Palabras Alusivas Al Bicentenario

PALABRAS ALUSIVAS AL BICENTENARIO Muchos dirán que nosotros, los hombres de Mayo, por mirar al cielo tropezamos con las

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PALABRAS ALUSIVAS AL BICENTENARIO Muchos dirán que nosotros, los hombres de Mayo, por mirar al cielo tropezamos con las piedras, y quizás tengan razón. Dos cosas, sin embargo, teníamos claras: nuestras raíces se nutren en suelo americano y no se puede construir desde la dificultad, sino desde el sueño. Un árbol hunde sus raíces en la tierra y se eleva buscando el sol. La patria es como ese árbol. No se puede construir sin amar el suelo. Allí está nuestro alimento. Tampoco se debe dejar de mirar el cielo; allá está lo que queremos ser. Con estas sencillas palabras, Manuel Belgrano, uno de los hombres de Mayo, nos dejaba no sólo su visión sobre la gesta revolucionaria, sino, también, una herramienta, una llave o, tal vez, una clave para encarar la construcción de nuestro porvenir. Hace doscientos años, un grupo de hombres comunes, hombres con más o menos nombre, con más o menos recursos, quisieron hacer realidad una utopía, y pusieron en palabras un sueño y supieron transformar las palabras en acción cuando el tiempo les hizo un guiño y les abrió la puerta de la oportunidad. Estos hombres perseguían una estrella. Soñaban con ser los artífices de su propio destino. Un mismo sueño pero varias formas para interpretarlo. Siempre es más sencillo saber lo que no se quiere. Se le dice “no” a algo real, palpable. El “si” es más complejo, rodeado como está por la incertidumbre de lo nuevo, lo desconocido. Estos hombres no querían que un virrey, un hombre puesto a dedo por el rey de España, pudiera decidir por todos. Y eso los unió para dar el puntapié inicial de esta senda bicentenaria. Los “si”, lo que cada uno de estos hombres pretendía los fue separando; de sus enfrentamientos, de sus victorias y sus derrotas, se nutren las cicatrices que modelan nuestro perfil de nación. Hoy, a diferencia de unas décadas atrás, tenemos la oportunidad de ver a estos hombres desde una dimensión más humana, quitando el bronce de las estatuas para poder reconocer el hierro que los forjó. Y reconocerlos como tales, como hombres con errores y aciertos, nos brinda una doble posibilidad a nosotros, sus herederos. Por un lado, quitar el maquillaje nos permite develar el verdadero gesto. Desempolvar los rincones más oscuros de la infancia de nuestra patria abre la posibilidad de entendernos mejor en nuestro presente como nación. Por otro lado, y, tal vez, más importante aún, es que un sueño, una utopía como les gusta llamar a los que no quieren que las cosas cambien, puede volverse realidad siempre que haya un hombre con un sueño y con ganas de compartirlo con los que le rodean y

con voluntad de pelear por él, sabiendo sacrificar ambiciones personales, sabiéndose imperfecto e incompleto sin el otro. Un sueño sin hombres es humo, es sólo sustancia amorfa, flotando a merced de los vientos que soplen. Un hombre sin sueños, también. Volviendo a las palabras de Belgrano, el amor por lo que se lucha es el sustento; el sueño, las alas. Doscientos años en la vida de un hombre es mucho tiempo. Para la historia, para la vida de los hombres en comunión, es sólo un pestañeo. Nuestra patria es muy joven, inexperta e incompleta aún. Nos faltan muchas cosas para alcanzar la utopía de ser artífices de nuestro propio destino. Nuevos desafíos se nos presentan, obstáculos que parecen insuperables, definitivos. Nos cansamos de escuchar que “los argentinos no tenemos remedio, somos así”. Tal vez sea cierto; tal vez hemos dejado de mirar el cielo porque nos dicen que lo único que tenemos es un presente y debemos vivir en él lo mejor que podamos; tal vez, estamos con la cabeza baja, mirando hacia abajo, con la vista en el propio camino y viendo como obstáculo al otro. El gesto de mayo nos enseña que no tiene que ser así. Que uno es lo que hace. Recuperemos nuestros sueños, nuestra idea de futuro, nuestras ganas de proyectos, el coraje del compromiso y la confianza en el otro. La vida puede cambiar. Cada uno de nosotros, somos como gotas. Y, como dice la canción “una gota con ser poco, con otra hace aguacero”. Volvamos a mirar el cielo; allí está lo que queremos ser. Nora Navetta.