Pensamiento Politico de Marsilio

El pensamiento político de Marsilio de Padua representa un esfuerzo sin precedentes por dar al poder un fundamento racio

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El pensamiento político de Marsilio de Padua representa un esfuerzo sin precedentes por dar al poder un fundamento racional a principios del siglo XIV. Defendió la autosuficiencia del hecho político y el fundamento autónomo del Estado, que serían la gran contribución de Marsilio a la historia del pensamiento político occidental. Marsilio de Padua pretende resolver lo que para algunos es el principal problema de la filosofía política medieval: el problema de la doble soberanía, es decir, el conflicto entre el gobierno espiritual de la Iglesia, cuya cabeza es el Papa, y el gobierno temporal. Este conflicto, que históricamente tuvo su mayor ejemplo en lo que se conoce como la querella de las investiduras, representó durante la edad media un problema que convocó el interés de diversos pensadores que, ya sea defendiendo las pretensiones papales o las seculares, indagaron sobre los fundamentos de la soberanía y nutrieron el campo de la discusión teórica en torno a la teoría del gobierno, sentando las bases de lo posteriormente llegará a ser la filosofía política. Marsilio realiza su análisis de la civitas, y algunas de sus consecuencias inmediatas en la filosofía política y el orden jurídico social de su tiempo: el uso de la razón pura como instrumento exclusivo de análisis social, la separación de la ley humana de la ley eterna, y la búsqueda y consecución del bien común inmanente por sobre el trascendente, antecedentes que conforman el inicio del llamado liberalismo político. A modo de conclusión, se intentará demostrar que algunos de los postulados básicos que caracterizan el pensamiento liberal político moderno se encuentran virtualmente pre contenidos en el pensamiento de este filósofo medieval. Si bien Marsilio no niega la ley natural ni la ley eterna, su postura conduce a afirmar la arbitrariedad de las leyes humanas. Al restar importancia a la ley natural y/o excluir toda referencia a la ley eterna (divina) por su esencial diversidad de fines, las leyes humanas no refieren ni se someten a un orden moral superior, sino que se convierten, en última instancia, en convenciones entre los hombres sobre lo que está bien y es adecuado al momento en que se generan; responden básicamente a la voluntad del legislador (pueblo). La concepción política naturalista de Marsilio parte de un factum (ávitas naturalis) y un ius que propone como programa o modelo ejemplar (forma) que organiza la vida de la ciudad (Estado). Concluye su análisis en una teoría del poder que asume la forma de un pacto social. En este contexto es la totalidad de la ávitas quien legitima el principio de coercitividad, esto es, la capacidad de disponer y ordenar del Estado. Con ello el pacto social se legitima en la parte gobernante logrando así la unidad (indivisibilidad) y la inalienabilidad del poder: el soberano (pueblogobernante) debe ser uno, singular, es decir, no permite la existencia de otro elemento con el cual compartir el poder, de ahí su rechazo al poder civil del sacerdocio y el esfuerzo por subordinarlo al poder del Estado. Dicha cuestión se manifiesta, además, en el monopolio de la capacidad de legislar y de administrar la justicia como atribución exclusiva del Estado. Para terminar la originalidad de Marsilio no radica en sus razonamientos acerca de las tesis populistas, sino en negar, desde su punto de vista populista, legitimidad a cualquier tipo de gobierno que no se sometiera a las leyes elaboradas por los hombres". Se trata de un pensador de transición: por un lado anticipador del espíritu laico moderno.