PASTORAL DE LA SALUD.pdf

Tema 1: El Plan de Jesús 1 Su misión: Ser Jesús; 2 Su meta: Instaurar el Reino; 3 Su método: Formar discípulos-maestros.

Views 115 Downloads 6 File size 1MB

Report DMCA / Copyright

DOWNLOAD FILE

Recommend stories

Citation preview

Tema 1: El Plan de Jesús 1 Su misión: Ser Jesús; 2 Su meta: Instaurar el Reino; 3 Su método: Formar discípulos-maestros.

Mantengamos fijos los ojos en Jesús: Heb. 12,2.

Nuestro único modelo de actividad pastoral es la persona y vida de Cristo Jesús. Nosotros no podemos mejorar su proyecto ni su acción. Él elaboró un plan progresivo, con objetivos concretos y metodología definida, que debemos conocer para luego poder reproducir. Jesús es el Pastor de los pastores y el único Maestro, es el Buen Samaritano que nos enseña, tanto con sus palabras como con su ejemplo. Todo pastor es pastoreado por él. Si se pierde esta primera relación de dependencia, no se tiene autoridad con respecto a los demás. 1.- Su Misión: Ser Jesús Si con una sola frase quisiéramos resumir la misión de Cristo Jesús, sería: "ser Jesús". El nombre, para los orientales, no es sólo la forma de llamar a la persona, sino que descubre lo más profundo de su ser, su misión y su vocación. Jesús (Yeshúa) significa: "Yahveh salva": en él y a través suyo se posibilita la salvación de todo el hombre y todos los hombres. El ha venido a salvar al hombre completo. No sólo el alma, sino también el cuerpo y el espíritu, así como las estructuras sociales, políticas y económicas. Le interesa el hombre completo. Ni sólo el cuerpo y la comida, ni sólo el alma y la gracia, sino la persona íntegra y todas sus relaciones. Su misión es salvar a los hombres de cualquier tiempo o latitud. El mismo sintetizó su misión en cinco puntos cuando, desde la tribuna de la sinagoga de Nazaret presentó su plan de trabajo: El Espíritu de Dios está sobre mí, porque me ha ungido y me ha enviado: -a anunciar la Buena Nueva a los pobres, -a proclamar la liberación a los cautivos, -a dar vista a los ciegos, -a dar libertad a los oprimidos -y proclamar el año de gracia del Señor (Lc 4,18-19).

2.- Su Meta: Instaurar el Reino Jesús tenía un objetivo bien concreto y definido: instaurar el Reino de Dios en este mundo. Por eso, el tema central de su predicación, era revelar el misterio del Reino: qué es, condiciones para entrar en él y, sobre todo, el estilo de vida de quienes le pertenecen. San Mateo delinea dos veces los diferentes elementos de cómo Jesús implantó el Reino:

Recorría Galilea, proclamando la Buena Nueva de Dios, enseñando en las sinagogas el misterio del Reino y curando a los enfermos (Mt 4,23; 9,35). Cuatro facetas comprendía su ministerio: recorrer, proclamar, enseñar y curar: Recorrer: Jesús fue un predicador itinerante que nunca se estableció en un lugar fijo. Iba por todas partes, aún las prohibidas, como Samaria. Incluso se desplazó más allá de los límites de la tierra santa: Tiro y Sidón. Predicaba en el mar, las aldeas y las plazas de las ciudades: en las montañas y los valles; en el templo y las sinagogas, en la casa de los pecadores y en la mesa de los fariseos. En fin, en todas partes se escuchaba la voz del alegre mensajero que comunicaba la Buena Nueva del Reino a todos los hombres. Como buen pastor, tomó siempre la iniciativa. Por eso dijo: He venido a buscar ya salvar lo que estaba perdido (Lc 19,10). Proclamar: La primera fase de la predicación de Jesús era el anuncio de una Buena Noticia: ¡el Reino de Dios ha llegado! San Marcos resume el contenido de este kerygma: Arrepiéntanse y crean en el Evangelio, porque el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca (Mc l,15). Enseñar: Después del anuncio de la Buena Nueva, venía el proceso de enseñanza. No se trababa tanto de un cúmulo de verdades o tesis teóricas, sino de una forma de vivir y de relacionarse los unos con los otros. Con su propio ejemplo, vino a enseñar a vivir a aquellos que habían nacido de nuevo por creer en el Evangelio. Se trataba de una nueva doctrina expuesta con autoridad: (Mt 7 ,28-29). Curar: Otro elemento del ministerio de Jesús, era la curación de enfermos como signo de la llegada del Reino. Todo esto en vistas a instaurar la soberanía total de Dios sobre su pueblo, excluyendo todo sustituto que compitiera con el Señorío de Yahveh delante de su pueblo. Por eso, San Pedro resume el ministerio de Jesús diciendo: pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (Hech 10,38). 3.- Su Metodo: Formar discípulos-maestros Si Jesús tenía una misión universal, pero él estaba limitado por el tiempo y el espacio, ¿cómo podría entonces abarcar a toda la humanidad y romper las fronteras geográficas? Lo primero que hizo, fue rodearse de discípulos, para de esa manera multiplicarse y prolongarse. La tarea primordial de Jesús durante sus tres años de ministerio, no fue atender a las multitudes que lo seguían. Su preocupación principal se centró en sus discípulos, hasta que doce de ellos llegaron a ser maestros. La opción preferencial de Jesús fue formar discípulos, capaces de generar nuevos discípulos. El que en verdad aprende, no esconde su riqueza, sino que a su vez enseña a otros. El verbo "aprender" en hebreo (Lamad), cuando se conjuga en modo causativo (hifil), se traduce como "enseñar". Es decir, todo aquel que ha logrado aprender, necesariamente debe enseñar. Por lo general, nos engañamos pensando que Jesús andaba siempre rodeado de multitudes que lo arrastraban. No. Aunque le interesaba todo el pueblo, su visión pastoral no se limitaba a repartir enseñanza a los cuatro vientos, sino a formar a los

pastores que atendieran, cuidaran y sirvieran a las ovejas. La prioridad de Jesús fue terminar el proceso pedagógico en doce de sus discípulos. El quería dejar acabado el modelo, para que después todos nosotros tuviéramos un marco de referencia que nos guiara en nuestro trabajo pastoral. "Yo por ellos me consagro", confesó en la última cena (Jn 17,19). Jesús se consagró en cuerpo y alma a troquelar a doce que, siendo como él, pudieran continuar en el tiempo y propagar en el espacio su obra salvífica. Porque la tarea de cosechar la mies ya madura en los campos, era apremiante, supo invertir y capitalizar el poco tiempo que tenía. No le interesaba la producción en serie ni la gran cantidad de seguidores, sino la calidad. Jesús no sólo formó discípulos, sino que a éstos los capacitó para llegar a ser productores de discípulos, los cuales llegaron a ser maestros también. Por eso, la comunidad primitiva se congregaba en torno a la enseñanza de los apóstoles (Hech 2,42). Jesús, a diferencia de Juan Bautista, que sólo tenía discípulos, transformó a los suyos en maestros aptos para formar discípulos a su vez. Así pues, la opción preferencial de la labor pastoral de Jesús fue la formación de discípulos. Por tanto, cualquier colaboración en instaurar y extender el Reino debe ser a base de la formación de auténticos discípulos de Jesús. La gran comisión confiada por Jesús a los suyos fue: Vayan y hagan discípulos a todas las gentes (Mt 28,18-20). Evangelizar no se reduce a la comunicación de un mensaje o anunciar Buenas noticias, sino que es una tarea de escultor: formar discípulos de Jesús. Este tema ha sido tomado de: José H. Prado Flores; “Formación de Discípulos”:1 El pLan de Jesús; pag. 9-12; Publicaciones Kerigma; Mexico.

Tema 2: El Maestro y El Discípulo A- Los maestros de Israel; B Jesús maestro; C- El discípulo; Discípulo, antes que Apóstol

A.- Los Maestros de Israel La relación maestro-discípulo en Israel era muy distinta de lo que hoy día nosotros estamos acostumbrados con los profesores de nuestras escuelas. Para comprenderlo es necesario despojarnos de nuestros conceptos catedráticos y meternos en el túnel del tiempo, que nos transporte al Oriente y a la mentalidad de hace dos mil años. No se trataba de profesores que repitieran lecciones aprendidas o trasmitieran el fruto de sus investigaciones, sino que eran laicos competentes, que enseñaban a los demás cómo encontrar y cumplir la voluntad de Dios. Eran, estudiosos de la Ley, que enseñaban a vivir de acuerdo al plan divino. Facilitaban hallar el sentido de la existencia y la forma de cumplir la propia vocación. Así, el maestro llegaba a ser más importante que el mismo padre. Para un hebreo era mucho más fundamental saber vivir que vivir, y por lo tanto el maestro tenía prioridad sobre el mismo padre. Hillel o Shamái no contaban con una academia o un instituto, sino que su propio estilo de vida era lo que enseñaba. Su autoridad no se basaba en títulos o estudios, sino en la vida que llevaban. Esto era lo que llamaba la atención e invitaba a otros a seguirlos e imitarlos. Su ejemplo era más elocuente que sus palabras. Por eso, los discípulos tenían que convivir con su maestro,

ya que, observándolo, era como aprendían a vivir. De esta manera se formaba una familia alrededor del maestro. B.- Jesús Maestro Jesús aparece en el escenario religioso de su tiempo como uno más de estos maestros de Israel. Por lo tanto, viene a enseñar a vivir. Por eso acepta ser llamado "Rabbí” Maestro- y se rodea de unos seguidores para enseñarles a vivir de la misma manera que él lo hace. En los Evangelios aparece cuarenta y ocho veces el término maestro (didáscalos), aparte de las quince veces "Rabbí" y las dos ocasiones en que se presenta "Rabbuní". En todas estas ocasiones se nos ofrecen distintos valores para delinear el perfil de Jesús como Maestro. Maestro, es uno de los pocos títulos que Jesús se atribuye a sí mismo (Jn 13,13). Sin embargo, Jesús se distingue de todos los otros maestros por algunas características que lo hacen único: -En aquel tiempo los discípulos tenían el derecho de seleccionar al maestro que más les convenciera y conviniera. En el caso de Jesús, no es así. El mismo escoge personalmente a cada uno de sus seguidores(Jn 15,16). -El discipulado era tomado como una etapa temporal. Los discípulos de Jesús lo siguen por toda la vida y no les está permitido volver atrás (Lc 9,62). -Los discípulos entraban al servicio del maestro casi de la misma forma que un esclavo servía a su amo. Jesús, por su parte, no los llama siervos, sino amigos (Jn 15,15). -Los niños y las mujeres no eran considerados aptos para el discipulado. Sin embargo, Jesús pide que los niños se acerquen a él (Mc 10,14) y un grupo de mujeres lo siguen para aprender a vivir su vida (Lc 8,3). -Los seguidores de un ilustre maestro, gozaban de fama y autoridad ante el pueblo. Quien había sido instruido a los pies de Gamaliel, lo tenía como un orgullo y así lo consignaba en su currículum vitae (Hech 22,3). Por el contrario, Jesús no ofrece sino problemas, persecuciones y calumnias (Mt 5,11). Así pues, aunque Jesús parece uno más de los muchos maestros de Israel, se distingue de ellos al mismo tiempo. Como todos ellos, enseñan a vivir, pero su estilo de vida tiene características que lo hacen único entre los demás. C.- El Discípulo Así como no cualquiera era considerado maestro, tampoco todos podían ser discípulos. El sistema del discipulado exigía ciertas características y renuncias que no todo mundo podía satisfacer. Hasta que un joven judío celebraba su Bar Mizbá (hijo del precepto) a los trece años, se hacía apto para comenzar el itinerario del discipulado. El discipulado era un privilegio y una responsabilidad que abarcaba todos los aspectos de la vida, y que por tanto exigía disponibilidad plena para dejarse moldear por el maestro.

El discipulado era un sistema que buscaba trasmitir sabiduría para saber vivir bien. Gracias a él se mantenía viva la fuente de vivencias de Israel. Como el maestro comunicaba ante todo experiencias, y éstas de por sí son intransferibles, entonces se buscaba llevar a los discípulos a que ellos tuvieran sus propias experiencias. El discípulo era prácticamente como un esclavo. A cambio de la enseñanza que recibía, prestaba servicio en todas las necesidades de su maestro. Lo único que lo distinguía de un esclavo, era que no estaba obligado a lavar los pies de su maestro. En todo lo demás, no había mucha diferencia. La meta de todo discípulo es llegar a ser como su maestro: Bástale al discípulo ser como su maestro Mt 10,25. En el Nuevo Testamento aparece doscientas sesenta y dos veces la palabra discípulo (Mazetés). Es decir, tenemos gran variedad de datos evangélicos para delinear a aquel que busca llegar a ser como su maestro, reproduciendo sus criterios, acciones y misión. Si con una sola frase quisiéramos definir el perfil del discípulo, sería: "es como su maestro": aplica la jerarquía de valores de su maestro a la vida moral, laboral, familiar, religiosa, económica, social y política. El discípulo ora y perdona como su maestro. Gasta el tiempo y se divierte de acuerdo al modelo de su maestro. Piensa, vive y muere como su maestro.

Discípulo, antes que Apóstol El discípulo ha sido llamado para un objetivo bien claro y determinado: Subió al monte y llamó a los que quiso; Y vinieron donde él. Instituyó doce: - para que estuvieran con él - y para enviarlos a predicar, con poder de expulsar demonios (Mc. 3,13-15) En este texto están perfectamente delineadas la vocación y la misión: -La vocación es estar con el maestro. -La misión -como consecuencia- es evangelizar y expulsar demonios. La primera vocación de un discípulo es estar con Jesús, o acompañarlo, como traducen otras versiones. Para vivir como el Maestro se debe vivir con él, invirtiendo el tiempo en aprender su estilo de vida. Después, sólo después y siempre después, viene la misión: evangelizar. De ninguna manera se pueden invertir las funciones, so pena de desvirtuar por completo la visión pastoral de Jesús. La docena de apóstoles, no salió de la nada ni

por generación espontánea. El evangelista San Lucas aclara que fueron llamados precisamente de entre el grupo de los discípulos: Por aquellos días Jesús fue al monte a orar y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, "llamó a sus discípulos" y eligió "de entre ellos" a doce, a los que llamó también apóstoles (Lc 6,12-13). La única condición indispensable para llegar a ser apóstol, es antes ser discípulo. Jesús no pidió títulos académicos ni certificado de buena conducta; ni siquiera que fueran célibes o tuvieran ciertos estudios. La única prueba que había que pasar para llegar a ser apóstol, era ser antes uno de sus discípulos. Si un apóstol no es primeramente discípulo de Jesús, es como si la flecha de su vida hubiera errado en la dirección adecuada. Por desgracia, muchas veces se tiene como meta prioritaria el llegar a ser apóstol y no discípulo. Interesa más el ministerio y la función en la Iglesia, que la relación con el Maestro. Por eso hoy día existen muchos "apóstoles" que nunca antes fueron discípulos de Jesús, sino simplemente modelados por un sistema, estructura o cultura religiosa. En el plan pastoral de Jesús, para ser apóstol (enviado), antes se necesita haber sido discípulo (llamado). Pero muchos han suplido el discipulado por el trabajo apostólico, la imitación del fundador de una congregación, el celibato o un cargo en la Iglesia. Se ha devaluado lo esencial y se da más importancia a lo secundario. Se ha perdido el sentido de la vida y se han invertido los valores evangélicos. Este tema ha sido sintetizado de: José H. Prado Flores; “Formación de Discípulos”:2 El Maestro y el discípulo; pag. 13-ss; Publicaciones Kerigma; Mexico.

Tema 3: La Pastoral de la Salud y su historia Desde Jesús...; Desde el edicto de Milán; En la Edad Media; Desde el Renacimiento; En la Época Moderna.

Desde Jesús... Desde la primera comunidad de Jerusalén, hasta nuestra época, la Iglesia «ha tejido una espléndida guirnalda de amor hacia todos los débiles, hacia todos los pobres, especialmente hacia los enfermos». Es consciente de que su misión incluye, por mandato de su fundador Cristo, la preocupación de la diaconía por los que sufren. Durante los tres primeros siglos de nuestra era, marcados por una situación de persecución permanente e ilegalidad, los cristianos no podían tener instituciones públicas para la asistencia a los enfermos, que tampoco existían en la sociedad imperial. El imperio romano no organizó establecimientos hospitalarios al margen de la asistencia prestada a los soldados heridos o enfermos. Se consideraba esta actividad como despreciable, propia de esclavos. En oposición a filosofías despreciativas del cuerpo (“El cuerpo, cárcel del alma”, Platón), la fe cristiana afirmará con Tertuliano (160-220): "la carne es el gozne de la salvación".

A pesar de las persecuciones, los cristianos organizaron de un modo eficaz la asistencia individualizada a los pobres y enfermos a domicilio. San Justino (100-165) comenta que en los domingos hacían colectas para ellos. El obispo era el primer responsable de la atención a los pobres y enfermos en cada comunidad. Gracias a él ya los diáconos y diaconisas, y después a las vírgenes consagradas, aparece, por primera vez en el mundo, una organización caritativa totalmente desinteresada al servicio de los pobres y enfermos. Ejemplo brillante es el diácono san Lorenzo. Antes de administrar el bautismo a los catecúmenos se les preguntaba por su atención a los enfermos, condición indispensable para aceptarlos en el seno de la comunidad: "¿Han honrado a las viudas? ¿Han visitado a los enfermos? ¿Han hecho toda suerte de obras buenas?". San Cipriano (258) consideraba las acciones cristianas como «Las obras de nuestra justicia y de nuestra misericordia». Evangelización y diakonía eran inseparables. En las primeras comunidades no faltaban los médicos cristianos. San Lucas evangelista era médico (Cfr. Col. 4, 14). Alejandro el Frigio y Zenobio fueron médicos mártires. San Cosme y Damián fueron también médicos martirizados, llamados «anárgiros» (sin dinero) porque no cobraban por sus servicios. Teodoro de Laodicea fue obispo y médico, según el testimonio de Eusebio de Cesarea. En torno al año 350, San Basilio el Magno de Cesarea dirige palabras de elogio a su médico Eustacio (Cfr. Epist. 189 Nº 1). Esta solicitud cristiana hacia los enfermos y pobres llegó hasta causar admiración entre los paganos. Maravillosa fue la actuación de los cristianos en la peste de Corinto, año 250. El mismo Juliano el Apóstata (331-363) incitaba a los sacerdotes paganos a tener el celo de los «impíos galileos». Paladio, historiador de los monjes del desierto egipcio, menciona cómo los anacoretas y cenobitas compartían sus bienes con los pobres y enfermos. Desde el Edicto de Milán Tras el edicto de Milán promulgado por los emperador Constantino y Magencio (313), la Iglesia ya pudo crear instituciones algo especializadas. Con la aparición de los monasterios urbanos surgen las primeras casas de la caridad para el cuidado de enfermos y pobres: nosocomios, para los enfermos; gerontocomios, para los ancianos; xenodoquios, para los peregrinos; orfanatos, para huérfanos. Fue la madre del emperador Constantino, santa Elena, quien erigió los primeros hospitales bajo el signo del cristianismo. San Efren (337) fundó en Edesa uno para apestados. San Juan Crisóstomo (407) informa de otro para leprosos cerca de Constantinopla. En Roma se fundaron a principios del siglo V varios hospitales regentados por dirigidos espirituales de san Jerónimo: el del patricio Panmaquio; el de santa Paula y su hija Eustaquia; el de Fabiola (400), hospital dividido en sectores según las distintas clases de enfermos. Se asume la medicina de su época, la griega, valorando mucho los textos del Corpus Hipocraticum (460-370 aC.), por su alto imperativo de la responsabilidad. En el 325, el concilio de Nicea recomienda a los obispos la creación de un hospital en cada ciudad. Los emperadores bizantinos desde Justiniano (530) favorecieron esta iniciativa.

El primer hospital de peregrinos del que se tiene conocimiento fue construido por el obispo Eustacio de Sebaste (365), acogiendo en el a enfermos y leprosos. Fue san Basilio, el gran legislador del monacato oriental, quien confió por primera vez a los monjes un cometido sanitario. Funda el 3-9-374, junto a su monasterio de Cesarea de Capadocia, un hospital bajo la advocación de san Lázaro, para atender especialmente a los leprosos Su propia hermana Macrina creó otro. En Occidente, la regla de san Benito muestra especial solicitud por los enfermos. Diseñaba con esmero la hospedería y enfermería. En los monasterios se crearon jardines botánicos y se dio una esmerada atención a la farmacopea. Obispos, como san Agustín y san Paulino de Nola, tenían muy bien organizada en la atención asistencial y pastoral a los enfermos. Papas como san Gregorio Magno fueron ejemplo exquisito de hospitalidad. Pero poco a poco se va extendiendo una doctrina que asocia, como en el Antiguo Testamento, enfermedad con pecado y castigo, que viene de san Basilio y que influirá en la acción sanitaria de la Iglesia. En la Edad Media El concilio de Orleáns (511) prescribió a los obispos reservar 1/4 de las rentas para sustentar a pobres, peregrinos y enfermos. Y amenazó con cesantía a los obispos negligentes. Hincmar, arzobispo de Reims, recuerda a los obispos de la región que son gerentes y no propietarios de los bienes eclesiásticos, especialmente de la parte destinada a los pobres y enfermos. Llegó a llamar asesinos de los pobres a los obispos descuidados en sus deberes de asistencia y solicitud pastoral y pedía a su clero que recibiese pobres diariamente a su mesa, como llegaría a hacer Luis IX de Francia. San Cesáreo de Arlés, obispo-monje, fundó un hospital junto a su catedral, en el 512. Los hospitales eran lugares religiosos. El cuidado de los enfermos era un culto a Dios (Cfr. Mt. 25,40). «Hotel Dieu» es el nombre significativo dado por el obispo Ladrio al hospital del siglo VII. La construcción hospitalaria resultará majestuosa, comparable a los templos. Durante la Alta Edad Media no faltan los médicos seglares, como pervivencia de las instituciones y usos del Imperio Romano. Pero pronto pasa la asistencia médica a manos de sacerdotes, tanto del clero regular (monjes) como secular (siglos VI-VII). Casiodoro será el primer monje-médico de comienzos de la Edad Media, quien insistía: «Aprendan a conocer las plantas medicinales. Lean a Hipócrates, estudien a Galeno». En la Baja Edad Media desaparece lentamente la figura del sacerdote médico con la fundación de facultades de medicina en las nacientes universidades (Bolonia, París, Oxford, salamanca...). El arte médico de curar establecerá definitivamente su carácter secular. Inocencio III (1139) prohíbe a los sacerdotes la medicina. Bonifacio VIII (1302) reafirmará esta prohibición. El incremento de las peregrinaciones impulsó aún más la hospitalidad, hasta en lugares inhóspitos como el caso de los monjes de San Bernardo o los hermanos de la Caridad de

Ntra. Sra. de Roncesvalles (Pirineos). También colaboró la aparición de las epidemias, el desarrollo demográfico de las ciudades (burgos), la incipiente organización de la industria y comercio, las cruzadas que conocieron la organización hospitalaria bizantina y el redescubrimiento de la Biblia y de Cristo pobre y enfermo. Y luego vendrán desde el siglo XI las órdenes hospitalarias medievales. Todas las primeras órdenes militares tienen su origen en la fundación de un hospital para la asistencia a los peregrinos de Tierra Santa. Así surgen los hospitalarios de San Juan de Jerusalén (1048). Ordenes hospitalarias específicas fueron los Antonianos (1095), los Hospitalarios del Santo Espíritu (1198), que en el siglo XV regentaban 1.094 casas, los Crucíferos (1216), y los Caballeros de San Lázaro que llegaron a regentar más de 3.000 leproserías. También desde el siglo XII se multiplicaron por toda Europa las fraternidades hospitalarias, comunidades laicales mixtas que se fueron convirtiendo en verdaderas formas de vida religiosa hospitalaria. En esta misma línea hospitalaria estaban las comunidades de las Beguinas. Muchos ilustres buenos samaritanos jalonan este siglo, destacando la figura de san Roque (1295-1327) por su dedicación a los apestados. Llegó un momento en que los bienes económicos de los hospitales atrajeron la codicia de los laicos y clérigos. El concilio de Vienne (1311-1313) tuvo que intervenir drásticamente. En víspera del concilio de Trento (1545- 1563) la situación hospitalaria se volvió caótica. La primera institución hospitalaria psiquiátrica propiamente dicha fue creada en Valencia (España) en 1409 por el padre mercedario Fray Juan Gilabert Joffré quien desterró el tratamiento de tortura e impulsó la terapia ocupacional. Desde el Renacimiento En el siglo XVI empezó la preocupación de los estados por la acción sanitaria, pero la causa es llamativa. "La asistencia pública, al secularizar la virtud de la caridad cristiana reduciéndola a la categoría de socorro civil, induce a pensar que los ricos y pobres constituyen dos clases contrapuestas irreconciliables entre sí, generándose de este modo una fuerte desconfianza frente a los pobres que, de ser considerados expresiones privilegiadas del rostro de Cristo pobre del Evangelio, pasan a ser considerados un auténtico peligro social". La novedad del Renacimiento fueron los hospitales reales, municipales y gremiales que tenían éstos su origen en la Edad Media; y los creados por los nobles señores y por las asociaciones laicales de fieles como las «Compañías del divino amor» que levantaron muchos hospitales para los incurables. El campo sanitario estaba tan unido a la acción de la Iglesia que durante siglos lo consideró propio, de tal manera que cuando el estado comenzó a fundar instituciones hospitalarias la Iglesia lo vio como grave intromisión en sus funciones, directamente derivadas del precepto evangélico de la caridad. Esta «polémica de los pobres» del siglo XVI estuvo presente hasta en las deliberaciones del concilio tridentino, quien ya no emplea las expresiones "Hotel-Dieu" o "Maison Dieu" sino "hospital". La Iglesia, a través de nuevas órdenes hospitalarias, se orientó a aquellos sectores desatendidos por los poderes públicos como los enfermos mentales, incurables y apestados.

Surgen figuras destacables como san Juan de Dios (1495-1550) y san Camilo de Lellis (1550-1614), declarados por Leon XIII (1886) patronos de los enfermos, hospitales y trabajadores de la salud. San Juan de Dios, de origen lusitano, actuó en España. Promovió admirablemente la asistencia a los más desvalidos, especialmente a los enfermos mentales. Sus seguidores crearon muchos hospitales fundando el primero en tierras americanas en Cartagena de Indias (1596) y en Filipinas (1617). San Camilo, que eligió como distintivo la cruz roja (1586), humanizó, con su orden religiosa, la asistencia hospitalaria pública gravemente deteriorada, interviniendo ejemplarmente en tiempos de pestes. Escribió unas reglas para mejor atención al enfermo, promovió la formación de los asistentes, creó voluntariado de laicos (1591), impulsó la atención domiciliaria y en los campos de batalla. Legó una mística de atención al enfermo: «Los enfermos son la pupila y el corazón de Dios» y promovió una atención asistencial-espiritual completa, privilegiando a los moribundos, en una época que se prestaba mucho para una teología dolorista y maniquea sobre el dolor. Abolió en favor de los derechos de los enfermos la cláusula que obligaba a los enfermos a confesarse antes de ser atendidos. Más de 130 religiosos camilos murieron apestados atendiendo a estos enfermos, siendo verdaderos mártires de la caridad. Llegaron a América en 1666. En esta época de pestes sobresale san Luis Gonzaga, muerto en la peste de 1591 cuidando a los enfermos. En la peste de Milán, el cardenal san Carlos Borromeo atendió personalmente a los apestados y hasta envió su ropero y cama al hospital. La acción hospitalaria se extendió por América. Un hospital se levantó en Santo Domingo. El mismo Hernán Cortés fundó uno en México en 1523. El obispo Vasco de Quiroga funda otro en Michoacán (México), 1537. El obispo Zumárraga erige un hospital en la ciudad de México, en 1540. Igualmente en 1564 fray Antonio de San Miguel crea un hospital en Cuzco para los indígenas. Admirable fue también la labor hospitalaria del obispo Loaysa en Perú, quien en 1549 levantó el hospital Santa Ana para indios. Nobles señores y religiosos hospitalarios como los Betlemitas (fundados en Guatemala en 1653 por el beato Pedro de Betancour) desplegaron una gran acción sanitaria. En Perú se destacará san Martín de Porres (1579-1639), en su atención a los enfermos de todas las razas. En el siglo XVII surge una figura señera: san Vicente de Paul (1581-1660). Introducirá el concepto de justicia social, destacando las causas estructurales de la pobreza y enfermedad, despertando una conciencia social adormecida. San Vicente es un «arquitecto de la Iglesia moderna» (D. Rops). Con santa Luisa de Marillac fundará la congregación de «las hijas de la caridad» que tendrían el hospital y los lugares de necesidad y las casas de los enfermos como convento. En la Época Moderna En el clima de la Ilustración, la Asamblea Constituyente francesa redacta la declaración de los derechos del hombre (1789), en la que por primera vez se proclama el derecho que todo hombre debe ser asistido en caso de enfermedad. Los gobiernos ilustrados considerarán humillantes para el hombre las «obras de misericordia». Por ello, arrebatarán a la Iglesia y a las órdenes religiosas los bienes con que atendían a los

pobres y enfermos. Empezaran a proyectar y ejecutar la política sanitaria. Pero no fueron capaces de solucionar ni la pobreza ni la enfermedad, de modo que los pobres fueron más numerosos y más pobres y los enfermos más desasistidos. Es la consumación del laicicismo en salud que se venía gestando desde el renacimiento a través de estas ideas: afirmación de la razón como autoridad superior, negación de la revelación cristiana, conversión a lo terrestre, progreso indefinido, nuevo ideal de humanidad, tolerancia civil y religiosa, nueva concepción del estado... El siglo XIX es el siglo de la cuesti6n social. Con la encíclica Rerum Novarum de León XIII (1891) empezó el gran desplazamiento terminológico y de hecho de la Iglesia hacia la justicia y el desarrollo social, la promoción de la igualdad, la justicia, la liberación de los pobres... que implicó a cientos de congregaciones religiosas y a laicos comprometidos hacia los más desatendidos: ancianos enfermos, mujeres trabajadoras, enfermos crónicos... Los círculos católicos de obreros respondieron eficaz y creativamente a una gran necesidad en salud. Los católicos tardaron en comprender la justicia social, pero practicaron la caridad en todas sus formas. El celo de esta generosa ayuda induce a perdonar los métodos practicados. En este siglo se fundaron más congregaciones que en toda la historia de la Iglesia, especialmente femeninas, con lo que propiamente puede hablarse de una feminización de la asistencia al enfermo, a la vez que se va incorporando la mujer laica al mundo sanitario. Surgirá la socialización de la acción sanitaria en una sociedad pluralista, urbana, capitalista, secularizada y tecnificada. Después vendrán también tendencias neoliberales que piden una revisión del modelo sanitario con la supresión o reducción de la presencia estatal en favor de compañías privadas de salud. La nueva presencia para la Iglesia en salud se lleva a cabo en el campo institucional (creación, dirección de centros asistenciales propios), ministerial (servicios religiosos en instituciones hospitalarias) , eclesial básica (parroquia, domicilio, etc.) y en el profesional. Los laicos ya son en salud la mayoría absoluta. Ha nacido un verdadero ministerio asistencial y pastoral cristiano laical. Ya la vida religiosa consagrada hospitalaria deja de ser la manus longa de la Iglesia en la asistencia y pastoral de la salud. La defensa de los derechos de los enfermos, la salud para todos, la lucha por la vida, la atención al moribundo, la presencia en la bioética y humanización, la preocupación por los nuevos marginados y la aceptación del derecho religioso del enfermo son el desafío actual de toda la Iglesia. ... Tema tomado de: Mateo Bautista; “¿Qué es la Pastoral de la Salud?”; Edit. San Pablo;Buenos Aires 1996; Pags.15-26. Webmaster: Pbro. José Luis Gallotto

Tema 4: ¿Qué es la Pastoral de la Salud? ¿Qué es la Pastoral de la Salud?; Perfil del Agente de Pastoral de la Salud, El Agente de pastoral y sus funciones; (Naturaleza de la Pastoral de la salud y sus agentes; Estuctura Organizativa y funcional diocesana)

Introducción Los Evangelistas pusieron bien de manifiesto la opción preferencial de Jesús por el submundo del sufrimiento, puesto que sus obras de curación constituyen al menos una décima parte del texto de los evangelios. En el Sermón de las Bienaventuranzas Jesús privilegió a los pobres sumergidos en el sufrimiento (Lc. 6,20 ss.). La acción sanadora de Jesús no es la obra de un curandero, taumaturgo, terapeuta o médico. No es el opositor de la ciencia médica, ni siquiera desarrolló ningún discurso sobre la salud, sino que es suscitador de nuevas experiencias saludables y salvíficas. Toda su vida, incluso su dolor, sufrimiento y muerte, es un generar salud tanto a nivel físico como en lo emocional, social, intelectual y religioso de cada individuo y de la convivencia social. Sanar es una forma de amar. Su acción terapéutica procede de una persona sana (vive en clave de salud), saludable (irradia salud), sanadora (regenera salud); de una persona que vive una salud integral, responsable, gozosa, liberadora, solidaria, personal y comunitaria, abierta a la salvación. “No basta con que haya preocupación cristiana, ni basta con que hagamos proyectos con inspiración evangélica para que sea acción pastoral. El telefonista, el chofer de la ambulancia, etc. pueden ser cristianos convencidos... Su tarea no es, por ello, una tarea pastoral” (Fons D´Hoogh)

¿Qué es la Pastoral de la Salud? “Los envió a proclamar el reino de Dios y a curar” (Lc. 9,2)

Pastoral de la Salud es la presencia y la acción, en nombre del Señor Jesús, de un ministerio de relación de ayuda, específico, entusiasta, encarnado y capacitado, iluminativo, celebrativo, creativo y organizado que tiene como modelo acabado la espiritualidad del Buen Samaritano. El sale al encuentro del enfermo, de su familia, de los profesionales de la salud, de las estructuras de salud y de todas las personas para potenciar una cultura más humana y más cristiana frente al dolor, al sufrimiento, la discapacidad, la agonía, al duelo y a la defensa de la vida. Ministerio llevado a cabo desde la fe, por el anuncio y testimonio de toda la comunidad cristiana (específicamente por el obispo, sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, ministros extraordinarios de la comunión, agentes de pastoral, profesionales cristianos de la salud y por el mismo enfermo) apoyándose en los auxilios de la gracia divina que son dados en la vida sacramental, en la escucha de la palabra revelada y en la vida profunda de oración. Su objetivo: es ofrecer salud-salvación por medio de la curación, asistencia,

liberación, sanación, reconciliación, sentido vital, crecimiento humano y salvación. Su misión: es el encuentro con el enfermo, su familia, con los profesionales de la

salud, con las estructuras de salud y con los sanos para potenciar un cultura mas humana y cristiana frente al dolor, al sufrimiento, a la discapacidad, a la agonía, a la muerte, al duelo y a la defensa de la vida.

“Los envío a proclamar el Reino y a curar” (Lc. 9, 12) es el mandato de Jesús a sus discípulos que hoy nosotros como cristianos debemos asumir en nuestra diócesis que se prepara para celebrar sus 50 años. Para el enfermo, los centros de salud, los hogares de ancianos, y sus mismas casas, pueden ser el lugar de grandes soledades, pero también el medio para encontrarse consigo mismo, con la ayuda de otros enfermos, con el amor de los suyos, con personal sanitario que trata de forma humana y competente y con Jesús, cuyo nombre significa “Dios es la salud”. Para el personal sanitario y los familiares de los enfermos, el centro sanitario y la casa del enfermo son a menudo fuente de dolor, angustias reprimidas y de conflictos, pero si se vive cristianamente, también puede transformarse en una de sus más hondas satisfacciones que provocan y ayudan al encuentro entre el enfermo y Jesús “El Buen Samaritano”, que se hace prójimo de aquel que sufre.

Perfil del agente de pastoral de la salud “Lo que hicieron a cada uno de los más pequeños a mí me lo hicieron.” (Mt.25,40)

Es una vocación, un llamado por Dios a trabajar en favor de la vida y de la salud; es presencia amorosa y liberadora de Jesús que levanta y sana. Es una persona rica en humanidad, que comunica cercanía, acogida y cariño; capaz de escucha y de acoger al otro con su historia personal, su individualidad y ofrecerle hospitalidad en su corazón. Tiene una personalidad equilibrada y posee una cierta madurez humana y psicológica que le permite iluminar y orientar en las situaciones conflictivas y de crisis. Dinamiza procesos de transformación: de realidades de sufrimiento, dolor y muerte, en realidades de vida y esperanza. Es una persona abierta a la formación y capacitación permanente, se preocupa por actualizarse y ofrecer un servicio adecuado a los que sufren. Persona de silencio, contemplativa; cultiva la dimensión espiritual y la relación con el Señor a través de la oración y la Palabra de Dios. Sabe acercarse con delicadeza y respeto al misterio del sufrimiento, no para explicarlo ni defender a Dios sino para testimoniar la presencia del Señor que ama, solidariza, acompaña. Encarna los valores evangélicos de la compasión, la misericordia el amor la entrega. Posee una capacidad de liderazgo que le permite animar, coordinar, dinamizar y estimular lar las fuerzas vivas de la comunidad y el trabajo de los grupos pastorales. Es un educador natural, capaz de acompañar en los procesos de cambio, descubrir los talentos, favorecer la creatividad, despertar y canalizar expectativas.

Es respetuoso de la libertad religiosa y de las creencias de los enfermos, de los familiares y trabajadores de la salud. Reconoce y acepta las diferencias en un mundo pluralista y es abierta al diálogo. Cree y favorece el trabajo en equipo y la colaboración interdisciplinaria; está abierto al aporte que otras ciencias pueden dar a su trabajo Tiene una conciencia eclesial de comunión y participación, sabe trabajar en una pastoral de conjunto, facilitando la integración con las otras áreas específicas. Cultiva la paciencia, la perseverancia, la constancia, sabe llevar a buen término lo planes y proyectos propuestos y es fiel a su compromiso. Es una persona discreta, no impone su presencia . Atenta para captar lo que el otro quiere y necesita; respeta sus silencios y confidencias. Reconoce su pobreza, sus límites y es consciente de no poder resolver tantos problemas pero tiene un corazón capaz de hospedar todo sufrimiento y comunicar consuelo, serenidad, paz. Posee un buen conocimiento de la realidad, está capacitado para educar en la promoción de salud y prevención de las enfermedades, así como de las ciencias sociales, etc.

Estos rasgos los podríamos resumir así: Una inteligencia animada por el corazón. No se ayuda realmente al que sufre si no se le ama. La vocación debe ahondar sus raíces en et corazón. Una entrega total. No se es Buen Samaritano solo algunas horas, ni se puede considerar la pastoral de la salud como algo obvio y limitarse a ejercerla con criterios generales. Un gran sentido sobrenatural. El servicio espiritual no precede ni sigue a la asistencia corporal, sino que la acompaña. El sentido del sufrimiento sólo se descubre en una dimensión sobrenatural. Una sincera piedad mariana. La Virgen María, la dócil sierva del Señor, es el mejor punto de referencia para mirar a Cristo en nuestro trabajo con todos los que sufren.

El Agente de Pastoral y sus Funciones El Señor será un refugio para su pueblo Jl. 16

En el interior de las estructuras sanitarias, el agente de pastoral es, ante todo, testimonio y portavoz de la dimensión religiosa del hombre. Su presencia tiene el propósito de asegurar al enfermo una asistencia global e integral. Agente de pastoral no es únicamente el sacerdote, sino también los religiosos y los laicos que se han comprometido en ese servicio pastoral. El ministerio en el mundo sanitario se sitúa en el marco más amplio de un servido entendido como integración y explicitación de distintas funciones o de diferentes papeles en los que ahora profundizaremos:

-la función simbólica; -la función consoladora; -la función de guía espiritual; -la función de facilitación; . -la función ritual. La Función Simbólica A menudo, los sacerdotes no son conscientes del valor simbólico inherente a su identidad. También es cierto que algunos se hallan tan imbuidos de la identidad simbólica que la utilizan para cubrir una carencia de madurez humana y religiosa. La dimensión simbólica aparece en el momento encuentro pastoral. La figura del agente de pastoral desencadena en el enfermo una serie de reacciones relacionadas con su experiencia anterior con figuras religiosas. Si tal experiencia ha dejado un buen recuerdo, tenderá a relacionarse positivamente con el agente de pastoral, en quien verá al representante de determinados valores: Dios, Iglesia, comunidad, fe, perdón, comprensión, oración... Una anciana le decía al capellán: "Padre, vuelva usted; su visita me hace mejor que la del médico. Usted me recuerda que Dios está conmigo en la enfermedad". Si, por el contrario, el enfermo arrastra una experiencia negativa con un representante religioso, tendera a proyectar sobre el capellán reacciones y simbolismos negativos tales como: juicio, culpa, pecado, infierno, alejamiento... Un hombre de 62 años que había sufrido un infarto al verme entrar en su habitación, me dijo: "Padre, no quiero que usted pierda su tiempo conmigo. Yo creo en Dios pero no en la Iglesia ni en los curas". El breve diálogo que siguió me iluminó sobre el porque de esta reacción. Cuando aún era joven había sido reprendido públicamente y echado de la Iglesia por un sacerdote. El no había olvidado nunca ni perdonado este gesto. Una experiencia negativa de la adolescencia había causado su proceso de alejamiento total de la Iglesia. Incidentes de este tipo evidencian el poder que el símbolo religioso reviste y el modo en que puede ser percibido. Hay quien acoge con alegría al agente de pastoral y quien lo acoge con miedo y hostilidad. Las reacciones, disimuladas o evidentes, pueden permitir el acceso a la historia religiosa del paciente y ofrecer puntos de partida para aclarar estados de ánimo, prejuicios y ofensas sufridas.

La Función Consoladora En la dinámica de un encuentro pastoral, el modo en que uno se relaciona con el enfermo le ofrece la posibilidad de esclarecer, confirmar o cambiar su percepción inicial. Una cualidad pastoral esencial es la habilidad de "sintonizar" con la historia personal del paciente. El verse escuchado le permite expresar sus necesidades, sentirse tomado en consideración y llegar a una mayor comprensión de sí mismo. A veces la respuesta más profunda a la vulnerabilidad del otro es un silencio lleno de comprensión. Otra cualidad pastoral que es necesario cultivar es la capacidad de instaurar una relación de amistad con el que sufre. Convertirse en su amigo significa quererlo, encontrarlo en su propio nivel. A menudo, aquel a quien visitamos no se reconoce en la Iglesia institucional y prefiere que la relación permanezca a un nivel no religioso. Estar abiertos a aceptar su actitud, sin sentirse personalmente ofendidos, ayuda a mantener las puertas abiertas para profundizar el tema en el futuro. Hace tiempo presidí la para liturgia fúnebre de un hombre de unos 40 años. Había sido su última voluntad, luego de una larga y valiente lucha contra el cáncer. Entre nosotros se había desarrollado una amistad a lo largo de dos años. Sincero y decidido, desde la primera visita me había expresado el deseo de establecer conmigo una relación en la que me viera como amigo, no como sacerdote. Tan sólo en las últimas semanas de su vida me pidió que orara con él y que le administrara los sacramentos. Había llegado el momento en el que estaba preparado para ver en mí al ministro de Dios.

La Función de Guía Espiritual El mayor desafío para el agente de pastoral es estar con las personas cuando éstas se enfrentan a la enfermedad y a la tragedia y, en su confusión, tratan de comprender la propia relación con Dios y Su papel en todo lo que está sucediendo. Las problemáticas surgidas a raíz del sufrimiento son diversas. Hay quien se interroga sobre el sentido de la justicia en la vida: "¿Cómo es que los buenos sufren y los malos lo pasan bien?". Hay quien, angustiado por la pérdida de la salud o de un ser querido, se pregunta: " ¿Cómo se puede seguir viviendo en un cuerpo mutilado o en una situación familiar que ha cambiado tanto?". Hay también quien, golpeado por continuas pruebas y tragedias, se pregunta si vale la pena seguir luchando. El agente de pastoral se introduce en el mundo de estas existencias turbadas. Su presencia es una llamada de Dios. Cuando los pacientes expresan irritación hacia Dios, el agente acepta sus sentimientos sin contradecirlos, ayudándoles a entender que Dios comprende su estado de ánimo. Cuando ellos exclaman: "Estoy buscando a Dios, pero no lo siento conmigo", el agente les ayuda a comprender que también el desierto o "el silencio de Dios" forman parte de la relación con Dios.

Cuando se sienten culpables y tienen necesidad de perdón, el agente de pastoral se convierte en instrumento de reconciliación. El papel de confesor sigue siendo una de la expresiones de la guía espiritual. Con su guía, algunos reencuentran a Dios, otros aprenden a hacer cicatrizar sus heridas, otros incluso descubren un nuevo contexto intelectual y moral para su existencia. En el curso de su ministerio, el agente de pastoral tiene el privilegio de ser un guía importante en el proceso de esclarecer la fe, de sostenerla cuando está presente, de despertarla cuando está adormecida.

La Función de Facilitación El pastor es el hombre de las relaciones. Su presencia puede sanar unas relaciones truncadas, desarrollar otras nuevas, fortalecer las existentes y someter a examen las demasiado impersonales. Las relaciones son portadoras de crecimiento y dan un sentido a la vida. La falta de relación causa desesperación y vacío. En tiempo de crisis, las relaciones desempeñan un papel vital, tanto en el proceso de curación como en el de desintegración. Ante todo, el pastor tiene la posibilidad de facilitar la relación del paciente consigo mismo y con su mundo interior. Llegan determinados momentos en los que el paciente se ve turbado por diversos estados de ánimo o tiene que tomar decisiones éticas difíciles, tales como una intervención quirúrgica, una terapia, entregar un niño en adopción, ingresar en una casa de reposo y otras similares. El agente ayuda a las personas las personas a identificar valores, sentimientos y responsabilidades y a integrarlos en el proceso de su toma de decisión. Además, su presencia contribuye a facilitar las relaciones del enfermo con el personal de Servicio. Su mediación es una ayuda para mejorar la comunicación entre las partes comprometidas. Cuando los pacientes se quejan de los médicos por sus visitas relámpago o por su terminología incomprensible, el agente les anima a solicitar un lenguaje más sencillo. Cuando es oportuno, informa con tacto al personal sanitario sobre las reacciones de los enfermos, con el fin de promover un servicio más eficaz. El pastor tiene la posibilidad de facilitar la interacción del paciente con su familia. A menudo, los miembros de la familia no se comunican entre sí, no se escuchan, no se ayudan. Discernir y esclarecer lo que está sucediendo, explorar posibles alternativas, guiar con discreción y sensibilidad, son formas de intervenir en las dinámicas del tejido familiar y de transformarlo cada vez más en una base de apoyo y de intimidad reciproca. El pastor tiene la posibilidad de facilitar la interacción de un paciente con otros pacientes. A escala menor, esto puede darse facilitando el encuentro entre pacientes para favorecer una relación de amistad y de ayuda mutua.

A escala más amplia, el impulso que han adquirido en estos últimos tiempos "los grupos de apoyo" es el mejor testimonio de que para muchos el sistema de ayuda más válido debe ser buscado en un grupo que esté viviendo el mismo problema. Esta temática será tratada más extensamente en el capítulo "Grupos de apoyo". El pastor tiene la posibilidad de facilitar la relación entre el paciente y la comunidad de los fieles. La comunidad parroquial debe ser educada y sensibilizada para asistir a sus miembros enfermos y a las familias de éstos. Una comunidad está viva cuando los unos cuidan de los otros, especialmente en tiempo de crisis. El pastor se compromete a crear y a formar comunidades de servicio capaces de encontrarse y de entregarse a sus miembros enfermos.

La Función Ritual Una dimensión privilegiada es la constituida por sus ritos cuando éstos expresan de un modo claro y apropiado el significado de las experiencias humanas. Para muchas personas, la palabra “rito” tiene una connotación negativa: está asociada a un formalismo vacío, a un puro conformismo. Lamentablemente, a veces ha estado reducida a esto. El rito es un medio para comunicar, mediante actos exteriores, realidades interiores. Interpreta las experiencias de vida en una perspectiva de fe, transmite la gracia divina y es portador de consuelo. Varios son los ritos a los que recurre el pastor en su esfuerzo por consolar y ayudar a los afligidos:

La Oración: es un recurso precioso para ritualizar y consagrar la historia del que sufre. Cuando el enfermo está en buena disposición, es posible insertarla al acabar una visita. Ofrecer a Dios las preocupaciones y las esperanzas en forma de oración crea un sentido de presencia divina en la precariedad de la situación humana.

Los Sacramentos: constituyen otra fuente de gracia. En el ambiente hospitalario, un sacramento característico es la unción de los enfermos, concebida en la óptica de la curación no sólo a nivel físico, sino también emotivo y espiritual. Quien acepta lo que no se puede cambiar, experimenta una curación emotiva; quien se renueva interiormente, experimenta una curación espiritual. Lo importante es ofrecer, antes del rito, una adecuada catequesis para ayudar al paciente y a la familia a apreciar el significado de los símbolos y la importancia de la oración comunitaria. Además de las oraciones, los sacramentos y las bendiciones, hay otros gestos que proporcionan consuelo y comunican solidaridad. Un gesto que he usado a menudo con las familias de los enfermos que se encuentran en los últimos días de su vida es el de invitar a los presentes a formar un circulo alrededor de sus seres queridos agarrados de la mano. El gesto simboliza la unidad de los presentes. A la recitación del "Padre Nuestro" le sigue luego alguna invocación u oración espontánea. El lenguaje es el vehículo para interpretar el momento; el agarrarse de la mano es el medio de comunicar unión y apoyo.

La familia de una muchacha de veintiún años que estaba muriendo de leucemia encontró tanta fuerza en este gesto simbólico que decidió continuarlo por su cuenta, cada noche. Así, poco a poco, las lágrimas se transformaron en paz interior. Los ritos, pues, tienen el fin de celebrar y sacralizar los dolores y las expectativas, el amor y la fe de la gente. Sin ritos, las culturas mueren, las personas se sienten solas y determinados momentos de la vida quedan incompletos.

Ministerio en Perspectiva La creatividad y la eficacia pastoral están vinculadas a una madura integración de la dimensión simbólica con la habilidad para escuchar la historias de las personas, facilitar su expresión y ritualizar sus contenidos. Las funciones "simbólica" y "ritual" representan los atributos litúrgicos o sacerdotales del ministerio y constituyen las dimensiones características del sacerdote. Las funciones de “consolador" y de "facilitación" son los atributos pastorales del ministerio y son compartidas con otros profesionales. La imagen negativa del sacerdote que a veces se proyecta hay que buscarla en la actitud de aquellos que han reducido el ministerio esencialmente a las funciones simbólicas y rituales, descuidando aquellas otras que comportan un mayor compromiso humano. Aunque existan situaciones particulares, como el caso de pacientes en coma, no se debe limitar la pastoral al simple sacramentalismo. Los recursos de la fe tienen que ser referidos a existencias concretas y ser integrados en la historia, en los significados, en la espiritualidad de los destinatarios, favoreciendo la primacía de la relación humana. En la dinámica de la visita pastoral, la función de "guía espiritual" puede servir de nexo entre las dimensiones puramente humanas (consuelo, facilitación) y las estrictamente sacerdotal es (simbólico-ritual). El guía espiritual es aquel que escucha el lenguaje del corazón y percibe las necesidades del alma. Cuando el pastor sabe integrar creativamente las diversas dimensiones de su identidad pastoral, su visita pastoral inspira e ilumina, y él se hace peregrino con los que sufren en el camino de la vida, en el camino hacia Dios.

Naturaleza de la Pastoral de la Salud y sus Agentes “Lo que les mando es que se amen los unos a los otros.”Jn. 15,17

Desde que Jesús entró en las historia, por su encarnación comienza una etapa de transformación para el hombre. La encarnación es el acto amoroso de Dios que se hace cercano y desea realizar un maravilloso intercambio con el hombre. Es la gran solidaridad con nuestra miseria, nuestro pecado, para asociarnos a la santidad (Cf. 2Cor.5,21). Esta proximidad de Jesús con el hombre tiene una identificación especial cuando este hombre es pobre, necesitado o está enfermo; según nos cuenta el relato de las Bienaventuranzas (Lc. 6,20-26; Mt.5,3-12) ellos son los primeros que participan del

Reino. Esta identificación que Jesús tiene con los pobres no solo fue anunciada sino vivida intensamente con los que necesitaban perdón (Lc. 15, 3-32; 19, 1-10; 7, 36-50; Jn 8, 1-11). “El mandato supremo de la ley es ama a Dios de todo corazón y al prójimo como a uno mismo (Mt. 22,37). Cristo hizo suyo este mandamiento del amor al prójimo y lo enriqueció con un nuevo sentido al querer identificarse Él mismo con los hermanos como objeto único de caridad, diciendo: Cuantas veces hiciste eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hiciste (Mt. 25,40); y estableció la caridad como distintivo de sus discípulos con estas palabras: En esto conocerán todos que son mis discípulos, si tienen caridad unos con otros (Jn 13,35). Por lo cual la misericordia para con los necesitados y los enfermos y las llamadas obras de caridad y de ayuda mutua para aliviar todas las necesidades humanas son consideradas por la Iglesia con singular honor” (A.A. 8) Hoy la Iglesia debe practicar el mismo mensaje y realizar los mismos gestos de Jesús; ella es su continuadora; toda ella está implicada (Mt 28; E.N. 13,14). Por ello la comunidad cristiana debe ser la gran servidora de los enfermos; debe encarnar el mensaje de la misericordia y reavivar, desarrollar y hacer crecer el carisma del servicio. Allí donde nadie va, ella debe ir. Esta preocupación no es exclusiva de quienes en la Iglesia han recibido la consagración para el ministerio, es de todos, debe serlo (C.D. 17; A.A. 6). Por ello la familia cristiana, como Iglesia doméstica, sometida a prueba por la enfermedad de uno de los suyos, ha de manifestar que es una comunidad natural de amor humano, no sólo en la abnegación y entrega personal y en la solidaridad de todos, sino entendiendo el bien espiritual del enfermo. A esta labor están llamados todos, porque todos, directa o indirectamente, servimos a uno solo. Además porque la vocación cristiana, por su misma naturaleza es vocación al apostolado; todos sus miembros han de comportarse de forma activa. Todos tienen el compromiso de que el mensaje de salvación llegue a todos. Tema tomado de: Mateo Bautista; “¿Qué es la Pastoral de la Salud?”; Edit. San Pablo;Buenos Aires 1996; Pags.35-ss.

Estructura Organizativa y Funcional Diocesana “El que quiera ser el primero que se haga servidor de todos” (Mc. 10,44)

“Al obispo corresponde suscitar en su pueblo, sobre todo entre los enfermos y oprimidos por la desgracia, almas que ofrezcan a Dios oraciones y obras de penitencia con generoso corazón por la evangelización del mundo” (A.G. 38) “Llevados de espíritu fraterno, no olviden los presbíteros la hospitalidad, cultiven la beneficencia y comunión de bienes, solícitos señaladamente de los enfermos, afligidos, cargados con excesos de trabajos, solitarios, desterrados de su patria, así como de quienes son víctimas de persecución...” (P.O. 8) Ya se dijo que el Obispo, Mons. Carlos María Franzini, es el primer responsable de la Pastoral de la Salud Diocesana por ser el Pastor de la Diócesis, Aunque por necesidades pastorales el Obispo ha nombrado como coordinador diocesano al Pbro. José Luis

Gallotto. Además podemos apreciar que la ´Diócesis está estructurada en 5 decanatos, los cuales tienen cada uno de ellos un responsable o coordinador decanal: Decanato 1: Coordinador decanal- Pbro. Miguel Gonzales. Decanato 2: Coordinador decanal- Pbro. Miguel Cerminato. Decanato 3: Coordinador decanal- Pbro. Jorge Buschittari. Decanato 4: Coordinador decanal- Pbro. José Luis Gallotto. Decanato 5: Coordinador decanal- Pbro. Héctor Borgeat.

Tema 5: Organización de la Pastoral de la Salud Organización de la pastoral de la salud en la parroquia. (Equipo, los diversos integrantes: misioneras, ministros de la eucaristía, Organización y estructura: distribución de la parroquia por zonas, la planilla con nombres, cumpleaños de los enfermos, tipo y fecha de servicio prestado al enfermo. El cronograma anual de celebraciones)

Introducción Para situarnos pastoral y jurídicamente en este ámbito más pequeño de la diócesis nos ayuda la presentación que nos hace de la parroquia el Cat.I.Cat. Nº 2179: “La parroquia es una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la autoridad del obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio” (C.D.C 515,1.). Es el lugar donde todos los fieles pueden reunirse para la celebración dominical de la Eucaristía. La parroquia inicia al pueblo cristiano en la expresión ordinaria de la vida litúrgica, le congrega en esta celebración; le enseña la doctrina salvífica de Cristo. Practica la caridad del Señor en obras buenas y fraternas. Por estar la pastoral de la salud inserta en una de las tres bases en la que se asienta la vida de la Iglesia (la caridad), cuyos destinatarios son los más débiles y ser la parroquia una porción de la diócesis, el primer responsable es el Obispo quien a su ves como pastor propio de esta porción de Iglesia nombra como responsable al párroco, quien tiene a su cargo la organización y la asistencia de este aspecto de la caridad. Desde aquí se desprenden todas las responsabilidades y estructuras que colaboran para que esta acción de la Iglesia sea eficaz.

Equipos de Pastoral de la Salud “Bendito el que viene en nombre del Señor...” (Mc. 11,9)

Misioneras o Mensajeras: En toda parroquia encontramos el equipo de misioneras, también llamado mensajeras que insertas en la estructura parroquial hacen posible la comunicación entre la parroquia y cada una de las familias y viceversa. La mensajera es una persona escogida por el Señor que hace posible el camino de comunión y solidaridad, es un enviado del Señor

para anunciar la Buena Noticia a cada familia a través de su mediación salvífica que es la Iglesia. Una de sus funciones es detectar las situaciones de cada familia, entre ellas las de los integrantes enfermos que requieran un acompañamiento material (que puede hacerse por medio de Caritas) espiritual y sacramental (pastoral de la salud). La tarea de las misioneras es muy importante ya que posibilitan llegar a nuestros hermanos que necesitan atención y se encuentran imposibilitados de llegar hasta la parroquia a pedir ayuda. Además de detectar los enfermos y sus necesidades comunican a su coordinador de sector o zona para que a su ves llegue esta información al párroco o coordinador de la pastoral de la salud de la parroquia, es decir, ponen en funcionamiento toda la red de pastoral de la salud. Agentes de pastoral de la salud: A este grupo de personas estábamos acostumbrados a llamarlos visitadores de enfermos, mejor dicho “visitadoras” ya que este servicio es propio de mujeres de cierta edad muchas veces avanzada, que tienen tiempo que hacen un trabajo apostólico muy eficiente, aunque no siempre tan imitado y valorado. Hoy preferimos hablar de agentes de pastoral de la salud. Es un verdadero ministerio eclesial laical que ya ha tomado carta de ciudadanía en la pastoral de conjunto. En verdad tenemos que seguir rogando a Dios para que podamos continuar avanzando en la toma de conciencia de este ministerio y pueda ser cada día ejercido por mujeres, hombres, adultos y jóvenes, cada ves más preparados y ejercer así una pastoral misionera y evangelizadora del misterio del mal, del sufrimiento y de la muerte, realizando una pastoral de sostén en los momentos de más vulnerabilidad. El agente de pastoral de la salud laico promueve la visita pastoral a domicilio y también forma parte del equipo de los servidores religiosos hospitalarios con pleno derecho a través de nuevas formas de presencia de la Iglesia en el hospital. El agente pastoral –también llamado asistente religioso hospitalario- tiene todas las posibilidades pastorales para acompañar, evangelizar, rezar y hacer relación de ayuda al enfermo, familiares y profesionales, si ha descubierto este servicio como una vocación y está debidamente capacitado, como cualquier sacerdote, salvo lo propio del ejercicio del orden sagrado. Además de la presencias y la participación de mujeres, hombres, ancianos, adultos y jóvenes es muy importante incorporar a este grupo a los mismos enfermos que con una vida ejemplar puedan ser testigos del anuncio de la Buena Noticia vivida desde su enfermedad. Ministros extraordinarios de la comunión: La participación más perfecta en la celebración eucarística es la comunión sacramental recibida durante la Misa. No obstante debemos reconocer que, en especial los fieles enfermos y los de edad avanzada, al menos la mayoría de ellos, se encuentran imposibilitados de participar de la Santa Misa. Es propio del sacerdote y el diácono

administrar la comunión a estos fieles, aunque por el gran número de fieles y la escasez de ministros ordenados, el obispo confiere a algunos el ministerios del acolitado para ayudar en el altar y distribuir la Sagrada Comunión en las celebraciones litúrgicas y llevar la comunión a los que no pueden participar de las mismas. También a otros y por un tiempo establecido, los instituye como ministros extraordinarios de la comunión para ejercer y facilitar: la participación habitual, periódica del sacramento de la Eucaristía, que constituye además un signo importante de la preocupación de la comunidad cristiana hacia sus miembros más débiles.

Organización y Estructura de la Pastoral de la Salud Jesús le preguntó: “Qué quieres que haga por ti?” Lc. 18,42

No siempre son muchos los recursos humanos que contamos en esta área pastoral y si a ello le sumamos el no estar organizados nos trae como consecuencia perder fuerzas y eficacia. Por ello un aspecto importante en todo trabajo pastoral y también en este de la pastoral de la salud es el estar organizados, es decir saber ¿que debemos hacer? y ¿dónde lo debemos hacer?. Por ello es muy importante que tengamos: Un plano de toda la parroquia, Distribuyamos entre los agentes de la pastoral de la salud las Zonas y sectores o (manzanas) que debemos visitar. Tener una planilla con los datos, que nos ayude a tener un control de los sacramentos administrados: (ver modelo) Apellido y nombres del Enfermo, Dirección del enfermo, Cumpleaños del enfermo, Tipo de servicio (Unción, Comunión, Confesión) Fecha de servicio prestado al enfermo. Zona:...........................Coordinador Zona........................................................ Agente de Past. Dirección y Tel.

Nombre del Enfermo

Dom. y tel. del Cumpleaño Enfermo

de

Fecha de Visita

Sacram.

Cronograma anual de celebraciones: Además de la atención sacramental es muy humano y cristiano tener gestos durante el año para con los enfermos, como pueden ser algunos obsequios y signos por ejemplo para el día nacional del enfermo, él día de los abuelos, el día de la madre y del padre, el día de su cumpleaños, domingo de Ramos, Pascua, etc. Además del cronograma que facilita los recuerdos y el cuidado de los enfermos, es conveniente tener un cronograma de todas las celebraciones que como pastoral de la salud debemos o podemos celebrar como son: Día 11 de Febrero: Jornada Mundial del Enfermo Día 08 de Marzo: San Juan de Dios, Patrono de enfermos, hospitales y trabajadores de la salud Día 23 de Marzo: Día Mundial de la Rehabilitación del lisiado Día 07 de Abril: Día Mundial de la Salud Día 15 de Junio: Día del Bioquimico Día 21 de Junio: Día de la Ancianidad Día 15 de Agosto: Día del Abuelo Día 04 de Setiembre: Día de la Secretaria Día 21 de Setiembre: Día de la Sanidad Día 03 de Octubre: Día del Odontólogo Día 09 de Octubre: Día del Farmaceutico 2º Domingo de Noviembre: Día Nacional del Enfermo (Argentina) Día 21 de Noviembre: Día de la Enfermera. Día 01 de Diciembre: Día Internacional de lucha conctra el SIDA Día 03 de Diciembre: Día del Médico

e invito tomar como punto de partida el perfil del agente de pastoral de la salud.

Día 03 de Diciembre: Día de las personas con discapacidad.

¿Qué elementos del perfil propuesto esta presente en el grupo parroquial? ...................................................................................................................................................................................

¿Cuáles están ausentes o necesito fortalecer? .....................................................................................................................................................................................

¿Cómo puedo lograrlo?, ¿Qué fuerzas tengo para ello en el grupo? ....................................................................................................................................................................................

Te invito a evaluar la organización y el funcionamiento del grupo: Teniendo en cuenta el funcionamiento de la Pastoral de la Salud: ¿Cuáles son los elementos positivos que encontrás en el grupo de la pastoral? ¿Cuáles todavía falta afianzar?, ¿Cuáles son los negativos?, ¿Cómo podemos cambiarlos?. Hacer una lista de ellos Elementos Positivos:

Elementos a crecer

...................................... ..................................................

Elementos Negativos: .......................................

................................... .................................................... ....................................... ................................... .................................................... ...................................... ................................... .................................................... ......................................

Tema 6: El sentido cristiano del sufrimiento humano El sentido cristiano del sufrimiento humano (Salvifici Doloris) (encuadre espiritual de la pastoral de la salud).

SALVIFICI DOLORIS Carta Apostólica Sobre el Sentido Cristiano del Sufrimiento Humano

Juan Pablo II

Resumen INTRODUCCIÓN EL MUNDO DEL SUFRIMIENTO HUMANO

A LA BÚSQUEDA DE UNA RESPUESTA A LA PREGUNTA SOBRE EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO JESUCRISTO. EL SUFRIMIENTO VENCIDO POR EL AMOR PARTÍCIPES EN LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO. EL EVANGELIO DEL SUFRIMIENTO EL BUEN SAMARITANO CONCLUSIÓN.

1. INTRODUCCIÓN San Pablo nos dice: “Completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col. 1,24). Estas palabras tienen el valor casi de un descubrimiento definitivo que va acompañado de alegría por la cual el Apóstol agrega al mismo pasaje: “Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes”. La alegría se deriva del descubrimiento del sentido del sufrimiento, que vale también para todos los hombres. El sufrimiento parece pertenecer a la trascendencia del hombre; es una de esas cosas por las que el hombre esta llamado a ello de una manera misteriosa y oculta. Como es sabido el sufrimiento entra en el hombre en distintos momentos de su vida: se realiza de diferentes maneras ; asume dimensiones diversas; sin embargo el sufrimiento es inseparable de la existencia terrena del hombre; por ello Iglesia, que nace del misterio de la redención en la Cruz de Cristo, está obligada a buscar el encuentro con el hombre, de modo particular en el camino del sufrimiento. De aquí se deriva que el sufrimiento humano suscita compasión, respeto, y, a su manera atemoriza, llegando a tocar en el hombre la más profunda necesidad del corazón y también el profundo imperativo de la fe, ambos parecen unirse de manera singular. 2. EL MUNDO DEL SUFRIMIENTO HUMANO El hombre sufre de diversos modos, no siempre considerados por la medicina, ni siquiera en sus más avanzadas ramificaciones ya que el sufrimiento es algo todavía más amplio que la enfermedad, más complejo y, a la vez, aún más enraizado en la humanidad misma. Cuando distinguimos entre el sufrimiento físico y moral, la misma tiene como fundamento la doble dimensión del ser humano: corporal y espiritual. Aunque las palabras “sufrimiento” y “dolor” se pueden usar, hasta un cierto punto como sinónimos, el sufrimiento físico se da cuando duele el cuerpo, mientras que el sufrimiento moral es dolor del alma. Se trata del dolor de tipo espiritual y no solo de la dimensión “psíquica”, es decir, del dolor que acompaña tanto el sufrimiento moral como físico. La S. E. –sobre todo el A.T.- es un gran libro sobre el sufrimiento. La realidad del sufrimiento plantea una pregunta sobre la esencia: ¿qué es el mal?. La respuesta cristiana a esta pregunta es distinta a la que plantean algunas tradiciones culturales y religiosas. Desde el concepto cristiano, el hombre sufre a causa del mal, que es una cierta falta del bien; es decir que el hombre sufre a causa del bien del que el mismo se ha privado.

3. A LA BÚSQUEDA DE UNA RESPUESTA A LA PREGUNTA SOBRE EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO Todo hombre que sufre se pregunta: ¿por qué? -es una pregunta sobre la causa- y al mismo tiempo, ¿para qué? -es decir por su sentido o su fin-. Esta es una pregunta difícil, como lo es la pregunta ¿por qué el mal?. ambas preguntas son difíciles cuando el hombre se la hace a otro hombre, como también cuando se la hace a Dios, ya que el hombre no le hace esta pregunta al mundo, aunque muchas veces el sufrimiento provenga de él, sino que se la hace a Dios como creador y Señor del mundo, lo que muchas veces produce frustración y hasta la negación misma de Dios. En el libro de Job la pregunta ha encontrado su expresión mas viva; la respuesta del los viejos amigos es – debe haber cometido alguna culpa grave- para ellos el sufrimiento es la pena o consecuencia de algún pecado y es mandada por Dios. Pero Job niega que sea verdad ese principio ya que el se reconoce inocente y por lo tanto para Job, su sufrimiento es el de un inocente y debe ser aceptado como misterio que él, con su inteligencia, no puede comprender a fondo. Para percibir la verdadera respuesta al “por qué” del sufrimiento, tenemos que volver nuestra mirada a la revelación del amor divino. Cristo nos hace entrar en el misterio y nos hace descubrir el “por qué” del sufrimiento, ya que Él le ha dicho todo al hombre en la cruz. 4. JESUCRISTO. EL SUFRIMIENTO VENCIDO POR EL AMOR “Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo para que todo el que cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna”(Jn.3,16). Estas palabras, nos introducen en el centro mismo de la acción salvífica de Dios -manifiestan la esencia misma de la salvación cristiana- nos encontramos aquí con una dimensión totalmente nueva que encierra en cierto sentido el significado del sufrimiento dentro de los límites de la justicia – dimensión de la redención-. El hombre “muere” cuando pierde la “Vida Eterna”. El Hijo del hombre en su misión salvadora llega a tocar el mal en sus mismas raíces trascendentales que están fijadas en el pecado y la muerte. El vence el pecado con su obediencia hasta la muerte y vence la muerte con su resurrección. Y aunque se debe juzgar con gran cautela el sufrimiento del hombre como consecuencia de pecados concretos, sin embargo, el sufrimiento no puede separarse del pecado de origen –original-. Y aunque la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, conseguida por Cristo no suprime los sufrimientos temporales de la vida humana ni libera del sufrimiento, esta victoria proyecta una luz nueva, la luz del Evangelio, que es la salvación. En el centro de esta luz se encuentra la conversación con Nicodemo: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único”(Jn 3,16). En su actividad mesiánica en medio de Israel, Cristo se acercó sin cesar al mundo del sufrimiento humano tanto al del cuerpo como al del alma, instruyo poniendo como centro las ocho bienaventuranzas, que son dirigidas a los probados por diversos sufrimientos en su vida temporal, “los que tienen alma de pobres, los afligidos...”, se acerco sobre todo al mundo del sufrimiento por el hecho de haber asumido este sufrimiento en sí mismo en todas sus formas, al extremo de alcanzar la salvación por su muerte y resurrección en la cruz, y es por eso que reprende severamente a Pedro cuando quiere impedir el sufrimiento y la muerte en la cruz (Cf. Mt. 16,23). Cristo se encamina hacia su propio sufrimiento consciente de su fuerza salvífica, va obediente hacia el Padre, pero ante todo esta unido al Padre en el amor con el cual él ha creado el mundo,

y al hombre en el mundo. Por eso Pablo escribe de Cristo: “Me amó y se entrego por mí”(Gal. 2,20). El sufrimiento humano ha alcanzado su punto culminante en la pasión de Cristo. Y, a su vez, ésta ha entrado en una dimensión completamente nueva y en orden nuevo: ha sido unida al amor, a aquel amor del que Cristo habla con Nicodemo, a aquel amor que crea el bien, sacándolo incluso del mal, así como el bien supremo de la redención del mundo ha sido sacado de la cruz de Cristo y toma de ella su arranque. La cruz de Cristo se ha convertido en una fuente de la que brotan manantiales de agua viva. En ella debemos plantearnos también el interrogante sobre el sentido del sufrimiento, y leer hasta el final la respuesta a ese interrogante. 5. PARTÍCIPES EN LOS SUFRIMIENTOS DE CRISTO. El mismo poema del Servidor doliente (Is. 53, 10-12) nos conduce, en la dirección de este interrogante y de esta respuesta. Puede afirmarse que, junto con la pasión de Cristo, todo sufrimiento humano se ha encontrado en una nueva situación. En la cruz de Cristo no solo se ha cumplido la redención mediante el sufrimiento, sino que el mismo sufrimiento humano ha quedado redimido. Cristo –sin culpa alguna propia- cargó sobre sí “el mal total del pecado”. El redentor ha sufrido en vez del hombre y por el hombre. Todo hombre tiene su participación en la redención. Cada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Esta llamado a participar en ese sufrimiento mediante el cual se ha llevado a cabo la redención. Está llamado a participar en ese sufrimiento por medio del cual todo sufrimiento humano ha sido también redimido. Llevando a cabo la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo. El hombre al descubrir por la fe el sufrimiento redentor de Cristo, descubre al mismo tiempo en él sus propios sufrimiento, los revive mediante la fe, enriquecidos con un nuevo contenido y con un nuevo significado. La cruz de Cristo arroja la luz salvífica con tanta vehemencia sobre la vida del hombre y, principalmente, sobre su sufrimiento, porque, mediante la fe, lo llega a tocar junto con la resurrección: el misterio de la pasión está incluido en el misterio pascual. A quienes participan de los sufrimientos de Cristo, las palabras “Padre, perdónalos por que no saben lo que hacen..”(Lc. 23,34) se imponen con la fuerza de un ejemplo supremo. El sufrimiento es también una llamada a manifestar la grandeza moral del hombre, su madurez espiritual. De esto han dado prueba, a través de diversas generaciones, los mártires y los confesores de Cristo, fieles a las palabras: ”No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma” (Mt. 10,28). Es sufrimiento, en efecto, es siempre una prueba –a veces bastante dura-, a la que es sometida la humanidad. En el sufrimiento está contenida una particular llamada a la virtud, que el hombre debe ejercitar por su parte. Esta es la virtud de la constancia al soportar lo que molesta y hace daño. Haciendo esto, el hombre hace brotar la esperanza, que mantiene en él la convicción de que el sufrimiento no prevalecerá sobre él. De este modo, con esa apertura a cada sufrimiento humano, Cristo ha obrado con su sufrimiento la redención del mundo. Al mismo tiempo Vive y se desarrolla como cuerpo de Cristo o sea la Iglesia y, en esta dimensión cada sufrimiento humano, en

virtud de su unión en el amor con Cristo, completa el sufrimiento de Cristo. Lo completa como la Iglesia completa la obra de redención de Cristo. 6. EL EVANGELIO DEL SUFRIMIENTO El redentor mismo ha escrito este Evangelio ante todo con su propio sufrimiento asumido por amor, para que el hombre “no muera , sino que tenga vida eterna” (Jn. 3,16). Es ante todo consolador notar que al lado de Cristo, en primerísimo y en destacado lugar, está siempre su Madre, por el testimonio ejemplar que con su vida entera da a este particular Evangelio del sufrimiento. Su subida al Calvario, su “estar” a los pies de la cruz junto con el discípulo amado, fueron una participación del todo especial en la muerte redentora del Hijo. El Evangelio del sufrimiento, a través de la experiencia y de la palabra de los Apóstoles, se convierte en una fuente inagotable para las generaciones siempre nuevas que se suceden en la historia. El evangelio del sufrimiento significa no solo la presencia del sufrimiento en el Evangelio como uno de los temas de la Buena Noticia, sino además la revelación de las fuerzas y del significado salvífico del sufrimiento en la misión mesiánica de Cristo y luego en la misión y en la vocación de la Iglesia. Cristo no escondía a sus oyentes la necesidad del sufrimiento. Decía “el que quiera venir detrás de mí...cargue con su cruz cada día” (Lc. 9,23). Sus discípulos y confesores encontrarían múltiples persecuciones (Lc. 9,23; Mt. 7,13-14; Lc. 21, 12-19; Jn. 15, 18-21; Jn. 16,33). El primer capítulo de este Evangelio del sufrimiento contiene en si mismo una llamada especial al valor y a la fortaleza, sostenida por la elocuencia de la resurrección. Otro gran capítulo de este Evangelio lo escriben todos los que sufren con Cristo, uniendo los propios sufrimiento humanos a su sufrimiento salvador, lo escriben y lo proclaman al mundo, lo anuncian en su ambiente y a los hombres contemporáneos. A través de los siglos y de las generaciones se ha constatado que en el sufrimiento se esconde una fuerza particular que acerca interiormente al hombre a Cristo; una gracia especial. A ella deben, muchos santos su conversión por ejemplo san Francisco de Asís, san Ignacio de Loyola, etc.. Cuando este cuerpo está gravemente enfermo, totalmente inhábil y el hombre se siente como incapaz de vivir y de obrar, tanto más se ponen en evidencia la madurez interior y la grandeza espiritual, constituyendo un elección conmovedora para los hombres sanos y normales, todo esto fruto de una particular conversión y cooperación con la gracia redentora. El sufrimiento no puede ser transformado y cambiado con una gracia exterior, sino interior. Cristo se encuentra muy dentro de todo sufrimiento, el divino redentor quiere penetrar en el ánimo de todo paciente a través del corazón de su Madre, primicia y vértice de todos los redimidos, Cristo moribundo confirió a la siempre Virgen una maternidad nueva –espiritual y universal-. Este proceso interior no se desarrolla siempre de igual manera. Casi siempre comienza con una protesta típicamente humana y con la pregunta del porqué. A esta pregunta Cristo mismo responde desde la cruz, desde el centro del propio sufrimiento, esto es algo mas que una respuesta abstracta a la pregunta del sufrimiento. Esta es, en efecto, una llamada. Es una vocación. Cristo, ante todo dice “Sígueme”, “Ven”, toma parte con tu sufrimiento en esta obra de salvación del mundo, que se realiza a través de mi sufrimiento. Por medio de mi cruz. A medida que el

hombre toma su cruz, uniéndose espiritualmente a la cruz de Cristo, se revela ante él el sentido salvífico del sufrimiento. De esta alegría habla el apóstol en la carta a los Colosenses (Col. 1,24). La superación del sentido de inutilidad del sufrimiento, la sensación deprimente de la enfermedad, es transformada por Jesús en frutos de salvación de sus hermanos y hermanas, por lo tanto no solo que no es inútil sino que se transforma en un servicio insustituible. El sufrimiento mas que cualquier cosa, es el camino a la gracia que transforma las almas y hace presente en la historia dela humanidad la fuerza de la redención. Por eso la Iglesia ve en todos los sufrientes, un sujeto múltiple de su fuerza sobrenatural. Los manantiales de la fuerza divina brotan precisamente en medio de la debilidad humana. Los que participan de los sufrimientos de Cristo conservan una especialísima partícula del tesoro infinito de la redención del mundo. 7. EL BUEN SAMARITANO La parábola del Buen Samaritano pertenece también al Evangelio del sufrimiento. Mediante esta parábola Cristo quiso responder a la pregunta: “¿y quién es mi prójimo” (Lc. 10,29).En efecto, entre los tres que viajaban a lo largo, donde estaba medio muerto un hombre robado y herido por los ladrones, el Samaritano demostró ser verdaderamente el «prójimo» para aquel infeliz. “Prójimo” quiere decir también aquél que cumplió el mandamiento del amor al prójimo, al mismo tiempo indica, cuál debe ser la relación de cada uno de nosotros con el prójimo que sufre. No nos está permitido “pasar de largo”, con indiferencia. Buen Samaritano es todo hombre, que se para junto al sufrimiento de otro hombre de cualquier género que ése sea. Si Cristo, conocedor del interior del hombre, subraya esta conmoción, quiere decir que es importante para toda nuestra actitud frente al sufrimiento ajeno. Por lo tanto, es necesario cultivar en sí mismo esta sensibilidad del corazón, que testimonia la compasión hacia el que sufre. El buen Samaritano no se queda en la mera conmoción y compasión. Estas se convierten para él en estímulo a la acción que tiende a ayudar al hombre herido, buen Samaritano es el que ofrece ayuda en el sufrimiento, dentro de lo posible, eficaz. En ella pone todo su corazón y no ahorra ni siquiera medios materiales. Se puede afirmar que se da a sí mismo, su propio “yo”, abriendo este “yo” al otro. Tocamos aquí uno de los puntos clave de toda la antropología cristiana. El hombre no puede “encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”. Esta actividad asume, en el transcurso de los siglos, formas institucionales organizadas y constituye un terreno de trabajo en las respectivas profesiones. ¡Cuánto tiene “de buen samaritano” la profesión del médico, de la enfermera, u otras similares! Por razón del contenido evangélico, encerrado en ella, nos inclinamos a pensar más bien en una vocación que en una profesión. Viendo todo esto, podemos decir que la parábola del Samaritano se ha convertido en uno de los elementos esenciales de la cultura moral y de la civilización universalmente humana. Estas se extienden a todos los que ejercen de manera desinteresada el propio servicio al prójimo que sufre, empeñándose voluntariamente en la ayuda y destinando a esta causa todo el tiempo y las fuerzas que tienen a su disposición fuera del trabajo profesional. Esta espontánea actividad puede también definirse como apostolado, siempre que se emprende por motivos auténticamente evangélicos. La Ayuda familiar,

por su parte, significa tanto los actos de amor al prójimo hechos a las personas pertenecientes a la misma familia, como la ayuda recíproca entra las familias. Es difícil enumerar los tipos y ámbitos de la actividad como samaritano que existen en la Iglesia y en la sociedad. Es enorme el significado de las actitudes oportunas que deben emplearse en la educación. La familia, la escuela, las demás instituciones educativas, aunque sólo sea por motivos humanitarios. La Iglesia debe hacer lo mismo, profundizando aún más. Las instituciones son muy importantes e indispensables; sin embargo, ninguna institución puede de suyo sustituir el corazón humano, la compasión humana, el amor humano, la iniciativa humana, cuando se trata de salir al encuentro del sufrimiento ajeno. La parábola del buen Samaritano, camina con él a lo largo de la historia de la Iglesia y del cristianismo, a lo largo de la historia del hombre y de la humanidad. Testimonia que la revelación por parte de Cristo del sentido salvífico del sufrimiento no se identifica de ningún modo con una actitud de pasividad. Es todo lo contrario. El Evangelio es la negación de la pasividad ante el sufrimiento. Cristo realiza de este modo el programa mesiánico de su misión, según las palabras del profeta: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad, a los ciegos la recuperación de la vista; para poner en libertad a los oprimidos, para anunciar un año de gracia del Señor”(Lc. 4,18-19). En el programa mesiánico de Cristo, que es a la vez el programa del reino de Dios, el sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo, para transformar toda la civilización en la “civilización del amor”. Así como todos son llamados a “completar” con el propio sufrimiento “lo que falta a los padecimientos de Cristo”(Col. 1,24). Cristo al mismo tiempo ha enseñado al hombre a hacer bien con el sufrimiento y a hacer bien a quien sufre. Bajo este doble aspecto ha manifestado cabalmente el sentido del sufrimiento. 8. CONCLUSIÓN. Este es el sentido del sufrimiento, verdaderamente sobrenatural y a la vez humano. Es sobrenatural, porque se arraiga en el misterio divino de la redención del mundo, y es también profundamente humano, porque en él el hombre se encuentra a sí mismo, su propia humanidad, su propia dignidad y su propia misión. El Concilio Vaticano II ha expresado: “En realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado. Porque ... Cristo, el nuevo Adán, en la misma revelación del misterio del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al hombre y le descubre la sublimidad de su ocación” (G.S. 22).

Tema 7: La visita del enfermo La visita del enfermo: ¿Cómo hacerla?; Actitudes y frases que hay que evitar.

Introducción Solapada o brutal, la enfermedad provoca siempre una ruptura en el desarrollo de la vida del ser humano. Enfermar... y perder así el equilibrio de la salud es una experiencia

que «hace daño» y que cuestiona en profundidad al hombre. Al perder la independencia, el enfermo se convierte en un asistido. Los proyectos se desmoronan como un castillo de naipes... El abandono del trabajo, la exclusión de la vida social... Se entra entonces en un mundo nuevo... El cuerpo se convierte en un extraño. Él es el que dicta su ley incomprensible e insoportable. Se experimenta el peso de la dependencia de los tratamientos y de las enfermeras. Estar enfermo significa aguantar las visitas de la familia y de los amigos, sin defensa posible, incluso en los días de mayor cansancio. La experiencia de la enfermedad revela la profundidad fundamental de toda vida humana. El éxito y la desbordante actividad se relativizan, de pronto, ante lo esencial: ¡Vivir! El hombre toca los límites de la carne y del espíritu. Solo ante lo desconocido, la angustia se esconde detrás de su puerta... Las preguntas religiosas, durante tanto tiempo escondidas, afloran a veces a la superficie: ¿Para qué sirve la vida? ¿Para llegar a esto?... ¿Por qué y por quién sufrir...? ¿Me habrá señalado Dios una cita con Él?. Al igual que de cualquier otra prueba, también de la prueba de la enfermedad, se pueden sacar enseñanzas: ¿y si esta enfermedad fuese una señal de alarma que me invita a cambiar algo en mi manera de vivir? ¿Este retiro forzoso no puede convertirse en una ocasión para tomar distancia y revisar mis prioridades? Y, a veces, se descubre otro rostro de Dios que cambia nuestra manera de estar en el mundo y de relacionarse con los demás.

La Visita Pastoral: ¿Cómo hacerla?(1) “Señor mío, te ruego que no pases de largo delante de tu servidor” Gn. 18,3

Algunos elementos a tener en cuenta El encuentro del agente de pastoral con las personas que sufre pone de manifiesto una de las preocupaciones más constantes de la Iglesia a través de su historia. Tanto en el caso de que se realice dentro del contexto hospitalario como si es en la atmósfera familiar, la visita pastoral es un momento privilegiado para hacer sentir el apoyo de la comunidad cristiana a sus miembros dolientes. La dinámica de la visita pastoral sufre la influencia de los humores y de los valores, de las preocupaciones y experiencias de las personas que se encuentran, como ya hemos visto. Hay visitas breves que confortan, otras largas que cansan; hay intervenciones que molestan, otras que hacen madurar. Cada visita es una oportunidad de formación permanente que permite al agente de pastoral captar cada vez mejor los vericuetos del alma humana, acercarse con creciente respeto al sufrimiento de los demás, y ofrecer su humilde contribución al crecimiento de los enfermos, ayudándoles a esclarecer lo vivido ya despertar las energías recónditas en pro de su salud física, psíquica y espiritual. El contacto pastoral se intensifica cuando está sostenido por la reflexión, y se perfecciona en la medida en que el agente es capaz de diversificar los propios contactos iniciales y de corregir las intervenciones inoportunas para dar espacio a la creatividad del amor. La estructura de una visita pastoral está generalmente caracterizada por los siguientes contenidos:

Las motivaciones de la visita Las razones que conducen al agente de pastoral a la cabecera del enfermo son muy diversas. Para algunos, la visita a los enfermos forma parte de la rutina del trabajo; para

otros se trata de satisfacer el requerimiento de los familiares; y hay otros que han sido llamados por el mismo paciente o por el personal de asistencia. Lógicamente, cada situación crea expectativas distintas e incide en el espíritu de la visita. Por ejemplo, el estado de ánimo con el que se visita a un paciente que ha solicitado hablar con el capellán es distinto de aquel con el que se realiza la visita porque los familiares han ejercido determinada presión sobre un ser querido, mal dispuesto hacia la Iglesia, a fin de conducirlo nuevamente a Dios. El riesgo está en crear expectativas de mucho peso, si luego éstas no se realizan.

El contacto inicial Cuando se visita a un enfermo es conveniente presentarse y motivar la visita. Una presentación sencilla, en la cual se da a conocer el propio nombre, sirve para personalizar el encuentro y para crear un clima favorable al desarrollo de la relación. En esta fase inicial la capacidad de observación por parte del agente de pastoral cumple una función significativa. Puede observar el ambiente que rodea al enfermo (tal como el clima físico y los objetos particulares presentes: flores, periódicos, fotografías, rosario, Biblia...) y captar las informaciones valiosas que tal ambiente puede proporcionarle. Aún más importante es observar al paciente mismo: las expresiones de su rostro, los sentimientos que deja entrever, para utilizarlos cuando se considere oportuno, con el fin de alimentar el diálogo. Además, el visitante tiene que poseer la capacidad de observarse a sí mismo y de valorar en qué modo su comportamiento y sus reacciones pueden favorecer u obstaculizar el diálogo.

El desarrollo de la conversación Los primeros dos minutos de una visita son cruciales. Los interlocutores se estudian mediante el uso de distintos mecanismos verbales y no verbales. Generalmente la conversación se orienta hada uno de estos dos campos: Se habla del "tiempo", de "fútbol”, de “política”, de las "últimas noticias”, como método para explorar el terreno o para disipar un poco la ansiedad. Pero también puede ser un método para evitar un verdadero encuentro. A veces el paciente prefiere mantener el contacto a este nivel, hablando de cosas que se refieren al mundo externo, no a su mundo. El problema nace cuando el agente -conversión social:

no sabe captar las aperturas pastorales del paciente y concentra su atención en la conversación “social”; El diálogo se centra en el paciente: éste habla de “miedo”, de “condiciones físicas", de “preocupaciones familiares", de "necesidades religiosas" y otros temas similares. La conversación adquiere un tono personal. La capacidad de captar estas inquietudes y de contestar a ellas define el estilo pastoral. -conversación pastoral:

La escucha es un factor determinante en el planteamiento de la relación. De la escucha nace la confianza. La presencia de alguien que escucha y comprende facilita la tarea de abrir el propio corazón, compartiendo estados de ánimo, tensiones y

exigencias. El agente atento contribuirá a aclarar los problemas y a sacar a la luz los valores y los recursos del enfermo.

Conclusión del diálogo La conclusión de la visita constituye un último e importante momento. Hay agentes de pastoral que no ven el momento de poner fin a un encuentro; otros tienden a concluirlo demasiado rápidamente; otros a quienes el enfermo no tiene más remedio que despedir de la mejor manera posible; y otros naturalmente, que saben calcular sabiamente el tiempo y la forma de llevar a su término una visita pastoral. El estilo de la conclusión de un encuentro varía de persona a persona y de acuerdo con las situaciones. Son elementos recurrentes: - un sencillo saludo formal; - la promesa de volver o de un recuerdo especial en la oración; - una breve síntesis de los temas surgidos, subrayando progresos y metas; - una reflexión personal sobre la conversación mantenida; - una oración que resuma las preocupaciones y las esperanzas del enfermo.

Cada visita pastoral es una oportunidad para comunicar a Dios al que sufre; cada visita es una oportunidad para encontrar a Dios en el que sufre. Cristo ha dicho: "El que recibe a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe" (Mt. 18, 5). El nos ha dado ejemplo de cómo debemos encontramos con nuestro prójimo: amó con su mirada, curó con sus manos, escuchó las quejas de los atribulados, dio confianza a los afligidos, entró en el corazón de las personas y las guió hacia Dios. (1) Tomado de : Arnaldo Pangrazzi; “Creatividad pastoral al servicio del enfermo”; Edit San Pablo.Pags 31-35; Bs.As. 1994.

Actitudes que hay que evitar Asumir caras tristes Ver la enfermedad mas que a la person Ofrecer piedad, lástima (en lugar de respeto) Usar frases hechas Imponer propios valores o esquemas Minimizar las pérdidas Juzgar sus sentimientos Pretender cambio cuando están a punto de morir Dar falsas esperanzas

Insistir en que coman o hablen

Frases que hay que evitar Es la voluntad de Dios Se como te sientes El tiempo cura todo Hay gente que sufre mas Con llorar no solucionas nada Dios sabe como hace las cosas Quien cree en Dios no llora

Preguntas para el diálogo 1. Después del primer encuentro con el enfermo al que he visitado, ¿me he dado cuenta de cuál es su manera de vivir la prueba de su enfermedad?¿Rebeldía, resignación, angustia...? 2. ¿En qué puedo ayudar al enfermo a adaptarse a su nueva situación y a su nuevo entorno?    

Si es dependiente...., ¿Cómo ayudarle a reencontrar una cierta autonomía? Si está encerrado en sí mismo..., ¿Cómo ayudarle a salir de sí y a relacionarse con los que le cuidan, con su familia y, eventualmente con los demás enfermos? Si no está en su casa..., ¿Cómo ayudarle a reencontrar algunas referencias esenciales de su marco de vida habitual? Si es creyente..., ¿Cómo puedo ayudarle a reajustar su imagen de Dios y la relación que mantiene con Él?

 3.¿Qué actitudes debo privilegiar en mis relaciones con el enfermo?  

¿Ponerme en su lugar o guardar las distancias? ¿Hablarle de lo que pasa fuera para distraerle un poco o sobre todo escucharle?

Este tema ha sido tomado de:Badenhauser-Brignon-König-Meyer; Opción Preferencial por los enfermos; Plan de formación para visitadores de enfermos;Edit. P.P.C.; España.

Tema 8: El ejercicio del acolitado y la visita del enfermo El ejercicio del acolitado y el enfermo. El servicio de los pobres: El pan de la Palabra y la Eucaristía para el enfermo; La Fe la Esperanza y la Caridad en el ministro extraordinario de la Eucaristía; La eucaristía y los enfermos ¿Cómo hacerlo?; Revitalizar la comunión de los enfermos; Recuperar el Viático, Sacramento del tránsito de la vida; Algunas indicaciones para llevar la Comunión a los enfermos.

Introducción

El laico cristiano, por la gracia del Bautismo esta llamado a la santidad y es configurado con Cristo, al mismo tiempo que participa y es transformado en sacerdote, profeta y rey; es por esta razón que puede ejercer ciertas funciones cultuales en la Iglesia; siendo los ministerios laicales un doble testimonio de la entrega al prójimo y de la explícita participación en la misión eclesial según propone el Concilio Vat. II. El C.D.C. en el Art. 230 dice: “Los varones laicos que tengan la edad y condiciones establecidas por decreto de la Conf. Episcopal pueden ser incorporados establemente en los ministerios de lector y acólito,...” En el año 1972 la Iglesia aprobó los ministerios laicales instituidos, confirmándolos como una gracia al servicio y enriquecimiento espiritual del pueblo de Dios: “los ministerios pueden ser confiados a los seglares, de modo que no se consideren como algo reservado a los candidatos al sacramento del orden”(Ministeria Quaedam). Todos los servicios y ministerios en la Iglesia tienen un mismo fin, hacer posible la salvación de las almas, viviendo y desempeñando los servicios y ministerios desde una fe viva, una esperanza firme y una caridad constante, haciendo vida las virtudes teologales, especialmente con los más pobres y desamparados como son en este caso los enfermos.

El servicio de los pobres (1) “El que quiera ser el primero que se haga servidor de todos” (Mc. 10,44)

El pan de la Palabra y la Eucaristía para el enfermo El más importante de los servicio y que concierne a todos, sacerdotes y laicos, en la Iglesia es el servicio de los pobres. El evangelista Juan, escribe en su primera carta: “En esto hemos conocido el amor: en que Él entregó su vida por nosotros. Por eso, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos. Si alguien vive en abundancia, y viendo a su hermano en la necesidad, le cierra el corazón y le cierra su corazón, ¿cómo permanece en él el amor de Dios ? Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua, sino con obras y de verdad” (1 Jn 3, 16-18). Se trata de algo que, en el pensamiento de san Juan, constituye un aspecto esencial del misterio eucarístico. Podemos comprender el porqué profundo de todo esto con un simple razonamiento teológico. Jesucristo, cuyo cuerpo y sangre es consagrado, que recibimos y adoramos es «verdadero Dios y verdadero hombre». Pero ¿de que forma y con que gestos proclamamos nuestra fe en Jesús como «verdadero hombre»? precisamente con el servicio a los pobres y a los que sufren. Esto es expresado claramente en Mt 25, 35-ss. “porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron; preso, y me vinieron a ver...”. En el pobre y en el enfermos no se tiene el mismo género de presencia de Cristo que tenemos bajo las especies de Pan y Vino, pero se trata de una presencia real, es decir verdadera porque Jesús se ha identificado con ellos. Jesús «instituyó» este signo del mismo modo que instituyó la eucaristía. Podríamos decir que en el pobre se tiene presencia de Cristo pasiva, no activa. El pobre, en efecto, no siempre y no

necesariamente contiene dentro de sí a Cristo ni lo trasmite automáticamente a quien lo acoge, como sucede en cambio con las especies eucarísticas, que por si mismas producen la gracia contenida en ella; pero sin embargo, no recibe plenamente a Cristo quien no esta dispuesto a recibir al pobre con quien él se ha identificado. Durante su última enfermedad, Blas Pascal, el gran filósofo y creyente, no pudiendo recibir el viático porque no era capaz de retener nada en su cuerpo, pidió que llevasen a un pobre a su habitación para que «no pudiendo comulgar con la Cabeza, pudiera al menos comulgar con su cuerpo». San León Magno decía que, después de la ascensión de Jesús al cielo, «todas las cosas referentes a nuestro Redentor, que antes eran visibles, han pasado a ser ritos sacramentales». Este principio -que para san León se aplica a los sacramentos y a los ministerios de la Iglesia, comprendido también su ministerio pontificio- se aplica también, en otro sentido, a los pobres y a todos aquellos que Jesús llama «sus hermanos más pequeños» (Mt 25,40). Con la ascensión, aquello que había de humanamente visible en Cristo ha pasado a los pobres y a los que sufren, que son su representación viva. En efecto, si en virtud del hecho de la encarnación todo hombre ha sido asumido, de algún modo, por el Verbo -como los padres de la Iglesia gustaban decir-, en virtud del modo con que la encarnación ha tenido lugar, es el pobre, el que sufre y el desvalido quien es asumido de forma muy particular por el Verbo. La encarnación nos dice que el Verbo se ha hecho «hombre», pero el misterio pascual nos dice también «qué tipo de hombre» se ha hecho el Verbo: un hombre indefenso, condenado y crucificado. San Juan Crisóstomo, en un texto justamente famoso, ha puesto de manifiesto esta íntima vinculación que existe entre el Jesús presente en el altar y el Jesús presente en el pobre: «¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo? -escribe- No lo desprecies, pues, cuando lo contemples desnudo en los pobres, ni lo honres aquí en el templo, con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez... La Iglesia ha venerado siempre la Sagrada Escritura al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de la distribución a los fieles el pan de vida, tanto de la palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo....(Cf. D.V; Cap. VI). Por ello lo que decimos de la Sagrada Eucaristía debemos decir también de la Palabra de Dios. (1) Sintesis tomada de:Raniero Cantalamessa; La Eucaristía, nuestra santificación;Cap. VI; pags. 95-100; Edit Edicep; España; Año 2000.

La Fe la Esperanza y la Caridad en el ministro extraordinario de la Eucaristía (2) La Fe del ministro extraordinario de la Eucaristía Para todo cristiano católico, la fe no es creer en algo, sino conocer creer y amar a Alguien, es fundamentalmente una relación personal, no es una aproximación intelectual o filosófica, ni una experiencia psíquica solamente, ni siquiera un creer en algo que la Biblia dice que hay que creer, sino la experiencia de una persona: Jesús de Nazaret, el Hijo de Dios hecho hombre, la tercera persona del Dios uno y trino, que llega realmente en su cuerpo, alma y divinidad en la Sagrada Comunión. La fe eucarística es algo más que la sola Eucaristía. Cuando celebramos la Eucaristía, celebramos la fe - es decir una amorosa intimidad con Dios y con su pueblo- que nos esforzamos y pedimos la gracia de poder vivir todos los días.

En la Eucaristía encontramos la máxima unión entre lo santo y lo ordinario, porque esto es el misterio de la encarnación, de la misma manera la fe eucarística esta constantemente condicionada por la misma unión, la perfecta transformación del pan de cada día y del vino en la persona total de Cristo resucitado. Este es el corazón de la fe eucarística en este mundo de lucha. Vale la pena preguntarnos si ¿hay algo excepcional en la fe de un ministro de la Eucaristía, algo diferente de la fe de los demás católicos? La respuesta es no y también si. La fe de un ministro de la Eucaristía es la misma que comparten todos los miembros de la Iglesia. Al mismo tiempo, como toda relación humana es única, porque cada persona es única y se relaciona con Dios con su propia personalidad. Agreguemos a esa personalidad única el hecho de ser ministro de la Eucaristía: debemos concluir que la fe de un ministro es única porque es única su relación personal con la Eucaristía. Si el ministro de la Eucaristía tiene un talento especial para dar al mundo, quizá sea el de ser, sobre todo, consciente en todo momento de la presencia de Cristo resucitado en su corazón y también, siempre y al mismo tiempo, en lo más profundo del corazón de la gente. Por eso la fe de un ministro de la Eucaristía encuentra siempre motivos para dar gracias.

La Esperanza del ministro extraordinario de la Eucaristía Es particularmente apropiado hablar de la esperanza de un ministro de la Eucaristía, porque la Eucaristía nutre la esperanza de una manera muy especial. La esperanza puede y debe existir en todas las circunstancias, pero se hace más reconocible y llega a su grado de máxima realidad cuando la vida parece más desolada. Por eso es en los enfermos y en los moribundos donde se ve más claramente el poder de la Eucaristía para alimentar la esperanza. Cuando estamos enfermos o en peligro de muerte, nosotros recobramos la esperanza por la Eucaristía, justo en el momento en que la vida parece que ya no tiene sentido o ha llegado al límite de la existencia. Pocas palabras, un trozo de pan, unas gotas de vino, realidad sensible que esconden y comunican una realidad mucho mas perfecta, la de la presencia de Jesús en su cuerpo, alma y divinidad que sale a nuestro encuentro para confortarnos y alimentaros con su amor en la realidad humana difícil y hasta desesperada, tanto en esta vida como en la próxima en la que ya nada habrá que esperar. Cuando llevamos la comunión a una persona enferma o moribunda, compartimos con ella el conocimiento que proviene de una esperanza autentica, esa luz del Espíritu que alimenta la esperanza que va mas allá de esta vida y por eso el ministro de la Eucaristía debe cultivar la habilidad de mirar más allá de las apariencias, de las perspectivas superficiales. A veces nos olvidamos de que la Eucaristía es la misma experiencia de la Última Cena que Jesús compartió con sus discípulos en el umbral de su terrible pasión y muerte. La esperanza del ministro de la Eucaristía es la misma esperanza, que viene del poder de la resurrección, que nosotros compartimos cuando damos la comunión a los demás. Nuestra fe y esperanza, se alimentan de todos modos de la caridad, del amor, que es la realidad fundamental y centro de la creación, la más profunda en toda persona, la realidad esencial en la cual “vivimos, nos movemos y existimos” (Hech. 17,28).

La Caridad del ministro extraordinario de la Eucaristía En el sentido cristiano, el amor no es primeramente una emoción, sino un acto de la voluntad. Cuando Jesús dice que tenemos que amar a nuestro prójimo, no dice que tenemos que amarlo en el sentido de sentir por él algo emocional e íntimo... En las palabras de Jesús, se nos dice que podemos amar al prójimo sin necesariamente gustar de él. El hecho de que guste puede hacer de nuestro amor un sentimentalismo sobre protector en lugar de una honesta amistad. Yendo a la raíz de la palabra “Caridad”, descubrimos que se refiere al amor benévolo de Dios hacia nosotros y del mismo modo al amor de los unos a los otros. Este es el amor o caridad, que es la joya de la corona de virtudes teologales, fe, esperanza y amor/caridad. Este es el amor que san Pablo tiene en mente en su famoso himno a la caridad en 1Cor. 13,13. En cuanto ministros de la Eucaristía, estamos llamados a amar como Jesús amaba, lo que no significa que estemos llamados a ser amigotes de todo el mundo. Para las visitas a domicilios, hospitales o asilos, se deben distinguir entre el saludo cordial y la acogida de la celebración ritual, ya que se trata de dos cosas totalmente distintas, ya que el rito de la comunión a los enfermos y ancianos es una de las maneras más notables de comunicar el amor de Dios a aquellos a los que servimos. Como ministros de la Eucaristía estamos llamados a ser instrumentos del amor de Dios para aquellos que se acercan a comulgar, especialmente cuando lo hacemos con aquellos que no pueden participar de la Santa Misa. A menudo esta gente tiene la necesidad de alguien que los escuche. Podemos estar tentados de llegar y partir cuanto antes sin dar lugar a la escucha del enfermos. Cada visita debería tener cuatro partes: 1 Entrar en contacto con el enfermo, 2- liturgia de la Comunión, 3- unos minutos para estar con la gente en la casa y 4- el tiempo para dar una bendición informal y despedirnos. Un ejercicio pleno de éste ministerio implica hacerlo con el corazón lleno de amor de Dios, cosa que requiere un tiempo de oración cotidiana. Es importante para el ministro de la Eucaristía aferrarse con las dos manos a la verdad de que nadie puede amar a los demás si no se ama a sí mismo. Lo importante es descubrirse y amarse a si mismo como amamos a los demás descubriéndonos y descubriendo al otro como un don de Dios enviado a este mundo para estar con los demás y para los demás. (2)Sintesis de: Mitch Finley; “La alegría de ser ministro de la Eucaristía”; Edit. San Pablo; Argentina 1999.

La Eucaristía y los enfermos ¿Cómo hacerlo? No malogres el don espiritual que hay en ti. 1 Tim. 4,14

La participación de los enfermos en la Eucaristía tiene dos aspectos básicos. El Primero, la participación habitual, periódica, que constituye además un signo importante de la preocupación de la comunidad cristiana hacia sus miembros más débiles, aquellos a quienes el Señor, mayor atención dedicaba.

El Segundo, el viático, constituye el acompañamiento, en el tránsito final de la vida, del sacramento del Señor muerto y resucitado, prenda de vida eterna. Ambos aspectos de la Eucaristía deben ser vividos y potenciados. Y para ayudar a reflexionar sobre ellos es que damos algunos criterios que ofreció con motivo del día del enfermo, el Sec. Interd. de pastoral de la salud de Cataluña.

Revitalizar la comunión de los enfermos Toda la comunidad cristiana tiene que facilitar a los enfermos su participación en la Eucaristía, puesto que son miembros suyos y necesitan recibir el pan de la Palabra y el Cuerpo del Señor. Por ello: Llevar la comunión a los enfermos tiene que ser una tarea gozosa que la comunidad realiza solícitamente. El domingo es el día más indicado. Hay que vincular la comunión de los enfermos con la Eucaristía de la comunidad. La comunión debe revestir el carácter de una auténtica celebración; sin prisas ni rutina, sirviéndose de los medios más convenientes. Los ministros extraordinarios de la Comunión, bien escogidos y preparados, pueden facilitar que la comunión pueda llevarse a los enfermos con mayor regularidad, en el momento más indicado, dedicándoles el tiempo necesario, etc.

Recuperar el Viático, Sacramento del tránsito de la vida Recuperar el viático es uno de los grandes desafíos. Una serie de circunstancias lo dificultan: no hay conciencia de su necesidad; se desconoce su significado; pocas veces se pide o se propone. Es, pues, necesario: Situarlo en el marco más amplio de la promoción de un morir humano y cristiano. Darle un mayor protagonismo en los programas de catequesis y de formación de los agentes de pastoral. Invitar a los fieles a manifestar, el deseo de recibirlo.

Algunas indicaciones para llevar la Comunión a los enfermos Tratamiento de la Eucaristía 1- Tener siempre en cuenta que las especies consagradas ocultan la presencia real de Jesucristo Nuestro Señor. El sacramento eucarístico deberá ser tratado con la mayor reverencia. 2- Al Santísimo Sacramento del altar se lo saluda doblando la rodilla derecha (genuflexión), tanto cuando esta expuesto como cuando está reservado en el sagrario.

Forma de trasladar la Eucaristía

3- Para llevar la comunión a un enfermo, se debe retirar el Santísimo Sacramento inmediatamente antes de salir hacia el hogar donde se ha de administrar el sacramento. No corresponde llevar la Eucaristía y ocuparse en otras actividades antes de dar la comunión; tampoco es lícito retenerla en la casa del ministro. La norma general e invariable debe ser: desde el sagrario a la casa del enfermo. 4- El recipiente donde se lleva la sagrada Forma, llamado “teca” (pequeña cajita de metal), no puede ser sustituido, por pastilleros o cosas semejantes. La teca se destinará exclusivamente a este uso. Sería adecuado llevarla de manera respetuosa y protegiéndola de posibles robos o pérdidas. En el camino es conveniente rezar adorando al Sacramento.

En la casa del enfermo 5- Al llegar a la casa del enfermo, lo primero que debe hacerse después de saludar cordialmente, es comenzar la celebración con los ritos acostumbrados y establecidos por la Iglesia. 6- Si el enfermo sólo puede recibir una parte de la hostia, hay que llevar el resto al sagrario nuevamente, así también cuando no se encuentra al enfermo o no la quiso recibir. 7- Si el enfermo no quiere recibir la eucaristía, no se le debe exigir, tampoco se debe invitar imprudentemente a que sus acompañantes la reciban. Corresponde que el sacerdote visite al enfermo para que éste tenga oportunidad de confesarse. El enfermo que recibe habitualmente la Eucaristía de manos de un ministro extraordinario debe recibir también, periódicamente y con regularidad, la visita del sacerdote. 8- No debe olvidar que es el sacerdote quien envía al ministro a visitar a los enfermos, y por tanto es el que determina a quienes a de administrársele la comunión. 9- Bajo ningún concepto se dejará el Santísimo Sacramento en la casa del enfermo para que comulgue por si mismo (ya sea porque no esta, o cualquier otra causa). El ministro debe volver las veces que sea necesario y en la medida de sus posibilidades. 10- Es muy importante tener conocimiento de la situación sacramental del enfermo, si está bautizado, si ha recibido su primera comunión, que sacramentos ha recibido en su vida, etc.

Tema 9 Servicios específicos La pastoral del duelo: ¿Qué es el duelo?, Su intensidad, ¿Cómo afecta?, Estar en duelo - Hacer el duelo, Estar en duelo - Los espacios vitales “Grupo Resurrección”.

La Pastoral del Duelo Yo soy la resurrección y la vida, quien cree en mi, aunque muera vivirá” (Jn 11,25)

¿Qué es el duelo?

El término duelo procede etimológicamente del vocablo latino dolium, que a su vez deriva del verbo, doleo (dolerse). El duelo es la actividad y actitud de la persona ante la reacción emocional, espontánea y natural del sufrimiento producido por: Pérdida de bienes, prestigio, posición, afectos, amores, amistad, identidad personal, autoestima, ilusiones, honor, verdad, posibilidades, salud, integridad corporal, raíces culturales, patria, trabajo... Omisión de lo que no se pudo tener, ser, hacer, amar o ser amado...Alejamiento o separación parcial o definitiva de alguien amado.... Muerte de seres queridos y la propia muerte cercana.

Su intensidad La intensidad del sufrimientos en los duelos, obviamente, es mucho mayor por la muerte de seres queridos que por pérdidas de bienes apreciados. En efecto, la intensidad de los sentimientos se produce por: Lo definitivo de la pérdida o de la muerte. La ansiedad de la separación. El vacío o desconcierto de la ausencia. La causa y circunstancias que lo ocasionaron (acción o muerte impuesta, indigna, deshumanizada, con abandono, con negligencia, con violencia...) La hondura de la relación existente. El rol desempeñado por el difunto o ausente La fuerza del "apego": dependencia o independencia que se ha generado La actitud asumida: pasiva o activa La consideración sobre la realización, satisfacción y cumplimiento de la vida del fallecido. Los asuntos sin resolver entre dolientes y difuntos. La canalización y reinversión afectivas desplegadas. La

utilización de los recursos humanos y religiosos de que dispone cada persona: carácter, salud mental, autoestima, capacidad adaptativa, experiencia de otros duelos, acción vincular y familiar, capacidad de expresar el duelo, vivencia espiritual. Sufrimos como somos, pensamos, creemos y esperamos, es decir según nuestra propia personalidad. Muchos autores mencionan la intensidad según este tipo de vínculos o situaciones: 1. Muerte del hijo

2. Muerte del cónyuge 3. Separación o divorcio del cónyuge 4. Encarcelamiento o pérdida de la libertad 5. Muerte del familiar cercano 6. Accidente o enfermedad 7. Crisis familiar grave 8. Expulsión del trabajo 9. Pérdida económica importante 10.Jubilación

Duelo: ¿Cómo afecta? En el proceso del duelo queda dañada la biología de la persona (corporeidad), se resiente la biografía (proyectos, estilos de vida, mundo emocional, vida espiritual...) y se achica la biofilia (autoestima, razón vital, gusto por la vida, sentido existencial). El duelo es una experiencia global. Afecta a toda la persona, en todas y en cada una de sus dimensiones:     

Física Emocional Intelectual Social Espiritual

He aquí las principales reacciones:

En la dimensión física: Dolor de cabeza. Sequedad de boca. Sensación de estómago vacío. Falta de energía y debilidad. Llanto. Dolores agudos en el cuerpo. Opresión en el pecho y garganta. Taquicardias. Anorexia y pérdida de peso.

Alteración en el sueño.

En la dimensión emocional: Tristeza y depresión temporal. Extrañeza ante el mundo habitual. Deseo de presencia del fallecido. Hablar con el muerto. Añoranza. Obsesión por recuperar la pérdida. Deseo de unirse al muerto. Suspiros. Sentimiento de impotencia. Insensibilidad y desinterés. Sentimiento de abandono y soledad. Culpa y auto-reproche. Aprensión de que suceda algo malo, miedos. Falta de deseo sexual. Temor a apegarse a seres queridos, ante posibles muertes. Pérdida de autoestima.

En la dimensión social: Auto-aislamiento. Hiperactividad. Hipersensibilidad a ruidos, risas... Deseos de superprotección. Desconcentración en el trabajo. Despreocupación por lo cotidiano. Ausencia de proyectos. Desinterés por los acontecimientos externos.

En la dimensión Intelectual

Confusión y aturdimiento No aceptación de la realidad Incredulidad Alucinaciones visuales y auditivas. Dificultad de atención y concentración. Incapacidad de coordinación mental. Obsesión por encontrar respuestas. Acatar mensajes negativos del sufrimiento Centrar la mente y la conversación en el fallecido.

En la dimensión espiritual: Conciencia de la finitud humana. Sin esperanza de trascendencia. Crisis del sentido vital. Crisis de fe. Dudas del amor y bondad divinas. Sentirse abandonado por Dios. Resentimiento contra Dios y alejamiento de la Iglesia...

Hacer el duelo Conviene diferenciar entre estar en duelo y hacer el duelo. Estar en duelo es propiamente un estado sufriente pasivo, víctima del sufrimiento. Hacer el duelo es el proceso activo de recuperación integral de la persona en todas sus dimensiones, en una sana elaboración del sufrimiento, poniendo mucha voluntad.

Los espacios vitales. El duelo se hace en estos “lugares” de la persona     

En el hablar: rompiendo el aturdimiento inicial expresando el sufrimiento, comunicándose. En el corazón: desahogando la pena y canalizando la energía afectiva con un sano amor, en verdad y libertad. En la mente: esclareciendo y superando concepciones erróneas, ideas insanas. En la fe: esperanza en la Resurrección, vivencia de una fe madura, con sana concepción de Dios. En la acción: volver a reinsertarse en la vida con un proyecto significativo de vida, con futuro, siendo feliz.

Fases del duelo-Tipos de duelo Fases del duelo La simple observación de un alma en duelo, así como la literatura de siglos y recientemente algunos estudios de especialistas, constata etapas por las que se suele pasar en el proceso de elaboración del sufrimiento.          

Aturdimiento inicial: el sufrimiento puede dejar anestesiado, perturbado, mudo, incluso privado de autonomía de pensamiento, palabra y acción. Lamentación: surgen las primeras expresiones inarticuladas, las exclamaciones, abundan los gestos, viene la queja: "¡No lo puedo creer!" Negación: "¡No, no es cierto!" Rechazo: ¡No, no lo acepto! Miedo y ansiedad: "¡ Y si me sucediera...!" Culpa: "¡Si yo no hubiese...!" Bronca: "¿Por qué a mí?" "¿Por qué se lo hicieron, Dios?" - Tristeza profunda "¿Qué sentido tiene ya...?" Resignación: "¡Me tocó a mi. Es la fatalidad!" Recobrando serenidad interior: "¡Después de tanto sufrimiento, estoy recobrando la paz!" Integración y resignificación: "¡Hay que volver a vivir. Mi ser querido me quiere feliz!" La sabia psicología humana necesita de estas fases para encajar un golpe tan fuerte. Lo preocupante es estancarse en una de ellas y no llegar a la aceptación y superación.

Duelo - Su finalidad Muchos creen que en el duelo hay que dejar pasar el tiempo que todo lo cura y considerar el sufrimiento como propio, exclusivo y no compartible; no hablar y sufrir en soledad y en silencio; procurar despejarse y evadir los recuerdos; vivir como si nada hubiera pasado, cayendo así en una especie de sumisión ante el fatalismo. ¡Es un gran error! Otros, por el contrario, creen que el duelo es un continuo lamento y desahogo exteriores, situándose en un estilo de vida eternamente infeliz; o recluyéndose en un mundo imaginario por sentirse agobiados por la realidad. ¡No es lo correcto! No es tampoco el duelo para olvidar ni para dejar de amar al ser querido muerto. ¡Sería absurdo! La finalidad del duelo es dar expresión y cauce sano a los sentimientos, serenando el sufrimiento, dominado la pena de la separación, aceptando la realidad de la muerte, integrando la extrañeza física, reorientando positivamente la energía afectiva con un proyecto pleno de sentido, amando con un nuevo lenguaje de amor al fallecido a quien, como creyentes, ponemos en las manos misericordiosas de Dios en la esperanza firme de la resurrección, donde nos ama con el amor purificado y pleno de Dios.

Pensando sobre el duelo

Más que un problema es un misterio con el que hay que convivir y elaborar sanamente. Nadie muere solo. Nadie quiere que se mueran con el. No morirse con los muertos. Lo que no se asume, no se redime. El sufrimiento no tiene atajos. Después de perder mucho, no darse permiso para perder más. Hay que dejar de mirar lo perdido y optar por lo que se puede ganar. No se puede elegir la muerte pero sí que actitud tomar ante ella. El peor enemigo en el duelo es no quererse. El duelo elaborado nos enseña a vivir en verdad y libertad. Y sin apegos. Purifica el amor. La asignatura del duelo o se rinde o se deje previa. El mejor regalo al ser querido muerto: ser feliz. La mayor tragedia: quedarse sin sentido en la vida. Dios es tu mejor amigo. No te hagas "el duro con él".

El duelo es... Lágrima furtiva ante la tumba. Solitaria soledad entre muchos. Sobrevivir sin vivir. Ir a la mesa y encontrar un hueco vacío. Desear que la realidad fuese distinta, luchando contra lo imposible. Estar en la cama sin sentir el calor de una caricia. - Muerte del hermano que levantó pronto el vuelo. Enterrar los padres al hijo. Ilusión de un embarazo que nunca verá la primavera de la vida. Ternuras de abuelos regadas en penas. Miedo e inseguridad del hijo que perdió una estrella fija en el firmamento de su existencia. Querer amar y mediar la ausencia física. Ver crecer a los hijos de los amigos y no al propio.

Un sueño imposible: "Si viviera ahora él..." Lucha de la memoria del corazón contra la memoria de la mente. Mirar al infinito buscando un sentido. Culpa insistente, bronca ciega, tristeza fría. Miedo misterioso, sin sentido, pregunta sin respuesta. Amor sin apegos. Mirar al ser querido con los ojos del alma. Mano a mano con Dios. Esperanza del reencuentro

Tiempos de Duelo Su acompañamiento El duelo tiene sus tiempos (cfr. Ecl 3,1-8).

Se quiere salir rápidamente del sufrimiento, pero no siempre es posible. Con el duelo hay que ser pacientes pero no pasivos. Hay que tomarse y conocer "sus tiempos". El acompañamiento en todo duelo es una disciplina y un arte que implican en el ayudante, también sanador herido, madurez afectiva, gran capacidad de escucha, habilidad en la relación ayudante-ayudado, acogida emotiva, control emocional, serena empatía, conocimiento de los tiempos y movimientos del alma sufriente, experiencia de vida espiritual... El duelo tiene su lógica y sus tiempos específicos en los que el dinamismo terapéutico ha de recorrer los pasillos interiores del hombre herido hasta sanarlo. Inicialmente, lo mejor es contener y acompañar, permitiendo los desahogos necesarios, haciendo acto de presencia y ofreciendo servicios concretos. "Mira que la dolencia de amor no se cura sino con la presencia y la figura" (S. Juan de la Cruz).

El duelo anticipado En no pocas ocasiones, como en el caso del enfermo moribundo, se puede prever la muerte más o menos cercana. Los familiares, si aceptan la realidad, van entrando en un duelo anticipado.

El moribundo también hace su duelo anticipado. Yo casi no lloré después de la muerte de mi marido, pero antes fui un llanto continuo. Sólo no lloraba delante de él. En ocasiones, tras penosa y larga enfermedad: Lo vimos como una liberación. Sin embargo, esta anticipación no es garantía de un duelo sin obstáculos. Para muchos, aún en esas circunstancias, no es fácil aceptar la cruda realidad y la muerte cae como ladrón en la noche: No podía creer que se me iba a morir alguna vez. No quería creerlo. El agente de relación de ayuda ha de tener mucho tacto para empatizar con las personas al ritmo de sus ritmos en el duelo anticipado. El desahogarse con libertad y poder compartir la verdad de la situación con alguien es sumamente terapéutico. Es bueno procurar para los dolientes un espacio físico con cierta intimidad. Se ha de informar oportuna, sencilla y claramente por parte del profesional competente, asegurando a los seres queridos que se está haciendo todo lo humanamente posible. Al comunicar la muerte, es conveniente explicar cómo fue el proceso, aceptar preguntas e interesarse por las necesidades emotivas y espirituales.

El velatorio La sociedad actual tan juvenalista y secularista, que tabuiza la muerte, ha eliminado muchas expresiones del duelo y del luto y ha reducido otras con lo cual no se facilita su sana elaboración. Todos los pueblos han ritualizado el adiós a sus seres queridos. Han elaborado ritos fúnebres, han culturizado y socializado la muerte. Estos ritos y ceremonias constituyen un caudal acumulado que logra una sana y sabia manera de ayudar emocionalmente a las personas en duelo, permitiendo que se expresen en la acción sentimientos demasiado profundos como para ser expresados con palabras en momentos tensos de emoción. El velatorio, tanto en un lugar público como en casa, facilita la aceptación de la muerte, permite aflorar el llanto liberador, dominar la pena de la separación, tocar el cadáver y hablar para despedirlo, expresando los genuinos sentimientos ante el muerto... Es duro no poder velar a los seres queridos muertos, ni ver su cadáver. El sereno acompañamiento ha de dar completa libertad al sufriente para su desahogo, respetando sus silencios. Se ha de ofrecer una presencia solidaria con ayudas o gestiones concretas, si fuesen necesarias.

Se ha de reavivar la esperanza cristiana en la resurrección, evocando la resurrección de Cristo y la misericordia divina, ante familiares cristianos. En los velatorios y funerales se ofrece a la comunidad la posibilidad de expresar la solidaridad y los propios afectos a los deudos. Es una ocasión especial de reflexión sobre la propia muerte.

Las exequias o funerales Es saludable poder decir adiós al ser querido muerto, ritualizar la despedida, honrar su memoria, agradecer su existencia... Conforta a los familiares escuchar lo significativo que fue su ser querido para la comunidad, que será recordado positivamente... En la liturgia de las exequias (responso, funeral, despedida en el cementerio, novenario, etc.) la finalidad de los ritos cristianos no es venerar los cuerpos sino celebrar la memoria del difunto, afirmar el valor de la vida y situar el acontecimiento de la muerte en el horizonte de la pascua de Cristo. Estos actos litúrgicos dan un sentido de continuidad a la vida y fomentan la pertenencia al pueblo de Dios. A su vez, facilitan la elaboración del duelo al contribuir a:      

Afrontar la realidad de la muerte sin negarla u ocultarla. Exteriorizar la pena liberando las emociones. Reavivar la fe y la esperanza en los presentes. Despedir comunitariamente a un miembro de la comunidad. Comunitarizar la ayuda de los deudos. Reflexionar sobre la muerte evangelizando la vida.

Otras celebraciones litúrgicas durante el año (misas de sufragio, paraliturgias y otros ritos familiares) van ayudando a serenar el sufrimiento y alimentan la esperanza. Se ha de considerar el hecho de tener las cenizas del muerto en casa. Puede acarrear serios problemas en la sana elaboración del duelo.

La visita a domicilio Se ha de efectuar periódicamente la visita a domicilio al menos durante un mes, después del fallecimiento. Es necesario tomarse tiempo e ir con calma, no hablar mucho, practicar la actitud de escucha, emplear también el lenguaje no verbal, permitir el desahogo de los sentimientos del doliente y aceptar el llanto. Está hablando el corazón: no entrar en desintonía con razones. No juzgar. No tener que responder a todos los interrogantes, pero sí escucharlos. Es bueno, si se pide, clarificar las fases del duelo y sus tiempos, expresando que son normales las manifestaciones emotivas, aconsejando no tomar decisiones importantes de inmediato.

No caer en el error de ayudar a evadirse de la realidad con meros consuelos o "frases hechas"(1). Es muy aconsejable aportar ayudas concretas: en la casa, con trámites, evitando el aislamiento de quien sufre. Todo sin atosigar. Pastoralmente, el ayudante ha de reforzar la fe, el vínculo comunitario eclesial y la esperanza del sufriente.

Frases hechas que hay que evitar: "deshacen" el duelo Al menos te quedan otros hijos. Dios quería un angelito. Sé como te sientes. Es mejor así. Dejó de sufrir. Si tenía que suceder, mejor que fuera pronto. Es la voluntad de Dios. Jesús también sufrió. ¿Por qué no tú? Dios se ha llevado. Lo necesitaba junto a El. Si me pasara a mí, me moriría. ¡Animo, otros pasaron por esto! El destino lo ha querido así. Es la ley de la vida. Es así, hoy estamos, mañana no. Hemos nacido para sufrir. Sé fuerte. No llores. El tiempo cura todas las heridas. Era demasiado bueno para este mundo.

La ayuda profesional Hay duelos en los que por su intensidad, circunstancias peculiares, implicaciones emotivas, conflictos que arrastra y reacciones anómalas, el doliente somatiza y/o entra en un cuadro depresivo. El médico deberá detectar el origen del "dolor", evitando la medicalización innecesaria del duelo. Especialmente en tales casos, es muy útil aconsejar la ayuda terapéutica de un

profesional especializado. Esto Será siempre necesario en los duelos extraordinarios y patológicos. El terapeuta ha de inspirar confianza en el doliente para permitirle descargar libremente todo su torrente emocional contenido, cosa que no siempre es factible en casa o en los ámbitos comunitarios. El profesional, en la admisión, ha de dar una precisa información del proceso del duelo y de sus serias dificultades, pero recalcando que del sufrimiento se sale, motivando a una sana y continua elaboración. Las penas, culpas, tensiones, confusiones, broncas y resentimientos han de ser expuestos confiadamente y, poco a poco, canalizados positivamente. La experiencia indica que, en muchos casos, la asistencia a estas terapias no suele ser muy prolongada. Obviamente, influyen los costos económicos. Los resultados suelen ser positivos. En los duelos más intensos suelen quedar muchas lagunas por una falta de asistencia a las terapias, lo cual impide una mayor continuidad y profundización del proceso de sanación. Es más que sabido que la mejor ayuda es la que brinda una conjunta e interdisciplinaria respuesta terapéutica que configure la fe y la ciencia, dentro de un marco vincular sano.

Grupo de mutua ayuda Dejarse ayudar en el duelo es algo muy sano. Como hemos dicho, hay profesionales y otras personas capacitadas que saben ayudar. También existen grupos de mutua ayuda que hacen mucho bien. ¿Qué es un grupo de mutua ayuda en duelo? Este está formado por otros miembros en proceso de duelo y coordinado por expertos o por quienes pasaron por similar experiencia elaborándola positivamente, conocedores de la dinámica de relación de ayuda y del mundo interior del sufriente. Además, están debidamente capacitados para explorar los "recovecos del sufrimiento". El grupo es la ocasión para ayudar y ser ayudados, expresar libremente el propio sufrimiento, compartir la esperanza y sanear las heridas reactivando el poder terapéutico de cada uno.

Cualidades del grupo: Apertura Respeto Discreción

Libertad de participación Sigilo Ayuda mutua Aceptación incondicional de opiniones y emociones Confrontación empática Un grupo de mutua ayuda no es una reunión social de amigos. No convoca el sufrimiento sino la necesidad de elaborar el duelo. No es para transferir el sufrimiento sino el método de sanación. ¡Atención a la "droga-grupo-dependencia"! Ha de tener el grupo un tiempo de inicio y de fin bien precisados. Se institucionaliza el grupo, no se institucionaliza el duelo. Su ideario, metodología y temáticas han de ser muy terapéuticas. No han de faltar evaluaciones constantes que observen el proceso del duelo.

El grupo de mutua ayuda es uno de los recursos de esa amplia red de apoyos sociales a la que hay que acudir para elaborar sanamente el duelo, pero nunca el único.

Grupo Resurrección Diócesis de Rafaela Grupo de ayuda a familiares en duelo

El sufrimiento y la muerte son huéspedes inevitables de la humanidad. Somos vulnerables y limitados. La vida y la muerte son dos caras de la misma existencia humana. En nuestros días somos conscientes de la necesidad de recuperar la importancia que se merece la elaboración positiva del duelo precisamente por las graves repercusiones que produce tanto en la biología como en la biografía de cada persona.

En nuestra sociedad, tabuizando la muerte y enviando al ostracismo los ritos fúnebres, religiosos y civiles, ha diluido los procesos y tiempos necesarios en torno al proceso de sanación del duelo. Difícilmente se encuentra alguien capacitado cabalmente para hacer una sana relación de ayuda al moribundo y para acompañar en el proceso del duelo tras la muerte de un ser querido. Pero afortunadamente va surgiendo un nueva mentalidad ante esta necesidad tan sentida. Uno de los signos positivos es la creación de los grupos de autoayuda para familiares en duelo. En Argentina existen varios grupos con diversas denominaciones. Uno de ellos es RESURRECCIÓN. En efecto, RESURRECCIÓN es un grupo de mutua ayuda para familiares en duelo, de identidad católica, con profundo humanismo, abierto a todas las personas, aún de otros cultos o no creyentes.

Su Objetivo Su objetivo es utilizar todos los recursos sanantes humanos y de la fe, sin adherirse a ninguna escuela psicológica ni filosófica, salvaguardando su identidad cristiana y con respeto al ecumenismo y procesos de crecimiento en la fe de los participantes. La fe no suprime la dura pena de la separación. La reorienta sembrando en ella esperanza. Somos conscientes que el secreto de la muerte hay que buscarlo en la vida y, además en la VIDA que es JESUCRISTO RESUCITADO de entre los muertos. Resurrección expresa con su denominación estos objetivos:  

Volver a vivir la vida, después de la muerte de un ser querido, más plena, humana, solidaria y cristianamente. Y alimentar la esperanza cierta de que el Dios de los vivos ha dado un nuevo y feliz hogar a nuestro ser querido con quien un día nos veremos en un encuentro feliz y para siempre.

RESURRECCIÓN, como grupo de mutua ayuda, con-fronta empáticamente a cada persona para reavivar su poder terapéutico intrínseco, saneando las heridas internas utilizando la relación sanante de la unión familiar, de la comunidad, del amor de Dios, de la búsqueda de sentido en la vida y de una misión solidaria hacia el prójimo. Se cicatrizan así las heridas abiertas, se reconquista la esperanza, se purifica la fe y la imagen insana sobre Dios, se potencia la solidaridad con otros que sufren, se busca el crecimiento humano, y se profundizan en el sentido existencial de la vida.

Tema 10: Servicios Específicos Asistencia y prevención al Suicida:Elementos a tener en cuenta: los estados del suicidad; A la luz de la fe: ¿Qué hacer?;Factores desencadenantes; Agresión contra la propia vida; Violencia/Agresividad: ¿Cómo ayudar?;Lo que se sugiere y lo que no se sugiere para ayudar;Línea S.O.S. Mi Esperanza.

Asistencia y Prevención al Suicida Dios salva y libera, realiza signos y prodigios en el cielo y sobre la tierra (Dn. 6,28)

Algunos elementos a tener en cuenta

Los estados del proceso del suicida Antes de consumarse el hecho, casi siempre se suceden los siguientes estados en los depresivos suicidógenos, si nos basamos en uno de los casos consumados más típicos: Primer estado Aparece latente la crisis, surgen la depresión, el aislamiento, la pérdida de rendimiento, la falta de voluntad. La persona se levanta desmotivada y sin sentido, le pesa el día, no sabe cómo enfrentarlo, no encuentra que hacer, tiene insomnio, ideas de ruina y culpa patológica. Ya no tiene la voluntad o el placer para llevar adelante su tarea diaria, se encuentra desgastada. Al final de la jornada, se reanima porque le alivia refugiarse en su dormitorio. Surge en el individuo la primera idea de suicidio que lo sorprende a él mismo. Generalmente, su reacción es oponerse. Luego empieza a interiorizarse por los medios masivos de comunicación de que otras personas lo consumaron. Estas noticias lo llevan a pretender la idea de suicidio aun sin ser en él una decisión firme. Segundo estado La idea va tomando cuerpo. No ve ninguna otra salida, empieza a sentir que la muerte es la solución más expeditiva. Generalmente, si se le pide que luche por salir, y que se levante, si se le afirma que vale la pena superar ese estado, lo único que se provoca en él es un sentimiento de culpa que lo irrita aún más. Se presenta una marcada alteración del juicio crítico. Sus pensamientos e ideas no se revierten en la confrontación lógica. Existe una pérdida de la relación de causalidad y, según autores franceses, una alteración de conciencia de tipo ético-temporal. Si su fe como creyente no es purificada, puede llegar a sentir que ni siquiera es digno del perdón de Dios. Luego maquina el método, lugar y momento para quitarse la vida. En este estado se encuentra muy ansioso y es cuando realmente da avisos premonitorios de lo que proyecta. El uso de medicación antidepresiva en esta etapa requiere gran precisión y encierra inevitables riesgos, ya que por su efecto desinhibitorio puede favorecer el denominado acting out (de los autores norteamericanos), en el cual la persona impulsivamente se descontrola y comete el suicidio (especialmente constatado en la enfermedad bipolar y en la melancolía inhibida, lo que constituye una indicación cuasiabsoluta de internación). Normalmente, unos seis meses antes de suicidarse, el 40% lo comunica al médico, psicólogo o sacerdote y el 80% lo da a conocer a la familia o allegados, pero estos avisos generalmente no son tenidos muy en cuenta, pues se piensa que nunca podrán concretarse. La persona se reafirma desgraciadamente en su idea de que a nadie le importa que él siga existiendo. Cabe destacar que, a veces, no existe tal comunicación ni lazos familiares y que puede haber limitaciones económicas para acceder a una psicoterapia o subestima de su importancia. Tercer estado

La tranquilidad, la calma antes de la tormenta. Ya está decidido el cómo, cuándo y dónde lo va a realizar. Esto produce en el sujeto un inmenso alivio porque siente que encontró salida a su situación. Ve en la muerte su liberación absoluta. Ordena los últimos detalles de su vida, quizá pague algunas cuentas, visite familiares y amigos que no ha visto en mucho tiempo. Esta es la señal del último adiós a pesar de que la apariencia que muestra es la de haber superado todos sus problemas. Esta es la etapa de mayor peligro y es la más difícil de detectar por ser tan sutilmente engañosa. Las estadísticas indican que puede producirse alguna conducta fatal entre 2 a 6 meses después de recibir el alta médica, cuando todos piensan que la persona ha superado sus crisis.

A la luz de la fe ¿Qué hacer? Jesús ha venido para que tengamos "vida y vida en abundancia" (Jn. 10, 10). Nos ha dicho que Dios no quiere la destrucción sino la vida, porque el es Dios de vivos, no de muertos (cfr. Mc. 12, 27). Jesús siempre transmitió el rostro misericordioso del Padre, dando hospitalidad hasta en el momento de su suplicio en la cruz: a quienes lo crucificaban, a la madre y al discípulo, al ladrón... Transmitamos siempre nosotros el verdadero rostro del Padre que el Hijo anunció y defendió a capa y espada. Y aunque el suicidio no está bien, no porque Dios lo prohíbe, sino porque no es bueno Dios lo prohíbe (Kant), siempre conviene preguntarse si un Dios que perdona hasta a quien lo mató, ¿no perdonará a los que se matan? Dejémonos escandalizar por la misericordia divina que rompe nuestra lógica. Que nuestro acompañamiento a quienes se encuentran con un suicidio en su familia sea: sincero, prudente, oportuno, clarificador, como lo haría Jesús. Factores desencadenantes Por distintos factores una persona puede llegar a la idea de suicidio y más aún ejercer una acción suicida para terminar con su vida. Estos pueden ser: Sociales Biológicos Historia Familiar

Psicológicos Clínicos Triángulo letal

Patológicos Demográficos Motivantes Agudos

Factores Sociales Durkheim, en su obra El suicidio, ha descrito tres tipos de suicidios vinculados con las relaciones sociales: La conducta suicida más frecuente tiene lugar después de una ruptura social importante, como el divorcio (suicidio anómico).

Hay personas que conciben la idea de suicidio para salvar el honor familiar o personal o para que otros no se hagan cargo de su persona (suicidio altruista). Después están los que piensan que nunca estuvieron integrados a la sociedad y que no pertenecen a ella (suicidio egoísta). Los estilos de la vida moderna: la cultura llamada “light”, el consumismo exasperado, la falta de autoridad, la fácil manipulación, la falta de valores y referencias, los graves desarraigos, la disolución familiar, un avasallador tecnicismo productor, la ausencia de significatividad religiosa, la sexualidad deshumanizada, el alto grado de agresividad... arrastran a conductas autodestructivas.

Agresiones contra la propia vida El ser humano manifiesta diferentes tipos de agresiones: Acciones heteroagresivas: son aquellas que están dirigidas contra otra persona o grupo. Acciones autoagresivas: son las que están dirigidas contra uno mismo. Estas, a su vez, pueden clasificarse como autodestructivas indirectas y directas. Las acciones autodestructivas indirectas están caracterizadas por emprender riesgos que hacen peligrar la vida. Repetidas inconscientemente _conductas_ llevan fácilmente a la autodestrucción del individuo. Los excesos en fármacos, alcohol y tabaco, la anorexia, el consumo de droga, las negligencias en salud, los deportes de altísima peligrosidad... están en la base de estas conductas, que pueden ser reflejos de graves carencias, desarraigos y estados emocionales alterados, o de un cuadro psicopatológico que hay que diagnosticar adecuadamente, y que exigen interpelaciones comunitarias. Las acciones autodestructivas directas comprenden los gestos pseudosuicidas, intentos de suicidio, y suicidios consumados. Cuando es improbable que los planes y las acciones autoagresivas tengan ‚éxito, contra la propia vida, estamos ante gestos suicidas que son de naturaleza predominantemente histérica y comunicativa. El intento de suicidio es el resultado de un fuerte deseo de poner punto final a una situación permanente o repentinamente traumática, compleja y angustiosa; a su vez encierra un grito de auxilio en busca de ayuda. Es un acto que si no llegó a ser mortal es probablemente porque la intención autodestructiva era leve, vaga o ambigua; también por existir una falla en su realización. Sin embargo, en ningún caso ese intento debe tomarse a la ligera y connota una urgencia psiquiátrica, ya que sus autores requieren ayuda y tratamiento porque estadísticamente parece resultar que el 20% de los que intentaron suicidarse lo vuelven a hacer en el término de un año, el 50% en el transcurso de 5 años. Según la Organización Mundial de la Salud por cada suicidio consumado se deben computar por lo menos 20 intentos.

La violencia / Agresividad

La violencia es uno de los problemas que nos interesa dado su extraordinario aumento en esta ultima parte del siglo XX, siendo imperiosa la necesidad de prevenirla y controlarla dado que el incremento que se viene observando año tras año es alarmante. Ya lo refleja la carta que Freud envía a Einstein en 1938 donde le comentaba: “No es probable que nosotros seamos capaces de suprimir las tendencias agresivas de la humanidad”. La violencia es un síntoma que puede ocasionar daños a veces irreparables para la vida humana, tanto para el actor como para la víctima, robos, incendios, heridas, homicidios, daños psíquicos; o lesiones contra sí mismo; como conductas suicidas o para suicidas. La mayoría de los trastornos psíquicos llevan al aislamiento social del enfermo, la disminución en su rendimiento de las tareas laborales, fatiga, ausencia de proyectos , etc., afectando en forma individual a la persona que lo padece. En cambio cuando el síntoma es la VIOLENCIA, se puede llegar a producir pérdidas irreparables, agravadas en el hecho de que muchas veces son conductas impulsivas, difíciles de prever, si no se tienen en cuenta en forma anticipada. De allí la importancia de su detección precoz y rápido tratamiento. En la Argentina las tres causas de mortalidad más frecuentes en la ADOLESCENCIA y JUVENTUD están vinculadas a la VIOLENCIA. Los ACCIDENTES (11% del total de defunciones) HOMICIDIOS (7,7%) y SUICIDIOS (4,5%) TOTALIZANDO en conjunto un 24,1% (Programa Nacional de Salud Integral del Adolescente, Ministerio de Salud y Acción Social, Argentina 1993.) Es decir que ¼ de las muertes en la juventud

son como consecuencia de la VIOLENCIA y podrían ser EVITADAS. Si bien la agresividad es un instinto normal que permite la sobrevida y la lucha por el progreso social, cuando se dirige excesiva y muchas veces BRUTALMENTE hacia los demás o hacia si mismo hiriendo en algún aspecto, CONSTITUYE un acto de VIOLENCIA. Las formas de expresión de la violencia van desde la ACTITUD (hostilidad, desprecio, miradas o gestos); de la PALABRA (frases, amenazas, insultos) y CONDUCTAS (agresiones físicas hacia objetos, animales o personas), o SEXUALES (sometimiento, violaciones, etc.) Son también conductas agresivas las fugas, la negativa sistemática, el faltar a una cita, o aquellas acciones por omisión, por no tener en cuenta a los demás, pueden herir emocionalmente y causar un daño psicológico, que suele ser mas grave en la medida que sean continuas y reiteradas. Ante un hecho de VIOLENCIA GRAVE (HOMICIDIO O SUICIDIO) es frecuente encontrar cuando se realiza una pormenorizada investigación clínica, ANTECEDENTES de conductas agresivas, reiteradas en la vida de la persona, algunas veces con antecedentes en su historia personal o infantil. Aquellos niños que maltratan a los animales, por Ej., están evidenciando una tendencia a la violencia que de continuarse puede llegar a hechos delictivos en el futuro. La VIOLENCIA se encuentra asociada frecuentemente a determinadas características personales, como la IMPULSIVIDAD (personas con escasa tendencia a la reflexión, o a medir las consecuencias de sus conductas) y se manejan en su cotidiano vivir a través de

impulsos, suelen ser irritables, con poca tolerancia hacia los demás, con INESTABILIDAD EMOCIONAL, oscilando en su estado de humor varias veces en el día, predominando un fondo de mal HUMOR, con DISMINUCION de la AUTOESTIMA, no estando conformes consigo mismos, con sentimientos de inferioridad frente a los demás, con gran INTOLERANCIA a las frustraciones, no tolerando las pérdidas por mas insignificantes que fuesen, REACCIONANDO en forma VIOLENTA ante estas situaciones. La VIOLENCIA puede ser ejercida para si mismo, a través de conductas autodestructivas (lesiones, suicidio, parasuicidio)o hacia los demás, (criticas negativas, insultos, calumnias, burlas, robo, incendio, lesiones homicidio) o ambos a la vez como en el caso de homicidio seguido de suicidio.

¿Como ayudar? Es común que ante la amenaza de suicidio de una persona alguien, como un amigo, un vecino o un familiar, intenten hacer algo por esta persona. He aquí algunas sugerencias que deben practicarse ajustándose a cada caso particular: Lo que se sugiere para ayudar: Establecer relación y comunicación abierta. No esquivar el problema. No dejar nunca sola a la persona. Reafirmar su identidad (pronunciar su nombre, sus capacidades para superarse...). Confirmar que hay otros que la quieren y desean ayudarla. Demostrar que a usted le importa su persona (ya que lo eligió para confiarle este grave asunto). Ayudarla a corregir el problema que originó la crisis. Alentarla a una acción positiva. Con prudencia comunicarse con alguien que pueda ayudar. Implicar a la familia y amigos, siempre que sean contenedores. Aconsejar ayuda profesional inmediata.

Lo que NO se sugiere: Pronunciar juicios moralizantes: “No, mujer, ¿por qué lo hiciste? ¿Hombre, no pensaste en tus hijos...?”. Mostrar gestos llamativos de sorpresa y rechazo. Discutir y hacer de predicador. Ser solucionador de todos sus problemas.

Hacerse responsable de sus responsabilidades. Entablar relaciones paternalistas o infantilizantes con la persona afectada. Disminuir la gravedad del asunto. Querer evitarle el sufrimiento, superficializando el hecho. Comparar el dolor que expresa la persona con nuestros anteriores sufrimientos. Hacer de “policía", investigando toda su vida con montones de preguntas. Mantener una actitud puramente consoladora. Dar "recetas” rápidas y mágicas.

En caso de emergencia Si la persona llama por teléfono diciendo que, por ejemplo, ya tomo pastillas, abrió el gas o tiene un arma en sus manos, ¿cómo actuar?: Abordarla con una serena actitud de escucha utilizando frases empáticas de relación de ayuda: “Vas a salir adelante. Te vamos a ayudar”. “Siento que estás muy mal. Cuenta conmigo...”. Preguntar prontamente por las circunstancias concretas, cual es su nombre y donde vive, para poder avisar de inmediato a los servicios de emergencia correspondientes, si fuera necesario. Insistir con mucho tacto y ternura, a la vez que con decisión y firmeza, que nos cuente sus problemas, que se desahogue, para serenarse y descomprimirse. Reiterarle que va a encontrar ayuda y solución a su problema transitorio, y que ya cesará de sufrir.

450300 Linea S.O.S. Mi Esperanza (Diócesis de Rafaela) Un Corazón Solidario Para Escucharte

El teléfono S.O.S. MI ESPERANZA es una mano tendida a toda persona con problemas de depresión, angustia, tristeza, soledad, que pueda llevarlas a situaciones límites. Si bien esta inserto en el seno de la pastoral de la salud, su servicio está abierto a todos, sin ningún tipo de distinción religiosa, social o racial. Es una entidad sin fines de lucro, formada por un grupo de voluntarios, dispuestos a escuchar, acompañar, orientar y ayudar a aquellos que han perdido toda esperanza en la vida; y con la certeza de que todo ser humano tiene en si, las armas para hallar felicidad, aún en el medio del sufrimiento. esta entidad considera que su lema es: "BRINDAR UN OIDO ATENTO y UN CORAZÓN ABIERTO A LOS QUE SUFREN".

Caracterización del servicio La LÍNEA S.O.S. MI ESPERANZA brindará contención emocional, mediante la escucha telefónica, a todos aquellos que atraviesan situaciones de crisis. También se brindará información y pautas que posibiliten la prevención de ideas o intentos de suicidio. El servicio tiene la característica de ser únicamente telefónico y ha de preservar el anonimato, ya sea del voluntario como del consultante. Esta línea ha de servir como puente con otras instituciones encargadas de problemáticas puntuales, como el alcoholismo, violencia familiar, etc. Además, en casos de urgencias que resulten de crisis en curso, se ha de trabajar con el 107 (correspondiente a Emergencias), Comando Radioeléctrico, Cuerpo de Bomberos y Comisaría de la Mujer. Grupo de contención Servicio Personal: este es un servicio de encuentro personal, grupales para aquellas personas que no les importe perder parte del anonimato. (funciona lunes a partir de las 21,00 hs. en Parroquia Ntra. Sra. de Guadalupe. Tel : 03492-450300

ema 11: Red solidaria de profesionales de la salud Redes solidarias: ¿Qué son?, Objetivos básicos que se intentan cumplir en los distintos grupos de trabajo, ¿Quiénes la integran y quienes pueden ser atendidos?.

Red solidaria de profesionales de la salud “Vengan conmigo y lo haré pescadores de hombres” Mt. 4,19

¿Que son las Redes Solidarias? Es el conjunto de agentes sociales, cristianos o de otras confesiones, que de una manera cordial, libre y desinteresada se ayudan mutuamente a través de poner a disposición del otro la tarea que realiza habitualmente, en su trabajo y sus conocimientos, buscando la

concreción de objetivos que contienen profundas raíces evangélicas y que están dirigidos a la dignificación de los más necesitados y de los mismos agentes sociales. Este espíritu de trabajo se concreta de la siguiente manera: Si el agente se adhiere, después de la explicación a los objetivos básicos de la red solidaria que le corresponde por su rol social, llena una ficha con sus datos personales y laborales, que se incorporan a una planilla (red interna) que contiene a su vez los datos de los restantes agentes adherentes. El nuevo miembro recibirá a su vez esa planilla actualizada para así poder solicitar ayuda de parte de sus colegas (haciendo realidad el ciento por uno evangélico). Este proyecto es coordinado por la Pastoral Sectorial del Departamento Episcopal de laicos (DEPLAI) y significa un esfuerzo conjunto de ésta con los distintos Movimientos e Instituciones de la Iglesia para que cada uno de sus miembros decida su incorporación a una tarea llevada a cabo por la Iglesia Argentina en su conjunto donde debe aportar su carisma eclesial y su conocimiento como agente social. Por eso deberá adherirse a la red solidaria que esté relacionada con su tarea laboral y/o profesional. Este trabajo no significa dejar de participar del movimiento o institución (al contrario) sino trabajar en lo social a través del intercambio de información con mis hermanos laicos y demás hombres de buena voluntad. Este es el mayor esfuerzo en marcha para lograr construir una RED DE CARIDAD y cambio en nuestra sociedad. Tu Movimiento o Institución dispone de información complementaria sobre cada Red en particular. Podés pedirla a tu sede central o por teléfono a los responsables que figuran mas abajo. Cada Red posee un banco de datos computarizado conectado con las otras Redes ( lo que permite una comunicación y ayuda permanente entre ellas) y también con terminales colocadas en cada una de las sedes de cada Movimiento o Institución adherida por lo que genera una experiencia de intercambio y comunión (utilizando la informática como instrumento), inédita en nuestra Iglesia. Esta conexión informática (que no es por supuesto imprescindible para participar en las redes) está disponible para todo miembro adherente a la Red (solo la información de ayuda solidaria, no por supuesto, la propia de cada Institución o Movimiento). Objetivos básicos que se intentan cumplir en los grupos de trabajo: 1 Lograr Una Asistencia Integral del Enfermo en sus Tres Dimensiones: Médica, Espiritual y Psicológica Método: simplemente con una sonrisa, que humaniza la relación, podremos abrir el corazón de cada uno de nuestros enfermos para que cada acción sea más eficaz. La médica para su reestablecimiento físico. La espiritual, para que el sacerdote (capellán) pueda más allá de lo formal, profundizar en lo sacramental (es especial en pacientes con enfermedades terminales, invalidantes o crónicas). La psicológica por consecuencia lógica de sentirse comprendido y querido. 2

Establecer una Red Sanitaria para los Pacientes Carenciados o con Dificultades para Acceder al Sistema de Salud Método: cada miembro de la pastoral tiene un listado de otros miembros con su teléfono, especialidad, lugar de trabajo. Para enviar un paciente en interconsulta debo primero comunicarme por teléfono con mi colega y concretar una entrevista para el paciente. No debemos dar el teléfono de los miembros de la red a los pacientes, salvo que éste lo autorice. 3 Generar una Comunidad de Hermanos Método: El crecimiento de la red hizo que en cada lugar de trabajo se conecten muchos miembros de la pastoral. Sin dejar de lado su formación y oración personal en las distintas instituciones de las cuales forman parte, es buena para el crecimiento, que con una frecuencia a determinar se reúnan con el capellán para orar juntos, compartir alegrías y angustias de su tarea profesional. 4 Comprometerse con los Problemas Bioéticos que Generan Algunas Tareas Hospitalarias Método: es indudable que debemos comprometernos con los distintos comités de bioética, para llevar nuestro pensamientos con respecto a planificación familiar, experimentación y otros. 5 Lograr la Reinserción Social de Nuestros Pacientes Método: estamos elaborando y depurando una red externa que contiene una listado de instituciones que colaboran para ese fin. Los objetivos están planteados, muchos más se pueden realizar, necesitamos de tu colaboración y aporte. Es necesaria mucha creatividad. Debemos comprender que la clave está en generar con mi trabajo, tareas evangelizadoras que me sirvan y sirvan a mis colegas, creyentes o no como experiencias de fe.

Aniversario de la Red Solidaria de Profesionales de la Salud Hace OCHO años, cinco médicos y una kinesióloga comenzaron a reunirse en el Hospital Ramos Mejía, no se resignaban a que sus pacientes no recibieran del sistema de salud, toda la atención que necesitaban. Surge entonces la idea de vincularse con otros profesionales en una red de mutua ayuda en beneficio de aquellos pacientes sin cobertura de ningún tipo. Se establece así una red de colegas de distintas especialidades de la salud, formando una verdadera red de conocimiento que permite rápidamente las interconsultas y las

derivaciones. De este modo el profesional no está sólo en su labor solidaria ya que puede pedir ayuda a otros profesionales. El 20 de agosto de 1995 durante un encuentro Nacional de la Pastoral de la salud se presentó la propuesta a médicos de distintas provincias siendo calurosamente recibido. Se decidió asÍ la creación de la RED SOLIDARIA DE PROFESIONALES DE LA SALUD. Los médicos adheridos: Los profesionales que integran la red donan sus conocimientos ofreciendo parte de su tiempo en el lugar donde realizan su labor cotidiana. Están comprometidos humanamente con los pacientes lo que genera la dinámica de incorporar la "caridad cristiana" al trabajo cotidiano. ¿Quiénes pueden ser atendidos por la red? Todas aquellas personas que ante un problema de salud no cuenten con sistema de protección médica o no sepan a qué lugar pueden concurrir por falta de recursos o de información adecuada. Un coordinador de la RED atenderá cada caso y lo orientará de acuerdo a su necesidad. Fax: 011-4394-6170, e-mail: [email protected]. Enviar copia del diagnóstico médico, nombre del paciente, número de teléfono a través del cual podemos comunicarnos con el interesado. Las Redes Solidarias de Profesionales dependen del Departamento de Laicos de la Conferencia Episcopal Argentina, y están abiertas a todo profesional de buena voluntad más allá de su credo o religión.

Tema 12: Morir dignamente Morir dignamente: El seguimiento Pastoral de los moribundos; Humanizar el morir; El proceso del morir: actitudes, sentimientos y recursos; Actitudes que es preciso evitar o cultivar; Trabajo práctico: Dialogo y valoración; Acompañamiento a la familia de los moribundos; El impacto de la enfermedad grave en la familia; Familias sanas o problemáticas; Tareas fundamentales; Los trabajadores sanitarios y las familias; Desafío para un mejor acompañamiento a las familias. Líneas orientadoras de sostén.

El seguimiento Pastoral de los moribundos “Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor” Sal.27(26),14

Uno de los ámbitos privilegiados de la acción pastoral se refiere al seguimiento de los moribundos. La pastoral de los moribundos está muy condicionada por el clima cultural que atraviesa la sociedad actual, llevada a exorcizar la muerte. Entre los aspectos culturales que contribuyen a complicar el encuentro con la muerte tenemos:   

El clima de hedonismo y materialismo existente, La negación de la muerte, considerada un tabú, La medicalización y el tecnicismo, que deshumanizan el morir,

    

La institucionalización, que confina el morir a los centros sanitarios, La remoción de la muerte de la vida cotidiana, El lenguaje lleno de eufemismos que enmascara la realidad por lo que el cáncer se convierte en “ aquel feo mal” o una “neoplasia”, la muerte es anunciada con “se ha ido”, “nos ha dejado”, “ha desaparecido”, porque decir “ha muerto”parece deshumano, El paternalismo, que se manifiesta en actitudes protectivas, El énfasis biológico que reduce el morir al proceso físico, sin tener en cuenta el ser global de la persona.

Humanizar el morir La muerte es para todos la única certeza en la vida. Sin embargo el riesgo es que el temor tome la delantera mortificando la libertad y paralizando la creatividad humana. El desafío consiste en actuar dentro de la cultura para redimensionar gradualmente las actitudes y los condicionamientos arriba mencionados, que impiden elecciones más maduras frente al acontecimiento que acomuna a todos los seres humanos. Las etapas para humanizar el morir comprenden el:  

  

Tomar conciencia que la vida está llena de muerte y que la muerte es fecunda de vida, Afrontar la muerte en primera persona captando y no rechazando aquellas ocasiones que se presentan para mirarla en la cara y reflexionar sobre su significado, Aprender a dar un nombre a los propios temores y ansiedades, ante la eventualidad de la propia muerte o la de los demás, Participar en momentos formativos sobre el tema para atenuar el peso de los mecanismos de defensa y ampliar el horizonte de la libertad interior, Valorar la oportunidad de comunicar con quien está dispuesto a hablar de su morir, para no confiar los propios sentimientos y pensamientos al silencio.

El proceso del morir: actitudes, sentimientos y recursos El aproximarse de la muerte produce en quien la vive el pésame anticipatorio, que se manifiesta en un abanico de actitudes y estados de ánimo. Las actitudes reciben la influencia de varios factores como: el propio carácter, los papeles interpretados, la presencia o no de una fe, el modo con el que se mira el propio pasado o a los proyectos futuros, la reconciliación o no con la propia fragilidad y provisoriedad, etc.

Actitudes recurrentes frente a la muerte son:      

La confusión y el desconcierto La resignación La rebelión o la protesta El cierre La desesperación y/o la desconsolación La huida y/o el evitar.

Las actitudes están acompañadas por una variedad de estados de ánimo y sentimientos, entre los cuales: el shock, la ansiedad, la angustia, el temor, la tristeza, la soledad, la depresión, el resentimiento, la cólera, el sentido de culpa, la envidia, la vergüenza. El que está por morir puede acudir a un mosaico de recursos internos y externos para hacer frente al eventual desapego de los bienes y de las personas amadas. La cantidad y la calidad de los recursos incide directamente en el modo de vivir el proceso del morir.

Entre los recursos externos se puede indicar:     

La disponibilidad, en las cercanías, de adecuados centros sanitarios, de personal sanitario y de fármacos, El apoyo de la propia familia, de los propios seres queridos y de los amigos, La pertenencia a una comunidad o a una fe religiosa, La cercanía de personas sensibles, como el sacerdote, los voluntarios, Los recursos económicos.

Entre los recursos internos que al final son los más determinantes, son:         

La propia filosofía de vida, Los dones o las cualidades que posee el individuo (ej. paciencia, valentía, tenacia,...) La capacidad de abrirse, de comunicar y de interactuar con los demás, La satisfacción en torno al propio pasado, La confianza hacia el futuro, La calidad de la propia fe y espiritualidad, El saber hacer fecundo el dolor, La paz y la serenidad interior, La oración...

El siguiente coloquio pone en luz reacciones y actitudes de un moribundo y el estilo relacional de un agente de pastoral que lo visita.

Informaciones: (algunos datos) Laura se encuentra internada en la sección de oncología. Tiene cerca de 55 años, está casada y tiene tres hijas. El diagnóstico de la hospitalización es un tumor en el hígado. La paciente se encuentra en el hospital desde hace diez días para efectuar un ciclo de quimioterapia y ya ha efectuado otros. Es la primera vez que tengo un diálogo con ella.

Coloquio: L: Laura --D: David (después de haber terminado el coloquio con la paciente de la cama de al lado, me acerco a la cama de la Sra. Laura, pero me doy cuenta que duerme y estoy por irme cuando la Sra. Laura me detiene). L1: No estoy durmiendo, he escuchado lo que decía a la señora ( con un tono de voz no severo pero desconsolado). D1: me parecía que dormía... L2: No, sólo tengo pocas ganas de ver a personas, este lugar me deprime mucho...

D2: Si gusta, puedo marcharme...(respondo con cierto embarazo) L3: No, permanezca, no se preocupe.(el tono de su voz es más acogedor). D3: Me llamo David y colaboro con los capellanes...(me interrumpe bruscamente) L4: Sí, le he visto la semana pasada, había pasado por aquí, pero yo me hacía la dormida. D4: ( Permanezco algo perplejo acerca de lo que puedo decir) Imagino que esté sufriendo mucho, por eso no quiere ver a nadie... L5: Sí, estoy sufriendo mucho por mi enfermedad y no le encuentro ninguna salida (su apertura me sorprende y al mismo tiempo me pone en dificultad: mantengo silencio por algunos momentos sin saber qué decir, luego prosigue) Yo he pedido al Señor que me cure, en cambio El no me escucha (llora, le alcanzo un pañuelo). Pero, qué vida es esta? Desde hace siete años esta enfermedad me destruye... había partido del seno... no obstante la operación el tumor se ha difundido. D5: Siento que tiene un dolor muy grande dentro de sí misma... L6: Así es, pero la cosa que me hace sufrir más no es tanto el mal que llevo dentro, sino el hecho que soy la causa de sufrimientos para mis hijos y mi esposo. Yo veo que cuando están aquí sufren más que yo. D6: Está muy preocupada por ellos... L7: Sí, estamos en silencio, yo sufro y también ellos, no logramos hablar. Yo no quiero (rompe a llorar). D7: (También yo permanezco en silencio, me da mucha compasión, estoy indeciso sobre qué decir, luego tomo valor para hablar de la muerte) Tiene dificultad de hablar con sus hijos y con su esposo por lo que le puede suceder a usted por el tumor que tiene? L8: Sí, es precisamente esto lo que me angustia .Cómo puedo decirles que estoy muriendo? Ellos ya están tan apenados por mí... D8: No cree que sea mejor hablar con ellos que usted los está dejando y afrontar juntos este tema de la muerte, esta experiencia de separación? L9: Yo no puedo hacerlo, les haría sufrir aún más. D9: Usted quiere mucho a sus hijos, verdad? L10: Son lo más importante que tengo, pero ahora esta enfermedad está destruyendo lo que más amo: mi familia. Pero, por qué este sufrimiento? Para qué vivir aquí como un perro? D10: (Permanezco en silencio sin saber qué responder... luego, tomo las manos de la paciente que llora) Le está enseñando algo su sufrimiento? L11: Me ha hecho entender que mi esposo y mis hijos son las personas a quienes quiero realmente mucho...(me sonríe llorando). D11: Lo que dice es muy bello. (Permanezco nuevamente en silencio y comienzo después de un poco). Quiere hacer una oración y pedir ayuda al Señor en este momento difícil? L12: No tengo ganas de orar, no lo tome a mal. D12: Absolutamente no, si gusta puedo orar por usted.

L13: Sí, hágalo, gracias. Yo me siento lejos de Dios. D13: Yo creo que el Señor está cerca de usted (Sonriendo y recibiendo una respuesta no verbal de acogida a las palabras que he dicho). Hasta pronto, señora (Le aprieto calurosamente la mano). L14: Hasta pronto y gracias.

Valoración del encuentro Laura transmite claramente su lucha interior: el resentimiento que advierte hacia Dios por no haberla curado, el sentido de inutilidad del dolor (L5: qué es esta vida?, para qué sirve estar aquí para vivir como un perro? (L10), el sentimiento de culpa por causar sufrimiento a los familiares (L6, L7, L8, L9, L10). El agente de pastoral demuestra globalmente un buen acercamiento: es delicado y respetuoso cuando interviene, administra bien el silencio, es capaz de empatía, sabe comunicar con su gestualidad, es honesto e introspectivo al confiar sus embarazos. Entra incluso en el tema delicado de la muerte (D7), pero respetando los límites trazados por Laura. Alguna de sus intervenciones (ej. D2, D8, D10) podría ser más centrada, además la oración al final parecía oportuna para recoger el dolor, los sentimientos y las necesidades de Laura. En general, su intervención resulta benéfica, por un momento Laura abandona el refugio de la soledad para confiar a alguien sus penas y sus heridas. El coloquio ofrece el punto de partida para sugerir las siguientes orientaciones a quien acompaña a los moribundos.

Actitudes que es preciso evitar o cultivar En términos esenciales se proyecta un decálogo de las actitudes por evitar ante los moribundos:

+ asumir rostros tristes, + transmitir piedad en vez de respeto, + tratarlos como enfermos (ej. de cáncer, de SIDA) y no como personas, + permanecer limitados en el horizonte físico, sin ampliar en otras dimensiones de la persona, + emplear frases hechas que fastidian en vez de consolar, + imponer los propios valores o esquemas de referencia, + esperar cambios dramáticos ahora que están por morir, + minimizar o vanalizar sus pérdidas, con el fin de levantarles la moral,

+ juzgar sus sentimientos (ej. no diga así, no se sienta así, etc.), + dar falsas esperanzas. Por otro lado se propone otro decálogo de actitudes por cultivar, para ser mejores

“compañeros de viaje”de quien muere: + valorizar el don de la propia presencia, + dar mayor cabida a la comunicación no verbal y al contacto, + escuchar y vivir bien con el silencio, + respetar las diferentes elecciones y creencias, + revivir el pasado y captar los recuerdos, + afirmar las vivencias y las realizaciones de quien muere, + aceptar las confesiones, los remordimientos y la pena por la derrota o las cosas no realizadas, + conservar las pequeñas cosas o los pequeños gestos, + sacar a la luz los recursos humanos y espirituales de los interlocutores, + mantener las visitas breves y orar, cuando las circunstancias lo sugieran.

Una presencia sensible puede ayudar al moribundo a esperar realísticamente, a recordar con gratitud y a vivir positivamente el misterio de la vida y la muerte.

Acompañamiento a la familia de los Moribundos “El Rey de Israel, el Señor, está en medio de ti: ya no temerás ningún mal.” Sof. 3,15

La biografía de cada enfermo es también la biografía de la familia: sus actitudes, pensamientos, recuerdos, vivencias y proyectos están ligados inevitablemente a la relación con sus seres queridos. cercanos o lejanos. La familia de origen incide de modo determinante en la articulación de la propia identidad, en el desarrollo de hábitos y actitudes, que pueden plasmar positiva o negativamente su vida. El mapa genético no es sólo la herencia de trazos somáticos y psicológicos, sino también de aprendizajes o de límites en cuanto a la comunicación, el modo de manejar las heridas o los secretos familiares, de vivir los conflictos o las diferencias, de enfrentar las dificultades o fracasos, en el modo de demostrar afecto o desaprobación. La familia puede educar para amar , dialogar, abrirse, soportarse, donarse, perdonar, pero también para tener prejuicios, criticar, gritar, blasfemar, odiar.

Cada familia tiene su propia historia y sus dinámicas. Hay quien nace en el interior de núcleos familiares en los cuales se siente escuchado, afirmado y estimulado, y quien en situaciones caracterizadas por la verbal y física, por roturas relacionales. por la falta de ética y de disciplina. Sin embargo, es importante tener presente que somos hijos, pero no esclavos de nuestro pasado. Aún quien haya sido condicionado negativamente del pasado , está en grado de superarlo mediante elecciones constructivas y un proceso de maduración interior. Un pasado difícil no produce infelicidad para siempre.

El impacto de la enfermedad grave sobre la familia Un diagnóstico infausto, que puede amenazar la vida de un ser querido, produce fuertes cambios estructurales y relacionales en la familia. Frente a una crisis que quita la tranquilidad, amenaza los equilibrios internos y que obliga a asumir roles y tareas, los integrantes de la familia pueden reaccionar con actitudes agresivas, equilibradas, culpabilizantes, constructivas, depresivas, de ansiedad, etc... Cada familia adopta estrategias diversas en respuestas diversas en respuesta a la enfermedad; entre las actitudes o mecanismos más frecuentes: la negación, - La negación: el rechazo, la no aceptación de la enfermedad, el propósito de comportarse como si nada hubiera ocurrido; - La hiper-protección: de una parte se esconden los propios sentimientos al paciente, por otra se practica la conjura del silencio, se evita comunicar abiertamente la verdad de las cosas. - La idealización: se nota una confianza excesiva en la “omnipotencia” de los médicos o en el poder milagroso de la medicina o de las terapias. - La sublimación: se busca refugio o consuelo en las seguridades espirituales: “Reza, si quieres sanar”, “Quien cree, no llora”. - La dramatización: se tienen reacciones desproporcionadas o histéricas. - La aceptación: prevalece una actitud de sano realismo y equilibrio y una positiva colaboración con los trabajadores sanitarios. - La regresión: cerrazón o aislamiento social frente a un drama que, se piensa, los demás no pueden comprender . Por lo general, la respuesta de la familia al evento de la enfermedad prevé un primer impacto de desorganización y de confusión. Sigue un momento de búsqueda: los componentes se interrogan sobre cómo hacer frente a la situación activando los recursos del grupo. Una tercera etapa, consiste en una gradual adaptación del núcleo familiar frente a los cambios impuestos por la enfermedad.

La elaboración positiva o negativa de la crisis depende del tipo de sistema familiar: sea éste fundamentalmente sano o problemático.

Familias Sanas o Problemáticas Virginia Satir, notable estudiosa de las problemáticas familiares, ha definido algunos criterios que permiten leer si un tejido familiar es fundamentalmente sano y en condiciones de afrontar los momentos críticos, o si resulta problemática y contribuye a complicar el impacto con el sufrimiento y la muerte.

Familias Sanas Las familias sanas están caracterizadas por:      

El equilibrio emotivo de sus componentes, El respeto y la valoración de la individualidad y diversidad de cada uno de sus miembros; La relación positiva en relación con la sociedad; Un buen nivel de cohesión y de comunicación entre sus componentes; Una estabilidad general de la estructura familiar, basada sobre normas y reglas claras; La flexibilidad y no rigidez de los roles internos.

Familias Problemáticas Las familias problemáticas están caracterizadas por:      

Actitudes de control y autoritarismo por parte de uno de sus miembros en relación con los demás; La tendencia a la crítica destructiva; La ausencia de personas y modelos significativos (Ej. Un padre, a causa de muerte o divorcio); La carencia de afecto, las relaciones están basadas sobre la distancia emotiva; La desorganización interna evidente en los roles y en los estilos de vida; La presencia de problemáticas específicas tales como: la enfermedad mental, el alcoholismo, el abuso sexual, la tóxico-dependencia.

Está claro que pertenecer a familias sustancialmente “sanas” o “enfermas” incide profundamente en el modo de ver, de enfrentar o de vivir el evento de la enfermedad. En otras palabras, en las actitudes asumidas no se parte de cero, sino del bagaje del propio pasado, del clima creado por los padres y del modo de relacionarse entre ellas y con los hijos.

Tareas Fundamentales Son dos las tareas fundamentales que asumen aquellos que crean una familia: 1. Educar al amor y a la intimidad:

los padres están, antes que nada llamados a educar a los propios hijos y desarrollar lazos, para sentirse amados y amar. Esta experiencia los ayuda a sentirse aceptados y valorizados y a tener una buena guía en la vida. De otro lado, donde no hay afecto y calor el niño experimenta inseguridad, soledad y, en algunos casos, un sentimiento de abandono. En general, esta primera tarea es interpretada por la madre que acoge, nutre y sostiene la vida de los hijos. Existe el

riesgo de un amor excesivo se transforme en posesión o celos, e interfiera con un sano desarrollo e independencia de los hijos. 2. Educar a la separación y al respeto de las diferencias :

el hijo no es una copia de los padres, sino que está llamado a realizar su propia individualidad y diferencias. Un proceso sano de crecimiento lo ayuda a establecer límites, a definir los confines entre el sí y el prójimo para no fundirse y ser absorbido por los demás. La pedagogía de la separación invita a sacar a la luz la propia unicidad. Un modo de educar a la separación es a través del desarrollo de reglas, expresas o tácitas, que los padres trasmiten a los hijos. Tales reglas pueden tener relación con variados ámbitos de la vida: desde cómo manejar las emociones al modo de expresar intimidad; desde reglas de trabajo a las conductuales; desde reglas sobre lo seguridad a aquellas con respecto a la relación con los demás; desde reglas sobre el sexo a aquellas sobre el modo de afrontar el dolor, la enfermedad y la muerte. Algunas de estas reglas resultan muy útiles y son interiorizadas por los hijos el resto de sus vidas, otras pueden provocar serias dificultades y bloquear el crecimiento. La tarea de educar a la separación es, frecuentemente, interpretada por el padre. Estas dos tareas, esenciales para afrontar la vida con apertura, realismo y dinamismo, resultan de extrema importancia también en las etapas conclusivas del propio peregrinaje terreno. La experiencia del morir permite al enfermo y a sus familiares vivir, antes que nada, momentos preciosos de intimidad, dando expresión a los sentimientos de reciproca gratitud y comunicarlos a través de gestos y del lenguaje no verbal. Al mismo tiempo. la proximidad de la muerte requiere el coraje de prepararse a decir adiós, anticiparse al distanciamiento asegurando la continuidad del nexo a través del recuerdo, el horizonte de lo trascendente, la cercanía espiritual.

Los trabajadores sanitarios y la familia La crisis de la enfermedad abre las puertas del hospital no solo al enfermo, sino también a su familia. Ella no es espectadora, sino directa protagonista en un drama que la implica. En el acompañamiento del enfermo, ella queda en primera línea en un recorrido, largo y difícil, que va desde la fase inicial del diagnóstico hasta aquella aguda de la terapia; de la etapa de la recuperación y de la esperanza, a aquella de la recaída, cuando todo se complica, hasta el momento final, cuando las terapias son sólo paliativas y se prepara para la separación. La familia, a menudo, se hace cargo de la parte más comprometida de la asistencia, particularmente, en el contexto domiciliario. No obstante esto, especialmente en las instituciones sanitarias, la familia es sistemáticamente descuidada por los trabajadores sanitarios, que dedican su exclusiva atención a la persona enferma. Por esto, es necesario tener en cuenta algunas consideraciones:

- la constatación de que la familia es frecuentemente considerada al margen o es ignorada por el personal asistencial; - Se nota, a menudo, roce o competencia entre los trabajadores sanitarios y la familia en relación a los cuidados del enfermo; - la familia es vista, algunas veces con razón, como un estorbo o un obstáculo en el proceso de cura; - las información trasmitidas acerca de las condiciones de su ser querido o la finalidad de las terapias, son formulados en forma apresurada y con un lenguaje técnico poco comprensible; - Se advierte, algunas veces, la tendencia a excluir a la familia de las decisiones que, de cualquier forma, la implican. El peso de una enfermedad grave o terminal invocan diálogo y concreta colaboración entre los trabajadores sanitarios y la familia. De modo particular, es necesario salvaguardar la unidad familiar cual esencial objetivo de cuidado y asistencia.

Desafíos para un mejor acompañamiento de la familia En el interior de las instituciones, muchas familias se fían y se confían en los especialistas y en la tecnología, para obtener los mejores resultados de cuidado para el ser querido. Muchas veces, pueden sentirse turbadas por la falta de atención y comunicación, por los límites impuestos por los reglamentos, por las relaciones funcionales que resultan inevitablemente despersonalizantes. Pero es sobre todo en el interior de los muros domésticos que la familia se encarga de manejar el largo trabajo y las fatigas de la enfermedad. Muchos se sienten oprimidos por la excesiva responsabilidad, abandonados del sostén médico o enfermerístico, angustiados por los crecientes problemas que el cuidado de un enfermo grave significa. Las tareas de asistencia, siempre más onerosas, consumen física y psicológicamente a los familiares y existe el riesgo de provocar depresión y desesperación. La sociedad, a través de los recursos sanitarios, el voluntariado y los instituciones religiosas, está llamada a aproximarse a estas familias, para hacer menos doloroso su vía crucis y hacerlas sentir menos solas.

Algunas líneas orientadoras de sostén incluyen:    

Activar equipos paliativos compuestos por médicos, enfermeros, voluntarios y otros profesionales, para responder mejor a las diversas necesidades de enfermos y familiares; Crear un clima de colaboración entre trabajadores sanitarios y familias y una comunicación abierta, que favorezca la información y de espacio a la escucha y a las preguntas, para ayudar mejor al enfermo; Promover un acercamiento unitario que contemple no sólo las necesidades del enfermo, sino también aquellas del núcleo familiar; Prestar atención no sólo a las exigencias físicas, sino también a aquellas psicológicas y espirituales para asegurar un servicio global;

  

Monitorear los cambios que están ocurriendo en la familia a nivel de relaciones, cambio de roles, reestructuración de hábitos, niveles de cansancio, utilización de los recursos, signos de ansiedad o depresión... Enseñar a los familiares las técnicas del caring y de la asistencia física y psicológica, para promover un mejor cuidado de su ser querido; Acompañar a los familiares no sólo en las etapas del duelo anticipatorio, sino también en aquellas sucesivas del luto y de la adaptación a una vida modificada.

En la medida en la cual la familia recibe soporte psicológico e información práctica sobre cómo asistir y aliviar un ser querido, el evento del morir -si bien es doloroso -no produce amargura y desconsuelo, sino que es vivido en el emblema del calor humano y de la solidaridad. Todo este tema ha sido tomado del Curso para capellanes hospitalarios dictado por P. Arnaldo Pangrazzi. Septiembre de 2003 - Bs. As.

Tema 14: Estado actual de los hospitales católicos en América del Sur Retos económicos, socio-políticos, culturales y religiosos: Mirada al pasado; Estadísticas; Tendencias; Desafíos; Presencia de la Iglesia en los Hospitales

Mirada al pasado La presencia de la Iglesia en las Instituciones sanitarias de América del Sur es muy significativa. Desde inicios de la Colonia, en el Siglo XVI, se puede afirmar que fue la Iglesia la iniciadora y gestora de los primeros Hospitales, extendiendo sus beneficios más allá de los conquistadores, a la población nativa en general. Vale la pena mencionar los "Hospitales Doctrina" gestionados por Ordenes Religiosas y en los cuales, además de la dimensión médico-curativa, se realizaba la evangelización mediante enseñanza, catequesis, sacramentos y otras actividades misioneras que eran animadas desde el Hospital. De esta manera la Iglesia continuó el Espíritu de Cristo, quien en su ministerio, se compadeció de los enfermos y les devolvía no sólo la salud física, sino también la espiritual (Mc 1,32-34; 2,1-12; 6,53-56). Los testimonios históricos de los primeros evangelizadotes, en la defensa de los indígenas en todas las dimensiones de su vida, son reconocidos y valorados (DP.8). Las diversas órdenes religiosas que continuaron el proceso evangelizador como los Franciscanos, Dominicos, Agustinos, y las Ordenes religiosas hospitalarias mantuvieron a lo largo de los siglos la obra de atención y asistencia sanitaria como una obra evangelizadora. Desde los orígenes de nuestra Evangelización surgieron infinidad de Hospitales cuya razón de ser era expresar la misericordia cristiana; cofradías antiguas, que fundan, pagan y administran hospitales, en relación con hospitales romanos. Los evangelizadores sintieron la necesidad tanto de construir el edificio de la iglesia para la congregación espiritual de los nuevos cristianos, en los pueblos fundados, como

de crear y edificar instituciones hospitalarias, para funcionar con personal, normas y estructuras totalmente cristianas. Esta es la razón de ser de las Cofradías del Espíritu Santo, de "El voto de hospitalidad", de los "Conventos-hospitales", de los "hospitales-doctrina". Muchos hospitales de la Iglesia católica eran conocidos con el nombre de "hospital-doctrina", porque los mismos tenían como objetivo: ser lugares de evangelización, que se proyectaba fuera de la misma estructura hospitalaria. Es de notar la existencia de mártires de la hospitalidad en varias naciones de América Latina. Así como recordar la erección del primer hospital del nuevo mundo en República Dominicana. Los orígenes y desarrollo de los hospitales en México. En Cartagena de Indias la presencia de los hospitalarios de San Juan de Dios; y en general, las Ordenes Hospitalarias en América Latina. Puede afirmarse que las instituciones de salud nacieron en este continente de la mano de la Iglesia: diócesis y comunidades religiosas fundaron hospitales a lo largo y ancho del territorio. Todavía hoy existen en todos los países de nuestro Continente muchos hospitales públicos que conservan y valoran estar bajo la advocación de nuestro santoral cristiano.

Estadísticas La Iglesia en América del Sur juega un papel importante en cuanto a la oferta de servicios de salud, ya sea en Hospitales, Centros de Salud o Instituciones de beneficencia Orfanatos, Hogares de ancianos, Centros de acogida a madres gestantes, etc. Las cifras que ofrece el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes de Salud son muy significativas: la Iglesia gestiona un total de 1678 Centros, el 61% de ellos son Hospitales. En cuanto a la propiedad de los Centros, el 60% son propiedad de las diócesis o de Órdenes religiosas, y el restante 40% lo administra la Iglesia, con el apoyo de los gobiernos o de entes privados no religiosos. Los hospitales católicos representan en América del Sur un alto porcentaje de la oferta de salud institucional: los rangos van del 15% al 50% según sea el país. Estos porcentajes aumentan en algunos sectores especializados, por ejemplo, en cuanto a Hospitales psiquiátricos, Centros para ancianos y para enfermos crónicos o terminales.

Tendencias En América del Sur se están presentando procesos de modernización del Estado y del Sector Salud. Los cambios principales en el funcionamiento y estructura del Sector son los siguientes: -La privatización y comercialización del sector. -La descentralización.

-La autonomía administrativa. -Las nuevas modalidades de financiamiento. -El énfasis en el control y recuperación de costos. -La incorporación de paquetes básicos en la oferta de salud. Todo lo anterior, con miras a la ampliación de la cobertura y de la oferta de servicios de salud. El Estado se retira de la prestación directa de los servicios de salud, pero crea leyes marco para normar su prestación y ejecuta funciones esenciales de salud pública, como diseñar políticas sanitarias y controlar la prestación efectiva del servicio. En la última década, el sector de seguridad social fue el que encabezó el crecimiento del gasto público. Las reformas actuales están dirigidas a redefinir el papel de los gobiernos en la gestión de los sistemas de salud y a garantizar el acceso equitativo de toda la población a los servicios. Los nuevos sistemas de salud hacen hincapié en: -La influencia de la economía de mercado. -La autogestión. -El pluralismo institucional en el financiamiento y la provisión de servicios. -La incorporación de nuevas tecnologías. -La eficiencia, el control y recuperación de costos. Las Instituciones de Iglesia tienen que entrar en estas nuevas dinámicas, ya sea como administradoras de Centros del Estado o como prestadores privados de servicios de salud. Los nuevos modelos contabilizan al paciente como cliente, las prestaciones se analizan desde la perspectiva costo-beneficio y aún los hospitales públicos y de beneficencia están siendo presionados a autosostenerse o a cerrar si no lo logran. Hoy se insiste mucho en la promoción de salud y la prevención y control de enfermedades; ello su- pone la intervención estatal destinada a producir cambios en el nivel de vida de las poblaciones marginadas y eliminar las desigualdades injustas en términos de salud y bienestar colectivo. Aquí también juega la Iglesia un papel importante, como agente de cambio que promueve de muchas maneras la elevación del nivel de vida de las poblaciones marginadas, lo cual tiene un impacto favorable en la salud. Una tendencia que se puede señalar respecto a la presencia de la Iglesia en este Sector, es la preferencia por obras pequeñas, de acompañamiento y servicio en salud primaria a los sectores empobrecidos. Dispensarios, Centros de Salud, obras dedicadas a la prevención y educación en salud de la población de escasos recursos, centros de rehabilitación para drogadictos, etc. La presencia en grandes hospitales ya no es la tendencia dominante, especialmente en cuanto a la dirección y propiedad del Centro hospitalario; se conservan los existentes, pero difícilmente se abren nuevos hospitales

de la Iglesia, debido a la complejidad de este tipo de obras y la normatividad existente, con criterios mercantiles y de fuerte competitividad entre empresas aseguradoras de la salud. Esta situación está exigiendo la presencia de equipos de evangelizadores (servicio religioso) en los grandes hospitales, sean públicos o privados; lo cual exige formación de pastoralístas de la salud y la organización y financiamiento de sus servicios.

Desafíos 





 





Empobrecimiento de la población. Crisis económica en casi todos los países de la región. Al mismo tiempo, se encarecen los servicios de salud y el costo de las medicinas. Privatización de los servicios de salud. El Estado se retira progresivamente de la responsabilidad de garantizar salud a toda la población y prefiere incentivar los mecanismos privados. La comercialización de la medicina y de los servicios médicos. El modelo neoliberal concibe la institución sanitaria como un negocio más, en el que impera el ánimo de lucro. Hay que bajar costos y aumentar las ganancias. El actual modelo lleva a la crisis financiera de muchos hospitales por las condiciones que imponen las empresa aseguradoras y el incumplimiento en los pagos por parte de estas mimas empresas o del Estado. El olvido y abandono de ciertos sectores: ancianos, enfermo mentales, enfermos crónicos, incurables, deficientes físicos. Una dificultad que se está viviendo en varios de nuestros países es la escasez de religiosos y religiosas en las instituciones de salud. La escasez de vocaciones, la resistencia de algunos religiosos a vivir su misión en el marco de grandes instituciones en las que son vistos como "el patrón", la dificultad creciente en la prestación de los servicios según el actual modelo neoliberal, ponen en crisis a muchos hospitales católicos de la región. Al mismo tiempo, se está dando una mayor participación y formación del laico para el servicio pastoral en hospitales de la Iglesia y aún del sector público u oficial. La pastoral de salud en el hospital viene a ser un componente esencial en el compromiso de la Iglesia en este sector. Promueve la humanización, está pendiente de la atención personalizada, respeta el proceso psicológico y espiritual del paciente y de la familia, favorece una visión trascendente. Todo ello es valorado por los usuarios de los hospitales católicos. Hay escasez de capellanes y de voluntarios católicos en los hospitales públicos. Muchas veces se debe a falta de una legislación o acuerdo que establezca el derecho a la asistencia religiosa ( con un sostenimiento básico por parte del Estado ), otras veces es por falta de conciencia de la importancia del servicio religioso hospitalario por parte de las Diócesis.

Presencia de la Iglesia en los hospitales Cabe señalar los siguientes aspectos como puntos que se han de tener en cuenta, y en donde ya se están asumiendo para valorarlos, mantenerlos y perfeccionarlos: 1. Organización de la Pastoral de Hospitales como parte de la pastoral orgánica de la Diócesis. La designación de capellanes.

2. Estructuración del servicio religioso hospitalario. Acuerdo con las entidades públicas y privadas. 3. Formación de Agentes de Pastoral para Hospitales. 4. Promover la Humanización y el servicio integral al enfermo. 5. Promover el acompañamiento espiritual al enfermo, a su familia, a los agentes de salud del hospital. Sacramentos, catequesis, oración, liturgia. Tomar conciencia de que es un momento privilegiado para la evangelización. 6. Organizar y ser parte de los Comités de ética hospitalaria. Promover el conocimiento de la bioética desde los criterios del Magisterio de la Iglesia. Dolentium Hominum Nº 52-2003 S.E. Mons. CARLOS AGUIAR RETES Obispo de Texcoco y Secretario General del CELAM

Tema 15: Servicios específicos: La ayuda a los ancianos y los geriátricos Este es el testimonio personal de F. Sebastián Aguilar; Arzobispo de Pamplona y Obispo de tudela

ACTITUDES CRISTIANAS EN LA ATENCIÓN A LOS ANCIANOS EN LA ENFERMEDAD FINAL No tengo títulos especiales que me autoricen a hablar hoy ante vosotros. Cuento con la invitación del Dr. Guijarro, que es casi un mandato para mí por la obligación de corresponder a sus atenciones profesionales. Me mueve también el deseo de colaborar con los organizadores presentando en estas Jornadas lo que podríamos llamar la espiritualidad del Buen Samaritano. Como Obispo tengo que ser maestro de vida cristiana. Por eso mismo no podía negarme a hablar hoy aquí sobre la manera cristiana de vivir junto a los enfermos ancianos incurables. Tengo también una razón para participar en estas Jornadas: soy hijo de una de estas ancianas incurables y vivo de cerca el itinerario doloroso de su progresivo agotamiento. Os hablo pues como Obispo, como testigo de Jesús y de su Evangelio. Y quiero también hablaros como cristiano de a pie que se atreve a presentaros lo que yo mismo he ido aprendiendo poco a poco al recorrer con ella el largo y lento Vía Crucis de mi madre. La presencia del anciano enfermo irrecuperable es un dato que nos alcanza a muchos de nosotros. En consecuencia el contenido y las exigencias del cuarto mandamiento de la ley de Dios alcanzan una amplitud que antes no tenían. Más ampliamente todavía el mandamiento fundamental del amor al prójimo encuentra en nuestra sociedad un área nueva que podríamos formular así: ¿Qué tenemos que hacer para honrar a nuestros padres cuando llegan a la situación de enfermos ancianos incurables? ¿Qué significa prácticamente amar a los ancianos incurables como a nosotros mismos? ¿Hacer con ellos lo que quisiéramos que hicieran con nosotros en las

mismas circunstancias? Desde el punto de vista social, podríamos formular la misma pregunta en otros términos: ¿qué significa hoy respetar los derechos fundamentales de una persona cuando llega a la situación de anciano enfermo irrecuperables. En las páginas que siguen vais a encontrar mucha influencia de mi experiencia personal. Muchos de vosotros no estáis en la misma situación. Atendéis a enfermos que no son parientes vuestros. Me he decidido a dejar así el texto porque no hubiera sabido hacerlo de otra manera. Os hablo desde lo que en mi personal experiencia he pensado y estoy viviendo. Supongo que no os será difícil hacer las analogías y modificaciones necesarias.

1. Necesitamos aprender La humanidad y la Iglesia de hoy necesitamos aprender a convivir con los ancianos enfermos. Quizás es ésta una de las experiencias nuevas de humanidad más importantes que tiene que hacer la sociedad de hoy. Hay mucha gente que nos recuerda constantemente el dolor amargo e injusto de los niños que mueren prematuramente por falta de higiene en el Tercer Mundo, vemos carteles y lemas que nos recuerdan los estragos del hambre y de la sed en muchos países de África y Asia. Pero casi nadie nos habla de la necesidad de acercarnos a la larga agonía de nuestros propios ancianos que necesitan de nosotros para soportar la debilidad de sus cuerpos y la soledad de sus corazones en su lento camino hacia la muerte. El alargamiento de la vida ha cambiado las proporciones de la sociedad, está modificando el equilibrio entre los miembros de nuestras familias, y pone ante nosotros unas nuevas exigencias morales. Todo ello por la multiplicación de los ancianos. No contábamos con ellos y resulta que son casi una cuarta parte de nuestra sociedad. No contábamos con ellos y resulta que forman parte de nuestra familia. Cuando la humanidad se dedica a explorar los espacios celestes, resulta que tenemos mucho más cerca estos espacios inexplorados y desconocidos de la vida, las deficiencias, las necesidades y sufrimientos de los ancianos terminales. Hay que tener el valor de entrar en estos espacios, recorrerlos, explorarlos e investigarlos, y sobre todo hay que tener el valor de acompañarlos en su larga caída hasta las oscuras tinieblas de la desintegración psíquica y biológica. Hoy los ancianos enfermos, los ancianos terminales, son la exigencia moral más fuerte que tienen ante sí muchas familias. Tenemos necesidad de contar con ellos, hay que hacer sitio para el anciano enfermo incurable. Hacerle sitio materialmente en nuestras casas, en nuestra ciudades, pero sobre todo en nuestro cariño, en nuestra atención, en la distribución de nuestro tiempo y de toda nuestra vida. La realidad física de estas enfermedades, sus consecuencias psíquicas, sus procesos de deterioro, la forma de aliviarlos y acompañarlos en este itinerario sobrecogedor es un largo aprendizaje que tenemos todos delante, los investigadores y los sanitarios, los familiares y cuidadores, la Iglesia y las mismas instituciones públicas.

2. Para vivir en la verdad

La verdadera imagen de la vida humana no es tal como nos la presentan los medios de comunicación. Ellos nos dibujan una vida a la medida de nuestros gustos y fantasías. Nos engañan con nuestra propia complicidad. La verdad es que ahora forman parte de nuestra vida, largos meses y años de decaimiento, impotencia, incapacidad creciente y disolución física y psíquica. Siempre ha sido muy difícil llegar a formarse una idea real y objetiva de lo que es la vida humana. Los humanos tendemos a totalizar la experiencia de cada edad imaginándonos la propia vida como la prolongación indeterminada de lo mejor que en cada edad o en cada momento estamos viviendo. Todo lo demás nos parece accidente. Poco a poco, con los años, y con no pocos esfuerzos de realismo y de valor, llega el hombre a darse cuenta de que su vida es un arco que comienza con la niñez y juventud, que sube en los años de la madurez y que luego desciende hasta desaparecer en el silencio de la muerte. El mundo sigue y nosotros no estamos más entre los vivos. Los libros sapienciales de la Sag. Escritura, los Salmos, los textos literarios y religiosos de todas las culturas tienen testimonios admirables de este esfuerzo admirable del hombre de todos los tiempos para descubrir las verdaderas dimensiones y el rostro verdadero de la vida del hombre sobre la tierra. Nada de esto es posible sin reconocer que la muerte temporal, la propia desaparición del escenario de este mundo forma parte de nuestra vida real. Cualquier intento de ocultar la verdad de la muerte como parte de nuestra vida es una falsificación de nosotros mismos y más profundamente todavía una falsificación de nuestra manera de estar en el mundo y de asumir nuestra propia vida. Este ocultamiento de la muerte es más intenso y más grave en nuestro mundo de hoy, en el que el quehacer de un número cada vez mayor de personas es únicamente enfrentarse con la realidad de la muerte, aprender a vivirla dignamente. A partir de aquí aparece otro aspecto de la cuestión. La verdad de la vida de quienes vivimos con estos ancianos incurables consiste en ayudarles a caminar su peregrinación hacia la muerte. No puede ser verdadera, ni humana ni justa la vida de quien ignora la necesidad del anciano que tiene a su lado. Los ancianos son nuestro prójimo más necesitado de ayuda y de amor. Ellos necesitan absolutamente que otros vivamos con ellos su propia debilidad, que recorramos con ellos la peregrinación de sus últimos años. Para ello hacen falta unas actitudes que yo querría describir brevemente ante vosotros.

3. Reconocer prácticamente la dignidad del enfermo: La enfermedad no disminuye la dignidad, ni el valor, ni la grandeza de las personas. No son capaces de trabajar, ni de resolver ningún problema de la casa, no pueden siquiera mantener una conversación entretenida. Pero ellos siguen siendo hijos de Dios. También en ellos se cumple el plan de Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza». El anciano incurable, en su debilidad, es imagen de Dios como no podemos serlo en ningún otro momento de nuestra vida. Dios es el Dios poderoso y fecundo de la creación, pero es también el Dios débil de la cruz, de la agonía y de la muerte. El Dios que se nos manifiesta en N.S. Jesucristo es un Dios fuerte y poderoso que por amor entra en el circuito de nuestra propia humanidad y vive personalmente las angustias de la soledad, de la agonía, de la impotencia y de la muerte. ¿Qué otra imagen mejor de este Dios impotente que la persona del padre o de la madre privados de su fuerza, del brillo de sus ojos, del dinamismo de su vida consciente? La fe nos ayuda a

descubrir su dignidad y su grandeza más allá de sus debilidades físicas y su oscurecimiento espiritual. Verlos como hijos queridos de Dios, portadores de la llama interior de la inmortalidad y de la vida divina, los realza ante nosotros, y suprime cualquier planteamiento egoísta, cruel, insolidario, de comodidad o de menosprecio. Conceptos y posibilidades como el abandono, el menosprecio, el no aprecio y cuidado de su vida, son cosas que quedan radicalmente excluidas de una mente y un corazón cristianos. Al contrario, quien sabe mantener despierta una visión de la vida humana iluminada por la fe en la creación y en la vocación a la vida eterna, se siente movido a una mayor solicitud y ternura ante el misterio de una grandeza espiritual oculta y humillada por las debilidades de la naturaleza. La fe en la resurrección cambia nuestra manera de ver la enfermedad y la debilidad de la muerte. El anciano incurable comparte la agonía y la debilidad escandalosa de Cristo en la Cruz. Pero la oscuridad del Calvario tiene siempre detrás el resplandor del domingo de resurrección. El cuerpo deshecho y la mirada apagada del anciano se transfiguran ante nosotros si los vemos como un tránsito brevísimo en el camino hacia los resplandores de la resurrección. Un cristiano ve al anciano incurable como un ciudadano del Cielo, cuyo cuerpo destruido será transfigurado en un cuerpo glorioso como el cuerpo resucitado de Cristo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas, incluidas las fuerzas destructoras de la muerte (cf. Fil 3, 21). En la agonía y la debilidad de Cristo está de alguna manera incluida la debilidad y la agonía de todos los hombres. Cristo es la Cabeza. En su muerte morimos todos y aprendemos a morir en adoración y esperanza. El anciano irrecuperable está atrapado por los brazos de la muerte, pero su muerte no es una muerte desesperada sino la muerte esperanzada de Jesucristo. Vivir cerca de él es una manera de vivir personalmente la realidad de la muerte con Cristo, en el anciano y en uno mismo. Estar junto a la cama o junto a la silla de ruedas del anciano enfermo, es como estar con la Virgen María al pie de la Cruz de Jesús. Ella sufrió entero el dolor de la muerte. Pero nunca dudó de la grandeza del Hijo Redentor. En el Calvario vivió el dolor de todas las muertes de todos sus hijos. Nunca dudó de su dignidad ni de su grandeza. Nunca dejó de amarlos. El amor nos hace entrar juntos en el misterio redentor de la muerte cristiana. Las muchas renuncias que el cuidador tiene que aceptar son una manera de compartir en la propia vida las limitaciones y las renuncias que anuncian en la propia carne el realismo de la muerte con una dolorosa compasión. Se vive dolorosamente la muerte de los seres queridos, pero a la vez aumenta en nosotros la seguridad y la esperanza de su resurrección, de la nuestra, de la gloria universal y definitiva.

4. Saber descubrir y recibir lo que ellos nos ofrecen Alguno se podría extrañar de este titular. ¿Qué puede ofrecernos un enfermo anciano Irrecuperable? Por supuesto que no estoy pensando en las pequeñas cuentas de las Libretas de Ahorro. En el terreno moral y humano, la convivencia con un enfermo terminal proporciona realismo, capacidad de enjuiciamiento, y por eso mismo serenidad y libertad para afrontar cualquier otro acontecimiento de la vida. Más de una vez, al leer la prensa o escuchar los comentarios de los amigos, con las vivencias de la enfermedad en la memoria, uno piensa que perdemos la vida en niñerías y nos entusiasmamos por cosas que valen muy poco. Incluso ciertas predicaciones y

presentaciones del cristianismo que a muchos les parecen punteras y progresistas, resultan débiles y vacías cuando uno comprueba que no sirven para consolar al que se muere ni para sostener la fortaleza de quienes comparten de cerca su agonía. La enfermedad terminal es una fase de la vida en la que la temporalidad se adelgaza y cada vez queda más cercana la verdad de la muerte y las promesas de la vida eterna. Quien comparte las horas con un anciano terminal vive esa situación extrema en la que toda la vida es ya pasado, sin apenas ninguna perspectiva de futuro. El único futuro real y posible es el encuentro real con Dios y el don de la vida eterna. En la atención a un anciano incurable no cuenta la esperanza de que pueda curar un día. Atender a otros enfermos tienen el gran aliciente de poder ayudarles a curar y a normalizar su vida. Con el enfermo incurable esta esperanza no existe. Los cuidadores saben que aquella enfermedad terminará con el triunfo de la muerte. Pero los cuidadores cristianos sabemos que la muerte no es una etapa definitiva. El amor, la solicitud, el tiempo, los sacrificios dedicados en ayudar y aliviar a estos enfermos incurables quedan en el gran patrimonio de la comunión de los santos en donde perduran ante Dios todas las buenas acciones del Reino. Los enfermos nos llevan hasta la puerta del Cielo. Si ellos caminan hacia Dios y nosotros les acompañamos con cariño, podemos llegar con ellos, por la fe y el amor, hasta las proximidades del misterio, hasta el umbral de la vida eterna, hasta el secreto misterioso de Dios. De hecho la atención amorosa a un anciano terminal es un ejercicio continuo de fe en la esperanza y la cercanía de la vida eterna. En la vida de hoy todos tenemos muchas cosas que hacer. Entramos, salimos, hablamos, escribimos, compramos y vendemos. Atender a un enfermo terminal es otra cosa. De momento no sirve para nada. Ni siquiera pueden devolvernos una sonrisa, pero nuestra presencia a ellos les da contenido de vida, les ofrece un mundo amable en el que seguir viviendo; a nosotros nos ayuda a entrar en lo profundo de la humanidad y del mundo, en el mundo del amor y de la presencia espiritual que no pasan y son bienes eternos por la gracia de Dios.

5. Aceptar con gratitud el don de la vida, con su riqueza y sus limitess El cuidado de un enfermo incurable nos acostumbra a tocar las limitaciones de la vida y la grandeza de los dones que hemos recibido. Lo sorprendente no es que nuestra vida se desmorone, la maravilla es que un cuerpo compuesto de minerales bien organizados hayasido capaz de sustentar la vida de nuestro espíritu durante tantos años. Esta experiencia resulta a veces muy dura y puede ser fuente de tentaciones profundas, como el desaliento, la desesperanza, la desgana ante todas las manifestaciones de la vida, el resentimiento ante la felicidad de otros, la depresión en el sentido más estricto. Pero hay también formas positivas y provechosas de vivir estas situaciones y de ser más fuertes que todas estas tentaciones y peligros. Sin rebeldías, sin preguntas insolentes, con gratitud, con esperanza, aprendemos a valorar y agradecer el don de la vida. El dolor es revelación de Dios. Quien rechaza al uno rechaza al otro. Quien lo acepta tiene ya abierta la puerta de la revelación y de la gloria. No se puede entender la verdad de Dios sin vivir en la verdad denuestra vida manifestada por el dolor vivido en el amor.

Ni se puede tampoco valorar en su entera verdad la salud, la naturaleza, las relaciones humanas, la hondura y la fuerza del amor humano hasta que no ha pasado por la experiencia y la prueba de la solidaridad en el dolor absoluto de la enfermedad incurable y de la muerte. La verdad profunda de nuestra vida es la de ser don y comunicación de bienes. Dios nos da la vida por amor; el amor de nuestros padres es el vehículo de la donación de Dios. En el amor crecemos y por el amor nos comunicamos y nos entregamos a los demás. Hace falta que volvamos a Dios con amor, con el amor nuestro y con el amor de los que nos acompañan. Cuidar a un enfermo terminal tiene que ser vivido como un acto de amor por el que depositamos en las manos de Dios la vida completa y el cuerpo agotado de sus hijos nacidos de su amor. La verdad y la grandeza de nuestra vida consiste en vivirla con amor en sus verdaderas dimensiones como don que se recibe de Dios, que se ofrece a los demás, y que se devuelve a Dios cuando El y como El dispone.

6. El amor desinteresado y efectivo En el Sermón de la Montaña Jesús recomienda amar a los enemigos. No es que los enfermos irrecuperables sean comparables a los enemigos. Pero sí nos vale el sentido profundo de este mandato del Señor: En el amor a los enemigos, el Señor recomienda el amor universal, el amor generoso y gratuito, el amor sin medida ni correspondencia. «¿Porque si amáis a los que os aman qué recompensa vais a tener?» Amar y servir a los enfermos irrecuperables es en muchos casos amar y servir a quien ya no está en disposición de estimar ni agradecer ni mucho menos devolver nuestros servicios. Por eso este servicio tiene la dificultad y la grandeza del amor generoso y desinteresado. A cambio ofrece la oportunidad de disfrutar de la experiencia moral más alta que se puede tener en la tierra, la de amar porque sí, como Dios mismo, sin esperar nada a cambio, por el simple gusto de servir y por el valor mismo del amor como forma suprema de vivir y de estar en el mundo. En este servicio se cumple el mandato del Señor: «Sed misericordiosos, sed perfectos, como Dios mismo es misericordioso y perfecto» (cf. Mt 5, 48; Lc 11, 44). Desde el punto de vista humano esta experiencia no tiene precio. Servir a un enfermo es ir tomando su vida bajo nuestra responsabilidad como un padre y una madre. Ir poco a poco reorganizando la propia vida según las necesidades del otro. De esta manera se da la transformación increíble de los padres en hijos y los hijos en padres. Se llega a vivir una verdadera maternidad o paternidad ejercida espiritualmente sobre los propios padres. Ellos nos dieron la vida, ahora podemos sostener la suya en situaciones más dolorosas y más necesitadas.

7. Mantener viva la esperanza La atención a un anciano irrecuperable es una dura prueba para la esperanza. Los cuidadores saben que aunque ganen algunas batallas, la guerra la tienen perdida. El anciano no curará. Y sin embargo hay que mantener vivas las motivaciones del duro trabajo y de las exigentes renuncias de cada día. Hay una consideración radical capaz de sostener la esperanza en estos trances. «Sé que al final mi hermano resucitará», le dijo Marta al Señor (cf. Jn 11l). Al atender a un enfermo sabes que algún día va a conocer los cuidados que ahora recibe sin darse cuenta y va a poder agradecernos lo que ahora recibe pasivamente. Este cuerpo debilitado y abatido que ahora atendemos con

veneración, volverá a ser glorioso y resplandeciente. En el quedarán para siempre las huellas de nuestro cariño y de nuestras atenciones. Pero hay otros estímulos más cercanos y más asequibles. Aunque el enfermo no se dé cuenta ahora de los cuidados que recibe, aunque los días y los meses se alarguen indefinidamente, el amor hace que se pueda mantener con ellos una comunicación suficiente para ver en sus ojos la alegría y la paz de verse queridos, acompañados, atendidos en sus necesidades. El enfermo querido se siente significado por la atención que le prestan las personas que están cerca de él. Su autoestima y su tranquilidad interior se sostienen por la experiencia fundamental de sentirse querido, cuidado, atendido. En esta experiencia mantiene el enfermo la conciencia de su propia dignidad y de su propio valor. La enfermedad incurable y larga vivida en soledad y sin cuidados envilece y degrada al enfermo ante sí mismo. La misma enfermedad, vivida entre el amor y los cuidados de unas personas solidarias y esperanzadas, es dignificadora y purificadora. En este sentido, aunque la enfermedad termine por derrumbar al paciente, nunca podrá mancillar su dignidad ni someternos a los demás al fatalismo de la muerte.

8. Afrontar las dificultades con fortaleza El acompañamiento de un enfermo incurable es una larga peregrinación por el desierto, por un desierto cada vez más silencioso y más deshabitado. El cansancio, la frustración, el abandono son tentaciones frecuentes entre los cuidadores. Por eso mismo es tan importante mantener vivas las razones para la esperanza. Donde hay esperanza hay fortaleza y constancia. Quien se hace cargo de la vida de uno de estos enfermos sabe que lleva a cuestas la cruz del Señor. A todos nos lleva a cuestas nuestro Señor en el peso y en la injusticia de su cruz. Cargar con el peso de uno de estos enfermos es ayudar al Señor a llevar sobre los hombros el peso del mundo. En este camino de la cruz, con la vida del prójimo incurable a cuestas, cada vez hay que descender a regiones más oscuras, a situaciones más exigentes, a renuncias más absorbentes. Pero este entrar cada vez más adentro en el mar de la debilidad y de la impotencia es también llegar a situaciones de más generosidad, de mayor gratuidad, de mayor donación de uno mismo, de mayor transferencia de vida. Todo esto es a la vez un modo realista y verdadero de entrar con Cristo en el misterio de la redención. Morimos un poco para que otros vivan. Y a medida que morimos por los otros entramos también en una vida nueva de amor y de esperanza que vale mucho más que las posibilidades perdidas. Los enfermos son el sacramento y el camino de nuestra purificación y de nuestra propia redención.

9. Cultivar la magnanimidad Al evocar esta hermosa virtud me refiero sobre todo a la capacidad de superar las pequeñas dificultades domésticas que se producen inevitablemente por la fuerte presión que el enfermo ejerce sobre las personas que están en su entorno. Quienes viven al servicio del enfermo sienten su influencia en todas las cosas, se cambian las horas del sueño, hay que acomodar las entradas y salidas, no se sabe nunca lo que se va a poder

hacer al día siguiente, se vive con el agobio de hacer o no hacer las cosas bien. Las crecientes dificultades del enfermo hace que se conviertan en asuntos problemáticos y difíciles todas las pequeñas cosas de cada día: la limpieza, la hora del desayuno, la preparación de los alimentos, la toma de los medicamentos. Para que todas estas pequeñas presiones no destruyan la tranquilidad del entorno, para que no se crispe la convivencia, para no perder la paz y la alegría hacen falta corazones magnánimos y a veces nervios de acero. Hay que saber comenzar de nuevo tantas veces como sea necesario. Nada ni nadie debe ser capaz de turbar la paz, la armonía, la confianza que necesitan los cuidadores y necesita el propio enfermo para sentir en torno suyo la compañía del afecto y la tranquilidad que necesita.

10. Aprovechar la ocasión de crecimiento espiritual y humano El cuidado del enfermo anciano irrecuperable requiere buena salud, buen estado de ánimo, y sobre todo una notable estabilidad psíquica. En torno al enfermo se crean muchos momentos de alarma, de agotamiento, de decepción que tienen que ser superados con realismo y con serenidad. Pero también es verdad que la convivencia con el enfermo ayuda a conseguir esta madurez que el enfermo requiere. Ver el dolor tan cerca, ser capaz de relativizar otras muchas cosas, tener que estar multiplicando los actos de generosidad sin esperar recompensa, prepara para adoptar esas mismas actitudes en otras muchas circunstancias de la vida, con los familiares más cercanos, con los amigos a los que les resulta difícil comprender nuestras limitaciones, a los que pasan por nuestro lado sin enterarse de lo que estamos viviendo. La convivencia con el enfermo ayuda a entrar en un estilo de vida comprensivo, generoso, muy profundamente asimilado y muy sinceramente personal que le hace a uno capaz de encajar muchas cosas, de acoger con benevolencia y con compasión las limitaciones y los defectos de los demás. Digamos que vivir con un enfermo incurable es a la vez una escuela de duro realismo y por eso mismo una escuela también de piedad y de compasión. Estas creo que son las mejores notas de una verdadera madurez humana y cristiana.

11. Maduración de la familia El enfermo pone también en crisis las relaciones familiares. Hay momentos que en que no se sabe qué hacer con él. Puede resultar problema su alojamiento, los gastos de su tratamiento, la distribución de las cargas y de los sacrificios. Las hijas tienen que contar con sus maridos, los hijos con sus mujeres, los padres temen las reacciones de los hijos, y otras veces se echan en cara unos a otros lo que no han querido o no han sabido hacer. Según como se viva la presencia de un enfermo anciano irrecuperable en la familia puede ser una bomba que la haga estallar en desconfianzas, críticas y resentimientos. El enfermo es como el detonador que hace saltar todos los egoísmos encubiertos y destruye todas las apariencias de amabilidad y de falsas confianzas de que están hechas muchas familias. Pero cuando la familia está edificada sobre un amor verdadero que sabe dar sin recibir, que no juzga a los demás, que perdona y comprende, el enfermo es un acelerador y multiplicador de este amor. Cada uno tiene que dar lo que pueda en una verdadera concurrencia de afectos y de buenas disposiciones, cada uno cuida de mitigar los sufrimientos y el cansancio de los

demás, se atiende al enfermo y se atiende a la vez al cansancio y al sufrimiento y a los sacrificios de quienes están con él en un verdadero concurso de generosidad y de afecto. Al final de la enfermedad la familia tiene que estar más segura de sí misma, más convencida de que el amor verdadero es su cimiento indestructible, más purificada de otros planteamientos reivindicativos, egoístas, faltos de generosidad o de misericordia.

12. Madurez y humanización de la sociedad Muchas veces en las reuniones cristianas decimos, no sin cierta grandilocuencia, que queremos hacer un mundo nuevo. Los enfermos, casi sin quererlo, nos están ofreciendo una posibilidad. Entiendo que el índice de humanidad y los grados de evangelio que hay en una sociedad, en una cultura, se manifiestan muy claramente en la manera de tratar a los enfermos. La familia o la sociedad que aparca a los enfermos, que los quita de su vista, aunque luego pretende tranquilizar su conciencia con dinero, es una familia y una sociedad deshumanizada, cruel, ganada por el egoísmo y en el fondo endurecida y cautiva por el ídolo del propio bienestar y por la adoración de uno mismo. Una sociedad humanista, inspirada por el respeto a la fe cristiana, que quiere vivir de acuerdo con las inspiraciones humanistas del cristianismo, tiene que ser una sociedad que quiere proporcionar un clima verdaderamente humano a sus ancianos hasta el umbral de la muerte y para eso dedica dinero, investigación, puestos de trabajo, ayudas familiares, formas alternativas, todo un sistema de atenciones y cuidados para humanizar esta difícil etapa de la vida humana que nosotros mismos hemos contribuido a crear y que se llama vejez y decrepitud larga e irrecuperable. Si cabe aquí una sugerencia de naturaleza política, diría lo siguiente: Bien está hacer Residencias asistidas cuando sean necesarias. Pero sería más propio de una política humanista ayudar a las familias para que sean capaces de atender en casa a sus enfermos. Desde la vivienda, las calles, las subvenciones, las comunicaciones, todo tiene que repensarse teniendo en cuenta la presencia y las necesidades personales y familiares de los ancianos enfermos irreversibles. Una palabra de gratitud y de admiración para todos los que trabajáis profesionalmente en el mundo de los ancianos enfermos irrecuperables. Me refiero a los religiosos y religiosas que lo hacen como un modo de vivir su entera dedicación a Dios y al servicio del Reino de los Cielos, a los médicos y diferentes géneros de personal sanitario y auxiliar, a todos los que directa o indirectamente, en establecimientos o en sus casas les ayudáis a vivir. Yo mismo me pongo entre vosotros . No os dejéis abatir en ningún momento. No perdáis de vista los valores inmensos de vuestra tarea. Tratad de perfeccionar constantemente vuestros conocimientos y capacidades profesionales, pero no olvidéis nunca las dimensiones humanas, cristianas y casi místicas de vuestra profesión y de vuestros esfuerzos de cada día. Cada día, en los momentos agradables del descanso buscad el rostro del Señor y escucharéis su hermosa palabra: «Lo que habéis hecho a estos ancianos míos lo habéis hecho conmigo»; «haced el bien y dad sin esperar nada a cambio, y seréis hijos del Altísimo. Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso. Dad y se os dará, una medida apretada, rebosante, porque con la medida con que midáis a los demás se os

medirá a vosotros» (cf Lc 6). F. SEBASTIAN AGUILAR; Arzobispo de Pamplona