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A LA SOMBRA DE RANKE: LA CRUSTALIZACIÓN DE LAS CIENCIAS HISTÓRICAS EN EL SIGLO XIX- Moradiellos I) La escuela histórica

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A LA SOMBRA DE RANKE: LA CRUSTALIZACIÓN DE LAS CIENCIAS HISTÓRICAS EN EL SIGLO XIX- Moradiellos I) La escuela histórica germánica y la impronta del historicismo. En los primeros años del s XIX, Alemania fue escenario del surgimiento de la Ciencia de la Historia sobre la base del maridaje de la tradición histórico literaria y la erudición documental, considerando a la historia del hombre como un proceso causal inminente, irreversible y racional y ya no solo como una sucesión de hechos. Es en este sentido que puede decirse que la historia razonada y documentada comenzó a suplantara la mera crónica. En un contexto prusiano de exaltación del nacionalismo de las clases medias y cultivadas a favor de la unificación de Alemania, de cambios socio-políticos vertiginosos e increíbles (napoleón elimino el Sacro Imperio Romano Germánico y redujo los cientos estados alemanes a una cuarentena) surgió la nueva practica historiográfica de carácter científico. El historiador pionero en esa mutación fue Barthold Georg Niebuhr quien inauguro el uso del “método histórico critico” en sus trabajos: el examen y el análisis crítico, filológico y documental, de las fuentes históricas materiales y su posterior utilización sistemática como base de una narración que debe revelar las conexiones entre los acontecimientos. La línea de este autor fue seguida por Leopold Von Ranke, quien establece como objeto de estudio principal la “política exterior”: la idea de que los Estados y sus gobernantes son los agentes principales del devenir histórico y sus relaciones, conflictos y negociaciones constituían la materia esencial de la investigación histórica. Para el, la historia tenia la tarea de juzgar el pasado, de instruir al presente en beneficio del porvenir. Su trabajo era mostrar lo que realmente sucedió. Para ello había que utilizar la metodología empirista, con apego al documento. El método del archivo permitiría establecer los hechos, que casi hablaban por si mismos, y proceder a reconstruir una imagen real y verdadera, objetiva, del pasado tal y como realmente sucedió. Esa concepción empirista de la práctica historiográfica se fundamentaba en una filosofía de la historia que se llama historicismo, en la que los hechos son unicos e irrepetibles y no pueden compararse y llegar a categorías universales sino en sus contextos particulares. Este énfasis en la singularidad de los fenómenos históricos enfrento a la historiográfica alemana con las corrientes positivistas del francés Augusto Comte quien había propugnado el estudio de la sociedad con el mismo espíritu de los fenómenos astronómicos, físicos y químicos, para descubrir leyes generales. Por ende, el historicismo de Ranke era opositor al positivismo filosófico y sociológico. En el ámbito alemán, Theodor Mommsen fue el más destacado heredero de la metodología rankeana. Sin embargo Mommsen abandono la tesis rankeana de la imparcialidad absoluta del autor en su trabajo histórico.

Por el contrario propugno el deber de pedagogía política del historiador. Los herederos de Ranke, Heinrich von Sybel y Johann Gustav Droysen también querían equilibrar su compromiso político y el rigor histórico. Los fundamentos de la concepción de la ciencia histórica predicada por Ranke y sus contemporáneos resultaban débiles; sobre todo su pretensión de reconstruir el pasado como realmente sucedió y su utópica premisa de eliminar totalmente al sujeto, al historiador y sus valores, del proceso interpretativo de construcción del relato histórico sobre la base de los documentos.. El privilegio otorgado por Ranke y sus discípulos a la investigación e archivos diplomáticos y estatales no era ajeno a la convicción general entre los historiadores de que su tarea era contribuir a la construcción de un Estado nacional alemán. Instauraron un nivel de critica autónoma y regresiva potencialmente destructiva de los mitos y falacias históricas, de las construcciones ideológicas interesadas. II) Profesionalización y nacionalismo en las escuelas históricas decimonónicas A partir de Niebuhr y Ranke, se comenzó a formar cátedras y departamentos de Historia en las universidades alemanas; al igual que en Francia, en GB, etc. A la par de esto, se crearon los archivos estatales y las bibliotecas nacionales. También se dio la creación del gremio profesional de los historiadores, y las primeras revistas del gremio. Ya constituida la profesión aparecieron los primeros manuales docentes de introducción al trabajo histórico (quizás el más importante fue el de los franceses Charles Langlois y Charles Seignobos, “Introducción a los estudios históricos”) Pero, paralelas a esta versión surgieron otras escuelas nacionales de historia. Se puede comparar a Ranke con figuras de la historiografía inglesa como Macaulay, o francesa como Jules Michelet. Macaulay establecía los procesos históricos desde una historia social, cultura o de las mentalidades, procurando abarcar todo el campo de actividades humanas. Para Macaulay y la escuela whig británica la historia retuvo su funcionalidad social pragmática, estableciéndose como ejemplo de conducta cívica y política; y clave para explicar el origen, funcionamiento y evolución de las distintas estructuras y procesos sociales. Tanto los historiadores franceses como los británicos entendían su labor como una tarea de pedagogía política. El nacionalismo romántico apreciable en Michelet contribuyo asimismo a fomentar el desarrollo de historiográficas nacionales en casi toda Europa a lo largo del siglo XIX. De hecho, el proceso de construcción de naciones que llevaron a cabo los diferentes nacionalismos europeos decimonónicos fue parejo a la redacción de historias nacionales que sirvieron como pieza clave en la configuración de esa novedosa

conciencia de identidad de grupo “nacional” desarrollada al compás de la expansión de la economía industrial, del crecimiento demográfico y urbano y de la extensión de la alfabetización entre una población hasta hacia poco rural e iletrada. De hecho, la expansión decimonónica de la historia fue un agente y un resultado de ese crucial proceso de sustitución de las tradicionales lealtades dinásticas y religiosas por la nueva lealtad y devoción a la nación como “comunidad imaginada” III) La influencia del marxismo El marxismo constituye una filosofía materialista de vocación revolucionaria. Es una visión materialista de la historia. Marx concluía que el hecho histórico fundamental es la producción de los medios que permiten satisfacer las necesidades de supervivencia del hombre, la producción de la vida material en sí. Esa labor básica era realizada por las sociedades humanas por medio de unas determinadas fuerzas productivas y dentro de un marco determinado de relaciones sociales de producción. La configuración material concreta de esa combinación entre el grado de desarrollo de las fuerzas productivas y las correspondientes relaciones de producción daba lugar a un determinado modo de producción. El mdp constituido por la combinación de fuerzas productivas y relaciones de producción condicionaba las restantes actividades de la sociedad humana, tanto políticas, como jurídicas, culturales, religiosas o ideológicas. La experiencia social derivada de las formas y condiciones materiales de producción y reproducción de los grupos y comunidades humanas eran la fuente generatriz de la conciencia social característica de esas sociedades. A juicio de Marx, el desarrollo de las fuerzas productivas posibilitaba la generación de un desajuste y conflicto entre las mismas y las relaciones de producción establecidas y sus formas jurídicas, políticas e ideológicas, abriendo una época de revolución social hasta el establecimiento de un nuevo mdp. En el mdp capitalista las relaciones de producción se caracterizaban por la existencia de dos clases antagónicas por su función económica: la burguesía y el proletariado. La existencia de explotación social y el antagonismo estructural entre los intereses respectivos de ambos grupos era la base de la lucha de clases entre burgueses y proletariado propia del capitalismo. El análisis dialectico marciano de los fenómenos económico, sociopolíticos e intelectuales no pretendía ceñirse a una comprensión teórica o científica de la realidad histórica sino que se concebía como instrumento para la acción revolucionaria, para la intervención consciente en la lucha de clase. Sin embargo, la influencia de Marx sobre la práctica de la profesión histórica fue mínima durante la 2da mitad del s XIX. La casi totalidad de los historiadores siguieron fieles a la concepciones filosóficas y

técnicas del trabajo legadas por el empirismo positivista de tradición rankeana. Habría que esperar a la quiebra ideológica del progreso y la razón que se produce en la primera década del s XX y sobre todo a la Gran Guerra de 1914-18, y al triunfo de la revolución bolchevique en Rusia, para que el marxismo penetrase e influyese con fuerza en el gremio profesional de los historiadores