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UNIVERSIDAD DE LA FRONTERA FACULTAD DE EDUCACIÓN Y HUMANIDADES DEPARTAMENTO DE PSICOLOGÍA PROGRAMA DE ESPECIALIZACIÓN TERAPIA FAMILIAR SISTÉMICA

“FAMILIA Y DUELO POR MUERTE”

AUTORES LAURA ASTETE VILLALOBOS ANDREA CARDENAS CONDE RODRIGO FLORES CISTERNAS

PROFESORA GUIA: IVETTE BARRIA HERNÁNDEZ

TEMUCO 2005

RESUMEN Y ABSTRACT

En el presente trabajo se describen y comparan algunas variables que influyen en la adaptación de los procesos de duelo de dos familias atendidas y cómo estos se relacionan con la capacidad de cada familia de reorganizarse y poder adaptarse a esta nueva situación familiar utilizando recursos resilientes. Para ello se revisan algunos conceptos teóricos asociados al proceso de duelo, las tareas asociadas a cada etapa y algunos factores que inciden en el proceso de elaboración de la pérdida.

El concepto de proceso de duelo puede comprenderse como la secuencia de estados subjetivos que se siguen a la pérdida y que tienden a la aceptación de ésta y a una readaptación del individuo a una realidad que ya no incluye al ser amado (Acuña,1992). Durante la elaboración del duelo, cada persona intenta revincularse con el entorno, y con ello, vuelve a experimentar la pérdida. Esto es así hasta que se impone lo evidente de la pérdida y, finalmente un sentido de resignación. El gasto de energía y tiempo es muy importante, dado que las emociones que constituyen el vínculo con el ser querido y con el mundo que éste representa, deben ser reemplazadas por el recuerdo y por otros vínculos (Gaete, 2003). Desde un punto de vista sistémico, la pérdida puede verse como un proceso interaccional, que involucra tanto a la persona ausente, como a quienes lo sobreviven, en un ciclo vital compartido que incluye la finalidad de la muerte y la continuidad de la vida, siendo esta situación la tarea más difícil para una familia a lo largo de la vida (Walsh y Mc Goldrick, 1991). Desde el punto de vista de la sobrevivencia, el trabajo de duelo es necesario en la medida que prepara a la persona para nuevas relaciones y para aceptar una visión diferente de sí mismo en la actualidad (Gaete, 2003). Una reorganización familiar implica diversos desafíos, que desde el punto de vista teórico han sido propuestos y descritos. En el presente estudio se presentan dos situaciones terapéuticas de familias que consultan a partir de la vivencia de duelo por muerte de un familiar cercano. Se analizan los aspectos planteados en la teoría que fueron evidenciados en estas familias y que constituyeron un aporte en la comprensión relacional y de recursos en estos sistemas. Finalmente, se comenta sobre los aspectos resilientes activados en estas familias y que permiten una reorganización positiva de los vínculos internos.

Presentación de las situaciones terapéuticas Familia 1: Acude a terapia una mujer de 44 años, cuyo motivo de consulta fue el duelo por la pérdida de su madre. La madre llevaba 7 años enferma de Alzheimer y diabetes, y durante este período tuvo un accidente vascular encefálico que la dejó postrada y sin habla durante sus últimos cuatro años de vida. La consultante es la menor de cuatro hermanos y durante toda su vida vivió con sus padres. Fue madre soltera, tiene una hija de 21 años y está casada hace cuatro. Durante los últimos siete años comenzó paulatinamente a disminuir su carga laboral, dedicándose los últimos años exclusivamente al cuidado de la madre. Hace un año, luego de una falla multisistémica, muere la madre en sus brazos. Consulta luego de ocho meses de fallecida su madre.

Familia 2: Consulta una mujer de 37 años, dueña de casa, luego de la muerte de su esposo de 38 años de edad, producto de un paro cardiorrespiratorio mientras dormían. La pareja llevaba 10 años casados, tenían un hijo de nueve años y la paciente tiene otro hijo previo a su matrimonio, que al momento de consultar tiene 18 años. La familia llevaba viviendo junta durante seis años, ya que el hijo mayor vivió hasta los 12 años de vida con la abuela y una tía materna. La consultante es la mayor de cuatro hermanos. Recientemente había muerto su madre y su suegra. Actualmente continúa este proceso terapéutico.

Definición de Duelo Familiar Partiendo de la definición de duelo de Bowlby (1980), podemos entender el duelo familiar como el “proceso familiar que se pone en marcha a raíz de la pérdida de uno de sus miembros”. Desde el punto de vista sistémico, la pérdida o amenaza de pérdida de un miembro es la mayor

crisis que tiene que afrontar un sistema. Ante esta crisis, si el sistema tiene suficientes recursos reaccionará con un cambio adaptativo. Si no los tiene, el sistema puede ‘desaparecer’. Respecto de cómo se vivencia el duelo en una familia, cabe señalar que la pérdida de un miembro implica una reorganización del sistema familiar para adaptarse a una nueva situación. Walsh y Mc Goldrick (1991) describen cuatro tareas que la familia debe llevar a cabo ante la pérdida de alguno de sus miembros: 1.- Aceptación familiar de la pérdida, permitiendo y favoreciendo la expresión de la aflicción de todos los miembros de la familia. Reconocimiento compartido de la realidad de la muerte. En esta etapa los rituales van a jugar un papel importante, como los funerales, el entierro y visitas a la tumba por parte de todos los miembros de la familia, incluyendo a los niños. En la familia 1 tanto la consultante como su familia construyeron espacios y rituales que le permitieron expresar toda la emocionalidad asociada a la pérdida, a través de visitas semanales al cementerio, reuniones familiares, celebraciones de fechas importantes para la familia como aniversario de la muerte, celebración del día de la madre; espacios que en general se caracterizaron por una intensa expresión emocional de la tristeza, desolación y frustración asociada a la pérdida. En la segunda familia, estos espacios han tenido un carácter mucho más personal, no han generado como familia momentos para la expresión de sus emociones. Cada uno de ellos lo ha hecho en forma particular y parcial, buscando lugares personales o privados para poder expresar lo que sienten, sin que los otros se den cuenta. Tampoco son frecuentes las visitas al cementerio ni otros rituales que permitan a la familia en conjunto explicitar su dolor. Las fortalezas que se observan en la primera familia están relacionadas con el desahogo emocional, el cual permite que cada uno de sus miembros explicite sus emociones y sea validado en ese proceso. Por otro lado, probablemente la segunda familia no permite un desahogo

emocional ante el duelo total pero si proteger a algún miembro o a varios de un sufrimiento mayor, por ejemplo, la madre estaría cuidando a sus hijos de sufrir la pena del duelo.

2.- Reagrupamiento y encastillamiento de la familia para permitir la reorganización familiar (redistribución de la comunicación interna y de los roles familiares): el proceso de reorganización familiar en el que es necesario redefinir los canales de comunicación y distribuir los roles familiares, es un proceso delicado que afecta a la propia estructura de la familia, por lo que ésta debe adoptar una conducta defensiva que le permita afrontar este proceso con el menor desgaste posible. Esto supone además aceptar definitivamente la pérdida del ser querido, lo que añade las dificultades propias de la aflicción que causa a esta renuncia de la familia. En la familia 1 el proceso de reorganización familiar comenzó a realizarse progresivamente mientras la madre aún vivía. La consultante y su familia asumieron paulatinamente funciones de la madre, como por ejemplo, en lo que se refiere a la organización de la economía familiar. A su vez, fueron dejando de lado funciones que le eran propias, como la disminución de la carga laboral de la consultante o la pérdida de actividades propias del ciclo vital de un adolescente en el caso de la hija de la consultante. Roles y funciones que posterior a la muerte de la madre fueron retomando paulatinamente. En la familia 2, el proceso de reestructuración de los roles y funciones se ha focalizado especialmente, en la reorganización de las funciones básicas que tiene que ver con la mantención de la familia, como son la generación de ingresos económicos y el pago de los consumos básicos. Queda pendiente la estructuración de funciones que desempeñaba su marido relacionadas con la integración familiar y la generación de espacios de participación y expresión de la afectividad de la familia.

En ambas familias se observa que las primeras funciones que se reorganizan son las que van asociadas a aspectos de mantención del sistema (satisfacción de necesidades básicas). En la familia 1, el tipo de muerte permitió que el proceso de re-estructuración fuera más fácil. También tiene relación el ciclo familiar, en donde, los miembros de la familia eran autónomos. En la familia 2, el proceso de reestructuración de los roles y funciones ha sido más difícil, probablemente tanto por el ciclo vital como por el rol integrador que cumplía el miembro ausente. En este sentido la consultante y su esposo muerto mantenían un estilo de relación en donde ella tenía un rol regresivo, por lo que le ha sido más difícil asumir un rol progresivo una vez que su esposo muere.

3.- Reorganización de la relación con el medio externo. Tras la organización interna, debe seguirse el mismo proceso con el medio externo, abriendo nuevos canales de comunicación, y reasignando roles. Esta etapa se produce cuando la familia se siente con la suficiente estabilidad como para comenzar a abrirse al exterior, rompiendo su encastillamiento. En la familia 1, la re-estructuración de los roles se manifiesta en distintos ámbito. En el laboral, la consultante comienza a retomar sus redes laborales. En el ámbito de pareja, ellos comienzan a centrar sus tiempos y espacios en la relación. En la familia 2, la re-estructuración es un aspecto difícil, pues requiere tiempo, energía y conocimientos pragmáticos para desenvolverse eficientemente. Pareciera ser que el rol y la interdependencia relacional respecto de la persona que ha fallecido hacen que la familia se movilice con más o menos dificultad. En la segunda familia, por ejemplo, se evidencia que esta interdependencia hace que tenga más desafíos nuevos que enfrentar y, al mismo tiempo, una vivencia de mayor vacío inicial.

4.- Reafirmación del sentimiento de pertenencia al nuevo sistema familiar que emerge del antiguo, y aceptación del comienzo de una nueva etapa familiar. El final de la etapa de duelo familiar está marcado por la aceptación de sus miembros de una nueva estructura familiar, nacida de la antigua, pero organizada de una manera distinta. Se han creado nuevos canales de comunicación, y otros miembros juegan papeles que correspondían al difunto. Los juegos de alianzas quizá se hayan modificado, buscando los sobrevivientes nuevos apoyos. Esto no significa olvidarse de la persona ausente, sino resituarle emocionalmente de manera adecuada. La figura fallecida formará parte de la historia familiar, pero debe dejar de tener influencia directa en el funcionamiento de ésta (Pereira, 2002). La consultante de la primera familia, ha sido capaz de resignificar progresivamente la pérdida de su madre. Esto gracias al apoyo familiar, al establecimiento de redes con el medio externo, y a la facilitación de rituales familiares que le permiten actualmente disfrutar de las actividades que realiza, sin que por eso se haya olvidado de su madre, aunque cuando la recuerda aún siente nostalgia. En la segunda familia, no están presentes los rituales en la dinámica familiar relacionados con el duelo y son escasas las expresiones emocionales, especialmente la tristeza y la angustia asociada a la pérdida. El establecimiento de redes con el medio externo les ha sido particularmente difícil. Se observa que la consultante, se encuentra en una etapa de profundo sufrimiento, alternando de manera ambivalente entre la desesperanza y la visión de futuro. Una de las diferencias que se observa en ambas familias es que en la segunda familia, la consultante no acepta la nueva organización y realidad que se le impone, y tiene temor de tener que asumir un nuevo rol dentro de esta estructura. A diferencia de la primera, la consultante y su familia son capaces de aceptar la nueva estructura que se conformó a partir de la muerte de

su madre. Ella se encuentra disfrutando su rol de madre y esposa, dejando de lado el rol de hija, el cual predominaba antes de la muerte de su madre.

Factores que influyen en la adaptación de la pérdida El impacto de una muerte está determinado por una serie de factores que influyen en la respuesta de una familia frente a ésta. Al buscar una explicación de por qué algunas familias reaccionan de determinada manera frente a una pérdida, es importante considerar el tipo de muerte y las redes de apoyo familiares y sociales (Gaete, 2003).

1. Tipo de muerte: a) Muerte inesperada o Muerte lenta: las muertes inesperadas o que suceden luego de enfermedades prolongadas son especialmente estresantes para las familias y requieren distintos mecanismo de duelo. Cuando una persona muere de forma inesperada, los miembros de la familia no tienen posibilidad de prepararse ante la pérdida, resolver asuntos inconclusos y en muchas ocasiones, no tienen tiempo ni siquiera para despedirse. Cuando el período previo a la muerte se prolonga, los recursos emocionales y económicos, tienden a agotarse, sin embargo el alivio que sigue a esa pérdida es vivido con mucha culpa, aún cuando se sabe que, tanto el familiar muerto, como quienes lo acompañaron en su dolor, han dejado de sufrir. b) Pérdidas ambiguas: un ser querido puede estar físicamente ausente, pero psíquicamente presente como en el caso de detenidos desaparecidos, soldados muertos en acción, etc. La incertidumbre respecto si un familiar está vivo o muerto puede convertirse en una constante agonía para los familiares de éste.

En otras situaciones de pérdidas ambiguas, un familiar puede estar físicamente presente, pero psíquicamente muerto, como en el caso de deterioros físicos y psicológicos importantes. c) Muertes violentas: El devastador impacto de una muerte violenta reverbera en todo el sistema familiar. El sin sentido de la muerte de personas inocentes es particularmente difícil de aceptar, sobre todo cuando es el resultado de violencia o negligencia, así como cuando existe la sensación de que no se ha hecho ni se hará justicia. En relación al tipo de muerte, la primera situación terapéutica se clasifica como una muerte lenta, dado al prolongado período en que la madre de la paciente estuvo enferma. Previo a la muerte, se podría también considerar como una pérdida ambigua, ya que la madre estaba físicamente presente, pero psíquicamente ausente, situación que implicó una serie cambios a nivel individual y familiar. Como se mencionó con anterioridad, la madre llevaba cuatro años postrada luego de sus diversas enfermedades. Esto generó una serie de cambios en los códigos de comunicación familiar, por ejemplo, la consultante debía adivinar a través de los gestos de su madre, lo que le podía estar pasando o las necesidades que ella podía tener. Lo anterior generaba una alta carga de tensión y angustia y la sensación de, tal vez, no estar haciendo lo que realmente le pedía su madre. Como la muerte fue lenta, la consultante pudo pasar largo tiempo junto a su madre, hacerse cargo de sus cuidados y de esta manera estrechar los lazos afectivos entre ambas. Esto permitió que ella pudiera despedirse de su madre antes de fallecer. Este largo periodo de tiempo generó un alto nivel de estrés en los miembros de la familia, por el constante cuidado y preocupación que generaba la salud de la madre y por la pérdida de la red de apoyo social (trabajo, amistades); frente a la muerte de la madre, si bien se observó alivio, éste iba asociado a la culpa por el hecho de comenzar a recuperar los espacios perdidos. “Cuando mi hermano me invitó a su casa a pasar las vacaciones, lo primero que pensé era que

no iba a ir, no podía estar yo de vacaciones y mi mamá no…cuando estaba allá, mi hermano y toda su familia trataban de entretenerme, pero yo me sentía muy culpable por estar pasándolo bien sin mi mamá…”. En relación a la segunda familia, el tipo de muerte es inesperada y abrupta. La familia no tuvo la posibilidad de prepararse ante la pérdida, resolver temas pendientes y mucho menos despedirse. Este tipo de muerte generó altos niveles de desequilibrio emocional. En el caso de la consultante, hubo ideación y un intento de suicidio, acompañado por alta ingesta de alcohol. El hijo mayor se alejó del núcleo familiar, y el hijo menor no ha encontrado acogida a su tristeza dentro de éste, generándole un sentimiento de soledad que es compensado a través de juegos imaginarios en los que interactúa constantemente con su padre. Se observa que en ambas familias existen diferentes tipos de muerte las cuales han implicado que las formas de afrontarla sean variadas. Se podría pensar que la posibilidad de despedirse de la persona que va a morir y construir rituales que permitan decir y hacer algo para poder aliviar el dolor de la muerte, permite hacer un cierre en la relación con el difunto.

2. Redes de apoyo familiares y sociales: a) Cohesión familiar y diferenciación de los miembros.

Cuando existe cohesión familiar, la

adaptación ante las pérdidas deja de ser una tarea tan ardua. La cohesión familiar tiene que ver con ciertas características tales como apoyo mutuo, tolerancia y respeto frente a distintas respuestas de los familiares ante la pérdida. En aquellas familias que se caracterizan por ser extremadamente desligadas, la adaptación ante una pérdida adquiere mayor complejidad. En un extremo las familias aglutinadas pueden ser un frente unido en el cual cualquier diferencia es vista como deslealtad o como posible amenaza. En otro extremo, las familias desligadas buscan evitar el dolor de la pérdida a través del distanciamiento o la ruptura. Cuando se da esta

fragmentación familiar, los miembros quedan aislados en su dolor cada uno defendiéndose a sí mismo. En la primera familia es posible observar cohesión, existiendo apoyo mutuo, nunca dejaron a la madre fuera de una reunión familiar, pese a las condiciones en que se encontraba. “Mi madre siempre participaba con nosotros, si llegaba alguien a la casa, ella participaba, se sentaba a la mesa junto a nosotros…también si le parecía algo mal lo daba a entender con la mirada…no necesitábamos hablar”. “Durante el invierno, nuestra hija duerme con nosotros en la misma pieza…cuando ella lo decide se va a su pieza a dormir”, lo que habla de un bajo nivel de diferenciación familiar y escaso establecimiento de límites entre sus miembros. En el segundo caso, la cohesión familiar estaba presente en la medida en que el padre era el pilar que articulaba las relaciones entre los miembros, produciéndose una pseudo cohesión familiar, ya que cuando él muere, la familia se desliga progresivamente. La consultante no visualiza esta situación, y tampoco sabe lo que pasa con sus hijos. Es así, que cada uno de los miembros de esta familia sufre la pérdida de una manera personal y solitaria. “Estoy preocupada por mi hijo mayor, se ha puesto muy rebelde, ya no para en la casa…llega tarde, le dio por ir a las fiestas…y cuando yo quiero conversar con él me rechaza…no me cuenta nada, yo le digo que confíe en mí y él se enoja y me echa y me dice que no quiere conversar…”. A través de esto se puede evidenciar que la aparente cohesión familiar, no permite la contención y el espacio para el apoyo emocional, en donde el hijo está buscando espacios fuera del hogar, intentando establecer redes de contención fuera de su familia nuclear. En esta familia, el nivel de diferenciación es bajo, el hijo menor se ha mantenido ahora más que nunca ligado a su madre, durmiendo junto a ella desde el momento en que su padre murió. En cambio el miembro que se esfuerza por diferenciarse es visto como rebelde. Por su parte, la pareja presentaba un alto nivel de fusión, en donde se evidenciaba una colusión oral, es

decir, el esposo se dedicaba al cuidado de ella y de toda la familia, presentando el rol progresivo de la relación, por su parte ella era el miembro regresivo y pasivo que recibía los cuidados. b) Flexibilidad del sistema familiar. La estructura familiar, particularmente los roles, límites y reglas deben ser flexibles a la vez que claros a fin de lograr la reorganización del sistema familiar luego de la pérdida. En el extremo, una familia caótica y desorganizada tendrá dificultades para mantener un adecuado liderazgo, así como la estabilidad y continuidad necesaria para manejar la crisis temporal que se presenta. Una familia extremadamente rígida tendrá dificultades en el logro de las modificaciones necesarias para acomodarse a la nueva situación que incluye la pérdida. En la familia 1, los roles estaban bien definidos y se fueron flexibilizando en la familia en la medida en que la madre estuvo enferma por un tiempo considerable, lo que permitió esta adecuada redistribución y adaptación a las distintas etapas de la enfermedad. Después de la muerte ellos asumieron adecuadamente los roles que habían dejado de lado en su momento. En la familia 2, los roles eran rígidos y luego de la muerte del padre, se hizo difícil para la familia redistribuirlos, así por ejemplo, funciones que ejercía principalmente la persona fallecida, en la actualidad los miembros evitan asumirlos o cuando lo hacen les genera una alta carga emocional. A la consultante le es muy difícil ejercer el rol de integradora de la familia, dificultándosele la capacidad de contención y acogida, como de visualizar las necesidades de sus hijos, ya que se encuentra centrada en su rol de esposa/viuda más que en su rol de madre con hijos que sobreviven la pérdida. Pareciera ser que la posibilidad de reestructurar los roles de la familia se relaciona con la etapa del ciclo vital en que se encuentra y con los distintos roles que desempeñan los sobrevivientes antes de la pérdida. Es posible que la reestructuración de los roles en la primera familia haya sido más fácil ya que la familia se encontraba en un ciclo vital familiar consolidado

donde los miembros han logrado un nivel de autonomía que les permite desarrollarse independientemente, y por otra parte el rol que le tocó asumir a la consultante cuando su madre fallece no le era desconocido, era parte de sus competencias desarrolladas históricamente en su actuar laboral. A diferencia de la segunda consultante, cuya familia se encontraba en la crianza de un hijo escolar y otro adolescente, al encontrarse con la muerte abrupta de su esposo, debe asumir un rol que nunca ejerció ni le fue familiar. c) Comunicación abierta versus misterio. Cuando una familia se enfrente a una pérdida, la comunicación abierta facilita el proceso de recuperación. Misterio, mitos y tabúes que rodean la pérdida interfieren enormemente. Cuando se bloquea la comunicación lo que no se habla pasa a expresarse a través de síntomas disfuncionales o conductas disruptivas. En la familia 1, al inicio de la terapia la paciente utilizaba un lenguaje misterioso como “mi mamá ya no está con nosotros, se fue…” “cuando pasó eso…” y prontamente en el proceso comienza a verbalizar frases como: “…Ahora que mi mamita está muerta…cuando mi mamá murió…”, logrando una comunicación abierta respecto de la muerte de su madre, lo que permite un cambio y mejor evolución y pronóstico. En la familia 2, desde el inicio de la terapia hasta ahora se ha presentado un lenguaje misterioso frente a la muerte del cónyuge. “… Hijo, cuéntale a los tíos cómo te has sentido desde que nos pasó eso…” “…Desde que me pasó esto, mi vida no tiene sentido, sólo sigo viviendo por mi hijo menor que es el que más me necesita…” La consultante ha presentado ideación suicida y un intento, acompañado además por consumo de alcohol y fármacos. Estas últimas conductas disruptivas podrían ser una forma indirecta de expresión del dolor. Pareciera ser que los elementos facilitadores de un buen pronóstico terapéutico, están relacionados con la capacidad de hablar abierta y directamente sobre la muerte del ser querido. Esto permitiría confrontar el tema e incorporarlo como una situación presente, parte del proceso

y parte de la vida con el cual se debe interactuar. Al hablar acerca de la muerte, se asume el tema y se hace realidad esta condición, dando un sentido compartido a esta construcción. d) Rol del familiar muerto dentro del sistema familiar. Mientras más importante es una persona dentro de la vida familiar y más central su rol, mayor será la pérdida. La muerte de un padre con hijos pequeños será, por lo general, bastante más devastadora que la muerte de un abuelo más periférico. Las familias corren riesgo de disfunción si, en un extremo, buscan evitar el dolor de la pérdida negando la importancia del miembro familiar muerto o reemplazándolo rápidamente. En el otro extremo pueden quedar inmovilizadas si son incapaces de distribuir roles y funciones o crear nuevos lazos afectivos. En la primera familia, debido al ciclo en el cual se encuentra, la muerte de la madre si bien fue una pérdida dolorosa resultó ser menos sorpresiva, luego de una enfermedad prolongada y de la edad que tenía. Si bien la madre ocupaba un rol importante en la dinámica familiar, los roles ya habían sido asumidos por los miembros adultos. En la segunda familia, se trató de una muerte inesperada, de un hombre sano, joven trabajador, con un rol de proveedor de la familia y de nexo en las interacciones familiares, a quien no se le evidenció ninguna enfermedad. La etapa del ciclo familiar en la cual se encontraban era un periodo de crianza de su hijo, de estabilidad en la pareja, en donde faltaban muchas otras etapas del ciclo por cumplir. Esto produjo una fuerte desestabilización del sistema familiar dado el rol protagónico de la persona ausente. Coincidimos con lo planteado teóricamente, ya que el ciclo familiar influye directamente en el rol que un miembro del sistema debe cumplir. Pareciera ser que es más significativa la pérdida cuando las tareas del miembro que fallece se encuentran inconclusas, sobre todo en lo que respecta a la crianza de los hijos. También influye si el rol de la persona fallecida, fue

protagónico o periférico. En ambos casos los distintos roles que ejercían las personas fallecidas van a influir en la manera que los sobrevivientes se adapten a la nueva realidad.

DISCUSIÓN

A modo de comentario, coincidimos con la teoría en que existen dos aspectos cruciales en el proceso de adaptación a la pérdida. La primera está relacionada con compartir el reconocimiento de la muerte así como la experiencia de la pérdida. La comunicación en la familia es de vital importancia en el proceso de duelo. Existe una importante evidencia de que la comunicación clara y directa facilita la adaptación y fortalece a las familias, convirtiéndose ésta en una importante red de apoyo para sus miembros. Es crucial un clima de confianza, respuesta empática y tolerancia frente a las distintas reacciones. El proceso de duelo también incluye compartir intentos por darle un profundo significado a la pérdida que se incluya en la experiencia de vida familiar, así como en el sistema de creencias. En familias en que ciertas lealtades o tabúes prohíben la expresión de sentimientos, pensamientos o recuerdos, suelen aparecer comportamientos sintomáticos, así como sentimientos que quedan ocultos y que aparecen luego de manera desconectada de aquello que los originó. El segundo aspecto está relacionado con la reorganización del sistema familiar el cual reinvierte en otras relaciones y logros vitales. La muerte de un miembro de la familia rompe el equilibrio de ésta, estableciéndose nuevos patrones de interacción. El proceso de recuperación incluye un reajuste en las relaciones y una redistribución de roles y funciones necesarios para compensar la pérdida y continuar con la vida familiar. A través de la intervención de las familias atendidas fue necesario considerar el tipo de muerte, si la muerte fue lenta, se sugiere elaborar el periodo previo de duelo, donde el cuidado y expresión de afectos hacia la persona que fallece deben intensificarse como una manera de ritualizar la partida de este ser querido, en términos de prepararlo a él y a la familia para el “paso” que viene. En cambio, cuando la muerte es inesperada, pareciera ser favorecedor la

comunicación abierta de la pérdida, por mucha carga afectiva que ésta tenga, facilitando de esta manera una mejor elaboración de la situación de muerte. Además es posible apreciar la importancia de la construcción de rituales que permitan a la familia la expresión de la emoción y a la vez construir colectivamente el significado de la pérdida. Consideramos relevante también el ciclo vital de la familia que está en duelo. En la primera familia se observó que la readaptación de roles fue facilitada gracias a que la persona que falleció estaba en una etapa del ciclo vital en donde las tareas estaban resueltas. La intervención terapéutica se orientó principalmente al trabajo de la culpa asociada al alivio de no ver sufrir a su madre enferma y del reencuentro con los roles que estaban postergados.

En la segunda familia

la intervención terapéutica está enfocada a fortalecer al sobreviviente de la pareja Los objetivos que se han planteado son el reconocimiento de sus recursos, con el fin de poder distribuir los roles de la persona ausente al interior de la familia. En este caso en particular influye el bajo nivel de diferenciación que presentaba la consultante en relación a su pareja, lo que ha dificultado empoderarla y sacarla de su rol regresivo, al igual que la escasa red social de apoyo que presenta, por lo tanto el trabajo de construcción de redes sociales es central para poder lograr la redistribución de estos roles. Finalmente, desde la intervención terapéutica, siempre será favorable para el buen pronóstico de tratamiento, buscar aspectos positivos y resilientes de ambas familias. Es así, que se observó que en la primera familia las principales fortalezas radican en el apoyo de la familia extensa y nuclear, la capacidad de expresar sus emociones y validar las de los otros, las redes sociales, como por ejemplo el trabajo de los dos adultos y el liceo de la nieta y. también la posibilidad de realizar rituales que permitan ir construyendo y aceptando la realidad de la muerte En la segunda familia, el recurso y fortaleza que se ha observado es la capacidad de asumir progresivamente los roles, que nunca habían sido realizados por los miembros

sobrevivientes. La consultante se ha preocupado principalmente de las necesidades básicas de sobrevivencia, comenzando a asumir el rol de administradora y proveedora de los recursos del hogar, autovalidándose en este rol. La principal actitud resiliente que está en proceso terapéutico, es asumir un rol protector y acogedor hacia sus hijos, función que era propia de su esposo, además permitir a través de ella la posibilidad de que los hijos también reconozcan y potencien recursos que estaban latentes, pero que no habían tenido la posibilidad de expresarse por el rol que desarrollaba el padre. A modo de conclusión es posible señalar que la pérdida de un ser amado es sin duda una de las experiencias más dolorosas que nos toca vivir como seres humanos, ya que nos enfrenta a un gran dolor y miedo ante lo desconocido de la muerte. Muchas veces se generan sentimientos de profunda tristeza, angustia y soledad, llegando incluso a pensar en la posibilidad de no poder o querer seguir viviendo sin la persona amada. La muerte de un ser querido no sólo impacta fuertemente a nivel emocional en quienes le sobreviven, sino también genera importantes movimientos en la organización familiar. Se hace necesario por tanto, desde cualquier proceso terapéutico, generar espacios de expresión emocional y de resignificación colectiva de la vivencia, como también fortalecer los recursos resilientes que emergen de esta nueva estructura.

BIBLIOGRAFÍA

Acuña, J & Vidal, C. (1992) “Proceso de Duelo y Diferenciación” Tesis I.CH.T.F, Chile.

Bowlby, J (1980) “La pérdida afectiva”. Editorial Paidos, Barcelona, España.

Gaete, C & Triviño, A (2003) “Estudio sobre estilos de duelo de familias de detenidos desaparecidos”. Tesis para optar al grado de Licenciado en Psicología, Universidad de la Frontera. Temuco, Chile.

Pereira, F.R (2002) “Hacia un modelo familiar del duelo”, documento extraído de la página web: www.featf.org/mosaico/mosaico23/monografico_23.pdf.

Walsh, F; Mc Goldrick, M (1991) “Living beyond loss. Loss and the family: A Sistemic perspective”. Traducción Marcela Flores P; Pérdida y familia: Una perspectiva Sistémica. Apunte clases Especialización Terapia Familiar Sistémica, Temuco, Chile.