Mitos Patrioteros y Mitos Racistas

Grimson, A. (2012). Mitos patrioteros y Mitos racistas. En: Mitomanías argentinas. Siglo XXI Editores. Alejandro Grimson

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Grimson, A. (2012). Mitos patrioteros y Mitos racistas. En: Mitomanías argentinas. Siglo XXI Editores. Alejandro Grimson. Es doctor en Antropología por la Universidad de Brasilia. Realizó estudios de comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Con su libro Mitomanías argentinas propuso un modo de abordaje crítico del sentido común que tuvo repercusión incluso en la televisión. Ha investigado procesos migratorios, zonas de frontera, movimientos sociales, culturas políticas, identidades e interculturalidad. Su primer libro, Relatos de la diferencia y la igualdad, ganó el premio FELAFACS a la mejor tesis en comunicación de América Latina. Después de publicar La nación en sus límites, Interculturalidad y comunicación, y compilaciones como La cultura y las crisis latinoamericanas, obtuvo el Premio Bernardo Houssay otorgado por el Estado argentino. Los límites de la cultura. Crítica de las teorías de la identidad mereció el Premio Iberoamericano que otorga la Asociación de Estudios Latinoamericanos (LASA). Ha dictado conferencias y cursos en numerosas universidades del país y del extranjero. Es investigador del Conicet y profesor del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín1.

Acerca de la Argentinidad. En palabras de Alejandro Grimson el propósito del libro “Mitomanías argentinas”. Es “poner en evidencia que no podemos aspirar a un futuro más igualitario y democrático sin comprender antes quiénes somos. Quiénes somos nosotros, quiénes somos los que participamos en las decisiones, quiénes somos los argentinos y los habitantes del país”. Con el fin de responder a esta pregunta y abrir el debate democrático frente a los valores de la argentinidad, Grimson se propone desarmar ciertos mitos sobre la misma. Contrario a un informe estadístico sobre la cantidad de veces que se repite un mito , las poblaciones que más hacen uso de los mismos o su origen, Grimson analiza un vínculo entre algunos componentes de las ciencias sociales, tales como el poder y su funcionamiento, y algunas cuestiones del sentido común con esas creencias o mitos populares argentinos. La escogencia de los mitos consignados en cada una de los capítulos fue guiada por tres criterios: “Primero que haya sido en el pasado o sea en el presente parte de las frases que escuchamos todos los días. Segundo, que sea uno de esos escudos más conocidos, esas muletillas para situaciones de crisis. En estas dos situaciones, se trata de creencias no necesariamente compartidas por todos, pero que son culturalmente hegemónicas. En el tercero de los casos se trata de ideas que sólo plantean algunos ciudadanos poderosos, y lo hacen con tanta potencia que merecen ser abordadas, independientemente de cuanta adhesión generen.” (pp. 17). El mito naturalizado se constituye en un dispositivo de enunciación que moldea la respuesta sobre la identidad de los argentinos. La forma de desestabilizarlo, según Grimson, se encuentra en hacer visibles los datos e ideas de 1 http://www.sigloxxieditores.com.ar/fichaAutor.php?idAutor=1233

investigaciones en ciencias sociales que interrogantes y abrir el debate, no cerrarlo:

permitan

formular

nuevos

“Atacar este dispositivo de enunciación es parte del debate cultural necesario, un debate sobre los valores y las creencias de la sociedad argentina que se apoye en los datos, en los argumentos y no en afirmaciones huecas. Ahora bien, si los fabricantes y reproductores de mitos tienen el poder de decir por decir formulas idénticas con resonante petulancia, entonces el esfuerzo será más arduo. Un conflicto de convicciones esta también una lucha de poder.” (Grimson, 2012) Nota sobre mitos. La noción de mito trabajada en el libro se aborda desde lo explicativo y lo tergiversador: el cómo se origina y cómo funciona el mundo, y la falsificación de una determinada realidad. Según Grimson es necesario dejar la neutralidad ante un uso sistemático de la mitomanía de los sectores poderosos, ya que estas explicaciones erróneas de la realidad devienen en prácticas que se trasladan al terreno de lo económico, lo institucional, lo cívico y lo político y se constituyen en obstáculos para los procesos de cambio social. La invitación, es entonces a buscar nuevas formas de argumentar e impulsar el debate, además, atacar con fundamentos sugeridos desde las ciencias sociales, las bases de las falsas creencias que se sedimentan en el sentido común de los argentinos y que producen daños desmedidos en el tejido social. Mitos patrioteros. El proyecto de nación argentina de mitad del siglo XIX, se construyó sobre la sólida creencia de ser superior a las naciones vecinas latinoamericanas. La Argentina se imaginó como un enclave europeo, comparable culturalmente con Paris, Londres o Manchester. Esta idea de superioridad fue signada en el contraste con los relatos de nación con los vecinos: Brasil, Bolivia o Paraguay y devino en un profundo sentimiento de desprecio por el resto de América latina que aún perdura en la cultura argentina. Los mitos patrioteros mostrados a continuación necesitan ser debilitados, según Grimson, para disminuir las distancias que separan a la Argentina de sus vecinos latinoamericanos:

Esta creencia según Grimson es “el mito padre de todos los mitos nacionales” y es problemático por tres razones: 

La idealización del país. Producto de la imagen de que la inmigración debía llegar de las zonas más desarrolladas de Europa y de la consolidación de un fuerte proyecto educativo, legislativo e industrial de





mediados del siglo XX, surge en Argentina, la idea de pertenencia a un país extraordinario y superior al de todos los vecinos latinoamericanos. La invisibilización de los problemas reales. Se pasó por alto la realidad de la exclusión, la persistencia de la desigualdad en el país y las dificultades democráticas e institucionales. La identificación con el ideal de Europa: Argentina idealiza a Europa como un destino por alcanzar y desconoce los procesos sociales reales de la misma.

La base de la pertenencia nacional Argentina es la unidad territorial. Esta unidad imaginada, es naturalizada en la mente de los argentinos a partir de experiencias e imágenes territoriales circundantes en instituciones educativas y medios de comunicación. A este respecto señala Luis Alberto Romero en La Argentina en la escuela: “¿Qué es la Argentina en el sentido común? En primer lugar, es una imagen característica de la experiencia escolar: un mapa, con los contornos fuertemente marcados, que corresponde a una porción de territorio de fronteras definidas y categóricas… Se afirmó, hasta convertirlo en idea natural, que la nacionalidad argentina emana de un territorio que era previo a todo, y que en un cierto sentido estaba ya dibujado antes de la llegada de los españoles, separando y diferenciando a los aborígenes argentinos de los paraguayos, bolivianos o chilenos.” (pp. 34). El mito padre de todos los demás mitos nacionalistas configura unidades territoriales imaginadas, ideas falsas sobre la argentinidad…complementar.

Los procesos y poderes coloniales sobre América Latina configuraron la existencia de tres virreinatos (Virreinato del Reino de la Plata, Virreinato de Nueva Granada, Virreinato del Perú). El virreinato del Rio de la Plata como proyecto de una Argentina tan vasta que llegaba hasta el alto de Perú, se convirtió en la idea nación incompleta además de acarrear con tensiones en el futuro con los países colindantes. Según Grimson de “este mito de nacionalismo territorial surge la matriz de desprecio hacia los países vecinos”

Según Grimson para que la Argentina sea pensada como un enclave europeo “necesitaba convertir a sus vecinos en “otros”. Para emblanquecerse imaginariamente, necesitaba indigenizar o ennegrecer a quienes estaban al otro lado de la frontera, convertir sus vecinos en países de indios”. Este blanqueamiento no opera únicamente más allá de los límites del territorio argentino, sino que también internamente edificando una barrera ante la presencia indígena o mestiza.

El imaginario de Argentina como país Europeo reconfigura las ideas sobre los “otros”, de tal manera que Brasil en lugar de ser pensado como una potencia militar, se pensó como “un país de negros”. Este prejuicio es tan poderoso que incluso a mediados del siglo XX, según Grimson, “en las ciudades fronterizas entre ambos países, argentinos y brasileños establecían relaciones muy asimétricas: los primeros ocupaban el lugar de las clases medias blancas, educadas, comerciantes, y los segundos ocupaban el lugar de los mulatos, de los trabajadores a destajo”. Aun así subsisten diferentes dicotomías en el imaginario de los argentinos, de tal manera que conviven al mismo tiempo imágenes opuestas de Brasil (país desarrollado, potencia internacional militar y país de negros y carnaval) y de la Argentina (país superior y a su vez en decadencia).

El imaginario argentino anclado en el mito del virreinato, produce la idea de que Uruguay “-por su historia, su lengua su composición poblacional y, lo que no es menor, su cultura “rioplatense”- seria parte de la Argentina”, se constituye en la negación de una alteridad independiente jurídicamente. Desde este mito se invisibilidad toda la complejidad histórica y cultural de Uruguay y se reduce al estatus de provincia, figura para Grimson, relacionada estrechamente con la herencia de un periodo colonial.

Es muy común por parte de los argentinos hablar de América Latina en tercera persona. El hombre de calle tiende a pensar en su lugar como algo apartado y lejano del subcontinente. Según Grimson, “todos conocen ese “nosotros” de las independencias, de las expoliaciones y del sueño común de tantos héroes y apelan a el cada vez que corresponde hacerlo. Pero en el habla cotidiana de la calle o de los medios, América Latina es afuera, es otro. ”

Los mitos son frases que siempre están disponibles y pueden ser usados por una persona indistintamente, aun cuando sea de forma contradictoria. El mito de la hermandad latinoamericana convive con el mito anterior (“lo que sucede en América Latina sucede allá”). Este mito está arraigado en una supuesta consanguineidad, que ligaría el destino de los latinoamericanos. Aun así Grimson señala que este mito ha sido desmentido “ya que las alianzas y los destinos son construidos por los gobiernos y los movimientos sociales, cuando así lo desean, y en los casos en que los consiguen”. Grimson sugiere replantear la metáfora de la hermandad por la metáfora del matrimonio, cambiando la noción de la alianza por consanguineidad como lo inevitable, a lo electivo como una forma de articulación de las colectividades. La invitación, que socavaría este mito, es a pensar una integración desde el reconocimiento de los problemas reales de nosotros los latinoamericanos y la acción conjunta para resolverlos.

Este mito presenta dos caras. Por un lado, reivindica una especificidad cultural negada por ciertos imaginarios hegemónicos. Por otro, invisibiliza toda la complejidad latinoamericana al reducirla a un único imaginario de lo exótico. Según Mario Vargas Llosa, esta creencia, condujo al “previsible resultado de que todavía en nuestros días los latinoamericanos tenemos grandes dificultades para discernir entre lo que es la ficción y lo que es la realidad” (pp. 42). Esta ficción, de la que habla Vargas Llosa, que habitamos cotidianamente, es la consecuencia del escenario colonial, no nos permite comprender nuestra realidad a cabalidad, se mezcla con la política en espacios clave de la historia e interviene directamente en la forma en la que se explica y se actúa sobre los escenarios de un país. En palabras de Grimson “el hecho de que América Latina encabece el ranking como el continente más desigual del planeta, la pobreza de los campesinos e indígenas o los chicos de la calle, nada tiene de mágico. Ni tampoco el narcotráfico o la corrupción.” (pp. 44).

Este mito se construye sobre la autodeterminación nacionalista de los pueblos coloniales, representado en Argentina con el episodio del 2 de abril de 1982 2. Este suceso represento, momentáneamente, un signo de superación de las divisiones entre los argentinos. Para Grimson, este mito también propuso la separación ficticia entre democracia y nación: “marcó el imaginario nacional sobre la nación. Dejó el legado de que el nacionalismo es belicista, corrupto, irresponsable, manipulador y antidemocrático.”(pp. 45). Esto es, todos los desastres cometidos durante las dictaduras y todas las prácticas opuestas a la democracia y a los derechos humanos se verían como inherentes al nacionalismo. > La ironía y el sarcasmo se postulan como fórmulas de distanciamiento y de desnaturalización del mito de la soberbia nacional. Según Grimson el riesgo de este movimiento de desnaturalización se perfila cuando “se clausura y aparecen otros mitos, aquellos relacionados con la esencia desastrosa. Son los mitos de la decadencia y la autodenigración.”(pp.47).

Mitos Racistas. Estos mitos recopilan las lecciones sobre “como mirar y como ver” los cuerpos argentinos. Al establecer al mito como forma de clasificación se verifican dos caminos: “En los sectores medios y altos, cuando es evidente que una persona es argentina, necesariamente se la ve como blanca. Si de hecho tiene rasgos africanos o indígenas, se tornan invisibles, son blanqueados, en virtud de que todos los argentinos son blancos” (pp. 87). Los argentinos consiguieron convencerse a sí mismos y a los demás de que no había ni indios ni afrodescendientes en su territorio, de tal suerte que tampoco había racismo en Argentina. 2 Siguiendo el modelo de la abortada Operación Soberanía para la solución del aún pendiente Conflicto del Beagle con Chile, Galtieri (Presidente de facto 1981- 1982), dio lugar el 26 de marzo a la Operación Rosario, un plan de desembarco en Islas Malvinas para canalizar en el conflicto bélico la animosidad popular. El 2 de abril de 1982 un contingente al mando del contraalmirante Carlos Büsser desembarcó en la Isla Soledad, tomaron prisionero al gobernador británico de las islas sin causar bajas enemigas para evitar una reacción británica en el futuro. El desembarco y toma de la capital insular, Port Stanley, a la que se rebautizó Puerto Argentino, con tres bajas militares, provocó una fuerte adhesión popular, con manifestaciones públicas de apoyo, la sociedad Argentina había olvidado a los desaparecidos ( denominados los hijos de las Madres de Plaza de Mayo, que desaparecieron durante el Proceso de Reorganización Nacional (entre 1976 y 1983, cuando los militares entregaron el poder a Raúl Alfonsín el 10 de diciembre de 1983), a la depresión causada por los militares y al desastre económico; era el sentimiento Malvinas. Tomado de : https://es.wikipedia.org

El proyecto de país no puede forjarse ante el desconocimiento de quiénes son sus habitantes, debe preguntarse por las formas en las que se construye ciudadanía con el fin de poder desestabilizar toda la mitología racista. > Este mito se sostiene sobre una definición axiomática: no hay negros; la aplanadora cultural los invisibiliza y a la vez devela a la Argentina como un país temeroso de la diversidad. Aunque exista una serie de convenciones legales e instituciones frente al racismo (Instituto nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo), y los medios de comunicación eviten expresiones racistas, es notorio en la experiencia cotidiana un “racismo coloquial, social e informal en la sociedad argentina. Una parte del imaginario acerca de quiénes somos se ha construido desde el siglo XIX sobre la base de ideas profundamente racistas, muy arraigadas en la sociedad y la cultura”. (pp.90). En Argentina el racismo no sólo es virulento sino que trata también de invisibilizarse. > “Cabecita negra” es el termino con el cual las clases medias y altas estigmatizaron a la masa migrante, compuesta por la población trabajadora con alguna ascendencia indígena, surgida en el contexto de la industrialización sustitutiva de importaciones3. En un país donde no existen los “negros”, este término racista evolucionó y opera de tal forma, que no sólo diluye las distinciones sociales y culturales , sino que evidencia tensiones políticas, al subsumir en una misma expresión estigmatizante a los pobres, a los denominados peronistas (obreros- morenos- provincianos), mestizos y dirigentes sociales o sindicales. Para Grimson las tensiones sociales en la Argentina se organizaron “sobre la invisibilización de la diversidad interna, que tuvo características marcadamente políticas.”(pp. 91).

3 Es una estrategia o modelo económico, adoptado en América Latina y en otros países en desarrollo con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial. La falta de productos elaborados provenientes desde las naciones europeas industrializadas durante las guerras mundiales e incluso durante la gran depresión, fue un estímulo a esta política, que también se puede definir como el dejar de importar productos extranjeros y comenzar a consumir los producidos en el país de origen. Tomado de https://es.wikipedia.org

A pesar de que lo indígena es excluido del relato nacional argentino, se cuenta con que aproximadamente un 3,6% de la población Argentina se consideran indios. Estudios como el de 4Daniel Corach verificaron que tal porcentaje es mucho mayor, la mitad de los argentinos tiene ascendencia parcial o totalmente indígena. De acuerdo con lo anterior Grimson comenta que “las identidades de las personas y los grupos son construcciones históricas sociales”. Desde este punto de vista Grimson, cuestiona el hecho de que el país “en lugar de haber utilizado categorías como mestizo, o que podría haber reconocido un amplio pasado indígena o de mezcla haya optado por construir un elaborado mito” (pp. 93) en el cual los argentinos se conciben como un enclave europeo. Los proceso de exclusión y blanqueamiento de las poblaciones son alimentados por la creencia de que todas mediciones arrojadas por los censos muestran el estado demográfico real de Argentina. Hernán Otero 5 demostró que tales mediciones estadísticas operan invisibilizando las raíces negras e indígenas de los argentinos y fortaleciendo mitos tales como: “en la Argentina no hay negros porque todos murieron en las guerras de independencia” (pp. 93). > Los bolivianos, comenta Grimson, son el grupo que ocupa el último lugar en las jerarquías étnicas formuladas por los argentinos, la categoría de “boliviano” es usada para designar a los pobres, a los hijos de inmigrantes bolivianos y a todas las poblaciones excluidas. Se extranjeriza a todo aquel que sea marginado en virtud de la Argentina idealizada, de acuerdo con Grimson, esta operación “implica explicitar un nuevo tipo de distancia social que se ha instituido en las relaciones entre los grupos en Argentina.” (P. 97). La distancia social también se evidencia al ligar el crimen con los inmigrantes o “extranjerizar el delito”. Las instituciones se encargaron de distorsionar la 4 Daniel Corach es un biólogo y genetista argentino creador y Director del Servicio de Huellas Digitales Genéticas (SHDG). Entre las investigaciones realizadas por Corach se destaca la que tuvo como objeto determinar la cantidad de personas con antepasados indígenas en la población argentina, que concluyó que un 56% de la población tiene al menos un antepasado amerindio. Tomado de : https://es.wikipedia.org

5 Doctor en Demografía y Ciencias Sociales. Las principales líneas de investigación se refieren a la demografía histórica (aplicación de métodos de reconstitución de familias y de redes sociales), la inmigración francesa; la conformación del sistema estadístico nacional, con especial referencia a la historia conceptual de las categorías de captación socio-demográfica y la historiografía de la historia de la población argentina. Tomado de : http://www.unicen.edu.ar/iehs/Hernan%20Otero.html

situación real, al aumentar las detenciones de los inmigrantes limítrofes dada la asociación de ciertos rasgos físicos con la peligrosidad. En este punto Grimson reconoce el impacto de los discursos sociales sobre la criminalidad, al referir que muchos grupos sociales (travestis, homosexuales, bolivianos, paraguayos y peruanos), eran rechazados en virtud de los estereotipos y estigmas creados. > y > Estas dos creencias configuran y delimitan la identidad argentina, proponiendo una clausura según la cual las únicas mezclas entre razas permitidas son las provenientes del viejo continente, las excluidas (mezclas entre indígenas, europeos o afrodescendientes), que se encuentran en la Argentina son consideradas extranjeras y se minimiza su peso en los censos. De acuerdo a esto, Grimson señala, que el régimen de invisibilización de la diversidad, produce interpretaciones identitarias que fueron aisladas: “Las versiones populares de una nacionalidad cruzada por lo indígena permanecieron ocultas por la hegemonía aplastante de la concepción porteña que postula que los argentinos descienden de los barcos“(p. 102). De acuerdo a lo anterior y ante la búsqueda de una unidad en los aspectos que conforman la argentinidad, la desetnización se constituye en una promesa de igualdad nacional, al proponer formas de ejercer una ciudadanía plena para las personas étnicamente marcadas: “El uniforme blanco en el colegio, la exclusión de las lenguas indígenas de la educación pública, el servicio militar obligatorio y la restricción de nombres de pila considerados extranjeros fueron antídotos contra el cosmopolitismo.” (pp. 103). > Las categorías raciales pretenden adscribir el contenido de la sangre a las tonalidades de la piel, pero en la realidad estas dos categorías no son equivalentes, son sólo un intento por clasificar en el lenguaje un hecho ambiguo. Para Grimson, la sangre establece filiación y “puede proyectarse y diseñarse para construir la nación.” La sangre se construye en el terreno de luchas políticas y postula una serie de significados sedimentados que se heredan y se posan sobre los cuerpos para definirlos. Sorprende también forma en la cual los niveles de vida aumentan a medida que las tonalidades de la piel se acercan más hacia el blanco. Lo blanco se convierte, entonces, en una obsesión e invisibilización de lo mestizo, en palabras de Grimson:

“No todos los “blancos” eran blancos, pero es así como funciona: las sangres son materiales sobre los cuales la historia, los conflictos y la política fabrican significaciones, clasificaciones y poderes. Allí lo cultural domina sobre lo biológico, y un mezclado puede ser un puro. Los ciudadanos no tienen por qué ser buenos biólogos: miran desde ciertas matrices perceptivas, como les han enseñado…. Porque lo “blanco” no es una noción biológica. Es más sencillo: simplemente significa que es uno de los nuestros”. (Grimson. pp. 105).