Narraciones Extraordinarias

El Gato Negro No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco est

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El Gato Negro No espero ni pido que alguien crea en el extraño aunque simple relato que me dispongo a escribir. Loco estaría si lo esperara, cuando mis sentidos rechazan su propia evidencia. Pero no estoy loco y sé muy bien que esto no es un sueño. Mañana voy a morir y quisiera aliviar hoy mi alma. Mi propósito inmediato consiste en poner de manifiesto, simple, sucintamente y sin comentarios, una serie de episodios domésticos. Las consecuencias de esos episodios me han aterrorizado, me han torturado y, por fin, me han destruido. Pero no intentaré explicarlos. Si para mí han sido horribles, para otros resultarán menos espantosos que barrocos. Más adelante, tal vez, aparecerá alguien cuya inteligencia reduzca mis fantasmas a lugares comunes; una inteligencia más serena, más lógica y mucho menos excitable que la mía, capaz de ver en las circunstancias que temerosamente describiré, una vulgar sucesión de causas y efectos naturales. 1) El gato negro

Desde la infancia me destaqué por la docilidad y bondad de

2) El corazón delator

mi carácter. La ternura que abrigaba mi corazón era tan

3) Eleonora

grande que llegaba a convertirme en objeto de burla para

4) El cuervo

mis compañeros. Me gustaban especialmente los animales, y

5) El retrato ovalado

mis padres me permitían tener una gran variedad. Pasaba a

6) La máscara de la muerte roja

su lado la mayor parte del tiempo, y jamás me sentía más

7) El pozo y el péndulo

feliz que cuando les daba de comer y los acariciaba. Este

8) El demonio de la perversidad

rasgo de mi carácter creció conmigo y, cuando llegué a la 1

virilidad, se convirtió en una de mis principales fuentes de

Nuestra amistad duró así varios años, en el curso de los

placer. Aquellos que alguna vez han experimentado cariño

cuales (enrojezco al confesarlo) mi temperamento y mi

hacia un perro fiel y sagaz no necesitan que me moleste en

carácter se alteraron radicalmente por culpa del demonio.

explicarles la naturaleza o la intensidad de la retribución

Intemperancia. Día a día me fui volviendo más melancólico,

que recibía. Hay algo en el generoso y abnegado amor de un

irritable e indiferente hacia los sentimientos ajenos. Llegué,

animal que llega directamente al corazón de aquel que con

incluso, a hablar descomedidamente a mi mujer y terminé

frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad

por infligirle violencias personales. Mis favoritos, claro está,

del hombre.

sintieron igualmente el cambio de mi carácter. No sólo los

Me casé joven y tuve la alegría de que mi esposa

descuidaba, sino que llegué a hacerles daño. Hacia Plutón,

compartiera mis preferencias. Al observar mi gusto por los

sin embargo, conservé suficiente consideración como para

animales domésticos, no perdía oportunidad de procurarme

abstenerme de maltratarlo, cosa que hacía con los conejos,

los más agradables de entre ellos. Teníamos pájaros, peces

el mono y hasta el perro cuando, por casualidad o movidos

de colores, un hermoso perro, conejos, un monito y un gato.

por el afecto, se cruzaban en mi camino. Mi enfermedad,

Este último era un animal de notable tamaño y hermosura,

empero,

completamente negro y de una sagacidad asombrosa. Al

comparable al alcohol?-, y finalmente el mismo Plutón, que

referirse a su inteligencia, mi mujer, que en el fondo era no

ya estaba viejo y, por tanto, algo enojadizo, empezó a sufrir

poco supersticiosa, aludía con frecuencia a la antigua

las consecuencias de mi mal humor.

creencia popular de que todos los gatos negros son brujas

Una noche en que volvía a casa completamente embriagado,

metamorfoseadas.

creyera

después de una de mis correrías por la ciudad, me pareció

seriamente, y sólo menciono la cosa porque acabo de

que el gato evitaba mi presencia. Lo alcé en brazos, pero,

recordarla.

asustado por mi violencia, me mordió ligeramente en la

Plutón -tal era el nombre del gato- se había convertido en

mano. Al punto se apoderó de mí una furia demoníaca y ya

mi favorito y mi camarada. Sólo yo le daba de comer y él me

no supe lo que hacía. Fue como si la raíz de mi alma se

seguía por todas partes en casa. Me costaba mucho impedir

separara de golpe de mi cuerpo; una maldad más que

que anduviera tras de mí en la calle.

diabólica, alimentada por la ginebra, estremeció cada fibra

No

quiero

decir

que

lo

se

agravaba

-pues,

¿qué

enfermedad

es

de mi ser. Sacando del bolsillo del chaleco un cortaplumas, 2

lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y,

mismo cien veces en momentos en que cometía una acción

deliberadamente, le hice saltar un ojo. Enrojezco, me

tonta o malvada por la simple razón de que no debía

abraso, tiemblo mientras escribo tan condenable atrocidad.

cometerla? ¿No hay en nosotros una tendencia permanente,

Cuando la razón retornó con la mañana, cuando hube

que

disipado en el sueño los vapores de la orgía nocturna, sentí

tendencia a transgredir lo que constituye la Ley por el solo

que el horror se mezclaba con el remordimiento ante el

hecho de serlo? Este espíritu de perversidad se presentó,

crimen cometido; pero mi sentimiento era débil y ambiguo,

como he dicho, en mi caída final. Y el insondable anhelo que

no alcanzaba a interesar al alma. Una vez más me hundí en

tenía mi alma de vejarse a sí misma, de violentar su propia

los excesos y muy pronto ahogué en vino los recuerdos de

naturaleza, de hacer mal por el mal mismo, me incitó a

lo sucedido.

continuar y, finalmente, a consumar el suplicio que había

El gato, entretanto, mejoraba poco a poco. Cierto que la

infligido a la inocente bestia. Una mañana, obrando a sangre

órbita donde faltaba el ojo presentaba un horrible aspecto,

fría, le pasé un lazo por el pescuezo y lo ahorqué en la rama

pero el animal no parecía sufrir ya. Se paseaba, como de

de un árbol; lo ahorqué mientras las lágrimas manaban de

costumbre, por la casa, aunque, como es de imaginar, huía

mis ojos y el más amargo remordimiento me apretaba el

aterrorizado al verme. Me quedaba aún bastante de mi

corazón; lo ahorqué porque recordaba que me había

antigua manera de ser para sentirme agraviado por la

querido y porque estaba seguro de que no me había dado

evidente antipatía de un animal que alguna vez me había

motivo para matarlo; lo ahorqué porque sabía que, al

querido tanto. Pero ese sentimiento no tardó en ceder paso

hacerlo,

a la irritación. Y entonces, para mi caída final e irrevocable,

comprometería mi alma hasta llevarla -si ello fuera posible-

se presentó el espíritu de la perversidad. La filosofía no

más allá del alcance de la infinita misericordia del Dios más

tiene en cuenta a este espíritu; y, sin embargo, tan seguro

misericordioso y más terrible.

estoy que mi alma existe como de que la perversidad es uno

La noche de aquel mismo día en que cometí tan cruel acción

de los impulsos

me despertaron gritos de: "¡Incendio!" Las cortinas de mi

primordiales del corazón humano, una de las facultades

cama eran una llama viva y toda la casa estaba ardiendo.

primarias indivisibles, uno de esos sentimientos que dirigen

Con gran dificultad pudimos escapar de la conflagración mi

el carácter del hombre. ¿Quién no se ha sorprendido a sí

mujer, un sirviente y yo. Todo quedó destruido. Mis bienes 3

enfrenta

descaradamente

cometía

un

pecado,

al

un

buen

pecado

sentido,

mortal

una

que

terrenales se perdieron y desde ese momento tuve que

invadido inmediatamente el jardín: alguien debió de cortar

resignarme a la desesperanza.

la soga y tirar al gato en mi habitación por la ventana

No incurriré en la debilidad de establecer una relación de

abierta. Sin duda, habían tratado de despertarme en esa

causa y efecto entre el desastre y mi criminal acción. Pero

forma. Probablemente la caída de las paredes comprimió a

estoy detallando una cadena de hechos y no quiero dejar

la víctima de mi crueldad contra el enlucido recién aplicado,

ningún eslabón incompleto. Al día siguiente del incendio

cuya cal, junto con la acción de las llamas y el amoniaco del

acudí a visitar las ruinas. Salvo una, las paredes se habían

cadáver, produjo la imagen que acababa de ver.

desplomado. La que quedaba en pie era un tabique divisorio

Si bien en esta forma quedó satisfecha mi razón, ya que no

de poco espesor, situado en el centro de la casa, y contra el

mi conciencia, sobre el extraño episodio, lo ocurrido

cual se apoyaba antes la cabecera de mi lecho. El enlucido

impresionó

había quedado a salvo de la acción del fuego, cosa que

muchos meses no pude librarme del fantasma del gato, y en

atribuí a su reciente aplicación. Una densa muchedumbre

todo ese tiempo dominó mi espíritu un sentimiento informe

habíase reunido frente a la pared y varias personas parecían

que se parecía, sin serlo, al remordimiento. Llegué al punto

examinar parte de la misma con gran atención y detalle. Las

de lamentar la pérdida del animal y buscar, en los viles

palabras "¡extraño!, ¡curioso!" y otras similares excitaron mi

antros que habitualmente frecuentaba, algún otro de la

curiosidad. Al aproximarme vi que en la blanca superficie,

misma especie y apariencia que pudiera ocupar su lugar.

grabada como un bajorrelieve, aparecía la imagen de un

Una noche en que, borracho a medias, me hallaba en una

gigantesco

nitidez

taberna más que infame, reclamó mi atención algo negro

verdaderamente maravillosa. Había una soga alrededor del

posado sobre uno de los enormes toneles de ginebra que

pescuezo del animal.

constituían el principal moblaje del lugar. Durante algunos

Al descubrir esta aparición -ya que no podía considerarla

minutos había estado mirando dicho tonel y me sorprendió

otra cosa- me sentí dominado por el asombro y el terror.

no haber advertido antes la presencia de la mancha negra en

Pero la reflexión vino luego en mi ayuda. Recordé que había

lo alto. Me aproximé y la toqué con la mano. Era un gato

ahorcado al gato en un jardín contiguo a la casa. Al

negro muy grande, tan grande como Plutón y absolutamente

producirse la alarma del incendio, la multitud había

igual a éste, salvo un detalle. Plutón no tenía el menor pelo

gato.

El

contorno

tenía

una

profundamente

mi

imaginación.

Durante

blanco en el cuerpo, mientras este gato mostraba una vasta 4

aunque indefinida mancha blanca que le cubría casi todo el

huir en silencio de su detestable presencia, como si fuera

pecho.

una emanación de la peste.

Al

sentirse

prontamente,

Lo que, sin duda, contribuyó a aumentar mi odio fue

ronroneando con fuerza, se frotó contra mi mano y pareció

descubrir, a la mañana siguiente de haberlo traído a casa,

encantado de mis atenciones. Acababa, pues, de encontrar

que

el

De

circunstancia fue precisamente la que lo hizo más grato a mi

inmediato, propuse su compra al tabernero, pero me

mujer, quien, como ya dije, poseía en alto grado esos

contestó que el animal no era suyo y que jamás lo había

sentimientos humanitarios que alguna vez habían sido mi

visto antes ni sabía nada de él.

rasgo distintivo y la fuente de mis placeres más simples y

Continué acariciando al gato y, cuando me disponía a volver

más puros.

a casa, el animal pareció dispuesto a acompañarme. Le

El cariño del gato por mí parecía aumentar en el mismo

permití que lo hiciera, deteniéndome una y otra vez para

grado

inclinarme

se

pertinencia que me costaría hacer entender al lector.

acostumbró a ella de inmediato y se convirtió en el gran

Dondequiera que me sentara venía a ovillarse bajo mi silla o

favorito de mi mujer.

saltaba a mis rodillas, prodigándome sus odiosas caricias. Si

Por mi parte, pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia

echaba a caminar, se metía entre mis pies, amenazando con

aquel animal. Era exactamente lo contrario de lo que había

hacerme caer, o bien clavaba sus largas y afiladas uñas en

anticipado, pero -sin que pueda decir cómo ni por qué- su

mis ropas, para poder trepar hasta mi pecho. En esos

marcado cariño por mí me disgustaba y me fatigaba.

momentos, aunque ansiaba aniquilarlo de un solo golpe, me

Gradualmente, el sentimiento de disgusto y fatiga creció

sentía paralizado por el recuerdo de mi primer crimen, pero

hasta alcanzar la amargura del odio. Evitaba encontrarme

sobre todo -quiero confesarlo ahora mismo- por un

con el animal; un resto de vergüenza y el recuerdo de mi

espantoso temor al animal.

crueldad de antaño me vedaban maltratarlo. Durante

Aquel temor no era precisamente miedo de un mal físico y,

algunas semanas me abstuve de pegarle o de hacerlo

sin embargo, me sería imposible definirlo de otra manera.

víctima de cualquier violencia; pero gradualmente -muy

Me siento casi avergonzado de reconocer, sí, aún en esta

gradualmente- llegué a mirarlo con inexpresable odio y a

celda

animal

acariciado

que

y

se

precisamente

acariciarlo.

enderezó

andaba

Cuando

estuvo

buscando.

en

casa,

5

aquel

que

de

gato,

mi

igual

aversión.

criminales

me

que

Plutón,

Seguía

siento

mis

casi

era

tuerto.

pasos

con

avergonzado

Esta

una

de

reconocer que el terror, el espanto que aquel animal me

encarnada de la que no me era posible desprenderme-

inspiraba, era intensificado por una de las más insensatas

apoyado eternamente sobre mi corazón.

quimeras que sería dado concebir. Más de una vez mi mujer

Bajo el agobio de tormentos semejantes, sucumbió en mí lo

me había llamado la atención sobre la forma de la mancha

poco

blanca de la cual ya he hablado, y que constituía la única

pensamientos disfrutaban ya de mi intimidad; los más

diferencia entre el extraño animal y el que yo había matado.

tenebrosos, los más perversos pensamientos. La melancolía

El lector recordará que esta mancha, aunque grande, me

habitual

había parecido al principio de forma indefinida; pero

aborrecimiento de todo lo que me rodeaba y de la entera

gradualmente, de manera tan imperceptible que mi razón

humanidad; y mi pobre mujer, que de nada se quejaba, llegó

luchó durante largo tiempo por rechazarla como fantástica,

a ser la habitual y paciente víctima de los repentinos y

la

frecuentes arrebatos de ciega cólera a que me abandonaba.

mancha

fue

asumiendo

un

contorno

de

rigurosa

que

de

me

mi

quedaba

humor

de

bueno.

creció

hasta

Sólo

los

malos

convertirse

en

precisión. Representaba ahora algo que me estremezco al

Cierto día, para cumplir una tarea doméstica, me acompañó

nombrar, y por ello odiaba, temía y hubiera querido librarme

al sótano de la vieja casa donde nuestra pobreza nos

del

atreverme;

obligaba a vivir. El gato me siguió mientras bajaba la

representaba, digo, la imagen de una cosa atroz, siniestra...,

empinada escalera y estuvo a punto de tirarme cabeza

¡la imagen del patíbulo! ¡Oh lúgubre y terrible máquina del

abajo, lo cual me exasperó hasta la locura. Alzando un

horror y del crimen, de la agonía y de la muerte!

hacha y olvidando en mi rabia los pueriles temores que

Me sentí entonces más miserable que todas las miserias

hasta entonces habían detenido mi mano, descargué un

humanas. ¡Pensar que una bestia, cuyo semejante había yo

golpe que hubiera matado instantáneamente al animal de

destruido

de

haberlo alcanzado. Pero la mano de mi mujer detuvo su

producir tan insoportable angustia en un hombre creado a

trayectoria. Entonces, llevado por su intervención a una

imagen y semejanza de Dios! ¡Ay, ni de día ni de noche pude

rabia más que demoníaca, me zafé de su abrazo y le hundí

ya gozar de la bendición del reposo! De día, aquella criatura

el hacha en la cabeza. Sin un solo quejido, cayó muerta a

no me dejaba un instante solo; de noche, despertaba hora a

mis pies.

hora de los más horrorosos sueños, para sentir el ardiente

Cumplido este espantoso asesinato, me entregué al punto y

aliento de la cosa en mi rostro y su terrible peso -pesadilla

con toda sangre fría a la tarea de ocultar el cadáver. Sabía

monstruo

si

hubiese

desdeñosamente,

sido

una

capaz

bestia

de

era

capaz

6

que era imposible sacarlo de casa, tanto de día como de

mantuve en esa posición mientras aplicaba de nuevo la

noche, sin correr el riesgo de que algún vecino me

mampostería en su forma original. Después de

observara. Diversos proyectos cruzaron mi mente. Por un

procurarme argamasa, arena y cerda, preparé un enlucido

momento pensé en descuartizar el cuerpo y quemar los

que no se distinguía del anterior y revoqué cuidadosamente

pedazos. Luego se me ocurrió cavar una tumba en el piso

el nuevo enladrillado. Concluida la tarea, me sentí seguro de

del sótano. Pensé también si no convenía arrojar el cuerpo al

que todo estaba bien. La pared no mostraba la menor señal

pozo del patio o meterlo en un cajón, como si se tratara de

de haber sido tocada. Había barrido hasta el menor

una mercadería común, y llamar a un mozo de cordel para

fragmento de material suelto. Miré en torno, triunfante, y

que lo retirara de casa. Pero, al fin, di con lo que me pareció

me dije: "Aquí, por lo menos, no he trabajado en vano".

el mejor expediente y decidí emparedar el cadáver en el

Mi paso siguiente consistió en buscar a la bestia causante de

sótano, tal como se dice que los monjes de la Edad Media

tanta desgracia, pues al final me había decidido a matarla. Si

emparedaban a sus víctimas.

en aquel momento el gato hubiera surgido ante mí, su

El sótano se adaptaba bien a este propósito. Sus muros eran

destino habría quedado sellado, pero, por lo visto, el astuto

de material poco resistente y estaban recién revocados con

animal, alarmado por la violencia de mi primer acceso de

un mortero ordinario, que la humedad de la atmósfera no

cólera, se cuidaba de aparecer mientras no cambiara mi

había dejado endurecer. Además, en una de las paredes se

humor. Imposible describir o imaginar el profundo, el

veía la saliencia de una falsa chimenea, la cual había sido

maravilloso alivio que la ausencia de la detestada criatura

rellenada y tratada de manera semejante al resto del sótano.

trajo a mi pecho. No se presentó aquella noche, y así, por

Sin lugar a dudas, sería muy fácil sacar los ladrillos en esa

primera vez desde su llegada a la casa, pude dormir

parte, introducir el cadáver y tapar el agujero como antes,

profunda y tranquilamente; sí, pude dormir, aun con el peso

de manera que ninguna mirada pudiese descubrir algo

del crimen sobre mi alma.

sospechoso.

Pasaron el segundo y el tercer día y mi atormentador no

No me equivocaba en mis cálculos. Fácilmente saqué los

volvía. Una vez más respiré como un hombre libre.

ladrillos con ayuda de una palanca y, luego de colocar

¡Aterrado, el monstruo había huido de casa para siempre!

cuidadosamente el cuerpo contra la pared interna, lo

¡Ya no volvería a contemplarlo! Gozaba de una suprema felicidad, y la culpa de mi negra acción me preocupaba muy 7

poco. Se practicaron algunas averiguaciones, a las que no

Repito que es una casa de excelente construcción. Estas

me costó mucho responder. Incluso hubo una perquisición

paredes... ¿ya se marchan ustedes, caballeros?... tienen una

en la casa; pero, naturalmente, no se descubrió nada. Mi

gran solidez.

tranquilidad futura me parecía asegurada.

Y entonces, arrastrado por mis propias bravatas, golpeé

Al cuarto día del asesinato, un grupo de policías se presentó

fuertemente con el bastón que llevaba en la mano sobre la

inesperadamente y procedió a una nueva y rigurosa

pared del enladrillado tras de la cual se hallaba el cadáver de

inspección.

la esposa de mi corazón.

Convencido

de

que

mi

escondrijo

era

impenetrable, no sentí la más leve inquietud. Los oficiales

¡Que Dios me proteja y me libre de las garras del

me pidieron que los acompañara en su examen. No dejaron

archidemonio! Apenas había cesado el eco de mis golpes

hueco ni rincón sin revisar. Al final, por tercera o cuarta vez,

cuando una voz respondió desde dentro de la tumba. Un

bajaron al sótano. Los seguí sin que me temblara un solo

quejido, sordo y entrecortado al comienzo, semejante al

músculo. Mi corazón latía tranquilamente, como el de aquel

sollozar de un niño, que luego creció rápidamente hasta

que duerme en la inocencia. Me paseé de un lado al otro del

convertirse en un largo, agudo y continuo alarido, anormal,

sótano. Había cruzado los brazos sobre el pecho y andaba

como inhumano, un aullido, un clamor de lamentación,

tranquilamente de aquí para allá. Los policías estaban

mitad de horror, mitad de triunfo, como sólo puede haber

completamente satisfechos y se disponían a marcharse. La

brotado en el infierno de la garganta de los condenados en

alegría de mi corazón era demasiado grande para reprimirla.

su agonía y de los demonios exultantes en la condenación.

Ardía en deseos de decirles, por lo menos, una palabra

Hablar de lo que pensé en ese momento sería locura. Presa

como prueba de triunfo y confirmar doblemente mi

de vértigo, fui tambaleándome hasta la pared opuesta. Por

inocencia.

un instante el grupo de hombres en la escalera quedó

-Caballeros -dije, por fin, cuando el grupo subía la

paralizado por el terror. Luego, una docena de robustos

escalera-,

sus

brazos atacaron la pared, que cayó de una pieza. El cadáver,

sospechas. Les deseo felicidad y un poco más de cortesía.

ya muy corrompido y manchado de sangre coagulada,

Dicho sea de paso, caballeros, esta casa está muy bien

apareció de pie ante los ojos de los espectadores. Sobre su

construida... (En mi frenético deseo de decir alguna cosa con

cabeza, con la roja boca abierta y el único ojo como de

naturalidad, casi no me daba cuenta de mis palabras).

fuego, estaba agazapada la horrible bestia cuya astucia me

me

alegro

mucho

de

haber

disipado

8

había inducido al asesinato y cuya voz delatadora me

verme! ¡Si hubieran podido ver con qué habilidad procedí!

entregaba al verdugo. ¡Había emparedado al monstruo en la

¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo

tumba!

me puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de matarlo. Todas las noches, hacia las doce,

El corazón delator ¡Es

cierto!

Siempre he

hacía yo girar el picaporte de su puerta y la abría... ¡oh, tan sido

nervioso,

muy nervioso,

suavemente! Y entonces, cuando la abertura era lo bastante

terriblemente nervioso. ¿Pero por qué afirman ustedes que

grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda,

estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, en

cerrada, completamente cerrada, de manera que no se viera

vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el más agudo

ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza. ¡Oh, ustedes se

de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el

hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La

cielo. Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar

movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no

loco, entonces? Escuchen... y observen con cuánta cordura,

perturbar el sueño del viejo. Me llevaba una hora entera

con cuánta tranquilidad les cuento mi historia.

introducir completamente la cabeza por la abertura de la

Me es imposible decir cómo aquella idea me entró en la

puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es que un loco

cabeza por primera vez; pero, una vez concebida, me acosó

hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando

noche y día. Yo no perseguía ningún propósito. Ni tampoco

tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la

estaba colérico. Quería mucho al viejo. Jamás me había

linterna cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí,

hecho nada malo. Jamás me insultó. Su dinero no me

cautelosamente iba abriendo la linterna (pues crujían las

interesaba. Me parece que fue su ojo. ¡Sí, eso fue! Tenía un

bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que un solo rayo

ojo semejante al de un buitre... Un ojo celeste, y velado por

de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante

una tela. Cada vez que lo clavaba en mí se me helaba la

siete largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre

sangre. Y así, poco a poco, muy gradualmente, me fui

encontré el ojo cerrado, y por eso me era imposible cumplir

decidiendo a matar al viejo y librarme de aquel ojo para

mi obra, porque no era el viejo quien me irritaba, sino el mal

siempre.

de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba sin

Presten atención ahora. Ustedes me toman por loco. Pero los

miedo en su habitación y le hablaba resueltamente,

locos no saben nada. En cambio... ¡Si hubieran podido

llamándolo por su nombre con voz cordial y preguntándole 9

cómo había pasado la noche. Ya ven ustedes que tendría

escuchando... tal como yo lo había hecho, noche tras noche,

que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que

mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido

todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo

anuncia la muerte.

mientras dormía.

Oí de pronto un leve quejido, y supe que era el quejido que

Al llegar la octava noche, procedí con mayor cautela que de

nace del terror. No expresaba dolor o pena... ¡oh, no! Era el

costumbre al abrir la puerta. El minutero de un reloj se

ahogado sonido que brota del fondo del alma cuando el

mueve con más rapidez de lo que se movía mi mano. Jamás,

espanto la sobrecoge. Bien conocía yo ese sonido. Muchas

antes de aquella noche, había sentido el alcance de mis

noches, justamente a las doce, cuando el mundo entero

facultades, de mi sagacidad. Apenas lograba contener mi

dormía, surgió de mi pecho, ahondando con su espantoso

impresión de triunfo. ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco

eco los terrores que me enloquecían. Repito que lo conocía

a poco la puerta, y que él ni siquiera soñaba con mis

bien. Comprendí lo que estaba sintiendo el viejo y le tuve

secretas intenciones o pensamientos! Me reí entre dientes

lástima, aunque me reía en el fondo de mi corazón.

ante esta idea, y quizá me oyó, porque lo sentí moverse

Comprendí que había estado despierto desde el primer leve

repentinamente en la cama, como si se sobresaltara.

ruido, cuando se movió en la cama. Había tratado de decirse

Ustedes pensarán que me eché hacia atrás... pero no. Su

que aquel ruido no era nada, pero sin conseguirlo. Pensaba:

cuarto estaba tan negro como la pez, ya que el viejo cerraba

"No es más que el viento en la chimenea... o un grillo que

completamente las persianas por miedo a los ladrones; yo

chirrió una sola vez". Sí, había tratado de darse ánimo con

sabía que le era imposible distinguir la abertura de la

esas suposiciones, pero todo era en vano. Todo era en vano,

puerta, y seguí empujando suavemente, suavemente. Había

porque la Muerte se había aproximado a él, deslizándose

ya pasado la cabeza y me disponía a abrir la linterna,

furtiva, y envolvía a su víctima. Y la fúnebre influencia de

cuando mi pulgar resbaló en el cierre metálico y el viejo se

aquella sombra imperceptible era la que lo movía a sentir -

enderezó en el lecho, gritando:

aunque no podía verla ni oírla-, a sentir la presencia de mi

-¿Quién está ahí?

cabeza dentro de la habitación.

Permanecí inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora

Después de haber esperado largo tiempo, con toda

entera no moví un solo músculo, y en todo ese tiempo no oí

paciencia, sin oír que volviera a acostarse, resolví abrir una

que volviera a tenderse en la cama. Seguía sentado,

pequeña, una pequeñísima ranura en la linterna. 10

Así lo hice -no pueden imaginarse ustedes con qué cuidado,

aquella antigua casa, un resonar tan extraño como aquél me

con qué inmenso cuidado-, hasta que un fino rayo de luz,

llenó de un horror incontrolable. Sin embargo, me contuve

semejante al hilo de la araña, brotó de la ranura y cayó de

todavía algunos minutos y permanecí inmóvil. ¡Pero el latido

lleno sobre el ojo de buitre.

crecía cada vez más fuerte, más fuerte! Me pareció que

Estaba abierto, abierto de par en par... y yo empecé a

aquel corazón iba a estallar. Y una nueva ansiedad se

enfurecerme mientras lo miraba. Lo vi con toda claridad, de

apoderó de mí... ¡Algún vecino podía escuchar aquel sonido!

un azul apagado y con aquella horrible tela que me helaba

¡La hora del viejo había sonado! Lanzando un alarido, abrí

hasta el tuétano. Pero no podía ver nada de la cara o del

del todo la linterna y me precipité en la habitación. El viejo

cuerpo del viejo, pues, como movido por un instinto, había

clamó una vez... nada más que una vez. Me bastó un

orientado el haz de luz exactamente hacia el punto maldito.

segundo para arrojarlo al suelo y echarle encima el pesado

¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por

colchón. Sonreí alegremente al ver lo fácil que me había

locura es sólo una excesiva agudeza de los sentidos? En

resultado todo. Pero, durante varios minutos, el corazón

aquel momento llegó a mis oídos un resonar apagado y

siguió latiendo con un sonido ahogado. Claro que no me

presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto en

preocupaba, pues nadie podría escucharlo a través de las

algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir

paredes. Cesó, por fin, de latir. El viejo había muerto.

del corazón del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como

Levanté el colchón y examiné el cadáver. Sí, estaba muerto,

el redoblar de un tambor estimula el coraje de un soldado.

completamente muerto. Apoyé la mano sobre el corazón y la

Pero, incluso entonces, me contuve y seguí callado. Apenas

mantuve así largo tiempo. No se sentía el menor latido. El

si respiraba. Sostenía la linterna de modo que no se

viejo estaba bien muerto. Su ojo no volvería a molestarme.

moviera, tratando de mantener con toda la firmeza posible

Si ustedes continúan tomándome por loco dejarán de

el haz de luz sobre el ojo. Entretanto, el infernal latir del

hacerlo cuando les describa las astutas precauciones que

corazón iba en aumento. Se hacía cada vez más rápido, cada

adopté para esconder el cadáver. La noche avanzaba,

vez más fuerte, momento a momento. El espanto del viejo

mientras yo cumplía mi trabajo con rapidez, pero en

tenía que ser terrible. ¡Cada vez más fuerte, más fuerte! ¿Me

silencio. Ante todo descuarticé el cadáver. Le corté la

siguen ustedes con atención? Les he dicho que soy nervioso.

cabeza, brazos y piernas. Levanté luego tres planchas del

Sí, lo soy. Y ahora, a medianoche, en el terrible silencio de

piso de la habitación y escondí los restos en el hueco. Volví 11

a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo

silla en el exacto punto bajo el cual reposaba el cadáver de

humano -ni siquiera el suyo- hubiera podido advertir la

mi víctima.

menor diferencia. No había nada que lavar... ninguna

Los oficiales se sentían satisfechos. Mis modales los habían

mancha... ningún rastro de sangre. Yo era demasiado

convencido.

precavido para eso. Una cuba había recogido todo... ¡ja, ja!

cómodo. Sentáronse y hablaron de cosas comunes, mientras

Cuando hube terminado mi tarea eran las cuatro de la

yo les contestaba con animación. Mas, al cabo de un rato,

madrugada, pero seguía tan oscuro como a medianoche. En

empecé a notar que me ponía pálido y deseé que se

momentos en que se oían las campanadas de la hora,

marcharan. Me dolía la cabeza y creía percibir un zumbido

golpearon a la puerta de la calle. Acudí a abrir con toda

en los oídos; pero los policías continuaban sentados y

tranquilidad, pues ¿qué podía temer ahora?

charlando.

Hallé a tres caballeros, que se presentaron muy civilmente

resonando y era cada vez más intenso. Hablé en voz muy

como oficiales de policía. Durante la noche, un vecino había

alta para librarme de esa sensación, pero continuaba lo

escuchado un alarido, por lo cual se sospechaba la

mismo y se iba haciendo cada vez más clara... hasta que, al

posibilidad de algún atentado. Al recibir este informe en el

fin, me di cuenta de que aquel sonido no se producía dentro

puesto de policía, habían comisionado a los tres agentes

de mis oídos.

para que registraran el lugar. Km kSonreí, pues... ¿qué tenía

Sin duda, debí de ponerme muy pálido, pero seguí hablando

que temer? Di la bienvenida a los oficiales y les expliqué que

con creciente soltura y levantando mucho la voz. Empero, el

yo había lanzado aquel grito durante una pesadilla. Les hice

sonido aumentaba... ¿y qué podía hacer yo? Era un resonar

saber que el viejo se había ausentado a la campaña. Llevé a

apagado y presuroso..., un sonido como el que podría hacer

los visitantes a recorrer la casa y los invité a que revisaran, a

un reloj envuelto en algodón. Yo jadeaba, tratando de

que revisaran bien. Finalmente, acabé conduciéndolos a la

recobrar el aliento, y, sin embargo, los policías no habían

habitación del muerto. Les mostré sus caudales intactos y

oído nada. Hablé con mayor rapidez, con vehemencia, pero

cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el entusiasmo de

el sonido crecía continuamente. Me puse en pie y discutí

mis confidencias traje sillas a la habitación y pedí a los tres

sobre insignificancias en voz muy alta y con violentas

caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras yo

gesticulaciones; pero el sonido crecía continuamente. ¿Por

mismo, con la audacia de mi perfecto triunfo, colocaba mi

qué no se iban? Anduve de un lado a otro, a grandes pasos, 12

Por

El

mi

parte,

zumbido

se

me

hizo

hallaba

más

perfectamente

intenso;

seguía

como si las observaciones de aquellos hombres me

surge de una dolencia del pensamiento, de unos modos del

enfurecieran; pero el sonido crecía continuamente. ¡Oh,

espíritu exaltado a expensas del intelecto general. Los que

Dios! ¿Qué podía hacer yo? Lancé espumarajos de rabia...

sueñan de día tienen conocimiento de muchas cosas que

maldije... juré... Balanceando la silla sobre la cual me había

escapan a los que sueñan únicamente de noche. En sus

sentado, raspé con ella las tablas del piso, pero el sonido

grises visiones captan vislumbres de la eternidad y se

sobrepujaba todos los otros y crecía sin cesar. ¡Más alto...

estremecen, al despertarse, viendo que han estado al borde

más alto... más alto! Y entretanto los hombres seguían

del gran secreto. A retazos aprenden algo de la sabiduría del

charlando plácidamente y sonriendo. ¿Era posible que no

bien, y más aún de la del mal. Penetran, no obstante, sin

oyeran? ¡Santo Dios! ¡No, no! ¡Claro que oían y que

timón ni brújula, en el vasto océano de la "luz inefable" y de

sospechaban! ¡Sabían... y se estaban burlando de mi horror!

nuevo, como los aventureros del geógrafo Nubio agressi

¡Sí, así lo pensé y así lo pienso hoy! ¡Pero cualquier cosa era

sunt mare tenebrarum, quid in eo esset exploraturi.

preferible a aquella agonía! ¡Cualquier cosa sería más

Digamos entonces que estoy loco. Reconozco al menos que

tolerable que aquel escarnio! ¡No podía soportar más tiempo

hay dos condiciones distintas en mi existencia espiritual: la

sus sonrisas hipócritas! ¡Sentí que tenía que gritar o morir, y

condición de razón lúcida, sin discusión, perteneciente al

entonces... otra vez... escuchen... más fuerte... más fuerte...

recuerdo de los sucesos que han formado la primera época

más fuerte... más fuerte!

de mi vida, y una condición de sombra y de duda,

-¡Basta ya de fingir, malvados! -aullé-. ¡Confieso que lo

relacionada con el presente y con el recuerdo de lo que

maté! ¡Levanten esos tablones! ¡Ahí... ahí! ¡Donde está

constituye la segunda gran época de mi existencia. Por

latiendo su horrible corazón!

tanto, lo que diga yo del primer periodo, creedlo; y a lo que pueda relatar del último tiempo, dadle crédito sólo hasta

Eleonora

donde os parezca justo, o dudad de él por entero; o si no

Provengo de una estirpe que se ha distinguido por el vigor

podéis dudar, representad el papel de Edipo con su enigma.

de su fantasía y el ardor de su pasión. Los hombres me han

La que yo amé en mi juventud, y de quien trazo ahora

llamado loco; pero no está esclarecida la cuestión de si la

tranquila y claramente estos recuerdos, era la hija única de

locura es o no es lo sublime de la inteligencia, de si buena

la única hermana de mi madre fallecida hace largo tiempo.

parte de lo que es glorioso -todo lo que es profundo- no

Eleonora era el nombre de mi prima. Habíamos vivido 13

juntos, bajo un sol tropical, en el Valle de la Hierba

deslumbradores que por diferentes caminos se deslizaban

Policroma. Jamás un paso sin guía había penetrado hasta

hacia su lecho; todo el espacio que se extendía desde esa

ese valle, pues se extendía a lo lejos entre una cadena de

orilla hasta el fondo de guijos a través de las profundidades

montañas gigantescas que se elevaban y dominaban todo el

transparentes; todas esas partes, digo, así como toda la

contorno, cerrando a la luz del sol sus más deliciosos

superficie del valle, hasta las montañas que lo rodeaban,

recovecos. Ningún sendero estaba hollado en sus cercanías

estaban tapizadas de una hierba verde tierna, densa, corta,

y para llegar a nuestro hogar feliz se requería apartar con

perfectamente igual y perfumada de vainilla, pero tan bien

fuerza el follaje de miles de árboles selváticos y aplastar la

estrellada, en toda su extensión, de ranúnculos amarillos, de

gloria de muchos millones de fragantes flores. Así vivíamos,

margaritas blancas, de violetas purpúreas y de asfódelos de

completamente solitarios, sin conocer nada del mundo más

un rojo rubí que su maravillosa belleza hablaba a nuestros

que aquel valle, yo, mi prima y su madre. Desde las regiones

corazones, con acentos refulgentes, del amor y de la gloria

oscuras al otro lado de las montañas situadas en el extremo

de Dios. Y luego, aquí y allá, entre aquella hierba brotaban

superior de nuestro cercado dominio serpenteaba un

en

estrecho y profundo rio, más brillante que todo, excepto los

fantásticos, cuyos troncos grandes y delgados no se

ojos de Eleonora, y retorciéndose aquí y allá en numerosos

mantenían rectos, sino que se inclinaban graciosamente

meandros, se escapaba al fin por un desfiladero tenebroso a

hacia la luz que visitaba a mediodía el centro del valle. Su

través de las montañas aún más oscuras que aquellas de

corteza estaba moteada por el vivo brillo alternado del

donde había salido. Lo llamábamos el "Rio del Silencio",

ébano y de la plata, más satinada que todo, excepto las

pues parecía poseer una influencia apaciguadora en su

mejillas de Eleonora; de tal modo que, en el verde brillantes

curso. Ningún murmullo se elevaba de su lecho, y se

de las anchas hojas que se extendían desde sus copas en

paseaba por todas partes tan suavemente, que los granos de

largas líneas temblorosas, jugueteando con los céfiros,

arena, parecidos a perlas, que nos agradaba contemplar en

hubiera podido tomárseles por monstruosas serpientes de

la profundidad de su seno, no se movían en absoluto, sino

Siria que rendían homenaje al Sol, su soberano. Durante

que reposaban en una dicha inmóvil,

quince años, Eleonora y yo, cogidos de la mano, vagamos

cada cual en su antiguo sitio primitivo y refulgiendo con un

por aquel valle antes que penetrara el amor en nuestros

brillo eterno. La orilla del rio y de muchos riachuelos

corazones. Fue una noche, al final del tercer lustro de su 14

macizos,

como

explosiones

de

sueños,

árboles

vida y del cuarto de la mía, estando sentados, encadenados

largo tiempo en las regiones de Héspero, emergió de ellas,

en un mutuo abrazo, bajo los árboles serpentinos, y

chorreante toda de rojo y oro, e instalándose

contemplando nuestra imagen en las aguas del rio del

apaciblemente encima de nosotros, descendió cada vez más

Silencio. No pronunciamos palabra alguna durante el final

baja, hasta que descansaron sus bordes sobre los picos de

de aquel delicioso día, y hasta por la mañana eran nuestras

las montañas, transformando su oscuridad en magnificencia

palabras trémulas y raras. Habíamos sacado al dios Eros de

y encerrándonos, como para la eternidad, en una magnifica

aquellas ondas y sentíamos ahora que había inflamado en

prisión de esplendor y de gloria. Tenia Eleonora la belleza

nosotros las almas ardientes de nuestros antepasados. Las

de los serafines, pues era una doncella sin artificio e

pasiones que durante siglos habían distinguido nuestra

inocente como la breve vida que había pasado entre las

estirpe se precipitaron, numerosas, con las fantasías que la

flores. Ninguna astucia encubría el fervor del amor que

habían hecho igualmente célebre, y todas juntas soplaron

anidaba su corazón, y escrutaba ella conmigo los más

una deliciosa beatitud sobre el Valle de la Hierba Policroma.

íntimos repliegues de éste, mientras vagábamos juntos por

Se apoderó de todas las cosas un cambio. Flores extrañas,

el Valle de la Hierba Policroma y hablábamos de los

brillantes, estrelladas, se precipitaron de los árboles donde

poderosos

no se había dejado ver aún ninguna flor. Las tonalidades del

recientemente.

verde tapiz se hicieron más intensas; una por una se

Por fin, habiéndome un día hablado, deshecha en lágrimas,

retiraron las blancas margaritas y en su lugar brotaron diez

de la cruel transformación postrera que aguarda a la pobre

asfódelos de un rojo rubí. Y estalló por todas partes la vida

Humanidad, no soñó desde entonces más que con aquel

en nuestros senderos, pues el largo flamenco, que no

tema doloroso, mezclándolo en todos nuestros coloquios,

conocíamos todavía, con todos los alegres pájaros de

de igual modo que en las canciones del bardo de Schiraz se

colores ardientes, desplegó su plumaje rojo ante nosotros;

presentan las mismas imágenes obstinadamente en cada

peces de plata y de oro poblaron el rio, de cuyo seno salió

variación importante de la frase. Había ella visto que estaba

poco a poco un murmullo que llegó a henchirse, por último,

el dedo de la Muerte sobre su seno, y que, como la efímera,

en una melodía acusadora, más divina que la del arpa de

no había madurado perfectamente en belleza más que para

Eolo, más dulce que todo, excepto la voz de Eleonora. Y

morir; pero para ella todos los terrores de la tumba estaban

entonces una nube voluminosa, que habíamos acechado

contenidos en un pensamiento único, que me reveló un día, 15

cambios

que

se

habían

manifestado

al anochecer, a orillas del rio del Silencio. La afligía pensar

los privilegios de las almas en el Paraíso, ella sabría, al

que, después de haberla enterrado en el Valle de la Hierba

menos,

Policroma, abandonaría yo para siempre aquellos felices

suspirando por encima de mí en las brisas de la noche o

retiros, y que trasladaría mi amor, que ahora era tan

llenando el aire que yo respirase con el perfume tomado del

apasionadamente suyo por entero, hacia alguna joven

incensario de los ángeles. Y con estas palabras en los labios,

mundana, frívola y vulgar. Y de cuando en cuando me

exhaló su inocente vida, marcando así el final de la primera

arrojaba con precipitación a los pies de Eleonora y le ofrecía

época de la mía.

jurar ante ella y ante el Cielo que no contraería nunca

Hasta aquí he hablado fielmente. Pero cuando paso esta

matrimonio con una hija de la Tierra, que no sería, en modo

barrera formada en la ruta del tiempo por la muerte de mi

alguno, infiel a su amada memoria ni al recuerdo del

bien amada y avanzo por el segundo periodo de mi

ferviente afecto que ella me consagraba. E invoqué al

existencia, siento que se adensa una nube sobre mi cerebro,

Todopoderoso Regulador del Universo como testigo de la

y yo mismo pongo en duda la perfecta cordura de mi

piadosa solemnidad de mi voto. Y la maldición con que les

memoria. Pero dejadme continuar. Los años se arrastraron

supliqué que me aniquilasen El y ella - ella una santa del

pesadamente uno por uno, y seguí habitando en el Valle de

paraíso-, si llegaba a ser perjuro, implicaba un castigo de un

la Hierba Policroma. Sin embargo, había tenido lugar allí un

horror tan prodigioso, que no puedo confiarlo al papel. Y

segundo cambio en todas las cosas. Las flores estrelladas se

ante mis palabras brillaron los ojos brillantes de Eleonora

hundieron en el tronco de los árboles y no reaparecieron

con un fulgor más vivo, y suspiró como si su pecho se

más. Las tonalidades del verde tapiz se apagaron, uno por

sintiese aliviado de un peso mortal, y tembló y lloró muy

uno fenecieron los asfódelos de un rojo rubí, y en su lugar

amargamente; pero aceptó mi juramento (pues ¿qué era ella

brotaron por decenas las oscuras violetas, semejantes a

sino una niña?), y mi juramento hizo más suave su lecho de

pupilas que se convulsionaban dolorosamente, rebosantes

muerte. Y pocos días después, al morir apaciblemente, me

siempre de lágrimas de rocío. Y se alejó de nuestros

decía que a causa de lo que yo había hecho por el reposo de

senderos la Vida, pues el largo flamenco no desplegó ya su

su alma velaría por mí con esa misma alma, y que si le

plumaje rojo ante nosotros, sino que levantó el vuelo

estaba permitido vendría a hacerse visible a mi durante las

tristemente del valle hasta las montañas con todos los

horas de la noche; pero que, si semejante cosa sobrepasaba

alegres 16

darme

pájaros

frecuentes

de

signos

colores

de

ardientes

su

presencia,

que

habían

acompañado su llegada. Y los peces de plata y de oro

para siempre por las vanidades y los turbulentos triunfos del

huyeron nadando por el desfiladero hacia el extremo inferior

mundo. Me encontré en una ciudad extranjera, donde todas

de nuestro dominio, y no volvieron a embellecer nunca más

las cosas servían para borrar del recuerdo los dulces sueños

el delicioso rio. Y aquella música acariciadora, que era más

que soñé tanto tiempo en el Valle de la Hierba Policroma.

dulce que el arpa de Eolo y que todo, excepto la voz de

Las pompas y faustos de una corte soberbia, y el loco

Eleonora, murió poco a poco en murmullos que iban

clamor de las armas, y la belleza radiante de las mujeres,

debilitándose insensiblemente, hasta que el arroyo recobró

trastornaban y embriagaban mi cerebro. Aun así, mi alma

todo él la solemnidad de su silencio original. Y luego, al

había permanecido fiel a sus juramentos y seguía Eleonora

cabo, se elevó la voluminosa nube, y abandonando las

dándome signos de su presencia en las silenciosas horas de

crestas de las montañas a sus antiguas tinieblas, cayó de

la noche. De repente cesaron aquellas manifestaciones, y el

nuevo en las regiones de Héspero y se llevó lejos del Valle

mundo se tornó oscuro ante mis ojos, y me sentí aterrado

de la Hierba Policroma el espectáculo infinito de su púrpura

por los ardientes pensamientos que se apoderaban de mi,

y de su magnificencia. Entre tanto, Eleonora no había

por las terribles tentaciones que me asediaban. Porque vino

olvidado sus promesas, pues oía yo los sonidos del balanceo

de alguna distante, muy distante y desconocida comarca, a

de los incensarios de los ángeles; y flotaban siempre,

la alegre corte del rey a quien yo servía, una doncella cuya

siempre, por el valle vaharadas de un perfume sagrado, y en

belleza rindió en seguida todo mi corazón desleal, ante cuyo

las horas de soledad, cuando mi corazón latía con pesadez,

estrado me postré sin lucha, con la más ardiente y la más

los vientos que bañaban mi frente llegaban hasta mi

abyecta idolatría de amor. ¿Qué era realmente mi pasión por

cargado de quedos suspiros; y llenaban con frecuencia el

la joven del valle, comparada con el fervor, el delirio y el

aire nocturno rumores confusos; y una vez -¡oh, solo una

éxtasis arrebatador de adoración con que difundía yo mi

vez!- fui despertado de mi sueño, comparable al sueño de la

alma toda en lágrimas a los pies de la etérea Ermengarda?

muerte, por la presión de unos labios inmateriales sobre los

¡Oh, cuán fúlgida era la seráfica Ermengarda! Y esta idea no

míos. Pero a pesar de esto, el vacio de mi corazón se negaba

dejaba espacio para ninguna otra. ¡Oh, cuán divina era la

a ser colmado. Ansiaba el amor que lo había henchido antes

angelical

hasta hacerlo rebosar. Por último, me resultó el valle

profundidades de sus ojos memorables sólo pensaba en

doloroso, lleno de los recuerdos de Eleonora, y lo abandoné

ellos y en ella. Me casé con ella, sin temor a la maldición que 17

Ermengarda!

Y

cuando

me

sumía

en

las

había yo invocado; pero no recibí la visita de su amargura. Y

Y el crujir triste, vago, escalofriante de la seda de las

una vez -sólo una vez en el silencio de la noche- llegaron

cortinas rojas llenábame de fantásticos terrores jamás antes

hasta mi, a través de mi ventana, los quedos suspiros que

sentidos. Y ahora aquí, en pie, acallando el latido de mi

me habían abandonado, y se modularon unidos a una dulce

corazón, vuelvo a repetir: "Es un visitante a la puerta de mi

y familiar voz que decía: - ¡Duerme en paz! Pues reina y

cuarto queriendo entrar. Algún visitante que a deshora a mi

gobierna el Espíritu del Amor, al acoger en tu apasionado

cuarto quiere entrar. Eso es todo, y nada más."

corazón a la que se llama Ermengarda, quedas relevado, por

Ahora, mi ánimo cobraba bríos, y ya sin titubeos: "Señor -

razones que te serán dadas a conocer en el cielo, de tus

dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro, mas el

votos para con Eleonora.

caso

es

que,

adormilado

cuando

vinisteis

a

tocar

quedamente, tan quedo vinisteis a llamar, a llamar a la

El cuervo

puerta de mi cuarto, que apenas pude creer que os oía." Y

(poema)

entonces abrí de par en par la puerta: Oscuridad, y nada

Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil

más.

y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre

Escrutando hondo en aquella negrura permanecí largo rato,

un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi

atónito, temeroso, dudando, soñando sueños que ningún

dormido,

si

mortal se haya atrevido jamás a soñar. Mas en el silencio

suavemente tocaran, tocaran a la puerta de mi cuarto. "Es -

insondable la quietud callaba, y la única palabra ahí

dije musitando- un visitante tocando quedo a la puerta de

proferida era el balbuceo de un nombre: "¿Leonora?" Lo

mi cuarto. Eso es todo, y nada más."

pronuncié en un susurro, y el eco lo devolvió en un

¡Ah! aquel lúcido recuerdo de un gélido diciembre; espectros

murmullo: "¡Leonora!" Apenas esto fue, y nada más.

de brasas moribundas reflejadas en el suelo; angustia del

Vuelto a mi cuarto, mi alma toda, toda mi alma abrasándose

deseo del nuevo día; en vano encareciendo a mis libros

dentro de mí, no tardé en oír de nuevo tocar con mayor

dieran tregua a mi dolor. Dolor por la pérdida de Leonora, la

fuerza. "Ciertamente -me dije-, ciertamente algo sucede en

única, virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada.

la reja de mi ventana. Dejad, pues, que vea lo que sucede

Aquí ya sin nombre, para siempre.

allí, y así penetrar pueda en el misterio. Dejad que a mi

oyóse

de

súbito

un

leve

golpe,

como

18

corazón llegue un momento el silencio, y así penetrar pueda

han ido antes; mañana él también me dejará, como me

en el misterio." ¡Es el viento, y nada más!

abandonaron mis esperanzas." Y entonces dijo el pájaro:

De un golpe abrí la puerta, y con suave batir de alas, entró

"Nunca más."

un majestuoso cuervo de los santos días idos. Sin asomos

Sobrecogido al romper el silencio tan idóneas palabras, "sin

de reverencia, ni un instante quedo; y con aires de gran

duda -pensé-, sin duda lo que dice es todo lo que sabe, su

señor o de gran dama fue a posarse en el busto de Palas,

solo repertorio, aprendido de un amo infortunado a quien

sobre el dintel de mi puerta. Posado, inmóvil, y nada más.

desastre impío persiguió, acosó sin dar tregua hasta que su

Entonces, este pájaro de ébano cambió mis tristes fantasías

cantinela sólo tuvo un sentido, hasta que las endechas de su

en una sonrisa con el grave y severo decoro del aspecto de

esperanza llevaron sólo esa carga melancólica de "Nunca,

que se revestía. "Aun con tu cresta cercenada y mocha -le

nunca más."

dije-. no serás un cobarde. hórrido cuervo vetusto y

Mas el Cuervo arrancó todavía de mis tristes fantasías una

amenazador. Evadido de la ribera nocturna. ¡Dime cuál es tu

sonrisa; acerqué un mullido asiento frente al pájaro, el

nombre en la ribera de la Noche Plutónica!" Y el Cuervo dijo:

busto y la puerta; y entonces, hundiéndome en el terciopelo,

"Nunca más."

empecé a enlazar una fantasía con otra, pensando en lo que

Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado pudiera

este ominoso pájaro de antaño, lo que este torvo,

hablar

desgarbado, hórrido, flaco y ominoso pájaro de antaño

tan

claramente;

aunque

poco

significaba

su

respuesta. Poco pertinente era. Pues no podemos sino

quería decir graznando: "Nunca más,"

concordar en que ningún ser humano ha sido antes

En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra, frente al

bendecido con la visión de un pájaro posado sobre el dintel

ave cuyos ojos, como-tizones encendidos, quemaban hasta

de su puerta, pájaro o bestia, posado en el busto esculpido

el fondo de mi pecho. Esto y más, sentado, adivinaba, con la

de Palas en el dintel de su puerta con semejante nombre:

cabeza reclinada

"Nunca más."

acariciado por la luz de la lámpara; en el forro de terciopelo

Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto. las

violeta acariciado por la luz de la lámpara ¡que ella no

palabras pronunció, como vertiendo su alma sólo en esas

oprimiría, ¡ay!, nunca más!

palabras. Nada más dijo entonces; no movió ni una pluma. Y

Entonces me pareció que el aire se tornaba más denso,

entonces yo me dije, apenas murmurando: "Otros amigos se

perfumado por invisible incensario mecido por serafines 19

en

el aterciopelado

forro del

cojín

cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado. "¡Miserable

Aparta tu pico de mi corazón y tu figura del dintel de mi

-dije-, tu Dios te ha concedido,

puerta. Y el Cuervo dijo: Nunca más."

por estos ángeles te ha otorgado una tregua, tregua de

Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo. Aún sigue posado,

nepente de tus recuerdos de Leonora! ¡Apura, oh, apura este

aún sigue posado en el pálido busto de Palas. en el dintel de

dulce nepente y olvida a tu ausente Leonora!" Y el Cuervo

la puerta de mi cuarto. Y sus ojos tienen la apariencia de los

dijo: "Nunca más."

de un demonio que está soñando. Y la luz de la lámpara que

"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro

sobre él se derrama tiende en el suelo su sombra. Y mi

o demonio enviado por el Tentador, o arrojado por la

alma, del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo, no

tempestad a este refugio desolado e impávido, a esta

podrá liberarse. ¡Nunca más!

desértica tierra encantada, a este hogar hechizado por el horror! Profeta, dime, en verdad te lo imploro, ¿hay, dime,

El retrato ovalado

hay bálsamo en Galaad? ¡Dime, dime, te imploro!" Y el

El castillo en el cual mi criado se le había ocurrido penetrar a

cuervo dijo: "Nunca más."

la fuerza en vez de permitirme, malhadadamente herido

"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro

como estaba, de pasar una noche al ras, era uno de esos

o demonio! ¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras

edificios mezcla de grandeza y de melancolía que durante

cabezas, ese Dios que adoramos tú y yo, dile a esta alma

tanto tiempo levantaron sus altivas frentes en medio de los

abrumada de penas si en el remoto Edén tendrá en sus

Apeninos, tanto en la realidad como en la imaginación de

brazos a una santa doncella llamada por los ángeles

Mistress Radcliffe. Según toda apariencia, el castillo había

Leonora, tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen

sido recientemente abandonado, aunque temporariamente.

llamada por los ángeles Leonora!" Y el cuervo dijo: "Nunca

Nos instalamos en una de las habitaciones más pequeñas y

más."

menos suntuosamente amuebladas. Estaba situada en una

"¡Sea esa palabra nuestra señal de partida pájaro o espíritu

torre aislada del resto del edificio. Su decorado era rico,

maligno! -le grité presuntuoso. ¡Vuelve a la tempestad, a la

pero antiguo y sumamente deteriorado. Los muros estaban

ribera de la Noche Plutónica. No dejes pluma negra alguna,

cubiertos de tapicerías y adornados con numerosos trofeos

prenda de la mentira que profirió tu espíritu! Deja mi

heráldicos de toda clase, y de ellos pendían un número

soledad intacta. Abandona el busto del dintel de mi puerta.

verdaderamente prodigioso de pinturas modernas, ricas de 20

estilo, encerradas en sendos marcos dorados, de gusto

advirtiera. Era el retrato de una joven ya formada, casi

arabesco. Me produjeron profundo interés, y quizá mi

mujer. Lo contemplé rápidamente y cerré los ojos. ¿Por qué?

incipiente delirio fue la causa, aquellos cuadros colgados no

No me lo expliqué al principio; pero, en tanto que mis ojos

solamente en las paredes principales, sino también en una

permanecieron cerrados, analicé rápidamente el motivo que

porción de rincones que la arquitectura caprichosa del

me los hacía cerrar. Era un movimiento involuntario para

castillo hacía inevitable; hice a Pedro cerrar los pesados

ganar tiempo y recapacitar, para asegurarme de que mi vista

postigos del salón, pues ya era hora avanzada, encender un

no me había engañado, para calmar y preparar mi espíritu a

gran candelabro de muchos brazos colocado al lado de mi

una contemplación más fría y más serena. Al cabo de

cabecera, y abrir completamente las cortinas de negro

algunos momentos, miré de nuevo el lienzo fijamente.

terciopelo, guarnecidas de festones, que rodeaban el lecho.

No era posible dudar, aun cuando lo hubiese querido;

Quíselo así para poder, al menos, si no reconciliaba el

porque el primer rayo de luz al caer sobre el lienzo, había

sueño, distraerme alternativamente entre la contemplación

desvanecido el estupor delirante de que mis sentidos se

de estas pinturas y la lectura de un pequeño volumen que

hallaban poseídos, haciéndome volver repentinamente a la

había encontrado sobre la almohada, en que se criticaban y

realidad de la vida.

analizaban.

El cuadro representaba, como ya he dicho, a una joven. se

Leí

largo

tiempo;

contemplé

las

pinturas

religiosas

trataba sencillamente de un retrato de medio cuerpo, todo

devotamente; las horas huyeron, rápidas y silenciosas, y

en este estilo que se llama, en lenguaje técnico, estilo de

llegó la media noche. La posición del candelabro me

viñeta; había en él mucho de la manera de pintar de Sully en

molestaba, y extendiendo la mano con dificultad para no

sus cabezas favoritas. Los brazos, el seno y las puntas de

turbar el sueño de mi criado, lo coloqué de modo que

sus radiantes cabellos, se pendían en la sombra vaga, pero

arrojase la luz de lleno sobre el libro.

profunda, que servía de fondo a la imagen. El marco era

Pero este movimiento produjo un efecto completamente

oval, magníficamente dorado, y de un bello estilo morisco.

inesperado. La luz de sus numerosas bujías dio de pleno en

Tal vez no fuese ni la ejecución de la obra, ni la excepcional

un nicho del salón que una de las columnas del lecho había

belleza de su fisonomía lo que me impresionó tan repentina

hasta entonces cubierto con una sombra profunda. Vi

y profundamente. No podía creer que mi imaginación, al

envuelto en viva luz un cuadro que hasta entonces no

salir de su delirio, hubiese tomado la cabeza por la de una 21

persona viva. Empero, los detalles del dibujo, el estilo de

de día en día. Y era un hombre vehemente, extraño,

viñeta y el aspecto del marco, no me permitieron dudar ni

pensativo y que se perdía en mil ensueños; tanto que no

un solo instante. Abismado en estas reflexiones, permanecí

veía que la luz que penetraba tan lúgubremente en esta

una hora entera con los ojos fijos en el retrato. Aquella

torre aislada secaba la salud y los encantos de su mujer, que

inexplicable expresión de realidad y vida que al principio me

se consumía para todos excepto para él. Ella, no obstante,

hiciera estremecer, acabó por subyugarme. Lleno de terror y

sonreía más y más, porque veía que el pintor, que disfrutaba

respeto, volví el candelabro a su primera posición, y

de gran fama, experimentaba un vivo y ardiente placer en su

habiendo así apartado de mi vista la causa de mi profunda

tarea, y trabajaba noche y día para trasladar al lienzo la

agitación, me apoderé ansiosamente del volumen que

imagen de la que tanto amaba, la cual de día en día

contenía la historia y descripción de los cuadros. Busqué

tornábase más débil y desanimada. Y, en verdad, los que

inmediatamente el número correspondiente al que marcaba

contemplaban el retrato, comentaban en voz baja su

el retrato oval, y leí la extraña y singular historia siguiente:

semejanza maravillosa, prueba palpable del genio del

"Era una joven de peregrina belleza, tan graciosa como

pintor, y del profundo amor que su modelo le inspiraba.

amable, que en mal hora amó al pintor y se desposó con él.

Pero, al fin, cuando el trabajo tocaba a su término, no se

Él tenía un carácter apasionado, estudioso y austero, y había

permitió a nadie entrar en la torre; porque el pintor había

puesto en el arte sus amores; ella, joven, de rarísima

llegado a enloquecer por el ardor con que tomaba su

belleza, toda luz y sonrisas, con la alegría de un cervatillo,

trabajo, y levantaba los ojos rara vez del lienzo, ni aun para

amándolo todo, no odiando más que el arte, que era su

mirar el rostro de su esposa. Y no podía ver que los colores

rival, no temiendo más que la paleta, los pinceles y demás

que extendía sobre el lienzo se borraban de las mejillas de

instrumentos importunos que le arrebataban el amor de su

la que tenía sentada a su lado. Y cuando muchas semanas

adorado. Terrible impresión causó a la dama oír al pintor

hubieron transcurrido, y no restaba por hacer más que una

hablar del deseo de retratarla. Mas era humilde y sumisa, y

cosa muy pequeña, sólo dar un toque sobre la boca y otro

se sentó pacientemente, durante largas semanas, en la

sobre los ojos, el alma de la dama palpitó aún, como la

sombría y alta habitación de la torre, donde la luz se filtraba

llama de una lámpara que está próxima a extinguirse. Y

sobre el pálido lienzo solamente por el cielo raso. El artista

entonces el pintor dio los toques, y durante un instante

cifraba su gloria en su obra, que avanzaba de hora en hora,

quedó en éxtasis ante el trabajo que había ejecutado. Pero 22

un

minuto

después,

estremeciéndose,

palideció

desesperación o del frenesí. La abadía estaba ampliamente

intensamente herido por el terror, y gritó con voz terrible:

aprovisionada. Con precauciones semejantes, los cortesanos

"¡En verdad, esta es la vida misma!" Se volvió bruscamente

podían desafiar el contagio. Que el mundo exterior se las

para mirar a su bien amada: ¡Estaba muerta!"

arreglara por su cuenta; entretanto era una locura afligirse. El príncipe había reunido todo lo necesario para los

La máscara de la muerte roja

placeres.

La "Muerte Roja" había devastado el país durante largo

músicos; había hermosura y vino. Todo eso y la seguridad

tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan

estaban del lado de adentro. Afuera estaba la Muerte Roja.

espantosa. La sangre era encarnación y su sello: el rojo y el

Al cumplirse el quinto o sexto mes de su reclusión, y cuando

horror de la sangre. Comenzaba con agudos dolores, un

la peste hacía los más terribles estragos, el príncipe

vértigo repentino, y luego los poros sangraban y sobrevenía

Próspero ofreció a sus mil amigos un baile de máscaras de

la muerte. Las manchas escarlata en el cuerpo y la cara de la

la más insólita magnificencia.

víctima eran el bando de la peste, que la aislaba de toda

Aquella mascarada era un cuadro voluptuoso, pero permitan

ayuda y de toda simpatía, y la invasión, progreso y fin de la

que antes les describa los salones donde se celebraba. Eran

enfermedad se cumplían en media hora.

siete -una serie imperial de estancias-. En la mayoría de los

Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz.

palacios, la sucesión de salones forma una larga galería en

Cuando sus dominios quedaron semidespoblados llamó a su

línea recta, pues las dobles puertas se abren hasta adosarse

lado a mil caballeros y damas de su corte, y se retiró con

a las paredes, permitiendo que la vista alcance la totalidad

ellos al seguro encierro de una de sus abadías fortificadas.

de la galería. Pero aquí se trataba de algo muy distinto,

Era ésta de amplia y magnífica construcción y había sido

como cabía esperar del amor del príncipe por lo extraño. Las

creada por el excéntrico aunque majestuoso gusto del

estancias se hallaban dispuestas con tal irregularidad que la

príncipe. Una sólida y altísima muralla la circundaba. Las

visión no podía abarcar más de una a la vez. Cada veinte o

puertas de la muralla eran de hierro. Una vez adentro, los

treinta metros había un brusco recodo, y en cada uno nacía

cortesanos trajeron fraguas y pesados martillos y soldaron

un nuevo efecto. A derecha e izquierda, en mitad de la

los cerrojos. Habían resuelto no dejar ninguna vía de

pared, una alta y estrecha ventana gótica daba a un corredor

ingreso

cerrado que seguía el contorno de la serie de salones. Las

o

de

salida

a

los

súbitos

impulsos

de

la 23

Había

bufones,

improvisadores,

bailarines

y

ventanas tenían vitrales cuya coloración variaba con el tono

derramaba sobre las sombrías colgaduras, producía un

dominante de la decoración del aposento. Si, por ejemplo, la

efecto terriblemente siniestro, y daba una coloración tan

cámara de la extremidad oriental tenía tapicerías azules,

extraña a los rostros de quienes penetraban en ella, que

vívidamente azules eran sus ventanas. La segunda estancia

pocos eran lo bastante audaces para poner allí los pies. En

ostentaba tapicerías y ornamentos purpúreos, y aquí los

este aposento, contra la pared del poniente, se apoyaba un

vitrales eran púrpura. La tercera era enteramente verde, y lo

gigantesco reloj de ébano. Su péndulo se balanceaba con un

mismo los cristales. La cuarta había sido decorada e

resonar sordo, pesado, monótono; y cuando el minutero

iluminada con tono naranja; la quinta, con blanco; la sexta,

había completado su circuito y la hora iba a sonar, de las

con violeta. El séptimo aposento aparecía completamente

entrañas de bronce del mecanismo nacía un tañido claro y

cubierto de colgaduras de terciopelo negro, que abarcaban

resonante, lleno de música; mas su tono y su énfasis eran

el techo y la paredes, cayendo en pliegues sobre una

tales que, a cada hora, los músicos de la orquesta se veían

alfombra del mismo material y tonalidad. Pero en esta

obligados a interrumpir momentáneamente su ejecución

cámara el color de las ventanas no correspondía a la

para escuchar el sonido, y las parejas danzantes cesaban

decoración. Los cristales eran escarlata, tenían un color de

por fuerza sus evoluciones; durante un momento, en aquella

sangre.

alegre sociedad reinaba el desconcierto; y, mientras aún

A pesar de la profusión de ornamentos de oro que aparecían

resonaban los tañidos del reloj, era posible observar que los

aquí y allá o colgaban de los techos, en aquellas siete

más atolondrados palidecían y los de más edad y reflexión

estancias no había lámparas ni candelabros. Las cámaras no

se pasaban la mano por la frente, como si se entregaran a

estaban iluminadas con bujías o arañas. Pero en los

una confusa meditación o a un ensueño. Pero apenas los

corredores paralelos a la galería, y opuestos a cada ventana,

ecos cesaban del todo, livianas risas nacían en la asamblea;

se alzaban pesados trípodes que sostenían un ígneo brasero

los músicos se miraban entre sí, como sonriendo de su

cuyos rayos se proyectaban a través de los cristales teñidos

insensata nerviosidad, mientras se prometían en voz baja

e iluminaban brillantemente cada estancia. Producían en esa

que el siguiente tañido del reloj no provocaría en ellos una

forma multitud de resplandores tan vivos como fantásticos.

emoción semejante. Mas, al cabo de sesenta y tres mil

Pero en la cámara del poniente, la cámara negra, el fuego

seiscientos segundos del Tiempo que huye, el reloj daba

que a través de los cristales de color de sangre se 24

otra vez la hora, y otra vez nacían el desconcierto, el

silencio, salvo la voz del reloj. Los sueños están helados,

temblor y la meditación.

rígidos en sus posturas. Pero los ecos del tañido se pierden

Pese a ello, la fiesta era alegre y magnífica. El príncipe tenía

-apenas han durado un instante- y una risa ligera, a medias

gustos singulares. Sus ojos se mostraban especialmente

sofocada, flota tras ellos en su fuga. Otra vez crece la

sensibles a los colores y sus efectos. Desdeñaba los

música, viven los sueños, contorsionándose al pasar por las

caprichos de la mera moda. Sus planes eran audaces y

ventanas, por las cuales irrumpen los rayos de los trípodes.

ardientes,

bárbaro

Mas en la cámara que da al oeste ninguna máscara se

esplendor. Algunos podrían haber creído que estaba loco.

aventura, pues la noche avanza y una luz más roja se filtra

Sus cortesanos sentían que no era así. Era necesario oírlo,

por los cristales de color de sangre; aterradora es la tiniebla

verlo y tocarlo para tener la seguridad de que no lo estaba.

de las colgaduras negras; y, para aquél cuyo pie se pose en

sus

concepciones

brillaban

con

la sombría alfombra, brota del reloj de ébano un ahogado

El príncipe

resonar mucho más solemne que los que alcanzan a oír las

se había ocupado personalmente de gran parte de la

máscaras entregadas a la lejana alegría de las otras

decoración de las siete salas destinadas a la gran fiesta, su

estancias.

gusto había guiado la elección de los disfraces.

Se congregaba densa multitud en estas últimas, donde

Grotescos eran éstos, a no dudarlo. Reinaba en ellos el

afiebradamente latía el corazón de la vida. Continuaba la

brillo, el esplendor, lo picante y lo fantasmagórico. Se veían

fiesta en su torbellino hasta el momento en que comenzaron

figuras de arabesco, con siluetas y atuendos incongruentes,

a oírse los tañidos del reloj anunciando la medianoche. Calló

se veían fantasías delirantes, como las que aman los locos.

entonces la música, como ya he dicho, y las evoluciones de

En verdad, en aquellas siete cámaras se movía, de un lado a

los que bailaban se interrumpieron; y como antes, se

otro, una multitud de sueños. Y aquellos sueños se

produjo en todo una cesación angustiosa. Mas esta vez el

contorsionaban en todas partes, cambiando de color al

reloj debía tañer doce campanadas, y quizá por eso ocurrió

pasar por los aposentos, y haciendo que la extraña música

que los pensamientos invadieron en mayor número las

de la orquesta pareciera el eco de sus pasos.

meditaciones

Mas otra vez tañe el reloj que se alza en el aposento de

multitud entregada a la fiesta. Y quizá también por eso

terciopelo. Por un momento todo queda inmóvil; todo es

ocurrió que, antes de que los últimos ecos del carrillón se 25

de aquellos

que reflexionaban

entre

la

hubieran hundido en el silencio, muchos de los concurrentes

salpicada de sangre, y su amplia frente, así como el rostro,

tuvieron tiempo para advertir la presencia de una figura

aparecían manchados por el horror escarlata.

enmascarada que hasta entonces no había llamado la

Cuando los ojos del príncipe Próspero cayeron sobre la

atención de nadie. Y, habiendo corrido en un susurro la

espectral imagen (que ahora, con un movimiento lento y

noticia de aquella nueva presencia, se alzó al final un rumor

solemne como para dar relieve a su papel, se paseaba entre

que expresaba desaprobación, sorpresa y, finalmente,

los bailarines), se convulsionó en el primer momento con un

espanto, horror y repugnancia. En una asamblea de

estremecimiento

fantasmas como la que acabo de describir es de imaginar

inmediatamente su frente enrojeció de rabia.

que

provocado

-¿Quién se atreve -preguntó, con voz ronca, a los

semejante conmoción. El desenfreno de aquella mascarada

cortesanos que lo rodeaban-, quién se atreve a insultarnos

no tenía límites, pero la figura en cuestión lo ultrapasaba e

con

iba incluso más allá de lo que el liberal criterio del príncipe

desenmascárenlo, para que sepamos a quién vamos a

toleraba. En el corazón de los más temerarios hay cuerdas

ahorcar al alba en las almenas!

que no pueden tocarse sin emoción. Aún el más relajado de

Al pronunciar estas palabras, el príncipe Próspero se hallaba

los seres, para quien la vida y la muerte son igualmente un

en el aposento del este, el aposento azul. Sus acentos

juego, sabe que hay cosas con las cuales no se puede jugar.

resonaron alta y claramente en las siete estancias, pues el

Los concurrentes parecían sentir en lo más hondo que el

príncipe era hombre temerario y robusto, y la música

traje y la apariencia del desconocido no revelaban ni ingenio

acababa de cesar a una señal de su mano.

ni decoro. Su figura, alta y flaca, estaba envuelta de la

Con un grupo de pálidos cortesanos a su lado hallábase el

cabeza a los pies en una mortaja. La máscara que ocultaba

príncipe en el aposento azul. Apenas hubo hablado, los

el rostro se parecía de tal manera al semblante de un

presentes hicieron un movimiento en dirección al intruso,

cadáver ya rígido, que el escrutinio más detallado se habría

quien, en ese instante, se hallaba a su alcance y se acercaba

visto en dificultades para descubrir el engaño. Cierto,

al príncipe con paso sereno y cuidadoso. Mas la indecible

aquella frenética concurrencia podía tolerar, si no aprobar,

aprensión que la insana apariencia de enmascarado había

semejante disfraz. Pero el enmascarado se había atrevido a

producido en los cortesanos impidió que nadie alzara la

asumir las apariencias de la Muerte Roja. Su mortaja estaba

mano para detenerlo; y así, sin impedimentos, pasó éste a

una

aparición

ordinaria

no

hubiera

26

esta

burla

de

terror

o

blasfematoria?

de

disgusto;

¡Apodérense

de

pero

él

y

un metro del príncipe, y, mientras la vasta concurrencia

Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja.

retrocedía en un solo impulso hasta pegarse a las paredes,

Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno

siguió andando ininterrumpidamente pero con el mismo y

cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de

solemne paso que desde el principio lo había distinguido. Y

sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su

de la cámara azul pasó la púrpura, de la púrpura a la verde,

caída. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último

de la verde a la anaranjada, desde ésta a la blanca y de allí, a

de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes

la violeta antes de que nadie se hubiera decidido a

expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo

detenerlo. Mas entonces el príncipe Próspero, enloquecido

dominaron todo.

por la ira y la vergüenza de su momentánea cobardía, se lanzó a la carrera a través de los seis aposentos, sin que

El pozo y el péndulo

nadie lo siguiera por el mortal terror que a todos paralizaba.

ESTABA AGOTADO, AGOTADO hasta no poder más, por

Puñal en mano, acercóse impetuosamente hasta llegar a tres

aquella larga agonía. Cuando, por último, me desataron y

o cuatro pasos de la figura, que seguía alejándose, cuando

pude sentarme, noté que perdía el conocimiento. La

ésta, al alcanzar el extremo del aposento

sentencia, la espantosa sentencia de muerte, fue la última

de

terciopelo,

se

volvió

de

golpe

y

enfrentó

a

su

frase claramente acentuada que llegó a mis oídos. Luego, el

perseguidor. Oyóse un agudo grito, mientras el puñal caía

sonido de las voces de los inquisidores me pareció que se

resplandeciente sobre la negra alfombra, y el príncipe

apagaba en el indefinido zumbido de un sueño. El ruido

Próspero se desplomaba muerto. Poseídos por el terrible

aquel provocaba en mi espíritu una idea de rotación, quizá a

coraje de la desesperación, numerosas máscaras se lanzaron

causa de que lo asociaba en mis pensamientos con una

al aposento negro; pero, al apoderarse del desconocido,

rueda de molino. Pero aquello duró poco tiempo, porque, de

cuya alta figura permanecía erecta e inmóvil a la sombra del

pronto, no oí nada más. No obstante, durante algún rato

reloj de ébano, retrocedieron con inexpresable horror al

pude ver, pero ¡con qué terrible exageración! Veía los labios

descubrir que el sudario y la máscara cadavérica que con

de los jueces vestidos de negro: eran blancos, más blancos

tanta rudeza habían aferrado no contenían ninguna figura

que la hoja de papel sobre la que estoy escribiendo estas

tangible.

palabras; y delgados hasta lo grotesco, adelgazados por la intensidad 27

de

su

dura

expresión,

de

su

resolución

inexorable, del riguroso desprecio al dolor humano. Veía

negrura de las tinieblas; todas las sensaciones parecieron

que los decretos de lo que para mí representaba el Destino

desaparecer como en una zambullida loca y precipitada del

salían aún de aquellos labios. Los vi retorcerse en una frase

alma en el Hades. Y el Universo fue sólo noche, silencio,

mortal; les vi pronunciar las sílabas de mi nombre, y me

inmovilidad. Estaba desvanecido. Pero, no obstante, no

estremecí al ver que el sonido no seguía al movimiento.

puedo decir que hubiese perdido la conciencia del todo. La

Durante varios momentos de espanto frenético vi también la

que me quedaba, no intentaré definirla, ni describirla

blanda y casi imperceptible ondulación de las negras

siquiera. Pero, en fin, todo no estaba perdido. En medio del

colgaduras que cubrían las paredes de la sala, y mi vista

más profundo sueño.... ¡no! En medio del delirio.... ¡no! En

cayó entonces sobre los siete grandes hachones que se

medio del desvanecimiento.... ¡no! En medio de la muerte...,

habían colocado sobre la mesa. Tomaron para mí, al

¡no! Si fuera de otro modo, no habría salvación para el

principio, el aspecto de la caridad, y los imaginé ángeles

hombre.

blancos y esbeltos que debían salvarme. Pero entonces, y de

Cuando

pronto, una náusea mortal invadió mi alma, y sentí que cada

rompemos la telaraña de algún sueño. Y, no obstante, un

fibra de mi ser se estremecía como si hubiera estado en

segundo más tarde es tan delicado este tejido, que no

contacto con el hilo de una batería galvánico. Y las formas

recordamos haber soñado.

angélicas se convertían en insignificantes espectros con

Dos grados hay, al volver del desmayo a la vida: el

cabeza de llama, y claramente comprendí que no debía

sentimiento de la existencia moral o espiritual y el de la

esperar de ellos auxilio alguno. Entonces, como una

existencia física. Parece probable que si, al llegar al segundo

magnífica nota musical, se insinuó en mi imaginación la idea

grado, hubiéramos de evocar las impresiones del primero,

del inefable reposo que nos espera en la tumba. Llegó

volveríamos a encontrar todos los recuerdos elocuentes del

suave, furtivamente; creo que necesité un gran rato para

abismo trasmundano. Y ¿cuál es ese abismo? ¿Cómo, al

apreciarla por completo. Pero en el preciso instante en que

menos, podremos distinguir sus sombras de las de la

mi espíritu comenzaba a sentir claramente esa idea, y a

tumba? Pero si las impresiones de lo que he llamado primer

acariciarla, las figuras de los jueces se desvanecieron como

grado no acuden de nuevo al llamamiento de la voluntad, no

por arte de magia; los grandes hachones se redujeron a la

obstante, después de un largo intervalo, ¿no aparecen sin

nada; sus llamas se apagaron por completo, y sobrevino la

ser solicitadas, mientras, maravillados, nos preguntarnos de 28

nos

despertamos

del

más

profundo

sueño,

dónde proceden? Quien no se haya desmayado nunca no

hubiesen detenido, vencidos por el hastío infinito de su

descubrirá

singularmente

tarea. Recuerda mi alma más tarde una sensación de

familiares entre las ardientes llamas; no será el que

insipidez y de humedad; después, todo no es más que

contemple, flotando en el aire, las visiones melancólicas que

locura, la locura de una memoria que se agita en lo

el vulgo no puede vislumbrar; no será el que medite sobre el

abominable. De pronto vuelven a mi alma un movimiento y

perfume de alguna flor desconocida, ni el que se perderá en

un sonido: el movimiento tumultuoso del corazón y el rumor

el misterio de alguna melodía que nunca hubiese llamado su

de sus latidos. Luego, un intervalo en el que todo

atención hasta entonces.

desaparece. Luego, el sonido de nuevo, el movimiento y el

En medio de mis repetidos e insensatos esfuerzos, en medio

tacto, como una sensación vibrante penetradora de mi ser.

de mi enérgica tenacidad en recoger algún vestigio de ese

Después la simple conciencia de mi existencia sin

estado de vacío, hubo instantes en que soñé triunfar. Tuve

pensamiento,

momentos

a

bruscamente, el pensamiento de nuevo, un temor que me

condensar recuerdos que en épocas posteriores mi razón

producía escalofríos y un esfuerzo ardiente por comprender

lúcida me ha afirmado no poder referirse sino a ese estado

mi verdadero estado. Después, un vivo afán de caer en la

en que parece aniquilada la conciencia. Muy confusamente

insensibilidad. Luego, un brusco renacer del alma y una

me presentan esas sombras de recuerdos grandes figuras

afortunada tentativa de movimiento. Entonces, el recuerdo

que me levantaban, transportándome silenciosamente hacia

completo del proceso, de los negros tapices, de la

abajo, aún más hacia abajo, cada vez más abajo, hasta que

sentencia, de mi debilidad, de mi desmayo. Y el olvido más

me invadió un vértigo espantoso a la simple idea del infinito

completo en torno a lo que ocurrió más tarde. Únicamente

en descenso.

después, y gracias a la constancia más enérgica, he logrado

También me recuerdan no sé qué vago espanto que

recordarlo vagamente.

experimentaba el corazón, precisamente a causa de la calma

No había abierto los ojos hasta ese momento. Pero sentía

sobrenatural de ese corazón. Luego, el sentimiento de una

que estaba tendido de espaldas y sin ataduras. Extendí la

repentina inmovilidad en todo lo que me rodeaba, como si

mano y pesadamente cayó sobre algo húmedo y duro.

quienes me llevaban, un cortejo de espectros, hubieran

Durante algunos minutos la dejé descansar así, haciendo

pasado, al descender, los límites de lo ilimitado, y se

esfuerzos por adivinar dónde podía encontrarme y lo que

extraños

breves,

palacios

brevísimos,

y

en

casas

que

he

llegado

29

sensación

que

duró

mucho.

Luego,

había sido de mí. Sentía una gran impaciencia por hacer uso

sido puesto en requerimiento el contingente de víctimas, Por

de mis ojos, pero no me atreví. Tenía miedo de la primera

otra parte, mi primer calabozo, como todas las celdas de los

mirada sobre las cosas que me rodeaban. No es que me

condenados, en Toledo, estaba empedrado y había en él

aterrorizara contemplar cosas horribles, sino que me

alguna luz. Repentinamente, una horrible idea aceleró mi

aterraba la idea de no ver nada.

sangre en torrentes hacia mi corazón, y durante unos

A la larga, con una loca angustia en el corazón, abrí

instantes caí de nuevo en mi insensibilidad. Al volver en mí,

rápidamente los ojos. Mi espantoso pensamiento hallábase,

de un solo movimiento me levanté sobre mis pies,

pues, confirmado. Me rodeaba la negrura de la noche

temblando convulsivamente en cada fibra. Desatinadamente,

eterna. Me parecía que la intensidad de las tinieblas me

extendí mis brazos por encima de mi cabeza y a mi

oprimía y me sofocaba. La atmósfera era intolerablemente

alrededor, en todas direcciones. No sentí nada. No obstante,

pesada. Continué acostado tranquilamente e hice un

temblaba a la idea de dar un paso, pero me daba miedo

esfuerzo por emplear mi razón. Recordé los procedimientos

tropezar contra los muros de mi tumba. Brotaba el sudor

inquisitoriales, y, partiendo de esto, procuré deducir mi

por todos mis poros, y en gruesas gotas frías se detenía

posición verdadera. Había sido pronunciada la sentencia, y

sobre mi frente. A la larga, se me hizo intolerable la agonía

me parecía que desde entonces había transcurrido un largo

de la incertidumbre y avancé con precaución, extendiendo

intervalo de tiempo. No obstante, ni un solo momento

los brazos y con los ojos fuera de sus órbitas, con la

imaginé que estuviera realmente muerto. A pesar de todas

esperanza de hallar un débil rayo de luz. Di algunos pasos,

las ficciones literarias, semejante idea es absolutamente

pero todo estaba negro. Respiré con mayor libertad. Por fin,

incompatible con la existencia real. Pero ¿dónde me

me pareció evidente que el destino que me habían reservado

encontraba y cuál era mi estado? Sabía que los condenados

no era el más espantoso de todos. Y entonces, mientras

a muerte morían con frecuencia en los autos de fe. La

precavidamente continuaba avanzando, se confundían en

misma tarde del día de mi juicio habíase celebrado una

masa en mi memoria mil vagos rumores que sobre los

solemnidad de especie. ¿Me habían llevado, acaso, de nuevo

horrores

a mi calabozo para aguardar en él el próximo sacrificio que

contábanse cosas extrañas. Yo siempre había creído que

había de celebrarse meses más tarde? Desde el principio

eran fábulas; pero, sin embargo, eran tan extraños, que sólo

comprendí que esto no podía ser. Inmediatamente había

podían repetirse en voz baja. ¿Debía morir yo de hambre, en 30

de

Toledo

corrían.

Sobre

esos

calabozos

aquel subterráneo mundo de tinieblas, y qué muerte más

muro. Recorriendo a tientas mi camino en torno a mi

terrible quizá me esperaba? Puesto que conocía demasiado

calabozo, al terminar el circuito tendría que encontrar el

bien el carácter de mis jueces, no podía dudar de que el

trozo de tela. Por lo menos, esto era lo que yo creía; pero no

resultado era la Muerte, y una muerte de una amargura

había tenido en cuenta ni las dimensiones de la celda ni mi

escogida. Lo que sería, y la hora de su ejecución, era lo

debilidad.

único que me preocupaba y me aturdía.

Tambaleándome, anduve durante algún rato. Después

Mis extendidas manos encontraron, por último, un sólido

tropecé y caí. Mi gran cansancio me decidió a continuar

obstáculo, Era una pared que parecía construida de piedra,

tumbado, y no tardó el sueño en apoderarse de mí en

muy lisa, húmeda y fría. La fui siguiendo de cerca,

aquella posición. Al despertarme y alargar el brazo hallé a

caminando con la precavida desconfianza que me habían

mi lado un pan y un cántaro con agua. Estaba demasiado

inspirado ciertas narraciones antiguas. Sin embargo, esta

agotado para reflexionar en tales circunstancias, y bebí y

operación

para

comí ávidamente. Tiempo más tarde reemprendí mi viaje en

examinar la dimensión de mi calabozo, pues podía dar la

torno a mi calabozo, y trabajosamente logré llegar al trozo

vuelta y volver al punto de donde había partido sin darme

de estameña. En el momento de caer había contado ya

cuenta de lo perfectamente igual que parecía la pared. En

cincuenta y dos pasos, y desde que reanudé el camino hasta

vista de ello busqué el cuchillo que guardaba en uno de mis

encontrar la tela, cuarenta y ocho. De modo que medía un

bolsillos cuando fui conducido al tribunal. Pero había

total de cien pasos, y suponiendo que dos de ellos

desaparecido, porque mis ropas habían sido cambiadas por

constituyeran una yarda, calculé en unas cincuenta yardas la

un traje de grosera estameña.

circunferencia

Con objeto de comprobar perfectamente mi punto de

tropezado con numerosos ángulos en la pared y esto

partida, había pensado clavar la hoja en alguna pequeña

impedía el conjeturar la forma de la cueva, pues no había

grieta de la pared. Sin embargo, la dificultad era bien fácil

duda alguna de que aquello era una cueva.

de ser solucionada, y, no obstante, al principio, debido al

No ponía gran interés en aquellas investigaciones, y con

desorden de mi pensamiento, me pareció insuperable.

toda

Rasgué una tira de la orla de mi vestido y la coloqué en el

curiosidad me impulsó a continuarlas. Dejando la pared,

suelo en toda su longitud, formando un ángulo recto con el

decidí atravesar la superficie de mi prisión. Al principio

no

me

proporcionaba

medio

alguno

31

El

terreno

de

seguridad

mi

estaba

era

húmedo

calabozo.

Sin

desalentado.

y

resbaladizo.

embargo,

Pero

una

había

vaga

procedí con extrema precaución, pues el suelo, aunque

mientras un débil rayo de luz atravesaba repentinamente la

parecía ser de una materia dura, era traidor por el limo que

oscuridad y se apagaba en seguida.

en él había. No obstante, al cabo de un rato logré animarme

Con toda claridad vi la suerte que se me preparaba, y me

y comencé a andar con seguridad, procurando cruzarlo en

felicité por el oportuno accidente que me había salvado. Un

línea recta. De esta forma avancé diez o doce pasos, cuando

paso más, y el mundo no me hubiera vuelto a ver. Aquella

el trozo rasgado que quedaba de orla se me enredó entre

muerte, evitada a tiempo, tenía ese mismo carácter que

las piernas, haciéndome caer de bruces violentamente.

había yo considerado como fabuloso y absurdo en las

En la confusión de mi caída no noté al principio una

historias que sobre la Inquisición había oído contar. Las

circunstancia no muy sorprendente y que, no obstante,

víctimas de su tiranía no tenían otra alternativa que la

segundos después, hallándome todavía en el suelo, llamó mi

muerte,

atención. Mi barbilla se apoyaba sobre el suelo del calabozo,

abominables torturas morales. Esta última fue la que me

pero mis labios y la parte superior de la cabeza, aunque

había sido reservada. Mis nervios estaban abatidos por un

parecían colocados a menos altura que la barbilla, no

largo sufrimiento, hasta el punto que me hacía temblar el

descansaban en ninguna parte. Me pareció, al mismo

sonido de mi propia voz, y me consideraba por todos

tiempo, que mi frente se empapaba en un vapor viscoso y

motivos una víctima excelente para la clase de tortura que

que un extraño olor a setas podridas llegaba hasta mi nariz.

me aguardaba.

Alargué el brazo y me estremecí descubriendo que había

Temblando, retrocedí a tientas hasta la pared, decidido a

caído al borde mismo de un pozo circular cuya extensión no

dejarme morir antes que afrontar el horror de los pozos que

podía medir en aquel momento. Tocando las paredes

en las tinieblas de la celda multiplicaba mi imaginación. En

precisamente debajo del brocal, logré arrancar un trozo de

otra situación de ánimo hubiese tenido el suficiente valor

piedra y la dejé caer en el abismo. Durante algunos

para concluir con mis miserias de una sola vez, lanzándome

segundos presté atención a sus rebotes. Chocaba en su

a uno de aquellos abismos; pero en aquellos momentos era

caída contra las paredes del pozo. Lúgubremente, se hundió

yo el más perfecto de los cobardes. Por otra parte, me era

por último en el agua, despertando ecos estridentes. En el

imposible olvidar lo que había leído con respecto a aquellos

mismo instante dejóse oír un ruido sobre mi cabeza, como

pozos, de los que se decía que la extinción repentina de la

de una puerta abierta y cerrada casi al mismo tiempo,

vida era una esperanza cuidadosamente excluida por el 32

con

sus

crueles

agonías

físicas

o

con

sus

genio infernal de quien los había concebido. Durante

Realmente, había efectuado casi el circuito de la cueva.

algunas horas me tuvo despierto la agitación de mi ánimo.

Entonces me dormí, y al despertarme, necesariamente debí

Pero, por último, me adormecí de nuevo. Al despertarme,

de volver sobre mis pasos, creando así un circuito casi doble

como la primera vez, hallé a mi lado un pan y un cántaro de

del real. La confusión de mi cerebro me impidió darme

agua. Me consumía una sed abrasadora, y de un trago vacié

cuenta de que había empezado la vuelta con la pared a mi

el cántaro. Algo debía de tener aquella agua, pues apenas

izquierda y que la terminaba teniéndola a la derecha.

bebí sentí unos irresistibles deseos de dormir. Caí en un

También me había equivocado por lo que respecta a la

sueño profundo parecido al de la muerte No he podido

forma del recinto. Tanteando el camino, había encontrado

saber nunca cuánto tiempo duró; pero, al abrir los ojos,

varios ángulos, deduciendo de ello la idea de una gran

pude distinguir los objetos que me rodeaban. Gracias a una

irregularidad; tan poderoso es el efecto de la oscuridad

extraña claridad sulfúrea, cuyo origen no pude descubrir al

absoluta sobre el que sale de un letargo o de un sueño. Los

principio, podía ver la magnitud y aspecto de mi cárcel.

ángulos eran, sencillamente, producto de leves depresiones

Me

había

equivocado

respecto

a

sus

o huecos que se encontraban a intervalos desiguales. La

tener

más

de

forma general del recinto era cuadrada. Lo que creía

veinticinco yardas de circunferencia. Durante unos minutos,

mampostería parecía ser ahora hierro u otro metal dispuesto

ese descubrimiento me turbó grandemente, turbación en

en enormes planchas, cuyas suturas y junturas producían las

verdad pueril, ya que, dadas las terribles circunstancias que

depresiones.

me rodeaban, ¿qué cosa menos importante podía encontrar

Toda la superficie de aquella construcción metálica estaba

que las dimensiones de mi calabozo? Pero mi alma ponía un

embadurnada groseramente con toda clase de emblemas

interés extraño en las cosas nimias, y tenazmente me

horrorosos y repulsivos, nacidos de la superstición sepulcral

dediqué a darme cuenta del error que había cometido al

de los frailes. Figuras de demonios con amenazadores

tomar las medidas de aquel recinto. Por último se me

gestos, con formas de esqueleto y otras imágenes de horror

apareció como un relámpago la luz de la verdad. En mi

más realista, llenaban en toda su extensión las paredes. Me

primera exploración había contado cincuenta y dos pasos

di cuenta de que los contornos de aquellas monstruosidades

hasta

debía

estaban suficientemente claros, pero que los colores

encontrarme a uno o dos pasos del trozo de tela.

parecían manchados y estropeados por efecto de la

dimensiones.

el

Las

mucho

paredes

momento

de

no

caer.

con podían

En

ese

instante

33

humedad del ambiente. Vi entonces que el suelo era de

péndulo como los de los relojes antiguos. No obstante, algo

piedra. En su centro había un pozo circular, de cuya boca

había en el aspecto de aquella máquina que me hizo mirarla

había yo escapado, pero no vi que hubiese alguno más en el

con más detención. Mientras la observaba directamente,

calabozo.

mirando hacia arriba, pues hallábase colocada exactamente

Todo esto lo vi confusamente y no sin esfuerzo, pues mi

sobre mi cabeza, me pareció ver que se movía. Un momento

situación física había cambiado mucho durante mi sueño.

después se confirmaba mi idea. Su balanceo era corto y, por

Ahora, de espaldas, estaba acostado cuan largo era sobre

tanto, muy lento. No sin cierta desconfianza, y, sobre todo,

una especie de armadura de madera muy baja. Estaba atado

con extrañeza, la observé durante unos minutos. Cansado,

con una larga tira que parecía de cuero. Se enrollaba en

al cabo, de vigilar su fastidioso movimiento, volví mis ojos a

distintas vueltas en torno a mis miembros y a mi cuerpo,

los demás objetos de la celda.Un ruido leve atrajo mi

dejando únicamente libres mi cabeza y mi brazo izquierdo.

atención. Miré al suelo y vi algunas enormes ratas que lo

Sin embargo, tenía que hacer un violento esfuerzo para

cruzaban. Habían salido del pozo que yo podía distinguir a

alcanzar el alimento que contenía un plato de barro que

mi derecha. En ese instante, mientras las miraba, subieron

habían dejado a mi lado sobre el suelo. Con verdadero

en tropel, a toda prisa, con voraces ojos y atraídas por el

terror me di cuenta de que el cántaro había desaparecido, y

olor de la carne. Me costó gran esfuerzo y atención

digo con terror porque me devoraba una sed intolerable.

apartarlas.

Creí entonces que el plan de mis verdugos consistía en

Transcurrió media hora, tal vez una hora —pues apenas

exasperar esta sed, puesto que el alimento que contenía el

imperfectamente podía medir el tiempo—, cuando, de

plato era una carne cruelmente salada.

nuevo, levanté los ojos sobre mí. Lo que entonces vi me

Levanté los ojos y examiné el techo de mi prisión. Hallábase

dejó atónito y sorprendido. El camino del péndulo había

a una altura de treinta o cuarenta pies y pareciese mucho,

aumentado casi una yarda, y, como consecuencia natural, su

por su construcción, a las paredes laterales. En una de sus

velocidad era también mucho mayor. Pero, principalmente,

caras llamó mi atención una figura de las más singulares.

lo que más me impresionó fue la idea de que había

Era una representación pintada del Tiempo, tal como se

descendido visiblemente. Puede imaginarse con qué espanto

acostumbra representarle, pero en lugar de la guadaña tenía

observé entonces que su extremo inferior estaba formado

un objeto que a primera vista creí se trataba de un enorme

por 34

una

media

luna

de

brillante

acero,

que,

aproximadamente, tendría un pie de largo de un cuerno a

descenso sólo apreciable a intervalos, que eran para mí más

otro. Los cuernos estaban dirigidos hacia arriba, y el filo

largos que siglos. Y cada vez más, cada vez más, seguía

inferior, evidentemente afilado como una navaja barbera.

bajando, bajando. Pasaron días, tal vez muchos días, antes

También parecía una navaja barbera, pesado y macizo, y se

de que llegase a balancearse lo suficientemente cerca de mí

ensanchaba desde el filo en una forma ancha y sólida. Se

para abanicarme con su aire acre. Hería mi olfato el olor del

ajustaba a una gruesa varilla de cobre, y todo ello silbaba

acero afilado. Rogué al Cielo, cansándolo con mis súplicas,

moviéndose en el espacio. Ya no había duda alguna con

que hiciera descender más rápidamente el acero. Enloquecí,

respecto a la suerte que me había preparado la horrible

me volví frenético, hice esfuerzos para incorporarme e ir al

ingeniosidad monacal. Los agentes de la Inquisición habían

encuentro de aquella espantosa y movible cimitarra. Y

previsto mi descubrimiento del pozo; del pozo, cuyos

luego, de pronto, se apoderó de mí una gran calma y

horrores habían sido reservados para un hereje tan

permanecí tendido, sonriendo a aquella muerte brillante,

temerario

infierno,

como podría sonreír un niño a un juguete precioso.

considerado por la opinión como la última Tule de todos los

Transcurrió luego un instante de perfecta insensibilidad. Fue

castigos. El más fortuito de los accidentes me había salvado

un intervalo muy corto. Al volver a la vida no me pareció que

de caer en él, y yo sabía que el arte de convertir el suplicio

el péndulo hubiera descendido una altura apreciable. No

en un lazo y una sorpresa constituía una rama importante

obstante, es posible que aquel tiempo hubiese sido

de aquel sistema fantástico de ejecuciones misteriosas. Por

larguísimo. Yo sabía que existían seres infernales que

lo visto, habiendo fracasado mi caída en el pozo, no

tomaban nota de mi desvanecimiento y que a su capricho

figuraba en el demoníaco plan arrojarme a él. Por tanto,

podían detener la vibración. Al volver en mí, sentí un

estaba destinado, y en este caso sin ninguna alternativa, a

malestar y una debilidad indecibles, como resultado de una

una muerte distinta y más dulce. ¡Más dulce! En mi agonía,

enorme

pensando en el uso singular que yo hacía de esta palabra,

naturaleza humana suplicaba el sustento. Con un esfuerzo

casi sonreí. ¿Para qué contar las largas, las interminables

penoso, extendí mi brazo izquierdo tan lejos como mis

horas de horror, más que mortales, durante las que conté

ligaduras me lo permitían, y me apoderé de un pequeño

las vibrantes oscilaciones del acero? Pulgada a pulgada,

sobrante que las ratas se habían dignado dejarme. Al

línea a línea, descendía gradualmente, efectuando un

llevarme un pedazo a los labios, un informe pensamiento de

como

yo;

del

pozo,

imagen

del

35

inanición.

Aun

entre

aquellas

angustias,

la

extraña alegría, de esperanza, se alojó en mi espíritu. No

me rechinaron. Más bajo, más bajo aún. Se deslizaba cada

obstante, ¿qué había de común entre la esperanza y yo?

vez más bajo. Yo hallaba un placer frenético en comparar su

Repito que se trataba de un pensamiento informe. Con

velocidad de arriba abajo con su velocidad lateral. Ahora,

frecuencia tiene el hombre pensamientos así, que nunca se

hacia la derecha; ahora, hacia la izquierda. Después se iba

completan. Me di cuenta de que se trataba de un

lejos, lejos, y volvía luego, con el chillido de un alma

pensamiento de alegría, de esperanza, pero comprendí

condenada, hasta mi corazón con el andar furtivo del tigre.

también que había muerto al nacer. Me esforcé inútilmente

Yo aunaba y reía alternativamente, según me dominase una

en completarlo, en recobrarlo. Mis largos sufrimientos

u otra idea. Más bajo, invariablemente, inexorablemente

habían

ordinarias

más bajo. Se movía a tres pulgadas de mi pecho.

facultades de mi espíritu. Yo era un imbécil, un idiota. La

Furiosamente, intenté libertar con violencia mi brazo

oscilación del péndulo se efectuaba en un plano que

izquierdo. Estaba libre solamente desde el codo hasta la

formaba ángulo recto con mi cuerpo.

Vi que la cuchilla

mano. Únicamente podía mover la mano desde el plato que

había sido dispuesta de modo que atravesara la región del

habían colocado a mi lado hasta mi boca; sólo esto, y con

corazón. Rasgaría la tela de mi traje, volvería luego y

un gran esfuerzo. Si hubiera podido romper las ligaduras

repetiría la operación una y otra vez. A pesar de la gran

por encima del codo, hubiese cogido el péndulo e intentado

dimensión de la curva recorrida —unos treinta pies, más o

detenerlo, lo que hubiera sido como intentar detener una

menos— y la silbante energía de su descenso, que incluso

avalancha.

hubiera podido cortar aquellas murallas de hierro, todo

inevitablemente

cuanto podía hacer, en resumen, y durante algunos minutos,

angustia, y me agitaba a cada vibración. Mis ojos seguían el

era rasgar mi traje.Y en este pensamiento me detuve. No me

vuelo ascendente de la cuchilla y su caída, con el ardor de la

atrevía a ir más allá de él. Insistí sobre él con una sostenida

desesperación más enloquecida; espasmódicamente, se

atención, como si con esta insistencia hubiera podido parar

cerraban en el momento del descenso sobre mí. Aun cuando

allí el descenso de la cuchilla. Empecé a pensar en el sonido

la muerte hubiera sido un alivio, ¡oh, qué alivio más

que produciría ésta al pagar sobre mi traje, y en la extraña y

indecible! Y, sin embargo, temblaba con todos mis nervios

penetrante sensación que produce el roce de la tela sobre

al pensar que bastaría que la máquina descendiera un grado

los nervios. Pensé en todas esas cosas, hasta que los dientes

para que se precipitara sobre mi pecho el hacha afilada y

aniquilado

casi

por

completo

las

36

Siempre más

más bajo.

bajo, Respiraba

incesantemente, con

verdadera

reluciente. Y mis nervios temblaban, y hacían encoger todo

brillar

mi ser a causa de la esperanza. Era la esperanza, la

aproximadamente, diciendo que era la mitad no formada de

esperanza triunfante aún sobre el potro, que se dejaba oír al

la idea de libertad que ya he expuesto, y de la que

oído de los condenados a muerte, incluso en los calabozos

vagamente había flotado en mi espíritu una sola mitad

de la Inquisición.

cuando llevé a mis labios ardientes el alimento. Ahora, la

Comprobé que diez o doce vibraciones, aproximadamente,

idea entera estaba allí presente, débil, apenas viable, casi

pondrían el acero en inmediato contacto con mi traje. Y con

indefinida, pero, en fin, completa. Inmediatamente, con la

esta observación entróse en mi ánimo la calma condensada

energía de la desesperación, intenté llevarla a la práctica.

y aguda de la desesperación. Desde hacía muchas horas,

Hacía varias horas que cerca del caballete sobre el que me

desde hacía muchos días, tal vez, pensé por vez primera. Se

hallaba acostado se encontraba un número incalculable de

me ocurrió que la tira o correa que me ataba era de un solo

ratas. Eran tumultuosas, atrevidas, voraces. Fijaban en mí

trozo. Estaba atado con una ligadura continuada. La primera

sus ojos rojos, como si no esperasen más que mi

mordedura de la cuchilla de la media luna, efectuada en

inmovilidad para hacer presa. « ¿A qué clase de alimento —

cualquier lugar de la correa, tenía que desatarla lo suficiente

pensé— se habrán acostumbrado en este pozo? Menos una

para permitir que mi mano la desenrollara de mí cuerpo.

pequeña parte, y a pesar de todos mis esfuerzos para

¡Pero qué terrible era, en este caso, su proximidad! El

impedirlo, habían devorado el contenido del plato. Mi mano

resultado de la más ligera sacudida había de ser mortal. Por

se acostumbró a un movimiento de vaivén hacia el plato;

otra parte ¿habrían previsto o impedido esta posibilidad los

pero a la larga, la uniformidad maquinal de ese movimiento

secuaces del verdugo? ¿Era probable que en el recorrido del

le había restado eficacia. Aquella plaga, en su voracidad,

péndulo atravesasen mi pecho las ligaduras? Temblando al

dejaba señales de sus agudos dientes en mis dedos. Con los

imaginar frustrada mi débil esperanza, la última, realmente,

restos de la carne aceitosa y picante que aún quedaba, froté

levanté mi cabeza no bastante para ver bien mi pecho. La

vigorosamente mis ataduras hasta donde me fue posible

correa cruzaba mis miembros estrechamente, juntamente

hacerlo, y hecho esto retiré mi mano del suelo y me quedé

con todo mi cuerpo, en todos sentidos, menos en la

inmóvil y sin respirar. Al principio, lo repentino del cambio y

trayectoria de la cuchilla homicida. Aún no había dejado caer

el cese del movimiento hicieron que los voraces animales se

de nuevo mi cabeza en su primera posición, cuando sentí

asustaran. Se apartaron alarmados y algunos volvieron al 37

en

mi

espíritu

algo

que

sólo

sabría

definir,

pozo. Pero esta actitud no duró más de un instante. No

Pero había llegado el instante de salvación. A un ademán de

había yo contado en vano con su glotonería. Viéndome sin

mis manos, huyeron tumultuosamente mis libertadoras. Con

movimiento, una o dos de las más atrevidas se encaramaron

un movimiento tranquilo y decidido, prudente y oblicuo,

por el caballete y olisquearon la correa. Todo esto me

lento y aplastándome contra el banquillo, me deslicé fuera

pareció el preludio de una invasión general. Un nuevo tropel

del abrazo de la tira y del alcance de la cimitarra. Cuando

surgió del pozo. Agarráronse a la madera, la escalaron y a

menos, por el momento estaba libre. ¡Libre! ¡Y en las garras

centenares saltaron sobre mi cuerpo. Nada las asustaba, ni

de la Inquisición! Apenas había escapado de mi lecho de

el movimiento regular del péndulo. Lo esquivaban y

horror, apenas hube dado unos pasos por el suelo de mi

trabajaban

Se

calabozo, cesó el movimiento de la máquina infernal y la oí

apretaban moviéndose y se amontonaban incesantemente

subir atraída hacia el techo por una fuerza invisible. Aquella

sobre mí. Sentía que se retorcían sobre mí garganta, que sus

fue una lección que llenó de desesperación mi alma.

fríos hocicos buscaban mis labios. Me encontraba medio

Indudablemente, todos mis movimientos eran espiados.

sofocado

multiplicaba

¡Libre! Había escapado de la muerte bajo una determinada

constantemente. Un asco espantoso, que ningún hombre ha

agonía, sólo para ser entregado a algo peor que la muerte

sentido en el mundo, henchía mi pecho y helaba mi corazón

misma, y bajo otra nueva forma. Pensando en ello, fijé

como un pesado vómito. Un minuto más, y me daba cuenta

convulsivamente mis ojos en las paredes de hierro que me

de que la operación habría terminado. Sobre mí sentía

rodeaban. Algo extraño, un cambio que en un principio no

perfectamente la distensión de las ataduras. Me daba cuenta

pude apreciar claramente, se había producido con toda

de que en más de un sitio habían de estar cortadas. Con una

evidencia en la habitación. Durante varios minutos en los

resolución sobrehumana, continué inmóvil. No me había

que estuve distraído, lleno de ensueños y de escalofríos, me

equivocado en mis cálculos. Mis sufrimientos no habían sido

perdí en conjeturas vanas e incoherentes. Por primera vez

vanos. Sentí luego que estaba libre. En pedazos, colgaba la

me di cuenta del origen de la luz sulfurosa que iluminaba la

correa en torno de mi cuerpo. Pero el movimiento del

celda. Provenía de una grieta de media pulgada de anchura,

péndulo se efectuaba ya sobre mi pecho. La estameña de mi

que extendiese en torno del calabozo en la base de las

traje había sido atravesada y cortada la camisa. Efectuó dos

paredes, que, de ese modo, parecían, y en efecto lo estaban,

oscilaciones más, y un agudo dolor atravesó mis nervios.

completamente separadas del suelo. Intenté mirar por

activamente

por

aquel

sobre

peso

la

engrasada

que

se

tira.

38

aquella

abertura,

aunque

imaginarse,

llegó a mi alma como un bálsamo. Me lancé hacia sus

inútilmente. Al levantarme desanimado, se descubrió a mi

mortales bordes. Dirigí mis miradas hacia el fondo. El

inteligencia, de pronto, el misterio de la alteración que la

resplandor de la inflamada bóveda iluminaba sus cavidades

celda había sufrido. Había tenido ocasión de comprobar

más ocultas. No obstante durante un minuto de desvarío, mi

que, aun cuando los contornos de las figuras pintadas en las

espíritu se negó a comprender la significación de lo que

paredes fuesen suficientemente claros, los colores parecían

veía. Al fin, aquello penetró en mi alma, a la fuerza,

alterados y borrosos. Ahora acababan de tomar, y tomaban

triunfalmente. Se grabó a fuego en mi razón estremecida.

a cada momento, un sorprendente e intensísimo brillo, que

¡Una voz, una voz para hablar! ¡Oh horror! ¡Todos los

daba a aquellas imágenes fantásticas y diabólicas un

horrores, menos ése! Con un grito, me aparté del brocal, y,

aspecto que hubiera hecho temblar a nervios más firmes

escondido mi rostro entre las manos, lloré con amargura. El

que los míos. Pupilas demoníacas, de una viveza siniestra y

calor aumentaba rápidamente, y levanté una vez más los

feroz, se clavaban sobre mí desde mil sitios distintos, donde

ojos, temblando en un acceso febril. En la celda habíase

yo anteriormente no había sospechado que se encontrara

operado

ninguna, y brillaban cual fulgor lúgubre de un fuego que,

evidentemente, en la forma. Como la primera vez, intenté

aunque

completamente

inútilmente apreciar o comprender lo que sucedía. Pero no

imaginario. ¡Imaginario! Me bastaba respirar para traer hasta

me dejaron mucho tiempo en la duda. La venganza de la

mi nariz un vapor de hierro enrojecido. Se extendía por el

Inquisición era rápida, y dos veces la había frustrado. No

calabozo un olor sofocante. A cada momento se reflejaba un

podía luchar por más tiempo con el rey del espanto. La celda

ardor más profundo en los ojos clavados en mi agonía. Un

había sido cuadrada. Ahora notaba que dos de sus ángulos

rojo más oscuro se extendía sobre aquellas horribles

de hierro eran agudos, y, por tanto, obtusos los otros dos.

pinturas

Con

vanamente,

sangrientas.

quería

Estaba

como

puede

considerar

jadeante;

respiraba

con

un

un

segundo

gruñido,

con

cambio,

un

y

sordo

ése

se

gemido,

efectuaba,

aumentaba

grandes esfuerzos. No había duda con respecto al deseo de

rápidamente el terrible contraste. En un momento, la

mis verdugos, los más despiadados, los más demoníacos de

estancia había convertido su forma en la de un rombo. Pero

todos los hombres. Me aparté lejos del metal ardiente,

la transformación no se detuvo aquí. No deseaba ni

dirigiéndome al centro del calabozo. Frente a aquella

esperaba que se parase. Hubiera llegado a los muros al rojo

destrucción por el fuego, la idea de la frescura del pozo

para aplicarlos contra mi pecho, como si fueran una 39

vestidura de eterna paz. «¡La muerte! —me dije—. ¡Cualquier

El demonio de la perversidad

muerte, menos la del pozo!» ¡Insensato! ¿Cómo no pude

En la consideración de las facultades e impulsos de los

comprender que el pozo era necesario, que aquel pozo

prima mobilia del alma humana los frenólogos han olvidado

único era la razón del hierro candente que me sitiaba?

una tendencia que, aunque evidentemente existe como un

¿Resistiría yo su calor? Y aun suponiendo que pudiera

sentimiento radical, primitivo, irreductible, los moralistas

resistirlo, ¿podría sostenerme contra su presión? Y el rombo

que los precedieron también habían pasado por alto. Con la

se aplastaba, se aplastaba, con una rapidez que no me

perfecta arrogancia de la razón, todos la hemos pasado por

dejaba tiempo para pensar. Su centro, colocado sobre la

alto. Hemos permitido que su existencia escapara a nuestro

línea de mayor anchura, coincidía precisamente con el

conocimiento tan sólo por falta de creencia, de fe, sea fe en

abismo abierto. Intenté retroceder, pero los muros, al

la Revelación o fe en la Cábala. Nunca se nos ha ocurrido

unirse, me empujaban con una fuerza irresistible. Llegó, por

pensar en ella, simplemente por su gratuidad. No creímos

último, un momento en que mi cuerpo, quemado y

que esa tendencia tuviera necesidad de un impulso. No

retorcido, apenas halló sitio para él, apenas hubo lugar para

podíamos percibir su necesidad. No podíamos entender, es

mis pies en el suelo de la prisión. No luché más, pero la

decir, aunque la noción de este primum mobile se hubiese

agonía de mi alma se exteriorizó en un fuerte y prolongado

introducido por sí misma, no podíamos entender de qué

grito de desesperación. Me di cuenta de que vacilaba sobre

modo era capaz de actuar para mover las cosas humanas, ya

el brocal, y volví los ojos... Pero he aquí un ruido de voces

temporales, ya eternas. No es posible negar que la

humanas. Una explosión, un huracán de trompetas, un

frenología, y en gran medida toda la metafísica, han sido

poderoso rugido semejante al de mil truenos. Los muros de

elaboradas a priori. El metafísico y el lógico, más que el

fuego se echaron hacia atrás precipitadamente. Un brazo

hombre que piensa o el que observa, se ponen a imaginar

alargado me cogió el mío, cuando, ya desfalleciente, me

designios de Dios, a dictarle propósitos. Habiendo sondeado

precipitaba en el abismo. Era el brazo del general Lasalle.

de esta manera, a gusto, las intenciones de Jehová,

Las

construyen

tropas

francesas

habían

entrado

en

Toledo.

La

Inquisición hallábase en poder de sus enemigos.

sobre

estas

intenciones

sus

innumerables

sistemas mentales. En materia de frenología, por ejemplo, hemos determinado, primero (por lo demás era bastante natural hacerlo), que, entre los designios de la Divinidad se 40

contaba el de que el hombre comiera. Asignamos, pues, a

criaturas objetivas, ¿cómo hemos de comprenderlo en sus

éste un órgano de la alimentividad para alimentarse, y este

tendencias esenciales y en las fases de la creación?

órgano es el acicate con el cual la Deidad fuerza al hombre,

La inducción a posteriori hubiera llevado a la frenología a

quieras que no, a comer. En segundo lugar, habiendo

admitir, como principio innato y primitivo de la acción

decidido que la voluntad de Dios quiere que el hombre

humana, algo paradójico que podemos llamar perversidad a

propague la especie, descubrimos inmediatamente un

falta de un término más característico. En el sentido que le

órgano de la amatividad. Y lo mismo hicimos con la

doy es, en realidad, un móvil sin motivo, un motivo no

combatividad, la idealidad, la casualidad, la constructividad,

motivado.

en una palabra, con todos los órganos que representaran

comprensible, o, si esto se considera una contradicción en

una tendencia, un sentimiento moral o una facultad del puro

los términos, podemos llegar a modificar la proposición y

intelecto. Y en este ordenamiento de los principios de la

decir que bajo sus incitaciones actuamos por la razón de

acción humana, los spurzheimistas, con razón o sin ella, en

que no deberíamos actuar. En teoría ninguna razón puede

parte o en su totalidad, no han hecho sino seguir en

ser más irrazonable; pero, de hecho, no hay ninguna más

principio los pasos de sus predecesores, deduciendo y

fuerte. Para ciertos espíritus, en ciertas condiciones llega a

estableciendo cada cosa a partir del destino preconcebido

ser absolutamente irresistible. Tan seguro como que respiro

del hombre y tomando como fundamento los propósitos de

sé que en la seguridad de la equivocación o el error de una

su Creador.

acción cualquiera reside con frecuencia la fuerza irresistible,

Hubiera sido más prudente, hubiera sido más seguro fundar

la única que nos impele a su prosecución. Esta invencible

nuestra clasificación (puesto que debemos hacerla) en lo

tendencia a hacer el mal por el mal mismo no admitirá

que el hombre habitual u ocasionalmente hace, y en lo que

análisis o resolución en ulteriores elementos. Es un impulso

siempre hace ocasionalmente, en cambio de fundarla en la

radical, primitivo, elemental. Se dirá, lo sé, que cuando

hipótesis de lo que Dios pretende obligarle a hacer: Si no

persistimos en nuestros actos porque sabemos que no

podemos comprender a Dios en sus obras visibles, ¿cómo lo

deberíamos hacerlo, nuestra conducta no es sino una

comprenderíamos en los inconcebibles pensamientos que

modificación

dan vida a sus obras? Si no podemos entenderlo en sus

combatividad de la frenología. Pero una mirada mostrará la

Bajo

de

sus

la

incitaciones

que

actuamos

comúnmente

sin

objeto

provoca

la

falacia de esta idea. La combatividad, a la cual se refiere la 41

frenología, tiene por esencia la necesidad de autodefensa.

gran pesar y mortificación del que habla y desafiando todas

Es nuestra salvaguardia contra todo daño. Su principio

las consecuencias) es consentida.

concierne a nuestro bienestar, y así el deseo de estar bien es

Tenemos ante nosotros una tarea que debe ser cumplida

excitado al mismo tiempo que su desarrollo. Se sigue que el

velozmente. Sabemos que la demora será ruinosa. La crisis

deseo de estar bien debe ser excitado al mismo tiempo por

más importante de nuestra vida exige, a grandes voces,

algún principio que será una simple modificación de la

energía y acción inmediatas. Ardemos, nos consumimos de

combatividad, pero en el caso de esto que llamamos

ansiedad por comenzar la tarea, y

perversidad el deseo de estar bien no sólo no se manifiesta,

en la anticipación de su magnífico resultado nuestra alma se

sino que existe un sentimiento fuertemente antagónico.

enardece. Debe tiene que ser emprendida hoy y, sin

Si se apela al propio corazón, se hallará, después de todo, la

embargo, la dejamos para mañana; ¿y por qué? No hay

mejor réplica a la sofistería que acaba de señalarse. Nadie

respuesta, salvo que sentimos esa actitud perversa, usando

que consulte con sinceridad su alma y la someta a todas las

la palabra sin comprensión del principio. El día siguiente

preguntas estará dispuesto a negar que esa tendencia es

llega, y con él una ansiedad más impaciente por cumplir con

absolutamente radical. No es más incomprensible que

nuestro deber, pero con este verdadero aumento de

característica. No hay hombre viviente a quien en algún

ansiedad llega también un indecible anhelo de postergación

período no lo haya atormentado, por ejemplo, un vehemente

realmente espantosa por lo insondable. Este anhelo cobra

deseo de torturar a su interlocutor con circunloquios. El que

fuerzas a medida que pasa el tiempo. La última hora para la

habla advierte el desagrado que causa; tiene toda la

acción está al alcance de nuestra mano. Nos estremece la

intención de agradar; por lo demás, es breve, preciso y

violencia del conflicto interior, de lo definido con lo

claro; el lenguaje más lacónico y más luminoso lucha por

indefinido, de la sustancia con la sombra. Pero si la

brotar de su boca; sólo con dificultad refrena su curso; teme

contienda ha llegado tan lejos, la sombra es la que vence,

y lamenta la cólera de aquel a quien se dirige; sin embargo,

luchamos en vano. Suena la hora y doblan a muerto por

se le ocurre la idea de que puede engendrar esa cólera con

nuestra felicidad. Al mismo tiempo es el canto del gallo para

ciertos incisos y ciertos paréntesis. Este solo pensamiento es

el fantasma que nos había atemorizado. Vuela, desaparece,

suficiente. El impulso crece hasta el deseo, el deseo hasta el

somos libres. La antigua energía retorna. Trabajaremos

anhelo, el anhelo hasta un ansia incontrolable y el ansia (con

ahora. ¡Ay, es demasiado tarde! 42

Estamos al borde de un precipicio. Miramos el abismo,

sino apremiarnos para que no lo hagamos, y justamente por

sentimos malestar y vértigo. Nuestro primer impulso es

eso, digo, no podemos hacerlo. Si no hay allí un brazo

retroceder

amigo que nos detenga, o si fallamos en el súbito esfuerzo

ante

el

peligro.

Inexplicablemente,

nos

quedamos. En lenta graduación, nuestro malestar y nuestro

de echarnos atrás, nos arrojamos, nos destruimos.

vértigo

Examinemos

se

confunden

en

una

nube

de

sentimientos

estas

acciones

y

otras

similares:

inefables. Por grados aún más imperceptibles esta nube

encontraremos que resultan sólo del espíritu de perversidad.

cobra forma, como el vapor de la botella de donde surgió el

Las perpetramos simplemente porque sentimos que no

genio en Las mil y una noches. Pero en esa nube nuestra al

deberíamos hacerlo. Más acá o más allá de esto no hay

borde del precipicio, adquiere consistencia una forma

principio inteligible; y podríamos en verdad considerar su

mucho más terrible que cualquier genio o demonio de

perversidad como una instigación directa del demonio sí no

leyenda, y, sin embargo, es sólo un pensamiento, aunque

supiéramos que a veces actúa en fomento del bien.

temible, de esos que hielan hasta la médula de los huesos

He hablado tanto que en cierta medida puedo responder a

con la feroz delicia de su horror. Es simplemente la idea de

vuestra pregunta, puedo explicaros por qué estoy aquí,

lo que serían nuestras sensaciones durante la veloz caída

puedo mostraros algo que tendrá, por lo menos, una débil

desde semejante altura. Y esta caída, esta fulminante

apariencia de justificación de estos grillos y esta celda de

aniquilación, por la simple razón de que implica la más

condenado que ocupo. Si no hubiera sido tan prolijo, o no

espantosa y la más abominable entre las más espantosas y

me hubierais comprendido, o, como la chusma, me

abominables imágenes de la muerte y el sufrimiento que

hubierais considerado loco. Ahora advertiréis fácilmente que

jamás se hayan presentado a nuestra imaginación, por esta

soy una de las innumerables víctimas del demonio de la

simple razón la deseamos con más fuerza. Y porque nuestra

perversidad.

razón nos aparta violentamente del abismo, por eso nos

Es imposible que acción alguna haya sido preparada con

acercamos a él con más ímpetu. No hay en la naturaleza

más perfecta deliberación. Semanas, meses enteros medité

pasión de una impaciencia tan demoníaca como la del que,

en los medios del asesinato. Rechacé mil planes porque su

estremecido al borde de un precipicio, piensa arrojarse en

realización implicaba una chance de ser descubierto. Por fin,

él. Aceptar por un instante cualquier atisbo de pensamiento

leyendo algunas memorias francesas, encontré el relato de

significa la perdición inevitable, pues la reflexión no hace

una enfermedad casi fatal sobrevenida a madame Pilau por 43

obra de una vela accidentalmente envenenada. La idea

machacón estribillo de una canción vulgar o algunos

impresionó de inmediato mi imaginación. Sabía que mi

compases triviales de una ópera. El martirio no sería menor

víctima tenía la costumbre de leer en la cama. Sabía también

si la canción en sí misma fuera buena. Así es como, al fin,

que su habitación era pequeña y mal ventilada. Pero no

me descubría permanentemente pensando en mi seguridad

necesito fatigaros con detalles impertinentes. No necesito

y repitiendo en voz baja la frase: «Estoy a salvo».

describir los fáciles artificios mediante los cuales sustituí, en

Un día, mientras vagabundeaba por las calles, me sorprendí

el candelero de su dormitorio, la vela que allí encontré por

en el momento de murmurar, casi en voz alta, las palabras

otra de mi fabricación. A la mañana siguiente lo hallaron

acostumbradas. En un acceso de petulancia les di esta nueva

muerto en su lecho, y el veredicto del coronel fue: «Muerto

forma: «Estoy a salvo, estoy a salvo si no soy lo bastante

por la voluntad de Dios.»

tonto para confesar abiertamente.»

Heredé su fortuna y todo anduvo bien durante varios años.

No bien pronuncié estas palabras, sentí que un frío de hielo

Ni una sola vez cruzó por mi cerebro la idea de ser

penetraba hasta mi corazón. Tenía ya alguna experiencia de

descubierto. Yo mismo hice desaparecer los restos de la

estos accesos de perversidad (cuya naturaleza he

bujía fatal. No dejé huella de una pista por la cual fuera

explicado no sin cierto esfuerzo) y recordaba que en ningún

posible acusarme o siquiera hacerme sospechoso del

caso había resistido con éxito sus embates. Y ahora, la

crimen.

de

casual insinuación de que podía ser lo bastante tonto para

satisfacción que nacía en mi pecho cuando reflexionaba en

confesar el asesinato del cual era culpable se enfrentaba

mi absoluta seguridad. Durante un período muy largo me

conmigo como la verdadera sombra de mi asesinado y me

acostumbré

llamaba a la muerte.

Es

inconcebible

a

proporcionaba

el

deleitarme un

placer

magnífico

en más

este real

sentimiento

sentimiento. que

las

Me

ventajas

Al principio hice un esfuerzo para sacudir esta pesadilla de

simplemente materiales derivadas de mi crimen. Pero le

mi alma. Caminé vigorosamente, más rápido, cada vez más

sucedió, por fin, una época en que el sentimiento agradable

rápido,

llegó, en gradación casi imperceptible, a convertirse en una

enloquecedor de gritar con todas mis fuerzas. Cada ola

idea obsesiva, torturante. Torturante por lo obsesiva.

sucesiva de mi pensamiento me abrumaba de terror, pues,

Apenas podía librarme de ella por momentos. Es harto

ay, yo sabía bien, demasiado bien que pensar, en mi

común que nos fastidie el oído, o más bien la memoria, el

situación, era estar perdido. Aceleré aún más el paso. Salté 44

para

terminar

corriendo.

Sentía

un

deseo

como un loco por las calles atestadas. Al fin, el populacho se alarmó y me persiguió. Sentí entonces la consumación de mi destino. Si hubiera podido arrancarme la lengua lo habría hecho, pero una voz ruda resonó en mis oídos, una mano más ruda me aferró por el hombro. Me volví, abrí la boca para respirar. Por un momento experimenté todas las angustias del ahogo: estaba ciego, sordo, aturdido; y entonces algún demonio invisible —pensé— me golpeó con su ancha palma en la espalda. El secreto, largo tiempo prisionero, irrumpió de mi alma. Dicen que hablé con una articulación clara, pero con marcado énfasis y apasionada prisa, como si temiera una interrupción antes de concluir las breves pero densas frases que me entregaban al verdugo y al infierno. Después de relatar todo lo necesario para la plena acusación judicial, caí por tierra desmayado. Pero, ¿para qué diré más? ¡Hoy tengo estas cadenas y estoy aquí! ¡Mañana estaré libre! Pero, ¿dónde?

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