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metapolítica

metapolítica

Año 21

Rector

Secretario General

Dr. J. Alfonso Esparza Ortiz

Dr. René Valdiviezo Sandoval

Director de Comunicación Institucional

Sub Directora de Comunicación Institucional

Mtro. José Carlos Bernal Suárez

Mtra. Ana Elsa Urías Hernández

Director Editorial

Jefe de Publicaciones DCI- BUAP

Dr. Israel Covarrubias González [email protected]

Mtro. Jorge Isaac Hernández Vázquez [email protected]

Coordinador de la sección debates

Diseño, composición y diagramación

Dra. Mónica Elivier Sánchez González

Dirección de Comunicación Institucional de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla

Jefe de Publicidad, Diseño y Arte

Diseño gráfico y editorial

Mtro. Manuel Ahuactzin Martínez

Jessica Barrón Lira

No. 99 Oct-Dic 2017

w w w . r e v is t a m e t a p o l it ic a . com

Consejo Editorial

José Antonio Aguilar Rivera, Roderic Ai Camp, Antonio Annino, Álvaro Aragón Rivera, Israel Arroyo, María Luisa Barcalett Pérez, Miguel Carbonell, Ricardo Cartas Figueroa, Jorge David Cortés Moreno, Juan Cristóbal Cruz Revueltas, Jaime del Arenal Fenochio, Rafael Estrada Michel, Javier Franzé, Néstor García Canclini, Pablo Gaytán Santiago, Francisco Gil Villegas, Armando González Torres,

Paola Martínez Hernández, María de los Ángeles Mascott Sánchez, Alfio Mastropaolo, Jean Meyer, Edgar Morales Flores, Leonardo Morlino, José Luis Orozco, Juan Pablo Pampillo Baliño, Mario Perniola, Juan Manuel Ramírez Saíz, Víctor Reynoso, Xavier Rodríguez Ledesma, Roberto Sánchez, Antolín Sánchez Cuervo, Ángel Sermeño, Federico Vázquez Calero, Silvestre Villegas Revueltas, Danilo Zolo.

metapolítica, año 21, no. 99 , Octubre - Diciembre de 2017, es una publicación trimestral editada por la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, con domicilio en 4 Sur 104, Col. Centro, C.P. 72000, Puebla, Pue., y distribuida a través de la Dirección de Comunicación Institucional, con domicilio en 4 sur 303, Centro Histórico, Puebla, Puebla, México, C.P. 72000, Tel. (52) (222) 2295500 ext. 5271 y 5281, www.revistametapolitica.com, Editor Responsable: Dra. Claudia Rivera Hernández, [email protected]. Reserva de Derechos al uso exclusivo 04-2013-013011513700-102. ISSN: 1405-4558, ambos otorgados por el Instituto Nacional del Derecho de Autor. Con Número de Certificado de Licitud de Título y Contenido: 15617, otorgado por la Comisión Calificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas de la Secretaría de Gobernación. Impresa por MAGDALENA GARCÍA REYES, Circuito San Bartolo Oriente A, Edificio C 709 Int. 8å, Infonavit San Bartolo, Puebla, Puebla, C.P. 72490, Tel. (222) 1411337, DISTRIBUCIÓN.Comercializadora GBN S.A. de C.V. Calzada de Tlalpan # 572, Desp. C-302, Col. Moderna, Del. Benito Juárez C.P. 03510, México D.F. TELS / FAX: (0155) 5618-8551 Contacto: [email protected] [email protected], éste número se terminó de imprimir en Octubre de 2017 con un tiraje de 1500 ejemplares. Las opiniones expresadas por los autores no necesariamente reflejan la postura del editor de la publicación. Todos los artículos son dictaminados. Queda estrictamente prohibida la reproducción total o parcial de los contenidos e imágenes de la publicación sin previa autorización de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla. metapolítica aparece en los siguientes índices: CLASE, CITAS LATINOAMERICANAS EN CIENCIAS SOCIALES (Centro de Información Científica y Humanística, UNAM); INIST (Institute de L’Information Scientifique et Tecnique); Sociological Abstract, Inc.; PAIS (Public Affairs Information Service); IBSS (Internacional Political Science Abstract); URLICH’S (Internacional Periodicals Directory) y EBSCO Information Services. metapolítica no se hace responsable por materiales no solicitados. Títulos y subtítulos de la redacción.

De venta en

Suscripciones y venta de publicidad Mtro. Jorge Isaac Hernández Vázquez isaac.hernandezvaz@ correo.buap.mx Tel (01 222) 229.55.00 ext. 5989

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Liora Stavchansky y Manuel Gil Antón

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Repensar los crímenes de lesa humanidad y el genocidio en el contexto del presente mexicano como patrimonio a su memoria social e histórica

imprenta pública

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Mónica Elivier Sánchez González

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¿Qué se juega la izquierda latinoamericana en Venezuela?

La unidad sistémica del derecho internacional y del derecho nacional en el tema de los derechos humanos

Héctor Ghiretti

Víctor Manuel Rojas Amandi

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40 Una mano en la nuca y otros milagros de Pitol

Observaciones y ejercicio de los derechos de los niños en las sociedades periféricas

Víctor Hugo Martínez González

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(IN) actualidades

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J. Gerardo E. García Dobarganes y Mónica Elivier

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PORTAFOLIO

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Los otros olvidados, la fotografía de Raúl Rodríguez Bautista Isaac Hernández

Inseguridad pública, derecho penal y derechos humanos: hacia una visión integral contra el populismo penal

Juan Cristóbal Cruz Revueltas

Luis Felipe Guerrero Agripino

Populismo, manual para la construcción de una nueva oligarquía

Sobre Infancias. Entre espectros y trastornos de Liora Stavchansky y Gisela Untoiglich Pablo Tepichín

Luis Martínez Andrade

Luis H. Patiño Camacho

Tania Escalante Nava

Sobre Ciudadanías en resistencia. El acontecimiento del poder ciudadano y la creación de formas noviolentas de reexistencia social de Oscar Useche

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La democracia en México como parte de los derechos humanos de las mujeres: avances y desafíos José Gómez Huerta Suárez

Vulnerables sin salir de casa

Alejandro Rodríguez Rodríguez

Cómo gobernar el desastre provocado por el sismo del 19 de septiembre de 2017

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Aborto: la autodeterminación como delito. A diez años de su despenalización en la Ciudad de México

SUMARIO

Sin voz

DEBATES

SOCIEDAD ABIERTA

Los derechos humanos: una asignatura pendiente en las sociedades periféricas

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Sánchez González

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Sobre México: derechos humanos en crisis. Política de Estado y emergencias humanitarias de Pablo Vargas González Hugo César Moreno Hernández

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Recomendaciones Ricardo Cartas e Isaac Hernández

Sociedad Abierta —

Luis Patiño —

Luis Patiño

Sociedad Abierta

por Luis H. Patiño Camacho Profesor investigador de tiempo completo en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM)

Cómo gobernar el desastre provocado por el sismo del 19 de septiembre de 2017

Las experiencias de la gran variedad de desastres provocados por fenómenos naturales presentados a nivel internacional, nos dan evidencias que las acciones para enfrentar catástrofes pasa por diferentes etapas, muchas de ellas no tienen secuencia consecutiva. Antes de que finalicen las actividades inmediatas de urgencia, las necesidades sociales que resultan como consecuencia del fenómeno natural demandan acciones gubernamentales para satisfacerlas. No obstante de que se han construido capacidades para afrontar dichos efectos y demandas, los diferentes ámbitos de gobierno y la sociedad no están completamente preparados para gobernar el desastre. Por ello, es importante pensar y repensar cómo gobernar los conflictos que provocó el desastre.

Introducción El sismo que se presentó en la Ciudad de México (CDMX) el 19 de septiembre (19-S) pasado produjo un desastre urbano: hubo víctimas que quedaron atrapadas, daños a la infraestructura de agua y energía eléctrica, pérdida de edificios de oficina, escuelas, fábricas y viviendas, daños estructurales en construcciones que no se derrumbaron y desperfectos menores en diversas edificaciones que requieren atención. Los daños se presentaron en muchas las colonias de la ciudad, concentrando la atención en las colonias Roma, Condesa,

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Narvarte, Del Valle, Zona de Coapa, Xochimilco, Lindavista, Taxqueña, Portales, Magdalena Contreras, Obrera, Cuajimalpa, etcétera. Las autoridades locales y la población afectada necesitan recursos adicionales y apoyo. Lo impresionante de este desastre fue la participación ciudadana que presentó una reacción vertiginosa, especialmente de los jóvenes, en las actividades de rescate de personas que quedaron atrapadas en las construcciones colapsadas, en el acopio de víveres y en el apoyo de la población que participaba en la remoción de los escombros proporcionando herramientas, alimentos y agua. La solidaridad internacional fue rápida de países como Argentina, Japón, Estados Unidos, Chile, Israel, El Salvador y Honduras al enviar brigadas y equipos técnicos a la zona del desastre para recatar a las personas y prometiendo ayuda adicional al gobierno. La nación y su ciudad más importante ha institucionalizado un sistema de protección civil que incorpora a los gobiernos delegacional/municipal, de la entidad y el nacional mediante la coordinación. Después de la emergencia, a los pocos días, incluso antes de haber atendido a todas las víctimas y de haber hecho un recuento o censo de todos los ciudadanos y construcciones afectadas, antes de haber quitado los escombros de las calles y de haber restaurado los servicios básicos, la población, los líderes políticos y los medios de comunicación están exigiendo respuestas a cuestiones que los diversos ámbitos de gobierno no ha tenido

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siquiera tiempo para considerar. ¿Cómo gobernar la reconstrucción de la ciudad después de la catástrofe provocada por el sismo del 19-S en la CDMX?, ¿cuánto dinero se destinará a la reconstrucción?, ¿cuáles serían las fuentes de financiamiento destinados a la reconstrucción?, ¿qué criterios se usarán para guiarla?, ¿se permitirá a todos los propietarios que reconstruyan sus propiedades?, ¿quién dirigirá el proceso?, ¿es necesaria una nueva institución o estructura de gobierno para reducir las trabas burocráticas y acelerar la reconstrucción? Este artículo se centra en establecer el papel de los diversos niveles de gobierno y la sociedad en la recuperación y reconstrucción después de la catástrofe urbana. Nuestro objetivo es poner en práctica un proceso de planeación amplio y participativo para la recuperación de la CDMX, tomando en cuenta la experiencia exitosa en Estados Unidos, Japón, China, Taiwán, Indonesia, India, Nueva Zelanda, Australia y Chile (Johnson y Olshansky, 2013). El propósito es extraer lecciones comunes en estos ambientes tan diversos y ayudar a facilitar la recuperación de la Ciudad de México afectada por el sismo y futuros desastres. La reconstrucción puede servir a las empresas constructoras e inmobiliarias, al gobierno en sus diferentes ámbitos, al fortalecimiento de las carreras políticas y a la economía. Pero también es una oportunidad para llevar a cabo un proceso de inclusión de la población en la toma de decisiones. El proceso de Planeación Participativa Emergente (PPE) será un factor importante para construir una nueva sociedad humanista y solidaria que merece el esfuerzo de la población que se manifestó en las tareas de rescate, ayuda y solidaridad frente al desastre. La PPE que se propone no tiene una ideología política determinada, ya que se aspira a crear un espacio de encuentro que permita reunir tanto a personas de distinta militancia política, como a las que nunca han militado en un partido, o que siente un gran rechazo por las malas

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Luis Patiño —

Luis Patiño

prácticas políticas y por los políticos. Esta es una gran oportunidad para mantener la unión y solidaridad manifestada, no desmovilizar a la población, dignificar y aumentar la autoestima de los afectados y ampliar el conocimiento en los aspectos de fenómenos naturales, políticos, culturales, sociales, económicos y ambientales. Pensamos que lo importante es generar la autogestión, en la que la sociedad en su conjunto será la constructora de su propio destino. Lo que proponemos es un proceso educativo en el que quienes participan van aprendiendo a indagar las causas de los fenómenos, a respetar las opiniones de los otros, a atender que los problemas que afrontan tienen relación con la ciudad en su conjunto y no se centra exclusivamente en su barrio o colonia. Todo esto es una estrategia para fortalecer a las organizaciones existentes y crear organización donde no existe; asimismo, se busca crear nuevas relaciones de solidaridad y complementariedad, que pongan el acento más en lo colectivo que en lo individual. Imaginamos que es posible y viable un proyecto incluyente en un gobierno que se ponga a la altura del esfuerzo de la población que se movilizó de manera acelerada frente al desastre. La población tomó la calle y no debe dejarla; se tiene que pensar en un espacio público para el diagnostico, deliberación, propuesta, negociación, elaboración, control y evaluación.

Gestionar la recuperación La lección a nivel internacional sobre el tema muestra que los gobiernos de distintos niveles enfrentan una serie extraordinaria de retos y desafíos: comprensión de las actividades a desarrollar, el tiempo y el espacio, equilibrio entre velocidad y reflexión y cómo obtener recursos financieros y de información. En este sentido, el gobierno de la CDMX va a enfrentar una serie extraordinaria de desafíos de gestión urbana. El primer desafío es comprender las actividades

en el tiempo y concentrarlas en el espacio. La CDMX ha sido construida en el curso de siglos a través de la estrategia de un conjunto de agentes, pero la destrucción y el daño ha sido de improviso, y se deben reconstruir en el corto plazo, para dar respuesta a la población que se quedó sin vivienda y perdió un familiar. Esta necesidad provoca el segundo desafío: establecer un equilibrio entre velocidad y reflexión. La sociedad urbana tiene la oportunidad de establecer un proyecto de ciudad en la que los dramatis personae participantes son los diversos actores urbanos afectados y movilizados. Se trata de tomar decisiones bien pensadas y meditadas que aseguren la recuperación óptima en el corto y largo plazo. El tercer desafío es cómo acceder inmediatamente a recursos financieros y de información y cómo administrarlos de manera transparente y eficiente, dos aspectos necesarios en las actividades posteriores a una catástrofe y su emergencia. Para satisfacer estas demandas, el gobierno de la CDMX tiene dos alternativas: una llevar a cabo un nuevo arreglo institucional para crear una nueva dependencia y la otra, reorganizar de manera significativa sus dependencias existentes. Es importante recuperar la experiencia del sismo de 1985, con el objeto de formar y reforzar la capacidad de respuesta frente a fenómenos naturales y el aprendizaje de experiencias exitosas internacionales (Olshansky, Johnson y Topping, 2006). La alternativa exitosa es la primera, crear una “dependencia de recuperación”, con la finalidad de que el gobierno siga atendiendo sus actividades diarias normales, y al mismo tiempo coordinar la reconstrucción o reinvención de las comunidades urbanas afectadas. La nueva entidad pueda centrarse diariamente en la reconstrucción y coordinar las actividades pertinentes de las múltiples dependencias gubernamentales. Esta podría denominarse “Autoridad para la Gestión de Desastres” (en adelante AGD), se hará cargo de funciones esenciales para recuperar y reconstruir la infraestructura, las viviendas

y la actividad económica; incluyendo la planeación participativa y reconstrucción concreta a nivel urbano y de trabajo con la comunidad. Otras tareas fundamentales serán la de recabar información sobre propiedades e infraestructura, compartir datos con todos los niveles del gobierno, coordinar y distribuir ayuda económica. Su organización será intergubernamental y ciudadana. Estará constituida por representantes de los diversos niveles de gobierno (federal, entidad federativa y delegacional), de la población afectada, del sector privado y de universidades públicas y privadas. Se pretende que los actores tengan una representación pública adecuadamente, se debe reconocer la necesidad, tanto por motivos democráticos y pragmáticos, de involucrarlos adecuadamente en la toma de decisiones pública. La participación que se propone debe tener lugar en procesos deliberativos cuidadosamente diseñados desde el principio y a lo largo de proyectos. El resultado será decisiones mejor informadas y más democráticas. No hay que olvidar la presencia de diversos intereses y fuertes relaciones de poder en el megaproyecto de reconstrucción, lo cual es fácil de entender dadas las enormes sumas de dinero en juego, los empleos, los impactos al medio ambiente, el prestigio nacional, las carreras políticas, entre otras cosas. En este sentido, los enfoques analíticos, deliberativos y comunicativos trabajan bien como ideas y criterios de evaluación para la toma de decisiones, pero están muy indefensos frente al poder. El juego del poder es una característica de los grande proyectos urbanos, en lugar de comprometerse con las ideas de participación. Además de los procesos participativos, también hay que centramos en cómo las relaciones de poder y cómo los resultados pueden ser influenciados y el equilibrio mediante la reforma de los mecanismos institucionales que forman el contexto de los megaproyectos de la toma de decisiones. En síntesis, la toma de decisión en la reconstrucción es cuestión no sólo del uso racional de

la información y la comunicación; en este caso, también influye los arreglos institucionales que promueven la rendición de cuentas hacia el riesgo. La política pública de reconstrucción requiere una planeación a largo plazo, dentro de un esquema claro de principios y evidencia para apoyar la toma de decisiones descentralizada y flexible. Esto, a su vez, requiere la participación de ciudadanos informados y activos, en una relación productiva con expertos y con políticos. La propuesta es un intento de concretar en la práctica de toma de decisiones en la democracia exigida por diversos agentes sociales y políticos para un ámbito de creciente importancia social, económica y política, en el desarrollo del proyecto de reconstrucción urbana.

La vigilancia del dinero, la información, la colaboración y el tiempo El eje efectivo para gobernar una catástrofe de gran envergadura es el control del dinero, la información, la colaboración y el tiempo. Por ello, se requiere llevar a cabo políticas públicas adecuadas y recuperar lecciones aprendidas en diversos estudios de organizaciones internacionales. La AGD debe cuidar no cometer los errores tradicionales que se presentan en los megaproyectos urbanos: historia desastrosa de los sobrecostos en proyectos de gran envergadura en el sector público; demasiados proyectos siguieron adelante a pesar de que no debieron haberlo hecho; desinformación sobre los costos, beneficios y riesgos involucrados, esto da lugar a la “supervivencia de los menos aptos” o anti-darwinismo, como lo denomina Flyvbjerg (2010); desigualdad política en el acceso a los procesos de toma de decisión, lo cual da lugar a una distribución desigual de los riesgos, cargas y beneficios de los proyectos y déficit democrático que se presenta cuando falta la

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participación social en la toma de decisiones y transparencia en megaproyectos.

La administración de los recursos financieros: obtención y distribución de fondos para la recuperación Para mover los fondos públicos en la reconstrucción después del desastre, el poder residirá en la AGD mediante un proceso de descentralización. La AGD controlará el flujo de dinero y cómo lo adquiere, asignará, desembolsará y auditará a través de la creación de un sistema de contabilidad que permita el desembolso oportuno de fondos críticos, proporcionando al mismo tiempo transparencia y minimizando la corrupción. La participación social tendrá un papel fundamental como contraloría para auditar y supervisar los proyectos y los recursos financieros de fuentes públicas y privadas. La sociedad civil tendrá la misma voz en la arena de la vida pública, para que el megaproyectos de reconstrucción no este envuelto en una política de la desconfianza. Las fuentes para la obtención de recursos financieros serán el Fideicomiso Fondo de Desastres Naturales (Fonden), programas del gobierno de la CDMX, Bancos internacionales de desarrollo, fundaciones privadas nacionales e internacionales y recursos de la población afectada.

La gestión de la información: recopilación, integración y diseminación efectivas de información para la toma de decisiones y la ejecución de acciones de los participantes en la reconstrucción Como ya lo mencionamos, un desafío para gobernar la recuperación es contar con la información necesaria y suficiente. Por su parte, es la demanda para difundir y ampliar el flujo

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“El eje efectivo para gobernar una catástrofe de gran envergadura es el control del dinero, la información, la colaboración y el tiempo.”

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de la misma entre aquellos involucrados en la recuperación sobre la dinámica de las medidas de reconstrucción y las oportunidades emergentes. Este desafío comprende los procesos de planificación y participación pública para proporcionar información a los ciudadanos y las instituciones involucradas en la recuperación; facilitar la comunicación y las innovaciones entre los encargados y comunicar las inquietudes de los ciudadanos a agencias gubernamentales y a la ciudadanía de manera oportuna. También exige intercambiar información entre organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, y establecer foros para facilitar la coordinación. Para enfrentar el desafío es necesario formar “comités de zona” para la recuperación, los cuales tendrán la responsabilidad de desarrollar un plan de recuperación comunitario e identificar prioridades y proyectos zonales, el cual debe estar en correspondencia al proyecto global de ciudad. Estos comités serán los puntos focales para la distribución de financiamiento local, y para recaudar fondos adicionales y establecer pautas normativas locales de reconstrucción. Los comités alertarán a la AGD sobre problemas potenciales. Cada comité elegirá en asamblea a un vecino, que por su liderazgo, conocimiento de la zona, disposición de trabajo colectivo, honradez y dinamismo pueda ser la persona indicada para representarlos y se delegado en la AGD. Los comités de zona tendrán la función de promover el control social en todas las actividades que se desarrollen en la reconstrucción. Deben ser capaces de gestionar recursos que les sean otorgados o que reúnan por su propia iniciativa organizando para estos fines un sistema propio de contabilidad. Será favorable que cada comité tenga una organización interna con diferentes áreas de trabajo con relación a las necesidades de la reconstrucción en su zona, por ejemplo: contabilidad, información, seguridad, vivienda, infraestructura, educación, entre otras. Cabe aclarar, que

cada uno de los miembros de la directiva electa desempeñaran diferentes funciones, pero quien diagnóstica, discute, propone, acuerda, decide, controla y evalúa son las personas afectadas en esa zona reunidas en asamblea. Debemos insistir que es necesario evitar toda manipulación política o de otra naturaleza en la conformación de los comités de zona y en la toma de decisiones. Estas instancias deben estar abiertas, ser incluyentes a toda la población afectada, sea de la ideología política que sea. Por su parte, a la AGD se le asignará la función de compilación, síntesis y distribución de información básica sobre los daños causados, las actividades de reconstrucción, problemas sociales y económicos con la población, y varios indicadores de recuperación. Publicará informes periódicos del progreso realizado y controlará los indicadores de recuperación. La difusión de la información de la fuente confiable puede ayudar a que todos los actores comprendan el entorno de recuperación actual, y también a reducir los rumores y la información falsa. Se propone el uso de una variedad de mecanismos de comunicación, como publicaciones en sitios web, comunicados de prensa, boletines y foros.

Fomento de mecanismos de participación: construcción de una reconstrucción urbana sustentable a largo plazo a través de la colaboración y coordinación en dos sentidos; horizontal con la población afectada y vertical entre los distintos niveles de gobierno La organización vertical del Estado mexicano, con organigramas claros y canales de comunicación bien definidos, en general no se adapta bien a la gestión de reconstrucción después del desastre porque la falta de vínculo a través de las jerarquías verticales limita la colaboración,

la cooperación, la participación ciudadana y el flujo de información nueva y actualizada entre gobierno y población. En contraste, la organización horizontal puede promover la participación ciudadana entre los involucrados y compartir información, permitiendo a la población afectada a adaptarse a nuevos contextos e información. Como se presentan múltiples jurisdicciones y actores involucradas, es esencial la participación y la cooperación entre ellos. La asistencia técnica y la construcción de capacidad en la AGD serán elementos importantes para que las organizaciones locales puedan adquirir la capacidad necesaria para una recuperación a largo plazo. Se pretende fomentar la innovación local mediante la construcción de capacidades locales y la participación ciudadana en la toma de decisiones. Es decir, tener en cuenta las condiciones locales, para que la recuperación económica sea uniforme en todas las zonas de la ciudad. La experiencia internacional y las agencias de financiamiento cada vez más fijan el requisito de que los residentes participen en la planeación de la reconstrucción, ya que con su intervención toleran más las demoras y están más satisfechos con los resultados. La AGD actuará menos como administrador y más como coordinadores y facilitadores del proceso. Mediante estos mecanismos se tendrá la posibilidad de acceder a financiamiento del Banco Interamericano, del Banco Mundial, del Programa de Naciones Unidad para el Desarrollo y fundaciones internacionales privadas, en sus programas de “Mejoramiento Barrial”.

Gestionar el tiempo: identificación de las necesidades zonales inmediatas y urgentes sin perder las oportunidades de un proyecto a largo plazo Para lograr equilibrar las exigencias de velocidad y reflexión, y entre restauración inmediata

y mejora a largo plazo, la AGD se encargará de aumentar el flujo de información. Uno de los criterios fundamentales es agilizar los procesos burocráticos, pero sin comprometer la calidad de la reconstrucción. La cooperación, colaboración y participación entre las múltiples dependencias gubernamentales que tienen atribuciones legales para la construcción, el desarrollo urbano, el transporte, la educación y la salud deberá ser de manera más efectiva. En esta etapa, la Asamblea Legislativa y el Congreso de la Unión tiene un papel importante para otorgar facultades de emergencia que permitan a la AGD adquirir suelo de forma obligatoria, y actualizar los planes o políticas de uso del suelo en la CDMX. El suelo constituye uno de los elementos fundamentales en el proceso de construcción, reconstrucción y configuración de las ciudades, puesto que se considera como el elemento soporte fundamental para el desarrollo urbano, es decir, la base material para todas las actividades humanas o un recurso estratégico. En este sentido se debe de tener el control del suelo donde se llevará a cabo la recuperación para favorecer el desarrollo de las áreas afectadas y determinar la reconfiguración de la estructura urbana. El derecho de propiedad del suelo, por parte de la AGD tiene un papel importante en el proceso de reconstrucción de la ciudad, ya que permitirá a los encargados del proyecto de recuperación retenerla fuera de la oferta efectiva y evitar la especulación. El lema de reconstrucción puede ser “participando juntos podemos reconstruir”. De la experiencia de la catástrofe y de las actividades de recuperación, el resultado será la actualización de las normas de edificación resistentes a sismos. Vale la pena mencionar, que la incorporación de nuevas normas estructurales no tiene porque retrasar el proceso de reconstrucción, pero las mejoras en el uso del suelo, como la reubicación de

Sociedad Abierta

barrios o de comunidades enteras, puede requerir un tiempo considerable para la planificación participativa y adquisición del suelo. Estos proyectos exigen un compromiso difícil entre rapidez, calidad de diseño y participación ciudadana. Lo que pretendemos es un control social de la reconstrucción de la metrópoli de manera amplia, incluyente, eficiente y eficaz. Así como una planeación participativa que muestre su utilidad y legitimidad. El objetivo es una recuperación urbana no mediante acciones puntuales (grandes edificios, fraccionamientos, equipamientos, obras viales y redes de infraestructura), que han generado una ciudad complicada en la que la gestión urbana no ha enfrentado las contradicciones urbanas, sociales, económicas y políticas para mejorar las condiciones de vida de la población mayoritaria de bajos ingresos. Son necesarias políticas públicas claramente orientadas a favorecer una configuración socioeconómica y física de una ciudad más equitativa. m

Referencias Alesch, D. J., L. A. Arendt, y J. N. Holly (2009), Managing for Long-term Community Recovery in the Aftermath of Disaster, Fairfax, VA, Public Entity Risk Institute. Flyvbjerg, B., B. Nils y R. Werner (2010), Megaprojects and Risk. An Anatomy of Ambition, Londres, Cambridge University Press. Flyvbjerg, B. (2005), “Machiavelian Megaprojects”, Antipode, febrero. Johnson, L. A., y R. B. Olshansky (2013), “El camino a la recuperación. Cómo gobernar la reconstrucción después de una catástrofe”, Land Lines, julio. Olshansky, R. B., L. D. Hopkins y L. A. Johnson (2012), “Disaster and Recovery: Processes Compressed in Time”, Natural Hazards Review, vol. 13, núm. 3. _____, L. A. Johnson y K. C. Topping (2006), “Rebuilding Communities Following Disaster: Lessons from Kobe and Los Angeles”, Built Environment, vol. 32, núm. 4. Patiño Camacho, L. H. (2014), Expansión urbana y diferenciación socioespacial. El acceso al suelo en dos casos extremos de ocupación del espacio en la Ciudad de México, Tesis de Doctorado en Estudios Urbanos y Ambientales, El Colegio de México.

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Sociedad Abierta —

Héctor Ghiretti —

Héctor Ghiretti

Sociedad Abierta

por Héctor Ghiretti Licenciado en Historia y Doctor en Filosofía. Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Profesor de la Universidad Nacional de Cuyo (Argentina). Autor de libros, capítulos, artículos y columnas de opinión sobre filosofía política e historia de la ideas políticas.

¿Qué se juega la izquierda latinoamericana en Venezuela?

Polarización

V

enezuela se desliza hacia una confrontación más abierta y violenta. Es todavía exagerado decir que se encuentra en un estado de guerra civil. Conforme la situación empeora, el gobierno intensifica su respuesta represiva y la oposición se radicaliza, apelando con más frecuencia a acciones violentas. En tanto el conflicto interno se acentúa, promueve alineaciones más allá de sus fronteras. Desde su inicio, el régimen fundado por Hugo Chávez fue objeto de atención y de análisis de parte de la izquierda latinoamericana. Unos lo veían con franca simpatía. Otros con cautela. Muchos, con el proceso de radicalización del régimen, terminaron adhiriendo al socialismo para el siglo XXI. Muchos otros se fueron decepcionando con la deriva del chavismo.

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Las noticias desde Venezuela hacen que en todo el continente se vayan polarizando las posiciones. En los últimos meses, muchos intelectuales de izquierda se han pronunciado categóricamente en contra del régimen, después de un silencio más o menos prolongado e incómodo. Los sectores críticos se centran en la grave situación por la que pasa el grueso de la población venezolana, afectada por el desabastecimiento de insumos básicos en materia de alimentos y medicinas, la recesión y la inflación desbocada, el estancamiento económico, la inseguridad creciente y la emigración forzada. También señalan la concentración del poder en manos del poder ejecutivo, la degradación del equilibrio institucional, el progresivo deterioro en materia de garantías individuales, la censura a los medios de comunicación y el aislamiento internacional del país.

Las izquierdas democráticas Las declaraciones del sociólogo venezolano Edgardo Lander han dejado expuesta la fractura que existe en el campo de la izquierda latinoamericana: la implacable crítica de

la matriz económica rentista, el sistema político cada vez menos democrático y la desintegración social resultante no ha dejado dudas en torno a su posición respecto del régimen. Lander explica que no se trata de una desviación a partir de Maduro: la crisis actual remite íntegramente al sistema que Chávez concibió. Más recientemente, el periódico argentino Página12, cuya línea editorial simpatiza con el régimen de Maduro, publicó un dossier sobre Venezuela en la que esta tensión interna de las izquierdas aparecía de forma explícita. El silencio de las izquierdas moderadas se había interpretado hasta hoy como la manifestación de un apoyo crítico. Ya no es posible pensar eso. Puede decirse que el non plus ultra de los sectores de izquierda críticos con el régimen de Maduro ha sido precisamente la pérdida definitiva de todo rastro de democraticidad real. El actual gobierno venezolano ha llevado la ficción democrático-liberal (división de poderes, elecciones libres, periodicidad de los cargos) a un nivel mucho más sofisticado que los sistemas políticos del socialismo real. Puede permitirse la liberalidad de reconocer que pierde elecciones sin menoscabo alguno de su poder. Se trata de una democracia de fachada,

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Héctor Ghiretti —

Héctor Ghiretti

meramente formal, que produce no pocas confusiones, como ha podido verse en el cándido discurso del líder de la izquierda francesa, Jean-Luc Mélenchon en junio de 2017 en el Parlamento Europeo, o las declaraciones del político y sociólogo Gerardo Fernández Noroña a la televisión venezolana a fines de julio.

Encapsulamiento

“La democracia liberal es básicamente un régimen político al servicio de la burguesía y la sociedad de clases.”

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Estos pronunciamientos públicos han sido recibidos con particular animosidad por los sectores de la izquierda que simpatizan con el régimen, cuando no poseen alguna vinculación institucional o académica con el mismo. El chavismo se ha mostrado muy activo en la formación de una red de apoyos militantes e intelectuales en toda la región. No toda izquierda posee un compromiso sustancial con las instituciones democrático-liberales y el sistema de garantías individuales. Hay variantes que adhieren a la democracia liberal de forma instrumental. Les es funcional para fines de organización, agitación y propaganda. Cuando estas izquierdas alcanzan el gobierno, la democracia liberal se convierte en un obstáculo para obtener la suma del poder necesaria para introducir reformas profundas en materia económica, social o cultural. Para esta izquierda, la democracia liberal es básicamente un régimen político al servicio de la burguesía y la sociedad de clases. Eso se sabe desde siempre: por eso no se entiende muy bien cuando la opinión pública se escandaliza porque algunas izquierdas no condenan las derivas autoritarias del chavismo. Estos desprendimientos afectan profundamente a la izquierda más dura, más radicalizada: el posicionamiento crítico de los sectores moderados le hace perder presencia y ascendiente a la causa del chavismo/madurismo en los medios de comunicación y la opinión pública, en los que

usualmente predominan valores izquierda asociados a posiciones liberales y democráticas. Perder el silencio de estos sectores antes cautelosos o vacilantes implica para los militantes del chavismo deslizarse a una progresiva marginación, a un encapsulamiento del socialismo bolivariano, con la consiguiente formación de un bloque crítico opositor en la opinión pública en el que empiezan a coexistir diversas líneas ideológicas, de derecha a izquierda, unificadas bajo el principio democrático-liberal. Para decirlo en términos gramscianos el sentido común de la izquierda habría sido desplazado por un sentido común democrático-liberal que vincula sectores de izquierda y derecha, precipitando un nuevo alineamiento, otro eje de conflicto que arrincona a los chavistas/maduristas y sus simpatizantes.

La larga sombra del imperio El argumento para impugnar a las izquierdas críticas es básicamente que no entienden o no quieren ver que la crisis se debe a una intervención extranjera. Esta intervención estaría produciéndose según la modalidad del golpe blando, es decir, por carriles institucionales no cruentos, a través de una estrategia sistemática de desestabilización. La potencia extranjera es, naturalmente, Estados Unidos, que buscan asegurar intereses en Venezuela con un futuro gobierno de signo ideológico afín. Este argumento resulta particularmente adecuado en el contexto de polarización que genera el régimen de Maduro. En primer lugar, sitúa al conflicto venezolano más allá de sus fronteras nacionales, en una confrontación de bloques de poder, una lucha por la emancipación de los pueblos contra el yugo imperialista. Por otro lado, apela directamente a la sensibilidad nacional-identitaria latinoamericana, usualmente inclinada al irredentismo y la victimización. Prioriza planteamientos

nacionalistas sobre los de orden clasista o ideológico, cuya acogida es mucho más limitada en la opinión pública actual. En tercer lugar tal dimensión del conflicto sirve para explicar cualquier calamidad causada a la población como efecto de un conflicto que desborda las fronteras, lo que exime de analizar las responsabilidades del gobierno venezolano. Desabastecimiento, desnutrición, violencia, detenciones ilegales, inseguridad, persecuciones, represión, asesinatos, inflación: todo es consecuencia de una puja que trasciende las fronteras y que pone de un lado a patriotas y revolucionarios y del otro a involuntarias marionetas de poderes remotos. Las teorías conspiracionistas son particularmente adecuadas si lo que se quiere evitar es una perspectiva autocrítica, en la que los fracasos se entienden como propios. Con unos pocos indicios (puesto que es propio de las conspiraciones actuar en la sombra) es posible montar toda una teoría explicativa que desplaza las causas de la crisis más allá de la esfera de las propias responsabilidades. Si alguna vez existieron planteos críticos hacia el régimen, han sido o deben ser totalmente suspendidos en beneficio de la hipótesis del ataque externo. Prácticamente todos los sostenedores de la causa del chavismo en otros países han unificado el discurso en torno a esta idea, la cual adquiere inflexiones peculiares en algunos connotados intelectuales que reflejan las angustias estratégicas que acosan a la izquierda radicalizada en la región.

El profeta armado Atilio Borón es bien conocido tanto en su país (Argentina), como en el resto de América Latina. Académico de filiación marxista, ha hecho público su apoyo a los regímenes de Cuba y Venezuela, con los cuales tiene antiguas y estrechas relaciones, además de ser intelectual orgánico del Partido Comunista, integrante de la coalición de

fuerzas políticas que apoyó al gobierno de Cristina Kirchner. Borón representa un caso interesante de máxima articulación de los tópicos con los que se defiende la causa del chavismo/madurismo. Desde su página web y también desde diversos portales afines ha exigido que se diga toda la verdad sobre Venezuela. Según su análisis, la izquierda crítica ignora deliberadamente la intervención norteamericana. La discusión sobre la situación interna del país, por el contrario, tendría un efecto de ocultamiento de la contradicción principal, el eje central del conflicto. El intelectual argentino insiste en que la desestabilización es una fase preparatoria para la intervención directa de las tropas norteamericanas en Venezuela. En las condiciones actuales de conflictividad, Borón ha demandado la aplicación de la máxima potencia represiva del Estado contra la oposición y las protestas. En un texto reciente exige aplastar sin miramientos la contrarrevolución.

Toda la verdad En la guerra, se suele decir, la primera víctima es la verdad. En Venezuela se ha ido derivando a un tipo de comunicación de guerra. Desinformación, intoxicación, propaganda: resulta muy difícil saber qué está pasando, tener una perspectiva equilibrada, puesto que la comunicación ha devenido un arma más. En esta deriva hay responsables primarios y secundarios: el responsable primario por la comunicación es siempre quien ejerce el poder. Forzada a una comunicación confrontativa, la oposición termina emitiendo mensajes en esa misma lógica. Borón descalifica a los críticos al afirmar que replican los argumentos de la oposición. Esto tiene idéntico valor que decir que su apoyo al régimen es inválido porque replica los argumentos del gobierno. Por esa razón es inaceptable que se arrogue la posesión de las verdades últimas sobre Venezuela. Borón da por supuesto el interés de Estados Unidos en derrocar al

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gobierno de Maduro. Recurre al triste historial del intervencionismo directo o indirecto de Estados Unidos en la región -Guatemala, Chile, Nicaragua, Panamá, entre otros- y prolonga esa línea de acción hasta la Venezuela de hoy. Esto último es sostenido sin dar un solo argumento de peso. Más allá de algunos pedidos aislados de intervención norteamericana en Venezuela por parte de la oposición a Maduro, el modo impromptu de comunicación personal del presidente Trump o la aplicación recientes de sanciones económicas a funcionarios de Maduro -esencialmente inocuas- no existen razones para pensar en que Estados Unidos quieran implicarse en el derrocamiento del régimen. La izquierda latinoamericana parece no resignarse a la pérdida de peso específico de la región en el contexto de la política exterior norteamericana. Las últimas administraciones han evitado inmiscuirse en los asuntos internos de los países del continente: suponen demasiado costo y escasos beneficios. Por razones estratégicas, Estados Unidos han centrado su actividad en los países de la región que consideran fundamentales para sus intereses. La amenaza de una acción directa es un burdo espantapájaros, si se considera que Estados Unidos continúan aplicado los criterios con los que vienen manejándose en las últimas décadas. En un estudio reciente sobre las transiciones políticas e ideológicas en el Caribe, Anthony Maingot explica que Estados Unidos se vienen replegando militarmente de la región de forma continua desde principios de los años noventa.

La trama oculta Las multinacionales extraían, comercializaban y procesaban sin problemas el petróleo venezolano para abastecer el mercado norteamericano. Recientemente muchas de ellas han ido limitando sus operaciones por las condiciones en las que se encuentra el país.

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Actualmente su lugar está siendo sustituido por la compañía rusa Rosneft. Venezuela ha acordado pagar los créditos otorgados por Rusia con contratos petroleros tanto en materia de extracción y procesamiento como de comercialización, llegando a comprometer importantes proyectos futuros. Las necesidades de financiamiento del régimen le están dando un importante margen de intervención en sus asuntos internos al socio ruso. Para su refinación, el crudo venezolano requiere instalaciones especializadas, que se encuentran en Estados Unidos. En mayo de este año, el Wall Street Journal informó sobre una operación de compra de bonos de la petrolera estatal PDVSA por parte de Goldman Sachs a precio de descuento. La dependencia norteamericana del petróleo venezolano se ha reducido a menos de la mitad en los últimos años. La explotación de yacimientos no convencionales y la exploración de nuevas zonas petrolíferas en su territorio han acercado a Estados Unidos al autoabastecimiento. El crudo venezolano, por sus características propias, genera costos muy altos para su procesamiento. En la actualidad poco más del 8 por ciento del petróleo que consume Estados Unidos es venezolano, mientras que Venezuela destina aproximadamente el 20 por ciento de su producción al mercado norteamericano. Es Venezuela la que necesita imperiosamente del mercado norteamericano, no solamente en razón de las divisas que obtiene por sus exportaciones sino porque allí adquiere los productos refinados. A causa de la falta de inversiones, Venezuela, país exportador, no solamente es incapaz de autoabastecerse de sus derivados sino que su producción viene en franca disminución. PDVSA opera en Estados Unidos a través de su filial Citgo, que posee una refinería y una red de tres mil estaciones de servicio. Estos datos muestran el verdadero poder de Estados Unidos en caso de que estuvieran interesados en desestabilizar a Maduro. Una simple acción

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contra una compañía que opera en su propio territorio llevaría al gobierno venezolano al colapso. Esta es la razón del suculento aporte de Citgo al acto de asunción de Trump, ubicado entre los 20 más importantes.

La otra injerencia Todos estos aspectos de una compleja relación bilateral son ignorados en beneficio del atractivo y motivador discurso antiimperialista. Las “verdades” de Borón ocultan los datos duros de la relación económica entre Estados Unidos y Venezuela. Hay otros argumentos que podrían agregarse a la falta de disposición del Departamento de Estado norteamericano en intervenir directa o indirectamente en la crisis venezolana. Si -como sostiene, no sin fundamentos, el pensamiento antiimperialista- se supone que históricamente Estados Unidos han bloqueado los intentos de integración continental, Chávez antes y Maduro ahora han servido admirablemente como obstáculo a esa empresa. Otra razón que podría explicar la falta de interés por parte de Estados Unidos de intervenir es que actualmente este país tiene los medios suficientes como para doblar la voluntad no solo del gobierno venezolano, sino también del cubano, el aliado estratégico de Maduro que en la actualidad controla áreas claves de la inteligencia, seguridad y defensa del Estado venezolano. Estados Unidos podrían operar directamente sobre las causas del problema y no sobre sus consecuencias o derivaciones. Naturalmente, Borón tampoco habla de la injerencia cubana en la crisis venezolana.

La hora de las armas Más sombrío todavía resulta el llamado de Borón a aplastar con las armas las protestas contra el régimen. Algo que no habla precisamente

bien de su responsabilidad como intelectual, en la seguridad de su casa o su estudio, a miles de kilómetros de las calles de Caracas y otras ciudades sitiadas. Él pone las palabras: otros pondrán el cuerpo, la sangre. El imperativo de Borón supone el fracaso de las ideas, la conculcación de la reflexión, del diálogo, de la persuasión. Es hora de que hablen las armas. ¿Por qué un hombre de pensamiento debería exponer de un modo tan liviano y despreocupado lo que constituye su propia derrota?, ¿no debería guardar silencio ante lo ominoso? Resulta razonable preguntarse qué objeto puede tener esta entusiasta apelación a la violencia. Es evidente que el gobierno de Maduro no ha esperado las orientaciones de Borón para considerar tal posibilidad. Quizá sus seguidores necesitan una legitimación intelectual para apoyar la represión en curso: confirmar a los fieles. Pero tampoco parece que les haga falta. Posteriormente Borón ha matizado sus afirmaciones en torno a la represión violenta precisando que sólo se refería a los disidentes que llevaban a cabo actividades terroristas, no a la oposición pacífica. Agrega que se halla gravemente preocupado por la solución pacífica del conflicto. Lo cual no parece demasiado creíble en quien piensa que la violencia es la partera (necesaria) de la historia: aunque una cosa es fundar en aquella una teoría del cambio social y otra muy diferente pedir a gritos no escatimar el precio en vidas humanas.

El profeta que hablaba en voz baja Hay quienes compartiendo lo esencial del análisis de Borón no se atreven a llegar tan lejos, aunque muestran interesantes aspectos de la discusión en el campo de la izquierda. Es el caso de Enrique Dussel, quizá el mayor exponente contemporáneo de la filosofía de la liberación latinoamericana.

En un breve video difundido a principios de junio, Dussel se dirige a los intelectuales de izquierda que han fijado públicamente posiciones críticas respecto del gobierno de Venezuela. Explica que en el contexto actual, en el que el gobierno venezolano se ve sometido a una campaña de desestabilización y desprestigio orquestada por el imperio, formular críticas públicas a un “gobierno joven, que está aprendiendo” y que “como todos nuestros grandes gobiernos” comete errores (Fernández Noroña también ha reivindicado el derecho del pueblo venezolano a equivocarse), equivale a hacerse responsables por un posible reemplazo de Maduro por un gobierno de derecha, al estilo del gobierno de Macri o de Temer, que sería funesto para Venezuela. Dussel solicita una mayor distancia de juicio, un mayor respeto de los intelectuales críticos de izquierda hacia el gobierno de Maduro. No se atreve a demandar un apoyo abierto a la “revolución” en curso, como es el caso de Borón (a quien menciona explícitamente), sino una posición cautelosa que evite cooperar con la causa del enemigo. Para Dussel, resulta necesario superar las “divisiones artificiales de la izquierda”. Lo más interesante de las afirmaciones de Dussel es todo lo que ocultan. Es evidente que su posición es favorable al gobierno venezolano, pero no se atreve a pedir abiertamente el apoyo de los intelectuales críticos. Sostiene la hipótesis de la intervención norteamericana pero no la lleva a las últimas consecuencias: si la agresión imperialista constituye la contradicción principal, entonces no cabe otra alternativa que tomar partido por el socialismo bolivariano del siglo XXI. ¿A qué se debe esta posición, que parece algo timorata?, ¿son sus propias vacilaciones al respecto?, ¿o se trata de un posicionamiento deliberadamente moderado, un punto medio para obtener la buena voluntad de los críticos?

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Si es así, la jugada podría ser algo contraproducente, puesto que el filósofo está tratando a los críticos de ignorantes y precipitados, engañados por la mediocracia y las ideologías liberales de la democracia, que no entienden la verdadera ecuación de fuerzas en Venezuela. El desprecio intelectual por los críticos podría resumirse en un “si no saben, cállense”.

De la ilusión al desengaño Tanto Borón como Dussel son hombres mayores que en virtud de sus ideas han experimentado a lo largo de su vida no pocas esperanzas, pero quizá muchas más decepciones. Quizá sus razones para apoyar el gobierno de Maduro no sean sino el grito desesperado de quienes en el ocaso de la vida y la inteligencia ven cómo se desmorona aquello en lo que depositaron sus últimas esperanzas revolucionarias. Pero también es necesario comprender este patetismo en un contexto muy particular. Después de que una oleada de gran magnitud erigiera en muchos países del continente gobiernos de izquierda o “izquierdizantes” (el matiz es importante), las élites intelectuales afines vieron alumbrar una nueva aurora de los pueblos, algo que parecía imposible después del largo invierno neoliberal de los ochenta y los noventa. La sucesión de derrumbes de esos gobiernos que se produce hoy en toda la región encuentra a una izquierda reticente a revisar críticamente los propios errores, los fracasos que la han llevado a la derrota y la retracción. La ola rosa, tal como la denominara el politólogo uruguayo Francisco Panizza tuvo sus orígenes en una excepcional combinación de factores: una espectacular expansión económica de la región, en su carácter de proveedora de los commodities demandados por el crecimiento chino; una profunda crisis social y un fuerte descontento hacia las fuerzas políticas tradicionales desembocó en la llegada al poder

“No toda izquierda posee un compromiso sustancial con las instituciones democrático-liberales y el sistema de garantías individuales.”

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“En la guerra, se suele decir, la primera víctima es la verdad.”

de nuevas fuerzas que implementaron políticas de carácter distributivo, estatista y populista. Para los intelectuales y las organizaciones de izquierda, el novedoso esquema de poder presagiaba una evolución pacífica y democrática de cada país, cada uno a su ritmo y según sus propias particularidades, hacia al socialismo, reemprendiendo el camino frustrado de la experiencia chilena de la Unidad Popular. Nunca el futuro estuvo tan cerca, nunca la desilusión fue más grande. El fin de la ola rosa aconteció cuando esas excepcionales condiciones económicas globales se deterioraron (sobre todo a partir del crack de 2008) y los gobiernos se mostraron impotentes para evitar o atenuar los efectos de la crisis. La salida del poder de la izquierda populista se dio de diversas formas: por vía electoral, como Argentina y Perú, por mecanismos institucionales que permitían la remoción del Ejecutivo, como Brasil, por métodos de legitimidad altamente cuestionable, como Paraguay, o por una inesperada mutación ideológica del gobierno, como es el caso reciente de Ecuador. La situación económica y social de cada país muestra una disparidad similar.

Necesidad de la épica La complejidad específica de cada uno de los procesos políticos mencionados ha sido sistemáticamente ignorada por la izquierda militante e intelectual, que ha preferido ver en su derrota una acción coordinada de las derechas locales y transnacionales, los grandes intereses económicos y la política exterior norteamericana. Los des-manejos propios de la izquierda populista, su incapacidad política y económica son así transformados en heroicas derrotas contra un enemigo poderoso, una hidra de mil cabezas en constante regeneración. En este mismo sentido los resonantes casos

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de corrupción estructural que se han ventilado últimamente no responden sino una campaña de desprestigio montada por ese enemigo formidable. La hipótesis de la intervención militar directa en Venezuela, que sostiene Borón, adquiere entonces pleno sentido. Si las otras piezas del dominó de la izquierda populista han caído gracias a técnicas indirectas de comunicación, desinformación, desestabilización o “golpe blando”, el gobierno que supuestamente más ha avanzado en las reformas políticas, económicas y sociales sólo caerá si los Estados Unidos envían elementos de la Cuarta Flota a hacerlo por la fuerza. Privada la izquierda de una épica de victoria, sólo le queda esperar una épica en la derrota. Hasta el momento la tesis de la intervención norteamericana en los procesos políticos recientes de los países de la región es una explicación más, sin mucho fundamento. Una operación militar norteamericana contra Venezuela “salvaría” la memoria histórica y la posible continuidad, después de un revés temporal, de un proceso continental que se va apagando con pena y sin gloria. Quizá sea demasiado afirmar que los intelectuales de izquierda desean un desenlace violento con los Marines desembarcando en La Guaira. Pero es evidente que un epílogo de esas características daría confirmación formal a sus tesis, independientemente de la complejidad de cada proceso político nacional. Si no lo desean, sí que lo necesitan. Por esa razón una muy improbable aunque no imposible (dadas las bravatas y el peculiar modo de toma de decisiones del presidente Trump) intervención militar norteamericana obraría como directo revitalizador de un sector ideológico que se ha caracterizado por una peligrosa incapacidad para conducir procesos políticos, económicos y sociales en el contexto de la compleja realidad latinoamericana.

El último bastión Hay otra razón más profunda para que la izquierda radical crea que se juega a todo o nada en Venezuela. Tradicionalmente, la viabilidad del experimento revolucionario cubano demandó un socio estratégico que sostuviera económicamente a la isla. Primero fue la Unión Soviética, después vino el periodo especial. A fines de los años noventa, Venezuela se convirtió en el apoyo fundamental para que Cuba sostuviera su socialismo caribeño. Después de la muerte de Hugo Chávez y con el progresivo deterioro del régimen de Maduro, la élite dirigente cubana vio en la nueva era de relaciones con Estados Unidos la posibilidad de suplantar al socio venezolano. Las negociaciones y la firma de acuerdos entre los presidentes Obama y Castro parecieron asegurar el futuro del régimen. Este horizonte parece estar hoy en riesgo con la administración Trump. Oficialmente los acuerdos bilaterales firmados no han sido rotos ni denunciados, pero desde Cuba se advierte un progresivo endurecimiento de las relaciones. Eso hace que Cuba vuelva a mirar con interés a Venezuela. Un escenario de colapso del gobierno de Maduro situaría a Cuba en un contexto de aislamiento que puede poner en riesgo la continuidad del régimen. Esto obligaría a Cuba a una transición mucho más profunda y radical que la que está experimentando hoy. El fin del socialismo cubano cerraría un extenso capítulo en la historia de la izquierda latinoamericana, una era en la que la isla se transformó en el símbolo vivo de la esperanza revolucionaria. Cuando caiga Cuba empezará otra historia para las fuerzas radicales de izquierda de toda la región: más precaria, con menos expectativas y certezas, en un mundo que ha devenido definitivamente extraño a sus ideales. ¿Cuándo volverá la primavera? m

por Juan Cristóbal

Cruz Revueltas Profesor investigador de tiempo completo en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos.

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Populismo, manual para la construcción de una nueva oligarquía

n 2005 John Dunn, profesor emérito de la Universidad de Cambridge, se preguntaba por qué en nuestros días sólo existe una palabra en el mundo para designar la forma legitima de la autoridad política (Dunn, 2010: 17). Evidentemente Dunn hacía eco indirecto a Francis Fukuyama, quien, luego de la caída del muro de Berlín en 1989, vio en la democracia de mercado el horizonte final del pensamiento político. Tras el fin del comunismo era claro que no quedaba alternativa ideológica realista ni atractiva; nada impedía en efecto a Fukuyama ver en la historia moderna el triunfo, en los hechos y en la teoría, de la democracia. Sin embargo, esta afirmación fue violentamente criticada al ver en ella una suerte de perversa neutralización de las pasiones políticas; y, luego, con la posterior aparición de conflictos nacionales o religiosos, algunos quisieron ver la confirmación de la ingenuidad del teórico

americano. No extraña que, tras el inicio de la guerra que pondría fin a la antigua Yugoslavia (1991), con tono sarcástico se le reprochara frecuentemente al profesor de Stanford “!oh, sorpresa¡ el viejo tren de la historia sigue andando” 01. En realidad la posición (de corte hegeliana) de Fukuyama al momento de hacer su declaración no era la de un cándido idealista: los fanatismos religiosos o nacionalistas si bien 01 � La afirmación de Fukuyama no era, como se ha querido malinterpretar, el anuncio de la venida del reino de Dios. No se trataba de anunciar el fin de los conflictos ni el fin del aspecto trágico de la historia. Por ejemplo, fuera de la visión eurocéntrica, es clara, Fukuyama lo debe saber bien, la persistencia de los conflictos religiosos y su fuerte dinámica. Antes del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York, ha habido grandes conflictos con trasfondo religiosos sin interrupción hasta nuestros días: 1979, la invasión rusa de Afganistán; 1980, la guerra Irak-Irán; 1994, Rusia invade Chechenia… Este estado de cosas no invalida, a nuestro parecer, la tesis de Fukuyama (sobre todo que la democracia es justamente una salida de los conflictos de trasfondo religioso).

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pueden ofrecer una buena (y quizás eterna) razón para matar o morir, es decir, para el conflicto y la violencia (y alimentar así el espectáculo reclamado por nuestra civilización de imágenes), difícilmente conforman un modelo de vida viable, congruente con las necesidades de nuestra época y muchos menos atractivo.02 En otras palabras, el viejo Winston Churchill fue realmente un visionario: la democracia es el peor de los regímenes a excepción de todos los demás. Durante las últimas siete décadas la democracia ha sido, en efecto, el régimen político al que todo el mundo pareciera adherir. Recuérdese que en 1947 había sólo 11 Estados de régimen representativo pluralista en el mundo; en 1974 había 30. Hoy en día, entre 167 estados en el mundo, 76 son democracias si se incluyen los países denominados como “democracia imperfecta” y 115 si se incluyen también los denominados “regímenes híbridos”.03 A manera de homenaje del vicio a la virtud, países cuya legitimidad es dudosamente o nada democrática, como Irán, Cuba o Rusia, llevan a cabo elecciones periódicamente. Sin embargo, este avance pareciera no impedir el movimiento oscilatorio de la historia. En efecto, durante los últimos años se han manifestado en muchas partes del mundo democrático un fuerte malestar político. Hemos visto muchos Estados (Rusia, 02 � No sólo estas ideologías implican perder de vista los grandes desafíos que, para su sobrevivencia, debe afrontar la humanidad en el presente siglo (cambio climático, demográfico, séptima desaparición de las especies animales, desigualdad, surgimiento de la inteligencia artificial), sino que se puede constatar también que nadie “vota con los pies” a su favor, ni las juventudes florecen en su seno. Así, por ejemplo, mientras los refugiados sirios no arriesgan su vida para buscar asilo en un país rico musulmán y sunita (como la mayoría de los sirios), como lo es Arabia Saudita, la juventud en un país teocrático como Irán padece una gravísima epidemia de drogas como lo constata la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito: “con un millón y doscientas mil personas como usuarios de alguna droga, Iran tiene uno de los más graves problemas de adicción en el mundo”. 03 Informe The Economist 2012 (estos son los datos de la revista inglesa, hoy en día la ONU cuenta 193 Estados miembro).

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Hungría, Turquía, Polonia, Venezuela), que suponíamos en vías de democratización, dar un giro autoritario o francamente dictatorial, y hemos visto también viejas democracias optar por líderes dudosamente demócratas (como en Estados Unidos con Donald Trump). De aquí que en los trabajos académicos recientes que buscan dar cuenta de la situación actual, proliferen nociones frecuentemente inéditas tales como: “regímenes electorales autoritarios”, “democracia iliberal”, “desdemocratización”, “democracia hegemónica”, “democradura”, “posdemocracia”. Y sobre todo reaparezca con vigor en la literatura académica el término populismo. Ante estos indicios, pareciera que el peligro que se cierne sobre la democracia no proviene tanto de los regímenes alternativos, sino de sus patologías, de las distorsiones y travestismos,04 incluso de la naturaleza esencialmente problemática de la democracia. Dentro de este marco, discutir en particular la noción de populismo es la vía, a nuestro parecer, más pertinente para elucidar el problema político que quizá constituye el mayor desafío que enfrenta el pensamiento político en nuestros días.

El fenómeno populismo Al menos desde los años treinta del siglo XX, con Getulio Vargas y luego con Juan Domingo Perón, y posteriormente, a finales del siglo XX, con el gobierno de Fernando Collor de Mello en Brasil y Alberto Fujimori en Perú, el populismo ha sido una constante en la vida política latinoamericana (entre 1943 y 2015 seis presidentes argentinos han reivindicado la herencia peronista) (Rouquié, 2016). Máxime que desde 1998 se ha difundido una tercer ola de populismo (ahora de “izquierda”) en América Latina con Hugo Chávez en Venezuela, luego Evo 04 Es de notar que el “autoritarismo electoral”, como lo observa Andreas Schedler, “no ha proliferado primordialmente a costa de la democracia, sino de las autocracias no electorales” (Schedler, 2016: 18).

Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua. Y esta vez el populismo ha dejado de ser un rasgo del folclor político latinoamericano para convertirse en un verdadero fenómeno mundial. Es cierto que ya desde finales de los años sesenta del siglo pasado pensadores como Ernst Gellner y Ghita Ionescu veían el espectro del populismo cernirse sobre el mundo (Ionescu y Gellner, 1969). Pero desde 1998 el populismo se ha difundido a manera de un tsunami: desde la ya mencionada Venezuela de Chávez y Maduro a Estados Unidos de Donald Trump, pasando hoy en día por movimientos, partidos y líderes políticos en el conjunto de Europa, incluso en países de Asia (como Filipinas). Hoy ya nadie se sorprende ante el hecho que en Francia la extrema derecha de Marine Le Pen o la extrema izquierda de Jean-Luc Mélenchon se reivindiquen abiertamente como populistas (poco importa que ambos líderes posean un patrimonio económico muy lejos de ser humilde),05 ni que, luego de Silvio Berlusconi, personajes como Geert Wilders, Nigel Farage, Beppe Grillo, Pablo Iglesias… pueblen el paisaje político europeo actual. El fenómeno alcanza también al medio universitario e intelectual donde algunos pretenden invertir la tradicional acepción peyorativa del término para conferirle legitimidad intelectual y ver en el populismo el medio privilegiado para “reactivar la política” o, al menos, para “sacudir al régimen”. Así, líderes como Pablo Iglesias e Iñigo Errejón de Podemos, provenientes del medio académico, y autores influyentes, como la filósofa belga Chantal Mouffe, quien nunca ha escondido que su maître à penser es Carl Schmitt, un pensa-

05� Patrimonio arriba del millón de euros en el caso del líder de extrema izquierda Jean-Luc Mélenchon (vid. “La déclaration de patrimoine de Jean-Luc Mélenchon”, Le Monde, 23 de marzo de 2017).

dor cercano al nacional socialismo,06 y su compañero, el pensador argentino Ernesto Laclau, abogan que, antes que denunciarlo, la izquierda debe imitar (en la teoría y en la práctica) al populismo de derecha.07 Ante este escenario, el historiador francés Pierre Rosanvallon no se equivoca cuando observa que mientras en el siglo XX: “el disfuncionamiento de la democracia engendró el totalitarismo; en el siglo XXI, engendra el populismo” (Aeschimann y Armanet, 2016).

El pueblo, viejo instrumento retórico del poder El uso y el abuso de la palabra pueblo y popular no es nuevo. Aunque se manifiesta en particular cuando el fundamento de la legitimidad es inmanente, es decir, cuando la legitimidad política no se funda en un orden que se pretende “extra-social” (como lo puede ser la religión), a lo largo de la historia el llamado al pueblo aparece constantemente como instrumento de movilización política o como sustento retórico de legitimación del poder. “We, the people…” (“nosotros, el pueblo…”) reza el Preámbulo de la Constitución de los Estados Unidos (1787). Luego de 1933 la palabra preferida del nacionalsocialismo junto a “Führer” (líder, guía, conductor) fue la de “Volk” (pueblo); recuérdese que “Ein Volk, ein Reich, ein Führer” (“un pueblo, un imperio, un líder”) era uno de los lemas preferidos de la época. Lenin también veía en el partido comunista la vanguardia del pueblo; el primer órgano ejecutivo de la Unión Soviética era el Consejo de Comisario del Pueblo. Durante la época de los regímenes comunistas, satélites de 06� No por ello deja de ser un autor interesante, pero nuestra hipótesis es que no sólo se trata aquí de un discutir sino de un seguir una obra intelectual de un autor como Schmitt, lo que a nuestro parecer es no haber entendido la modernidad política ni la historia (del totalitarismo) del siglo XX. 07 � Es Chantal Mouffe (2014) quien introduce el término “populismo de izquierda”.

la Unión Soviética, solían llamarse democracias populares. Hoy, aunque más de 100 diputados del Congreso Popular (CCPPC) son multimillonarios (vid. fr.express.live/2017/03/03/chine-deputes-milliardaires), el Estado chino sigue denominándose “Republica Popular China”. Ya desde la democracia antigua se conoce el gran poder de la evocación política del demos (δῆμος). Y no es una exageración afirmar que en buena medida el milagro griego (en particular, ateniense) viene del hecho que en un mundo en el que los hombres se ven sujetos por doquiera a fantasmales poderes misteriosos y trascendentes (de la magia o de la religión), en una época en la que por todos lados uno solo gobierna (el faraón egipcio, el emperador chino o el sátrapa persa), con la Antigua Atenas por primera vez los hombres se ven a sí mismo como sujetos iguales y creadores de la norma que los gobierna.08 Es de notar que entre los griegos la palabra demos era usada con una cierta ambigüedad puesto que denota tanto al “pueblo en su conjunto”, como a aquellos que pertenecen a las “clases inferiores” (Findley, 2003: 58).09 Es de notar también que, paradójicamente, hay algo de aristocrático en la democracia y, en general, en la visión griega del mundo: el gran desafío para los contemporáneos de Pericles reside en la capacidad de cada uno para autogobernarse o, si se prefiere, para autolimitarse. Para subrayar este elevado sentido de la libertad no extraña que Cornelius Castoriadis observe que al contrario de lo que se suele hacer al traducir el texto de Aristóteles como La Constitución de Atenas, lo debido es que se la traduzca como La Constitución de los atenienses: son efectivamen08� El carácter original y de valor de paradigma de la experiencia griega es subrayado desde Moses I. Finley a Cornelius Castoriadis: “Los griegos, y los griegos solos, descubrieron la democracia en este sentido, al igual que Cristóbal Colón, y no algún navegante vikingo, descubrió América” (Findley, 2003: 59). 09 Los griegos oscilaban entre la exigencia de claridad (filosófica) en los significados de las palabras y el placer (sofístico) del juego con su polisemia. Esto explica que Derrida, por ejemplo, haya podido aprovechar la conocida ambivalencia de la palabra phármakon (remedio/veneno).

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te los atenienses quienes se dan a sí mismos el orden político, es decir, se autogobiernan. El constante llamado al pueblo en la antigua Atenas y en nuestros días, muestra que estamos ante una fuente de poder político extremadamente útil para quien sepa usarlo. Por lo mismo, desde los griegos la democracia también provoca temor. En 424 a. C., en su obra satírica Los Caballeros, Aristófanes se ríes de esos profesionales de la manipulación del pueblo que son los demagogos (una suerte de empresarios de la política). Éstos no son sino ambiciosos, ladrones y mentirosos. Para gobernar al pueblo, nos dice el comediógrafo, no se requiere sino de un ignorante con aire de seductor. Basta con hacer una agradable “cocinita de palabras” y tener algo o bastante de perfidia para ser un buen demagogo: “tienes, espeta un personaje a otro, todo lo que requiere un demagogo, voz canalla, naturaleza perversa, lenguaje crudo y grosero” (Los Caballeros, 215). Este recelo explica que en el siglo IV a. C., en su diálogo Gorgias (464c, 464d), hablando del arte de la alabanza (la retórica), que claramente hace eco a la manera usual de persuadir al pueblo, Platón imagine un tribunal de “hombres infantiles y niños” que debe decidir quién, entre el cocinero y el médico, da la salud: aquel que hace platos deliciosos o el aquel que sólo ofrece porciones amargas. El diagnóstico es claro: el pueblo, que el filósofo identifica en su analogía entre cuerpo y polis, con el vientre, es decir, con el lugar de los apetitos y bajas pasiones, tiene inclinación a no actuar a partir de la razón (un romano como Cicerón aconseja hablar con sobriedad ante el Senado, pero “ante el pueblo una arenga admite toda la fuerza, reclamada toda la nobleza y toda la variedad de la elocuencia” (Cicerón, De L’orateur, II, 333-334, 338). Con Platón se hace un lugar común hasta nuestros días la idea que la democracia es terreno fértil para los que quieren manipular el pueblo a su favor, es decir, para los demagogos y, a fin de cuentas, para los tiranos (Nietzsche hará un diagnostico análogo respecto al cristianismo:

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“Durante las últimas siete décadas la democracia ha sido, en efecto, el régimen político al que todo el mundo pareciera adherir.”

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es la expresión religiosa del vulgo que cobija el resentimiento y desea la venganza frente a los valores aristocráticos). Por lo demás, los críticos de la democracia entre los griegos fundan su temor en los sucesos de su tiempo: personalidades políticas célebremente dudosas, como Cleón y Alcibíades, se presentaban como defensores del pueblo. Recuérdese que Cleón fue ásperamente criticado por Aristófanes y por Tucídides; en tanto que Alcibíades es visto por el mismo Tucídides como el culpable, ni más ni menos, de la destrucción de Atenas (Tucídides, VI, 15). No olvidemos tampoco que en esos días, en el seno de la democracia y haciendo uso de sus libertades, aparecen los filósofos cínicos, una suerte de antiguos antecesores de la crítica al establishment, que hacen profesión de su rechazo a todo limitación al hablar y a toda forma de poder.

El pueblo moderno En la democracia la legitimidad del poder, como indica su nombre, procede del pueblo. Pero, ¿es posible definir lo qué es el pueblo?, ¿es posible delimitar con precisión quiénes lo conforman?, ¿cuáles son sus límites? En nuestros días la respuesta es necesariamente negativa y, en general, su uso como noción no puede ser sino vago y de fronteras elásticas. En primer lugar, por la constante fluctuación de quienes lo integran: permanentes nacimientos, decesos o movimientos migratorios de la población. En segundo lugar, dado el hecho que la extensión del concepto ha variado con el tiempo. En la Atenas clásica, por ejemplo, la noción de pueblo era sumamente restringida al excluir a las mujeres, a los metecos, a los esclavos, incluso al contar con mecanismos para limitar la participación de los ciudadanos (en particular, el ostracismo). Gracias a este alcance extremadamente restringido del concepto, el conjunto del “pueblo” ateniense podía reunirse, sin mayor dificultad e in corpore en asamblea; salvo en casos ex-

cepcionales, como en los cantones suizos, esta democracia directa de los antiguos es imposible en nuestros días. En términos institucionales, la expresión política del pueblo en el mundo moderno sólo se da acompaña del mecanismo de la representación, lo que implica un cambio radical frente a la antigua concepción de la democracia. En la teoría como en la práctica la afirmación moderna del pueblo se ha hecho por medio de su sacralización como concepto, al tiempo que se constata, implícitamente, su inexistencia como realidad concreta. Se le ha divinizado a la vez que se le reconoce su origen meramente simbólico; o, si se prefiere, puesto que es una mera idea, ella no puede ser sino sagrada. Basta pensar en un autor decisivo como lo es Thomas Hobbes, donde la noción de pueblo surge bajo el presupuesto que no es sino una ficción, pero una ficción en todo semejante a Dios (“no hay poder superior sobre la tierra…”, como reza la inscripción en el frontispicio de El Leviatán). Hobbes cree que el contrato político hace de la multitud un pueblo, pero este acuerdo sólo tiene sentido si se encarna inmediatamente, sea por medio de la corte, de un consejo o de un rey, en Estado. “El pueblo, anota Guy Hermet, detiene la majestad pero no reina en la práctica” (Hermet, 1989: 99). Valga insistir, la creación del gran Leviatán, el acto en el que se le otorga todo el poder al representante del cuerpo político, es decir, al monarca que encarna la soberanía, no es sino la creación de un artificio. Algo análogo sucede con Rousseau quien sostiene que la soberanía pertenece al pueblo, misma que no corresponde a la suma de la voluntad de los ciudadanos, sino a una misteriosa “voluntad general” que el gobernante debe encarnar. La voz del pueblo se convierte así en la voz de Dios (Vox populi, vox Dei). Como sabemos, la Revolución francesa busca llevar a la práctica las ideas de Rousseau y se pretende, con Robespierre, la irrupción en la historia de “un dios escondido” (cuya representación iconográfica más frecuente es un gigante): el

pueblo. “Jamás, declara Robespierre, los males de la sociedad vienen del pueblo…” (Robespierre, Discurso antes la Convención, 10 de mayo de 1793). Pero éste, el pueblo, inmediatamente requerirá la guillotina para trazar y trozar sus contornos. Desde este momento, dos imágenes del pueblo estarán siempre presentes en el imaginario político moderno. Por una parte, aquella de la irrupción triunfal del pueblo en la historia mundial, así como anota, con fervor, en 1865, el editor de la obra de Jules Michelet, El pueblo, “lo que dice (Michelet) del instinto de los simples, y de la inspiración de la muchedumbre, de las voces ingenuas de la conciencia, subsistirá y permanecerá como la profunda base de la democracia” (Michelet, 1877: 9). Por otra parte, un temor ante la evocación política del pueblo como lo expresa la célebre frase de ese antimoderno que es Joseph de Maistre: “pero entre todos los monarcas, el más duro, el más despótico, el más intolerante, es el monarca ‘pueblo’” (Maistre, 1992: 245). Una vez aclarada la diferencia entre el pueblo de los antiguos y el “pueblo” de los moderno, podemos entender que el demagogo antiguo busca movilizar a los pobres contra los ricos, mientras que el populismo moderno deriva ante todo de la ficción constitutiva de la democracia representativa (en la moderna sociedad de masas), según la cual “un grupo o un individuo puede pretender ‘encarnar’ al conjunto del cuerpo político”.

¿Cómo definir el populismo? Si aceptamos que el populismo es un fenómeno moderno, ¿cómo definirlo? Al igual de lo que sucede con los espectros, generalmente sabemos que nos referimos a algo desestabilizador y peligroso, pero no sabemos bien por qué. En efecto, hasta ahora el término “populismo” ha tenido un uso tan extenso como vago. No extraña que existan innumerables respuestas a la pregunta sobre

cómo definirlo.10 En los años ochenta y noventa, autores como Rudiger Dornbush y Jeffrey Sachs lo entendían como una secuencia de eventos detonados por un gobierno a partir de una política económica irresponsable: un primer periodo de festín y “distribución de la riqueza” gracias a un gasto masivo financiado por deuda exterior (o, podríamos decir ahora, por el derroche de los recursos disponibles), luego un consecuente periodo de hiperinflación y, finalmente, la inevitable implementación de duros ajustes económicos (acompañados, naturalmente, de la denuncia de algún imaginario enemigo exterior señalado como el verdadero culpable de la situación). Otros ven en el populismo la instrumentalización de la relación directa con las masa al que acuden los líderes carismáticos para acceder y concentrar el poder (poder que se descompondrá tras la muerte del líder). También se le ha visto como el uso político de una moral de resentimiento y del rechazo del establishment, de los de “arriba” y de la “casta”, o de aquellos “que no debería estar aquí”. Valga notar de paso que populistas como Errejón rechazan explícitamente situarse en términos de la distinción izquierda/derecha (Errejón & Mouffe, 2017: 183). Y ciertamente la frontera entre la crítica del populismo de izquierda, contra “los de arriba”, y la crítica del populismo de derecha, contra aquellos “que no debería estar aquí”, es muy tenue (además que, como sucedió con Donald Trump durante las elecciones americanas, una no impide la otra). Un ejemplo entre otros: la figura del “judío” (sea lo que ello signifique) puede fácilmente cristalizar ambos fantasmas. Esto permite pensar que puede existir, sin gran dificultad, una tendencia natural a la convergencia entre populismo de izquierda y de derecha. Pero volviendo a nuestro catálogo de definiciones, otros autores sostienen que el populismo consiste en un cierto estilo de hacer política, a saber, una forma de brutalización de 10 � Este debate no es reciente, ya en 2006 César Cansino e Israel Covarrubias (2006) discutieron ampliamente las variantes históricas del término, en particular para el caso mexicano.

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la arena pública “divorciada de la decencia y del sentido común”, como lo declara el New York Times respecto a Donald Trump (The Failing Trump Presidency, 2017). A principios de nuestra década, el politólogo francés Dominique Reynié veía la aparición de un “populismo patrimonial” en movimientos políticos que adoptan la defensa conservadora y agresiva de un patrimonio material y de un estilo de vida de las poblaciones del primer mundo frente a la globalización, las migraciones (sobre todo de origen musulmán) y el envejecimiento de la población “nativa” (factores que han propiciado la teoría de la ‘gran sustitución’)” (Reynié, 2011). Lo que favorecería en algunas regiones europeas un “populismo separatista” de las regiones ricas respecto a las pobres: la Región Flamenca frente al resto de Bélgica, Cataluña frente al resto de España, Lombardía frente a Italia…. Recientemente (Goodhart, 2017) se ha vuelto frecuente una variación de una tesis del gran pensador medieval Ibn Jaldún que permite ver en el populismo el efecto de la oposición entre élites urbanas y cosmopolitas frente a las poblaciones rurales: “gente de cualquier parte (los “anywheres”) enfrentada a la gente de “algún lugar” (los “somewheres”). Es decir, por una parte, la población individualista y multicultural de las grandes ciudades, con gran movilidad, una élite con alto nivel educativo; y, por otra parte, la gente “defendida” por el populismo, aquellos de provincia, con una identidad colectiva arraigada y parroquial, que se siente olvidada y despreciada por la globalización de las últimas décadas. Otros llegan a ver en el populismo la expresión de una cultura política fundada en una suerte de mitología contemporánea que tendría su elaboración en las historietas, tebeos o comics (masificadas gracias a sus adaptaciones cinematográficas) y en su idea de un justiciero que restablece el poder del pueblo ante los poderes maléficos que tratan de dominar la metrópolis. Puede ser, en este caso, que el científico social atine al identificar elementos expli-

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cativos de tipo psicológico, religioso o cultural. Pero cuando este tipo de explicaciones no están enmarcadas con claridad conceptual, se corre el riesgo de expresar con ellas el estupor del mismo intelectual frente a fenómenos sociales que no logran entender cabalmente o frente a los cuales no cuenta con los instrumentos conceptuales adecuados, por lo que se termina, para salir del paso, por achacar la causa del fenómeno (en este caso, el populismo) a la mentalidad infantil, irracional o francamente “primitiva” de los sujetos estudiados. Creando, por lo demás, la desagradable impresión que ante la imposibilidad de disolver al pueblo, obcecadamente contrario al ideal deseado, el intelectual optara por hacer secesión cultural y correr a refugiarse en alguna cima teórica. Este tipo de interpretaciones contrasta con las defendidas por otros autores que exploran la noción de populismo como un efecto del funcionamiento interno de la democracia, es decir, una forma de suplir las deficiencias inevitables de la representación en la democracia contemporánea por medio de “nuevas formas de participación social no estructuradas” (Covarrubias, 2017: 13). Así como otros ven en el fenómeno populista un voto a favor de un determinado líder que, gracias a su carisma y al hecho de aparentar ser en todo ajeno al establishment, se presenta como la opción de salida del círculo vicioso de corrupción de ciertas élites. Por nuestra parte, creemos que los rasgos hasta ahora descritos si bien pueden ser pertinente, no son suficientes para caracterizar al populismo. La crítica —por ejemplo, contra las tendencias oligárquicas, contra la corrupción de las élites, contra los desenfrenos del sistema financiero o contra los efectos anómicos derivados de algunos aspectos de la globalización— puede ser justificada y puede provenir de cualquier actor político sin que ello obligue a encasillarlo necesariamente en el compartimiento “populista”. A nuestro parecer la noción de “populismo” es una categoría de interpretación pertinente por lo que es necesario evitar que se reduzca, como su-

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cede con mucha frecuencia, a un mero adjetivo que descalifica a aquellos con los que no estamos de acuerdo o que simplemente no nos agradan o que francamente queremos desterrar del debate democrático. Es urgente entonces precisar conceptualmente su significado. Uno de los últimos intentos interesantes para definirlo lo ha realizado el historiador y sociólogo francés Pierre Rosanvallon. Para este autor el populismo es algo más que un estilo (el demagógico), es también el resultado de tres simplificaciones conceptuales abusivas. En primer lugar, una simplificación sociológica-política: la falsa idea de un actor colectivo homogéneo, el pueblo, frente a una élite (igualmente imaginada homogénea); en segundo lugar, una simplificación procedural institucional, la idea que sólo el referéndum es fuente de legitimidad democrática; y, en tercer lugar, una simplificación en la forma de entender los mecanismo de cohesión social, es decir, la idea de que el vínculo que une a una sociedad se puede fabricar como una identidad política homogénea, siendo que en realidad se compone siempre de un tejido complejo y muchas veces difuso de relaciones (Rosanvallon, 2011). Ahora bien, es cierto que es necesario mostrar la pobre base conceptual del populismo o el hecho de que se trata de una ilusión o instrumentalización política de algún tipo de malestar, pero la lectura de Rosanvallon se antoja insuficiente. Sobre todo cuando los populistas adoptan una visión constructivista, como la de Chantal Mouffe (del tipo “el pueblo no existe, pero se le construye”),11 que permite esquivar el problema de la demostración, sin impedir el uso “moral” del término. Los populistas saben bien que aserciones del estilo “nosotros somos el pueblo, ¿ustedes quiénes son?”, según la conocida frase de Tayyip Erdogan, no refieren a ningún hecho o verdad, son postulados indemostrables pero políticamente eficaces. Más aún, al igual que los políticos experimentados que saben que es mucho más fácil unir a la gente “en contra 11 � “Construir al pueblo” es la idea que reúne en su debate a Chantal Mouffe con el dirigente de Podemos, Iñigo Errejón (Errejón y Mouffe, 2017).

de” que “a favor de” (soluciones específicas), los pensadores populistas, como Mouffe y Laclau, defienden precisamente que, gracias al hecho que la noción de “pueblo” refiere a un significado vacío, tiene tanto poder ideológico puesto que permite articular demandas (en torno al mero símbolo de dichas demandas) y crear una identidad compartida. Se antoja más pertinente mostrar el funcionamiento del populismo como dispositivo conceptual que conlleva, en el despliegue de su lógica, efectos políticos que socavan, desde dentro, la democracia. Este es el trabajo que ha realizado brillantemente Jan-Werner Muller (2016).12 Dentro del voluminoso debate sobre el tema, el politólogo alemán ofrece una postura clara que permite definir lo qué es y lo qué no es el populismo. Es cierto que en principio su lectura no difiere mucho de aquella de Rosanvallon pero ofrece, a nuestro parecer, conclusiones más esclarecedoras. En efecto, coincidiendo con Rosanvallon, para Müller el populismo es una estrategia de simplificación abusiva del debate democrático. En primer lugar porque tiende a sostener (la ilusión) que hay respuestas simples a problemas complejos; en segundo lugar, porque se da por supuesto, como ya se ha dicho, que existe un pueblo homogéneo y moralmente bueno (sin ladrones, violadores, estafadores) distinto a una élite homogénea y toda ella moralmente corrupta (dando, por lo demás, por descontado que los líderes populistas, como Mélechon o Trump, no son, de ningún modo, miembros de la élite); en tercer lugar, porque está estructurado a partir de la idea que el líder populista del caso es —a manera del profeta, único portavoz legítimo del mensaje sagrado— el representante exclusivo del pueblo del cual recibió un mandado claro e imperativo. Y en este punto estamos ante el nudo de la hipótesis: si se acepta este axioma, el carácter 12 � Retomamos aquí algo que ya hemos discutido en términos más generales (Revueltas, 2017), pero creemos que vale la pena insistir en su fértil lectura del fenómeno populismo.

exclusivo como representante del pueblo de un determinado líder, se deduce lógicamente una narrativa política que conlleva conclusiones irrefutables, a saber: puesto que “él es el único representante del pueblo”, quienes no estén con él, “no son el pueblo”; y quienes no son el pueblo, no pueden sino “ser parte del sistema opresor y corrupto” o verdaderos traidores (ese “ellos” que conforma la “casta”, para retomar el término utilizado por Podemos). Como lo subraya Müller, al distinguir moralmente entre el buen y verdadero pueblo de quien no lo es o “no lo puede ser”, al reivindicar el monopolio de la representación política y pretender ser el único medio de expresión de su mandato imperativo y de “su verdadera voluntad”, el populismo funciona en consecuencia como un mecanismo lógico de exclusión (seguramente análogo al sectarismo religioso). Es evidente que esta lógica interna del populismo impide los debates contradictorios y niega la existencia de la pluralidad de intereses y voces, atributos propios de una sociedad democrática digna de este nombre. También funciona como un mecanismo de devaluación de las instituciones democráticas. Es claro que, a pesar de su contante evocación del pueblo, en realidad, al líder o al grupo populista no les interesa la participación del pueblo sino el acto —generalmente de tipo exclamatorio— en el que el “pueblo” delega su mandato imperativo a su “encarnación” (sea el partido o el líder populista). Por otra parte, en lugar de enmarcar las demandas sociales bajo una fórmula universalista, es decir, a favor de la sociedad en su conjunto, se busca unificar las demandas especificas y difusas existentes en el seno de la sociedad, para convertirlas en una sola voluntad colectiva o, mejor dicho, en una arma de oposición contra aquellos que “no son el pueblo”. Esta confrontación pronto es convertida en una crítica general contra el orden institucional mismo.13 Es estos rasgos reside que los partidos populistas constituyan efectivamen13 � A ello invita efectivamente Laclau (2015: 22).

te un peligro ya que no adhieren a la idea que si bien el poder emana del pueblo, no puede haber un único portavoz ni un único y claro mensaje de la voluntad popular, puesto que el pueblo sólo existe como diverso y plural. En democracia, nadie debe confiscar la representación política (del pueblo). Fuera de las instituciones representativas (parlamentarias) el pueblo moderno es sólo una idea o un instrumento conceptual. No es una realidad tangible o sustancial. Pero el populista es, como tiene razón en señalarlo Müller, aquel que a la manera de la vieja tradición de los brujos y sacerdotes, “instrumentaliza una representación simbólica (Müller, 2016: 23) y se refiere a ella como si fuera una evidencia a plena luz del día. No extraña que el populista se indigne de la misma forma que el sacerdote cuando se osa afirmar la blasfemia que el pueblo es sólo un referente simbólico (Müller, 2016: 121).14 Lo que no impide, al mismo tiempo, que el populista utilice la noción en términos morales, de manera que no pueda ser refutada, ya que la idea de pueblo siempre está disponible. Así, cuando las instituciones representativas no están en manos del populista, éste siempre puede presentarse como el portavoz de la “mayoría silenciosa” o del “pueblo invisible”. La coherencia ideológica del populismo va de la mano, nos dice Müller, con una coherencia en la práctica, con una “práctica populista” (Müller, 2016: 121). Cuando su convicción ha sido “confirmada” por las urnas, el populista, “encarnación misma del pueblo”, no puede sino desear el predominio del poder ejecutivo y buscar, en consecuencia, liberarse de toda traba institucional, constitucional o civil que se interponga o niegue su relación directa y funcional con el pueblo. En congruencia con esta retórica populista, Donald Trump declara el 20 de enero de 2017, día de su toma de posesión: “estamos

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“Mientras en el siglo XX el disfuncionamiento de la democracia engendró el totalitarismo; el siglo XXI, engendra el populismo.”

14 � Probablemente se deba interpretar la idea de pueblo en el sentido que Emmanuel Kant da a las ideas reguladoras: permiten orientar la acción, actuar en vistas a su realización, pero nunca nadie la ha visto ni nadie puede asegurar poseer su realidad definitiva. Una visión análoga de la democracia nos la da un autor como Claude Lefort.

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transfiriendo el poder de Washington al pueblo”. En esta frase “Washington” simboliza todo lo que se opone al poder de la cristalización del pueblo, es decir, al señor Donald Trump. La crítica por parte de los medios de comunicación, el debate contradictorio en el parlamento, las precauciones jurídicas de las estructuras burocráticas, los movimientos civiles de oposición y la mera existencia de una sociedad civil independiente, son realidades que cuando menos le incomodan o son llanamente considerados obstáculos a la realización de la “verdadera voluntad del pueblo”. El dirigente populista no sólo conformará entonces una basta red de clientelas, alimentadas constantemente para tenerlas siempre a su disposición, también tendrá como objetivo el control total del aparato del Estado y su eternización en el poder (el caso de Nicolás Maduro lo ilustra a la perfección). El resultado final será que “la nueva casta hará exactamente lo mismo que la anterior y esto sin abandonar de ninguna forma sus pretensiones morales ofensivas” (Müller, 2016: 96). Conforme a la lógica binaria de la oposición entre el pueblo y “los otros” que se busca imponer, quienes se atrevan a ejercer la crítica serán señalados y acusados inmediatamente de ser empleados a sueldo del establishment o agentes del extranjero. Pero, ¿qué pasa cuando el sistema electoral no le ofrece el triunfo?, ¿cómo puede el populista explicar su derrota cuando él mismo “es el pueblo”? La única salida a este contradicción lógica se encuentra en la idea de una alteración o de un vicio de origen en los métodos de expresión de la voz del pueblo. Se vuelve entonces necesario recurrir a la teoría de la conspiración: Trump, para tomar un ejemplo, necesariamente debe ganar; y si pierde, ello sólo podría explicarse en virtud de un fraude a gran escala. Los resultados electorales sólo valen cuando el populista gana: “aceptaré los resultados… si gano” (Donald Trump, discurso del 20 de octubre de 2016, Delaware, Ohio). Valgan añadir un par de reflexión antes de concluir. Al entender el conjunto de la vida

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social a partir de una sola narrativa y de un único conflicto, el populismo, sobre todo en su versión de izquierda, tiende a conferirle una preponderancia particular al papel del Estado y a entender la política como un fenómeno que engloba todos los aspectos de la sociedad. En otras palabras, tiende a coincidir más con la tradición intelectual de Jean-Jacques Rousseau que con aquella de John Locke. En efecto, a grandes rasgos se puede afirmar que durante la modernidad se oponen dos visiones de la política. Por una parte, una tradición, que va de Maquiavelo a Benjamin Constant, pasando por John Locke, que tiende a considerar a la política como una técnica, administrada por profesionales, es decir, como una mera actividad entre muchas otras (la filósofa libertariana Ayn Rand sería una de las expresiones extremas de esta tradición). Desde esta perspectiva, el Estado no tiene por qué jugar un papel preponderante y, por ende, la sociedad civil y los individuos pueden gozar de una amplia independencia frente a lo político, de tal forma que puede existir una esfera pública con pluralidad de debates y de visiones del mundo independiente del dominio del Estado. Este es el sentido del Discurso de Gettysburg en el que Abraham Lincoln cierra con la célebre frase sobre el “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”. En efecto, el pueblo al que se refiere Lincoln no es la Nación ni el Estado, es el conjunto de individuos que juzgan, cada uno con sus propias luces y de manera responsable, lo que es bueno para todos. Por lo demás, la esfera privada moderna, defiende Constant dentro de esta tradición, ofrece más satisfacciones y riquezas que aquellas que podía ofrecer la vida pública de los antiguos. Sucede todo lo contrario con la segunda tradición, aquella que va de Tomás de Aquino a Rousseau, misma que identifica la política con la búsqueda global del bien común. En ésta última, corresponde entonces al Estado y al gobernante asegurar el bienestar colectivo y administrar al conjunto de la sociedad (a semejanza del

mundo descrito por Kafka). La sociedad en todos sus aspectos está subordinada a lo político (esto explica que entre los teóricos defensores del populismo el tema de “hegemonía cultura” aparezca como una de sus preocupaciones centrales, en tanto que la noción de sociedad civil, aún en los casos de los partidos populistas que nacieron de un movimiento social, no parezca suscitarles mayor interés). Sin duda, para decirlo rápidamente, está tradición tiene un potencial totalitario más alto que la primera. Máxime que, más allá de su obsesión por Carl Schmitt, se apoyan en la estructura conceptual del gnosticismo y de las teorías de la conspiración. En efecto, recordemos que las teorías de la conspiración (siguiendo la definición de Karl Popper) ofrecen una narrativa simplificada al extremo de la realidad social, se resumen a una lectura binaria de la realidad al reducirla a una confrontación entre dos bandos, y todo ello es interpretado bajo un punto de vista moral (de corte gnóstico): el mundo en su totalidad es entendido como el teatro de un (único) conflicto moral que opone a los buenos contra los malos.

Conclusión Desde Platón hasta las modernas teorías elitistas de la democracia (Gaetano Mosca, Wilfredo Pareto, Joseph Schumpeter, Seymour M. Lipset, Robert Michels), se ha defendido que se debe dejar el gobierno a aquellos que saben, es decir, a los expertos. Desde esta perspectiva, la democracia sería sólo una forma de selección de la élite o un arbitraje por parte del pueblo para dirimir el conflicto entre las clases superiores: “el elemento característico, el elemento más precioso de la democracia, es la formación de una élite política en la lucha competitiva para obtener el voto de un elector esencialmente pasivo” (Lipset, 2009). Sin duda alguna, esta visión de la democracia es poco satisfactoria. Sin embargo, como lo diagnostica Müller y como se puede constatar en los hechos (Venezuela, Turquía, Hungría), el popu-

lismo tampoco favorece la participación política de las mayorías, ni asegura la autonomía de los movimientos sociales, ni garantiza la existencia de una sociedad civil fuera del dominio del Estado. Al contrario. Como ya hemos señalado, al presentarse como representante único del pueblo y al entender la política como un conflicto que moviliza, como lo sostiene con fervor Íñigo Errejón, las mismas pasiones colectivas de un partido de futbol (Errejón y Mouffe, 2017: 97), el populista buscará en consecuencia eliminar todo contrapeso a su poder y acabar con todo obstáculo a la “voluntad del pueblo”. En el despliegue de esta lógica negará el pluralismo y tenderá a convertir el ejercicio político en un mera administración del clientelismo. El resultado final, tras el velo de su retórica, será la apropiación de la democracia por una nueva oligarquía que, esta vez, tendrá el argumento definitivo para perpetuarse en el poder, dado que “ella (la nueva oligarquía) es el pueblo”. Crear una cadena de equivalencia de las demandas, como sostiene un defensor del populismo como Laclau, puede efectivamente servir para crear una base de apoyo para un grupo o para un líder que quiere acceder al poder. Pero la realidad es que, con el asenso del líder populista o sin él, las demandas sociales iniciales seguirán siendo lo que eran antes, a saber, demandas especificas (Vanackere, 2017). Por otra parte, al favorecer el conflicto político antes que la consolidación de las instituciones, los mismos teóricos del populismo como Laclau favorecen explícitamente la aparición de una nueva élite sobre todo que, como lo afirman ellos mismos, “el pueblo requiere “una verticalidad de un nuevo género” ya que “el pueblo no nace ya constituido, se debe construir. El populismo debe ser ‘encarnado’” (Laclau, 2016: 153). Es decir, no estaremos con un mundo de relaciones más horizontales ni en una nueva sociedad que satisfaga más plenamente las viejas demandas. Rosanvallon tiene razón cuando sugiere que si lo que realmente se quiere es “radicalizar” la democracia y no una simple democracia de “autorización” (en

donde el pueblo sólo juega el triste papel de figurante en el acto de aclamación), se debe tomar en serio que la democracia es una régimen de deliberación, de rendición de cuentas e implica una interacción tensa y compleja entre Estado y sociedad, sin ningún sometimiento de ésta última (Rosanvallon, 2011: 38). Dicho en otras palabras, en lugar de delegar a un solo grupo o individuo la representación del pueblo, si realmente queremos una mejor democracia se deben multiplicar los espacios del ejercicio del poder del pueblo. A fin de cuentas estamos ante problemas conceptuales de fondo: todo pareciera indicar que con los defensores del populismo sucede algo semejante a lo que observaba Hannah Arendt frente a los intelectuales alemanes que cayeron bajo el hechizo del nazismo: “cayeron en la trampa de su propia teoría” (vid. www.franceculture.fr/emissions/grande-traversee-hannah-arednt-la-passagere/le-chemin-de-lexil).15 La idea que la política es ante todo la “distinción amigo/enemigo“, el conflicto, no sólo es una mala lectura de Carl Schmitt, sobre todo es una forma terriblemente desvirtuada de entender la política (Kervégan, 2014). Como bien lo sabía Arendt, la política es, ante todo, el edificar y habitar un mundo común. m

15 � El punto debió implicar una gran desilusión respecto a la filosofía para Arendt puesto que implicaba que los filósofos que pretendían entender la “totalidad” (piénsese en el caso de Martin Heidegger) estaban, antes bien, dominados, incluso embrujados por su propio sistema conceptual.

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Sin voz por Liora Stavchansky y Manuel Gil Antón Psicoanalista. Profesora en la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Sociólogo. Profesorinvestigador del Colegio de México, respectivamente.

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otas de un diálogo. Desde la reflexión sobre la infancia que deriva de la clínica psicoanalítica, y deviene en perspectiva teórica que reclama el retorno de la ética, surge una mirada y una voz que propone subversión y otro sentido. Del otro lado de la mesa del café, los rasgos que alcanza a ver quien piensa, desde la sociología, una reforma a la educación que no puede ser tal porque se finca en el silencio, en el hueco, de quienes la pueden imaginar con polvo de gis en las manos. Toma y daca, juego, préstamo de ideas, trasiego de metáforas. Esto es lo que sigue. Quizá mejor: esto es lo que intenta reflejar lo que a continuación se escribe, para que otros ojos, desde otros lados, con su voz, se unan a la conversación, o hagan otra. Emerge del extrañamiento y la cicatriz por la voz arrebatada a tantos, y expresa, con un gesto que procura ser hermano en la diferencia cómplice, una denuncia, sí, pero más: esperanza. De eso va lo que viene. Todo regreso a la ética, en nuestro tiempo (o en todo tiempo y lugar, quién lo sabe) está en el corazón de la política. Y el corazón de la política es recuperar la voz y no rendirse.

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Acallados Liora: ¿Infancia? Es ahí, en ese tiempo ensoñado, donde el lenguaje es “inacabado”. Inacabado en el sentido de pensar al niño en el trayecto de dominarlo, para insertarse en la cultura y la vida social: la infancia es sinónimo de pobreza crítica. El adulto asume que el niño se encuentra inconcluso. Inhabilitado. Condición que lo incita a transgredir normas elementales de convivencia: sobre todo mal-decir las cosas. Desde su mirada adulterada, sostiene la “creencia” que, en algún momento, logrará abandonar su comportamiento salvaje y complejizar sus modales: sólo así estará educado. Antes, por desvalido, requerirá un valedor: quien hable por él, lo re-presente, lo cor-rija. La etimología desvela: infancia viene del latín infantia que significa incapacidad de hablar. Supuesto que remite a la relación que construye el infante con el lenguaje. El idioma cristaliza la mirada adulta que la sociedad cosifica. ¿En realidad

el infante no habla o bien, desde la lengua que domina, esa definición proyecta la sordera de quien manda? Quizá es el adulto el que no escucha, pues para él escuchar es entender: no descifra ni entiende el decir del que no ha crecido a la soberbia, pues ha olvidado la peculiar manera en que los infantes hablan. Ha enterrado su pasado. No (se) recuerda. Es necesario eliminar el quizá: el niño inventa con su forma de hablar, abandona su edad jurídica para llevar la palabra a la poética. La infancia moldea y estira las frases, juega con ellas hasta hacer de su ritmo la cadena im-perfecta. Canta. Remite a un tiempo en donde no hay inicio ni llegada, ni adentro ni afuera, tampoco etapas por vivir ni vivencias pasadas. Baila con los sonidos, juega, va y viene, ensaya lo que enuncia y disfruta el eco: no hace —como el adulto— inscripciones inamovibles en las piedras. Los diccionarios enquistan: fijan, pulen y dan

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Stavchansky y Antón —

Stavchansky y Antón

esplendor (es el lema de la Real Academia de la Lengua Española). Los niños recrean los sonidos, los símbolos y los sentidos y eso des-espera al poder: por eso espera, le urge, que deje de hacerlo y ya no sea infante: que crezca y se calle de un idioma que no entiende para que, domesticado, hable por sí solo, pero bien. Que deje el hacer libre, que ya no se equivoque, que deseche la lógica impecable para ajustarse a las reglas. —No cabo en ese ropero. —Calla: se dice, no quepo… —¿Quepo? ¿Por qué? — Porque así es y ha de ser. ¡A-callar!

“El ideal de la perfección retorna como mandato siempre imposible de satisfacer.”

La infancia es una dimensión en la que se está siendo —siempre en gerundio— en un tiempo lógico-continuo, donde lo íntimo y lo externo tienen una función paradójica: lo íntimo es acto creativo, juego. Lo externo, remite de nuevo a lo íntimo; vector que avanza sin llegar. La infancia es pura posibilidad de ir ha-siendo, experiencia futura hoy. A veces se concede, con cierta “generosidad”, que apenas balbucea incoherencias: condición donde habita la im-posibilidad de hablarlo todo. La infancia, entonces, se organiza socialmente a partir de la estructuración de mediaciones, imprescindibles, pues en ese tiempo ensoñado, la creación, por incompleta, es imposible. Maldita la hora en que creemos, ¿despertamos?, que ya no somos infantes… Manuel: Llegaron ellos. A su leal saber y en-

tender, el pronombre, en su caso, debe escribirse con mayúsculas: Ellos. Da cuenta esta transición de la lógica de su mirada: pasa de los mortales pro-nombres, a los pro-hombres. Mandan, adultos y adustos, desde las alturas de un Pacto acordado a según su particular —tan peculiar— visión del país que, como corresponde a su altivez, ha de ser el de todos ¿A poco no? En eso no cabe la menor duda: por eso le llamaron el “Pacto por México”.

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Preñado el mentado acuerdo de varias reformas estructurales —de gran calado— que requiere su México para tener futuro, hay una que es crucial, por ende, la primera y a la postre, la única a la que se aferran como clavo ardiente en su desplome: la reforma educativa. Lo es por evidente. Todo mundo lo sabe. Hay datos duros, incontrovertibles: los organismos internacionales y nacionales lo han demostrado: la educación en el país es un desastre. Último lugar entre los que juegan en la liga de los ricos y varios suspirantes, con más de la mitad (de quienes tienen 15 años y 10 al menos de escolarización) sin poder comprender lo que con trabajos descifran. Y cerca de tres cuartas partes sin capacidad de realizar operaciones aritméticas básicas aplicadas a un problema. Ellos vinieron a cambiar a México, no a administrarlo. Son dueño de la voz, de la única palaba: no necesitan hablar con otros, y menos con los que hacen el trabajo a diario en las aulas: las profesoras y maestros —cerca de un millón y medio— que acuden a 200 mil escuelas por lo menos. Son infantería: infantes, sin voz y en entredicho. Basta la perorata con Ellos, entre Ellos, y con los que, lacayos y serviles, sí son como Ellos (quieren): sobra y basta ese ritornelo. ¿No lo necesitan? Quizá es inexacta la frase: más bien es imposible dialogar con esos otros porque, claro: no hablan. Carecen de palabra en dos sentidos que en nuestro idioma tiene la expresión: no cumplen (todos, sin distinción alguna, en una generalización tan grande como injusta) con lo que se comprometen, y lo que dicen llega a las alturas como balbuceo ininteligible para los oídos de Ellos. Interferencia. Es indispensable, para su reforma educativa, la concepción, y construcción simbólica, de cientos de miles de mudos impresentables. La voz mete ruido; la palabra, controversias. Afectarían al cambio que se precisa llevar a cabo. Estorba su decir. El magisterio, sea eso lo que sea o signifique; los profesores y maestras de México,

hurtados de voz, han de obedecer radicalmente, sin chistar. Sin voz. Sin vos se diría en el centro y el sur de América. Sin vos-otros, por ser otros y no entender el modelo infalible aprendido en Extranjia. O, en una de esas, como los niños, sí hablan, pero no el aplomado discurso del saber perfecto, sino el necesario diálogo, flexible, lúdico, creativo, imperfecto, donde la duda cabe y el fracaso mella, pero que es indispensable a suelo raso, en el piso del aula y con sus colegas. No hablan como el manual espera: usan su voz, el lenguaje de su cuerpo, sus silencios y limitaciones en procura del modo de hacer posible el milagro de aprender. No todos, es cierto, pero muchos más que los que no. Doy fe. Hablan. Lo que pasa es que ese político adulto, funcionario gris al que no se le mueve, gel mediante, ni un pelo, no entiende: le resultan sus voces barullo, desorden. Des-madre: logos que revienta la madre del río ordenado del examen de confusión múltiple. No entienden esa voz que no es la suya, y como no entienden que no entienden, o entienden muy bien que sí entienden, pero no les conviene reconocerlo, declaran mudos a los que no repiten su lógica infecunda. Estériles, sí, pero violentos: rasgan honras, rompen confianza social, dañan: socavón es su signo, y hunden el derecho y la decencia.

Sin lazo L: Cuestión que ineludiblemente se abre: el neo-

liberalismo, más que comunidad, fabrica cuerpos agrupados, en serie. Pero… ¿apuesta por el lazo social? Los discursos de poder acusan, acosan y a-cosan. Clasificaciones, evaluaciones y diagnósticos que fracturan vínculos. Ruptura de voz convocante, silencio acallado ante el dolor epocal: “consume, con-súmete, so-métete”, imperativos que exigen la indiferenciación, la seriación de lo mismo, del Uno. Inmersos en el olvido mediático, ignoran que el malestar es

necesario, es productor fértil, reproductor, de cultura… promotor de con-vivencia social. La misión de nuestra sociedad de consumo es promover el “exceso de goce”. Goce auto-erótico ofrecido como ilimitado que debilita y rompe el lazo social. Las depresiones, aburrimientos, déficits y cansancios son la compulsión a “no parar de consumir”, a “no parar de consumir(se)”: ese exceso des-laza. Ya no es el leproso, el enfermo venéreo, el loco, el monstruo o el criminal. Ahora es el niño, el adolescente acusado, el drogadicto o la anoréxica a-cosados. Vivimos empachados de ley; todos “apelan” a introducir normas biopolíticas en sus acciones cotidianas: ley y orden ante todo. Así es el “estado de derecho” de quienes niegan, para ello, el derecho inalienable a la diferencia desde la cual el lazo, la relación, es posible. M: Sin voz —perdido, soterrado, el lenguaje por órdenes superiores— no hay lazo que nos una a los humanos. Aunque sea un grito de dolor, o de placer, nos aparea en la desgracia constante o el trozo de cielo que de vez en cuando llega. No surge, a su entender, el conocimiento del lazo, de la relación, entre quien propone una situación de aprendizaje y el que junto con él o ella la viven. No. Los pactantes conciben a la educación como enseñar (mira, mira), mostrar, desvelar la verdad al que, cual cubeta, se rellena del saber que ayuna. La relación de la maestra con los niños, sus padres, sus colegas y la autoridad no son ni visibles ni propuestos como camino en el intento reformista: cada docente enseña por su cuenta y riesgo, aislado; de su “calidad” depende todo —no importa su vínculo con nadie, ni nada: currículo, materiales de trabajo, las paredes del salón, didácticas y estrategias pedagógicas. Mucho menos si hay agua, luz, drenaje o piso firme. Sin lazo, entonces, es previsible el des-enlace. El dictado que repite, para que se memorice, que ahora sí van a aprender a aprender lo que el poder dice que hay que saber. Menudo cinismo.

Sociedad Abierta

Indiferencia L: El DSM-5 regala el TEA (“Trastorno de Espec-

tro Autista”). Otra manera, quizá más sofisticada, de bautizar al Trastorno General del Desarrollo (TGD). Categoría que denuncia su propio síntoma. Clasificación que engendra la imposibilidad de diferenciar a la infancia de sus padecimientos. Espectro. Niño espectral. Algunos de los comporta-mientos de las reconocidas “patologías graves” en los niños, no son otra cosa que conductas que definen a la niñez. Déficits sociales, de comunicación, intereses fijos, aislamiento, falta de habla, procederes repetitivos… son algunos criterios médicos y psicológicos que se utilizan para su agrupación. ¿Qué niño no llega a la puerta de un consultorio —ese límite que diluye el adentro y el afuera; borde de infancia— con al menos un par de estas características?, ¿acaso estos rasgos no se reconocen en todos los niños?, ¿en usted, si no está del todo perdido? La infancia, per se, anuncia la existencia de una frontera, pero el borde está extraviado. La pedagogía, las terapéuticas y la ciencia principalmente, dibujan al infante como el que, paradójicamente, advierte un puente sin litorales, no transita a ningún lado ni convive con otro lado: sólo sella los límites de la in-diferencia con sus “trastornos”. El neoliberalismo arroja cuerpos sin voz, cuerpos mudos en serie, des-bocados exánimes, indiferentes, gadgets con numeración y secuencia. Cuerpos autorreferenciales que no enlazan, anulan el vínculo y la diferencia. Cuerpos inmóviles, sin palabra, silencio que traga voz… a vos… a vos-otros. Cuerpos que son depositados, invertidos, cual moneda de intercambio, en instituciones. Hay que subrayarlo hasta rasgar la hoja: más que indiferencia, la infancia inscribe un cambio de diferencia. ¿Acaso el dolor se puede diagnosticar? M: Des-enlazados, se pierden sus rasgos y

los rastros de sus trayectos. Rostros sin relieve, máscaras planas: todos los docentes son

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iguales. No hay matiz: ejército, infantería; esa sección de la milicia que solo obedece… rémora del pasado que atasca al país del Pacto. Si una va a ser la causa, la causa de la causa —causa de lo causado— tiene que ser idéntica. No hay espacio para distinciones ni diferencias. Es necesaria la simplificación del asunto pues la diversidad complica la ingeniería social: si la palabra es atronadora, y se ha acallado, la diversidad dinamita lo simple y estorba mucho. Caricatura burda. Objetos en serie. Todos lo mismo, los mismos todo el tiempo en la mismidad de la mirada de Palacio, desde el Palacio, en el Palacio de los espejos.

Acusados L: Antes, hace no muchos años, los padres lle-

gaban con preguntas acerca del padecimiento de sus hijos y, con frecuencia, también de los suyos. Hoy en día, las familias son receptáculos de otras formas “dominantes” de nombrar los malestares, maneras que son promovidas por el discurso social, científico y tecnológico. Niños son “acusados” de TDAH (Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad) y de TEA (Trastorno de Espectro Autista), que portan sentencias como: “mi hijo es autista” o “mi hija tiene déficit de atención”. Espere un momento, deje el diagnóstico en el sobre: ¿cómo se llama su hija?, ¿cuál es el nombre de su hijo? Padres que suplican “tips” para lograr un “buen” manejo de comportamientos de sus hijos. Épocas que determinan modos de padecer, diferentes modalidades para abordar y nombrar el sufrimiento. Diagnósticos que clasifican el malestar, radicalizan el dolor y ridiculizan el pesar. Diagnósticos que pretenden la globalización del sufrimiento, encarcelando en una palabra acusadora, que los clasifica hurtando su rostro y el nombre propio. He ahí los cuerpos sin voz, infantes, cuerpos que soportan el acallado malestar… mal estar.

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Stavchansky y Antón

M: Si de por sí no articulan palabra, no debe-

rían decir nada —en su caso— porque reos son de todos los males educativos que padecemos. Ni siquiera indiciados, como se dice en los procesos judiciales: de una buena vez, sin debido proceso, que sean culpables. La losa de la acusación, el sambenito que los marca como delincuentes, no requiere explicación. ¿Acaso no depende de los maestros que los niños aprendan? Como que el sol sale por el oriente, y al domingo sigue el lunes. Reos ya, encadenados al descrédito frente a la sociedad —¿usted dejaría a sus hijos en manos de “esos”, de “esas”? (y el conductor de la televisión señala, con el dedo autoritario, la imagen distorsionada que con paciencia los medios han construido durante años). No lo haga, son tóxicos, ignorantes, bárbaros, incultos, feos, gordos, indios y nacos. Y, sobre todas las cosas, culpables de la “catástrofe educativa” de Guevara Niebla, hoy tan funcionario. Y hay que someterlos a una especie de DSM pedagógico: idóneo, no idóneo… satisfactorio, no satisfactorio… regular, bueno, destacado, excelente… ¿Cómo se llama usted? Soy ya un átomo de la clasificación molecular que extravía el nombre. En el nivel superior, pasamos de estar en el Sistema Nacional de Investigadores, SNI, a ser “SNI’s”. Hoy en las escuelas se cuela, en cada cuerpo, el resultado de la evaluación. Sometidos a ella, se junta a los destacados para felicitarlos y darles créditos… ya no son docentes, sustantivo: son el adjetivo que vomita un sistema que examina y cree valorar.

Evaluación perfecta L: Así, un cuerpo es perfecto, puede serlo en su función, en su apariencia, en su relación con el otro, pero siempre aparecerá como insuficiente frente a la mirada, al cuestionamiento del ser hablante. El campo de lo humano está en vecindad con la locura sin olvidar al goce des-boca-do.

El ideal de la perfección retorna como mandato siempre imposible de satisfacer. El lenguaje nunca parece suficiente, y en las cercanías del superyó presenta su impotencia. Si ubicamos a la perfección como adjetivo, éste puede acompañar al cuerpo. La perfección, en el sentido aritmético de las formas, es inexistente en el mundo natural, luego entonces el orden de la perfección no puede estar apegado a ese estatuto de concordancia. Tal vez en un laboratorio se busquen las condiciones propicias para esa pureza y estilo de perfección, sin embargo, en la vida cotidiana, en las aceras, escuelas y hogares, se apuesta por el laberinto de lo subjetivo. Demos un paso más, si no abordamos los diagnósticos como déficit, entonces hacemos a un lado el paradigma de normal-anormal, dualismo que ni el más avezado en salud mental logra superar con 10. Hasta el momento las curas milagrosas no hacen sino crear un imaginario donde los acusados “podrían” ser independientes, y en esa misma oferta, vender sueños de normalidad. ¿Normalidad para quién? La caricia siempre viene del Otro. Lo humano tiene relación con el error, el desfase, la discordancia, la locura, la impotencia, el azar. No hay evaluación que carezca, en el horizonte y para diseñarse, de una idea de perfección: de un ideal. El niño, el otro, tú, yo, ellos, nosotros… estamos siendo, ahí, donde la evaluación no nos alcanza: es la posibilidad de fuga o de sometimiento. M: El que duda de la evaluación perfecta, sin fisuras, que se impone a millones, que aplican a millones, que no tiene grietas y está en concordancia “con las mejores prácticas internacionales” es un vende patrias, alguien que no quiere el bien de México. Es más, reclama volver, interesado, a la venta y herencia de plazas. Blanco o negro: evaluación con dientes, filosos, o patrimonialismo arbitrario y delincuencia. La vida es siempre un continuo de grises. Evaluación sí, pero no así. Reforma educativa en serio, no esta mascarada.

Lo que no se evalúa, reiteran hasta la saciedad, no puede mejorar. Parece indudable la sentencia, pero si levantamos el supuesto de la evaluación idónea —perfecta— aparece su antítesis: lo que se evalúa mal, sin remedio, va a empeorar. Así como se ha convertido en un fetiche el DSM para clasificar todo mal por medio de indicadores, la examinación a mansalva y sin confiabilidad ni validez se ha entronizado como el sistema para —a través de indicadores— dejar a cada cual en su casillero, compartiendo el adjetivo: es usted insatisfactorio: impotente para realizar su trabajo. Tome la pastilla de equis cursos, compre guías, vaya a capacitarse y retornará su vigor: pasará a satisfactorio o brincará a destacado. Es cosa de empeño. La evaluación es el parámetro, termómetro fiel. No lo dude. L: “Me quitaron el nombre… les dieron a mis papás

una receta… y ahora soy un frasco de píldoras…”. La discusión no es defender o castigar las categorías de los manuales diagnósticos que evalúan, sino pensar en la posibilidad del tratamiento, que marca una línea a seguir para eclipsar las conductas in-deseadas. El empeño de algunas psiquiatrías por tener el medicamento adecuado para tal o cual trastorno, implica una campaña mercadotécnica que hace circular la idea que la pastilla (eufemismo de la palabra “droga”) contiene la posibilidad de una vida sin dolor, además de mostrar cómo el “profesionista de la salud” está alienado, y tiene como una posibilidad de tratamiento los fármacos. Ilusión de una salida rápida y económica. Es evidente que esto no significa administrar la felicidad entre las personas. La posición frente a las clasificaciones tiene que ver con el deseo, pero un deseo que está muy lejos de fijarse como objetivo. La postura ética no apunta a lo universal, sino a lo singularmente plural. Pretender reducir la complejidad de lo humano a genes, moléculas o acallarla con píldoras, es un intento por simplificar la vida a la objetividad de la mirada dominante, y a desconocer el grito que atraviesa a la voz que no se escucha.

Se encapsula vendiendo la libertad a kilos, y con ello, la autoexplotación para llegar a lo posible sin dominio. El neoliberalismo “entiende” al niño para evitarle el fracaso. Resultado: la depresión, el síndrome de agotamiento, el aburrimiento y el trastorno de lo continuo. El fármaco, bala de plata contra las patologías neuronales que ahora gobiernan y clasifican los gritos de dolor, finge evitar el desgaste para incrementar el rendimiento hasta el punto del ahogo: estoy rendido. El discurso capitalista, con el debilitamiento de sus propios límites, ha mantenido la ilusión de que el sujeto puede lograr “todo”, teniendo como evidencia la feroz oposición a reconocer la propia castración. El fármaco y los narcóticos han resultado una promesa más para eludir la castración, anular las imposibilidades y los “fracasos”, taponando cualquier pregunta sobre la posición del sujeto en el entramado social. M: Benevolente, el Ogro Pedagógico que ha so-

metido al magisterio, y embelesado a la audiencia arrojando propaganda (a 140 mil pesos por hora en spots) sobre el poder de la Resonancia Magnética Evaluadora, luego de clasificar, otorga la píldora para curarse: “será un traje a la medida” dice socarrón el gerente del despacho, sabiendo que nada más saben fabricar trajes en serie. Al igual que las farmacéuticas que requieren una enfermedad para cada píldora producida, la Secretaría de la Evaluación Pública (SEP) ha puesto a cada quien en el estrato sin borde nítido que le corresponde: insatisfactorio, no idóneo… apenitas satisfactorio, genial y destacado. El padecimiento o la exclusividad tiene indicadores, y si se juntan los necesarios, provistos por el Instituto Nacional para la Evaluación Educativa (INEE) a través de “parámetros y directrices”, cada quien queda ordenado. Bien formado. ¿Deformado? No se preocupe: el Ogro Pedagógico es una versión, novedosa en el empaque, del Ogro Filantrópico. Le daremos cuanta píldora (curso) usted requiera y esté indicado en su receta (resultados de la evaluación) para que se cure de

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inmediato. El sindicato no defiende su derecho al trabajo, sino al acceso expedito a la farmacia y al remedio gratuito: ya no es obligatoria ni gratuita la educación, no lo ha sido, sino la evaluación y su remedio. Su remedo. Se abre el mercado: “lleve, lleve… mil pesos le vale, mil pesos le cuesta: la Planeación Pedagógica Argumentada, ya lista, para que la ‘suba’ y obtenga el nivel de destacado… diez mil le vale el curso para que no lo atoren en el examen de la disfunción múltiple. De que pasa, pasa… si no resulta idóneo o destacado le devolvemos su dinero”. Hay farmacias públicas, droguerías didácticas particulares, libros, simuladores en la página del Servicio (des)Profesional Docente. Es fácil: si se prepara, si estudia, si va a capacitación, si le echa ganas al examen —dice el subsecretario— en el 75 por ciento de los casos resulta rete idóneo y super satisfactorio. La píldora sirve para el tormento del examen, no para la vida: en la vida de las aulas la vida sigue, aterrada, creativa o como se puede. Y, en una de esas, divididos por el tipo de píldora a consumir. Presos en los frascos dice el niño… apresados en los establos de la calidad variable, los maestros. El paso que sigue, rendidos, es ver en las madrugadas comerciales de productos milagro, para luego adscribirse al “pare de sufrir”.

Sometidos L: El terreno movedizo es el terreno donde el

psicoanalista fabrica su praxis, porque precisamente la ocurrencia —lo sabemos— no es al azar. La perfección queda como horizonte, y bajo la aceleración de la vida moderna y la distancia cada vez más estrecha entre el objeto y la demanda, ahora lo inmediato es lo que funciona mejor. Lo bello moderno tiene más relación con la funcionalidad que con la creación. No hay más que ver a los juguetes: el objeto, para ser juguete, debe hacer a un lado las razones para las que fue construido. Bajo esta

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“Someter es apresar: apresar es recluir: recluir es controlar.”

por Alejandro

Rodríguez Rodríguez

descripción, no todo gadget sería un juguete y sí, a la vez. El juguete es efecto de la creación de quien lo re-nombra y lo re-utiliza. Si los niños juegan es porque crean y creen en lo que juegan. Quien sigue instrucciones no corre el riesgo de equivocarse. No se trata de una elección sartreana, donde uno no puede dejar de elegir. Es decir, elegir no elegir ya es una elección. Más allá del conjunto de elecciones, en la cual opera la conciencia y cierto juicio de valor y conveniencia, la elección ya está siempre tomada. Por ejemplo, en la carta de un restaurante, difícilmente se pide algo que no está ahí. Uno tiene “la libertad” de pedir lo que sea, mientras esté escrito en el menú. La otredad queda sometida a la lógica de lo ya determinado. Se tiende a mirar al niño sin verlo, a ver las características que encajan en lo que ya está pre-delimitado. No existe el enigma, no hay pregunta. El traje está hecho, y ha de encajar en él. La coartada funciona, hacer de “eso” —de los acusados por diagnóstico— objeto de consumo, donde la lógica del consumismo no tiene un punto de saciedad y teje (como ya lo sabemos) un puente para pensar el cuerpo funcional —demasiado funcional. Hay ciertos lugares para funciones bien establecidas, las cuales en su actividad generan un excedente de producción de la cual el capitalista obtiene un plus. (Imaginemos qué diría el Che Guevara si viera su rostro en el mandil de un Chef). M: Mal va una reforma educativa si el verbo

preferido de quien la comanda, comandante supremo de la educación (nada más) del siglo XXI, es someter. “Habrán, todos los maestros y maestras, de someterse a la evaluación”. De la evaluación se sigue la calidad en el aprendizaje, uncido a un modelo educativo que de nuevo

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no tiene nada, más que endilgarle a la escuela otro aprender: aprender a ser, socioemocionalmente, normal. ¿Someterse? Si la evaluación sirve para algo, cuando se le concibe como un medio de mejora, al trastocar su intención como instrumento para hacer precario el trabajo, lo que en realidad ocurre no es que haya que someterse a la evaluación, sino a la pérdida de la condición laboral estable —exigente, sin duda habría de ser en cuanto a su cumplimiento. Hoy, ninguna profesora o profesor tiene seguridad en su empleo, ni lo tendrá. El certificado de satisfactorio o destacado tiene fecha de caducidad, lo mismo que la marca de idóneo. Una vez vencido el impacto del medicamento, hay que volver a mandar a cada persona a un análisis de su trayecto: la precariedad laboral en su máximo esplendor. El pánico a perder el trabajo va a generar, sin duda, muchos formados para evaluarse, pero no una tradición pedagógica acorde a los tiempos. Será requisito de conservación del empleo, obligación laboral, pero sin conexión con las aulas, los grupos de docentes, el vínculo, el lazo, con los alumnos y su entorno. Subyace a esta reforma educativa una guía que atemoriza: si el trabajo está en riesgo, se realizará de mejor manera. La pedagogía del susto, de la incertidumbre, del cumplir so pena de no poder pagar la renta. So-metidos a la inseguridad, por toda la vida: cada cuatro años, con independencia de la edad y la trayectoria, hay que demostrar que se sabe lo que el Ogro diga que hay que saber. “Pasar” la evaluación no es pensar lo dilemas de la vida diaria en las aulas, sino adivinar —luego de aprenderse las guías— lo que la autoridad educativa, evaluativa y examinadora espera que se responda. No se valora el trabajo, sino la capacidad de atinarle a lo que es correcto de acuerdo

a quienes diseñan los exámenes. Someter es apresar: apresar es recluir: recluir: recluir es controlar. Control es el nombre de la guía de una reforma que sin ser educativa, le ha hecho un daño enorme a la educación: ha roto la posibilidad de la vida colegiada, al hacer, de cada persona, el dueño de su destino, el patrón de sus valoraciones anticipadas: no hay peor jefe que nosotros mismos, contra nosotros, en aras de alcanzar no se diga los centavos de más, sino el prestigio, la distinción, la distancia con otros a los que se despreciará. Rotos, desenlazados, sometidos. El Estado no recuperó la rectoría de la educación, sino el control de los docentes con el auxilio de un Sindicato que opera como subsecretaría de organización del sector de infantería de la educación nacional. Sometidos, rendidos de tanto gasto en el rendimiento que la evaluación aplaude, consumidos, sumidos en el socavón que esta reforma produjo. Ahí estamos. Trastornos/trastornados/ tornados/trastocados Diagnósticos/acusados/ acosados/ a-cosados Rendimiento/rendir/mentir/ rendido/tendido Evaluados/medidos/examinados/ clasificados/separados Empastillados/drogados/ en-drogados Consumidos/con-sumidos/sometidos

Rector general de la Universidad Salesiana, México.

Vulnerables sin salir de casa

V

ivir e intentar trabajar honestamente en México se ha vuelto un reto cotidiano frente a la inseguridad que aqueja todas las esferas de nuestra vida. Hoy la realidad de nuestra sociedad supera con creces lo que antes imaginamos como situaciones extremas de violencia, narcotráfico, privación de libertad, etcétera. Plasmar en papel lo que a diario vivimos se ha vuelto una tarea informativa repetitiva hasta el grado de “domesticarla” pues ya no causa ventas ni emociones las imágenes crudas o escuchar datos de muertos, levantados, desaparecidos, negligencias y corrupción. De aquí mi interés por proponer una reflexión atenta frente al dato “duro”, el empeño por considerar el argumento no la impresión, por recurrir a la reflexión filosófica más que al informativo de la noche sea en uno u otro monopolio televisivo, por alentar la prevención educativa en lugar de la prevención represiva con la violencia de quien sabe que esta haciendo la “tarea” que no se hizo con anterioridad.

Sin voz/sin nombre/acorralados en un frasco o adjetivo Clasificados/estratos/distintos

Desde la filosofía

tratos/trata-mientos El dilema: ¿Rendirnos/rendirlos… o recuperar su voz/ nuestra palabra? m

La filosofía reflexiona frecuentemente sobre problemas o situaciones que no son unívocos y tampoco tienen una solución definitiva. Es bien sabido que la misma palabra “filosofía”

presupone la búsqueda de la verdad, no la posesión de ella. En este sentido, “la filosofía quiere decir: ir de camino. Sus preguntas son más esenciales que sus respuestas, y toda respuesta se convierte en una nueva pregunta” (Jaspers, 1996: 11). Cuando la filosofía se detiene a reflexionar acerca del ser humano, éste se le presenta como misterio, como reto, como paradigma. Durante siglos el ser humano tuvo una imagen más o menos estable de sí mismo. Creía saber quién era, en quién y dónde estaba su origen y a dónde se dirigía su vida, todo ello fruto de una conquista: la esencia que determinaba lo que era, cómo debía actuar y cuál su fin último (Aristoteles, 1181b, 16). En cambio, el ser humano contemporáneo vive en una encrucijada constante de caminos, se ha vuelto problemático consigo mismo, ya no tiene plena certeza de lo que es y, con cierta angustia, sabe que no lo sabe a pesar de los avances y resultados que las diversas disciplinas le presentan. Se puede aseverar, sin riesgo al equívoco, que una faceta del ser humano es considerarle como vulnerable, es decir: capaz de afectarse a sí mismo, a sus congéneres y a su entorno tanto para destruir como para construir. Pues el ser humano ha vivido siempre bajo el influjo activo y pasivo de su circunstancia. Ortega y Gasset (1993: 115) asevera que la “circunstancia ha de ser comprendida como el dilema, siempre nuevo, ante el cual tenemos que decidirnos”.

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“El ser humano contemporáneo vive en una encrucijada de caminos.”

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El ser humano enfrenta la paradoja de vivir cambiado por el mundo y cambiándolo (adaptándose, evolucionando); pero nunca como hoy se ha sentido tan privilegiado y tan amenazado por lo ambivalente de su poder, no acaba de saber cómo debería ser ese mundo más humano que busca y proclama, ni qué es lo que contribuye a humanizarlo. Gracias al uso de la razón se han logrado grandes avances, pero también es cierto que en nombre de la misma se han creado verdaderos monstruos cuyos resultados desdicen los postulados que desde la razón misma emanan. Frente a lo anterior, hay que seguir preguntando, con las herramientas que el ser humano posee, por el misterio que es y, de ser necesario, proponer caminos para su humanización, crecimiento y liberación (Masiá, 2004: 12). Resulta tarea impostergable reflexionar sobre lo humano, y más específicamente sobre lo vulnerable de lo humano, en momentos donde las legislaciones de varios países atentan contra la vida humana empujados por intereses de grupos poderosos, cuando las acciones “humanitarias” abanderando la justicia social amenazan de deshumanización (vgr. invasiones reiteradas a países “potencialmente peligrosos”), cuando la acción de los seres humanos ha provocado el desequilibrio en varios frentes (sanitarios, económicos, políticos, culturales), cuando la diversidad se ha vuelto intolerancia y el diálogo discusión de sordos, cuando lo irracional pretende arrasar con toda posibilidad humana de experiencia, de encuentro y de plenificación. Un camino para acercarse hoy en día al ser humano, desde la reflexión filosófica, es considerarle como alguien capaz de experiencia que se encuentra en una situación de vulnerabilidad. De modo tal que se busca acentuar la función preventiva (en los ámbitos que tocan al ser humano: ecológico, social, psicológico, existencial), ante los posibles daños futuros producidos por los efectos colaterales del abuso en el uso de la razón entendida desde la modernidad. Pues la filosofía que toma en cuenta la incertidumbre y la contingencia tiende a ser

una filosofía humanística consciente de los desafíos y del riesgo que amenazan tanto al ser humano como a las plantas y a los animales; se convierte en expresión de la solidaridad con todos los seres vivos; postula con mesura y propone en diálogo con las demás ciencias los acercamientos que le vayan siendo más claros.

Vivir lo vulnerable como experiencia Asumir la vulnerabilidad y vivir en y desde ella la existencia personal con todas sus aristas obliga a detenerse en los “datos” que se presentan en lo cotidiano de la existencia individual y social puesto que el ser humano no es nunca de un modo definitivo. Es un ser que se encuentra constitutivamente ante una tarea y que precisamente por ello necesita una interpretación de sí mismo (Gehlen 1993: 16). Hablar de ser humano vulnerable, pretende considerar el ser y el hacer de cada persona individual, pues los hombres y las mujeres no disponemos de ninguna situación dada que pueda ser considerada nuestra situación perfecta. El ser humano es un animal que no encaja, es un ser un poco extraviado, parece que la normalidad de la acción humana es salirse de la norma. El ser humano, frente a otras especies, es un ser inadaptado, imprevisible caracterizado por sus deficiencias y provisional por su inadaptación y casi nula especialización (Beorlegui 2004: 407). Dicha provisionalidad le obliga a una incesante relectura y recontextualización de sus opciones, respuestas y decisiones, por ello el ser humano es un incesante aprendiz, es decir, un ser en constante proceso de formación, de transformación y de deformación, donde la educación nos sitúa de lleno en el ámbito espacio-temporal y convierte la finitud y vulnerabilidad humana en algo ineludible durante toda la vida. Estamos en camino, en constante cambio, en transformación incesante, aunque no en transformación absoluta pues el destino de los seres humanos no se halla en su pasado, sino en su futuro (Arendt 1993: 265).

Niños y niñas descubren pronto que siempre son de alguna manera, y que nunca pueden ser de todas las maneras posibles, que tienen que escoger y que escoger significa renunciar; ello pone de relieve que el hecho de tener que elegir constituye un factor determinante, imprevisible e inacabable en sí mismo, de la humanidad del ser humano. Una vez que se ha elegido —expresión del ser humano lábil (Ricoeur, 2004: 21) —, se da cuenta de que podría haber tomado otra opción. La “labilidad” es afín a toda persona quien en lo cotidiano de su existencia, en lo común de su experiencia con la experiencia de los demás, en lo “universal” de su realidad comparte un dato que se presenta como inscrito en su estructura misma, que le condiciona, le acompaña, le provoca, le lleva a reconsiderar que ese rasgo global consiste en una cierta no-coincidencia del hombre consigo mismo; esta desproporción consigo mismo sería la razón de la falibilidad. La vida humana, una vida finita, una vida breve, no es acto puro, sino más bien una posibilidad siempre a partir de otras posibilidades en las que la vida entera está en juego (Agamben 2001: 18). Toda vida es un riesgo. Vivir es arriesgarse, lanzarse a una nueva aventura entre el nacimiento y la muerte. La realidad espacio-temporal permite ver que la vida humana no es simplemente pura “vida biológica”, exposición objetual, sino también “vida narrada”, “vida con sentido”, relato simbólico, experiencia, existencia, salida de sí mismo hacia lo otro, hacia el otro. Pues la vida humana transita en el tiempo y el espacio, un tiempo espacializado y un espacio temporalizado. Es decir, la vida humana es “paso del tiempo”: pasado, presente y futuro, conservación e innovación y esto hace que la vida humana deba expresarse narrativa o poéticamente, puesto que es especialmente la palabra literaria la que mejor muestra el paso del tiempo (Magris 2001: 72). El dolor y la muerte, incrustados en el ser propio de todo ser humano, son un signo imponente y dramático de que el ser humano no subsiste por sí mismo, no es autosuficiente;

sino, por el contrario, débil y vulnerable, pobre y necesitado. Esta vulnerabilidad nos habla, sin embargo, de la naturaleza profunda, de lo frágil de su existir individual y de lo arraigado de su esperanza (Masiá 2004: 9).

Vivir lo vulnerable como compromiso La vulnerabilidad es una condición antropológica fundamental, y por lo tanto imborrable en la estructura constitutiva del ser humano. Este presupuesto antropológico tiene consecuencias éticas, ya que la vulnerabilidad humana también significa apertura (Lévinas, 1972: 102-106). La vulnerabilidad es el fundamento de sensibilidad por el otro, por su sola presencia; es compasión del otro y desde el otro y es comunidad al empeñar el proyecto personal con los otros que reclaman una respuesta ética. Sin vulnerabilidad humana, o más bien, sin reconocimiento de la vulnerabilidad propia, no habría condiciones para reconocer la vulnerabilidad del otro y la demanda ética que presenta. Sin vulnerabilidad sería imposible ningún reconocimiento del desafío ético. La experiencia de vulnerabilidad es la experiencia de los límites de la existencia humana, es la experiencia de aquel que descubre que no es totalmente ni amo ni señor de su vida, que ha nacido en un momento histórico, en un tiempo y en un espacio, y que morirá. La vulnerabilidad, desde el ámbito filosófico, es una experiencia que expresa el tiempo vivido entre el nacimiento y la muerte, es la finitud y contingencia de la persona, es lo inacabado de lo acabado, la apertura de lo que se muestra completo. La experiencia de vulnerabilidad rompe todo solipsismo, toda afirmación totalitaria, todo posicionamiento absoluto sobre uno mismo (Pikaza 1981: 28). Cuando se padece una experiencia, se presenta una salida de sí mismo hacia el otro, o hacia sí mismo como otro, ante otro, frente a otro. Y en este salir de uno mismo hay atisbos de transformación.

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La experiencia es siempre de alguien, subjetiva, es siempre de aquí y de ahora, contextual, finita, provisional, sensible, mortal, de carne y hueso, como la vida misma. La experiencia tiene algo de la opacidad, de la oscuridad y de la confusión de la vida, algo del desorden y de la indecisión de la existencia humana. Por eso, en la ciencia positivista no hay lugar para la experiencia y el lenguaje “científico” tampoco puede ser el lenguaje de la experiencia pues son universos que se rozan pero no se identifican. De ahí que, en los modos de racionalidad dominantes, no hay logos de la experiencia, no hay razón de la experiencia, no hay lenguaje de la experiencia, por mucho que esas formas de racionalidad hagan uso y abuso de la palabra experiencia. Y, si lo hay, se considera un lenguaje menor, particular, provisional, transitorio, relativo, contingente, finito, ambiguo, ligado siempre a un espacio contextualizado.

Vivir la vulnerabilidad como educación. Un esbozo Según Fullat (1985: 329-333) la articulación entre lo que el ser humano “es”, lo que “puede” ser y lo que “debe” ser, señala los parámetros en los que se desarrolla el trabajo educativo. Toda práctica irreflexiva se sitúa irresponsablemente en “la tendencia dominante de cada época” (Heigter 1992: 31). El ser humano necesita aprender a ser lo que es porque la biología no se lo da resuelto. Para el ser humano vivir es hacerse la propia vida pues el “ser-así” o consistencia que uno puede darse a sí mismo, monta sobre un “serahí” que uno se encuentra dado, a saber, la existencia; desde ella tengo iniciativas pero sobre ella ninguna (Barrio, 2005: 2). El ser humano necesita aprender a ser lo que es —y antes, saber lo que es, de alguna forma— porque puede acabar siendo, en su comportamiento, justamente lo que no es. Si al ser humano no le es dado de modo espon-

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“La vida humana no es un acto puro, sino más bien una posibilidad siempre a partir de otras posibilidades.”

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táneo comportarse como tal, entonces está invitado a hacerlo planteándoselo, de modo intencional o propositivo. La educación se mueve en el ámbito de lo posible por libertad, al modo de una intencionalidad constructiva, cognoscitiva y social (Barrio 1989: 357-363). De fondo, lo importante radica tanto en lo que el educador hace con el educando, como lo que éste hace consigo mismo (Barrio 2004: 32). Cada cual convierte en ideal de su existencia la idea que se ha trazado de sí mismo (Sacristán, 1982: 27) y por eso el ser humano necesita saber lo que es para serlo; lo que el ser humano piensa de sí mismo no es irrelevante para lo que llega a ser, en el sentido de lo que acaba siendo como fruto de su obrar, puesto que en sentido moral el hombre es causa sui (Barrio, 2004: 33). Lo más sustantivo en el ser humano no es lo que le viene dado biológicamente, sino lo que él se da a sí mismo como cultura. La naturaleza es un principio fijo de comportamiento, pero no un principio de comportamientos fijos. Los instintos en el ser humano están preñados de racionalidad. Pues aún y cuando presente inespecificación orgánica y un primitivismo biológico (Ghelen 1993: 98), todas las otras especies biológicas lo que hacen es adaptarse al medio en el que han de vivir, en tanto que el hombre adapta el medio a sus propias necesidades, crea cultura. Desde la psicología diríamos que los hábitos suponen una facilitación de la existencia humana, la cual, sin la estabilidad que suministran los instintos puros, el ser humano estaría condenado a improvisar en cada momento. Tomando en cuenta lo anterior podemos inscribir en ese horizonte “humano”, la afectación que le produce, en su ser personal, en su relación con los otros, con el mundo que le rodea la experiencia de finitud en esperanza, la realidad de vulnerabilidad en plenitud, el anhelo de trascendencia en presencia. Educar es alentar una serie de conductas relativamente coherentes, que den estabilidad y firmeza al comportamiento humano, facilitando

que éste pueda ajustarse a la índole peculiar del ser humano (Barrio, 2004: 99). No se está hecho del todo, pero tampoco está del todo por hacer, y aquello que está hecho ya en sí mismo —no por el individuo, sino en él— lo está de tal manera, que le confiere la posibilidad-necesidad de hacer opciones. Lo que en él y a él mismo le confiere tal posibilidad-necesidad ya está hecho del todo: es su ser sustancial, radicalmente fáctico, que, como tal, no puede estar semi-hecho. Pero no se es únicamente ser sustancial, sino también lo que libremente se va realizando como sujeto activo de las propias opciones, aunque a la vez se es sujeto pasivo de la peculiar necesidad de hacerlas (Millán, 1999: 412). La originalidad y la originariedad están en juego al considerar lo vulnerable como originario pero con las posibilidades de originalidad en la misma realidad (Maffesoli, 2007: 13). Para que la vida humana tenga ese plus biográfico más allá de lo simplemente biológico, es preciso que incorpore la vertiente relacional, y esto no es posible sin la educación entendida como un enriquecimiento personalizante indefinido. Es importante considerar los atributos personales propios, que pueden ser una parte importante de un problema presente o futuro. El conocimiento de estos atributos que hacen más débiles a las personas, puede ayudar a prevenir futuros desajustes estableciendo las condiciones adecuadas, así como interviniendo para modificarlas. De ahí que las investigaciones sobre resiliencia demuestran la importancia de darle al desarrollo humano un sitio prominente en todo lo que se relaciona al campo de la prevención, educación y al crecimiento de los y las jóvenes.

Una posibilidad: la resiliencia El término resiliencia tiene su origen en el latín, resilio que significa volver atrás, volver de un salto, resaltar, rebotar. El término se utiliza en física. Expresa la cualidad de los materiales

a resistir la presión, doblarse con flexibilidad, recobrar su forma original, no deformarse ante presiones y fuerzas externas y su capacidad de resistencia al choque (Villalobos, 2007: 18). “Los estudios sobre resiliencia sugieren que la naturaleza nos ha dotado de mecanismos protectores poderosos para desarrollarnos”, que “trascienden las fronteras geográficas, étnicas, sociales e históricas”, están orientados a nuestra condición humana y responden a esas necesidades básicas de afecto, relación, respeto, retos y estructuras, de participación significativa; necesidad de vivir el sentido de pertenencia, necesidad de experimentar el poder y comprender el significado de la vida. El concepto de la resiliencia se aleja del modelo médico del desarrollo humano basado en la patología y se aproxima a un modelo pedagógico proactivo basado en el bienestar, el cual se centra en la adquisición de competencias y eficacia propias. No existe ninguna definición universalmente aceptada de “resiliencia” (Henderson y Milstein, 2005: 26), aunque los diversos autores presentan muchos elementos de coincidencia. Richardson y sus colaboradores (1990: 344) la describieron como “el proceso de lidiar con acontecimientos vitales disociadores, estresantes o amenazadores de un modo que proporciona al individuo destrezas protectoras y defensivas adicionales a las previas a la disociación resultante del acontecimiento”. Higgins (1994: 1) retoma este planteamiento al definir la resiliencia como “el proceso de autoencauzarse y crecer”. Se le considera como una capacidad innata para hacer las cosas correctamente para transformar conductas y lograr cambios. Wolin y Wolin (1993: 5) la describen como “la capacidad de sobreponerse, de soportar las penas y de enmendarse a uno mismo”. Estos autores explican que el término “resiliente” se ha adoptado en lugar de otros anteriores que empleaban los investigadores para describir el fenómeno, como invulnerable, invencible y resistente, porque la acepción de “resiliente”

reconoce el dolor, la lucha y el sufrimiento implícitos en el proceso de vivir, de triunfar, de desarrollarse positiva y de manera socialmente aceptable (Poletti y Dobbs 2005: 16). Con respecto a la experiencia educativa en el aula, Rirkin y Hoopman (2005: 26, citado en Henderson y Milsten), consideran lo siguiente: la resiliencia puede definirse como la capacidad de recuperarse, sobreponerse y adaptarse con éxito frente a la adversidad, y de desarrollar competencia social, académica y vocacional pese a estar expuesto a un estrés grave o simplemente a las tensiones inherentes al mundo de hoy. Esta definición deja en claro que todo alumno, y de hecho toda persona, de cualquier edad y condición, necesita desarrollar resiliencia puesto que es un atributo que varía de un individuo a otro y que puede crecer o declinar con el tiempo.

Para dialogar En la situación social en que vivimos se vuelve una necesidad escuchar menos sobre la susceptibilidad que se tiene ante el daño físico, psíquico, social, vital y más sobre la capacidad de sobreponerse a las experiencias de la adversidad: el estrés, el trauma y el riesgo en la vida personal, que incluye abusos, pérdidas y abandono, o simplemente las tensiones comunes de la vida (Villalobos, 2007: 18), sobre todo cuando la vida es el valor opacado por la fuerza de la violencia y la imposibilidad de detener, aun con el empleo de las fuerzas castrenses, el desmoronamiento de las instituciones y, en muchos casos, de la existencia personal. Quizá necesitemos recuperar la preventividad de la acción educativa resiliente frente a un discurso político que pocos creen; quizá la reflexión filosófica ante la voz de instituciones otrora fidedignas y hoy sospechosas de encubrimiento; quizá la educación preventiva considerando que ni la invocación al chapulín colorado podrá salvarnos: pues constatamos que somos vulnerables… sin salir de casa. m

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Una mano en la nuca y otros milagros de Pitol

por Víctor Hugo

Martínez González Profesor investigador de la Academia de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

“Cuando un punto de realidad explota todo se pone en movimiento” Sergio Pitol, El Mago de Viena, 225.

M

e pasó a mí, y desde entonces lo propago: ¡leer a Sergio Pitol es alucinante! Compartir esa embriaguez motivó mi libro Sergio Pitol. Una memoria soñada (Martínez, 2014). Tiempo hace ya, pero cada relectura agranda el júbilo. ¿Por qué Pitol provoca este hechizo? Uno de los mayores goces de leer a Pitol consiste en visualizar las intersecciones de su obra. Aunque ésta estalle y se pluralice en novelas, cuentos, ensayos, crítica o memorias, detectar signos familiares en todos estos géneros provoca la impresión de estar cerca del escritor, de comprender y verse identificado con un relato de la vida articulado en diferentes pero compatibles bosquejos. Destacada por el mismo Pitol esa integración de su obra, llegar a ella, apreciar su geometría, es sentirse merecedor de sus tesoros. Proponerse, como quiero ahora, sugerir una estación clave para adentrarse en ese cofre de milagros, es fruto del embeleso que me posee, de la disposición —subyugado por este encanto— a encontrar otras puertas al enigma de Pitol. Una mano en la nuca, cuento que Pitol omite al rememorar los enlaces de su corpus literario, es el texto que abordo aquí para esos fines.01 “¿Pitol no está loco?” En las presentaciones de mi libro, esta

01 � Una mano en la nuca fue escrito en Varsovia en 1965 y publicado en el libro de cuentos de 1967 No hay tal lugar, en donde por primera y única vez es denominado “La” mano en la nuca. Utilizo y citaré aquí la versión impresa en Sergio Pitol (2001), El oscuro hermano gemelo.

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reacción de un comentarista a mi mención de Una mano en la nuca resultó reveladora. Enfatizar ese relato había sido un acierto para referenciar el genio de un autor capaz de aturdir de ese modo a un lector entrenado. Esa zona de misterio, ligada a una original y pitolesca representación de la vida, es en lo que este ensayo ahondará. Para contar con una forma que así lo facilite, desarrollo primero aspectos formales del cuento; después algunas marcas singulares del autor; sigo con una síntesis del relato y salto hacia ciertas y abiertas interpretaciones. Antes de analizar Una mano en la nuca, unos mínimos datos orientativos son indispensables. El cuento enfoca la historia de un relator innominado (él), quien estando en Varsovia revive un episodio con otros dos personajes: ella (segunda persona innominada del relato) y su primo Pedro, con quien él creciera en Veracruz. Años después, el reencuentro de él con Pedro destapará un recuerdo crucial, del que ella será ahora también partícipe. ¿Qué ocurrió entre él y Pedro?, es un misterio que delineará a estos individuos. Los dilemas de la memoria, sus tensiones racionales y afectivas, sus contradicciones entre la necesidad del recuerdo pero también del olvido selectivo, es un tema esencial en Pitol y su relación sanguínea con la literatura. Entrecruzados con su propia intimidad, sus personajes son espejos de una sensibilidad escindida. Mi vínculo con el mundo cambió desde mis primeros escritos, ha dicho este autor. En Una mano en la nuca

rebosa ese milagro literario que anuda biografía, imaginación y ficción como componentes de lo real.

Tiempo y espacio de la narración “En su interior hay zonas que no logra conocer, filones subterráneos que no toca y que, sin embargo, activamente lo trabajan, lo lanzan a pretender una especie de absoluto sólo torpe, muy torpe y vagamente presentido, y que, no obstante, le produce explosiones irregulares, rebeliones sin meta precisa que, al ser aplastadas, lo dejan siempre postrado, vencido” (p. 25).

Una mano en la nuca inicia con el párrafo que acabo de transcribir. ¿Quién narra? El narrador es siempre la primera invención del autor. El capítulo inicial de la novela de Pitol Domar a la divina garza es, más que una declaración teórica al respecto, un testimonio de la importancia que para él tiene la creación de una voz narrativa. Una forma de contar que no sea una roma descripción de lo que a un escritor puede sucederle, como Pitol asienta en su libro Una autobiografía soterrada. ¿Quién narra entonces en Una mano en la nuca?, ¿un narrador omnisciente, que conoce y pone en serie los actos de sus creaturas? El comienzo del cuento es engañoso; parece seguir esa estructura naturalista. Pero no es así. Victorio Fe-

rri cuenta un cuento, el primer relato de Pitol, deslindó ya su narrativa de un observador imparcial y excluido que registra y comunica con pausas. El cuento que contado es por quien está implicado en lo que cuenta, lo que la teoría llama metaficción, es un procedimiento consabido de Pitol que lo aleja de la voz determinante y segura de lo que consigna. Por el contrario, el narrador de Una mano en la nuca es el protagonista mismo de la historia, que no casualmente comenzará el relato autoconfesando su fracasada rebelión ante la imposibilidad de asir un presentido absoluto que se le escapa. La referencia clásica de esa voz narrativa torturada e incierta es Henry James y su uso del “punto de vista” sobre un relato que, para consumarse, recurre a versiones parciales, heterogéneas y así irreductibles de un acontecimiento.02 Puesto el protagonista a condensar su propia e inacabada apreciación, la voz narrativa pertenece a una conciencia trágica, interesada, precaria por la autoindulgencia en la que pretende, sin nunca conseguirlo, dar con una perspectiva objetiva. Aunque declare querer abolir “la tentación de jugar al Akutagawa de bolsillo” (p. 31), este protagonista no hará otra cosa que contarse una y otra vez los hechos sin la opción de verse fuera de éstos. Esa incapacidad del narrador es una elección afectiva de Pitol con alguna literatura clásica europea (Joseph Conrad, Italo Svevo), pero también moderna y 02 � Véase para ahondar Sergio Pitol, La Casa de la tribu (1989: 75-87).

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“Lo que la teoría llama metaficción, es un procedimiento consabido de Pitol que lo aleja de la voz determinate y segura de lo que consigna.”

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latinoamericana (Juan Carlos Onetti, Macedonio Fernández). La tradición del narrador incompleto, cómplice, inseguro y por ello no fiable, fue una revolución literaria de la que Pitol asumió grandes lecciones. Esa conciencia trágica narrativa es la voz de él, personaje presuntamente central del relato que aquí analizo, quien será el encargado de trazar una historia que lo asocia con ella (segunda creatura innominada) y con Pedro (primo de él, cuya naturaleza especial, escindida y “extranjera” gana el segundo e intercambiable apelativo de Pierre). Alrededor de ellos desfilarán otros personajes periféricos, mero entorno de los que él, ella y Pedro se abstraen por la gravitación misteriosa de su encuentro. El segundo párrafo de Una mano en la nuca informa de un tiempo y espacio específicos. Pilawa, bosque colindante a la ciudad polaca Sródbrów, es el sitio donde él vive y en el que ejerce de huésped de algunos amigos que le entregan tres cartas de ella y una postal de Pedro. Los pensamientos de él ante esos mensajes permiten saber que la historia comenzó años atrás en Córdoba, Veracruz, donde Pedro vivió en casa de él y sus padres. A ella, los recuerdos de él facilitan ubicarla también en un periodo precedente, cuando él la recibió junto con Pedro en Varsovia. Algo insondable sucedió entre ellos, algo que las cartas le obligan a recordar y quedar sometido a la inquietud. Ella, lo lee y se asombra, conserva a diferencia de él una mejor memoria de lo sucedido. Más aún: como jamás pudo él hacerlo pese a quedarse solo con Pedro tras su partida, es ella quien sí encara esa zona de misterio, la penetra, parece incluso reconocerla, y le pide a él respuestas. Planteado primero con la angustia de su presente (“pretender una especie de absoluto sólo torpe…”), después con el pasado que las cartas reviven, y posterior a ello con la crepuscular redefinición de su horizonte, el tiempo del relato, que es el tiempo de la conciencia trémula de quien se abstenía de recordar, se desplaza entre el pasado, el presente y el futuro. Ese vaivén muestra el

estilo de “cajas chinas” o “puesta en abismo”, en el que los relatos de Pitol se superponen prodigiosamente para fragmentar las historias como una vorágine de versiones inconclusas. El lector puede resentir este vértigo, esta incertidumbre de no saber a ciencia cierta qué pasa, si lo que transcurre es ahora, ayer o mañana; si se narran hechos, delirios, excusas a posteriori o sólo sueños. Pero esa confusión no es efecto de una lectura despistada, sino un reflejo de la puntual turbación de personajes que atraviesan la deformación de su imagen. El magistral manejo del tiempo es, desde luego, una “forma” manipulada por Pitol para concitar ese mareo. Él, que lee las cartas como un incidente anecdótico que sin embargo hará trizas su identidad, sufre esa desorientación. Al lector, que lee las consecuencias para él de la lectura, se traslada mágicamente esta falta de brújula que recomponga lo que fue deshecho. Un tiempo del relato será así el de las dos semanas extinguidas entre la lectura de las cartas y los borradores de respuesta de él. Otro tiempo, incrustado en esa conciencia trastornada por buscar respuestas, llevará el relato años atrás, a su adolescencia y al dolor por lo que para él ha sido y seguirá siendo una herida. Descifrar el pasado, cuestionar el presente y prever un futuro opaco, son tiempos que el relato entrecruza, extrayendo sus significados de una voz narrativa consciente de su poca confiabilidad, pero aun así negada a dejar el rol protagónico.03

Marcas de Pitol Marcar el lenguaje con sellos únicos es la máxima ilusión de un escritor, afirma Ricardo Piglia en sus clases televisadas sobre Jorge Luis Borges. La evocación a Borges resulta imprescindible para estimar la condición singular de Pitol. Bor03� El incidente anecdótico de unas cartas que desencadenan una tragedia es una emulación del toque Lubitsch, que Pitol tanto admira del cineasta alemán Ernst Lubitsch (El desfile del amor, novela de Pitol, debe así su nombre a un filme de aquél). Vid. Martínez (2015).

ges es el punto más alto de la prosa en español, considera Pitol al llamarse hijo de su lectura y al comentar las influencias a las que rinde sentido tributo. Su trabajo sobre la memoria recreado en varios libros04 no es, finalmente, otra cosa que el recuerdo de su vida a partir de las lecturas que lo formaron como individuo y escritor, así, junto, pegado, indisociable.05 Una mano en la nuca, donde el protagonista es estremecido por cartas ilustrativas de “la relación entre el presente y el pasado” (p. 25), participa de las marcas distintivas de Pitol al evidenciar (mucho antes que sus autobiografías reiniciadas con El arte de la fuga) el influjo de la memoria como un tema definitorio de la mirada pitolesca. Preludio de lo que después es tomado como un rasgo exclusivo, Una mano en la nuca constituye una prueba de la profundidad con la que Pitol ha montado una obra tan reflexiva como engañosamente espontánea o ligera. De Pitol suele recomendarse empezar por su última etapa, la tenida por menos difícil y expuesta sin los dispositivos metaliterarios que podrían ahuyentar a los lectores. Una etapa postrera, en la que como Pitol propone, el cambio de su ambiente vital inspiraría una narrativa en primera persona. Dividir de esta forma su corpus haría, sin embargo, que el lector perdiera la oportunidad gozosa de subrayar y festejar en sus lecturas el hallazgo de cuánto los aparentes “cuentos difíciles” son la base por la que El arte de la fuga o El mago de Viena pueden rápidamente devorarse como libros casi imposibles de creer. Lo que en ellos Pitol despliega en un plano directo teniéndose a él como personaje, en Una mano en la nuca (y en otros cuentos precursores) lo realiza de forma ubicua, con personajes a veces innominados que funcionan ficcionalmente 04 El arte de la fuga; El viaje; El mago de Viena; Una autobiografía soterrada. Ampliaciones, rectificaciones y desacralizaciones; Memoria 1933-1966; El tercer personaje. 05� “La crítica es una de las formas modernas de la autobiografía. Alguien escribe su vida cuando cree escribir sus lecturas. El crítico reconstruye su vida en el interior de los textos que lee” (Piglia, 2001: 13).

como alter ego. Dudo, porque de Pitol siempre hay que dudar, que el cambio de su narrativa obedezca sólo a razones de circunstancia. Me parece, más bien, que su último giro emerge intencionalmente después de haberse probado y salir airoso de la tarea de conformar primero una obra bajo el rigor más literario, pleno de ficciones y abstracciones complejas, pero representativas de una forma de pensar la vida y dentro de ésta literariamente existir. En Una mano en la nuca, el problema de la lectura, la memoria y el autocuestionamiento que esa imaginación desatada plantea para la vida, está retratado en la erosión identitaria del protagonista al recordar el misterio que lo une a ella y a Pedro. Intentar dar respuesta a los fantasmas del pasado con los que ella le fustiga, forzará, en efecto, la propia destrucción de la personalidad con la que él se había afanado en enmascararse como un escritor satisfecho con su realidad y desapegado así de obsesiones. Nada, empero, quedará en pie luego de la lectura de las cartas y el regreso de un misterioso pasado que corroe el presente y difumina el futuro. “Todo debía ser impresión, tránsito, desvanecimiento, por lo mismo las tres cartas lo dejan perplejo (…) se interroga si no estará por allí el camino, en la posibilidad de detener ciertos instantes, crearles una minúscula eternidad, del mismo modo en que ella ha logrado hacerlo con aquella noche (…) Atrapar esos momentos (…) Volver a crearles un tiempo dentro de nuestro tiempo, un espacio donde encaje nuestro espacio” (p. 34).

¿Sigue siendo complejo? No deja de serlo, pero ese aire enrevesado simboliza en la literatura de Pitol una forma cuidadosamente estructurada para representar la vida en lo que ésta tiene de incomprensible. Abandonarse a los sueños, tomarlos por reales, es para Pitol menos desquiciado que despertar de ellos y reiniciar con

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hábitos insulsos. Una mano en la nuca nace de una perturbación inconsciente y la subsecuente inviabilidad de aislarla, de sobreponerse a una escisión indeseada. La complejidad narrativa, semejante a la novela El limonero real de Juan José Saer, no es, por otra parte, un mero ardid, una exhibición de destreza literaria. Esa sofisticación es instrumental; sirve en Una mano en la nuca a la producción de un universo literario autónomo; etéreo, sí, espinoso por supuesto, pero conectado a un fondo en el que, gracias precisamente a esa forma, la literatura es postulada como una representación imprescindible para dotar de sentido a la realidad.06 En un terreno más reconocible, Una mano en la nuca comporta otros dos signos característicamente pitolescos. El primero es la atmósfera cosmopolita en la que los relatos de Pitol, no sólo se desenvuelven, sino se imbrican, avanzando y replanteándose bajo un clima que no es exótico ni culterano. Siendo el más universal de los escritores mexicanos, no hubo nunca en Pitol ningún alarde o necesidad de magnificar su prosa a partir de esa propiedad. Su universalismo, lo ha explicado homenajeando a Alfonso Reyes, no rivaliza con la tradición nacional a la que se adscribe y asimila. Faulkner, pero también Rulfo, iluminan así el tono de su etapa inicial, cuando en sus primeros libros, Tiempo cercado e Infierno de todos, la transformación literaria de su vida dio pie a la invención del poblado de San Rafael y la saga narrativa de los Ferri. Con Cuerpo presente, cuento de 1962 ubicado en Roma, Pitol arrancó una nueva etapa en la que sus personajes son intelectuales mexicanos padeciendo una crisis detonada por su desarraigo geográfico y sentimental. La pintura, el cine, la fotografía, 06� Aunque en un medio lacustre, la novela El limonero real (Saer, 2002) se sostiene —como Una mano en la nuca— en ejes autorreferentes, frases periódicas que reinician la historia y un espacio-tiempo regido por el narrador para remover su memoria. La afinidad quizá es aún mayor con el cuento de Juan José Saer (2001) Sombras sobre un vidrio esmerilado.

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la ópera y sobre todo la lectura aprontan esa aguda confusión. Esas tinieblas están vinculadas, asimismo, con el tránsito a la adultez de los protagonistas. “El desastre de los años que después (de la adolescencia) se suceden” (p. 56), como reflexiona el lector de las cartas en Una mano en la nuca, es la prueba incontestable de que el adulto es una persona diferente al joven que le antecedió. Onetti, de quien Pitol se enorgullece de tener influencias, tiene resonancias aquí. Bienvenido, Bob, el mítico relato de Onetti sobre el ingreso al maloliente mundo de los adultos, es, de hecho, recogido por Pitol en su antología del cuento universal.07 Con esa onettiana lucidez del fracaso, pero con cotas de humor paródico, Pitol ha emprendido con su propia biografía la labor de desacralizarlo todo; el “yo” primero que nada. Como si yo fuera otro (dice así en Una autobiografía soterrada) debo hablar en tercera persona del joven que fui. Esa declaración franca, esa expresión de motivos sobre los secretos de su obra, tiene como antesalas las formas literarias en las que Pitol se contó siempre a sí mismo a través de trasuntos. Él, ella y Pedro, los protagonistas de Una mano en la nuca, son así ficciones reales para reunir y comprender la memoria literaria de Pitol. Descubrir esa conexión entre sus libros, observar cómo sus marcas identitarias se potencian a través de progresivas etapas y géneros, es un placer que singulariza la lectura de Pitol como una forma intensa de la felicidad.

El misterio como historia Como un guiño a Pitol, he decidido remedar malamente su estrategia de atrasar la revelación del misterio. Podría decir mejor “ocultar”. La literatura de Pitol destila la magia de narrar sin dirigirnos necesariamente a un desenlace 07 Sergio Pitol (2002), Los cuentos de una vida. Antología del cuento universal.

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del sentido encriptado. Alumno de Chéjov, sus cuentos pueden empezar a la mitad de la historia, desenrollarse dentro de una conciencia oscura y no llegar a ninguna certeza. Esta maestría es un cálculo exacto. En mis relatos, Pitol explica de su Ars Poetica, trato con todos mis medios de instalar una oquedad, un precipicio prodigioso, luego del que las conclusiones no puedan ser más que conjeturales; será el lector quien ante esa forma embrujada deba decidir la suerte de los protagonistas. Ellos mismos, relatados según el guión de sus propias conciencias no inocentes, desconocen también qué les depara la fortuna. Hay que ser un mago para que una maquinaria así funcione. Pitol lo es. El desfile del amor y Domar a la divina garza son novelas suyas que seducen, no a pesar de sus ausencias, sino gracias al sentido que alcanzan por sus secretos reservados, escamoteados a los protagonistas. Puede no entenderse cómo, pero los lectores disfrutamos que ese extravío sea también el nuestro. La historia de Una mano en la nuca es justo la de un enigma que sus protagonistas acechan, pero no aprehenden. La historia de quien lee este cuento es así la de los empeños infructuosos por unir las piezas de un absoluto perdido. Nuestra lectura, ¡vaya sortilegio!, acabará corroborando un naufragio irreversible. Vayamos a la descripción de lo visible. Él, primer protagonista innominado que comparte con Pitol algún expediente de vida (escritor mexicano afincado en Varsovia), recibe cartas de ella y una postal de Pedro, el primo con el que vivió de chico y quien, como Pitol también, sufrió tempranamente el deceso de su madre. Las cartas de ella despertarán en él una ansiedad por el modo en que el pasado se recuerda, se imagina o se inventa por razones de estabilidad emocional. ¿Por qué ella rememora con una energía que él no tiene?, ¿será acaso porque ella es —como Pedro pudo verlo en Varsovia— “una mujer extraordinaria”?, ¿esa excepcionalidad la separa de él?, ¿es que no son iguales aunque él quiera convencerse de la simetría?

La relación del presente con el pasado que a él atribula será activada por un recuerdo concreto cuando ella, fuera del tiempo y espacio normales por una confidencia de Pedro, le preguntará a Pierre: “¿Quieres decir que has vivido siempre movido por un sueño?” (p. 37). “Sí, un poco”, fue la respuesta de Pedro/Pierre a la fascinación de una mujer, que a diferencia de él no dudó un instante del verosímil poder de los sueños. “¿O es que lo ves?, ¿llegas a verlo o sólo recuerdas que estuvo marcado allí alguna vez, y ahora lo intuyes y lo añoras y lo imaginas y lo inventas?” (p. 31). “Anotó (esto) con letra titubeante” (p. 31), transmite Pitol sobre el estado dubitativo, quizá molesto, con el que él empezará a idear una carta para ella, puntuando su distancia con esa sensibilidad en la que ella y Pedro resultan retratados. “¿O es que lo ves?”. La pregunta trasluce ¿incredulidad; enfado?, ¿puede ella ver lo que para él está negado? El misterio de Pedro, hay que ser hechicero para destaparlo de esta forma, no es una, ni dos, sino tres veces diferido en el cuento. En una primera aproximación, luego de que el cuento transita sin ningún desfase a los tiempos adolescentes en Córdoba, Pedro, un chico de extremas percepciones sobre el que pende la sospecha de ataques epilépticos, despierta de un largo y traumático sueño para preguntarle a él “si nunca había temido que detrás de sus actos, de la vida de todos los días, se ocultara otra realidad” (p. 40). Descolocado por una común extrañeza, él pedirá a Pedro traducir mejor esas figuraciones…

“No quiere volver por miedo”, será la explicación de la tía ubicada en México que acogerá a Pedro, luego de que éste marche de la casa de él donde percibió otra realidad. Diez páginas más adelante surge una segunda aproximación. Cinco meses después de la huida de Pedro, éste y él se reúnen en Orizaba. Comprendo que te fuiste porque Córdoba es un pueblo aburrido comparado con la capital, comenta él proponiendo una disculpa que sirva para reconciliarlos. “Pero entonces, cuando su primo le explicó que no se trataba de eso, sino sencillamente de miedo, que el día del paseo a Atoyac había tenido en sueños una revelación, y se la contó y le dijo cómo al llegar esa noche a su casa el sueño estaba clavado aún en su mente” (p. 50), él reaccionó con furia ante lo que juzgó un embauco de “un pinche francés mentiroso, tramposo y cobarde” (p. 50). Sólo en Varsovia, adonde el relato nos devuelve en pocas y frenéticas líneas, recordando la pregunta de ella a Pedro (“¿Quieres decir que has vivido siempre movido por un sueño?”), él…

alrededor, ver las partículas que lo forman con tal nitidez como si constituyeran cuerpo vivos. Lanzar el brazo, abrir la mano, cerrarla, volver a abrirla, ver lo que ha agarrado, el puñado de aire que tienes en la palma y los ojos de ese aire que miran precisamente a los tuyos” (pp. 40-41).

ojos que detrás de esa cotidianidad de gestos, desayunos, almuerzos y cenas, programas de radio, conversaciones de familia, se escondía algo monstruoso; tuve la sensación de que si esa noche me quedaba sería yo quien sentiría la caricia en la nuca, descubriría una mano y lo que habría detrás de esa mano sería tan horrible que mi vida se convertiría en una su-

“Hay que ser un mago para que una maquinaria así funcione. Pitol lo es.”

la locura…” (p. 59).

pesar, y por abajo de la indignación, de la rabia, la desesperación (…) debí haberle

Claves interpretativas

creído, porque esa noche (…) sintió imperar en la habitación un terror gordo, vago, fluyente (…) y que posiblemente, ahora puede verlo, haya sido lo que le hizo cambiar totalmente de actitud hacia su casa, hacia sus padres, hacia la vida” (pp. 50-51).

algo que era como ver aire a nuestro

“(…) supe también por la expresión de sus

además, que aun entonces, en Orizaba, a

“(…) pero su primo añadió que no podía, que había cosas que se sentían o no se sentían,

lector ignora. Es él, justamente, quien más padece este significado vedado a su conciencia. Palpando esa tortura, el lector puede así maravillarse con otras tantas páginas que rastrean, gracias a la carta responsiva de él para ella, la crisis del protagonista. Lo que pasa por la mente y escritura de éste, dotando de sentido a su enajenación, descorrerá finalmente en líneas narrativas portentosas el misterio de Pedro que ha barrido con su falsa firmeza. Abrevio este misterio con el deseo de que otros sean también afectados por su realismo.

cesión de espanto, en un camino directo a “(…) llegó a creer del todo, y descubrir,

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Otra realidad que se sentía o no se sentía, puñados de aire que miran a los ojos, una revelación, un terror gordo. En estos términos intrigantes, el mago Pitol acerca el misterio de Pedro, pero no culmina su desciframiento. Mejor aún: continúa aplazándolo en otros tanteos enriquecidos por esa oquedad. Ese vacío premeditado resulta la estrategia perfecta para entrever los efectos en la vida de él de lo que no sólo el

¿De qué manera interpretar un cuento que termina en puntos suspensivos? Antes de ese cierre abierto, quien lo completa sabe ya que Una mano en la nuca fue armado justo así, para recorrer distintas capas de significados posibles. No es un accidente entonces que las preguntas acumuladas carezcan de una resolución inequívoca. La mano de Pitol, detrás de la mano del protagonista que escribe una versión inconclusa de los hechos, ensambla este laberinto. Al explicar la alquimia de sus cuentos, Pitol lo pone en claro: éstos no acaban nunca del todo; en ellos no se halla un esclarecimiento final, por el contrario, a fuerza de contarse desde distintos ángulos y decodificaciones parciales, el sentido

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absoluto es velado. Queda para el lector una desazón por el desconocimiento, pero también la placentera oportunidad de proyectar el relato a partir de claves personales e imprevisibles. En mi caso, es una interpretación la que quiero ensayar. Se trata de una vuelta de tuerca, de ésas que Pitol tanto disfruta de maquinar con sigilo y elegante travesura. ¿Y si el protagonista formal de Una mano en la nuca no fuera más que un figurante, un actor frente al cual serían ella y Pedro los verdaderos personajes fundamentales? Para el lector, y para el declarado protagonista, ésta no dejaría de ser una sorpresa probable; o mejor dicho: una sorpresiva conformación de una corazonada. Mirado con obstinada atención, el relato incluye aquí y allá progresivas señas sobre el desplazamiento de él como personaje nuclear. Cuando aparecen, esas pistas son sin embargo contrarrestadas por la conciencia de quien, pese a ellas, desea mantenerse como el centro alrededor del que ella y Pedro giran. Veamos algunos de estos rastros e indicios. Al recibir las cartas de ella y la postal de Pedro, con estupor él advierte “cuán enmohecidos están sus recuerdos, (pues) “de aquellos días lo más que le ha quedado es cierta inquietud subcutánea” (p. 29). Frente a la vívida memoria expuesta en las cartas, la suya simula “una cáscara inservible” (p. 27). La remembranza de ella no es sólo ferviente, sino que a diferencia de su evasión, continúa enfrentando el misterio, hablando y escribiendo sobre éste, segura como estuvo, desde el mismo momento que oyó la historia de Pedro, que ese enigma era de una naturaleza poderosa y veraz. Esa capacidad de aceptar y compartir el misterio hace que Pedro la reconozca como “una mujer extraordinaria”. Para él, no fue ésa la primera ocasión que escuchó el sueño de Pedro; lo había escuchado antes, en Orizaba, cuando acusó a Pedro de ser un mentiroso y un cobarde. “¿Quieres decir que has vivido siempre movido por

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un sueño?”, fue, en cambio, la forma llena de arrebato y admiración con la que ella aceptó y sigue aceptando la existencia de otra realidad presentida por Pedro. Él, forzado a demarcar su diferencia ante la sensibilidad que acopla a ella y a Pedro, escuchará de su conciencia que en su caso sólo en Varsovia, años después de la fuga de Pedro, empezará a intuir que quizá sí, en efecto, la realidad no sea la misma para todos. Ese autorreconocimiento de sus límites de percepción será, empero, vuelto a encubrir cuando él insista en contarse a sí mismo como el origen y destino del misterio: “La lectura de las cartas lo coloca frente a un triángulo en que uno de los vértices está apenas definido; dos líneas nítidamente trazadas corren desde dos puntos marcados con una pequeña cruz hacia aquel que casi no existe (…) Las líneas comunicaban las tres partes sin que uno de los puntos existiera, a no ser como una noción abstracta” (pp. 30-31).

El relato de una conciencia angustiada, vemos arriba, fuerza un balance en el que ella y Pedro serán candidatos escogidos por él para existir apenas como una noción abstracta. Él se ve dentro, parte medular, actor protagónico. Ese énfasis parece, no obstante, compensar la marginación de quien no está dispuesto a admitir un rol secundario. La crisis personal que sobreviene con el intento de responder las cartas de ella, es otra renuente confesión de parte de él. Leer las cartas, recordar el misterio de Pedro, hace desbarrancar una teórica y perseguida vocación literaria en la que él ha depositado su vida: “En los últimos tiempos ésa es la fuente de su angustia: su incapacidad para entender algo, cualquier cosa, la más simple, sus esfuerzos baldíos frente a la página

en blanco donde sólo entran unas cuantas inscripciones para quedar después allí, perdidas, aisladas (…) ¿de qué sirve que la cultura toda y la literatura deban desajenarnos y creer como creo en ella, cuando en el fondo acepto, como acepté el asalto a la razón que es la verdad de Pierre y parcialmente la mía, a qué, pues, tanta palabrería” (pp. 32, 54; la bastardilla en la cita es mía).

Una mirada racional sobre la literatura, con el fin de cumplir un programa de “desajenación”, es una apuesta que ahora resulta trivial para él ante lo que la experiencia visceral de Pedro encarna. El misterio de Pedro, parece decirnos Una mano en la nuca, es el misterio de la literatura como una llamada religiosa, como el arribo a otra e ininteligible vida que entre sus dones incluye una sensibilidad extraordinaria, pero también la revelación del terror absurdo, sin sentido ni explicaciones, soñado y por ello tanto o más real que el trasiego rutinario. Nada de esto le ha ocurrido a él en Varsovia, adonde se dirigió para conseguir una vida artística opuesta a la burocracia. Pedro no hizo, en cambio, ninguna búsqueda; encontró dentro de sí y contra su voluntad las pulsiones divinas y demoníacas por las que su condición de escritor advino con su propia formación como persona. Pedro, sigue recordando él, fue un chico especial que “introducía a sus amigos en campos de imaginación que ni siquiera habían sospechado” (p. 38). Sin la estabilidad de un hogar familiar, resintiendo sin sanar la falta de su madre, Pedro ganó pronto la fama de ser alguien anormal, de cargar gramos de locura, de sumirse en sueños que palidecían su rostro y lo volvían inepto para la realidad. Cuando niño, sin la mezquindad de los adultos, él veía en Pedro una autoridad precoz a la que procuraba complacer mostrando avances en las

lecturas que Pedro le sugería. Ella, aunque su pasado no se describa, “por intuición y presentimiento” supo ver en Pedro un individuo preso de sus ensoñaciones, un creyente del absoluto inaccesible, pero real, que el misterio de la mano comporta. ¿Toda tu vida es gobernada por los sueños?, le pregunta ella (una escritora devota de sus pasiones) a Pedro, mostrando sin recato la excitación y arrobamiento que ello le produce. “(…) Y comprueba que aunque se encuentra trágica y grotescamente en el centro de los dramatis personae, está excluido (…) por más que en ciertos instantes parezca el eje frente al que giran, o el demiurgo que hace girar, a esas personas que ríen…” (p. 36).

Entrever que quizá sea él quien gire alrededor de un círculo de selecta sensibilidad habitado por ella y Pedro, podría ser un punto de corrección a partir del cual él reescriba su historia. No lo es. Ese papel reducido no va con su soberbia. Adulto ya, él falsea así las evidencias de su conciencia, esconde lo que de frustrante haya en ella. Somos tres, no sólo ustedes dos, los diferentes frente a un mundo ruin; pude haber llegado tarde y servirme de los medios equivocados, pero yo soy también de la misma estirpe brillante que ustedes. Con esa seguridad forzada, quien no ha hecho otra cosa que recordar a ella y a Pedro como personas de una naturaleza distinta, concluye él sus confesiones anteponiendo su vanidad: “Los tres hemos sentido ya de alguna manera el roce de esa mano. No hemos sabido a quién pertenece; intuimos su horror. Yo escribo, tú escribes, él pinta. Yo en Varsovia, tú en México, él en París. Y en los tres lugares luchamos contra nuestras ataduras. Sabemos poco” (p. 59).

Conclusiones Concluir un cuento de Pitol es felizmente improbable. Descifrar el motivo de sus relatos supone, de hecho, una estupenda paradoja: a cada intento la resolución se complica y empaña, pero la explosión de sentidos posibles, el desborde de tramas subterráneas, aumenta el placer de la lectura. Volver real la imaginación: ésa es la magia de Pitol. Comprender por esa magia que la realidad se alimenta de la ficción, es una marca pitolesca. Dado que Pitol describe a Chéjov como una influencia constante, quiero terminar sugiriendo cierto aire familiar entre Una mano en la nuca y El monje negro, cuento de Chéjov en el que la naturaleza única del artista es abordada a partir de los fallidos empeños de quien cumple con las poses y convenciones de un gran escritor, pero al que la falta de un talento imposible de explicar o adquirir le condena a la desgracia. Ha sido éste un tema usual en la literatura de Pitol. Sus novelas El tañido de una flauta, Domar a la divina garza, pero sobre Juegos florales con los despreciables personajes de Billie Upward y su narrador innominado, brindan pasajes claves sobre la óptica artística de Pitol. Entregarse a la intuición, habiendo por supuesto recorrido también el camino del trabajo y la disciplina espartanas, son características de quien escribe porque no puede hacer otra cosa, porque ello es su maldición, como diría Onetti. El monje negro de Chéjov, con una sutileza casi inverosímil, detalla el infierno de quien sin vocación ni instinto pretende seguir aquello para lo que su espíritu no está preparado. Con sus temas y renovadores procedimientos, Chéjov es para Pitol el padre del cuento moderno. Llegar a Conrad es uno de los más momentos más prodigiosos en la vida de un lector. Con estas palabras, Pitol presenta su traducción de El corazón de las tinieblas, novela majestuosa de Josep Conrad (2008). Medirse con la literatura

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de Sergio Pitol forma parte de ese encantamiento con el que sólo los grandes escritores envuelven a sus lectores. Persuadir de ese embrujo pitolesco ha sido el objetivo de este ensayo. Quedar cautivo de este hechizo es (quiero propagarlo) una felicidad inconmensurable. m

Referencias Conrad, J. (2008), El corazón de las tinieblas, Xalapa, Universidad Veracruzana. Martínez, V. (2014), Sergio Pitol. Una memoria soñada, Monterrey, UANL. Martínez, V. (2015), “Sergio Pitol. El otro propio y el otro ajeno”, Armas y Letras, núms. 88-89. Piglia, R. (2001), Crítica y ficción, Barcelona, Anagrama. Pitol. S. (1959), Tiempo cercado, Ciudad de México, Estaciones. _____, (1964), Infierno de todos, Ciudad de México, Universidad Veracruzana. _____, (1967), No hay tal lugar, Ciudad de México, Era. _____, (1972), El tañido de una flauta, Ciudad de México, Era. _ _ _ _ _, (1982), Juegos florales, Ciudad de México, Siglo X XI Editores. _____, (1984), El desfile del amor, Barcelona, Anagrama. _____, (1988), Domar a la divina garza, Barcelona, Anagrama. _____, (1989), La casa de la tribu, Ciudad de México, Fondo de Cultura Económica. _____, (1996), El arte de la fuga, Barcelona, Anagrama. _____, (2000), El viaje, Ciudad de México, Era. _____, (2001), El oscuro hermano gemelo, Xalapa, Gobierno de Veracruz. _____, (ed.), (2002), Los cuentos de una vida. Antología del cuento universal, Ciudad de México, Debate. _____, (2005), El mago de Viena, Valencia, Pre-Textos. _____, (2010), Una autobiografía soterrada. Ampliaciones, rectificaciones y desacralizaciones, Ciudad de México, Almadía. _____, (2011), Memoria 1933-1966, Ciudad de México, Era. _____, (2013), El tercer personaje, Ciudad de México, Era. Saer, J. J. (2001), Cuentos completos (1957-2000), Buenos Aires, Seix Barral. _____, (2002), El limonero real, Buenos Aires, Seix Barral.

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D e b at e s L os dere chos humanos: una asi gnatur a p endiente en las s o cie dades p er i fér ic as

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a implementación formal de los derechos humanos en México constituye un gran avance para el país. Sin embargo, las condiciones estructurales para su ejercicio efectivo es un pendiente que debe atenderse. En este sentido, las reflexiones que presentamos tienen por objetivo aproximarse y problematizar distintos planos para reducir las brechas entre los esfuerzos normativos y las particularidades de los contextos sobre los que se ejercen. Nuestra propuesta incluye trabajos desde las disciplinas de las ciencias sociales y humanas, porque entendemos que la interdisciplinariedad aporta premisas de trabajo, herramientas teóricas, problemas de análisis, caminos de reflexión que contribuyen a desmotar la textura sociohistórica que caracteriza al contexto mexicano actual. Por lo tanto, el lector encontrará lecturas, análisis y propuestas desde el derecho, la sociología, las ciencias políticas y las ciencias médicas para acercarse a las múltiples aristas que atraviesan el respeto, garantía, protección y promoción de los derechos humanos. Nuestro interés es resaltar la fuerte necesidad que tenemos como sociedad de conocer, cuestionar, participar y demandar que cada vez las diferencias entre las expectativas respecto a los derechos humanos y su ejercicio se reduzcan. El conjunto de trabajos es una provocación para dialogar, debatir con las premisas teóricas, las metodologías, los clivajes, las temáticas desde las que nos aproximamos, debido a que las problemáticas que abordamos acontecen en nuestro presente y, por lo tanto, la distancia temporal construye ese principio de pertenencia que, a veces, parece alejarnos. m

Profesora investigadora en el Departamento de Gestión Pública y Desarrollo, División de Ciencias Sociales y Humanas, Universidad de Guanajuato campus León.

D e b at e s

por Mónica Elivier

Sánchez González

L os dere chos humanos: una asi gnatur a p endiente en las s o cie dades p er i fér ic as

P R E S E N T A C I Ó N

Debates

— Mónica Sánchez

Mónica Sánchez —

Debates

por Mónica Elivier

Sánchez González

Repensar los crímenes de lesa humanidad y el genocidio en el contexto del presente mexicano como patrimonio a su memoria social e histórica

Introducción

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a cotidianidad mexicana actual que se caracteriza por la generalización y normalización de la violencia es el contexto de esta reflexión. Esto se debe a que la normalización y generalización de la muerte se ha naturalizado y se observa en el acontecimiento permanente de las desapariciones forzadas, en la localización de fosas comunes con cuerpos en el anonimato de la muerte y en la presencia beligerante de agrupaciones del crimen organizado que ejercen abiertamente la violencia a lo largo del país. La forma en que se ejerce la violencia orienta este trabajo para proponer que México atraviesa por un genocidio sistematizado desde por lo menos 2006 hasta la fecha. Si bien es cierto que el término genocidio se acuñó para dar cuenta de la desaparición sistematizada de grupos específicos que se relacionan con la etnia, la religión. La forma en que se sistematiza la muerte en el país da pie para proponerlo como una denominación que da cuenta del clima actual que atraviesa. Otra acotación que caracteriza el empleo de genocidio es que la decisión de exterminio procede del Estado, de su representante legítimo. En el caso mexicano no se puede establecer una política abierta, declarada y que se reconozca de forma total como genocidio. Sin embargo, la inoperancia del Estado para detener dichos acontecimientos lleva a proponer que esto lo hace partícipe activo de la situación, de ahí la viabilidad de considerarlo genocidio. La omisión efectiva del Estado para garantizar los

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derechos fundamentales de la población y la combinación de las distintas organizaciones a cargo del resguardo de la seguridad con el narcotráfico y el crimen organizado en el ejercicio de la violencia y la muerte son elementos que a luz de la concepción actual de los derechos humanos hacen posible observar los acontecimientos a la luz del genocidio. El primer derecho que es transgredido es el derecho a la vida. En el contexto internacional los casos más recientes son el resultado de la desintegración de Yugoslavia, así como de los conflictos derivados en diferentes países del continente africano, uno de los más relevantes, por la profundidad de las atrocidades cometidas es Ruanda. Otro de los pendientes para poder considerar que México atraviesa por un genocidio es la no focalización de un grupo específico sobre el que se ejerce la muerte. Inicialmente puede pensarse que basta con ser mexicano para estar en riesgo. Sin embargo, en México los migrantes de diferentes regiones del mundo son asesinados, tanto como mujeres, hombres, infantes, adolescentes, adultos mayores, familias completas, creyentes de distintas religiones, integrantes de grupos indígenas. El genocidio se ejerce más allá del genocidio mismo, no discrimina ni a las condiciones que lo tipifican. Más allá de los límites que el caso mexicano trasgrede, conserva la condición de exterminio sobre poblaciones establecidas en territorio nacional y sobre quienes se encuentran en tránsito. El contexto en el que

esto sucede no reconoce que México atraviesa por una guerra, ni en el marco internacional, ni internamente, no se está en guerra civil y tampoco, como en el sexenio de Felipe Calderón, en una guerra franca y abierta contra el narcotráfico. Al contrario, en el sexenio del actual presidente Enrique Peña Nieto se puso fin a dicha estrategia. El cese a la guerra contra el narcotráfico no significó el fin de la violencia en México, sino que se ha mantenido constante, incluso se ha incrementado. En dicho contexto es que se problematiza entre el plano formal y el efectivo de la denominación de genocidio. Que, al margen de un prurito conceptual, lo que se busca es mostrar la profundidad de los fenómenos relacionados con la violencia y las afectaciones directas en la sociedad mexicana. Las reflexiones se relacionan con las formas en que la memoria social y las memorias históricas son interpeladas frente a los acontecimientos que trastocan la cotidianidad mexicana. El punto de llegada es la constitución de un patrimonio que no puede permanecer inmune al acontecer, aun cuando la manera en que se signe a la memoria social y a las memorias históricas que requieren tiempo reflexivo. En un contexto como este, el tiempo se caracteriza con la manera en que lidia la propia sociedad con las heridas, con el dolor que rememoran, con la impunidad, el anhelo de justicia, del reencuentro con los desaparecidos, de las deudas y los silencios por el trauma que genera la descomposición paulatina de los

entornos de la sociedad, es decir, de los individuos. Descomposición que se observa en la sistematización de la muerte. El carácter del artículo es de índole reflexiva debido a que los presupuestos para observar el acontecimiento que caracteriza a la sociedad mexicana actual, apelan a los soportes que definen a la sociedad moderna. En ella a sus centros y periferias, donde se observa la diferencia asimétrica de la condición moderna, diferencia entre la manera en que las estructuras responden a la función, en la que los derechos fundamentales son condición de modernidad mientras que las periferias, se asumen como correctores de la asimetría entre la función y la estructura. Este primer marco permite problematizar, contextualizar, diagnosticar, perfilar y puntualizar cómo es posible que —la sistematización de la violencia y su manifestación en la sistematización de la muerte, en las desapariciones forzadas y en la reproducción de organizaciones que reproducen la violencia— se normalice, reproduzca y cotidianice en un país que suscribe en su constitución los derechos humanos como un recurso propio. El segundo momento de la exposición busca explorar las formas en que la memoria social y las memorias históricas son afectadas por el ejercicio efectivo de la violencia. En particular, las afectaciones que alteran el presente de la memoria social que orienta a las personas en la cotidiana reproducción de la sociedad. La memoria social como garante de la consistencia de la reproducción social es el mecanismo que indica la

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— Mónica Sánchez

“La condición del contexto actual mexicano cuestiona con claridad la implementación de los derechos fundamentales en el país.”

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Mónica Sánchez —

anomalía que la sociedad naturaliza, en contra de sus propios principios de operación. El tercero es el legado, es decir la forma en que se significa y se lega lo que resulta relevante para la sociedad, esto requiere la consolidación de las observaciones que la sociedad efectúa sobre sí misma. Las memorias que de aquí resultan impactan en la construcción de identidad de las personas que se reconocen adscritas a una región comunicativa específica, en este caso, México. La memoria, en suma, es relevante de manera estructural a la sociedad porque tiene que hacer frente a las incongruencias e inconsistencias estructurales de la modernidad. Las incongruencias e inconsistencias estructurales están en el plano operativo y reflexivo que define a la sociedad moderna, tanto a sus centros como a sus periferias. El registro más profundo queda marcado en ella, ya sea porque se sostiene en el presente o porque puede reconstruirse si se vuelve sobre la memoria. Esta es una primera aproximación para proponer recursos que contribuyan a dimensionar la profundidad de los acontecimientos que suceden en el México actual. El trabajo emerge desde los principios teóricos que definen a la sociedad moderna, a la forma en que los derechos fundamentales son condición inalienable de su emergencia, definición y reproducción. Estos elementos son relevantes para observar cómo pueden reposicionarse las violaciones flagrantes a los derechos humanos que acontecen en México. En esta primera exposición están los principios para redimensionar los límites desde los que se establece que un país atraviesa por un genocidio, así como la denominación de crímenes de lesa humanidad. La hipótesis general de trabajo apunta que la situación que atraviesa México puede considerarse como un genocidio y tipificar la exposición a la violencia como crímenes de lesa humanidad. Además de recurrir a la teoría de Niklas Luhmann para precisar la forma en que se define a la sociedad y cómo observar el caso

mexicano desde dicha complejidad. El soporte de esto se encuentra en las herramientas que proceden del derecho público internacional, específicamente, de aquellas que corresponden a los derechos humanos y a la normatividad internacional respecto en materia, de genocidio, crímenes de lesa humanidad, desapariciones forzadas, así como de las observaciones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) hacia México. La relación que aquí se propone es leer los crímenes de lesa humanidad que se cometen como una forma de genocidio, una forma reciente para observar de manera particular los sucesos del contexto mexicano. El segundo gran apartado es una propuesta para repensar la manera en que la memoria social recibe afectaciones directas, que proceden de los acontecimientos cotidianos en México. A ello se suman reflexiones sobre las memorias históricas, sus procesos de significación y las formas en que puede hacerse frente al silencio, a la herida, al dolor, al trauma que en ellas se signa.

Los derechos fundamentales como condición de la sociedad moderna La emergencia de la sociedad moderna se caracteriza por la distinción y clausura de un plano de sentido comunicativo que reconoce como propio. Reproduce un orden diferenciado heterárquicamente que irrumpe en el orden jerárquico que respondía a estamentos y rangos (Luhmann, 2007). Su lugar fue reemplazado por la especialización de la comunicación sobre los problemas que ella produce, a partir de la constitución y clausura de sistemas parciales que especifican una función. Lo que no significa que la sociedad disuelva automáticamente los estamentos, sino que éstos pierden la fuerza para cohesionar a la sociedad, para mantener el orden social. La emergencia y especialización de funciones expone la separación entre el

lugar preponderante de los individuos como reproductores desde su materialidad de la sociedad —da cuenta de dicho desplazamiento— hacia la comunicación, como la operación que reconoce la sociedad. La especificidad de la sociedad moderna requirió de los derechos fundamentales para mantener su condición moderna. Los derechos fundamentales son el soporte para que la sociedad moderna sostenga su reproducción por funciones, para que no se desborden los límites de cada sistema y quieran enajenar o encimarse sobre otros. El riesgo principal está en que la política rompa sus límites y la reproducción de la sociedad se vea condicionada por la politización generalizada de sus expectativas. Esto último implicaría que la política se posicionaría como un metacódigo que obligaría a que el enlace de las comunicaciones sociales respondiera a ella. Los derechos fundamentales tienen la función de mantener la distancia e integración entre los sistemas, sin que estos rompan su clausura. De ahí que no son cuestión del derecho solamente. Los derechos fundamentales son posibles a partir de la sociedad moderna, no son uno de sus resultados, su juridización se presenta en un segundo momento, una vez que el sistema de derecho ha consolidado sus límites y éste se ha acoplado con la política en el Estado de derecho. En este contexto es que su juridización puede considerarse una ganancia que fortalece la función y legitimidad del Estado de derecho. El reconocimiento de ellos es la formalización de una condición de la sociedad moderna, debido a tal profundidad el Estado de derecho adquiere legitimidad. Al asumir bajo su tutela el resguardo de los derechos fundamentales consolida su condición y pertenencia moderna. Desde esta perspectiva dejan de colocarse como la antinomia entre el Estado y la sociedad, para posicionarse como estructuradores de ambos, porque atraviesan el plano de las expectativas societales, de la toma de decisiones y de la reproducción del cara a cara de la interacción.

La modernidad también establece una forma de dos lados entre los centros y las periferias de la sociedad moderna, es decir, entre las regiones comunicativas donde se cumplen las dos formas de diferenciación. Por una parte, la diferenciación vertical que distingue el plano societal, el plano organizacional y el plano interaccional. Por la otra, la diferenciación horizontal que corresponde a los sistemas sociales especializados en los problemas de la comunicación. Esta forma de diferenciación en los centros de la modernidad produce sus propias condiciones estructurales, para conseguir que la orientación de las funciones se reproduzca efectivamente. Lo que implica que los centros de la modernidad establecen una fuerza centrípeta respecto a sus ganancias tanto funcionales como estructurales, es decir, la manera en que se reproducen respeta esa correspondencia. La diferencia con las periferias es que importan las condiciones de los centros, pero la manera en que lo hacen no replica la correspondencia entre las funciones sistémicas y sus estructuras de reproducción. Porque se apela a las funciones para responder a los problemas de la comunicación, pero se carece de condiciones estructurales que correspondan al nivel de abstracción de las funciones de la modernidad. A ello se suma que en la disposición de la diferenciación vertical tiene una carga considerable la interacción, que en muchos casos consigue resolver lo que la organización no. En el éxito de las interacciones se finca la satisfacción de las expectativas. La sociedad moderna reproduce centros y periferias respecto de sí misma, esto significa que entre ambos son lados de una forma, uno no puede excluir al otro. Desde las periferias se acentúa la condición céntrica de la modernidad y viceversa. Las periferias establecen una fuerza centrífuga respecto de los centros, tienden a la desdiferenciación, son más. Disposición que obedece a la alta improbabilidad de consolidar centros de la modernidad, que requieren de procesos evolutivos de alta se-

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lectividad, flexibilidad y resistencia para hacer frente a la complejidad, a la tensión de las periferias sobre los centros. Las periferias son más que los centros, no son menos modernas que los centros, la diferencia es la posición que tiene uno respecto del otro. Una tarea pendiente es observar desde las condiciones de las periferias cómo ajustar la manera en que se acoplan las funciones con las estructuras, bajo la condición de la reproducción del presente. En este escenario el lugar que tienen los derechos fundamentales en los centros y las periferias no es el mismo o, con mayor precisión, no responde a la misma disposición estructural. Anteriormente, se ha enfatizado que la reproducción de la modernidad requiere de los derecho fundamentales desde sus bases definitorias, durante la misma emergencia y consolidación de la misma. Ahora puede precisarse que esta condición es propia de los centros de la modernidad, lo que significa que la manera en que las periferias establecen relación con los derechos fundamentales no responde a ese principio de reproducción de los centros. Los derechos fundamentales son la condición de posibilidad de los centros de la modernidad en tanto que, como hipótesis de este trabajo, en las periferias los derechos fundamentales se importan como una especie de corrector entre el desacoplamiento de las funciones de los sistemas con sus estructuras. Esto significa que los derechos fundamentales en las periferias aspiran a corregir la no correspondencia entre las estructuras y las funciones, a conseguir el principio de integración entre los sistemas. Lo último obliga a consolidar la diferenciación funcional, que es todavía un asunto pendiente, frente al cual las prestaciones funcionales son un recurso de corrección. La diferenciación vertical también se ve afectada por la primacía que tiene la interacción, por sobre el plano societal ya que, en la reproducción de la sociedad, la certeza de la

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— Mónica Sánchez

concreción de las expectativas se deposita en el éxito de la interacción. Incluso, la efectividad de respuesta de las organizaciones responde a la cercanía, al conocimiento que las personas tienen de quienes ellas laboran. Los derechos fundamentales en el contexto actual remiten a un orden mundial, donde las comunicaciones regionales del derecho se subordinan al orden de la sociedad mundial. La diferencia entre los derechos regionales, encarnados en el derecho nacional, se contraponía con el derecho internacional público. La soberanía, la primacía de fuentes del derecho se contraponían con una orientación transversal a los países. Sin embargo, durante el siglo XX a partir del desarrollo del derecho internacional y de la suma voluntaria de los Estados, la asintonía se redujo. La compatibilidad entre ambos se logra, como en el caso de los derechos fundamentales, con su incorporación a las constituciones. Así, aquello que respondía a un orden externo, se vuelve parte del derecho de cada región y se producen los marcos normativos y los diferentes mecanismos para conseguir un resguardo efectivo, en este caso de los derechos fundamentales. Una polémica que, en primera instancia, queda resuelta es el castigo sobre la violación que se efectúe, de manera inmediata el Estado parte responderá frente a las violaciones. Cuando los Estados no responden se sujetan al orden internacional, primero, a responder a las observaciones que las instituciones especializadas en la observación del cumplimiento de derechos fundamentales efectúan, frente a las violaciones y la no respuesta oportuna de los implicados. Cuando los derechos violentados se tipifican de lesa humanidad, entonces la comunidad internacional puede intervenir directamente sobre quienes los cometieron. Los genocidios que son crímenes de lesa humanidad implican dicha intervención. La condición del contexto actual mexicano cuestiona con claridad la implementación de los derechos fundamentales en el país, su resguar-

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Mónica Sánchez —

do, compromiso, los procesos de justiciabilidad y las formas efectivas para que el ejecutor de las violaciones a los derechos fundamentales establezca límites. Los cuestionamientos no son un prurito cuyo límite esté en la práctica, en los límites formales, en la creación de instancias especializadas, aquí no se habla desde la expectativa de la ejecución, de la capacitación. Las observaciones se plantean desde los acontecimientos que marcan la violación sistematizada de los derechos fundamentales en México, la tipificación de las violaciones abarca una amplia gama de los mismos. Este trabajo propone que la trasgresión responde a la reproducción de la violencia de manera estructural, que aquí se deriva de tres formas: la generalización de la muerte, la sistematización de las desapariciones forzadas y el anonimato de los cientos, miles de desaparecidos que están en las fosas comunes. Esta tipología apunta no sólo a la violación de los derechos fundamentales, a responsabilizar al Estado o a actores específicos de los crímenes que diariamente suceden en México. Por una parte, la nula claridad entre el Estado y el crimen organizado en la comisión de dichos delitos, contribuye al no esclarecimiento de las violaciones sistematizadas y generalizadas. La inoperancia del gobierno para responder a esta situación lo hace partícipe. A la inoperancia se agregan las situaciones donde se expone su participación, la del ejército y la policía en distintos eventos que se relacionan con los acontecimientos descritos previamente. Los distintos informes de los órganos internacionales en materia de derechos humanos dan cuenta que México está rebasado para responder eficaz y efectivamente a todas ellas. Este es el marco de la pregunta que orienta estas reflexiones, que interpela por la posibilidad efectiva de reflexionar la condición actual desde las implicaciones fácticas de genocidio y crímenes de lesa humanidad. El objetivo es dar paso a la intervención de organismos que puedan modificar el estado de impunidad permanente en el que se vive, así como el reposicionamiento de la sociedad.

El derecho como sistema inmunológico/derechos fundamentales/derecho como sistema parcial Las diferencias en la función y colocación que tienen el derecho como sistema inmunológico (Luhmann, 1998), como derechos fundamentales (Luhmann, 2010) y como sistema parcial (Luhmann, 2002) constituyen distintos planos de la estructuración social. La triple colocación del derecho es una condición propia de la sociedad moderna, porque da cuenta de los recursos que ella desarrolla para continuar. La disposición triple responde a los centros de la modernidad, cada uno de los planos remite a la estructuración de la propia sociedad, es decir a la disposición de la doble diferenciación de planos y funciones (Tyrell, 2011). La función del derecho como sistema inmunológico lo posiciona en las estructuras de la sociedad, en la relación que la sociedad produce entre su tiempo y las expectativas de enlace comunicativo. Esto significa que el derecho contribuye a que la sociedad, como sistema, desarrolle estructuras flexibles que le permitan responder frente al riesgo constante que es el entorno para él. La condición de sistema inmunológico del derecho le permite a la sociedad responder frente a las perturbaciones del entorno, sin que frene. Esto implica que al margen del riesgo la sociedad no ve alterada su reproducción. Como sistema inmunológico permite que se produzcan mecanismos que permiten que el sistema reaccione sin frenar la reproducción. Esto hace que la sociedad produzca sus propias condiciones estructurales para incorporar la perturbación sin atentar contra ella, o bien, que se deseche. El derecho como sistema inmunológico se relaciona con los derechos fundamentales directamente, debido a que el soporte de la sociedad moderna recae en ellos, como se ha insistido. La forma en que los derechos fundamentales adquieren “materialidad”, visibilidad, tangibilidad para la sociedad es en las instituciones. El camino que orientó la formulación de Niklas Luhmann fue

el Estado-moderno. Sin embargo, a la distancia de su texto de 1962, se puede cuestionar la idea exclusiva de materializarlos al amparo del Estado-moderno. Esto, en particular, en las periferias de la modernidad donde la violación de los derechos fundamentales se ha exacerbado. Los contextos exponen la profundidad de la participación de los Estados no sólo en la violación sistematizada de los derechos fundamentales, sino también en la incapacidad para restituir los daños que de ello se derivan. A ello se suma la inoperancia para la recomposición para el tejido social, como en el caso mexicano, donde la descomposición es tan profunda que los límites para contener al crimen organizado son imposibles. Los centros de la modernidad presuponen un Estado solvente frente a las amenazas que pueden trastocar su condición moderna, en la medida que lo consigue, entonces adquiere o ratifica su propia legitimidad. La especificidad de esta legitimidad está en que procede de la composición de las estructuras de la sociedad, no sencillamente de los procesos políticos. Desde esta perspectiva, la visibilidad que adquieren los derechos fundamentales se acompasa de las condiciones estructurales de la sociedad, ya que en ellas operan primordialmente. El derecho como sistema se especializa en garantizar las expectativas normativas de la sociedad. En esta dirección la función del derecho es “materializar”, validar los circuitos que hacen posible la incursión, seguimiento, preservación y resguardo de las expectativas para garantizarlas. En la actualidad una forma en que se han actualizado es a partir de los Estados-modernos que significan el acoplamiento entre la política y derecho. Una particularidad de estos sistemas y de estos acoplamientos, es su condición regional, amparada en recursos como la soberanía. Sin embargo, el derecho internacional apunta a la sociedad mundial (Luhmann, 2007) a la codificación de la comunicación como operación de la sociedad. Desde el derecho internacional penden los derechos humanos, en el siglo XX uno de los éxitos más relevantes es la manera en que se han incrustado en la vida de los Estados-modernos.

Igualmente en la creación de instituciones transnacionales que por región efectúan una vigilancia más precisa los derechos fundamentales. Los caminos de la eficacia y efectividad acentúan las diferencias entre los centros y las periferias de la modernidad, donde las periferias los implementan con las aspiraciones de corregir la diferencia entre las funciones y las estructuras de la sociedad. Sin embargo, uno de los grandes obstáculos es el no acoplamiento entre las funciones y las estructuras de la sociedad, porque la manera en que son implementados se enfrenta con el desacoplamiento. Un claro síntoma de esto son las tergiversaciones que se hacen, donde se llega a cuestionar la función que cumplen. A diferencia de los centros de la modernidad donde los derechos fundamentales afianzan la legitimidad social sobre la modernidad de la sociedad, sobre los Estados-modernos, sobre las orientaciones democratizantes de varios regímenes. A la par ese circuito internacional de derecho internacional confirma el camino mundial de la sociedad. Una de las aportaciones más relevantes, desde esta aproximación teórica es asumir que la condición moderna, independientemente de su posición como centro o periferia, cancela la reproducción de fenómenos que sistematizadamente cancelen la vida. Uno de los principios modernos es la garantía de la vida, como condición de posibilidad para la emergencia y consolidación, en este caso, de la abstracción comunicativa propia de la sociedad moderna. Cuando la vida se priva, entonces la orientación social hacia las expectativas se tambalea, porque los presupuestos basales de garantía y respeto producen un repliegue para reestablecer las condiciones que su preservación como una condición inherente a las sociedades modernas.01 En particular, porque el principio de diferenciación heterárquica por funciones

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“El derecho como sistema se especializa en garantizar las expectativas normativas de la sociedad.”

01� Esta es una de las propuestas de trabajo de estas reflexiones, frente a la cancelación de la vida, entonces la orientación se concentra en establecer mecanismos para reinstaurarla. Lo paradójico es que, dada las implicaciones que tiene para el Estado mexicano, éste se contrae.

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— Mónica Sánchez

“La violencia construye su propio tiempo que se despliega sobre la sociedad.”

Mónica Sánchez —

solamente es posible cuando, quienes la reproducen, tienen un resguardo efectivo de ese derecho.02 Una vez codificado en el sistema de derecho, bajo la orientación generalizada de los derechos humanos, entonces este materializa su relevancia, en términos de respeto, garantía, protección y promoción. Desde los instrumentos de derecho internacional público, la armonización legislativa que se procura en el derecho nacional y las diferentes instancias que lo constituyen. Aquí interesa destacar que el sustrato más profundo de esta codificación juridizada de los derechos humanos está en la raigambre constitutiva de la modernidad, es decir, los derechos fundamentales. Que son la condición de posibilidad para la emergencia de la sociedad moderna (Luhmann, 2010), en particular, para la disposición de la doble diferenciación que de ella emana. Donde la diferencia horizontal, por funciones, garantiza su condición heterárquica. Donde no hay una primacía entre ellas (Luhmann, 2007). En tanto que la diferenciación vertical responde a los planos que se distinguen en la sociedad moderna, el plano societal, el plano organizacional y plano interacción. El primero es el plano donde predomina lo simbólico, orienta las expectativas, el organizacional las decisiones y establece relación con su entorno (plano societal e interaccional). El tercer plano es el de las interacciones, su reproducción a partir de temas que se producen en el cara a cara (Tyrell, 2010). En los centros de la modernidad la orientación general de la sociedad está a cargo del plano societal, del respeto a expectativas como el acceso a la comunicación social en condiciones de igualdad y equidad. Por ejemplo, el acceso a la educación, la garantía del respeto a las expectativas normativas, gobiernos legítimos, producción de conocimiento. Un segundo momento son la toma de decisiones de los sistemas funcionales por medio de las organi02 � Para observar las diferencias en las condiciones de la diferenciación funcional respecto de las condiciones de reproducción social en la premodernidad. Cfr. Luhmann (2007, cap. 4).

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zaciones, finalmente en el plano de la interacción replican esas decisiones y orientan en la coordinación de las acciones y la propia reproducción de temas (Luhmann, 2007). La disposición de los planos previamente enunciada es una característica de la sociedad moderna, cuando así se reproduce, se refiere a los centros de la modernidad. La disgregación que encuentra a partir de este punto de referencia da forma a las periferias de la modernidad. El punto más lejano es aquel donde las interacciones se encargan de perfilar y ejercer condiciones para el acceso a las expectativas de la modernidad. Un punto intermedio entre los centros consolidados y las periferias se caracteriza por la preponderancia de las organizaciones, donde la toma de decisiones se considera como la garante de las expectativas. Por lo tanto, no hay periferias totales, sino gradientes de disgregación a partir de las condiciones distintivas de los centros. La propuesta que aquí se presenta muestra la profunda disgregación en las condiciones céntricas de la modernidad y los desfases profundos en una periferia, en este caso, México. Aquí el acento se pone en la reproducción de la muerte a manos del crimen organizado o de las instancias de gobierno. Por ejemplo, los números del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) sobre los homicidios cometidos entre 2006 y 2016 muestran un alarmante incremento. En 2006 un total de 10,452; 2007 8,867, a partir de 2008 se reportan arriba de 10,000 y, desde 2010 a 2016 más de 20,000 (INEGI, www. inegi.org.mx/lib/olap/consulta/general_ver4/ MDXQueryDatos.asp?c=, 27/08/2017).03 Mientras que sobre desaparición forzada las cifras varían, en 2016 la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) reportó cifras alarmantes: 26,798 casos. 03� 2008 14,803; 2009 19,803; 2010 25,757; 2011 27,213; 2012 25,967; 2013 23,063; 2014 20,010; 2015 20,762; 2016 23,953. La información obtenida consideró las variables de edad, sexo y domicilio sobre defunciones por homicidio, (www.inegi.org.mx/lib/olap/consulta/general_ver4/MDXQueryDatos.asp?c=, 27/08/2017).

Amnistía Internacional reportó 29,917 casos (AI,¡ www.amnesty.org/es/countries/americas/ mexico/report-mexico/, 27/08/2017) y el Registro Nacional de Datos de Personas Extraviadas o Desaparecidas reportó cifras menores a las instancias anteriores, anteriores a 2007: 57 casos, 2007: 26, 2008: 28, 2009: 39, 2010: 105, 2011: 92, 2012: 114, 2013: 183, 2014: 248, 2015: 106, 2016: 64. Números que responden al total de registros de personas relacionadas con averiguaciones previas del fuero federal que iniciaron en el periodo comprendido entre enero de 2014 y junio de 2017 y que permanecen sin localizar al corte del 30 de junio de 2017. Esta es la leyenda presente en la página del gobierno (RNPED, www.gob.mx/ sesnsp/acciones-y-programas/registro-nacional-de-datos-de-personas-extraviadas-o-desaparecidas-rnped, 27/08/2017). Lo alarmante de las cifras se acompaña de la emergencia de agrupaciones que trabajan en la búsqueda de sus familiares desaparecidos, como respuesta frente a lo limitado y reducido de las acciones del gobierno frente a tal problemática.04 La incidencia de las desapariciones forzadas, los pendientes en los marcos legales para tipificar el delito de manera que replique el contexto mexicano, la falta de una ley específica de la materia, el silencio del gobierno para pronunciarse sobre este fenómeno se suma, son agravantes sobre la descomposición estructural de la región comunicativa México. Paradójicamente está en condición moderna pero que se define por un quiebre entre las estructuras y las

funciones con las que se corresponden. Uno de estos síntomas formales es que los sucesos permanentes de desaparición forzada acontecen en un país, donde no hay guerra declarada que se presenta como un Estado democrático que ha incorporado los derechos humanos en su constitución. En este sentido, parece que el país se ha blindado frente a cualquier intervención de la comunidad internacional para obligarlo a trabajar de manera que haya correspondencia entre el reconocimiento de los acontecimientos, las condiciones para obtener marcos legales específicos y la ejecución de justicia profunda. La reproducción de desapariciones forzadas implica una evaluación estructural para modificar las formas en que el Estado acciona, porque este delito, atenta contra sus ciudadanos, contra las personas, las subjetividades, la individualidad, la vida misma. Afectaciones que desde este horizonte teórico de análisis atentan contra la modernidad misma. Las desapariciones forzadas son un punto de encuentro de un entramado de violencia que hace posible que haya más de un desaparecido y que frente a la magnitud del acontecimiento impere la impunidad, las omisiones, el desconocimiento de la ley y la ausencia de ella. Por violencia aquí proponemos una forma de comunicación que atraviesa los diferentes planos y órdenes de la sociedad moderna, es el otro lado de las expectativas modernas, que presuponen que frente a los problemas que desencadena la comunicación, se definen funciones

04. Asociación de Familiares de Detenidos Desaparecidos y Víctimas de Violaciones a los Derechos Humanos en México AFADEM-FEDEFAM (Guerrero); Buscando a los Desaparecidos y Desaparecidas Veracruz (Veracruz); Colectivo por la Paz, Xalapa (Veracruz); Colectivo Colibrí; Colectivo 21 de Mayo (Tamaulipas); Colectivo El Solecito de Veracruz (Veracruz); Comité de Familiares y Amigos Secuestrados, Desaparecidos y Asesinados en Guerrero (Guerrero); Desaparecidos Justicia, A.C. (Querétaro); Familiares de Orizaba y Córdoba (Veracruz); Familiares en Búsqueda María Herrera, A.C (Distrito Federal); Familiares organizados con Centro de Derechos Humanos Paso del Norte (Chihuahua); Fuerzas Unidas

por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fuundec) Región Sureste; Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Coahuila (Fuundec) Región Laguna, Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México – Región Centro; Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México (Fundem); Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos (Fundem) Región Centro, Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en Nuevo León (FUNDLN); Los Otros Desaparecidos de Iguala (Guerrero); Red Eslabones por los Derechos Humanos; Eslabones Nuevo León; Eslabones Estado de México; Eslabones Michoacán y Eslabones Veracruz; Voces Unidas por la Vida (Culiacán).

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donde la primacía recae en garantizar a que las expectativas que apuntan orienten a la sociedad. Así, el derecho garantiza las expectativas de la modernidad, la política la toma de decisiones vinculantes, la ciencia la reproducción de conocimiento, la intimidad la reproducción de los individuos, el arte reproduce una realidad distinta de aquella que funciona como su realidad, los medios masivos construyen una realidad que amplifica aquello que ellos determinan como una realidad de la sociedad, la educación que construye los procesos para que las personas puedan reproducir las comunicaciones de la sociedad, la economía que garantiza la perspectiva de ulteriores demandas que serán satisfechas en un futuro cercano (Luhmann, 2013). Esto significa la primacía de las expectativas, donde las organizaciones toman decisiones para factualizarlas y las interacciones tienen certeza sobre su cumplimiento. Los derechos fundamentales posibilitan la relevancia de las funciones como herramientas para trabajar en los problemas de la sociedad. Al mismo tiempo que la sociedad puede desagregarse en planos diferenciados, donde la primacía son las expectativas del plano societal. En esta configuración la violencia es el otro lado de la forma de estas condiciones, porque atenta contra la primacía de los símbolos a los que remiten las expectativas de las funciones. En su lugar se producen equivalentes funcionales que se posicionan en el plano de las expectativas, para generalizar y reproducir mecanismos parasitarios que repliquen las funciones formales. Desde esta perspectiva, por ejemplo, el Estado moderno que anuda el acoplamiento entre los sistemas funcionales: política, derecho, economía (Luhmann, 2003, Luhmann, 2009). Que incluso funciona como atractor evolutivo, pero que no sustituye las funciones de los sistemas parciales, más bien funciona como la organización moderna por excelencia. Una forma de observar la reproducción de la violencia que atraviesa el plano societal y el plano organizacional, es el posicionamiento de

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— Mónica Sánchez

los grupos del crimen organizado que se reproducen como mecanismos simbióticos que penden del Estado y que reproduce sus funciones. En el contexto mexicano las organizaciones de crimen organizado cubren funciones que el Estado no puede cumplir, duplica decisiones. Estas atribuciones desdibujan, suplen, intervienen en el plano del acoplamiento formal entre plano societal y organizacional. El corazón de la distinción funcional y de la modernidad es centralizar el poder, ejercerlo de manera exclusiva, el crimen organizado desdibuja ese principio de exclusividad porque una de sus características es el ejercicio del poder no como símbolo, sino como coerción física, fáctica. Precisamente, la violencia que aquí se ejerce rompe y suple la toma de decisiones vinculantes que recae en el Estado. La desdiferenciación sucede cuando se rompe la especificación de la orientación y coordinación de comunicaciones que en él recaen. Porque las organizaciones del crimen se filtran en el intersticio entre los presupuestos funcionales y las estructuras sobre las que se articulan. La violencia que así se expresa, cumple una función en el marco de la desdiferenciación funcional. Otra forma de observar cómo se reproduce la violencia se deriva de esta disputa entre el Estado y las organizaciones del crimen que paraliza las respuestas, la profundidad, eficacia, para intervenir y hacer que se detengan las desapariciones forzadas. Posteriormente, construir un marco profundo donde la justicia pueda responder a la profundidad en la descomposición de los diferentes planos de la sociedad y sobre todo en la forma de justicia a la que deberá remitir un fenómeno como este. La reproducción sistematizada de las desapariciones forzadas es violencia, además, por la presencia de organizaciones del Estado vinculadas a ellas, tales como el ejército, la policía en sus distintos niveles: federal, estatal, municipal, incluso aquellos que en su momento se aglutinaron en torno a los mandos únicos de policía, que funcionó como un mecanismo para purgar

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Mónica Sánchez —

los diferentes niveles de la policía debido a sus vínculos con las organizaciones del crimen. Así, el Estado mexicano es una organización que en la brecha de la desdiferenciación funcional, no sólo tienen la intromisión de organizaciones del crimen que afectan su funcionamiento, sino que hay una presencia de las organizaciones que en él se formalizan en las desapariciones forzadas. Donde una de las consecuencias que reproduce violencia es el entorpecimiento para los procesos que recaen en el derecho, como garante de las expectativas normativas. En el contexto mexicano implica como uno de sus máximos horizontes de expectativas la procuración de los derechos humanos que son la antítesis de la violencia que se generaliza cuando se desdibuja el acceso a los canales institucionales para el acceso a la justicia. En este sentido, el Estado comete, entorpece, desvía y omite la procuración de justicia, en la cancelación del debido proceso. Los procesos que se siguen están viciados desde sus inicios, son parasitarios a los procesos que el derecho reconoce como propios. Sin embargo, en México toman el cauce para ello establecido, de esto dan cuentas las múltiples denuncias que se presentan en organizaciones internacionales que procuran los derechos humanos. Donde se busca que el Estado mexicano reconozca los vicios de los procesos que llegan a sentencias que atentan contra los afectados. Paradójicamente, en esto marcos la contradicción de la comunicación sucede en el lado del sí de la comunicación. ¿Cómo es posible? Debido a que el sí de la comunicación sólo se replica de manera formal, pero no de manera funcional, porque trabaja como la protectora del no. Cuando por “no” entendemos aquellos caminos que cancelan el cumplimiento de las expectativas normativas, aun si la réplica asemeja los cauces establecidos en los centros de la modernidad. Una forma en que acontece la violencia tiene que ver con el tiempo de los acontecimientos que se producen en sus márgenes. La violencia

construye su propio tiempo que se despliega sobre la sociedad, precisamente, porque se superpone sobre los tiempos de la sociedad. Los tiempos que coordinan las comunicaciones sistémicas, las expectativas sociales, las interacciones que, también, definen los propios sistemas sociales. Esta disposición sobre la sociedad respecto del tiempo que, ella misma produce, incorpora el tiempo de la violencia. Cuando por tiempo de la violencia se propone la construcción de enlaces entre los elementos de la sociedad y a partir de los enlaces entonces hay relaciones que se generalizan. El tiempo de la violencia que debería ser una excepción, una perturbación, una alarma, alerta para que la sociedad responda inmediatamente, permea el tiempo que las sociedades modernas han establecido como su distintivo. El tiempo de la violencia se superpone, se traslapa, produce sus enlaces, sus generalizaciones, donde el dolor social también se generaliza. Así, recuperar que las desapariciones forzadas suceden en un alto índice desde hace más de diez años, indica que constituyen una de las formas del tiempo de la violencia en el contexto mexicano. La condena de la ausencia y el anonimato de los cuerpos que se encuentran en fosas clandestinas puede observarse como caracterización de ese tiempo de la violencia que desemboca por las desapariciones. Donde cada cuerpo es un símbolo del anonimato al que el tiempo de la violencia lanza a los desaparecidos, esto cuando hay cuerpo. En ausencia del mismo, el tiempo de la violencia es simbólicamente contundente, porque acentúa la ausencia. De forma general, el tiempo de la violencia es la condición de posibilidad de pensar en las desapariciones forzadas como crímenes de lesa humanidad. De manera efectiva la frecuencia de los acontecimientos, por lo menos se sostiene, la profundidad en la ruptura del entramado social lleva, por ejemplo, a la contracción de la sociedad. Sin olvidar que las desapariciones forzadas rompen núcleos de la sociedad que afectan las construcciones de subjetividad de las personas.

La denominación de genocidio se ha reservado para el estudio del exterminio de un grupo social, de tal manera que directamente no hay posibilidad que acontecimientos como las desapariciones forzadas se consideren como actos de genocidio. Sin embargo, el contexto mexicano puede llevar a proponer que los genocidios no sólo recaen en grupos étnicos, religiosos, sino que también suceden en territorios donde la práctica inducida de la muerte por organizaciones del crimen y por agentes del Estado se generaliza.

El camino hacia las memorias sociales La memoria social como mecanismo auxiliar de la sociedad y sus sistemas parciales que les permite reproducirse sin asumir la carga de sus operaciones y de sus observaciones, define a las sociedades modernas. La memoria, en este sentido, permite que la sociedad se actualice, porque ella reconoce y pone a su disposición la forma y las informaciones que fueron y han sido actualizadas, cuya condición es reconocida por la sociedad. En esta dirección la memoria garantiza la consistencia de la reproducción de la sociedad moderna. La memoria social opera el presente de la sociedad y por ello separa el antes y el después de su reproducción, ordena el tiempo. Esta memoria que se coloca en las estructuras de la sociedad, en el plano operativo, no es reflexiva, su función es garantizar la consistencia de la sociedad y sus sistemas una vez que se han actualizado. La memoria social es una memoria comunicativa, que determina si los enlaces de elementos corresponden a las bases que definen a los sistemas. Es una memoria de presente, de tal manera que frente a cada actualización separa entre pasado/futuro del sistema. La memoria de la sociedad y sus sistemas es una memoria de sentido, de tal manera que observamos en el horizonte a las memorias individuales, debido a que los

sistemas psíquicos como sistemas de sentido, también requieren de la memoria para garantizar su reproducción. Cabe recordar que las memorias de sentido son una ganancia coevolutiva de los sistemas de sentido. Las observaciones sobre el contexto mexicano a partir de reproducción generalizada de la violencia, en una de sus formas las desapariciones forzadas, plantea preguntas sobre las formas en las que la memoria se afecta en estas condiciones de la sociedad. ¿Cómo la memoria establece la diferencia pasado/futuro, cuando los soportes estructurales se desdibujan o reconstruyen cuando enfrentan frecuencias de violencia que atraviesan los distintos planos de la sociedad y la integración de las funciones?, ¿cómo es posible que la memoria pueda dar cuenta de la consistencia de los sistemas sociales, cuando la violencia se reproduce como una constante en la sociedad?, ¿cómo la memoria puede reorientar las actualizaciones de la sociedad, cuando la violencia produce cesuras que modifican la condición en que se reproduce? Esta última pregunta no sólo observa los planos comunicativos, también vuelve sobre las afectaciones a la memoria en el caso de los individuos. La propuesta aquí sugiere que la vivencia de la violencia establece contextos propios para su reproducción que se caracterizan por la intromisión del dolor como una condición que enlaza y coloca la diferencia pasado/ futuro de maneras específicas. Por ejemplo, el dolor pierde su función de alerta y se convierte en contexto permanente que condiciona, en este caso, la memoria individual. La memoria de la persona está trastocada por la reproducción permanente de la desaparición, las comunicaciones están atravesadas por ella. Por lo tanto, los scripts de la memoria, son orientadores en la actualización de la comunicación; así, el miedo, el terror, la incertidumbre, la decepción, las demandas por la retribución al delito están presentes. Esto se observa en las subjetividades que las personas construyen con otras personas.

Debates

La ausencia por la desaparición forzada, la falta de respuesta, la violación sistematizada de los derechos humanos, son violencias que construyen sus propias condiciones de reproducción. Donde la ausencia, para la memoria, se convierte en un catalizador de la memoria que, acentúa el recuerdo. m

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59

Debates

— Víctor Rojas

Víctor Rojas —

Debates

por Víctor Manuel Rojas Amandi Director de la Escuela Judicial del Estado de México

La unidad sistémica del derecho internacional y del derecho nacional en el tema de los derechos humanos

Introducción

E

n la teoría pura del derecho destacan cinco argumentos como para justificar la unidad del sistema jurídico. En primer lugar, la necesidad del punto de vista común, al que Hart (1970: 309) denominó como la versión fuerte —stronger version— de la unidad del sistema. En segundo lugar, el fundamento de la unidad con base en las normas de delegación, designado por Hart como la versión débil de la unidad del sistema. En tercer término, la presunta división entre el derecho internacional público y los sistemas jurídicos nacionales en razón de la diferencia de fuentes, materias y sujetos de regulación que postula la teoría dualista. En cuarto lugar, el problema de las normas de los sistemas jurídicos nacionales violatorias del derecho internacional público. Finalmente, el tema de la transformación de las normas internacionales en los sistemas jurídicos nacionales, fundamentalmente respecto a su ejecución interna (Ipsen y Epping, 2004: 1078 y ss.). Además, y como un aspecto de menor importancia teórica —aunque no práctica—, cabe mencionar la función de complementariedad que cumple el sistema jurídico nacional frente al derecho internacional público. La complementariedad del sistema jurídico nacional respecto a este muestra la sinergia que se produce entre ambos ordenamientos en la búsqueda de cumplir de la mejor manera los fines del derecho sin adjetivos.

60

En este artículo se aplicarán las ideas de Kelsen respecto al punto de vista común para describir la forma en que se puede entender que existe una unidad entre el derecho internacional público de los derechos humanos y el derecho mexicano en la materia. Después de explicar las ideas de Hans Kelsen sobre la unidad del derecho, analizaremos la forma en que las normas de los derechos humanos en México, sin importar su fuente constituyen una unidad.

La unidad del sistema jurídico en la teoría pura del derecho Punto de partida filosófico (vid. Akzin, 1927: 351; Lador-Lederer, 1970: 127). La unidad del derecho internacional público con el derecho nacional es un postulado meramente epistemológico de la teoría pura del derecho (Kunz, 1923: 78; Müller, 1933). Kelsen siguiendo a Kant consideró que “[…] es la unidad sistémica la que convirtió el conocimiento en ciencia […]” (Kant, 1989: 194; Kelsen, 1988: 446). El principio de la unidad del punto de vista del conocimiento que anteriormente a Kelsen ya había sido presupuesto de alguna forma por Bergbohm (Jones, 1935: 6), Wolf (Cohen, 1937: 72; Kelsen, 1981: 249) y Jellinek (Verdross, 1914: 338) es el fundamento del método de Kelsen. Dicho principio consiste en producir por medio de

la norma fundamental la identificación de la validez hipotética de todas las normas vigentes (Kelsen, 1951: 650) tanto del derecho internacional como del derecho nacional. Así, en Kelsen la hipótesis de validez es el criterio único como categoría a priori, con base en el cual es posible amputar un pedazo a la realidad y representarla como una unidad sistemática (Hart, 1970: 322). Desde un punto de vista estrictamente epistemológico, Kelsen parte de la premisa de que cada ciencia se construye a si misma mediante la diferenciación y sistematización de su objeto (Kelsen, 1926: 289; Hart, 1970: 322). Para la ciencia del derecho, Kelsen (1924: 209) establece como el concepto básico para diferenciar al derecho a la norma hipotética fundamental, en la medida que erige a la misma como criterio que nos permite identificar la pertenencia al sistema jurídico de una norma espacial y concreta. Cuando Kelsen aplica su criterio epistemológico respecto a las relaciones entre el derecho internacional público y los sistemas jurídicos nacionales partiendo de la idea que ambos tipos de sistema son a la vez válidos al mismo tiempo, la norma hipotética fundamental adquiere como hipótesis normativa originaria el criterio de reconocimiento del origen de todo el derecho. Las normas que no se puedan derivar de la norma hipotética fundamental no pueden ser consideradas por un operador del derecho como normas válidas (Kelsen, 2008: 138, y 2000: 329). Para la relación entre el derecho

internacional público y los sistemas jurídicos nacionales vale la misma regla. Aquellas normas de ambos tipos de sistemas jurídicos que no puedan ser derivadas de la norma hipotética fundamental no pueden ser consideradas como normas válidas sino sólo como un hecho (Kelsen, 2000: 139). Como criterio negativo de la pertenencia al sistema, Kelsen (2000: 135, y 1981: 123) señala el de no contradicción. Si fuera posible operar el derecho con diferentes normas hipotéticas fundamentales sería también posible que en cada sistema jurídico existieran normas contradictorias respecto a lo previsto en otros sistemas jurídicos, sin que el derecho tuviera la posibilidad de ofrecer una solución para resolver tal concurrencia normativa (Kelsen, 2000: 135; Hart, 1970: 323). Es por eso, por lo que cuando nos encontramos con una disposición jurídica que regula una determinada materia de manera diferente en que lo hace otra, vienen en aplicación ciertos principios para la solución de concurrencias normativas —la norma de superior jerarquía prevalece sobre la de inferior jerarquía; la ley posterior deroga la ley anterior y la ley especial prevalece sobre la ley general—, de tal forma, que la falta de consistencia entre ambas aparece como un contradicción meramente aparente (Kelsen, 2000: 145, y 1988: 441). Por lo anterior, Kelsen considera que no se puede aceptar la existencia de dos sistemas jurídicos que simultáneamente

61

Debates

— Víctor Rojas

tengan diferentes fundamentos de validez. De ahí la crítica de Kelsen a la teoría dualista y la negativa a entender (Kelsen, 1926: 276 y ss., 2000: 138, 2003: 419, 2008: 330) que el derecho internacional público y los sistemas jurídicos nacionales detentan un carácter jurídico diferente (Kelsen, 1926, nota 32: 276).

Víctor Rojas —

o nacionalista”.01 En efecto, el máximo tribunal de la nación ha precisado que: […] la Constitución Mexicana adopta la tederar como vigentes sólo las normas que estén de acuerdo con los mismos mande nuestra Constitución adopta lo que la doctrina internacionalista ha denominado una posición monista-internista o nacio-

Lo decisivo del punto de vista epistemológico (Leser, 1968: 163) para la construcción del monismo es la norma fundamental (Monaco, 1983: 115), la que tiene como consecuencia que el orden jurídico internacional establece una delegación en favor de los sistemas jurídicos nacionales. Es por esto que Kelsen (2000: 140) sostiene que: “no hay ninguna diferencia de naturaleza entre el derecho internacional y los órdenes jurídicos nacionales”. Por lo anterior, podemos decir que al dualismo no se puede identificar con dos diferentes tipos de sistema jurídico, sino más bien que dicha corriente parte de dos tipos de disciplinas, la una del derecho internacional público y la otra del orden jurídico nacional, cada una de las cuales se fundamenta en puntos de vista diferentes, se practica y cultiva por diferentes especialistas (Tammelo, 1971: 88).

La unidad del derecho internacional y el nacional de los derechos humanos en México La norma de delegación. En México, los requisitos de validez constitucional, legal y jurisprudencial que deben cumplir los tratados para formar parte del sistema jurídico mexicano han llevado a que la Suprema Corte de Justicia de la Nación haya entendido que se ha adoptado la teoría monista con primacía del derecho nacional a la que ha denominado “monista-internista

62

Época; Pleno; Semanario Judicial de la Fe-

constitucional, ya que el principio que le brin-

TROLADORES DE TRÁNSITO AÉREO, Loca-

deración y su Gaceta, Tomo XXIX, Febrero

da supremacía comporta el encumbramiento

lización: 9a. Época; Pleno; S.J.F. y su Gaceta;

de 2009, página 477.

de la Constitución como norma fundamental

nalista, esto es, que condiciona la vigencia del derecho internacional a su adecuación con la Constitución del país […].Registro No. 6353, Asunto: AMPARO EN REVISIÓN

01 � Una cuestión que se plantea desde la posición del monismo internista que ha adoptado la Suprema Corte de Justicia de la Nación es la que se plantea el ministro Salvador Aguirre Anguiano —la que aún no ha sido bien analizada por la Suprema Corte de Justicia de la Nación— tiene que ver con la validez de las sentencias de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos en el ámbito interno del sistema jurídico mexicano. En concreto el ministro Aguirre expresa: “[…] El tema expuesto incide de modo directo en la repercusión que tienen las resoluciones internacionales sobre la Suprema Corte de Justicia de la Nación, cabeza del Poder Judicial de la Federación, en torno a la posibilidad de que resulte obligada a cumplir con los criterios de una resolución internacional cuando su propia Constitución establece que es el Máximo Tribunal del País. La cuestión cobra importancia debido a que la subordinación del criterio del Máximo Tribunal de un Estado, encargado de la interpretación de su Constitución, a la Corte Interamericana, supeditando la interpretación constitucional a la convencional, resta autonomía al tribunal al que le fue concedida esta potestad por el Estado en uso de su soberanía. Resulta entonces que un tratado internacional no puede modificar una previsión constitucional que establece la competencia de uno de los Poderes de la Unión, ya que en este supuesto estaría quebrantando las atribuciones que el propio Constituyente previó para el Tribunal Constitucional. En consecuencia, sostengo que no es admisible un pacto internacional que prevea a la jurisdicción internacional como vinculante para el más Alto Tribunal, a la que no se le asignó tal competencia constitucional y, por ende, no se encuentra facultada para ello, al menos mientras no esté prevista en la Constitución…”. Voto particular que formula el Ministro Sergio Salvador Aguirre Anguiano en el expediente varios 912/2010. Registro Núm. 40719; Novena Época; Pleno; Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Libro I, Octubre de 2011, Tomo 1, página 376.

del orden jurídico mexicano, lo que a su vez

XI, Marzo de 2000; Pág. 442.

sis monista con la particularidad de consi-

datos constitucionales [...] el artículo 133

La teoría pura del derecho

1475/98, SINDICATO NACIONAL DE CON-

La calificación del sistema que adopta el ordenamiento jurídico mexicano por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación como “monista-internista o nacionalista” es correcta, en cuanto las normas del derecho internacional público requieren, por una parte, como condición de su validez en el ámbito interno su reconocimiento en la Constitución y, por la otra, se presupone su inferioridad jerarquía frente a las normas constitucionales (Kelsen, 1988: 457458), puesto que se considera que como norma interna encuentran su fundamento de validez en éstas.02 En palabras del Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación el monismo internista se caracteriza porque:

En efecto, la incorporación de las normas constitucionales que en el bloque de constitucionalidad mexicano se realiza por medio de un mandamiento expreso del artículo primero constitucional el que remite a las normas internacionales sobre derechos humanos que se encuentren previstas en los tratados de los que el Estado mexicano sea parte. En el lenguaje de Kelsen, esa es la norma que funciona como norma de delegación. Por eso mismo, en caso de contradicciones entre las restricciones a los derechos humanos previstas en la Constitución y los derechos humanos previstos en los tratados internacionales prevalecen aquellas:

implica que el resto de las normas jurídicas deben ser acordes con la misma, tanto en un sentido formal como material, circunstancia que no ha cambiado; lo que sí ha evolucionado a raíz de las reformas constitucionales en comento es la configuración del conjunto de normas jurídicas respecto de las cuales puede predicarse dicha supremacía en el orden jurídico mexicano. Esta transformación se explica por la ampliación del catálogo de derechos humanos previsto dentro de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el cual evidentemente puede calificarse como parte del conjunto normativo que goza de esta supremacía constitucional. En este sentido, los derechos humanos, en su conjunto,

DERECHOS HUMANOS CONTENIDOS EN

constituyen el parámetro de control de regu-

[…] no puede existir derecho positivo vi-

LA CONSTITUCIÓN Y EN LOS TRATADOS

laridad constitucional, conforme al cual debe

gente en un país distinto al producido por

INTERNACIONALES. CONSTITUYEN EL PA-

analizarse la validez de las normas y actos

los aparatos legislativos del propio Esta-

RÁMETRO DE CONTROL DE REGULARIDAD

que forman parte del orden jurídico mexicano.

do y, en caso de conflicto entre derecho

CONSTITUCIONAL, PERO CUANDO EN LA

Tesis Aislada, Pleno, Seminario Judicial de

interno e internacional, debe estimarse

CONSTITUCIÓN HAYA UNA RESTRICCIÓN

la Federación y su Gaceta, Décima Época,

que el segundo se encuentra subordina-

EXPRESA AL EJERCICIO DE AQUÉLLOS, SE

libro 5, tomo I, abril de 2014, p. 202.

do al primero. Además, el derecho inter-

DEBE ESTAR A LO QUE ESTABLECE EL TEXTO

nacional sólo tendrá validez hasta que

CONSTITUCIONAL.

exista un acto estatal legislativo que expresamente lo incorpore o adopte como

El primer párrafo del artículo 1o. constitucio-

derecho interno […]. Registro Núm. 21402;

nal reconoce un conjunto de derechos huma-

AMPARO EN REVISIÓN 120/2002, Novena

nos cuyas fuentes son la Constitución y los tratados de los cuales el Estado Mexicano sea

02 � Es precisamente en razón de esta idea que la ministra Margarita Luna Ramos establece que no “[…] hay un principio de jerarquía entre tratados y leyes, ni entre tratados y reglamentos, sólo entre la Constitución y los tratados porque éstos derivan de la Constitución y la hacen concreta[…] porque la jerarquía de las normas deviene de la Constitución, no de un tratado internacional, pues también está sometido a la regularidad constitucional, de acuerdo con lo establecido por los artículos 103, 105 y 107 de la Carta Magna”. Voto particular que formula la señora Ministra Margarita Beatriz Luna Ramos en el AR-120/2002. Registro Núm. 40146; Novena Época; Pleno; Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta Tomo XXIX, Febrero de 2009.

Debates

parte. De la interpretación literal, sistemática y originalista del contenido de las reformas constitucionales de seis y diez de junio de dos mil once, se desprende que las normas de derechos humanos, independientemente de su fuente, no se relacionan en términos jerárquicos, entendiendo que, derivado de la parte

“La sinergia que se produce entre ambos ordenamientos en la búsqueda de cumplir de la mejor manera los fines del derecho sin adjetivos.”

Como acertadamente lo señaló el Ministro José Ramón Cossío en su voto disidente, no obstante que en la ejecutoria de la contradicción de tesis 293/2011 se establece expresamente que “[…] la nueva conformación del catálogo de derechos humanos no puede ser estudiada en términos de jerarquía […]”, lo cierto resulta que: “[…] no puede establecerse la prevalencia de las normas constitucionales en los casos en que establezcan restricciones, sin admitir que con ello se incorpora expresamente un criterio de jerarquía constitucional […]”. El ministro Cossío insistió en que lo:

final del primer párrafo del citado artículo 1o., cuando en la Constitución haya una restric-

[…] dispuesto en ella nos conduce a maxi-

ción expresa al ejercicio de los derechos huma-

mizar la interpretación conjunta de los de-

nos, se deberá estar a lo que indica la norma

rechos humanos de fuente constitucional

63

Debates

— Víctor Rojas

Víctor Rojas —

previsto en el artículo 133 constitucional […]”.03 De la misma opinión ha sido el ministro José Fernando Franco cuando sostuvo que:

sistema jurídico mexicano, se encuentra la idea que manifestó en su voto particular el Ministro Arturo Saldivar:

una restricción constitucional expresa,

[…] que esa posición se sustenta en la pro-

[…] Sin embargo, no hay necesidad de

se está desconociendo lo dispuesto en

pia decisión soberana del Poder Constitu-

recurrir al criterio jerárquico para expli-

el propio Tex to Constitucional en razón

yente originario, (4) la cual ha sido ratifi-

car que “cuando en la Constitución haya

del desplazamiento que se hace de los

cada posteriormente por el Constituyente

una restricción expresa al ejercicio de

Derechos de fuente convencional fren-

Permanente con la reforma de junio de

los derechos humanos, se deberá estar

te a lo dispuesto, no como Derecho,

2011 en materia de derechos humanos,

a lo que indica el texto constitucional”.

sino como restricción, por la Consti-

al mantener en los artículos 133 y 1o. de

Las restricciones expresas previstas en

tución nacional, utilizándose así un

la Ley Fundamental,(5) en el primero de

la Constitución han operado tradicio-

criterio jerárquico […], lo que se generó

los preceptos aludido, el principio de su-

nalmente como reglas especiales o ex-

con la adopción de este criterio es una

premacía constitucional y, en el segundo,

cepciones, donde la regla general está

regla hermenéutica de carác ter gene-

la regla general por la cual los preceptos

constituida por el contenido del derecho

ral para decidir siempre en favor de la

constitucionales y los instrumentos in-

humano. Así las cosas, considero que la

norma constitucional frente a la con-

ternacionales de los que México forma

justificación del criterio introducido en

vencional; ésta no es una regla de pon-

parte, que regulan derechos humanos,

la primera tesis de la contradicción para

deración, sino una regla de preferencia

son el parámetro para el control de la re-

resolver el problema de las restricciones

de una fuente sobre otra. Consecuen-

gularidad constitucional en esta materia;

debe ser la misma que operaba en el mar-

temente, al mantenerse una regla de

pero también establece una excepción

co del anterior paradigma constitucional:

jerarquía, se eliminó la posibilidad de

a esa situación, al mantener el principio

el criterio de especialidad de la norma

aplicar el principio pro persona para

de jerarquía normativa formal entre la

[...]. Voto aclaratorio y concurrente que

eliminar los conf lic tos entre normas

Constitución y los instrumentos interna-

formula el Ministro Arturo Zaldívar Lelo

de distinta fuente […] La razón f inal del

cionales, cuando se trata de contrastar

de Larrea en relación con la contradicción

peso otorgado a las normas constitu-

las restricciones y suspensiones expresas

de tesis 293/2011, resuelta por el Tribunal

cionales es su jerarquía, asunto éste

de la Constitución para el ejercicio de los

en Pleno de la Suprema Corte de Justicia

que no fue introducido por el Constitu-

derechos humanos. Voto concurrente

de la Nación. Registro Núm. 41361; Déci-

yente en la reforma de junio de dos mil

y particular que formula el Ministro José

ma Época; Pleno; Gaceta del Semanario

once […].Voto par ticular que formula el

Fernando Franco González Salas, respec-

Judicial de la Federación, Libro 5, Abril de

Ministro José Ramón Cossío Díaz en la

to de la resolución recaída a la contra-

2014, Tomo I, página 178.

contradicción de tesis 293/2011. Regis-

dicción de tesis 293/2011. Registro Núm.

tro Núm. 41356; Décima Época; Pleno;

41362; Décima Época; Pleno; Gaceta del

Gaceta del Semanario Judicial de la Fe-

Semanario Judicial de la Federación, Libro

deración Libro 5, Abril de 2014, Tomo I,

5, Abril de 2014, Tomo I, página 192.

y convencional en aras de otorgarle la mayor protección posible a las personas. Desde el momento en que se dice que ello será así “salvo” cuando exista

“La unidad del derecho internacional público con el derecho nacional es un postulado meramente epistemológico de la teoría pura del derecho.”

página 147.

También el ministro Mario Pardo Rebollar coincide en que la ejecutoria 293/2011 introdujo con el tema de las restricciones a derechos humanos previstas en la CPEUM un criterio de jerarquía normativa: “[…] Así, en mi opinión el artículo 1o. de la Carga Magna refleja el principio de supremacía constitucional que conlleva implícito el principio de jerarquía normativa,

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En contra de la opinión que el tema de las restricciones constitucionales a los derechos humanos deben verse como un tema que se inscribe dentro de la jerarquía normativa del 03� Voto concurrente que formula el Ministro Jorge Mario Pardo Rebolledo, en la contradicción de tesis 293/2011. Registro Núm. 41360; Décima Época; Pleno; Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Libro 5, Abril de 2014, Tomo I, página 175.

La diferencia de fuentes nacionales e internacionales en la materia de los derechos humanos En México, en el Diario Oficial de la Federación el 10 de junio de 2011 se publicó el Decreto por medio del cual se dieron a conocer las reformas constitucionales de los artículos 1, 3, 11, 15, 18, 29, 33, 89, 97, 102 y 105 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. En esta reforma, a la que se le conoció como la “Reforma sobre Derechos

Humanos”, se introducen entre otros aspectos, los principios interpretativos de las disposiciones de los derechos humanos de “universalidad, interdependencia, indivisivilidad y progresividad de los derechos”. Asimismo, se incorpora por referencia al texto constitucional las disposiciones protectora de derechos humanos previstas en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano sea parte; la obligatoriedad directa a cargo de todas las autoridades para prevenir, investigar, sancionar y reparar las violaciones sobre normas de derechos humanos; la prerrogativa en favor de los extranjeros para que se les reconozca la condición de refugiado por razones humanitarias y de asilado por razones políticas; la garantía de audiencia para extranjeros a los que se pretenda expulsar con base en el artículo 33 constitucional; la reformulación del sistema de suspensión de derechos y nuevas facultades de las comisiones autónomas de derechos humanos en el ámbito laboral y de investigación ante violaciones graves de este tipo de derechos. A partir de esta reforma, las normas previstas en los tratados internacionales de los que el Estado mexicano es parte que protejan derechos humanos forman parte integrante de la Constitución, esto es, no sólo las normas de los tratados sobre derechos humanos obligatorios para México. Sobre cuáles sean los tratados internacionales en materia de derechos humanos de los que México sea parte, la Consultoría Jurídica de la Secretaría de Relaciones Exteriores, reconoce en su publicación “Relación de tratados en vigor, 1836-2007”, México, SRE, 2007, un total de 49: 1) Convención Internacional para la Represión de la Trata de Mujeres y Menores; 2) Protocolo que Enmienda la Convención para la Supresión del Tráfico de Mujeres y Niños; 3) Convención relativa a la Esclavitud; 4) Protocolo que Enmienda la Convención sobre la Esclavitud; 5) Convención Suplementaria sobre la Abolición de la Esclavitud, la Trata de Esclavos y las Instituciones y

Debates

Prácticas Análogas a la Esclavitud; 6) Convención sobre Asilo; 7) Convención Internacional relativa a la Represión de la Trata de Mujeres Mayores de Edad; 8) Convención sobre Asilo Político; 9) Convención sobre Nacionalidad de la Mujer; 10) Convención Interamericana sobre concesión de los Derechos Políticos a la Mujer; 11) Convención Interamericana sobre Concesión de los Derechos Civiles a la Mujer; 12) Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio; 13) Acuerdo Internacional para la Supresión del Tráfico de Trata de Blancas; 14) Convenio Internacional para la Supresión del Tráfico de Blancas; 15) Convenio para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena y Protocolo Final; 16) Convención sobre el Estatuto de los Refugiados; 17) Protocolo sobre el Estatuto de los Refugiados; 18) Convención sobre los Derechos Políticos de la Mujer; 19) Convención sobre Asilo Diplomático; 20) Convención sobre Asilo Territorial; 21) Convención sobre el Estatuto de los Apátridas; 22) Convención sobre la nacionalidad de la Mujer Casada; 23) Convención sobre el Consentimiento para el Matrimonio, la Edad Mínima para Contraer Matrimonio y el Registro de los Matrimonios; 24) Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial; 25) Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos; 26) Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos Destinado a Abolir la Pena de Muerte; 27) Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales; 28) Convención sobre la Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad; 29) Convención Americana sobre Derechos Humanos “Pacto de San José de Costa Rica”; 30) Declaración para el Reconocimiento de la Competencia Contenciosa de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, según la Convención Americana sobre Derechos Humanos “Pacto de Santo José de Costa Rica”; 31) Protocolo Adicional a la Convención Americana sobre

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Debates

— Víctor Rojas

Derechos Humano en materia de Derechos Económicos, Sociales y Culturales “Protocolo de San Salvador”; 32) Protocolo a la Convención Americana sobre Derechos Humanos relativo a la Abolición de la Pena de Muerte; 33) Convención Internacional sobre la Represión y el Castigo del Crimen de Apartheid; 34) Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación Contra la Mujer; 35) Protocolo Facultativo de la Convención sobre la eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer; 36) Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; 37) Reconocimiento por parte de México de la Competencia del Comité contra la Tortura; 38) Protocolo Facultativo de la Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes; 39) Convención Interamericana para Prevenir y Sancionar la Tortura; 40) Convención Internacional contra el Apartheid en los Deportes; 41) Convención sobre los Derechos del Niño; 42) Enmienda al Párrafo 2 del Artículo 43 de la Convención sobre los Derechos del Niño; 43) Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la Venta de Niños, la Prostitución Infantil y la Utilización de los Niños en la Pornografía; 44) Protocolo Facultativo de la convención sobre los Derechos del Niño relativo a la Participación de Niños en Conflictos Armados; 45) Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus Familiares; 46) Convenio Constitutivo del Fondo para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América latina y el Caribe; 47) Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Personas; 48) Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer “Convención de Belem do Para”; y 49) Convención Interamericana para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra las Personas con Discapacidad. Dichas normas internacionales han adquirido por el método de incorporación por

66

Víctor Rojas —

referencia 04 el estatus y jerarquía de normas constitucionales y las disposiciones tanto de la carta magna como de dichos tratados se deben aplicar de manera directa por todas las autoridades federales, estatales y municipales y deben ser aplicadas “favoreciendo en todo tiempo a las personas la protección más amplia” y con base en los principios de “universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad”.

Jueces mexicanos como jueces interamericanos En el expediente numero 12.511 (Radilla Pacheco vs. México. Excepciones Preliminares, fondo, reparaciones y costas. Sentencia del 23 de noviembre de 2009, Serie C No. 209) definió las características y alcances de un control de convencionalidad, en los siguientes términos: 339. En relación con las prácticas judiciales, este Tribunal ha establecido en su jurisprudencia que es consciente de que los jueces y tribunales internos están sujetos al imperio de la ley y, por ello, están obligados a aplicar las disposiciones vigentes en el ordenamiento jurídico. Pero cuando un Estado ha ratificado un tratado internacional como la Convención Americana, sus jueces,

de efectos jurídicos. En otras palabras, el

personas con la protección más amplia; b)

JURISPRUDENCIA EMITIDA POR LA CORTE IN-

Poder Judicial debe ejercer un “control de

Interpretación conforme en sentido estric-

TERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS.

convencionalidad” ex officio entre las nor-

to, lo que significa que cuando hay varias

ES VINCULANTE PARA LOS JUECES MEXICA-

mas internas y la Convención Americana,

interpretaciones jurídicamente válidas, los

NOS SIEMPRE QUE SEA MÁS FAVORABLE A

evidentemente en el marco de sus respec-

jueces deben, partiendo de la presunción

LA PERSONA.

tivas competencias y de las regulaciones

de constitucionalidad de las leyes, preferir

procesales correspondientes. En esta ta-

aquella que hace a la ley acorde a los dere-

Los criterios jurisprudenciales de la Corte

rea, el Poder Judicial debe tener en cuenta

chos humanos reconocidos en la Consti-

Interamericana de Derechos Humanos,

no solamente el tratado, sino también la

tución y en los tratados internacionales en

con independencia de que el Estado mexi-

interpretación que del mismo ha hecho la

los que el Estado mexicano sea parte, para

cano haya sido parte en el litigio ante

Corte Interamericana, intérprete última de

evitar incidir o vulnerar el contenido esen-

dicho tribunal, resultan vinculantes para

la Convención Americana (nota 105).

cial de estos derechos; y, c) Inaplicación de

los jueces nacionales al constituir una

la ley cuando las alternativas anteriores

extensión de la Convención Americana so-

no son posibles. Lo anterior no afecta o

bre Derechos Humanos, toda vez que en

rompe con la lógica de los principios de

dichos criterios se determina el contenido

división de poderes y de federalismo, sino

de los derechos humanos establecidos en

que fortalece el papel de los jueces al ser

ese tratado. La fuerza vinculante de la ju-

el último recurso para asegurar la primacía

risprudencia interamericana se despren-

y aplicación efectiva de los derechos hu-

de del propio mandato establecido en el

manos establecidos en la Constitución y en

artículo 1o. constitucional, pues el princi-

los tratados internacionales de los cuales

pio pro persona obliga a los jueces nacio-

el Estado Mexicano es parte. PASOS A SE-

nales a resolver cada caso atendiendo a

GUIR EN EL control DE CONSTITUCIONA-

la interpretación más favorable a la per-

LIDAD Yconvencionalidad EX OFFICIO EN

sona. En cumplimiento de este mandato

MATERIA DE DERECHOS HUMANOS. Tesis

constitucional, los operadores jurídicos

Aislada, Pleno, Semanario Judicial de la

deben atender a lo siguiente: (i) cuando

Federación y su Gaceta, Décima Época, t. I,

el criterio se haya emitido en un caso en

libro III, diciembre de 2011, p. 552.

el que el Estado mexicano no haya sido

De esta forma, la Corte Interamericana de los Derechos Humanos hace valer una pretensión monista al establecer una obligación a cargo de los órganos judiciales nacionales de aplicación directa de las disposiciones de la Convención Americana de Derechos Humanos y las modalidades sobre como dicho control debe ser llevado a cabo en sede nacional. La Suprema Corte de Justicia de la Nación y los Tribunales Colegiados de Circuito han asumido la obligación impuesta por la Corte Interamericana como una norma inherente a la función judicial dentro del sistema jurídico mexicano. Así, el Pleno de la Suprema Corte ha definido 3 etapas del razonamiento judicial que van de la interpretación conforme al control de convencionalidad pasando por el control difuso de constitucionalidad como sigue:

caso específico debe determinarse con

Para las autoridades administrativas, la Suprema Corte estableció que: “todas las autoridades del país en el ámbito de sus competencias tienen la obligación de aplicar las normas correspondientes haciendo la interpretación más favorable a la persona para lograr su protección más amplia, sin tener la posibilidad de inaplicar o declarar la incompatibilidad de las mismas”.06

Normas nacionales sobre derechos humanos que violan el derecho internacional público El Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación en su decisión en la Contradicción de Tesis 293/2011 (Registro Núm. 24985; Décima Época; Pleno; Gaceta del Semanario Judicial de la Federación Libro 5, Abril de 2014 , Tomo I, p. 96) precisa —asumiendo las consecuencias de la posición monista internista— que es una norma interna la que sirve para dar solución en el ámbito nacional a las concurrencias normativas que se pudieran presentar entre las disposiciones internacionales y las nacionales sobre derechos humanos. Para el efecto, se recurre a normas constitucionales que establecen restricciones a los derechos humanos. En la tesis de jurisprudencia que se emitió con base en la referida ejecutoria se precisó:

base en la verificación de la existencia de las mismas razones que motivaron el

DERECHOS HUMANOS CONTENIDOS EN

pronunciamiento; (ii) en todos los casos

LA CONSTITUCIÓN Y EN LOS TRATADOS

en que sea posible, debe armonizarse

INTERNACIONALES. CONSTITUYEN EL PA-

la jurisprudencia interamericana con la

RÁMETRO DE CONTROL DE REGULARIDAD

nacional; y (iii) de ser imposible la armo-

CONSTITUCIONAL, PERO CUANDO EN LA

nización, debe aplicarse el criterio que re-

CONSTITUCIÓN HAYA UNA RESTRICCIÓN

sulte más favorecedor para la protección

EXPRESA AL EJERCICIO DE AQUÉLLOS, SE

igual que todas las demás autoridades del

de los derechos humanos. Época: Décima

DEBE ESTAR A LO QUE ESTABLECE EL TEX-

Estado mexicano—, deben interpretar

Época, Registro: 2006225, Instancia:

TO CONSTITUCIONAL. El primer párrafo

Pleno, Tipo de Tesis: Jurisprudencia,

del artículo 1o. constitucional reconoce

como parte del aparato del Estado, también están sometidos a ella, lo que les obliga a

En ese orden de ideas, el Poder Judicial al

velar porque los efectos de las disposicio-

ejercer un control de convencionalidad ex

nes de la Convención no se vean mermados

officio en materia de derechos humanos,

por la aplicación de leyes contrarias a su

deberá realizar los siguientes pasos: a) In-

objeto y fin, que desde un inicio carecen

terpretación conforme en sentido amplio, lo que significa que los jueces del país —al

04 El término incorporación por referencia (incorporation by reference) proviene del derecho de Estados Unidos, donde se suele utilizar en el derecho adminis trativo para adicionar un cuerpo normativo con disposiciones de otros ins trumentos jurídicos integrándolos plenamente en el tex to desde donde se ordena la remisión. La “ Rulemaking Ac t ” regula es te ins tituto y las cor tes han precisado los alcances de su utilización.

parte, la aplicabilidad del precedente al

Por otra parte, el máximo tribunal de la nación ha precisado que el efecto de la inaplicación de una norma interna por resultar inconvencional consiste en aplicar en forma directa “el instrumento internacional en materia de derechos humanos”.05 También resulta obligatorio para los jueces la jurisprudencia interamericana bajo la condición que resulte más favorable para la persona, tal y como lo precisa la tesis que enseguida se transcribe:

Debates

el orden jurídico a la luz y conforme a los derechos humanos reconocidos en la Constitución y en los tratados internacionales en los cuales el Estado mexicano sea parte, favoreciendo en todo tiempo a las

05� CONTROL DIFUSO DE CONVENCIONALIDAD. LA INAPLICACIÓN DE LA NORMA CUYA INCONVENCIONALIDAD SE DECLARA SÓLO TRASCIENDE A UNA INCONSTITUCIONALIDAD INDIRECTA DEL ACTO RECLAMADO AL NO EXISTIR LA DECLARATORIA RELATIVA. Tesis Aislada, Pleno, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, Décima Época, t. I, libro XVIII, marzo de 2013, p. 363.

Fuente: Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Libro 5, Abril de 2014, Tomo I, Materia(s): Común, Tesis: P./J. 21/2014 (10a.), Página: 204.

06 Resolución dic tada por el Tribunal Pleno de la Suprema Cor te en el expediente varios 912/2010. (Párrafo 35). DOF 04/10/2011.

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Debates

— Víctor Rojas

Luis Guerrero —

Debates

“La complementariedad que cumple el sistema jurídico nacional frente al derecho internacional público.”

un conjunto de derechos humanos cuyas fuentes son la Constitución y los tratados internacionales de los cuales el Estado mexicano sea parte. De la interpretación literal, sistemática y originalista del contenido de las reformas constitucionales de seis y diez de junio de dos mil once, se desprende que las normas de derechos humanos, independientemente de su fuente, no se relacionan en términos jerárquicos, entendiendo que, derivado de la parte final del primer párrafo del citado artículo 1o., cuando en la Constitución haya una restricción expresa al ejercicio de los derechos humanos, se deberá estar a lo que indica la norma constitucional, ya que el principio que le brinda supremacía comporta el encumbramiento de la Constitución como norma fundamental del orden jurídico mexicano, lo que a su vez implica que el resto de las normas jurídicas deben ser acordes con la misma, tanto en un sentido formal como material, circunstancia que no ha cambiado; lo que sí ha evolu-

Así, las normas constitucionales que establecen restricciones a los derechos humanos se integraron como un factor central para la solución de concurrencias normativas entre normas constitucionales y convencionales sobre derechos humanos. Ahora, el concepto de supremacía constitucional, usando como escudo a las restricciones sobre derechos humanos, funciona frente a las normas internacionales protectoras de derechos como un criterio negativo para rechazar la validez en el ámbito interno a sus mandamientos, en el caso que su ámbito material validez colida con una restricción expresa prevista en el texto constitucional. En el efecto final, las restricciones a los derechos humanos que de manera expresa se establecen y se lleguen a establecer en el futuro en la CPEUM, adquieren la jerarquía suprema del ordenamiento jurídico mexicano y consecuentemente una validez jurídica superior a la de cualquier otra norma jurídica nacional, prevaleciendo en caso de conflicto frente a cualquier norma convencional sobre derechos humanos que obligue al Estado mexicano.

cionado a raíz de las reformas constitucionales en comento es la configuración del conjunto de normas jurídicas respecto de

Conclusiones

las cuales puede predicarse dicha supremacía en el orden jurídico mexicano. Esta transformación se explica por la ampliación del catálogo de derechos humanos previsto dentro de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el cual evidentemente puede calificarse como parte del conjunto normativo que goza de esta supremacía constitucional. En este sentido, los derechos humanos, en su conjunto, constituyen el parámetro de control de regularidad constitucional, conforme al cual debe analizarse la validez de las normas y actos que forman parte del orden jurídico mexicano. Tesis P./J. 20/2014, Décima Época, Gaceta del Semanario Judicial de la Federación, Libro 5, abril de 2014, Tomo I, p. 202.

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Si medimos la unidad entre las normas nacionales e internacionales de los derechos humanos en nuestro país, podemos decir que la misma es parcial toda vez que si bien es cierto ambas se encuentran unidas por una norma nacional de delegación, a que la unidad de fuentes se encuentra garantizada en la aplicación práctica y a que los jueces mexicanos deben comportarse como jueces interamericanos, esto es internacionales, también lo es que existe una jerarquía entre las normas nacionales y las internacionales que permite invalidar las normas internacionales protectoras de derechos humanos que entren en conflicto con las normas de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos que establezcan restricciones a los derechos humanos. m

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por Luis Felipe

Guerrero Agripino Doctor en Derecho por la Universidad de Salamanca, España. Actualmente es Rector General de la Universidad de Guanajuato.

Inseguridad pública, derecho penal y derechos humanos: hacia una visión integral contra el populismo penal

E

l cúmulo de dinámicas sociales y procesos políticos que han gestado la delicada situación que vive México en materia de seguridad pública es complejo. Dista mucho de poder ser traducido o interpretado mediante fórmulas simplistas. Más aún: han sido las propuestas superficiales, desarticuladas y destinadas a —sacar del paso— a sus promotores las que han agravado una situación que ya a finales del siglo anterior pintaba como un enorme reto institucional y de política pública. Es necesario volver a las bases y construir, con vigor y responsabilidad, propuestas integrales de solución.

69

Debates

— Luis Guerrero

Luis Guerrero —

I

“Rechazar todo proyecto que parta de considerar al Derecho penal como la mejor —sino acaso «única respuesta »—al problema de la inseguridad.”

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La Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU-2016) señala que el 72.9 por ciento de la población de 18 años y más considera que su ciudad es insegura; el 80.2 por ciento dice sentirse no seguro en los cajeros automáticos localizados en la vía pública y el 73.4 por ciento lo mismo pero respecto del transporte público. Poco más de seis de cada diez personas mencionó haber visto robos o asaltos en los alrededores de su vivienda durante el año anterior; el 40 por ciento declara haber atestiguado la venta de consumo o drogas y poco más de 3 de cada diez (32.5 por ciento) disparos frecuentes con armas. La percepción ciudadana sobre la inseguridad arroja que el 67.4 por ciento de los entrevistados considera la delincuencia como un problema importante. La percepción no parece en absoluto errada. A inicios de este año el Semanario Zeta reportó cifras oficiales de más de 90 mil asesinatos en el sexenio que transcurre. Enero de 2017 fue el mes con más ejecutados desde diciembre de 2012 y 3 mil 7 muertos con violencia dieron cuenta de ello. De acuerdo con el Semanario Zeta, hay estados que pierden prácticamente el .08 por ciento de su población por homicidios violentos al año (es el caso de Colima, con la tasa más alta de homicidios dolosos, 81.17 por cada 100 mil habitantes, en 2016). Con los índices delictivos al alza, la confianza ciudadana a la baja y estadísticas que señalan una impunidad rampante, la capacidad del Estado para responder ante el desafío y legitimarse en el ejercicio del poder están, al menos, en entredicho. La Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública (ENVIPE) destaca que la impunidad es uno de los diez principales problemas que aquejan a la sociedad mexicana. Según encuestas nacionales del INEGI, en México solamente se denuncian 7 de cada 100 delitos cometidos y la cifra negra alcanza un porcentaje no menor al 92.8 por ciento. Según los encuestados, la no-denuncia se

Debates

II explica porque hacerla resulta una pérdida de tiempo, o bien, desconfían de las autoridades. Con estos datos, el Centro de Estudios sobre Impunidad y Justicia de la Universidad de las Américas (creador del Índice Global de Impunidad México, IGI-Mex 2016) señala que la cifra de delitos consumados, en perspectiva con la cifra negra (delitos que no fueron denunciados por los ciudadanos) arrojaría que la impunidad simple y llana, entendida como delito sin castigo, estaría en los márgenes del 99 por ciento en el país. De este modo, México ocupa el lugar 58 de 59 países con mayores niveles de impunidad que mide el IGI-Mex. La impunidad, la inseguridad y la injusticia tienen muchas caras. Impunes son los delitos que no se denuncian, que no se persiguen, que no se castigan; pero, en estricto sentido, impunes quedan también (con consecuencias aún más dañosas) los delitos respecto de los cuales se castiga a un inocente, e inocente se presume todo imputado hasta que no se pruebe lo contrario. ¿Hasta qué punto la impunidad alcanza a inocentes sancionados por delitos que no cometieron? No tenemos a la vista este índice. No obstante, la Primera Encuesta realizada a Población Interna en Centros Federales de Readaptación Social (del Centro de Investigación y Docencia Económicas CIDE), señala que el 43.7 por ciento de los encuestados dijo no haber tenido abogado al rendir declaración en la agencia del Ministerio Público; 44 por ciento dijo que su abogado no le explicó lo que estaba pasando durante las audiencias; 51 por ciento no fue aconsejado antes de ellas; al 39 por ciento no le explicaron los resultados de su proceso penal y un 75 por ciento dijo no haber hablado con el juez que lo sentenció. A poco más de un año de la entrada en vigencia en todo el territorio nacional del sistema penal acusatorio, un estudio realizado por CIDAC (Centro de Investigación para el Desarrollo) arroja que el 50 por ciento de los procesos que se han instaurado en el país han sido en casos de

flagrancia. Si solo uno de cada dos procesos da inicio porque la investigación realizada por las autoridades condujo a la captura de un probable responsable, entonces esta cifra es un indicador de los magros resultados de las instituciones de procuración de justicia para llegar a imputar a alguien en un delito cuando su autor no fue detenido al momento mismo de cometerlo. Según el mismo estudio, una de cada dos carpetas de investigación iniciadas durante 2016 se encuentran inconclusas, lo cual debe contrastarse con las expectativas de celeridad y justicia pronta expresadas por los impulsores del nuevo proceso. En el estudio se da cuenta además de que la transición de un esquema a otro ha sido lenta. Ahora se debe poner especial cuidado en la transformación de un esquema de procuraduría a uno de fiscalía, pues los esfuerzos realizados no deben limitarse a transferir recursos humanos y materiales de las antiguas procuradurías a las nuevas instituciones, pues sería derivar en un simple cambio de denominación. También, nos corresponde tener una visión mucho más amplia en este cambio institucional que la mera polémica política sobre quién será el Fiscal General. Si lo que revisamos es la función policial de perseguir a presuntos delincuentes los datos no son más alentadores. La determinación de encargar a fuerzas militares “la guerra contra el narcotráfico” ha ofrecido resultados preocupantes. En un estudio presentado en marzo de este año, el CIDE dio a conocer que de los 3 mil 327 combates realizados por las fuerzas militares en el sexenio comprendido entre los años 2006 y 2012 que fueron objeto de estudio, cuatro de cada diez debían ser caracterizados como de “letalidad perfecta”. Esto es, registraron únicamente muertos y ningún herido. Uno de los autores de esta investigación señaló en entrevista con el periódico Reforma que los datos obtenidos apuntaban a que hubo “una actuación sistemática de las fuerzas armadas para exterminar presuntos delincuentes”.

¿Cómo llegamos aquí? El origen resulta difícil de datar y no se puede limitar a una explicación monocausal. Sin embargo, todo parece indicar que las respuestas ofrecidas por la vía legislativa o mediante la adopción de políticas públicas han agravado en lugar de solucionar el problema. Lo delicado es que, al parecer como comunidad política México (mejor: sus líderes y representantes políticos) parece insistir en el error. No se requiere de análisis profundos para identificar que las propuestas de solución que se han ofrecido a los problemas de inseguridad que padecemos han sido insuficientes y, en algunos casos, contraproducentes. Hoy en día carecemos de diagnósticos omnicomprensivos que atiendan con carácter integral los índices relevantes del fenómeno de la inseguridad pública. La información existente resulta “no oficial”, o simplemente no articulada con el resto de las variables que podemos presumir como relevantes. Esta carencia, de ser subsanada, permitiría una mejor comprensión del fenómeno que enfrentamos y ello constituye un requisito indispensable para proyectar posibles soluciones y evaluar sus resultados. La carencia de estos datos provoca que las respuestas que se ofrecen en materia de política criminal sean aisladas, predominantemente reactivas y superficiales. Pareciera que pretenden acallar la indignación ciudadana, la reacción airada de grupos sociales antes que atender las causas del problema. De entre el catálogo de acciones susceptibles de ser tomadas —a botepronto” (como tomadas de un kit de supervivencia del político desprevenido) surgen soluciones que puedo caracterizar como enmarcadas en el “populismo penal”. Nos referimos al conjunto de respuestas ofrecidas por políticos, funcionarios y demás autoridades públicas a los problemas de inseguridad que se caracterizan por: a) ser producto de sucesos que acaparan la atención pública e indignan profundamente a la población; b) su inmediatez (en el sentido de que parecen

dirigidas a acallar la indignación popular antes que atacar el fondo del problema); y c) suelen tener como respuesta medidas legislativas (reformas, decretos) que incrementan las penas, reducen las garantías procesales o criminalizan nuevas conductas con el fin de ofrecer la imagen de “mano dura” contra “los delincuentes”, en lugar de formular políticas públicas que permitieran abatir las condiciones criminológicas que originaron tales problemas. Este populismo penal surge al calor de eventos terribles. Frente al reclamo social, los líderes políticos y las autoridades gubernamentales encuentran en el derecho penal su primera vía de —solución—. Así, vemos aumentos generalizados de penas frente a ciertas conductas delictivas sin consideración al principio de proporcionalidad; debilitamiento de garantías procesales como supuesto remedio contra la impunidad y endurecimiento de las sanciones. Una propuesta de solución que aspire a mejores resultados tendría, como mínimo, que evitar diagnósticos parciales, la urgencia de la acción más mediática que efectiva y la reforma legislativa como soluciones “fáciles— de presentar o impulsar, pero impotentes frente al fenómeno que las motiva. Es fundamental comenzar a ofrecer soluciones que integren de mejor manera acciones destinadas a incidir en el total, o al menos en un amplio número de los factores involucrados en el fenómeno criminal. En otras palabras, la propuesta de solución (aún por venir) a la situación que vive la sociedad mexicana tendría que rechazar toda alternativa parcial, incapaz de tomar en cuenta las distintas variables y aristas involucradas en el fenómeno de la inseguridad. Asimismo, tendría que rehuir a la ingenuidad y el —corto-placismo— que han caracterizado los proyectos, reformas y vías de solución que se han presentado, aprobado e implementado en las últimas dos décadas. Desde la sociedad civil, la academia o como ciudadanos estamos obligados a rechazar

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Debates

— Luis Guerrero

firmemente ciertos tópicos del populismo penal que han entorpecido el planteamiento, discusión y propuesta de soluciones en materia de seguridad y que nos han conducido al punto crítico en el que hoy nos encontramos. En primer lugar, debemos rechazar todo proyecto que parta de considerar al Derecho penal como la mejor —si no acaso —única respuesta— al problema de la inseguridad. Es menester rehuir la tendencia a concebir el gigantesco desafío que enfrentamos en materia de justicia con una visión chata, carente de imaginación y de talento que hace a los funcionarios públicos y no pocos legisladores responder con acciones aisladas (aunque pretendidamente dotadas —de impacto mediático—) y que se traducen en paliativos, si acaso, de un problema que exige atención profunda y acciones coordinadas de gobierno.

III El derecho penal constituye la última ratio, el último argumento, la última vía de acción entre las posibles a disposición del Estado para responder a los conflictos y la violencia. Y lo es porque implica él mismo un ejercicio violento (institucionalizado, pero violento) del poder. Esta idea es un tópico entre los juristas enseñado en los primeros años de la carrera; tan ampliamente aceptado en teoría como parece ser negado en la acción de la política criminal mexicana. La política criminal —en la praxis y en contra del canon— ha hecho del derecho penal la primera, más frecuente y aislada vía de reacción del Estado en contra de la inseguridad y la violencia. Se ha insistido en una estrategia punitiva maximalista que engrosa la lista de delitos e infla las penas. Incrementar las penas y tipificar una gran diversidad de comportamientos para colmar las expresiones sociales, sin mayor cuidado técnico garantista, se ha convertido en tendencia.

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Luis Guerrero —

A la par, se van debilitando garantías que se consideraban un triunfo de los derechos humanos y que, bajo el rótulo de garantismo penal, fue convirtiéndose en las últimas décadas en el mainstream de la dogmática jurídico penal (que concibe al derecho penal como la ley de los más débiles). La dogmática es la disciplina que ofrece a los juristas el aparato intelectual necesario para conocer, interpretar y aplicar las reglas que imponen sanciones penales. Esta disciplina, con su afán sistematizador y espíritu garantista, ordena, clarifica y guía a los operadores jurídicos en la aplicación de las penas establecidas en la parte especial de los códigos (que describen cada uno de los delitos y las sanciones que les corresponden) mediante una construcción conceptual general. Sin embargo, a últimas fechas, en la parte especial se realizan transformaciones sistemáticas que tensan la parte general de los códigos, particularmente en la teoría del delito. Algunos botones de muestra bastarán para ilustrar estas afirmaciones. En 1996 se formalizó legislativamente —mediante la creación de la Ley Federal Contra la Delincuencia Organizada (LFCDO)— un tratamiento especial a una particular forma de delinquir: la delincuencia organizada. Ese tratamiento se tradujo en la regulación de un auténtico régimen de excepción para este tipo de actividad delincuencial con repercusiones en los ámbitos sustantivo, procesal y de ejecución de sanciones. A través de esta ley se pretendió reconocer, normar y penar modalidades delictivas diferentes a la criminalidad convencional; a la par, se exceptuó a esta modalidad de la sujeción a ciertos principios tan fundamentales como el de exigir el cumplimiento de requisitos constitucionales para privar de la libertad al sospechoso de la comisión de un delito. La LFCDO puede ser vista como una auténtica isla de excepciones al tratamiento penal en México. En su momento, la aprobación de la ley trajo consigo una intensa discusión en el

ámbito académico. Por un lado, surgieron las argumentaciones político-pragmáticas para justificar el combate a una delincuencia especialmente peligrosa. Por otro, proliferaron los argumentos tendentes a poner en evidencia la inconstitucionalidad de gran parte de las instituciones contempladas en dicha legislación. Las dudas que surgieron sobre la constitucionalidad de la ley parecían más que razonables; cuestionamientos genuinos al quehacer legislativo. Sin embargo, y antes que reflexionar sobre los cuestionamientos que se formulaban, se propuso una solución que —si es que esto era posible— resultó aún más preocupante: una nueva reforma, ahora constitucional. En 2008, se reformó la Carta Magna federal a fin de otorgar sustento al régimen de excepción al que me he referido. Así, ante la duda sobre si el arraigo era o no una medida constitucionalmente legítima, es decir, si era disponible por el quehacer legislativo o no, se decidió reformar la Constitución para incluirla en su seno y excluir el análisis de constitucionalidad que al respecto podría realizar la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Esto, antes que resolver el problema, lo introdujo en las entrañas del texto constitucional, insertando en ellas una especie —si se me permite la referencia fílmica— de “octavo pasajero”. La reforma que constitucionalizó el arraigo, más que solucionar un problema, desvió la atención del problema de política criminal genuino que representaba la necesidad de enfrentar una nueva modalidad delincuencia. Hizo surgir, en cambio, nuevas dificultades en la interpretación de la Constitución como un cuerpo sistemático de principios y valores que atienden al modelo de un Estado constitucional de derecho. Lo que se hizo en aquella ocasión fue algo así como intentar “curar” a un enfermo de esquizofrenia desapareciendo ésta del catálogo de enfermedades reconocidas oficialmente como tales. Esta regularización constitucional del arraigo acalló la discusión de cierto segmento

de la academia, pero no resolvió el problema de fondo (cuyas derivaciones aparecen como encabezados de la nota roja cada mañana). La reforma constitucional en materia de derechos humanos no hizo sino volver a poner el dedo en la llaga de la duda sobre la consistencia de figuras como ésta para enfrentar el fenómeno delincuencial. Las tensiones en el marco normativo se replican en el ámbito de la dogmática jurídico-penal. La inclusión de delitos conocidos como de peligro abstracto y la protección de bienes jurídico-colectivos (traducidos, por ejemplo, en delitos contra el ambiente o informáticos), la construcción de leyes penales en blanco (por ejemplo, en materia hacendaria), la tipificación de comportamientos —ya claramente regulados en otros supuestos—, en leyes especiales (por ejemplo, la regulación de lesiones y daños en la Ley General de Cultura Física y Deporte), conducen a flexibilizar principios garantistas de corte liberal, y trastocan fundamentos de la dogmática penal que se traducen en problemas de aplicación, impunidad e injusticia. Aunado a ello, y como una forma adicional de debilitamiento de la racionalidad del sistema penal, encontramos una tendencia a la dispersión de la regulación de conductas delictivas en leyes diferentes al código penal. El espíritu codificador (del que nació en 1806 el código penal francés) atendía al pensamiento ilustrado que se proponía sistematizar en un solo cuerpo legislativo el ius puniendi estatal. La integración en un solo cuerpo de leyes el listado de conductas que merecían una pena era una garantía del principio de legalidad. Contrario a ese espíritu codificador, en México observamos cómo se vuelve común regular supuestos típicos y penas en leyes especiales. Como ejemplos podemos señalar nuevamente la Ley Federal en Contra de la Delincuencia Organizada; tendríamos que agregar al menos la Ley Federal de Extinción de Dominio, la Ley General

para Prevenir y Sancionar los delitos en materia de Secuestro o la Ley para Prevenir y Sancionar la Trata de Personas. De este fenómeno de dispersión da cuenta también, in extremis, que se haya incluido una parte de un supuesto de hecho típico en el artículo 16 de la Constitución. Existe una relación íntima entre la dogmática jurídico penal, el derecho penal sustantivo y el proceso penal. Es una relación de mutua influencia. La primera no solo sistematiza los contenidos del derecho penal, sino que forma metodológicamente a sus operadores y, al hacerlo, ofrece garantías a quienes son sometidos a un proceso. Para ello, se presupone un conjunto de normas que obedecen y responden a principios jurídicos básicos, entre los que destacan, por su importancia, los derechos humanos. Los derechos humanos que son protegidos a través de las normas penales, sí, pero también los derechos humanos del imputado y las víctimas, derechos que deben convivir en un delicado sistema de protección y garantía. Es fundamental reconocer lo que puede y lo que no puede lograr el derecho penal. Los actores políticos deben ser claros en ello y no levantar falsas expectativas ni impulsar propuestas que tensen de más la última ratio, el brazo violento del Estado: el derecho penal.

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“La política criminal mexicana debe comprometerse con la protección a los derechos humanos.”

IV Diversos autores han denominado como falacia normativista el error de razonamiento que implica derivar la realidad del “deber ser”. En otras palabras, pensar que la transformación del derecho y sus normas tiene consecuencias inevitables, directas e inmediatas en la realidad que éste aspira a ordenar. En México, el desconocimiento del derecho penal como última ratio puede ser explicado, al menos en parte, como producto de la forma engañosa de pensar (de pensar o de hacer

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“El discurso de los derechos humanos y el papel protector que juega la dogmática jurídico penal deben ser destacados y respetados.”

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parecer que así se piensa) que con modificar las normas se incide directa e inevitablemente en la realidad. De este modo encontramos que como respuesta —en ocasiones única o aislada— a la violencia contra las mujeres se propone y aprueba la incorporación del feminicidio en los códigos penales; o bien, que frente a la falta de seguridad de los ciudadanos en su hogar, se haya propuesto en Nuevo León, Baja California Sur y Guanajuato una reforma a los respectivos códigos penales de otorgarle un tratamiento específico a la legítima defensa a fin de hacer expresa la posibilidad de la víctima de privar de la vida o lesionar a una persona que ingrese ilegítimamente en su vivienda. No es extraño que el sistema de justicia y la seguridad pública padezcan problemas cada vez más preocupantes cuando las autoridades, legisladores y líderes sociales encuentran como “respuesta fácil” (o al menos “directa”) para enfrentar estos problemas nuevas reformas legales o constitucionales. El mundo del derecho corresponde al del deber ser. Las reglas, las normas, los principios claman por lo que “debe ocurrir” y al instituir esto pretenden dirigir la conducta de las personas y el quehacer de las autoridades. Pero ni el más iluso habitante de los mundos posibles puede tomarse en serio la idea de que per se el derecho transforma el mundo. Hasta ahora muchas propuestas y proyectos de solución a la inseguridad se presentan únicamente (y es aquí donde radica su defecto de origen) como iniciativas y reformas legislativas. Con ello se aúnan a los cientos de leyes promulgadas, leyes y a las miles de iniciativas que quedan en espera de dictamen en los distintos órganos legislativos del país (y que, en cuanto un hecho lo suficientemente notorio, dañino o gravoso lo requiera, serán sacadas de la “congeladora legislativa” a fin de presentarse, según el momentum, como una respuesta —idónea— al problema de que se

trate; acompañadas, sin dudar, de una aprobación unánime y un grito al unísono de los miembros del órgano legislativo confirmando que el problema “ya se había previsto y de inmediato se toman medidas al respecto”). Frente a la falacia normativista se debe trabajar sobre propuestas y proyectos de solución integrales a los problemas de seguridad pública (principio de “integralidad” lo llaman expertos de otras disciplinas). Ello implica rehuir con fruición la idea que liga al derecho con el cambio del mundo al son de una nueva ley, insistiendo en que, cuando una reforma fuese necesaria, ésta tendría que conectarse necesariamente con el resto de la política pública, los programas de gobierno y las acciones de la sociedad civil. Es urgente combatir el “aislacionismo todopoderoso” del derecho penal —y de cualquier medida legislativa o constitucional— considerando el carácter sistemático de la dogmática, su papel garantista y la importancia de los derechos humanos al atender los justos reclamos por seguridad y protección a las vidas y bienes jurídicos de todos los que habitamos en este país. Los proyectos o programas que deben responder a los problemas que enfrentamos en materia de seguridad pública no pueden ser más de carácter parcial o asistemáticos, ni tampoco interesados más en la —percepción— ciudadana de atención que en la “eficacia” evaluable de cada medida. En este afán de construcción integral de soluciones, la política criminal mexicana debe comprometerse con la protección a los derechos humanos. Hasta ahora las reformas sustantivas a los códigos, las constitucionales en materia procesal penal y las de derechos humanos parecen andar por vías distintas, ser ideadas con objetivos inconsistentes y sin visión de conjunto (como si hubiesen sido redactadas unas —o incluso fragmentos de algunas— por el Dr. Jekyll y otras más por Mr. Hyde).

La reforma de 2008 (a la que ya hemos hecho referencia) introdujo un sistema garantista en lo procesal (con un proceso penal de corte acusatorio, donde la prisión preventiva, por ejemplo, es la excepción y no la regla), a la par, constitucionalizó el arraigo. La reforma de 2011 introdujo el deber oficioso de control de constitucionalidad y convencionalidad de normas que violenten derechos humanos a cargo de todas las autoridades en el país. La Suprema Corte de Justicia de la Nación ha debido enfrentar, en este tenor, no pocos problemas para interpretar consistentemente el principio pro homine, el de supremacía constitucional y la idea de bloque de constitucionalidad al determinar la constitucionalidad de ciertas figuras procesales o tipos penales. La reforma constitucional que estableció el proceso penal de corte acusatorio parece además estar haciendo agua porque algunos actores políticos consideran que las disposiciones de un código son causa eficiente y suficiente de los hechos antisociales y las conductas criminales. Frente a las concepciones parciales del mundo, del derecho penal, de las causas criminogénicas, de la realidad, urgen visiones holísticas, integradas, científicas y evaluables. El reclamo por una política criminal integral sigue vigente y uno de los pilares de esta política, por la que se clama con más urgencia que nunca, es el compromiso y respeto irrestricto con los derechos humanos. Debe huirse, como de una peste que degrada las instituciones más básicas de un Estado, de la idea de que la seguridad pública y la protección a los derechos humanos es un juego de suma-cero. Es en estos tiempos donde no queda más remedio que aceptar el carácter complejo de cualquier fenómeno social o político, donde la real politik debería acercarse y comprender no solo las razones que, fundadas en el miedo, han apoyado proyectos impotentes en contra de la delincuencia y apostar, en

cambio, apostar por la construcción de un Estado capaz de enfrentar la violencia con violencia institucionalizada, eficaz y justa. Este Estado pasa, necesariamente, por el respeto a los derechos humanos. De otro modo, distinguir entre la violencia estatal y la de los grupos criminales se reduciría a cuestiones de medición de quién ejerce un mayor control territorial. En el derecho, como señalara Alexy, un reconocido filósofo del derecho, existe una pretensión de corrección que no podría existir en un Estado o gobierno que abdique la protección de los derechos de sus ciudadanos (sean o no sospechosos de la comisión de algún ilícito; se hubiere comprobado o no mediante sentencia firme que así ocurrió). El discurso de los derechos humanos y el papel protector que juega la dogmática jurídico penal deben ser destacados y respetados. De otro modo, si del debilitamiento del Estado democrático hablamos, deberemos enfrentar dos tipos de agresión derivada de delincuencia grupal: por un lado, la agresión derivada de la delincuencia grupal reconocida legalmente y, del otro, la reacción emanada del Estado.

V La resistencia intelectual y pragmática seria contra el populismo penal pasa por distintas convicciones. En primer término, debemos rechazar la identificación tramposa que se ha hecho del derecho penal como la vía natural de solución para la dramática situación en la que nos encontramos. Esta opción, reiterada hasta el cansancio, no ha ofrecido (porque no puede) una verdadera respuesta. La necia idea de sostener (o simular que se sostiene) que el derecho penal puede y debe ser la punta de lanza que acabe con la criminalidad resulta un craso error y debilita tanto al instrumento como a quien lo usa.

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En segundo término, habría que rehuir a toda ingenuidad normativista. El orden jurídico, como conjunto de normas, aspira a que el mundo se adecue a su sentido. Tiene el afán de lograr que el mundo sea como debe ser. Pero esta condición está muy lejos de significar que mediante la transformación de una disposición normativa se ha cambiado al mundo. Debemos rehuir con ahínco, también, toda idea que parta de la oposición frontal y casi irreconciliable entre derechos humanos (su garantía y protección) y seguridad pública. Cualquier propuesta que se sustente en una dicotomía como esta resulta sesgada o parcial y, por ende, dirigida al fracaso. Valorar el contenido de cualquier propuesta de solución al pandemónium en materia de inseguridad que hoy vivimos (venga del actor político que fuere) debería pasar entonces por estos filtros. El primero, constituido por un estándar que exija respeto al carácter garantista del derecho penal como última ratio. Enseguida, uno que obligue a los proponentes a reconocer (y actuar en consecuencia) que toda reforma legal que no esté acompañada por programas y proyectos sociales sólidos se traducirá en un derecho débil que poco incidirá en los problemas que debería auxiliar (resalto auxiliar) a solucionar. Finalmente, habría que huir a cualquier apelación a la emoción que invite a concebir la relación entre derechos humanos y el abatimiento de los índices delincuenciales como una relación inversamente proporcional. La seguridad pública y los derechos humanos están de tal modo imbricados que si perdemos una perdemos a los otros. Y si acaso pudiésemos garantizar la primera sin un contenido de derechos, entonces probablemente el Estado que resultara sería uno en el que muy pocos de nosotros aceptaríamos vivir. m

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— José Gómez Huerta

José Gómez Huerta —

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por José Gómez

Huerta Suárez Profesor en la Universidad Nacional Autónoma de México.

La democracia en México como parte de los derechos humanos de las mujeres. Avances y desafíos

Introducción

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éxico es un país que se encuentra abrumado de problemas graves: pobreza, corrupción, inseguridad, desigualdad social, violencia, inoperancia en las instituciones, falta de educación y de empleo, etcétera. De igual manera, la democracia, tal y como la conocemos en México, se enfrenta a muchos problemas de toda índole, y tiene la obligación de comenzar a evolucionar en sus planteamientos para adaptarse a las nuevas realidades globales, avanzando hacia mayores niveles de implicación, participación y compromiso de la ciudadanía y sobre todo de las mujeres, reinventando sus valores, adoptando y reformulando sus métodos de funcionamiento y representación. Es importante repensar el gobierno del futuro que queremos, y que sirva para reinventar nuestra democracia y profundizar en los valores de la misma. Actualmente, la democracia en México requiere de una mayor participación de la ciudadanía en la definición de sus problemas y de soluciones a los mismos, así como del uso de los medios de comunicación como herramienta fundamental para consolidarla. Los ciudadanos se sienten desconfiados y hartos del actuar de sus gobernantes, sobre todo por los acontecimientos que han arrojado datos de corrupción e impunidad, de violencia incontrolable en el país. Otro aspecto de la democracia que requiere un puntual análisis es aceptar a las mujeres como sujetos iguales, como interlocutoras y como ciudadanas legitimadas como parte de una nueva democracia. No es tarea fácil para los hombres porque es necesario cambiar hacia la igualdad sustantiva, lo cual supone un

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esfuerzo, puesto que no sólo implica renunciar a derechos adquiridos, sino también poner en cuestión hábitos propios, la identidad, la imagen que se tiene de las mujeres y la base del sentido masculino de la autoestima. Uno de los problemas que aquejan a la democracia mexicana, es la violencia contra las mujeres y ese es el problema del que hablaré en este artículo. En México, no todos entendemos que la violencia que afecta a miles de mujeres y niñas, la cual constituye un verdadero problema para democracia mexicana; esta situación es tan grave que requiere de la intervención urgente de los servidores públicos de todos los niveles y sectores, así como de la sociedad en su conjunto, en ámbitos como la salud, la educación, la política, la justicia y en lo social. Si no lo hacemos y nos mantenemos indiferentes, estamos condenados a seguir observando el crecimiento de la violencia contra la mujer en México. La violencia contra las mujeres constituye una violación a los derechos humanos de las mismas. Es una situación que ya ha sido reconocida y advertida por la Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, aprobada en Resolución de la Asamblea General de Naciones Unidas 48/104, el 20 de diciembre de 1993 y publicada el 23 de febrero de 1994, como primer documento a nivel internacional que aborda de manera clara la tipología de la violencia contra la mujer, define en su artículo primero, que la violencia contra la mujer es todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino, que tenga o pueda tener como resultado un daño o

sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de esos actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública como en la vida privada, y ha sido en repetidas ocasiones comentada en distintos foros nacionales e internacionales. Por su parte, las Recomendaciones formuladas por el Comité CEDAW al Estado mexicano, revela como uno de los deberes pendientes cruciales y más lentos dentro del marco del sistema jurídico mexicano es precisamente la protección de las mujeres. Estos instrumentos resaltan la necesidad de reconocer la violencia contra las mujeres como una violencia específica, que constituye una forma grave de discriminación, y de tipificarla como hecho punible, al tiempo que exhortan a tomar conciencia de que su prevalencia es un fenómeno mundial, grave y extendido, que deviene una manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres, lo que para las mujeres se traduce en un distinto estatus, distintos derechos y obligaciones, y en una distinta distribución de las responsabilidades. En Estudio de fondo sobre todas las formas de violencia contra la mujer, del Informe del Secretario General de la Asamblea General de las Naciones Unidas, del 6 de julio de 2006, se enuncian las distintas formas de violencia que pueden sufrir las mujeres, solo por enumerar algunas, a saber: a. Violencia contra la mujer en el ámbito de la pareja. Es la forma de violencia más común que experimentan las mujeres en todo el mundo. Puede consistir en: 1) Violencia física,

que es el uso intencional de esta fuerza, pudiendo utilizar armas, con el objeto de dañar a la mujer; 2) Violencia psicológica, las controla, aísla y humilla; 3) La violencia económica les niega el acceso a los recursos básicos; 4) Violencia sexual, que es la conducta por la cual se hace participar a la mujer en un acto sexual no consentido; realizarlo con una mujer incapacitada, o bajo los efectos de sustancias. b. Violencia contra la mujer dentro de la familia. La violencia que padecen muchas mujeres en el seno de la familia, puede comprender desde el período antes del nacimiento hasta la ancianidad y se manifiesta en: 1) Violencia física; 2) Violencia relacionada con la dote; 3) Infanticidio femenino; 4) Abuso sexual de las niñas en el hogar; 5) Ablación o mutilación genital; matrimonio precoz o forzado; violencia ejercida por otros miembros de la familia; violencia cometida contra las trabajadoras domésticas; 7) Otras formas de explotación. c. Violencia contra la mujer en la comunidad: 1) Feminicidio: el homicidio de una mujer por cuestiones de género; 2) Violencia sexual llevada a cabo fuera de la pareja; 3) Acoso sexual y violencia en el lugar de trabajo, demás instituciones y en el ámbito deportivo. Aproximadamente 50 por cientode mujeres de la Unión Europea manifiestan haber sido acosadas en alguna ocasión en sus puestos de trabajo; 4) Trata de mujeres: la mayoría de las víctimas de trata de seres humanos en el mundo son mujeres y niños. El fin principal es la explotación sexual; 5) Otras violencias: dedicación de las niñas pequeñas a templos. Las

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“El mecanismo de alerta de género implica la coordinación entre el estado y los municipios.”

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restricciones de la hija menor a casarse. El matrimonio con el hermano del marido fallecido. El maltrato de las viudas, en particular la incitación a que se suiciden. d. Violencia contra la mujer cometida o tolerada por el Estado: 1) Violencia contra la mujer privada de libertad: es la que se lleva a cabo en prisiones, centros de bienestar social, etcétera; 2) Esterilización forzada: controla la reproducción de la población femenina, o de un subgrupo determinado. e. Violencia contra la mujer en conflictos armados: como consecuencia de las guerras, las mujeres padecen todo tipo de violencia física, sexual y psicológica, comprendiendo: 1) Homicidios, torturas, raptos, mutilaciones y desfiguraciones, reclutamiento forzado de mujeres combatientes; 2) Violaciones, esclavitud sexual, explotación sexual, prostitución forzada; 3) Desapariciones involuntarias, prisiones arbitrarias, matrimonios forzados; 4) Abortos forzados, embarazos forzados; esterilización compulsiva. Luego entonces, en este trabajo intentaré analizar un procedimiento que surge con la intención de visibilizar la problemática de la violencia contra las mujeres en México: “La alerta de violencia de género contra las mujeres (AVGM)”, en algún territorio determinado de la república mexicana. La AVGM es el conjunto de acciones gubernamentales de emergencia para enfrentar y erradicar la violencia feminicida en un territorio determinado, ya sea ejercida por individuos o por la propia comunidad (Artículo 22 de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia [LGAMVLV]). Entendiendo la violencia feminicida de acuerdo con el artículo 21 de la LGAMVLV como la forma extrema de violencia de género contra las mujeres, producto de la violación de sus derechos humanos, en los ámbitos público y privado, conformada por el conjunto de conductas misóginas que pueden conllevar impunidad social y del Estado y puede

culminar en homicidio y otras formas de muerte violenta de mujeres. La AVGM es un mecanismo que permite mejorar la calidad de vida de las mujeres mexicanas en un territorio determinado, pues a través de éste se han tratado de implementar las acciones necesarias para garantizar el derecho de las mujeres a un vida libre de violencia.

El procedimiento de la alerta de violencia de género contra las mujeres Se presenta la solicitud de AVGM (Artículos 33 y 35, del Reglamento de la LGAMVLV), ante la Secretaría Ejecutiva del Sistema Nacional (Instituto Nacional de las Mujeres), la cual, en coordinación con la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim), revisa los requisitos de admisibilidad de la solicitud y resuelve bajo tres supuestos: a) Admitir la solicitud (la admisibilidad se resolverá en un plazo de 3 días hábiles); b) Prevención (que no cumple con alguno de los cinco requisitos establecidos en el artículo 33 del Reglamento de la LGAMVLV, en este caso la solicitante tendrá 5 días hábiles para subsanar las omisiones, en caso de no hacerlo la solicitud será desechada); y c) Rechazar la solicitud. En el caso de admitir la solicitud o subsanadas las omisiones, la Secretaria Ejecutiva lo hará del conocimiento del Sistema y coordinará la conformación del grupo de trabajo integrado por ocho personas: cuatro representantes de la academia, una persona de Conavim, una de Inmujeres, una de Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) y una más del Instituto o Secretaría de las Mujeres Estatal (Artículo 36 del Reglamento de la LGAMVLV) éstas se encargarán de estudiar y analizar la situación que guardan los derechos humanos de las mujeres en dicha entidad respecto del cual se solicitó la AVGM. El grupo de trabajo tendrá un término de 5 días para reunirse, a partir del día siguiente de la admisión de la solicitud.

La primera reunión del grupo de trabajo es fundamental para la conexión con las y los integrantes del mismo. Los temas bajo discusión durante esa sesión, son los siguientes: 1) Presentación de los lineamientos y la metodología que regirán el funcionamiento del grupo de trabajo que estudiará y analizará la situación de los derechos de las mujeres en la entidad; 2) La designación de la Secretaria Técnica del grupo de trabajo; 3) El análisis de la solicitud inicial de declaratoria de alerta de violencia de género para la entidad; 4) Presentación de la información solicitada al gobierno de la entidad; 5) Presentación del proyecto de calendario de actividades para el grupo de trabajo; 6) Aprobación de los acuerdos alcanzados durante la sesión; y 7) Informe del grupo de trabajo. El grupo de trabajo realiza una visita de campo a la entidad federativa, con el objetivo de llevar a cabo entrevistas a organizaciones de la sociedad civil y autoridades encargadas de la atención, procuración e impartición de justicia, en relación con los actos de violencia contra las mujeres en el estado. Dichas entrevistas y demás actividades de campo tienen como finalidad corroborar y ampliar la información proporcionada tanto por la solicitante como por el gobierno de la entidad federativa que se trate. La técnica que se utiliza en las entrevistas a las organizaciones de la sociedad civil (y que son preguntas que han dado mejor resultado para obtener la información que se necesita para conocer sobre la violencia contra las mujeres) es la siguiente: comenzar con preguntas de fácil respuesta, e ir incrementando o poco a poco el grado de dificultad hasta llegar a las más sutiles. Por regla general, las preguntas más fáciles de contestar son las relacionadas con actividades de la organización. Las más conflictivas se refieren al conocimiento de las órdenes de protección, o las de ideas personales, relativas al por qué cree que exista la violencia en dicha entidad, etcétera.

El informe y su división Una vez concluido el estudio de campo, el grupo de trabajo analizará el contexto de violencia contra las mujeres en el lugar donde se solicita la AVGM y sus conclusiones contendrán las propuestas de acciones preventivas, de seguridad y de justicia para enfrentar y abatir la violencia feminicida. El grupo tendrá treinta días naturales (Artículo 36 Bis, del Reglamento de la LGAMVLV), a partir de su primera reunión, para presentar sus conclusiones.

Metodología de la investigación del grupo de trabajo La Conavim, como Secretaría Técnica de cada grupo de AVGM (Artículo 36 del Reglamento de la LGAMVLV) ha desarrollado una metodología de investigación que ha sido consolidada a lo largo del trámite de las solicitudes que han sido presentadas. Para ello, se inspira en los métodos utilizados por instancias y mecanismos interamericanos de protección a los derechos humanos. Por tal motivo, se somete a consideración y valoración de los grupos las herramientas “Lineamientos” y “Metodología del grupo de trabajo para el estudio y análisis de la solicitud de alerta de violencia de género”, para contar con una base reglamentaria de los aspectos logísticos y administrativos, así como con un marco teórico para el desarrollo de investigación de campo para documentar presuntos casos de violaciones a los derechos humanos de las mujeres (violencia feminicida). De la investigación realizada por el grupo con la información recabada, aunado a las visitas in situ que se llevaron en la entidad determinada, se realiza un cruce con el cumplimiento a las obligaciones generales que el estado debe promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de las mujeres en la entidad (Artículo 36 Bis, del Reglamento de la LGAMVLV). El contenido del informe está compuesto

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de cuatro rubros (Artículo 37, del Reglamento de la LGAMVLV): 1) Información general de la AVGM: naturaleza de la AVGM, procedimiento legal, metodología del grupo de trabajo y criterios de investigación; 2) Solicitud de AVGM; 3) Información proporcionada por el gobierno del estado; y 4) Análisis del grupo de trabajo sobre la investigación (obligaciones). El parámetro jurídico para el análisis de la información parte de las obligaciones generales y específicas de las autoridades, derivadas tanto de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos como de los tratados internacionales: a) Obligación de respetar los derechos humanos de las mujeres: esta obligación implica una restricción al ejercicio del poder estatal que consiste en abstenerse de violar los derechos de las mujeres, por ejemplo, mediante acciones u omisiones que impliquen estereotipos de género, prejuicios o la culpabilización de las víctimas; b) Obligación de garantizar los derechos humanos de las mujeres: implica el deber del Estado de organizar el aparato gubernamental y, en general, las estructuras a través de las cuales, se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal, que sean capaces de asegurar jurídicamente a las mujeres, el libre y pleno ejercicio de sus derechos humanos. De la obligación de garantizar, se derivan las siguientes obligaciones: 1) Obligación de prevenir las violaciones a los derechos humanos de las mujeres: abarca todas aquellas medidas de carácter jurídico, político, administrativo y cultural que promueven la salvaguarda de los derechos humanos de las mujeres y que aseguren que las eventuales violaciones a los mismos sean efectivamente sancionadas y consecuentemente, reparadas. En este sentido, ésta es una obligación de medio o de comportamiento; 2) Obligación de investigar y sancionar las violaciones a los derechos humanos de las mujeres: el cumplimiento del deber de investigar conlleva la obligación de que las autoridades del estado, en el ámbito de sus competencias, movilicen todos los medios disponibles para conocer las circunstancias específicas de

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tiempo, modo y lugar en las que ocurren las violaciones a los derechos humanos de las mujeres y los actos de violencia cometidos en su contra, determinando, entre otros asuntos, a las autoras y autores materiales e intelectuales, así como el contexto en el que se dan aquéllas; 3) Obligación de reparar los daños ocasionados a las mujeres que han sido víctimas de delitos o de violaciones a derechos humanos: implica que tanto las víctimas de estas violaciones, como las víctimas del delito, tienen derecho a la reparación integral de los daños que hayan sufrido. Cabe señalar que la obligación de reparar encuentra un importante desarrollo en el derecho interno, a partir de la Ley General de Víctimas; 4) Obligación de proteger a las mujeres frente a cualquier forma de violencia: implica adoptar las medidas directamente orientadas a eliminar las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que alimenten los prejuicios y perpetúen la noción de inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos y los roles estereotipados de las mujeres y los hombres; 5) Conclusiones y propuestas del grupo conforme a la investigación en la entidad federativa. Una vez concluido el informe, la Conavim remite el informe al titular del Poder Ejecutivo de la Entidad Federativa correspondiente. Además, el informe identifica omisiones de las autoridades para prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres. A partir de esa falta de incumplimiento de las obligaciones generales del estado, se emiten las conclusiones con propuestas que identifican problemáticas específicas que el estado deberá atender e implementar. El siguiente paso es la publicación del Informe en las páginas electrónicas de la Conavim y del Instituto Nacional de las Mujeres.

La respuesta del titular del poder ejecutivo de la entidad federativa El titular del Poder Ejecutivo de la entidad federativa tiene15 días hábiles, contados a partir del primer día en que recibió las propuestas y

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conclusiones contenidas en el informe para aceptar las recomendaciones o rechazar las recomendaciones (Artículo 38 del Reglamento de la LGAMVLV). En caso de la aceptación de las recomendaciones del titular del Poder Ejecutivo en la entidad federativa respecto de la cual se solicitó la AVGM: a. La Conavim requiere al titular del Poder Ejecutivo de la entidad federativa, en un plazo de 6 meses siguientes a la aceptación, la información necesaria sobre las acciones que están llevando a cabo para implementar las propuestas contenidas en el Informe del grupo de trabajo. b. Una vez recibido el informe sobre la implementación de las recomendaciones, la Conavim lo turna al grupo de trabajo para que éste emita un dictamen sobre la implementación de las propuestas. c. El dictamen del grupo de trabajo se remite a la Conavim para su análisis. d. La Conavim informa el dictamen a las organizaciones solicitantes de la AVGM. El proceso de cumplimiento de las propuestas es complejo, ya que muchas de las recomendaciones son temas estructurales que tendrán resultados a largo plazo, y los seis meses para cumplir son relativamente cortos. Desde luego, este plazo se establece para que los estados visibilicen las situaciones de violencia identificadas y empiecen a desarrollar estrategias para combatirlas. Gobierno y sociedad deben ser conscientes de que la efectividad de las medidas, sólo podrán ser corroboradas a largo plazo. Para la implementación de la mayoría de las medidas es necesario establecer una estrategia, una metodología, mecanismos de coordinación y medición, plazos y recursos. En este sentido, es fundamental hacer notar que los contenidos de estas estrategias deben tener perspectiva de género, tarea que implica la consulta y el análisis por parte de diversos actores para su adecuada ejecución. Desde

luego, todos estos factores generan un mayor dinamismo en los procesos de cumplimiento. Una vez que concluya el plazo de los seis meses, el grupo de trabajo elaborará una evaluación sobre el grado de implementación de las propuestas y conclusiones en el cual, dependiendo del avance presentado por el estado, le recomienda a la Secretaría de Gobernación la procedencia o improcedencia de la alerta de violencia de género contra las mujeres. La emisión formal de una AVGM implica la asignación de recursos para hacer frente a la contingencia, y nuevas medidas de seguridad, justicia y prevención en un territorio determinado, para abatir la violencia feminicida, gestión extremadamente compleja. Así pues, el mecanismo de alerta de género implica la coordinación entre el estado y los municipios, situación que no en todos los casos se caracteriza por la apertura y cooperación, principalmente debido a factores políticos.

De la implementación de las propuestas y la declaratoria de la AVGM En caso de que el grupo de trabajo considere que no se implementaron las propuestas contenidas en las conclusiones de su informe sobre la situación en el estado, la Secretaria de Gobernación, por conducto de la Conavim, emitirá la declaratoria de AVGM, en un plazo no mayor a 10 días contados a partir de la fecha de la notificación del dictamen. La declaratoria de alerta de violencia de género deberá contener, entre otras cuestiones (Artículo 38 Bis, del Reglamento de la LGAMVLV): a) El territorio que abarca; b) El motivo de la alerta; c) Las acciones preventivas, de seguridad y justicia para enfrentar y abatir la violencia feminicida; y d) Medidas a implementarse para la reparación del daño. La AVGM ha permitido contar con investigaciones con un rigor casi científico (es informe

administrativo) sobre la situación que guardan las mujeres en diversas entidades de la república, mismas que han sido elaboradas por personas expertas provenientes de la academia y representantes de las instituciones (Conavim, Inmujeres, CNDH y representante de la instancia estatal de las mujeres), y que nos han llevado a identificar fallas estructurales que impiden a nivel nacional, asegurar el derecho de las mujeres y niñas a una vida libre de violencia y discriminación.

Instrumento internacional y nacional relativa a los derechos humanos de las mujeres utilizados en su mayoría en los informes de AVGM Prevenir, atender, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres, se torna en una obligación jurídica fundamental del Estado mexicano en su integralidad. Por tal motivo se citan en los distintos informes elaborados una gran cantidad de leyes, declaraciones y resoluciones de la Corte Interamericana de los Derechos Humanos; por ello, enumeramos sólo algunas de las leyes y declaraciones que nos han ayudado en fundamentar los informes: Ley General para la Igualdad de mujeres y hombres. Se publicó en agosto de 2006, tiene por objeto regular y garantizar la igualdad entre mujeres y hombres y proponer los lineamientos y mecanismos institucionales que orienten a la nación hacia el cumplimiento de la igualdad sustantiva en los ámbitos público y privado, promoviendo el empoderamiento de las mujeres. Ley General de acceso de las mujeres a una vida libre de violencia. Esta ley fue creada en febrero de 2007 como resultado de los compromisos que adquirió México en la convención de Belém do Pará y a las acciones propuestas en la convención de Beijing +5 y +10. Entre sus principales propósitos está: a) Desarrollar e integrar la visión o perspectiva de género en las políticas gubernamentales; b) Fomentar el conocimiento

y la observancia del derecho de la mujer a una vida libre de violencia, y el derecho de la mujer a que se respeten y protejan sus derechos humanos. En la ley se definen tipos y modalidades de violencia en contra de las mujeres: Tipos de violencia: violencia psicológica, física, patrimonial, económica, sexual, y cualquier otra forma análoga que lesione o sea susceptible de dañar la dignidad, integridad o libertad de las mujeres. Modalidades de violencia: ámbito familiar, laboral y docente, comunitaria, institucional, y violencia feminicida. Instrumentos Internacionales de protección a los derechos humanos de las mujeres: Convenio Internacional para la Represión de la Trata de Personas y la Explotación de la Prostitución ajena: fue proclamada por la Asamblea de la ONU en resolución 317 de 2 de diciembre de 1949 y entró en vigor el 28 de julio de 1951 cuya finalidad principal es la de reprimir la trata de personas y la explotación. Convención Sobre los Derechos Políticos de la Mujer: aprobada por la Asamblea de la ONU en Resolución 640 de 20 de diciembre de 1952, que recoge en sus 3 primeros artículos, los derechos fundamentales de la mujer en la esfera política, aprobado por Panamá. Convención Sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW): fue aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 18 de diciembre de 1979 entrando en vigor el 3 de septiembre de 1981. Con esta convención se dio un gran paso, al consagrar que la discriminación contra la mujer es una injusticia y constituye una ofensa a la dignidad humana. Convención Sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la mujer: contiene treinta artículos que consagran en forma jurídicamente obligatoria, principios aceptados universalmente y medidas para lograr que la mujer goce de derechos iguales en todos los aspectos. Es conocida como la “Carta Internacional de Derechos de la Mujer”, y ha sido ratificada por más de 100 países.

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“Los derechos humanos de las mujeres están basados en la necesidad moral de respetar la dignidad humana.”

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— José Gómez Huerta

Tania Escalante —

por Tania

“La democracia tiene la obligación de evolucionar para adaptarse a las nuevas realidades.”

Convención Interamericana Para Prevenir, Sancionar, y Erradicar la Violencia contra la Mujer: mejor conocida como “CONVENCIÓN DE BELEM DO PARA” que fue aprobada el 9 de junio de 1994 por la Asamblea General de Estados Americanos (OEA) y representa otro valioso instrumento jurídico para las mujeres, pues establece a nivel mundial, los parámetros legales en torno a la violencia contra la mujeres. Cuarta Conferencia Mundial de Beijing: ha sido una de las conferencias mundiales de mayor importancia que haya organizado la ONU, y la mayor de las conferencias especializadas en asuntos de la mujer, celebrada del 4 al 15 de septiembre de 1995 en Beijing, China.

Reflexiones y propuestas Los derechos humanos de las mujeres están basados en la necesidad moral de respetar la dignidad humana. Estos derechos deben ser reconocidos por todas las personas por igual y dicho reconocimiento debe ser real y fundamental. Esto es porque en la medida en que se reconozcan podrán ser defendidos. También deben ser respetados para poder efectivamente proteger la dignidad de las mujeres y para hacer que su realización sea posible. Siguiendo el pensamiento de Massini (1987: 138): “es la facultad de actuar, un permiso para obrar en un determinado sentido o para exigir una conducta de otro sujeto jurídico”. Así el derecho es el respeto, es la propuesta social del respeto. La tutela a su vez corresponde a cada persona, al Estado y a la comunidad internacional. Por su parte, los derechos de las mujeres deben ser constantemente promovidos o divulgados, esto es, para que sean dados a conocer sean elevados en todo sentido y así evitar que su violación. Cuando hablamos de la palabra derecho, hacemos hincapié en un poder o facultad de actuar, un permiso para obrar en un determinado sentido o para exigir una conducta de otro

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sujeto. La función general del derecho consiste en la creación de restricciones al ejercicio inicuo e ilimitado del poder. El derecho se realizará en aquel orden social en el que esté reducida al mínimo la posibilidad de abuso de poder, tanto por parte de los particulares como por parte del gobierno. El derecho surge cuando una persona reclama algo como su derecho, lo reclama como propio o como algo que se le debe. Los derechos humanos es un término mundial que se menciona sin aclaración conceptual en preámbulos de tratados internacionales, constituciones, resoluciones y recomendaciones de los órganos de Naciones Unidas, convenciones y leyes fundamentales. Implican prerrogativa, atribución o facultad de hacer o no hacer alguna cosa. El estudio de los derechos humanos se ha considerado como un tema imprescindible de toda constitución política y también de cualquier ordenamiento jurídico. Algunos autores, como Osuna Fernández-Largo (s/f: 32), han tratado de definirlos como: [...] un sector de la normatividad jurídica referida a valores de la persona humana en sus dimensiones de libertad, autonomía e igualdad de condición en la vida so-

Escalante Nava Intengrante de la organización civil Equis Justicia para Mujeres.

filosófico, el progreso se manifiesta cuando se cumplen los valores y mejoras en las condiciones de vida, ya que no todo cambio es progreso, pueden derivarse también junto con el cambio agrios retrocesos. “No queremos el cambio de estructuras por el cambio mismo, sino por el progreso en la realización de los grandes valores humanos. La persona misma, en su exigencia de realización integral, es la causa de los cambios sociales” (Basave Fernández del Valle, 1989: 358), palabras que nos guían en sentido abstracto a la idea de derechos fundamentales. Asumir y reconocer la problemática a la que se enfrentan miles de mujeres todos los días es un paso fundamental para visibilizar que no es normal que las mujeres vivan violencia en casi todos los ámbitos en los que se desenvuelven. Que tampoco es normal que la sociedad lo tolere, lo fomente y lo vea como un asunto privado. Y tampoco es normal, que las autoridades lo minimicen y no lo atiendan de manera prioritaria. La alerta de violencia de género contras las mujeres ha sido un mecanismo de protección de los derechos humanos que ha visibilizado el flagelo social del que son víctimas las mujeres en México. m

cial, que deben ser respetados en toda legislación. Su formulación es fruto histórico de una progresiva toma de conciencia de las exigencias sociales derivadas de la excelencia de la persona humana y que han sido enunciadas en declaraciones, leyes fundamentales, constituciones u ordenamientos como derecho fundamental. Estas normas exigen ser reconocidas en todo ordenamiento jurídico como exponente básico de su justicia.

Si bien este autor habla de un progreso en la toma de conciencia, la palabra progreso, del latín progressio, donde onis significa etimológicamente “hacia delante”, “acción de avanzar o de perseguir una cosa”, y como lo señala Basave Fernández del Valle, en un sentido

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Referencias Basave Fernández del Valle, A. (1989), Filosofía del derecho internacional, Ciudad de México, UNAM. Massini, C. I. (1987), El derecho, los derechos humanos y el valor del derecho, Buenos Aires, Abbeledo-Perrot. Osuna Fernández-Largo, A. (s/f), Teoría de los derechos humanos conocer para practicar. Salamanca-Madrid, San Esteban-Edibesa.

Aborto: la autodeterminación como delito. A diez años de su despenalización en la Ciudad de México

…la mujer ¿esconde la muerte o la vida?, ¿en qué piensa?, ¿piensa acaso?, ¿siente de veras?, ¿es igual a nosotros? Octavio Paz (1981). Introducción

E

l presente artículo pretende fijar postura y hacer un recuento, a diez años de la despenalización del aborto en la Ciudad de México. Sin embargo, también es una advertencia ante las embestidas conservadoras: por nosotras y por las que vienen. En ese sentido, no sólo se ha buscado traer a la mesa argumentos útiles para reforzar lo que una cree legítimo y justo, sino sobre todo aquellos que nos acercan a la realidad cómo ha sido y no precisamente como queremos que sea. Y en esa realidad, el cuerpo de las mujeres sigue perteneciendo al dominio público; donde todo el mundo —asumiendo lo grave de la generalización— se atribuye el derecho de opinar sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas. Se trata pues de un posicionamiento que resurge a la luz de los reiterados intentos por constreñir nuestras libertades, al tiempo que cada vez más de nosotras nos apropiamos y ejercemos nuestro derecho a vivir y hablar en primera persona.

Una mañana cualquiera, seis mujeres jóvenes sentadas a la mesa, desayunan mientras conversan sobre los últimos acontecimientos de su vida. Se conocen bien y a fondo. Será por la longevidad de su relación o por la complicidad en alegrías y penas. Aun así, hablan muy poco de ciertos temas cuando están todas reunidas. Entre ellas hay temas que sólo se abren cuando se reúnen dos, tal vez tres; pero difícilmente estando todas juntas. Se conocieron en los años noventas en la Ciudad de México, cuando el aborto todavía era delito —en cualquier momento del proceso de gestación. No obstante, cuatro de ellas abortaron en algún momento de su vida; todas antes de 2007, es decir, antes de la despenalización. ¿Por qué lo hicieron? Porque un embarazo no planeado ni deseado, cuando una mujer se encuentra a la mitad de sus estudios de licenciatura, constituye una grave complicación al desarrollo de su proyecto de vida.

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— Tania Escalante

“El aborto constituía la tercera causa de muerte materna en México.”

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Tania Escalante —

En fin, la respuesta breve y lógica es: porque así lo decidieron y porque pudieron hacerlo. ¿Cómo pudieron hacerlo?, ¿dónde lo hicieron?, ¿quién las asistió? A las cuatro, según narran en sus historias, las atendieron medicos; así, en masculino. No se autoprescribieron fármacos, no se lanzaron por las escaleras ni tomaron brebajes caseros. Las cuatro jóvenes mujeres de clase media —con lo chocante que suena el término— tuvieron acceso a médicos y centros hospitalarios donde les realizaron distintos procedimientos, ya sea por la vía de los fármacos o directamente con algún tipo de intervención. Una de ellas dice haberla pasado muy mal. La anestesiaron completa en dos ocasiones. El médico le dijo que la primera vez no pudo realizar el legrado porque el producto aún era muy pequeño, como un “limoncito”, le dijo. La segunda vez tampoco pudo. ¿Qué habrá sucedido en esas dos ocasiones que estuvo inconsciente? Ella no lo sabe ni lo recuerda. El tercer intento fue por medio de una pastilla. El médico la envió a casa y en el camino, le vino la hemorragia. Fue a parar al hospital de emergencia, a otro hospital. Una semana después, estaba de vuelta en la universidad. “Ustedes corrieron con suerte”, dice a las otras tres. ¿Y las demás?, ¿y las muchas otras que antes de 2007 se practicaron abortos clandestinos en condiciones insalubres, ante cualquier que prestara ayuda o personal médico con o sin calidad profesional?, ¿y las que ahora están muertas por no haber tenido los medios materiales necesarios ni los recursos personales, familiares o comunitarios para ejercer su derecho a decidir con libertad y sin culpa? Justo para evitar que otras corrieran la misma suerte, se introdujeron las reformas, como sostenía la exposición de motivos de la Coalición Parlamentaria Socialdemócrata que introdujera la iniciativa de ley en noviembre de 2006, pues de acuerdo con cifras del Grupo de Información en Reproducción Elegida (GIRE), el aborto constituía la tercera causa de muerte materna en México. Los argumentos

más destacados apuntaban al derecho a la salud, a la igualdad, a no ser discriminadas, a una vida libre de violencia y con base en el Artículo 4o. Constitucional, “a decidir de manera libre, responsable e informada, sobre el número y el espaciamiento de los hijos”. Se promovían abierta y legítimamente los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, como derechos humanos fundamentales. La reforma respondía al compromiso asumido por la izquierda capitalina —a la cabeza del Gobierno y de la Asamblea Legislativa desde 1997— con el movimiento de mujeres, del que había recibido apoyo reiterado durante toda la década anterior. En virtud de dicha relación, los grupos de feministas y de mujeres vivieron la reforma —y de hecho así fue— como una victoria propia; como resultado de sus propios avances y mejoras en materia de organización, construcción de alianzas y modos de intervención política (GIRE, 2009: 43).

El debate La respuesta conservadora no se hizo esperar. Un mes después de que fuera despenalizado el aborto en el Distrito Federal, a nombre y representación de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y de la Procuraduría General de la República (PGR), José Luis Soberanes Fernández y Eduardo Medina Mora Icaza, promovieron acciones de inconstitucionalidad ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ambos funcionarios se manifestaban a favor del derecho a la vida desde el momento de la concepción y en contra de las facultades de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) para legislar en la materia. Ante los argumentos esgrimidos por Soberanes y Medina Mora durante el proceso, es posible deducir que ambos se manifestaron en defensa del sistema y la cultura patriarcales y en contra de que las mujeres decidieran libremente.

Por ejemplo, destaca que entre sus argumentos no existió referencia alguna al cuerpo de las mujeres. ¿Será que a esos hombres/varones —aunque no a todos— les seguía pareciendo tan temeraria esa palabra? Mejor dicho, la idea completa: el cuerpo de las mujeres. La omisión resulta evidente. Entre una veintena de conceptos de invalidez esgrimidos por los titulares en turno de la CNDH y la PGR, no se hizo alusión alguna al cuerpo de las mujeres. De hecho, fue como si no existiera más allá de ser la entidad que guarda durante el proceso de gestación al producto de la concepción, pues como aseguraba Soberanes, “el derecho fundamental de la mujer para decidir de manera libre y responsable se ejerce antes de la concepción, a partir de este momento se generan obligaciones para la mujer y derechos para el padre progenitor” (Acción de Inconstitucionalidad 146/2007: 11) En ese sentido, al más puro estilo patriarcal pareciera que el derecho a decidir de las mujeres viola el derecho de los hombres. La referencia me lleva a recordar aquel párrafo de la Ética Nicomáquea de Aristóteles, donde se refiere a la injusticia contra uno mismo (así, en masculino) como injusticia contra el esclavo, el hijo o la esposa (Aristóteles, 2010: 11), como si esas otras personas fueran apéndices o propiedades del hombre/varón. En el discurso de Soberanes, la mujer embarazada ya no era dueña de sí misma, su albedrío se convertía en potestad del hombre/ varón e incluso del producto de la concepción. Para llevar las cosas un poco más lejos, el entonces titular de la CNDH que refería que “la maternidad libre y responsable no puede hacer nugatorio el derecho a la procreación del progenitor” (Acción de Inconstitucionalidad 146/2007: 8). Además de la gravedad que implica encontrar dicha idea en los argumentos del Ombudsman, nos encontramos ante una profunda confusión entre el derecho a una sexualidad libre y responsable, y la comprensión de la maternidad como derecho, capacidad física o función biológica.

La cereza en ese pastel sería la consideración de la procreación como derecho; cuando lo que constituye un derecho fundamental es la libre decisión sobre dicha capacidad biológica propia de todos los mamíferos vertebrados. En ese orden de ideas, la mujer que decidía abortar, violaba la garantía de igualdad del progenitor (así, en masculino), lo discriminaba por no tomarlo en cuenta. Se asumía entonces, que todas las mujeres embarazadas, se encuentraban junto al hombre con el que dieron origen al producto de la concepción. Y no resulta necesario abundar en la omisión de posibilidades no incluidas en el razonamiento del Ombudsman, como las mujeres que crían solas a sus hijos ante la negligencia del padre, las fertilizaciones in vitro o las parejas de mujeres lesbianas. En este momento, resulta más oportuno destacar el hecho de que, se concibe de antemano, la existencia de una pareja. Término constantemente repetido en la discusión de Soberanes, quien además se refería a la procreación como un derecho de ejercicio conjunto. Así, desde la perspectiva del ex Comisionado Nacional de Derechos Humanos, cualquier decisión relacionada con el producto deber ser tomada por ambos integrantes de la pareja. ¿Quiénes son ambos? Parece incluir únicamente a la pareja heterosexual, casada o unida, pero reconocida socialmente como estable y siempre con fines reproductivos. De lo anterior se establece que, como lo advertía Simone de Beavoir hace más de medio siglo, la mujer no tiene derecho a la actividad sexual fuera del matrimonio (De Beaouvoir, 1999: 182). Sobran argumentaciones como la anterior en el discurso del ex Ombudsman. De una manera que no es posible definir como cerrazón o ceguera, señalaba que “si se decidió procrear, no debe actuarse contra la procreación por la voluntad de una persona” (Acción de Inconstitucionalidad 146/2007: 8). Hay que desmenuzar la oración para cuestionarla más cómodamente. Evidentemente, “si se decidió

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procrear”, no se aborta. Las mujeres interrumpen embarazos justamente porque decidieron no procrear. La interrupción del embarazo se realiza justamente ante embarazos no deseados ni planeados, no “decididos”. El enunciado proseguía con la idea de que no debe actuarse “por la voluntad de una persona”. Entonces, ¿por la voluntad de quién?, ¿de todo el mundo, asumiendo la gravedad de la generalización?, ¿de la sociedad, las instituciones patriarcales, los hombres/varones en el poder?, ¿se trataba pues de que todo mundo interveniera y decidiera en una decisión tan íntima y fundamental para la vida de las mujeres? Íntima porque atañe al cuerpo y a la vida, fundamental porque todavía implica una transgresión a las normas, las costumbres y los patrones de conducta prevalente en el imaginario mexicano. Parecía que la pretensión de Soberanes consistía en que otras personas (o instituciones) tuvieran potestad sobre aquello que únicamente compete a las mujeres; y si, tal vez en última instancia también a la pareja, cuando existe una pareja y siempre de acuerdo con las negociaciones y los arreglos que únicamente pertenecen a las dos personas involucradas, según sea el caso que corresponda a cada tipo de relación. ¿Qué pretendía el Comisionado?, ¿trataba de hacer su aportación al sostenimiento del statu quo?, ¿buscaba seguir cubriendo su cuota a la resistencia del patriarcado como sistema dominante? Viene a colación lo que también ya apuntaba Simone de Beauvoir —aunque parezca añeja la referencia, no ha perdido vigencia—: “la intención de dominar es la más universal e irresistible que existe; entregar el hijo a la madre, o la mujer al marido, es cultivar la tiranía” (De Beauvoir, 1999: 255). Viene a colación justamente porque, en los tiempos en que la autora escribía, ya había pasado un siglo desde que la función reproductora no estaba “dirigida por el solo azar biológico, sino que era regida por las voluntades” (Heritier, s/f: 24).

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— Tania Escalante

En ese sentido, la capacidad reproductiva —que no el derecho a la procreación, si existe—, está determinada por la volutad de ejercerla, no se trata de una obligación, en ningún momento de la vida de una persona. Así el derecho de las mujeres a hacer su voluntad y a decidir sobre sus cuerpos, es contrapuesto en el discurso aún dominante —en el derecho y en la sociedad— con la expresión de una voluntad de control de la reproducción por parte de quienes no disponen de ese poder (De Beauvoir, 1999: 252). A decir de quienes combatían la despenalización del aborto, el derecho de las mujeres se opone también al derecho a la vida del producto y del proceso de gestación. Es así que los derechos de un “producto” y de un “proceso” habrían de prevalecer sobre el derecho de las mujeres. Y si aquellas se atrevieran a violar los derechos del producto y el proceso en el pleno ejercicio de sus libertades, habrían de imponérseles saciones más graves que aquellas calificadas de insignificantes por el ex Ombudsman mexicano. De esa manera, la pena o sanción prevista en el sistema normativo, no sólo se asumiá como castigo, sino incluso como venganza contra aquellas osadas que abusen de sus libertades para decidir como seres autónomos sobre sus vidas y sus cuerpos. Porque además de la potestad sobre el cuerpo de las mujeres, lo que parecía estar en juego y en medio del cuestionamiento, era la capacidad de decidir sobre el propio proyecto de vida; mismo que se anula ante la obligación de continuar con un embarazo no fue planeado. Cómplices del crimen —como los llamaron en algún momento los titulares de la CNDH y la PGR durante su defensa del derecho a la vida— serían la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, el sistema normativo a partir de la reforma y cualquier autoridad dispuesta a brindar servicios a las mujeres que decidieran interrumpir su embarazo. Al respecto, aseguraba el entonces Procurador General de la República, que las

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Tania Escalante —

disposiciones por él controvertidas, impedían “la existencia de un ser humano”, autorizando “actos tendientes a privar la vida a un ser humano”. Una vez más, se profundizaba en la confusión de términos: concepción como vida y embrión como persona. Confusión surgida, a simple vista, de la opinion personal de los funcionarios pues como posteriormente afirmaría la SCJN no existía en toda la legislación mexicana un referente en dicho sentido. Así como el discurso de Soberanes se acercaba a ideas tan antigüas como las de Aristóteles, el entonces procurador parecía rememorar a Tertuliano, quien en su Apología, se refería a la prohibición del asesinato bajo cualquier forma: “ni siquiera se nos permite destruir el feto en la matriz en tanto la sangre fluya para formar un ser humano” (citado en Hurst, 1992). Y es que el derecho sigue prendado de conceptos anclados en la antigüedad griega y romana, tanto como el resto del pensamiento humano. Por su parte, Medina Mora equipaba el concepto de edad con las etapas del proceso de gestación, asegurando que se discriminaba al embrión que no había alcanzado las doce semanas de desarrollo biológico. En tal sentido, y suponiendo que dicho embrión atravesara todo el proceso que lo lleva al nacimiento, sin las condiciones materiales, sociales, incluso emocionales necesarias para desarrollarse plenamente como persona, ¿estaban las instituciones dispuestas a proveerle de todo aquello que la madre no estaba lista para darle? Quizá el entonces procurador ni siquiera se detuvo a considerar lo anterior, dado que sus argumentos eran más cercanos a ideas de las culturas “madres” —valga la palabra— de la civilización occidental que a los derechos humanos. En corcondancia, la maternidad era equiparada con un derecho natural, una gracia divina, un deber hacia la humanidad. En tal caso, la naturaleza de la mujer se limita fundamentalmente a su función reproductiva. Como lo explica Celia

Amorós, “en la ideología patriarcal, para la mujer la naturaleza es norma y debe ajustarse a esa norma en la medida en que la cultura ha decidido que para ella lo sea, constituyéndose así en norma de la norma” (Amorós, 1985: 163). De manera que se ha pretendido y se pretende evitar que las mujeres transgredan la norma, siempre sobre la amenaza del castigo: moral, social, cultural, religioso y sobre todo legal. Y si, por encima de la amenaza, la culpa y el chantaje, las mujeres se atreven a ser y hacer cosa que no corresponda a lo que se ha dado como su naturaleza, serán consideradas malas, inmorales, brujas, putas, por decir lo menos. Referencias de ello pueden encontrarse en escritos de no pocos ideólogos y filósofos del pensamiento occidental. Entre ellos, el revolucionario Rousseau, quien en su Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres (varones europeos) consideraba: “fácil ver cómo la moral del amor es un sentimiento ficticio, nacido del uso de la sociedad y elogiado por las mujeres con mucha habilidad y deseo de establecer su imperio y convertir en dominante al sexo que debía obedecer” (Rousseau, 2007: 72). ¿Obedecer a quién? A los hombres/varones, a la familia, la iglesia, la comunidad, la sociedad en sentido más amplio y a la naturaleza como norma; es decir, a la maternidad como fin único y exclusivo de las mujeres. Y no se trata de asegurar que no existan mujeres dispuestas a entregarse con convicción hacia esas obediencias —argumento que tiene sus propios matices y que no abona mucho al presente artículo—, sino de garantizar el ejercicio pleno de un derecho y la provisión de todos los medios para ejercerlo. En cuanto al derecho a decidir, el entonces procurador lo adjudica a hombres y mujeres por igual. Hasta ese punto le acompaña la razón. Sin embargo, resulta curioso que con tal derecho se refiere solo al número de hijos que se desee tener; es decir, tener o no tener hijos no es la cuestión. La libertad para decidir se refiere solo al número. Y aunque no es posible asegurar lo

que el político pensaba; su discurso es útil para hacer evidentes los razonamientos detrás de las iniciativas opuestas a los derechos reproductivos. En este caso, por aparición y por omisión, el discurso da por sentado que los hombres y las mujeres desean tener hijos. El derecho a decidir libremente se limita el número y el espaciamiento entre ellos. Se trata pues de una idea —personal, de grupo o incluso de clase— que pretende ser extendida a todo en entramado social. En virtud de dicha ideología y con el objeto de hacer prevalecer en la cima de la estructura a un grupo dominante, se promueve —con argumentos más moralizantes que jurídicos— el derecho a la procreación y la descendencia de los hombres, dentro de una cultura que difícilmente los enseña u “obliga” —como se hace con las mujeres— a ser “buenos padres”. He ahí, como reconocía el propio Rousseau, la doble cara de la política con respecto a la moral, de utilizar una u otra rama de la misma para su finalidad (Rousseau, 2007: 72). Desde esa perspectiva, la interrupción del embarazo no sólo violaba los derechos de los hombres progenitores —de hecho y en potencia—, sino también los de aquellos servidores del sector salud del Distrito Federal que dada su función pública se encuentran obligados por ley a interrumpir embarazos en casos de emergencia. Situación ante la cual las y los médicos habrían de tomar la decisión de salvaguardar la vida de las mujeres. Pareciera ser que el problema radica en que esta situación esté prevista en la ley, escrita y convertida en hecho público y derecho garantizado. Entonces, los derechos a la vida y a la salud de las mujeres, entran en conflicto con el derecho a la objeción de conciencia de los prestadores de servicios de salud; derecho este último, que se pondera por encima de la emergencia médica, calificando el acto como privación de la vida. Una vez más parece ser que los derechos de las mujeres entran en conflicto con los de los demás.

En otro momento, el discurso del ex procurador Medina Mora se refiere a la igualdad ontologica y jurídica entre todos los seres humanos, asegurando que “el joven no es más persona que el adulto mayor, ni que el embrión implantado, ni que el niño, ni que el que tenga capacidades diferentes” (Acción de Inconstitucionalidad 146/2017 y su acumulada 147/2007: 47). Resulta particularmente llamativo el hecho de que se pronuncie únicamente en masculino, ¿se refiere entonces solo a la igualdad entre varones? Y no es que se esperaba —aunque debería ser— que el funcionario utilice un lenguaje incluyente y con perspectiva de género. Sin embargo, destaca el hecho de que omita referirse a las mujeres —jóvenes, adultas mayores, niñas, mujeres con capacidades diferentes. Sobre todo porque desde una perspectiva fundamentalmente discursiva, dicha inclusion le habría proporcionado peso a su argumento, atendiendo al objeto y fin de lo que el promovente pretendía destacar: la igualdad en la diferencia. Finalmente, para cerrar el análisis sobre los argumentos de Medina Mora, destaca el lenguaje utilizado en el último párrafo de su defensa sobre la inconstitucionalidad de las reformas; donde se refiere a la eliminación del producto de la concepción y advierte que las reformas facultan a instituciones y servidores públicos a cometer un crimen. No es extraño que un procurador hable de crímenes, lo grave tiene que ver con la certeza condenatoria de sus alegatos y la subjetividad de sus argumentos. Es decir, ¿basa sus consideraciones en la justicia, en los derechos o en la moral? Si se recurre a conceptos marcados por subjetividades, diferencias ideológicas y connotaciones religiosas como la moral pública, ¿quién puede atribuirse el derecho a definirla y protegerla? Probablemente sólo se puede aspirar —desde el sistema jurídico— a definir lo que es delito y lo que no; a reconocer la validez y exigir la garantía de nuestro derechos, pero

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“El derecho fundamental de la mujer para decidir de manera libre y responsable se ejerce antes de la concepción.”

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— Tania Escalante

“Si se decidió procrear, no debe actuarse contra la procreación por la voluntad de una persona.”

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¿existen derechos más humanos, más justos o más legítimos que otros?, ¿depende su legitimidad de la persona o conjunto de personas a la que hacen referencia? Por supuesto que no. Se trata en todo caso de asegurar en la medida de lo posible, que cada persona tenga acceso a las garantías y los medios necesarios y disponibles para vivir con dignidad. En ese orden de ideas, el derecho que habría de prevalecer no sería el derecho a la vida, sino el derecho a una vida digna. Derecho sobre el que habría mucho que abonar tratándose de las mujeres, así como de las niñas y los niños nacidos vivos. Con toda razón, sin detenerse mucho en la discusión sobre el origen de la vida humana, la Corte apuntó hacia los derechos que la reforma buscaba salvaguardar: la vida, la salud, la libertad, la dignidad, la autonomía y la autodeterminación de las mujeres. Aunque no tiene sentido reproducir la totalidad de los argumentos de la SCJN para echar abajo los intentos de la CNDH y la PGR —durante el proceso de controversia— por introducirse en las decisiones sobre las vidas y los cuerpos de las mujeres, resulta de gran utilidad rememorar algunas ideas que reflejan en mayor medida el espíritu de la sentencia. Para comenzar, tuvo gran valor la referencia de la Corte al supuesto derecho a la procreación, reconociendo que “presenta enormes dificultades a la hora de reconocer su ejercicio”. Asimismo, el Tribunal reconoce la existencia de una asimetría original entre “la posición de la madre y el padre potencial de un modo que justifique la invalidación de la regla general que le permite la toma de la decision a la madre potencial”. En un sentido aún más progresista, la Corte distingue entre libertad sexual y la libertad reproductiva, cuestionando el argumento de los promoventes en el sentido de que “parecen subsumir la primera en la segunda y por tanto ignora que la protección de los derechos básicos de las personas incluye dimensiones de la sexualidad que nada tienen que ver con […] la cuestión de tener o no tener descendencia”.

Así, vincula la no penalización del aborto con la libertad de las mujeres para decidir su cuerpo, su salud y su vida. Igualmente, en tanto reconoce el aborto como problema de salud pública, plantea que la imposición de penas reafirma la discriminación de las mujeres, pues penalizar la conducta sería utlizar al derecho penal como herramienta simbólica de venganza ante un comportamiento considerado “inmoral”; advirtiendo que “no es posible jurídicamente sostener la existencia de conductas malas en sí mismas, sino solo conductas prohibidas”. Sobre el derecho a la vida, la Corte evita disertaciones naturalistas y se sostiene sobre una base jurídica, reconociendo que “ningún instrumento internacional de derechos humanos aplicable en el Estado mexicano reconoce el derecho a la vida como un derecho absoluto, ni exige un momento específico para el inicio de la protección de ese derecho”. En el marco del sistema jurídico mexicano, el Tribunal destaca que “[…] la Constitución no reconoce un derecho a la vida en sentido normativo, pero establece que una vez dada la condición de vida, existe una obligación del Estado de promocionarla y desarrollar condiciones para que todos los individuos sujetos a las normas de la Constitución aumenten su nivel de disfrute y se les procure lo materialmente necesario para ello” (Acción de Inconstitucionalidad 146/2007 y 147/2007: 173). Así, quince meses después de iniciada la discusión, nuestra generación tuvo la oportunidad de atestiguar la toma de una de las decisiones más avanzadas en la materia; sustentada en razonamientos lógicos, jurídicos, pero sobre todo garantistas. Asimismo, destaca por parte de la Corte, el reconocimiento pleno y abierto de las condiciones de inequidad y desigualdad en que vivimos las mujeres; y el compromiso público asumido al sentar un precedente jurídico, pero también político y social de tal magnitud.

Un intento de conclusión y muchas interrogantes más Dice la cultura patriarcal que no existo. / Yo digo: existo y siempre he existido… Lilly Wolfensberger Sherz

La pregunta más importante se refiere a lo que necesitamos nosotras para el disfrute pleno de todos nuestros derechos, así como a todo aquello social, cultural, política y económicamente necesario para garantizarlos. Es decir, lo que necesitamos son cambios; no un solo cambio, sino una diversidad de pequeños cambios que den lugar a una transformación profunda y real. Una transformación precisa de congruencia entre los cambios pequeños con el gran cambio de se pretende lograr. A lo que Celia Amorós se refiere como coherencia totalizadora de un proyecto emancipatorio. Un proyecto ético radical (Amorós: 238) donde la teoría y la ética feminista cobran un lugar fundamental: donde “lo personal es político”.01 Esto significa que en el camino al reconocimiento de facto —más allá de los actos puramente discursivos, los actos fallidos y los actos fingidos—, una premisa básica consiste en que las mujeres, sobre la marcha, seamos capaces de hacer la revolución en nuestras vidas y cuerpos. Aún cuando se reconocen las marcadas diferencias de acceso, recursos y subjetividades entre nosotras: en contextos urbanos y rurales; en el norte y en el sur; en la etnia y en la raza; en los límites de la probreza y entre las distintas clases. Esto implica extender la mirada a territorios más lejanos y reconocer nuevas miradas desde distintos lugares. Rebasar los conceptos del universalismo liberal que en nombre de la igualdad, niega la equidad, y del relativismo cultural que en nombre del derecho a la diferencia, justifica la exclusión y marginación de las mujeres (Hernández, 2008). ¿Hacia donde caminar?, ¿desde donde partir 01 � Máxima feminista desarrollada por Kate Millet en su libro Sexual Politics (1970).

cuando en la realidad tales derechos siguen constituyendo para muchas una falacia; para otras una promesa inalcanzable, para otras más un concepto ininteligible; para todas, una deuda del Estado? Pues incluso si las mujeres acceden cada vez más a espacios de poder anteriormente vetados, sigue habiendo un ambito masculino reservado, en la política, lo religioso, las empresas, etcétera (Heritier, s/f: 72). Hay que escapar al dilema del/la oprimido/a, en virtud del cual las reivindicaciones de igualdad frente al sistema de dominación patriarcal, son integradas al propio sistema hasta perder significado, mientras las reivindicaciones de diferencia condenan a la marginación (Amorós, 1985: 251). Esto significa dejar de vernos y de ver a las demás como víctimas, como las únicas víctimas al menos; aún cuando todo el sistema, su estructura y sus códigos, fueron elaborados por los varones, siempre buscando su propio beneficio y “definiendo la condición femenina bajo una forma que resulta para los dos seres una fuente de tormentos” (Amorós, 1985: 251). Se trata de comprender que la sociedad podría haber sido otra cosa para poder explicarla y mucho más para cambiarla. Comprender que podría haber sido otra cosa para comprender por qué es como es (MacKinnon, 1989: 49). Vislumbrar la posibilidad de que este statuo quo puede ser otro, incluso a través del derecho o a pesar de él. Dejar de ver al Estado gigante y a la ciudadanía enana pues justamente parte de esa ciudadanía —sobre todo mujeres, pero también algunos hombres— luchó durante tres décadas para que nuestro derecho a decidir sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos, esté garantizado por ley al menos en algunos casos, y poderosamente respaldado por una de las resoluciones judiciales más paradigmáticas y progresistas en la historia de México. Más aún si consideramos que se trató de una 02. Un ejemplo es la de Luis de la Barreda sobre la violación como el acto de violar la libertad de amar, atando la idea de sexualidad a la del amor romántico (De la Barreda, 2012:14).

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decisión sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas como seres sexuales; sobre nuestra libertad para ejercer nuestra sexualidad dentro o fuera del matrimonio, desvinculada de la capacidad reproductiva y de la procreación como fin único del acto sexual. Como pretendía Marcuse, tal vez Eros sí pueda convertirse en el territorio de la libertad (Capote, 2009). Y aún cuando sigamos enfrentando concepciones naturalistas y casi teológicas sobre nuestros cuerpos,02 siempre habrá mujeres en todo el país, con o sin despenalización, que ejercezan su derecho a decidir. El reto sigue estando en evitar que mueran o que sean criminalizadas —incluso cuando los abortos son accidentales— y después encarceladas por haber ejercido su legítimo derecho a la autodeterminación. m

Referencias Acción de Inconstitucionalidad 146/2007 y su acumulada 147/2007, relativa a la despenalización del aborto hasta las 12 semanas de gestación (2008), Ciudad de México, Suprema Corte de Justicia de la Nación. Amorós, C. (1985), Hacia una crítica de la razón patriarcal, Barcelona, Anthropos. Aristóteles (2010), Ética Nicomáquea. Libro V: De la Justicia, Ciudad de México, Porrúa. De Beauvoir, S. (1999), El segundo sexo. V. La mujer casada, Buenos Aires, Sudamericana. Grupo de Información en Reproducción Elegida (2009), Constitucionalidad de la ley sobre aborto en la Ciudad de México, Ciudad de México, GIRE. De la Barreda, L. (2012), ¿Qué es esta monstruosidad?, Ciudad de México, Cal y Arena. Heritier, F. (s/f), Masculino/Femenino. El pensamiento de la diferencia, Barcelona, Ariel. Suárez, L., y R. Hernández (2008), Descolonizando el feminismo. Teorías y Prácticas desde los márgenes, Madrid, Cátedra. MacKinnon, C. (1989), Hacia una teoría feminista del Estado, Madrid, Cátedra. Muñiz, E., y P. Ravelo (comps.), (2009), Lo personal es político. Del feminismo académico a la presencia pública, Ciudad de México, Ediciones y Gráficos Eón. Rousseau, J.-J. (2007), Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres, Barcelona, Folio.

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por J. Gerardo E. García

Dobarganes* y Mónica Elivier Sánchez González * Consultante médico especialista, profesor de la academia americana de pediatría, profesor de posgrado por la UNAM, UAEM-MOR y por la Universidad de Guanajuato.

Observaciones y ejercicio de los derechos de los niños en las sociedades periféricas

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Introducción Por qué se observan y ejecutan de manera diferente los derechos de la niñez en una periferia, en el entendido que son los mismos principios en los centros. La diferencia suele ser tan profunda que parece que, en las periferias, el ejercicio de los derechos de las niñas, niños y adolescentes atenta contra ellos. Porque se convierte en un reflejo de las contradicciones entre las condiciones de la sociedad, las condiciones estructurales del Estado y las demandas propias hacia donde apuntan los derechos de las niñas, niños y adolescentes. A partir de esta paradoja emerge la necesidad analítica de aproximarse a los marcos legales ya establecidos para conseguir un ejercicio efectivo de respeto, garantía, promoción y protección que sea compatible tanto con los instrumentos internacionales, nacionales, es decir, que en este último se diseñen y logren procesos de armonización legal que observen las diferencias entre el horizonte de expectativa en el que se diseñan los derechos a nivel internacional y las condiciones institucionales a nivel nacional. A ello deberá sumarse el conocimiento multidimensional de los problemas de la infancia. Una vertiente es pensar en el modelo de políticas públicas que se avoque a la problemática de la infancia para que considere un modelo de gestión interdisciplinario e interinstitucional. Para lograr que la aplicación y la percepción de los derechos en la periferia se igual que en las sociedades no periféricas independientemente de los modelos culturales o de las raíces culturales que priven en cada uno de ellos. Porque antes de la cultura están las condiciones estructurales que definen a las sociedades (Luhmann, 2008).

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“El concepto de niño responde a una construcción de sentido social.”

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La propuesta del artículo observa en el Estado-nación la figura central que asume su responsabilidad en dicha materia. En este sentido, el interés es observar cómo en la administración y gestión del Estado puede encontrarse una manera de intervenir los contextos de exclusión de manera focalizada. Cuando por focalización se entiende la construcción de límites que determinen muestras representativas para conseguir entradas de comprensión para el entramado estructural de las dinámicas de exclusión. Los análisis son exploraciones teóricas cuya función es redimensionar la manera en que puede leerse la brecha entre los centros y las periferias de la sociedad moderna. Asumimos en un principio que el lugar desde el que analizamos es el Estado que aquí se observa como la organización por antonomasia de la modernidad, donde se acoplan los sistemas de la política, el derecho, la economía (Luhmann, 2010; Luhmann, 2002; Luhmann, 2007). Su función es replicar las expectativas de la modernidad, por la toma de decisiones vinculadas acopladas estructuralmente con las premisas de legalidad al ejercicio legítimo de esa toma de decisiones. Por lo tanto, es una manera particular de aproximarse a las diferencias entre centros y periferias, para redimensionar la función de las políticas públicas como un pool de decisiones que se instrumentan desde las organizaciones del Estado para redimensionar la ortogonalidad entre la sociedad y su entorno. Las reflexiones consideran un contexto sociohistórico que ilustran la manera en que observamos el contexto mexicano en el que se aplican los derechos de las niñas, niños y adolescentes. En un segundo momento se analiza la manera en que el Estado mexicano construye puentes de conexión con la sociedad a través de la administración y la gestión pública. Aquí se juega lo que es determinante para la toma decisiones en aquello que construyen como problemas que aquejan a la sociedad.

Se presentará una intersección entre respetar, garantizar, proteger y promover los derechos de las niñas, niños y adolescentes en el contexto de marginalidad en el caso mexicano. La relación entre políticas públicas y ejercicio pleno de los derechos de las niñas, niños y adolescentes nos lleva a proponer que las políticas públicas son un camino transitable para conseguir ese objetivo. Sin embargo, se asume que no son el único camino y tampoco que pueden considerarse como la vía absoluta para conseguirlo. Por este motivo se convierte en la herramienta frontera para observar la marginalidad con la que se enfrenta la infancia en México y la gran ambición depositada en los derechos de las niñas, niños y adolescentes. El tercer momento problematizará la manera en que un tercero es el intermediario para la observancia y garantía que posibilite que los niños puedan ejercer sus derechos. En el entendido que la interpretación del tercero es un regulador del acceso y esto los hace vulnerables en términos de los procesos de conocimiento y acceso. Cuando la máxima de los derechos de niñas, niños y adolescente: “el interés superior de la niñez” (Ley de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, 2014, artículo 2) como el eje rector para la toma de decisiones en esta materia.

Contexto socio-histórico Estado mexicano y derechos de niñas, niños y adolescentes El contexto socio-histórico mexicano se construye a partir de tres ejes desde los que se propone una revisión sobre las diferencia entre las condiciones estructurales del país y las dinámicas que acentúan la diferencia entre las bases de la función de los sistemas y las condiciones estructurales que posibilitan su reproducción. En esta dirección, el primer registro es la condición

estructural mexicana que determina las prácticas sociales ensambladas en sus estructuras de reproducción. El segundo plano son los derechos orientados hacia las niñas, niños y adolescentes en un contexto amplio, es decir, desde la firma de la Convención de los Derechos del Niño que México de la ratificación en 1990, la Ley para la protección de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes en 2000. En el marco constitucional se encuentra la modificación del artículo 4º que incorporó la noción de sujetos de derecho reconociendo que los niños y niñas son titulares del derecho a la satisfacción de sus necesidades de salud, educación y sano esparcimiento (Constitución Política de los estados Unidos Mexicanos, 24-02-2017, artículo 4º). Al tiempo que estableció que los ascendientes, tutores y custodios tienen el deber de preservar estos derechos, mientras que al Estado le corresponde proveer lo necesario para propiciar el respeto a la dignidad de la niñez y el ejercicio de sus derechos. A partir de aquí dio pauta para la emisión de la Ley para la protección de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. El objetivo era garantizar la tutela y el respeto a los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución y establecer los principios con los cuales el orden jurídico protegerá y garantizará tales derechos. El fin de este contexto es observar la disparidad entre los criterios jurídicos respecto de los contextos a los que apunta, cuando esta lejanía impera entonces se observan los límites para su ejercicio. Uno de ellos es el acceso, ya que no se generan las condiciones para que quienes son sujetos de derechos conozcan las leyes que los protegen. Otro es la interpretación que se le da a estos derechos que se concentra en el sistema de derecho y en los abogados que se especializan en la materia. Cuando esto impera, se fomenta el desconocimiento. Si observamos a sujetos de derecho que conocen los instrumentos, cuando se someten a procesos

para ejercerlos, entonces la tendencia es a crear condiciones donde la vulnerabilidad disminuya, ya que tienen conocimiento de los instrumentos que los amparan. Al contrario, en las periferias, los procesos jurídicos para la restitución de los mismos pueden exponerlos a condiciones de vulnerabilidad, debido a que el desconocimiento de sus derechos y la interpretación que los especialistas hacen puede producir incertidumbre respecto de las alternativas que pueden tomar. Cuando la vulnerabilidad se presenta, los marcos jurídicos resultan endebles para el resguardo efectivo de los derechos. Pensemos en la familia como uno de los núcleos de organización y resguardo.01 La estructura no es la misma, primero entre los centros y las periferias de la modernidad, está variación en el caso de México establece diferencia entre los distintos segmentos sociales que podemos distinguir a partir de sus acceso a la educación, de las prácticas que tienden más o menos a la reproducción de violencia estructural, por ejemplo a la disparidad en la construcción de roles sociales, de trayectorias de vida que desde la niñez los colocan y obligan a reproducir observaciones que determinan el desconocimiento o un conocimiento sesgado, en este caso de los derechos de niñas, niños y adolescentes. La descripción de las condiciones que determinan en las periferias la reproducción de la sociedad y la construcción de los accesos a la misma, en términos de la construcción de la individualidad, la personalidad, las subjetividades y los roles sociales, expresan una imposibilidad evidente para el ejercicio de los derechos, algunas plasmadas en la recomendaciones a México en el Comité de los Derechos del Niño. Por ejemplo, se le recomienda la adopción de medidas necesarias para la armonización federal y local

01� La otra organización de resguardo es el propio Estado.

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de conformidad con las legislaciones internacionales, para fortalecer leyes, designación de presupuesto. Ambas están orientadas a grupos con altos grados de vulnerabilidad. Al pensar en la legislación se propuso la creación de un sistema integral para la garantía de niñas, niños y adolescente, con vinculación y alineación con el Plan de Desarrollo, en particular para el desarrollo con políticas públicas que atiendan de manera específica cada etapa de vida del ciclo de vida de la población (La agenda de la infancia y adolescencia, 2014-2018: 5). Este sistema integral de garantía de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, se relaciona con el Pla de Desarrollo que menciona: “Se buscará garantizar los derechos de la infancia a través de un mejor diseño institucional y programático, además del incremento de la invención en el bienestar de los más pequeños, de acuerdo con el principio del interés superior del niño establecido en la legislación internacional y nacional”. Las recomendaciones ilustran la brecha entre las aspiraciones resguardadas en la formalidad del derecho y la lejanía para su ejercicio efectivo. Desde la perspectiva teórica luhmanniana el Plan Nacional de Desarrollo es un programa que se formaliza en la organiza estatal para determinar las maneras en que pueden producirse decisiones vinculantes. En particular, aquellas que permiten reducir la ortogonalidad entre los sistemas parciales, los problemas de la sociedad que determinan los propios y la distancia que hay entre las formalizaciones que se hacen de ellos y las formas en los entornos de la sociedad los reproduce. Los programas contienen premisas de decisiones que de manera generalizada tienen la función de orientar en un amplio espectro la toma de decisiones. El otro eje de contextualización responde a las acciones que el Estado diseñó en el marco del desarrollo de los derechos de niñas, niños y

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adolescentes, entre las décadas de los noventa y el año dos mil. El interés se debe a que consideramos que a la par de los trabajos legislativos en códigos, normatividad y reglamentos, están las acciones diseñadas por el Estado para intervenir las brechas de desigualdad, discriminación, marginalidad, exclusión en las niñas, niños y adolescentes. Primero la creación de instituciones especializadas en promoción y protección de los derechos de los menores de edad (juzgados y fiscalías de la familia, etcétera). Las líneas de acción que el gobierno ha tomado para lograr los derechos de niñas, niños y adolescente, se enmarcan, en el objetivo 2 del Plan Nacional de Desarrollo a través de seis estrategias que cumplen sobre la ratificación de los tratados suscritos en la materia, considerando la no discriminación, el interés superior del niños, la supervivencia, el desarrollo y la participación. El objetivo es el de cotidianizar la relación entre gobierno y sociedad para el ejercicio pleno de derechos de niñas, niños y adolescentes. A partir de líneas de acción se busca la coordinación, operación y el establecimiento de protocolos de operación para que confluyan los esfuerzos de las instituciones para conseguir la transversalidad en las acciones: equidad de género, disminuir las brechas regionales, en salud, en acceso a los servicios básicos que proveer el Estado, fortalecimiento de la participación de la ciudadanía apuntando a la cohesión social, gestión de proyectos, transformación de las gestiones de vida. La propuesta de este contexto histórico remite, en particular a la primera década del 2000, a los elementos que se han seleccionado se vuelvan las leyes que orientan la toma de decisiones enfocadas a las niñas niños y adolescentes, porque es el punto de partida para delimitar los marcos que hacen posible su ejercicio efectivo. Desde ellos se observa una distancia entre las directrices generales que marca el

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sistema de derecho, tanto del derecho internacional público como el derecho nacional. Este último acoplado con el sistema de la política a través del Estado, respecto de los contextos en los que están inmersos los niños.

Administración y gestión pública en materia de derechos de niñas, niños y adolescentes El eje primordial son los derechos de niñas, niños y adolescentes, en particular de las observaciones finales que hace el comité de los derechos de los niños de la ONU. Las políticas deben garantizar que en la periferia y no periferia se apliquen de manera equitativa y que aspire a la igualdad lo observado en la ley general de niñas, niños y adolescentes. Se establece la diferencia entre periferia céntrica y periferias/periférica, los puntos de separación entre ambas parten de la introducción de recursos estructurales, tales como el peso que se le concede a los segmentos o estamentos, la disposición geográfica como una condición de centralidad o periferia. La condición periférica no solamente puede observarse como una disposición total en la sociedad en condición moderna. Por lo tanto, aquí proponemos una forma de diferenciación interna a las periferias, periferias con tendencia a los centros y periferias con tendencias a acentuar más su condición periférica. La política pública debe considerar la diferencia territorial, las condiciones demográficas de la población, las condiciones de infraestructura, el diseño de aparatos legales que en el marco federal tengan resonancia a nivel local, colocar las necesidades de la población en el contexto que la población pueda significar como propio, asumir la intervención plural de saberes y actores para la atención. El diseño de la política pública debe conservar

las condiciones específicas por cada segmento al que va diseñada, para que así se ejecuten. El principio es la participación para que vaya más allá del precepto legal de obligatoriedad o de demanda poblacional y se convierta en un instrumento que consiga la integración efectiva del Estado y la población. En este sentido proponemos una nueva forma de focalización, dónde además de las coordenadas desde las que se definen a los beneficiarios, también se ejecuten diagnósticos que observen las condiciones particulares que las caracterizan. En el caso de los derechos de niñas, niños y adolescentes, no es suficiente la idealización del menor que los orientan. Más bien, desde ese horizonte, establecer acciones que contribuyan a disminuir la brecha entre las expectativas para el ejercicio de sus derechos y las condiciones donde están inmersos. En este sentido, la implementación de políticas sociales integrales, consideran como un elemento relevante la apropiación de quienes son beneficiados, en este caso, de quienes tienen la tutela de las niñas, niños y adolescente. Uno de los resultados de esta propuesta es la participación o asistencia social como acciones generalizadas para conseguir el ejercicio de los derechos, cuando por asistencia social (producto de la instrumentalización desde la política social) se entiende la construcción y generalización de la “ayuda” que el Estado presta a los miembros de la sociedad, al individuo, para garantizar el privilegio de sus derechos básicos a través de programas y políticas, y donde la retribución está en la propia capacitación de los beneficiarios. La participación activa tiene que estar articulada con todos los factores que generan o asientan las bases de la política social. La participación articula con mayor profundidad los objetivos de las políticas sociales porque contribuye a procesos de apropiación que producirían resonancias en las comunidades a las

que se dirige, más allá de estrategias del Estado. La brecha entre los órdenes de la organización estatal y las organizaciones que en torno a la política pública se generan, pueden intervenir para acortar la brecha. Políticas públicas con reglas de operación de los programas que desde ahí contribuya a determinar los contextos particulares de los niños, pensamos en regiones con un componente étnico importante, donde hay niños que dada la situación de su contexto se ven obligados a trabajar para sostener a sus familias, de niños que están en casas de custodia. Asistencia social: uno de los resultados de las políticas públicas que han sido diseñadas para el ejercicio de los principios básicos en el marco de los derechos de los niños en la constitución, a raíz de la modificación de 2014: a) Prestación de servicios de salud; b) De la garantía de acceso a la educación; c) Del derecho de libre tránsito; y d) Del derecho a la identidad y a ser considerado un sujeto de derecho. En materia de salud, el programa de vacunación es obligatorio para todo niño que esté en el territorio nacional, otro ejemplo, está en el sexenio de Calderón cuando se obliga al Estado a proveer de servicios de salud a todos los nacidos en el estado y los eleva a nivel Constitucional, a través del Seguro médico (actualmente Seguro Médico siglo XXI), la ampliación del cauces que permite el acceso casi irrestricto a servicios de salud en la república independientemente de si hay o no una filiación de salud. Por ejemplo, en el caso de los servicios de salud, a partir del sexenio de Calderón se observó la necesidad de reconocer en los menores de 5 años un grupo altamente vulnerable y entonces rediseñar la política de salud, a través de políticas públicas se les otorgue certeza de atención en el caso de las enfermedades más frecuentes ara ese grupo de edad.

El intermediario entre los derechos de niñas, niños y adolescente y el Estado La función que tienen los intermediarios es relevante porque el Estado deposita en el tutor la custodia, patria potestad de un menor, a partir de ello el menor accede a los derechos dentro de la legislación que para ello se contempla. En buena medida, también, el entendimiento de los derechos la hacen ellos. El Estado define, en términos de concurrencia, de las entidades federativas quien tiene la figura del intermediario de manera general y en marcos específicos. Ser depositario de la figura de los derechos de los menores es competencia del Estado a través del análisis del entorno que rodea al menor, define quién o quiénes son los actores más capaces para preservar de manera integral las condiciones que permiten un desarrollo pleno bajo el concepto del privilegio del interés superior de la niñez. Los problemas están primero en la concepción del intermediario, por la falta de criterios que deben de considerarse para designar a la persona o a la institución para resguardar a los niños. La diferencia entre los centros y la periferia están en criterios claros, precisos, legislados, que definan la figura jurídica necesaria para convertir a un individuo en un depositario e intermediario de la tutela de los derechos del menor. A diferencia de las periferias donde ligado al poco acceso a la información y a la no definición basada en las particularidades de los segmentos, sin alejarse de la estructura jurídica base, de los requisitos que debe de tener quien funge o fungiría como intermediario o depositario de la responsabilidad. Cuando en las periferias no hay criterios claros hay consecuencias inmediatas. Por ejemplo, la definición de quién y cómo va a fungir como intermediario o depositario de la tutela de los derechos del menor es incierta,

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responde a criterios particulares de interpretación que responde a criterios específicos del segmento. La mayoría de las veces sin tomar en cuenta el fenómeno del allanamiento del derecho objetivo, para privilegiar el interés superior del menor ante los usos y costumbres de la periferia. Esto importa aplica también para los tomadores de decisiones. Como ejemplo de las desdiferenciaciones que se pueden hacer de la percepción y de la designación de un intermediario o mandatario de tutela por el Estado están en la manera que desdibuja la sociedad la percepción del individuo en su validación o anulación como ente social, influyendo de la misma de manera subjetiva en la percepción y en la objetivación de planos sociales y participaciones en la vida cotidiana. Aquí se observa una especie de techo de cristal, donde las expectativas ancladas en la cultura de las periferias imposibilitan criterios de selección que puedan diferenciarlas con claridad. La falta de inequidad se ve reflejada en el proceso de maduración y formación de la personalidad de los menores, generando de facto conductas o tendencias conductivas que en un futuro imitaran, las conductas de base que generaron. Aquí proponemos que esto se observa en el paso de la individualidad a la construcción de la persona, el menor al estar en custodia asume los roles sociales de quien ejerce la custodia desde dos formas de orientación, la cultural y la estructural. En términos de la cultura replica los roles que la cultura le asigna el momento social determinado. Esto lo explicamos a partir de los propios principios de la diferenciación donde el punto de acceso es la personalidad, esta designación tiene que ver con la construcción de los recursos para acceder a la sociedad, uno de ellos son los recursos para replicar distinciones empáticas por la sociedad que en caso de ser aceptados se reproducirán como la vía de ac-

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ceso y pertenencia al segmento. Si accede al segmento, entonces se reproducirán las pautas que el segmento valida; en tal condición la persona replica conductas de manera automática, replicando los estándares de la masa. Cuando reproduce los patrones del segmento sin procesos de apropiación y selección propios, las subjetividades se ven afectadas por el proceso de automatización de distinciones. La profundidad de estas implicaciones, imposibilitan asumir que cuando se es depositario, no hay posibilidad de distinguir sobre la idoneidad de condiciones de selección, para el depositario. Aquí no sólo se plantea la visión reducida de quienes son denominados custodios, esto afecta al conjunto del segmento donde puede considerarse lo propio, sin que esto pueda alcanzarse, entonces se hace lado que existe una lexis que describe y delimita perfectamente los requisitos y las profundas implicaciones de los mínimos necesarios que garantizan el bienestar superior del menor. La memoria se afianza en estos contrasentidos particulares, desde donde se redefinen conceptos para subsanar requisitos, cuando estos puedan cancelar todo referente válido para la custodia. En este momento el Estado tiene las facultades para asumir la carga y función de depositario a través de pares para facultar a la persona física, moral a la institución como el ente con las idoneidades y características que la ley contempla para tal efecto. Las cuales están manifiestas en la reforma constitucional de 2011 que, en su primer artículo reconoce la primacía de los derechos humanos, así como en la reforma al artículo cuarto constitucional de 2014, así como en el Código Civil Federal, en el Código de Procedimientos Civiles, la Ley para la protección de los derechos de las Niñas, Niños y Adolescente, las leyes y reglamentos que cada una de las 27 entidades federativas de la república de las 33 que existen tienen causando ejecutoria y se supeditan a la ordenanza federal.

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Quien tiene la custodia afecta en la construcción de la personalidad y su desarrollo afecta el ejercicio de los derechos de niñas, niños y adolescente. La relevancia empieza por la recursividad de distinciones que se consideran generales, como ciertas, al margen de objetividades presupuestas por el Estado. Sine qua non condicionan la forma de apropiarse de los accesos de la sociedad de quien está a la custodia, respecto de las conductas observadas por él. El niño hará lo que quien tiene la custodia haga. Si bien asumimos que no hay un principio absoluto de orientación que modele y diseñe por completo la manera de distinguir y acceder a la sociedad, si afirmamos que tienen una influencia en la manera en que cada individuo construye su personalidad. De manera que aun con la normatividad especificada por el Estado, el factor de la doble contingencia del individuo para la reproducción de la persona en los marcos sociales, los roles sociales, las subjetividades, requiere una orientación sobre las distinciones que este identifica y reproduce. Porque establece las bases para los procesos futuros de distinción, porque si la persona los asume o no, entonces hasta para modificarlos la persona se coloca en una condición de desventaja respecto de aquellos que tienen otras condiciones donde los procesos de distinción construyen un proceso de asimilación transversal, con más posibilidades de discernir entre lo que apropia y lo que desecha. El menor además de generar los procesos propios para la construcción de la personalidad, subjetividades y roles opuestos a los que observar bajo la custodia, también le obliga a considerar un horizonte más amplio y procesos de selección más profundos tanto de la ley como del escrutinio de las distinciones que contribuyan a la definición de la individualidad, la personalidad.

Reflexiones finales Las reflexiones en torno a los derechos de niñas, niños y adolescentes expresan, por una parte, la profunda brecha entre las aspiraciones de la normativa internacional, los esfuerzos por armonizarla con los dispositivos internos. Por la otra, el desconocimiento de las condiciones sociales en las que están inmersos las niñas, niños y adolescentes. En este sentido, nuestras observaciones señalan tres planos donde esto se presenta. Primero, en los esfuerzos que hace el Estado para intervenir en los espacios de marginalidad y exclusión que acentúan la asimetría de los contextos sociales. Segundo, la limitación en la ejecución de decisiones, como políticas públicas para intervenir, como un diseño de acción, para revertir o modificar dichas condiciones. Tercero, enfatiza la relevancia de los terceros cuya función es de intermediarios entre niñas, niños y adolescentes y su ejercicio. De tal manera que hicimos un alto para introducir la relevancia del desarrollo de mecanismos que obliguen al conocimiento de requisitos y procedimientos para asumir que niñas, niños y adolescentes son sujetos de derecho, porque la niñez es en sí misma una forma para la construcción de la personalidad social. No simplemente un estadio provisional donde las vivencias y acciones por las que atraviesa quedan al margen del resto de procesos del ejercicio de la personalidad. Por lo tanto, enfatizamos que el concepto de niño aquí se propone responde a una construcción de sentido social, producto de la construcción de procesos sociales que lejos de aspirar a puntos de llegada o proyectivos, asume la complejidad de la etapa en términos de componentes únicos y predominantemente sociales. Asumir que niñas, niños y adolescentes no se encuentran en una etapa provisional es la condición de posibilidad para observar las distinciones entre la condición de la periferia, donde los contextos

les afectan en el ejercicio de sus derechos. La propuesta de análisis apunta a una diferencia teórica interna en la conceptualización de la condición periférica de las sociedades modernas. La diferencia establece que incluso en las periferias hay periferias que tienden más hacia los centros y periferias donde se acentúa más dicha disposición. Esto es una manera particular de un abordaje teórico que expresa condiciones diferenciadas, pensamos en las periferias con mayor orientación hacia los centros de la modernidad, donde la sociedad y sus sistemas en los planos formales (de la orientación funcional), por lo menos intenta desarrollar normativas que modifiquen las expectativas y desde ellas establecer precedentes que aspiran a conseguir el ejercicio pleno de los derechos. En este caso, uno de los pendientes es el conocimiento de los contextos sociales donde están inmersos niñas, niños y adolescentes. A diferencia de las periferias con mayor orientación hacia la periferia aquí, por ejemplo, pueden asumirse los marcos funcionales que orientan la comunicación. Sin embargo, la reproducción de la sociedad está provista por un sinfin de mecanismos y recursos enfocados hacia sociedades premodernas. Por ejemplo, pueden importarse normativas que no consiguen ningún impacto porque están desprovistas de reglamentos, procedimientos que consigan impactar las condiciones que, en este caso, marcan los contextos sociales de niñas, niños y adolescentes. Si a esto sumamos el desconocimiento generalizado de los derechos, entonces la posibilidad de comparación entre los contextos donde están inmersos y los “por qués” y “para qués”, desde los que se produciría extrañeza no son posibles. La normalización de la violencia, la marginalidad y la exclusión determinan la imposibilidad de plantearse escenarios donde la vivencia y experiencia de la niñez podría ser diferente.

El Estado se observa como una organización que desde ese carácter produce decisiones vinculantes en los marcos del acoplamiento con expectativas normativas que le proveen de legalidad y legitimidad. Aquí, la problematización que hemos presentado interpela la definición, construcción y reproducción de niñas, niños y adolescentes como sujetos de derechos, consideramos que ese es un pendiente de alta relevancia. Porque en la medida que no haya claridad sobre cómo pueden ejercer sus derechos de maneras más directas, la efectividad en el acceso que pueden tener queda cuestionada desde un primer momento. Momento que marca el acceso en materia de derecho. En este contexto, problematizamos las figuras en quienes recae la potestad de niñas, niños y adolescentes porque ellos en su calidad de intermediarios se convierten en el medio para acceder a los derechos. Las observaciones aquí escritas exaltan la importancia de establecer requisitos claros, específicos y no discrecionales para establecer la figura del tutor. Entre mayor sea el desconocimiento de las obligaciones y derechos que tienen respecto del acceso a los derechos, más lejana está la posibilidad del ejercicio efectivo de los mismos. Por lo tanto, el intermediario, puede convertirse en el primer obstáculo para el acceso a los derechos. La tercera vertiente plantea cómo la política social podría reducir las brechas entre las aspiraciones del Estado para el acceso y ejercicio efectivo de los derechos de niñas, niños y adolescentes. Esto, como una primera aproximación, donde la primacía está en replantear las formas en que el Estado construye el horizonte de intervención, de problematización y de población a la que se dirigen los programas. El objetivo es reflexionar sobre los pendientes que hay en esta materia y observar que la dilación en atender dichas brechas afecta niñas, niños y

Debates

adolescente. A quienes, por una parte, se les reconoce sujetos de derecho y, por otra, no tienen las condiciones para su ejercicio pleno. m

Referencias Luhmann, N. (1993), Teoría política en el Estado de bienestar, Madrid, Alianza. _____, (1995), Poder, Ciudad de México, Anthropos/ Universidad Iberoamericana. _____, (1999), Funktionen und Folgen formaler Organisation, Berlín, Duncker & Humblot. _____, (2002), El derecho de la sociedad, Ciudad de México, Universidad Iberoamericana. _____, (2005, 1997), Organización y decisión. Autopoiesis, acción y entendimiento comunicativo, Barcelona, Anthropos/Universidad Iberoamericana. _____, (2006), Sociología del riesgo, Ciudad de México, Universidad Iberoamericana/ Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. _____, (2009), ¿Cómo es posible el órden social?, Ciudad de México, Herder/Universidad Iberoamericana. _____, (2010), Los derechos fundamentales como institución: aportación a la sociología política, Ciudad de México, Universidad Iberoamericana/Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente. _____, (2010), Organización y decisión, Barcelona Herder/ Universidad Iberoamericana. _____, (2013), La moral de la sociedad, Madrid, Trotta. _____, (2013), Kontingenz und Recht : Rechtstheorie im interdisziplinären Zusammenhang / Niklas Luhmann ; herausgegeben von Johannes F.K, Berlin, Suhrkamp. _____, (2013), Macht im System / Niklas Luhmann herausgegeben von Andre Kieserling, Berlin, Suhrkamp. _____, (2015), Comunicaciones y cuerpo en la teoría de los sistemas sociales/Niklas Luhman, Ciudad de México, UNAM/Ediciones La Biblioteca. _____, (2015), Mujeres, hombres y George Spencer Brown / Niklas Luhmann, Ciudad de México, UNAM/Ediciones La Biblioteca. Philippopoulos-Mihalopoulos, A. (2010), Niklas Luhmann: Law, Justice, Society, Nueva York, Routledge. Torres Nafarrate, J. (2009), Luhmann: la política como sistema / lecciones publicadas por Javier Torres Nafarrate, Ciudad de México, Universidad Iberoamericana/Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente.

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L o s

otro s

L

olvi d a d o s

a fotografía de Raúl Rodríguez*, es más que sólo una colección de imágenes, narran la historia sin eco de cientos de afectados por los sismos del pasado 19 de septiembre en poblaciones de Atlixco, Puebla y otras cercanas al estado de Morelos, donde la ayuda, las imágenes para las redes, la prensa ávida de una historia conmovedora no se hizo presente. Aquí el olvido y la desesperanza fueron parte del día a día hasta que inicia la reconstrucción. Mujeres y hombres que junto con sus familias no sólo perdieron su patrimonio, se vieron olvidados por una sociedad obsesionada por una imagen, por encontrar héroes en un país que fácilmente olvida y cicatriza, en donde si vives lejos, la ayuda no llegará. Raúl Rodríguez, viajó con su cámara a esas poblaciones, a ver el otro rostro del desastre, aquí no hay grandes edificios derrumbados y cientos de rescatistas. En estos lugares hay un desastre diferente, la de las familias que en unos minutos se quedaron sin hogar, sin la protección para los suyos, donde su patrimonio que durante años lograron se perdió. La fotografía de Raúl, logra capturar momentos de desesperación, donde esta gente saldrá adelante con la ayuda de unos cuantos, con un donativo que llegará a cuenta gotas, con artículos usados o en mal estado. Ese es el lado correcto de la moneda para esta gente, la suerte con ellos no está. La solidaridad mostrada en los noticieros y en las pantallas de los móviles que iluminaba el rostro de miles de usuarios, aquí no llegó. México está en pie en las grandes ciudades, en donde los medios se hacen presente, en donde es posible una foto para el aumentar los likes de la cuenta del gobierno, aquí la presión social es ignorada. Aquí México sigue de rodillas y tardará en levantarse y caminar. m

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Raúl Rodríguez. Tw: @pixsport

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Los otros olvidados, la fotografía de Raúl Rodríguez Bautista

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Estados de ánimo de las infancias

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por Pablo Tepichín Profesor de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y del Colegio de Saberes.

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spoleadas por la necesidad de llevar a nivel del pensamiento los ángulos más preocupantes de nuestra época, Liora Stavchansky y de Gisela Untoiglich nos proponen Infancias. Entre espectros y trastornos en donde ambas psicoanalistas elaboran una fecunda reflexión comandada por aquello que aquí propongo denominar estados de ánimos de la infancias; estados en el sentido de momentos o periodos, así como “Estados” entendido como aquel orden político que organiza y da coherencia a la sociedad, construye la filiación y la pertenencia al lazo social. Infancias es un diálogo a cuatro manos en torno al discurso hegemónico contemporáneo, a la ideología que lo sostiene y a la producción de sus imaginarios; es también una reflexión en torno a fenómenos recientes que ya han empezado a producir efectos en la construcción de la filiación social y política a partir de una especie de reproductibilidad técnica de nuevas patologías, a la necesidad de controlarlas, y a una suerte de intensificación sin fronteras del goce, o como explican en la Introducción Gisela y Liora en relación al trastorno, éste “aparece como síntoma de la época que subraya el sufrimiento social globalizado: el cansancio, el aburrimiento, la depresión” (p. 26). Los estados de ánimo de nuestra época son inquietantes pues el asentamiento planetario de la razón neoliberal, o mejor de la racionalidad neuroliberal, que no es otra que la del despliegue de la lógica del capital, modo histórico de acumulación y de despojo de los derechos sociales, de despolitización o de indiferencia como signo de nuestros tiempos, entrevera a la vida a partir de su reproducción psicopolítica moldeando comportamientos físicos, psíquicos y fisiológicos con base en la proliferación de un imperativo pseudo ético

de acceso al mundo que subraya entre otros aspectos la rivalidad, la agresión y el individualismo a través del montaje según el cual “cada uno es el arquitecto de su propio destino”. La nueva homilía posmoderna demanda niños líderes, con un “yo fuerte”, emprendedores, competitivos, carentes de falta, listos para troquelarse en el paradigma de la positividad. Al fin y al cabo ya existe una réplica aparente de la sociedad para los niños, al menos en la Ciudad de México en Santa Fe, se trata de un lugar llamado “Kidzania” reproduce tiendas, policías, hospitales, bancos y restaurantes para que los niños practiquen el camino que ya está trazado por el discurso. El eslogan reza: “Sé lo que quieres ser”. Al oído este “se” podría referirse al imperativo de “ser alguien” en la vida que le habla al niño, pero algo más ominoso nos podría revelar el “sé” del saber del Otro que le dice al niño “sé lo que deseas”, y donde el discurso dominante realmente se revelaría en forma de un enunciado de libertad, precisamente el campo más fértil para la ideología. Así, la socialidad enajenada se reproduciría a sí misma desde la práctica lúdica, pedagógica y narcisista. Quien en la actualidad ha venido reflexionando sobre las tendencias epocales y mutaciones en la socialidad contemporánea, traído por Liora y Gisela en el libro, es el filósofo Byung-Chul Han quien, a mi juicio, logra adjetivizar de distintas maneras la virulencia que irradia nuestro mundo, ya sea una sociedad del cansancio, una sociedad del rendimiento o una sociedad de la transparencia poniendo sobre la mesa y a debate los debilitamientos de ciertos paradigmas, principalmente el de la negatividad cuya lógica supone otro con el cual ser-con. Frente aquel debilitamiento, Han (2012: 18) ensalza un exceso de positividad según el cual anunciaría la ausencia de la mirada de un otro que le exigiría actuar de determinada manera, un Amo externo.

Liora Stavchansky y Gisela Untoiglich, Infancias. Entre espectros y trastornos, Ciudad de México, Paradiso Editores, 2017.

Frente a esto, la versión del individuo contemporáneo es aquel que practica el rendimiento que se exige a sí mismo trabajar a cualquier hora y en cualquier lugar, sin darle un espacio al ocio en el sentido regenerador de estar con uno mismo. Comparto con Liora su argumento en torno a la sociedad de consumo actual promoviendo el “exceso de goce”. Goce autoerótico, explica, ofrecido como ilimitado, que debilita al deseo del sujeto y su lazo social. Y entonces pregunto, ¿cuáles son los reversos de la multiplicación de estos rendimientos? Quizá este es uno de los aspectos centrales del libro, pues tanto Gisela y Liora se abocan a las patologías actuales llámese: depresiones, autismos, déficits y cansancios, justo ahí, dice la psicoanalista mexicana, “este exceso se presenta como compulsión a ‘no parar de consumir’, a ‘no parar de consumir(se)’” (p. 38): Ya no es el leproso, el enfermo venéreo, el loco, el monstruo o el criminal: ahora es el niño (acusado de) TDAH O TEA, el adolescente (acusado de) drogadicto o la (acusada de) anoréxica […] generando nuevas “reformas” a la legalidad. No es extraño que en esta época vivamos empachados de ley; todos “apelan” a introducir normas biopolíticas en sus acciones cotidianas: ley y orden ante todo. (p. 38).

En esta línea, en uno de sus textos, Gisela se concentra en las nuevas formas de clasificar padecimientos y en la invención de los diagnósticos; a mí me recordó a Badiou cuando explica qué son las “palabras separadoras”, es decir, aquellas que por cierto tiempo están dentro del orden simbólico legítimo pero poco a poco va disolviendo su sentido dando lugar a otras “políticamente más correctas” que

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las sustituyen o las desplazan, por ejemplo, “las molestias premenstruales pasaron a ser el ‘síndrome premenstrual’; la timidez se transformó en ‘fobia social’; los niños desatentos, soñadores, movedizos pasaron a ser TDAH; los adolescentes rebeldes ahora son TOD (Trastorno Oposicionista Desafiante)” (p. 53), explica la psicoanalista argentina. En todo caso, a mi juicio, aquí hay una versión más inquietante de las palabras separadoras, porque en el caso de los diagnósticos se conserva un remanente del nombre anterior y se agrega un plus o exceso para desestabilizar aquel sentido y posteriormente resignificar su nuevo lugar en el orden simbólico pero, sobre todo, clínico.

“Para qué seguir escribiendo esto si nos están masacrando, hay que ir a la novela para externar tu indiganación.”

Pablo Tepichín —

En Infancias hay un interés de ambas psicoanalistas por señalar la fantasía depositada en las nuevas tecnologías, en los gadgets como los videojuegos y las tabletas, “[E]l gadget es un objeto en relación con la satisfacción fálica, y el sujeto es quien lo anima y no a la viceversa” (p. 85). Si fuese el gadget el que lo activa, afirma Liora, “se trataría de un individuo en un síntoma social (tarea de la psicología) y no de un sujeto con un síntoma-subjetivado (trabajo del psicoanálisis)” (p. 85). Los jóvenes hacen del sustantivo “autista” el verbo, “autistear” para marcar una especie de sustracción al intercambio social. Heidegger inventó la palabra “mundear” para señalar que todo objeto “mundea” algo, es decir existe en referencia a un mundo. ¿Qué diría hoy el filósofo alemán ahora que los jóvenes se dicen autistear?, ¿hay un mundo instalado ahí?, ¿o es en verdad la ausencia de mundo, es decir, un escalón más en la torre posmoderna del nihilismo? Pero no son solo los niños, hay una aplicación para celulares llamada “Cry translator” ideada para que los padres sepan por qué llora el bebé, según explica Gisela Untoiglich, la aplicación analiza “durante diez segundos el llanto del niño e indica si está provocado por hambre, sueño, estrés, malestar o aburrimiento. Además, la aplicación aconseja cómo calmar al pequeño, teniendo en cuenta lo que supuestamente le sucede” (p. 51). Aquí una cita de Liora sobre el autista: Al autista, al depresivo-narcisista se les habla, se les dice en tercera persona, y el imperativo capitalista que los arroja es ¡goza de manera perfecta! Es en el campo de los autismos (las anorexias y las adicciones

El objetivo, me parece, no es solamente posicionar un diagnóstico sino proveer la solución con algún medicamento de nueva generación que algún laboratorio o farmacéutica multinacional quiere posicionar en el mercado de la salud, esto es, fabrica el medicamento, lo más fácil será después inventar el nombre de un padecimiento. Esto me recuerda la noción según la cual el mandamiento es el que inventa el pecado; o la ley codifica algo como crimen; estamos ante la versión médico-farmacológica de la creación del malestar. En un recorte clínico, Gisela nos recuerda al padre de Valeria quien remata en una sesión “‘Si hay una medicación que puede acelerar los procesos, ¿por qué no utilizarla?” (p. 60).

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también) donde por vía de una inmovilidad de la subjetividad aparece una emergencia plena de satisfacción mortífera (p. 116).

Uno de los temas centrales del libro es por supuesto el relativo a la cuestión del espectro y las distintas dimensiones que a Liora le interesa desplegar de este concepto. El niño espectro conceptualmente distinto al fantasma lacaniano, supone, nos explica la psicoanalista, una localización transparente de fijación en el mismo fantasma, esta localización, continúa Stavchansky, “sí espanta, y no nos salva del espantoso des-encuentro con el Otro” (p. 137). A mi juicio, el espectro va apareciendo a partir de cierta semántica solo para presentársele a la autora, y lo menciono con cuidado, como una suerte de dispositivo que puede incluir lo individual, lo social y lo político, pues al atravesarlo con Freud, Lacan, Derrida, o

Allouch el concepto de espectro se iterabiliza fijándose en movimiento, ganando su espacio semántico en relación a lo que habita en un umbral entre lo vivo y lo muerto, o con el duelo, o con la presencia-ausencia, como una prótesis-fetiche o como el desaparecido. Aquí, uno de los principales logros y contribuciones de Liora al psicoanálisis. El discurso capitalista irradia su presencia pero también su crítica implícita o explícitamente en las reflexiones de las autoras durante todo su itinerario. Liora comenta que la plusvalía promueve la circulación de ganancias, pero nunca sin la pérdida que la implica. “El discurso capitalista (autista-depresivo, narcisista) tiene la imposibilidad de localizar el punto de corte, la pérdida; todo está conectado, se expande ilimitadamente (es espectral)” (pp. 16-117), es un volver a sí mismo (con-su-mismo), apoyándose en una referencia de Jorge Alemán. A la pregunta que se hace en el libro que nos convoca, ¿a quién le habla el discurso capitalista? Podríamos aquí sugerir que más que hablar, mayoritariamente el discurso capitalista ríe y acumula, y en esa mueca de su verdad la plusvalía reproduce en su secreto al niño autista o al narcisista perturbándolo, un plus-de-gozar con repetición pero sin desplazamiento. Aquí cito a Daniel Gerber (2016: 80): “El plus de gozar es la plusvalía que el lenguaje le extrae al ser hablante. Puede decirse que se anuda con el sufrimiento si se recuerda el nombre con que Freud lo designa: malestar en la cultura”. En cuanto a la plusvalía y la pérdida que la implica podríamos emplazar una futura discusión en torno a la referencia de Lacan sobre Marx cuando el psicoanalista francés retorna a la pregunta del filósofo del materialismo: “¿de qué se ríe el capitalista?”. La psicoanalista argentina Silvia Ons en su libro Violencia/s nos recuerda la homología, que no analogía, entre la plusvalía y el plus de goce, es decir, son lo mismo. “La risa del capitalista surge cuando descubre el secreto de la plusvalía, con lo que ha invertido […] ha obtenido una ganancia, es decir, un plus de su apropiación de valor de uso del obrero” (Ons, 2009: 84). Lacan refiere que la risa está suspendida en la falla inherente al saber, sobrepasando ampliamente lo chistoso y lo cómico. Los chistes, explica Silvia Ons (2009: 85-86), “necesitan ser transmitidos, mientras que lo que mueve a risa a nuestro capitalista no es un chiste que precise ser contado. Su risa habla de una satisfacción que le pertenece y que no llama al Otro. Es la del plus que atesora”. Por último, “la risa del capitalista remite a una ganancia privada, suerte de prove-

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cho arcano donde se nutre una satisfacción no compartida” (Ons, 2009: 86). Lo que en todo caso quisiera destacar es que la risa compartida o no, al menos para Freud y Lacan, responde a un mecanismo en el que hubo una pérdida y una recuperación. Sin embargo, afirma Liora, “el autista inserto en la estructura capitalista no representa precisamente lo que el proletariado era para el amo. El deslizamiento es aún más radical. El sujeto autista materializa el valor de la pura objetalidad, moneda de circulación, elemento de intercambio que simplemente se balancea” (p. 115). A continuación Liora afirma: Hay forclusión de la pérdida, es decir, del agujero por parte del discurso amo-capitalista que tiene como producto este cuerpo. Un cuerpo seriado, como un automóvil o un gadget en serie. Esto significa que el cuerpo autista habita en la estructura capitalista en tanto productor de un lazo social determinado, autorreferencial […], lazo que implica un ‘no parar de gozar’ en la inmovilidad (p. 116).

¿Podríamos decir entonces que si el carácter específico de la hilaridad consistiría en el renacimiento de lo infantil, donde algo de su naturaleza habría sido reconquistado, y los autistas rompen el lazo con el otro, pero no el Otro (lenguaje), su risa hablaría de una insatisfacción y que llama al Otro, es la risa de la inmovilidad, una risa ahogada, una risa robada por la proliferación de patologías y su relación directamente proporcional con los diagnósticos, por la supremacía de las adicciones, por la tiranía de las cifras y por el régimen realmente existente de Procusto. El lazo con lo político y el psicoanálisis que establecen Gisela y Liora en el contexto del paradigma del desaparecido por un lado en Argentina durante la dictadura, y por otro lado, en México durante la actual “dictablanda” con los 43 desaparecidos de Ayotzinapa, es una pieza imprescindible para ampliar la reflexión socio-política a partir del terrorismo de Estado, los déficits democráticos, la corrupción, y comprender la verdadera dimensión de la interfoliación entre lo criminal con lo político. En esa línea, se presenta el desaparecido como espectro, no está pero tampoco se acaba de ir, siempre está la promesa de su regreso, pero su correlato es la imposibilidad de hacer duelo. Escribe Liora, “el cuerpo en su ausencia deja una marca que no es vacío

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Nombrar el acontecimiento

sino presencia, presencia de una ausencia. Esta presencia es memoria y esta memoria anida en la lógica del movimiento significante” (p. 197). En este sentido, el espectro a diferencia del muerto no permite su localización en la tumba. Y aquí lo más inquietante de la elaborada reflexión de la psicoanalista mexicana, “[N]o tener la certeza de un cuerpo localizado deja abierta la posibilidad de encontrárnoslo en cualquier momento” (p. P. 198). El espectro, por tanto, está más vivo, se lo vivifica por medio del discurso. Gisela Untoiglich nos comparte los efectos del terrorismo de Estado y la producción de los desaparecidos de la virulenta dictadura y cómo se ha tramitado el intento de resignificar este sucio pasaje de la historia argentina atravesado por la responsabilidad política. En su reflexión se muestra el interés por la reconstrucción de la filiación y la dinámica de una posible superación desde la lógica del proceso estatal, así como la importancia de los hijos de los desaparecidos por recuperar su identidad cuestión todavía pendiente en la actualidad. Sin embargo, Gisela alude a la Ley de Punto Final o la Ley de Obediencia Debida (después anuladas), las cuales lejos de ayudar a la tramitación subjetiva del trauma de la dictadura y poder cauterizar el dolor, más bien pretenden ocultar la responsabilidad de la junta militar y promulgar un rancio olvido, ese que deja abierta la herida, ese que construye el archivo histórico y monopoliza la “verdad histórica”. Es hasta 2002 que el 24 de marzo, fecha del golpe militar se transforma en el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia. El recorte clínico que narra Gisela sobre la pequeña “Agustina” es un caso revelador de cómo se expresa y se transfigura el secreto político, lo que no es posible saber, en un secreto familiar. Finalmente, Gisela pone sobre la mesa, sin proponérselo, un concepto al que es necesario regresar pero resignificándolo, es el de Amnistía, pero lejos de su pátina liberal e institucional, sino pensarlo desde su influjo filosófico, pues la amnistía implica desde los antiguos griegos la posibilidad de olvido, la posibilidad del porvenir. Sin amnistía entre hermanos o adversarios no hay porvenir. La política se reinicia con el olvido. Infancias. Entre espectros y trastornos es un fecundo diálogo entre dos mujeres, las dos psicoanalistas, las dos judías, una en Argentina y otra en México, como remarca Juan Carlos Volnovich en el prólogo, pero sobre todo, me parece, es la apuesta por pensar el psicoanálisis desde dos perspectivas una como actividad y otra como conocimiento; la primera

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tienes sus reglas propias y se teje en la clínica como condición del juego que se pone en acto; la segunda, como conocimiento, sale de la clínica y adquiere un camino propio, es un tejer colectivo donde caben distintas disciplinas las cuales construyen un saber que es inacabado. Y es en el embrollo de la palabra, sea excesiva o sea escasa que Liora y Gisela nos invitan a desanudar nuestro ser-ahí, nuestro ser-con y nuestros estados de ánimo con los otros. Nota. El reciente premio Alfaguara de novela 2017 fue para el escritor madrileño Ray Loriga por su novela Rendición. Imaginen el escenario en el que se desarrolla la historia. Es un lugar al que le llaman ciudad transparente elaborada con un material parecido al cristal, los pisos y las paredes están hechos de éste. No hay espacio para lo privado o para trazar una frontera, las paredes de las habitaciones, los cuartos, los baños. Todo está visibilizado. Después de un conflicto bélico una pareja adopta a un niño de no más de nueve años, su personaje tiene nombre, y los hijos de la pareja que adopta también, pero ellos eran soldados y están desaparecidos. El niño no dice nada, no habla, parece que entiende pero no dice ni una palabra. Al final de la novela, unos años después ya como adolescente ya con voz será fundamental para el desenlace de la historia. Es una ciudad aséptica e inodora, cuando el personaje principal se empieza a sentir mal y empieza a cuestionar un poco la sociedad en la que vive le dan una pastilla que poco a poco le regresa la felicidad y lo convence que todo está bien. No hay necesidad de quejarse de nada. El oficio al que se dedica el personaje principal es el de literalmente a sacar en unos contenedores toda la mierda de la ciudad transparente. Es una novela distópica y pesimista, pero de un futuro que no parece lejano con rasgos que remiten necesariamente a personajes y situaciones que ya están en el entorno. A veces la buena imaginación de la literatura roza ciertos aspectos de nuestra relacionalidad relampagueando ya en el presente. m

Referencias Gerber, D. (2016), Deseo, historia y cultura, Ciudad de México, Ediciones Navarra. Han, B.-C. (2012), La sociedad del cansancio, Barcelona, Herder. Ons, S. (2009), Violencia/s, Buenos Aires, Paidós.

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Óscar Useche, Ciudadanías en resis tencia. El acontecimiento del poder ciu dadano y la creación de f orma s noviolentas de re - existencia social, Bogotá, Ed. Trillas- Uniminuto, 2016.

S

por Luis Martínez Andrade Doctor en sociología por la EHESS (París), e investigador post-doctoral en la Université Catholique de Louvain-CRIDIS, Bélgica.

egún Michel Wieviorka (2008), debido a los cambios profundos que se están experimentado a escala global la sociología se encuentra en plena mutación. Aunque no diferimos de la observación planteada por el sociólogo francés, pensamos que en Latinoamérica no sólo la sociología en particular sino las ciencias sociales en general están re-pensando y re-planteando tanto los enfoques teóricos/metodológicos como los conceptos y categorías con los que se suelen analizar los fenómenos sociales. Ante la evidente crisis civilizatoria, la producción teórica/metodológica del “Sur Global” propone alternativas que trastocan no sólo los procesos gnoseológicos hegemónicos, sino que también influyen en las nuevas formas de organización socio-política. Precisamente, el trabajo de Óscar Useche se inscribe en esta línea de pensamiento crítico y emancipador. En la obra Ciudadanías en resistencia, Useche nos ofrece una genealogía de las resistencias sociales sustentada sobre una mirada micro-política de las experiencias de no-violencia de los movimientos sociales que, alejándose de los códigos de la guerra (p. 39) y de los “dispositivos del miedo”, están transformado “la concepción del poder” (p. 515), abonando a la construcción de subjetividades colectivas, regenerando el tejido comunitario y cultivando una cultura de paz.

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En “Trayectos del pensamiento crítico de las resistencias”, primera parte de la obra, el autor coloca las bases teóricas y los fundamentos conceptuales de su propuesta para interpretar “la micro-política de los acontecimientos” (p. 29). Es evidente que dicho enfoque no sólo parte de otra “filosofía de la historia” (p. 26) sino que además precisa de un ejercicio de pluralismo metodológico, puesto que si se quiere superar

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las lógicas institucionales y, en ese sentido, apunta que: “la teoría del acontecimiento es una de las llaves para dotar de nuevos sentidos las resistencias sociales pacíficas y noviolentas” (p. 70). No es fortuito que el autor recurra a las contribuciones de la filosofía política de la diferencia (G. Deleuze), de la epistemología feminista (D. Haraway) y de la Investigación Acción Participativa (Fals Borda). Además, de de-construir la lógica dicotómica de la modernidad hegemónica, el autor da cuenta de la relación entre capitalismo y patriarcado: La sociedad moderna, que remoza el patriarcado con sus lógicas racionalistas e ilustradas, prefiere invisibilizar a las mujeres, sustraerlas al máximo de la ciudadanía de derechos, subordinarlas, ridiculizar y obstaculizar su pretensión de irrumpir en lo público, minimizar su capacidad de tejer pacientemente los hilos del vín-

“Para qué seguir escribiendo esto si nos están masacrando, hay que ir a la novela para externar tu indiganación.”

culo social, desconocer la potencia de sus singularidades, convertir su cuerpo en objeto de cambio e icono del mercado (p. 91).

“Derecho de resistencia, desobediencia civil y anarquismo pacifista” configura la segunda parte del libro. En esta sección, el autor recurre al filósofo Baruch Spinoza con la finalidad de superar la concepción hobbesiana no sólo en su dimensión política (soberanía, contrato voluntario) sino además en su dimensión ontológica (potencia, corporalidad, etcétera). Si Useche se ciñe a la perspectiva de Spinoza es, por un lado, para evitar la “matriz bélica de la soberanía” (p. 110) del filósofo inglés y, por el otro, para rehabilitar una teoría de la potencia y de los afectos: Spinoza presenta una dimensión de la política, y de la composición del poder social, que no fue la que

el “paradigma dicotómico del pensar y del conflicto” se debe echar mano de una gramática que asuma radicalmente la diferencia. De allí que el concepto de “acontecimiento” sea portador de una singularidad irrepetible, de una ruptura con lo existente y de una temporalidad otra (p. 56). Si Useche hace hincapié en los “acontecimientos micropolíticos” es porque ellos desestructuran

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acogió la modernidad occidental. La deriva spinoziana señala que no es el poder absoluto del soberano estatal el que debería definir la asociación de los seres humanos, sino la organización de la potencia de los miembros de la comunidad, lo colectivo, lo público real, lo común, lo que estaría constituido permanentemente por las fuerzas de resistencia activa, inherentes a la vida (p. 116).

La cuestión del “cuerpo” es fundamental no sólo para comprender la ontología política en Spinoza sino también para asimilar la importancia de la “territorialidad” de los movimientos sociales en resistencia. En ese sentido, Useche articula de manera lucida e innovadora la dimensión ecológica-espiritual, comunitaria, socio-política, geo-política de las prácticas sociales de los actores. Por otra parte, aunque el autor recurre al pensamiento de algunos filósofos liberales (como John Locke o John Rawls) para abordar la cuestión de la “desobediencia civil” es, sobre todo, las reflexiones de pensadores ácratas (H. D. Thoreau y Tolstoi) las que le permiten examinar la dinámica en la construcción de espacios molares de resistencia. De ahí que la “desobediencia civil” sea concebida no sólo como un imperativo ético sino también como un acontecimiento que disloca el tiempo de la dominación. Es por ello que el autor sostiene que: “la desobediencia crea una ruptura en la política al reconfigurar el espacio del poder haciendo aparecer a los invisibles, a los que no han sido convocados, a los que no están incluidos en el consenso” (p. 168). Incluso, la temática de la norma, la ley y lo jurídico no están ausentes en las reflexiones de Useche. En otro orden de ideas, debemos apuntar que Useche analiza el papel que juega la “desobediencia” en la producción de nuevas subjetividades, esto es, la manera cómo los actores se liberan de las ataduras de un sistema que los despoja de su dignidad, de su singularidad, de su potencia. En ese sentido, Useche rehabilita la pertinencia “del amor”, en tanto “potencia alegre y activa de mayor impacto micropolítico” (p. 117) y, aunque sus referencias socio-políticas son figuras de la talla de Gandhi, Martin Luther King, Chico Mendes o Lanza del Vasto puesto que encarnaron “la no-violencia”, por nuestra parte, pensamos que el “amor eficaz” —para emplear el término del sacerdote guerrillero Camilo Torres— sigue siendo un elemento irrenunciable en la lucha política por la transformación política. Huelga decir que dicho “amor eficaz” lo interpretamos en la línea de F. Fanon, de Malcom X, del Che Guevara (socialismo humanista) y de los indígenas neo-zapatistas del sureste mexicano. El mismo Useche reconoce la importancia de no condenar la violencia como “un axioma atemporal” (p. 203).

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Finalmente, en “La resistencia noviolenta se pone en movimiento”, última parte de la obra, el autor rastrea los elementos que configuran una resistencia social no violenta en procesos socio-históricos que van desde el sur de Asia (la independencia de India) hasta el Atlántico Norte (lucha por los derechos civiles y su líder M. L. King) pasando por “Nuestra América” (el MST en Brasil o las comunidades de paz en Colombia) para mostrar la diferentes dinámicas que participan en la producción de subjetividades colectivas, de la organización social y de las autonomías. Por lo general, en los estudios sociales suele imperar una interpretación geo-política eurocéntrica que además de acentuar “lo regional” omite la dinámica global de los procesos socio-históricos, sin embargo el trabajo de Useche es una excepción ya que al analizar casos concretos (como la lucha de Gandhi o de King, la resistencia indígena del Cauca en Colombia, entre otros) el autor no sólo da muestra de un enfoque global de los fenómenos sino que exhibe una conocimiento erudito de los mismos. Cabe advertir que Useche rastrea la importancia de la “memoria colectiva”, de la “potencia del no”, de la “dimensión ontológica de la verdad”, de la especificidad histórica tanto del campesinado como de la lucha de las mujeres, del “valor acontecimiental” de la desobediencia (como el de Rosa Parks), de las territorialidades emergentes (como la de los asentamientos del MST en Brasil) en los movimientos de resistencia, pero además, y aquí radica la fuerza de la obra de Useche, es que demuestra que la dignidad no es sólo una categoría ética (Badiou, 2009) sino también política. m

Referencias Badiou, A. (2009); L’éthique: Essai sur la conscience du mal, París, Nous. Wieviorka, M. (2008), Neuf leçons de sociologie, París, Robert Laffont.

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Hugo Moreno —

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Derechos humanos y desciudadanización

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Pablo Var gas G onz ález , México: de rechos humanos en crisis. Política de E s t ado y e me r ge n cia s humanit a ria s , C iu da d de M é x ico, UAC M , 2017.

por Hugo César

Moreno Hernández Profesor investigador de tiempo completo en el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego” de la BUAP.

E

n un juego visual que tiene sentido semántico, el filósofo italiano Giorgio Agamben (2004) escribe la frase “fuerza de ley” con la palabra “ley” tachada. El sentido semántico del acto gráfico indica el juego perverso de la ley, es como si Agamben escribiera el lado perverso de la ley, aquello imposible de escribir en cuanto está oculto y aparece sólo como acto. Esta tachadura expresa aquello imposible de legislar, sobre todo lo que tendría que ver con el estado de excepción y los dispositivos para producir al homo sacer, un sujeto que sería el fuera de la ley no por ir contra la ley, sino porque la ley va contra él. La tachadura describe, entonces, la ley que logra legislar sobre la anomia, lo cual es un contrasentido atrapado en la capacidad legisladora. Es como si la ley lograra definir, en su letra, quienes no son parte del socius. Cuando la ley actúa a pesar de está forcluida pero con fuerza de ley, logra crear un espacio de convivencia con su opuesto, lo ilegal, legalizándolo. Legaliza entonces el secuestro, el asesinato y la desigualdad frente a ella, creando ciudadanías de grado o desciudadanizando, lo cual no es siempre algo inconmovible o exclusivo de un supuesto “delincuente”, pues “cualquiera” puede ser defenestrado de su estatuto ciudadano, en una redada, es una desaparición forzada o bajo la calidad de arraigado. Esta tachadura implica una esquizofrenia en las legislaciones contemporáneas, pues a medida que

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surgen leyes desciudadanizantes, éstas se van acompañando de leyes que buscan proteger los derechos más fundamentales de los seres humanos. Así, la esquizofrenia de estas legislaciones se nota en el aumento de leyes y reglamentos que favorecen la exigencia de derechos humanos de tercera o cuarta generación, y las leyes que restringen los derechos políticos, los de la llamada primera generación. El libro de Pablo Vargas González hace una radiografía minuciosa al respecto. Nos deja ver los síntomas de esta esquizofrenia y percibir algunas de las causas, que van desde la forma en que se constituyó el Estado mexicano, sus momentos posrevolucionarios, las arcadas de la alternancia y la sangre que salpica la “guerra contra la delincuencia”. La obra permite tomar dos vías para llegar al momento actual sobre el ejercicio de los derechos: la vía de su crecimiento legislativo, es decir, la manera en que se permitió una sobrelegislación en materia de defensa de los sujetos, desde evitar la violencia contra las mujeres, la discriminación, etcétera, hasta la reforma de 2011, donde finalmente se elevaron los derechos humanos a rango constitucional. Esta vía puede observarse como una especie de línea ascendente en un plano cartesiano, donde el cuadrante positivo indicaría un aumento del volumen legislativo en materia de derechos humanos, como si cada vez tuviéramos más derechos y éstos estuvieran acompañados de los dispositivos jurídicos para

hacerse válidos, como si ahora pudiéramos tomar cualquier texto legal y llegar a una fábrica a exigir empleo o a un edificio con un departamento vacío y ocuparlo con la facultad de la ley, exigiendo nuestro derecho a la vivienda o al trabajo. Bueno, eso es la caricatura. No se trata de comedia, sino de drama. El drama está en que a medida que la línea que representa a la legislación de los derechos humanos aumenta, la legislación que criminaliza y desciudadaniza de manera presuntamente quirúrgica pero de aplicación burda, también aumenta por el cuadrante negativo. Es imposible su cruce, es absurdo su cruce, pero, como explica Pablo Vargas: La “reforma de justicia penal” se aprobó en 2008 en el contexto de una fuerte crisis de seguridad pública y de un deterioro sistemático de los derechos humanos […] autorizó figuras que atentan contra los derechos civiles fundamentales, establecidos por la Carta Magna desde 1917, como la figura del arraigo, inclusive, que entró en abierta contradicción con la “reforma constitucional” de derechos humanos de 2011 (p. 102).

La consigna que surgió tras los acontecimientos de octubre de 2014 en Iguala, en el estado de Guerrero, “fue el Estado”, dice la verdad, pero no se ajusta a derecho, porque el estado de derecho está enloquecido con estas contradicciones. La

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visualización, digamos, saludable del plano con que jugamos, debería crear una X y no la V, el lado negativo debería cruzarse con el lado positivo cuando el primero desciende y el segundo asciende, para poder decir que hay avances

“Para qué seguir escribiendo esto si nos están masacrando, hay que ir a la novela para externar tu indiganación.”

consistentes en la función del Estado para garantizar el libre ejercicio de los derechos. Y se puede decir que ahí están, hoy está prohibidísimo discriminar a alguien por su apariencia, hoy una mujer puede denunciar a cualquiera que le grite en la calle algo que ella considere ofensi-

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vo o que represente “acoso” sexual. Pero: “[…] entre 1999 y 2001 hubo 60 mil casos de arraigo, lo que implicaba que antes de ser aprobada ya se practicaba el arraigo de manera ilegal. En el periodo de la reforma penal, la PGR informó que entre enero de 2008 y octubre de 2012, 8 595 personas fueron privadas de su libertad bajo ese recurso” (p. 131). Esto es, se secuestró legalmente a miles de personas, incluso se crearon espacios específicos para este hecho, lo que Agamben (2002) llamaría campos, en referencia a los campos de concentración nazis, donde el derecho quedaba suspendido, pues los ahí enclaustrados eran culpables de su procedencia étnica, en este caso, la culpabilidad es la de ser sospechosos. Dice Pablo Vargas: “Se construyeron dos centros de arraigo (llamados ‘Centros de Investigaciones Federales’) con un costo de 700 millones de pesos, los inmuebles cuentan con sistemas similares a los que se utilizan en prisiones de máxima seguridad para el control y vigilancia de los internos, donde se priva de la libertad a personas que no han sido declaradas culpables de ningún delito” (p. 132). De eso se trata la tachadura de la ley: de crear sujetos sin derechos políticos que pueden ser tratados con impunidad e impudicia, con la suciedad de la tortura y con resultados que mueven a la carcajada, haciendo del drama una comedia negra: “Entre 2010 y 2012, según la Procuraduría General de la República (PGR), se arraigó a cerca de 6 mil personas; de éstas sólo se pudieron consignar ante un juez a 120” (p. 131). La estrategia de combate a la delincuencia organizada se ha fundamentado en la criminalización. Uno de los efectos de la criminalización es la desciudadanización de aquellos considerados criminales, es decir, se les trata como no ciudadanos, se les asigna la cualidad de enemigos. Pero la criminalización tiene otro efecto, la desciudadanización de defensores de derechos humanos, luchadores sociales y la puesta en peligro de quienes se dedican al periodismo. Con la misma legislación se logra organizar dispositivos de combate a los movimientos sociales y no

necesariamente a los más beligerantes. Si bien, como nos muestra Pablo Vargas, la historia de miseria de las guerras sucias es larga, el drama está, otra vez, en la esquizofrenia de la legislación a favor de los derechos humanos y su correlato obsceno en las leyes criminalizantes que se aplican a sujetos no delincuentes, sino a sujetos que protestan, observan y protegen desde la sociedad civil. Este proceso también se ha dado en el enfoque de la migración. El Estado mexicano se ha convertido en uno de los más hostiles contra los inmigrantes, cuando mucha de su población padece el pánico contra la migración hacia Estados Unidos. Se ha creado un sujeto vulnerable al extremo: La persona migrante tiene una condición específica que lo ubica en un grado máximo de riesgo y vulnerabilidad, por lo que aquella se convierte en sujeto de derechos humanos, dada la asimetría de poder y desigualdad social frente a las personas residentes de un país determinado. La vulnerabilidad no es algo inherente a la persona migrante; se da en una construcción social, donde el Estado genera el marco diferenciado de relación entre nacionales y extranjeros, al dar un trato desigual en el acceso a servicios y derechos (p. 171).

Ha sucedido algo parecido entre derechos humanos y criminalización en términos de la legislación respecto a la migración hacia el territorio nacional. Por un lado, los últimos años han sido de reformas que buscan mejorar las condiciones de los migrantes, sobre todo centroamericanos, pero las prácticas sobre los cuerpos migrantes sigue la lógica que exige Estados Unidos, convirtiendo al territorio mexicano en una extensa franja fronteriza llena de obstáculos con cualidades asesinas. Se crearon nuevas dependencias e instituciones para atacar la migración desde la óptica de seguridad nacional, tanto de México como de Estados Unidos, y no de

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seguridad humana, para personas migrantes. Con ello se produce una amplia contradicción entre los fines de la reforma migratoria, que garantiza los derechos migratorios y el programa específico que sigue hostigando y reprimiendo a los migrantes con redadas discrecionales en los puntos migratorios más intensos (p. 195).

Si hay una figura más cercana al homo sacer (Agamben, 2003), ese sujeto que puede ser asesinado sin cometer delito, esa es la del migrante centroamericano en territorio mexicano. Puede ser víctima de delincuentes más o menos organizados, puede ser víctima de las organizaciones policiacas y puede ser víctima de las instituciones nacionales, un cuerpo vulnerable al extremo sin capacidad de defensa, pues carece de facto de derechos políticos. Queda totalmente vulnerable. Nuda vida, un cuerpo sin cualidades políticas. Sin capacidad para exigir derechos. Si algo queda claro gracias al trabajo de Pablo Vargas es que los derechos humanos sólo se activan cuando aparecen los cadáveres. Es decir, de nada sirve tanta legislación si, por el lado negativo del plano cartesiano aumenta esa ley tachada, enloquecida, que limita o de plano elimina la capacidad de ejercer los derechos políticos o cívicos: Libertad de expresión, libertad de tránsito, libertad de reunión y asociación. Sin estos derechos, no es posible exigir la libertad para ejercer la multitud de derechos humanos. m

Referencias Agamben, G. (2002), Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo sacer III, Valencia, Pre-Textos. _____, (2003), Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida, Valencia, Pre-Textos. _____, (2004), Estado de excepción. Homo sacer II, 1, Valencia, Pre-Textos.

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— Isaac Hernández

Isaac Hernández —

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ROYAL BLOOD

Los Royal Blood sorprendieron al mundo del rock con su álbum debut, Royal Blood, y sus brillantes actuaciones en vivo. Por todo el mundo la crítica especializada fue unánime en considerar a los Royal Blood como una de las mejores revelaciones del garaje rock. Con su primer álbum entraron directo al primer lugar en el Reino Unido, siendo TOP 20 en más de 15 países, además de más de 1 millón de álbumes vendidos. En noviembre del año pasado, Mike Kerr y Ben Thatcher pasa- ron 6 semanas en Bruselas con el productor Jolyon Thomas dando forma final a 10 temas que ya habían sido compuestos en versión instrumental en varias sesiones en Brighton, Hollywood, Los Ángeles y Nashville. El resultado es How Did We Get So Dark?, un álbum fantástico, cuyo primer sencillo es el vibrante “Lights Out”.

LA YEGROS

La voz de La Yegros electrifica sus raíces litoraleñas, disparando chamamés al futuro. Reconocida con un MTV, por “aportar un toque femenino a la escena de la nueva cumbia Argentina”, La Yegros es la primera mujer del sello ZZK Records, aportando su femineidad y energía que cruza las escenas de world music con el global bass. Aunque lanzó su primer LP en 2013 no es precisamente una artista nueva, pues hizó su debut profesional en 1998. En 2016 lanzó su segundo disco, Magnetismo.

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Nuevos Retro

Calacas Jazz Band es una extraordinaria banda de jóvenes jazzistas. Aunque se trata de un grupo relativamente nuevo en el panorama del jazz mexicano, lo cierto es que en un corto tiempo ha ido marcando su presencia con una identidad ligada a un estilo de gran peso histórico, el dixieland, cuyo origen se remonta a las primeras décadas del siglo XX. Sus presentaciones resultan adecuadas para públicos de todas las edades, ofreciendo a los asistentes una opción muy original donde se combina la posibilidad del baile y del disfrute de música de primer nivel.

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Everything You’ve Come To Expect

La historia del rock and roll está llena de conflictos de pareja. Los egos, los celos, la vida en la carretera, el dinero, el amor, las sustancias producen alquimias explosivas en lo personal, que generan resultados artísticos siempre superiores a los que cada uno de los elementos por separado es capaz de entregar. Por eso, desde el 2007, The Last Shadow Puppets constituyen una maravillosa rareza. En su álbum debut, “The Age Of The Understatement” (2008), recogían influencias del pop de mediados de los años 60, tanto del Merseybeat como de la escritura épico-orquestal de los Walker Brothers y​ el l​ounge de Burt Bacharach. Sin duda alguna, esta nueva entrega es un disco imperdible, que agradará y que será las delicias de más de uno.

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(in) actualidades

Melodrama

Lorde, el fenómeno musical de Nueva Zelanda explotó cuando tenía sólo 16 años con la canción Royals. Después de 18 meses de ausencia, lanza otro gran éxito, Green Light. Lorde ha dicho que estuvo ausente porque la vida le cambio de manera diferente e inesperada. Lo que impresiona de la cantante, es la habilidad de mezclar diferentes géneros creando armonía: mezcla electrónica con música indie, dando vida a un vívido pop de vanguardia, influenciado por chillwave.

Paisajes

Alex Mercado está de vuelta con su más reciente producción discográfica Paisajes. Fue grabado en el famoso Estudio 13, en la ciudad de México, en esta ocasión lo acompañan en el contrabajo Israel Cupich y Gabriel Puentes en la batería. Alex Mercado nos introduce una seria de Paisajes sonoros, inspirados de México y de sus propias experiencias como artistas. Una gran oportunidad de conocer a uno de los pianistas más representativos de México

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(in) actualidades



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