Odonir y los ratones

Cuando nos dimos cuenta de que Odonir llevaba varios días sin presentarse a los ensayos, en la orquesta empezamos a so

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Cuando

nos dimos cuenta de que

Odonir llevaba varios días sin presentarse a los ensayos, en la orquesta empezamos a sospechar que era culpa del director.

o lo digo a la ligera: el maestro J abaliovski era tan perverso que si no había ormido catorce horas, tomado sus catorce tellas de coñac (de ésas chiquitas que robaba en los aviones), y fastidiado a ataree personas, se desquitaba cada mañan lrededor de las diez. Y generalmente lo hací on el pobre de Odonir."c""8I\ii~"""'.i&,

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Cuando al fin apareció Odonir al mes siguiente, pálido y debilucho, nos enteramos de que en realidad se había enfermado del hígado y de que los corajes 10 habían imposibilitado para ensayar.

Cada día, antes de que pisara el foro, sabíamos si nuestro director había pasado buena noche o no. Si el descanso le había sido favorable, olía diferente: como a jabón finlandés. Cuando no, olía más bien a chicharrón rancio.

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Con ese aroma que lo acompañaba desde el estacionamiento del teatro, lo seguía por los pasillos de los camerinos y desembocaba en los estuches de los instrumentos, escuchábamos sus temibles pasos acercarse: trrras..tras, trrras.. tras, trrras..tras. Llegaba con los pelos parados al podio, y en compás de dos cuartos. El anuncio de su aparición eran tres golpes de octavos allegro con la batuta sobre su atril: tric, tric, trae. "

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-Banda de haraganes: a ensayar se ha dicho. iOdonir! -rugía con fiereza-o iTe dije bien clarito la semana pasada que no te quería ver en ese lugar! Arrima tu maldito tololoche para atrás, donde no te vea yo tan cerca. Mira qué feo y amarillo te has puesto. Mientras más lejos, mejor. Más, maás, maaás. ¿ Qué no sabes lo que significamás?

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Odonir, que no sólo tocaba con maestría, sino que además cargaba el pesado contrabajo como si se tratara de un violín, se movió hasta quedar en un extremo de la orquesta. -Ahí quédate, chaparro infeliz. No te quiero ver. Entiéndelo de una buena vez, migaja miserable.

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Por el tono de voz con que asediaba a nuestro compañero, el olor a chicharrón y el modo amenazador de su brazo al iniciar el primer compás, confirmamos que el maes .. tro J abaliovski había pasado una de sus peores noches. Nos daba pena voltear a ver a Odonir, que se limpiaba la frente con el mismo paño que usaba para acariciar su contrabajo:

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La que más les gustaba era la de Stravinski. Sobre todo el inicio de El Pájaro de Fuego. Por ella tuvieron el valor de salir una noche en pleno concierto, con todo y funcionarios regordetes en primera fila. Algunos asistentes gritaron, al gobernador se le cayó la peluca y su esposa 10 agarró a paraguazos.

El concierto tuvo que interrumpirse, pues la flautista necesitaba oxígeno, una chelista se cayó de la silla por evitar que un ratón se le subiera al zapato, y uno de los roedores, asustado por la conmoción, se atoró en el tubo de un corno francés.

Lo que ahora relato es 10 ocurrido cuando Odonir ya estaba detrás del foro. Me 10 contó él, tal cual sucedió, y sin exagerar ni mentir. Del dobladillo deshecho de una de las cortinas, se hizo visible un pequeño ratón. Se sacudió el polvo de las patas delanteras y le dijo: -Pssst, pssst, Odonir, estoy acá en la punta de tu contrabajo. " El, que todavía no levantaba la vista por el regaño, se agachó un poco. Con el arco ayudó al temerario animalito a subir al borde de su atril.

-No hables muy fuerte, porque si el maestro J abaliovski te encuentra, te convertirá en brocheta con su batuta -le advirtió el contrabajista-. ¿No te da miedo estar aquí?

-Ay, Odonir, -respondió con suspiros y movimientos de cabeza-, se nota que no sabes nada sobre los entrenamientos de valor e inteligencia que recibimos los ratones de este teatro. -¿Los entrenamientos de qué? -interrogó admiradísimo el músico, con la cabeza escondida atrás del atril para que el maestro J abaliovski no se diera cuenta.

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-Más bien me parecen cosas raras -respondió el músico. -T e diré algo muy rápido, ya que tu adorado director está mirando hacia acá -agregó el diminuto mamífero con la cabeza asomada hacia el frente-o Nuestro asesor te ha estado observando y quiere obsequiarte unos polvos mágicos para que te hagas chiquito y vengas a nuestra guarida. Ahí planearemos cómo darle una buena,

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memorable, y efectiva lección al Jabalí Esevski. .. -} abaliovski. .. -Como se llame el amo y señor de la batuta.

-iiiOdonir!!! -gritó

el director desde el podio-o ¿Qué tanto murmuras ~.. ahí agachado? iNo te escondas, chaparro inmundo!

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El contrabajista n tuvo tiempo de contestar, porque chofer del maestro Jabaliovski entró 1teatro. Le traía a su jefe la toallita color isú con la que se secaba el sudor. Como empre, todos aprovechamos para toser y tirarnos un poco.

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Justo en ese momento, Odonir descubrió un minúsculo paquete envuelto en papel pautado. El ratón lo dejó en el atril antes de deslizarse, con sorprendente rapidez de bom ... bero, por una de las cuerdas del contrabajo. Enseguida volvió a su escondite en el dobla ... dillo de las cortinas.

-Nos vemos a la una -dijo a manera de despedida. . El ensayo prosiguió con algunos gritos extras del director, unas melodías desganadas del clarinete y de las trompetas, algunos bo rezos del percusionista, que se aburría esperando el momento de tocar el cling de su triángulo, y con una sonrisota en la cara del último de los contrabajistas. Casi nadie, se fijó en el contento de Odonir, pues los músicos más altos lo tapaban. Yo pude observado porque me levanté para ir al baño y me llamó la atención tanto gusto. Era una alegría cosquilluda que se contagiaba como estornudo de pimienta.

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Odonir me contó que al terminar el ensayo, cuando todos los instrumentos regresaban a descansar a sus estuches y los músicos sólo tenían cabeza para pensar en sabrosos guisos, él corrió a la bodega para colocar el contrabajo en su sitio y abrir con cuidado el paquetito del ratón. La curiosidad le picaba las manos con dedos y todo. iA mí me hubieran picado hasta las uñas!

Había una bolsa pequeña con polvos de muchos colores, algo así como dulces molidos. En un extremo de la hoja estaban escritas catorce notas con lápiz de punta muy fina. Odonir, con un dedo recién chupado, probó el contenido del sobre y luego leyó las instrucciones: "Silba catorce veces un buen si. Si natural, por favor".

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Antes de chiflar las notas saboreó el polvito multicolor, que le supo a frambuesa, limón, jícama con chile piquín, gelatina de grosella, de la que pinta la lengua y algunos sabores más que no pudo distinguir. Enseguida se dio cuenta de que el estuche de su contrabajo empezaba a crecer y crecer y crecer y ... ¡Fuuum! Luego vio que sus zapatos le quedaban grandes. Entonces dudó si era el instrumento el que había crecido o él quien se había encogido. Ifuuuml

Otro jalón hacia abajo lo hizo fijar en lo cerca que estaba del suelo. ¡Fuuum! Más y más, hasta llegar a ser catorce veces más pequeño que en Ia mañana. j Qué manera de encogerse, qué manera!

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Los ratones salieron de sus guaridas para saludar a Odonir, que tenía ya el mismo tamaño que ellos. -Benvenuto professore -saludó uno con traje de frac y estuchito de oboe. -Páse1e a 10 barrido -agregó el encargado de la limpieza con una escoba hecha con un palillo y bigotes de gato. Según Odonir, los roedores, con sus estuches de instrumento en la mano, 10 saludaron respetuosamente antes de iniciar su ensayo.

Le explicaron que a la una y media se daría inicio a la sesión especial para tratar su asunto, y que a las dos en punto 1 Orquesta Ratónic empezaría a toc~

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"Con razón la arpista se queja tanto cuando estudia en el camerino al finalizar nuestro ensayo. Insiste en que alguien deja encendido un radio dentro de los casilleros", pensó Odonir al pasar entre las diminutas sillas y atriles hechos con trozos de alambre.

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-Compañero -abrió la sesión con un discurso el trompetista de lentes-, ya estamos cansados del maltrato que te da el maestro J abaliovski y no aguantamos más las ganas de ayudarte a darle una lección. Queremos que recuerde que sus músicos son los que hacen sonar la música y que tiene que cuidados y tratados bien. Te obsequiaremos varios sobres de nuestros polvos mágicos para que puedas modificar tu tamaño según lo necesites. No sabemos exactamente para qué puedan servirte, pero te los regalamos seguros de tu inteligencia y porque confiamo en ti. Cuando termine la misión y quieras volver a tu estatura anterior, deberás solamente silbar do..sol ..sol ..la..sol. Nosotros re nder . Y li to.

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Odonir hizo la prueba. De inmediato pudo sentir cómo crecía su cuerpo, acompañado por la respuesta a coro de los animalitos comequeso. Ya con su tamaño habitual se despidió de ellos. Con los eficientes polvos mágicos que le entregaron, salió del teatro a esperar el autobús que lo llevaría a su casa. A la mañana siguiente, el maestro J abaliovski, otra vez con olor a chicharrón, lanzó uno de sus espantosos saludos.

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-iA ensayar, bola de inútiles! Y tú, Odonir, idesaparece de mi vista ahoritita mismo! iEstoy harto de tu cara! iAl rato te voy a ver hasta en la sopa! El sonriente contrabajista se tragó de un jalón los polvitos multicolores que tenía ya sobre la palma de la mano, chifló las notas mágicas y ¡fuum!. .. desapareció velozmente.

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Había ya dej ado su contrabajo sobre el suelo y el arco en el atril, pues se imaginaba que el cambio de t-alla sería más rápido. Así que su instrumento no sufrió ningún golpe.

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La cara de susto del maestro J abaliovski fue tal que los pelos parados se le enchinaron cual resortes y los cachetes se le pusieron rojos como si estuviera soplándole a una tuba. Sufrió también un incontrolable ataque de tartamudez que no lograba detener y que llevó a la orquesta a una enorme carcajada. -Po ..pó, po ..pó, por ..qué ..a ..mí. Que .. qué so..son, es..tos mo ..dos. Do ..dó, do ..dó, do ..dón ..de ..está, ta ..tá, Q..dó, Q..do ..ni .. nirr -concluyó mientras el percusionista aprovechaba la ocasión para tocar su bongó cubano.

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El furioso director buscaba, on las cej as fruncidas y la mirada fulminante, si el músico se había escondido detrás las cortinas. N o se imaginaba que el ontrabajista, ya de escasos centímetros, caminaba lentamente entre las patas de las illas hacia el portafolios donde él guardaba sus catorce batutas.

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El ensayo se suspendió porque el ataque de tartamudez era ya una tos más grave que el sonido de la cuerda más gorda de las gordas cuerdas del contrabajo. El director se cansó de buscar a Odonir detrás de cada cortina, estuche, casillero y butaca. Al no encontrado, cerró de un golpe su portafolios y ordenó al chofer, con movimientos de mano rápidos y nerviosos, que guardara, la toalla empapada en sudor .

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El maestro Jabaliovski entró al baño con un estuche de piel de cocodrilo y Odonir aprovechó el sonido de las llaves de agua para subirse a la mesa del comedor y esconderse debajo de la servilleta.

La cocinera, luego de entrar con una sopera plateada y humeante entre sus manos, le sirvió al maestro varios cucharones. Al tornar la primera cucharada de sopa el director exclamó; -MmmJ iqué delicia! Por fin se me está calmando este ataque infernaL Maldito Odonir, todo por su culpa. Hasta en la sopa me acuerdo de él,

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II

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El contrabajista pensó que ése era un buen momento para salir del escondite y con paso firme se detuvo junto al tenedor. -¿Llamó usted, maestro?

Cruzó con zancadas de tijera por la cocina, e11avadero, el frontón, la alberca y el jardín. Aunque hubiera avanzado lentame te estaba a salvo: el director yacía en el suel sin sentido y con la cuchara en la mano ..

El director escupió las tiritas de cangrejo hasta los agujeros de queso, y de no ser porque Odonir fu extremadamente ágil y supo correr en zig...sg b la canasta de pan, hubiera quedado enso De ahí saltó hacia la botella de vino, y bajó or los flecos del mantel y las patas de la mesa de la misma manera que el ratón lo había , hecho en su contrabajo.

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A la mañana siguiente, aunque le dolían todos los músculos, el director se levantó para llegar al ensayo. Al ver a Odonir muy sonriente y feliz permaneció unos segundos en silencio. Con su batuta número catorce en la mano, dijo a media voz: -Buenos días. Vamos a iniciar nuestro ensayo.

La música voló alegre y bailadora, porque en la orquesta así la hacemos sonar. El director, un poco más relajado por los amables compases que se escucharon, recordó de nuevo el rostro de Odonir Patarra.

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Detuvo de pronto la batuta y la música cesó de inmediato. Bueno, casi de inmediato, porque varios integrantes de la orquesta traíamos vuelo con la melodía. Con la cara molesta y mirando a nuestro contrabajista expresó: -Odonir, no seas exagerado. Te dije que te fueras lejos, pero no tanto. Ahí no puedo escucharte. Arrímate a los chelo s y no te hagas el chistoso. Odonir pensó de nuevo que el momento de utilizar los polvos mágicos había llegado.

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El maestro Jabaliovski, como en tantas otras ocasiones, no entendía bien qué estaba sucediendo. Pero al ver a Odonir encogido y de pie con un contrabajo que parecía chelo, le recriminó con voz irónica:-Mira nada más, minúsculo Patarrín, no me había fijado que eras tan chiquito. IMejor deberías tocar la viola, molesto abejorro!

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Se tomó una cuarta parte de un sobre y espolvoreó otro poco sobre el contrabajo, que quedó del tamaño de un chelo. Caminó por la sección de cuerdas hasta quedar parado con su instrumento al lado de las sillas de los chelistas.

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El contrabajista puso más polvos mágicos sobre su palma, y de un lengüetazo se redujo con todo e instrumento al tamaño de una viola. ¡Fuuum! Al maestro J abaliovski lo sacudió un violento ataque de tos que lo hizo brincar sobre el podio. Desesperado gritaba:

-¿Qué, me estás retando? IPásate entonces con los violines, pigmeo insignificante! El inteligente músico se redujo una vez más ante los ojos fascinados de todos nosotros. El director se desmayó. Luego de varios toallazos aplicados por su diligente chofer, volvió en sí, pero por más intentos que hizo, no logró cerrar la boca.

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¡Qué sorpresa lo aguardaba! En el podio tocaba la orquesta sinfónica de ratones, dirigida por un Odonir pequeño que empuñaba su arquito de contrabajo encogido. Una orquesta completa tocaba con maestría el mismo programa que él había tratado de ensayar esa semana desastrosa. Al finalizar el concierto ratonil, los músicos grandes aplaudimos a los pequeños con entusiasmo y dejamos que Odonir hablara.

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-Maestro Jabaliovski: si quiere, puede usted pensar que está soñando o que se le pasó la mano con los calmantes. Pero sea como sea, lo que debe tener siempre presente es que los músicos, sin importar la talla, somos los que producimos la música. Queremos que no lo olvide. Su batuta, estimado maestro Jabaliovski, no suena sola. Compermisito.

Los músicos de diversos tamaños e instrumentos silbamos juntos las notas mágicas para que Odonir volviera a su estatura. Parecía que las habíamos ensayado desde años atrás. Nuestro valiente amigo, ;ya de tamaño normal, tomó el contrabajo y regresó a su lugar.

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Hasta las moscas guardaron silencio. El maestro J abaliovski cerró la boca y dejó de toser. Todos volteamos a vedo: se quedó callado catorce largos segundos que nos parecieron catorce horas. Después, para nues .... tra gran sorpresa y con voz amable, nos invitó a proseguir el ensayo. Los ratones se quedaron hasta el final, y aplaudie .... ron emocionados, porque la verdad de las cosas es que tocamos con muchas ganas.

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También festejaron al director. Por pri .... mera vez en muchos años, en silencio y concentrado, ayudó a que la música sonara tan deliciosa como el queso de hilos gran .... dotes y chiquitos: ése que a los ratones y a nosotros, e nos deshace tan rico en el pa .... ladar.

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G~acias a las notas minúsculas de los ratones y a los largos compases de la orquesta, Odonir y los ratones se terminó de imprimir en el mes de junio de 2017, en Corporativo Prográfico, S.A. de C.V., Calle Dos Núm. 257, Bodega 4, Col. Granjas San Antonio, c.P. 09070, Del. Iztapalapa, México, Ciudad de México.