Manual de Equitacion (1848)

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MAMA!, l)F.EülllA(:lO^.

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El, ME.U)R ANnCODEL WlMBRí: ES EL CABALLO

DE

aQiía^^(3ií(i>sí^ DSDÍCAIiO

EL CORONEL DE CABALLERÍA

IMPRENTA Y LIBRERÍA DE D. RAFAEL ARROYO, calle dd Cabildo Yiejo núm. 8. tSM.

Ál redactar este pequeño MANUAL DE EQUITACIÓN, que puede considerarse como un estrado reducidísimo de mis ideas sobre la materia, no ha sido mi propósito presentaros una obra acabada y exenta de todo error, sino dar á luz, sin pretensiones de ningún género, unos apuntes ligeros sobre el arte de montar á caballo. Mi afición decidida y mi ardiente entusiasmo por él, las inequívocas muestras de simpatía y bene~ volencia que he merecido á personas de inteligencia nada dudosa y los resultados que he obtenido en veinte años de una práctica hecha á costa de grandes desembolsos, y no pocas incomodidades, son los únicos resortes que han vencido mi repugnancia á publicar este reducido Üanual: aceptadlo, pues, mis queridos amigos con la bondad que acostumbráis dispensarme, y recibid en él un homenaje y público testimonio del aprecio y adhesión del que lo es vuestro |)(W« Pí. SkmvUtina,

¡ Dios lo crió para la felicidad de los creyentes 1 (Dicho árabe,..)

loMO la moda ha establecido la costumbre de escribir un prólogo, voy }'o también á hacerlo á mi manera y con mi estilo natural, empezando por decir, que la vida entera de un hombre se necesita para poseer la ciencia de domar á la perfección los hermosos caballos EspaSoles. ¿Y no es cosa triste, como dice Baucher con mucha oportunidad en su obra de equitación, que después de haber uno gastado su vida y su inteligencia en buscar la verdad útil, sea necesario invertir mas tiempo para acallar rivalidades? Ciertamente que s(: y no podia ser de otra manera si se atiende á que los títulos de profesores de Equitación se adquieren con una teoría rutinaria sin el estudio profundo de la índole de nuestros,caballos, á que los pocos profesores que tenemos se reservan sus conocimientos sin trasmitirlos y á que la doma que se aprende en el único colegio de equitación que tenemos, si bien muy útil y de resaltados muy provechosos para el objeto á que está

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destinado, es inaplicable á nuestros caballos de Andalucía. Hay mas: en España todos quieren ser profesores de Equitación: muchos se tienen por inteligentes en domar y montar, y por desgracia dificilmente se encuentra un pensamiento fijo y uniforme en la mayoria de los unos y los otros. Sin ir mas lejos recuerdo perfectamente los métodos de doma que se adoptaban por algunos profesores en los años de veinte y siete y veinte y ocho (siendo yo muy joven), cuyos métodos apUcados con todo el rigorismo del arte daban resultados mas prontos y eficaces en la doma de nuestros caballos: recuerdo perfectamente la gracia y soltura en sus movimientos, que muy bien traídos y embocados, entonándose en sus pasos, eran el encanto de los inteligentes y verdaderos aficionados. Era entonces en Andalucía tan común como vulgar el dicho técnico. ¡Qué bien traído va ese caballo! ¡qué arle tiene! ¡qué bien se entona ! ¡cómo se peina la cola! ¡qué unido está en la paz y en la guerra! etc. etc., que apenas habia caballo que no mereciese estos elogios, que hoy están vinculados á muy pocos, apesar del fomento que se le ha dado á la cría caballar, y del celo con que el Gobierno mira este importantísimo ramo de la riqueza pública. Tal vez la moda, ejerciendo en esto como en todo su frivolo influjo, habrá contribuido á este verdadero

atraso, haciendo que nuestros caballos pierdan su gracia y atractivos con la ridicula costumbre de corlarles las crines y la cola, dejarlos abrir la boca y ejecutar movimientos de rotación con aquella. Yo no dejaré de censurar estos viciosos defectos, que alcanza á corregir la diestra mano de un hábil picador; y aunque ahora no haga otra cosa que indicarlos, atendiendo á la brevedad de un prólogo, procuraré consagrar algunas líneas mas adelante para demostrar, que tanto estos defectos como otros, no dependen de otra cosa, que del mal gusto, y de no saber dirigir las ayudas á los caballos con la oportunidad y estudio que se requiere. No dejaré tampoco de manifestar antes de entrar en el verdadero estudio de doma, que se han multiplicado de tal modo los métodos de montar y educar los caballos, que hoy dia no nos entendemos ni profesores ni aficionados, porque no basta solo el estudio de nuestras obras de equitación, sino que es necesario, es indispensable en el hombre que se consagra á aplicarlo, que tenga cierta aptitud moral. Sin honradez, sin sentimientos y sin buena educación, es difícil, es imposible practicar ciertas teorías ni resolver ciertos problemas de equitación. Difícilmente podrá ningún hombre que no sea sensible, enseñar con elegancia, con dulzura, con gracia y con aprovechamiento á estos sensibles ani2

males cualquiera que sea por otra parte su índole; porque del mismo modo que el niño, recibe el potrc las impresiones de su maestro. Baucher y varios autores dun al caballo la parte de inteligencia que le pertenece, según las leyes que rigen los seres animados. El caballo toma cariño, sabe discernir, tiene sentidos y está dotado de mucha memoria; luego está sometido á las reglas comunes de los seres sensibles é inteligentes. Y si esto es así ¿porqué la mayor parte de nuestros aíicionados han de carecer de la suliciente inteligencia y aptitud para domar perfectamente sus caballos? porque de las aficiones esta es sin disputa la mas ingrata. Díganmelo á mí que no he perdonado medio ni sacrificio alguno que no esté á mi alcance para domar los mios, y cuando he creído presentar uno educado con todas las reglas de una buena escuela, no he recibido de los profesores otra cosa que los denuestos, hijos de una rabiosa ferocidad, ó la fría indiferencia de una pueril rivalidad ó torpe venganza, por mas que los aplausos y juicios favorables de algunos aficionados hayan podido halagar mi amor propio, hasta el punto de creer que presentaba una obra invulnerable á toda crítica. Y pregunto yo ahora: si un hombre pobre y honrado estudia por obligación hasta alcanzar el título de maestro y se le supone inteligencia y conocimiento para enseñar ¿ porqué á un aficio-

nado que además de leer nuestras mejores obras y tomar lo mejor de cada una, se le niega la inteligencia y aptitud para saber dirigir su caballo? ¿No dicen nada en favor suyo los elementos con que cuenta para ser considerado siquiera? Estas pretensiones han roto mas de una vez los vínculos de la correspondencia, y han influido no poco en los aficionados para que miren con desdén un arte tan de suyo ingrato. Entre los autores de obras de equitación hay quien critica de ginetes y caballos^ y entre otras cosas dicen: «Un hombre, que no tiene mas habilidad que la de montar á caballo toda su vida, sin saber como ni porqué, nunca podrá dar razón de lo que hace ni ser mirado como picador, asi como aquel que lleva «n reloj y le dá cuerda no por eso es relojero» y yo digo: pero sabe la hora A esto podria responderse, que hay muchos hombres que aprenden teóricamente la equitación y no saben absolutamente ejecutar á caballo; y también podria designárseles algunos picadores de merecida celebridad, que sin haber saludado un hbro, acaso por no saber leer, tienen sulicienles conocimientos prácticos para domar un caballo en lodos los aires de una buena escuela, y que mas de una vez han obtenido en Sevilla en pública palestra ios premios que la bondad y generosidad de NUESTROS AuGuí»TOS IMWNTES han tenido á bien concederles

XII

por su habilidad y maestría; y siendo esto un hecho público y de lodos conocido, no se me negará, que el caballista nace. Otra preocupación hay también que combatir, y es la idea que de nuestros caballos tienen formada algunos autores cuando creen que el paso de andadura, es patrimonio de nuestro suelo y eslá muy difundido entre nosotros. Esta creencia es absolutamenle errónea y estamos los andaluces tan distantes de patrocinar esa marcha tan de suyo defectuosa, tan molesta al animal y tan contraria á las leyes de la mecánica, que no se consiente sino á un corlo número de caballos casi siempre mas débiles que los otros, y que están destinados esclusivaraente al trabajo y faenas del campo. Si yo tratara ahora de discurrir sobre las causas que han engendrado entre nosotros cierta apatía á esta afición encantadora aun del bello sexo, y han disminuido notablemente el número de nuestros aficionados, indicaría desde luego como la mas principal la falta de buenos profesores que se acomoden á nuestros gustos, á nuestra índole particular y al temperamento de nuestro país. Suele criticarse con mucha frecuencia por los maestros, que los aficionados andaluces no saben mas que bailar con sus caballos resabiándolos y destruyéndolos antes de tiempo. Y pregunto yo ahora ¿En

esta tierra clásica del sentimiento, de los amores y de la poesía, se puede montar á caballo sin hacer todas las habilidades que enseña nuestra buena escuela? Esto está en perfecta armonía con la índole de nuestros naturales. ¿Qué ginete andaluz de habilidad en la tierra de la gracia y de la sal, cuando vá á caballo y \é una morena con ojos árabes asomada á una ventana, no le arrima las espuelas, lo une y lo obliga á hacer una monada? ¿Qué ginete andaluz vá á caballo y ve venir á un aficionado que le mira de hito en hito y no le obliga, lo desenvuelve, lo entona y le hace una corbeta? Imposible Esto, de ninguna manera supone poca inteligencia y maestría en nuestros aficionados, como mas de una vez suele interpretarse por profesores envidiosos. En ninguna parte de España hay quizás major número de ginetes que en Andalucía, y tal vez en ningún punto se conserven con mas entusiasmo las tradiciones de la antigua escuela Española que es sin disputa la que tiene mayor número de prosélitos. Un paso airoso y con arte, suavidad y dulzura en la boca, elegancia y desenvoltura en el trote, y facilidad, valentía y perfección en el galope, es nuestra encantadora escuela de á caballo. Concluiré diciendo, sin que esta manifestación mia sea hija de enemistades ó resentimientos personales, que la doma que se dá á los caballos en esta

Capital por algunos profesores, no solo es demasiado lenta, mas que en parte alguna, sino que se hace alarde de semejante proceder cambiando las ideas y haciendo en dicha doma variaciones y tonterías que solo sirven para irritar á el público inteligente. Esto no solo está en oposición con mis ideas, sino con los intereses de los criadores y con la índole de los animales. Estas convicciones que yo tengo, aunque fuertemente rechazadas por algunos profesores, son el resultado de mi práctica particular y no una vez sola lo he demostrado con hechos palpables que atestigüen y comprueben mis ideas sobre la materia. Réstame añadir como complemento de mi prólogo, que es sensible, que en Córdoba, cuya fama por la hermosura y belleza de sus caballos suena merecidamente por toda Europa, no tenga el número de profesores inteligentes, y que á faifa de ellos tengamos que darlos á picadores que apenas hacen observaciones de sus perfecciones y defectos^ contribuyendo todo ello al descrédito de nuestras mejores castas y causando perjuicios á la afición misma.

mi»M(CCi®ic m m \ POSldlON DEL (llííETL estrañarán mis amigos y aficionados, que teniendo por objeto en este Manualilo hablar de la educación del caballo, diga también algo de la posición del ginete, tal como yo la comprendo. Sin un ginete bien puesto, esa educación es imposible.

rOSlGlON. Lo primero que necesita el ginete para caer bien á caballo, es que sea bien coníigurado y que guarden ciertas proporciones sus miembros. De esta manera se dá estension al busto para que naturalmente caiga sobre el asiento de la silla: los brazos caerán con agilidad y soltura á los lados: los muslos y piernas buscarán con aplomo el contacto de la silla, y los pies sin exageración, le inclinarán hacia la oreja del caballo: el cuerpo ó tronco del ginete, compuesto de cabeza, hombros, pecho y cintura, deben ir^ con soltura, con sencillez y sin afectación ninguna, siguiendo el aire á los movimientos que el

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caballo ocasionare. El pecho no debe llevarse tan presentado como generalmente se vé en muchos aficionados y principiantes: debe ser una cosa natural, adelantando sin afectación la cintura, y buscando el punto de apoyo sobre los ríñones; de esta manera se consigue una posición elegante y natural. Estos resultados los obtiene generalmente el ginete con la afición y la práctica. MANO DE RIENDA DEL GINETE. Mucho hablan algunos autores de equitación sobre la m;mo y sus efectos, ocupándose de uñas arriba, uñas abajo, movimientos á la izquierda, á la derecha, etc. Lo principal que se necesita para mandar al caballo y adt|uirir un buen tacto, es un bocado hecho con inteligencia, que en todo lo posible suavise la boca, la refresque y iiempre que sea necesario le haga obedecer á lo que el ginete le mande: las cadenillas de barbada deben ser de eslabones fuertes que hagan buen asiento al animal como seguras para casos de resistencia. La mayor parte de nuestros caballos no están embocados, y aunque algunos no lo crean, de seguro se convencerían de ello como yo me he convencido con la práctica de algunos años: esto no depende de olra cosa que de las cadenillas 6 barbada, líien pú-

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Wico fué, no liace mucho tiempo, que compré en esta Ciudad un caballo tordo, de cinco años v buena alzada á 1). Fernando Várela, labrador: este animal babia rodado por varios picaderos y nadie había conseguido unirlo y colocarlo, bastándome á mi un solo dia para vencer todas las dificultades que anteriormente ofrecía, logrando presentarlo ante una concurrencia de aficionados é inteligentes, sin que para ello emplease oíros resortes que una cadenilla gruesa y fuerte j un bocado suave. Tal fué la sorpresa que produjo, que todos dudaron de que fuese el caballo que dias antes no había medio eücáz para conseguir colocarlo y unirlo. No es esta la sola observación que tengo hecha ni el único ejemplo que he ofrecido á la curiosidad pública: por esta razón soy tan opuesto á que para la doma de los potros se usen las cadenillas inglesas, que no producen mas efectos que endurecer la boca y picotear la mayar parle de nuestros animales. Por regla general cualquier hombre medianamente educado aprende en dos lecciones las posturas ó modos de llevar las riendas, y debiendo estar conformes mis amigos con estos principios, les diré que el juego de la mano izquierda está limitado á la muñeca, y estando las riendas completamente apuntadas, colocado el dedo meñique entre ellas, cerrando perfectamente la mano y descansando el dedo pulgar sobre la parle plana de la 3

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rienda llevando las uñas abajo hacia el cuello del caballo, y el brazo ceñido naturalmente al cuerpo, se facilita el competente desahogo y se dá la libertad suíiciente para los movimienlos que quieran ejecutarse. La mano del ginele debe ir con mucho tacto á fin de no tirar ni aflojar, de manera que no le perjudique uno y olro extremo: débense pues graduar los puntos de apoyo que el caballo necesite. Cuando se monta un potro con cuatro riendas, solo en la mano izquierda hay una pequeña variación en los dedos, llevando el meñique entre las riendas de brida y cabezón, colocando el anular entre las de brida y el pulgar como he dicho antes, es decir, sobre la parte plana de las riendas; la mano derecha separada á una pequeña distancia y tomada la rienda del cabezón con alguna firmeza y flexibilidad en la muñeca para aflojar y tener, cayendo el codo unido naturalmente al cuerpo, dando y tomando con una y otra mano con suavidad para ir uniendo lentamente los movimienlos del caballo. Al hacer una sucinta descripción de la mano de rienda, concluiré asegurando que son muy pocos los hombres que aciertan á adivinar los secretos de ella, y esto es tan esacto, cuanto que en muchas ocasiones me lo ha demostrado la esperiencia con varios caballos que he montado educados por diferentes profesores, y aun de algunos amigos, á los cuales apenas he

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intentado poner en práctica estos resortes, han ape­ lado á una viciosa defensa; así es, que se nece­ sita un tacto muy privilegiado en el ginete para desenvolver al caballo en todos los aires con maes­ tría, acierto y gracia.

PRINCIPIOS OlE HAN DE TENERSE PRESENTES EN LA DOMA DE UN POTRO.

DEFENSAS Y RESABIOS. El ginele hace al caballo, como el marido hace a la muger. íi Proverbio de los árabes del Sahara.»

ÍLA mayor parte de las veces que un polro se defiende, es por las imprudencias de algunos profesores, hijas del miedo y de la poca práctica. El caballo no se doma de su bravura en el picadero: se le enseña á ser dócil en el pesebre, haciéndose amante del hombre: y muchos de mis amigos y lectores convendrán en esta verdad, pues saben por haberlo visto, que caballos muy feroces tanto en las dehesas como en las cuadras de sus respectivos dueños, una vez venidos á mi poder, en dos dias, con maña, habilidad y mi afición decidida, los he domesticado de una manera admirable. ¿Para que sirve con un animal tímido, tan amante del hombre, tan

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cariñoso, tan susceptible, tenerle un dia, otro y otro con un ceremonial innecesario dando repetidas vueltas en el picadero con dos ó tres hombres que cada uno vá haciendo una cosa, que á todo conduce menos al objeto que el profesor se propone? El caballo mas uraño, el de mas rigor, el mas indómito, como en el hombre haya habilidad, dulzura y suficiente resignación para manosearlo, se hace lan dócil que solo en dos dias recibe la silla perfectamente: á los seis dias lo mas, puede montarlo el ginete, confiado en que no ha de estremecerse, y dificilmenie en la continuación de su doma, hará la mas mínima demostración de defensa. ¿A quó, pues, tantos misterios en algunos profesores, tan supértluos períodos de enseñanza para ponerles la silla en el picadero? Los que usan de estos métodos ¿han visto alguna vez que un chico que vá á la escuela se le lleve la ropa para vestirse en la clase? Yo creo que el caballo debe salir de la cuadra con la silla, que en el momento de llegar al picadero con solo unas cuantas vueltas á derecha é izquierda debe montarlo el ginete con brida, cabezón, silla y baticola, llevando en la embocadura del bocado unas estopas con un poco de miel para que el caballo lo tome á placer. Para montar un potro, generalmente nuestros profesores invierten infinidad de dias, y con cierto

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aparato de vuelías, paradas y golpear la silla, y oíros varios preparativos, aburren en mi conceplo de la I manera al animal, que dando con ello motivo á despertarle, adquiere ciertos vicios en su primera educación por la timidez del profesor que tanto iiiflu\e en proporcionarle tiempo para ellos, que difícilmente se les destierra á un potro acostumbrado á «na perjudicial tolerancia ó indiferencia del maestro, después del corto plazo de los seis dias que llevo mencionados para montarlo, á menos que no se quiera deslumbrar al público. Después de montado el caballo tres ó cuatro dias, por el redondel, debe al instante marchar por derecho con otro caballo pacífico que le sirva de madrina, y por terreno libre, á fin de que se vaya desengañando y alijerando en sus movimientos. El repararse ó asombrarse un potro, proviene de cobardía y de la falta de costumbre de ver ciertos objetos; y para esto se debe dirigir hacia ellos y suavemente aplicarle los talones ó espuela, parándolo por ciertos momentos y acariciándole al mismo tiempo; mas si esto no fuese suficiente, se le castigará con rigor parándole y halagándole al mismo tiempo, y es seguro, que como sepa el ginele hacer esta operación, conseguirá desengañar al caballo, y después de algún otro ejemplar que le ocurra, desaparecerá su asombro para siempre.

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De un asombro, ó por ser querenciosos algunos potros, suele resultar el vicio de enlabiarse, lo cual se corrige con el tacto y habilidad del ginele, separando un poco la rienda izquierda ó derecha, según al lado que se entable, dándole vueltas alrededor de un círculo que vava progresivamente disminuyendo desde la circunferencia al centro, á íin de hacer mas directa la flexibilidad del cuello y espalda, hasta que desengañado adquiera agilidad en el movimiento y vuelva á la perfección. Cuando un caballo vá á volver á derecha ó izquierda, ó vá adelante ó airas, sus movimientos han de ir ayudados de los talones ó espuelas, graduando la parte de contacto que haya de aplicársele, pues de no hacerlo así, nunca será ágil y graciosa Ja ejecución. Un caballo pesado, con poca agilidad para obedecer lo que se le manda, siempre que no tenga una causa fisica que le imposibilite, deberá aligerarse con las espuelas: para esto se le mandará el paso atrás, y ejecutado, el ginete correrá las espuelas en todo el hijar fuertemente una y otra vez hasta herir ó rasgar la piel. Esta lección queda perfectamente ejecutada, teniendo el potro puesta la cuerda en la anilla de enmedio de la serreta del cabezón, y obligado por el tenedor de dicha cuerdn á que dé algunos pasos hacia atrás empujado por el ginele de

la manera anleriorraenle dicha, el hombre ó profesor que maneje la cuerda contendrá con pulso y hahilidad los ímpetus ó arranques del animal, producidos por las ayudas. Puedo asegurar á mis lectores, que hecho esto en dos lecciones, el caballo reúne sus fuerzas, se equilibra, se une y se encuentra muy ágil sin necesitar en mucho tiempo semejantes castigos. Hay caballos de mucho genio que parece no se les debe correr las espuelas, y en esto como en otras muchas cosas del arle, hay en mi concepto un grande error. A buen caballo buena espuela, decían los antiguos. El caballo no está ágil, no está unido, no está equilibrado, no hará nada con gracia como el ginete no le haya corrido con saber y habilidad las espuelas; es mas, sin hacer esta operación aun cuando tenga el caballo ocho ó nueve años y se diga que está domado y que obedece, yo aseguro que ni tiene obediencia, ni tiene mando, ni está educado: es decir, está cerril. En el año de 1850 compré al Excmo. Sr. Marqués de Guadalcazar un hermoso caballo negro, llamado Pecero, con doce años de edad y mas de cuatro de doma, y tenia los defectos que espreso á continuación, que me fueron revelados por el profesor que le había educado. Estos defectos consistían en que al apretarle las cinchas de la silla á la salida de la cuadra, botaba con el ginete hasta ponerlo en 4.

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tierra. Este animal de una hermosura estraordinaria no había sufrido jamás el castigo ó ajuda de la espuela en los hijares, y por consiguiente volviendo á mi doctrina, no estaba domado, motivo por el cual tenía algunos resabios. La primera vez que traté de corregir este defecto, fué á montarlo tin buen ginete teniendo la cuerda puesta en la anilla del cabezón, y yo tenedor de ella, se boió y defendió con tal prontitud que despidió al ginete cayendo en tierra, cuyo golpe pudo ser de graves consecuencias: en este estado, poniéndome inmediatamente las espuelas y preparando al caballo con arreos de buena resistencia, lo monté, y rasgándole los hijares hasta quedar perfectamente señalado de las espuelas, no solamente no volvió jamás á tomar defensa, sino que tanto el profesor de su primera enseñanza como personas entendidas, vieron al bruto completamente otro en su docilidad, en su agilidad y movimientos, no abandonando yo jamás por estos motivos la máxima de lo que dijo en una de sus batallas el Cid Campeador: (i Maldigo al hombre que no monta á caballo con espuelas.» Muchas son las defensas en los caballos, y mas ó menos peligrosas para el ginete: la de empinarse sobre los pies quedando derecho, puede muy bien perder el equilibrio, siendo su caida las mas veces mortal para el ginete. Hay un medio de evitarla que

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Consiste en guardar serenidad y aflojar las riendas, 3' cuando el caballo ponga las manos en tierra, debe aplicársele fuertemente las espuelas con cierta inteligencia y tacto, para evitar el peligro á que esto pudiera dar lugar. Diversos son los recursos á que apelan varios autores para corregir este defecto, entre otros el de amarrar el caballo á dos anillas con un buen cabezón y pincharle en las caderas, etc. Lejos de admitir yo esta doctrina, creo que los resabios se quitan en los caballos con cierta habilidad y maña, y sobre todo montados.

DEL PASO. Varios son los pasos que se conocen en este país según los gustos ó caprichos de los profesores y aficionados: hay paso castellano, paso y trole, paso levantado y paso natural. El caballo empieza por el paso natural ejeculándolo á su placer y dejándolo el ginele, á lo que se llama vulgarmente ir tranqueando, hasta que adquiriendo agilidad se vá adelantando con las ayudas, y se fija en el paso que llamamos castellano. El paso levantado es algo mas rápido que el castellano y el que generalmente nos agrada en nuestros caballos, porque gustándonos en estos animales la gracia en los movimienlos de los

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brazos, este aire por lo regular es el que se adopta mejor por los inteligentes por creerlo el mas airoso y el de mas arle. Hay paso trote, que es mas precipitado que el levantado, y aun cuando, como es natural, redobla mas sus movimientos el caballo, el no llevar colocadas sus piernas le hace ser poco airoso, y son muy pocos los que aprueban esta marcha. Aun cuando profesores y aficionados enseñen á sus caballos los pasos á su manera, y como mas les agrade, creo que colocando bien las piernas, sentado el cuarto tracero, recogido en la brida sin que pese á la mano, y ayudada con tino con las piernas del ginele, podrá sin duda alguna llevar el caballo un paso castellano algo levantado que dé gracia y soltura á sus remos, y ser muy airosos y suaves sus movimientos.

DEL THOTE. Este es sin dispula uno de los aires mas hermosos en nuestros briosos caballos. El trote es el que naturalmente reúne sus fuerzas y les dá flexibilidad á sus coyunturas, principalmente de espaldas y rodillas, cosa que se vá consiguiendo con el ejercicio diario de un trote suelto con cierto tacto y suavidad sin apurar á el animal, adelantándolo según su agi-

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lidad y disposición, teniendo mucho cuidado de irle ayudando para que no se detenga en el terreno que ^á descubriendo. El ejercicio que diariamente vá haciendo el caballo con la lección, hace que el g¡nete vaya pasándolo al trole resuelto hasta perfeccionarlo, sin que de este movimiento pase al galope. Hay caballos muy perezosos que se necesita ayudarlos y obligarlos continuamente para que no pierdan el movimiento del trote y lo ejecuten con soltura y habilidad: para lo cual, soy de opinión de que se les dé unas cuantas vueltas al galope, con lo que se aligeran y trotan con mucha firmeza, gallardía y habilidad. Hay otros, por el contrario, muy fogosos y de mucha agilidad, que se adelantan demasiado y se pasan con mucha frecuencia á el movimiento del galope: á estos conviene muy particularmente darles varias vueltas en este último aire también, quedándose al ponerse en el trote Ojo, resuelto y airoso. De la misma manera que hemos hablado del trote estando montado el ginele, se ejecuta pié á tierra; pero como lo natural es que cuando el potro liega al picadero, á los pocos dias lo monta el ginele, y se pone en práctica lo que llevo relacionado, solo diré que teniendo la cuerda el ginete que eslé pié á tierra y puesta en la anilla de enmedio del cabezón de serreta, se colocará el potro en la pista, y ayudado por el hombre de las correas, empezará

(30) su marcha al paso natural, y cuando el ginele que lleva la cuerda liene por conveniente romper al trote, manda hacer una segunda a^uda al de las correas para la ejecución de este aire: si de éste se pasara el caballo á galopar voluntariamente, el gi­ nele culebreará la cuerda hasta quedar en el trote: si por el contrario el caballo se detiene en el trote, por pereza ó poca agilidad, el hombre de las correas las golpeará en el suelo á cierta distancia, alijerando de este modo hasta quedar firme en este movimiento: si esto no bastare, debe castigarse con las correas hasta conseguir echarlo hacia adelante, haciendo desaparecer la pereza que antes tenia para lograr un trote con firmeza, gracia } soltura.

DE LAS IMIIADAS. La parada en un caballo, es donde mas se ad­ vierte la inteligencia y saber de un ginele. Quizá esto pase desapercibido para algunos aíicionados; pero JO los diré, que en ella se afirma la boca, la cabeza y las espaldas, y se consigue aligerarlo á la mano. Para hacer bien una parada se necesita en el ginele mucho gusto, mucha maestría y elegancia, V es menester también aligerar un poco al caba­ llo, y con la oportuna suavidad, según el contacto

(31) que necesite, se le unirán las panlorrillas, adeliintaiido un poco la cintura y afirmándose con la brida hasta que queden remetidas las ancas, y unidos los brazos \ las piernas sobre una linea. Mucho se habla por algunos autores de las paradas y sus descomposiciones, etc.; pero como haya tacto y habilidad en la ejecución por el ginele^ de lo que llevo referido, puedo asegurar que rara vez ocurrirá una mala descomposición en ese aire. Una parada pronta, firme y hecha en un solo tiempo, donde el caballo se apoye con igualdad eu sus ancas, las piernas derechas y los brazos, sin que discrepe el uno del otro una línea, conservando la cabeza firme y bien colocada, darán un resultado á lodo el conjunto de ayudas de inteligencia, en lo cual acreditará á un buen ginele en todo lo que abraza el arle encantador de la equitación.

DEL PASO ATRÁS. Una de las cosas mas esenciales en los caballos es el paso atrás: (íiste los templa de su fogosidad, los une, los equilibra y los enseña á parar y marchar adelante: también es la base para corregir varios aires, como por ejemplo cuando un caballo á el montar el ginele sale marchando intranquilo y codicioso hacia adelante, unos pasos airas bastarán para

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contenerle, cuando salga tan alborotado que del paso se cambie al trote: con el mismo mecanismo se conseguirá que entre en la paz unido y entonado; y por último, si el ginete observa que el caballo pesa á la mano y que marcha apoyado sobre el cuarto delantero, no llevará colocadas las piernas, necesitándose por couáiguieule la ayuda de los pasos airas. Esta operación le aligerará la cabeza y cuarto delantero, y colocadas en su verdadera posición las piernas, saldrá adelante con gallardía y suavidad eslraordinaria en sus movimientos. El enseñar á un caballo el paso atrás es sumamente sencillo, necesitando como en todo lo que depende de la equitación cierto tacto: el ginete de pié á tierra tendrá la cuerda firme en la mano izquierda, (pasada por supuesto por la anilla de enmedio del cabezón de serreta) y haciendo bajar suavemente la cabeza del caballo, lo pondrá en aptitud para el movimiento de airas. La colocación del ginete que tenga la cuerd.i, será do frente á la cabeza y cuarto delantero del animal, un poco inclinado hacia la espalda derecha ó izquierda, según la colocación del caballo en la pista, y con una varita ó fusta le tocará suavemente en la caña de los brazos y ejecutará esle movimiento, teniendo cuidado que lo baga los primeros dias lentamente, para que comprendido por el animal, pueda hacerlo mas adelante con verdadera

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perfección. Esta lección debe darse solo un par de Veces para no aburrir al caballo, advirliendo (y debe tenerse muy presente) que tanto montado el caballo como sin ginete al obedecer al paso de atrás, debe en lodos casos empujarlo hacia adelante el hombre que lleva las correas: de este modo no quedará el caballo perezoso ni detenido. Instruido el caballo en este movimiento, es muy fácil que lo ejecute con el ginete. Con tal objeto recogerá éste las riendas de brida y cabezón hacia la cintura, y la mano bajará dando y lomando suavemente apoyándose un poco sobre los riñones: las pantorrillas unidas con suavidad al vieulro del caballo, le harán conocer por consiguiente que son las ayudas para el movimiento que el ginete desea.

DE LA liMON. Todos los profesores y gineles hablan de la unión en los caballos; pero en mi concepto son muy pocos los que llegan á poseer esta habilidad que seguramente acredita al profesor ó aficionado de ser un escelenle caballista. En la unión del caballo hay tanta infinidad de pormenores, que sería imposible poderlos describir y mucho menos en una obra donde el objeto principal es tratar de la sustancia ó esencia del arle. 5

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La unión del caballo tiene su principio en el paso airas y adelante, en el trole suelto y trole re suelto, y concluye en el galope; mas como ya tengo hablado en el anterior capitulo cuanto creo conducente respecto del paso airas, me parece no detenerme demasiado al tratar de la unión del caballo, y solo diré que unir es reconcentrar sus fuerzas en los remos y articulaciones para ejecutar cualquier movimiento que el gineie le mande: es lo mismo que un hombre que se prepara para saltar, correr ó hacer alguna cabriola. Mucha destreza necesita el ginete para unir el caballo con movimientos graciosos; las manos, la cintura, los muslos, las piernas, las pantorrillas, los talones, lodo se pone en movimiento, funcionando cada cual donde debe, á fín de que el bruto no se desuna y guarde el equilibrio, que para lodos los aires necesita un hermoso caballo español.

AYUDAS Y CASTIGOS. La espuela en los caballos es una ayuda y es un castigo. En la oportunidad de sabérselas aplicar está la superior inteligencia del ginete. Según mí dictamen, cuando el caballo se llama á las piernas y lo rehusa, la aplicación de las espuelas es una ayuda: cuando un caballo es muy fogoso.

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está intranquilo, se descompone, y tiene poco juicio, con las espuelas se modera y aplaca: cuando la naturaleza no le favorece, le hace perezoso, desabrido é indómito, con las espuelas se le ayuda y se hace mas agradable su educación. En las ayudas se necesita tacto, prudencia y sobre todo aplicarlas á su tiempo, porque si imprudentemente se ayuda con las espuelas sin la inteligencia necesaria y sin la firmeza y habilidad que el ginete necesita, podrá adquirir un resabio y destruirse un buen caballo. Muchos adversarios tenemos los andaluces entre los profesores, siendo yo particularmente á quien mayor número de estos dirigen sus tiros por efecto del castigo que oportunamente aplico á los caballos; pero dichos profesores quieren confundir las ayudas con el castigo. Yo puedo asegurar á mis lectores, que jamás imprudentemente he ayudado ni castigado con las espuelas á ningún caballo, cabiéndome por el contrario la satisfacción de decir, que después de los muchos años de práctica que cuento, no he conocido otro animal que me merezca mayor cariño, y por consiguiente siempre he estado muy distante de la dureza con que se califica mi tratamiento. A la penetración de mis lectores queda ahora conocer la causa de esta censura injusta é inmerecida de que con frecuencia soy el blanco. Sirvan estas reflexiones como de correctivo para, hacer com-

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prender á mis antagonistas, que en ninguna ocasión he aplicado las espuelas de la manera innecesaria que equivocadamente se me atribuye, sino conven­ cido de que con ellas corregía los resabios difíciles de remediar por otro camino: y cuando tal convenci­ miento he tenido, las he aplicado con la valentía que mi mismo ardor me inspiraba, arrostrando con sere­ nidad los riesgos á que he solido esponerme para obtener con ellos los resultados provechosos que rae prometía. Apliquenlos mis lectores de este modo. y su censura no será tan mordaz y severa como suele ser. Las ayudas con las espuelas no deben darse á pinchonazos, sino que apoyado el caballo sobre el bocado y corridas las espuelas vigorosamente, aflojando suavemente la mano de la brida, quedará libre con una disposición estraordinaria en todas sus fuerzas. Acostumbrado el caballo á estas ayudas, tendrá la mayor parte de su educación y podrá se­ guramente impedírsele cualquiera defensa que inten­ tare tomar.

EL GALOPE. Para este movimiento es preciso que el caballo esté perfectamente recogido y flexible para poner ea juego sus resortes. El ginete para este aire se

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preparará del modo siguiente: deberá conservar el equilibrio del caballo con agilidad hasta colocarlo en la posición que requiera el movimiento. Si el caballo sale galopando con el pié derecho, inclinará la mano á la izquierda, apoyando la pierna derecha, siendo condición de este ejercicio que el caballo está equi­ librado y recogido, conservando sobre lodo la posi­ ción que este aire requiere para la regularidad del movimiento. Lo mismo se cambia el pié derecho que el izquierdo, usando para ello las ayudas con­ trarias á el anterior; mas para este cambio de mo­ vimiento se necesita soltura y graduar las fuerzas del animal, pues de lo contrario dclenióudose que­ daría deslucido el ginete en un aire que debe ser aunque violento, gracioso. Son muy pocos los gineles que reúnen toda la gracia, soltura y firmeza que se necesita en nuestros caballos para galoparlos á la perfección y desenvol­ verlos en la guerra (término práctico del pais), en los cambios de derecha é izquierda y pasadas, mu­ cho mas en los fogosos y de mucho brío, para los que se necesita de un laclo especial en las ayudas, en la mano, en la cintura y en las piernas; es en Gn un conjunto de resortes, que repito, son muy pocos los ginetes que tienen esa elegante y preciosa ha­ bilidad. Los caballos perezosos y de poca voluntad á el

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trabajo, es necesario ayudarlos con las espuelas continuamente para que no pierdan el aire del movimiento, y por consiguiente es necesario en el gioete un equilibrio especial, para no deslucirse. Como un caballo haya tenido buenos principios de doma en pasos atrás, en trotar suelto y resuelto, corrido en dos lecciones las espuelas, y haya unión, un ginete diestro podrá entusiasmar á los buenos inteligentes por ser uno de los aires que mas hermosean al caballo español.

DEL SALTO. Ciertas combinaciones del arte de equitación se necesitan para ayudar á los caballos á saltar, y de este modo suplirles la falta de agilidad y fuerzas en los principios. Es necesario dirigir perfectamente el salto, dando soltura en su elevación, como recoger y tomar cuando caiga en tierra. El galope es el aire que naturalmente se acostumbra para el sallo: para éste se necesita reunir las fuerzas del animal, y recogiéndolo de brida á el empuje de las ayudas, darle soltura á el mismo tiempo que se guarda el equilibrio del movimiento. La mayor parte de nuestros ginetes saben que cuando un caballo empieza á aprender el sallo, se le pasea por el redondel y por entre los pilares del

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saltador, y poniéndole luego la barrera, se le vá graduando según la disposición de sus fuerzas y agi­ lidad. Este movimiento es de mucha firmeza, y son in­ dispensables en el ginele que tenga la cintura flexi­ ble, los muslos apoyados con fuerza, el asiento íirme y el laclo necesario para corresponder á la acción que el caballo vá á ejecutar; de lo contrario se espone el ginete á dar un golpe de graves conse­ cuencias, y el caballo queda deslucido en lo que ejecuta.

PIAFE. La unión es el principio del piafe. Los primeros dias se debe dar al caballo un poco de movimiento, teniendo presente que es necesario pararlo repeti­ das veces cuando levanta y vuelve á bajar los pies sin ganar terreno adelante: de este modo se calma la escitacion que le produce un movimiento al cual no está acostumbrado. La maestría del ginete debe consistir en la oportunidad de las ayudas y tacto de las manos, para que obtenida que sea la movilidad queden las distancias arregladas poco á poco: para ello se necesita en el ginete mucho tacto y una de­ licadeza sin igual. Estando bien tomados los tiempos del movi-

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micnlo, balanceándose el caballo y puesto en apti­ tud^ adquirirá elevación y mageslad. Las ayudas de manos y piernas necesitan en el ginete mucha prác­ tica y habilidad, pues de lo contrario se acelerará el animal y fácilmente se descompondrá. El piafe no agrada hasta que el caballo no lo ejecuta con perfección, y esto no sucede mientras que no se una y equilibre sus fuerzas para las exigencias del movimienlo. Todos los caballos pueden piafar, como dice Baucher: hay caballos que por su construcción no les favorece la naturaleza para este aire; mas graduados y recogidos lentamente pueden remediarse ])repar;m(l()l()s poco á poco el resultado de un buen piafe. El ginelo debe ser suave para este movi­ mienlo, ])rücurando que las extremidades del ca­ ballo movidas diagonalmenle se suspendan y caigan junlas. Las manos y las piernas deben estar de acuerdo obrando unidas con movimientos sensibles, que es en lo que debe fijarse mas particularmente la atención del ginete.

CORBETAS. Éste es un aire muy natural y muy fácil de ejecutar después de la educación en el paso trole y galope, y debe procurarse para ello equilibrar y derribar las piernas del caballo. Éste hace las cor-

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betas doblando las ancas, avanzando las piernas en cada tiempo con igualdad, sin perder de vista sus fuerzas naturales, procurando afirmar la cabeza con el verdadero apoyo de la boca, y alijerar el cuarto delantero para que recoja sus fuerzas sobre las piernas. Los caballos mas pacíficos suelen ser los mejores para las corbetas, pues los fogosos suelen confundirse con este aire, y por consiguiente hay necesidad de grande paciencia para enseñarlos. \í\ caballo debe ser obediente y dócil á ia mano y á hs piernas del ginele, y debe procurarse que siente el cuarto trasero tan esencial para la ejecución do esta clase de aires. En los caballos defectuosos se requiere mucho tacto y prudencia, y una inteligencia previsora en el ginele para no csponcrlo á un resabio do fatales consecuencias. No deben pasar de dos corbetas las que se exijan al caballo, y una vez ejecutadas debe halagársele mucbo para que quede quieto y confiado hasta el mando de las ayudas. La corbeta debe guardar su tiempo sin precipilar al caballo, levantándolo con agifidad y presteza, inclinándose el ginete suavemente sin afectaríe ni emplear fuerzas en las piernas, guardará el equilibrio que requiere el movimiento. La corbeta es uno de los movimientos mas elegantes y propios de los caballos y en los que puede 6

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lucirse un buen ginelo: es donde prueba el laclo, la firmeza, el equilibrio, la unión, el gusto y habilidad. Mucho se habla por varios autores de corbetas he­ chas de costado, de corbetas hacia airas, etc.; pero yo que no soy partidario de esos aires, diré á mis lectores que las sé ejecutar, y que cualquiera que las haga del modo que antes las he esplicado obtendrá también una fácil ejecución, y estoy seguro quedará complacido.

AFORISMOS DE EOCITACION. í -> ) (í 0-3' © S ->• Í K e e-I -

Vu giiicle debe estudiar las costumbres de su caballo y conocer á fondo su carácter, Proverbio árabe.

l.° La niajor parle do los caballos que se resabian, entablan, despapan) picotean \ van desunidos, deben estos defectos á los bocados. Cada profesor inventa un bocado á su manera y, como dice líaucher, lio siendo siificienle su ciencia, apelan á máquinas eslrañas. A loda clase de caballos conviene el bocado suave \ corto de camas, cualquiera que sea su resisle^icia en la boca: el bocado fuerte lo desespera, lo violenta y le hace obedecer mal hasta el eslrenio do perder la sensibilidad en las encías ó asientos, v mas de una vez salir el bruto desbocado \ correr el ginete un gran peligro; pero al contrario un bocado suave, sencillo y con buena cadenilla do barbada gruesa y holgada, les hará trabajar bien ó iráu guslosi>s, siendo sobre lodo indispensable una buen:i mano que es el gran recurso del buen ginete.

2.° El cabezón en los potros no debe abando­ narse hasta que estén perrectamenle educados y ha­ gan todas las evoluciones do Ja escuela con brida sola; advirtiendo, que siendo costumbre empezar á domar nuestros caballos con el cabezón, es tal la precisión que se hace de trabajarlos con él puesto, aun cuando estén arreglados y embocados á la per­ fección, que mas de una vez Jos lie visto descompo­ nerse en manos de muy buenos profesores, efecto de trabajar en brida sola. 3." Aun cuando el potro vaya desairado en la doma con el cuello tendido por los loques del cabe­ zón y por no estar unido, no debe el ginete tomarlo á la brida apoyándose en el bocado; debe sí tener presente, que lo lleva para acostumbrarse hasta el tiempo de unir y recoger, que lo hace después con la mayor facilidad, 4." Un caballo herido de Jos hijarcs, y por con­ siguiente equilibrado, no podrá nunca defenderse y estará completamente sometido á Ja voluntad del ginete. El caballo que no está herido de Jas espuelas, que no está desenvuelto en todos sus movimientos y que se ha tratado en el tiempo de su educa­ ción solo con mimo, miedo y halago, no pertene­ ce todavía al ginete^ ni está domado: es peor que cerril.

5.° Todos los gineles pueden domar perfeclamcnlo sus caballos y adquirir un tacto especial, ciñéndose á los límites de sus conocimientos; y como haya en el gínele amabilidad, aíicion y el rigor y valentía que se necesite, conseguirá una doma cual la de un cordero, «£"/ árabe se ocupa él mismo de la educación de su caballo: los maestros de equitación son la práctica, las tradiciones y los ejemplos: la fama de gineíe solo se adquiere después de grandes pruebas de habilidad.» 0.° Al potro debe quitársele la bravura que tiene en la dehesa, en la cuadra, alado al pesebre, y cuando vaya á el picadero debe consentir la silla, brida y cabezón. El pan y el azúcar dan muy bu(!nos resultados para conseguir domesticarlos, y sobre todo el no tenerles miedo. VA caballo suele defenderse y estar inquieto por no ponerle algunas veces la silla y brida que tiene de costumbre: como este animal no habla, y por consiguiente no puede decir esla prenda no es mia, bota y so desespera hasta ver si puede despedir de sí lo que le causa opresión y miedo. 7." Ningún caballo domado y que haya olvidado el picadero, debe entrar á nuevos trabajos en el r e dondel por el capricho de su dueño, pues es consiguiente que siendo perezoso para el trabajo de la escuela adquiera resabios de mala especie; y aunque

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asi no sea^ el dinero y el tiempo se gastarán en valdo. Picadero para los potros, y t'sle poco. H.° El caballo debe acostumbrarse á la fatiga y al trabajo, de poca edad, graduándole sus fuerzas y teniéndole bien mantenido, y siempre tendrá agilidad y disposición para sacar de apuros á i,u ginelo. 9.° 1.1 voz del hombro hace temblar al caballo, y mis de una sai le evita una caida. Siempre que se entre en una cuadra, para impedir una patada ú otro cualquier accidente, se le hablará levantando la voz, pero con dulzura: esté seguro el ginete de que no hará ninguna traición. 10. El giutíle que monta á caballo sin espuelas, (lescoiicce la equilacion, vá desairado, desarmado y MHiKjiiili) á el capricho y á la inobediencia del caballi), \ á la burla del público. 11. I)»!spusís d(; domado un potro debe correrse cuanto pueda alguna que otra vez: ningún ginele se arrepentirá de esta operación. 12. El ginete que carece de laclo y no enseña un b\ien paso á su caballo, merece compasión «como dicen los árabes.» 13. Al caballo debe darse loda la cebada que necesite para reponerse si está flaco, y conseguido eslo, dejarlo en el mínimun de seis cuartillos en tres piensos, ron lo cual siempre estará dispuesto para

el trabajo. «Superior á las espuelas es la cebada», como dice un proverbio árabe. l i . Los caballos deben en lodo tiempo beber agua dos veces al dia, á las once de la mañana y tres de la tarde; teniendo cuidado, si son muy ansiosos, de retirarlos en algunos momentos. I.'). I.a cebada y las habas son el pasto mejor de los caballos, y el (jiie mas los alimenta y hermosea; téngase cuidado de que la haba esté bien remojada y revuelta con la cebada, mitad de cada clase. También dicen los árabes uque lodo tjinele debe conocer la medida de cebada que conviene á su caballo, como la de pólvora que conviene á su fusil.» 1(). Todo caballo que en invierno ó verano al volver de paseo o del trabajo, sea refrescado con agua en las estremidadcs, estará siempre sano y dispuesto, como si no hubiese hecho nada. 17. Si á un ginele se le ocurre el tener (pie correr, galopar ó trotar toda una jornada ó una larga distancia, en cualquiera de estos aires, á el primer sudor del animal lo dejará al paso muy lento, para que tome resuello, volverá al movimiento y á sudar, y hecha la misma operación á la tercera vez sin fatigarse ni sudar, se encontrará dispuesto hasta concluir su carrera. Es muy útil y provechoso, si en el trance de la carrera, en arroyo ó fuente, puede beber un poco de agua con el bocado puesto.

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18. El caballo debe tenerse siempre trabado: además de afirmársele los brazos se evitará que trojñese. Los árabes no solo traban, sino que afirman la cabeza del animal, dejándole inmóvil por largo espacio de tiempo, después de una carrera agitada. 19. Después de un trabajo fuerte ó de una irritación que el potro tome en su enseñanza, debe sangrársele, y su dueño no se arrepentirá. 20. Si el caballo se doma á los tres años, conseguirá el ginete poco á poco una docilidad eslraordinaria: hasta llegar á cuatro es igual su disposición: á los cinco están dispiertos, y los resabios son de malas con-íecucncias. 2 1 . Los caballos que son de buenas castas sou siempre conocidos por los inteligentes, en sus huesos, en sus ancas,, en sus cuellos y sobre lodo en los ojos alegres y hermosos: su sola postura en la cuadra, atado al pesebre, dá á conocer la escelencia de su raza. Los árabes dicen que el caballo para ser bueno y encastado, debe tener Cuatro cosas anchas: La frente, LI pecho, • Las anuas, ' Y los miembros; Cuatro cosas largas: Ll cuello.

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Los cuartos superiores. El \ientre, Y los hijares: Cuatro cosas corlas: La grupa, „^^ La ranilla. Las orejas, Y la cola. Todas estas cualidades en un caballo, prueban que además de ser de raza es por necesidad veloz, porque su conformación se parece d la vez á la del galgo, á la de la paloma y á la del rápido camello, según el proverbio árabe.

S3^1^¥3-í

ADTEBTEMCIA.

Suplico á mis lectores que usen de toda su indulgencia con respecto á las faltas que hayan podido deslizarse en la rapidez con que ío he es­ crito. Lo reducido de este trabajo me relevan de la fé de erratas en que haya podido incurrir.

Páfis.

DEDICATORIA

V

PRÓLOGO

Vil

INTRODUCCIÓN.—Buena posición del ginele

15

Mano de rienda del ginele

l(i

PRINCIPIOS PARA LA DOMA DE UN POTRO. =l)efensas y resabios

ai

Del paso

27

Del (rote

28

De las paradas

.30

Del paso airas

.'U

De la unión

,33

Ayudas y castigos

34

El galope

3tí

Del sallo

38

Piafe

39

Corbetas

40

AFORISMOS DE EQUITACIÓN

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/!ADVERTENCIA

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