Novena de Navidad Papa Francisco

NOVENA DE NAVIDAD con reflexiones del papa Francisco PRESENTACIÓN Se nos antoja urgente que la preparación a la Navida

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NOVENA DE NAVIDAD con reflexiones del papa Francisco

PRESENTACIÓN Se nos antoja urgente que la preparación a la Navidad, que en Colombia es tradición, se actualice el rezo de la Novena de Navidad para la que se inspiró la religiosa Bertilda Samper Acosta (18561910) cuyo texto se ha repetido año tras año. Es hora de meditar en el contexto de lo que vivimos en este siglo veintiuno. Nada mejor que las meditaciones para todos los días se nos den con las palabras que el papa Francisco ha dirigido en diversas ocasiones y que son verdaderos tesoros. Sirvámonos de ellas para prepararnos a la gran celebración –la Navidad- en la que conmemoramos el nacimiento de Jesús.

Oración para todos los días Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu hijo la prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salvación. Yo, en nombre de todos los hombres y mujeres del mundo, te doy infinitas gracias por tan gran beneficio. En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo hecho hombre, nacido de mujer, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad y con amor para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. (Se reza tres veces Gloria al Padre) Oración a la Santísima Virgen Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiese por madre suya, te suplicamos que tu misma prepares y dispongas nuestra alma y la de todos los que en este tiempo hagan esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado hijo. ¡Oh dulcísima madre!, comunícanos algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardastes tú, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén. (Tres veces el Avemaría) Oración a San José ¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias damos a Dios porque te escogió para tan soberanos misterios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Te rogamos, por el amor que tuviste al Divino Niño, nos abraces en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia lo vemos y lo gozamos en el cielo. Amén. (Padrenuestro, Avemaría y Gloria)

MEDITACIONES PARA CADA DÍA. Reflexiones del papa Francisco (Véanse abajo)

GOZOS Y ALABANZAS Dulce Jesús mío, mi niño adorado ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño, da al mísero amparo! Ven a nuestras...

¡Oh, Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro! ¡Oh, Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios! Ven a nuestras...

¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, De Israel anhelo Pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado ya la oveja arisca, ya el cordero manso! Ven a nuestras...

¡Oh, Adonai potente que Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos! ¡Ah, ven prontamente para rescatarnos, y que un niño débil muestre fuerte el brazo! Ven a nuestras...

¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto bienhechor rocío como riego santo! ¡Ven hermoso Niño, ven Dios humanado! ¡Luce, Dios estrella! ¡Brota, flor del campo! Ven a nuestras...

¡Oh, raíz sagrada de José que en lo alto presenta al orbe tu fragante nardo! Dulcísimo Niño que has sido llamado Lirio de los valles, Bella flor del campo. Ven a nuestras...

¡Ven, que ya María previene sus brazos, do su niño vean, en tiempo cercanos! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario! Ven a nuestras...

¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas de regio palacio! ¡Sácanos. Oh Niño con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado! Ven a nuestras...

¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano! Ven a nuestras...

¡Oh, lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios. Ven a nuestras...

¡Ven ante mis ojos, de ti enamorados! ¡Bese ya tus plantas! ¡Bese ya tus manos! ¡Prosternado en tierra, te tiendo los brazos, y aún más que mis frases, te dice mi llanto! Ven a nuestras...

¡Espejo sin mancha, santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano!

¡Ven Salvador nuestro por quien suspiramos Ven a nuestras almas, Ven, no tardes tanto!

Oración al niño Jesús Acuérdate, ¡oh dulcísimo niño Jesús!, que dijiste a la venerable Margarita del santísimo Sacramento, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado". Llenos de confianza en tí, ¡oh Jesús!, que eres la misma verdad, venimos a exponerte todas nuestras necesidades. Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos de tu infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a ti, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de tu divina promesa, acogerás y despacharás favorablemente nuestra súplica. Amén.

MEDITACIONES PARA CADA DÍA Día 1 Adán, ¿dónde estás? (Después de la oración en el Muro de los Lamentos y del histórico abrazo con el rabino Skorka y el jeque Abboud, el Santo Padre fue al Monte Herzi. Allí fue recibido por el presidente de Israel, Shimon Perez, y por el primer ministro, Benjamin Netanyahu. Las palabras que el Santo Padre dirigió a los presentes.

"Adán, ¿dónde estás?" (cf. Gn 3,9).
¿Dónde estás, hombre? ¿Dónde te has metido? 
En este lugar, memorial de la Shoah, resuena esta pregunta de Dios: "Adán, ¿dónde estás?".
Esta pregunta contiene todo el dolor del Padre que ha perdido a su hijo. 
El Padre conocía el riesgo de la libertad; sabía que el hijo podría perderse… pero quizás ni siquiera el Padre podía imaginar una caída como ésta, un abismo tan grande.
 Ese grito: "¿Dónde estás?", aquí, ante la tragedia inconmensurable del Holocausto, resuena como una voz que se pierde en un abismo sin fondo…
Hombre, ¿dónde estás? Ya no te reconozco. 
¿Quién eres, hombre? ¿En qué te has convertido? 
¿Cómo has sido capaz de este horror? 
¿Qué te ha hecho caer tan bajo? 
No ha sido el polvo de la tierra, del que estás hecho. El polvo de la tierra es bueno, obra de mis manos.
No ha sido el aliento de vida que soplé en tu nariz. Ese soplo viene de mí; es muy bueno (cf. Gn 2,7).
 No, este abismo no puede ser sólo obra tuya, de tus manos, de tu corazón… ¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha desfigurado? 
¿Quién te ha contagiado la presunción de apropiarte del bien y del mal? 
¿Quién te ha convencido, de que eres dios? No sólo has torturado y asesinado a tus hermanos, sino que te los has ofrecido en sacrificio a ti mismo, porque te has erigido en dios. 
Hoy volvemos a escuchar aquí la voz de Dios: "Adán, ¿dónde estás?".
 De la tierra se levanta un tímido gemido: Ten piedad de nosotros, Señor.
 A ti, Señor Dios nuestro, la justicia; nosotros llevamos la deshonra en el rostro, la vergüenza (cf. Ba 1,15). 
Se nos ha venido encima un mal como jamás sucedió bajo el cielo (cf. Ba 2,2). Señor, escucha nuestra oración, escucha nuestra súplica, sálvanos por tu misericordia. El papa Francisco concluye con esta ORACIÓN Sálvanos de esta monstruosidad.
 Señor omnipotente, un alma afligida clama a ti. Escucha, Señor, ten piedad.
 Hemos pecado contra ti. Tú reinas por siempre (cf. Ba 3,1-2).
 Acuérdate de nosotros en tu misericordia. Danos la gracia de avergonzarnos de lo que, como hombres, hemos sido capaces de hacer, de avergonzarnos de esta máxima idolatría, de haber despreciado y destruido nuestra carne,

esa carne que tú modelaste del barro, que tú vivificaste con tu aliento de vida.
¡Nunca más, Señor, nunca más! 
"Adán, ¿dónde estás?". Aquí estoy, Señor, con la vergüenza de lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, ha sido capaz de hacer. 
Acuérdate de nosotros en tu misericordia.

Día 2 Cuando el silencio es música Papa Francisco, Domus Sanctae Marthae - Jueves 12 de diciembre de 2013

La Navidad es una fiesta en la que se hace mucho ruido. En cambio, mientras vivimos este tiempo de espera, sería importante redescubrir el silencio como momento ideal para percibir la musicalidad del lenguaje con el que nos habla el Señor. Un lenguaje muy semejante al de un padre o una madre: tranquilizador, lleno de amor y ternura. ¿Cómo nos habla el Señor? Quizá pueda parecer extraño oír a un Dios grande decir: «Yo soy el Señor, tu Dios, y te tengo asido por la diestra, como el papá a su hijo. Y te digo: ¡no temas! Yo acudo en tu ayuda». Es precisamente como el padre que corre hacia su hijo cuando, de noche, tiene una pesadilla, y le dice: «¡No temas! Yo estoy a tu lado». Jesús nos habla del mismo modo. «Se acerca» a nosotros. «Cuando miramos a un papá o a una mamá que se acercan a su hijo, vemos que se hacen pequeños, hablan con voz de niño y hacen gestos de niños». Quienes los ven desde fuera, pueden pensar que son ridículos. Pero «el amor del papá y de la mamá tiene necesidad de acercarse», de «abajarse al mundo del niño». Y aunque el papá y la mamá hablaran normalmente, el hijo les comprendería; «pero ellos quieren imitar el modo de hablar del hijo. Se acercan. Se hacen niños. Y así hace el Señor». El Papa Francisco recordó a «los teólogos griegos» que, «hablando de esto, decían una palabra muy difícil: “sincatábasis”, la “condescendencia” de Dios que acepta convertirse en uno de nosotros». El Señor habla de este modo. E, incluso, hace como los padres, que a sus hijos «dicen cosas algo ridículas — ¡mi juguete! —, y cosas por el estilo». En efecto, «también el Señor dice: gusano de Jacob, tú eres como un gusano para mí, una cosa pequeñísima…, pero te quiero mucho». Este «es el lenguaje del Señor, un lenguaje de amor, de padre, de madre». Oración Dios bondadoso, Padre tierno y misericordioso, queremos escuchar tus palabras y sentir tu aliento. ¿Nos ayudas, por favor, a ser sensibles, a comprender tu lenguaje como lo hacen los niños ante el amor de su papá y de su mama?

Día 3 El papel de las mujeres Papa Francisco. Audiencia general , Plaza de San Pedro , miércoles 3 de abril de 2013

Dios no elige según los criterios humanos: los primeros testigos del nacimiento de Jesús son los pastores, gente sencilla y humilde; las primeras testigos de la Resurrección son las mujeres. Y esto es bello. Y esto es en cierto sentido la misión de las mujeres: de las madres, de las mujeres. Dar testimonio a los hijos, a los nietos, de que Jesús está vivo, es el viviente, ha resucitado. Madres y mujeres, ¡adelante con este testimonio! Para Dios cuenta el corazón, lo abiertos que estamos a Él, si somos como niños que confían. Pero esto nos hace reflexionar también sobre cómo las mujeres, en la Iglesia y en el camino de fe, han tenido y tienen también hoy un papel especial en abrir las puertas al Señor, seguirle y comunicar su Rostro, porque la mirada de fe siempre necesita de la mirada sencilla y profunda del amor. Los Apóstoles y los discípulos encuentran mayor dificultad para creer. La mujeres, no. Pedro corre al sepulcro, pero se detiene ante la tumba vacía; Tomás debe tocar con sus manos las heridas del cuerpo de Jesús. También en nuestro camino de fe es importante saber y sentir que Dios nos ama, no tener miedo de amarle: la fe se profesa con la boca y con el corazón, con la palabra y con el amor. ORACIÓN ¡Oye, Jesús, María tu mamá te acompañó y te apoyó desde que naciste aquí en este mundo hasta cuando, con inmenso dolor, te recibió bajado de la cruz. Da fuerza a las mujeres de nuestra patria para que acompañen a sus hijos a ser personas dignas, honestas, y luchadoras a favor de las mujeres que sufren opresión, desprecio y maltrato.

Día 4 ¿Cuál es la ley del pueblo de Dios? Papa Francisco, Audiencia general del 12 de junio de 2013

¿Cuál es la ley del pueblo de Dios? Es la ley del amor, amor a Dios y amor al prójimo según el mandamiento nuevo que nos dejó el Señor (cf. Jn 13, 34). Un amor, sin embargo, que no es estéril sentimentalismo o algo vago, sino que es reconocer a Dios como único Señor de la vida y, al mismo tiempo, acoger al otro como verdadero hermano, superando divisiones, rivalidades, incomprensiones, egoísmos; las dos cosas van juntas. ¡Cuánto camino debemos recorrer aún para vivir en concreto esta nueva ley, la ley del Espíritu Santo que actúa en nosotros, la ley de la caridad, del amor! Cuando vemos en los periódicos o en la televisión tantas guerras entre cristianos, pero ¿cómo puede suceder esto? En el seno del pueblo de Dios, ¡cuántas guerras! En los barrios, en los

lugares de trabajo, ¡cuántas guerras por envidia y celos! Incluso en la familia misma, ¡cuántas guerras internas! Nosotros debemos pedir al Señor que nos haga comprender bien esta ley del amor. Cuán hermoso es amarnos los unos a los otros como hermanos auténticos. ¡Qué hermoso es! Hoy hagamos una cosa: tal vez todos tenemos simpatías y no simpatías; tal vez muchos de nosotros están un poco enfadados con alguien; entonces digamos al Señor: Señor, yo estoy enfadado con este o con esta; te pido por él o por ella. Rezar por aquellos con quienes estamos enfadados es un buen paso en esta ley del amor. ¿Lo hacemos? ¡Hagámoslo hoy! ORACIÓN ¡Cuánta gente muerta y desaparecida, cuántas rencillas y odios entre las familias, entre los pueblos y entre las naciones. ¡Oh Dios! Una ayudita, por favor, para que cesen los odios que llevan a la guerra. Tú eres capaz, no digas que no, de transformar corazones de piedra en corazones de carne, capaces de amar.

Día 5 La misión del pueblo de Dios Papa Francisco. Audiencia general. Plaza de San Pedro, miércoles 12 de junio de 2013

¿Qué misión tiene este pueblo? La de llevar al mundo la esperanza y la salvación de Dios: ser signo del amor de Dios que llama a todos a la amistad con Él; ser levadura que hace fermentar toda la masa, sal que da sabor y preserva de la corrupción, ser una luz que ilumina. En nuestro entorno, basta con abrir un periódico —como dije—, vemos que la presencia del mal existe, que el Diablo actúa. Pero quisiera decir en voz alta: ¡Dios es más fuerte! Vosotros, ¿creéis esto: que Dios es más fuerte? Pero lo decimos juntos, lo decimos todos juntos: ¡Dios es más fuerte! Y, ¿sabéis por qué es más fuerte? Porque Él es el Señor, el único Señor. Y desearía añadir que la realidad a veces oscura, marcada por el mal, puede cambiar si nosotros, los primeros, llevamos a ella la luz del Evangelio sobre todo con nuestra vida. Si en un estadio —pensemos aquí en Roma en el Olímpico, o en el de San Lorenzo en Buenos Aires—, en una noche oscura, una persona enciende una luz, se vislumbra apenas; pero si los más de setenta mil espectadores encienden cada uno la propia luz, el estadio se ilumina. Hagamos que nuestra vida sea una luz de Cristo; juntos llevaremos la luz del Evangelio a toda la realidad. ORACIÓN El papa Francisco hoy nos pone de presente que en todo momento estamos enfrentados a la tentación de ser corruptos y deshonestos. Espíritu de Jesús, por favor, ablanda nuestros corazones, los corazones de guerrilleros, de políticos, de nuestros dirigentes; enciende nuestro espíritu, aviva nuestra voluntad para que seamos levadura y luz en la noche oscura de nuestro país.

Día 6 La misericordia de Jesús Papa Francisco. Ángelus. Plaza de San Pedro, domingo 9 de junio de 2013

Pero la misericordia de Jesús no es sólo un sentimiento, ¡es una fuerza que da vida, que resucita al hombre! Nos lo dice también el Evangelio de hoy, en el episodio de la viuda de Naín (Lc 7, 11-17). Jesús, con sus discípulos, está llegando precisamente a Naín, un poblado de Galilea, justo en el momento que tiene lugar un funeral: llevan a sepultar a un joven, hijo único de una mujer viuda. La mirada de Jesús se fija inmediatamente en la madre que llora. Dice el evangelista Lucas: «Al verla el Señor, se compadeció de ella» (v. 13). Esta «compasión» es el amor de Dios por el hombre, es la misericordia, es decir, la actitud de Dios en contacto con la miseria humana, con nuestra indigencia, nuestro sufrimiento, nuestra angustia. El término bíblico «compasión» remite a las entrañas maternas: la madre, en efecto, experimenta una reacción que le es propia ante el dolor de los hijos. Así nos ama Dios, dice la Escritura. Y ¿cuál es el fruto de este amor, de esta misericordia? ¡Es la vida! Jesús dijo a la viuda de Naín: «No llores», y luego llamó al muchacho muerto y le despertó como de un sueño (cf. vv. 13-15). Pensemos esto, es hermoso: la misericordia de Dios da vida al hombre, le resucita de la muerte. El Señor nos mira siempre con misericordia; no lo olvidemos, nos mira siempre con misericordia, nos espera con misericordia. No tengamos miedo de acercarnos a Él. Tiene un corazón misericordioso. Si le mostramos nuestras heridas interiores, nuestros pecados, Él siempre nos perdona. ¡Es todo misericordia! Vayamos a Jesús. ORACIÓN Jesús: Vengo haciendo descubrimientos. ¿Cómo así que el Dios bravo y justiciero, pronto a la ira, listo a castigar… es más bien un Dios misericordioso, lleno de bondad, es compasivo, enjuga las lágrimas de una viuda, tiene rasgos de ser como una mamá? Ay, Señor. Gracias por hacerme descubrir tu misericordia. Ayúdame a ser compasivo y misericordioso con los que sufren y con los que me rodean.

Día 7 El apellido de Dios Papa Francisco. Misa en la capilla de la Domus sanctae Marthae, martes 17 de diciembre de 2013

¿Pero cuál es el apellido de Dios? Somos nosotros, cada uno de nosotros. Él toma de nosotros el nombre para hacerlo su apellido. 'Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob, de Pedro, de

Valentina, de Camila, de Marisa, de Simeón, ¡de todos!'. De nosotros toma el apellido. El apellido de Dios es cada uno de nosotros”. “Él, nuestro Dios ha hecho historia con nosotros, ha tomado el apellido de nuestro nombre”, “ha dejado que nosotros escribamos la historia”. “Nosotros escribimos esta historia de gracia y pecado, y Él está detrás de nosotros”. Esta es “la humildad de Dios, el amor de Dios. ¡Es nuestro!”. Y esto nos hace conmovernos: “Tanto amor, tanta ternura, por tener un Dios así. Su felicidad ha sido compartir su vida con nosotros. El Libro de la Sabiduría dice que la felicidad del Señor está entre los hijos del hombre, con nosotros. Acercándose la Navidad, pensamos: si Él ha hecho su historia con nosotros, si Él ha tomado su apellido de nosotros, si Él ha dejado que nosotros escribiésemos su historia, al menos dejemos, nosotros, que Él escriba la nuestra. Y esto es la santidad: 'Dejar que el Señor escriba nuestra historia'. Y este es el deseo de Navidad para todos nosotros. Que el Señor te escriba la historia y que tú dejes que Él te la escriba. ¡Que así sea!”.

ORACIÓN Oh Dios ¡qué ingenioso es el papa Francisco! Decirnos que somos el apellido de Dios. Pues entonces enséñanos a acompañarte para que Tú y nosotros escribamos la historia de ternura y amor hacia quienes nos rodean y perdona cuando en ese recorrido tengamos actos de intransigencia, de desprecio y de odio.

Día 8 UNA LUZ BUSCA LA LUZ Homilía del papa Francisco en la solemnidad de la epifanía del señor. Lunes 6 de enero de 2014

«Lumen requirunt lumine». Esta sugerente expresión de un himno litúrgico de la Epifanía se refiere a la experiencia de los Magos: siguiendo una luz, buscan la Luz. La estrella que aparece en el cielo enciende en su mente y en su corazón una luz que los lleva a buscar la gran Luz de Cristo. Los Magos siguen fielmente aquella luz que los ilumina interiormente y encuentran al Señor. En este recorrido que hacen los Magos de Oriente está simbolizado el destino de todo hombre: nuestra vida es un camino, iluminados por luces que nos permiten entrever el sendero, hasta encontrar la plenitud de la verdad y del amor, que nosotros cristianos reconocemos en Jesús, Luz del mundo. Y todo hombre, como los Magos, tiene a disposición dos grandes “libros” de los que sacar los signos para orientarse en su peregrinación: el libro de la creación y el libro de las Sagradas Escrituras. Lo importante es estar atentos, vigilantes, escuchar a Dios que nos

habla, siempre nos habla. Como dice el Salmo, refiriéndose a la Ley del Señor: «Lámpara es tu palabra para mis pasos, / luz en mi sendero» (Sal 119,105). Sobre todo, escuchar el Evangelio, leerlo, meditarlo y convertirlo en alimento espiritual nos permite encontrar a Jesús vivo, hacer experiencia de Él y de su amor. ORACIÓN Dios padre: cuando miramos las maravillas que has creado y escuchamos tu palabra, tenemos la opción, como los magos, de encontrar tu presencia entre nosotros. Enséñanos a descubrirte presente en tus creaturas, a cuidarlas y a defenderlas y a no cerrar los ojos ante la luz con la que tú iluminas nuestro camino.

Día 9 «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1). Homilía del papa Francisco, Misa de Navidad, Basílica Vaticana. Martes 24 de diciembre de 2013

Esta profecía de Isaías no deja de conmovernos, especialmente cuando la escuchamos en la Liturgia de la Noche de Navidad. No se trata sólo de algo emotivo, sentimental; nos conmueve porque dice la realidad de lo que somos: somos un pueblo en camino, y a nuestro alrededor –y también dentro de nosotros– hay tinieblas y luces. Y en esta noche, cuando el espíritu de las tinieblas cubre el mundo, se renueva el acontecimiento que siempre nos asombra y sorprende: el pueblo en camino ve una gran luz. Una luz que nos invita a reflexionar en este misterio: misterio de caminar y de ver. Caminar. Este verbo nos hace pensar en el curso de la historia, en el largo camino de la historia de la salvación, comenzando por Abrahán, nuestro padre en la fe, a quien el Señor llamó un día a salir de su pueblo para ir a la tierra que Él le indicaría. Desde entonces, nuestra identidad como creyentes es la de peregrinos hacia la tierra prometida. El Señor acompaña siempre esta historia. Él permanece siempre fiel a su alianza y a sus promesas. Porque es fiel, «Dios es luz sin tiniebla alguna» (1 Jn 1,5). Por parte del pueblo, en cambio, se alternan momentos de luz y de tiniebla, de fidelidad y de infidelidad, de obediencia y de rebelión, momentos de pueblo peregrino y momentos de pueblo errante. También en nuestra historia personal se alternan momentos luminosos y oscuros, luces y sombras. Si amamos a Dios y a los hermanos, caminamos en la luz, pero si nuestro corazón se cierra, si prevalecen el orgullo, la mentira, la búsqueda del propio interés, entonces las tinieblas nos rodean por dentro y por fuera. «Quien aborrece a su hermano –escribe el apóstol San Juan– está en las tinieblas, camina en las tinieblas, no sabe adónde va, porque las tinieblas han cegado

sus ojos» (1 Jn 2,11). Pueblo en camino, sobre todo pueblo peregrino que no quiere ser un pueblo errante. ORACIÓN Dios, padre nuestro. Nos hallamos aquí en este mundo, este mundo que tu amor nos dio, mas la meta no está en esta tierra, es un mundo que está más allá. En ese caminar encontramos momentos de luz y momentos de oscuridad. No permitas que las tinieblas cieguen nuestros ojos. Al contrario, haz que en nosotros prevalezca la decisión de caminar en la luz. Haz que cuando erremos podamos rectificar el camino.