Michael Walzer - Las Esferas de La Justicia - DINERO Y MERCANCIA

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Michael Walzer- LAS ESFERAS DE LA JUSTICIA Dinero y mercancía Hay dos preguntas en torno al dinero: ¿Qué es lo que se puede comprar? ¿Cómo se distribuye? Lo mejor es empezar con la opinión ingenua, que es la común, según cual el dinero es demasiado importante, la raíz de todos los males, la fuente de todo bien. “El dinero responde a todas las preguntas”. Según Marx es el alcahuete universal que arregla contubernios escandalosos entre personas y bienes, rompiendo toda barrera natural y toda barrera moral. Donde quiera que el dinero sea utilizado, media entre cosas incompatibles, irrumpe en las entidades auto-subsistentes de la vida social, invierte la individualidad, obliga a que los contrarios se reconcilien. Pero eso, por supuesto, es lo que el dinero es, porque lo usamos. El dinero es el medio universal de intercambio, e incluso una gran conveniencia, pues el intercambio es central en la vida que compartimos con otros hombres y mujeres. Cada bien social puede ser representado en términos monetarios, el dinero es sencillamente un representación de valor. Podemos comprar y vender universalmente solo si pasamos por alto los valores reales; mientras atendamos a ellos, habrá cosas que no pueden ser ni compradas ni vendidas. Cosas particulares: la universalidad abstracta del dinero es restringida y circunscrita por la creación de valores a los cuales no es fácil poner precio o no queremos que lo tengan. Intercambios obstruidos Estos fijan límites al predominio de la riqueza material, proponemos una lista de cosas que no pueden ser obtenidas por dinero: 1. Los seres humanos no pueden ser comprados ni vendidos. En el mercado laboral se puede comercializar solo la capacidad laboral de las personas, y las cosas que hacen, no la persona en sí, ni su libertad. 2. El poder político y la influencia no pueden ser comprados ni vendidos. Los ciudadanos no pueden comprar sus votos ni los funcionarios sus decisiones. Es una transacción ilegal. 3. La justicia en materia criminal no está a la venta. No solo los jueces y jurados no pueden ser sobornados, sino que los servicios de los abogados defensores son materia de previsión comunitaria.

4. La libertad de expresión oral, de prensa, de religión, de reunión: ninguna de ellas requiere pagos monetarios. Ningunas de ellas puede conseguirse en una subasta, pues le son simplemente garantizadas a cada ciudadano. 5. Los derechos al matrimonio y a la procreación no se encuentran a la venta. Los ciudadanos son limitados a un cónyuge y no pueden adquirir una licencia de poligamia. 6. El derecho a abandonar la comunidad política no está a la venta. El estado moderno ha hecho una inversión en cada ciudadano y puede exigir legítimamente que alguna parte de tal inversión le sea devuelta, en trabajo o con dinero, antes de permitir la emigración. 7. Las exenciones al servicio militar, a la obligación de servir como jurado, y a toda otra forma de trabajo impuesto por la comunidad, no pueden ser vendidas por el gobierno o compradas por los ciudadanos. 8. Los cargos políticos no pueden ser comprados. La posición profesional tampoco puede ser comprada en la medida en que sea regulada por la comunidad, pues los médicos y abogados son nuestro sacerdotes seculares, debemos estar seguros de sus aptitudes. 9. Servicios de beneficencia elementales como la protección policiaca o la escuela primaria y secundaria son susceptibles de comprarse, solo marginalmente. Un mínimo se garantiza a todo ciudadano y no requiere ser pagado por los particulares. Pero existe el caso la protección o seguridad privada, y las escuelas privadas. 10. Los intercambios desesperados, tratos de último recurso, están prohibidos. 11. Premios y honores de muchas clases, tanto públicos como privados, no se hallan a la venta. 12.

La gracia divina no puede ser comprada.

13.

El amor y la amistad no pueden ser comprados.

Podemos comprar toda clase de cosas que nos convierten en mejores candidatos al amor y la amistad. La publicidad juega con estas posibilidades que son bastante reales. 14. Una larga serie de ventas delictivas están excluidas; asesinatos, el chantaje es ilegal, la heroína no se puede vender, ni viene que hayan sido robados, armas, coches inseguros Todos ellos son útiles muestras de que la esfera del dinero y la mercancía esta sujeta a continuas redefiniciones. Si el dinero tiene la respuesta para todas las cosas, ello lo hace, a espaldas de muchas cosas y a pesar de sus significados sociales. Lo que el dinero si puede comprar Los bienes comercializables. Las cosas son nuestras anclas en el mundo. Pero si bien es cierto que todos necesitamos ser anclados, no todos necesitamos la misma ancla. Cada quien se apega a distintas cosas, pues tenemos gustos y deseos distintos. cultura tiene su propio conjunto característico de mercancías, determinado por su modo de producción, su organización social y las dimensiones de su comercio. El dinero es tanto la medida de equivalencia como el medio de intercambio, tales son sus funciones propias y sus únicas funciones (en lo ideal). Es en el mercado donde el dinero cumple sus funciones, y el mercado está abierto a todo concurrente. Sólo con el esfuerzo es posible tener cosas, y el esfuerzo es lo que parece proporcionar los derechos sobre las cosas, o al menos, los derechos originales. Pero una vez que poseen las cosas, también pueden ser intercambiadas. De modo que el querer, el hacer, el poseer y el intercambiar dependen entre sí: son los modos de la mercancía. Preguntemos de nuevo: ¿qué es lo que el dinero compra? El sociólogo Lee Rainwater, examinando los significados sociales del ingreso, ofrece una respuesta radical: El dinero compra la pertenencia a la sociedad industrial. Las actividades normales que permiten a los individuos verse a sí mismo y ser vistos por otros como miembros completos, personas sociales, han llegado a convertirse de una manera creciente en actividades de consumo: exigen dinero. Es verdad que le mercado es un escenario para la competencia. Actualmente en los EEUU y en toda sociedad donde el mercado triunfa, la mercancía gestiona la pertenencia. A menos de que poseamos cierto

número de cosas socialmente exigidas, no podemos ser personas efectivas ni ser socialmente reconocidos. Las mercancías son símbolos de pertenencia, la posición y la identidad se distribuyen a través del mercado, son vendidas en efectivo y sin mayores tramites. El fracaso económico, sea cual fuere la perdida de estima que traiga consigo, no debería tener como consecuencia la devaluación de la ciudadanía, y si produce este efecto, es preciso buscar algún remedio. El remedio obvio es la redistribución del dinero. He aquí una triste versión de la búsqueda de la felicidad: la previsión comunitaria persiguiendo sin cesar las demandas del consumidor. Pero incluso cuando hayamos obstruido todo intercambio erróneo y controlado el peso puro del dinero. Las personas todavía tendrán motivos de preocupación, por lo cual intentaran minimizar sus riesgos, o compartirlos, o se compraran algún seguro.

El mercado El argumento de los defensores del capitalismo es: los resultados del mercado son de gran importancia porque el mercado, siendo libre, da a cada persona lo que ella merece. Nos recompensa a todos de acuerdo con las aportaciones que hagamos al bienestar de los demás. El precio es nuestro merecimiento, expresa el único valor que nuestros bienes y servicios pueden tener, el valor que realmente tiene para otras personas. Pero esto es entender mal el significado del merecimiento. Nunca sabríamos que merece una persona hasta ver que es lo que ha obtenido, y esto no puede ser lo adecuado. El merecimiento no puede depender del estado de la economía. Un empresario apuesta por el mercado, pero el mercado no reconoce el merecimiento. La iniciativa, el espíritu emprendedor, la innovación, el trabajo duro, la negociación despiadada, la apuesta osada, la prostitución del talento: todo ellos es a veces recompensado, pero a veces no. El comerciante sirve de alcahuete a nuestros deseos, pero se trata de un alcahuetero inofensivo. Nosotros tenemos que protegernos del fraude, pero el intercambio es en principio una relación de beneficio mutuo. El triunfo empresarial es tan solo uno de los fines de los negocios. El principio más importante tiene la siguiente forma: el ejercicio del poder pertenece a la

esfera de la política, mientras lo que ocurra en el mercado debe por lo menos acercarse a un intercambio entre iguales (un intercambio libre). Esto último no significa que toda mercancía se venderá a ‘’precio justo’’ o que todo trabajador recibirá su ‘’justa recompensa’’. Esta clase de justicia es ajena al mercado. Sin embargo, todo intercambio debe ser resultado de una negociación, no de una orden ni de ultimátum. En cierto sentido, el Estado de beneficencia respalda la esfera del dinero al fanatizar que las mujeres y a los hombres no tendrán que regatear sin recursos por los mismo medios de subsistencia. Lo que importa mantener es la integridad de otras esferas distributivas, por ejemplo, privando a empresarios poderosos de los medios para amasar poder político o someter a funcionarios públicos a su voluntad. Cuando el dinero conlleva el control no sólo de cosas sino también de personas, ha dejado de ser un recurso privado. No compra más bienes y servicios en el mercado: compra algo más, algo más donde la compra y la venta están prohibidas. Si no podemos obstruir la adquisición, entonces tenemos que socializar el dinero, lo cual significa reconocer que ha adquirido carácter político. El dinero tiene un modo sutil de hablar, y en ocasiones les habla a personas admirables. Lavadoras, televisores, zapatos y automóviles Los Strauss mucho antes de convertirse en servidor público, tal como él, los empresarios han sido servidores privados que responden a las órdenes del soberano consumidor. Pero el consumidor no es y nunca podrá ser soberano. Solo es capaz de escoger de entre la variedad de los productos, pero no tiene poder alguno para influir en la producción de otros artículos. Las decisiones cruciales son tomadas por los propietarios corporativos. Ellos determinan la gama de mercancías de entre las cuales el resto de nosotros lleva a cabo su elección, de modo que nosotros no obtenemos las cosas que realmente queremos. Por lo que no es suficiente que el mercado sea limitado, tiene que ser efectivamente reemplazado por políticas democráticas. Gorz habla de una invasión creciente de bienes privados que hace la vida de los pobres cada vez más difícil. Conforme un número creciente de consumidores adquiere sus propias lavadoras, las lavanderías son obligadas a cerrar. Entonces, todo mundo necesita una lavadora. Conforme decae el transporte público, todo mundo necesita un automóvil y así sucesivamente.

Las secuelas de la pobreza se agravan y los pobres son arrastrados al margen de la sociedad. De cualquier manera, sería posible resaltar los aspectos políticos de la pertenencia y no tanto los económicos. Sospecho que en realidad Gorz prefiere la sala de lavandería y la sala de televisión, puesto que las considera opciones comunitarias ante la privatización burguesa, serian sitios donde la gente se reuniría para conversar, planear asignaciones e incluso discutir temas políticos. Particulares como Gorz, favorecen el consumo colectivo ante el privado. La fuerza de su argumento es la exigencia de que deba existir un foro donde se pueda plantear la cuestión. El mercado no es ese foro, pero afirmar esto no equivale a criticar el mercado, solo es insistir en que debe ubicarse paralelo a la esfera de la política, no que deba reemplazarla. Se trata de una decisión política, no de mercado, de modo que los ciudadanos que la formen deben ser iguales entre sí, y sus diversos intereses tienen que ser representados en el proceso político. La determinación del salario Dado que los votos no pueden ser negociados al igual que el dinero, los bienes y servicios, la igualdad de los ciudadanos nunca será reproducida en el mercado. Los hombres y las mujeres tienen que hacer dinero, y lo consiguen vendiendo su poder laboral y sus destrezas adquiridas. El precio que reciban dependerá de la disponibilidad del trabajo y de la demanda por mercancías específicas. En sociedades donde el trabajo es hereditario y jerárquico, también lo es el consumo. Mientras más perfecto sea el mercado, más pequeñas serán las desigualdades en el ingreso y menos frecuentes los fracasos. Las decisiones democráticas irán por un camino u otro según sean la ideología prevaleciente entre los trabajadores, el carácter de su empresa y el curso que tomen los debates. 

El ingreso se determina entonces, mediante una combinación de factores políticos y de mercado.



La toma de decisiones democráticas, al igual que la pequeña propiedad pequeñoburguesa, es un medio para llevar el mercado a casa, para vincular sus oportunidades y peligros al esfuerzo real, a la iniciativa, y a la suerte de los particulares. Esto es lo que la exige: no que el mercado sea eliminado sino que a nadie se lo

segregue de sus posibilidades debido a su bajo status o a su debilidad política. Redistribuciones Los intercambios obstruidos son tantos y tan controlados, observados no solo por funcionarios sino también por hombres y mujeres comunes que defienden sus intereses y hacen valer sus derechos. Las obstrucciones, no siempre se mantienen, y cuando las distribuciones del mercado no pueden ser contenidas dentro de límites adecuados, debemos sondear la posibilidad de redistribuciones políticas. El imperialismo de mercado requiere otra clase de redistribución. Lo que está en discusión ahora es el predominio del dinero fuera de su esfera. El principio más importante tiene la siguiente forma: el ejercicio del poder pertenece a la esfera de la política, mientras lo que ocurra en el mercado debe por lo menos acercarse a un intercambio entre iguales (un intercambio libre). Todo intercambio debe ser resultado de una negociación, no de una orden ni un ultimátum. Cuando el dinero conlleva el control no solo de cosas sino también de personas, ha dejado de ser un recurso privado. Las redistribuciones son de 3 clases: 

1° la redistribución del poder del mercado, como en la obstrucción de los intercambios desesperados y el fomento de los sindicatos comerciales,



2°: la redistribución directa del dinero, mediante el sistema de impuestos y



3: la redistribución de los derechos de la propiedad o de las implicaciones de la posesión, como en el establecimiento de procedimientos de desagravios o el control corporativo de los medios de producción. Las 3 fijan nuevamente los límites entre la política y la economía.

Los ciudadanos no pueden tomar la decisión que se les antoje. La esfera de la política tiene sus propios límites, de ahí que la redistribución nunca pueda producir igualdad simple, no, mientras el dinero y las mercancías existen.