Metodologia de la afectividad colectiva

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1890; 1940; 1990: METODOLOGÍA DE LA AFECTIVIDAD COLECTIVA Pablo Fernández Christlieb Seminario de Cognición Social e Intersubjetividad Facultad de Psicología Universidad Nacional Autónoma de México Resumen El presente trabajo intenta plantear una opción metodológica para el estudio de la afectividad, principalmente en psicología colectiva. Pero extensible a la psicología general. Se define a la afectividad como aquella parte de la realidad que no tiene nombre, cayendo por lo tanto dentro de esta definición tanto llamados sentimientos de carácter individual, como una serie de otras imágenes no interiores a los individuos, sino exteriores y situadas en la cultura y en la historia, razón por la cual toda afectividad se considera como simbólica y colectiva. Se prosigue a caracterizar a la afectividad como una instancia constituida de imágenes de tiempo y movimiento en vez de imágenes espaciales y estáticas como lo son las de los objetos concretos, teniendo entonces como atributos a cualidades propias de los verbos, los adjetivos y los adverbios, tales como rapidez, matiz, intensidad, gravedad, tersura, etc. De esta manera se argumenta que el tipo de aproximación que puede dar cuenta de la afectividad es la aproximación estética, considerada como la narración de las relaciones estructurales, formales y organizativas de las imágenes, sean estas visuales, auditivas, táctiles, etc.. En esta descripción estética consiste la metodología de la afectividad colectiva. Finalmente, se asume que no los sentimientos propiamente dichos, sino cualquier fenómeno o situación de la realidad puede ser aproximado estéticamente y por ende considerado un evento afectivo. Descriptores: Psicología colectiva, Afectividad, Estética.

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1890; 1940; 1990: METODOLOGÍA DE LA AFECTIVIDAD AFECTIVIDAD COLECTIVA Pablo Fernández Christlieb Seminario de Cognición Social e Intersubjetividad Facultad de Psicología Universidad Nacional Autónoma de México

Abstract This paper attempts to present a methodological approach to the study of affectivity. Affectivity is defined as the realm of reality which is devoid of name, i.e. there is no way of making a linguistic reference to it. Not only individual feelings but a great amount of images within history and culture falls into this definition, so all affectivity can be termed as simbolic and collective. Furtherly, it is argued that the characteristic traits of affectivity images are more related to time properties (such as movement, rhythm, etc.) that to space properties, and that, in order to approach them, psychology must take an aesthetical point of view, consisting of the description of the formal structure of such images. Finally, it is sustained that any phenomenon of reality can be researched aesthetically, that is affectively. Key Words. Collective Psychology, Affectivity, Aesthetics.

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0.0.- Introducción El presente texto trata de plantear un modo en que se puede estudiar la afectividad general, en el entendido previo de que eso es lo que tendría que averiguar la psicología. Sentimientos, emociones, sensaciones, pasiones, son más o menos los nombres que recibe este universo del cual todos somos objeto pero nadie sujeto: son pasiones porque se padecen; se padecen porque estamos pasivos ante ellas. En efecto, son afectos porque afectan1.

0.1.0.1.- Lo Metódico El objeto de investigación es la afectividad2. La metodología refiere al modo de aproximarse al objeto. Pero cuando el investigador pretende aproximarse, resulta que ya se aproximó desde antes, porque ya tiene una idea sobre él, alguna teoría, de manera que ya sabe que es el objeto, y cada nuevo acercamiento es un enriquecimiento de su teoría, pero al mismo tiempo, una nueva versión del objeto: el objeto es lo que él conoce de él, y lo que conoce de él son las aproximaciones que no ha hecho. En suma, el objeto, su conocimiento y el conocedor son una misma entidad. Así, aquí, la metodología consiste en reproducir, mediante discurso, que es lo único de que dispone una disciplina, la naturaleza, o la lógica de la afectividad, lo cual, significa, en otros términos, elaborar una metáfora, y mostrar que las metáforas no existen, sino que son la realidad. El método consiste en imitar el pensamiento del objeto3.

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Se ha pretendido redactar un texto si bien no del todo claro cuando menos conciso. Con este fin se ha elaborado un sistema de notas que además de ser menos claro es todo menos conciso, donde quedan depositadas todas las documentaciones y contrastaciones con las que se elaboró el texto, a modo de diálogo interior con sus fuentes, que el improbable lector puede obviar olímpicamente. El texto puede ser leído con absoluta independencia de las notas y sin mayores cargos de conciencia. En resumen las notas consignan citas comentadas del asociacionismo, de la teoría de la gestalt y de la hermenéutica de Gadamer, al respecto de la metodología de la afectividad. 2 “El problema del método esta enteramente determinado por el objeto” (Gadamer, 1960, p. 385). Por lo demás, solamente en este apartado el término “objeto” se refiere al tema u objetivo de la investigación; en el resto del texto, el término “objeto” se usará en su calidad de “cosa”. 3 “El verdadero método sería el hacer de la cosa misma. Por supuesto que la cosa no anda su camino ni sigue su curso sin que nosotros pensemos, pero pensar quiere decir precisamente desarrollar una cosa en su propia consecuencia” (Gadamer, 1960, p. 555).

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0.2.0.2.- Lo Afectivo Se pueden encontrar múltiples ejemplos de afectos, como el amor, el perdón, la vergüenza, la dignidad, la intuición, la voluntad, etc., que son nombres que se utilizan para delimitar rangos de sentimientos que no pueden ser definidos ni conceptualizados, sino solamente imaginados y ejemplificados. En efecto, los sentimientos se sienten, pero no se piensan; se palpan, ven, oyen, actúan, pero no se dicen. Entonces, puede entenderse como afectividad aquella parte de la realidad que no tiene nombre. Dicho de otro modo, un sentimiento es una imagen, sea visual, táctil, auditiva, kinestésica, interoceptiva, etc. Asimismo, una canción, un paisaje, un recuerdo, un perfume o una sonrisa expresan sentimientos, pero no hay nada en los elementos o el conjunto de la canción que permita verificar su presencia. En una canción triste hay algo más de la canción: este algo es la afectividad.

0.3.0.3.- Lo colectivo La afectividad es colectiva. El sentido fundamental de la psicología que se denomina colectiva es uno muy preciso, a saber, aquella cuyo sustrato de explicación es simbólico4, en el entendido de que los símbolos son objetos cuya existencia e inteligibilidad se realiza intersubjetivamente, y por lo tanto, son creados y sostenidos por la comunicación. Hay psicologías que pueden reducir el cariño a reacciones físicoquímicas o a transacciones mercantiles, pero la psicología colectiva lo sitúa en el rango de creación espiritual o cultural, simbólica y significativa.

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Ciertamente, como dice Blondel (1928), y como se decía con cierta frecuencia hasta principios del siglo veinte, sólo hay dos psicologías: fisiológica y colectiva. Por psicología colectiva se entendía aquella psicología, fuertemente filosófica, que consideraba a los enigmas de la vida como símbolos descifrables, comprensibles a partir de algún código fuera lingüístico, interactivo, cultural, moral o histórico. Sin embargo, en el transcurso del siglo XIX, a la par de las demás ciencias naturales, se desarrolló rápidamente la fisiología científica, produciendo obligadamente una “psicología fisiológica” (Boring, 1950, p. 260), que, gracias al laboratorio de Wundt y para la década de 1890, se dio en llamar “la nueva psicología”, en contraposición a la psicología colectiva, que resultó “antigua”. De esta psicología fisiológica es de donde deriva la actual psicología social que, como era de esperarse, se autodenominó “la psicología social moderna” (Allport, 1969). En el presente trabajo, el hecho de basarse en la psicología colectiva no implica tomar un marco teórico ya hace cien años obsoleto, sino intentar la introducción a una especie de “veteropsicología” con pretensiones de que resulte novedosa, mostrando la vejez de aquella “nueva psicología moderna”.

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1.1.- La Afectividad en la Cultura La idea aceptada es que la sociedad y la cultura son entes racionales, es decir, que utilizan el lenguaje, las ideas y los pensamientos para tomar sus decisiones y dirigir sus actos: es la idea de que con palabras (o números, o pruebas) se dice la verdad y de que la verdad está contenida en las palabras, siendo comprobable y verificable. Este tipo de discurso es música para los oídos, literalmente, en el sentido de que suena bonito y sienta bien, sin objeción, aunque no se entienda ni cómo ni porqué, como cualquier otra sinfonía.

1.1.1.1.- La Afectividad Cotidiana Solamente se verifica lo que no tiene sentido5. Lo que si lo tiene, como las convicciones, los valores, la esperanza, la pertenencia, la identidad o las necesidad vital de ese mismo sentido, es inverificable, porque es verdadero por sí mismo y no por otra cosa que venga en su ayuda: es la verdad que se siente. Habrá aparatos que se guían por la racionalidad, como la burocracia o un automóvil, pero la gente usa el automóvil o desplanta su prepotencia en la burocracia, y a demás se viste, se peina, trabaja, vota, estudia, merced a los motivos indecibles, innombrables, del ansia, la fascinación, el rencor, la ternura, el arrepentimiento, la soledad y el resto de los sentimientos. La cultura cotidiana, como las tradiciones y las costumbres, o la cultura en general, como la literatura o la filosofía, es el producto objetivado, el resultado tangible, de esta afectividad colectiva. El deseo de comprensión que da su vitalidad a la ciencia no puede ser parte de la ciencia; el mismo lenguaje y la misma racionalidad a las que les da por oponerse y negar a la afectividad, están hechos de sustancia sentimental. Los sentimientos son el motor de la sociedad.

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“Es ‘evidente’ todo lo que tiene sentido. El concepto de la evidencia pertenece a la tradición retórica. Lo evidente puede defender sus razones frente a la verdad y a la certeza de lo demostrado y sabido; está siempre dada la idea de que lo evidente no está demostrado ni es absolutamente cierto, sino que se hace valer a sí mismo como algo preferente en el marco de lo posible y de lo probable” (Gadamer, 1960, p. 579).

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1.2.1.2.- La Lógica Afectiva Hay pues, una especie de inteligencia, de sensatez, sabiduría, que no pasa por la inteligencia cognoscitiva, y que por lo tanto es inmencionable, inconsciente, innominable, y que sin embargo, da muestras de poseer una dirección, un orden, una estructura, una dinámica y una lógica, como si los sentimientos pensaran por su cuenta, movieran a la gente según sus designios y desencadenaran actos, eventos, obras, de suficiente calidad como para aparecer como lo más valioso. Pero se trata de una estructura callada, que no se dice, que se hace y se desarrolla en el silencio, a la sombra, por el interior del lenguaje y de los objetos. En efecto, contra la grandilocuencia de los discursos de la lógica racional, que expone sus enunciados y fórmulas, transcurre, sin hablar, la razón afectiva, que genera y transforma realidades que de pronto aparecen como si fueran cosas naturales, datos crudos o hechos consumados, pero que no son tales, sino el trabajo silencioso de la razón afectiva. Aquello que Simmel (s.f.) llamó cultura femenina6,a la que se le negó, o no quiso tener, la palabra en la ciencia, la política, la sobremesa o la literatura. Pero que tuvo al intuición, en el sexto sentido, la ternura, el arma blanca de la coquetería, la belleza, la pasión, la adivinación, la sensibilidad, el amor, es más exactamente la lógica afectiva construida en silencio a lo largo de la historia. Junto al poder de la racionalidad se encuentra el contrapoder de la afectividad.

2.2.- Historia de Método La psicología pudo aparecer como ciencia sólo porque estaba interesada en la afectividad; para otra cosa no hubiera tenido n caso ni hubiera habido lugar. En el s. XIX, el hábeas recién nacido de la disciplina tematizaba, de

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manera más bien

En efecto, puede documentarse históricamente (Cfr. Ariés y Duby, 1985), que si hay una diferencia fuerte entre el género masculino y el género femenino: esta es la diferencia existente entre la palabra y el silencio; lo (occidental) masculino siempre ha tenido la prerrogativa del uso del lenguaje hablado y escrito; lo femenino ha tenido, en cambio, el don del silencio. Así, desde la gracia clásica y desde el Paraíso Terrenal, se han ido desarrollando dos lógicas paralelas, dos mundos: uno con la materia del silencio, obviamente inefable, que es la afectividad. Es esta segunda lógica la que interesa en este trabajo, el cual, paradójicamente, tiene que hacerse con los recursos de la primera; por donde este trabajo pretende arreglar la paradoja es argumentando que se trata en realidad de una misma materia, sólo que con distinto temple.

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desmembrada, incógnitas como la voluntad, la intención, el dolor, el placer, la creencia o la imaginación7(Cfr. Boring, 1950, Vgr. p. 245).

2.1.2.1.- Teorías Afectivas La psicología de las multitudes, aproximación con la que inicia formalmente la psicología colectiva, presenta el lúcido germen de una teoría de la afectividad, donde se habla de un pensamiento por imágenes, autónomo de la racionalidad por palabras, y que se crea y se transforma y se articula mediante procedimientos ajenos a la lógica de la racionalidad (Cfr. LeBon, 1895, Vgr. pp. 44-45, 67). Asimismo, Ribot (1904), un viejo psicólogo tan reconocido antes como desconocido ahora, factura una teoría completa de la afectividad, según la cual, la lógica de los sentimientos tiene su propia organización y su propia razón de ser, constituyendo un tipo de razonamiento que escapa a las pruebas, mucho más frecuente de lo que se admite tanto en la vida individual como colectiva: los sentimientos son, para él, el cemento, la liga, del razonamiento racional, el cual no es más que un revestimiento, una cáscara, del razonamiento emocional. La imaginación creativa es una forma de la lógica de los sentimientos.

2.2.2.2.- El Asociacionismo y la Gestalt No obstante la afectividad haya sido el compromiso de la psicología, parece ser un tema que no le interesa del todo; falsas promesas. Ciertamente, para efectos de sentimientos, que, como se ha dicho, consisten en imágenes, hay en psicología dos tradiciones que se antojan afines, porque hablan de atributos típicos de las imágenes, como

semejanza,

proximidad,

contraste,

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representación

o

forma:

son

el

Y Boring agrega que “la lista demuestra cómo el ámbito de la psicología se ha ido fijando por convención, y todavía tenemos muchas de esas convenciones”. Es cierto, aunque estas convenciones era lo que se denominaba “facultades mentales superiores”, entre las que también se encontraba la conciencia, el raciocinio, la concepción, la clasificación, la evidencia, la reflexión, etc. (1950, p. 245), las cuales acababan en convenciones porque finalmente se podían ocurre cuantas se quisieran, y cada una como una facultas autónoma y separada de las otras, en vista de lo cual, Ribot se permite enjuiciar esta forma de hacer psicología: “el sistema de facultades no explica nada porque cada una de ellas es sólo una flatus vocis que tiene valor únicamente por medio de los fenómenos que contiene, y no significa otra cosa que esos fenómenos” (citado por James, 1980, p. 478). Lo interesante de esta cita, y de los clásicos en general, es lo siguiente: se aplica actualmente al grueso de la psicología académica –los temas de la psicología social serían un buen ejemplo-, y hasta se antoja crítica innovadora.

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asociacionismo y la gestalt8; de hecho, Ribot formuló su lógica de los sentimientos asociacionistamente, , y le resultaba una gestalt. Además, ambas tradiciones tienen todavía algo ruinosamente perdido en la ciencia contemporánea: son sistemas monistas y holistas9, es decir, comprenden toda la realidad, y no nada más fragmentos, a partir de un solo concepto, y no con tentempiés teóricos según se presenta la necesidad.

2.2.1.2.2.1.- 1890: El Asociacionismo El asociacionismo, obra desperdigada de Hobbes, Hume, Los Mill (padre e hijo: James y Johnn Stuart), Alexander Bain, entre otros(Cfr. Boring, 1950), postula que el pensamiento se genera y se desarrolla mediante la concatenación de ideas o representaciones sueltas10, que se unen gracias a que se hallan próximas, o son semejantes11, ya sean el recuerdo o el acto, formando así líneas de pensamiento,

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Por estas razones el presente trabajo ha considerado discreto emplear como aparato crítico a ambas corrientes. Para el asociacionismo se ha elegido la reseña hecha por William James, quien, en su pragmatismo, hace una interpretación del asociacionismo que resulta casi gestáltica (Cfr. Boring, 1950, p. 630). Para la teoría de la gestalt se ha escogido a Paul Guillaume, quien por un lado, es el presentador de esta corriente en el idioma francés, de manera “muy satisfactoria” (Boring, 1950, p. 638), y por otro lado, al no ser protagonista central de la teoría, permite la doble ventaja del distanciamiento prudente y la agradecible síntesis. Hay otra razón, la que hacía exclamar turbado a Ezra Pound: “si los clásicos tuvieran mayor circulación...” 9 Al respecto del monismo-holismo de asociacionismo, Ribot también habla: “es notable que este descubrimiento se haya hecho tan tarde. Aparentemente nada es tan simple como observar que esta ley de asociación es el fenómeno verdaderamente fundamental e irreductible de nuestra vida mental; que está en la base de todos nuestros actos; que no admites excepciones; que sin él no pueden existir ni sueños, ni ensueños, ni éxtasis místicos, ni el razonamiento más abstracto; y que su supresión equivaldría a la supresión del pensamiento mismo” (citado por James, 1890, p. 477). Al respecto de la gestalt, Guillaume, menos grandilocuente, señala: “es un monismo” (1947, p. 197); son pocas palabras, pero no dejó de repetirlas desde la página 5. 10 En palabras de James, donde se le nota ser hermano de Henry e hijo del siglo XIX, el asociacionismo se presenta así: “la forma en que las sucesiones de imágenes y de consideración siguen uno al otro dentro de nuestros pensamientos, el vuelo incansable de una idea antes de la siguiente, la transiciones que nuestras mentes hacen entre cosas distantes entre sí, transiciones que a primera vista nos sorprenden por su brusquedad, pero que al escrutarlas más de cerca, suelen revelarnos vínculos intermedios perfectamente naturales y apropiados; toda esta corriente mágica e imponderable a conseguido excitar desde tiempo inmemorial la admiración de todos aquellos que por una u otra causa quedaron atrapados en su omnipresente misterio” (1890, p. 440). En suma, el principio es que las sensaciones, las ideas, las representaciones, las palabras, etc., se asocian libre, y de hecho, frente a las plausibles detracciones, lo que salva al psicoanálisis es su rampante decimononismo: lo más refrescante del psicoanálisis es que conserva lo más añejado de la psicología. 11 Las leyes de la asociación de las ideas es algo en lo que nunca hubo acuerdo, con la excepción de la contigüidad o proximidad: si dos ideas están próximas, se asocian. Pero fuera de ahí, según el autor que las trate, aumentaban o disminuían leyes, a saber, frecuencia, similitud, causa y efecto, intensidad, inseparabilidad, hábito, o atracción: leyes de asociación son, sobre todo, una, pero también dos, tres o cuatro (Cfr. James, 1890, pp. 467, 480; Boring, 1950, pp. 247, 253).

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trenes interminables de razonamiento12. Con esta idea única y total de los elementos que se enlazan, el asociacionismo presume explicar la vida psicológica. Pero tiene un hueco, a saber, el que queda entre vagón y vagón de sus trenes de pensamiento, y sobre todo, la vía completa por la que se desplazan, que va a alguna parte, i.e. tiene una dirección y una lógica, pero que no está constituida por ideas o representaciones, sino por algo distinto del pensamiento, pero que es lo que permite que el pensamiento piense algo. Esta vía, que evidentemente, tiene su estructura y su finalidad, y que hace que los trenes sirvan para algo, es la afectividad, cosa que el asociacionismo no pudo explicar, excepto como ideas racionales, o racionalistamente, como conexiones nerviosas13. 12

James habla efectivamente de “líneas”, “sucesiones”, “corrientes”, “vías”, “cadenas”, como cuando dice, por ejemplo, “la línea de nuestro ensueño” (1890, p. 465). Se trata, ciertamente, de metáforas; toda teoría, pensamiento, disciplina, utiliza metáforas, pero una metáfora es la narración de lo que se mira en la realidad, y lo que mira el asociacionismo son líneas y vías. Difícilmente iba a ser de otra manera, en un siglo impactado por el progreso que se presentaba en la forma de ferrocarriles, telégrafos, transportes, ensamblaje, manufactura, montaje, es decir, líneas de. Viendo al mundo que veía, el asociacionismo sólo acierta a concebirle pensamiento, la psique, como líneas de causa y efecto, como transmisiones neuronales. 13 El hueco del asociacionismo, su laguna, radica en que explico las cosas pero no su asociación; explicó los objetos pero no las vías. Puede uno advertir, con cierta gratitud literaria, que, a pesar de las pretensiones de duro cientificismo, se habla con una constante recurrencia a adjetivos y adverbios; nótese: “al tiempo que el expectante y punzante subconsciente estalla en la plenitud de la sensación vívida, la mente siente un alivio inexpresable” (James, 1890, p. 468), “el deseo presiona y hace fuerza en una dirección que siente que es la correcta” (Ibid., p. 467). Los adverbios y adjetivos están en lugar de aquello que no se explica, que es precisamente la vía sobre la que corren los pensamientos, pero que es exactamente lo que no se pude mencionar mientras se piensa. Se pueden pensar ideas, pero no pensar pensamientos; se pueden pensar objetos, pero no se puede pensar el ir pensándolos, porque se dejaría de hacerlo. Y sin embargo, los pensamientos tienen una estructura mientras se suceden donde se indica el lugar hacia donde van que le es desconocido al pensador: una forma de irse armando correctamente a pesar de no saber lo que se pretende pensar: no podemos pensar lo que vamos a pensar hasta que se está pensando, y resulta correcto. En suma, el pensamiento va montado sobre algo que no es el pensamiento, y este algo es la afectividad. El asociacionismo lo intentó y por eso usa nociones de “atracción”, “interés”, “tono emocional”, “estado de ánimo”, “vivacidad”, etc., pero no pudo con ella. Por esta razón, en psicología, se fue dejando de lado a la afectividad, quedando como único objeto de estudio la racionalidad, bastante menos huidiza; hay en psicología una especie de pacto de caballeros donde si la psique promete ser sólo racional, la psicología promete explicarla. Pero la gente sigue sintiendo. Comoquiera, el asociacionismo convierte a los afectos en ideas, Vgr.: “la volición es la asociación de ideas de movimiento muscular con las ideas de los placeres que produce el movimiento” (James, 1890, p. 479); pero ya no son placeres, sino ideas de. También: “el amor es la asociación de lo agradable con la idea del objeto capaz de proporcionarlas” (Idem); lo que había que comprender era lo agradable, pero ese es el hueco que queda. Así y todo, el asociacionismo se encuentra más cerca de la afectividad que la psicología actual, y es por ello que se puede considerar ampliamente para su estudio. James (1890, p. 465) le llama “puente” a este hueco, y dice: “ no nos es posible, ni siquiera valiéndonos de una búsqueda cuidadosa, ver el puente que cruzamos para ir del corazón de una representación al corazón de la siguiente”. El final de esta historia es muy forzado, y es que el asociacionismo llenó de huecos entre sus elementos asociados de una manera muy precisa, a saber, los dejó de considerar como simbólicos y los consideró en cambio como conexiones neuronales, de manera que en última instancia todo se explicaría por la psiconeurofisiología: “sería uno de los descubrimientos más importantes de la fisiología que pudiéramos determinar la diferencia química o mecánica que hace que los pensamientos de un cerebro...” (James, 1890, p. 465) ...”está muy lejos el día en que los fisiólogos puedan trazar realmente de un grupo de células a otro

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2.2.2. 2.2.2.2.2.- 1940: La Gestalt Mientras que el asociacionismo se construye sobre la metáfora unidimensional de la línea, la gestalt, obra legendaria de Wertheimer, Koffka y Kohler, se percata de que las líneas, vistas en conjunto, forman una figura con otra dimensión más, cuya metáfora entonces sería, mejor, la constelación14, de suerte que no son la ideas sueltas las que valen para algo, sino que el todo que queda constituido es la explicación básica. Para la gestalt, la vida psicológica nunca consistió jamás en elementos que se asocian, sino que desde su inicio aparece como formas, estructuras, organizaciones: la unidad es el todo15. Pero eso no es todo, porque para dar cuenta de grupo de células las irradiaciones que hemos postulado hipotéticamente” (Ibid., p. 475). Y de ahí en adelante, el non plus ultra de la psicología se localizaría en los fascículos cerebrales. 14 Se supone que la gestalt se constituye en oposición al atomismo asociacionista, que desintegra los todos en sus partes para luego darles una articulación mecánica, mecanicista, muy a tono con la línea de montaje: “es necesario renunciar a la idea de que un hecho físico obedece a una ley sólo bajo la coacción de un dispositivo del tipo máquina que le servirá de guía. La única causa de la preponderancia de este último tipo de explicación es que el hombre se sirve de máquinas para poner a su servicio las fuerzas físicas” (Guillaume, 1973, p. 45). Cierto, pero, por ejemplo, el siguiente razonamiento gestaltista es indiscernible del asociacionismo: “la causalidad fenomenal debe una simplicidad notable a la ley de proximidad o de coincidencia de la causa y el efecto en el espacio y en el tiempo” (Ibid,., p. 176). Mismas palabras, mismos conceptos, mismos argumentos, distinta forma. Una lectura más respetuosa del árbol caído permite concluir, más bien, que la gestalt es la continuación, completación, del asociacionismo; y visto así, se vuelven recíprocamente útiles. De hecho, aspectos “olvidados” del asociacionismo tienen espíritu gestáltico; por ejemplo, notoriamente, la idea de la química mental de John Stuart Mill, que Boring reseña así: “muchas ideas simples unidas por asociación están unidas tan íntimamente que el objeto parece unitario” (1950, p. 249); “esta noción de fusión lleva, sin embargo, al punto de vista químico. Si una idea puede realmente desaparecer o disminuir su efectividad, el todo asociativo no es solamente la suma de sus partes elementales; tenemos alo nuevo. Las leyes del todo tampoco puede predecirse a partir de las leyes de las partes” (Ibid., p. 253), o dicho por el mismo Stuart Mill, que mejoró enormemente a la mera “coalición mental” del asociacionismo de su padre: “las ideas simples, generan, más que componen, las ideas complejas” (Citado por Ibid., p. 254). Así mismo, Alexander Bain se refirió a las “asociaciones compuestas” (James, 1890, p. 454). Sintomáticamente, tanto Stuart Mill como Bain fueron de los pocos que defendieron la ley de las similitud en el asociacionismo, ley que es, con mucho, las más “formal”, i. e., gestáltica, la menos mecánica de todas: tan formal y tan poco mecánica que no puede entrar en la lógica de la causalidad: “los similares son considerados compuestos” (James, 1890, p. 462), “la similitud no tiene a gente causal” (Ibid., p. 472). Es decir, en el asociacionismo se habían encontrado estas unitariedades totales. Hay suficiente gestalt ahí. Por lo demás, y podría anotarse que de paso pero en realidad es suficientemente deliberado, hay otra entidad regida por el principio de la unidad, y a la que no le caben las causas ni los efectos, sino la armonía, atributo formal como pocos, y es las mónadas de Leibniz, de las que Boring colige: “el ejemplo más reciente de esta tendencia de aplicar al unidad a la mente se encuentra en la psicología de la gestalt” (1950, pp. 191192). Y lo que este trabajo colige es que la psicología termina siento un acuerdo hecho de conflicto, una unidad constituida de diferencia, un contenido fabricado de proceso. 15 La teoría de la gestalt, que surge con un trabajo de Wertheimer en 1912, argumenta que cualquier cosa o idea, tiene ya de suyo y de origen una estructura u organización, “no hay materia sin forma” (Guillaume, 1937, p. 22), de modo que el dato original o fundacional de cualquier cosa o idea no es sus elementos componentes, sino su unidad compuesta, y esta unidad o totalidad, es una entidad diferente a la de sus componentes; por ejemplo, cuando se disocia un enunciado en sus morfemas o fonemas para analizarlo, lo que se obtiene es un puñado de sonidos o palabras que no equivalen ni alcanzan al pensamiento del enunciado: en efecto, “aparecen de inmediato propiedades notables de las formas. Una forma es otra cosa o algo más que la suma de sus partes. Tiene propiedades que no resultan de la simple adición de las propiedades de sus elementos” (Guillaume, 1937, p. 17; énfasis en el original). Y

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esas configuraciones, las gestalt requiere hablar de relaciones, de proximidades y analogías, de atracciones, que si lo son, lo son entre elementos, con lo que el todo se descompone, y ahí aparece el hueco: mediaciones vacías sin propiedades ni atributos que a la postre serían quines tendrían que explicar la cohesión de los todos organizados16. La relación tendría que ser una entidad por sí misma para que no fuera sólo un hueco entre otras dos cosas: el agujero tendría que estar hecho de lago. Tanto en la asociación como en la forma, el pegamento emocional de Ribot que pegotea las partes o que amalgama el todo, no pede ser narrado en sus propios términos. En ambos casos, se trata con palabras y con objetos, pero no con lo que está la Gestaltpsychologie es incansable a la hora de insistir sobre esta premisa: “una parte en un todo des algo distinta esa parte o en otro todo” (Ibid., p. 67). Los todos, las estructuras, las formas pues, resultas ser datos originales, y el modo más básico de la realidad: “el todo es una realidad con igual título que los elementos, el análisis de una percepción en sensaciones descuida pues una aspecto muy importante de lo real; aspecto que posee una incontestable originalidad con respecto a sus elementos” (Ibid., p. 18). De ahí se desprenden una serie de consecuencias teóricas que sobre todo hacen extraño el hecho de que las ciencias humanas academicistas hayas podido fingir que no leyeron, específicamente en lo que respecta a la epistemología donde la dualidad espíritumateria desaparece, o la estética de donde resulta que lo bello es un criterio de verdad validado, o respecto al significado de los objetos que excede a la verificación empírica. 16 Esta es una crítica injusta a la teoría de la forma, que es necesario hacerle; en efecto, la descripción de los conjuntos que la gestalt mira de golpe como un todo está hecha a partir de los puntos que conoce, como los que forman la constelación de su metáfora, es decir, de los mismos elementos que el asociacionismo, pero la “constelacionalidad” no radica ahí, sino más bien en los espacios en medio, huecos que quedan entre los puntos, así que cuando se declara que “una melodía se compone de sonidos, una figura de líneas y puntos...”, el hueco radica precisamente en que la melodía y la figura debieran ser investigadas por aquello de lo que no se componen pero que las hace ser lo que no son; los sonidos y los puntos son nombrables y ubicables, pero de lo que se trata es de consignar lo innombrado e inubicado. En el enunciado del ejemplo más arriba, lo que le da sentido es precisamente lo que no está en el enunciado. En lo que respecta a la distinción figura-fondo, tan cara a la gestalt, aparece el mismo hueco, que consiste en la atención a la figura por ser la que está limitada y organizada, pero cuya existencia está concedida por lo que se desatiende, esto es, por el fondo sin límite ni organización. Para llenar el hueco, o estudiar la afectividad, abría que convertir el fondo en figura, los silencios en enunciados, los blancos vacíos en objeto, y disponerse a describirlos. Guillaume (1937, p. 65) cita a Von Hornbostel: “vemos las cosas, no vemos los agujeros que las separan”; una psicología de la afectividad tendría que ponerse a ver los agujeros, no las cosas que los separan. Ello implica invertir la sustancia de la realidad empírica, racionalista, para que aparezca la realidad psíquica, afectivista. Quizá la circunstancia que no le permitió a la gestalt navegar por esos huecos que requieren de un lenguaje cada vez más figurado, menos técnico, haya sido precisamente el espíritu positivista sobre el que se afinca, que sólo reconocía como ciencia y como conocimiento lo susceptible de verificación empírica y de experimentación; ciertamente, uno de los orgullos de la gestalt era el haber logrado no ser metafísicos al lograr pasar todos sus postulados por el laboratorio y la cuantificación. Querían ser científicos, pero esa ciencia tenía sus dogmas. Y en el orgullo venía escondida la ignominia, porque sus ínfulas la obligaron a restringirse a cierta clase de fenómenos o eventos que cupieran en los laboratorios, de modo que su recepción por parte de la comunidad académica fue hecho desde el punto de vista de la mentalidad natural de los laboratorios (verificacionista, cuantitativista, causa-efectista, neurofisiologista) que le otorgó como premio a la gestalt el pobre rango de una mera teoría de la percepción (ni siquiera teoría estética), de donde a la fecha no ah podido salir. El éxito social de una teoría es la primera señal de su fracaso: este es el tipo de triunfo que el cientificismo le impuso a la gestalt. Como decía Boring hace medio siglo, “está muriendo de éxito” (1950, p. 622). Con la teoría de la gestalt se hizo lo que la gestalt hizo con todo: encontrar la buena forma, simple y estable, que cupiera en un sólo capítulo de los libros y que no tuviera nada de inquietante. El aplauso es el aviso del olvido.

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en medio de ellos, con los silencios y los huecos, a los que hay que intentar conceptualizar, y así saber de qué y cómo están hechos17.

3.3.- Objetos, Imágenes, Afectos La modernidad, para siquiera poder empezar a pensar, primero parte en dos la realidad y luego la subdivide. Con ello, el sentimiento queda opuesto al pensamiento y además clasificado en una serie de alegría y tristezas sin cuento, como si todo fuera cosas aparte. Aquí, en cambio, se intenta el argumento de que nada es cosa aparte, y todo es la misma cosa, concretamente, imagen18.

3.1.3.1.- Se Piensa con Objetos El dualismo moderno separa pensamiento (i.e. sujeto) y objetos, porque una cosa son las representaciones mentales internas y otra la mesa y la silla y la taza de café. Sin embargo, nadie piensa pensamientos sino que piensa cosas; y si se piensan cosas, eso no puede hacerse solamente con el cerebro, sino también con los ojos, los oídos, la piel, etc.; esto puede notarse cuando uno se distrae, y el pensamiento queda ocupado por al mesa y la silla y la taza de café que tiene enfrente. El pensamiento, en efecto, siempre está en continuidad con los objetos físicos o inmateriales que pululan por la sociedad y la cultura. Objetos y pensamientos constituyen una unidad: uno sin el otro son un par de tonterías.

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Gadamer (1960) ve en la gestalt la muestra de que el mecanicismo tuvo que percatarse del concepto de la forma para proseguir su lógica de control técnico de la naturaleza, con lo que demuestra, por un lado, la inexorabilidad de la forma como característica de los objetos naturales, y por el otro, la vena cientificista de la teoría de la gestalt: “concuerda... el que la ciencia moderna sólo haya recordado la valencia óntica autónoma de la forma (gestalt) cuando ha accedido a los límites de la constructibilidad mecánica del ser, y que sólo entonces haya incluido la idea de esta forma como principio suplementario de conocimiento en la explicación natural, sobre todo en la explicación de la naturaleza viva (biología, psicología). No es que con ello renuncia a su actitud fundamental, sino que meramente intenta alcanzar su objetivo, el dominio del ser, por un camino más refinado” (p. 573; paréntesis en el original). 18 Cuando el asociacionismo, y el grueso de la psicología clásica, habla de representaciones, se refiere a imágenes mentales, dígase objetos imaginarios; cuando la gestalt dice que toda materia tiene forma, implica, y se sabe, que los objetos tangibles, objetivos e intersubjetivos, exteriores a la imaginación, también la tienen.

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3.2.3.2.- Los Objetos son su Nombre La silla, la mesa y la taza de café, son, desde ya, entidades simbólicas, porque tienen nombre. El racionalismo moderno requiere poner los nombres y las cosas aparte, pero es incorrecto: las cosas son porque tiene nombre, y un nombre es la existencia de su cosa19, comportando todas sus cualidades, tales como la dureza y la textura de la silla o el calor y el insomnio de la taza de café. Borges siempre lo podrá decir mejor: “ en las letras de rosa está la rosa y todo el Nilo en la palabra Nilo”. En este sentido, los nombres o son convencionales ni arbitrarios, o son tan convencionales y arbitrarios como las cosas mismas, como la misma realidad y la naturaleza, porque son también la misma entidad. La palabra piedra es tan dura como la piedra, por lo que se puede discutir el asunto sin necesidad de usarlas.

3.3.3.3.- La Imagen Dentro de los Objetos Los objetos pueden ser mencionados en ausencia porque tienen nombre, y pueden ser representados imaginariamente porque tienen imagen. De hecho puede definirse a un objeto como una imagen con límites, contorneada y demarcada, sabiendo dónde empieza y dónde termina20 atendiendo a sus límites, se advierte que

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Mientas que el asociacionismo supone que los nombres y las cosas son dos instancias sin correspondencia natural que se asocian convencionalmente (Vgr.: “al niño se le ofrece una fruta nueva y deliciosa que se le dice que se llama higo”-James, 1890, p. 444), la gestalt asume que “higo” y el higo tienen una similitud formal, funcional, que por desconocida es menos cierta. Puede notarse que, respecto a la relación del lenguaje con los objetos existen dos concepciones básicas; una, la teoría convencional del lenguaje, según la cual las palabras carecen de correspondencia alguna con las cosas nombradas y por ende son adscripciones arbitrarias consensualmente acordadas; la otra, la teoría de la similitud, según la cual algo tiene de igual la palabra y la cosa que las hace corresponder (Cfr. Gadamer, 1960, pp. 491 ss.). Dado que el lenguaje es suficientemente amplio tanto en el vocabulario como en la historia, hay cupo para la correctitud de ambas teorías, pero, sobre todo, que es lo que parece argumentar Gadamer, no es posible separar a las palabras de sus cosas, por lo cual no es una cuestión de relación, fuera natural o arbitraria, sino de identidad: el objeto forma parte de su nombre en la misma medida en que el nombre forma parte de los objetos; Platón sin llamarse así no es él: “tiene sentido hablar de una perfección absoluta de la palabra, puesto que entre su apariencia sensible y su significado no existe relación sensible ni en consecuencia distancia... Todas las palabras son verdaderas, esto es, su ser se abre en su significado... La idealidad del significado no está en la palabra misma; ella es siempre ya significado... No es que la experiencia ocurra en principio sin palabras... Al contrario, es parte de la experiencia misma en buscar y encontrara las palabras que la expresen. Uno busca la palabra adecuada, esto es, la palabra que realmente pertenezca a la cosa, de manera que esta adquiera así la palabra (Gadamer, 1960, pp. 493-501; énfasis añadidos). 20 Esto es lo que la gestalt ha podido llamar “figura”, en contradistinción con el “fondo”: “un modelo más articulado, más diferenciado desempeña con mayor facilidad el papel de figura; un modelo menos articulado, más uniforme, el del fondo” (Guillaume, 1937, p. 63), “la figura ofrece más estabilidad, más resistencia a la variación”. La figura correspondería en el asociacionismo a los elementos de asociación, aunque se trataría de figuras

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existen objetos muy delimitados, duros y fijos, fácilmente diferenciables, como la mesa, y otros menos de, marcables, es decir, más blandos e inestables, como la gravedad, la democracia, el odio y “algo-que-oprime-el-pecho”, en ese orden.

3.4.3.4.- El Excedente Imágico de los Objetos En rigor, los nombres son los límites reconocidos de los objetos, y a pesar de la pretensión cientificista de hacer lenguajes que limiten tajantemente los objetos, tales como el lenguaje matemático o las definiciones operacionales o la terminología técnica, la mayoría de los objetos comportan una cantidad de material que escapa a su nombre o a su representación, un quantum de indeterminación por lo cual, los límites se vuelven en realidad difusos: por ejemplo, todo lo que no sabe de la silla cuando se habla de ella o se le ve en los casos de los sentimientos en quantum de indeterminación es de magnitud mucho mayor. Entonces, se tiene una palabra, un objeto y una imagen, pero hay otra cantidad de imagen que no está contenida por los límites, y por lo tanto queda, por así decirlo, fuera del objeto, y puede decirse que ya no es el objeto con su nombre, sino acaso su excedente, su aura imágica. Todo el matiz emocional de un discurso, por ejemplo, que no está contenido en el mensaje y no es verificable, sino que se hace presente en las pausas, los gestos, el tono, los silencios, es este halo, donde puede decirse que las imágenes son afectivas. La afectividad es una imagen no limitada por el nombre del objeto.

3.5.3.5.- La Continuidad afectiva de los Objetos Racionales Si se visualizara la imagen de un objeto, escójase un sentimiento como la voluntad

o

el

arrepentimiento,

aparecería

como

disolviéndose

en

el

aire,

difuminándose, desatándose de su nombre al punto en que ya no se podría decir si es ese objeto u otro, porque llega un momento en que la voluntad se mezcla con la terquedad. Es como si los objetos tuviesen los contornos desvanecidos, reblandecidos, líquidos, mezclándose y confundiéndose con los excedentes ambulantes de los objetos

sumamente simples; pero el asociacionismo desconoce la noción de fondo, excepto como “hueco vacio” (James, 1890, p. 469), “vacio doloroso” (Ibid., p. 467), que “rayaría en la locura querer segui su pista” (Ibid, p. 465).

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aledaños. La ambigüedad que comporta toda palabra es este excedente, que puede crecer y expandirse mucho.

3.6.3.6.- Imágenes sin nombre Estas imágenes, con sustanciales e inherentes a los objetos, se van alejando, separando del objeto, safándose del nombre, hasta convertirse en imágenes por derecho propio, que es cuando ya se convierten en afectividad inefable, en estado más puro. Un afecto es el resto del objeto, se trata de imágenes ya no alcanzadas por el nombre del objeto21, por lo que se tornan inenarrables, inefables, irracionales.

3.7.3.7.- Sentimientos entre los Objetos Así pues, la afectividad, en su estado más teórico, vendrían siendo las imágenes que se encuentran entre los objetos y sus nombres: en los silencios22 y los huecos, pero que, no obstante parecer constituir realidades aparte, son continuidades de los objetos (o viceversa), separadas por un proceso de disolución paulatina y no por un corte total.

3.8.3.8.- El Continuo PensamientoPensamiento-sentimiento sentimiento Así, tanto pensamiento, nombre y objetos por un extremo, como sentimientos por el otro extremo, son imágenes. La diferencia entre una y otra imagen, o entre pensamiento y sentimiento, es de grado de determinación-indeterminación, de delimitación-deslimitación.

–Poniéndolo

en

metáfora

que

después

resultará

literalidad, los objetos resultan ser imágenes endurecidas, densificadas, fijas,

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Esto es lo que la gestalt podría llamar “fondo”: “todo objeto sensible existe en relación con un cierto fondo; esta expresión no sólo se aplica a las cosas visibles, sino también a toda clase de objeto o de hecho sensible... existe siempre una notable diferencia entre el objeto y el fondo” (Guillaume, 1937, p. 57). “Figura y fondo tienen su unidad, pero hay dos tipos de unidades o de totalidades: la de la figura, que posee forma, contorno, organización, y la del fondo, que es una continuidad amorfa, indefinida, inorgánica” (Ibid., p.59). La afectividad radica en este fondo, que no tiene figura sino una especie de rítmica. 22 Ciertamente, la conciencia es vocinglera, pero, como dice Guillaume (1937, p. 141): “las organizaciones sensoriales son generalmente silenciosas: nos encontramos en presencia de un efecto sin saber nada de las fuerzas a las cuales es debido; percibimos una figura sin tener conciencia del dinamismo que le impone su estructura”.

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estables, al punto de poder hasta ocupar un lugar inmóvil en el espacio inmóvil, mientras que, en el otro extremo, los sentimientos parecen ser imágenes muy blandas, volátiles, inestables, de modo que parecen pertenecer a un momento móvil del tiempo móvil23. Pero sobre todo, se trata de un continuo, que va de la definición a la indefinición, de lo limitado a lo ilimitado, de la quietud a la velocidad, de la espacialidad a la temporalidad, en donde, cuanto más cerca están las imágenes del primer polo, más racionales son, y cuanto más próximas del segundo son mas afectivas. Los extremos no se alcanzarán, pero en todo caso, el lenguaje, los objetos y los

comportamientos

cotidianos

están

situados

en

puntos

suficientemente

impregnados de afectividad. Cosas y emociones, palabras y afectos, pensamientos y sentimientos, están pues, hechos de la misma sustancia –la imagen-, con la misma lógica o estructura, pero a diferente velocidad, o dureza, o concentración. Con este continuo, también se borra la separación esencial entre lo material y lo simbólico, lo físico y lo espiritual, lo interno y lo externo, lo intimo y lo colectivo, lo cultural y lo natural. Los sentimientos son pensamientos que no han cuajado, que todavía no están hechos

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Tanto es asociacionismo como el resto de la psicología decimonónica sustentaba como postulado epistemológico la noción del paralelismo psicofisiológico y/o psicofísico (Cfr. Boing, 1950, p. 688), que supone que las dimensiones física, fisiológica y psicológica, no obstante ser autónomas y sin puntos de contacto, corren por vías idénticas que permiten que lo que se diga se aplique a otra, de modo que si hay por ejemplo, proximidad entre dos representaciones, la hay entre dos neuronas y asimismo entre dos objetos: “campo verde” o cualquier otra obviedad significa que el campo y lo9 verde están juntos, pero que su evocación también aparece junta y que las neuronas marcadas con “campo” y con “verde” están en contacto: “tales fenómenos mentales coinciden con los cerebrales” (Boring, 1950, p. 688); “los ‘objetos’ y las ‘ideas’ encajan en esquemas paralelos, y pueden ser descritos en lenguaje idéntico, como cosas contiguas que tienden a ser pensadas de nuevo juntas, o como ideas contiguas que tienden a ocurrir de nuevo juntas” ( James, 189, p. 451). La teoría de la gestalt recupera el paralelismo, pero lo lleva más lejos, hasta disolver la dualidad que contiene, bajo el “principio del isomorfismo” que “es la generalización extrema del paralelismo psicofisiológico” (Guillaume, 1937, p. 197); según el isomorfismo, en vista de que toda idea, objeto, materia etc., tiene forma, puede variar en el material, sea “físico, fisiológico o psicológico”, pero como sea, sus formas se estructuran con una misma lógica que evidentemente vale para todo lo conocido y lo desconocido. “El descubrimiento de las propiedades formales de los todos permite admitir que existe entre estos dos hechos no sólo una correlación empírica, sino también una verdadera semejanza estructural” (Guillaume, 1937, p. 111). Es por esta razón que Lewin, gestaltista revolucionado, puede emplear la topografía o la física dinámica como marco de la psicología (Cfr. Lewin, Blanco, 1991), y por esta misma razón la gestalt “se niega a establecer un corte entre el espíritu y el cuerpo” (Guilaume, 1937, p. 24). Las consecuencias epistemológicas del isomorfismo son grandes, por ejemplo, del tamaño de las que irían del positivismo al animismo. Ahora bien, este trabajo, por su parte, quisiera extremar el isomorfismo, aunque no pueda decir que tanto lo logre, pero el caso es que se está argumentando que pensamiento y sentimiento, palabras y cosa, mente y materia, psique y cuerpo, sujeto y objeto, figura y fondo, etcétera, no son paralelos, ni isomorfos, sino continuos de la misma manera que una bicicleta estacionada y esa bicicleta en marcha son la misma bicicleta.

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como decía Leibniz. Los objetos, llámese árbol o Dios o timidez, son emociones que alcanzaron nombre24. Las onomatopeyas, por ejemplo, son sensaciones volátiles que se solidifican y se vuelven ideas25. Un sentimiento es el proceso de hacerse de la cosas.

4.4.- La afectividad Se empezó a hablar desde el punto de vista de la racionalidad y de los objetos, pero ya llegados hasta el otro extremo, puede hablarse solamente de la afectividad. Los afectos son el mundo intersticial de los objetos, es decir, lo que aparece como silencios, fondos, blancos, huecos. Los afectos son aquellas imágenes que están limitadas al revés, por la parte de afuera de la cáscara nominando a los objetos, no como inclusión sino como exclusión. Con esto, la realidad psicológica se invierte y se ingresa a la dimensión de la negatividad, y entonces, ya no hay que atender a lo que se percibe, sino a lo que parece que no está. En efecto, los nombres de los sentimientos como amor, melancolía, dulzura, no son los sentimientos sino acaso sus límites, es decir, los nombres marcan el punto donde terminan los sentimientos, de la misma manera que los límites del aire o del ambiente son las cosas que los interrumpen. Se podría hablar de un éter sentimental, gracias al cual los objetos 24

En la gestalt, el isomorfismo lleva a afirmar que, puesto que hay una misma estructura formal para las cosas las ideas, los sentimientos y los pensamientos, así las cosas y los sentimientos tienen entonces una especia de inteligencia previa al lenguaje, solamente mas primitiva, algo así como que la afectividad es un pensamiento sin palabras: “señalemos aquí, aunque no pertenezca a la escuela que estudiamos en especial sino más bien a la escuela de Krüger y Volkelt, una concepción original según la cual la forma primitiva de un todo cualquiera es un sentimiento; recíprocamente, todo sentimiento es la forma primitiva de la percepción de un complejo. En este sentido se puede hacer del sentimiento una especie de conocimiento” (Guillaume, 1937, p. 188), y, además, “¿cómo podría surgir un objeto, por vez primera del caos de las sensaciones? es necesario admitir, pues, estructuras primitivas” (Ibid., p. 69). Después de esto, la idea de Lacan de que el inconsciente esta estructurado como un lenguaje, es verosímil, toda vez que ese inconsciente fabricó al lenguaje a su imagen y semejanza. Y por último, otra vez, Leibniz ya lo había dicho (Cfr. Boring, 1950, pp. 191-192). 25 Contrariamente a la idea más de moda de que el lenguaje y el pensamiento inventen a los objetos y les imponen su modo de ser, la gestalt dice que las cosas tienen la razón: “el conocimiento no crea la organización de su objeto, la imita” (Guillaume, 1937, p. 201); asociacionistamente se dice así: “el orden mental copiará el orden del mundo exterior” (James, 1890, p. 451). A partir de esto, el lenguaje se vuelve imitación del universo y es, por lo tanto, todo onomatopéyico: “ la voz no sólo puede evitar la voz y los ruidos característicos de las cosas, sino también los caracteres no acústicos; basta con que ciertas propiedades formales se encuentren en el modelo y en la imitación. Se ampliaría así la vieja noción de onomatopeya y se quitaría a la creación de símbolos sonoros su desconcertante apariencia de arbitrariedad. Así como la escritura proviene de un dibujo estilizado, del mismo modo los primeros vocablos parecían sin duda presentar una relación de natural conveniencia con las cosas que

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racionales, como las cosas o las palabras se ubican, relacionan y aparecen como realidades o discursos ordenados. Como en la definición de archipiélago (Cfr. Vgr. Archipiélago, 1990), las islas están unidas por aquello que las separa.

4.1.4.1.- La Indistinción Afectiva se había dicho que la modernidad, además de dualizar, clasificaba, subdividía en amor, odio, alegría, tristeza, etc., es decir, ponía límites. Pero, ciertamente, lo que cae en la indefinición de las imágenes sin nombre no puede estar delimitado, y lo que no tiene límites no se diferencia: se indistingue: uno no puede saber que es lo que está sintiendo, y la misma sensación puede interpretarse como distintos sentimientos: amor, solicitud, posesividad, celos, odio son un mismo evento. Distinciones de bueno o malo, de visión o audición, de causa y efecto, aquí y allá, impulso y voluntad, valor e instinto, antes y después, yo y tú, son instrumentos francamente sofisticados de la racionalidad que no operan en la afectividad. La afectividad es la fusión de todos los preceptos, todos los sentidos, todas las cualidades, en uno sólo. Los sentimientos pierden sus distinciones racionales y se convierten en atributos sin contorno que se configuran con otra lógica. Los sonidos cambian con la luz; el color, la temperatura y la textura se fusionan en un mismo ambiente. Hay texturas cálidas y colores rasposos; grave puede ser una voz, una cosa, un suceso, una apariencia o una enfermedad. La ética, es gusto y las estética se funden porque mentir sabe tan feo como comer algo podrido26. Las razones de los

designaban. Esta noción de una semejanza entre el efecto sonoro (o el gesto vocal) y la cosa o el suceso no s nueva. Se la encuentra ya en la teoría de Lazarus y Steinthal” (Guillaume, 1937, pp. 194-195). 26 El secreto y el enigma de la semejanza o similitud que complicó a los asociacionistas radica en que, en efecto, todos los objetos se identifican cuando se disuelven en el éter de los afectos. En su estadio más puro, se trata de una sola afectividad donde todos los sentimientos se identifican, por lo que una misma palabra sirve para designar los distintos órdenes de la vida. Los experimentalistas del siglo pasado, por ejemplo, notabas que el tiempo de reacción a un estímulo estaba cronometrado por el balanceo de las piernas de los sujetos, esto es, que el sujeto percibía no sólo con lo ojos, sino con el movimiento del cuerpo (James, 1890, p. 447 n.). Ahí, en el territorio sin palabras aparecen como una unidad cosas que el lenguaje separa. Tanto el asociacionismo como la gestalt dan cuenta de esta precipitación de lo disímbolo en el nivel afectivo, y lo hacen extensamente: “La asociación ocurre tan ampliamente entre impresiones de diferentes sentidos como entre sensaciones homogéneas. Las cosas vistas y oídas se enlazan entre sí, y con olores y gustos, en el mismo orden en el que se enlazaron como impresiones del mundo exterior. De igual modo, la sensaciones de contacto reproducen las visiones, sonidos y gustos con que la experiencia las ha asociado” (james, 1890, p. 444); “se habla corrientemente y sin equívocos de colores cálidos, fríos, chillones, violentos, agresivos, dulces, tiernos, duros; de sonidos claros, agudos, brillantes, rugosos; de coloridos musicales, de

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sentimientos no tiene nada que ver con la causalidad o los antecedentes, sino con la armonía, como ya lo veía Leibniz en sus mónadas. Y en especial, el sujeto racional, el individuo por ejemplo, se borra y pasa a diluirse en la mezcla imágica de los afectos; por eso se dice que uno es arrastrado por sus pasiones, arrebatado por el placer, transportado por sus emociones: literalmente, la conciencia está fuera de sí a la hora de los sentimientos. Nadie manda sobre su corazón.

4.2.4.2.- La sustancia Afectiva y sus Atributos Cuando la indistinción ocurre, las imágenes afectivas no pueden ya ser imágenes de objetos en el espacio, unos separados de otros y yuxtapuestos, porque carecen de límites; por eso mismo son inimaginables; de hecho, esto es lo que intenta retratar la pintura abstracta. Los afectos son, en cambio, imágenes de relaciones, de movimientos en el tiempo, inasibles, por lo cual, sus atributos, cualidades, formas, contenidos, etc., son relacionales, tales como la rapidez o la claridad. Están mejor

perfumes penetrantes, etc.” (Guillaume, 1937, p. 189). Al nivel afectivo, las características particulares de los objetos se confunden y se mezclan y se aplican a todo: la cualidades de los alfileres se aplican a las voces, las de la temperatura alas relaciones interpersonales, lo visual se define por lo táctil, etc. Asimismo, “una percepción objetiva de otro sentido es netamente modificada en su aspecto sensible por la sensación general heteromodal. Un sonido parece más agudo o más grave bajo la influencia de la cualidad de la iluminación general de campo; recíprocamente la vivacidad de un color es modificada por el sonido envolvente simultáneo. Según esos psicólogos, estas experiencias pondrían en evidencia las propiedades ínter modales, comunes a las diversas sensibilidades, propiedades que son ocultadas en este tipo de organización menos primitiva que es la percepción objetiva, práctica científica. No sólo esta concepción torna los hechos de sinestesia menos singulares, menos aislados, sino también aclara la percepción impresionista y estética, que es también la mas general y la más primitiva” (Guillaume, 1937, pp. 190-191), y aquí Guillaume no necesita ayuda, porque concluye: “acaso se dirá que esas propiedades ínter modales son de orden afectivo”. Pero la fusión fusiona todo, incluso lo moral; Gadamer señala que el buen gusto, por ejemplo, que objetivamente se ubica en las papilas y la comida, es aplicable perfectamente a todo, a música, moda, decoración, tacto social, e incluso a ética, al grado de que actos incorrectos desde el punto de vista moral, como mentir, robar, corromper o traicionar, se tornan reprobable, no por razones de dogma o norma, sino por razones de gusto; en efecto, habrá verdaderamente una ética cuando engañar dé mal sabor de boca. Gadamer cita a Kant cuando dice que “lo bello es el símbolo de lo moralmente bueno” porque “el gusto hace posible la transición de la estimulación de los sentidos al interés moral habitual sin necesidad de un salto demasiado violento” (Gadamer, 1960, p. 113), de donde Schiller podrá formular el imperativo de “compórtate estéticamente”. En todo caso, Gadamer da un argumento respecto a la indistinción en la dimensión afectiva al equiparar lo bello y lo bueno: “el concepto de lo bello aparece en estrecha relación con el de lo bueno... una relación bastante estrecha y en ocasiones un verdadero intercambio, entre la idea del bien y la idea de lo bello” (pp. 571, 574). Lo bonito del asunto es que lo bello se extiende a cualquier acontecimiento del mundo, y por ende, a todo el ámbito de la afectividad, mostrando que, en efecto, el éter sentimental es el resumen de todos los objetos y que todos los objetos, al resumirse afectivamente, son mesurables por su cualidad estética: “ el camino del amor... conduce desde los cuerpos bellos a las almas bellas, y de éstas a las instituciones, costumbres y leyes bellas, y finalmente a las ciencias (por ejemplo, a las bellas relaciones numéricas que conoce la teoría de los números), a este ‘ancho mar de los discursos bellos’, e incluso más allá de todo esto” (Gadamer, 1960, p. 572; paréntesis en el original).

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situados en el tiempo que en el espacio, y de paso, nótese que el tiempo es el motor del espacio. La afectividad no tiene formas concretas27; tiene, en cambio, velocidad, matiz, ritmo, armonía, tonalidad, distancia, atracción, etc., es decir, todas aquellas cualidades que no están en las cosas pero sin las cuales las cosas dejarían de serlo. Es como la luz, que sólo es visible cuando hace visibles a las cosas. Si al lenguaje se le quitaran todos los sustantivos, lo que quedaría serían estos atributos; la afectividad es un lenguaje que carece de sustantivos: puro verbo, adjetivo y adverbio como contenido de la realidad. La afectividad tampoco tiene precisamente contenidos, sino más bien continuidades, rupturas, fluyeses, fuerzas, densidades, intensidades, pesanteces, que son cualidades que pueden ser aplicadas multívocamente a cualquier clase de objetos. Aquí las cosas son altas, rápidas, tenues, etc., pero no son cosas. Una psicología colectiva de la afectividad, al parecer, requiere como marco teórico una especie de metafísica de tales atributos, como la que hizo, por ejemplo, Virilio (1980) o Calvino -1985-28

4.3.4.3.- La Objetivación de los Afectos Afectos Vista desde el punto de los objetos, la afectividad aparece como el halo irradiado por ellos, como imágenes que emanan de ellos, lo cual no es incorrecto. Pero, vistos desde el punto de la afectividad, los objetos resultan ser producciones, 27

La afectividad es una especie de movimiento sin móvil, lo cual es chocante, tanto como lo fue la noción del inconsciente en su día, que sonaba absurda: “una conciencia sin yo”; a Durkheim le daba rubor mencionarla. La gestalt pudo también argumentar que el movimiento per se como tal, es algo más que los cuerpos que se mueven: “hoy en día ya no se pone en duda que haya una percepción original del movimiento, distinta de una serie de posiciones de un cuerpo” (Guillaume, 1937, p. 87). 28 La metafísica que Gadamer hace de la luz es un “espléndido, iluminado, brillante, lúcido, claro” (entre otros adjetivos que arrojan precisamente “luz”) ejemplo de los atributos estéticos de la afectividad: “la belleza tiene el modo de ser de la luz. Esto quiere decir que sin luz no puede aparecer belleza alguna, que sin ella nada puede ser bello. Quiere decir también que en lo bello la belleza aparece como luz, como brillo. La belleza se induce a sí misma a la manifestación. De hecho, el modo de ser general de la luz consiste precisamente en esta reflexión en sí misma. La luz no es sólo la claridad de lo iluminado, sino en cuanto que hace visibles otras cosas, es visible ella misma, y no lo es de otro modo que precisamente en cuanto hace visibles otras cosas. Ya el pensamiento antiguo había destacado esta constitución reflexiva de la luz. Ya a ello responde que el concepto de la reflexión, que ha desempeñado en la nueva filosofía un papel tan decisivo, pertenezca en origen al terreno de lo óptico. De este modo es cosa de la constitución reflexiva propia de su ser el que la luz reúna el ver y lo visible, y que sin ella no exista ni lo uno ni lo otro, esta constatación tan trivial se vuelve, sin embargo, rica en consecuencias si se actualiza la relación de la luz con lo bello y el alcance semántico del concepto de lo bello” (1960, p. 576). La luz s lo visible que no es un objeto, como lo afectivo, y por lo mismo, todo lo dicho es aplicable a la afectividad, y parece ser que es un criterio axial el hecho de que hay sentimientos bellos, luminosos, y sentimientos feos, oscuros.

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resultantes, concertaciones de las imágenes afectivas, lo cual es correcto. La afectividad es el motos de la racionalidad. En efecto, los objetos que están presentes, como la mesa o la palabra cariño, son objetivaciones del movimiento afectivo y, al ser estadios de un mismo continuo, están hechos con la misma lógica, si bien es cierto que a diferente velocidad, por lo cual, los objetos conservan los rasgos del movimiento, la estructura del sentimiento que los produjo. El estilo en las artes o en la vida cotidiana es precisamente la estructura de la afectividad con que están hechos.

5.5.- La Estética Ciertamente, la afectividad no se puede describir, pero, en efecto, se pueden hacer dos cosas al respecto de ella; por una parte, se puede colegir la inefable construcción de la afectividad a partir de ciertas características de los objetos resultantes; por otra parte, al estar haciendo esto, no se está haciendo esto, sino otra cosa, a saber, se está, poniendo en palabras, narrando, volviendo objeto, cierto paquete de imágenes que antes no estaban aquí, es decir, se está conociendo algo desconocido29. Se entiende, por lo demás, que esta narración generará a su vez sus excedentes, sus silencios, sus auras de imagen y sus afectos y así sucesivamente como cuento de nunca acabar, como justamente tiene que ser todo conocimiento.

5.1.5.1.- El Punto de Vista Estético de los Objetos El peso, la medida, la estadística, la función, la frecuencia, el objetivo, son ciertamente cualidades, o más bien cantidades, de los objetos, que difícilmente aprehenden su dimensión afectiva. En cambio, los mismos objetos son capaces de mostrar la afectividad cuando son mirados desde un punto de vista estético, que es la valoración de un objeto atendiendo a su armonía, contraste, completitud, concordancia, ritmo, etc., es decir, atendiendo a los mismos atributos que describen la 29

La psicología de la racionalidad trabaja con cosas que ya están conocidas, y en efecto, la psicología, cuando quiere conocer algo nuevo, es ipso facto psicología de la afectividad; la gestalt lo pone así: “la teoría de la forma se abstiene así de pedir a la conciencia la solución de todos los problemas psicológicos. Sería la negación de la psicología, o más bien la psicología estaría hecha y la búsqueda ya no tendría objeto, si se admitiera que toda causalidad psíquica es transparente para el sujeto” (Guillaume, 1937, p. 142). O también así: “la explicación de la conducta implica una sistematización de los hechos afectivos y de la voluntad” (Ibid., p. 129).

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afectividad en estado puro. Por ellos se sabe que el arte representa sentimientos, y se dice que la música de Beethoven está enojada, mientras que la de Mozart es dulce.

5.2.5.2.- El Arte Arte Cotidiano El lenguaje cotidiano, que finalmente es el conocimiento más viejo y más completo que se tiene sobre el mundo, es el que mejor se aproxima a los sentimientos30, y si se le pone atención, se advertirá que hala mucho de belleza, es decir, utiliza un criterio estético. En él, la vida está descrita en términos de belleza; los actos, los discursos, las intenciones, las gentes, son bonitas o feas según sus cualidades morales; además, se siente bonito apretar bien una tuerca o entender el mecanismo del universo; la vida es bella o es horrible. Y ciertamente, la moralidad de fondo es la que se hace por motivos estéticos: no es que la crueldad sea injusta sino que es horrible. El lenguaje científico, que es el más nuevo y el más forzado y el más racionalista, ha encajonado a lo estético solamente en las bellas artes y dentro de los museos, pero en rigor, todo objeto, acto, situación, idea, etc., tiene su estética, por lo cual, es objeto de la afectividad colectiva. No sólo el arte, sino también la apariencia personal (Cfr. Vgr. Fernández Arenas, 1988), las conversaciones, las máquinas, los conflictos, los proyectos de vida, la memoria, el poder, la opinión pública, la economía, las misma racionalidad, etc., pueden ser comprendidos estéticamente. Hay una razón Estética. Y hay un arte cotidiana, además riquísima, porque ahí los sentimientos tienen un permiso de juego casi irrestricto. Así, el estilo y el gusto, por ejemplo, no son cuestión de gusto y estilo, sino modos de ser de los valoras, las normas, los principios, las convicciones, la voluntad, es decir, de la versión sensible de la vida. Mientas que el sustrato explicativo de la racionalidad es la causa y el efecto, el de la

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La gestalt tiene, contra otras psicologías más socorridas, un respeto grande por el conocimiento ordinario, cotidiano, de sentido común, al que considera básicamente correcto: la psicología de la forma “toma partido por la experiencia ingenua en contra de la experiencia sofisticada... atenúa la oposición, por otra parte ignorada por la experiencia inmediata, entre la observación psicológica y la observación ordinaria” (Guillaume, 1937, p. 202). Y bien, no sin cierta ironía, el asociacionismo que tanto critica la gestalt, ha pasado a formar parte de este conocimiento ordinario que tanto defiende la gestalt.

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afectividad es la belleza31, y no es ninguna explicación, sino comprensión, que es la forma bella de saber las cosas.

5.3.5.3.- Psicología Estética de la Afectividad colectiva Por estas razones, una psicología de la afectividad colectiva debe tomar, en vez de encuestas y experimentaciones (Cfr. Vgr. Echebarría y Páez, 1989), categorías estéticas: una teoría estética de la psique colectiva. Porque, ciertamente, así como la vida es u sentimiento, también la democracia es una sentimiento, la policía es un sentimiento, la grupalidad es un sentimiento, la razón es un sentimiento, el individuo es otra más.

6.6.- Aproximaciones Afectivas En suma, la afectividad colectiva es el proceso simbólico que antecede a los objetos dotados de lenguaje, y el proceso simbólico que excede a la dotación de lenguaje de los objetos. Este proceso puede concebirse como una entidad constituida por la percepción de conjunto u la sensoriedad de conjunto de todos los objetos, y una entidad de esta índole puede describirse aproximadamente como sus relaciones y como un movimiento. Cuando todas las cosas se sincretizan en una sola cosa, ésta sólo puede ser las relaciones que produjeron cada una de todas las cosas. En la narración de lago así, puede observarse que los adjetivos, los verbos y los adverbios se liberan de sus referentes típicos, y entonces, los olores pueden describirse como siendo colores, los colores como profundidades, las profundidades como velocidades, las velocidades como iluminaciones, y así sucesivamente, configurando un paisaje psíquico inverificable pero implacablemente real. El presente trabajo argumenta que en una descripción de este tipo consiste una psicología de la afectividad colectiva. Esto puede hacerse de dos maneras, según el caso: o narrar un sentimiento como 31

Parafraseando a Gadamer (1960, p. 575), lo estético o lo bello es la forma visible y palpable, objetiva, de lo inasible, que es precisamente la dimensión afectiva: “la presencia pertenece al ser de lo bello de una manera plenamente convincente. Por mucho que la belleza se experimente como reflejo de lago supraterreno, ella está en lo visible. Es en el modo de su aparecer como se muestra que ella es algo distinto, una esencia de otro orden. La idea de lo bello está verdadera, individida y enteramente presente en lo que es bello”. Lo estético es pues la tangibilidad de los sentimientos, lo nombrable de lo innombrable.

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siendo un lugar, verbigracia: la ternura es un lugar y tiene una historia que al parecer tiene mucho que ver con las Piedades del Renacimiento; o, narrar un contexto, una situación, un evento o un fenómeno, como siendo un sentimiento, verbigracia: el siglo veinte es un sentimiento, algo así como el profundo dolor de las superficialidad. Como quiera, pueden plantearse tres patrones aproximativos de este proceso, o paisaje, o entidad, denominado afectividad colectiva.

6.1.6.1.- El Paisaje del Arrebato: Sentimientos Verticales Los sentimientos son una corriente que traga, disuelve t lleva todas las cualidades que se pueden mencionar con el lenguaje, en un ordenamiento impropio y distinto del lenguaje, mezclando peras con manzanas. Pero la afectividad colectiva, a pesar de no tener palabras, tiene historia, porque a medida que se transforma el pensamiento, se transforma el sentimiento, toda vez que se trata de la misma estructura a diferente velocidad. Los afectos más viejos, los históricamente más primitivos, son los desesperados, (los que no saben esperar, porque la espera ya es un logro de la civilización), los marcados por el arrebato, aquellos que absorben el pensamiento, que lo dejan “absorto”, tales como los transportes de la angustia, el odio, el arrepentimiento, la persecución o la tarea no concluida; Éstas son denominaciones no admitidas, pero la lógica imágica que ahí aparece es la misma que en la de fenómenos tales como las peleas, el acto sexual, la atracción interpersonal, o la de las ciudades industrializadas, del tráfico y las prisas, y finalmente del autoritarismo, la corrupción, la economía desenfrenada o el poder. El primitivismo de este patrón afectivo radica en que las imágenes que ahí se mueven contienen un núcleo, como lo son el vació en el estómago o el nudo en la garganta, o el líder de una multitud; es decir, hay un punto imágico central, más intenso, cargado de color, dureza, entorno al cual gravitan el resto de los colores y las densidades, como ojo de huracán o agujero negro. En estos sentimientos sólo existe el tiempo presente, por lo que tienden a su resolución en ese instante; así como la espera, también el futuro y el pasado son sofisticaciones culturales posteriores. Este tipo de sentimientos tiene una coordenada arriba-abajo, lo cual se nota en el poder, donde lo alto implica el objetivo,

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el lugar a donde llegar, tal como se da en la tarea no concluida, que desespera porque impele a terminarse, mientras que lo bajo es el fin, la caída, como en el arrepentimiento y la angustia, y hacia donde las imágenes tienden a acelerarse, a despeñarse, a hundirse vertiginosamente; ésta es la imagen de os vértigos y las tentaciones. Las múltiples metáforas de caer y levantarse, de hundirse o volar, etc., son onomatopeyas o iconotopeyas, de este sentimiento. En todos ellos puede advertirse el desasosiego, o sea, una especie de desorden, de fricción de imágenes, fácilmente detectables en la corrupción o las prisas, y los intentos de ordenarlo, aunque su propia inercia tiende a la precipitación del desorden, a la cancelación radical o aniquilamiento del sentimiento más que a su ordenación. El presente, a diferencia del pasado o del futuro, se palpa como inordenable, hijo del azar, que para adquirir una imagen menos caótica debe volverse o recuerdo, o proyecto, es decir, otro tiempo; el orden siempre es para antes o después. El ambiente sentimental donde ingresan los arrebatos tiene la textura de una ráfaga de arena, de papel lija licuado que hace que todo movimiento y relación sea ríspido, rasposo, incómodo, como de malestar corporal generalizado, y al mismo tiempo discapacitado para los matices o las temperancias: todos los colores, lo s olores, los gustos, son extremos, desmesurados, intensos; por eso la violencia se presenta en rojo intenso o la muerte en negro total; las conducías y sensaciones objetivas que comporta este sentimiento son correspondiente apresurados, torpes, de grano grueso, muy localizados, impacientes, insomnes, inaplazables. Una descripción estética del poder arrojaría una narración con el mismo tono que una del arrepentimiento, por ejemplo; si a las descripciones de las grandes ciudades se les quitara la palabra ciudad, podrían servir de formato para las de las grandes borracheras.

6.2.6.2.- El Proceso de la Calma: Sentimientos Bordados Sentir es pertenecer a la cosa sentida; esto se ejemplifica bien en el caso de las evocaciones de recuerdos, que se evocan con el único fin de pertenecer a ellos. La memoria y el pasado, como afectividad, pertenecen al mismo patrón de imágenes que, por ejemplo, la tranquilidad, la ternura, la resignación o la satisfacción, y así mismo,

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a la compañía, el vals, las actividades en equipo, el quehacer diario, la monotonía, la ciudad los domingos, el campo, los adornos, el igualmente la democracia, la utopía, el bienestar social, la organización, le teoría de sistemas o, finalmente, Dios y la perfección. En todos estos sentimientos, reina la imagen de un todo terminado, completo, sin nada que le sobre ni le falte, en donde todos los colores, tactos, sensaciones, embonan justamente y en la misma proporción, sin que ninguno arrebate ni acelere, como en las pasiones, sino que constituyen un todo bordado sin fricciones, sin intensidades sino en puros matices, como si toda la imagen fuera de fondo y en cierta medida con cierta planicie. Los movimientos de las imágenes tranquilas y satisfactorias son armónicos y acompañados, sin brusquedades ni impredicciones, como un vaivén o mecimiento, como brisa, como ruido monótono a la distancia, como clima cómodo; o sea, que ni se sienten. En ninguno de estos sentimientos hay ya nada que hacer más que estar en ellos; no hay nada que impela, sólo no moverse para que no se muevan. Cualquier alteración en cualquier cualidad y en cualquier parte del afecto, como piedra en espejo de agua, hace olas e interrumpe la calma. El conservadurismo político es a l parecer u sentimiento de este orden. Tanto la afectividad vertical y arrebatada como la afectividad bordada y tranquila constituyen sistemas cerrados, porque todo lo que puede suceder ocurre ahí dentro. Quizá de estar tan completos, les falta algo, por ejemplo un salida, y por eso ni la pasión ni la paz duran demasiado. En efecto, a pesar de su encanto, los sentimientos completos tienen una especie de afecto.

La Entidad del sentido: Sentimientos Abiertos Ciertamente, la perfección es defectuosa. Con Dios ya no hay nada que hacer. El defecto consiste paradójicamente en que algo perfecto ya está completo y por lo tanto no le queda lugar para el sentido: el sentido es la palpación de la posibilidad más allá de lo existente, y los sistemas cerrados ya no tiene más allá. Por lo tanto, hay todavía u otro patrón de afectividad, cuyo ejemplo casi único es el arte cuando verdaderamente lo es, pero no sólo el arte culto, sino la imagen estética de cualquier acontecimiento, cosa, idea, de la realidad. La imagen que presenta ésta entidad

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afectiva, es, ciertamente, acoplada, fluida, rítmica, casi completa, menos un huequito, un resquicio, un punto de fuga; es decir, en una imagen estética, sea una pintura, una sonrisa o una teoría, hay siempre un grano, un grado, un gramo de incompletitud que la hace imperfecta e inacabada, pero que es el punto por donde el sentimiento puede abrirse a nuevas imágenes, o nuevos afectos, nuevas posibilidades, y segur creciendo. El sentido de la vida es una dosis de imperfección. En toda obra de arte, sea o no cotidiana, puede localizarse un sector indefinido, impreciso, por donde parece que los colores, los volúmenes, los sonidos, los tactos, etc., se van hacia otro lugar o hacia otra imagen que ya no aparece en el sentimiento presente lo cual crea un tanto de tensión que no permite que la imagen o el sentimiento se pierdan. Frene a una pintura que despierte este sentimiento, al observador le cuesta trabajo desprender la vista de la obra. En la caja de Pandora, todo está consumado y finiquitado, menos una cosita: la esperanza. Y por cierto, este trozo de indeterminación tiene la imagen de la claridad, de la luz, de lo que no es todavía color ni imagen, pero que los contiene. Toda vez que los objetos, la racionalidad y el lenguaje se construyen de las imágenes de la afectividad, la misma racionalidad requiere de la existencia inagotable de sentimientos desconocidos para irlos conociendo, y es a través de esta apertura estética que las imágenes sentimentales que se puede fabricar más afectos para no terminar jamás, no de sentir, ni de pensar. Si la realidad es un continuo que empieza por lo fijo y lo limitado, el otro extremo del continuo es un punto de luz, y eso es lo que le da sentido al resto. La creatividad , el conocimiento, la ciencia, son pues, un acto sentimental.

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