Manual de Moral Cristiana Resumen

MANUAL DE MORAL CRISTIANA, MONS. LUIS JAVIER MUÑOZ MORA CUARTA PARTE: VIRTUDES Concepto de hábito y de virtud El término

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MANUAL DE MORAL CRISTIANA, MONS. LUIS JAVIER MUÑOZ MORA CUARTA PARTE: VIRTUDES Concepto de hábito y de virtud El término “hábito” se deriva del latín habitus, e indica un comportamiento permanente, una costumbre o usanza. El hábito tiene como ventaja el proporcionar a la persona ahorro de energías. De esta manera a la persona la posibilidad de emplear esas energías en otras cosas. La posibilidad de adquisición de hábitos abarca todos los campos de la vida y de la actividad humana. Si el hábito es moralmente bueno, se llama virtud; si es moralmente malo, se llama vicio. Según la filosofía aristotélico-tomista, si los hábitos modifican las potencias en el orden del ser se le llaman hábitos entitativos; nsi las modifican en el orden del obrar, se llaman hábitos operativos. Cuando los hábitos se deben a una disposición natural, se llaman innatos; si se deben al esfuerzo humano, se llaman adquiridos. Si son obra de la gracia divina, se llaman hábitos infusos. Si inclinan al bien se llaman virtudes; si inclinan al mal, se llaman vicios. La virtud es el vigor o la fuerza que, según la Palabra divina, Dios concede para dar testimonio de Cristo. A veces también se refiere a las manifestaciones del poder de Dios. A la persona moralmente formada y que obra rectamente se le llama virtuosa. Según Santo Tomás la virtud indica la perfeción de una facultad o potencia espiritual, respecto del ser o del obrar. Así, la virtud puede ser definida como firme inclinación a la buena conducta y firmeza en la misma buena conducta. Virtud y virtudes La virtud es creativa porque tiende a hacer el bien según lo que conviene en un momento determinado, lo cual implica dominio de sí mismo, un juicio recto de las circunstancias y una cierta elasticidad para adaptarse a esas circunstancias. La inclinación al bien puede ser fruto del esfuerzo de la persona, o puede ser concedida por Dios como don gratuito; de ahí la distinción entre virtudes adquiridas y virtudes infusas: Virtudes adquiridas. En relación con las virtudes adquiridas hay que tener en cuenta el esfuerzo humano, que puede ser mayor o menor, y la obra de la gracia divina, sin que se pueda establecer un límite entre lo uno y lo otro. Hay virtudes en cuya adquisición se fija más la atención en el esfuerzo humano, tales son las llamadas virtudes morales. Las virtudes, aunque son distintas, están entrelazadas, de ahí que no se pueda pensar en adquirir una virtud separadamente de las demás. Virtudes infusas Son cualidades que elevan las potencias para hacer un bien que está por encima de las fuerzas humanas. Hay que tener en cuenta, además, que estas virtudes no se encarnan en nuestras potencias sin nuestra colaboración. Las virtudes infusas pueden ser teologales o morales. Las virtudes teologales se entienden como principios operativos mediante los cuales la persona se ordena directamente a Dios. Son: fe, esperanza y caridad. Las

virtudes morales infusas disponen de las potencias para seguir el dictamen de la razón iluminada por la fe. Ordenan directamente los actos responsables al fin sobrenatural. Dones y frutos del Espíritu Santo Son disposiciones permanentes que hacen a la persona más dócil para seguir los impulsos del Divino Espíritu. Estos (sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios) completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Los frutos del Espíritu Santo son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad. Estos dones no son un privilegio de algunos bien dotados. Se dan independientemente de las cualidades naturales a cuantos en el bautismo y el la gracia reciben el don del Espíritu Santo. Las virtudes y la gracia. El don de la salvación obrada por Cristo nos otorga la gracia necesaria para perseverar en la búsqueda de las virtudes. Cada cual debe pedir siempre esta gracia de luz y de fortaleza. Virtudes humanas Estas virtudes son actitudes firmes, perfecciones habituales del entendimiento y de la voluntad, que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta según la razón y la fe. Proporcionan dominio y gozo para llevar una vida moralmente buna. Persona virtuosa es la practica libremente el bien. Virtudes teologales Las virtudes teologales se refieren a Dios. Disponen a vivir en relación con la Santísima Trinidad, y tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino. Estas virtudes son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Estas son: fe, esperanza y caridad. Por las virtudes teologales llega la persona al conocimiento-experiencia de Dios, es atraído hacia él como bien supremo y se une a él La virtud teologal de la fe La fe es la virtud teologal por la que creemos en dios y en todo lo que él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque él es la verdad misma. El discípulo de Cristo no solamente debe guardar la fe y vivir de ella, sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla. Explicación bíblico-teológica. La Biblia concibe la fe como una dependencia de Dios. Es una respuesta a la llamada de Dios a entrar en comunión de vida con él. Presupone una iniciativa de parte de Dios, que se da a conocer, que se revela, que habla. La fe del Nuevo Testamento incluye la aceptación de Cristo como el Mesías. Jesús es la máxima y más perfecta revelación del Padre. Se salva quien cree que Cristo es el Señor.

Para el acto de fe se requieren estas condiciones: -

Conocimiento del contenido de la palabra revelada Conocimiento de que esta palabra está atestiguada por Dios

A la fe no se podrá llegar por la sola razón humana. Pero la fe es razonable en cuanto presupone el dictamen sobre las razones de credibilidad y sobre le deber de creer. El acto de fe no sólo incide en el campo religioso, sino en la moral, pues procede de la libertad Eclesialidad de la fe La fe es un acto personal. Es la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro y debe transmitirla a otro. La iglesia es la primera que cree, y así conduce, alimente y sostiene mi fe. La Iglesia, que es columna y fundamento de la verdad, guarda fielmente la fe transmitida a los santos de una vez para siempre. Ella es la que guarda la memoria de las palabras de Cristo, la que transmite de generación en generación la confesión de los Apóstoles.

DEBERES QUE IMPONE LA FE Deber de conocer las verdades de la fe Es deber de todo cristiano profundizar en el conocimiento de las verdades de la fe, guiado siempre por la Iglesia, en adhesión al Magisterio para evitar posibles peligros. Quienes no se preocupan por ello, cometen una grave falta de responsabilidad. Deber del acto de fe Todo bautizado que tenga uso de razón se le pide un acto de fe, en el ejercicio de su vida en las acciones temporales, pero también en lo que expone el Magisterios como verdad de fe. Deber de confesar la fe Tenemos obligación de confesar la fe siempre que la gloria de Dios lo exija y el bien espiritual del prójimo, negarla es un pecado muy grave que trae fatales consecuencias. Entre ellas la pérdida de la salvación. Deber de propagar la fe Todo bautizado debe propagar su fe, es un mandato que hemos recibido del Señor, pero ante todo con el testimonio que nace de la fidelidad a Dios, esta fidelidad es la que le da fuerza y determinación al testimonio dado. Por ello, es necesario llevar una vida según Cristo para que podamos seguir instaurando el Reino de Dios en medio de nosotros. Deber de defender la fe El tesoro de la fe se encuentra depositada en vasos frágiles que se debe defender de las continuas amenazas que desprecian la fe. Por ello, Cristo para mantener la pureza de la

fe transmitida de los apóstoles quiso conferir a la Iglesia la infalibilidad. Que reside en el sumo pontífice y el cuerpo episcopal sobre todo en los concilios. De forma que comprendemos que el Magisterio de la Iglesia fue instituido por el Señor para proteger la unidad y la pureza de la fe. PECADOS CONTRA LA FE Hay diversas maneras de pecar contra la fe que ante todo son desconocimiento de Dios Incredulidad Es una carencia de fe de parte de aquellos que rechazan o desprecian después de haber sido suficienmente instruidos. De aquellos dice Jesús que ya están juzgados. Dicha incredulidad se presenta en diversas formas: el ateísmo (practico y teórico), el indiferentismo, el secularismo y el anticristianismo. La herejía El hereje es aquel bautizado que pretende permanecer cristiano, pero negando obstinadamente una verdad que ha de creerse con fe divina y católica. Lo que la caracteriza es que es una decisión libre, por ello quien yerra involuntariamente sobre verdades de fe no puede ser considerado propiamente hereje, ya que es un error inculpable y no entraña pecado. El católico que ha recibido su fe sabiendo que es el Espíritu quien guia al Magisterio no debe dudar de las verdades de fe. La apostasía La apostasía supone un abandono o negación total de la doctrina católica recibida en el bautismo. Es decir, en lugar de negar un dogma o idea determinada se niega la doctrina completa. Es una ruptura que lesiona la unidad de la Iglesia, junto con la herejía y el cisma. La Iglesia Católica lo considera un pecado de extrema gravedad, pues no rechaza un dogma de fe concreto, como es el caso de la herejía, sino que rechaza voluntariamente la fe cristiana por completo. Dudas contra la fe Se trata del caso de quien, sin impugnar las verdades de fe, no las acepta, sino que las pone en tela de juicio. Quien tiene fe en Dios no podrá dudar de sus verdades reveladas y ciertamente existirán dudas en el plano intelectual lo cual no constituye un pecado, porque ellas son ante todo dificultad para entender, pero ellas siempre serán resueltas colocando a Dios como verdad misma. VIRTUD TEOLOGAL DE LA ESPERANZA La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los Cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo la confianza en las promesas de Cristo y apoyándose no en las propias fuerzas, sino en los auxilios de la gracia y del Espíritu Santo.

Cristo nos manifiesta la esperanza desde los inicios de su predicación a través de las bienaventuranzas, como un anhelo de felicidad que se encuentra en el cielo y al que todo hombre debe aspirar. Explicación bíblico-teológica En la Sagrada Escritura encontramos una diversidad de expresiones de esperanza que tienen un sentido de expectación del bien, de la salvación. Hay también un rechazo a las falsas esperanzas basadas en el hombre y la mundanidad. En el A.T. el objetivo de la esperanza es el cumplimiento de las promesas de Dios, la salvación de pueblo de Israel, la instauración de una nueva Alianza. En el N.T. la esperanza se concretiza en la persona de Jesús, toda su predicación excita esperanza. Ahora bien, la esperanza del cristiano no es solo la salvación sino el cumplimiento de las promesas divinas para todos los creyentes, por ello fundamentalmente la esperanza es la fidelidad a Dios y a sus promesas. Pero no es una expectativa pasiva o vacía, sino que el sujeto esta siempre en participación, en hombre en el trasegar histórico participa de las promesas de divinas y se sujeta a ellas por las cuales adquiere fuerza.

Pecados contra la esperanza Los pecados contra la virtud teologal de la esperanza de pueden reducir a dos especies: Desesperación: la persona deja de esperar de Dios su salvación personal, el auxilio para llegar a la salvación o el perdón de sus pecados. Es por así decirlo una renuncia a la bienaventuranza considerada imposible de alcanzar. En esta línea se situá la pusilanimidad o conocida como desesperación privativa y el desaliento como también la desesperanza. Y también está la desesperanza positiva que constituye el pecado contra el Espíritu Santo. La presunción: es una temeraria confianza de obtener la salvación por medios que no corresponden a la ordenación del plan divino. Tenemos dos clases de presunción: la persona que presume de sus cualidades esperando poder salvarse sin la ayuda de lo alto, o bien la que presume de la misericordia divina, esperando obtener el perdón sin conversión, o la gloria sin mérito. Pecados contra el amor de Dios: De diversas amaneras se peca contra el amor de Dios: por indiferencia, por ingratitud, por tibieza, por acedía o pereza, por odio a Dios. La indiferencia descuida o rechaza la consideración de la caridad divina. La ingratitud omite o se niega a reconocer la caridad divina y devolverle amor por amor. La tibieza es una vacilación o negligencia en responder a mor divino. La acedía o pereza espiritual llega a rechazar el gozo que viene de Dios. El odio a Dios tiene su origen en el orgullo, se opone al amor de Dios. La caridad pide quitar obstáculos que se ponen al amor de Dios. Obstáculo de apego desordenado a los bienes temporales y al pecado como tal. El pecado mortal es incompatible con la caridad. El pecado venial constituye solamente un obstáculo al

fervor de la caridad. La tibieza es una falta de fervor convertida en hábito y constituye un serio peligro para la virtud teologal de la caridad. El pecado que mas directamente va contra la caridad es el odio. Quien odia a Dios se porta como si en Dios hubiera maldad. Es el pecado que contradice en sumo grado la vocación esencial de la persona.

El amor al prójimo Jesús dice en Mc 12,29-31 que el mandamiento más importante es el del amor, a Dios y al prójimo. Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales. Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras de misericordia espirituales. Las corporales consisten especialmente en dar de comer al hambriento, dar techo al que no lo tiene, etc. La divina caridad nos une con el prójimo en una comunidad de vida, de amor y de destino. El espíritu de solidaridad de redención nos exige que apreciemos la salvación del prójimo tanto como la nuestra. Las obras de misericordia pueden estar dirigidas a las necesidades espirituales o a las corporales; de ahí la distinción clásica entre obras de misericordia espirituales y obras de misericordia corporales. Cada necesidad del prójimo pide el remedio de esa necesidad, es una llamada al ejercicio de la misericordia. Sin son bienes superfluos no pertenecen a quienes las poseen, sino a quienes los necesitan. El grado del deber de hacer participe a otros de los bienes que se poseen se mide por la magnitud de la propia riqueza y por la necesidad del prójimo. En gran necesidad del prójimo es deber dar no solamente de lo que sobraría, sino aún de los bienes que parecen necesarios para una vida conforme a la propia condición. Cuando el que da de sus bienes al necesitado ha de quedar en iguales condiciones que éste, o peores, no es un deber la participación, pues cada uno tiene el derecho y el deber de cuidar su vida y salud con preferencia a cualquier otro. Para que el compartir sea verdaderamente cristiano, se requiere que la motivación sea cristiana. Dentro de las obras de misericordia reviste especial importancia la corrección fraterna. Este deber será estricto cuando el prójimo esté amenazado por un serio perligro espiritual, cuando promete un buen resultado, cuando es posible que el prójimo no se librará de un peligro sino es amonestado; su fin también contribuye al estímulo positivo al bien y ayudarlo a progresar en su vida espiritual. El propósito de la corrección fraterna ha de proceder del verdadero celo por el Reino de los cielos; no de una incomodidad personal, regido por la prudencia. El amor familiar “Honra a tu Padre y a tu Madre” El cuarto mandamiento indica el orden de la caridad. Después de Dios, quiso que honráramos a quienes debemos la vida. Este precepto expresa en forma positiva, indicando los deberes que se han de cumplir. Se dirige a los hijos en sus relaciones con sus padres. Exige honor, afecto, reconocimiento a los

abuelos y antepasados. Implica los deberes de los padres, tutores, maestros, jefes, de todos los que ejercen una autoridad sobre otros o sobre una comunidad de personas. Lleva consigo una recompensa “… para que tus días se prolonguen en la tierra”. Proporciona frutos espirituales, frutos temporales de paz y prosperidad. La comunidad conyugal está establecida sobre el consentimiento de los esposos. El matrimonio y la familia están ordenados al bien de los esposos. Un varón y una mujer unidos en matrimonio forman con sus hijos una familia. Al crear al varón y a la mujer, Dios instituyó la familia humana y la dotó de su constitución fundamental. La familia cristiana constituye una revelación y una actuación específica de la comunión eclesial; por eso se puede y debe decirse “Iglesia doméstica”. Es una comunidad de fe, esperanza y caridad. Las relaciones en el seno de la familia entrañan una afinidad de sentimientos, afectos e intereses que provienen sobre todo del mutuo respeto de las personas. La familia es una comunidad privilegiada llamada a realizar un propósito común de los esposos y un cooperación diligente de los padres en la educación de lo hijos. La familia es la célula original de la vida social. Es la sociedad natural en la que el varón y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. Deberes de los hijos La paternidad divina es la fuente de la paternidad humana; es el fundamento del honor debido a los padres. El respeto de los hijos, menores o mayores de edad, hacia su padre y hacia su madre, es nutre del afecto natural nacido del vínculo que los une. El respeto a los padres está hecho de gratitud para quienes mediante el don de la vida, su amor y su trabajo, han traído sus hijos al mundo y les han ayudado a crecer en estatura, en sabiduría y en gracia. Mientras vive en el domicilio de sus padres, el hijo debe obedecer en todo lo que éstos dispongan para su bien o el de la familia. Cuando se hacen mayores, los hijos deben seguir respetando a sus padres. Deben prevenir sus deseos, solicitar dócilmente sus consejos y aceptar sus amonestaciones justificadas. El cuarto mandamiento recuerda a os hijos mayores de edad sus responsabilidades para con los padres. En la medida en que pueden, deben prestarles ayuda material y moral en años de vejez y durante las enfermedades, y en momentos de soledad o de abatimiento.

El respeto filial favorece la armonía de la vida familiar, atañe a las relaciones entre hermanos y hermanas. Los cristianos están obligados a una especial gratitud para con aquellos de quienes recibieron el don de la fe, la gracia del bautismo y la vida en la Iglesia. Puede tratarse de los padres, de otros miembros de la familia, de los abuelos, de los pastores. Deberes de los padres La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola procreación de los hijos, sino que debe extenderse también a su educación moral y a su

formación espiritual. El derecho y el deber de la educación son para los padres primordiales e inalienables. Los padres deben mirar a sus hijos como a hijos de Dios y respetarlos como a personas humanas. Han de educar a sus hijos en el cumplimiento de la ley de Dios, mostrándose ellos mismos obedientes a la voluntad del Padre de los cielos. Los Padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos. El hogar es un lugar apropiado para la educación de las virtudes. Esta requiere el aprendizaje de la abnegación, de un sano juicio, del dominio de sí, condiciones de toda la libertad verdadera. Es una grave responsabilidad para los padres dar buenos ejemplos a sus hijos. Sabiendo reconocer ante sus hijos sus propios defectos, se hacen más aptos para guiarlos y corregirlos. El hogar constituye un medio natural para la iniciación del ser humano en la solidaridad y en las responsabilidades comunitarias. Por la gracia del sacramento del matrimonio, los padres han recibido la responsabilidad y el privilegio de evangelizar a sus hijos. Desde su primera edad, deberán iniciarlos en los misterios de la fe; ellos son para sus hijos primeros heraldo de la fe. La educación en la fe por los padres debe comenzar desde la infancia. Los padres tienen la misión de enseñar a sus hijos a orar y a descubrir su vocación de hijos de Dios. Los padres, como primero responsable de la educación de los hijos, tienen el derecho de elegir para ellos una escuela que corresponda a sus propias convicciones. Cuando llegan a la edad correspondiente, los hijos tienen el deber y el derecho de elegir su profesión y su estado de vida. Estas nuevas responsabilidades deberán asumirlas en una relación de confianza con sus padres, cuyo parecer y consejo pedirán y recibirán dócilmente. Lo padres no deben presionar a sus hijos ni en la elección de una profesión ni en la de su futuro cónyuge. Hay quienes no se casan para poder cuidar a sus padres, o a sus hermanos y hermanas, para dedicarse más exclusivamente a una profesión o por otros motivos dignos. Es preciso convencerse de que la vocación primera del cristiano es seguir a Jesús. Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir en conformidad con su manera de vivir. Los padres deben acoger y respetar con alegría y acción de gracias el llamamiento del Señor a uno de sus hijos para que le siga en la virginidad por el Reino.

El amor a los enemigos El precepto del amor al prójimo no tienen excepciones. No podemos excluir a nadie. El amor a los enemigos está comprendido en el precepto de la caridad fraterna. Este amor a los enemigos es lo que distingue el amor cristiano del amor pagano que está presente desde el AT. Jesús proclamó expresamente (MT 5,45) el carácter obligatorio del amor a los enemigos como condición para ser hijos del Padre Celestial. PECADOS CONTRA EL AMOR AL PRÓJIMO El odio y la envidia

El odio es el pecado que más directamente va contra el amor al prójimo. La envidia es tristeza o malestar por el bien del prójimo. El envidioso, en lugar de desear el bien al prójimo, le desea el mal porque ve en la dicha de su prójimo un perjuicio o una limitación para sí. Es una falta moral tanto más grave cuanto más seriamente se fomente y cuando mayor sea el bien que ataca. La discordia La discordia se opone al bien de la paz y la concordia. Nace del desordenado amor propio y de la vanagloria. La falta recae primeramente sobre el agresor injusto, y luego sobre el agredido si no es moderado en su defensa. La seducción Consiste en el esfuerzo premeditado e intencional por hacer caer al prójimo en pecado. El seductor peca contra el amor al prójimo, pues no solamente no favorece al seducido en valor moral, sino que trata de dañarle. Si el seductor logra su intento, tiene la obligación moral de reparar por los daños causados. A menudo la seducción reviste un carácter de escándalo. El escándalo Es una actitud o un comportamiento que induce a otro a hacer el mal. El mal que escandaliza se convierte en tentador de su prójimo. Atenta contra la virtud y el derecho; puede ocasionar a su hermano la muerte espiritual. El escándalo adquiere una gravedad particular según la autoridad de quienes lo causan o la debilidad de quienes lo padecen. El escándalo puede ser provocado por la ley o por las instituciones, por la moda o por la opinión. Así, se hacen culpables de escándalo quienes instituyen leyes o estructuras sociales que llevan a la degradación de las costumbres o de la corrupción de la vida religiosa, o a condiciones sociales que, voluntaria o involuntariamente, hacen ardua y prácticamente imposible una conducta cristiana conforme a los mandamientos. El que usa los poderes de que dispone en condiciones que arrastren a hacer el mal se hace culpable de escándalo y responsable del mal que ha favorecido. Escándalo quiere decir, piedra de tropiezo. En sentido moral es toda acción u omisión que constituya para otros un tropiezo en el camino de la salvación. Hay circunstancias en que se da escándalo aún por acciones u omisiones que, consideradas en sí mismas, Independientemente del efecto que puedan producir en el prójimo, no son pecaminosas. Es el llamado “escándalo de los débiles”, que se da por razón de su conciencia débil o mal formada. Las formas más comunes de escándalo son las que se dan por la indecencia, el arte degenerado, la pornografía, la literatura tendenciosa y toda conducta depravada. A veces el escándalo tiene carácter de seducción, cuando la intención de quien da el escándalo es arrastras a otros al pecado. La cooperación al mal Es el concurso al pecado de otro que ya de suyo está decidido a pecar. Es una ayuda o contribución física o moral que se presta al otro para un acto pecaminoso. Si el cooperador no solamente participa efectivamente en la mala acción del otro, sino que también la aprueba, por esa mala disposición interior se hace culpable del pecado cometido por el otro; su acción recibe el nombre de cooperación formal. A veces

pueden existir motivos que permitan la sola cooperación material, sin aprobación de la mala acción. Se puede afirmar, que es lícita la sola cooperación material cuando con ella se defiende algún bien superior o se trata de impedir un mal mayor. Hay cooperación pasiva cuando no se impide el mal que se puede y se debe impedir. Quien formalmente coopera al mal tiene la obligación de reparar según la medida de su cooperación. En caso de cooperación pasiva la obligación de reparar es proporcional a la obligación de impedir el mal y a la posibilidad de impedirlo.

Pecados de omisión contra el amor al prójimo El no cumplimiento de cualquier deber de caridad para con el prójimo constituye un pecado de omisión opuesto a la misma virtud de la caridad. Toda omisión de un deber de caridad para con el prójimo constituye un pecado de la misma naturaleza del deber no cumplido. El que usa los poderes de que dispone en condiciones que arrastren a hacer el mal se hace culpable de escándalo y responsable del mal que directa o indirectamente ha favorecido. “es imposible que no vengan escándalos, pera la ley de aquel por quien vienen” (Lc 17,1). En sentido general, escandalo quiere decir piedra de tropiezo. En sentido moral es toda acción u omisión que constituya para otros un tropiezo en el camino de la salvación: todo aquello que, por uno o por otro motivo, hace caer al prójimo en pecado o lo lleva a decidirse por el mal. Hay escándalos que no son pecaminosos, los cuales son llamados escándalo de los débiles”, que se da por razón de su conciencia débil o mal formada. Las formas más comunes de escándalo son las que se dan por la indecencia en los vestidos, el arte degenerado, la pornografía, la literatura tendenciosa y, en general, por toda conducta depravada. A veces el escandalo tiene carácter de seducción, cuando la intención de quien da el escanda o es arrastrar a otros al pecado. La cooperación al mal. Hay cooperación pasiva cuando se impide el mal que se puede y se debe impedir. Quien formalmente coopera al mal tiene la obligación de reparar según la medida de su cooperación. Pecados de omisión contra el amor al prójimo “aquel pues, que sabe hacer el bien y no lo hace, comete pecado. El no cumplimiento de cualquier deber de caridad parea con el prójimo constituye un pecado de omisión opuesto a la misma virtud de la caridad.

Adoración y culto.

El fin supremo de toda la creación es dar gloria a Dios, quien por las obras de la creación y de la redención ha hecho resplandecer su santidad, su nombre y su gloria. Por Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, la creación ofrece a Dios el supremo homenaje de adoración. El culto externo “todos los hombres están obligados a buscar la verdad, sobre todo en lo que se refiere a Dios y a su iglesia y, una vez conocida, a abrazarla y practicarla”, deber que se desprende de su “misma naturaleza”. No contradice al “respeto sincero” hacia las diversas religiones, que “no pocas veces reflejan, sin embargo, un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres”, ni a las exigencias de la caridad que empuja a los cristianos” a tratar con amor, prudencia y paciencia a los hombres que viven en el error o en la ignorancia de la fe”. Deber social de los cristianos es respetar y suscitar en cada hombre el amor de la verdad y del bien. Les exige dar a conocer el culto de la única verdadera religión, que subsiste en la Iglesia católica y apostólica. Es necesario tener en cuenta que para que los actos externos de culto sea auténticos, se requiere que estén animados por el espíritu de piedad. La acción de Dios es el modelo de la acción humana. Si Dios, tomo respiro el séptimo día, también el hombre debe descansar, y hacer que los demás, sobre todo los pobres, recobran aliento. La parroquia inicia al pueblo cristiano en la expresión ordinaria de la vida litúrgica, la congrega en esta celebración, le enseña la doctrina salvífica de Cristo; practica la caridad del Señor en obras buenas y fraternas. La participación en la celebración común de la Eucaristía dominical es un testimonio de pertenencia y de fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Los fieles proclaman así su comunión en la fe y en la caridad. Los patrones deben a dar a todos un ejemplo público de oración, de respeto y de alegría, y defender sus tradiciones como una contribución preciosa a la vida espiritual de la sociedad humana. La oración. Los actos de fe, esperanza y caridad que ordena el primer mandamiento se realiza en la oración. La elevación del espíritu hacia Dios es una expresión de nuestra adoración a Dios. La oración es una condición indispensable para poder obedecer los mandamientos de Dios. La oración es la manifestación viviente de la religión en toda su amplitud. Ofrendas y sacrificios Es justo ofrecer a Dios sacrificios en señal de adoración y de gratitud, de súplica y de comunión. “toda acción realizada para unirse a Dios en la santa comunión y poder ser bienaventurado es un verdadero sacrificio”. Para ser fieles a Cristo es condición indispensable renunciar a sí mismo, es decir, a las malas inclinaciones, al egoísmo, a la vanidad, al orgullo, a la sensualidad, al desordenado amor del confort y a las riquezas. No se puede haber vida auténticamente

cristiana si no hay disposición al sacrificio: “Pues para esto habéis sido llamados, ya que también Cristo sufrió por vosotros, dándoos ejemplo para que sigáis sus huellas” (1P 2,21). Ayuno y abstinencia. Todos los fieles, cada uno a su modo, están obligados por ley divina a hacer penitencia, sin embargo, para que todos se unan en alguna práctica común de penitencia, se han fijado unos días particulares, en los que se dediquen los fieles de manera especial a la oración, realicen obras de piedad y de caridad y se nieguen a sí mismo, cumpliendo con mayor facilidad sus propias obligaciones y, sobre todo, observando el ayuno y la abstinencia, a tenor de los cánones. A. Ayuno y Abstinencia. En tiempos de ascesis y penitencia. Es precepto de la santa madre iglesia, un ayuno agradable a Dios. Debe de tener sus tiempos oportunos, la iglesia le prescribe para los tiempos de cuaresma, los viernes y el miércoles de ceniza. Quien este en contra del ayuno incurre en causas graves. B. Diezmos y primicias. Los fieles tiene el deber de ayudar a la iglesia en el sostenimiento del culto divino. Es norma que esta prescrita en el derecho canónico C. Promesas Y Votos. El cristiano puede prometer a Dios un acto, una oración , una limosna, un peregrinación. El voto es una promesa deliberada y libre hecha a Dios. A través del voto la persona se obliga más a la realización del bien Moral. El voto puede ir acompañado de juramento, no es una eventualidad. Puede ser personal, público y de duración temporal, pude ser en razón de su materia absoluto o condicional en razón de su forma expreso o tácito. Requiere uso de razón, deliberación, voluntad plena libertad que sea algo posible y que se ajuste a las normativas eclesiales, a la doctrina, el derecho y la moral. •

PECADOS CONTRA LA VIRTUD DE RELIGIÓN.

A. El Ateísmo Materialismo práctico, el humanismo ateo enseña que el hombre es el fin de si mismo, niega la existencia de Dios, ofrece una libertad ilusoria, tiene una concepción falsa de la autonomía humana B. La Idolatría Tiene rasgos de superstición, va en contra del primer mandamiento, no adorar a dioses distintos del único señor. No adorar ídolos de hechuras humanas. No se refiere solo a los cultos falsos del paganismo, la vida humana se unifica en la adoración del Dios único. La idolatría es un perversión del sentido religioso innato en el hombre. Niega directamente a Dios. C. Blasfemia

Proferir interior o exteriormente palabra de odio, reproche o desafío contra Dios. El abuso del nombre de Dios es un grave crimen, provoca el rechazo de la religión. Es pecado grave. Es prohibido utilizar el nombre de Dios como amuleto de protección divina. Existe la blasfemia Diabólica ofender a Dios e Imprecativa, utilizar los misterios divinos para ofender a otro, la cruz, la encarnación, el nombre de Jesús o de María. Y blasfemia herética negar o tergiversar alguna verdad. Antiguamente era castigada con la pena de muerte. La superstición, la adivinación y la magia es pecado contra la fe puesto que acarrea dudas del poder de Dios. Todo ello es signo de cobardía. D. Satanismo. Blasfemia llevada al extremo, adoración de satanás. Satanás es una entidad personal antagónica al creador, ser de la corte angelical, cuya tarea es la de ser fiscal o acusador de quienes son infieles a Dios. Algunos satanistas independientes o asociados a sectas satánicas visten de negro, utilizan emblemas como el crucifijo o el pentagrama invertido, realizan rituales en los que practican sacrificios de animales o humanos acompañados de profanación de sepulcros, escuchan géneros musicales en donde priman la estridencia y los cantos guturales y gustan de estéticas macabras y grotescas. En este mundo, en donde se tiene la impresión de que el mal -como quiera que se entienda- vence al bien, creo que es cada vez más urgente dirigir a todos la exhortación del Santo Padre: "No tengáis miedo". Esta tranquilidad sólo puede surgir de la convicción de que la liberación del mal y la salvación pasan a través de la obra redentora de Jesucristo, único Salvador del hombre. E. Nueva Era. New Age es un complejo fenómeno, un movimiento pseudoreligioso de ideas y creencias, que se presenta como una "nueva espiritualidad", cuyos elementos principales son incompatibles con la fe cristiana. Es un falso acercamiento a lo divino y una respuesta engañosa a una situación de crisis cultural. Así queda manifiesto en el documento Jesucristo, portador de agua viva. Una reflexión cristiana sobre el "New Age", del Pontificio Consejo de la Cultura y del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, de 2003. Constituye por tanto un desafío que debe llevar a la urgencia de dar a conocer las riquezas de la verdadera espiritualidad cristiana: a descubrir y cuidar con profundidad la liturgia ?sabiendo que el cristiano vive su experiencia espiritual más verdadera y profunda sobre todo en la celebración eucarística y en la adoración silenciosa? y a enseñar el verdadero objeto y contenido de la oración cristiana y la contemplación, teniendo en cuenta que la experiencia de Dios, uno y trino, no es fruto de un esfuerzo humano ni mucho menos de técnicas de meditación, sino un don de Dios. En definitiva, reconocer por la fe que sólo Cristo, el Hijo de Dios hecho hombre ?y no el Acuario? puede ser "portador de agua viva" que puede satisfacer la sed humana de vida, paz, alegría y fraternidad. La tentación de Dios: Consiste en poner a prueba la palabra o la obra, la bondad y la omnipotencia de Dios. Así mismo satanás quiso poner a prueba a Jesús cuando quiso que se arrojara del

Templo. Esta acción de tentar a Dios, fracciona nuestra confianza y respeto con el creador. Cuando pido algo a Dios sin ponerlo a prueba, sino con humildad, y en actitud de pedir un favor, ante una gran necesidad, considero la grandeza de Dios y mi necesidad ante él. El sacrilegio Consiste en profanar o tratar indignamente los sacramentos y las otras acciones litúrgicas, así como las personas, las cosas o lugares consagrados a Dios. Personas sagradas son las que han recibido una consagración sacramental, y las que por voto público se han consagrado de una manera especial al Señor en la vida religiosa. Tiene carácter de sacrilegio real la profanación de los sacramentos, las reliquias de los santos, la Biblia y las expresiones de la palabra divina, como también los objetos destinados exclusivamente al culto divino. La simonía: Es la compra o la venta de cosas rituales. A Simón el mago, que quiso comprar el poder espiritual que notó en los apóstoles. La simonía constituye un caso especial de sacrilegio. Quien deliberadamente pretende vender o comprar una realidad espiritual, por un valor temporal, o una realidad temporal inseparablemente unida a una realidad espiritual. El perjurio Pertenece, como el primer mandamiento, a la virtud de la religión y regula particularmente el uso de nuestra palabra en las cosas santas. El hombre no puede dar un mal uso del nombre del Señor, al contrario, lo debe guardar en la memoria en un silencio de adoración amorosa. La reprobación del juramento en falso es un deber para con Dios. Como creador y Señor, Dios es la norma de toda verdad. Es perjuro quien, bajo juramento, hace una promesa que no tiene la intención de cumplirla, o que, después de haberla prometido bajo juramento, no la cumple. La santidad del nombre divino exige no recurrir a él por motivos sin importancia y no prestar juramento en circunstancias que pudieran hacerlo interpretar como una aprobación de una autoridad que lo exige injustamente. El agnosticismo En ciertos casos no niega a Dios, sino que postula la existencia de un ser trascendente que no podría revelarse y del que nadie podría decir nada. Frecuentemente el agnosticismo equivale a un ateísmo práctico. Las virtudes cardinales Todas las demás virtudes se agrupan en torno a las cardinales. Estas son: prudencia, justicia, fortaleza y templanza.

Prudencia: es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios correctos para realizarlo. La prudencia cristiana dirige la deliberación del libre acto moral de modo que éste sea expresión exterior de la palabra interna. Esta prudencia ayuda al recto conocimiento de la situación y a la recta determinación de la conciencia. Justicia: Consiste en la constante y firme voluntad de dar al prójimo lo que es debido. Según Santo Tomás, en el concepto de justicia, entran estos elementos: . Referencia al prójimo, aunque se habla de justicia para con Dios. . Darle aquello a que tiene derecho . Dárselo plena y enteramente Fortaleza: Asegura la firmeza en las dificultades y la constancia en la búsqueda del bien. También es el resistir en las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. La fortaleza cristiana no cede al temor o al miedo ante el recto orden de los valores. Templanza: La templanza está relacionada con la sobriedad o moderación de carácter. Una persona con templanza reacciona de manera equilibrada ya que goza de un considerable control sobre sus emociones y es capaz de dominar sus impulsos. Vicio opuesto a la templanza es la intemperancia. Cuando la comida y la bebida no se toman por satisfacer una necesidad vital sino solamente por placer, se falta a la intemperancia. Si la intemperancia en las comidas y las bebidas llega a ser gula, es causa de otros males y, por tanto, es pecaminosa.

Preguntas: