Ocho Reinos

OCHO REINOS POR: Joe Beckerson. Descargos: Las protagonista las conocemos muy bien, sin embargo no son mías, sino propi

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OCHO REINOS POR: Joe Beckerson.

Descargos: Las protagonista las conocemos muy bien, sin embargo no son mías, sino propiedad de MCA/Universal y Renaissance Pictures. Simplemente las he tomado prestadas para crear una historia post-fin.

Ya habían pasado unos meses de la muerte de Xena. Pero Gabrielle se negaba dejar Japa. Lo único que conservaba de su vida era una urna llena de cenizas que llevaba a todas partes. No sentía a la guerrera con ella, los primeros días aún se le aparecía, no obstante no había vuelto aparecer y ahora estaba sola, como cada noche Gabrielle no cesaba de llorar la ausencia de su amor. Apenas tenía hambre y su debilidad era más que evidente. — Sé que en Grecia los muertos pueden oír los pensamientos de los vivos— Suspiró. — No sé si aquí será igual Xena— Sollozó. — Tomaste un decisión sin haberla consultado conmigo, no quiero odiarte… — Miró a su alrededor porque le pareció sentir un ruido, sacudió la cabeza, estaba sola en aquel claro ¿A quién se le ocurriría estar allí en plena tormenta? — Tú nunca te has rendido ante nada, hasta ahora— Bufó. — ¿Acaso pensaste en qué iba hacer yo? Me arrancaste mi alma…— Sintió la lluvia caer con más fuerza. — Tal vez es que no me querías tanto como decías— Sus ojos se cerraron, una mueca de dolor surco su cara cuando recibió una punzada en el corazón. Pensar eso dolía, como dagas apuñalándola con saña. — Vas a enfermar como sigas así— Vino una calidad voz. Gabrielle aún con dolor en el pecho se tensó. — Tranquila no soy enemiga…— Se acercó la dueña de aquella dulce voz.

Cuando estuvo finalmente visible Gabrielle se levantó y retrocedió. — Soy consciente que mi aspecto puede causar estupor— Sonrió calmadamente. — Pero creedme cuando te digo, que no soy enemiga. Gabrielle la miró buscando la verdad de sus palabras, era una mujer bella pero tenía ocho brazos y en uno de ellos llevaba una espada. Cerró los ojos pensando que era una ilusión por largos días de insomnio y debilidad, pero al abrirlos se volvió a encontrar con la misma imagen. — Si eres inofensiva ¿Por qué llevas espada? — Preguntó desconfiada Gabrielle. — En ningún momento dije que fuera inofensiva, sólo que no soy tu enemiga— Sonrió de nuevo y se acercó un poco más. — Soy Benten, puede que no hayas oído hablar de mí. — ¿La diosa del amor y la sabiduría? — Preguntó Gabrielle. Desde que estaba en Japa, había oído ese nombre muchas veces, y visto como le ofrecían ofrendas sin parar. — Si y de la elocuencia, las artes, la música, la buena fortuna, el agua, la sexualidad y la fertilidad— Sonrió. — Me alegra saber que has oído de mí, a pesar de venir de lejanas tierras. — Siendo todo eso tendrás mucho trabajo. Benten rió. — Gabrielle— La llamó por primera vez por su nombre. Benten al ver la sorpresa en los ojos verdes sonrió. — Sí, yo también te conozco, cuando nos reunimos los dioses tu nombre y el de cierta guerrera sale mucho a relucir…

— El de Xena ya no saldrá a relucir nunca más— La tristeza volvió a inundar aquellos ojos verdes. — Se ha ido para no volver. — Ven conmigo Gabrielle, la tormenta está empeorando y ciertamente si te quedas, morirás— Miró con tiernos ojos. — Tal vez sea lo mejor morir aquí en Japa— Pensó en ello y continuó. — Tal vez de este modo, pueda reunirme con ella— terminó esperanzada. — No— Respondió firme la diosa. — Tenemos que seguir conversando, pero este no es un buen lugar, sígueme. Gabrielle miró a su alrededor, finalmente decidió y siguió de cerca a la diosa. Se detuvo cuando vio una bestia gigantesca, cerró los ojos y se los fregó y los volvió abrir negando con la cabeza no creyendo lo que sus ojos le mostraban. Era un Dragón, una Dragón idéntico al que tenía en su espalda. Benten subió en él, en una especie de montura, y extendió la mano hacia la bardo. — Ten-Shin no te causará ningún mal— le aseguró la diosa. Gabrielle asintió y toco aquella fría mano que la alzaba y la colocaba sobre la otra montura. Su corazón galopaba veloz, estaba sobre un dragón y este estaba comenzando alzar su vuelo. Ya había volado otras veces junto con Xena en un caballo de las valkirias, pero el Dragón era si cabe muchísimo más veloz. — ¿Qué es eso? — Bienvenida Gabrielle a donde ningún ser humano ha logrado llegar: “El Panteón Shinto” — Gracias— miró Gabrielle el lugar y agragó: — Supongo.

Bajó del Dragón y siguió a Benten, dentro de aquel lugar volaban personas trasparentes, era un poco aterrador, pero Gabrielle no iba a mostrar terror. Benten se detuvo en una gran sala y esta se abrió sin que la diosa tocará la puerta, cuando entro Gabrielle la puerta se cerró. — Ponte cómoda. Gabrielle se sentó sobre unos cómodos cojines. — Come— Ordenó e inmediatamente una bandeja llena de comida apareció junto a Gabrielle. — Tienes que recuperar fuerzas… — ¿Qué quieres de mí? — Preguntó Gabrielle mientras cogía una sabrosa y extraña fruta. — Quería ver con mis propios ojos si todo lo que me habían contado sobre ti era cierto— la miró. — Lo que está claro, es que no me habían dicho que fueras de las que se rinden fácilmente…— Susurró pero a sabiendas de que Gabrielle lo oiría. Gabrielle alzo la cabeza confusa. — ¿A qué te refieres? — La persona a quien tú dices amar “Xena” Ojos verdes la fulminaron, pero la diosa no se achantó. — ¿Tan pronto te rindes? — ¿Qué puedo hacer? Aquí no hay tártaro, ni el campo elíseo, ni tierras amazonas, no sé dónde puedo ir a buscarla. Xena no pertenece aquí…

— Puede que aún no haya sido juzgada por Hemma-ho, aun así debe hallarse en el mundo subterráneo, a la espera de ser trasladada a una de las ocho regiones de hielo y fuego…— Explicó pensativa la diosa. — ¿Y yo que puedo hacer? — Preguntó frustrada. — Tal vez mucho más de lo que crees— se fue acercando a la puerta. — Quédate aquí, come lo que desees, descansa, no tardaré en volver— Despareció. Para Gabrielle estaba pasando una eternidad, observo todo con interés, se acercó a la ventana y vio solo oscuridad. Se volvió a sentar suspirando. ¿Tal vez haya una posibilidad? Sacudió la cabeza quitándose esos pensamientos, lo que menos quería era darse falsas esperanzas. La puerta finalmente fue abierta revelando de nuevo a la diosa Benten. — ¿Gabrielle estas dispuesta arriesgar tu vida? — ¡Sí! — Una vez que seas enviada no habrá marcha atrás ¿Estas segura? — ¡Sí! ¿Qué es lo que tengo que hacer? Benten vio los ojos verdes brillar, en esos momentos supo que todo lo que su amiga Afrodita había relatado sobre la bardo, guerrera era cierto. — Serás enviada al mundo subterráneo, tendrás que viajar por los ocho reinos buscándola, porque abajo yo no podré ayudar— Gabrielle asintió. — Cada uno de los reinos será más peligroso no sólo por la gente que habita, sino que el paisaje será engañoso, muchas pruebas encontrarás en el camino, ves con la

verdad, guíate por el corazón —. Gabrielle asintió de nuevo. — Cuando la encuentres, sólo cuando la encuentres, debéis dirigidos a la torre shoanpao justo ahí deberás llamarme, es la torre de los deseos, no siempre son escuchados, ni siempre son concedidos, pero yo estaré a la espera de escuchar tu voz — Sonrió. — Gracias, no sé porque me ayudas, pero gracias— Gabrielle dudo, pues no conocía mucho a esta diosa, pero se acercó a ella y la abrazo, Benten se quedó rígida, pero sonrió y le regresó el abrazo. — Escúchame Gabrielle— la Gabrielle la miró. — Cuando pidas el deseo, tienes que ser lo más clara que puedas, porque sólo podrás pedir uno y si algo sale más, no podré hacer nada ¿Estás dispuesta a correr todo este riesgo? — Por supuesto ¿Cuándo voy? — Afrodita tenía razón— Sonrió. — Ahora mismo marcharás— Benten la guio hacia el centro de una cúpula. — Yo la diosa Benten, por el poder que me es concedido, envió a Gabrielle la bardo de potedaia, la reina amazona, a vagar por los ocho reinos, que nadie ose desafiarme en mi decisión— Una luz cegadora hizo que Gabrielle cerrará los ojos, al abrirlos se encontró en un paisaje desolador. Se percató que llevaba una mochila consigo, obra seguro de la diosa japonesa. La cargo a sus espaldas y comenzó su larga búsqueda. El camino era eterno, y el calor era sofocante, caminaba por rocas hirviendo y rodeando las rocas ríos de fuego. Sus pies quemaban, pero no iba a rendirse, con su mano derecha se quitó el sudor, abrió la mochila y encontró un odre llenó de agua, bebió hasta quedar satisfecha lo volvió a guardar y reanudo su camino.

— Aquí no está — Miró a su alrededor. — Este reino es eterno, y me quedan otros siete— un grupo de gente te acercaba corriendo hacia a ella. — ¡Que viene…! — Grito un hombre justo al pasar por su lado. — ¿Qué ocurre? — Preguntó Gabrielle deteniendo a uno el paso. — Han soltado al Dragón— Señaló. — Y está hambriento, corre si no quieres ser devorada— se soltó del amarré y huyó despavorido. Gabrielle miró de nuevo al frente y un dragón de aspecto fiero iba hacia ella, Gabrielle no quería retroceder, pues ese camino ya lo conocía, el dragón le retrasaría, miró un lugar para esconderse, pero era casi imposible, todo era llano y fuego. En vez de ir corriendo hacia los demás habitantes del reino, se fue hacia uno de los lados, donde vio un montículo. Su única esperanza era que el Dragón pasará de largo, o fuera hacia otra dirección. Pero no iba a tener tanta suerte, en su interior supo que él Dragón esperaba en el otro lado del montículo y que si no actuaba, lo haría él. Cogió los sais y espero y espero, pero un silbido apareció y el dragón comenzó alejarse. Gabrielle soltó el aliento que había estado reteniendo, se enderezó con cautela y miró a su alrededor a no ver nada sospecho, prosiguió su camino. Había pasado ya el primer reino de fuego, y ahora se encontraba en el segundó que era cubierto por hielo y agua helada, gracias a uno de los abrigos de la mochila pudo sobrellevar el glacial frío. Xena espero que no estés en este Pasó por una caverna de hielo y miró hacia arriba, suspiró y camino más veloz pero sin hacer ruido, temía que el techo se le cayera encima. Un reflejó en uno de los bloques de hielo se movió, Gabrielle lo miró, era ella misma, se tranquilizo era su reflejo, volvió a caminar pero ese reflejo fue pasando de bloque en bloque de hielo corriendo, de un lado para otro. Gabrielle se

detuvo y se acercó, era ella misma con los mismos ropajes. — ¿Vas a salvar a Xena? — Él reflejo del Hielo habló y era su misma voz. — Sí— Se encontró ridícula contestándose a sí misma, sus ojos se abrieron desmesuradamente. ¡Hope! — ¿Quién eres? — Soy Gabrielle la barda de Potedaia— Contestó. — La que eras antes de que conocieras a esa mujer guerrera… — ¿Qué quieres decir? — Acaso no ves en que te ha convertido, tus manos están manchadas de sangre ¿Dónde quedaron tus principios? — Juntas hacíamos todo por el bien supremo, nos dedicábamos ayudar a la gente que lo necesita, aun exponiendo nuestras propias vidas, sin pedir nada a cambio… — ¡El bien supremo! — Rió. — ¿El bien supremo con sangre en las manos? ¿Quién eres tú para decir quien debe morir o quién no? ¿Quién eres tú para juzgar? — Yo… — Xena apareció en tu vida y te destruyó, vete sálvate aún estamos a tiempo… además ella nunca te quiso. — Xena medio todo lo que faltaba en mi vida— se tocó el corazón. — Me llenó por completo, junto a ella conocí lo que era el amor y la felicidad ¡Ella si me ama! — Te abandono— Apuñaló el reflejo a conciencia. — Quiso irse con ella antes que contigo. — Eran por las 40000 almas…

— Te repites eso tantas veces, que hasta terminas creyéndotelo— suspiró él reflejo. — Sabes que Xena es malvada, sabes que siempre lo será, y sabes que cuando vio a Akemi lo único que deseaba era… — ¡Tú no eres Gabrielle! — Interrumpió. — Gabrielle ama a Xena con todo su ser, y jamás diría algo así de Xena ¡Jamás! Ella se ha redimido por completo, y se merece mucho más que estar aquí en uno de los ocho reinos, así que la voy a salvar y tú ni nadie me lo va a poder impedir… Él reflejo se convirtió en un enter burlón con voz muy grave comenzó a reír, salió del bloque de hielo y se acercó hasta Gabrielle, tenía la lengua muy larga, Gabrielle se giró pues emitía un olor nauseabundo, él Dragón de su espalda brillo y el espirito burlón desapareció. — ¿Qué ha sido eso? — Supo que no obtendría respuesta a ello, al menos de momento así que prosiguió. En el tercer reino hacia más calor que en el primero, habían fuentes de fuego por todas partes, sus pies dolían. Cogió el agua y se los mojo un poco, sintió cierto alivio y prosiguió no podía pararse, pero el cansancio la estaba envolviendo. No sabía dónde poder descansar al menos un rato. Busco por todas partes rastros de otro ser humano, pero no halló nada. — ¿Hay alguien ahí? Saco una manta de la mochila, estaba perfectamente enrollada, la colocó entre el suelo y una piedra y se sentó, sus ojos empezaron a cerrarse y dormito. Una voz infantil la despertó, al abrir sus ojos vio dos pequeñas niñas que la observaban. — Quiénes sois? — Preguntó Gabrielle. Las niñas rieron.

— Ella es Shaiki y yo Shampo — se señaló. — ¿Tú? — Gabrielle— Se levantó y guardo la manta. -¿Hace mucho que estas aquí? — Que yo recuerde siempre hemos estado aquí- contestó Shampo la mayor. — ¿No habéis ido a los demás reinos?— las dos niñas la miraron con ojos confusos. — No podemos dejar el reino que se nos ha dado como castigo, si lo haces él Dragón maligno te persigue toda la eternidad hasta devorarte. Qué han podido hacer estas dos niñas para estar en este reino, prefirió no saberlo, por tanto no pregunto. — ¿Estáis solas aquí? — No— Contestó Shaiki. — Hay muchos habitantes en estas llanuras… — Debo continuar mi camino— Adiós— se despidió.

Se colocó la mochila. —

— ¡No! Gabrielle se giró. — Tienes que comer y reponerte— sonrió Shaiki. — Tenemos alimentos apetitosos— Síguenos hasta nuestro hogar.

aseguró Shampo. —

A Gabrielle algo le olía mal, su mente le decía que sí que necesitaba alimentos, pero su corazón le obligaba a no moverse.

Son unas niñas ¿Qué pueden hacer? Caminó pero se volvió a detener. Pero están en este reino, no me puedo dejar guiar porque sean unas niñas de angelicales rostros… Las niñas se detuvieron al ver que su huésped no les seguía. — Tengo prisa, tengo alimentos de sobra por ahora— les sonrió. — No podemos dejarte marchar— la dulzura de las niñas desapareció. — ¡Si lo hacemos ella nos castigará! — Era sencillo, sólo tenías que venir y comer, sólo eso— Prosiguió Shampo. — ¿Por qué tienes que ser tan difícil? — ¿Quién es ella? Ambas niñas se miraron, una de ellas saco un puñal y miró a Gabrielle. — No podemos dejar te vayas y si hay que matarte lo haré— Dijo Shampo. — Por favor Gabrielle ven con nosotras, si vienes no te haremos ningún daño— no quería que su hermana cometiera otro asesinato y que las separarán. — Primero decirme: ¿Quién es ella? -La reina de los ocho reinos— le informó Shaiki. — En la tierra la conocéis como Akemi— Gabrielle palideció. — Shaiki no deberías de habérselo contado— Riñó a su hermana pequeña. — No quiero que mates y que nos separen— Sollozó Shaiki. — ¿Qué haré yo sola? — Shaiki— Se acercó a su hermana pequeña y la abrazo. —

Sabes que ella nos castigará… — Prefiero el castigo, antes de que nos separen— miró a su hermana mayor. — Márchate— Dijo Shampo al fin mirando a la bardo. — Ella no tardará en venir. — ¿Por qué quiere detenerme? — Preguntó, debía recaudar toda la información que pudiera, eso lo había aprendido de Xena. — Ella nos dijo que tú buscabas algo y que debíamos impedirlo, teníamos que hacerte comer— Le explicó Shaiki. — Si hubieras comido, te habrías quedado atrapada en el tercer reino, y por tanto si quisieras cruzar a los demás reinos él Dragón Maligno te daría caza… — Con lo cual si ingiero un alimento de cualquier reino, soy condenada a vagar en ese reino— Ambas hermanas asintieron. — Bueno saberlo— susurró. — Ahora debes irte— Ordenó Shampo. — Espero que encuentres lo que estás buscando y lo que la reina de los ocho reinos tanto teme. — Estoy segura que lo conseguiré— Sonrió. — Gracias— prosiguió su camino por aquellos extraños reinos. Ya estaba por el sexto reino y cada vez era más agotador, salteaba las trampas como buenamente podía, Akemi cada vez se lo ponía más difícil, pero Gabrielle estaba contenta, eso era buena señal indicaba que se estaba acercando a la guerrera. Después de todo este infierno daría las gracias a Benten por haberle llenado la mochila de todo lo necesario para sobrevivir, el agua del odre nunca se acababa, no sólo apaciguaba la sed sino el hambre también, era beber y se sentía totalmente recuperada.

Al cruzar el séptimo reino, se tuvo que quitar la toga japonesa y quedarse con un top blanco y su típica falda. No podía contener el sudor que emanaba de su piel, bebió y bebió, el séptimo reino sí que era un infierno. Escucho atentamente y oyó signos de lucha, corrió aun no teniendo muchas fuerzas por el agotador calor. — Este trozo de pan es mío— luchaba mientras hablaba. -Yo lo vi primero— escupió el otro. — Suéltalo o te cortaré tus asquerosas manos… — Oigan — Gabrielle habló. Hacía tiempo que no había visto a nadie y pensó que tal vez estos dos hombres podrían darles cierta información. — ¡Oigan! — Alzó la voz para que les oyeran y esta vez lo consiguió. — ¿Y tú quién eres? — Preguntaron ambos. — ¿No querrás el trozo de pan? — Gruñó uno. — No quiero el pan— se quedaron más tranquilos. — Soy nueva por aquí— no quería dar tanta información, por si Akemi había jugado una de las suyas. — ¿Y qué quieres? — Estoy buscando a alguien— Ambos la miraron interesados. — Alguien que en vida, me hizo algo y ahora se lo quiero hacer pagar…— Gruñó. — Es alta, con los ojos azules y el pelo largo negro, se cree la dueña del mundo— informó. Xena si ahora me vieras te reirías. — Esa no puede ser otra más que Xena— habló finalmente él otro. — ¿Así qué te vas a vengar? — preguntó desconfiado. -Sí- no me creen, debo ser más creíble. — Por culpa de ella

perdí a mi hija y a mi esposo… — No sé qué puede hacer una mujer como tu contra ella— Dijo uno de los hombres riendo y él otro asintió. — Pero bueno…— finalmente se decidió. — Me encontré con ella en el norte— señaló el camino. — Se ha hecho como un hogar y no deja que nadie entre— informó. Gabrielle estaba a punto de dar saltos de alegría. — Pero cuidado tendrás más problemas que xena, para llegar a ella— Gabrielle lo miró. — La reina de los reinos ronda mucho por esa llanura. — Gracias por la información— Ambos hombres asintieron. — Proseguiré mi camino— Comenzó alejarse y sonrió cuando volvió a escuchar la disputa por el pan. Gabrielle llegó a la llanura y tal como le dijeron aquellos hombres comprobó que él Dragón maligno y Akemi se encontraban allí, tal vez esperándola, pues no cesaba de mirar por todas partes. ¿Y ahora cómo consigo llegar allí sin que me vea? miró a su alrededor. Es imposible No había ningún lugar para esconderse y pasarlo aunque fuera gateando. De caras nunca podré cruzarlo, y al otro lado esta Xena ¿Qué hago? se sujetó la cabeza y pensó. Una idea cruzó sus ojos, colocó sus dedos en la boca y emitió un sonido de animal, el que era usado por las amazonas para comunicarse cuando era peligroso. Akemi al escucharlo miró a su alrededor pero todo era tranquilo así que dejo de prestar atención a ese sonido. Vamos Xena tienes buen oído contéstame lo volvió a intentar y al rato obtuvo la respuesta. Gabrielle sonrió y una lágrima resbalo por su mejilla. Volvió hacerlo para quitarse la duda y volvió a recibir contestación. Se asomó y la vio estaba también oculta en la otra parte de la llanura, Xena miraba por todas partes buscando algo y cuando finalmente lo encontró sus ojos

azules inexpresivos cambiaron, fueron dulces y nostálgicos. Pero no duro mucho volvieron a cambiar y se endurecieron y desapareció de la vista de Gabrielle. ¿Qué pasa Xena? Algo le pasaba a Xena y estaba dispuesta averiguarlo por mucho que pudiera morir en el intento. Se levantó y se acercó donde la esperaba Akemi. — Me has estado buscando y aquí esto— le dijo nada más verla. — Gabrielle— habló con su falsa dulzura. — Eres muy escurridiza… — Ahora voy a pasar esa llanura y tú me vas a dejar— la miró duramente, como tantas veces le había visto hacer a Xena. Pero no obtuvo el mismo resultado que ella siempre conseguía, pues Akemi rió. — Si, bien pensado te dejaré pasar— Pensó. — Tal vez debería, seria digno de ver cuando Xena te mate… — ¿Por qué iba a matarme? — Preguntó. — Xena me ama. — Tal vez es porque creerá que eres un ente burlón, como tantos que le han visitado últimamente. — ¿Te arriesgarías? — Pasa— Sonrió. — Morirás por la persona que tanto amas, morirá la alma de Xena por ver que ha matado a su alma gemela, en cualquier caso yo ganare— Gabrielle comenzó a cruzar la llanura. Y no se sorprendió cuando encontró una pequeña caseta. Llamó a la puerta y cuando esta se abrió se encontró directamente con una espada en su cuello y unos fieros ojos azules.

— Te dije que mi paciencia tiene un límite— habló fríamente. — No juegues más conmigo. — Xena, soy Gabrielle. Xena rió sarcásticamente. Era una risa que Gabrielle siempre que la oía le daban escalofríos y pensar que esta vez era para ella le daban ganas de llorar, y no lo detuvo comenzó a llorar y cayó de rodillas, se cortó un poco con la espada y los ojos de Xena se abrieron cuando vio sangre en la espada. — ¿Quién eres? — Xena— Sollozó. — me prometiste que pasará lo que pasará en nuestras vidas, nos encontraríamos en nuestra próxima vida. Pero si te quedas aquí, jamás cumplirás la promesa… — Gabrielle no puedes ser tú… — También me prometiste que jamás dejarías que te matarán de nuevo— la miró con ojos llorosos. — Y lo has vuelto hacer. — No, no eres tu— Xena se llevó una mano a la boca y aguanto las lágrimas. — Me prometiste otra cosa Xena, otra cosa que no has cumplido ¿Sabes cuál es? — Xena asintió. — ¿Cuál? — Incluso en la muerte Gabrielle, jamás te abandonaré— Gabrielle abrazó a Xena. — Gabrielle, jamás te he abandonado, e pensando en ti cada maldito día que he estado aquí— la miró. — Entremos, deja mirarte ese corte— Ambas entraron, pero Gabrielle no se separaba ni un momento de la guerrera. — Por suerte es superficial— indicó examinando el corte. — Gabrielle ¿Explícame cómo es qué estás aquí?

— Xena es muy largo de contar, ahora por favor tienes que creer en mí, porque no tenemos mucho tiempo— Xena asintió y espero. — Tenemos que irnos a la torre de los deseos, sólo tenemos una oportunidad— Informó. — Gabrielle no puedo marcharme, las 40.000 Almas, no puedo…— fue interrumpida por Gabrielle. — Xena esas almas ya están vengadas, Akemi no es quien tú crees que es, me ha causado muchos problemas para llegar aquí. Tan sólo me ha dejado encontrarte porque tenía la esperanza de que tú no reconociéndome como la verdadera Gabrielle me matarás. — ¿Qué? Gabrielle no puede ser, Akemi es…— unos dedos en sus labios la detuvieron. — La reina de los ocho reinos— Xena negó con la cabeza. — Xena soy Gabrielle recuerdas ¿Crees qué te mentiría en algo así? — No— puso una mano sobre los hombres de la barda. — Si salgo del reino, el dragón me… — Lo sé— sonrió. — Pero no queda otra— Gabrielle abrió su mochila y le paso el odre. — Bebe— Xena bebió y recupero un poco su fuerza física. — Tendremos que correr, por lo que se ve, si yo vengo por allí— señaló fuera de la cabaña. — La torre tienes que ser para aquella dirección, pues por donde he venido no la he visto. — Hay veces cuando hay tormentas, me parece ver una torre por aquella dirección— señaló hacia otro lugar Xena. — Vamos hacia allí entonces. Comenzaron el camino a paso lento, no querían llamar la

atención, pero observaban y oían cualquier ruido por si tenían que correr. — No creo que se hayan percatado de que hemos salido— informó Xena mirando hacia atrás. — Eso nos dará ventaja ¿Ahora me explicas eso de la torre de los deseos? — Es muy largo de contar, pero te prometo que en cuanto lleguemos allí, te lo revelaré todo, por ahora sólo puedo decirte que confíes en mí. — En ti confiaría mi propia vida— Gabrielle sonrió. Se oyó un silbido, Gabrielle lo reconoció así que cogió la mano de Xena y comenzaron la carrera, cuando corrían sus energías se hacían menos escasas. Gabrielle se detuvo. — No podemos detenernos, se acercan— Xena cogió la mochila que sostenía Gabrielle y se la colgó ella misma, sacando el odre, bebió y se lo ofreció a la bardo, esta bebió y con ojos agradecido se lo paso a la guerrera, ella volvió a beber y lo guardo de nuevo. Cogió la mano de la barda de nuevo y prendieron la marcha. Él Dragón era muy veloz y casi las estaba alcanzando. — Vamos a tener que luchar— Dijo Xena mientras corría. — Xena la torre— señaló. — Aún está un poco lejos. Gabrielle miró hacia atrás el Dragón las estaba alcanzando. Xena las tiro a las dos y él Dragón las paso por encima. — Gabrielle corre hacia la torre yo lo detendré— Sacó su espada y se dispuso a luchar. Gabrielle miró la torre y a la

guerrera y el Dragón. — Xena tenemos que estas ambas en la torre— no podemos fallar ahora que tan poco falta. — Te daré tiempo para llegar, luego entraré yo— El dragón se le iba acercando con cautela. — ¡Corre!— Gabrielle empezó a correr, pero cuando faltaba poco para entrar en la torre se detuvo, vio que Xena no le seguía, sino que la guerrera se encontraba luchando con el dragón. Su corazón fue el que decidió, corrió pero hacia la guerrera. Justo cuando el dragón iba a herir a la guerrera, Gabrielle se abrazó a ella y el dragón de su espalda volvió a brillar y cegó por un momento al dragón maligno. El tiempo sufriente para correr hacia la torre y cerrar la puerta. — ¿Qué fue eso? — No lo sé, pero no es la primera vez que ha ocurrido— contestó Gabrielle. — Vamos, allí está el circuló exacto—. Ambas se pusieron en el centro. — Diosa Benten— Xena la miró sin comprender. — Escucha el ruego de dos almas separadas por una dolorosa decisión, te rogamos que nos concedas este deseo— Esperó y una voz se hizo notar. — ¿Dime Gabrielle qué es lo que deseas? — Xena miró a la desolada torre buscando la dueña de esa voz. — Deseo regresar al Monte Fuji, en el preciso momento en el que debo verter las cenizas de Xena en la fuente— Ojos azules y verdes se miraron la puerta de entrada se abrió revelando a una furiosa Akemi. Pero no puedo acercarse mucho porque Xena y Gabrielle

desaparecieron del lugar misteriosamente ante los ojos negros de una Akemi confusa. Gabrielle estaba a punto de verter las cenizas, cuando una mano la detuvo. — No Gabrielle no puedo regresar— Gabrielle la miró sin comprender acaso no recordaba todo lo de los ocho reinos. — Esas 40000 almas deben ser vengadas, y la única forma es quedarme tal y como estoy. — No Xena, no voy a volver a perderte, tomas la decisión sin ni siquiera preguntarme, Akemi no es quien tú crees que es. Ella es la reina de los ocho reinos, sólo quiere que mueras para que estés con ella, o con otro oscuro propósito, sabes que jamás te mentiría— la miró con ojos suplicantes, el sol estaba a punto de salir. Y aunque Xena no le perdonará iba a verter las cenizas en el agua. — Gabrielle contigo he aprendido lo que está bien y mal, todo es por el bien supremo— Acarició las mejillas de la bardo. — Siempre estaré contigo… Gabrielle vio el sol y sin que la guerrera le pudiera detener vertió las cenizas, la fuente se ilumino, la imagen de la guerrera desapareció para aparecer dentro de la fuente en carne y hueso con su antiguo vestuario. — ¿Gabrielle qué has hecho? — He hecho lo que el corazón me ha indicado que era lo correcto y lo que tendría que haber hecho en su momento, pero me deje guiar por tus palabras, por tu fe en Akemi y por esas pobres 40.000 almas. Pero no Xena toda Akemi es una falsedad, sé que te cuesta creerme, pero es así— Suspiró. — Yo no vertí tus cenizas, y no podía dejar Japa, no podía dejarte aquí, no entiendes que si te dejaba aquí ¿Jamás podríamos habernos

encontrado? Benten me dio la oportunidad, tengo tanto que agradecerle. Recorrí los ocho reinos del mundo subterráneo sólo para enmendar tu error y mi error. — Gabrielle no sé de qué me estás hablando— la miró sin entender. — Xena fuiste juzgada y llevada al reino séptimo del mundo subterráneo, donde el calor era abrasador, todo cubierto de fuego — Gabrielle se frotó la sien. — Está fue tan sólo una nueva oportunidad que alguien que se compadeció de nosotras nos dio, el momento de hacer lo correcto. — Me cuesta creer que Akemi…— negó con la cabeza. — Por otro lado sé que tu jamás me mentirías, tu eres el ser más puro que conozco. — Xena te amo— Xena abrió los brazos y Gabrielle se fundió en ellos, todo su dolor había merecido la pena, todo el peligro había merecido la pena, tan sólo para tener aunque fuera este abrazo. — Tenemos que ir al templo de Benten, le tengo que dar las gracias. Xena asintió. — ¿Le pediste un favor a un Dios? Gabrielle, aunque siga siendo Japa, es un dios— Dijo con mala cara. — En realidad es una diosa, y bueno no es que yo se lo pidiera, ella misma vino a buscarme una noche de tormenta— fueron caminando. — Y sabes monte sobre un dragón, son muy veloces, tengo que escribir sobre ello. Xena sonrió y la atrajo, ambas bajaron el monte abrazadas.

Al llegar al templo, algunos campesinos salían después de hacer su ofrenda con la esperanza de que está fuera bien recibida y le cumpliera lo pedido. — Benten— Llamó la bardo. — ¡Benten! Vengo agradecerte todo lo que hiciste por nosotras— informó. — Gabrielle estará ocupada— comentó Xena. — La estatuas eran un tanto extravagantes. — ¿Es igual que esa estatua? Gabrielle iba a contestar cuando justo a su lado Benten apareció sonriente. — Juzga por ti misma guerrera— comentó riendo, Gabrielle se le unió. — Gabrielle lo conseguiste, tuve fe en ti. — No hubiera podido sin tu ayuda, me surtiste de lo necesario para mantener la mente fija— se abrazó de nuevo a ella bajo la atenta mirada de la guerrera. — ¡Muchas gracias! No hay palabras suficientes, ni nada que pueda hacer para agradecer lo que hiciste— Lloró emocionada. — Fue un placer, resolver algo que nunca tendría que haber ocurrido— Gabrielle asintió. — ¿Supongo que emprenderéis vuestro camino cuanto antes? — Sí — Contestó Gabrielle por la dos. — Echo de menos Grecia… — En ese caso vigilaré vuestro camino ofreciéndoos aguas calmadas para el regreso a vuestra tierra— Aseguró. — Muchas gracias de nuevo Benten. Ella sonrió y desapareció. Ya en el Barco, cuyas aguas estaban serenas Xena y Gabrielle observaban como se alejaban de Japa. Las tierras asiáticas eran

hermosas, pero Gabrielle lo había pasado tan mal que supo que tardaría mucho en volver. — Era una diosa un tanto peculiar— Dijo Xena. — Sí— sonrió a Xena. — Sabes es amiga de Dita. — Ya me lo has dicho todo— Ambas rieron. — ¿Estaremos una temporada en Grecia no? — se giró para mirar a la guerrera. — Sí— Asintió. — Una témpora larga muy larga. — Te amo Xena— guerrera.

Apoyó su cabeza en los pechos de la

— Yo también te amo Gabrielle— le apretó y apoyo el mentón en la cabeza rubia. Ambas miraban ya lo poco que se veía de Japa.

Fin