Mario Liverani - Los persas

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Mario Liverani – El Antiguo Oriente Los Persas La coexistencia pacífica entre medos, babilonios, lidios y egipcios se interrumpe con la intromisión de la nación irania. Los persas habían sucedido a los elamitas en la región de Anshan. Ciro II, según la crónica de Nabónido) se rebeló contra Astiages, lo capturó. Luego con la conquista de Ecbatana, el dominio persa sustituyó al medo. Si bien al principio no se diferenciaban mucho, la situación cambió y evolucionó. Mientras Media tenía como país interior histórico una constelación de tribus, Persia podía contar con la experiencia y las estructuras estatales de Elam. Y en relaciones exteriores, Ciro heredó los vínculos creados por Astiages en el interior de la confederación irania pero denunció las alianzas exteriores. Ciro ataca Lidia en 547, la anexiona y deja un gobernador para completar la sumisión. Cilicia también pasa formar parte del imperio (con privilegios). Del 45 al 39 se dedicó al noreste, sometiendo a Bactriana, Gandara y Aracosia. Con ellas llegó al Valle del Indo. En su tercer etapa se encargó de la conquista de Babilonia (539) donde no sólo se hizo con los territorios mesopotámicos, sino también con los siriopalestinos (sólo el norte de Arabia conservó la independencia). Por varios motivos, las conquistas de Ciro, no necesitaron de gran fuerza militar. A la fama de conquistador se le añade la de magnánimo y moderado ya que los reyes vencidos eran perdonados, las ciudades conquistadas no eran destruidas y las divinidades y los cultos locales eran mantenidos e incluso adoptados por el propio Ciro. El rey aprovechó el clima de pacificación aunque su estrategia fue imperialista, expansionista y unificadora. Las conquistas se ampliaron con sus sucesores. Cambises anexionó Egipto en 525 y Chipre. Lo sucedió Darío, miembro de una rama colateral aqueménida. Se dedicó sobre todo a reforzar la estructura interior del imperio, pero también continuó y completó su expansión. Anexionó Tracia y las islas del Egeo, Skudra y Yauna, fracasó en Gracia; Libia (Put) y Nubia (Kush) como ampliación del dominio de Egipto, parte del valle del Indo (Hindush) y por último, los escitas de Sada, hasta el Yazartes y el mar de Aral. Hubo revueltas internas al principio en países centrales como Elam, Babilonia y Media, luego en más lejanos (Egipto, Chipre, Jonia, etc.). También fracasos donde los pueblos nómadas marginales como los árabes. Los escitas o los montañeses del Cáucaso siguieron siendo difíciles de controlar. De Ciro a Darío se amplió el horizonte político de Oriente. El imperio persa unifica regiones que habían sido polos de desarrollo vinculados entre sí por lazos comerciales, diplomáticos y militares. Ahora, al polo de la gran Mesopotamia hay que añadir los del valle del Nilo, el Egeo, el valle del Indo, Asia central y otros. Los viejos contrastes encuentran un marco distinto. Se suavizan, al estar incluidos en una sola formación política. El contraste entre centro y periferia se plantea de otra manera. Una región periférica se convierte en el centro político. Su nueva centralidad se debe a que varios polos de agregación han quedado incluidos en un mundo más amplio, cuyo centro geométrico ya no es uno de ellos, sino la intersección

de varios. En el centro geométrico del imperio subsisten las tribus montañesas de bandidos a los que el poder central no consigue someter, lo que pone en evidencia que centro y periferia son puntos de vista referentes a la organización política y el reparto de bienes pero no de posiciones objetivas en el espacio geográfico. El imperio persa recurre a la ideología centrípeta de los recursos y centrífuga de los servicios ético-políticos. Los palacios son construidos con materiales y artesanos de todas las partes del mundo. Cada pueblo contribuye con lo mejor, y encuentra su utilización óptima cuando coordinado con las aportaciones de otros, contribuye a la construcción del núcleo central. Desde el que se propaga la seguridad, el respeto a la ley, la armonía con el mundo divino, la civilización. La extensión requiere unificación y parcelación. Con Ciro tenemos un soporte suministrado por los Medas, en cambio con Darío se impone la visión centralista, sistemática y unificadora. Sin embargo, hay más de una capital y la corte imperial se traslada entre Susa, Ecbatana, Pasargada y Persépolis. La ubicación de Susa es un lugar estratégico entre el mundo iranio y el semítico, además, su estructura administrativa era sólida. Sumado a este factor, está el componente nómada y guerrero todavía presente (el centro del imperio es donde está el rey, y el rey se mueve mucho, tanto en campañas militares como en viajes pacíficos, potencia las ciudades, pero también lugares exteriores). - Inscripción de Beishtum. El problema lingüístico pasa a primer plano, dada la extensión y diversidad imperial, y se resuelve en sentido acumulativo. Las inscripciones trilingües (elamita, babilonio y persa, a veces egipcio). –el persa no se introduce como oficial hasta Darío- El arameo como lengua franca. El persa se va a difundir a consecuencia del traslado a provincias de núcleos de gobernantes persas, administradores, militares y miembros de las familias de la aristocracia central, que reciben tierras y cargos de gobierno en los lugares más delicados del imperio. Así, los nombres iranios, sus cultos y lenguas llegan a provincias lejanas. En el aspecto administrativo, Darío es artífice de la organización definitiva en veinte satrapías. Todas son desiguales en el aspecto cuantitativo, no sólo por su extensión, sino sobre todo por su situación demográfica y capacidad contributiva y se ven afectadas por la peripecia del imperio. La lista de los tributos (recogida por Heródoto) refleja la situación. En unos casos el sistema tributario era bien rígido y articulado, en otros consistía en “presentes” o en la reserva de recursos estratégicos. Ahora se aplica la homogeneidad en las formas y la proporcionalidad en las cantidades. Sólo Persia queda exenta del sistema tributario y al margen de la división de satrapías. El sistema de los presentes se mantiene con algunas tribus marginales (árabes, colcos o escitas) que no se someten, ni conviene hacerlo. El tributo se calcula en peso de plata, elemento de cómputo de valores. La unificación fiscal tiene su auge con la difusión de la moneda, el darico de plata y de oro es la moneda oficial garantizada por el cuño real. Esto

responde a necesidades administrativas más que comerciales: pago de tasa y tributos y retribución estatal de mercenarios. Subsisten algunos medios locales de pagos y cómputo del valor. Se añaden a los elementos de unificación administrativa, tributaria, lingüística y monetaria, la construcción y los transportes. Surgen palacios y paraísos en las satrapías que siguen pautas del núcleo central. Si bien gran parte de la estructura viaria existía antes de Darío, con él, el sistema se organiza, las principales rutas se denominan calzadas reales (de origen asirio) y se dotan de lugares de descanso y cambio de caballos, así como de fortalezas en los vados y en los puertos de montaña. Es famoso el sistema postal, admirado por Heródoto, por su rapidez y eficacia. También son famosas las obras de ingeniería de caminos, que amplían lo realizado por asirios y babilonios: trazado de caminos de montaña y puentes fijos o sobre barcazas para atravesar ríos e incluso brazos de mar (así atraviesa Jerjes el Helesponto). Desde el punto de vista griego, el principal tramo de la calzada real es el que comunica Sardes con Susa, atravesando toda Anatolia, Armenia y Media, pero debía haber otros tramos igual de importantes, como Susa- Persépolis, entre otros. Esto se completa con la unión análoga de las rutas marítimas. Para los grandes imperios terrestres, el golfo pérsico, el mar Rojo y el Mediterráneo siempre habían sido brazos del océano circular que rodeaba y delimitaba las tierras. La época aqueménida representa la cima de un proceso de explotación que logra conectar entre sí estos brazos interiores del océano exterior. La circunnavegación de áfrica y la apertura de una canal en el istmo entre el brazo oriental del Nilo y el mar Rojo (obra de Darío) sirven para unir la navegación mediterránea con la del mar Rojo. También se establecieron comunicaciones entre el valle del Indo y Mesopotamia, entre Mesopotamia y Egipto mediante la circunnavegación de la península arábiga, y Arabia con el mar Rojo por un lado y el golfo pérsico y la India por el otro. La documentación que se posee da más importancia a la navegación fenicia y griega entre los siglos VIII y VI, pero no se debe restar importancia a la periferia suroriental de Oriente Próximo.

LA IDEOLOGÍA IMPERIAL Gran parte de lo que sabemos sobre la monarquía meda o su religión son elementos que encontramos en el estado persa (de acuerdo a particularidades lingüísticas). La continuidad entre ideología y organización del reino de Media y del de Ciro, antes de Darío, debió ser considerable, ya que sirvió para asegurar el reconocimiento automático del dominio de los segundos por parte de las demás naciones iranias. Además, los griegos siguieron llamando medos a los persas. La ideología monárquica de los medos no pudo haberse distanciado mucho de los ideales gentilicios y guerreros de su país interior iranio, y aun no habría asimilado los modelos de Oriente Próximo (sobre todo asiriobabilonios).

El panorama de la realeza aqueménida es complejo. Se distinguen dos escenarios como mínimo, uno para Ciro y otro para Darío. Perduran elementos iranios: el guerrero (dotes físicas, heroicas y bélicas); el gentilicio (orgullo de pertenecer a un clan superior al resto de la nación); y el ético (presenta a los conflictos con los enemigos exteriores e interiores como una lucha entre las fuerzas del bien y el mal, con el inevitable triunfo de la justicia y la verdad sobre la mentira –elemento que enlaza con la religión zoroastriana, o por lo menos con el trasfondo genéricamente iranio a partir del cual se originó-. Aparecen nuevos elementos: derivados de la absorción política que provoca asimilación: el modelo asiriobabilonio (que proporciona los instrumentos más evidentes: título real, aparato cortesano, aparato de gobierno central y provincial, sistema tributario y organización militar). La propia idea de imperio universal, la pretensión de hacer que los dominios imperiales coincidan con el ecúmeno, tiene un claro origen mesopotámico. Hay también aportaciones más difíciles de identificar como las formaciones estatales de tierras altas, que llevaban a cabo una mediación o sincretismo entre tradiciones políticas iranias y mesopotámicas: Elam, Urartu y Media (aportaciones de manneos y asirios). A medida que los persas heredaban por conquista los reinos de Oriente Próximo, adquirían también sus modelos políticos e ideológicos en general, ya que además a Ciro y sus sucesores les gustaba presentarse como herederos directos de las realezas locales, e incluso como sus restauradores, frente a sus degenerados representantes justamente depuestos. Esta estrategia de imperio universal formado por absorción, más que por eliminación de los centros de poder alternativos, es muy distinta de la asiria, y resulta adecuada a las nuevas dimensiones del problema. Los asirios pudieron tener un dominio universal construido sobre las ruinas de los reinos anteriores, pero hasta ellos tuvieron que recurrir a una estrategia distinta en el caso del centro de Babilonia, demasiado importante en el plano cultural y religioso como para ser destruido sin más. Los persas se enfrentan a un escenario más grande y a su inferioridad cultural frente a reinos de tradiciones más ricas, con más recursos económicos y sociales, con elaboraciones ideológicas y culturales sofisticadas. Por eso no suelen destruir, sino que tratan de asimilar, usar, volver a reformular. Actitud significativa frente a los locales: toleran el culto a dioses de los vencidos (aunque Ahura Mazda es el supremo, único y los demás son demoníacos e inferiores), el criterio de Ciro es de pluralismo y tolerancia: cada región y cada pueblo tiene sus dioses, se deja libertad de culto, las estatuas de los dioses vuelven a su sitio, se celebran las fiestas, se reconstruyen templos y el emperador universal es el amo benévolo de todo esto. Tal vez la verdad y la ley zoroastrianas se limitaban a los aqueménidas, a los persas o a los iranios, mientras que los demás pueblos eran adoradores irremediable de no-dioses. Cuando Cambises no tolero otros cultos la tradición lo señaló como insensato. Hay que distinguir entre Ciro y Darío. El primero es más sincretista, pone interés en adaptarse a las tradiciones locales, y su mazdeísmo es más bien un postulado, no una realidad documental. Darío coloca a

Ahura Mazda en primer plano aunque no reniega de política de Ciro es todo lo intolerante e implacable que puede ser alguien imbuido de una ideología dualista a la hora de reprimir a los malos o falsos. Después de Darío el zoroastrismo sigue siendo culto de estado, mientras que en Lidia y Gandara se propaga el culto a otras dos divinidades iranias, Anahita y Mitra, que sin duda son menos éticas. Ahura Mazada con su carácter oficial y abstracto sigue siendo la divinidad suprema de un imperio universal compuesto y los cultos locales prosperan bajo su tutela al igual que los pueblos súbditos del gran rey prosperan bajo la dirección imperial. Si juntamos las ideologías políticas con las religiosas aparece la ideología imperial aqueménida. La tolerancia religiosa y la permisividad con los otros cultos responden a una estrategia de dominio universal por la vía de la acumulación y no por la de la eliminación. El culto oficial a Ahura Mazda, con su abstracción intelectual y su exclusivismo dinástico, corresponden al elemento unificador y superior: el gran rey y sus estructuras políticas centrales de dirección y control. Por último, el dualismo mazdeísta del Bien y el Mal, la Verdad y la Mentira, la Ley y el Caos, corresponde al elemento dinámico y punitivo, al afán de conquistas, a la represión de las oposiciones y rebeliones, vistas como atentados de los malos contra el difícil y meritorio resultado que están obteniendo los partidarios del Bien en su gobierno del mundo.