avanzado, hacía ya unos años y con otra pareja. Participó de un Grupo Terapéutico dónde pudimos escenificar sus culpas, sus miedos, sus enojos. Revivió actualizadas escenas duras, vergonzosas. Dejó de “retener” a su “bebé” y se “soltaron”. Le dio un

nombre a su “bebe” no nacido y un lugar en su corazón. Su “bebé” encontró paz en el reconocimiento y en el amor de su madre. Ambos pudieron “des-pegarse” y “hacer lugar”. Y lo más importante, poco tiempo después fue bendecida con un embarazo y posterior nacimiento.

Caso 4 Susana y Adrián tienen un hijo de 8 años y no está bien: Alejandro es un niño triste, juega poco y más bien le da por aislarse. Les hicimos un Geno. Preguntamos por el Origen de los Nombres. Para su hijo tenían pensado otro nombre pero cuando Susana lo va a inscribir, súbitamente se le cruzó como un impulso llamarlo Alejandro. Le pregunté si ese nombre Alejandro tenía un significado especial en la historia personal o familiar –genealógica. Desconocía. Al poco tiempo me envía un mail: habló del tema con su abuela paterna y esta recordó que una tía y su hijo de 10 años murieron en los campos de Auschwitz. Los únicos de su familia que no pudieron escapar del horror nazi. Ese niño se llamaba Alejandro. Transmisión transgeneracional. Rebote entre generaciones. Convocamos a la familia e hicimos un Rito de Entierro. Fue conmovedor. Alejandro abrazado con un representante simbólico de su Ancestro homónimo muerto en el Holocausto judío. Todos reconocieron y honraron a sus parientes y su sufrimiento y les hicieron lugar en el alma familiar. Con el tiempo, Alejandro dejó de ser un niño triste y aislado.

Caso 5 José, 50 años. Accidente fatal. Daño y Reparación. Vivía apesadumbrado. A la vista, la espalda curvada como soportando un gran peso, el caminar lento. A sus 20 años atropelló a un hombre en la ruta, cerca de su pueblo natal. Nunca lo olvidó. Soñaba a menudo con el accidente, con el muerto y su familia, la viuda y sus dos hijos menores. A menudo se perseguía con imágenes de lo sucedido. Lo guardó en secreto. Nunca se lo comentó a su mujer y sus hijos. Su hija se puso de novia con una persona que coincidentemente era hijo de un atropellado y fallecido en un accidente. Su hijo varón estaba por cumplir 20 años, la edad que él tenía cuando se produjo el accidente y sufría de ataques de pánico. Estos hechos terminaron de alarmarlo y pidió la consulta.

En un plano virtual, como en un teatro, escenificamos encuentros con el muerto y su familia. Asomaron miedos, enojos, culpas, impotencias y también la necesidad de una reconciliación para bien de todos. José y su hijo visitaron a la familia del muerto. Fue trabajoso y posible. Le permitieron poner una placa en la tumba, alegórica y de perdón sentido. Ambas familias pudieron juntarse y conversar. Se ahuyentaron viejos fantasmas y todos se permitieron la grandeza.

Bibliografía

Kübler-Ross, E. (2001). Preguntas y respuestas a la muerte de un ser querido. Macellari, G. (2003). la muerte: un bien incurable. MATIN, L. N. TRATADO...EL PROCESO DE DUELO Y MORIR,. editorial PIRAMIDE. Puigarnau, A. P. (2010). las tareas del duelo. Raimbault, G. (1996). la muerte de un hijo. WORDEN, J. EL TRATAMIENTO DEL DUELO. ASESORAMIENTO PSICOLOGICO EN TERAPEA. editorial PAIDOS. www.amad.es