MIO CID

Vive Dios! ¿La comunidad de Castilla León ha comprado por 1,6 millón de euros la auténtica espada Tizona del Cid Campead

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Vive Dios! ¿La comunidad de Castilla León ha comprado por 1,6 millón de euros la auténtica espada Tizona del Cid Campeador, o han sido timados porque se trata de una "falsedad histórica", como proclama el Ministerio de Cultura español? El crispado litigio se inscribe en los dimes y diretes entre izquierda y derecha por los comicios de ayer. Las Dos Españas trabaron singular combate y se lanzan mandobles verbales de todo tipo aunque nadie esperaba que terciara nada menos que el Cid Campeador. Es fama que don Rodrigo Díaz nacido en Vivar (Burgos) en el año de gracia de 1043 empuñó la Tizona y, a lomos de su célebre caballo Babieca, cortó cabezas y partió por la mitad "al pérfido moro". El Cid tenía otra arma que pasó a la historia, la Colada, con la que también trinchó de lo lindo a peligrosos infieles. Sus hazañas se relatan en el Cantar del Mío Cid, piedra fundamental de la cultura y el lenguaje castellano, cuyos ocho siglos se evocan este año. -----------------------------------------El Cantar de mio Cid es un cantar de gesta anónimo que relata hazañas heroicas inspiradas libremente en los últimos años de la vida del caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar. Se trata de la primera obra narrativa extensa de la literatura española en una lengua romance. El poema consta de 3.735 versos anisosilábicos de extensión variable, aunque dominan versos de 14 a 16 sílabas métricas. Los versos del Cantar de mio Cid están divididos en dos hemistiquios separados por cesura. La longitud de cada hemistiquio es de 4 a 13 sílabas, y se considera unidad mínima de la prosodia del Cantar. No hay división en estrofas, y los versos se agrupan en tiradas, es decir series de versos con una misma rima asonante. Está escrito en castellano medieval y compuesto alrededor del año 1200 (fechas post quem y ante quem: 1195–1207). Se desconoce el título original, aunque probablemente se llamaría gesta o cantar, términos con los que el autor describe su obra en los versos 1.085 y 2.276, respectivamente. El Cantar de mio Cid es el único conservado casi completo de su género en la literatura española y alcanza un gran valor literario por la maestría de su estilo. Los cuatro textos épicos conservados, además del que nos ocupa, son las Mocedades de Rodrigo —circa 1360—, con 1700 versos, Cantar de Roncesvalles —ca. 1270— (fragmento de unos 100 versos) y una corta inscripción de un templo románico, conocida como Epitafio épico del Cid —¿ca. 1400?—). Del texto que aquí nos ocupa solo se ha perdido la primera hoja del original y otras dos en el interior del códice, pero su contenido puede ser deducido de las prosificaciones cronísticas, en especial de la Crónica de veinte reyes.

Datación

Solamente se conserva en una copia realizada en el siglo XIV (como se deduce de la letra del manuscrito) a partir de otra que data de 1207, efectuada por un copista llamado Per Abbat, que transcribe un texto compuesto probablemente pocos años antes de esta fecha.

La fecha de la copia efectuada por Per Abbat en 1207 se deduce de la que refleja el explicit del manuscrito: «MCC XLV» (de la era hispánica, esto es, para la datación actual, hay que restarle 38 años). "Quien escrivio este libro de Dios paraiso, amen Per Abbat le escrivio en el mes de mayo en era de mil e. CC XLV años". Este colofón refleja los usos de los amanuenses medievales, que cuando finalizaban su labor de transcribir el texto (que era lo que significaba "escribir", añadían su nombre y la fecha en que terminaban su trabajo.

Argumento y estructura

Estructura interna El Cantar de mio Cid trata el tema del complejo proceso de recuperación de la honra perdida por el héroe, cuya restauración supondrá una honra mayor a la de la situación de partida. El poema se inicia con el destierro del Cid, primer motivo de deshonra, tras haber sido acusado de robo. Este deshonor supone también el ser desposeído de sus heredades o posesiones en Vivar y privado de la patria potestad de su familia. Tras la conquista de Valencia, gracias al solo valor de su brazo, su astucia y prudencia consiguen el perdón real y con ello una nueva heredad, el señorío sobre Valencia, que se une a su antiguo solar ya restituido. Para ratificar su nuevo estatus de señor de vasallos, se conciertan bodas con linajes del mayor prestigio cuales son los infantes de Carrión. Pero paradójicamente, con ello se produce la nueva caída de la honra del Cid, debido al ultraje de los infantes a las hijas del Cid, que son vejadas, malheridas y abandonadas en el robledal de Corpes.

Este hecho supone según el derecho medieval el repudio de facto de estas por parte de los de Carrión. Por ello el Cid decide alegar la nulidad de estos matrimonios en un juicio presidido por el rey, donde además los infantes de Carrión queden infamados públicamente y apartados de los privilegios que antes detentaban como miembros del séquito real. Por el contrario, las hijas del Cid conciertan matrimonios con reyes de España, llegando al máximo ascenso social posible. Así, la estructura interna está determinada por unas curvas de obtención–pérdida–restauración–pérdida– restauración de la honra del héroe. En un primer momento, que el texto no refleja, el Cid es un buen caballero vasallo de su rey, honrado y con heredades en Vivar. El destierro con que se inicia el poema es la pérdida, y la primera restauración, el perdón real y las bodas de las hijas del Cid con grandes nobles. La segunda curva se iniciaría con la pérdida de la honra de sus hijas y terminaría con la reparación mediante el juicio y las bodas con reyes de España. Pero la curva segunda supera en amplitud y alcanza mayor altura que la primera. Estructura externa Los editores del texto, desde la edición de Menéndez Pidal de 1913, lo han dividido en tres cantares. Podría reflejar las tres sesiones en que el autor considera conveniente que el juglar recite la gesta. Parece confirmarlo así el texto al separar una parte de otra con las palabras: «aquís conpieça la gesta de mio Çid el de Bivar» (v. 1.085), y otra más adelante cuando dice: «Las coplas deste cantar aquís van acabando» (v. 2.776).

Primer cantar. Cantar del destierro (vv. 1–1.086) El Cid ha sido desterrado de Castilla. Debe abandonar a su esposa e hijas, e inicia una campaña militar acompañado de sus fieles en tierras no cristianas, enviando un presente al rey tras cada victoria para conseguir el favor real.

Segundo cantar. Cantar de las bodas (vv. 1.087–2.277) El Cid se dirige a Valencia, en poder de los moros, y logra conquistar la ciudad. Envía a su amigo y mano derecha Álvar Fáñez a la corte de Castilla con nuevos regalos para el rey, pidiéndole que se le permita reunirse con su familia en Valencia. El rey accede a esta petición, e incluso le perdona y levanta el castigo que pesaba sobre el Campeador y sus hombres. La fortuna del Cid hace que los infantes de Carrión pidan en matrimonio a doña Elvira y doña Sol. El rey pide al Campeador que acceda al matrimonio y él lo hace aunque no confía en ellos. Las bodas se celebran solemnemente.

Tercer cantar. Cantar de la afrenta de Corpes (vv. 2.278–3.730) Los infantes de Carrión muestran pronto su cobardía, primero ante un león que se escapa, después en la lucha contra los árabes. Sintiéndose humillados, los infantes deciden vengarse. Para ello emprenden un viaje hacia Carrión con sus esposas y, al llegar al robledo de Corpes, las azotan y las abandonan dejándolas desfallecidas. El Cid ha sido deshonrado y pide justicia al rey. El juicio culmina con el «riepto» o duelo en el que los representantes de la causa del Cid vencen a los infantes. Éstos quedan deshonrados y se anulan sus bodas. El poema termina con el proyecto de boda entre las hijas del Cid y los infantes de Navarra y Aragón.

Características y temas El Cantar de Mio Cid se diferencia de la épica francesa en la ausencia de elementos sobrenaturales, la mesura con la que se conduce su héroe y la relativa verosimilitud de sus hazañas. Además está muy presente la condición de ascenso social mediante las armas que se producía en las tierras fronterizas con los dominios musulmanes (lo cual supone un argumento decisivo de que no pudo componerse en 1140, pues en esa época no se daba ese «espíritu de frontera» y el consiguiente ascenso social de los caballeros infanzones de frontera). El propio Cid, siendo solo un infanzón (esto es, un hidalgo de la categoría social menos elevada, comparada con condes, potestades y ricos hombres, rango al que pertenecen los infantes de Carrión) logra sobreponerse a su humilde condición social dentro de la nobleza, alcanzando por su esfuerzo prestigio y riquezas (honra) y finalmente un señorío hereditario (Valencia) y no en tenencia como vasallo real. Por tanto se puede decir que el verdadero tema es el ascenso de la honra del héroe, que al final es señor de vasallos y crea su propia Casa o linaje con solar en Valencia, comparable a los condes y ricos hombres. Más aún, el enlace de sus hijas con príncipes del reino de Navarra y del reino de Aragón, indica que su dignidad es casi real, pues el señorío de Valencia surge como una novedad en el panorama del siglo XIII y podría equipararse a los reinos cristianos, aunque, eso sí, el Cid del poema nunca deja de reconocerse él mismo como vasallo del monarca castellano, si bien latía el título de Emperador, tanto para los dos Alfonsos implicados como para lo que fue su origen en los reyes leoneses, investidos de la dignidad imperial. De cualquier modo, el linaje del Cid emparenta con el de los reyes cristianos y, como dice el poema: «hoy los reyes de España sus parientes son, / a todos alcanza honra por el que en buen hora nació». (vv. 3.724–3.725, cfr. ed. de Alberto Montaner), de modo que no sólo su casa emparenta con reyes, sino que estos se ven más honrados y gozan de mayor prestigio por ser descendientes del mismísimo Cid.

Aspectos métricos Cada verso está dividido en dos hemistiquios por una cesura. Esta forma, también típica de la épica francesa, refleja un recurso útil a la recitación o canto del poema. Sin embargo, mientras en los poemas franceses cada verso tiene una métrica regular de diez sílabas divididas en dos hemistiquios por una fuerte cesura, en el Cantar de mio Cid tanto el número de sílabas en cada verso como el de sílabas en cada hemistiquio varía considerablemente. A este rasgo se le denomina anisosilabismo. Aun cuando se encuentran versos de entre diez y veinte sílabas y hemistiquios de entre cuatro y catorce, más del 60% de los versos oscila entre 14 y 16 sílabas. En principio, todos los versos riman en asonante, pero las asonancias no son tampoco totalmente regulares ni muy variadas (se usan once tipos de asonancia). Los versos se agrupan en tiradas de extensión variable. Su longitud varía entre 3 y 90 versos, cada una de las cuales tiene la misma rima y constituye una unidad de contenido.

---------------------------------------------------------------------MONOGRAFIA DEL MIO CID Introducción Debido a cambios en la sociedad y en sus costumbres se ha perdido el significado de la palabra héroe, la cual se refiere a un personaje ilustre y popular por sus hazañas, hechos, virtudes o logros. Lamentablemente hoy día no se habla de héroe, sino de ídolo, que quiere decir persona amada o admirada con exaltación –cabe destacar que en la ultima definición no se nombra ninguna hazaña, virtud o logro. No obstante, ambos héroe e ídolo son semejantes en algo: logran influir en multitudes de personas. Pero esta vez hablaré de un héroe: El Cid. El Cid (o Mío Cid como es el término proveniente del árabe Mi Señor) fue un héroe y personaje español de la Edad Media. Además de un guerrero burgalés fiel a su rey y antes que nada a Dios. Se cuestiona mucho sobre si vivió en el siglo XI o XII, incluso algunos se atreven a decir que existió en el siglo X. Se difiere también sobre si fue realmente su nombre Rodrigo Díaz De Vivar –Vivar es su ciudad natal, esta especie de agregado al nombre era característico de la época- o fue otra persona. Pero de algo no cabe duda y es que este realmente existió. A pesar del paso del tiempo la obra perduró gracias a los trovadores y juglares, éstos últimos eran hombres que por estipendio o dádivas recitaban poesías o canciones de los trovadores, para recreo de los reyes y magnates de esos tiempos. Debido a que fueron tan importantes las hazañas y conquistas del Cid es recordado hoy gracias estas figuras tan características de la Edad Media. Estos personajes también dejaron algo suyo: las progresivas exageraciones en el relato de la vida y hechos del Cid. En la obra no aparecen detalles de la vida de nuestro héroe como la muerte de su hijo, el cual ni siquiera es mencionado. Otra diferencia entre la obra y la vida real del Cid es que los nombres están alterados, como el nombre de sus hijas que en los manuscritos aparecían como Doña Sol y Doña Elvira –título otorgado a las señoritas de la época- siendo sus nombres otros en la realidad e incluso el nombre del Cid. Además del paso de nueve siglos de la obra, la cual sufrió gran cantidad de modificaciones por haber sido transmitida de generación en generación oralmente. Algún tiempo después se la transcribió pero en español antiguo. Desde entonces las producciones han cambiado mucho en el intento de adaptarla a estos tiempos y por la evolución de la lengua hasta llegar a nuestros días.

Reseña de la vida de Rodrigo Díaz de Vivar.

Hijo de Diego Laínez, descendiente del semilegendario Laín Calvo, quedó huérfano a tierna edad y fue educado junto al infante Sancho, hijo del rey Fernando I de Castilla y León, quien, al acceder al trono castellano, lo nombró alférez real (1065). Hacia 1066, el prestigio de Rodrigo Díaz se vio notablemente incrementado a raíz de su

victoria en el combate singular que mantuvo con el caballero navarro Jimeno Garcés, para dirimir el dominio de unos castillos fronterizos que se disputaban los monarcas de Castilla y Navarra; el triunfo le valió el sobrenombre de Campeador. Como jefe de las tropas reales, Rodrigo participó en la guerra que enfrentó a Sancho II de Castilla con su hermano Alfonso VI de León, quien, derrotado en las batallas de Llantada (1068) y Golpejera (1072), se vio obligado a buscar refugio en la corte musulmana de Toledo. El destino, sin embargo, quiso que Sancho II muriera en 1072, cuando intentaba tomar Zamora, con lo que Alfonso VI se convirtió en soberano de Castilla y León. El nuevo monarca no sólo no manifestó resentimiento hacia el Campeador, sino que, consciente de la valía de sus servicios, lo honró concediéndole la mano de su sobrina, doña Jimena, con quien casó en julio de 1074. No obstante, unos años después, en 1081, una inoportuna expedición a tierras toledanas sin el premiso real, que puso en grave peligro las negociaciones emprendidas por Alfonso VI para obtener la emblemática ciudad de Toledo, provocó su destierro de Castilla y la confiscación de todas sus posesiones. Acompañado de su mesnada, el Campeador ofreció sus servicios primero a los condes Ramón Berenguer II y Berenguer Ramón II de Barcelona, pero, al ser rechazado, decidió ayudar a al-Muqtadir, rey de Zaragoza, en la lucha que mantenía con su hermano al-Mundir, rey de Lérida, Tortosa y Denia, quien contaba con el apoyo de los condes de Barcelona y del monarca Sancho I Ramírez de Aragón. Al servicio de al-Muqtadir, venció en Almenar a Berenguer Ramón II (1082) y cerca de Morella a al-Mundir y el soberano aragonés (1084). Durante este período fue cuando recibió el sobrenombre de Cid, derivado del vocablo árabe sid, que significa señor. En 1086, la derrota de Alfonso VI frente a los almorávides en Sagrajas propició la reconciliación del monarca con Rodrigo Díaz, quien recibió importantes dominios en Castilla. De acuerdo con el soberano castellano leonés, el Cid partió hacia Levante, donde, entre 1087 y 1089, hizo tributarios a los monarcas musulmanes de las taifas de Albarracín y de Alpuente e impidió que la ciudad de Valencia, gobernada por al-Qadir, aliado de los castellanos, cayera en manos de al-Mundir y Berenguer Ramón II. En 1089, sin embargo, una nueva disensión con Alfonso VI provocó su definitivo destierro de Castilla, acusado de traición por el rey. Rodrigo decidió regresar al oriente peninsular, se convirtió en protector de al-Qadir y derrotó una vez más a Berenguer Ramón II en Tévar (1090). Muerto su protegido, decidió actuar en interés propio, y en julio de 1093 puso sitio a Valencia, aprovechando el conflicto interno entre partidarios y opuestos a librar la ciudad a los almorávides(*). El 15 de junio de 1094, el Cid entró en Valencia y organizó una taifa cristiana que tuvo una vida efímera tras su muerte, acaecida el 10 de julio de 1099. Doña Jimena, su viuda y sucesora, con la ayuda del conde Ramón Berenguer III de Barcelona, casado con su hija María en 1098, consiguió defender la ciudad hasta el año 1101, en que cayó en poder de los almorávides. (*)Almorávides: Tribu guerrera del atlas, que fundó un vasto imperio en el occidente de África y llegó a dominar toda la España árabe desde 1093 hasta 1148. En la obra son mencionados como moros, que significa árabes.

Descripción sintáctica y léxica de la obra El Cantar del Mío Cid es una producción del género épico-narrativo dividida a grandes rasgos en tres cantos: El canto primero, llamado “El destierro del Cid”, el segundo canto denominado “Las bodas de las hijas del Cid y el canto tercero “La afrenta de Corpes”. El primero trata de cómo el Cid es desterrado por Alfonso VI y el comienzo de su vida como Campeador, título obtenido al conquistar Valencia. El canto segundo trata de las bodas de sus hijas con los Infantes de Carrión, Diego y Fernando y retoma el relato de las batallas del Cid y de los innumerables intentos por parte de los almorávides de reconquistar las tierras perdidas, principalmente Valencia y sus alrededores. El canto tercero habla un poco de una de las batallas más importantes del Cid, donde obtiene su segunda espada bautizada Tizón –la primera llamada Colada-. Ésta espada, cuyo nombre significa “la ardiente” tenía un valor aproximado de mil marcos, pero mayor era su valor debido al honor de haberla obtenido y al convertirse en un símbolo de poder. La composición métrica del poema esta dispuesta de la siguiente forma: versos de catorce sílabas –o versos alejandrinos- separados en dos hemistiquios por una cesura -mitad de un verso, especialmente cada una de las dos partes de un verso separadas o determinadas por una cesura-. Yendo más profundo en la obra podemos reconocer varias descripciones tanto etopéyicas (descripción espiritual y mental, por ejemplo sentimientos, estados de ánimo, deseos) como grafopéyicas (descripción gráfica, por ejemplo colores, tamaños, texturas). Así se describe etopéyicamente al Cid: valiente, honrado: “Mío Cid honrado…”; prudente, etcétera. De la siguiente manera se lo describe grafopéyicamente: "Gracias a Dios y a vos gracias, Cid, de la barba crecida…” o “que siempre llevaba puesta Mío Cid Campeador.

Los cabellos con un lienzo de hilo fino se cubrió…”. Además, se pueden reconocer figuras literarias y lingüísticas tales como polisindetones: “y aquel conde don Enrique y aquel conde don Ramón y los demás de la corte hacen como su señor, con gran honra recibieron al que en buenhora nació…”. Los polisindetones consisten en la repetición continua de conjunciones copulativas como “ni” o “y”. Es posible identificar hiperbatones –estos son los recursos de la Retórica y del estilo que consisten en trastocar o desordenar el natural orden sintáctico de la frase (sujeto más verbo más complementos)- un ejemplo puede ser el siguiente fragmento: “Cubierto va con un manto que era de mucho valor…”. Aquí el orden sería verbo compuesto, preposición, sujeto (implícito), pronombre relativo, verbo, preposición, adjetivo, sustantivo. En la obra existe también encabalgamiento –es decir, el efecto que se da al quedar un verso inconcluso y que continúa en el siguiente verso, esta característica es propia de los textos líricos y épico-narrativos-. A continuación se cita un ejemplo de encabalgamiento:

“Abren las puertas y afuera del castillo salen ya, Las avanzadas al verlos al campamento se van. La composición fonética del “Cantar del Mío Cid” se caracteriza por estar integrada por gran cantidad de fonemas “a”, es decir, del sonido producido por la letra A. Esto hace que el texto suene de una forma fuerte, clara y con cierta personalidad. Esta letra coincide con la “U” –la cual fue el fonema predominante en el texto escrito en latín, primer trascripción del “Cantar del Mío Cid”-. La “U” en latín también era un fonema con una fuerte acentuación.